Elzeard Bouffier - del libro El Sentido del Momento de Elisabeth Lukas

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7/27/2019 Elzeard Bouffier - del libro El Sentido del Momento de Elisabeth Lukas http://slidepdf.com/reader/full/elzeard-bouffier-del-libro-el-sentido-del-momento-de-elisabeth-lukas 1/12 Dos historias ejemplares Del libro ―El sentido del momento‖ – Elizabeth Lukas - Ed. Paidos 1. Una paradoja paradisíaca Entre las muchas contradicciones que presenta la psique humana, hay una que destaca por su brillantez. Aparece cuando una persona «contradice» su suerte reaccionando de forma paradójicamente creativa, valiente y sublime ante un destino miserable. Su reacción paradójica es capaz de transformar una tragedia en un triunfo. Presentaremos esta rara y valiosa fuerza de la contradicción, a la que Frankl denominó el «poder de obstinación del espíritu», con la ayuda de un relato del escritor suizo Jean Giono. 1 He aquí una versión resumida del mismo: La historia parece un cuento, pero es verídica. Va de un hombre bien entrado en los cincuenta que vivía en el sur de Francia. Murió su único hijo y, después, su mujer. ¿Para qué seguir viviendo? El hombre abandonó su granja, situada en una llanura fértil, y se retiró a un lugar solitario, con sus ovejas y un perro como única compañía. La árida comarca de las Cévennes, situada en la vertiente sur de los Alpes, era como un desierto. El pueblo más cercano estaba a más de un día de camino; cuatro o cinco aldeas abandonadas, con las casas desmoronadas, completaban la vecindad de esta desolada región. Los últimos habitantes eran los carboneros y sus familias, que se dedicaban a producir carbón vegetal. El clima era duro y las personas, ariscas. Quien podía emigraba, y hubo quien se había vuelto loco o se había suicidado.  

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Dos historias ejemplares Del libro ―El sentido del momento‖ – Elizabeth Lukas - Ed. Paidos

1. Una paradoja paradisíaca 

Entre las muchas contradicciones que presenta la psique humana, hay unaque destaca por su brillantez. Aparece cuando una persona «contradice»su suerte reaccionando de forma paradójicamente creativa, valiente ysublime ante un destino miserable. Su reacción paradójica es capaz detransformar una tragedia en un triunfo. Presentaremos esta rara y valiosafuerza de la contradicción, a la que Frankl denominó el «poder deobstinación del espíritu», con la ayuda de un relato del escritor suizo JeanGiono.1 He aquí una versión resumida del mismo: La historia parece un cuento, pero es verídica. Va de un hombre bienentrado en los cincuenta que vivía en el sur de Francia. Murió su único hijo

y, después, su mujer. ¿Para qué seguir viviendo? El hombre abandonó sugranja, situada en una llanura fértil, y se retiró a un lugar solitario, consus ovejas y un perro como única compañía. La árida comarca de las Cévennes, situada en la vertiente sur de losAlpes, era como un desierto. El pueblo más cercano estaba a más de undía de camino; cuatro o cinco aldeas abandonadas, con las casasdesmoronadas, completaban la vecindad de esta desolada región. Losúltimos habitantes eran los carboneros y sus familias, que se dedicaban aproducir carbón vegetal. El clima era duro y las personas, ariscas. Quien

podía emigraba, y hubo quien se había vuelto loco o se había suicidado. 

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El viejo solitario percibió que este paisaje moriría si no crecían árboles, así que decidió poner remedio. Siempre que podía, llenaba un gran saco de bellotas. Las inspeccionabacuidadosamente y descartaba las podridas. No se le escapaba ninguna;también eliminaba las pequeñas y las agrietadas, por poco que loestuvieran. Cuando reunía un centenar de bellotas buenas y fuertes,paraba. Antes de llevárselas, las sumergía en un barreño de agua paraque se empaparan bien. Finalmente, cogía una barra de hierro y se poníaen marcha. En su ausencia, el perro cuidaba del rebaño en una hondonadacon pasto. En lugares adecuados empezaba el viejo a golpear el suelo con la vara dehierro. Hacía un hoyuelo, depositaba en él una bellota y lo volvía a tapar.Y así se dedicaba a plantar las bellotas. Cien mil en tres años. Esperabaque unas diez mil echaran raíces y se convirtieran en árboles en una

comarca donde antes nunca hubo nada. Y esperaba que el Señor le dejaravivir lo suficiente como para plantar tantas bellotas que aquellas diez milse convirtieran en gotas de un océano de árboles. No sabía quién era el propietario de las tierras, pero tampoco leinquietaba, y persistía en su objetivo con empeño. La transformación sesucedía tan lentamente que nadie notaba la obra de este hombre.Simplemente, pasaba desapercibida. «Un capricho de la naturaleza»,pensaban los cazadores y guardabosques. Nadie podía imaginar tantoaltruismo. Al final, las autoridades declararon el bosque zona protegida.

En tres lugares distintos había crecido una joven arboleda de 11kilómetros de largo por 3 de ancho. El viejo vendió las ovejas, pero se quedó con cuatro, y se hizo cargo decien colmenas. Tranquilamente se dedicó a su nueva tarea ignorando laguerra. El trabajo apacible y constante en el aire fresco de las montañas,añadido a su modestia y sencillez, otorgaron al anciano jovialidad y buenasalud. Sin medios técnicos, sólo con sus manos, este iletrado hombre decampo creó una obra digna del Señor. 

Entre 1910 y 1945, el pastor solitario plantó cientos de miles de robles, alos que siguieron hayas, arces, abedules, alisos y serbales. Cuando Elzéard Bouffier, que así se llamaba el anciano, murió en 1947 ala edad de 89 años, había creado uno de los bosques más bellos deFrancia. Pero eso no fue todo. Las infinitas raíces retenían la lluvia y absorbían elagua. Los lechos secos de los ríos se volvieron a llenar, el suelo recobrópastos, praderas y flores, y volvieron los insectos y los pájaros. El airetambién cambió y trajo consigo el perfume de las hojas y las flores, y elsuave murmullo del agua. 

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Incluso los pueblos cambiaron completamente. Las ruinas se barrieron, losmuros destrozados se demolieron y se levantaron casas nuevas. Vinierona vivir familias jóvenes, los niños jugaban junto a los arroyos y los huertosse llenaron de frutas y verduras. Todos volvían a tener ganas de vivir. Loshabitantes recuperaron la sonrisa y se divertían en los festejos locales.Actualmente viven unas diez mil personas en todos los pueblos de lacomarca y ninguna de ellas sabe a quién debe agradecer esta nuevafelicidad, quién transformó toda aquella atmósfera... Cualquiera que escucha esta historia se impresiona. Pero ¿comprendemosla paradoja sobre la que descansa? Analicemos la situación desde el puntode vista logoterapéutico. Un campesino se encuentra en una determinada situación de partida.Tiene 50 años, es decir, ya se le ha pasado la juventud. No tiene estudiosy, probablemente, tampoco tuvo la oportunidad de ir a la escuela en su

niñez. Además, ha sufrido un embate del destino: la muerte de su esposay su único hijo (el relato no invierte muchas palabras en esta tragediafamiliar, quizá porque cualquier palabra es poca para describir el alcancesubjetivo de la desgracia). Solo y sin herederos, el campesino no puede niquiere seguir explotando su granja. Tampoco parece desear contactosocial alguno; su dolor es muy profundo. Así, se deshace de suspertenencias y, como un animal herido, se refugia en la soledad de lasmontañas con su perro y unas cuantas ovejas. Hasta aquí, todos los indicios apuntan a una catástrofe inminente. Un

hombre de avanzada edad que fracasa, que pierde todo lo que ama, queabandona todo lo que ha construido, que ve cómo se desmoronan susesperanzas. «¿Para qué seguir viviendo?» El hombre cuestiona toda suvida. Si se hubiese procurado una soga y se hubiese colgado de una rama,en cierto modo le podríamos haber comprendido. Diríamos: «¡Pobrehombre! El destino le ha jugado una mala pasada. No había nada quepudiera hacerle feliz. No veía ningún futuro...». El paisaje árido y seco alque huye refleja perfectamente este estado de ánimo: desolación. La paradoja comienza en este preciso momento. Pero ¿cómo comienza?

Giono escribe: «El viejo solitario percibió que este paisaje moriría si nocrecían árboles, así que decidió poner remedio». ¿Comienza la paradojacon la percepción? No, no lo hace. Es evidente que un campesino percibelas relaciones biológicas que se establecen en un lugar; es, por así decirlo,su profesión, lo único de lo que él realmente entiende. Así, la simplepercepción podría haber derivado fácilmente en el siguiente pensamiento:«¡Pues que se muera el paisaje! ¿Qué más me da? Lo que yo amaba yapreciaba también está muerto. Además, a fin de cuentas, estas tierras noson mías». Ciertamente, la paradoja no comienza con una percepción,sino con una decisión. El hombre decide poner remedio. La vida sólo lehabía dado horror y él estaba dispuesto a responderle con una bendición.Tan sencillo como grandioso. Todos los acontecimientos posteriores sonfruto de esta decisión. 

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A partir de aquí, la tragedia se convierte en triunfo. La obra de uncampesino anciano, analfabeto y sin medios técnicos, avanza, y a laparadoja original le siguen otras. Él, que ofrecía nada menos querecompensa y agradecimiento, fue recompensado y agradecido con«jovialidad» y una salud robusta. ¿Qué mayor regalo puede obtener unser humano? Él, que no prestaba atención a la guerra, pudo culminar sutrabajo en paz. Él, que una vez preguntó para qué tenía que seguirviviendo, pudo obtener la respuesta con la claridad del perfume de lasflores. Él, que se conformaba con pasar desapercibido, fue inmortalizado en unaobra literaria.2 ¿Qué significa todo esto en relación con la paradoja del principio?Posiblemente, que la entrada en el Paraíso está exactamente allí donde seha producido la expulsión, eso sí, siempre que haya una decisión

merecedora de esta entrada.

Montañas y valle del río Mimente en el Parque Nacional Cévennes, Francia

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2. Tres preguntas y una leyenda 

El relato anterior pone de relieve la mayoría de las facetas de una vidallena de sentido comentadas hasta ahora: «la luz tras el eclipse», «la florblanca en la alambrada de espino», «la estrella en la raíz» y «el cristal en

la piedra». Pero lo más fascinante es la confirmación en todas ellas delsupuesto fundamental de Frankl, según el cual cada persona (rica o pobre,sana o enferma) tiene preparada en todo momento una tarea adecuada ybienhechora, una posibilidad concreta de cambiar el mundo en positivo.Para describir la urgencia, la exclusividad y la superación del Yo quecaracterizan a esta tarea particular, Frankl solía referirse a las antiguaspalabras proféticas de Hillel: «Si no lo hago yo, ¿quién lo hará? Si no lohago ahora, ¿cuándo lo haré? Y si no lo hago para mí, ¿qué soyentonces?».3 Tres preguntas realmente conmovedoras. De un modo parecido, en su relato Las tres preguntas el escritor ruso LevTolsto'f introdujo al hombre en busca de sentido, encarnado en elpersonaje de un rey, en esa tarea vital siempre cambiante, pero siempreal alcance. Dedicaremos la parte final de este libro al comentario de esafaceta de la vida que resplandece en el texto de Tolstoi (y también en lacita de Hillel): Érase una vez un rey que creía que nada le iría mal si sabía tres cosas:primero, cuándo había que emprender un negocio; segundo, con quiéndebía tratar y a quién debía evitar; y tercero y principal, qué negocio erael más importante de todos. Así, mandó anunciar por su reino la noticia de

que haría rico a aquel que le proporcionase las tres respuestas. Las preguntas relativas al negocio más importante (si no lo hago yo...), almomento más importante (si no lo hago ahora...) y a la persona másimportante (si no lo hago para mí...) son, en efecto, las cuestioneselementales para el éxito o el fracaso de la existencia humana. ¿Cuálesson las opiniones más corrientes que se vierten por doquier? Acudieron los eruditos a la corte y dieron muy variadas respuestas a laspreguntas del rey. Unos respondieron a la primera pregunta diciendo que el momentoadecuado para cada negocio se sabe cuando se ha diseñado un plan paratodos los días, meses y años, y se lo sigue estrictamente. El «emprendedor» cree que puede planificarlo todo y pretende administrarel destino. Otros argüyeron que era imposible determinar de antemano lo que hayque hacer en cada momento. Simplemente, hay que hacer lo que parezca

necesario hacer. 

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Y otros respondieron que había casos en los que había que decidirinmediatamente si era o no el momento adecuado para iniciar unaempresa, pero añadieron que eso sólo se podía saber si se conoce deantemano lo que sucederá, lo cual solamente está en manos de losmagos. A ellos hay que preguntar. El «fatalista» cree que nada es planificable. Solamente un mago puedesaber lo que depara el destino. Y entre el «emprendedor» y el «fatalista»se sitúa el «diplomático», que aparta el problema: hay que hacer lo queparezca necesario en cada momento, dice, pero olvida que las aparienciasengañan. Igualmente variadas fueron las respuestas al segundo interrogante. Unosdijeron que los más necesarios para el rey eran los ministros y losrestantes hombres de Estado. Otros afirmaron que los sacerdotes eran losindispensables. Y otros citaron a los galenos como los más importantes.

Algunos declararon que los más necesarios de todos eran los soldados. En la pregunta acerca de la persona más importante aflora el peligro deinterpretar incorrectamente el concepto de necesidad, según el cual lonecesario es lo que sirve y es provechoso para alguien. Se trate depolíticos, sacerdotes, médicos o soldados, cada una de estas personas esimportante para satisfacer el propio ego. De lo que se desprende,implícitamente, que si no lo satisfacen son irrelevantes. A la tercera pregunta, que versaba sobre el objeto más importante,

respondieron unos que lo más importante del mundo eran las ciencias.Otros afirmaron que el arte de la guerra prevalecía sobre lo demás. Yotros opinaron que por encima de todo estaba la veneración a Dios. Otra visión igualmente superficial tiene que ver con los objetos delmundo. Su importancia dependerá de lo que aporten al ego (planifique ono planifique). La ciencia, el poder y la fe, por ejemplo, refuerzan laconciencia individual y, por consiguiente, son útiles y provechosas para elYo. 

Como todas las respuestas eran distintas, el rey no dio ninguna por válidani ofreció la recompensa a nadie. Entonces decidió preguntarle a un viejoermitaño cuya sabiduría gozaba de una amplia reputación. A la larga, las visiones superficiales no convencen al hombre en busca desentido y, con sus antenas espirituales conectadas, tantea y busca «más».En la vida tiene que haber algo «más» que el mantenimiento y elfortalecimiento de uno mismo. En la leyenda de Tolstoi, este «más» loencarna la sabiduría del ermitaño. El ermitaño vivía en un bosque del que nunca salía y en su casa acogíaúnicamente a la gente sencilla. Por ello, el rey se vistió con atuendosmodestos y se dirigió a la cabana del cenobita. Antes de llegar, dio el alto

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a su séquito, se bajó del caballo y se fue por su propio pie al encuentrodel viejo. Cuando el monarca llegó, estaba el ermitaño cavando un bancaldelante de su choza. Al advertir la presencia del rey, le saludó, peroprosiguió su trabajo. El anciano tenía un aspecto famélico y débil, y cadavez que clavaba la pala en el suelo para sacar pequeños terrones detierra, respiraba con dificultad. La sabiduría posee la fuerza del ejemplo, que está por encima de la fuerzade la enseñanza. Por ello, el encuentro con el ermitaño se puedeconsiderar ante todo una confrontación silenciosa con el logro de laexistencia humana. Esta confrontación sin comentarios transmite losiguiente: El ermitaño vive solo... De sus propios recursos. No necesita a nadie quele pueda ser de utilidad. El ermitaño nunca sale del bosque... Se siente protegido allí dondeencuentra su paz interior. No persigue ninguna carrera terrenal. El ermitaño sólo recibe a gente sencilla... No está cegado por la gloria nilos laureles. Para él, lo importante es el interior. Para acceder a él hay que disfrazarse y deshacerse de lo superficial (elséquito). Pero para abandonarlo desde la sabiduría hay que convertir eldisfraz en autenticidad, y ése es un proceso arduo que se inicia con laacción: el ermitaño cava un bancal y prepara el suelo para depositar en él,

cual semilla, la fertilidad del conocimiento profundo de un sentido. El rey abordó al eremita y le pidió una respuesta a las tres preguntas. El conocimiento —como suele suceder— se hace esperar. El «sentido delmomento» (Frankl) no se comprende. Desde su egocentrismo, el rey delcuento no percibe las debilidades del anciano porque está completamenteestancado en su petición. El ermitaño escuchó al rey, pero no le respondió; se escupió en las manos

y siguió cavando el bancal. 

La sabiduría recurre a medidas terapéuticas que van más allá del ejemplo.La primera consiste en despertar el altruismo a partir del olvido de sí mismo. «Estás agotado», dijo el rey, «dame, que te quiero ayudar.» «Te loagradezco», dijo el ermitaño. Le dio la pala y se sentó en el suelo. El ermitaño da las gracias por la semilla que ha llegado a la tierra perotodavía no quiere germinar del todo. Tras cavar dos bancales, el rey se detuvo y repitió las preguntas. Elanciano no respondió, se levantó y extendió la mano hacia la pala. 

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Hay que convertir al interrogador en interrogado, en alguien que entiendaque la vida le plantea interrogantes a pesar de las tentaciones delbienestar. Debe darse cuenta de que tiene que responderresponsablemente a las preguntas de la vida. «¡Tú descansa, que ya sigo yo!», dijo el ermitaño. Pero el rey no le dio lapala y siguió cavando. Pasó una hora y después otra. Desaparecía ya elsol tras la arboleda, cuando el rey dejó caer la pala al suelo y dijo: «Hevenido, sabio anciano, a buscar respuesta a mis preguntas. Si no me lapuedes dar, dímelo y volveré a mi casa». El conocimiento se deja esperar. Entonces, la sabiduría recurre a lasegunda medida terapéutica intensificando drásticamente esa llamada quede vez en cuando escuchamos. «¡Mira, llega alguien corriendo!», dijo el ermitaño. «Veamos de quién se

trata.» ¡Lo que viene corriendo hacia nosotros es lo que nos necesita! Un hombre barbudo salió corriendo de la espesura. Se apretaba el pechocon las manos y le brotaba la sangre por debajo de los dedos. El hombrecayó a los pies del rey y se le cerraron los ojos. Se quedó inmóvil ysolamente emitía un gemido débil. Una oportunidad se abre ante nosotros con la esperanza de que la

percibamos, la aceptemos y la incluyamos en la labor deperfeccionamiento del mundo. Ayudado por el ermitaño, el rey desnudó al hombre, le lavó las heridas tanbien como pudo y las vendó con su pañuelo y con la toalla del anciano. Mientras tanto, va brotando la semilla desde la primera medidaterapéutica de la sabiduría: el altruismo y el olvido de sí mismo sepractican de forma natural, aún con la colaboración del ermitaño. Finalmente, las heridas dejaron de sangrar. El hombre volvió en sí y dijoque tenía sed. El rey fue a por agua fresca y le dio de beber. La semilla crece y, pronto, nadie tendrá que intervenir: el «sentido delmomento» se ha realizado. El sol ya se había puesto y comenzaba a refrescar. El rey y el ermitañollevaron al herido a la cabana y lo acostaron en la cama; estaba inmóvil yno abría los ojos. El rey, agotado por el largo camino y el duro trabajo, seacuclilló junto al zaguán. No tardó en caer en un sueño profundo y pasódurmiendo aquella corta noche de verano. Cuando despertó, al amanecer,

no sabía dónde estaba ni quién era aquel hombre barbudo que yacía en elcamastro y le observaba fijamente con los ojos brillantes. 

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La realización de un sentido es un acicate para la curación y el cambio.Como saliendo de un sueño crepuscular desde las esferas inconscientes, elhombre en busca de sentido despierta a una nueva vida. Desaparece lavisión superficial de las cosas. «Perdóname», dijo al rato el herido con voz quebrada. «No te conozco y no tengo nada que perdonarte», contestó el rey. El sentido y el contrasentido se presentan como el único criteriofundamental ante la sorprendida mirada del renacido. «Tú no me conoces, pero yo a ti sí. Tú ejecutaste a mi hermano yconfiscaste todos mis bienes. Yo era tu enemigo y había jurado vengarmede ti. Sabía que te habías ido solo a ver al ermitaño y quería matarte a tuvuelta. Pero pasó un día entero y no llegabas. Así que abandoné mi

escondite para indagar tu paradero y me encontré con tu séquito. Mereconocieron y me hirieron, pero logré escapar.» Conexiones inesperadas se revelan a la luz del nuevo criterio. Culpa, odio,dolor y peligro pasan por delante del renacido como un río turbio delrecuerdo y la purificación. «Quería matarte, pero me has salvado la vida. Ahora quiero servirte comotu más fiel esclavo. Y mis hijos también. ¡Perdóname!» En el reflejo trémulo del sentido realizado, todo desemboca en el mar delamor. El rey se alegró de haber ganado al enemigo como amigo y no sólo leperdonó, sino que también le prometió devolverle sus bienes. Le enviaríaincluso a sus sirvientes y a su médico. La semilla de la segunda medida terapéutica de la sabiduría crecerápidamente. La felicidad, la bondad y la misericordia se añaden alaltruista olvido de uno mismo. El rey salió al jardín y echó un vistazo en busca del ermitaño. Antes departir, deseaba pedirle por última vez una respuesta a sus preguntas. El nivel superior de conocimiento todavía no se ha alcanzado. El anciano estaba arrodillado en su bancal, plantando semillas en la tierra. Se necesita una tercera medida terapéutica que revele el nivel más alto desabiduría que el ser humano es capaz de alcanzar. El rey se le acercó y le dijo: «Por última vez te pido, hombre sabio, unarespuesta a mis preguntas». 

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Sólo cuando el encargo de realizar un sentido se presenta de formaconsciente, se produce también el acercamiento al emisor del encargo, aesa entidad humanamente inexplicable y en la que únicamente podemoscreer. «Pero si ya has obtenido tu respuesta», dijo el ermitaño mientras,acuclillado sobre sus esqueléticas piernas, alzaba la mirada al rey, de pieante él. La respuesta que obtenemos es el encargo. La respuesta que damos —

siempre que sea coherente— es nuestro acuerdo a la realización delencargo. «Escúchame. Si ayer no te hubieras compadecido de mí, que soy hombredébil, no habrías cavado estos bancales, sino que habrías dado mediavuelta y te habría atacado ese hombre hostil, y te habrías arrepentido de

no haberte quedado en mi casa.» La tercera medida terapéutica de la sabiduría relata la historia de quienobedece el encargo: es el relato de su salvación. Quien ayuda al prójimose ayuda a sí mismo. «Por lo tanto, ése ha sido, precisamente para ti, el momento adecuadopara cavar los bancales, y yo he sido para ti la persona más importante. Elnegocio más importante ha sido, para ti, demostrarme tu bondad.» Pero el hombre tiene que entrar en acción cuando llega el momento ytiene que apostar por la mejor acción para esta situación y para laspersonas implicadas en ella. El valor universal de la obra llena de sentidopor una persona o una cosa se concretiza en el aquí y ahora. «Y después, cuando el hombre llegó corriendo, era precisamente ése elmomento adecuado para atenderlo. De lo contrario, habría muerto sinhaberse reconciliado contigo. Por lo tanto, él era la persona másimportante, y lo que tú hiciste por él, el negocio más importante.» La historia de quien obedece el encargo no es solamente la historia de susalvación. En la leyenda, el rey también rescata la reconciliación con suenemigo mortal. Ha introducido en el mundo una reparación, undesagravio. Ya sea con él mismo o con el prójimo, ha conseguido realizaruna cura. «Así pues, recuerda que sólo existe un único momento importante quedebemos aprovechar: el presente. Es el más importante porque sólo en elinstante actual podemos disponer de nosotros mismos.» Es cierto que la existencia humana es arriesgada y está llena de peligros,

pero nunca fracasará por completo mientras seamos conscientes de quecada momento de la vida está «cargado de curación». Y por muchas

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carencias que una persona pueda tener en cualquier momento, siemprepuede salvarse realizando un acto de amor en el único momento de que éldispone: el presente. «Pero la persona más importante es aquella a la que el destino nosconduce en cada momento, porque no podemos saber si tendremos algoque ver con otra persona. Y el negocio más importante es hacer el bien aesa persona. Única y exclusivamente para este fin hemos venido almundo.» Por ello, no esperemos a que nos hagan el bien. La más brillante de todaslas facetas de una vida llena de sentido es saber que alguien nos espera, yes el destino quien nos conduce a él. La verdad suprema es que somos losenviados para hacer por esa persona lo que esperamos para nosotros.

Del libro “El sentido del momento”

de Elizabeth Lukas 

1. Jean Giono, Der Mann mit den Baumen, Flamberg, Zúrich, 1956 (trad.cast.: El hombre que plantaba árboles, Madrid, Altea, 1995), narración deP. Alois Haslbauer, recogida también en la «Kurzgeschichten-Sammlung»de Willi Hoffsümmer. 2. El escritor Jean Giono fue a los Alpes franceses y pernoctó en la cabanade Elzéard Bouffier, donde le contaron la historia. 3. Hillel vivió en el siglo iv d.C. Entre otras aportaciones, introdujo elcalendario judío a partir de cálculos astronómicos. 

http://www.grupos-renacer.com.ar/Lukas_Dos%20historias.htm

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Elisabeth Lukas

País: Austria

Nacimiento: Viena, 12 de noviembre de 1942

Biografía de Elisabeth Lukas

Licenciada en Psicología por la Universidad de Viena, se doctoró en la misma en

1972. Al año siguiente marchó a Alemania, donde ejerció como psicoterapeuta y

posterior mente dirigió el Instituto del Sur de Alemanaza de Logoterapia, hasta el

año 2003, en el que regresó a Viena para dirigir el Instituto para la Formación de

Logoterapeutas en Abile.

Todos sus libros, que son numerosos, se refieren a las técnicas de la logoterapia y

como ésta, puede ayudar en la vida y darle sentido. Sus libros han sido traducidos a

numerosos idiomas, y ha sido conferenciante en gran cantidad de universidades por 

todo el mundo.

Todos los libros y obras de Elisabeth Lukas

Víctor Frankl: el sentido de la vida - 2008

El sentido del momento: aprende a mejorar tu vida con logoterapia - 2007

Ganar y perder: la logoterapia y los vínculos emocionales - 2006

Libertad e identidad: logoterapia y problemas de adicción - 2005

Equilibrio y curación a través de la logoterapia - 2004

En la tristeza pervive el amor - 2002

Paz vital, plenitud y placer de vivir: los valores de la logoterapia - 2001

Logoterapia: la búsqueda del sentido - 2000