CONTEXTO HISTORICO DEL PRISCILIANISMO EN GALICIA EN … · en un texto suevo del siglo VI. C. La...
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CONTEXTO HISTORICO DEL PRISCILIANISMO EN GALICIA EN LOS SIGLOS IV Y V
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e iertas fechas nos permitirán discernir las primeras líneas de fuerza:
+ 387: «Exim, in Gallaeciam Priscillianistarum haeresis invasit » .
A partir de este momento, la herejía de los priscilianistas invadió Galicia: El cronista Hidacio obispo de Chaves, sitúa pues la aparición y ei desarrollo inicial del priscilianismo en Galicia, después de la muerte de Prisciliano.
+ 400: El Concilio de Toledo condena el priscilianismo y a los obispos adheridos a él, en particular los de Astorga y Braga.
+ 409: Comienzan las grandes invasiones en la Península. Veinte años, más o menos , separan el momento de las primeras manifestaciones del priscilianismo gallego, durante el reinado de Teodosio, de las nuevas circunstancias políticas derivadas del problema bárbaro: Este período de tiempo corresponde a una generación que ha conocido unos años de tranquilidad relativa, en comparación con lo que se avecina a partir del año 409. Durante veinte años arraigará en Galicia el priscilianismo como una de las formas gallegas del naciente cristianismo. Así que es necesario precisar el contexto político y social de este período que, si no explica totalmente el éxito del movimiento, sí puede, en cambio, ayudar a entender mejor ciertos datos.
A una fase de arraigo del priscilianismo a finales del siglo IV, sucedió una época de crisis que permitió su desarrollo, al beneficiqrse del nuevo contexto: Veamos pues el contexto histórico de estos dos momentos de arraigo y desarrollo.
l. Políticamente, la Galicia de la segunda mitad del siglo IV no tiene ya nada que ver con la del Alto Imperio.
A. Con las reformas emprendidas por Diocle-
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ciano, Galicia alcanzó el estatuto de provincia y al mismo tiempo ensanchó sus límites al englobar la Cantabria y una gran parte de Castilla, es decir el antiguo conventus de Clunia. Los conventus, a~tiguas subdivisiones jurídicas y administrativas subsisten y hasta el siglo V continúan citándos~ los conventus de Astorga, Bra&a y Lugo. Esta reforma es importante , ya que culmina la evolución de las regiones del Noroeste después de la c.onquista de Augusto . Resulta además significativa la elección del nombre de la provincia: Durante todo el Alto Imperio, las fuentes engloban las regiones del Noroeste bajo la doble denominación de Asturia-Gallaecia. El término Asturia figura siempre en primer lugar y la ciudad de Astorga es el centro administrativo más importante. La expansión de la provincia hacia el Este habría acrecentado este papel. Pero ahora, el mayor desarrollo de las regiones de la costa gallega y de las situadas entre el Douro y el Miño se apoya en la nueva promoción oficial de la Gallaecia en detrimento de Asturia. Volveremos sobre este punto al tratar el problema de las ciudadades.
A partir de la segunda mitad del siglo IV, el estatuto de provincia consular la sitúa al nivel de la Bética y la Lusitania. Como las restantes provincias de la Península, depende del vicariato de Mérida, cuyo papel de capital administrativa de la Península Ibérica es importante para el N o roes te: Las relaciones entre Galicia y Lusitania fueron comunes durante todo el Alto Imperio, llegando a establecerse vínculos entre ambas regiones. Precisamente de Mérida partirán las primeras querellas en torno al priscilianismo. En general los historiadores admiten el hecho de que el priscilianismo no h~ya nacido en Galicia, si bien una de las explicaCIOnes de lo que constituyó una especie de segundo nacimiento en Galicia tras la muerte de Prisciliano se relaciona con los intercambios habidos entre la Lusitania y el Noroeste, más exacta-
mente entre Braga, Astorga y Mérida (Vía de la Plata, Puente de Alcántara, inscripciones ... ).
B. La creación de la provincia de Gallaecia supone también una redistribución del papel de las ciudades. Era preciso establecer la sede del nuevo gobierno. La preponderancia del sector gallego sobre el asturiano quedó reflejada en el mayor auge de Braga, por encima de Astorga, por ser la capital de la Gallaecia: Astorga, la « Urbs magnifica» de Plinio el Viejo, tuvo que ceder su puesto a la «dives Bracara» de Ausonio. Astorga conserv aria sin embargo un importante papel y, en conjunto, lejos de decaer, las ciudades gallegas del siglo IV parecen haber conocido un nuevo desarrollo. Punto delicado, que nos conduce al problema de las murallas con las que se fortificarán las ciudades del Noroeste: Braga, Astorga, León, Lugo y tal vez Chaves. E.ste fenómeno es considerado por muchos como un signo de decadencia, de repliegue de las ciudades sobre sí mismas. Es evidente que la inseguridad general ha debido incitar a las ciudades a protegerse; pero en el Noroeste, donde no llegaron las invasiones del siglo III, estos recintos pueden significar también un elemento de prestigio para la ciudad y reflejar así su progresivo desarrollo: Buen ejemplo de ello podría ser el esmero con el que se construyó la muralla de Lugo. Como tampoco conviene olvidar que buena parte de la historia de Galicia en la época de los suevos transcurre en torno a estas ciudades que constituían, en un ámbito sobre todo rural, funda_men~ales puntos de apoyo tanto para la je- 1 rarqwa episcopal como para el poder político.
C. Finalmente, esta transformación política a la que aludimos ha sido puesta a menudo en relación con los problemas militares que, como se sabe, constituyeron una de las preocupaciones centrales de la reforma de Diocleciano. A partir de los descubrimientos arqueológicos en las necrópolis de la cuenca del Duero, surgió la hipótesis de la existencia de un Limes que iría de Navarra hasta el Duero por Burgos y Valladolid. Se trataría de una frontera militar, defendida por tropas repartidas a lo largo de su extensión, que separaría las conflictivas regiones del Norte y los sectores más pacíficos del Centro y Sur. Pero en realidad es una hipótesis muy frágil y trabajos más recientes nos inclinan a renunciar a esta idea de un limes hispanus en el siglo IV. También en este punto el contexto histórico repercute en la interpretación del priscilianismo: Considerarlo como un movimiento de revuelta social concordaría con el hecho de un limes protector de las demás regiones de la contaminación de la revuelta, pero la idea se sostiene con más dificultad si por el contrario se insiste en la perfecta integración de Galicia al conjunto político y provincial del mundo romano. El estudio de la evolución política de Galicia en el siglo IV muestra a esta región perfectamente inte-
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grada al mundo romano y, como las demás provincias, receptora de los sucesos que afectaron al conjunto de la Península. Los textos de las inscripciones miliares y monedas así lo reflejan. La creación política de la Gallaecia por Diocleciano significó el reconocimiento de la entidad gallega en el seno de las provincias hispánicas.
11. Paralelamente a los cambios políticos, las regiones noroccidentales conocen importantes mudanzas sociales, no súbitas sino producto de su evolución desde la conquista. Por su entrada tardía en el cuadro romano, en la romanización de Galicia pudieron coexistir las estructuras locales y las oficiales estructuras romanas. Aunque el sucesivo aumento de contactos provocase una transformación de mentalidad que cabe situar en el contexto del siglo IV. Lejos de ser una época oscura y decadente, como tan a menudo nos evocan el Bajo Imperio Romano, de denominación incluso peyorativa que hoy se prefiere reemplazar por la de Antigüedad Tardía, el siglo IV gallego fue un período activo y dinámico, pero de difícil estudio debido a una documentación con excesivas lagunas.
Destacan tres hechos: el desarrollo de las villas , la reocupación de los castros y la aparición del cristianismo.
A. La villa es una manifestación económica y social de la penetración de las estructuras romanas en un ámbito provincial. Se trata de un sistema de propiedad poco conocido en Galicia en el Alto Imperio: Pertenecientes a los siglos I y II se han descubierto unas diez villas. En los siglos III y IV la cifra aumentará considerablemente: En el conventus de Braga, repartidos sobre todo por la provincia de Orense, por la cuenca del Douro y alrededores y por las proximidades a la costa, han sido descubiertos cerca de treinta emplazamientos de villas. En el conventus de Lugo la densidad es menor: Quince villas. Las más importantes por su riqueza y dimensiones pertenecían al conventus de Astorga, con treinta villas repartidas en dos zonas: la de Oviedo y provincia de León.
Nuestra intención no es estudiar estas villas detalladamente, sino sólo las repercusiones sociales de su desarrollo. Sin alcanzar las dimensiones de los latifundios africanos o del Sur de la Península Ibérica, denotan un cambio en las estructuras económicas de un país en el que hasta entonces dominaban los sistemas tradicionales de explotación, muy mal conocidos por cierto. Sus propietarios adoptaron las costumbres de los romanos, decorando sus casas con mosaicos e instalando termas, y en lo sucesivo llegaron a formar una clase notable con el rango de honestiores. Buena parte de los clérigos gallegos procedían de esta clase y entre los que viajaron al Oriente con su familia bien podría haber estado, aún joven, Hida-
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cio e incluso la virgen Egeria. Es la misma clase que encarga los sarcófagos, monumentos funerarios y objetos litúrgicos que atestiguan, como veremos, ese primer cristianismo.
B. Simultáneamente tiene lugar el movimiento opuesto: La recuperación de un habitat primitivo, el castro. Tema en el que aún quedan numerosos puntos por estudiar antes de establecer conclusiones definitivas. Se sabe que los castros quedaron ocupados durante una gran parte del Alto Imperio. Pero, según atestiguan las monedas, muchos lugares abandonados desde el siglo I volvieron a ser habitados en el siglo IV. Esta nueva ocupación de los castros se prolongó hasta el siglo V, en el que la población se vio muy amenazada.
Es preciso considerar este fenómeno para comprender un aspecto esencial del cristianismo y del priscilianismo en Galicia, en sus relaciones con el ámbito rural. Estos reagrupamientos de la población campesina pudieron suponer la vuelta a una organización colectiva que favoreciese la formación de comunidades cristianas rurales de las que lamentablemente nada sabemos, por lo que respecta a los siglos IV y V, aunque se transparenten en un texto suevo del siglo VI.
C. La aparición del cristianismo en Galicia es el tercer hecho dominante del siglo IV. N o hace falta repetir que es difícil fijar su historia. Sin embargo, algunos documentos conservados permiten valorar rasgos originales en este cristianismo primitivo gallego.
Lógicamente, el punto de partida es a la vez urbano y militar, con la primera comunidad de León-Astorga y el obispo Basilides en el siglo III. En el Concilio de Toledo, en el año 400, la diócesis de Astorga está bien representada por el obispo priscilianista Symphosius y su hijo Dictinius. Allí acuden también Paternus, obispo de Braga, y el obispo de Celenis del conventus de Lugo. La existencia de esta diócesis de Celenis es todo un indicio de la organización del clero gallego. Entre los obispos asistentes se encontraba efectivamente Exuperantius, obispo de Celenis; ahora bien, este mismo concilio nos revela que otro obispo ordenado en Celenis, Ortygius, expulsado por los priscilianistas, pudo recuperar su sede. Así pues , dos obispos para una misma sede ... De hecho, Ortygius sería obispo de otra comunidad vecina. La diócesis de Celenis desapareció de las listas posteriores: Todo nos indica que la organización de las comunidades cristianas del Noroeste apenas está bosquejada.
La ausencia de una red ciudadana favoreció el desarrollo de las comunidades campesinas y de un episcopado rural. Gracias a estas comunidades se desarrolló el priscilianismo al no encontrar, en la Galicia de finales del siglo IV, una fuerte jerarquía episcopal que se opusiese a su difusión, como sucedió en la Bética o en el Sur de Lusitania. El
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priscilianismo pudo así echar raíces en el corazón de los habitantes del Noroeste, a lo que también contribuyó la existencia de una corriente ascética cuyo eco encontramos en la peregrinación de Egeria al Oriente. Pero aunque algunas de las reglas indicadas por Egeria, como el ayuno dos veces por semana incluido el domingo , también son recomendadas por Prisciliano, nada nos autoriza a hacer de Egeria una adepta al priscilianismo. Sería más sencillo ver en su testimonio un aspecto del desarrollo del ascetismo en las comunidades cristianas de Galicia, como en el siglo V lo serán los grupos de vírgenes consagradas de Braga.
Los descubrimientos arqueológicos no hacen más que confirmar el contexto rural del cristianismo gallego. A excepción del sarcófago de Braga, los testimonios más interesantes han sido encontrados en ese medio:
a) De la primera mitad del siglo IV: -Sarcófago de San Justo de la Vega (Astorga),
en mármol, con un friso que ilustra los siguientes temas: Resun·ección de Lázaro, arresto de San Pedro, milagro de la fuente, Adán y Eva tras el pecado, multiplicación de los panes y sacrificio de Abraham.
-Sarcófago de Temes (Lugo). Tapa en mármol blanco con estas escenas: Adoración de los Magos, Adán y Eva, Ciclo de Jonás!
b) De finales del siglo IV y comienzos del V: -Sarcófago de Braga, decorado con un cántaro
y el monograma de Cristo. - Mosaico funerario de Prende (Baiáo, Oporto). -Crismón de Quiroga, en el que el gran mono-
grama central de Cristo está rodeado de una inscripción cuyo texto nos interesa particularmente: Aurum vile tibi est, argenti pondera cedant; plus est quod propia felicítate nites. («Para ti el oro no vale nada, desaparezcan las grandes sumas de plata; más te vale el brillo de su propia dicha»). Este rechazo de la riqueza, habitual en el medio ascético, se relaciona estrechamente con las concepciones morales del priscilianismo, cuando además éste se sitúa en una región aurífera con los yacimientos de Quiroga y de la Sierra de Caurel. Los restantes documentos encontrados en Quiroga, los capiteles y bases de columnas , permiten suponer una iglesia paleocristiana.
En los sectores rurales es efectivamente donde se han encontrado los restos más interesantes de estos primeros santuarios paleocristianos cuya interpretación no siempre resulta tan sencilla como la de Ouvigo (Orense) o Falperra (Braga). Así el problema planteado por Santa Eulalia de Bóveda, cerca de Lugo, donde un posible monumento subterráneo indígena ha sido primero transformando en ninfeo y después cristianizado con una planta basilical de tres naves a comienzos del siglo V.
Sin embargo el monumento mejor estudiado y más representativo es indiscutiblemente la iglesia martirial de Mari alba (León).
El contexto histórico de las postrimerías del siglo IV nos desvela pues los importantes cambios que afectaron a la sociedad gallega, así como el dinamismo que tales cambios trajeron consigo. El priscilianismo aparece en Galicia en este momento, entre los años 380 y 400, como un componente de ese dinamismo, apoyándose en las primeras comunidades cristianas predominantemente rurales. La crisis del siglo V quebrará esta actividad y acentuará las tensiones en el interior de la sociedad gallega.
lll. En cierto modo el priscilianismo aprovechará la crisis del siglo V que se inicia con las invasiones del año 409.
A. El 29 de setiembre o el 13 de octubre del 409, alanos, vándalos y suevos atraviesan los Pirineos. A partir de este momento la situación política de Galicia conocerá profundos cambios, . Sin entrar en inútiles detalles sobre las invasiones, señalaremos solamente las etapas políticas fundamentales que pueden esquematizarse en tres fases:
- En el 411 los bárbaros se reparten los territorios y Galicia queda bajo el control de suevos y vándalos. Después de un conflicto de diez años, los vándalos abandonan la Península, pasan a Africa, con lo que en el 429 Galicia se convierte en el dominio de los suevos.
-Desde esta fecha hasta el 455, Galicia servirá de punto de partida a las expediciones y correrías de los suevos por la Península; incursiones que les llevarán hasta Mérida, la Bética, la Tarraconense y la Cartaginense.
- La tercera fase corresponde al ocaso del poderío suevo y al mismo tiempo, al derrumbamiento de la Galicia romana, entre 455 y el final del siglo V. Los reyes suevos se enfrentan a las tropas visigodas de Teodorico que los terminan aplastando en el Orbigo, cerca de Astorga, en octubre del 455, para después apoderarse de Braga donde las tropas visigodas permanecieron un año. En el 457 Teodorico devasta Astorga y regresa a Aquitania. El reino suevo se dividió debido a luchas intestinas que terminaron beneficiando a los visigodos.
Así pues, en el aspecto político, Galicia conoció importantes modificaciones aunque no toda ella sufrió la misma suerte. Una gran parte de lapoblación escapó al control directo de los suevos, refugiándose en los castros para asegurar su defensa. En cuanto a las ciudades, si Braga se convirtió muy pronto en su capital, Lugo no fue tomada hasta el año 460 y Astorga quedó fuera del reino suevo. Será éste un hecho de suma importancia para la discordia prLscilianista. Todo parece indicar, en efecto, que Astorga se mantuvo en la órbita de Roma, lo que explica el particular papel que pudo jugar el obispo Thoribius, intermediario
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entre los obispos gallegos del reino suevo y las autoridades romanas.
Por otra parte, la caída del poder tradicional romano dejó un vacío que en parte fue colmado por los suevos aunque , en realidad , la continuidad de las antiguas estructuras fue asegurada por el único poder que aún se mantenía: La Iglesia. Asistimos así a un desan·ollo del papel político de los obispos que negocian la paz del año 433, tras la embajada de Hidacio ante el patricio Aetius en el 432. No hay duda de que estas nuevas circunstancias influyeron en la situación religiosa de Galicia.
B. El clero gallego y las comunidades cristianas tuvieron que contar en lo sucesivo con los nuevos ocupantes cuya conversión no tendrá lugar hasta el año 448. Una parte de los habitantes, como es el caso de Orosio, prefirió abandonar Galicia; otros resistieron y el resto quedó al servicio de los suevos. El clero gallego adoptará estas mismas posiciones , lo que plantea el problema de la actitud de los priscilianistas en el conflicto.
La ausencia de fuentes dificulta el conocimiento de los obispos gallegos del siglo V. Las principales ciudades de Galicia se convierten en sedes episcopales: Astorga, Braga, también Lugo y Chaves. Se mantiene además un episcopado, del que no contamos con referencias precisas de sus diócesis, aunque estaría particularmente ligado al medio rural. En opinión del cronista Hidacio el clero está desorganizado (deforme m ecclesiastici ordinis) debido a confusas elecciones ( creationibus indiscretis) . Lo cierto es que esta situación se debe tanto a la presencia de los suevos como al progreso del priscilianismo en el seno mismo del episcopado gallego y del pueblo que elige a los obispos . El priscilianismo no sólo pesaría en las regiones rurales sino también en ciertas ciudades. Tenemos así el caso de Agrestus, obispo de Lugo, probablemente priscilianista, empeñado en impedir la elección de dos obispos anti-priscilianistas, Pastor y Syagrius; caso notable, puesto que la ciudad afectada, al parecer, por priscilianismo, es una de las más apartadas. Tal vez la facilidad con la que los suevos se apoderaron de Lugo en el año 460 pueda explicarse mediante cierta complicidad entre invasores y priscilianistas. Nada nos permite asegurarlo pero , en cualquier caso, las divisiones del clero gallego impidieron al papa León I convocar un sínodo en el año 447. La situación benefició sin duda a los priscilianistas.
CONCLUSION
Al concluir este panorama del contexto histórico de Galicia en los siglos IV y V, podemos constatar que las primeras manifestaciones del priscilianismo en esta región no estuvieron directamente relacionadas con una época de grave crisis. En cambio, la ausencia de una fuerte jerarquía episcopal y la existencia de un medio ascético
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pudo favorecer la implantación del priscilianismo en un país abierto al exterior, al menos por lo que respecta a las regiones de Astorga y Braga que por otra parte fueron las primeras influidas por el movimiento. Ver en el Noroeste un reducto aislado en el que se refugió el priscilianismo parece un contrasentido. Por el contrario, es cierto que la crisis del siglo V, al agravar la situación y modificar las relaciones de poder, debilitó las estructuras oficiales de Galicia y permitió un mayor desarrollo del priscilianismo, suficiente para inquie- (!) tar al ortodoxo obispo de Chaves, Hida-cio.
Traducción: Manuel González Cuervo
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