Gestion hidrográfica Mediterraneo

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  • 7/26/2019 Gestion hidrogrfica Mediterraneo

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    Patrimonio hidrulico y cultura

    del agua en el Mediterrneo

    Gmez Espn, J.M.

    Hervs Avils, R.M.

    (Coord.)

    GOBIERNODE ESPAA

    MINISTERIODE ASUNTOS EXTERIORESY DE COOPERACIN

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    1 Edicin, 2012

    J. M. Gmez, R. M. Hervs, F. Navarro, M. L. Tudela, E. Montaner, M. Pastor, R. Tudela,

    S. Ramallo, M. Ros, J. Navarro, P. Jimnez, M. Rabitadine, J. Molina, A. Prez, M. El Faz,

    J. Hermosilla, E. Iranzo, M. Antequera, E. Gil, R. Martnez, M. Elaklaa, A. Lokrifa, G. Castejn,

    S. Boujrouf, G. Canales.

    Edita: Fundacin Sneca. Regional Campus of International Excellence Campus Mare Nostrum.

    Agencia Espaola de Cooperacin Internacional para el Desarrollo.

    I.S.B.N.: 978-84-695-3909-5

    Depsito Legal: MU 1136-2012

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Imprime: Compobell, S.L. Murcia

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    La gestin del agua en la ciudad andalus:

    el caso de Murcia

    J. Navarro Palazn

    P. Jimnez Castillo

    Escuela de Estudios rabes de Granada (CSIC)1

    En este trabajo trataremos de aproximarnos a la gestin del agua en el caso concreto de una ciudad anda-lus como es Murcia2, distinguiendo y caracterizando cada uno de los aspectos en que se puede descomponer

    este objeto de estudio, desde los usos, los beneciarios o los promotores de las iniciativas hidrulicas, hastalos diferentes sistemas de abastecimiento y evacuacin de las aguas sobrantes3. Comenzaremos con una intro-duccin general, en la que haremos un sucinto repaso a los distintos aspectos que componen este amplio temade estudio, as como una breve mencin a la informacin ms destacada que aportan las fuentes escritas y laArqueologa referida a otras ciudades de al-Andalus, para a continuacin exponer los datos con que contamosen relacin a Murcia.

    Conocida en las fuentes rabes como madnatMursiya, fue erigida en un lugar llano, en la margen iz-quierda del ro Segura, por orden del omeya Abd al-Rhman II en el ao 825 como sede del gobernador yde las tropas destacadas en la kra deTudmr. Se desarroll con rapidez como consecuencia de su carcterde capital ocial del Sureste, as como de las posibilidades agrcolas de su emplazamiento una vez que seacometieron las infraestructuras hidrulicas necesarias. En el siglo XI encabez un pequeo reino taifa pero

    su mayor protagonismo poltico lo alcanz a mediados del siglo XII, cuando Ibn Mardansh instal en ella lacapital de un estado que comprenda la mitad oriental de al-Andalus y que puso en jaque al pujante imperioalmohade. Poco antes de su incorporacin a la Corona castellana, vivi otro breve momento de esplendor bajoel gobierno de Ibn Hd al-Mutawakkil (1228-1238), quien encabez la revuelta que puso n a la presenciade los almohades en la Pennsula. Su desarrollo urbano como asentamiento islmico qued truncado deni-tivamente en 1266, fecha en la que fueron expulsados los musulmanes del interior de su medina, aunque laconquista cristiana aconteciera aos antes en 1243. Las numerosas excavaciones realizadas desde los aos 804,han hecho posible uno de los primeros intentos precisos y ables de aproximacin a una madna medieval delOccidente musulmn5, aportando a la vez importantes novedades sobre el urbanismo islmico 6. El estudio de

    1 [email protected] y [email protected] adscritos al Laboratorio de Arqueologa y Arquitectura de la Ciudad (LAAC).2 Este trabajo ha sido hecho en el marco del proyecto de investigacin La arquitectura residencial de al-Andalus: anlisis

    tipolgico, contexto urbano y sociolgico. Bases para la intervencin patrimonial (HAR2011-29963), cuyo investigador prin-cipal es Julio Navarro Palazn. Forma parte del Plan Nacional de I+D+i y se enmarca en el VI Plan Nacional de InvestigacinCientca, Desarrollo e Innovacin Tecnolgica 2008-2011.

    3 Este artculo est parcialmente basado en otro anterior de carcter ms general (NAVARRO y JIMNEZ, 2010).Quedamos muy agradecidos a Eduardo Pez Lpez por habernos facilitado las imgenes antiguas de Murcia que acompa-an este trabajo. Tambin expresamos nuestro reconocimiento a Isabel Garca Daz y a Ieva Reklaityte por su lectura delmanuscrito y las valiosas sugerencias aportadas.

    4 Para una informacin ms detallada de cuantas intervenciones se han efectuado desde 1984, recomendamos con-sultar los quince volmenes publicados deMemorias de Arqueologa, que se pueden consultar en http://arqueomurcia.com/index.php?a=pu_memo.

    5 JIMNEZ yNAVARRO, 2000; id., 2001. La primera planimetra de la ciudad en la que se recogen los restos ar-queolgicos a escala fue publicada en 1993; vase NAVARRO PALAZN, Murcia en el siglo XIII. Plano arqueolgico,en J. GARCA ANTN, 1993. Recientemente hemos publicado una nueva versin del plano (NAVARRO y JIMNEZ,2009b, pp. 738 y 739).

    6 NAVARRO y JIMNEZ, 2003 y 2007b.

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    la hidrulica de la Murcia islmica tiene una especial importancia, pues no estamos ante un pequeo ncleoni se trata de un caso aislado, por el contrario creemos que responde a un procedimiento muy extendido enel Occidente musulmn, similar al de otras ciudades situadas en un valle uvial, a la orilla de un ro, comoSevilla, Crdoba, Valencia, Zaragoza, Badajoz, etc. La investigacin, por tanto, trasciende el mbito local,

    pues pretende conocer las lgicas funcionales de su sistema hidrulico y stas son comunes a las de unelevado nmero de asentamientos. En este sentido, Murcia es un yacimiento arqueolgico privilegiado paraintentar sentar las bases del conocimiento de la hidrulica urbana andalus, pues son muy pocas las antiguasmedinas del Occidente musulmn que disponen de una informacin arqueolgica tan rica. Creemos que lasconclusiones que extraigamos de este estudio arrojarn luz sobre otros casos de los que se dispone de muchamenos informacin.

    Sobre la gestin del agua en la sociedad andalus existe una bibliografa abundante, especialmente enrelacin con la agricultura, a partir de los trabajos efectuados desde de los aos 70 del siglo XX por una seriede investigadores que recurrieron a la Arqueologa de los espacios agrarios como medio de aproximacin ala historia econmica de al-Andalus. De esta manera se enfatiz el papel que desempearon los pequeossistemas hidrulicos en el medio rural, vinculndolos con un modelo social determinado que generaba unpoblamiento basado en alqueras articuladas en partidos territoriales encabezados por los husun.

    Paralelamente, el desarrollo de la Arqueologa medieval y la mayor utilizacin de los tratados de hisbayde las colecciones de dictmenes jurdicos (fetuas)7, han proporcionado un caudal nuevo de datos acerca dela hidrologa urbana andalus: desde los sistemas de abastecimiento, almacenamiento y distribucin, hasta losde evacuacin, as como las infraestructuras asociadas a ellos. Otro tipo de documento que aporta una valiosainformacin al respecto son los tratados de alamines y almotacenes que a pesar de ser obras elaboradas bajocontrol cristiano recogen prcticas anteriores a la conquista. Por ello, durante los ltimos aos abundan lasreferencias bibliogrcas al tema, no slo en las memorias arqueolgicas, en las que con frecuencia ocupan unapartado de la descripcin general de los yacimientos, sino tambin en artculos especcos 8e, incluso, en al-guna monografa voluminosa, como la publicada en 1990 por Basilio Pavn. Tambin merecen ser destacadoslos trabajos del arabista Francisco Vidal a partir de los textos legales9; los de Carmen Trillo, ms enfocados almundo rural pero tambin a las acequia urbanas y a las explotaciones de los alfoces de las medinas 10; y en uncontexto ms amplio, cronolgica y espacialmente, la obra de El Faz11. Ieva Reklaityte public diversos art-culos sobre las infraestructuras higinicas en el medio urbano andalus12, y ms recientemente el libro, basadoen su tesis doctoral, Vivir en una ciudad de al-ndalus: hidrulica, saneamiento y condiciones de vida13, endonde gura una detallada historiografa sobre el tema que nos ocupa y a la que remitimos.

    En la ciudad rabo-islmica los usos del agua estn cuidadosamente denidos y reglados debido, entreotros motivos, a que la expansin del Islam se hizo en gran medida por una zona geogrca subtropical, en laque suele ser un bien exiguo. Por otra parte, el uso del agua es especialmente relevante en la prctica religiosamusulmana y, en este sentido, con ella se relaciona el bao y la casa de abluciones pblica (md).

    La existencia de agua pura y abundante es condicin indispensable a la hora de elegir el emplazamientode una ciudad, tal y como expone Ibn Jaldn14. Incluso en poblaciones cuya ubicacin est determinada porcircunstancias estratgicas (puertos de mar, asentamientos en altura fcilmente defendibles, etc.) es inexcusa-ble que el abastecimiento est garantizado. Su captacin, conduccin y distribucin, as como la evacuacinde las aguas pluviales, de los excedentes y, sobre todo, de las residuales y fecales, estuvieron minuciosamentesupervisadas por los cades y sus representantes, principalmente el almotacn15, quienes contaban con un

    7 Especialmente las compiladas por el jurista al-Wanars (m. 914 H/1508); vase VIDAL, 1992; LAGARDRE,1995.

    8 Por ejemplo, NAVARRO y JIMNEZ, 1995a; VZQUEZ, 2010.9 VIDAL, 1995a; id., 1995b; id., 2000; id., 2004a; id., 2004b; id., 2005; id., 2007; id., 2008.10 TRILLO, 2003; id., 2004; id., 2007; id., 2008; id., 2009.11 EL FAZ, 2005.12 REKLAITYTE, 2005;id.2006; id.2007; id.2008.

    13 REKLAITYTE, 2012.14 Pues la ciudad debe estar ubicada sobre la ribera de un ro o en las proximidades de varios manantiales puros

    y abundantes. El agua es una cosa de primera necesidad, y su cercana ahorra muchas fatigas a los habitantes para abas-tecerse de ella (IBN JALDN, 1977, p. 619).

    15 El cad y el almotacn slo aplicaban el corpus jurdico y, a falta de norma, era necesaria una fetua del muft.

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    abundante corpus de jurisprudencia, basado entre otros fundamentos en sentencias del Profeta recogidas por laTradicin. No es de extraar, por tanto, que la elaborada gestin del agua en las ciudades islmicas medievalesllamara la atencin de viajeros procedentes de otras reas culturales, como sucedi con el alemn Mnzer ensu visita a Granada poco despus de la conquista, cuando arma que los sarracenos entienden de esto ala perfeccin

    16.Tan elocuentes como las abundantes referencias en las fuentes escritas son los restos de canalizaciones,

    acueductos, colectores, atarjeas, pozos, etc., que se han conservado hasta nuestros das o que las excavacionesponen al descubierto. Ambos registros, textual y arqueolgico, sern la base de este ensayo.

    1. PROMOTOR Y BENEFICIARIO

    Cualquier obra encaminada a facilitar la captacin o la evacuacin tiene un agente promotor que puede serun particular, desde un modesto agricultor hasta el califa con su fortuna personal; una colectividad, vinculadapor parentesco de sangre o por cualquier otro lazo; o el Estado, que en al-Andalus habra que identicar conlo sufragado desde la bayt al-mlo tesoro pblico. En trminos generales, se puede armar que en el Islammedieval la iniciativa privada (evergetismo) fue menos activa que en poca clsica; tambin la estatal fuemenor en las diferentes cuestiones urbansticas, pues buena parte de los espacios ciudadanos que en otras civi-lizaciones forman parte de lo pblico, en las medinas eran privados o comunitarios, como por ejemplola red sanitaria. Segn Ventura Villanueva, en Crdoba El estado islmico, a diferencia del romano, nuncaafront la construccin de un sistema permanente de abastecimiento de agua corriente a todos los sectoresde la ciudad mediante fuentes pblicas17.

    Aunque el Estado islmico fue menos activo que el romano, ello no impidi que emprendiera proyectoshidrulicos de nalidad pblica, si bien, en este caso, a veces el promotor es el prncipe, califa o emir, a ttulopersonal y con un marcado carcter piadoso. Estas iniciativas tenan igualmente una indudable nalidad pro-pagandstica y el abastecimiento de agua para la poblacin era una actividad de prestigio asociada al poder, taly como se deduce del siguiente texto de Ibn Idr relativo a Abd al-Rahmn II: fue el primero que lleg alas costumbres de los califas en el boato, ostentacin y ceremonial del servicio; y visti el califato de ilustregloria, y levant los alczares y trajo a ellos agua18. Algunos personajes asociados al poder, pero con unacategora inferior a la de los prncipes como por ejemplo los cades, tambin costearon obras hidrulicas concarcter de fundacin pa, de la misma manera que lo hicieron otros notables como los alfaques19. En general,el evergetismo musulmn siempre tena un fondo religioso, tanto por parte de ciudadanos particulares comode los gobernantes, pues como explica Ibn Abdn, aqul que lleve a cabo las mejores acciones a favor delos dems gozar de sus benecios despus de la muerte y para siempre, como si hubiese edicado unamezquita, cavado un pozo (destinado al pblico) o reparado un puente; actos todos ellos cuyo premio quedaatesorado en poder de Dios20.

    Con independencia de quin sea el agente promotor, toda obra hidrulica tiene unos beneciarios que pue-den ser de carcter privado, comunitario o pblico. Por beneciarios privados entendemos aqullos relativosa una sola propiedad, sea sta un particular, una institucin o incluso el soberano; sera el caso, por ejemplo,de los pozos situados en edicios residenciales. Cuando empleamos la expresin benecio pblico lo hace -mos en referencia al que se extiende a todos los ciudadanos sin excepcin; sera el caso, por ejemplo, de lasfuentes, aljibes o surtidores que existan en algunas calles y plazas. El benecio comunitario tiene que ver con

    16 Las casas de los sarracenos tienen conducciones de agua y cisternas. Las caeras y acueductos suelen ser dos:unos para el agua clara potable; otros para sacar las suciedades, estircoles, etc. Los sarracenos entienden de esto a la

    perfeccin. Hay abiertas en todas las calles canales para las aguas sucias, de manera que cada casa que no tiene caeraspor las dicultades del lugar, puede arrojar durante la noche sus inmundicias en aquellos canales. No abundan las cloacasy, sin embargo, los hombres son limpsimos (MNZER, 1991, p. 109).

    17 VENTURA, 2002, p. 253.18 IBN IDR, 1999, p. 124.

    19 Es el caso del establecimiento de una mden Almera entre 1140 y 1147 por el qd al-yamaaAbd al-Haqq b.Atiyya, que fue sufragada por la disposicin testamentaria de un faqh(OCAA, 1964, n 100, pp. 97 y 98). Indudable-mente no se trata de una obra estatal; sin embargo, hay una participacin directa de un personaje de la administracin comoes el cad, a cuyo cargo estaba el tesoro de los musulmanes ( bayt ml al-muslimin).

    20 IBN ABDN, 1948, p. 96.

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    un colectivo que no incluye a la generalidad de los ciudadanos; por ejemplo, el pequeo sistema de atarjeasque daba servicio a varias casas. Normalmente, el promotor de las infraestructuras privadas y comunitariassuele ser el particular o el grupo de personas que se benecia de ellas, pero no sucede as con las pblicas,las cuales pueden ser promovidas por un particular, sea ste un benefactor privado en acto de evergetismoreligioso o el prncipe o gobernador que ostenta la autoridad poltica.

    Una fetua referente a Fez en el siglo XV nos ilustra sobre la iniciativa emprendida por una comunidad deusuarios de una canalizacin de 4 millas de longitud que los abasteca de agua. Ante la necesidad de reparar-la, consultan a al-Abds si estaban obligados a colaborar todos los vecinos, a lo que respondi que no eraimperativo pues se trataba de una cuestin de buena voluntad, aunque aadi que tambin poda prohibirse eluso a quienes no contribuyeran a nanciar la obra 21.

    Con frecuencia, sin embargo, el panorama era ms complejo que el descrito y en relacin a una infraestruc-tura hidrulica se podan dar varios tipos de beneciarios. As por ejemplo, de las canalizaciones que surtanal alczar de Crdoba o la Buhayra sevillana, se deriv el agua remanente para ponerla a disposicin gratuitade la poblacin mediante fuentes y aljibes pblicos. Esto signica que existan beneciarios particulares ypblicos. En Almera, al-Mutasim llev a cabo la ampliacin de la conduccin que haba construido Jayran y,segn al-Udr, este nuevo canal abasteca a la mezquita mayor, a una fuente que haba en las proximidadesdel oratorio y a los palacios que levant en la Alcazaba22. Otros autores arman que, adems de todos estosservicios, el caudal de la acequia tambin era vendido a los agricultores23. Cabe suponer que los rendimientosde estas ventas iran a parar a las arcas del soberano que impuls el proyecto, aunque no es sta la nicaposibilidad como vamos a ver a continuacin. El empleo de las rentas del agua para el benecio pblico,destinando parte de ellas a la manutencin de las murallas, est documentado tambin en la Granada nazar:segn las ordenanzas del 1517 relativas a la acequia de Aynadamar, el caudal deba destinarse, en primer lugar,a llenar los aljibes distribuidos por el Albaicn, pero la segunda prioridad era la venta de un determinado turnopara el mantenimiento de la muralla, objetivo que se hallaba por encima de las exigencias del riego de huertasy del abastecimiento de las viviendas24.

    La ciudad de Murcia apenas se eleva unos metros sobre el cauce del ro Segura, lo que le permita surtirsede su agua, especialmente a travs de un manto fretico muy supercial y de las acequias de Aljufa y Caravijaque recorran el arrabal del Arrixaca por el norte (Figs. 1 y 2). No obstante, desconocemos quines fueronlos promotores de estas dos infraestructuras y tampoco identicamos con precisin a todos sus beneciarios.Sabemos, por una lpida conmemorativa en rabe, que la construccin de una torre en el sector occidentalde la ciudad haba sido sufragada con una parte de los rendimientos disponibles de la acequia Aljufa 25, loque parece indicar un n anlogo al de la tanda de la acequia de Aynadamar que antes comentbamos. Dadoque la Aljufa daba tambin servicio directamente al Alczar Seghir, o palacio real del arrabal, es posibleque estemos ante una compleja combinacin de beneciarios privados y pblicos, tal y como vimos en loscasos de Crdoba, Granada, Sevilla o Almera, con independencia de que muy probablemente fuera el sultnel promotor de las mismas. Teniendo en cuenta los mltiples ejemplos andaluses de canalizaciones cuyaprimera nalidad era abastecer un palacio o nca ulica, as como el anmalo trazado de esta acequia deAljufa que corra a unas decenas de metros frente a los muros de la medina sin llegar a penetrar en ella ysu evidente vinculacin fsica con la nca palatina, creemos que se debe tomar en consideracin la hiptesisde que, al menos parte de su trazado, sea una obra hecha por iniciativa estatal para abastecer el complejopalatino, funcin que acompaara a otras ms evidentes como el regado agrcola, el abastecimiento urbanoy el mantenimiento de los fosos de la ciudad.

    21 LAGARDRE, 1995, p. 105; REKLAITYTE, 2012, p. 305.22 ESPINAR y ABELLN, 1997-1998, p. 92.23 SEGURA, 2000, p. 322.

    24 TRILLO, 2009, pp. 168-170.25 Levy-Provenal ley y public esta lpida (1931, n 107), aunque no identic la acequia en cuestin. Adems

    supuso que la construccin de la torre se nanci con una parte de los fondos restantes (de la construccin) del canalseptentrional y no con una parte de los rendimientos de la acequia Aljufa, lectura que se ajusta ms al contenido literalde la lpida. Agradecemos al Dr. Alfonso Carmona Gonzlez las aclaraciones acerca de este texto rabe.

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    Figura 1. Croquis general de Murcia con indicacin de los fosos y acequias y la direccin de los mismos. Hemostrazado en discontinua los tramos hipotticos sobre los que no tenemos evidencias seguras. El trazado de la mayorparte del frente norte de la muralla del Arrixaca y del tramo noroccidental, son hipotticos.

    Figura 2. La acequia Aljufa a su paso por Murcia. Foto de Laurent, hacia 1870.

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    2. USOS

    Tambin conviene diferenciar los usos que se le dieron al agua en la medina medieval, que podemosclasicar de la siguiente manera: alimentario, higinico, defensivo, ritual, artesanal (alfares, teneras), ener-

    gtico (molinos, batanes) y agrcola. Muchos de estos usos estn estrechamente relacionados con determinadosedicios y espacios.El agua es imprescindible para la higiene personal que cotidianamente se llevaba a cabo en la vivienda con

    la ayuda de alcadafes, aguamaniles y jarritas de cermica que conocemos bien gracias a los hallazgos arqueo -lgicos. Pero las necesidades higinicas en el medio domstico no se limitaban al aseo personal, sino que seextendan a la ropa, a la vajilla y a todos aquellos muebles y utensilios susceptibles de ser lavados. Tambin seprecisaba el agua para mantener en buen estado la red de saneamiento, empezando por las letrinas domsticas,siguiendo con la red de atarjeas y terminando con los fosos, entendidos estos ltimos como cloacas mayores.La propia casa sera fregada o rociada peridicamente, como tambin debi de hacerse con otros edicios,por ejemplo las mezquitas. El baldeo con agua se empleara en patios, calles y plazas, sobre todo en verano.

    Adems de la vivienda, en la ciudad islmica el lugar especialmente destinado a la higiene era el bao(hammam). Su presencia en las medinas tradicionales fue muy signicativa, pues adems de ser estableci-mientos idneos para llevar a cabo la ablucin mayor, desempearon un importante papel social e higinico26.En su interior el agua se calentaba en una caldera, para despus ser depositada en unas piletas junto a otras deagua fra. Existan tambin baos privados, vinculados a palacios y casas aristocrticas, cuyo funcionamientoera similar a los pblicos, aunque solan ser de tamao sensiblemente menor y de planta ms simplicada. Enellos igualmente fue imprescindible el abastecimiento proporcional de agua, con el n de alimentar calderay piletas.

    Especial relevancia tiene el uso del agua en las prcticas religiosas musulmanas, pues con ella se llevan acabo las abluciones parciales y completas con el n de alcanzar el estado de pureza legal ( tahra) imprescin-dible para que muchos de los actos rituales propios de la piedad musulmana fueran vlidos 27. Para facilitar lasabluciones fue imprescindible construir cerca de los oratorios en los que se haca la oracin del viernes, unestablecimiento tpicamente islmico llamado md28, conocido tambin como dr al-wad, en cuyas cabinasse podan lavar las partes ms ntimas del cuerpo29. La presencia de letrinas en su interior impeda que la mdpudiera ser emplazada dentro de la mezquita, debido a las exigencias de pureza legal que demanda este tipode espacios, por lo que eran ubicadas fuera de su permetro, anexas a ellas o en sus inmediaciones. La plantade la mdsola ser rectangular y en ocasiones estaba parcialmente al descubierto; contaba con una fuentecentral o, en los casos ms modestos, con un piln adosado a una pared y un nmero variable de cabinas conletrina a su alrededor (Fig. 3). El agua, adems de estar presente en la fuente central, poda llegar a cada una

    26 NAVARRO y JIMNEZ, 2009a.27 PAREJA, 1975, p. 51.28 La palabra mdtiene los signicados de letrina y sala de abluciones.29 REKLAITYTE, 2012, pp. 227-249. En las ciudades tradicionales norteafricanas an se mantienen en uso estas

    salas de abluciones y en Marraquech se conserva la ms conocida de poca medieval, la qubbat Bardiyyn, construida porel emir Al ibn Ysuf (1106-1143) junto a la mezquita aljama de los almorvides (MEUNI, TERRASSE y DEVERDUN,1957). Asimismo conocemos, gracias a una descripcin pormenorizada, la que daba servicio a la mezquita al-Qarawiyynde Fez, erigida en el ao 1200 a costa de un rico ciudadano llamado Ms ben Abd Allh ben Sdt (TORRES BALBS,1959, pp. 229 y 230). Las fuentes escritas tambin nos han proporcionado interesantes noticias sobre las salas de ablucionesandaluses, como por ejemplo la descripcin de la adyacente a la mezquita mayor de Granada, redactada por Mnzer en1494; o las referencias contenidas en el tratado de hisbade Ibn Abdn, en donde se recogen algunas informaciones relativasa ellas, siempre en asociacin a las recomendaciones sobre la mezquita mayor. No obstante, la descripcin arquitectnicams detallada la hallamos en el texto de el-Ansari sobre la Ceuta de comienzos del s. XV, en donde se dice: La ms bella

    y mejor construida es la de la Madrasa Nueva que comprende ocho cmaras y un gran estanque para las puricaciones(mathara). En cada habitacin hay una cubeta (naqr) de mrmol en la que se vierte el agua por una tubera (mizb)de bronce. El suelo est pavimentado con baldosas de piedra tallada y en medio hay un estanque revestido de azulejos

    coloreados. Su cpula (qubba) es compuesta y entre sus adornos destaca una or de camomila, que el que la ve puedetomarla por natural por lo bien hecha que est. El agua es llevada por medio de ruedas hidrulicas (dawlib) (VALLV,1962, pp. 426 y 427). Aunque en el territorio de lo que fue al-Andalus no se ha mantenido ninguna sala de abluciones enpie, recientes hallazgos arqueolgicos han permitido documentar los restos de las vinculadas a las mezquitas aljamas deCrdoba (MONTEJO, 1999) y Sevilla (VERA, 1999).

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    Figura 3. Restos arqueolgicos de la casa de abluciones (mdaa) de Sevilla. Fotografa facilitada por D. ManuelVera Reina.

    de las cabinas mediante conducciones cermicas; una vez usada era evacuada por el derrame de la letrina yconducida al exterior por una atarjea subterrnea que recorra el subsuelo de todas ellas. Es muy probable queen la Murcia andalus existiera uno o ms de estos establecimientos, aunque hasta el presente no contamoscon noticias, arqueolgicas o textuales, al respecto.

    Con independencia de las puricaciones que se realizaban en baos y casas de abluciones (md), lo msfrecuente es que se hicieran en el interior de las viviendas. Los ajuares asociados a esta prctica han podido serestudiados detalladamente en Murcia30; en vsperas de la conquista castellana de Murcia (1243) estos objetosalcanzaron un nivel de renamiento altsimo, comprobndose que durante la primera mitad del siglo XIIIsufrieron un proceso de cambio y enriquecimiento ornamental, debido a inuencia oriental, adoptando de estamanera toda una serie de formas arquitectnicas hasta entonces no vistas en al-Andalus (Fig. 4). Estos ajuaresestaban compuestos por una tinaja y su soporte (reposadero), as como por la pileta y sus correspondientesjarritas destinadas al servicio del agua31. Cada pieza era ricamente decorada y concretamente las tinajas y ja-rritas solan estar guarnecidas con smbolos prolcticos y apotropaicos, como la mano de Ftima, los pavonesafrontados, el rbol de la vida, el sello de Salomn, la estrella de seis puntas, la llave del paraso, etc.,adems de jaculatorias y frases laudatorias de carcter religioso, todo ello con el n de preservar la purezadel agua. Estos elaborados y ricos programas protectores aparecen tambin sobre otros recipientes destinadosa contener agua, concretamente sobre jarras de diversos tamaos, que podan estar exornadas mediante esgra -ado sobre manganeso o slo con pintura.

    En la ciudad islmica, especialmente en el interior de la medina dispersa de primera poca, existieronestablecimientos artesanales perfectamente integrados en el paisaje urbano. Slo con la densicacin del tejidourbano comenzarn su xodo hacia los arrabales. Tanto los alfares, como las teneras, las vidrieras, forjas,carpinteras, mataderos y tantos otros, precisaban de agua en abundancia para su funcionamiento. No es, portanto, de extraar que en el interior de todas las tiendas/talleres excavados en la ciudad de Murcia y que sumanen torno a una decena, se hayan encontrado pozos de anillos cermicos que permitan acceder al agua de unmanto fretico muy prximo a la supercie32.

    30 NAVARRO y JIMNEZ, 1993; id., 1995b; id., 1997.31 Parece evidente que la pileta slo se empleaba para las abluciones pero no podemos armar que el agua contenida

    en la tinaja que formaba parte del mismo conjunto se utilizara slo para ese n.32 Se han identicado, con seguridad, dos tiendas en un solar de calle San Pedro (JIMNEZ, NAVARRO y SN-

    CHEZ, 2006), cuatro en el de plaza de Belluga (JIMNEZ y NAVARRO, 2002a), tres en calle La Manga (GUILLERMO,1998) y tambin en calle San Antonio (MUOZ, 2006). Restos muy fragmentarios de algunas otras han aparecido en solaresde las calles Frenera (vase FERNNDEZ y LPEZ, 1989).

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    Figura 4. Conjunto cermico para las abluciones compuesto por una tinaja con reposadero y un aguamanil. Murciasiglo XIII.

    El agua es tambin fuente de energa en la ciudad andalus y se emple para los molinos harineros, pa -peleros y batanes, conforme a una tecnologa que se remonta a la Antigedad. En al-Andalus existan ya losdistintos tipos de molinos hidrulicos que tradicionalmente han pervivido casi hasta nuestros das, y que sepueden clasicar bsicamente en molinos de rueda vertical y de rueda horizontal o rodezno. A su vez, losprimeros se dividen en dos categoras, segn sea la rueda impelida por abajo mediante la corriente del roo acequia, o por arriba, gracias a un canalillo especcamente destinado a ello. Los segundos contaban, enesencia, con una torre vertical denominada cubo, o bien con una rampa, desde donde el agua impulsaba unrodezno o rueda horizontal que transmita su movimiento a las muelas a travs de un eje.

    Segn al-Idrs, en la Murcia andalus existieron molinos construidos sobre navos, como los molinos de

    Zaragoza, que pueden transportarse de lugar33. Efectivamente, estos ingenios se desplazaban por el ro bus-cando la zona ms propicia, trabajando incluso cuando el cauce se reduca. Adems, no precisaban de azudesni canalizaciones y resistieron mejor a las acometidas que producan las riadas 34. La desventaja era que tenanpoca capacidad para moler, mucha menos que los de obra. Aparte de los molinos otantes existieron otros decarcter inmueble, tanto en las acequias mayores como en las inmediaciones del ro, que aparecen frecuen -temente mencionados en la documentacin castellana del siglo XIII. Muchos de ellos estaban en la huerta,pero otros se hallaban en la ciudad, en el arrabal del Arrixaca o al pie de las murallas. Entre los urbanos cabedestacar los que el Infante D. Sancho entreg en 1283 a la Iglesia de Cartagena y cuyo emplazamiento juntoal ro est bien acreditado en el documento de donacin: los molinos et la annora et el heredamiento queauien los moros del alcaar en Murcia que se tienen y con esse mismo alcaar35. Sabemos adems queno eran de barcas sino de obra porque la rotura de su azud en 1285 dio lugar a un pleito prolongado del que

    33 AL-IDRS, 1974, p. 185.34 En la documentacin bajomedieval hay frecuentes referencias a las destrucciones de los molinos de obra ocasio -

    nadas por las crecidas de los ros.35 TORRES FONTES, 1977, doc. X.

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    Figura 5. El ro Segura y el puente desde el oeste. Obsrvese el aguador con su carro preparndose para llenarlos cntaros. Foto de Laurent, hacia 1870.

    Figura 6. En el llenaor, cuadro del pintor Jos Mara Sobejano (Murcia, 1852-1918). Que muestra a un aguadorcon sus cantaros ascendiendo del cauce de la Aljufa. Este lugar para el aprovisionamiento de agua debi de estaren algn punto de la actual Calle Acisclo Daz, antes Calle de la Acequia.

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    Figura 7. Brocal de pozo con decoracin estampillada hallado en una casaandalus excavada en un solar situado entre las calles Sagasta y Brujera(Murcia).

    Figura 8. Pozo de acea del baoandalus de San Nicols de Mur-cia.

    Tambin en el interior de la ciudad de Murcia se han documentado, al menos, cinco pozos que creemospertenecen a norias de tiro, tambin llamadas de sangre o aceas59. Son de planta ovalada o elptica, de di-mensiones mayores que los de planta circular habituales en el medio domstico. Uno de los pozos de noria fueexhumado en un solar que se abre a la plaza de Santa Eulalia y permanece indito 60. Otro fue hallado juntoal Bao de San Nicols, por lo que se interpret que servira para su abastecimiento61(Fig. 8). Igualmente se

    vincul con un supuesto bao pblico el pozo de acea excavado en un solar de la plaza de las Balsas, aunqueen este caso no hay evidencia segura de la existencia de tal instalacin balnearia 62(Fig. 9). El cuarto aparecivinculado al rea domstica del palacio antiguo de Santa Clara o Dr as-Sugr, en las proximidades de unbao privado63, lo que resulta sorprendente teniendo en cuenta su proximidad al cauce de la acequia mayorde Aljufa, de la que consta que el palacio se surta en abundancia. El quinto, nalmente, estaba asociado auna vivienda aristocrtica del centro de la medina, la documentada en calle Pinares, que igualmente contabacon un pequeo bao domstico64.

    59 Pozos de noria de este tipo, vinculados al abastecimiento domstico, han sido documentados en otras ciudadesde al-Andalus, como Huesca (ROYO et al., 2009, p. 159, g. 27 B), Calatayud (CEBOLLA, ROYO y REY, 1997, p. 40,gs. 5-6, lms. 5-6), Crdoba (APARICIO, 2008, p. 240 y Lm. 17; CAMACHO, 2010, Lm. 4), Sevilla (RODRGUEZ yAYCART, 2007, pp. 24-37)y Valencia (PASCUAL et al., 1990, p. 307;ESCRIV, RIBERA y VIOQUE, 2010, p. 18).

    60 Excavacin en el solar n 2 de plaza Santa Eulalia, dirigida a comienzos de 2001 por Francisco Muoz Lpez.61 NAVARRO y ROBLES, 1993.62 ROBLES, NAVARRO y MARTNEZ, 2002, pp. 544 y 545. Estaba construido con pequeos bloques de arenisca y

    tena unas dimensiones de 206 x 095 m. Su cara interna apareca cubierta por las caractersticas concreciones calcreas quedeja el deslizamiento continuo del agua. Adosadas al pozo aparecieron dos estructuras de ladrillo, un pilar y un rebanco, quesegn sus excavadores podran interpretarse como asientos para la rueda y la cubeta que recogera el agua. Su derivacinse realizaba por medio de atanores o tubos cermicos cuyas juntas de unin estaban tomadas con mortero de cal.

    63 POZO, 1999, pp. 86 y 87 y g. 5.64 Esta gran casa fue excavada a lo largo de tres campaas que afectaron a otros tantos solares colindantes. Las dos

    primeras, que exhumaron el ncleo principal de la casa, fueron publicadas en dos artculos, pero la tercera, en la que seexcav la zona de servicio incluido el bao, no fue objeto de publicacin. Acerca de la misma slo contamos con unas

    pocas lneas que el director de la intervencin, J. Manzano Martnez, incluy en un artculo sobre demografa, as como uncroquis general de la casa que tambin comprende el bao, en la misma publicacin (2001-2002, pp. 128 y 167). Ni en eltexto ni en el dibujo aparece dicho pozo, del que slo contamos con la referencia que a l hacen Robles Fernndez, NavarroSanta-Cruz y Martnez Alcalde al citar paralelos murcianos del pozo por ellos excavado en plaza de las Balsas (2002, p.545). Con toda probabilidad, esta noticia procede de la informacin verbal a ellos facilitada por J. Manzano.

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    Figura 9. Pozo de acea andalus hallado en la excavacin de un solar de Plaza de las Balsas (Murcia).

    El alto grado de complejidad y desarrollo que alcanz la red de acequias y azarbes de la huerta de Mur -cia en poca islmica, haca necesario un gran dominio de la tecnologa hidrulica para la construccin delas canalizaciones, as como para la de los azudes, partidores, tajamares, rafas, etc. Por este motivo, parecelgico preguntarse si no hubo tambin entonces algn sistema de abastecimiento urbano comunitario, porejemplo fuentes pblicas intramuros que se alimentaran mediante canalizaciones. Plantear esta cuestin esan ms pertinente una vez que sabemos de la existencia de infraestructuras hdricas de este tipo en la Baja

    Edad Media y en la Edad Moderna65

    , que aprovechaban los cauces de acequias de origen andalus. As, MLlanos Martnez Carrillo ha documentado la presencia de una fuente en la plaza del Mercado, hoy de Sto.Domingo, que se alimentaba del caudal de la acequia Aljufa mediante una noria ubicada a la altura del con-vento de Sta. Clara; tambin haba all un abrevadero que tomaba el agua de la Caravija66. Desconocemos lafecha de fundacin de la fuente en cuestin, denominada azacaya en los textos de la poca, pero tenemosconstancia que los leones de piedra cuyas bocas la alimentaban, estaban tan deteriorados en 1437 que huboque sustituirlos. Otro ejemplo lo encontramos en el extremo opuesto de la ciudad, en su frente sur, en dondehubo otro cao desde comienzos del siglo XVII; estuvo junto a la crcel real, en la actual calle San Patricio,en contacto con la casa del Concejo67.

    En resumen, sabemos que despus de la conquista cristiana, al menos desde el siglo XIV, existan fuentesalimentadas desde las acequias ms prximas, que permitan el abastecimiento pblico; es posible que se

    diera algo parecido en poca islmica, aunque ni las fuentes escritas ni la Arqueologa, hasta el momento, hanproporcionado datos positivos al respecto.

    4. EVACUACIN

    La evacuacin de las aguas urbanas sobrantes, sean pluviales, residuales o fecales68, constituye unacuestin fundamental en toda aglomeracin humana, tanto o ms que el propio abastecimiento. En la juris-

    65 Vase FREY, 2007.66 MARTNEZ CARRILLO, 1997, pp. 108 y 109.67 FREY, 2007. Se alimentaba de la acequia de la Arboleja de cuya cola a la altura del convento de San Francisco se

    elevara un ramal que penetraba intramuros abasteca entonces a la fuente y crcel mencionadas, as como al Convento deVernicas y a la sede del Tribunal de la Inquisicin, aunque en los aos siguientes extendi su servicio al Palacio Episcopal,al Colegio de San Fulgencio y al Hospital de San Juan de Dios.

    68 Esta diferenciacin en tres tipos de aguas aparece tambin en una fetua referida a un caso sucedido en Kairun aprincipios del siglo XIV, vase VIDAL, 2000, p. 106.

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    prudencia islmica tradicional se establece una clara diferencia entre los tres tipos69, por lo que la manerade gestionar las cuestiones relativas a su evacuacin parte de unos principios distintos si bien, cuando existeun alcantarillado desarrollado y agua en abundancia, todos los vertidos son expelidos por la misma infraes -tructura.

    Las pluviales eran consideradas un bien divino y se procuraba su intenso aprovechamiento en aquelloslugares en que los recursos hdricos eran escasos, para lo cual fue necesario evitar que se mezclaran con lassucias antes de llegar al lugar de su almacenamiento. Cuando no eran captadas para el consumo humano,deban ser conducida fuera del casero y para ello era imprescindible construir infraestructuras que las en-cauzaran, sobre todo en aquellos lugares en los que el rgimen de lluvias poda ser torrencial. En estos casosse tena que tener prevista su salida rpida, pues de lo contrario poda causar graves daos, sobre todo enestructuras urbanas organizadas en terrazas escalonadas, generalmente construidas sobre potentes rellenos,dado que la acumulacin reiterada de aguas pluviales terminara afectando la compactacin de esos rellenos,producindose la ruina de los muros de contencin y ocasionando el colapso de los edicios que en ellos seapoyaran70. Cuanto ms grande era la supercie de la ciudad mayor esfuerzo se tena que hacer para evacuarla,pues la complejidad del sistema de alcantarillas estaba directamente relacionada con las distancias que el aguatena que recorrer dentro del casero, desde que entraba en los imbornales hasta que alcanzaba los puntos deevacuacin situados en su permetro.

    Como norma general se puede armar que el agua de lluvia cada en los patios se poda verter directa-mente a la calle y dejar que corriera por la supercie hasta alcanzar algn ojo de albolln u otro punto dedrenaje, siempre y cuando no supusiera un peligro para los muros de las viviendas vecinas 71. Por el contrariono se permita que las aguas sucias, entendiendo por ellas las residuales de la actividad domstica, fueran aparar a la va pblica sino que era obligatorio evacuarlas conforme a unas normas de cuyo cumplimiento seencargaba el almotacn, segn acredita Ibn Abdn: Tocante a las calles, deber ordenarse a las gentes delos arrabales que cuiden de que no se arrojen a ellas basuras, inmundicias ni barreduras, as como que sereparen los baches en que pueda detenerse el agua y el lodo. Cada cual reparar y mirar por lo que estdelante de su casa. Si en algn sitio hubiese muchos desages de agua sucia, se obligar al propietario aconstruir y mantener en buen uso una alcantarilla. Deber prohibirse que quien tenga un desage de aguasucia lo deje correr en verano por las calzadas. Cualquier molestia para el pblico, sea antigua o reciente,habr de ser suprimida72. No obstante, en determinadas circunstancias se permita que se vertieran a la vapblica; as por ejemplo, en Granada, segn Mnzer, muchas calles no tenan colectores subterrneos sinounas canalizaciones superciales para el agua de lluvia, a las que los vecinos podan arrojar las aguas residua-les durante la noche: Hay abiertos en todas las calles canales para las aguas sucias, de manera que cadacasa que no tiene caeras por las dicultades del lugar, puede arrojar durante la noche sus inmundicias enaquellos canales. No abundan las cloacas73. En otros casos, el empleo de estos albaales abiertos para

    69 Acerca de este aspecto del urbanismo islmico segn la informacin que proporciona la jurisprudencia medievalvase VIDAL, 2000, pp. 105-108. En particular sobre el diferente tratamiento de los vertidos segn la naturaleza de las aguas,hay una fetua recogida por al-Wanars referida a un conicto entre dos vecinos de Granada por una servidumbre de paso de unacanalizacin de aguas pluviales por la que tambin se quera arrojar el agua de las abluciones. El vecino que las reciba reclame Ibn Lubb (m. 782/1381) que dictamin a su favor:

    Quien tiene en su casa un desage de lluvia del vecino tiene derecho a prohibirle que evacue el agua de las ablu-ciones por l.

    Se le pregunt acerca de un hombre que compr una casa y el vendedor estipul contra l que pesaba sobre la casa (laservidumbre de) un canal de desage de aguas pluviales perteneciente a la casa de su vecino. El comprador quiere prohibir asu vecino (que haga) las abluciones sobre el canal mencionado, puesto que su canal es para el agua de lluvia.

    Respondi: Por lo que respecta al canal de la casa, lo que opino es que el comprador tiene derecho a prohibir a su vecinoevacuar el agua de las abluciones en el susodicho canal, porque el agua de lluvia no es (algo que se produzca) continuamenteen todos los tiempos y el agua de las abluciones s es (de uso diario) general. Nadie tiene derecho a aadir un perjuicio a otro

    perjuicio (ya existente) tal y como en su dicho (lo seal el profeta), sobre l sea la paz: (No se haga a nadie) ningn daointil ni til (para s).

    Y esto es lo que pienso sobre la pregunta. (VIDAL, 2000, p. 105).70 Este problema ya se observ en Madnat al-Zahr (VALLEJO, 1991, p. 8).71 BRUNSCHVIG, 1947, pp. 144 y 145.72 IBN ABDN, 1948, pp. 119-12073 MNZER, 1991, p. 109.

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    Figura 12. Calle pblica excavada en el solar de la ampliacin del Ayuntamiento en la Plaza de Belluga. Estaba

    emplazada, aproximadamente, en donde hoy se sita el patio ingls del edificio. A: vista desde el sur; B: vistadesde el norte. La excavacin permiti documentar el sistema de evacuacin de aguas residuales que estaba enfuncionamiento a mediados del s. XIII. Obsrvense las bajantes (2 y 3) que permitan que los vertidos, proceden-tes de los edificios colindantes, fueran a parar a la atarjea principal (9) que al ser cola del sistema de drenaje seencuentra a una cota muy profunda respecto al nivel de suelo del siglo XIII (1). Los muros islmicos que delimitanla calle (6 y 7) son divergentes: adosado al occidental se aprecian los cimientos de lo que debi ser un banco(5); el tramo oriental (7) es una esquina, lo que justica la obra de sillera; a su pie se aprecia el final de otraatarjea (8) que viene a entroncar con la principal (9). La fachada oriental de la casa del Doctoral la Riva (10) nose sita en la lnea de la calle islmica (6) sino que est retranqueada ms de 1 m. La atarjea contemporneadel edificio y calle modernos se pudo documentar en gran parte de su recorrido (11).

    en planta baja90, en uno de los ngulos del patio y lo ms cercana a la calle, de modo que existiera la menordistancia entre su boca y la cloaca que recorra la calle a la que verta 91. El arrastre de los residuos fecales

    90 Por lo general esta dependencia no se situaba en la algorfa, pues a mayor distancia entre la letrina y el punto deevacuacin debe aportarse una mayor cantidad de agua para el arrastre de los residuos fecales, lo que supondra tenerque transportar manualmente esa agua a la planta alta. Algunos colegas opinan que no se debe descartar que algunas sesituaran en las plantas superiores (REKLAITYTE, 2005, p. 211), lo que creemos que slo se debi de dar en ambientesurbanos muy saturados o ya degradados. Un ejemplo de letrina en planta alta referido a la Granada de 1527, aparece en ellibro de habices de las iglesias de esa ciudad (VILLANUEVA, 1966, n 232).

    91 B. S. Hakim (1989, p. 151) recoge una tradicin del Profeta segn la cual las letrinas no podan estar orientadashacia La Meca, con el n de que el que las utilizara nunca estuviera de frente ni de espaldas a la misma. Ramrez y Martnez(1996a, p. 141) escribieron que esta prohibicin se guard en las casas murcianas, lo que no es cierto. Esto se puede apre -ciar de manera muy sencilla, por ejemplo, en la planimetra general de la excavacin del Jardn de San Esteban, en donde

    apareci parte de un barrio incluida una mezquita cannicamente orientada y un cementerio islmico (ROBLES, SNCHEZy NAVARRO, 2011). Dado que las viviendas y calles guardan la misma orientacin que el oratorio, todas las letrinas quese encuentran en las crujas norte o sur de las viviendas estn alineadas, de frente o de espaldas, hacia La Meca. Tampocose respeta esa interdiccin en Siysa, donde presentan la disposicin tericamente prohibida las letrinas de las casas 4, 11,13, 17, la del ncleo occidental de la 5, etc., ni, al parecer, en el resto de al-Andalus (REKLAITYTE, 2012, nota 270).

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    Figura 16. Excavacin del solar n 6 de la calle Victorio (Murcia). Vase la seccin (fotografa y dibujo) de unaantigua calle andalus situada entre dos muros (1 y 2), en la que se aprecia la alcantarilla subterrnea (3) y lafosa en trinchera (4) que se generaba al tener que acceder a ella para su mantenimiento. Se aprecian tambin,sobre la fosa, los diferentes niveles de suelo intactos (5) que corresponden a momentos en los que la calle anexiste pero el alcantarillado ha cado en desuso.

    se haca cotidianamente con agua extrada de pozos, documentados muy frecuentemente en todas las casasexcavadas, y que normalmente se situaban en las proximidades de las letrinas.

    Aunque la red de alcantarillado de la Murcia andalus no la conocemos en su totalidad, debido a que lasexcavaciones arqueolgicas raramente han afectado a las vas pblicas actuales, tenemos datos sucientes paraasegurar que la mayora de los viales exhumados casi todos adarves, algunas calles secundarias y al menosuna principal disponan de cloacas que las recorran longitudinalmente y a las cuales vertan las conduccio -nes domsticas. La jerarquizacin de la red de alcantarillado se reejaba en el tamao y profundidad de susatarjeas. Las canalizaciones dentro de las viviendas eran, lgicamente, las ms estrechas y menos profundas; lacapacidad iba aumentando progresivamente en las cloacas de los adarves y de las calles pblicas para alcanzarsu mximo tamao en las colas de cada uno de los sistemas. Su correcto funcionamiento demandaba, obvia-mente, que la profundidad tambin fuera incrementndose paulatinamente, por lo que en ciertas ocasionesse rebajaba el suelo del canal sin alterar la cota de su tapa con el n de no dicultar su apertura a la hora delimpiarla. Esta solucin resultaba insuciente cuando se trataba de albollones principales y colas, pues exigan

    una pendiente ms acusada. Por este motivo se haca necesario enterrarlos, alejndolos progresivamente delpavimento de la calle, lo que, unido al crecimiento paulatino que experimentaban las cotas de las vas pblicas,supona inevitablemente grandes remociones de tierra cuando haba que sanearlos (Figs. 12 y 16). En algunasexcavaciones hemos comprobado que esta profundidad poda superar los dos metros, lo que demandaba la

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    Figura 17. Calle pblica excavada en el solar de laampliacin del Ayuntamiento en la Plaza de Bellugade Murcia. Detalle de la bajante fabricada con atanorescermicos, que se inicia con un alcadafe (2) que hacela funcin de poceta de decantacin.

    Figura 18. Ojo de albolln o sumidero (1) y atarjea enla que desaguaba (2), situados en un callejn andalusdocumentado en la excavacin del solar n 31-35 decalle Platera (Murcia).

    Figura 19. Vista cenital del ojo de albolln o sumidero de la figura anterior.

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    Q y ; segn sus excavadores presentaba una losa ligeramente ovalada con un oricio central (lo que parecepor las fotografas una muela de molino de mano reutilizada), rematando una bajante conformada por cuatrohiladas de ladrillos92(Figs. 20 y 21). De hecho, es frecuente que en las cubiertas de las atarjeas de adarves ycallejones, hechas normalmente con ladrillos, se encuentre alguna muela de molino reutilizada, algunas de lascuales debieron de servir efectivamente como ojo de sumidero93.

    En la extensa excavacin del Jardn de San Esteban, un rea cuya urbanizacin fue tarda, probablementea partir del siglo XII, todas las calles disponan de albaales donde vertan las atarjeas de patios y letrinasprocedentes del interior de las viviendas, aunque segn sus excavadores se identicaron dos pozos negros,situados en lugares donde la pendiente no haca posible construir un albaal, uno de ellos en la conuenciade las calles C y H y otro al nal del adarve D94. No contamos con fotografas de los mismos, sin embargo,de su descripcin se deduce que estaban al nal de sendas atarjeas cuyos trazados tenan bastantes metros derecorrido95. Este emplazamiento de los pozos resulta extremadamente raro, debido a que stos nunca puedenrecoger las aguas pluviales, pues cualquier lluvia torrencial los desbordara con facilidad y los hara rebosar.Por el contrario, los pozos negros siempre se han utilizado para recibir aguas fecales, por lo que se han situadojunto a las letrinas, conectados por canales con mucha pendiente, casi verticales, para que puedan depositarseen ellos los residuos slidos por gravedad.

    92 Este elemento apareci despus de que se paralizaran los trabajos arqueolgicos, cuando se decidi que los restosiban a ser conservados y que el parking proyectado no se realizara. Por esta razn se decidi cubrir lo exhumado despusde efectuar unos sondeos que permitieran conocer la estratigrafa del yacimiento de cara a evaluar con precisin las futurasexcavaciones. En el contexto de esta intervencin se hall el ojo de albolln comentado (MOLINA MAS y ORTEGA

    PREZ, 2011, pp. 53 y 54). A este trabajo corresponden las fotografas del albelln que incluimos en el presente artculo.93 Vase, por ejemplo, RAMREZ y MARTNEZ, 1999, p. 556; JIMNEZ y NAVARRO, 2002b, g. 26; MUOZ

    y JIMNEZ, 2004, p. 471. Y en general para el resto de al-Andalus REKLAITYTE, 2012, pp. 165-167.94 ROBLES y SNCHEZ, 2011, p. 632.95 ROBLES y SNCHEZ, 2011, pp. 500 y 584.

    Figura 22. Pozo de San Nicols (Murcia, s. XIII).

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    El caso de Murcia nos permite comprobar que el foso que rodeaba la medina estaba conformado en rea-lidad por una cadena de cauces, susceptibles de ser diferenciados al tener cada uno de ellos su propia entraday salida de aguas. Por este motivo hablaremos de fosos en plural, sin que ello suponga que existiera ms deuna lnea concntrica de cauces rodeando la muralla.

    Para su estudio contamos tanto con informacin arqueolgica como textual. La primera procede de unnmero considerable de excavaciones realizadas en la muralla en donde habitualmente se ha documentado lafase postmedieval de los fosos, en la que ya aparecen abovedados, aunque tambin en ocasiones se ha podi-do examinar el cauce medieval (Figs. 25 y 26). La segunda comprende numerosas citas en los documentosmedievales y modernos, especialmente las Actas Capitulares, en los que aparece bajo la denominacin deval, cava o crcava; algunos de los diferentes tramos reciban nombres particulares, como Val de SanAntoln o Val de San Juan, y todos ellos podan ser designados genricamente como Val de la Lluvia. Apesar de disponer de toda esta informacin, lamentablemente no se ha llevado a cabo ningn estudio detallado,lo que explica que persisten an numerosas dudas y confusiones acerca de diversos aspectos: trazado, sentidode la circulacin de las aguas, boqueras e incluso sobre la existencia o no de algunos tramos.

    La dependencia que tuvieron los fosos de ciertas acequias y azarbes cercanos al ncleo urbano andalus,nos permite comprobar que los fosos formaban parte del sistema hidrulico del alfoz murciano. Fenmenossimilares se conocen para otras ciudades, como es el caso de Orihuela en donde la acequia Vieja de Almoradcorra desde su toma en el ro Segura frente a las murallas medievales de la ciudad sirvindole de foso. Otrobuen ejemplo lo tenemos en Valencia, en donde se ha documentado que las acequias de Rovella y Favaraalimentaban los fosos medievales de sus dos recintos, el ms antiguo de poca andalus y el ms reciente obradel siglo XIV. Ambos fosos, tras recibir la mayor parte de los desages urbanos, continuaban su recorridocomo simples acequias con el n de irrigar una serie de huertas periurbanas99, lo mismo que suceda con elfoso que drenaba el frente septentrional de Murcia, que desaguaba en el Azarbe Mayor desde donde se rega-ban tierras vega abajo. La presencia de estas cloacas al aire libre generaba inconvenientes lgicos, que slo

    99 SANCHS, 2002, pp. 93 y 94.

    Figura 24. Solar de Calle San Francisco (Murcia). Detalle de la bveda de ladrillos que cubra el foso o Val de SanAntoln. El recorrido de esta infraestructura gener en este tramo una servidumbre entre fincas.

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    podan aliviarse si se haca circular por ellas un buen caudal de aguas limpias que facilitara el arrastre de lasfecales. Yqt pone en evidencia las condiciones higinicas tan precarias que por esta razn sufra la ciudadde Valencia y que ya haban sido objeto de burla por parte del poeta Ibn al-Sumaysir; segn el primero losdesages (kunfahm) estaban a la vista, pues no se construyeron conductos subterrneos para ellos porquelos valencianos estimaban mucho las aguas residuales para sus huertas

    100.Otros tramos del foso murciano desembocaban en el ro, quizs mayoritariamente a la altura de la Puerta

    de Orihuela como luego comentaremos, es decir, en el punto donde el Segura comenzaba a alejarse de la ciu-dad. Pero en cualquier caso es muy probable que existieran vertidos directamente al ro, tal y como sabemosque ocurra frecuentemente en las ciudades islmicas medievales, segn demuestran los numerosos testimo-nios recogidos por Ieva Reklaityte101. Lo que signica que probablemente los habitantes de estas medinasconsuman agua contaminada.

    Despus de la conquista castellana, la utilidad defensiva de los fosos se manifest con intermitencia: enperiodos de paz eran incluso invadidos por las viviendas colindantes, aunque en tiempos de guerra se solaordenar su reacondicionamiento. Finalmente, su valor militar y el del resto de las defensas cesaron duranteel siglo XVI cuando se extinguieron las amenazas aragonesa y granadina pero, a diferencia de la muralla yantemuralla, los fosos tenan otros usos, pues servan para el abastecimiento de agua no potable 102 y, sobretodo, eran los colectores principales de la ciudad. Por estas razones, cuando la muralla, torreones y antemurallacomenzaron a desaparecer con el beneplcito del concejo, ste tom cuidado de que los propietarios a los quese donaban los tramos de las defensas mantuvieran en uso los fosos, normalmente mediante su abovedamiento(Figs. 23 y 24). Este tipo de obras dio lugar a que quedaran denitivamente como infraestructuras con paredesconstruidas, cubiertas en su totalidad por una bveda de ladrillo tomado con argamasa, lo que destruy engran medida los cauces de los fosos andaluses excavados en la tierra.

    Los fosos murcianos corran frente a las murallas de la medina, y seguramente tambin del arrabal103, reco-giendo las alcantarillas urbanas que atravesaban las murallas para desaguar en ellos. Sus cauces eran salvadosmediante puentes de obra que tambin se citan en los textos, como es el caso del documento alfons de 1266en el que se ordena se derriben todas las puentes de la carcaua que son entre la uilla et el Arrixaca 104. Acontinuacin estudiaremos cada uno de estos fosos intentando reconstruir el trazado y disposicin que tuvieronen los aos inmediatos a la conquista cristiana de mediados del siglo XIII (Fig. 1).

    Val de San Antoln. Corresponde al tramo occidental del foso. Corra desde la puerta del Zoco, en elextremo oeste de la calle Sta. Teresa, por la actual calle Sagasta en direccin sur. En poca cristiana consta quedesaguaba en el ro, aproximadamente a la altura de la iglesia conventual de Vernicas105o quizs un poco msadelante, pues en las Actas Capitulares de 1477 se menciona el cabo de la cava que viene de Santolin cercadel alcaar106en referencia al Alczar de Enrique III. Esta cola se salvaba mediante el denominado puentedel valle, que estaba en las proximidades de la Puerta de la Aduana107. Como veremos al ocuparnos del valmeridional, es probable que en el perodo andalus evacuara en ste ltimo y no en el ro Segura.

    Lgicamente, para abandonar su recorrido por el interior del arrabal del Arrixaca, atravesaba su muralla(el Adarbe Viejo)mediante algn tipo de perforacin que estara ubicada en las inmediaciones de la actualplaza de San Julin y a la que parece hacerse referencia en el documento antes citado sobre una construccindestinada a poder cerrar el foso en caso de inundaciones y que estara situada en medio del adarbe viejo en

    100 YQT, 1974, p. 129; REKLAITYTE, 2012, pp. 256 y 257.101 REKLAITYTE, 2012, pp. 275-284.102 As por ejemplo, en 1477 el concejo dio licencia a una persona para construir una casa en la calle que va de-

    lante del olmo a la puerta de los Vedrieros al valle e que dexe calle que puedan yr por agua al valle con una apartadera(GARCA ANTN, 1993, p. 145). En este contexto, apartadera signica lugar anexo a un camino en el que las personasy las bestias se pueden detener sin obstaculizar la circulacin, con el n de extraer cmodamente el agua del valle o foso.

    103 Como veremos ms adelante, tenemos noticia de alguno de los tramos de los fosos del arrabal, aunque de otrosslo podemos suponer su existencia pues no hay pruebas arqueolgicas ni conocemos testimonios documentales.

    104 TORRES FONTES, 1963, doc. XVIII.105 En el Correo de Murcia de 1792 puede leerse: un lienzo de la Muralla, considerable, con direccin lo que

    en el da es la Posada que llaman de San Francisco, la misma que ira a parar al nacimiento del Val, cercano a la Puertade la Iglesia de las Monjas de Vernicas, que en otro tiempo sirvi de foso CORREO DE MURCIA del martes 30 deoctubre de 1792, n 18 (MARTNEZ LPEZ y RAMREZ GUILA, 1999, p. 380, nota 19).

    106 TORRES FONTES y CALVO GARCA-TORNEL, 1975, p. 48.107 MARTNEZ CARRILLO, 1997, p. 146.

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    133La gestin del agua en la ciudad andalus: el caso de Murcia

    par del agujero de la cava108. En el documento de 1575 por el que se autoriza la construccin de una seriede bodegones a la altura del actual mercado de Vernicas, arrimados a la muralla entre la puerta de laAduana y la torre de Gil Martnez, se manda tambin abrir una calle que diera a la plazeta que dezian de

    Hernando Moreno, para lo cual era preciso el derribo de una casa que estava entre el dicho val y el rebellnde la dicha muralla

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    ; por el punto en el que se centra la descripcin parece lgico deducir que la placetaes la actual plaza de San Julin y la calle es el corto espacio vial que une actualmente dicha placeta con elfrente occidental del citado mercado, punto donde efectivamente, deba de comenzar a separarse el val de laantemuralla, lo suciente como para que en el espacio entre ambos se hubiera podido construir una vivienda.

    Para evitar que el foso se convirtiera en una cloaca al aire libre, con las molestias e insalubridad que ellohabra generado, se derivaba hacia l un modesto caudal de agua procedente de la acequia Aljufa; la conexinse hizo mediante una pequea conduccin110, que debi de correr por la actual calle Mariano Girada o porla paralela calle Aguadores (hoy Gmez Cortina)111, hasta desembocar en el foso a la altura de la Puerta delZoco112. All el caudal se divida en dos direcciones: hacia el este por el Val de San Miguel y hacia el sur porel Val de San Antoln. Durante el siglo XIV el sistema continuaba en uso, abasteciendo a las adoberas decueros y a los correeros instalados en la cola del canal, junto a la Puerta de Gil Martnez.

    A comienzos del siglo XV, sin embargo, parece estar en buena medida colapsado y la parte exterior delfoso, entre las Puertas del Azoque y Gil Martnez, haba sido ocupada por casas, muchas de las cuales fueronderribadas en 1424 por una riada que revent la muralla del arrabal. Por esta razn, en 1427 se trat de recu -perar la funcin original del val para que de nuevo pudiera traer el agua del aequia mayor (Aljufa)porel valle que va del regueron faza la puerta de vedrieros segund que antes venia 113. Sin embargo, al aosiguiente un grupo de vecinos pidi permiso para construir nuevamente junto al foso, licencia que les concediel concejo advirtindoles que lo que edicaran podra ser derribado en caso de guerra. Por razones de salubri -dad y para aprovechar el agua que corra por el foso para riego u otros usos, especialmente artesanales 114, ladocumentacin demuestra que los vecinos tenan inters en que el agua de la Aljufa continuara circulando enabundancia; prueba de ello es la sancin del concejo a uno de ellos en 1444 por haber destruido la piedra queregulaba el caudal, que desde la mencionada acequia llegaba a la Puerta del Azoque, obligndole a poner unanueva que tuviese el oricio como un ojo de legn115. Adems del caudal habitual, el foso reciba de maneraextraordinaria los aportes de la Aljufa durante el tiempo que duraba la monda de esta ltima, as como losprocedentes de lluvias torrenciales, razn por la cual el concejo obligaba a los vecinos que en l vertan susaguas a mantenerlo limpio y despejado, as como el reguern, al parecer cubierto, que lo una con la acequiamayor: que se monden las lumbreras del regueron que viene por la calle de la moreria y abran la boqueradel segn antes solia estar y se parta la mitad del agua a san Antolin y la otra mitad a san Miguel, porquelas cavas exaguen e esten linpias116.

    En una fecha posterior a estas referencias del siglo XV y antes del siglo XIX debi de cambiarse el sen-tido de circulacin del foso de San Antoln, unindolo al septentrional, y pasando a ser alimentado este nicocolector resultante mediante la acequia de Belch-Portel, que incluso en el plano de Garca Farias aparecedenominada como Acequia del Val de la Lluvia; as lo acredita tambin la descripcin de esta acequia por partede Rafael de Mancha en 1836: del brazal del Belch se riegan 245 tahllas de la diputacin de Arboleja,con la advertencia de que en las tablas o tablachos que se colocan para regar en todos sus partidores ha dequedar siempre un marco de ocho dedos en cuadro a la altura de un palmo sobre la solera, que constituye ladotacin de agua destinada pora la limpieza del val de la lluvia117.

    Val de San Miguel.As llamamos al tramo septentrional que recorra la parroquia homnima. Tal de-nominacin no aparece literalmente, que sepamos, en las fuentes escritas, aunque s la de val que va a San

    108 TORRES FONTES y CALVO GARCA-TORNEL, 1975, p. 48.109 Leg. 3.081, AMM, en GARCA ANTN, 1993, pp. 152 y 153.110 En la documentacin se le llama reguern.111 A la calle por donde discurra la acequia la denominan los documentos calle de la morera.112 Esta puerta se encontraba en la conuencia de las calles actuales de San Nicols y Santa Teresa.

    113 MARTNEZ CARRILLO, 1997, p. 93.114 MARTNEZ CARRILLO, 1997, pp. 96-98.115 MARTNEZ CARRILLO, 1997, p. 96.116 MARTNEZ CARRILLO, 1997, p. 96.117 DE MANCHA, 1836, pp. 30 y 31.

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    Si efectivamente existi este foso meridional y si al menos en poca andalus se intentaba evitar lacontaminacin del ro vertiendo en l las aguas residuales, segn sugiere una fuente rabe del siglo XII queubica a las lavanderas en la orilla opuesta, cabra entonces pensar que el Val de San Antoln no desembocaraen el ro en el punto donde sabemos que lo haca en poca bajomedieval, sino que en ese caso habra que

    imaginarlo conectado con el supuesto val del sur para desaguar ro abajo. Creemos, por consiguiente, que esconveniente contemplar la hiptesis de que la cola que verta desde el foso al Segura, a la altura de la Puertade la Aduana, fuese una obra ya de poca cristiana, tal vez relacionada con el abandono del tramo meridionaldel foso cuando parte de l se convirti en acequia del Raval. En ese caso habra que pensar que estos cam-bios en el sistema hidrulico de origen andalus pudieron implicar tambin la demarcacin de otro punto deabastecimiento de agua potable para la poblacin, quizs en la Aljufa o en la Caravija segn demuestran lasordenanzas de la poca.

    Val Hondillo. Adems de los anteriores tramos de foso que circundaban la ciudad al pie de sus murallas,tenemos constancia de que existi un val interior, al menos desde comienzos de la Edad Moderna, llamadoVal Hondillo. Las noticias acerca del mismo son escasas y las que nos pueden informar sobre su trazado yorientacin se limitan a dos: la primera es el topnimo de la actual calle Baraundillo 136, situada en el interiordel permetro del Alczar Viejo; la segunda es una referencia en las Actas Capitulares de 1748 que mencionasu recorrido por la calle San Patricio en sentido oeste-este, pues tena su boquera en el punto en donde selevantaba la Puerta del Sol137. Una posible tercera noticia aparece en un documento de 1309, en el que el reyFernando IV hizo merced al obispo de Cartagena para hacer molinos dentro de la ciudad de Murcia, obra queposiblemente nunca se llev a cabo puesto que no conocemos menciones posteriores a tales molinos; lo queahora nos interesa del documento en cuestin es que hace alusin a la existencia de un val intramuros quecorrera por el sector sur de la ciudad, por lo que parece muy probable que se trate precisamente del Val Hon -dillo: tengo por bien que podades fazer quantos molinos pudieredes de facer pan et de traperia, desde lascasas del arcediano asi como va el vall ayuso, fasta do corren las aguas de la lluvia en el rio de Segura 138.Dado que el periodo que va desde la conquista castellana en 1266 hasta 1309 no fue precisamente una etapade expansin demogrca y econmica sino todo lo contrario, nos inclinamos por creer que dicho canal deavenamiento no se habra excavado entonces sino que se remontara a poca andalus.

    Recapitulando, el Val Hondillo sera un cauce en el interior de la medina islmica que lleg hasta fecharelativamente reciente. Arrancara a la altura del punto en donde se levant la Puerta del Sol, derivando de otrocanal que en poca andalus suponemos sera el val del medioda y posteriormente la acequia del Raval. Sedirigira en sentido este por la calle que actualmente se denomina San Patricio en direccin al Alczar Mayor,en donde existira un ramal interior que da nombre a la actual calle Baraundillo. Suponemos que funcioncomo foso defensivo corriendo frente a las murallas del Alczar, para desembocar por algn punto indetermi-nado al Val de San Juan o directamente al ro Segura, una vez recogidas las aguas que traan las alcantarillasde los barrios inmediatos a la mezquita aljama.

    El foso del arrabal del Arrixaca. No tenemos pruebas claras que demuestren que todo el muro del arrabalcontara con foso en poca andalus, aunque parece lo ms probable. Sabemos, al menos, que lo hubo en eltramo de levante, debido a que el escurridor del Val de la Lluvia pasaba al pie de su muralla, frente al Portillode las Adoberas, haciendo a la vez la funcin de foso del arrabal. Hay referencias tardas (segunda mitad delsiglo XV) de las que se puede deducir la presencia de un cauce similar en el lado occidental: se trata de solici-tudes de particulares al concejo, pidiendo el foyo o barranco de la Puerta de Belch para plantar moreras;en uno de los casos se hizo con conocimiento de los vecinos pues por all sala el agua de lluvia del Arrixaca

    136 Ortega Pagn en su Callejero dice textualmente: Daz Cassou, en un artculo publicado en el Diario de Murciael da 9 de junio de 1887, dice de esta calle lo siguiente: Debe este nombre, no a que ocurriese en ella baranda grandeni chica, sino a una corruptela del antiguo de calle de Val hondo y Val hondillo. Que se le dio porque pasaba una pequeacorriente de agua, a mediana profundidad y descubierta por medio de esta calle. Al edicar la casa don Antonio Martnezen el solar del teatro viejo, encontrse la corriente de agua, que en lo antiguo se conoci por Val-hondillo (1973, p. 51).

    137 FREY, 2007, p. 242, nota 11; en nuestra opinin el sentido de circulacin de este val es el contrario del que supone

    Frey por dos razones, primero porque el texto del s. XVIII habla de boquera lo que ha de entenderse como punto de dondearranca un cauce a partir de otro y no como lugar donde desemboca; y, segundo, porque la topografa as lo demanda y, dehecho, el propio Frey admite que por dicha calle circulaba el ramal de la acequia del Raval que abasteca la fuente de lacrcel en sentido opuesto al que supone para el val.

    138 TORRES FONTES, 1980, doc. LXXXVII.

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