El rol del cientista politico

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LO QUE VENDRÁ NUEVA ÉPOCA | AÑO AÑO AÑO AÑO AÑO 4 4 4 , N° , N° , N° , N° , N° 5 5 5 | JULIO 2006 PUBLICACIÓN PERIÓDICA DE LA CARRERA DE CIENCIA POLÍTICA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES UBA ISSN 1668-7167 ¿Cómo enseñar Ciencia Política? •|• Dieter Nohlen El rol del cientista político •|• Juan Abal Medina ¿Qué (no) es la ciencia política y a qué (no) se dedica? •|• Andrés Malamud Rigor teórico y pasión militante: en memoria del negro Portantiero •|• Edgardo Mocca Estados Unidos (1775-2007) •|• Francisco Corigliano RESEÑAS & REVISIONES Luis Aznar y Miguel De Luca / Alberto Marradi, Nélida Archenti y Juan Ignacio Piovani / Isidoro Cheresky 005_loque_JUL_07.p65 28/06/2007, 15:48 109

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ISSN 1668-7167

¿Cómo enseñar Ciencia Política?•|• Dieter Nohlen

El rol del cientista político•|• Juan Abal Medina

¿Qué (no) es la ciencia política ya qué (no) se dedica?•|• Andrés Malamud

Rigor teórico y pasión militante:en memoria del negroPortantiero•|• Edgardo Mocca

Estados Unidos (1775-2007)•|• Francisco Corigliano

RESEÑAS & REVISIONESLuis Aznar y Miguel De Luca / AlbertoMarradi, Nélida Archenti y Juan IgnacioPiovani / Isidoro Cheresky

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•|•DirectorMartín D’Alessandro

•|•Comité EditorialLuis AznarFranco CastiglioniArturo Fernández

Federico Schuster

Lilia Puig de Stubrin

Tomás Várnagy

Carrera de Ciencia Política. FCS/UBA.

Director: Jorge MayerSecretario Académico: Miguel De LucaCoordinadora Técnica: Jazmín Sáenz

Junta de Carrera:Claustro de Profesores: Luciano de Privitellio, Manuel Acevedo Herrera, Carlos Sayago,

José Luis Galimidi, Miguel Rossi.

Claustro de Graduados: Lorena Schejtman, Fernando Rovello, Mariana Piñeiro, Federico

Saettone, Facundo Vega.

Claustro de Estudiantes: Mariano Montes, Fedra Rosso Remon, Antonio Gómez

Cavallini, Magalí Ricaldoni, María Paula Bertino.

Sede Centenario:Ramos Mejía 841 y Franklin 54 (1405). Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina.

Teléfonos: (54-11) 4958- 6391/ 7870/ 7899 y 4982-3411/ 5002/ 0521 (Conmutador)

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ISSN 1668-7167

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*aurelia riveraG R U P O E D I T O R I A L

DEDICAMOS LASILUSTRACIONES de éstenúmero a un oficioque -como tantosotros- es laresultante delesfuerzo, laobsesión, latendencia a lacalidad y a laforma. Es el métodomás antiguo de lareproducción enserie, y en su épocaha revolucionado

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LAS NOTAS EDITORIALES de publicaciones como Lo que Vendrá funcionan,generalmente, como presentaciones de contenido. Este número especial, de-dicado a los veinte años de la Carrera de Ciencia Política, entonces, apenasnecesita una editorial.

Simplemente basta decir que se cumplen dos décadas en la historia de unaidea. Una idea que nació en los albores del más largo período democráticoque hemos vivido los argentinos. Una idea que se desarrolló con la recupera-ción de los principios reformistas en la Universidad de Buenos Aires, que senutrió de las contribuciones de un grupo de especialistas destacados en dis-tintas áreas de la ciencia política, la sociología, la historia, la filosofía y elderecho, que elaboró el proyecto para su creación, y que contó, según la opi-nión de los protagonistas centrales de la época, con el impulso fundamentalde Edgardo Catterberg. Una idea que necesita, hoy más que nunca, del es-fuerzo y la imaginación de toda la comunidad universitaria para mantenerseen pie.

Para conmemorar este aniversario en las páginas de Lo que Vendrá, laDirección consideró imprescindible conseguir testimonios directos de las di-ferentes etapas que atravesó nuestra unidad académica y, a la vez, hacer unbalance de los logros y vacíos para formular una agenda de mejoras. Para ello,convocó, en primer lugar, a quienes se desempeñaron en la conduccióninstitucional de la Carrera durante estas dos décadas: delegados rectorales ydirectores que accedieron al cargo de manera indirecta o directa pero, entodos los casos, como resultado de la expresión democrática de los claustros.Sus notas se complementan en este homenaje con otras dos valiosas contri-buciones. Una reflexión de Carlos Strasser, presidente del mencionado grupoque redactó la propuesta-base del programa de licenciatura, denominada ofi-cialmente “Comisión para el Estudio de la Creación de la Carrera de CienciaPolítica y sus Planes de Estudio”. Y un artículo rubricado por MartínD’Alessandro y Pablo Bulcourf, quienes han aportado en el estudio de laciencia política en nuestro país. A todos ellos, nuestro reconocimiento y agra-decimiento por sumarse a este emprendimiento.

•|• Jorge A. MayerDirector.[Carrera de Ciencia Política, UBA]

Veinte años en la historiade una idea

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Discusión sobre la ciencia política

¿Cómo enseñar Ciencia Política?*****

•|• Dieter NohlenProfesor Titular Emérito de la Universidad de Heidelberg, autor de numerosos libros de Ciencia Política.

COMO BIEN ES SABIDO, la Ciencia Política es una dis-ciplina de mucha tradición. Se remonta a los tiem-pos griegos. Es la disciplina madre de muchas otrasdisciplinas, cuando con el correr del tiempo se for-maron dentro de su seno ámbitos del saber queposteriormente se desvincularon de ella y forma-ron disciplinas independientes y autónomas, comopor ejemplo la economía, mejor dicho la economíanacional. Esto es cierto para varias disciplinas espe-cializadas que hoy rodean a la Ciencia Política. Lasociología, sin embargo, no nace de su ámbito sinoque se desarrolla independientemente y mucho mástarde a partir de la segunda mitad del siglo XIX,justo en el momento en que la Ciencia Política, porel proceso de desintegración que había vivido du-rante siglos, prácticamente había dejado de existir.A comienzos del siglo XX renace la Ciencia Políti-ca. Se la funda en Estados Unidos, se la refunda enEuropa, crece entre las guerras, sufre durante lostotalitarismos en Europa, mientras que la emigra-ción a Estados Unidos de muchos científicos euro-peos —y sobre todo alemanes— da un gran impul-so para un mayor desarrollo de la disciplina enNorteamérica que, desde entonces, pasa a dominarla Ciencia Política a nivel mundial. Así, finalizada laSegunda Guerra Mundial, en el contexto de laredemocratización en Europa, la Ciencia Políticaretoma su evolución anterior a la guerra y recibe

fuertes impulsos y orientaciones de parte de la Cien-cia Política norteamericana.

En Alemania, especialmente, recobra importan-cia sobre todo por su íntima relación con el desa-rrollo de la democracia. A diferencia de la sociolo-gía, que cultiva su autopercepción y función de dis-ciplina crítica de la realidad (piénsese en la famosaEscuela de Frankfurt de Horkheimer, Adorno,Marcuse) la Ciencia Política en ese país se desarrollacomo ciencia de y para la democracia, como cienciaque enseña la democracia, como ciencia en apoyo ala democracia. Sería esa función autoadscrita que lefacilitaría a la Ciencia Política el reencuentro de sulugar en el espectro de las ciencias del espíritu en lasuniversidades alemanas. Sólo posteriormente, conla consolidación de la democracia, y bajo la perma-nente influencia de la Ciencia Política norteameri-cana, la Ciencia Política en Alemania toma un desa-rrollo en dirección a una disciplina normal, una dis-ciplina enraizada en las ciencias sociales, más am-plia en sus funciones en cuanto a áreas de estudio,funciones de investigación, crítica a la realidad, con-sultora para actores políticos y por sobre todo lafunción de la enseñanza universitaria.

Relato esto para dar a entender que la CienciaPolítica tiene una larga historia marcada —en cuan-to disciplina científica— por grandes convulsionese íntimas vinculaciones con el desarrollo políticomismo, o sea por factores internos y externos a ladisciplina. Es sobre todo esta última dependencia laque contribuye a que —pensando en comparacio-nes internacionales— cada Ciencia Política tenga

* Conferencia pronunciada en el Instituto de Asuntos

Públicos de la Universidad de Chile el 11 de abril de

2002.

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características propias, influidas por el propio desa-rrollo político del país. Quien les habla viene de unpaís en el que hoy en día la Ciencia Política está bienenraizada en el panorama de las humanidades. Lasreflexiones sobre la disciplina y sobre cómo ense-ñarla tienen este trasfondo histórico y contextual.

Cuando uno plantea una pregunta no siemprees importante recibir una respuesta. Loscuestionamientos pueden también impulsar reflexio-nes. La pregunta del título de nuestra charla se en-tiende como una invitación a tales reflexiones. Mevoy a referir a cuatro dimensiones de reflexión.

La primera se refiere al campo o cuerpo de co-nocimiento que engloba la Ciencia Política. Allí sedesarrollan dos ideas: por un lado, lo que son susáreas para una diferenciación interna de la discipli-na, y por el otro, lo que son las áreas propias nece-sarias para poder formar una disciplina temática-mente completa. La segunda dimensión se refiere—tomando en cuenta el objeto de estudio de laCiencia Política y sus consecuenciasepistemológicas— a la lógica y la metodología de ladisciplina. La tercera dimensión se refiere a un mé-todo específico cuya enseñanza me parece de pri-mer orden: el método comparativo. La cuarta di-mensión, finalmente, se refiere a la enseñanza de ladisciplina en un nivel de abstracción que dista losuficiente de la política cotidiana para que elalumnado entienda que política y Ciencia Políticason dos cosas distintas, en primer lugar por los ob-jetivos diferentes y los correspondientes tipos deargumentos que caracterizan sendos discursos.

Respecto a la primera dimensión, en términosgenerales, hay que diferenciar entre tres áreas queforman el cuerpo de materias de docencia en Cien-cia Política. La primer área constituye la teoría polí-tica, que incluye en verdad tres campos: a) la histo-ria de las ideas o la filosofía política, b) la teoría po-lítica moderna, o sea las grandes corrientes teóricas,las teorías de gran alcance y las metateorías o losparadigmas científicos, y finalmente, c) la metodo-logía en ciencias sociales. La importancia de esteárea tan heterogénea reside, en la enseñanza, en su

contribución al desarrollo de un conocimiento delos fundamentos de la política en cuanto a lo nor-mativo y a lo teórico por un lado, y lo metodológicoen el estudio de la política por el otro.

La segunda área engloba a la política compara-da, que incluye las tres dimensiones de la políticaque debido a limitaciones idiomáticas ni en alemánni en castellano podemos diferenciarconceptualmente bien: polity, politics y policy, o sea laforma, el proceso y el contenido de la política. Latercer área está conformada por las relaciones inter-nacionales que incluyen, por ejemplo, la políticaexterior, las organizaciones internacionales, lointergubernamental y —cada día más— lointersocietal y, finalmente, lo supranacional, si nosreferimos a procesos de integración.

Puede darse el caso de que un instituto de Cien-cia Política ofrezca enseñanza adecuada en las tresáreas, pues están íntimamente vinculadas en térmi-nos de que la falta de una de ellas pone en peligrouna comprensión cabal del fenómeno de la política.No en vano la Ciencia Política se entiende comociencia integradora: el objeto de estudio, la política,no se define a través de un sólo concepto, una soladimensión, un solo enfoque, un único método. LaCiencia Política, por consiguiente, no se define tam-poco por una sola materia que conceptualmente sepueda asociar con la política. Se observa, sin em-bargo, que en algunos países las materias polity, politics

y policy, están separadas en forma de una dispersiónen institutos diferentes según las áreas señaladas.Incluso hay casos en que se han creado institutosseparados en una misma universidad en el área de lapolítica comparada. Hay razones en el campo de lainvestigación para enfatizar la especialización, puescomo decía ya Max Weber a principios del siglopasado —en La ciencia como vocación—, “la obra real-mente importante y definitiva es siempre obra deespecialistas”. Sin embargo, en la enseñanza, meparece importante transmitir el alcance de la políti-ca en su expresión real y —aún más importante—la relación e interrelación de los fenómenos políti-cos de las diferentes áreas. Por ejemplo, si en rela-ciones internacionales la tesis más confirmada has-

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ta hoy día es que estados democráticos no condu-cen ninguna guerra entre ellos, es muy importanteentonces que el estudioso conozca la democraciacomo forma (polity) y proceso (politics), las condicio-nes internas que llevan a que la democracia —encuanto a resultado (policy)— se comporten a nivelinternacional de manera de confirmar continuamen-te desde hace siglos esta regla.

Aún más ilustrativo es el caso de las dimensio-nes de la política en el área de la política comparada.Prácticamente no hay ningún fenómeno político eneste área por entender o explicar en el cual no esténinvolucrados aspectos de polity, politics y policy. Tome-mos el caso de cualquier política pública: en el fa-moso círculo de una política pública (o policy cycle)entran desde un inicio de su desarrollo cuestionesdel sistema político, de la institucionalidad dada,cuestiones de las relaciones de poder, de intereses yvalores, la estructura de conflicto en el sistema departidos políticos y los tipos de formación de con-senso, etc. Si se diseñan políticas públicas sin tomaren cuenta esas variables de estructura y procesos,no se llega muy lejos. Si no se enseña la interrelaciónde las policies con politics y polity, el estudiante va adesarrollar un conocimiento poco realista,parcializado y poco adecuado de la política.

Respecto a la segunda dimensión, la analítica,quisiera hacer hincapié en la importancia que tie-nen la lógica y el método en la enseñanza de la Cien-cia Política. Esta orientación es especialmente va-liosa debido a la dificultad que el objeto de estudio,la política, contiene para su análisis.

La especial dificultad que enfrenta la CienciaPolítica se hace notable, sobre todo comparandonuestra disciplina con la economía en cuanto a susrespectivos objetos de estudio y las consecuenciascientíficas o metodológicas que sus diferencias traenconsigo. “Primero el economista observa” comodecía Giovanni Sartori —en La política. Lógica y mé-

todos en ciencias sociales, pág. 62—, “los comportamien-tos económicos, comportamientos guiados por unsólo criterio identificado y constante: llevar al máxi-mo el beneficio, la utilidad o el interés económico.

Segundo, los comportamientos económicos sonexpresables (…) en valores monetarios, es decir envalores cuantitativos”. Así, “el economista encuen-tra una medida incorporada a los comportamientosobservados: el homo oeconomicus razona con nú-meros, con valores monetarios”. Con base en esto,el economista pudo desarrollar un lenguaje espe-cial, cuyos conceptos, por ejemplo valor, costo, pre-cio, mercado, están claramente establecidos y novuelven a ser discutidos cada vez que se los utiliza.

El politólogo, sin embargo, observa comporta-mientos políticos guiados por éste u otro criterio, osea, por criterios diferentes y cambiantes que por lodemás —en su gran mayoría— son difíciles de ex-presar en términos cuantitativos. Sus métodos, porun lado, tienen que contemplar la peculiaridad y lanaturaleza sui generis de su objeto de estudio, y lalógica de la investigación. Por el otro lado, tiene queser discutida con todos y cada uno de los diseños deinvestigación. Es obvio que la economía se encuen-tra en una situación científica privilegiada que tienesu origen en el carácter del objeto de estudio, a par-tir del cual fue posible un desarrollo de cientificidadmenos cuestionado que en el caso de la CienciaPolítica. Por esta enorme distancia que separa a laCiencia Política de la economía, es conveniente re-ferirse también a la interrelación entre ambas cien-cias sociales y recordar lo que el erudito economistaAlbert Hirschman ya en 1979 puso de manifiesto.Hirschman diferenció entre tres categorías: valorópositivamente la posibilidad de la interacción entreambas disciplinas, por ejemplo cuando la CienciaPolítica podría aprovechar en sus estudios los resul-tados científicos de la economía. También valorócomo positiva la interacción en áreas donde los ob-jetos de estudio en economía y en política ostentanestructuras análogas, llamando la atención al cam-po limitado de objetos que presentan estas condi-ciones. En términos generales, estimó positiva estasdos categorías de interacción porque se respeta laautonomía de lo político.

Vale la pena repetirlo: los conceptos en CienciaPolítica no alcanzan el grado de homogeneidad yconstancia que tienen aquellos del lenguaje del eco-

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nomista, lo que obliga a enseñar su contenido plu-ral, su natural vinculación con interesescognoscitivos y valores en el lenguaje político y loscriterios de su formación conforme a reglas y cir-cunstancias para su uso en el análisis politológico.Una de las mayores necesidades de la enseñanza denuestra disciplina consiste en transmitirle alalumnado que los conceptos no sólo son fundamen-tales para el análisis y el diálogo científicos, que sudefinición no es sólo una conditio sine qua non del co-nocimiento científico, sino que además tienen quealejarse de ontologismos y esencialismos y corres-ponder a criterios de utilidad científica. La defini-ción de un concepto no equivale a una profesión defe para encarnar una verdad propia del estudioso,sino a un examen lógico de su alcance, es decir suslímites —lo que incluye, lo que excluye— y su ade-cuación semántica a los objetivos de conocimiento.Para dar un ejemplo: la democracia es un conceptosin definición precisa universalmente aceptada. Sela puede definir en términos de Robert Dahl, quienhizo hincapié en dos criterios: participación y plu-ralismo político. Es una definición por cierto estre-cha y limitada, pero bien operacionalizable y men-surable. Es evidente que cada uno de nosotros po-dría preferir una definición más amplia, másesencialista, más normativa, en la cual entrara todolo bueno y lo hermoso de un orden deseado. Sinembargo, tal concepto no serviría mucho para elanálisis científico, pues si cada uno tuviera su con-cepto normativo del fenómeno en estudio, resulta-ría difícil llegar a resultados intersubjetivamentetransmisibles.

Otra dificultad se presenta al ampliar el concep-to del fenómeno en estudio de tal manera que algu-nos factores que interesan ser investigados respectoa su relación, entren como elementos del mismoconcepto. El origen de esta conceptuación equivo-cada reside en confundir el ámbito del problemacon el concepto mismo, como bien me señaló miasistente de investigación Claudia Zilla. Un buenejemplo de esto lo brinda, nuevamente, el conceptode democracia, cuando se le incluyen también losproblemas que la atañen, por ejemplo su relación

con la sociedad. Esto se da cuando se define comodemocracia sólo a aquel sistema político que se eri-ge sobre las bases de una sociedad democrática. Conesta conceptuación se pierde de vista la relaciónpolítica y científicamente importante entre tipo desistema político y tipo de sociedad en términos deuna homogeneidad necesaria, en términos dedesfases y consecuencias y en términos de su desa-rrollo en el tiempo.

Al estudiantado se le debe enseñar la formacióny el uso de las clasificaciones, de los tipos, de lostipos ideales y de las tipologías, sus funciones y al-cance científico. Hace poco, un ejercicio con un gru-po de posgraduados me puso en evidencia la faltade práctica en eso. En Ciencia Política trabajamosmucho con dicotomías y trilogías o tríadas. El ejer-cicio constaba en encontrar, en el mundo de las for-mas políticas, alternativas que correspondieran a estetipo de ordenamiento de los fenómenos. Ningunade las cinco respuestas que recibimos fue correcta.O no se respetaba el objeto, las formas de gobiernoo se mezclaba el objeto con algo que no se refería alobjeto, o los fenómenos que se mencionaban noeran de carácter disyuntivo. En resumen: vale po-ner énfasis en la enseñanza de la Ciencia Política enla lógica del conocimiento. Hay que enseñar a pen-sar lógica y sistemáticamente. Lo que equivale a en-señar a diferenciar en lo conceptual entre niveles deabstracción, categorías, diferencias de grado, etc.Saber diferenciar hace la diferencia entre un intere-sado y un estudioso de la política.

Respecto a la tercera dimensión y la sugerenciade enseñar el cómo comparar, vale distinguir entredos líneas de comparación: la comparación históri-ca y la comparación internacional. Según mi expe-riencia, la comparación histórica es la que se ejercefácilmente en América Latina. En diálogo con cien-tíficos sociales de la región me ocurrió bastante queuna pregunta acerca de la estructura —por ejem-plo— del sistema de partidos me fuera contestadamediante un recuento de la historia de los partidospolíticos. O sea, la entrada a la reflexión politológicaen la región es más bien histórico-cronológica ymucho menos sistemático-comparativa. La enseñan-

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za tendría que favorecer esta última perspectiva,nutriéndose de comparaciones internacionales queconstituyen las bases para tipologías y apreciacio-nes empíricas. Pues es importante señalar que parabien diferenciar y valorar un fenómeno, es impres-cindible compararlo. El comparar, sin embargo, noes tan sencillo y tiene que ser aprendido. Lo prime-ro que hay que enseñar es que comparar implicaescoger prudentemente con qué comparar dentrode un alto número de posibles referentes. Vale re-flexionar sobre cuál referente es racionalmente elmás adecuado, el más plausible y evitar escoger unreferente científicamente poco válido, pues la com-paración se presta también a confusiones ydistorsiones que —en el campo político o cuandoel científico sólo opina y se mueve en la política— aveces son intencionadas.

Lo segundo que vale destacar en este contextoes el carácter del método científico de la compara-ción, a mi modo de ver el método más típico de laCiencia Política. Enseñar a comparar significa deeste modo familiarizar al alumnado con el métodomás importante de la Ciencia Política. Sin embargo,no existe ninguna receta del método comparativoválida para cualquier caso en estudio. Por otra par-te, el método comparativo consta de diferentes es-trategias de investigación que consisten en jugar enel diseño de la investigación con la homogeneidad yla heterogeneidad del contexto, por un lado, y conla concordancia y diferencias de variables, por el otro.Cada diseño de investigación debe ser estructuradoacorde a las propias características del material enestudio y del interés de conocimiento. El métodocomparativo se aplica en estudios cuantitativos ycualitativos, cada uno con su metodología específi-ca, y dentro de cada área con variantes. De modoque, al tomar la decisión de aplicar el método com-parativo, no está resuelta la cuestión del método,sino que recién ahí empieza justamente la reflexiónmetodológica.

Dado que el método comparativo es el métodoen las ciencias sociales pensado para sustituir almétodo experimental —véanse al respecto los tra-bajos clásicos de John Stuart Mill y Emile

Durkheim—, la enseñanza de la Ciencia Políticadebería abordar también la cuestión de la causalidaden las ciencias sociales. Abundan tesis monocausalesy unilineales en nuestra disciplina, resultadas del tipode formación de teorías deductivistas. Respecto a lacomparación, ella abre las perspectivas adecuadaspara el estudio de casos empíricos que pueden ope-rar como casos de control. Es importante enseñarla función de la comparación como instrumento decomprobación o falsificación de las teorías. Por lodemás, la comparación induce a la formación deteorías de tipo inductivista.

Relacionado con esta diferencia de génesis delas teorías, es importante enseñar los tipos de teo-rías que se formulan en nuestra disciplina, los tiposde teoría micro, macro, específicas y universales, etc.y señalar que las teorías de medio alcance, es decir,las que mantienen relación con el espacio y el tiem-po, son las más adecuadas y mejor experimentadasen Ciencia Política.

Respecto a la cuarta dimensión, no sólo la re-flexión científica necesita cierta distancia del que-hacer político cotidiano, sino también la enseñanzade la Ciencia Política.

Es bien notorio el interés en Chile y AméricaLatina por referirse con prioridad a la política mis-ma del momento, por intercambiar opiniones al res-pecto: existe la tentación de que el intercambio sepolitice, que la posición ideológica sustituya al argu-mento razonable, que la contingencia política seapodere de la Ciencia Política de modo que al finalla Ciencia Política se percibe como parte de la polí-tica. Recuérdense los tiempos de las ciencias socia-les comprometidas, cuando incluso se postulaba quelas ciencias sociales tendrían que ser parte integralde la lucha por la revolución social y política. Escierto que la Ciencia Política no es neutra, no esobjetiva en términos que se pueda desvincular to-talmente de intereses cognoscitivos, de valores y deobjetivos social-tecnológicos. Sin embargo, estosparámetros tienen su plena legitimidad sólo en elcontexto del surgimiento de una investigación y enel de la aplicación de sus resultados, pero tienen que

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suprimirse o desaparecer en el contexto interno deargumentación científica.

Aquí vale el argumento bien probable o bienprobado, la teoría bien comprobada o refutada porel control empírico o de consistencia teórica. Paraque este proceso argumentativo en el desarrollo dela investigación tenga su lugar también en la ense-ñanza de la Ciencia Política, parece conveniente dis-tanciarse de la “sterile aufgeregtheit” (excitación estéril)de la política cotidiana, como diría Max Weber —en La política como vocación—, y plantear la enseñanzade la Ciencia Política a un nivel de abstracción másalto, algo lejano y fuera de la política, donde seaposible observar la política sine ira et studio.

Estoy llegando al final de mi ensayo. Para resu-mir: mis reflexiones originadas en la pregunta decómo enseñar Ciencia Política conducen a sugerircuatro orientaciones. La primera sugerencia se re-fiere al cuerpo material o de contenido de la disci-

plina, consistente en enseñar la Ciencia Política demodo de integrar a las diferentes áreas de la disci-plina. La segunda sugerencia se refiere a las herra-mientas conceptuales de la disciplina y consiste enenseñar a saber diferenciar. La tercera sugerencia serefiere a la perspectiva analítica de la disciplina, con-sistente en enseñar el arte y método de saber com-parar. La cuarta sugerencia se refiere a la argumen-tación científica (en alemán Begründungszusammenhang)de la disciplina y consiste en enseñar la capacidadde abstraer.

Quisiera terminar con una observación final: lasúltimas tres sugerencias se pueden resumir en unasola que tiene un alcance mayor a la de la enseñanzauniversitaria de la Ciencia Política; reside en susti-tuir la cultura de la opinión por la cultura del argu-mento. Aunque con un significado que va más alláde la universidad, es en sus aulas donde este proce-so debe iniciarse.

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EL DEBATE ACERCA DEL ROL del politólogo en la Ar-gentina es permanente. Los caminos por los queatravesó la historia de la Ciencia Política en nues-tro país comparten algunos rasgos similares a lasetapas por las cuales pasó el desarrollo de la disci-plina en otros países. Sin duda, los distintos mo-mentos de la reflexión sobre la ontología y la epis-temología de la ciencia en general y de la cienciasocial en particular la han afectado claramente (Pin-to 2005, Shapiro 2004). Sin embargo, como indicaArturo Fernández (2002), no podemos soslayar elimpacto de la propia trayectoria políticainstitucional de nuestro país. A pesar de su preten-sión de un conocimiento científicamente susten-tado de la política, esta forma de saber, por su his-toria, se encuentra profundamente vinculada conla filosofía y con el proceso político en general.

Hacer Ciencia Política hoy en la Argentina sig-nifica no tener las mejores condiciones para la prác-tica académica e investigativa, en comparación conotros países del mundo. Tampoco se cuenta con

Discusión sobre la ciencia política

El rol del cientista político

•|• Juan Abal MedinaPolitólogo (UBA), Doctor en Ciencia Política (FLACSO, México), Profesor de Sistemas Políticos Comparados,

Investigador de CONICET.

“La grande diferencia es que el límite entre la academia y la política es mucho mas

difuso en América Latina que en los Estados Unidos. Eso significa que la definición

política de tu rol en cada sociedad es diferente. En América Latina, se supone que sos una

especie de actor político. Lo que decís es potencialmente un evento político. Es riesgoso

algunas veces, pero es más motivador e interesante. En Estados Unidos, en contraste, yo

siento que falta la excitación que proviene de estar cerca de los eventos reales. Es decir, uno

tiene todas las ventajas de ser un observador que está bien protegido, pero tiene un costo, que

uno puede volverse tan desconectado de la realidad social que el trabajo puede perder cierto

toque, cierto vigor, cierto élan. Y esos son importantes componentes de la Ciencia Política”.

Guillermo O’Donnell, en Munck y Snyder, en prensa)

un campo establecido para el desarrollo de la prác-tica profesional. Todavía es difícil reconocer la iden-tidad del politólogo y diferenciarlo de otros profe-sionales del conocimiento social, y, cuando inter-viene en la política, sea a través de la gestión ofundamentalmente en la opinión pública, debepreocuparse porque su discurso sea comunicablepero que tampoco responda a los mismos cáno-nes que la escritura periodística.

Sin embargo, el cientista político tiene hoy va-rios caminos por los cuales transitar. Uno es el dela investigación académica, donde el cientista desarro-lla todo su caudal intelectual, cultivando su espíri-tu crítico. El área de la investigación promueve labúsqueda de nuevos saberes y la producción deideas dentro del campo de la ciencia política. Ve-mos en ese sentido la trayectoria de GuillermoO’Donnell quien en su labor en la ciencia políticalogró introducir conceptos tales como “Estadoburocrático autoritario”, participó, sin abandonaruna visión crítica, de la renovación de los estudios

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políticos a fines de los 70 provocado por la teoríade las transiciones, y fue uno de los observadoresmás agudos del fenómeno de las “democraciasdelegativas” o de baja intensidad que caracteriza-ron a muchos países latinoamericanos en la déca-da del 90. Es una figura de renombre internacio-nal y un claro exponente del rol de investigador enla Ciencia Política.

Dentro de este campo, si bien importante en laArgentina, existen limitaciones presupuestarias ymuchos optan por emigrar al exterior. Sin embar-go, de mantenerse el rumbo actual, que desde elgobierno nacional privilegia la ciencia y la tecno-logía, podemos esperar que en el mediano plazolas condiciones para la investigación politológicaen nuestro país mejoren significativamente.

De este rol se desprende también la posibilidadde hacer docencia. Ser profesor es una tarea que noadmite la sola repetición de fórmulas y conceptos,sino que impone la necesidad de nuevas miradas yanálisis sobre la base de las teorías generales acep-tadas en la disciplina. No obstante, esta tarea, aun-que imprescindible, no es generalmente bien re-munerada.

Otro campo es la Administración Pública, la ges-tión o la acción legislativa. En este caso, elpolitólogo aporta gran parte de la técnica. Aun-que carece de conocimientos de leyes, la forma-ción en metodología cuantitativa y cualitativa, per-mite una buena recolección de datos y la posibili-dad de elaborar informes de calidad. Los cientistaspolíticos se convierten así en policy makers y en al-gunos casos policy takers. La posibilidad de formu-lar proyectos políticos de acción, da a lospolitólogos un plus que los convierte en capacesformadores de equipos técnicos y coordinadoresde proyectos. En estos casos las carencias que sesufre por la falta de una formación más particulary concreta sobre un área temática se ve suplidapor otras destrezas que permiten al politólogo asu-mir un rol de conductor. Es notable en los últimosaños el creciente número de politólogos que sedesempeñan en las oficinas públicas tanto ejecuti-

vas como legislativas, nacionales, provinciales ymunicipales. Las actuales tendencias de fortaleci-miento y profesionalización del Estado nos per-miten ser optimistas en relación con las nuevasoportunidades que se continúan abriendo para loscientistas políticos.

Una de las salidas más conocidas y por la cualmuchos se embarcan en esta disciplina es la posi-bilidad de acceder luego al campo de la diploma-cia, para lo cual los politólogos se encuentran bienformados. La carrera diplomática es una opciónventajosa en relación con la estabilidad laboral, lacual es una carencia en muchas de las demás op-ciones. Aunque dentro de la carrera diplomática elnivel de acción política siempre es menor y se rea-lizan trabajos más burocráticos.

Un campo en el cual incursionan muchospolitólogos es el de la consultoría, que tiene diferen-tes vetas: se puede hacer análisis político con difu-sión de informes estadísticos y análisis cuali y cuan-titativos, como así también la incursión en mediosperiodísticos como observadores calificados. Esteespacio es explotado por los politólogos de formasustantiva. Aquí el elemento remunerativo sueleser mejor y muchos se vuelcan a trabajar en pro-yectos políticos como analistas de tendencias.

Finalmente los politólogos también tenemos unespacio posible de inserción profesional en lasempresas, aunque esta es quizás la arena más atra-sada si se la compara con lo que ocurre en Europao Estados Unidos. Desde las áreas de opinión pú-blica hasta los departamentos de relacionesinstitucionales o laborales presentan particularida-des que los tornan propicios para la miradapolitológica.

En conclusión, a pesar de algunas condicionesdifíciles, ser politólogo en la Argentina tiene suatractivo. Nuevos campos de inserción profesio-nal se están abriendo y esta tendencia seguramen-te continuara en el futuro, la maduracióninstitucional de nuestro país en todos sus ámbitoses la mejor aliada del desarrollo de la ciencia polí-tica. Si nuestra disciplina es capaz de adaptarse a

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los nuevos desafíos sin perder su impronta crítica,su mirada desacralizante y su compromiso con lademocracia, la igualdad y la justicia, es decir el to-que, el vigor, el élan del que nos hablaba O´Donnellal inicio de esta nota, tiene un gran futuro por de-lante.

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LA CIENCIA POLÍTICA no es matemática. Ni literatu-ra. Ni filosofía.

La matemática es una ciencia abstracta cuyosmodelos ayudan a describir, explicar y hasta pre-decir la realidad… cuando son bien aplicados. Paraaplicarlos bien, sin embargo, hacen falta otros co-nocimientos: físicos, químicos, sociológicos o eco-nómicos. La matemática resulta sumamente útilcomo herramienta de otras disciplinas, pero nodebe confundirse con ellas.

La literatura es un arte que emplea como ins-trumento la palabra. Una obra literaria puede des-cribir, sugerir e iluminar hechos o argumentos, perono puede probarlos o refutarlos. Ciertamente, unabuena calidad expresiva permite una mejor divul-gación del conocimiento. Pero este objetivo se li-mita a la transmisión de saberes, no a su creacióno constatación.

La filosofía es considerada la madre de las cien-cias, pero no constituye exactamente una ciencia.Trata de la esencia, propiedades, causas y efectosde las cosas naturales y sociales, pero lo hace me-diante juicios normativos o de valor. En síntesis,su objeto no es tanto el ser como el deber ser.

En cambio, la ciencia política indaga ysistematiza conocimientos sobre un conjunto deactividades relacionadas con el poder en las orga-nizaciones sociales. A diferencia de la matemática,trabaja con hechos (sociales) y no sólo con con-ceptos. A diferencia de la literatura, es ciencia queaspira a la universalidad y no arte que se ennoble-ce en lo particular. A diferencia de la filosofía, tie-

Discusión sobre la ciencia política

¿Qué (no) es la ciencia política y a qué(no) se dedica?

•|• Andrés MalamudPolitólogo (UBA), Doctor en Ciencia Política (IUE),

Investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa.

ne un objetivo empírico antes que normativo. Ensíntesis, es una ciencia social.

La interdisciplinariedad y latransdisciplinariedad son mecanismos de trabajoacadémico que parten del reconocimiento de dis-ciplinas científicas preexistentes. Cruzamos lasfronteras porque ellas existen, pero no las disolve-mos por el acto de atravesarlas. En tiempos deconfusión posmoderna conviene no subestimar larealidad.

Por si acaso, va también esta observación: laciencia política tampoco es astrología o pitonisa.Las corrientes historicistas, en el sentido denigra-do por Popper, han sido sistemáticamente refuta-das por los acontecimientos. Para bien y para mal,el futuro está abierto tanto para la ciencia comopara la política.

La ciencia política contemporánea se ha desa-rrollado sobre todo en Estados Unidos y Europaoccidental. De los 50 mejores departamentos deciencia política en el mundo, 36 son estadouniden-ses y 13 europeos, de los cuales 10 son británicos(Hix 2004). Las mejores revistas académicas estánescritas en inglés y tienen base en Estados Unidoso Gran Bretaña. Sin embargo, hay centros y publi-caciones de excelencia en otros países: Australia,Irlanda, Suiza, Noruega, Holanda, Israel, Alema-nia, Dinamarca, Italia, Canadá y Japón están entrelos más destacados. En América Latina los cen-tros más reconocidos se encuentran en Argentina,Brasil y México (Altman 2006), aunque el desarro-llo de la ciencia política en otros países es crecien-

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te y Chile podría sumarse en breve a los tres gran-des. Las áreas subdisciplinarias, temas de interés yestilos académicos varían de una sociedad a otra,pero lo fundamental no cambia: la concepción dela ciencia política como una ciencia social encar-nada en una práctica profesional.

Es cierto que existen discusiones importantesen el interior de la disciplina. Las más conocidastienen que ver con la orientación política de suscultores y con su elección metodológica (Almond1999). Sin embargo, el debate generado alrededordel más reciente manual de ciencia política patro-cinado por la IPSA —la Asociación Internacionalde Ciencia Política— (Goodin y Klingemann 1996,Schmitter 2003, Goodin and Klingemann 2002)demuestra que, pese a los desacuerdos, hay un cam-po común (tanto sustantivo como institucional) enel que éstos son procesados.

La mejor ciencia política que se hace en el mun-do es:

• Empírica: su objeto es la realidad tal como es(considérese objetiva o construida) y no comonos gustaría que fuese. Su objetivo es entender;transformar es misión del militante. Cuando unpolitólogo es también militante debe tener elcuidado de no confundir, contaminándolas,ambas funciones: ello atentaría contra la com-prensión tanto como sobre la acción.

• Sistemática: utiliza rigurosos métodos de dise-ño, recolección y análisis que son seleccionadosen función del problema de investigación. Ra-zona a través de la inferencia lógica (deduccióne inducción), no de la voluntad o el dogma. Sediferencia entonces de dos casos extremos: lacarencia de método y la sacralización de un mé-todo.

• Profesional: se vive de ella y para ella, en vez depracticarla como hobby o de forma amateur. Hayrequisitos de carrera que es preciso satisfacer:publicar bajo arbitraje científico y concursar paraobtener posiciones académicas son dos de losprincipales, aunque no los únicos.

“Hacer” ciencia política tiene tres dimensiones:producir conocimiento, formar politólogos y ejer-cer la profesión. Ya se refirió la primera dimen-sión, relacionada con la investigación y difusión.La formación, a su vez, está cambiando. Cada vezmás se pone el acento en ciclos cortos y continuos,antes que largos y definitivos. Por ejemplo, el Pro-ceso de Bolonia está transformando a Europa enun espacio académico en el cual la formacióncurricular se provee en tres ciclos: tres años de li-cenciatura (o bachillerato), dos años de maestría ytres años de doctorado. En otras palabras, quienestudie en una universidad europea obtendrá undiploma de maestría al cabo de cinco años. En esecontexto, exigir cinco años para recibir un títulode licenciado (como acontece en la UBA) generauna enorme desventaja competitiva. La reformacurricular resulta entonces imprescindible eimpostergable.

Corresponde dedicar unas últimas reflexionesal ejercicio profesional. Sólo un pequeño porcen-taje de los graduados en ciencia política (entre el10% y el 20%) se consagra a la actividad académi-ca. Aunque otros politólogos realizan tareas do-centes o de formación con cierta frecuencia, éstasno constituyen su ocupación principal. Un porcen-taje similar al anterior cuelga el diploma y trabajaen áreas no relacionadas con la disciplina. La ma-yoría, sin embargo, ejerce profesionalmente la cien-cia política de una variedad de maneras: como con-sultor en empresas, como asesor político en insti-tuciones públicas, como periodista, como analistao como dirigente político. Los mecanismos de fun-cionamiento de la profesión (evidencia, inferencia,responsabilidad) permiten la supervivencia y laadaptación a casi cualquier medio. Incluso a la rea-lidad.

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ES UNA EMPRESA ARDUA y problemática la de haceruna semblanza de la personalidad y la trayectoriade Juan Carlos Portantiero. Son múltiples las facetasde su vida y de su producción intelectual, muy com-plejos sus modos de intervención en la agitada vidapolítica argentina en la que le tocó vivir: la perso-nalidad de Portantiero es un modelo para armar,una biografía que no puede construirse sin recrearidealmente toda una época del pensamiento y lahistoria argentina. Lejos está este comentario de lapretensión de abarcar, ni siquiera de introducir unabiografía de esas pretensiones. Vale lo dicho comoadvertencia: quien sepa cuántos y cuáles libros es-cribió, en qué partidos y proyectos políticos mili-tó, qué empresas intelectuales construyó o aportóa construir, sabe algo, pero muy poco sobre el ne-gro Portantiero. Acaso sea en el posible cruce en-tre esos episodios vitales en los que haya que ras-trear al personaje para poder dilucidar cuáles fue-ron sus aportes, ciertamente centrales, a la culturaargentina.

Fue decano de nuestra facultad entre 1990 y1998 y profesor en la carrera de Sociología duran-te más de dos décadas. Esto lo hace nuestro, un“hombre de la casa”. Varias camadas estudiantiles,ya durante la época democrática pudieron escu-char su sobrio y riguroso estilo expositivo, cono-cieron a través de él a Marx, Durkheim, Weber, nocomo vagas referencias científicas, lejanas y vene-rables, sino como palpitaciones del mundo socialprocurándose explicar a sí mismo. Son, pues, mu-chos, los que conocieron y admiraron al Portantiero

Homenaje a Juan Carlos Portantiero

Rigor teórico y pasión militante: enmemoria del negro Portantiero

•|• Edgardo MoccaPolitólogo (UBA), Profesor del seminario La crisis de los partidos políticos argentinos.

profesor; los que conocen la claridad y concisiónde su prosa verbal aplicada a la enseñanza.

No todos los que pasaron por su cátedra estánobligados a saber que el profesor y decanoPortantiero fue también un protagonista político-intelectual de la época de sueños revolucionariosque transcurrió entre mediados de los años sesen-ta y el golpe militar de 1976. En realidad,Portantiero actuaba en política desde 1952, cuan-do a los dieciocho años se afilió a la juventud delPartido Comunista. Hace poco, el Negro me con-fesaba que su intención había sido afiliarse al so-cialismo, pero cuando lo intentó —junto a otroamigo de aquellos jóvenes años— la sorpresa deque dos muchachos quisieran afiliarse al PS en ple-no auge del peronismo desconcertó al interlocu-tor partidario, que planteó todo tipo de dificulta-des, y frustró la incorporación.

Ya en el Partido Comunista —en “el partido”como Juan Carlos seguía llamándolo cuarenta añosdespués de su crispada desvinculación— no fuenunca un “militante de base”. Rápidamente fueidentificado como un potencial ideólogo del par-tido e incorporado a su “frente cultural”. Desdelas páginas de “Cuadernos de cultura”, la publica-ción cultural partidaria y una experiencia fugaz peromuy significativa en el órgano central, llamadoNuestra palabra, Portantiero pasó con relativa rapi-dez a convertirse en un joven referente entre to-dos aquellos militantes que buscaban ir más alládel canon partidario oficial. En 1963, José Aricó yPortantiero se convierten en los animadores de la

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revista Pasado y presente, que pretendía sistematizaruna apertura ideológica del partido hacia un am-plio espectro de izquierda cultural y política. Apo-yada en su lanzamiento por quien fuera uno de losmaestros de Portantiero, el dirigente comunistaHéctor Agosti, la revista desató prontamente unescándalo interno en el PC que terminó con am-bos referentes intelectuales fuera de sus filas. Fue-ron aquellos los años del encuentro intelectual conel gran pensador marxista y dirigente comunistaAntonio Gramsci; su obra fue la inspiradora deuna nueva búsqueda ideológica que no podía ha-cerse desde la estrecha disciplina de aparato. Enuna de sus obras ya clásicas, Los usos de Gramsci,Portantiero traza el mapa conceptual de la influen-cia de Gramsci en el pensamiento de izquierda, sudecisiva contribución al reemplazo de una visióneconomicista y doctrinaria del marxismo por unestudio sistemático de la realidad nacional sobre elque se desarrollaba la lucha revolucionaria.

Es en el trabajo conjunto con Miguel Murmisque se conoce como Estudio sobre los orígenes del

peronismo que Portantiero va a encarar una revisióna fondo de la génesis del principal movimientosocial y político del siglo XX argentino, elperonismo. En esta obra es posible encontrar unaclave de esa unión indisoluble entre el político quebusca claridad para su acción y el intelectual quedesbroza el camino de la comprensión de la reali-dad nacional. Murmis y Portantiero van a discutirla tesis sociológica clásica que explica al peronismocomo fenómeno sustancialmente vinculado al sur-gimiento y desarrollo de una “nueva clase obrera”cuyos destacamentos provenían del campo y care-cían de experiencia sindical y política. En esa tesiscanónica había confluido la sociología científicade fines de la década del cincuenta y principios delsesenta, con la visión de los partidos tradicionalesde la izquierda argentina, interesados en ver en elperonismo una “anomalía” en el desarrollo de laconciencia del proletariado argentino.

Desde la segunda época de Pasado y presente, elNegro va a sostener una posición positiva aunquecrítica respecto de la experiencia del peronismo

revolucionario. Su permanencia en el país se hizoinsostenible después del golpe de 1976 y emigró aMéxico. Ese país vio reunirse a un grupo particu-larmente influyente de políticos e intelectuales ar-gentinos exilados; y en el clima de apertura ideoló-gica y fluidos contactos con intelectuales de todoel mundo, va a desarrollarse un profundo viraje ensu concepción política. Portantiero es uno de losanimadores del proceso de recuperación de la de-mocracia como un valor en sí mismo y no comouna mera herramienta de la lucha revolucionariao, peor aún, como una máscara engañosa de ladominación burguesa.

Esa profunda convicción democrática no loabandonaría nunca. Fue lo que lo aproximó a laexperiencia de Alfonsín, a la que contribuyó desdesu labor intelectual en el llamado “Grupo Esme-ralda” en el que junto a Emilio de Ipola y otrosdestacados intelectuales ayudaban a construir eldiscurso de la modernización democrática del país.El crítico final del alfonsinismo fue otro parteaguasde la vida político-intelectual de Portantiero. Paraentonces ya funcionaban desde hacía un lustro dosnuevas empresas culturales que lo contaron comoanimador central: el Club de Cultura Socialista —unión de un amplio grupo de intelectuales de re-greso del exilio mexicano con otros que habíanvivido su exilio interior en el país— y la revista La

ciudad futura. Concentrado como estuvo duranteocho años en sus funciones como decano de nues-tra facultad y en una vasta producción intelectualque no cesó sino en los días más duros de la enfer-medad que lo llevaría a la muerte, Portantiero si-guió, a su manera, siendo un militante. Vivió tam-bién la ilusión y el fracaso de la Alianza, cuya con-cepción y práctica de gobierno no dejó nunca demerecer sus ácidas críticas y dirigió entre 2000 y2001 la investigación “Informe sobre la democra-cia en Argentina” para el Programa de las Nacio-nes Unidas para el Desarrollo: en los textos escri-tos para ese proyecto, en medio de la crisis, pue-den encontrarse también importantes claves ex-plicativas de nuestro pasado más reciente.

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Parte de la primera generación de sociólogosque dio la Universidad de Buenos Aires, investiga-dor original y creativo, orador sobrio, elegante ysin estridencias, organizador sistemático de empre-sas intelectuales de gran significación, Portantieroes uno de los nuestros. Y la utilización de ese po-sesivo no está asociado exclusivamente a su con-dición de hombre de nuestra facultad,sistemáticamente estudiado además en nuestra ca-rrera de Ciencia Política, sino que es “nuestro”

como ejemplo de aleación de rigor teórico y pa-sión militante, como expresión de un ejercicio dela profesión de cientista social opuesto a laautocomplacencia endogámica de una producciónque no traspone las paredes de las aulas. Si quere-mos buscar inspiración para ser y formar cientistassociales apasionadamente comprometidos con suépoca y con su sociedad, el estudio de la obra y elconocimiento de la experiencia de Juan CarlosPortantiero es una fuente insustituible.

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ANTE CADA IRRUPCIÓN de una nueva amenaza exter-na y/o interna —el inicio de los enfrentamientosarmados entre las colonias americanas y las fuerzasbritánicas en Lexington y Concord en 1775; el in-cendio del Capitolio y la Casa Blanca por las tropasinglesas en 1814; el ataque japonés a Pearl Harboren 1941; y los atentados terroristas a las Torres Ge-melas y el Pentágono en 2001— los policymakers es-tadounidenses han intentado —con variado gradode éxito— enfrentar y revertir dicha amenaza for-mulando una estrategia de seguridad nacional. Es-tos cambios de estrategia han llevado, necesariamen-te, a la formulación e implementación de doctrinasy estrategias de política exterior en las que el papelde los Estados Unidos en el mundo y sus vínculoscon el resto de los actores externos (estatales y pri-vados) se definen en función de amenazas, intere-ses y oportunidades. Cabe destacar al respecto seisetapas en las cuales se han registrado cambios dediverso grado de profundidad en cada uno de loselementos mencionados.

Primera etapa: de 1775 a 1814.Primera etapa: de 1775 a 1814.Primera etapa: de 1775 a 1814.Primera etapa: de 1775 a 1814.Primera etapa: de 1775 a 1814.Se inició con el estallido de la guerra de indepen-

dencia entre las 13 colonias británicas enNorteamérica y su metrópoli (1775-1783) y se ce-rró con el estallido de un nuevo conflicto entreWashington y Londres (1812-1814). En esta etapa,

Amenazas, seguridad nacional y política exterior:

Estados Unidos (1775-2007)*

•|• Francisco CoriglianoDoctor en Historia (UTDT) y Profesor en el ISEN y las Universidades de Buenos Aires, Di Tella y San Andrés.

los dirigentes norteamericanos se enfrentaron a unaserie de amenazas externas: Gran Bretaña, dueñade la flota más poderosa, con presencia física en lavecina Canadá, y capacidad para infligir daño a laeconomía norteamericana en tanto centro de la eco-nomía-mundo del siglo XVIII y buena parte delXIX; Francia, deseosa de cobrarse en precio terri-torial la pérdida de Canadá durante la Guerra de losSiete Años o Guerra Franco-India de los años 1776-1783; y España, la más débil de las potencias euro-peas, era, por defecto, responsable de situacionesde inestabilidad y vacío de poder en la frontera conMéxico y en la zona del Caribe, las cuales invitaron,a lo largo de esta etapa y las posteriores, a la inter-vención de otras potencias europeas y, dentro de lasociedad norteamericana, a crecientes presionessobre las autoridades de la Casa Blanca a favor delos sectores económicos partidarios de la expansiónterritorial y la conquista de nuevos mercados enAmérica, el Lejano Oriente e incluso África. A es-tas amenazas externas se sumaban las internas, comoel problema de las correrías indias asociadas a ma-niobras británicas y la falta de un poder terrestre ynaval adecuados para contener posibles ataques eu-ropeos al territorio estadounidense.

Pero estas amenazas se combinaron en una seriede oportunidades para el desarrollo territorial, co-mercial y financiero de la joven república: Gran Bre-taña, la principal amenaza, era también el líder de laeconomía mundial de cuya prosperidad dependía laestadounidense, en tanto Londres fue el principalproveedor de importaciones y capital durante el si-glo XVIII y buena parte del siglo XIX. Asimismo,

* Versión reducida de “Amenazas, seguridad nacional y

política exterior. Estados Unidos (1775-2007)”, Revista

Criterio, Nº 2326, mayo 2007.

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en este período, la Royal Navy mantuvo a los escor-piones europeos dentro de la botella. Este factorestratégico, sumado a la lejanía geográfica de losEstados Unidos respecto del Viejo Continente, va-riable crucial en una época en que el poder aéreo noconstituía aún un medio de guerra, permitió a laRepública norteamericana, una vez cerrada la gue-rra de 1812 con Gran Bretaña, concentrarse en laexpansión territorial en zonas fronterizas, sea a tra-vés de la compra de territorios, sea por medio de laconquista lisa y llana de los mismos, a su vez esti-mulada por la creciente expansión demográfica y elhambre de nuevas tierras.

Como producto de esta peculiar combinaciónde amenazas, oportunidades e intereses, la políticaexterior de los primeros años de la joven repúblicaosciló entre gestos de fuerza y de apaciguamiento.Ejemplos de la primera fueron las dos guerras con-tra Gran Bretaña, y las Leyes de No Importaciónde 1805 y de Embargo de 1807, mientras que en lasegunda categoría estuvieron gestos tales como lafirma del Tratado de Amistad y de Comercio conFrancia de 1778, el Tratado de Pickney (o de SanLorenzo) con España en 1793 —por el cual las au-toridades de Madrid concedieron a las de Washing-ton derechos de navegación y comercio en el ríoMississippi—; el Tratado de Jay con Gran Bretañade 1795, la compra de Louisiana a Francia en 1803,y las Leyes de No Intercambio de 1809, que procu-raron reanimar al comercio exterior norteamerica-no de los negativos efectos de las de 1805 y 1807.

Segunda etapa (1814 a 1941).Segunda etapa (1814 a 1941).Segunda etapa (1814 a 1941).Segunda etapa (1814 a 1941).Segunda etapa (1814 a 1941).El fracaso del intento norteamericano de inva-

dir Canadá como primer capítulo de la guerraanglonorteamericana y, sobre todo, el incendio delCapitolio y de la Casa Blanca en Washington el 24de agosto de 1814 por las tropas británicas, abrie-ron una nueva etapa. La oscilación entre gestos be-licosos y apaciguamiento, propia del período ante-rior, ya no garantizaba seguridad para los estado-unidenses, y tanto Andrew Jackson —convertidoen héroe nacional al masacrar a los indios Lanzas

Rojas, derrotar a los ingleses en la batalla de NewOrleáns en 1815 y a los indios seminolas en Floridaen 1818— como el secretario de Estado del presi-dente James Monroe (1817-1825), John QuincyAdams, estuvieron de acuerdo en que la mejor ma-nera de revertir la humillación nacional del 24 deagosto y neutralizar las amenazas procedentes desituaciones de vacío de poder en las fronteras conCanadá y México era la expansión territorial(enlargement) en vez de la contracción territorial(hiding). El enlarging de ese momento tuvo tres com-ponentes básicos: anticipación a las posibles ame-nazas (preemption); preferencia por el unilateralismo;y búsqueda de la hegemonía continental.

Pero hasta la década de 1890, la relativa debili-dad del aparato estatal y militar norteamericano vis-á-vis las grandes potencias europeas como Alema-nia y Gran Bretaña llevó a los dirigentes norteame-ricanos a adoptar dos caminos política y estratégi-camente menos costosos para concretar el enlargement

propuesto por Adams: la compra de territorios es-tratégicamente vitales para la seguridad nacional (porejemplo, el de Alaska a Rusia en 1867); y la anexiónpor la fuerza de territorios vinculados a Estadosvecinos débiles o potencias europeas en declinación(los casos de Texas, Nueva México y California a laUnión tras la guerra entre Estados Unidos y Méxi-co entre 1846 y 1848; o de Cuba y Filipinas tras laguerra hispano-estadounidense de 1898).

A partir del decenio de 1890, las distintas admi-nistraciones estadounidenses, amparadas en un apa-rato estatal y militar más poderoso que el de déca-das previas, adoptaron una agresiva política de ex-pansión territorial y apertura de mercados a los pro-ductos norteamericanos, más asertiva en los hechosen América Latina y en la Cuenca del Pacífico queen el Lejano Oriente, área esta última donde la pre-sencia imperial de las potencias europeas llevó aWashington a optar por mecanismos más ligados alsoft power —las misiones evangelizadoras, los conve-nios de intercambio comercial y cultural— que alhard power —el uso de la fuerza militar—. Fue unclaro ejemplo de este contraste la inclusión de laEnmienda Platt en la Constitución cubana de 1905

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—cláusula que otorgaba “luz verde” a los EstadosUnidos para intervenir en los asuntos internos de laisla cuantas veces lo considerara conveniente— y laPolítica norteamericana de Puertas Abiertas (Open

Door Policy) en China, que se limitaba a reivindicar eltrato igualitario para evangelizadores, ciudadanos,comerciantes y hombres de negocios norteameri-canos vis-a-vis sus pares europeos.

El hundimiento del vapor Lusitania en 1915 cer-ca de las costas norteamericanas, uno de los tantosejemplos de una “guerra submarina” alemana queno respetó el estatus de neutralidad durante la Pri-mera Guerra Mundial (1914-1918), convenció algobierno de Woodrow Wilson (1913-1921), de queel rol británico como freno a la expansión de lasluchas del Viejo Continente más allá del Atlánticoestaba llegando a su fin, y que este factor ponía enpeligro la seguridad nacional norteamericana. Comose ha dicho, durante buena parte del siglo XIX elpoder naval británico había logrado mantener a losescorpiones europeos dentro de la botella. A su vez,este papel de Londres había permitido a los Esta-dos Unidos ejercer su “Destino Manifiesto” de po-licía continental e incluso denunciar los intentos delas potencias europeas por desafiar el liderazgo con-tinental de Washington, ejercido a través de pro-nunciamientos como la Doctrina Monroe de 1823o el Corolario Roosevelt a dicha Doctrina de 1905.

Hasta el incidente del Lusitania, Wilson habíacreído que la Primera Guerra Mundial era una másde las del Viejo Mundo, una que no justificaba laatención norteamericana. Este incidente, y la impo-tencia británica para frenar los efectos de la “guerrasubmarina”, para evitar que el escorpión germanose saliera de la botella, llevaron a Wilson a buscar yconseguir del Congreso en 1917 la declaración deguerra contra un régimen dictatorial, el alemán, queno sólo amenazaba a los intereses del pueblo ger-mano o del europeo sino los de los Estados Unidosy del conjunto de la humanidad. Asimismo, Wilsonpercibió la oportunidad de construir un nuevo mun-do basado en la democracia y la seguridad colectiva.Pero los sueños del mandatario norteamericano ca-yeron en saco roto, en parte por las divergencias de

intereses entre las potencias vencedoras, en partepor el impulso revisionista de Alemania y la URSS,y en parte por el sentimiento aislacionista de las fuer-zas políticas y de buena parte de la sociedad norte-americana, que no quiso acompañar el ingreso delos Estados Unidos como miembro de la Liga delas Naciones. Aislacionismo que debe leerse en al-gunos casos como deseo de desvincular a los Esta-dos Unidos de los asuntos mundiales, pero en mu-chos otros como interés por conservar para el paísla capacidad de maniobra, evitando que la Liga me-noscabara dicha capacidad.

En las décadas de 1920 y 1930, la derrotada “ame-naza externa” alemana fue reemplazada por la pro-cedente de la Revolución Bolchevique rusa de 1917,y entre este año y 1933 Estados Unidos no sólo sesumó a las medidas de bloqueo diplomático y eco-nómico adoptadas por las potencias europeas, exprestamistas del derrocado régimen zarista ruso, sinoque también interrumpió los vínculos diplomáticosy comerciales con Moscú. Esta paranoia antisoviéticase acentuó con la firma del Pacto Nazi-Soviético oMolotov-Ribbentropp de 1939. Pero la ruptura deeste Pacto tras la invasión nazi a la Unión Soviética,y la adscripción del régimen de Josef Stalin al ban-do aliado en 1941 fueron factores que contribuye-ron a redimir la negativa imagen del Kremlin antelos ojos de los norteamericanos.

TTTTTercera etapa (1941 a 1991):ercera etapa (1941 a 1991):ercera etapa (1941 a 1991):ercera etapa (1941 a 1991):ercera etapa (1941 a 1991):A partir del ataque aéreo japonés a la base norte-

americana de Pearl Harbor (Hawai) el 7 de diciem-bre de 1941, para la opinión pública norteamerica-na quedó claro que la protección de los mares ya noera más un activo estratégico que garantizara unarelativa invulnerabilidad frente a las amenazas ex-ternas. Impulsor de la “guerra económica” contralas naciones del Eje y a favor de Gran Bretaña entrelos años 1940 y 1941, y activo participante en laSegunda Guerra Mundial a partir de diciembre de1941, el presidente Franklin Delano Roosevelt(1933-1945) gestó una estrategia de hegemonía ba-sada en el multilateralismo y la autorestricción, que

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permitía sumar a aliados europeo-occidentales enla tarea de “contención” a la amenaza soviética. Adiferencia de la estrategia gestada por Adams, larooseveltiana estuvo caracterizada por lainfrecuencia de la acción unilateral norteamericanay por la resistencia a la anticipación (preemption) y laguerra preventiva (preventive wars). Estos elementosbásicos no fueron alterados por los sucesores delmandatario demócrata durante los años de vigenciade la “Guerra Fría” contra la URSS, no obstante elpasaje de la inclusión de Moscú como uno de los“Cuatro Policías” garantes del orden mundial deposguerra concebido por Roosevelt, a la “GuerraFría” contra el Kremlin decretada por su sucesor,Harry Truman (1945-1953). Tampoco perdió vigen-cia el concepto rooseveltiano de arsenal de la de-mocracia, cuya existencia en el pensamiento delmandatario demócrata fue en realidad anterior alataque a Pearl Harbor y que cumplía con dos me-tas: la de ir al rescate de los aliados para evitar elcolapso de Gran Bretaña y de Francia y sus negati-vos efectos en Europa y en la economía mundial; yla de minimizar las bajas norteamericanas en la gue-rra con aporte humano británico y, sobre todo, so-viético. El uso intensivo de la fuerza aérea y la pre-ocupación por reducir al mínimo las bajas norte-americanas durante los años de la Guerra Fría (conlas excepciones de las Guerras de Corea y Vietnam)fueron evidencias de esta continuidad, así como tam-bién la prolongación de dichas tendencias en con-flictos post-Guerra Fría como Haití o Kosovo.

La mayoritaria adhesión de las fuerzas políticasy sociales norteamericanas a la contención ocultómal importantes divergencias. Una, ¿cuál era elactor que debía ser contenido? Entre 1947 y 1949la respuesta fue unívoca: la URSS era la potencia aser contenida; a partir de esta última fecha y hasta1972 China comunista acompañó a la URSS comosujeto de las estrategias de contención. Dos, ¿quéárea o áreas debían ser contenidas? Al respecto,hubo dos variantes de contención: la asimétrica —que distinguía áreas vitales y áreas periféricas paralos intereses de seguridad norteamericanos—; y lasimétrica, para la cual dicha distinción no tenía sen-

tido. Durante el primer tramo de la administracióndemócrata de Harry Truman hasta la “pérdida”de China en manos comunistas en 1949, primó laprimera de estas variantes, con centro en EuropaOccidental y Japón; a partir de la “pérdida” deChina, la contención se expandió, a través de alian-zas militares e intervenciones encubiertas, hacia loscontinentes asiático y americano. Finalmente, ¿cuálera el ritmo de contención apropiado? Hasta el de-sarrollo de la Guerra de Vietnam en las décadasde 1960 y 1970, George Kennan, padre de la es-trategia de contención, había recetado una con-tención “paciente y firme”, y dicha receta fue laque predominó (no obstante algún coqueteo de laadministración republicana de Dwight Eisenhowercon la estrategia ofensiva de rollback o liberaciónde Estados comunistas de Europa del Este).

Pero Vietnam produjo un cisma entre realistassoft y hard. Los primeros, encabezados por HenryKissinger, consejero de asuntos de Seguridad Na-cional y secretario de Estado de las administracio-nes republicanas de Richard Nixon (1969-1974) yGerald Ford (1974-1977), procuraron mantener lacontención “paciente y firme“, apostando al co-lapso progresivo del Kremlin como producto desus debilidades internas y de una estrategia de vin-culación de cuestiones (linkage politics) que incluíael uso de la “carta china” como forma de frenar aMoscú. En cambio, los hard, liderados por el con-sejero de asuntos de Seguridad Nacional de la ad-ministración de James Carter (1977-1981),Zbigniew Brzezinski, querían reemplazar la con-tención “paciente y firme” por una cruzada totaldestinada a herir de muerte al coloso soviético. Layihad afgana contra las tropas del Ejército Rojo,iniciada en 1979, brindó la oportunidad esperadapor los hard de aplicar una estrategia más cercanaal rollback que a la contención.

Junto con esta división entre los realistas, Viet-nam estimuló el ascenso de los neocons,autodefinidos por uno de sus miembros, IrvingKristol, como “liberales que se han dejado con-vencer por la realidad”, que estaban disgustadoscon la estrategia kissingeriana de vinculación. Pero,

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salvo en el breve lapso de retorno a la “GuerraFría” contra el “Imperio del Mal soviético” quecaracterizó el discurso del presidente republicanoRonald Reagan entre los años 1981 y 1985 y hastalos atentados del 11 de septiembre de 2001, losneocons tuvieron un rol marginal en la justificacióno formulación de iniciativas de política exteriornorteamericana, hasta que el impacto interno delos atentados terroristas de septiembre de 2001obligó a George Bush hijo a “comprar” el libretoideológico propuesto por este sector.

Cuarta etapa (1991 a 2001):Cuarta etapa (1991 a 2001):Cuarta etapa (1991 a 2001):Cuarta etapa (1991 a 2001):Cuarta etapa (1991 a 2001):Tras el colapso de la URSS en 1991, la amenaza

comunista fue reemplazada paulatinamente en lavisión estratégica norteamericana por amenazasmúltiples estatales —los rogue states provistos conarmas de destrucción masiva (como Irak, Irán oCorea del Norte) y los failed states que pueden co-bijar células terroristas (como Afganistán)— y noestatales —procedentes de las acciones del terro-rismo y del crimen organizado transnacional—.Los realistas soft propusieron enfrentar estas ame-nazas a través de la construcción de una“concertación de poderes” bajo auspicio norteame-ricano. Esta idea animó la alianza ampliada anti-Irak durante la Primera Guerra del Golfo (1990-1991) gestada por la administración republicanade George Bush padre (1989-1993) en nombre dela integridad territorial de Kuwait. El limitado ob-jetivo de la intervención norteamericana —casti-go pero no derrocamiento del régimen de SaddamHussein por temor a la fragmentación del espacioiraquí— disgustó a los nacionalistas asertivos ylos realistas hard, partidarios de usar el poder mili-tar norteamericano para disciplinar a los estadosvillanos como Irak; y a los neocons, “wilsonianoscon botas” interesados en la democratización deMedio Oriente de acuerdo con los valores norte-americanos aun a través del uso de la fuerza mili-tar. Ambos reclamaron a Bush padre —y luego asu sucesor demócrata, Bill Clinton (1993-2001)—, la necesidad de que Estados Unidos ejerciera sincomplejos una política de primacía destinada a uti-

lizar el poder militar para castigar, con o sin luzverde de sus aliados y de las Naciones Unidas, alos estados agresores como Irak o cómplices delterrorismo como Sudán o Afganistán.

Quinta etapa (2001-2005):Quinta etapa (2001-2005):Quinta etapa (2001-2005):Quinta etapa (2001-2005):Quinta etapa (2001-2005):La gestión republicana de George W. Bush hijo,

iniciada en enero de 2001, se caracterizó por atra-vesar ocho meses que estuvieron más cerca delneoaislacionismo que de la receta de primacía. Peroel impacto de los ataques terroristas a las TorresGemelas y al Pentágono del 11 de septiembre deese mismo año hizo que Bush hiciera suya la rece-ta de la primacía. Esta receta contó con aval inter-no e internacional en el caso de la intervención enAfganistán para desmantelar al régimen talibán y alas células de Al-Qaeda entre los meses de octubrey diciembre de 2001, pero dicho capital de legiti-midad evidenció síntomas de agotamiento duran-te la guerra contra Irak —iniciada en marzo de2003 y débilmente justificada en términos de lasconexiones no comprobadas entre el régimen deSaddam Hussein, la existencia de armas de des-trucción masiva y las acciones de Al-Qaeda y losgrupos terroristas asociados a esta red—. El finformal de la guerra en abril de 2003 con la tomade Bagdad y el colapso del régimen de Saddam,dio paso a un proceso de insurgencia contra la pre-sencia de fuerzas de la coalición y de guerra entrelas distintas facciones étnico-religiosas delcaleidoscopio iraquí.

SeSeSeSeSexta etapa (2005 a la actualidad)xta etapa (2005 a la actualidad)xta etapa (2005 a la actualidad)xta etapa (2005 a la actualidad)xta etapa (2005 a la actualidad):En esta etapa, coincidente con el inicio del se-

gundo mandato presidencial de Bush, tuvo lugarun giro hacia una posición que, en la práctica mu-cho más que en el discurso, está mucho más cerca-na al realismo prudente kissingeriano-powellianoque a las advocaciones de los sectores neocons y na-cionalistas asertivos al ejercicio de la primacía glo-bal. A pesar del doble llamado de Bush a incre-mentar la presencia militar norteamericana en Iraky de su veto al plan de retiro presentado por los

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legisladores demócratas, el mayoritario triunfo elec-toral opositor en las legislativas de noviembre de2006 ha dejado sus huellas: el vicepresidente,Richard Cheney mantiene un perfil bajo; el ex se-cretario de Defensa Donald Rumsfeld, un halcóndevoto de la receta de primacía, fue despedido; yla secretaria de Estado Condolezza Rice, una figu-ra emparentada con el nacionalismo asertivo, ha

intentado en estos últimos meses un acercamientocon Irán y Siria, dos de los componentes del “Ejedel Mal” según la Doctrina Bush. Es más: “Condi”Rice ha reconocido explícitamente la existencia deerrores tras la caída de Bagdad, incluyendo unaimplícita crítica al programa de reconstrucción lle-vado a cabo por el administrador Paul Bremer,quien ordenó la disolución del ejército iraquí.

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“Política. Cuestiones y problemas”, de Luis Aznar y MiguelDe Luca, Editorial Ariel, Buenos Aires, 2006, 362 páginas.

Un nuevo manual de ciencia política

•|• Sabrina Garbovetzky(Politóloga, UBA)

EL LIBRO COMPILADO POR Luis Aznar y MiguelDe Luca presenta una visión sintética y accesi-ble a cualquier lector de algunas de las temáticasmás relevantes de la Ciencia Política contempo-ránea, teniendo como objetivo primordialaproximar esos fenómenos políticos a estudian-tes e investigadores de las ciencias sociales, apartir de diversas miradas sobre los mismos.Como lo anuncia Carlos Floria en su prefacio,en los capítulos de esta obra se incluyen dife-rentes versiones y perspectivas teóricas sobrecada una de las cuestiones y las problemáticasderivadas de ellas, ya sean estos enfoqueshistóricos, sociológicos, filosóficos o netamentepolitológicos.

El compendio que presenta esta obra se organi-za en nueve capítulos escritos por profesionalesespecializados en los temas sobre los queescriben. Cada uno de los artículos es un breverepaso acerca de las cuestiones más relevantesde los fenómenos políticos abarcados, así comoun estado del arte sobre sus conceptos principa-les. Es por este motivo que el libro presenta unpanorama generalizado sobre las temáticas paralo cual, si se desea mayor información, esnecesario recurrir a las fuentes originariasmencionadas en los apéndices finales. Podríadecirse que las secciones abordadas por estetexto introductorio están estructuradas en dosgrandes partes (sin necesariamente estar formu-lado en estos términos). En la primera, se tratade acercar las formas de realizar Ciencia Políticaa estudiantes de diferentes carreras a partir de

una aproximación a lo que se considera “políti-ca” y “Ciencia política”, y las metodologías quese utilizan corrientemente en la disciplina. En unsegundo gran apartado se incluyen las unidadestemáticas que se corresponden con los fenóme-nos políticos más estudiados actualmente: regí-menes políticos y democracia, gobierno y formasde gobierno, partidos políticos, elecciones ysistemas electorales, movimientos sociales,liderazgo y relaciones internacionales.

En el primer capítulo Luis Aznar nos acerca laproblemática de definir qué es la política, apar-tando definiciones de sentido común, especial-mente en un siglo donde redundan las percep-ciones negativas muchas veces asociadas a lasprácticas cotidianas. Con este fin, se introducenautores clásicos como lo son Weber y Marx,cuyas perspectivas van a confluir en la interpreta-ción de qué es lo que se considera eminentemen-te político. Una vez brindada una primera defini-ción a raíz de esa confluencia, y de discernircomo se presenta el ámbito político en la moder-nidad, se plantean algunos conceptos comple-mentarios para reforzar la cuestión en la actuali-dad, términos especialmente provenientes de laCiencia Política norteamericana y sus diferentesenunciaciones sobre la traducción de “política”,como lo son los términos polity, politics y policy. Lohasta aquí enunciado hace mención del intentodel autor de establecer un gran objeto de estudio(que luego será demarcado en otros capítulos) deuna disciplina de la cual se encargará de definir.Para poder explicar detenidamente qué es lo que

RESEÑAS &REVISIONES

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se considera Ciencia Política, se trata de delimitaresta ciencia a partir de la confrontación (especial-mente metodológica) con otras áreas académicas,delimitando así la disciplina y las diferentesdimensiones de estudio que la componen. Parafinalizar, se realiza una descripción acerca de laevolución histórica de los conceptos principalesde las teorías políticas desde los primeros pensa-dores políticos griegos hasta nuestros días,planteando que estas categorías conviven actual-mente con las teorías y conceptualizaciones másmodernas en una relación dialéctica, deinteracción continua.

Dentro de ese primer gran apartado tambiénencontramos un capítulo, de Santiago Rotman,en referencia a las metodologías de investigacióncomúnmente utilizadas en las ciencias sociales.Aquí se realiza un recuento de las diferentesetapas delimitadas por las cuales se sucede unproceso de investigación. Incluso, finalizando elcapítulo, se hace mención —en un apartadoespecífico— a metodologías propias de unarama de la Ciencia Política, como son las estrate-gias y diseños utilizados en la política compara-da. A modo de síntesis, este capítulo proporcio-na el escenario metodológico general de lasciencias sociales, en sus numerosas variantes, asícomo también brinda una excelente guía prácticade cómo realizar una investigación.

Adentrándonos en los fenómenos políticosespecíficos, el tercer capítulo, escrito por SoledadMéndez Parnes y Juan Negri sobre democracia,es una muy buena compilación actual de lascuestiones más relevantes sobre el tema. Lodestacado de este apartado es que, más allá dedesarrollar las diferentes definiciones teóricas, sebrinda al lector diferentes momentos comproba-dos de este régimen, partiendo de una perspecti-va histórica, de la premisa de que todo ordenpolítico es dinámico, por lo cual nos brinda unaspecto más allá de lo conceptual y de la distin-ción tradicional entre democracia clásica yrepresentativa.

El artículo referente al gobierno nos otorga unaintroducción a la cuestión, pasando revista aproblemas centrales como su definición (debidoa su multidimensionalidad), que se verá reflejadaen las interpretaciones presentadas. Como todobuen capítulo sobre el ámbito gubernamental, sebrinda una explicación sobre las diferentesformas de gobierno en todas sus variables(estructura del ejecutivo, legislativo, entre otras),así como su desarrollo histórico y el debateacadémico en torno a estas. Es necesario desta-car que, finalizando, las autoras Mara Pegoraro yFlorencia Zulcovsky nos presentan algo novedo-so en cualquier artículo introductorio sobre eltema: el abordaje de problemas actuales comoson la gobernabilidad y la “gobernanza”.

Introduciéndonos en cuestiones institucionales,el artículo sobre partidos políticos (de LucianaCingolani) se divide en dos grandes partes; porun lado lo que refiere a las organizaciones parti-darias y sus diversas interpretaciones en cuanto asus orígenes, sus estructuras internas y los cam-bios producidos en ellos de acuerdo al contextohistórico, y por otra parte la competencia entreestas instituciones, es decir, el sistema de parti-dos, el cual se aborda desde el análisis de losenfoques clásicos sobre el tema. Para este desa-rrollo se explican las tres variables más relevantesde análisis: fragmentación, polarización einstitucionalización, siendo esta últimaimplementada actualmente en el análisis sobrelos sistemas partidarios de América Latina.

Por su parte, Miguel De Luca nos acerca a laselecciones y los sistemas electorales desarrollan-do la multiplicidad de aspectos incluidos en todoproceso electoral, desde la definición hasta losatributos que componen el sistema electoral, suclasificación y sus efectos sobre el sistema políti-co, siempre teniendo en cuenta que no sólo enlos regímenes democráticos existen elecciones yque, por último, la selección de representantesno es el único objetivo para el cual seimplementan las mismas.

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En el capítulo séptimo se incorpora algo suma-mente interesante para un manual introductorioa la Ciencia Política: los movimientos sociales, elobjeto de estudio de la sección desarrollada porFederico Rossi, a partir de una visión más socio-lógica pero siempre haciendo hincapié en losefectos producidos de esta forma de accióncolectiva sobre el sistema político. Aquí seincluyen definiciones y diversas interpretaciones,así como también una breve descripción históri-ca de los cambios producidos en ellos desde susorígenes hasta nuestros días. Es necesario desta-car que el análisis realizado del movimientosocial en sí, una vez definido, presenta variasetapas: la del surgimiento, de estructuraciónorganizativa y, por último, las formas de accióndel movimiento, como por ejemplo la protestasocial.

Otra innovación dentro de este libro es la incor-poración de un artículo sobre el liderazgo,escrito por Martín D’Alessandro. A partir de lapregunta sobre la naturaleza del liderazgo, sepresenta un análisis pormenorizado de las dife-rentes visiones sobre el fenómeno, entremez-clando visiones politológicas, sociológicas ypsicológicas, a partir de la dificultad y falta deprecisión en su definición. Desde una perspecti-va política, se desarrollan diversos aspectos sobrela temática, como su presencia institucional enun régimen democrático o en aquellosautoritarismos o totalitarismos del siglo XX, asícomo también su presencia en organizacionespolíticas modernas como los partidos políticos yla presencia de liderazgos fuertes a partir de loscambios representativos de las últimas décadas.

Debido a que la política interna de un Estadomuchas veces se ve afectada por sus relacionesexternas, el último capítulo de la presente obra(desarrollado por Elsa Llenderrozas) se encargade analizar las relaciones internacionales, en suintento de consolidarse como disciplina autóno-ma. Dentro de este apartado se ofrece, al igualque en grandes partes del libro, un recorridoteórico conceptual de las grandes interpretacio-

nes clásicas sobre este área de estudio. Es así quese desarrollan las perspectivas realistas, idealistasy la teoría de la interdependencia compleja, parafinalizar con enfoques más actuales sobre losproblemas enunciados, a partir de los debatesproducidos durante el siglo XX y lo que va delsiglo XXI. Este artículo nos deja como conclu-sión, una vez realizado el desarrollo teórico, quelas relaciones internacionales —al igual de lo quesucede en muchos de los fenómenos políticosanalizados a lo largo de estas páginas— presen-tan un gran pluralismo conceptual ymetodológico en su interior.

Culminando, lo interesante y nutritivo de estelibro es que al lector, al final de cada uno de loscapítulos, se le presenta un apéndice con recur-sos no solamente bibliográficos sino de recursoselectrónicos en la Web que permite, si se lodesea, ahondar en la investigación de las proble-máticas planteadas por los autores. Encomplementariedad, al final de la obra, se pre-sentan dos apéndices sumamente interesantespara aquellos que recién se acercan a la lecturasobre cuestiones de Ciencia Política y pretendencontinuar: en primer lugar, una larga lista debibliografía clásica sobre los temas tratados en laobra y, en segunda instancia, una enumeraciónde revistas actuales de la disciplina y relacionadascon ella, en la cual se incluyen datos editoriales ydirecciones web.

En conclusión, Política. Cuestiones y problemas es unlibro introductorio a la Ciencia Política, en el quese resumen satisfactoriamente muchas de lastemáticas estudiadas actualmente, brindando lasherramientas bibliográficas y de comprensiónnecesarias sobre el fenómeno político a cualquierpersona que quiera acercarse a leerlo.

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“Metodología de las ciencias sociales”, de Alberto Marradi,Nélida Archenti y Juan Ignacio Piovani, Emecé Editores,Buenos Aires, 2007, 322 páginas.

Un aporte al campo de la didáctica dela metodología

•|• María Paula Gago(Politóloga, UBA)

“OCUPARSE DE METODOLOGÍA es encontrarse enuna continua tensión dialéctica (...) si se obtura ladimensión epistemológica, la metodología sereduce a un conjunto de prácticas no reguladasintelectualmente, y si se abandona el aspectotécnico, se transforma en una especulaciónabstracta sobre las ciencias sociales”, aseguranlos profesores Marradi, Archenti y Piovani enMetodología de las ciencias sociales. Escapando atendencias “unidireccionales” (que se limitan o altratamiento de los argumentos epistemológicos obien al de las cuestiones técnicas) los autorestrabajan de manera articulada tanto aspectosteóricos y filosóficos como técnicos, recurriendoa una estrategia raramente utilizada en la ense-ñanza de los métodos de las ciencias sociales: lareconstrucción socio-histórica, la cual no sólosirve para la comprensión de los procesos deproducción y reproducción de sentido en tornode los conceptos y herramientas metodológicassino que, además, facilita un uso más crítico ycreativo de los instrumentos de investigación, alsensibilizar a los estudiantes acerca de su carácterde “construcciones sociales”. Esto último consti-tuye un punto interesante puesto que atañe a lareflexión epistemológica no sólo cuestionarsesobre los ya mencionados instrumentos deinvestigación sino también sobre los supuestosimplícitos de los métodos. Porque, tal comosostiene Bourdieu en El oficio del sociólogo, “todataxonomía implica una teoría, una divisióninconsciente de sus alternativas, se opera casi

siempre en función de una teoría inconsciente,es decir casi siempre una ideología”.

Por otra parte, los autores rescatan los másrecientes desarrollos metodológicos y la utiliza-ción de instrumentos tecnológicos, con el objeti-vo de presentar un panorama pluralista de lasestrategias que se utilizan en la producción deconocimientos en las ciencias sociales. En conse-cuencia, es un texto que está preparadopedagógicamente tanto para cursos de metodo-logía de las ciencias sociales en carreras de gradocomo para cursos de posgrado, y para todosaquellos que necesiten de las herramientasmetodológicas para tareas de investigación.

También cabe destacar que el texto no se centraen uno u otro de los tipos de investigación quese conocen como cuantitativo y cualitativo. Porel contrario, los autores proponen ir más allá dela tradicional distinción de los métodos, quellamarán “estándar” (cuantitativo) y “noestándar” (cualitativo). Esta aproximación sefunda en la idea según la cual todo proceso deinvestigación involucra un conjunto de decisio-nes no lineales y de distintos niveles de compleji-dad, que ponen en juego saberes impersonales(técnicos y objetivados) y saberes personales. Porlo tanto, los autores abordan críticamente ellenguaje y los respectivos instrumentos concep-tuales y operativos de las estrategias para cons-truir conocimiento, yendo más allá de la tradicio-nal diferenciación de los métodos antes mencio-nada.

RESEÑAS &REVISIONES

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Proponiendo un abordaje didáctico de las pro-blemáticas del campo de la metodología de lasciencias sociales, el libro se divide en cuatromódulos. Aunque en todos ellos se trabaja sobreuna variedad de temas articulados, cada uno secaracterizará por el énfasis puesto a algún aspec-to distintivo. En consecuencia, el primer módulo,que incluye los capítulos 1 a 4, aborda los funda-mentos teóricos y filosóficos de la investigaciónsocial, los debates metodológicos contemporá-neos y la clarificación de términos clave como,por ejemplo, metodología, método y técnica.Conceptos elementales del campo que, enmuchos casos, no son definidos con precisión oincluso son tomados como intercambiables. Elsegundo módulo, que abarca desde el capítulo 5al 9, comprende el desarrollo de los principalesinstrumentos conceptuales de la investigaciónsocial: el diseño de la investigación, objetos,unidades de análisis, variables, construcción deescalas, indicadores, índices, etc. Del capítulo 10al 14, que conforman el tercer módulo, se abor-dan las técnicas de recolección de informaciónmás difundidas: la observación, el sondeo, laentrevista en profundidad, el focus group y otrasformas de entrevista grupal, además de incluirestudios de caso. Finalmente, en el cuarto módu-lo (capítulos 15 a 17) el acento está puesto en losproblemas de análisis, y no sólo se hace referen-cia al análisis bivariable sino a otras formascomo, por ejemplo, el análisis del discurso.

Desde un enfoque crítico, Metodología de las ciencias

sociales se propone una doble tarea: por un lado,explicitar los usos dogmáticos y ritualizados delos métodos estándar, reconociendo el lugarcentral del investigador en la selección de herra-mientas y en la interpretación significativa de losresultados de su empleo pero, por otra parte,dicha actitud crítica implica destacar, en el casode los métodos no estándar, que la simple apela-ción a la subjetividad y a la creatividad, comorecursos genuinos de investigación, no son unaexcusa legitimadora de un “todo vale”metodológico porque, aunque en menor medida

que en la aproximación estándar, también tienepresencia el conocimiento de tipo técnico. Ensuma, los autores comparten aquellas posturasque asignan a la metodología un espacio centralen un continuum de análisis crítico ubicado entrelos postulados teóricos que hacen posible elconocimiento social y la elaboración de lastécnicas de investigación.

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“La política después de los partidos” de Isidoro Cheresky(compilador), Prometeo Libros, Buenos Aires, 2007, 437páginas.

La opinión, lo local y los partidos

•|• María Paula Bertino(Politóloga, UBA)

LOS PARTIDOS POLÍTICOS han concentrado siemprela atención de la Ciencia Política. Entendidoscomo parte fundamental del régimen democráti-co, la principal preocupación en la actualidad giraen torno a la visión crítica y apática de la ciuda-danía para con ellos. Las modificaciones en laconcepción de la representación (y por ende, lapropia función de estos “agregadores de deman-das”) han llevado a los politólogos a la búsquedade explicaciones que contengan los diferentesfenómenos manifestados en la sociedad. Elinterrogante que se plantea gira en torno a lasubsistencia de los partidos en un contextoadverso, donde aquellos a los que dicen repre-sentar no los reconocen como canales efectivosde representación de sus intereses. Sin duda elcaso argentino da cuenta de estos fenómenos yde las consecuentes transformaciones que sufrenlos partidos, puesto que en los últimos diez añosha transitado escenarios de desafección política,baja participación ciudadana y ante todo, unreclamo ciudadano por la modificación en lasestructuras de representación cuya máximaexpresión queda plasmada en la crisis de diciem-bre de 2001.

La recomposición del escenario político argenti-no constituye, entonces, un caso interesante parabuscar la respuesta a la pregunta ¿hacia dondeavanza la nueva concepción de representaciónpolítica? ¿Cual es el camino que comienzan atransitar los partidos políticos dentro de estemarco?

Tratando de dar respuesta a estos interrogantes,el equipo de investigación “Las nuevas formaspolíticas” dirigido por Isidoro Cheresky nospresenta un análisis detallado de las últimaselecciones legislativas en la Argentina. Centradosen la hipótesis de que los partidos han pasado deser organizaciones estructuradas para convertir-se en aparatos al servicio de un liderazgo deopinión (idea retomada de Bernard Manin)analizarán la coyuntura electoral de 2005 buscan-do encontrar continuidades que expliquen elcómo y el por qué de la transformación de laidea de representación en el imaginario de laciudadanía argentina.

De esta manera, el volumen se divide en trespartes, una primera que pretende dar un marcoteórico (a cago del compilador y de HugoQuiroga), una segunda parte que da cuenta delos estudios de caso de cinco distritos (las pro-vincias de Buenos Aires, Santa Fé, Mendoza ySantiago del Estero y la Ciudad Autónoma deBuenos Aires) y tres partidos bonaerenses (LaMatanza, Morón y La Plata) y una tercera parteque hace hincapié en el acto electoral y lasconsecuencias de la reforma política para la ideade representación y el vínculo entre ciudadanía ypartidos políticos.

En el primer artículo, Cheresky se interrogarespecto a la evolución del régimen político enArgentina. Observa de manera precisa y detalla-da la necesidad de concentración de poder quellevó al recientemente electo Kirchner a susten-

RESEÑAS &REVISIONES

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tar su legitimidad, no ya en los votos obtenidosen la elección presidencial, sino en la cada vezmás relevante medición de imagen positiva. Dacuenta de las acciones llevadas a cabo por elGobierno con la mirada puesta en la construc-ción del liderazgo de opinión, que desencadenahacia el 2005 la idea de elecciones plebiscitarias(más que de renovación parcial de las Cámarasdel Congreso).

Hugo Quiroga presenta en su artículo las expli-caciones que sustentan la idea de la “democraciade opinión”, destacando la fortaleza que adquie-re la opinión pública frente a un escenariopolítico fragmentado y en decadencia. De mane-ra sutil deja entrever las consecuencias negativasque el gobierno de la opinión pública puedegenerar en la idea de democracia y libertad.

Ya enmarcados en la idea de la conformación deun liderazgo de opinión, Darío Rodríguez intro-duce el primer caso a analizar (la Provincia deBuenos Aires) Presenta de esta manera el esce-nario político bonaerense con susreagrupamientos políticos y destaca la influenciade la figura presidencial y la nacionalización de laelección, así como la estrategia discursiva queadopta el partido oficialista en búsqueda de ladiferenciación de un adversario político no tanalejado en el arco ideológico.

También inserto en la provincia de Buenos Aires,el capítulo de Dolores Rocca Rivarola incorporael caso del partido de La Matanza, para observarcómo el partido oficialista retoma las estrategiasdiscursivas de antaño en pos de capitalizar unespectro electoral que de otra manera no lehubiera sido afín. Este caso particular muestra ladinámica de competencia en un distrito dondelas estructuras de poder se ven aseguradas porredes de distribución de recursos fuertementeasentadas en la comunidad, y donde los actorespolíticos no partidarios ejercen una influenciaimportante en el votante medio.

El examen de otro partido bonaerense, Morón,es presentado de forma ordenada y prolija por

Rocío Annunzziata, retomando la idea deliderazgo de opinión y fortaleciendo el eje quedefine las diferentes campañas oficialistas yopositoras y que será tenido en cuenta en el restode los artículos: la confrontación de lo local conlo nacional, demostrando que más allá de laopinión pública, lo que realmente enfrentaba aoficialismo y diferentes oposiciones tiene que vercon aquello que Quiroga y Cheresky señalabancomo base del concepto de liderazgo de opinión,la concentración de poder en manos del ejecuti-vo nacional.

Finaliza el análisis de la Provincia de BuenosAires un artículo de Darío Rodríguez sobre laselecciones platenses, donde el autor describirálos reagrupamientos políticos de la secciónelectoral y dará cuenta de la pugna justicialistapor el sello oficial del partido en el gobierno.

El artículo sobre la provincia de Santa Fé, enca-rado por Soledad Delgado, merece un apartedentro de la compilación, puesto que más allá deconstatar la existencia de liderazgos de opinión anivel provincial y rescatando la idea de lo localcontra lo nacional, profundiza el análisis alestablecer correlaciones y dar lugar ainterrogantes sobre la continuidad de un signopolítico al frente del gobierno provincial.

En cuanto a la Ciudad Autónoma de BuenosAires, Sebastián Mauro y Federico Monterocentrarán su estudio en torno a las estrategiasdiscursivas de los candidatos a diputados nacio-nales para luego observar cómo las diferentesfuerzas políticas se reagruparon en la legislaturaporteña en trono al Juicio Político, haciendohincapié en la retórica que adopta la oposición.

Isabel Silveti, en su artículo sobre Santiago delEstero, proporciona una descripción de loshechos que llevaron a la intervención federal, ylos diferentes escenarios electorales que sepresentaron en la provincia. Sin ahondar dema-siado en las causas, señala la desafección políticaque impera en la provincia, y deja abierto elinterrogante respecto la existencia efectiva de

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líderes de opinión (locales o nacionales) concapacidad de aglutinar electorado luego delencarcelamiento de la gobernadora Aragonés deJuárez y su entorno. Señala la importancia del“Crimen de la Dársena” como hitodesencadenante de la ruptura del partidooficialista, y, sin profundizar en el análisis, haceun aporte interesante sobre la bajainstitucionalización de los partidos en dichaprovincia.

La sección dedicada a los estudios de caso cierracon un artículo de Daniela Slipak referido a laprovincia de Mendoza, que da cuenta de lainterna radical dentro de la provincia, y explicacómo el liderazgo de opinión que ejerce lapresidencia tiene consecuencias electorales parala oposición, en particular luego del alineamientodel gobernador con el Ejecutivo Nacional. Sibien el artículo hace referencia a la conforma-ción de las listas en esa provincia, hace mencióna los reagrupamientos en el interior del legislati-vo provincial y las consecuencias de la rupturaen el interior de la UCR.

La tercera sección de la compilación se componede dos artículos. El primero, de VirginiaOliveros y Gerardo Scherlis, da cuenta de doselementos del sistema electoral y su incidencia enla idea de representación política: la legislaciónque establece internas abiertas, obligatorias ysimultáneas y la concomitancia de las elecciones.La descripción de ambos mecanismos y suimplementación en las elecciones legislativas de2005 lleva a los autores a interesantes conclusio-nes vinculadas con la desafección ciudadana. Enparticular los bajos niveles de convocatoria de lasinternas partidarias y la primacía de las cúpulasde los partidos en la decisión última de loscandidatos permiten cuestionar la efectividad dela norma implementada. Por su parte, la simulta-neidad de las elecciones resulta un dato nomenor en el marco de unas elecciones legislativasque se presentan como plebiscito del EjecutivoNacional. Esta normativa generó un efecto

arrastre para los cargos locales que favoreció alos partidos con alcance nacional.

Por último, el volumen incluye un artículo deDaniela Slipak referido a la significación del actoelectoral, armado en base a la observaciónparticipante de las elecciones en tres provinciasargentinas. El mismo no establece conclusiones,sino que pretende mostrar las prácticas usualesen torno al acto eleccionario, viendo en el mis-mo un rito joven dentro de un contexto dedemocracia reciente.

Para finalizar, un anexo con los resultados elec-torales cumple la función de clarificar ciertasconclusiones. A partir de la observación de losporcentajes que alcanzan los diferentes partidosen cada una de las provincias, es posible com-probar el efecto arrastre en aquellas provinciasdonde se eligieron diputados y senadores. Tam-bién permite distinguir la existencia o no deescisiones partidarias generadas por el vacío legalde las internas abiertas, obligatorias y simultá-neas.

La política después de los partidos deja abiertosmuchos interrogantes sobre la existencia efectivade liderazgos de opinión, la relevancia de losaparatos partidarios y la importancia de la etique-ta partidaria en las elecciones, pero por sobretodo demuestra que no hay explicacionesunicausales de la transformación de los partidospolíticos y la idea de representación. Constituyeuna visión interesante de la política argentina delos últimos años y aporta en gran medida a ladiscusión sobre la formación del liderazgopolítico en nuestro país. Pero la utilidad funda-mental que tiene esta compilación está vinculadacon la descripción detallada y extensa del mapapolítico argentino en 2005, que da la pauta paraobservar cómo pueden desarrollarse la compe-tencia electoral, los apoyos y las disputas, losreagrupamientos políticos y las nuevas coalicio-nes electorales para 2007.

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