Benjamin-Escritos Sobre Literatura Infantil
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7/27/2019 Benjamin-Escritos Sobre Literatura Infantil
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Escritos
La literatura infantil, los nios y los jvenes
Walter Benjamin
Ediciones Nueva Visin, Buenos Aires, 1989.
Coleccin Diagonal dirigida por Anbal V.
Giacone. Traducido por Juan J. Thomas.
Ttulo original: ber Kinder, Jugend und
Erziehung. Suhrkamp Verlag, Frankfurt, 1969.
El estudio preliminar de Giulio Schiavoni
(Avanzi di un mondo di sogno. Walter Benjamin e l'enciclopedia magica dell' infanzia),
as como el artculo de W. Benjamin Abecedarios de hace cien aos (Abbecedari
di cent'anni fa) fueron publicados en Walter Benjamin. Orbis Pictus. Scritti sulla letteratura
infantile. A cura di Giulio Schiavoni. Milano, Emme Edizioni, 1981, y traducidos por
Luciana Daelli.
La paginacin se corresponde con la edicin impresa. Se han eliminado las pginas en blanco
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PRESENTACIN
El presente volumen ofrece una seleccin de los escritos que Benjamin dedica a los temas
indicados en el ttulo. Contiene algunos ejemplos de los trabajos de su primer perodo, cuandoperteneca a la Freideutsche Jugendbewegung (Movimiento de la Juventud Libre).
Se incluyen ntegramente los textos del perodo maduro del autor que se refieren a educacin
infantil, libros infantiles y juguetes, salvo algunas excepciones sin importancia.
El Programa de un tea ro infantil proletario, reproducido de acuerdo con el manuscrito, fue
escrito por Benjamin para Asja Lacis, que en 1918, en tiempos del comunismo de guerra, haba
fundado y dirigido un teatro infantil en Orel. En 1928 trat de reanudar el experimento en la
casa Liebknecht de Berln. Cuarenta aos ms tarde, Asja Lacis escriba: Convers muy
detenidamente sobre ese tema con Benjamin. Me haba pedido que elaborara un programa.
Walter Benjamin dijo que l lo escribira y dara un fundamento terico a mi labor de Orel.
Realmente lo escribi, pero en la primera versin expuso mis tesis de una manera sumamente
complicada.
En la casa Liebknecht lo leyeron y comentaron riendo: Esto te lo escribi Benjamin. Le devolv
el programa pidindole que lo escribiera en forma ms comprensible. El Programa de un
teatro infantil proletario que se ha conservado es la segunda versin.
La que ofrecemos es la nica que se encontr entre las obras pstumas de Benjamin.
Las ilustraciones del libro se tomaron de las primeras ediciones y es probable que el mismo
Benjamin las haya elegido. Al menos, pertenecen en parte a su coleccin de libros infantiles.
ADVERTENCIA DEL EDITOR
Se reproducen aqu los escritos de Walter Benjamin recopilados en1969 por la Suhrkamp
Verlag de Frankfurt am Main con el ttulo de ber Kinder, Jugend und Erziehung a los que se
alude en la Presentacin y publicados por Ediciones Nueva Visin en 1974 (Reflexiones
sobre nios, juguetes, libros infantiles, jvenes y educacin), a los que se han agregado el
estudio de Giulio Schiavoni Frente a un mundo de sueo. Walter Benjamin y la enciclopedia
mgica de la infancia, as como el artculo Abecedarios de hace cien aos del propio
Benjamin, publicados en: Walter Benjamin. Orbis pictus. Scritti sulla letteratura infantile,
Milano, Emma Edizioni, 1981.
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entre la perspectiva de los adultos (padres y educadores) que eligen los libros para la infancia,
y la de los nios, que los leen o los miran, sino tambin en el paisaje no poco accidentado de la
propia tradicin de pensamiento que esos libros cargan sobre sus espaldas.3 En efecto, en ella
parecen cruzarse o alternarse continuamente adultos que reverencian la fantasa y la
espontaneidad infantiles (como el gramtico bohemio Comenius, autor del primer libro
ilustrado de texto, el Universo figurado de las cosas sensibles Nuremberg, 1654
o como el romntico Jean Paul) y otros que, con moralismos ms o menos bien estructurados,
nada tienen en su corazn salvo el deseo de someter esa fantasa y esa ingenuidad a la tica
filistea de un til de clase, tica que se refleja a menudo en la literatura para la infancia
introduciendo la obligacin de la moral conclusiva, para la que los nios buenos siempre
deban estar limpios, los nios buenos nunca deban contestar y as sucesivamente.
2 Esta es la tesis central de una seria contribucin histricocrtica sobre el tema
aparecida hace algunos aos en Alemania Occidental con el ttulo Die heimlichen
Erzieher. Kinderbcher und politisches Lernen, a cargo de Dieter Richter
y Jochen Vogt, Rowohlt Verlag, Reinbeck, Hamburg, 1974, p. 21
3 Entre los intentos de reconstruccin histrica de las diferentes tendencias que
operan en la literatura infantil de los dos ltimos siglos con particular atencin al
rea especficamente alemana, vanse especialmente: Knneker, M.L. (dir.), Kin
derschaukel Ein Lesebuch zur Geschichte der kindheit in Deutschland, 2 vol (I =
1745-1860; II = 1860-1930), Luchterhand Verlag, DarmstadtNeuwied, 1976 (1979);
Hrlimann, B., Europasche Kinderbcher in drei Jahrhunderten, ZurichFreiburg,
1963 (1967); Mller, K., Mller, H., Das Bilderbuch. Geschichte und Entwicklung
des Bilderbuchs in Deutschland von den Anfngen bis zur Gegenwart,
Weinheim, 1973; Maier, K.E. (dir.), Historische Aspekte zur Jugendliteratur,
Stuttgart, 1974. En italiano se dispone, entre otras, de las obras de Marchetti, I., Petrini
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E., Buonincontro. Guida storicocritica e antologica della letteratura per ragazzi
italiana e straniera, Le Monnier, Firenze, 1963; Hazard, P., Uomini, ragazzi
e libri, Armando, Roma, 1970; Faeti, A., Letteratura per linfanzia, La Nuova
Italia, Firenze, 1977; Tutto fiaba. Atti del Convegno Inlernazionale di studio sulla
fiaba, Emme Edizioni, Milano, 1980.
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2. EL LIBRO RESTITUIDO A LA VIDA
A ese universo mvil, polcromo e incodificable de la infancia y del
libro para nios se abri, a fines de los aos veinte, con una contribucin
terica y prctica poco comn por fragmentaria el berlins
Walter Benjamin, nacido en 1892 y futura vctima del nazismo
en 1940, pensador incmodo, objeto an hoy de una verdadera
cinchada entre quienes quieren hacer de l un puro y simple
exponente del misticismo hebreo y quienes tratan en cambio de ubicarlo
en una dimensin a menudo demasiado rgidamente marxista.
Precursor y luego miembro de la Escuela de Frankfurt, conocido
por el gran pblico sobre todo por su actividad de crtico de arte
y ensayista refinado y rebelde a los fetiches de una cultura dominante
orientada slo en sentido afirmativo, este escritor hebreo, excluido
entre los aos 1926 y 1927 de la carrera acadmica y que a
continuacin vivi de artculos y traducciones, que se abri en los
aos de su madurez a las solicitudes del pensamiento marxistarevolucionario,
asumi tambin la infancia como alegora de un proyecto
de destruccin de la subjetividad y de la realidad burguesas,
de las cuales l fue un finsimo intrprete y en cuyos paos, no obstante,
no se resign a quedar limitado. Su felicidad al arrimarse
al potencial de la infancia en su vertiente incontaminada para salvarla
de los colonizadores sin escrpulos haba obtenido credenciales
ms que considerables en la magistral recordacin que nos
dejara en 1950 su admirador y amigo Theodor Wiesengrund Adorno,
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titulada Perfil de Walter Benjamin: Lo que Benjamin deca y
escriba sonaba como si el pensamiento hiciera suyas las premisas
de los libros de fbulas para la infancia en lugar de rechazarlas
con la ignominiosa madurez del adulto y tan literalmente que
hasta el cumplimiento de lo real entra en los horizontes del conocimiento.
La resignacin estaba radicalmente erradicada de su topografa
filosfica. Quien entraba en consonancia con l se senta
como un nio que descubre a travs de las rendijas de la puerta cerrada
la luz del rbol de Navidad.4
Al esbozar una suerte de fragmentaria antropologa materialista
de la infancia, cuyos sostenes ocasionales fueron algunos artculos
publicados en el trmino de un decenio en diversos peridicos
4 Reunido en: Adorno, T.W., Prismi. Saggi sulla critica della cultura, Einaudi,
Torino, 1972, p. 234.
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alemanes,5 as como algunas secciones del libro de aforismos Calle
de mano nica [Einbahnstrasse, 1928] y de la coleccin de memorias
Infancia berlinesa hacia el 1900 [Berliner Kindheit um
Neunzehnhundert, 1932-1933], Walter Benjamin mantuvo la preocupacin
constante de separarse del viejo ideal pedaggico decimonnico
del S educado, s ordenado y s piadoso! que
resuena en las pginas de Pedrito el Desgreado y de la misma pedagoga
reformista oficial de la Alemania de Weimar de los aos
veinte, una pedagoga que a su juicio aturda a los nios con
tonos melosos, empalagosos y estetizantes, con el fin de preservarlos
del mundo conflictivo de los grandes, pero no eximindose en
realidad de considerar la tierna y reservada fantasa del nio en el
sentido de una sociedad productora de mercancas6. Benjamin se
apresur a salvar ese secreto y tcito entendimiento entre nios
y adultos que puede tal vez subsistir incluso donde los grandes se
cuidan mucho de imponer contenidos de verdad a criaturas que les
parecen contentarse con una existencia no del todo lejana de lo autntico,
o segn una categora central del Drama barroco alemn
[Ursprung des deutschen Trauerspiels, 1928]del origen del
que los adultoscolonizadores ya no pueden descubrir trazas en s
mismos.
El acuerdo tcito que el escritor berlins pareci buscar con los
nios (casi rebatiendo su no disponibilidad al crecimiento, para
la integracin en la colectividad de los adultoscolonizadores) se
funda en premisas y elecciones inslitas para la mayor parte de los
educadores en el sentido ms comn del trmino. Sobre todo por
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va de la particular experiencia personal de Benjamin.
La infancia se configura en su vida como una especie de tierra de
desembarco (categora al mismo tiempo histrica y mtica) recuperada
luego de su toma de distancia ideolgica del potencial fascistizante
nsito en los movimientos de la juventud (las Jugendbewegungen)
que operaban a principios de siglo, y del idealismo de
5 Sobre todo Libros para la infancia viejos y olvidados, 1924 [publicado en
esta obra en su primera versin, Viejos libros infantiles, 1924]; Panorama del
libro infantil, 1926; Abecedarios de hace cien aos, 1928; Juguetes antiguos,
1928; Historia cultural del juguete, 1928; Juguetes y juego, 1928; Programa
de un teatro infantil proletario, 1928; Una pedagoga comunista, 1929;
Chichleuchlauchra,
1930; Pedagoga colonial, 1930; Alabanza de la mueca, 1930;
Comienzos florecientes, 1930.
6 Benjamin W., Pedagoga colonial, p. 131 de esta obra.
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impronta liberal activo en el crculo reformista de Gustav Wyneken,
el innovador maestro de su adolescencia y fundador de la
libre comunidad escolar de Wickerdorf en Turingia, con el que
Benjamin rompi drsticamente en el verano de 1915 por las elecciones
filomilitares patrocinadas por Wyneken.7 Pero Walter Benjamin
se liga a la infancia tambin por precisas elecciones de gusto.
Al mundo infantil pareci acceder indirectamente (a hurtadillas
segn sus mismas palabras) abstrado y tal vez no del todo
excluido, a travs del ocasional instrumento de la crtica (dos intervenciones
en Frankfurter Zeitung, una de las principales revistas literarias
de la poca de Weimar que representaba entonces, en 1930
y 1931, para la opinin pblica, el periodismo alemn de la izquierda
democrtica, luego de la publicacin de una cartilla en varios
volmenes de la escritora Tom SeidmannFreud (una sobrina
de Sigmund Freud que Benjamin haba conocido en Mnaco en
1921 y a la que estimaba como autora e ilustradora de libros para
nios) y sobre todo a travs de la puerta secundaria y mgica del coleccionismo
y de la pasin por las antigedades. Estos ltimos temas
fueron lcidamente sondeados por l en un ensayo que lleva
por ttulo Eduard Fuchs, el coleccionista y el historiador [Eduard
Fuchs, der Sammler und der Historiker] aparecido en 1937 en
la Revista para la investigacin social de Adorno y Horkheimer,
adems de referirse a ellos en breves escritos precedentes: crticas
de una cuidada historia de la literatura infantil de Kart Hobrecker
titulada Libros para la infancia viejos y olvidados (1924), el encantador
Panorama del libro infantil [Aussicht ins Kinderbuch]
(1926), Saco mi biblioteca de las cajas [Ich packe meine
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Bibliothek aus] (1931) y Para coleccionistas pobres [Fr
arme Sammler] (1931).
Slo puede descubrir este campo de coleccin el del libro para
niosquien no ha repudiado el jbilo infantil por l escribi
Walter Benjamin criticando el texto de Hobrecker. En esas palabras
la pasin por las antigedades abre las propias tendencias secretas:
las de medirse siempre con el presente histrico, en el cual la experiencia
de repudio a la jovialidad infantil involucra, a los ojos
7 Schiavoni, G., Nel regno dei bambini: linfanzia incancellabile e la citt labirinto,
en S.G., Walter Benjamin. Sopravvivere alla cultura, Sellerio, Palermo,
1980, pp. 96-148. Tambin se remite a este primer estudio italiano comprehensivo
sobre el pensamiento y la obra de Benjamn para una bibliografa y profundizacin
de las multiformes temticas del escritor berlins.
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de Benjamin, no slo la relacin con los viejos y olvidados libros
para la infancia, sino la relacin con la autenticidad misma (con
las experiencias positivas). Con el hechizo melanclico de quien,
incluso entre lo viejo, en los fondos de las tiendas, en las cosas fuera
de moda, en la manera de lo olvidado y de lo abandonado, busca
y explora recorriendo encarnizadamente signos que puedan
ofrecer anticipaciones de un futuro liberado, del que no obstante se
sabe condenado a quedar excluido, el crtico berlins se arroja sobre
las diseminadas ruinas del pasado para oponerse obstinadamente
al ritmo de la historia misma historicistamente entendida, es decir,
como un continuum homogneo de hechos que ratifican el
triunfo de los vencedores y en cuyo contexto las seales de lo diferente
(los potenciales revolucionarios) resultan despojadas de su
sentido. Sobre la huella del coleccionismo de Fuchs un estudioso
alemn de fines del siglo XIX, fundador de un archivo para la historia
de la caricatura, del arte ertico y del cuadro de costumbres,
cuyo mrito le parece ser el de haber buscado iniciar el proceso de
liberacin de la obra de arte presa en la esttica aristocrtica del siglo,
anclada en los criterios de inefabilidad y de unicidad, y, al
mismo tiempo, de haber salvado autnticos tesoros del mercado
de los objetos de arte, lo que le permiti ubicarse en los albores de
la historiografa materialista Benjamin tambin aspira a sustraer
objetos al museo de los bienes del historicismo y a liberarlos
de su aspecto de ruina, para aprender a leer en ellos la alteridad.
Con la pasin no desprovista de cierta nota nostlgicade quien
se sabe envuelto indefectiblemente en los procesos de reproduccin
tcnica y de masificacin que hacen presa de los productos
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artsticos, en detrimento de la experiencia autntica (acontecimiento
tpico de la era contempornea a la que, no obstante, en La
obra de arte en la poca de su reproductibilidad tcnica [1937], l
adscribe el nada despreciable mrito de haber araado el aura y
la unicidad, los signos de la distincin clasista inherentes a la
fruicin esttica), Benjamin tuvo todava tiempo de hacer suyo el
reclamo de los viejos libros para nios en tanto tesoros incontaminados
por la triunfante produccin en serie y destinados a tener
significado tambin en su marginalidad respecto del proceso
productivo para criaturas escindidas entre lo antiguo y lo moderno
y laceradas frente a la ambivalencia misma que invisten los bienes
de la cultura, cuyo control puede, por un lado, transformarlos
en instrumento de emancipacin social, y, por el otro, puede, sin
embargo, acabar acrecentando el peso de los tesoros que gravan
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sobre las espaldas de la humanidad sin otorgar a esta ltima la
fuerza de quitrselos de encima y, por lo tanto, de hacerlos suyos.8
En lugar de llevar agua al molino de la vanity fair de las antigedades,
que acrecienta el museo de la humanidad y arcaza el presente,
Benjamin se abre a los testimonios comnmente despreciados
del pasado, porque se siente atrado por la nueva belleza que
se manifiesta segn su clebre comentario a la obra de Leskov titulado
El narrador (1936)precisamente en lo que se desvanece
9 y porque desea medir el pasado mismo con los peligros
siempre renovados que estn a punto de dominar la vida que contina.
Oprimido por el horror a lo nuevo, que se anuncia sin esperanzas
de rescate, busca cmo restituir a la vida una literatura que
haba permanecido dormitando en los cajones de los muebles Biedermeier
y que su contemporneo Karl Hobrecker haba empezado
a sacar del olvido, aunque sin lograr superar el espritu de un archivismo
dulzn. Contemporneamente, Benjamin intenta relacionarse
a travs del libro para la infancia abandonado y deteriorado
con una experiencia de la felicidad a la que los nios se
avecinan a pesar del alero burgus que pende sobre sus encuentros
con las imgenes y con los cuentos. En Benjamin (como tambin
en los surrealistas contemporneos a l que compartieron un proyecto
de crtica radical a la burguesa) volva a encenderse, en ese
sentido, la experiencia que haba suscitado en Baudelaire en Morale
du joujoux la contemplacin de los juguetes:
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Benjamin el carcter de receptculo de lo autntico marginado de
la historia de los grandes acontecimientos y, en consecuencia, la capacidad
anrquica de atestiguar contra la chatura filistea que homogeneiza
el tiempo histrico y slo sabe proponer la apologa de
lo existente.
El coleccionista de arte se lee en uno de los pasajes que iluminan
ms incisivamente la pasin del escritor berlins por los libros
para la infancia viejos y olvidados no se limita a soar que
se est en un mundo remoto en el espacio y en el tiempo, sino tambin
en un mundo mejor, donde los hombres, es verdad, estn tan
poco provistos de lo necesario como de lo cotidiano, pero donde las
cosas son liberadas de la esclavitud de ser tiles.11 Capaces de per-
11 Benjamin, W., Parigi. La capitale del XIX secolo, en B.W., Angelus Novus,
trad. it. de R. Solmi, Einaudi, Tormo, 1962, p. 148.
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manecer refractarios a las leyes del mercado que no perdonan a la
cultura y al libro, los autnticos coleccionistas orientan por lo tanto
segn Benjamin su propia mirada hacia el texto inhallable
entendindolo ya no como un ensimo artculo de intercambio (como
una mercadera), sino como el lugar donde se halla adormecido
el recuerdo del origen que los hombres han reprimido. La
afirmacin de Benjamin anuncia no slo la total incompatibilidad
con la historiografa de impronta historicista e idealista que glorifica
el acontecer como unilinealidad de sucesos irreversibles en camino
hacia un indudable progreso, sino tambin la inclinacin
que senta Benjamn por el aspecto anarcorrevolucionario inherente
a lo arcaico y a lo marginado, su confianza en el coleccionismo
como pasin anrquica por la realidad, ya que toda recuperacin del
objeto individual proveniente de la lejana se vuelve, en sus manos,
un acto de destruccin: La verdadera, desconocidsima pasin
del coleccionista es siempre anrquica, destructiva.12
El mundo de los nios aparece, en este trasfondo, como el reino
donde la maldicin de ser tiles podra suspenderse, dada la marginalidad
si no la total irrelevancia que les corresponde en el
sistema productivo de los adultos. De aqu proviene la casi programtica
resistencia de Benjamn a crecer, el querer quedarse del
lado de las hadas y de los nios antes que del lado de los filisteos,
de los adultos que crecieron de manera equivocada.
Las remotas races de la pasin de Benjamin por los tesoros rechazados
y olvidados por la historia oficial, y de su placer y gusto
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por cultivar como reliquias de una desaparecida ingenuidad
objetos fuera de moda a los que arrimarse casi instintivamente, se
encontraran en las premisas platnicas que subyacen en su concepcin
de la historia (evidentes sobre todo en la Introduccin gnoseolgica
de su Drama barroco alemn, 1928), extravagantemente
entretejidas con elementos propios de la tradicin milenaria del
mesianismo hebreo. Se dira en efecto que en el pensamiento de
Benjamin sobrevive un eco de la platnica irreductibilidad de historia
e Idea, de su proceder, por as decir, paralelo.13 Es sta una
perspectiva que hace que las realidades terrestres y las mismas ac-
12 Benjamin, W., Lob der Puppe, en B.W., Gesammelte Schriften, III, Suhrkamp,
Frankfurt, 1972, p. 216.
13 Sobre la vinculacin de la Idea benjaminiana con la Idea platnica, sobre todo
del Platn del Timeo, cfr. Holz, H.H., Prismatisches Denken, en AA.VV., Ueber
Walter Benjamin, Suhrkamp Frankfurt, 1968, pp. 87 y sig.
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ciones humanas puedan reconquistar su identidad (su condicin
originaria) slo a la luz de una perspectiva que las arranque de la
cadena de la mera facticidad (el as fue) y las oriente a una experiencia
de la alteridad respecto de las categoras del inters y de la
instrumentalidad (no es extrao que Benjamin rechace acaloradamente
el carcter aintencional de las Ideas).14 Al mismo tiempo,
esta perspectiva haca que los objetos de descarte, las realidades
abandonadas, marginadas y rechazadas resultasen precisamente
por rechazadas las preferidas de la Idea, las ms prximas platnicamente
a la Idea, y a lo que Benjamin llamaba en otra parte
el origen, que l vea precisamente testimoniado por las nfimas
realidades. En su cabinet de curiosits los nios (y los libros
para nios, as como las obras de los enfermos mentales) encuentran
un espacio propio en cuanto seres inmaduros, no crecidos, imperfectos,
indefensos y espontneos, del mismo modo en que Benjamin
consider predilectos de Kafka los locos como Don Quijote,
los segundones y hasta los animales: figuras todas que han
renunciado a las certezas absolutas y a la sabidura, y que precisamente
por esta defeccin le parecen a Benjamin depositarias de
la esperanza de redencin. Los objetos salvados del olvido se
transmutan en reliquias, en vestigios de una autenticidad que est
desterrada del universo de la reproductibilidad tcnica, porque
contienen un residuo del originario, un recuerdo de la Idea.
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4. HISTORIA DE LA COLECCIN BENJAMIN
Es precisamente sobre la huella de una nostalgia consciente de s,
de una insatisfaccin respecto del presente, lcida y sin remordimientos,
motivada por un recuerdo de plenitud, tan sutilmente
analizada en sus contradicciones y en su fascinacin por Frederic
Jameson15 y, al mismo tiempo, bajo la perspectiva de una
esperanza y de una utopa que l vio ya paradjicamente relampaguear
en lugares del pasado concreto, que el escritor berlins se
14 Benjamin, W., Dramma barocco tedesco, trad. it. de E. Filippini, Einaudi,
Torino, 1971, p. 16.
15 Jameson, F., Walter Benjamin o della nostalgia, en J.F., Marxismo e for
ma. Teorie dialettiche della letteratura nel XX secolo, Liguori, Napoli, 1975, p. 99
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ocupa en reunir por lo menos desde 1918 estos antiguos textos,
cuya parte esencial constituye la famosa Coleccin Walter
Benjamin de libros para nios (Kinderbuchsammlung Walter
Benjamin), arrancada afortunadamente de la destruccin (de la
misre del instante de peligro de entonces, es decir, el nazismo,
que el escritor judo, con su exilio parisino, haba tratado hasta el
final de combatir) y que hoy se conserva en Londres, una coleccin,
nica que slo conocieron pocos ntimos.16
En el testimonio de las personas que conocieron a Walter Benjamin
ms de cerca, la fascinacin que ejercieron sobre l los viejos
libros para nios, tanto como los libros de enfermos mentales, los
jeroglficos o los textos de emblemas y de enigmas, parece haber
constituido una verdadera obsesin psicolgica que roza la bibliomana
y que, por lo dems, se ubica en el trasfondo de una tradicin
familiar de coleccionismo: Emil, su padre, tras abandonar sus actividades
bancarias, se ocup de antigedades y ejerci la profesin
de negociante de objetos de arte; su madre, Johanna Schnflies,
descendiente de una familia de estudiosos ilustres, se jactaba de poseer
una valiosa biblioteca de libros para la infancia; su mujer, Dora
Kellner, la vienesa a la que Walter Benjamin consideraba como la
propietaria de la Coleccin y a la cual luego del divorcio en
1930 le qued efectivamente, era hija de una apasionada cultora
de la literatura infantil que haba traducido del ingls varios libros
de fbulas; y su mismo hijo Stefan tendr ms tarde, en Londres, un
negocio de reliquias bibliogrficas tambin debido a su pasin por
los libros.17
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16 La coleccin actualmente disponible no parece contener la serie total de los
volmenes salvados por el escritor, como observa Tilmann Rexroth en las anotaciones
al vol. IV/2 de los Gesammel e Schrif en de Benjamin (Suhrkamp, Frankfurt,
1972, p. 1049). Por otra parte, en las cartas y en los escritos de Benjamin se
encuentran alusiones al hecho de que la coleccin computaba ejemplares que ya
no figuran. En ese sentido, Gershom Scholem, el mximo experto viviente en mstica
hebrea y confidente de Walter Benjamn, escriba recientemente a Jrg Drews,
quien junto con Antje Friedrichs ha ordenado el conjunto de la actual Coleccin
Benjamin: La coleccin ocupaba a mediados de los aos veinte y en 1927, cuando
se encontraba en la habitacin de Dora en la vivienda que todava compartan,
cerca de dos estanteras de libros... (cit. en Zum Kinderbuch, a cargo de Drews,
J. Insel, Frankfurt, 1975, p. 202: carta del 8-5-1924). Esto a su vez induce al profesor
Drews a sostener que tal extensin podra corresponder ms o menos a la extensin
actual de la Coleccin tal como la vio en Londres.
17Cfr. una carta de Mrs. Janet Benjamin al autor, desde Londres (174-1978)
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No falta quien ha credo poder individualizar en la actitud de
Benjamin hacia los libros en general hasta una coloracin ertica.
18 Y no es casual, en este sentido, que en su libro de aforismos
Calle de mano nica [Einbahnstrasse, 1925], dedicado a la comunista
letona Asja Lacis cuya obra junto con la de Georg Lukcs
y la de Ernst Bloch y con la produccin de Bertolt Brecht permiti
su aproximacin al comunismo a mediados de los aos veinte,
Walter Benjamin haya incluido trece mximas sobre las afinidades
existentes entre libros y prostitutas, mximas que se abren con las
siguientes palabras:
I. Libros y putas pueden llevarse a la cama.
II. Libros y putas hacen pasar bien el tiempo. Dominan la noche como
el da y el da como la noche.
III. Libros y putas: nadie entiende que para ellos los minutos son preciosos.
Pero unindose a ellos ms estrechamente se observa qu prisa
tienen. Cuentan en la medida en la que nos sumergimos en
ellos...19
La Coleccin Walter Benjamin es tal vez el cofre ms valioso
y al mismo tiempo ms frgil en el que se recogen y se custodian
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testimonios de esta aventura ertica envilecedora/exaltante. Es
sin duda testigo de la seduccin (que un Benjamin ya no nio no dej
sin embargo de secundar) que brotaba de ese reino de hadas en
el que el crtico berlins pareci experimentar una suspensin fugaz
del hoy histrico con su misre y la de la subjetividad filistea
junto con sus falsedades;
Benjamin amaba las hadas como las amaba yo. Cuando viva en Berln
recuerda Adrienne Monnier haba reunido una coleccin de
libros para nios que en su mayor parte pertenecan al siglo XVIII: libros
encuadernados, con diseos dorados e ilustraciones ingenuas y
llameantes. Gran parte de esta Coleccin se dispers, dado que l no
haba podido llevar consigo todos los volmenes a Pars, pero posea,
no obstante, los ms valiosos, que colmaban una cesta en su pequeo
departamento en la rue Dombasle. Sobre esta cesta estaba colgado
un bellsimo Klee [titulado Angelus Novus, N. del A.], un re-
18 Fuld W., Walter Benjamin zwischen den Sthlen, Eine Biographie, Hanser,
Monaco, 1979, p. 28.
19 Benjamin, W., Senso unico, trad. it. de M. Bertoni, en Il Verri, diciembre,
1976, p. 11.
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galo del artista que haba sido su amigo. Recuerdo mi estupor frente
a esa primera edicin del cuento de Brentano Gockel, Hinckel y
Gackeleya.20
No es menor el asombro con que evoca la pasin anticuaria de
Walter Benjamin su amigo Gershom Scholem en 1965:
Su ms tenaz pasin personal escribi era coleccionar libros.
Autor y coleccionista armonizaban en l con rara perfeccin, y esa
pasin mezclaba a su temperamento, de tendencia melanclica, un
rasgo de alegra. Entre sus escritos existe un ensayo que destaca perfectamente
esta disposicin de espritu: Ich packe meine Bibliothek
aus [Saco mi biblioteca de las cajas] donde leemos la inspirada
frase de Jean Paul: De todas las maneras de procurarse libros,
la que se considera ms digna de alabanzas es escribirlos, en tanto
entre los modos ms comunes que tienen los coleccionistas de
conseguirlos, el ms conveniente sera el de tomarlos en prstamo
y luego no devolverlos. Su biblioteca, que conoc bastante bien, reflejaba
en efecto con gran limpidez su naturaleza tan diferenciada.
Se hallaban las grandes obras que para l tenan un significado, en
barroca vecindad con los escritos ms extravagantes y peculiares a
los que se diriga su apasionado amor de anticuario y, a la vez, de filsofo.
De toda esa coleccin recuerdo especialmente dos sectores:
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libros de psicpatas y libros para la infancia. En los sistemas universales
de los psicpatas, que ignoro a travs de qu fuentes haba logrado
reunir, encontraba material para profundsimas consideraciones
filosficas acerca de la arquitectura de los sistemas en general y
acerca de la naturaleza de las asociaciones en las que, tanto los individuos
mentalmente sanos como los enfermos nutren en igual medida
el pensamiento y la fantasa. Pero ms importante para l era el
mundo de los libros para la infancia. Entre los caracteres realmente
esenciales de la naturaleza de Benjamin est el hecho de que durante
toda su vida se sinti atrapado, con una fuerza directamente
mgica, por el mundo de los nios y por la naturaleza infantil. Ese
mundo fue el objeto de sus reflexiones ms duraderas y pertinaces
y todo lo que escribi en este sentido forma parte de sus obras ms
perfectas [...] Fascinantes son al respecto las pginas de su libro de
aforismos Einbahnstrasse [Calle de mano nica donde se encuentran
las frases ms bellas que jams se hayan escrito acerca de las estampillas;
no menos encantadores son los ensayos que dedicara a
muestras de libros para la infancia y a temas afines, en los que el me-
20 Monnier, A., Ein PortrtWalter Benjamin en Zur Aktualitt Walter Benjamins,
a cargo de Unseld, S., Surhkamp, Frankfurt, 1972, p. 70.
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tafsico describe el mundo todava no deformado del nio y de su
fantasa creativa con estupor tan reverente como sus esfuerzos por
penetrarlo conceptualmente. En muchos otros lugares de su obra desarrolla
sus consideraciones sobre este campo. La obra de Proust define
para Benjamin el lugar donde se encuentran de manera ms perfecta
el mundo del adulto y el del nio, y constituye por lo tanto uno
de los puntos fundamentales de su inters especulativo. Este apasionado
inters repercute en las anotaciones que en la primera mitad de
los aos treinta le dedic a su propia infancia con el ttulo Berliner
Kindheit um Neuzehnhundert [infancia berlinesa hacia el 1900],
que en gran parte aparecieron en Frankfurter Zeitung como trozos
de prosa y que salieron reunidos en un volumen tal como haban sido
concebidos slo despus de la Segunda Guerra Mundial. Aqu
poesa y verdad se convirtieron realmente en una sola cosa.21
Los comienzos de la Coleccin Benjamin de antiguos libros para
nios, cuyos orgenes se encuentran segn lo recordado por el
mismo autor en Saco mi biblioteca de las cajas en su familia,
estn ilustrados por Benjamin en una carta de julio de 1918 a Ernst
Schoen, un ex compaero de escuela y luego querido amigo:
Mi cumpleaos le escriba es una alegre ocasin para hablarle
nuevamente de libros. Usted debe saber que mi mujer me regal una
pequea biblioteca no es que los libros hayan estado expuestos en
un armarito aunque en efecto llenan uno. Ante todo debe saber que
como un verdadero coleccionista de libros me he creado por lo menos
un sector especfico. Esto me indujo sobre todo a reservar una
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atencin escrupulosa a todo lo que ya estaba en mi poder y a todo lo
que puede ser accesible. Es un sector que generalmente no se colecciona
hoy, en el que, por lo tanto, puede sonrer todava la fortuna de
algn descubrimiento (como efectivamente me ocurri hace poco
tiempo con indescriptible jbilo). Se trata de viejos libros para la infancia,
de viejas fbulas e, incluso, de bellas leyendas. El meollo de
la Coleccin es el fruto de mis sistemticas incursiones durante largo
tiempo en la biblioteca de mi madre, en la biblioteca de la primera
infancia.22
Basta con releer algunas secciones de Infancia berlinesa hacia
el 1900 para entender que esas incursiones en la biblioteca ma-
21 Scholem, G., Walter Benjamin e il suo angelo, trad, it. de M.T. Mandalari,
Adelphi, Milano, 1978, p. 74-76.
22 Benjamin, W., Briefe, I, Suhrkamp, Frankfurt, 1966, p. 198
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tema solo haban terminado confiriendo viviente y vvida actualidad
a un patrimonio cultural de familia que amenazaba con reducirse
a un polvoriento mausoleo junto con los adornos (contrasea
de status de la lite burguesa) que en el libro de memorias benjaminiano
vienen a proyectar una luz inquietante sobre aquel falso limbo
que constituye para el Benjamin maduro el intrieur placentero
de la propia infancia.
Un precioso testimonio que documenta tambin el inters de
Benjamin por el mundo de la imaginacin infantil, que se despert
en l paralelamente al crecimiento de su nico hijo Stefan, nacido
en 1918 y al cual dedicar precisamente nfancia berlinesa, es
el que ofrece Gershom Scholem en su reciente Historia de una
amistad:
De ese perodo [en 1918 y en los aos sucesivos, N. del A.] escribe
el amigo que haba intentado en vano llevarlo a la Universidad de
Jerusalem a pesar de sus divergencias ideolgicas con el marxismo
al cual Benjamin adhera son tambin los inicios de su coleccin
de viejos libros para la infancia [...], coleccin que se encamin en
serio tan slo gracias al entusiasmo de Dora por este gnero especfico.
Dora tambin amaba mucho las sagas y los libros de fbulas.
Era comn al menos hasta 1923 en que estuve junto a ellos que
se regalaran para los respectivos cumpleaos libros ilustrados para
la infancia, dando especial importancia a los ejemplares que tuviesen
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dibujos coloreados a mano. Walter me mostraba, por ejemplo,
las creaciones de Lyser, en un rapto en que se fundan ntimamente
la alegra por el descubrimiento y el jbilo por el resultado artstico.
Le gustaba conversar sobre ellos y subrayar en particular nexos
poco evidentes, a menudo descuidados. En junio de 1918 encontramos
en lo de un anticuario de Berna el primer volumen de Bilderbuch
fr Kinder [Libro ilustrado para nios] de Bertuch del
Crculo de Weimar del que compr inmediatamente tambin
otros volmenes, ya que constitua un punto de inters muy particular
en su apasionada dedicacin. Mientras comentaba esta o aquella
pgina brillaba ya entonces, sin que fusemos conscientes, su aguda
sensibilidad por la emblemtica. Las imgenes que en esos libros
eran fruto de asociaciones lo fascinaban no menos de lo que ms tarde
lo fascinaron la Melancholia I de Durero y los libros de emblemas
de los siglos XVI y XVII.23
23 Cfr. Scholem, G., Walter Benjamin - die Geschichte einer Freundschaft,
Suhrkamp, Frankfurt, 1975, pp. 85-86.
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Para darse una idea de la ansiedad y, al mismo tiempo, del amor
desinteresado con los que Benjamin segua aquel rapto que Scholem
haba entrevisto en sus ojos bastara releer la minuciosa crnica
de la imprevisible adquisicin del volumen Peau de Chagrin de
Balzac en una subasta pblica, hecho al que hace referencia en su
conferencia de 1931 Saco mi biblioteca de las cajas:
Entre los recuerdos ms hermosos del coleccionista figura el del instante
en el que corri a salvar un libro al que jams en su vida le
haba dedicado siquiera un pensamiento y mucho menos haba deseado
por el simple hecho de que estaba abandonado y traicionado
en un mercado libre, y lo compr como el prncipe de Las Mil
y una Noches compra una bella esclava para restituirle la libertad.
En efecto, para el coleccionista de libros, la verdadera libertad de cada
volumen est en algn lugar de su biblioteca.24
Sobre la Coleccin, Benjamin vuelve sobre todo en una carta a
Scholem del 16 de setiembre de 1924, en un perodo delicado para
su proyectos futuros (est preparado el Drama barroco alemn,
tal vez su esfuerzo conceptual ms consistente, con el que intilmente
tratar de acceder a la actividad acadmica habilitndose en
la Universidad de Frankfurt en 1925), al punto que considerar de
all en ms la posibilidad de dedicarse a las antigedades para su
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propio sostn econmico,25 y en un ao en el que se publica en Berln
una historia del libro para nios, obra de Karl Hobrecker que critica
no sin reservas:
Ha salido recientemente el libro de mi competidor berlins, maestro
y envidioso promotor de mi coleccin, Karl Hobrecker: Alte vergessene
Kinderbcher [Libros para la infancia viejos y olvidados]. He
recibido recientemente una copia para la crtica. El texto del viejo
parece escrito por un to bonachn, con un ingenuo humorismo que
produce quizs el efecto de un budn mal hecho. La seleccin de las
ilustraciones es en parte cuestionable, pero la realizacin de las de
color es, en realidad, notable. Creo que, en su debido momento, te
cont que el editor no se perdonaba no haberme confiado el encar-
24 Benjamin W., Ich packe meine Bibliothek aus, en B.W., Gesammelte
Schriften, IV, 1, Suhrkamp, Frankfurt, 1978, pp. 392-393.
25 Cfr. carta a Florens Christian Rang, de Berln (14 de octubre de 1922) en Benjamin,
W., Lettere 1913-1940, trad. it. A. Marietti y G. Backhaus, Einaudi, Torino,
1978, p. 58.
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go despus de haber sabido de mi coleccin y del hecho de que la poseyera.
26
Que Benjamin haya acariciado durante cierto tiempo la idea de
escribir un trabajo de importancia sobre la literatura infantil es algo
que se pone en evidencia en un apunte del Diario de Mosc
[Moskauer Tagebuch 1926-1927] donde el escritor recuerda haber
expuesto a un coleccionista moscovita de libros para nios su
gran proyecto de una obra de carcter documental titulada La
Fantasa [Die Phantasie].27 Por lo dems, este proyecto aparece
sintonizado con la atencin que Benjamn reservaba a la fbula, la
primera consejera de los nios, luego de haber sido durante algn
tiempo consejera de la humanidad, mundo mgico capaz a su
juicio de disipar y desvalorizar las fuerzas oscuras de la saga y
al que le dedic algunas de las pginas ms relevantes y esenciales
de toda la literatura sobre el tema.
Aos ms tarde el editor Richard Weissbach de Heidelberg se diriga
a Benjamn interesndolo en una publicacin sobre libros para
nios. El escritor berlins, que en 1933 haba escogido vivir aislado
en Pars, en tanto intelectual democrtico y hebreo perseguido
por el nacionalsocialismo, responda el 23 de junio de. 1932:
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Su propuesta me interesa particularmente. Usted sabr sin duda que
poseo una de las colecciones ms relevantes de libros infantiles alemanes.
Y existen pocas expresiones del mundo del libro con las que
me encuentre vinculado de un modo tan ntimo.28
La precipitacin de los acontecimientos polticos con el advenimiento
de Hitler impidi a Benjamin llevar a cabo ese proyecto.
Mientras tanto, un eco de sus ms recnditas intenciones de acceder
a la enciclopedia mgica, de la que incluso las piezas de su
Coleccin no son sino elementos de poco peso, se haca sentir en el
ensayo Panorama del libro infantil [Aussicht ins Kinderbuch,
1926], un texto que junto con el Abecedario de hace cien aos
[ABCBcher von hundert Jahren, 1928] forma parte de ese tipo
26 Carta F. Ch. Rang (14/10/1922), cit., p. 101
27 Benjamin, W., Moskauer Tagebuch, Suhrkamp, Frankfurt, 1980, p. 145. Benjamin
estuvo en Mosc durante el invierno de 1926.
28 Carta a R. Weissbach, publicada por primera vez en Benjamin, W., Gesammelte
Schriften, IV, 2, cit., p. 1049.
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particular de sus escritos definido como illustrierte Aufstze
[ensayos ilustrados] en los que las ilustraciones se insertan en la
trama del ensayismo benjaminiano casi hasta desintegrar el tejido
conceptual, intentando una sintona con el specificum fantstico de
los nios.
Al parecer, Benjamin sigui ampliando su Coleccin de libros
para la infancia hasta comienzos de los aos treinta, considerndola
no obstante (como resulta de una carta hallada recientemente en
uno de los ejemplares) de propiedad de su mujer Dora, que en los
aos treinta despus del divorcio cuid de esos libros en la
Francia meridional y los llev luego con ella a Londres a comienzo
de los aos cuarenta. Despus de la muerte de Dora en 1964, la
coleccin fue heredada por el hijo Stefan y desde la muerte de este
ltimo, en febrero de 1972, est custodiada por la viuda, Janet
Benjamin, en Londres.
5....UNA IMAGEN QUE HACE HUNDIRSE A TODO EL MUNDO:
LA ALIANZA ENTRE LIBROS Y NIOS
Y EL REPUDIO DE UNA PEDAGOGA COLONIAL
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Los verdaderos destinatarios de los escritos benjaminianos sobre la
literatura infantil que se publican en el presente volumen no son
tanto los nios, sino ms bien los adultos, sobre cuya duplicidad y
ambigedad existencial intenta proyectar luz la pasin anticuaria
de Benjamin. Y esto no slo porque el escritor berlins est convencido
de que los nios pueden educar a los educadores atentos,29
sino porque el abrevar en los escombros de lo olvidado y en el cofre
de la infancia misma slo son para l un simple pretexto para
arrancar esos restos de la tradicin cultural de las garras del conformismo
que est a un tris de someterlos, como teorizar en una
de sus Tesis de filosofa de la historia (1940).30 Incluso el hurgar
en el libro para nios era una ocasin para hablar a los contemporneos,
a quienes considera privados de la dimensin de una sabidura
pica y presa de un derrotero histrico en el cual la mano
29 Benjamin, W., Programm eines proletarischen Kindertheaters, en B.W.,
Gesammelte Schriften, II, 2, Suhrkamp, Frankfut 1978, p. 768 (trad. it. en Fachinelli
E., Il bambino dalle uova doro, Feltrinelli, Milano, 1974, pp. 156-163).
38 Benjamin, W., Angelus Novus, op. cit, p. 74.
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libre y suelta ha tomado el timn por sobre aquella seria y pesada.
31
En un momento histrico como el de la Alemania de fines de los
aos veinte y comienzos de los treinta, en el que prevalecen tendencias
irracionalistas y en el que presintiendo el ascenso del nazismo
Benjamin ve engrosarse las columnas de los mercenarios
prontos a marchar con paso pesado32 sobre los restos de una cultura
de tradicin liberaldemocrtica, cuyo ncleo histrico tratar
poco despus de salvar en la coleccin epistolar Hombres alemanes
[Deutsche Menschen, 1936] y que haba sufrido el golpe decisivo
en 1848, Benjamin es obviamente consciente de la fragilidad
(del infantilismo en cierto sentido propio de quien se entretiene
con letras, palabras, imgenes, mientras los enemigos usan caones
y ametralladoras) con que los crticos productores de cultura
contrastan el paso pesado de los nuevos mercenarios. El
juego con las letras (y por lo tanto el propio inquieto ensayismo
de Benjamin, su extraordinaria capacidad de hablar mediante imgenes)
que en los Comienzos florecientes (1931) se definen
como a la vez seductoras y rechazantes, encuentra no obstante sobre
el mismo trasfondo de la miseria de la privacin de los derechos
y de la inseguridad reales de esos aos una legtima razn
de existencia, dado que para Benjamin persiste fundamentalmente
la exigencia de no traicionar la consigna de obrar concretamente
para abrir paso a la llegada del Mesas a travs de la puerta estrecha,
segn una formulacin suya plena de connotaciones teolgicas.
Sin embargo, en la total falta de ilusiones frente a la poca
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como confesar en una carta Benjamin cultivar hasta el final
(arrancndola de un siempre renovado juego con las letras) una
spes contra spem, una esperanza a pesar de todo que, como para
Kafka, le parece que sigue brillando pero no para nosotros y
que persigue con una tenacidad sobre la que pesa la sombra del
fracaso (ratificado quiz por su suicidio para huir del riesgo de ser
detenido por la Gestapo despus de haber sido sorprendido en fuga
a Port Bou, en la frontera entre Francia y Espaa).
Estos escritos benjaminianos revelan una irreductible ambivalencia
con respecto a los adultos. Alindose con los nios, en cu-
31 Cfr. Benjamin, W., Chichleuchlauchra, pp. 125-130 de esta obra.
32 Benjamn, W., Storia della letteratura, en AA.VV., Storia e scienza della
letteratura, Libreria del Convegno, Cremona, 1970, p. 10
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yo lenguaje, en cuyo juego y en cuyo vnculo con las palabras, imgenes
y colores l encuentra las huellas de una secreta felicidad,
cuya inmediatez parece escapar al adulto (los nios le parecen, en
cierto momento, como una suerte de representantes del Paraso,
cfr. Ges. Schriften, cit. I, 3, p. 1243), Benjamin trata, por un lado,
de sustraer tales textos del universo de las certidumbres filisteas. En
tal sentido, cuando no interviene la impronta moralizante, los libros
para nios quedan ante sus ojos como una suerte de texto sacro, un
lugar en el que se alberga esa promesse du bonheur que tantos adultos
han perdido y traicionado y en el cual los nios son simplemente
ellos mismos en virtud de una unin inmediata, espontnea con
el relato y con las imgenes, gracias a una fantasa carente de gramtica,
capaz de ver reunir las palabras en ropajes siempre renovados.
Sin embargo, al mismo tiempo Benjamin sabe que los grandes
vigilan el mundo de la percepcin del nio, un mundo que muestra
por todas partes huellas de la generacin anterior,33 y que los
libros para la infancia pueden tornarse irreconocibles para aquel
que intervenga con intenciones autoafirmativas. De aqu la fatalidad
segn Benjamin de que el nio exhiba espontneamente
una relacin dialctica al confrontarse con aquellas huellas. Y
de aqu la exigencia para el historiador de la cultura de perseguir
en la historia del libro infantil tambin aquellos puntos lmite
en los que la fe en un continuum pedaggico positivo, siempre configurado
sobre las expectativas de los vencedores y defendido a
menudo con rida pedantera, ha sufrido un hondo cuestionamiento.
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sarrollo material (pinsese en este aspecto, por ejemplo, en sus consideraciones
sobre el significado de la ilustracin): Pues el nio no
es un Robinson; escribe en la Historia cultural del juguete. Los
nios no constituyen una comunidad aislada, sino que son una parte
del pueblo y de la clase de la cual proceden.34 Pero de aqu tambin
la atencin que presta a los aspectos contradictorios del fenmeno,
en la conviccin de que la literatura para nios (que hoy
constituye el soporte de una floreciente industria del libro) est cargada
de elementos autoritarios y represivos, ideolgicos en sentido
lato, pero al mismo tiempo plena de potenciales iluminsticorevolucionarios.
Para ese propsito Walter Benjamin no ahorra flechas
dirigidas a esos pedagogos de la Kindertmlichkeit (carcter
infantil), sus contemporneos, que no perdan ocasin de burlarse
de los libros para nios de impronta iluminista, a los que l no les
niega su aridez y hasta su falta de inters para el nio, pero a
propsito de los cuales, no obstante, aade en una crtica del ya recordado
texto de Karl Hobrecker:
Pero esos errores de antao son leves en comparacin con las aberraciones
que, a causa de la supuesta empata con el ser infantil, estn
de moda hoy en da: la desconsoladora y distorsionada alegra de
las historias rimadas, los ridculos monigotes ideados por dibujantes
poco sutiles que creen interpretar al nio. El nio exige del adulto
una representacin clara y comprensible, no infantil; y menos aun
quiere lo que ste suele considerar como tal.
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De all la necesidad para el escritor berlins de captar seales que manifiesten las secretas
intenciones nutridas de vez en cuando por los adultos educadores y de tematizar para
combatirlas las formas en que ha expresado sus ideales educativos la burguesa en ascenso,
encaminada con creciente agresividad a defender sus posiciones,
pero privada del espritu que la sostena.35 Benjamin no
renuncia a gozar de ese paraso de papel y de magos precisamente
porque sabe que hay sepultados posibles signos de lo diverso,
cuya clave aparentemente perdida yace tal vez sepultada, olvidada,
bajo la costra de los hbitos adultos, formas petrificadas
y ya irreconocibles de nuestra primera felicidad, de nuestro primer
34 Benjamin, W., p. 88 de esta obra.
35 sta es la meditacin que precede a una estupenda antologa de cartas realizada
por Benjamin: Uomimi tedeschi, trad, it. de C. Bovero, Adelphi, Milano,
1979, p. 11
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horror, como se le aparecen en Juguetes y juego. Si los grandes,
incapaces de ser fieles a los pases de las fbulas que han penetrado
sus corazones de nios y de llevar a cabo en la existencia
adulta los deseos expresados cuando nios,36 se le aparecen a Benjamin
como viviendo mutilados de su infancia, los nios en
cuanto portavoces de la esperanza de las generaciones le parecen
expuestos a la amenaza de tener que vivir exclusivamente de
manera infantil. La fantasmagora de las imgenes de los antiguos
libros de lectura y abecedarios no parece tener un fin en s misma;
detrs del fulgor cromtico trata en cambio de remontarse a una
burguesa que necesit a los nios y que en ellos busc las bases
necesarias y biolgicas de la propia subsistencia. Precisamente con
esto se relaciona la recuperacin que hace Benjamin de los componentes
ms destructivos de la actividad coleccionista. Esto induce
a Benjamin a rechazar la no total utilizabilidad de los libros para
nios por parte de los burgueses que inculcan el patrimonio cultural
y lo adecan a la afirmacin del propio dominio de clase, a
las leyes de una pedagoga colonial que perturbe la delicada y
cerrada fantasa del nio. En los armarios estilo Biedermeier (en
los que Benjamin mismo pudo todava hurgar de muchacho) los
viejos libros para nios, con sus estupendas y vividas ilustraciones
coloreadas en las que aun no haba descendido la sombra de la serialidad
y de la reproductibilidad tcnica, adems de salvarse de
la segura desaparicin, en realidad pudieron en cierta medida mantener
ntegra (frente a las miras de la burguesa que no renunciaba
a hacer de ellos meros objetos de uso) su peculiaridad de puros productos
de un saber que hua del provecho y dejaba abiertas frente
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a nios y pedagogos todas las vas hacia la alteridad y lo diverso.
En esos armarios parecan haber conservado ntegra su peculiaridad
de instrumentos destinados al goce y al placer de los ms
pequeos, y tambin de esos adultos que hubieran tratado de sintonizarse
con ese saber.
Confiado en la suerte ntima a la que, segn la frase de Terenziano
Mauro (habent sua fata libelli), ni siquiera los libros pareceran
lograr sustraerse en el curso de la historia, el coleccionista autntico,
como Benjamin lo delinea, parece unirse a ellos en:
36 Benjamin, W., Infanzia berlinese, trad, it. de M. Bertolini Peruzzi, Einaudi,
Torino, 1973, p. 29: El hada, gracias a la cual se tiene derecho a un deseo, existe
para todos. Slo que son pocos los que logran recordar el deseo que han expresado.
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una relacin [... ] que no ponga en primer plano el valor funcional y,
por lo tanto, la utilidad, eso que en ellos puede servir, sino que los
estudie y los ame como la escena de su destino.37
Mientras que el burgus es par excellence un acumulador de cosas
para disfrutar, el nio en la nobleza de intenciones que Benjamin
le otorga trata de gozarlas y gustarlas como ese verdadero
seor que el filisteo no es capaz de ser. El nio sabe aceptar ser
mirado por las imgenes, as como someterlas al uso personal.
Asiste al libre fluir de las palabrasimgenes, al desovillarse de ese
mundo que casi reposa en s mismo. Y no obstante, el nio no se subordina
jams a juicio de Benjamin a realidades exteriores,
como los libros de imgenes o de cuentos (o incluso los juguetes),
sino que vive con ellos una situacin dialctica: sufre, s, la fascinacin,
pero sabe mantener distancia de ellos, sabe jugar con ellos.
Queda por lo tanto envuelto en la dialctica del aceptar y el transformar:
aceptar las leyes de lo diverso, lo gratuito, lo entretenido,
que se traslucen en la literatura infantil; transfo mar y dar vuelta
instintivamente los materiales con los que la primera experiencia
histrica lo confronta: colores, letras, figuras, a los que su fantasa
incansable parece reservar siempre nuevas combinaciones:
Cuando inventan historias, los nios son registros que no se dejan
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cortar las alas por el sentido comn escribe Benjamin en Panorama
del libro infantil [...] de golpe las palabras se cubren con
trajes y en un relmpago estn implicadas en duelos, escenas de
amor o reyertas. Es as como los nios escriben sus textos; pero es
tambin as como los leen.
Del dualismo de fondo que parece existir entre la experiencia
histrica del adulto que ha olvidado su propia infancia (aceptar
para someterse a la propia utilidad) y la experiencia histrica del nio
(aceptar para abrirse a lo distinto) se dira que surge el componente
de peligro que Benjamin ve representado por la burguesa
que los produjo en los libros para la infancia, casi como si el
filisteo, justamente mientras trata de someterlos a sus propias miras,
se quitara una serpiente del seno y apretara un material quemante
entre sus manos. Caben en este tipo de consideraciones, por
ejemplo, el tcito entendimiento que Benjamin ha visto estable-
37 Benjamin, W., Ich packe meine Bibliothek aus, ob. cit, p. 389.
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cerse sobre la cabeza de los pedagogos entre los nios y los
ilustradores refractarios a las leyes del provecho e inclinados al
anonimato, es decir, criaturas que permanecen inmunes a la maldicin
de la fama, a la mendacidad del yo burgus (que para Benjamin
constituye el receptculo del dominio y de la violencia de la
sociedad), seres que en su simplicidad quedaron privados del
rgido encuadramiento social y, en consecuencia, estn aun lejos de
irrumpir en la produccin industrial. Con esos artistas subversivos
los nios pareceran andar del brazo, rindose de los escrpulos
de los pedagogos filntropos.
A juicio de Benjamin los nios parecen conducidos a una actitud
de refractariedad al universo ideolgico de la burguesa en su
ascenso por dos constantes de la literatura de fbulas como la exageracin
y la repeticin. Gracias a la exageracin ellos lograran,
en efecto en presencia de un texto como Pedrito el Desgreado
de Hoffmann huir de las violencias de los adultos que les destinan
esas historias atroces (cf. Comienzos florecientes). Por otra
parte, gracias a la fuerza de la repeticin inherente al hecho de contar
fbulas, el nio y el adulto mismo que narra estaran en condiciones
de huir del terror:
Para l [el nio] no han de ser dos veces, sino una y otra vez, cien,
mil veces. Esto no solo es la manera de reelaborar experiencias primitivamente
terrorficas mediante el embotamiento, la provocacin
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traviesa, la parodia, sino tambin la de gozar una y otra vez, y del modo
ms intenso, de triunfos y victorias. El adulto libera su corazn
del temor y disfruta nuevamente de su dicha cuando habla de ellos.
El nio los recrea, vuelve a empezar.38
Por lo tanto no sorprende que Benjamin entrevea en los espantajos
inventados, durante siglos, por los educadores para reprimir
la fantasa infantil (los chichleuchlauchra) la implcita disminucin
de una autoridad autnticamente capaz de mantener al nio
abierto en el horizonte de la felicidad, cuyo deseo ha sido, desde
el nacimiento de cada uno por gracia de las hadas, poder
expresar. Contra el terrorismo pedaggico o contra la carrera
afanosa de sealar metas o de desplegar un saber prefijado para
los nios, Benjamin no deja en cambio de entusiasmarse por esas
cartillas, silabarios o libros de lectura en los que resulta evidente la
preocupacin por:
38 Benjamin, W. Juguetes y juegos, pp. 93-94 de este libro.
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tutelar la soberana del que juega, de no hacerle desperdiciar energas
en los contenidos didcticos y de prohibir el terror con el que las
primeras cifras y letras se plantan tan gustosas como un fetiche frente
al nio.
En esta direccin l ve moverse, por ejemplo, los textos de Seidmann
Freud, iniciativas que le parecen capaces de despertar en los
nios una confianza en ellos mismos y sentido de seguridad.
Los libros para la infancia y las mismas figuras de las ilustraciones,
a las que Benjamin adscribe la funcin de despertar en el nio
la palabra recuperan as una autoridad legtima (y en esto
consiste, tal vez, su enigmtico poder) sobre los nios en la medida
en que no exhiben voluntad inhibitoria o terrorfica sino que puras
cscaras de un saber que supera tanto a los nios como a los
adultos los invitan a la alteridad, potencian en ellos las capacidades
de evocar lo diverso y les permiten situarse fuera de la patria
mtica (o de la Infancia, con i mayscula) que los grandes esbozan
para ellos a su propia imagen y semejanza.
Reledas hoy, las intervenciones de Walter Benjamin no parecen
haber perdido nada de esa actualidad verdadera que el ensayista
berlins pareci buscar: la actualidad de lo que contribuye a abrir
la puerta de los sueos y el libro de la felicidad, y no a sellarlos, tal
vez definitivamente.
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LA ENSEANZA DE LA MORAL (1913)
Quiz nos tiente la idea de cortar de raz cualquier disquisicin terica
acerca de la asignatura Moral, con la afirmacin de que las
influencias sobre la moral son un asunto puramente personal, que
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se sustrae a toda esquematizacin y normalizacin. Estemos o no
en lo cierto, hay un hecho concreto que para nada tiene en cuenta
ese principio: la enseanza de la moral es fomentada, porque se la
considera necesaria. Y si se fomenta tericamente la enseanza de
la moral, tambin es preciso analizar tericamente esta exigencia.
Intentaremos a continuacin contemplar la enseanza de la moral
de manera aislada e independiente. No preguntaremos en qu
medida es posible lograr un relativo mejoramiento con respecto a
una deficiente enseanza religiosa, sino cul ser la situacin de la
enseanza de la moral frente a exigencias pedaggicas absolutas.
Partimos de la tica kantiana, pues en esta cuestin es imprescindible
un anclaje en lo filosfico; Kant distingue entre legalidad y
moralidad y a veces expresa tal diferencia de este modo:
Para que algo sea considerado moralmente bueno, no es suficiente
que est de acuerdo con la ley tica; es preciso que se haga por amor
a ella.
Eso marca otra determinacin ms de la voluntad tica: es inmotivada,
est condicionada nicamente por la ley moral, por una
norma: obra bien!
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Dos sentencias paradjicas de Fichte y Confucio arrojan una clara
luz sobre ese pensamiento.
Fichte niega la significacin tica del conflicto de deberes.
Evidentemente, al hacerlo slo brinda una interpretacin de nuestra
conciencia moral; si para cumplir un deber tuviramos que descuidar
otro, nos hallaramos en un aprieto, por decirlo as, tcnico;
pero ntimamente no nos sentiramos culpables, porque la ley moral
no exige que se haga concretamente esto o aquello, sino que se
haga lo tico. La ley moral es la norma del obrar, no su contenido.
Segn Confucio, la ley moral implica el doble peligro de parecerle
demasiado alta al sabio y demasiado baja al necio. Con ello
quiere decir que la realizacin emprica de la tica nunca est contenida
en la norma tica; que sera sobrestimarla creer que dentro
de ella estn dados todos los mandamientos empricos.
Confucio se dirige contra el necio, pues opina que toda accin,
por legal que sea, slo adquiere valor tico si surge de una intencin
tica. Con esto volvemos a Kant y a su clebre formulacin:
No es posible nada en el mundo, ni fuera de l, que pueda considerarse
sin restriccin como bueno, excepto una buena voluntad.
Esta sentencia contiene el credo bsico de la tica kantiana, la
nica que aqu nos interesa. En ese contexto, la voluntad no tiene
un significado psicolgico. La psicologa reconstruye mecanismos
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de accin psicolgica, en cuya realizacin la voluntad es, en
tanto causa, a lo sumo uno de los factores. Lo que le importa al tico
es el carcter tico de la accin, y sta tiene tal carcter no por
haber nacido de numerosas causas, sino de la sola y nica intencin
tica. La voluntad del hombre concibe su obligacin frente a la ley
moral, y en esto agota su significacin tica.
Nos hallamos aqu ante una idea que parece apta para constituirse
en punto de partida de todas las reflexiones concernientes a la
educacin moral. Tenemos frente a nosotros la evidencia de una antinomia
en la educacin moral, que tal vez sea tan slo un aspecto
aislado de una antinomia ms general.
La meta de la educacin moral es la formacin de la voluntad tica;
y, sin embargo, no hay nada ms inaccesible que esa voluntad
tica, puesto que, como tal, no constituye una dimensin psicolgica
tratable con determinados medios. Ninguna influencia emprica
nos da la garanta de tener realmente repercusin en la voluntad
tica. Falta la palanca con la que se pueda manejar la educacin
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moral. La ley pura y nica es tan inaccesible como inabordable es
la voluntad pura para el educador. Comprender este hecho en toda
su gravedad constituye un requisito previo a toda teora de la educacin
moral. Inmediatamente se impone una conclusin: dado que
el proceso de educacin moral se opone, por principio, a toda racionalizacin
o esquematizacin, no tiene nada que ver con ningn tipo
de enseanza, pues la enseanza es para nosotros, y por principio,
el medio racionalizado de educacin. Nos conformamos aqu
con esta deduccin, para analizar esa proposicin ms adelante,
cuando consideremos la enseanza actual de la moral.
Ahora bien, traern estas reflexiones como consecuencia la
bancarrota de la educacin moral? As sera si el irracionalismo significara
la bancarrota de la educacin. Pero el irracionalismo slo
significa la bancarrota de una ciencia exacta de la educacin: la renuncia
a una teora cientficamente acabada de la educacin moral
parece ser la consecuencia real de lo dicho. Sin embargo, a continuacin
procuraremos esbozar la posibilidad de una educacin
moral concebida como un todo, aunque carente de unidad sistemtica
en cuanto a sus partes. Desde este punto de vista, el principio
de la comunidad escolar libre, de la comunidad tica, parecera ser
fundamental. La forma en que se concreta la educacin tica en esta
comunidad es la religiosidad, porque tal comunidad experimenta
una y otra vez, en su interior, un proceso que engendra la religin
y despierta la contemplacin religiosa, proceso que quisiramos
llamar plasmacin de lo tico. Como ya hemos visto, la ley moral
carece de toda relacin con lo empricamente tico (en cuanto
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emprico). No obstante, la comunidad tica vivencia una y otra vez
la transmutacin de la norma en un orden emprico legal. Tal modo
de vida exige una libertad que permita a lo legal ajustarse a la
norma. Mas slo a travs de esa norma se obtiene el concepto de comunidad.
La esencia de la constitucin tica de comunidades parecera
estar representada por una ntima fusin entre rigor tico en
la conciencia de la obligacin comn y confirmacin de la tica en
el orden de la comunidad. Empero, como proceso religioso se opone
a todo anlisis.
Con esto nos hallamos frente a una peculiar inversin de aserciones
muy actuales. Mientras que hoy en da se multiplican por
doquier las voces que consideran la moral y la religin como independientes
entre s, a nosotros nos parece que slo en la religin,
y slo en ella, puede hallar su contenido la voluntad pura. La vida
cotidiana de una comunidad tica lleva la impronta de la religin.
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Esto es lo que cabe afirmar, terica y positivamente, con respecto
a la educacin moral, antes de poder formular una crtica de la
educacin moral en vigencia. Incluso al formular esa crtica siempre
debemos tener presente el pensamiento sealado.
Dicho en forma puramente dogmtica, el peligro ms profundo
de la enseanza de la moral yace en la motivacin y legalizacin de
la voluntad pura, es decir en la supresin de la libertad. Si la educacin
moral se propone realmente la formacin tica del alumno,
podemos afirmar que se sta abocado a una tarea irrealizable. Si
quisiera detenerse en lo universalmente vlido, no ira ms all de
lo dicho aqu o de ciertas doctrinas kantianas. Los medios del intelecto,
es decir los de validez universal, no permiten aprehender ms
exactamente la ley moral, porque sta es determinada por la religiosidad
del individuo all donde recibe sus contenidos concretos. Las
palabras de Goethe nos demuestran la imposibilidad de penetrar en
la relacin, todava amorfa, del individuo con la moral:
En el hombre, lo supremo carece de forma, y debemos guardarnos
de drsela de otro modo que mediante la accin noble.
Quin se arroga todava, en el da de hoy (fuera de la Iglesia),
el papel de intermediario entre el hombre y Dios? Quin quisiera
introducirlo en la educacin, cuando esperamos que toda tica y religiosidad
emanen del estar a solas con Dios?
La educacin moral carece de sistema; la educacin moral se ha
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propuesto una tarea irremplazable: he aqu la doble expresin de un
mismo hecho fundamental. A esta asignatura slo le resta impartir
en lugar de educacin moral una rara especie de educacin cvica,
segn la cual todo lo necesario ha de ser espontneo y todo lo
que en el fondo es espontneo debe ser necesario. Se cree poder sustituir
la motivacin tica por ejemplos racionalistas y no se admite
que en ellos la tica se halla a su vez ya presupuesta.1 Por ejemplo,
cuando en la mesa de desayuno se quiere introducir en el nio
la idea del amor al prjimo describindole el trabajo de todos aquellos
a quienes les debe los goces que experimenta. Quiz sea triste
que tales perspectivas sobre la vida muchas veces se le abran al
1 No se podra causar mayor dao a la tica que intentar basarla en ejemplos.
Pues es necesario que todo ejemplo que se me ofrezca sea l mismo juzgado previamente
segn principios de moralidad, para saber si es digno de servir de ejemplo
prstino, es decir de modelo; pero de ninguna manera puede brindarnos el concepto
de tica por sobre todo (Kant).
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nio slo a travs de la enseanza de la moral. Por otro lado, ese tipo
de explicaciones slo puede hacer impresin en un nio que ya
conozca la simpata y el altruismo, y estos sentimientos no son
vivenciados en clases de moral, sino en la comunidad.
Sea dicho de paso, la energa especfica del sentido moral, la
capacidad de empata moral, no aumentar por la incorporacin de
motivaciones, de material, sino nicamente por su aplicacin.
Existe el peligro de que el material supere en mucho a la excitabilidad
moral y la embote.
La enseanza de la moral se caracteriza por cierta inescrupulosidad
de los medios; al no disponer de la motivacin tica propiamente
dicha, debe servirse no slo de reflexiones racionalistas, sino
tambin preferentemente de estmulos psicolgicos. Pocas veces
se llegar al extremo del orador que en el Congreso de Enseanza
de la Moral, de Berln, aconsej entre otras cosas apelar incluso al
egosmo de los alumnos (en este caso slo puede tratarse de un medio
de lograr la legalidad, no ya la educacin moral). Pero tampoco
la invocacin de la heroicidad, la exigencia o el elogio de lo extraordinario,
en cuanto desembocan en una exaltacin emocional,
tienen nada que ver con la continuidad de la actitud moral interior.
Kant no se cansa de condenar semejantes prcticas.
Lo psicolgico implica aun el peligro especial de un autoanlisis
sofisticado, en el cual todo parece necesario, adquiere un inters
gentico y no moral. A dnde llegaramos si, por ejemplo, analizramos
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y enumerramos los distintos tipos de mentiras, tal como
lo propuso un pedagogo de la moral?
Como ya lo dijimos, lo especficamente tico forzosamente se
pierde. He aqu otro ejemplo caracterstico de ello, tomado, al igual
que los anteriores, de la Jugenlehre de Foerster. Un muchacho es
golpeado por sus compaeros, y Foerster argumenta: t devuelves
los golpes para satisfacer tu impulso de autoafirmacin, pero
quin es tu enemigo ms constante, aqul contra el cual necesitas
defenderte ms? Tu pasin, tu sed de venganza. Entonces, en el
fondo, tu autoafirmacin consistira en no devolver los golpes, en
suprimir el impulso ntimo. Es ste un ejemplo de transformacin
mediante la interpretacin psicolgica. En otro caso similar, se le
promete al muchacho golpeado por sus compaeros que al final
vencer y que, a pesar de todo, si no se defiende los otros lo dejarn
en paz. Pero un alegato basado en el resultado nada tiene que ver
con una motivacin tica. La atmsfera de lo tico no es la motivacin
utilitaria, la utilidad propia o ajena, sino la conversin.
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Nos excederamos en el espacio si ofreciramos otros ejemplos
de una prctica a menudo peligrosa desde el punto de vista de la moral.
No mencionaremos las analogas tcnicas de la moral, ni el manejo
moralista de las cosas ms triviales. Referiremos solamente la
siguiente escena de una clase de caligrafa. El maestro pregunta:
Qu faltas ser capaz de cometer quien, no obligndose a observar
con toda precisin las lneas, siempre las sobrepasa con sus letras?
La variedad de respuestas de los alumnos fue sorprendente. No
es esto casustica de la peor especie? No existe relacin alguna entre
tales ocupaciones caligrficas y el sentimiento moral.
Por lo dems, ese tipo de enseanza de la moral de ninguna manera
es independiente como suele afirmarse de las concepciones
morales vigentes, o sea de la legalidad. Al contrario: el peligro
de sobreestimar la convencin legal est presente, puesto que la enseanza,
con su fundamentacin racionalista y psicolgica, nunca
puede alcanzar la actitud tica, sino nicamente lo emprico, lo
prescrito. Tales reflexiones harn que a menudo al alumno le parezca
que la buena conducta (que debera sobrentenderse) es algo extraordinario.
El simple concepto del deber est a punto de perderse.
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EXPERIENCIA (1913)
Libramos nuestra lucha por la responsabilidad contra un enmascarado.
La mscara del adulto se llama experiencia. Es inexpresiva,
impenetrable, siempre igual; ese adulto ya lo ha experimentado
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todo: la juventud, los ideales, las esperanzas, la mujer. Todo era
ilusin. A menudo nos sentimos intimidados o amargados. Quizs
ese adulto tenga razn. Qu podemos contestarle? Nosotros an
no hemos experimentado nada.
Pero trataremos de quitar la mscara. Qu ha experimentado
ese adulto? Qu quiere demostramos? Ante todo, una cosa: l tambin
ha sido joven, tambin l quera lo que queremos nosotros; l
tampoco quera a sus padres, pero la vida le ha enseado que los padres
tenan razn. Y muestra su sonrisa de superioridad, pues a nosotros
nos suceder lo mismo. De antemano desvaloriza nuestros
aos, los convierte en una poca de simpticas necedades, en una
infantil embriaguez que precede a la larga sobriedad de la vida formal.
As son los benvolos, los liberales. Pero conocemos otros pedagogos
cuya amargura no pretende ni siquiera permitirnos los breves
aos de la juventud. Severos y crueles, quieren sometemos
ya a la servidumbre de la vida. Unos y otros desvalorizan nuestros
aos, los destruyen. Y, cada vez ms, nos invade una sensacin:
la juventud no es ms que una breve noche (llnala de embriaguez!);
despus vendr la gran experiencia, aos de compromisos
pobres de ideas y carentes de inspiracin. As es la vida. Lo que
nos dicen los adultos es lo que ellos experimentaron.
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S! Esto es lo nico que experimentaron, jams supieron de otra
cosa: el absurdo de la vida, la brutalidad. Nos alentaron alguna vez
a emprender cosas grandes, cosas nuevas, a acometer lo futuro?
Oh, no, porque eso no se experimenta! Todo lo que tiene sentido,
lo que es verdadero, lo que es bello, lo que es bueno, est fundado
en s mismo. Para qu nos sirve all la experiencia? Y he aqu el secreto;
como jams eleva la vista hacia la grandeza, hacia la inspiracin,
el burgus ha convertido la experiencia en Evangelio, en
mensaje de la vulgaridad de la vida. El jams ha comprendido que
hay algo ms que la experiencia, que existen valores a los cuales
servimos y que no estn sujetos a experimentacin.
Por qu la vida carece de consuelo y sentido para el burgus?
Porque lo nico que conoce es la experiencia. Porque l mismo
carece de consuelo y sentido. Y porque l no mantiene ninguna
relacin tan intima como la que lo liga a lo ordinario, a lo que es
eternamente ayer.
Pero nosotros conocemos otra cosa, que ninguna experiencia
nos da ni nos quita. Sabemos que existe la verdad, aunque todo lo
pensado hasta ahora haya sido un error. Sabemos tambin que se
debe ser fiel, aunque nadie lo haya sido hasta ahora. Ninguna experiencia
puede robamos esa voluntad. Sin embargo tendran en
algo razn los padres con sus cansados gestos y su desesperanza petulante?
Ser triste lo que hemos de experimentar? Slo en lo que
no es posible experimentar podemos fundar la intrepidez y el sentido?
En tal caso, el espritu sera libre, pero la vida sin cesar lo
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arrastrara hacia abajo, porque esa vida, esa suma de experiencias,
resultara desconsoladora.
Nosotros, sin embargo, no comprendemos tales interrogantes.
Acaso llevamos todava la vida de aquellos que ignoran el espritu,
de aquellos cuyo Yo inerte es arrojado por la borda como las olas
contra un arrecife? No. Pues cada una de nuestras experiencias tiene
ahora un contenido. Nosotros mismos le daremos un contenido
con nuestro espritu. El irreflexivo se conforma con el error. Nunca
encontrars la verdad le dice al investigador, lo s por experiencia.
Pero el investigador hallar en el error una nueva ayuda
para encontrar la verdad (Spinoza). La experiencia slo carece de
sentido y de impulso para el espritu embotado. Quiz resulte dolorosa
para quien aspira a alcanzar las alturas; pero difcilmente lo
precipitar en la desesperacin.
Una cosa es cierta: jams caer en una morosa resignacin ni se
dejar adormecer por el ritmo del burgus. Porque como habris
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notado ste slo celebra todo nuevo fracaso. Acaso eso nos est
demostrando que l tena razn? Su creencia se ha confirmado:
es verdad que el espritu no existe. Sin embargo, nadie exige como
l un sometimiento tan absoluto, una veneracin tan rigurosa al
espritu. Porque si criticara, tendra que participar en la creacin.
Y l no puede hacerlo. Hasta la experiencia del espritu, que l hace
contra su voluntad, carece para l de espritu.
Dgale usted
que cuando sea hombre
respete los sueos de su juventud.*
Nada ms odioso para el burgus que sus sueos de juventud.
(Y la sensiblera suele ser una forma de mimetismo de ese odio.)
Porque lo que apareca en esos sueos era la voz del espritu, que
tambin a l lo llam una vez, como a todo ser humano. La juventud
es el eterno recuerdo de ello y por eso la combate, le habla de
esa experiencia gris y todopoderosa y ensea al joven a rerse de s
mismo. Vivenciar sin espritu es cmodo, pero funesto.
Repito: nosotros conocemos otra experiencia. Esa experiencia
puede ser hostil al espritu y destruir muchos sueos; no obstante es
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lo ms hermoso, lo ms intocable, lo ms inmediato, porque jams
puede faltar el espritu si nosotros seguimos siendo jvenes. Uno
siempre se vivencia slo a s mismo, dice Zaratustra al final de su
peregrinaje. El burgus hace su experiencia; y es la eterna y nica
experiencia de la falta de espritu. El joven vivenciar el espritu
y cuanto ms le cueste lograr algo grande, ms fcilmente encontrar
el espritu en todo su camino y en todos los hombres. El joven
ser indulgente cuando sea hombre. El burgus es intolerante.
* Federico Schiller. (N. del T.)
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LA POSICIN RELIGIOSA DE LA NUEVA
JUVENTUD (1914)
El movimiento de la juventud que despierta seala hacia ese punto
infinitamente lejano donde sabemos se encuentra la religin.
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Y el solo hecho de ser movimiento ya nos brinda la ms firme garanta
de lo acertado de su direccin. La juventud que se despierta
en Alemania se halla igualmente alejada de todas las religiones y
asociaciones ideolgicas por igual. Tampoco adopta una actitud religiosa.
Pero esa juventud significa algo para la religin, y la religin
empieza a adquirir una muy nueva significacin para ella. All
donde nace lo nuevo, all, en el centro, est la juventud. Sufre la penuria
ms apremiante y la ayuda de Dios est ms cerca de ella.*
Slo en la juventud puede alcanzar la religin un grado tan alto
de penetracin en la comunidad y slo en la juventud el ansia de religin
es tan concreta, tan ntima, tan honda. Porque el camino que
recorre la joven generacin, en su proceso formativo, carece de sentido
sin ella. Es desierto y penoso si no existe en l ese punto en que
aparece la bifurcacin, la opcin decisiva. Ese punto de bifurcacin
ha de ser comn a toda una generacin, y all se levanta el templo
de su dios.
El anhelo religioso despert tarda y aisladamente en los mayores.
Eran decisiones secretas, tomadas ante encrucijadas particulares,
y no ante una encrucijada nica, general. La decisin no impli-
* Referencia al proverbio alemn Wenn die Not am grssten, ist Gott am
nchsten (Cuando la penuria es ms apremiante, Dios est ms cerca).(N. del T.)
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caba ninguna garanta, le faltaba la objetividad religiosa: as permaneci
siempre el individuo frente a la religin.
Y ahora aparece una juventud que est unida a la religin, que es
el cuerpo en el cual la religin sufre sus propias penurias. Una generacin
quiere verse nuevamente en la encrucijada, pero la bifurcacin
de caminos no aparece. Todas las j