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6to Encontro ABRI “Perspectivas sobre o poder em um mundo em
redefinição”
25 a 28 de julho 2017
Belo Horizonte
Análise de Política Externa
EL NACIONALISMO EN LA TRANSICIÓN DEL ORDEN INTERNACIONAL
(2008-2017): CONSECUENCIAS EN LOS PROCESOS DE REGIONALIZACIÓN
Milagro Mengana Castañeda
Unesp, Unicamp, PUC-SP
Resumen
La denominada “crisis de la globalización” y el “retorno del Estado-nación” parecen
describir la transición del orden internacional en ciernes desde 2008. En tal sentido, sobre
los procesos de regionalización se ciernen las consecuencias de las políticas de los nuevos
gobiernos y movimientos populistas alrededor del mundo. En Estados Unidos, el presidente
Donald Trump decidió la salida de su país del Acuerdo Transpacífico de Cooperación
Económica (TPP por sus siglas en inglés), a la vez que planteó la renegociación del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés) y la OTAN (NATO
por sus siglas en inglés). En Europa, el Brexit mostró la crisis institucional y política del
bloque comunitario; mientras candidatos de las próximas elecciones de Francia y Alemania
durante el presente año mantienen dudas sobre el futuro del referente integrativo. Por su
parte, a pesar de las dificultades de los mecanismos de cooperación en Sudamérica,
especialmente el Mercado Común del Sur (Mercosur) –respecto al cual el presente trabajo
realizará mayor énfasis-, se gesta un diálogo entre este y el TPP.
El objetivo de la referida aproximación resulta comprender las consecuencias del
nacionalismo en los procesos de regionalización en la actualidad. Así, el presente trabajo se
estructura en cuatro ejes fundamentales. El primero, analiza el nacionalismo como
tendencia en las mudanzas del orden internacional desde el año 2008. En el segundo, se
expone la incidencia de la política del presidente norteamericano Donald Trump en los
procesos de regionalización en el ámbito global. En el tercero, se expone el nacionalismo
como un elemento de la crisis política e institucional de la Unión Europea; mientras en el
cuarto, se analiza cómo incide este factor tradicional del “permanente trilema” del
regionalismo sudamericano en los mecanismos de cooperación, particularmente en el
Mercosur.
Palabras clave: Orden internacional, Nacionalismo, Regionalización, Estados
Unidos, Unión Europea, Sudamérica
Introducción
La publicación del NATIONAL INTELLIGENCE COUNCIL (2017) apuntó las
siete (7) principales tendencias globales para los próximos años: el envejecimiento
poblacional de los países más ricos al contrario de los pobres, las mudanzas de la
economía global, el acelerado y perturbador progreso de la tecnología, la necesidad
de atención respecto al cambio climático, medio ambiente y temas de salud, la
naturaleza cambiante de los conflictos, la creciente dificultad de las gobernanzas
nacionales y por último, las olas de exclusión generadas por cuestiones identitarias.
Estos procesos geo-económicos, tecnológicos, ambientales y demográficos
se combinan con una mayor complejidad de las relaciones entre sus actores,
manifestándose en la transición del orden internacional establecido tras la Guerra
Fría y la crisis de legitimidad de las organizaciones u organismos internacionales, así
como de los valores occidentales pretensamente “universales” instituidos tras la
Segunda Guerra Mundial.
La transición y difusión del poder determinado por la emergencia de nuevos y
diversos actores estatales y no estatales, así como la complejización de
interacciones entre estos abre espacios para la aparición de nuevos riesgos y
amenazas a “estabilidad y gobernabilidad del sistema internacional y con el peligro
siempre presente de conflictos bélicos de diversas características, y de atrocidades
masivas y crisis humanitarias, asociadas a la proliferación del armamentismo”
(SERBIN, 2016).
La crisis política, económica, social e institucional europea –teniendo como
colofón el Brexit- o la ascensión del presidente norteamericano Donald Trump, la
emergencia de China, Rusia, India y otros -y la consecuente transición del poder
hacia el Oeste-, son manifestaciones concretas de las nuevas tendencias globales.
Ante el panorama existente resurgen tendencias nacionalistas y populistas
que destacan el papel primordial del Estado en el enfrentamiento a las
consecuencias de la globalización y generan un retraimiento occidental (NATIONAL
INTELLIGENCE COUNCIL,: 2017), amenazando y alterando el orden geopolítico
construido en los últimos 60 años y en especial, los procesos de regionalización de
finales del siglo XX y comienzos del XXI.
El presente trabajo visa comprender las consecuencias del nacionalismo en
los procesos de regionalización en la actualidad partiendo del estudio de este como
tendencia en las mudanzas del orden internacional desde el año 2008. En tal
sentido, se expone la incidencia de la política del presidente norteamericano Donald
Trump en los procesos de regionalización en el ámbito global y se analiza el
nacionalismo como elemento de la crisis política e institucional de la Unión Europea
y cómo incide este factor tradicional del “permanente trilema” del regionalismo
sudamericano en los mecanismos de cooperación, particularmente en el Mercosur.
Nacionalismo vs regionalización: las mudanzas del orden internacional desde
el año 2008
El nacionalismo, un importante activo en el surgimiento de los Estados, constituye
hoy una fuerza instrumental como contraposición a las consecuencias locales y particulares
de la globalización. El nacionalismo es necesariamente estudiado en correlación con la
globalización, ya bien como contrapuestos (KALDOR, 2004; KAGAN: 2009), coexistentes
(SMITH, 1995) o complementarios (SABARDNAZE, 2013). En este sentido, los autores
difieren sobre su trascendencia en la contemporaneidad.
Los primeros, lo conciben como un fenómeno histórico y por tanto, transitorio
(HOBSBAWN, 1990). Incapaz de trascender a las fuerzas de la globalización y vinculado
necesariamente a la existencia de la nación –en su sentido tradicional-, el nacionalismo es
una fuerza en extinción o anacrónica (HOBSBAWN, 1990). La autora KALDOR (2004) alega
su incapacidad de trascendencia ante la erosión de ideas e instituciones tradicionales y la
creciente competencia con otras ideologías como el islamismo, europeísmo, entre otros.
Los segundos observan la coexistencia entre ambos (SMITH, 1995). Los terceros
manifiestan la necesidad de estudio de los vínculos dialécticos de estas fuerzas opuestas, lo
cual “puede decirnos que distingue las diferentes doctrinas nacionales y movimientos y que
ellos tienen en común” (SABARDNAZE, 2013). Esta perspectiva se sustenta en la
correlación de ambos fenómenos y la exploración en este sentido, de las oportunidades
recíprocas.
La permanencia del nacionalismo debe comprenderse en función de su naturaleza y
dimensiones. Para SMITH (1995), el nacionalismo permanece debido al sentido cultural y
religioso que solo “la idea nacional” puede proveer, contrariamente al sentido global u
homogeneizador de la globalización. Por su parte, KALDOR (2004) explica su
trascendencia debido al carácter político del mismo: “el nacionalismo solo persistirá en la
medida que los individuos, movimientos y grupos escogen ser nacionalistas” (162).
En cualquier perspectiva, existe un consenso mayoritario sobre la percepción de que
la realidad “parece” sustentar la idea de fuerzas contrapuestas llamadas a neutralizarse una
a la otra. En la diatriba entre la existencia de un “nuevo” y “viejo” nacionalismo y sus
características, ante las dinámicas contradictorias de la globalización (BOVERO: 2013)
surge como una “paradójica” (FOA: 2016; SABARDNAZE: 2013) salida a sus
consecuencias.
Ante las condiciones mundiales– dígase la globalización, la pérdida del control del
Estado sobre determinadas actividades y nuevos temas de agenda global como los
derechos humanos – la cooperación devino opción necesaria y consecuente de la evolución
propia del sistema internacional para la ampliación de los márgenes de actuación de
un Estado en su interacción con el resto de la comunidad internacional.
Sin embargo, la propia globalización, como fenómeno homogéneo u
homogeneizador, más allá de su carácter universal genera consecuencias locales,
también determinadas por su particularidad y capacidades de cada Estado para
lidiar con estas y las cuales constituyen causas de fomento de tendencias
nacionalistas -apertura de fronteras, migración, terrorismo, entre otros- y que
engrosan el discurso político y electoral de diversos movimientos y partidos
populistas.
Así, el resurgimiento del nacionalismo y las visiones westphalianas basadas
en la preminencia del Estado, genera consecuencias sobre los procesos de
regionalización. Como enuncia KAGAN (2009) “el nacionalismo y la nación por sí
misma, lejos de ser debilitada por la globalización, han retornado ahora con la
venganza”.
El fenómeno Donald Trump y su incidencia en los procesos de
regionalización
Tras la transición desde 1950 hacia la breve etapa de unipolaridad –
incluyendo toda la etapa declinista de los años 80´s- se debate nuevamente hoy
sobre el declive norteamericano (HAASS: 2008). En este sentido, las promesas de
campaña (JOHNSON, Jenna, 2016) de Donald Trump anunciaron una nueva etapa
dentro de la política norteamericana cuya premisa “América great again” sustenta un
programa contrario al propio sistema internacional diseñado por Estados Unidos
desde hace 60 años.
Para algunos autores se carece de claridad sobre las perspectivas de Donald
Trump sobre el orden internacional (MAZARR, 2017; NIBLETT, 2017). Sin embargo,
las acciones del presidente norteamericano tienden a la profundización del
retraimiento occidental como expresión del ascenso de los movimientos de derecha.
Durante su gobierno, el presidente norteamericano abandonó el Acuerdo
Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP por sus siglas en inglés).
Este había sido impulsado simultáneamente al TIIP con 11 países miembros de la
APEC, tanto latinoamericanos como del área Asia-Pacífico -con la exclusión de
China- y que fuera firmado por Barack Obama. El acuerdo daba oportunidad a
empresas norteamericanas de expandirse a nuevos mercados y –ante la
paralización de la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC)-
dictar reglas para el comercio e inversiones mundiales.
De este modo la decisión de Donald Trump ha generado la reorientación de
los países de la región hacia China –la cual ha promovido la creación de la
Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés) –, que han
planteado la posibilidad su entrada al TPP. En cualquier opción, China posee alternativas
para ejercer el liderazgo en el área.
Si anteriormente asimétricas, pero asertivas el gobierno de Donald Trump ha
producido tensiones en las relaciones con México debido a las promesas respecto a la
construcción del muro fronterizo y a la renegociación NAFTA – junto a Canadá y en vigor
desde 1994-. Mientras recibía la delegación del canciller Luis Videgaray y el Secretario de
Economía Ildenfonso Guajardo, se firmaron las órdenes ejecutivas de Donald Trump para la
construcción del muro y el deslocamiento de agentes armados en este. Con posterioridad,
el mandatario mexicano canceló su visita a Estados Unidos, ante las declaraciones
realizadas en twitter por su homólogo estadounidense. La renegociación del NAFTA
amenaza a su vez a las empresas extranjeras en México y con ello, el modelo basado en
las inversiones foráneas y las exportaciones.
A lo anterior, confluye una política indefinida respecto a Sudamérica –si bien
Venezuela ha sido puntualmente considerado por el gobierno norteamericano- lo cual
conlleva a una aproximación entre la Alianza Pacífico y el Mercado Común.
En relación a Europa, principales socios comerciales, el mandatario norteamericano
contraría a sus aliados atlánticos. El presidente estadounidense cerró las negociaciones del
Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversión (TTIP por sus siglas en inglés). Mientras,
Theresa May fue la primera líder en ser recibida por Donald Trump en la Casa Blanca tras
su pose el 20 de enero (MARTÍNEZ, 2017), y a su vez afirmaba el respeto al derecho del
Reino Unido a la autodeterminación. .
Con posterioridad, el 24 de mayo de 2017, Donald Trump llegó a Bruselas para
participar en Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO por sus
siglas en inglés), reuniéndose el propio día con el presidente del Parlamento Europeo,
Antonio Tajani y la Representante de la UE para la Política Exterior, Federica Mogherini.
Previsible, debido a sus promesas de campaña, durante la cumbre realizó sus críticas sobre
los objetivos actuales de la organización, así como el incumplimiento de los compromisos
económicos de los países europeos respecto a los gastos de defensa (“CASI…, 2017). Tras
la cumbre la percepción de diferencias actuales existentes entre ambos aliados y que
coloca diversas dudas en dicha alianza, fue expuesta por la canciller alemana Angela
Merkel (EUROPA… 2017).
De tal forma, la ejecución del programa de campaña “América great again” resulta
contraproducente a la política tradicional de Estados Unidos en el mundo, si bien sus
repercusiones en los procesos de regionalización generan oportunidades para los gobiernos
de profundizar en los diferentes mecanismos de cooperación.
El “permanente trilema” sudamericano y el nuevo ciclo regional
El “permanente trilema” sudamericano descrito por SANAHUJA (2012)
plantea la convergencia de la aspiración del Estado-nación, la defensa de su
soberanía y la integración regional eficaz (p.22).
En este sentido, la soberanía nacional, el nacionalismo y la autonomía son
inherentes a la defensa irrestricta del Estado-nación en la región, vinculados a su
proceso de conformación histórica (MENGANA, 2017). Sin embargo, la creación de
organismos intergubernamentales –con frágil funcionalidad-, así como la
proliferación de estos, en “confusa” superposición con los existentes, derivan en una
identificación de estas aspiraciones como limitantes recíprocas en el alcance de
estrategias de cooperación regional efectivas de los países sudamericanos.
Durante la “ola rosa” y el desarrollo del regionalismo – post-liberal, post-
hegemónico- se crearon organizaciones como la Alianza Bolivariana de las Américas
(ALBA-TCP), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la
Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), mientras se producía un
redimensionamiento social y político de otros existentes como el Mercosur. En este
empeño, a pesar de la convergencia política de los gobiernos de la región, debido a
la existencia de intereses diferenciados en pos de los objetivos nacionales se
salvaguardaron los márgenes de soberanía tradicionales en las características
estructurales-institucionales de las diferentes organizaciones.
Un nuevo ciclo derivó de la transformación de modelo económico chino y la
consecuente caída de los precios de las commodities a nivel global aunado a la
insustentabilidad del gasto público en el ámbito regional concretizado en la
transformación del mapa político gubernamental iniciado con el impeachment de
Fernando Lugo en Paraguay (2012), la ascensión de Mauricio Macri en Argentina
(2015), el impeachment de Dilma Rousseff en Brasil y la ascensión de Michel Temer
(2016), así como la profunda crisis política, económica y social en Venezuela.
En este sentido, si bien parece mantenerse la convergencia política de
algunos gobiernos regionales, nuevamente incide en los procesos de cooperación la
modificación de los objetivos de sus instituciones en función de la temporalidad de
las administraciones en el área. En ello confluye además la necesidad de definición
de una mejor inserción en el sistema productivo global, el crecimiento moderado de
EEUU y del resto de las potencias capitalistas desarrolladas, así como la ascensión
de Donald Trump al gobierno norteamericano y su retraimiento en la negociación de
megacuerdos económicos interregionales.
Desde una perspectiva general, subsisten simultáneamente hoy procesos de
cooperación que visan modelos y objetivos del anterior ciclo regional, como el ALBA-
TCP, la CELAC y la Unasur por un lado; mientras por otro, se afianzan perspectivas
neoliberales en el Mercosur y la Alianza Pacífico. Además, se produce la marginación de
las agendas políticas y sociales, visando una mayor correspondencia con estrategias
externas más orientadas a la solución de problemas económicos, comerciales y financieros
domésticos, así como de inserción internacional (MENGANA, 2017).
En este sentido, si la Alianza del Pacífico y el Mercosur considerados antagónicos
anteriormente, en el actual período promueven acercamientos para la “facilitación del
comercio, cooperación aduanera, promoción comercial, apoyo a las pymes e identificación
de posibles cadenas regionales de valor” (MORALES, 2017).
La CELAC, primera organización que reunió todos los países latinoamericanos sin la
presencia de Estados Unidos, pretendió instituirse como un foro de diálogo y cooperación
política entre sus miembros. No obstante, la organización pierde relevancia y así puede
interpretarse de la escasa asistencia de los líderes de los países miembros a la V Cumbre
realizada en los días 25 a 27 de enero en la República Dominicana.
La Unasur, formada por los doce (12) países sudamericanos, también ha generado
escasos avances en la integración; mientras la crisis de Venezuela expone la reducción de
la capacidad institucional de lidar con problemas en la región.
La creación del Parlamento Andino o Parlandino, el Parlamento del Mercosur o
Parlasur y el Parlamento Sudamericano en las correspondientes organizaciones regionales
se inició como expresión de democratización y la necesidad de ampliar la participación
popular en las mismas. No obstante, diversos factores han fragilizado estas instituciones,
impidiendo su avance, concreción o incluso su funcionamiento.
Por su parte, el Mercosur decidió eliminar la figura del Alto Representante General
(ARGM) tras la propuesta paraguaya al terminar el mandato del brasileño Florisvaldo Fier –
el 31 de enero de 2017-. La referida propuesta concretiza la tendencia económica del
bloque e incidirá en la articulación de los organismos en los ámbitos comercial, productivo,
social y laboral, la cual será asumida por la representación por la presidencia pro témpore.
(EL MERCOSUR…, 2017)
Escenario de fragmentación, la mutabilidad de las políticas externas reabre
interrogantes a la eficacia estructural y funcional de procesos cooperativos regionales
sudamericanos, mientras la defensa de lo nacional –vértice del permanente trilema-, se
presenta como factor centrífugo que exacerba las heterogeneidades de una región
pretendidamente “homogénea” (MENGANA, 2017).
Nacionalismo y crisis política e institucional de la Unión Europea
La “Declaración Schuman” es recordada como el inicio de la construcción de
la Unión Europea, tal y como se prevé en el Tratado de Lisboa1, 13 de diciembre de
2007. Sin embargo, el modelo exitoso citado por teóricos enfrenta en la actualidad
disímiles presiones: fin del bipolarismo, disminución del peso de la burocracia,
desencantamiento con las políticas domésticas e internacionales, la ampliación al
Este europeo y sus costes económicos, los efectos de la crisis económica, el
gerenciamiento de las expectativas y fundamentalmente, un euroescepticismo
nacionalista. Este último, base de la sensible crisis institucional de la entidad
supranacional, profundizada por los resultados del Brexit.
No obstante, el euroescepticismo no es exclusividad británica. Anteriormente,
la voluntad popular en Francia, Holanda, Irlanda y Dinamarca2 rechazó la ampliación
o profundización de la integración europea, en función de específicos intereses
nacionales. La ratificación del Tratado Constitucional de 2004 o el Tratado de Lisboa
fueron entorpecidos fundamentalmente por el tema de la cesión de soberanía de los
Estados.
Tras el proceso británico, se afirma entonces el “retorno” del Estado y la
sobrevivencia Europea depende de la cesión desde Bruselas de mayor libertad en
sus actos a los gobiernos nacionales, en aspectos puntuales como la política
económica (MATTHIJS, 2017). En el pasado, el éxito económico regional escondió
las tensiones subyacentes derivadas de la expansión experimentada en la década
pasada, hasta alcanzar los 28 miembros, convirtiendo la UE como referente global
de integración regional.
En la actualidad, autores (MATTHIJS, 2017; HALL, 2016) señalan en la
creación de la moneda común, a través del Tratado de Maastricht en 1992, una
intensa pérdida de soberanía de los gobiernos nacionales y un fundamento de la
crisis des-integrativa actual europea. La crisis del euro ha dado al traste con la crisis
política e institucional de la región; y es que la Unión Económica y Monetaria, de
acuerdo advirtieron algunos analistas (DORNBUSCH, 1996; FELDSTEIN, 1997;
KRUGMAN, 1998; SOY, 2014) implicó déficits funcionales.
Entre ellos, el Tratado dejaba a la Unión monetaria creada en 1999 sin
instituciones para compartir los riesgos entre los estados miembros en casos de
1 Modificativo del Tratado de Maastricht y del Tratado de Roma.
2 En 2005, el 54.87% de los franceses y el 63 %% de los holandeses rechazó en referéndum la ratificación de la Constitución Europea firmada por los jefes de gobierno miembros de la UE el 29 de octubre de 2004. Por su parte, el 12 de junio de 2008 el 53,4% de los irlandeses se pronunciaron negativamente, en primera vuelta, respecto a la ratificación del Tratado de Lisboa.
crisis. Y la crisis se produjo a inicios del 2010, iniciando por Grecia y seguida por Irlanda,
Portugal, Chipre y España. Por otra parte, la gestión de la misma evidenció el déficit
democrático de las instituciones europeas al exigir sacrificios a los ciudadanos europeos a
través de medidas de austeridad y la sucesiva eliminación de derechos de los trabajadores.
Otro de los fundamentos, generado por la ampliación de 2004 y el derecho a la libre
circulación de trabajadores (HALL, 2016) resultó el incremento de los flujos inmigratorios al
interior de la UE, ocasionando tensiones a las redes de servicio público y seguridad de
aquellos países receptores. A ello, posteriormente hubo de añadirse la crisis de refugiados
procedentes de Afganistán, Iraq, Siria y del África Subsahariana, fenómenos ante los cuales
los gobiernos nacionales estaban limitados en su capacidad de respuesta ante las
normativas de Bruselas (MATTHIJS, 2017).
Por otra parte, la interdependencia asimétrica y la supranacionalidad europea
conllevan a una diferenciación del poder negociador con Alemania, Francia e Inglaterra por
un lado y países como Italia, Grecia y España en el otro. Entendimiento, a pesar de la
preconizada dilución del papel de los gobiernos nacionales, reafirman que estos deben
continuar a ser un actor fundamental del proceso integrativo.
De este modo, la Unión Europea, a pesar de su importancia para los estados
miembros, recibe constantes críticas nacionalistas. Se han difundido corrientes políticas
nacionalistas de extrema derecha con marcado carácter anti-inmigrante y anti-Europa,
cristalizando en alternativas de partidos no tradicionales. Así, los resultados favorables
Brexit de la UE en el referéndum sobre la permanencia de ese país en el bloque, celebrado
el 23 de junio del pasado año 2016, mostraron la profundidad de la fractura entre Bruselas y
las políticas nacionales. Durante el proceso, el acuerdo de Gran Bretaña con la UE reflejó
lealtades más centradas en el ámbito nacional o intereses de grupos particulares, que la
lealtad a las instituciones políticas centrales, como condición de existencia de la comunidad
política (HAAS, 2004).
Por otra parte, como resultado de las negociaciones con Reino Unido y el acuerdo
alcanzado, derivó una retórica de flexibilización de la UE “al punto de aceptar diferentes
grados de envolvimiento” (SCHICK: 2016), denominadas como integración de dos
velocidades o múltiples velocidades (KELEMEN: 2013).
Otro aspecto, en la positividad del Brexit parte del reconocimiento de MORAVCSIK y
SCHIMMELFENNING (2009) sobre como “la integración europea ha reflejado
principalmente intereses económicos individuales más que entendimientos generales como
la seguridad o los ideales europeos” (p. 71). Desde otro entendimiento, FERNÁNDEZ
(2007) muestra la incidencia de “redes dinámicas y mutables que operan globalmente y
penetran de manera selectiva diferentes dinámicas locales” (p. 102), convirtiendo la región
en una trampa territorial, donde grandes actores macroeconómicos no son
“originariamente pertenecientes a la UE” (p. 107)
Así, el euroescepticismo, en ambas tendencias, ha ganado nuevos
movimientos o partidos como el Movimiento Cinco Estrellas en Italia, Podemos en
España, Syriza en Grecia y una reedición al interior del Parlamento Europeo. Si bien
las elecciones holandesas y francesas han dado un aliento a Europa, las elecciones
en Alemania (septiembre/2017) aún ofrece incertezas en detrimento de la UE.
Conclusiones
El resurgimiento del nacionalismo a partir del discurso populista de
movimientos y partidos de derecha trae aparejado un retraimiento occidental, que
tiene implicaciones para los procesos de regionalización alrededor del mundo.
La ascensión de Donald Trump y su política basada en la premisa “América
first”, conlleva al retraimiento político norteamericano y el ascenso proteccionista,
generando consecuencias diferenciadas a los procesos de regionalización. No
obstante, en una economía global e interconectada, y a pesar de las diferencias
internas entre los en cada región, el principal impacto de la referida política
estadounidense puede derivar en la aproximación entre organizaciones o acuerdos
regionales –tanto los existentes como los que se encuentran en proceso de
negociación-.
En el caso de América Latina, el ascenso de Donald Trump, ofrece
oportunidades de superación de las diferencias, dígase con la aproximación
mexicana o las posibilidades de acuerdo entre la Alianza Pacífico y Mercosur;
mientras desde otra perspectiva, la región podría negociar nuevos patrones de
adhesión en sus relaciones con China. Por otra parte, lo nacional constituye un
vértice del trilema sudamericano, el cual ha resultado una limitante para los procesos
cooperativos regionales.
En el área asiática, las decisiones del presidente norteamericano, podría
fortalecer los vínculos entre los países de la región alrededor de China. En Europa,
el retraimiento de Estados Unidos se adiciona a la crisis institucional, política,
económica y social – cuyo colofón resultó el Brexit-; mientras el proyecto debe
debatirse entre una profundización integrativa o una flexibilización hacia los Estados.
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