El Feminismo Como Teoria y Práxis - Ana de Miguel Alvarez

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CRÍTICA DE LIBROS gaESSasES'-• 3' EL FEMINISMO COMO TEORÍA Y PRAXIS Alicia H. Puleo ANA DE MIGUEL ÁLVAREZ, O Feminismo Ontem e Hoje, Lisboa, Ela por Ela, 2002 En la teona y la práctica políticas es nece- sario saber de dónde venimos para enten- der el presente, descubrir en él las tenden- cias que delinean un futuro probable, y sa- ber hacia dónde queremos ir. En la actuali- dad, en los países occidentales, se acepta como legítimo el principio de la igualdad entre los sexos como concepto normativo. Se ha alcanzado, salvo contadas excepcio- nes, la igualdad ante la ley, y se admite que es una asignatura pendiente la igual- dad en el acceso a los recursos, en la parti- cipación política y en el reconocimiento. La desigualdad todavía existente en todos los ámbitos de decisión ha sido convincen- temente caracterizada como «déficit de- mocrático», y diversos organismos inter- nacionales han definido objetivos y traza- do planes de acción tendentes a acelerar el ritmo de integración de las mujeres en el ámbito de lo público. Esta inmensa trans- formación de la sociedad ha sido posible gracias al feminismo, calificado de gran revolución exitosa del siglo XX. A pesar de la extraordinaria importan- cia de este movimiento y de sus textos fundadores que han cambiado la faz de Occidente, todavía hoy sigue siendo tabú la palabra/em/nísmo. Subsisten el recelo y la ignorancia sobre su existencia, desa- rrollo, conceptos centrales y distintas co- rrientes. Por regla general, los y las estu- diantes siguen llegando a la Universidad sin haber oído hablar siquiera del sufra- gismo como movimiento que hizo posible el paso del sufragio masculino al sufragio universal. El feminismo sigue siendo para ellos y ellas una extravagancia que no merece consideración teórica ni estatus político. Ninguno sabe cómo se llegó has- ta donde estamos y dan todo por concedi- do graciosamente. La mayoría ve el pre- sente de las relaciones entre hombres y mujeres sub specle aeternitatis como ar- moniosa relación entre iguales y sólo faci- litándoles ciertas claves interpretativas descubren que la teoría feminista todavía tiene mucho que decir y que hacerles des- cubrir sobre su vida cotidiana y sus iden- tidades de género. De ahí el interés del libro de Ana de Miguel O feminismo ontem e hoje (El fe- minismo ayer y hoy) como un ejercicio de continuidad de la comprensión emancipa- toria de las mujeres en el tiempo. La for- ma en que esta pequeña obra une el pasa- do y el presente es también un delinear el futuro. Como es habitual en la autora, la claridad no está reñida con la precisión conceptual. Muy por el contrario, se per- cibe una voluntad decidida de comunicar lo investigado. Lejos del narcisismo inte- lectual de muchos teóricos/as postmoder- nos/as, la escritura se reafirma como una forma más de compromiso con un gran proyecto de transformación social que abarca tanto el ámbito macro del mercado de trabajo o las instituciones como el ám- bito micro de las relaciones afectivas y/o sexuales. La filósofa Celia Amorós, refiriéndose a las implicaciones prácticas de la teoría, ha afirmado que «nadie piensa en el vacío y mucho menos una feminista». Y justa- mente, este libro trata sobre la conjunción entre teoría^ práctica en el feminismo. Su RIFP / 21 (2003) 183

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Libro essencial para la compreensión del feminismo.

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CRÍTICA DE LIBROS gaESSasES'-• 3 '

EL FEMINISMO COMO TEORÍA Y PRAXIS

Alicia H. Puleo

ANA DE MIGUEL ÁLVAREZ,

O Feminismo Ontem e Hoje, Lisboa, Ela por Ela, 2002

En la teona y la práctica políticas es nece­sario saber de dónde venimos para enten­der el presente, descubrir en él las tenden­cias que delinean un futuro probable, y sa­ber hacia dónde queremos ir. En la actuali­dad, en los países occidentales, se acepta como legítimo el principio de la igualdad entre los sexos como concepto normativo. Se ha alcanzado, salvo contadas excepcio­nes, la igualdad ante la ley, y se admite que es una asignatura pendiente la igual­dad en el acceso a los recursos, en la parti­cipación política y en el reconocimiento. La desigualdad todavía existente en todos los ámbitos de decisión ha sido convincen­temente caracterizada como «déficit de­mocrático», y diversos organismos inter­nacionales han definido objetivos y traza­do planes de acción tendentes a acelerar el ritmo de integración de las mujeres en el ámbito de lo público. Esta inmensa trans­formación de la sociedad ha sido posible gracias al feminismo, calificado de gran revolución exitosa del siglo XX.

A pesar de la extraordinaria importan­cia de este movimiento y de sus textos fundadores que han cambiado la faz de Occidente, todavía hoy sigue siendo tabú la palabra/em/nísmo. Subsisten el recelo y la ignorancia sobre su existencia, desa­rrollo, conceptos centrales y distintas co­rrientes. Por regla general, los y las estu­diantes siguen llegando a la Universidad sin haber oído hablar siquiera del sufra­gismo como movimiento que hizo posible el paso del sufragio masculino al sufragio

universal. El feminismo sigue siendo para ellos y ellas una extravagancia que no merece consideración teórica ni estatus político. Ninguno sabe cómo se llegó has­ta donde estamos y dan todo por concedi­do graciosamente. La mayoría ve el pre­sente de las relaciones entre hombres y mujeres sub specle aeternitatis como ar­moniosa relación entre iguales y sólo faci­litándoles ciertas claves interpretativas descubren que la teoría feminista todavía tiene mucho que decir y que hacerles des­cubrir sobre su vida cotidiana y sus iden­tidades de género.

De ahí el interés del libro de Ana de Miguel O feminismo ontem e hoje (El fe­minismo ayer y hoy) como un ejercicio de continuidad de la comprensión emancipa-toria de las mujeres en el tiempo. La for­ma en que esta pequeña obra une el pasa­do y el presente es también un delinear el futuro. Como es habitual en la autora, la claridad no está reñida con la precisión conceptual. Muy por el contrario, se per­cibe una voluntad decidida de comunicar lo investigado. Lejos del narcisismo inte­lectual de muchos teóricos/as postmoder­nos/as, la escritura se reafirma como una forma más de compromiso con un gran proyecto de transformación social que abarca tanto el ámbito macro del mercado de trabajo o las instituciones como el ám­bito micro de las relaciones afectivas y/o sexuales.

La filósofa Celia Amorós, refiriéndose a las implicaciones prácticas de la teoría, ha afirmado que «nadie piensa en el vacío y mucho menos una feminista». Y justa­mente, este libro trata sobre la conjunción entre teoría^ práctica en el feminismo. Su

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estructuración en tres partes podría com­pararse en el ámbito de la creación visual con una película muy bien narrada, una magnífica instantánea y un apasionante fresco histórico. Así, la «película» con que comienza traza un recorrido histórico del feminismo, mostrando la interrelación de sus distintas formas con el contexto so­cial, cultural y político en el que surgen en cada caso. La segunda parte, en cam­bio, abandona la perspectiva histórica para abrazar la sociológica, realizando, al hilo de nuevos enfoques sobre los movi­mientos sociales, una «fotografía» del movimiento feminista actual, de sus pecu­liares formas de organización, de la apari­ción de una forma y de lo que considera la autora uno de sus principales logros: la redefinición de la realidad. Finalmente, la tercera parte es un gran «fresco» que se detiene en un momento especialmente significativo de la historia del feminismo, aquel que recorre todo el siglo xix y ofre­ce la primera articulación teórica y prácti­ca entre feminismo y socialismo.

Así, pues, la primera parte trata de abar­car la pluralidad de los feminismos a lo largo de la historia. Para ello se distinguen tres pentodos: el feminismo premodemo, el moderno y el contemporáneo. En el femi­nismo premodemo se incluyen, sin ánimo de exhaustividad, algunos de los hitos más significativos de las manifestaciones femi­nistas anteriores a su constitución como movimiento social y tradición crítica pro­piamente dichos. Y aquí habría que seña­lar que la autora suscribe el planteamiento de Celia Amorós que sostiene que sólo puede hablarse de feminismo propiamente dicho a partir de la inflexión ilustrada del racionalismo. Sin embargo, especifica que, utilizando el témiino en un sentido amplio, se podría decir que ha habido feminismo desde las primeras manifestaciones de re­flexión sobre lo social en nuestra civiliza­ción occidental.

Entiende como «feminismo en sentido amplio» toda acción que cumpla los si­guientes requisitos: a) que una mujer, in­dividual o colectivamente, haya expresado públicamente su queja por el «injusto y amargo destino» de las mujeres en el pa­triarcado, b) que se formule la posibilidad de cambio, es decir, se desafíe la tesis de la determinación por naturaleza del desti­no social de los sexos; c) que, en conse­cuencia, se formule una reivindicación. Éste habría sido, por ejemplo, el caso de las mujeres que, desafiando el discurso patriarcal de Platón y Aristóteles, accedie­ron al logos, a la filosofía, al espacio pú­blico, en un mundo que las encerraba en el gineceo. Entre estos hitos premodemos, destacan figuras como la de Cristine de Fizan, la célebre autora de la Ciudad de las Damas, y Guillermina de Bohemia, lí­der de una secta exclusivamente femenina en el siglo XIV.

Se señala que la religión, a pesar de su intrínseco patriarcalismo, se constituyó, tanto en las herejías como en la reforma protestante, en un interesante vehículo ca­paz de movilizar y encauzar de forma rei-vindicativa el descontento y frustración del grupo oprimido. Me permito observar aquí que una atracción similar a la del pu­ritanismo del siglo xvil está ejerciendo el evangelismo sobre muchas mujeres lati­noamericanas de sectores desfavorecidos porque ven en la autoridad espiritual, consciente o inconscientemente, una ma­nera de investirse de poder frente a sus maridos, limitar su consumo de alcohol y mejorar su trato.

Por último, también en el prefeminis-mo, se hace mención al fenómeno de los Salones franceses del siglo XVli. Estos sa­lones que prefiguran la configuración del espacio público moderno como instancia crítica diferenciada, contaron con el prota­gonismo de unas mujeres que, como las preciosas, antepusieron «la aristocracia del

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espíritu a la aristocracia de la sangre» inaugurando los primeros espacios demo­cráticos en los que nobles y plebeyos se encontraban igualados por el mérito inte­lectual. Por cierto, cabe agregar que los ideólogos plebeyos que, como Rousseau, prepararon la Revolución de 1789, paga­ron con mala moneda a sus protectoras, cerrando tras de sí la puerta de la igualdad, la libertad y la solidaridad democráticas.

Con la modernidad, el feminismo se constituye en un movimiento social pro­piamente dicho. La autora, como ya se dijo, sigue las tesis de Celia Amorós sobre el vínculo indisoluble entre Ilustración y Feminismo y se hace también eco de lo que quien escribe estas líneas ha denomi­nado la «Ilustración olvidada». Así se hace un repaso del protagonismo de mujeres de muy diferentes clases sociales e ideología en la Revolución Francesa; Olympe de Gouges, partidaria de la monarquía consti­tucional, Théroigne de Méricourt, las Re­publicanas Revolucionarias...

En los dos capítulos dedicados al desa­rrollo del feminismo contemporáneo en­contramos una especial atención a lo que fue la explosión teórica y activista de los años sesenta y setenta. Para este neofemi-nismo, la autora asume la tipología tradi­cional que distingue entre feminismo libe­ral, socialista y radical. Dedica más aten­ción al feminismo radical debido a su par­ticular contribución a la redefinición y ampliación de los límites de la política convencional desde el lema «lo personal es político».

A esta breve pero pertinente presenta­ción del feminismo de la nueva ola sigue una síntesis excesivamente apretada del panorama de las distintas corrientes a par­tir de los ochenta. Si bien puede servir de mapa orientativo, se echa de menos un tratamiento más extenso de cuestiones ál­gidas de la agenda feminista, como la po­lémica en torno a la prostitución que ac­

tualmente enfrenta a abolicionistas y par­tidarias de la legalización. Por otro lado, habría sido interesante que se hiciera al­guna referencia más precisa a las teorías y corrientes que han despertado interés en los últimos años. Asimismo, completaría el panorama un comentario, aunque fue­ra sucinto, de problemáticas surgidas del desarrollo de nuevas tecnologías como la reproducción asistida y las terapias hor­monales sustitutorias.

Contra el tópico (o el dispositivo políti­co, si atendemos a la denuncia de Susan Faludi sobre la existencia de una delibera­da reacción antifeminista en los medios de comunicación) de que el feminismo ha declinado o desaparecido, se sostiene que no sólo no ha decaído sino que, de alguna forma, y como se explicará en la segunda parte del libro, «ha llegado a convertirse en un sentido común alternativo».

Se reconoce, sin embargo, como no podía dejar de hacerse, que los tiempos han cambiado y, con ellos, las formas de acción del feminismo. Por efecto mismo de su teoría y de sus movilizaciones, en los años setenta y ochenta del siglo XX se produce la lenta pero imparable incorpo­ración de las mujeres al espacio público, muy especialmente a la educación univer­sitaria y a la esfera del trabajo asalariado. Este acceso hace posible que las mujeres comiencen a percibir su ausencia del po­der, sobre todo del poder político, como un déficit democrático inadmisible. De ahí se explican algunas de las nuevas for­mas de la praxis. Terminado un período de contestación social intensa, la expre­sión de la conciencia feminista no toma ya tanto la forma de grandes manifesta­ciones, como en los sesenta-setenta, sino la de lucha —algo más silenciosa— con­tra la discriminación en los puestos de tra­bajo. El reconocimiento de la justicia de las reivindicaciones de las mujeres a tra­vés de organismos nacionales e interna-

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cionales cambia también la dinámica polí­tica. Se asiste a la creación de organismos específicos para combatir la desigualdad desde las administraciones, como los Ins­titutos de la Mujer, las concejalías y las direcciones generales, y otras institucio­nes, como los Institutos, Centros de In­vestigación o Cátedras de Estudios Femi­nistas y de Género de las universidades.

De este modo, el panorama de los fe­minismos en las postrimenas del siglo XX aparece muy diversificado: no sólo ideo­lógicamente, con debates como el de «igualdad-diferencia», sino con formas de acción muy distintas y con la aparición de nuevos temas como el multiculturalis-mo, la ecología y la globalización, temas que hubiera sido interesante desarrollar para concluir esta introducción a la histo­ria del feminismo.

Nuestra «instantánea» ocupa la segun­da parte del libro. Se trata de un artículo cuya primera versión fue presentada en las Jornadas Feministas de Córdoba del año 2000, que reunieron a más de 4.000 delegadas de las distintas agrupaciones fe­ministas del Estado español. Aplicando la definición de movimiento social propues­ta por Laraña y la idea de «laboratorio cultural» de Melucci, defiende la tesis de que una de las prácticas fundamentales del feminismo es la redefínición de la rea­lidad o praxis cognitiva como subversión de los códigos culturales dominantes, for­ma de lucha que se añadiría a la clásica reivindicación de igualdad y derechos. De esta manera, afirma: «el feminismo trans­forma el mundo definiendo y redefinien-do la realidad desde la teoría feminista y actuando sobre ella gracias a su peculiar organización en redes, grupos pequeños en los que se dan interacciones sociales cuya pluralidad, intensidad y compromiso cooperan para crear un espacio de crea­ción cultural y cambio social» (p. 80).

La tercera y última parte del libro se

centra, como ya he señalado, en la articu­lación clásica entre feminismo y socialis­mo en el siglo xix. Este período de la his­toria del feminismo tiene una importancia decisiva en cuanto que el marxismo se convirtió en el paradigma de teoría crítica de la sociedad hasta tal punto que, durante muchas décadas, llegó a absorber en la teoría y en la práctica cualquier otro mo­vimiento emancipador. Desde su origen, las relaciones entre marxismo y feminis­mo fueron complicadas. No en vano la fe­minista socialista Heidi Hartmann titulaba en 1980 un célebre artículo con una metá­fora muy expresiva: «Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo».

Tanto el feminismo como el marxismo son herederos del paradigma de igual­dad ilustrado. El feminismo se desarrolla­rá como crítica a los límites de género de la proclamada igualdad de todos los hom­bres mientras que el marxismo denuncia­rá los límites de clase y reclamará que la igualdad formal se convierta en igual­dad real.

Pero a pesar del origen común y del similar impulso liberador, entre ambas co­rrientes emancipatorias no reinará una ar­monía preestablecida. Muy por el contra­rio. El socialismo verá con temor el avan­ce del movimiento sufragista y alertará contra una división de sexos en el seno del proletariado. Según esta perspectiva, la lucha contra el enemigo común no de­bía verse debilitada f)or mezquinas renci­llas domésticas sobre el equilibrio de po­der entre hombres y mujeres.

En El origen de la familia, la propie­dad privada y el Estado, el mismo Engels establecerá que la posición subordinada de las mujeres es un subproducto de la aparición de la propiedad privada. En consecuencia, no es necesario luchar es­pecíficamente contra esta forma de opre­sión ya que desaparecerá por sí sola con

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la revolución socialista que dará fin a las condiciones infraestructurales que la hi­cieron posible.

Sin embargo, dentro de las mismas fi­las socialistas, hubo autoras que no se contentaron con esta teoría y profundiza­ron en la cuestión. Ana de Miguel pasa revista a las más significativas: Flora Tris-tán, Clara Zetkin, Alejandra Kollontai. Uno de los aciertos del libro es tratar a Flora Tristán como una pensadora de transición entre el feminismo de raíz ilus­trada y el feminismo socialista. Efectiva­mente, la obra de Flora Tristán es absolu­tamente deudora de los planteamientos de Mary Wollstonecraft, pero también va a protagonizar el crucial giro de clase que dará el feminismo en el XIX al tomar a las obreras como referente empírico de sus reflexiones. Recordemos que en Unión Obrera, publicado en 1843, bajo el elo­cuente título «Por qué menciono a las mujeres» desarrolla en un capítulo su tesis de que toda la desdicha del mundo proce­de del olvido de los derechos naturales de las mujeres. Merece la pena resaltar que Flora Tristán no subsume nunca la lucha feíninista en la lucha obrera. Trata, en cambio, de encontrar su articulación en cuanto que mantiene que los obreros no podrán romper el círculo vicioso de la mi­seria si antes, o simultáneamente, no se unen al combate por la emancipación y la educación de las mujeres. Será el plantea­miento de Engels el que disuelva el femi­nismo en el socialismo marxista.

Se expone también a Clara Zetkin, pero la pensadora en quien más se detiene es en la rusa Alejandra Kollontai, a quien Ana de Miguel ya había dedicado una obra anterior {Alejandra Kollontai, ed. Del Orto, Madrid, 2001). Kollontai, que llegó a ser ministra en el primer gobierno revolucionario de Lenin, nos es presenta­da como la pensadora que mejor supo ar­ticular feminismo y marxismo. Y ello por

dos razones: en primer lugar, porque supo ver mejor que nadie que las mujeres de todas las clases sociales que luchaban contra la sociedad patriarcal —las muje­res nuevas— estaban interesadas en un cambio radical de la sociedad; en segundo lugar, porque para Kollontai el feminismo nunca puede ser una causa aplazada hasta que estén resueltos problemas más urgen­tes como la pobreza o la situación del proletariado en general. Para la autora de Feminismo y revolución sexual, la revolu­ción comunista o es feminista desde un principio o no es tal revolución. Cuestio­nes como la socialización de los trabajos domésticos o la crianza no pueden espe­rar, pues son las mismas bases de una so­ciedad comunitaria, comunista. A. Ko­llontai hizo dialogar al feminismo con el marxismo en torno a ciertas preguntas bá­sicas que guiaban su reflexión: ¿cuál es la causa originaria de la opresión de las mu­jeres? ¿Y cuál es la vía de la liberación femenina? ¿Basta con alcanzar la igual­dad de derechos? ¿Es suficiente con lu­char por la revolución proletaria? ¿Cómo ha de resolverse la cuestión de las tareas domésticas? ¿Cómo serán el hombre y la mujer nuevos? ¿Tiene que desaparecer la familia nuclear? Estos interrogantes han dado lugar a encendidas polémicas y han contribuido a forjar las concepciones con­temporáneas del amor, el trabajo y las re­laciones entre los sexos. Las consideracio­nes de Kollontai anticipan las de toda una serie de pensadores posteriores de la revo­lución social y sexual como Wilhem Reich o David Cooper.

He hablado anteriormente de «fresco histórico» para referirme a esta tercera parte titulada O conflito classe-sexo-géne-ro na tradigao socialista. En efecto, está pintado desde la familiaridad del conoci­miento profundo del tema y de sus prota­gonistas. Pero no sólo eso: también se percibe una profunda simpatía hacia quie-

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nes lucharon por la transformación social para vencer la miseria y los prejuicios se­xistas. Entre todos ellos, destaca Kollontai como una mujer que se atrevió a transgre­dir las normas de su época.

Para cerrar este comentario, sólo me queda celebrar el hecho de que esta obra haya sido publicada en Portugal. Quizás

sea éste un indicio de cierta naciente vo­luntad común de dialogar entre socieda­des vecinas que viven de espaldas y que, en este tema, como en otros, tienen mu­cho relevante que decirse. La tradición in­temacionalista del feminismo puede ser un impulso poderoso para llevar a cabo esta tarea.

EL DESTINO DE LA POLÍTICA

Hugo Quiroga

MARCOS NOVARO (comp.), El derrumbe político en el ocaso de la convertibilidad. Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2002

I. La política ha cambiado en la Argen­tina, ha perdido significación en el con­junto de la actividad social. Se ha produ­cido una fractura en la relación entre ciu­dadanos y gobernantes de tal profundidad que ya no puede, como antes, facilitar y armonizar los diversos intercambios entre los miembros de la sociedad. En presen­cia de una situación de conflicto tan difí­cil de controlar se ha perdido el sentido de unidad de la esfera política,' por cuan­to las instituciones que fundamentan y mantienen esa unidad han entrado en cri­sis: el Estado, los partidos políticos, el principio de legitimación. Las institucio­nes políticas de una sociedad compleja se conmocionan cuando el respeto a la ley es escaso y la sensación de impunidad abun­dante, cuando la palabra oficial no es creí­ble y ia distancia entre política y sociedad se ensancha. Una época termina y otra pugna por nacer. Parece, entonces, opor­

tuno volver una vez más a la crisis de la política y a su destino contemporáneo.

En este registro se ubica el libro com­pilado por Marcos Novaro que voy a co­mentar. Se trata de una obra colectiva que apareció en la Argentina en el mes de ju­lio de 2002. La fecha es importante por una razón principal. Es una producción que está cabalgando sobre dos épocas: el fin de la Alianza (que gobernó el país en­tre el 10 de diciembre de 1999 y el 20 de diciembre de 2001) con el derrumbe del plan de convertibilidad y el nacimiento de un período marcado por la inestabilidad institucional y la devaluación de la mone­da nacional. Bajo ese telón de fondo, los autores (Alejandro Bonvecchi, Hernán Charosky, Edgardo Mocea, Marcos No-varo, Vicente Palermo) elaboran un análi­sis detallado, denso y sin concesiones de lo que fue el gobierno de la Alianza (Unión Cívica Radical y Frepaso), en el que se destacan los problemas centrales de una alternativa que despertó entusias­mo y generó ilusiones en una amplia ma­yoría de la sociedad. Estos ensayos bus­can comprender y explicar el ascenso y la caída de un gobierno que resultó una op­ción al neoliberalismo del ex presidente

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