El Via Crucis - Fe y Luz · Luz en el transcurso de un triduum pascual en Lourdes, y sabemos que la...
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El Via Crucis Camino de la fe, camino de la luz
Fe y Luz internacional
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Nihil Obstat Paris, 27 febrero 2016 Padre Gérard Pelletier Imprimatur Paris, 27 febrero 2016 Padre Maurice Vidal, Vic. Ep. © Fe y Luz internacional
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Introduccíon
E ntre los miembros de Fe y Luz, son los
padres quienes tienen ciertamente el
sufrimiento y el dolor más grandes. La
amistad que se vive en el seno de las
comunidades es un gran alivio, pero el
acompañamiento de Jesús que lleva su cruz con
ellos es un inmenso consuelo. En 1971, nació Fe y
Luz en el transcurso de un triduum pascual en
Lourdes, y sabemos que la Pasión de Cristo y su
Resurrección son dos acontecimientos que no
podemos separar. Dios los ha reconciliado en
Cristo, en Su cuerpo de carne, mediante Su muerte,
a fin de presentarlos santos, sin mancha e
irreprensibles delante de Él. (Col 1,22)
Este Via Crucis es un camino de Esperanza
para que todos, personas con una discapacidad
intelectual, padres, amigos, capellanes, tomemos
nuestra cruz para caminar siguiendo a Jesús hacia
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el Gólgota, seguros de que viviremos con él su
muerte y su resurrección. Ahora me alegro de mis
sufrimientos por ustedes, y en mi carne,
completando lo que falta de las aflicciones de
Cristo, hago mi parte por Su cuerpo, que es la
iglesia (Col 1, 24).
Los testimonios que se presentan en cada
estación son, en su mayoría, tomados de
situaciones reales (aunque algunos nombres han
sido cambiados).
Ghislain du Chéné
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Primera estación
Jesús es condenado a muerte Los futuros padres
confrontados a un diagnóstico prenatal
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Mira que te he ofrecido en este día el bien y la
vida, por una parte, y por la otra, el mal y la muerte.
Escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu
descendencia. (Dt 30,15 y 19)
Pilato volvió a salir y les dijo: "Miren, lo traigo
fuera para que sepan que no encuentro en él
ningún motivo de condena."
Jesús salió, llevando la corona de espinas y el
manto rojo. Pilato les dijo: "¡Aquí tienen al hombre!"
(Jn 19, 4-6)
Cuando le vieron los principales sacerdotes y los
alguaciles, dieron voces, diciendo: "!Crucifícale!
¡Crucifícale!' Pilato les dijo: "Tomadle vosotros, y
crucificadle; porque yo no hallo delito en él."
En el estacionamiento del hospital donde, una
semana antes, habían oído el terrible diagnóstico
de la discapacidad de su hijo, portador de
trisomía 21, dos futuros padres platican entre
ellos al respecto antes de comunicar su decisión:
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¿Entonces, estamos de acuerdo?
Sí, vamos a decir que queremos tenerlo; nuestro
encuentro de ayer con la pequeña María nos dio
una idea completa de la trisomía, a diferencia de
la de los médicos, quienes nos predecían algo
completamente insoportable: es como si ellos
hubieran querido desalentarnos. ¡Mientras que
María es tan alegre y tan afectuosa! Nos habló
como si hubiéramos sido amigos desde siempre.
Entonces, no es nuestro bebé a quien nosotros
condenamos a muerte; a través de él, tengo la
impresión de querer matar a todos los niños
como María, en quien no encuentro motivo
alguno para condenarla. Es más bien por causa
de nuestra ambición profesional, nuestro deseo
de querer controlar todo en nuestra vida,
nuestro rechazo al no aceptar nuestras propias
debilidades, que vamos a matar…
Cogidos de la mano, esos jóvenes padres se
van con la determinación de dar su respuesta;
están felices de que esté lloviendo, no se notará
que ellos han llorado tanto…
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Roguemos por todos los padres jóvenes
que se enfrentan a la violencia del
diagnóstico de la discapacidad de su hijo.
Están en una posición de gran tensión y son
incitados a tomar urgentemente una
decisión inhumana. Para que encuentren,
en esos momentos dolorosos, verdaderos
amigos que les ofrezcan apoyo y
compasión, alegría y esperanza. Te
rogamos, Señor.
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Segunda estación
Jesús con la cruz a cuestas El shock del nacimiento
de un niño con una discapacidad
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Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás
de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su
cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar
su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la
salvará."
(Lc 9, 23-24)
Juan acaba de nacer; él gritó y la comadrona lo
lleva para lavarlo y ponerle pañales. Los padres
están ansiosos de ver a ese bebé esperado con
alegría y angustia desde que tomaron la decisión
de no escuchar la gran cantidad de consejos
“bondadosos” de no quedarse con ese niño. No
es la comadrona quien regresa, sino una
ayudante de enfermería que coloca al hijo sin
contemplaciones en el vientre de su mamá y
dice: ¡Usted lo quiso así, aquí tiene a su mongol! Los
padres no responden nada, pero los ojos se
llenan de lágrimas. El papá aprieta la mano de su
esposa como si quisiera decirle: No te preocupes,
aquí estoy.
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Por la noche, el médico que estuvo presente a
lo largo del día, pasa a dar la última visita. Se
queda por mucho tiempo, examina a Juan,
confirma a sus padres su discapacidad. Estos
escuchan con atención, temiendo otro
comentario desagradable… Pero al contrario, el
médico toma a Juan entre sus brazos y, con
mucha delicadeza, lo vuelve a poner en su cuna.
Se queda ahí, mirándolo durante mucho tiempo,
luego le habla con dulzura: Buenas noches Juan,
duerme bien. Estoy seguro que serás muy feliz en tu
vida, tiene padres que te cuidarán bien.
Este fue para ellos el segundo shock de este
largo día, pero un shock positivo que los hizo
darse cuenta que no eran ellos quienes estaban
discapacitados y que tenían la misión de dar
felicidad a su hijo. Finalmente, ¡puede ser que
lleguen con esa cruz a cuestas!
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Roguemos por los auxiliares de
enfermería que tienen una gran
responsabilidad al recibir a los niños que
nacen con una discapacidad. En esos
momentos, los padres se encuentran muy
frágiles y tienen necesidad de palabras que
los reconforten y no que los lastimen. Para
que sepan encontrar la actitud y las
palabras que tranquilicen y los animen en
esas circunstancias. Te rogamos, Señor.
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Tercera estación
Jesús cae por primera vez Las dificultades de un papá
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Yo estoy tendido en medio de leones que
devoran con avidez a los hombres; sus dientes son
lanzas y flechas, su lengua, una espada afilada.
¡Levántate, Dios, por encima del cielo, y que tu
gloria cubra toda la tierra!
(Sal 56, 5-6)
Francisco tiene todo para ser feliz, una buena
profesión y una linda familia. Pero su última hija
está profundamente discapacitada: no ve, no
habla y no camina. Francisco es muy infeliz y se
encierra en la ira y la desesperanza. Huye de su
hogar, de sus amigos y corta toda relación con
Dios.
Un día, unos jóvenes de su parroquia llegan a
su casa para invitar a Sabina a pasar un fin de
semana, él les da un portazo en las narices con
violencia y grita su sufrimiento: ¡No está bien que
se burlen así de mi hija discapacitada!
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Cuando los mismos jóvenes, por segunda vez,
llegan a hacer la misma petición, ¡él termina por
aceptar y se siente intrigado al ver a Sabina que
regresa del fin de semana con una gran alegría
muy notoria en su rostro!
Entonces, él decide ir a ver a ese grupo que se
reúne todos los meses en la parroquia y descubre
una comunidad Fe y Luz. ¡Para él es un
maravilloso descubrimiento! ¡Su hija Sabina es
capaz de dar alegría a los que la rodean, es capaz
de entablar una relación de amistad con otros, es
capaz de irradiar el amor de Dios! ¡Ese Dios que él
creía malvado por haberle dado tanta desdicha!
¡Y su hija Sabina es quien le dará la mano para
volver a levantarse, para regresar a lo que nunca
debió haber dejado, el amor de los suyos!
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Roguemos por los padres de hijos con
discapacidad intelectual; cuyo gran
sufrimiento los lleva a encerrarse y a
aislarse, para que encuentren en su vida
amigos que los ayuden a levantarse y a vivir
relaciones de amistad. Te rogamos, Señor.
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Cuarta estación
Jesús encuentra a su Madre
Una mamá se regocija de todas las pequeñas cosas
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"¿Quién es mi madre y quiénes son mis
hermanos?" E indicando con la mano a sus
discípulos, dijo: "Estos son mi madre y mis
hermanos. Tomen a cualquiera que cumpla la
voluntad de mi Padre de los Cielos, y ése es para mí
un hermano, una hermana o una madre."
(Mt 12, 48-50)
Magdalena participa en la peregrinación de Fe
y Luz en Lourdes con su hija discapacitada,
Julieta, quien está tendida en una silla de ruedas.
Ella hace cola para entrar en la gruta de
Massabielle con muchos otros peregrinos de su
comunidad. En medio de esta multitud contenta,
un hombre está sorprendido al ver esta forma de
encuentro y tanta alegría emanada de las
personas visiblemente discapacitadas. Final-
mente, él se atreve a ir a su encuentro y se dirige
a Magdalena:
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Buenos días, ¿parece que usted forma parte del
grupo, veo que hay muchas sillas de ruedas?
Sí, somos de Fe y Luz, y hay cerca de 15 000
peregrinos del mundo entero para darle gracias
a María por el don de Fe y Luz.
¿Pero de qué podemos darle gracias cuando,
como usted, tenemos un hijo discapacitado?
Le voy a explicar por qué le doy las gracias,
aunque todos aquí podrían decir mucho. Yo ya
había venido aquí hace diez años y había hecho
una oración muy especial a María: quería que mi
hija que nunca había sonreído pudiera
manifestar un poco de afecto hacia mí, ya que la
atiendo todos los días.
El hombre se inclina hacia Julieta, ¡quien le
muestra una magnifica sonrisa! Muy conmovido,
le comenta a Magdalena:
¡Veo que usted ha estado muy complacida!
Sí señor, y hoy, vine aquí a dar las gracias a
María y a pedirle que haga lo mismo por los
demás…
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Por los padres que tienen una fe tan
grande que no piden más que pequeñas
cosas y ruegan más por la curación de los
corazones que por la de los cuerpos, para
que a través de su testimonio de fe, puedan
hacer comprender que Dios no se deja
descubrir más que a través de la pobreza, la
debilidad y la fragilidad. Te rogamos,
Señor.
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Quinta estación
El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
La comunión de oración de los amigos
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Y se burlaban de él. Pero Jesús los hizo salir a
todos, tomó consigo al padre, a la madre y a los que
venían con él, y entró donde estaba la niña.
Tomándola de la mano, dijo a la niña: "Talitá kumi",
que quiere decir: " Niña, te lo digo, ¡levántate!"
(Mc 5, 40-41)
La pequeña Isabel, trisómica, con quince
meses de edad, comienza a despertarse. Una
enfermera está de inmediato ante ella para
verificar que todo va bien. Ella se tranquiliza al
ver que los monitores están todos en verde y que
el corazoncito de Isabel late de forma normal.
¡Este órgano no ha latido durante dos o tres
horas, mientras el cirujano lo estaba operando:
un trabajo de mucha precisión! En el transcurso
de esta delicada operación, una bomba artificial
hacía circular la sangre en el cuerpo de Isabel.
Cuando todo finalizó, el cirujano volvió a
colocarlo en la caja torácica y lo hizo volver a
arrancar gracias a una pequeña descarga
eléctrica.
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Ahora, los padres pueden entrar en el cuarto
donde su hija los espera; ella ya no está en la sala
de recuperación y los recibe con una sonrisa
tímida; aún está un poco débil debido a esta
larga operación y, aparentemente, todavía tiene
dolores, pese a que recibe analgésicos con
gotero.
Durante toda esta larga mañana en la cual
Isabel estaba en las manos de hábiles cirujanos,
sus padres no se quedaron inactivos; rezaron
mucho, fueron a misa… ¡dos veces! Y todos los
padres y los amigos que habían sido invitados a
unírseles a través de la oración estaban en
comunión, y se puede decir que la mano del
cirujano, tan experta como podía ser, era
guiada… ¡Varios años más tarde, los resultados
de los exámenes siguen siendo excelentes y el
corazón de Isabel continúa latiendo con una gran
regularidad!
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Para que las familias cuyo hijo sufre de
una discapacidad se sientan siempre
apoyadas por la oración de sus amigos; para
que la oración este siempre lista para venir
al rescate de aquellos que están sumidos en
angustia, para que la comunión de los
santos se convierta en un verdadero punto
de apoyo y les dé tranquilidad. Te rogamos,
Señor.
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Sexta estación
La Verónica limpia el rostro de Jesús
Un testimonio fotográfico
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Cuídense, no desprecien a ninguno de estos
pequeños. Pues yo se lo digo: sus ángeles en el Cielo
contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo.
(Mt 18, 10)
Ana, con una ligera discapacidad, se siente
preparada para dar hoy su testimonio a
estudiantes de secundaria. Sus amigos le
pidieron que articulara bien para darse a
comprender bien; ella está un tanto ansiosa, pues
se da cuenta de la importancia del asunto.
Después de llegar al colegio, atraviesa el patio
de recreo con los tres amigos que la acompañan;
¡es el momento del recreo y se escuchan muchos
gritos y risas! Algunos alumnos se acercan y la
miran fijamente… Ella se detiene y les dice con la
voz alzada: ¿Quieres mi foto? Molestos, se alejan y
retoman sus juegos.
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La sesión con los jóvenes de tercero pasa muy
bien, y Ana cuenta con entusiasmo su vida, habla
de su familia y de su comunidad Fe y Luz. Una
presentación en diapositivas acompaña su
testimonio y ahí vemos toda la alegría que se
genera de los momentos compartidos con los
amigos, las risas con sus hermanos…y el
auditorio escucha atentamente, y no solo porque
el profesor principal esté sentado en el fondo de
la sala, ¡eso terminó con un largo periodo de
aplausos! ¡Ana se siente aliviada y feliz al ver que
todo salió bien!
Al regresar, hay que volver a atravesar el patio
de recreo, y Ana siente una ligera punzada en el
corazón cuando ve de nuevo el pequeño grupo
que la había interpelado. Ellos se acercan y una
niña le dice:
Gracias por este testimonio, me conmovió
muchísimo y te aseguro que mi mirada ha
cambiado…
Titubea un poco y agrega:
Hace un rato nos dijiste : “¿Quieres mi foto?” De
hecho, yo quiero una foto tuya, ¿te parece una
selfie en la cual salgamos ambas?
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¡Ana salta de alegría y acepta con mucho
gusto! ¡Eso crea un punto de atracción y una
larga fila que se hace de todos aquellos que
quieren tomarse una foto con Ana!
Para que la imagen que dan las personas
con discapacidad impulse a todos aquellos
a quienes encuentran a tener una mirada
de benevolencia y de amistad y haga
retroceder el miedo a la diferencia en los
corazones, para que cualquier gesto de
compasión deje huellas indelebles. Te
rogamos, Señor.
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Séptima estación
Jesús cae por segunda vez Cuando la discapacidad rompe una familia
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Jesús, al ver esto, se indignó y les dijo: "Dejen que
los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el
Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. En
verdad les digo: quien no reciba el Reino de Dios
como un niño, no entrará en él."
(Mc 10, 14-15)
Bruno sufre mucho porque su hija mayor,
Martina, tiene una gran discapacidad. Tanto es así
que él no puede decir si ella sufre o no, pues no
habla y no se expresa a través de sus ojos y sus
gestos. Sus ojos tienen un azul hermoso y a veces
se ve lo que Martina quiere decir: alegría,
inquietud, paz, ira, pero sufrimiento, casi nunca…
Sus gestos son vivos y precisos y le gusta coger a
sus amigos de la mano, la cual aprieta con gran
fuerza. Bruno sufre mucho porque la
discapacidad de su hija le recuerda demasiado a
sus propias dificultades personales, sus fracasos y
sus heridas. Él tiene baja autoestima, pero ha
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encontrado buenos amigos en una comunidad
Fe y Luz y puso a un lado sus tentaciones de
huir…
Pero un día, ¡las dificultades para que Martina
pudiera ser recibida en una casa de acogida
especializada se convirtieron para Bruno en un
obstáculo insuperable! ¡Había que llenar
papelería, presentar pruebas! Una vez, incluso,
tuvo que volver a decir y explicar que su hija no
había sido objeto de un milagro con el cual se
habría curado, que aún era discapacitada…
Rompió todo y puso esa papelería en el basurero
y se fue dando un portazo. Regresó, pero estaba
más sumido en la zozobra y más iracundo…
hasta el día en que se fue definitivamente.
Continúa viendo a Martina, por quien tiene un
afecto muy particular. Sus encuentros son para él
como un pequeño rayo de sol en su monotonía
cotidiana… pero para Bruno nada será como
antes, llevará siempre su sufrimiento en
bandolera.
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Por todos los padres que huyen por no
poder soportar situaciones muy difíciles y
que llevan con ellos el sufrimiento que
querían dejar atrás, para que encuentren en
su camino amigos que puedan compartir
con ellos un poco de esta pesada carga. Te
rogamos, Señor.
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Octava estación
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén
Dios me ama como soy
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Lo seguía muchísima gente, especialmente
mujeres que se golpeaban el pecho y se
lamentaban por él. Jesús, volviéndose hacia ellas,
les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloren por mí. Lloren
más bien por ustedes mismas y por sus hijos."
(Lc 23, 27-28)
Francisco, un jovencito con discapacidad
intelectual, acaba de hacer su primera comunión.
Después de la bella ceremonia en la parroquia, su
mamá invitó a algunas personas a una reunión
familiar. El padrino de Francisco se acerca a ella y
le susurra a media voz:
¡Qué linda ceremonia! Pero lástima que ese
pobre pequeño no haya entendido nada.
De los ojos de la madre brotaron lágrimas.
Francisco, que había oído y visto todo, se
acerca a ella y con dulzura le dice:
¡No te preocupes mamá, Dios me ama como soy!
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Con estas pocas palabras, él había dicho lo
esencial del Evangelio, que a nosotros mismos
nos cuesta tanto creer y vivir y en lo que los
teólogos nunca dejarán de profundizar.
Por todas las personas cercanas a quienes
tienen discapacidad intelectual, para que su
corazón se abra y reciba las palabras que tú
les inspiras, a fin de que sus ojos se abran
hacia aquellos a quienes tú amas con ternura
infinita. Te rogamos, Señor.
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Novena estación
Jesús cae por tercera vez El abandono y el recibimiento
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Y si tu ojo prepara tu caída, sácatelo; pues es
mejor para ti entrar con un solo ojo en el Reino de
Dios que ser arrojado con los dos al infierno, donde
el gusano no muere y el fuego no se apaga.
(Mc 9, 47-48)
Bernardo y Teresa han esperado por largo
tiempo, muy largo tiempo, antes de decidir tener
un hijo, y su vida en pareja no pudo resistir esta
primera prueba. Bernardo no soportaba el hecho
de no poder ser padre y pensaba que era su
esposa Teresa quien era estéril… Él había
contemplado todo tipo de soluciones, incluso la
separación, pero después de un retiro en un
monasterio al que asistieron y donde renovaron
sus votos de matrimonio, decidieron quedarse
juntos sin importar lo que sucediera.
Cuando supieron que finalmente iban a ser
padres, fue causa de una gran alegría. Sin
embargo, algunas semanas más tarde, cuando les
anunciaron que su hijo tenía una grave
discapacidad de origen genético, su pena fue
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inmensa. Al principio, lloraron mucho, pues había
esperado por largo tiempo… Luego, su médico
les dijo que esta discapacidad era accidental, que
podían tener otros hijos sin sentir esa espada de
Damocles sobre sus cabezas; pero que tenían que
pasar por la etapa de la interrupción médica del
embarazo (IMG)… Bernardo y Teresa se pelearon,
Bernardo quería aceptar esta IMG y Teresa la
rechazaba… Sus dos familias intervinieron para
atenderlos, pero las opiniones familiares estaban
lejos de ser unánimes, algunos se ponían de un
lado y los otros del otro… Bernardo terminó por
dejar la casa y vivir lejos de su mujer…
Al momento del nacimiento, Bernardo llegó a
la sala de maternidad para ver a su hija María y
con Teresa, de nuevo lloraron mucho… Bernardo
regresó a casa, pero se volvió muy distante; podía
ser muy tierno con su hija, pero los momentos en
los cuales podían estar juntos cada vez eran más
escasos… Y luego, después de mucho tiempo de
reflexión, de división y también de riñas, Bernard
y Teresa tomaron una decisión difícil y dolorosa;
pensaron que otros padres podrían proba-
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blemente cuidar a su hija mejor que ellos, que
sería una manera de salvar su matrimonio. María
encontró una familia de acogida que le da todo el
amor que ella necesita para crecer. Aunque
tuvieron otros dos hijos, ambos saludables,
Bernardo y Teresa siempre conservan esa herida
abierta en el corazón…
Por las familias que viven un proceso de
abandono y que deben consentir
encomendar a su hijo discapacitado, por las
familias que con gran generosidad adoptan
niños con discapacidad, para que
encuentren siempre cerca de ellos amigos
benevolentes que puedan atenderlos con
amor incondicional. Te rogamos, Señor.
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Décima estación
Jesús es despojado de sus vestiduras
Cuando la debilidad suscita agresión
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Después que los soldados crucificaron a Jesús,
tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro
partes, una para cada uno. Tomaron también la
túnica, y como no tenía costura, porque estaba
hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron
entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para
ver a quién le toca."
(Jn 19, 23-24)
Había una vez una joven trisómica que iba
todos los días a una granja donde ella cuidaba a
los animales. Para ir y venir, recorría un bosque.
Un día, camino de vuelta, vio salir a un joven lobo
que venía hacia ella. Ana estaba muy
atemorizada y quedo paralizada en el mismo
lugar. El lobo le dijo:
No te deseo mal, pero si no me acaricias, podría
comerte…
Ana extiende una mano temblorosa para
acariciarlo cuando un cazador llega. Cuando ve lo
que ocurre, se pone a correr gritando:
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¡Vete, bestia sucia, o saco mi fusil para matarte!
El lobo se va con el rabo entre a piernas y se
esconde en el bosque.
De regreso a casa, Ana cuenta a sus padres lo
que le sucedió, y esta vez, son ellos quienes
tienen miedo de lo que pudo haber sucedido. El
papá lleva a su hija a la policía para que presente
una denuncia. Ahí, Ana debe, una vez más, contar
lo que le pasó en el camino, lo que no le ayuda a
tranquilizarse por completo… Los policías
prometen hacer rondas para que el lobo ya no
vuelva a salir, y el papá sigue con regularidad a su
hija en el camino, listo para abalanzarse sobre el
lobo en caso de que vuelva a aparecer.
Afortunadamente, ya no se supo más del lobo y
cada día Ana puede ir a su lugar de trabajo sin
ningún temor.
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Roguemos por aquellos que, víctimas
de su debilidad reprochable, arremeten
contra los más débiles que ellos, sin darse
cuenta que haciendo sufrir a otro no les
quitará sus propios sufrimientos. Para que
comprendan que en todos nuestros
hermanos, en especial en los más débiles,
se puede descubrir el rostro de la presencia
de Cristo. Te rogamos, Señor.
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Undécima estación
Jesús es clavado en la cruz La herida de no ser recibido
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Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a
cada lado y Jesús en el medio.
(Jn 19,18)
Gérard y Camille, padres de dos hijos
gravemente discapacitados, Loïc y Thadée,
tienen el gran deseo de ir a Lourdes con sus hijos,
llevarlos a la gruta y, los cuatro juntos, rezarle a
María. Cuando vienen a la secretaría de la
parroquia para inscribirse en la peregrinación de
la diócesis, la respuesta que oyeron es dura: sí,
para los padres; pero, los hijos no tienen lugar,
ellos no van a comprender nada y van a perturbar
a los otros peregrinos.
Es como un clavo que se hunde en su mano
derecha…
Pero Gérard y Camille son consecuentes con
sus ideas; se van en automóvil a Lourdes con Loïc
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y Thaddée. Tienen gran dificultad en encontrar
un alojamiento en el mismo lugar, y finalmente
un hotelero los acepta, pero con la condición
expresa de quedarse en una habitación en la cual
su alimentación les será servida. Ahí también, es
cuestión de tranquilidad de los otros clientes del
hotel.
Era como un segundo clavo que se hundía en
su mano izquierda…
¡Del hotel, ellos pudieron ir hasta el santuario y
a la gruta de Massabielle! Estaban muy felices de
realizar ese sueño, pero al regreso, cuando aún
estaban en el interior del santuario, escucharon
comentarios desagradables por parte de los
peregrinos… Con niños como esos, más vale
quedarse en casa…
Era como un tercer clavo que les hundían en
los pies…
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Por los padres de hijos con discapacidad
que no son bien recibidos en la Iglesia
porque sus hijos molestan, para que el valor
profético y la dimensión sacramental de las
personas discapacitadas sean mejor
reconocidos. Te rogamos, Señor.
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Duodécima estación
Jesús muere en la cruz Una flor contra una bala
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Así dice el Señor: Se oye una voz en Ramá,
lamento y llanto amargo. Raquel llora por sus hijos;
rehúsa ser consolada, por sus hijos que ya no
existen. Así dice el Señor: Reprime tu voz del llanto, y
tus ojos de las lágrimas; hay pago para tu trabajo,
declara el Señor, los hijos volverán a su territorio…
(Jr 31, 15-17)
¡Ellos están en el extremo de la calle, va a ser
preciso huir! No tenemos tiempo para llevar
cualquier cosa. ¿Qué vamos a hacer con
Youssef? No podrá caminar bien por mucho
tiempo, y si nos atrasa, es a nosotros tres a
quienes van a matar.
¡Está fuera de discusión! ¿Dejarlo atrás de
nosotros? ¡Jamás!
Voy a esconderlo en un armario y volveré a
buscarlo esta noche con una silla de ruedas, y si
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no encuentro una, lo llevaré en mi espalda. Hay
que apresurarse, la gente no deja mucho tiempo
a los cristianos para escoger entre renegar de su
fe o morir…
Los padres de Youssef se van dejando a su hijo
escondido en la casa con una botella de agua. Él
debe esperar a su padre, quien vendrá cuando
sea noche…
Cuando el papá regresa a la casa, encuentra a
Youssef acostado en el suelo en un mar de
sangre, el cuello cortado; se muerde la mano
hasta sacarse sangre para no gritar de
desesperación.
Youssef había salido de su escondite cuando
oyó a los hombres entrar… Como era su
costumbre, se acercó hacia el que caminaba a la
cabeza del grupo y, con una gran sonrisa le
preguntó:
¿Cómo te llamas ? Y él agregó: ¿Quieres ser mi
amigo?
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Roguemos para que todas las familias que
están en campos de refugiados, así como la
Santa Familia estuvo antes que ellas en
Egipto, después de haber huido de Herodes
y sus masacres, donde perdieron seres
queridos, padres, hijos, amigos, y tienen
dificultad para albergar una Esperanza.
Para que todos los mártires, asesinados
porque eran cristianos, intercedan por
aquellos que lloran. Te rogamos, Señor.
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Decimotercera estación
Jesús es bajado de la cruz
y entregado a su Madre He aquí al hombre transfigurado
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Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y
Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus
vestiduras se volvieron resplandecientes, tan
blancas como nadie en el mundo podría
blanquearlas.
(Mc 9, 2-3)
En su nacimiento, Matías era un niñito guapo,
un principito… Pero el maligno detesta la
belleza, sobre todo la que viene de Dios: está
obsesionado en su pobre cuerpo frágil, desfiguró
su rostro, destruyó su inteligencia, pero no podía
hacer nada contra la inteligencia de su corazón,
tan puro, tan inocente. No sabía más que una
cosa: amar. Y Matías cumplió con su misión hasta
el final.
En el transcurso de una peregrinación a
Lourdes, durante el Via Crucis, en el prado frente
54
a la gruta, se levantó y se aferró al que
representaba al Cristo en la cruz, se quedó por
muy largo tiempo inmóvil, él, que le gustaba
moverse, en una actitud suplicante, pero a la vez
optimista y llena de ternura.
Matías era también gracioso. Le gustaba
deshacer los cordones de sus vecinos y tirar el
cabello de los que estaban a su alcance, con un
movimiento, una rapidez y una precisión
formidable.
Y su mirada era impresionante cuando la
fijaba con insistencia; nos miraba de forma
directa, sin rodeos, la pregunta fundamental: ¿Me
amas?
¡En su lecho de muerte, su mamá vio con sus
ojos su transfiguración! Su cuerpo se
transformaba hora tras hora; su piel se volvía
blanca y diáfana como la porcelana fina. Su rostro
ya no era el de un adolescente de edad
indefinida, sino más bien el de un joven de
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treinta y dos años, guapo, de una belleza que no
es de este mundo… Y ella pudo decir: Señor, hoy
pude darte a mi hijo que en otro tiempo me
confiaste. He aquí a mi hijo único. Él es Tuyo,
transfigurado según Tu Semejanza.
En el féretro de Matías, un ícono colocado, el
ícono de la Transfiguración con su mensaje que
decía: ¡He aquí el hombre transfigurado, he aquí a
la humanidad transfigurada!
Roguemos por todas las familias
afectadas por la muerte de su hijo que se
han dedicado en cuerpo y alma para que su
hijo o hija viva una vida plena y feliz, y esta
desaparición les deja como un gran vacío de
lo que daba sentido a sus vidas. Para que
puedan, como María, al pie de la cruz con el
cuerpo de su hijo sin vida entre sus brazos,
hacer la ofrenda de sus hijos. Te rogamos,
Señor.
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Decimocuarta estación
Jesús es puesto en el sepulcro Cuando una mamá se vuelve viuda
57
Marta dio a Jesús: "Señor, si hubieras estado
aquí, mi hermano no habría muerto."
María, al llegar adonde estaba Jesús y, al verlo,
se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras
estado aquí, mi hermano no habría muerto."
(Jn 11, 21 y 32)
Cuando Franz subía a su barco, los viajes a
menudo eran muy largos porque iba hasta el fin
del mundo. En cada oportunidad, se tomaba el
tiempo para explicar bien a Guénola, su mujer, y
a sus tres hijos discapacitados, Guillaume,
Armand et Kateri, ayudándose con el mapa , su
itinario, las escalas, las fechas y, sobre todo, la
fecha de su regreso. Y cuando regresaba a casa,
era la fiesta: ¡siempre llevaba suvenires de sus
escalas lejanas y sus hijos estaban impacientes
por destaparlos!
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Cuando se jubiló, todos en la casa estaban
muy contentos por encontrar un marido y un
papá que ya no se iría…
Entonces, un día, cuando vinieron a buscarlo
para una embarcación en el barco “el sin-
retorno”, no le avisó a nadie… era una noche de
domingo. Poco consuelo, había recibido el
sacramento de reconciliación ocho días antes y
había comulgado la misma mañana.
Algunos días más tarde, después de la misa de
entierro, todos fueron al cementerio para
despedirse de Franz. En el momento en el cual se
descendió el féretro y se instaló la piedra para
cerrar la tumba, Guénola y sus tres hijos se
quedaron por largo tiempo cogidos de la mano
en una gran comunión. Tal vez ellos estaban
diciéndose lo que Marta y María habían dicho a
Jesús: Señor, si tú hubieras estado aquí, mi marido,
mi papá no estaría muerto.
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Roguemos por todos los hijos
discapacitados que ven a su papá o a su
mamá morir; roguemos por los viudos y la
viudas que se encuentran solos con su hijo
discapacitado, que Jesús sea también
compasivo con ellos como lo fue en Betania.
Para que encuentren buenos y verdaderos
amigos que los acompañen en el camino,
que los ayuden a continuar y a avanzar, y
que siempre estén con ellos en los
momentos difíciles. Te rogamos, Señor.
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Decimoquinta estación
Con María en la esperanza de la resurrección
Cuando la persona discapacitada
se convierte en sacramento
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Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean
mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir
todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo
estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la
historia.
(Mt 28, 19-20)
En ese día de sábado santo, en el prado frente
a la gruta de Massabielle, todos los peregrinos de
Fe y Luz estaban presentes para un tiempo de
reconciliación. Cada uno había sido invitado a
encontrar un sacerdote o un pastor y al final de
su encuentro, todos recibían una flor para ir y
colorear una gran cruz. El papá de Carlota (que
tenía justamente tres años y un cromosoma de
más) fue con su hijo Pedro para encontrar un
sacerdote para confesarse. Pedro pasó primero,
recibió la flor y dejó el lugar a su padre. Pero éste,
luego de un largo silencio, se puso a llorar y las
únicas palabras que logró pronunciar fueron:
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¡Tengo miedo! El sacerdote tuvo la gentileza de
darle la absolución y ponerle una flor entre las
manos. Este papá se fue muy desamparado y
continuó llorando hasta el momento en que
Pedro, que ya se había ido hacia la cruz para
colocar su flor, regresó después de haber oído a
una persona discapacitada decirle: Tu papa está
llorando. Pedro se reunió con su papá y le dio la
mano; en ese mismo momento, la paz regresó a
su corazón y ambos se fueron, cogidos de la
mano, a dejar su flor en la cruz.
Algunos años más tarde, queriendo hacer
como una peregrinación, este papá regresó a los
lugares en los que ocurrió este bello encuentro
entre Pedro y esta persona discapacitada, que ni
él ni su padre nunca habían encontrado. En este
lugar se encontraba una tienda blanca en la que,
después de haber dado la vuelta termina por
encontrar la entrada… ¡Sorpresa, en medio de
esa tienda se encontraba el Santísimo
Sacramento!
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Roguemos por todas las familias que
están muy desamparadas ante la
discapacidad de su hijo, para que la fuerza
de Jesús resucitado venga a su encuentro y
los levante. Para que comprendan que Dios
no pide más de lo que cada uno puede
soportar y que estará con nosotros todos
los días. Te rogamos, Señor.
Ilustraciónes: Esculturas de Maria de Faykod
Camino de la Cruz, Lourdes www.m.musee-de-faykod.com/pages/chemin-de-croix.html
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Fe y luz internacional 3, rue du Laos 750015 Paris, France - T + 33 1 53 69 44 30
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