Dos paradojas del multiculcuralismo coombiano

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DOS PARADOJAS DEL MULTICULTURALISMO COLOMBIANO: la espacialización de la diferencia indígena y su aislamiento político DIANA BOCAREJO PROFESORA DE LA ESCUELA DE CIENCIAS HUMANAS DE LA UNIVERSIDAD DEL ROSARIO [email protected] Resumen L a práctica del multiculturalismo en Colombia se ejerce en el contexto de complejas disputas y reclamos provenientes de diferentes actores sociales, beneficiarios o no de derechos diferenciales. En este artículo se estudian dos paradojas de los arreglos políticos del multiculturalismo en Colombia, relacionadas con la forma como se es- pacializa la diferencia indígena; y con ellas, se examinan sus implicaciones políticas. La primera paradoja es la forma como se juzga quién es o no un sujeto indígena legal, utilizando como una de las características predominantes el que un indígena viva en “su” resguardo rural. La segunda paradoja es el aislamiento político que se ha configurado entre indígenas y campesinos. De esta forma, se pretende demostrar la relevancia de estudiar no solo las políticas culturales, sino también la cultura política que posibilita y construye el multiculturalismo. PALABRAS CLAVE: multiculturalismo, espacialización de la diferencia, efectos políticos de los derechos minoritarios. TWO PARADOXES OF COLOMBIAN MULTICULTURALISM: THE SPATIALIZATION OF INDIGENOUS DIFFERENCE AND ITS POLITICAL ISOLATION Abstract T he practice of multiculturalism in Colombia is exercised within complex disputes and claims arising among many social actors, beneficiaries or not of differential rights. This article addresses two paradoxes of the political arrangements of multiculturalism in Colombia related to the spatialization of indigenous difference and its political im- plications. The first one refers to the way in which a legal indigenous subject is shaped, using the fact that an indigenous person lives in “his/her” rural reservation as one of the main features. The second paradox is the political isolation that has taken shape between indigenous peoples and peasants. In this way, I try to prove the importance of studying not only the cultural policies, but also the political culture which enables and builds multiculturalism. KEY WORDS: multiculturalism, spatialization of difference, political effects of minority rights. Revista Colombiana de Antropología Volumen 47 (2), julio-diciembre 2011, pp. 97-121

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la espacializacion de la diferencia indigena y su aislamiento politico

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  • Dos paraDojas Del multiculturalismo colombiano:

    la espacializacin de la diferencia indgena y su aislamiento poltico

    diana bocarejoprofeSora de la eScUela de cienciaS hUManaS

    de la UniverSidad del roSario

    [email protected]

    Resumen

    La prctica del multiculturalismo en Colombia se ejerce en el contexto de complejas disputas y reclamos provenientes de diferentes actores sociales, beneficiarios o no de derechos diferenciales. En este artculo se estudian dos paradojas de los arreglos polticos del multiculturalismo en Colombia, relacionadas con la forma como se es-pacializa la diferencia indgena; y con ellas, se examinan sus implicaciones polticas. La primera paradoja es la forma como se juzga quin es o no un sujeto indgena legal, utilizando como una de las caractersticas predominantes el que un indgena viva en su resguardo rural. La segunda paradoja es el aislamiento poltico que se ha con figurado entre indgenas y campesinos. De esta forma, se pretende demostrar la relevancia de estudiar no solo las polticas culturales, sino tambin la cultura poltica que posibilita y construye el multiculturalismo. palabraS clave: multiculturalismo, espacializacin de la diferencia, efectos polticos de los derechos minoritarios.

    two paraDoxes of colombian multiculturalism: tHe spatialization of inDigenous Difference anD its

    political isolation

    Abstract

    The practice of multiculturalism in Colombia is exercised within complex disputes and claims arising among many social actors, beneficiaries or not of differential rights. This article addresses two paradoxes of the political arrangements of multiculturalism in Colombia related to the spatialization of indigenous difference and its political im-plications. The first one refers to the way in which a legal indigenous subject is shaped, using the fact that an indigenous person lives in his/her rural reservation as one of the main features. The second paradox is the political isolation that has taken shape between indigenous peoples and peasants. In this way, I try to prove the importance of studying not only the cultural policies, but also the political culture which enables and builds multiculturalism.Key words: multiculturalism, spatialization of difference, political effects of minority rights.

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    Volumen 47 (2), julio-diciembre 2011, pp. 97-121

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    introdUccin

    El multiculturalismo es una de las ilusiones polticas ms difun-didas en el seno de las democracias liberales contemporneas. Gran parte de la ilusin multicultural radica en consolidar una cultura poltica que promulgue ideales de tolerancia, conviven-cia e igualdad entre los ciudadanos de un Estado-nacin. Sin embargo, la prctica poltica del multiculturalismo produce y reproduce un sinnmero de paradojas. De manera general, estas paradojas tienen un mismo origen: aunque los arreglos legales del multiculturalismo pretendan cambiar las prcticas que his-tricamente han marginado a ciertas comunidades, en muchas ocasiones estos ideales son una forma de racionalidad poltica que silencia, perpeta y oculta los complejos contextos de poder poltico en los cuales se desarrolla. Las diversas complejidades que surgen de la prctica del multiculturalismo han sido objeto de gran atencin acadmica y poltica en el mundo. Algunos de estos trabajos analizan las complejas articulaciones legales de los arreglos multiculturales y las consecuencias polticas de su ra-cionalidad legal (Comaroff y Comaroff 2003; Jackson y Ramrez 2009), la forma como el multiculturalismo construye significados identitarios fijos y cmo estos se imponen y disputan (Povinelli 2002; Ramos 1994; Segato 2007), y la relacin entre el desarrollo de derechos diferenciales y la consolidacin del neoliberalismo (Comaroff y Comaroff 2009; Hale 2002), entre otros temas.

    Sin embargo, los conflictos que surgen de la aplicacin de las polticas multiculturales han sido poco estudiados en Colombia, o en varios casos vetados, ya que para muchos acadmicos y activistas analizarlos puede desvirtuar las luchas y el trabajo de los diversos actores involucrados, sean estos abogados, inte-lectuales o movimientos sociales indgenas o afrocolombianos. Bajo el manto de este silencio acordado se ha dejado de estudiar la manera en que el ejercicio de los arreglos legales dirigidos a las minoras tnicas interacta, subvierte o reproduce sistemas de subordinacin social. A pesar de esta tendencia, existe un corpus creciente de literatura acadmica colombiana, en es-pecial proveniente de la antropologa, que se ha interesado en estudiar etnogrficamente la experiencia de una gran variedad de problemas asociados con la puesta en marcha de las polticas multiculturales en Colombia (Caicedo 2009; Chaves 2005; Chaves

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    y Zambrano 2006; Del Cairo 2001, 2010; Jackson y Ramrez 2009; Jaramillo 2010; Restrepo 2008; Valencia 2011). Este artculo busca contribuir a esta literatura con una aproximacin analtica que se preocupe por entender las diferentes formas de articulacin poltica del multiculturalismo en Colombia. En particular, me refiero a un anlisis que d cuenta de la manera en que el multi-culturalismo se ejerce en medio de complejas disputas y reclamos provenientes de diferentes actores sociales, tanto beneficiarios como no beneficiarios de derechos diferenciales. El concepto de articulacin lo retomo de los trabajos de Mouffe y de Laclau (Mouffe 2000; Mouffe y Laclau 1985), y de otros autores que bus-can aproximarse a la construccin contingente y dinmica de los sujetos polticos, en este caso de aquellos denominados grupos tnicos, y al contexto en el cual sus reclamos llegan a articularse o desarticularse con una gran variedad de otros grupos sociales.

    Los casos de estudio que presento en este artculo hacen parte de una investigacin ms extensa, que estudia etnogrficamente una serie de paradojas y conflictos resultantes de la puesta en marcha de las polticas pblicas multiculturales en Colombia. La primera crtica que retomo analiza la forma como un ideal de lugar indgena se convierte en una de las caractersticas para juzgar quin es o no un sujeto indgena legal en Colombia. De esta manera, el reconocimiento del otro indgena exige, o por lo menos prefiere, que ese otro viva en un espacio rural, ojal sea este un resguardo, pues se considera como su lugar tradicional. Esta relacin ha construido un excepcionalismo espacial de los derechos minoritarios que limita el acceso de muchos indgenas a las polticas pblicas multiculturales por no responder al ima-ginario de lo que debe ser un sujeto indgena. Son muchos los escenarios en los que se podra estudiar dicha problemtica, pero en esta ocasin escojo esbozar algunas de las disputas presentes en las sentencias de la Corte Constitucional y estudiar el caso de los indgenas urbanos de Bogot, para mostrar algunas de las paradojas que surgen del encerramiento y la espacializacin de la diferencia indgena en Colombia.

    En la segunda parte del artculo presento otra crtica del mul-ticulturalismo colombiano, que surge tambin de la forma como se espacializa la diferencia indgena y se construyen fronteras discursivas, en este caso, entre indgenas y campesinos. Se trata de fronteras tanto espaciales como polticas que en ocasiones

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    propician un aislamiento poltico de comunidades que com-parten un gran nmero de problemas sociales. Para proponer este debate mostrar algunos resultados de una etnografa ms extensa realizada en siete poblaciones de frontera de indgenas arhuacos y campesinos, y llamar la atencin sobre algunas de las nuevas paradojas que subyacen en la construccin de los llamados pueblos talanquera de la Sierra Nevada de Santa Marta.

    loS lUgareS del otro indgena

    El multiculturalismo no es el reconocimiento de las mltiples formas de diversidad presentes en las sociedades contem-porneas, sino el reconocimiento poltico de algunas de estas formas de diferencia en los marcos legales y normativos. Como afirma Stuart Hall, el multiculturalismo se refiere a las estrategias y polticas adoptadas para gobernar o administrar los problemas de la diversidad y la multiplicidad en las que se ven envueltas las sociedades multiculturales (2010, 583). En el caso colombiano, los derechos minoritarios vigentes hoy en da se consolidaron en la Constitucin de 1991, aunque muchos de esos derechos hacen parte de una genealoga del manejo de la diferencia cultural que inici mucho tiempo atrs. En el seno de la Asamblea Nacional Constituyente, los derechos de los grupos tnicos fueron negociados en el marco de una gran variedad de reclamos que abogaron por el reconocimiento del pluralismo colombiano. La nocin de pluralismo incluy una gran variedad de temas, como gnero, grupos tnicos, minoras polticas, regio-nes, geografa, religin y cultura. Paradjicamente, en muchos contextos locales colombianos, lograr una articulacin poltica entre los movimientos sociales tnicos y otros tipos de reclamos motivados por la subordinacin social es una labor poltica casi impensable. Sobre tal desarticulacin poltica volver en la se-gunda parte de este artculo.

    Uno de los poderes ms explcitos de la poltica multicultu-ral en Colombia, y en general en el mundo, radica en definir o redefinir aquellos sujetos que se consideran como los otros de la nacin, o mejor an, aquellos que construyen su pluralidad. El reconocimiento de los grupos tnicos tuvo y sigue teniendo como premisa la supervivencia de unas culturas que se piensan co mo au-tctonas, y es precisamente esa diferencia la que se busca valorar

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    en el multiculturalismo colombiano. Los grupos reconocidos, que incluyen hoy en da indgenas, comunidades negras, raiza-les y rom, han tenido que librar arduas batallas para conseguir tal reconocimiento. El ser un sujeto tnico no es un proceso de autodefinicin, como se supone que es el criterio utilizado en el censo colombiano. Por el contrario, los criterios utilizados han sido, por decir lo menos, ambiguos y cambiantes, dependiendo de los funcionarios de la Direccin de Etnias, quienes deben reconocer oficialmente a las comunidades como tnicas, y en ocasiones de muchos otros funcionarios de entidades pblicas que se toman la tarea de juzgar quines pueden o no acceder a las polticas tnicas. En esta seccin deseo analizar la manera en que se ha creado una estrecha relacin entre etnicidad y lugar, como una de las caractersticas que comnmente se utilizan para dictaminar sobre la pertenencia de un individuo a una et-nia indgena. Esta nocin de lugar no responde al desarrollo de una gran variedad de estudios de diversos gegrafos y analistas sociales, que han buscado consolidar una perspectiva social del espacio: las relaciones entre los hombres y su entorno ambiental, la variedad de significados que se le atribuyen a dicha relacin y diferenciacin (hombre-naturaleza), la experiencia cotidiana y las diversas relaciones de poder que se construyen y reflejan en un espacio determinado (Escobar 2005; Moore, Pandian y Kosek 2003). El dinamismo de las nuevas propuestas sobre el lugar no ha surtido efecto alguno en los imaginarios de las polticas mul-ticulturales en Colombia, que siguen utilizando, en su gran ma-yora, nociones estticas y homogneas sobre el significado y las prcticas de los grupos tnicos en el que se denomina su territorio tradicional. Con el propsito de analizar las correspondencias que se han construido entre ser un indgena y vivir en su resguardo, presento algunos de los resultados ms relevantes de una serie de investigaciones ms amplias que he venido realizando sobre dos objetos de estudio: i) las disputas sobre la construccin del sujeto indgena en los fallos de la Corte Constitucional, y ii) los reclamos de indgenas que habitan en contextos urbanos por ser reconocidos legalmente como minoras tnicas, sin importar que vivan lejos de sus resguardos (Bocarejo 2011).

    Muchos ciudadanos colombianos utilizan las herramientas ju-rdicas de la tutela y las demandas sobre constitucionalidad para definir quines pueden acceder a los derechos multiculturales. Estas herramientas se han convertido en poderosas tecnologas

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    de formacin de alteridad, es decir, formas de generar otredad concebida por la imaginacin de las elites e incorporada como forma de vida a travs de narrativas maestras endosadas y pro-pagadas por el Estado, por las artes, por la cultura de todos los componentes de la nacin (Segato 2007, 29). Estas formaciones de alteridad son construcciones que parten de contextos socio-histricos particulares, como afirma Trouillot, y de esta forma, segn argumenta Briones (2005), no solo producen categoras y criterios de identificacin/clasificacin y pertenencia, sino que tambin regulan condiciones de existencia diferenciales para los distintos tipos de otros internos.

    En las sentencias de la Corte Constitucional se puede estudiar la manera como se realiza una construccin simultnea de tipologas (el otro tnico) y de topologas indgenas (la localizacin de ese otro). De manera general, la relacin entre etnicidad indgena y lugar se basa en un isomorfismo espacial, y es comnmente uti-lizada por las ciencias sociales, especialmente por la antropologa (Gupta y Ferguson 1992), en la cual cada grupo social tiene su lugar y cada lugar tiene su grupo social. La Corte, al igual que los expertos e indgenas involucrados en los fallos, reconocen la necesidad del territorio para la supervivencia de la diferencia cultural; como lo ha dicho esta Corporacin el derecho de propiedad colectiva sobre los territorios indgenas reviste la mayor importancia den-tro del esquema constitucional, pues resulta ser esencial para la preservacin de las culturas y valores espirituales de los pueblos que dentro de ellos se han asentado durante siglos (Colombia, Corte Constitucional, Sentencia C-180 de 2005). La territorialidad indgena se eleva entonces a derecho fundamental, asociacin que se construye en gran medida a partir de una nocin de cultura esttica, autocontenida, finita y natural (Bocarejo 2008; Vera 2006).

    La definicin legal de una jurisdiccin territorial tnica (res-guardos indgenas y territorios colectivos) no solo se ha convertido en un marcador de etnicidad, sino en una caracterstica que puede utilizarse parar crear gradaciones de indigeneidad, es decir, defi-niciones de quin es ms o menos tnico. De esta forma, aquellos sujetos tnicos que viven en su territorio han sido considerados como ms indgenas, siguiendo el precepto de la Corte que dicta que a mayor cultura, mayor autonoma (Cepeda 2004). Esta asociacin ha sustentado el excepcionalismo espacial del multi-culturalismo, en otras palabras, el encerramiento de los derechos

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    diferenciales. Uno de los casos ms claros en el tema fue el de la tutela interpuesta por el indgena Alfonso Capera, con el prop-sito de revocar el artculo 27 de la Ley 48 de 1993, que establece que los miembros de las comunidades indgenas que residan dentro de su territorio y conserven su integridad cultural, social y econmica estarn exentos del servicio militar obligatorio. Capera consider que esta obligacin impuesta a los indgenas para eximirse del servicio militar es casi una pena confinatoria, que nos reduce a ghetos (Colombia, Corte Constitucional, Sen-tencia C-058 de 1994, m. p.: Eduardo Cifuentes Muoz). A pesar de estas acusaciones en contra de la espacializacin de la diferencia cultural y de los derechos multiculturales, la Corte consider que para estos solos efectos del servicio militar se protege no al indgena individualmente considerado sino al indgena en un contexto territorial y de identidad determinado. El mensaje final, como argument la Corte, es que la norma es un estmulo para que el indgena contine perpetuando su especie y su cultura [] la finalidad de la misma es la de proteger al grupo indgena como tal, y por ende proteger a los indgenas que vivan con los indgenas y como los indgenas (Colombia, Corte Constitucional, Sentencia C-058 de 1994, m. p.: Eduardo Cifuentes).

    Esta espacializacin de los derechos ha cambiado de manera tal que en fallos posteriores la Corte ha reconocido que el derecho a la identidad cultural de los pueblos indgenas es un derecho que se proyecta ms all del lugar donde est ubicada la respectiva comunidad [] concluir que la identidad cultural slo se puede ex-presar en un determinado y nico lugar del territorio equivaldra a establecer polticas de segregacin y de separacin (Colombia, Corte Constitucional, Sentencia T-778 de 2005, m. p.: Manuel Jos Cepeda, Jaime Crdoba Trivio y Rodrigo Escobar Gil). En otro fallo, del ao 2009, que retom el problema de la exencin del servicio militar, la Corte tambin consider que no hay una relacin absoluta e indispensable entre el factor territorial y la conservacin de la cultura. El hecho de no residir en el territorio de la comunidad indgena no implica necesariamente, como lo indic la Sala Plena de la Corte, la prdida de los elementos distintivos del grupo tnico. El factor territorial no es, por tanto, condicin necesaria para la pertenencia de la persona a una co-munidad indgena (Colombia, Corte Constitucional, Sentencia T-113 de 2009, m. p.: Clara Elena Reales Gutirrez, Jaime Crdoba Trivio y Martha Victoria Schica Mndez).

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    Paradjicamente, esta moderacin del requisito territorial para acceder a la exencin del servicio militar no implic un cambio en el significado de la relacin entre etnicidad y territo-rio, pues la Corte en el mismo fallo expres que el requisito de permanencia en el territorio debe interpretarse ampliamente no restrictivamente; por lo cual se debe entender, por ejemplo, que la restriccin no incluye los pueblos nmadas, que no tienen un lugar de asiento fijo, o aquellos pueblos que han sido forzados a abandonar sus territorios tradicionales. El movimiento de los grupos indgenas se sigue considerando como una patologa, y el resguardo o el mbito territorial rural, como nico territorio de significacin cultural para los indgenas.

    Son muchos los casos que dan luz sobre la forma en que la Corte Constitucional ha construido la relacin entre ser un su-jeto indgena y vivir en un territorio indgena (Bocarejo 2008). No pretendo ahondar en las complejidades de esta relacin en la jurisprudencia de la Corte Constitucional, sino presentar breve-mente el caso de los indgenas urbanos en Bogot, quienes, al igual que los actores de muchas de las disputas que se evidencian en los fallos del tribunal, han debatido abiertamente el imaginario espacial de la etnicidad en Colombia. Me interesa en particular el caso de los indgenas que viven en Bogot, que han sido reconocidos como cabildos urbanos y que no reclaman un vnculo prehispnico con este territorio: los kichwas del Ecuador, los ambik-pijaos del departamento del Tolima y los ingas del departamento del Putu-mayo. La literatura sobre el multiculturalismo se ha preocupado muy poco por analizar este fenmeno, y la implicacin de tal desconocimiento es el silenciamiento del desplazamiento ind-gena motivado tanto por el contexto de violencia del pas como por razones de trabajo y personales de muchos de ellos. De esta manera, la presencia tnica en contextos urbanos se piensa como una patologa que no responde a la relacin ideal entre un grupo tnico y su territorio. De hecho, la Direccin de Etnias ha sido reticente en otorgar reconocimiento a grupos indgenas urbanos, argumentando que:

    La disposicin de la Direccin ha sido siempre la de no avalar la conformacin de comunidades indgenas urbanas; se considera que no es posible la persistencia de una comunidad indgena como la define la ley en un ambiente urbano, ya que se modifican sustancial-mente las relaciones sociales, las relaciones de produccin, las relacio-

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    nes comerciales, las relaciones con la tierra; y los rasgos culturales, los usos, costumbres, conocimientos y saberes tradicionales se van perdiendo o modificando, vindose reemplazados por aquellos de la sociedad mayoritaria. La prioridad de atencin del Estado deben ser las comunidades que an mantienen un importante patrimonio y lega-do cultural, y no dirigirse a aquellas que lo han perdido acogiendo la cultura mayoritaria; as mismo deben beneficiarse las comunidades ms apartadas y con menores posibilidades o facilidades de tener acceso a la atencin del Estado. (Colombia, Ministerio del Interior y de Justicia, Direccin de Etnias 2005)

    Los procesos de reconocimiento de cabildos urbanos en Bogot no representan solamente una disputa abierta contra el imaginario sobre lo que debe ser y dnde debe vivir un sujeto indgena, sino una nueva forma de negociar y acceder a las polticas multiculturales sin recurrir al mpetu de la ley y de las cortes. Las negociaciones de los cabildos urbanos se han realizado directamente con la Alcalda, y el alcalde Luis Eduardo Garzn (2004-2007), del Polo Democrtico, se convirti en una figura clave para la apertura poltica de los grupos tnicos en Bogot. Este reconocimiento de los indgenas se articul con el programa poltico de Garzn, que promulgaba una Bogot plu-ral y tolerante, una Bogot como lugar para la diversidad, un lugar donde no hay discriminacin por la orientacin sexual, de gnero, regional, o identidad tnica (Bogot, Alcalda Mayor 2004). Esta coyuntura poltica fue de gran relevancia para algu-nas decisiones respecto de los indgenas que se tomaron en el ao 2005, en especial gracias al trabajo poltico realizado por dos mujeres pertenecientes al grupo indgena arhuaco, quienes im-pulsaron el reconocimiento de los ambik-pijaos y de los kichwas como cabildos urbanos. Una de ellas fue Luz Helena Izquierdo, entonces directora de la Direccin de Etnias del Ministerio del Interior, quien otorg la resolucin de reconocimiento de esos cabildos. La segunda fue Ati Quigua, hija de la anterior, quien era concejala de Bogot. Aunque fue destituida por no tener la edad necesaria para desempearse en el cargo, fue una figura crucial durante ese periodo por su cercana con la alcalda de Garzn.

    Lo interesante de estos nuevos cabildos es la forma como han logrado crear nuevas alianzas y articulaciones polticas con la Alcalda de la ciudad y, de manera general, con diversos grupos de jvenes, artistas y organizaciones medioambientales de Bo-got. Estos vnculos se enmarcan en demandas que buscan crear

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    polticas de discriminacin positiva por medio de las cuales los grupos tnicos puedan acceder a servicios y programas de salud, educacin y alimentacin. Otro aspecto esencial de esta nueva tendencia es que el lenguaje de la ley no se moviliza con la misma fuerza, no se utilizan cortes ni relaciones con organizaciones de abogados, sino alianzas con partidos polticos y sectores jvenes de la ciudad.

    Finalmente, una de las lecciones ms importantes de los cabildos urbanos es su constante lucha por construir su lugar en la ciudad, por imaginar nuevas formas de espacialidad ind-gena que no conlleven la creacin de un resguardo rural. Son muchos los lugares que se imaginan los grupos tnicos, y por ahora coexisten diversos proyectos, como la creacin de nuevas malocas en la ciudad, la adquisicin de fincas aledaas a esta, la compra de casas para las sedes polticas de los cabildos y para otras iniciativas, como los jardines escolares indgenas, la conformacin de barrios indgenas y hasta la construccin de un centro comercial indgena en la ciudad. Estas nuevas formas de espacializacin de la diferencia disputan abiertamente con una nica versin de los espacios indgenas y de sus significados, promulgada en forma explcita en el ejercicio de los arreglos multiculturales en Colombia. La disputa por consolidar nuevas formas de espacialidad indgena en la ciudad no deja de estar mediada por los imaginarios de indgenas prstinos y conocedores de la naturaleza.

    Como Chaves y Zambrano (2006, 18) afirman, muchos de los grupos que en Colombia buscan reconocimiento oficial han utilizado estrategias esencializantes que se asemejan a las que fueron impuestas por el Estado colombiano. De esta forma, gran parte de la articulacin social indgena urbana es todava mediada por una nica valoracin de lo indgena, con nociones prstinas y ancestrales que enfatizan, verbigracia, la importancia de otras prcticas religiosas y medicinales. Es por esto que Snchez (2008) estudia, por ejemplo, cmo indgenas que habitan en las ciudades han conseguido promover alianzas intertnicas e idear nuevas formas de sustento a travs de la creacin de malocas. As mismo, Caicedo (2009) estudia cmo se configuran nuevas relaciones entre indgenas y no indgenas en las ciudades, con la conformacin de nuevos escenarios de consumo de sustancias rituales y con la aparicin de nuevas formas de chamanismo

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    urbano. Queda por verse, entonces, qu tantos de los lugares ima-ginados por los indgenas de las ciudades podrn consolidarse, y hasta qu punto lograrn o no crear un nuevo imaginario de lo que significa ser un indgena y de su lugar fsico y simblico en la construccin de una ciudadana urbana.

    Los principios legales del multiculturalismo configuran una versin normativa de lo que debe ser el lugar de un sujeto tni-co reconocido por el Estado. Aunque este imaginario predomina dentro y fuera de los crculos legales, existen diversos actores que controvierten las correspondencias ideales entre un grupo tnico y su lugar. Como he mostrado en este apartado, la fuerte espacializacin de la diferencia en Colombia se ha disputado por medio de demandas legales, y de este modo la Corte Cons-titucional ha sido un actor fundamental para definir y redefinir tanto tipologas como topologas tnicas. Estas disputas, por lo general, han pasado desapercibidas por el pblico, quizs como resultado de lo que Mouffe (2000) caracteriza como la ilusin liberal de pensar el pluralismo sin antagonismo y conflicto. El multiculturalismo, entendido como un arreglo poltico, no pue-de considerarse como una poltica que resuelve el pluralismo espacialmente, al tiempo que suprime el conflicto que nace de los diversos usos, significados y proyecciones de lugar de los diferentes actores involucrados (no solo grupos tnicos reconoci-dos, sino tambin grupos campesinos, religiosos y econmicos). Siguiendo las reflexiones de David Harvey (2001, 285) sobre los efectos polticos de las diferentes formas de espacializacin de los grupos humanos, considero que la correspondencia discursiva entre un sujeto tnico y su lugar, que ha creado el multicultu-ralismo, y en particular su prctica legal, ha tendido a congelar estructuras geogrficas de lugares y normas para siempre, y ha causado un efecto poltico disfuncional y opresivo. Parte de esta disfuncionalidad radica en la creacin de ideales estticos en la relacin entre los grupos tnicos y sus lugares, y se expresa tambin en las desarticulaciones polticas que se han configurado en las ltimas dcadas en Colombia.

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    deSencUentroS y aiSlaMientoS polticoS: indgenaS y caMpeSinoS en la Sierra nevada de Santa Marta

    La racionalidad poltica del multiculturalismo utiliza la ley como principal instrumento para definir, aplicar y, en mu-chos casos, hasta medir sus propios efectos. Entendiendo esa racionalidad como la maquinaria intelectual que convierte la realidad pensable de tal manera que la pueda hacer calculable y gobernable (Inda 2005, 7), la legalidad, como instrumento de manejo del multiculturalismo, define quines pueden acceder al reconocimiento tnico, qu caractersticas se busca resguardar y de qu manera se busca rearticular la posicin social de aquellos que son beneficiarios de derechos diferenciales. La centralidad del derecho en el seno de la prctica del multiculturalismo ha definido una manera particular de hacer poltica, centrada en los litigios es-tratgicos, en la interpretacin y el seguimiento de los li neamientos constitucionales y, claro est, en el uso de la Corte Constitucional.

    Diversos autores han estudiado las mltiples alianzas de las organizaciones indgenas a nivel nacional y a nivel transnacional dentro de los marcos legales del derecho internacional (Santamara 2008; Santos y Rodrguez 2007). Incluso, autores como Boaventura de Sousa Santos (2001) han llegado a argumentar que la transna-cionalizacin de las luchas de los pueblos indgenas representa una de las formas ms importantes de lo que designamos como globalismo contrahegemnico, una globalizacin anticapitalista promovida por grupos sociales subalternos [] (201). Sin em-bargo, son muy pocos los estudios que analizan los contextos polticos locales en los cuales se ejecutan las polticas multicul-turales y la forma como estas se articulan o desarticulan con otras demandas a nivel local. Considero que sin este nivel de anlisis no podemos llegar a proponer juicios sobre la capacidad emanci-padora de los arreglos legales constitucionales, ni entender cmo estos se organizan en el marco de diversas esferas de autoridad (legal e ilegal) que regulan y definen su alcance.

    En esta seccin presento uno de los casos ms desalentadores de la prctica legal del multiculturalismo en Colombia: la desarti-culacin poltica entre indgenas y campesinos en la Sierra Nevada de Santa Marta. Este no es el nico caso en Colombia ni en otros contextos mundiales, pero aqu expongo mi argumento en relacin

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    con este tema. El punto de entrada de dicha desarticulacin es la reestructuracin de la tenencia y del uso de la tierra entre las comunidades indgenas y campesinas que habitan hoy en da en la Sierra. La problemtica alrededor de la tenencia de la tierra por parte de indgenas y de campesinos en la Sierra Nevada es comple-ja e incluye temas como las disputas territoriales entre el Estado y los grupos al margen de la ley; los intereses de gremios econmicos y megaproyectos en el rea; las diversas fuentes de financiacin utilizadas por ambas comunidades para la compra de tierras; la delimitacin de reas consideradas como tradicionales por los indgenas; el manejo de las transferencias indgenas por parte del gobierno local; y la exencin del pago de impuestos prediales para reas de resguardo, entre otros (ver ms en Bocarejo 2009). La complejidad de este escenario y las disputas por adquirir tierra y por delimitar el sentido de lo que significa el lugar de la Sierra, tanto para indgenas como para campesinos, explican algunos de los cambios en la geometra social del poder y la significacin en la Sierra Nevada de Santa Marta (Massey 1994, 3).

    Esta nueva geometra social del poder se articula y consolida a travs de las polticas multiculturales y de desarrollo dirigidas a la Sierra Nevada de Santa Marta. Ambas han construido y re-producido constantemente un discurso simplista de oposiciones binarias entre campesinos e indgenas, que ha llevado a que el Estado local, las ong y los gremios econmicos eviten al mximo la negociacin de acuerdos polticos entre indgenas y campe-sinos. Con el pretexto del respeto a la diferencia cultural, las numerosas ong que trabajan en el rea con dinero de cooperacin internacional deciden silenciar completamente a la poblacin campesina, as esta viva en los mismos poblados indgenas. Pero muchas otras formas de intervencin estatal y gremial en el rea tambin han hecho su parte y han preferido en muchos casos discutir con organizaciones campesinas y evitar el dilogo con las organizaciones indgenas. Las ideas de atraso y de pereza se entremezclan abiertamente con el racismo y la discriminacin de la poblacin indgena, que el multiculturalismo tampoco ha logrado eliminar. Este discurso binario contrapone dos ideales de lugar de la Sierra, uno que promulga la conservacin ambiental indgena, y otro, el desarrollo agrcola campesino. Dependiendo de los intereses de los diferentes agentes, se valora una u otra construccin, lo que simplifica las demandas y las prcticas de cada uno de estos grupos.

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    De esta forma, se siguen utilizando gradaciones entre quie-nes tienen ms o menos relacin con el lugar, quienes tienen ms o menos cultura, quienes estn ms o menos arraigados y quienes son ms sedentarios, con el propsito de justificar el silenciamiento de comunidades enteras, mientras se desconocen las diferentes asociaciones culturales y sociales que tienen tanto indgenas como campesinos con su lugar de habitacin. Como afirma Kosek (2006), la nocin de que los sujetos se constituyen ms all de sus cuerpos y residen en un paisaje particular, no es el resultado de una relacin intrnseca por el hecho de ser nativos, sino por el transcurrir de historias y asociaciones particulares con el lugar.

    Las fronteras, segn lo seal hace ya algn tiempo Barth (2000), son tanto simblicas como reales, y en el caso de la Sie-rra se han construido en un contexto de violencia paramilitar, en donde el desplazamiento campesino es silenciado con el espejismo de una utopa medioambiental y multicultural. Esta es otra de las articulaciones polticas que se deben analizar para lograr entender la prctica multicultural en Colombia. En efecto, es de amplio conocimiento que la violencia propia de los en-frentamientos entre el ejrcito, la guerrilla y los paramilitares, y ms an la hiperestabilidad paramilitar en el rea en las ltimas dcadas, influyen en la regulacin multicultural. Al enfatizar y dirigir el posicionamiento territorial indgena con nociones am-bientales, tambin se silencia el esfuerzo poltico indgena para actuar en medio de tan complejo escenario. Esta retrica se ha generalizado en muchos otros contextos en los que organizarse alrededor de la preservacin de la tradicin y del medioambiente es aceptable, mientras que hacerlo a travs de nociones de clase social y movilizacin poltica frente a la guerra en Colombia es poco fructfero. Entonces cada grupo, indgenas y campesinos por separado, realiza sus reclamos y movilizaciones polticas desde un nico lugar: tenemos as comunidades con cultura y otras sin cultura, unas que pueden hacer reclamos sobre ancestra-lidad y sobre apego a la tierra y otras que no, unas que pueden hacer reclamos relacionados con la clase social y la pobreza y otras que no. Esta desarticulacin poltica no solo simplifica los problemas sociales de la Sierra Nevada y la forma como en la prctica se entrecruzan diferentes formas de subordinacin social, que incluyen construcciones locales sobre racismo, clase

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    social, diferencia regional y religiosa y partidismo poltico, sino que restringe las posibilidades de articulacin poltica local y nacional entre indgenas y campesinos.

    Adems de los nuevos lugares de frontera indgena y campe-sina creados por la compra de tierra por parte de los arhuacos en las partes bajas de la Sierra, uno de los casos ms complejos e interesantes en la reconfiguracin espacial de este lugar es el de la construccin de pueblos talanquera. Estos pueblos hacen parte de una poltica gubernamental dirigida a indgenas de la Sierra, llevada a cabo por la Agencia Presidencial para la Ac-cin Social y la Cooperacin Internacional (Accin Social). Los objetivos de esta poltica son: Detener el avance colonizador hacia la parte alta de la Sierra Nevada, concentrar e irradiar la accin social del Estado hacia la parte alta de la Sierra Nevada de Santa Marta, facilitar el encuentro tradicional y cultural de los indgenas kogi, wiwa, kankuamos y arhuacos que habitan en esta zona, fortalecer la estrategia de consolidacin territorial a travs de la ampliacin y saneamiento del resguardo y el acceso y manejo de los sitios sagrados y perpetuar la riqueza humana, cultural y ecolgica de los cuatro pueblos indgenas (Colombia, Agencia Presidencial para la Accin Social y la Cooperacin Internacional 2007).

    En el caso de los pueblos talanquera no solo hay una relacin implcita entre el medioambiente y los indgenas, sino una poltica ecosocial que une fines ambientales y sociales en una misma estra-tegia, a travs de la creacin de un cordn ambiental y tradicional en la Sierra Nevada de Santa Marta. Uno de los problemas de los pueblos talanquera, al igual que de otras polticas multiculturales, consiste en que diferentes instituciones estatales tienen discursos encontrados y ambiguos sobre las proyecciones territoriales de los indgenas de la Sierra. Por una parte, Pueblos Talanquera es una continuacin de la poltica de expansin territorial indgena en la zona. Y de esta forma, las dos palabras que ms se utilizan son las de ampliacin y saneamiento territorial (dos palabras bastante violentas, por cierto). El problema radica en que la zona delimitada por los indgenas como su territorio en la Sierra Nevada se basa en la construccin de una nocin territorial denominada lnea negra, una delimitacin espacial que incluye toda la Sierra Nevada de Santa Marta (partes bajas, medias y altas). Las compras de tierra realizadas por las autoridades arhuacas no se han realizado al

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    borde del lmite del resguardo, sino en diferentes poblaciones de las partes bajas y medias que son primordialmente campesinas. Como afirma uno de los lderes de la Confederacin Indgena Tayrona: La intencin de nosotros no es que el resguardo sea un parchecito, sino que el resguardo baje hasta all. Pero eso se va a tomar mucho tiempo y no hay afn (entrevista personal, Santa Marta, 25 de junio de 2009).

    Los campesinos, por su lado, se preguntan si sus tierras estn en proceso de convertirse en resguardos, o si el Gobierno lo que busca es asentar a los indgenas en los pueblos campesinos (en-trevista personal con lderes campesinos, La Mesa, 19 de junio de 2009), pero los diferentes estamentos pblicos no han adoptado una posicin clara. Aunque en algunos de los acuerdos realizados entre indgenas y campesinos para la construccin de pueblos talanquera, con la intermediacin de Accin Social, se reitera que no se piensa convertirlos en reas de resguardos, muchos lderes arhuacos no lo ven de esta manera y hablan de tratar de incluir algunas reas en zonas de ampliacin, bajo la forma legal del resguardo discontinuo. Este problema se debate constante-mente, y no es extrao, en muchas reas de la Sierra, que los indgenas instalen vallas para delimitar zonas de resguardo en corregimientos campesinos. Por ejemplo, la misma organizacin indgena tuvo que emitir un comunicado que explicaba cmo

    [] el da viernes 9 de enero de 2009 un indgena arhuaco, miembro de nuestra comunidad a ttulo personal, y no por instruccin de las autoridades, instal una valla donde se menciona que ese territorio es resguardo arhuaco, dicho acto indispuso y alter los nimos de los habitantes del Corregimiento de Azcar Buena La Mesa, por tal motivo ofrecemos formalmente disculpas a toda la comunidad campesina por este acto no autorizado, para lo cual se tomarn las medidas pertinentes [en] la comunidad.

    Sin embargo, en muchos otros documentos se encuentran posiciones ambiguas al respecto, en las que Accin Social se compromete a apoyar procesos de expansin y saneamiento territorial, y los lderes indgenas constantemente abogan por ello, tomando en cuenta los lmites de la lnea negra.

    Otro problema reside en que en la construccin de los pueblos talanquera participa una gran cantidad de agentes, tanto en la compra de predios como en la financiacin de las obras y dota-ciones. Algunas de las instituciones que oficialmente apoyan la

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    compra de predios son Resguardo Arhuaco, la Gobernacin del Magdalena, Cormagdalena, Corpoguajira y la Fundacin Pro Sierra. Entre las instituciones que financian las obras y las ejecutan y aquellas que dan dotaciones a los pueblos talanquera, se en-cuentran Accin Social, el Banco Agrario, el Grupo Militar de la Embajada de los Estados Unidos, la Oficina del Alto Comisiona-do para la Paz, el Ministerio de Proteccin Social, la Fundacin toMa, la Unin Europea y la Operacin Prolongada de Socorro y Recuperacin, entre otras. En el marco de la participacin de tantos agentes estatales, campesinos e indgenas se preguntan constantemente: cul es el paisaje proyectado para el rea, cules son las proyecciones de las partes medias y bajas de la Sierra Nevada?

    Por una parte, como afirma uno de los lderes arhuacos, estamos frente a una nueva situacin. No hay una poltica del Gobierno para el tema de tierra para indgenas, en este momento con lo nico que se cuenta es con transferencias, y las transfe-rencias son muy limitadas, para ampliar el territorio. Entonces hay que empezar a buscar, a implementar otros mecanismos (entrevista personal con un lder de la Confederacin Indgena Tayrona, Valledupar, 21 de junio de 2009). Uno de estos mecanis-mos es el de los pueblos talanquera. Por otra parte, como afirma uno de los lderes campesinos que vive en cercanas de uno de estos pueblos: En mucha de esta rea se entregaron tierras para desplazados y paras reinsertados, y al mismo tiempo se piensa que en algn momento se conviertan en resguardo? Eso no es claro ni con los indgenas ni con nosotros (entrevista personal con un lder campesino de La Mesa, Valledupar, 22 de junio de 2009). Es por esto que en uno de los eventos realizados con motivo de la inauguracin de uno de los pueblos talanquera, el 20 de diciembre de 2008, un grupo de campesinos emiti un comuni-cado para pedirle al entonces presidente lvaro Uribe claridad sobre sus polticas para la zona. Ellos afirmaron:

    Con gran sorpresa vemos que desconociendo la representatividad de la poblacin civil campesina, de la noche a la maana se nos construye un pueblo tradicional indgena, aduciendo que nos en-contramos dentro de un territorio que dizque antes perteneci a ellos, cosa que nuestras escrituras, ttulos y certificados de libertad y tradicin, pedidos por las entidades que para tal fin tiene el estado, demuestran el origen de nuestras propiedades. (Lderes de Azcar Buena La Mesa, carta a lvaro Uribe Vlez, 2008)

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    De esta forma, hoy en da existe una desordenada superposi-cin de formas de legibilidad estatal, es decir, de formas como el Estado ha manejado gradualmente a sus sujetos y a su medio ambiente: parques nacionales, resguardos, tierras indgenas que no hacen parte del resguardo, mapas sobre zonas de ampliacin avaladas por estamentos estatales, tierras entregadas a desplaza-dos y a reinsertados, proyectos productivos para paramilitares reinsertados, entre otras. Y en este complejo marco de accin los habitantes indgenas y campesinos piden mayor claridad en las acciones del Estado colombiano. Por ejemplo, la situacin no tien-de a mejorar con solo dejar que unos pocos campesinos utilicen algunos de los servicios otorgados a los indgenas en los pueblos talanquera, ni con arreglar una escuela campesina que ha debido arreglarse hace dcadas; hace falta crear espacios de encuentro reales, en donde se acuerden compromisos y articulaciones po-lticas entre comunidades que coexisten diariamente.

    As pues, quiero recalcar que aunque hoy en da exista una mayor visibilizacin de los indgenas, persiste el crculo vicio-so en el que se evita al mximo entablar negociaciones y hacer consensos entre indgenas y campesinos. Incluso corriendo el riesgo de abogar por una teora de la conspiracin, considero que en el caso de la Sierra persiste la clebre idea de divide y vencers. Considero que las diversas organizaciones estatales y no estatales evitan propiciar escenarios de concertacin, y si llegan a sentar juntos a indgenas y campesinos, esta consulta es ms un requisito de socializacin que de negociacin. De esta forma, las polticas multiculturales, as como lo han hecho en aos pasados las polticas de desarrollo, han generado imagina-rios estticos sobre los usos y las proyecciones territoriales de campesinos e indgenas.

    conclUSin

    El anlisis poltico del multiculturalismo en sus diversas arti-culaciones en complejos contextos de disputa nos permite dar luces sobre una faceta crucial de la prctica multicultural en Colombia. Esta aproximacin se aleja del punto de partida tan comn entre los tericos multiculturales y sus seguidores en el mundo (ver Habermas 1994; Kymlicka 1995; Taylor y Gutmann 1994; Tully 2001), quienes estudian las premisas tericas del liberalismo

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    y analizan los cdigos legales y las clasificaciones de los diferentes tipos de multiculturalismos liberales. Emprender el estudio poltico del multiculturalismo a partir del conflicto permite entender la manera en la que diversas esferas de autoridad regulan y definen el alcance de la ley. De esta forma, como ha debatido por dcadas la antropologa poltica y legal, las polticas pblicas, en este caso las multiculturales, no pueden estudiarse como un campo aislado y autocontenido, sino como un arreglo poltico amplio, que se regula a partir de las prcticas de una gran variedad de agentes que no son nicamente, ni primordialmente, estatales.

    En este artculo quise mostrar cmo el silenciamiento del conflicto en el anlisis de la prctica multicultural ha creado estigmatizaciones rgidas, que no responden a la complejidad de la prctica de las polticas multiculturales en Colombia. Los dos ejemplos que present dan cuenta de la manera como se disputan algunos de los imaginarios legales, as como de la fuerza que estos tienen para (re)definir las condiciones de posibilidad de la movilizacin poltica para indgenas y para campesinos. De esta forma, la configuracin legal del multiculturalismo no dicta ni determina su carcter emancipatorio ni transformador. El potencial poltico del multiculturalismo no debe analizarse nicamente en el nivel de las polticas culturales, sino tambin en el de la cultura poltica. Es decir, no es suficiente estudiar las formas en que se utiliza la cultura como una poltica, tambin se debe entender cmo se rearticula la construccin social peculiar de aquello que cuenta como poltico en toda sociedad (Escobar, lvarez y Dagnino 2001). La utilizacin de opuestos o binarios en la construccin de qu es o no tnico, quin es o no ambiental, cul es el paisaje indgena (en contraposicin con uno campesino o urbano) no ha permitido superar una poltica esencialista y aislacionista que se traduce de forma violenta y represiva tanto en el discurso como en la prctica. La etnicidad queda entonces atrapada en la lgica de las prebendas de las polticas culturales, y pierde as la posibilidad de facilitar una articulacin poltica entre diversos grupos sociales, a nivel local y nacional.

    Para finalizar esta corta reflexin sobre la prctica multicultu-ral en Colombia, deseo recalcar la importancia de dos aproxima-ciones analticas con implicaciones tericas y metodolgicas. La primera enfatiza la necesidad de entender el multiculturalismo como una prctica poltica contingente cuyas concreciones

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    locales, regionales y nacionales deben tomarse en cuenta para entender su significado social y su alcance poltico. De esta forma, coexisten una gran variedad de actores que debemos involucrar en el diseo metodolgico de nuestros anlisis, entre ellos se incluyen los grupos tnicos, los campesinos, los misioneros, los funcionarios pblicos, las ong y los grupos econmicos, entre otros, con sus propias facciones y divisiones internas. La segunda aproximacin procura, especficamente, entender cmo a partir de dichas articulaciones el multiculturalismo se ha insertado en y ha construido una cultura poltica particular.

    Considero entonces que las consecuencias inesperadas del multiculturalismo nos deben llevar a demandar un cambio en sus principios y en sus polticas, basado en un anlisis serio de los dos niveles discutidos anteriormente, y en general en una reconceptualizacin de lo que entendemos por multi y por cul-turalismo. Este ltimo punto no es un simple juego de palabras, es una reflexin fundamental en la creacin de nuevas apuestas sobre la consolidacin de derechos diferenciales en Colombia y tambin en el mundo. Al hablar del multi del multiculturalismo, aludo a una serie de trabajos que en las ltimas dcadas han tra-tado de enfatizar la falta de las condiciones sociales y polticas necesarias para el reconocimiento real de la multiculturalidad en un Estado-nacin, y que han buscado nuevas terminologas para llamar la atencin sobre este punto, utilizando nuevos prefijos como intra, inter o transculturalidad. Quisiera destacar la necesidad de reconceptualizar los objetivos del multicultura-lismo y de abogar por una nocin ms incluyente y realista de las diferencias en el seno mismo de los grupos tnicos, y de la gran multiplicidad de actores que tambin determinan la prc-tica multicultural, aunque no sean beneficiarios de derechos diferenciales (campesinos, ong, grupos religiosos y econmicos, etc.). No pienso en este dilogo como una utopa poltica carente de antagonismos; por el contrario, lo pienso como una prcti-ca necesaria si tenemos la ms mnima intencin de afianzar concesiones polticas, aunque estas no sean consensos. Es esta posibilidad viable? Tal y como se ha planteado en Colombia y como se ha llevado a la prctica, creo que el mayor problema es el culturalismo del multiculturalismo. Es decir, considero que la forma en que se ha utilizado el lenguaje de cuidado, rescate y preservacin de la cultura ha sido el principal enemigo de la creacin de otras formas de movilizacin poltica que puedan

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    generar nuevas opciones de entender, de crear significados y posibilidades de interaccin poltica en la vida de diversos gru-pos sociales en Colombia. Como afirma Michel Rolph Trouillot (2003, 99), el concepto de cultura est cargado de una agenda esencialista y racista; la trayectoria de la cultura es la de un concepto que se distanci a s mismo del contexto de su prcti-ca. Es posible que el multiculturalismo pueda escapar de esta crtica? Creo que no, y aunque no es el tema de esta reflexin, deseo terminar argumentando que cualquier cambio o propuesta para reconfigurar el multiculturalismo en Colombia o analizar sus articulaciones polticas y sus consecuencias sociales debe partir de una reformulacin del significado del culturalismo en la prctica multicultural.

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