Amigos Del Arte
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Asociación Amigos del Arte (19241942): Reducto del arte nuevo y
activa introductora de las vanguardias
por Verónica Meo Laos
A las 19 del 5 de noviembre de 1997, en la sede del Jockey Club, se convocó a un
grupo heterogéneo de personas, desde funcionarios de la administración pública hasta
historiadores y periodistas, para rendir homenaje a una figura prácticamente olvidada:
Elena Sansinena de Elizalde. La presidente de la Asociación para la Defensa del
Patrimonio Histórico Argentino, Susana Facio de Antequera, la escritora y periodista Elsie
Krasting de Rivero Haedo (cuyo seudónimo es Virginia Carreño), el historiador Roberto
Elissalde y el arquitecto Fabio Grementieri, asesor de la subsecretaría de Desarrollo
Cultural en aquel entonces, cada uno desde su disciplina, intentó reconstruir el perfil de la
presidenta de la Asociación Amigos del Arte. Una tarea difícil, pues desde 1946, año en
que concluyeron definitivamente las actividades de la asociación, su presidenta se retiró
por completo de la vida pública.
¿Quién fue esa mujer menuda, de mirada entre perspicaz e irónica, que en las
primeras tres décadas del siglo pasado solía fotografiarse al lado de intelectuales, artistas
o jefes de Estado? Elena Sansinena de Elizalde, rostro visible a la hora de tomar
decisiones en la institución que presidió a lo largo de dieciséis años. Eje visible, e
instancia última de decisión, pues “si tuvo colaboradores fue porque ella los escogió, los
animó y les infundió su fervor”, tal como afirma Julio Noé, secretario de Amigos del Arte y
estrecho colaborador de la presidenta.
Durante casi dos décadas desplegó su actividad la Asociación Amigos del Arte,
iniciativa colectiva de un grupo de representantes de las viejas élites descendientes de las
familias patricias y también de escritores, artistas plásticos, escultores, funcionarios y
animadores culturales. Su objetivo fue “fomentar la obra de los artistas y facilitar su
difusión, a la vez que propender por todos los medios a su alcance al bienestar material
de los artistas argentinos”, tal cual se expresaba en el primer artículo del estatuto de la
Asamblea Constitutiva, firmado el 15 de junio de 1924. Con ese fin cedió sus salas a los
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artistas en las condiciones más ventajosas, mediante retribuciones equitativas o,
simplemente, de manera gratuita.
Por los salones de la calle Florida pasaron artistas nacionales y extranjeros,
consagrados y aquéllos que daban sus primeros pasos. Desde el año de su fundación
desarrolló una doble labor de difusión del arte moderno y de recuperación de artistas e
iconografías argentinas del siglo XIX. Como ejemplo de su nutrida actividad basta citar
una cifra: sólo entre los años 1924 y 1932 se realizaron en los Amigos del Arte 239
muestras. Entre otros, fueron expuestas obras de: Rodin, Toulouse Lautrec, Zuloaga,
Anglada Camarasa, Mestrovic, Llimona, David Alfaro Siqueiros, Figari, Forain, Lucien
Simon, Fabiano, Monet, Manet, Sisley, Renoir, Degas, Camille Pissarro, Signac, Raoul
Dufy, Dufresne, Vlaminck, Othon Friesz, André Lhote, entre los extranjeros. De los
argentinos recordamos los nombres de Yrurtia, Fader, Riganelli, Quirós, Pettoruti, Guttero,
Fioravanti, Zonza Briano, Victorica, Facio Hebecquer, Spilimbergo, Gómez Cornet, Bigatti,
Butler, Norah Borges, Raquel Forner, entre tantos otros. De los precursores del arte
nacional y de los pintores viajeros, en Amigos del Arte se exhumaron del olvido las obras
de Prilidiano Pueyrredón, Carlos H. Pellegrini, Emeric Essex Vidal y Pallière, cuyas
muestras retrospectivas se acompañaron por estudios críticos y disertaciones pertinentes.
En especial, a raíz de la exposición de Carlos H. Pellegrini, Amigos del Arte editó en el
año 1946, el libro retrospectivo C. H. Pellegrini, su obra, su vida y su tiempo cuyo prólogo
estuvo a cargo de Alejo B. González Garaño y el epílogo lo escribió Carlos Ibarguren.
Elena Sansinena de Elizalde se encargó de las notas biográficas y del diseño editorial de
la publicación.
Pero la asociación que reunió a intelectuales, artistas y adherentes también fue
una importante tribuna por la que pasaron conferencistas nacionales y extranjeros. Le
Corbusier, Federico García Lorca, Marinetti, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña,
Ramón Gómez de la Serna, el conde Hermann Keyserling, Waldo Frank, David Alfaro
Siqueiros entre otros, expresaron sus ideas ante un nutrido auditorio, en algunos casos de
mirada perpleja, y hasta llegaron a provocar ásperas controversias. Para citar algunos
ejemplos, recordamos a la pedagoga María de Maeztu que disertó sobre “Miguel de
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Unamuno, su vida y su obra” o a Ramón Gómez de la Serna, acerca de Góngora y sus
hilarantes “conferencias de la valija”. José Ortega y Gasset, además, presentó en los
salones de Amigos del Arte su obra consagratoria La rebelión de las masas, en 1928. De
los argentinos, citamos a Victoria Ocampo, que junto con Ricardo Sáenz Hayes hablaron
acerca del “Viaje intelectual de Inglaterra” para ilustrar la exposición del libro inglés.
También se escucharon las voces de Leopoldo Lugones, José León Pagano, Leopoldo
Marechal, Julio Noé y Baldomero Fernández Moreno, para citar sólo algunos. A partir de
la década de 1930, en los salones de Florida 659, el debate histórico tuvo como
portavoces a Emilio Ravignani, Diego Luis Molinari, Mariano de Vedia y Mitre, Ricardo
Levene y Julio Irazusta.
Hoy día puede no sorprender a nadie, pero si lo analizamos de manera
retrospectiva, la institución presidida por Sansinena fue pionera a la hora de exhibir cruces
artísticos inéditos para la época. Así, en los salones de la calle Florida, hubo conciertos en
vivo que acompañaron exposiciones de pintura y funciones de títeres diseñados por la
espléndida Silvina Ocampo y por el artista plástico y escenógrafo del Teatro Colón,
Horacio Butler.
Otras disciplinas artísticas también estuvieron representadas en Amigos del Arte:
la danza, el teatro no comercial del grupo La Nave (dirigido por A. Morera), las funciones
de Cine Club donde se proyectaron filmes experimentales o de Serguéi M. Eisenstein. Es
posible imaginar al auditorio habitué de los salones de Amigos fascinado con la
complejidad de los sonidos de tradición culta y de vanguardia de los conciertos de
Ansermet, Manuel de Falla, Ricardo Viñes, Igor Stravinsky, del cuarteto de laúdes de los
hermanos Aguilar, la música atonal del grupo Renovación y la voz de la cantante francesa
Jane Bathori. O bien vibrando al ritmo de experiencias de music hall, los recitales de
música negra en la voz de la inolvidable Blackie, con los tangos arrabaleros de Olinda
Bozán y Azucena Maizani, o tarareando los temas de música popular brasileña.
Esta breve reseña de la obra de los Amigos del Arte demuestra que la institución
de la calle Florida fue una expresión acabada de un momento cultural rico en
manifestaciones diversas o, como la definió Jorge Romero Brest, un “reducto de
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civilización en su hora”. Al respecto, en un homenaje que se realizó en febrero de 1961,
Julio Payró sostuvo que la asociación encabezó el movimiento de renovación estética de
los años veinte, es decir, que fue uno de los responsables de poner artísticamente al día a
la Argentina y de formar un público capaz de apreciar y comprender las obras más
alejadas de las fórmulas tradicionales.
Entonces, ¿Por qué hoy pocos recuerdan a la Asociación Amigos del Arte? o
mejor dicho, ¿Por qué, si fue Amigos del Arte un escenario clave para la introducción del
arte nuevo en nuestro país, ha sido escasamente estudiada? Quien esto escribe se inclina
por dos respuestas: la primera tiene que ver con una decisión irrevocable y la segunda,
con el irrefrenable signo de los tiempos. Elena Sansinena, tras el cese definitivo de
actividades de Amigos del Arte, “se encerró en el silencio de su casa y esperó junto a sus
hijos y nietos lo que Dios le reservara" 1 y junto con su exclusión de la vida pública puso a
celoso resguardo sus papeles y parte de la historia de la asociación. Después del final de
Amigos del Arte, Sansinena se negó a conceder entrevistas a ningún medio y se llevó
gran parte de sus archivos personales a su estancia de Dolores, “Dos Talas”, donde solía
pasar largas temporadas bordando, leyendo o escribiendo notas en su pequeño escritorio,
a través de cuya ventana intentaría retener el pasado mientras miraba los distintos verdes
y ocres del parque diseñado por el arquitecto y paisajista francés Carlos Thays.
Es probable que ésta haya sido una de las principales razones que cooperaron
para provocar el olvido, pues tales papeles personales son una pieza fundamental para
reconstruir la memoria histórica. Pero, al mismo tiempo, con los años los protagonistas de
Amigos del Arte fueron desapareciendo y las generaciones posteriores, salvo los
académicos o los especialistas, apenas si han tenido noticias de su existencia.
El segundo motivo es ajeno a cualquier decisión personal y tiene que ver con los
cambios políticos y sociales que se produjeron a mediados de la década de 1940 en
nuestro país y en el mundo. Coincidimos con el artista plástico Luis Felipe Noé, cuando en
1 Fragmento del discurso que Julio Noé, secretario de Amigos del Arte, pronunció el 29 de diciembre de 1979,
en el entierro de Elena Sansinena de Elizalde.
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un homenaje realizado a cien años del nacimiento de su padre, Julio Noé, leyó lo
siguiente:
La revista Nosotros existió entre 1907 y 1943 y Amigos del Arte entre 1924 y 1946. Las dos
instituciones culturales a través de las cuales mi padre canalizó principalmente su fervor de animador cultural
cesaron sus actividades casi en el mismo tiempo. El segundo quinquenio de los años cuarenta no solamente
marcó el fin de la Segunda Guerra Mundial y el surgimiento del peronismo en el país sino que establece aquí
una línea divisoria entre dos concepciones de la vida social. Aquella generación que definió una acción
cultural entre las dos guerras sintió de manera traumática esa superposición de concepciones. Curiosamente,
el peronismo, que surge de la gravitación de un militar de una edad semejante a la de mi padre actúa aquí
como un cuchillazo divisorio. La muerte de la revista y de la asociación constituyen unos de los primeros
síntomas de los cambios profundos de la época 2 .
El advenimiento de la sociedad de masas funcionó como un alambrado que separó
dos territorios temporales irreconciliables y que delineó un nuevo equilibrio social donde el
protagonismo cambió de sujeto. Para decirlo en términos de José Luis Romero, se trata
de la situación de una sociedad que ha roto sus cuadros tradicionales y no reconoce
validez a ninguno de los principios convenidos otrora entre sus diversos grupos.
Pero este nuevo impulso social, político y económico no tomó a las viejas élites por
sorpresa, por el contrario, fue un tópico discursivo recurrente entre ellos, y de hecho, un
proceso previsto por varios intelectuales y filósofos de la época. El conde de Keyserling,
Waldo Frank y, en especial, José Ortega y Gasset anticiparon la cercanía de una
sociedad de masas cuyos valores gregarios amenazaban los sistemas de valores
vigentes para las minorías intelectuales sensibles. En este sentido, el advenimiento de la
sociedad de masas se vuelve simbólico: el trayecto que va desde el país criollo del siglo
XIX al de la inmigración masiva del siglo posterior, con mezcla de culturas, de sangres,
2 Fragmento de “Homenaje a mi padre, Julio Noé”, al cumplirse el centenario de su nacimiento, el 28 de abril
de 1993 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En la oportunidad se presentó
el libro: Julio Noé, “Escritos de un lector”. Editorial del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad
de Filosofía y Letras de la UBA.
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fue un fenómeno cultural y social que muchos de los representantes de las “minorías
egregias” no pudieron asimilar.
No obstante, a la situación más profunda pero estructurante debe agregársele otro
hecho definitivo que dio por tierra con los sueños de continuidad de la Asociación Amigos
del Arte, o sea, el vencimiento del contrato de alquiler que la asociación tenía con la
galería Van Riel y la imposibilidad de hallar otra sede y, sumado a ello, la supresión del
subsidio oficial que, con idas y venidas, les había sido otorgado durante el gobierno de
Marcelo Torcuato de Alvear. Ambos, quizá el segundo acontecimiento sirvió como una
mejor justificación, fueron los responsables del final de la trayectoria de la asociación de la
calle Florida 659.
Si como lo define Franz Roh, con una metáfora gráfica:
La historia de todas las formas de vida y manifestación humanas nunca consiste –dicho de la
manera más sencilla en una pura sucesión ni tampoco en una simultaneidad. Siempre es una
combinación de ambas posibilidades. 3
Los protagonistas de la Asociación Amigos del Arte se quedaron inmóviles en la
línea de arriba.
El texto que acaban de leer pertenece a la introducción de un ensayo histórico que obtuvo
en 2004 la Beca Nacional en Letras, Fondo Nacional de las Artes y, en 2006, la Tercera
Mención Honorífica en “Ensayo”, premio “Estímulo a la producción literaria, Fondo
Nacional de las Artes. Que el proyecto se haya hecho realidad fue posible gracias, entre
otras fuentes bibliográficas, a valiosos documentos consultados en la Biblioteca Nacional.
El libro cuyo título es Vanguardia y renovación artística. Asociación Amigos del Arte
3 Franz Roh. Realismo mágico. Post expresionismo. Problemas de la pintura europea más
reciente. Op. Cit, pág. 16.
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(19241942) se encuentra en etapa de pre impresión y saldrá publicado a la brevedad por
Ediciones Ciccus.