DECLAMACIÓN Y ORATORIA BAJO AUGUSTO: A PROPÓSITO DE …

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LETRAS CLÁSSICAS, n. 4, p. 273-293, 2000. DECLAMACIÓN Y ORATORIA BAJO AUGUSTO: A PROPÓSITO DE CASIO SEVERO, ALBUCIO SILO Y PORCIO LATRÓN PABLO SCHWARTZ* Universidad de la República (Montevideo, Uruguai) RESUMO: Sêneca o Retor apresenta o retrato mais completo de que se dispõe sobre a declamação em Roma. Esta prática, considerada como un exercício escolar que prepara os jovens para a eloquência forense ou deliberativa, transforma-se num gênero independente. Este fato, de vastas consequências para a história da literatura ocidental, é analisado a partir do desempenho no foro e nas salas de declamação de três oradores e declamadores: Albúcio Silo, Pórcio Latrão e Cássio Severo. Estes exemplos mostram um relacionamento tenso entre declamação e oratória, mas também deixam ver uma eloquência adaptada à expressão do tempo presente. PALAVRAS-CHAVE: Sêneca o Retor; declamação; eloqüência; oratória. El término declamatio designa desde los tiempos finales de la república princi- palmente los ejercicios oratorios realizados a imitación de las causas judiciales (controversiae) o de los discursos deliberativos (suasoriae). Las controversias enfrentaban dos posiciones en un proceso ficticio. Los expositores defendían una u otra de las partes en litigio. Las argumentaciones podían invocar leyes –a veces imaginarias- en favor de la tesis defendida. Las suasorias eran discursos deliberativos dirigidos a personajes históricos o mitológicos para convencerlos de actuar de determinada manera. Así Juvenal, en su primera sátira (vv. 15-17), para significar que tiene la formación requerida para escribir, es decir, que ha asistido al aula del retórico, confiesa haber declamado para convencer a Sila 1 de abdicar de la dictadura: Después de todo también nosotros sustrajimos la mano a la palmeta, también nosotros aconsejamos a Sila que se retirara a la la vida privada para dormir tranquilo. 2

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DECLAMACIÓN Y ORATORIA BAJO AUGUSTO:A PROPÓSITO DE CASIO SEVERO, ALBUCIO SILO

Y PORCIO LATRÓN

PABLO SCHWARTZ*Universidad de la República

(Montevideo, Uruguai)

RESUMO: Sêneca o Retor apresenta o retrato mais completo de que sedispõe sobre a declamação em Roma. Esta prática, considerada como unexercício escolar que prepara os jovens para a eloquência forense ou deliberativa,transforma-se num gênero independente. Este fato, de vastas consequênciaspara a história da literatura ocidental, é analisado a partir do desempenho noforo e nas salas de declamação de três oradores e declamadores: Albúcio Silo,Pórcio Latrão e Cássio Severo. Estes exemplos mostram um relacionamentotenso entre declamação e oratória, mas também deixam ver uma eloquênciaadaptada à expressão do tempo presente.PALAVRAS-CHAVE: Sêneca o Retor; declamação; eloqüência; oratória.

El término declamatio designa desde los tiempos finales de la república princi-palmente los ejercicios oratorios realizados a imitación de las causas judiciales(controversiae) o de los discursos deliberativos (suasoriae). Las controversias enfrentabandos posiciones en un proceso ficticio. Los expositores defendían una u otra de laspartes en litigio. Las argumentaciones podían invocar leyes –a veces imaginarias- enfavor de la tesis defendida. Las suasorias eran discursos deliberativos dirigidos a personajeshistóricos o mitológicos para convencerlos de actuar de determinada manera. AsíJuvenal, en su primera sátira (vv. 15-17), para significar que tiene la formación requeridapara escribir, es decir, que ha asistido al aula del retórico, confiesa haber declamadopara convencer a Sila1 de abdicar de la dictadura:

Después de todo también nosotros sustrajimos la mano a la palmeta,también nosotros aconsejamos a Sila que se retirara a la la vida privadapara dormir tranquilo.2

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Sabemos que en su juventud Cicerón declamaba en griego, y continuó haciéndolo enlatín hasta sus últimos años. El daba el nombre de causae3 a lo que en tiempos deSéneca el Viejo se llamaba controversiae, y consideraba a estas prácticas un entrenamientoútil para la oratoria4 y acaso una distracción de las preocupaciones. Solía declamar conHircio y Pansa, a quienes llamaba “sus discípulos” y grandis praetextatos, algo así como“adultos adolescentes”5. Hircio y Pansa, pues, realizaban al declamar una actividadinusual, en la época, para un adulto6.

La voz declamatio, según refiere Séneca el Viejo (Contr. I praef. 12), no apareceantes de Cicerón y de Calvo. Este último la habría considerado como un tipo de ejerciciodoméstico (domesticae exercitationis), estableciendo de ese modo una distinción entrela declamación, entendida como un discurso de entrenamiento, y el discurso forense,valorado como una verdadera acción (verae actionis).7 En el Brutus (90, 309-310) Cicerónvincula la declamación a la dialéctica y recuerda sus ejercicios con el estoico Diodoto.Considera a la oratoria como una dialéctica extendida, añade que practicaba diaria-mente la declamación, y destaca que este término, conforme a lo referido por Séneca,es de uso reciente.8

La penetración de la enseñanza oratoria, que impuso la práctica de tales ejerciciosen Roma había tenido que vencer fuertes resistencias. Suetonio (De gram. et rhet. 25,1) cita dos textos que ejemplifican el rechazo desde el estado a la irresistible ascensiónde la enseñanza retórica: un escueto senatus consultus del año 161 a.C. y un edicto delos censores promulgado en el 92 a.C. El primero es relativo a la expulsión de losfilósofos y retores de Roma. El edicto es bastante ilustrativo del temor que infundía alos tradicionalistas la propagación de la enseñanza oratoria impartida ahora por roma-nos10:

Los censores Cn. Domicio Ahenobarbo y L. Licinio Craso dispusieronlo siguiente: “Se nos ha informado acerca de personas que crearon unanueva clase de enseñanza, a cuyas escuelas concurre la juventud; queellos se han dado a si mismos el nombre de retores latinos; y que allíhombres jóvenes malgastan su ocio días enteros. Nuestros mayoresinstituyeron qué cosas querían que sus hijos aprendieran y a qué escuelasdebían concurrir. Estas novedades, que van más allá de las costumbresy prácticas de nuestros mayores, no las aprobamos ni nos parecen ho-nestas. Por lo cual creemos nuestra obligación manifestar a los que tienentales escuelas y a quienes concurren regularmente a ellas nuestro pare-cer: no cuentan con nuestra aprobación.11

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El sesgo tradicionalista y moralizante del edicto, que opone haec nova a lasconsuetudinem ac morem maiorum reaparece en referencias posteriores al mismo. En elDe oratore (III, 93) Craso, personaje del diálogo, y uno de los responsables de dichoedicto, se defiende de la acusación de haber impedido que los jóvenes desarrollasen suingenio.12 Alega que su objetivo fue que este ingenio no se debilitase, al tiempo que serobustecía la desvergüenza.13 En el Dialogus de oratoribus (35, 1) de Tácito, citando eltexto de Cicerón, Mesala alude al edicto como clausura de la “escuela de ladesvergüenza”. A partir de estas referencias podemos inferir que se criticaba ademásde la predilección de los declamadores por temas escabrosos, la creciente autonomíade las declamaciones como ejercicios de imaginación. Tanto en las controversias, comoen las suasorias, es indudable la preponderancia de la especulación sin finalidad ulteri-or necesaria, y de una imaginación poético-literaria en la construcción de caracteres ysituaciones.

También puede conjeturarse como motivo de estas críticas y otras – que seconvertirán en tópicas- sobre la falta de realidad de estos ejercicios, el hecho de quemás allá del carácter imaginativo y fantasioso de los mismos, se manifiesta una críticade instituciones y costumbres, un cierto malestar de la cultura, del que Ovidio sería unexponente característico.14 Entre las prácticas que Suetonio (De gram. et rhet. 25, 8)menciona como antecedentes históricos de las controversias, hay una que consiste enhacer aparecer a ciertas instituciones relativas a la vida cotidiana, ya como útiles y necesarias,ya como perniciosas y superfluas.15 Además de la aspiración a desarrollar la capacidaddialéctica del alumno, que debía estar preparado para defender puntos de vista opuestos,parece evidente que esta clase de ejercicios podía desembocar fácilmente en la críticasocial y política. Así los conflictos entre el derecho y la norma moral, o entre lastradiciones fosilizadas y la libertad individual constituyen un tipo de situación recurrenteen las controversias. Poco importa a estos efectos que las leyes esgrimidas no existan enel derecho positivo, o que los ambientes en que se desarrollan, se vinculen a una visiónmitificada del pasado, o incluso a la historia y poesía griegas.

A partir de Augusto las salas de declamación constituyen un espacio que reúnea oradores reconocidos y aun a personalidades de la vida pública.16 Conviene distinguiraquí entre la declamación como práctica escolar de los jóvenes en el aula del retor y ladeclamación como espectáculo público17. En efecto en las propias escuelas dedeclamación se realizaban periódicamente exhibiciones públicas de las declamacionesya preparadas por los alumnos y el retor18. No era raro que en estas ocasiones participaranactivamente invitados ajenos a la escuela19. De ese modo la declamación comienza aindependizarse progresivamente de la finalidad de preparar para la oratoria, y se convierte

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en un fin en si mismo. Votieno Montano (SEN. Contr. IX praef. 1), define así el objetivodel declamador en clara oposición con el del orador:

Quien prepara una declamación no escribe para vencer sino para agra-dar. Por eso procura todo lo que es atractivo. Como las argumentacionesson molestas y tienen poco ornamento, las deja de lado, y se sientesatisfecho si logra seducir a sus oyentes mediante sentencias y desarrollos.Desea conseguir la aprobación para si mismo, no para la causa.20

A juicio de Norden (Norden, 1986, v. 1, p. 260), es en las salas de declamacióndonde se manifiesta más intensamente el ocio que trajó Augusto a su tiempo. Lareducción del campo de acción de la oratoria política, habría trasladado al ámbito de ladeclamación el antiguo deseo de brillar en la elocuencia pública. El estilo y el públicose sofistican, las exigencias de verosimilitud y sumisión al marco jurídico realdesaparecen, y bajo esta influencia los distintos géneros se apartan progresivamente delas convenciones del arte clásico.21

Sería un error, sin embargo, dar una dimensión exagerada al divorcio entredeclamación y oratoria. Suetonio (De gram. et rhet. 25, 7) afirma que la mayor parte delos oradores publicó declamaciones, al tiempo que muchos maestros de retórica, dehumilde origen, llegaron al orden senatorial y a los mayores honores.22 De modo simi-lar, en el Dialogus de oratoribus, Apro, personaje que aparece vinculado a las aulas dedeclamación,23 al destacar el vigor de la oratoria contemporánea y su utilidad comomotor de ascenso social, parece negar la mentada inadecuación entre educación retó-rica – basada en la declamación – y práctica forense y aun deliberativa.24

A continuación trataremos de indagar el modo en que oratoria y declamaciónse presentaban como opuestas irreconciliables, partiendo del mal desempeño de algunosdeclamadores en el ámbito forense. Nos serviremos para ello principalmente de algunospasajes de la obra de Séneca el Viejo. Digamos antes unas pocas palabras sobre lamisma.

Séneca el Viejo

Lucio Anneo Séneca nació en Córdoba, España, en los años previos al 50a.C, y murió pocos años antes del exilio de su hijo, probablemente en el año 39 denuestra era. Estudió retórica con el retor Marulo (Contr. I pr. 22) en Roma, dondepasó la mayor parte de su vida. Escribió una obra, hoy perdida, sobre historia romana

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reciente, y el texto que nos ocupa, sobre oradores y declamadores de los primerostiempos del imperio, que no ha llegado íntegro hasta nosotros. Se lo conoce comoControversias y Suasorias, o simplemente Declamaciones, aunque el título que se haconservado podría traducirse como Sentencias, divisiones y colores de los oradores yretores.25 Se trata de un registro – el más completo de que disponemos – sobre lasdeclamaciones, en sus dos formas, suasorias y controversias. Séneca transcribe parasus hijos, destinatarios de la obra, discursos oídos en su juventud en las salas dedeclamación y una variedad de jugosas anécdotas y reflexiones relativas a sus prota-gonistas, los declamadores (rhetores) y también a oradores (oratores), que añadían asu actividad en el foro o en el senado participaciones ocasionales en las salas dedeclamación.

Parte del encanto que la lectura de Séneca el Viejo puede ofrecer a un lectorcontemporáneo podría justificarse por la asistematicidad que impregna su relato y porsu tono fuertemente subjetivo. La minuciosidad un poco fatigante con que transcribea veces ligeras variantes argumentales de las controversias, se matiza con el humor y laironía presentes en sus anécdotas y comentarios sobre los declamadores. Séneca no sepropone ser un observador imparcial de lo que narra. Interviene, evalúa, alaba y cen-sura. Por eso sus juicios son un elemento precioso a la hora de establecer los criterioscon que se valoraban en su tiempo las manifestaciones de este género peculiar. Hayademás en su texto cierto desorden que es programático. El autor advierte que sesometerá a los caprichos de su memoria de anciano para narrar los recuerdos de losdeclamadores de su tiempo:

Es inevitable pues que me mueva al azar por mis antiguos estudios ytome lo que se presente a mi memoria. Puede ocurrir que coloque enlugares diversos sentencias pronunciadas en una sola controversia: nosiempre que busco algo consigo encontrarlo; pero a menudo, un recuerdoque no compareció a mi llamado, se presenta cuando estoy tratando deotra cosa (...) A veces cuando estoy ocupado en un asunto serio, unasentencia largamente procuarada viene a importunarme. Es preciso,pues, que me adapte a los caprichos de mi memoria que ya hace tiemposolo me obedece de un modo precario (Contr. I praef. 4-5).

Entre los numerosos oradores y declamadores de que nos habla Séneca, vamosa referirnos a tres, a partir de cuyos retratos surge con bastante claridad la oposiciónentre oratoria y declamación: Albucio Silo, Porcio Latrón y Casio Severo. Albucioaparece retratado en el prefacio del libro séptimo de controversias; Latrón, en el delprimero y Casio Severo, en el del tercero. Los dos primeros, muy especialmente Latrón,

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participan reiteradamente en las controversias. Los prefacios de cada uno de los librosde controversias que se han conservado, no siempre de forma íntegra, presentan entodos los casos como figura destacada a un orador,26 ya a través de referencias deSéneca, ya a través de la transcripción de sus propias opiniones.

Albucio Silo

En primer lugar nos referiremos a Albucio Silo. Séneca lo presenta (Contr. VIIpraef. 2) como un hombre brillante, pero inseguro:

No se si existió tal brillo de estilo en algún otro. Su dicción era superiora su facilidad: Pronunciaba con velocidad y fluidez, pero luego de habersepreparado. Los que lo conocieron mejor afirman que no le faltabacapacidad de improvisar, pero él creía que le faltaba.

Séneca destaca su falta de medida en el tratamiento de las controversias, yaque no era capaz de distinguir lo fundamental de lo accesorio. El desarrollo de un temalateral podía convertirse en una nueva controversia, de modo que nunca terminaba loque comenzaba:

Pretendía decir en cada controversia no todo lo que debía decirse, sinotodo lo que podía decirse. Argumentaba con más pesadez que sutileza.Acumulaba un argumento sobre otro y como generalmente nada leparecía suficientemente sólido, afirmaba todas las pruebas con otraspruebas (ib. praef. 1).

Podía hablar durante horas sin detenerse y era agradable oírlo aunque uno se arrepintiesea veces de haberlo hecho27 Su gusto era mudable y excesivamente sujeto a las influen-cias, por lo que su estilo no mejoró con la edad; por el contrario:

No tenía ninguna confianza en su talento, de ahí sus frecuentescambios. Así pasaba de un estilo oratorio a otro: ya quería ser seco yajustarse simplemente a las ideas, ya hórrido y vigoroso antes quepulido, ya breve y armonioso; algunas veces se elevaba mucho, y otras,descendia demasiado. Así malgastó su talento y cuando llegó a la vejezhablaba mucho peor de lo que lo hacía en su juventud (Contr. VII,praef. 5).28

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Su carrera de orador quedó marcada por un episodio vergonzoso: Según explica Séneca,se alejó del foro como resultado del uso inapropiado de una figura en un juicio ante loscentumviros. En un momento de su alegato exhortó a su adversario a prestar un jura-mento y acabar de ese modo la causa:29

“¿Quieres poner fin a este juicio con un juramento? Jura entoncespero yo estableceré la fórmula: jura por las cenizas de tu padre,que aún no has sepultado, jura por la memoria de tu padre,” y asídesarrolló aquel recurso. Cuando hubo acabado, se levantó LucioArruntio, que representaba a la otra parte y dijo: “Aceptamos lapropuesta. Él30 va a jurar”. Albucio se puso a gritar: “No hice nin-guna propuesta. Dije una figura.” Arruntio insistía. Los centumvirosse apresuraban para que acabara el juicio. Albucio volvió a gritar:“Con este criterio se suprimen las figuras de retórica” Arruntiocontestó: “Que se supriman, podremos vivir sin ellas.” El fin de lacausa fue el siguiente. Los centumviros dijeron que darían un dic-tamen favorable al adversario de Albucio si éste juraba, y él juró(Contr. VII praef. 7).

El costado cómico y patético del personaje radica en su aislamiento de larealidad, en su desconocimiento total del auditorio al que se enfrentaba. Esta realidad,la de los juicios civiles y penales, no era alentadora. En todo caso, a través de estaanécdota Séneca no nos transmite una imagen demasiado simpática del sistema dejusticia. No lo suficiente como para fundar en ella algún tipo de ideal, como el quedefendía, por ejemplo, Quintiliano. Los centumviros están preocupados para terminarcon el caso pronto. En el Dialogus ... (19, 4-5) ésta aparece como la situación corriente.Más aún, se dice que los jueces suelen actuar más con arreglo a la violencia de su poderdiscrecional que con afán de justicia.31 De este modo, el reverso del ridículo a que essometido Albucio es la inmoralidad del sistema judicial. Su empeño en utilizar figurasa cualquier precio, sin el menor sentido de la oportunidad, no solo es una manifestaciónde una oratoria decadente y carente de decorum, también es la denuncia de una oratoriaque se ha vuelto mercantil.32

También Suetonio se refiere a Albucio. Lo hace en el capítulo final del Degrammatibus et rhetoribus. En 30, 5, asistimos a una versión más concisa del mismoepisodio, cuya introducción hace más explícita la falta de decorum, de adecuación a lasituación, por parte de Albucio, ya que éste acusaba al reo de impiedad en relación asus padres,33 y parece por lo menos poco prudente ofrecer un juramento por las cenizasdel padre a alguien a quien se acusa de falta de piedad filial. Suetonio reseña otros

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episodios de su vida que testimonian esta misma inadecuación. Al comienzo de surelato sobre Albucio, nos cuenta cómo huyó de su patria, luego que fue retirado por lospies del tribunal desde el que impartía justicia, por aquellos contra quienes sepronunciaba (30,1). Luego de un agitado y matizado periplo vital que incluye Roma yMilán, vuelve, anciano y enfermo a su patria. Convoca al pueblo, y después deextenderse, a modo de arenga, sobre las causas por las que había decidido morir, dejóde alimentarse (30, 7).

Esta falta de plasticidad en su actuación pública aparece como contradictoriocorrelato de su volubilidad estética. En última instancia, su discurso ante el pueblo,anunciando su muerte, aunque destaca un elemento teatral (declamar sobre la propiamuerte) que es casi una parodia de sí mismo, también introduce cierta idea decompensación, muy cara al pensamiento romano. Albucio, que ha vacilado toda suvida, ha cambiado sus modelos, sus gustos, ha dejado que su talento lo traicionara, hasido en fin, juguete del destino, revela en la hora de su muerte una firmeza insólita.

Porcio Latrón

Es sin duda la figura más destacada de las recordadas por Séneca en suscontroversias y suasorias. Ocupa el primer rango entre los declamadores menciona-dos. Amigo del autor, como él, había partido desde España hacia Roma. Allí fueroncondiscípulos en las aulas del retor Marulo. El afecto que por él demuestra Séneca nolo salva, sin embargo, de críticas. Nuestro autor parece asistir con un asombro diverti-do al desorden vital del amigo:

Este hombre apasionado carecía de moderación en dos sentidos: nosabía interrumpir su trabajo y no sabía retomarlo (Contr. I praef. 13).34

Nos informa Séneca (Contr. I, praef. 14-15) que cuando estaba escribiendo podíaolvidarse de dormir y no abandonaba la actividad, sino cuando desfallecía. Pero cuandodecidía descansar, se entregaba a la caza y a la vida agreste sin moderación. Estosprolongados intervalos de ocio refrescaban su elocuencia, que lograba entonces expresarcuanto quisiera. Séneca concluye este primer esbozo del amigo, que se ampliará en elresto de la obra, con un juicio severo y compasivo de este hombre que poseía untalento incapaz de gobernarse:

Por eso debía habérsele cercenado esta pasión, (i.e: la de escribir) por-que no podía ser regulada. Así, cuando se abatía por el esfuerzo frecuente

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e ininterrumpido, su ingenio experimentaba una fatiga que no es menorque la corporal, pero está más oculta (Contr. I praef. 15).

Uno de los trazos característicos del arte declamatorio, y de la literatura latinaimperial, es el uso de la sententia, la frase de ingenio, fuertemente condensada y tendientea realzar las contradicciones. Los hijos de Séneca, destinatarios de la obra, quieren oírsententiae, y su padre les señala que Latrón se mostraba magistral en el uso de éstas. Lafrase de ingenio con que interrumpe a su maestro es característica del humor corrosivopropio del estilo declamatorio:

También Latrón se caracterizaba por amar las sentencias. Cuando eramoscondiscípulos en la escuela del retor Marulo, hombre bastante árido,que se expresaba muy brevemente, con brillo, y en un estilo no vulgar,en un momento en que éste atribuía la pequeñez de su discurso al temade la controversia y decía: “Es preciso que pise con cuidado, ya quecamino por un lugar lleno de espinas”, Latrón respondió: “A fe mía quelas espinas no están en el piso, sino en tus pies” y enseguida se puso apronunciar sentencias, que habrían podido añadirse a los argumentosde la declamación de Marulo (Contr. I praef. 22).

A sol y sombra

Este hombre, que es reiteradamente considerado el mejor de los declamadores,no estaba a la altura de su elocuencia, si tenía que expresarse en un juicio real. El pasajedel ambiente cerrado de la escuela al bullicio del foro fue suficiente para anular sudestreza oratoria:

Porcio Latrón, modelo único de virtud en la declamación, cuandopronunciaba en España un discurso en defensa de su pariente PorcioRústico, fue presa de tal confusión que comenzó por un solecismo, ysintiendo la falta del techo y de las paredes no pudo recobrarse hasta quelogró que el juicio fuera trasladado del foro a una basílica (Contr. IX,praef. 3).

Quintiliano (X, 5, 18) relata esta misma anécdota y concluye irónicamente sobre lasdificultades del gran Porcio Latrón para hablar al aire libre: el cielo fue para él algo tannuevo que toda su elocuencia parecía reducirse a un techo y unas paredes.35

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Con Casio Severo ocurría lo contrario. Era un orador temible en el foro, peromediocre en la declamación. Séneca le pregunta (Contr. III praef. 8) sobre las causas deeste desempeño desigual y la respuesta de Severo es extensa (Contr. III praef. 8-18) eincluye el relato de su enfrentamiento com Cestio Pío, que referiremos luego. Porahora transcribimos su lúcida visión de las condiciones y contextos diferentes en quese desarrollan la oratoria forense y la escolar:

Sin embargo, creo que puedo aducir una razón personal:36 estoyacostumbrado a atender al juez, no al auditorio; tengo la costumbre deresponder a mi adversario, y no a mí mismo; no evito menos decir algosuperfluo que algo que vaya contra mi causa; ¿en la declamación existealgo que no sea superfluo, siendo que ella misma lo es? Voy a decirte miparecer: cuando hablo en el foro, estoy haciendo algo; cuando declamo(...) me parece que estoy trabajando en sueños. Luego la situacionesson completamente diferentes: una cosa es combatir, y otra, dar golpesal aire. (...) Ahora bien, lleva a esos declamadores al senado y al foro:verás que el lugar los cambia. Como los cuerpos acostumbrados a unlugar cerrado y a una suave sombra,37 no son capaces de permanecer ala intemperie, ni de tolerar la lluvia y el sol, apenas si pueden reconocersea si mismos; se acostumbraron a ser elocuentes según sus propios criterios(Contr. III praef. 12-13).

El comentario de Severo podría aplicarse a la desdichada experiencia de Latrón en elforo. La oposición sol – sombra, presente como vimos en las dos narraciones del episodiode Latrón, es muy usual como imagen de las dos oratorias, la forense y la escolar odeclamatoria. Consideremos algunos ejemplos. En los primeros capítulos del Satiriconde Petronio, la declamación se asocia al asianismo. (II, 3-5) La sombra, como imagende la escuela, se opone a la sanidad del arte clásico griego. El retor, maestro dedeclamación, aparece como un umbraticus doctor, un sabio salido de la sombra, de laescuela, una figura risible, opuesta a la elocuencia sana de Sófocles y Eurípides, quehabían encontrado las palabras con las que debían hablar. Aquellos tiempos de la granpoesía y oratoria griegas, afirma Petronio, no conocían estas escuelas: “Entonces losjóvenes no estaban encerrados en las declamaciones”38 (nondum iuvenes declamationibuscontinebantur). En Juvenal (7, 173), la escuela, figurada como umbra rhetorica se oponea los combates del foro,39 imagen que también recuerda el pasaje ya referido sobreCasio Severo.40 Quintiliano se refiere reiteradamente a la declamación, y adopta alrespecto una solución de compromiso.41 La acepta como un medio, pero la rechazacomo un fin en si mismo. Permanecer demasiado tiempo en el mundo falso de laescuela puede dificultar el paso al mundo real del foro:

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... no hay que retener a los jóvenes por demasiado tiempo en esta imagenfalsa de la realidad, ni acostumbrarlos tanto a estos vanos simulacrosque luego les sea difícil apartarse de ellos, y al dejar la sombra en la que,por así decirlo, han envejecido, teman a las disputas verdaderas como auna especie de sol (QUINT. X, 5, 17).42

En resumen el uso de “sol” y “sombra” asociado a la dicotomía “oratoria forense– declamación”, además de ser metonimia alusiva a las condiciones reales de dichasprácticas (el aire libre del foro, la oscuridad de una sala cerrada), funciona como metá-fora que reduce la declamación a un papel epigonal. Si es verdad que en principio setrata de un entrenamiento, de una propedéutica a la oratoria, ya antes del surgimientodel imperio se desliga progresivamente de su origen ancilar, para convertirse en sustratode otros géneros. La remisión a su origen oratorio, y la pretensión de realidad(verosimilitud forense) que le quiere imponer Quintiliano, revela su rechazo a lo queeste género comienza a ser: un modelo para una nueva forma de decorum poético. Auncuando recurra a argumentos exóticos, temas mitológicos y situaciones inverosímiles,la carga simbólica de éstos permite un nuevo tipo de acercamiento a la realidad.

Casio Severo: la parodia de la parodia.

Ya nos hemos referido a Casio Severo, y a la explicación que Séneca le atribuyede las diferencias entre oratoria y declamación. Su interpretación parece ser una versiónmás de la opinión común, que hemos visto desarrollada o aludida por Petronio,Quintiliano, Tácito y Juvenal. La continuación del relato de Séneca (Contr. III praef),con las palabras de Casio para justificar su desdén por la declamación, ofrecerán unaescenificación de la oposición entre oratoria y declamación, semejante a un juego deespejos, en que realidad y parodia dejan de distinguirse con nitidez.

Casio (Contr. III praef. 14-15) introduce el problema del gusto. No es laelocuencia de los oradores, sino el juicio del público lo que se ha corrompido. Losjóvenes no solo prefieren al declamador Cestio antes que a Asinio Polión, MesalaCorvino y Pasieno, sino que lo anteponen al mismo Cicerón. De éste solo han leído losdiscursos a los que Cestio ha respondido. Quintiliano (X, 5, 20) reprueba la práctica deresponder a los discursos de los antiguos, refiriendo el mismo ejemplo de Cestio. Esteno estaría en condiciones de responder a Cicerón, porque a partir de su soloconocimiento de la defensa de Milón, no tendría los elementos suficientes paradesarrollar el papel de la acusación.43 Severo, motivado por la arrogancia de Cestio,

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que se creía superior a Cicerón, concurre a su escuela cuando aquél se disponía a leersu discurso contra Milón (Contr. III praef. 16):44

Cestio admirando sus propias obras, como era su costumbre, decía: “Siyo fuera Tracio, sería un Fusio; si pantomimo, sería un Batilo; si caballo,un Melisio.” No pude contener mi bilis y exclamé: “Si fueras una cloaca,serías la cloaca máxima”. Risa genreral. Los alumnos se preguntabanquién sería ese caradura. Cestio, que se disponía a responderle a Cicerón,no encontró una respuesta para mí, pero dijo que no continuaría si yono me retiraba. Respondí que no saldría de un baño público antes dehaberme lavado.45

Casio ha comenzado su venganza de Cicerón, ridiculizando al pedante Cestio en supropia escuela. La virulencia del ataque es característica de la elocuencia de Casio, deacuerdo a los testimonios conservados sobre él.46 Para vengar a Cicerón, Casio conti-nuará su ofensiva contra Cestio, ahora en los tribunales de justicia, su propio terreno.Pero las acusaciones que sucesivamente le endilga, se parecen más a las desarrolladasen las controversias, que a las propias de los juicios: Así convoca a Cestio ante el pretory después de bromas e insultos varios, solicita abrir un proceso en su contra, con baseen la ley de ofensa innominada (lege inscripti maleficii).47 Luego ante otro pretor lo acusade ingratitud.48 Finalmente solicita al pretor urbano que le asigne un curador.49 Amigoscomunes intentan mediar. Casio propone dejar de perseguirlo, con la condición de queCestio jure que Cicerón es más elocuente que él. Cestio no acepta (cf. Contr. III praef.17).

Analicemos el episodio. Séneca le transfiere la palabra a Casio, con lo que elrelato gana en vivacidad. Casio es el tipo de orador impulsivo y brillante, que trabajamejor en la improvisación que en la preparación (Contr. III, praef. 5).50 Su ingenio seaguza cuando debe responder a un adversario. Por eso un joven orador de formacióndeclamatoria, que prepara su discurso como una pieza literaria, y lo lee, en un juicio,despreocupado del contexto de enunciación, se convierte en víctima fácil de Casio,como en el siguiente ejemplo que refiere Quintiliano (VI, 1, 43):

“¿Por qué, Severo, me miras con el rostro torvo?” “A fe mía que no loestaba haciendo, respondió, pero ya que así lo has escrito, está bien” y sepuso a mirarlo con la mayor truculencia de que fue capaz.51

En los absurdos procesos que Casio instituye contra Cestio, se lleva a cabo unaparodia de la declamación. Para Casio la declamación es una torpe imitación de la

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oratoria. Al igual que Quintilano, rechaza el juego intertextual con que Cestio se en-frenta al texto de Cicerón. Sin embargo Casio no se limita a defender una jerarquíainmutable de los textos. Su propósito también es irreverente, porque mezcla dos géne-ros y sus convenciones. Casio responde em el mismo terreno que Cestio. Éste le respondíaa Cicerón por medio de um ejercicio declamatorio. Casio, a su vez, adopta el tono,lenguaje y leyes imaginarias usuales en las controversias escolares, pero lo aplica a unjuicio real. Al imitar procedimientos escolares Casio quiere demostrar la falta de realidaden las declamaciones, su insustancialidad. Sin embargo, la desproporción de su ataquea Cestio, el afán paródico y el humor corrosivo, son marcas de un estilo declamatorio,que une víctima y victimario en sus estrategias textuales.

El desvanecimiento del límite entre declamación y oratoria que surge del episodionos recuerda la críticas que Mesala realiza (TAC. Dial. 26, 2-3) a la oradorescontemporáneos: El estilo que emplean los abogados no le parece viril ni propio deoradores. La inmoderación en las palabras (lascivia verborum), la insustancialidad delas sentencias (levitate sententiarum), la excesiva libertad composicional (licentiacompositionis) que Mesala les atribuye son rasgos que suelen considerarse propios delestilo declamatorio.52 Mesala deplora que la oratoria registre la desaparición de ladistinción entre lo bajo y lo elevado. Las pantomimas y el arte de los histriones seconfunden con la oratoria: nuestros oradores se expresan lánguidamente y nuestros histrionesdanzan elocuentemente.53 Mesala se refiere luego (Dial. 26, 4-6) a Casio Severo con unjuicio matizado. Reconoce que puede ser llamado orador si se le compara a los quevinieron después de él (26, 3). Destaca en él la erudición, la elegancia y el vigor (Dial.26, 6), pero reprueba su acritud (plus bilis habeat quam sanguinis) y lo denuncia como elprimer orador que abandonó el orden en la composición, y suprimió la moderación y elpudor en las palabras. Añade que su obsesión por herir llegó a derribarlo muchas veces,y que esta actitud es más propia de una riña que de un combate (Dial. 26, 4).54 Es asíque en el Dialogus de oratoribus Casio Severo, que Séneca había presentado como elenemigo de los declamadores, aparece como modelo de una estética declamatoria.

Latrón, Albucio y el poder político

No caben dudas de que el éxito de la declamación y su difusión son en partedeudores del impulso dado por Augusto a esta actividad. Desde el punto de vista de surelación con el poder político, la declamación puede analizarse desde dos ángulos –aparentemente – contradictorios. Por un lado, la declamación parece alejarse de larealidad contemporánea en su búsqueda de temas y ambientes exóticos. Por otro, pa-

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rece que su separación de la oratoria forense y deliberativa amplió las posibilidades deexpresar un registro crítico de la realidad.56 Referiremos ahora una anécdota registradapor Séneca el Viejo, relativa a Porcio Latrón. La misma es ilustrativa del modo en quelos ejercicios declamatorios pueden convertirse en crítica política, pese al exotismo y ala aparente irrealidad de sus cuadros. La cuarta controversia del segundo libro presentatodas las características de extravagancia e inverosimilitud que se adjudican al género:

Un padre deshereda a su hijo. Éste se une a una cortesana y tiene de ellaun hijo, al que acepta. Enfermo, manda buscar a su padre. Cuando éstellega, le recomienda a su hijo y muere. El padre, luego de la muerte desu hijo, adopta al niño. Su otro hijo lo acusa de demencia.56

Séneca transcribe los desarrollos sucesivos de los declamadores que representan, ya alpadre que se justifica por haber adoptado a su nieto huérfano, ya al outro hijo, que loacusa de demencia por haber aceptado como heredero al hijo de una meretriz (Contr.II, 4, 1-11). Nada parece más alejado de la realidad que esta sucesión de hechos paté-ticos e inverosímiles.

Sin embargo Séneca nos cuenta (Contr. II, 4, 12) que en esta controversia Latróndijo algo inconveniente, no para la controversia, sino para sí mismo. Para que no quedendudas de que el sentido atribuíble a un texto siempre depende de sus circusnstanciasde enunciación, Séneca nos informa que Latrón declamaba en presencia de Augusto,Agripa y Mecenas. Augusto adoptaría en los próximos días a los hijos de Agripa, susnietos. Agripa, destacado general y gestor de la política augustea, no era de origennoble.57

Cuando representaba el papel del joven,58 Latrón al tratar el tópico dela adopción dijo: “Ahora ese, que proviene del último escalón social,llega a la nobleza por medio de una adopción”, y otras cosas del mismotenor. Mecenas le indicó por señas a Latrón que el César tenía prisa,que terminara ya la declamación. Algunos pensaban que Mecenas habíaactuado con malicia; que lo había hecho no para que César no oyera loque se había dicho, sino para que lo notara (Contr. II, 4, 13).59

Latrón no fue acusado, probablemente porque resultó evidente que no había tenidointención de ofender. Por otra parte, Séneca destaca que no pudo excusar su error.Además intentar justificar una ofensa podía acabar por agravarla.60 Séneca elogia latolerancia de Augusto y censura a aquellos que prefieren perder la cabeza y no laocasión para un chiste.61

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Albucio protagonizó un episodio análogo al de Latrón, pero no en una sala dedeclamación, sino en un proceso en Milán en el que defendía ante el procónsul Pisóna un acusado de asesinato. Ya hemos visto otra desdichada intervención suya en aqueljuicio que perdió por hacer uso de un recurso retórico más adecuado a una controversiaque a un juicio real. En esta ocasión Albucio hablaba en medio de los gritos de aprobaciónde sus simpatizantes. Los lictores trataron de hacerlos callar. Este, habituado comodeclamador a los aplausos que acompañaban los discursos, se irritó por la actitud de loslictores, y después de deplorar la situación de Italia, invocó a Bruto, cuya estatua estabaa la vista, como creador y protector de las leyes y de la libertad. Suetonio (De gram. etrhet. 30, 6) significa brevemente que Albucio pudo haber sido castigado, aunque no leocurrió nada.62 La imprudencia de invocar al asesino de César ante un representantede Augusto es evidente, pero su actitud debe haber sido juzgada de modo análogo a laofensa de Latrón a Agripa, más como una torpeza propia de declamador, que comouna ofensa voluntaria.

En cualquier caso, ambos ejemplos muestran que el gusto por las figuras, elénfasis, las sentencias y los recursos propios del arte declamatorio, podían dar lugar aexpresiones interpretables como críticas políticas, aun cuando no hubieran sido emiti-das con tal intención. Si analizamos escritores de la edad imperial, como Juvenal yTácito, habituados a los recursos de la alusión, y a los juegos de sentido, podemosconcluir que el estilo declamatorio, convertido en cierto modo en la estética de laépoca, ofrecía la posibilidad de referir críticamente la realidad social y política, al tiempoque, si se usaba con cierta prudencia, podía proporcionar gracias a su ambigüedad, unasalvaguarda para quienes escribían.63

NOTAS

* Professor de Língua e Literatura Latina da Universidad de la República (Montevideo,Uruguai) e Doutorando em Latim do Programa de Pós-Graduação em Letras Clássicasda FFLCH-USP.

1 También Quintiliano (III, 8, 53)refiere un ejercicio en el que el propio Sila se dirige alpueblo para anunciar que renuncia a la dictadura.

2 Et nos ergo manum ferulae subduximus, et nos / consilium dedimus Syllae, privatus ut altum /dormiret. La palmeta (ferula) alude a la enseñanza elemental, impartida en el aula delgramático. Las declamaciones, tanto las suasorias como las controversias, se practicabanen el aula del retor, equivalente aproximado de la actual enseñanza secundaria. Cf. tambiénTAC. Dial. 35, 4-5. La traducción está tomada de Cicalese (Cicalese, 1999, p. 66).

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3 SEN. Contr. I praef. 12: Controversias nos dicimus: Cicero causas vocabat.4 Cf. por ejemplo De or., I, 33, 149: Equidem probo ista, (Crassus) inquit, quae vos facere

soletis, ut, causa aliqua posita consimili causarum earum quae in forum deferuntur, dicatisquam maxime ad veritatem accommodate. Se plantea una exigencia de verosimilitud paraestos ejercicios, que deben construirse tomando como modelo la realidad del foro. EnDe or. II, 24, 100 se denuncia que las causae declamadas en escuelas son demasiadofáciles y que su práctica no tiene ninguna utilidad.

5 Cf. SUET. De gram. et rhet., 25, 3: Cicero ad praeturam usque etiam Graece declamitavit,Latine vero senior quoque et quidem cum consulibus Hirtio et Pansa, quos discipulos et grandispraetextatos vocabat.

6 Cf. Kennedy (Kennedy, 1972, p. 313) y Fairweather (Fairweather, 1984, p. 526-7 y 543-4).

7 SEN. ib. ...ipsa declamatio apud nullum antiquum auctorem ante Ciceronem et Calvum inveniripotest qui declamationem <a dictione> distinguit [...]. Alterum putat domesticae exercitationisesse, alterum verae actionis.

8 CIC. Ib. 310: Commentabar declamitans (sic enim nunc loquuntur) saepe cum M. Pisone etcum Q. Pompeio aut cum aliquo cotidie...También en Tusc. II, 9 refiere a las argumentacionesdialécticas in contrarias partis como un excelente ejercicio.

9 Véase también AUL. GEL. XV, 11, 1.10 Salvo indicación en contrario las traducciones nos pertenecen.11 SUET. De gram. et rhet. 25,1: Cn. Domitius Ahenobarbus L. Licinius Crassus censores ita

edixerunt: “Renuntiatum est nobis esse homines qui novum genus disciplinae instituerunt, adquos iuventus in ludum conveniat; eos sibi nomen imposuisse Latinos rhetoras; ibi hominesadolescentulos dies toto desidere. Maiores nostri quae liberos suos discere et quos in ludos itarevellent instituerunt. Haec nova quae praeter consuetudinem ac morem maiorum fiunt, nequeplacent neque recta videntur. Quapropter et his qui eos ludos habent et his qui eo venireconsuerunt, videtur faciundum ut ostenderemus nostram sententiam, nobis non placere.”

12 Cf. CIC. De or. III, 93, en que Craso presenta sus motivos: quos (i.e.: Latinos magistrosdicendi) ego censor edicto meo sustuleram, non quo, ut nescio quos dicere aiebant, acui ingeniaadulescentium nollem, sed contra ingenia obtundi nolui, corroborari impudentiam.

13 Ib.: At nunc adulescentuli nostri deducuntur in scholas istorum, qui rhetores vocantur, quospaulo ante Ciceronis tempora extitisse nec placuisse maioribus nostris ex eo manifestum est,quod a Crasso et Domitio censoribus cludere, ut ait Cicero, ludum impudentiae iussi sunt.

14 Ovidio se menciona varias veces en las controversias y suasorias. En Contr. II, 2, 8 secitan versos suyos, elaborados a partir de sentencias de Latrón. Ovidio prefería lassuasorias, ejercicios que exigían menor desarrollo en la argumentación. Al declamarcontroversias, escogía aquellas en que era preciso retratar caracteres (cf. Contr. II, 2,12). Este componente declamatorio es visible en su poesía, y está en la base de lascríticas que ha recibido, en la antigüedad, y aun en tiempos más recientes.

15 Ib. ... quaedam etiam ad usum communis vitae instituta tum utilia et necessaria tum perniciosaet supervacanea ostendere.

16 Entre los declamadores, muchos tienen actuación destacada en el foro. Los relatos deSéneca el viejo testimonian la predilección de Augusto y su entorno por estos ejercicios.

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En ocasiones el propio emperador asistía a las declamaciones. Cf. por ejemplo Sen.Contr. II, 4, 12-13.

17 Cf. al respecto Kennedy (Kennedy, 1972, p. 312-322); Bonner (Bonner, 1977, p. 277-327); Winterbottom (Winterbottom, 1990, p. 12 y ss).

18 Cf. QUINT. II, 7, 1. Rhetor se había convertido en el nombre usual dado a los maestrosde retórica, en cuyas alulas se practicaba la declamación.

19 Véase, por ej. SEN. Contr. III, praef. 16 en que Casio Severo visita la escuela de CestioPío; referiremos este episodio más adelante. Cf. también SEN. Contr. X, praef. que muestrael punto de vista de Labieno, declamador brillante, pero contrario a estas exhibicionespúblicas, que aún no eran frecuentes, y él consideraba propias de una arrogancia frívola:declamavit (Labienus) non quidem populo, sed egregie. Non admittebat populum et quianondum haec consuetudo erat inducta et quia putabat turpe ac frivolae iactationis.

20 Ib.: qui declamationem parat, scribit non ut vincat sed ut placeat. Omnia itaque lenociniaconquirit; argumentationes, quia molestae sunt et minimum habent floris, relinquit: sententiis,explicationibus audientis delenire contentus est. Cupit enim se adprobare, non causam.

21 En el Dialogus de oratoribus de Tácito, Apro defiende la necesidad de que el arte seadapte a los nuevos tiempos. Véase por ejemplo 19, 2, que refiere a Casio Severo: vidit(...) cum condicione temporum et diversitate aurium formam quoque ac speciem orationis essemutandam.

22 SUET. ib.: Plerique autem oratorum etiam declamationes ediderunt. Quare magno studiohominibus iniecto magna etiam professorum ac doctorum profluxit copia adeoque floruit utnonnulli ex infima fortuna in ordinem senatorium atque ad summos honores processerint.

23 Cf. TAC., Dial., 14, 4 y 42, 2.

24 Cf. especialmente Dial. 5, 4-7. Aunque la laus oratoriae en boca de Apro remita claramentea su similar de Craso en De or. I, 8, 31 y ss., su aparición en un contexto en que sediscute sobre la elocuencia en la edad imperial, le otorga un valor que no puede serreducido a mera cita.

25 Oratorum et rhetorum sententiae, divisiones, colores. Las sententiae son frases memorablesque mediante la condensación del sentido y una predilección por las antítesis llaman laatención del oyente. Las divisiones constituyen las preguntas básicas que el declamadordebía plantearse antes de desarrollar su tema, y que podían incluir desarrollos de iure, deaequitate, etc. Por ejemplo tenía el acusado derecho de actuar como actuó (de iure). Encaso de respuesta afirmativa, era justo o adecuado que lo hiciera (de aequitate). Loscolores refieren a la forma narrativa escogida para desarrollar el tema: un rasgo de unpersonaje, un móvil para una acción, todo lo que sirva para ilustrar la tesis sostenida.

26 I: Porcio Latrón; II: Papirio Fabiano; III: Casio Severo; IV: Asinio Polión y QuintoHaterio; VII: Albucio Silo; IX: Votieno Montano; X: Tito. Labieno.

27 Contr. VII praef. 6: quamvis paenituisset audisse, liberat audire.

28 Se esperaba normalmente que ocurriera lo contrario.

29 Era una práctica habitual. Otro ejemplo en Contr. III praef.17

30 i.e.: mi cliente.

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31 TAC. ib. ...iudices, qui vi et potestate, non iure aut legibus agnoscunt... cuya consideraciónde la oratoria pone énfasis en las ventajas personales y no en que en

32 Cf. TAC. Dial. 12, 2.33 Veamos en Suetonio el pasaje previo a la propuesta de la fórmula para jurar: nam cum in

lite quadam centumvirali adversario, quem ut impium era parentes incessebat, iusiurandumquasi per figuram sic obtulisset [...] (De gram. et rhet. 30, 5).

34 SEN. ib.: In utramque partem vehementi viro modus deerat: nec intermittere studium sciebatnec repetere.

35 QUINT. X, 5, 18: Ita illi caelum novum fuit ut omnis eius eloquentia contineri tecto ac parietibusvideretur. Es recurrente la imagen de declamadores habituados a la sombra e incapacesde soportar la luz del sol, es decir, las causas a cielo abierto, en el foro. Cf. por ejemplo,SEN. Contr. III, praef. 13.

36 Entiéndase, para su mediocre desempeños en las declamaciones.

37 Delicatae umbrae: el adjetivo podría traducirse también por afeminada, muelle. Lacalificación del estilo declamatorio como poco viril es recurrente en los textos antiguosrelativos a la declamación. Veáse por ejemplo en TAC. Dial. 26, la referencia desdeñosaa los calamistros Maecenatis aut tinnitus Gallionis, los “oropeles de Mecenas o los tintineosde Galión”. Enseguida se asocia este estilo con vestimentas excesivamente acicaladas,propias de una meretriz (fucatis et meretriciis vestibus). Junio Galión fue un destacadodeclamador, amigo de Séneca y elogiadísimo en las Controversiae.

38 Cf. especialmente Sat. II, 3-5.

39 JUV. ib.: ad pugnam qui rhetorica descendit ab umbra. Obsérvese que el camino hacia elforo es descendente, y que tiene el único objetivo (cf. v. 174) de conservar la pequeñasuma (summula ne pereat) necesaria para obtener una miserable ración de trigo (quaviles tessera venit / frumenti) (vv. 174). La oratoria no es un objetivo, sino una posiblidadremota de escapar a la miseria. El tono de esta sátira, con el desarrollo sucesivo de lasprofesiones intelectuales, destacadas en sus aspectos más miserables, es marcadamentedeclamatorio.

40 SEN. Contr. III praef. 13: totum aliud est pugnare, aliud ventilare. Cf. traducción supra. Adecir verdad, imágenes y oposiciones muy similares aparecían ya en el Brutus (38) deCicerón, referidas a Demetrio y a la escuela de Teofrasto (Teofrasti ... umbraculis).

41 Cf. Brink (Brink, 1989, p. 474-477).

42 En otro contexto, al tratar de los imitadores de los aticistas (XII, 10, 14-15), que noahorraban críticas ni a Cicerón, y consideraban su árido purismo como una especie dereligión, vuelve a aparecer la imagen del sol y de la sombra. La sombra está asociadaaquí (XII, 10, 15) al carácter epigonal de estos aticistas en relación al aticismo original:qui quia clariorem vim eloquentiae velut solem ferre non possunt, umbra magni nominisdelitescunt “estos, como no pueden soportar la fuerza brillante de la elocuencia, que escomo un sol, se ocultan a la sombra de un gran nombre”.

43 Cf. QUINT. ib.: Melius hoc [sc. causas vel easdem quas agi audierit componere, vel etiamalias, veras modo] quam rescribere veteribus orationibus, ut fecit Cestius actionem habitampro eodem, cum alterarm partem satis nosse non posset ex sola defensione.

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44 Memini me intrare scholam eius cum recitaturus esset in Milonem. Se trata, pues, de unacausa ficticia en la que Cestio iba a responder al famoso Pro Milone de Cicerón.

45 Cestius ex consuetudine sua miratus dicebat: si Thraex essem, Fusius essem; si pantomimusessem, Bathyllus essem, si equus, Melissio. Non continui bilem et exclamavi: si cloaca esses,maxima esses. Risus omnium ingens; scholastici intueri me, quis essem qui tam crassas cerviceshaberem. Cestius Ciceroni responsurus mihi quod responderet non invenit, sed negavit seexecuturum nisi exissem de domo. Ego negavi me de balneo publico exiturum nisi lotus essem.

46 En XI, 1, 57 Quintiliano critica la falta de decoro de Casio en la acusación. En XII, 10,17 se refiere a su acritud, acerbitatem Cassi. Entre otras menciones de Quintiliano cf.VIII, 3, 89. Fue exiliado por Augusto, acusado de escribir textos difamatorios. Murió enSeriphos alrededor del año 34. En el Dialogus de oratoribus de Tácito, Apro y Mesalasostienen interpretaciones encontradas sobre su elocuencia.

47 No hay registros de la existencia de una ley semejante, pero procesos con base en ellaaparecen en las controversias. Cf. SEN. Contr. V exc. 1, y QUINT. I.O. VII, 4, 36.

48 Como en el caso anterior, los procesos por ingratitud parecen tener existencia sólo enlas aulas de declamación. Cf. SEN. Contr. II, 5 y IX, 1.

49 Aunque existía la posibilidad de solicitar un curador para quien no estuviera en su sanojuicio, es también un tema de controversia. Cf. Contr. II, 4 y II, 6.

50 Uni illi proderat excuti; melius semper fortuna quam cura de illo merebatur.

51 Transcribimos el texto traducido y su contexto anterior: Ex scholis haec vitia, in quibusomnia libere fingimus et impune, quia pro facto est quidquid voluimus; non admittit hoc idemveritas, egregieque Cassius dicenti adulescentulo: “Quid me torvo vultu intueris, Severe?”“Non mehercule, inquit, faciebam, sed sic scripsisti: ecce!” et quam potuit truculentissime eumaspexit.

52 A menudo se ha señalado críticamente su presencia en escritores del período posclásico.Véase por ejemplo la caracterización crítica de la composición en las sátiras de Juvenalen de Decker (de Decker, 1913, p. 83-90 y passim). Cf. también Morton (Morton, 1997).

53 Cf. Dial. 26, 3: Quodque vix auditu fas esse debeat, laudis et gloriae et ingenii loco pleriqueiactant cantari saltarique commentarios suos (...) ut oratores nostri tenere dicere, histrionesdiserte saltare dicantur.

54 TAC. Dial. 26, 3-4: Equidem non negaverim Cassium Severum (...) si iis compararetur, quipostea fuerunt posse oratorem vocari, quamquam in magna parte librorum suorum plus b[il]ishabeat quam sanguinis. Primus enim contempto ordine rerum, omissa modestia ac pudoreverborum, ipsis etiam quibus utitur armis incompositus et studio feriendi plerumque deiectus,non pugnat, sed rixatur.

55 Véase por ejemplo sobre la declamación y su función crítica en la primera sátira deJuvenal, véase Cicalese (Cicalese, 1999, p. 119-130)

56 Contr. II, 4: Abdicavit quidam filium; abdicatus se contulit ad meretricem; ex illa sustullitfilium. Aeger ad patrem misit: cum venisset, comendavit ei filium suum et decessit. Pater postmortem illius adoptavit puerum; ab altero filio accusatur dementiae.

57 Cf. Contr. II, 4, 12: Erat M. Agrippa inter eos, qui non nati sunt nobiles, sed facti.

58 El hermano del muerto, que acusa al padre de demencia.

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59 Ib.: Cum diceret partem adulescentis Latro et tractaret adoptionis locum, dixit: “iam iste eximo per adoptionem nobilitati inseritur” et alia in hanc summam. Maecenas innuit Latronifestinare Caesarem; finiret iam declamationem. Quidam putabant hanc malignitatemMaecenatis esse; effecisse enim illum non ne audiret quae dicta erant Caesar, sed ut notaret.

60 Véase um análisis de este episodio en Bartsch (Bartsch, 1994, p. 82-84).

61 Cf. Contr. II, 4, 13: Mihi videtur admiratione dignus divus Augustus, sub quod tantum licuit,sed horum non possum misereri, qui tantum putant caput potius quam dictum perdere.

62 Cf. ib.: paene poenas luit.

63 Cf. Ahl (Ahl, 1984).

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SCHWARTZ, Pablo. Déclamation et Oratoire sous Auguste: à propos deAlbucius Silus, Porcius Latron et Cassius Sévérus.RÉSUMÉ: Sénèque l’Ancien présente le portrait le plus complete duquel ondispose sur la déclamation en Rome. Cette pratique, considerée comme unexercice d’école qui prépare les jeuns gens à l’éloquence judiciaire ou deliberativedevient en genre indépendant. Ce fait, de vastes conséquences pour l’histoirede la littérature occidentale, est analysée en partant des performances de troisorateurs et declamateurs: Albucius Silus, Porcius Latron et Cassius Sévérus.Ces exemples montrent une relation tendue entre déclamation et oratoire,mais aussi laissent voir une éloquence adaptée à l’expression du temps présent.MOTS-CLEFS: Sénèque le Rhéteur; déclamation; éloquence; oratoire.