01. Augusto Comte- Sumario del Espiritu positivo

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Primera edición en francés, 1854

Primera edición en español, 1942

Primera reimpresión, 1977

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Estos escritos juveniles de Comte, que él recoge y planta

como apéndice general a

su

Sistema

de política positiva,

ape-

nas si son conocidos —hasta hoy no aparecen en lengua es-

pañola—, lo que bastaría a justificar, desde

un

punto de vista

plausible, su publicación actual. Pero su interés as mucho

mayor del que podría suscitar o merecer cualquier propósito

de rastreo genético del pensamiento comtiano. Comte. tiene

perfecta conciencia, en plena madurez, de lo que estos tra-

bajos juveniles representan y los utiliza como argumento de-

finitivo

contra

los que no han querido o podido quedarse,

admirativamente, más que con la mitad de su obra.

Sino en todos, en muchos de los pensadores cuya influen-

cia histórica, efectiva, ha sido tan honda que no puede solven-

tarse con

una

refutación más o menos su paradora y escolar,

se da esta precipitación germinal del pensamiento en los

primeras años de la juventud, con

una fuerza

y seguridad

tales que reclama para sí

una

dedicación de la vida entera

que bordeará, si es menester, las fronteras de la locura.

En el prefacio que les escribe encontramos perfectamente

ponderados los motivos que le fuerzan a salvarlos del olvido.

Se queda uno sorprendido de lo poco o nada que en las ex-

posiciones más llevaderas de su pensamiento se recoge la ad-

vertencia que hizo el maestro a los positivistas de su tiempo

y que continúa vigente hasta para los no positivistas del

nuestro.

Y es el caso que estos breves trabajos ilustran y facilitan so-

bremariera la exposición del sistema, pues aclaran explícita y

auténticamente su

actitud

mental radical, presentándonos en

un

cosmos unitario esos dos mundos dispares —filosofía posi-

tiva y política positiva— que se suelen ofrecer con recomen-

daciones y sonrisas tan diferentes.

Y

no son, únicamente, las

extravagancias de su culto al

Grand Rtre

las que explicarían

la suerte escindida y desigual de su doctrina. No ha sido la

sola víctima Comte de esta discriminación reductora con

la que se trata de objetivar, academizándolo,

un

pensamiento

que,

primaria

y sustancialmente, tiene raigambre política y no

puede, por lo tanto, caracterizarse filosóficamente más que

en razón de éste su resorte vital último.

Traducción de

FRANCISCO GINER DE LOS FIJOS

D. R. ID 1942 FO NDO DE CULTURA ECONÓMICA

Av. dela Universidad 975; México 12 D F.

Impreso en México

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EL SISTEMA QUE la marcha de la civilización nos exige reempla-

zar era la combinación del poder espiritual o papal y teológico

y del poder temporal o feudal y militar.

El nacimiento de este sistema en lo que se refiere al poder

espiritual debe relacionarse con el comienzo de la preponderan-

cia del cristianismo en Europa es decir con los siglos m o rv.

En cuanto al poder temporal puede situarse su origen en los

primeros grandes intentos de los pueblos del norte para estable-

cerse en el sur de Europa y en los desmembramientos primeros

del imperio romano es decir en la misma época sobre poco más

o menos.

La constitución definitiva de estos dos poderes tuvo lugar en

los siglos xs y xn. En esta época el feudalismo se estableció

universalmente sobre bases fijas como poder nacional por una

parte

y.

por la otra se organizó por completo la autoridad de la

Santa Sede como poder europeo.

Detengámonos un instante en esta época notable para hacer

dos importantes observaciones.

En primer lugar esta doble organización se ha efectuado en

poco tiempo y sin muchas dificultades porque se había prepa-

rado gradualmente durante los setecientos u ochocientos años

cine habían transcurrido desde el origen de los dos poderes.

El establecimiento del poder temporal fué la continuación

del derrocamiento del poderío romano por los pueblos septen-

trionales. Si el poder no se constituyó tan pronto como éste

poderío estuvo aniquilado de .una manera total fué porque era

evidentemente necesario para ello que se hubiera puesto pri-.

mero un término al sistema de irrupción: cosa que se efectuó

por medio de las naciones primeramente establecidas frente a

las que emprendían nuevas invasiones. Ese fué el objeto de las

guerras de Carlomagno contra los sajones y los sarracenos y

después el de las cruzadas.

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UMARIO DEL PASADO MODERNO

SUMARIO DEL PASADO MODERNO

7

La constitución del, poder espiritual había sido preparada

por el derrocamiento del politeísmo y por el establecimiento de

la religión cristiana, cuyo numeroso clero se había extendido

por toda Europa.

Cuando en el siglo >a el papa Hildebrando proclamó la su-

perioridad de la autoridad pontificia como poder europeo sobre

los poderes nacionales, no hacía otra cosa que resumir un prin-

cipio cuyas bases estaban ya asentadas en todas las mentes o, en

otras palabras, dar forma definitiva a una creencia de la que

habían sido adoptados desde hacía mucho tiempo todos los ele-

mentos.

En segundo lugar merece ser señalada la coincidencia de los

dos poderes en lo que se refiere a la época de su origen y a

la de su definitiva constitución. Con relación a su decadencia po-

demos observar la misma analogía, y esta constante simultanei-

dad tiende a probar —con independencia del razonamiento que

muestra a estos dos poderes como apoyados el uno sobre el )bo—

gue deben desaparecer al mismo tiempo y que el poder tempo-

ral no podría ser reemplazado por un poder de diferente natu-

raleza sin que_ una análoga sustitución tuviera lugar para el

poder espiritual, y recíprocamente.

Este sistema social nació mientras duraba el sistema prece-

dente e

 

incluso en la época en que este último llegaba a alcanzar

su desarrollo total. De manera parecida, cuando él sistema feu-

dal y teológico .se constituyó en la Edad Media comenzaba ya a

nacer el germen de su destrucción y acababan de ser creados

los elementos del sistema que debe sustituirle en la actualidad.

En efecto, en lo que

se

refiere al poder temporal, es en los

siglos xr y

XII

cuando comienza la liberación de los municipios.*

Comte emplea únicamente la palabra

commune

que nosotros tradu-

cimos por municipio, aunque no

se

correponden exactamente, porque el

fenómeno a que hace referencia es conocido entre nosotros como eman-

cipación de los municipios. El término

commone

alude a la agrupación

municipal de la Edad Media que tiene su origen en una coniuratio jurer

14 commune

por la que los conjurados se someten a la justicia y milicia

En cuanto al poder espiritual,

es

sobre poco más o menos al

mismo tiempo, cuando introdujeron los árabes las ciencias posi-

tivas en Europa.

Fijemos toda nuestra atención en este hecho capital que es

el verdadero punto de partida de la serie de observaciones me-

diante la cual debemos hoy iluminar nuestra política.

La capacidad industrial o de artes y oficios

es

la que debe

sustituir al poder feudal o militar.

En la época en que la guerra era y debía ser considerada co-

mo el primer medio de prosperidad para las naciones, era natu-

ral que la dirección de los negocios temporales de la sociedad

estuviera en manos de un poder militar y que la industria, cla-

sificada como subalterna, no fuese empleada más que como ins-

trumento. Por el contrario, cuando la experiencia ha convencido

por fin a las sociedades de que el único medio de adquirir ri-

quezas reside en la actividad pacífica, es decir, en la actividad

de los trabajos industriales, la dirección de los negocios tempo-

rales debe pasar naturalmente a la capacidad industrial, y la

fuerza militar, a su vez, no puede clasificarse más que como sub-

alterna, como una fuerza puramente pasiva, que es verosímil in-

cluso que llegue a convertirse un día en algo inútil por com-

pleto.

La emancipación de los municipios ha establecido la base de

este nuevo estado de cosas; ha preparado la posibilidad, e in-

cluso la necesidad, que

se

ha desarrollado a continuación cada

vez más, como lo probaremos en seguida. Esta liberación ha

constituido la capacidad industrial, puesto que ha establecido

para ella una existencia social independiente del poder militar.

Antes de esta época, además de que los artesanos considera-

dos colectivamente estaban bajo la absoluta dependencia

de

los

militares,

cada

uno de ellos estaba sometido por completo al

arbitrio individual del dueño de la tierra de que formaba parte.

comunales. Con esta restricción, pues, habrá de entenderse el término

municipio que aparece en el texto. T.)

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UMARIO DEL PASADO MODERNO

La liberación, dejando subsistir el primer género de arbitrio,

aniquiló el segundo y, por consiguiente, creó el germen de la

destrucción del primero. Hasta entonces los artesanos no poseían

nada en. propiedad. Todo lo que poseían, e incluso ellos mis-

mos, pertenecía a su señor y no tenían más que lo que

 

el señor

quería dejarles. La liberación creó una propiedad industrial que

tenía por origen el trabajo, propiedad distinta, independiente y

muy pronto rival de la propiedad territorial que era puramente

de origen y naturaleza militares.

Mediante esta memorable innovación la capacidad industrial

pudo desarrollarse, perfeccionarse y extenderse,. y las naciones

pudieron organizarse en todos sus aspectos sobre una base in-

dustrial, quedando sólo organizada militarmente la cabeza de

la sociedad, así, como la dirección general que aquélla conti-

nuaba poseyendo.

llagamos sobre el poder espiritual observaciones análogas a

las que acabarnos de hacer sobre el poder temporal.

Del mismo modo, la capacidad científica positiva

es

la que

debe reemplazar al poder espiritual.

En la época en que todos nuestros conocimientos particulares

eran esencialmente conjeturales y metafísicos, era natural que

la dirección de la sociedad estuviera en manos de un poder teo-

lógico en lo que se refería a sus asuntos espirituales, puesto que

los teólogos eran entonces los únicos metafísicos generales. Por

el contrario, una vez que todos los aspectos de nuestros conoci-

mientos se fundan sólo sobre observaciones, la dirección de los

asuntos espirituales debe confiarse a la capacidad científica po-

sitiva, por ser ésta de manera evidente muy superior a la teolo-

gía y a la metafísica.

La introducción de las ciencias positivas en Europa, realizada

por los árabes, creó el germen de esta importante revolución,

terminada hoy plenamente en lo que se refiere a nuestros cono-

cimientos particulares y a nuestras doctrinas generales en su

parte crítica. Apenas comenzaron los árabes a establecer, en las

regiones de Europa que habían conquistado, escuelas para la

SUMARIO DEL PASADO MODERNO

9

enseñanza de las ciencias de la observación, un general entu-

siasmo dirigió a todos los espíritus notables hacia esta nueva

luz. Muy pronto se establecieron en toda la Europa occidental

escuelas parecidas. En Italia, en Francia, en Inglaterra y en Ale-

mania se fundaron observatorios, salas de disección, gabinetes

de historia natural. Después del siglo xur, Rogerio Bacon cultivó

gloriosamente las ciencias físicas. La superioridad de lo positivo

sobre lo conjetural, de la física sobre la metafísica, se dejó sentir

de tal manera desde un principio, incluso entre el poder espiri-

tual, que muchos eminentes miembros del clero, entre otros dos

papas, poco más o menos hacia la misma época, fueron a com-

pletar su educación a Córdoba, estudiando las ciencias de la

observación con los profesores árabes.

Resumiendo las precedentes observaciones podemos estable-

cer de este modo un principio de hecho: que, en el momento en

que estuvo definitivamente organizado el sistema feudal y teo-

lógico, empezaron a formarse los elementos de un nuevo sistema

social. Una capacidad temporal positiva, es decir, la capacidad

científica, se elevó a espaldas del poder espiritual, en el momen-

to en que éste comenzaba a desarrollar toda su actividad.

Antes de pasar al examen de hechos ulteriores, considere

 

mos esta notable diferencia entre los dos sistemas, diferencia

que se señala desde el oacimiento del nuevo y que he intentado

representar mediante la oposición de las palabras poder y capa.

cklad. No digo un nuevo poder se levanta al lado de cada uno

de los dos antiguos poderes, sino: una

capacidad

se levanta al

lacio de un

poder

En otras palabras, la acción de los principios

1 La división de la sociedad y de todo lo que la concierne en temporal

y espiritual debe subsistir en el nuevo sistema como en el antiguo. Esta

división que no exist ía entre los romanos es e l perfeccionamiento más

importante en la organización social que han llevado a cabo los modernos.

Aquí está lo que primitivamente ha fundado la posibilidad de hacer una

ciencia de la política permitiendo diferenciar lit teoría de la práctica. Esta

división en el nuevo sistema no es ya solamente entre dos poderes sino

entre dos capacidades.

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es

lo que nació entones para reemplazar hoy a la acción de los

hombres la razón para sustituir a la voluntad.

Siendo militar el poder temporal en el antiguo sistema

exi

gía

por su naturaleza el más alto grado de obediencia pasiva

por parte de la nación. Por el contrario con la capacidad indus-

trial considerada como la que debe dirigir los asuntos tempora-

les de la sociedad el arbitrio ya no cuenta di absoluto y no po-

dría contar puesto que por un lado es posible juzgarlo todo en

el plan que puede formar para trabajar por la prosperidad ge-

neral y por otro la ejecución de

ese

plan no puede exigir más

que un grado muy débil de mando.

Del mismo modo siendo por su naturaleza conjetural el po-

der espiritual debía exigir necesariamente el más alto grado de

confianza y sumisión del espíritu. Era ésta una condición indis-

pensable para su existencia y su acción. Por el contrarío la capa-

cidad científica positiva concebida como directora de los asun-

tos espirituales de la sociedad no exige ni ciega creencia ni si-

quiera confianza al menos por parte de todos aquellos que sean

susceptibles de escuchar las demostraciones; en cuanto a los

otros la experiencia ha probado de manera suficiente que su

confianza en las demostraciones unánimemente fijadas entre los

sabios positivos no puede

jamás

serles perjudicial y que en una

palabra ese género de confianza no es en absoluto susceptible

de abuso.

Así pues si se quiere puede considerarse la capacidad cien-

tífica positiva como la que da lugar a un poder mientras crea

una fuerza. Pero es

éste

el poder de demostración

en

lugar del

poder de revelación.

Así pues nuestro punto de partida es:

En el siglo xir el poder temporal y el poder espiritual se cons-

tituyen definitivamente y al mismo tiempo dos capacidades po-

sitivas comenzaron a desarrollarse detrás de

estos dos

poderes y

a preparar su decadencia y su sustitución. En una palabra: un

sistema se estableció y nació otro. Desde esa época estos dos sis-

temas han coexistido en choque siempre unas veces sordamente

otras de manera abierta y en una forma tal que el primero ha

ido perdiendo cada vez más sus fuerzas mientras el segundo las

iba aumentando.

El examen del pasado

se

divide pues a partir de este mo-

mento en dos series contemporáneas: la de las observaciones

acerca de la decadencia del antiguo sistema y la del crecimiento

del nuevo. Esta es la división que vamos nosotros a seguir tam-

bién en todo lo que nos resta decir.

SUMARIO DEL PASADO MODERNO

1

UMARIO DEL PASADO MODERNO

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PRIMERA SERIE

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PRIMERA SERIE

En la época que acabamos de fijar para el origen de nues-

tras observaciones las fuerzas eran demasiado desiguales entre

los dos sistemas coexistentes —uno entraba en la plenitud de su

edad mientras que el otro estaba naciendo apenas— para que

en mucho tiempo pudiera entablarse entre ellos una lucha di-

recta y sensible. La historia nos muestra también que la lucha

no comenzó a manifestarse abiertamente hasta el siglo xvi. Los

cuatrocientos o quinientos años que la habían precedido consti-

tuyen el período de esplendor del sistema feudal y teológico.

Pero todo este esplendor descansaba sobre un terreno minado.

Si los historiadores hubiesen analizado mejor y hecho con

más profundidad su examen de la Edad Media no nos habrían

hablado sólo de la parte visible de este período. Habrían com-

probado la gradual preparación de todos los grandes aconteci-

mientos más tarde desarrollados y no habrían presentado como

bruscas e imprevistas las explosiones del siglo xvi y de los siglos

siguientes. Sea como sea lo que es indiscutible es que hasta el

siglo xvi no comenzó la lucha abierta entre los dos sistemas. Y

es en él donde vamos nosotros a encontrarla.

El ataque de Lutero y de sus compañeros de reforma contra

la autoridad pontificia derribó de hecho al poder espiritual co-

mo poder europeo. Este fué su verdadero carácter politico. Al

mismo tiempo minó radicalmente la influencia que aún le que-

daba a la autoridad teológica al destruir el principio de la ciega

creencia y reemplazarlo por el derecho de examen que restrin-

gido en sus primeros tiempos a límites bastante estrechos debía

inevitablemente agrandarse de manera continua hasta abarcar

al fin un campo indefinido.

Este doble cambio se operó en los países que siguieron sien-

do católicos sobre todo en Francia de una manera tan completa

como en aquellos que abrazaron el protestantismo.

Sin embargo hubo esta diferencia que es esencial tener en

cuenta: en los países que siguieron siendo católicos el poder

espiritual comprendiendo que estaba destruido como potencia

distinta e independiente se puso a las órdenes y al servicio del

poder real ofreciéndole el apoyo de aquellas mismas doctrinas

mediante las cuales le había dominado en otro tiempo.

Este cambio en el papel del clero tuvo como efecto el pro-

longar un poco más allá de su término natural la duración de

su influencia política; pero ha tenido el capital inconveniente

para la dignidad real de ligar su suerte con la de doctrinas que

habían perdido todo su crédito entre las clases cultas.

La realización de la Reforma —a causa de las guerras que

trajo consigo-

 

necesitó la totalidad del siglo xvi y el comienzo

del xvu. El ataque contra el poder temporal tuvo lugar inme-

diatamente después en Francia y en Inglaterra.

En uno y otro país este ataque ha sido efectuado por los

municipios que tuvieron por cabeza una de las dos ramas del

poder temporal. A este respecto no ha habido más que una sola

diferencia entre las dos naciones. En Inglaterra fué el feudalis-

mo el que se alió con los municipios contra la autoridad real

mientras que en Francia fué la corona la que

s

puso a su cabe-

za contra el poderío feudal.

Esta alianza de los municipios con una mitad del poder tem-

poral contra la otra mitad había nacido en los dos paises inme-

diatamente después de la liberación e incluso había contribuido

no poco a determinarla. Los efectos de esta alianza se iban a

manifestar desde entonces mucho antes del siglo xvu por los

resultados inequívocos que habrían de preparar los importantes:

acontecimientos de que fué marco este siglo.

En Francia el cardenal Richelieu trabajó derechamente por

el derrocamiento del poderío feudal y después de él Luis XIV

llevó a término esta empresa. Reduje la nobleza a la nulidad

política más completa a .1a insignificancia más absoluta y no le

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mié

pié

24

UM RIO DEL P S DO MODERNO

dejó otro papel que representar que el de ser guardián del ho-

nor

e

la dignidad mar Es de suma importancia observar que

Bichelieu y Luis XIV fomentaron ardorosamente las bellas artes

y

las artes y oficios y que desearon elevar la existencia política

de los sabios artistas y artesanos al mismo tiempo que rebaja-

ban la de los nobles. Esta intención fué puesta de manifiesto

principalmente por el ministro Colbert que era un artesano.

Pero encontraremos

e

nuevo este fenómeno en nuestra segunda

serie y

es

suficiente aquí su indicación.

En Inglaterra la lucha tuvo por resultado la Revolución de

1888 que limitó el poder real en todo l9 que era posible hacerlo

sin llegar a derrocar el sistema antiguo. Así el ataque contra el

poder temporal produjo separadamente en cada uno de estos

dos países un debilitamiento tan completo como fué posible de

una porción diferente de aquel poder. De tal suerte que los

dos

pueblos habían efectuado el integral derrocamiento

e ese

po-

der hasta el punto más allá del cual se hacía impracticable este

derrocamiento sin abandonar el antiguo sistema social. De una

parte y

e

otra para que este resultado total pudiera realizarse

era suficiente el que cada una de las dos naciones adoptara la

modificación hecha por la otra. Esto es lo que acaba de suceder

en Francia con la adopción de la constitución inglesa por los

franceses.

La coalición

e

los municipios con una parte del poder tem-

poral para atacar a la otra parte así como la activísima protec-

ción acordada por el poder temporal de muchos países contra

el poder espiritual —en el momento

e

la Reforma— han hecho

que sea imposible sin un examen muy profundo el comprender

la verdadera naturaleza

e

los ataques.

Es resultado de esto un error muy extendido que es impor-

tante señalar y destruir. En lugar

e

ver en estos acontecimien-

tos la lucha

e

los municipios teniendo por jefes determinadas

partes del sistema feudal y teológico contra los otros elementos

de este sistema no se ha visto en ellos más que la guerra

e

los

reyes contra los papas y de los poderes real y feudal uno contra

PlUMER SERIE

5

otro. Los municipios no han sido considerados más que como

instrumentos empleados por los diferentes poderes y

c si

nunca

desde otro punto de vista.

Antes de presentar las consideraciones con que puede recti-

ficarse el error que acabamos de señalar es oportuno recordar

que sea cual sea el partido que se tome a este respecto nuestra

serie presente no será en absoluto afectada. No dejará por ello

de ser menos verdadera puesto que su fin esencial es demostrar

la continua decadencia del sistema antiguo. A pesar de esto no

es lo mismo ni mucho menos ignorar o conocer la verdadera

acción que para determinar tal decadencia ejercieron los artistas

los artesanos y los sabios que considerados colectivamente for-

man los municipios.

Sentemos en principio que toda escisión entre los elementos

de un sistema

es

un signo evidente de decadencia. Así tan pron-

to como se vió el primer gran acto de división entre el poder

temporal y el poder espiritual se hubiera podido prever la caída

más o menos próxima de uno y otro.

Divisiones de este género se han manifestado muy pronto en

el antiguo sistema. Se manifestaron aun antes de que el sistema

estuviese completamente organizado pero han llegado a ser con-

tinuas casi inmediatamente después de su constitución definiti-

va. Si se quiere reflexionar bien sobre esto se reconocerá que

eran inevitables en

este

sistema. Los poderes son necesariamen-

te rivales y celosos unos de otros incluso cuando su interés co-

mún más evidente haga de la unión más íntima una ley. En

efecto no siendo en absoluto susceptibles de ser caracterizados

con claridad es natural que cada uno de estos poderes aspire a

la totalidad de la dominación. Verdadera alianza combinación

sólida no pueden existir más que entre capacidades positivas.

La alianza llega a ser entonces posible y por decirlo así forzosa

porque cada una de estas capacidades tiende por sí sola a limi-

tarse a su papel natural que está siempre circunscrito todo lo

netamente que haya sido posible. La pretensión de universali-

dad único perturbador posible de este arreglo natural

se

pre-

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UMARIO DEL PASADO MODERNO

PRIMERA SERIE

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senta como absurda a los ojos de todos y en consecuencia no

podría obtener jamás un número de partidarios lo bastante gran-

de como para llegar a ser peligrosa.

Los municipios evidentemente demasiado débiles al princi-

pio de su existencia política se vieron forzados a unirse con los

jefes del campo enemigo para luchar contra el sistema antiguo.

Buscaban aprovechar las divisiones que en él existían y fué tal

su prudencia que en efecto se aprovecharon siempre. Su plan

era muy sencillo. Consistió en prestar su apoyo al poder que en

cada época y en cada país parecía ser más liberal es decir que

estaba más de acuerdo con

u intereses. Es éste el plan que si-

guieron completamente con una especie de instinto admirable

en todas las crisis parciales que precedieron a las dos grandes

luchas de los siglos xvx y xvu. Así su conducta no fué accidental

de ningún modo en estas últimas épocas: entroncaba con hábi-

tos contraídos hacía mucho tiempo.

He aquí lo que explica el porqué los municipios se pusie-

ron en Inglaterra al lado de los lores contra los reyes mientras

que en Francia se unieron al poder real contra el feudalismo. En

tiempos más antiguos en Francia y en Inglaterra los municipios

habían adoptado por sí mismos la causa del poder espiritual

porque éste era el más liberal entonces. Por tanto los munici-

pios no fueron en absoluto instrumentos eh manos de los anti-

guos poderes; más bien fueron estos mismos poderes los que

podrían ser considerados como instrumentos al servicio de los

municipios aunque por otra parte estuvieran movidos por un

impulso que les era propio. En efecto el ataque al sistema an-

tiguo empezó por los municipios así como en efecto también

se inició en favor de éstos. Si en esta ocasión hubo algún en-

gañado no fueron ellos sin duda.

Los municipios además han ejercido una acción completa-

mente directa y puramente derivada de ellos en las dos luchas

de los siglos xvx y x

vu. Los dos elementos del nuevo sistema: la

capacidad industrial y la capacidad científica han aportado ca-

da uno su parte en esta acción. Aunque hayan actuado siempre

de modo conjunto es sin embargo la segunda —la capacidad

científica— la que ha estado particularmente ligada al poder es-

piritual corno lo ha estado al poder temporal la primera —la

capacidad industrial— porque así lo exigía la naturaleza de las

cosas. Cada capacidad ha combatido cuerpo a cuerpo con el

poder correspondiente y —lo que merece ser subrayado— en los

razonamientos empleados por la capacidad científica para de-

rrocar las doctrinas teológicas la capacidad se apoyó primera-

mente en la teología misma como obligándose a tomar sus bases

en ella o al menos creyéndose obligada a acomodarlas a la

manera teológica. Esto es lo que se observa principalmente en

todas las obras del canciller Bacon. Y este hecho responde en la

lucha espiritual a aquel otro de la alianza de los municipios

con una mitad del poder militar en la lucha temporal.

No tenemos necesidad de constatar la influencia fundamental

que el progreso de las ciencias de observación ha ejercido sobre

la reforma de Lutero porque es cosa ésta que hoy no se pone

en duda por nadie. Nos es suficiente señalarla. En cuanto a la

influencia; menos fuerte y menos directa del progreso de las

artes y oficios sobre la Reforma los mejores historiadores que

trataron sobre la época han hecho resaltar un sorprendente ejem-

plo al señalar la acción indiscutible que ejerció sobre este punto

el gran incremento que tomó el comercio y en consecuencia la

industria con el descubrimiento de América y el paso por el

cabo de Buena Esperanza a las Indias. Todo ello fué una con-

tinuación del progreso de las artes industriales combinado con

el de las ciencias de observación.

Otros dos descubrimientos de primer orden uno en las artes

y el otro en las ciencias realizados hacia el final del siglo xv el

uno y alrededor de un siglo después el otro vinieron a asegurar

y a acelerar la decadencia del sistema antiguo y a dar a la lucha

emprendida por los elementos del nuevo una marcha más di-

recta más segura más sosegada y más rápida a la vez.

El primero fué el de la imprenta que si no ha contribuido

en absoluto a determinar la Reforma por lo menos ha servido

para propagarla de un modo infinitamente más rápido y com-

pleto de lo que hubiera podido serlo sin ella. Pero no es éste su

efecto más esencial en cuanto a la decadencia del sistema an-

tiguo.

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SUMARIO DEL PASADO MODERNO

No vamos a repetir

los demasiado conocidos razonamientos

para hacer comprender el enorme cambio que este descubri-

miento introdujo en el orden social creando la soberanía de la

opinión pública. Lo consideraremos sólo bajo el aspecto que

aquí nos ocupa.

Desde este punto

de

vista diremos: P que ha proporcionado

al

sistema

nuevo los medios de tomar la iniciativa más directa y

completa para preparar la sustitución del antiguo sin estar obli-

gado a continuar colocándose bajo la protección de alguno de los

poderes a derrocar; 2

 

que ha hecho desaparecer en gran parte

el carácter violento que hasta entonces había tenido la lucha

porque ha cambiado el ataque en crítica.

El segundo descubrimiento de que quería hablar es el de la

verdadera teoría astronómica descubierta por Copérnico y pro-

bada y establecida por Galileo.

Los más altos espíritus no miden de ordinario en su justo

valor la acción verdaderamente todopoderosa ejercida en todas

las mentes por el cambio que esta teoría operó en lo que

se re

fiere

a la destrucción radical del sistema teológico. Esa influen-

cia es tal que sólo ella hubiera sido suficiente para ocasionar el

aniquilamiento de

este

sistema. Nos limitaremos a indicarla me-

diante la consideración siguiente que cada uno puede desarro-

llar con amplitud.

Todo el sistema teológico

se

funda en la suposición

de

que

la tierra está hecha para el hombre y el pniverso

enfis n

para la

tierra. Suprímase esta suposición y todas las doctrinas sobre-

naturales se irán abajo. Ahora bien habiéndonos demostrado

Galileo que nuestro planeta es uno de los más pequeños que no

se diferencia en nada de los otros que gira con los demás alre-

dedor del sol la hipótesis de que toda la naturaleza está hecha

para el hombre hiere abiertamente el sentido común

se

opone

de tal manera a

los hechos que no puede evitar el parecer ab-

surda y el ser muy pronto derribada arrastrando consigo las

creencias a que sirve de base. En una palabra las doctrinas teo-

lógicas son incompatibles en absoluto con la plena y entera con-

vicción

de

la teoría astronómica moderna incluso en las mentes

en que esta convicción no se sostiene sobre el conocimiento de

PRIMERA SERIE

9

las demostraciones que la establecen. Si se considera suficiente-

mente esta reflexión se convendrá en que la Inquisición cumplía

bien su cometido de guardián del poder espiritual tratando de

ahogar

en

su nacimiento la teoría de Galileo.

Resumiendo todo lo que hemos dicho hasta el presente se

sigue que

al terminar el siglo xvrt habían tenido lugar dos ata-

ques parciales contra el antiguo sistema: uno en el siglo xvt con-

tra el poder espiritual; otro contra el poder temporal en el si-

glo xvri.

Este doble ataque hubiera podido parecer suficiente en una

primera impresión. Pero se necesitaba mucho más de lo que fué

al haberse atacado el sistema en

sus

elementos y no en su con-

junto. Había sido batido en detalle; faltaba batirlo como siste-

ma. Además habiendo tenido lugar cada lucha particular bajo

la dirección de una rama de los antiguos poderes no había lo-

grado tener un carácter lo bastante neto ni se había pronunciado

con suficiente firmeza como choque entre un sistema y los ele-

mentos de otro. Diferente de la anterior era ésta una segunda

razón de la insuficiencia de las dos primeras luchas.

Cualquiera que al finalizar el siglo xvu hubiera conocido

bien el verdadero estado de cosas hubiese podido prever con

plena seguridad que los dos ataques parciales ejecutados hasta

entonces no eran más que preparatorios y que en el siglo si-

guiente el ataque se dirigiría contra el conjunto del sistema de

una manera general siendo decisivo para su caída. Tales acon-

tecimientos serían el inevitable resultado de todo lo acontecido

desde el siglo act y la consecuencia inmediata de los

dos

siglos

que acababan de terminar.

Sería superfluo entrar aquí con algún detalle sobre hechos

tan cercanos a nosotros y que están presentes en la memoria de

todo el mundo. En efecto el siglo xvirr fué lo que debía ser:

la continuación el complemento y el resumen de los dos siglos

precedentes.

En lo que se refiere al poder espiritual el principio del

de

recho de

examen en materia religiosa —sentado ya por Lutero

pero de una manera muy limitada en los primeros tiempos— se

extendió a su límite más extremo. La aplicación más audaz de

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30

UMARIO DEL PASADO MODERNO

PRI:MERA SERIE

31

este derecho marchó a la par con las tentativas hechas por esta-

blecerlo en toda su extensión. Sometidas a discusión, las creen-

cias teológicas fueron derrotadas por completo, sin duda, con

demasiada imprudencia, precipitación y ligereza, con un olvido

del pasado demasiado absoluto y con perspectivas demasiado

confusas e inciertas sobre el porvenir. Pero, en fin, fueron pues-

tas a discusión, y de una manera tal que no les fué posible

recuperarse, ya que la crítica fué llevada hasta tal punto que las

cubrió de ridículo ante los ojos de los hombres menos instruidos.

Es éste un hecho que no se podría negar y no estamos juzgando

esta crítica,

SiDO

que la observamos.

En cuanto al poder temporal, si examinarnos lo que pasó con

él en Francia, donde debe ser observado principalmente todo el

siglo

XVIII,

veremos que el feudalismo, después de haber perdido

en el siglo anterior todo su poderío político, perdió en éste toda su

consideración civil.

La dignidad real, que había llegado bajo Luis XIV a la plena

entera posesión del poder temporal mediante el apoyo que le

habían prestado los municipios, dejó de aliarse con ellos, lo que

fué una gran equivocación de su parte.

Luis XIV cometió un gran error al unirse con la nobleza,

que, a cambio de honores y dinero, se resignaba al fin a adoptar

una existencia política subalterna e insignificante, pareciendo

haber olvidado que había marchado a la par con la autoridad

real.

Si Luis XIV no hubiera cometido este error capital; si hubiera

abandonado a su destino un poder ya caduco, un poder cuya

suerte estaba irrevocablemente fijada en los decretos del espíri-

tu humano y que había contribuido eficazmente a destruirse a sí

mismo

 

si, en fin, hubiera sencillamente continuado la dirección

de los municipios, habría, sin duda, podido evitar todas las des-

gracias que cayeron más tarde sobre Luis XVI.

Fué esto, en efecto, lo que desacreditó primeramente la dig-

nidad real a los ojos de los municipios y la separó de ellos. La

vergüenza que en seguida echaron sobre el poder real las cos-

tumbres del regente y el libertinaje de Luis XV, llevaron a su

colmo esta desconsideración. Al mismo tiempo, habiendo some-

tido los filósofos el poder temporal al mismo examen que el

poder espiritual, no resistió más. Tanto más cuanto que, en gran

parte, estaba fundado sobre las mismas doctrinas desde la Re-

forma.

Así pues, el siglo xvm llevó la crítica de los dos poderes hasta

u

límites últimos y acabó con la ruina del sistema antiguo en sus

elementos y en su conjunto. Un examen más detallado de la

manera en que se efectuó este derrocamiento estaría aquí fuera

de lugar.

No haré sino indicar únicamente la influencia que ejercieron

y debieron ejercer en la destrucción de las doctrinas teológicas

los inmensos y siempre crecientes progresos efectuados por las

ciencias che observación desde Galileo. El descubrimiento de una

ley física general por Newton, el análisis del principal fenómeno

meteorológico hecho por Franklin, así como la invención del

medio de someterlo al imperio del hombre, y, en una palabra,

todos los descubrimientos notables, efectuados en tan gran nú-

mero durante ese siglo, en astronomía, física, química y fisiolo-

gía, han contribuido más a la radical e irrevocable destrucción

del sistema teológico que todos los escritos de Voltaire y de

u

colaboradores, pese a su prodigiosa influencia. Es en esto en lo

que no han puesto atención bastante ni los partidarios del an-

tiguo sistema ni sus adversarios.

Preparada o, para decirlo mejor, exigida inevitabiementé por

este estado de cosas, estalló la Revolución francesa. Tomó desde

su origen una dirección falsa: fué echada por tierrE.. la digni-

dad real.

La monarquía no tardó en reconstituirse porque, siendo Fran-

cia la cabeza y el corazón del sistema antiguo, la monarquía no

podía apagarse más que con él, y un sistema no puede acabarse

más que cuando existe otro ya formado y que está presto a sus-

tituirlo inmediatamente.

El resultado final de toda esta gran conmoción fué la aboli-

ción de los privilegios, la proclamación del principio de libertad

ilimitada de conciencia y, por últimoNel establecimiento de la

constitución inglesa concedida por el mismo poder real.

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0 4

1

32

UMARIO DEL PASADO MODERNO

La abolición de los privilegios no hacía más que completar

la ruina del feudaliSino y reducir en absoluto el poder tempo-

ral al poder real único.

La proclamación del principio de libertad ilimitada de con-

ciencia aniquiló en su totalidad y de manera irrevocable el poder

espiritual.

 

Por último el establecimiento de la constitución inglesa debe

ser considerado en dos aspectos diferentes y en cierta manera

Opuestos.

Por una parte ha continuado la destrucción del sistema anti-

guo limitando el poder real —que es hoy su único resto verda-

dero— tanto como ha sido posible hacerlo sin abandonar aquel

sistema.

Por otra ha instituido mediante el establecimiento de una

cámara representativa de la opinión pública el verdadero medio

de transición el medio que permite llegar apaciblemente sin

esfuerzos y con rapidez al sistema que deba seguir tan pronto

como esté formado y sea susceptible de entrar en actividad.

Habiendo llegado al final del último término de la primera

serie de observaciones voy a resumir en pocas palabras las con-

secuencias de

st

examen.

Mi punto de partida era éste:

2

Esta proclamación ha hecho imposible el establecimiento

e

auto-

ridad teológica alguna ya sea política o simplemente moral. Porque al

haber sido dejadas al arbitrio de cada individuo las creencias puede darse

el que no haya dos profesiones de fe completamente iguales y la de cada

uno podrá variar de la mañana a la noche siguiendo todas las variaciones

que pueda inspirarle el estado perpetuamente oscilante de sus afectos mora-

les y físicos así como las circunstancias sociales igualmente oscilantes

en las que se irá encontrando colocado.

En una palabra está claro que la libertad ilimitada de conciencia y

la indiferencia teológica absoluta redundan exactamente en lo mismo por lo

que se refiere a las consecuencias políticas. En uno y otro caso las creen-

cias sobrenaturales no pueden servir de base a la moral. Lejos de tener

qu

esconderlo es este un hecho que no nos cansaremos de repetir pues-

to que prueba la necesidad de constituir la moral que es la base de la

organización social o más bien su vínculo general sobre otros principios

sobre los principios positivos

— s

decir los deducidos de la observación—.

HUMERA SEIDE

y

En el siglo xi se constituye definitivamente el sistema feudal

y teológico en lo que toca al poder temporal y en lo que toca at

poder espiritual.

En la misma época nacen los elementos de un nuevo sistema

social a saber la capacidad industrial o de los artesanos —na-

cida de la emancipación de los municipios— detrás del podei-

temporal o militar;

y la capacidad científica —nacida de la in-

troducción en Europa de las ciencias de observación traídas

. por los árabes— detrás del poder espiritual.

Estos dos sistemas han coexistido durante cuatrocientos o

quinientos años sin chocar abiertamente en vista de la desigual-

dad de fuerzas. La lucha se preparó en silencio durante este

intervalo.

A partir del comienzo del siglo xvi hubo tres ataques prin-

cipales de los elementos del nuevo sistema contra el antiguo.

Dos parciales y uno general. Cada lino de ellos ha durado alre-

dedor de un siglo.

El siglo xvi contempló el ataque contra el poder espiritual.

El siglo xvn el asestado al poder temporal

;

y

por último du-

rante el siglo xvni tuvo lugar el ataque general y decisivo contra

el sistema antiguo que es el que determinó la caída del régimen

 

teológico militar

Sin exageración alguna el verdadero estado actual del sis-

tema antiguo es éste:

Por una parte ya no hay doctrina

;

todas las creencias que

le servían de base están apagadas o a punto de extinguirse de.

modo que el poder espiritual no puede ejercer acción. alguna

más que sobre la última clase de la sociedad.

Por otra el poder temporal está reducido únicamente a sólo

una de sus dos ramas y esta rama el poder real se reduce a las

menores dimensiones que puede tener para no dejar caer como

una masa inerte todo el sistema antiguo que de ella se encuentra.

suspendido.

Por último el sistema antiguo no tiene hoy más fuerza que

aquella que le

es

rigurosamente necesaria para mantener el orden

hasta que

s

establezca el nuevo sistema. Aun así es bastante

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UM RIO DEL P S DO MODERNO

dudoso que pueda continuar manteniéndolo si este estableci-

miento se retardara demasiado tiempo.

Dejo al juicio de todos según esta exposición si la organi-

zación del nuevo sistema es o no cosa urgente y si los artistas

los sabios y los artesanos no eometen la más grande falta ador-

milándose a este respecto.

Es éste en verdad el estado presente de la sociedad en lo que

se refiere al sistema antiguo. Sabremos en seguida mediante el

examen de la segunda serie de observaciones si no es más satis-

factorio en lo que toca al nuevo.

SEGUNDA SERIE

Tono Lo eomuscosA que nos ha parecido la marcha de la civi-

lización en la serie precedente nos parecerá tranquila en la que

ahora vamos á examinar. No hemos considerado todavía más

que la sucesiva desorganización del sistema social antiguo. Pero

al tiempo mismo en que se efectuaba esa decadencia la socie-

dad se ordenaba poco a poco en todos

u

aspectos según un

sistema nuevo que en la actualidad se encuentra lo bastante des-

arrollado para poder sustituir al antiguo llegado a su extrema

caducidad. Es este desarrollo gradual del sistema nuevo el que

nos queda aún por explicar y observar.

Volvamos primero al punto de partida.

Hemos visto que en el siglo xr en el mismo momento en que

acababa de constituirse el sistema antiguo estaban naciendo los

elementos de una nueva organización social. Estos elementos

eran en cuanto a lo temporal la capacidad industrial —nacida

de la emancipación de los municipios— y en cuanto a lo espiri-

tual la _capacidad científica —resultado de la introducción de las

ciencias positivas en Europa llevada a cabo por los árabes—.

Si algún hombre de genio hubiera podido en esta época

observar tal estado de cosas con la lucidez suficiente: infalible-

mente hubiera previsto desde su origen toda la gran revolución

que se ha efectuado después y habría visto que los dos elemen-

tos que acababan de crearse tendrían inevitablemente que de-

rrocar a los dos poderes cuya alianza constituía el sistema enton-

ces en vigor.

Habría igualmente previsto que estos dos elementos se des-

arrollarían cada vez más a expensas de los dos poderes de

manera que poco a poco constituyeran un sistema que debía

acabar sustituyendo al antiguo.

5

t

 

t

 

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36

UMARIO DEL PASADO MODERNO

SEGUNDA SERIE

7

Apliquémonos primero a constatar netamente esta fundamen-

tal apreciación que nás mostrará el germen de esta segunda serie

como un todo entero en su primer término. En seguida exami-

naremos la manera como se ha llevado a cabo la organización

del nuevo sistema.

La doble tendencia del nuevo sistema —igualmente necesaria

bajo los dos órdenes— a destruir el sistema antiguo y a susti-

tuirlo, era resultado directo de las dos causas siguientes:

En primer lugar, por la fuerza misma dp las cosas, la capa-

cidad industrial y la capacidad científica son antagonistas la

una del poder militar y la otra del poder teológico.

En segundo lugar, por la manera en que acababan de consi-

derarse estas dos capacidades, estaban establecidas fuera del

sistema antiguo y estaban en manos de clases distintas e inde-

pendientes, en este aspecto del poder temporal y del poder espi-

ritual.

Al mismo tiempo que aseguraba a las dos capacidades la

posibilidad de alcanzar su desarrollo integral en el porvenir, era

esta última circunstancia la que les imprimía un carácter funda-

mental e indeleble de oposición e incompatibilidad con el sis-

tema antiguo.

Hasta el presente se ha puesto tan poca atención sobre este

rasgo esencial, que es indispensable desarrollarlo con alguna ex-

tensión.

En el estado de sociedad que todavía subsiste en Rusia en

nuestros días, y en el que todas las empresas de artes y oficios

están dirigidas sin posible apelación por los hombres de la clase

feudal, la capacidad industrial no se presenta para nada como

opuesta por naturaleza al poder militar ni como debiendo corres-

ponder a un sistema social diferente. No ha adquirido todavía

un carácter que le sea propio. Los artesanos no son más que

instrumentos pasivos en manos de los militares. Lo mismo suce-

de con la capacidad científica, ya que el cultivo de las ciencias

está todavía en manos del poder teológico, como lo estuvo en

el origen de la civilización en las antiguas teocracias del Oriente

y como sigue estándolo en China hasta hoy. Por lo tanto, la

capacidad científica no es sino un instrumento de dominación

en manos del sacerdote.

.Este era precisamente el estado de cosas en Europa hasta

la época memorable que hemos tomado como punto de partida.

Antes de la emancipación de los municipios lo poco de indus-

tria agrícola, comercial y fabril que existía, estaba en su tota-

lidad si no bajo la dirección, al menos en dependencia absoluta

del poder temporal.

Igualmente, antes de la introducción de las ciencias positivas

en Europa por los árabes, la escasa ilustración existente se en-

contraba por entero en manos del poder espiritual.

Señalemos que este estado de cosas, en tanto que subsistió,

aseguraba al sistema antiguo una vida indestructible, no sólo

porque los dos elementos que podrían haber conducido al nuevo

sistema estaban absolutamente a la merced de los dos poderes

antiguos, sino también porque las dos capacidades, debido a

esta misma causa, se encontraban detenidas para siempre en su

desarrollo.

Cuando se consideran las ciencias y las artes únicamente

como instrumentos, no se

pueden levantar jamás por encima de

un nivel muy poco elevado, como es posible obServarlo en la

China y en la India.

Pór el contrario, tan pronto como se emanciparon los muni-

cipios, y las ciencias positivas fueron cultivadas por los seglares

—lo que ocurrió muy poco después de su introducción e n Euro-

pa—, las cosas cambiaron totalmente de aspecto.

Estos dos grandes acontecimientos, antes que nada, han per-

mitido que las artes y las ciencias aspiraran libremente a un

mayor desarrollo, no poniendo a la carrera de las dos capacida-

des positivas otros límites que el de la duración

e

la especie

humana.

En segundo lugar, desde

s

momento, la capacidad indus-

trial y la capacidad científica, libres para siempre del sistema

antiguo, se constituyeron con solidez fuera dé él y adquirieron

una existencia propia, característica e independiente. Ahora bien,

no podían dejar de ser instrumentos del sistema antiguo sin

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j

s

38

UMARIO DEL PASADO MODERNO

convertirse en

sus

enemigos. Es éste el caso del adagio: Quí

non

est me contra me est.

Por tanto, esta revolución fundamental ha creado en la so-

ciedad dos nuevas fuerzas: la fuerza industrial y la fuerza cientí-

fica, que desde su origen, y en virtud de este mismo origen, han

estado marcadas para siempre con el doble carácter de antago-

nistas del antiguo orden político y de elementos de un nuevo

orden.

El desprecio y el odio que desde esta época han demostrado

constantemente el feudalismo y la teología, el uno contra las

artes y oficios y la .otra contra las ciencias de observación, no

han hecho sino acabar de reforzar esta oposición, haciéndola

más tajante.

De este modo, el cambio que se operó en el siglo xr ence-

rraba a la vez el principio de la destrucción del sistema antiguo

y el germen de un nuevo sistema.

Todo lo pasado desde esta época no ha sido más que la con-

secuencia y el desarrollo de este doble estado primitivo de la

sociedad. En la serie precedente hemos considerado este des-

arrollo bajo el primer orden. Ahora vamos a ocuparnos exclu-

sivamente de seguirlo y estudiarlo bajo el segundo aspecto.

Sería ciertamente absurdo pensar que la organización suce-

siva 41 sistema nuevo ha sido dirigida por los sabios, los artistas

y los artesanos de acuerdo con ,un plan premeditado y seguido

de manera invariable desde el Siglo xr hasta nuestros días. En

ninguna época ha obedecido el perfeccionamiento de la civiliza-.

ción á una marcha combinada de esta forma, concebida primero

poi- un hombre de genio y adoptada por la masa

:8

Esto es com-

a

El gran error de los legisladores y los filósofos de la Antigüedad

consistió, precisamente, en querer someter la Marcha de la civilización a

sus

puntos de vista sistemáticos, mientras que, por el contrario,

sus

planes

debieron habérsele subordinado. Por lo demás el error es muy excusable

y muy natural por su parte, porque en aquella época los hombres estaban

aún demasiado cerca del origen dé la civilización para haber podido obser-

var ya que la civilización sigue una marcha, para haber podido c onocer

SEGUNDA SEME

9

pletamente imposible a

causa

de la naturaleza de las cosas,

porque la ley superior del progreso del espíritu humano lo arras-

tra y lo domina todo. Los hombres no son para ella más que

instrumentos. Aunque esta fuerza derive de nosotros no está ya

en nuestro poder el sustraernos a su influencia o el dominar su

acción, tomo tampoco cambiar a nuestro gusto el impulso pri-

mero que hace girar nuestro planeta alrededor del sol.

Los efectos secundarios son los únicos que se someten a

nuestra dependencia. Todo lo que podemos hacer es obedecer

esta ley —nuestra providencia verdadera— con conocimiento de

causa, dándonos cuenta de la marcha que nos prescribe, en NTZ

de dejarnos empujar ciegamente por ella. Precisamente, en esto,

dicho sea de paso, residirá el gran perfeccionamiento filosófico

reservado a la época .actual. Pero, a pesar de ello, cuando ve-

mos en el orden político una serie de acontecimientos que se

encadenan del mismo modo que si los hombres que han sido

actores se hubiesen conducido según un plan, ¿no estará permi-

tido el emplear esta suposición

para hacer resaltar mejor este

encadenamiento? Por tanto, esto es seguir, sólo que apartán-

dose mucho de la realidad, el uso adoptado en las ciencias físi-

la marcha que sigue, y, con mayor razón, para haberse podido percatar de

que esta marcha no depende de nosotros.

Evidentemente sólo se podía llegar a esta verdad a posteriori y no

priori. .Usando ctros términos: la política no podía convertirse en una

ciencia sino basándose en observaciones, y no podían existir esas observa

 

ciones más que después de una duración prolongada- de la civilización.

Para que pudiese fundarse una teoría sobré esta gran experiencia se nece-

citaba el establecimiento de un Sistema de orden social, admitido por una

población muy, numerosa y compuesta de varias grandes naciones, y que este

sistema durase todo lo

posible

Me permitiré señalar que, si bien es verdad que una ciencia no

llega a ser positiva Más que fundándose exclusivamente eh heehos obser-

vados y cuya exactitud se reconIce en general, es igualmente indudable

—según la <historia del espíritu humano en todas las directiones positivas—

 que una rama cualquiera de nuestros conocimientos no se convierte en

ciencia más, que en la época en que se han combinado todos los hechos

que les sirven de base por medio de una hipótesis.

Así, cuando la política llegue a ser una ciencia, es seguro que se hará

uso de hipótesis lo mismo que se han empleado en otras ciencias, y que

se las empleará dentro del espíritu que acabo de indicar.

o i

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40

UMARIO DEL PASADO MODERNO

cas donde para presentar más claramente un conjunto de fenó-

menos

se

han atriblído propósitos e intencione

s

combinados

incluso a la materia no organizada. Además una inevitable ne-

cesidad que encadena una serie de acontecimientos y un plani

premeditado que los dirige se parecen mucho por las conse-

cuencias y vamos a ver que la marcha seguida por el sistema

nuevo fué la necesitada por la situacidn de sus elementos en

su origen.

El plan que puede considerarse que ha seguido el municipic

desde la época de su liberación para preparar poco a poco h.

organización de la sociedad sobre las bases que le eran propias

ha sido éste:

Ocuparse únicamente de actuar sobre la naturaleza para mo•

dificarla lo más posible y de la manera más ventajosa para la

especie

humana; no intentar ejercer acción ninguna sobre los

hombres más que para determinarles a colaborar en esta acción

general sobre las cosas.

Esta es en pocas palabras la sencilla marcha que desde el

principio han seguido de una manera invariable los sabios y los

artesanos al proponerse como único fin los unos el estudiar la

naturaleza para conocerla los otros aplicar este conocimiento

a la satisfacción de los deseos y las necesidades del hombre.

Esta dirección era de tal modo sensata que no se hubiera

podido escoger otra mejor aunque hubiera

sido

posible a los

sabios y a los artesanos conducirse de acuerdo con puntos de

vista premeditados y discutidos con libertad desde el principio.

Por último este plan parece ser tan perfecto que todo lo

que nos queda por hacer hoy es aplicarlo —sin cambiar nada

de él— a la dirección del conjunto de la sociedad lo mismo que

nuestros padres han llegado gradualmente a relacionar todas las

partes

de

la acción social considerada de modo aislado.

Es

fácil explicarse por qué ha tenido qunseguirse este plan

sin haber sido jamás combinado ni siquiera sentido por nadie.

Después

de

haber dado esta explicación indicaremos brevemente

los motivos del éxito que ha obtenido.

SEGUNDA SERIE

Los municipios por el hecho mismo de su emancipación se

encontraron desembarazados de la dependencia individual que

antes pesaba sobre cada uno de sus miembros. Pero quedaron

sometidos a la dependencia colectiva que ejercía la masa de los

militares y de los teólogos sobre la masa de los artesanos y de

los sabios.

Esta dependencia era tan grande al principio y los munici-

pios tan débiles que evidentemente no podían concebir el pen-

samiento de sustraerse a ella. Este obstáculo que a primera

vista parecía deberles ser funesto fué precisamente el que ase-

guró el éxito

de

sus esfuerzos: les impidió desatinar y les obligó

mediante una necesidad invencible a seguir la marcha que era

en el fondo mejor. No pudiendo soñar con tener participación en

la autoridad y menos con sustraerse al arbitrio colectivo los

municipios no tendieron más que a aprovechar el grado de liber-

tad individual que habían obtenido para desarrollar lo más posi-

ble la capacidad industrial y la capacidad científica.

Los sabios y los artesanos no intentaron más que actuar sobre

la naturaleza los unos para penetrar por medio de observacio-

nes y experimentos en el conocimiento de sus leyes los otros

para aplicar este conocimiento a la producción de objetos nece-

sarios útiles o agradables. No hicieron con esto sino seguir la

tendencia natural que nos lleva hacia el mejoramiento de nues-

tra suerte porque por el hecho mismo de su inferioridad polí-

tica la acción sobre la naturaleza era la única vía que le fié

abierta al municipio para mejorar su posición social. Se ve muy

claramente con esto qué fuerza ha obligado al municipio a

seguir sin darse cuenta el plan que acabo de indicar.

Para percatamos bien de lo que

ese

plan era para sus ver-

daderos intereses hagamos primero una suposición: admitamos

que el estado de cosas no hubiese sido al principio el que acabo

de describir imaginemos que los municipios inmediatamente des-

pués de su emancipación hubiesen obtenido una parte entera

y conipleta en el ejercicio del supremo poder político entonces

existente ¿Qué habrían hecho con este poder? ¿Qué hubiera

pasado?

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Esta participación en la autoridad les hubiera hecho perder

de vista su verdadero objeto, que era el desarrollo de la capa-

cidad industrial y de la capacidad científica. Este desarrollo

hubiera sido infinitamente más lento, y,

n

consecuencia, los

municipios hubieran continuado siendo durante mucho más tiem-

po subalternos respecto al poder militar y al poder teológico.

Unicamente de un gran desarrollo de la fuerza del interés común

combinada con la fuerza de la demostración, podían esperar

una lucha con éxito señalado contra la fuerza física aliada con

la fuerza de la superstición. Así vemos que en Francia y en

Inglaterra los municipios se mostraron poco ansiosos, hasta una

época bastante cercana a la nuestra, de gozar de la parte de

autoridad legislativa que en estos dos países les había sido con-

cedida durante las luchas entre la corona y el feudalismo por

una de las ramas del poder temporal.°

Examinemos ahora de una manera directa las ventajas del

camino seguido por los municipios.

Sin preocuparse por la forma en que dirigían el conjunto de

la sociedad los militares y los teólogos, y haciendo, por decirlo

así, abstracción del sistema antiguo, los municipios organizaron

todos los trabajos particulares —cuya disposición se les había

dejado libremente— con el único fin de actuar sobre la natura-

leza. Mediante esta juiciosa conducta tuvieron la seguridad, no

5

En Francia y en Inglaterra la alianza de los municipios con una de

las mitades del poder temporal contra la otra mitad, ha sido realmente

muy útil a los artesanos y a los sabios. Pero no desde el punto de vista

que examinamos aquí. Esta alianza debe ser considerada en relación con

la destrucción del sistema antiguo y no en lo que se refiere a la organiza-

ción del nuevo. Así es como la he considerado en mi primera serie de

observaciones

En cuanto al hecho de la poca prisa de los municipios por gozar de la

parte de autoridad legislativa que les había sido procurada por sus aliados

del sistema antiguo, fué muy patente en Inglaterra, donde sin embargo los

municipios se han entregado más que antes a este género de progreso polí-

tico. Se sabe que antes de la época en que comenzaron a obtener voz

deliberativa para el voto del impuesto, consideraban un servicio muy penoso

el enviar diputados al parlamento, porque los militares no los llamaban

allí más que para hacerles rendir cuenta de lo que los municipios podrían

pagar y con el fin de saquearles con perfecto conocimiento de causa.

sólo de no disgustar a los poderes existentes, sino de serles agra-

dables y de recibir todos los estímulos compatibles con el ejerci-

cio de la autoridad. Hay más aún. Por medio de una acción

más grande ejercida sobre la naturaleza, y mediante la riqueza

y la consideración que se ganaban, estaban seguros de llegar

poco a poco a rescatar sucesivamente la mayor parte de autori-

dad que pesaba sobre ellos.

Debían contar también con que, a causa del crecimiento de

la capacidad industrial y de la capacidad científica, adquirirían

una fuerza creciente que les permitiría poco a poco tratar de

igual a igual con sus dominadores y, más tarde, hasta el sacarles

ventaja, lo que efectivamente ha sido posible en la actualidad.

Los que hacen consistir su felicidad en el ejercicio de una

autoridad arbitraria, únicamente por el ,gusto de ejercerla, son

felizmente casos anómalos muy raros en la naturaleza humana.

Si la^ mayoría de los hombres desea el poder cuando está a su

alcance no es en absoluto como fin, sino como medio. Y esto

es mucho menos por amor al dominio

° que porque les parece

más cómodo para su pereza y su incapacidad el hacer trabajar

a los demás, para que les procuren bienestar, en vez de coope-

rar en este trabajo.

En último análisis, el deseo principal de casi todos los indi-

viduos no es actuar sobre el hombre sino sobre la naturaleza.

6

Este amor al dominio, que es ciertamente indestructible en el hom-

bre, ha sido, sin embargo, anulado en gran parte por los progresos de la

civilización, o, por lo menos; en el nuevo sistema han desaparecido casi

sus inconvenientes. En efecto, el desarrollo de la acción sobre la natura-

leza ha cambiado la dirección de este sentimiento, transportándolo sobre

las cosas. El deseo de mandar de los hombres ha Ido cambiándoae poco

a poco en deseo de hacer y deshacer la naturaleza a nuestro gusto.

Desde ese momento el deseo de dominio, innato en todos los hombres,

ha cesado de ser perjudicial, o, por lo menos se puede juzgar en qué época

dejará de ser perjudicial y se transformará en útil. Ha sido así como la

civilización ha perfeccionado la moral del hombre, no sólo en el orden

de la inteligencia, sino también en cuanto a las pasiones. Aunque según

las leyes de la organización humana este segundo orden de funciones

vitales no sea perceptible por sí mismo, lo ols por la influencia que el

primero ejerce sobre él.

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UMARIO DEI. PASADO MODERNO

SEGUNDA SERIE

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4 1

SUMARIO DEL PASADO MODERNO

No hay nadie por decido así que no renuncie con presteza a

una autoridad demasiado absoluta cuando el ejercicio de

es

autoridad excluye el goce de las ventajas de la civilización que

son el resultado de la acción efectuada sobre las cosas. El nabab

inglés que ha hecho fortuna en Bengala y que ejerce el más

ilimitado de los poderes sobre millares de indios suspira por

el momento en que podrá regresar a Europa a fin de gozar de

los placeres de la vida aunque sabe bien que en Inglaterra no

podrá cometer el menor acto de arbitrariedad en la persona

del último marinero sin atenerse a las consecuencias. Por lo

tanto se puede estar seguro de alcanzar el éxito con la mayoría

de los hombres si

s

les propone sacrificar cierta parte de su

mando a cambio de obtener una determinada cantidad de ac-

ción sobre la naturaleza.

El éxito del plan político seguido por los municipios desde.

su emancipación se fundaba pues en una ley derivada de la

organización humana.

Nos parece haber explicado con lo que precede la causa de

todos los progresos importantes que los elementos del nuevo

sistema social han hecho hasta ahora en su gradual organiza-

ción. Estos progresos en efecto se deben esencialmente a la

constancia con que los municipios han seguido el plan tan sen-

cillo y perfecto que acabamos de exponer. Acontecimientos inde-

pendientes de este plan han acelerado el éxito pero es a aquel

extremo al que hay que reducirlo en último análisis. No nos

queda por tanto más que hacer la recapitulación de estos pro-

gresos

Para evitar la confusión e nesta exposición del desarrollo del

sistema nuevo en lo temporal y en lo espiritual es necesario pri-

meramente distinguir los progresos hechos por la masa de los mu-

nicipios de los realizados por

sus

jefes temporales y sus jefes

espirituales. Además consideraremos por separado los progresos

civiles del sistema nuevo y sus progresos políticos. Entendemos

por progresos civiles del sistema nuevo su propio desarrollo

considerado haciendo abstracción de toda relación con el sistema

antiguo; y por progresos políticos la influencia que este último

le ha permitido sobre la formación del plan político general

SECUNDA SERIE

así como la parte de autoridad legislativa que ha obtenido el

nuevo sistema.

Consideremos ante todo los progresos civiles y políticos

del sistema nuevo en lo que se refiere a lo temporal y en pri-

mer lugar los progresos civiles.

No es éste sitio para recordar ni aun sumariamente los

inmensos progresos realizados por las artes y oficios desde la

emancipación de los municipios. Limitémonos a considerarlos

en aquello en que se relacionan con la organización del nuevo

sistema.

Desde esa época ha adquirido tal desarrollo la capacidad

industrial que la imaginación más activa no podría representarse

un cuadro exacto. Todas las artes hasta entonces conocidas han

sido perfeccionadas de un modo prodigioso y se ha creado un

número incomparablemente más grande de artes nuevas. La

agricultura ha multiplicado sus productos en una enorme pro-

porción. Se han perfeccionado hasta un grado incalculable las

relaciones comerciales al mismo tiempo que alcanzaban una con-

siderable extensión sobre todo después del descubrimiento del

Nuevo Mundo. En una palabra la acción de la especie humana

sobre la naturaleza ha aumentado en una inapreciable propor-

ción o por decirlo así esta acción ha sido entonces verdadera.

mente creada.

Como resultado de este crecimiento de acción una parte

mucho mayor de la especie humana se ha encontrado en los

países civilizados provista de las cosas necesarias para vivir con

seguridad y abundancia aunque la población aumentó consi-

derablemente y el uso de los objetos cómodos y de placer se ha

extendido en una proporción análoga.

He aquí cuáles han sido las consecuencias principales do

estos perfeccionamientos en relación con la organización tem-

poral del nuevo sistema.

Los municipios han adquirido progresivamente una influen-

cia y una consideración preponderantes. Todo ha venido

depender de ellos en la sociedad todas las fuerzas reales han

caído en sus manos. Incluso la fuerza militar se le ha subor-

dinado después de la invención de la pólvora.

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SEGUND SERIE

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46

UM RIO DEL P S DO MODERNO

Por una parte, el descubrimiento de la pólvora ha hecho des-

aparecer la superioridad física que las armas otorgan a los mili-

tares sobre los artesanos, y ha asegurado a éstos los medios de

guardarse frente a la violencia sin tener necesidad de recibir

una educación militar. Por otra parte, ha hecho que todo el

sistema de la guerra dependa de las artes industriales y de las

ciencias de observación.

Al mismo tiempo, habiendo venido a ser la guerra cada vez

más costosa por esto, no puede hacerse sin empréstitos, lo que es

causa de que el poder militar dependa estrechamente de los

municipios. En una palabra, las cosas han llegado de una mane-

ra sucesiva a tal punto, que la guerra no podría tener lugar si le

rehusaran su cooperación la capacidad industrial y la capacidad

científica.

Los progresos politicos del nuevo sistema, en lo que se refiere

a lo temporal, han sido la consecuencia directa y necesaria de

sus progresos civiles. A medida que los municipios han adqui-

rido más riquezas, más consideración y más importancia civil,

han ganado también en influencia sobre la dirección general de

la sociedad y en autoridad política directa.

Es principalmente en Inglaterra donde el progreso de los

municipios debe ser observado en este aspecto, porque e allí

donde se ha puesto más de manifiesto.

  Habiendo comenzado en

el parlamento de Inglaterra por obtener una especie de voz con.

sultiva en el voto del impuesto, los municipios llegaron poco a

poco a obtener las voz deliberativa, y, más tarde, les fué con-

Casi inmediatamente después de su emancipación se llamó a los

municipios, lo mismo en Francia que en Inglaterra a concurrir a la forma-

ción de los estados generales, pero en rrancia este paso no tuvo casi

ninguna consecuencia.

Aprovecho esta ocasión para decir que no he creído deber tomar en

consideración los intentos hechos poco tiempo después de la emancipación

en casi todos los puntos de la Europa civilizada, y especialmente en

Italia y en Alemania, para organizar sociedades industriales. Estas tenta-

tivas que no eran sino el despertar del nuevo sistema, no han dejado

traza ninguna. No han tenido ni pudieron tener un carácter orgánico.

En una exposición tan rápida, en lugar de aclarar, hubieran sembrado

la confusión en las ideas.

cedido al fin, de manera especial, el voto del impuesto. Este

derecho exclusivo se constituyó en principio fundamental y de

manera irrevocable como resultado de la Revolución de 1688.

La influencia de los municipios sobre la formación del plan

de la política general ha sido cada vez mayor. En la misma

época, llegó al punto de que en Inglaterra el antiguo sistema

admitiera en principio que la prosperidad social se basa en la

industria y que, en consecuencia, el plan político debe estar

concebido según el interés de los municipios. En este doble

orden la modificación del antiguo sistema a favor del nuevo ha

sido llevada a cabo tan lejos como puede serlo, en tanto que

la sociedad sigue sometida, en su conjunto al sistema antiguo.

Con toda seguridad, este paso dado por el municipio ha

sido esencial, pero

es

también esencial no exagerar su impor-

tancia. Lo esencial de verdad es no ver en una simple modi-

ficación un cambio total de sistema.

En principio, el derecho exclusivo de votar el impuesto con-

cedido a los municipios debía investirlos de un poder político

supremo. Pero en realidad este derecho, hasta el presente, ha

sido poco útil a los municipios porque, de hecho, no ha sido

ejercido por ellos. La cámara llamada

de los omunes

no ha

sido en el fondo sino una especie de apéndice de la monarquía

y del feudalismo, no ha sido más que un instrumento para el

antiguo sistema. El axioma admitido por el poder temporal en

Inglaterra de que el plan político debe ser concebido según

el interés de la industria, no ha sido hasta hoy sino mediana-

mente útil a los municipios. La razón de ello reside en que,

habiendo quedado el sistema antiguo con la facultad de crear

este plan y debiéndo conservar por necesidad la misma función

hasta que el nuevo esté definitivamente organizado, no ha podi-

do ofrecer a los municipios, para contribuir a su felicidad, más

que sus propios medios de acción, es decir, la fuerza y la astucia.

De tal modo que, desde la famosa ley de navegación, el poder

temporal ha hecho guerras sistemáticas y combinado planes

maquiavélicos en su deseo de servir el interés de los municipios.

El establecimiento del régimen parlamentario en Inglaterra

no debe, pues, considerarse sino como habiendo modificado lo

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48

UMAP

J0 DEL PASADO 11013E11ND

más posible el sistema antiguo, y creado los medios de pasar

al sistema nuevo. Unichnente desde este punto de vista le ha

sido útil a los municipios, porque, si se le considera en sí mismo

de una manera absoluta,

sus

consecuencias han sido para ellos

tan funestas, por lo menos, como ventajosas.

Al adoptar recientemente la constitución inglesa, Francia se

ha puesto al mismo nivel que Inglaterra en el doble aspecto

que acabamos de examinar. Como este cambio se ha operado

en una época de civilización mucho más avanzada, ha sido mu-

cho más completo. Habiendo sido derribado el feudalismo antes

de que se estableciera el régimen parlamentario, la modificación

del sistema antiguo ha resultado ser infinitamente mayor que en

Inglaterra. El principio que considera el interés de los muni-

cipios como el fin y el regulador de las combinaciones políticas,

ha tomado un carácter mucho más amplio, general y prepon-

derante.

Por último, fué mucho más pronunciado el carácter de tran-

sición atribuído al régimen parlamentario, debido al hecho de

que este establecimiento tuvo lugar en Francia en una época

en que se dejaba sentir profundamente la necesidad de cambiar

por entero el sistema político.

Observemos ahora los progresos civiles y políticos del sistema

nuevo en lo que se refiere a lo espiritual.

Con anterioridad a la introducción de las ciencias positivas

en Europa, todos nuestros conocimientos particulares, lo mismo

que nuestros conocimientos generales, eran por entero teológicos

y metafísicos. Los pocos razonamientos sobre la naturaleza que

se hacían entonces estaban únicamente fundados sobre las creen-

cias religiosas. Pero después de esta época memorable las ciencias

naturales comenzaron a basarse cada vez más en las observa-

ciones y en la experiencia. No obstante, hasta una época bas-

tante cercana a nosotros, continuaron siendo una mezcla de

supersticiones y

e

metafísica. No han llegado a desembara-

zarse por completo da las creencias teológicas y de las hipótesis

metafísicas hasta el final del siglo xvx y los primeros años del

SEGUNDA SERIE

9

siglo x

vu. La época en que empezaron a ser verdaderamente

positivas debe ir a encontrarse en Bacon, que dih la primera

señal de esta gran revolución, en Galileo, su contemporáneo,

que fué quien dió el primer ejemplo, y, por último, en Descar-

tes, que ha destruido de manera irrevocable en los espíritus el

yugo

e

la autoridad en materia científica. Fué entonces cuando

nació la filosofía natural y cuando alcanzó la capacidad cien-

tífica su verdadero carácter: el de elemento espiritual de un

nuevo sistema social.

A partir de esta -época las ciencias se han hecho positivas

sucesivamente, y en el orden natiiral que debían seguir para

ello, es decir, en el del grado más o menos grande de sus re-

laciones con el hombre. Fué así como primero la astronomía,

más tarde la química y, por último, en nuestros días la fisio-

logía, se

constituyeron en ciencias positivas. Por lo tanto, esta

revolución está plenamente efectuada en lo que se refiere a

nuestros conocimientos particulares, y es evidente que tiende

a llevarse a cabo en la fisiología, la moral y la política, en las

que ha sido destruida ya la influencia de. las doctrinas teológicas

y de la metafísica a los ojos de todos los hombres instruidos,

aunque todavía no estén fundadas sobre las observaciones. Es

ésta la única cosa que falta para el desarrollo espiritual del

sistema social nuevo.

A medida que las ciencias se han hecho positivas y que, en

consecuencia, han realizado progresos siempre -crecientes, una

masa cada vez más grande de ideas científicas ha tomado lugar

en la educación común, al mismo tiempo que- las dectrina s----.

religiosas perdían -poco a poco su influencia. Se levantaron

escuelas especiales para las ciencias, ew las que era mida, por

así decirlo, la acción de la teología y de la metafísica. Por último,

la disposición espiritual ha cambiado tanto en este aspecto, que

hoy el .Sistema de ideas de cada individuo, desde el ciudadano

menos instruido al más culto, se relaciona casi en su totalidad

con las ciencias positivas, y, en comparación, las antiguas creen-

cias no ocupan sino un lugar muy pequeño, incluso en- aquellas

clases en que estas creencias han conservado el máximo imperio.

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UMARIO DEL PASADO MODERNO

SEGUNDA SERIE

1

Puede .afirmarse sin exageración que las doctrinas religiosas

no tienen sobre los, espíritus otra influencia que la derivada de

la moral adherida aún a ellas. Esta • influencia durará necesa-

riamente hasta la Coca en que la moral sufra la revolución que

ya se .ha operado en todos nuestros conocimientos particulares,

y llegue a ser positiva. En ese momento el imperio de las creen-

cias teológicas se apagará para siempre, porque es evidente que

este estado de cosas, en que todas las partes de nuestro sistema

de ideas llegaron a ser positivas en tanto que las ideas destina-

das a servir de unión general seguían siendo supersticiosas, no

puede Ser sino transitorio. De no ser así, elle implicaría una

contradicción en la marcha general de las cosas.

Los progresos políticos del sistema nuevo en lo que se refie-

re a lo espiritual han sido, como en lo temporal, la continuación

inevitable de

sus

progresos civiles.

Desde el establecimiento de• las primeras escuelas para la

enseñanza de las ciencias de observación, que tuvo lugar en

el siglo =I, el poder real en Francia y el feudalismo en Ingla-

terra han estimulado constantemente y cada vez más las cien-

cias y han realzado la existencia política de los sabios.

En Francia la monarquía ha adquirido cada vez más la cos-

tumbre de consultarlos sobre los asuntos de su incumbencia y

de buscar su aprobación, lo que es implícitamente reconocer la

superioridad de las ideas científicas positivas sobre las ideas

teológicas y metafísicas.

Lo que nuestros reyes no habían considerado en un princi-

pio sino como cosa laudable de hacer, han llegado poco a poco

a considerarlo como un deber y han reconocido la obligación de

estimular las ciencias y de someterse a las decisiones de los sabios.

El establecimiento de la Academia de Ciencias: fundada bajo

Luis XIV por el ministro Colbert,

s

una solemne declaración

de este principio. Al

 

mismo tiempo esta fundación ha sido un

primer paso hacia Ya organización política del elemento espiri-

tual

 

del .sistema nuevo,

Lu'a

El número de academias se ha multiplicado prodigiosamente

desde esta época sobre todos los puntos del territorio europeo y

mediante la acción de la capacidad científica sobre los espíritus.

Se ha constituído de una manera regular y legal. Su autoridad

política ha crecido en análoga proporción. Ha ejercido una

influencia directa, y siempre en aumento, sobre la dirección de

la educación nacional. En este aspecto, si se consideran las atri-

buciones legales de que se inviste actualmente la primera clase

del Instituto, se convendrá en que poco más o menos se han

extendido todo lo que podían serlo, mientras el cuerpo que las

ejerce no esté encargado de la enseñanza de la mora1.

8

Ahora

bien, todo esto es lo que no podría tener lugar más que en la

época en que la moral haya llegado a ser una ciencia positiva.

Así, bajo esta consideración, como bajo todas las que hemos

considerado hasta ahora, el sistema antiguo ha cedido el sitio

al nuevo y le ha facilitado los caminos tanto como ha sido posi-

ble. No se puede avanzar más de otro modo que mediante la

organización del sistema nuevo.

Es esencial observar que, al mismo tiempo que la acción

científica se ha constituido y extendido cada vez más en cada

nación europea considerada aisladamente, también se ha efec-

tuado más y más la combinación de las fuerzas científicas de

los diferentes países. En este aspecto ha sido totalmente recha-

zado el sentimiento de la nacionalidad, y los sabios dé todas los

países de Europa han formado una liga indisoluble que ha ten-

8

En tesis general, está claro que

l

dirección suprema de la 'educa-.

ción nacional y la enseñanza de la moral deben estar en las mismas manos.

Separarlas sería abárrdo. Así mientras la moral se funde únicamente en

las creencias religiosas, es inevitable que la dirección general de la edu-

cación pertenezca, en último análisis, a un cuerpo teológico, o, por lo

menos, al espíritu teológico.

Los hombres que se levantan hoy en día tan ardorosamente contra

los jesuitas, contra los misioneros y otras corporaciones religiosas debe-

rían, pues, percatarse de que el único medio de hacer desaparecer el resto

de la influencia de estas sociedades es el de fundar la moral sobre la obser-

vación de los hechos. Hasta que no se haga un trabajo de este género todas

estas reclamaciones serán casi inútiles, porque n una gran parte no están

bien fundamentadas.

I

t

 t

 

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UMARIO DEL PASADO MODERNO

dido siempre a convertillen europeos todos los progresos Cien-

tíficos realizados sobre cada punto particular. Esta santa alianza,

contra la que no tiene medio de resistencia alguno el sistema

antiguo, es más fuerte para operar la organización del siste-

ma nuevo de lo que pueda serlo la coalición de todas las bayo-

netas europeas para impedirla o solamente para retardarla.

Hasta cierto punto, la misma combinación ha tenido lugar

entre las capacidades industriales de las diferentes naciones euro-

peas, pero sólo ha sido en un grado infinitamente más débil.

El sentimiento de rivalidad nacional, las inspiraciones de un

patriotismo feroz y absurdo, creados y. cuidadosamente mante-

nidos por el sistema antiguo, han conservado todavía una influen-

cia muy grande en lo que se refiere a lo temporal. Esto es lo

que hace que la liga de las diferentes naciones europeas para

organizar el nuevo sistema, no pueda comenzar si::o ea lo c::pi-

ritual. La coalición de las capacidades temporales no podría

realizarse más que después y como resultado de la precedente.

Importa observar que a medida que los dos elementos del

sistema nuevo han hecho, cada uno por separado, progresos nacio-

nales y progresos europeos hacia su final organización política,

la combinación entre estos dos elementos, y en consecuencia la

formación del sistema, se ha llevado a cabo igualmente

y

cada

vez más. Ha nacido una .clase intermedia entre

los sabios, los

artistas y los artesanos: la clase de los ingenieros. Y desde este

momento se

ha podido considerar como comenzada la combi-

nación de las dos capacidades. Ha llegado a ser cada vez mayor,

hasta tal punto que hoy, en la opinión común de los sabios lo

mismo que en la de los artesanos —aunque, sin embargo, esta

última en un grado menor—, el verdadero destino de las cien-

cias y de las artes es combinarse para modificar la naturaleza

en favor del hombre, las unas estudiándola para conocerla, las

otras aplicando este conocimiento.

Numerosos establecimientos públicos y privados en Francia

y en Inglaterra han dado vida a este principio al organizar un

comienzo de combinación. Tales • son, en Francia, la escuela

de artes y oficios y las diferentes escuelas que Con ella

se rela-

SECUNDA SERIE

3

cionan, la sociedad de fomento de la industria, la escuela de

caminos y puentes, etc.

Así, no sólo cada uno de los dos elementos del sistema nuevo

se

ha dirigido sucesivamente hacia su completa organización,

terminando por aventajar al correspondiente elemento del sis-

tema antiguo, sino que también su combinación ha hecho pro-

gresos siempre crecientes que les han preparado para coordinarse

en conjunto y dirigir la sociedad.

En todo lo que precede no hemos considerado más que los

progresos civiles y políticos realizados por los jefes temporales

y espirituales del sistema nuevo. Quedan por observar los pasos

dados por la masa de los municipios • hacia la nueva organiza-

ción social.

Estos pasos han sido de dos clases: unos han consistido en

la capacidad adquirida por la masa de los municipios para vivir

bajo el régimen nuevo en lo temporal y en lo espiritual; otros se

relacionan con la coordinación sucesiva de la masa bajo los nue-

vos jefes temporales y espirituales.

Hace falta que una población haya adquirido un cierto grado

de capacidad temporal y espiritual para poder

 

vivir bajo un

sistema de orden social en el que no esté sometida al imperio

de la fuerza física en lo que se refiere a lo temporal, y al de las

ciegas creencias en cuanto a lo espiritual. El hombre que no ha

contraído en lo temporal ciertas costumbres de orden, de eco-

nomía y de amor al trabajo, y que, en lo espiritual, no posee

un cierto grado de instrucción y previsión, está fuera del estado

del ser emancipado: indispensablemente tiene necesidad de ser

conducido con andadores. Pasa lo mismo con el pueblo: en tanto

que no haya llenado esas condiciones no podrá ser gobernado

en otra forma que la arbitraria. Por ejemplo, los siervos

e

. Rusia, que comen los granos del trigo por apremiante necesidad,

son incapaces todavía para gozar de la libertad individual. In-

tentar su emancipación antes de que hayan contraído mejores

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costumbres sería un verdadero absurdo que no podría tener

éxito. En cambio, en Francia, donde la masa entera de la na-

ción sabe sufrir el hambre al lado de los granos del trigo sin

tocarlos, el pueblo no tiene necesidad de ser gobernado —es

decir, dominado—. Para mantener el orden basta que sean bien

administrados los asuntos de interés común.

Del mismo modo, en cuanto a lo espiritual, el pueblo que,

por ejemplo, tenga una creencia suficiente. en los brujos como

para dejarse guiar por ellos en los asuntos importantes, tiene

necesidad de que su espíritu sea gobernado al arbitrio de los

hombres 

más esclarecidos. No .podría dejársele abandonado a

sus propias fuerzas sin inconveniente para sus propios intereses.

Pero es evidente que tan pronto como la masa de un pueblo se

encuentra en estado de guiarse de acuerdo con sus propios cono-

cimientos en los asuntos ordinarios de la vida y, en consecuen-

cia, de haber satisfecho las dos condiciones que hemos asentado,

no tiene en abSolíito necesidad de ser gobernada: puede guiarse

por sí misma sin que la tranquilidad corra ningún riesgo. Incluso

podemos añadir que toda acción de mando, ejercida sobre ella

en esta época en que ha llegado a ser inútil, tiende más bien a

turbar la tranquilidad que a mantenerla.

Después de la emancipación de los municipios la masa de la

población francesa ha contraído poco a poco las costumbres

y ha adquirido las luces necesarias para vivir bajo el sistema

nuevo. La abolición de la esclavitud ha convertido en propie-

tarios a todos los individuos. En la acepción rigurosa de la pala-

bra no ha habido después verdaderos proletarios. Incluso viene

a cuento observar que la propiedad industrial, nacida de la libe-

ración, exige por su naturaleza una capacidad mayor que la

propiedad territorial, tal como aquélla ha existido después. Por-

que esta última, cuando existe separadamente del cultivo, no

exige otra inteligencia que la de gozar de sus rentas con la sufi-

ciente moderación para no mermar los capitales. Es el agricul-

tor el que necesita de capacidad, no el propietario de la tierra.

Habiéndose convertido en propietario, el pueblo ha contraído

poco a poco los hábitos de amor al orden y al trabajo, todos

aquéllos relativos á la provisión y al respeto de la propiedad, y

al mismo tiempo, en Francia, en Inglaterra y en el norte de

Alemania ha adquirido, de una manera bastante general, el pri-

mer grado de instrucción.

Sin duda queda aún mucho por hacer en estos dos aspectos.,

y sobre todo en el segundo. Pero el perfeccionamiento ha sido

lo bastante grande para que el pueblo no tenga ya necesidad de

ser gobernado por la fuerza y por. las creencias. Ha adquirido

la capacidad necesaria para asociarse al vivir bajo el sistema

nuevo, en el que la acción de gobernar debe reducirse a lo que

sea indispensable para establecer una subordinación de trabajos

en la acción general de los hombres sobre la naturaleza, que es

el fin último del sistema.

En realidad la tranquilidad no está mantenida esencialmente

hoy en día más ,que por las nuevas costumbres. El aparato mi-

litar del poder temporal no ha contribuido a ella sino de una

manera muy accesoria, lo mismo que el aparato feudal del

poder espiritual..-

Examinemos ahora en qué forma se ha organizado sucesi-

vamente la población bajo los jefes temporales y espirituales

nuevos.

En cuanto a lo temporal, con anterioridad a la emancipación

de los municipios, la masa del pueblo parecía tener por jefes

Cuando se ha visto 'en la horrible escasez de 1794, en el momento

en que era todopoderosa la última clase del pueblo, cómo esta misma

clase moría de hambre a millares, sin cine la tranquilidad se turbara por

esta causa un solo instante, puede decirse que el pueblo francés sabe res-

petar la propiedad.

lo La acción del sistema antiguo es aún indispensable para el mante—

nimiento del orden, pero ya no lo es en absoluto en el aspecto que acabamos,

de considerar. Lo es únicamente para impedir a los ambiciosos y a_

los intrigantes el turbar la tranquilidad disputándose un poder que des-

pertará sus deseos hasta que pueda apagarse con la organización defini-

tiva del sistema nuevo. Ahora bien, no es en absoluto el pueblo el que

así pone su ambición en el poder, sino la velase ociosa y parásita de la

sociedad, es decir, el antiguo feudalismo y el feudalismo de Bonaparte.

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UMARIO DEL PASADO MODERNO

SEGUNDA SERIE

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UMARIO DEL PASADO MODERNO

EGUNDA SERIE

7

únicos y permanentes a lqs militares. Por el contrario, después

de la liberación, el pueblo se ha separado poco a poco de estos je-

fes y se ha organizado al mismo tiempo bajo la dirección de los

jefes de los artes y oficios. Ha contraído con respecto a ellos hábi-

tos de subordinación y de disciplina que, sin serle rigurosos, son

suficientes por completo para mantener el orden en los trabajos

y la buena armonía en la sociedad.

El momento de la completa separación del pueblo

de

los

jefes militares puede ser referido al origen

de

la institución de

los .ejércitos permanentes y asalariados bajo Carlos VII. En el

intervalo que corre desde la liberación hasWel nacimiento de esta

institución el pueblo ha estado coordinado más o menos bajo

las dos clases de jefes. Estaba bajo la dirección de los jefes

industriales para todos lós habituales trabajos pacíficos, pero

para los trabajos y ejercicios guerreros estaba, en general, bajo

el mando de los jefes militares.

Una vez

• que fueron establecidos los ejércitos permanentes y

asalariados, habiendo pasado a ser objeto de una fracción par-

ticular y separada

de

la población el oficio de soldado, la masa

del pueblo no tuvo relación ninguna con los jefes militares y

no se organizó sino industrialmente. El que se hacía soldado no

se consideraba .a si mismo ya, ni era considerado tampoco, como

perteneciente al pueblo. Pasaba de las filas del sistema nuevo

a las del antiguo, de concejil pasaba a ser feudal, eso era todo:

él-mismo era el que se desnaturalizaba y no el sistema de que

antes formaba parte.

Así, esta institución de los ejércitos permanentes, que ha

llegado a ser hoy, por los progresos

de

la civilización, tan gravosa

e inútil, .ha sido un indispensable intermediario para llegar, a la

organización del sistema nuevo.

Si se considera hoy el estado del pueblo se verá que efec-

tivamente .no está en relación directa y continua más que con

sus jefes industriales, en lo que se refiere a lo temporal. Seguid

con el pensamiento a un obrero cualquiera en sus relaciones dia-

rias ya sea en la agricultura, o en las fábricas, o en el comercio, y

encontraréis que habitualmente sólo está en contacto y subordi-

nación con los jefes agricultores, fabricantes o comerciantes, y

en absoluto, por ejemplo, con el gran señor que es propietario de

la tierra o con el capitalista ocioso a que pertenecen, por com-

pleto o en parte, la fábrica o la casa de comercio. Sus relaciones

con los jefes militares de la sociedad forman parte de las -rela-

ciones generales del sistema nuevo con el antiguo; no existe

ninguna de otro orden.

En relación con el pueblo, es éste el lugar de observar la

diferencia fundamental que existe a su favor entre su actual

coordinación con sus jefes industriales y su antigua sumisión a

los jefes militares. Esta diferencia hará resaltar una de las opo-

siciones más importantes y más afortunadas • entre el sistema

antiguo y el nuevo.

En el sistema antiguo, el pueblo estaba

alistado

en relación

con

sus

jefes. En el nuevo está

combinado

con ellos. Por parte

de los jefes militares sufría

mando

por parte de los jefes indus-

triales no tiene sino

dirección

En el primer caso el pueblo era

súbdito en

el segundo

asociado

En efecto, es tal el carácter

admirable de las combinaciones industriales que todos los que

cooperan en ellas son en realidad colaboradores, asociados, desde

el más simple obrero hasta el más opulento fabricante, y el

ingeniero más esclarecido incluso

.

En una sociedad en la que entran hombres que no aportan

ni capacidad ni dinero de ninguna clase hay necesariamente

amos y esclavos; de otra suerte los trabajadores no serían tan

inecentes como para consentir un arreglo semejante si pudieran

sustraerse a él. No púede concebirse una sociedad así, como

no sea habiendo comenzado por la fuerza. Pero en una cola-

boración a la que todos aportan una capacidad y un fondo hay

verdadera asociación y no existe otra desigualdad que la de las

capacidades y la de los fondos, que son, una y otra necesarias

—es decir, inevitables—, y que sería absurdo, ridículo y funesto

pretender que desaparecieran.

Cada quien tiene un grado de importancia y de beneficios

proporcionado a su capacidad y a su aportación, lo que consti-

tuye el más alto grado de igualdad que fuera posible y deseable.

Es

éste el carácter fundamental de las sociedades industriales y

esto es lo que ha ganado el pueblo al organizarse en relación

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UMARIO MI, PASADO MODERNO

con los jefes de los artes y oficios. No se ejerce otro mando

sobre él por

u

jefes nuevos que el que es estrictamente nece-

sario para mantener el buen orden en el trabajó, es decir, muy

poca cosa. A la capacidad industrial, por su naturaleza, le repug-

na igualmente ejercer el despotismo que soportarla. No olvide-

mos además que en una sociedad de trabajadores todo tiende

naturalmente al orden. El desorden viene siempre . de los hol-

gazanes.

Por último, observemos que los progresos de la industria, de

las ciencias y. de las bellas artes, al multiplicar los medios de sub-

sistencias y disminuir el número de los desocupados, al iluminar

los espíritus y pulir las costumbres, tienden cada vez más a hacer

desaparecer las tres causas más grandes del desorden:

 

la miseria

la ociosidad y la ignorancia.

En lo que s e refiere a lo espiritual, tenemos que hacer obser-

vaciones análogas a las que acaban de hacerse respecto a lo

temporal.

Antes de introducirse en Europa las ciencias positivas, o,

para hablar con más propiedad, antes de que las ciencias hubie-

ran pasado de,manos del clero a manos de los seglares —aconte-

cimiento que siguió muy de cerca al primero—, la masa del

pueblo estaba organizada espiritualmente en relación con sus

jefes teológicos. El pueblo creía en su palabra, los consultaba

sobre todo y,se atenía ciegamente a sus decisiones; las doctrinas

que les convenía establecer se convertían en las suyas. En una

palabra, con respecto a ellos tenía el hábito de una confianza

absoluta y de una sumisión espiritual completamente ilimitada.

Pero en el momento en que las ciencias positivas adquirieron

un cierto desarrollo, esta confianza y este respeto fueron poco

a poco retirándose del clero y trasladándose a los sabios.

Este cambio ha sido poderosamente secundado por el cam-

bio análogo que se había efectuado ya en lo temporal. Organi-

zado industrialmente, el pueblo se percató en seguida de que

sus trabajos corrientes de artes y oficios no estaban relacionados

en absoluto con las ideas teológicas, de que no podía obtener de

SEGUNDA SERIE

9

los teólogos luces reales ningunas sobre los objetos de

u

ocu-

paciones cotidianas, y, dondequiera que pudo ponerse en contac-

to con los sabios, fuese directa o indirectamente, perdió el há-

bito de consultar a los sacerdotes y adquirió el de ponerse en

relación con aquellos que poseían conocimientos positivos. Sin

duda, esta relación está todavía muy lejos de ser todo lo íntima

que podría y debería ser, y esto sucede principalmente no por

el poco deseo que el pueblo tenga de instruirse, sino por los

pocos medios de que disfruta para ello y el poco cuidado que se

pone en hacerle adquirir los conocimientos que le serían útiles.

Por el contrario, el pueblo está ávido de instrucción, mucho más

que los ociosos de nuestros salones, porque sus trabajos le hacen

sentir en cada momento la necesidad de ello. Dondequiera que

ha encontrado posibilidad de estudiar ha estudiado. Pero aun-

que la acción de la capacidad científica sobre el pueblo sea

todavía muy débil considerando lo que puede llegar a ser, no

es menos verdad que es mucho mayor de lo que se piensa ordi-

nariamente. Hechos brillantes e incontestables prueban que el

pueblo concede hay a la opinión unánime de los sabios el mis-

mo grado de confianza que concedía a las decisione

s

del poder

espiritual en la Edad Media.

Así, por ejemplo, desde hace casi un siglo, el pueblo ha

cesado unánimente de creer en la inmovilidad de la tierra, ha ad-

mitido la moderna teoría astronómica y le atribuye una certeza

que jamás atribuyó a fas creencias religiosas antiguas. ¿Cuál

es la causa de esta revolución en las opiniones populares? ¿Se

debe a que el pueblo haya tomado conocimiento de las demos-

traciones que establecen la teoría del movimiento de la tierra?

Ciertamente no. Porque estas demostraciones no las entienden

quizá más allá de tres mil individuos •entre toda la población

francesa. La confianza del pueblo se debe evidentemente a la

unanimidad que ha advertido en las opiniones de los sabios sobre

este funto de doctrina.

Si se consideran igualmente en lamiencias de observación

todos los descubrimientos que son populares hoy en día, se verá

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SEGUNDA SERIE

1

6

UMARIO DEL PASADO MODERNO

que todos han llegado a erlo de la misma manera. Así es como

el pueblo ha admitido sucesivamente la circulación de la san-

gre, la identidad entre la materia del rayo y la electricidad, etc.,

etc. Además, en materia de ciencias, son pueblo todos aquellos

que no son susceptibles de comprender las demostraciones. La

misma confianza que ha hecho admitir• a las gentes de mundo

el análisis del aire y del agua

 

la ley de la gravitación univer-

sal, la descomposición de la luz y tantos otros descubrimientos

astronómicos, físicos, químicos y fisiológicos, hará que el pueblo

los acepte igualmente un poco más tarde.

Así pues, queda demostrado mediante los hechos más sensi-

bles que el pueblo está hoy en día confiado y subordinado espi-

ritualmente con respecto a sus jefes científicos, del mismo modo

que lo está en• relación con sus jefes industriales en lo temporal,

y, en consecuencia, tengo derecho a concluir que la confianza

está organizada en el sistema nuevo lo mismo que la subordi-

nación.

kiií

ebemos igualmente observar aquí que la confianza del

100

ueblo en sus nuevos jefes espirituales es por completo dife-

rente, en su naturaleza, de la que tenía en el antiguo sistema

respecto a sus jefes teológicos. Esta última residía en una sumi-

sión espiritual completamente ciega, que exigía en cada indi-

viduo una abnegación absoluta de su propia razón. La confian-

za en las opiniones de los sabios tiene un carácter enteramente

distinto. Es el asentimiento concedido a proposiciones sobre

cosas susceptibles de comprobación, proposiciones admitidas con

unanimidad por los hombres que han adquirido y demostrado

la capacidad necesaria para poder juzgar.

En verdad el hecho se admite sin pruebas, pero no se admite

de esta manera más que por la razón que se juzga incapaz de

seguir las demostraciones que establecen estas verdades. Esta

4

onfianza encierra siempre implícitamente l reserva expresa del

derecho de contradicción, en caso de que se produzcan nuevas

demostraciones que prueben que está mal fundado, o de cono-

cimientos suficientes adquiridos por el creyente para combatir

las opiniones recibidas. Así pues, el pueblo está muy lejos de

renunciar en ella al libre ejercicio de su razón.

Esta confianza del pueblo en las opiniones de los sabios

es

absolutamente del mismo orden, aunque esté mucho más exten-

dida, que la de unos sabios en otros..

Los matemáticos creen diariamente en la palabra de los fisió-

logos, y recíprocamente.,

¿No ocurre todos los días en la misma ciencia que los sabios

creen, provisionalmente, en la palabra de los demás antes de

haber podido conocer y juzgar las demostraciones? ¿Qué ma-

temático, por ejemplo, hubiera rehusado admitir •sin examen

una proposición amparada por la autoridad de Lagrange?

Esta creencia no encierra inconveniente ninguno en las cien-

cias, porque no es nunca más que provisional. La confianza del

pueblo en los sabios tiene precisamente el mismo carácter, aun-

que ésta es de una provisionalidad que se prolonga indefinida-

mente, pero siempre considerada como provisional.. Así, esta

esta confianza no

es

humillante para el pueblo y no podría tener

jamás para

sus intereses ninguna de las consecuencias funestas

que tiene la sumisión del espíritu a los teólogos.

El temor de ver establecerse un día un despotismo fundado

sobre las ciencias sería una quimera tan ridícula como absurda,

que no podría nacer sino en espíritus completamente extraños a

toda idea positiva.

Según lo que precede, y encontrándose hoy el pueblo orga-

nizado temporal y espiritualmente -en relación con el sistema

nuevo, la parte más difícil del establecimiento de este sistema

se

encuentra plenamente ejecutada. Este gran cambio ha sim-

plificado lo más posible el trabajo que hay que hacer para el

establecimiento definitivo, al reducir todo lo que queda por

hacer para ello a las relaciones entre los jefes del sistema nuevo

y los jefes del antiguo. El pueblo ha sido eliminado del pro-

blema.

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6

SUM RIO DEL P S DO MODERNO

El pueblo es el que resolverá el problema, pero quedará ex-

terior a -él y pasivo.

El único peligro que hay que temer, la única precaución

que se debe tornar, es no dejarse apartar del fin por las intrigas

de los ambiciosos que intentan disputarse el caduco poder del

sistema antiguo

.

En resumen, éstas son las partes principales del cuadro que

nos presenta desde el siglo xt la marcha de la civilización, con-

siderada en relación con el gradual desarrollo del Sistema social

nuevo. Intentemos ahora resumir lo más brevemente posible

los resultados de esta gran serie orgánica.

RESUMEN DE LA SEGUNDA SERIE

Hemos partido de este hecho fundamental:

La emancipación de los municipios y la introducción de las

ciencias positivas en Europa han creado, en el siglo ars, los dos

elementos de un sistema social nuevo: la capacidad industrial y

la capacidad científica.

A continuación hemos observado:

, que las dos capacidades elementales del sistema social

nuevo estaban establecidas sobre bases de otra naturaleza que

los poderes en que descansaba el sistema antiguo;

29, que estas dos capacidades estaban constituidas aparte del

sistema antiguo y de manera propia para hacerse tan indepen-

dientes de él como fuera posible;

39, que los municipios, o las dos capacidades reunidas, toma-

ron desde el principio el sabio partido de no pretender en absolu-

to compartir la autoridad del sistema antiguo, proponiéndose úni-

camente aprovechar el grado de independencia de que gozaban

para intentar ejercer la mayor acción posible sobre la naturaleza;

, que seguido invariablemente este plan, tuvo el doble

efecto que debía tener; que, de un lado, los elementos del siste-

ma nuevo adquirieron su pleno y entero desarrollo, de lo que

resultó que su fuerza civil llegó a ser preponderante; que, del

otro, obtuvieron poco a poco un grado mayor de libertad del que

han hecho uso siempre de la misma manera, y que, por úl-

timo, se han encontrado naturalmente investidos de parte de la

autoridad legislativa que no hablan ambicionado de modo di-

recto;

5

, que todas las fuerzas temporales y espirituales de la so-

ciedad pasaron a las manos de los municipios; que incluso la

fuerza militar se subordinó a su influencia;

63

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SUM RIO DEL P S DO MODERNO

6

, que sobre el plan político organizado por el sistema an-

tiguo, los municipios obtkvieron todo el ascendiente que podían

tener considerando que ese plan no fué formado por ellos, ha-

biendo admitido el poder temporal, en principio, que toda la

organización social debía combinarse de acuerdo con el interés

de los municipios;

7

, que el poder temporal estableció el régimen parlamenta-

rio, el cual, al otorgar a los municipios —al menos en principio—

el voto exclusivo del impuesto, los ha investido de toda la auto-

ridad legislativa que podía cederles sin destruírse a sí mismo;

8

, que esta autoridad es más -que suficiente para que los

municipios puedan hoy proceder directamente y de una manera

legal a la final organización del sistema nuevo.

, que al mismo tiempo que los jefes temporales y espiri-

tuales del sistema nuevo han realizado estos progresos, la masa

de los municipios se separé por completo de sus jefes militares

y teológicos, y se organizó al amparo de los jefes de las dos ca-

pacidades positivas en lo relacionado con lo temporal y en lo

ralacionado con lo espiritual;

que así cedió el sistema antiguo al nuevo todo lo que podía

abandonarle sin destruirse, , y que le ha allanado los caminos

que este último debe seguir hacia su definitiva constitución.

He aquí, pues, como resultado de todo lo pasado desde el si-

glo xr, el estado actual ,del sistema nuevo. Todas las fuerzas de

la sociedad le pertenecen. Las doctrinas necesarias para su or-

ganización residen todas en sus elementos, que son las ciencias

de observación. En una palabra: la sociedad está organizada en

todos sus aspectos para actuar sobre la naturaleza. No queda

otra cosa que organizar de la misma manera su conjunto. Exis-

ten los medios de que tenían necesidad para ello lbs municipios.

RESUMEN GENERAL DE LAS DOS SERIES

Cuando se constituyó definitivamente el antiguo sistema so-

cial —en el siglo xt— nacieron los elementos del sistema que de-

bía sucederle.

Desde esta época, han sido ejercidas simultáneamente sin

interrupción por el sistema nuevo dos acciones de diferente na-

turaleza: por una parte ha tendido a destruir el antiguo; por

otra a sustituirlo.

Para la primera acción los municipios se han aliado primera-

mente con uno de los poderes del sistema antiguo contra el otro,

aprovechando las divisiones que habían surgido en ellos, y, des-

pués de haber vencido a los poderes que habían combatido, for-

maron una nueva alianza con una de las fracciones del poder

con que habían estado aliados contra otra fracción de

ese

mismo

poder.

Para la segunda acción

se

han mantenido fuera del sistema

antiguo, limitándose a actuar sobre la naturaleza.

Esta destrucción y esta organización se han combinado siem-

pre de tal modo que el sistema nuevo se ha apoderado sucesi-

vamente de todos los puestos ocupados por el antiguo, a medida

que éste los abandonaba.

Durante la época de su pleno vigor, el sistema antiguo go-

bernaba a la vez la acción general de la sociedad y todas las

acciones sociales particulares, lo mismo en lo espiritual que en

lo temporal. Todas las acciones privadas y todos los conocimien-

tos particulares se desprendieron primeramente poco a poco de

los lazos del sistema antiguo y

s

coordinaron en relación con

el nuevo. El sistema nuevo

se

ha organizado en todos los deta-

ll s

de la sociedad

Después de haber perdido absolutamente toda su influencia

en los detalles, el sistema antiguo perdió de manera sucesiva la

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66

SUM RIO DEL P S DO MODERNO

RESUMEN DE L S DOS SERIES

67

mayor parte de su imperio sobre la acción general en lo tempo-

ral y en lo espiritual.

Le queda en posesión la formación del plan político general

lo que no podría

ser

de otra manera hasta la organización total

del sistema nuevo. Pero se ha admitido como principio funda-

mental que ese plan debe estar combinado con el interés de los

municipios.

El poder temporal se redujo a las menores dimensiones que

puede tener hasta que llegue la completa extinción del sistema

antiguo y su sustitución por el nuevo. El poder espiritual ha

sido destruido completamente como poder político. No tiene

otra influencia que la que se deriva de que la enseñanza de la

moral se encuentra aún en sus manos fundándose todavía

sobre sus doctrinas.

Después de haber obtenido la dirección exclusiva de todos

los detalles de la sociedad el sistema nuevo ha ganado sucesi-

vamente en la dirección del conjunto todo lo que ha perdido el

sistema antiguo.

En lo temporal se ha reconocido que los municipios tenían

derecho a modificar a su voluntad el plan político general y el

ejercicio legal de este derecho se ha constituido regularmente

cosa que ha establecido al mismo tiempo el medio de transición.

En lo espiritual la capacidad científica ha obtenido toda la

influencia que puede tener sobre la educación nacional si se con-

sidera que la enseñanza de la moral no ha pasado todavía en

absoluto a sus manos.

Desde el punto de vista de la acción que ejercen sobre la

dirección del conjunto de la sociedad la fuerza de los dos siste-

mas es actualmente la misma poco más o menos. La diferencia

está más bien a favor del sistema nuevo que del antiguo.

Así pues el estado presente de la sociedad es la coexistencia

de un sistema caduco y de un sistema adulto de los cuales ha

perdido totalmente su influencia sobre los detalles y la mitad

de la que poseía sobre el conjunto mientras el otro domina to-

das las partes más una mitad del conjunto.

El sistema nuevo por tanto no tiene que ascender más que

un último escalón para alcanzar su completa organización y

acabar de sustituir al antiguo. No le queda sino completar sus

progresos en lo temporal y en lo espiritual. En lo temporal

apoderándose de la cámara popular. En lo espiritual estable-

ciendo la moral sobre principios deducidos únicamente de

l

observación. Todo estápreparado para ello; los medios existen;

no es necesario más que utilizarlos.