Amado Nervo - Obras Completas. Vol. 4

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  • .A^

    OBRAS COMPLETASDE

    AMADO ERVO

  • TOMOS PUBLICADOS

    I

    PERLAS NEGRAS/

    MSTICASII

    POEMAS

    DE CADA TOMO SE HAN IM.PRESO CIEN EJEMPLARES ENPAPEL DE HILO /9 /t /t /9

  • mm^s^
  • ^^^)>iOBRAS COMPLETAS DE^AMADO ERVO "^y^/Tze^r/

    I EL XODOyLAS FLORES DEL CAMINO

  • ES PI^OPIEDADDE LOS HEREDE-ROS DEL AUTOR

    TODA EDICINFRAUDULENTASER PERSEGUIDAPOR LA LEY fi ^

    1

    fQ

    oly

  • Reproducimos aqu algunos di-bujos de Julio RuelaSy que apare-cieron en la edicin original deeste libro (1902). En un estilo pocoarriesgado, Rucias expresaba con-cepciones audaces y profundas.Muc/ias vecesj sus dibujos y agua-fuertes fueron tema de inspiracin

    para los poetas modernistas de M-jico. Asiy su recuerdo est ntima-mente unido a lajuventud de Ama-do ervo. La mayor parte de suobra debe buscarse en la RevistaModerna, de Mjico.

    Tomo IV

  • PRIMERA PGINA

    L mar es ms constante que yo; las nubes rojasdel orto ms que mi alma conservan su vestido;yo tengo la impaciencia perenne de las hojas;mi amor es un eterno gemelo de mi olvido.

    Mi mente es un espejo rebelde a toda huella;mi anhelo es una pluma funmbula, donairedel viento; el aerolito que cae, esa es mi estrella;mis goces y mis penas son trazos en el aire.

    El ansia del misterio me agita y desespera;

    jinete en mis pegasos o nauta en mi galera,

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  • m N

    corriendo voy tras todo seuelo que lo finge;

    mi hermana la cigea me ha visto dondequieraque el rojo sol proyecta la mitra de la esfinge.

    Amo unos ojos mientras que su matiz ignoro,amo una boca mientras no escucho sus acentos;jams pregunto el nombre de la mujer que adoro,del Csar por quien lucho, del Diosaquien imploro,del puerto adonde bogo, ni el rumbo de los vientos.

    Criatura fugitiva que cruza el mundo vano,temiendo que la alforja sus xodos impida,ni traje amor ni llevo; y as voy al arcano,lanzando con un gesto de sembrador el granofecundo de mis versos al surco de mi vida.

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  • II

    EL ULTIMO FRAGMENTO DE IDIOMA

    Ijespert y me acerqu a la ventanilla del tren.El pabelln americano flotaba al otro lado del ro,bajo el absoluto gris del cielo. Una muchacha co-lorada y alegre que se quedaba en Laredo, y quecon la volubilidad de su conversacin haba entre-tenido a los pasajeros en el camino, dndome unqordial apretn de manos, me dijo: buen viaje,

    y un minuto despus el tren pasaba lentamente elro. Mxico quedaba atrs con sus ltimos jironesde cielo azul. El Norte me esperaba con su grisperenne, implacable: un gris que no cede jams,que viene conmigo como un silencioso compaeroque habla de t a mi espritu.

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  • Amado ervoY comenzamos a atravesar los inmensos planes

    de Texas, y continuamos y seguimos. Planes llenosde flores pomposas, rojas, amarillas, azules y blan-cas. La primavera aqu tiene un despertar de nioalegre. Es friolenta, pero vivaracha y retozona,como esos escolapios que juegan con la nieve. Masel cielo no se sonre con ella; el cielo no estrena

    vestido, no deja su jaique de brumas. El horizontese redondea como un inmenso capelo de cuarzo.Ni un perfil azul de montaa. A veces se hincha unpoco la tierra y parece que va a surgir una colina;pero torna a aplanarse y sigue invariablementellana, huyendo bajo las ruedas del tren.

    B

    Y mientras atravieso el inmenso Estado que funuestro, flota en mi odo el buen viaje=^ de la fur-tiva compaera de tren, y se me antoja que esasdos palabras son el solo jirn de patria que meresta. En efecto: el idioma es la patria, una patriaimpalpable y divina que nos sigue por todas par-tes. Basta en una ciudad lejana decirse algunasfiases de la nativa lengua en voz alta, para sentiralgo como la atmsfera de los nuestros.

    Los confines de una nacin no estn all dondela geografa poltica los marca, sino all donde vi-bra la ltima palabra del idioma. Texas es una pro-longacin de Mxico an; una prolongacin tenue

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  • o b m P I

    ya, apenas visible, porque consiste en algo como

    leve estela de idioma nuestro. Pero yo no torno aoir una palabra espaola en toda la Unin. En SanAntonio, recorriendo las calles, sorprendo tal ocual tipo mexicano, pero tan innoble, que no meacerco, porque s que de sus labios slo han desurgir frases patibularias, y no quiero ver profana-

    do el armonioso tesoro de mi vieja lengua latina.

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    li

  • III

    U.S.

    Estas ciudades americanas no se presienten, nose adivinan. Le salen a uno al paso, lo acechan, lo

    asaltan.

    El tren va devorando bosques y llanadas, bufaque bufa, a toda velocidad, y de pronto, sin decir

    agua va>, ah est una casa de madera, otra y otra,cada una con su pedazo de tierra cercada; luego loscottages se aprietan, se enfilan; vienen las casas deladrillo clareadas por centenares de ventanas enne-grecidas por el vapor y el humo, chorreando agua,tristes, con fisonoma de fbricas londinenses to-dava no he visto Londres, pero as debe de ser,casas de cuentos de Dickens, con sus mansardesazules y de una uniformidad aterradora. De cuan-do en cuando un edificio gigantesco, sin arquitec-tura, que parece un raro panal, se empina sobre losdems, asoma al maremgnum de casas, y contem-pla flemticamente el horizonte gris acero por suscentenas de ojos rectangulares. Y empiezan a desfi-

    le

  • Obras Completaslar bloques enormes, y el tren escala puentes de hie-

    rro, perfora masas de piedra, masas sudorosas deagua helada, y por fin, se detiene bajo un inmensocobertizo obscuro, cuyo piso est rayado de rieles

    como un papel pautado. Oh, qu dbil idea tene-mos en nuestras estaciones de Mxico de lo que esun movimiento de trenes! En St. Louis, por ejem-plo, cada dos minutos, cuando ms, durante el da,entra o sale un rosario de carros para toda la Unin,sin contar los innumerables vapores que se muevenen el turbio y caudaloso ro. Y es hermoso ver elaplomo con que las misses van y vienen en mediode aquel laberinto, con su maleta en la diestra, tre-pando o descendiendo de los carros, sin aceptar lamano que el conductor les tiende, y desparramn-dose por la ciudad desmesurada, hormigueante detroleys, de carros, de mnibus, de automviles ycarruajes. En St. Louis, sin salir de la estacin, pue-de hallarse todo lo que se desea... hasta hotel. Enuna gran seccin de la misma, hay instalado unaespecie de centro mercantil, colosal bazar con res-taurantes, bars, cafs, cajones de ropa, expendiosde tabacos, de frutas, dulceras, etc. El viajero pue-de proveerse de cuanto quiera, sobre todo de v-veres baratos, si no quiere verse condenado a loscarros comedores de los ferrocarriles de Pensil-vania, que cobran modestamente un peso (oro!)por un humilde almuerzo (sin extras), acaso parahacerse pagar el atractivo del yantar a todo vapor,

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  • Amado ervotomando los huevos al plato dos millas ms ade-lante de donde se tom el consom.

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    Salvo tal o cual monumento, tal o cual particu-laridad que no alcanza a fisonomizarlas, las gran-des ciudades americanas, vistas a lo menos comoyo las he visto, muy ms al vapor que el maestroSierra, son iguales; tienen todas ese aire de formi-dables agrupaciones provisionales, como interinas,que se nos antoja estn ah por lo pronto >, espe-rando el momento oportuno para irse a invadir elmundo. Causan curiosidad, pero no despiertan esasensacin hermosa de lo monumental, salvo acasola entrada a la baha de Nueva York. All se com-prende ms que en ninguna parte el poder del co-loso. Aquella no es una baha, es un mar, cuyas ri-

    beras estn erizadas de edificios, algunos verdade-ras torres de Babel. Un enjambre de vapores detodae las formas puebla las aguas turbulentas, ydesde el puente los miliares de luces mviles de losbarcos, los centenares de millares de los edificios,los farolillos que arden en los topes de l'is velas,que se hinchan y alejan como una esperanza blan-ca que pasa>, producen el efecto de una feera ex-traa, de una infinita fiesta de Carnaval ante el granespejo de las aguas. Una luz empero se yergue msalta que las otras. Entre la bruma se destaca obscu-

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  • o b m

    ra, gigantesca, una mujer enorme, que tiene unaestrella en la mano (s, esa luz es una estrella). Es

    la estatua de la Libertad iluminando al mundo, a laentrada del pas de la libertad, de la gran Repblicamoderna.Y el espectculo de esa baha compensa de las

    fatigas del viaje, de las lentas noches de tren, delfro que nos aguardaba todava en el Norte, y haciael cual hemos corrido a pleno mpetu de locomo-tora, y de la total ausencia de los besos divina-

    mente azules de nuestros cielos mexicanos.

  • IV

    EN POS

    LA enorme baha. Primero los docks grises, hme-dos, obscuros, enfilndose a lo lejos. Luego la in-mensa cordillera de edificios de ladrillo y de ma-dera; despus los islotes sonrientes: Long Island,Coney Island, perdindose en la bruma. Y aquellamujer alta y negra, de pie sobre un zcalo egipcioo azteca aquella mujer enorme y negra que ha asi-do una estrella y que parece, en las noches, quererapedrear con ella la metrpoli. El gigantesco esque-leto del puente de Brooklyn (el macho de la TorreEiffel), enredando, de una ribera a otra, sus cablesde acero. Y minutos despus, un perfil sombro yondulante en la lejana. Es Amrica que huye denosotros.

    El Mar.

    Las gaviotas blancas revuelan. Se me antoja queson pauelos que se escaparon de finas manostemblorosas. Pauelos que decan adis>, adioses

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  • Obras Completasque nos siguen en el viento, adioses que se volvie-

    ron palomas...

    No!, yo no dejo ningn adis palpitante en laplaya. La playa no me conoce, no sabe deletrear

    mi nombre latino. Estoy solo en la popa del inmen-so barco; solo?, nol Mi viejo padre el mar, misviejos hermanos los vientos, mi vieja novia el cie-lo estn conmigo y me tutean. Voy de cara al solcomo Byron. El mundo es pequeo:

    Oh! que le monde est grand la ciarte des lampes...Aux yeux du souvenir, que la monde est petit!

    Por fin! Este instinto consubstancial a m mismo,este anhelo aejo de errar, este mpetu incontrarres-table de vuelo, se realiza. Adonde voy?, qu im-porta! Soy un viajero, y les vrais voyageurs sont ceuxqui partent... pour partir, como yo. Tornar no scundo. Volver a partir no s cmo. Y un da milibro favorito quedar sobre mi mesa, abierto einterrogador; vaco estar mi asiento en el lugarcomn. En mi lecho se desperezar la soledad, mieterna compaera: es que he partido para un viajems largo, en busca del Enigma: novia esquiva ysilenciosa; es que he partido hacia la sombra.

    Padre ocano, amargo y azul, amargo como mipensamiento, azul como mi deseo... vuelvo a ti con-fiado y tranquilo. No te temo, porque siempre tehe amado. |Soy digno de ti, aztame! Soy hurfa-

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  • m a d o N

    no, arrllame; estoy enfermo, vitalzame. Creo enDios: espumarajea, yrguete, arrulla, ahonda vrti-ces... pero huye bajo la azuzadora espuela de miesperanza!

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    Mister est enojado (mister es el mar). En la sa-cudida y trepidante cubierta, una irlandesa plida,de codos sobre la borda, medita a la luz de las pri-meras estrellas. Es blanca, es difana hasta el he-rosmo. Viste un luengo impermeable azul, y sobreel alboroto de oro de sus rizos vacila al viento unaboina obscura. Mira el ocano con la ardiente nos-talgia de La petite femme de la mer, ese extraocuento de Lemonnier. Las gaviotas la rondan. Vaa escaparse por ventura del barco, va a sumergirseen las ondas? Va a buscar a sus hermanas miste-riosas, las que gritan en los arrecifes en las nochesde tormenta? Gilliat, dime si la conoces...Tiende la oreja al rumor que pasa, como si es-

    cuchara algo que viene de lejos. La llaman del mar.El viento despeina sus bucles plidos; las estrellasdesenmaraan los suyos en irisaciones fugitivassobre las olas... Me alejo lentamente entre las som-bras: quisiera verla partir a sus abismos, pero noquiero con mi presencia impedirle que se vaya.

    B

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  • Obras CompletasVoime buscando en mi memoria un verso que

    huela a ozono, un verso bravo y bello como el mar,

    y encuentro este de Rimbaud:

    Etds lorsje mesis baign dans le pomede la mer infus d'astres et latesceni,dvorant les azurs veris oii, flottaison blmeet ravie, un noy pensif parfois descend...

    La inmensa monotona del ocano empieza aadunarse al inmenso enigma de la noche. Me sien-to impregnado de una influencia csmica. Nada medice la colosal maquinaria que me conduce a Euro-pa. El agua y la sombra hablan slo a mi espritu.Pienso que del ocano primordial surgi la vida yque a l ha de volver, y no s por qu me imaginoun mundo que por su conformacin especial no sehubiese solidificado en parte, un mundo lquido,un planeta de agua... un ocano esfrico. En qurepliegue del infinito existir ese mundo? Porquedebe existir. El sol lejano, alma de su sistema, atra-vesarlo de parte a parte como a una inmensa pie-dra preciosa. Imaginaos un zafiro esfrico, de doso tres kilmetros de radio. . Pero el agua, que ennuestro planeta fu el gnesis de todo, all no ha-br sido estril. Habr humanidades acuticasmonstruosamente bellas. Ese es el verdadero pla-neta de los tritones y de las sirenas. Si, como dicePlatn, aprender no es ms que recordar, cuando

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  • A m N

    aprendemos ciertas mitologas recordamos acasoque vivimos en ese ocano esfrico donde la ideade tierra es desconocida... Van a ver ustedes cmouno de estos das (quiero decir, una noche de es-

    tas), un astrnomo atrapa con su lente intrusa esezafiro coloso, oculto en el vasto joyero de lanoche-Ruido de cadenas. La hlice va paralizndose.

    Una lnea ondulada color de esmeralda se extiendeno lejos.

    San Patricio; estamos frente a Irlanda.

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  • FRENTE A IRLANDA

    Qu tristes las olas vana besar tu playa ignota,

    donde parece que flotatoda la bruma de Ossin!

    Saben acaso los maresel tormento de tu raza

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    Tomo IV

  • m a d o N e f

    que, entre sollozos, abrazalos Cristos de sus altares?

    Lo saben y, con querellas,sus ondas cente en coro...Irlanda, yo tambin llorotu servidumbre con ellas.

    Que quin soy? Niebla que amasala vida, voz que se ahoga,un espritu que bogay un pensamiento que pasa;

    Que al pasar, el duelo veen tu augusta faz impreso,te mira, te manda un besoy te dice... no s qu.

    Adis, Ern! Yo, pequeocomo soy, tambin escondoun sueo muerto... tan hondo,tan hondo como tu sueo!

    Slo que t vivirsaos de aos, y tu anhelotal vez cristalizars,

    y yo soy hoja que vuelonada ms... ah! nada ms!

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  • VI

    OLD KINGS MUNSTAR.-CORDELIA

    ,L viejo borracho irlands, que durante todo elviaje ha bebido cerveza negra con una sed heredi-taria, me dice por centesima vez antes de sepa-rarnos:

    No olvide usted que soy descendiente de losviejos reyes Munstar: the od Kings Munstar. Hasido ste su estribillo eterno. Taciturno, mudo, in-diferente a todo, menos a la espuma blanca de sucerveza negra, a su gigantesca pipa y a su genea-loga, a cada paso pegaba su boca a mi odo paramurmurarme con tropiezos de lengua:Soy el descendiente de los viejos reyes

    Munstar.

    Yo le sealo un escuadrn de coraceros inglesesque pasa a galope por la triste y espaciosa calle deDublin en que nos encontramos. Pobres reyesMunstar! Esos soldados son de Victoria I.

    Se apellida O'Conell. Aqu todo el mundo seapellida O'Conell, O'Donell, O'Reilly, O'Bryan.

    Od Kings Munstar! Sin duda eran grandesbebedores de cerveza.

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  • Amado ervoOd Kings Munstar!Estoy aburrido. Sueo noche a noche con anti-

    guos monarcas celtas de tnica blanca, que pasanbajo la tormenta por llanuras de verde suave. Losrelmpagos les apuntan, pero no les pegan como alRey Lear. Dnde est Cordelia? Ser aquella mu-jer plida que oa las voces del mar eterno, apoya-da en la borda? Vena con esas voces extraas lade su rey loco que la llamaba? Come! Come! Wetwo alone will sing like birds in the cage. Whenthou dost ask me blessing, Til kneel down... Andpray, and sing, and tell od tales...And tell od tales... S, eso escuchaba la blonda

    muchacha junto a la borda; viejas leyendas^ todas,todas las que sabe el mar.1*

    Esta es Europa. Seis das de modorra, seis minu-tos, y estamos en otro mundo; todo es pequeo.Iras a la India?

    Todo es pequeo.A Marte?Todo es pequeo.Dime, te atreveras a hacer el viaje de un co-

    meta?

    Djame partir a Londres. Har el viaje de uncometa si G. H. Wells me acompaa. He ido con la Marte, en la Guerra de los mundos) con l he idoal futuro en la Mquina para explorar el tiempo; mehe estremecido con l en la Isla del Doctor Moreau;

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  • o b m p

    vi las antenas de los selenitas invertebrados, cuan-do Cavor me invit a su excursin prodigiosa... Ira buscar a Wells en Londres.

    Pero Wells no est visible ms que en sus libros,en todas las libreras. Le busco intilmente. Viajaahora.

    En Londres no me queda ms que la niebla, yShakespeare en la Abada de Westminster. Herma-na niebla, padre Shakespeare, en dnde est Cor-delia?

    '

    i j

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  • VII

    LONDRES

    L)esde el vitral de mi balcn distingo,al fulgor del crepsculo, la ignotamarejada de calles, en que flotala bblica modorra del domingo.

    La bruma lenta y silenciosa empieza,fantasmagorizando los perfiles,a envolver la metrpoli en sutilesvelos trmulos. Yo tengo tristeza:

    La bblica tristeza de este da,la tristeza de intil romeraque remata en inviernos agresores;

    el tedio de lloviznas pertinacesy tu spleen, niebla lmbica, que hacesmanchas grises de todos los colores.

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  • VIII

    JACQUES FIERRE

    Shakespeare no era ingls. Una lamentable petu-lancia sajona dio al titn sangre de britanos.

    Shakespeare era latino. Vena de Francia, dedonde viene todo: los perfumes, las cocotas y loshombres de genio.

    El mundo, deca ha poco un modernista parisien-se, desde el umbral azul del Mercurio de Francia,

    nos ha envidiado y nos envidiar siempre dos co-sas: nuestra literatura y nuestra prostitucin

    .

    Inglaterra, en mi humilde sentir, en asunto deprostitucin nada tiene que envidiar a Francia, sal-vo la ingenuidad en la misma. Pero en asunto deliteratura le envidi a Shakespeare y, de acuerdocon su inveterado instinto absorcionista, puso so-

    bre el birrete del grande hombre un letrero que de-ca: Posesin Inglesa.

    Este Shakespeare, en primer lugar, no es Shakes-peare, segn los franceses, sino... Jacques Pierre,mal pronunciado, pronunciado a la inglesa.

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  • Amado ervoJacques Fierre, parisiense de nacimiento, parti

    a Inglaterra all por los aos de... y tuvo en Ingla-terra un hijo al cual puso por nombre Guillaume yque firmaba Guillaume Jacques Fierre. De Guillau-me a William no hay ms que un paso (el paso deCalais). Darse cata los ingleses de que el tal Gui-llaume tena talento (lo cual no acaeci precisa-mente cuando Shakespeare cuidaba caballos a laspuertas de los teatros), y traducirle el nombre, futodo uno; William Jacques Fierre... muy bien. Feroesos picaros ingleses pronuncian tan mal el francs(no dicen, por ejemplo, en la ignorancia de su idio-ma, Bairon por BirnfJ que, a poco andar, el Jac-ques Fierre de marras, anglicanizando la pronun-ciacin, fu Shakespeare.

    Me parece intil insistir, seores. Si alguien loduda que lea: ^45 you like t, The merry wives ofWindsor, Mach ado about noihing, y que nieguedespus que esas y todas las comedias de JacquesFierre estn impregnadas del espritu francs.

    Si Voltaire hubiese sabido esto, de fijo no tratatan mal a Willy (Guillaume). Hugo no lo supo, perolo adivin. For eso escribi su maravilloso libro

    Shakespeare>.Cmo habra sido capaz Inglaterra de producir

    un Shakespeare! Un Fope, est bien... pero un Sha-kespeare! Fues qu, esos geniazos se fabrican apunta de acorazados? A ver de dnde tom Wi-lliam (Guillaume) la divina salsa de sus comedias?

    32

  • Obras CompletasEn Inglaterra no hay ms que mostaza inglesa;

    ergo...

  • IX

    LA PIEDRA DEJACOB

    En un rinconcito de la abada de Westminster, enuna capilla medio alumbrada por la gloria extraay doliente de los vitrales, hay un viejo sitial de ro-ble, cuyo asiento es una piedra, recubierta en sus

    dos superficies ms amplias por dos planchas demadera, y como engastada en ellas. En ese sitialhan sido coronados muchos viejos reyes de Brita-nia, de los que duermen ah cerca, en los mausoleospolvosos cuyas inscripciones apenas se descihan ala media luz de las vetustas naves.

    Pregunto y me dicen:

    Esa piedra es la piedra de Jacob.La piedra de Jacob?S, la piedra en que Jacob reclin su cabeza

    para dormir; la piedra que fu testigo de aquelsueo...

    Y se me explica cmo aquel objeto maravillosovino de Mesopotamia a la City, a travs de infinitasvicisitudes.

    Yo lo creo, lo creo todo... Cuando deje estassombras gticas propensas al misterio; cuando sal-

    34

  • obras Completasga a la vida enfermiza y ebria de actividad de lametrpoli, ya no creer. La sonrisa escptica ven-

    dr con la sonrisa del sol... Pero ahora s creo, enprimer lugar porque eso es bello; en segundo y entercer lugar... por la^misma razn.

    B

    Y sali Jacob de Beer-seba, y fu a Harn:>Y se encontr en un lugar, y durmi all por-

    que el sol era puesto; y tom de las piedras de aquellugar y puso una a su cabecera, y acostse en aquellugar,

    >Y so, y he aqu una escala que estaba en tie-rra y su cabeza tocaba en el cielo: y he aqu nge-les de Dios que suban y descendan por ella.

    >Y he aqu que Jehov estaba encima de ella, elcual dijo: Yo soy Jehov, el Dios de Abraham tupadre y el Dios de Isaac; la tierra en que ests acos-tado, te la dar a ti y a tu simiente.

    >Y ser tu simiente como el polvo de la tierra, yte multiplicars al Occidente y al Oriente, y al Aqui-ln y al Medioda; y todas las familias de la tierrasern benditas en ti y en tu simiente.

    Y despert Jacob de su sueo y dijo: Ciertamen-te, Jehov est en este lugar y yo no lo saba.

    Y tuvo miedo y dijo: Cuan espantoso es este lu-35

  • m a d o N

    garl No es otra cosa que casa de Dios y puerta delCielo!

    Gnesis, captulo XXVIII, vers. 10, 11, 12, 13, 14, 16 y 17.

    Q

    En Notre Dame de Pars deban mostrarnos msadelante, a D. Justo Sierra y a m, la corona de es-pinas de Cristo. Recuerdo que, en medio de unamultitud infinita, un sacerdote nos la acerc a loslabios. Don Justo la bes dicindome: Yo besotodo lo que besa el pueblo >, hermosas palabrasque no olvidar en mi vida. En Roma, ms tarde,tambin me mostraron la columna a la cual fu ata-do Jess durante la flagelacin, y la escalera pordonde ascendi al pretorio. Mas ni en Roma ni enPars me sent presa de una emocin tan grandecomo ante aquella piedra tosca donde el patriarca,que todava no luchaba con Dios ni era fuerte con-tra l, reclin su cabeza, y so que vea una esca-la cuyo remate se perda en el cielo.

    Las almohadas de plumas forradas de seda, denuestros sibaritas, esconden frecuentemente, en suspliegues, el insomnio, hermano de la pesadilla. Laruda piedra del desierto esconda, en cambio, en suhumilde mole, la gloria de Dios y la visin de susngeles.

    La simiente de Jacob se haba multiplicado ya36

  • Obras Completascomo el polvo de la tierra, segn la promesa deJehov, y posesiondose haba del mundo. Bastabadeletrear los nombres de algunos banqueros deLondres para convencerse de ello. Jehov dijo ver-dad... Y mientras esto pensaba, la piedra, inmvilen su cubierta de madera, en la penumbra del cru-cero, me alucinaba dulce y poderosamente. Miscompaeros fortuitos, de visita a la Abada, haban-se alejado ya. Yo segua inmvil ante la reliquia.Un rayo de sol poniente, vestido de todos los colo-res del vitral, haba ido a posarse en el asiento delsitial antiguo y tenda un puente de piedras precio-

    sas entre la losa y el cielo. Parecime que aquelrayo divino era la escala: que los ngeles de mr-mol que velaban el sueo de los viejos reyes aban-donaban sus niveos zcalos y ascendan por el in-tangible rayo. A lo lejos, la faz del sol fingime lafaz de Dios, hacia donde iba la escala luminosa, ytuve miedo y dije: Cuan espantoso es este lugarlCiertamente, Jehov est en este lugar y yo no losaba.

    m

  • ENBRETAA

    \jE negro?S, de negro de noche. Dios no quierarobarme el solo traje que me qued en mi huida.Pues, y tus ropas albas?Flotando en la ribera,all, lejos, muy lejos, tan lejos... Su amor erala sola veste blanca que me vest en la vida.

    Al viento tiembla el fnebre merino de mis tocas,al viento de las tardes; la luna surge, riela

    y baa en ncar lvido los dientes de las rocas.All se van las velas como esperanzas locas:Una vela, otra vela, todava otra vela-

    da

    I

  • o b m p I

    Vendr mi nave, aquella trirreme en cuya proratallado haba un cisne divino? cunto tarda!...Mi alma es como esa moza bretona que a la auroramir partir la barca del pescador, y ahora,midiendo con sus ojos el pilago, la aguarda.

  • XI

    EN DEFENSA DE LA MENTIRA

    JLa piedra de Jacob? Cierto.La corona de espinas de Jess?Cierto.La columna, la santa escala? Cierto. O false-

    dad si ustedes quieren; pero, en ese caso, besemostales objetos con ms devocin an, no en nombrede esa vieja desdentada, enjuta, adusta y malolien-te que se llama la Verdad, sino en nombre de esamujer prodigiosa, bella hasta el milagro, dispensa-dora de color y de luz, que se llama la Mentira.Yo no acepto ms que un criterio para juzgar de

    lo que me rodea: la belleza. Para m lo que no esbello es inmoral, necio y despreciable. Ahora bien,slo la mentira es bella. Slo ella es creadora, slopor ella la vida vale la pena de ser vivida. Mentiraes ese ncar de la luna que finge, en la sombra, Ofe-lias vagas que pasan; mentira esa policroma augus-ta de los crepsculos y esa melancola serena delotoo; mentira el azul del cielo, joyero inmenso delas constelaciones; mentira la juventud, el amor, lagloria, el ensueo, la seda de una tez, el marfil deunos senos, los diamantes negros de unos ojos.

    4&

  • Obras Completas|0h, Mentira, yo te amol T eres mi madre, t

    eres mi dios. Quitad del mundo la Mentira, y elmundo perecer de fastidio y de vetustez. Los ama-dos ya no se buscarn en los ojos la quimera; lossexos no irn ya el uno hacia el otro engaados porel genio de la especie, que es un gran mentiroso;las almas sedientas de ideal ya no buscarn en losespacios palpitantes de estrellas el rastro de Dios;la msica de los orbes ya no engendrar sinfonasen el cerebro de Beethoven, ni estrofas en la men-te de Hugo. El color se amortajar en un gris ins-pido como en el disco de Newton; el agua no mur-murar cosas desconocidas, ni copiar la gracilidadde la azucena silvestre o la cabellera rizada de lossauces; los pueblos se detendrn en el camino delprogreso, porque ya no podrn seguir el seuelode una esperanza; las caravanas desfallecern enel desierto, porque han analizado el espejismo delos oasis; los luchadores dejarn sus armas a lavera del camino, porque ya no pueden enarbolarel lbaro de un ensueo. La gente cristiana ente-rrar la divina leyenda de Jess, y llorar sobreese cadver inmenso; la Naturaleza, la madre men-tirosa y santa, ya no pondr arrullos en la gargantade la paloma enamorada, ni espolvorear piedraspreciosas sobre el plumaje del pavo real; y los hom-bres todos, como en el tremendo cuadro que des-cribe Mallarm en el Fenmeno futurOy se encami-narn hacia su lmpara, con el cerebro ebrio un

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    Tomo IV 4

  • Amado N e t v oinstante de una gloria confusa, perseguidos por elritmo, y con la angustia de existir en una poca queha sobrevivido a la belleza.

    B

    No condenis a los mentirosos. En el fondo delalma de todo aquel que miente no hay quiz msque un instinto confuso de esttica y de perfeccin.

    El que relatando un hecho lo exagera, presienteque esta exageracin es el solo prestigio del hechomismo; sabe por intuicin que nada hay en el Uni-verso digno de ser contado y escuchado con inte-rs, sin el divino adorno de la falsedad; comprendeque todo es feo bajo el fastidio eterno del soU yque slo la imaginacin creadora del hombre escapaz de embellecerlo todo. Hasta el que calumniaes acaso un artista!

    Referir las miserias cotidianas de un hombre,es caer en el tedio y en la vulgaridad. Ni siquieraen el mal somos bellos. Nadie llega en l a la alte-za sombra de Satans. El calumniador, aumentan-do o creando la gravedad de un acto, lo engrande-ce. De una accin simplemente villana suele haceruna accin monstruosa, y en la monstruosidad hayya una nobleza, la nobleza de la desproporcin.

    La mentira es la rectificacin que el cerebro so-berano hace a la vida mezquina; es una correccin

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  • Obras Completasa la existencia; es una protesta contra el orden tri-vial de las cosas; es un reproche a la Naturaleza,que slo es bella cuando miente.Por lo dems, quin sabe si, penetrando al abis-

    mo sin fondo del ser, aquello que soamos es mscierto que aquello que por una aceptacin unni-me es! Quin acertar a probar que las visiones delos grandes iluminados, de esos sublimes mentiro-sos, no se realizan dentro de la lgica de otro mun-do, la cual en el nuestro es ilogismo e impostura!Quin sabe cundo estamos ms despiertos, si enel sueo o en la vigilia! Quin podra decir hastadnde se extiende la verdad en el paraso de loslocos!

    Misterio... mas en todo caso la mentira es la ni-ca fuerza de la vida, lo propio en el laboratorio delsabio que en el estudio del pintor y en el gabinetedel poeta. La mentira ha hecho a los hroes, a losgenios, a los santos. Credo guia absurdum, dijo unalto espritu, San Agustn. Y yo digo con l: Creoporque es absurdo >.

    Y ahora leed si os place esto que he llamado

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  • m a d o N

    VIEJO ESTRIBILLO

    Quin es esa sirena de la voz tan doliente,de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?Es un rayo de luna que se baa en la fuente,

    es un rayo de luna...

    Quin gritando mi nombre la morada recorre?Quin me llama en las noches con tan trmulo acento?Es un soplo de viento que solloza en la torre,

    es un soplo de viento...

    Di, quin eres, arcngel cuyas alas se abrasanen el fuego divino de la tarde y que subespor la gloria del ter?

    Son las nubes que pasan;mira bien, son las nubes...

    Quin reg sus collares en el agua, Dios mo?Lluvia son de diamantes en azul terciopelo.Es la imagen del cielo que palpita en el ro,

    es la imagen del cielo...

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  • o b m p I

    Oh Seorl La Belleza slo es, pues, espejismo,nada ms T eres cierto: s T mi ltimo Dueo.Dnde hallarte, en el ter, en la tierra, en m mismo?Un poquito de ensueo te guiar en cada abismo,

    un poquito de ensueo...

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  • XII

    pars

    IJ NA postrer convulsin en ese agitado canal dela Mancha; luego el lvido parpadear de algunosfocos elctricos; los superpuestos hilos de luz delas ventanas en los edificios despiertos an a esahora tan avanzada de la noche. Un poco de fro:el que sacude antes de irse, de su abrigo blan-co, el Invierno, sobre el manto joyante de la Pri-mavera que apunta; y por fin el desembarque.Un gran letrero en los docks dice: Calais> Es-

    tamos en Francia.

    Estamos en Francia!

    Lo primero que me sorprende es que no me sor-prende nada. Mi corazn late metdicamente...como de costumbre; no se aceleran mis pulsos; micara, enfrente del espejo de un caf donde hace-

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  • obras Completasmos colacin antes de tomar el tren que debe lle-

    varnos a Pars (a Pars!), es la misma cara mate,angulosa, de perfil israelita, que me ha acompaa-do por dondequiera. En su obstinada palidez nohay un solo presentimiento rosado...[Corazn mo, estamos en Francia!Y la flemtica entraa sigue latiendo como si tal

    cosa.

    Alma ma, vamos a Pars!Y esa incierta entidad no me oye: contina dor-

    mida.Las pupilas lcteas de los focos rayan y estran

    el Golfo. Esas aguas son aguas de Francia, "ohhermana luz!>... Mas la luz contina imperturbable.

    |Dics mo! es que est ya seca la fuente de todaemocin? Es que para mi alma esa triste rocarida,no hay, como la vara de Moiss, una varataumaturga de ilusin que extraiga la linfa radiantedel sentimiento? O acaso mi yo adolescente, ely que am esta patria lejana y delir por ella, hamuerto ya? En qu collado andino de nuestro M-xico le enterr? Dnde pude dejarle! Junto a qutumba, a la vera de qu ruta... O, si a cuestas la lle-vo, como el parricida egipcio llevaba el cadver desu hijo, por qu no siento su peso sobre mis hom-bros? Oh!, nuestros yoes muertos pesan tan poco,Dios mo! Un da caemos en la cuenta de que yano existen, de que los hemos enterrado ha muchotiempo en el cementerio de nuestra alma, y de que,

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  • Amado ervopor eso, vanos son los recuerdos de ayer y vanaslas emociones de un encuentro con el pasado!Buscamos su crucecita blanca y, proh Dolor!, nola encontramos. Todo se ha desmoronado de aque-llo que fu nuestra esencia anterior. Y puesto queno existe ni la emocin presentida, tampoco debeexistir la responsabilidad anterior...Ayer pequ, Seor, pero tambin am y sufr

    y, si por un enigma de resurrecciones sucesivasque no entiendo, lo que ayer sufr y am volvisesombra ante el recuerdo, tambin sombra debe vol-verse lo que fu mi pecado y mi falta. El yo de en-tonces no existe. Seor, no castigues a los muer-

    tos: ten piedad de mi yo actual, que lleno del terrorde tu presencia, se muestra ante ti!

    B

    El ingls ha vuelto rgida mi lengua. Qu mielpara la boca mi francs, mi viejo y amado francs,que la ductiliza y la almibara...

    Estoy en Francia!

    Es cierto, corazn, no por eso lates ms aprisa;pero en el ntimo fondo de mi ser, algo como unafluida y misterosa corrente de jbilo corre y salta.El heredismo latino exulta en los ms hondos ve-neros del nima.

    Estoy en Francia!

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  • Obras CompletasLos ojos brillan, los palabras cantan; la tierra

    bendita me envuelve en sus hlitos.

    Poco despus el obscuro tren galopa en lo infi-nito de la noche negra.Voy solo en mi departamento. Dormito al travs

    de las sombras fugitivas del paisaje.Antes del amanecer muestran la cara algunas

    anmicas estrellas.Cuando discretamente el alba desgarra sus pta-

    los, la aldea custodiada por su aguda torre, el pre-dio riente, la arboleda, la colina, empiezan a des-fantasmagorizarse.

    Un paisaje jovial, sin incidentes, sin contrastesrudos, uniforme y alegre, con la alegra de Abril,desfila ante mis ojos.

    Veo, al galope de las ruedas de acero, un granrtulo: Feuillannes... Y pienso en Hugo divino, yhumedezco mi lengua con una gota de aljfar desus versos eternos.

    La maana desgarra las neblinas. Hace fro, unode esos alegres fros de la madrugada que ponenrosas en los pmulos mustios.

    Las aldeas y los prados corren, plcidos y ver-degueantes, a la vera del tren.De pronto, sin preparacin alguna, el da se obs-

    curece, el tren resuena bajo el techo de una ampliaestacin, y un empleado, abriendo bruscamente laportezuela de mi departamento, murmura un ma-quinal e indiferente: Pars.

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  • XIII

    POR QUE VA UNO A PARS?DIVAGACIONES

    He aqu una pregunta que no significa nada.Por qu va uno Ja la India como Jules Bois, a

    Espaa como Rubn Daro, al Japn como JosJuan Tablada? (Fjense ustedes en que en estecomo est toda la clave de la pregunta.)Hay muchos que viajan por vanidad, por la vani-

    dad de decir: He estado aqu, he estado all, hevisto, he hecho. > Hay otros muchos, superiores alos primeros, que peregrinan por el placer del re-greso. La vieja imagen del romero que refiere susaventuras maravillosas al amor de la lumbre, cauti-va an a ciertos espritus. (Ah!, ya no hay aventu-ras maravillosas en la tierra; desde los tiempos delsagaz Ulises hasta los nuestros, el mundo se ha em-pequeecido asaz y asaz vuelto mezquino...)

    Otros hay que viajan por fastidio, muchos son:para sos escribi el viejo Campoamor dos versos:

    Ayl, el cambiar de destinoslo es cambiar de dolor...

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  • \Obras CompletasImagnanse los tales lo que el enfermo que pide

    que lo remuevan peridicamente. Este juzga que lanueva postura desorientar su dolor. Slo que eldolor es un viejo zorro que no se desorientajams.

    Pero la caracterstica de unos y otros, de todoslos viajeros, es sta: el anhelo de novedad. Se vaespecialmente de Amrica a Pars, porque aqu senos predica constantemente que en Pars hay mu-chas cosas nuevas para nosotros.

    Debo y quiero hacer una rectificacin a un acep-tadsimo y aejo lugar comn: el hombre, se dice,va eternamente en busca de la felicidad. Todas susinquietudes, todas sus acciones, todas sus impa-ciencias tienden a esto. Hemos sido creados para ladicha, y no descansar el corazn humano hastaque la encuentre. El sabio y el artista, el hombrede negocios y el millonario ocioso, todos, todos,para citar unos versos empolvados de nuestro Cal-dern (que no era de la Barca):

    Corriendo van tras una sombra mgicaque llaman dicha y que jams se ve.

    Mentira!

    El hombre no va ni ha ido jams tras de la dicha.El hombre va y ha ido siempre tras de lo nuevo.De aqu la ley imperiosa del progreso. Las razasse cansan de un dolor viejo, de un dolor viejo que

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  • Amado ervoviene a convertirse en una discreta felicidad, y ca-minan ansiosas de un dolor nuevo, que es unaemocin desconocida.Desde luego, el hombre, maravillosamente orga-

    nizado para el dolor, es absolutamente inepto parala felicidad. El jbilo anlogo al dolor que produ-ce la extraccin de una muela, una punzada neu-rlgica, un clico renal o el alumbramiento en unamujer, matara al ms fuerte. Se sabe de gentesque han enloquecido al anuncio del premio gordode una lotera; se sabe de otras muchas para quie-nes el placer ha sido mortal. Difcil es, empero, ha-llar seres a quienes mate un dolor, a menos que sucapacidad de resistencia est mermada ya en exce-so por muchas causas.

    El hombre sabe, merced a un instinto seguro,que por ms que obre y se agite no ha de hallar ladicha, puesto que tal cual est constituido es un

    sujeto imperfecto para la misma. Al trabajar, pues,al luchar, al obrar, busca intuitivamente la nove-dad; es decir, un estado diferente de los estadospor que ha atravesado, una modalidad distinta desu vida, ser otro yo dentro de otro medio. Muchasveces va directamente hacia determinada circuns-tancia, que sabe que es venero de males; va cons-cientemente hacia ella, desdeando las miseriasactuales, las penas ya conocidas, porque stas

    estn gastadas, melladas por el uso, y no agitan nisu imaginacin ni sus centros nerviosos.

    52

    I

  • IObras CompletasDice Luis Urbina:

    Qu cansancio! Ni gozo ni padezco...

    Este grito de nostalgia significa ms de lo que aprimera vista parece.

    El poeta no echa de menos la ecuanimidad, que

    es la nica felicidad real en esta vida; la ecuanimi-

    dad, que es la sola dicha perfecta; desde luego, por-que est hecha de serenidades y nos eleva del serhumano al ser anglico, como si dijramos, po-nindonos por ende en la condicin de un espritusuperior; el poeta echa de menos la emocin. Paral el goce y el padecimiento son dos emocionesque agitan todas las capas del espritu, distintasslo en nombre, porque a los hombres plugo en suignorante convencionalismo llamarlas de distintomodo, pero que, en realidad, con distinto nombreson la misma cosa. En suma, el poeta se queja deno sufrir. Y esta nostalgia es ms comn de lo quese cree.

    Quin osar negar que un espasmo en el instantedivino del amor no es un dolor? Quin se atre-ver a afirmar que esas llamadas alegras locas noson un tormento?

    La condicin esencial de la felicidad debiera seruna inmensa paz; porque si, como dicen ciertosfilsofos, el hombre feliz es el que tiene todo aque-llo que su naturaleza vegetativa, sensitiva y racio-nal exige, no se concibe por qu este estado, tan

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  • Amado ervode acuerdo con esa su naturaleza, debiera agitarle.Ahora bien: la llamada alegra, el llamado placer,agitan, revuelven el cauce ms o menos quieto dela vida, y dejan un resabio, una crudez eminente-mente tormentosos. Se suele tornar de un baile llo-rando, como de un entierro, y hay repiques de risaque acaban en dobles de llanto. Histeria diceCharcot-. Ah! Es que la manifestacin excesivadel placer y la del dolor se parecen de tal suerte,que se diran gemelas; es que la pena y la alegra,pese a muchos ilusos, son dos formas del dolor;es que la felicidad no existe sino a ttulo de hipo-ttica negacin del dolor, que es positivo, as comono existe por s la sombra proyectada por uncuerpo.

    Quiere decir entonces que la humanidad va trasla dicha quand mme, como en un sueo se corretras un fantasma?

    No; la humanidad, como decamos al principio,no va tras la dicha, sino tras el dolor nuevo. Todostrabajamos por hallar un nuevo dolor, por refundira lo menos en un nuevo dolor los dolores viejos.Todos los que componen la lite, la aristocraciapensante del mundo, saben que al tender a un nue-vo estado social no tienden ms que a un nuevopeldao del dolor. Todos comprenden que esto eslo nico cierto y til, que un estado de felicidadnatural sera muy semejante al quietismo de Fne-lon en la beatitud eterna: un estado de inconscien-

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  • Obras Completascia o de idiotismo nirvanesco. Mientras haya untomo de accin en el alma, el alma ser ms per-fecta, pero ms dolorosa. Porque toda accin escomo una creacin, y nada se crea sino merced arozamientos perpetuos, ya con la inercia ambiente,ya con fuerzas antagnicas.

    Adn en el Paraso es la bestialidad dorada porel sol, sustentacja por las frutas sabrosas, refrescadapor el agua cristalina, plcidamente estremecidapor funciones fisiolgicas que entonces apenas al-teraban las ondas dormidas del ser.

    Si Dios es una entidad consciente, debe ser uninmenso dolor consciente, un dolor simplsimo e in-finito. Aun aquello que reviste formas plcidas en elmundo es la manifestacin de un dolor: la yemaque desgarra para ser flor su justillo de seda verde,el agua que viola los claustros de la roca, el gorjeoque surge del quebrantamiento del huevo. El gor-jeo melodioso y la linfa traviesa y la flor vistosa

    y perfumada ostentan todas las formas de la alegracreadora, pero no son para el que piensa y analiza

    y medita ms que sollozos de ptalos, de cristaleso de plumas.

    Pero bamos diciendo...

    55

  • XIV

    UNA FLOR DEL CAMINO

    J^A muerta resucita cuando a tu amor me asomo;la encuentro en tus miradas inmensas y tranquilas,

    y en toda t... Sois ambas tan parecidas comotu rostro, que dos veces se copia en mis pupilas.

    Es cierto: aqulla amaba la noche radiosa,y t siempre en las albas tu ensueo complaciste.

    (Por eso era ms lirio, por eso eres ms rosa.)Es cierto, aquella hablaba: t vives silenciosa

    Y aqulla era ms plida; pero t eres ms triste.

    56

  • XV

    EL SOL y LOS CREPSCULOS DE PARS

    J NA maana glorificada por un sol cuya juventudsorprende tras de tantos siglos de alumbrar un con-

    tinente tan viejo. Pues qu, este sol es joven an?Pues qu, no est cansado, caduco, enfermo, aqu

    donde la civilizacin parece haber puesto canas so-bre todos los espritus, aqu donde la tradicin pa-rece haber patinado todas las cosas?

    No, el sol no es el mismo, no debe de ser el mismoen Amrica y en Europa. Vayan ustedes a hacermecreer que ea mancha amarillenta que broncea ape-nas las yermas sabanas de las tierras rticas, quedescribe un segmento de crculo en el horizonte

    boreal, haciendo que se besen en la boca los cre-psculos y las auroras, es el propio sol que empo-lla en nuestras playas los huevos del pelcano y delcocodrilo, el propio sol que juega en las pielesmoar de las panteras, que estalla en policromassepticordes en la espuma de nuestras cascadas, quetuesta las arenas de nuestros pramos, que ciega,reflejndose en las aguas de nuestras lagunas comoen enormes espejos ustorios, y que vaporiza la piel

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    TOMO IV 5

  • Amado ervorizada y albi-espumosa de nuestros mares... No, noes el mismo! no es el mismol Desde luego debodecirte, oh Damiana, hija ma, que tienes razn:el sol cambia de fisonoma durante la semana; noesel sol del lunes, sol tedioso, que parece una lm-para de petrleo a la cual leva faltando el aceite

    el propio sol del domingo. Qu radioso es ste:finge un disco de oropel nuevecito: su luz es dora-da; se ha ido dorando a fuego ms y ms a medidaque avanza ese tardo camello septenario de la se-mana, hacia el sbado, vspera de la gloria, vs-pera del da de fiesta, vspera del ocio, del paseopor Plateros, de los pasteles del Globo y de las lan-gostas en mayonesa de Deverdun.., Damiana, tie-nes razn: t sabes ms que la ciencia, sabes tms que los astrnomos. Hay muchos soles, comohay muchas lunas. Cuando yo era nio y jugabacon mis compaeros en las calles de mi pueblo alclaro de los plenilunios, sorprendanos a todos queel astro estuviera siempre sobre nuestras cabezas,fuese cual fuese nuestro sitio. Uno de mis amigosibase lejos, yo quedaba en mi puesto, y mi amigome gritaba: Tengo la luna sobre mi cabeza.> Yyo le responda a voz en cuello: La tengo sobrela ma.> Era esto posible? Era aqulla la mismaluna? No por cierto; haba dos lunas: la que torna-ba plata los rizos de oro de mi amigo por no s quceleste alquimia, y la que llova nieve sobre el en-

    crespado basalto de mis rizos negros, como sobre

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  • tObras Completasun volcn en flor. Despus he visto que yo tenarazn. Oh t, que has amado y has tenido diez yocho aos, dime: son por ventura la misma la lunaa cuyo fulgor convaleciente besaste la boca de tuprimera novia y la luna que alumbra hoy, que yaeres viejo, tu peregrinacin hacia el recuerdo?Verdad que no?Pues tampoco el sol de Pars poda ser el mismo

    sol de mis trpicos: Dios ha creado muchos soles;por cierto que, a veces, nuestros soles interiores

    eclipsan a los que radian all arriba, como retinas

    de esa inmensa pupila azul que se llama el ter.

    B

    Pero qu bello era ese sol de Pars! Como que sehaba rejuvenecido... Por qu? Abril saba el se-creto. Los castaos en flor, cuyos follajes finganlminas de una esmeralda milagrosa, cantaban consus mil lenguas difanas a lafiance Primavera. Unainmensa multitud pululaba en las calles tortuosas,alegres, encauzadas por edificios harmnicos demuros grises y techos azules. Pareca que se cele-braba una fiesta. Hombres y mujeres marchaban in-dolentemente, dejando que sus miradas mariposea-ran en las ancuas de oro de los aparadores.Por qu hay tanta gente?pregunt . Qu

    fiesta es hoy?

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  • NY el interpelado me respondi:Aqu siempre hay fiesta: esta es la fiesta de

    la actividad humana en la ciudad nica, bajo laternura del sol.

    El sol se difunda en oro maravilloso... pero no,

    no era el mismo de mis trpicos. Esto lo supe me-jor despus, cuando vino la tarde. Encaramado enla torre Eiffel esperaba yo el incendio del cre-

    psculo. Pars se extenda a mis plantas en eriza

    -

    clones de torres y cpulas multicolores; en vano ras-treaba mi mirada por aquel bratro, buscndole fin.A lo lejos, muy a lo lejos, donde la metrpoli delmundo deba probablemente acabar, una brumaazul, una bruma misteriosa, desbarataba los con-tornos, vaporizaba las fronteras, haca trampa a las

    perspectivas; de tal suerte, que Pars no acababanunca, en ninguna parte; de tal manera, que conclupor creer en el Pars sin medida, llenando el mun-

    do; en que todo el orbe era Pars, en que ms allhaba an torres y cpulas, y ms all todava, yms all... Nubes que semejaban gticas arquitec-turas? Nieblas taumaturgas? No; era Pars, Pars

    que llevaba sus oleadas de palacios hasta las ribe-

    ras del infinito; Pars que no acababa, que no podaacabar, que no tena lmites... Pars, que no slo

    era cerebro, sino visceras y miembros del Uni-verso...

    Y vino el crepsculo. Yo me prepar a mirarlocon la uncin y el asombro con que el primer horn-

    eo

  • Obras Completasbre debi de ver derrumbarse al sol, como a una ce-leste ciudadela de oro.Y no hubo llamaradas, ni derroches de gemas,

    no! Aquel fu un crepsculo usado, tenue, un cre-

    psculo de seda vieja, un crepsculo que parecasacado por los ngeles de un herrumbroso arcn,un crepsculo cortesano y ceremonioso. No pa-reca sino que los ocasos mismos se haban civili-zado y refinado en Francia; no pareca sino que elpintor escengrafo de aquellos cielos haba dicho:Basta de amarantos y de amatistas, basta de rojosescandalosos y de verdes incontinentes: seorescrepsculos, no seis cursis; seores crepsculos,

    sed elegantes! Rosa muerto, fresa /an, azul tenue,

    malva discreto... bien est! Pero, por Dios, no osvolvis rastacueros. Eso est bueno para Sud-Amrica. Recordad que no sois crepsculos delBrasil, sino de Francia, de la hoy Madre Latina.Acordaos de Luis XIV, acordaos de Versalles, acor-daos de Watteau, saprist! Sed como marquesasviejas, no seis como generales peruanos...

    >

    Y el pintor escengrafo del cielo se puso a pin-tar. Y Dios dijo: Est bien. Y los crepsculosobedecieron.Y yo descend de la Torre monstruosa, acarician-

    do con mis pupilas el malva y el lila, y el gris perla,y el rosa muerto, y el fresa fan. Pars herva a mispies; Pars, que llenaba todo el orbe. Y me sentfeliz, porque yo era desde entonces un tomo de

    61

  • m N i

    aquel ocano. Y una alma ms, enamorada de aquelgigante, y una mariposa ms, cortejando a aquel sol.Y me invadi el pantesmo febricitante de la ciu-

    dad nica. Y antes de vivir la vida del monstruo,descalzndome, dije:Despjate de tus sandalias, porque la tierra

    que pisas santa es...>Y ador a Dios, autor de todas las cosas.

    62

  • XVI

    UNA FLOR DEL CAMINO

    1 uvo razn tu abuela con su cabello cano,muy ms que t con rizos en que se enrosca el da,para templar la fiebre de tu reir insanocon el fulgor de luna de su melancola.

    Aun me parece verla contar con mano seca

    y trmula su viejo rosario de amatistasal claro de las tardes, o hilndose en la ruecala plida hilandera!recuerdos y batistas.

    T en tanto, acurrucada junto a sus pies, con manosms firmes que las suyas, pero no ms hermosas,de nuestra reina Blanca de Nieve y sus enanosdesflorabas las bellas pginas milagrosas.

    Hoy, si te viera presa de bravas agonasella, que duerme al cabo cubierta por las flores,quiz te suspirara su queja: Ya no rasasi, que tengo miedo de que maana llores.

  • m N

    Mas t reas siempre con mpetu que espanta;tu carcajada estaba, como en las saturnales,presta a sonar un ureo repique en tu gargantao entre tus labios, vivas campanas de corales.

    Y al fin dilapidaste tus jbilos, Mara;cuitada juglaresa, tus crtalos perdiste.Tuvo razn tu abuela que nunca se rea:ya ves, vivi cien aos y siempre estuvo triste.

    04

  • XVII

    EL SENA

    El Sena no es un ro, es un pretexto. La Hidro-grafa de Francia dice que el Sena nace en Langres(Cote d'Or) y desemboca en la Mancha, entre elHavre y Honfleur, que riega ocho departamentos ybaa quince ciudades principales; que tiene un cur-so de 776 kilmetros; que es navegable en buenaparte, y que es el ro del pas que transporta msmercancas y el ms tranquilo de todos. Lo de mstranquilo s que lo creo, y de buena gana, porqueaguanta unas cosas... Pero lo otro no es cierto. El

    Sena fu hecho para que pasara por Pars y algunospueblecillos cercanos; para servir de espejo a las to-rres venerables del Palacio de Justicia; para que setendiesen de un lado a otro de sus mrgenes puen-tes monumentales; para que temblasen en su moaronduloso los palacios; para dar encanto a las expo-siciones universales; para reflejar las nutridas cons-

    telaciones amarillentas o ensangrentadas de los re-verberos de gas; para que puedan navegar airosa-mente los vaporcitos golondrinas, que constituyen

    65

  • Amado N e t v oel encanto de los extranjeros, en sus ondas; paraque los parisienses pesquen la ligne, soando pl-cidamente con hipocampos maravillosos; para quelos desesperados se ahoguen, no sin escribir antescartas de un humorismo macabro (1), y para otrascosas por el estilo.

    No fu el Sena quien decidi a los viejos galos aestablecer una colonia (Lutecia Parisis); fu Parsquien decidi al Sena a correr por all.Qu hubieran hecho los parisienses sin un ro?

    Cmo construir puentes? Cmo edificar muelles?Con qu objeto? El puente del Alma, el puente dela Concordia y, sobre todo, el puente de Alejandro,sin el Sena, estaran en la mente de Dios... o en lamente del Municipio. Era preciso inventar el Sena.La Isla de San Luis y la de Notre Dame no os-

    tentaran la arcaica coquetera de sus edificios mo-numentales. Era preciso inventar el Sena.

    No habra rive gauche (2) ni rive droite; el paslatino no estara limitado por el agua; es decir, no

    tendra carcter. Era preciso inventar el Sena.

    El parisiense que jams ha traspuesto la lnea de

    (1) ltimamente, un ironista, que no vacilo en calificarde delicioso, se arroj al Sena. En sus ropas re hall un pa-pel que deca: No he pretendido suicidarme. Pasaba porun puente; se me ocurri asomarme al ro; perd el equili-brio, ca al agua y me ahogu. Conste.

    (2) La rive gauche c'est dii ct da cceur, dicen los habi-tantes del pas latino,

    66

  • Obras Completaslas fortificaciones, no podra hacerse la ilusin deun viaje cuando va al otro lado del agua. Era pre-ciso inventar el Sena.

    Las exposiciones universales no tendran gracia;

    para qu construir palacios si no han de copiarsefercamente en el agua? Ustedes comprendernque era preciso inventar el Sena!Y el Sena fu inventado.Y fu inventado ad hoc: un ro manso y dcil, un

    ro que jams dijese no, un ro sage por excelencia,voil Faf/aire!Que es necesario agrandarlo? Pues se le agran-

    da. Empequeecerlo? Pues se le empequeece.Desviarlo? Pues se le desva. Ahondarlo? Pues sele ahonda. Un da se le ocurn a los parsiensesque Pars deba ser puerto de mar... Pues a modifi-car el Sena!

    Y el Sena no dice esta boca es ma: corre apaci-blemente, escamndose de oro, de plata y de esme-ralda, por donde quieren que corra.Va adonde lo endilgan. Un da de estos, los ri-

    bereos de la derecha querrn ser ribereos de laizquierda, y viceversa, y cambiarn la corriente delro: el Sena correr en sentido contrario, yendo adesembocar en las fuentes de donde nace. Porqu no? El Sena es muy bien educado.

    B

    67

  • Amado ervoDebo advertir a ustedes que el Sena es mujer;

    quiz as se explique su aptitud para el cambio y lamudanza: Souvent femme vari..., dijo el buen reynarigudo. Por lo dems, si no fuera mujer, habratantos suicidas que se arrojasen al Sena?

    El Rhin es el Rhin, el Tmesis es el Tmesis (nodira otra cosa M. de la Palice), el Sena es la Seine.Recuerdo que, en la Exposicin de 1900, en el

    Grand Palais haba un relieve que alegorizaba alSena. Era, entre las dos riberas erizadas de pala-cios, una mujer muellemente, voluptuosamente ten-dida en el cauce, y que sonrea. jQu lejos estaba sudelicadeza marmrea de aquellos musculosos rospaganos, cuyas cabezas se mostraban coronadas deplantas acuticas, y cuyas ondulosas barbas caanen canalones sobre el pecho atltico! Esos no sehubieran dejado cansar la paciencia! |Id a decir alpadre Rhin, al Tmesis, al bello Danubio azul (queno es azul), que se presten a las exigencias de unamunicipalidadpor ms que se trate de municipa-lidad sajonay veris lo que os contestan!

    1 Rhin es sagrado. En sus limbos de esmeralda,las tres nyades wagnerianas custodian el oro divi-no, y ren de la impotente avaricia de Alberich; elTmesis tiene fueros, y la meticulosa tradicin in-glesa lo escuda; el Danubio es sobrado flemticopara ser maleable...

    Slo el Sena es ro civilizado, dulce, amable,complaciente... (digo la Sena) y, sobre todo, chic.

    68

  • Obras CompletasQue hagan de m lo que quieranse dice

    con tal de que me embellezcan!Y all va, lento y suave: all va ornando plcida-

    mente su pecho palpitante con las pedreras multi-colores de los reverberos; all va, poniendo en elmoar de su toilette blondas leves de espuma; allva, ciendo voluptuosamente a Pars con sus bra-zos fluidos; all va, asomndose por los ojos de suspuentes para ver la opulencia de las noches estre-lladas y robarles sus mejores solitarios para su seno,o la pompa del sol para arrebatarle sus mejores fle-cos de oro para su vestido, o la gloria suave de lasauroras para hurtarles el ms discreto rosa para susmejillas.

    o

  • XVIII

    ROJO Y AZUL

    JVloNTMARTRE es fojo; el Barrio latino es azul.Esto sin perjuicio de que cualquiera otro colega moafirme que Montmartre es azul y el Barrio latinorojo.En cuestin de colores, non dispatandum.Rimbaud hallaba que la A es negra, y a m me pa-

    rece que es roja. En las dems letras estoy casi deacuerdo con l: la E es blanca; la U, verde, y la O,azul. En cuanto a la I, que l califica de roja, param es amarilla.

    Sin embargo, si alguno de ustedes piensa que esvioleta, no me opongo. Mi opinin y yo nos hemosunido tras de la iglesia^ lo cual quiere decir que noestoy casado con ella.Montmartre nunca ha acertado a gustarme, quiz

    porque no me gusta el rojo. Lo nico que amo enl es la vote, porque desde ella la mirada vuelasobre Pars.

    Esas sus calles ascendentes, siniestras algunas,

    como para un crimen; esos sus bulevares bullicio-

    sos donde hormiguea la mujer que ya dilapid70

  • IObras Completastodo... hasta las reservas; esos cabarets espantapa-

    yos que se llaman del Cielo, y del Infierno, y de la

    Nada] esos antros populacheros en que anarquistasy socialistas de pega embaucan a los voyous paraencaramarse despus, sobre sus hombros, a algunaparte; esas plazas sombias donde pulula el macro-tage decidido, como la Place Blanche, la Place Pi-

    gale y la Place Clichy, trinidad negra; esas cantinas

    llenas de risas de bocas desdentadas o pintarrajea-das, me ponen triste. En Montmartre, fuera de lasanta montaa que domina a Pars entero y so-bre la cual se yergue esa pretensiosa baslica semi-oriental del Sacre Cceur, es difcil hallar algo noble.

    El Barrio latino, en cambio, es ingenuo aun ensus prostituciones; tiene melancolas propicias alarte y al ensueo, y jbilos pueriles que confortan;grises tenues que arropan en inefable misterio lospaisajes, grisetas que todava se acuerdan de Mur-ger y que no han malbaratado el corazn; poetasque componen versos al aire libre; talleres dondese aunan la santa quietud y la noble labor; conven-tos cuyas querellosas campanas rezan en la tristezade las tardes de otoo; universidades donde se pa-sean las sombras de Gerson, de Abelardo y deDuncio Scoto; iglesias gticas escondidas en elmisterio de viejas callejuelas, como Saint Severin...Tiene la ru de Nevers, tiene los muelles hmedosdonde el viento hojea con su mano invisible los li-bros viejos; tiene el Panten y, sobre todo, ese dis-

    71

  • Amado N e r vcreto y maravilloso edn del Luxemburgo, dondesuean, en su eterno sueo de mrmol, ClemenciaIsaura y Catalina de Mdicis, Watteau y Chopin;donde el azul de las brumas y el sepia de los tron-cos dicen baladas invernales.

    QCrepuscuU sombre, el mon caeur se serr au son des tambours sourds du Lttxembourg.On ferme la porte ei je reste la. ACoui rious regardons, 5 pauore Sldat...Je n'ai plus d'ameur. Derriere la porte s'teint le del sur la feuille morte...

    As canta la melancola antigua del doliente PaulFort en ese Parque de ensueo, el ms amado detodos los parques de Pars.En la fuente Mdicis el agua obscura duerme,

    salpic.ada de hojas muertas; en las bancas de hierro,entre los rboles friolentos, reposan mujeres solita-rias. Algunas son bellas, otras lo parecen merced alescenario eminentemente embellecedor; los pjarostiritan esponjando sus plumas, sus pobres abrigosde invierno, que el buen Dios acaba de cortarlesporque ya viene el fro.

    Llega la noche, y de pronto, en el silencio unni-me, yese le son des tambours sourds du Luxem-bourg,,. Los paseantes contemplativos se dirigen a

    las grandes puertas de hierro. Yo me dirijo a Mont-parnasse, al amplio y sereno y dulce Montparnas-se, que es como un ribazo. All vivo, all pienso,

    all estudio frente a la risuea y campestre arqui-

    72

  • o b m p I

    tectura de Notre Dame des Champs. All viven tam-bin los que me aman.

    El boulevard Saint Michel, lleno del bullicio de la

    hora, desemboca en el boulevard Montparnasse,lleno del misterio de la hora.

    All ruido, aqu paz. All tabernas luminosas,aqu siluetas de edificios callados que se incendianlentamente entre la bruma. All vaga la sombra deVerlaine, aqu la de Strin.dberg... Mi libro, el ltimolibro (vient de paraitrej, me aguarda sobre la mesa.Cunta paz... Pax multa in celia!

    73

    Tomo IV

  • IXIX

    A UNA FRANCESA

    El mal, que en sus recursos es proficuo,jams en vil parodia tuvo empachos:Mefistfeles es un cristo oblicuo

    que lleva retorcidos los mostachos.

    Y t, que eres unciosa como un ruego

    y sin mcula y simple como un nardo,

    tienes trgica crin dorada a fuego

    y amarillas pupilas de leopardo.

    74

  • XX

    ES NOCHE DE ILUMINACIN GENERAL

    Es noche de iluminacin general. Desde el Puen-te de la Concordia hasta la passerelle de Passy, Parsarde en un divino incendio de todos los colores. ElSena se escama de iris. En sus mrgenes los pala-cios exhiben su fantstico bordado de luz.

    La torre Eiffel muestra su esqueleto gigantesco

    todo picado de fuego. Parece dibujada con un pun-zn luminoso en el negro de la noche. Desde sucima enva haces elctricos, cnicos, haces verdes,azules y rojos, que giran en plano horizontal o enplano oblicuo, y que semejan las misteriosas aspasde un inmenso y misterioso molino.A veces, los haces prcyctanse sobre la pantalla

    cobriza de las nubes que encubren la luna, y en-tonces la maravila crece; las nubes se cubren fugi-tivamente de aquellos colores que giran; otras, loshaces, como antenas enormes de un insecto coloso,que llevaran en sus extremos ojos avizores, van yvienen por el ocano de casas y torres, como squisieran verlo todo, policiarlo todo, descubrirlotodo

    . Se piensa en una novela de Wells: no serpor ventura ese gigantesco organismo de acero el

    75

  • Amado ervofamoso tripi de un marciano, que desde su atalayaatisba?

    Ms lejos, un aro enorme bordado de focos giracomo un vecino anillo de Saturno. Es la granrueda.

    En aquel bratro de lumbre suenan msicas. Unamultitud nunca vista, acaso un milln de almas, seempuja, se oprime, se desbanda, ondula. En elcampo de Marte hay quinientas mil almas entre losjardines, en las galeras, a la vera de los palacios,en rededor de los estanques interiormente ilumina-dos, en que el agua salta en chorros de oro.Y de aquella babel heterclita surge un rumor,

    un rumor sordo, que est hecho de orquestas, detrompas de caza, de murgas, de risas, de voces hu-manas, y que asciende, asciende formidable hacia

    la noche negra.Surcan el ro buques fantsticos. Tiene ste la

    forma del cisne de Leda; aqul es una trirreme dencar; el otro, una ideal galera de marfil. Sobre lasaguas revientan floridas pirotecnias arrojando susllamaradas de oro a los palacios donde se dan lamano todas las arquitecturas del mundo.

    Sobre el abismo de colores dan los puentes gran-des zancadas: tambin ellos arden.Sus arcos son tambin de fuego.La Exposicin va a concluir y celebra la apoteo-

    sis latina con una locura de luz.Es noche de iluminacin general.

    76

  • XXI

    UN ORFEN

    Yo no tena idea alguna de lo que era un orfen,hasta que vi el gran orfen vienes que cant enel teatro del Trocadero, durante la Exposicinde 1900. Los que en Mxico habla odo, sobre todoen la Villa de Guadalupe, durante las fiestas de laCoronacin, hacan slo presentir la magia de esehaz de voces humanas que tiene todos los maticesorquestales, y que est ms cerca que todas lasorquestas de la plenitud del xtasis y del en-sueo.

    Orpheon viene de Orpheo, el iniciado de Tracia.Orpheo y Linos eran, segn la tradicin helnica,poetas y sacerdotes los dos. Su madre fu la divinaCaliope. Orpheo cantaba especialmente himnos sa-

    77

  • Amado ervogrados, y el Orfen ha seguido con especialidad,hasta hoy, ese camino.

    Hay, en una infinidad de ciudades de Europa,sociedades corales (orfeones) establecidas para lapropagacin y el estudio del canto. El orfen vie-nes que yo o durante la Exposicin haba sidoformado despus de una seleccin laboriosa hechaentre las numerosas sociedades corales del ImperioApostlico. Se compona de 250 voces, y maravilla-ba oirlo. No hay duda que la orquesta ha llegadoal herosmo de la expresin, conteniendo en s,como contiene, una enorme cantidad de instrumen-tos de toda ndole que pueden traducir, no ya slolos ritmos exteriores de la creacin, sino los mis-mos subjetivismos hondos del espritu, las pasio-nes que combaten encarnizadamente en el alma,las tristezas, las angustias, las alegras y aun las

    propias ideas abstractas; pero la orquesta, por avan-zada que se la suponga, an necesita, para sus des-cripciones, de la palabra. En realidad, glosa, inter-preta, comenta una situacin dramtica creada porel poeta; y, cuando nos hemos dado cuenta de estasituacin, comprendemos fcilmente la parfrasis ocomento o escolio musical; mas sin la idea previa,sugerida por la palabra, difcilmente traduciramos

    y eso no ya los que somos simples profanos, sinolos msicos mismos lo que dice un trozo musical.Que se quite, por ejemplo, el nombre a la Hilan-dera de Chaminade; que se toque en el piano, de-

    78

  • IObras Compteiailante de un maestro, que suponemos no la conoce,

    y jams traducir l, en esa msica, la idea delautor, lo que el autor describe tan notablemente.

    Cito este caso al azar por citar algo; pero los ejem-plos abundan.

    Es posible que un da, no lejano, una orquesta oun piano, perfeccionados ms an, y ante un p-blico ultrarrefinado, expresen, sin necesidad de la

    palabra, todo lo expresable e inexpresable; que tra-

    duzcamos, sin auxilio de titulo ni de letra, el refle-jo moar de un arroyuelo que zigzaguea por la lla-nura, la titilacin urea y medrosa de una estrella,la melancola mansa y augusta de un crepsculo,

    el abandono de un cementerio al caer la noche, laangustia de un espritu que se siente hurfano, lalucha interna de la fe y la duda... Entonces el poetacolgar su lira en un sauce, ludibrio del viento>,para siempre, y la msica ser la sola rapsoda delas generaciones quintaesenciadas. Esto vendr,por qu no? La msica, a pesar de su enorme per-feccionamiento, est an en mantillas; pero, entre-tanto, la orquesta necesita an dar la mano a la pa-labra para traducir ideas. Ahora bien, el Orfentiene esto de superior a la orquesta: que es una or-questa humana, la cual canta en un idioma acce-sible a todos, una orquesta humana en la que cadauno de los instrumentos tiene, adems de una voz,una palabra.

    Todos los matices de la voz humana estn all; y79

  • Amado ervocada matiz, no en una, sino en varias gargantas; yestas gargantas articulan todas la misma o distintasfrases, comprensibles en absoluto.Ved 250 hombres vestidos de negro y arreglados

    en grupos alrededor de una batuta sabia. Cada unotiene un papel en la mano. El director levanta sunegra vara imperiosa, y azota con ella el aire.Aquellas 250 voces empiezan a cantar entonces,con una precisin fantstica. Hay voces que inicianun motivo, voces que lo arrebatan, voces que lo glo-san, voces que lo parafrasean, voces que lo acom-paan. Es aquello una sinfona nica, dominadoray misteriosa. La batuta contina azotando el aire yrayndolo con la geometra de sus compases; y lasvoces se alternan, dialogan, callan unas, surgenotras, se unen todas en maravilloso acorde, contra-puntean, llenan de marginalia un tema, lo agotan...De pronto el unsono o dispar esfuerzo cede, seabisma, se anonada, y queda slo flotando una voz:la voz de un tenor o de un bartono que canta unafrase, una frase que se va lentamente envolviendoen armonas, que crece en intensidad como unabola de nieve en tamao, en la balumba unnime,

    y que a poco resurge, mas ya no una, sino mlti-ple, diciendo lo mismo, con diverso timbre, en 250gargantas.

    Voces aterciopeladas, voces rudas, voces de dia-pasn cristalino, voces graves de lentas sonorida-des, voces metlicas, voces que parecen arrancadas

    80

  • Obras Completasa la doliente madera negra de las flautas, vocestodas que articulan estrofas de bellas formas me-

    lanclicas... Todo est all en aquellas bocas, en lamagia de aquellas gargantas.No se abren las corolas luminosas de los cobres.

    No enarcan su cuello obscuro los oboes, no se di-latan como nervios distendidos las cuerdas de los

    vioines, no saltan los arcos ligeros, no brilla el oro

    de las arpas arcaicas, no danzan los bolillos de lostimbales, no se besan los discos resonantes de los

    platillos. 250 hombres estn alli, silenciosos, sinms que un papel pautado en la diestra. Mas labatuta rubrica el aire; cerris los ojos, y os una or-questa milagrosa, una orquesta que canta y toca

    cosas inefables. Todo estaba en aquellas gargan-tas. Los 250 enlutados llevaban en su boca su se-creto... Y, como en la noble Plainte d'Automne deMallarm, no hacis movimiento alguno, no abrssobre todo los ojos, por temor de ver que aquelmaravilloso conjunto canta solo*.

    81

  • Obras C o m p I e tromnticas germanas de inspidos tocados,eslavas de almas fieras y de ojos enlutados,

    latino-americanas anmicas y hermosas,inevitables yanquis, blue stockings... y otras cosas:

    Todas se alejan; una gran fiebre las abrasa,y un insensato anhelo de ruido las desoa.Partid, aviones locos! Tambin yo torno a casa:mi dama la Quimera me aguarda y est sola!

    Hl Ninguna de vosotras gemela es de mi amada,IB^^^^ ^^^^^ ^^ ^^'^^ sedienta, que la espera,

    con cul Orion distante cintila su mirada,ni a cul de los bohemios cometas va enredadala crin maravillosa de su alma cabellera.

    \

    83

  • XXIII

    EL AMIGO DE LOS PJAROS

    1 ODAS las tardes, al obscurecer, llega al Luxem-burgo un viejecito enlutado, frgil, tembloroso, deancha calva, en el ojal de cuya levita rojea la Le-gin de Honor. Los transentes le miran curiosa-mente, sobre todo los que acostumbran divagar porla sombrosas avenidas del Parque, y le conocen.Es el amigo de los pjaros, de los gorriones - esaplebe del aire, como les llam Buffon , dlos tor-dos y otras avecillas que anidan en los matorros yaltas ramas de los rboles. Lleva en las manos sen-dos migajones, y aun no ha entrado al parquecuando ya las avecillas empiezan a removerse, agarrulear, a descender de sus flexibles y hojosasatalayas. Le tratan de tiempo atrs los pjaros adul-tos, y los poUuelos saben, por hereditario instinto,que aquel viejecito los ama. El ha mantenido algu-nas generaciones de pajaritos, reemplazando en elLuxemburgo al Padre Celestial que, segn el Ser-mn de la Montaa, alimenta a las aves del cielo,que no tienen graneros. Es un delegado de la Pro-videncia. Y en trasponiendo los umbrales de la

    84

  • Obras Completasgran puerta de hierro que se abre sobre la calledel Luxemburgo, las aladas turbas con inenarrablegritera se precipitan a su encuentro, lo sitian, lo

    acosan, lo entontecen con su escandaloso aleteo;

    un pjaro se encarama al sombrero de copa, conmengua de la seda cuidadosamente peinada; otrohace percha de su nariz afilada y grande; ste saltasobre sus hombros; aqul, aleteando vivamente,prndese con el pico a una arruga de su manga.Y en cada dedo de cada mano hay un pjaro,

    y en cada mano un tembloroso racimo de alas. Almenor movimiento del viejecillo siguen repentinoscambios de posicin de las avecillas. El proveedorde stas arroja al aire sus migajas y los gorrioneslas atrapan al vuelo, y rondan desesperados de sulentitud en los disparos, hasta que, incapaces deaguardar, invaden las reservas que el Proveedormantiene sobre las palmas de las manos, y con unadesvergenza incomparable hunden en ellas loscortos y corvos picos, los sacuden, y desparramaninfinidad de briznas de pan que los compaerostmidos, los mal armados para la lucha por la vida,comen en el suelo, palpitantes y medrosos, saltandosin cesar, o chillando desesperadamente cuandoalgn tordo rapaz, de instintos de usurpador, trasagresin injustificada, les arrebata el pan de la boca-digo del pico.Suele el viejecito desertar del Luxemburgo, ya

    porque est enfermo, ya porque quiz, enemigo de85

  • Amado ervolos privilegios, se encamina al Jardn de las Tulle-ras o a otros, donde tambin hay hambrientos quele aguardan, y es de ver la ansiedad de los p-jaros cuando, llegada la hora, aquella providenciasenil, vestida de negro, mas para ellos luminosa, noaparece.

    Yo no soy como el visir del sultn Mahmoud, dequien el Robertson nos cuenta en ingls a ver siasi lo aprendemosque saba el lenguaje de lospjaros: the language of the birds; pero fio estimoque sea menester aguzar mucho el entendimientopara comprender lo que en sus inquietos cuchi-cheos en las cimas de los rboles se dicen las avesdesamparadas.Gorrin hay que ha ledo los cuentos de Pe-

    rrault, y que a una gorriona de su familia pre-gunta:

    Ana, hermana Ana, qu ves? (pongo por casoque Ana es el nombre de la gon ion).

    Otro, enviado por los caciques de viga a la msalta rama de un castao, haciendo sube y baja deella, atisba para ver de columbrar al viejecito.

    Ser aquel que viene all lejos con un paraguasbajo del brazo? No, porque marcha de prisa, y a lossetenta aos, aunque se va de prisa hacia la muerte,por una aparente contradiccin se va despacio por

    la vida.

    Estar enfermo?Estar enfermo?repite la turba vocinglera.

  • Obras CompletasHabr muerto?insina un tordo negro como

    un atad.Habr muerto!chilla la turba consternada.Tenemos hambre! pian los poliuelos, espan-

    tados ante la perspectiva de acostarse sin cenar.Y los papas poltrones, acostumbrados a no ga-

    narse el pan con el sudor de su rostro, gracias almigajn de todos los das, se revuelven malhumo-rados, pensando que habr que bajar a las enare-nadas callejuelas en busca de un insecto trasnocha-dor o de los restos de alguna golosina, cados dela mano de un nio; que esa inmensa cosa lumi-nosa que los hombres llaman el sol se ha hundidoya, y que hace fro...Y yo a mi vez me alejo pensando: Qu harn

    ios pajaritos el da en que se muera ese viejo?

    87

  • XXIV

    DIAFANIDAD

    Y o soy un alma pensativa. Sabeslo que es un alma pensativa?Triste,

    pero con esa fra

    melancolade las suaves

    diafanidades. Todo lo que existe,cuando es difano, es sereno y triste.

    {Sabino peregrinoque contempla en las vivastransparencias del agua vocinglera

    todas las fugitivas

    metamorfosis de su cabellera,peregrino sabino!

    Nube gemela de su imagen, nubeque navega en las fuentes y que en el cielo sube.Dios, en hondo mutismo,

    vindose en el espejo de s mismo.

    La Vida tocacomo una loca

    trasnochadora:

    Abridme, es hora!:88

  • Obras C o m p e tDesplegad los odosrimadores,a todos los ruidosexteriores.

    Despliega tus odosa todos los ruidos.

    Mi alma no escucha, duermen mis sentidos.Mi espritu y mi oreja estn dormidos.

    El pecado del ro es su corriente;la quietud, alma ma,es la sabidura

    de la fuente.Los astros tienen miedo

    de naufragar en el perenne enredodel agua que se riza en espirales;cuando el agua est en xtasis, bajan a sus cristales

    Conciencia,s clara;pero con esa rara

    inconsistenciade toda proyeccin en un espejo,devuelve a la importunavida, slo un reflejode su paso furtivo ante tu luna.

    Alma, trnate ondapara que cada flor y cada fronda

    80Tomo IV

  • m N

    copien en ti su fugitiva huella;para que cada estrella

    y cada nube hirsutase equivoquen de ruta,

    y en tu claro caudal encuentren una

    prolongacin divina de su abismo:que as, merced a singular fortuna,el infinito y t seris lo mismo.

    90

  • XXV

    BULLIER

    A Manuel Mercado, para queno olvide...

    V AMOS caminito de Bullier, caminito de Bulliervamos, sube que sube el Boul Mich, el bohemio yjacarandoso Boul Mich. Una luna gibosa y grasientagesticula en un cielo lleno de cmulos, baando enmedias tintas al Luxemburgo, a esa hora quieto yperezoso.

    Haced que Pierrot pasee, filosofando por unaavenida; que Colombina le espe celosa, y tendrisalgo como un ajfiche de Leandre.Vamos caminito de Bullier. Adriana, Alicia,

    Mim, Mignon, Ninon y Ninette, unas con calzonesde ciclistas, uf! (las que no tienen faldas de refac-

    cin y han acabado con las que tenan), otras contoilettes ms o menos capciosas, invaden la acera.Se llega a un prtico abracadabrante, en cuyo

    dintel un gran relieve a colores muestra las contor-

    siones funambulescas de un cancn bailado por unagriseta y dos estudiantes, y se desarma uno de pa-raguas, bastones y abrigos en el vestiaire,

    91

  • Amado ervoLuego, provisto del correspondiente cartoncito

    rojo (un franco sbado y domingo; dos francos eljueves, da de gala), descindese por una escalera,desde cuyos peldaos se domina el enorme espec-tculo. Una marejada de luz y de perfumes, unabalumba de risas os invade, deslumbra, sofoca yensordece. Y veis luego un inmenso hemiciclo li-mitado por una plataforma, sobre la cual, en dosalas que irradian de la tribuna central donde tocala msica, hay pequeos palcos y mesas de caf.A la derecha de este saln de baile se abre el

    jardn de esto, con algunas avenidas sombreadaspor castaos, algunas grutas y algunos huecos pro-picios al beso y al cuchicheo.Eso es todo... Todo lo dems son ellasy las grise-

    tas, las herederas ms o menos apcrifas de made-moiselle Pinson (une blonde que ron connait), lasobreritas de a cuatro francos el da, que trabajandurante el dem y suelen amar durante la noche; yuna que otra o unas que otras de esas que, segnla expresiva locucin parisiense, font les cafs.

    Naturalmente, algunas yanquis, escandinavas einglesas contemplan, a guisa de turistas, el baile.No hay que confundirlas, seores estudiantes:

    aquella *gera> pecosa, de lentes azules, es de Bos-ton y est escribiendo una novela parisiense; esta

    ultra-rubia, de capota de astracn, es discpula deKropotkin, piensa demasiado en el orden social,para bailar; la dama que muestra sonriendo sus

    92

  • Obras Completasdientes orificados, en el palco inmediato, se llama

    Miss Thomson: lleg antier de Londres, y es doc-tora es Sciences.

    La orquesta oh! una orquesta muy convencio-nal, donde hay ms cobre que cuerdarompe conuna polca endiablada. Y mil estudiantes, artistas,poetas, filsofos, o lo que sea, con otras tantas da-

    mas, damiselas o lo que a ustedes les acomodems, lnzanse a bailar o hacen rueda en rededor dedos o cuatro cancanistas (ms ingenuas, eso s, quelas del Moulin Rouge).

    El jardn, en los entreactos musicales, lleno dedilogos y de chocar de copas, se vaca para hen-chirse de nuevo, terminada la pieza.

    Bailad si gustis.

    Si gustis, mirad desde una loge a los quebailan.

    Si gustis, quedaos en el jardn charlando conesa buena muchacha que por ahora se contenta conun bock y un poquillo de esprit.O bien, golpead el pecho acojinado de ese negro

    de bronce que cuenta, con aparato visible, los kilo-grmetros de fuerza que habis desarrollado con elpuo (Dix centimes s'il vous plaitl)Y eso es todo? Eso es todo. Pues qu, aguardabais otra

    cosa?

    Mil buenas gentes que se divierten de la manerams inocente del mundo, que danzan hasta reven-

    93

  • Amado ervotar, que gritan hasta desgaitarse, que beben re-frescos, que se codean, se cortejan, se enamoran;que gustan de quolibets amables y que, odlo,compatriotas mos, no rien jams.Nunca vi en Bullier un gendarme. Trasladad el

    espectculo a Mxico y contad, si os place, las cu-chilladas. S; eso es todo. Y, sin embargo, se res-pira all un hlito de frescura tal, de ingenuidad, dejbilo sencillo, que aun a los que solamos ir paraconfinarnos en un palco, frente a una granadina(no de Granada de Espaa, sino de jarabe de gra-nada), vagando con la mirada por el grrulo pano-rama, nos aconteca estar contentos.

    No siempre, sin embargo; y la prueba de ello esque, en cierta ocasin en que Rubn Daro y yobostezbamos, l me dijo:Por qu no podemos ya estar alegres como

    sos?Y yo le respond:Porque vinimos a Pars un poco tarde. A Pars

    debe uno venir cuando tiene veinte aos.

    94

  • XXVI

    A UN ARTISTA

    (juANDO el lis taumaturgo de tu manoal monstruo melodioso y taciturnoque se llama pianoarranca el soberano

    y doliente embeleso de un nocturno,

    mi alma quisiera, de lo humano franca,y envuelta en esa voz que nada alegra,morir en una tecla: la ms blanca;yacer en otra tecla: la ms negra.

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  • XXVII

    A OTRO ARTISTA

    1 EN el santo valor de tu tristeza,pues que Dios te hizo triste, y no demandesal ajenjo opalinoun repique locuaz en tu cabeza,donde hay penas ms nobles y ms grandesque el jbilo bellaco de tu vino.

    Ten el santo valor de tu tristeza

    y s triste hasta el fin del viaje breve,como la madre Naturaleza,

    cuando las tardes,cuando el otoo,cuando la nieve.

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  • ' XXVIII

    EN FLANDES

    El Clavicordiodijo Clara, la pensativa,que del viejo castillo gusta ser la cautiva

    y mirar silenciosa, en los campos escuetos,las blancas ramazones de los blancos abetos,es grato a mi alma como la dulce paz campestre,

    y como las caricias de mi burgomaestre.Dijo Adela, festiva mujer de rizos de oro,

    la de opulentos flancos y tez de flor: Adoroel son de los violines heridos sabiamenteen la kermesse>, al rayo del sol auricadente;

    los violines magyares a cuyas blandas notasbailo, en los frescos polders, minuetos y gavotas.

    Dijo Balduina Van der Rotten: Ms que mis finasblondas de Brujas, ms que mis cofias de Malinas,ms que mis granjas beres y que mis gordos quesos,amo y busco la msica sonora de los besos.As dijo Balduina, la joven rubicunda,y entreabra sus labios una risa jocunda.Yo fui juez, y anhelando ser un juez halageo,

    dije: T, Clara, eres la reina del Ensueo:irs al son de flautas y pjaros que troven

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  • Amado N e r val pas de Mozart y el marmreo Beethoven.T, Adela, en tanto que tu existencia se enhebre,hallars en la danza la gloria de la fiebre.Tus ilusiones, fuga vivaz de mariposas,pasarn por la vida como sobre las rosas.Balduina, que prefieres los besos a las artes,

    en cuanto a ti, elegiste la mejor de las partes.

    En premio de mi fallo, Clara dime su aladapasin; Adela, el vrtigo de su ronda sagrada,

    y Balduina, los besos de su boca divina.Yo era, ntimamente, del gusto de Balduina.

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  • XXIX

    ALPINA

    JtIace varios das que trepo a las montaas alqui-

    celadas de nieve, que desciendo a los collados mi-lagrosos, alfombrados de gloria estival esto fres-

    co y discreto de Helvetia , que navego en vaporci-tos blancos y azules o en esquifes graciosos, por el

    zafiro manso de los lagos, perdindome a veces enlos recodos misteriosos, atravesando a veces esos

    estrechos pasos en que las montaas se nos vienenencima, se buscan de una ribera a otra, van dandozancadas ante las cuales el agua se estrecha, se en-cauza ms hondamente jmedrosilla azul!comosi quisiesen besarse a travs del lago.

    Desde la cumbre nevada del Rigi he apacentadomis ojos en la radiante opulencia de los Alpes; heapacentado mis odos en la msica melanclica delcuerno pastoril, y en el canto tirols que salta, cris-

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  • Amado ervotalino, del registro bajo al agudo, y torna al primeroen traviesa pero triste movilidad; he apacentadomi corazn en la quietud de esta tierra bendita.He peregrinado de ciudad en ciudad y de aldea

    en aldea, pidiendo al aire que pasa, al csped queaterciopela las colinas, a la electricidad que palpitaen las nubes, a la resina del bosque, a la nieve de lamontaa, a lo alto y a lo bajo, al lago y al cielo, unalimosna de paz y de salud; y la montaa, y el lago,y el bosque, y el cielo han tenido piedad de mi ane-mia, y en su regazo santo me he sentido fuerte yfeliz-

    Esta comunin con la divina Naturaleza pacifica.Se llega al regazo de la santa Genitriz con el fardode inquietudes que nos pone a cuestas la vida, yall las nieves extraseculares, las arboledas harmo-niosas, el agua que corre y espejea, la flor que bro-ta, el viento que pasa, se apoderan de nuestro esp-ritu, nos hacen suyos, nos recuerdan que no somosms que el tomo de un gran todo, y nos tornanpacientes como ellos, dulces, mudos y santos comoellos.

    Recuerdo, al pasear mis ojos por el panorama deestas nevadas montaas, iridiscentes al surgir elsol, de aquellos valles misteriosos, de estos can-tiles gigantescos, de esos lagos que suean en laplacidez de las hondonadas, salpicado todo ello de

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  • Obras Completascabanas y de palacios; recuerdo, digo, el cuentoaquel segn el cual el Diablo cogi un puado decasas y las arroj al azar sobre Suiza. Esta se pren-di a una roca de la montaa como nido de guila;aqulla fu a acurrucarse en un repliegue de la co-lina; la de ms all durmise, reflejndose en elagua azul de los lagos.

    Este pas, nico, pone miedo con lo que evocade tremendos cataclismos geolgicos; parece comoque un inmenso monstruo primordial fu hollandocon poderosas plantas esta regin maravillosa, ydejando en ella sus huellas monstruosas parasiempre.

    Parece como que la mano del Eterno, modeladorde los mundos, asi esta tierra, la apret, la marti-riz, la estruj y arrug en un momento de ira, ha-ciendo de ella un caos de valles y cimas, de barran-cos y grutas; y despus, arrepentido de su ira,sonri, y su sonrisa puso lagos en los huecos, cris-tal en las cimas, terciopelo en las laderas, selvas enlas gndaras, armio en los ventisqueros, aromasen el viento.

    Y pens tambin en los nacimientos que embele-saron mis ojos cuando nio; en su ilgica topogra-fa, en su absurda belleza. As es Suiza, as la so,as la encontr, la am as y as la recuerdo.

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  • XXX

    su MAJESTAD EL RGANO

    O nie hubiese sido dado elegir mi carrera, de-terminar de antemano mi vocacin, sin todas esastrabas que despus pone la vida a nuestras accio-nes, a nuestros proyectos, a nuestros deseos, sin

    duda que habra sido un organista: Maese Prez, ocualquier otro, antes que un literato y un poeta.Y es que yo creo que, dada la tendencia a suti-

    lizar, a fluidificar, como si dijramos, cada da msla expresin sensible de nuestros pensamientos,dado el refinamiento cada da mayor de nuestrossentidos, dada la agudeza cada vez ms intensa denuestras percepciones, la msica y slo la msicapodr ser en el porvenir, y en un porvenir relativa-mente cercano, el idioma de los elegidos, si no elidioma universal.

    Vctor Hugo reprochaba a Verdi que le hubiesemusicado un drama, e irritbase cuando saba quealguna de sus composiciones daba pretexto a unaromanza.

    -Pues qudeca,mis versos no son bastan-

    te msica?102

  • Obras CompletasNo, maestro. Ningn poeta, y no ya de los de

    tu poca, que entendieron bien poco del asunto,

    excepto t, sino aun de los grandes instrumentado-

    res modernos del verso, como Verhaeren, Maeter-linck, Paul Fort, Gustave Kahn, Mallarm, Moreas

    y el gran Verlaine, ha logrado an sorprender, asir,atrapar una de esas infinitas melodas de la natura-leza que inspiraban a Beethoven, a Wagner, a Bl-

    low, a Brahms, siquiera con la perfeccin de unmsico mediano.

    La palabra es primitiva, complicada, rudimenta-ria, aun en las lenguas ms avanzadas. Sus onoma-topeyas son infantiles, silvestres, salvajes an. Unmal compositor valdr siempre ms que un buenpoeta, porque dispone de un instrumento d^ expre-sin mucho ms perfecto. Y eso que la msica, apesar de sus inmensos adelantos realizados en bre-ve tiempo, si consideramos la cantidad de perfec-cionamiento a que est llamada, se encuentra anen mantillas, en tanto que el verso es ya una formaartificiosa de luengo estudio y honda reforma.

    B

    Nunca olvidar los deleites de paraso que meproporcion muchas veces en diversas ciudades deEuropa una audicin de rgano. No quiero hablarde los conciertos que en Londres, por ejemplo, sontan frecuentes en casi todos los templos, ni de aque-llas matines del Trocadero, durante la Exposicin

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  • Amado ervoUniversal de 1900, en las cuales hadan el gasto, yaun magnfico orfen alemn de 250 voces, que erauna maravillosa orquesta de gargantas, ya el espln-dido rgano que ocupa todo el fondo del teatro; yreferir slo mi impresin de los conciertos de r-gano en Lucerna, esa divina ciudad