Del patio al siguing

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1 2 3 4 Luis Alberto Rey Lama ¿NO TE GUSTA EL BASKET? ¡NI LO ABRAS! tripleceltapersonaldostirostabacaleratiempomuertophilipstécnicaal1 3esvernacernadosunodoscreffreversomatchupbloqueoxuventudega ncholiceounotresunotarteirasluchatiempoytanteoademarpuertaatrást aboadalealbaionapmfioruciascensoACB2010gesti2x2c.xerox305… 5 © Luis Alberto Rey Lama, agosto 2008 Editorial PICA Galicia 6 Mi agradecimiento a todos aquellos amigos que me desvelaron sus intimidades deportivas --------------------------------- 7

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Del patio al “siguing”

------------------------------- Luis Alberto Rey Lama

Estudiantescambiomesarodaballopickandrollboscopresiónentodoel

campoálvarezbalancedefensivobazáncampoatrásareosatressegundo

s625mbreogánzonapressoarcincoinicialjardínparkobradoiro¡ocho!s.

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¿NO TE GUSTA EL BASKET?

¡NI LO ABRAS!

tripleceltapersonaldostirostabacaleratiempomuertophilipstécnicaal1

3esvernacernadosunodoscreffreversomatchupbloqueoxuventudega

ncholiceounotresunotarteirasluchatiempoytanteoademarpuertaatrást

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© Luis Alberto Rey Lama, agosto 2008

Diseño de Portada:

Luis Filipe Amaral – iLFoto ®

Edición Fotográfica:

Luis Filipe Amaral – iLFoto ®

Corrector:

Rubén Rey Martínez

Primera Edición:

Febrero, 2009

Editorial PICA Galicia

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Mi agradecimiento

a todos aquellos amigos

que me desvelaron

sus intimidades deportivas

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A mis compañeros de hoy,

de ayer,

y sobre todo,

a los que faltan.

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I. ¡Vaya sentencia!

Empecé con este veneno antes de los diez años -en 1948,

más o menos-, y cuando ya había pasado de los cincuenta, a punto

de retirarme del Rodaballo como jugador, sentencié plenamente

convencido: “En el baloncesto ya lo he visto todo. No hay nada

nuevo que se me pueda ofrecer.”

Debo aclararte, amigo mío, que no me pude retirar antes

porque no tenía sustituto en el equipo. Un buen día, Elena Sar-

miento me preguntó si podría jugar con nosotros su hijo Marcos.

“Tiene derechos adquiridos, Elena -le contesté-. Ya sabes que

los descendientes del Estudiantes, si lo desean, cuentan con ca-

miseta asegurada en el Rodaballo.” Tanto ella como su difunto

esposo, Jaime Gómez, habían sido directivos de aquel histórico

club. Y por si no lo sabes, el Club Rodaballo es como un hijo ile-

gitimo del Club Estudiantes de Vigo. De manera que...

Llegó Marcos Gómez con 18 años. Lo hacía todo bastante

bien: pasaba, botaba, tiraba, defensa intensa, buen rebote, corría

rápido, era fuerte, rebasaba el 1,80... pero no sabía jugar al balon-

cesto. Su misión en el pasado había sido sacar de banda, pasarle al

compañero más cercano... y animar desde el banquillo.

Tardé tres años en enseñarle a jugar de base -una hora de

entrenamiento a la semana, más el partido del “finde”, y a descon-

tar el verano, las Navidades y las Semanas Santas... y los puentes-.

Tras esta ardua tarea, y una vez encontrado el pertinente relevo, ya

me pude retirar tranquilo.

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- Por cierto, querido amigo, Marcos terminó por ser

el mejor base del Campeonato Provincial Sénior durante varias

temporadas.

Pues bien, llegado a este punto, he de confesarte que en mi

retirada también influyó alguna circunstancia más. Yo había pro-

metido en repetidas ocasiones, que hasta que metiera un triple no

colgaría las botas. Se trataba de un reto personal, ya que en mis

tiempos de “jugador de verdad” -lo dejé con veintiocho años-,

anotaba “triples” en casi todos los partidos, pero de aquella no

existía la línea de 6,25. Cuando se implantó, ya superaba los cua-

renta abriles, y mis fuerzas, en ese momento, no estaban para tan-

tas alegrías: mi suspensión no alcanzaba el aro con control. Como

jugador cerebral que siempre fui -también descerebrado muchas

veces- dejé de intentarlo, y simplemente, no tiraba de tres. Y así,

llevaba camino de no poder retirarme jamás del baloncesto activo,

o bien, de no cumplir la palabra, algo impensable para mí.

En realidad, nunca tuve claro qué sucedió: si no me podía

retirar porque era incapaz de anotar un triple, o bien no lo intenta-

ba, para de esta manera, no estar obligado a retirarme...

Hasta 1994, que en una mañana de domingo, debí levan-

tarme de cama un poco ofuscado -sucede en los madrugones-, con

el paso cambiado, con el cuerpo y la cabeza caminando en sentido

contrario... y ocurrió... y yo creo que por casualidad...

Partido a las diez en punto en el Pabellón Municipal de

Teis, Campeonato Provincial Sénior, Rodaballo-Xuventude. Du-

rante el encuentro, el jugador nº 13 -yo mismo- anotó tres triples,

animado por Julio Cesar Bernárdez como rival encarnizado, y en

su intenso trabajo defensivo -“Tira Luis.”, me achuchaba-. Por su-

puesto que mi contrario, a pesar de ser un buen amigo, me dejaba

completamente solo para que la fallara -sabía que Luis, de triples,

nada-, y no sospechó ni por un instante que ya encestaría en el pri-

mer intento. Con dedo en alto, por tres veces se lo brindé a lo lar-

go del encuentro: “¡Va por ti, Julio!”. Los veteranos en el campo,

a veces... ¡muchas veces!... ¡casi siempre!... ¡siempre!... hablába-

mos bastante más de lo que jugábamos. Ahora, en el 2008, supon-

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go que continuará la misma tónica. No me imagino para nada a

Julio, ni a sus compañeros del Xuventude, Pepe Conde, Suso Co-

bián, Moncho, Genaro... ni a los “rodaballos”, Alberto, Ángel... ni

a los Quico, Pulgui, Juanjo, Quino... de otra guisa que no sea esa.

Total, Julio Cesar, que de niño me había visto jugar en el

Estudiantes de la mano de su padre, en el Campo de Granada -y

doy por hecho que muy bien-, propició mi retirada con sus iró-

nicos “ánimos”. Había transcurrido casi medio siglo...

Julio Cesar Bernárdez, gerente del Gestibé-rica en la actualidad, 2008. En la foto, durante una rueda de prensa.

¡Y ojo! Triples anotados, además, a la antigua usanza: tiro

a dos manos desde la barbilla, como hacía en mis mejores años de

juvenil, antes de que me enseñaran por teléfono a tirar en suspen-

sión.

- ¿Por teléfono?

- ¡Sí, sí!, por teléfono. De esto, ya hablaremos.

De todas formas, lo de Julio Cesar no cayó en el olvido.

Ya de entrenador, le gritaba a mis muchachos del Rodaballo: “¡A

ese, dejadlo tirar!”... y Julio fallaba, aunque debo reconocer que

en algunas ocasiones acertó... También admito que nunca lo vi ha-

ciéndome un mal gesto cuando esto ocurría... ¡pero estoy seguro

de que era porque se olvidaba!... que pensar, sí que se lo iría pen-

sando mientras bajaba a defender.

En resumen, entre Marcos, la motivación extra de Julio y

los tres triples, me retiraron a los 53 años, después de 43 en activo.

¡Te juro que ni lloré! Se ve que tenía cierta necesidad de abando-

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nar las canchas de juego... No me apené demasiado... Eso sí, me

echaron con malos modos: “¡Al banco, de entrenador!”.

Marcos Gómez sigue en la actualidad en el Rodaballo.

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Después de la absurda ocurrencia que te contaba al princi-

pio, “... que lo había visto todo...”, pude contemplar como mi co-

lega Carlos Cerdeira se retiraba del baloncesto a los 60 años. En

su último partido, debido a la lesión de un compañero y a la ex-

pulsión por personales de otro, ambas contrariedades a poco del

comienzo, se vio obligado a jugar 35 minutos completos... más

otros 5 de prórroga.

Por la calle, cuando nos cruzábamos, su hijo Alejandro -

había abandonado el Rodaballo hacía algunos años- me gritaba:

“¡Luis, no fichéis a mi padre, que un día se queda en el campo!”

Yo no hice ni caso. Si no lo fichamos fue exclusivamente por mo-

tivos técnicos: había demasiados pívots. Yo, como entrenador,

nunca miré la edad en el DNI.

Pues bien, siguiendo con lo de mi “sentencia”, he de admi-

tir, a mi pesar y sin sonrojos, que una y otra vez, partido tras parti-

do, año tras año, temporada tras temporada... algo nuevo acababa

sucediendo a mi alrededor. Lo más inesperado, lo más curioso, pa-

ra bien o para mal, importante o intrascendente, para reír o para

llorar, para venerar o para maldecir... Permanentemente, sin des-

canso, el basket no cesa de sorprenderme con novedades.

- Y ahora que lo pienso... ¿Sabes de algún entrenador que

haya entrenado al presidente de su Club?... ¡No, no! En un parti-

do de viejas glorias, de solteros contra casados, de directivos con-

tra periodistas... ya sé que los hay... y a menudo. Pero, ¿durante

varias temporadas completas?

Pues bien, yo entrené a mi presidente cerca de diez tempo-

radas... ¡y ojo!, haciéndolo bien, que de otra forma podría desti-

tuirme al día siguiente. Esa misión tan delicada la llevé a cabo di-

rigiendo al Club Rodaballo, y a su presidente Carlos Cerdeira.

- Dime colega, ¿sabes de alguien que lo haya hecho? ...

Y ¿que lo haya repetido en dos ocasiones?

Cuando Carlos Cerdeira se retiró de jugador y abandonó

el cargo de presidente, entrené varios años a su sucesor, Alberto

Gómez, el actual presidente, jugador y capitán del Rodaballo.

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Campo de tierra de la Escuela de Peritos Industriales. Año 1956. Car-los Cerdeira, en su segunda temporada como jugador del Club Es-tudiantes de Vigo.

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Hoy en día, año 2008, ya pasada mi edad reglamentaria de

jubilación laboral, y formando parte del cuadro técnico del Clube

Baloncesto Baiona, el entrenador de nuestro equipo júnior femeni-

no, Xose Leyenda, me sorprende de nuevo, una vez más: “Gana-

mos en Porriño. Marta metió 13 triples.” En mis largos años de

baloncesto, nunca supe de nadie que hubiera anotado 13 triples en

un sólo partido... ¡y sin prórroga! ¿Tú sabes de alguien? ¿Tendre-

mos récord en Baiona?

Temporada 2007/08. Marta Mandado y su hermana Helena, en un partido de entrenamiento con el C. B. Baiona Júnior.

No deja de ser curioso que una baionesa, en edad júnior,

que hasta ahora no ha brillado en exceso, sea poseedora de un ré-

cord que ya muchos jugadores acreditados quisieran para ellos. Se

espera de Marta, que aunque no se le exija que repita de nuevo ese

día tan talentoso, se aproxime al menos a medio camino de la ha-

zaña. Seis triples de media por partido constituirían de nuevo otro

récord, sería demasiado… pero estarían bien dos o tres.

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Un día, ya en el 2008, me cuenta un jugador del Club Ro-

daballo:

<<Hoy Seijas se superó a sí mismo. Le señala una perso-

nal a Fernando, pero indica a la mesa de anotadores el número

de Pablo. Le reclamamos inmediatamente, y reconoció su error al

momento, pidiendo disculpas con humildad, y como es su costum-

bre, con las manos juntas implorando: “La próxima personal que

le pite a Pablo, se la marco a Fernando.”, resolvió en un susurro,

para salvar la delicada situación. Siguió el juego, Fernando co-

metió la segunda, la tercera, la cuarta, lo sentaron en el banquillo

para evitar su expulsión, y aún así, estuvo en un tris de ser expul-

sado por personales a pesar de no estar en el campo. “¡No hagas

personal, Pablo!”, le gritaba al compañero. Y es que una falta de

Pablo, sería la quinta de Fernando. ¡Surrealista!>>

Nuestro buen amigo Seijas, árbitro de pecho amplio, pero

bajo -como tú bien sabes-, estuvo a punto de realizar un auténtico

prodigio arbitral, y desde luego, es evidente que dio una lección

magistral de cómo se debe impartir justicia.

El largo historial del Club Rodaballo se enriquece cada

año con nuevas y curiosas anécdotas. Cuando parece que ya no

hay cabida para más, siempre surge algo... Debe ser la fantasía sin

límite del basket...

- Oye colega, ¿tú has jugado alguna vez una prórroga

“dos contra dos”?

- Luis, a ti te ha pasado de todo… ¿Y la ganaste?

- Pues no. Fue en Ponteareas, años ochenta, y afortuna-

damente en el minuto tres de la prórroga -estaba reventado-, a mi

compañero Jorge, que no era precisamente muy lúcido en esto del

basket, se le ocurre cometer su quinta personal, y ya entonces,

con su expulsión, se acabó el partido. Con un solo en el campo no

se puede continuar, como ya debes saber. Así que nos ganaron

con el reglamento en la mano, no con canastas. No recuerdo

haber perdido más de cuatro prórrogas en mi vida…y jugué mu-

chas. Una contra el Canon, otra la de Carlos Cerdeira -que ya

expliqué-, una más contra el Xuventude, y ésta.

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Rubén Rey Martínez, jugador del Club Rodaballo desde hace varios años, en su época en el Basket Medievo de Salamanca, temporada 1997/98.

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Y hablando de arbitrajes, debo confesar que no me llevo

precisamente bien con la familia arbitral. En mis funciones de en-

trenador, me han expulsado del campo en repetidas ocasiones.

Siempre por protestar sus múltiples errores con demasiada con-

tundencia. Ya sé que entre ellos tengo fama de “broncas”.

Mi opinión sobre los árbitros me la reservo, no vaya a per-

judicar a gente de mi entorno... Pero a ti, colega de tertulia, te la

contaré al oído, en secreto... Bueno, mucho secreto no hay. Los

que andamos en esto sabemos de sobra... La diferencia que existe

conmigo es que yo llevo muchos más años en esta tortura.

Ayer, en Baiona, mi presidente actual, Manuel Bouzas -

conocedor de mi mala relación con el clan arbitral-, se asomó con

asombro a la ventana de la oficina del Pabellón Municipal al ver

bajar de mi coche a tres colegiados. Venían caminando por Santa

Marta, y me había brindado a llevarlos hasta el campo para evitar

la correspondiente caminata. Me gritó: “¡Imposible, Luis! ¡Si no

lo veo no lo creo!”. “No hay problema, Manuel. De paisano son

buenos chavales”, le contesté delante de ellos. Lo que no supo

Manuel, es que, ejerciendo de “broncas”, les vine sermoneando

por el camino a base de bien. El famoso Seijas era uno de ellos.

Pero ya lo último que me podía suceder con la desespe-

rante clase arbitral -con reconocidas, pero escasas excepciones-,

ocurrió hace bien poco... Que te arbitren en tu cancha de pueblo,

lo haga un allegado a tu propio club, y ¡que “barra” para el equi-

po de Vigo!... Eso jamás llegué a sospechar que pudiera suceder...

Y yo, de infeliz, asegurando a mis chicas en la charla previa -que

habían soportado en Santiago y Ourense “barridas de manual”-,

que al menos tendríamos un arbitraje neutral...

- ¡Dices qué exagero! Tal como te lo cuento, colega.

Con éstos, las historias no tienen fin y lo demuestran cada

día -de nuevo disculpas para las excepciones-. Hace un mes, al

mismo tiempo que arbitraba, uno de ellos tentaba a una jugadora

de las mías para llevársela a su futuro equipo. “¡Qué pena! Des-

pués, los del gremio me llaman “broncas.”

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Temporada 2007/08. Las jugadoras del Clube Baloncesto Baiona Sénior, Patricia Fernández, “Pit”, y Belén Alfaya, víctimas de las actuaciones arbitrales relatadas anteriormente.

Por cierto, nunca oí un piropo tan ingenioso, ni tan feste-

jado, como el que le dedicaron a un árbitro en Santiago de Com-

postela en una maravillosa noche de verano. Década de los sesen-

ta. Era la época en que americanos y rusos iniciaban los primeros

lanzamientos espaciales.

Fiestas del Apóstol, mes de agosto, partido nocturno al ai-

re libre, diez de la noche, en la Plaza de la Quintana, con el campo

habilitado delante de la escalinata que sube a la Casa de la Parra, y

que hacía las veces de grada para el público. Abarrote de especta-

dores. Partido de lujo -aún no había TV, de forma que para ver a

los grandes equipos, en directo, o nada-, Club Estudiantes de Ma-

drid, repleto de internacionales y reciente campeón de la Copa del

Generalísimo -antes era de Franco, ahora es de don Juan Carlos-,

se enfrentaba al Estudiantes de Vigo, segunda división -equipo

donde yo jugaba-, que hacía de comparsa para el lucimiento de los

Codina, Martínez Arroyo, hermanos Sagi-Vela, Fuentes, Mon-

tilla... Árbitro, el santiagués Sr. Mañá, habitualmente axeitado pa-

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ra “amañarle” los partidos a los compostelanos cuando fuese me-

nester -yo lo sufrí-, pero precisamente por ello, con escaso presti-

gio. La noche era espléndida, de un cielo estrellado, buena

temperatura, y el escenario enmarcado en la solemnidad y belleza

de las torres de la Catedral y su monumental entorno. Nuestros

pocos años, y la afición al baloncesto que lo absorbía todo, no se

percataron para nada del privilegiado lugar en el que estábamos

jugando. Con el paso del tiempo, y alcanzada una discreta madu-

rez, al visitar la Catedral y sus plazas adyacentes, en medio del au-

ge actual de las peregrinaciones a Santiago, lo recuerdo con retar-

dada veneración, y no puedo dejar de comentarlo con cierta pre-

sunción a mis incrédulos acompañantes de turno. Y al pasar por

delante de la artística fuente de la Plaza de las Platerías, confieso:

“Como no había duchas, aquí me bañé después del partido.” No

se lo cree nadie.

¡A lo que íbamos! Empieza el encuentro. La escalinata y

las sillas que rodeaban el campo de juego completamente abarro-

tadas de gente. Ambiente festivo, y aficionados dispuestos a dis-

frutar de la noche deportiva. Aplausos y gritos de entusiasmo a la

exhibición del brillante equipo madrileño. Tímidos y corteses

ánimos a nuestros pocos aciertos.

Se para el juego, se produce un tiempo muerto, y se hace

de repente un silencio sepulcral... En esto, una voz potente emerge

impetuosa del público, invadiendo la noche:

“Mañáááááá! ¡Tu porvenir está en América, que es en

donde mandan a los monos en los satélites!”

No sé si ahora, en los inicios del siglo XXI, hará mucha

gracia el “cumplido”, pero aquella noche, a mediados del XX, con

la solemnidad de aquel escenario, con la luna y las estrellas en el

cielo, en plena carrera espacial… no hubo asistente que no se riese

a carcajada limpia de la ocurrencia... No sé si las campanas de la

catedral se pondrían a repicar para festejar el chiste...

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Praza da Quintana (Santiago). Delante de esta escalinata, que hacía de grada, jugó el Club Estudiantes un par de veces en las Fiestas del Apóstol. Por detrás A Torre do Reloxo.

Escalinata de A Praza da Quintana. A Casa da Parra al fondo.

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En esta artística fuente, A Fonte dos Cabalos, situada en A Praza das Platerías, me tuve que bañar a las doce de la noche, después del partido Estudiantes de Madrid-Estudiantes de Vigo, celebrado en A Praza da Quintana.

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Campo de Granada, año 1962. Una formación clásica del desapare-cido Club Estudiantes de Vigo en la década de los sesenta.

De pie: Paco Picos, Jorge Domínguez, Carlos Cerdeira, Isidro Galle-go, Benito Lorenzo, Rafa Tapias y Emilio Fernández “Fachusco” (de-legado). Agachados: Julio Castro (entrenador), Emilio Abelenda, Rey Lama, Ángel Varela, Severo Iglesias y Ángel Román.

Este equipo, o alguno muy parecido, jugó en dos ocasiones

en la Plaza de la Quintana con motivo de las Fiestas del Apóstol.

Mi compañero Severo Iglesias y yo, lo hicimos en otra

oportunidad formando parte de una Selección Gallega. Nuestro ri-

val, esa vez, había sido el Club Hesperia, una especie de selección

nacional de promesas, que llegaba a Santiago reforzada por Emi-

liano Rodríguez -alcanzaría los 175 entorchados de internacional

al final de su carrera-, considerado uno de los mejores jugadores

de Europa en aquella época.

El Hesperia venía dirigido por Antonio Díaz Miguel, que

pocos años después, ocuparía el cargo de Seleccionador Nacional

(1965 a 1992). Como tal, participó, entre otras grandes competi-

ciones, en seis Juegos Olímpicos: México-68, Munich-72, Moscú-

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80, Los Ángeles-84, Seul-88 y Barcelona-92. En Los Ángeles fue

Medalla de Plata, jugando la final contra Estados Unidos.

Díaz Miguel era un gran amigo de la familia estudiantil,

siempre dispuesto a brindarnos su valiosa colaboración técnica.

Tristemente, falleció hace unos años sin excesiva edad. Mi home-

naje con este recuerdo, y mi eterna admiración.

Selección Española, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles-84. En el centro, Antonio Díaz Miguel -de blanco-, ro-deado por la derecha de Corbalán, Epi, Solozábal, Jiménez y Ro-may; por la izquierda, De la Cruz, Fernando Martín, Margall, Llo-rente y Arcega.

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II. El Club Estudiantes

A todas estas, me estoy olvidando de presentarte al históri-

co Club Estudiantes de Baloncesto de Vigo, desaparecido en fatí-

dico combate a “vida ó muerte” contra la perversa peseta. En la

lucha implacable de la ilusión, del amor al basket, del esfuerzo de

años, de una fiel afición, de unos equipos talentosos, de una his-

toria para el recuerdo... contra la despiadada moneda -con la cara

de Franco-, el Estudiantes salió mal parado... y sin descendencia.

Cuando los ex-jugadores hicieron un equipo de provincial, y qui-

sieron llamarle Estudiantes para mantener la llama viva... no les

dejaron. Al Estudiantes le requisaron toda la herencia que pudiera

dejar, incluso el nombre.

Fundado en Vigo en la década de los cincuenta, surge de la

Escuela de Peritos Industriales, ubicada en Peniche, en el mismo

lugar donde se encuentra hoy en día impartiendo enseñanzas simi-

lares. Varios estudiantes, algún profesor, administrativos del cen-

tro, amigos allegados... se desvincularon del S.E.U. -Sindicato Es-

pañol Universitario, organización franquista-, y decidieron fundar

un club independiente del régimen.

Joaquín García Picher, Carlos Davila y Pichicho Giráldez

fueron sus tres principales impulsores. El escudo del Estudiantes

lo ideó Federico Rodríguez de Robles -años más tarde director-

propietario de Almacenes El Pilar-: el ajedrezado del S.E.U. -por

su procedencia-, el olivo y la torre almenada del escudo de Vigo, y

un rodaballo. Lo del peixe, se debía a la popular canción gallega,

que se había convertido en himno del club. A modo de grito de

guerra, se entonaba constantemente en el vestuario, antes de los

partidos para concentrarse, y después para festejar la victoria.

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Carlos Davila -primer presidente-, Daniel Bello -director

del desaparecido Colegio Mezquita y sucesor en el cargo del ante-

rior- , Javier Gonzalo -el tercer “presi”-, Cofán -el respetado pro-

fesor de los fundadores, y padre del que fue alcalde de Vigo Car-

los González Príncipe-, Rafael Pérez -el primer entrenador-, Julio

Castro -el técnico más longevo en el banquillo-, Totó y Pepín Cas-

tro, Alberto Alonso -jugador y primer entrenador del equipo fe-

menino-, los presidentes Cortizo y Vilariño, los hermanos Vilas -

eternos delegados-, el señor Nistal -el presidente más querido-,

Curty, “Fachusco” -maestro de ceremonias-, el señor Patiño -

“relaciones públicas” con las monjitas-, las hermanas Sarmiento...

todos ellos personajes importantes en la historia del Club Estu-

diantes de Baloncesto, sin mencionar por el momento a jugadoras

y jugadores... y a su hinchada, que también la hubo.

Su gran rival era otro histórico vigués, el Club Deportivo

Bosco, con sede en el Colegio Salesiano de la Ronda. Cuando se

enfrentaban entre ellos, llenaban el campo con dos aficiones apa-

sionadas, entregadas y preparadas para todo en defensa de sus co-

lores. Algún altercado siempre acababa produciéndose. Un día se

peleaba García Hermida, el carismático presidente bosquista, con

el jugador estudiantil Benito Lorenzo -no les dejaron llegar a las

manos-; otro, me insultaban y me querían pegar por no dejarme

ganar en un partido decisivo para el Bosco, que evitaba con la vic-

toria su descenso de categoría; a Julio Castro, de jugador, algo

amanerado en su estilo de juego, los hinchas bosquistas le llama-

ban de todo... y como respuesta, Julio anotaba una canasta desde

lejos, y bajaba a defender contoneándose... No faltaban tampoco

aficionados famosos en uno y otro lado que capitaneaban los gri-

tos de aliento.... ¡Qué salsa había! ¡Baloncesto en estado puro!

Una mañana, en el Campo de Granada, el padre de un ju-

gador bosquista andaba “espiando” al Estudiantes en los tiempos

muertos. Se acercaba a nuestro banquillo, se colocaba detrás, y

luego iba raudo a pasar la información precisa de nuestras “tácti-

cas” al entrenador del Bosco. En una de esas, no le debió parecer

bien algún comentario mío durante el minuto de pausa... con lo

que al final del partido -ganó el Estudiantes- vino a por mí a in-

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creparme... le pedí disculpas... seguía... y seguía... y al final, me

brindé para una pelea si era eso lo que quería... pelea que no hubo,

claro está.

Temporada 1957/58. Partido Bosco-Estudiantes de alta tensión. Fa-se de Sector en juego. Altercado entre jugadores.

La hinchada enfervorizada, protestando al árbitro, o increpando a un jugador, o chillando a los contrarios... Todo pudo suceder.

En la escena siguiente, final del partido. Victoria del Club

Estudiantes por un apretado 59-63 y aficiones mezcladas. No se

puede discernir con claridad qué ocurre: si lo hacen para felicitar-

se… o para algo peor.

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En 1956, el Club Estudiantes se proclama Campeón de Es-

paña de 2ª División, y asciende a Primera.

- ¿Ascendisteis a Primera? No te lo creo. ¿A la Liga del

Real Madrid, del Barcelona, del Joventut…?

- La categoría que dices del Real Madrid se llamaba en-

tonces División de Honor. El Estudiantes había subido a Primera,

el paso anterior a la máxima categoría.

Total, que Estudiantes y Bosco se debatían en la Primera

en busca del ansiado ascenso a la División de Honor, que, por

unas razones u otras, nunca se conseguiría, a pesar de estar cerca

en varias ocasiones.

El equipo femenino del Estudiantes, en cambio, de menos

enjundia en el Club, y creado en su inicio con más miras sociales

que deportivas -sus componentes también quisieron desentenderse

de la Sección Femenina-, lo conseguiría en la temporada 1964-65,

al proclamarse en Madrid, Campeón de España de 2ª División, y

ascender a Primera. El año anterior lo había sido de 3ª División.

Se empezaban a dar los primeros pasos del actual Real Club Celta

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Femenino, el primero en Galicia, junto a su odiado rival, la Taba-

calera de La Coruña, en participar en una competición europea.

Años después, las penurias económicas que asolaban per-

manentemente al Club Estudiantes, incapaz de financiar los gastos

de la competición de uno y otro equipo -a pesar de que jugadores

y técnicos eran absolutamente amateurs-, lo llevaron a convertirse

en Real Club Celta, y a su amparo, con previas y fuertes discre-

pancias internas en ambos clubs, alcanzaría una estabilidad ya

difícil de mantener en la anterior situación.

A propósito... meditando en ello... y ahora que lo pienso...

algo de “gafe” debía de existir en las gentes del Club Estudiantes

de Baloncesto. Además del equipo, desaparecido y convertido en

Real Club Celta para el eterno olvido de su historia, hubo otras

circunstancias “extrañas” en su entorno.

Me explico. Algunos directivos, jugadores y amigos del

Estudiantes solían echar la partida después de comer en algún bar

céntrico de la ciudad. Julio Castro, el Sr. Nistal, Carlos Cerdeira,

Benito Lorenzo, Joaquín García Picher, Mito, Besada, Cortizo,

Marcial, Ángel Román, Rafa Tapias, Guillermo, Isidro Gallego...

se reunían puntualmente a las tres de la tarde para jugarse al

“chin-chon”, o a cualquier otro juego, los cafés y las copas. Se

levantaba la mesa sobre las seis: unos ya lo habían hecho antes

para acudir a sus trabajos, y el resto al llegar esa hora.

Pues bien, bar tras bar, tasca tras tasca, cafetería tras cafe-

tería... como poseídos por un diabólico meigallo... todos acababan

cerrando al cabo de un cierto tiempo de albergar la acostumbrada

partida del Estudiantes. Cito a modo de ejemplo, al “Bar Ribada-

via” -al final de la Ronda de Don Bosco-, a la “Cafetería Mimosa”

-en una bocacalle de Carral-, a la “Boite” del Hotel Moderno -en

el bajo que daba a la Calle Carral-... Me quedan muchos más luga-

res por mencionar, de los que, o no me acuerdo, o no tengo noti-

cia. ¡Pero atentos!, que hoy en día aún se mantiene viva la tertulia

del Estudiantes. Lugar: la sala de juegos del R.C. Náutico…

¡Tiemblen el presidente Franco Cobas, demás directivos, socios,

nadadores, regatistas, empleados…! El peligro es evidente…

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Campo de Granada, temporada 1964/65 Club Estudiantes Masculino y Femenino

De pie: Paco Picos, Jorge Domínguez, Quique Bangueses, Rey La-ma, José Ferro, José Luis Ferro, Miguel Entrerríos, Pololo Cobián -pri-mer jugador vigués en jugar en División de Honor-, Rafa Tapias y Ra-món Villamarín. Agachadas: Picuca Martínez, Olga Curty, Esther G. Bermello, Ampa-ro Dios, Cristina Acosta, Rosa Sarmiento, Maribel Lorenzo, Margarita Aldazábal y Hortensia Neira.

El “Basket Bar”, en cambio, fue una excepción. Claro que en

el “Basket” no había partida, sino punto de encuentro para una

animada reunión a las horas de los vinos del mediodía y de la tar-

de-noche... y al parecer, estos actos no despertaron al peligroso

“gafe”. Fundado en la calle Doctor Cadaval en 1965 por el popu-

lar Miguel -ex-camarero del Café Derby y propietario anterior del

“Miami”-, a la sombra del ambiente baloncestístico del Club Es-

tudiantes, aún permanece abierto hoy en día, conservando en sus

paredes las históricas fotografías del equipo masculino y femeni-

no.

En ambas, aparece el que te cuenta esto con pelo negro.

En una como jugador, y en la de las chicas, Campeonas de España

de 2ª División, como entrenador. ¡Estaba joven de aquella!

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Fue la segunda y última vez en mi historial de entrenador

que me proclamé Campeón de España. Ya sé que fue un título me-

nor, de 2ª División -el anterior fue de Tercera-, pero para mí, ¡me

lo puedes creer!, tuvo el mismo valor que un Campeonato del

Mundo... igualito al de Gasol y todos esos. No hay nada más her-

moso en el deporte que el triunfo de la ilusión... después de un tra-

bajo intenso.

- Te lo voy a contar... pero si no te apetece, pasa página.

- Tú te lo pierdes.

Fase Final en Madrid, con cuatro equipos en liza. Ascendían

a 1ª División los dos primeros. Y aunque a “Escamilla”, el célebre

comentarista de baloncesto del diario “Marca”, no le pareció pre-

viamente que nuestro equipo fuese merecedor de nada, después de

la final del domingo, reconocía abiertamente nuestros méritos y

categoría, pedía disculpas por su vaticinio, y nos llenaba de lison-

jas y flores en la crónica del encuentro. El Estudiantes Femenino -

más tarde Real Club Celta-, durante algunos años, conquistaba

más por su corazón que por su técnica, y esto, para algunos puris-

tas, no es muy lucido.

Rival: el Club Argentona de Barcelona, que había ganado

los dos partidos anteriores con una facilidad absoluta. Según el pe-

riodista, indiscutible favorito en la final del domingo. Consideraba

que casi no era necesario ni jugar, que sería un partido de trámite,

y continuaba loando, como en los días anteriores, las virtudes del

equipo catalán.

Alcanzado el ascenso, y ya tranquilos, soñé despierto que

al día siguiente teníamos que ser campeones. En Vigo, consegui-

mos despertar cierta expectación con los trabajados triunfos del

viernes y sábado, sobre el Medina de Alicante y el de Granada,

pero al leer las noticias, y sobre todo las de “Marca”, nuestros se-

guidores ya se daban por conformes con el ascenso... aunque algu-

na esperanza...

Me acosté tarde, bastante tarde, maquinando qué se podría

inventar para contrarrestar la calidad del equipo catalán. Tardé un

par de horas en conseguirlo -lo de conseguirlo lo digo ahora, a

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posteriori-, aunque entre sueños, continué jugando la final antici-

pada.

Dicho y hecho. A la mañana siguiente, antes de salir del

hotel, expliqué a mis jugadoras la defensa a realizar. La ejecutaron

a la perfección: dos en individual y tres en zona. A las catalanas,

muy técnicas y metódicas, se les nublaron las ideas con algo que

no estaba en los libros.

Yo, en cambio, me encontraba en mi salsa; ya sabes cole-

ga, que adoro los inventos y la improvisación. Lo fomento y lo en-

seño, para bien y para mal, porque considero que el talento indivi-

dual y ¡colectivo! -se acostumbra a mencionar sólo el individual-,

la inspiración en defensa, la ejecución de una táctica inesperada,

un ataque nuevo, la finalización con riesgo de una transición... es

lo más valioso en una cancha de baloncesto. Se ve que mi equipo,

al menos aquel domingo, aprendió la lección... ¡Ah!, sin olvidar

que antes, mucho antes del talento, del entreno, de la táctica, de

los sistemas... de bastantes cosas más... hay que poner en marcha

el corazón, el amor a lo que juegas y a la camiseta que vistes.

Estuvimos ganando a lo largo de todo el partido, pero a

cinco minutos del final, nos expulsaron por personales a la base,

Cristina Acosta (11 puntos), y a nuestra mejor anotadora, María

del Carmen Veiga (13 puntos), y como consecuencia, nos queda-

mos algo descolocados en ataque. Poco a poco, las catalanas con-

siguieron empatarnos el encuentro. Prórroga de cinco minutos, y

otra vez empate al término de la misma. Nueva prórroga, nuevo

empate, 50-50. Prórroga definitiva, y ahora al primer cesto.

”Palmea en el salto hacia adelante sobre Picuca”, le dije

a Maribel Lorenzo, 1,85 y techo de España por entonces. “Y tu

Picuca, para adentro sin pensarlo más.” Salió tal cual. Picuca re-

cogió el salto, arrancó botando con fuerza, y cuando se levantaba

para tirar, le hicieron una flagrante personal. Dos tiros. Lanza el

primero, el balón bota en la punta del aro, sale hacia atrás, toca en

el tablero, se pasea por el aro, y regresa a la red en marcha triun-

fal. De lo que pasó después, ni me acuerdo, ni creo que lo supiese

nunca... a pesar del video que el Sr. Nistal, nuestro presidente,

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grabó en esos momentos. Al verlo, yo le decía todo convencido

que el video estaba trucado para darle emoción... que la personal

de Picuca fue directa a la red… Siempre creí que había sido así.

Campo de Granada, temporada 1964/65

Club Estudiantes Femenino. Campeón de España de 2ª División Ascenso a Primera De pie: Rey Lama (entrenador), Margarita Aldazábal, Picuca Martí-nez, Cristina Acosta, Mª del Carmen Veiga, Rosa Sarmiento y Maribel Lorenzo. Agachadas: Olga Curty, Hortensia Neira, Esther G. Bermello, Purina Villanueva y Amparo Dios.

Antes de empezar el encuentro me echaron del banquillo

por no tener la correspondiente licencia federativa de entrenador

del equipo. Esta vez no fueron culpables los árbitros, sino que lo

solicitó el entrenador catalán. Por lo tanto, llevé al equipo desde la

grada, justo detrás de nuestro banco. Ni me puse nervioso -no

había tiempo para tonterías-, tan sólo tuve que levantar un poco

más la voz.

Y no sería la primera vez. Por unas cosas u otras me volvió

a suceder en varias ocasiones. Pero nunca perdí un partido diri-

giendo desde la grada.

Page 34: Del patio al siguing

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Valladolid, temporada 1963/64 Club Estudiantes Femenino. Campeón de España de 3ª División De pie: Rey Lama (entrenador), Cristina Acosta, María del Carmen Veiga, Picuca Martínez, Pitusa Llopis y Margarita Aldazábal. Agachadas: Esther González Bermello, Hortensia Neira, Purina Vi-llanueva y Olga Curty.

Esta foto está tomada en Valladolid, donde jugamos la Fase

de Sector y nos clasificamos para la Fase Final de Madrid. A pesar

del partidario arbitraje que sufrimos ante el equipo local, no pu-

dieron contrarrestar nuestra evidente superioridad.

Una de mis jugadoras, con la tensión y los nervios del mo-

mento, estuvo a punto de darle un botellazo al árbitro. La sujeta-

ron con el brazo en alto cuando se disponía a ello.

Esta misma jugadora -de cuyo nombre no me acuerdo-, en

un partido universitario celebrado en Santiago, representando a la

Escuela de Comercio de Vigo, rompió el acta en pedazos al finali-

zar el encuentro. Ya podéis imaginar el por qué.

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Temporada 1955/56 Club Estudiantes de Baloncesto.

Campeón de España de 2ª División y Ascenso a Primera. De pie: Pepín Castro, Mito Martínez, Gorito, Carlos Cerdeira, Camilo Nogueira, “Pichicho” Giráldez y José María García Picher (directivo). Agachados: Julio Castro, Joaquín García Picher, Severo Iglesias y Alberto Alonso.

¡Tiempos históricos del Estudiantes! Dos de sus fundado-

res principales aparecen en la imagen del triunfo: Joaquín García

Picher y “Pichicho” Giráldez. Sólo falta en la foto el entrenador

del equipo campeón, Rafael Pérez, y su tercer fundador, Carlos

Davila, emigrado a Ecuador a pocos años de la fundación. Se fue

junto a López de Alda, otro destacado jugador estudiantil, a poner

en marcha una nueva empresa en dicho país.

La canasta de madera al fondo testifica la época, y la oscu-

ridad de la noche que rodea la escena, certifica el campo descu-

bierto por donde se andaba. El balón, en manos de Severo, de los

de antes: de cuero cosido con costuras.

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Año 1956

Foto de Familia del Club Estudiantes De pie: Pepe Vilas (directivo), Rafael Pérez (el entrenador del co-mienzo), Carlos Cerdeira, Julio Castro, Bello, Javier Gonzalo (el pri-mer presidente), Camilo Nogueira, Benito Lorenzo y Cofán (profesor de Colegio Mezquita). Agachados: Mito Rodrígez, Gorito, Joaquín García Picher, Gonzalo y Alberto Alonso.

“¡Se les ve a todos disfrutando! Delante, posada en el

suelo, la Copa de Campeón de España.”

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III. Del baile al scouting

No sé qué pensaréis de mí, jóvenes y no tan jóvenes, cuan-

do escucháis estas historias vividas en lo más profundo de las ca-

vernas del baloncesto durante la década de los cincuenta -no ha-

bíais nacido, claro está-. Os quedáis mirándome, con gesto inte-

rrogante, intercambiáis miradas entre unos y otros, con una son-

risita de guasa... “¿De qué habla este chalado?”, “¿Qué dice este

viejo?”, “¡Chochea!”, “¡Llevarlo al loquero!”... Pues sí, rapaces,

como os lo cuento, de loquerías, nada de nada:

Canchas al aire libre y de tierra; tableros de madera, a ve-

ces bien conservados, otras torcidos; aros levantados o caídos, o

bien uno de cada; para el entrenamiento de doce jugadores, dos

balones viejos y deformados, también pesados si llovía -eran de

cuero, del de antes, con costuras-; una bombilla encima de cada

canasta, y otra en el medio del campo -prohibido dar pases muy

altos, peligraba la instalación-; con lluvia, pista deslizante y char-

cos; marcador manual en una pizarra, y cuando no lo había -casi

siempre-, a preguntarle a la mesa, “Tiempo y tanteo”; vestuario

3x3 con un par de duchas de agua fría... No os cuento más. No

obstante, las condiciones mejorarían pronto.

No existían instalaciones deportivas municipales, y los co-

legios, tan sólo cedían sus campos a antiguos alumnos, y para eso,

sin demasiadas alegrías. El Ademar jugaba en los Maristas, el

Bosco en los Salesianos, el Independiente en Lábor, el Juventus de

Acción Católica en algún colegio de curas...

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Total, que se empezó a jugar en las pistas de baile de vera-

no, que solían tener todas las Salas de Fiestas de la época. No

existía el aire acondicionado, y por lo tanto, cuando apretaba el

calor con el buen tiempo, los frecuentados bailes del jueves y do-

mingo se trasladaban al aire libre. No podía ser de otra forma.

El Estudiantes jugaba en la pista de verano del Jardín Park,

afamado baile situado en lo alto de la calle José Antonio -nombre

franquista, hoy Urzáiz-. Aquello era un auténtico lujazo: piso de

cemento liso, canastas de cristal cedidas por el Ayuntamiento -las

primeras que hubo en Vigo, fabricadas en un astillero, e instaladas

en el Estadio de Balaídos para recibir la primera visita de los le-

gendarios Globetrotters-, buena iluminación, ya instalada para el

baile, campo cerrado para poder cobrar la entrada, fila de sillas pa-

ra los espectadores, hileras de árboles alrededor, dando sombra y

haciendo más acogedor el escenario, almacenes de la Sala de Fies-

tas reconvertidos en vestuarios, dos duchas en el servicio de caba-

lleros...

Algunos entrenamientos estaban amenizados por la or-

questa de turno, que ensayaba para la sesión del jueves o del do-

mingo. La música siempre era en riguroso directo, no como ahora.

Los jueves no solíamos entrenar para no coincidir con el baile.

Pero una tarde-noche de aquellas, no sé por qué razón, entrena-

mos. En medio de los tiros, los pases, los ataques, las defensas...

oímos al cantante de la orquesta dedicándonos la canción de mo-

da. “Para los chicos del Estudiantes de baloncesto, nuestra

próxima canción: “¡Mala, mala, mala!”

“... Cada vez que te cruces en mi camino,

te voy a atormentar con la mirada,

y te voy a llamar,

cada vez que te cruces,

será un tormento.

¡Mala, mala, mala!

eres una mala,

siempre fuiste mala,

¡Mala!... ¡Mala, mala, mala!...”

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Soy tan negado recordando canciones que ni sé las letras

de los temas más populares. Además de poca memoria, voy corto

de oído musical. Pero esta canción, año 1960, me quedó grabada

con música y todo. Era muy emotiva. Quise acompañar un CD

para vosotros, pero no conseguí encontrarlo... ¡y eso que lo bus-

qué por todos los lados! Así que cuando me veáis, si queréis os la

canto.

Año 1956. Campo del Jardín Park, acondicionado con graderío muni-cipal, en una Fase de Sector. Club Estudiantes-Real Valladolid. Salta Pepín Castro en la lucha, con un atento Picher al fondo, y Car-los Cerdeira (9) de espaldas.

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Al cabo de pocos años -la especulación del suelo vigués

daba sus primeros pasos-, la sala de fiestas y la pista de baile se

fueron al garete, víctimas del imponente bloque de viviendas que

aún existe hoy en día. El Estudiantes se quedó sin cancha, y des-

pués de deambular por una pista de la Escuela de Peritos, por Ta-

boada Leal -el campo del Bosco-, y seguro que por alguna más,

encontró acomodo en La Gota de Leche, con las monjitas y los

niños.

No sé con qué influencias, el Estudiantes consiguió permi-

so para construir en el patio del centro benéfico -desde luego con

sus propios medios- la famosa cancha del Campo de Granada: pis-

ta de cemento picado para no resbalar con la lluvia, vestuarios con

duchas de agua ¡templada!, discreta iluminación para la mayoría

de los jugadores, pero escasa para los cinco miopes -no había len-

tillas- que tenía el primer equipo por entonces, vallas de tubo se-

paradoras del campo de juego, con tablones de asientos incorpora-

dos, canastas nuevas de cristal... ¡Vaya lujo! Los balones de entre-

namiento aumentaron a tres, y ya eran de goma. El recinto estaba

cerrado, pero en los partidos grandes, para impedir la visión desde

la calle y fomentar así el paso por taquilla, se colocaban unas sá-

banas a lo largo de toda la verja lateral. Las cosas mejoraban pau-

latinamente, aunque la lluvia seguía cayendo...

Ahora mismo, cuando lo recuerdo, aún siento la humedad

en el cuerpo. Yo creo que desde aquella, todavía no me sequé del

todo. Fue uno de esos partidos que no se olvidan.

Eliminatoria de Copa del Generalísimo, 8 de Enero de

1964, domingo, doce de la mañana, hora estelar, partido único,

clasificatorio para la Fase Final de la Copa -ocho equipos-, a cele-

brar en Salamanca. Se instalaron gradas supletorias cedidas por el

Ayuntamiento. Rival de lujo: el Canoe de Madrid, de Primera Di-

visión, compuesto por las mejores promesas del baloncesto madri-

leño, y con varios internacionales en categorías inferiores. Evento

de máximo interés en la ciudad, ampliamente ambientado a lo lar-

go de la semana por los medios de comunicación: “Faro de Vigo”,

“El Pueblo Gallego”, “La Hoja del Lunes”, “Radio Vigo”, “La

Voz de Vigo”... Expectación al límite.

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<<Hago un inciso para vosotros, los jóvenes, y menos jó-

venes: este tipo de acontecimientos, por entonces, sólo se podían

ver “in situ”. No había TV, de forma que si querías ver a “un

primera división” no te quedaba otra que asistir al campo. En el

fútbol, a Balaídos cada quince días. Pero en los otros deportes,

en Vigo, sólo de vez en cuando. >>

El encuentro, como ya te dije estimado colega, a las doce

de la mañana. ¡Llovía!... a cazos y sin parar. Los partidos en aque-

lla época no se suspendían, se jugaban igual, lloviese poco, mucho

o nada. Máxime, cuando un equipo era de fuera, y como en este

caso, llegado desde Madrid. Las gradas, a pesar del continuo

aguacero, estaban a rebosar de aficionados... y también de para-

guas. Por cierto, nos debieron animar a gritos, porque aplaudir...

con el paraguas en la mano...no creo que fuese posible.

La crónica de Enceste del día siguiente, en “Faro de Vi-

go”, empezaría más o menos así: “Los héroes blanquirojos del

Estudiantes, en duro combate de baloncesto naval, se impusieron

a los amarillos del Canoe, por 38-35...”

No cesó de diluviar ni un sólo instante. Las monjitas del

centro, siempre discretas y distantes con el espectáculo, emociona-

das con aquel singular partido, nos mandaron entrar en la cocina

en el descanso para darnos toallas y café caliente. Recuerdo que,

de paso y con perdón, devolví el desayuno en dicho recinto.

En el Campo de Granada, aquella mañana, resbalaba todo,

hasta las ideas, y aunque los madrileños pertenecían a un club de

natación, parece que con agua de lluvia el Estudiantes nadaba me-

jor. Los del Canoe semejaban algo “asustadillos”, tal vez, más por

la lluvia que por el rival.

“¡No botéis!, ¡Coged el balón con las dos manos!, “¡No

tiréis al tablero que desliza”, “Luis, prueba con dos manos”...

Las instrucciones del coach, Julio Castro, nos llegaban sin

descanso, y no tenían demasiado que ver con el auténtico balon-

cesto. Y así… Carlos Cerdeira, a pocos segundos del final, roba

un balón en medio campo, se lanza a tumba abierta, encara la ca-

nasta, y entre los gritos de nuestro entrenador para que retuviera el

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balón, anota los dos últimos puntos del partido, justo antes del

pitido final. Tremenda algarabía… y billete para Salamanca.

El recién estrenado Campo de Granada (también conocido por “La Gota de Leche”, nombre popular de la institución benéfica donde estaba ubicado), con gradas metálicas municipales, y las sábanas de cierre para impedir la visión desde el exterior.

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Partido glorioso, de los que quedan grabados para la histo-

ria, y el número 13, más que un héroe, fue un súper-héroe. Anoté

21 puntos, muchos en tiro con dos manos... y otros, en entradas a

tumba abierta en medio de la lluvia, el piso resbaladizo, el balón

mojado y el tablero deslizante.” ¡Me daba igual! ¡Qué emoción!”

Temporada 1960/61 Club Estudiantes de Baloncesto

De pie: Julio Castro (entrenador), Carlos Cerdeira, Romero Bello, Be-nito Lorenzo, José Antonio Rodríguez, Ángel Román, y Emilio Fer-nández “Fachusco” (delegado).

Agachados: Rey Lama, Emilio Abelenda, Severo Iglesias y Camilo Nogueira.

Para completar la información, tengo que manifestar que la

citada Copa del Generalísimo fue ganada por el Real Madrid, con

los Sevillano, Emiliano, Monsalve, Lolo Sainz -no se permitía ali-

near a los extranjeros en esta competición-... y con el inolvidable

Pedro Ferrándiz como entrenador.

El Estudiantes de Vigo quedó el último de los ocho equipos

participantes. Echamos en falta la lluvia...

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En el baloncesto como en cualquier otro ámbito de la vida,

se dan a veces jugadas desgraciadas. En el Campo de Granada, en

una mañana de invierno, Carlos Cerdeira, jugando con el Club Es-

tudiantes, y disputando un rebote ofensivo, hizo volar un diente de

su compañero Isidro Gallego desde la mitad de la zona hasta la

puerta del vestuario, más de treinta metros.

Yo siempre deduje que, si Isidro llega a ser del equipo con-

trario, le envía por los aires la dentadura entera.

Una tarde, en el Jardín Park, el Bosco anota la canasta que

le daba el triunfo a escasos segundos del final -no había reloj elec-

trónico-. Freijeiro, García Migón, Rolán, Boliche... se abrazaban

en el campo, y la afición bosquista festejaba la victoria ante el en-

carnecido rival con saltos de alegría... Pero Román, así como baja-

ba el balón de la red, lo cogió, y le envió un pase a una mano, a

modo de lanzador de disco, de canasta a canasta, a su compañero

Benito, que se había quedado de “palomero”, y... victoria del Es-

tudiantes... Cuentan que hubo muchos “cortes de manga”, duelos

de insultos, algunos empujones, y que faltó bien poco para una

tangana masiva.

Año 1956. Campo de Taboada Leal en un Bosco-Estudiantes.

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Entrenamiento de infantiles en el Colegio de Covaterreña

de Baiona, marzo del 2008. Pampi Conde, el entrenador, detiene

el partidillo, y les explica por enésima vez a sus muchachos lo que

tienen que hacer. Se lo repite otras tres o cuatro veces más a voz

en grito. “¿Entendéis?... ¿Alguno no lo entiende?...” Silencio se-

pulcral. No se oía ni un susurro. Los chicos soportaban atemoriza-

dos la tremenda bronca del entrenador. Con la tensión latiendo en

el ambiente y la concentración de los jugadores al máximo, se rei-

nicia el partido.

Sacan de banda, recibe Hugo, se ve solo, sin marcaje... y

con decisión, arranca con tres rápidos botes, dos zancadas largas,

un poderoso salto, y encesta... en propia canasta. Las carcajadas

de sus compañeros eran incontenibles, se tiraban al suelo de la

risa... ni Pampi se pudo contener.

C.B. Baiona Alevín. T. 2006/07. De pie: Pampi Conde (entrenador), Daniel, Omar, Miguel y David Castiñeiras (ayudante). Agachados: Hugo, Brais, Carlos, Enrique y Crístofer

Alguien me apunta que eso pasó este año en ACB. ¡Consué-

late Hugo! ¡Tú solo hiciste imitar a los “grandes”!

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Faltaban diez segundos, un punto de diferencia, y Juan,

del Club Ureca, recupera el balón y sale embalado al contraataque

en un claro tres contra uno. Al pasar el medio campo, ¡se detiene

de repente!, esconde el balón en el estómago, lo abraza protegién-

dolo, sus compañeros gritan desesperados, espera un instante que

se hace eterno, más gritos, suena la bocina, suelta el balón, levanta

los puños en señal de victoria... Ureca había perdido por un punto.

Temporada 1984/85 Primer equipo del Club Ureca de Baloncesto

De pie: Roberto Canella, Gómez, Quicler, Nacho y Jaime Iglesias. Agachados:Silvio, Arjones, Caballero y Pavón.

También hay jugadas divertidas en medio de la pulsión

competitiva. Año 1968, Colegio Apóstol Santiago de Vigo, pista

exterior, partido de escolares, Apóstol-Salesianos, gran rivalidad.

Mitad de la segunda parte, tensión en el juego y marcador

igualado. Se escapa el pívot “Chispas” con la pelota, y el base

Quique, al no ver clara la jugada, le recomienda prudencia: “¡No

te precipites!”, le grita. “Chispas”, sin hacer caso a la recomen-

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dación del compañero, entra a canasta a “tumba abierta” contra

tres contrarios, y en medio de brazos y piernas... anota una canasta

inverosímil.

Sigue el partido, y al cabo de un momento, se vuelve a re-

petir la misma situación. “Chispas” corta un balón en defensa, se

lanza al ataque... pero ahora el base le ordena tajante: “¡Precipíta-

te! ¡Precipítate!”... Su compañero volvió a encestar.

Año 1986. Camilo Rey Martínez en su temporada en el Real Club Celta Junior. Campo descubierto del Colegio Apóstol Santiago.

Aún hoy en día, mi hijo Camilo, que jugaba en escolares

en dicho equipo, cuando oye la “frase” en cualquier conversación,

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le sigue dando la risa. Menos mal que trabaja detrás de las cáma-

ras, es realizador de TV, que si fuera delante de ellas, con “micro”

en mano todavía se le podría escapar la risotada en pleno informa-

tivo, o entrevista, o narración... al oír de nuevo la mágica “frase”...

que por otro lado es bastante usual.

De niño, con siete años, se ponía tan nervioso viendo ju-

gar a su madre en el R.C. Celta, que suplicaba a su abuelo en la

grada del Pabellón: “¡Qué no le pasen a mamá!”... Entendía que

así, no podría hacerlo mal. Tenía razón.

El equipo nacional femenino de Yugoslavia se había clasifi-

cado para el Campeonato Europeo en torneo celebrado en La Co-

ruña entre cinco países participantes. En el último partido, dispu-

tado en domingo, derrotaban a España por amplio margen de pun-

tos. En aquella época, año l974, las españolas le ganaban a Por-

tugal, Marruecos, Inglaterra... y poco más. En este preeuropeo,

nuestra selección le ganó también a Bélgica y a Suecia, y por pri-

mera vez en su corto historial internacional, acudiría a Italia a un

Campeonato de Europa.

Aprovechando la estancia cercana de la selección yugos-

lava, el Real Club Celta concertó un amistoso para el martes si-

guiente, a las ocho de la tarde, en el Pabellón Municipal de las

Traviesas. Hasta ahí todo bien, lo malo vendría después, con la

“chosca” que nos endosarían las balcánicas. Además, se trataba de

un partido-homenaje al equipo, reciente subcampeón de Liga,

igualado a puntos con el campeón, C.D. Mataró, que nos había su-

perado por el basket-average particular.

El mismo día del encuentro, después de comer, los directi-

vos Elena Sarmiento, Jaime Gómez y yo, entrenador, fuimos a

saludar en visita de cortesía al técnico y al delegado de Yugos-

lavia. Nos encontramos en la recepción del Hotel Niza, en María

Berdiales, y nos sentamos en la cafetería. La conversación no iba

muy fluida, pero los yugoslavos, atendiendo nuestra invitación,

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Vigo, Pabellón de las Traviesas, 1974 Picuca Martínez finalizando un contraataque en el partido amistoso R.C. Celta-Yugoslavia.

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se bebieron en escasa media hora, dos botellas de buen vino de

Rioja… Allí acordamos, por señas… medio en broma medio en

serio… anotando resultados ideales en una servilleta de papel…

risa va risa viene... que debían “portarse bien” en la tarde-noche

con nuestro equipo.

Lleno a rebosar en el Pabellón, con una afición que recibía

al Celta con una entusiasta acogida, y con generosos aplausos a

cada una de las jugadoras en el acto de presentación. Parecía que

Yugoslavia, de estampa espectacular ya en la rueda de calenta-

miento, por su estatura, su estilo baloncestístico, su condición atlé-

tica... y la belleza de algunas de sus jugadoras, nos iba a aplastar.

El delirio del Pabellón alcanzó el sumun cuando a mitad

de la segunda parte, el Celta se colocó en un esperanzador 39-41.

Nuestro juego rápido cuando dominábamos el rebote, propiciando

el contraataque, les hizo daño por momentos. Pero acelerón balcá-

nico inmediato, y victoria final para Yugoslavia por veinte puntos

más o menos.

Ovación cerrada a los dos equipos al final del partido,

mientras saludaban en el centro de la cancha. El público se mar-

chó feliz, satisfecho y aceptando la obvia superioridad yugoslava.

La oposición céltica, tan digna como meritoria, dejó a la “parro-

quia” contenta. Las “niñas”, como tantas veces, se habían portado

bien.

Los directivos y yo quedamos agotados después del largo

partido, iniciado en realidad a las tres de la tarde. Pero valió la pe-

na, porque con la ayuda de los dirigentes yugoslavos, habíamos

conseguido brindar a la afición un hermoso espectáculo de balon-

cesto, sin daños colaterales... Al menos, no supimos que el Rioja

les hubiese sentado mal.

Jaime Gómez, presidente de la sección de baloncesto del Celta.

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¿Y las escenas sueltas? Tengo algunas grabadas en la

mente, a pesar del tiempo transcurrido, que tal cual parecen trozos

de celuloide cinematográfico incrustados en mi cerebro. Se en-

cuentran ahí, tan precisas, tan claras, que si las pudiese escenificar

en una pantalla, a buen seguro que los protagonistas ni se acorda-

rían... incluso ni se reconocerían... y desde luego, se llevarían una

gran sorpresa viéndose en semejantes hazañas deportivas...

Una de esas pistas de baile de verano que se aprovechaba

para el baloncesto era la de Las Cabañas, en Peniche, justo en la

esquina, frente a la Escuela de Ingeniería Industrial. Hoy en día,

convertida en bloque de viviendas, igual que el Jardín Park.

En medio de un bonito parque, lleno de árboles y plantas,

se encontraba la pista, con un pequeño palco de madera cubierto,

donde se situaba la orquesta de turno. Ahí también se colocaba la

mesa de anotadores.

Año 1951, yo tenía nueve años, y junto a mi hermano ma-

yor, Gonzalo, como fieles hinchas, seguimos al C.D. Bosco a su

partido en Las Cabañas. Su rival era el Club América. A mitad del

encuentro, se arma una tangana tremenda: los jugadores de uno y

otro equipo rodean al árbitro, Sr. Cancelas, en medio de empujo-

nes generalizados; los espectadores de ambos bandos invaden el

campo, y participan en la disputa -no había vallas de separación-;

al final, y sin llegar a las manos de milagro, se van calmando los

ánimos, y se restablece el orden. Cuando ya el árbitro, en el centro

del campo, con el balón bajo el brazo, se dispone a reiniciar el jue-

go, aparece Mito Martínez, jugador bosquista, camiseta blanca y

pantalón azul, provisto de una escoba -de las de antes, con palo de

madera-, y se la entrega impulsivo al árbitro, en medio del abu-

cheo general. “Para que barras mejor”, le dice. La “instantánea”

de esta singular entrega quedó grabada en mi cerebro infantil, y

creció conmigo hasta hoy. El resto de lo que cuento no es más que

su explicación. A Mito lo habían expulsado del campo minutos

antes, a raíz de la citada tangana. Escena entrañable, con violencia

de la buena, de gestos y palabras, de la que no mata y se puede

contar con una sonrisa.

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El Gimnasio de la Bazán, en El Ferrol del Caudillo -así se

le llamaba entonces-, uno de los dos campos cubiertos que tenía

Galicia en la década de los sesenta -el otro, el Gimnasio Universi-

tario de Santiago-, era un recinto inexpugnable, donde se hacía to-

talmente imposible ganar. El director del astillero militar, un gran

aficionado al baloncesto, había propiciado, a mediados de los años

cincuenta, la llegada al club de Míster Rutgis, entrenador america-

no que condujo a la Bazán al título en el Campeonato Nacional de

1ª División. Los ferrolanos renunciaron al ascenso, y tal vez por

esto, o por el cambio de director, el americano regresó a su país

después de varios años de estancia en la capital departamental. Pu-

so los mimbres para que el baloncesto siguiese vivo por mucho

tiempo, y más tarde, la Bazán volvía a ascender y a renunciar a la

División de Honor. Cuando sus legendarios jugadores, Pardo -in-

ternacional-, Quintanilla, Casal, Lobón, Miranda, Polo, los herma-

nos Bermúdez... se fueron retirando, y el apoyo de la dirección se

debilitó, la Bazán fue decayendo, hasta desaparecer.

Club Bazán del Ferrol en una visita a Vigo a finales de la década de los cincuenta. Campo del Jardín Park. No faltan los Casal, Lobón, Quintanilla, Polo, Pardo, Picos, Miranda...

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53

La primera vez que jugué con el Estudiantes en la Bazán

tenía diecinueve años. Me marcó el pequeño de los hermanos

Bermúdez, no demasiado alto, pero muy fuerte, y sobre todo, co-

mo supe más adelante, bastante alocado. Me saludó amablemente

en el salto inicial: “Chaval, te voy a pegar hostias hasta en el car-

net de identidad.” Mis pocos años, y mi condición de debutante

en el histórico campo, debieron acusar estas tiernas palabras, y re-

cuerdo que no estuve demasiado fino en el juego. La frase es de

esas que quedan acuñadas para siempre en la memoria, dejando

testimonio fiel de los virulentos combates baloncestísticos que se

libraban en aquella cancha.

En sus últimos años de decadencia, ¡al fin!, conseguimos

vencer a la Bazán varias veces en su temible gimnasio, que conta-

ba, por cierto, con el único marcador electrónico de Galicia, aun-

que tan solo de tanteo.

En una de esas victorias, después de un triunfo claro del

Estudiantes, los jugadores nos retiramos al vestuario en medio de

un discreto abucheo y algún insulto que otro. El pasillo de acceso

se encontraba justo debajo de la grada de fondo. Cuando nos dis-

poníamos a entrar, veo que mi compañero Carlos Cerdeira se echa

la mano a la cara, retrocede, sube por la grada con paso rápido, se

acerca a un muchacho, provoca un pequeño revuelo a su alrede-

dor, y baja de nuevo tan tranquilo hacia el vestuario. Se encuentra

al árbitro -de aquella, sólo uno-, que al percibir cierto desorden, le

pregunta: “¿Qué pasa?”. “Nada, no pasa nada. Fui a saludar a

un amigo.”, le responde Carlos con una sonrisa. Sigue hacia el

vestuario, y ya dentro, le preguntamos: “¿Qué pasó?“. “Nada. Un

chaval que me echó un salibazo en plena cara. Le di dos cachetes

y nada más.” “¡Pero Carlos...!, le recriminamos por su audacia.

Siempre ha sido un valiente, dentro y fuera de la cancha.

Una tarde, en un desplazamiento en autobús, nos acompa-

ñaba el amigo Pepote -años más tarde, colaborador de baloncesto

de la “Hoja del Lunes”-, que se manifestaría como viajero inocen-

te, ignorante y audaz. Sentado en el asiento posterior al que ocu-

paba Carlos Cerdeira, no se le ocurrió idea mejor que pellizcarle,

golpecito por aquí, más pellizcos, golpecito por allá... Carlos co-

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gió el periódico que iba leyendo, sacó un mechero, le prendió fue-

go, y sin más, se lo tiró por encima de su asiento al chistoso de

atrás. Poco faltó para que se incendiara el autobús entero.

Vigo,1959. Partido Estudiantes-Bazán en el Jardín Park. Cerdeira anota a aro pasado a pesar de la oposición de los ferrolanos Picos y Polo (7).

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En la Fase de Sector, a la que siempre accedía el equipo

femenino, había viajado Carlos Cerdeira como entrenador acci-

dental, ante la imposibilidad del titular, Julio Castro, de desplazar-

se. Las inocentes y cándidas jugadoras del Estudiantes, ya el pri-

mer día, le dejaron preparada en su cama la clásica “petaca”. No

fue una buena idea. A la noche siguiente, a pesar del extremo cui-

dado de las chicas para evitar la ineludible vendetta, encontraron

sus correspondientes camas completamente empapadas de agua.

“¡Bromitas a mí!”, debió pensar Carlos.

Era la época de Pilarín Pérez, Mely Badía, Araceli -futura

esposa de García Picher-, Tucha Prieto -futura de Félix Calles-,

Esther González Bermello, Lolín... y Mª Rita Cuiñas -futura espo-

sa, también, de Carlos Cerdeira.

Temporada 1959/60. El Club Estudiantes de Baloncesto a punto de salir a un desplazamiento. De izquierda a derecha: Carlos Cerdeira, Ángel Román, Romero Bello, Rafa Tapias, Casal, Emilio Abelenda, Rey Lama, Julio Castro (entrenador) y Benito Lorenzo.

Durante algunos años, y hasta que se casó y adquirió un

poco de sosiego, el club pagaba a Carlos la gasolina para que fue-

se por su cuenta en coche y no viajara en el autobús del equipo.

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Una tarde de abril de este año, 2008, se acercó Susana

García a Baiona a dar una conferencia sobre el scouting. Yo no

sabía ni qué significaba semejante palabreja.

Cuando mi querida ex-jugadora, segunda entrenadora del

Real Club Celta Femenino, y responsable de esta misión en el

equipo celeste, explicó lo que era y cómo se hacía, me quedé ab-

solutamente asombrado. Sólo se me ocurrió decir; “Ahora, con

estas facilidades, es entrenador cualquiera.”

En mi época de técnico del Celta, sobre el año setenta, lo

más que sabíamos del contrario eran los colores de su indumen-

taria, de qué ciudad venía si no lo clarificaba su nombre, y ya co-

mo mucho, hacíamos el “siguing” -¿se llama así, no?- a través del

diario “Marca”, que nos informaba del resultado, de las anotado-

ras de los partidos, y a veces del marcador en el descanso.

Susana, testigo como yo de la antigüedad baloncestística,

me confesó al oído que en ocasiones le daba algo de vergüenza

formar parte de un banquillo con más técnicos que jugadoras.

“¿Cómo es eso?”, le pregunto, aunque ya lo sabía. “Miguel Mén-

dez, primer entrenador, yo de segundo, el anotador de las plani-

llas, el preparador físico, el “fisio”, la delegada, y a veces, el

médico. Las jugadoras de cambio, en muchos partidos, no llegan

a cinco -y acaba, sonriendo-. Ahora, esto es así, Luis.”

Me quedé pensando toda la noche en aquello del “si-

guing”, dándole vueltas y más vueltas, y al final, después de

tanto meditar, hallé con claridad diáfana el motivo de mis últi-

mas derrotas con el Rodaballo y con las chicas de Baiona. “Estás

en el siglo pasado, Luis. Hay que modernizarse.”, me dije, con

ánimo de un cambio urgente.

Entonces, decidí pedir audiencia a nuestro presidente, Ma-

nuel Bouzas. Yo sabía que era un intento casi inviable el poder en-

contrarlo disponible unos minutos. Es decir: sin entrenar, o sin el

ordenador delante, o sin el móvil a su alcance, o sin estar en el re-

parto de equipajes con los jugadores, o cubriendo solicitudes de

subvenciones, o distribuyendo los carteles con los partidos del

“finde”, o sin la urgencia del próximo Torneo de Mini-Basket, o

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reunido con el sponsor de turno, o en la habitual pelea con Javi -el

director del Pabellón-, o en la preparación de la cena fin de tempo-

rada, o en la redacción de una nota de prensa, o con el Campus de

Verano en su mente, o con la merienda campera de fin de curso...

¡Al fin lo conseguí! Logré “arrancarle” unos minutos de

su laborioso y agitado quehacer.

Le expuse con calma lo del “siguing”, la necesidad de su

implantación en nuestros doce equipos, y me contestó que la idea

no caía en saco roto.

Año 1977. Selección Nacional Española.

Agachada, tercera por la derecha, Susana García. Es de destacar la presencia de cuatro jugadoras célticas: Mari-

bel Lorenzo (14), Marisol Paíno (a la derecha de Susana), Ángeles Liboreiro (8) y la citada Susana.

En el centro, el seleccionador José María Solá, y a su izquierda, Rosa Castillo (6) y Katy Martínez (4). Agachadas, Rosa Monsalve (la primera por la izquierda) y Neus Bartrán (11).

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Temporada 2006/07 Foto de familia del Clube Baloncesto Mario Puentes Baiona

En el centro, el alcalde Jesús Vázquez Almuiña. A su izquier-da, Susana Puentes (de “Mario Puentes”) y Ezequiel Simons (presi-dente de ACEBA). A su derecha, Manuel Zúñiga (de “Mario Puen-tes”) y José Miguel Vázquez (Concejal de Deportes). Alrededor de los patrocinadores, un ciento largo de jugadores, además de los en-trenadores del club.

El C.B. Baiona nace en la temporada 1999/ 2000, fruto de la

iniciativa de un grupo de jóvenes jugadores locales y de los técni-

cos, que por entonces, entrenaban en las escuelas municipales.

Hace su debut con un equipo sénior masculino, que participa en la

Liga Local de la Delegación Viguesa.

Poco a poco se va ampliando el número de equipos, prime-

ro el cadete masculino, más adelante el junior, y ya en el 2002, el

C.B. Baiona aumenta su participación con las categorías de Ben-

jamín Mixto, Alevín Mixto, Infantil Masculino y Senior Femeni-

no.

Del avance espectacular que se ha producido en el club du-

rante estos años, dan testimonio los doce equipos federados que

han intervenido en las competiciones de la Delegación Viguesa y

de la Federación Gallega en la última temporada 2007/08. Cerca

de ciento cincuenta jugadores federados, a los que hay que añadir

a más de cincuenta alumnos de las Escuelas Municipales, dan un

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total de doscientos chicos y chicas, a los que atiende, entrena y

controla el C.B. Baiona. El Concello, desde 1999, sigue confian-

do al club la enseñanza del baloncesto en los colegios.

C. B. Baiona Alevín B. Temporada 2006/07

De pie: Juan Raposeiras (entrenador), María Ortega, Rita Quintela, Gabriela Legaspi, Andrea Pérez y María Suárez Agachadas: Rosalía Baqueiro, Uxía Álvarez, Paula Balboa, María Pereira y María Rodríguez.

En la temporada pasada, 2006/07, el Alevín Femenino ha

sido el más destacado de todos los equipos del Clube Baloncesto

Baiona. Se proclama Campeón Gallego de su categoría, gana el

“II Torneo Internacional de Mini-Basket Caixanova”, y algunas

de sus jugadoras son llamadas a la Selección de Vigo y de Galicia.

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Clube Baloncesto Baiona Alevín Femenino Campeón Gallego 2006/07 Santiago de Compostela De pie: Alicia Santos, Paula Patiño, Mercedes González-Concheiro, Beatriz Álvarez, Marta Canella, Paloma Rodríguez y Manuel Bouzas (entrenador) De rodillas: Elena Pazo, Laura Pereira, Nuria Palamidessi, Lara de Villalobos y Cristina Álvarez.

En esa misma temporada, 2006/07, comienza a sobresalir

el equipo cadete masculino. Dirigido por Seve Castiñeiras, con

Pampi Conde como ayudante, forman un grupo prometedor que

ya ha comenzado a dar satisfacciones a la afición baionesa.

Su jugador Yago Estévez es llamado para formar parte de

la Selección de Vigo de su categoría.

La confirmación de la calidad de estos muchachos que-

dará patente en la temporada siguiente, en la que conseguirán

grandes logros.

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Temporada 2006/07 Clube Baloncesto Baiona Anfaco Cadete.

De izquierda a derecha: Pablo Varela, Pablo Rodríguez, Dani, Alber-to Goce, Álvaro Vázquez, Keltoi Conde, Fabián Estévez, Rodri Alon-so, Yago Estévez, Jesús Pilarte, Germán y Esteban Costas. Al fondo: Pampi Conde (ayudante) y Seve Castiñeiras (entrenador).

Este mismo equipo, con escasas variaciones, remata la

temporada 2007/08 de forma sensacional, abjudicándose la Copa

de Galicia, después de ganar la Liga Local y la Copa Vigo, y de

permanecer imbatido a lo largo de todo el año.

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Componen el equipo campeón: Pablo de Villalobos, Pablo

Varela, Adrián Hernández, Ismael Rodríguez, Rubén Castrillón,

Rodrigo Alonso, Brais Alonso, Sergio Chamorro, Fabián Estévez,

Alberto Goce, Pablo Rodríguez y Damián Gesteira.

Siguen al frente Seve Castiñeiras como entrenador, y

Pampi Conde como ayudante.

Manuel Bouzas, uno de sus fundadores, es el presidente

desde entonces, alma mater del club, y cabeza responsable de sus

múltiples actividades. Al frente de un esforzado grupo de dirigen-

tes y entrenadores, ha hecho realidad algo verdaderamente impen-

sable años atrás. Gracias a él y a sus colaboradores, el baloncesto

en la villa de Baiona se ha consolidado con fuerza, y presenta un

futuro prometedor. Los títulos empiezan a llegar… ¡y los que

están en camino!

Entre la enorme actividad del C.B. Baiona hay que desta-

car el “Campus de Verano”, que viene organizando con mucho

éxito desde 2003, y siempre con una gran asistencia de chicos.

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Y mención especial para el ya prestigioso “Torneo Inter-

nacional de Mini-Basket Caixanova”, que reúne en la villa a vein-

ticuatro equipos y a cerca de trescientos niños y niñas, en una

competición tan intensa como entrañable.

Clube Baloncesto Baiona Alevín 2007/08 De pie: Carla da Cunha (entrenadora), Nuria, María Suárez, María Ortega, Paula Balboa, Gabriela Legaspi, Rita Quintela, Laura y Rufino Leyenda (ayudante). Agachadas: María Pereira, Sara Costas, Uxía Álvarez, María Rodríguez y Marta.

Los elegidos en 2006/07 para las Selecciones de Vigo y de Galicia: Yago Estévez, Lara de Villalobos, Beatriz Álvarez y Marta Canella.

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Recepción en el Concello de Baiona a las jugadoras del Clube Ba-loncesto Baiona Categoría Alevín -campeonas gallegas 2006/07- y Categoría Cadete -campeonas de la Copa Vigo 2007-. El alcalde Jesús Vázquez Almuiña, acompañado de sus concejales, Manuel Vilar, José Miguel Vázquez y Alfonso Mandado, felicitaron a las deportistas y a sus entrenadores, Manuel Bouzas y David Martínez, animándoles a continuar en el camino del éxito.

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IV. “EL PROFESIONAL”

Nota del Autor.- Este capítulo extra, presentado en formato dis-

tinto, y relatado por separado del resto de los acontecimientos su-

cedidos en mi epopeya baloncestística, está esponsorizado por su

protagonista, y debido a sus exigencias, hubo de ser contado en

páginas exclusivas.

Es una historia del pasado siglo, pero no por ello resulta

antigua, ni obsoleta, ni imposible de repetir... aunque su prota-

gonista insista en que esas hazañas sólo las puede realizar él.

“¡Soy un profesional!”, nos decía a todos cuando él mismo exal-

taba sus valores baloncestísticos.

Un par de años antes de finalizar el siglo XX, ocurrió

algo nunca visto en mí largo caminar por las sendas del balon-

cesto. Yo, que aseveraba haberlo visto todo en mi amado depor-

te, que ya no podía esperar ninguna novedad en mi recorrido,

que resultaba imposible encontrar algo distinto… me tropecé de

nuevo con lo insólito, lo inesperado, lo increíble… “LO INCON-

MENSURABLE”, proclamaba orgulloso su protagonista.

Escenario, el Pabellón del Carmen, en Las Traviesas.

Partido de ida, Copa de Vigo Categoría Sénior Masculina, Ro-

daballo-Ureca.

Ese día, el mítico jugador de mi equipo, afamado triplis-

ta y anotador nato, con menos de 1,70 de estatura, y más de cien

kilos de músculo, realizó lo nunca visto:

¡ANOTAR DOS PUNTOS EN EL PARTIDO, SIN JUGAR NI

UN SÓLO SEGUNDO!

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La curiosa e increíble historia pronto trascendió a los

medios, sobre todo, al considerar la relevancia que conllevaba el

hecho de que el Rodaballo -el equipo más antiguo del lugar-, y

el “glamouroso” triplista, fuesen participantes en ella como per-

sonajes principales. El jugador, inmensamente feliz con estas

extravagancias deportivas, todavía fortaleció más el pecho bajo

que tenía.

“¿Cómo es posible meter dos puntos en un partido sin ju-

gar ni un sólo segundo?” Lleno de orgullo, respondía a las in-

crédulas preguntas: “Es un secreto profesional. Eso sólo lo hace

Alvarellos”

La noticia voló de boca en boca por todos los lugares de

la región. En la capital, ya se encargó él mismo de informar a

los madrileños, acompañándose de la correspondiente nota de

prensa, “EL ESPECIALISTA”, le llamaban en titulares. La

misteriosa hazaña quedó ahí durante años, y que yo sepa a cien-

cia cierta, nadie resolvió con claridad cómo pudo suceder seme-

jante hecho... Pero si alguien lo ha descubierto, y quiere repetir

la hazaña... es cómo lo del “famoso huevo de Colón”... ahora

cualquiera podría hacerlo... pero Alvarellos fue el primero y el

descubridor de la gran jugada. Guillermo Alvarellos, el único,

“EL PROFESIONAL”.

La Editorial Albatros anuncia para finales de año la publicación

del libro “La Cocina de Alvarellos”, del famoso cocinero aficio-

nado vigués, Guillermo Alvarellos. Su próxima salida al público

está causando una enorme expectación entre sus muchos “feligre-

ses”. Éxito asegurado. Felicitaciones anticipadas al querido autor. (Publicidad Bovento)

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Temporada 2001/02 Guillermo Alvarellos alzando el trofeo de Subcampeón Provincial conseguido por el Club Rodaballo.

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Club Rodaballo de Baloncesto Subcampeón Liga Local Sénior 2001/02 De pie: Guillermo Alvarellos, Ángel Lizarralde, Alberto Gómez, Ricar-do, Xero y Rey Lama (entrenador) Agachados: Javichu, Manuel Soto, Fernando, Rubén Rey, Javi Díaz, Alexandre Lizarralde y Sinso.

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V. El Club Rodaballo.

A estas alturas de tertulia, después de mencionar al Club

Rodaballo en tantas ocasiones, aún no cumplimos con la cortesía

obligada de presentarlo... al menos, para quien no lo conoce.

Hay cosas que nacen sin demasiada rigurosidad -por ejem-

plo, esta historia informal que escribo-, y como mi memoria del

baloncesto se ha hecho tan copiosa, ha almacenado tantas secuen-

cias, tiene grabadas tantas frases, impresas tantas fotos... ya hace

bastante tiempo que mis páginas cerebrales se encuentran satu-

radas por completo, con lo que ahora, al verme obligado a anotar

en los márgenes, se me ha desvirtuado el orden cronológico.

Tras la sentida desaparición del histórico Club Estudiantes,

de “muerte súbita” como ya contamos, nace inmediatamente su

hijo no reconocido, el Club Rodaballo de Baloncesto, que precisa-

mente por no serlo, ni pudo recibir en herencia su glorioso nom-

bre. Ya mencioné con anterioridad, que ex-jugadores, con ex-

traordinario arraigo en la leyenda estudiantil, trataron de mantener

el fuego sagrado de su querido club, y crearon un equipo modesto

de categoría provincial. Se pretendía hacer algo de baloncesto,

conservar vivo el prestigioso nombre, y permanecer en la historia,

a la espera, tal vez, de otros tiempos más favorables. Cuando qui-

sieron retomar el desaparecido nombre para el nuevo proyecto, las

normas federativas se lo prohibieron con contundencia. El nombre

estaba requisado federativamente por el Real Club Celta desde el

año 1967.

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Así que, en la temporada 1969-70, surge el Club Rodaba-

llo de Baloncesto, desheredado por la legalidad, y privado de la

historia de sus antepasados. Pero han sido los fundadores, con su

valioso bagaje y su presencia en la competición, quienes refresca-

ron la memoria perdida. El Estudiantes había sido protagonista

importante del baloncesto vigués durante dos brillantes décadas, y

también decisivo para el futuro -llámese Celta Femenino- que es-

taba por llegar.

A día de hoy, año 2008, el Club Rodaballo continúa lu-

ciendo por las canchas, con mucho orgullo y señorío, su condición

de equipo más antiguo del basket masculino vigués.

Su primer, y único presidente hasta hace poco, no podía

ser otro que Carlos Cerdeira. De la misma manera que el banquillo

de entrenador tenía que estar ocupado en su debut por Julio Cas-

tro. Y en su plantilla inicial, no faltaban los Benito Lorenzo, Seve-

ro Iglesias, Rafa Tapias, Isidro Gallego, Ángel Román, Emilio

Abelenda... y allegados del Estudiantes, unidos al nuevo equipo,

como Costa Fraga, Luis Noya, Fábregas... Todos ellos, reencon-

trados de nuevo en la cancha para vestir la que sería gloriosa ca-

miseta rojiblanca, listado vertical, que sigue caracterizando al

club.

Su andadura se inició a la par que el Campeonato Provin-

cial Senior Masculino de la era moderna -en la prehistoria existió

otro donde jugaban el Juventus, el Español, el Consti, el Mezquita,

el Areosa, el América, el Independiente...-, y claro está, con aque-

lla plantilla de lujo, el Rodaballo se proclamó campeón durante

bastantes temporadas.

Yo empecé en el Rodaballo cuatro o cinco años después de

su fundación. Mientras tanto, había estado entrenando a los equi-

pos masculino y femenino del Real Club Celta.

Nuestra cancha era la Pista Roja, llamada así por el color

de su piso granulado -tennisquick-, y por entonces, descubierta.

En ella, exhibíamos bajo la lluvia las viejas artes en el baloncesto

acuático. Doy fe de que con el agua arreciando -antes llovía bas-

tante más que ahora-, algo de viento, charcos por doquier y balón

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mojado, no hubo nunca quien nos ganara. Y es que además, hay

que reconocerlo, jugábamos con ventaja, ya que los nuevos juga-

dores empezaban a “enviciarse” con los campos cubiertos.

Después, en los partidos a domicilio, viajábamos a Tuy -

cancha de tierra, llena de altibajos, aros imposibles para los lanza-

mientos alejados más de tres metros, y situada en un lateral del

campo de futbol-; a Porriño -pista exterior de cemento de la Socie-

dad Recreativa y Cultural-; a Salceda -en medio de un bosque de

eucaliptos, y helado en invierno- , a Caldas de Reyes...

Más adelante, pudimos comprobar con satisfacción, cómo

en estas villas, y en muchas más, se estrenaban unos flamantes pa-

bellones cubiertos que, haciendo memoria de antiguas aspiracio-

nes estudiantiles, nos llenaban de una sana envidia: “¡Si tuviéra-

mos estos pabellones en nuestros tiempos!... ¡Habríamos conse-

guido la luna...!” La ilusión y el verbo fácil, ¡que no falten nunca!

Con el paso inevitable del tiempo, llegaron el Tarteiras, el

Xuventude, el Efeco, el Ademar Provincial... y también los mu-

chos años de los “rodaballos”... y en esta situación, los títulos em-

pezaron a dispersarse entre unos y otros.

La filosofía del club aconsejaba fichar ex jugadores del Es-

tudiantes, y en su defecto, descendientes. Carlos Cerdeira llegó a

jugar con su hijo Alejandro, y con sus sobrinos, Alberto y Octa-

vio... Benito Lorenzo con su hijo Jorge... Yo con Camilo, mi hijo

mayor...

Pasados unos años, se incorporó Domínguez, Manolo So-

to, Alvarellos, y de forma excepcional, un jugador clásico del

Bosco, Chacabuco. A partir de aquí, la cantera estudiantil quedó

agotada. Los años, y también las lamentables pérdidas de algunos

queridos compañeros, dejaron al Rodaballo en la disyuntiva de

renovarse o morir.

A mediados de los noventa, con el proceso en marcha del

obligado cambio, tuve a mi cargo como entrenador hasta a ocho

sucesores de mis compañeros del Club Estudiantes, contándome

yo mismo entre ellos: Diego, hijo de Eugenia Sánchez -también

ex-jugadora- y Paco Picos; Rubén, hijo de Bangueses; Marcos -

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que aún sigue- hijo de los directivos Elena Sarmiento y Jaime

Gómez; Octavio y Alberto -éste en activo, y actual “alma mater”

del Rodaballo-, sobrinos de Cerdeira; Rafa y Yago Presa, hijos de

nuestro seguidor Chito Presa, y sobrinos de mi compañero de

equipo, Rafa Tapias; y Rubén, el pequeño de mis hijos, que a día

de hoy, todavía sigue jugando.

Y en los albores de este siglo, el Rodaballo volvía a ser

campeón provincial. De los veteranos, tan sólo quedaba yo como

entrenador. También Manolo Soto como jugador, aunque de gene-

ración bastante más joven que la mía. De los menos veteranos,

permanecía Alberto como tercer pívot, continuaba Marcos

Gómez, el base que me retiró, y luego, Ángel -el vasco-, Fernando

-excepcional defensor-, Marcos -el baionés-, Xero -el triplista-,

Javi Díaz -otro triplista-, Sinso -el vértigo-, Javichu -el cerebro-,

Ricardo -el lánguido-... y lamentamos en momento tan glorioso,

que Guillermo Alvarellos, a causa de una lesión, no pudiera apor-

tar su profesionalidad a la consecución del título.

La final, cinco puntos arriba, se la habíamos ganado al

C.B. Mos, dirigido por la ex céltica Susana García, que a los quin-

ce años, conmigo de coach, había debutado en la División de Ho-

nor, y alcanzaba la internacionalidad junior al final de la tem-

porada.

A continuación de esta gran final, disputamos otras dos

consecutivamente. En ambas, el equipo de Panxón nos derrotó con

autoridad, aunque con evidente esfuerzo. Los Quino, Juan Rapo-

seiras, Suso, Maky, Nando... nos arrebataron el título con toda jus-

ticia.

Años después, una incompetente medida federativa, a to-

das luces ilegal -los cambios y descensos deben ser anunciados

con una temporada, al menos, de antelación- nos bajó a Segunda

Categoría sin previo aviso. Por primera vez el Club Rodaballo

descendía... mejor dicho, lo descendían desde la oficina de la Fe-

deración.

A la temporada siguiente, ya estábamos en Primera.

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Temporada 2000/01 Club Rodaballo de Baloncesto

Campeón Local Sénior

De pie: Fran (hijo de Alberto), Rey Lama (entrenador), Octavio Gó-mez, Ricardo, Xero, Manolo Soto, Alberto Gómez, Ángel Lizarralde y Javi Díaz. De rodillas: Sinso, Marcos Gómez, Marcos “Baiona”, Fernando, Javi-chu y Alexandre (hijo de Ángel).

Pero alcanzado este punto de la presentación, percibo que

aún no expliqué, ni levemente, el porqué del nombre de nuestro

equipo.

Como las circunstancias no lo permitieron en su día, y Es-

tudiantes no pudo ser, pensaron sus fundadores que, al menos su

“himno oficial”, podría dar nombre al nuevo club. De hecho, el

rodaballo ya figuraba en el escudo de la entidad estudiantil.

En la década de los sesenta aquella canción se dejó de

cantar en el vestuario. Pero era costumbre arraigada en el Estu-

diantes, que después de algunas comidas señaladas, en los festejos

de victorias importantes, en los actos conmemorativos del club, en

las cenas fin de temporada... se cantase como remate de la reunión

la canción de “O Rodaballo”.

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“Fachusco”, delegado del equipo y maestro de ceremonias,

pedía silencio tintineando su cubierto en un vaso, ordenaba poner-

se en pie a todo el mundo, copa en mano, y con el mayor respeto y

solemnidad, arrancaba la interpretación de “O Rodaballo”.

“Nunha lancha de Marín

feita de pau de carballo.

Nunha lancha de Marín

feita de pau de carballo,

catro rapaces da Puebla,

¡ui! ¡ai! ¡ai!,

¡ui! ¡ai! ¡ai!,

roubaron un rodaballo.

Catro rapaces da Puebla

roubaron un rodaballo…

… … …

... Forono vender á lonxa

e con moito disimulo.

Forono vender á lonxa

e con moito disimulo.

¿E quén lle lo foi mercare?

¡ui! ¡ai! ¡ai!,

¡ui! ¡ai! „ai!,

o fillo do Cachirulo.

¿E quén lle lo foi mercare?

o fillo do Cachirulo.”

E aquí se acaba a historia

de este peixe desgraciado,

que por non haber aceite,

¡ui! ¡ai! ¡ai!,

¡ui! ¡ai! ¡ai!,

hubo que comelo asado...

que por non haber aceite

hubo que comelo asado...

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75

Fervorosos aplausos al final, y un emocionante:

¡ESTUDIANTES!...

¡BIEN!

¡ESTUDIANTES!...

¡BIEN!

¡ESTUDIANTES!...

¡BIEN, COÑO, BIEN!

Aclarado lo de nuestro nombre, lo de un rodaballo

en nuestro escudo, lo del rojo y blanco en nuestros colores... sólo

me resta decir que el escudo lo ideó y lo realizó, Severo Iglesias.

El Club Rodaballo de Baloncesto Posando delante del olivo de la ciudad, para un reportaje en el su-plemento deportivo “Campeones” de “Faro de Vigo”. Año 2001.

De pie: Guillermo Alvarellos, Javichu, Xero, Alberto Gómez, Javi Díaz y Manuel Soto.

Sentados: Sinso, Marcos Gómez, Rey Lama (entrenador), Ángel Lizarralde y Ricardo.

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76

Los jóvenes, y los menos jóvenes, ya no cantan en los via-

jes deportivos. Ponen la película, o se incrustan los auriculares en

las orejas... y tira millas... Ellos se lo pierden, pero si quieren ima-

ginarse lo del “Rodaballo”, no tienen más que compararlo con “A

Rianxeira” del Celta en el Balaídos de hace años, o con el himno

del Real Madrid en el Bernabéu, o el del Barça en el Nou Camp...

o el “Arroz con chícharos...” de la cancha del OAR ferrolano en

sus años de ACB.

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77

VI. ... Y esto sigue... sin parar...

Ya insinuamos algo sobre las canchas “peligrosas” de

nuestro baloncesto: algunas, prehistóricas; otras, sólo históricas;

bastantes, se normalizaron con el tiempo; muchas aún existen co-

mo tales... y ¡sabe Dios las que pueden estar por llegar!... porque

estoy seguro de que las hay de reciente estreno.

A esas canchas que llamo “peligrosas”, de ningún modo se

les puede separar del entorno en que funcionaban... o que aún fun-

cionan. No cabe duda de que si un equipo cambia de campo, y si-

gue resultando “peligroso” su nuevo recinto, será más a causa de

su usuario que a las canastas difíciles, al tamaño reducido de la

cancha, a un piso resbaladizo, a su helado clima invernal, a la

fuerte intimidación sobre los árbitros... En ocasiones puntuales,

hubo de todo esto en abundancia...

Si se le pregunta a un jugador súper-veterano, o a un vete-

rano... y hasta no sé con certeza, si a uno actual, sobre campos

“peligrosos”... casi todos hablarán del famoso Barco de Valdeo-

rras.

¡Pero vayamos por partes! Yo respeto la opinión de todo el

mundo, pero en mi caso, he de confesar que siempre quedé muy

satisfecho de mis múltiples visitas deportivas a El Barco de Val-

deorras -por ser tiempos franquistas, nombre castellanizado-. Ten-

go que reconocer, que a esta sensación agradable debe contribuir

el hecho de que el Estudiantes nunca saliera derrotado de aquel

campo.

Mi primer viaje de jugador con el equipo estudiantil fue

precisamente al Barco de Valdeorras. No lo puedo olvidar, porque

allí me hice hombre -baloncestísticamente hablando-, y ya quedé

bautizado como jugador experto para toda la vida. En aquella épo-

ca, década de los sesenta, para coger tablas había que jugar en El

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78

Barco -al igual que en la Bazán... y en el Gimnasio Universitario

de Santiago... y en el campo del Couto... y en Villagarcía, en Lu-

go...-, y yo tuve la suerte de hacerlo ya en mi primer partido como

visitante.

Se hablaba de los aros, del piso, del tamaño del campo,

del clima helado, de la intimidación arbitral... En El Barco no fal-

taba de nada, aclarando de antemano, por si a alguien le pasó des-

apercibido, que se trataba de una cancha al aire libre.

El tiro al tablero en sus canastas se hacía a veces imposi-

ble, porque la madera estaba mojada con la escarcha de la mañana

y deslizaba el balón en el lanzamiento, incluso debajo del aro, que

parecería sencillo.

En cambio, en la pista, si no había helada, no se resbalaba

en absoluto: era de cemento picado. Ahora bien, cuidado con caer-

te al suelo... o que “te cayeran” -en su casa, eran rivales “aguerri-

dos”-, porque te levantarías “castigado”.

En ocasiones, cuando el calendario de competición te lle-

vaba a El Barco en pleno invierno, había que jugar con temperatu-

ras bajo cero. Muchos jugadores lo hacían con guantes.

Por otro lado, el equipo local contaba con el aliento fiel y

entregado de sus seguidores, y tan cercano, que no era extraño que

en un contraataque sujetaran de la camiseta al jugador contrario...

o chocaran con su pierna... o no te dejaran sacar de banda -por en-

tonces no tenía el árbitro que tocar el balón.

Tampoco es necesario imaginarse los piropos que le rega-

laban al árbitro -sólo uno-, y claro está, sus “equivocaciones pro-

vocadas” se repetían con más o menos cadencia, dependiendo de

los “corajes” del colegiado, que, por lo general, no hallaba moti-

vos para mostrarlos.

Después de estos alicientes tan motivadores, la emoción

estaba servida, sobre todo, cuando te estabas jugando la Liga.

Pues con todo ello, el Estudiantes siempre ganaba en El Barco. ¿Y

cómo? Con “arrojo”, que de esa virtud parece que estaba bien do-

tado.

En una ocasión, Romero Bello se desplazó desde Madrid-

donde estudiaba- para jugar el difícil partido de El Barco de Val-

deorras. Su llegada estaba prevista para las once y media. El en-

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79

cuentro empezaba a las doce, pero el tren se retrasó más de una

hora. Aún así, tuvo tiempo de llegar al campo, vestirse, y jugar el

segundo tiempo casi completo.

¿Qué pasó para que se alargara tanto el partido? Pues sim-

plemente, que la mesa de anotadores, por supuesto local, acos-

tumbraba a finalizar los partidos cuando fuese conveniente para el

C.B. Barco, antes o después -no había reloj electrónico-, depen-

diendo del resultado. El nuestro, lo alargaron porque iban per-

diendo, hasta que percibieron que cuanto más duraba el encuentro,

mayor era la ventaja que tomaba el Estudiantes. El partido acabó

cerca de las dos y media.

En El Barco sentían cierto afecto y admiración por el Es-

tudiantes; incluso un año, nos invitaron a un amistoso con motivo

de las Fiestas Patronales. Ganamos con autoridad el trofeo en jue-

go, pero al acabar el partido, no sé bien que había sucedido, que

no nos llevaron detenidos a Camilo Nogueira y a mí de puro mi-

lagro.

Parece que por alterar el orden, es decir, ganarles. Creo

que nos salvó el alcalde en última instancia, porque el municipal

ya estaba sujetándonos del brazo para llevarnos a comisaría. Si

hubiese ocurrido unos años más tarde -en su inicio político en Ci-

troën-, dirían, en el caso concreto de Nogueira, que por motivos de

Estado.

Treinta años después, mi hijo Rubén jugó con el Colegio

Apóstol Santiago en O Barco de Valdeorras -fallecido el General,

se regularizaron los nombres gallegos- una eliminatoria de una

competición regional. Ya no era al aire libre, había un flamante

Pabellón de Deportes, pero la “peligrosidad” de la cancha seguía

con la misma vigencia que cuando jugaba su padre.

Categoría juvenil. En el partido de ida, jugado en Vigo, el

Apóstol había ganado con claridad por 18 puntos.

“Nos pitaron campo atrás en un impecable contraataque.

El árbitro pidió disculpas por el error, pero el balón fue para O

Barco. Las protestas fueron inútiles.”

La eliminatoria, por supuesto, se quedó en O Barco de

Valdeorras sin más paliativos que los expuestos.

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80

Me imagino a Mani, el entrenador del Colegio Apóstol,

arbitrando, al cabo de unos días, un partido de entrenamiento de

su equipo: corte de balón, contraataque rápido... ¡PITIDOS ES-

TRIDENTES!... “CAMPO ATRÁS”, diría todo serio y compungi-

do... y también pediría disculpas... Mani siempre ha tenido mucho

sentido del humor.

Temporada 1991/92

Colegio Apóstol Santiago Juvenil De pie: Mani (entrenador), Fernando López Mera, “Scooby”, Rubén Velado, Rubén Marín y Alberto Loureiro. De rodillas: Diego Picos, Rafa García Muruais, Pedro Pablo Alonso, Rubén Rey y Sinso.

Como no podía ser menos, la fuerte rivalidad Vigo-A Co-

ruña existente en todos los ámbitos de la realidad gallega, se refle-

jaba en el baloncesto femenino.

El Estudiantes -R.C. Celta después- y la Tabacalera -antes

Medina de La Coruña- mantenían un formidable duelo deportivo,

que algunas veces se vio ensombrecido por las “marrullerías” que

las coruñesas empleaban.

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81

Pero así como en A Coruña, no sé con qué artes, ya tienen

un imponente Multiusos circular, varios Auditorios, un Palacio de

Congresos, un Palacio de la Ópera, un Riazor reformado, un

Acuarium, un espectacular Ayuntamiento... en Vigo, mientras tan-

to, seguimos suplicando desde 1969 -lo puedo documentar-, por

nuestro primer Palacio de Congresos, sobrevivimos con un Balaí-

dos casi ruinoso, contamos con el Ayuntamiento más feo de todo

el país... y ya no sigo... Es decir, que los coruñeses van por delan-

te… y mucho...

En el baloncesto femenino también partieron con ventaja,

pero una vez alcanzadas, las arrasamos sin piedad, y desde nuestra

primera victoria en su temible feudo, ya no levantaron cabeza

nunca más. Hasta desaparecieron.

Las coruñesas llegaron a la élite nacional mucho antes que

las nuestras -les pegaba el snobismo del deporte femenino de en-

tonces-, y a finales de los sesenta ya habían sido Campeonas de

España con el Medina de La Coruña. Tenían un equipo for-

midable, en el que destacaban las tres hermanas Gómez de Frutos.

Su entrenador, Fernández Trigo, era el alma mater del club, y

además, como comentarista deportivo de profesión, conseguía to-

do el apoyo de la prensa coruñesa, alguna de ella con bastante re-

percusión regional. (Pasados unos años, sería gerente del Real

Madrid durante una larga etapa.)

Muchas derrotas hubo de sufrir el Club Estudiantes hasta

conseguir ganarles por primera vez. Fue en A Estrada, en un amis-

toso de menor importancia.

Más tarde, ya como R.C. Celta, se le empezó a ganar en

Vigo, primero con dificultad, luego con autoridad, y hasta en cam-

po neutral, en dos Copas de España, en Alcoy y Ávila, con la me-

dalla de bronce en juego.

Pero en A Coruña no se logró el triunfo hasta la temporada

1975/76, en un partido heroico, de esos que no se olvidan. La vic-

toria llegó tras una década de pelea encarnizada.

Jugaban en la Fábrica de Tabacos, en una pequeña nave

habilitada como cancha de juego, con piso de baldosa, reducidas

medidas, paredes pegadas a las líneas laterales, y con unas gradas

minúsculas en ambos fondos. El público también se ubicaba en

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una balconada situada en un lateral del campo. La Tabacalera era

un feudo casi inexpugnable, de los “peligrosos” que yo llamo, en

el que el arbitraje local les consentía además un baloncesto que

rozaba la violencia.

Y cuando la victoria local peligraba no sé de qué artificio

se valían para provocar la condensación del agua, y convertir la

baldosa del piso en una auténtica pista de patinaje.

- Eso pasaba en las pistas de Balaídos hace años, cuando

hacía mucha humedad. Rezumaba del suelo, y no se podía jugar.

- Exactamente, amigo. Ni más ni menos, pero en A Coruña

parece que lo provocaban, y de aquella, no había más remedio

que jugar el partido. Las suspensiones de los encuentros no se

hacían por estas “menudencias”.

- Pero el campo era igual para los dos equipos.

- Pues no, querido amigo. Las coruñesas salían calzadas

con zapatillas de esparto -habían descubierto el sistema-, habi-

tuadas y entrenadas en aquellas condiciones, y no sufrían ni un

sólo resbalón en todo el partido.

Las visitantes ya empezaban a caerse en la rueda de calen-

tamiento, y desde el comienzo del encuentro, se verían obligadas a

jugar andando. En nuestro caso concreto, nos anulaban el contra-

ataque, el arma ofensiva más importante del equipo.

El Celta -yo era su entrenador- se jugaba en aquel partido

el título de Liga. Pedimos árbitro neutral -“no local”, aclaran en el

Colegio de Árbitros muy ofendidos- para prevenir la posible “en-

cerrona”. Pero por primera vez nos encontramos con la desagrada-

ble sorpresa de la citada pista resbaladiza -otros equipos nos lo

habían advertido-. Hasta ese día, parece que no consideraron ne-

cesario emplearlo con el Celta.

Al poco del comienzo, le dieron tal empujón a Carmen

Fraile que fue deslizándose, de espaldas por el suelo, desde el me-

dio campo hasta las sillas situadas detrás de la canasta.

Ante mi airada protesta, y el gesto de Fernández Trigo de

que no había pasado nada, se me acercó el árbitro y me susurró al

oído: “Tranquilo. Usted no se preocupe. Esto es cosa mía.” Fir-

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mó un arbitraje fenomenal, abortando la habitual presión que

ejercía el equipo rival.

A pesar de hacerse imposible el contraataque, lo demás vi-

no rodado. Buena defensa, excelente control, y aunque con bajo

tanteo, ganamos en Tabacos por primera vez. Ahí empezó la deca-

dencia del equipo coruñés, que al cabo de unos años desaparecía.

Al árbitro, no sé su nombre, lo vimos meses después arbi-

trando en División de Honor, en un Estudiantes de Madrid - Jo-

ventut de Badalona, disputado en el famoso pabellón “Antonio

Magariños”, así llamado en homenaje al fundador del club madri-

leño en 1948

- Luis, todo esto de la pista de patinaje, la “barrida”de

los árbitros, la “leña” que daban, la mini-cancha... te los has in-

ventado.

- Todo inventado, menos lo del Ayuntamiento de Vigo.

- Es el más feo de España con creces. Si encuentras uno

tan sólo igual de horroroso, me avisas. Hasta sería un alivio.

Vigo, 1975. Partido Celta-Tabacalera. La afición fiel y el banquillo celeste: Elena Sarmiento (Delegada), Virginia Barros, Susana García, Anun, Aurora y Vázquez (“fisio”). Sentada Carmen Fraile En la primera fila de la grada:

Pepote -“La Hoja del Lunes”-, “Enceste” -“Faro de Vigo”-, “Madelca” -“El

Pueblo Gallego”- el Sr. Nistal y el Sr. Patiño -directivos del club-.

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Pabellón de las Traviesas, 1975 Liga Nacional de 1ª División, R.C. Celta-Tabacalera de La Coruña. Picuca Martínez culminando un contraataque. Detrás Nani y Merche Gómez de Frutos (internacional). El entrenador coruñés, Fernández Trigo, aparece por la parte izquierda, sentado en el extremo de su banquillo.

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A lo largo de mi trayectoria baloncestística siempre he te-

nido una gran vocación por enseñar. Mi experiencia como juga-

dor, y los conocimientos adquiridos con el bosquista Manolo Mar-

tínez, con mi eterno entrenador Julio Castro, y los apuntes en vivo

de muchos, como Díaz Miguel, Añúa, Rivera, Monsalve... y aho-

ra, en 2008, de Moncho López, me han valido y me valen para se-

guir trasmitiendo baloncesto a chicas y chicos.

Haciendo balance de casi medio siglo, me siento satisfecho

de haber enseñado -al menos, un poco- a tantos alumnos como

tuve. Ellos saben que lo intenté cada día con el máximo empeño, y

confío plenamente en sus buenas sensaciones cuando la memoria

los traslade a nuestro baloncesto compartido.

Pero si en algo he puesto una especial dedicación, ha sido

en fomentar en mis alumnos el amor al basket y al deporte, sin

confundirlo con cualquier objetivo máximo, que tantas veces, por

no alcanzarlo, ocasiona la decepción y el abandono. El triunfo,

perfecto... pero en la vida también existen otras escalas.

La pasión por el baloncesto se puede sentir desde lo más

alto: desde el éxito, desde la aspiración máxima, desde el primer

equipo, desde una selección... Pero también desde la modestia más

absoluta, como he tenido la formidable ocasión de experimentar

recientemente.

Temporada 2007-08, el C.B. Baiona me ofrece la opor-

tunidad de entrenar a uno de sus equipos, el Sénior Femenino.

Después de un molesto 0-7, cero victorias y siete derrotas, con la

depresión en el cuerpo durante unos meses, y a punto de quedar de

último en el campeonato, me hago la correspondiente reflexión:

ante esta situación desagradable y sin precedentes en mi historial,

me declaro, en cambio, totalmente orgulloso y feliz con el rendi-

miento de mi equipo, y con el comportamiento exquisito de mis

pocas jugadoras ante las dificultades de todo tipo que soportamos.

Es fácil asistir a la victoria permanente, o alternarla con partidos

perdidos de vez en cuando. Pero para llevar a cuestas una derrota

tras otra, durante meses, después de poner todos los medios a

nuestro alcance para evitarlo, y haciendo sufrir al contrario en ca-

da ocasión, hay que contar con un grupo excepcional de deportis-

tas, capaces de “llevarlo” con la dignidad y el carácter con que lo

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han hecho estas jugadoras del C.B. Baiona... incluso algo olvida-

das en su propio club.

Al final, ganamos el partido decisivo y evitamos la última

plaza de la liga... ¡y tan felices! Desde ese día no hemos vuelto a

perder, pero esas jugadoras que ahora ganan, han sabido estar en

la derrota, y aguantar, y entrenar, y luchar...y sobreponerse. Son la

raza de jugadores que venero, los del tesón, los de la entrega, los

del corazón abierto... A veces pienso que éstos valen mucho más

la pena que las figuras... aunque he tenido bastantes figuras que

han valido la pena... Puestos a tener que elegir entre ambas condi-

ciones por separado, me quedo con el corazón y desdeño el es-

trellato.

Club Baloncesto Baiona Sénior. Temporada 2007/08 De pie: Alberto Alonso (ayudante), Susana, María Docampo, Marta Gilabert, Patricia Fernández “Pit” y Rey Lama (entrenador). Agachadas: Belén Alfaya, Eva Salas, Micaela Sinde “Miky” y Ana Ruth Cerdeira.

Les doy mil gracias a María, Pit, Bea, Marta, Miky, Be-

lén... a las “invitadas” Esther, Eva, Ana Ruth... que nos han ayu-

dado mucho... A mi edad -bastante avanzada, pero de moda gra-

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cias a Aíto García Reneses y a Luis Aragonés- me han dado una

lección inesperada de cómo hay que enfrentarse a la derrota: con

ejemplar pundonor, con destacada elegancia, con responsable

amor a los colores, con el valorado honor en juego... Nunca lo ha-

bía vivido hasta ahora... y me sentí feliz ante un reto tan deli-

cado...

Y así, una vez más, el baloncesto me regalaba nuevas y

reconfortantes vivencias.

Temporada 2007/08. Partido de entrenamiento entre las Seniors y Juniors del Clube Baloncesto Baiona. Luchan en el rebote María (7) y Eire, y permanecen atentas, Belén, Esther, Marta (16), Olalla (9) y al fondo, “Pit”.

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Si algo me fascina en mi trabajo de entrenador, es encon-

trarme de repente con los hijos de compañeros de equipo, o de

amigos de juventud, o de jugadores míos, que también los hay... y

desde hace bien poco, hasta con nietos.

El poder revertir mis conocimientos a los hijos de aquellos

que me acompañaron en el aprendizaje, en la andadura deportiva,

en la refriega diaria del entrenamiento intenso... me produce siem-

pre una emoción contenida, un hervor en la sangre, un éxtasis...

una sensación que asumo con deleite y urgencia... y que me lleva,

sin darme cuenta, a darle vida al pasado... y como de rebote, veo a

su padre correr con el balón, y encestar, y sonreír...

Hace unos días, en Baiona, donde resido en la actualidad,

cubriendo la ausencia del titular, me encuentro entre los alevines

que debía entrenar a María y a Jorge, nietos de Carlos Cerdeira e

hijos de Ana Ruth -a la que entrené en alguna ocasión, y aún en-

treno-. Y vuelve a suceder. La veo correr... y veo al abuelo ences-

tando la última canasta en aquella eliminatoria de Copa... Y busco

a Jorge, que ya lo perdí en los ejercicios... y recuerdo al revoltoso

de su abuelo haciendo las mil y una...

Y en el mismo grupo aparece Raquel, de nueve años, dul-

ce, seria, concentrada, muy femenina... que se escapa de los niños

con habilidad, botando el balón con elegancia, y encestando con

primoroso estilo... y recuerdo a su padre, Miguel González, ex-

jugador de los Salesianos, del Skol, del Celta, del Aguas Cabrei-

roá de Verín -el alumno preferido de mi amigo Larry-... el mejor

estilista que ha dado nuestro baloncesto... y lo veo de nuevo dibu-

jando sus muchas canastas con verdadero arte...

Antes tuve en el Rodaballo a Marcos Gómez, a Diego Pi-

cos, a Rubén Bangueses, a Rafa y Yago Presa; después en el Mer-

cantil, a Techy Rial, Rosa Prieto, Rita Tourón y las hermanas Pre-

sa, hijas de mis amigos Andrés, Fernando, Manolo y Chito, res-

pectivamente; más tarde en el Celta Juvenil, a Edita, hija de un ex-

compañero del futbol, Carlos Pereira.

Y ahora veo jugar por el Pabellón de Baiona a Hugo, a Pa-

blo, a Lara, a Daniel, a Marta, a María, a Alberto, a Keltoi, a

Brais, a Marta y Helena Mandado, a Cris... y siento un hormigui-

llo por dentro, pensando que alguna vez podría entrenar a estos hi-

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jos de mis jugadoras “invitadas”, de jugador rival en la cancha, de

entrenador colega, de amigos...

Temporada 1989/90. Miguel González (4) con su compañero Felix Muñoz (15) en su época en el C.B. Porriño.

Ayer mismo, 27 de junio de 2008, me informaron de que

David Castiñeiras y yo, vamos a compartir grupo de trabajo en el

“Campus” del C.B. Baiona. Hasta ahora, he entrenado en repeti-

das ocasiones a hijos de compañeros de equipo, o de ex-alumnos,

o de amigos... Pero nunca impartí enseñanzas de baloncesto acom-

pañado en la tarea con el nieto de unos amigos, hijo de una amiga

-a la que vi crecer- y de un entrenador, compañero de Club. ¡Qué

suerte!

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FOTO DE FAMILIA

“LOS VILLALOBOS”

Desde su llegada en 2001, “LOS VILLALOBOS” han tenido una destacada presencia en el C.B. Baiona. EL HIJO MAYOR, Pablo de Villalobos Herrero, forma parte del equi-po cadete de Baiona. En 2007/08, se proclamaron Campeones de la Copa Galicia, después de permanecer imbatidos toda la temporada. Lo entrené en el grupo que me asignaron en el “Campus” del C.B. Baiona-2008. EL PADRE, Javier de Villalobos Brassart, desempeño las funciones de entrenador de infantiles en el año de su llegada a Baiona. Ganó la Copa Vigo.

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LA HIJA, Lara de Villalobos Herrero, ha sido Campeona de Galicia con el equipo Alevín de Baiona en la temporada 2006/07, y lleva dos años en la Selección de Vigo de Infantiles. La entrené en el grupo que me asignaron en el “Campus” del C.B. Baiona-08 LA MADRE, Esther Herrero Larrumbide, entrenó a los Benjamines, y jugó una temporada con el Sénior del C.B. Baiona. Desde 2007, con-migo de entrenador, entrena y juega partidos amistosos –con eviden-te clase- en dicho equipo. EL HIJO PEQUEÑO, Daniel de Villalobos Herrero, alterna el equipo Alevín con el Infantil, y ya es una firme promesa del baloncesto de Baiona. Lleva dos temporadas en la Selección de Vigo de alevines. Lo entrené ocasionalmente alguna vez.

Y EL HERMANO, CUÑADO Y TÍO, Quique de Villalobos, ex-jugador del Caja Madrid, Real Madrid, TAU de Vitoria, C.B. Murcia... e inter-nacional en repetidas ocasiones. Aparece en la foto con Marta Ca-nella recogiendo un trofeo en el II Torneo de Mini-Basket Caixanova que organiza con gran éxito el C.B. Baiona. Año 2007.

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FOTO DE FAMILIA “LOS CERDEIRA”

El YERNO, Ángel Núñez Torrón, el primero por la izquierda. Ex-árbitro de 1ª División -del grupo de las excepciones-. Nos arbitró mu-chas veces a su futuro suegro y a mí; a él no le pitaba personales... cuando estaba en el banquillo. De no retirarse, hubiera llegado a ACB. EL HIJO MAYOR, Alejandro Cerdeira Cuiñas, en el centro. Compa-ñero de juego de su padre y mío en el Club Rodaballo. También lo dirigí como entrenador. LA HIJA MAYOR, Ana Ruth Cerdeira Cuiñas, en el centro por la de-recha, ex jugadora del Real Club Celta y Círculo Mercantil: La entrené ocasionalmente en el Mercantil, y ahora, en el 2008, en el Club Ba-loncesto Baiona. EL NIETO, Jorge Suarez Cerdeira, abajo por la izquierda. Jugador benjamín del C.B. Baiona. Lo entrené en alguna sustitución este mismo año 2008. La gran esperanza familiar de que cambie el basket fuerza de sus antecesores por un estilo técnico más depurado.

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LA NIETA, María Suarez Cerdeira, abajo por el centro. Jugadora in-

fantil del Club Baloncesto Baiona. La entrené en alguna sustitución en el 2008. Corriendo por el campo es la viva estampa de su abuelo y de su madre. Estaríamos satisfechos con que llegase a ser la mitad de buena que han sido ambos EL PADRE, El SUEGRO y EL ABUELO, Carlos Cerdeira Cobas, a la derecha por arriba. Jugador del Juventus, del Club Estudiantes. del Alcalá de Madrid, del Club Rodaballo, e internacional militar. Fuimos compañeros de equipo durante muchas temporadas. Antes de su reti-rada, a los 60 años, lo dirigí en el Rodaballo.

Cuando se entere Maria Rita Cuiñas, LA MADRE, LA SUE-GRA Y LA ABUELA, que no la han incluido en la Foto de Familia, se enfurecerá... ¡y con razón! Ella fue también jugadora del SEU y del Club Estudiantes, y merecedora por lo tanto de aparecer en el grupo. Además, es la única de la familia a la que no he entrenado, y aunque sólo sea por eso, digna de mención. Y EL PADRE, EL SUEGRO, EL ABUELO y EL BISABUELO, Hum-berto Cuiñas Aymerich (d.e.p.), también podría estar incluido en la foto. Desde su puesto en el Banco de Bilbao, fue un colaborador im-portante en la prestigiosa Fiesta del Deporte que por los años sesenta y setenta organizaba la Asociación de la Prensa de Vigo, presidida por Gonzalo Rey Alar. El baloncesto había sido premiado en numero-sas ocasiones

Ana Ruth, jugadora del Celta Citroën, 1978.

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En 2002 me proponen dirigir a un combinado de ex juga-

doras del Real Club Celta, para enfrentarse a una Selección Espa-

ñola de ex internacionales, como preámbulo al partido oficial que

España y Alemania disputarían en Vigo el 20 de noviembre.

Aunque tuve mis dudas al principio, tal vez por lo inespe-

rado, una vez asimilada la propuesta, debo reconocer que me ilu-

sioné tanto como lo hacía en mis años jóvenes ante una situación

semejante. Ya sé que prevaleció mi edad para la elección, el más

viejo de los posibles, por delante de mis méritos técnicos, pero

desde ese instante me entregué a la tarea con la misma pasión de

hacía treinta años con el Real Club Celta europeo, mi techo depor-

tivo.

Al retomar el parquet del Pabellón de As Travesas, no ne-

cesité imponer el ritmo de trabajo a mis jugadoras. Durante un

mes, aquel plantel, capitaneado por Ángeles Liboreiro y Pepa Cal-

vet, me exigió entrenar con dureza para doblegar en su día a la

Selección Nacional que dirigía María Planas. Eran tantas sus an-

sias, que hube de frenarlas con mano izquierda para evitar posi-

bles lesiones... y aún así, más de una se resintió.

As Travesas, 2002. Selección de Veteranas del R.C. Celta. De pie: Marisol Paíno, Kelly García, Carmen Patiño, Picuca Martínez, Mari-sol Polo, Dori Barciela y Rey Lama (entrenador) Agachadas: Susana García, Virginia Barros, Noa Villamor, Belisa Gonzá-lez, Pepa Calvet y Ángeles Liboreiro.

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De nuevo entrenaba a Virginia Barros, a Picuca Martínez,

a Ángeles Liboreiro, a Carmen Patiño, a Dori Barciela, a Susana

García... y conocía en la propia cancha a Pepa Calvet, a Kelly

García, a Marisol Paíno, a Belisa González, a Noa Villamor y a

Marisol Polo... ¡Una experiencia fantástica!

El día señalado estaban más nerviosas que en una final del

Celta contra el Evax-Picadero de los años setenta. Es que además,

no podían defraudar a los viejos seguidores de entonces, que a

buen seguro, querrían volver a verlas... y si fuese posible, ganando

como antaño… Y además -valga la redundancia-, enfrentándose a

antiguas rivales, como Rosa Castillo, Concha Luque, Boni Geur,

Cecilia García, Mónica Mesa, Tete Ruiz, Loli Sánchez... y las ex-

célticas Carmen Fraile y Rocío Jiménez... Y además, derrotar a

María Planas, al frente en aquel partido de la Selección de ex in-

ternacionales, y hace años ex seleccionadora nacional, y también

rival de banquillo durante tantas temporadas…

En la arenga preliminar de vestuario, les hablé del fervor y

el entusiasmo de los hinchas de entonces, y que hoy volverían a

animarlas como treinta años atrás. Las tranquilicé; el público las

aclamó una a una en su salida al campo, y la Selección del Celta

se anotó el triunfo con autoridad por 34-25, y si el partido no lo

hiciesen tan corto debido a un fallo organizativo -25 minutos más

o menos-, hubiéramos ganado por una diferencia bastante más

abultada.

Esa tarde, en medio de mis jugadoras, al lado de mi dele-

gada Elena Sarmiento, con el aliento de nuestra fiel afición, y en-

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96

frentándome a tan emblemáticas rivales, me sentí como con treinta

años. Tenía otros tantos, pero desde aquel día, dicen que se me ve

más joven.

Segura de Luna, presidente de la Federación Española de Balonces-to durante muchos años -estuvo en dos etapas-, fallecido en los pri-meros días de septiembre del 2008. En la foto, entrega un recuerdo del partido entre veteranas a Picuca Martínez. Desde estas páginas, nuestro homenaje cariñoso al recordado presi-dente, que tantas horas de su vida dedicó al baloncesto.

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97

El otro día me contaba Xose Leyenda una curiosa anécdota

que le había pasado hace algunos años. Siendo juvenil, lo llama-

ron a él y a David, otro compañero, para jugar con el equipo se-

nior un encuentro del provincial, pues al parecer se encontraba fal-

to de gente. Llegaron a Balaídos ilusionados, aunque también ner-

viosos y algo asustados por el cambio de categoría. Efectivamen-

te, a escasos minutos del comienzo sólo contaban con cuatro juga-

dores, incluídos ellos dos, y ya pensaban que no podrían disputar

el encuentro. Además del partido perdido, con la correspondiente

sanción, le darían el plantón al equipo contrario, circunstancia

muy desagradable y mal vista en cualquier competición.

Cuando ya daban la situación como irremediable, aparece

corriendo por la puerta el quinto hombre, “el canario”, eufórico, y

animando a gritos a los compañeros por el camino hacia el ban-

quillo: “¡Vamos equipo, vamos!”, repetía con fuerza.

Empieza el partido, y en cada parón, “el canario” se lanza-

ba sediento a por la botella. Así continuó durante todo el encuen-

tro, ante las risas de algunos espectadores, y la desesperación de

sus compañeros y del árbitro, que no sabía cómo reaccionar en

aquella tesitura... La botella era de JB.

Juan Raposeira, compañero actual en el C.B. Baiona, me

contaba hace poco que cuando era más joven, había tenido un en-

trenador que ponía semáforos en la cancha. Me quedé mirando pa-

ra él con gesto perplejo... Yo no había oído en toda mi vida seme-

jante cosa... Por eso, que mi sentencia del comienzo, “... que lo

había visto todo...”, no podía ser otra cosa más que una mamarra-

chada absoluta. El baloncesto seguía siendo una fuente inagotable

de sorpresas. En mis 56 años de actividad no me había enterado

aún de que se podían poner semáforos en la pista. “¿Semáforos,

Juan?”. “¡Sí, sí! Entendiste bien. Yo tenía un semáforo en rojo,

no podía tirar a cesto... En verde lo tenían otros compañeros...”

Si lo hubiese sabido, le habría puesto un semáforo en rojo

en mitad de la cancha a todos mis equipos rivales... ”¡Qué pena

no enterarme antes!”

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98

Hace un par de años, llamaron a la puerta de la oficina del

C.B. Baiona. Manuel Bouzas, el presidente, contestó: “Adelante”.

Se presenta un muchachote de raza negra, con buen aspecto, son-

riente, y le dice que quiere jugar al baloncesto. Manuel se apresta

a registrar sus datos en el ordenador.

Mayo, 2008. Jordan con sus compañeros del C.B. Baiona Junior en el calentamiento previo a la final de la Copa Galicia celebrada en Carballo (A Coruña) A su izquierda Favi, y a su derecha, Germán, Jesús y Keltoi.

- ¿Nombre?

- Jordan...

- Sí, sí, muy bien... y yo, Magic Jhonson -le interrumpe

- el presidente.

- ... Jordan Matos Reyes.

… Y yo, que cuando lo veía en la cancha con el JORDAN

en la camiseta, siempre pensé que era un apodo de sus compañe-

ros… ¡¡y ese es su verdadero nombre!!

Page 99: Del patio al siguing

99

Mi sobrino Miguel era un auténtico “crack” del mini-

basket... pero aquella mañana de sábado me falló estrepitosamen-

te.

En el Colegio de la Enseñanza se batía su equipo, el Sale-

sianos, contra el Compañía de María. Al principio, el partido mar-

chaba igualado, después un poco a favor del Compañía, y al co-

mienzo del último cuarto, el Salesianos perdía por 18 puntos. Una

diferencia que parecía insalvable, considerando además, que ya

habían expulsado por personales a sus mejores jugadores, y tan

sólo quedaba Miguel de entre los titulares... Por añadidura, sus

compañeros de cuarto apenas sabían sacar de banda.

Hizo un último cuarto épico, prodigioso, de esos para con-

servar en el recuerdo toda la vida -yo al menos lo tengo muy claro

en mi memoria... y no digamos sus padres-. Se echó el equipo a

sus espaldas, animó, defendió, cogió rebotes, recuperó balones, y

anotó l7 puntos, casi todos en rápidos contraataques. Acabaron

ganando 33-34.

Pero me falló en algo puntual. La jugada la tengo en la ca-

beza con claridad… ¡Qué pena!

Miguel coge un rebote debajo del aro, y sale raudo al con-

traataque salvando la presión de cuanto enemigo se le pone por

delante. Atraviesa el medio campo, se acerca a la canasta, se dis-

pone a dar los dos pasos de rigor… y ¡de pronto!... se para, y tira

furioso el balón contra la pared del fondo… Había perdido la bota

de su pie izquierdo, mejor dicho, se la quitaron de un pisotón en el

forcejeo, y se quedó atrás en su campo, bajo el aro. Se fue a bus-

carla enfurecido, y con ello, perdí la ocasión de contemplar a un

jugador metiendo descalzo una canasta de aro a aro.

“Oportunidad perdida. ¿Llegaré a verlo algún día? Segu-

ro que no…”

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100

Temporada 2007/08 Miguel Rey Mallén, jugador infantil del Club Vigo.

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101

Hace unos años jugaba en el Rodaballo un muchachote

vasco, Joseba, que haciendo honor a los de su tierra, era gran afi-

cionado al buen comer y mejor beber. Aquel sábado había recibi-

do la visita de su familia, comieron juntos en un conocido res-

taurante, lo celebraron a satisfacción, y a las seis, teníamos partido

en Redondela.

Como era su costumbre, llegó un poco justo de tiempo, y

se fue a mudar apresurado al vestuario, situado en el fondo del

Pabellón del Instituto donde jugábamos.

El campo tenía una red protectora por detrás de las porte-

rías de balonmano, algo habitual en muchos pabellones. Suelen

estar ancladas en el suelo, pero en este caso, colgaban simplemen-

te hasta abajo sin ninguna sujeción.

“El vasco” se mudó con rapidez, salió apurado del vestua-

rio, y al toparse con la red, en lugar de bordearla, pretendió atra-

vesarla por el centro. No se sabe bien si la comida le había dejado

algo de neblina en la visión, o fue un vulgar despiste. El caso es

que “el vasco”, al intentar separarla, lo único que consiguió fue

que la red lo rodeara, se enganchara a ella con la bolsa que llevaba

en la mano, y por más aspavientos que hacía para liberarse, cada

vez estaba más enredado, y nunca mejor dicho. La situación se

agravaba por momentos, y las maldiciones de Joseba, que empe-

zaron a multiplicarse y a subir de tono, alertaron a los jugadores

contrarios y a los “rodaballos”, que hubieron de prestarle asisten-

cia urgente para sacarlo del enredo. Faltó poco para llamar a los

Bomberos y a Protección Civil.

Salvada la peligrosa situación, el partido se detuvo. No se

podía continuar a causa de las incontenibles risas de todos los pre-

sentes. Al cabo de un buen rato se reinició, y aún así, entre canasta

y canasta, a más de uno le volvía el ataque de risa, sobre todo, al

ver a Joseba en el banquillo, o sólo con oírle en alguno de sus co-

mentarios. Ya no digamos cuando hubo cambio, y entró en el

campo de juego... “Como te muevas demasiado, te llevo a la red

de nuevo...”, le decía su marcador provocando todavía más risas...

En este inusual estado anímico, el tanteo resultó más bien

bajo. El contagio de las carcajadas anuló la precisión de los lan-

zamientos. No sería una mala táctica para emplear por sorpresa en

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algún partido decisivo... un CD con chistes de “Martes y Trece”...

las empanadillas de Engracia...

Y es que Joseba, “el vasco”, había quedado más engan-

chado en la red que un vulgar peixe-sapo.

Club Rodaballo. Subcampeón Liga Local 2002/03.

Es muy habitual en los aficionados hacer comparaciones

entre el deporte femenino y masculino. Pero esto sólo ocurre

cuando la parte femenina goza de un nivel extraordinario, ya que

se da por hecho que el hombre es muy superior a la mujer en el

campo deportivo por cuestiones físicas, y de ahí, su separación en

las competiciones.

En la temporada 1973-74, el Real Club Celta Femenino al-

canzó el subcampeonato de Liga, empatado a puntos con el cam-

peón, el C.D. Mataró. Se firmó una brillante campaña. La hincha-

da, cada vez más numerosa, vibró con el equipo. Vigo contó con

sus primeras internacionales, y se respiraba en la ciudad un clima

de inmenso entusiasmo con las célticas. Estaban de moda...

Entrando en las comparaciones de rigor que mencionaba,

me decían algunos hinchas apasionados que el Celta Femenino le

ganaría a cualquier equipo masculino de la ciudad. Yo les respon-

día que no, que sería imposible, pero los aficionados se lo toma-

ban como una falsa modestia por mi parte.

En ese momento, un mes después de finalizada la Liga Na-

cional de 1ª División, se celebraba en Vigo el Campeonato de Eu-

ropa Junior Femenino. La selección, entrenada por Solá, coach del

Mataró, llegó varias semanas antes a la ciudad para prepararse

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103

concienzudamente. Teníamos dos célticas en el equipo español,

Ángeles Liboreiro y Susana García.

España realizó un magnífico papel, y se clasificó a mitad

de tabla entre las doce selecciones participantes. En aquel momen-

to, éramos de los países de cola en el baloncesto femenino euro-

peo, y por lo tanto, se consideró como resultado excelente. Éxito

total, y destacada actuación de las célticas.

Pues bien, una semana después de la llegada a Vigo de la

selección, el entrenador nacional, José María Solá, me dice: “Luis,

reúne un equipo masculino para jugar un partido de entrenamien-

to. El próximo jueves, a las siete.”

Aclaro, para quién no lo sepa, que los equipos y deportis-

tas femeninos de alto nivel se ven obligados, a menudo, a entrenar

con los masculinos, ya que en la propia zona no suelen existir ri-

vales que den la talla necesaria. Con el Celta, también lo hacía-

mos.

Cuando llegamos al Pabellón el día del partido, los directi-

vos del Celta, algunos aficionados, gente que seguía los entrena-

mientos de la selección... nos miraron con la sonrisa en la boca, y

nos comentaron con ironía: “¿Vais a jugar contra las chavalas?

¡Os van a meter una “pana”...!” En esto aparece Solá, y me acla-

ra: “Luis, vamos a jugar cuatro tiempos de quince minutos.” Al

oírlo, los aficionados le dicen al seleccionador: “¿Cuatro tiem-

pos? Éstos no pasan del tercero.” Yo me reía por dentro, sabía de

sobra lo que había. “Bueno, eso ya se verá”, respondí amenazan-

te. Más recochineo ante mi respuesta.

Nuestro equipo lo formábamos los entrenadores del club,

Vicente Rodríguez, Paco Martínez y yo -retirados los tres del ba-

loncesto activo-, Antonio Nieto, marido de la jugadora céltica Ma-

ribel Lorenzo, un jugador del Ademar, Armando, y tres o cuatro

amigos de poca relevancia en el baloncesto local.

Silenciamos de inmediato el choteo inicial de los presen-

tes, y ganamos por amplia diferencia, más o menos 85-45. Yo es-

peraba algo parecido, pero aún guardaba ciertas dudas debido a

nuestra nula preparación, y a la excelente puesta a punto de las

chicas.

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En los días siguientes, el seleccionador y toda su camarilla

de seguidores justificaron la derrota comentando que había sido el

primer partido que jugaban juntas, que aún no se compenetraban

bien, que no conocían los sistemas... “Luis, mañana repetimos el

partido. A la misma hora.”, me emplaza Solá el miércoles anterior

al segundo partido.

Les ganamos por más diferencia todavía, como 95-50. An-

tes de finalizar el tercer tiempo, me dice el seleccionador, com-

pungido: “Al acabar este tiempo, lo dejamos.” Como ya faltaban

pocos minutos, hicimos el cambio de los tres del banco por tres

del campo, y a éstos, los mandamos a duchar. Termina el tiempo y

el partido... y en estas se acerca Solá, más animado, y me dice:

“Luis, con este equipo que tenéis ahora, jugamos el cuarto tiem-

po.” “¡Ah! Muy bien.”, respondí. Se habían ido al vestuario los

jugadores altos, y en el campo sólo quedábamos los bajos.

Les metimos más “chosca” que en todos los tiempos ante-

riores, algo así como un parcial de 30-10.

No nos volvieron a llamar, pero después, seguramente gra-

cias a nosotros, rindieron a un gran nivel en el torneo.

En definitiva, que en el deporte, aunque sea sólo por la di-

ferencia física, un hombre es un hombre. Pero de vez en cuando

hay que ponerlo en claro.

Susana García, en el centro, con la Selección Nacional. A su izquierda, Marisol Paíno y Neus Bartrán. A su derecha, Conchita Jiménez y Ánge-les Liboreiro.

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105

En la fotografía que inspira estas líneas -página siguiente-

se puede ver el legendario Campo de Granada en un partido Estu-

diantes-Álvarez de máxima rivalidad local. Década de los sesenta.

La aparición repentina en el baloncesto vigués del Club

Manuel Álvarez desestabilizó por completo la situación. La impo-

nente fuerza de la empresa de Cabral -cerrada por quiebra hace

años-, dotó a su flamante equipo de unas posibilidades económi-

cas contra las que no podían luchar de ninguna forma las modestas

arcas del C.D. Bosco y del Club Estudiantes, que bastante hacían

con subsistir.

Por primera vez en nuestra ciudad, se empezaría a pagar a

los jugadores, y como los tres patacos que les ofrecían en aquel

comienzo eran mucho comparados con nada, el Álvarez se llevó

de ambos clubs a la mayoría de los que pretendió. De entrada, ya

empezaba por ganarse todas las antipatías de los clubes rivales,

incluidas, por supuesto, las de sus respectivas aficiones.

Además de los jugadores locales “robados” -ese era el sen-

tir- a golpe de talonario, el Álvarez conseguiría traer a dos formi-

dables promesas procedentes del Club Estudiantes de Madrid, Pe-

dro Montilla y Chiky Fuentes. Fueron los dos primeros jugadores

foráneos llegados a Vigo para jugar al basket.

Formada la revolución en Vigo con el nacimiento de un

tercero en discordia, que debutaba con “malos modales”, se rom-

pía la armonía del baloncesto puro que hasta ese momento exis-

tía en la ciudad. Los ideales, el orgullo de defender unos colores,

la sana lucha deportiva, el honor del club, el esfuerzo a partir de

los propios medios, el fervor de sus aficiones, el trabajo sin pausa

con la cantera... eran valores y sentimientos que, tristemente, se

empezarían a diluir...

En la foto, se puede comprobar el formidable aspecto que

rodeaba estos partidos de rivalidad. La madura afición estudiantil

se encontraba ahora en el otro frente con la reciente hinchada del

Álvarez, salida de los más de mil trabajadores de la empresa. Las

citas de aquellos eventos solían ser a las doce de la mañana del

domingo, en horario estelar.

En la cancha se aprecia la presencia de jugadores impor-

tantes de la época. El Club Estudiantes jugaba con camiseta blan-

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ca y pantalón rojo -los colores de Vigo-; con equipaje enteramente

azul, el Club Manuel Álvarez.

En la secuencia del juego, se ve con el balón, tratando de

finalizar un contraataque, al madrileño Montilla, al que estoy mar-

cando yo -Rey Lama para la afición-; a la derecha, Jorge Domín-

guez e Isidro Gallego -“robado” a nuestro equipo-; más atrás a la

izquierda, Romero Bello y José Luis -“robado” al Bosco-; al fon-

do por la izquierda, Gustavo –ex Ademar- y Rafa Tapias; y al fon-

do por la derecha, Mimoun -marroquí procedente del Estudiantes

de Madrid-, y Severo Iglesias. El árbitro único, el Sr. Ramos.

Las aficiones, situadas a pie de campo y alrededor. Como

se puede observar, los espectadores de primera fila, cómodamente

sentados en el banco que rodeaba la pista. Las sábanas de las que

hablé en páginas anteriores, aparecen por detrás del público, invi-

tando al personal a pasar por taquilla.

¿El resultado? Ni lo sé. En partidos de aquel calibre podía

ganar cualquiera de los dos. El que sí ganaba, seguro, era el ba-

loncesto.

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El escenario, la escena, la imagen de todos sus personajes

concentrados en el juego, las ilusiones que trasmite la foto, la

emoción contenida de la gente... me producen, desde la larga dis-

tancia de cuarenta años, un profundo respeto. Me siento orgulloso

y afortunado de haberlo vivido como protagonista.

Los Maristas, años sesenta. José Carlos Freijeiro recogiendo un rebote en un Ademar-Bosco en lucha con Carlos Pomar.

José Carlos Freijeiro, un par de años después, sería el im-

pulsor principal, junto a José Luis Rodríguez, del Club Manuel

Álvarez. Había jugado en el Areosa, Estudiantes y Bosco, y en ese

papel de co-fundador, jugador y entrenador, Freijeiro acabó acapa-

rando las antipatías del baloncesto vigués. El carácter desestabili-

zador del nuevo equipo, fichándole jugadores a todos los clubs de

la ciudad con las primeras ofertas dinerarias, motivó ese sentir ge-

neralizado.

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Joaquín García Picher resultó ser el hombre más de-

terminante en el devenir de la historia estudiantil. Fundador, juga-

dor destacado, entrenador, cerebro del Club Estudiantes de Balon-

cesto dentro y fuera de la cancha, técnico accidental del equipo

masculino y femenino en ausencia de los titulares, dirigente co-

rajudo y decidido...

Lo fue todo en el Club Estudiantes, aunque sus períodos de

dedicación nunca fueran demasiado largos por causas diversas.

Sus estudios, sus relevantes puestos en las empresas donde traba-

jó, su profesorado en la Escuela de Comercio... y más tarde, la

Alcaldía de la ciudad, le impidieron estar a pie de pista en tantas

ocasiones como a buen seguro le hubiese gustado... Pero en la

sombra, nunca dejó de vigilar, de dirigir con su sabio consejo, la

marcha del Club Estudiantes, y más tarde, después del cambio, la

del Real Club Celta de Baloncesto.

En su etapa como directivo céltico -de fútbol-, había con-

seguido con su influencia la conversión del Club Estudiantes de

Baloncesto en Real Club Celta, y de esta manera, bajo la protec-

ción económica celeste, se logró superar las penurias permanentes

que asolaban a los estudiantiles. La resolución a estos problemas,

al parecer, agradó a la directiva estudiantil, incapaz de resolver un

futuro cada vez más exigente.

Y es que, con el equipo femenino en División de Honor

viajando por toda España, y el masculino en Segunda Nacional

por una cuarta parte del país y con aspiraciones al ascenso, la si-

tuación se hacía insostenible, a pesar del absoluto amateurismo de

sus componentes.

La aventura del cambio propiciada por García Picher, no

resultó positiva a corto plazo en lo que se refiere al equipo mascu-

lino. Cinco temporadas más tarde, desaparecería. El club no quiso

-ni pudo- entrar en el juego de pagar altas fichas a jugadores.

El Real Club Celta Femenino, en cambio, entró con firme-

za en una dinámica de éxitos, que ya lo colocaría en primer plano

del baloncesto nacional hasta hoy en día, 2008.

A sus clasificaciones destacadas en Liga y Copa, se suma-

ban los debuts internacionales de muchas de sus jugadoras: María

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del Carmen Martínez, Maribel Lorenzo, Carmen Fraile, Ángeles

Liboreiro, Susana García...

Joaquín García Picher, alcalde de Vigo en esa época, con-

tinuó como vigilante permanente de las féminas célticas, ayudan-

do cuanto pudo, y dando siempre su ánimo entusiasta y su consejo

valioso a dirigentes, técnicos y jugadoras.

Las fotografías que vemos en páginas sucesivas, año 1974,

corresponden a una recepción en el antiguo Ayuntamiento de Vi-

go de la Plaza de la Constitución. Como Alcalde de la ciudad,

ofrecía un vino español a los equipos del Basket Düsseldorf y del

Real Club Celta, con motivo de la eliminatoria de la Recopa de

Europa “Liliana Ronchetti”, que se celebraba en nuestra ciudad.

Siempre atento y cariñoso con las célticas, las recibía en-

cantado cuando lo aconsejaba el rigor del protocolo… o si no,

buscándose algún pretexto para ello.

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Ayuntamiento de Vigo, 1974. Vino español servido en la recepción ofrecida por el alcalde. Jugadoras alemanas, su entrenador, Picuca y el directivo céltico, Ismael Pérez Izaguirre.

El alcalde Joaquín García Picher, conversando con Rey Lama.

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¡Vaya documento histórico! La excelente foto que vemos a

continuación, resume el baloncesto de la década de los cincuenta.

Yo, por entonces, tendría unos doce años, más o menos, y era se-

guidor del Bosco, de los que iban por todo Vigo detrás de su equi-

po, jugara dónde jugara.

Escenario, el mítico Campo de Taboada Leal del Club De-

portivo Bosco. El decorado, a punto para la puesta en escena: sus

canastas artesanales de madera, su piso de tierra bien cuidado, la

valla blanca limitando el terreno de juego, las casas de fondo, que

aún hoy existen, sus vecinos dispuestos para presenciar el partido

desde ventanas y balcones, una bandera de España colgada de un

árbol para resaltar el evento, la fiel afición conversando en grupos

a la espera del comienzo... y entre ella, mi hermano Gonzalo y yo.

¿El equipo? Un lujazo de la época. Buena presencia, ele-

gante chándal -color marino-, botines de lona negra -marca Eya-,

nombre y números bordados en blanco, dos balones de cuero -co-

sidos a mano-... y posado perfecto de sus componentes para las cá-

maras fotográficas... Se nota que allí había muchas tablas.

¿Por qué un lujazo?... ¿Por su indumentaria?... También,

pues hay que aceptar que la foto del C.D. Bosco de los años cin-

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cuenta podría ser publicada hoy en día en la prensa como la de

cualquier equipo actual. Su discreta clase salta a la vista, a pesar

del medio siglo que ha pasado, hasta incluso con mucha mejor

imagen que la que ofrecen bastantes equipos de hoy en día... ¡Y

no exagero!

Lo del lujazo lo decía por sus jugadores. En el grupo están

los mejores, las máximas figuras del baloncesto vigués de los años

cincuenta, los divinos... No creo que falte ninguno... Tomaban el

relevo a la generación de los cuarenta, la de los Cardeñoso, La-

mas, Lopo, Ferrón, Valentín, Mallén, “Salvito”... los divos de en-

tonces.

Por eso pienso que el C.D. Bosco de la foto, año 1951, de-

be estar reforzado por jugadores del Club Estudiantes, y tal vez,

por alguno del Club Areosa –ex alumnos maristas-.

De píe: Cándido Gil, “Pichicho” Giráldez -fundador y ju-

gador del Club Estudiantes-, Boliche -mi ídolo bosquista en la ni-

ñez-, Mito, Álvarez y Benito Lorenzo -del Club Estudiantes.

Agachados: Julio Castro -jugador y futuro entrenador del

Estudiantes-, Alonso -también del Estudiantes-, Cabaleiro, Rolán -

mi otro icono del Bosco-, y Barros.

Después de posar para la foto, partido de emoción, brillan-

tez, entrega… y con esta plantilla, seguro que victoria. Se iba a

jugar...

Poca variación se ve en la Selección de Vigo de la ins-

tantánea siguiente. Era un año más tarde, l952, y el mismo escena-

rio, el campo de Taboada Leal. Hay ausencias y novedades en el

grupo, pero igual que en el seleccionado anterior, están presentes

las estrellas de la época. Los recuerdo a todos con claridad, aun-

que a unos más que a otros, porque “Pichicho” Giráldez y los

hermanos Castro, por mencionar a algunos, se ausentaron pronto

de nuestra ciudad.

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Agosto de 1952. Selección de Vigo.

De pie: Mito Martínez, Boliche, Pepín Castro, “Pichicho” Giráldez y Rolán. Agachados: García Pîcher, Julio Castro, Totó Castro y Chércoles.

En la página siguiente observamos una bonita escena de un

clásico Bosco-Estudiantes disputado en el Campo de Taboada

Leal. En la lucha por el rebote, los estudiantiles Ángel Román (4)

y Carlos Cerdeira -camiseta blanca- se pelean con fuerza por el

balón con el bosquista Álvarez (8). Por un lateral asoma la figura

atenta del Sr. Cancelas, el controvertido árbitro vigués, que parece

controlar la situación.

Estamos a finales de los años cincuenta, y las vallas que

rodean al campo ya no son tan rudimentarias como las que apare-

cen en las imágenes anteriores. Sobre los estéticos barrotes de

madera blanca se ven los primeros anuncios publicitarios.

El campo, como en todos los derbys, registra un lleno

completo. En esa mañana de domingo -por entonces el momento

estelar de los partidos- lucía un sol esplendoroso, circunstancia

que no siempre se daba.

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VII. La Recopa “Liliana Ronchetti”

Después del ascenso meteórico del Club Estudiantes Fe-

menino a 1ª División, y su consolidación en esta categoría, mis

deberes como jugador me obligaron -muy a mi pesar- a dejar el

banquillo de las chicas. Concluí esta primera etapa a mediados de

la temporada 1965-66, y retomé el equipo, ya con el nombre del

Real Club Celta, a mitad de la Liga 1972-73. De la plantilla del

ascenso continuaban María del Carmen Veiga, Maribel Lorenzo,

Picuca Martínez y Amparo Dios.

Ahora, el reto no era otro que salir de la mediocridad, y as-

cender a los primeros puestos de la máxima categoría nacional.

Pronto se conseguiría, de hecho, al primer intento. Finalizamos

terceros esa temporada, y subcampeones a la siguiente, 73-74. A

partir de ese despunte de calidad, el Real Club Celta quedó en-

cuadrado -hasta hoy- entre los mejores equipos femeninos del

país, ganando títulos de Liga y Copa, Campeonatos Juniors, y

aportando a la Selección Nacional un gran número de jugadoras.

En 1971, Mª del Carmen Martínez sería la primera interna-

cional viguesa de una Selección Nacional, que al mando efímero

de Lluis -legendario base del Joventut y Real Madrid-, daba los

primeros pasos en su incipiente andadura internacional.

Afianzado el equipo en la Liga, el sueño europeo empezó a

rondar en mi cabeza con insistencia. En aquel tiempo, mi mente

calenturienta de entrenador ambicioso no cesaba de plantearse

nuevos objetivos.

En este mismo instante, al recordarlo, me digo pesaroso:

“Luis, se nota que vas a menos. Ahora, en 2008, sólo aspiras a

tener cinco jugadoras para poder celebrar el encuentro...” Reca-

pacito ante tamaña acusación, y me justifico lleno de argumentos:

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“Pues es un mérito como otro cualquiera. La calidad hay que

demostrarla en las situaciones más adversas. No todo en el ba-

loncesto es ganar medallas y trofeos, también hay que saber asu-

mir otros “roles” menores, y se puede, de la misma forma que

para grandes objetivos, crear la ilusión de salir de la miseria...”

Al final de la temporada, el subcampeonato nos otorgó el

derecho a participar en la Recopa de Europa “Liliana Ronchetti”,

de reciente creación, junto al Creff de Madrid y a la Tabacalera de

La Coruña, tercero y cuarto respectivamente. Por primera vez, un

equipo gallego, junto al club coruñés, disputaba un torneo euro-

peo.

La eliminatoria inicial se disputaba por proximidad geo-

gráfica, tratando así de evitar gastos a un baloncesto femenino,

que, en esa época, no andaba precisamente muy boyante de recur-

sos económicos. Parece ser que ahora, cerca de cuarenta años des-

pués, 2008, las cosas han cambiado de forma espectacular, aun-

que haya equipos, como el Real Club Celta hace cinco años, que

se vean obligados a renunciar a Europa por su elevado presupues-

to. Pero es que actualmente, también deben asumir el alto costo de

la plantilla, siempre con varias extranjeras en sus filas. En la déca-

da de los setenta, nadie cobraba una sola peseta por jugar, ni la

mayoría de los entrenadores percibían cantidad alguna por su la-

bor, yo al menos nunca lo hice.

En la ronda del debut nos enfrentamos al representante

portugués, el Club Philips de Lisboa. En la siguiente página, la

foto deja para la historia el documento de la primera expedición

céltica a una competición europea.

De píe: Virginia Barros, Elena Sarmiento -delegada-, Ma-

ría del Carmen Veiga, Picuca Martínez, Jaime Gómez -presidente

de la sección-, Antonio Vázquez -presidente del R.C. Celta-, Alvi-

te -directivo del R.C. Celta-, Ismael Pérez Izaguirre -directivo de

la sección-, Agustín García Maldonado -delegado-, y Rey Lama -

el entrenador.

Agachadas: Susana García, Ángeles Liboreiro, Maribel

Lorenzo, Carmen Fraile, Amparo Dios y Aurora.

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El punto de encuentro para la salida fue el “Basket Bar”,

en la Calle Doctor Cadaval. Como las carreteras no eran lo que

son en la actualidad, el viaje se programó en dos tramos: Vigo-

Oporto, en coche, y Oporto-Lisboa, en avión.

El partido con el Club Philips lo resolvimos desde el pri-

mer momento con total autoridad, sin que hubiera nada reseñable

que destacar. El bautismo europeo -también para las lusas-, había

resultado satisfactorio, y la diferencia sustancial obtenida en Lis-

boa otorgaba absoluta tranquilidad para el encuentro de vuelta.

Después de la confrontación, los portugueses -siguiendo el

ceremonial acostumbrado en estos lances- nos invitaron a cenar en

un típico restaurante de fados. La velada resultó entrañable, y al

son de la melancólica música portuguesa, concluía la histórica,

inolvidable y exitosa jornada del bautizo europeo del Real Club

Celta.

El partido de vuelta, celebrado en el Frontón Municipal

con lleno absoluto, no tuvo demasiada historia. Victoria clara y

superioridad manifiesta de las célticas desde el primer minuto de

juego.

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En una de las fotografías de la contienda, Maribel Lorenzo

disputa un rebote a las portuguesas. En la otra, en un tiempo muer-

to, me dirijo a Susana García, María del Carmen Veiga, Maribel

Lorenzo, Ángeles Liboreiro -de espaldas- y Picuca Martínez.

Detrás, en la mesa de anotadores, un personaje muy querido del

baloncesto vigués de entonces, Jacinto Cruz, amigo y admirador

entrañable de nuestro equipo.

Luego, nos tocaron en suerte las alemanas del Düsseldorf,

B.C., que de acuerdo con nuestra directiva -para ahorrar gastos-,

solicitaron celebrar los dos partidos de la eliminatoria en nuestra

ciudad. Triunfos trabajados del R.C. Celta en ambos encuentros,

con diferencias cortas, y jugados a mitad de semana, el miércoles

y el jueves.

Pabellón de las Traviesas, 1974. R.C. Calta- Düsseldorf B.C. Elimina-toria de la Recopa de Europa “Liliana Ronchetti”. Se puede compro-bar el excelente ambiente que hubo en las gradas del pabellón. En la jugada, Picuca culmina un contraataque, seguida de su com-pañera Ángeles Liboreiro, y de dos alemanas.

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Real Club Celta y Basket Düsseldorf al finalizar la eliminatoria.

En tercera ronda nos correspondieron las yugoslavas del

Estrella Roja de Belgrado. Resultó una experiencia imborrable,

que puso fin a nuestra primera participación en competición euro-

pea

Partido de ida en Yugoslavia. A la mañana siguiente de

nuestra llegada a Belgrado, solicitamos campo para hacer una

suave sesión de física y tiro. El entrenador contrario nos recogió

en el hotel, y nos llevó a un imponente Centro Deportivo, con va-

rias canchas de entrenamiento -sin gradas-, una formidable piscina

cubierta, y un enorme gimnasio, lleno de máquinas, espalderas,

bicicletas estáticas, aparatos de remo, pesas... Nunca habíamos

visto un gimnasio así.

El entrenador balcánico me explicó que su equipo no salía

de allí en el primer mes de pretemporada, si acaso un par de veces

a la semana para acudir a la piscina. Entrenaban todos los días y

descansaban el domingo.

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Nos quedamos asombrados. En el año 1974, yo no sabía de

ningún club en España de cualquier deporte de equipo que tuviese

una preparación de ese nivel e intensidad. Es más, en aquel mo-

mento parecía impensable que los deportistas españoles estuviesen

dispuestos a someterse a semejante preparación. Los yugoslavos,

por lo que vimos, ya la hacían... y así les iba.

El Sverna Zerna -Estrella Roja en su idioma- nos ganó con

absoluta claridad, y dejó resuelta la eliminatoria. El partido no tu-

vo historia.

Temporada 1974/75

Presentación de los equipos en el partido de Recopa de Europa en-tre el Real Club Celta y el Estrella Roja de Belgrado. Maribel Lo-renzo, Carmen Fraile, Ángeles Liboreiro, María del Carmen Veiga, Aurora, Anun, Susana García, Virginia Barros, Picuca Martínez y Am-paro Dios.

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Quienes sí tuvieron historia fueron Antonio Vázquez, el

presidente del Real Club Celta, Jaime Gómez, el delegado de la

sección, y el resto de la comitiva de acompañantes. Mientras en-

trenábamos, quisieron tomar unos vinos de aperitivo, y por más

que buscaron por las calles de Belgrado, no consiguieron encon-

trar un sólo bar. Hasta fueron detrás de un borracho, por ver si los

guiaba... y nada. ¿Dónde se habría emborrachado aquel hombre?

En el partido de vuelta, la mencionada superioridad yugos-

lava ya no fue apabullante, entre otros motivos, por la ausencia de

su mejor anotadora y jugadora estrella. Según los rumores, no le

permitieron viajar con su equipo por temor a que pidiera asilo

político en España. En aquellos tiempos, los deportistas destaca-

dos de los países “tras el telón” eran muy vigilados para evitar la

citada circunstancia.

Resumiendo: después de un encuentro vibrante y disputa-

do, se impuso el Estrella Roja por una corta ventaja, 71-74.

“Cinco inicial” del Estrella Roja de Belgrado y del R.C. Celta. Por las viguesas, Carmen Fraile y Maribel Lorenzo, de pie, y Amparo Dios, Picuca Martínez y Mª del Carmen Veiga, agachadas.

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El entrenador yugoslavo tuvo una terrible bronca con sus

jugadoras al término del partido. Después de la cena de ritual en

el Hotel Samil, se les invitó al Nova Olimpia, y recuerdo que

al poco de llegar a la Sala de Fiestas, les ordenó retirarse a su

hotel, me temo, que como castigo.

Por cierto, las balcánicas arrasaron con las neveras de sus

habitaciones. Las dejaron completamente vacías, no dejaron ni

una sola botella. Hasta aquí no habría problema, pero el caso es

que la estancia en el hotel del Estrella Roja era a cargo del equipo

vigués, aunque no el consumo de las bebidas de los frigoríficos.

Se fueron sin pagarlas, y el costo, para el Celta, suponía un gasto

adicional demasiado elevado… Parece ser que la Embajada de

Yugoslavia en Madrid se hizo cargo de los “extras”…

También recuerdo la preocupación excesiva de los di-

rectivos del fútbol por nuestras jugadoras en el Nova Olimpia.

“Ya es muy tarde, Luis. Las chicas tienen que irse.”, me achu-

chaban. “El domingo viene el Mataró.”, me recordaba Luis

Fernández Castro y alguno más. “Aún es jueves -les dije-. Tienen

tiempo de sobra para descansar.” Yo sabía que ya lo estaban

haciendo en la Sala de Fiestas, porque la tensión competitiva tam-

bién hay que saber echarla fuera.

El domingo, a las doce, el Real Club Celta vencía por pri-

mera vez, y con claridad, al Ignis-Mataró, vigente Campeón de

Liga y repleto de internacionales. Su entrenador José María Solá

ejercía también como seleccionador nacional, y a partir de este

encuentro, empezaría a convocar a jugadoras célticas para el com-

binado español.

Luis Fernández Castro, directivo del Celta.

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Pabellón de las Traviesas, temporada 1973/74 Picuca Martínez en el partido de Liga, Celta-Ignis Mataró, finalizan-do una entrada a canasta. A su lado las internacionales catalanas Carmen Famadas (4) y Nuria Rosell (7). Venció el Celta por 52-45.

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VIII. Los maestros del amor

El baloncesto es como una diosa del amor, que va enamo-

rando insaciable a todo aquel que se cruza en su camino. Niños,

jóvenes, adultos, mayores, ancianos... rubios y morenos, gordos y

flacos, altos y bajos... “¡Perdón! A los muy bajos, salvo contadas

excepciones, no los quiere demasiado”... padres y madres que van

con sus hijos, hermanos, primos, tíos, abuelos... aficionados ani-

mosos, exigentes, alegres, apasionados, “arma-bullas”... enten-

didos, pretensiosos...

Conocí a unos padres que, en los primeros días, leían la

prensa en la grada mientras su hijo se iniciaba en el baloncesto:

“¡Vaya rollo!”, comentaban con sus allegados. Al poco tiempo,

hacían un par de agujeros en el periódico para espiar los progresos

del chaval; más tarde, posaban el diario en el regazo para no per-

derse un detalle... Un día el entrenador les dijo que el niño tenía

condiciones... Hoy van con corneta a los partidos... hasta con pan-

carta en las jornadas estelares... e incluso llegan a aconsejar al

coach en los cambios... ¡Es el misterioso embrujo del basket!

Pero de entre tantos enamorados como seduce, los amantes

preferidos de la “Diosa Canasta” somos los entrenadores. Ella per-

cibe, y por eso nos adora, que al mismo tiempo que la amamos

con pasión en cada instante, iniciamos también a los neófitos en el

arte de entenderla y amarla. Les enseñamos a botar, a pasar, a de-

fender, a atacar, ¡a encestar!... Les inculcamos el arte amatorio del

basket. Somos los maestros del amor.

Nuestras relaciones amorosas con la “Divina Musa” son

tan prolíferas, tan impredecibles, tan irregulares... que se pueden

manifestar de cuantas formas y maneras logre la fantasía imagi-

nar: apasionadas o lánguidas, programadas o espontáneas, tan dul-

ces ahora como violentas más tarde, para reír o para llorar, esplén-

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didas a veces y nefastas otras, ruidosas o discretas, cariñosas o

agresivas, anónimas en muchas ocasiones y en primera plana en

unas pocas, para olvidar algunas y para recordar eternamente

otras, las hay que envejecen por el desastre, y también las que te

hacen más joven con el triunfo... ¡Qué locura! ¡El gran teatro del

basket!... Es el hechizo seductor de la canasta y el balón...

Yo sé de un entrenador que decía que cada cana de su ca-

bellera -totalmente blanca-, era producto de un contraataque falli-

do de su equipo. Y yo deducía para mis adentros: “A tenor de la

cantidad de pelo blanco que luce, sus jugadores no debieron me-

ter ni un sólo contraataque a lo largo y ancho de su vida en los

banquillos.”

Me contaba una amiga, que siendo novios ella y su actual

marido, él entrenaba a un equipo de chicas, y que a ella, “aquello

de la palmadita en el culo para animarlas, no le convencía dema-

siado.” Dejó la palmadita, y ahora entrena sólo a hombres... sin

palmadita, por supuesto... hasta podría parecer sospechoso.

Conocí a un entrenador de Lugo -a mitad del siglo pasado-

que además, hacía la crónica de su partido en el diario “El Pro-

greso”. “La Lucense empezó dominando el encuentro, y se ade-

lantó en el marcador por 0-2, 2-4, 2-6... Después tuvo mala

suerte, el balón no quiso entrar, y la Bazán acabó venciendo por

83-20, tras un partido muy igualado...”

Sé de un entrenador en Vigo que le reza a Dios cada ma-

ñana para que aumente las horas del día, y disponer así de más

tiempo para entrenar. No me gusta decir su nombre...

Hay otro en Baiona al que le gustaría tener mayor potencia

de voz para poder gritarle aún más alto a sus jugadores. No re-

cuerdo ahora cómo se llama...

¡Por cierto! A ninguno de estos dos entrenadores les en-

tiendo absolutamente nada cuando se dirigen a sus jugadores en

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los entrenamientos. Yo pienso: “Y ellos, ¿le entenderán algo?... ”

Pues parece que sí, porque sus equipos juegan de maravilla... ¿Pe-

ro quién sabe?... a lo mejor es precisamente por eso, por no enten-

derles nada.

Me contaban los hermanos Vilas, memorables directivos

del Club Estudiantes, que Joaquín García Picher, en su etapa de

entrenador del equipo, le pegaba un par de bofetadas a su jugador

Severo Iglesias en los tiempos muertos... tan sólo para espabilarlo

un poco.

Campo del Jardín Park, temporada 1957/58 Carlos Cerdeira y Severo Iglesias reciben instrucciones en un tiem-po muerto de su entrenador, Joaquín García Picher.

¡Qué cantidad y variedad de métodos de entrenamiento

existen! Picuca Martínez, mi querida compañera, tuvo un entrena-

dor en el Real Club Celta -debutaba con féminas-, que cuando se

cansaban un poco, las mandaba con mimo a descansar a la grada.

Faltó muy poco para que un día se reunieran todas en “la grada del

descanso”... y ya de paso, tomar un té con pastas... y ya luego, se-

guir con el entrenamiento… o no.

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¡Y cómo se expresan algunos! El otro día en Baiona, ex-

pulsaron al entrenador visitante por protestarle a los árbitros -yo

creo que con razón-, y le hicieron abandonar el banquillo. Se fue

al pasillo de los vestuarios, e hizo de Ronaldinho: las tremendas

patadas a puertas y armarios se oían en las gradas más lejanas...

Mi eterno entrenador, Julio Castro, nos decía cuando le

teníamos miedo al rival... y sobre todo, a su “peligrosa” cancha:

“¡Tranquilos, que aquí no se comen a nadie! Los leones aún están

en la selva.” Es que los jugadores se asustan mucho... y nosotros

los entrenadores, aún más.

A veces, tus chicos llegan nerviosos y asustados a los par-

tidos, y alguno, para justificarse, te comenta: “Míster, es que tie-

nen a Julio Bernárdez, a Pepe Conde, a Suso Cobián, a Moncho,

Jesús, Alberto Abalde, Jenaro Vázquez, Barbará, Julio Teixei-

ra...” “¡Paaaara! ¡Para! ¡Para! ¡Para!... En el campo sólo jue-

gan cinco... que yo sepa.”, le contesto. Hay que engañarlos de

alguna manera: psicología de banquillo.

Club Xuventude, Campeón Liga Local 2006/07. De pie: Moncho Lago, Genaro Vázquez Jesús Núñez, Julio Bernárdez, Rober y Manuel Villar. De rodillas: Boby, Suso Cobián, Pepe Conde, Ángel Barbará y Julio Teixeira.

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Por la década de los sesenta destacaba en nuestro mundillo

del baloncesto un cronista, Víctor Posada, que firmaba con el

pseudónimo de Enceste sus colaboraciones en el diario “Faro de

Vigo”. En una ocasión, con motivo de un partido amistoso entre el

Club Estudiantes y una selección de marinos de un portaaviones

americano, anclado en el puerto vigués, comentó entre otras cosas

al anunciarlo: “… Como los americanos son muy altos, los estu-

diantiles tendrán que jugar por lo bajo para contrarrestar la altu-

ra de sus rivales...” Sabio consejo.

Enceste tenía unas miras del baloncesto muy avanzadas.

Nunca lo supimos entender bien. “El estudiantil Pololo Cobián

jugó de “pívot ambulante” ante los departamentales...”, comen-

taba en una ocasión. Y ahora, al verlo en la tele, ya pasados mu-

chos años, me vino la luz: “¡Joder!-con perdón-. Esto es lo que

decía Enceste, el “pívot ambulante”. Es la posición de Gasol o

Garbajosa cuando salen de la zona, buscan la línea de 6,25, y

anotan un triple.” ¡Qué lección nos daba ya entonces Enceste! ¡Y

la desaprovechamos!

Gozaba de una visión sui generis del juego. Severo Igle-

sias le decía a Camilo Nogueira, compañero de equipo, después

del encuentro: “Vamos a facilitarle a la prensa los mejores del

partido.” “¿Queréis salir destacados en el “Faro” de mañana?”,

les preguntaba a los debutantes. Se arrimaban a donde estaba En-

ceste viendo el encuentro siguiente, y Severo comentaba en voz

alta: “Oye Camilo, ¡qué bien jugó hoy Abelenda!.“Pero el mejor

fue Ferrito.”, le contestaba Nogueira. Ni uno ni otro habían estado

demasiado acertados, pero... “Por el Estudiantes, los mejores fue-

ron sus defensas Abelenda y Ferro...”

Los que hemos vivido su época, lo echamos mucho de

menos. Todos los días “Faro de Vigo” publicaba sus crónicas cer-

teras y originales... Los resultados, las clasificaciones, los anota-

dores de los partidos, la Liga de juveniles -la única categoría exis-

tente, además de la sénior-, las próximas jornadas... El entrañable

Enceste era genial... un enamorado más.

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Año 1962. Severo Iglesias, en una de sus características entradas a canasta. Partido entre el Club Estudiantes y el S.E.U. de Santiago de Compostela.

Severo, mi querido compañero de equipo, era persona de

mucha guasa y socarronería. Le sacaba “punta” a todo. Un día nos

contaba, riéndose, que durante su permanencia en el Atlético de

San Sebastián -vivió dos años en la capital donostiarra por moti-

vos laborales-, su técnico les ponía en los entrenamientos la mega-

fonía a todo volumen con el ruido del público a lo largo de un par-

tido. “Para que os acostumbréis al sonido ambiental.”, nos expli-

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caba a los jugadores. “Una de las tantas locuras que hacía.”, re-

sumía Severo.

Amigo inseparable de juventud con Camilo Nogueira,

formaban una pareja temible por sus bromas y comentarios.

Madrid, 1964. Camilo Nogueira y Esther González Bermello en una terraza de la Gran Vía, durante un desplazamiento del Estudiantes Femenino al Campeonato de España.

Cuando yo era jugador del Club Estudiantes, el entrenador

de nuestro equipo rival, el Club Manuel Álvarez, escribió durante

una temporada en el diario vigués “El Pueblo Gallego”.

En su día, José Carlos Freijeiro, el mencionado técnico, me

había querido fichar para su equipo por una miseria -como a todos

los que se llevó de los equipos vigueses-, y ante mi negativa -reco-

mendada por los sabios consejos de mis padres-, parece que le

quedó mal el cuerpo en mi contra, y aprovechaba todas las oca-

siones que se le brindaban para hacer una tendenciosa crítica de

mis actuaciones.

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Ante un próximo partido de rivalidad, ya empezaba a cal-

dear el ambiente el lunes anterior, e iniciaba la guerra de nervios

con malsanos comentarios, y el juicio feroz de que Rey Lama se

encontraba en muy baja forma. Nunca le dio buena suerte el mal

de ojo que nos lanzaba desde la prensa. Durante aquella tempora-

da en la que escribió en el periódico -sospecho que después pres-

cindieron de él-, el Álvarez nunca logró derrotar al Estudiantes, y

precisamente Rey Lama, anduvo siempre entre los destacados de

aquellos partidos de máxima rivalidad.

José Carlos Freijeiro.

José Luis Rodríguez, compañero y rival.

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133

Entre los muchos defectos que tenemos los entrenadores,

hay uno muy común: ir de sobrados. Cuando vamos ganando los

partidos, y los jugadores nos siguen sin pestañear -si no es así, se

van al banquillo-, los padres nos echan lisonjas -para que ponga-

mos a jugar a sus hijos-, los aficionados nos aplauden -para prote-

ger a alguien o a algo-, los directivos babean con tus triunfos -has-

ta que se ponga en debate de quién es el mérito-, tu mujer te em-

pieza a odiar -porque vives en otro mundo-, los hijos no te ven

más que en el banquillo... y al final de todo, eres campeón... te

crees el más listo.

Luego llega la segunda parte, el Sector Regional... y al poco

tiempo también eres campeón gallego... Más alabanzas, más cari-

ños, más palmaditas en la espalda, se hacen las cuentas de la le-

chera, se elige marca para el champán de la próxima celebración...

Ahora ya te crees un Súper-Dios... y conviertes a tus jugadores en

ángeles del Cielo.

Sigues en el camino hacia la divinidad, y llega el Sector

Zonal... ¡y entonces!... un equipo castellano te zapatea a la prime-

ra, un vasco a la segunda, y como consuelo, le ganas al andaluz en

la tercera. “Cuando empezábamos a cogerle el aire a la competi-

ción, se acabó el sector. Si volviese a empezar, te digo yo que...”,

manifestaba el ex-San Dios. “Santi llegó mareado del viaje; Na-

cho no pudo entrenar en toda la semana -lunes y martes, ya que el

miércoles se viajó, y el jueves hubo el primer partido-; Pablo se

puso nervioso; Tomy jugó sin recuperarse de su esguince... ¡Qué

mala suerte! Nos pudo la presión.”

Yo lo oigo -que también lo habré dicho mil veces en mi vi-

da-, y medito... “Ya estamos en la letanía de siempre. Dicen que

se pusieron nerviosos porque aún son muy niños... Si son cade-

tes, supongo que los contrarios también lo serían... Estaban muy

presionados... Los rivales habrán disputado el mismo partido, no

creo que pensasen que estaban en la Playa de Samil jugando

una “pachanguita”... Nuestros mejores jugadores no llegaron a

diez puntos en ningún partido... Será porque los habrán marcado

adecuadamente... o no son tan buenos como nos creíamos...”

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¡Vaya vatacazo se dio la divinidad! La caída del pedestal es

tan brutal en esas ocasiones, que muchos entrenadores tardan años

en salir del infierno... y “los ángeles”, aún no sé si andarán por

allí. Vivir una decepción así supone a veces un suicidio deportivo.

De pronto, de un día para otro, la realidad te hace el mejor de los

“reversos”: los jugadores están desganados, los padres dudan en

voz alta, los aficionados aconsejan otra cosa, los directivos -que

antes se atribuían la mayoría del mérito- se muestran ajenos al fra-

caso, la esposa ya te quiere, tus hijos juegan contigo... ¡Es el

vértigo del basket! Esta vez, la relación amorosa resultó fatal para

el amante fiel... De seguir así, este protagonista puede abandonar

de un momento a otro la emblemática pizarra…

Un entrenador del Real Club Celta femenino se consolaba

conmigo hace años, comentándome que estaba “jo... robado” por-

que algunos aficionados situados detrás del banquillo le censura-

ban a gritos en todos los partidos el que no sacase a jugar a las úl-

timas jugadoras del banco. “No hagas caso, Julio. Si las pones, el

resto del público censurará que tu equipo no juegue bien. Esta-

mos en las mismas… o peor.” Parece que se fue más tranquilo.

Otra manía que compartimos algunos entrenadores, yo

mismo hace años, es convertirnos en intelectuales del baloncesto.

Para algunos de nuestro gremio, nadie tiene idea de nada, sólo no-

sotros, y enseguida pretendemos dar clases magistrales. Nos atre-

vemos a dar conferencias, cursillos de entrenadores -muchos

alumnos saben más que el profesor, pero sin título-, clinics para

entrenadores principiantes, e incluso actuar de comentaristas espe-

cializados en TV y radio. Por cierto, y aunque sea una contradic-

ción, algunos espléndidos en esta última faceta.

En mi época de estrella -esto me lo debí creer yo en 1974-

escribí en prensa, “Hoja del Lunes”, y la verdad es que los artícu-

los estaban bastante bien, pero dudo que le interesasen a alguien.

- ¿Y aún no te hablé de la “FIBA”? -le pregunto a mi

colega de charla.

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La zona situada detrás de la mesa de anotadores y debajo

del palco de autoridades -de acceso al campo de juego- acostum-

braba a estar ocupada por destacados seguidores del equipo célti-

co. Todos de pie, como era natural en aquella “grada”. Entre ellos,

Jaime Gómez, el presidente de la sección, que no solía aguantar

un partido entero -cuestión de nervios- y que entraba y salía con-

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tinuamente, sin parar un instante. También eran asiduos a esa zona

los directivos Pepe Vilas, Ismael Pérez Izaguirre y Agustín García

Maldonado, el doctor Moncho Hortas, el jefe de personal del

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Centro Deportivo Municipal, Jaime Cancelas, el ex-árbitro Paco

Nistal, el administrador del C.D.M., Pepe Fernández, y el gerente,

“Salvito”... El Sr. Nistal, eterno directivo del equipo femenino

desde el tiempo del Estudiantes, se sentaba en la primera fila de la

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grada, en el asiento pegado a dicha zona, para no perderse detalle

de la reunión. Sus kilos no le permitían permanecer de pie tanto

tiempo.

Total, que había gente muy entendida en ese espacio, que

alguien bautizó con acierto con el nombre de “FIBA”.

- ¿Dónde nos vemos?

- En la FIBA.

Las actuales medidas de seguridad de los campos, acaba-

ron con la mítica “FIBA”. Cuando voy al Pabellón, y veo la zona

completamente vacía, pienso que algo importante se perdió en

aquella cancha. Siento nostalgia... ¡Vamos, que la echo de menos!

As Travesas, temporada 1990/91. Partido Xerox Vigo-Autopistas de Primera B., El ascenso, y con ello la recuperación de la máxima ca-tegoría nacional para el baloncesto femenino vigués, estaba en buen camino. La excepcional base Nieves Lobón sería pieza fundamental en el logro.

En la foto anterior, detrás de las jugadoras, se puede ver el

escudo de la ciudad en lo alto, unas puertas de acceso al campo, y

un espacio vacío acotado por las barandillas de la grada y de la

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cancha de juego. Delante, la mesa de anotadores -en la actualidad

situada en el otro lado.

Ese espacio vacío -en la instantánea ya se vivían los nue-

vos tiempos, año 1990- era la famosa “FIBA”, la zona de los en-

tendidos.

Por cierto, hablando de medios informativos, mi hijo Ru-

bén, periodista de radio, opina que Vicente Rodríguez “Cholas”,

resulta un formidable comentarista de baloncesto, por su sabi-

duría, por su claridad expositiva y porque dice lo que piensa sin

importarle si alguien se pueda molestar. Es una pena que no dedi-

que a ello parte de su tiempo.

La verdad es que cuando hablo con “Cholas”, me apabulla

con sus conocimientos, y con sus opiniones tan contundentes y

enteradas.

Vicente Rodríguez “Cholas”, a mi juicio y sin discusión alguna, el mejor entrenador vigués de todos los tiempos.

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Me comentaron que habían visto a Pepe Laso -padre- por

el Paco Paz ourensano. Asistía al espectacular Torneo Diputación

que disputaba nuestra Selección Nacional como preparación para

los Juegos de Pekín-2008.

Al nombrarlo, me viene al recuerdo el partido en el que

nos marcamos mutuamente en una Fase de Sector de 2ª División,

celebrada en Valladolid en el año 1969. Sería la última oportuni-

dad de ascenso del Club Estudiantes antes de convertirse en Real

Club Celta.

Laso jugaba en el Águilas de Bilbao, y en nuestro duelo

particular salimos en unas discretas “tablas”, aunque el partido nos

lo ganaron los vascos por escaso margen de puntos. Luego en la

Fase Final disputada en Zaragoza, ascenderían a División de Ho-

nor, entre otros, junto al Breogán de Lugo, que lo hacía por pri-

mera vez.

Y me acuerdo también de la anécdota que cuentan de Pepe

Laso. En su época en el Real Madrid, el famoso entrenador me-

rengue Pedro Ferrándiz era a la vez seleccionador nacional. Lo

había llevado varias veces al combinado español, aunque sin apa-

rente explicación, nunca lo ponía a jugar ni un minuto.

En una ocasión, antes de disputar un partido de trámite y

muy fácil para nuestra selección -tal vez contra Marruecos-, sus

compañeros de habitación le animaron con énfasis, asegurándole

que ese día, ¡por fin!, iba a jugar. Laso les contestó que no, que el

“míster” no lo iba a poner. En medio de la discusión, y en vista de

que salían ya mudados desde el hotel, les apostó que era capaz de

ir al partido con el pijama por debajo del chándal. Y así fue al Pa-

bellón... y ganó la apuesta.

Pedro Ferrándiz, dentro del ambiente baloncestístico, tenía

fama de antipático, algo pedante, exigente, implacable en los en-

trenamientos y con una despiadada “mano de hierro” con sus ju-

gadores. Cuando alguna vez perdían con el Estudiantes de Madrid,

su eterno rival -partido en la mañana del domingo-, los citaba por

la tarde, a las cinco, en el Frontón Vista Alegre para entrenar. Él

ni se inmutaba, y por supuesto, todo el mundo acudía sin rechis-

tar… y puntuales.

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Año 1956. Entrevista de Enceste a Pedro Ferrándiz en el diario “Fa-ro de Vigo”, con motivo de una visita del Real Madrid a nuestra ciu-dad. Venía sustituyendo a Ignacio Pinedo, el entrenador titular, que no se había podido desplazar. Años después, lo reemplazaría en di-cho cargo.

Cuentan testigos de entonces, que en sus visitas al Palau

Blaugrana, acostumbraba a pasearse tranquilamente por la mitad

de la cancha con “cierta actitud provocadora” antes de la salida de

su equipo al campo. Acaparaba, como es natural -esa era su inten-

ción-, toda la ira inicial de la hinchada del Barça, y aliviaba de es-

te modo, el habitual recibimiento hostil a sus jugadores. Estrategia

pura. Ferrándiz no perdía detalle en la dirección de su equipo.

En una eliminatoria de Copa de Europa, contra el Ignis Va-

rese -partido de ida-, faltando segundos para el final y con el tan-

teo igualado, pidió tiempo muerto, y ordenó a sus muchachos que

encestasen en la propia canasta para evitar la prórroga. La derrota

por dos puntos -diferencia superada en Madrid- resultó más que

suficiente para pasar a la ronda siguiente. La jugada del “maestro”

fue muy comentada en toda Europa, incluso tildada de poco de-

portiva, y como consecuencia, la FIBA se vio obligada a modifi-

car el reglamento.

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¡Anda, que la que me lió un día Ignacio Pinedo en Ávila!...

también fue buena. Han pasado más treinta años, y no se lo he

contado ni a mi mujer. Pero ahora, de viejo, se va perdiendo todo:

el pelo, la entrada rápida, el robo de balón, el tiro de tres... y la

vergüenza.

Ignacio Pinedo, el que fuera jugador del Real Madrid, mu-

chas veces internacional, y entrenador del Real Madrid, del Estu-

diantes de Madrid, de la Selección Española Juvenil y, de nuevo,

del Real Madrid, en una segunda etapa de triste recuerdo -falleció

de un infarto en el banquillo-, era para la familia estudiantil vigue-

sa como un gran referente.

Antes de mi llegada al Estudiantes, Pinedo nos había re-

forzado como jugador en varios partidos de verano. Se entabló

cierta amistad, y al año siguiente lo invitaron unos días a Vigo pa-

ra impartir sus enseñanzas a los jugadores, al entrenador, y marcar

así las pautas de trabajo, sistemas de juego, de entrenamientos...

Era persona de carácter afable, abierto, simpático... y por lo que

comprobé más tarde, bastante bromista.

En el año 1974 coincidimos en Ávila en una Fase Final de

la Copa. Él iba con el Creff de Madrid, y yo con el R.C. Celta

Femenino. Me di a conocer cuando lo vi. Me trató amablemente,

me preguntó por todos, por Julio Castro, por Picher, por los Vilas,

Cerdeira, Nogueira, Severo, Benito, Román... si seguíamos de vi-

nos en el “Eligio”... con la partida en el “Ribadavia”... y charla-

mos en la grada, entre partido y partido, de baloncesto. Por enton-

ces, debía andar por los cincuenta años -yo tenía treinta y dos-, y

a pesar de su personalidad afable y abierta, me infundía un gran

respeto. Con su eterno cigarrillo en la boca, lo comentamos todo.

Yo, como era mi costumbre a la menor oportunidad, aprovechaba

para plantearle preguntas técnicas a las que me iba contestando sin

demasiadas explicaciones, como un poco aburrido. No quise dar-

me cuenta en aquel momento, de que éramos rivales.

- Yo sigo ahora con las chicas una preparación psicoló-

gica antes de los partidos, que nos está dando unos resultados

formidables.

Yo, atento a la voz del maestro, pregunto raudo como un

resorte:

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- ¿Y en qué consiste?

- Pues mira, es simple, pero muy efectiva. Antes de salir

a la cancha, con el equipo ya preparado, nos encerramos durante

media hora en el vestuario, con la luz apagada, en completo si-

lencio, todos quietos, sentados en los bancos y unidos de las ma-

nos. A lo largo de la sesión, más o menos cada cinco minutos, en

voz muy baja, les voy lanzando una serie de mensajes breves, de

tipo emocional, buscando su concentración. Las jugadoras, uni-

das en el pensamiento, y con las manos entrelazadas, se van in-

troduciendo lentamente, espiritualmente, todas juntas en la misma

idea. La fuerza mental del grupo se va trasmitiendo de unas a

otras a través de las manos unidas -yo escuchaba, alucinado-. La

sesión psicológica alcanza su climax, y termina con la repetición

por parte de todos con voz fuerte de las consignas recibidas. Yo

las voy recordando en voz baja, una a una, y ellas las repiten con

decisión.

“En el último europeo se lo vi hacer a los rusos y a los

yugoslavos. Nosotros lo venimos experimentando desde hace un

par de meses, y nos va fenomenal. Sale el equipo tranquilo, con

confianza, liberado de responsabilidades, y con tanta fuerza men-

tal, que arrasamos en los diez primeros minutos, y ya dejamos

resuelto el partido.”

Le consulté si podría asistir a una de aquellas sesiones, y

me contestó que era imposible, que con la presencia de gente ex-

traña se dispersaban los efectos mentales.

Anduve de espía, detrás de la sesión psicológica, durante

los tres días siguientes. Imposible descubrir al Creff de Madrid en

una de sus preparaciones mentales. Regresamos a Vigo sin que

pudiera conocer la última novedad técnica.

Pasados los días, sin la fiebre de la competición, y ya sere-

na la inteligencia con las vacaciones, me di cuenta del farol que

me había “colado”. Pinedo y sus chicas aún estarían riéndose de

la sesión mental, de la unión espiritual... y sobre todo, del entrena-

dor del Celta.

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Pero es mejor reír de último, porque en la temporada si-

guiente me vengué de la broma con absoluto placer. En un en-

cuentro muy disputado, rompimos la imbatibilidad con que el

Creff de Pinedo llegaba a Vigo. Se ve que ese día no le funcionó

la sesión psicológica.

Pabellón de las Traviesas, 27 de enero de 1974, con lleno a rebosar. Partido de Liga de Primera División, Real Club Celta-Creff de Madrid. Victoria trabajada de las célticas por 46-42, y primera de-rrota de las madrileñas en la competición. Foto fin de partido. A la izquierda, Maribel Lorenzo y Ángeles Liboreiro se acercan al abrazo final. El entrenador Rey Lama ya lo hace con una de sus jugadoras, mientras Severino Vilas -intocable delegado local- y Celestino Martínez -el “fisio” vigués, que también lo sería de la Selección Nacional en el Pre-europeo de La Coruña de ese mismo año- se suman a la celebración del complicado triunfo lo-cal. La fiel afición aplaude entusiasmada a sus “niñas”. Las madrileñas, reaccionarias al cambio de la moda deportiva, aún lucían su clásico polo negro y falda plisada. Fue uno de los últi-mos conjuntos del país en abandonar la falda.

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Julio Castro, el entrenador del Club Estudiantes en la déca-

da de los sesenta, siempre presumió, con razón, de sus amplios

conocimientos baloncestísticos. Destacó como un excelente juga-

dor, y de técnico, había disfrutado de acreditados profesores.

En esos años, no se contaba con televisión, ni con vídeos,

ni con clinics, ni con apuntes, ni con películas... algo impensable

para un coach de hoy en día. Las enseñanzas debían recibirse en

vivo, sin más apoyo que unas pobres anotaciones y una memoria

ágil, unidas a una inteligencia sutil, que supiese quedarse entre

tantos consejos técnicos, con aquellos convenientes para tu equi-

po, aquello que pudieran aprovechar tus jugadores.

El primer curso de entrenadores que hubo en Vigo lo im-

partió el ecuatoriano Juan Fierro Romo, en 1954, invitado a venir

a nuestra ciudad por su amigo personal, Joaquín García Picher.

En 1957, el norteamericano Mr. Spaulding permanece en

nuestra ciudad una semana, enseñando a jugadores y entrenadores

las técnicas más avanzadas del baloncesto americano.

El primer profesor que llegó al Club Estudiantes, fue, pre-

cisamente, Ignacio Pinedo. Durante diez días, Julio Castro apren-

dió los métodos más novedosos de la época en dirección de equi-

po y planificación de entrenamientos.

Más tarde, en el verano de 1961, el club, atento a su actua-

lización técnica, se trajo por unos días a Joaquín Hernández, ex-

jugador del Real Madrid, internacional, y en aquel momento, en-

trenador del equipo merengue -años después, Seleccionador Na-

cional-. Permaneció más de una semana en Vigo, entrenó todas las

tardes a los jugadores estudiantiles -algo excepcional por aquel

entonces-, con Julio Castro a su lado tomando nota de sus ense-

ñanzas.

Después fue Antonio Díaz Miguel, también refuerzo del

Estudiantes veraniego en sus años de jugador, igual que Pinedo, el

que, en sus visitas periódicas a Vigo -trabajaba como representan-

te de Tervilor, una firma textil, antes de asumir el cargo de selec-

cionador nacional-, nos mostraba en el Campo de Granada la van-

guardia del baloncesto. Siguió viniendo a Vigo con notable fre-

cuencia. Julio Castro aprovechaba cada una de sus visitas para ro-

barle el tiempo preciso, y empaparse de los conocimientos de tan

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destacado entrenador, sin el que no se entendería la edad de oro

que vive el basket español hoy en día.

Más tarde, ya con el Club Estudiantes reconvertido en R.C.

Celta, el vasco Javier Añúa, entrenador de C. Náutico de Victoria

-donde había jugado Rafa Tapias en su estancia en dicha ciudad-,

del Kas, y del Barcelona F.C.B., nos enseñaba en la Pista Roja y

en el Campo de Granada, entre otras cosas, la defensa de moda, el

“match-up”. Mis jugadores del Celta, para su sorpresa, la eje-

cutaban a la perfección sin necesidad de grandes consejos. Venían

practicándola toda la temporada, sin saber, ni ellos ni yo, que se

llamaba así.

Antonio Díaz Miguel, Seleccionador Nacional (1965 a 1992), acom-pañado del legendario Juan Antonio Corbalán, base del Real Ma-drid, y considerado de los mejores de Europa en su puesto.

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Mister Spaulding, el primer entrenador americano que trajo la Fede-ración Española a impartir sus enseñanzas por todo el país. Llegó en octubre de 1956, y se casó con una española -que conoció en la Ca-sa Americana de Madrid- en el enero siguiente. Bonita historia de amor.

Recorrió media España enseñando baloncesto. Estuvo en

Barcelona, Vitoria, Bilbao, Santa Cruz de Tenerife, Granada, Va-

lladolid, Vigo, El Ferrol, Lugo, Gijón, Huesca, Zaragoza, Ma-

llorca y Alicante.

Dayton M. Spaulding, de regreso a Estados Unidos, se

despide de la afición española a través de un emotivo artículo -

¡Adiós, España!- en la prensa de Madrid. En él, agradece el trato

cordial recibido en el país, habla de su encendido amor por Espa-

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ña, de sus excelentes relaciones con la juventud española... y es-

cribe: “... No puedo resistir la tentación de narrar un

episodio que descuella entre los demás en mi memoria y que es característico de la hospitalidad y de la bondad con las que siempre fui tratado durante mi viaje por Es-

paña. Un jugador de un equipo de Vigo trataba de ex-presarme su agradecimiento por lo poco que yo pudiera haber hecho por él, pero no le salían las palabras.”

“Superando las dificultades, avanzó resueltamen-te hacia mí y me dio un abrazo que jamás olvidaré. Yo,

como él, tampoco supe encontrar palabras, pero estoy se-guro de que nos entendimos como amigos de toda la vida. Gracias, Carlos, por tu inapreciable amistad...”

El jugador en cuestión era Carlos Cerdeira Cobas, y su

equipo, el Club Estudiantes de Baloncesto.

- Y ahora, ¿a qué vienen a cuento estas historias de en-

trenadores antiguos?

- Me explico, querido amigo.

Ya te conté antes que yo había aprendido a tirar en suspen-

sión por teléfono. ¿Suena raro? Pues es verdad. Cuando lo men-

ciono, la gente se queda mirando para mí, incrédula. No saben si

entienden mal lo que estoy diciendo, o si ya chocheo. Pues no, ni

una cosa ni la otra. Tal como os lo cuento.

En la década de los cincuenta, los tiros a media distancia

se hacían al estilo de la “bomba Navarro”, con una mano, en ca-

rrera y levantando la rodilla. Los tiros a larga distancia podían ser

ejecutados con dos manos, en lanzamiento desde la barbilla o des-

de encima de la cabeza, o a modo de personal con una mano y un

pequeño salto siguiendo la trayectoria del tiro.

A principio de los sesenta, llegó a España el tiro en sus-

pensión procedente de la NBA. Julio Castro llamaba por teléfono -

no con la facilidad del móvil actual- a sus “consejeros” particula-

res, y éstos, le iban explicando paso a paso cómo ejecutar el nove-

doso lanzamiento. Me imagino que nuestro entrenador tuvo que

hacer un ciento de llamadas. Al fin, Julio Castro consiguió vi-

sionar mentalmente el tiro, y nos lo trasladó a los jugadores.

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Piernas separadas levemente, a la misma altura, algo fle-

xionadas, salto en vertical con el cuerpo estirado, al mismo tiempo

colocación del balón sobre la frente, y por último, antebrazo reco-

gido hacia atrás, codo como continuación del hombro, balón apo-

yado sobre la palma de la mano y los dedos, la otra mano sujetán-

dolo por el exterior, muñeca, dedos, y lanzamiento final... ¡Cesto!

¡Qué fácil!

Tardé cerca de cuatro años en perfeccionar el tiro en sus-

pensión, pero después, cuando me dejaban, anotaba con facili-

dad... incluso desde más de seis metros. ¡Pena entonces de la línea

de 6,25…!

Campo del Jardín Park, 1957. Julio Castro -con equipaje oscuro-, capitán del Club Estudiantes, recibiendo un banderín del equipo ri-val. Carlos Cerdeira a la izquierda. .

Cuando Moncho Monsalve llegaba a un club como nuevo

entrenador, revolucionaba al momento el ambiente de la entidad, y

embelesaba de baloncesto puro a todo el personal, desde el “señor

presidente” hasta el chico del pabellón que recogía los balones,

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pasando por las señoras de la limpieza y el vendedor de la ONCE

de la esquina... Su labia fácil, su voz potente, su presencia autori-

taria -por su estatura-, su personalidad arrolladora, su doctrina

apasionada... se llevaba por delante el “estatus” anterior, e inunda-

ba de ilusión todo cuanto rodeaba la cancha, las cafeterías de la

zona, las oficinas del club, la mente de sus jugadores... con sus co-

mentarios, sus historias del basket estadounidense, sus mensajes

en las paredes, sus posters de la NBA, su enciclopedia mental con

el recuerdo de las mejores jugadas de la historia, sus relatos de

partidos legendarios, su catálogo de los mejores americanos... Era

como la plaga de la langosta, lo invadía todo... Los cerebros de su

entorno, sin excepción, se veían de pronto absortos por la canasta

y el balón…

Pero pasado un mes, el embebecimiento general se conver-

tía en borrachera total, y la larga resaca provocada a continuación,

iba volviendo todo a su cauce, a la normalidad.

Contaba hace unos años Quino Salvo -con mi compañero

del Estudiantes, Pololo Cobián, los primeros vigueses en jugar en

División de Honor-, que, en su época de jugador del CAI de Zara-

goza, habían tenido como entrenador a Moncho Monsalve durante

una temporada. Después de obnubilarlos a todos con su impactan-

te primera impresión, los chicos empezaron a sentirse agobiados

con tanta comedura de coco, y para evadirse, comenzaron a bro-

mear con las manías de su entrenador. Entre ellas, la de sentenciar

que lo más importante de este mundo para él, eran el baloncesto,

la música y las mujeres... no recuerdo en qué orden.

“Moncho -le preguntan sus jugadores una tarde, mientras

leía una revista americana de basket-, ¿qué es de Jerry Foster,

aquel pívot de color tan bueno? Hace tiempo que no se oye hablar

de él.” Levanta la vista de la revista, y contesta rápido: “¡Ah sí!

¡Buenísimo! Un reboteador extraordinario y un grandísimo ano-

tador. Estuvo en Ohio, luego pasó a Denver, y el año pasado jugó

con Cleveland. Trece rebotes por partido, dos tapones y 21 puntos

de media...” Jerry Foster no existía, no era más que un invento de

los muchachos de Monsalve.

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Año 1975. Qino Salvo, con Julio Cesar Bernárdez a su izquierda, y Juan Ayres a derecha, uno de los entrenadores en su época de ju-venil en el Colegio Salesiano de Vigo.

Claro que hablando de técnicos apasionados, me viene a la

memoria la historia de una conocida entrenadora, especialmente

entrañable para mí. Vivió con tanta pasión un partido, que al final

acabó participando ella misma en la presión de su equipo.

- ¿Que no lo crees?

Partido de cadetes femenino en Balaídos, R.C. Celta-Com-

pañía de María, año 2008. A menos de un minuto del final ganan

las célticas por seis puntos, balón en su poder, y presión de las

contrarias en todo el campo. La entrenadora en cuestión, dirige a

gritos el pressing de sus jugadoras. La base céltica, intentando pa-

sar el medio campo, y cerrada por la defensora de Compañía, llega

hasta la línea de banda, justo delante de la entrenadora contraria.

Bota casi de espaldas, protegiendo el balón ante el acoso rival, y la

coach, agachada en posición defensiva en su labor de ánimo a las

jugadoras, y con la desesperación en su alma, no puede evitar ha-

cer el dos contra uno, y le manda un zarpazo al balón, que hábil-

mente la base esquiva...

Protesta airada desde el otro banquillo, también de la hin-

chada céltica desde la grada... e inmediato gesto de arrepentimien-

to de la invasora de campo, implorando el perdón con las manos

juntas... Ante situación tan asombrosa, los árbitros no pitaron na-

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da, se les paralizó el poco cerebro que suelen tener... Sonó la boci-

na, el partido se acabó... y mi estimada amiga aún debe estar colo-

rada.

La máxima felicidad para un entrenador radica en crear un

sistema nuevo y eficaz que resulte útil a tu equipo, o alguna clave

que haga mejorar el rendimiento de tus jugadores. Cuando esto

ocurre, acaricias el cielo.

Tuve hace tiempo una jugadora, de las destacadas en su

categoría, con la que trabajaba con verdadero ahínco para perfec-

cionar sus fundamentos de juego: movimientos de pívot, tiro de

tres, tiro interior, personales, entradas, reversos... Entrenábamos

fuerte para consolidar sus conocimientos, y para conseguir una

mayor regularidad en sus actuaciones. Era nuestra mejor encesta-

dora, pero se mostraba irregular: un día anotaba 15 puntos, otro

bajaba a 7, al siguiente 21, 9, 12...

Hasta que descubrí la fórmula mágica: en un partido de

fuerte rivalidad, le llamaron “zorra” desde el banquillo contrario,

y a continuación, enfurecida, anotó sin piedad 34 puntos. Sus

compañeras me comentaron al finalizar el encuentro que cada vez

que metía una canasta, miraba hacía el entrenador rival y se la de-

dicaba: “¡Toma “zorra!”.

Cuando quise aplicar el gran descubrimiento a futuros par-

tidos, la jugadora no me lo permitió. ¡Lástima!

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No creo que exista un entrenador en todo Vigo y alrededo-

res que haya tenido tantos alumnos como “el gran Mani”. A lo

largo de su dilatado historial, han pasado por él cientos de chicos,

a los que enseñó el mejor baloncesto posible, todos los trucos

existentes para sobrevivir en cancha, y cuanta picaresca se haya

inventado en el mundo de la canasta. También doy fe de que les

ha brindado a cada uno de ellos su afecto, su amistad y su perma-

nente humor, además de toda suerte de celebraciones: santos,

cumpleaños, victorias del Barça, derrotas del Real Madrid, apues-

tas varias, aniversarios...

Las Escuelas Deportivas Municipales, el Club Deportivo

Bosco, el Colegio Apóstol Santiago de los Jesuitas, el Real Club

Celta Masculino, el Club Ademar, el Club Vigo, el Colegio Sale-

siano... han sido escenarios de su incansable trabajo con los niños

del baloncesto, y de la excelente labor que siempre ha desarrolla-

do entre los jóvenes.

Pero de Fernando Pérez, que así le llaman con solemnidad

y en plan jocoso, algunos de sus irrespetuosos alumnos, también

cuentan anécdotas, y no pocas…

“Mani la tenía siempre tomada conmigo. Se ve que no

era un jugador de su agrado, que no le convencía demasiado mi

estilo de juego, y no sé exactamente el por qué. Lo cierto es que

toda cuanta bronca “caía” en el equipo, me tocaba a mí.”, cuenta

Rafa, aún hoy en día ofendido, después de quince años. “¡Pre-

párate!”, ya se guaseaban mis compañeros, viendo venir la bron-

ca...” Por las explicaciones que hoy en día me daba, Rafa debía

tener algo de razón.

“¡¡¡RAFAAA!!! ¡¡¡Baja a defender!!!”, gritaba como un

loco en un partido en el Colegio, puesto en pie y agitando los bra-

zos en el aire. “Yo -explicaba “el perseguido” Rafa-, sentado en el

banquillo en ese momento...”

- Entonces, ¿os llevabais fatal?

- No, no. Fuera de la cancha éramos muy buenos amigos

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Club Deportivo Bosco. Año 1976 De pie: Martínez (entrenador), Pachi Reigosa, Celso, Puga, Berto Carrera y Carro. Agachados: Dani, Tante, Mani, Curty, Tomás y Jose Fandiño.

Si no hubiéramos descubierto su presencia en esta foto, se-

guro que sus cientos de alumnos no reconocerían a un Mani tan

joven y delgado. De todas formas, su aspecto, ya entonces parece

irradiar su personal simpatía.

En el grupo también vemos a Jose Fandiño, que fuera en-

trenador del Apóstol, Celta Juvenil, Porriño... y muy apreciado por

sus jugadores, entre ellos mi hijo Camilo, al que entrenó dos

temporadas.

Mani con dieciocho años.

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Hay acontecimientos en el baloncesto, como en la vida

misma, ante los que uno no sabe si reír o llorar. Me explico… y tú

mismo ya me dirás si no es así.

Perder dos, tres, seis, ocho finales en más o menos doce

años, puede ser normal. Le puede ocurrir a cualquiera, dando por

hecho que estas derrotas estarían también intercaladas con alguna

que otra victoria.

Pues bien. Yo sé de un equipo en Vigo que perdió ¡diecio-

cho finales seguidas!... y aunque su alma mater trata de mantener-

lo en secreto... de vez en cuando, en medio de su inevitable deses-

peración, lo confiesa... ¡Vamos, que lo sé de buena tinta! Desde su

fundación, hace ahora trece temporadas, hasta el verano de 2007

en un torneo de Ferias y Fiestas, no había conseguido vencer en

ninguna de ellas. Es decir, necesitó de diecinueve finales para ser

campeón de algo.

Yo no quiero, de ninguna manera, restarle mérito a los ga-

nadores de finales, pero, por otra parte, tampoco conozco a nadie

que haya ganado dieciocho seguidas.

¡Pero perderlas todas…! Una tras otra, año tras año, parti-

do tras partido, canasta tras canasta, minuto a minuto... segundo a

segundo... ¡Dios mío!... ¡Eso sí que tiene mérito!... ¡Ya hay que

tener aguante! Yo propondría a los supervivientes -creo que sólo

dos, los demás se debieron retirar-, para la medalla de oro al Méri-

to Deportivo.

Y es que además, después de medio siglo largo de balon-

cesto, confieso: he llegado a la conclusión de que es mucho más

meritorio perder todos los partidos, y seguir adelante... que ga-

narlos. Con la euforia de la victoria siempre tendrás gas para con-

tinuar... pero con las resacas amargas de tantas finales con derrota,

seguir adelante es la mejor de las victorias sobre tantas finales

perdidas.

- ¡Dime amigo! ¡Sinceramente! ¿Quién tiene más méri-

to?

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Club Oh! Vigo de Baloncesto Campeón de la Copa Vigo 2007/2008 De pie: Albert Grauges, Juan Castro, José Manuel Vázquez, Charly Castro (entrenador), Juanjo Comesaña, Quino Iglesias y Tachenko. Agachados: Guillermo Aboy, Pulgui Iglesias, Kiko Valverde, Tomy Alonso y Lino Blanco. Se echa en falta en la plantilla a Israel Álvarez, un clásico del equipo desde hace bastantes temporadas. Una pequeña indisposi-ción lo ha tenido apartado un tiempo del baloncesto, pero su incorpo-ración parece inmediata. ¡Suerte!

Kiko Valverde, el cerebro del equipo, y Tomy Alonso, la nueva in-corporación.

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Camilo Veiga, el legendario presidente del Círculo Mer-

cantil de Vigo, no era persona demasiado enterada en asuntos de

deportes. A pocas fechas de la inauguración del Pabellón de la

Ciudad Deportiva, pasaba revista a la nueva instalación, y se inte-

resaba por todo el material que había sobre la cancha de juego.

- Son canastas de baloncesto, don Camilo -le aclaraba

Enrique Blanco, gerente de la sociedad.

- ¿De baloncesto? ¿Y qué es eso del baloncesto?

Alguien del séquito de directivos y empleados le trajo un

balón, y le indicó a grandes rasgos en qué consistía.

Don Camilo se colocó en la línea de la personal con el

balón en las manos, lanzó a canasta en tiro de palangana, y en-

cestó al primer lanzamiento. Como es natural, sus acompañantes

le dedicaron espontáneos y generosos aplausos.

- ¡Pero esto es muy fácil! -comentó el presidente, lleno

de razón, y abriendo los brazos como pidiendo una explicación.

Don Camilo era un excelente administrador de la sociedad,

dinámico, emprendedor, hombre de empresa, persona culta, aman-

te de la ópera, afable, con don de gentes... ¡¡¡Y es que el que va-

le…!!!

Presentación en el Mercantil en 1976, del libro de Octavio Cabezas “Manuel Fraga: semblanza de un hombre de Estado”. A la izquier-da el alcalde García Picher y Manuel Fraga. Camilo Veiga, en pie, y Álvaro Cunqueiro.

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Don Camilo Veiga, el carismático e inolvidable presidente

del Círculo Mercantil de Vigo, siempre se manifestó como un pro-

motor entusiasta de cuanta actividad cultural se le propusiese.

Artífice principal de la Ciudad Deportiva, supo compren-

der, como salida inteligente hacia la modernidad, la expansión de

la sociedad hacia el mundo del ocio y del deporte.

Nunca el Círculo Mercantil disfrutó de tan buena represen-

tación deportiva como durante su largo mandato, a pesar de que él

apenas entendía nada de dicha materia.

Todavía hoy, después de bastantes años de su fallecimien-

to, se le sigue echando de menos. Muchos dirigentes de su cate-

goría se necesitarían en el Vigo de estos últimos tiempos.

Entre la espléndida representación deportiva del Círculo Mercantil de Vigo de la década de los ochenta, el baloncesto contó con una destacada presencia. En la foto, el Círculo Mercantil de Segunda Nacional, temporada 1977/78, ascendido a Primera B, categoría a la que posteriormente renunció la Directiva de la Sociedad. Ya no estaba don Camilo Veiga. De pie: Andrés Rial (delegado), Anabel Nieto, Marta Méndez, Cris-tina, Suso Cobián (entrenador), Ana Ruth Cerdeira y Clavel. De rodillas: xxxx, Isa, Techy Rial, Genmma Domínguez y Jimy Fernández.

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IX. Las destituciones.

Ayer anunciaron en Onda Cero la destitución de Pepu

Hernández, el entrenador de nuestra selección campeona del mun-

do. Nadie tiene muy claro qué ha pasado, pero lo cierto es que

más de media España lamenta esta decisión federativa. Pepu, ade-

más de admirado y respetado debido a su meritoria gesta depor-

tiva, se hizo querer por el gran público gracias a su personalidad

cercana, entrañable, sencilla, sin divismos, con la que se comportó

en medio de la gloria.

Yo sospecho, como tú y tal vez como muchos más, que en

el trasfondo hay algo que no conocemos. Lo he vivido alguna vez

en mi banquillo de entrenador, bastantes veces observando en el

de enfrente, y en otros cientos de casos desde la distancia. La ex-

periencia me lo dice, hay algo celosamente guardado por ambas

partes. Y es que a un entrenador, por muchas victorias que acumu-

le a lo largo de la temporada, el poder del que manda lo puede

terminar echando con la misma facilidad que a un perdedor.

A lo largo del año, los entrenadores solemos tener alguna

que otra refriega con nuestra directiva. Sea en el nivel deportivo

que sea, desde el más alto rango profesional hasta el más modesto

de un equipo aficionado. Y en ocasiones, esas desavenencias se

transforman en verdaderas batallas. Las razones, como puedes su-

poner, querido colega, son tan variadas como se pueda uno imagi-

nar.

“No tengo balones para entrenar.”… “¿Cómo voy a en-

trenar nada más que en medio campo?”… “Sólo a ti se te ocurre

salir con una hora de antelación. Éramos cinco al salto ini-

cial.”… “Los juniors no aparecieron. Menos mal que al final jun-

tamos cinco.”...

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A estas quejas al presidente o a algún directivo responsa-

ble, se responde...

“¿Pero no os llega con un balón? Sólo se juega con

uno.”… “En los partidos se ataca o defiende en medio campo.

¿Para qué necesitas el campo entero?”… “Es que nos perdimos.

No encontrábamos el pabellón.”… “No sé lo que pasa. La próxi-

ma vez habla conmigo.”...

Ante estas contestaciones, el entrenador ya no se puede

contener, y empieza a lanzar sapos por la boca... mientras el direc-

tivo anota en cuenta…

“Pero, ¿cómo pones el partido a las ocho, si sabes de so-

bra que Nacho y Miguel no llegan hasta las ocho y media.”… “Te

he dicho mil veces que quiero llegar al campo con una hora de

antelación.”...

A las nuevas quejas, nuevas réplicas.

“Ya tienes diez jugadores. Aunque te falten dos durante un

rato, no pasa nada.”… “Pero si el calentamiento permitido es de

veinte minutos. ¿Para qué quieres llegar tan pronto?”...

El entrenador, entonces, enloquece, su “lengua” se desbo-

ca, y hasta acaba con algún pequeño insulto... El directivo anota

de nuevo…

“No me gustó nada la información que facilitasteis a la

prensa del partido de Lugo.”… “Quiero que venga Agustín como

delegado de equipo.”...

Las respuestas...

“Fue para darle más valor a nuestra victoria.”… “Eso lo

decide la directiva.”...

El entrenador ya no dice nada. Da un portazo, y se larga...

El directivo anota en cuenta.

Luego llega el título de campeón, y las alabanzas de la

prensa, de los aficionados, de los técnicos rivales, de la gente alle-

gada... sólo van dedicadas a los jugadores y a su entrenador. “El

equipo de Suso Iglesias culminó la temporada con un gran éxi-

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to...” Y Suso, el entrenador, después de tres o cuatro comentarios

de este tipo, todavía se crece más que antes, y se cree a pies junti-

llas que el equipo campeón es suyo, propiedad privada.

Y la cruda realidad es que en las victorias, el equipo es

“del entrenador”, y en las derrotas es “del presidente”. “¿Qué pin-

to yo aquí?, piensa frustrado el dirigente. “Nada”, se pavonea,

altivo, el entrenador.

Y comienza la planificación de la siguiente temporada, y

en la reunión de la directiva, alguien apunta con timidez que Suso

Iglesias “ha tenido mucha suerte”... otro, que ”con esos jugado-

res es campeón cualquiera”... el siguiente comenta que “a Suso

no hay quien lo aguante”... el tesorero se manifiesta “que no sue-

ñe en gastarse en caprichos lo que se gastó este año”... y remata

el presidente con la sentencia definitiva: “Aún encima, se cree que

el equipo es de su propiedad.”

Al cabo de media hora, las anotaciones en cuenta de todo

el año salen a relucir... y el cuchillo en la boca que traían prepara-

do los directivos desde meses atrás, hace el resto: “A Suso Iglesias

no se le renueva.”... y para más ajuste de cuentas, ni se le llama

por teléfono para comunicárselo. Cuando el entrenador ya está

pensando en la campaña próxima, se mantiene el silencio, se espe-

ra a que pasen las vacaciones veraniegas, y un irrelevante emisario

le informa: “No contamos contigo... Yo no tengo nada que ver.

Fue un acuerdo de la directiva.”

Siempre que a un entrenador le llaman para dirigir a un

equipo, se entiende que el cargo le compromete a manejar y con-

ducir tácticamente el grupo a fin de alcanzar los objetivos marca-

dos. Nunca sus obligaciones van a exceder más allá de la cancha.

Ni tendrá que barrer la oficina, ni buscar patrocinadores por la

ciudad, ni hacerle la pelota al político de turno, ni reverencias al

director del banco...

Ejemplo: el contrato Pepu-Federación obligaba al entrena-

dor a determinados compromisos fuera del parquet que no parecía

dispuesto a cumplir, tal vez porque cuando firmó aquel documento

con la Federación Española no imaginaba tanto éxito y tantas po-

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162

sibilidades abiertas ante él. El pulso entre seleccionador y presi-

dente rompió por donde siempre. “¡¡Qué quede claro quién man-

da aquí!!, habrá pensado Sáez.

En un plazo breve, y después de varios temibles rumores -

a mi juicio-, se encontró un adecuado sucesor, Aito García Rene-

ses. Ya nos quedamos tranquilos, y mientras Pepu Hernández pasó

de inmediato a un despiadado olvido, el veterano entrenador acce-

día, por primera vez en su largo historial, a la selección española

absoluta, a la sazón campeona del mundo, y seria aspirante a me-

dalla olímpica.

Más casos: al día siguiente de proclamarse campeón de

Liga, además de alcanzar la Final Four de la Euroliga, el TAU de-

cide no renovar el contrato a su entrenador, el croata Neven Spahi-

ja, que tenía opción a otra temporada más. De este modo, los vito-

rianos se verán obligados a indemnizar al técnico. Dicen que el

entrenador era blando a la hora de controlar la vida “extradeporti-

va” de sus jugadores. Vamos, que Spahija quería ser su entrena-

dor, pero nunca su niñera ni su detective.

No sé cómo se habrá comportado Spahija en anteriores

temporadas en otros clubs. Pero es evidente que a sus dos ligas

croatas, una lituana y una israelí, ya podrá añadir también una es-

pañola. ¡Ahí queda eso!... Claro que el croata debe cuidar mejor a

sus chicos.

Después de tantos y tantos años de baloncesto, observo

que se repiten las mismas situaciones de siempre. Hay razones de

todos los tipos: por bajo rendimiento, por incumplimiento de con-

trato, por no alcanzar los objetivos previstos, por no saber con-

trolar el vestuario, porque los jugadores lo rechazan, por in-

dolencia en el trabajo... Yo sólo creo a medias estos motivos para

justificar una destitución…

Me inclino a pensar, sin dudar un instante, que hay algunas

causas que nadie confiesa, y que no son otras que las menciona-

dos: las anotaciones en cuenta, el cuchillo en la boca, los desdenes

a la ignorancia, los celos del éxito... y la demostración de poder.

A Tito Díaz, entrenador del ascenso del Gestibérica, no le

renovaron. ¿Por qué?

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163

Dicen que hace años, a mi amigo Vicente Rodríguez “Cho-

las”, no le renovaron en el Celta Femenino tras proclamarse cam-

peón de Liga, porque un par de jugadoras amenazaban con irse si

él seguía. Supongo que habría algo más… También dicen que las

mismas jugadoras “echaron” a un entrenador anterior, Paco Marti-

nez… ¡Vete tú a saber! Alguien me aclaró que Vicente quería

cambiar casi toda la plantilla -con el mismo costo-, y la directiva

se opuso. Después, debido a los malos fichajes, se gastó el doble

de lo presupuestado -el doble de lo que pedía Vicente-, y la tem-

porada se cerró con un completo fracaso deportivo.

Al cabo de un mes, “Cholas” fue nombrado seleccionador

nacional. ¡Qué cosas! El que no sirvió para el Real Club Celta,

valía para el primer equipo del país.

Y lo que es la vida, después de conseguir la mejor clasifi-

cación de España en un Mundial femenino, acudir a la Olimpiada

de Atenas, y meter a nuestra selección en la élite, se prescinde de

“Cholas”, al parecer, por un fuerte encontronazo con su mejor ju-

gadora, que además de serlo, también quería hacer lo que le daba

la gana.

Ya le había pasado en el Real Club Celta con la conflictiva

Marisol Paíno. El mejor entrenador vigués de todos los tiempos,

no concede el menor capricho a sus jugadores... pese a quien pese.

Es su sello.

Cuando los padres de jugadores me preguntan por Vicente,

les digo: “Es el que mejor le va a enseñar a tu hijo… pero ¡ojo!,

si es capaz de aguantarlo.” Impone un nivel de exigencia máxi-

mo. Con un único año que sufras su intensidad, su rigidez, su te-

mible seriedad… te aporta más baloncesto que una década con la

mayoría de otros entrenadores. Mis respetos para “Cholas”… y

mis ánimos a sus alumnos. “¡Vale la pena!” .

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Real Club Celta Junior Campeón de España 1973/74 De pie: Toya García, Paqui, Amparo Izquierdo, Virginia Barros, Ángeles Liboreiro, Vicente Rodríguez “Cholas” (entrenador) y María Bandeira. Agachadas: Gloria Martínez, Susana García, Cristina Alonso, Marta Civida-nes y María Antonia.

Con este título nacional, iniciaba Vicente Rodríguez su

exitosa andadura en el baloncesto de élite con el Real Club Celta.

Después llegaría a la Selección, y al frente de ella, se consigue la

primera clasificación olímpica del basket femenino español, el

mejor puesto jamás alcanzado en un Europeo, un quinto lugar es-

pectacular en un Mundial… y deja las bases sentadas para un ba-

loncesto femenino que crece a gran velocidad, superando el déficit

histórico que arrastraba hasta hace poco. En la evolución de nues-

tro basket femenino, seguro que Vicente tiene algo que ver…

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Selección Española, 5º puesto en el Mundial de China-2002.

Cinco temporadas ha estado Vicente Rodríguez al frente de la Se-lección Nacional Femenina (1998/2004), y ahí queda su palmarés:

1998: acude con la Selección Sub-20 al Campeonato de Europa. 1999: Medalla de Oro en la Universiada, venciendo en la Final a Es- tados Unidos, acaparador de todos los títulos hasta ese año. 2001: Medalla de Bronce en el Campeonato de Europa (Francia). 2002: 5º puesto en Campeonato del Mundo (China) 2003: Medalla de Bronce en el Campeonato de Europa (Grecia). 2004: España se clasifica para los Juegos Olímpicos. 2004: 6º puesto en los Juegos Olímpicos de Atenas.

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Hasta entonces, nunca se había hablado de la selección fe-

menina a nivel popular. Desde el Mundial de China, nuestras chi-

cas empiezan a ser conocidas por los españoles.

Selección Española, Medalla de Bronce en el Europeo de Grecia.

Amaya Valdemoro, la mejor jugadora española de todos los tiempos.

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X. Los orígenes

¡Qué coincidencia! Me cuentan que el baloncesto se inició

en Vigo en el año 1941, el mismo en el que yo nací.

Por lo tanto, yo podría pregonar exultante, con petulancia,

orgulloso, con aires de grandeza, en voz bien alta, hinchando el

pecho, poniéndome de puntillas... “Conmigo nació el balonces-

to.”, y me quedaría tan ancho.

Dicen que ese año, un equipo de Tranvías Eléctricos de

Vigo se proclamó campeón de España de Productores, competi-

ción que Educación y Descanso -institución franquista al cuidado

de los trabajadores- comenzaba a organizar.

Los catalanes -eso cuenta la historia- trajeron a la ciudad

viguesa las conservas, los astilleros, las fábricas de salazón, indus-

trias diversas... casi todo lo que aquí hay. Menos la pesca de la

sardina, parece que lo demás tuvo la iniciativa catalana.

Los reclutas catalanes, en su obligado Servicio Militar, re-

galaron a Vigo, a través del Ejército, el mágico juego del balon-

cesto. Ellos fueron los primeros en anotar canastas en nuestra tie-

rra, y los que nos enseñaron cómo se hacía.

A partir del equipo de Tranvías, nació después el Juventus.

Más tarde vendría el Español, el Remeros del Berbés, el “Consti”,

la Atlética y el América. Se jugaba en el patio de Correos, en la

Alameda, espacio que aún hoy existe para uso del servicio estatal.

En esa época llegó a Vigo la novedad del uso de ceniza

para las canchas. Víctor Posada, Enceste, directivo del Juventus, y

trabajador de Renfe, se hizo con el polvo residual de las máquinas

de vapor, y muy ufano, alfombró otro de los campos en uso, La

Barxa -en donde hoy se ubica el Club Financiero-. Hasta ahí todo

perfecto... sólo había una pega, los jugadores salían negros como

fogoneros.

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También se jugaba en la Cancha Central -más o menos en

la actual calle Canceleiro-, en el Castro -en una pista de patinaje-,

y en alguna ocasión se utilizó la cancha central de tenis del anti-

guo Club de Campo -aproximadamente donde se encuentra el edi-

ficio de Mapfre-, para la disputa de algún torneo de mayor rele-

vancia, que yo recuerde, una Copa de España.

Eran los tiempos de Valentín Franco -padre del periodista

Fernando Franco-, de los hermanos Bravo, de Cardeñoso... Fran-

cisco Rey Rivero -ex-director de la Coral Casablanca- pitaba co-

mo árbitro, igual que Paco Nistal, Flórez y el mencionado Posada.

Fontenla y Ferrón jugaban en el América; Salvito -gerente

muchos años del Centro Deportivo Municipal- lo hacía en el Es-

pañol; Carlos Pérez -el famoso atleta olímpico- en el Remeros del

Berbés; Pousa, Bendaña, Gómez, Borrajo y Fandiño componían el

“cinco” del Juventus; los Lopo, Lamas, Mallén... también prota-

gonizaron aquella época gloriosa.

Luego llegaría el Colegio Mezquita -anterior al S.E.U.-, el

Independiente -que se asentaba en el Colegio Labor-, el Areosa -

del Colegio de los Maristas-...

Época de Pepín y Totó Castro -Mezquita-, de Lloves, Co-

qui, Ribo -Independiente-, de Cosío, Román, los hermanos Freijei-

ro -Areosa-...

Año 1952. Club S.E.U. de la Escuela Industrial. De pie: Julio Castro, González, Alda, Pichicho Giráldez y Totó Castro. Agachados: Severo Iglesias, Jaime Davila y Alberto Alonso.

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Año 1952. Club Baloncesto Independiente. De pie: Enrique Lloves, Abal, Borrajo, Benito Lorenzo, Alonso, Coqui y Bendaña. Agachados: Gonzalo, De la Peña II, Ribo y De la Peña I. Año 1952. Club Deportivo Areosa. De pie: Carlos Núñez, Cosío, Pirulo, “Yeyo” Oubiña, Gasca y Salvito (entrenador). Agachados: xxxxx, Riveiro, Freijeiro II y Freijeiro I

.

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170

1952. Club Juventus. De pie: xxxx, Pousa, De Dios, xxxxx y Floren-tino Pérez (entrenador).Agachados: xxxx, Enrique Gómez y Salgado.

1952. Club Constitución del R.C. Celta. De pie: Ferrón, Álvarez, Gayoso, Cerdeira y xxx. Agachados: Ocenda, Fernando, xxxx y Lino.

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Año 1952. Club Baloncesto Marín.

Con un ligerísimo cambio en el nombre, el Club Baloncesto

Arcade es en la actualidad el equipo más antiguo de la provincia. El mérito de más de medio siglo de trabajo hay que dárselo al que fue jugador, y ahora presidente y entrenador, Alfonso Pazos. Su equipo Senior Masculino acaba de proclamarse Campeón Provincial 2007/08, lo que demuestra que su pujanza continúa.

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El 30 de abril de 1956, en Madrid, el Club Estudiantes de

Baloncesto se proclamaba campeón de España de Segunda Di-

visión, al vencer al Huesca en una dramática final por 54-50 (26-

21 al descanso). Jugaron por nuestro equipo: García Picher (7),

Julio Castro (16), Camilo Nogueira (4), Alonso, Benito Lorenzo

(13), Jovito (2), Mito Martínez (6), Carlos Cerdeira (4) y Severo

Iglesias (2). Con el título se lograba también el ascenso a Primera.

Se ponía a un solo peldaño de la División de Honor.

Sería en la temporada siguiente, 56/57, cuando el Estudian-

tes se proclamaba subcampeón de España de Primera División,

que daba derecho al ascenso a la máxima categoría. Pero una exi-

gencia insalvable, cancha cubierta, impidió que se consumara el

ansiado logro.

A partir de esta inmejorable oportunidad, el calvario del as-

censo comenzaba en el baloncesto vigués, y todavía dura. Se vol-

vería a intentar con ahínco en múltiples ocasiones, y hasta hoy en

día, 2008, aún no hemos sido capaces de alcanzar la máxima cate-

goría nacional. Ni el C.D. Bosco, ni el Manuel Álvarez, ni el Real

Club Celta, ni el Porcelanas Santa Clara, ni el Skol, ni el Ade-

mar… Ahora lo persigue el Gestibérica. Ojalá a la enésima vaya la

vencida…

¿Qué pasa en Vigo con el basket masculino? Llegaron a la

élite la Bazán del Ferrol, el Breogán de Lugo, el Bosco de la Co-

ruña, el OAR ferrolano, el Club Obradoiro de Santiago, el COB

ourensano… En féminas, en cambio, Vigo sí tiene élite.

“¿Cuándo vamos a sacarnos de encima este MEIGALLO

que nos asola?”

En la foto de la siguiente página, el general Querejeta, pre-

sidente de la Federación Española, entrega la Copa de Campeón

de Sector de la Liga 1953/54 al capitán del Estudiantes de Vigo,

Joaquín García Picher.

Campo del Jardín Park. En los partidos importantes, el es-

trado de la orquesta se convertía en palco de autoridades. A la de-

recha del general, se ve al Doctor Soneira, presidente de la Fede-

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ración Gallega-Sur en esa época. Al fondo, aparece Vicente Fló-

rez, que le sucedería en el cargo años después.

Jardín Park, 1954. El General Querejeta, presidente de la Federa-ción Española, entrega a Joaquín García Picher, capitán del Club Estudiantes, el trofeo de Campeón de una Fase de Sector.

En la siguiente imagen vemos al Club Estudiantes, campeón

de la Fase de Sector de la que venimos hablando. Este equipo es el

que posteriormente se proclamaría Subcampeón de España de Pri-

mera División y ascendería a División de Honor.

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Jardín Park, 1955/56. Club Estudiantes de Baloncesto, Campeón de España de 2ª División y Ascenso a Primera. De izqda. a dere-cha: Gonzalo, Alonso, Benito Lorenzo, Carlos Cerdeira, Mito Rodrí-guez, Camilo Nogueira, Severo Iglesias y Joaquín García Picher.

Año 1957. Recepción en el Ayuntamiento de Vigo. El alcalde, Tomás Pérez Lorente, recibe al Club Estudiantes, que se acaba de procla-mar Subcampeón de España de Primera, y consigue el ascenso a División de Honor. Joaquín García Picher, el capitán, le muestra el trofeo al alcalde. Los primeros por la izquierda son Benito Lorenzo, Camilo Nogueira y Rafael Pérez. Asoma la cabeza de Julio Castro por detrás de García Picher, y a su izquierda, Gonzalo y Carlos Cer-deira. A la derecha, el Dtr. Soneira, presidente de la Federación Ga-llega Sur de Baloncesto. Más atrás, el directivo Pepe Vilas.

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XI. ¿Qué pasa con Marta?

- Te confieso, querido colega de conversación, que me

- encuentro agobiado.

- ¿Qué te pasa?

- A mi nada. Pero... ¿qué pasa con Marta?

- ¿Qué Marta...?

<< ¿Y yo qué sé?... Ese nombre que me persigue sin des-

canso desde hace meses: la de los trece triples, la infantil de

Baiona, la que me ignora al pasar, la catalana de mi equipo, la

que no quiere jugar conmigo, la que anotó 34 puntos en Porri-

ño, la que se quiere llevar el Celta, la hija de un amigo, la que se

fue a Francia, la discípula de Suso, la que me endosó más de

veinte puntos hace unos días, la hija de Javi, la base del equipo,

la que no pudo hablar con sus colegas de autobús, la pívot juve-

nil que tuve hace años, la defensora indolente, la mejor pasa-

dora, la hija de la bibliotecaria, la seleccionada gallega, las ex-

alumnas de mi hijo Rubén que me ganaron con autoridad, la

que no quiso ser céltica, la preferida de Manuel, la promesa del

Celta en sus años de juvenil, la directora de juego, la aspirante a

estrella, la que va en camino, la que no lo será, la sucesora de su

padre baloncestista, la natural de Reus, la anotadora impla-

cable, la cerebral, la enigmática, la experta, la nieta de un ami-

go, la benjamina de las escuelas, la hija del presidente del rugby

español, la preseleccionada para la sub-13, la sobrina que debe

darme las fotos de su hermano, la que iba a fichar y ya no ficha,

la testigo de mi última canasta oficial... y hoy, con enorme triste-

za, la hermana de Andrés, el joven amigo que se nos fue...>>

- Luis, no entiendo nada.

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<<Ni yo tampoco, colega. No sé si es una Marta con mil

cabezas, o todas se llaman Marta, o para estar en esto del balon-

cesto sólo te puedes llamar Marta... Estoy hecho un lío... Sabes

lo que te digo: por si acaso, tengo que buscar una Marta para mi

equipo. >>

- Pues, ¡qué haya suerte!

<<... y mi sobrina Marta, la de A Coruña, que acaba de

llegar...>>

Al cabo de unos días…

- Amigo, ya tengo dos Martas en el equipo... A ver qué

pasa...

- Pues repito, ¡qué haya suerte!

Baiona, Pabellón Municipal, temporada 2007/08. Marta Mandado, sentada en el suelo, anotadora de 13 triples en un partido. A su lado, las compañeras del C.B. Baiona Junior, Blanca, Andy y Sara (11), y en medio, Xose Leyenda, el entrenador.

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Baiona, Pabellón Municipal, temporada 2007/08 La excelente base catalana Marta Gilabert,

jugadora del C.B. Baiona Senior, y su entrenador Rey Lama.

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Temporada 2007/08. Marta Canella, la firme promesa de nuestro ba-loncesto gallego, formada en el C.B. Baiona a las órdenes de Ma-nuel Bouzas. Jugadora fija en la Selección Gallega Infantil. Prese-leccionada en el verano último para la Selección Española Sub-13.

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Temporada 2007/08. Marta García, la excelente base del Colegio Andersen Junior.

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Marta Fernández, el fichaje del Club Baloncesto Baiona Senior para la temporada 2008/09. Escolta procedente del equipo junior del Real Club Celta.

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Marta Méndez, pívot a la que entrené en el Real Club Celta Juvenil en las temporadas 88/89 y 89/90.

Temporada 2006/07. Marta García, Marta Couso y Marta Goenaga, destacadas jugadoras del Colegio Andersen.

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Este “montón” de guapas del Andersen fue campeón gallego de cadetes en 2006/07, y entre ellas hay un” montón” de Martas, y hace poco, mayo del 2008, le ganaron a mi equipo de Baiona por un “montón” de puntos. A casi todas las entrenaron en categorías inferiores mi hijo Rubén y mi amigo Manu Martín, y ahora, a las órdenes de Suso Co-bián, esperan conseguir un “montón” de triunfos, un “montón” de co-pas, un “montón” de aplausos, un “montón” de títulos… pero ¡ojo!, no son, ni mucho menos, chicas del “montón”.

¡UN “MONTÓN” DE SUERTE!

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XII. Ferias y Fiestas.

En los veranos de aquellos años, décadas de los cincuenta

y sesenta, resultaba habitual que el baloncesto formase parte de

los programas de Fiestas Patronales de ciudades y villas de Gali-

cia.

Se trataba de un deporte novedoso, poco conocido en la

mayoría de los pueblos, y que aportaba originalidad a los festejos.

Y no nos engañemos… más aún si a su protagonismo contribuían

las féminas.

A pesar de que en los pueblos no solía haber canchas, re-

sultaba sencillo habilitar un campo de juego en cualquier plaza o

en una calle. Se localizaban las canastas, un camión las trasladaba,

se pintaban las líneas en el suelo... y con pagarles el autobús y la

cena a un par de equipos de la ciudad más cercana, ya tenían mon-

tado el espectáculo.

El Club Estudiantes de Vigo, en su variante masculina y

femenina, solía estar muy solicitado para estos eventos. Muchas

veces, los dos equipos acudían juntos a estas celebraciones festi-

vas, recorriendo toda la comunidad.

Durante un verano de los sesenta, en las famosas Fiestas

de la Peregrina de Pontevedra, jugamos en la Alameda, en plena

calle, justo delante de la actual Diputación Provincial. En aquel

partido, contra el C.D. Bosco, Antonio Díaz Miguel -gran amigo

del Estudiantes como ya he mencionado, y que nos acompañó en

esta ocasión-, me corrigió un defecto muy común en los princi-

piantes: recibir el balón, echarlo al suelo en un bote sin ningún ob-

jetivo, y volver a cogerlo, con lo que se pierde la opción de entrar

a canasta, de conducir el balón a otra zona, de driblar... “¡Lama! -

me llamaba-. ¡No botes!...” Con el genio que tenía en la cancha, el

concepto me quedó claro para siempre.

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En las Fiestas del Apóstol de Santiago de Compostela, ju-

gamos una noche en la Plaza de la Quintana. Nuestras chicas fren-

te a la Tabacalera de La Coruña, y los chicos contra el Club Estu-

diantes de Madrid. Allí debutaron en el equipo Cristina Acosta y

Picuca Martínez -jugadoras que acabarían por ser importantes en

el futuro ascenso a primera-, pero poco pudimos hacer ante las

coruñesas, que contaban en ese momento con uno de los mejores

conjuntos del país. Nada que decir de los chicos, enfrentados con

el reciente campeón de la Copa de España, y actuando poco más

que como comparsas.

También jugamos ambos equipos en Cangas, en sus Fies-

tas Patronales. Y lo hicimos en una calle céntrica, más o menos

por donde está hoy en día el mercado. La mayor dificultad que se

planteaba en estas confrontaciones eran los vestuarios, que como

se puede deducir, no existían. Nos dejaban algún bajo de una casa

próxima para mudarnos... pero, ¿y las duchas? Los organizadores

de la Comisión de Fiestas ni sabían que se sudaba en esto del ba-

loncesto. Total, que cada unos se las apañaba... Merienda al aca-

bar, y a coger el barco de vuelta.

Nos sentíamos importantes llamados a estas citas estelares,

encargados de divertir al personal como si del Ballet Ruso, o del

Teatro Nacional de Luis Tamayo, o de los Títeres de Varsovia se

tratase. Además, resultaban jornadas muy agradables, propicias

para confraternizar chicos, chicas, directivos y seguidores del

Club. Aquellos divertidos partidos veraniegos, que siempre gene-

raban alguna anécdota para el recuerdo, cumplían su misión per-

fectamente: servían como preámbulo al inicio de los entrenamien-

tos, aunaban intenciones cara al futuro, y se presentaban en ellos a

los nuevos fichajes de la temporada... Y en alguna ocasión, pusie-

ron el escenario perfecto para historias de amor que durarían toda

la vida.

Un verano acudimos con el equipo femenino a las Fiestas

de La Estrada. Habilitaron una cancha de tierra al lado el campo

de fútbol, y por primera vez, conseguimos ganarle a la Tabacalera

de La Coruña, nuestro gran rival, inaccesible hasta ese día.

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En medio de un calor asfixiante, y de unas polvaredas que

nublaban la visión y dificultaban la respiración, las nuestras con-

siguieron la primera victoria ante su bestia negra.

En otra ocasión, acudimos con los dos equipos a las Fies-

tas de Ponferrada para enfrentarnos a los representantes locales.

Allí nos esperaba una estupenda cancha de cemento, situada en

medio de unas excelentes instalaciones deportivas. “Educación y

Descanso” -la organización franquista de los trabajadores- se ha-

bía preocupado muy mucho de dotar al pueblo minero de algo ex-

cepcional en aquellos tiempos: un campo de fútbol de hierba, con

sus correspondientes pistas de atletismo, varias canchas polidepor-

tivas, piscina recreativa y abundantes vestuarios. Algo nunca visto

entonces.

En los años sesenta, a raíz de proclamarse campeón de Es-

paña de Tercera División, el Club Estudiantes Femenino se puso

de moda en la zona. Nos llamaron de Puenteareas para las Fiestas

del Corpus, y como no había rival cercano, nos brindamos noso-

tros mismos para formar los dos equipos. En medio de un frondo-

so parque, tal vez en una pista de patinaje, montaron el campo, y

al llegar, observamos enseguida que carecía de las medidas regla-

mentarias. ¿Y qué? Ningún problema. Mayores y pequeñas brin-

daron un disputado partido a un gran número de aficionados.

Más tarde, la experiencia me demostraría que estos parti-

dos entre jugadores de un mismo club acostumbran a levantar am-

pollas. Todos quieren ganar -producto de la buena formación reci-

bida-, y a menudo, las ansias de victoria derriban la barrera de la

fraternal convivencia deportiva. Pronto se olvida...

Pero poco a poco, con la llegada de la televisión, la intro-

ducción del baloncesto en la mayoría de los pueblos de Galicia, la

tecnificación del deporte, los cambios profundos de la sociedad -

sobre todo con el coche-... en definitiva, con la modernidad, fue-

ron desapareciendo aquellas entrañables celebraciones de verano...

aunque alguna aún queda, y si no, que se lo pregunten al amigo de

las dieciocho finales perdidas, que al parecer ganó la primera en

Mondariz en el verano del 2007…

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La crónica de Sobrino desde Orense para “Faro de Vigo”, da a entender que hubo más que palabras en la disputa del Trofeo Cor-pus de 1957. El bajo tanteo ya indica la igualdad existente a lo largo del partido, y sobre todo, la fuerte lucha defensiva desplegada por ambos contendientes. Quedó bien claro el interés de vigueses y astu-rianos en hacerse con el preciado galardón. La afición orensana se puso del lado de los asturianos, que protestaron airadamente la actuación de los árbitros. Pero el Club Estudiantes, siempre por delante en el marcador, acabó imponién-dose con merecimiento. Cerdeira y Picher fueron sus mejores juga-dores.

También en Vigo se disputaban partidos con motivo de las

Fiestas del Cristo. Durante un verano de los sesenta nos visitaron

los Harlem Globetrotters -de aquella, en su momento más esplen-

doroso-, y para su exhibición, el Ayuntamiento preparó una pista

de cemento en Balaídos, delante de la grada de Marcador.

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En agosto de 1956 se celebra el Torneo Internacional de

Baloncesto de Vigo, que gana el Real Madrid con claridad, impo-

niéndose al Estudiantes vigués -segundo-, al Benfica y a la Se-

lección Francesa del Atlántico.

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Pero además de los partidos veraniegos, era costumbre

entonces disputar amistosos a lo largo del año, bien contra marine-

ros de algún barco americano fondeado en puerto, o bien ante

equipos sudamericanos desembarcados en Vigo para una gira por

Europa.

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Nuestra hospitalidad con estos equipos la cobrábamos con

un par de balones americanos de cuero -imposibles de conseguir

en España-, y que estos poderosos visitantes se dejaban lamenta-

blemente “olvidados”. La picaresca: los pobres hurtando a los ri-

cos. Una gamberrada más de los estudiantiles, que si esta materia

fuese deporte, jugarían Copa de Europa.

En resumen, ahora en el 2008, los veranos del baloncesto

son otra cosa. Baiona, Mondariz, Porriño, Salceda, Tuy… un

sinfín de localidades organizan sus torneos, en los que ya no jue-

gan los grandes equipos de élite, sino los aficionados que aman el

basket, y quieren competir, mejor o peor.

Pero en los veranos de 2007 y 2008, también llegó a Ou-

rense la mejor selección española de todos los tiempos, y el balon-

cesto gallego se sintió orgulloso en recibirla.

Y en los últimos años es la flota, pero la española, la que

conquista la NBA con los hermanos Gasol, Rudy Fernández, Cal-

derón, Sergio Rodríguez, Garbajosa, Navarro…

Quizás sin aquellos veranos de los sesenta, la actual edad

de oro del basket español sería imposible…

El árbitro Paco Nistal, en un partido amistoso de una Selección de Vigo y un combinado del portaviones americano New Jersey.

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190

El año 1954, en el desaparecido campo de Las Cabañas, se

celebra un encuentro amistoso entre una Selección de Vigo y un

equipo representativo del portaaviones norteamericano New Jer-

sey. Lo arbitra Paco Nistal, seguramente el mejor colegiado vi-

gués de todos los tiempos. Llegó a pitar con éxito en la máxima

categoría nacional.

Como anécdota, tengo que manifestar que el Club Estu-

diantes no quería que le arbitrase. Sobrino de nuestro presidente,

don José Nistal, y compañero de pandilleo con directivos y juga-

dores estudiantiles, nos perjudicaba notablemente -por su exage-

rado afán de neutralidad- cuando nos pitaba. En un acuerdo tácito

entre ambas partes, evitaba arbitrarnos.

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191

XIII. Los inicios... y el disgusto.

- Compañero de viaje, tengo que contarte algo. Ya es el

momento, no puedo aguardar más... Espero no aburrirte…

Es evidente que antes las cosas no eran como ahora. No sé

si mejores o peores, pero desde luego, bastante distintas. Para que

entiendas mejor la “batallita” de hoy, te voy a hacer una propuesta

simple. Yo te cuento, y tu fantaseas poniéndote en mi lugar.

Imagínate de actor en Hollywood... y que te dan el papel. ¿Sabrás?

Imagina:

- ¡Siéntete niño! ¡Te conviertes en un rapaz de diez

años! El mismo que fuiste tú, pero nacido en 1941. No había

móvil, ni televisión, ni ordenadores… gobernaba un tal Franco,

apenas circulaban coches, nada de mensajes telefónicos, te mo-

vías en tranvía, no había botas Nike, se usaban pantalones cor-

tos, el balón era de cuero -como los de fútbol-, de Coca-Cola

tampoco nada, sin NBA, ¡no había nacido Gasol!... ¡Estás per-

dido, colega! ¡No te veo de niño del 41!... ¿Qué, qué te parece?

- ¡Pero, Luis! Es que cuando eras niño, ¡no había na-

da!...

- ¿Qué no había nada? ¡Había baloncesto!... ¡Y qué ba

loncesto! ¡FANTÁSTICO!

Yo empecé jugando en el patio de tierra de los Salesianos.

Era cuesta arriba si atacabas contra la canasta empotrada en la pa-

red del colegio, y cuesta abajo si lo hacías contra la pinchada en el

suelo sobre dos maderos, a pocos metros de la puerta de la Iglesia

de María Auxiliadora. Los aros, sin red. El bote de aquello que

usabas como balón: pelota de goma rizada tamaño balonmano, o

maciza tamaño golf, o de goma lisa tamaño tenis... constituía un

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192

misterio. Las líneas del campo, imaginarias, tan sólo la del fondo

de arriba estaba clara: fuera, cuando la pelota tocaba la pared. El

tiro de personal se marcaba en tierra con el zapato en la canasta de

abajo, y en la de arriba, había una piedra en el suelo que hacía de

señal. Si llovía, charcos por el medio, sobre todo, en la canasta de

abajo, con uno enorme debajo del aro. A veces se paraban en me-

dio del campo don Luis, el cura párroco, a charlar con alguna feli-

gresa, y entonces debíamos sortearlos.

Éramos “la generación del patio”. Necesitábamos entender

el baloncesto con claridad para sobrevivir a tantos desmanes. Y

así se forjó en nosotros una mentalidad fuerte, imaginación para

un juego entre líneas que no existían, una defensa dura –no había

personales-, defensa que también debíamos soportar… Tratába-

mos de imitar con acierto a nuestros ídolos del Bosco, a los

magníficos, a Boliche, a Rolán…

Era un baloncesto libre, auténtico, sin complejos, sin ba-

rreras, sin tres segundos, sin campo atrás... nunca pisabas fuera...

no te sancionaban por tocar la red... podías discutir con el contra-

rio, no había técnicas... sin árbitros... Todo se reducía a encestar, y

a que no encestase el contrario. ¡Qué táctica! La entendimos ense-

guida. Era baloncesto. ¡¡No!! Era ¡¡¡BALONCESTO!!!

- ¡Pero colega...! No te veo vestido para el papel. Fuera

ese equipaje de los Lakers... esas botas Adidas... esas muñeque-

ras... las medias Nike...” - Entonces... ¿qué me pongo?”

Salíamos de casa vestidos de domingo. Íbamos como un

pincel. Pantalón corto por la rodilla de color gris; camisa blanca

con corbata listada y tirantes elásticos; chaqueta de punto con bo-

tones -yo de color amarillo-; zapatos de goma marrones y calceti-

nes altos. Así se llegaba a la “cancha”. ¿Cómo se volvía…?...

A esa edad, ocho años más o menos, si no estaba jugando

en el patio de los Salesianos, es que había ido a ver jugar al Bosco.

Mi hermano Gonzalo y yo éramos hinchas apasionados y fieles.

Recorríamos todo Vigo detrás de nuestro equipo. Las Cabañas, los

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193

Maristas, el Jardín Park, el Colegio Labor, la Escuela de Peritos...

y naturalmente, el familiar “coliseum” de Taboada Leal.

Las Fases de Sector en las que llegaban equipos de otros

lugares se convertían en grandes acontecimientos. No pensábamos

en otra cosa durante la semana previa. Venían el campeón de Sala-

manca, el Grupo Covadonga de Gijón, el Sniace de Santander, la

Bazán del Ferrol, el Standard de Madrid, el Lasalle de Vallado-

lid... De aquella me parecían los mejores equipos del mundo... y a

pesar de todo, tras unos heroicos partidos, el Bosco se proclamaba

siempre campeón del correspondiente sector. ¡Qué emoción! Boli-

che y Rolán, ¡los mejores del torneo!

En estas Fases de Sector estelares, el C.D. Bosco cambiaba

su habitual vestuario, próximo al campo, por el camerino del tea-

tro del colegio, bastante más alejado. Yo entraba por el patio, y de

camino hacia la cancha los oía. Después de tantos años, más de

medio siglo, mi memoria no conserva la imagen, sino las voces -

de Boliche, de Rolán, de Mito Martínez, de Josechu Curiel, de

Cándido Gil...- entonando su canción:

“Ya estamos llegando a Pénjamo,

ya brillan allá sus cúpulas,

si una muchacha te mira y se agacha,

es que es de Pénjamo.

Y si te mira y luego suspira,

también es de allá.

¡Qué me sirvan las copas por Pénjamo!

soy de Pénjamo, soy de Pénjamo.

¡Qué me sirvan las copas por Pénjamo!

por mi Pénjamo voy a brindar...”

Una vez interpretada la hermosa canción -a mí así me lo

parecía-, ya estaba ganado medio partido. Nunca vi perder al Bos-

co después de su “cántico de guerra”.

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- Ahora que lo pienso, querido colega, me parece ésta

del Bosco, mucho mejor preparación psicológica que la que ha-

cía Ignacio Pinedo con el Creff de Madrid. ¿Tú qué dices?

Comprobarás que ya de aquella el baloncesto era muy técnico,

se cuidaba todo con detalle...

- Pero Luis, si ahora nadie canta en los vestuarios.

- Porque sóis gili.... Ahora, juntáis las manos: un, dos,

tres... ¡BA-IO-NA!... y os dáis palmaditas continuamente... An-

dáis siempre con chorraditas... Aquello de la canción sí que era

poético... divino... te alfombraba el camino a la gloria... eras un

héroe en potencia.

Un día, el señor García Hermida se acercó al patio y nos

propuso jugar un partido contra los chicos del colegio. Sería en el

descanso de un encuentro del Bosco, que se iba a celebrar una se-

mana más tarde. Llegué a casa emocionado, nervioso, sin acou-

go... y ya surgió el primer problema: no teníamos equipaje... ni

dónde conseguirlo con tanta apremio.

En casa me debieron ver con una cara de tanta desepera-

ción, que al día siguiente, sin pérdida de tiempo, mi madre, mi tía,

y la costurera que venía los martes, se pusieron a confeccionar el

equipaje más bonito que tuve en mi larga vida deportiva, y el úni-

co hecho a la medida: camiseta de tela de sarga de color blanco,

con cuello polo en azulina, manga corta con ribetes a juego, y

números a la espalda, también en azulina. Pantalón cortito total-

mente liso, en azulina. Eran los colores del Bosco. ¡Qué maravi-

lla! Yo me dije con decisión y pleno convencimiento al mirarme

al espejo: “Con este equipaje, no nos gana nadie.”

El día señalado iba tan concentrado en mi estreno, que no

supe ni contra quién estaba jugando el Bosco. Nos dieron para

nuestro debut un balón de futbol -más pequeño y más ligero que el

de basket-. Los de mi pandilla -yo con once años-, les ganamos

por 11-7 al equipo del colegio, y anoté tres canastas, una de ellas -

lo recuerdo aún hoy-, de aro a aro. ¡La felicidad!

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- ¡Pero colega! ¡No sientes nada! ¡No te veo emociona-

do! Habéis tenido tanto en vuestra niñez, que no eres capaz ni

de imaginártelo.

- Luis, yo jugué una liga entera con ocho años... y tenía

dos equipajes... y una balón de cuero para cada uno... y entrena-

dor... y campo cu...

- ¡No sigas! ¡Si ya lo decía yo...! ¡Chaval! En el arte de

la fantasía no tenéis nada que hacer. ¡Cómo se os atasque un

partido...! Si hubieses sido de la “generación del patio”, sabrías

inventar, crear basket... ponerte en el papel... podrías incluso

jugar de pívot con 1,50.

- Luis, todo esto que me cuentas es una “chorrada”. Lo

soñaste, nunca pudo ocurrir.

- ¡Sabes lo que te digo! No te cuento más.

Después de aquel “mini partido”, Manolo Martínez, entre-

nador del Bosco, comenzó a enseñarnos la ciencia del baloncesto.

Martes y viernes, en el campo de Taboada Leal, aprendimos a pa-

sar, a botar, a tirar... y a amar aquel deporte mágico. Fue mi pri-

mer entrenador, mi maestro, el que me inició en los primeros pa-

sos. Yo era uno de sus favoritos... y en cambio, más tarde... Nunca

supe bien lo que pasó.

En la temporada siguiente, el C.D Bosco hizo un equipo

infantil con una mezcla de niños de nuestra pandilla y del colegio,

y participamos en el primer campeonato infantil que se celebró en

Vigo. Año 1953.

Al cabo de un par de temporadas pasamos a categoría ju-

venil, ya con más equipos participantes y de mayor entidad. El

Colegio Labor, el Areosa, el Colegio Apóstol, el Domingo Sa-

vio… y el Estudiantes, el gran rival del Bosco.

En nuestro equipo jugaban José Luis Rodríguez, Chacabu-

co, Madera, Cousillas, Sidrach, Lolo Sánchez, Mingos, Carlos Ca-

sales… Por el Estudiantes, lleno de figuras… y de “seguidoras”,

lo hacían Isidro Gallego, Rafa Tapias, Romero Bello, Moreno,

Abelenda, Miramontes, Cándido Hernández, Torrado… Aún hoy

en día, me da la impresión de que debían ser bastante más guapos

que nosotros. Tenían gran éxito entre las chicas…

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Exquisita reunión: Rolán (Bosco), Carlos Cerdeira (Estudiantes), Carlos Cosío (Areosa), Bahillo (directivo del Bosco), Manolo Martí-nez (entrenador del Bosco y mi primer maestro) y Roberto Besada (fundador del Independiente).

En un partido histórico, celebrado en la Escuela de Peritos

Industriales, con lleno a rebosar, les ganamos el campeonato y la

clasificación para el Sector Gallego Juvenil, que se disputaría un

mes después en Lugo.

Los dejamos hundidos, con la moral por los suelos, pues

no en vano eran los claros favoritos y las estrellas del baloncesto

juvenil vigués. Dimos la gran sorpresa. Fue el primer partido de

máxima rivalidad que jugaba contra el Estudiantes.

Todavía recuerdo la canasta que metí en un contraataque,

entrando por el centro de la zona en medio de tres rivales, y tiran-

do en doble-salto con lanzamiento de palangana. Estaba de moda

por entonces...

- ¡Pero qué dices! ¿Eso qué es? ¿Doble-salto...? ¿Palan-

gana...?

- Eso es talento, colega. ¡Talento puro! ¿Te lo explico?

No sé si lo entenderás.

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Yo era un jugador pequeño, pero muy rápido, no puede ser

de otra forma en el baloncesto. En aquella jugada, venía botando

desde mi campo a toda velocidad, y al llegar a la línea de tiros li-

bres, me encontré con tres gigantes esperándome con los brazos

en alto dispuestos a aplastarme. Me metí entre los dos primeros

con el primer paso, protegiendo el balón por lo “bajinis”, y al le-

vantarlo para tirar en el segundo paso de la entrada, aparecieron

los dos enormes brazos del tercero, Romero Bello, tapándome el

tiro. No tuve problemas, me encogí en el aire, pasé por debajo de

sus brazos, y en tiro con dos manos desde abajo, anoté una bande-

ja inversa, es decir, desde casi el suelo.

¡Fue el delirio! No la olvidaré nunca, ¡la mejor de mi vi-

da!, y eso que en mis cuarenta años de jugador, debí meter varios

cientos de canastas, tal vez más de mil. Ese tiro se lo había copia-

do a Julio Castro, del Club Estudiantes, que precisamente en ese

partido dirigía al equipo juvenil desde el banquillo contrario.

Antigua cancha de la Escuela de Peritos Industriales. Piso de tierra, tableros de madera, al aire libre, sin vallas divisorias… ¡Y gracias! Era la década de los cincuenta

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- Pero Luis, estoy hecho un lío. Tú, ¿no eras del Estu-

diantes?

- Eso vendrá más tarde. Ya te lo contaré.

A mitad de la temporada 57/58, nos subieron al primer

equipo a José Luis, a Chacabuco y a mí. Teníamos diecisiete años.

Nuestro estreno con el Bosco “mayor” fue en Salamanca, donde

perdimos. Jugué un par de minutos al final.

Después, otro partido en Vigo, en nuestro campo de Ta-

boada Leal, en el que anoté, en los tres escasos minutos que me

dieron, mi primera canasta con el Bosco. Esta vez ganamos con

facilidad.

Luego nos desplazamos a Lugo, y allí comenzó todo. Co-

metí el gran “error” de jugar casi todo el partido, sustituyendo a

uno de mis ídolos, Boliche... y ser el mejor del equipo... y el

máximo encestador con 19 puntos... No valió de nada, perdimos...

y yo, paradójicamente, perdí mucho más que el resto.

A partir de este encuentro, se inició mi calvario en el Bos-

co. Boliche se ausentó de la ciudad por una larga temporada, y

parece que su puesto, sobre todo a raíz de mi destacada actuación

en Lugo, debía ocuparlo yo.

Poco tiempo después, tuve un pequeño roce en un entre-

namiento con mi otro ídolo, Rolán, que me abroncó por una ac-

ción del juego.

Pues bien, mi entrenador del alma, Manolo Martínez, mi

admirado maestro, dejó de ponerme a jugar. Sin más. Y acabé en

el banquillo para el resto de la temporada, con escasos minutos de

juego. Mi disgusto aumentaba con el paso de los días. Lo llevé

con el alma rota.

El último partido con el Bosco, de puro trámite, lo jugué

en el Jardín Park contra el Estudiantes. Se cerraba la temporada, y

a continuación, como despedida, había cena del club. Antes del

partido, ya anuncié que yo no asistiría.

Salí a jugar los últimos tres minutos del encuentro, anoté

una canasta y di dos asistencias. Así concluía mi andadura con el

equipo de mis amores.

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Aquello constituyó el disgusto deportivo más grande de mi

vida. Lloré mucho, y muchas veces. Mi padre, que había sido co-

fundador del C.D. Bosco, me dio entera libertad para decidir.

Manolo Martínez, al que siempre agradecí mucho sus pri-

meras enseñanzas, me vino a dar explicaciones y a pedir disculpas

un par de meses después. Ya no había remedio

Me fui al equipo rival, el Club Estudiantes, que me recibió

con los brazos abiertos.

Temporada 1952/53 Club Deportivo Bosco

Campeón Provincial de 1ª División De pie: Boliche, Barreiro, Rolán, Abalo y Mito Martínez. Agachados: Fandiño, B. Fernández, Cándido Gil, Cabaleiro y Jose-chu Curiel.

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Algunos de mis compañeros en el C.D. Bosco, y después, grandes rivales cuando me pasé al Club Estudiantes: Serafín Ocaña, José Luis Rodríguez -mi marcador en los “derbys”-, Alfonso García Migón y Rolán -mi ídolo de niño-. Años más tarde, José Luis me vol-vería a marcar ferreamente en el Manuel Álvarez.

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XIV. Notas de Prensa

Cuando accedo a ese montón de valiosos recuerdos de

amigos, guardados celosamente desde hace tantos años, y confia-

dos a mi cuidado eventualmente para elaborar este libro, no deja

de sorprenderme la gran atención que la prensa escrita local le de-

dicaba al baloncesto. Y hablamos de hace ya varias décadas

En 1952, “Faro de Vigo”, “El Pueblo Gallego” y “Meta”,

se hacían eco del comienzo del Campeonato Provincial de 1ª Ca-

tegoría. Detallaban los equipos participantes -siete-, los horarios

de la primera jornada -todos en domingo-, y el pronóstico. Desde

septiembre hasta diciembre ofrecían cumplida información de re-

sultados, crónicas de los partidos y clasificaciones.

En “Faro de Vigo” se inicia Enceste como comentarista de

baloncesto, e informa -1953- de la suspensión del Bosco-S.E.U.

por incidentes, cuando empataban a 29 puntos en la prórroga. La

Federación acordó disputar una nueva prórroga de cinco minutos.

En 1954, “Faro de Vigo” anuncia el primer cursillo para

entrenadores celebrado en Vigo. Sería impartido por el ecuatoria-

no Fierro Romo.

Flecha en “El Pueblo Gallego” -1955-, da cuenta de la

suspensión de un Areosa-Estudiantes a 55 segundos del final, de-

bido a un fuerte altercado entre seguidores, jugadores y árbitros.

En ese momento, el Areosa vencía por 56-55, y tenía en cancha

tan sólo a cuatro jugadores.

Unos días más tarde se jugarían los 55 segundos pendien-

tes a puerta cerrada, con la única presencia de la prensa. El Estu-

diantes se trajo a su jugador Pepín Castro, estudiando en Vallado-

lid, para el “resto” del partido.

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“Pichicho” Giráldez pondría, con dos personales anotadas,

el marcador en un 56-57 favorable al Estudiantes. El Areosa, mer-

ced a otras dos, se adelantaría de nuevo por 58-57. Fallos de per-

sonal por uno y otro bando, y expulsión de Benito por cinco faltas,

con lo que el Areosa se quedaba con tres jugadores. Dos nuevas

personales ejecutadas por Giráldez, y triunfo final para el Estu-

diantes por 58-59.

Los árbitros, Nistal y Posada, sufrieron en la salida del

campo el acoso de los jóvenes seguidores del Areosa, que los per-

siguieron por las calles viguesas. Los colegiados hubieron de ser

escoltados por la Policía Municipal.

Los recortes de prensa permiten comprobar que los equi-

pos contaban en aquella época con unas hinchadas sólidas, apa-

sionadas y numerosas. La del Bosco reunía a medio vecindario

de las calles de la Ronda, de Taboada Leal, de Ecuador, de Mª Au-

xiliadora... además de los alumnos del Colegio Salesiano; la del

Areosa, formada por vecinos del Pilar, del Castro, y sobre todo,

por los alumnos del Colegio Marista; el Estudiantes arrastraba a la

gente de Peniche, y cantidad de estudiantes de las Escuelas de Co-

mercio y de Peritos Industriales; el Independiente, ubicado en el

Colegio Labor, contaba con sus alumnos y el vecindario de la ca-

lle del Romil y alrededores; el Juventus de Acción Católica, con

todos sus afiliados... En resumen, que el baloncesto vigués disfru-

taba de un gran ambiente, aderezado con sanas rivalidades que

aportaban un aliciente especial a nuestro deporte.

En el “Pueblo Gallego”, abril de 1955, se anuncia en titula-

res el partido del Club Estudiantes contra el Gimnasio y Esgrima

de Buenos Aires, que llegaba a nuestro puerto para iniciar una gira

por Europa.

Casi todos los años se celebraba en Vigo alguna fase de

sector, y entonces la prensa se volcaba en el torneo, dando cum-

plida información de los equipos participantes, de las fechas, los

horarios...

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Después serían las crónicas de los partidos las que ocupa-

sen páginas enteras, y de clasificarse el representante vigués para

la correspondiente Fase Final del Campeonato de España, harían,

llegado el momento, un seguimiento puntual de todo lo que acon-

teciese en la definitiva competición.

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En mayo de 1955, el Club Estudiantes se adjudica la Fase

de Sector celebrada en Vigo, al derrotar en el partido decisivo al

Grupo Covadonga de Gijón por 39-18.

La crónica de la página siguiente de Manuel Tourón en “El

Pueblo Gallego”, mayo de 1955, es una muestra de la enorme

atención prestada por la prensa al baloncesto.

El Club Estudiantes vence en la citada Fase de Sector. Su

jugador “Pichicho” Giráldez es paseado en hombros, y el Sr. Ga-

varrón, Secretario de la Federación Española, le entrega el trofeo

de campeón como capitán del equipo vigués.

En el comentario del partido se destaca el decisivo marcaje

de Julio Castro sobre la figura asturiana, César Méndez. En esa

fuerte defensa se cimentó la victoria del Club Estudiantes, que el

descanso ganaba por un apretado 18-15.

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El Club Estudiantes y el Real Valladolid alineados en el cen-tro del campo antes de iniciarse el partido correspondiente a la Fase de Sector de la temporada 1956/57, celebrada en el Jardín Park. Por los vigueses jugaron Pepín Castro, Alberto Alonso, Mito Martínez, Julio Castro, Gorito, Camilo Nogueira, García Picher y Car-los Cerdeira. Al fondo se puede observar la grada supletoria instalada por el Ayuntamiento, repleta de aficionados. A falta de un Pabellón de De-portes, los regidores locales colaboraban con la colocación del gra-derío. El baloncesto se asentaba como un deporte de gran implan-tación entre los vigueses, y las ayudas, aunque sin muchas alegrías, empezaban a llegar a los equipos de la ciudad.

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La instantánea del popular fotógrafo “Siorty” nos muestra la forma-ción del campeón, antes de comenzar un partido de la Fase de Sector celebrada en Vigo. También se informa de la preparación de un gran recibimiento a los jugadores aquella misma tarde.

En la temporada siguiente al ascenso a Primera, el Club

Estudiantes roza el título de campeón de la nueva categoría.

El 15 de mayo de l957, “El Pueblo Gallego” informa de la

victoria del Club Estudiantes sobre el Grupo Covadonga de Gijón,

en la Fase Final del Campeonato de España de Primera División.

La reseña comienza así:

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“MADRID, 15 (1,30 de la madrugada. Crónica es-

pecial para EL PUEBLO GALLEGO de nuestro enviado

Francisco Nistal)...”

- Por si no te das cuenta, amigo fiel, te aclaro una vez

más que por aquellos años no había fax, ni correo electrónico, ni

móvil... Las crónicas de los partidos se recibían en la redacción

del periódico por teléfono fijo, los redactores anotaban los datos

como podían, y luego reconstruían la información. “El Pueblo

Gallego”, lo sé de buena tinta -mi padre era Redactor Jefe-, ce-

rraba los talleres más o menos a las cuatro de la madrugada, de

tal forma que cualquier noticia de última hora podría ser incluída

en el periódico del día siguiente. En algo, al menos, llevaban ven-

taja sobre los diarios de ahora, que suelen cerrar sobre las once,

y ya no informan de lo que acontezca más tarde de esa hora. La

crónica que mencioné con anterioridad se recibió de madrugada,

como puedes observar.

Francisco Nistal, el enviado especial, escribió de balonces-

to en “El Pueblo Gallego” durante muchos años. Además, como

ya comentamos con anterioridad, era un excelente árbitro, tal vez

el único de nuestra ciudad que llegó a arbitrar en División de

Honor.

En crónica en el diario “Marca”, 16 de mayo de 1957, se

da cuenta de la final de dicho campeonato, en el que el C.D. Espa-

ñol de Barcelona derrotaba al Club Estudiantes de Vigo por un

contundente 68-41. La información la firma Carlos Piernavieja, el

comentarista de baloncesto de más fama en aquellos tiempos.

Este Subcampeonato de España le otorgaba al equipo vi-

gués el ascenso a la División de Honor, formada en ese momento

por ocho clubs, y ampliada hasta diez a partir de aquel año.

El Club Estudiantes se vio obligado a renunciar al ascenso

por falta de cancha cubierta, requisito indispensable para partici-

par en la máxima categoría del baloncesto nacional.

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El Estudiantes Femenino entra en escena en ese mismo

año, 1957. Desde entonces, se proclamaría campeón provincial sin

interrupción hasta l965, momento en que logra el ascenso a Divi-

sión de Honor.

En la temporada 1960/61 gana la Fase de Sector en Valla-

dolid, y se clasifica para la Fase Final a celebrar en Alicante, don-

de consigue un meritorio tercer puesto.

En la campaña siguiente, 1961/62, ya es subcampeón de

España de Tercera. En la temporada 1963/64 se hace en Madrid

con el título de Campeón de España y asciende a Segunda Divi-

sión.

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Durante estos años, María del Carmen Veiga se convierte

en su jugadora más destacada. Excepcional anotadora, era galar-

donada a menudo como mejor encestadora de los torneos que dis-

putaba. La casi nula actividad de nuestra selección española en es-

ta época, le privó de haber sido la primera internacional del balon-

cesto vigués.

Campo de Granada, 1963. El concejal vigués Salvador García, “Sal-vito” -años después sería gerente del Centro Deportivo Municipal.-, hace entrega a María del Carmen Veiga del trofeo a la máxima en-cestadora de la fase de sector celebrada en Vigo, con el público aba-rrotando las gradas.

En la temporada 1955/56, el alcalde de Vigo, José Ramón

Fontán, hace entrega de unas medallas de la ciudad a las jugadoras

del Club Estudiantes por la consecución del título de Campeonas

de España de Segunda División, y por su ascenso a Primera.

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Campo de Granada, 1956. A la derecha del alcalde, José Ramón Fontán, se ve al conce-jal Salvador García “Salvito”, y a su izquierda, a Vicente Flórez, presidente de la Federación Gallega Sur de Baloncesto. Recibe la medalla Olga Curty, con Maribel Lorenzo, Rosa Sarmiento y el resto de sus compañeras a ambos lados.

En los primeros años de la década de los setenta, el Real

Club Celta Femenino se pone de moda en la ciudad. Al afianzarse

en los primeros lugares del baloncesto nacional, la prensa local

comienza a prestarle cada día más atención.

El presidente de la sección, Jaime Gómez, consigue en

principio del “Faro de Vigo”, “El Pueblo Gallego” y “Hoja del

Lunes”, que dediquen algún espacio de sus páginas deportivas a

informar del club. Pronto las crónicas ocuparían páginas enteras.

El equipo responde con brillantez en la cancha, la afición

se agranda cada día, y el interés informativo va en aumento. Las

célticas, con una entrega total en cada partido, y la virtud añadida

de un limpio amateurismo, se erigen en figuras ejemplares del de-

porte vigués. Se hacen populares y son reconocidas por las calles

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de la ciudad. Todas ellas son, además, jugadoras de casa, forma-

das con el esfuerzo y dedicación de los Julio Castro, Jorge Do-

mínguez, Isidro Gallego, Paco Picos, Juan Ayres, Vicente Rodrí-

guez “Cholas” –mi sucesor en el Celta-, Paco Martínez -sucesor

de “Cholas”-... y yo mismo, Rey Lama.

Enceste en “Faro de Vigo”, Madelca en “El Pueblo Galle-

go”, y Berrocal en “Hoja del Lunes”, daban cuenta con generosas

informaciones de la actividad céltica.

Berrocal publica en la “Hoja del Lunes” una nota de las

jugadoras célticas, agradeciendo el comportamiento del público

durante el partido.

“Faro de Vigo” también destaca esta circunstancia con un

elocuente titular: “¡HALA CELTA! en el Pabellón.”

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Por primera vez se ganaba al Ignis Mataró, vigente cam-

peón de Liga en ese momento. Las catalanas estaban entrenadas

por José Mª Solá, que también ocupaba el cargo de seleccionador

nacional. La gran actuación de Maribel Lorenzo (29 puntos) le

valió para ser convocada nuevamente con el equipo español.

El Creff de Madrid, equipo de la Sección Femenina -

organización franquista al cuidado de la formación de las mujeres

españolas-, tenía fama de verse favorecido por los arbitrajes. Algo

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parecido al trato, que se decía, recibían los equipos del Real Ma-

drid de fútbol y baloncesto, considerados afines al régimen.

El Celta también lograba imponerse por primera vez al

Creff, varias veces campeón de España, y plagado de excelentes

jugadoras, la mayoría de ellas internacionales: Pérez Villota, Con-

chi Navío, Ana Herrero, Pérez Cochoud, Coro Domínguez... diri-

gidas por Ita Pozo -que sería años después seleccionadora nacio-

nal- y por Ignacio Pinedo.

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En el recorte de prensa se informa de los resultados de la jornada y se acompaña la clasificación. En la foto se ve a la céltica Mª del Car-men Veiga en una perfecta suspensión, “punteada” por Rosa Casti-llo, la mejor jugadora española de las décadas setenta y ochenta. Partido R.C. Celta-Pem Aerpons. El equipo barcelonés debutaba en Primera División, y estaba dirigido por María Planas, que años después sería seleccionadora nacional.

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En el “Marca Gráfico” se empiezan a destacar las actuaciones del R.C. Celta a partir de la décima jornada de la Liga. Hasta ese momento no contaban con nuestro equipo para nada. Era la tempo-rada 73/74, en la que se alcanzaría el subcampeonato, empatando a puntos con el Club Deportivo Mataró, primero por basketaverage. En la imagen, Picuca Martínez, en un lanzamiento en bandeja.

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Calleja, el comentarista de baloncesto de “Marca Gráfico”, hace un encendido elogio del Real Club Celta. Destaca su labor silenciosa, humilde, y alimentado por sus propios recursos. “No vuela muy alto, pero vuela bien.”, remata la crónica.

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Dos meses después, “Marca Gráfico”, vuelve a dedicar su portada al Real Club Celta Femenino. En la imagen, Ángeles Liboreiro se dispone a anotar una canasta.

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El semanario “Marca Gráfico” ratifica su criterio, y le dedica de nue-vo al Celta la portada de su semanario. Calleja destaca el mérito y el rendimiento del equipo vigués.

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Con el Real Club Celta como subcampeón de Liga y terce-

ro en la Copa, llegarían los homenajes de la ciudad. El primero de

ellos en el Estadio de Balaídos, antes del comienzo del partido

Celta-Sporting de Gijón de Primera División

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Después del caluroso homenaje en el estadio de Balaídos,

el Real Club Celta disputaría un partido-homenaje con la selec-

ción de Yugoslavia, y de nuevo recibiría el aplauso fervoroso de

su afición en el Pabellón de las Traviesas.

Arranca entonces la época dorada del basket femenino vi-

gués. En esta misma temporada, el Celta se proclamaba campeón

de España junior, de la mano de Vicente Rodríguez “Cholas”, y

con Ángeles Liboreiro, Susana García y Virginia Barros como

máximas figuras.

Al mismo tiempo se confirma la participación del equipo

en la Recopa “Liliana Ronchetti”.

Maribel Lorenzo inicia su andadura como internacional en

la selección española. Más tarde lo haría Carmen Fraile. En la se-

lección española junior debutaban Ángeles Liboreiro y Susana

García.

Llegarían más tarde los títulos de Liga y Copa, nuevos

campeonatos en juniors, y más internacionales pertenecientes a

nuestro club, la mayoría formada en la propia cantera. A las men-

cionadas con anterioridad, habría que añadir a Carmen Martínez,

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Ángeles Araujo, Pepa Calvet, Marisol Paíno, Nieves Lobón, Pilu-

ca Alonso, Rocío Jiménez, Sole Granados... y ahora mismo, las

olímpicas, Tamara Abalde, Laura Nichols y Alba Torrens.

Tamara Abalde, la formidable internacional y olímpica en Pekín 2008, es el mejor exponente actual del baloncesto vigués. Marta Ca-nella, del C.B. Baiona -alevín en la foto- y actualmente en la prese-lección nacional sub-13… ¿el mejor futuro?

Sin olvidar, por supuesto, la presencia destacada de Vicen-

te Rodriguez “Cholas”, en la selección española absoluta; de Mi-

guel Méndez en la selección española sub-21; de Carlos Colinas

en la selección española sub-18; de Telmo Silva y Domingo Sali-

nas como preparadores físicos de la absoluta... y de Susana Gar-

cía, que será ayudante del entrenador de nuestra selección olímpi-

ca... ¡Y lo que aún está por llegar!

El formidable historial que va dejando con los años el Real

Club Celta Femenino, lo acredita como uno de los equipos más

laureado del deporte gallego.

E insisto, ¡lo que aún está por llegar!

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Temporada 1977/78 Real Club Celta

Campeón de Liga de Primera División De pie: Carmen Martínez, Marisol Paíno, Elena Sarmiento (delegada), Vicente Rodríguez “Cholas” (entrenador), Maribel Lorenzo, Mª José Presa y Ángeles Liboreiro. Agachadas: Virginia Barros, Amparo Dios, Gloria Martínez, Ángeles Todo, Pepa Calvet y Susana García.

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XV. La vestimenta femenina

La entrañable e histórica foto del S.E.U. femenino -página

siguiente- sirve como fiel documento de los equipajes que se “lle-

vaban” en los años cincuenta. Y eso que el equipo no era de nin-

gún colegio religioso. Si lo fuera, tal vez los “pololos” llegasen

hasta los tobillos.

No hay duda de que vestían con estilo y gracia femenina, y

sin embargo, no dejaban por ello de ofrecer una imagen de con-

junto aguerrido, inteligente, simpático, disciplinado, y bien dis-

puesto para el triunfo deportivo. Además, eso no se les puede ne-

gar, el grupo estaba compuesto por bellas jovencitas, que arrastra-

ban a no pocos admiradores.

Aún hoy se recuerda a la bella Lolín. Cuentan los testigos

de aquella época, que presenciando uno de los primeros partidos

del S.E.U., preguntaba el maestro Cofán a un discípulo.

- Dime una cosa con curvas.

- El castillo de Bellver -contesta raudo Carlos Davila, en

respuesta a la “pregunta emboscada”.

- ¡Vaya! -con mirada aviesa y un suspiro- Di otra.

- El castillo de Chinchilla.

- ¡Gilipollas! ¿No viste más?

- Los castillos de Bellver y de Chinchilla con Lolín den-

tro.

- ¡Ah! -exclama Cofán, aliviado.

Pues aunque no te lo creas, querido colega de tertulia, este

equipo sería el precursor del actual Real Club Celta. Con sus “po-

lolos” -o falda pantalón- color blanco, sus blusas blancas con cue-

llo y manga corta, petos en azulina con nombre del club y núme-

ros, y zapatillas de lona a juego en azulina.

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Con los años, los “pololos” se convirtieron en faldas, y en

todo caso, aún se mantenían por debajo, cubriendo las piernas has-

ta casi la rodilla.

De pie: Ana Salgado, Pinky García Piñeiro, Mely Badía, Baley y Pilarín Pérez. Agachadas: “Nena” García Piñeiro, Mª Isaura Madriñán, Mer-che “la francesa” -que no lo era, tenía familia en Francia-, y la cubana Lolín. Ellas posan para la posteridad en el campo de tierra del Institu-to Santa Irene, mientras su entrenador, Alberto Alonso, se rompe la cabeza en la banda para hacer jugar al baloncesto a sus discípulas.

Más tarde, los “pololos” pasaron a shorts, y las faldas se

acortaron. Los petos desaparecieron, y en vez de blusas, se empe-

zaron a usar camisetas de manga corta.

Con el Club Estudiantes finalizan las faldas en las repre-

sentantes viguesas -aún jugarían en Primera División con ellas-, y

el R. C. Celta es de los primeros equipos del país que empiezan a

jugar con pantalón muy corto, y camiseta sin mangas.

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El short de tela pasa a ser de espuma, pegado y más corto,

y al cabo de un par de años, será de licra, aún mas ceñido y más

corto. Las camisetas, por lo general, sin mangas y más ajustadas.

Y de la NBA llega la moda de las medias hasta las rodillas. Las

del Celta, en color marino con listas blancas.

El equipaje femenino, como tal, desaparecería en pocos

años. Las féminas pierden sus peculiares vestimentas, supongo

que con la generalizada filosofía de la igualdad, y pasan a utilizar,

sin más, el vestuario masculino. Los “pololos” de los años cin-

cuenta recuperan su vigencia, con formato diferente, pero con la

misma amplitud de entonces, y largo de pierna, hasta la rodilla.

Año 1958. Equipo de la Sección Femenina de Vigo.

- Colega, y tú, ¿qué opinas de todo esto?

- Pues viendo las fotos que me enseñas, no sé qué te diga.

- ¿Cuáles “lucían” más guapas? ¿Las de ahora, las de

los años setenta, o las de antes?

- Las de los setenta lucían mejor el tipo, pero el balón-

cesto no es para eso.

- Yo opino que pueden jugar perfectamente al baloncesto,

y lucir al mismo tiempo su feminidad. ¡Tanta igualdad!... La

igualdad para otras cosas más importantes.

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1960. Club Estudiantes. De izquierda a derecha: María del Carmen Veiga, Tucha Prieto, Pinky, Mely Badía, Mely Canda y Pitusa Llopis.

1962. Club Estudiantes. De pie; Margarita, Mª del Carmen, Pitusa y Esther. Agachadas: Tucha, Pinky, Hortensia y Olga. Las faldas empiezan a acortarse.

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Campo de Granada, 1964 Estudiantes-Liceo Marítimo de Villagarcía. María del Carmen Veiga en una entrada a canasta. Se comienzan a utilizar camisetas de algodón más ceñidas, y al observar el banquillo vigués, se puede comprobar que aún no se dispone de chándal.

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Campo de Granada, temporada 1965/66. Debut del Estudiantes en Primera División. Su rival, el Creff de Ma-drid, campeón de España. Luchan María del Carmen Veiga y Mila-gros, con la base internacional Pepa Senante, a la derecha.

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Temporada 1972/73. Real Club Celta-Creff de Madrid. María del Carmen Veiga, en una de sus características entradas a canasta. Detrás de la mesa de anotadores se ve la zona “FIBA”, de la que ya hablé, y muy concurrida, como siempre.

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Pabellón de las Traviesas, 1976. Real Club Celta-Creff de Madrid. Tiro de Picuca ante la oposición de la internacional Conchi Navío (10) y otra compañera. En ayuda llega otra internacional, Ana Herre-ro. Las madrileñas ya habían abandonado sus faldas plisadas, pero aún continuaban con sus polos.

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Pabellón de las Traviesas, 1975. Real Club Celta-Selección de Yugoslavia. Picuca Martínez recibe un “tapón” de una gigante balcánica.

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As Travesas, 1991/92. Xerox Vigo-Autopistas de A Coruña. Kelly García en una entrada a canasta. Se empiezan a utilizar pantalones de atletismo -las coruñesas-, o equipaje completo de baloncesto masculino -las viguesas-.

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1992. Kelly García, en el partido Xerox Vigo-Estudiantes C. Postal.

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Temporada 2007/08. Tamara Abalde, en un partido con la Universi-dad de Lamar en la NCAA norteamericana.

Vestuario del equipo femenino de baloncesto de la Universidad de Lamar. Piso con moqueta, y departamentos individuales. ¡Asombro-so! ¡Vaya lujo!

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Temporada 2007/08. Tamara Abalde. en un partido de la liga univer-sitaria norteamericana.

- ¿Sabes lo que te digo, amigo Luis? Contemplando las

fotos de Tamara, pienso que a ella le quedaría bien cualquier

equipaje, el de ahora, el de los setenta, o el de los años cincuenta.

Su formidable estampa atlética, vistiese como vistiese, iría de

igual manera acompañada de su belleza y feminidad, y por su

enorme talento para esto del baloncesto.

- ¡Vaya! Por una vez estamos de acuerdo.

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Tamara Abalde, con la Selección Española en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.

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XVI. El banquillo traicionero

El entrenador veterano no deja nada a la improvisación. Lo

tiene todo, absolutamente todo, controlado hasta el mínimo deta-

lle: la condición física de sus jugadores -cuenta con un prepara-

dor-, el manejo de balón -trabaja fundamentos a diario-, el tiro -

largas y repetitivas sesiones-, la defensa zonal -“2-1-2”, o“1-3-1”,

o “3-2”, o “zona-press”-, la intensidad del juego, la defensa indi-

vidual -más o menos presión-, cinco o seis sistemas contra indi-

vidual, otros tantos contra zona, el balance defensivo, el contra-

ataque, la transición defensiva, también la ofensiva, dos jugadas

de banda, otras cuatro de fondo, los cambios previstos, los minu-

tos para cada uno de sus jugadores... el scouting... hasta las faltas

técnicas al entrenador como táctica estudiada... la colocación en

las fotografías para la prensa... incluso el grito de guerra previo al

partido. Todo, todo…

Pero amigo mío, a pesar de tanto control, el banquillo se

vuelve traicionero muy a menudo…

Contaba un jugador del Club Obradoiro de Santiago que su

entrenador, Alfonso Rivera, cuando se encontraba apurado a me-

nos de cinco minutos del final, aplicaba con su equipo la táctica

más rudimentaria y antigua: “¡Tonecho! ¡Fuerza la entrada!

¡Hasta abajo!”, le ordenaba enérgicamente.

Es decir, que en esos momentos culminantes, en que te la

juegas a la lotería, tiraba del hábil, valiente y efectivo alero, para

tratar de resolver el partido... Más allá del sistema “pantalón”, o

“camiseta”, o “puño cerrado”, o “brazo en alto”, o “mano en la

cabeza”... que el Obradoiro había entrenado cientos de horas.

Ese alarde técnico ya lo empleaba el presidente del Bosco,

García Hermida, en los años cincuenta: “Hasta abajo, Josechu.

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Fuerza la entrada”... Y Josechu Curiel, como un vendaval, se lle-

vaba por delante toda la defensa contraria y anotaba la canasta.

Josechu Curiel, el popular jugador vigués del C.D. Bosco, ha permanecido en activo en 2º División desde 1952 hasta 1975. Se re-tiró a los cuarenta y dos años siendo titular del equipo bosquista. Su excepcional trayectoria deportiva dejó profunda huella en la ciudad viguesa. Fue internacional universitario en baloncesto y atletismo, y des-tacado jugador de rugby, deporte en el que llegó a internacional abso-luto, y desempeñó el cargo de capitán de la selección española du-rante varios años.

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Es frecuente que el banquillo “se burle” con cierta cruel-

dad del técnico más metódico y laborioso. Claro que de los vagos

y de los torpes, el banco se ríe con mayor frecuencia.

Cuando Alfonso Rivera llegó a Vigo en 1974, nos explica-

ba en su cursillo de entrenadores -el setenta y ocho de su cuenta

particular, ¡y ojo!, financiados por la Federación Española- de for-

ma exhaustiva el comportamiento, las pautas a seguir -empezando

por la elección de la plantilla-, las formas de entrenamiento, los

sistemas ofensivos y defensivos, el trabajo de fundamentos... No

dejaba nada sin cuidar, sin control, sin estudio minucioso...

Pero el banquillo, querido colega de tertulia, te traiciona a

veces... muchas veces... Si son demasiadas, es que eres un mal

entrenador de banco. Y esa es una ciencia difícil de aprender, no

existe un manual.

Por la década de los setenta, entrené una temporada al

Club Ademar Masculino de 2ª División Nacional. Comienzo in-

mejorable, todo iba perfecto, victoria tras victoria, y con contun-

dencia. Algunos rivales nos suplicaban en los partidos que no les

metiéramos más, que parásemos de correr. Todo marchaba sobre

ruedas.

¡Pero!... En el mes de noviembre se muere Franco, el Ge-

neralísimo.

- ¿Y eso qué tiene que ver?

- Ya sabía, colega, que me lo ibas a preguntar.

Como consecuencia inmediata, varios días de luto, y sus-

pensión de todas las competiciones deportivas. Inicialmente el

parón no pareció influirnos. Seguimos ganando con autoridad, nos

manteníamos imbatidos, y con tres partidos de diferencia con

nuestro rival más cercano, el Santa María del Mar de La Coruña.

Pero… vacaciones de Navidad y relajo en los entre-

namientos, fruto de mi ausencia por motivos laborales -de aquella

el segundo entrenador ni existía, y ya se sabe, cuando falta el ga-

to, los ratones hacen fiesta-. Y llegó lo que me temía: la jornada

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pendiente, por orden federativa, se tuvo que disputar el día 8 de

enero.

Total, que entre las miles de culpas que le fueron echando

encima al Caudillo -después de morir, claro está-, hubo que añadir

a la lista, la pérdida de nuestro campeonato. ¡Hasta de muerto nos

hizo daño!

¡Y Rivera sin avisarnos!...

- Pero entonces, ¿qué pasó?

- Te lo cuento ahora.

A falta de 9 segundos para finalizar el dichoso partido

aplazado contra los coruñeses, empate a 57 puntos y personal so-

bre nuestro base, Carro.

Las reglas. en aquel momento, daban tiro en todas las per-

sonales cometidas en los últimos tres minutos, pero con la posibi-

lidad de renunciar a los tiros y quedarse con posesión de balón.

- Querido amigo. Tú, ¿qué harías? ¿Tiras o sacas de

banda?

- Déjame pensar.

- ¡No puedes! ¡Decide!

- Sacar de banda.

Yo decidí tirar las personales. Quería ganar, no me con-

formaba con la posible prórroga, y tampoco me fiaba del aplomo

de mi equipo para jugar con cabeza esos pocos segundos. Nuestro

base, Carro, era un buen lanzador, y preparado para afrontar esa

delicada situación. También hay que añadir que en aquella época

no se manejaban los segundos con la precisión de ahora, y meter

una canasta en 9 segundos parecía casi impensable. Y para el con-

trario todavía más, que tendría que atravesar todo el campo si se

hacía con la posesión de la pelota.

- Bueno, y ¿qué pasó?

- Que la “cagamos”, con perdón.

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Carro falla el primer lanzamiento, pero anota el segundo, y

nos ponemos por delante por un punto. Lo previsto. Los contrarios

sacan de fondo... y mis jugadores, que ya no estuvieron muy lúci-

dos durante todo el partido, remataron la faena de forma magis-

tral... Le hacen un pasillo triunfal al jugador rival, y le permiten

amablemente avanzar por el centro del campo y en línea recta,

para que no hubiera pérdida de tiempo. El coruñés, midiendo los

segundos a la desesperada, y bastante antes de llegar al círculo de

la personal, envía una “pedrada” imponente, suena la bocina en el

aire...

¡Adiós al partido! ¡Adiós al campeonato! Mis jugadores

habían hecho “el paseíllo al campeón” antes de tiempo. Nuestro

consuelo fue que Franco se llevó todas las culpas. En noviembre

les hubiésemos ganado con facilidad.

Los muchachos, no sé si para descargar un poco sus cul-

pas, me recriminaron la elección, por supuesto con buenas mane-

ras, y desde luego, después de haberse producido el descalabro.

Quedamos tocados para el resto del campeonato... y subcam-

peones.

1972. Carro, excelente base, en su etapa de jugador del R.C. Celta.

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Seis meses más tarde, mediados de junio, llega a Vigo la

selección española junior masculina, entrenada en ese momento

por Antonio Díaz Miguel. Venían en fase de preparación para el

Campeonato de Europa de la categoría, que se celebraría un mes

más tarde en Italia.

Con tal motivo, se organizó un partido de preparación

frente a la Selección de Yugoslavia. Encuentro tenso, disputado,

igualado de principio a fin... y faltando 12 segundos, con el mar-

cador en empate a 62, castigan a los yugoslavos con una personal.

- Y te vuelvo a repetir, querido colega. Tú, ¿qué harías?

- Por supuesto, sacar de banda.

Efectivamente, Díaz Miguel decidió sacar de banda. Me-

dio campo, tensión al límite, presión discreta de los yugoslavos,

saca el escolta español... corte rápido de balón de un balcánico, se

va sólo a la canasta como una flecha, encesta, y victoria para Yu-

goslavia por dos puntos.

Me acerqué a mis jugadores del Ademar, que andaban por

allí, y les pregunté: “¿Tiro o banda?

El maestro había elegido tan mal como su discípulo. La

ciencia no es exacta; esa es la grandeza del deporte

Una amiga de Barcelona, ex-jugadora del Picadero, no so-

portaba a Aito García Reneses en su época de entrenador del Bar-

ça. Decía que cambiaba siempre a los jugadores que mejor estaban

jugando, y que por ello ya habían perdido más de un partido. Sin

embargo, años más tarde se confiesa como una gran admiradora

del estilo de juego de sus equipos, de su facilidad para descubrir

nuevos valores... de su labor en la Penya y en la selección… ¡pero

sus manías en el banquillo!...

A Manel Comas, en sus comienzos como entrenador del

primer equipo del Joventut de Badalona, le censuraban con dureza

el que pusiera a jugar de titulares a los jóvenes debutantes, Monte-

ro y Villacampa.

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Neus Bartrán, ex-jugadora del Picadero de Barcelona y

numerosas veces internacional, no aguantaba a Ivanovic en el

banquillo del Barça. Decía que no dejaba un instante de gesticular

y de gritar a sus chicos. “No lo ves. Si parece que va a caballo de

los jugadores para ordenarles cómo dar cada paso... Si no los

deja jugar.” Dicen que por su culpa se fue Navarro a la NBA, y

Marc Gasol a Girona. También aseguran que vació el Palau Blau

Grana, uno de los más flojos en asistencia de la ACB, debido al

rechazo que generó en la afición por su comportamiento con los

jugadores.

Neus Bartrán, jugadora del Picadero de Barcelona, e internacional en los años setenta. Mantenía una sana rivalidad con las célticas.

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En cambio, a mi me impresiona Aito García Reneses en el

banquillo -por supuesto que fuera también-. Es como una esfinge,

no se mueve, ¡dirige a su equipo con la mirada!... y en los tiempos

muertos, da la sensación de que no levanta la voz más de lo nece-

sario para que sus jugadores le entiendan.

José Luis Sáez, presidente de la Federación Española, en el acto de presentación de Aito García Reneses como Seleccionador Nacional para los Juegos Olimpicos de Pekín 2008.

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Después de tantos años en la refriega, creo que el reto pen-

diente de los entrenadores, y lo deben descubrir con urgencia, es

tener previsto con exactitud cuándo te va a fallar el equipo... y de-

jar -como tantas cosas- planteado de antemano el contra-fallo.

Partido de Copa del Rey, Joventut de Badalona-Estudiantes de Madrid, jugado en el Pabellón de las Traviesas de Vigo. José Anto-

nio Montero con el balón, marcado por García Coll.

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Y si no es acertado este criterio, que se lo pregunten a Iva-

novic, al TAU, a los vitorianos, a los técnicos más prestigiosos...

que aún hoy en día no se explican los tres minutos finales y el fa-

moso triple de Herreros en el último segundo, que le regalaron el

Campeonato de Liga al Real Madrid hace unos años.

En realidad, debo confesar que disfruto con esas desfei-

tas... y siempre pienso lo mismo: “Eso también lo hacen mis ju-

gadores del Rodaballo... o mis niñas de Baiona... y no cobran ni

un pataco, ni hacen tanto ruido… y además, entrenan tan sólo

un par de horas a la semana”. Me refiero, claro está, a las barba-

ridades de los súper-profesionales que se ven a menudo... como

las del TAU contra el Real Madrid ese famoso día, que sólo ano-

tando en canasta propia se podrían superar para peor.

Lo llevo meditando desde hace tiempo... y digo yo: “Con

todo estudiado al milímetro, el coach ya debe saber que el alero

Fernández va a cometer el error en el minuto 8 del tercer cuar-

to... luego no lo tengas en el campo en ese momento... Y si el ba-

se titular pierde el balón en el minuto 9 del último cuarto, que

no lleve el balón en esta fase del juego. ¡Qué lo lleve el pívot!...”

Hay que tener todo previsto, no se puede improvisar. Des-

pués llegan las consecuencias… y como el ingenio, la inventiva, la

fantasía, la inspiración momentánea del jugador está poco promo-

cionada en el deporte actual… a veces se echan en falta figuras a

“lo Tonecho”, a “lo Josechu Curiel”… “Hasta abajo, Josechu.”…

“Fuerza la entrada, Tonecho.”…

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XVII. El internacional militar

<<Antes del comienzo del partido en Santiago entre el

Club Estudiantes de Madrid y el Estudiantes de Vigo -del que ya

te hablé-, nos alineamos en medio del campo para proceder a la

presentación de los jugadores. >>

<<Los altavoces de la Plaza de la Quintana empiezan con

el ceremonial. “A la derecha, el Club Estudiantes de Madrid, re-

ciente Campeón de la Copa del Generalísimo: con el nº 4, Jesús

Codina -paso al frente y aplauso-, 40 veces internacional; con el

nº 5, José Luis Sagi-Vela -paso al frente y aplauso-, 25 veces in-

ternacional; con el nº 7, Chiky Fuentes, internacional juvenil; con

el nº 9, Martínez Arroyo, 30 veces internacional; con el nº 10, Pe-

dro Montilla, internacional juvenil....”

Concluída la presentación del equipo madrileño, llega la

del Club Estudiantes de Vigo. “Con el nº 4, José Ángel Román -

paso al frente y silencio-; con el nº 5, Isidro Gallego -paso al fren-

te y silencio-; con el nº 7, Emilio Abelenda -paso al frente y silen-

cio-; con el nº 8, Severo Iglesias; con el nº 9, Carlos Cerdeira,

internacional militar -paso al frente y explosión de aplausos...”

Menos mal que Cerdeira salvaba el honor vigués, porque

nuestra presentación estaba resultando más bien penosa.

Severo Iglesias e Isidro Gallego, que tenían mucha “gua-

sa”, acostumbraban a bautizar con un mote a todos sus compañe-

ros. Lo justificaban diciendo que era para mantener en secreto las

órdenes tácticas recibidas en el campo, y que así, los contrarios no

pudieran identificarnos. A Benito Lorenzo le llamaban “Pavero”;

a Julio Castro le pusieron “Gavarrón” -por una copa de campeón

que le entregó el secretario general de la Federación Española-; a

Rafa Tapias, “el sonrisas”; le apodaron también “cuñado” -Isidro

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y él tenían dos novias hermanas, que serían sus futuras esposas-; a

mí me llamaba “chollo” -perdía siempre al chin-chón-; a Carlos

Cerdeira lo citaban por el segundo apellido, “Cobas”; Isidro le

llamaba a Severo, “tigre”; Severino Vilas, directivo, era “el zur-

do”; a Romero Bello le pusieron “penacho”; Emilio Fernández,

directivo, era “Fachusco”... Allí no se salvaba nadie.

Total, que al regreso del partido, Severo Iglesias, le dice a

su compañero: “Oye Cobas... eso de internacional militar... me

huele mal. Te lo inventaste para quedar bien.”

Recibió tal empujón como respuesta, que quedó completa-

mente tumbado en un asiento del autobús.

Selección Española Militar formada para la foto en la Escuela Central Militar de Educación Física de Toledo. El vigués Carlos Cerdeira, el primero por la izquierda de la fila superior. Antonio Díaz Miguel (Estudiantes de Madrid), el segundo por la derecha de la fila delantera. Completan la formación: José Luis Martínez (Real Madrid), Es-teban Crespo (Hesperia de Madrid), Jonani y Nanano (Aismalibar de Barcelona), Jordá (Español de Barcelona), Soto, Soro y Gumbau (Ori-llo Verde de Sabadell), Masferrer y Ballester (Juventud de Badalona), Del Baño (F.C. Barcelona), Diego Román y Tomás (Layetano). Estos tres últimos quedarían descartados para la selección definitiva.

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A las órdenes del capitán Villalpando y del brigada Gonzá-

lez, los quince soldados pre-seleccionados permanecieron concen-

trados en Toledo durante un mes, entrenándose con extrema dure-

za para su participación en el Campeonato del Mundo Militar a

celebrar en Niza (mayo, 1958).

Todos ellos eran jugadores de División de Honor, y perte-

necientes a los Clubs más importantes del país. Algunos, como el

Orillo Verde, el Aismalibar, el Español y el Hesperia, ya despare-

cidos y relegados a la historia.

Una fase de la dura preparación física, al más puro estilo militar. Ade-más del gimnasio, las pistas de atletismo y la piscina del centro serían escenarios habituales de las casi ocho horas de entrenamiento diario. Los chicos habían topado con el Ejército, y seguro que con una pre-paración bien distinta a la que conocían en sus clubs.

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Antonio Díaz Miguel sería nombrado capitán -sin galones, por su-puesto- de la selección española militar. En la fotografía, recibe ins-trucciones -en la más estricta posición de firmes- del General Quere-jeta, presidente de la Federación Española, y del brigada Gonzá-lez.

El General Querejeta en la tribuna de autoridades, revisando la se-sión de trabajo.

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El General Querejeta pasa revista a su equipo, perfectamente ali-neado para la ceremonia militar.

- Colega, ¿tú ya no haces el Servicio Militar?... ¡Qué

suerte!

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“Enceste”, en “Faro de Vigo”, ofrece detallada información acerca de la inclusión de Carlos Cerdeira en la selección militar.

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“El Pueblo Gallego”, en editorial de Manuel Tourón, dedica cálidos elogios a Carlos Cerdeira por su internacionalidad, y finaliza el artí-culo considerándolo el mejor jugador vigués del año.

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Selección Española Militar Campeonato del Mundo Niza, 1958

Carlos Cerdeira, internacional militar.

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Antonio Díaz Miguel, “capitán” de la Selección Militar

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XVIII. La Fiesta del Deporte

El Real Club Celta Femenino, con sus brillantes actuacio-

nes en Liga y Copa, y su ascenso fulgurante a la élite del balon-

cesto nacional, alcanzó cotas de popularidad y seguimiento en la

ciudad como nunca se había sospechado que pudiera conseguir un

equipo femenino.

Estaba tan de moda en aquel momento, principios de la

década de los setenta, y su mérito deportivo era tan unánimemente

reconocido, que por tres años consecutivos sus jugadoras se lleva-

ron el galardón de “Mejor Deportista Vigués” en la Fiesta del De-

porte que anualmente organizaba con gran esplendor la Asocia-

ción de la Prensa de Vigo.

Ya en años anteriores se había premiado al Club Estudian-

tes de Baloncesto, en el apartado de entidades y clubs, por su des-

tacado historial en ambos frentes, el masculino y el femenino.

Nuestro presidente, don José Nistal, recogería el premio con enor-

me orgullo.

Yo mismo había sido galardonado años antes como el

“Mejor en Baloncesto”, por mi doble faceta de jugador y entrena-

dor del equipo femenino, Campeón de España de Segunda y as-

cendido a Primera División.

La jugadora María del Carmen Veiga, todavía vistiendo la

camiseta del Club Estudiantes, fue nombrada “Mejor en Balonces-

to” en el 1966.

Marisa García, en su doble condición de atleta internacio-

nal del R.C. Celta, y baloncestista del Club Estudiantes, recibía un

“Premio de Honor” en ese mismo año.

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El periodista Manuel Tourón entrega el trofeo de “Mejor en Balon-cesto-1966” a María del Carmen Veiga, la gran estrella del balon-cesto vigués en las décadas de los cincuenta y sesenta. Detrás, Gonzalo Rey Alar, presidente de la Asociación de la Prensa de Vigo.

En la página siguiente, los galardonados de la VII Edición

de la Fiesta del Deporte de 1966. En la foto, aparecen destacados

deportistas de la época, muchos de los cuales alcanzaron las más

altas cotas del deporte nacional: Juan Luis, el entrenador de ba-

lonmano de los ascensos a Primera División del Vulcano y del

Academia Octavio (de pie, el segundo por la izquierda); Fernando

de Haz, presidente de la Federación Gallega de Tenis durante mu-

chos años (el más alto); Manolo Martínez, el técnico de balonces-

to del C.D. Bosco (sentado, tercero por la izquierda); Lolo

Sánchez, campeón de España de Billar -compañero de baloncesto

en los juveniles del Bosco- (de pie, primero por la derecha); Fran-

co Cobas, remero olímpico en Roma -futuro presidente del R.C.

Náutico- (de pie, en el centro); Javier Álvarez Salgado, “Mejor

Deportista Vigués” de 1966, atleta olímpico, Campeón del Mundo

Militar de 3.000 m. obstáculos y con varios records de España en

su haber (sentado, segundo por la izquierda); Carlos Pérez, atleta

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olímpico, y ese año, Campeón de España de Maratón (sentado,

primero por la derecha); Cholo Armada, Campeón de España de

“snipes”; Fernando Massó, Campeón de Copa del Generalísimo

de “snipes”; los hermanos Veiga, destacados montañeros...

Los galardonados en la “VII Edición de la Fiesta del Deporte”.

Marisa García, jugadora del Club Estudiantes y atleta internacional del Real Club Celta, “Premio de Honor” en la “Fiesta del Deporte Vigués 1966”

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En 1974, en la VIII Edición de la Fiesta del Deporte, Picu-

ca Martínez se convierte en la primera mujer que recibe el premio

de “Mejor Deportista del Año”.

Picuca Martínez, micrófono en mano, agradeciendo el premio conce- dido de “Mejor Deportista Vigués 1973”, en la “VIII Fiesta del De-porte Vigués”, celebrada en el Salón Regio del Real Club Náutico de Vigo.

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Picuca Martínez con la Carabela de Plata de “Mejor Deportista Vi-gués 1973”, y otros trofeos recibidos.

Este hecho encontró amplia repercusión en la prensa na-

cional. El diario “Marca” dedicó sus páginas centrales a una ex-

tensa entrevista con Picuca Martínez, con un importante desplie-

gue fotográfico -del vigués Arjones-, de escenas de la jugadora

junto a sus dos hijos, en su trabajo, y entrenando con sus compa-

ñeras. El deporte femenino daba sus primeros pasos, tratando de

derribar complejos… y el ejemplo de Picuca -deporte, familia y

trabajo- resultaba inmejorable.

Mª de Carmen Krukenberg, el matrimonio García Picher, Rosa Sar-miento, Rey Lama y Picuca Martínez en la “VIII Fiesta del Deporte”.

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A la izquierda de este recorte de prensa de la “Hoja del Lunes”, Alonso Amat, recordado presidente del Real Club Náutico, hace en-trega a la flamante internacional céltica Maribel Lorenzo del trofeo como “Mejor en Baloncesto 1973”.

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El legendario periodista radiofónico Matías Prats -por supuesto, el padre- sería el pregonero de la “VIII Edición de la Fiesta del Depor-te Vigués”, en 1974.

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La internacional céltica Maribel Lorenzo se llevaría el ga-

lardón de “Mejor Deportista del Año” en 1975

Como tantos otros compañeros entrañables de la familia estudiantil y céltica, Maribel Lorenzo, nos dejaría en plena juventud. A todos ellos, y a ella en especial, mi emocionado recuerdo. Compartimos muchas horas de entrenamientos, partidos y viajes deportivos. Mi homenaje a la gran jugadora y mejor amiga.

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En la X Edición, la formidable promesa del R.C. Celta,

Ángeles Liboreiro, con tan sólo dieciocho años, pero ya interna-

cional junior y absoluta en el reciente Campeonato de Europa, se

convertía en el “Mejor Deportista Vigués” de 1975, y el más joven

de todo el historial de ganadores.

Se trataba de una jugadora muy querida por la afición

céltica, que la vio debutar en Primera División a los quince años.

Por su juventud, por su entrega y por la brillantez de su juego, los

aficionados la adoraban.

Ángeles Liboreiro recibe de manos del alcalde de Vigo, Joaquín García Picher, el galardón de “Mejor Deportista Vigués 1975”. Como anteriormente a sus compañeras Picuca Martínez y Mari-bel Lorenzo, el deporte de la ciudad le brindaría un cálido homenaje en la “X Fiesta del Deporte Vigués”, que como era costumbre, se celebraba en el Real Club Náutico de Vigo. Los medios -prensa y radio, aún no había TV regional- darían amplia cobertura del acto.

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Ángeles Liboreiro agradece el premio concedido en la “X Fiesta del Deporte Vigués”. Pepe Vázquez, el emblemático periodista de Ra-dio Vigo, le sostiene el “micro”. Delante, el alcalde García Picher y Gonzalo Rey Alar, presidente de la Asociación de la Prensa, sonríen al escuchar sus palabras.

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Eran los albores de una década excepcional, que consagra-

ría definitivamente al Real Club Celta para la historia. En la tem-

porada 1977/78 llegaría el primer título de Campeón de Liga de la

mano de Vicente Rodríguez “Cholas”.

Año 1978. Llenazo en el Pabellón de las Traviesas, en el decisivo Celta-Íntima de Barcelona, que daría el primer título a las viguesas.

Marisol Paíno, llevada en hombros por aficionados tras proclamarse el Real Club Celta campeón de Liga.

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Temporada 1978/79. Real Club Celta Citroën. Subcampeón de Liga y Campeón de la Copa de la Reina.

De pie: Ángeles Araujo, Marisol Paíno, Luis Fernández Castro -presi-dente de la sección-, José Riego -presidente del R.C. Celta-, Luis Za-patero -director de Citroën Hispania-, Paco Martínez -entrenador-, Elena Sarmiento -delegada-, Juana Ingelmo y Ángeles González.

Agachadas: Sole Granados, Pepa Calvet, Ana Ruth Cerdeira, Paula Cres-po, Gemma Domínguez y Susana García.

Se acababa de firmar el patrocinio de Citroën Hispania con

el Real Club Celta de Baloncesto. Luis Fernández Castro, el presi-

dente de la sección en ese momento, había realizado una gran la-

bor para conseguirlo. Los directivos de la firma automovilística,

Luis Zapatero y Pedro Rivas, apoyaron con fuerza la propuesta.

Años después, siendo Rivadulla presidente de la entidad, y

Quinocho, gerente, se “usurparía” al baloncesto este patrocinio. El

Real Club Celta Femenino, víctima del fútbol, acabó desapare-

ciendo.

Más tarde, se recuperaría el nombre, pero con una total

independencia en su gestión.

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XIX. ¡Qué envidia!

Buscando en el recuerdo y mirando hacia atrás con nostal-

gia, observo con claridad la cantidad de cosas que me han queda-

do por hacer en mi baloncesto. Muchas ni las he intentado, otras

las dejé a medias, y tan sólo una, la más importante para mí, se me

resistió a pesar de los múltiples intentos.

Cuando aparecen delante de mí las imágenes del compañe-

ro que llegó a la cima, las crónicas de algunos de sus partidos, las

canchas sagradas de nuestro basket que ha pisado, las figuras que

hicieron historia con las que compartió vivencias, los equipos glo-

riosos del baloncesto nacional a los que se enfrentó... ¡QUÉ EN-

VIDIA!... y qué profundo respeto me merecen aquellos pocos pai-

sanos míos que lo consiguieron. Era la División de Honor de en-

tonces, la Primera División más tarde, y desde los años noventa, la

ACB de ahora, que ningún conjunto vigués sería capaz de alcan-

zar.

Yo hice lo fácil, intentarlo desde casa, al menos el ascenso.

Ellos hicieron lo difícil, lograrlo, aunque para ello tuvieran que

emigrar a otras tierras y jugarse los valiosos años de la juventud,

con el riesgo y el valor que conllevaba la decisión.

El primero de ellos fue Pololo Cobián, compañero mío en

el Estudiantes vigués, que con dieciocho años se fue a Barcelona

para fichar por el C.D. Español, equipo de la élite del baloncesto

nacional, desaparecido hace años víctima de la avidez sin límites

del fútbol.

En nuestro equipo era un ala-pívot espigado, 1,90 de esta-

tura, extraordinariamente hábil y formidable anotador. Al llegar a

Barcelona, y más tarde al C.D. Mataró, una vez completada su

formación atlética, se convertiría en un alero fuerte, buen rebotea-

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dor. Durante varias temporadas ocuparía lugar entre los diez mejo-

res anotadores de la Primera División.

Me acuerdo de que en los días previos a su partida, ante

sus muchas dudas, entre ellas la baja del club, le animé a marchar-

se cuanto antes a Barcelona. Era un chico muy querido por mí, al

que había visto crecer desde niño, desde el mini-basket, y al que

desde mi puesto de base veterano, dirigí en el campo con conse-

jos... y con muchos pases... Pololo tenía hambre de balón, siempre

lo encontrabas colocado y preparado para anotar.

Equipo del desaparecido Colegio Muro -finales de los setenta-, tercero en el Campeonato de España Escolar, celebrado en las insta-laciones de Vallehermoso en Madrid. De pie: Pololo Cobián, xxxxx, Francisco Villar y Caballero. Agachados: Gustavo Tapias, Pacheco, Manolo Meijide y xxxxx. Francisco Villar llegaría a Secretarío de Deporte en el Gobier-no de Aznar.

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Pololo Cobián se marchó de Vigo en 1968, y jugó al máxi-

mo nivel nacional durante más de quince temporadas. Jugador de

club, seguro, eficaz, con regularidad en su rendimiento, llegó en

repetidas ocasiones a formar parte de la selección de promesas, y a

participar en los Juegos del Mediterráneo con la selección españo-

la B.

En 1975, siendo yo entrenador del Celta Femenino, la Fe-

deración Gallega Sur, presidida por Vicente Flórez -el mejor man-

datario que hemos tenido-, me llamó para dirigir a la selección

masculina de Vigo, con motivo del partido-homenaje que se le iba

a tributar a Josechu Curiel, histórico jugador vigués, que se retira-

ba de la competición con más de cuarenta años de edad. Había

empezado con el C.D. Bosco a mediados de los cincuenta, y lo

dejaba dos décadas después vistiendo los mismos colores de en-

tonces.

Nos íbamos a enfrentar al Club Obradoiro de Santiago,

serio aspirante en aquella época al ascenso a Primera División. Lo

entrenaba el salmantino Alfonso Rivera, que asentó una buena

base de equipo, para que al cabo de un par de años se alcanzase el

objetivo tan perseguido por los compostelanos.

Convoqué para la selección viguesa a dos juveniles del

Real Club Celta -los entrenaba José Luis Fernández Brea, un des-

tacado preparador de base-, hecho que provocó las críticas de

buena parte del baloncesto de la ciudad. Uno era Reigosa y el otro

Quino Salvo, ambos, pívots en su equipo. La polémica aumentó

cuando se supo que Salvo jugaría de alero -de tres, que se dice

hoy-. El caso es que aquel partido que disputamos con toda digni-

dad ante el Obradoiro, sirvió a Quino para impulsar su carrera. Al

día siguiente, Alfonso Rivera se lo llevaba para su equipo.

Después jugaría varias temporadas en Primera División

con el CAI Zaragoza, y sus últimos años de profesional, en el

Fórum de Valladolid. Era considerado como uno de los mejores

defensores de la Liga y preciso pasador. Alcanzó la titularidad en

ambos clubs como escolta.

Al igual que Pololo Cobían, llegó a jugar en la Selección

Nacional B.

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Tras su retirada, ha entrenado con éxito equipos en ACB,

en la Liga Oro y en la Liga Plata. En la campaña 2006/07 dirigió

en el último tramo de la competición al Gestibérica vigués.

Zamora, 1975. Intersector Junior. Quino Salvo, en sus inicios con el Colegio Salesiano de Vigo.

De pie: Augusto de la Concepción, Pachi Reigosa, Alberto Carrera, Ju-lio Cesar Bernárdez, Quino Salvo y Juan Ayres (entrenador).

Agachados: Gilino, Pazó, Jaime Molares y Pousa.

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Alberto Abalde seguiría la estela de Cobián y Salvo. Des-

pués de un tardío comienzo en el C.D. Bosco, pasa al Porcelanas

Santa Clara, primero a las órdenes de Alfonso Rivera, y luego, de

Vicente Rodríguez “Cholas”. Acarician el ascenso a Primera Di-

visión, pero se les escapa en los últimos compases de la Liga.

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Pabellón de las Traviesas, temporada 1978/79. Alberto Abalde (13) y Soriano (14) pelean por un rebote, en un partido contra el Grupo Covadonga de Gijón, eterno rival del baloncesto vigués.

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El Porcelanas Santa Clara -anteriormente Club Manuel Ál-

varez- contaba con una extraordinaria plantilla en aquel momen-

to. Nunca un equipo vigués había estado tan cerca de la Primera

División. Al final, la brillante expectativa del ascenso, tras liderar

la competición a lo largo de toda la temporada, se quedó en una

enorme decepción.

Con Abalde jugaban, entre otros, el pívot madrileño Soria-

no -que pasaría al Club Estudiantes de Madrid-, el alero Ortega -se

iría al Basconia-, el lucense Manel Sánchez -a un equipo catalán

de ACB-, el también madrileño Nacho Polo -que se afincaría en

Vigo y sería años después entrenador del R.C. Celta Femenino-, el

vigués Augusto de la Concepción -acabaría en el C.A.I. de Zara-

goza de 2ª División...

A raíz de este fatídico fin de temporada, el patrocinio del

Grupo Álvarez se dio por finalizado. Luego vendrían el Skol, de

nuevo el R.C.Celta, el C.D. Bosco y el Ademar... Y ahora, desde

2006, el Gestibérica vuelve a intentarlo...

Temporada 81/82. Peleando por el ascenso a División de Honor. Má-xima rivalidad, Obradoiro-Bosco de La Coruña, Pabellón del Sar. Alberto Abalde, en el bloqueo y continuación, con Alfredo Pérez (Bosco), en la ayuda.

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Alberto Abalde llegaría al Club Obradoiro de Santiago, y

después de alcanzar el ansiado ascenso, juega en Primera División

por primera vez en la temporada 1982/83.

El Club Obradoiro del ascenso, con los vigueses Pepe Casal y Julio César Bernárdez, como entrenador y ayudante respectivamente. A su lado en la foto, Alberto Abalde (13). Lo que no pudieron conseguir en Vigo, lo hicieron en las filas compostelanas. Agachados, entre otros, Javier Lomas (7), Pirulo (4), Popocho Mo-drego (con medias blancas), Mario Iglesias (6)... El Pabellón del Sar, como era costumbre en aquellos años, con un llenazo. Santiago vivía los momentos más felices de su baloncesto.

En la foto siguiente vemos el primer “cinco inicial” del

Club Obradoiro en Primera División. Pabellón del Sar, temporada

1982/83. Estrenaba categoría con triunfo claro sobre el Caja de

Ronda -hoy Unicaja de Málaga-.

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De pie: Chuck Verderber, Alberto Abalde y Jon Pajés. Agachados: Javier Lomas y Popocho Modrego.

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Tras dejar Obradoiro, Alberto Abalde jugaría una tempora-

da en Canarias, para regresar a Galicia al año siguiente, y fichar

por el OAR ferrolano, donde militaría hasta su retirada.

En la temporada 1987/88, el OAR Clesa Ferrol retornaba a la Prime-ra División de la mano de Javier Casero.

Alberto Abalde se había convertido en una pieza clave pa-

ra el equipo departamental, sobre todo en tareas defensivas. Se le

asignaba el pívot más peligroso, y solía salir airoso de la compro-

metida misión.

En la imagen siguiente le vemos en un marcaje implacable

sobre el americano Abdul Jeelani, espectacular pívot del Aska-

tuak, que llegaba a la cancha de A Malata precedido de enorme

fama de anotador.

Partido Clesa Ferrol-Askatuak de San Sebastián, saldado

con una victoria decisiva para los ferrolanos por un espectacular

104-93. El ascenso estaba cada vez más cerca.

Alberto Abalde había resultado fundamental con su marca-

je a Jeelani.

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En la siguiente instantánea aparece el Clesa Ferrol del se-

gundo ascenso, un conjunto extraordinario que regalaría numero-

sos éxitos a su fiel afición. Ya se había abandonado el entrañable

Pabellón de la Feria de Muestras, y se estrenaba el nuevo Pabellón

de A Malata. Temporada 1987/88.

De pie, entre otros, el entrenador Javier Casero, Juane, el

nigeriano Anicet Lavodrama, Alberto Abalde (en el centro), el

americano Schlegel… y el popular presidente Juan Fernández.

Agachados, el masajista Rogelio Bermúdez -mi rival de la

Bazán-, Loureiro, Saldaña, Manolito Aller, Aldrey, Piñeiro…

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Anicet Lavodrama y Alberto Abalde, con el entrenador americano

Tim Shea y su ayudante.

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Clesa Ferrol-Basconia de Vitoria, en el pabellón de A Malata. Lleno absoluto, y una afición entregada al equipo desde antes del comienzo del partido. El “Arroz con chícharos...”, entonado durante la rueda de calentamiento, era célebre en todo el ambiente balon-cestístico del país.

Alberto Abalde, anotando en medio-gancho ante la oposición de los alaveses.

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Clesa Ferrol-Xerox Manresa. De nuevo, Alberto Abalde, encestan-do una media-bandeja con su clásico estilo.

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Fecha para el recuerdo, 29 de mayo de 1989. Documento para la historia del basket gallego. El OAR vence a la URSS -campeona olímpica- en un partido inolvidable. En el Polideportivo de A Malata, el OAR presentaba, tal vez, el mejor equipo de su historia. Partido memorable, con triunfo especta-cular de los ferrolanos sobre los rusos. En la formación de la URSS estaban nombres ilustres del ba-loncesto mundial: Tikonenko, Kurtinaitis, Homicius, Volkov -en la foto marcando a Lavodrama-, Marchulenis, Goborov... Sólo faltaba Sa-bonis, que no pudo jugar por lesión.

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El 29 de septiembre de 1991, otra gesta para la historia. El OAR Leche Celta vencía al Montigalat Joventut de Badalona a domicilio por 77-89. La campanada de la jornada. Alberto Abalde destacó en su marcaje a Corney Thompson. El asturiano Ricardo Hevia era el entrenador que, como sus antecesores, confió plenamente en el vigués Abalde para desempe-ñar las tareas defensivas más comprometidas.

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Alberto Abalde, en su férreo marcaje al formidable y rocoso pívot americano, Corney Thompson.

Alberto Abalde se retiró a los 35 años, pero el apellido

Abalde seguirá por muchos años en la élite del basket gracias a su

hija Tamara, olímpica con España en Pekín 2008, y jugadora del

Ros Casares, uno de los grandes clubs de Europa y el mejor de

nuestro país.

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En los años noventa, por motivos profesionales, coincidí

en un almuerzo con Clifford Luyk. Venía a Vigo en labor de pro-

moción de los balones de baloncesto que llevaban su nombre. Yo

los vendía al público en “El Sport”, la desaparecida tienda de de-

portes que regenté durante muchos años, y lo acompañé al Cole-

gio Salesiano para dar una charla.

A la hora de la comida, sabiendo que era el responsable del

equipo juvenil del Real Madrid, me interesé por el vigués Marcos

Carbonell, que llevaba varios años en la cantera del club meren-

gue, y que en aquella temporada se encontraba a las órdenes de

Luyk. No me respondió con claridad, y ante mi insistencia, me dio

a entender veladamente que Carbonell necesitaba trabajar con más

atención e intensidad.

A pesar de la opinión escéptica de Luyk, el menor de los

hermanos Carbonell fue otro de los pocos que alcanzaron la máxi-

ma categoría nacional. Aprovechando la oportunidad que le brin-

daron las lesiones de los bases del primer equipo, debutó en Copa

de Europa con el Real Madrid... y lo hizo bien. Continuó hasta

final de temporada, y completó la siguiente en el conjunto madri-

leño.

Sin embargo, pronto regresaría a Galicia, y tras unos es-

carceos con el Breogán de Lugo y algún equipo más, abandonó

pronto el baloncesto.

Hubo algunos vigueses más que tocaron de refilón la cate-

goría grande de nuestro baloncesto. Mi compañero de equipo,

Emilio Romero Bello, llegó a entrenar con el Club Estudiantes de

Madrid, e incluso se sentó en el banquillo en algún partido de pre-

temporada. Década de los sesenta.

Suso García, el pívot vigués, formado en el excelente equi-

po del C.D.M. Juvenil de las Escuelas Municipales, entrenado por

Fernando Pérez “Mani” , jugó en el OAR, donde fue compañero

de Alberto Abalde. Disfrutó de escasos minutos... pero consiguió

un puesto en la ACB, que no es poco…

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El Clesa Ferrol, con su entrenador americano Tim Shea (en el centro), rodeado por arriba, entre otros, por Suso García (primero por la izquierda), Alberto Abalde (a su lado), el americano Glen Puddy y Anicet Lavodrama (de paisano)... Abajo, el base Saldaña, Miguel Loureiro, Manolito Aller, Al-drey, Piñeiro, Bermúdez (masajista)... Con jugadores tan formidables a su lado, Suso no lo tenía de-masiado fácil para jugar.

Carlos de Miguel, discípulo de Vicente Rodríguez “Cho-

las”, conseguiría formar parte del Breogán en ACB. En la catego-

ría cadete había sido Campeón de España con el Ademar-Maristas

-aquel fantástico equipo entrenado por “Cholas”-, junto a Paco

Martín, Pablo, Jesús Núñez, Omar Fares, Iván Almeida...

No sé si habrá más jugadores vigueses en la historia del

baloncesto masculino de élite. ¡Ojalá hubiesen sido más! Si los

hubo, les pido disculpas inmediatamente, y de recibir la informa-

ción, rectificaré encantado en la próxima tertulia -que será pronto-

y los añadiré a este meritorio cuadro de honor. Lo haré con toda la

admiración que merecen para mí deportistas tan destacados.

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Club Ademar Maristas Campeón de España Cadete El Ejido (Almería), 1991 Arriba: Andrés, Carlos de Miguel, Eduardo, Jesús Núñez, Marcos y Quique (delegado). Abajo: Vicente Rodríguez (entrenador), Rafa (delegado), Paco Martín, Omar Fares, Jorge, Pablo e Iván.

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XX. Galería de imágenes

Hay fotografías que por sí mismas lo expresan todo: el éxi-

to, el fracaso, la angustia, la intensidad del juego, el esfuerzo, la

alegría desbordante, el agotamiento, el momento histórico, la

emoción...

También hay otras que te permiten leer, deducir, interpre-

tar, traducir... hasta inventar lo que pudo haber sucedido.

La voz puede contar la historia y la letra reafirmarla con el

documento, pero una foto es capaz de explicar la verdad desde el

silencio, con exactitud, con la imagen que habla sin decir palabra.

Y hay fotografías denuncia, que deshacen la mentira o

combaten el olvido, y recuperan el recuerdo vivo de lo que suce-

dió.

No me gustaba recordarlos, y no lo hice hasta ahora, pero

los documentos que me llegan indican implacables algunos malos

tiempos pasados. En el vaivén de la vida llegan las horas bajas,

para perderte y desaparecer como a tantos le ocurrió, o para levan-

tarte con casta y recuperar tú sitio.

Nuestras deportistas, que habían alcanzado la gloria desde

la nada, se vieron maltratadas por la ineptitud de unos directivos

futboleros que propiciaron su desaparición.

Pero ahí están de nuevo, fuertes, convencidas, decididas,

con el carácter luchador de los grandes… y como testigos del cal-

vario recorrido, las fotos que hablan. ¿Cómo es posible que con-

seguida la victoria y alcanzada la meta tan ansiada, no se adivine

en sus rostros ni una sonrisa? No festejan el triunfo, no hay saltos

de entusiasmo, no gritan de alegría, no hacen gestos victoriosos…

únicamente restablecen la justicia… y esto, en buena lógica, no da

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para muchas risas. Vuelven al lugar que es suyo, se imponen a la

ceguera y a la incompetencia de algunos.

Si hay algo que no perdona un deportista, es que le jue-

guen los partidos en los despachos… ni para ganarlos, ni para per-

derlos. Y una vez recuperado el orden, los gestos acostumbrados

de la V de la victoria, el dedo pulgar arriba, los brazos al cielo…

ya van en el alma.

Temporada 1990/91. El Club Xerox Vigo recupera la Primera División perdida en 1988 por la lamentable desaparición del Real Club Celta. La repentina usurpación del tradicional patrocinio de Ci-troën -desde 1978-, puso fin a la trayectoria ininterrumpida en la máxima categoría del representante vigués, iniciada en el año 1965 con el Club Estudiantes. El fútbol “robaba” la factoría automóvilista al baloncesto… El abrazo emocionado al final del partido decisivo expresa con claridad la tensión vivida a lo largo de toda una Liga que duró tres años. Un único objetivo: el ascenso. Lidia Gesteira, Ángeles Araujo y Carmen Victoria son las protagonistas de la primera escena…

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De nuevo Ángeles Araujo, con Nieves Lobón, de espaldas, y Floriano, el preparador físico… Las “niñas” lloran, sobre todo, por lo que le han hecho en el pasado, y se unen para el punto final: ¡ya está!... …Pero el gesto de Floriano, apretando los dientes, cerrando los ojos, abrazando fuerte… es la rabia contenida que explota… des-pués de tres años largos y sufridos que hacen justicia.

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Temporada 1990/91 Club Xerox Vigo

Ascenso a Primera División De pie: Mercedes, Consuelo García, Susana Pomar, Anabel Rojo, Ángeles Araujo y Nieves Lobón. De rodillas: Kelly García, Belisa González, Carmen Victoria, Mónica Núñez, Carmen Patiño y Rosa Costas.

La gesta se había conseguido con jugadoras de la casa,

igual que el ascenso de 1964, y que el primer asalto a la cima del

baloncesto nacional diez años después, en 1974.

Entre el grupo del éxito, descubro con agrado a tres jóve-

nes a las que había entrenado hacía unos años en el equipo juvenil

del Real Club Celta (1988/89): Carmen Victoria, Mónica Núñez y

Carmen Patiño.

Luego, regresarían los triunfos y se alcanzarían las cotas

de antaño. Con las espectaculares hermanas Jordan -norteamerica-

nas-, el equipo volvería a la competición europea, la Recopa “Li-

liana Ronchetti”, y el nombre de Vigo viajaría de nuevo por Italia,

Rusia, Israel, Alemania... codeándose con el mejor basket del con-

tinente.

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Temporada 1991/92. Partido de Primera División, Club Xerox Vigo-Salamanca. Kelly García concentrada en el marcaje de su par. Por detrás, se ven a las hermanas Jordan. Nieves Lobón aparece por la izquierda.

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Las jugadoras célticas se vieron obligadas a denunciar al R.

C. Celta ante Magistratura, por el flagrante incumplimiento de

contrato. El prestigioso abogado Carlos Borrás defendió a las chi-

cas, y consiguió para ellas un acuerdo beneficioso que les com-

pensase, aunque sólo en parte, del fuerte disgusto. Con la pre-tem-

porada en marcha, y disputando un torneo amistoso en las Islas

Canarias, habían recibido la noticia de la disolución de su equipo.

El 10 de enero de 1989, en este Acto de Conciliación en

Magistratura, se concretó la cifra definitiva que el Real Club Celta

hubo de satisfacer a sus ex jugadoras para deshacerse del balon-

cesto femenino: siete millones de pesetas. Antes ya habían tenido

que abonar un millón de pesetas a la americana Sheila Collins, y

un millón seiscientas mil a la entrenadora catalana Carme Lluve-

ras.

Aún hoy en día, no se puede entender lo sucedido.

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Juana Ingelmo, la ex céltica, se haría cargo del nuevo equi-po, el Club Xerox Vigo, para ascenderlo, y regresar así a la máxima categoría nacional en apenas un par de temporadas. Ya en noviem-bre de la Liga 89/90 -fecha de la fotografía-, el Xerox avanzaba direc-to al ascenso sin nadie que las parase. En la instantánea se ve a Juana, salmantina afincada en Vigo, dirigiendo a sus muchachas en un “tiempo muerto”. Carmen Victoria, Carmen Patiño y Ángeles Araujo escuchan atentas las indicacio-nes.

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As Travesas,1992. Real Madrid-Unicaja de Málaga. Copa del Rey.

Lleno a rebosar. El público de Vigo siempre respondió a los grandes encuentros de baloncesto. En la ciudad se mantiene el “hambre” de basket de élite desde los años cincuenta hasta hoy. La imagen lo dice todo: las cosas no van bien para el Real Madrid. Los míticos Fernando Martín -primer español en la NBA-, el yugoslavo Drazen Petrovic -el mejor jugador europeo de su tiempo-, el ruso Chechu Biriukov -nacionalizado español e internacional-, y el americano Jhonny Rogers, salen del “tiempo muerto” con rostros serios y mirada baja.

Como ya repetí en exceso, el baloncesto vigués mantiene

una deuda pendiente con su afición: la Primera División Masculi-

na, la ACB de la actualidad.

Pero los reiterados fracasos de los proyectos del basket

masculino en Vigo han generado un contexto de duda y desánimo.

Ojalá el Gestibérica-Ciudad de Vigo rompa con el maleficio y

consolide el baloncesto en nuestra capital. Tarea complicada y

difícil.

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As Travesas, 1992. Real Madrid-Unicaja de Málaga. Copa del Rey.

Drazen Petrovic, el talento puro, anota una canasta. El Real Madrid, ya cansado de perder partidos por culpa del base balcánico, decidió ficharlo. Jugó un par de temporadas en España, antes de irse a la NBA. Extraordinario triplista, dicen de él, que no abandonaba los en-trenamientos sin tirar antes doscientos triples. Anotaba cincuenta tiros desde cada uno de los puntos en los que fallaba en el partido ante-rior. Tenía las llaves del pabellón, e iba a entrenar a cualquier hora. Un desgraciado accidente de coche en su país -lo mismo que a Fernando Martín-, le privó de la vida a edad muy temprana -menos de los treinta-, en plena madurez deportiva.

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Antonio García Hermida, fundador y presidente del Club De-portivo Bosco durante más de cincuenta años. En la fotografía del gran Magar, recibe el homenaje del baloncesto vigués con motivo de las ya rebasadas Bodas de Plata del Club. Era el año 1983, y el acto se celebró en la cancha del Colegio Salesiano, centro en donde la Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos, de la que formaba parte como directivo el paladín más emblemático de nuestro basket, había fundado el Bosco en 1950. Julio Castro, en representación de los ex jugadores del Club Estudiantes y del Club Rodaballo, le entrega una placa de reconoci-miento. A la izquierda, el alcalde de la ciudad, Manuel Soto, y al fon-do, el concejal José Antonio Sánchez, persona también vinculada al baloncesto.

En 1990, con motivo de las Bodas de Oro, se vuelve a ren-

dir homenaje a Antonio García Hermida. Los actos comenzaron

con un partido en el Pabellón de As Travesas, entre las viejas glo-

rias del Bosco y las del Estudiantes. Vencieron los de la Ronda

por un claro 86-62, tomándose la revancha del partido-homenaje

anterior, resuelto con victoria estudiantil. La rivalidad se mantenía

incluso pasados los años.

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Rafa Presa recoge un rebote, con Guillermo Alvarellos a su lado, y Caballero al fondo, prestándose a salir en contraataque. A la izquier-da, el bosquista Moreno, a la derecha, Tonecho Lorenzo (14), y por encima del hombro de este último, asoma el rostro del estudiantil José Ferro. Las viejas glorias del Estudiantes visten el equipaje del Club Rodaballo.

Por el Bosco jugaron: Moreno (12), Moncho Lago (22),

Pérez (18), López (2), Tonecho Lorenzo(32), José Curty y Carro.

Por el Estudiantes: Guillermo Alvarellos (16), Alberto

(8), Jorge (2), Rafa Presa (24), Caballero (6), Jorge Lorenzo (1),

Gustavo Tapias (6) y José Ferro.

Después de este partido de veteranos, una potente Selec-

ción Gallega vencía al Club Deportivo Bosco -segunda nacional-

por un contundente 78-97, en un partido brillante y muy vistoso

por la elevada anotación.

Con una concurrida y animada cena en el Nova Olimpia se

cerraban los actos del homenaje.

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Cancha de Balaídos, finales de los años ochenta. Pepe Conde, téc-nico del C.D. Bosco, se dirige a sus jugadores en un “tiempo muerto”. Entre ellos, Ángel Barbará, José Novás...

El Club Deportivo Bosco venía persiguiendo el ascenso

desde los años cincuenta. Tras la desaparición del Club Estudian-

tes, del Manuel Álvarez, del Porcelanas Santa Clara, del Club Ga-

leones-Skol, del Real Club Celta Masculino… lo sigue buscando

en la década de los ochenta, con Pepe Conde al frente del equipo.

Una vez más, no fue posible. Y así, años más tarde, el histórico

Club Deportivo Bosco también desaparecía del baloncesto mascu-

lino vigués.

En la Liga de Segunda División de la temporada 1988/89,

su gran rival es el Club Aguas Cabreiroá de Verín, entrenado por

el vigués Juan Rodríguez Larrán, “Larry”, y con varios jugadores

de nuestra ciudad en sus filas.

En la fotografía de la página siguiente, se ve una escena de

un partido decisivo entre ambos equipos celebrado en el Pabellón

de As Travesas. Victoria del Aguas de Cabreiroá por un especta-

cular 90-100.

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Pabellón de As Travesas, 1989. C.D. Bosco-Aguas de Cabreiroá de Verín. Lucha de pívots entre Jiménez y el bosquista Miguel Polo. A su lado, Augusto, al fondo, José Novás y a la izquierda, Ángel Bar-bará y Rodolfo.

Por el Bosco anotaron: Ángel Barbará (20), Ayuso (4), Jo-

serra Lete (20), Augusto (21), Miguel Polo (8) -cinco inicial-, Pi-

ñeiro (2), Juanjo Comesaña (2), José Novás (13) y Sánchez.

Por el Aguas de Cabreiroá lo hicieron: Miguel González

(11), Tomás Alonso (2), Luis Llorens (6), Félix Barros (10), Jimé-

nez (23) -cinco inicial- Gussy Prieto (14), Boby Corbal (6) y Ro-

dolfo (28).

Una vez más, después del fracaso deportivo del Celta, lle-

ga el desconcierto al baloncesto vigués. Los jugadores más desta-

cados se dispersan por toda la geografía gallega. Unos en Verín,

otros en Porriño, alguno en Santiago… y la calidad de nuestro ba-

loncesto se debilita de nuevo.

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Campo de Granada, octubre de 1967. Debut del Club Estudiantes en Primera División ante el Creff de Madrid, tricampeón de España. Por el Estudiantes: Amparo Dios, Hortensia Neira, Rosa Sarmiento, Maribel Lorenzo, Picuca Martínez, Esther G. Bermello, Chuky, Cristi-na Acosta y María del Carmen Veiga. En el Creff de Madrid, plagado de internacionales, destacaban la base Pepa Senantes (15), la escolta Coro Domínguez (14), la alero Tere Pérez Villota (12), las hermanas Couchoud…

Por cierto, se aprecia en la imagen un piso algo húmedo,

bien por la lluvia reciente, o simplemente por el rocío de la maña-

na. La cancha del Club Estudiantes era la única descubierta de to-

da la competición. Parecía imposible que Vigo no contara con nin-

guna instalación cubierta.

En el año 1968, el alcalde Portanet -de grato recuerdo para

la mayoría de vigueses- inauguraba el Centro Deportivo Munici-

pal, con un Pabellón y un Frontón cubiertos, además de canchas

al aire libre, y un excelente campo de fútbol provisto de pistas de

atletismo a su alrededor. En aquellos tiempos, significaba para el

deporte de la ciudad un adelanto fantástico.

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Campo de Granada, temporada 1967/68 Club Estudiantes-Joventut Kalso de Badalona.

Primera División

Campo de Granada, temporada 1967/68 Club Estudiantes-Real Zaragoza.

Primera División

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Les atacó el hambre a nuestras chicas del Club Xerox-Vigo. No se sabe con certeza si es que le daban mal de comer en Siracusa (Sicilia) y reponen fuerzas con este “sándwich”, o querían significar con “su voraz apetito”, que se iban a merendar a las italianas en el partido de la noche (Recopa “Liliana Ronchetti”). Mar Xantal, Belisa González, Lidia Gesteira, Kelly García y Candy, dan fe de sus propósitos y ansias de victoria... y de su exce-lente humor. En el baloncesto, supongo que igual que en otros deportes, se necesita ese momento de risa, cuanta más mejor, que rompa con la tensión del partido próximo.

Se volvía de nuevo a Europa, a la Recopa “Liliana Ron-

chetti”, en la que había debutado el Real Club Celta en 1975. Aho-

ra, 1992, las “niñas” lo hacían defendiendo los colores rojos y

blancos del Club Xerox Vigo. El nombre de la ciudad viajaba otra

vez con orgullo por Francia, Alemania, Israel, Italia, Rusia…

Un prestigio recuperado a pulso por las jugadoras, por el

cuerpo técnico y por la emprendedora directiva de David Hortas.

El presidente había sido pieza fundamental en el proyecto del as-

censo, reagrupando a la gente tras el desánimo, y aportando, con

sus influencias, soluciones decisivas para que nuestras mejores

jugadoras no emigrasen a equipos más solventes después de la

desaparición del Real Club Celta.

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Parece que todas a una adorasen al aro, como suplicándole que fuese generoso con ellas, tragando sus lanzamientos y recha-zando los del contrario. Se confabulan unidas, en piña bajo la canas-ta, rezando, implorando, sonriendo, esperanzadas en el futuro… Están a sus pies, a los pies de la “Diosa Canasta” -de la que ya hablamos-, que manda, que puede, que otorga, que premia… que también saca, rechaza, descuenta, castiga… Las “niñas” del Xerox Vigo debieron entenderlo bien, y se muestran a sus pies confiadas, tranquilas, con su mejor cara, seduc-toras con la “Diosa”… que desde su altura las contempla autoritaria, pero también coqueta, mimosa, atractiva, prometiendo esa música virtuosa del balón rozando la red al entrar limpio… Belisa se cuelga del aro, Ángeles toca la red en lo alto, otras estiran sus brazos sin llegar, algunas parecen cerrar la red para que no entren los tiros contrarios… Las miradas de las hermanas Jordan, de Nieves, de Mar Xantal, de Anabel… de todas… aguardan la ben-dición…

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- ¿Te has fijado alguna vez lo que puede cambiar el rostro

de un jugador antes de un entrenamiento y antes de un partido?

Te voy a mostrar un ejemplo.

Kelly García, la promesa del baloncesto vigués de la década de los noventa, se muestra en esta imagen, tranquila, con una discreta son-risa, relajada, con la frescura de los pocos años, la mirada noble, dul-ce… y en ese instante, dispuesta a comenzar un entrenamiento en el Pabellón de As Travesas.

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Ahora, Kelly García, va a jugar un partido importante. Ya viste el chándal de juego. No parece la misma. Su mirada angustiada lo dice todo, los labios fruncidos, las ojeras marcadas en un rostro temeroso, la tensión en el gesto…

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El mítico Emiliano Rodríguez, jugador del Real Madrid y de la Selección Española -175 veces internacional-, fue considerado entre los mejores jugadores de Europa -algún año, el mejor- en la décadas de los sesenta y setenta. Junto al catalán Nino Buscató, del Joven-tut de Badalona -222 veces internacional-, fueron los baloncestistas españoles más emblemáticos de su época. En la instantánea aparece en el patio del Colegio de los Sa-lesianos rodeado de niños del mini-basket. Había venido a Vigo en-viado por la Federación Española en campaña de promoción del ba-loncesto. Más de uno se reconocerá en esta histórica fotografía, y le servirá también para recordar los felices años de la niñez.

En la siguiente fotografía, Emiliano y Buscató, posan en

un cartel recordatorio de los partidos-homenaje que les ofrecieron

en Barcelona y en Madrid, con un enorme éxito de público y de

plena asistencia de autoridades políticas y deportivas.

Ese “poster” nos lo dedicó a Picuca y a mí. Tanto el “ma-

drileño” como el catalán, eran personas especialmente carismáti-

cas y entrañables. Por donde fueran, resultaban siempre unos in-

mejorables embajadores del basket.

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En mis tiempos de jugador, coincidentes con los suyos, tuve la in-mensa fortuna de enfrentarme a ellos en sendos partidos amistosos. Contra Emiliano, en A Praza da Quintana de Santiago, y contra Bus-cató, en el Pabellón de As Travesas de Vigo. ¡Todo un honor para mí!

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Manifestación popular del “Seis do Nadal” en Vigo, año 1979, reivin-dicando la autonomía para Galicia. Encabezando la marcha, entre otros, se pueden ver a García Picher, Jaime Isla, Víctor Moro, Va-lentín Paz Andrade, Manuel Soto, González Amadios… Esta gi-gantesca demostración ciudadana -cerca de doscientas mil personas-, sería recordada para la posteridad con la fecha de su celebración.

Un instituto del barrio de Coia lleva ese nombre, “Seis do

Nadal”, y en su entorno se ha fundado en 1983 la Agrupación De-

portiva “Seis do Nadal”, que en la actualidad, temporada 2007/08,

junto con el Club Canteiras de Porriño, cuenta con el mayor nú-

mero de licencias federativas de la Delegación Viguesa.

Con esta memorable escena recogida por Magar, quiero

dar luz a esas gentes -sobre todo a los jóvenes- que a buen seguro

se habrán preguntando más de una vez de dónde viene ese nombre

deportivo tan inusual.

Son las imágenes que hablan sin decir palabra, y expresan

por sí solas la verdad de los hechos. La autonomía de Galicia fue

un paso decisivo que se logró gracias al esfuerzo permanente de

los ciudadanos gallegos, que ya desde los años treinta, reclamaban

para nuestra región la actual situación política. De hecho, la auto-

nomía de Galicia ya había sido aprobada en Las Cortes, pero la

Guerra Civil y el posterior régimen de Franco, echaron por tierra

lo conseguido por ley.

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Club “Seis do Nadal” Senior Autonómico, 2007/08 De pie: Rafael (Ayudante), Ana, Natalia, María, Sofía y Paula (entre-nadora) De rodillas: Lorena, Rosalía, Paula, Laura y Olalla.

El Club “Seis do Nadal” está celebrando este año, 2008,

sus Bodas de Plata. Fundado en 1983, sigue pujante hoy en día

con una destacada actividad en varios deportes. En el baloncesto

gestiona las Escuelas Deportivas Municipales, y participa con

equipos masculinos y femeninos en todas las categorías federadas

que tiene a su cargo la Delegación Viguesa. Es una cantera inago-

table de jugadores -con un meritorio trabajo de sus entrenadores

en la base-, y una de las más importantes de la zona.

Que sirvan estas líneas como reconocimiento a su excelen-

te labor, y transmitan en este aniversario mi recuerdo, mi admira-

ción y mis felicitaciones a dirigentes, técnicos, jugadores, colabo-

radores y seguidores del Club “Seis do Nadal”.

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Kelly García poseía un perfecto tiro en suspensión. Por aquel enton-ces, primeros años de los noventa, no era fácil encontrar una chica que lo utilizara, y con tan exquisita técnica. Lo mostraré a mis alum-nas como modelo, y también para que se convenzan que ellas pue-den hacerlo.

No hay nada más difícil para un entrenador que corregir el

tiro a un jugador ya viciado por una formación deficiente, o por

sus propias manías para mejorar sus porcentajes, o por copiar errá-

ticamente las posturas de las estrella de la NBA, o por los miles de

consejos recibidos que se mezclan y tal vez se contradicen... ¡Qué

difícil!

Pero el entrenamiento siempre da sus frutos, y poco a po-

co, el jugador comienza a anotar algunos lanzamientos. “Ese tiro

es un desastre”, le dices. En realidad ellos ya lo saben mejor que

nadie. Se conforman con anotar una canasta que otra en los parti-

dos, y cuando les explicas la técnica que deben aprender y practi-

car mil veces, prueban una -no encestan, claro está-, otra vez,

otra, otra... otra... pero si son pacientes, trabajan y se dejan orien-

tar… seguro que lo consiguen.

El tiro hay que reconstruirlo palmo a palmo, casi centíme-

tro a centímetro. El jugador debe aislarse de todo, atendiendo tan

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sólo las indicaciones del “profe”… hasta poder escuchar el roce

del balón entre los dedos y su vuelo en el aire dando vueltas… De

la misma forma que un cirujano plástico mejora un rostro dañado

por un accidente, milímetro a milímetro, en el silencio de la anes-

tesia…

Tuve un jugador, disciplinado e inteligente, al que tardé en

enseñarle el tiro en suspensión cuatro o cinco temporadas.

- ¿Tanto?

- En este caso sí, porque el equipo entrenaba solamente

una hora a la semana.

Y a veces menos, por la vacaciones de Navidad, de Sema-

na Santa, los puentes... y porque el jugador -cercano a los treinta

años- concebía en ese momento el baloncesto como mero ocio. En

realidad, los cinco años se pueden convertir en tres o cuatro meses

de trabajo serio y paciente. Si hay suerte y aptitud, un par de me-

ses son suficientes.

Pero yo sé que ahora, cuando Fernando, del Club Rodaba-

llo, anota una suspensión desde cuatro metros, se queda comple-

tamente feliz. Fue capaz de conseguirlo… y yo que le enseñé, me

siento tan feliz como él.

As Travesas, 2001. Fernando, el segundo por la derecha, con sus compañeros del Club Rodaballo. Sinso, Marcos Gómez y Marcos “Baiona” a su izquierda, y Javichu a su derecha.

Y metidos en esta tarea ardua y peleona, el entrenador

busca imágenes para mostrarle al aprendiz, e intenta que el gesto

de tiro que se elige como modelo sea el de un campeón reconoci-

do, para que no ofrezca dudas.

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Temporada 1986/87. El equipo de la esperanza, el Club Galeones-Skol. Dirigido por el jo-ven entrenador Juan Rodríguez Larrán “Larry”, reunía a una gene-ración de jugadores que parecía poder alcanzar las metas más ambi-ciosas. De pie: Valentín Baeza, el vasco Chus Vadillo, Bernardo (ayudante), “Larry” (entrenador), Julio (preparador físico), Javier Dana, José Ma-nuel Díaz y Andrés Cadahía. Agachados: Augusto de la Concepción, Félix Muñoz, Fernando Car-bonell, Miguel González, Boby Corbal, Triqui y Javi Portas.

A mitad de esta temporada, los dirigentes del Galeones-Skol

perdieron la confianza en ”Larry”, y lo sustituyeron por el vallise-

lotano Gustavo Aranzana. A pesar de clasificarse para la Fase Fi-

nal de 2ª División, no se consiguió el objetivo previsto, el ascenso

a Primera B.

Los jugadores eran demasiado jóvenes, y los que no, care-

cían de experiencias importantes. Faltó, como tantas veces en el

baloncesto vigués, la paciencia necesaria para esperar a que el

prometedor grupo madurase lo suficiente.

En la siguiente campaña, el Club Galeones-Skol se encontró

a última hora con una plaza en Primera B, y debutó en ella con el

nombre del R. C. Celta y un patrocinio distinto. La falta de tiempo

para fichar, no permitió elaborar la composición de la plantilla con

acierto. Después, este hecho, se pagó con creces.

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La foto del fracaso, de la decepción. Otro intento fallido

del basket masculino vigués. Como en ocasiones anteriores, se ini-

ciaba el proyecto con una enorme ilusión, y con la confianza firme

de afianzar el equipo en la categoría de plata, y a la espera de po-

der dar el salto. No fue posible. Al final, descalabro deportivo y

económico, que llevó al retiro a dos de los más valiosos dirigentes

de nuestro baloncesto, Luis Fernández Castro y Julián Prado.

El Real Club Celta -continuación del Galeones-Skol-, tem-

porada 1987/88, tuvo un comienzo alentador, con una aceptable

respuesta de los aficionados, ansiosos de encontrar un equipo con

entidad y ambición. El americano Voice Winters -que vimos en el

2005, pese a su edad, en el TAU- empezaba a hacer las delicias de

los aficionados con sus “mates” y entradas espectaculares. Pero no

fue suficiente. Pronto llegarían las derrotas a pesar de los intentos

desesperados de los directivos. Los jugadores nacionales no die-

ron el nivel exigido, y el otro americano -sólo dos extranjeros-

tuvo que ser cambiado, y su repuesto resultó aún peor.

¡Qué pena! Había gente valiosa en la plantilla. A los diri-

gentes mencionados, se añadía la aportación de Ferro -segundo

entrenador-, de Telmo Silva -preparador físico-, de Alfonso Penas

-el “fisio”- de los jugadores “vigueses” Miguel González, Félix

Muñoz, José Manuel Díaz, Jorge Pena, Valentín Baeza...

La ilusión rota. Tanto, que el equipo desapareció sin más,

y con unas deudas pendientes que no se pagaron, o que hubieron

de afrontar los dirigentes. ¡Qué decepción!

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En las décadas de los cincuenta y sesenta, lo intentaron el

Club Estudiantes y el Club Deportivo Bosco. En los setenta, el

Club Manuel Álvarez, más tarde reconvertido en Porcelanas Santa

Clara. En los ochenta, fue el proyecto Galeones-Skol, después

Real Club Celta, el que fracasó. En los noventa, primero el Club

Deportivo Bosco, y más tarde el Ademar, no lograron el objetivo.

Ahora, en el nuevo siglo, nace el Gestibérica en la “Misión Impo-

sible”, que como en el cine, se puede alcanzar. ¡Ojalá!

De pie: Martínez Terzado (entrenador), Alfredo Pérez, Suso Cobián, Nacho Arroyo, Juan Carlos, Colón, Pachi Reigosa y Juan José Cam-ba (delegado). Agachados: Solleiro, Curty, Tomás, Pepe Conde y Chiqui Moreno.

Un excelente equipo, dirigido por un entrenador experi-

mentado como era Martínez Terzado, y con jugadores de contras-

tada calidad.

Pero tampoco esta vez los muchachos de García Hermida

pudieron alcanzar el objetivo. La plantilla parecía reunir todas las

garantías, pero ese “mal fario” del baloncesto vigués, parece aso-

lar a todo cuanto proyecto nace, y se vuelve a repetir el fracaso

histórico.

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De pie: Delegado, Suso Cobián, Manuel, Jacobo Caruncho, Armando Vázquez, Carlos Santamaría y Carlos Núñez (entrenador). Agachados: José Antonio López, Lito Marzoa, Pastoriza y Crespo.

No se podría elaborar un relato del baloncesto vigués sin

mencionar a Carlos Núñez Gayoso, el gran paladín del Club

Ademar de los Hermanos Maristas. Comenzó como jugador a me-

diados de los años cuarenta, se retiró de las canchas en 1968, des-

pués fue entrenador hasta hace bien poco, y desde casi siempre, ha

sido el presidente del club de sus amores. Es testigo activo, tal vez

el más importante, de medio siglo del basket de Vigo.

Núñez podría contar mucho mejor que yo todo lo aconte-

cido en ese tiempo, y seguro que con más precisión y memoria.

“¡Carlos, tenemos que charlar en la próxima tertulia!”

El Colegio Marista, junto al Colegio Salesiano, ha sido y

sigue siendo en la actualidad, una de las canteras más importantes

del basket vigués. En ello, Carlos Núñez Gayoso y el Club Ade-

mar tienen bastante que decir.

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Temporada 2007/08 Club Gestibérica Ciudad de Vigo Campeón de LEB Bronce. Ascenso a LEB Plata Zamora, Nando, Bavosi, Jackson, Coll, Vila, Vidal, Jaime Silva, Mesa y Dousa conforman la plantilla del ascenso, dirigida con acierto por

Tito Díaz, y con Iago Casal como segundo entrenador.

La joven hinchada parece simbolizar la ilusión del nuevo proyecto. Con sus camisetas forman parte de la ya famosa “marea roja” del “Gesti”. Que la suerte y una acertada gestión puedan culminar en la consecución del viejo anhelo. Repito, ¡ojalá!

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El Club Gestibérica Ciudad de Vigo está desarrollando una

importante y meritoria labor de promoción del baloncesto por toda

la zona. Visita colegios, escuelas deportivas, centros benéficos,

asociaciones, sociedades, el “campus” universitario… y atiende a

cualquier solicitud que se le plantee. Siempre está disponible para

enviar una representación de jugadores, incluso la plantilla com-

pleta, para ambientar y dar colorido a competiciones escolares,

fiestas colegiales, torneos infantiles… En todas estas citas deja

una abundante cantidad de invitaciones para su próximo partido.

Y se está notando. La afición infantil crece día a día, el Pabellón

de As Travesas registra una afluencia de dos a tres mil espectado-

res por encuentro, el ambiente resulta fantástico… y sólo se nece-

sita que los resultados deportivos acompañen para consolidar al

fin un equipo fuerte y sólido para Vigo. La afición ha demostrado

que lo quiere…

Una representación destacada de jugadores del “Gesti”, acompañada de Paco Martínez, Relaciones Públicas del Club, asiste al acto de presentación del “III Torneo Internacional de Mini-Basket Caixanova”, que viene organizando el Clube Baloncesto Baiona con enorme éxito. Con la presencia del alcalde de la villa, Vázquez Almuiña, de la concejala de deportes, Mª Jesús Martíns, y de asesor de deportes, José Miguel Pérez Vázquez, no podía faltar la foto de familia que apiña a políticos, jugadores profesionales, técnicos, directivos… y lo más importante, un centenar de jóvenes jugadores del club.

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As Travesas, 1992/93. El Club Xerox Vigo, clasificado entre los me-jores de España, y también con amplia participación en competicio-nes europeas. De pie: Jorge (ayudante), Candy, Erika Burianova, Ana Álvarez (en-trenadora), Renata Jiriakova, Mar Xantal y Susi Pérez. Sentadas: Kelly García, Nieves Lobón, Carmen Victoria, Belisa González, Lidia Gesteira y Mayte.

Es el debut de Ana Álvarez como entrenadora del primer

equipo, y por los resultados obtenidos, se deduce que lo ha hecho

bien.

Me confieso partidario de fichar siempre entrenadores de casa.

Pienso, sin dudarlo, que en nuestra tierra los hay con sobrados

méritos y conocimientos. Además, la historia da testimonio de que

cuando han llegado de “fuera”, poca siembra dejaron al marchar-

se. El caso se ha dado tanto en hombres como en mujeres, a pesar

de haber tenido entre nosotros entrenadores de la categoría de

Gustavo Aranzana, Carme Lluveras, Alfonso Rivera, Anna Junyer

…También reconozco que ahora, en el 2008, la profesionalidad de

técnicos y jugadores cambia bastante los planteamientos de antes.

De todas formas, para hacer justicia, debo excluir de ese

grupo al madrileño Nacho Polo, que ha dejado huella de su paso

por los Salesianos y por el Real Club Celta.

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1991. La base Nieves Lobón, concentrada en un lanzamiento de personal. Nacida en Valladolid, pero afincada en Vigo desde los die-ciséis años, era el cerebro del Club Xerox-Vigo. Tuvo bastante que ver con la recuperación del baloncesto vigués en ese momento, des-pués del desahucio de las celestes protagonizado por el Real Club Celta de fútbol, con el insigne Rivadulla de presidente.

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Temporada 1991/92. Club Xerox Vigo. De pie: Lisa Ingrand, Kelly García, Anabel Rojo, Mar Xantal, Ana Álvarez (ayudante), Oranda Rodríguez, Esther, Carol Lewis y Floriano (preparador físico) Agachadas: Gemma, Belisa González, Susi Pérez, Carme Lluveras (entrenadora), Lidia Gesteira y Nieves Lobón. Belisa González, destacada jugadora de la cantera viguesa. Titular indiscutible del Real Club Celta y del Club Xerox-Vigo en la década de los noventa.

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Nieves Lobón sale del bloqueo de Pauline Jordan, con una depura-da técnica: cabeza levantada, arranque fuerte a pesar de ser agarra-da de un brazo por la marcadora, y perfecto bote de protección con la izquierda.

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Juan Rodríguez Larrán, “Larry”, destacado técnico vigués de las décadas de los ochenta y noventa. Fue un trabajador incansable en la productiva cantera del Colegio Salesiano. Por sus manos pa-saron cantidad de jugadores sobresalientes, que tras el fracaso del R.C. Celta -en el que ya no participó-, tuvieron que emigrar a Verín, a Porriño, a Santiago... a donde el baloncesto tuviera más calor que el vigués. Vivió en el banquillo del Aguas de Cabreiroá de Verín unas campañas muy exitosas de su historial deportivo. Había reunido un excelente equipo, y puso de moda el baloncesto en el pueblo ouren-sano. Los vigueses Miguel González -su discípulo preferido- Tomás Alonso, Boby Corbal, Crexáns… formaban parte del conjunto “ex-portado” a Verín, que además contaba también con varios ex jugado-res de los equipos olívicos, como Félix Barros, Llorens, Rodolfo… Desde entonces, Larry continúa en Verín, aunque alejado por completo del basket. Este verano, agosto del 2008, nos encontramos de nuevo en el Pabellón Municipal de Baiona después de muchos años. Me confesó al oído que en el pueblo lo tiene todo: un coche nuevo, un excelente piso, un puesto de trabajo seguro, una vida có-moda… pero que no era feliz. “Me falta el baloncesto, Luis.”, me dijo. “Tengo que volver.”

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A la izquierda, Tomás Alonso, destacado base de la cantera del Colegio Salesiano de Vigo, que Larry se llevó al Aguas de Ca-breiroá de Verín. Años más tarde, y hasta hace poco, sería presen-tador de deportes de la Televisión de Galicia.

A la derecha, Miguel González, alero anotador de depurada técnica, que como Tomás, jugó en el Aguas de Cabreiroá de finales de los ochenta. También procedía de la cantera de los Salesianos. Antes estuvo en el Club Galeones-Skol y en el Real Club Celta, y después de permanecer un tiempo en Verín, pasó al Baloncesto Po-rriño. Ambos jugadores eran discípulos muy allegados y queridos por Larry, que los había formado desde edad temprana en los equipos de los Salesianos.

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Javi Portas, el excelente escolta de la cantera salesiana, per-tenecía a una formidable generación de jugadores, iniciados en su niñez por el madrileño Nacho Polo, a quien sucedió en su labor, en-tre otros, Juan Rodríguez Larrán, “Larry”. Tras el fracaso del Proyecto Galeones-Skol, fichó por el Ba-loncesto Porriño. Buen tirador, aparece en la foto en un perfecto tiro en suspensión, marcado por Fernando Carbonell, en un partido con-tra el Club Ademar.

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Frontón Municipal, temporada 1971/72 Real Club Celta Campeón del Grupo Gallego de Tercera División y Ascenso a Segunda. De pie: Carro, José Torres, José Pérez, Carlos Cobián, Manuel Soto y Antonio Nieto. Agachados: Casal, José Ferro, Guillermo Alvarellos, Lito Marzoa y Luis.

De los varios equipos masculinos que he entrenado a lo

largo de mi vida, este es para mí el más querido de todos. El Celta

había descendido a Tercera División, y el club estaba sumido en

aquel momento en una profunda desmoralización.

Dirigía por primera vez a un equipo masculino. Tempora-

da 1971/72. Ascendimos de nuevo a Segunda División después de

una brillante Liga, y una complicada Fase de Sector disputada en

Santander. La mayoría de los jugadores aún eran de categoría ju-

nior, tanto es así, que yo mismo tuve que diligenciar licencia de

jugador para cubrir el cupo obligatorio de seniors.

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Real Club Celta Juvenil. Medalla de Bronce en el Campeonato de España. Cuenca, 1989. De pie: Rey Lama (entrenador), Cristina, Marta Méndez, Nuria Figue-roa, Carmen Patiño, Begoña y María Herrero. Agachadas: Cristina Rey, Edita Pereira, Raquel, Montse, Yolanda Comesaña y Mª José.

Por primera vez entrenaba a un equipo juvenil -y a mi hija

Cristina-, y guardo un recuerdo inolvidable de este grupo de pro-

mesas del baloncesto céltico. Después de ganar el título gallego en

Betanzos (A Coruña) y el Intersector en Vigo, acudimos a la Fase

Final del Campeonato de España celebrada en Cuenca.

El Real Club Celta se clasificó tercero, después de perder

en semifinales por cinco puntos contra el que sería campeón, el

Club Natación Canoe de Madrid, y por cierto, en la única derrota

de toda la temporada. Incluso en el partido para el tercer puesto, se

ganó con claridad.

De todas ellas, Nuria Figueroa y Carmen Patiño llegarían

al primer equipo.

El Celta ya había conseguido varios títulos nacionales en

categoría junior, pero en juveniles nunca logró clasificarse para

una Fase Final hasta ese año. Por eso, el tercer puesto alcanzado

en Cuenca fue considerado como todo un éxito.

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Temporada 1988/89. Montse, Yolanda Comesaña “Rizos”, Cristi-na Rey y Edita Pereira, en su temporada de jugadoras juveniles del Real Club Celta.

Begoña, Marta Méndez, María Herrero, Cristina y Carmen Patiño, las prometedoras pívots del equipo celeste.

Raquel y Nuria Figueroa

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El vigués Pepe Casal, atleta del R.C. Celta en su juventud, pre-parador físico y entrenador del Club Obradoiro de Santiago, prepa-rador físico con Aito García Reneses en la Selección Española Ju-nior y en el F.C. Barcelona, y desde su marcha a Estados Unidos, preparador personal de Pau Gasol cuando regresa de la NBA. Acude a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, rescatado para la Selección por la confianza plena de Aito y de Pau en su excelente trabajo.

2008. Pepe Casal en una de las muchas conferencias que viene

dando últimamente.

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Otro vigués, Domingo Salinas, será el preparador físico de la Selec-ción Española Femenina en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Ocupa desde hace unos años ese puesto en sustitución del también vigués, Telmo Silva. Con anterioridad, Salinas había desempeñado ese cargo en el R. C. Celta Femenino.

Pepe Casal, Domingo Salinas y Susana García -entrenadora ayu-dante-, junto a Tamara Abalde -la viguesa de adopción-, serán la aportación de Vigo al baloncesto nacional en Pekín. ¡Enhorabuena a todos ellos! Sabemos de sobra lo difícil que es llegar a unos Juegos Olímpicos. ¡Qué envidia!

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Selección Nacional Femenina, días antes de acudir a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Además de los mencionados anteriormen-te, el R.C.Celta aporta dos jugadoras, la santanderina, Laura Ni-cholls, y la mallorquina, Alba Torréns. También están presentes las ex célticas Cindy Lima y María Revuelto.

El ministro Moratinos con Cindy Lima, Tamara Abalde y Alba To-rrens en los Juegos de Pekín-08.

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Moscú, 2008. Alba Torréns con la Selección Española en el Torneo de Moscú preparatorio para los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Partido contra Israel, que superó a España, 58-69.

Tamara Abalde, Alba Torréns y Laura Nicholls son la

nueva generación de jugadoras españolas llamadas a sustituir a las

veteranas Isabel Sánchez, Laia Palau, Elisa Aguilar y Amaya Val-

demoro, que posiblemente, ya no lleguen a los próximos Juegos

Olímpicos de Londres 2012.

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La jugadora céltica Laura Nicholls, con la Selección Española en los Juegos de Pekín 2008.

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Temporada 2007/08. La imagen da muestra de los marcajes que hu-bo de soportar Tamara Abalde en la NCAA. Su defensora intenta fre-narla con brazos y piernas, y sin embargo el pase interior de la “vi-guesa” entra con claridad. Sería nombrada la mejor debutante de la temporada en la Liga Universitaria: “SCL FRESHMAN OF THE YEAR”

La experiencia americana de Tamara Abalde habrá servido

para completar su madurez, que aunque ya avanzada, siempre es

susceptible de mejoras en edad tan joven. La temporada próxima

volverá a España, pero para desgracia del Real Club Celta, no para

reintegrarse a su equipo. Tal vez en el pasado reciente no haya

encontrado en el club vigués el reconocimiento técnico que le han

otorgado en Estados Unidos. Una vez más se hace difícil triunfar

en la propia casa, y puede que hasta no sea mala idea cara al futu-

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ro, el emigrar a otros lares, donde le sobrarán ofertas, y posible-

mente, mejores que las que le ofrezca el Celta.

Año 2008. Pau Gasol y Tamara Abalde, se encuentran en el “Toyo-ta Center” de Estados Unidos. Ella en la NCAA y él en la NBA.

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Temporada 2007/08. Tamara Abalde, en un partido de la NCAA americana.

Las tres jugadoras, Alba, Tamara y Laura, serán olímpicas

con tan solo diecinueve años. Ya han logrado Oro en los Europeos

Sub-16 de Italia 2004 y de Polonia 2005, Oro en el Europeo Sub-

18 de Tenerife 2006 y Plata en el Europeo Sub-18 de Servia 2007.

Internacionales absolutas en 10 ocasiones antes de ir a Pekín.

¡Vaya presente y vaya futuro!

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Campo de Taboada Leal, 1958. El estudiantil Benito Lorenzo palmea un balón ante la oposición del bosquista Álvarez. Su compañero, Carlos Cerdeira, atento al posible rechace.

Ésta no es precisamente una instantánea olímpica. ¿Se nota?

Pero debemos reconocer que los “antiguos” de hace cincuenta

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años también podían ofrecer a la cámara imágenes tan plásticas

como la que vemos.

Si se retocase con pantalones más largos, balón olímpico y

fondo de un pabellón, podría figurar en cualquier resumen del me-

jor de los partidos actuales.

Campo del Jardín Park, 1958. Club Deportivo Bosco y Club Estudiantes son los protagonistas. El partido de máxima rivalidad viguesa está a punto de comenzar. Antes, la presentación de jugado-res. Por los bosquistas juegan: Barros, Rolán, Boliche, Mingos, Gonzalo Sanmartín, Manuel Benito, Alfonso García Migón, Josechu Curiel... En el Estudiantes: Joaquín García Picher, Julio Castro, Severo Iglesias, Alberto Gayoso, Camilo Nogueira, Mito Rodríguez, Carlos Cerdeira, Bares, Aquiles, Benito Lorenzo y José Ángel Román.

Año 1958. Jugadores del C.D. Bosco: Barros, Rolán, Boliche, Min-gos, Gonzalo Sanmartín, Manuel Benito, Alfonso Garcia Migón y Jo-sechu Curiel.

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Me llega una noticia de última hora que, de ser cierta, modifica la información vertida en páginas anteriores. Aseguran fuentes desco-nocidas para mí, que el peculiar conjunto de esta fotografía, el Club Constitución, es el primer equipo de baloncesto de Vigo. Fundado en 1934, el “Consti” -así se le conocía popularmente- jugaba en la legendaria Cancha Central -cerca de la actual calle Canceleiro-, con piso de tierra negra, líneas de cal marcando el campo, canastas de madera algo torcidas, aros casi de alambre, balón de los antiguos, de cuero y con costuras… y una afición sin límite de sus componentes. La Guerra Civil española, que comenzó en 1936, interrumpió el progreso deportivo de estos jóvenes, que hasta 1941 no consiguieron reanudar su actividad. A buen seguro que más de uno, tristemente, se pudo quedar en el camino. Imposible citar el nombre de sus jugadores y técnicos, pero lo que se observa con claridad es su indiscutible buena imagen. Se les ve decididos, con disciplina -el orden para posar lo atestigua-, bien uniformados -al estilo de entonces-, y se adivina en ellos un carácter luchador, con fuerza en el rebote y la defensa, buena preparación física, y en general, un conjunto muy equilibrado. El entrenador -de camisa blanca-, y el ayudante -también pre-parador físico-, han hecho un buen trabajo… y eso, a pesar de no contar con planillas, estadística, porcentajes… y lo que es peor, sin “scouting”. El base titular -con el balón- es el cerebro del equipo; a su iz-quierda, Vara -el único reconocible-, un escolta de calidad; el más bajo -agachado- resulta mortal en el contraataque; los tres pívots in-timidan hasta en la foto; y del resto… ¿qué podemos decir?... ¡Un equipazo!

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Foto de familia del Club Estudiantes de los años cincuenta. Los Pepote, Rafael, los hermanos Vilas, Javier Gonzalo, Mito y su hermano Quiño… los jugadores… No falta nadie. Escenario: el cam-po de Taboada Leal. Y abajo, el Jardín Park, el palco de la orquesta, los árboles… el piso mojado por la lluvia reciente… muchos aficionados… y Carlos Cerdeira…

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Estados Unidos, Liga NCAA, 2007/08. Perfecta suspensión de Ta-mara Abalde, bajo la mirada expectante de una rival. Sólo falta que anote el lanzamiento… Parece que así será.

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- Querido colega, con esta impecable suspensión quie-

ro cerrar la “Galería de imágenes” que te estaba mostrando.

Una “viguesa” de adopción, una camiseta nacional, un porvenir

de ensueño, una “top-ten” de guapas olímpicas... Son éstas, con-

diciones que han de servir para concluir tan bellas escenas, tan

sugestivas, tan nostálgicas... y la mayoría de ellas con amplio

contenido histórico… algo que no se debe olvidar.

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XXI. La “última”

- Antes de irme al “campus”, fiel compañero de con-

versación, te voy a contar la “última”.

- ¿Vas a un “campus”? Pero, ¿no lo sabes ya todo del

baloncesto?

- ¡No! ¡Qué va! Eso es lo que yo creía a los cincuenta

años. Pero ahora, con la edad, se gana en madurez y en sabidu-

ría, y uno descubre sus carencias. Siempre falta algo. No sé hacer

el cambio de mano por detrás, ni por debajo de las piernas...

- Pero Luis, si eso lo saben los niños del mini-basket. Al

menos, ¡sabrás hacer un alley-oop!

- Eso lo hago perfecto en las canastas de “mini”, y al

primer intento, aunque echo en falta buenos pasadores para “ma-

chacarla” bien... Cuando necesites un pasador de lujo, querido

amigo, habla conmigo. Especialidad de la casa.

- ¿Dónde es el “campus”?

- En Baiona. Pero esta vez no voy de alumno; debuto co-

mo profesor de cantera. Estoy nervioso, ¿sabré cumplir la tarea?

No lo he hecho nunca. ¡Mucho me queda por hacer en esto del

basket!

Como te decía, te voy a contar la “última”, y que va tam-

bién de última canasta, de última asistencia... y de un original

equipaje de juego.

En mis primeros años de entrenador del Club Rodaballo

tenía ficha de jugador, para prevenir las posibles ausencias que

suelen darse en el Senior Provincial.

Aquella tarde de sábado jugábamos contra el Club Ademar

en Balaídos. Era la hora del comienzo, y sólo contábamos con

cuatro jugadores. El árbitro me pidió el “cinco inicial”, y ante su

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apremio, no me quedó más remedio que incluirme como quinto

hombre. Nada más firmar el acta, llegan otros dos jugadores. Pero

el colegiado me obligó a salir en el equipo inicial.

Me visto la camiseta por encima de la camisa a cuadros

que llevaba, y con pantalones vaqueros y zapatos de goma, me

dispongo a cubrir el expediente. Con la “vista gorda” de los ár-

bitros, confiados en mi rápida sustitución, solicito de la mesa

“cambio a la primera” ya antes del salto inicial.

Se preparan para la “lucha” los dos equipos, y yo me colo-

co cerca del tablero contrario. Antes, avisé a los rivales de que me

marcasen, y los amenazé con meterles una canasta si no lo hacían.

Me contestaron con risas.

Alberto gana el salto, palmea hacia delante, recoge Marcos

-mí bien entrenado discípulo-, pase largo... y canasta anunciada

del nº 13, Rey Lama, el que esto escribe. Fue mi última canasta en

un partido oficial. No necesité de pantalones Nike, ni de botas

Adidas, ni de muñequeras, ni de cinta del pelo, ni calentamiento,

ni tiempo para estirar... Para meter canastas sólo se necesita clase.

Pero no escarmentaron, porque aún me dieron tiempo tam-

bién para mi última asistencia como jugador: el Rodaballo corta el

balón en el primer ataque del Ademar, y vuelvo a recibir el balón

cerca de la canasta... Y ahora sí que me marcaron. Se echaron co-

mo locos encima de mí para aplastarme. Me rodearon tres contra-

rios agresivos, amenazantes, con los brazos en alto, para no permi-

tirme una nueva y humillante canasta... Y claro, esto a un jugador

con clase no se le puede hacer. Lectura inmediata, si tú tienes a

tres, dos compañeros estarán solos. Así que un pase de pique bajo

sus brazos alzados, y Marcos, lanzado en su carrera, remata con

una bandeja fácil.

De esta manera curiosa e inesperada, acabó mi andadura

en las canchas de baloncesto.

- ¿Qué te parece, colega?

- Estuvo bien la despedida.

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Campo de Granada, 1967. Partido de ida de la eliminatoria de Copa del Generalísimo, Club Estudiantes-Atlético de San Sebas-tián. Rey Lama, o sea yo mismo, entrando a canasta. Ganamos por escasa diferencia de puntos. Me parece recordar que por dos o tres. En el partido de vuelta, celebrado en el Frontón Anoeta, nos eliminaron por un amplio margen. En San Sebastián coincidimos con el regreso de la Real Socie-dad a la Primera División de Fútbol. Por la calle, los donostiarras lo festejaban cantando: “A Primera súbio la Real, súbio la Real, súbio la Real…”, con la música de “El submarino amarillo” de los Beatles, de moda en aquel momento. ¡Qué recuerdos!

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- Querido amigo, se me está haciendo tarde. A la vuelta

de las vacaciones podemos tener otra tertulia. Me quedan muchas

cosas por contarte.

- Pero, ¿aún tienes más...?

- ¿Te conté lo de “la catalana”? ...¿Lo de “cofy” arri-

ba, “milk” abajo?... “¿Lo de “Tira, coño, tira”?... “¿El chiste del

“tic nervioso” que contaba Jaime Gómez?... ¿Lo del americano

negro que estaba en todos los lados?... ¿El saludo de “los Galle-

go” en O Couto?... ¿El concurso de tapones recibidos?... ¿Lo de

Rosalía, que sale dos veces en las fotos de sus equipos?... ¿El

Manual Arbitral de cómo “barrer”?... ¿La agresión del campo de

los Maris... ¡No! ¡No! Esta no te la cuento.

… ¿Y fotos? ¡Tengo en casa otras tantas! De Marisol, de

Julio Bernárdez, de Quino Salvo, de “Cholas”, de Julio Castro,

de “Mani”, de Pololo, de Susana García, de Augusto, de Ayres...

Por cierto, y ¿qué me dices de estas fotos recientes que te

voy a enseñar?

Juegos de Pekín-08. Victoria en la final para Estados Unidos sobre España por 118-107. Pude parecer que no se defendió, pero los do-cumentos gráficos dicen todo lo contrario. Hubo agresividad y dureza. Howard comete personal sobre Carlos Jiménez. Más que una falta, semeja una escena de artes marciales. Así transcurrió todo el partido, al límite del reglamento, pero de forma noble y deportiva.

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Juegos Olímpicos de Pekín-08. Rudy Fernández trata de frenar la penetración de LeBron James.

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Juegos Olímpicos de Pekín-08. Se luchó en todos los espacios de la cancha. Hasta arrastrado por el suelo, Mumbrú salva un balón en-tre las piernas de Kobe Bryant.

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Compañeros y amigos en Los Ángeles Lakers. Kobe Bryant parece intentar marcarse un pasodoble “muy agarrao” con Pau Gasol.

- ¿Qué me dices, amigo?

- No tengo palabras.

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- ¡Oye! Y… ¿qué hubiera pasado si juega Calderón en

plenas condiciones físicas… y si a los americanos les pitan los ya

famosos “pasos de salida”?...

- ¿Quién sabe…?

- Y yo que estaba empeñado en que “EN EL BALON-

CESTO YA LO HABÍA VISTO TODO…” Tuvieron que pasar

más de sesenta años, contemplar más de tres mil partidos en vi-

vo, otros tantos en TV... para llegar a esto. ¡SUBLIME! ¡CE-

LESTIAL! Eran los dioses de la canasta que bajaron a la can-

cha...

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XXII. Crónica de urgencia

Faro de Vigo ------------ Deportes ------------- 10, mayo, 2010

EL GESTIBÉRICA ASCIENDE A ---------- LIGA ACB -----------

Venció en la final al Cajasur de Almería ------------ por 77-76 ---------------

Madrid. (De nuestro enviado espec...

Ya no quise leer más…

Ayer me había acostado nervioso, sin atreverme a llamar a

algún conocido para que me informara. Hice varios amagos con la

radio para enterarme, pero no conseguí nada. ¿Llamaré a Rubén a

Onda Cero?… Al final decidí esperar. Tardé en conciliar el sueño.

Y hoy, 10 de mayo de 2010, me levanté más temprano

que de costumbre, muy inquieto, pero con un presagio... Me lancé

a la puerta de casa a recoger del suelo el “Faro de Vigo”, lo abrí

precipitadamente, no se veía, encendí la luz, pasé las páginas con

ansiedad, rompí varias... Sucesos... Val Miñor... Economía... In-

ternacional... Deportes... El fútbol… el Celta... ¡Sí!... ¡SÍ!...

¡SÍÍÍ!... ¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!... ¡POR FIN!... ¡POR FIN!... Llevábamos

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esperándolo medio siglo largo... ¡POR FIN!... ¡POR FIN!...

¡POR FIIIIIIIIN!

Yo que siempre decía: “En el baloncesto ya lo he visto

todo. No hay nada nuevo que se me pueda ofrecer.” Y ya ves,

querido amigo, esto sí que es una novedad...

“VIGO, AL FIN EN ACB.”

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ÍNDICE

-----------

Página

--------

I - ¡Vaya sentencia! 9

II - El Club Estudiantes 25

III - Del baile al scouting 37

IV - “EL PROFESIONAL” 65

V - El Club Rodaballo 69

VI - ... Y esto sigue... sin parar… 77

VII - La Recopa “Liliana Ronchetti” 115

VIII - Los maestros del amor 125

IX - Las destituciones 159

X - Los orígenes 167

XI - ¿Qué pasa con Marta? 175

XII - Ferias y Fiestas 183

XIII - Los inicios... y el disgusto 191

XIV - Notas de prensa 201

XV - La vestimenta femenina 229

XVI - El banquillo traicionero 243

XVII - El internacional militar 253

XVIII - La Fiesta del Deporte 263

XIX - ¡Qué envidia! 275

XX - Galería de imágenes 295

XXI - La “última” 350

XXII - Crónica de urgencia 358

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A finales de la década de los setenta, el

Centro Deportivo Municipal -hoy en día I.M.D. -contó con las me-

jores escuelas deportivas de toda la historia del deporte vigués.

José Fernández “Pepe”, el administrador, y Jaime Cancelas, el jefe

de personal, fueron sus principales impulsores. Eran tiempos de

Leri como concejal de deportes. Manolo, el conserje, cuidaba de los

niños. A ellos, y a su extraordinario equipo de monitores, nuestra

admiración y homenaje.

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Mucho nos gustaría tu intervención en nues-

tras charlas, a través de tus comentarios, de

tus fotografías, de tus recuerdos, de tus anéc-

dotas… y ¡¡también de tus críticas!!

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¡Mil gracias!