Post on 30-May-2020
al sur deLsurdossier de la película documental
Producido por: m2 comunicación
“Su tempo lento y parsimonioso se convierte, paradójicamente, en su mejor hallazgo gracias a la fuerza
poética de su fotografía, la eficacia de sus tomas áreas (...) y lo trágico y conmovedor de su discurso”.
Antonio Puente Mayor. El Correo de Andalucía.
“La Bahía desde el aire. Las playas, sus antiguas edificaciones militares, sus esteros, fuente salina y piscícola,
y sus gentes. Sus gentes a cámara lenta. El tiempo se para en la zona con más desempleo de Europa“.
Sebastián Chilla. La voz del sur.
“Una historia, un retrato coral de gente que lleva toda la vida en la Bahía, de gente que se fue, de gente que
se fue para luego volver”.
Tamara García. Diario de Cádiz
“Es cierto que los testimonios de ex-trabajadores, marineros y jóvenes te deja un sabor agridulce (...) y
emociona escuchar a los valientes que intentan recuperar una zona tan devastada económica y socialmente”.
Bea Guillén. Ojo Avizor.
“nos sumerge, a través de entrevistas, en las consecuencias de la desindustrialización de la zona, la falta de
oportunidades de los jóvenes y el desencanto con la política, pero también en las enormes posibilidades de
la autogestión ciudadana”.
Diario de Huelva
ÍNDICE DE CONTENIDOS
rodaje
diario fotográfico
del documental
ficha técnica
estrenodossier de
prensa
22
30
26
34 40
INTRODUCCIÓN sinopsis
08 20 protagonistas
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introducción
De cómo empezamos a mirar al sur del sur ( por manuel blanco)
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Como hijo de maestros, y docente también, mis años nunca fueron años naturales, inconscientemente ordeno
las ideas y los hechos en función de los cursos. El curso 2016-2017 fue especialmente duro. Dos de mis tíos
más queridos nos dejaron (Miguel Blanco y Jesús Verde Mederiz) e, inevitablemente, el concepto de familia se
reconfiguró. Junto a otras historias que aquí, en estas líneas, no vienen al caso, digamos que nos acabó invadiendo
una sensación de cambio de ciclo. Apenas salvó aquella racha el nacimiento de Manu, ajeno a este contexto
cambiante en que hubo de venir al mundo.
En momentos complejos, como siempre, conviene subirse el cuello de la guerrera y apretar los dientes. Ya
pasará –se convence uno– el tiempo de las lluvias y vendrá, inevitablemente, la calma densa que sucede a toda
tempestad. En aquella época, los amigos –que bien te quieren– hacían invitaciones a tomar vino pitarrero en
las más variadas tascas en que, por algún motivo u otro, también ellos acabaron buscando refugio en ciertos
momentos de sus vidas.
Un día, aprovechando cualquier excusa –debió de ser tan mala que ni la recuerdo– fui en mi vieja moto a Chiclana
de la Frontera (Cádiz) a encontrarme con mi antiguo compañero Juan Manuel Barrios. Barrios es de esos amigos
que te doblan los años, con nietos de la edad de tus hijos y junto a quien, sin embargo, sientes que acaso en otra
vida combatiste en la batalla de Stalingrado. Bebiendo vino en la estancia humilde y modesta de la cofradía de
pescadores de Sancti Petri –con los pies metidos en serrín y sobre la barra metálica los adeudos apuntados en
tiza–, entre el tumulto, me dijo: «Mira a tu alrededor. Aquí hay una historia, y tú deberías contarla». Me di la vuelta
prudentemente y luego volví a mirar fijamente a mi interlocutor. Solo resolví decir: «Te escucho».
—«Verás, acabo de entrar en una asociación para la defensa y la puesta en valor de los esteros. ¿Tú sabes qué es
un estero…?».
Huelga decir que quien suscribe estas líneas no tenía la menor idea de qué diablos fuera eso. Vengo de familia
de montaña y la mar, casi de forma inconsciente, sigue siendo para mí ese terreno inhóspito e interminable
donde el mundo conocido se quiebra, en el que se adentran los aventureros y piratas de ultramar en busca de la
incertidumbre y el albedrío, propio de las hazañas de Ulises. Demasiada épica para tan modesto grumete.
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Aquella tarde bebimos vino chiclanero sin parar, comimos pescado como solo se lo sirven a los propios marineros
de la cofradía y recorrimos varias tascas, para terminar en un chiringo en horas bajas (era otoño, no quedaba
nada de los turistas del verano) regentado por un cubano que bebía solo mirando a la mar. A lo largo de ese
día Barrios, acompañado de una vieja libreta, sacó resúmenes, esquemas y notas de su puño y letra, todo en
hojas gigantes de tamaño A3, de modo que, en mitad de donde estuviéramos, parecíamos estar buscando un
tesoro con mapas y jeroglíficos inclasificables dispuestos en la mesa. A menudo sus propias notas manuscritas se
manchaban de vino, cerveza, o de la pringue del pescaíto frito, dando a esos legajos tal estatus de veracidad que
difícilmente alguien habría puesto en duda nada que de ahí saliera. A lo largo de varias horas me explicó qué eran
los esteros, cuál era su idea de reordenación del espacio, de la cosa pública, cómo había diseñado una política
económica productiva trasversal a modo de cooperativas, y cómo creía poder convencer a las administraciones de
que invirtieran en este proyecto que, como un pulpo, tenía tentáculos en muchos ámbitos diferentes. De hecho,
incluso había ya entrado en contacto con profesores de la Universidad de Cádiz y otros organismos públicos.
«Todo está aquí», decía apelando a sus apuntes, como si fueran las tablas supremas de la ley. «Pero claro, todo
esto hay que contarlo», me dice, «tú deberías contar en un reportaje o en un documental todo esto a la sociedad:
tenemos un potencial gigante para esta tierra olvidada».
Ciertamente, como fotoperiodista uno no puede
más que analizar los encargos desde la dimensión
gráfica de ese entorno: la Bahía me cautivó. Con la
cámara al hombro –y mi sempiterno 35mm f1.4 de
los años 70–, pasé de fotografiar dentro de las tascas
a deambular por los esteros que, insistentemente,
me recordaban a las famosas fotografías de
Héctor Garrido (que tan magistralmente supieron
adaptar al cine Alberto Rodríguez y Rafael Cobos
en La isla mínima). El impacto fue tal que a la
mañana siguiente, sin avisar a nadie –ni siquiera al
bueno de Barrios–, volví en mi moto a fotografiar
el amanecer. Fue cuando me convencí de que,
ciertamente, ahí había una historia.
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Aparqué junto a la cofradía –aún me recocían del día anterior los marineros– saqué mi moleskine de la bandolera
y comencé a diseñar planos, enfoques, temas… un primer esbozo del guión con algunos personajes y a ordenar
mis ideas, caóticas y poco estructuradas (más aún que de costumbre). Ese día por la tarde conocí al resto de la
tropa: Juan Manuel Barrios, José Casas (alias El Casitas), José María Romero, Ismael Sánchez, Emilio Illescas, José
Dominguez (Pepón) y todos los demás. No había en aquel momento ni una sola mujer… la conciliación, ya se
sabe, sólo es un lema electoral.
Empezamos a trabajar desde bien pronto en la vida de la asociación y en apenas dos años logramos avanzar
mucho: un buen puñado de mujeres se incorporaron a la dirección, comenzamos a desarrollar dinámicas en
grupos interdisciplinares bien coordinados, conseguimos que se incluyera en la agenda política de diferentes
ayuntamientos la revitalización de los esteros de la Bahía, la asociación decidió presentarse como cooperativa
a licitaciones de cesión de salinas y esteros, se redactaron muchos dossiers y planes estratégicos… y, mientras
tanto, este pequeño documental seguía creciendo en huecos robados a mi oficio de profesor universitario y del
resto de quehaceres.
Se me antoja fundamental reseñar que esta película, humilde y espartana en la forma, pero ambiciosa en el
fondo, se ha hecho sin un solo euro de financiación ni pública ni privada. Todo el que en ella participó (empezando
por quien suscribe estas líneas y el resto del equipo), lo hizo sin ningún tipo de interés económico. En ocasiones,
algunos de los entrevistados aparecían con una fiambrera con chicharrones, sal de estero y un limón, otro con
una bota de vino, incluso alguno, como Pepón, terminaban su locución en su propio cultivo de ostiones con un
«picha, tú querrás probar ahora unas ostras cuando termines de recoger las cámaras, ¿no?». Eso, unido a las
comidas en casa de Barrios, las visitas al mercado de Chiclana con José María, los vinos en la cooperativa con
Bego e Ismael, mis idas y venidas al taller local por los problemas con mi vieja moto, los madrugones, el sol sin
tregua y el calor (dos insolaciones, una por año, lo demuestran), así como el sempiterno levante, los trenes, o las
decenas de kilómetros cargando con equipo, hicieron un rodaje –dilatado en casi dos años muy discontinuos–
francamente especial: trenzado con una visión de todo cocinada a fuego lento, muy artesanal, y bien lejos de la
lógica que imponen los despachos oficiales.
Y así, a lo largo de sus más de mil horas de brutos y 4,5 TB de información, fueron apareciendo algunos de los
temas que posteriormente se traducen –y traslucen– en el metraje de la cinta.
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Fue, dicho está, un rodaje lleno de alegrías y también algunos sinsabores.
Como el infarto que sufrió el bueno de Emilio Illescas justo cuando
encarábamos la recta última del rodaje, y que le impidió estar en el metraje
final. También es imposible olvidar el levante, un levante especialmente
crudo que hacía tambalear la moto cuando aparecí en la Bahía cargado
de trípodes y macutos. Una metralla incómoda que se metía por las
rendijas del casco, hacía culear todo vehículo, y a ratos recordaba a las
tormenta del desierto que varios años atrás había vivido como reportero
en Tindouf o Siria. En ocasiones trabajábamos con plazos tan imposibles
que, aun en mitad del peor levante, debíamos rodar, a sabiendas de
los quebraderos de cabeza derivados de filmar con un contexto sonoro
incompatible con el oficio. Pero se hizo lo que se pudo y, como decían Les
Luthiers, «sonamos pese a todo».
Y sonamos porque este documental ha sido posible también gracias a la
implicación de todos los participantes: ellos mismos contaban historias
tras las cámaras, nos daban pistas y, ante nosotros, la Bahía entera se
vistió de números de teléfono anotados en los cucuruchos del papel
de estraza de los camarones, de nombres y referencias anotados en
las servilletas de las tascas, de whatsapps imposibles con gente con los
que nunca pudimos quedar. Los días frenéticos de rodaje jalonaban las
noches con mensajes de madrugada del tipo (y este es literal): «Encontré
la foto de la factoría de conservas de atún de Sancti Petri, mañana te
la mando escaneada. ahora descansa, picha. Mañana dan levante.
Tranquilo que tenemos chicharrones». Fueron varios miles de kilómetros
entre moto, coche, trenes, barcos y hasta una barcaza.
Son todas historias pequeñitas que, sin embargo, creemos que merecían
contarse.
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Protagonistas
ellos cuentan la historia
La selección de las personas que aparecen en el documental la hicimos según criterios que obedecían a la
narración y, ciertamente, hubo gente con mucho que aportar que, sin embargo, tuvo que quedarse fuera: bien
por motivos argumentales o, más bien, porque lo que querían transmitir ya estaba implícito en lo que habían
dicho otros compañeros.
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Juan Manuel Barrios, José Casas (El Casitas), Emilio Illescas y José Domínguez (Pepón), miembros de la Asociación Bahía de Cádiz.
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María esquivel ismael sánchez
ana mínguez sandra pérez rafael sánchez saus
juan José iglesias rodríguezjesús gómez
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fani escoriza josé domínguez
josé manuel gómez josé maría romero juan manuel barrios
pablo pérez martínez lucas pérez llorens
Recogimos el testimonio de muchos jóvenes, algunos desempleados y otros con puestos importantes. También
hubo quien estaba desempleado cuando rodamos y al tiempo de estas líneas ya encontró su sitio, en esa especie
de diatriba claroscura (muy rembrandiana) con que a la Bahía gusta de tratar a los que en ella habitan. Hicimos
especial hincapié en la visión del entorno desde la mirada de la mujer y, más concretamente, la mujer joven.
Finalmente el hilo narrador sobre este particular vino dado por las voces de María Esquivel, Fani Escoriza, Ana
Mínguez Otero y Sandra Pérez. Sí quisimos introducir un vector importante de carácter técnico: una justificación
histórica que nos permitiera entender de dónde veníamos en la Bahía, el porqué de la desindustrialización y
cómo afectó al empleo, para ello contamos con las voces de los catedráticos de Historia
Rafael Sánchez Saus (Historia Medieval) y Juan José Iglesias
Rodríguez (Historia Moderna). Esa desindustrialización llevó
a cierto abandono de una playa militar, que tuvo un papel
importante en la guerra civil y en la dictadura, como es la
batería Urrutia: Pablo Pérez, su último vigilante, hijo del
vigilante oficial de Marina al cargo de la batería, fue quien
nos narró aquella época que conecta la bahía de entonces
con la de hoy.
Jesús Gómez Sandovete es un lobo de mar. Ha tenido
numerosos oficios y todos ellos relacionados con la mar.
Aún hoy regenta un local en la isla de Sancti Petri en pleno
caño y, cuando pasa el verano –y sus turistas– y llega el
invierno, se puebla de marineros que juegan a las cartas con una luz tenue bebiendo vino, mientras al otro lado
de la ventana la lluvia golpea las aguas del puerto pesquero. Él nos contó desde dentro cómo cambió el oficio en
estos años y, también, cómo era el poblado y la isla cuando tenía una factoría conservera importante, una iglesia,
un colegio y varios economatos.
José Domínguez, alias «Pepón», es uno de los miembros de la Asociación Bahía de Cádiz y experto en ostiones y
ostras. Nos contó la labor social que desarrollan en su empresa, empleando a algunos de los «furtivos» (incluso
alguno de ellos en alguna ocasión le sustrajeron género a la propia empresa que luego les empleó).
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Con su historia, además, nos devuelve la certeza de que otro modelo productivo es posible: los jóvenes a los que
se da un empleo digno no solo no vuelven a delinquir sino que, justo al contrario, se esfuerzan por entrar en el
sistema («Se sacan el carnet de conducir, están orgullosos de pasear por la calle con una carpeta azul bajo el
brazo»).
Ismael Sánchez Gomar nos ofrece, desde la medicina, un análisis biológico de los beneficios de la salina, sus
pescados y sus productos derivados. Su ámbito de investigación científica se centra en biofísica molecular.
Además, un par de reflexiones sobre el potencial enorme de la bahía nos llegan por boca del empresario José
Manuel Gómez, uno de los primeros en comercializar las algas de la bahía con fines gastronómicos. Nos habla del
multipremiado chef Ángel León –vecino de San Fernando–, quien, a su vez, es uno de los cocineros más talentosos
de Andalucía y uno de los primeros que comenzó a darles fama mundial a las algas. En esa línea, el catedrático
de la Universidad de Cádiz Lucas Pérez Llorens nos desgrana algunos de los aspecto más importantes de su
libro (¿Las algas se comen?, publicado por la UCA y ganador en 2017 del premio Gourmand Awards), y nos ofrece
algunos datos de la capacidad de regeneración ambiental de las algas si de ellas se hiciera una prioridad política.
Cierran este elenco las aportaciones de José María Romero (presidente de la Asociación Bahía de Cádiz y
funcionario municipal), que cuenta cómo impulsó en 2013 esta asociación, así como Juan Manuel Barrios,
economista, biólogo y activista, profesor universitario jubilado. Con ellos charlamos durante decenas de horas,
desgranando aspectos tales como el abandono de toda la región durante siglos, la desindustrialización de los
años 70 y 80 –no diferente a la del norte del país, pero sin sus medidas de reconversión industrial–, la droga en
la bahía en los años 90, la falta de expectativas de los jóvenes, la fuga de talentos, la apatía política de toda la
Bahía…, pero también charlamos de algunos casos de éxito de gente que se animó a realizar experimentos de
autogestión ciudadana, o casos de un sector turístico de mar y cultura que, de la mano de la transformación
digital empresarial, demuestran a las claras que algunos aspectos en la vida de la Bahía comienzan tímidamente
a cambiar.
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sinopsis
SEFF (Festival de cine europeo de sevilla - 2018
El documental «Al sur del sur» se ha estrenado en el XV Festival Internacional de Cine Europeo de Sevilla,
celebrado en noviembre de 2018. Se trata de una historia sobre la bahía de Cádiz y la gente que la habita. El
punto de comienzo son los esteros de San Fernando, revitalizados desde 2013 por la Asociación Bahía de Cádiz,
que apuesta por su sostenibilidad como motor económico, turístico y ecológico.
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rodaje
Eugenio martín Santaella
fichA TÉCNICA
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Al sur del sur
www.alsurdelsurdocumental.com
Manuel Blanco
Manuel Blanco
M2 Comunicación
TÍTULO
web
director
fotografía, Guión, drones
productora
Marta Sánchez-Sausproducción
Manuel Blanco / Juan Manuel Barrios Jr. / Ismael S.Gomarcámaras
Francisco Javier Torres SimónBanda sonora
Documental
España
2018
61 minutos
género
país de origen
año
Duración
28
María Esquivel
Sandra Pérez
Pablo Pérez Martínez
Jesús Gómez Sandovete
Rafael Sánchez Saus
Juan José Iglesias Rodríguez
José Domínguez
Fani Escoriza
Juan Manuel Barrios Blázquez
José María Romero
Ismael Sánchez Gomar
José Manuel Gómez
Lucas Pérez Llorens
Ana Mínguez Otero
protagonistas
Cámaras: Nikon D800 / D850. Gopro6. DJI Osmo.
Drones: DJI Phantom4 Pro
Lentes: 35mm f1.4 Nikkor, 50mm f1.2 Nikkor, 20mm f2.8 Nikkor,
70-200mm f2.8 Nikkor
AKG 147, RODE NTGS-3, Zoom H6
Logic X, FCPX, Davinci Resolve 15
equipo técnico
sonido
edición
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diario fotográfico del documental
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Festival de cine europeo de sevilla. Sección panorama andaluz. teatro alameda. domingo 11 de noviembre de 2018. 550 butacas. localidades agotadas.
Cobertura fotográfica del estreno del festival: juan González martínez (juanka)
estreno internacional
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dossier de prensa
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43
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Entrevista y monográfico al director de al sur del sur. canal sur. informativos del medio día del 11 de
novimebre de 2018.
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Producido por: m2 comunicación
www.m2comunicacion.org
al sur del sur
P laza de Ru l l 4 , ba jo . 41002 , S e v i l l a
662 934 673