Contexto Histórico y Geotécnico de Guadalajara (RNMS)

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Memorias de la XXII Reunión Nacional de Mecánica de Suelos 1 / 13 Guadalajara, Jal. Noviembre del 2004 Contexto histórico y geotécnico de Guadalajara Historical and geotechnical context of Guadalajara Salvador Lazcano Díaz del Castillo, Director y consultor de Suelo-Estructura, profesor de la Universidad Panamericana, Guadalajara, Jal. ([email protected]) RESUMEN. Se presenta un panorama general de la historia de Guadalajara, iniciando con la historia geológica, primeramente tratando el Lago Jalisco, después la Barranca del Río Santiago y su estratigrafía, y finalmente los diferentes períodos eruptivos de la Sierra La Primavera, que fue en donde se originó el material pumítico que constituye el subsuelo de Guadalajara. Después se pasa a las culturas pre-hispánicas y a las cuatro fundaciones de Guadalajara. Finalmente se describen aspectos históricos, constructivos, sísmicos y geotécnicos de varias edificaciones, en especial de la Catedral. 1. INTRODUCCIÓN La ciudad de Guadalajara ocupa más de la mitad de una extensa planicie llamada valle de Atemajac, enclavada dentro del Cinturón Volcánico Mexicano, que se extiende aproximadamente a lo largo del paralelo 20° norte, desde Cofre de Perote y Pico de Orizaba en el Estado de Veracruz, hasta los volcanes San Juan y Sangangüey en las inmediaciones de Tepic, Nay. El valle de Atemajac en planta tiene una forma aproximadamente elíptica, con su eje mayor de unos 36 km, en dirección sureste-noroeste, y su eje menor de alrededor de 12 km. En el extremo sureste se encuentra la histórica y alfarera población de Tonalá y en el extremo noroeste la ex- hacienda de Santa Lucía y campos agrícolas con maizales y agave azul. Éste último es la materia prima para la elaboración del tequila. La altitud promedio del valle de Atemajac es de 1,600 m sobre el nivel del mar y a su alrededor encontramos en general cerros y lomas con altitudes máximas que fluctúan entre 1,900 y 2,200 m. Únicamente el costado oriente y parte del noreste del valle no está delimitado por elevaciones, sino por una depresión, la barranca por donde corre el río Grande de Santiago, que si bien inicia en el cercano Lago de Chapala, viene a ser una continuación del río Lerma, que nace en las faldas del Nevado de Toluca, otro de los múltiples volcanes del Cinturón Volcánico Mexicano. El Lago de Chapala, el más grande de México, es el cuerpo acuífero mayor que queda de un antiguo y gigantesco lago, llamado “Jalisco” en la literatura geológica. 2. “LAGO JALISCO” En la época del Pleistoceno, caracterizada por periodos de glaciaciones, la sección centro-oriental del Estado de Jalisco estaba inundada por el Lago Jalisco (Mitchel, 1964; Leyden, 1994). Éste se formó hace unos 40 mil años y en su extensión máxima abarcó un área de alrededor de 22 mil km 2 (cerca de una cuarta parte de la extensión de Jalisco), desde Autlán y las faldas del Nevado y Volcán Colima en el suroeste de Jalisco, hasta las cercanías de Lagos de Moreno y Aguascalientes en el noreste (ver figura 1). Figura 1 Lago Jalisco (adaptado de Flores Tritschler et al, 1990) Aguascalientes Lagos de Moreno Autlán Tuxpan Guadalajara Lago de Chapala

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Artículo sobre la situación geotécnica de Guadalajara a lo largo de su historia, incluyendo la importancia de su actividad sísmica.

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Memorias de la XXII Reunión Nacional de Mecánica de Suelos 1 / 13 Guadalajara, Jal. Noviembre del 2004

Contexto histórico y geotécnico de Guadalajara Historical and geotechnical context of Guadalajara

Salvador Lazcano Díaz del Castillo, Director y consultor de Suelo-Estructura, profesor de la

Universidad Panamericana, Guadalajara, Jal. ([email protected]) RESUMEN. Se presenta un panorama general de la historia de Guadalajara, iniciando con la historia geológica, primeramente tratando el Lago Jalisco, después la Barranca del Río Santiago y su estratigrafía, y finalmente los diferentes períodos eruptivos de la Sierra La Primavera, que fue en donde se originó el material pumítico que constituye el subsuelo de Guadalajara. Después se pasa a las culturas pre-hispánicas y a las cuatro fundaciones de Guadalajara. Finalmente se describen aspectos históricos, constructivos, sísmicos y geotécnicos de varias edificaciones, en especial de la Catedral. 1. INTRODUCCIÓN La ciudad de Guadalajara ocupa más de la mitad de una extensa planicie llamada valle de Atemajac, enclavada dentro del Cinturón Volcánico Mexicano, que se extiende aproximadamente a lo largo del paralelo 20° norte, desde Cofre de Perote y Pico de Orizaba en el Estado de Veracruz, hasta los volcanes San Juan y Sangangüey en las inmediaciones de Tepic, Nay. El valle de Atemajac en planta tiene una forma aproximadamente elíptica, con su eje mayor de unos 36 km, en dirección sureste-noroeste, y su eje menor de alrededor de 12 km. En el extremo sureste se encuentra la histórica y alfarera población de Tonalá y en el extremo noroeste la ex-hacienda de Santa Lucía y campos agrícolas con maizales y agave azul. Éste último es la materia prima para la elaboración del tequila. La altitud promedio del valle de Atemajac es de 1,600 m sobre el nivel del mar y a su alrededor encontramos en general cerros y lomas con altitudes máximas que fluctúan entre 1,900 y 2,200 m. Únicamente el costado oriente y parte del noreste del valle no está delimitado por elevaciones, sino por una depresión, la barranca por donde corre el río Grande de Santiago, que si bien inicia en el cercano Lago de Chapala, viene a ser una continuación del río Lerma, que nace en las faldas del Nevado de Toluca, otro de los múltiples volcanes del Cinturón Volcánico Mexicano. El Lago de Chapala, el más grande de México, es el cuerpo acuífero mayor que queda de un antiguo y gigantesco lago, llamado “Jalisco” en la literatura geológica.

2. “LAGO JALISCO” En la época del Pleistoceno, caracterizada por periodos de glaciaciones, la sección centro-oriental del Estado de Jalisco estaba inundada por el Lago Jalisco (Mitchel, 1964; Leyden, 1994). Éste se formó hace unos 40 mil años y en su extensión máxima abarcó un área de alrededor de 22 mil km2 (cerca de una cuarta parte de la extensión de Jalisco), desde Autlán y las faldas del Nevado y Volcán Colima en el suroeste de Jalisco, hasta las cercanías de Lagos de Moreno y Aguascalientes en el noreste (ver figura 1).

Figura 1 Lago Jalisco (adaptado de Flores Tritschler et al, 1990)

Aguascalientes

Lagos de Moreno

Autlán

Tuxpan

Guadalajara

Lago de Chapala

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El río Lerma contribuyó con una importante cantidad de agua para el Lago Jalisco, cuyo nivel de aguas alcanzó posiblemente los 1,750 m sobre el nivel del mar (Mitchell, 1964), o sea 230 m arriba del nivel actual de Chapala y 150 m sobre la elevación promedio de Guadalajara. Sin embargo, llegó el momento que aquel gigantesco lago comenzó a erosionar por varios puntos, a través de ríos. Las restos que dejó aquel Lago Jalisco al disminuir notablemente su tamaño, hace más de 10 mil años, son principalmente varios lagos aislados, depósitos de suelo de origen lacustre y barrancas en los ríos que lo drenaron, especialmente en el río Santiago que se tratará en detalle en la sección 3. El Lago de Chapala, con una extensión de 1,100 km2 (Sandoval, 1979), es el remanente acuífero mayor del Lago Jalisco, e inunda únicamente un 5% de la extensión máxima del lago original (22 mil km2). Los otros lagos de mucho menor extensión y profundidad, son: Cajititlán, Atotonilco, Zacoalco, San Marcos, Sayula y Zapotlán. Existieron también otros lagos en el del valle del Molino (al poniente de Chapala), el valle de Tala (área ocupada parcialmente en la actualidad por la presa de La Vega), el lago de Bellavista, cerca de Unión de TVLA en el sur de Jalisco, desecado artificialmente en la primera mitad del siglo XX. Depósitos lacustres En el fondo de los lagos, debido a la quietud de las aguas, se depositan sedimentos finos, como son limos y arcillas. En el Lago Jalisco, hubo un ambiente propicio para deposición de suelos arcillo-limosos que se encuentran en planicies amplias que inundó el Lago, como la zona comprendida entre el corredor industrial de El Salto e Ixtlahuacán de los Membrillos, algunas zonas de la ribera de Chapala y su Ciénega, los valles de Tototlán, Ameca, San Clemente, Unión de TVLA y Autlán, y las planicies en donde se alojan los lagos de Atotonilco, San Marcos, Zacoalco, Sayula y Zapotlán, este último junto a Ciudad Guzmán. Algunos depósitos de suelo arcilloso arriba mencionados tiene potenciales expansivos altos a muy altos, como ocurre en el corredor industrial de El Salto, y secciones de la ribera de Chapala, de la Ciénega, del valle de Ameca, etc. Es famosa mundialmente la alfarería que se fabrica en San Pedro Tlaquepaque y Tonalá, al oriente de Guadalajara. Ésta se elabora con barro (suelo

arcillo-limoso) que se encuentra en el extremo oriente del valle de Atemajac y que precisamente se originó en los depósitos del fondo del Lago Jalisco. Además de los depósitos lacustres del Lago Jalisco, en algunas zonas de su fondo se sedimentaron microfósiles silíceos que se formaron de plancton. A estos sedimentos se les llama tierras diatomaceas o diatomita y en las cercanías de Catarina, entre las lagunas de Atotonilco y Zacoalco, se encuentran espesores de hasta 40 m de este material. La diatomita tiene múltiples usos en la industria, entre otros como medio filtrante para fabricación de cerveza, refrescos y azúcar; también es fundamental para la fabricación de pintura, papel, fertilizantes, aislantes térmicos y acústicos, etc. Además de los microfósiles que constituyen las diatomitas, en la cuenca del Lago Jalisco se encuentran fósiles de mamut, mastodonte, gliptodonte (especie de armadillo gigante), caballo prehistórico americano y otros animales del Pleistoceno (Schöndube, 1994). En los museos Regional y de Paleontología de Guadalajara es posible ver algunos de estos fósiles. 3. BARRANCA DEL RÍO SANTIAGO El gigantesco Lago Jalisco proporcionó un gran potencial erosivo a los ríos a través de los cuales drenó sus aguas hacia el océano Pacífico. Los drenes principales fueron los ríos Armería y Tuxpan hacia el sur, Ameca hacia el poniente y el Santiago hacia el nor-poniente. Se tratará aquí únicamente el río Santiago, que junto con el Lerma, drenan una cuenca que abarca aproximadamente un 6% del área del territorio nacional (127,000 km2) (Sandoval, 1979), y arroja sus aguas al océano Pacífico en la costa de Nayartit, cerca de San Blás. El río Grande de Santiago, o simplemente río Santiago, comenzó en la ribera nor-poniente del Lago Jalisco un proceso de erosión hace varios miles de años, para quitar de su cauce material ígneo que se había formado por diversas erupciones de volcanes, entre otros Mascuala o el Mexicano y La Higuera, ubicados al noreste de Guadalajara. Por este proceso erosivo se formó la Barranca del río Santiago, que inicia su trayecto más abrupto a la altura de Puente Grande, a 25 km al sureste de Guadalajara, y termina delante de la población de Tequila, a unos 70 km hacia el noroeste de la misma ciudad.

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A lo largo de la barranca del Santiago, ésta recibe diferentes nombres. Se le llama barranca de Tequila en las cercanías de esa población, y a la altura de Guadalajara se le conoce como barranca de Huentitán a la sección norte y de Oblatos a la noreste. Al bordear el valle de Atemajac, el cauce del Santiago va a cerca de 600 m abajo del nivel medio del valle, y hay acantilados que permiten ver físicamente los diversos estratos rocosos que subyacen a Guadalajara. De esta manera se puede acceder a la historia geológica de la zona hasta a unos nueve millones de años, en la época del Mioceno del período Terciario, antes de que existiera el hombre (Nelson y Sánchez-Rubio, 1986). El corte geológico de la barranca del río Santiago está compuesto en la parte más profunda por tobas riolíticas de 9 millones de años (M.a.) de antigüedad, sobre éstas hay una serie de flujos de cenizas y lavas riolíticas con algunos estratos basálticos, todos con edades de entre 5 y 9 M.a. Sigue una ignimbrita oscura, llamada San Gaspar, de 4.8 M.a. Sobre esta ignimbrita hay coladas de lava basáltica de 4 M.a., las cuales están cubiertas por la ignimbrita Guadalajara de 3.3 M.a. (idem). Cabe mencionar que cimientos y muros de templos y cimientos de viviendas (los muros eran generalmente de adobe) de la zona centro de Guadalajara, fueron construidos con cantera de la ignimbrita Guadalajara, que es de color café oscuro a gris claro. En la actualidad mucho de este material se obtiene de bancos de la zona de La Experiencia, al norte de la ciudad. Un vulcanismo más reciente en la zona son las erupciones basáltico-andesíticas de los conos de lava y cenizas que se extienden a lo largo de una línea que va desde el sureste de la ciudad hasta las proximidades del volcán de Tequila a 50 km hacia el poniente (Luhr y Lazaar, 1985; Nelson y Sánchez-Rubio, 1986). Los principales conos que limitan el valle de Atemajac hacia el sur, son de poniente a oriente, los cerros del Gachupín o del Tesoro, Santa María, El Cuatro y el Tapatío (ver figura 2). Finalmente sobre la ignimbrita Guadalajara en unas zonas y sobre basaltos en otras, yacen depósitos de material piroclástico originados en las últimas actividades volcánicas en la región, que fueron los períodos eruptivos de la Sierra La Primavera ubicada al poniente de Guadalajara.

4. SIERRA LA PRIMAVERA La Sierra La Primavera se localiza al poniente de Guadalajara (ver figura 2) y es un complejo volcánico del Pleistoceno tardío, perteneciente al Cinturón Volcánico Mexicano. En él encontramos domos y flujos de lava riolítica, tobas ácidas, material piroclástico pumítico y sedimentos lacustres de la caldera. Las primeras erupciones ocurrieron hace cerca de 125 mil años (Mahood, 1980).

Figura 2 Guadalajara, cadena de conos volcá-

nicos y Sierra La Primavera (adaptada de Nelson y Sánchez Rubio, 1986)

El segundo período eruptivo fue hace 95 mil años, y consistió en una emisión de aproximadamente 20 km3 de flujos de ceniza que constituyeron la llamada “Toba Tala” (idem). Esta toba se extiende en un área de unos 700 km2, en su mayoría hacia el valle de Tala (de ahí su nombre), al poniente de la Sierra La Primavera, pero también en parte del valle de Atemajac. Debido a la potente emisión de cenizas de hace 95 mil años, la cámara magmática se vació y colapsó su bóveda, formándose una caldera de 11 km de diámetro que se inundó formando un lago, en el que se sedimentó un horizonte de grandes rocas pumíticas (idem). Al mismo tiempo que se formó el lago, hubo más actividad eruptiva en varios domos, entre ellos el de Pinar de la Venta, en donde se encuentra el fraccionamiento del mismo nombre. El tercer período eruptivo ocurrió en la sección sur de la Sierra hace 75 mil años (idem). A éste le siguió una recarga de magma en la caldera, que

GuadalajaraSierra La

Primavera

Conos volcánicos

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hizo que se elevara el fondo del lago hasta que finalmente éste se drenó. Hace 65 mil años ocurrió el cuarto período de erupciones, y en esa ocasión se formaron los domos del extremo sur de La Primavera, incluyendo el cerro El Tajo, en donde se encuentran los fraccionamientos Ciudad Bugambilias y El Palomar. El último domo que hizo erupción fue el cerro El Colli, hace aproximadamente 25 mil años (idem). En la figura 3 se presenta un diagrama del proceso de una caldera resurgente (Smith y Bailey, 1968), que ayuda a visualizar el proceso eruptivo de la Sierra La Primavera. Actualmente la única actividad en La Primavera relacionada con el vulcanismo son fumarolas y manantiales de aguas termales en algunas zonas. En la erupción explosiva que generó la toba Tala y en otras ocasiones se emitieron partículas de cenizas de diversos tamaños que fueron lanzadas a la atmósfera y se depositaron en zonas circundantes a la Sierra, entre ellas el valle de Atemajac, en donde se depositaron y nivelaron la topografía anterior a dichas erupciones, la cual era ondulada, e inclusive accidentada en algunas áreas. A las cenizas emitidas en la Sierra La primavera se les llama productos piroclásticos. Son de color café a gris claro debido a que sus componente mineralógicos son silicatos y aluminio (Mahood, 1981), y debido al rápido enfriamiento al que fueron sometidos tienen estructura esponjosa, en ocasiones fibrosa, lo que los hace ligeros, con pesos volumétricos secos que fluctúan entre 0.8 y 1.2 ton/m3 (Saborio, 1998). Geológicamente se les llama pómez, pumitas o pumicitas, y se encuentran en la naturaleza en un amplio rango de tamaños de partículas, desde finos (partículas que pasan por la malla No. 200) hasta boleos y bloques de hasta 1 m o poco más, como ocurre en los depósitos lacustres de la caldera de La Primavera. En el subsuelo de Guadalajara hay depósitos de estos materiales pumíticos con espesores que varían de unos pocos metros hasta unos 100 m en algunas partes del poniente de Guadalajara (Saborío, 1998). Su granulometría fluctúa desde suelos finos hasta gravas (partículas de 0.5 a 7.5 cm) llamadas localmente jales, pasando por el rango de las arenas (malla No. 200 a malla No. 4) (a las arenas gruesas se les llama jalecillo). Sin embargo, el rango de partículas predominante en el

Figura 3 Proceso eruptivo de caldera resurgente

(Smith y Bailey, 1968), semejante al pro-ceso ocurrido en la Sierra La Primavera.

suelo de Guadalajara son arenas y finos poco a medianamente plásticos (límites líquidos de 25 a 40 e índices plásticos de 0 a 18) (idem), y sobre éstas están desplantadas la mayoría de las edificaciones de la ciudad. Entre los materiales emitidos en las erupciones de La Primavera, además de los materiales piroclásticos, tobas ácidas y lavas riolíticas, hay obsidiana, que son vidrios volcánicos que se forman debido a enfriamiento muy rápido de lava rica en sílice. La obsidiana fue para las culturas pre-

Cámara magmática

1er ciclo eruptivo

2o ciclo eruptivo

Ciclos eruptivos posteriores

Descarga de cámara magmática

Recarga de cámara magmática

Formación de lago

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hispánicas materia prima para la elaboración de flechas, lanzas y cuchillos. Por esta razón, la Sierra La Primavera jugó un papel estratégico para aquellas culturas. 5. CULTURAS PRE-HISPÁNICAS La presencia humana en Jalisco se remonta hasta hace aproximadamente 8 mil años, en la cuenca del lago de Sayula, al sur del estado, dentro de la zona que inundó el Lago Jalisco (Schöndube, 1994). Una de las culturas más interesantes de la región fue la llamada Teuchitlán, que se desarrolló independiente con respecto a las culturas del centro de México. Tuvo varias etapas que abarcan en total cerca de mil años, desde el 350 a. de C. hasta el 700 d. de C (Soto, 1994). La tradición Teuchitlán se le conoce así por el poblado de mismo nombre, ubicado a 50 km al oeste de Guadalajara, que está cerca de su zona arqueológica más importante. Este sitio se encuentra en las faldas del Cerro de Tequila (volcán extinto del Cinturón Volcánico Mexicano) y estuvo en la ribera de uno de los lagos remanentes del Lago Jalisco, actualmente inundado en forma parcial por la presa de La Vega. Esta zona arqueológica tiene la particularidad de contar con varias pirámides circulares con varios cuerpos y la parte superior plana. Otra característica de la tradición Teuchitlán fueron las tumbas de tiro. Se les llama así porque están compuestas por cámaras funerarias que se encuentran a profundidades que fluctúan entre 1 y 17 m, a las que se llega por un pozo vertical, como se muestra en la figura 4. Dentro de las cámaras se colocaban uno o varios difuntos con ofrendas de figuras de cerámica y en ocasiones también flora y fauna de la región. En el valle de Atemajac se han encontrado más de una veintena de tumbas de tiro con profundidades máximas que fluctúan entre 1.2 y 3.3 m, los anchos de las cámaras funerarias van de 0.5 a 2.2 m y las alturas de 0.5 a 1.2 m (Galván, 1991). Las tumbas de tiro del valle de Atemajac se labraron dentro de depósitos de arenas pumíticas limosas, características de la zona, y el hecho de estar esas oquedades estables durante siglos, indica la importante capacidad de arqueo que tienen esos suelos. A este propósito, el Dr. Ralph B. Peck, quien dio la conferencia Segunda Nabor

Carrillo en Guadalajara hace 30 años, aún recuerda la visita que realizó a los túneles del colector de ésta ciudad, que estaba en construcción en aquel entonces. Le admiró la capacidad de arqueo de los suelos pumíticos, ya que observó los túneles estables, a pesar de estar sin apuntalamiento, pero le impresionó también cómo es que se “retaba” al suelo, trabajando con medidas de seguridad bajas.

Figura 4 Tumba de tiro (Galván, 1991) Además de las tumbas de tiro, las dos principales zonas arqueológica existentes en el valle de Atemajac son el Ixtépete y el Grillo. La primera está cerca del cruce del Periférico con Mariano Otero, y tuvo su mayor esplendor en el año 800 d. de C. El Grillo se ubica sobre el Periférico Norte, cerca del fraccionamiento Tabachines y alcanzó su apogeo entre el 900 d. de C. (Schöndube, 1994). Recientemente se descubrieron pequeñas edificaciones pre-hispánicas, así como cerámica, en la parte alta del fraccionamiento de Ciudad Bugambilias (domo El Tajo de La Primavera), las cuales pudieran arrojar importante información sobre las culturas pre-hispánicas de la región. Para la época de la conquista, en el occidente de México el panorama político estaba constituido por múltiples señoríos en lucha constante. Quizá fue

Corte

Planta

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una de las razones del porqué la conquista de esta región fue tan sangrienta, ya que hubo que tumbar varias cabezas para hacerse de los territorios (Schöndube, 1994). 6. FUNDACIONES DE GUADALAJARA Y SU

CRECIMIENTO En diciembre de 1529, a ocho años de la conquista de la Gran Tenochtitlan por Hernán Cortés, Nuño Beltrán de Guzmán y su ejército salió de la Ciudad de México con rumbo al noroeste de la Nueva España, con la idea de conquistar nuevas tierras (Muriá, 1991). Después de un recorrido de casi dos años a lo largo de los cauces de los ríos Lerma y Santiago, hasta llegar a su desembocadura en aguas del océano Pacífico y todavía un poco al norte, hasta Culiacán, Beltrán de Guzmán ordenó a Juan de Oñate que fundara una villa inmediata a la población indígena de Nochistlán, en lo que hoy es el estado de Zacatecas, a 70 km al noreste del cauce del río Santiago (ver figura 5). El conquistador había pasado año y medio antes por esa población y el sitio le pareció idóneo para establecer la capital de las tierras que estaba conquistando. Es así como a fines de 1531 se realizó la primera fundación de la Villa de Guadalajara, la de Nochistlán. Juan de Oñate decidió ponerle por nombre a esta villa el mismo de la localidad castellana donde nació Nuño Beltrán de Guzmán (idem). Guadalajara es un nombre árabe que quiere decir “río sobre piedras”. Por lo inhóspito del lugar de la primera fundación de Guadalajara, a mediados de 1533, año y medio después de su primera fundación, se decidió mover la Villa de Guadalajara hasta al sur de la barranca del río Santiago, a la población indígena de Tonalá, en el extremo sureste del valle de Atemajac, en donde en la actualidad está la villa alfarera de Tonalá (figura 5). Esta segunda fundación perduró hasta 1535, cuando, por presiones de Nuño Beltrán se trasladó al norte del río Santiago, al territorio que le había asignado la corona española (idem). En 1535 se estableció la tercera fundación de Guadalajara, en Tlacotán, a 17 km al noreste de la unión del río Verde con el Grande de Santiago (figura 5). De esta manera Nuño obtenía un triunfo y además se mantenía la presencia española en tierras de los Cazcanes, grupo indígena belicoso y semi-nómada. Esta intromisión, junto con la inconformidad por la explotación de los indios, generó el mayor problema que tuvieron que afrontar los españoles en la Nueva España con grupos

indígenas, en la llamada “Guerra del Mixton” o “Rebelión Cazcana” (idem). La Guadalajara de Tlacotán sufrió frecuentes embates cazcanes e incluso fue incendiada y arrasada en 1541, lo que orilló a sus habitantes a mover nuevamente a esta Guadalajara ambulante (Jiménez Pelayo, 1995).

Figura 5 Las cuatro fundaciones de Guadalajara Después de la amarga experiencia de la Guadalajara de Tlacotán, sus habitantes dudaban entre regresar a la Ciudad de México o hacer una cuarta fundación al sur del río Grande de Santiago, en el valle de Toluquilla o en el de Atemajac. Finalmente se optó por el valle de Atemajac (figura 5). La cuarta y definitiva fundación se realizó el 14 de febrero de 1542 y se eligió la ladera poniente del río San Juan de Dios, drenaje principal del valle, en el sitio en donde ahora se encuentra el Teatro Degollado (Chávez Hayhoe, 1991). En la parte oriente de dicho Teatro, a espaldas de la fachada de ingreso, se construyó hace no muchos años la Plaza de los Fundadores para recordar la historicidad del lugar. Jiménez Pelayo (1995) comenta de los primeros años de la Guadalajara de Atemajac: “se fundó

2ª fundación (Tonalá)

3ª fundación (Tlacotán)

1ª fundación (Nochistlan)

4ª fundación (Valle de Atemajac)

Chapala

Río Santiago

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como una población de carácter administrativo. Pocos años después de su asentamiento las órdenes religiosas le dieron un carácter marcadamente conventual. No obstante, a principios del siglo XVII se dejó ver su importancia comercial.” A propósito, al poco de establecida la ciudad se ponía cada cinco días un mercado indígena (“tianguis”) en la plaza de San Agustín, y como unidad de compra-venta se utilizada el “tapatl” o “tapatío”, que consistía en cinco granos de cacao (idem). Así se originó el gentilicio con el que se les conoce a los habitantes de la Guadalajara de la Nueva Galicia. Mercados y Portales A la fecha, la actividad comercial sigue siendo de gran importancia en Guadalajara, y el Mercado Libertad o de San Juan de Dios es de alguna manera una evolución de los tianguis, aunque sigue todavía la tradición de los mercados provisionales que se realizan diferentes días en diversos barrios de la ciudad. Otro espacio importante para el comercio y la vida social en Guadalajara, además de su aspecto estético, fueron y siguen siendo los múltiples portales de la zona centro. Como dice el Dr. Salvador Lazcano Fernández-Villanueva (2003): “Guadalajara es, sin lugar a dudas, la ciudad más portalera de todo México. Su construcción se inició desde la segunda mitad del siglo XVI.” Algunos templos Como se me mencionó antes, ya establecida Guadalajara llegaron muchas órdenes religiosas, y construyeron templos que a la fecha podemos admirar en la zona centro. A continuación se describirá algunos de ellos. El templo de Santa María de Gracia (Hidalgo esquina Venustiano Carranza) es una de las edificaciones con mayor valor histórico en la ciudad y data del siglo XVII (Padilla Corona, 1990). Entre 1978 y 1980 se construyó un túnel vehicular a lo largo de la calle Hidalgo que pasa junto a varias edificaciones, entre ellas la Catedral y este templo. Debido a ésto se presentaron asentamientos de hasta unos 2 cm, que ocasionaron cuarteaduras en muros, bóvedas y cúpula. Al revisar la cimentación se encontró que fue hecha mediante zapatas corridas de mampostería de piedra (ignimbrita Guadalajara) desplantada a entre 2.8 y 3.8 m de profundidad, con anchos de entre 1.8 y 2.8 m, y los esfuerzos que transmitían al suelo eran de entre 2.5

y 3.3 kg/cm2. Por otro lado, el subsuelo está constituido por arena pumítica limosa hasta por lo menos 11 m de profundidad, y con resistencias a la penetración estándar (N) de 6 a 10 golpes a profundidades de entre 3.5 y 6 m, 20 golpes a 6.5 m y más de 50 golpes a profundidades mayores a 7 m. Se procedió a recimentar el templo mediante recalce continuo hecho con suelo-cemento, ampliando el área de desplante a cerca de 4 m y la profundidad a 7 m. Los resultados obtenidos fueron buenos ya que los asentamientos cesaron (Padilla Corona, 1990). El templo de Nuestra Señora de Aránzazu (Av. 16 de Septiembre esquina Prisciliano Sánchez) es la única capilla sobreviviente de las seis anexas al templo de San Francisco (cruzando la Av. 16 de Septiembre). Las otras cinco fueron demolidas en la época de la Reforma (Mata Torres, 1988). El exterior del templo de Aránzazu es austero, pero en su interior conserva los mejores retablos churriguerescos de la ciudad. El templo de Santa Mónica (Santa Mónica esquina Reforma) data del siglo XVIII, y al igual que el de Santa María de Gracia, Aránzazu y muchos otros de la zona centro, fue construido con cantera del Valle de Atemajac, que geológicamente se le llama ignimbrita Guadalajara (ver capítulo 3). Lo más sobresaliente de este templo son los labrados barrocos de sus dos ingresos y la escultura de San Cristobal, labrada en dos piezas, que se encuentra en la esquina noreste. En este templo se puede ver por un lado la buena calidad de labrado que se puede lograr con la cantera (ignimbrita) Guadalajara, y por otro el desgaste que ésta puede sufrir por el intemperismo. Santa Mónica junto con el templo de San Felipe Neri (San Felipe esquina Contreras Medellín), son considerados los mejores ejemplos de la arquitectura religiosa de la Guadalajara colonial. San Felipe es de estilo plateresco, fue construido en la segunda mitad del siglo XVIII, y de su conjunto sobresale especialmente su torre-campanario (idem). El Palacio de Gobierno El primer palacio de Gobierno se ubicó cerca del templo de San Agustín (junto al Teatro Degollado). De ahí pasó a una vieja casa que perteneció a don Juan de Oñate, quien realizó la primera fundación de Guadalajara. A esta construcción se le llamó Palacio de Oñate y posteriormente Palacio de Medrano, en honor del gobernador Francisco de

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Medrano que lo restauró. Este Palacio quedaba en la ladera oriente del Río San Juan de Dios, cerca del cruce de la actual Calzada Independencia y la calle Medrano (Jiménez Pelayo, 1995). Debido a su contaminación, el río San Juan de Dios comenzó a entubarse a principios del siglo XX y en la actualidad está cubierto en la mayor parte de su trayecto, desde su nacimiento en la zona del Parque Agua Azul, hasta casi desembocar en la Barranca, en donde junta sus aguas con el Río Santiago. La Calzada Independencia corre aproximadamente a lo largo del trazo natural de dicho río. El tercer y actual Palacio de Gobierno fue casa del alarife Martín Casillas, constructor inicial de la Catedral de Guadalajara. La casa fue modificada para recibir las oficinas gubernamentales, que se cambiaron a esta sede en 1650 (idem). En la escalinata principal del Palacio de Gobierno, el célebre pintor jalisciense José Clemente Orozco pintó el famoso mural de don Miguel Hidalgo y Costilla. Por cierto, don Miguel Hidalgo vino a Guadalajara en 1810 y en este Palacio publicó el bando que abolía la esclavitud en la Nueva España. En el costado poniente al Palacio de Gobierno, está la Plaza de Armas con su kiosco francés de la época de Don Porfirio Díaz. En ese sitio existió por muchos años una fuente de agua, procedente de manantiales de la periferia, y ahí se abastecía del vital líquido parte de la población. Fray Antonio Alcalde Capítulo especial en la historia de Guadalajara ocupa fray Antonio Alcalde y Barriga. Originario de España. En 1760, a sus 59 años de edad, el rey Carlos III lo nombró obispo de Yucatán. Once años después fue obispo de Guadalajara, de la Nueva Galicia. Grande fuera la sorpresa y beneficio que recibió Guadalajara y su región, cuando llegó este obispo en 1771, ya de 70 años. En los veintiún años que estuvo al servicio de la diócesis, hasta su muerte, dejó huella imborrable en Guadalajara, como quizá nadie lo hizo ni antes ni después (Lazcano F.V., 2003). Fray Antonio Alcalde, además de ser sacerdote ejemplar, fue un gran urbanista y constructor de la ciudad. Algunas de sus obras son (idem):

• Hospital Real de San Miguel de Belén • Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe • Convento de Capuchinas

• Urbanización de 16 manzanas (“las cuadritas”) al norte del Santuario, en las cuales edificó algunos cientos de “casitas”, de cuyas rentas se financiaban varias obras de caridad

• Pavimentación de calles • Fundación de la Real y Literaria Universidad de

Guadalajara • Sagrario Metropolitano (dejó fondos y proyecto

pero se construyó después de su muerte) El Hospital Real de San Miguel de Belén fue una obra magna y visionaria de asistencia para “la humanidad doliente” (como dice la inscripción de dedicación), y hoy en día, a más de 210 años de inaugurado, sigue prestando ayuda, ahora con el nombre de “Hospital Civil Fray Antonio Alcalde”. Por siglos el límite norte de Guadalajara fue, con excepción del barrio indígena de Mezquitán, el Hospital Real de San Miguel de Belén, el vecino Panteón de Santa Paula o de Belén y Las Cuadritas, ya que colindando al norte iniciaba una serie de barrancas (“las barranquitas”), que delimitaron el crecimiento de la ciudad (ver figura 6). A mediados del siglo XX se rellenó sin criterio ingenieril la zona de las barranquitas, con escombro de demoliciones realizadas en varios puntos de la ciudad para ampliar calles y establecer plazas. Esa zona es la que se le conoce como Alcalde Barranquitas, y a décadas de su urbanización se siguen presentando problemas de hundimientos.

Figura 6 Sección de Guadalajara en 1908

(Jiménez Pelayo et al, 1995)

Hospital de Belén

Río San Juan de Dios

Catedral

Barranquitas

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El caso de Alcalde Barranquitas sentó un mal precedente para que en posteriores urbanizaciones en diversas partes de la ciudad se rellenaran depresiones del terreno, frecuentemente con rellenos deficientes y sin importar bloquear cauces de corrientes de aguas. En una investigación realizada por Flores Almonte (2001), determinó que hay un porcentaje importante de zonas rellenadas en la zona metropolitana de Guadalajara. Tradicionalmente el suelo natural del valle de Atemajac no ha presentado problemas para la cimentación de edificaciones. Sin embargo, en las últimas décadas se han presentado varios casos de hundimientos de pavimentos, roturas de tuberías y asentamientos de edificaciones, asociados con rellenos artificiales deficientes. Ya hace años, Padilla Corona (1988), con base en casos ocurridos en Guadalajara, recalcó la importancia del estudio de la hidrología de zonas a urbanizarse para dar una solución integral al drenaje superficial, así como la conformación de rellenos de buena calidad, a fin de prevenir futuros problemas. Hospicio Cabañas A la muerte del célebre fray Antonio Alcalde se eligió un obispo que murió antes de llegar a Guadalajara, y después se eligió a Juan Cruz Ruíz de Cabañas. Por iniciativa de este último obispo, se construyó un hospicio para que sirviera de albergue a niños huérfanos. Por muchas décadas sirvió para el fin inicial y se le conoció como Hospicio Cabañas. Ahora es el Centro Cultural Cabañas, y el hospicio sigue funcionando, pero en otro lugar. La edificación del Hospicio Cabañas, también realizada con cantera Guadalajara (incluyendo sus cimientos), es de estilo neo-clásico, y se realizó de 1803 a 1843, siguiendo los planos hechos por el arquitecto Manuel Tolsá. En 1939 José Clemente Orozco, el mismo que pintó el Hidalgo del Palacio de Gobierno, realizó en la capilla de dicho Hospicio “la pintura más genial y vigorosa en México” (Mata Torres, 1988): el Hombre de Fuego. 7. ALGUNOS ASPECTOS HISTÓRICOS,

CONSTRUCTIVOS, SÍSMICOS Y GEOTÉCNICOS DE LA CATEDRAL

La edificación más característica y representativa de Guadalajara es sin duda su Catedral. La construcción inició en 1568 (Martínez, 1992), y para 1618 ya se habían terminado las naves con sus bóvedas, pero todavía no tenía torres (idem).

En el anexo hay una cronología de las etapas de construcción y daños que han sufrido la Catedral, incluyendo las dos primeras catedrales y el vecino templo de El Sagrario. Éste último se construyó de 1808 a 1843 en lo que era el cementerio de la Catedral (Moya, 1998), gracias a la iniciativa de fray Antonio Alcalde, como ya se mencionó. Arquitectónicamente la Catedral es una mezcla de estilos, principalmente gótico y renacentista. Su interior consta de tres naves paralelas, separadas por dos hileras de columnas y cuyas bóvedas lucen un juego de arcos y nervaduras no estructurales, que les dan el aspecto de bóvedas góticas. A pesar de sus reducidas dimensiones, su interior es solemne y suntuoso. Su fachada (ver figura 7) está constituida por 5 cuerpos separados por 6 contrafuertes. En los tres cuerpos centrales es donde se alojan los ingresos principales y están coronados por un frontón circular, en cuyo centro hay un colosal relieve en cantera Guadalajara, que representa la Asunción de María, titular de la Catedral. Arriba de los cuerpos laterales se yerguen las dos torres, que son los elementos más característicos de la edificación, y los que han tenidos más cambios. La construcción de las actuales torres terminó en 1854, hace 150 años, y han sido las más longevas de las 5 torres norte y 5 torres sur que ha tenido la Catedral a lo largo de casi cuatro siglos (Navarro, 2002). Las torres anteriores, con excepción de las primeras, fueron dañadas por sismos. En el más completo y reciente estudio de las torres se establece que ha habido períodos en que las dos torres eran iguales, algunos otros cuando hubo sólo una torre o ninguna, y otras ocasiones en que las dos torres fueron diferentes (idem). Las torres actuales fueron construidas por el arquitecto Manuel Gómez Ibarra, y arrancó del primer cuerpo cuadrado, ya existente al menos desde finales del siglo XVIII. El segundo cuerpo es de base octogonal, de cuatro lados mayores, en oposición, en cada uno de los cuales se abren dos lucernas elípticas. Vienen luego las pirámides de base octagonal, con nervaduras. Al pie de estas pirámides se desplantan cuatro pináculos por torre y cuatro elementos escultóricos en cantera, simulando pergaminos sobre los que hay en metal las armas de la Iglesia. Las pirámides están formadas por muros monolíticos formados por una especie de concreto a base de piedra pómez, y recubiertas con loseta de cerámica amarilla y los nervios con cerámica azul y blanca. La torre norte

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mide 65.91 m y la sur 65.55 m y ambas están rematadas por cruces griegas de hierro forjado (Moya, 1998). A finales de la década de los setenta, como ya se mencionó al tratar el templo de Santa María de Gracia, se construyó un túnel vehicular en el costado norte de Catedral. Por esta razón se hicieron una serie de estudios de la cimentación y condiciones del subsuelo, para cuidar su integridad. La cimentación de la torre norte es mediante una losa de cimentación de mampostería de piedra, que abarca toda la base, y está desplantada a 4 m abajo del nivel de banqueta. El peso total de la torre es de alrededor de 6,300 ton, y considerando una distribución uniforme de éste en la losa de cimentación, el esfuerzo que por cargas gravitacionales se aplica al terreno es de 5 kg/cm2. El subsuelo dentro de los 5 m superficiales está constituido por arena pumítica limosa, con resistencias a la penetración estándar (N) de 6 a 20 golpes, y de entre 15 y 50 golpes a profundidades de 5 a 15 m (Padilla Corona, 1980). En el caso de la cimentación de las torres de Catedral, al igual que en el templo se Santa María de Gracia y muchos otros casos más en los depósitos pumíticos de Guadalajara, hay una fuerte sobre-valoración de los asentamientos de zapatas calculados con las resistencias a la penetración estándar (N) y criterios existentes, contra los asentamientos reales. Por otro lado, investigaciones realizadas en depósitos de arenas pumíticas en Nueva Zelanda indican que las de cono estático no son confiables para evaluar compacidades relativas en arenas pumíticas (Wesley et al, 1999). Por esta razón, es conveniente que se busquen nuevas alternativas tanto de pruebas de campo como de métodos de análisis para los suelos pumíticos de Guadalajara. Los daños que la Catedral, y en particular sus torres, han tenido a lo largo de su historia, son un parámetro de la actividad sísmica en la región. Si se observa la cronología de percances por temblores del anexo, salta a la vista que en el siglo XX éstos fueron menores con respecto a siglos pasados. Esto pudiera estar asociado a un período de calma sísmica, junto con la posibilidad de que los reforzamientos que se le han hecho a la Catedral, incluyendo la edificación de El Sagrario, han aumentado la capacidad sismo-resistente de la edificación (Lazcano, 2001).

Figura 7 Alzado frontal de la Catedral y El

Sagrario (Moya, 1998). Durante varias décadas hubo en Guadalajara el mito de que su suelo era como un “colchón” ante movimientos telúricos. Ya en una publicación sobre la serie (enjambre) de temblores que hubo de mayo a septiembre de 1912, se mencionaba por un lado ese mito, y por otro se indicaba de varias evidencias que lo desmentían (Waitz y Urbina, 1919). Durante el sismo de 1995 se obtuvieron varios registros acelerográficos en la ciudad, incluso uno en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres junto a Catedral, y fue evidente la amplificación de las aceleraciones, como lo hacen la mayoría de los depósitos de suelos (Chávez González, 1995). Lo que sí, la amplificación no es tan dramática como en la Ciudad de México. Para complementar un trabajo anterior sobre el comportamiento sísmico de los depósitos de suelo en el centro de Guadalajara (Lazcano, 1998), y en particular en la Catedral, recientemente se hicieron pruebas geofísicas con la técnica de Refracción de Microtremores (ReMi) (Louie, 2001). Se encontró la variación de velocidades de ondas de corte (Vs) a profundidad que aparece en la figura 8. De estos valores tenemos que la roca basal se encuentra a alrededor de 30 m de profundidad y la velocidad promedio de ondas de corte del depósito de suelos (Vs prom) es de 274 m/s. Por lo que respecta a tipo de terreno según su comportamiento ante sismos,

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según el manual para diseño por sismo de la CFE (CFE, 1993) es tipo III y según el IBC (IBC, 2003) es D.

-35

-30

-25

-20

-15

-10

-5

00 200 400 600 800

Velocidades de ondas de corte (Vs), m/s

Prof

undi

dad,

m

Figura 8 Velocidades de ondas de corte a profun-

didad, junto a la Catedral, determinadas mediante la técnica de Refracción de Microtremores (ReMi).

Partiendo de estos valores de ondas de corte (Vs), se realizó un análisis sísmico con el programa ProShake. Se utilizaron diversos acelerogramas escalados para una aceleración máxima en la roca basal (amax roca) de 0.08 g, que es correspondiente a un período de retorno de 100 años (PMS, 1996). De este análisis tenemos que la aceleración del terreno en la superficie (amax suelo) es de alrededor de 0.16 g, lo que implica un factor de amplificación de 2 con respecto a la aceleración máxima en la roca. El período fundamental de vibración del suelo (Ts) para esta aceleración es de 0.5 seg. De aquí se confirma lo encontrado en el sismo de 1995 (Chávez González, 1995), en Lazcano (1998), y en los comentarios del enjambre de temblores de 1912 (Waitz y Urbina, 1919). 8. CONCLUSIONES • Guadalajara es una centenaria ciudad que

ofrece la particularidad de poder acceder a su sub-suelo hasta una profundidad de alrededor de 600 m y retroceder así en el tiempo hasta

unos 9 millones de años. Esto es posible gracias a la Barranca del río Santiago.

• La Barranca del río Santiago se formó por el potencial hidráulico que proporcionó el gigantesco Lago Jalisco, que ocupó una extensión de aproximadamente 22 mil km2 y tuvo una profundidad promedio de 250 m.

• El Lago Jalisco dejó en la región varios lagos menores (Chapala es el mayor), depósitos de suelo de origen lacustre y fósiles en varias zonas del Estado de Jalisco.

• La Sierra La Primavera, que pertenece al Cinturón Volcánico Mexicano, se encuentra al poniente de Guadalajara. Ahí ocurrió el vulcanismo más reciente en la región (25 a 125 mil años) y se generó el material pumítico sobre el que se desplanta Guadalajara. Los depósitos pumíticos bajo la ciudad alcanzan espesores de alrededor de 100 m.

• Los suelos pumíticos tienen varias particularidades (ligeros, estructura esponjosa, etc.), y una de ellas es la dificultad para caracterizarlos mediante pruebas de campo, entre otras penetración estándar y cono estático. Queda el reto de buscar alternativas tanto de pruebas de campo como de métodos de análisis.

• Así como los acantilados de la Barranca del río Santiago son un registro de la historia geológica de Guadalajara, su Catedral, y en particular sus torres, son un registro de la sismicidad de la región. Las actuales torres son los quintos pares que ha tenido. Al menos tres pares anteriores fueron derrumbados o dañados por temblores.

Dedico este trabajo a mi papá, el Dr. Salvador Lazcano Fernández-Villanueva, a quien debo tantas cosas, entre otras mi cariño por Guadalajara y su historia. En octubre del 2003 él pasó de ser un aficionado a la historia, a ser una historia ejemplar. Descanse en paz. 9. REFERENCIAS CFE (Comisión Federal de Electricidad), 1993, Manual de Diseño de Obras Civiles / Diseño por Sismo, México, D.F. Chávez González M., 1995, Geotecnia, riesgo y seguridad sísmica de la zona metropolitana de Guadalajara, México, Memo. X Congreso Pana. Mec. de Suelos e Ingeniería de Cimentaciones, Guadalajara, Jal. Chávez Hayhoe, A., 1991, Cuarta fundación, Generalidades históricas sobre la fundación y los primeros años de Guadalajara, INAH, Gobierno de Jalisco y U. de G., 71-77.

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Memorias de la XXII Reunión Nacional de Mecánica de Suelos 12 / 13 Guadalajara, Jal. Noviembre del 2004

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Memorias de la XXII Reunión Nacional de Mecánica de Suelos 13 / 13 Guadalajara, Jal. Noviembre del 2004

A N E X O El siguiente listado cronológico de construcción y daños en la Catedral de Guadalajara se realizó con base en la publicación de Martínez (1992), Navarro (2002), García y Suárez (1996) y Lazcano (2001). 1542: La parroquia de San Miguel fungió como

primera catedral. Tenía muros de adobe y techo de paja.

1565: Segunda catedral, también de adobe y paja. Ésta y la primera estuvieron en donde hoy es el Palacio de Justicia.

1568: Se coloca y bendice la primera piedra de la tercera y actual Catedral

1574: .Un incendio arrasó con la segunda catedral. 1618: Dedicación de la Catedral. Las naves y

bóvedas ya estaban terminadas, pero no la decoración interior ni las torres.

1618: Se construyó la 1ª torre norte, que fue de adobe y se demolió por no resistir las campanas.

1621: Se construyó la 1ª torre sur, y ahí se ubico inicialmente el reloj. Se ignora la razón de su desaparición.

1664: Catedral sin torres. 1686: Se termina la 2ª torre norte, finalizando en su

parte superior con cúpula de media naranja (similar a la del templo de San Francisco) y sobre ésta una escultura de Santo Santiago.

1687: Sismo daña las bóvedas. 1689: Se termina la 2ª torre sur, igual que la norte,

pero con una escultura de San Miguel. 1693: Sismo leve daña las segundas torres. 1718: Sismo vuelve a dañas las segundas torres,

además de la fachada. 1739: Sismo daña las bóvedas. 1749: Sismo causa algunos daños. 1770-1771: Sismos frecuentes que causaron

pánico. Se nombra a Ntra. Señora de la Soledad patrona contra terremotos.

1773: Se demuele la 2ª torre sur. 1775: Se termina la 3ª torre sur. 1786: Se demuele la 2ª torre norte, quedando en pie únicamente la torre sur. 1801: Se termina la 3ª torre norte. 1806: Sismo derrumba terceras torres. 1807-1810: Construcción de las cuartas torres. 1808: Inicia edificación de El Sagrario. 1818: Sismo derrumba cuartas torres. 1828: Se construye la cúpula del altar mayor. 1837: Sismo agrietó la fachada. 1843: Termina edificación de El Sagrario. 1851-1854: Construcción de las quintas y actuales

torres.

1875: Fuerte terremoto causa algunos daños en Catedral y Sagrario. La cúpula de Catedral quedo fuertemente dañada y la demolieron.

1892: Sismo cuartea cúpula del Sagrario. 1899: Sismo vuelve a dañar cúpula del Sagrario,

que había sido reparada. 1900: Sismo daña cúpula del Sagrario otra vez. 1912: Enjambre de temblores leves de mayo a

septiembre. Causó pocos daños en Catedral. 1932: Daños leves en Catedral. Fue el terremoto de

mayor magnitud (8.2) durante el siglo XX en México y ocurrió en la costa de Jalisco.

1941: Daños leves por temblor 1973: Daños leves por temblor 1985: Daños leves por temblor 1995: Daños leves por temblor 2003: Daños leves por temblor