APOLOG!A CRISTIANISMO, DEL CRISTIA… · Meyer, Sobre el gorila, Rcttsck c11 el Chilin,uo, 1864, c....

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APOLOG!A CRISTIANISMO, DR. FRANCISCO HEINGER. http://www.obrascatolicas.com

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APOLOG!A

CRISTIANISMO,

DR. FRANCISCO HETTINGER.

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DEMOSTRACION CRISTIANA

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ENCICLOPEDIA CATÓUCA.

DEMOSTRACION CRISTIANA,

DR. FRANCISCO HETTINGER,

VERTID� DE LA s.• EDICI�N GERMÁNICA

D. F. G. AYUSO.

DIRECCION Y ADM:INISTRACION. F. G • .1\.¡'1180.

CoJIRi.DII�Jl.v.l,II,Mt.DRID.

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NADRID.-F.ol. Tlp. de loo Suceooreo da Ri\"llller>eym, IIIIPII-18DZI.\UALCo\80..

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CONFERENCIA SETIMA.

EL HOMIJRE.

El hombre tiene alma racional , y por eso es superior á todo el reino animal. Hemos ya de­mostrado con argumentos irrefutables la exis­tencia del alma , principio de la vida en todos los seres orgánicos. La doctrina materialista, que , segun Vogt, rebaja al hombre al estado de simple maquina, no tiene cxplicacion algu­na para. las más sencillas manifestaciones del organismo , y es de todo punto impotente para explicar la vida del alma. Ahora bien ; la aparicion del alma en el Universo constituido es una segunda Cre:�.cion 1 « un segundo naci-

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_,_ miento de la vida en el teno de la árida é iner­te materia.» (Jean Paul.) Pues del mismo modo que en la vida orgánica de las plantas se pre­senta un mundo muy superior al de la simple materia 1 y así como en la vida animal , por la sensibilidad de que está dotada, tenemos un mundo muy superior a l de las plantas, en la existencia del alma racional se abre ante nuestros ojos otro mundo completamente nuevo , compuesto de seres de una dignidad incomparablemente mis elevada¡ mundo re­flejo del misterio augusto de la Creacion , im­perio del espíritu y de la libertad. Y esto es tan evidente , que ya la estructura del cuerpo humano , considerado sólo bajo el punto de vista de la Fisiologia y de la Anatomia , así como todo el exteriof del hombre, demuestran su inmensa superioridad sobre todos los ani­males. Es verdad que por ciertas fases de su vida tiene algo de comun con el bruto ¡ pero, sin embargo, la sola conformacion de su cuer­po patentiza cuánto se aparta de los demas seres.

En efecto : la actitud erguida y severa del hombre es tan notable y le distingue tanto de

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- 7 -. los demas animales, que la filosófica leDgua de Grecia le llamó por esta cualidad dm:rójos,

esto es , el que mira á lo alto ¡ actitud tan elo­cuente y bella, que no sólo muestra al hombre que nada tiene de comun con los otros seres, sino que sus altos destinos son opuestos á los de aquéllos¡ siendo verdaderamente su orga­nismo una revelacion de que su cuerpo no debe ni puede ser el instrumento sen•il del ciego instinto, sino el noble órgano y el intér­prete del espíritu libre. Esta posicjon recta e& la natural en el hombre, al punto de que ya el niño, en los primeros meses de su vida 1 se mantiene erguido, y todo su organismo se halla dispuesto para conservar esta�posicion.

«Todo anuncia en el hombre·'al seiior de la tierra ¡ todo revela en él , hasta su exterior, una superioridad innegable sobre los demas seres vivientes : sostiénese derecho y erguido; su actitud es la del que manda.• (Buffon.) Pe­ro la diferencia orgánica verdaderamente esen­cial entre el animal y el hombre , está en la planta del pié y en las manos¡ así es que en la diferenciacion de sus extremidades superiores é inferiores se manifiesta elocuentemente su

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inmensa superioridad sobre el mono ¡ pues éste, que no puede andar sobre sus patas tra­seras, corre, salta y trepa con sus cuatro patas. (Burmeister, Fi'g. Geol. , 11 63.- R. Meyer, Sobre el gorila, Rcttsck c11 el Chilin­,uo, 1864, c. u.)

La conformacion del cráneo y de los dien­tes ofrece� notables y caracteristicas dife­rencias entre el hombre y el mono. El ángu­lo facial de este último no pasa nunca de 65 grados; el del hombre no baja de 75· Segun e} naturalista Huxley (Lr�gardelhom!Jrc m la Natw·alesa, liS), hay una diferencia notabilí­sima entre el hombre y el mono en cuanto li la masa y al peso del cerebro. Así , pues 1 un gorila adulto, el mono más grande que se conoce , pesa el doble de algunas mujeres de Europa ó de un bushmano, y sin embargo, el cerebro del mono pesa, á lo más , 20 onr.as, y mide, á lo sumo, 34 pulgadas y media cú­bicas ; miéntras que el cerebro del hombre pesa, por lo mútos, 3I ó 32 onzas, no nti­diendo ménos de 63 pulgadas cúbicas. Ca­da uno de loa huesos del g.)rila se distingue de los correspondientes del cuerp e humano

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por claras señales, y lo que es aún más im-portante , en la generacion actual no existe un solo anillo intermediario entre el hom­bre civilizado y el troglodita. Ademas, no debe olvidarse que el hombre es un animal racional, y que áun cuando la semejanza entre él y las bestias fuera mayor, las diferencias que se derivan del lenguaje y de todas las acciones de la naturaleza racional bastarian para poner más de manifiesto la superioridad de su naturaleza. Mas cuando Schaaftbausen sostiene que «todo lo que el ho.nbre es supe­rior por su espirito á las bestias , otro tan­to debe diferenciarse de ellas por el cuer­po •, no solamente se contradice á sí mismo, puesto que ántes establece entre la bestia y el hombre una diferencia menor que la que exis­te entre el hombre sah•aje y el civilizado, sino que deduce, sin prueba alguna, y fundán­dose tan sólo en la. faba. proposicion que aca­bamos de enunciar 1 la tésis de queclo que nos eleva á. la. categoría de racionales no es otra cosa que aqudla superioridad de los sentidos y de todas las facultades intelectuales, que nus colocan por encima de las bestias.• (Asmnblca

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de 11at. alem., 1867,46. Depart. tmim.,lv, 10. -Séneca, De otio shjnimt., 32.-Greiorio de Nissa, De 11om. oji/icc1 I1 44 y sig.-August. cu. Lxxxm, qu. LI.) Santo Tomás observaba ya que la ma&a cerebral humana es proporcio­nalmente más grande

� que la de los demas

animales , afirmando despues que el hombre lleva la cabeza erguida majestuosamente, por que en ella reside el órgano del pensamiento. ( S,tna1 I 1 C. XCVI 1 a. J.)

Segun Ovidio, el hombre, por su sola for­ma corpórea 1 es un retrato de la Divinidad. «Miéntras los demas animales llevan la cara dirigida al suelo , elevó el rostro humano en actitud de mirar al cielo, y de alzar su mirada para contemplar las estreUas.:o (.Metan,orf., 1183.)

«El hombre es el único que se sostiene de· recbo entre todos los animales 1 porque su na­turaleza y su sustancia son divinas. El hom� bre está destinado li saber y á comprender, y esta mision es eminentemente divina. Se halla esto confirmado plcnnmcntc por la. actividad proporcionada é igual de sus sentidos, mién· tras que en los animales siempre supera un

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sentido i los demas: el olfato en unos, la vista en otros, etc. » Y es muy digno de atencion que en ellos , hasta este sentido predominante y de mayor penetracion no actúa sino en una direccion determinada; y nunca. adquiere una aptitud general y completa como en el hom­bre. Asf 1 la liebre y el perro oyen á mucha más distancia que el hombre; pero no poseen el oonocimiento de los sonidos ni el senti­miento de la m1lsica. El halcon ve tambien á mucha más distancia que nosotros ¡ pero ni sabe casar los colores ni distinguirlos. Y áun esta limitada superioridad de ciertos irracio­nales puede igualarla el hombre y hasta su­perarla muchas veces con el ejercicio y la practica; ejemplo dan de ello alguiÍas tribus indias.

En este caso , el sentido predominante es la expresion del estrecho cfrculo en que se mue­ve la vida del animal, y es un medio para un objeto especial : la conservacion del mismo ¡ miéntras que en el hombre, por el con­trario, el desarrollo armónico de todos los sentidos indica su altísima y muy noble mi­sien , que es la de servir de intermediarios al

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pensamiento. Sobre todo se hace visible esta diferencia en la mano, el órgano más exquisito del tacto, é instrumento perfectísimo del tra­bajo ¡ la mano, que , segun la ingeniosa. obser­vacion de Aristóteles, ha hecho al hombre, «guiada por la razon », dueilo y se1ior de la creacion , y que , unida á su posicion recta, le da un poder superior al de todos los animal�s¡ agreguese á esto el dominio que ejerce el hom­bre sobre los instintos que tiene de comun con los irracionales ¡ instintos irresistibles en la bestia, y sumisos en el hombre al fallo de a voluntad libre. En fin, esta gran diferencia

de organismo que existe entre el hombre y el animal , aparece más palpable considerando la debilidad· y la falta absoluta de recursos en que se encuentra el hombre durante sus pri­meros anos. Todo lo que llega á ser , lo es por el esfuerzo de su libérrima voluntad, por el poder de su reflexion y por la actividad de su trabajo propio.l\-luy al contrario, la Naturale­za ha provisto al animal de cuanto le hace falta ya en los primeros dias de su vida.,

De lo dicho se infiere con evidencia que no hay nada ménos cientifico, á pesar de su pre-

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-rs-tencioso aparato , que la clasificacion que colo­ca al hombre entre los mamfferos y que le de� nomina bimano. Puesto que 1 siendo el objeto de la Historia Natural describir el género de vida y las costumbres de los diversos organis­mos vivientes, no debieran los naturalistas haber olvidado, al tratar del hombre , lo más alto de su naturaleza, toda vez que ya su or­ga�ismo corpóreo le eleva sobre el animal , y tanto en su existencia como en sus costum­bres se guia siempre por la razon y la libertad, por lo que Quatrefages define con razon al hombre diciendo que ces un sér organizado que vive, siente y se mueve espontáneamente, dotado de moral y de religiosidad.» ( Rev. de

AmiJ. Afmzd., r86o , 82 r . ) Por eso e l hombre lleva y a e n e l aspecto

solo de su cuerpo el sello de su alto destino ¡ y el animal , temiendo, como teme, la noble mi­rada del hombre , no hace más que rendir justo homenaje á. la dignidad de la naturaleza humana. Pero la superioridad del J:¡ombre se manifiesta más aún , de más elocuente manera y con evidencia suprema, en su privilegio esencial, la facultad de pensar. Porque el

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-rol--

hombre no sólo siente , posee algo más que el instinto de las percepciones sensibles¡ y ese algo más es el dón supremo de pensar, 6 lo que es lo mismo , de reconocer verdades que son necesarias, universales, y que no aparecen como tales en el mundo sensible. Asi , el espí­ritu reconoce que no hay efecto sin causa, sin embargo de que la perccpcion sensible no puede darle esta idea, porque ella sólo presen­ta lo que es , pero no lo que debe ser de tal manera y no puede ser de otra.

Pero el espfritu ahonda más ¡ reconoce como eternas las verdades de las Matemáticas y de la Lógica , aunque la representacion sensible atestigüe solamente lo que es una vez , pero no lo que es siempre. El espfritu lleva en sf mis­mo las ideas del bien y del mal , del tiempo, de la eternidad, etc., aunque ninguna imágen sensible se las represente, y de ningun modo pueden derivarse de la experiencia sensible; por lo que con razon dice San Agustin : «¿Ha­beis visto alguna vez una representacion cor­pórea , sensible, exacta del punto y. de la linea geométricos, ó, en general , de alguna idea matemática ? » (De t¡tlnll/1"1. ar�in1. 4.)

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-t5-« ¿ No tenemos una prueba patente, cuando

nos figuramos el circulo mis pequei10 posible y nos imaginamos en é! lineas de la circunfe· rencia al centro? Tiramos dos , por ejemplo, y se hallan tan próximas que apénas coge entre ambas la punta de una aguja : l no es cierto que entónces ni la imaginacion 1 con toda su Juerza , puede representarse otras lineas intcr· medias que lleguen al centro sin confundirse? Y sin embargo , la razon nos dice que en este espacio inapreciablemente estrecho pueden ti· rarse innumerables lineas que no se tocarán sino en el centro, y que iun se podria trazar un circulo en el intermedio que separa cada una de el!as.» (Solt7., n, zo; De h"Oilo ar· bit.,n,8¡ Stt.ma, r, c. LXX\'1 a._;¡ C. Gen/.,

11, 66, Arist. , De nmiu., m , 41 4.)

Y sin embargo , el hombre contempla el punto y la línea con la vista del espfritu¡ luego el espíritu no es corporal¡ luego en él se reve· la, como espfritu pensador 1 una facultad su· perior 1 cuyo objeto forma contraste con el de la percepcion sensible. Ésta atiende sólo á lo particular 1 á lo limitado ; asf siente, \',gr. , el dolor que la produce un cuerpo desprendido

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- 16 -u n a piedra, miéntras que e l espfritu, exten­diendo su accion , atiende á. Jo universal y concibe la ley de la gravedad. La una tiene por objeto lo contingente , el otro lo necesario¡ la una no traspasa la esfera de las cosas cor­póreas, donde cada sentido tiene su círculo de accion que le corresponde ¡ el espíritu puede el'lset\orearse f sus anchas del dominio de la \'etdad, y duei'i.o á un tiempo del imperio de L1. naturaleza y del imperio del espíritu, su ac­tividad abraza todo cuanto existe desde

. la hu­

milde hierbecilla hasta Dios. Pero á.un hay más.

Layercepcion sensible es tanto más perfec· ta , cuanto más perfeccion adquiere el orga­nismo, y disminuye su intensidad cuando di­cho organismo se deteriora 6 altera ¡ cuanto más activo es el órgano, tanto mis exacta es la representacion sensible. Por el contrario, cuanto mis se recoge el espfritu en si mismo, tanto más se aleja de los objetos exteriores, siendo entónces ménos accesible á. la accion de los sentidos. Y es claro y digno de estudio y

consideracion un hecho : el espíritu crece con la edad, á. pesar de la debiliclad grl!.dl1:1l de los

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s�:nLidos, de la imaginacion y de la memoria en la vejez. « El alma posee una potencia in­destructible que no se agota, que no mengua, que no gasta su fuerza pór el uso constante, que léjos de disminuirse cuando se da y se co­munica, se siente más clara, más t:ica, más fuerte y más sana , de suerte que el cut.'t'po po­drá debilitarse, los sentidos gastal'ie y perder­se la memoria ¡ pero nunca la vida interior, ni la plenitud de los pensamientos grandes y santos.» (Schleiermacher, jrwetttttd y vej'csr.)

Y para mayor prueba 1 los sentidos reclaman que los objetos que tratan de percibir sean proporcionados i ellos¡ así , poca luz hace la perccpcion imposible, mucha los deslumbr�. Lo contrario acontece al espíritu, que , cuanto más inundado está de luz, con mis perfeccion percibe. Los sentidos se fatigan de las sensa­ciones frecuentes, al punto de entrar en ellos el agotamiento y el h_!J.st!o ; el espfritu , nunca¡ cuanto mayor es su actividad, mayor es su placer. ( Arist . , Detmitn., 111141 5.)

Los sentidos no perciben su propia percep­cion , el espíritu se mira en sn propio pensa­miento¡ en él reflexiona, piensa lo que piensa,

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compr�nde a sí mismo en su .conciencia como unidad indivisible, como el centrC? de su

propia actividad¡ en fin , como un sér subsis­tente , personal , en oposiCi9n á los demas seres. Por eso Dante llatha al hombre '« un alma sola, que vive y siente y á sí misma \'ueh•e.:. (P,,r­cat. , xxv , 73. -Arist., Demdtn., m, 4, 1.2 .) Habla porque piensa; pues el lenguaje, como ya lo reconocieron los ant:guos griegos 1 no es otra cosa que la manif<:stacion del pensamien­to , de la razon, y el pensamiento es la pala­bra del espirito. Por eso con su vocablo /dgos designaban no solamente la palabra,·sino tam­bien el contenido de la palabra, el pensamien­to y la ra.xon que por ella se manifiesta (1).

En fin, si el hombre no contase sino con simples percepciones sensibles, cOmo el ani-

(1) El vocablo sanskriLo mtrNH, aleman .lllull'n, god. mt�NINI1sedcriva dcmlfH, pensar¡ god.mmr, imaginar¡ lat. IIIIIHN1 mtmi11i¡ eon las c1uc guardan reladon el gr. p.i�o;,aanskr. mtinas, !. mms, aleman Mmscñ, el pen· !!ador; ruso nmjn,o¡Ñ11o.Mouu, pues, indica en primer término cl¡lcnsamiento, la imaginadon, como el rasi{O caract.crfsLicodcl hombre. Y el laLin lw11111 segun Hoff. man,signilica el sc!r parlante, dotado de palabra, y el que l'n:turtllf,godo ClfWHIUI111l numíití"sst. (Rn. dt /11 &.:-. a.<idt.altm" 1,3�1.) N. del Tr.

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mal , tampoco seria libre y estaria arrastrado siempre por el torrente de los sentidos, como éste. Pero el hombre es libre, y en todos los momentos de su accion sabe que es libre y que en sí mismo lleva el poder de propia dctermi� nacion y al'bedrio. Sabe y siente de un modo profundo cuánto se degrada dejándose arras� trar por los sentidos, á cuya fuerza puede opo­ner la omnímoda fuerza de su espíritu , por un acto de voluntad libre , y aspirar á un bien más alto 1 más universal y más estable que su inteligencia le revela. Pues como es el conoci­miento , asi es el deseo¡ la percepcion sensiWe crea el impulso sensual ¡ el conocimiento espi� ritual , la aspiracion ó tendencia del mismo es­píritu , la libertad moral. Pc:1"0 es axiomático que ninguna fuerza puede obrar 0011tra el principio de que surgió; luego si el hombre la posee par-a resistir i sus sentidos y domi­narltls, es imposible que esta fuerza provenga de los mismos sentidos como de su princi­pio natural. Ya San Atanasia demostró, por el dominio del alma sobre el cuerpo, que la primera es diferente é independiente del se­gundo. ( �. Ge�ll,, c. xxxr,segq., Thom.,I. c.,

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cu. LXXX, a. 2. C. Gml., n, 47.) Y ántes que él, Platon hacia decir i Sócrates: e Si el alma no fuese mots que una armonía del cuerpo, lDO sería natural que siempre le obedeciCra , léjos de mandarle? Y sin embargo, l. no \'emes que precisamente sucede lo contrario? Cierta­mente C;Stamos viendo al alma mandar i ese cuerpo, de quien se empeftan que proviene, y resistirselP. toda la vida y gobernarle de dis· tintos modos 1 segun la necesidad deL momeo· to , tratándole á veces con tal severidad, qutl

· le hace sufrir, ora con la Gimnasia 1 ora con la Medicina, empleando indistintamente la dul­zura , las amenazas, los consejos, trabajando contra las pasiones , la cólera, el miedo, y diri­giéndole la palabra como á sér distinto de la sustancia inmaterial , cual nos presenta Home­ro á Ulises en la OdrSea cuando , golpeándose el pecho, exhorta á su propio corazon de esta manera : « Sufre este mal , corazon mio , pues •mis crueles aún los has sufrido.» (.Fcdr., 94.)

Puesto que el hombre ejecuta actos de la pro­pia concienci<L y de la \•o! untad libre que no provienen de los órganos corporales, sino que más bien se realizan con independencia de es-

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tos órganos 1 cuyo objeto es bien diverso del de los órganos corporales y de los sentidos,

sfguese, como consecuencia á la vez que como indisputable verdatl , que el hombre lleva en sí una facultad más alta que la perCepcion sen­sible , es decir, la razon y la libre voluntad, y con esto queda tambien demostrada nuestra segunda proposicion ; el hombre tiene un alma racional, por lo que se encuentra colocado á una altu.ia infinitamente superior á la de los demas animales. «El hombre ha recorrido los elementos : el fuego, el aire , el agua y la tier­ra , y liun no ha encontrado á su igual», dice Grethe. En esa independencia y diversidad de fines consiste la verdadera esencia del espíritu: el materialismo niega esto cuando dice : no hay fuerza sin materia.

El animal irracional goza de la sensibilidad·, y áun de la facultad del movimiento propio y espontáneo en. relacion con ella;,·s decir , que no se mueve en virtud de una im�ulsion exte­rior, como una máquina , si no por un princi­pio anímico ; pero no con la libertad y la con­ciencia de lo que hace. Por eso el hombre en sus acciones se guia por la razon; el animal

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por el instinto , es decir, no determina ; est:t determinado por su naturaleza para obrar de tal manera y no de otra. La habilidad extra­ordinaria de ciertos animales, presentada como prueba de su racionabilidad, demuestra precisa­mente lo contrario de la nxon. Pues tal indus­tria aparece particularmente en los animales de órden inferior : en las abejas , en las hormi­gas , en los castores ; y de tal suerte la poseen, que el hombre no podria igualarla sino des· pues de prolongada experiencia y de multipli­q,dos ensayos. Y en esto mismo hay un hecho elocuente en contra del materialismo: las abe­jas nuevas 6 jóvenes trabajan lo mismo que las \'iejas y lo mismo que sus remotfsimas tat.ua­buelas trabajaron ; su experienci'a es aparente, no es tal experiencia , es una propension innata en ellas, un instinto ciego, impreso, con anti­cipacion á la naturaleza, por la providencia del Creador , siquiera se halle tan maravillosa­mente ordenado á su fin , que únicamente la ciencia de nuestros dias , con sus enormes pro­gresos , ha sido capaz de reconocer las admira­bles proporciones matemáticas de sus construc­ciones, y ha sentado por consecuencia el hecho

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de que únicamente Aquel que ha creado la abeja ha podido implantar en ella estas reglas de la Geometría y de la Arquitectura. Mucho ántes que el hombre conocia la araña de agua las propiedades de la campana de los buzos, y

cierto escarabajo practica 1 desde el origen del mundo 1 las leyes tn:ltemáticas descubiertas por Huygcns en r6¡ 3· Pc:ro en cambio tambien se explica por esta observacion cómo esos nlismos animales 1 hasta cierlo punto más industriosos y más hábiles qu� el hombre 1 son al mismo tiempo impotentes y est(Jpidos cuando se Lrata de aplicar su actividad á cualquier,operacion distinta.

Ya Santo Tomás (C. Gmt, n, 66) observa que no poseen r:..zon, sino instinLo, es decir, una especie de razon objetiva: «son impulsados por la Naturaleza t ciertas operaciones determinadas y uniformes dentro de su misma especie », por· que no emplean ni pueden emplear su instinto de habilidad sobre diversos objetos , sino sobre algunos determinados, v. gr ., la construccion de sus nidos. Asr, el raton campestre no sólo rompe las alas de las av�s vivas para cortarlas el vuelo, s=no tambien d� I:.s muertas ilntes de comer·

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las ; la hormiga hace provision de viveres para el invierno , cuyos rigores no conoce¡ ciertas mariposas nocturnas r�cubren sus huevos con una pelusa que se arrancan de su cuerpo para protegerlos del fria, que jamas han experimen­tado , puesto que perecen en la época de más calor. De donde se infiere que los animales no conocen el objeto de los mismos actos que eje­cutan. El instinto arrastra á ciertos animales á la perdicion, para cumplir los altos fines de la Naturaleza, como le acaece al lemming ó raton de Noruega. Hizosc en una ocasion el experi­mento de quitar á la hembra de un torcecuello sus huevos: el instinto de la incubaclon fué más poderoso en ella que el de la conservacion, y continuó cubriendo el nido hasta que murió. - Esto nos explica por qué no se observa ni puede observarse ningun progreso entre los animales¡ por qué la abeja construye sus pana­les como hace cuatro mil a1ios1 cuaudo la ob­servaba Saloman. Los animales tienen hoy idéntica� costumbres que cuando Aristóteles los describía; la zorra es tan zorra hoy como la de Sanson ¡ ni es más noble ni más astuta que entónces¡ y esto es muy natural , toda vez que

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-zs -sólo puede haber progreso donde existe refl.e­xion , n1editacion, comparacion y actividad Ji. bre. Todo cuanto se sabe y se cuenta de la in­geniosa astucia de ciertos animalas 1 gira siem­pre dentro del mismo circulo y se relaciona forzosamente con su instinto 1 que , colocado bajo la mano del hombre y dirigido por él, puede, es ,·erdad , utilizarse como las fuerzas ciegas de la Naturaleza y producir un efecto determinado, pero siempre bajo la influencia de una voluntad · extra11a á ellas , libre, que ordena, manda y determina desde su gran esfera de accion¡ pues, como observa el poeta, «no veo rastro de espíritu y todo en ellos es amaestramiento»-. Y así , cuantas expresiones uscn10s para indicar las Operaciones de los ani­males está.n tomadas de la lengua humana y del ót"den de cosas humano, y no deben tomarse sino en su valor analógico, como ha observado Santo Tomás, no pudiendo aplicarse á. las bes­tias en la integridad de su significacion: en 1;10a palabra, siendo nosotros seres de muy distinta especie, no podemos equiparar nuestra natura­leza á la de los animales , ni áun durante el período de la infancia en que la razon no ha

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llegado á su desarrollo. (Smnn1 11111 c. XIII, a. 2 . ) El buey, dice Kant1 tieneitlea clara de su es�ablci, y por consiguiente, de la puerta que á él conduce ; relaciona tambien ambas ideas1 pero no llega á sacar la deduccion de que la puerta pertenece á tal establo y no á otro.

El animal , es'cierto1 siente el placer y el dolor, y los expresa con ciertos gritos; pero no tiene pensamiento ni lenguaje; por eso , el animal más inteligente queda muy debajo del hombre salvaje, y está separado de él por ca� ractéres esenciales ¡ porque en el abismo más profundo de decadencia, el salvaje tiene idioma, habla , es hombre , y la palabra es la manifes­tacion indiscutible del espíritu. « Hasta donrle podemos seguir las "'buell:l.s del desenvolvi­miento humano observamos que el hombre, áun en 1:!. más ínfima escala de cuftura, desde un principio se halla en posesion completa del dcin divino de una inteligencia recta y sana que le guia , de suerte que en nuestro siglo no cabe ya sostener con visos de certeza la teoria de una raza humana que sale con lentitud· de los abismos del embrutecimiento animal. La obra artistica más antigua que ha creado la

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inteligencia humana, que sobrepuja e n anti­güedad á todos los documentos literarios y es anterior á los primeros ceceos de la tradicion, el lenguaje humano , forma una cadena nunca interrumpida á traves de todos los siglos , desde los primeros albores de .la .historia hasta nues­tros dias. Aun usamos hoy el idioma que ha­blaron los primeros patriarcas de nuestra raza, y este idioma precisamente, con su maravillo­sa estructura , contradice abiertamente las ar­bitrarias teorías á que aludimos. Porque esa fonnacion del lenguaje , la composicion de las raíces y sus derivaciones, la progresiva distin­cion de significaciones, la elaboracion sistemá­tica de las formas gramaticales, todo ese pro­ceso de creacion 6 desenvolvimiento que áun se efectúa á nuestra vista en el organismo in­terno de nuestra propia lengua, suministra un testimonio indiscutible de la presencia de un espirito raciQnal , de un artista por Jo ménos tan grande"" como su obra, desde los primeros momentos de su formacion . »- ( Max Müller, Essnp, 1881, u, p.¡.) Uno de los más nota­bles descubrimientos de la ciencia del lengua­je es el hecho de

·que primitivamente toda

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palabra es. un predicado, y ·que los nombres, sin excepcion , áun siendo signos para de­signai conceptos individuales, han tenido ori­gen en ideas generales. Semejante hecho ha venido á confirmar aquel axioma de que el concepto general es lo primero que el espirito humano conoce (/n'tinmn cogm'ltuu ). Esta comprension de las ideas universales que se halla asf expresada en el lenguaje humano, se­i'iala ademas el límite infrimqueable entre el hombre y la bestia. ( Sr�ma, �' -c. LXXXV, a. 3·­Werner, Hi$1. de la njol. mod., 473 .) eMe apre­suraria á descender de mi caballo, observa Kant , si fuese capaz de decir: exislo.•

De la demostracion de nuestra segunda tl-sis se desprende la tercera¡ el hombre tiene un alma inmortal : hé aquf por.qué es superior ¡\ todas las criaturas perecederas.

Ahora bien ¡ ¿ puedé sobrevivir el alma del hombre á la separacion del cuerpo? En-wda la Naturaleza , desde la planta más humilde hasta el animal mejor orgarlizado , el sér indi­vidual , el individuo no tiene en si ninguna importancia¡ no es sino un ejemplar de la es­pecie ¡ á su conservacion y propagacion se re-

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-zg-duet: su más alto desLino¡ reproducir la especie á-que pertenece es la ley necesaria de todo in­

dividuo animal. Por eso la bestia no tiene nin­guna mision particular y propia que llenar en el mundo ; y la misma , como individuo , no tiene ninguna imporlancia, toda vez que cual­quier ejemplar de su especie puede sustituirle. Pero, como ya lo hemos dicho , hay algo que distingue al hombre de todos los animales y que le da una gran importancia individual en medio del universo : ese algo es su- espíritu ; su espíritu consciente de si mismo , su espíritu dotado de libertad. Más claro: por su cuerpo perlenece á la materia y se p_ierde en la espe· cie ; pero la Naturaleza no absorbe ni constitu­ye toda su vida. Por su conciencia se com­prende! s[ mismo y analiza, frente á frente, todo cuanto no es él ¡ es una personalidad que se determina libremente, que se determina has­ta forzando la' Naturaleza y sus impulsos 6 atracciones. Como tal , el hombre no es sola­mente un medio ni una cosa accesoria ; léjos de tan secundario papel, posee toda la digni­dad de un fin, de un objeto. Lo individual , lo penonal, la determinacion propia y libre , pre-

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dominan en su vida sobre la fuerza universal que pesa fatalmente sobre la Naturaleza 1 pues su vida propia es una vida espiritual , una vida que se deriva del espíritu como de su natural origen ¡ vida en la cual sólo puede desplegarse su actividad entera y de la que recibe todo su valor y toda su importancia. Así es como se rea­liza el ascenso del impulso ciego de la misma Naturaleza hasta la rcgion del espíritu inunda­da de luz, t:levándose á la dignidad de una operacion espiritual ¡ así tambien el espíritu imprime á la vida puramente natural su sello divino 1 como en reciprocidad del servicio que la exige al imp�nt:rla sus leyes y valerse de ella como de medio e instrumento para llegar á sus fines. Por eso, áun en esta vida mortal vive el hombre una vida que tiene su raíz fuera de la Naturaleza, y que no se manifiesta n i por las fuerzas de la misma Naturaleza, ni por los ór­ganos corporales. Él posee una vida que le es peculiar; lleva en sí un reundo que le perte­nece en propiedad , el mundo de sus ideas y el imperio de sus pensamientos ; y cuando llega el momento de la separacion , cuando el ins­trumento se rompe, el tu·tr"slrl no se rompe ni

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-31-perece con él1 ni para ello existe motivo , por­que el i!spiritu puede proseguir, áun dcspues de separado del organismo corpt.ral , su vida independiente y subsistente¡ pues únicamente porque posee una vida que á él solo pertenece, puede desplegar 1 como acontece con el pensa· miento , una actividad que le es propia y á na· die más pertenece, y cuya independencia es tan lata que se halla �nteramente emancipada de la cooperacion interior del cuerpo. (Eschricht, La vi'da fisictl, su.)

c E! n1ismo principio intelectual , llamado espíritu ó inteligencia, tiene , por consecuen· cia , una operacion especial , de la que el cuer­po no participa; mas él no podria hacer nada si no subsistiese por si mismo , puesto que sólo el ser en acto tiene la facullad de obl'ar: por lo que todo obra segun el modo con que existe. De lo cual se deduce que el alma humana , lla· mada inteligencia ó espiritu 1 es algo incorpó­re0y subsistenle. » (Srm111, I, c. LXXV, a. z.) Lo que determina la racionalidad del alma hu­mana no es su cualidad de sér simple , porque esta condicion constituye tambien la de los ir­racionales , n i el conocimiento constituye taro-

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-32-poco su esencia ; pues aquél no es otra cosa que una de sus facultades : lo que la determina es su existencia aparte y su accion independiente del cuerpo y de los órganos corpóreos, consti­tuyéndola en lo que es , en sustancia inmate­rial. «En cuanto que traspasa el límite de la existencia de la materia corporal , pudiendo subsistir y obrar por si sola, es el alma huma­na -sustancia espiritual.� (Thom., .De spi'ril. creat., z.) «Por sustancia espiritual debe enten­derse aquella sustancia que ni consta de mate­ria, ni como ésta es extensible ni depende de ella en esencia. » (Suarez , De tmilnn, l . c., 9.) La inteligencia, como ya hemos dicho, no sola­mente no es el resultado de una encrgfa del cuerpo ni de una oombinacion qufmica 1 sino que ni iun va unida i un órgano corpóreo, como el intermedio de su accion, segun acon­tece en la percepcion sensible. « Porque te­niendo cada órgano corpóreo, como tal , una naturaleza determinada, el espíritu no podria reconocer la naturaleza de lodos los �erpos, ínucho ménos seres inmateriales.» (Sruna, 11 CU. LXXV1 a. 2,)

El animal , segun inles hemos demostrado,

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no hace más que sentir, sin ir más allá en su

iniciativa ; mas como la sensibilidad obra sólo por la cooperacion del organismo corporal , es claro que no tiene ni eficacia propia, ni vida aparte y libre de la participacion del cuerpo; por eso cesa tambien de existir el alma de los irracionales cuando el cuerpo se disuelve. El hombre, por el contrario, continúa existiendo y viviendo despues que su organismo muere y

se disuelve, porque la mejor esencia de su vida, ó más bien su mejor vida , es independiente de lo que entónces termina ¡ y como su pensa­miento y

'su libertad jamis necesitaron de su

organismo, tampoco en el más allá de la muer­te del cuPrpo tienen necesidad de él.

Y por otra parte , así como no puede perecer con el cuerpo el espíritu, como principio de ac­tividad intelectual , tampoco perece lo que es el objeto de su actividad, el término constante de su pensamiento y de su voluntad libre. Por­que este objeto no es de naturaleza sensible, sino que perteoece á un mundo suprasensible, mundo que no es lo individual , lo concn::to, lo contingente , lo perecedero , pues esto es úni­camente objeto de la sensibilidad , sino lns

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ideas universales necesarias y eternas, es decir 1 todo el imperio de lo verdadero y de lo bueno (Thom., C. Gmt., n, 55) ; ideas que, existien­do ántes del mundo visible, y á despecho de todas las mutaciones terrestres, permanece­rán invariables. Por eso 1 des pues de la muerte del cuerpo, estos principios eternos no fenecen, cOmo tampoco el espíritu del que son objeto, alimento y satisfaccion.

e Así como los sentidos no perciben más que lo mortal, por ser el cuerpo perecedero, el al­ma, que percibe lo inmortal, debe ser inmor­tal necesariamente¡ porque ella no piensa y considera en lo inmortal , sino porque es in­mortal . » (Athanasius, Adv. Ge11t., c. :x:xxm.)

e La conviccion de mi inmortalidad nacé en mi de la idea que tengo de mi actividad¡ que, puesto que yo trabajo sin descanso hasta mi fin, la Naturaleza está obligada á indicarme ella misma otra forma de existencia cuando la actual sea ya impotente para sostener á mi espíritu. �o ( Comw·s;,ciones de Goctkc, n, 56.)

Es verdad que el mundo sensible, por el in­termedio de los órganos de lós sentidos 1 sis­tema nervioso, los fantasmas de los antiguos,

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ofrece al espíritu la materia y la forma de su actividad, y sobre él funda el conocimiento de su peculiar objeto y el alcázar de sus ideas. Y en esto se funda tambien el que las operacio� nes del espíritu , siendo operaciones puramente del hombre 1 ea decir 1 de un sér á la vez ra­cional y sensible, van siempre acompai'i.adas de las representaciones sensibles de la imagi­nacion. (Aristóteles, De nui'm., 1111 30.): « El alma no percibe nada sin fantasma.• (Thom., l . c., LXxxxv, a,¡.) Sin embargo, se cometería un error deduciendo de aquí , como hace Ul­rici , que la ciencia de la Naturaleza esta en el derecho de negar que el alma aislada, es decir, separada del cuerpo_, conserva su pi-opia con· ciencia 1 pretendiendo que queda privada de ella hasta el dia en que de nuevo se reuna al cuerpo, siendo así que lo que únicamente se deduce es que la actividad del alma racional no se ejetcc por mcdiacion de órganos corpó­reos 1 teniendo tambien una existencia inde� pendiente del cuerpo. Olvídanse, al conside­rar así la cuestion , que una vida futura no es concebible sino en Dios y por Dios , y que Él, que nos ha dado la conciencia en esta vida, sa-

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_ ,._ brá conservárnosla en otra de diversas condi­ciones. «Debe tenerse en cuenta que el alma separada del cuerpo entiende de distinta ma­.nera que cuando está unida á él , como tam­bien es diferente su manera de exist ir ¡ pues tod3.s las cosas obran segun aquello que son.» (S. Thom. , C. Ge11t., 111 8r). El alma separada del cuerpo conocerá de la misma manera que los puros espíritus. Oigamos de qué modo el ntismo Santo Tomás desarrolla esta cuestion ( Smna, r, c. LXXXIX 1 a. 1) : « Se pregunta si el alma, separada del cuerpo, puede entender alguna cosa (De mltiJt., a. I S). De tres mane­ras entiende el alma desp11es de la muerte ; una por las hnágenes gue recibió de las cosas, miéntras estuvo unida al cuerpo¡ otra por las imágenes que Dios ha infundido en ella , en su ntisma sep.;racion del cuerpo¡ la tercua viendo las sustancias aisladas y con­templando en ellas las imágenes de las cosas. l\Tas esto Ultimo no tstá sometido á S1l arbi­trio , sino más bien al arbitrio tle la sustancia separad a , que hablando de5cubre su inteli­gencia, cuya locucion hemos dicho en otra par­te �n qué consiste. (Thom., cu. XIX_ intcr cu,

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Qtwdlib. De COCJtil. animw post mort., a. 1.)

«A la manera que los ángeles conocen las cosas singulares por las especies concreadas, asf lo hace el alma por las mism'as especies puestas en ella en la separacion misma. Pues siendo las ideas existentes en la mente divina hace­doras de las cosas en cuanto á la forma y á la materia, es conveniente .que sean modelos de las mismas en cuanto á ambas cosas. De donde resulta que por ellas se conocen las cosas, no tan sólo segun la naturaleza del ginero y de la especie , sí que tambien en cuanto á su sin­gularidad , cuyo principio es la materia. Pero las formas concreadU en las inteligencias an­gélicas y las que alcanzan las almas en su se­paracion , son ciertas semejanzas de las razo­nes ideales que se hallan en la mente divina, de tal suerte que , así como de aquellas ideas emanan los objetos para subsistir el! la forma y en la materia, de la misma manera· emanan las especies en las inteligencias creadas , que son las que suministran conocimiento de las cosas 1 así í·n cuanto á la forma como en cuanto á la malcria , á la naturaleza uni\'eJsal y á las cosas singulares.:. (ldem, a. 2.) Así , pue.s, el

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_,._ alma del hombre no es un sér sin existencia propia, que se desvanece y se pierde, como el alma de las beslias, en el organismo corpóreo, sino un sér subsistente , dotado de libertad y de actividad interna , que crea una vida nueva y m;i,s alta; la vida del conocimiento supra­sensible y del amor. Por lo tanto , el alma hn­mana por su propia naturaleza es capaz de po­der continuar viviendo despues de la muerte de su cuerpo, todo el tiempo que plazca á Dios conservarla y no privarla de la vida que Él mismo la dió. En efecto , el alma, como todo el res lo de la creacion, no vive sino por la \'ir· tud de la palabra divina y creadora de Dios, que la llamó a la existencia, que la soslienc sobre el abi5mo de la nada y, por la que existe cuanto existe. ( Cp. Bonav. ¡,;·u. Dis. XIX.)

Y aqni se presenta la otra cuesliou : ¿conti­tinuará viviendo el alma realmente despues de la muerte

.del cuerpo 1 6 bien la idea del alma

implica que debe fenecer un dia , como todo lo finito ? « Porque ser finilo en un sentido é in­finito en otro , es un algo imposible en el ter­reno de la legalidad¡ asf pues 1 para no tener fin era preciso que el alma no hubiese tenido

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principio. Un sér con principio y sin fin, seria tan absurdo como un ser con fin pero sin prin­cipio.• (Strauss, Teoria, 11, 737.) La objecion no es nueva 1 puesto que Santo Tomás tuvo co­nocimiento de ella y la refutó con su acostum­brada maestría, (Sr�ma, r, c. r.xxv, a. 6 ad 2.) Por otra parte 1 tal objeccion tendria visos de \'erdad si se formulase de este modo : todo lo que tiene principio puede tener tambien fin ; puesto qu e lo finito no tiene derecho por s í mismo á la inmortalidad; la inmortalidad ab­soluta no puede pcrtenecerle. No se necesita estudiar mucha filosofia para comprender que á Dios solo pertenece en propiedad la inmor­talidad (1. Tim. v1 , r6) y que si el alma dura, es porque Dios quiere que dure y la conserva. Pero de aquí no se d<:duce en manera alguna que el alma deba perecer y que Dios no pueda comunicarle la inmortalidad. Por consiguien­te, queda aún en pié la cuestion enunciada: ¿el alma es realmente inmortal? Nosotros res· pendemos sin vacilar: si ; el alma \•h•irásiem­pre , porque lle\'a en sí misma la idea de la in­mortalidad , la idea de una vida eterna 1 y no sólo la idea , sino el deseo inextinguible de

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-40.:.. una vida eterna 1 y una felicidad pasajera no

seria para ella tal felicidad , pues no es capaz de satisfacerla, sino lo que es 1 como ella, eter­no. Miéntras que el animal , entregado por completo al goce de la vida actual , no conoce más dolor ni más placer que los que le con­mueven en ese momento de presente, y no tiene más idea ni más deseo de porvenir y de vida futura ¡ el hombre no puede echar nunca esta idea de su mente , la lleva siempre en lo más profundo de su sér y despierta en él inex­tinguibles deseos, por una necesidad inn.ata .i su naturale1.a. El alma 1 segun San Atanasia (C. Gazt., xxx1)1 es capaz de concebir el pen­samiento de una vida eterna é inmortal; luego es esencia dislinta del cuerpo é inmortal tam­bien. Si el hombre no fuese inmortal, ¿ dónde habria hallado la idea de la inmortalidad? ¿Dónde habria concebido ni su pensamiento ni su deseo, siendo mortal todo cuanto ve en el mundo? Por tanto, la misma Naturaleza es la qne le se¡)ala, como con el dedo, la inmorta­lidad, y la voz de la l\'atura!eza no engalla nunca. Adt"mas, sería rrlciso que Diós se hu biera contradicho i sf mismo si, al 'depositar en

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-4t-el alma humana este pensamiento y este deseo de inmortalidad, haciéndosela vislumbrar co­mo su natural destino, hubiera resuelto al mismo tiempo aniquilarla en su dia, Porque es algo más que un pensamiento aislado y que un caprichoso deseo la innata conviccion de la inmortalidad , pudiendo considerarse como la rúbrica universal y perpétua de la humanidad en todos los tiempos , en todos los lugares y en todos los grados de cultura, de suerte que al propio tiempo revela la existencia de una causa universal y perpétua tambien, que no es otra que el mismo Creador , autor único de cuanto existe de esencial en la Naturaleza.

« Un dia estaba yo leyendo cómo la larva del escarabajo se construye un capullo mayor que lo que al parecer necesita su cuerpo, con el objeto de que los cuernecillos que han de salirte más tarde tengan espacio donde colo­carse, y me dije : ¿Quién ha dado !conocer 6. la larva del escarabajo su vida fUtura y sus cuer­nedllos venideros ? ¿Y quión -pu(!de creer que el mi�mo Haced,,r qne ha creado al hombre y al t:scarabajo, d6.ndult: i ésle el instinto de un hecho por venir 1 se haya complacido en legar

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- 4' -al hombre una falsedad en esln fe que le im­pulsa ú. disponer y regular su vida presente en la expectacion de otra vida venidera, fe que se desarrolla en él tan naturalmente como el instinto en el gérmen del escarabajo, siendo tan necesario para el desarrollo completo de la humanidad , como dicho instinto al del insec­to? Porque, áun cuando, á la verdad, la fe en la inmortalidad no se desarrolla tan profunda­mente en cada uno de los hombres como el instinto en cada escarabajo 1 considerando á la humanidad en su conjunto se verá la misma creencia en la inmortalidad , y con el mismo carácter de necesidad que el mencionado ins­tinto del insecto, siendo aquélla muy superior en cuanto que nace de las relaciones de una vida consciente, marcando el fin comun de es­ta vida tan superior en todo á. la de los ani-males.• (Fechner, l . c., 1 1 5.)

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cLa Naturaleza no hace nada en vano ¡ pues bien , no existe un solo sér inteligente que no aspire á. la duracion personal .de su existencia. Hé aqu í , pues , la diferencia : Aquellos seres que no conocen sino el momento presente, á. él limitan su deseo, y no piensan en una exis-

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tencia perdurable ¡ pero los que, por el contra­rio , tienen conocimiento de una vida impere­cedera 1 aspiran necesariamente i ella 1 siendo por consecuencia imposible que cesen de exis­tir jamás.• (Thom., C. Gent., 11;79.) Y en efec­to; negar la inmortalidad del alma es amor­dazar y dar un mentís á. la voz más íntima de la conciencia humana. Porque esta \•ida futu­ra es tan innegable , que la conciencia podrá sólo vislumbrarla, ora con deseo , ora con ter­ror , ya con espernnza , pero nunca podrá ni apartar los ojos de ella , ni olvidarla. Por eso dice con mucha razon Goethe ( G. man.r., m) :

e Tienes fija la idea de la inmortalidad, ¿ put­des nombrarme sus fundamentos? Cierta­mente ; y el pl'incipal consisle en que no po­demos carecer de ella, » ¿ Y es posible que lo Q!le el mismo Dios, en su infinita sabiduría ha

­

establecido, no fuese otra cosa que un gran error que extraviase al hombre en su camino, y una superchería que dur.ase tanto como la humanidad? Pues q�é , ¿ Dios habria creado el alma , la habria creado capaz de presentir la eternidad y de aspirar á. ella , para no dejarla sino algunos dias de existencia ?

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EI materialismo .tiene tambien su inmorta­

lidad , la inmortalidad de la materia, palabra sin sentido, puesto que allf donde no hay vida, como en la materia muerta, morir, sobrevivir, ser mortal ó inmortal, son absurdos. ¿ Por qué liarais? dicen los filósofos materialistas á los que han perdido un objeto amado ¡ no liareis, porque su muerte es sólo aparente, y vive bajo la forma de vegetal, 6 de una bestia, y á fuerza de metamOrfosis , quizá otra vez llegará á ser hombre el que liarais. ¡ Como si no pu­diera decirse lo propio de un perro !. «No con­cibo que un alma, á la que Dios ha querido inundar con la idea de su st:-r infinito y con eternas verdades, pueda ser aniquilada. • (La Bruyere, Carne!., XVJ.)

« Cuando el alma investiga por si misma, tiende su vuelo al Sér puro, eterno, inmutable: é inmortal, y como está hecha á imágen suyá, se le adhiere con afan , y permanece á su lado todo el tiempo que se pertenece á si misma , y que una fuerza superior no la desvia. Este es­tado se llama reflexion. Mira, pues , si de cuan­to hemos ditho no se deduce que el alma tiene gran relacion con lo divino, lo inmortal, lo in-

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- 45 -teligible 1 lo indisoluble y lo inmutable ; así como el cuerpo , con lo.humano , lo mortal, lo sensible 1 lo multiforme, lo perecedero y lo variable. Por lo cual es propio del cuerpo el disolverse rápidamente, y del alma, por el con­trario, ascender á lo indisoluble. Así , cuando en hombre muere , ¡ qué pronto desaparece la parte visible , el cuerpo ! Pero todo lo contrario le sucede á su parte invisible : ésta se va á la mansion de la pureza, de la virtud, de lo invisi­ble , al seno de un Dios bueno y sabio. Y se ve tanto ménos complic:;.da en la muerte del cuer­po, cuanto más pura estaba en la hora de sepa­rarse de él¡ cuanto más se ha esforzado por vivir en este mundo conforme i la sabidurra, que es la verdadera preparacion para la muerte. Cuando ha vivido en él como si en él no estu­viese, vuela natÚralmente á reunirse al que es de la misma naturaleza que ella, al invisible, al inmortal , al divino, al inmaculado.»- (Fed. 1 79, sig.) «Absorberse y ser uno con Jo infinito , sin dejar de ser finito , ser eterno á cada instante, hé aquí cuanto sabe decir la ciencia moder­na�-, dice Straus (1. c. I , 739) , como si existie­ra en tal creencia algo de singular y de con-

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tradictorio con la creencia cristia_na de la in­mortalidad del alma. Como si esta eterni­dad de nuestra alma no debiera empezar en esta vida por la union más intima, en lo posi­ble, de nuestro espiritu con el espfritu dh·ino. «Y la vida eterna consiste en conocerte á Tí, solo Dios verdadero 1 y á Jesucristo, á quien TU enviaste.• (Juan, xvn, J.) e Quien cree, ese tiene la vida eterna.» (Juan , m, 36.)

Es una frase profunda la que contiene el siguiente pasnje de la Sagrada Escritura : «Dios no es Dios de los muertos 1 sino de los vivos. • ( Luc. , xx , 38. ) « Dios creó las cosas para que existiesen lfl. 1 dice Santo Tomots. ( C.

Ge,zt, , rv, 97.) Todos viven en Él y ante :Él. El espíritu creado es el espejo en el que se re­fleja la imágen de la divinidad. Imágen ador­nada de belleza 1 de grandeza , de amor y de justicia , inmortal testigo de su gloria (..>f:erna. Los espíritus vi\·en para Dios ántes de vivir para sí y para el mundo. ¿Y es posible siquie· ra imaginarse á Dios, con stt providencia, cer­niindose satisfecho sobre el inmenso calvario de espíritus sacrificados á la nada? Luego si C"mocer es la vida del espíritu, y si el conocí-

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- 47 -miento del primer principio es el término y la felicidad suprema 1 á. la que aspira el hombre, es innegable que el lugar de reposo de todos los espiritus está. en Dios.

«Consistiendo la Ultima bienaventuranza del hombre en la más alta operacion del mis­mo, que es la operacion del entendimiento, si fa inteligencia creada uo puede contemplar nunca la esencia de Dios , ó num:a llegará á. obtener la bienaventuranza, ó su bienaventu­ranza consistirá en otra cosa que en Dios , lo cual es contrario á la fe ..... Por Consecuencia, si el entendimiento de la criatura racional no puede llegar á la causa primera de las cosas, quedará sin realizar el deseo ele la Natura­leza.» (Smllll , 1, cu. xn, a. 1 .) Pttes ¿quién pue­de afirmar que ha conocido lo suficiente á Dios en la tierra, y que ha escudriilado bas­tante las obras en las que Dios ha revelado al espíritu su grandeza y su poder? Y qué, ¿ tan­tos millones de espíritus habrian pasado sobre la tierra sin go.zar de la vida verdadera del cspiritu, r por consiguiente, habrian sido crea­dos en vano ? Una inmortalidad de las almas sin Dios es más fii.cll de concebir que un Dios

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- 48 -sin la inmortalidad de las almas. Por eso estu­vo acertado Lactancia al deducir la inmortali· dad del alma humana de la idL>a de Dios in­manente· á la misma , raciocinio que ya babia hecho Ciceron. (Instit. div., vu , 8.)

Lo expuesto nos conduce á nuevas conside­raciones. ¿ Cuál es el deseo más poderoso del hombre, la primera y la última aspiracion de su alma ? Interrogad, si esto fuese posible, á todos los millones de semejantes vuestros que han cruzado por la tierra, desde la Creacion del primer hombre. ¿ Qué querian? ¿ A qué aspiraban ? ¿Cuál fué el término que todos de­searon ? Interrogaos á vosotros mismos, apli­cad el o ido á vuestro propio corazon, y escu­chad su clamor mis recóndito y mis verdade­ro. ¿Qué pide ? La felicidad. e Todos queremos ser dichosos, y ni queremos ser desdichados ni podemos siquiera desear serlo. » (August., De Trinitate , xm, 4.) Antes que haya oido pronunciar por primera vez el nombre de vir­tud , ántes de saber nada acerca del deber y del sacrific;:io , el hombre desea ya la felicidad. Dése á esto el nombre de egoísmo, en buen hora ; pero es así. El hombre no podrá nunca

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renegar de su personalidad, ni podrá, ni quer­rá, ni áun en condiciones de cumplirlo , ten­dría valor para hacerlo. Todos los seres tien­den á sostenerse como tales 1 aspiran á ser seres y huyen ·instintivamente de 1¡ nada : es una ley universal de la que nadie se exime, desde el ángel que está delante del trono del Señor 1 con su aspiracion i la bienaventuranza, hasta el duro mineral con su fuerza de cohe­sion que le da forma. Lo que engrandece al hombre no es el sacrificio en sf mismo , sino el objeto á quien él sacrifica, al que se entrega y en el que encuentra su felicidad y su alegria. El hombre no puede nunca olvidarse de si mismo enteramente y para siempre. Por esto precisa­mente la Escritura no contiene ningun pre­cepto explicito sobre el amor de si mismo. El hombre no es libre de no amarse, sólo es libre para amarse segun la naturaleza sensible 6 segun la naturaleza racional. (S. Mat., x, 38.) • Dificil sería, áun al más ardiente fanatis­mo, complacerse en la idea de abismarse en el seno de la di\"inidad , si no tuviera la esperan­za segura de encontrar allí su personalidad. No hay rnfstiCo que desee anonadarse, si no se

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- so -viera constantemente á sí mismo como obj�to del anonadamiento que desea . • .\un el panteis­ta Espinosa sintió esta necesidad en que se en­cuentra el hombre de no poder separar de sí mismo su¡ropio pensamiento. Viéndose como perdido en lo absoluto, veíase aún á si mismo, y no podia considerarse como anegado sin considerarse al mismo tiempo como existente. (Schelling , Cm·las, ·8.) Este impulso hácia la vida, hácia el sér y el bienestar , es , por lo tanto , una ley de todo sér viviente, sobre la cual descansa la existencia de este universo.

¿Cuando es legítimo el amor propio y cuán­do no lo es? La respuesta es fácil : se convierte en p<..ocado cuando ofende al derecho del próji· mo y á los deberes de la caridad fraternal. Fuera de estos casos, el amor de si mismo es permitido. Porque «el hombre debe amarse á si mismo, entre las cosas que amamos por ca­ridad como pertenecientes á Dios » y « por caridad debe el 1tombrc amarse á sí mismo más que al prójimo.» (Sm11a , u , c. xxv, a. 4 y C. XXVI1 a. 4.)

Puesto que el amor á sí mismo es, al decir de San Maleo (xxn1 3? ) , modelo dt:l amor al

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prójimo, el sacrificio de los bienes tempera· les, que pueden y deben servir como m<.-dios para conseguir la salud eterna , no es de pre­cepto, cuando su conservacion no viola ningun deber más alto; es solamente un consejo , ex­presion del heroismo moral. Pero asi como el hombre no puede- suicidarse corporalmente, así t.1mpoco debe hacerlo espiritualmente. La vida eterna en Dios es su \"Crdadera vida , á la que el Senor le ha destinado y no puede sus· traerse á su destino esencial. Al querer su vida eterna, quiere al Eterno mismo , que ele­va y ensancha su natura"leza. Al poseer á Dios se posee á si mismo , porque la vida en Dios es su vida propia y esencial. «Cuando nos vemos inducidos á amar á Dios , nos senti­mos inducidos á desear á Dios , por lo que principalmente nos amamos a nosotros mis­mos , queriendo para nosotros el sqmo bien.,. (ldcm , De Cnrt't. , a. ¡.) Por eso no puede ni debe el hombre, de una manera permanente y absoluta, desviar sus miradas de la vida bien­;aventurada, ni áun cuando haya llegado al illlimo grado del amor divino (a1nor hcm!VQ· le11tite). Al condenar las proposiciones contra-

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rias del quietismo , principalmente en Moli­nos (propp. 68 , dmmlat. ah Imroc. XI, 20 No­viemb. 1 687) , y contra Fenelon (projp. 23, dmn11at. ah ItlnOC�Ilt. xn, u Marzo 1 699) , la Iglesia ha prestado un gran servicio á la filosofía y ha servido de salvaguardia al funda­mento de la sana moral.

Pero cada sér apetece la especie de vida que le conviene y tal como la conoce. AIH donde se ha despertado el sentimiento de la eterni­dad , el corazon an.sia una vida eterna; alli donde no se halla más que el sentimiento de la vida del momento pre�ente , como en el animal , el deseo de la vida no va más allá del momento actual. Mas si se da el nombre de egoismo al amor de la vida eterna y bienaven­turada, entónces es tambien egoismo amar la vida terrestre , es egoismo querer vivir toda­vfa ma11ana, y egoismo es tambien el tomar alimentos y remedios á fin de prolongar la vida un solo instante, como el aspirar á per­petuar su memoria por la ejecucion de obras que merezcan la gratitud de los venideros. El mismo suicida, para quien la vida ha llegado á ser una carga insoportable, de la que procu-

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- 53 -ra desembarazane, prueba á su manera este deseo inextinguible de dicha , toda ve� que busca la muerte porque cree acabar con su sufrimiento, acabando consigo mismo , y por­que se le figura que sufre demasiado para po­der disfrutar de una existencia tranquila y di­chosa.

cFigúraseme que no hay nadie que , al qui­tar'Se la vida, tenga la firme creencia de que no sobrevivirá á la muerte del cuerpo ..... En su imaginacion predomina el error de que mo­rirá completamente, mas en el sentimiento predomina el deseo natural del descanso. Pero lo que está tranquilo , no es la nada , ántes al contrario, es más que lo que está agitado ..... porque á la quietud va aft:cto el estado de constancia 6 permanencia , en el que se com­prende mucho mejor lo que se dice : existe. Por consiguiente, todo aquel apetito por el que se desea la muerte no lleva el fin de que deje de exi�tir el que muere , sino de que des­canse. Asi 1 pues 1 por ofuscacion cree que no ha de sobrevivir, mas por inclinacion na­tural lo que desea es la quietud , es decir , de­sea existir más. De donde se infiere que nadie

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- Sol -

absolulamente puede tlcsear no existir. ,. (An­gustio., De Nher. tn·hit., In , 8 . )

Mas 1 ¿ en dónde se halla la dicha ? Puesto que hablamos de ella y la buscamos, no debe­rá sernos una cosa enteramente desconocida, ni de todo punlo exlrafia en la tierra. Sí ; la dicha se nos presenta, aunque no sea más que por un instante , en la tierra, y nos acompalia en nuestro viaje de la vida , siquiera desapa­reT.Ca súbitamente, sin que sep.'lmos de dónde ha venido ni adónde se ha ido. ¿ Quién será. tan ingratl) que diga : la dicha no se me ha aparecido jamas ? Es verdad que !).O dura mu­cho, porque á lo mejor se esconde , semejante al sol en \ID dia de tempestad, que tan pronto se nos aparece á través de las nubes, como se oculta tras ellas. Pero el hombre no quiere solamente ser dichoso por un instante , sino que quiere una felicidad que dure siempre y

que no se acabe nunca. c Una vida dichosa no lo · es desde el mq_­

mento que puede perderse, porque la felicidad es incompatible con el temor de perderla.• (Cicer., De fim"b. , 1 1 z6.) Mas por la sola cir­cunstancia de ser duradera, no serfa completa.

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- ss -Pues la felicidad terrt."Strc no s.alisface más que en parte los deseos que de ella tenemos, no refrigera nuestro sér más que en un sólo sentido , dtjando la parte más noble �rida y desolada ¡ no abarca toda el alma , ni la pene­tra hasta lo más Intimo de su vida, ni escla­rece sus profundidades i la manera que el hondo valle permanece sombrío cuando el sol empieza i iluminar la cima de la monta11a. La dicha terrestre no es general ni penetra hasta los más intimos senos de la vida, no llegando á. dorar más que los bordes exteriores del alma, derrama sus resplandores en una sola dircc­cion para que de' esta suerte se destaquen más las sombras. De aqui la secreta amargura que se encuentra mezclada en la copa de nuestra dicha aqui bajo. Jan1as experimentamos mejor lo poco que dura, que cuando la hemos disfru­tado por algun tiempo. La verdadera felicidad debe abarcarlo todo, debe durar siempre. Úni­camente en lo infinito reside la felicidad, que alegra al alma de una manera cumplida 1 eter­na é infinita. La felicidad eterna ¡ hé ahi la verdadera bienavent�ranza. Si es indudable, y lo es, que el hombre lleva en su corazon este

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- 56 -deseo, no lo es méuos que debe satisfacerle ; porqueJa voz de la Naturaleza no e s un a voz engafiosa, es la voz del mismo Dios , autor de ella.

Por donde se ve que la naturaleza misma del hombre es una dcmostracion de su inmor­talidad. Pero no sólo aquella, sino el mismo Dios y su juslicia asl tambien lo reclaman. El órden moral, que tiene su principio y su fin en Dios, exige de una manera absoluta que la virtud reciba su recompensa y el vicio su cas­tigo. Y como quiera que esta necesaria remu­neracion no tenga lugar en este mundo , don­de el hombre se ve con fa·ecuencia obligado á sacrificar, en aras de la verdad y de la justicia, toda su felicidad terrestre, y áun á veces su vida , es absolutamente necesario que haya otra vida, en la que sean recompensados los justos y castigados los viciosos. La supervi­vencia del alma , por lo tanto , es consecuen­cia necesaria de la existencia di: Dios y de su providencia infinitamente sábia y justa que todo lo ve. Esta supervivencia debe ser eterna¡ no basta que el alma, en la otra vida , reciba su recompensa 6 su castigo y despues sea ani-

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- 57 -quilada. Aquélla no seria ver�adera recom­pensa, puesto que nuestro corazon aspira á un;L que sea eterna, y éste no seria castigo sufi­ciente para ofrecer á. la ley la sancion impe­Ii0$a que exige , ni daria tampoco á nuestro corazon el ·aliento que necesita en su lucha contra las violentas pasiones. Por otra parte, Dios no aniquila lo que una vez ha llamado á la existencia¡ no puede , pues , aniquilar el alma.

Pero se nos din\ acaso : ¿ no se halla la re­compensa de la virtud en la virtud misma? ¿ no encqntramos en nuestra conciencia nues­tro más precioso galardon 1 así como nuestro mayor castigo? l Acaso obrar el bien por la r.::compcnsa no es un egoismo que repugna abier!amente á la idea moral ? Tal es el sentir de Spinosa, Bayle, Kant, Hegel y Strauss.

«El que todavfa se atreva á afirmar que, de ordinario en esta vida , el bueno es desgracia­do y feliz el perverso, por lo cual es necesario (¡ue exista una justa compensacion en la otra vida 1 demuestra que no sabe distinguir lo ex· terior deJo interno, la apariencia de la esen­cia; que no es apto para tratar cuestiones espi-

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rituales y que ni es digno ni tiene derecho á dar su opinion en asuntos de esta naturaleza. De la rr.isma manera el que necesita hallarse sostenido en la vida del deber por la perspecti­va de una recompensa rotura, no ha pasado del vestibulo de la moralidad.» (Strauss, Teo-

1"ia1 n , ¡1 1 . ) De qué naturaleza sea la morali­dad del hombre que no cree en Dios ni en la inmortalidad del alma , nos lo enseña el mate­rialismo que 1 con Büchner ( l . c., 28 5 ) , no re­conoce otro móvil p.1ra el gobierno de la socie­dad que el más refinado egoismo. Y si, como pretende Strauss, el esperar una recompensa eterna es demostrar que no se ha llegado á la madurez intelectual, consolémonos con nuestro Sen.or Jesucristo, que nO cesa de llamar nues­tra atencion hácia la eternidad : « No temais á los que matan el cuerpo¡ temed más bien á aquel que puede arrojar el cuerpo y el alma en el infierno. • (S. Mat. , x1 28 . ) « ¿ Quieres en· trar en la vida eterna? Guarda los mandan1ien· tos. »- (S. Mat. 1 X I X , 1 7 . ) Por lo demas, decir que la espéran7.a de galardon implica que no se amaria á Dios ni al bien , si no hubiera re­compensa que obtener 1 que asf no se ama pro-

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- 59 -piamente sino la recompensa, y en la recom­pensa á sf mismo, es sostener una cosa com­pletamente falsa. ¿ Por qué , pues , no podria hallarse impulsado el hombre á amar á Dios por diferentes motivos á la vez ? En mi amigo amo , al propio tiempo 1 lo que él es en si y lo que él es para mi. Al amar á Dios , ama tam­bien el hombre la fuente de su felicidad. Por lo tanto , habria que rechazar tambien la re­compensa del testimonio de una buena con­ciencia como egoísta, á causa de la alegría que procurJ. d�pues de una buena . accion y del remordimiento con que castiga los malos he­chos.

Por consecuencia, esta objecion que , al pa­recer, tiene cierto viso de verdadera , se des­vanece desde el momento que se la examina de cerca . • Es indudable que el criminal lleva en sí mismo su castigo en el remordimiento de su conciencia , que le tortura el espíritu y

áun le roe la vida del cuerpo , asl como el jus­to sabnrea 1 en la paz de su alma , cierto pre­sentimiento de la bienaventuranza futura; pero no consiste ímicamente en esto toda la recom­pensa y todo el castigo. La historia es tambien

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_ ., _ un tribunal ; pero el juicio que pronuncia re­,·cla otro_suprcmo, soberano y decisivo. Si no existiera otro galardon que la conciencia de haber cumplido uno bien su deber, ni otro casLigo que-el aguijen deJ remordimiento , se dcstruiria por completo el órden moral, y con él la justicia divina. Por otra parte, el delica­do sentimiento de la conciencia , asf como la paz ó la pena que proporciona , no es, en ma­nera alguna, igual en todos los hombres, sino que se halla modificado de mil distintas ma­neras, por el carácter , la educacion 1 la refle­xion y otras muchas circunstancias. Y sin em­bargo, la justicia , ántes que todo , exige la igualdad. La facultad libre tiene poder para acallar por completo la voz de la conciencia, ó amortiguarla mucho, si no para siempre, á lo ménos por largo tiempo ¡ y siendo as( , el hombre culpable no su[riria ninguna pena , y áun si moria en tal estado, cstaria exento para siempre del caslig9 que reclama la justicia. ¿ Qué digo ? Cuanto más profunda ruera la caida , menor sería el castigo , porque es cosa muy sabida que el scnt�miento moral se em­bota y debilita á medida que se acumulan las

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faltas. Lo contrario sucederia con el justo, cuya conciencia timorata recibe de las meno· res faltas un vivo dolor, que aumenta á medi­da que se eleva en la esc;Jlla de la perfeccion moral, de lo cual tenemos mil ejemplos en las vidas de los santos. Por lo demas , ¿ qué es el remordimiento de la conciencia en la mayor parte de los casos, sino el temor del castigo futuro, temor que se apodera del alma en las horas tranquilas dk: la vida , asf como tambien la esperanza de la recompensa futura se mani­fiesta en la plácida alegria que llena el alma del justo ?

Por úhimo , ¿cuál sería la recompensa del que muere por la virtud ? La virtud, que está pronta á sacrificar la vida terrestre por conser­varse ilesa, seria una cosa contraria á la Natu­raleza, si el alma se extinguiera con el cuerpo. No; !a justicia sólo existe allí donde la recom­pensa y el castigo están por encima del hom­bre ¡ léjos de depender de su voluntad, es nece­sario que le sean impuestas invariablemente, como lrt misma ley moral que debe ser reali­zada en y por la \•o! untad libre, pero que está ántes de él y sobre él, como su regla inviolable

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y su modelo perfecto y eterno (Lactancio, Itutit. diviiJ . 1 n, 1 3 ) ¡ y Ciceron (Qttmst. lia­cttl., 1, 1 5) dice : c ¿ Qué creemos que pensa­ron en esla repüblica tantos y tan insignes varones muertos por la patria? ¿ Acaso que su nombre se desvanecia al mismo tiempo que terminaba la vida? Jamás se ofreceria nadie á la muerte por la patria sin una firníe esperanza de alcanzar la inmortalidad .»

Por eso Jesucristo, cuya perfeccion y sabi­duría, segun propia confesion de Strauss (Ct�cs­tiott�s, m, 1 �8)1 nadie pod,r3.alcanzar en toda la sucesion de los siglos, dice : «Gozaos y alegraos, porque vueslro galardon es muy grande en los cielos.» ( Mat., ''• 1 2 .) e Si Cristo no ha resuci­tado, ;omos los más desdichados de los hom­bres ¡ porque entónces no resucitarémos tam­poco nosotros , en cuyo caso, comamos y beba­mos , que maí\ana morirémos.» (1. Cot·., xv, 1 7 ,

1 9 , 32 . ) Si fuese cierto que e l hombre no tiene más que una vida temporal , seria preciso que se dedicase por completo á esla vida , que vi­viese exclush•amente para las cosas que pasan, y que buscára los placeres de la tierra, ya sean delicados ó groseros.

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« Es menester reflexionar, amigos mios, dice Sócrates hablando como San Pablo, que si e alma es inmortal , reclama nuestros cuidados, no solamente por el tiempo presente, que co­munmente llamamos vida , sino iun por siem­pre ¡ así es que se expondria á un gran peligro el que la despreciára. Si la muerte fuera el 'fin de todo hombre , es necesario conf�sar que seria una ganancia completa para los mah•atlos el verse libres, al morir , de su cuerpo y de su maldad, á la vez qUe de su alma. Pero sien­do inmortal no tiene olro medio de librarse de los males n i otra salvacion , sino hacerse todo lo bueno y prudente que sea• posible. �o

(Fed. , 1 0¡.) El esLoico podia despteciar el dolor y desa­

fiar á la muerte¡ su sistema era sublime, pero no t.em'a nada de humano¡ merecia estima, pero no era verdaderO. Podia negar el dolor, pero no estaba en su mano suprimirle. Po,r la virtud queria hacer del hombre un Dios , un si:r que se bastase A si mismo, en lugar de ele­varle ¡¡ Dios por la virtud. « La virtud, por sí sola , no es el bien sobemno¡ conduce a él y engendra la felicidad, pero no lo es ella misma ¡

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la virtud consiste esencialmente en el trabajo

y en el combate.,. (Lactancia , l . c., m, u.) Y Aristóteles babia ya dicho: « El hombre ''er· daderamente virtuoso soporta cualquier des­tino con dignidad . . . . . No puede, por lo tanto, ser nunca desgraciado; pero tampoco puede ser feliz si sufre un destino como el de Prfamo.• En el estoicismo se nos presenta de nuevo ese falso idealismo que considera el mundo exterior y real como pura apariencia y vana forma, sien­do así que tanto la justicia divina y el órden moral, como todo lo verdaderamente espiri­tual é ideal, tiende ta.mbien á ser real, querien­do hallar en el mundo visible su expresion y representacion. Para que el espíritu pueda en­contrar paz y s;;.tisfacCion , se requiere que ten­ga segura una recompensa final, y que se halle C!ltablecida con certeza en la otra vida la armo­nfa entre la idea y la realidad, entre la vida in­terior y exterior del hombre, entre la accion y sus consecuencias y entre el mérito y la suerte de cada uno. El mismo Dios y la unidad de su vida divina y bienaventurada nos garantizan que semejante armonia se ha de maniFestar un dia en el gran conjunto de su Creacion, y en sus

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- 65 -dos partes esenciales , el espfritu y la Natura­leza. Pero si es neces.1rio que reine en el Uni­verso esta unidad armónica, fuerza es tambien que se manifieste en el hombre, en este pequello mundo en el que los antagonismos de natura­leza y esp[ritu están conciliados por el lazo de la vida, y que, triunfante del dolor, de la muer­te y del sepulcro, el hombre justo llegue á ser bienaventurado. En esta vida mortal la justicia y la dicha se hallan aún separadas¡ el deber es el camino, la felicidad el término. «El "fin único del hombre, es su feJicidad ¡ la fuente de todo bien consiste en buscar la dicha donde se debe, del mismo modo que el origen de todo mal está en bu�arlo donde no se debe. • (Bossuet.) La virtud , el deber, no es, por lo tanto, otra cosa que la dicha verdadera elegida con plena liber­tad , puesto que el hombre no es libre para de­sear la felicidad en general, sino que aspira á ella necesariamente. En esta vida , en que no puede ni debe encontrar la felicidad completa, se le presenta al hombre bajo la forma de la virtud, al paso que el vicio , es decir, la desgra. cia libremente elegida, le atrae bajo las apa­riencias de felicidad. « Continuad buscando lo

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que buscais, pero sabed que no se halla donde vosotros lo. buscais. :t (San Agustin.)

Síguese, pues , que la virtud es un bien, puesto que condu¿e al bien supremo, que es el único que puede hacer dichoso al hombre¡ pero la virtud no es el bien total y completo, no es la manifestacion universal del bien supremo bajo todas sus fases. Y por eso «es imposible que obre el hombre, de cualquier manera que sea , sin que busque su felicidad. »- (Leibnitz, Eji'st. nd div., m, 68.) La encuentra en la per­feccion de su naturaleza, que ninguna criatura puede procurarle¡ esta felicidad proviene de la misma fuente de donde emana la vida ¡ se halla en Dios , sér infinito é ilimitado.

cEn tanto es una cosa perfecta en cuanto que alcanza su principio. En Dios está la última perfeccion de la criatura racional, que es para ella el principio de la existencia, ,. (Suma, 1 1 c. xn, a. r ¡ 11 n, c. n , a. 7.-Bonavent. i'n 1. Se11t . .Di'st., I, a. 31 q. n.) «Unicamente se puede temer á Dios al propio tiempo que se le ama, porque Dios mismo es la recompensa que se quiere.:. (August.1 qq. LXXXIII, q. IV 1 XXXIV. Ps.

i11 r.xxn, 3l!.) Dios es, pnrconsiguiente, el prin-

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cipio y el objeto de la virtud , la misma regla moral viviente , como tambien la fuente en donde el hombre bebe incesantemente la felici­dad eterna é infinita. En Él son ambas una misma cosa, poique Dios es la fuente y el prin­cipio de una y otr;a. Él es el bien supremo¡ el amor que se le profesa toma en esta vida el nombre de virtud, moralidad, deber. r de bien­aventuranza en la otra ¡ pero Dios es siempre el mismo en ambos casos. El panteísmo, para quien lo ideal no llega nunca a ser real, ni la realidad un ideal ; que tiene siempre separadas ambas cosas, y que por eso no cree ni en un Di� vivo, que es la santidad á la vez que tt misma bienaventuranza, ni tampoco en su Cristo, debe rechazar, por necesidad y por natural consecuencia de su sistema, un estado en el que se resuelve por Dios y en Jesucristo ese antagonismo aparente entre la virtud y la bienaventuranza,

La esperanza de ana bella y dichosa arme­nia que ha de reinar un dia entre lo interior y lo exterior, entre el mundo espiritual y la vida natural, entre el estado moral y la manifesta­cion ffsica, constituye precisamente la fuerza

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quc impulsa toda la actividad humana en el Lerreno de la ciencia y de la vida. ¿ Qué es el arte sino una anticipacion de semejante estado? Al exponer lo ideal bajo forma sensible-, l no intenta crear para lo ideal, lo eterno y

·to espi­

ritual una expresion en lo temporal, en lo ex­tensible y perecedero ? ¿ Ko se funda en seme­jante armonía el encanto que; para nosotros tienen las obras de arte ? ¿No ha de llegar, por consiguiente, un dia en el que la naturaleza, completamente penetrada por el espíritu, sea su legítima expresion , en que el mismo espíri­tu disponga á su placer de la vida natural por él gobernada, elevá.ndose toda la Creacion al estado de una grandiosa y sublime obra de arte ?

Pero si la inmortalidad se halla tan sólida­damente fundada, así en la sabidurfa y la justi­cia de Dios como en la natUraleza misma del hombre, ¿ de dónde proviene qlle pueda ne­gársela ? Examinemos esto con más deteni­miento.

La humanidad ha creido siempre en una vida eterna, y tan cierto es esto, que no pue­den los que la niegan citar un solo pueblo en

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_ .. _

el que no se haya encontrado la nocion de una vida futura, si bien alterada y desfigurada por toda clase de concepciones extravagantes, sen� suales y groseras. « Si el consentimiento uni­versal es la misma voz de la Naturaleza, y:si los hombres todos, de todos los tiempos y de todos los países, eonvienen en admitir que no todo acaba con la muerte, estamos obligados á creer lo mismo. • (Ciceron, Qmesl. TrtS­crd. , r , 1 5.) Y Séneca (Episto/. cxvn) , llama á tal acuerdo una persuasion pública, pu!JII(;am

pn·masr"on�m (1).

No puede siquiera decirse que si el hombre se ha alimentado con la esperanza de una se-

(1) Plut:m:., C.msolal. ad A!Dil, XXVII¡ Homero, //itl­d�t, 111 1 :!76 ; Hcsiodo, Tnrhfos, V, 15+- Para los eftip· cio11 v•ase Diodoro 1 11 gr, y Rüth, f/;storiiz de ltr FiiMJ­jifl I>'Ñifllfi, r , 176 ; para los penas, Kleukcr, Ze11dm�slt11 segunda parte, 3!4 ; y Ayuso, L� hdths Wt�nitn, y Z"" tWUfro, 168-186 ; entre Jos germanos, Grimm, Mil�a, 414 ; ¡¡ara los �hinos, Rcmusa.t, El Lii»'D dt l•.r r«DDII/MH· .uu, traduc:. del chino, Pnrls, 1816 1 8. Vé:LSe ta.mbien Lü­cken, L�r.r TrmlftÑM�tl tl�t ltt H11111t1nitlnd, 407-440, y la. �n obrn Tll�t S111:nri �� D/ tllt En.rt, Edit.ed by i\Jax !ltüller (Translated), 26 1'0lilmenes, l•asta i8SS.Xo­ticillsSObrc las tradicioncs y c:recnc:iu religiosn s d c todos 105 pucWos, en : Elugrnj{tl lltliwrsnl, por Fed. i'\Iüller, 18¡g,scgunda cdicion.

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- 70 -gunda y nueva vida despues de la muerte, es porque se ha complacido en imaginarse que despues de la tumba se halla la mayor suma de felicidad posible, que desea y que no puede procurarse en esta vida , porque esta segunda vida , segun la creencia de todos Jos pueblos, está reservada igualmente para el castigo y el suplicio, que para la recompensa y la felicidad¡ y los antiguos mitos hacen mencion de un Tártaro igualmente que de un Elíseo. Véase cómo termina Virgilio su dcscripcion de las tremendas penas del Tártaro : « Si tuviese in­numerables lenguas y labios innumerables y juntase a esto una voz de hierro , no seria ca­paz de describir los tormentos que alli sufren los malvados en castigo de sus crfmenes.»­(&ret.tla , vz, 625.)

La mejor prueba de esta creencia es el res­peto que los pueblos han tenido á. los muer­tos, el cual da al mismo tiempo la más exacta medida de su civiliza.cion. El sentimiento pro­fundo, inextinguible, aunque oscurecido, de In otra vida, es el que ha dado origen á todos los honores y á los deberes fúnebres , tan variados en sus formas, que han tributado las naciones

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- 7r -á sus muertos. Los egipcios principalmente son recomendables por esta piedad hácia los muertos, que les hacía conservar tan cuidado­samente los cuerpos de sus mayores. Las leyes de Solon lanzan maldiciones contra los profa­nadores de los sepulcros, y las leyes romanas colocaban los sepulcros al abrigo de la profa­nacion , cubriéndoles con una consagracion religiosa : « Sepulcro religioso es el lugar don­de se halla sepultado ó inhumado un difun­to.• (Fest.) cEl verdugo no prohibe dar sepul­tura á. los ajusticiados.»- Y Quintiliano (Decla­ma/. VI) : cDigo tambien que en este suplicio no es licito establecer recompensa por el funeral y la sepultura.»- (Cicer. i'n Verr. , v, 5 1 .) S.obre los puebbs llamados naturales ó de la- Natura­leza, véase \Vaitz. ( l. c. , I , 322 ¡ 111 1 67 , 1 9 1 . }

La vida futura inspira acaso á. los mortales más temor que esperanza, segun lo ha mani­festado ya hace tiempo un gran poeta :

Mori r ; dormir. No m�s. Y con un sueno Pensar que concluyeron las congojas, J.os mil tormentos de la carnc hcreneia, DebcWrminoser ape1.ccido. ¡ Morir ! ¡dorm ir ! ( Dormir ? ¡ Soiiar aca&o! ¡ A h ! La rémora. es �sa, puc1 que suellos

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- 72 -Podrin serlosque acaso sobrevengan Bn el dorm.ir profundo de la muerte, Ya de mortal envuelta despojados, Suspendc la razon: ahf el motivo Que ii b desgracin da bn brga,·ida. ( Qui4ril:u contmriedades y el azote De la (orlWI:L soportar pudiera, La siurazon del déspota, del '"ano El cello , de la ley lasdilaeiones, De un amor despreciado !as angustias, Del poderloa insultos , y el escaruio Que del menguado el mérito tolem, Cuando el mismo au p;u:conseguiria Con un mero punzon? e Quil!n soportiira Cargas que con gemidos y sudores Ha de ller.ar en vida faligosa, Si el recelo de un algo lras la muerte, Incógnita region de donde nunca Torna. cJ ,·iajero, no turb;ira el juieio, Hacii!Ddon6s suírir el mal presente M:is bien que en busea ir de lo ignonulo?

(Htm�kl, nr, l.)

La humanidad, el hombre" en la \'Crdadera acepcion de la palabra 1 jamas ha negado la supervivencia despues de la muerte. Si algu­nos individuos sumergidos por completo en la vida se�Sual y ab.�orbidos en el mundo de la materia, de la corrupcion y de la muerte, han tratado de negar la vida futura, no debe sor­prendernos esto ; pues de ellos es de quienes

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- 73 -dice la Sagrada Escritura : « Yo conozco tus obras y que tienes nombre de viviente y estis muerto.� (Apocalfjm"s, m, 1.) Semejante vida, completamente perdida en la nada, no puede tener en modo alguno la pretension , ni si­quiera concebir la posibilidad de continuarse más allá. del sepulcro. El hombre que vive de tal manera debiera morir necesariamente, si no llevára en sí mismo y esencialmente el gér­men de sus altos destinos, gérmen que no puede aniquilar 1 por más que pueda evitar su desarrollo.

« El cuerpo vuelve á la tierra de donde ha salido ¡ el espirito i Dios que lC ha engendra­do.» Pero 1. será. el cuerpo eternamente polvo, y se hallará. el alma eternamente separada de su cuerpo? De ningun modo. El alma está unida al cuerpo con una union fntima y esen­cial ; ambos á dos sólo forman un sér , la per­sonalidad humana ¡ por consiguiente, la sepa­racion del alma y del cuerpo es contraria i la naturaleza de aquélla. « Aunque el alma hu­mana puede subsistir por si, como pura fo.rma, sin embargo, no constituye por sf sola la Cspe­cie completa.:. (fhom., De Anima, a. 1. ad 4.)

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- 74 -« Á la manera que un cuerpo ligero permane­ce ligero, aunque se le separe del lugar que ocupa, conservando, no obstante 1 la aptitud y la inclinacion para volver á dicho lugar , asl el alma humana permanece idéntica á si mis­ma, áun despues de separada del cuerpo, con­servando la aptitud é inclinacion natural para unirse al mismo cuerpo.� ( Sr�ma, 11 c. LXXVI, a. 1 . ) « El alma humana , siendo parte de la humana naturaleza, no posee la perfeccion na­tural sino en cuanto que ''a unida al cuerpo.• (Idem . , c. xc. , a. 4.)

De aquf proviene ese temor de la muerte que se encuentra en el corazon de todo hom­bre, el temblor espantoso que nos sobreco­ge en la. hora fatal. « Para librar á aquellos que, por el temor de la muerte, estaban toda la vida sujetos á servidumbre.» (Hehr., 1 1 , 1 5.) ta idea de que ha de morir persigue al hom­bre durante toda su vida. �a muerte es , por tanto, para él una cosa muy distinta que para el animal. Éste pasa de un instante á otro sin saber lo que es muerte é inmortalidad. Por lo cual , el no temer la muerte puede ser efecto de estupidez y de corrupcion , 6 fruto de • :na

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- 75 -extraordinaria fuerza de espíritu 6 de la gra­cia divina.

Pero lo que es contrario li. la Naturaleza, no puec;Ie durar siempre; por eso no podrá el alma permanecer eternamente separada de su cuer­po ; es necesario 1 por lo tanto 1 que vuelva á tomar un dia la vestidura de carne de que se babia desnudado por cierto tiempo , y sólo en­t6nces será su felicidad completa. La muerte reina sobre nuestros cuerpos por el pecado, pero su reino no será eterno; tambien acabará por ser vencida y destruida ; y entónces lo que es corruptible revestiri la incorruptibi­lidad , y lo que es mortal , la inmortalidad. ( 1 . , Conizt. , xv, �3, 35-38.) : «Mas, dirá algu­no, ¿cómo resucitarán los muertos? O ¿ con qué cuelp"o vendrán ? ¡ Necio ! Lo que tü

siembras no recibe vida si ántes no muere. Y cu;tndo siembras, no siembraS el cuerpo que ·a de nacer, sino el grano desnudo, por eje nplo , de trigo 6 de alguna otra especie.

s· n embargo, Dios le-. da cuerpo segun quie-

c. ,. Mas cuando hablamos de una nueva

mion del alma con el cuerpo , no queremos

ecir con esto que el segundo cuerpo se com-

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_ ,. _ pondrá. exactamente de los mismos toscos ele­mentos ;materiales que el primero ¡ porque ya en esta vida los elementos materiales 1 arras­

trados por un flujo incesante , no hacen mis que atravesar el cuerpo que constantemente se renueva. Estos elementos no eran nuestros cuerpos sino en cuanto que nuestra alma los penetraba y los vivificaba. Más bien es la identidad del alma consigo misma la que de­termina la identidad del cuerpo. El alma, des­·pues de la muerte del cuerpo, permanece esen­cialmente la misma ; sus facultades vegetati­vas y sensitivas 1 fuentes de la vida corporal, no están extinguidas ni aniquiladas, sino que únicamente dormitan¡ del mismo modo que todo el cuerpo de la planta, segun la profunda comparacion del Ap«?_stol, dormita en el grano de trigo. «Llegada la corrupcion , no conti­núan sus potencias en neto, sino que sóJ.o con­tinúan virtualmente en el alma como. �n su ra!z 6 principiá.:to (Smna 1 t , c. LXx\·n, a. 8.� El segundo cuerpo , al que debe unirse el al�, ,

será esencialmente el mismo· que el prim l que sostuvo en la tierra, pues ella es la form del cuerpo y su principio. Por eso dormitar .i

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- 77 -en ella la potencia formativa del cuerpo que el alma babia llevado sobre la tierra, hasta que en el dia de la resurreccion, apoderándose de los primeros elementos, áun los más in· significantes, se unirá con ellos para volver á formar su cuerpo de esa materia que es inde· terminada, segun la profunda teorfa dada por Santo Tomás. ( C. Gl!llt. , IV, 8 1 . ) De Cste modo la sabiduría y la omnipotencia de Dios satisfacen el deseo más íntimo del alma , ha· ciendo que ésta sobreviva al cuerpo y que este mismo , á su vez , vuelva á la vida. Dios obra la resurréccion en virtud de una fuerza sobrena· tural , pero al obrarla, llena las aspiraciones de la Naturaleza. « La resurreccion, en cuanto al fin, es natural , puesto que es natural para el alma estar unida al cuerpo; mas únicamente se produce por virtud divina. » Esta definicion de Iil. resurreccion se hallil. esclarecida en esta otra frase de Santo Tomás : « El ciego que ha recibido por milagro la vista , ve naturalmen· te.» (Suma, c. LXXVII, a. 4 ad 5.) Así se satisfa· ce plenamente á la justicia divina que, en la otra vida, recompensa 6 castiga á todo el hom· bre. « El que trabaja tiene derecho á su sala·

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rio , por lo cual debe recibirle el hombre en su alma y en su cuerpQ.�{Thom. ,. n·. Di"sl. xun, c. 1 1 a. 1.) Porque el hombre todo entero, cuerpo y alma 1 es el que sufre por la justi­cia , del mismo modo que todo el hombre es el que se sumerge en la depravacion de una vida sensual. Así es que solamente despues de la resurreccion entrará la humanidad en la plenitud de sus destinos, porque el alma , se­parada de su cuerpo, experimenta sin cesar el deseo de reunirse de nuevo á él.

Ahora comprendemos las últimas palabras del sÚnbolo de nueStra fa.: Creo en la resur­recclon de la carne y en

�·.b. vida perdurable.

La doctrina de la resurreccion es el corona­miento 1 el complemento supremo de todo el edificio de la erisellanza. cristiana, Es un mis­terio; pero es al propio tiempo la última y

necesaria consecuencia de toda verdadera an­tropologfa, que esté basada en la razon y la experiencia ; es una operacion de la gracia á la vez que una aspiracion y una tendencia de .nuestra naturaleza, en la cual únicamente se encuentra la solucion de todos los enigmas de la vida , el esclarecimiento y la explicacion de

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- 79 -todas las pruebas por las que pasa el hombre,

y la con6rmacion d� los presentimientos de to4os los pueblOS".

e CuAn hermosamente ha colocado Dios el conjunto del Universo y al microcosmo hom­bre en el lugar más alto de la naturaleza sen­sible y en el más ínfimo de "la inteligente, re­uniendo en él , como en un centro, las cosas temporales inferiores y las superiores eternas.» ( Nicol. Cusán., De vetzal. sapimt. c. 32. T110m. C. Get�/. 11 1 38.) ¿ Qué es el hombre? ¿ Por qué el Creador ha reunido en él un alma y un cuerpo, un ángel y un animal en una indiso­luble unidad ? Porque convenia colocar en el lfmite en que se tocan el espfritu y la materia, al más ínfimo de los espíritus , al que ocupa el Ultimo lugar en la jerarqufa de su órden , y es á la vez el más perfecto y más elevado en­tre todos los organismos ¡ un sér , por consi­guiente , en el que se realizase la un.ion admi­rable é fntima de naturaleza y espíritu , en el que la naturaleza espiritualizada llegase á ser e�:"íritu , y éste á su vez penetrára á la natu­raleza , incorporándose con ella. Él debia ser la clave y el complemento de este gran cdifi-

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cio de la Creacion , en el que Dios ha reunido el espíritu y la materia, dos mundos que en d hombre se confunden en la más Intima comu­nidad de vida ; pues el hombre es el anillo vi­viente destinado á reunir el órden ntateria.l y el órdEm espiritual. Por Jo tanto , Dios no le ha creado' solamente para este momento que se llama vida terrestre, destinándole i perecer luégo para siempre, n i para vivir solamente como alma, es deci r , como un sér incompleto. El hombre muere, pero resucitará y vivirá como el lazo de union viviente de las dos grandes jerarquías de seres creados por Dios, porque para esto ha sido creado inmortal.

SUPLEMENTO. - I. Mccani's,no 6 vitalismo.

-Oigamos lo que dice Liebig acerca 4e la im­portancia de la fuerza vital :

e Las plantas viven de alimentos que ellas to�an del aire 1 del agua y del suelo. Estas materias son inorgánicas. El ácido carbónico, el amoni�co y el agua 1 los ácidos sulfúrico, fosfórico y silícico, los ilcalis, las tierras alca­linas y el hierro , suministran sus elementos á las formaciones vivientes. Pero el proced :­miento del desarrollo vegetal es completamen-

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te opuesto al del inorgánico. La disgregacion de las piedras, y el hundimiento de las mon­tanas tienen por causa los cambios de tempe­ratura y la acclon del agua y del aire. Desde que la vida se extingue, los cuerpos orgánicos son reducidos, por la accion qufmica del oxi­geno , á. las combinaciones primitivas que ha­bian servido para formar el cuerpo. Pero en el organismo viviente de la planta , el aire , el oxígeno y el ácido carbónico pierden s u carác­ter quimico y no ejercen influenciá'. al&:una, n i por la masa, n i por su afinidad propia. Pues

mis allá de la esfera de las fuerzas vivas que se hallan en actividad en las plantas, el oxige­no despliega sus afinidades preponderantes con los elementos combustibles, con el carbono y el hidrógeno¡ en el interior de las plantas , por el contrario , se halla separado del agua y del ácid� carbónico, y se devuelve al aire por las hojas bajo su propia forma. El proceso Yital de las plantas es , por consiguiente, todo Jo contrario del proceso de oxidacion, es un pro­L"Cdimicnto de reduccion. La fibra del algodon, el azlkar de la leche, el ácido de la beno:a, siendo cosas tan diferentes, se componen , se-

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- 82 -gun el análisis qu[mico1 de carbon 1 de hidró­

. geno y de oxigeno, en un número igual de partes. La composicion química del azúcar de cana y de la goma es tambien la misma exac­tamente. La estrignina contiene carbono, ni­trógeno y los elementos del agua , y sin em­bargo obra sobre los cuerpos vivientes como un veneno terrible, miéntras que la quinina, que contiene los mismos elementos, obra sobre el organismo como un remedio saludable, y la cafeina , que tiene igual composicion, en cuan­to á elementos , se toma todos los dias en el té y en el café , sin que produzca ninguno de es­tos efectos, ni como veneno, ni como remedio. Es absolutamente imposible atribuir las pro­piedades venenosas de la estrignina , las medí­cales de la quinina y las nutritivas de la ca­feina al carbono 1 al nitrógeno 6 á los elementos del agua. De donde se infiere que el aná�isis químico no ofrece el menor punto de: apoyo para apreciar ó explicar las propiedades de las composiciones orgánicas.

»Una casa, en sus partes principales, se compone qufmicamente de silicio, oxigeno, alumina, calcio , un poco de hierro, plomo,

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- 83 -cobre 1 carbono y de los elementos del agua. Si alguno pretendiera que la casa se ha cons­truido á si misma por un juego de fuerzas físicas 1 cuyo concurso fortuito habria dispues­to tan diversos elementos de manera que se hiciese una casa, sólo porque se componen de tales elementos los materiales empleados en su construccion 1 y porque la afinidad química les ha dado el órden, la cohesion y la solidez que tienen, es decir , porque las fucr�as físico-quí­micas ejercen cierto influjo en la existencia de la casa 1 se le respondería con una ¡onrisa de lis tima.

•Ahora bien , si examinamos la estructura de la menor planta , verémos que los materia­les se hallan allí dispu�to.s en formas, cuya delicadeza y regularidad supera a cuanto JXl· damos ver en la construccion de la má.s bella casa. Verdad es que no vemos la fuerza que ordena esos materiales rebeldes y los obliga á colocane de manera que compongan tales for­mas y se coloquen· en tal disposicion¡ pero nuestra razon reconoce que hay en todo cuer­po viviente una causa activa que domina ;i las fuerzas fisico-químicas de la materia, y de las

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que se sirve para componer las formas que no se perciben jamas fuera de los cuerpos or­ganizados. Si , no obstante, algunos niegan la existencia de una fuerza activa particular en los seres orgánicos, y atribuyen á la accion de las fuerzas inorgánicas efectos que están , sin embargo, en oposicion con su naturaleza y contradicen sus leyes , semejante opinion nace del poco conocimiento que tenemos de las fuenas inorgánicas. Olvidan 1 ó tal vez ig­noran 1 que toda composicion qufmica supone no una , sino tres causas , puesto que la fuerza formativa de la cohesion 6 de la cristalizacion es la que siempre regula, con la cooperacion del calor, la afinidad química en sus manifes­tacion�s y la que (ietermina la disposicion del cristal , así como sus propiedades. En un cuer­po viviente hay ademas otra cuarta causa que entra en accion 1 y es la que domina la fuerza de cohesion ; la que reune los elementos para dar lugar á nuevas formas 1 de las que resultan nuevas propiedades; formas y propiedades que tampoco existen fuera de los cuerpos organi­zados. Si bien es cierto que existe en la natu­raleza inorgánica una fuerza de cohesion1 cuya

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- ss -funcion es dar la forma , no o es ménos que en todo organismo hay una fuerza siempre activa, que anula y cambia por com¡�k�o la eficacia del oxigeno y de las m:is fuertes atrac­ciones químicas. Las ruerzas químicas obran �ambien en el organismo bajo la inftuencia de esta causa superior que no pertenece á la Química. Pero sólo bajo el imperio de tal cau­sa, y no por si mismos, se ordenan los ele­mentos uniéndose para componer la urea , la taurina, etc. De aqui el que pueda el químico obtener tambien , por su voluntad inteligente, áun fuera del organismo, composiciones seme­jantes , mediante la un ion de dichos elemen­tos , composiciones que , como la urea , taurina, quinina , cafeína , las materias colorantes de las plantas, etc. , no poseen propiedades vita­les, sino únicamente propieJades químicas, cuyaspartecitas, sumamente pequeñas, se dis­ponen en cristales. Pero jamas será dado á la Química producir en su laboratorio una célu­la, una fibra, un nervio, en una palabra, una parte cualquiera de organismo verdaderamen­te organizado y dotado de cualidades vitales. Cualquiera que haya visto una sola ve: el car-

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bonato de amoniaco, el carbonato y el fosfato de cal 6 el mineral de hierro, tendrá desde luégo por enteramente imposible que pueda formarse de tales elementos, bajo la accion del calor ,· de la electricidad ó de cualquiera otra fuerza física, un gérmen organizado y capaz de propagarse y desarrollarse. » ( Ca1·tas, 1 , 356,

367.) Citarémos todavía otro pasaje del mismo autor, tomado de un discurso pronunciado ante numerosa asamblea, en el que desarrolla el mismo asunto :

«La. falta de conocimiento de las fuerzas or­gánicas es la Unica razon que hace que mu­chos nieguen la existencia de una fuerza par­ticular que obre en los seres orgánicos y atribuyan á la eficacia de las fuerzas inorgáni­cas efectos que, sin embargo, están en oposi­clon con su naturaleza de organismos y con­tradicen sus leyes .. . . . El químico puede produ­cir en su laboratorio várias materias que no se ven , efectivamente, más que en los organis. mos de las plantas ó de los animales, puesto que puede hacer azúcar con madera, y com­poner la taurina y la urea. Pero nunca se re­unirán por sf mismos el carbono, el nitrógeno

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- 87 -y los elementos del agua para producir una composicion química, y mucho mCnos para dar lugar á una formacion orginica; as[ las formaciones que estos t:h1eliat�ti llaman orgá­nicas, en realidad no lo son , sino químicas, por más que contengan las partes constituti­vas de las formaciones orgánicas. La taurina, sea de la hiel 6 del laboratorio, es debida á la accion de las fuerzas qu.

imicas y no i la de las

fuerzas orgánicas. Es claro como la luz del sol que en los cuerpos vivientes obran tambicn fuerzas químicas, y que las mismas fuerzas químicas obran tambiCn en el organismo, pero bajo la influencia de un principio no químico. Únicamente en virtud de este principio domi­nante, y no por sí mismos , es como se reunen los elementos para componer la urea 6 la tau­rina, de la misma manera que la voluntad in­teligente del qu(mico los obliga á reunirse fuera del cuerpo vivo . . . . .

»Las fuerzas inorgánicas no pueden dar sino productos inorgánicos. Existe en todo cuerpo vivo una fuerza activa superior, de la que de­penden y á la cual sirven las fuerzas inorgáni­cas ¡ esta fuerza es la que produce la materia

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orgánica de una forma particular, diferente de la forma cristalina y dotada de propiedades vitales. Hace cien años se creia todavía, como una cosa segurísima, que los peces y las ranas nacian espontáneamente del fango de los rios y de los pantanos, y que en las masas pütri­das y fermentadas se producian por sí mismos insectos de toda especie y plantas diversas. Pero en todos los casos examinados se han ha­llado gérmenes y semillas de las plantas y huevos de los animales. Y es notorio que todo huevo y toda semilla provienen de un orga­nismo.

:.Estos mismos diletlallli de la historia na­tural , 6 mejor dicho, estos mismos nhios en el conocimiento de las leyes de la Naturaleza, abrigan la pretension de poder explicar el ori­gen y la formacion del pensamiento, así como la naturaleza y la esencia del espíritu humano. El hombre espiritual , dicen , es un producto de los sentidos ¡ el cerebro engendra el pensa­miento por una trasformacion de la sustancia. Si despojamos las conclusiones de esas gentes de todo su aparato y verbosidad , verémos que en el fondo todo se reduce á decir : que no an-

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damos sin piernas y que no podriamos pensar sin cerebro. Pero las piernas son movidas por una fuerza que ni es carne ni es pierna ¡ sien­do aquellas los instrumentos de dicha fuerza. El cerebro tampoco piensa , pero es el órgano, la condicion de la causa que produce los pen­samientos. El ojo no ve la luz , el oido no oye la müsica , sino que son los órganos de percep­cion de las ondas luminosas y sonoras. Así el hombre espiritual no es el producto de sus sentidos¡ ántcs , por el contrario , las operacio­nes de los Sentidos son productos de la volun­tad inteligente del hombre. Todo cuanto sabe­mes se reduce i la trivial verdad de que una cabeza sin cerebro no piensa ni siente.

,. Los naturalistas han hecho abstraccion de la fuerza vital á fin de averiguar hasta dónde pueden llegar la fisica y la química en la ex­p1icacion de la vida y sus procesos : allf donde no bastan , interviene la accion de un princi­pio nuevo y desconocido que , á seguida, se define y se determina convenientemente. Por no conocer y comprender este método de eli­mi;�acion han cre1do muchos que los natura­list.:s negaban la existencia de un principio

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_ , _ vital p�pio para la vida orgánica, miéntras

que lo que únicamente procuran es establecer sólidamente sus condiciones físicas y quimicas.»­( Gaceta C11iv. tle AtJCSh., r856 , núm. 24-)

Oigamos ahora á M. de Quatre(ages : «Para animar y ataviar la superficie de mies­

tro globo era preciso algo más que la gravedad y la fuerza fisico-quimica¡ se necesitaba una nueva fuerza que engendrára nuevos fenóme­nos. Este algo, esta fuerza es la vida. Ella es únicamente la causa desconocida de una mul­titud de fenómenos especiales y particulares de lo_s seres vivos ..... ¡ ella no está por su natura­leza en oposicion con las fuerzas físico-quími­cas. Es simplemente una fuerza que viene á agregarse á otras fuerzas ya reconocidas y universalmente aceptadas , y que, como ellas, se comprueba por sus efectos. Ella es la que, al lado y encima de los cuerpos brutos, hace"

surgir los seres organizados. La organizacion, por consiguiente , es la individualizacion de cierta cantidad de materia, y éstos los dos in­mensos fenómenos que la vida introduce en la superficie del globo. La organizacion es el re­sultado y no la causa de la vida, ..•• En el sér

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- 91 -orgánico las fuerzas ffsico-químicas funcionan bajo el dominio de la vida y con sujecion á un resultado general ¡ hé ahí por qué los siglos han respetado el carácter esencial de estas tres grandes divisiones primordiales , los tres rei­nos , mineral, vegetal y animal , y por qué la ciencia moderna, con todos sus recursos, no ha hecho , en definitiva , mis que confirmarle.» (Rev. áe Am!Jos Mru,dos, 186o, 8 1 9 . )

Berzelius piensa de igual manera y no e s mé­nos explícito en sus declaraciones : «La esen­cia del cuerpo vivo no está..fundada en sus elementos inorgánicos, sino en algo completa­mente distinto , que se apódera de los elemen­tos inorgánicos cOmunes á todos los cuerpos vivos y, por la disposicion especial que les da, forma un resultado, un producto de un carác­ter particular , individual. Este algo, que lla­mamos fuerza vital , es completamente distin-

to de los elementos inorgánicos ¡ ""no es siquiera una de sus propiedades originales . . . . . pero ¿qué es ? No lo sabemos. Una fuerza , para nosotros incomprensible y ex.tra11a á la naturaleza muer­ta , ha introducido un dia este algo en la masa inorgánica ¡ y esto, no obrando .á ciegas, cual

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_ ,._ si fuese resultado del acaso, sino realizando, á traves de su asombrosa diversidad, un fin lmi­co con una sabiduría admirable y soberana. Se deja suponer que si existiera el universo con sus e!Cmentos constitutivos inorgánicos sin la naturaleza viviente , pero en todo lo demas bajo iguales condiciones , continuaría existien­do siempre sin contener seres vivos . » (Manual de Qt¡inu'ca, m, 136 . )

II. DarudtJ y Hc1ckel, sohre el origen del kolllhre. - Cárlos Danvin , en su obra So6re el or"ige11 de//¡o,,¡/Jre y la se/ecciot� sexual, no hizo otra cosa que desarrollar y aplicar al hombre los principios sentados anteriormente en su l i­bro So!Jre el ot"igen dt: las especies. En la esen­cia concuerdan tambien sus teorías con las que Hackel sustenta en su Jllorfologia gem:ral y en su I7rSton"a /t."ahtral de la Ct·eacirm , como lo hace notar expresamente en la Introduccion, pig. :z : cSi la HiStoria Nahu·al dt: la Crt:a&i(m se hubiese dado á luz ántes que yo escribiese mi trabajo, probablemente no le habria redac­tado nunca , toda vez que este escritor, cuyos conocimientos en muchos puntos son muy superiores á los mios , ha confirmado casi to-

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das las deducciOnes i que yo babia 11cgado»>. En cambio W al lace en sus Datos para la lt!Orla

de laseleccüm nal11ral confiesa que « las gran­des leyes que rigen el universo material eran insuficientes para la produccion del hombre:., y que por consiguiente, «una inteligencia su­perior ha dirigido su desenvolvimiento en una direccion determinada y para un fin especial.• Darwin declara que lo único que se propone en su obra es « examinar si el hombre , como to­das las demas especies , proviene de una forma anterior¡ la manera con que se ha desarrollado y el valor de las diferencias que existen entre las diversas razas humanas. Vamos á exponer sumariamente los hechos en que pretende fun­dar el origen del hombre de una forma primi­tiva inferior, para despues rerutarlos en el mis­mo terreno de la ciencia.

1 .0 Hecltos áedll(;l"r/QS de la COilformaci'on ex­

terrOr del llom6re. - Cuenta en este número los siguientes : a) Las .formactfmes cor)dreas

homólogas en el hombre y en los animales in­feriores. « El hombre está conformado con su­jecion al mismo tipo ó modelo que los otros mamíferos, con los que muy particularmente

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_ ,._ concuerda en poder tomar de otros animales ciertas enfermedades 6 comunicárselas, tales como la hidrofobia , viruelas, etc. Así los mo­nos padecen , como el hombre, apoplegfas, ir­ritaciones de la vista y cataratas, y las medici­nas producen en ellos idéntico efecto que en nosotros. ·Algunos de estos animales muestran especial aficion al café, al té y á las bebidas es­pirituosas. El hombre se halla molestado por gran número de parásitos como todos los ma­míferos; para curarse las heridas emplea idén­ticos procedimientos que los que se aplican á los animales, y el proceso de la propagacion, en general, es idéntico en todos los mamíferos» �- c . , 8).

h) El desarrollo em.6rionnl.-EI hombre se desarrolla de un huevecillo que .mide _¿__ pulgada de diámetro, y que en nada se difi� rencia del · huevecillo de otros animales. El mismo embrion , en la primera época de su desarrollo , apénas puede diferenciarse del de otras especies de vertebrados. "- El nacimiento y los primeros pasos de la vida son idénticos en el hombre y en las especies del reÍno ;mi­mal que se hallan inmediatas t él. Bajo este

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- 9S -concepto está. aqul!l mis próximo al mono que éste al perro. • (Huxley, l . c., 74.)

En su nueva obra Antrojologia , despues de llamar la atencion Hackel acerca de esta e pri­mitiva relacion entre ontogenia y filogeniu,

'lanza la estólida declaracion siguiente : « Nues­tros antepasados, muy particularmente el an­tiqufsimo al par que sencillo animalito lance­tiforme ,A,npñi'oxtu, tienen más merecimientos para recibir piadosa veneracion y son más acreedores i nuestra admiracion que toda esa canalla inútil de santos 1 á los que erigen tem­plos y consagrari procesiones nuestros pueblos cultos y civilizados. Aquéllos son , con toda verdad , carne de nuestra carne, y sangre de nuestra sangre» ( 1 ) . A seguida cuenta uno por uno nuestros 22 ascendientes hasta llegar á los animálculos microscópicos más sencillos, que

(r) F.s lástima que tabios de la talle. del Dr. Hettin�r, 1cngan que ponera contribucion su clarfsimotalcnto para rc{ul.llr.teorlastfln imbéciles y dispa.rnlad.,s ; pcro cs prc­cisotener en cuenla que asf comohay hombres capaces de in,·entarlas , los hay, y eu g"rnnn6mero, quc no 1ienenre­paroen aeeptarlas como verdades. Claro está que estos caballeros de la retorta y descendientes del mono han enunciado hipótcsis que no mereccn siquiern los llonorcs de la rel"utacion.-N. del Tr.

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_ ,. _ son las maneras , no sin enumerar la gastrea.

como la forma intermediaria entre los anima­

les primitivos , protozoenos , y los invertebra­dos 6 gusanos. El « venerable • y antiquísi:no Amphioxus, áun falto de cerebro, se encuen­tra en el umbral del reino de los vertehrados, y los mamíferos primitivos 1 monotremas, nos conducen insensiblemente hasta llegar al llomo

sapiens. e Todas eoas grandes bibliotecas ates­tadas de sabiduría clerical y de falsa filosofia quedan reducidas á la nada desde el momento que las examinamos á la luz de la historia de la civilizacion:. ( sic ! ). Es i�tposible expresar con más fatuidad ni con más grosería el fana­tismo de la secta materialista. Su hipótesis no es una luz , es un fuego fátuo que conduce al abismo del embrutecimiento y del salvajismo, Pero sigamos el resúmen de los hechos.

e) 6rga11'JS ,.,d,inct�larios. -Todos los ani· males superiores poseen algun órgano en es­tado rudimcatario , de cuya ley no $e ha eximido el hombre. Segun todas las aparien­cias , las principales fuerzas que han contribui­do á producir estos órganos rudimentarios, son la falta de uso durante el periodo de In vida á

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que precisamente corresponde su aplicadon, juntamente con la trasmision á una edad equi­valente. Los órganos rudimentarios son , 6 de todo punto inútiles, 6 tienen una utilidad tan secundaria para sus poseedores actuales que no cabe suponer siquiera que hayan podido des­arrollarse bajo las presentes condiciones. En el hombre aparece hoy cOn un desarrollo rudi· mentario y en una forma mutilada en extremo el }tumiettltu wmsculosus que sirve á los caba­llos para mover la piel , y del que áun se ven res­tos en la frente humana ; en igual caso se en­cuentran los músculos interiores y exteriores de la oreja, cuya falta hace que el hombre no pue­da moverla; el punto que se destaca del borde interno del pliege exterior de la oreja(helix) es un indicio de que en un principio eran pun­tiagudas las orejas. La membrana interna del párpado que desempei\a una funcion determi­nada en las aves , es rudimentaria en todos los mamíferos : el sentido del olfato es tan débil, que puede considerarse como rudimentario, es­tado que afecta igualmente el pelo en el cuer­po humano, muy particularmente el vello cor­to , lanugo, que cubre su feto hasta el sexto

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mes ; la muela posterior, llamada del juicio, aparece «poco desarrollada, porque los hombres, como seres más civilizados, se nutren de ali­mentos cocidos y blandos , por lo cual hacen m8nos uso de las quijadas que otros animales:.; el apéndice del ciego, unido al intestino y ter­minado por una bolsa cerrada , es muy largo en los animales herbívoros de órden inferior y corto en los de órden superior 1 á causa de la diferencia del sistema alimenticio ; el hueso caudal que en el hombre ha dejado de funcio­nar como tal, y las mamas, que no desempeñan funcion alguna determinada en los machos de los mamíferos , incluso el hombre.

2.• Hechos deducidos de la co11dic1611 cspi­ritlm/ del lio1n!Jre. Darwin se esfuerza por de­mostrar que no «existe diferencia alguna fun­damental, en cuanto á la ca.pacidad intelectual entre el hombre y los animales mamíferos de órden superior• (1. c., I 9). Recoa1oce, es ver­dad 1 que hay una diferencia colosal entre las facultades intelectuales de los monos más per­fectos y las de Jos salvajes más degradados; pero encuentra las siguientes analogías :

a.) Las bestias expresan tambien las sensa-

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ciones de alegría y del dolor; el ódio, el amor, la admiracion y la curiosidad 1 etc., como el hombre, manifestando asimismo impulsos de imitacion 1 memoria 1 atencion 1 gratitud.

h.) Poseen cierto grado de inteligencia 1 re­flexionan y resuelven, en prueba de lo cual, cita Darwin varios hechos (p. 39). La primera \'ez que Rengger dió huevos i sus monos, los rompieron, dejando perder la mayor parte de su contenido ; pero luégo los rompian con precaucion, chocando un extremo sobre un cuerpo duro , y sacaban los pedacitos de cás­cara con los dedos; observó tambien que no volvían t tocar el objeto con que una vez se habian cortado. Algunas veces metió Rengger una avispa viva en el papel en que solia en­volver los terrones de azúcar que les daba, y los que eran picados por el insecto, jamas vol­vian á abrir el papel sin ántes acercársele al oido para observar si se movia algo dentro. Mr. Colquoun hirió en una ocasion dos ána­d.es silvestres, que fueron á caer en la orilla

opuesta del rio. Un perro de aguas trató de llevarlos de una vez á la otra orilla , y, como no pudiese lograrlo, mató uno , trasportó el

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otro al sitio donde estaba su amo y volvió i recoger- el muerto¡ fenómeno tanto más ex� tralla, cuanto que el perro no babia mata­do ántes ningun ave. El coronel Hutchinson cuenta que habiendo tiradu en una ocasion á dos perdices, mató una y dejó á la otra incapacitada para volar. El perro logró dar alcance á ésta ¡ pero á. su regreso se detuvo delante de la muerta, y , perplejo ante la im­posibilidad de llevar las dos , sin dejar escapar la herida, despues de varios inútiles ensayos, la dió tambien muerte de una tremenda den­tellada, y así pudo llevar en la boca las dos aves.

No es el hombre el único sér viviente capaz de desarrollo¡ tambien las bestias se perfec­cionan. Los animales jóvenes oponen ménos resistencia á la aprehension que los viejos, y nuestros perros domesticados han hecho pro­gresos en ci�rtas cualidades morales, siendo probable que tambien hayan perfeccionado su inteligencia. Tambien se valen de instrumen­tos los animales ¡ asi el chimpancé rompe con piedras un fruto silvestre parecido á nuestra avellana¡ cierto cuadrumano aprendió á abrir

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un cofre con un basten, y otros animales de esta especie emplean piedras y palos como armas defensivas. Es notorio que el orangutan se cu­bre durante la noche con las hojas del Panda­mus , y que otros monos se construyen chozas entre las ramas. Brehm observó que uno de sus babuinos se guarecla de los rayos solares echándose una estera sobre la cabeza, en cu­yos hechos vemos los comienzos del vestido y de la arquitectura.

c.) Tampoco es el hombre el único animal que posee el lenguaje y le emplea para expre­sar lo que pasa en su espíritu, y que más ó ménos entiende lo que de esta manera expre­san otros. Es un hecho probado que , desde el principio de su domesticidad , ha aprendido el perro i ladrar en cuatro ó cinco tonos diferen­tes. En cuanto á los monos al estado salvaje, sibese que , en momcmtos de peligro, avisan á sus compaiaeros con gritos de alarma; hecho que sólo �e explica suponiendo que un indivi­duo de su raza , dotado de especial inteligen­cia, tuvo la singular ocurrencia de imitar el aullido de algun animal para advertir á sus compa1ieros de la proximidad del peligro, dan-

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do asf el primer paso para llegar á la forma­cien del lenguaje ( l . c. , p. 28). A medida que fué usindose la voz , tomaron fuerza los órga­nos del lenguaje, perfeccionáronse, como natu­ral consecuencia del principio de la accion he­reditaria y del uso, influyendo sobre la facultad de hablar y, por consiguiente , sobre el alma, toda vez que, sin el " auxilio de la palabra, no puede efectuarse una accion prolongada del pensamiento. El hecho de que áun los monos de superior desenvolvimiento no hayan llega­do i usar el lenguaje , se explica satisfactoria­mente por la circunstancia de no haber alcan­zado su inteligencia el desarrollo suficiente, á la manera que muchas aves no han llegado á cantar , aunque poseen los órganos del canto, como los cuervos , etc.

d.) La propia conciencia , la individualidad, la abstraccion y las ideas generales son patri­monio del hombre. Mas ¿quién nos asegura que un perro viejo , dotado de excelente memoria y de un poco de imaginacion , tal como se des­cubre en sus sue1ios , no hace consideraciones acerca del placer que algun dia tuvo en la ca­za ? Y si las hace, tendríamos que ver en ello

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una forma de la conciencia. Y como por otra parte hace notar Biichner : la mujer sal\"aje australiana , cuyas fuerzas se hallan de todo punto exhaustas por el trabajo, que apénas tiene conocimiento de algunas palabras abs· tractas y sólo sabe contar hasta cuatro ó cinco, podrá ejercitar bien poco su propia conciencia, y no hará muy profundas reflexiones acerca de la naturaleza de su esencia. Cuando mi voz despertó en el alma del mencionado perro una serie de antiguas asociaciones, es porque ha· bia conservado su individualidad espiritual, aunque en el trascurso de cinco ati.os habian probablemente variado todos y cada uno de los átomos de su cerebro.

e.) Tampoco el senlimiento de la belleza es patrimonio exch1sivo del hombre. El macho de algunas aves despliega intencionadamente su hermoso plumaje delante de la hembra, operacion que no ejecutan aquéllos que care­cen de tal ornato. Respecto á la belleza de es· tas plumas nadie osará ponerla en duda, cuan­do todos los dias ''emes el placer con que se adornan con ellas nuestras damas. Análoga observacion puede hacerse sobre el canto de

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- 104 -a.lgunos machos 1 que no dejarA de ser admi­rado por sus hembras.

f.) Por lo que hace i la creencia en Dios y á la religion 1 no tenemos prueba ninguna para suponer que el hombre las haya poseido desde su origen. Existen muchas razas que jamas han tenido idea de Dios ni poseen en su idio­ma vocablo para designarle. La religion y la creencia en fuerzas espirituales invisibles han tenido origen en suenos é ilusiones que el hom­bre , en su primitivo estado de salvajismo, no supo distinguir de los fenómenos exteriores, por cuya razon pasaron luégo á constituir la fe en la existencia de 1� dioses. El sentimiento religioso es un acto del espíritu en extremo complicado, como que de él son inseparables la dependencia 1 el temor 1 la adoracion 1 la gra­titud 1 el amor , etc. ; por consiguiente , presu­pone cierto desarrollo de las facultades inte­lectuales del hombre. No obstante, en el perro y en el mono se puede comprobar un estado del espirito que se aproxima al del hombre en sus primeras manifestaciones religiosas. El perro, al ver a su amo tras larga ausencia 1 y el mono, cuando en un caso análogo, vuelve al

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lado de su guardian , se entregan al manifesta· cienes de otra especie que las que practican en el trato con sus semejantes.

g.) Ni áun el sentimiento moral prueba una diferencia esencial entre la bestia y el hombre. e Es , segun mi opinion , en alto grado probable que todo animal , con sólo estar do· tado de instintos sociales' perfectamente mar­cados, llegaria necesariamente á poseer un sentimiento moral 6 á desarrollar la concien­cia , desde el momento en que sus fuerzas in­telectuales llegasen á alcanzar el mismo, ó próximamente el mismo desarrollo que en el hombreto, puesto que el instinto de sociabili­dad hace que el'imimal sienta placer en la so­ciedad, al la vez: que, por el contrario, el recuer­do de lo pasado le produce cierta aversion al instinto social, cuando, por ejemplo, en oposi­cion á. dicho instinto permanente, evoca aso­ciaciones del estado pasajero del hambre. Con el uso del lenguaje se desarrolla luégo la opi­nion pública, la conciencia pública, que expre­sa con claridad los deseos de cada individuo de la sociedad , hasta que por fin, de estos ins· tintos é impulsos sociales, una vez que se ha-

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Uen bien definidos , resulta el htbitc, la cos­tumbre. Sin embargo, con esto no pretende sostener Darwin que todo animal social llega­ria á poseer exactamente la misma moral que el hombre, sino que siendo éste un animal so­ciable, su conciencia no es más que la expre­sion de las necesidades de la sociedad en que vive (l. c., ,.o).

Strauss ha hecho Sllfa la hipótesis de Darwin y dice ( Las A,t, Cretmcias ..... , 200) : «Hasta tanto que aquella raza de monos antropomor­foseada llegó poco á poco á formar el lenguaje, han debido trascurrir tiempos inconmensura­bles¡ pero cuando hizo tal descubrimiento , por más que entónces fuese en extremo imperfeclo, sus progresos fueron incomparablemente ma­yo.res que ántes. La facultad de pensar, que, propiamente hablando, empier.a á manifestarse con la formacion del lenguaje, debió ejercer no­table influencia en el cerebro, ensancharle y elaborarle de tal manera, que este perfecciona­miento del cerebro influyese á su vez, en toda la actividad de la extrai:.a criatura intermedia­ria, fijando de una manera definitiva su sup<.'­rioridad sobre todos los demas individuos dt: su

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raza, y dando el Ultimo toque á su trasforma­cien en hombre ¡ hipótesis que ya emitió el mundo antiguo en la teoria de la trasmigracion de las almas , uniendo en misterioso y santo lazo toda la Naturaleza¡ lazo que nadie se atre­vió á romper hasta que apareció el judaismo, enemigo de las divinidades de la Naturaltiza, y luégo el cristianismo dualista.»

Examinemos estas tcorlas. 1." H6c!tos dedttetilfJS de la cotifo1"111ocioll ex­

ledol" del komln·c.-Vemos que las conclusio­nes de Danvin están fundadas en las formacio­nes homólogas del hómbre y de ciertos ani­males. Admitido que la conformacion exterior del hombre sea en todo tan semejante á la del mono , como supone Darwin , cosa que está muy Iéjos de haber demostrado, ¿ qué conse­cuencia puede deducirse de esto? ¿Que el hom­bre desciende del mono ? De ninguna manera; lo Unico que se habria probado es que su con­formacion exterior es homóloga, pero no que se ha originado por descendencia de la bes­tia, en la forma que Darwin gratuitamenle supone. Hay en tal deduccion una completa falta de lógica que, por lo demas, se descubre

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- loS -con harta frecuencia en los raciocinios del na­turalista inglés. Efectivamente , no se nos al­canza el inconveniente de que el hombre se asemeje á la bestia por la estructura de su cuerpo, toda vez que pertenece al reino ani­mal. Pero es un animal dotado de razon, z6o11 locuik6n, am'mal ''ah(maltt , lo que basta para hacer de él un animal de distinta naturaleza que la bestia (v. 1 1 1 354; IU1 8). Y ademas exis­ten otros caractéres esenciales, áun en su or­ganismo , que le distinguen completamente de los irracionales, segun hemos anteriormente demostrado (m, 9). e No hay un solo hecho que nos autorice para \'er en el cerebro del mono un cerebro humano en vías de des­arrollo, ó en éste un cerebro de mono ya des­arrollado, toda vez que ambas afirmaciones contradicen abiertamente los resultados de las investigaciones de los antropólogos 1 sin excep­tuar uno solo. Un exámen general del orga­nismo ; y muy particularmente de las extremi­dades, nos hace ver que, si el plan fundamen­tal es uno 1 en la forma y en la disposicion existen diferencias de todo punto incompati­bles con la hipOtesis de un parente!co de raza

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entre el hombre y el mono. (Gr.atiolet , Alix.) Ni los monos se aproximan al hombre por el perfeccionamento , ni el tipo humano se acer­ca por degradacion al cuadrumano (Bert) ; con toda seguridad afirmamos, pues, que no exis­

-te tnlnsito posible del hombre al mono ó vi­ce-versa , á no ser que se quiera hacer de la cabeza centro de todas las leyes del desenvol­vimiento, como pretende Pruner-Bey (Quatre­fages, Progresos de la Atúrojo/ogia); cmás bien parece seguro que el mono 1 á pesar de su de­cantado desarrollo , se apartará más y más del hombre, toda vez que ambos siguen en su des­envolvimiento caminos opuestos.» '

e En gran nún1ero de monos del antiguo y nuevo Mundo he comprobado hasta la evi­dencia el hecho de que los huesos de las ex­tremidades anteriores y posteriores no se ajus­tan al principio sentado por Huxley, segun el cual las diferencias anatómicas entre el hom­bre y el gorila no son tan considerables como las que existen entre éste y los monos de infe­rior especie. Puesto que todos los monos, sin excepcion , poseen en las extremidades poste­riores un pulgar completamente desarrollado

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oponible á los otros dedos, y por consecuen­cia, un órgano aprehensor completo, que pode­mos llamar pié aprehensor, mit:ntras que el hombre sólo tiene un dedo mayor que los otros, que no le sirve más que de apoyo.» (Lucii, A�·ckivo, VI, 16 .-Virchow, DiScm·sos.) «En el mandril todo lo que está debajo de la pri­mera �erie de huesos-radicales en el pie ofre­ce extraordinaria semejanza con los huesos similares de la mano , al punto de que la se­gunda serie de huesos radicales, los del medio y las falanges son, por su forma y tamallo, casi idénticas, como lo son el pulgar y el dedo gordo del pié. » (Pagenstecher, jartli'tt zoo/., nYm. 4, 5, p. 7 1 . ) «En los monos de especie in­ferior predomina el órgano aprehensor de una manera absoluta , siendo verdaderos y simples cuadrumanos. En los antropoideOs se halla más repartido el trabajo de la aprehension y del apoyo entre las dos clases de extremidades. Pero el fin del reparto del trabajo sólo se al­canza completamente en el hombre. » (Bi­schoff, A11afomia del I:lylohates . . . . . , 67.) En sen­tir de este naturalista, no hay razon alguna para asegurar que la teoría de Dar�vin haya

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demostrado 1 ni áun hecho aparecer más pro� bable, la hipótesis de la inmediata descenden­cia del hombre de la raza cuadrumana, lo que en otros blrminos significa que tal hipótesis es hoy tan inverosímil como ántes. En realidad de verdad no se conoce un solo hecho efectivo en que pueda fundarse la teorfa que hace des­cender al hombre del mono 1 así como tampo­co se ha descubierto un principio que pudiera explicarnos y dar razon del orfgen de las nu­merosas y esenciales diferencias que existen entre ambos tipos .»- ( Bischoff 1 Difcretlcias tlt

In formado" áel cel"e!Jro ....• 8J . ) « Las dife­rencias entre el hombre y los monos de más perfecto desarrollo no se limitan á determina­dos puntos de su respectivo organismo, como el ángulo facial, la colocacion del hueso.occipi­tal , la disposicion 1 clase y estructura de los dientes, el tamaño absoluto y relativo del ce­rebro, la disposicion de sus sinuosidades , la conformacion de sus extremidades , etc. etc.¡ extiéndense á los más peque1ios detalles rela­cionados con dichos puntos culminantes, que son como los principales efectos de esta gran diferencia. Sólo un exámen superficial de estos

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nolabilísimos puntos ha podido ser causa , en mi concepto, de que tan distinguido naturalis· ta como Huxley haya euraviado su criterio hasta el punto de afirmar que las diferencias entre las dh•ersas especies de monos son más notables que las que existen entre el hombre y el mono de más perfecto organismo. Y sin embargo, si se examina el efecto general de to· das esas diferencias, el hombre ménos experto en este género de comparaciones científicas, mejor dicho, un nifio, no vacilaría un momen· to en colocar á un lado todos los monos, y to· dos los hombres, incluso los de Nueva Zelan· da y los anda manes , al otro , porque las dife. rcncias que separan ambos tipos son tantas y de tan diversa naturaleza, lo mismo en el con­junto que en los más minuciosos detalles, que áun el ojo ménos experimentado se ve obliga­do á reconocer allí dos clases de tipos comple­tamente distintos ... (Id., l . c. , 74.)

Análogas son las declaraciones que hizo Pruner-Bey en la Sociedad antropológica de París en 1869 : e Lo que primero llama la atencion son las diferencias. El cuerpo del mono está cubierto de un vestido de pelo que

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-' 1-13 -se echa de ménos en el hombre ; cartcter ana­tómico cuyo resultado práctico es de gran trascendencia , puesto que obliga al segundo á suplii con Su industria lo que no le 4a la Na­turaleza. EL-,f\lono está provisto de un canino que le sirve de arma; el hombre carece de esta defensa y se ha visto precisado á remediar la falta con invenciones de su industria, mucho más perfectas. Miéntras que en el mono todo su esqueleto se halla dispuesto como debe es­tarlo para un cuadrumano y trepador , en el hombre toda la conformacion revela á primera vista ·al bigrado y andador. Los mismos con­trastes ofrece el sistema muscular, y

'Gratiolet

ha demostrado que , bajo el punto de vista de

la circulacion, el hombre, comparado con el mono , es un sér arterial. El estado de las vís­ceras de algunos cuadrumanos, como del gorila y del chimpancé, revela un animal herbfvor!), con todos los caractéres de tal. Aun es más decisivo el estado de los cráneos. El rostro de todos los cuadrumanos es tan semejante entre si como distinto del del hombre. Á diferencia de lo que se observa en éste, en el cráneo del mo�o todo está dispuesto para disminuir su

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- 1 14 -cavidad en la misma proporcion en que au­menta el voll1men de la cara , de tal suerte que el cráneo más parece un simple apéndice de aquélla : todo lo contrario sucede en el hombre. Y el contenido guarda,perfecta rela· cion con la caja. Miéntras que en el hombre

predomina el lóbulo frontal , con respecto al occipital , en el mono se observa un órden in­verso. El sistema dentario del mono es el de un herbfvoro armado por la Naturalcl'.a para su defensa ; el hombre es omnfvoro y no tiene más armas que laS que le proporciona su in­dustria. El hombre no tiene intermaxilar, hueso que poseen todos los cuadrumanos.» (BoldUt 1 S. 111 IV.)

Vogt comete una de esas torpezas 1 i que nos tienen acostumbrados los materialistas, cuando de la confonnacion del cerebro de un idiota pretende deducir una prueba de la su­te�iva lmmnt,8aci01z de la bestia; ya que na­die pone en duda que el cerebro del idiota tiene una conformacion defectuosa , proceden­te de una enfermedad , de un estado anormal, y es evidente qil.e la comparacion del hombre con el animal debe hacerse tomándolos en

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igual grado de desenvolvimiento y en un esta­do perfectamente normal. Quebrántanse, pues, las más rudimentarias leyes á que debe ajus­tarse la observacion y la descripcion de la Na­turaleza, al pretender emplear el paralelo entre el hombre idiota y el mono « como clave para. resolver y explicar el proceso, por medio del cual se ha ido desarrollando el cerebro huma­no del cerebro del mono hasta formar su tipo actual.:t Muy al contrario, podemos sostener que « hasta el presente no se ha logrado, á pe­sar de los titánicos esfuerzos que se han hecho, demostrar que existe parentesco inmediato del hombre con el mono, puesto que no existe, en modo alguno , una serie no interrumpida hasta llegar al hombre.• ( Virchow, Discurso de r8 .Feh., 1 868.)

En el Congreso antropológico celebrado en Stuttgart en 1872 1 presentó Luschka un ce­rebro microcéfalo fresco , perteneciente á una jóven idiota de dieciocho afias, de cuyo dete­nido eximen resultó efectivamente demostra­da la casi identidad de un cerebro humano microcéfalo, y del de un mono en estado sano y normal en cuanto á la magnitud y al peso,

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puesto que resultó que el cerebro de la jóven pesaba cinco onzas ménos que el de un gorila, es decir , 16 onzas por 21 que corresponden al 'segundo ¡ pero il esto se reducia la decantada semejanza que Vogt sostiene , porque la con­formacion de cada una de sus partes era tan diferente, que, il pesar de la enorme Jeformi­midad del cerebro de la jóVen , no fué posible

cómprobar la más pequefta analogia con el tipo del cerebro del mono. Vióse, pues , que tambien carecia de todo fundamento sólido la afirmacion que hace el mismo escritor mate­rialista de que «las formaciones contrariadas y los atavismos coinciden siempre• , toda vez que , segun resulta de modernas experiencias, las formaciones microcéfalas en el hombre conservan siempre el carácter tipico de sus correspondientes formaciones normales en el mismo hombre, sin que en ellas se haya descu­bierto jamas tendencia á aproximarse al tipo del mono , al que los partidarios de la pre­ponderancia de esta raza atribuyen mis anti­güedad , á la manera que el colm negro que afecta á los hombres

·blancos, á consecuencia

de cierta enfermedad (mor6us .A.ddison ) , no

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- 1 17 -puede tomarse como prueba .de su descenden­cia de la raza negra. Vogt tuvo que confesar que no babia hecho ninguna investigacion ex­perimental y directa sobre este particular, quedando completamente aislado en la defen­sa de tan peregrina teoría, combatid�or Lu­schka primero y por Ecker, ,Virchow 1 J.ii.ger y Schaaffhausen luégo. (Arch. a11tr., V I 1 496)

Esto hace decir á Quenstedt (l. c. 163) : « Con un par de fiascos como éste, la cien­cia tendrá que reconocer 1 por fin 1 su absoluta impotencia. •

« En los monos que más se asemejan al hombre mide la capacidad cerebral 34 pulga­das

-cúbicas ; la estructura del esqueleto no es

apta para la posicion recta, y las extremidades anteriores están conformadas de manera que sirven para la locomocion. En las razas hu­manas que se encuentran en el mts bajo nivel de cultura mide la capacidad del cerebro 68 pulgadas cúbicas, todos los huesos de su es­queleto están destinados á mantener la posi­cion recta, y sus extremidades anteriores, que no son necesarias para la locomocion, se hallan levantadas del suelo y sirven para más altos

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fines. Han trascurrido cuarenta ai1os. desde que encontró Schmerling los huesos del hom­bre prehistórico ; desde entónces, muy espe­cialmente en los Ullimos quince anos 1 se han realizado activas indagaciones para hallar los miembros restantes que habian de establecer el deseado lazo de union entre el hombre y el mono , y el resultado ha sido probar hasta ia evidencia que el cráneo más imperfecto de los hallados hasta el dia tiene una capacidad de 75 pulgadas cúbicas. Y lo que es más digno de atencion, muchos de los cráneos hallados en los terrenos más antiguos miden alm mayor capacidad , y presentan grandes ángulos facia­les , aunque sus dueños no conocian el refina­miento de la vida, y usaban Utiles é instru­mentos de l a clase más primitiva. Ni uno solo de los huesos humanos hallados acusa en su duei'io una posicion mén�s recta que la del hombre civilizado, 6 un caricter esencial que le haga más semejante á los monos antropoideos. Estos animales poseen la conformacion más perfecta que pueden alcanzar dentro de su esfera 1 y á un no se ha encontrado. por debajo de

·la raza humana , colocada en el último es-

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- 1 19 -ca.lon entre las de su especie 1 el primer esla· bon de la cadena que ha de enlazar al hombre con el mono. Este hecho es tanto más impor­tante, y tanto mayor su fuerza. demostrativa, cua-nto qo"e las razas humanas más inferiores se hallan enlazadas con las superiores por toda clase de transiciones, al paso que despues de aquéllas se abre un inmenso abismo que separa al hombre del mono, con sus 34 pulgadas cúbi­caa de capacidad cerebral. Podemos desde lué­go asegurar que no han existido jamas los se­res intermediarios que faltan , toda vez que su con;apleta desaparicion seria tan absolutamen­te inverosfmil , que bien puede considerarse como imposible. Segun hacenotarWallace, la creacion del hombre exigió un acto creador especial.. ... Por el sistema de la v.ida orgánica se halla encadenado al pasado, formando el últi· mo y mAs perfecto miembro de aquélla¡ mas por su esencia espiritual se halla en más {nti­ma rela.cion con el porvenir que se abre ante sus ojos. • (J. G. Dana , G4ologia , 603 . )

Antes que Dar:win , trató ya Hackel de pro­bar su hipótesis 1 apoyhdose en los procesos del desenvolvimiento embrional (l. c. 1 253).

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Declara que sólo puede explica.rse la semejan­za del embrion humano con el del perro, en su primer desarrollo, suponiendo que el hom­bre desciende de algun mamífero , por cuya razon , al comenzar su desenvolvimiento, baja por una especie de retroceso á la escala infe­rior de sus antepasados. Pero esta argumenta­cien tiene el gravísimo inconveniente de em­plear como prueba el hecho mismo que debe probarse ¡ de suerte que se comete un crrculo vicioso manifiesto , ya que sólo en el caso de haberse demostrado que el hombre desciende del bruto podria emplearse este hecho para dar una explicacion del desarrollo embrional.

Por otra parte, no se presenta el indicado proceso de desarrollo con la regularidad. y ge­neralidad que se supone , toda vez que única­me�te puede comprobarse en los embriones de los vertebrados y dentro de su respectiva clase, de suerte que ningun vertebrado se presenta ja­mas bajo la forma de articulado 6 molusco, al paso que, en las clases de animales inferiores , llegan á presentarse hasta metamórfosis retró­gradas.

No tenemos reparo alguno en declarar falsa

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de todo punto la hipótesis de que el huevecillo embrional del hombre no difiere del de otros animales. Si Darwin y Hii.ckel hubieran proce­dido en sus indagaciones con la moderacion é imparcialidad que cuadra á hombres de cien­cia , habrían dicho : hasla la fecha, y segun las apariencias puramente exlernas , no se puede distinguir el hucvecillo del hombre del de otros animales¡ pero el mismo desarrollo em­brional demuestra que debe existir alguna di­ferencia, toda vez que aUí produce un hombre, aqu( un perro y, en general, todo sér viviente produce hijuelos de su especie. De donde se infiere que no son iguales los embrionu de los diversos seres vivos , incluso el hombre, sino. muy al contrario, se diferencian segun la clase y la especie, por más que el análisis fisico-quí­mico no sea capaz de comprobar esta diferen­cia ; es ya axiomático que la vida no se puede examinar con la sonda ni analizar en alambi­ques y retortas. Demuestra asimismo este he· cho, de un .modo contundente, la existencia de una fuerza que produce los seres vivientes, distinta dt: las fuerzas fisico-quimicas : la fuer­za vital (v. II1 350). Sfguese, pues , que no

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hay paridad posible entre el desarrollo del in­dividuo para llegar á la representacion com­pleta de la clase y de la especie , y el supuesto desenvolvimiento de las clases y especies para trasformane en otras especies y clases supe­riores, toda vez que el embrion no es el indi­viduo ya desarrollado, y tiende, no á adquirir una forma nueva 1 sino á conservar en su des­envolvimiento la semejanza especifica con sns padres. Sólo en el caso de que del embrion de un perro saliese un hombr� 1 6 viceversa, el huevecillo de un hombre produjese un perro, estari a justificado el mencjonado paralelo.

Pero el hecho mismo del desenvolvimiento embrional en el hombre es contrario á la teo­ría de Darwin y Hackel. Resulta que en el des­arrollo efectuado dentro del útero recorre el hombre morfológicamcnte los diferentes esta­dios de los organismos inferiores hasta el mas perfecto , 6 sea la forma humana , sin estar su­jeto á ningtma influencia externa, sin que exis­ta el más leve motivo para ello , ni precision de acomodarse á. circunstancias exteriores, co­mo sucedió á la girafa 1 ni siquiera lucha por la existencia. Por donde se ve que existe en el

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gérmen del sér humano un principio de desar­rollo que obra con sujecion á leyes inmanen­tes para constituir el organismo humano. El mismo Hackel se ve obligado á confesar : « La trasformacion extraordinariamente rápida del embrion en la ontogénesis es mucho mú dig­na de admiracion y de asombro que la trasfor­macion lenta y sucesiva que ha sufrido en la filogénesis la prolongada serie de antepasados del mismo individr.o» (l. c., 382). Indudable­mente es un fenómeno admirable y portentoso éste para todo el que pretenda explicar la for­macion de las especies por el solo proceso de la seleccion natural y de la lucha por la exis­tencia.

Al exponer las formaciones rudimentarias, establece Darwin la distincion de órganos pro­piamente rudimentarios y órganos que están en vias de formacion ( l . c. , 1 4 ) ; los primeros son completamente inütiles para el animal, los segundos al contrario, siendo ademas suscepti­bles de mayor desarrollo. En muchos casos es hasta difícil establecer tal distincion, á la que se muestra contrario Hackel (1. c., ss , .J.40)1 sin duda porque li.un el más profano al asunto

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- I2.f -debe reconocer que hay una diferencia esencial entre órganos mutilados y los apéndices de nuevas formaciones orgánicas , los cuales , en el genuino significado de la expresion , no se­rian otra cosa que rudimentos. Con esto queda ya indicado el método para dar razon de estos fenómenos, en el sentido ántes indicado (n, 1 1 8). Estos órganos no son mutilados, ántes bien, en las clases inferiores son verdaderos órganos ru­dimentarios , es decir , apéndices para forma­ciones más perfectas que no llegan á alcanzar su completo desenvolvimiento sino en las cla­ses superiores, como los huesos humerales del orveto, siendo, por consecuencia , .órganos in­Íitiles en las inferiores. Mas no son inútiles en absoluto, puesto que á lo ménos figuran como miembros arquitectónicos que obedecen al plan general de la estrw::tura de los reinos natura­les , contribuyendo tambien á manifestar el pensamiento divino que preside al mundo vi­sible. Revélas� en ellos la inteligencia sobera­na y ordenadora que gobierna toda la Naturale­za, y da en las clases inferiores un disei\o antici­pado de las superiores ¡ setl.ala en la conforma­cien de los miembros de órdenes anteriores la

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de los posteriores y vice-versa¡ hace que el ór­den superior incluya en sí , bajo un doble con­cepto , al inferior, y aunque modificado en su primera forma , le represente de una manera más perfecta en lo que tiene de esencial. As[ puede con entera propiedad decirse que el hombre forma el término y el coronamiento de toda la creacion visible, en el cual se halla comprendida la total Naturaleza, que sube has­ta él con sujecion á un plan determinado y por una serie progresiva , el macrocosmos en el microcosmos. (Th.om., n, Dist. 11 cu. 111 a. 3 en t. n, 48. ) Por consecuencia los argumentos de Darwin y de Hickel tendrian razon de ser (mi­camente si nosotros negásemos toda semejanza entre el animal y el hombre ¡ pero no preten­demos tal cosa¡ el hombre es un cuerpo espiri­tualizado y un alma corporizada¡ mas es ver­dadero cuerpo , y como tal , por su actividad vegetativa y sensitiva, por su esqueleto hueso­so, su tejido celular y por su total estructura anatómica, obedece al mismo plan general que lodo el imperio animal , ajustándose á sus le­yes en lo que á su esfera corpórea atarle. Segun hizo notar Aristóteles, y ántes que Cl lo dió ¡¡

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- 126 -entender el milesio Tales (Diógen. Laerc. 1, 35), la Naturaleza es artista á la vez que obra de arte , por cuya razon sus creaciones no carecen de plan y de uniformidad como las obras de los malos poetas dramáticos. Así , pues , que le sean ó no útiles las formaciones rudimentarias que se encuentran en el hombre, y cualquiera que sea el nú�ero d� estas formaciones que recono.zca la anatomfa, nO demuestran otra cosa que la continuidad de los miembros en el plan uniforme y regular de la creacion visible, de cuyo número forma parte el hombre. De aquf viene la analogfa que se observa entre to­das las circunstancias de su formacion y las del bruto ; él es su término, pero no su producto. El órden á que obedecen los reinos de la Natu­raleza en su formacion es un órden ideal/ des­de los seres más fnfimos hasta el que es corona­miento de todos , el hombre, todo revela una idea fija ¡ y de este hecho innegable han pre­tendido deducir Darwin y Hackel un órden getuih"co, sin parar mientes en el salto que des­virtúa su demostracion. Porque una cosa se halle unida á otra , ó porque esto presuponga la existencia de aquello, no se deduce en modo

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- 127 -alguno que lo segundo haya nacido tambien de lo primero. En el capitel que corona la cate­dral gótica se reproducen, como en compen­dio, los motivos esenciales de todo el monu­mento , sin que por eso se diga que aquél es

producto de éste. III.-Hechps ded11cidos de las c11ali'dades es­

piri'lllales del ho1n6rc.--Si las pruebas toma­das de la conformacion exterior del hombre no han hecho un ápice más probable la hi¡ió­tesis Hickei -Darwiniana, de antemano pode­mos asegurar que ·DO tendrán más valor los argu�ntos buscados en el dominio de la Psi­cologfa. Porque si bien es cierto que los pane­giristas del bruto han tratado de agobiarnos con el número de sus pruebas, es évidente que muchas razones vanas y de mala ley no llegan á formar nna bueaa.

1 .0 Únicamente Descártes negó á los brutos las sensaciones de. alegria y dolor, de amor y ódi o , la representacion sensible y su recuerdo, por consecuencia, la memoria, porque habien­do sentado una premisa de todo punto erró­nea , se vió como obligado á rebajarlos al nivel de una máquina sin alma. (De passí'olli611s 1 1,

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-; uS -a. 4i De Methoáo, 5.) Este argumento es, pues, ocioso. � - · 'J.0 El bruto tiene alma ¡ ¿pero tiene tam­bien inteligencia ? .'� cinco ejemplos citados por Dar�ip parajl�trar la existencia de la facultl$,1' intelectiV:a .i!n los animales, de la re­flexio�,l -:que persiguE;,i!eliberadamfnte un obje­to 1 e�iendo los niedios 41lás adecuados para alca-rle 1 no prueban t'"nada de eso 1 puesto que" DO son otra cosa que productos del instin­to animal del mono y del perro de caza. El instinto y nada más que el instinto impulsó al mono á abrir el huevo c'uando se hubo cer­ciorado, por la rotur� de los anterio� , de que su contenido era comestible 1 y él es taro­bien el que ha �nse!�acÍo al iltis.y á. la coma­dreja á. chupar los. huevos, despu·es d.e l!_racti­car un•pequeno agujero en ·d. ¡;xtremo opuesto, como si conociesen las leyes: de la presion at­mosférica. En el segundo experimento � aso­ció en el mono la representacion del zumbido con la de la picadura subsiguiente , á la ma­nera que en el perro se asocia la representa­don del baston y el sombrero, que coge en la mano su dueño, con la del paseo. Los otros ca-

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- ug -sos citados tamp_cico demuestran otra cosa que el instinto especiaL del perro de caza , que le impulsa :i no dejar escapar "la presa, para lo cual no conoce otró expedieDte que matarla, que es exactamente el medio que emplearla el p�rro al estado salvaje. N�ie ha negado jamas que el bruto .tiene aptitud para desarrollarse en cierto sentido , es"-�ir 1 dentro del circulo determinado de sus impulsos instintivos, como es principalmente el de la propia conserva­cion ; por eso una liebre vieja es más vigilante que una jóven. Nq vemos la razon por qué no babia a e ser apto pari. , desarrollarse en este sentido, ya que-pbsee Ii facultad de recibir impresiones sensilites y hacer asf en cierto modo experieacias Como la del mono con la avispa. Pero ¿ quiéit osada cómparar esta apli­cacion-del instinto, (fdf no traspasa los límites de la propia conservacion , de la nutricion y de la propagacion , con la facultad que posee el hombre de desarrollarse tan universal é ili­mitada como los domiñios de su inteligencia? Y ¿ quién habrá tan cándido que la compare con el enorme progreso de la humanidad en­tera, que haciendo suya la herencia de sus

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- r3o -predecesores 1 la conserva y la trasmite au­mentada á los venideros? Hasta la fecha nadie ha sido capaz de probar el más leve progreso en las industriosas abejas ú hormigas, (m, 22.)

Las decantadas cualidades morales que Dar­win admira en el perro no son más que po­bres manifestaciones 'de su instinto dirigido Y adiestrado con grandísimo. trabaj3 por el hom­_bre ; y eS que el . instinfO especifico del bruto ofrece al hombre inteligente la ocasion dé em­plearle para sus fines 1 bajo una direccion con· veniente, como el perro para la caza y la guar­dia de la casa : el tordo y el mirlo para el canto de ciertas melodías; el estornino y el papagayo para la imitacion de palabras y fra­ses. Pero todo esto no pasa de la categoría de un am:�cstra.miento . sjn que en e,lo haya nada que se paretta á desarrollo intelectual , en el gen uino sentido de la expresion ; así vemos que donde falta el instinto , son inútiles todos los esfuerzos que se hagan para lograr ese adiestramiento; y el lobo, por ejemplo , jamas llegara á ser el compallero del hombre como el" perro, ni el gorrion llegará á cantar los acordes de la llfarcha Real. Deducir que el

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mono posee la aptitud para desenvolver sus fuerzas bajo una direccion inteligente como lo hace el hombre, que se propone un fin y em­plea instrumentos y medios adecuados Para lograrle, del simple hecho de que haya apren­dido i abrir un cofre con un palo 1 es demos­trar una absoluta ineptitud para tratar- estas cuestiones, c5 una ciega preocupacion en favor de la tésis que se pretende probar¡ porque en eso no hace otra cosa el mono que obedecer al instinto de imitacion que le caracteriza 1 reme­dando u�a cosa que babia visto ejecutar al ho,mbre. El mismo Darwin declara que al consb'uir sus chozas l�s antropoideos obran probablemente guiados por el imltinl:o ( l . c., 44) ; y en la afirmacion que hace luégo de.que «éste puede fácilmente trasformarse e n un acto consciente y libre » , tcn"cmos una prueba más de la falta absoluta de lógic8. con que racioci­nan los admiradores del mono , ya que dichas construcciones no revelan, ni con mucho , la habilidad que suponen los nidos de ciertas aves, las colmenas de la abeja , etc. Todos los animales tratan de guarecerse de los mortife-1'01 rayos del sol , como lo hace el pavian al

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b:JScar la sombra dél la estera , guiado tan sólo por el instinto de conservacion ¡ dar otra ex:· plicacion es hacer \'Íolencia al sentido comun y mantener una afirmacion tan gratuita como arbilraria. Imitacion instintiva, puro remedo de una cosa vista , es el acto del chimpancé, que rompe las nueces contra una piedra.

Pero vamos á cuentas. El mono ha sido mil veces testigo de los procedimientos empleqdos por el hombre para encender el fuego y se ha calentado en él¡ ¿ por qué no se le ha. ocurrido nunca encender una hoguera, ó echar siquiera lef1a para evitar que se apague, cosas que ha hecho siempre el hombre, áun en el estado más abyecto de salvajismo ? ¿ Por qué no ha concebido la idea de cocer los alimentos para hacerlos mas agradables y sabrosos, cosa que practican hasta los groseros salvajes de la Tic;r· ra del Fuego ? Si el anirral esluviese dotado de inteligenci a , formaría conceptos generales, se propondría un objeto determinado y esco­gería los medios más adecuados para realizar­le¡ pero nada de esto hace, porque sólo es

guiado por el instinto animal , por una activi· dad objetiva &in conciencia del fin. Es verdad

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- 133 -que el perro, por ejemplo , distingue á un hombre de otro, á un hombre de un perro y á éstos de un caballo¡ ¿ pero acaso .prueba esto que sepa distinguir al hombre como á fal sér par­ticular, que conciba al caballo segun su espe­cie y que sea capaz de oponer esta e!lp,_ede ani­mal á otras? Nada de eso ; no hay el más in­significante motivo en que fundar semejante hipótesis. Lo que hace el perro es distinguir á un perro, un caballo y un hombre como tres individuOs diferentes, ni má& ni ménos que como distingue varios perros, tambien como particulares individuos . Indudablemente ve que la semejanza de un hombre con otro es mayor que la de un hombre con un caballo¡ pero no sabe determinar los grados de la se­mejanza segun las especies, ni sabe formar un grupO especifico de todos los individuos euya semejanza está comprendida .en un limite de­terminado. Es verdad que el perro distingue á la hembra de su especie ¡ pero ¿ acaso distingue tambien en su conciencia los dos sexos, ma­cho y hembra? ¿Concibe á la mujer , la \'aca y la perra como seres pertenecientes al sexo fe­menino¡ y al hombre, el toro y el perro como

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- 134 -pertenecientes al masculino? ¿ Tiene la peira conciencia de que al ser cubierta quedará pre­t!.ada y dad. á luz hijuelos á quienes tiene lué­go que amamantar? ¿Tiene conocimiento de la relacion causal de estos proCesos , ni áun de la sucesion temporal en que se verifican ? Se­guramente no habrá nadie que se atreva á responder afirmativantente, y mucho ménos á probarlo. Obedece simplemente al apetito¡ pero sin tener la más insignificante nocion de lo que son sexbs. (Steinthal, Origm áe/len­

grm¡"e, 4z6.) El mismo Strauss confiesa que «si bien el bruto evoca recuerdos y asocia di­ferentes sucesos para obrar segun ellos, no es capaz de formar un concepto general n i un verdadero pensamiento• ( 1 . c . , Z49 ).

g.G El lengun;e. -Que el lenguaje humano dilib"e esencialmente de los sonidos puramen­te de sensacion que produce la bestia, 6 sea del lenguaje animal , es un punto que no ne­cesita demostracion. Así como la sensacion no puede por sf misma subir á la categorla de concepto, sino que se requiere para ello una facultad capaz de formar abstracciones, pen­s."Lmientos y conceptos, la inteligencia, que de

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Ia percepcion subjetiva , de lo individual y concreto elabora· lo objetivo y general 1 asi tampoco el sonido de sensacion 6 animal pue­de llegar á ser concepto 6 emplearse para ex­presarle 1 si no existe una facultad superior á la de la sensacion 6 de la percepcion sensible, que realice esa trasformacion. En sentir de Horne Tooke, «el imperio del lenguaje está fundado sobre las ruinas de las inteljeccioncs » ; op.inion de que s e declara partidario M . MU­IIer cuando dice que e el lenguaje empieza en el mismo punto donde acaban las interjec­ciones.»-

No son obsticulos anatómicos los que se oponen á que el animal hable ; y sin embargo, no aprenderá á hablar nunca 1 á no ser que pudiera elevarse ti la catcgor!a de sér inteli­gente, en cuyo c.1so dejaria de ser bruto para trasformane en hombre. El hombre habla y ha hablado siempre ; el animal , por el contra­rio , ha sido siempre mudo , jamas ha pronun­ciado una palabra. Y es que el lenguaje es el Rubicon que jamas traspasará el bruto para elevarse al rango de la naturaleza humana. Esta es la verdad fundada en_hechos positivos,

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hechos que oponemos á la� arbitrarias hipóte­sis de aquellos que nos hablan de un desarro­llo del bruto, que gratuitamente suponen que en el mono se descubren, á lo ménos, los p;i­meros rudimentos de todas las acciones huma­nas y que á toda costa quisieran dejar sentada la posibilidad de que el hombre no sea otra cosa que u ni bestia privilegiada 1 el vencedor en la tremenda lucha por la existencia. l!:l len­guaje es algo más importante y más palpable ,que una arruga "del cerebro 6 una particulari­dad de la conformacion del cráneo. En esta cuestion no valen sutilezas y no existe un pro­ceso natural para deducir 6 entresacar pala­bras misteriosas y significativas del canto de las aves 6 del grito de las bestias. c Cua_ndo se supone que la facultad de pensar empieza á desarrollarse con la formacion del lenguaje, como pretende Darwin , se confunde simple­mente la causa y el efecto , el antecedente y el consiguiente. Asi Hackel (l. c., 507 ) opina que el pensamiento se origina de la marcha recta y del lenguaje articulado que, por abstraccion, trasforma sonidos en palabras.» Es decir, que el lenguaje hace abstracciones y eren al espí-

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- 137 -ritu ! Es imposible decir mAs absurdos en mé­nos palabras. Y ¿qué es lo que crea. el len­guaje? Oigámoslo : «.El lenguaje se originó pÓr diferenciacion de la laringe, que influye á su vez sobre la diferenciacion del cerebro. • Ó en otros términos : la causa de la inteligencia está en la laringe ! Las consecuencias de tan estólido principio saltan á la vista.

La palabra no es la que forma el concepto, sino , al contrario 1 éste forma la palabra, que es signo del primero. Y como quiera que nues­tros vocablos sustantivos y adjel'ivos designan conceptos generales y no individuos , síguese que el entendimiento, que comprende lo gene."

ral en fas cosas, precede necesariamente en su actividad al lenguaje. Por eso el hombre dotado de entendimiento, y sólo el hombre, que lleva ya en su espirito algo que no puede expresar ni por medio de un símbolo ni por;-un simple sonido de sensacion1 tiene necesidad del len­guaje. Por eso el sordo-mudo , que ni oye ni habla, pero piensa , trata de suplir por otros Qlcdios la falta de lenguaje lnblado. Ya lo dijo hace mucho tiempo Blumenbach : « el bruto no habla, porque no tiene cosa alguna quede-

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- 1]8" -cir.:to Sfguese , pues , que el sonido de sensacion 6 animal es esencialmente distinto del lengua­je articulado , es decir , dispuesto en una serie ordenada de vocales y consonantes¡ aquél"sólo expresa una percepcion subjetiva , éste un pen­samiento general objetivo.

Si el lenguaje se hubiese originado de las interjecciones 6 por 'Onomatopoética , llevarian impreso este carácter las raíces más antiguas de los idiomas primitivos ; mas precisamente sucede todo lo contrario, fenómeno que mere­ce toda nuestra atencion. Los nombres de los objetos han tenido origen en ideas generales, hecho plenamente confirmado por la Filología comparada, y sobre el que repetidas veces han llamado la atencion los m!is distinguidos filó­logos, principalmente M. Müller. El concepto no puede ser más que uno é invariable; la p•'·­labra, como signo exterior, derivada en primer término de vocablos que designan objetoS del mundo sensible, lleva aún impresas las huellas de su orfgen ; no representa conceptos pura­mente espirituales, sino que sólo forma el fun­damento sensible que espiritualiza la abstrae­cien. La idea es una y la misma ; miéntras que

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- 139 -los vocablos para designar esa úni<:<1 idea , á un en el mismo idioma, son muchos: asi en árabe hay 8o palabras que significan miel , 200 ser­piente, soo leen y 1.000 espada ; vice-versa, un mismo vocablo puede significar várias cosas. · Las palabras pierden su significacion primiti­va , caen en desuso, mueren ¡ el pensamiento, por el contrario, es permanente.

« Raiccs que expresan inmediatamente algu­na cualidad ó algun hecho, son las que han servido de gérmen 6 punto de partida para for­mar toda nuestra enorme nomenclatura. Hay muchos, sin embargo, que no se avienen con este resultado, teniendo por imposible que la formacion del lenguaje haya partido de una base tan abslracta. En sentir de estos filólogos, lo que ante todo movió el resorte del lenguaje, en los hombres de las primitivas edades, no fue­ron cualidades sino objetos concretos, de suer­te que las primeras cosas á que dieron nombre fueron los. objetos de su imm:diato uso y que tcnian constantemente á la ,·ista.

»Esta opinion , á pesar de su aparente proba­bilidad , está fundada en el aire y en un exá­men puramente superficial del asunto , puesto

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- r.,o -que confunde lastimosamente los objetos que primero recibieron nombre, prima dtmomitza­

ta 1 con las cosas que se reconocieron en primer término,jn'ma cogni"ta. No cabe negar que en los actos sintéticos más sencillos del pensa­miento humano las cosas que primero se re­conocen, se diferencian y se clasifican, son obje­tos concretos¡ pero esta especie de actividad in­telectiva jamas hubiera llegado á formar el len­guaje , resultado que sólo pue:le aléanzarse por el pensamiento analítico, Ahora bien ¡ los ob­jetos concretos se salen de la esfera inmediata del lenguaje en tan alto grado como las per­cepciones y los procesos morales. Y asi como en toda la historia del desarrollo del lenguaje se ve que los últimos no han llegado i expre· sarse sino por el intermedio de expresiones de objetos sensibles, de la misma manera los pri­meros nunca se han expresado directamente, sino por el intermedio de sus cualidades carac­terísticas. Por eso vemos que todo nombre de un objeto concreto expresa una cualidad ¡ asf luna de medi r , hombre de pensar) etcétera.• (Withncy-Jolly, La Ci'enci'a del /cngt�a¡�, 582.)

4.• Concinzcia, individu({h'datl, a!Jsh'accitm.

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- 141 ---si examinamos detenidamente la exposicion de Darwin, vemos que este naturalista no mues. tra verdadero empeno en atribuir al bruto las cualidades enunciadas. En todo caso, la doctri­na sentada en el tC?mo n de esta obra contradice manifiestamente tal hipótesis. Que un perro conserva, áun despues de la cacería, cierta im­presion representativa del hecho en general, nadie lo niega; pero que haga consideraciones sobre él, á Ia..tnanera que el cazador que se com­place en co�tar los detaUes de la diversion, lo negamos, no sin hacer á Darwin el favor de su­poner que no habrá dicho en serio semejante simpleza. El perro permanece siempre el mismo, y ni siquiera se da cuenta de ello , porque no tiene conciencia de su personalidad¡ á lo ménos, jamas ha dado la menor prueba de tenerla.

Ya sabemos que Alejandro de Humboldt está muy por encima de «la mujer de un ab­yecto salvaje australiano », pero este hecho de­muestra precisamente la aptitud de la natura­leza luunana para adquirir desarrollo sobre la base de sus facultades intelectuales¡ y luégo esa mujer , hállese todo lo envilecida que se quie­ra, poaee ciertas n�ciones de la otra vida, de

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- 142 -la supervivencia de su alma 1 que la elevan á inmensa altura sobre todos los brutos. Ese idio­ma falto de vocablos para designar las· ideas abstractas, es tambien una miserable invencion de los partidarios del mono.

5.0 Setltimin,to de la hclleÍa.- Los hechos aducidos nada prueban. El ave no admira má& que sus plumas y su propio canto ó el del ·macho de su misma especie, aparte de que to­das sus manifestaciones estéticas (.nCl) no salen de la esfera del instinto sexual. Pero áun el punto capital de la hipótesis de esta «seleccion sexual•, por el que se proclama que la hembra busca siempre al macho más vigoroso y más bello, carece de fundamento en que apoyarse, puesto qne la experiencia prueba lo contrario, y contra los hechos de la experiencia se estre­llan todas las argur;:ias de los naturalistas, aun­que se llamen Darwin. En realidad de \"crdad, no con1prendemos cómo puede haber quien se atreva á comparar ese grosero instinto con el sentimiento de la belleza que reside en el hom­bre, quien no solamente es atraído por la belle­za que hiere sus sentidos, sino que se remonta al terreno de lo ideal, en el que sólo puede pe-

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netrar y gozar el espíritu que piensa y racio cina.

6.• L" cremú'a Cll DiOs, la relr"gioll.-Acerca

de la falta de creencias religiosas en algunas tri­bus salvajes, hemos hablado anteriormente (r, 2 1 2 y sig.) , y demostrado que tambien son falsos 6 puramente hipotéticos los hechos adu­cidos sobre este particular por el naturalista inglés. Supone éste que la creencia en Dios 6 endioses ha tenido origen en sucrios ; pero lo extrano es que los perros y los gatos sueñan 1 sin que se les haya ocurrido jamas formular un credo religioso ó convertirse á una de· las reli­giones conocidas. Mas quisiéramossaber: ¿có� ha .de sonar de Dios el que no sabe nada de Él, ni ha oido jamas pronunciar su nombre ? Si el sue1io no es otra cosa que una representacion de los sucesos ó fenómenos sensibles que ántes han herido nuestra imaginacion ó nuestros sen­tidos 1 ¿cómo podria el que sue1ia pasar de tales sucesos :i la rcpresentacion de espíritus y dio­ses? ¡Á decir verdad 1 preciso es que esté soi\an­do el que pretenda buscar en suenes el origen de la idea de Dios 1

'/.0 El stmtiminlkunorai.-El famoso natura-

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lista inglés encabeza este capítulo con· la si� guiente simpleza : « Parc!ceme en alto grado probable que todo animal , con sólo estar dota­do de instintos sociales bien marcados, llegaria inevitablemente ! poseer sentimiento de mo­ralidad 6 conciencia, desde el momento que sus facultades intelectuales adquiriesen un desar­rollo igual 6 próximamente igual al que han alcanzado en el hombre.»- ¡ Famoso preámbulo ! Si lleg!ra ese caso, el bruto dejaria de ser tal y se trasformaria en hombre, Pero ante todo contéstesenos á esta pregunta : ¿ es siquiera posible hablar de moralidad , si el hombre no eS' otra cosa que un bruto que ha mejorado de raza? De ningun modo ; la moralidad se funda en la idea del deber y éste presupone la liber­tad y la inteligencia. Ambas cosas se echan de ménos en el bruto , por lo cual Darwin tiene buen cuidado de ad\•ertir que toda moral está basada en el « instinto sociah· que , con el au­xilio del lenguaje ya desarrollado, se trasrorma en ese poder avasallador que se llama opinion pública. Pero esto es pura palabrería , ya que el instinto social, en la mayoria de los anima� les por lo ménos , es una misma cosa que el

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- 145 -instinto de la propia consenracion y de la pro­pagaci�n. Por consecuencia, es incomprensible cómo ha de originarse de aquí una vida moral y desarrollarse el sentimiento del deber y la conciencia¡ ya que no hay razon alguna para suponer que el amor paternal del mono, por ejemplo , la economía del raton campestre y la monogamia de varios animales pasen de la ca­tegoría de actos instintivos, que nada tienen de morales.

Ademas la ley moral es una é inmutable, miéntras que 1 segun la teorla darwinista, la moral del bruto es muy diferente de la moral humana, de tal suerte que e si el hombre se criase en las mismas circunstancias que las abejas de las colmenas, sucederia tambien que nuestras hembras solteras considerarian como uno de sus más sagrados deberes matar ii sus hermanos, cOmo lo hacen las abejas obreras, y la m:�drc misma trataria de destruir á sus hijas fecundas» ( l . c. 62). ¡Y de esta manera se for­maria en cada clase de animales una especie de moral peculi:�r al uso del gremio!

Vanos han sido todos los esfut:rzos hechos en los últimos tiempos para armonizar la doc-

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- r4fi -trina darwinista con la moral. Jager defiende el mantenimiento de los dog1nas religiosos, como « una nec:esid�d reclamada por el instinto de la propia conservacion » y, « por convenci­miento, se pasa al campo del cristianismo, colo­cándose al iado del cura de almas práctico» , por ser Ja religion cristiana la que mayores ser­vicios ha prestado en la lucha por la existencia. (La t�oria dat'Wini'sla y su r�lacir»J con la

t�Joral ... . . )

Buena es , sin duda , la intencion de Ji'i.ger, pero sus dilucidaciones carecen de lógica, y por consecuencia de b�. Carneri ( La Moralt'dad

y el daNI!itz;smo, r S¡ r ) pretende nada ménos que fundar un nuevo sistema de moral , toman­do por base las doctrinas de Darwin. Pero sus esfuerzos han de resultar vanos al par que ri­dfculos, pues donde no hay libertad , donde todo obedece á una necesi�ad rigida é invaria­ble , nó hay humanidad posible, no aparece más que el indh•iduo mas 6 ménos desarrolla­do por la seleccion natural ¡ donde no existen principios generales inmutables, la moralidad no puede ser otra cosa que un nombre vano, pura apariencia.

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El mismo Darwin se encarga de empezar i descorrer el velo que encubre las horrendas consecuencias de su nueva moral (l. c. 146) :

« Hay pueblos salvajes que se deshacen de las personas débiles corporal 6 espiritualmente, de manera que los individuos supervivientes presentan un aspecto sano y vigorOSQ. Por otra parle, nosotros, á pesar de nuestra civili­zacion y cultura, imitamos en lo posible tal procedimiento , edificando asilos para los de­mentes, estropeados y enfermos ; publicando leyes de pobres y echando mano de todos los recursos del talento y de la ciencia médica para prolongar algunos momentos la vida de cada individuo. Asf está demostrado que la vacuna ha salvado la vida á millares de hom­bres que, por efecto de · su constitucion débil ó enfermiza, hubiesen sucumbido á la viruela. Mas esto mismo hace que los miembros lnis débiles de la sociedad propaguen tambien su degenerada especie, y todo el que haya pres­tado alguna atcucion á lo que sucede en la cría de animales domésticos , sabe perfecta­mente los perjnidos que esto ha de ocasionar i la raza humana. Evidenciada por la· expe-

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- 1� -riencia la sorprendente facilidad con que una

raza mejorada degenera á consecuencia de una falta ó de un descuido, no hay ningun gana� dero que destine á la cria los peores ejempla� res de su ganadería¡ el hombre hace la lmica excepcion de esta regla. El auxilio que así prestamos á los desvalidos es principalmente resultado del instinto de simpatía que 1 for� mando en un principio parte de los instintos sociales 1 se extendió despues de la manera dicha 1 aplic<indose bajo más delicadas formas. Tampoco nos seria posible contener esta sim� patfa , aunque el entendimiento tratára de ahogarla 1 sin rebajar la parte más noble de nuestra naturaleza. Por tanto, es preciso que suframos , sin exbalar una queja, los efectos de la conservacion y multiplicacion de los indivi� duos débiles y enfermizos, por dai\inos que

¡ Qué tejido de contradicciones y qué pobre­za de conceptos l ¡ L:l. compasion hkia los dé­biles es en alto grado perjudic:al á la raza hu­mana, y, sin embargo, es producto de un ins­tinto que ha tenido origen en la seleccion na� tural y en la lucha por la existencia, ni más

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- I.J9 -Di méuos que en el bruto ! Pues entónces, ¿ cómo se explica que en todas las especies de irracionales el instinto impulse al animal á conservar y mejorar su raza 1 y en el hotnbre, aumentando la símpatía há<:=ia los débiles, pro· duzca el efecto contrario ? Esto no tiene más que dos explicaciones posibles. Ó el hombre es urr engendro de la seleccion natural , y en tal caso, no teniendo esla simpatía ni razon ni derecho en qué fundar su existencia, debemos seguir el ejemplo de los irracionales y de los salvajes que abandonan á los débiles y enfer· mos condenándolos á la destmccion , ó tene­mos que dar rienda suelta ;i nuestra simpatía para no rebajar la parte más noble de nuestra naturaleza, en cuyo caso esta simpatía provie­ne de otra fuente muy diferente del simple instinto animal.

Y así es en efecto. Porque esasimpatfa es por naturaleza espiritual 1 y pateñtiza en el hom­bre algo más elevado que un simple producto natural y que un bruto mejorado ; ve en él un sér espiritual é inmortal. Por cuya razon reco­noce que tambien en un cuerpo flaco--vive, no pocas veces, un espíritu fuerte y levantado;

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que millares de ninos débiles y enfermizos, recogidos pot la caridad cristiana en el seno de la Iglesia de Cristo y devueltos d. la ,·ida por sus solícitos cuidados 1 han dado gloria y ventura á todo t;n pueblo 1 á la humanidad entera.

Mas ¿ para qué continuar ? Hasta la sacie­dad está pro'bado "que la hipótesis de Darwin­Hickel es falsa bajo el punto de vista cienti­fico , que los hechos en que pretende apoyarse son ó erróneos ó inexactos, que sus demostra­ciones carecen de la imprescindible base de la lógica y que sus consecuencias son fatales para la humanidad. Tiene razon Rütimeyer al de­signar los escritos de Hiickel con el nombre de « literatura de fantasías, en la cual se emplean alin las observaciones á manera de mortero ó argamasa para unir los materiales que sumi­nistra la imaginacion exaltada.»

IV. Ln filosofin de lfJ fllcottsci"ell/4. Con esta denominacion ha aparecido en los iiltimos a11os un nuevo sistema 1 á manera de e ensayo cosmogónico » que, tanto por las avanzadas ideas que sustenta, como por la multitud de hechos en que pretende fundarlas 1 ya que as-

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pira «á obtener resultados cspcculath·os por un método científico-natural-inductivo » , y muY particularmente por los aplausos que se le han prodigado en los modernos círculos filo­sófico-literaricis 1 merece nuestra especial aten­cien. Mas no se crea que ·vamos a ocuParnos en la exposicion de un sistema completamente 'lluevo , cuya aparicion forma épDca en los fas­tos de la filosoffa ¡ nada de eso. ¡ por lo que principalmente llama nuestra atcncion , es como uno de tantos fenómenos patológicos que se manifiestan en la vida espiritUal de los pueblos. Expondrémos, pues, el sistema en sus rasgos esenciales, para despues someterle al escalpelo de la critica.

La solucion del problema cósmico ha sido en todo liempo una de lns más árduas tarea.s que se hñ propuesto la filosoffa , no sin consi­derarla como el último y mú elevldo de sus resultndos. ¿ De dónde viene este mundo , en dónde termina , qué es el hombre? Hé aquí las cuestiones capitales del problema , en las cuales est:in contenidas estas otras : la rtla­cion de lo condicionado á lo incondiciona­do , de lo relativo á lo absoluto, de lo temporal

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- 13! -á lo eterno, de lo finito á lo infinito , de la idea á la manifestacion , y por último , cual es la raiz de toda existencia y de todo ser. Muchos han ensayado, por diferentes caminos, la solu­cion del problema, sentando un principio su­premo que , por si solo y como natural conse­cuencia, ha de resolver todos los enigmas de la existencia . . Fichte partió del yo absoluto, Schelling del absoluto como total identidad é indiferencia total de Jo subjetivo y objetivo. Hegel de la idea lógica y Schopenbauer de la vol1,mtad. Pero Hartmann ha emprendido un nue

.vo camino para «ir al alcance del fenóme­

no•. y la gran palabra que ha ideado para dar solucion al enigma es lo «inconsciente•, expre­sion nueva , fórmula novísima para designar el universal-uno del panteismo, que, en su pro­pio desenvolvimiento , se llama Universo ¡ la sustancia primera y fundamental de todas las cosas del cuerpo, lo mismo que del espíritu, de la naturaleza y del arte, de la ciencia y de la política , del Estado y de la sociedad 1 de la vida y la muerte, es lo r"ucollSci'mte. e Ordina­riatñenle me atendré al uso del ·vocablo ;,,. cotzscitmte, por más que en realidad tengo más

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der�ho que Espinosa y que muchos otros para emplear la palabra Dios. Si bien la negativi­dad formal de mi expresion para designar un sér perrectamente positivo ha de resultar in­adecuada en su aplicacion constante 1 tendrá derecho a reclamar su valo� profiláctico parti­cular 1 á lo ménos todo el tiempo que conserve su preponderancia el error antropopático de la conciencia del absoluto. Mas desde el mamen · to que se reconozca por todos como un atribu­to natural del absoluto el predicado negath·o de la inconsciencia 1 entónces es seguro que, en el desenvolvimiento histórico de la filosofía, se sustituirá. esta denominacion negativa con otra positiva más adecuada. :.

Para comprender tan peregrina teorfa, es preciso que nos coloquemos en el punto de partida de Hartrnann. En su sentir , toda aspi­racion es un gtterer / así donde quiera que se manifieste en las cosas un:a tendencia 1 un deseo, hasta en la fuerza de atraccion y repul­sion de los átomos, allí existe un querer. Por eso dice nuestro filósoro : « El perro no gt�iere

separarse de su amo , guierc salvar de la muer­te al nii\o que se ha caido en el agua, el pája-

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- !54 -ro no r¡m'cl"e que se cause daño á sus hijuelos.» Y .esto no tan sólo se manifiesta en los anima­les de organizacion SUJX.."l"iOT, sino en todo el organismo animal ; nótase en todas partes una tendencia y un deseo determinados, siendo más patentes en las funciones de la médula es­pinal y d� los ganglios que ocurren, no sólo en la vida animal superior, sí que tambien en las especies de órden inferior en las que el ana­tómico no ha descubierto ni fibrina muscular ni nervios. Así , por ejemplo , vemos que .f: los mbvimientos de los intestinos ofrecen singular semejanza con el serpenteo del gusano.»

Mas á toda tendencia y a todo deseo prece­de una representacion inconsciente, como se deduce de los movimientos arbitrarios que eje­cuta el hombre , y m6s particularmente las bestias. Así los perdigones incubados por una gallina han menester inmediatamente de los· músculos motores de sus piernas para recupe­rar la libertad de que gozan sus padres. Y sin embargo , para cada movimiento no hay más que un lugar único : la punta ó tL':.rmino cen­tral de los respectivos nervios motores, que se halla en disposicion de recibir y poner en eje-

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- rss -cucion el impulso de la voluntad que tiene por objeto este movimiento determinado del miembro correspondiente. El impulso de la voluntad no puciie entregar al acaso la ejecu­cion dct tacto oportuno en esta pulsacion del cerebro ¡ y no es posible indagar consciente· mente el tacto, puesto que nadie tiene graba· da en su conciencia esta multitud de termina­ciones centrales. Despues de eliminar, median­te una ingeniosa crítica, todos los ensayos que se han hech_o para dar de esto una explicacion puramente fisiológica, deduce Hartmann que el miembro intermediario tiene que ser , por precision, espiritual, pero inconsciente 1 y que «por consecuencia, todo movimiento arbitrario presupone la representacion inconsciente de la situacion de los cabos de los nen>ios motores correspondientes en el cerebro » ¡ « puesto que todo querer, ya sea consciente 6 inconsciente, qm"erc un estado futuro que áun no existe; y una cosa futura 1 que no existe , sólo puede existir en la voluntad idealmente¡ mas algo existe itlcali'lcr 1 siempre que hay representa­cien ¡ de donde se infiere que no hay querer sin representaclon .»- Todo esto estaria per-

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- rs6 -fectamente si la demostraclon entera no provi­niese exclusivamente de nuestra propia obser­vacion 1 y 1 por consecuencia 1 no tuviese su única justificacion en la 'lJO!tmlad co�rse�"ente. Síguese 1 pues , que debe empezarse por demos­trar la existencia de una v.oluntad inconscien · te , para relacionar con ella, segun la analogía de la e voluntad consciente•, la necesidad de e,sa representacion.

Hartmann ve una demostracion especial de la existencia de la representacion y del deseo inconsciente en los fenómenos del instinto y de los aelos instintivos en que principalmente funda su argumentacion. Segun él , « instinto es un obrar con relacion á un fin sin concien­cia del fin. » Des pues hace notar que los actos instintivos no pueden explicarse ni como un simple resultado de la organizacion corpórea, ni como un mecanismo espil"itual ó cerebut dispuesto por la Naturaleza 1 ya que el acto instintivo ces una produccion particular del individuo, originada de lo más íntimo de su esencia y de su carácter» , y trata de probar que únicamente pueden comprenderse como efectos de « una actividad espiritual incons-

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ciente 1 suponiendo que una representacion, inconsciente ,. del fin que ha de proseguir­se, mueve la voluntad y dirige su actividad ya ordenada al fin. Acto continuo expone el autor del nuevo sistema un gran número de hechos que no carecen de interes, aunque si de novedad , manifiestamente opuestos á la teoría materialista del acaso, por más que , se­gun verémos luégo, no cabe en buena lógica deducir de ellos la existencia de lo inconscien­te. Mú acertado está cuando dice con Sche­lling : «No hay fenómencs que tanto llamen la atencion del hombre pensadOT , como los que se refieren al instinto animal ; que son verdaderas piedras de prueba de toda sana filosofia. ))

Merecen particular atencion los fenómenos del pavon nocturno¡ se alimenta de las hojas de los arbustos dop.de ha nacido , sin más mo­vimiento que el que efectúa para trasladarse á la parte inferior de la hoja en tiempo de llu­via; entre tanto cambia diferentes veces la piel , y eso constituye toda su vida. Entónc�s se fabrica la morada donde ha de sufrir su tras­formacion , y se construye , con cerdas rigidas

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- 158 -cuyas puntas hace coincidir 1 una doble bóve­da que se abre con facilidad de dentro a fuera, oponiendo la sufi�iente resistencia á la apertu­ra de fuera á dentro ..... Claro está que en pro­cesos de esta naturaleza debe suponerse una prevision que no guarda e� inanera alguna proporcion con la vida puramente sensible del animal. Para sufrir su trasfonnacion el escara­bajo hembra, se construye una cavidad en que cabe exactamente su cuerpo 1 miéntras que el macho la hace de doble m.1.gnitud, para dar alojamiento a los cuernecillos, que han de ere· cerle hasta alcam.:ar una longitud casi igual á la del cuerpo. Los animales reptilivoros se lan­

zan sobre las cul�bras inofensivas y las atrapan sin precaucion alguna , en tanto que no se acercan á la vibora sino con grandes precau­ciones , áun cuando no hayan visto nunca án­tes el venenoso reptil, como se ha proba­do con animales cogidos pocos dias despues de nacer 1 siendo digno de atencion que ante todo tratan de aplastar la cabeza para pre­ca\'ersc de sus mordeduras. En gen ... ral está probado que todos los animales conocen de antemano sus natyrales enemigos, áun sin ha-

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- 159 -ber experimentado sus ataques. Asf vemos que ninguno come plantas venenosas, á no ser que se haya pervertido su instinto por un régimen contrario al de la Naturaleza, y áun está pro­bado que todo animal escoge para su nutricion aquellas sustancias que son más apropiadas á su aparato digestivo. La rr.arta, la comadreja y el iltis practican un agujero en el extremo opuesto de aquel por donde chupan el conte­nido de los huevos, para que se establezca a corriente de aire ¡ los ratones campestres arran­can los gérmenes de los granos almacenados para que no nazcan durante el invierno ; palo­mas y perros trasportados á g¡:andes distancias, en la oscuridad y á lugares desconocidos, re­gresan :i su casa, de ordinario por el " camino má"S recto. Pero donde sube de punto nuestro asombro es en los instintos rebtivos á la pro­pagacion. Muchos peces marinos suben á los rios para depositar sus huevos en los sitios precisamente ad(.'CUados para su desarrollo; los insectos suelen depositarlos en lilgares donde la lan-a se encuentra literalmente rodeada de alimento , como las orugas 1 que, trasformadas en crisalidas 1 sirven de abrigo y nutricion á

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- 16o -las larvas de parásitos ; otros en sitios desde, donde han de trasportarse al de su desarrollo por algun procedimiento particular 1 como los que son depositados en la piel del caballo para penetrar despues en sus entrañas , mediante la presion que ejerce la lengua del animal al la­mer en aquel sitio.

Tambien los movimientos reflejOs demues­tran la existencia de representaciones incons­cientes, ya que no son otra cosa que los « ac­tos instintivos de los centros nerviosos. subor­dinados » ¡ tienen lugar principalmente en las percepciones sensibles. Son representacioOJ.es de todo punto inconscientes, «que allanan el camino para que, de la percepcion conscien­te de la initabilidad 1 se origine la volicion del efecto reflejo, que es consciente para el centro respectivo 1 é inconsciente para el cerebro,»

En el tacto se origina un movimiento osci­latorio de los dedos; en el gusto hay segrega­don de saliva ; en el olfato cortas, pero rápidas inspiraciones, med iante la dihl.tacion de las fo­sas nasales; en la vision hay colocacion de am­bos ojos en la direccion en que es ma}'Or la irritabilidad, acomodacion de la lente á la dis-

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- r6r -tancia y del iris al grado de la luz. En la con· servacion del equilibrio durante la marcha, el resbalo, etc. , ocurren maravillosos fenómenos reflejos ¡ pero en realidad no hay un !lelo mo· vimiento voluntario q11e no deba considerarse á la vez como una combinacion de efectos re· fiejos inconscientes¡ así , por ejemplo, si se quiere cantar 6 hablar , l cuilntas combinado· nes de numerosos movimientos musculares no se requieren para realiza,r tales actos, de los cuales no se tiene conciencia ? Es indudable que en todos estos casos Jos nervios excitados comunican ante todo su excitabilidad á un ór· gano central 6 centro nen.-ioso, .desde donde, y por mediacion del mismo centro, se trasmi· te la excitacion á. los nervios motores, para ma­nifestarse entónces por medio del movimiento muscular. El centro nervioso se encarga al mismo tiempo de la ejecucion 1 de suerte que la voluntad consciente no tiene que ocuparse más en los detalles. Los tartamudos, las bes­tias de carga y los sonámbulos hablan y andan con m:i.s seguridad cuando no toma parte la conciencia , en tanto que los últimos tienen segura la ruina cuando ésta despierta.

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-« Por procedimientos mecánicos no cabe ex-plicar los mencionados fenómenos , á causa del incalculable nlamero de combinncioñes que para ello serian necesarias ¡ por otra parte, el movimiento reflejo tiene lugar {aun cuando se yeri liquen diferentes cortaduras en el espina­zo, siempre que no llegue á producirse una separacion completa ¡ y en cambio no existe ramificacion de los nervios sensibles y moto­res. De la misma manera precede un « incons­cient�» en la mormacion orgánica de la fuerza pl:istica , ya que esta obra con sujeccion a un plan' y asf realiza la idea de la especie; el or­ganismo se forma 1 se conserva y se propaga de una manera maravillosa .»

En este pasaje alude Hartmann al hecho de la construCcion del hueso superior del muslo en el hombre, de que hemos hablado antcrior­menle ( I , 2 59 ) . Forma una ca11a porque , sin disminuir la resistencia, es más ligera, cosa que se conocia hace mucho tiempo , lo que ahora se ha descubierto es que , tanto en el extremo superior como en el inferior, las cavidades hue­sosas de las peque1las salivas y pUntales dis­puestos cn·CUI"\'as regulares , que se cortan en

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ángulo recto 1 se hallan de tal manera ordena­das , que concuerdan exactamente con las mo­dernas construcciones ajustadas á las leyes de la mecánica 1 si se tienen en cuenta IS.s fuerzas de prcsion y de tiro 1 en razon de la carga que actúa sobre el muslo humano 1 y se determi­nan las lineas del mismo órden (de presion y

tiro) en el interior del hueso. Por donde se ve que la Naturaleza , para evitar la dislocacion y disgregacion interior que producirían las fuerzas actuando sobre los órganos 1 ha reali­zado inconscientemente esas reglas artificiales de la mecánica 1 que 1 de un modo mucho más imperfecto, ha empleado el espirito conscien­te en nuestras modernas construcciones d'c hierro. Aun es más adrriirablc el sistema ner­vioso en su mision de llevar las respectivas:

'fuerzas quimicas y mecánicas á la realizacion de la funcion vital. Los nervios motores for­man una maquina de fuerza 1 con el auxilio de la contraccion muscular, para cuyo objeto de� ben producir corrientes de innervacion , que equivalen á las corrientes galvánicas más po­derosas. Y todos estos mecanismos, de los que el aln1a se vale despues para trasmitir á. las

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- 164 -fuerzas inferiores el trabajo del dominio de la materia, se hallan representados en la vida del feto mucho tiemPo ántcs que realmente em­piezan á usarse. No solamente se forma el or­ganismo ; tambien se conserv:L de un modo no ménos maravilloso. Todo el proceso de nutri­cion del cuerpo, en que consiste la principal mision de la actividad orginica, despues de terminado el crecimiento, es uná. formacion nueva , ó r:t�ás bien una suma de infinitas for­maciones nue\·as , infinitamente pequeñas , que se realizan con sujecion á un plan determina­do. Toda partecita debe tomar del jugo nutri­tivo lo que la conviene ¡ si , pues , tenemos en cuenta que , segun leyes químicas, tanto las formaciones que han de alimentarse, como el jugo nutritivo, muestran constante , properi­sion .i descomponerse, hecho que tiene lugar desde el momento que, por la muerte, ha cesa­do de obrar sobre ellas el poder del alma «in­consciente :., nos vemos precisados i suponer que, sin la influencia de una fuerza anímica, no puede realizarse esta asimilacion en todas las mínimas variaciones locales _en que ha de ve­rificarse , para la conservacion del organismo,

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Notorio es asimismo que la propagacion no es más que una especie algo modificada de la ac­tividad regular formativa.

Tambien en la virtud curativa de la Natura­leza se supone la existencia de un e inconscien­te:. que obra como agente. « Mas Una idea sólo puede existir 1 ó r�aliler en su representacion externa como idea ya realizada, 6 iá�nlil4r en cuanto que se halla imaginada en y por virtud de ese acto de representacion ¡ por consecuen· cía 1 en cada parte del animal debe existir la representacion inconsciente del tipo especifico, segun el cual adquiere la regeneracion. •

Tambien en la virtud curativa de la Natu­raleza aparece esta accion regular. Asi , por ejemplo, si examinamos una lombriz que se ha cortado en dos , vemos brotar en el lugar de la incision un botoncito blanco, que se agranda paulatinamente 1 y muy luégo apare­cen allí diferentes anillos y prolongaciones del canal digestivo, del sistema vascular san­guíneo y del sistema ganglionar. En un lado se desarrolla la cabeza, en el otro la cola con sus órganos respectivos, siendo digno de atencion que éstos no tienen ningun análogo

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en el tronco que se está desarrollando. Es ver­dad que ni en los · animales superiores ni en el hombre ocurren semej�ntes regeneraciones; puo tambicn podeJ:IlOS descubrir eE! ellos fenó· menos en número suficiente para adquirir el convencimiento de que existe alguna razon psíquica que da lugar á las circunstancias en virtud de las cuales, segun las leyes generales de la Física , se restablecen las condiciones normales.

En la segunda seccion de .su obra trata de probar Hartmann la existencia de lo incons­ciente en el espíritu humano. No tan sólo el amor de un sexo á. otro, la vergüenza, el pu­dor , el fastidio , el temor de la muerte, la afi­cion á adornarse, la limpieza , la compasion, el amor materno, b gratitud , l a teqdcncia á crear una. famili a , se fundan en el instinto, sí que tambien el sentimiento, el cará.cter ó la moralidad , el arte , el lenguaje , el pensamien­to , la percepcion , los sentimientos y los actos místicos , la historia y la vida tienen por fun­damento lo inconsciente, en términos que constituye el principio individual de l a perso­na. «El momento moral del hombre, es decir,

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- 167 -aquello que determina el carácter de lás opi· niones y de los actos, yace en la profunda os­curidad de lo inconsciente. Es yerdad que la conciencia puede influir en las acciones, pre­sentando con cierta intensidad los motivos más adecuados para reaccionar sobre lo moral in­consciente; pero no es tan fácil que llegue á averiguar si ocurre esta reaccion y de qué ma­nera se verifica, pues únicamente por la vo­luntad , en el acto de proceder á la ejecucion del hecho, descubre si ésta se halla conforme con los conceptos de moralidad é inmorali­dad existentes en la misma conciencia.»- La Naturaleza inconsciente �no conoce la dife­rencia entre lo moral y lo inmoral. • El acto de «descubrir belleza• 6 de «crear belleza,. proviene en el hombre de « premisas incons­cientes . • Por cuya razon el «trabajo conscien­te:. que se · efectúa en el arte «necesita en to­dos los momentos del auxilio más ó ménos eficaz de lo inconsciente.» Nuestro filósofo considera como esencia de lo místico «la ocu­pacion total de la conciencia con cierto cOnte­nido que proviene de lo im:on�iente, sin par­ticipacion de la voluntad.» Entre los fenóme-

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nos de In mfstica se cuentan la prevision y el presentimiento, con «todos los genios emi­nentes del arte, que principalmente obedecen en la ejecucion de sus producciones á las in� piraciones de su genio más bien que al trabajo de su conciencia, tales como Fidias, Esquilo, Rafael y Beethoven,» y aón «todo filósofo ver­daderamente original.» « Un plan , un fin bien trazado de antemano al que convergen toCios los grados del desenvolvimiento• , siquiera «algunas de las acciones que prepararon 6 die­ron por resultado esos diferentes grados no tuviesen conciencia del fin » , tal es en la his­toria el fenómeno de lo inconsciente. En « to­dos los momentos del desenvolvimiento nace siempre, en el tiempo oportuno , el hombre adecuado, cuyo genio inspirado reconoce y sa­tisface las necesidades inconscientes de su épo­ca . . . . . ¿ Por qué tratándose del instinto histó­rico del hombre hemos de molestar á un Dios al que no hemos creido necesario acudir cuan­do se tratlba de todos los demas instintos? . . . . •

Los griegos, romanos y mahometanos han es­tado muy en lo justo en lo relativo al concep­to del hado . . . . . El cristianismo tiene razon en

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- Jiig -sostener la doctrina de la Providencia, pues todo lo que ocurre, sucede conforme á una sa­biduría absoluta , es absolutamente regular, como medio para la consecucion de un fin pre­visto por el inconsciente, que jamas se equi­voca y que es lo absolutamente lógico. �o

Asf , pues, la esencia del universo es volun· tad y representacion, toda vez que áun á los átomos se les atribuye volicion , porque éstos no son de naturaleza material ¡ la materia no se forma sino por medio de los átomos, que deben ser considerados como puros átomos de ft1erza, como puntos dinámicos positivos 6 ne­gativos, es deci r , que atraen ó repelen. Segun esto la materia no es otra cosa que un sistema de fuerzas atómicas en cierta relacion de equi­l i.brio. (Hartmann , .Di"sertado1us , 1 1 3 . ) « La

materia es un espectro relegado al fondo oscu­ro, que sólo puede sostener su predominio a11i donde la luz del conocimiento no ha penetra­do . . . . • Decimos que la materia no es otra cosa que un sistema de fuerzas ..... Tampoco perci­bimos inmediatamente la materia, sino sola­mente su presion , su choque, sus oscilaciones ó vibraciones. La impenetrabilidad es el re-

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sultado de la repulsion de los átomos etéreos, de la fuerza repulsiva de los átomos etéreos, que á. distancias infinitamente pequel\as es in­finitamente grande , y sólo corresponde á los átomos etéreos repulsivos y á los cuerpos, es decir, sistemas dinámicos á tenor de ·los áto­mos etéreos que contienen , pero no á los áto­mos atractivos de los c�erpos.:t (Id. , l. c. , l l 3 siguiente.) Segun e l principio ántes sentado de que toda aspiracion es volicion y toda volicion presupone una imágen , toda la materia se re­suelve en «voJuntad y representaciones ó imá­genes » : son dos relaciones de una sola fuer;!:a, Sus manifestaciones son «actos individuales de la voluntad , cuyo contenido es una repre­scntacion inconsciente de lo que va á ejecu-tax::e.

r:

no subs�en independientemente una de otra. Cada i�Ji;iduo comprende á su vez otros muchos individuos ¡ finalmente se unen todos en una unidad; ésta es lo «inconsciente», lo « universal-uno.» Asi los actos individuales del sonambulismo « no son más que manifes­taciones de lo inconsciente, que es en tocio idéntico.» La misma conciencia no perlencce

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«:i la. esencia 1 sino á la manifestacion de lo in­consciente»-, y «la multiplicidad de la concien­cia es tan sólo una multiplicidad de la mani­festacion del uno. ,. La unidad esencial de todos los individuos corporales y espirituales que son objeto de manifestacion ¡ la sustancia única de Espinosa, es la «unidad universal de de lo inconsciente . . . . . De �te universal-uno in­consciente es el alma de la humanidad1 es de­cir 1 una especie de alma popular ó cierta alm�

individual , tan sólo un complexos de funci�. ncs , como si dijéramos un hacecito radiante de ideas relativas á la conformacion 1 que se individualiza en el hecho de referirse, ya á hombres aislados 1 ya al pueblo ó á la huma­nidad que 1 en el conjunto de la creacion , pue­de llamarse relativamente individual. »o (Id., l . c., 104.) «Yo soy una aparicion como el arco fris en las nubes¡ lo que en mi es esencia, no lo soy yo¡ en el mismo sitio puede existir otro arco iris ; únicamente

-el sol , qUe tambien ju­

guetea en esa nube, continúa irradiando¡ lo lmico que reina eternamente es lo inconscien­te, que lantbien impera en mi cerebro. »

Hé aqui de qué manera deduce Hartmann

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- 17% -lo inconsciente, como principio del mundo. Lo inconsciente «es la unidad sencilla » , todas las manifestaciones no son más que « formas de la manifestacion sin subsistencia propia:.. , relati� vas i la misma ¡ lo inconsciente es la «esencia del mundo. ,. Esto nos conduce á la melnjisi'ca

tfe lo it,cotlsctimle. OcUrresenos en primer término preguntar,

¿cuál es el contenido de este « inconsciente• ·Antes de existir las formas de ias imágenes? Ante todo es « inconsciente:.., es decir, sin con­ciencia, porque la conciencia es una «l imita­don indigna de la pura y sublinie esfera de la divinidad . » Por tanto la «conciencia no tiene valor absoluto, siendo más bien una limitacion á la que e5tamos flujetos los seres finitos, con el exclusivo objeto de poner remedio á una falta cometida en otro tiempo.,. Así como el !tomo � una simple fuerza 1 de la misma manera lo « inconsciente :t es la fuerza « universal-una,. vacfa y que descansa eri sí misma ; « no es más que el sér sin existencia, inactivo, en constan­te reposo, encerrado dentro de si mismo , es decir, la potencia vacia, dotada de los atribu­tos de volicion y de representacion 1 espíritu;

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pero tiene en si su inmediata determinacion, no en la forma de la conciencia. » Un mo­mento ántes se nos dice que los individuos no son mis que simples manifestaciones, sin exis­tencia, salidas de la nada y destinadas á des­aparecer en la nada. Pero tambien el funda· mento de todns las manifestaciones es fuerza vana , sér sin esencia, es decir, un nada que sólo alcanza la existencia en las manifestacio­nes. Por donde se ve que la nada sólo tiene existencia, en las manifestaciones, y éstas, á su vez , reciben existencia- por la nada solamente. ¡Y á esto llama Hartmann «resultados especu­lativos sacados por un método inductivo ! :e-

Pero áun tenemos otra pregunta que hacer: ¿Cómo resulta el mundo? « El desarrollo no se concibe sino en las cosas temporales 6 finitas, nunca en las eternas; por consiguiente el pro­ceso cósmico debe ser limitado en cuanto al tiempo, lo mismo a parte ante que ti parte post.

Todo desarrollo presupone un fin objetivo que sólo puede consistir en la cesacion del proceso. Antes de empezar el desarrollo temporal-real, la idea no es más que momento formal de lo lógico, como tal vacía y puramente existente,

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pero á la "-e1. es el imperio de la posibilidad infinita y lógica. El desarrollo no puede pro­venir exclusivamente de la idea , más bien procede sólo de lo ilógico que se eleva á la ca­tegoría del sl:r. El término final del desarrollo, la cesacion del proceso es lo mismo que retro­ceso de lo ilógicO al no-ser 6 al puro Sér 1 la potencia ¡ y el medio para alcanzar este objeto final es una conciencia elev�a á un alto gra­do de potencia. Al logro de este fin se dirige el dt:sa.rrollo real, bajo la forma de historia del desenvolvimiento cosmogónico , gtológico y humano.» (Id., l . c., 3 8 , 5 5 . )

Tal e s el boceto de l sistema. Hartmann cor­rige la teoría hegeliana que pretende explicar el desarrollo del mundo, de la idea en su exis­t�ncia propia (seitlad} , del puro sér 1 del impe­rio de la simple posibilidad. « Tan cierto es que todo desarrollo real es sólo desarrollo de lo ideal en lo real , como qne el desarrollo de lo ideal fuera de la realidad es una quimera.» (Id., J . c., 3 1 .) Únicamente la voluntad primor­dial inconsciente �acc pasar el conlenido ideal . del mundo á la realidad. ¿ De qué manera su­cede esto? En un principio no es más que una

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volicion vana 1 no es "-erdadera voluntail, por· que ésta no puede existir sin �presentacion, de consiguiente, es una aspiracion vana hácia un contenido, « una carrerilla sin llegar á em­prender la carrera• , desventura absoluta, tor­mento sin placer. Para salir de tal situacion, se lanza la voluntad i la represcntacion que « tiene encima de las narices • , haciendo asf pasar á la. realidad el mundo imaginado ó re­presentado¡ de esta manera se origina el mun­do. La idea sólo representa una cosa finita, por cuya razon la volicion , al realizarse, no puede alcanzar el descanso, toda vez que no puede llegar á ser una voiicion satisfecha en todas sus partes.

Originase 1 pues , el mundo , todos lOs indi­viduos y manifestaciones como «hacecillos ra· diantes» de actos de volicion del inconsciente. Así se explica tambien la regularidad y :finali­dad que reina en el mundo, segun se explicó anteriormente; pues ella realiza las imágenes del inconsciente ¡ en elLa lo inconsciente es omnisciente y omnipresente. e Por cuya razon tambicn se halla el mundo tan sibia y tan perfectamente ordenado y dirigido» como

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- 176 -puede serlo¡ es el mundo mejor posible. Mas por raron de . �u procedencia de la voluntad infundada, irrá.cional, su existencia es una ver­dadera calamidad; su no-existencia seria mejor que su existencia¡ así es que « la existencia es una calamidad.» Por Jo cual Hartmann sienta esta proposicion: «este mundo es el mejor de todos los mundos posibles, pero es peor que si no existiera n inguno. :t

La pa.sion dolorosa del mundo fué descrita por primera vez bajo ropaje poético; Scho­penhauer la presenta bajo una forma filosófica, y sienta la proposicion de que toda vida es su­frimiento. Veamos de qué manera desarrolla su teorfa (Ei nmndo co,no voltmtad y repre­let,tacion, 1 1 37) : «Si condujésemos at.más em­pedernido optimista á un paseo por los hospi­tales, lazaretos y gabinetes quirúrgicos donde se tortura á los pacientes ; por las cárceles, cá­maras de tormento y calabozos de esclavos; por los campos de batalla y los cadalsos, y, en fin, por todos esos antros donde la miseria se al­berga y el infortunio se presenta en su desnu­dez horrible, para terminar la excursion en la torre del hambre de Ugolino (Dante, l!if., 33),

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acabaria por comprender lo que es el mejor de los m�ndos posibles ..... Por lo demas, no puedo ménos· de hacer notar que para'!,¡ el optimis­mo no es otra cosa que la ·palabrerfa insustan­cial de aquéllos que no albergan un solo pen­samiento serio en su cerebro 1 y lo considero, no solarriente como una teoría absurda 1 sino tambicn como JlDa doctrina perniciosa, como un amargo sa�mo de Jos infinitos sufrimien­tos de la huquapidad.• e La vida aparece como un embuste ·Continuado, lo mismo en las co­sas grandes que en las pequedas. No cumple lo que ofrece, siquiera sea tan sólo para demos"­trar cuin Poco · apetecible es lo que tanto se deseaba. La mágia de"la distancia nos mues­tra un paraiso que desaparece como ilusiones ópticas. La dicha Sólo se encuentra en el por­venir 6 en el pasado, miéntras que el presente semeja i una densa y oscura nube lanzada por el viento �obre la superficie ántes iluminada¡ delante y dctras de ella todo es resplandor, sólo ella proyecta una lóbrega sombra.

:.Este continuadodesengafio tiene por necesi­dad que asentar en nosotros el convencimiento de que no hay nada que merezca nuestros es-

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- 178 -fuerzos y nuestros desvelos , que todos los bie­nes son polvo1 el mundo una inmensa casa ar­ruinada, y la v1da un negocio que no cubre los gastos que ocasiona . . . . . Segun esto , la satisfac­cion y la felicidad son cosas 1mramenle nega­tivas , pues consisten en verse libres de sufri­mientos; y al par que el bienestar es simple­mente negativo, el sentimiento del dolor y de la necesidad es verdaderamente positivo. He aquf porqué ni siquiera nos damos cuenta de los tres bienes más grandes de la vida: la salud, la juventud y la libertad, miéntras esta�os en pCiiesion de ellos, ántes bien 1 los conocemos cuando los hemos perdido: nos apercibimos de que ha habido dias felices en nuestrn. vida, cuando han cedido el puesto i otros desgracia­dos. Cuenta Junghuhn que, en cierta ocasion, vi6 en la isla de Java un extenso campo cu­bierto de esqueletos, en tan gran número, que creyó hallane en un cementerio¡ pero exam�­nado de cerca vió que eran esqueletos de tor­tugas que median ch1co piés de largo por tres de ancho y otro tanto de grueso. Aquellos ani­malt:s salen del mar para depositar en la tierra sus huevos, siendo acometidas en aquel mo-

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mento por jaurías de perros salvajes que las devoran, despues de arrancarlas la parte infe­ri� de la Q?ra�. A menudo oCurre que los perros fenecen entre las garras de los tigres. Y esta tremenda escena de sufrimiento se Í'epite .mil y mil vc:ces, un a110 tras otro. ¿Y éste es el fin para que nacen las tortugas_? ¿ Se nós quie­re decir qué culpás expian con tal martirio, y

-cuál es el objeto d"e tan horrible escena ? La única respues� que se nos da es que : e de esta manera se objetiva la voluntad por la vida.• Tampoco eñ el género humano aparece la vida como un regalo del cÍue se disfruta con placer, sino como una tarea , un trabajo forzoso, y asi vemos en todas las esferas 1 arriba Y abajo , pe­nuria general , constantes desvelos 1 lucha in­cesante, acth•idad obligada, con una tension violen� de todas las fuerzas del cuerpo y del e.spiritu. Muchos millones de hombres unidos en nacionalidades hacen tit!nicos es­fuerzos para alcanzar el bienestar, trabajando cada uno para si solo, y millares de IÍlilla­res perc=cen sin lograr su objeto. Unas veces es la maliciosa política , otras un imbécil ca­pricho lo que I

_es incita á la guerra¡ y como

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- ISo -

final resultado corre á torrentes la sangre y el sudor de la muchedumbt·e , que se sacrifica. pa­ra satisfacer los caprichos de uno solo, 6 para expiar sus propias faltas. Miéntras la paz reina, florecen el comercio y la industria, surgen ma­ravillosos inventos; crUzanse los mares para reunir comodidades de lodos los ámbitos del mundo : todos se agitan 1 unos para idear cosas nuevas 1 otros para poDerlas en práctica; el tumulto es indescriptible ¡ y en esta inmensa agitacion millarét quedan sepultados en las olas ó en los abismos. ¿Mas cuál es el fin de to­do este movimiento? Conservar algunos días la vida de unos cuantos in�ividuos aburrid� y énlecos, que en el caso más favorable la pasan con llevadero trabajo y con relativa comodi­dad , si no están agobiados por el faslidio ¡ y luégo propagar esta genera.cion con todos sus accesorios.» {Id., l. c. , 11, 46.)

Hartmann se apodera tambien del a�ounto de la pasion universal y, modificándole con su optimismo y su mon!smo, propone : «la con­ciencia de la solidaridad del placer y del dolor de todos los individuos 1 como el principio so­cial d� la edad venidera .... á la manera que la

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- 181 -competencia libre atomística, en la luchn por la existencia, ha sido y es el principio en que &e funda la burguesía . .,.

Nuestro lilósofo no cree que la diferencia en­tre &u doctrina y la cde un deismo filosófico bien entendido:., esté en la ncgacion de la con­ciencia en lo « i nconsciente» ni el))a ncgacion de la personalidad divina , sino en que el deis­me busca la causa de las miserias de este mun­do fuera de¡, Dios, lafilosofia de lo inconscienlc, por el conttario, la pone en Dios. ¿ De dónde proviene este mundo completamente desven­turado ? Dios le ha esLablecido¡ por consectten­cia, no puede haber salido de un &ér consciente sino de un c incon&ciente», á ntanera de mani­fcsLacion de la ''oluntad ciega. Si hubiera sitio establecida por un Dios consciente, l a existen­cia de este mundo seria una «crueldad indis­culpable, y el proceso cósmico una nee<.-dad sin objeto.» La filosofía de lo inco;tsciente es á la vez , y en igual grado ; pesimista y optimista. Pero oigamos aún i nuestro filósofo.

« ( No quereis renunciar á la idea de una fe­licid,¡.d positiva ? ¿Y por qué no? Porque den­tro de vosotros grita la voluntad hambrienta,

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_, - tu -

la voluntad sedienta de satisfacciones. ¿Á quién vais á dirigir \"Uestra reclama.don en demanda de ventura? ¿ Con qué \•ais á fundarla ? ¿Te-11eis acnso det·echo rí la fdicitfnd! De ningun modo; no teneis ninguno, como tampoco tc­ñeis el deber de s11frir el dolor y el tormento sin oponer resistencia. y si no te�eis derecho alguno á la felicidad , ¿por qué lanta griteria para reclamar lo que no os pertenece , y lan­zais amenazas contra el que pretende arrebata­ros vuestra� ilusiones? Qucreis la dicha sim­plemente porque la que[eis; y en tanto que haya en vosotr<>f volicion , quereis la felicidad, porque no dejais de ser buscones de la satisfac­cion de la \"oiuntai1, sin parar mientes en que la vol�ntad irracional se burla soberanamente de vuestra ra:ron. ¿Acaso no compt"endeis que es esencial á la voluntad , lo mismo el buscar el fantasma de la dicha que procurarse la realidad del dolor? Os aferrais a esa ilusion antiraciooal que la \'oluntad os pinla con be­llos colOres, olvidando al propio tiempo que nada os permite echar de ménos un estado que no echa de ménos "nada, y os quejais de la.. ari­dez de una doctrina que os. muestra el camioo

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pa!·a llegar al contentamiento absoluto, por la sola razon de que la voluntad antiracional que en vosotros impera se rebela contra la suposi­cion de que os veais precisados á abdicar la ilu­soria soberanía. U na aspiracion positiva á la felicidad bajo el imperio de la voluntad, es una ilusion llena de contradicciones¡ la misma, sin tener la base de la voluntad, carece de todo fundamento sólido. Asf, pues, ó un pararse con hurís ó el NirvAna !• (Id., l . c., 88.)

Infiére&e de esto que la salvacion consiste en el regreso á la nada, á la pura potencia, y esto constituye el único fin del proceso cósmico. La biena\-·enturanza consiste en la exencion del do­lor con que tropezó la voluntad ciega al buscar la dicha ; pero aquélla sólo se realizará cuando vuelva á la nada el mundo, producto de la voluntad ciega. Por esto se ve que la filosofia de lo inconsciente se aparta de la hipótesis ma­terialista , lo mismo que de la teoría panteista. El materialismo establece inconscientemenl� una materia eterna; el panteismo sosliene la existencia de un proceso eterno ¡ la idea abso­luta de Hegel, que obfa libre y .eternamenteen la naturaleza 1 para volver eternamente á. sí

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misma como espíritu , es una rueda de molino que produce vértigos al cnlendimiento mas sano , sin que ammcie el menor desnrrollo. «F.l concepto del desarrollo exige tan imperiosa­mente un pasado finito como un futuro limi­tado.» Pero ni el punto de partida ni el tér­mino del desarrollo son nada positivo ¡ de la nada se va á. la nada.

¿ De qué manera se realiza la salvacion ? Por la negacion de la volunlad «absolutamente estúpida.» Esta mision corresponde á. la con­ciencia. Lo inconsciente engendra la concien­cia en el cerebro humano ¡ esto constituye 'el mas alto grado del desarrol lo , desde el cual empieza el procc!lo de retroceso. Por este medio se a bre camino á la cmancipncion del entendi­mif:nto de la voluntad. «La esencia de la con­ciencia estriba en la separacion de la imágen de su principio materno, la voluntad, para lle­gar á su realizacion, y en la oposic�on de la voluntad á. ésta su emancipacion», ó en otras palabras: la conciencia es la estupefaccion de la \'Oiuntad por la existencia de la representa­cien que ella no ha querido, pero cuya presen­cia percibe. e De repente percibe la voluntad

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- 18S -Ia presencia de imágenes en el cerebro, que no han brotado de ella , como era natura l ; se sorprende, se espanta por la existencia de imci.genes que estiin allí sin su cxPHcito con­sentimiento, y e s/n sorpresa cotistr"lllJ't! la C011-

ciencr'a. De esta manera se nos ofrece en la con­ciencin un antngonismo profundo entre la vo­luntad , que aspira al contentamiento y á la

bienaventuran?.a absoluta, y la inteligencia que, por medio de la conciencia, se emancipa cada

vez más del natural impulso. La voluntad quiere la bienaventuranza y obliene lo contra­rio : la desventura¡ por consiguiente 1 por un proceder todo lo irracional posible, y para tor­mento propio , clava los dientes en su misma eaPJ c , sin que, á causa de su irracionahilidatl,

todos los hechos de la experiencia sean suficien­tes á hacerla desistir de su desgr�iado querer. Al contrario, entónces surge como antípoda la conciencia y, á medida que ésta se eleva y se perfecciona en el trascurso del proceso cósmico, se emancipa mAs y más de la ciega sumision con que en un principio scguia á la voluntad irra­cional , más claramente descubre las ilusiones que ha despertado en ella el impulso natural

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- 186 -para encubrir esa falta d_e ra.zon , más se de­clara la posicion hostil en que se coloca con re­lacion á la voluntad que lucha por alcanzar la dicha positiva 1 en cuya,posicion la ataca paso á paso 1 en teda el desen'Volvimiento de la his­tori a , sin llegar á deducir sus definitivas con­secuencias, hasta que la haya aniquilado por completo.• Resultaria de esto 1 que la misma falta que afectó al inconsciente al establecerse el mUndo , seria á la vez el camino más sabio y adecuado para la salvaclon del universo, es decir 1 para el aniquilamiento.

En la cuestion relativa al origen de la con­ciencia y al papel que Hartmann la atribuye, así como á la voluntad , ántes sen ora de la re­presentacion á la que despues es ti sumisa 1 in­curre tambien nuestro filósofo en un impene­trable tejido de contradicciones. La conciencia es «producto de lo inconsciente,. (! ) 1 resultado, 6 co�secucncia,.de cvibraciones cerebrales•, «de una accion material sobre el espiritu incons­ciente •, « usurpacion repentina de la materia organizada.»- En el acto de emanciparse la re­presentacion de la voluntad ha de originarse « el espíritu subjetivamente consci�nte.• ¡ De

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- 187 -csta manera se�manificsta lo eternamente in­consciente en el espíritu inconsciente , y éste es en parte producto de la materia ! Concien­cia sin voluntad, voluntad sin conciencia son factores que se combaten mUtuamente; ambas se hipostasian para elevarse á la categoria de potencias vivas é independientes. La voluntad ciega «vacila, se sOTprende•¡ la representacion « ¡ lucha ! » Es verdad que aqul no se limita la concien.cia 1 en modo alguno, al hombre ¡ muy al contrario, por todas partes impera, desde el protoplasnla hasta el hombre, muy particular­mente en el dotaao de ii!genio. �as con el des­pertar de la conciencia va unido el disgusto de la tw-sat/sfaccirm; por cuya razon, cuanto ma­yor es la altura á que ha llegado la conciencia, tanto más agudo es el dolor ; por eso los hom­bres de más claro talento son tambien íOs más desgraciados, porque apeteciendo ínayor canti­dad de ventura, cosechan más sufrimiento. « ¡Cu:i.nto más penosa es la vida para un caballo delicado que para el tosco cerdo 6 para el pez que vegeta en el agua! Y asl como es más envi­diable la \"ida del pez que la del caballo, tam­bien lo es la de las ostras con relacion á. los

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peces, y la de las plantas con reSpecto á las os­tras, basta que por fi n , traspasando el umbral de la concie•lcia, \'emos desaparecer totalmente el disgusto individual.» El sér más feliz es aquel qnc vive siempre cogido en las redes de la ilusion, pasando sin cesar « de un vér­tigo á. otro.»-

A medida que la inteligencia se desarrolla, más considera como ilusiones los placeres y los bienes de la vida : por consecuencia, éstos de­ben ser destruidos por aquélla. Tal es el cami­no del desenvolvimiento que conduce ni fin, por mois que sea un camino muy largo. �art­mann que, con ligerísimas variaciones 1 sigue en la exposiclon de su doctrina á Schopen­hauer , del que sólo se aparta en la cuestion re­lativa al carácter purarnepte negativo del pla­cer que sostiene el segundo, distingue tres es­tulios de ilusiones que recorre lo inconsciente, en su ciega prosccucion en pos de la dicha, hasta haber .recorrido todos los caminos, haber agotado todos los recursos y haber adquirido la conciencia , la fuerza suficiente para reconocer su término en la aniquilacion.

Primer estadio. La dicha se considera como

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- 189 -algo que se alc�tza en la actual etapa de des­envolvimiento ;lel mundo , y que es, por con­secuencia, asequible al individuo eq su vida. Tal es la opinion del mur.do antiguo greco-ro­mano y tambien la de los hebreos (1) . Ya se ha dicho que Hartmann se aparta de Scho­penhauer en no considerar el placer como algo negativo ; pero en su sentir, es el tal placer tan insignificante como imaginarse puede, «porque el cansancio de los nervios aumenta la molcs­lia que produce el sufrimiento, disminuyendo así el goce del placen, porque el placer que se origina de la cesacion ó decrecimiento dé un d;sgusto « no llega á equilibrar i éste » , porque el dolor e despierta por si la conciencia de su scnsacion •, miéntras que el placer e tiene que ser buscado y se le encuenlra con harto traba­Jo » ¡ el «placer es breve; el sufrimiento , por el

(I) Respecto á los primcros , .Hartmann 1e oh•ida lasti­mosamente de den as produccione� como el Fcdon de Pla­lOn, y de ciertos sabios como Pil�goro.s, et.c. Y en cu."lnlO :i lo1 segundos, mudi05 JNISajes biblicO$ dicen preeila­meute lo «>nlrario do: lo que aqnl se les atribuye : Gen. V, 3.J. Num. X.XIII1 10. S:�J,n. XXV, 9 ; XXVII, 3· f!.el. XI 91 del juicio.> final. Pero ¿qué les importa i estos visionarios una conlmdiccionm:is?

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contrario 1 dura tanto como tar!ia el apetito en hallar satisfaccion. • Hé aquí por qué el dolor excede en tan alto grado al 1>\acer « en todo 'individuo, bajo las circunstancias más favora­bles que imaginarse puedan. • La voluntad irracional reclama primeramente, en todo in­dividuo, salud , l ibertad y medios de subsisten­cia ¡ cosas que obtiene rara vez , ó las alcanza sólo pasajeramente y con grandes dificultades. Y cuando ha logrado eSto no ha pasado del cero de la ' sensacion. Aplaca 1 es verdad , el hambre; mas el dolor del objeto comido es ma­yor que el placer del que come. Pero donde más se siente chasqueado es en el amor ; siem­pre sa,le convencido �e que ha sido un « gran mentecato »- en concebir esperanzas. Luégo buscasatisfaccion en la filantropia 1 en la amis­tad , eñ los goces de la familia ¡ mas todo esto no equilibra con mucho los sufrimientos que Ocasiona ; « entre cien nu1.trimonios apénas se encuentra uno digno de envidia.» No se ve por doquier más que va1!idad , ;.mbicion de gloria y de mando; pai"a cada cien desengmios ó mor­tificaciones que produce la ambician , apéna'i corresponde una satisraccion ; y luégo las pri ·

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- I9l -rneras se sienten en toda su amargura, mién­tras que la última se recibe como una recom­pensa que se debe en justicia 1 casi siempre con el pesar de que ha llegado den1asiado tarde¡ aparte de que nunca se satisface la ambicien sin que ésta se despierte con rUás viveza que án�. Ademas , la ambicien objetiva descansa en ilusiones, y las mayorías son precisamente las que de ordinario se equivocan. No obstante, esta sed de honores es de tal naturaleza, que, e lo mismo que el agua salada, aviva más la sed cuanto m:t\s se bebe.» Cuando predomina la sed de mando no se goza el place� que lleva consi­go el ejercicio del poder ¡ pero en cambio toda resistencia produce una impresion dolorosísima.

La edificacion religiosa no se concibe sin una continuada mortificacion de la carne. «Po­cas veces se halla esta abnegacion S05tenida por la conciencia de la vanidad de los placeres terrenales y de la preponderancia del disgusto que simultáneamente se origina de la alicion á lo terreno» ( 1 ) . Por otra parte, «esa abnega-

( l ) l>ur:r.quh.a.rnos la ornsion de calificar atas afiriPa­ciones de úirr�go y \'llna palabrcri:r., debiera nuestro filo-

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cion es de todo pun; :1�na , puesto que todo esfuerzo para comprender y gozar inme. diataiitente · eri · la: percepcioh consciente Ía identidad del Universal-uno inconsciente con el sujeto de la con�iencia, ha de resultar por naturaleza y necesariamente estéril , toda ve� que la conciencia nunca podrá trasponer. sus propios limites. • Ya se echa ·de ver Que Hart­mann no ha orado bien una sola vez en su vida;

sofo habemos revelado el móvil que ba 1\e\-ado 11 loa de­siert.oiJ, á. los elauslroi y, en general, á. lodO!I los lu�r.�res de mortificadon imaginables, :i tantos millares de héroes cristianoa, probiimlonos con hechos posith•os i:L l'Ca.lidad de esO!I móviles, ya que :JSC\'eraciones de fi"'J'" si, \"ual­quiera las fonnula. N <o podemos rc1istiraquf á la t.entacion de. hacer notar la ¡letulancia con que e5tc lilósofo sostiene las afirmaciones mils 1.rn.Kendentales sin tomarse la mo­lestia ele probar nada, y sobrctodo la faltacompleta de originalidad 1 ya que lodo su sistema huele :1. budbismo que traa:iende. En realidad de verdad, no merccia la pena. de haberse dc\oanado tanlo lo&sesos pan proponer­nos como 6nica solucion dcl problern."l. cósmico la. admi­sion del Ninilna lJudhista. Pero ¿ á qué admiramos de esto, cuando el pretencioso materialismo no ha lu�cho más que resucitar ciertos sistemmr mosólico& indios, como el Vtliso!shiloa de Kanada , y cl hónidopanlel&mo nose a\'CT·

giiellZ:l tle sostener, en el sigolo de las luces, las doctrinas del Vt<lrtula ó del lltltlro ;JffmanstJ 1 Siemprc lo mismo: graDdesprcteo&ioncs para no dedr Dada origin:ll.

N. DEl. T.

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-- 193 -dt: lo contrario no escribirla de este mod¡¡¡, Los millones de cristianos, cuyas aimas , absortas en la oracion, tiemblan con temor religioso en el purfsilno abrazo de su Dios y Salvador, saben perfectamente que hay en la tierra un goce anticipado de aquellos bienes que tiene el Señor preparados para los que le aman , cuyos bienes no �e pagan remotísimamente con to­dos los sufrimientos de esta vi.da y con todo!' los martirios imaginables. Pero sigamos.

La inmoralidad que se comete cuando, para procurarse un placer ó ahorrarse un dolor, se hace sufrir á otro , es una ilusion en sf misma¡ cuanto mayor es la inmoralidad, tanto mayores son los sufrimientos de la vid3. , y sin embargo, el obrar rectamente no destruye la despropor­cion ya subsistente entre el placer y el dolor . .El placer científico y artístico no es mis que una indemnizacion 1 reservada á ciertos seres favo­recidos y dotados de particular sensibilidad, por las penalidades de la vida que ellos sienten con más viveza que los demas hombres 1 pues la rudeza aligera los sufrimientos de los que carecen de cultura ó de instruccion. Pero si son pocos los que se hallan en aptilud de gozar

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- 194 -cstos placeres, áun son muchos ménos los qut. titnen la fortuna de encontrarles á sn alcance. ¡ Cud.ntas modas, deslumbradoras apariencias , intereses afectados, vanidad, ambicien ! ¡ Y cuántas penalidades y sinsabores cuesta alcanzar un placer verdadero ! Hasta el sueiio se halla mezclado con el disgusto, ya que en él nos alor· menta la representacion de todas las vejaciones de la vida. Est;. movimiento de la riqueza que traspása los lhnites de lo absolutamente indis· pensable para la vida , favorece á un corto nú· mero de individuos¡ y luégo, aunque el dinero adquirido facilita la� satisfaccion de muchos deseos y proporciona placeres, ya sabemos que éstos son ilusiones. Por lo Cual es doblemente necio todo empeno por adquirir riquezas¡ las c;omodidades que proporciona representan el cero de la sensacion ¡ no equivalen á un placer posith·o. Por último , viene la esperanza , que es la ilusion de las ilusiones, toda vez que con­fia alcanzar una dicha que no se halla en �sta vida¡ aparte de que, de cada diez veces, las nueve se convierte la espel."anza en bochorno, de suerte que la amargura del desengaño es mucho mayor que la dulzura de la misma esperanza.

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- I95 -En el segtuldo estadio de la ilusion se consi�

dera la dicha como una cosa que el indivitluo puede alcanzar des pues de la muerte 1 en otra vida. :Éste es "el concepto cristiano, pero bajo una fonna de todo punto insostenible. Ántes del origen del mundo no babia ni representacion ni volicion ; por consecuencia, no babia nada. En tanto que dura la volicion, dura el mundo¡ pero si éste deja de existir, sufren i�ual suerte la reprcsentacion y el querer, puesto que la representacion inconsciente no llega á conver­tirse ea actual sino en cuanto que la despierta el interes de la voluntad ; por consiguiente, vuelve de nuevo á la nada. Sfguese, pues, que el punto intermedio necesario entre el prime­ro y tercer estadio es el cristianismo con su es� peram:a en la imnortalidad, porque la desespe· racion1 que caracteriza el primer estadio, no ha llegado á dominar al egoísmo a tal punto que deje de aferrarse á la única áncora de salvacion que áun le resta. Pero cuando tambicn esta áncora se rontpe, entónces el hombre abre paso al pensamiento verdaderamente abnegativo de querer resolverse en el proceso del todo, para alcanzar el futuro bienestar del mismo todo.

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- lg!i -En"el lercer estadiO de la ilusion es cuando

aparece la creencia en un desenvolvimiento cósmico, no sin conservar en él su predomi­nio la verdad rundamental del primer estadio: mantiér,¡cse en todo su apogeo el disgusto de la no-satisraccion , percibiéndose el placer del contentamiento sóle; ,bajo circunstancias ravo­rables y con no pequef\os sacrificios. La mise­ria fiSica reina por doquier 1 con sus satélites, el hambre y la enrermedad ; y lo propio acon­tece con el desvalimiento moral. Al llegar á este punto traza Hartmann un cuadro de la situacion moral de nuestra sociedad culta , re­cargado de los colores más sombríos : « estamos abocados á una época en que el robo y el re­pugnante enga110 dejaran de ser reputados ac­tos vergonzosos y degradantes, siempre que se revistan de ciertas apariencias con que sabe encubrirlos el miserable que tiene habilidad para revestir sus odiosos atentados contra la propiedad con el manto de la legalidad. El concepto de la moralidad es inmutable ¡ pero en sus aplicaciones la inmoralidad se despoja de la vulgar chaqueta para cubrirse con el aris­tocrático rrac. Mis quisiera encontrarme entre

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los antiguos germanos, expuesto al peligro de perecer asesinado, qué entre los modernos ale� manes verme en la precision de tener á todo el mundo por un pillo y un tunante, hasta que llegan á mi noticia pruebas inequfvocas de su honradez. ,. , En el terreno espiritual nos acercamos cada dia más á la nivelacion 1 contentándonos en todo con una medianía, de manera que el arte vendrá á ser para la humanidad próximamen� te lo que. son los bufos para el hombre de ne� gocios. Sucederá entónces que la ciencia esta� rá exclusivamente al servicio de las artes; pero falta saber si por este medio aumentará el bienestar ó la miseria. Áun el mejor Estado no es más que una vana forma que nunca lle­gará á su plena realizacion 1 y el mismo pro� greso humano , á lo sumo 1 puede aminorar los males, pero nunca aumentar la felicidad posi­t iva, ya que con los medios crecen tanbien las necesidades, y �n éstas el desco,ltento. Y así como el peso de una carga !le deja sentir más cuanto más largo es el camino recorrido, de la misma manera los sufrimientos de la humani­dad y la conciencia de su desventura crecen

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en una-.proporcion insoportable, hasta que, al terminar el progreso del mundo, se encontrar! la humanidad como un viejo , y su único de­seo será paz , tranquilidad, sueno eterno, sin pesadilla , que ponga término lii _su cansancio: ¡ la nada !

¿ Cuál es el fin que, segun esto , debe cum­plir el individuo ? No el suicidio, ni el tfan­quilo retiro del mundo, como quiere Schoren­hauer , que sól� considera la mision en el indi­viduo; nuestra mision consiste en -consagrar­nos plenamente al proceso cósmico , para alcanzar la redencion universal del mundo, que es su objeto; porque únicamente se puede ha­cer n1go por el proceso cósmico entregándose de lleno i Ja vida y á sus penalidades, no por medio del retiro y de la cobarde abnegacion personal. Hé aquf cómo el ftamnnte filósofo-mo­ralista aleman condeon á la hun1anidarl .al bru­tal y absürdó destino de arrastrar la pesa::la carga de la existmcin sin permitirla abrigar In esperanza de alcanzar, por ese medio, bien al­guno , fuera de la interminable quietud que lo­gramos por la muerte 1 en el momento ménCis esperado. De esta manera llega el proceso cós-

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- 199 -mico t su término, es decir, al

'mayor desar·

rollo posible de la conciencia 1 en el que la ma­yor cantidad del espíritu que ha estado acth·o en el mundo, mediante la suficiente comuni­cado� mutua en la tierra y el empleo de 11?5 inventos tl!cnicos necesarios al efecto . ( ¿ del te­légrafo y del ferro-carril sin duda ? ) adopta la resolucion de suprimir la volicion y lanzarse á la nada, con lo cual desaparece el proceso y el mundo mismo. Mas si deja dtl existir para siempre, es lo que no podrémos afirmar. Puesto que lo inconsciente no conserva recuerdo del pasado ; queda aUn la posibilidad de que la potencia de la volicion se resuelva de nueVo á querer, de donde resu1tará asimismo la posi­bilidad de que el proceso cósmico , que ya se ha desarrollado diferentes veces, se desarrolle en lo porvenir otras muchas.

Resulta, pues , que la nada, que ya constitu· ye el punto de partida del desarrollo cósmico, forma tambien ·su término. Pero el quid de la dificultad esta en que Hartmann ha tenido el lamentable olvido de no explicarnos cómo es que de la nada resulta algo y de este algo re­sulta de nuevo la nada , que de Jo imperfeclo

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procede lo perfecto 1 lo inconsciente engendra lo consciente y obra con perfecta regularidad. Hé aquí la solucion del enigma : Hartmann idealiza la materia y materializa el espíritu¡ por cuya razon, sin materia 1 sin funciones cerebra­les 1 no hay conciencia posible; y por eso Dios puede ser e la fuerza vana , que descansa en si misma» , simplemente « lo inconsciente» , por­

, que la materia no le corresponde 1 ni tampoco, pO't:�nsiguiente, la posibilidad de tener «os­cil��neS cerebrales. » Pero el mundo existe y en él•existen las manifestaciones de una « cien­ciy.-inlinita », de suerte que no puede concebirse

· -'sino �omo «voluntad »- que establece las reali­dades y « representacion » que las establece con la mois alta sabiduria. Hartmann ha reunido en su F'l1osofta de lo im;o11sdmte las desca­belladas teorias del panteismo, tanto las que se hallan contenidas en las antiguas formas del HyloZoismo y del Emanacianismo, como las que informan el monismo de Espinosa y Sche­lling, las que en sus titánicos des\•arlos en­selió Budha á los pueblos, cE�mo desenvolvi­miento de la idea absoluta, no sin enervarlos por su estúpido é indolente quietism.;,, ó las

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que encierra el sistema de los gnósticos, cpyo dualismo aplica nuestro filósofo i su Dios in· consciente, con su teorfa del Dios escondido, sus Eones, su concepto del mundo como sér malo en sí mismo, y todas Iu estrambóticas ideas y contradicciones en que abunda este sis. tema. Un - Dios que no es mb que un fdolo mudo y muerto , un mundo que es la misma desventura , una redcncion que es la nada , hé aquí la suma de--su doctrina. Lo lmico que contiene de verdad es la antiqufsima doctrina cristiana de que en toda la Naturaleza rige una providencia inteligente , reguladora, y la doc­Lrina ensenada en todos los tonos imaginables por el cristianismo, de que el deseo de felici­dad , innato é inextinguible en el hombre , no encuentra plena satisfaccion en este mundo; pero iun estas verdades han sido en sus ma­nos fuente dC muchos errores. La teorfa del progreso indefinido, tema favorito del mate· rialismo y del humanitarismo. es una insensa­tez, sostenida hoy Unicamentt: por·algunos li­teratos superficiales. Efectivamente : todo pro­greso supone un desarrollo , y todo desarrollo ha de tener fin, puesto que tiene principio.

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Que el cristianismo es incompatible con este concepto del m�;�ndo , es tan evidente que no lia menester demostracion 1 siquiera se nos presente como segundo grado de la ilusion, como e último consuelo para los pobres y des­validos, ,. Esto es lo que lÍa tratado de probar Hartmann en su obra La dcsco7H¡ion'cioll del

cristianiSmo y la re/igion del porvenir, 1874· cLa conciencia moderna puede resignarse á. admitir alln un Dios de la razon eterna in­manente al mundo, y á lo sumo reconocer im­portancia moral en la propia determinacion legisladora de sí misma ..... Que la lucha actual entre la Iglesia y el Estado presenta, por una y otra parte, el carácter de una guerra á muer­te, lo reconocerá. fácilmente todo el que posea suficiente pcnetracion para saber distinguir los fines inconscientes de la historia de los propó­sitos que en la actualidad se persiguen cons­cientemente. La Iglesia quiere hacer del Estado un polizonte suyo ( 1 ) , y éste pretende rebajar

(1) De esta afirmac:ion arhi1raria se desprende una de estas dos o;osas : ó i-Ianmann :�bede�:e á la miserablc con­eigaa \-'Olteriano-proteslant.e, "' miente 1 que algo qu�dm•, ó descoaoce por completo los generosos y nobilísimos

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á la primera. á una simple asociacion civil so­metida á su tutela. El más �fundo y último problema de esta lucha consiste en averiguar si 1 para la conciencia de la humanidad actual, merece la preeminencia lo presente ó lo que hace relacion á la otra vida 1 lo celestial ó lo terrestre, tb eterno ó lo perecedero¡ si ha de predominar el elemento cristiano ó el interes de la civilizacion· . . . . . La actual lucha por la civi­lizacion (1) es el último y desesperado comba­te que la idea cristiana sosliene, cuando se halla próxima á desapat"ecer de la escena de la historia, que la civilizacion moderna está obli­gada á rechazar haciendo un supremo esfuerzo, no sin empellar una lucha á vida ó muerte para mantener sus grandiosas conquistas. • Hart· mano no tiene reparo en afirmar categórica­mente que el golpe va dirigido primera y prin­cipalmente contra la Iglesia católica 1 porque ella es la única confesion que revela consecuen-

lines de la Iglesia católica , quc en eslosdias precisamen­te est:ldando altfsimas pruebu de la perfeceion con que aabccu•nplir su mision divina.-(N. de/ Tr.) ,

(1) Cu!Lurkampf, palabm bipócritaempleada por pri­mera vez por Virchow.-(N. tltl Tr.)

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_ .,. _ cia y que demuestra poseer todavia fuerza.

« El triunfo del Estado sobre la Iglesia ca\Q· lica baria desaparecer esos raquiticos adversa­rios (los protestantes evangélicos ortodoxos), con tanta facilidad como se limpia el polvo de un libro viejo¡ pues el protestantismo no es otra cosa que el estadio de transicidh del ver­dadero cristianismo ya envejecido á las mo­dernas ideas civilizadoras, opuestas á las cris­tianas en los puntos más esenciales, por cuya razon está lleno de contradicciones, desde su origen hasta su muerte, consistiendo su prin­cipal error en querer armonizar cosas contra­rias, incompatibles por naturaleza.• Para Hart­man n , la mejor prueba de consecuencia y la principal fuerza de In Iglesia católica esti en la infalibilidad pontificia, «el coronamiento de la unidad de la fe católica, cuya falta se dejaba sentir hacía tiempo . . . . . ¡ toda oposicion á este dogma carece de sentido y de razon de ser en boca de aquellos que consideran al Papa como sucesor de Pedro, admitiendo que éste es autor infalible de epístolas inspiradas.• La religion del porvenir que propone nuestro filósofo-re­formador es un «panmonoteismo . . . . . síntesis de

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las ideas religiosas indio-judaico-cristianas:., que él considera como un invento soberano, no sin creer «que ha fabricado el maravilloso elixir que ha de refrigerar y edificar el mun­do. » Pero lo que ha hecho Haftmann con este parto de los montes es demostrar su absoluta impotencia y su incapacidad para tratar asun­tos de esta naturaleza.

¿ Pero que ha sido de esa · moralidad de la propia determinacion legisladora de sí misma, y cómo se explica? Sólo pertenece á la indivi­duacion, es decir , al mundo de la apariencia, no A s:J esencia. e Lo moral é inmo¡;al no son en sí cualidades de los seres 6 actos 1 sino tan sólo juicios sobre los mismos, emitidos desde un punto de partida que sólo puede originarse ó subsistir por la OOnciencia. » La inmoralidad proviene del egoismo, que es una consecuencia inevitable de la individuacion, un mal nece­sario é inevitable¡ «por consecuencia, no cabe aplicar el concepto de la justicia A esta rela­cion de un individuo para con otro, y es tam· bien una insensatez exigir una aplicacion di· recta de lajiivina justicia.»

Hé aquí en lo que consiste la tan ponderada

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- !o6 -Filosofla dtt lo ina:mscittlllt!• La primera im­presion que su lectura nos causa es que no te­nemos delante una obra maestra original que pueda r�motamente equipararse al sistema es­peculativo de Espinosa 6 de Hegel, falso indu­dablemente, pero informado por conceptos tan ingeniosos como atrevidos, que rev.elan , sobre todo en el último , una ioteligencia de primer órden. La nueva filosofia uo es otra cosa que un grosero sincretismo, un ensayo de fusion del monismo de Espinosa con el pesimismo de Schopenhauer, al que se ha pretendido dar cierta aparienCia de « resultados especulativos obtenidos por un método científico natural inductivo » , sembrando acá y allá unas cuan­tas observaciones tomadas, poco ménos que al acaso, de las ciencias naturales. Por esta razon no cabe negar al sistema toda importancia, como pr�tcntlen algu'nos, siquiera en atencion á. que Hartmann , conociendo sin duda la falta de originalidad de su monstruoso engendro, se ha hecho, en su Ultima obra, intérprete de los defensores del malhadado Ctdturkmnjf, de esa lucha que tan abiertamente repugna á. la verdadera cultura y que tólo puede encontrar

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pretexto en el ódio del fanatismo sectario. Y ct�mo dice el poeta, « una contradiccion mani­fiesta es tan incomprensible para los cuerdos como para los necios.•

Espinosa ha caido en completo olvido, y de Hegel , á pesar de su inmenso talento, casi na­die se acuerda¡ esto nos dice la suerte que está reservada al nuevo sistema. En realidad, la filosofia de lo inconsciente ha demostrado ya con palpable evidencia que, á lo sumo , puede ofrecer á nuestro pueblo, sediento de noveda­des, lo que suministró aquella refinada sofística que extravió las inteligencias en el período álgido de la decadencia de Grecia; por cuya razon, la histeria de la filosofía, si es que con­serva memoria de tal engendro, la calificará con sus genuinos caractéres ¡ como el síntoma de una horrible decadencia, de una vida inte­lectual enfermiza y degenerada. Tarea de todo punto inútil seria enumerar todos los errores, afirmaciones arbitrarias, conceptos oscuros, fal­sas analogías y deducciones ilógicas de que el filósofo ha echado mano, para reducir á siste­ma ese enorme tejido de contradicciones que constituyen lo que se llama .filosofía de lo in-

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- 20S -conscieute. Nos contentarémos con se11alar al­gunos. Hartmann no .admite leyes objetivas del pensamiento, lo cual se echa bien de ver en el desenfreno con que piensa y en lo arbi­trario de sus r:i.ciocinios. Tampoco admite la ley de la causalidad , suponiendo que tan sólo existe un concepto de la misma,,.Io cual no impide que apele ;i esa ley siempre que le con­viene. Por el contrario , reconoce la ley de la identidad y el principio de contradiccio�1 como leyes del pensamienta'¡ pero no tiene escrúpulo de rechazar el uno" y la otra cuando le (."Stor­ban, arbitrariedad que trata de cohonestar con el miserable subterfugio de que esta ley «sólo tiene apli�ion allí donde la necesidad priic­tica la reclama.:. Asi , por ejemplo , explica el hecho de que e el tronco de iirbol que hoy nada con nosotros sobre el agua y manana nadará del mismo modo, como una feliz coincidencia producida por la urgencia de la necesidad . . . . . porque sin la existencia de reglas generales como ésta el hombre se encontraria en la vida sin saber á qué atenerse.»- Así le vemos men­cionar á cada paso, muy tranquilo, la co,tra­

di'cti'o ,¡, tn·mtin"s de un sa/Mr ÜICOIIScinlte, para

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- x.g -

luégo suponer que hombre y bestia están igual­mente dotados de conciencia hasta la médula espinal y el sistema ganglionar. Sólo confun­diendo lastimoSamente ulía analogía remota con .la identidad del procedimiento -el perro, sobre todo, no admite excepcion - es como Hartmann puede ver un acto de volicion hasta en los movimientos de los intestinos, CU}'O acto, naturalmente, presupone tambien una c represcnlacion inconsciente.»-

Ya San Agustin y Santo Tomás reconocie­ron en todo movimiento del mundo corpóreo, lo mismo en el orgánico y sensitivo que en el mecánico, cierta analogía con el movimiento espiritual, que se representa en la Voluntad: e si fuésemos bestias amariamos la \'ida carnal y lo que i la misma pertenece segun los senti­dos ¡ esto sería para nosotros bien suficiente, y segun eso, si nos iba bien , nada más buscaria­mos. De igual manera si fuésemos arboles, nada podriamos amar por movimiento propio, careciendo de sentimiento ; pero habria en nosotros cierta cosa á manera ele apetito de ser más fértiles y de vegetacion mis exube­rante. Si fuésemos piedras , ó rios , ó vientos,

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6 llama ú otra cosa análoga, aunque careCería­mos de sentidos y de vida , no obstante, no dejaria de haber en n�tros algo que casi po­dría llamarse apetito de lugar y de órden. Pues las manifestaciones del peso, de la grave­dad 6 de la inercia son á manera de amores de tos cuerpos , ya se dirijan hicia abajo por su peso, ya hácia arriba por su ligereza; y por esa razon podemos, en cierto modo , decir que el cuerpo es impulsado por el peso en una di­reccion determinada 1 como el espíritu es diri­gido por el amor.» (De Civ. Dei, XI, 28. ) Con más brevedad y precision se expresa el doctor angélico ( Stnna, 11 c. VI1 a. 1 ) : «Todas las criaturas, apeteciendo sus propias perfeccio­nes, apetecen á Dios mismo , en cuanto sus perfecciones son ciertas semejanzas del Sér di­,·ino. Así entre las criaturas que apetecen ;i Dios, las unas le conocen en si mismo, lo cual es propio de la criatura racional; otras conocen algunas participaciones de su bondad, lo cual se extiende aún al conocimiento sensible; y hay otras que tienen apetito natural, pero sin cono­cimiento, y son dirig:das á su fin bajo la accion de una inteligencia superior. • Bien claramen-

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te expresan esto.� dos !apientísimos doctores la analogía, al par que la diferencia entre los impulsos ó afinidades yJa voluntad consciente.

De la_ manera dicha 1 se supone que lo in­consciente engendra la conciencia, lo imperso­nai produce lo personal y lo individual, la fuerza vana la realidad del mundo 1 y la osci­lacion cerebr.:tl obra, á 10 ménos como un fac­tor , en la produccion de la actividad intelec­tual consciente (M�monirs, 6o) : « La acth·i­dad espiritual inconsciente subsiste como una funcion puramente imnaterial, miéntras_que la·consciente aparece como producto de lo in­consciente y de la funcion Cerebral:»- Tambien la insfpida objecion que hizo correr Espinosa contra la doctrina de la personalidad de Dios, fundada en el principio om11is detcrmit1ati"o est tlegalfo, reaparece en este otro : 'cla conciencia es un limite para lo inconsciente.•

Si con�deramos én su totalidad el sistema filosófico de lo inconsciente, debemos declarar resueltamente que no es nuevo. Su idea fun­damental, en oposicion al panlogismo hegelia­no que hace salir el uniYerso e de la diamanti­nea red de los conceptos • , es el monism" de

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la voluntad, expuesto por Schopenhauer en su obra: El tntmdo co,n.o voltullad y como ,.e­

presentact"on. Y el sisttma de este filósofo se halla condensado en estas pocas palabras: «La suposicion de que la voluntad no puede exis­tir ni querer sin reprcsentaclon consciente, es falsa. Toda fuerza es voluntad , y la volunt:l.d de tod.os es una ¡ nada hay real , fuera de la voluntad y de la fuerza; por consecuencia, todo lo real se halla comprendido en la voluntad tinica. Esta voluntad única indivisible se di­vide sólo en sus especies ó acciones para for· mar una pluralidad y las opone mutuamente.:. (Diw·tact"rmes, 57 · Sckopcullat�er , l . c. , r, I J :Z.) Unido ! la concienCia sólo se encuentra en el hombre, aunque bajo una forma ménos des­arrollada, constituye el fundamento de todos los seres. La voluntad es la que dormita en la inmóvil piedra bajo la forma de peso inerte, la que impulsa el delicado gérmen de la planta ! salir á la superficie á traves de la dura corteza terrestre; la que afila el pico del águila y la que endurece el corazon del conquistador. Á la manera que el iman atrae necesariamente el hierro , así el avaro ansia por necesidad las

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riquetaS, el fátuo ansía la adulacion y el am­bicioso cetros y coronas.

El centro de todo el sistema de Hartmann, como del de Schopenhauer, es el pesimismo. Bien puede afirmarse que el concepto de la vida expuesto por uno y otro « hiela de temor el corazon que se retuerce por el dolor , le des­garra por la desesperacion ó le agobia cobar­demente en medio de las penas del mundo»¡ por el contrario, en las naturalezas vigorosas «produce una cólera santa, una ira varonil, que hace morderse los labios , contra el insen­sato carnaval de la existencia, un enojo que se traduce en risa mefistofélica y que, medio com­pasivo, medio burlesco, contempla con sobera­na ironía , lo mismo á los que están aprisio­nados por la ilusion de la dicha, que i los que se hallan atormentados por las p�as del sen­timiento . . . . . , y aquí el ánimo que lucha con el destino se pone i expiar fuera de este infierno, despues de hacer un rodeo final que le propor­ciona la libertad.»

Tanto el sistema de Hartmann como el de Schopenhauer radican en el pesimismo, del que arrancan sus principios como eslabont.'S de

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una cadena, a,unque sin seguir la severa rela· cion de las deducciones fundadas en la lógica, más bien obedeciendo � simples analogias y ;i. Sugestiones de la fant.1.sia. Pónese, pues , la vo­luntad ciega y absolutamente estúpida como causa única de este munJ6. (La Filosofía de lo

tirconsci'etzle, 1 1 , 1 2) : «Si Dios tuviera realmente conciencia dela creacion,ésta serfa uncdmen in disculpable, por cuanto su «que» sólo se com­prende oomo resultado de una voluntad ciega, y en tal sentido es perdonable¡ todó el pro ceso cósmico seda Ufla necedad sin fundamen­to, ya: que sin él exisliria su único objeto, que es la conciencia independiente bien definida. »

Esta es la cl:l\.-e de Lodo el sistema. Schopen­hauer ha tratado de probar, con.gran copia"de datos, « el primado de la voluntad en la pro­pia concieqcia» (l. c. , n, 366 ) , doctrina hasta cierto punto verdadera, aunque no con la ge­neralidad que él la aplica. La razon no· es es­clava de la voluntad, ni ésta, si se haCe abs­traccion del impulso hácia la felicidad , es. un movimiento despólico ¡ Forque el hombre es con entera evidencia libre, siquiera los dos filósofos mencionados comprendan la libertad

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- �15 -como una siipple apariencia. Es indudable que la inteligencia no se halla exenta del influjo de la voluntad, doctrina expuesta ya por Sanlo Tomás, y que nuestro conocimienlo rara \'ez se halla libre de todo interes. « La voluntad mueve, á manera de agente 1 el entendimiento y todas las facultades del alma. » ( Sttma , 1 ,

c. ucxx n , a. 4; r, u, c. xxxvnr, a. 3· D4 �11.�1. fJ· uf, a. 1 3 . ) Y Fichte ha dicho : « La historia de mi penn.miento es la historia de mi co­razon. »

¿ Pero en qué se funda este pesimismo? e El destino es cruel , los hombres son dignos de lastima » 1 tal es el pensamiento fundamental de la teorfa de Schopenhauer. La vida era para él una madrastra sin entratias, y su mira­da se escandalizaba cada vez que, oponiéndose al superficial racionalismo, examinaba de cl:r­ca los sufrimientos de este mundo. « El pro­testantismo, al abolir la ascética y quitar todo mérito al celibato, centro de la primera , ha abandonado la parte más hermosa del cristia­nismo y, bajo este concepto, debe considerarse como una apostasía del mismo. Esto se ha evi­denciado más y más en nuestros dias cuando

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- u6 -le hemos \"isto pasarse gradualmente al trf�ial racionalismo, este moderno pelagianismo qut:, en último término , admite muy satisfecho la doctrilia de un padre amoroso creador del mundo , con tal que todo vaya bien aquí bajo, y que, si en ciertas casillas se acomoda uno á su voluntad , tambien se encarga de procurar­nos despues otro mundo más risueli.o. Esta puede muy bien ser una religion buena para pastores ilustrados qne pasan una vida coufor· /ah/e �1 lado de su esposa y en medio de la familia que ellos se han formado, pero no se diga que eso es cristianismo. Este- sostiene la doctrina de la p1ofunda culpabilidad del gé­nero humano y del de"seo inextinguible de sal­vaci�:m , qué reside en el corazon y qu!'l sólo puede alcanzarse por los mis penosos sacrifi­cios y por la negacion de si mismo, es decir, por un cambio completo de la naturaleza hu­mana.» Aun más pesimista aparece Perthcs en estas palabras que escribe á Steffens ( Vida

dt: P. , 1 1 1 , 1 99 ) : «Mucho se ha hecho desde el tiempo de Grethe para descubrir las profundi· dades y los arcanos del corazon huntano; pero Aun no ha hecho nadie el ensayo de describir

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- �17 -con vivos_ colon.'S, y poner de manifiesto lo.-; horrores de la Naturaleza y las crueldades de sus mecanismos en nuestros dias, para demOl!­trar que el que pretenda erigirse un Dios so­bre el pedestal de la bondad y sabidurla de la Naturaleza, se va derecho al infiefno, si es que no se contenta con vanas frases. Es preciso que escribais un libro de todo punto ateo para los deistas y racionalistas 1 que cause horror r espanto a unos y á otros. Tal vez produciria esta obra opimos frutos 1 poniendo en manos de muchos la r'mica llave que conduce al co­noeimiento de la Naturaleza ( 1 ) 1 haciéndoles ver que la Naturaleza está descttartizada por y coÍl el hombre, en completo alejamiento de Dios, y está suspirando sin cesar y en la más horrible angustia.» ( Rom., vm 1 u.)

Schopenhauer y 'Hartmann se han encarga-

(1) tCómo llcgarinn entónces al conocimiento profun­dísimo de In N:uuraleza Copémico, Kepler, Newlon y tantos otro& �abios, que tan b:rillant_es testimonioa han dadq en f;l.\·or de la txi&ten"éia de Dios? En realicbid, estos filósofosdescreidos l'roclaman sendas ve:rdades; peroprue­ban lo contrario do:: lo que ellos se proponen : demues­tran qnc rucrn de iJios , de la \"erdad tristiana , todo cs horror y miseria. ( "f. 11, 1 19-128, N. d�tl Tr,)

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do de pintamos con los má� vivos colores los horrores de la existencia y, las miserias de la vida del hombre sin Dios , sin csperan..:a, sin Redentor. Su descripcion es tan exacta como verdadera; pues , como dice el poeta : «si has perdido la posesion de todo un mundo , no tengas pena por ello, al fin no es nada; y si has adquirido un mundo entero, no te engrías ni te alegres, pues haz cuenta que no has ganado nada. Las penas y las alegrías pasan pronto, camina tU de paso por el mundo; no es nada ...

Por lo ménos dos mil alias ántes que Scho­penhauer y Hartmann ha habido en el mundo quien meditase acerca de las miserias de la vi·, da presente 1 aunque sin lograr explicarlas en armonia con el problema cósmico. El brahma· nismo y el budhism9 , t:l dualismo de la reli· gion de Zoroastro y las sectas de los gnósticos y maniqueos, expresan con gran viveza el do· toroso sentimiento de que el dolor y la muerte nos asedian, sin haber descubierto el modo de rescatamos del uno y de la otra. La voluptuo­sidad helena echó un velo sobre las prot'un· das heridas que desangran la humanidad para no verlas ; pero á traves del alegre y bullicioso

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canto de sus .,¡rdos y de sus coros, escúchasc el ay lastimero del paciente. No conocian la causa de e.tas heridas ni su remedio ; buscaron la Redcncion, pero no conocieron al Salvador. Así sucederá siempre, y necesariamente donde el corazon haya perdido el conocimento de su Dios ¡ en tal situacion senin vanos sus e.fuer­zos «para encontrar una salida de este infier­no.» Debemos , pues , considerar el pesimismo como una espantosa protesta contra el epicu­reísmo de nuestros pueblos, ávidos de placeres, como una demostracion palpable de la hor­renda miseria que abr.uma á los que cesta.n sin Dios en este mundo:eo ( Efesios , u, 12), y por lo mismo, «sin esperanza• (1. Tesal., n', u), un testimonio vivo de la verdad del concepto cós­mico dcl cristianismo, testimonio que , por los absurdos principios en que se funda, no puede suministrar ayuda ni consejo. Cuando la Igle­sia católica declaró que tanto el primitivo estado de nuestros primeros padres como la felicidad prometida al género bumano son dones sobre­naturales y gratuitos de Dios , que el hombre no puede merecer por sus obras ni pretender como patrimonio de su naturaleza, levantóse

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contra esta doctrina el jansenismo con sus he­réticas ense1ianzas ¡ ahí tiene ahora el premio de su rebelion en la nueva filosofía que le nie­ga la felicidad natural, juntamente con la divi­na bienaventuranza, y le lanza al rostro este horrendo sarcasmo : « ¿ tienes acaso algun de­recho á la felicidad ?•

El pesimismo deduce , paes , lo inconsciente como el tenebroso orfgen de que ha nacido este mundo. Hartmann se esfuerza por probar que este Inconscienle es realmente lo univer� sal-uno, la esencia del mundo , aduciendo �n número de hechos tomados de las ciencias na­turales, á los que seguramente no debe atri­buirse parte alguna en la extraordinaria pro­pagacion que ha adquirido la Fifosofm de lo inconsciente¡ por cuya razon ésta no es siquiera acreedora á la ref�J,tacion unánime que ha me­recido de todos lOO hombres de ciencia. «Me encuentro en el terreno de la experiencia como 'base ó como punto de partida, y empleo el método científico-natural inductivo , como me­dio para le ... ·antar el edificio.» (Discr/. 5). ¿Está siquiera su demostracion ajustada á las reglas de la lógica? ¿No es posible explicar los hechos

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aducidos por Hartmann de otra manera que por la hipótesis, sentada en su filosoffa , de la existencia de una volicion y de una reprcsen­tacion efectiva y real en todos los cuerpos na­turales, hasta descender á las fuerzas atómicas?

Hartmann tiene razon en no admitir�la hi­pótesis materialista del acaso como principio explicativo de estos fenómenos. e Ya es harto sospechosa esta teoría del acaso, por la rar.on de que entre las innumerables cOmbinaciones de circunstancias imaginables apénas existe ti pn"on· probabilidad de que se presenten las que se requieren . . . . . mas donde principalmente aparece la enormidad de la teorfa materialista, es en el hooho de que el juego de la casualidad tendria que reaparecer á cada instante para dar explicacion de la subsistencia, propagacion y progresivo desarrollo de la organi7.acion.» (Di­ser/. I I O). Es imposible explicar por un simple mecanismo los fenómenos de la formacion or­ginica, de b ,·irtud cura ti va de la Naturaleza,

· de los movimientos reflejos, y particularmente del instinto ; el organismo es algo mas que un simple mecanismo, puesto que él mismo se crea y se consen•a este mecanismo; y aunque

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toma de fuera lo� elementos materiales, no obstante

. los dirige y regula pan los fines ge­

nerales, segun leyes inmanentes. Idea y reali­dad , pensa�iento y cuerpo, la actividad y su principio, el que forma y lo formado, lo activo y lo pasivo se compenetran intimamente en el cuerpo orgtnico, al punto de que sólo consti­tuyen un sl:r animadO. Hartmann ha estado en lo cierto al· sentar este principio fundamen­tal en oposicion al materialismo y al concepto mecánico del mundo , pCro ni áun en esto es original , porque mucho ántes que él expuso la escuela católica esta doctrina, que hoy se halla confirmada por las investigaciones modernas. (Thom., Smnm. 1, fJ"· r.xxv).

Tal es la otra verdad importante que ha te· nido un nuevo defensor en la Filosoffa de lo inconsciente. Pero su autor exagera extraordi­nariamente el momento ideal y lógico, princi­palmente para explicar los actos instintivos juntamente con el impulso de la actividad , ya que , dando una excesiva amplitud á la analo­gía con la \'olicion consciente, considera ésta como voluntad, y como representacion el pri­mero. Tambien tiene ra1.on HarLmann en no

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fi.gurarse el instinto como una simple secuela ya de la organizacion corpórea ó de la expe­riencia y la trasmision, segun la teoria de Dar­win-Há.ckel y otros naturalistas, ya de un me­canismo cerebral ó espiritual dispuesto por la Naturaleza¡ pero de esto no se deduce, en mo� do alguno , corno él pretende, que el acto ins­tintivo presuponga una «actividad espiritual inconsciente,,. El animal tiene percepciones y representaciones sensibles , pero no tiene co­nocimiento espiritual , no tiene propia con­ciencia ¡ por eso tiene impulsos producidos por esas representaciones , pero no voluntad racional. « Lo voluntario puede considerarse de dos maneras : de un modo perfecto y de un modo imperf'ecto. Bajo el primer concep­to se dice voluntario, porque procede propia-­mente de la voluntad, y se dice cuando al­guno, conocido el fin, puede , con deliberacion, mo\-erse al fin ó no moverse , y en i:al concep­to no conviene á los brutos¡ del segundo modo se dice cuando hay cierta participacion de la voluntad, por existir alguna. conveniencia con la misma, y se dice segun que el que percibe el fin se mneve al mismo fi n , _aunque no por

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deliberacion , sino de una manera súbita y ne­cesaria. Bajo este concepto lo voluntario con­viene á las bestias.• (Ferrariensis, Cormn. tiz Thom. , c. G. 66). Siguese, pues, que las apti­tudes puramente sensibles del principio aní­mico del bruto , actúan de tal suerte, que pa­recen dirigidas por una sapientísima inteligen­cia. Si esta inteligencia se halla en el mismo bruto ó fuera de él , es una cuestion que , en sí misma considerada y sin examinar inmediata­mente otra cosa que los hechos, no puede re­solverse. Los hechos no demuestr-.m más que la existencia de relaciones á un fin , y de nin­guna manera prueban la existencia de un cspfritu inconsciente que obra en todos esos fe. nón1enos. Segun hace notar Haym en su· Cri­tica de H'!-rhnatlll , para patentizarrile , eñ ge­neral , las manirestaciones del instinto , me veo precisado a aplicarme á mí mismo la medida de mi propio espfritu, que obra con reflexion y aspira a un fin determinado con medios tam· bien determinados. lHu lo que para mi inteli­gen.cia es un schema indispensable , sirve á la vez para traer a mi memoria los limites dé esta inteligencia. Me represento el acto instintivo

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- ZZ) -por la analogía de mi propio obrar con suje­cion á. un fin ¡ pero esta analogia me deja en la estacada, · precisamente en un momento decisi­vo ¡ pues á la vez he de tener en cuenta que los fines no caen bajo el dominio de la concien­cia, que son «algo que se quiere inconsciente-; mente �o, es decir 1 que no guardan analogía con las cosas que de mi propio espiritu me suminis­tra la experiencia. Por consiguiente los hechos demuestran la actividad de una inteligencia consciente , ya que una finalidad que obra á ciegas sería una co11lradt'cti"o t't� tumt'nt's.

Hé aquí por qué la manifestacion del instinto conduce al conocimiento de una inteligencia absoluta que domina toda la Naturaleza y diri­ge segun fines racionales. « Las cosas que no tienen conocimiento 1 no tienden :S. un fin 1 si no son. dirigidas por alguno que conoce.» (Su­ma , 11 c. 11 , a. 2.) Con mucha oportunidad ob­serva Hartmann, que el bienestar que siente el animal cuando ejecuta un acto instintivo 1 no es causa del mismo y que e los instintos tam­poco son funciones que se devanan maquinal­mente, segun planes fijos, á.ntes bien se aniol­dan perfectamente á las circunstancias y son

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- u6 -

susceptibles de afectar modificaciones y varia­ciones tales, que :i veces parecen trocarse en su contrario.,. Asf en el África meridional , el gorrion rodea de espinas su nido para ponerle :i cubierto de los ataques de los monos y de las serpientes ó culebras, precaucion que no toma en países donde no tiene esos enemigos; en p�íses cálidos hay pájaros que solo incuban durante la noche , y en la zona tórrida los hay

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arena sin cubrirlos. Si la oruga no fabricase su hilo más que por el placer de vaciar la glándu­la que contiene la sustancia filamentosa, claro está que dejaria de hilar en cuanto estuviese vaclo dicho depósito, y sin embargo, vemos que no cesa de reparar los desperfectos de su hi­lado. Lns a\'CS no se juntan más que las veces necesarias para obtener el número de hue,·os que suele poner la hembra en cada incubacion.

Pero mucho ántes que nuestro filósofo ba­bia ya conocido este hecho general el doctor AngCiico, quien admite en el animal una di· reccion especial del sentido interno ( ¡,leJtlio­"es ti1smsatae), distinta de la facultad de red·

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- 217 -bir impresiones exteriores sensibles, la vis

aes#mativa , el instinto en el genuino sentido de la palabra. « Si el animal se moviese única­inente al influjo de las impresiones de sus sentidos , que le halagan 6 contristan 1 no sería menester atribuirle más que la aprehension de las formas percibidas por los sentidos, que le deleitan ó repugnan : le es empero necesario buscar ó eludir algunas cosas, no sólo porq11c sean aptas 6 inconvenientes para sentir, sí que tam bien por razon de olras conveniencias. ó utilidades y perjuicios¡ como la oveja huye á la aproximacion del lobo , no tan sólo por la repugnancia de su color 6 figura , s ino como del enemigo de su naturaleza, y cual el ave acopia pajas , no por un mero placer sensible, sino por su utilidad para la fabricacion de su nido. Es, pues , una necesidad para el animal percibir esas intenciones 6 nociones que no percibe el sentid" externo, y que exista en él algun otro principio de la tal percepcion ... .. potencia estimativa. » ( Su111a1 11 c. LXXvm, a. 4.) Mas este instinto , como las relaciones de los organismos á un fin, no es inteligencia, aunque nacido de la inteligencia 6 congéne·.

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re ( ? ) con ella , que los ha creado asf y no de otro modo. El mismo Hartmann se en· carga de suministrar la prueba de esto, he. cha abstraccion_ de todos- los momentos que conStituyen la diferencia entre el hombre y el bruto¡ el instinto es precisamente lo que con· duce i.l bruto i la ruina para servir los altos fines de la Naturaleza , segun lo demuestran hechos irrefutables citados anteriormente. Los actos instintivos se hallan limitados y ci�ns-­critos .i un cfrculo de funciones, fuera del cual no salen nunca 1 cuyo objeto esto\ marca:. do por la conservacion y la propagacion. Por eso el bruu; mis hábil, dentro del círculo de su actividad instintiva , es completamente es· tú pido fuera de ese circulo , con cuyo hecho cae por -tierra el argumento más seductor de Hartmann , y por el que se ve, que de hechos verdaderos, saca falsas deducciones. Y ¡ cómo no, si llama actividad espiritual el estúpido acfo instintivo de la hembra del torcecuello que puso veintinueve huevos y pereció victima de su instinto de madre, y califica de igual manera el acto ·de la oruga que no cesa de reparar los desperfectos de su hilado basta

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- ug -que agota sus fuerzas y muere ! · (T. m, 24.)

Para terminar 1 resumamos esta discusion. La idea que informa y ha dado origen al

sistema de Hartmann es el pesimismo¡ éste no puede explicarse sin lo inconsciente, por cuya razon se propone la conciencia como límité de lo inconscierite, y en prueba de ello se presen­tan ciertos fenómenos de la vida de la Natura­leza. Segun hicimos notar ántes, ambos con­ceptos encierran algo de verdad¡ de suerte que la filosofía de lo inconsciente ha jlagado1 in­conscientemente quizás , su trib11to de--home· naje ;i la antigua doctrina cat6Ü�at por lo cual podemos aplicarla la sentencia que pronunció San Hilario refiriéndose á los h�rejes de su tiempo : « Dwn st"bi t1dversantz�r jidem tzos­tram a.f!ihnnnt.Jo Y la que en otro lugar -dice (De Ih"nr'"t., vn, 4) : «Todos los herejes dirigen sus ataques contra la Iglesia_; pero tambien se atacan á sí mismos sin que de nada les sirva el triunro que alcanzan unos sobre otros. Por· que su victoria es el triunfo de la Iglesia sobre todos, en tanto que una herejía hace guerra á otra por lo que la fe de la Iglesia condena en la otra herejía; pues no "hay nada que sea co-

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- 2l0 -mun á los herejes, 6 en lo que estén de acuer­do. • Pero lo mismo que hay de verdad en la filosofía de lo Inconsciente se halla desfigura­dar horriblemente exagerado , Contorsionado en una espantosa blasfemia. Toda la obra de este filósofo exhala Un repugnante hedor de cadáver, á traves d,el cual se escuchan los des­varios,de una razon enloquecida, se ve el pen­samiento humano abdicando de su soberana grandeza para ponerse al ser\'icio de la más miserable sofística, Q?nvirtiéndose en enterra­dor de sf propio , y des pues de agotar la copa de la esperaaza, presa de una dcsesperacion horrenda, maldiciendo á Dios y foda �isten­cia , apaga por completo la antorcha que áun pudiera conducir al puerto de sa!Vacion.

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CONFERENCIA OCTAVA.

JJIOS Y I!:L HOMDRK.

¿ Quién es J?ios ? ¿ Qué es el hombre? Tales son las cuestiones en que nos "hemos ocupado en las precedentes conferencias.

' Al remontar­

nos de anillo en anillo 1 por la cadena de los seres visibles, conlinge'ntes y finitos , hemos llegado á un principio último necesario , del que ha salido todo cuanto existe y del que de­pende toda la Creacion : Dios ¡ al abarcar de una mirada la Creacion, con la inmensa ri­queza de sus medios y la infinita variedad de sus formas, de sus manifestaciones y de sus obras; esa gran escala de seres que se elevan sin interrnpcion, desde �1 más tnfimo hasta el más elevado 1 se nos ha presentado el hombre

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- :l32 ·-como la clave y el coronamiento de este mun­do visible, resumiendo en sf, en mucha mayor perreccion, y como en un centro comun, todos los medios' todas las r�:�erzas y las energías to­das de los aeres inreriores¡ el hombre, que por su naturaleza corporal pertenece al mundo visible, así como su espíritu á un m11ndo su­perior invisible ¡ el hombre, en quien se refleja un rayo de la inteligencia divina, que hace de él , con preferencia á toda otra criatura, la ver­da"a.éra imágen de Dios. Mas no termina aqui nuestra tarea, ¿Se hallan separados para siem­pre y por un abismo eterno é infranqueable, Dios y el mundo , el Creador y la criatura, el espiritn infinito y el espíritu finito ? Cterta­mente que no. Segun hemos visto, Dios no se ha contentado con crear el mundo, para no ocuparse jamas en él¡ por el contrario, le con­serva, le gobierna, vela en todas partes por su criatura, y está consta:J.temente presente en ella con una presencia eficaz , aunque im·isi­ble. Por otra pa:rte, ¿ no hay tambien en la criatura una necesidad apremiante. de Dios, un impulso que la mueve á elevarse bácla este principio de su existencia, hácia esta fuente de

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- 233 -su vida y de su felicidad , á coger la mano que le tiende, á entrar en . comercio con él , á establecer con él una sociedad 1 una union In-tima ?

Esto es igualmente indudable. Para .el espí­ritu inteligente no existe conocimiento com­pleto ni satisfaccion cumplida hasta tanto que haya hallado �n Él el principio de to.da ver­dad y el fin de todas las cosas. No hay reposo para su corazon miéntr� no haya .salidp .de esta corriente del tiempo , del incesante nÁcer · y perecer para entrar en.el seno de Aquél que, siempre igual á si mismo é inmutable, penna­nece fuera y sobre el torrente del tiempo ·y de las cosas finitas y limitadas ¡ en una palabra, hasta tanto que descanse en Dios , en quien se encuentran á la vez la verdad y la vida,

Planteemos, pues , la cuestion : ¿ Hay aigu­na relacibb entre el hombre y Dios 1 y en qué consiste tal relacion ?

¿ Qué quiere decir ser hombre ? ¿ Qué es lo que constituye su naturaleza particular , �-· es el carácter distintivo de su esencia? El pen­samiento de su e;plritu, la li� determinacion de su voluntad. ¿Y qué es lo que hay de más

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- 334 -profundo en sus pensamientos, lo más podero­so, lo que conmue-. to4a su alma ? El pensa­miento más profundo de su espíritu , el senti­mieJltO más poderoso de su éorazon, el fin in­mutable que llena sus as.piraciones , es el pen­sarJ)iento de lo et.erno 1 de lo infinito¡ en una palabra , Oios.

« Existe en el hombre un deseo natural de conocer la causa cuando contempla el efecto. (Stuna, 1, cu. xn , a. 1 . ) Conocer á Dios'en al­guna cosa general con cierto desórden es co­sa naturalmente implantada en nosotros , en cuanto que Dios es la bienavetlturanza del hombre. :. ( Idem , l. c . , c. n , a. J. Tomasin. Teol. Dogm. , 1, 1, sig.) «Aunque es muy cierto que estoy dotado de razon , tambicn lo es que con ella no poseo la pcrfeccion de la vida , la plenitn4 de lo bueno y de lo verdadero; y asi como es cierto que con ella no poseo esto, y lo sé , de la misma manera sé que hay un Sér Supremo que es la fuente de mi propio sér. Por eso el yo no puedt:: constituir la solucion final de mi sér, .dc._mi razo'11.sino olro sér dife­rente , más que Yo , mejor que yo ....• Yo no existo, no quiero existir si Él no existe. Es se-

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guro que yo mismo no puedo ser mi esencia suprema.... De esta manera mi propia razon instintivamente me enseila que hay Dios .» Uacobi.)

«Todo mi ser tiende y aspira t una cosa mayor y mejor que yo¡ y no solamente aspira t ello en el momento, sino que se ve bien ciue aspirará siempre; es decir , que aspira siem­pre á una cosa mucho más grande que toda grandeza creada. Y lo que es mayor que te;»· da grandeza creada, es el infinito. Por oso mi vida no es sino aspiracion hácia lo infi­nito. Precisamente porque es finito é imper­rccto, se siente atraído mi 'sér hácia ·el Sér infinito y · perfec'to ; es el centro mismo de mi sér , la raíz más íntima de mi existencia lo que aspira á Él con poder irresis"tible. » (Gratry, Del conocimi'nllo de Dios, u, 370. ) Por lo demas , esto es en el fondo lo mismo que dice Aristóteles , cuando habla del pri­mer motor'tdel Universo , que lo mueve todo como objeto del deseo. ( lllela{llt;•s., x n , ¡ . )

« E n todos los .hombres existe un grao deseo de reverenciar á los dioses y de adorarles. Co­mo los nii�os arrancados de los brazos de sus

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- 236 -madres experimentan un indecible deseo de volverlas á. ver 1 de abrazarlas, y tienden fre­cuentemente sus manecitash;icia ellas 1 y guar­dan su recuerdo hasta en sus suenos 1 de la mis­ma manera el hombre ño puede desemba­razarse de la idea que tiene de los dioses, ni del deseo de· verlos y de morar en su compa­ñia.• (Dio. Crisostom. , Orati'o xn, de Dei co­gnitirme.)

Esta t'endencia del-alma hácia Dios es ·un hecho 1 una ley del mUndo mora� 1 así como la atraccion univenal lo es del mundo fisico. Pero aunque llevamos en nosotros mismos este pensamiento de lo eterno , de lo infinito, no le sacamos del fondo de" nuestro corazon, No le hemos producido arbitrariamente, por­que no somos eternos, no somos infinitos , sino todo lo contrario. Lo q!le es temporal no pue­de producir lo eterno , n i lo que es finito en­gendrar lo infinito. Sin embargo, es innegable que llevamos dentro de nosotro!P mismos la idea de lo infinito. ¿ De dónde nos viene ? ¿ La hemos adquirido meditando sobre el mundo exterior , sobre la naturaleza que nos rodea, 6 bien sobre la historia del mundo y de la hu-

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manidad ? No puede venirnos iinicamente de esto. Pues la historia comienza. con el tiempo y se realiza en el tiempo, no podemos , pues, mirar en ella lo eterno. La naturaleza que nos rodea, las maravillas de su poder y de su mag­nificencia , el Océaao con sus rugientes olas, el cielo con los millones de estrellas que le tachonan y se ciernen sobre nuestra C;:lbeza . . . . . la Naturaleza tambien es finita , su magnitud reconoce limites ¡ el Océano tiene sus orillas , y el nú-mero de estrellas es contado. « Todo ha sido creado con número , peso y medida.» (Saln'd. , x1, 2 1 . ) No podré¡;nos, por lo tanto, hallar en la Naturalaza lo que exista sin nú­mero, sin medida y sin peso ¡ no busquemos, pues , lo infinito en lo finito.

Bajo este punto de vista , por lo ménos 1 tie­ne ciertamente razon La Place, al decir que ha escud�ih�do todo el cielo y no ha hallado t Dios. Lo cual es muy natural, puesto que se ha olvidado de buscarle aiU donde ante todo debiera haberle buscado, es decir, en el fondo de su propio espiritu. Con el mismo de· recho se podria tambien decir : e He recorrido todo el �undo material y no he encontrado el

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punto matemático.» El ojo corporal no ve mAs que lo compuesto¡ el espíritu es el que ve lo simple, el que conoce 4 Dios. ( Rom. , 11 20.) « La Place tenia razon, porque el movimiento de los cuerpos celestes se explica por la sola ley de la gravedad. ( ? ) Y para esta explicacion es indiferente averiguar cuál sea el origen de la gravedad. Mas no tenía razon , por cuanto precisamente sus investigaciones suministraron una nueva prueba de la perfcccion y duracion de nuestro sistema cósmico, de donde hubiera podido muy bien remontarse á la grande­za del Creador. » - .( Schaaffhausen , Arckivo nnlrop., m, 88.) De esta suerte no ha dejado brillar sobre las tinieblas de la Creacion esta luz interior, que es un reflejo de la luz eterna, y que cada uno lleva dentro de si 1 á. pesar de reftejarse en las obras de Dios , haciendo de esta manera visible su pensamiento eterno. «El primero y pr"incipal espejo para ver A Dios es el alma racional contemplindose á si mis­ma; pues si las cosas invisibles de :L:>ios se ha­cen visibles por las cosas creadas, ¿ dónde, pre­gunto , han de encontrarse impresas las hue­llas de su conocimiento, más marcadamente

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- 339 -que en su propia imágen ? por consecuencia, quL pulimente su espejo y que limpie su espí­ritu quien quiera que ansíe ver á. su Dios.» ( Gregor. Nyssen. Ornt. V�de Beah't11d. Ber­nard. de Domo interior., 1 2 . )

Hay una frase en la Sagrada Escritora que puede aplicarse aquí con mucha oportunidad: « El reino de Dios está en vosotros» (Luc., xvu, 2 1 ¡ Snhn. Iv, ¡ ) , la cual viene á ser la misma que aquéll a : « Impresa. está , Seaior 1 sobre nos­otros la luz de tu rostro.» El hombre no se eleva á las alturas del conocimiento de Dios, sino despues de haber descendido hasta lo mús profundo de su· naturaleza y de su conciencia. Aristóteles, ( De calo, 11 3) dice : «Todos los hombres tienen cierta idea de los dioses.»- ( Ci­cer., De 1tnlttr. Deor. , 1, 1 6.) Epicuro sólo ve que existen dioses porque la misma Naturale­za ha impreso la nocion de los mismos en el ánim'b de todos. Así, pues , porque llevamos en nuestro interior un rayo del mar luminoso de Dios , al propio tiempo que el impulso há­cia lo infinito, hácia Dios , comprendemos lo que se nos ha dicho de Él , y le buscamos en todas las cosas y por todas partes, y sólo

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- 340 -empezamos t hallar el reposo cuando hemos descansado en Él.

Es, pues , un �o incontrastable que exis­te en el hombre la idea de Bias , y existe casi independientemente de su voluntad. Él la ha­lla dentro de si mismo desde el primer albor de su conciencia. Apénas empieza á. extender su mirada sobre el mundo exterior primero, y des pues sobre sf mismo , cuando -espon\inea­mente se dirige htcia Dios. «Segun la expre­sion de Tertuliano, desde el principio del mun­do conoce el hombre la existencia de Dios á. la vez que la del mundo.»- (C . .:k"arcitm., I1 1 3.)

«Y oia á Dios, como se oye· en la calma la voz del corazon , y ántes hubiera dudado de mi existencia que de la verdad que � escapa de la creacion, enviándome sus rayos lumino­sos.» (S. Ag. , Co1tjes., I, 10.)

¿Dónde se encuentra un pueblo en que se vean hombres que no posean, áun ántes de toda enseñanza, cierta nocion da. Dios , nocion in­nata , sin la que no se comprenderia lo que se dijera de :Él ? Cierta prcsci 1cia de los dioses que Epicuro Ilama p1•Q/éjsi"s , es decir, cierta informaciop de la cosa recibida anteriormente

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en el espíritu. (Cicer. , De nnt. Deor., r, 16.) «El conocimiento de Dios está al alcance de to· dos los hombres , por eso �os reconocen su existencia de b.ueno 6 mal gTa'do.:t ( Clem. Ale­xandr., Adm.om"i. adgmtcs1 c. 6.) «Sucede con el conocimiento de Dios lo mismo que con la ley natural ¡ se halla impreso en todos los co­razones.» ( Origen., Cont. Cels., . J , 5.) «Todo hombre conoce la existerícia de Dios , merced t la inspiracion de su propia naturaleza y á la luz de Dios mismo que le esclarece.» ( Euseb.1 Pra:parai. ermnpl., u, 5.) Efectivamente ; la idea de Dios en el hom� es profunda , pode­rosa, indeleble¡ es la vista· del hombre interior, él alma de su alma, segun la expresion de un sabio indio , y sin ella, ésta se halla muerta. Ella es innata , no viene de fuera, ¿de dónde viene ? No hay más que una respuesta posible: viene del mismo Dios. En este concepto tiene razon DescArtes 1 cuando dice : «Por lo mismo que llevamos la idea de Dios en nuestro espf· ritu finito y limitado , que es una de nuestras ideas primitivas, y que1 por decirlo asl , forma parte de la existencia de nuestra naturaleza ra� cional 1 debemos deducir la existencia de Dios

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- 242 -que, por medio de ella, nos habla sin cesar un lenguaje misterioso. En ella se ven las huellas de las manos q.ll1l

·creado las almas ¡ es un

recuerdo que el espíritu conserva de su patria, un eco de la palabra que Dios pronunció á to­dos los espíritus en el primer dia de su exis­tencia, palabra que ha oido el espíritu del hombre, y que no le es posible olvidar.:t (Me­dit. , J , 333.) «Hagamos al hombre á imágen y semejanza nuestra.» ( Gém'!s., r, 26.) Tal es la palabra que el Creador ha impreso en la frente ·de todo espíritu creado, el signo distintivo que el hombre ha recibido el di a de su creacion, el sello de su gr.indeza, la diadema del reinado que ejerce sobre la tierra por ser la imágen in­mortal de Dios.

Si la prerogativa que posee el hombre de ser la imágen de Dios constituye su grandeza, tambien constituye la marca de su caida, el estigma de su reprobacion. La idea de Dios es como el juez del hombre , un tribunal perma­nente erigido en su conciencia. Por lo cual, toda rebelion del hombre contra Dios es, por necesidad tambien , una rebelion contra su pro­pia naturaleza, en la que se encuentra escrito

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el nombre de Dios con caractéres indelebleS. Y por eso tambien puede el hombre apartarse de Dios , mas no puede etlt;utrarel reposo sino en Él , porque fuera de Él , el mismo pensa­miento de Dios Ueva la intranquilidad al co­razon y la zozobra al alma. Mas ántes de p� seguir, debemos refutar todavfa una objecion. Si la idea de Dios se halla tan profundamente arraigada en el hombre, ¿ podria decirse cómo es que hay hombres que niegan á Dios ? ¿ No parece destruir esto cuanto llevamos dicho hast:i aquf ? Efectivamente , parece así ¡ pero no es sino una falsa apariencia. En realidad, semejante hecho demuestra justamente lo con­trario. ¿ Cómo se explica esto ? Veámoslo.

Toda proposicion que enunciamos contiene un juicio de nuestra razon. Este juicio es afir­mativo 6 negativo; por ejemplo , Dios existe, Dios no �iste. Ahora bie_n: ¿ qué se necesita para que la razon pueda pronunciar un juicio? Que tenga una idea , una nocion , un concepto de la cosa sobre que \'ersa el juicio. El ciego, por ejemplo, no puede juzgar del color de una pared , ni decir si es roja 6 blanca, porque no tiene ninguna idea del color. En el caso que

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- 344 -nos ocupa 1 cuando el incréduio dice : No hay Dios , es preciso, por necesidad que tenga, á. la vez que una nocioQ"de lo que es existencia, cierta idea de Dios. Pero la idea que el hom· bre tiene de Dios no se la ha creado él mismo, ni la ha encontrado en sf mismo , n i tampoco en el mundo exterior. Luégo la ha recibido de Dios 1 porque la idea de Él no es una concep­cion accidental aislada , sino una idea univer­sal , primitiva , necesaria. Luego existe Dios, por lo mismo que el hombre tiene idea de Él. El incrédulo que dice : No hay Dios , participa, por lo tanto, con el género humano de la idea de Dios , y tiene que hacerse violencia para ne­gar su realidad; trabajo perdido, esfuerzo vano, porque se pone en lucha y contradiccion con el impulso 1 ia necesidad apremiante y la im­periosa ley de su propia naturaleza, al mismo tientpo que con la voz unánime de la humani­dad. Por eso San Agustin llama al ateo c una especie rara de hombres, rar"m ho11,Í1mm p­mis." (In. Ps. LII.) Luego existe Dios, de quien ha recibido el mismo ateo esta idea de la divi­nidad, y por consiguiente el ateo prueba la existencia de Dios en el mero hecho de negar-

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- 2.¡.5 -la. ¡ pues el si precede siempre al no , y la ver­dad es siempre anterior al error que la niega. c Asi el ateo, al negar a eios, le supone.» (De Maistre, TTe/ad., n , 108.) «En cuanto que lo falso es la corrlipcion de lo verdadero en tanto es necesario que la verdad preceda á lo Cabo.» (Tertull. C. Ma1·c.1 IV 1 4·)

De esta manera, por la idea de Dios , depo­sitada en la conciencia del hombre, el cielo se ha inclinado hácia la tierra, la eternidad hácia lo tempora l , y lo infinito ha hallado. un reftejo en lo finito. Del mismo modo que un solo sol hace brillar su imigen en millones de golas de roclo, r.si Dios se refleja en los millones de espíritus humanos. El hombre lleva en sí , con esta misma idea , algo celestial y eterno , y fun podriamos deci r , el cielo y la eternidad misma,

« Existe aquel conocimiento ordenado por Dios i los delfios de que la inteligencia se co­nozca. á sí misma y se sienta unida con la mcn­t_e dh .. · ina, de lo cual se origina una alegría in­cxtingui�le.» (Cicer., IJ"· Tu.mú., v, 25.)

• La idea de Dios es la vida , el alma de su alma ; no puede, por tanto , permanecer muer· ta é infecunda en aquélla. La idea de Dios está

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_ ,.. _ viva en el alma del hombre, brota, se desarro­lla y se levanta, como se levanta el gérmen, gradas al impulso que en éste yace de com•er­tine en flor. La ftor que nace de la idea divina, la que ha sembrado el celeste Jardinero, segun la expresion de S. Aguslin , en el alma huma­na, la confirmacion prictica de esta idea es la religion (1) .

« La religion es el modo de conocer y de dar culto á Dios.» (Tom. n, n , cu. 1.xxx, a. 1 . ) Es, pues, natural que la religion se manifieste en el espíritu del hombre desde el momento en que se apercibe de la presencia de esta idea di­vina en su interior, desde que tiene conciencia; lo cual tiene lugar desde los primeros albores del desarrollo intelectual. Por eso el hombre es naturalmente religioso desde la infancia , y casi Do tiene necesidad de otro maestro que la

(r) La palabrn t•t/igiM se deriva, segun Ciccron, de o·tkl{t7t. e Que euminascn con atendon y como si dijé­n.mo&volviesen ll leer todas las cos.-..s que perteneceD al culto de Dios.�o (Dt 'IMI. Dtor., H, !S.) Segun L:ict.-..neio (I1111. «N., IV, 38). proviene de nliprt, cnluar al holl1· bre con Dios ¡ segun S. Agwtin (Dt tivil. Dti. , x, 3)1 de .,u/iprt; segun Aulo Gelio (Nott. ttll., IV, g), de ,w,;,. flln't, vocablol que destaca particularme:ate el lado a5cl!­tico.

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Naturaleza , pues apénas balbucean sus labios el nombre de Dios , cuando instintivamente se juntan sus manos para orar. Este sentimiento religioso del nh1o se manifiesta siempre que el h.ibito irreligioso no ha emponzoñado toda� vfn su tierno corazon ¡ por donde se ve que es la voz de la misma naturaleza humana, que sale pura y sincera del corazon del niilo. Pues t'inicnmente el necio, segun la observacion de S. Agustin , ha dicho en su corazon : No hay Dios. ( Salm. txxv . ) « Ellos se han corrompi­do y hecho abominables en sus caminos » , es decir , que el excesivo amor del mundo no deja cabida en su corazon al amor de Dios. Las pa· siones son las que corrompen el alma y la cie­gan hasta e! punto de decir el insensato en su corazon : « No hay Dios.» Cuando la atmósfea ra moral de una familia est.i viciada por la ima piedad , se marchita la religion naciente en el alma del niilo bajo este pernicioso influjo, .i la manera que se secan y mueren los gérmenes tiernos , cuando se hallan expuestos al helado soplo del viento Norte. DeSde que se desarroa lla en el cspiritu el pensamiento de Dios, la religion es su consecuencia natural. ¿ Por qué?

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- 248 -Es que Dios se inclina há.cia t:l hombre y le llama : este llamamiento divino le oimos den­tro de nosotros á cad'- instante 1 y le oimos cada vez mas fuerte á medida que prestamos mayor atencion á la voz interior que le expre­sa 1 por lo cual nunca es más apremiante ni más fuerte que en las horas solitarias y tran­quilas , 6 en los dias penosos y sombríos de la vida. Aunque las estrellas estén siempre en el cielo, no las vemos ,' sin embargo, sino despues de llegada la noche; de igual manera , cuando la desgracia ha tendido su sombrfo velo sobre la vida del hombre 1 entónces es cuando éste \"e las estrellas de la eternidad.

¿Y qué es lo que dice esta voz en nosotros? Ella grita como· en el primer dia de la crea­clan : Tú. eres mio (Isaias , xuu, 1 ) : t6 eres mi criatura, hijo mio, mi semcjanz.a. ¿Y no res­ponderá el espiritu del hombre? ¿ Pérmane­. cerá sordo á este llamamiento de Dios ? Cuan­do teneis en vues.tros brazos al hijo de vuestro corazon , cuando fijais vuestra mirada en sus limpidos ojos, y veis retratada vuestra fisono­mia en la suya , no podeis ménos de exclamar con emocion : T6 eres mio, hijo mio , mi viva

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- 2-19 -im:igen. ¿ Qué os responde vuestro hijo? ¿ Cut­les son las frases que primero balbucea? Yo soy tuyo 1 soy tu hijo ; tú eres mi padre 1 res­ponde 1 ó tü ereS mi madre, y os tie{lde sus bracitos con reconocimiento. Hasta aqui ha­beis dado i \"uestro hijo todo, sin que nada ha­yais recibido de el ¡ vida , alimento, en una pa­labra, todo. Habia un contrato unilateral ; pero la respuesta del niño hace reciproco el con­trato y le perfecéiona, porque el nillo ha dado tambien lo suyo. Os da su palabra llamindoos su padre, 6 su madre¡ os da su pensamiento, reconociéndoos por tales , y O!l entrega final­mente su corazon, amindoos como i tales.

Y cuando, al despertar i la conciencia de si mismo, el hombre, que reposa en el vasto seno de la creacion, de Dios , y por decirlo asi, so­bre el corazan dt:l Padre celestial, oye su voz que le dice : TU eres mi hijo, mi imágen ; en­tónces el hombre tambien le re3ponde, y ex­clama con el alma llena de alegria : Si, Dios mio, yo soy tuyo, soy tu hijo, tU eres mi Padre, mi Se1ior y mi Dios. Desde este momento se ha establecido un contrato reciproco entre Dios y su criatura racional. ¡ Hombre 1 Dios por su .

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- 250 -parte le ha dado lo suyo , es decir , la vida y todo lo que tienes , y todo lo que eres, y tú por tu parte le das lo tuyo. Pero ¿ qué cosa propia tienes que puedas darle ? ¿ Tus riquezas ? pue­den serte arrebatadas ¡ ¿ tu cuerpo ? pueden cargarle de cadenas y áun matarle ¡ sin embar­go, tres cosas tienes que te pertenecen en pro­piedad , y que nadie puede arrebatarte¡ tu es­pirito 1 tu corazon y tu palabra, por cuyo me· dio se manifiestan las dos primeras. Tú le das tu alma , reconociéndole, teniendo fe en Él ¡ le das tu corazon amándole, y le das tu palabra suplicándole. Fe , amor , oracion, ¿ qué es esto? En lugar de fe, amor y oracion , pongamos dogma, moral, sacramentos, y tendrémos la esencia, el epilogo de toda la religion.

« La relacion de la criatura con Dios , como con su principio y su fin , relacion esencial y que implica la idea misma de criatura, de­muestra la religion en sf , como ley fundamen­tal y condici(!.n necesaria de todos los seres fi­nitos. El reconocimiento y la confesion de esta relacion y de ,1sta dependencia fundamen· tal por el espíritu inteligente y libre es lo que propiamente constituye la religion: la religion

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bajo el concepto malerial y bajo el concepto formal.» Queda , pues , demoslrado que la reli· gion es la consecuencia necesaria de la idea de Dios , y el espíritu humano está eu posesion de semejante idea de una manera necesaria é in· destructible. La religion , por consecuencia , es tambien necesaria , puesto que forma la reve­lacion más inmediata de la naturaleza huma�a. Así que , áun cuando no se hubiera re\-elado Dios al hombre, áun cuando no hubiera fun­dado por la revelacion la religion positiva, la religion seria todavía la voz de la humanidad, el espfritu se volveria aún hácia Dios, y su co­razon suspiraria por él con la asistencia de este mismo Dios , autor de la naturaleza. Así como la revelacion y la tradicion no son para el hom· bre el medio único y exclusivo de conocer i Dios , asf tampoco son el único fundamento de la religion. La revelacion positiva supone , por el contrario , la religion natural, por lo ménos como capacidad de recibir la religion positiva, como punto de enlace para la obra de la reve­lacion y de la historia. No se hallan de nin­guna manera en contradiccion , como tampoco lo están la naturaleza y la gracia, el libro de la

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creacion y el libro de la Sagrada Escritura, la ley del Sinaí y la ley grabada por la Naturaleza en el corazon del hombre. «La rcligion es po­sitiva de hecho, pero no de necesidad .» (Sua­rez , De gralin, Prolegom. IV¡ Ther. crmtr. Ira- · ditionali'sm., u , 3.) Unicamente se diferencian

' entre si 1 como se diferencia un grado m:is ele­vado de otro ménos elevado en la adoracion y en el culto de Dios.

Los an�guos nos hablan de una misteriosa estatua de Memnon 1 que existía en los desier­tos de Libia. Hallábase silenciosa y muda en medio de aquella vasta y uniforme soledad¡ mas en cuanto aparecía el sol sobre el lejano horizonte del desierto, su primer rayo cae so­bre la estatua, y misteriosos sonidos resuenan en su interior. Tal es el corazon del hombre. La creacion no es para él más que un desierto mudo y melancól ico ¡ pero no bien parle un rayo del océano de luz que existe en Dios, cuando el sol matinal de la eternidad alumbra la vista interior del hombre , sonidos divinos se dejan oir en su alma 1 una santa melodía parte del pecho de la criatura. ¡ Padre nuestro, que estás en los cielos ! ..... El hombre ora.

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- ZS3 -¿ Qué es 1 pues , la oracion ? Para el esPíritu,

orar es respirar la luz, es absorber , como lo hace la ftor , la luz del sol. Orar es respirar el sublime aire vital que con-.riene al alma ; orar es la fiesta del corazon, el festin espiritual del alma¡ orar es la poesía de la eternidad. Hegel ha dicho bien : «Todos los pueblos han mirado siempre la religion como el honor de su vida y , por decirlo así , como el domingo entre los días de su existencia. Dejemos sobre la árida orilla del tiempo todo cuanto despierta en nos­otros la duda y la turbacioñ, los cuidados , las angustias, los limitados intereses de un dia, y asi como desde la elevada cima de una mon­taña , léjos del tumulto y del bullicio del mun­do, contemplamos con inimo sereno los limi­tes del paisaje, lo mismo sucede con la mirada del espíritu ¡ el hombre, libre de la dura opre­sion que le produce la realidad actual, la con­templari sólo como una apariencia ó una som­bra , mas propia para realzar y suavizar que para ilebilitar las claridades y reflejos de esta pura y luminosa region. En esta region del es­píritu corren las profundas aguas del olvido en donde Psique (el alma) , apaga su sed , y

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las tinieblas de la vida se miran desde allí como un simple contorno de sombra , que sirve para realzar la luz eterna. :. (Oó,·., X I 1 5). El cuerpo tiene sus sensaciones, el corazon sus senti­mientos , la voluntad sus deseos, la inteligen­cia su pensamiento; pero sobre las sensaciones del cuerpo, sobre los sentimientos del corazon, sobre los deseos de la voluntad y sobre el pen­samiento del espirito, está la oracion ; pues ésta abarca i todo el hombre, todas las facul­tades del alma se reunen en ella, y en la ora­don se abren y se desbordan todas las fuentes del hombre 'interior, por eso no hay medio de cultura intelectual más universal, más eJevado y mú eficaz que la religion. Ella .wla ofrece la posibilidad de una cultura armónica 1 porque desarrolla de una manera igual el espirito, el corazon y la voluntad. La oracion es un acto de todo el hombre, su acto más elevado, su vida propiamente dicha , su vida más intensa¡ es un fuego sagrado que purifica toda su vida, una luz brillante que esclarece toda su conduc­ta, el fundamento y el centro de gravedad de todo su sér. El que no ora no vive ; no hace mis que vegetar¡ el que ora mal, vive mal. Po-

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drá un alma estar dotada de los más ricos do­nes 1 pero si no ora se asemeja á un rostro hu­mano cuando no está iluminado por el sentido de la vista. La piedra no se mueve¡ es, pues, inferior i la planta; la planta no siente , luego es inferior al animal; el animal no piensa, lué­go ocupa un lugar inferior al hombre, y el hombre que no ora , es inferior al que ora. El espfritu del sabio que no ora con toda su sa­biduría 1 es infinitamente inferior al de la sen­cilla mujer que ora. Porque la oracion es el grado mis alto que puede alcanzar una inteli­gencia ci-eada, toda vez que la eleva i un lugar muy próximo á Dios , y la coloca en la cor­riente de las ondas eternas. Se puede decir , sin temor de equivocarse, que si el hombre siente, si piensa , si existe, es únicamente para orar. e Aquéllos solo velan ¡ oh Dios mio ! que pien­san en vos y os aman. Todos los demas están dormidos, suenan y se prendan de sus fantas­mas , Vos sólo sois la realidad. Los que no han sido devotos no han tenido jamas el alma tier· na.• Qoubert , Petmmz. y mtix. , 11 1051 107). Y si no , ¿ para qué existe el hombre? Vive en el tiempo, pero el tiempo es un torrente que le

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- 356 -arrastra al océano de la eternidad. Pues bien, anegarse en la eternidad no es otra cosa que orar . . Cuando la verdad conocida trasporta el ánimo, cuando el amor arrastra el · corazon, cuando la inteligencia del Altísimo ele\•a el es­píritu á. la mayor altura que llegar puede 1 y cuando el amor de lo infinito conmue\·e el co­razon de una manera infinita é inexplicable, entónces extendemos Jos brazos para asir esa cosa inexplicable : oramos. El hombre ora por impulso de su propia naturaleza; y áun cuan­do Dios no hubiera hecho una obligacion de la oracion, el hombre eraria. Por más que me diga la sofistica de la impiedad : ¿ Por qué oras? ¡ trabajo inütil ! entre Dios y tú hay un abis­mo que no puede salvar tu oracion ; i pesar de todo, mi corazon ora. Y áun.,cuando se me di­gera de nuevo : ¿ por qué oras? Dios es dema­siado grande para escucharte á ti 1 gusano de la tierra, átomo perdido en la inmensidad del universo; á pesar de todo, mi corazon ora.

Yo creo, ¿qué digo ? Yo sé que Dios me mira, qne Dios me oye, precisamente porque soy tan pequeño, tan insignificante en comparacion suya. ¿ Por qué esto? Veámoslo.

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- 2S7 -¿ Negariais á un ni no hambriento y escuálido

el pedazo de pan que os pidiera ? No , y segura­mente que le dariais más de lo que os pidiera. Si el pajarillo que en el invierno revolotea á vuestra \'entana pudiera hablar y os dijera: dame una migaja de tu mesa , ¿se la negariais al pebrcci to? Si el gusano que se arrastra á vuestros piés en el. polvo pudiera deciros: no me aplastes, hombre, tú eres demasiado grande y demasiado fuerte, y yo no soy más que un miserable gusanillo de la tierra, ¿ no tendriais compasion de tan débil criatura ? Pues bierÍ: i los ojos de Dios , el hombre es el nitl.o escuá­lido , el gusano de la tierra abandonado.en la apariencia, y él precisamente por ser tan infi.:. nitamente pequeño, dirige su oracion al in­finitamente grande, que se apiada de nosotros en razon de su infinita bondad y de nuestra infinita miseria (S. Tom., l . c., cu. xxr, a. J.) ; porque la compasion crece en razon directa de la debilidad. «No puede suponerse, que toda la humanidad se hubiera extraviado hasta el punto de invocar á la divinidad en todas par­tes , si no tuviera certeza de que Dios concede grandes beneficios 1 y en tiempo opol"tuno á

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aquéllos que se los piden. » (Séneca, De Bene­jicir"s, w, .¡..) Hé aquí por qué en las mejores épocas de los pueblos clásicos la oracion ocu­paba un lugar importante en la vida , así pú­blica como prh•ada, al punto de ser insepara­ble , no solamente de las ceremonias religiosas, sino de todos los actos importanles, y áun de todas las acciones diarias y comunes. De aquí proviene que las lenguas griega y latina, como la sanskrita, sean tan ricas en expresiones para significar la oracion : «.}reces, prccati'o , com­

prccali'o, canncn, salttlatio, itwocah"o, stt.ppli'ca­

h"o »/ C(lrd, ctljé, litc , cuj'm·t"slia , prosódós,

6rosh-ojC1 etc. (Lasaulx , Eshul_t"os, 139.) Entre los griegos todas las reuniones públicas, todas las Campanas, todos los combates, todos los juegos, hasta los del teatro, se abrian con la oracion. «Al principio de la comida debe todo hombre virtuoso alabar á. Dios , darle gracias con un corazon puro y suplicarle que nos con­ceda la fuerza que nos es neces.aria para hacer el bien , pues tal es nuestro deber.:eo (Jcnófanes, .Fragm. , xxr , 1 3 , en Ateneo, xr , ¡.) Entre los romanos hallamos igualmente mezclada la práctica. de la oracion en todos los ejercicios de

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la vida privada y pública. Así , Valerio Má­ximo (t, 2 1 2) cuenta de Escipion el Africtmo qne jamas acometía una empresa que tuviera alguna importancia sin haber primero orado algun tiempo en la capilla de Jüpiter, del Sta­lar w·hi's el i111perii. Con el oivido y el descuido de la oracion va tambien unida en estos dos pueblos la decadencia politica y moral. «Lo me­jor que .puede hacer un hombre .,.·irtuoso, en bien de su vida, es ponerse en relacion contf­n"ua con-los dioses por medio de las oraciones y de las súplicas ¡ todos los que obren con re­flexion deben, ántes de todo , invocar á Dios al principio de toda empresa, asf pcqueila como importante.» (Plat., Ley IV, 356¡ Iii11.1 u.)

Resumiendo estas consideraciones, dir(:mos que la primera palabra del espíritu creado es la oracion 1 es deci r , la religion 1 puesto que aquélla no es más que la expresion· de ésta , el acto principal y primero del hombre, Que esta­blece un comercio recíproco entre Dios y el alma humana. Constantemente baja Dios has­ta el alma y desciende la vida del Creador á la criatura, y ésta se eleva sin cesar h:icia su Creador para beber la vida en su fuente eter-

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- 26o -na. La religion es un puente echado entre el tiempo y la eternidad , y sobre el que se en­cuentran Dios y el hqmbre. El hombre sube, Dios baja , la criatura implora un socorro que Dios la concede, el cielo y la tierra vienen á encontrarse. Por eso la religion es la campa­nera fiel y constante del hombre á. traves de la vida , y forrr.a la sólida base sobre la que se eleva el hombre interior. Los pensamientos más profundos 1 los sentimientos más vigoro­sos son los pensamientos y los sentimientos religiosos.

Ahora bien : lo que es verdadero respecto al hombre, lo es tambien respecto á. la humani­dad , porque la humanidad no es otra cosa que el hombre colectivo¡ por eso los más antiguos pensamientos de la humanidad son los pensa­mientos religiosos. La humanidad es esencial­mente religiosa, la religion es una ley de la humanidad 1 su fuerza motriz. La Historia nos lo demuestra. Allí donde hay hombres hay tambien religion. Alli donde respire un miem­bro de la especie humana , respira tambien un alma, y el alienlo del alma es la oracion. La piedra del altar 6 el aTa en donde sacrifica á. la

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- 261 -divinidad , ha sido en todo tiempo la piedra fundamental de los pueblos y de los imperios. Asi lo reconoció ya Plutarco (.A.dvcrs. colol.,

3 1 ) �uando dijo : «Podréis hallar ciudades sin murallas , sin casas, sin gimnasios, sin leyes, sin moneda y sin letras ; pero un pueblo sin Dios, sin oraciones, sin pensamientos, sin ri­tos religiosos y sin sacrificios , nadie le vió ja­mas. » « No hay nacion alguna , por feroz y salvaje que sea , que , áun cuando no sepa á qué Dios deba adorar, ignore que debe adorar á uno • , ha dicho tambien Ciceron (1) .

Por eso la historia más antigua de las na­ciones es al propio tiempo, l a historia de la re­ligion. Las palabras Cl�llo y Clliúu-a, 6 civiliza­cien , que se refieren á la misma raiz verbal, tienen tambien un origen comun en el santua­rio de la fe religiosa. Los pueblos que han re­nunciado á sus creencias religiosas y tradicio­nales, así como al culto de la divinidad 1 no h:m tilrdado en decaer de la cultura inlclcctual y moral, de la que es condicion esencial el culto. Tales pueblos se han hecho salvajes , y

(!) J.cy r, 2.¡..-Véase l;� opinion de los anliguos sobre �sle particular en Fabrido, Bi/Jiognifia anligu11 , so.¡..

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á medida que se ha relajado y alterado la re­ligion entre ellos, se ha hecho más profunda su decadencia intelectual y moral. El indio, que conserva una nocion más pura de Dios que el negro, adorador de un fetiche, tiene tambieñ. sobre él una reconocida superioridad en todas las demas cosas de la vida.

« La t.1.rea que el porvenir reserva á la His� toria será el demOs

'fi:ar por qué catástrofes los

pueblos reducidos en el dia al estado salvaje han sido violentamente Separados del resto del mundo , y cómo por la dispersion y el ais­lamiento han ido decayendo poco á poco de su primitiva civiliza.cion y perdiendo todos los medios de cultura adquiridos , para venir á parar á su estado actual. Yo tengo por- cosa cierta que el estado de civilizacion ha sido el punto de partida de la humanidad , y que los primeros estados, las ciencias , la rcligion , las letras y las artes nacieron el mismo dia, ó me­jor dicho , no forman sino un todo, se impli­can mutuamente , de suerte que tales cosas en su origen , n i estaban separadas ni potlian se­pararse, y lo mismo sucederá el dia en que ha� yan llegado al apogeo de su desarrollo.» (Sebe-

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- 263 -Uing, Lccci'oues , 16¡.) « Muy léjos de ver, con Roussea.u y &us adeptos, los principios de la humanidad y las bases del contrato social en el pretendido estado natural que se cree hallar en los pueblos salvajes, no podemos ver n i re­conocer en éste otra cosa que un estado de cor­rupcion 1 degradacion y decadencia. » (Schle­gel , Filos. de In Hi'st., 1 1 4ft.) Así vemos que el politeismo y el culto de los idolos no han aparecido, como hoy está demostrado, sino muy tarde en el mundo. Segun la declar.lcion expresa -de Plutarco, Pitágoras ensenaba que el primer sér no es perceptible para los senti­dos , n i estaba sujeto al sufrimiento, sino que es invisible , increado, espiritual; y N urna ba­bia prohibido á los romanos que fabricasen imligcncs de Dios que se asemejáran á los hom­bres ó á los animales. ( Vida de Nttma , vm,

6;:; Zonaras , vn, 2.) Efectivamente, parece lo mis probable que esle pueblo no tuvo ningu­na im.tgen pintada ni tallada hasta el aiio 170

de la fnndacion de Ron1a ; crigia templos y oratorios, pero no fabricaba ninguna repre­sentacion mal erial de Dios , persuadido de que Dios es sólo visible por el pensamiento. San

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Agustin enseña lo mismo, apoyindose en Var­ron , y ai\ade que los primeros · qu� erigiero11 Jdolos abolieron el temor de Dios 1 enseñando al pueblo el camino del error, (August. De ci'vit.

Dei, JV1 31 ¡ Arnob., VI1 24- ) Segun Luciano, no babia tampoco ídolos en los templos de Egipto (De Syr. Dea, 3 ) 1 y en tiempo de Tá­cito se honraba á la divinidad sin templo y sin imágen sobre el monte Carmelo. (Hi'st., n, ¡8.)

Un culto semejante se tributaba á Melkarth en Gádes (Silitts !tal., 1 1 1 1 301 31) y de los an­tiguos persas se sabe tambien que sacrificaban simplement� sobre altares, erigidos en la cima de las montañas 1 sin tener templos ni imáge­nes. (Herodot., 11 3 1 ; Strab., xv, 3 i Jenof. Cyropcd., vm, ¡.) Tácito atesligua otro tanto respecto de los gcrm:mos, y hace notar que hallaban indigno de la grandeza divina que­rerla encerrar en templos de piedras, ó re­presentarla bajo forma humana. ( Germa,,, 9; Lasaulx, l. c., 1 10.) Al decir de Herodoto, los pelasgos ofreciitll á los dioses sus sacrificios y sus oraciones 1 sin darles nombre, adorándoles como ordenadores del mundo y dispensadores de todo bien. ( FRs/1k . . n, 52.) Eusebio ( Pra:-

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par. eoat,g., XIII , 1 3) cita" un pasaje de Sófocles en el que este poeta presenta la unidad de Dios , selior del cielo y de la h"erra , como tn'a

doctn;ur atzh"gren y vcrdndna ( 1) . «Segun mis observaciones, el sistema anti�

guo que hacía de la mitología pagana una alte­racion de la verdad confiada al pueblo de Dios, era en el fondo mucho mis exacto que la opi� nion de los que quieren haliar en Homero la religion primitiva de los griegos, y de un modo análogo la deotrospueblos.:t (Creuzer, Sim.b.1 IV1

pról. 1 .• cd.) « Cuanto más estudio la historia antigua, mayor es mi convencimiento de que los pueblos civilizados han comenzado por el c;tlto de un sér soberano ; que posteriormente el espect;iculo maravilloso que ofn.'Cian las fuerzas de la Naturaleza introdujo primero el politeísmo, y acabó por oscurecer enteramente la idea pura de la verdadera religion en la con� ciencia popular.• (Schlegel, Mit. cgrp. de Pri�

chard, pról., xvr.) «Et monoteismo es la fornia que la fe ha revestido desde su origen, y el po�

(1) Vlase lo que la Biblia enscf•a sobre el particular: Genes., XII, 7 ; XIII, .¡. ; X\'III, 2 1 , 33; Dan,'.IV, 3 1 i Jon., 3i Estber, XVI, 1 6 ¡ XVIII, 21 ¡ Mo1-crs¡ f.tn Fenie. , 1, 16S.

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liteismo es una alteracion nacida de esta for­ma primitiva.» (Grimm, Mi'l. nlem., prólogo, r.xvr.) Otfried Müller concede igualmente la prioridád al monoteísmo. ( Orclronwzos, 457 .)

«Donde quiera que persigamos el desarrollo de una religion , desde los primeros albores de su existencia la encontramos áun libre de esas manchas y aberraciones que más tarde la des­figuran.» (M. Müller , Cki'fls., xxm. ) Bohlen afirma lo mismo con respecto á los persas. ( Attl . .lmit"a, 1, 14�.) Por lo que hace á los egipcios, véase Maury, TrabaJos modcnzos sobre el Egljto. (ReviSta de Ambos Mrmdos, 1 8 55·) En el Shu-King de los chinos , en los himnos del Rig-Veda , eft el Shruta , conta­do entre los más antiguos monUmentos de la doctrina brahmánica, y en el Zendavesta, el monotdsmo aparece tambien de una manera evidente. (Histo1·. de lt1 n11t. lit. sanskr. de Max Müllcr, ÚJ5 pueblas irmlifM y Zoroastro, 3-7.) «En el principio, se lee en el Rig-Veda (x , X I : Diestel, Amrario de Teologia nlt:11umn1 186o , 694 ) , no babia ni algo ni nada, ni el cielo brillante, ni la bóveda del firmamento . . . . •

¿ Qué cubría 1 qué ocultaba el Universo? ¿ qué

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- 267 -el abismo? •.... El que es solo y lmico alentaba sin aliento en si mismo ¡ ningun otro existia con él ..... Un deseo se formó en su espfritu y ésta fué la semilla creadora de todas las co­sas ••••. ¿ Quién sabe el misterio ? ¿ Quién diri. de dónde ha salido en un momanto la pleni­tud de la Creacion? Los dioses mismos tuvie­ron origen más tarde. ¿ Quién sabe de dónde ha venido este gran todo? El solo de quien ha salido el universo creado. •

Cuando el cuerpo siente hambre se le da un alimento que la satisfaga , pues sólo asf puede vivir. Pero la humanidad entera tiene hambre, se halla hambrienta de Di0!11 es necesario, pues, que haya un alimento propio para saciar á la humanidad ¡ éste no es otro que la verdad di­vina, porque el hombre no vive de solo pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. ( S . . Mal., IV , 4·) La religion , ó la union del hombre con Dios, es este divino alimento. Ella nutre al espíritu de ideas divinas y satis­face la sed del alma con sentimientos de la misma especie. A la manera que el rocío riega las Rores, y éstas, alimentadas por aquél , ex­halan su más Intima esencia en perfumes, del

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mismo modo el hombre exhala en la oracion lo que hay de más intimo en la vida de su al· ma. Y �te es el sacrificio que se eleva desde la tierra hasta el cielo,'como suavísimo aroma , y cual nubes de incienso que millones y millones de almas dejan escapar de su abierto seno.

Paseibase una tarde i la orilla del mar un hombre, que es una de las más grandes figuras de la historia ; el sol iba descendiendo sobre el lejano horizonte¡ San Agustin, pues era él, mi­raba con ansiedad y meditaba; i su vista se desplegaba el mar en toda su grandeza con el mugido majestuoso de sus olas: « ¡ Oh, mar!­exclamó-¡ Oh , Naturaleza ! ¿ Eres tia mi Dios? ¿ Puedes tú dar la paz á mi alma ? »- Hé ahi la rdigion de la vida natural, la divinizacion de Ja materia 1 el culto de las fuerzas naturales ba­jo la antigua forma que nos ofrece el politeis­mo; hé ahí el materialismo, en una palabra, llamado en otro tiempo paganismo, y que en el dia ha tomado el pomposo y falso nombre de cimci'a , pero que en el fondo es siempre el mismo , cualquiera que sea el nombre que to­me¡ hó ahí el materialismo, que no reconoce otra cosa que el placer natural, material y sen-

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- 269 -sual, y que se nos predica en la actualidad en ta�tas obras cientlficas y literarias. El placer, y lo que es su condicion necesaria , el dinero, hé ahí su Dios ; ganar dinero y gozar, hé ah! su rel igion. Pero las olas continuaban mugien� do, y le parecía que al pasar le decian estas pa­labras : « Busca más allá de nosotras, no somos tu Dios.• No somos tu Dios, ni lo son tampoco el oro, ni los placeres, ni la Naturaleza toda¡ no somos más que criaturas suyas , no podriamos dar la paz á tu corazon ¡ busca más arriba 4 tu Dios, búscale más arriba. « Pues todo esto es lo que amo cuando amo i mi Dios ¡ pero ¿ qué vie­ne á ser esto? Yo pregunté á la tierra, y respon­dió: No soy yo eso. Y cuantas cosas se contienen en la tierra me respondieron lo mismo. Pre­gunté al mar y á los abismos, y á todos los ani� males que viven en el agua , y respondieron: No somos tu Dios 1 búscate más aniba de nos­otros. Pregunté al aire que respiramos , y res­pondió todo él con los _ que le habitan : Anaxi­menes se engafla, porque no soy tu Dios. Pre­gunté al ciclo , sol , luna, estrellas, y me dijeron: Tampoco somos nosotros ese Dios que bus­cas. Entónces diie á. todas las cosas aue por

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- :1.70 -todas partes rodean mis sentidos: Ya que todos vosotros me habeis dicho que no sois mi Dios, decidme por lo ménos algo de Él¡- -y con una gran voz clamaron todas : :Él es t:l que nos ha hecho. Esta verdad es la que me dice : no es tu Dio.� el cielo, ni la tierra, ni todo lo demas que tiene cuerpo. La misma Naturaleza de las cosas corporales, á cualquiera que tenga ojos para verlas, le está diciendo: Esto es una can­tidad abultada 1 y c!sta precisamente es menor en L"l parte que en el todo. De aqui se infiere que tú, alma mia, eres mejor que todo lo cor­póreo , porque tú animas e¡¡a abultada cantidad de tu cuerpo, y le das la vida que goza, lo que cuerpo ninguno puede hacer con otro cuerpo. Pero tu Dios está tan léjos de ser corpóreo que, áun respecto de tí 1 que eres vida del cuerpo, es Dios tu vida-. ( August. Cotif. , x, 6.)

Entretanto se ha ocultado el sol , y millares de brillanteS estrellas resplandecen en el azu­lado :firmamento. San Agustin dirigió sus mi­radas hácia los esplendores de la noche, y ex­clamó : «Y vosotras 1 estrellas del cielo, ¿ sois mi Dios ? ¿ Podeis dar la pal! á mi corazon ?, Tal es la re1igion de la estética, el culto de lo

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- 271 -bello en la poesía y en el arte , la divinizacion de la forma , única capa� , al decir de algunos, de curar los. dolores de la vida. Oigamos un ejerpplb de. esta supersticion artística: « Los siglos pas.'\n , los a1ios se dcsli1.an rápidamente, los grados de la vida suben y bajan. Nada tan durable como el c.1.mbio , nada tan conslanlc como la muerte. Cada lalido de nuc�tro cora­zon nos ocasiona una herida, y nuestra vida estaria sangrando siempre si no fuera por la poesía ( ! ! ) »-. ( L. Borne.)

Mas hé ahí que resonó una admirable armo­nía de entre la inmensa multitud de estrellas, y el santo escuchó una voz que le decia : « No somos tu Dios , somos únicamente sus criatu­ras ¡ todas las bellezas creadas no contentarán jamas tu corazon ¡ busca más arriba i tu Dios.» Entónces le buscó mas alto; su mirada pene­tró hasta los espfritus que se sientan junto al trono de Dios, y les dijo : Y vosotros, espíritus sublimes, ¿sois mi Dios ? ¿ Podeis dar la paz .i mi corazon? Este es el cultO del genio, que una escuela filosófica muy conocida nos sefiala co­mo el único que debe formar la. religion del porvenir. «A la manera que los antiguos poetas

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hasta Shakcspeare, Moises y los profetas, has� ta Jesucristo, forman una generacion de genios religiosos que van subiendo progresivamente.» (Strauss, Cucstim1cs , m, 72.) A lo._que Rosen­kranz responde con razon : « La especie de idc­latria que practica nuestro siglo bajo el nom­bre de culto del genio , no es sino el reverso in­consciente é irónico de su ateismo para susti­tuir al hombre en el lug'ar de Dios , 6 bien la nece2idad que se impone al hombre ·de poseer lo divino en el' estado de persona.» ( Di'an'o, 263.) Pero de aUí tambien partió una voz que decia : «No somos tu Dios , somos sus criatu­ras ; todos los poderes espirituales son obras suyas, no podemos satisfacer tu corazon, busca. más arriba á tu Dios , bUscale más arriba.» En­tónces su alma se remontó todavía m.is arriba, sobre toda la Naturaleza y todos los espíritus, sobre la creacion toda, hasta el lrono de Dios. Y allí ya no renovó su pregunta : ¿ eres tú mi Dios ? sino que le adoró y la paz penetró en su corazon, paz completa y llena de dub:ura, como la que sigue á una gran tormenta, y dijo: «Mi corazon ha estado inquiéto hasta que ha des­cansado en Tí. Sólo Tú le has dado la paz, por-

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- 273 -que Tú eres mi Dios1 y en Tí encuentro el re­poso eterno.:. « Porque á cualquier parte que se vuetva el corazon del hombre ha de tener que padecer do1ores1 si no es que se vuelva há­cia. Vos ; aunque se abrace con las criaturas m;is hermos� que están fuera de Vos y fuera de é11 ellas no tuvieran sér alguno si no le hubieran recibido de Vos : ya nacen1 ya mueren ¡ nacen como que comienzan á s�: crecen para perfec­cionarse 1 y despues de perfectas envejecen y acaban , pues todas las criaturas se envejecen y todas se acaban. De modo que, cuando nacen y caminan i ser1 cuanto más aceleradamente cre­cen para lograr el lleno de su sér, tanta más priesa se dan para no ser. Este es el modo pro­pio de su sér y naturaleza.:.

« Alábeos por estas cosas mi alma1 Dios mio, Creador de todas ellas; pero no sea de modo que por los sentidos del cuerpo se quede con apego y algun amor á ellas. Porque van es­las cosas caminando sin parar hácia el no sér1 y despedazan al alma con pestilentes deseos de existir siempre y descansar en las mismas co­sas que ama. Pero en estas cosas1 transeuntes y sucesivas, no tiene el Rima en donde parar y

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- 274. -desca.n�ar 1 porque ellas, como no paran, huyen ; y ¿ quién es capaz de seguirlas con los sentidos corporales ni de retenerlas tun cuando están más presentes?

« No quieras, alma mia 1 hacerte vana , si­guiendo la vanidad, cuyo ruidoso tuñmlto hari ensordecer los oidos de tu corazon. Oye tú tambien al mismo Verbo eterno, que clama y te da voces para que_,Vuelvas á él·, dónde está el lugar de tu quietud inalterable ·en que nun­ca el amor se verá dejado ni despedido si él mismo no deja ó se despide primero. Atiende i la mudanza de todas las criaturas, que unas dejan de ser para que en su lugar sucedan otras, y así conste de todas sus partes, sucesivamente, este inferior universo. Por ventura , dice el Verbo divino 1 ¿ yo me alfseoto 6 ·me mudo ! alguna oti-a parte?:. (Augul. &mj., Jv1 to, I I .)

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CONFERENCIA NOVENA.

l'UND.-\Mil:NTO Y ESI!NCIA DI!: LA RIH.IGIOX.

Hay una palabra que resume todas las aspi­raciones del hombre¡ que satisface 10 inteli­gencia, elevándola de un modo adrÍiirable; que refrigera su corazon y le nutre con el aliment'o del amor¡ qllf!ta:.procura verdad y luz, vida y dicha. HltJ. tiiat' �abra , palabra bendita , su­blime, ú.Dka� expresar todo aquello que se apodtri. del hombre hasta lo más intimo de su sér y de la man� más poderosa, desde el sencillo nillo , cu�inteligencia apénas se ha ab¡erto á la vida , h11sta el pensador consuma­do, i quien son familiares los arcanos de la ciencia. Esta palabra es la religion. Invesligue­mos , pues , en la presente conferencia, :1. la luz

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de la considcracion que acabamos de hacer, cuál es el fundamento y la esencia de la reli· gion.

¿ Cuál es el principio de la religion? ¿ Sobre qué descansan y se fundan su necesidad y su importancia ? La religion tiene su fundamento en las últimas profundidades del espfritu hu· mano. N ucstro entendimiento no percibe nin· guna verdad ántes que ella ¡ los hechos inme­diatos de nuestra conciencia y las leyes de nuestra razon hacen referencia 4 ella como á una cosa necesaria. Porque todo viene de Dios. (Rom. , xr, ·36 . ) Este axioma fundamental de toda verdadera filosofía, este primer articulo del símbolo cristiano , esta primera palabra de la Sagrada Escritura, es tambien el primer axioma , el principio fnndamental y el pensa­miento capital , ó mejor dicho, el alma de la religion. Examinemos esto con más deteni­mi�nto.

« E� el pril).cipio creó Dios el cielo y la tier­ra. • ( Gt!ncs., r, I .) Él es el creador; por consi­gllientc, Él es el Setior, el Dios que, del seno de su grandeza inmensa y de su majestad in­accesible, derrama sobre el mundo, que ha he-

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- 277 -cho y al que gobierna, torrentes de luz y de vida ; el Dios de amor, cuya santa y eterna voluntad reina desde el Oriente al Occidente, y en toda la duracion de los siglos. Del Sef1or es la tierra y todas las cosas que en ella habi­tan ( Sa/m. xxm , I ) ; porque Él la ha creado, y toda criatura es propiedad de su creador, del mismo modo que una estátua es propiedad del artifice que la ha esculpido. Por eso la criatura inteligente, el hombre, es , como todas las de· nlas criaturas, propiedad suya ¡ y aunque sea un sér libre y Dios le haya dejado en mano de su propio consejo t el hombre, sin embargo, pertenece á Dios , á. sólo Dios, y nada más que á Dios, necesaria y eternamente.

Dios dejaria de ser Dios si pudiera renunciar por un solo instimte á su derecho de prGpiedad sobre su criatura ; por eso el hombre, en todos los instantes de su vida , es su siervo y sllbdi· to, igualmente que todos los demas seres de la creacion. La creacion ha dado al Creador un derecho eterno, inalienable, sobre toda cria­tu¡·a á quien se ha dignado llamar á la exis­tencia, porque ésta lo tiene todo de Dios, como á titulo de fe11do , el sél' y la vida, las

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- 278 -facultadcs de su ahna.J las fuerzas de su cuer· po, el amor que hay en su coraoon, toda la actividad de su voluntad , por !9 cual pcrtene· ce á Dios , imicamentc á Dios ; toda vet. que de Cl le \"icnc hasta el menor aliento. c Te he llamado por tu nombre , tú eres mio » (Isafas, XLIII, 1 } , dice el Seaior el pri�er dia dd la crcacion , y todos los ecos del espacio y de los mundos repiten el sonido de su voz, y esta palabra respena de eternidad en eternidad. El hombre, en

.el corto esp.tcio que dura su vida,

puede despreciar y hollar bajo sus plantas esta ley fundamental de su existencia; puede muy bien separarse de Dios , que es el centro de su vida , á fin de buscar en sí mismo el centro y el fin hácia el que hará converger todos los rayos de su actividad , á la manera_ que el pla· neta puede s.tlirse de su órbita y huir léjos del sol divino, á cuyo rededor gravita, desde don· de tal vez despida un resplandor pasajero y fugaz¡ pero, separado de aquél que es la luz, caerá infaliblemente en la eterna noche, sepa· rado de la fuente de la vida, para precipitarse en ia muerte eterna. Pues lo que es el sol en el mundo visible de los cu�rpos, dice San Gre·

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gorio Nacianceno refiriéndose ;i una frase de Platon, lo es Dios en el mundo invisible de los espirilos. ( De Rf'jm!Jiic., \'I, soS.) Todas las criatura:>, de quienes� el hombre -ha he­cho sus ídolos, ante las que se ha prosternado y a quienes ha adorado en lugar del verdade¡p Dios vivo, ledas deben caer en el polvo , su­mergirse en el eterno abismo y perecer para siempre. Pel"O sobre las ruinas del mundo re­sonar! incesantemente esta gran palabra : «Yo soy el alfa y la omega, el principlo y el fin .. (Apocal. , I, 8 ) , y de buen ó mal grado reco­nocer! el prevaricador a su Dios ¡ y la mano de hierro de su justicia se apQderar! del fugi­tivo , porque se halla encerrado dentro del cir­culo del mundo creado y finito, circunvalado de una barrera que ninguna criatura puede franquear.

De esta manera toda criatura est!, por su naturaleza, bajo la dependencia de Dios : es su sierva ; por lo cual la Sagrada Escritura definió ya al hombre justo y perfecto, llamán­dole siervo de Dios (lsaias, Lm1 u ) ¡ por eso el deber eterno, necesario, imprescriptible del hombre es el servicio de Dios , la rcligion.

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« Toda criatura, dice San Cirilo de Alejan­drfa, es, como tal, sierva de Dios.» (Jn Joan. xv, 9, 10.) « Por la rc:ligion no hacemos más que dar á Dios lo que le es debido.• (Smna, 11 111

c. LX , a. J . ) • Todo viene de Dios y todo está en Dios. La

palabra omnipotente que pronunció el Crea­dor el primer dia , no ha cesado de vibrar¡ ella continúa resonando y resonará hasta el fin, sosteniendo y conservando el universo. (He!J,·., 1, J.} Dios es creador y conservador ; pues la criatura, no teniendo en s[ misma la vida, está suspendida constantentente de Dios, pdn­cipio de su vida, porque la vida de Dios es la fuente en la que todo lo crc:::ado bebe incesan­temente la vida. Todo lo que vive y se mueve, vive y se mueve en Él y por Él. Somos soste­nidos de una manera constante por la Divini­dad , que nos compenetra, que se halla mis próxima á nosotros que nosotros mismos ¡ en ella vivimos, en ella nos moVemos, en ella existimos. (Acl., X\'111 28.) « El sér de una cosa es lo que tiene de más intimo, mas esto lo ha recibido de Dios ; por consiguiente, Dios está en lo más íntimo de todas las cosas.-.. (Smn., 1,

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c. vm, a, 1 . ) cEI sér de cada criatura de­pende, en efecto, de tal manera de Dios, que ninguna de ellas podria subsistir siquiera un instante, y volveria á caer al punto en la nada, si la operacion de la virtud divina no la con­servára en su sér, sosteniéndola sobre el abis­mo .de la nada .» (Ibid., 1 1 cu. CIV 1 a. 1 . ) Dios es el centro de toda vida, el fundamento y L'l raíz de toda existencia¡ en Él se halla toda verdad 1 toda felicidad¡ Él lo anima todo con su aliento, y si é�te faltára Cl mundo se redu­ciría á polvo. (Salmo cm, 29.) e De que exista­mos ahora no se sigue que existamos un · mo­mento dcspucs, á no ser que alguna causa, á saber, la que nos ha producido, continúe pro­duciéndonos, es d·ecir , conservándonos. Y nos­otros conocemos fácilmente que no hay nin­guna fuerza en nosotros, en virtud de la que podamos subsistir ú conservarnos un solo ins­tante.• (Descártes, Pdna'p. de Filos. , 1 1 21 ¡ Leibnitz, Toodicca , m, 385.)

La criatura sin Dios es semejante al arroyo sin origen, al vástago sin raíz, al cuerpo sin alma. El hombre , por lo tanto , no deja un solo instante de ser la propiedad de Dios , ni

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- 282 -hay un momento de su vida c¡ue no le sea deudor ¡ todo su tiempo y cada minuto de su tiempo le pertenecen a Él, SeiiOr y Creador del tiempo ¡ y el deber del hombre dunnte toda su vida es scr

.vir á. Dios. Dios posee un dere­

cho sagrado sobre cada uno de los pensamien­tos de su espíritu 1 sobre cada latido de su co­razon, sobre todos los movimientos de su ma­no, de igual manera que tiene el amo dere_cho sobre todo el trabajo de su criado, el labrador sobre los frulos de sus campos y el jardinero sobre todas las flores que crecen en su jardin, desde los primeros botones de la priman:ra hasta las últimas hojas del otoiio. Todo lo que hay ,en el hombre pertenece á Dios , desde la primera mirada de su espírilu en la infancia, hasta el último pensamiento que fcirma Clt su lecho de muerte ¡ de manera que en la vida humana es necesario que�todo se refiera .i la religion 1 como á la razon permanente y capi­tal que determina todas las cosas. Entiéndase que hablamos de la religion en general, y lo que decimos aquí conviene igualmente á la religion natural 6 racional que á. la retighn sobrenatural, revelada 6 positiva, como quiera

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- 283 -llamársela. L1 diferencia entre una y otra con­siste en que la primera toma la relacion de Dios con el hombre, tal como result."l 6 debe resultar de la aplicacion de sus facultades na· turales, al paso que la religion sobrenatural positiva aporta un conocimiento de Dios que excede las fuerzas naturales y propias del en­tendimiento, así como tambien un principio de accion más elevado que la voluntad pura­mente humana , en virtud del cual se hace ca­paz el hombre de alcanzar su fin sobrenatural. Lo sobrenatural, lo que supera la esencia y no solamente los sentidos, en el dominio del co· nocimicnto y de la inteligencia, toma el nom­bre de misterio. (Ioann. Damasc., 1 v , 3.) Lo sobrenatural en el dominio de la naturaleza exterior es el milagro ; lo sobrenatural que hace capaz al hofnbre de comprender su fin, es la gracia que eleva á la criatura hasta la se­mejanza y á la contcmplacion de Dios, y en

-'sto está el fin y el objeto del órden sobrena­tural. Éste , pues , constituye un mundo supe­rior y nuevo , un nuevo órdeñ de cosas que ·no es ni el resultado ni el postulado del órden natúral, y para el cual no posee el hombre

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una facultad positiva (j&imtlil obcdic11Halis

ltmtmn ) , sino que le eleva y le completa. (11 Corint., n, 7 , 9¡ Thom. in 1111 dlsh"uct. xxm, cn. 11 a. 4 ¡ Schrader 1 De In}/. onJñ,. , 30.) La religion sobrenatural y positiva supone 1 pues, la religion natural ; ésta prepara aquélla. Cuan­do el racionalismo habla de Una religion 1 la tomG en el sentido de una religion relativa­mente sobrenatural (szl}MI'tltlhlrale secruulmn.

modum) y no en el sentido de una religion absolutamente sobrenatural (supenmlleralc

IJIIOad SJ�hsltmlí'mn.), (Kant , La religkm d&�l­

tro de los limites de la /JIIrfl f'flZOII 1 I V 1 1 84 ; Jacobi, m , s:z:z . )

Pero si la criatura viene de Dios, si vive y subsiste sólo en Dios , se infiere de esto que no puede tener otro fin que Dios y solo Dios. Todo por y para Dios. Pues el hombre es de raza divina, es la imAgen de la grandeza infi­nita de Dios, un rayo y un reflejo de su inefa­ble magnificencia y belleza, y crece, por lo tanto , en perfeccion á medida que se acerca-al prototipo divino , porque un sér se perfecciona tanto más cuanto más se acefca á su principio. Dios no podia ménos de asignar un fin digno

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de s( mismo i su criatura, que va en pos de Él con todas sus fuerzas y por millares de cami­nos y de medios¡ ¿y qué otro fin puede sE'r digno de Dios , :tino Dios mismo? Si e}. espíri­tu creado, que conoce la existencia de un sér infinito , que tiene el presentimiento de un bien ilimitado, que aspira i este bien y le desea ardientemente, '

\ue no encuentra en el bien

finito sino objetos que avivan su deseo y su sufrimiento en vez de poder satisfacerle; si este espíritu pudiera hallar su felicidad y su complemento en otra parte que en Dios , en­tónces Dios dcjaria de ser lo infinito , la cria­tura dejaría de ser finita e in¡.perfecta.

«Es imposible que la bienaventuranza del hombre esté en algun bien creado. La bien­aventuranza es un bien perfecto que comple­tamente aquieta el apetito ¡ y no sería último fin si áun dejase algo que desear. El objeto de la \roluntad, que es el apetito humano, es el bien universal, como el de la inteligencia lo es la verdad, asimismo unh·ersal ¡ esto hace eVidente que nada puede aquietar la voluntad del hombre si no es el bien universal, que no se halla en cosa alguna creada, y si sólo en

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- �86 -Dios , porque toda criatura tiene sólo una bondad participada ó parcial . » ( Stllllfl 1 r , u, cu. u, a. 8 . )

Por eso todas las criaturas tienden hácia El como la piedra hácia e l centro de la tierra, co­mo el nii10 hácia el seno de su madre ¡ y asi como el iman se dirige siempre hácia el polo magn�ico 1 de la misma manera el más [ntimo deseo de la criatura se dirige siempre á Dios,

Tal es precisamente el pensamiento que en· cierra el mito griego de Psyje. (Apulej . . Mcta­morpk. , IV , 1 3 . ) Despues que se apartó de Dios , vaga errante, sin reposo , y entregada á la descsperacion , buscaudo en todas partes la paz y la divinidad , por montes y por valles, por tierra y por n1ar , en el reino de la muerte y bajo las sombras del mundo subterráneo, hasta que , hallando al objeto deseado, contrae con él una nueva y sanla union. Dios es el sol y el centro de atraccion de los espfritus ¡ y así como en el mundo visible la fuerza de atrae­cien mantiene á los planetas en sus órbitas , y les encad�na poderosamente á su sol, que cons­tituye su centro de revolucion, de la misma manera obra el atractivo de lo divino en el es·

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plritu del hombre ¡ obra secreta y dulcemente, como el rayo de sol ¡ pero , sin embargo, atrae irresistiblemente al hombre htcia Dios , que es el principio 1 el medio y el fin de su vida. El ángel de las Escuelas ha pronunciado una fra­se profunda 1 al decir que un rio de amor eter­no corre i traves de toda la creacion 1 que tie­ne su origen en Dios 1 en el que vuelve á per­derse 1 des pues de haber recorrido el cfrculo del universo creadO. ( Szumr, 11 11 , c. <;IX , a, 3 ; Augustin. Solr1., 1 1 1 ) : e Dios , á quien aman Ledas las cosas que son capaces de amar 1 sea con conciencia 6 sin ella .• Asl como la piedra es arrastrada P.or su pesadez hácia la ik't'ra, de la misma manera el corazon 1 en virtud de su amor, tiende á Dios , segun la exprcsion de San Aguslin : « Mi centro de gravedad es el objeto de mi amor , hácia el cual soy arrastrado ince­santemente. » ( Epist. CLVU1 De civr"t, Dei,

XIII 1 9 .) Podeis detener la piedra en su caida á. la

tierra ¡ pero soltadla y la veréis precipitarse oon una velocidad constantemente acelerada. De;l11. misma manera podeis deténer al cora­zon' en su vuelo hacia Dios , podeis encade-

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- 2SS -narlc con los lazos ele la injusticia (Rom . , r,

r8), podeis sobrecargar sus alas con el polvo de la materia, segun la bella imágen empleada

· por San Cirilo de Alejandría (De Trim'/, 386)¡

pero en el instante en que se vea libre , se acuerda al punto de su destino y vuelve á to� mar su vuelo hácia Dios , con la ansiedad de aquél que se ha extra\·iado. «Todos los confi· nes de la. tierra harán memoria de Dios 1 y se dirigirán á Él.» ( Sal m , x:xr , z8.) El corazon puede , e'n efecto, extra\·iarse, puede tomar por el Dios vivo su imágen , que ve reflejarse en el espejo de la creacion 1 semejante al insensato que se arrojára al mar por coger el sol , cuya respbndecleJ.!te imágen aparece en sus claras y límpidas aguas. Pero, sin en_tbargo 1 siempre es á Dios á quien él busca. De esta manera, por el impulso más intimo de su naturaleza reconoce el hombre que Dios es el principio, el medio y el fin de su vida y de la \'ida de toda la creacion. (Piat. 1 Ley rv, 7 1 5.) Asi con· Jiesa tambien 1 aunque á pesar suyo , que Dios es Dios , que todo \•iene de Él , y que todo vuelve á Él. As[ el hombre glorifica á bies , y para Dios es, en (dtimo término, toda la hon�

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- zSg -ra , bien. sea en la felicidad de los elegidos, 6 bien en los suplicios reservados á los condena­dos ; porque Dios le ha creado, le ha formado y le ha hecho para su gloria. (lsafas, XLIII, 7 .) La criatura encuentra su felicidad en glorificar á. Dios , que se manifiesta en los seres creados como el bien soberano, y, al comunicarlas sus perfecciones, es glorificado en ellas. El mundo. no tiene , por consiguiente, mis que un solo fin , que es glorificar y manifestar á. Dios, por la revelacion de su bondad hácia los elegidos, y por la manifestacion de su justicia contra los rebeldes. En el órden natural, como en el so­brenatural, el fin único y supremo del hombre es siempre Dios , á quien debe conocer aq u( me-­diatamentc (per discunmm ratiom's), y allá in­mediata, intuitivamente. ( Cotzc. vah'c. Const. 1. De Deo, c. v . ) Pero debe glorificar á Dios de olra manera que por la fuerza de una ciega necesidad y por efecto del suplicio que expe· rimenta alejado de Dios ¡ ha de glorificarlE entregándose libremente en sus man05 1 reco· nociendo y confesando sú sabiduría , su san ti· dad y su poder 1 amándole con un amor mez: ciado de respetuoso temor. Que se sumerjo

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- 290 -lleno de prorunda gratitud en la vida divina, cuya inerablc hermosura se refleja , en mayor ó menor escala, en la innumerable multitud de seres creados 1 y tendrá parte así en la gran­deza como en la bienaventuranza de Dios. Su felicidad consistirá en alabar ;í DioS, y el sen­timiento de su dicha le llevará con nueva fuerza hácia Dios 1 océano sin límites de la bienaventuranza soberana y eterna.

Por donde se ve que Dios es el primero y el último anillo de la cadena de los seres crea­dos ¡ puesto que de Él parte y en Et viene á terminar y concluirse. No sería el bien Supre­mo , el aira y la omega, el principio y el fin, si pudiera el hombre hallar su relicldad y su complemento de otra manera que entregAndo­se á Él y consagrándose á glorificarle. Si 1 por consecuencia, la dicha es el destino del hom· bre , la religion es tambien su destino , ya que únicamente puede alcanzar la relicidad por la re­ligion. El hombre, por lo mismo que es un sér inteligente y racional , es tambien un sér reli­gioso¡ de suerte que la irreligion es una especie de mutilacion del espíritu humano, la negacion de su destino original , natural y necesario.

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Sfguese 1 pues , que reconocer y confesar á Dios , 6 lo que es lo mismo, practicar h reli­gion , es la ley fundamental'de todos los espí· ritus ¡ ley emanada de Dios 1 fundada en su misma esencia é inseparable de su divina na­turaleza ¡ ley que reina sobre el univeno y que se revela hasta en la naturaleza ciega é inconsciente. Efectivamente ¡ ¿ qué es la na­turaleza inconsciente sino un templo que el Eterno se ha construido á sí mismo , templo en el que resplandecen 1 por todas partes 1 pen­samientos del Altisimo ¡ un cántico mudo, pero admirable que el ejército de las estrellas entona en honor de Dios , su Señor ¡ cántico que , segun la magnifica personificacion de la Escritura 1 repiten en coro el dia y la noche? Porque « los ciclos publican la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la grandeza de las obras de sus manos. Cada dia trasmite con 'abundancia al siguiente dia estas voces 6 anun­cios , y una noche los comunica a la otra noche. No hay lenguaje, ni idioma , en los cuales no Sean entendidas estas sus voces. Su sonido se ha propagado por toda la tierra, y hasta el cabo del mundo se han oido sus palabras.:.

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-- 292 -( Salm. xv11t , 2�5. ) e Sol y luna, bendecid al Senor. Estrellas del firmamento, bendecid al Sel'lor. Fuego y c'"ator, bendecid al Se11or. Llu­via y rocfo , bendecid al Senor. Escarcha y granizo , bendecid al Serlor. Montañas ·y co1i­nas , bendecid al Señor. Que todo Jo que ger­mina y florece , bendiga al .Setior. » ( Da­niel , m.) Éste es el himno inmenso, univer­sal y sagrado. que, al cabo de siglos-y siglos, se eleva de la tierra al cielo, del coro innu­merable de los seres creadOs ; ésta la ple­garia misteriosa de todas las criaturas ¡ que como un claw y sereno torrente de bcndicion y de amor 1 sale del trono de. Dios, y de allí se reparte sobre la tierra y á traves de todos los" espacios de los cielos. El universo no es mis que Lm altar que la Omnipotencia divina se ha construido á si misma, y en el que se quema el holocausto de adoracion, y la creacion ente­ra es una copa de libacion vertida en honor de Aquél que la hizo. «Pues esta admirable ar­monfa de todos los seres, esta magnifica regu­laridad en el ordenamiento de todos los seres, desde el más pequeno hasta eí más grande, todo esto alaba ;i Dios. La misma tierra, aun-

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- 393 -que muda 1 toma, sin embargo, parte en el con­cierto por medio de su belleza.» ( August. ¡¡, .Psalm. CXIV. ) Todo el univetso no forma m:i.s que un templo inmenso, en el que resuena la alabanza que se escapa de la boca de toda cria.­tura ¡ los millones de voces que resuenan á la vez 1 se confunden en una grande y santa ar­monía en toda la extension de la escala de seres, desde el serafin que está al iadO del tro­no de Dios , hasta el gusano que se arrastra en el polvo¡ y todas las criaturas, asi las que es­tá.n en el cielo 1 como las que se hallan en la tieh-a 1 exclaman : � Bendicion y honor 1 gloria y poder en los siglos de los siglos á Aquél que está sentado en el trono.» (Apoc.-11., v, 13 . )

Así es como la Naturaleza conduce á la re­ligion. Pero en la religion toma aquélla su pro­funda significacion 1 por lo que sin ella carece· ria la Naturaleza de sentido .. Ella' es la que pone de manifiesto la mision de la Naturaleza, su propia esencia y s�;� final destino. Éste es el que tambien hace al hombre inseparable de la religion, y mediante los servicios que le pres­ta, alc."\nza la misma Naturaleza la plenitud de su objeto. El hombre es el rey de la creacion,

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_ .,. _ porque, como hemos dicho anteriormente, un solo pensamiento del espfritu consci�nte y li­bre es mucho más grande que todo el cielo estrellado. La creacion forma tambien el fun­damento y la condicion fisica de la vida huma­na. « ¿ Qué cosa más ridícula que pensar que todo se ha hecbo para mí, si soy el único que sabe referirlo todo á él ? ,. (Rousseau , Etuilio ,

m, 6o.) La tierra sustenta el cuerpo del hom­bre, y es la casa que la mano divina ha cons­truido y que ha destinado, en su sabiduría y su bondad-, para que le sirva de morada. ( Gem!s., t � 28-29.) «Y echóles Dios su bendi­cion , y dijo : Creced y multiplica�s, henchid la tierra, y ense•loreaos de ella y dominad á los peces del mar y á las aves del cielo , y á todos los animales que se mueven sobre la tierra . » Y dijo Dios : e Ved que os he dado todas las hierbas, las cuales producen simiente sobre la tierra., y todos los árboles 1 los cuales tienen en sí mismos simiente de su especie, para que os sirvan de alimento . • Dios repite tambien las mismas p:i.labras despues del dilu­vio , cuando la familia humana va a volver a poblar la tierra : e Que leman y tiemblen ante

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vosotros todos los animales de la tierra y todas las aves del cielo, y todo cuanto se mueve so� bre la tierra¡ todos los peces del mar estlin su� jetos á vuestro poder. • (Gth,., lX, 2¡ Salm. vm, 5·9 · ) « Si , pues , la Naturaleza no hace nada sin objeto ni en vano, necesario es que la mis· ma haya hecho todas estas cosas poi- causa del hombre. • (Arist., Poli't., I1 r, 3 , n. 'J . ) Y en su Fisica ( n, z ) : « Usamos todas las cosas como si estuviesen hechas por nosotros.» Segun la expresion de San Crisóstomo (Homil. XVI , ,;, Gem�s.) : « Dios ha hecho de este mundo un ad· mi rabie palacio para morada del hombre. •

Mas no se limita A esto sólo el destino de la Naturaleza. Por sus formas vivientes, por sus imágenes y por sus figuras, es á propósito para revelar al hombre los pensamientos divinos que el Creador ha puesto en ella ¡ su lenguaje es un santo simbolismo que el espirito refle· xivo comprende é interpreta. El Creador ha impreso en todas partes su sello, y la belleza de la Naturaleza es un reflejo de la belleza eterna de Dios. Tal es el testimonio que Dios se ha dado i si mismo en la creacion , y que habla tan alto y en términos tan elocuentes,

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_ .,. _ que el espíritu que la contempla no puede ménos de comprenderlo, á no ser que se haya encerrado en una ceguera voluntaria. (Act., XIV,

1 6. ) e En verdad que no se nos dejó á si mis­mo sin testimonio, repartiendo sus beneficios desde el cielo 1 enviando las lluvias y tiempos fructíferos.:. Y tal es el destino más sublime de la Naturaleza ; su profeta es el hombre que comprende esta silenciosa manifestacion de Dios, descifra sus caractéres, é interpreta y · publica en el universo la grandeza de Dios, su poder, su sabidurfa , su magnificencia y su amor (I ) .

Finalmente, colocado el hombre, �píritu y materia , entre Dios y la Naturaleza, se baja por su cuerpo hasta la Naturaleza, se la incor­pora en el alimtmto , la eleva hasta él y la hace tomar parte en su vida , que es la vida del es­pirito libre y consciente. El hombre es un es­píritu corporizado y un cuerpo espirilualizado. «Toda criatura corporal , cualquiera que sea su magnitud 6 cantidad, es sin embargo inferior al hombre por razon del entendimiento. De donde

(1) job., X I , 13; XXXVIII , .¡. jel"(lm . , X1 1 2 1 X."l , 1 5 ; Salm. CJV , C l l l , 2 -i i XVIII, 72 i :\b.t., Y , 4 S i V I , 26.

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se deduce que no existe inconveniencia en que toda criatura corporal tienda tambien á asimi­larse con él , toda vez que 1 de esa manera, se asimila i la bondad suma. :e- (Thom. Dist. 1,

qu. n, a. J.) «Este mundo no tendria ningun sentido , si Dios n¿ hubiera concebido el plan de elevar un mundo de espíritus sobre la base material del universo visible. Él obra, por lo tanto, continuamente sobre las naturalezas ele­vadas para atraer á las más bajas.• (Güthe, O»werstzcr"ones, n , 374.) « Así van estos órga­nos del mundo como ántes has Yisto, de grado en grado , que toman de lo que tienen encima y obran sobre lo que tienen debajo. • (Dante, Par., u, 1 2 1 .) Y al ofrecerse á sí mismo á Dios ofrece en sf y por si toda la Naturaleza 1 la es­piritualiza, la OOnsagra y la glorifica. Pues él es el sacerdote y el iniciador de la Naturaleza, miéntras que cst.i en el cuerpo humano , y la creacion 1 gran cuerpo de la humanidad 1 esU. por tanto espiritualizada en virtud de su union intima con el espirito; y así espiritualizada, santificada y consagrada, resuena en las plega­rias que salen de los labios de la humanidad, se eleva como el humo de los sacrificios hácia

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el cielo , y viene á ser á la vez un gran altar, un templo inmenso , en el que se ofrece al AI­Lfsimo el hombre, con todo lo que le pertene­ce. Solamente cuando se mira á la Natura­leza bajo este punto de vista religioso es cuan­do aparece con esta sublime consagracion que acabamos de ver.

Mas por eso precisament� la Naturaleza no ha sido entregada al hombre para que !lispon­ga de ella á su capricho. Desde el momento que quiere apartarla de los fines que le ha se­!1alado el Creador, se revela 6 se pervierte. Tan luégo como el hombre desconoce su obje­to, que constantemente le senala á Dios como principio y fin de su vida , cae de su frente la corona, slmbolo de su dignidad real ; de rey que era de la Naturaleza se ha convertido en su esclavo, puesto que le tiene entónces bajo su yugo y bajo el dominio de las mil pasiones que pululan en el fondo de toda alma que vive una vida puramente natural, en su apartamien­to de Dios. En vez de alimentarle, le emponzo­P,a¡ en lugar de ser una garantía sagrada d<: san­tificacion, se convierte ene! infame instrumen­to de la adoracion del hombre por sí mismo;

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en lugar de ser ofrecida al Altfsimo por el hom­bre, viene á ser la divinidad que éste adora y el sacerdote es la víctima de su idolo, como se ha visto en los horribles extravíos del culto de la Naturaleza, entre los paganos, por ejemplo, en el culto d!!: Moloch y de Astarte, divinida· des despiadadas y avaras 1 á las qu¡ se sacrifi� caba todo, sin poder obtener en retorno la paz del alma. En lugar de sUblimar el espíritu del hombre, hablindole el lenguaje de la dh·ini· dad 1 la Naturaleza le seduce y le precipita ca­da vez más en el fondo del abismo¡ en vez de ser un espejo destinado ! reflejar el cielo y una profecía muda de la verdad de lo alto , la Na­turaleza no viene a ser para el hombre olra COlla que un enigma indescifrable é impenctra· ble, «Un monstruo que no deja de producir y que todo lo devora.»

De esta manera se venga la Naturaleza siem­pre que el hombre, despreciando su destino, abusa de ella 1 que es propiedad de Dios y no suya , hasta hacerla servir para su propia glo­ria y para el pecado, i pescu de no haber sido hecha sino para que fuera un medio de santi­ficacion, cumpliéndose así aquella sentencia :

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« Armará las criaturas para vengarse de sus enemigos. • (Saln"d. , v , 8. ) Mas esta creacion visible durará tanto como dure la funcion que está destinada á llenar , que es servir al hom­bre de camino, de medio y de guia para llegar á Dios¡ por consecuencia terminará cuando haya entrado el 6.ltimo de los elegidos en el reposo eterno. Entónces saldrt la humanidad de la morada de este mundo visible, en donde habrá permanecido un corto tiempo, d�l mis­mo modo que abandona el viajero la posada en que ha Pasado la noche ; entónces destruirá el Creador esta forma terrestre, sobre la que ha madurado la · humanidad para la vida eterna, y el gran cuerpo de la humanidad morirá, co­mo muere el cuerpo de cada hombre en el qUe el alma se ha preparado para llegar al Eterno, Entónccs habrá un nuevo cielo y una nueva tierra (.llpoc. , x x r , r ) , y esta gran creacion vi­sible entrará tamblen en la glorificacion y ten­drá parte en la trasfiguracion gloriosa de la humanidad regenerada , de la mism:r. manera que ha de resucitar el cuerpo de cada uno de nosotros para vivir eternamente con el alma glorificada en una nueva union más elevada,

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- 301 -más espiritual, más completa y más verdadera.

Hé aquí por qué no hay más que un solo principio de irrcligion ; todos los desórdenes, todos los extravios religiosos y morales, cual­quiera que sea la situacion de la vida, se expli­can por el pecado, es deci r , por el alejamiento de Dios y por la divinizacion de la Naturale1:a y de sus bienes. Siempre, y en todas partes, el esplritu del hombre se pierde y se abisma en la Na�uraleza, cuya belleza le fascina hasta el punto de el�-arla al rango de una divinidad, sea en las diversas figuras é imágenES de los mitos paganos que pueblan de dioses y semi­dioses el cielo y la tierra, el aire y el mar, sea bajo la forma abstracta de las leyes y de las fuerzas generales de la Naturaleza, que se re­presentan como las únicas fuerzas creadoras y. activas del universo.

«Vanos y no más son, ciertamente, todos los . hombres en quienes no se halla la ciencia de Dios 1 y que por los bienes visibles no llegaron á entender al St:r Supremo 1 ni considerando las obras reconocieron al artífice de ellas. Que si encantados de la belleza de t¡¡.les cosas las imaginaron dioses 1 debieron conocer cuánto

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- 3o� -más hermoso es el duefto de ellas , pues el que creó todas estas cosas es el Autor de la herma· sura .• (Sa/JiJ. , xm, r , J.) Es verdad que Dios se ha ocultado detras de la cortina de su crea­cien ¡ pero la misma creacion habla en todas partes tan alto , y lleva el sello de la grandeza, del poder, de la sabiduría y de la bondad di­vina tan profundamente grabado en todas sus formaciones , que el espfritu pensador tiene por necesidad que encerrarse en una ceguera voluntaria para no verle¡ y es preciSo estar ciego para no percibir las huellas de la planta divina, y no saber reconocer al artífice en su obra. En sentir de Platon (Feá., 74-7 5 ) , es necesario que el sabio se eleve sobre este océa·

.,no de las cosas sensibles y visibles que le ro­dea , entónces ve como todo aspira á asemejar­se á Dios , por más que permanezca á infinita distancia de Él. Y aunque esta semejanza deje tanto que desear, sin embargo, es la que ha de ponerle sobre las huellas de Aquel que es por excelencia. «Yo soy el Seiior , éste es mi nom­bre¡ y no daré mi gloria á otro, ni mi alaban­za á los ídolos . • (Is . , XLII , 8.) Asi que la irre· ligion es el primer pec¡ldo, la raíz de todos los

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- 303 -pecados, y en cierto sentido, .el único pecado, porque arrebata á Dios el honor que á Él solo pertenece, para colocar sobre la frente de la criatura la corona del poder y de la majestad divina. «Puesto que ellos han conocido data­mente lo que se puede conocer de Dios, por­que Dios se lo ha manifestado. En efecto , las perfecciones invisibles de Dios , áun su eterno , poder y su divinidad , se han hecho \•isibles despues de la creacion del mundo , por el. co· nocimiento que de ellas nos dan sus criaturas; y asl tales hombres no tieaen disculpa.• (Rom., 1, I 9 1 20.)

De esta manera, la Naturaleza que le rodes. es la senda por la que el hombre sube hácja Dios , y la belleza visible de la criatura le llena del presentimiento de la belleza increada , de la que es un espejo. «Todas las criaturas de este mundo sensible conducen al alma inteli­gente que las contempla al Dios eterno, por la razon de que . . . . . son imágenes, resonancias y sombras de aquel arte divino que las crea, las ordena y las pone por modelo ¡ son , pues, hue­llas , simulacros, vestigios del mismo.• ( Bona­vent., Ithtet•. J.lfettt. , c. 2.) El culto de la Igle-

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- 30-1- -sia es la más perfecta imitacion de esta santa liturgia del mundo , la santificacion Y :la con­sagracion de este Culto universal. La Iglesia ha dado su consagracion á todo lo que es li.e la tierra , y ha producido una manera nueva, desconocida al paganismo, de ver la Naturale­za y el mundo (A. de Humboldt, Cosmos, u,

257 1 79 ) ; la álfombra de flores en los caOlpQ& y en los bosques viene á ser como una gran ley�nda1 y las diferentes estaciones del ai1o ofrecen una especie de cuadrante para la di­vision de la vida supe.rior en el órden cósmi­co sobrenatural. ( 'Viseman 1 MiSceldtzcas 1 11 241!-285. Hettinger, La litt�rgia eclesidsh'ca y ln. ltmgun. lnltiza , ¡ I .) - ·El hombre debe comprender é interpretar este lenguaje mudo y silencioso de la Natura­leza, esta plegaria misteriosa de todos los seres, prestarla su palabra, traducirla á su lenguaje, que es el lenguaje de un espirito libre y cons­ciente , confesar la grandeza del Eterno que se le manifiesta en la creacion, y rePetir desde el fon­do del corazon las palabras que, elevándose de las maravillas de la creacion, resuenan en toda la duracion de la historia y penetran hast� lo

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- 305 -m:í.s prQfundo de su alma : « Honor y gloria á solo Dios , en todos los siglos de los siglos,,. (1. Tim . , 1 , 1 7 .) De manera , que la oracion y la alabanza que el hombre dirige :1. su Creador, no son sino la traduccion al len • del inmenso cántico de gloria que honor de Dios , desde la eternis\ad _

dos· tos puntos del espacio y del tiemP cielo y en la tierra, en el presente y en el por­venir. La oracion, �mo ya lo hemos visto, es la e:ir:presion de la religion, asf como su manifestacion y su prueba más sublime y m:l.s completa. Esto nos conduce :1. la segunda par­te de esta conferencia , en la que debemos tra­tar de la esencia de la religion.

La religion consiste en reconocer á Dios como el principio y el fin de todas las criatu­ras; su expresion inmediata y formal es la ado­racion. « La adoracion es un sentimiento uni­versal. Tiene varios grados, segun las dife­rentes naturalezas, y toma las más diversas rormas ; á menudo hasta se ignora á si mismo, unas \'eces se descubre por una exclamacion salida del corazon en las grandes escenas de la naturaleza y de la vida ; otras se elc,-a silen-

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ciosamenlc en el alma muda y" conmovida ; puede extraviarse en su expresion , pero en el fondo es siempre el mismo. Es un esfuerzo es­pontineo, irresistible del" alma , y cuando la razon le examina, le declara justo y legitimo . . . La adoracion es al principio un sentimiento natural, la razon hace de ella un deber.»- (Con­sin 1 l. c. 1 XVI� El espfr:itu humano se siente naturalmente inclinado á tributar homenaje á

la grandeza en cualquier parte que se le mani­fieste en la vida. Atraido hacia la bondad que se rew�la en los hechos del amor , admira ti genio en la obra maestra que lleva su sello. Pero Dios es la vida sin defectos , el amor sin medida , la luz sin sombm y el poder sin limi­te. Cuando, por consiguiente, se muestra al hombre la grandeza de Dios en la grandeza de la creacion , cuando se descubren ante su vista las maravillas de las obras divinas , cuando per­cibe las pruebas de su amor y de su bondad en la Naturaleza y en la historia, en su vida y en la de la humanidad , entónces , sin poderlo evi­tar, siéntese penetrado de un santo temor¡ sus r.odillas deben doblarse por sí mismas , y su lengua desatarse para repetir como un nino

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- l07 -dócil lo que le dicla e1 ciclo : Santo , santo, santo �ois, Senor Dios de los ej

.ércitos. El hom·

bre confiesa que todo viene de Dios , y le im­plora diciendo : Padre nuestro 1 que estás en los cielos. Reconoce que todo vive y se mueve en Dios 1 sostenido y cons'!rvado por el poder de su nombre, de su sér 1 y continúa· orando : Santificado seá el tu nombre. Confiesa que l:l y todo el universo esi:án destinados para Dios, para tomar parte en su reino, reino del amor, de la vida y de la bienaventuranza, y por eso pide : Venga á nos el tu reino. Y miéntras el hombre es hombre, permanece la religion con el deber de la adoracion desde la primera ple­garia balbucencia por el nino en su cuna, hasta la última exclamacion que eleva hácia Dios el alma al salir de este mundo.

Así es que la vida se acaba, pero la adora­cien no tiene término. Cumplida la ley , ven­cida la tentacion y terminada la hora de la jornada, entra el hombre en la mansion en la que debe encontrar el reposo de sus fatigas; mas no descansa de la oracion , sino que repo­sa en ella. Dura eternamente como el alma misma, que halla en ella su vida , su vocacion,

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_ , _ su alegrfa, su consuelo sobre la tierra y su fe· Hcidad en la otra vida.

«La devocion, por sí misma , produce la ale· gria. » (Stuna , II, c. LXXXII , a. 4.) « La alegria, es un nombre equivalente al de religion."»- (Ster­ne. ) Cuando la fe ha cesado, se ha con ver� tido en Contemplacion. La esperanza ha pasa­do tambien . porque ha tenido cumplimiento. Sólo queda el amor ; el amor de la criatura hácia su Dios , á. quien contempla entónces cara á cara , y no á travcs del velo de la Crea­cien , y con el amor la adoracion , porque la adoracion es el lenguaje del amor. Cnanto más profUndo y veO:tadero es el ctmocimiento que tiene el hombre de Dios 1 tanto más copiosa es su oracion , y cuanto mois ha orado durante su vida , más ha vivido y mejor ha cumplido su tarea. Porque la oracion es un laxo divino que aproxima cada vez mb al hombre á Dios, fuente de su vida. De donde se infiere que cuanto más ora el hombre , mejor realiza su ideal , más se aproxima á su fin y mejor se pre­para para la vida bienaventurada. l Qué es, en efecto, la vida de los elegidos sino una ado­racion perpétua y una armonía celesti<l1: llena

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- )<>l -dc admiracion , de alabanza y de júbilo , que

_ los arrebata y hace bienaventurados 1 alternan­

do sin cesar de unos coros de ángeles á otros?

(Aprx;ol. , \"1 13.)

Cuando ,"en la plenitud de los tiempos , cai­

ga este mundo en la disolucion 1 y las sombras

'de la eterna noche se extiendan sobre sus rui­

nas , la última palabra que se escapará de

los labios del postrer mortal será una plega­

ria que continuará en el cielo para nunca más

acabar,

La oracion , que es el ministerio del hombre

y su deber indispensable , constituye tambien

toda su grandeza y su consuelo. El mundo se­

ría una mansion horrible , una soledad. som­

bría y oscura, la tierra un vasto sepulcro, y el

cielo la negra tapa de un ataud , si no fuera

porque la oracion, al tocar el suelo , hace bro­

tar las fuentes de la vida eterna. En la or.t.eion

se encuentra la consagracion de la tierra y de

todas las cosas terrestres¡ es corno un arco iris

de paz que se eleva sobre los valles nebulosos

y sombrios de esta vida de penas y de dolores,

indicio de una vida mejor, y signo cierlo 1 áun

para el mis pobre y el más peqaeflo, de sus

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destinos eternos. Quitad al pobre la oracion y se lo habeis quitado todo , toda la grandeza, toda la poesía de su vida , convirtiéndole en una bestia �stúpida de carga , que podrá. olvi­dar un instante su abatimieolo, en medio de la embriaguez de los sentidos¡ pero que, tan pronto como vuelva á tener conciencia de lo que sufre , se con\·ertirá en una bestia feroz, temible , si por casualidad se rompiera su ca­dena, «Como el incienso reanima el carbon, asf la plegaria vivifica las esperanzas defcora­zon. » ( Goethe, .PrwerO., m, 2 1 6 . ) En la ora­cion so halla comprendido, áun para el hom­bre más bajo, el conocimiento de lo sobrena­tural y de lo divino ¡ la oracion es la filosofía del pueblo, filosofía tan clara y verdadera, co­mo útil y provechosa.

De la adoracion se derivan todas las demas rormas de la oracioo. Desde el momento que tiene el hombre conciencia de su estado de criatura, y que reconoce su miseria en pre­sencia de la riqueza infinita , sus tinieblas en presencia de la luz , su debilidad en pa.­rangon con la omnipotencia, y su absoluta de­pendencia y pequer1ez en presencia de la infini-

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dad t de la inmensidad, se junlan sus manos y ora.

Las tinieblas dirigen su oracion i la luz ; la pobreza , á la riqueza 1 pidiéndola sus dones; la muerte, á Ia vida para ser en ella vivificada, pues la oracion viene i ser una súplica. Por eso la Iglesia ha condenado esta proposicion ( Molin., XIV) : «No conviene que pida nada á

Dios aquel que se halla resignado con la vo­luntad divina , porque pedir es una imperfec­cion , toda vez que es un acto de voluntariosi· dad y de prOpia eleccion , y es ademas querer que la voluntad divina se conforme á la nues-­tra y no la nuestra á la divina. • Porque el hombre reconoce á Dios , implora su piedad. El asombro causado en u n principio por la majestad de Dios cesa , y la conciencia que tiene el hombre de su propia na(la, da'lugar al sentimiento filial y dulce del reconocimien­to por los beneficios recibidos y por los males de que hemos sido librados. Y cuando vuelve e n si el alma que se ha atreddo á pecar 1 es decir , á rebelarse contra Dios, ella, la extrema debilidad contra la omnipotencia, la locura contra la sabiduria, la ruindad contra la miseri-

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cordia , entónces se encuentra llena de triste­za , d� pesadumbre 1 de dolor y de arrepenti­miento, y se prosterna con una contricion pro­funda ante Aquel cuya misericordia no reco­noce límites. La oracion viene á ser entónces la preparacion y el principio de reconciliacion con Dios. Todos los destellos del alma, su agra­decimiento, sus alegrías, sus amores, sus an­gustias y sus deseos, todo esto se expresa en la oracion_, y consagrado y santificado por ella, se convierte en un acto religioso. El que la criatura se atreva á orar ; el que lo haga legf­ti�amente , y el qu

.e se halle en ella un im­

pulso incesante que la conduce hácia Dios, de la misma manera que el ojo , por su naturale­Z:I.1 se dirige á la luz ¡ el que el alma se sienta llevada secreta, pero irresistiblemente , hác"a Aquel que d�sde el seno de su majestad infi­nita rige y gobierna la creacion entera, para recibir de Él la luz, el amor y todo lo que hay de más dulce y agradable en la vida , éste es un privilegio de su noble é inmortal naturale­za, el sello de su origen divino.

La oracion echa el puenLc que une la vida futura con la presente , y sobre el cual se en-

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- 313 -cuentran .el Creador y su criatura ; ella abre brecha en el muro que separa el tiempo y la eternidad ; es como una respiracion del espf­ritu en Dios , merced á la que el hombre se apropia las fuerzas divinas , apurando i gran­des tragos la sabiduría y el amor¡ y áun , si se quiere, es un bano, del cual sale purificada y regenerada el alma. Así que la oracion, el acto religioso por excelencia, es la vida comun entre Dios y el hombre , una comunion ideal. Consisliendo la verdadera esencia de la reli­gion en la comunidad de Dios con el hombre, comprende en sí necesariamente dos ideas : Dios abatiénUose hasta el homb1-e , haciéndo­se hombre , encarnándose ;,, lato snz.w, y el hon1bre, elevándose hácia Dio5 , tkeosi's , deifi­cacion de la humanidad. cSerémos semejantes á Éb, dice el apóstol San Juan. (I. Ep., m, 2 . ) Por consiguiente, cuando e n l a Sagrada Euca­ristía recibe el mortal en sus labios el pan ce­lestial y divino, y en este pan á Dios , al cielo mismo , esta comunion misteriosa y sobrena­tural es , en su fondo , la más elevada manifeS­tac.ion de la religion misma, la afirmacion más subli�r..e de su verdad y la plenitud de su des-

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- 314 -arrollo ¡ es la religion en el sentido eminente de la.frase, la religion por excelenci;¡, ; en una palabra, el ,cristianismo.

Mas si la oracion es un acto religioso y ver­daderamente humano, debe , como todo aque­llo que penetra al hombre hasta el fondo de sus entrai1as, resplandecer por fuera y mani­festarse al exterior. Por eso la oracion se crea tin cuerpo visible en el culto exterior, en el servicio pUblico de Dios. El sentimiento reli­gioso no existe para permanecer oculto en el alma ; manifiéstasc tambien al exterior po1· pa­labras Y por hechos ó símbolos: No es ünica­mente el alma, sino tambien el cuerpo, es de­cir, el hombre entero , el que viene de Dios y existe por Él ¡ hé aquí por ·qué la religion es un acto de todo el hombre, y no un simple pro� interno. Cuanto se ha alegado en los tiempos modernos contra las prácticas exterio­res del culto usadas en todas las religiones, se halla refutado Jtmcho tiempo hace por San Agustin y Santo Tomis. « Los que oran se conducen al exterior, como un suplicante que se presenta ante alguno ¡ doblan las rodillas, levantan las manos , se prosternan hasta toc�.r

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- 315 -d rostro con la tierra, y emplean todos los medios � manifestar sus sentimientos. Verdad es que Dios conoce su voluntad y su ánimo, sin tener necesidad de signos sensihles ; pero el hombre se excita á sí mismo , por ese medio, á orar con más humildad y fen·or. Si es cierto que los movimientos corporales no tienen !u. gar sino· á consecuencia de los movimientos internos, tambien lo es que los signos visibles realzan los movimientos invisibles.» (De cm·a

gcremi.jro mort. , c. 2.) cEs tal la naturaleza del hombre , que de las cosas sensibles ve las inteligibles ¡ la adoracion exterior y sensible -s.e reali¡a1 por consiguiente, tllmbien en cspi­l"itu y en verdad , por lo mismo que procede de la adoracion espiritual y que con ella se re­laciona. Es verdad que no podemos elevarnos � Dios poi medio de los sentidos ; pero las co­sas sensibles solicitan nuestro espíritu á diri· girse á Él. • ( Suma , 1 1 , 1 1 , c. LXXXIV , a. 2.) « Cuando se eleva mi espíritu, cae mi cuerpo s0bre las rodillas. » ( Lichtcnberg , .tlfiSf.·e/ri­ueas, 11 47. ) Cuando el Hijo de Dios pedía la salvacion para todos los que creyesen en él, cuando bendecía el pan de la vida eterna , <:le-

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vaba su mirada al cielo ¡ cuando estaba triste y abatido y su alma se h�llaba turbada hasta la muerte, el sentimiento del alma arrojaba al cuerpo en tierra. El que prohibe, por consi­guiente , la exprcsion exterior de la devocion, oprime el alma y priva al cuerpo de su medio de santific.1.cion ¡ y el que, de propósilo y de­liberadamente, la evita y la suprime, no tiene fervor en el alma y su religion no es ver­dadera.

Por otra parte , por medio del culto exte­rior confiere el hombre á la Naturaleza una continua consagracion religiosa , puesto que diariamente se la ofrece en sacrificio á Dios en su cuerpo, que es un resúmcn del mundo , un microcosmos. El cuerpo del hombre es el tem­plo de Dios¡ mas tambien la Naturaleza mis­ma, el macroco�mos , debe servir á Dios ¡ es preciso que , para la construccion de los tem­plos , ofrezca la tit:rra sus riquezas y sus meta­les preciosos, el mar sus perlas y la primavera sus Rores. Asf es que no existe ninguna region, por pobre y grosera que sea , que no tenga su simbolismo y su culto. Efectivamente, el sacri­ficio forma el punto capital y como el polo de

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- 317 -todos los cultos. El sacrificio es la oracion ex­teriorizada ; así como la oracion es un sacrifi­cio espiritual , es la manifestacion visible, la cxpresion concreta de la religion en todos los pueblos. El empleo universal del sacrificio im­plica tambien la universalidad del dogma fun­damental de todas las religiones 1 A. saber 1 la existencia de un Dios creador y remunerador¡ es la publicacion objetiva y efcctin del peca­do original y de la futura restauracion, de que hacen tambien mencion las tradiciones de to­dos los pueblos. El culto exterior es adem?.s el lazo visible de la sociedad religiosa , de la Iglesia 1 uniéndola para formar un gran cuerpo, y cuya unidad \·isible constituye uno de sus principales caractéres. Debemos hacer notar aqui que el primer objeto del protestantisrño fué crear una Iglesia invisible , tentativa· tan contraria á la filosofía como á la historia, y que por esa razon 1 jamas há. podido realizarse.

La oracion es la efusion de la vida religiosa; por eso su importancia moral es mayor que la de cualquiera otra accion del hombre, pues forma el complemento necesario de todas las virtudes y es la cxpresion compendiada de la

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- 318 -vida moral. Todas las facultades del alma es­tan activas en la oracion; la inteligencia, la vol�ntad y el sentimiento trabajan por de!­prenderse de la red con que nos aprisionan diariamente las cosas sensibles, porque la ora­cien es un esfuerzo que hace el alma para su­bir desde el seno de las sombrías profundida­des á las esclarecidas cumbres de la verdad di­vina ¡ es una concentracion de todas sus fuer­zas , u n anegamiento, una absorcion en los grandes y eternos pensamientC?S de Dios. Mas, ¿ qué vida moral seda pOsible sin la gravedad, sin el recogimiento que lleva consigo la om­cion , y sin la verdad siempre constante y que claramente se percibe eñ medio del tumulto de ·los pensamientos disipadores de este Muo· do ? « No hay mo�lidad sin ideas, y la con­ducta moral no es más que la exprcsion de estas ideas .• (Schelling, Leccifmes, � .) « Es necesario orar todos los di as á Dios 1 elevar nuestro pensamiímto á esta luz que purifica , á este fuego que consume nuestras imperfeccio­nes , 4 este modelo que nos regula, á esta paz que calma nuestras agitaciones, á este princi­pio de todo sér que reanima nuestra virtud. »

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- S I') -

(Joubert, 11 1 20.) En la oracion �ienle el alma la proximidad de la eternidad 1 y Dios penetra en su interior; entónccs las oleadas de las lcn­taciones se calma111 la lucha se hace más fácil, el alma se tranquiliza y esti tan serena como las aguas de un lago en calma , en las que se retrata el cielo. Toda la vida moral fluye de la oracion conto de su fuente y vuelve á ella, porque allí encuentra su base y su corona­miento. La oracion 1 por consiguiente, es como el alma del alma , et aire respirable necesario para la vida inmortal del espíritu humano, pues así como las Hores que crecen á las ori­llas de u n arroyo se alimentan de sus aguas, de la misma manera todo lo que florece en la vida moral se alimenta en esta ruente de la oracion.

e En su calidad de religion perfecta, el cris­tianismo se pone en oposicion con las religio­nes paganas 1 con sus ceremonias y con sus in­vocaciones supersticiosas ¡ y porque es la rcli­gion de la plegaria invita á todos los hombres, áun á los más humildes é ignorantes, á medi­tar y orar 1 es decir, á aplicar su espíritu al exám.cn de sí mismos y i la considcracion de

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- 320 -Dios. En el terreno de la m�tarísicn cristiana hay lugar áun para el espirito que carecia de toda cultura intelectual ántes de su conver· sion . En esta escuela de la oracion se aprende lo que la fil�ofia miraba como tan necesariO cuanto dificil, y accesible únicamente á un peque110 número ¡ se aprende á juzgarse uno á si mismo , como Dios le juiga. Del conoci· miento de si mismo h. oracion hace pasar, con facilidad, al dominio de si propio. Miéntras que el pagano invocaba á los dioses á fin de �atisfacer su pa!ion , para el cristianismo la calma del alma , la moderacion y la pureza de sentimientos y de afecciones soh una prepara­don para la oracion , al mismo tiempo que el fruto de ésta. Así que la oracion es una palan­ca de renovacion moral y de civilizacion pro­gresiva, cuya eficacia é influencia no pueden igualarse con ninguna otra COS.'\. ,. (Düllinger, El Cn'sh.tJtlismo , 136 . ) Ella contiene, pues, en principio y en gérmen las costumbres y la virtud , en una palabra, la moral, este segundo momento de la religion, esta segunda forma del culto divino.

Al t�ner :su mirada fija en Dios durante la

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- 3U -

oracion 1 al penetrar cada vez más en su cien­cia y su santidad, reconoce el hombre en Él el arquetipo eterno, increado, de la vida moral, la sanlidad misma· y el órden moral mismo, que, fundado en la esencia de Dios y &iendo una sola é idéntica cosa con su naturaleza .santa, viene de Él como la ley eterna necesa­ria , que comprende i todos los espfritus crea­dos y se extiende sobre todas las criaturas del Universo; ley contra la que se podrá rebelar una voluntad libre, pero que no podri jamas ser destruida. Por eso el hombre que ora , en su tercera peticion 1 apartando u n momento su mirada de Dios y tornándola sobre la vida de la criatura, expresa u n deseo que viene á Sl.."r la copia de su divino modelo: Hdgau tu fJoltmtad1 asl m la tierra como e�J el cielo. Creado y 11amado á la vida por la voluntad de Dios 1 conservado adema& por esta misma vo­luntad en cada instante de su existencia, el hombre reconoce voluntariamente y con ale­gria esta divina voluntad , en la que se le ma­nifiesta la santidad de Dios, y que le conduce á él , pobre criatura, hácia Aquel , que es el santo verdadero por excelencia.

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- 322 -De esta manera Dios es á la "·ez el creador,

el conservador, el fin supremo y d guía que, por su providencia , condUC$ á. la criatura há.­cia su fin. Él es todo para. el hombre, su Dios y su Seí\or. Él es, por su voluntad, el principio y la regla de toda su conducta, la ley soberana é indestructible de su vida. As! es como la vida del hombre viene á. ser una oracion con­tinua y como cada latido de su corazon , cada pensamiento de su espfritu y las otras obras todas de sus manos, se encaminan al honor y alabanza de Dios. El pensamiento religioso es, por lo tanto, una fuente bendita que derrama sobre toda la vida humana una consagracion inefable; por eso toda la vida está. consagrada á Dios , á. su amor , á. su servicio, y se vive en Él solo y por Él solo.

e La religion, cuando es sana, ejerce saluda· ble inflt1encia en todos los instantes y en todas las situaciones de la vida. Ella es el corazon y la artéria siempre latente de toda la existencia. Nada hay tan pequef\o que no esté consagrado y glorificado por ella , ni hay cosa, por elevada y de levantado vuelo que sea , que no reciba de ella su verdadera medida. Excitacion y

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exaltacion moral, abatimiento y clolo1· profun­do, no hay eslado alguno que el sentimiento de Dios no aplaquepno pacifique, no santifique.:. (Ulimann , S'lhre el ctdlo delgmio , 52.) Segun hace notar Sainte Beuve, «la religion realixa el concepto de la humanidad y humaniza to­das las grandezas.*'

Hacer la voluntad de Dios : tal es , pues , la vocacion de toda criatura racional, tal es su fin necesario , comun y eterno. Todos los ca­mirtos de la vida , cualquiera que sea la dife­rencia que entre ellos establezcan la posicion de las personas, su nacimiento , edad , condi­cion y ocupaciones, se encuentran y vienen á

confundirse en este fin comun, si bien partien­do de puntos muy diferentes • ..-\un en la vida de un solo hombre, por accidentada y variada ·que sea , ya pasando por la alegria y po¡: el dolor, por la riqueza y por el infortunio, por la pasion y por la accion, por el trabajo y el reposo, esta vocacion única permanece� inva­riablemente la misma : hacer la voluntad de Dios, servirle todos los dias, todas las horas, todos los instantes, porque cada instante viene de Él y á Él le pertenece. Cada uno de nues-

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tros pensamientos es un homenaje tributado á Dios , cada una de nuestras acciones una ofren­da¡ el corazon del hombreJ con sus deseos y con sus sentimientos, es como un incensario siempre encendido en la presencia de Dios. No hay uno solo de nuestros pasos que no se en­camine al servicio de Dios. e En much:as· cosas te fatigas, pero una sola es necesaria.• (Luc., x, 41 , 42.) Por eso la vida moral tiene exclusiva­mente su rafz en la religion, que la engendra y alimenta , pues la idea moral no encuentra más que en ella su realizacion plena , entera y cumplida. Separad la moral de la religion y la religion de la moral, y habréis separado y roto dos cosas á quienes une á la vez , en su orfgen, la más estrecha unidad vital. La moral sin la

-nligion es �n árbol separado violentamente de la rafz que le comunicaba la fuer7.a y la vida¡ por eso en la actualidad ya la cuestkm para muchos no es saber si en lo porvenir la potencia directriz de la vida ha de ser la fe cristiana 6 la moral cristiana, sino que se trata de encontrar una moral 1 sea la cristiana U otra nYeva , que corresponda al desenvolvi­miento de nuestra cultura. Al separar la moral

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- 32S -de la religion tiene por necesidad que sucumbir la primera. (Strauss, Lasmrt.y las nttevas ... , 8o.)

La religion sin lt moral es una forma vacía y muerta, que empequedece la idea de Dios, degrada la naturaleza humana y hace de la oracion una mentira en su boca. «La religion pura y sin mancilla delante de Dios Padre es ésta : visitar á los huérranos y 4 las viudas en sus tribulaciones, y preservarse de la corrup� cien de este -siglo.� ( Jacob. , 11 27 .) Fué una reaccion necesaria contra el protestantismo la que tuvo lugar cuando el racionalismo del si .. glo pasado hizo prevalecer la importancia de la idea moral en detrimento de la idea reli� giosa, hasta colocar ! ésta en el intimo lugar, haciéndola desaparecer al fin como cosa baladi y de ninguna importancia. Si el protestantismo, en su doctrina de la justificacion por la fe sola, independientemente de las buenas obras, que hasta consideraba perjudiciales , habia exaltado dL'Imedidamcntc el elemento religioso 1 es de� cir, la fe 1 á la cual representab.1 como la única que podia dar al hombre todo su mérito y cuya cfLcacia exageraba hasta el extremo de no tener eu cuenta para nada la moralhlad de la vida,

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estaba reservada á la · filosofía, colocada en este camino por Kant y Fichte, romp_er tambien la alianza indivisible de la moral y de la religion para hacer prevalecer exclui.ivamente esta vez la idea moral , para proclamar á la moral inde­pendiente de la religion, para representarla sin otro apoyo que ella misma, y pal"a Presentar, en fin 1 á la religion como una cosa absoluta­mente_ indiferente, y i lo sumo digna de ser tolerada como expresion popular de la idea moral.

Designamos esta opinion con el nombre de moraJismo 1 por más que est¡l. palabra sólo ex­presa, con entera propiedad, una de sus ten­dencias particularmente representada por Kant, cual es la que sostiene que el sujeto moral lleva , independientemente en si mismo , el supremo principio de la moralidad (CoigncL1 La J!oral 1:'1flt'/Jt:llditmte) ; miéntras que la olra. tendencia de la moral independiente se mani­fiesta en el endcmonismo y en el utilitarismo de la moral llamada civilizadora, imaginada por Hume, Locke, y princip:�.Imente por Den­tham , y que ha encontrado un defensor acér­rimo en el socialismo de nuestros dias.

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- 317 -Algunas reflexiones bastarán para mostrar

claramente la falta de consistencia de esta ópi­nion que, salida de las aulas filosóficas, ha pe­netrado hace bastante tiempo en las masas, viniendo á ser la frase de moda del indiferen­tismo en materia de religion. Esta separacion radical, pues no se trata de una simple distin­cion , entre la fe y la vida , el dogma y la mo­ral , es una invencion de la mas vulgar filoso­fia , que se imagina que puede darse por satis­fecha con aplicaciones, sin haberse remontado á los principios. Cual es el Dios , tal debe ser el deber; cual es el dogma, as! debe ser la mo­ral. ¿ Qué vida moral, qué justicia, propiamente dicha, es posible sin el cumplimiento de este primero y soberano deber de justicia, que obli­ga al hombre, en cuanto que es criatura, con relacion á Dios , principio y sosten de toda existencia? «Pues la piedad es justicia para con los dioses.• (Cicer. De 11at. Deo1·. 1 1 4 1 .) Tam­bien Platon considera la piedad hácia los dioses cnmo una parte de !a justicia (Euthyphr. , 1 3). « Si yo soy vuestro padre, ¿ dónde está el ho­uor que me pertenece ?• (Malach., 11 6.) La rc­ligion , pues, no es otra cosa, como lo enseiia

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la :filosoffa cristiana, que el cumplimiento de un deber de justicia para con Dios , y el deber religioso, una de las diversas formas · bajo las que se manifiesta la virtud cardinal de laJusti· cia que da :i cada uno lo suyo¡ por eso 1� jus· ticia ocupa. el primer lugar entre todaS iasvir· tudes morales. Porque es la primera , no sólo en razon de su objeto, que es el mismo Dios, sino por la influencia que ejerce sobre las de· más virtudes morales que emanan mediata· mente de ella , se apoyan en ella , y de ella de· rivan toda su imp')rtancia y todo su valor. «La religion tiene dos clases de actos: unos propios é inmediatos , que ejerce, por los cuales el hombre se ordena á. sólo Dios , como el sacrifi· cio , adoracion y otros de esta naturaleza¡ otros que produce por medio de algunas virtudes, á las que impera, ordentndolos al respeto di· vino.• ( Sr�mn, u, n, c. LXXX I, a. 1.)

La moralidad de un hombre sin religion, de un hombre que no tuviera conciencia de la completa dependencia en que se halla necesa­riamente respecto de Dios , y que no la rece· naciera explícitamente, proslernándoscanle su Creador para darle gracias por sus beneficios y

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- 329 -pedirle otros nuevos, la moralidad de seme­jante hombre seria altamente inmoral, puesto que no reconoceria el primero, el más alto y el mb imperioso de sus deberes , que es adorar y glorificar á Dios como al principio de nues­tro sér ; y romperia ese comercio fntimo del hombre con Dios , que une al que recibe la vi­da y al que la dispensa, comercio sin el cual no hay vida moral , ni vida humana, propiamente dicha. Porque la rcligion consiste en la expre­sion formal del homenaje que la criatura debe á su Creador, y que se manifiesta principal­mente por medio.. de la oracion. Indudable­mente Dios no tiene necesidad de L1. gloria que le da la criatura, puesto que es el Rey de glo­ria , y su gloria no puede ser aumentada ni dis­ntinuida por la criatura, pero la exige del hom­bre, porque éste necesita dársela, porque el culto religioso es el destino fundamental de _su existencia , y porque; el único medio de cum­plir este destino es 1-econocer á Dios , confesar­lo y entregarse á Él .

Asf , pues , definir l a moral como e l fin su­premo de la vida , negando ó rebajando l:1 rc­ligion y el culto , y en particular la oracion,

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baciendo de ella una simple actividad del sen­timiento subjetivo sin ninguna importan..:ia objetiva , sin ningun valor absoluto, sin nin­guna fuerza capaz de rebasar el círculo de las cosas terrestres , de penetrar mis allá de las nubes (Eclesiástico, xxxv , 2 1 ), es una pre­tension que sólo tiene razon de ser en el ateis­mo y en el naturalismo, puesto que no se con­cibe sino como una consecuencia de la doc­trina que niega al Dios vivo , al Dios que, despues de haber creado los mundos , los man­Liene sobre sus ejes , de una doclrina que no admite en manera alguna una voluntad pc1 so­nal y omnipotente que domine al mundo , ni un ojo eternamente atento sobre la Creacion, ni un corazOn siempre abierto para recoger los suspiros de su criatura. Claro esti que una vez admitida semejante doctrina el hombre que ora no es, en efecto, m:is que un pobre alucina­do, y la religion un asunto de puro �entimicnto, un accidente meramente subjetivo, en el cual nada tiene que ver ni que hacer la ciencia. «Fi­gurCmonos un hombre piadoso y de buenos sentimientos , pero de ideas muy limitada� en punto á conceptos puros sobre la religion ( ! ) ,

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- ssr -sorprendido por otro en esa �racion vocal que va acompaiiada de gesticulaciones apropiadas i ella. Inútil es advertir que el primero se ha­lla tan perplejo y confuso como si se le hubie­ra sorprendido ejecutando una accion vergon­zosa ( 1 ). ¿ Cuál es la causa de esto? E! que un hombre hablando alto consigo mismo da se· nales palpables de estar muy próxin1o á la locura ¡ y con razon se le juzga de esta manera, puesto que , estando solo 1 . se le sorprende eje­cutando una manifestacion externa, que úni­camente puede practicar 1 en sano juicio , aquel

(r) Con el mi�mo derecho que Kant 50Stiene su Olli­oion, deeiiDOs nosotros que la supuesta e perplejidad y confusion,. es imaginaria 1 es falsa. Apelamos al t�dmo­nio de millones de católieos que aeguramcnle no se a1.'.er­gilllnzan de aer sorprendidos onmdo , de rodillas , en eroz ó en cualquiern de las mil y mil formas que ha. ideado la humildad cristiana. Espanta la frescun. con que e5los lilO!Jofos sostienen las to!sis mlis trasrendetltalcs sin l•a­Ucrse tomado la molestia d e examinar!as en el terreno de la prártica. Ademu, "un ca50 no con&tituye la regla. Y luégo la caus:�. de esa c eonfusion y perplejidad " puede ser muy distint:a de la que apunta el lilosofo de KOnigs­bcrg : la misma humi\dad , el deseo d.: no chocar ó de no herir $\asccptibilidades, etc. , etc. Bicn puede parodiarsc �ul un dicho de Strauss: el que jusga de hccl10s tan im­portante; por la sola apariencla ó por un ejemplo aislado, no ha pasado de losumbra\u de la <:ridca. (N. del Tr.)

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que tiene delante un sujeto distinto de él mis. mo , cosa que no tiene lugar en el ejemplo ci­tado.• (Kant, La Reli'giot1 dctltro de los limites de la jmra razot� 1 303). No debe maravillar­nos que hable as! este filósofo, para quien la religion no es otra cosa que «la concepcion de la ley moral como emanando de la voluntad de Dios:.¡ miéntras que , segun Fichte, es « la creencia viviente y activa en u n órden cósmi­co moral.• Á pesar de esta teoría que niega la influencia de la religion sobre la moral, no falta de todo punto en Kant y Fichte la dis­posicion religiosa, ya Que el primero habla de la « sublime santidad del deber • , y el segundo proclama la necesidad de la fe en lo «divino para la conservacion del órden moral en el mundo. • Kant (l. c. , z66) llega hasta el pÚn­to de hacer la confesion siguiente : « Todo lo que sobre esto podemos conceder es creer que puede haber efectos de la gracia, y á un que de­ben qub:ás existir tales cfcctos para producir en nosotros las imperfectas aspiraciones que tenemos hácia la virtud ; mas por lo denms, nos hall:unos de todo punto incapacitados para determinar cosa alguna tocante á sus signos

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distinth•os, y áun para hacer de nuestra parte la. cosa más mínima á fin de producirlos . . . . . Con sólo hacer lo que alcan!X)n sus fuerzas, debe esperar el hombre que 1� altisima sabi­durfa suplirá lo que falte de una manera que ni pretender siquiera debemos , y que tal vez es tan misteriosa 1 que ni Dios podria manifes­tárnosla de otro modo que por medio de sím­bolos, de los que sólo entendcriamos la parte práctica; pues por otro lado, ni comprender podriamos, bajo el punto de vista teórico, la relacion que existe entre Dios y el hombre, áun cuando se dign;se revelarnos este secre­to. » Como se ve , el error fundamental de es­tos dos filósofos consiste en no admitir perso­nalidad en Dios. Partiendo de la religion, llegamos necesariamente á la moralidad, cuya necesidad misma nos conduce á la religion.

Pero, "¿ puede concebirse siquiera un órden, una ley moral , sin un principio de órden, sin un ordenador supremo y personal , sin un legislador vivo , en una palabra, sin Dios ? Ya hemos visto que la verdad, como esencia eter­na y necesaria , no subsiste sino 6nicamente en Dios , que es el principio y el prototipo de

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- 334 -la. verdad , la misma verdad eterna ; lo

· Propio sucede con la idea del bien , que el hombre lleva indestructiblemente grabada en su espí­ritu 1 que existe ántes que él y sobre él, como ley de su naturaleza 1 y que 1 por consiguiente, no proviene de él ni tiene explicacion en el espfritu humano ; dicha idea se remonta y tiende necesariamente á Dios , que es el bien supremo en su plenitud , el principio y el pro­totipo eterno de toda perfeccion moral.

« Asf como en todo artífice preexiste la ra-2on de las obras que son ejecutadas por medio del arte, igualmente tambien en todo gober­nante preexiste la razon del órden de las que se han de hacer por los que estin sometidos á su gobierno¡ y, asi como la razon de las cosas que se han de hacer por el arte Stl llama arte 6 ejemplar de las cosas artificiales, del mismo modo tambien la razon del que gobierna: los actos de los súbditos obtiene la razon de ley, observadas las demas circunstancias que son esenciales á la ley. Dios es por su sabiduría el autor de todas las cosas 1 á Jas cuales se le com­para como el artifice i sus obras¡ y Él es quien gobierna todos los actos y movimientos que se

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- 33S -observan en cada una de las criaturas; por consiguienle, como la razon de la divina sabi­.duria , en cuanto por ella han si�o creadas to­das las cosas, tiene el car.icter de arte , ejem­.plar ó idea , del mismo modo tiene el de ley, por cuanto mueve todos los seres al debido fin ; y segun esto, la ley eterna no es otra cosa que la razon de la divina sabiduria, en cuanto es directiva de todos los actos y mociones.» ( Suma, I 1 n, c. xcm , 1 . )

Todo ideal corresponde á un principio reai y penonal , de donde se deri\•a ; así el órden ideal de la perreccion moral que se halla gra­bado en el espíritu humano, como su regla so­berana que intenta realizar poco á poco, se encuentra ya realizado desde el principio en Aquél en quien el pensamiento y el sér , lo ideal y lo real , son una sola é idéntica cosa; en Dios.

Kant ha dado una prueba, llamada moral, de la existencia de Dios. Para restablecer la relacion neceuria entre la moralidad y la bien­aventuranza, relacion que no existe en esta vida , por más que la razon exige que haya tal reb.cion , es preciso admitir la existencia de un

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Sér , omni�otente, para que dé á cada uno la medida de la. felicidad que le corresponda , ·y santo, para q�:�e obre en completo acuerdo con la l�y moral , y este Sér es Dios. Mas ¿ quién no \"C que este Dios estaría enteramente al servicio de Ia ley moral, es decir , de un puro ideal , de una abstraccion muerta, que sería, por consiguiente, Dios , en cuyo caso el pre­tendido Dios �e Kant no sería más que el eje­cutor de las órdenes de ese ideal ? Fichte fué m;is consecuente al decir : «El mismo órden "moral viviente es Dios¡ no tenemos necesidad de otro Dios, ni áun podriamos comprender otro distinto.»- (Diario d� filos. , 1798 , 1 5.) Platon (Replihl., vn, 53z.) ha visto la cues­tion de una manera más profunda, cuando re­fiere el bien á Dios como al principio eterno, del que se deriva todo bien creado y finito. «La verdad moral, como toda otra verdad univer­sal, no puede permanecer en el estado de abs­ttaccion. En nosotros no se halla más que concebida. Es necesario que haya en otra par­te un sér , que no solamente la conciba , sino que tambien la constituya. De la misma ma­nera que todas las cosas bellas y todas las co-

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sas verdaderas se refieren éstas á una unidad que es la verdad absoluta, y aquéllas á otra unidad que es la belleza absoluta, llSÍ tambien todos los priñcipios morales participan d� un misnto principio , que es el bien. De esta ma� nera nos elevamos á la concepcion del bien en *í, del bien absoluto. Y este bien absoluto ¿ puede ser otra cosa que un atributo de Aquel que es el único sér absoluto?» (Cousin, l. c., 420.) Ya lo babia hecho notar ántes San Anselmo Cantuariense, cuando dijo : « Existiendo un sinnúmero de oosas buenas . . . . , es . indispensable que todas estas cosas buenas lo sean por algun sér imico , y que este sér bueno , mediante cuya participacion, que es desigual , todas las cosas buenas son buenas en desigual grado, sea por sf mismo grande y bueno en el mli.s alto grado . . . . . Siendo absolutamente contrario á la verdad que haya muchas cosas buenas en infinito grado, es nece&ario que haya algun sumo bien que exista por si mismo y sea el sumo bien. :e- (Monol. , tin't. Suma. , r , c. n , 2.)

Y San Agustín (In. ps. x x n Enar . , n, 8) dice : « Es bien simple el mismo bien por el cual son buenas todas la5 cosas y del qli� todas

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las cosas derivan su bondad ¡ estas cosas que se llaman buenas de ningun modo nos deleita­rían si no fuesen buenas , ni en maneraalgunn serian buenas á DO provenir de

� Aquel que es

el bien t'inico.:. « El imperativo moral de Kant tan bien interpretado por Jacobi 1 se funda en la naturaleza moral del hombre, mas esto nada explica en tanto que no se demuestre cuál es el fundamento de ésta ¡ únicamente la idea re­ligiosa y la idea moral subsislen juntas y se exigen mutuamente.» (Kuhn, Dogmática, 974.)

Dios es el . órden moral vivo y eterno; por eso el espíritu creado, imágen de Dios , le lleva grabado en si mismo y adquiere en él con­ciencia de su semejanza con Dios. No existe, por Jo tanto, órden moral sin Dios , ni moral sin religion , y la consecuencia necesaria de la negacion de la religion ha sido y será siempre el abandono absoluto de toda regla moral. Las poéticas orgías de la jóven Alemania 1 la apoteósis filosófica y poética de la I:Q.ateria y del solo goce material , sin ninguna idea moral de un órden superior 1 nos hnn suminis­Lrado superabundantes pruebas de semejante \-erdad.

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No siendo la razon humana ser subsistente por sí 1 tampoco puede ser autonómica. El i m­perio de la personalidad humana presupone, de una manera necesaria , la existencia de una personalidad absoluta , por cuya razon el fin moral no puede ser otro que el de entregar 1 mediante la union libre de la voluntad huma­na con la dh•ina , la propia personalidad para que sea instrumento de Dios y de sus fines. Sostiénese con frecuencia que mi�ntras que en las cuestiones religiosas andan muy dividi­das las opiniones 1 en las que se refieren á la moral reina completa unidad de pareceres ; de lo cual se saca la consecuencia de que las pri­meras no son esenciales á la humanidad. i\las pn.>ci�amente lo contrario es lo verdadero. La esencia de la moralidad es el hombre mismo y envuelve la cuestion esencialfsima relativa á su destino , que es precisamente una cuestion altamente religiosa. Los actos externos pue­den muy bien ser análogos en el hombre reli· gioso y en el irreligioso ¡ pero lo que les da su verdadero valor y su legítima importancia es la opinion , la idea interna , invisible, que es inseparable del lolal concepto religioso del in-

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dividuo. «Asi como el pensador empirico cree que sería posible representarse las criaturas sin el Creador, de la misma manera el con· cepto emplrico de la vida moral pretende que los actos ordenados por el deber podrian exis­tir 1 en su signilic.1.cion plena 1 sin tenet rtla· cion alguna con el fundamento y el fin del precepto moral. Pero ambas cosas son erró· neas, y únicamente un exámen superficial pue­de ver en t;Ilas algun viso de verdad .» ( Rit· ter, Et�dcl. de las ci'mc . .filos:, m, 46.) Una de las más sublimes manifestaciones de la vida moral-religiosa es el voto que 1 usado ya en el paganismo, aparece bajo una forma más pura en el judaismo, para adquirir una importancia extraordinaria en la Iglesia católica. Basado en la idea de que el hombre, sin dej¡¡.r de ser due110 de su voluntad, tiene precision de unir­la t la poderos.a voluntad divina de una ma­nera especial , para sustraerla i las debilidades á que la expone su natural flaqueza, el voto es, por un lado , una confesion de nuestra impo· tcncia , por otro, un acto de elevacion religio­sa y de Yalor heróico, fundado en la (."Onfianza en Aquel de quien ptoccdcn las fuerzas que

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nos conducen á la vida moral superior. (Thom.

C. gmt.1 111 1 1 3 8 . )

No pretendemos negar con esto que , fuera de la religion, pueda tambien existir cierto grado de moralidad¡ pero ésta no es la mora­lidad sincera y perfecta ¡ no apoyándose en la re!igion 1 tal moralidad no descansa sobre el fundamento de la verdad y de la santidad de Dios , faltan en ella el temor y el amor de Dios 1 la

' oracion , la di.reccion del espíritu

creado hacia su Creador 1 y, por consecuencia, la fuerza, la interioridad y la profundidad. Por otra parte, el principio religioso obra en mu­chas personas inconscientemente y áun contra

su \'o! untad , de suerte que, con frecuencia, lo que pasa por un puro acto de humanidad, no es mois que el fruto de la costumbre y del há­bito religioso 1 6 bien el eco lejano de una pa­labra cristiana que se ha oido en la juventud, y que ha impresionado fuertemente al ahna.

Pero áun suponiendo que la idea moral pu­diera separarse de Dios, no podria de ninguna manera constituir por s[ misma y sin la reli­gion una ley obligatoria para la voluntad hu­mana, porque una ley no es un acto de la

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inteligcncia, sino la exprcsion y el acto de la voluntad. La ley supone necesariamente un legislador y , por consecuencia , una personali­dad , pero una personalidad revestida de auto­ridad , y superior á aquél á quien la ley obli­ga ¡ no hay , por lo tanto , obligacion moral sin Dios. Por otra parte, la ley moral 110 ten­drá sancion suiciente sino á condicion de ser la cxpresion ·de la voluntad divina 1 puesto que solo Dios puede dar al cumplimiento de la idea mOral una medida d� felicidad que sea bnstante á recompensar 1 como lo merece, el dolor de la abnegacion sufrido en interes úni­camente de la moral y del bien 1 y Él sólo puede amontonar sobre la cabeza del prevari­cador tal sufrimiento, que 110 tenga compara­cien con el placer que le ha proporcionado su inmoral conducta. Solamente en virtud de tal condicion estará á salvo el órden moral en el mundo 1 y en disposicion de resistir el formi­dable empuje de las pasiones. Por tanto, si cualquiera ley debe su autorid¡td á su sancion, con mayor razon debemos decirlo de la ley moral , que es el fundamento de toda legisla­cien positiva.

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- 343 -Finalmente, el hombre no encuentra sino

en Dios y en la religion 1 y principalmente en la religion revelada , una regla objetiva para sus obligaciones morales ; una regla que le do­mine y á la que no lleguen los tiros de la so­fistería de un corazon vacilante y seducido por el mal ; una reglar en fin 1 tal como la necesita en el dificil combate de la vida , en medio del terrible conflicto de la pasion con el deber. Figuraos al hombre persuadido de que no hay más legislador que él mismo ¡ quitad le 1 con la religion, con sus amenazas y sus promesas 1 la gravedad y la certeza de sus obligaciones, y le veréis vacilar en las horas difíciles de la tenta­cion ; evidentemente empezará por disputar con su conciencia ; y como durante el fuego de la pasion sobran interpretaciones sutiles, acabará por doblegar su deber á todos los ca­prichos del corazon. Y en efecto , siendo él mismo su propio legislador, ¿ cómo podrian faltarte buenas razones para justificar excep­ciones á la ley ? « Por más que algunos quisie· ran establecer la virtud sobre el fundamento de la sola razon , confieso que no encuentro base sólida en que fundar la moral fuera de la

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rcligion. La virtud , dicen, es el amor del ór· dt;n. Perfectamente ; pero, ¿ puede y debe so­breponerse en mí este amor al de mi felicidad? Que me den una razon para preferirle. En el fondo 1 este pretendido principio no. es más que un puro juego de palabras 1 porque yo digo tambien que el vicio •s el amor del ór­den 1 tomado en diferente sentido , puesto que hay órden moral allí donde hay sentimiento é inteligencia. La diferencia está en que el bue­no ajusta sus actos al todo, y el malo lo orde­na todo por relacion á él , considerándose como el centro de todas las cosas. Por consiguiente, esta ordenado por relacion á un centro comun1 que es Dios , y por relacion á todos los círcu· los concéntricos , que son las criaturas. Si no existe !� divinidad , el malvado tiene razon, y el justo no es más que un mentecato.» (Rous­senu 1 Em., m.) La religion conserva, pues 1 la moral, da al hombre un punto interno de apoyo y un centro, y le defiende á él y á su naturaleza de sí mismo.

Con justísima razon ha dicho Chalybeo, (Eh"ca, n, 44 1 ) : cCón un amor puramente humano , no estando el corazon poseído de un

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profundo amor de Dios y de una piedad sin· cera , es natural que se debiliten los impulsos de la volunlad y aun

'que se desvanezcan to·

dos los buenos propósitos, en el momento que se trata de exigir sacrificios positivos y que es necesario poner á dura prueba la paciencia. Y los que suponen que puede existir verdadera virtud sin piedad ¡ no han llegado á formar exacto concepto de la piedad, ántes por el contrario, tienen de ella una idea falsa ó se refieren á una piedad hipócrita, sin advertir ademas que toda moralidad que no se funde en sinceros sentimientos religiosos, es igual­mente falsa, ó á lo ménos, insuficiente, conlo lo LS la simple moralidad fundada en el dere­cho , ó e¡¡a belleza externa del decoro en las costumbres.» Hti aquí una nueva demostra­cion de aquella profunda verdad : « únicamen­te reconocerá y amará en la tierra á los hom­bres, como á sus hermanos, aquel que de antemano ha reconocido y amado al Padre celeslial. »

Áun tenemos que hacer á este propósito una consideracion. El hombre religioso aparece más grande en sus padecimientos que en sus

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_ ,..._ actos. En tanto que la religion nos ense11a que Dios nos envia los sufrimientos para nuestra sah•acion, y de esta suerte el paciente se colo­ca en un estado de íntima union entre su pro­pia voluntad y la amorosa voluntad divina , la moral irreligiosa se content.1. CQll cnsefiar la rcsignacion que se doblega ante la necesidad ciega, inflexible y sin conciencia. Mas esto en­vuelve la contradiccion palmaria de que el racional haya de soritetcrse a lo irracional, la personalidad libre haya de doblegarse ante la casualidad ciega, suposicion á todas luce� ab­surda.

· Nada de religioa1, toó! o moral, hé aquí la so­lucion que proponen muchos. Pero la nega­cion hace tambien sus progresos, y no conten­ta ya con negar la rcligion1 empieza á rehusar toda sumision al órden moral. La duda en la firmeza y en la solidez inmutable del órden moral, fomentada por las hipótesis del deter­minismo y del materialismo, echa cada dia más profundas raíces y se propaga de una ma­nera espantosa entre las clases populares, para cebarse, como roedor gusano, en la más sana y hermosa. porcion del pueblo. Asf vemos que la

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- 3-17 -estadística criminal ofrece un aumento pro· grcsivo de la perversion y de la inmoralidad que causa espanto, y que crece á. pesar de la difusion de la enseftanza y de hls dec.'\ntndas rcrormas que por doquier se introducen en ella. e Por lo que hace á los ac:ccsos de locura y á. los suicidios¡ la estadfstica presenta un aumento, no sólo constante, si que tambien regularmente progresivo, en la mayor parte de los paises en que más progresos ha hecho la civilixacion moderna, muy particularmente en los doril.inados por el protestantismo.• (Schmo­ll�r , Rt·st�ltad&S de la estadistica .. . .. 1 2 . ) Efec­to de esta dolorosa situacion las más fervoro­sas excitaciones, verbales 6 escritas , de los maestros para que se respeten y acaten las clcrnas leyes de la moral, caen sobre corazones dominados por la duda , y se pierden como la semilla de la predicacion que cae sobre las rocas.

Ahora bien ; lo q�e es verdadero, conside­rado en la vida individual , lo es tambien con­siderado en la vida social. La mision directa del Estado es representar la idea del derecho y defenderla en todas las esferas de la vida ;

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de donde se sigue , que no es posible un estado social permanente, sino á condicion de estar furídado sobre la religion y la moral. «Dios, dice Platon á los ciudadanos de su re­

pUblica ideal , que, segun una antigua tradi­cion , tiene el principio, el medio y el fin de las cosas, les conduce á todos á su fin por el camino más recto, siguiendo su naturaleza.. Detras de Él marcha siempre la justicia pron­ta á castigar á aquéllos que se aparten de la ley divina. Por eso el que quiere llevar una vida feliz , counina constantemente al iado de );J. justicia y la sigue paso á paso en la modes­tia y el recogimiento. Pero si alguno, lleno de orgullo y ensob�rbecido con sus riquezas, 6 con sus honores, ó con su juventud , 6 con su belleza, llena su corazon de vana locura y, lé­jos de dejarse mandar y guiar, se cree capaz de servir de guia á otros , al punto le abando­na Dios , y queda rezagado en su camino, y de esta suerte abandonado, se rodea de una turba de gentes que se le asemejan por sus ideas¡ y dando rienda suelta i sus impulsos, lo per­turba todo en el Estado. Á fuerza de ruido, impone por algun tiempo á la mucliedumbre

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que le cree. un gran hombre ; mas no tarda mucho en pa.gar, con creces, á la justicia la deuda que con ella ha contraído, y cae , arras­tl·ando en su ruina su casa y su patria. Es desde luégo evidente que la prudencia acon­seja encomendarnos al cuidado y i la direccion de Dios .••.• Desde ahora, pues , deben quedar los ciudadanos profundamente convencidos de que los dioses son los sellores y los jefes de todo lo que existe, de que todo lo que sucede se hace por su permiso ó su voluntad 1 y de que la raza humana tiene que darles las mayo­res acciones de gracias.� {Ley IV1 7 1 6 ¡ x , 903. De RefJ.; Iv , ¡ t6 . )

« Dudo , dice á este propósito Ciceron ( De turlttrn Deor. , t1 2), que puedan subsistir la fidelidad , la fe 1 la sociedad humana y la pri­mera de todas las virtudes, la justici a , si des­aparece la piedad hácia los dioses.»- Aristó· tcles mira el culto como la ml.s importante de las seis instituciones principales : agricul­tura , industria, guerra, hacienda; religion y justicia, sin las cuales no puede sostenerse un Estado. Se11ala al sacerdocio el primer ran¡;o en el Estado i quiere que haya edificios espe-

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- 350 -ciales consagrados á la celebracion del culto, y que la cuarta parte del producto del suelo se emplee para el sostenimiento del culto. (Po/., vu , 8, 9, u , n. ) San Justino , en su primera apología ( núm. 1 2 ) , ha descrito la influencia de la religion en la vida civil. « La doctrina de los cristianos es la que contribuye mayormen­te á mantener el órden y·la tranquilidad en ti Estado, ensenando al hombre que Dios lo ve todo, y que por consecuencia no se le oculta lo malo que se practica; que el malvado, el avaro, el asesino y el hombre virtuoso están igualmente colocados bajo la majestad de sus miradas¡ que no se puede salir ae esta vida sin caer en sus manos ¡ que segun las obras, se encuentra más allá de la tumba , ó una'pena eterna, 6 una eterna felicidad. Ahora bien , yo os pregunto : si estas verdades fueran bien co­nocidas de todos, ¿ qué hombre, al vene re­ducido á una vida tan corta , se declararla por el vicio , . cuando tuviera en perspectiva los ruegos eternos que Él le prepara fuera de esta vida , y sabe la recompensa que á la virtud es­pera? ¿ Creeis que solas las leyes, con las pe­nas que establecen , son bastantes á dcLencr y

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- 3$1 -contener al malvado ? Éste sabe bien que puc- ·

de evadirse de vosotros y de vut:stras leyes, porque no sois más que hombres. ¡ Ah ! si es­tuviera convencido de que la mirada de Dios se halla siempre fija en él, que no es solamen­te testigo del acto, sino tambien del pensa­miento, obraria el bien en vez del mal , aunque no fuera por otro motivo que por el temor de la espada que veria suspendida sobre su cabeza.»­« Donde quiera que exist

"a una sociedad 1 se ne­cesita una religion. Las leyes \•elan sobre las costumbres públicas , la religion sobre la vida privada.:. (Voltaire, Trat. de la toler. , xx.) Por lo cual dice San Agustín : « ¿ Qué son los imperios sin la justicia , más que grandes cua­drillas de bandidos ? :. (De Civ. Dei, I V , 4·)

El derecho tiene sus rafees más profundas y su medida más alta en la moral , y ésta, á sii: vez , en la religion. Hasta el presente ningun Estado se ha desarrollado sobre el principio de una teoría puramente abslracta del dere­cho¡ en ladas partes y siempre, las nuevas so­ciedades se han establecido sobre el terreno hislórico, es decir, teniendo en cuenta el ca­ricter propio de las naciones, las cualidades

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- 352 -propias de cada pueblo, la moral y la religion. El Estado no hace la religion, sino que la en .. CLientra preparada como un fundamento divi­no , sobre el que edifica. La caida del imperio romano, como lo hace notar el mismo Mon­tesquieu , no fué sino la consecuencia necesa­ria de la disolucion moral y religiosa que lo babia invadido todo. Es tambien una moixima de dicho publicista, ó más bien de la expe­riencia, que han desaparecido m!s Estados por falta de moralidad que por falta de leyes. Despues de la ruina del paganismo, todo el

. derecho político se ha establecido sobre nue­vos principios, tentados del cristianismo¡ por ejemplo , el principio de autoridad, el de la fidelidad de los sübditos, el de la libertad civil é individual en oposicion ! la esclavitud anti­gua ¡ el derecho penal , que es la expresion misma de la justicia , en oposicion á un falso sentimentalismo, y que supone que el hombre es libre y respons.1.ble de sus acciones, en con­traposicion al fatalismo y al determinismo ma­terialista; y la inviolabilidad del matrimonio, de la familia y de la propiedad , l:n oposicion ! las teorías socialistas,

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« El estado moderno es verdaderamente cris-­tiano.• (Dluntschli , D�recko poi. ) « Nuestra civilizacion es esencialmente cristiana , hija de la religion cristiana , Jo que debilita esta reli­gion, embaraza el progreso y la marcha de nuestra civilizacion.• (Balbo, Desfntccion del

poáe1· temporal de los Papas, I I . ) Por consi­guiente, el que trata de mantener la idea de humanidad , de progreso, de civilizacion, fue­ra de la fe cristiana, en cuyo seno ha nacido y se ha desarrollado esta idea en el trascurso de los siglos , pretende un imposible. En cuan­to al que, á nombre de esta misma idea , ataca el cristianismo, sus dogmas y los principios de moral que de ellos se derivan, mina el suelo que está bajo sus piés. Por eso se dice, con mu­cha razon, que la doctrina que tiende á arre­batar á la religion positiva y á la Iglesia su legitima influencia sobre el Estado, es decir, la secularizacion de la sociedad, juntamente con la apoteósis del Estado moderno, inevita­ble secuela de la primera, en una palabra, el liberalismo, es la gran herejía de nuestros tiempos.

El que cierto número de individuos haya

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sacudido el yugo religioso, no impide, en ma­nera alguna , que estos grandes principios del derecho , considerados como expresion del sen­timiento comun de la humanidad , sean en realidad el fruto maduro de la Teligion , en la cual únicamente encuentran la garantía de su estabilidad. Aun existen otras obligaciones de la vida pública, como, por ejemplo, la del ju­ramento , del cual no puede privarse el dere­cho como último medio de prueba, que afec­tan directa l: inmediatamente á la conviccion religiosa. « Lns leyes hallan su mayor garantía en la religion.• (Hegel, Fil. de la Hi'st., 538.)

Por arra parte, ¿ de qué aprovechan las le­yes sin las costumbres? (Horacio, Odas , m,

24.) Y Aun la esfera de la obligacion religiosa y moral , lDO es , segun la Clbservacion de Sé­neca, « incomparablemente más extensa, más implia y más dilatada que la del precepto legal? ¡ Cuántas cosas prescribe la moral religiosa, la justicia , la piedad y la fe, de las que no tiene siquiera conocimiento la ley ! • (De I'l"a , II1 · :z¡.) «Esos preceptos no tienen fuerza alguna porque son puramente humanos. » (Lactanc. Inst. D. , nr, 27 .) La religion , indispensable

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para el pueblo, lo es todavía mucho más para los ptincipes y para todos aquellos que tienen en su mano el poder, bajo cualquiera forma que éste se ejerza. Pues, como ha dicho un hombre cuyo testimonio no es nada sospecho· so en esta materia , Montesquieu, e un príncipe que odia la religion, pero que todavia la teme, es una bestia encadenada que no puede causar daño alguno; mas el que no hace ningun caso de la religion es un monstruo sediento de san· gre, cuyas devastaciones y atropellos no reco· nacen más Umites que los que le SCiiala el ca· pricho de sus pasiones ... . . ¡Cosa admirable ! La religion cristiana, que no parece tener otro objeto que la felicidad de la otra vida , labra tambien nuestra felicidad en ésta. » (Espir., XXIV, .2.) La religion y la moral , dice el gran Washington, son los sostenes indispensables de la prosperidad pública. No es buen ciuda· dano el que procu� minar el cimiento de es· tas poderosas columnas de la felicidad del hombre. Todo verdadero hombre de Estado las respeta y las ama igualmente que los hom· bres piadosos , porque su importancia y sus re· laciones con el bien público y privado son in·,

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apreciables. Si se quita al juramento su carác· ter religioso, ese ídtimo �fugio de los tribu­nales , ¿ cuál seria en adelante la garantía de nuestras propiedades, de nuestra vida , de nuestra reputacion ? La razon y la experiencia demuestran que sin la religion no puede sub­sistir la moral en ningun pueblo. Por consi· guiente 1 en la moral y en la religion es donde un gobierno popular debe buscar principal­mente su fuerza vital.ll> (Raumer, Los Estados· llm'dos, 1 , 3 - ) «Sabemos que la religion es el fundamento de la sociedad civil y la fuente in­agotable de toda bendicion y todo consuelo en la sociedad humana.• ( Ed. Burke. ) • Deten­go al primer americano que encuentro, le pre­gunto si cree la religion útil para la estabili· lidad de las leyes y el mantenimiento del ór­den social , y me responde sin vacilar que una sociedad civilizada , sobre todo, una sociedad libre , no puede subsistir sin religion. El res­peto de la religion es , á sus ojos 1 la mejor ga­rantía de la estabilidad de la nacion y de la seguridad de los individuos. En este país, los ménos \'ersados en la ciencia de gobernar sa· ben , por lo ménos , esto ..... Ved cómo el res-

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- m -peto de la religion ha recobrado gradualmente su imperio en las diferentes clases de la nacion, á medida que cada 1ma de ést¡s ha adquirido gradualmente esta experiencia en la dura es· cuela de la revolucion. La antigua nobleza, que era la clase más irreligiosa á�tes del 89, llegó á ser la más fervientedespues del 93i así la primera que fué herida se convirtió tambien la primera. Cuando la clase media se sintió herida en medio de su triunfo, se la ve retor· nar, á su vez , á las creencias religiosas, y poco .i poco penetró· la religion en todas las esferas en que los hombres tenian algo que perder. No sucedía así al fin del antiguo régimen. Ha· biamos olvidado tan completamente la prácti· ca de los grandes asuntos humanos , é ignor.i­bamos hasta tal punto la parte que tiene la re· ligion en el gobierno y en la administracion de los imperios, que la incredulidad se apode· ró, desde luégo, del espfritu de aquellos mismos que tenian el interes más personal y f!-lás apre­miante de mantener al Estado en buen órden y al pueblo en la obediencia . . . . . ¿Qué frances tendría hoy el mal gusto de escribir libros como los de Diderot y Helvecio, y quién seria

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- )58 -capaz de leerlos ? Casi me atrevo á. dudar que

áun haya media docena de personas que co­nozcan sus títulos¡ por poco que nos sirva la experiencia adquirida en los acontecimientos de los últirpos sesenta anos, es suficiente para hastiarnos de tan peligrosa literatura. Como la revolucion babia abolido todas las leyes reli­giosas y trastornado, al mismo tiempo, todas las instituciones civiles, el espirito humano babia perdido su equilibrio, no sabia en donde vol­ver á encontrar su estabilidad, viéndose apa­r�cer revolucionarios de una especie descono­cida hasta entónces.» (Tocqueville, l . c., I.) «La religion es la primera condicion del órden político y el único fundamento de los Estados. ( Laboulaye , La li'!Jerlad ,·clr'Kt'osa , u .)

«El elemento religioso unido al moral, ca­racterizado precisamente como tal , se nos pre­senta en todos los tiempos como la última án­cora de salvacion de toda sociedad y único fundamento sólido sobre el que puede soste­nerse, ya que la piedad, mejor dicho, la devo­cion es la verdadera base y el más firme sosten de toda moralidad en la vida de las naciones lo mismo que en la del individuo¡ por canse-

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- 359 -cuencia es tambien la última Ancora, el alma verdadera del Estado.:t (Rothe , Eh"ca , n, 245; m , 1 1 1 5.) Mirabeau expresó ya el mismo pen­sa�icnto en ménos palabras : «Dios es tan ne­cesario para el pueblo como la libertad. :t Y Walter enumera los beneficios de la religion diciéndo (Der. tlat. y pol;t., 237.) : «Sin religion no puede subsistir un Estado. Ella es la que hace penetrar en todos los círculos de la vida el espíritu del cumplimiento del deber; la que, santificando el legitimo derecho de todos 1 lo mismo del alto que del bajo, del fuerte que del débil , y ordenando que sea respetado, encierra en sí el verdadero elemento conservador de la sociedad¡ la que por el voto y el juramento san­tifica los lazos de la fidelidad y del carhio que unen mútuamente al príncipe y i su pueblo; la que dirige su voz i la autoridad suprema para vigorizarla, suavizarla, ilustrarla, ó para contener, con saludables consejos, sus abusos¡ la que hace una virtud de la obediencia libre de los ciudadanos ; la que mantiene y aumen­ta el vigor en los corazones, conserva la fres­cura de la juventud en los pueblos y devuelve su lozanía ni cornzon y i la inteligencia cuan-

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- ,00 -do se marchitan y mueren. Ella es la base de las familias y el fundamento de la disciplina y de la piedad que las conserva¡ por el juramento presta á los tribunales un auxilio imprescindible para la investigacion de la verdad, y en el campo de batalla inspira al guerrero ese indomable va­lor que arrostra la muerte. Estrecha las rela­ciones entre ricos y pobres, estimulando á los primeros a prestar socorro y ayuda á. los se­gundos, y recomendando á éstos conformidad y agradecimiento ¡ dulcifica todas las amargu­ras de la vida; eleva y ennoblece todas nues­tras acciones y hace meritorios los actos más insignificantes por la sumision y la obediencia. Por consiguiente, la reÚgion es el verdadero lazo que mantiene unidos los elementos que constituyen el Estado, el fundamento de su fuerza y el preservativo más poderoso contra su de�dencia. •

Fechner hace sobre el mismo asunto la si­gu.iente observacion : «No usariamos de la reli­gion si no tuviera ningun objeto real. Si de que el hombre usa de la religion se quierecon­cluir que la ha producido , siempre resultará cierto que no depende de él L1. circunstancia

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que hace que se sin·a de ella para su mayor uti­lidad y en virtud de lo que se ha visto preci­sado á hacerla. Es 1 pues , absolutamente nece­sario que la produccion de la creencia religiosa esté fundada en la naturaleza real de las cosas que ha hecho nacer al honibre con todas sus necesidades• (l. c., 1:22) .

Por lo que hace al abuso posible y demasia­do real de la religion, ya dijo :\lontesquieu lo que hay de verdadero bajo este concepto: «Es razonar mal contra la religion hacer una ex:­teñsa resena de los males que ha causádo, ol­vidando al mismo tiempo los muchos bienes que ha producido. Si me propusiera contar to­dos los males que han causado en el mun­do las leyes civiles, la monarquía y el gobier­no republicano, diria cosas espantosas . . . . . La cuestion está en saber cuál es el menor mal; que se abuse algunas veces de la religion 1 ó que no haya ninguna entre los hombres• (l. o.).

Vemos, pues, qne la religion es inteligencia y actividad, espfritu y vida. Mas no es esto solo, sino que abarca al hombre, por decirlo asi 1 en las tres direcciones ó tendencias de su

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naturaleza, que ejercita y perfecciona. á la v�: ella es el objeto del espfritu inteligente, es el acto de su �untad ¡ ella ,

-en fin, hace sentir

su presencia en el sentimiento m;is intimo y más misterioso del corazon. La religion es la doctrina de Dios , porque escrito está : c Esta es la vida eterna¡ que te conozcan á Tf y al que Tú has enviado» (Juan , xvn , 3)¡ es la. ciencia de los santos (Proverbios, JX 1 10 ) ¡ cada religion tiene necesariamente un dogma por fundamento, un símbolo de fe. Pero la religion no es pura y simplemente una cien· cia , es tambien un acto de la voluntad ¡ se manifiesta en la vida y persevera en ella , por· que la verdadera religion se conoce por los frutos que lleva (Mateo , vn, 1 6 ) , y el que practicAre la doctrina enseftada, conocerá que es de Dios (Juan , vn, 1 7 ) . La Sagrada Escri· tura (Actas, xv1, 1 4 ¡ Jerem., xxx 1 , 33) desig· na el corazon como centro de la vida religiosa, en cuanto que es el asiento del sentimiento religioso y no de la sensualidad y de la simple estética. El sentimiento religioso tiene su mé· rito y su razon de ser siempre que se halle dirigido por la inteligencia y en conformidad

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con los hechos de la vida práctica. En todo caso la religion es mucho ml\s que un simple sentimiento de dependencia, por mú que des­agrade á Schleiermacher 1 por lo cual Hegel ha tenido razon al responderle, aunque con cierta exageracion : « Si la religion no es otra cosa que el sentimiento de la dependencia 1 entón­ces el perro es el sér más religioso que existe.» Segun Suarez (.Disp. icolog. , x, 1¡ .Disp. r , 1 ), «la religion hace relacion tanto al entendi­miento como al afecto 6 á la voluntad.» Taro­bien nosotros comprendemos, bajo cierto pun­to de vista , la religion como el sentimiento de la dependencia (Mat. vn, 71 1 5 , 21 -28 ) ; pero baJo otro aspecto, la tenemos, en virtud de ese mismo sentimiento, por la madre de la li­bertad verdadera á causa de la union con Dios y de la fuerza que consigo lleva. La verdad nos hace libres en Dios ¡ «servir á Dios es rei­nan, dice la Iglesia. Síguese, pues , que la religion no sólo consiste en conocer y practi­car, sino que manifiesta tambien su presencia en la parte sensible del hombre, porque al re­conocer el hombre en Dios el principio y el fundamento de su esencia y el de todas las

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_ ,.._ criaturas, como el fin y término de toda crea­

cien , se siente interiormente mo�w·ido de un santo temor y penetrado de un profundo res­peto ante la majestad divina , presente en to­das partes, que vive y obra en toda criatura, pero principalmente en el alma humana , en la que su accion, tan real como misteriosa, conserva en cada momento la existencia y la vida , y procura su salvacion. La religion es el temor de Dios (Eclesiástico, 1 ! r 6 ) : c E ! te­mor de Dios es el principio de la sabiduría.• Y cuando se ha entregado por corr. pleto el hombre :i Aquél que es la verdad sin error, la lu� sin sombra, el bien sin defecto, la ale­gria sin dolor y la vida sin muerte, cntónces la religion se convierte en piedad , entónces el hombre ha conseguido su �n. En efecto , aiU donde se halla la verdad eterna 1 el bien eter­no, la luz eterna, la eterna alcgrfa. y la vida eterna; aiU se encuentra Dios , el cielo, la feli­cidad¡ allf permanece el hombre en la luz y en el a'm.or, y su corazon halla la felicidad en la luz y en el amor .

. c:Re\.-ercnciando y honrando á Dios nuestro espfritu se somete á Él , y en esto consiste su

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perfcccion , porqt:c cada cosa es perfeccionada, por eatar sometida á su superior 1 como el cuer­po lo es por ser \'ivificado por. el alma, y el aire por ser iluminado por el sol. • (Suma , 111 n, LXXXI , ¡ . ) Por la religion comienza el cielo en la tierra: «El que cree, tiene la vida eter­na. » (Juan , m, 36.) San Ignacio ha resumido con una admirable concision este triple carie­ter de la rtligion, asi como su principio y su fin : «El hombre ha sido creado para que ala­be y adore_al Se11or su Dios , y sirviéndole al­cance la salyacion . ,. ( F¡erc. es¡n'r.)

La religion consiste en anegarse en Dios ¡ en Dios, que es la verdad , la belleza y el bien t.-terno. La religion, por consiguiente, es la fuente en donde el género humano bebe sus ideas más grandes y mis profundas¡ las ideas de lo verdadero 1 de lo bueno y de lo bello¡ es el suelo donde se plantó desde el principio el árbol de la ciencia, cuyos frutos gusta aún la humanidad, no pocas veces inconsciente de ello ; es la roca sobre la que el espfritu ha edi­ficado su imperio de la moral, y la patria y la grande escuela de las artes 1 pues ella reune todas las condiciones del arte verdadero. « La

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- 366 -estrecha alianza que existe entre la religion y el arte , la absoluta imposibilidad de suminis­trar á. tste un mundo poético c11 , por y fitcm de la religion , p.:�r otra parte la imposibilidad de dar á. la primera una representacion verda­deramente objetiva por un medio que no sea el arte, hacen indispensable á. todo hombre sensato el conocimiento científico de ambas cosas.• (Schelling, l . c., J Z J . ) Por donde se ve que las ciencias , las costumbres y las artes han salido de la religion, á. la que vuelven ne­cesariamente como al término de su "carrera y por sus últimos resultados. La historia es una continua dcmostracion de esta verdad.

De esta manera el hombre realiza, por medio de la religion, la idea de si mismo, vuelve á. su punto de partida y va á. encontrar la perfec­cion de su sér allí donde había hallado su prin­cipio. cLa religion constituye el fundamento mis sólido y mis saneado de todos los nego­cios de la vida.• (Ritter , Filos. crist. , 11, 8¡8.) La religion es la única que educa á los hom­bres para que constituyan la verdadera y legi­tima humanidad , abriéndoles el camino para llegar 1 por medio del conocimiento de Dios,

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- 367 -al conocimiento de sí mismos, y ponil:ndoles en condiciones de alcanzar su completo desar­rollo, el desenvolvimiento de su noble natu­raleza. Sólo el hombre religioso es el hombre verdadero, el hombre completo: «Teme á Dios y observa sus mandamientos , porque esto es todo el hombre» (Eelesiastes, xu, 13 ) , « pues el hombre ha sido creado para que co­nozca á Dios , y conociéndole le ame, y amán­dole le posea, y poseyéndole sea bienaventu­rado ..... Por consiguiente, k felicidad es la paz del alma basada en el órd.en moral.» {Au­gust. , De Civ. Dei, XIX 1 15 . )

F l :ol' D E L 1'0MO TERCERO.

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I N D I C E .

VII.-EIIum.6r� : diñere.del imcional :iun eD

��j�:fn'��;·:��!e:;\:y�en':!:je ; inmortalidad del alma ¡ fnimio y castigo, La virtud, au objeto; la rcaurre(cion de la carne¡" union del �rma con el cuerpo. , , . s..SO .

Sllfonulllf : Fuerza vital = Darwln y Hllc:kel ¡ fl!l teorla y rofutadon . . • • , , • , , , 8o-1so

FHo.Njiti·de h i•"NSeie11tt : expoticion del aiste­ma y refutacion .• , , • . • • • • • • • 15o-230

VII I.-DiM )' d Aoml.o·t : idea de Di011 ¡ la reU-gion, comercio entre Dios y el l1ombre, la or.u:ioa¡ altcraciones de la ideade Dioa. • , 230-�,.s

IX.-FNiulamtlllo ,1 esmda dt la rtlizi¡m : Dios, como Creador, es Seilor de todo lo creado ¡ da,! no del hombre; principio del pagnnismo¡ oracion, adon.cion, st.plica, sacriflcio ¡ per(ec­cionamieoto del hombre por la religio11. , • 275•367

FIN DEL it'DlCE DKL TOMO TERCERO.

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