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    Sandor Ferenczi

    Primer escrito de este volumenSobre el alcance de la eyaculación precoz

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    Sandor Ferenczi / Sobre el alcance de la eyaculación precoz

     Sobre el alcance de la eyaculación precoz

    Las investigaciones en torno a la explicación fisiológica de la expulsión prematura delesperma y de los estados nerviosos concomitantes han dado origen a toda una literatura.Pero se ha hablado poco, e incluso nada, sobre las consecuencias nerviosas de un coitotan breve en la compañera del otro sexo. Sin embargo, apoyados en las investigacionesinnovadoras de Freud, quienes han examinado de cerca la vida sexual o conyugal de lasmujeres que padecen una neurosis de angustia, han podido constatar que los estados de

    temor, ansiedad o angustia están siempre provocados por la insatisfacción sexual o por lasatisfacción incompleta e imperfecta, cuya causa más frecuente es la eyaculación precozdel hombre. Incluso dejando de lado los casos manifiestamente patológicos de eyaculaciónprecoz asociada por lo general a muchos otros síntomas de neurastenia sexual y siempreimputable a una masturbación excesiva), parece ser que, de manera general, el sexo masculino presenta en relación al femenino una eyaculación precoz relativa.

    Dicho de otra manera, incluso en el caso más favorable, mientras la duración de la fricciónen el hombre es normal, gran número de mujeres no consiguen experimentar el orgasmo;ya sea que la anestesia permanece completa hasta el final, ya que, aunque se produzcauna cierta excitación libidinosa, ella no alcanza el grado necesario para el orgasmo, el caso

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    es que cuando el acto ya ha acabado para el hombre la mujer queda excitada peroinsatisfecha.

    Si se mantiene esta situación, desemboca necesariamente en un estado de tensiónnerviosa; sólo el egoísmo masculino, pervivencia del antiguo régimen patriarcal, ha podidodesviar de este asunto la atención de los hombres y, por tanto, de los médicos.

    Desde hace mucho tiempo consideramos que únicamente los hombres tienen derecho a lalibido sexual y al orgasmo; hemos elaborado e impuesto a las mujeres un ideal femeninoque excluye la posibilidad de expresar y reconocer abiertamente sus deseos sexuales, y notolera más que la aceptación pasiva, ideal que clasifica las tendencias libidinosas, por pocoque se manifiesten en la mujer, en las categorías de lo patológico o del «vicio».

    Sometiéndose a los criterios del hombre, tanto por su universo ético como por otrosaspectos la mujer ha asimilado tan perfectamente estas perspectivas que toda ideacontraria, aplicada a ella misma, le parece impensable. Incluso la mujer que sufre la más

    grave angustia y que, según se sabe por el interrogatorio, no ha experimentado jamás sinoexcitaciones frustradas, rechaza con dureza y sincera indignación el pertenecer a«aquéllas» a quienes «esas cosas» pudieran faltar. No sólo no las desea -hablando engeneral- sino que las considera, en cuanto se siente implicada, como una relacióndesagradable, repugnante, de la que prescindiría gustosamente si su marido lo consintiera

    Sin embargo, los impulsos libidinosos del organismo, alertados e insatisfechos, no sedominan a base de decretos morales; al no quedar satisfecho el deseo sexual, deriva haciasíntomas patológicos, generalmente la angustia; y en los individuos predispuestos,desemboca en la neurosis (histeria, neurosis de angustia).

    Si los hombres abandonaran su modo de pensar egocéntrico para imaginar una vida en laque ellos tuvieran que soportar constantemente la interrupción del acto antes de laresolución orgásmica de la tensión creada, se darían cuenta del martirio sexual sufrido porlas mujeres y de la desesperación provocada por el dilema que les obliga a elegir entre elrespeto a sí mismas y la satisfacción sexual. Comprenderían también mejor el por quéenferma un porcentaje tan elevado de mujeres.

    La teleología propia del razonamiento humano no se resigna fácilmente al postulado de queen «el mejor de los mundos posibles» una función orgánica tan elemental deba presentaruna duración parecida para conseguir satisfacer a ambos sexos Y la experiencia parececonfirmar que no se trata de una deferencia orgánica entre los dos, sino de una diversidaden las condiciones de vida y de presión cultural, lo cual explica esta «asincronía» en lasexualidad de los cónyuges.

    La mayoría de los hombres se casan tras un cierto número (por lo general bastante grande)de aventuras sexuales y la experiencia demuestra que, en este campo, el hábito no entrañauna elevación del umbral de excitación, sino al contrario, una aceleración de la eyaculación.Este efecto aumenta considerablemente si, como ocurre indiscutiblemente en el noventapor ciento de los hombres, la satisfacción se ha obtenido habitualmente por vía autoerótica.Por esto, en la mayoría de los hombres que se casan, la eyaculación es relativamenteprecoz.

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    Por el contrario, la mujer, durante sus años de soltera, está apartada sistemáticamente detodo contacto sexual, ya se trate del plano real o del mental, y, además, se tiende a hacerleaborrecer y despreciar todo lo que se refiere a la sexualidad. De este modo, comparadacon su futuro esposo, la mujer que se casa es, desde el punto de vista sexual, al menos

    hipoestésica cuando no anestésica.No me siento cualificado para extraer las conclusiones sociólogas del problema y decidirquién tiene razón: los que exigen al hombre la castidad hasta el matrimonio o los queproponen la emancipación de la mujer. El médico. que no puede remediar más que lossufrimientos individuales y apenas se preocupa de los males de la sociedad, se inclinaráevidentemente hacia lo último; preferirá la tendencia que trata de disminuir la histeriafemenina a la que, propugnando la observancia de la castidad por el hombre, tiende aampliar también la histeria al sexo masculino.

    En realidad, no creo que la elección deba reducirse a estos dos extremos. Ha de existir unasolución para proteger mejor el interés sexual de la mujer, sin tener que sacrificar el orden

    social fundado en la familia.

    Un tímido intento en este sentido lo constituye el movimiento de iniciación sexual de lasmujeres antes del matrimonio. Y aunque el número de sugerencias y proyectos simplistas yabsurdos es grande, existe, sin embargo, cierta esperanza de que el procedimiento brutal ygeneralmente practicado, que consiste en entregar el día de la boda una mujer asustada eignorante de la sexualidad a un hombre curtido ya en numerosas experiencias, seabandone pronto. Mientras las condiciones actuales permanezcan vigentes, no essorprendente que la eyaculación relativamente rápida del hombre y la relativa anestesia dela mujer se admitan como cosa natural en la vida conyugal, y que, a consecuencia de «lasignificación ejemplar de la sexualidad», las uniones fundadas en la satisfacción es decir,

    felices, sean tan raras.

    Próximo escritoLas neurosis a la luz de las enseñanzas de Freud y el Psicoanálisis

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    Sandor Ferenczi / Las neurosis a la luz de las enseñanzas de Freud y elPsicoanálisis

     Las neurosis a la luz de las enseñanzas

    de Freud y el Psicoanálisis

    Hace algunos años, en el Tercer Congreso nacional de Psiquiatría, hice una exposiciónsobre la “neurastenia”, en la que pedía una clasificación nosológica sistemática de estecuadro clínico tan confuso y complejo, que encubre tantos diagnósticos erróneos oinexistentes. Pero si la orientación era apropiada cuando separaba las situaciones dedebilitamiento neurasténico de los estados nerviosos que acompañan a las afeccionesorgánicas por una parte, y los estados puramente psiquiátricos por otra, me confiesoculpable de una omisión grave al olvidar totalmente las investigaciones realizadas sobre lasneurosis por el profesor Freud, de Viena. Esta omisión puede imputárseme con tanta mayorseveridad cuanto que tenía un perfecto conocimiento de los trabajos de Freud Ya en 1893había leído el artículo de Freud y Breuer sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos

    histéricos; y más tarde, una comunicación individual, donde demostraba que lostraumatismos sexuales de la infancia son el origen de las psiconeurosis.

    Hoy, habiendo tenido tantas ocasiones de convencerme de la exactitud de las teorías deFreud, debo plantearme estas cuestiones: por qué las rechacé entonces de golpe, por quéme parecieron a prior i desacertadas y artificiales y, sobre todo, por qué esta teoría delorigen sexual de las neurosis suscitó en mí tanto desagrado y aversión que ni siquiera juzgué oportuno verificar si, por casualidad, contenía algunos elementos verdaderos.

    Aduciré como disculpa que la mayoría de los neurólogos han cometido el mismo error, y,entre ellos, hombres de tanta altura como Kraepelin y Aschaffenburg lo mantienen todavía

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    hoy. Por el contrario, los investigadores que se han decidido a intentar la interpretación delos problemas particulares suscitados por los casos de neurosis mediante las teorías y loslaboriosos procedimientos de Freud se han convertido, en su mayoría, en ardientes adeptosde esta ciencia hasta ahora olvidada, y el número de los discípulos de Freud es hoy día

    considerable.La premura del tiempo de que dispongo me impide -aunque esté tentado a ello- exponersistemáticamente cómo Freud y Breuer han detectado, examinando las particularidades deuna sola enferma histérica que podrían pasar como simples extravagancias, fenómenospsíquicos de una significación universal, llamados a jugar un papel aún difícil de evaluar enel desarrollo de la psicología normal y patológica. Debo igualmente renunciar a acompañara Freud, que camina a partir de entonces con absoluta independencia a través de losdifíciles senderos que le han conducido -tras más de un error valientemente reconocido- asu posición actual, la única apta, según creo, para explicar los fenómenos enigmáticos delas neurosis y, por consiguiente, para curarlas.

    Les ahorraré también los datos literarios estadísticos. Me limitaré en el marco de estaconferencia a esclarecer algunos puntos clave de esta teoría compleja y a ilustrar su valormediante ejemplos clínicos.

    Una tesis fundamental de esta nueva teoría es que en las neurosis la sexualidaddesempeña un papel específico, es decir que la mayoría de las neurosis se reducen enúltimo término a un síndrome que oculta funciones sexuales anormales.

    Freud clasifica en un primer grupo los estados neuróticos en los que una perturbaciónconcreta de la fisiología de las funciones sexuales parece actuar como causa patógenadirecta, sin intervención de los factores psicológicos. Dos estados mórbidos pertenecen al

    grupo que Freud llama “neurosis concretas”, pero que podríamos también denominar, sindesautorizar al autor, mediante un nombre que las define en oposición a las psiconeurosis,es decir, como fisioneurosis . Se trata de la neurastenia, en un sentido restrictivo deltérmino, y de un síndrome netamente delimitado, que se denomina neurosis de angustia,en alemán «Angstneurose». Si se elimina del grupo de enfermedades designadas por eltérmino neurastenia  todo lo que se ha unido a él impropiamente y puede clasificarse en unaentidad mórbida más adecuada. queda un síndrome bastante característico en el quedominan las cefaleas, las raquialgias, las perturbaciones gastrointestinales, las parestesias,un grado variable de impotencia y, como consecuencia de estos diversos factores, unestado de depresión. Según las observaciones de Freud, el factor patógeno principal deesas neurosis neurasténicas en el sentido estricto de la palabra lo constituiría lamasturbación excesiva. Para descartar a priori tal objeción demasiado fácil del carácterbanal de esa actividad, insisto en el hecho de que se trata aquí de onanismo excesivo,proseguido incluso después de la pubertad, y no del onanismo habitual de la infancia,limitado a un determinado período; pues este tipo de onanismo está tan extendido, sobretodo en el sexo masculino, que considero que la ausencia total de antecedentesautoeróticos pone en duda el equilibrio psíquico de un individuo, duda que en la mayoría delos casos resulta fundada.

    Ya he dicho en otra parte lo que pienso sobre las variaciones de la importancia atribuida alefecto patógeno de la masturbación; el apogeo está representado por la degeneraciónmedular, y el perigeo por la inocuidad total. Yo soy de los que no sobrestiman la

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    importancia del onanismo; pero, basándome en mi experiencia, puedo afirmar que en laneurastenia, considerada en el sentido restrictivo que le da Freud, la auto-saciedadexcesiva no falta nunca, y explica de modo suficiente los síntomas. Señalaré de paso que eldaño provocado en el estado psíquico de muchos masturbadores por las exageradas

    opiniones divulgadas en torno al carácter vergonzoso y nocivo de la masturbación,precipitándoles en la Scylla de la angustia o de la psiconeurosis cuando intentan sofocar supasión para evitar el Caribdis de la neurastenia, es infinitamente mas grave que el efectodirecto del onanismo.

    La masturbación excesiva es patógena por el hecho de que tiende a liberar el organismo dela tensión sexual mediante un sucedáneo menos eficaz que el proceso normal, es decir,citando a Freud, mediante una “descarga inadecuada”. Se comprende perfectamente queeste modo de satisfacción practicada con exceso desgaste las fuentes de energíaneuropsíquica del individuo. El coito normal es ciertamente una función compleja, pero, sinembargo, una función refleja, cuyos arcos pasan en su mayoría por el bulbo y los centrossubcorticales, aunque los centros nerviosos superiores queden también implicados; en la

    masturbación, por el contrario, debido a la pobreza de las estimulaciones sexualesexternas, los centros de la erección y de la eyaculación no pueden conseguir una tensiónsuficiente para desencadenar el mecanismo reflejo más que extrayendo la energía de tinafuente psíquica superior; la imaginación.

    Repito que todo lo que precede concierne esencialmente a las formas espino-viscerales dela neurastenia; queda por adivinar si las restantes formas de la entidad mórbida asténica,como por ejemplo la astenia psíquica, en el sentido estricto de término, surge también de lamisma forma.

    En el segundo grupo de las neurosis actuales, que Freud llama “Angstneurose” -neurosis

    de angustia-, los síntomas principales son una irritabilidad general que se manifiestaesencialmente por la hiperestesia auditiva, y el insomnio, un estado de expectación ansiosacrónica específica, centrada a menudo sobre la salud de otro, a veces sobre la del propiopaciente (hipocondría), crisis de angustia asociadas frecuentemente al temor de un infarto,de un ataque de parálisis, y que van acompañadas de perturbaciones respiratorias,cardíacas, vaso-motoras y secretoras. Las crisis de angustia pueden manifestarse de formaindirecta: sudores, palpitaciones, bulimia, diarrea, o simplemente pesadillas y terroresnocturnos (pavor nocturnus). Los vértigos juegan un papel considerable en la neurosis deangustia y pueden alcanzar tal intensidad que limiten, de forma parcial o total, la libertad demovimiento del enfermo. Gran parte de las agorafobias son, de hecho, consecuencias delas crisis de vértigo ansioso; el enfermo evita los desplazamientos porque teme que la crisisde angustia le sorprenda en plena calle. En este caso, la fobia es una defensa contra laangustia. y la angustia es un fenómeno que no puede analizarse desde un ángulopsicológico, sino que se explica por la mera fisiología.

    Todos estos síntomas y síndromes podrían cobijarse fácilmente bajo el amplio manto de laneurastenia y de la histeria. si Freud no hubiera demostrado la unidad etiológica de ambas,perteneciente una vez más al ámbito de la sexualidad. En efecto, la neurosis de angustiaaparece cuando la energía sexual, la libido, se desvía  de la esfera psíquica, propagándosela tensión sexual exclusivamente por vía bulbar y subcortical. Así, pues, mientras que encondiciones normales la energía sexual se irradia también hacia la esfera psíquica, en laneurosis de angustia el psiquismo no participa, o lo hace de manera insuficiente, del afecto

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    sexual, bien sea porque está ocupado anteriormente, porque debido a una fuerte inhibiciónes inaccesible a la libido, o incluso, porque es incapaz de percibir correctamente laexcitación; de manera que la excitación se desborda, en su totalidad o en gran parte, porlas vías nerviosas inferiores. Uno de los descubrimientos más notables de Freud es que

    esa hendidura entre el psiquismo y la libido se manifiesta por la angustia, es decir, que laexcitación que no puede manifestarse sobre el plano psíquico provoca en el organismoefectos fisiológicos acompañados de una sensación de angustia, de ansiedad. La neurosisde angustia se opone directamente aquí a la neurastenia, en la que se hace referencia demanera exclusiva a la energía psíquica.

    Utilizando una comparación de la física pero que expresa perfectamente el principio delproceso, podríamos decir que la transformación de la excitación sexual en factor deactividades motrices, vaso-motrices, secretoras, respiratorias, que tienen por culminación laangustia cuando el circuito psíquico queda cerrado y no puede escapar más que por lasvías nerviosas inferiores, es análoga a la transformación de la electricidad en calor cuandoencuentra una fuerte resistencia en el circuito conductor.

    El ejemplo más conocido de neurosis de angustia sexual es la angustia virginal (Freud),que aparece generalmente tanto en los hombres como en las mujeres en el momento delas primeras relaciones. Es evidente que el psiquismo, más preparado, no puede participarcorrectamente de la libido. La angustia aparece a menudo en quienes sufren una intensaexcitación sexual, pero no pueden satisfacer su libido a causa de obstáculos externos ointernos. Citemos como ejemplo la neurosis de los novios que he podido observar amenudo, y que va acompañada de toda la gama de síntomas descritos por Freud. El coitointerrumpido produce graves neurosis de angustia tanto en los hombres como en lasmujeres. En este caso es una fuerte inhibición psíquica la que dificulta el desarrollo normalde la libido. La eyaculación precoz del marido es una causa frecuente de angustia en la

    mujer; puede atribuirse a una masturbación excesiva. Esta combinación de neurosisconyugal: marido neurasténico y mujer ansiosa, está muy extendida.

    Según mi experiencia, la abstinencia total se tolera mejor que las excitaciones incompletas;sin embargo, puede provocar una neurosis de angustia. Esta explicación de la neurosis deangustia está avalada por los resultados terapéuticos. La angustia cesa cuando losobstáculos que se oponen a la manifestación psíquica de la excitación desaparecen. Elremedio para la angustia virginal es la habituación; el de muchas neurosis es acabar conformas de coito inapropiadas; la angustia de la mujer se cura a menudo mediante elfortalecimiento de la potencia de su cónyuge.

    Tras esta exposición, deseo abordar un capítulo más complejo y más importante de lateoría de Freud; tendré que dejar de lado las explicaciones fisiologistas y mecanicistas,porque aquí predominan las consideraciones psicológicas. Freud reúne en este apartadodos enfermedades: la histeria  y la neurosis obsesiva . Hasta ahora, la neurosis obsesiva sesituaba por lo general en el capítulo de la neurastenia; por el contrario, se admite que lahisteria consiste en una neurosis psicógena cuyos síntomas se explican mediantemecanismos mentales inconscientes o semiconscientes. Pero los autores que hanestudiado esta enfermedad, aun cuando su experiencia y sus observaciones sean de unvalor incalculable para la neurología, no han sabido unificar sus puntos de vista sobre estacompleja enfermedad y, en particular, no han sabido explicarnos por qué los síntomas sepresentan necesariamente en tal o cual enfermo según un agrupamiento y un orden dados.

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    Ahora bien, mientras este problema ha quedado sin respuesta -prescindimos aquí de unacierta presciencia confusa sobre el papel del inconsciente-, cada caso de histeria nos haplanteado problemas indescifrables, como el de la esfinge. Pero mientras que la esfingepermanece petrificada en su tranquila contemplación del infinito, la histeria -como para

    despreciar nuestra impotencia ante sus muecas- cambia incesantemente de apariencia yconvierte al enfermo a quien afecta en insoportable, tanto para su familia como para sumédico. El médico, que ha agotado rápidamente todos los recursos de la quimioterapia y dela hidroterapia, en vez de utilizar tratamientos basados en la sugestión pero de resultadosefímeros, aguarda impaciente el verano para poder enviar a su enfermo al campo, lo máslejos posible. Pero incluso si vuelve mejorado, la recaída será inevitable al primer conflictopsíquico serio. Y así ocurre durante un año, diez años e incluso más, a pesar de queningún especialista cree en el carácter benigno de la histeria. En tales condiciones, elevangelio de Freud es una verdadera liberación tanto para el médico como para el enfermo,porque anuncia el descubrimiento de la clave del problema de la histeria, una comprensiónmás profunda de esta penosa enfermedad y de su carácter curable.

    Ha sido Breuer el primero que ha logrado reunir el conjunto de síntomas presentados poruna enferma histérica con traumatismos psicológicos y conflictos psíquicos olvidados cuyorecuerdo, cargado con los afectos correspondientes, queda latente en el inconsciente y,como un enclave extraño en el psiquismo, provoca tensiones continuas o periódicas en elaparato neuro-psíquico. Con ayuda de la hipermnesia provocada por la hipnosis, Breuer yFreud han establecido que los síntomas son en realidad los símbolos de esos recuerdoslatentes; a continuación, en estado de vigilia, han hecho que la enferma tome conciencia delos acontecimientos pasados que ha revelado durante el sueño hipnótico, suscitando asíuna violenta descarga emocional; una vez apaciguada ésta, los síntomas desaparecendefinitivamente. Según Breuer y Freud, el rechazo del recuerdo y de su afecto, latentes enel inconsciente, se debía a que, en el momento del choque psíquico, el individuo no estaba

    preparado para reaccionar frente al suceso, es decir, expresándose con palabras, congestos, con cierta mímica, con risas o con llantos, con cólera, con irritación o medianteotras manifestaciones de intensa emoción, dicho de otra forma, de elaborar sus emocionespor asociación de ideas. Las emociones y las ideas, al poder resolverse correctamente anivel psíquico, han retrocedido hacia la esfera orgánica convirtiéndose en síntomashistéricos. El tratamiento, que los autores han llamado catarsis ,  ha permitido al pacientebachear esta laguna, «aliviar» los afectos no liquidados, suprimiendo así el efecto patógenodel recuerdo privado de su afecto y convertido en consciente.

    Esta es la semilla de la que ha germinado el método del análisis psicológico de Freud, elpsicoanálisis. Este método abandona totalmente la hipnosis y se practica en estado devigilia, lo cual lo pone al alcance de muchos más pacientes y desbarata la objeción dequienes pretenden que los hechos revelados por el análisis se basan en la sugestión.

    A lo largo de sus investigaciones, Freud ha establecido que: no todos los olvidos surgen delretraimiento, de la ocultación natural de las impresiones mnésicas; muchas impresiones seolvidan porque el psiquismo incluye un poder de juicio, la censura, que aparta de laconciencia las representaciones insoportables o penosas. Freud llama a este procesorecusación, represión, rechazo (Verdrängung), y ha demostrado que este mecanismodesempeña el mismo papel en las funciones mentales normales que en las patológicas.

    El rechazo de los recuerdos desagradables no se consigue totalmente en la práctica; sin

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    embargo, el combate entre el grupo de representaciones afectivamente cargado con sutendencia a la repetición -que Jung llama complejo- por una parte, y la censura que seopone a él por la otra, puede acabar eventualmente mediante un compromiso. En tal caso,ni la tendencia al rechazo ni la tendencia a la repetición pueden desarrollarse enteramente,

    pero el complejo queda representado en la conciencia por medio de una asociaciónsuperficial cualquiera.

    Según Freud, son estos representantes o símbolos de complejos los que constituyen lamayoría de esas ideas súbitas que, rompiendo el desarrollo normal del pensamiento, nosvienen a la mente sin razón aparente, como si dijéramos «por azar»; a menudo un antiguorecuerdo de infancia, de apariencia anodina e insignificante, se revela como elrepresentante de un complejo, y no comprenderíamos por qué nuestra memoria se habíaobnubilado si una búsqueda más activa no descubriera que disimula el recuerdo de unacontecimiento muy significativo y de ningún modo anodino. A éstos los llama Freud«recuerdos pantalla».

    Un complejo también puede manifestarse por una perturbación repentina de la expresión,del lenguaje, de los actos, por ejemplo, gestos involuntarios, sonrisas confusas, lapsusdiversos, inversiones y lagunas.

    Un tercer modo de manifestación de los complejos rechazados es el sueño. Una de las másnotables obras de Freud trata de la interpretación de los sueños; allí se encuentra la tesiscapital que pretende que el sueño es siempre la manifestación más o menos de un deseorechazado. Como la censura es mucho menos severa durante el sueño que durante elestado de vigilia el análisis de los sueños permite acercarse a las representaciones y a losafectos rechazados en el inconsciente.

    Jung ha aportado un instrumento excelente al método del análisis psicológico de Freuddemostrando que los complejos pueden manifestarse en el curso de lo que llama la pruebade libre asociación. Esta prueba consiste en enunciar alternativamente al enfermo unapalabra indiferente o una palabra con carga afectiva debiendo responder él a la mayorvelocidad posible con otra palabra. La calidad de la réplica y la duración del tiempo dereacción -que basta con medir en quintos de segundo- nos permiten determinar lasreacciones bloqueadas de un complejo inconsciente, lo que nos posibilita a continuaciónpara alcanzar más rápida y fácilmente las imágenes mnésicas olvidadas pero siempreactivas, y los grupos de representación rechazados por la censura.

    Yo he visto emplear una interesante variación de la prueba de asociación en la clínica deZurich. Jung y Peterson realizan la prueba sometiendo al sujeto examinado a una corrientegalvánica débil durante el registro de las reacciones. Un galvanómetro muy sensible,ramificado sobre el circuito, muestra en general, en el momento de las reaccionesrelacionadas con el complejo, una oscilación positiva intensa, permitiéndonos de este modocomparar la influencia de los complejos sobre las diferentes reacciones, y representarlasgráficamente.

    He aquí en líneas generales cómo se practica el método del análisis psicológico:enseñamos al enfermo a expresar en palabras todo lo que le viene a la mente, sin ejercerninguna crítica, como si él se observara a sí mismo. Este modo de pensamiento se oponeclaramente al modo de pensamiento consciente en el que las ideas que se apartan del

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    sujeto son rechazadas inmediatamente como inválidas, inutilizables, e inclusoperturbadoras. Pero en el análisis nos interesamos precisamente por lo que la concienciasuperior no quiere aceptar, e invitamos al enfermo a manifestar todo lo que le viene a lamente cuando dirige su atención justamente sobre esas ideas súbitas. Al principio las

    asociaciones son superficiales, conciernen a los sucesos cotidianos y a las impresionesnuevas que preocupan al individuo; pero en seguida, por medio de las ideas súbitas surgenvestigios mnésicos más antiguos -recuerdos pantalla- cuya interpretación suscita, ante lagran sorpresa del propio enfermo, recuerdos antiguos, esenciales en la vida del sujeto, quese le escapaban hasta entonces. Tales recuerdos pueden pertenecer ya a los complejosrechazados. La principal función del análisis consiste en llevar al enfermo a tomar consciencia  del conjunto de su universo intelectual y emocional, así como de la génesis deeste universo, y a volver a encontrar los móviles que han determinado el rechazo de lasideas o de las emociones. Este análisis -esta confesión científica- exige mucho sentidopsicológico y mucho tacto.

    Durante el análisis debemos observar atentamente todos los gestos involuntarios del

    paciente, su mímica, los lapsus y confusiones, los olvidos, y debemos incitarle a explicarse.Le haremos narrar sistemáticamente sus sueños y analizaremos todos los detalles,siguiendo siempre el método expuesto anteriormente. También examinaremos lasreacciones del paciente a la prueba de asociación de Jung; por este camino podemosintentar llegar a sus complejos.

    Si este trabajo de análisis difícil y profundo se prosigue durante mucho tiempo, por ejemplodurante varios meses, con un enfermo de histeria, se descubre tarde o temprano laexistencia de numerosos complejos en estrecha relación con los síntomas. Pareceentonces que el síntoma histérico no es más que un representante del complejo,indescifrable si está aislado, pero que puede ser interpretado cuando el complejo al que se

    halla ligado -por un hilo asociativo a menudo tenue- queda liberado del rechazo y se haceconsciente. El médico, además de lo que habrá captado en cuanto a la patogenia de lossíntomas, constatará con agrado e interés que el síntoma, si ha sido analizado hasta elfinal, y tras una reacción generalmente muy violenta, desaparece total y definitivamente.

    Freud no ha iniciado sus investigaciones a partir de una teoría totalmente desarrollada; porel contrario, la experiencia acumulada le ha servido de base para formarse una opinión.Para evitar los obstáculos acumulados en su camino, no ha retrocedido ante las tareas másdifíciles. Para completar el análisis de las neurosis, ha elaborado la única teoría del sueño verdaderamente satisfactoria, y que aparece como una de las realizaciones más notablesdel espíritu humano; posteriormente ha debido dedicarse a la explicación del “azar”, o delos actos frustrados, y de este modo ha escrito La  Psicopatología de la vida cotidiana; unamonografía igualmente única en su género debe su existencia a las investigacionesconsagradas a los procesos y móviles inconscientes del chiste y de lo cómico. Por último,reuniendo los resultados obtenidos, ha echado las bases de una psicología nueva querepresenta, estoy convencido, un giro decisivo en la evolución de esta disciplina. El mismoFreud atribuye mucha más importancia a los resultados teóricos que a los éxitosterapéuticos; pero mi propósito actual es presentar ante ustedes los nuevos datos de lapatología y de la terapéutica de las neurosis.

    A través del método analítico, Freud ha llegado a la extraña conclusión de que los síntomaspsiconeuróticos son el resultado de complejos sexuales rechazados. Pero esta conclusión

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    parece menos extraña cuando se piensa que los impulsos sexuales figuran entre los máspotentes de los instintos humanos, los cuales tienden a expresarse por todos los medios, yque, además, la educación se esfuerza en sofocarlos desde la infancia. Las nocionesinculcadas: conciencia moral, honor, respeto a la familia, es decir, la conciencia de una

    parte, y de la otra las leyes promulgadas por la Iglesia y el Estado, sus amenazas y suscastigos, todo contribuye a reprimir los instintos sexuales, o al menos a confinarlos enestrechos límites. El conflicto se hace inevitable; según sea la resistencia del individuo y larelación de fuerza de los instintos que intentan expresarse, el combate acaba con la victoriade la sexualidad, con un rechazo completo o incluso, que es lo más frecuente, con uncompromiso La psiconeurosis no es más que una forma de compromiso. La conciencia delhistérico llega a apartar el grupo de representaciones sexuales con carga afectiva, peroéste se expresa, sin embargo, por vía simbólica -la de las asociaciones-, convertido ensíntoma orgánico.

    El psicoanálisis me ha aportado suficientes pruebas de que únicamente la interpretación alestilo de Freud puede esclarecer los síntomas de la histeria. Veamos algunos ejemplos.

    Un joven de diecisiete años viene a verme; se lamenta de una salivación intensa que leobliga a escupir constantemente. No puede dar ninguna explicación sobre la causa o elorigen del mal. El examen no revela ninguna afección orgánica; la salivación, queefectivamente constato, debía ser calificada como salivación histérica o ptialismo. Pero enlugar de recetarle enjuagues de boca medicinales, bromuro, hipofosfato o incluso atropina,realicé el psicoanálisis del enfermo. Inicialmente el análisis reveló que la necesidad deescupir se manifestaba esencialmente en presencia de las mujeres. Más adelante elpaciente recordó haber sufrido este problema con anterioridad. cuando en el MuseoAnatómico de Városliget había visto modelados que representaban los órganos genitalesfemeninos y otros que reproducían los síntomas de las enfermedades venéreas en la

    mujer. Ante este espectáculo le había invadido tal malestar, que había abandonado elmuseo apresuradamente y había vuelto a su casa a lavarse las manos. No pudo especificarla razón; pero la continuación del análisis reveló que la visita al museo había despertado enél el recuerdo de su primera relación en la que había experimentado un intenso desagradoal contemplar el órgano genital femenino, tras lo cual se había estado lavando durantevarias horas. Pero la explicación de esta repugnancia excesiva no apareció más que al finaldel análisis, cuando el muchacho recordó que a los cinco años practicó el cunilinguo conniñas de su edad, incluso con su propia hermana. La causa de la salivación era, pues, eserecuerdo rechazado, latente bajo la conciencia. A partir del momento en que el complejo sehizo consciente, el síntoma desapareció definitivamente. Incluso sin tener en cuenta el éxitoterapéutico, es innegable que el análisis nos permite una comprensión más profunda de lagénesis de los síntomas histéricos que todos los medios de investigación conocidos hastaahora.

    Una joven de buena familia, de diecinueve años de edad, que manifestaba ante loshombres un pudor extraordinario e incluso repugnancia, vio desaparecer sus parestesiashistéricas a medida que el análisis le permitió despertar el recuerdo de experienciassexuales de la infancia en relación con las partes sensibles de su cuerpo, y a medida quetomó conciencia de las fantasías sexuales que había cristalizado durante la pubertad. Enparticular, un sueño de la paciente dio la explicación de la raquialgia. Aunque inicialmenteparecía banal, este sueño resultó muy significativo cuando el análisis demostró cómo laspérdidas seminales recordaban a la enferma una determinada publicidad vista en los

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    periódicos. La paciente, cuyos conocimientos fisiológicos eran escasos, se había sentidoaludida, pues en su infancia había sufrido pérdidas blancas a consecuencia de prácticasonanistas; su raquialgia era debida al temor de quedar afectada por una atrofia espinal,equivocadamente atribuida a la masturbación por las creencias populares y la publicidad de

    los periódicos.A la base de los síntomas de otra joven histérica (hipo, tensión, angustia histérica), elanálisis descubrió escenas de exhibición contempladas en la infancia, una tentativa deagresión sexual sufrida en la adolescencia y las fantasías correspondientes que suscitabansu desagrado.

    Quizá se extrañen ustedes de que se pueda hablar de estos asuntos con una muchacha.Pero Freud ha respondido a esto planteando a los médicos la siguiente cuestión,absolutamente justificada: ¿Cómo se atreven a examinar e incluso a tocar esos órganos delos que el neurólogo sólo habla? Efectivamente, lo mismo que sería estúpido renunciar, porfalso pudor, a las intervenciones ginecológicas en las muchachas, resultaría imperdonable

    descuidar por simple pudor las enfermedades del psiquismo. Es evidente que el análisisdebe practicarse con mucho tacto; el juramento hipocrático del «nihil nocere» lo exige, tantodel neurólogo como del ginecólogo. Y si una mano inexperta o criminal puede dañar alenfermo, no ocurre únicamente dentro de la neurología: la cirugía ofrece también muchosejemplos. Pero no es ésta una razón suficiente para proscribir la cirugía ginecológica o elpsicoanálisis. Una frase de Goethe caracteriza perfectamente esta hipocresía de algunosmédicos: «Du kannst vor keuschen Ohren nicht nennen, was keusche Herzen nichtentbehren kónnen.»

    Podría añadir infinitos ejemplos. Una histérica de cuarenta años, que sentía de vez encuando un insoportable amargor en la boca, se acordó en el curso del análisis de que había

    sentido el mismo amargor el día en que su hermano, afectado por una dolencia incurable,había tomado su quinina sin proporcionársela ella, como de costumbre, sino otra persona.tan desafortunadamente que, al romperse el sello, el producto amargo había incomodado alenfermo. El análisis reveló más adelante que en la infancia, su padre, que la quería mucho,la sentaba a menudo en sus rodillas, la apretujaba y la abrazaba, introduciendo la lenguaentre sus labios. El gusto amargo simbolizaba también el personaje del padre, fumadorempedernido impregnado todo él de olor a tabaco. Aquí, como en numerosos casos, existe«superdeterminación» del síntoma que, por vía de conversión, expresa muchos complejos.

    Las crisis histéricas, los calambres se producen, según demuestra el análisis, cuando unaimpresión psíquica está tan intensamente ligada al complejo rechazado que la concienciano puede protegerse ante su reproducción y se abandona por completo. El mecanismo esel siguiente: el psiquismo, como el cuerpo, presenta puntos histerógenos; su vulneraciónprovoca el estado que Freud llama la “dominación de la conciencia por el inconsciente”(Überwältigung durch das Unbewuste). Según mis propios análisis, los movimientos,contracciones y gestos que desembocan en la crisis de histeria son los símbolos y lossíntomas que acompañan los recuerdos y las fantasías rechazadas.

    Un joven aprendiz de quince años vino a verme acompañado por su padre: sus crisis dehisteria, que pude observar en muchas ocasiones, se manifestaban por contraccionestónicas que se prolongaban durante algunos minutos; al terminar la crisis, el pacientesacaba la lengua violentamente tres o cuatro veces. La primera crisis se había producido

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    cuando, por divertirse, otros aprendices le habían amarrado, causándole gran terror. Segúnla teoría que actualmente rige, se trataría de una simple histeria traumática; sin embargo, elanálisis reveló que la perturbación tenía un origen más profundo. Inicialmente se supo quetres meses antes el muchacho había caído a un pozo lleno de agua sucia y nauseabunda;

    parte del líquido había penetrado en su boca. La evocación de este recuerdo desencadenóuna crisis intensa. Una nueva crisis violenta precedió a la aparición del recuerdo de unhecho ocurrido cuando tenía trece años. Mientras jugaba a la gallina ciega con sus amigos,éstos, por divertirse, le pusieron en las manos un bastón manchado con excrementos;cuando instintivamente se llevó la mano al rostro para quitarse el pañuelo, no pudo evitarque su nariz y su boca se pusieran en contacto con los excrementos que se habíanquedado pegados a sus dedos. Este suceso fue seguido de enuresis nocturna repetida.Más adelante, durante el análisis, supe que el muchacho, durante toda su infancia, se habíadedicado -entre otras investigaciones sexuales- a una coprofagia recíproca con suscamaradas, y cuando su madre lo abrazaba, le asaltaba el insoportable pensamiento deque podría intentar esta experiencia también con ella. Estos recuerdos olvidados durantemucho tiempo aparecieron cuando refirió el episodio en el que fue amarrado por sus

    camaradas y en el que dejó escapar sus excrementos al relajarse sus esfínteres; elmuchacho había rechazado estos recuerdos porque se le habían hecho insoportables.Hubo un período en el que yo podía provocar la crisis evocándole cualquiera de lasnecesidades naturales. Fue preciso un prolongado esfuerzo verdaderamente «pedagógico»para hacer estos recuerdos mas tolerables Este caso, que no puedo desarrollar másampliamente, confirma la concepción de Jung, que considera el análisis como untratamiento dinámico que debe habituar al enfermo a hacer frente a las representacionespenosas.

    Cuando el análisis puede hacerse con la suficiente profundidad, revela en todos los casosde histeria la presencia de recuerdos rechazados sobre actos sexuales de la infancia y de

    fantasías rechazadas en relación con ellos, donde proliferan, a expensas de las tendenciassexuales normales, todas las llamadas perversiones. La cura analítica tiene esencialmentela finalidad de devolver a su primer destino las energías desviadas por caminos anormalesy derrochadas en la producción y mantenimiento de síntomas morbosos. Una vez obtenidoeste resultado, se puede recurrir al arsenal actualmente conocido para el tratamiento de lasneurosis, que intenta asociar la libido liberada a las actividades físicas y psíquicas, enparticular a las que corresponden a las tendencias del individuo: el deporte, o bien, unmedio excelente para la mujer, las actividades de beneficencia.

    Sobre la base de lo que precede, seguiremos con más facilidad a Freud en su explicaciónde la génesis de las ideas obsesivas y de los actos obsesivos, es decir, de la neurosis obsesiva , que forma el segundo gran grupo de las psiconeurosis. En las personasafectadas por esta enfermedad, representaciones sin ningún lazo aparente con elencadenamiento normal de las ideas se imponen constantemente a la conciencia bajo elefecto de una compulsión interna que se estima morbosa pero irresistible. En otros casos elenfermo debe repetir incansablemente el mismo gesto o el mismo acto, aparentementedesprovisto de significación o de objeto, cuyo carácter patológico experimentadolorosamente sin poder impedirlo. Todas las tentativas para explicar y curar esta dolenciahan fracasado hasta el presente. En la última edición de su manual afirma Oppenheim: «Elpronóstico de la neurosis obsesiva es grave, o al menos dudoso.» Y no nos debe extrañar,pues, no disponiendo del método psicoanalítico de Freud, desconoceremos la génesis de laenfermedad y no podremos comprender la verdadera significación del síntoma ni hallar el

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    camino de la curación. Ahora bien, mediante el análisis, tal como ha sido expuestoanteriormente, está claro que la idea obsesiva no es más que el síntoma de un complejo derepresentaciones rechazadas al que ella se adhiere mediante asociación, y que lasneurosis obsesivas disimulan también recuerdos y fantasías libidinosas. La diferencia entre

    la histeria y la neurosis obsesiva consiste en esto: en la histeria la energía psíquica delcomplejo rechazado se convierte en síntoma orgánico, en la neurosis obsesiva, por elcontrario, la conciencia, para liberarse del efecto deprimente de una representación, la privadel afecto que va ligado a ella y bloquea otra representación, anodina, en asociación deideas superficial con la original. Freud llama sustitución a este mecanismo particular dedesplazamiento de los afectos. El pensamiento obsesivo que importuna incesantemente laconciencia no es más que una cabeza de turco injustamente perseguida por el enfermo,mientras que el pensamiento efectivamente «culpable» goza de una perfecta tranquilidaden el inconsciente. Y el equilibrio psíquico no queda restablecido más que tras haberdescubierto mediante el análisis la representación rechazada. El complejo desvelado seapodera entonces de la emoción falsamente localizada con una avidez que recuerda la delas mezclas no saturadas, y entonces sobreviene la curación. El paciente recordará más

    frecuentemente el asunto desagradable y habrá de soportar la incomodidad de una toma deconsciencia, pero quedará libre de la idea obsesiva.

    En las mujeres, las ideas obsesivas llamadas de tentación son muy frecuentes. Lesacomete la idea de arrojarse por la ventana, de clavar un cuchillo o unas tijeras en elcuerpo de su hijo, etc. El psicoanálisis de Freud ha demostrado que en realidad talesmujeres están muy insatisfechas de su matrimonio, y lo que desean preservar de latentación es su fidelidad conyugal. Una joven, paciente de Freud, estaba constantementetorturada por la idea de no poder retener la orina cuando se hallaba en sociedad. De modoque se había aislado por completo. El análisis mostró que la representación deincontinencia disimulaba la culpabilidad de un recuerdo sexual completamente olvidado en

    el que intervenía la sensación de la necesidad de orinar.

    Uno de mis pacientes, excepcionalmente dotado, se hallaba constantemente impelido ameditar sobre la vida, la muerte y la maravillosa organización del cuerpo humano, lo queanulaba casi por complejo su alegría vital y su capacidad de trabajo. El análisis reveló queen su infancia había osado manifestar su curiosidad respecto a los órganos genitales de sumadre; todavía hoy sufre el castigo.

    Una de mis enfermas experimentaba una repugnancia inexplicable a ver o tocar un libro,hasta el día en que pudo descubrirse el origen de su mal: a los ocho años, un muchacho dedoce había practicado dos veces con ella un coito completo; lo había olvidado totalmentehasta los dieciséis cuando, leyendo el libro Jack el destripador, le acometió la idea de que sise casaba, su marido la mataría al no hallarla virgen. Se deshizo de esta idea desplazandoel temor hacia las novelas y los libros en general, lo cual soportaba su concienciaaparentemente mejor que el recuerdo de los hechos sexuales infantiles. La conciencia,para asegurar su tranquilidad, no se preocupa demasiado de la lógica.

    Uno de mis enfermos vivía obsesionado por una repugnancia excesiva hacia la chacinería yhacia todos los productos salados, pero todo quedó en orden cuando el análisis reveló queen su infancia un corpulento muchacho, de bastante más edad, había practicado con él uncoito per os. La chacinería representaba el pene, y el gusto salado el esperma.

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    Del mismo modo el estímulo «sal» provocó en un aprendiz de artes gráficas de diecisieteaños una reacción claramente perturbada durante la prueba de asociación; el análisis loexplicó por la práctica del cunilinguo en la infancia.

    Los gestos y los actos obsesivos -y se trata también de un descubrimiento de Freud- sonmedidas de protección de la conciencia frente a las propias ideas obsesivas. La accióndisimula siempre una idea obsesiva que, a su vez, disimula un sentimiento de culpabilidad.La obsesión por la limpieza, por el aseo, es una forma indirecta de ocultar las lacrasmorales que han suscitado la idea obsesiva. Los deseos de contarlo todo, de leer cadarótulo, de caminar con un ritmo uniforme, etc., contribuyen a desviar la atención de lospensamientos desagradables. Una paciente de Freud se creía obligada a recoger y guardaren el bolsillo todos los trozos de papel que veía. Este impulso provenía de otra ideaobsesiva, el horror a todo papel escrito, horror que disimulaba las angustias de unacorrespondencia amorosa secreta. Uno de mis pacientes, muy culto, se veía obligado porun temor supersticioso a echar siempre dinero en el cepillo de una iglesia determinada. Elanálisis descubrió que la limosna representaba un acto de contrición, porque una vez había

    deseado la muerte de su padre. Y el cepillo de la iglesia había llegado a ser el objetoapropiado para expresar la contrición porque en una ocasión, siendo niño, había echado aun cepillo piedras en vez de dinero.

    Freud quedó sorprendido por la gran cantidad de traumatismos sexuales infantilesrevelados por el análisis de las neurosis. Creyó inicialmente que todas las neurosis eranconsecuencia de accidentes sexuales fortuitos. Pero cuando el análisis de la gente sanadescubrió traumatismos análogos en la infancia, sin que se originara posteriormente unapsiconeurosis, tuvo que admitir que no es el traumatismo el verdadero agente patógeno,sino el rechazo de las representaciones asociadas.

    De este modo Freud concede la debida importancia a la predisposición individual en lo quese refiere al origen de las neurosis, porque al principio, impresionado por la gran frecuenciade los traumatismos, le había atribuido escasa significación. También ha precisado lanoción mal definida de tara hereditaria o de predisposición, como la de una constituciónsexual anormal que se caracteriza, en una de sus manifestaciones, por el rechazoexagerado de los complejos sexuales.

    En su última obra y partiendo de sus investigaciones sobre las neurosis, Freud hareconstruido la historia del desarrollo sexual del individuo. En ella ha demostrado que lalibido es inseparable de la vida y que acompaña al individuo desde su concepción hasta sumuerte. En el niño, durante los años que preceden a la etapa educativa, las tendenciaslibidinosas desempeñan un papel mucho mayor del que pensábamos hasta ahora; en estaedad, período de las perversiones infantiles, cuando la satisfacción de la libido no estáligada a un órgano concreto, cuando las nociones morales no limitan aún la satisfacción delos deseos, son numerosas las ocasiones de recibir impresiones que más tarde el individuodesearía rechazar, pero cuyo rechazo provoca en quienes tienen cierta predisposiciónfenómenos morbosos.

    Todo intento de pedagogía sexual que no tenga en mente los datos revelados por elpsicoanálisis de Freud y los que aún nos revelará, está condenado a quedarse en discursomoralizador y vano.

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    Neurastenia, angustia, histeria y neurosis obsesiva se presentan casi siempre relacionadas;por allí donde los síntomas sean confusos podemos constatar siempre, si nos tomamos lamolestia de investigar, la «combinación etiológica» descrita por Freud.

    Quien tras un largo período de masturbación interrumpe bruscamente sus prácticas,presentará simultáneamente parestesias neurasténicas y estados ansiosos. Una joven deconstitución sexual anormal que deba enfrentarse por vez primera a las exigenciasafectivas del amor, experimentará una angustia que la tendencia al rechazo haráevolucionar hacia la histeria. La impotencia psicosexual, que desde Freud ha dejado de serun problema terapéutico, aparece como una mezcla de neurosis histérica, obsesiva y actual

    Cuando se trata de una neurosis compleja, el análisis sólo puede solucionar evidentementelos síntomas psiconeuróticos; los fisioneuróticos subsisten como un depósito insoluble ysólo las reglas oportunas de higiene pueden actuar sobre ellos.

    Ciertamente no puedo omitir aquí que algunos de mis análisis han resultado un fracaso

    Pero ello ha ocurrido cuando no he tenido en cuenta las contraindicaciones señaladas porFreud, o cuando mi paciente o yo mismo hemos perdido la calma prematuramente. Aún noconozco un fracaso que pueda atribuirse al método; incluso en los fracasos, el métodoanalítico me ha servido de ayuda inestimable para valorar y comprender el caso y, enparticular, para obtener datos que la anamnesis de rutina nunca hubiera proporcionado

    Para esbozar un cuadro completo de lo que el análisis aporta a la patología, es precisosaber que la aplicación científica del método en psiquiatría se halla igualmente en plenadifusión. La excelente monografía de Jung ha permitido comprender la sintomatología de lademencia precoz a partir de la psicología de los complejos; yo mismo me he convencido,siguiendo la vía trazada por Freud, de que el mecanismo de la paranoia consiste en la

    proyección sobre otro, o en general sobre el mundo exterior, de los complejos destinados alrechazo.

    No hay que creer, sin embargo, que Freud olvide otros factores patógenos distintos de lossexuales. Ya hemos mencionado la importancia que da a la predisposición hereditaria; porotra parte, el temor, los conflictos psíquicos y los accidentes pueden también desencadenarla neurosis debido a su fuerza traumática Pero sólo pueden considerarse como causaespecífica de las neurosis los factores sexuales, porque están siempre presentes y amenudo son los únicos, y porque conforman los. síntomas a su propia imagen. Y -last notleast- la experiencia terapéutica demuestra que el síntoma neurótico desaparece cuando sehalla y se elimina el factor sexual, y cuando la libido, perturbada en su expresión fisiológicao desviada por vía psíquica, queda debidamente canalizada.

    Espero encontrar una violenta oposición a las teorías de Freud, en particular a la que tratade la evolución de la sexualidad, y es natural. Pues la validez de la teoría de Freudquedaría en entredicho si la censura aplicada a la sexualidad sólo se manifestara en losneuróticos, sin dejar rastro en los sanos, sobre todo en los médicos.

    Todos nosotros abandonamos la adolescencia obnubilados por una turba derepresentaciones sexuales rechazadas, y la reticencia discutir abiertamente las cuestionessexuales es una defensa contra su irrupción en la conciencia. Como ya he indicado, yomismo me resistí durante mucho tiempo a profundizar en el problema. Pero puedo

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    asegurarles que la observación, libre de prejuicios, de la vida sexual es lo suficientementeinstructiva como para aceptar el sacrificio inherente a la victoria sobre la antipatía y laresistencia -humanamente comprensibles- con que nos tropezamos al analizar estosproblemas. Ciertamente lamento ahora mi repugnancia a adoptar la teoría de Freud, pero

    ello apenas me resarce de los años perdidos, en los cuales, para desentrañar los signos delas neurosis, sólo disponía del arsenal caduco del pasado.

    Cuando insisto en la importancia de las nuevas teorías en el ámbito de la neuro-patología yde la psiquiatría, es el médico neurólogo quien habla. Situándonos en un plano máselevado y mas general, las posibilidades contenidas en esta nueva teoría para conseguiruna comprensión más profunda del funcionamiento la mente y de la economía de fuerzasque la rigen, parecen aún mayores.

    Estoy convencido de que la psicología individual y colectiva, lo mismo que la histeria de lascivilizaciones y la psicología fundada en ella, experimentarán un importante avance con losconocimientos que nos proporcionan las investigaciones de Freud.

    Próximo escritoInterpretación y tratamiento psicoanalítico de la impotencia psico-sexual

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    Sandor Ferenczi / Interpretación y tratamiento psicoanalítico de la impotenciapsico-sexual

     Interpretación y tratamiento

    psicoanalítico de la impotencia psico-sexual

    Son escasos los argumentos objetivos que se han aducido contra la interpretación y eltratamiento de las psiconeurosis según el método de Freud. Uno de ellos alude a que estetratamiento sólo consigue una acción sintomática. Puede suprimir los síntomas histéricos,pero no cura a fondo la histeria. Freud replica con toda justicia que la crítica es mucho másindulgente con los restantes tratamientos. Por lo demás, un análisis lo suficientementeprofundo -que Freud compara a las excavaciones arqueológicas- puede provocar en elpaciente una modificación de su personalidad tan importante que no tengamos ya derechoa considerarla patológica. Las observaciones de Jung y de Muthmann permiten concluirincluso que un análisis completo refuerza las defensas del individuo frente a nuevostraumatismos psíquicos, igualándolo casi con un individuo sano no analizado. Ademássabemos que la gente normal conserva durante toda su vida determinado número decomplejos de representaciones inconscientes rechazadas que, debido a un traumatismo,pueden irrumpir con toda su carga afectiva aumentando el efecto patógeno.

    Por el contrario, la obligación de aportar semejante prueba desaparece cuando nuestralabor se limita a la reducción de un solo síntoma. Entre ellos, uno de los más difíciles es el

    trata miento de la impotencia denominada psíquica.

    Es tal el número de personas afectadas y tan grande su miseria moral, que continuamentehe multiplicado mis tentativas para remediarla a base de tratamientos medicinales  ysugestivos. Ambos métodos me han reportado algunos éxitos, pero nunca resultadosverdaderamente satisfactorios. Por ello hoy estoy tanto más satisfecho cuanto que puedoaportar resultados más positivos, gracias al método psicoanalítico de Freud. Antes de lasconsideraciones teóricas voy a exponer algunos casos concretos, reservando misobservaciones para la conclusión.

    Un obrero de treinta y dos años acudió a mi consulta. Su proceder tímido, casi sumiso,

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    anunciaba de entrada la «neurastenia sexual». Inicialmente pensé que se encontrabaabrumado por una culpabilidad surgida de la masturbación y sus consecuencias. Pero sumal era más serio: desde que se hizo adulto no había conseguido ninguna satisfacciónsexual a causa de una erección imperfecta y de una eyaculación precoz. Había consultado

    a muchos médicos; uno de ellos, muy conocido por sus anuncios en la prensa, le habíaapostrofado brutalmente: «se debilita usted mismo, eso es lo que le ocurre!» El paciente,que había practicado el onanismo entre los quince y los dieciocho años, quedó firmementeconvencido de que su impotencia era la consecuencia merecida e irremediable de su«crimen juvenil».

    Esta dolorosa experiencia le había alejado de los médicos durante un tiempo; más tarderealizó una nueva tentativa con otro médico que le aplicó el método privilegiado de laterapia sugestiva: la corriente eléctrica, con fuertes estímulos. Pero no obtuvo ningúnresultado. El enfermo se hubiera resignado a su suerte de no haber encontradorecientemente una chica que le gustó. Esto fue lo que le decidió a realizar la «ultimatentativa».

    El caso es bastante simple; la anamnesis no contenía elementos significativos. Resultó quela impotencia estaba acompañada por un conjunto de síntomas neuróticos,fundamentalmente perturbaciones del sueño, pesadillas, hiperestesia auditiva, parestesiasdiversas y una hipocondría intensa; se trataba, pues, de una neurosis de angustia en elsentido señalado por Freud, provocada por la insatisfacción sexual y las frecuentesexcitaciones incompletas. Pues el paciente, a pesar del fallo de su mecanismo de coito enel momento crítico, fantaseaba continuamente en estado de vigilia o entre sueñossituaciones sexuales acompañadas de erecciones intensas. Este detalle me hizo sospecharque además de las consecuencias nerviosas de la abstinencia el enfermo debía padecertambién una psiconeurosis, debiendo buscarse la causa de la impotencia en un complejo

    de representaciones inconscientes cuya fuerza de interdicción, de inhibición, semanifestaba en el preciso instante del coito. Este estado morboso es muy conocido como«impotencia psíquica»; sabíamos que la inhibición resultante del temor interrumpía el pasodel arco reflejo, intacto por lo demás. Sin embargo, se admitía de manera general que talestado se explicaba por la simple «cobardía», o al recordar un fracaso sexual, limitándosenuestra acción como médicos a tranquilizar y a dar ánimos, obteniendo por este medio, aveces, algunos resultados. Conociendo la psicología de Freud, no podía quedarmesatisfecho con una explicación tan superficial; supuse que la impotencia no estabadeterminada por el «temor», sino por procesos mentales inconscientes de contenido biendefinido, cuyas raíces se hallaban en la primera infancia, probablemente un deseo sexualinfantil que, debido al desarrollo cultural, se había convertido en imposible e incluso enimpensable.

    A todas mis preguntas en este sentido, el paciente respondió negativamente. No le habíasucedido nada especial; nunca había hecho observaciones ni experiencias sexualesrelacionadas con sus padres, su familia o su entorno social; en su infancia apenas se ocupóde «esas cosas»; nunca había mostrado tendencias homosexuales; le repugnaba la idea deponer en funcionamiento sus «zonas erógenas» (erotismo anal, oral); el exhibicionismo, elsadismo y el masoquismo le eran desconocidos. Lo más que admitió, bastante a disgusto,fue una predilección un tanto excesiva por los pies y zapatos femeninos, sin que pudieraproporcionar ningún dato sobre el origen de este atractivo fetichista. Naturalmente invité alenfermo a contarme al detalle cómo había adquirido sus conocimientos sexuales, sus

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    Alertado por el análisis de casos similares. sospeché que la mujer corpulenta del sueñoocultaba a alguna pariente próxima del enfermo; pero éste rechazó indignado la sospecha yme hizo saber que sólo una de sus hermanas era corpulenta, precisamente la que menosaguantaba. Pero quieres hayan constatado, como yo, cuántas veces una simpatía penosapara la conciencia queda disimulada bajo una exagerada rudeza y malhumor, no se dejarándesarmar por tal información (“Ich hasse weil ich nicht lieben kann”, Ibsen).

    Poco después, el paciente me refirió una extraña alucinación hipnagógica que había sufridotiempo atrás. Al dormirse, tuvo la impresión de que sus pies (que sentía calzados aunqueestaban desnudos) se elevaban, mientras que su cabeza se hundía; le dominó la angustia,como le acontecía tan a menudo en los sueños, y despertó sobresaltado. Ya hemencionado su fetichismo respecto a calzado y pies; reemprendí el análisis profundo de lasasociaciones, ideas y recuerdos del enfermo sobre el tema, y ello hizo surgir recuerdoslargo tiempo olvidados y muy desagradables para él. La hermana corpulenta “a la que noaguantaba”, que le llevaba diez años tenía la costumbre de hacerle atar y desatar sus

    zapatos cuando el tenía tres o cuatro años; también le hacía saltar a caballo sobre supierna desnuda, desencadenando de este modo una sensación voluptuosa. (Se tratabaindudablemente de un «recuerdo pantalla», en él sentido de Freud; seguro que entre elloshabía ocurrido algo más.) Cuando más tarde él pretendió reanudar los juegos antiguos, suhermana, ya con quince o dieciséis años, le reprochó este deseo, calificándolo de inmoral einconveniente.

    Pude entonces comunicar a mi paciente la firme convicción de que la base psicológica desu impotencia debía buscarse en su deseo rechazado, pero vivo aun de repetir esos actos,deseo que era incompatible con la «moral sexual civilizada».

    El paciente sólo se convenció a medias y siguió negando. Pero al día siguiente vino aconfesarme, muy contrariado, que reflexionando sobre todo lo anterior se había acordadode que en su juventud (de los quince a los dieciocho años), a menudo tornaba como objetode sus fantasías para masturbarse la experiencia infantil con su hermana; fueron losremordimientos provocados por la inmoralidad de tales pensamientos los que le condujerona abandonarlos; al mismo tiempo había dejado de masturbarse. Luego no había vuelto apensar en ello.

    Animé al paciente a proseguir sus tentativas de relación sexual durante el desarrollo delanálisis. Poco después de la interpretación del sueño anterior, llegó con aire radiante y mehizo saber que la víspera, por primera vez en su vida, había conseguido un contacto sexualque terminó con orgasmo completo de duración normal: con la avidez característica de losneuróticos, repitió la hazaña dos veces más el mismo día, cada vez con una mujerdiferente.

    Prosiguió el tratamiento durante algún tiempo y me dedique a analizar los restantessíntomas de su neurosis; pero como había alcanzado su objetivo principal no estaba losuficientemente motivado para continuar, de modo que puse fin a la cura.

    Para comprender este éxito terapéutico son precisas algunas explicaciones. La importanteobra de Freud sobre el desarrollo de la sexualidad en el individuo (Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad) nos enseña que el niño recibe sus primeras impresiones sexuales

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    de entorno inmediato y que tales impresiones determinan la elección ulterior del objetosexual. A consecuencia de factores constitucionales o de circunstancias externas (porejemplo, un niño muy depravado), puede ocurrir que la elección incestuosa quede fijada.Sin embargo, el incipiente sentido moral del individuo se defiende con todas sus fuerzas y

    rechaza los deseos contrarios a la moral. Al principio el rechazo es un éxito completo, comohemos visto en el caso precedente («Período de defensa victoriosa», Freud); pero bajo elefecto de las modificaciones orgánicas de la pubertad, o de las secreciones internas, puederenacer el deseo, haciéndose necesario un nuevo rechazo. En nuestro paciente, estesegundo rechazo quedó señalado por la interrupción de la masturbación. Pero el rechazoentraña igualmente la eclosión de la neurosis, algunos de cuyos síntomas, entre otros, sonla impotencia que databa de sus primeras tentativas de coito y la aversión hacia suhermana mayor. El paciente era incapaz de realizar el acto sexual porque toda mujer lerecordaba -inconscientemente- a su hermana, y no podía aguantar a su hermana porque-sin saberlo- veía en ella no sólo una persona de la familia sino también a la mujer,- y la«antipatía» constituía la mejor de las protecciones. Sin embargo, el control del inconscientesobre la personalidad física y psíquica del individuo no se mantiene más que hasta que el

    análisis desvela el contenido de los pensamientos que allí se ocultan. Cuando la concienciaconsigue esclarecer el proceso, queda desbaratado el poder tiránico del complejoinconsciente; los pensamientos apartados dejan de ser un depósito de afectos sinposibilidad de abreacción y se integran en el encadenamiento normal de las ideas.

    En el caso estudiado, la censura pudo ser engañada de este modo gracias al análisis; enconsecuencia, la energía afectiva del complejo no se convirtió ya más en síntoma orgánico(inhibición sexual) sino que pudo desintegrarse bajo el efecto de la actividad de ideación y,como todos los afectos conscientes, desaparecer perdiendo su significación inadecuada.

    La impotencia psicosexual proviene de una «fijación incestuosa»; lejos de ser una

    excepción, este origen es relativamente frecuente. Hallo la confirmación en los análisis deSteiner y de Steckel que han llegado a conclusiones idénticas. Puedo incluso citar otroscasos. Un psiconeurótico en vías de curación (que sufría ideas obsesivas angustiosas ycompulsiones) presentaba una impotencia sexual muy similar a la del enfermo anterior. Elsíntoma desapareció a los veintiocho años, tras seis meses de análisis, cuando salieron ala luz los pensamientos incestuosos infantiles dirigidos hacia su madre. Si añado que estepaciente, entre sus complejos de representaciones inconscientes, alimentaba también ideashostiles a su padre, hallaremos aquí una personificación típica del mito de Edipo cuyasignificación general para la humanidad también nos ha sido revelada por Freud.

    Las raíces de la impotencia psíquica pueden remontarse a los pensamientos libidinososrechazados en la infancia; no sólo se refieren a los parientes próximos, sino también a otraspersonas, basta con que hayan pertenecido de una u otra forma a la categoría de personas«respetables». Pondré como ejemplo un enfermo de cuarenta y cinco años cuya crisis deangor cardíaca (angora pectoris nervosa), lo mismo que su insuficiencia sexual seexplicaron por las fantasías irrespetuosas respecto a su difunta madre nutricia. La fijaciónincestuosa (si se puede hablar así respecto a personas que no son de la misma sangre)provenía de que la propia madre nutricia no había respetado en su amor por el niño loslímites necesarios: hasta los diez años el niño había compartido su lecho y ella sufría sinprotestar su ternura fuertemente impregnada ya de erotismo. Estos casos son los que mehan hecho afirmar que «las tentaciones y los peligros que amenazan a la juventudprovienen a menudo de sus propios padres y educadores». Incluso iré más lejos: «no es

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    raro que el niño sea la víctima de disimuladas actividades sexuales por parte de parientesmayores. Y no sólo pienso en los miserables habitantes de tugurios superpoblados, sinotambién en los de ambientes favorecidos en los que podía suponerse a los niños al abrigode tentaciones». El trágico papel desempeñado por la madre nutricia en la vida del paciente

    se confirmó a continuación; cuando, hace algunos años, el paciente manifestó su intenciónde casarse, la madre nutricia, con más de setenta años, se había suicidado dedesesperación; él estaba persuadido de que se había matado porque había oído hablarmuy mal de su novia. El drama había desencadenado las crisis de angor cardíaco quetomaron aquí el sentido literal de «sufrimientos del corazón»: un dolor moral transformado.La insuficiencia sexual existía desde la pubertad; había mejorado considerablemente por elanálisis; sin embargo, aunque el enfermo había sufrido igualmente un tratamiento urológico,he querido señalar únicamente en este caso el aspecto patógeno.

    Junto a los casos de inhibición psicosexual determinada por los complejos inconscientes,Steiner distingue otras dos categorías de impotencia masculina, que atribuye esencialmentebien a una debilidad congénita («Minderwertigkeit»), bien a influencias post-puberales. A mi

    parecer el valor de esta clasificación es más práctico que teórico.

    Un estudio más detenido de los casos «congénitos» indica que gran número de ellos surgede la pseudo herencia. Los hijos de padres anormales están expuestos desde su infancia ainfluencias psicológicas anormales por parte de su entorno y reciben una educaciónfalseada; son estas mismas influencias las que eventualmente determinarán más adelantela neurosis y la impotencia; sin ellas, el niño «tarado» hubiera podido ser un hombrenormal.

    Freud compara la patogénesis de la psiconeurosis a la de la tuberculosis. En la tisis lapredisposición desempeña un papel importante, pero el verdadero agente patógeno es el

    bacilo de Koch, y si pudiera ser aniquilado nadie moriría por la sola predisposición. Lasinfluencias sufridas en la infancia juegan el mismo papel en las neurosis que las bacteriasen las enfermedades infecciosas. Hay que admitir que cuando la predisposición es muyclara las influencias omnipresentes e inevitables de la vida ordinaria pueden bastar paraprovocar una incapacidad funcional, pero, sin embargo, podemos afirmar que son lasinfluencias y no la predisposición las que determinan los síntomas de la neurosis; de esemodo, incluso en estos casos, la terapia analítica tiene ciertas probabilidades de responder.Queda por saber, naturalmente, si es ventajoso o no para la sociedad que individuospsíquicamente tan vulnerables puedan prolongar la especie.

    A mi parecer, la impotencia sexual psicosexual adquirida tras la pubertad sólo difiere enapariencia de la sustentada por complejos inconscientes. Si un sujeto capaz de efectuarnormalmente el acto sexual durante cierto tiempo pierde esta facultad bajo el efecto de unacausa ansiógena cualquiera (miedo a una infección, a la enfermedad, excitación sexualdemasiado intensa, etc.), podemos suponer que subsisten en él complejos sexualesinfantiles rechazados. De ese modo el efecto excepcionalmente intenso, patológico, delagente patógeno, es debido al afecto unido a tales complejos y desplazado hacia lareacción actual.

    Desde el punto de vista práctico, Steiner tiene razón al aislar este grupo, pues, como haseñalado muy oportunamente, pueden tratarse estos casos tranquilizando al paciente,aplicándole cualquier terapéutica sugestiva, o bien mediante un análisis bastante superficial

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    (que es simplemente la antigua catarsis, según Breuer y Freud, la “abreacción”). Sinembargo, tales tratamientos carecen del valor profiláctico de un psicoanálisis más profundo;los análisis de Muthmann, Frank y Hezzola resultan menos eficaces. Tienen, sin embargo,la ventaja -igual que el procedimiento sugestivo- de imponer una carga menos pesada tanto

    al enfermo como al médico.Un análisis superficial de este tipo sanó a un joven paciente mío que había quedadoimpotente a consecuencia de una gonorrea, por temor a la infección, y también a otro demis pacientes afectado de impotencia tras haber visto un flujo menstrual.

    Un hombre de treinta y seis años recobró la confianza en si mismo tras haber sido animadoy tranquilizado mediante la sugestión: muy activo anteriormente en el plano sexual, sehabía vuelto impotente cuando una unión legal le había impuesto la obligación de cumplirsu “deber” conyugal. En este caso, sin embargo, proseguí el análisis incluso tras elrestablecimiento de la función: descubrí los siguientes hechos: el paciente a los tres ocuatro años, e instigado por un adulto, había masturbado los órganos genitales de una niña

    de su edad; la niña, al mismo tiempo, con un pequeño clavo de madera de los que usaba elpadre del paciente, un tonelero, para reparar los toneles agujereados, le había taladrado elprepucio. Sufrió mucho y fue necesaria una intervención quirúrgica para extraerle el clavo.Al miedo se había unido la humillación. Sus camaradas barruntaron la aventura y lellamaban «el clavero». Se tornó sombrío y taciturno. Al llegar la pubertad le sobrevino eltemor de que la cicatriz redujera su potencia; pero tras algunas dudas iniciales obtuvo uncierto éxito. Sin embargo, el miedo a no poder satisfacer las obligaciones sexualesconstantes del matrimonio le afectaba hasta tal punto que llegó a una inhibición total de lafunción.

    Este caso es instructivo por muchos conceptos. Demuestra que, aunque la potencia

    funcional quede establecida tras la desaparición de las ideas angustiosas, no puede decirseque el temor sea la única causa de la inhibición; es incluso probable que en este caso comoen otros similares el temor del momento sólo sea patógeno porque se convierte en objetode un desplazamiento afectivo cuyo origen está oculto en el inconsciente. El análisissuperficial, los métodos sugestivos han debilitado el síntoma simplemente, reduciendo lasobrecarga que soporta el aparato neuro-psíquico a un nivel en el que el paciente puedeestabilizarse por sí mismo.

    Además este caso muestra cómo las experiencias sexuales infantiles ajenas a la fijaciónincestuosa, cuando van acompañadas de una humillación intensa, pueden también originaruna inhibición.

    Hay un modo de humillación sexual infantil que merece una mención especial, dada suimpotencia práctica; se trata de la humillación que inflige el entorno al niño sorprendido enplena masturbación, cuyo efecto deprimente se aumenta con los castigos corporales y laamenaza de enfermedades mortales que la acompañan. Pero no puede reprocharse a lospadres y a los educadores el que utilicen un método poco delicado y dañino para el porvenirdel niño cuando algunos médicos lo aprueban y lo aplican a sus propios hijos. Sin embargo,Freud ha demostrado que la manera de deshabituar al niño del onanismo afecta de mododeterminante al desarrollo ulterior del carácter o de la neurosis. El aislamiento psíquico delos niños frente a los problemas sexuales, el rigor excesivo en la represión de los hábitosinfantiles, el temor y la humillación, el respeto abrumador y la obediencia ciega impuesta

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    por los padres, a menudo sin justificación, contribuyen a conseguir una verdaderaproducción artificial de futuros neurópatas e impotentes psicosexuales.

    En definitiva, mi concepción de la impotencia funcional masculina es la siguiente:

    La impotencia psicosexual es el síntoma parcial de una psiconeurosis según la tesis deFreud, es decir, que se trata siempre de la manifestación simbólica del recuerdo deacontecimientos sexuales vividos en la primera infancia y después arrumbados en elinconsciente, del deseo inconsciente de repetirlos y del conflicto psíquico que resulta detodo ello.

    En el caso de la impotencia sexual, tales recuerdos y deseos se refieren a personas o arepresentaciones de modos de satisfacción sexual incompatibles con la conciencia deladulto civilizado. La inhibición sexual es pues una prohibición surgida del inconsciente, queal principio sólo pretendía un determinado modo de satisfacción sexual, pero que, paradificultar con más seguridad la reaparición asociativa del recuerdo o del deseo, se ha

    extendido a toda la actividad sexual.

    Los hechos sexuales de la primera infancia que determinarán ulteriormente la inhibición,pueden ser traumatismos psicológicos graves: pero cuando la predisposición a la neurosises mayor, las impresiones aparentemente benignas e inevitables en nuestras condicionesde vida pueden acarrear las mismas consecuencias.

    Entre las causas patógenas que determinan la impotencia psicosexual, ocupan un puestoprivilegiado la f ijación incestuosa y la humillación sexual infantil.

    La acción inhibidora del complejo rechazado puede manifestarse a partir de la primera

    tentativa sexual y convertirse en permanente. En los casos más benignos la inhibición sóloaparece más adelante, con ocasión de un acto acompañado de aprehensión o de unaexcitación particularmente intensa. Incluso en estos casos, un análisis suficientementeprolongado indica que al lado (o, con más exactitud, detrás) de la causa deprimenteconcreta se ocultan, como en los casos graves, los recuerdos sexuales infantilesrechazados y las fantasías inconscientes asimiladas a ellos.

    La comprensión integral  de los casos de impotencia psicosexual sólo es posible con ayudadel psicoanálisis de Freud. En los casos de mayor gravedad es difícil obtener la mejoría porotro camino; en los más benignos pueden también valer los. métodos sugestivos o unanálisis superficial.

    La psiconeurosis, de la que la impotencia funcional es un síntoma parcial, está por logeneral complicada con los síntomas de una neurosis concreta (neurosis de angustia,neurastenia).

    Naturalmente todas estas observaciones e interpretaciones sólo son válidas en los casosde impotencia de origen exclusiva mente psicógeno, y no en los casos de incapacidadfisiológica u orgánica; sin embargo, resulta frecuente aquí la asociación de estadosmorbosos orgánicos y funcionales.

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    Psicoanálisis y pedagogía

    Sandor Ferenczi / Psicoanálisis y pedagogía

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     Psicoanálisis y pedagogía

    El estudio de las obras de Freud y los análisis efectuados personalmente puedenconvencer a cualquiera de que una educación defectuosa no es sólo fuente de defectoscaracterológicos, sino también de enfermedades, y de que la pedagogía actual constituyeun auténtico caldo de cultivo para las neurosis más diversas. Pero el análisis de nuestrosenfermos nos conduce, a pesar nuestro, a revisar también nuestra propia personalidad ysus orígenes; estamos convencidos de que incluso la educación guiada por las más nobles

    intenciones y realizada en las mejores condiciones -fundada sobre principios erróneos aúnen vigor- ha influenciado nocivamente y de múltiples maneras el desarrollo natural: si, apesar de todo, conservamos la salud, lo debemos seguramente a nuestra constituciónpsíquica más robusta y resistente de lo normal. De todas formas, aunque no hayamosenfermado, muchos sufrimientos psíquicos inútiles pueden ser atribuidos a principioseducativos impropios; y bajo el efecto de la misma acción, la personalidad de algunos denosotros ha resultado incapaz de disfrutar sin inhibición de los placeres naturales de la vida.

    Espontáneamente surge aquí la cuestión: ¿cuál será el medio terapéutico y profilácticocontra estos males? ¿Qué enseñanzas prácticas puede extraer la pedagogía de lasobservaciones hechas por la investigación psicoanalítica?

    Tal cuestión no es un problema de ciencia abstracta. La pedagogía es para la psicología loque la jardinería para la botánica. Pero si recordamos cómo Freud, partiendo de unproblema práctico limitado -de neuropatología-, ha llegado a una perspectiva psicológica deuna envergadura absolutamente inesperada, podemos permitirnos una excursión sobre elcésped de los jardines de infancia no sin cierta esperanza heurística.

    Señalo desde ahora que considero este problema insoluble para un hombre solo, y menosaún en el marco de una sola conferencia. Necesitamos aquí la colaboración de todos; pormi parte me limitaré hoy a señalar los problemas que se plantean en conjunto y aestablecer el estado actual de la cuestión.

    El único regulador del funcionamiento psíquico del recién nacido es su tendencia a evitar eldolor, es decir, las excitaciones, tendencia denominada «Unlustprinzip» (principio deldesagrado). Más adelante este principio sucumbe bajo el dominio de la auto-disciplinainculcada por la educación; sin embargo, la tendencia a evitar el dolor continúamanifestándose en todo momento en el psiquismo del adulto civilizado, aunque sea deforma sublimada; el hombre se esfuerza a pesar de todo, y en contradicción con todas lasenseñanzas de la moral, en obtener la mayor satisfacción con el menor esfuerzo.

    Sin embargo, la pedagogía actual contradice a menudo este principio tan atinado y, pordecirlo así, evidente. Uno de sus más graves errores es el rechazo de las emociones y delas representaciones. Podríamos afirmar incluso que cultiva la negación de las emociones y

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    de las ideas.

    El principio es difícil de definir. Se parece mucho a la mentira. Pero mientras que losmentirosos y los hipócritas ocultan las cosas a los demás o les muestran emociones e ideasinexistentes, la pedagogía obliga al niño a mentirse a sí mismo, a negar lo que sabe y loque piensa.

    Los sentimientos y las ideas rechazadas de este modo, inmersas en el inconsciente, noquedan suprimidos sin embargo a lo largo del proceso educativo e multiplican, crecen, y seaglomeran en una especie de personalidad distinta escondida en las profundidades del ser,cuyos objetivos, deseos y fantasías están en general en contradicción absoluta con losobjetivos y las ideas conscientes.

    Podría considerarse este sistema plenamente satisfactorio porque presta una relativaespontaneidad a las ideas justas, orientadas socialmente, sepultando en el inconsciente lastendencias claramente egoístas, anti o asociales, que de esta manera pierden su malicia. El

    psicoanálisis muestra, sin embargo. que este modo de neutralización de las tendenciasasociales no es ni eficaz ni rentable. Para mantener las tendencias latentes rechazadas yocultas en el inconsciente, es preciso construir poderosos organismos defensivos, defuncionamiento automático, cuya actividad consume muchísima energía psíquica. Losreglamentos de defensa e intimidación de la educación moral basada en el rechazo de lasideas pueden compararse a las sugestiones alucinatorias negativas post-hipnóticas; pues,del mismo modo que podemos conseguir que el individuo hipnotizado, al despertar, cese depercibir las sensaciones ópticas, acústicas y táctiles, o parte de ellas así mismo se educahoy a la humanidad en una ceguera introspectiva . Pero el hombre educado de este modo,como el hipnotizado, pierde mucha energía psíquica en la parte consciente de supersonalidad y mutila considerablemente la capacidad de funcionamiento de ésta; por una

    parte, mantiene en su inconsciente una personalidad diferente, verdadero parásito, que consu egoísmo y su tendencia a satisfacer sus deseos a cualquier precio, es como la sombra,el negativo de todo lo bello y lo bueno de que se jacta la conciencia superior; por otra, laconciencia no puede evitar el reconocer y percibir los instintos asociales ocultos tras todo lobueno más que emparedándolos tras los dogmas morales, religiosos y sociales,malgastando sus mejores fuerzas en mantener tales dogmas. Las fortalezas a quealudimos son, por ejemplo: el sentido del deber, la honestidad, el pudor, el respeto a lasleyes y a las autoridades, etc., etc., es decir, todas las nociones morales que nos impulsana tomar en consideración los derechos de los demás y a reprimir nuestros deseos de podery de placer es decir, nuestro egoísmo.

    Pero, por otro lado, ¿qué desventajas tiene tan costosa organización? Ya he expuesto enotra parte cómo este nuevo método de búsqueda psicológica individual en que consiste elpsicoanálisis ha permitido demostrar que los síntomas de las afecciones llamadaspsiconeuróticas (histeria, neurosis obsesiva) son siempre las manifestaciones, lasproyecciones desplazadas, deformadas-, por así decir simbólicas, de las tendenciaslibidinosas involuntarias o inconscientes, y fundamentalmente de la libido sexual. Si se tieneen cuenta el elevado número, siempre en aumento, de personas afectadas por estasenfermedades, parece oportuno proponer, aunque sólo sea con fines profilácticos, unareforma pedagógica que permita evitar el funcionamiento de un mecanismo psíquico tannocivo a menudo: el rechazo de las ideas.

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    Por otro lado, aunque la tendencia al rechazo de ideas y emociones no afectase más que aquienes están predispuestos, respetando las constituciones más robustas, convendríareflexionar seriamente sobre si es lícito, en provecho del sector más débil y enconsecuencia menos valioso de la humanidad, quebrantar las sólidas bases de las

    principales organizaciones culturales de los humanos en su conjunto.Sin embargo la experiencia prueba que el rechazo afecta también al curso vital del hombreconsiderado normal. La inquieta solicitud con la que vigila la censura las representacionesde deseos inconscientes no se limita por lo general a ellos sino que se extiende tambi