Herbert George Wells. La Guerras de Los Mundos..

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La guerra de los mundos H. G. Wells BIBLIOTECA EDAF DE BOLSILLO Título del original inglés: The war of the worlds Traducción de: Julio Vacareza. © 1897; H. G. Wells. © 1973; EDAF. Colección Biblioteca Edaf Bolsillo nº 103. ISBN: 84-7166-350-3 Depósito legal: M. 39.902-1973. Edición digital de Umbriel. Noviembre de 2002. 1

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  • La guerra de los mundosH. G. Wells

    BIBLIOTECA EDAF DE BOLSILLO

    Ttulo del original ingls: The war of the worlds

    Traduccin de: Julio Vacareza.

    1897; H. G. Wells.

    1973; EDAF. Coleccin Biblioteca Edaf Bolsillo n 103.

    ISBN: 84-7166-350-3

    Depsito legal: M. 39.902-1973.

    Edicin digital de Umbriel. Noviembre de 2002.

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  • Contraportada

    El famoso escritor ingls H. G. Wells, torciendo los designios paternos,estudi biologa segn la escuela de Darwin y Huxley y milit desde su juventuden movimientos sociales vanguardistas. De estos dos enfoques de avanzada en locientfico y lo social proviene el enfoque renovador, dinmico y sin prejuicios queaplica a sus novelas. El resto lo hace su imaginacin sin freno, su gracia, suprofundo conocimiento del hombre y su medio. De la fusin de ambos surgen susnovelas de ciencia-ficcin, de las que es considerado con justicia el grande einsuperado iniciador. La Guerra de los Mundos relata con abrumador realismo lainvasin de Inglaterra por los marcianos, con detalles alucinantes de situacionesde riesgo espeluznante. La derrota final de los invasores prueba la confianza y laesperanza de que es depositario el ser humano. La novela es una obra cautivantede la literatura universal, que vale la pena conocer por su valor introductorio almundo espacial, y releer para emocin y deslumbramiento renovados.

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  • NDICE

    LIBRO PRIMERO LA LLEGADA DE LOS MARCIANOS.....................................................................4

    1 LA VSPERA DE LA GUERRA.................................................................5

    2 LA ESTRELLA FUGAZ..........................................................................8

    3 EN EL CAMPO COMUNAL DE HORSELL.................................................10

    4 SE ABRE EL CILINDRO.......................................................................12

    5 EL RAYO CALRICO...........................................................................14

    6 EL RAYO CALRICO EN EL CAMINO DE CHOBHAM.................................17

    7 CMO LLEGU A CASA......................................................................18

    8 LA NOCHE DEL VIERNES....................................................................20

    9 COMIENZA LA LUCHA........................................................................22

    10 DURANTE LA TORMENTA..................................................................26

    11 DESDE LA VENTANA........................................................................29

    12 LA DESTRUCCIN DE WEYBRIDGE Y SHEPPERTON..............................32

    13 MI ENCUENTRO CON EL CURA..........................................................38

    14 EN LONDRES..................................................................................41

    15 LO QUE SUCEDI EN SURREY...........................................................48

    16 EL XODO DE LONDRES...................................................................52

    17 EL THUNDER CHILD.........................................................................60

    LIBRO SEGUNDO LA TIERRA DOMINADA POR LOS MARCIANOS...................................................66

    1 APLASTADOS....................................................................................67

    2 LO QUE VIMOS DESDE LAS RUINAS....................................................71

    3 LOS DAS DE ENCIERRO...................................................................77

    4 LA MUERTE DEL CURA.......................................................................79

    5 EL SILENCIO....................................................................................82

    6 DESPUS DE QUINCE DAS................................................................83

    7 EL HOMBRE DE PUTNEY HILL..............................................................85

    8 LA CIUDAD MUERTA..........................................................................94

    9 LOS RESTOS....................................................................................99

    10 EPILOGO......................................................................................101

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  • LIBRO PRIMERO

    LA LLEGADA DE LOS MARCIANOS

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  • 1LA VSPERA DE LA GUERRA

    En los ltimos aos del siglo diecinueve nadie habra credo que los asuntoshumanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias msdesarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como l; quemientras los hombres se ocupaban de sus cosas eran estudiados quiz tan a fondocomo el sabio estudia a travs del microscopio las pasajeras criaturas que seagitan y multiplican en una gota de agua. Con infinita complacencia, la razahumana continuaba sus ocupaciones sobre este globo, abrigando la ilusin de susuperioridad sobre la materia. Es muy posible que los infusorios que se hallanbajo el microscopio hagan lo mismo. Nadie supuso que los mundos ms viejos delespacio fueran fuentes de peligro para nosotros, o si pens en ellos, fue slo paradesechar como imposible o improbable la idea de que pudieran estar habitados.Resulta curioso recordar algunos de los hbitos mentales de aquellos daspasados. En caso de tener en cuenta algo as, lo ms que suponamos era quetal vez hubiera en Marte seres quiz inferiores a nosotros y que estarandispuestos a recibir de buen grado una expedicin enviada desde aqu. Empero,desde otro punto del espacio, intelectos fros y calculadores y mentes que sonen relacin con las nuestras lo que stas son para las de las bestias,observaban la Tierra con ojos envidiosos mientras formaban con lentitud susplanes contra nuestra raza. Y a comienzos del siglo veinte tuvimos la grandesilusin.

    Casi no necesito recordar al lector que el planeta Marte gira alrededor del Sola una distancia de ciento cuarenta millones de millas y que recibe del astro reyapenas la mitad de la luz y el calor que llegan a la Tierra. Si es que hay algo deverdad en la hiptesis corriente sobre la formacin del sistema planetario, debe sermucho ms antiguo que nuestro mundo, y la vida naci en l mucho antes quenuestro planeta se solidificara. El hecho de que tiene apenas una sptima partedel volumen de la Tierra debe haber acelerado su enfriamiento, dndole unatemperatura que permitiera la aparicin de la vida sobre su superficie. Tiene aire yagua, as como tambin todo lo necesario para sostener la existencia de seresanimados.

    Pero tan vano es el hombre y tanto lo ciega su vanidad, que hasta fines delsiglo diecinueve ningn escritor expres la idea de que all se pudiera haberdesarrollado una raza de seres dotados de inteligencia que pudiese compararsecon la nuestra. Tampoco se concibi la verdad de que siendo Marte ms antiguoque nuestra Tierra y dotado slo de una cuarta parte de la superficie de nuestroplaneta, adems de hallarse situado ms lejos del Sol, era lgico admitir que noslo est ms distante de los comienzos de la vida, sino tambin mucho mscerca de su fin.

    El enfriamiento que algn da ha de sufrir nuestro mundo ha llegado ya aun punto muy avanzado en nuestro vecino. Su estado material es todava en sumayor parte un misterio; pero ahora sabemos que aun en su regin ecuatorialla temperatura del medioda no llega a ser la que tenemos nosotros en nuestrosinviernos ms crudos. Su atmsfera es mucho ms tenue que la nuestra, susocanos se han reducido hasta cubrir slo una tercera parte de su superficie, yal sucederse sus lentas estaciones se funde la nieve de los polos para inundarperidicamente las zonas templadas. Esa ltima etapa de agotamiento, quetodava es para nosotros increblemente remota, se ha convertido ya en unproblema actual para los marcianos. La presin constante de la necesidad lesagudiz el intelecto, aumentando sus poderes perceptivos y endureciendo suscorazones. Y al mirar a travs del espacio con instrumentos e inteligencias con los

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  • que apenas si hemos soado, ven a slo treinta y cinco millones de millas de ellosuna estrella matutina de la esperanza: nuestro propio planeta, mucho mstemplado, lleno del verdor de la vegetacin y del azul del agua, con una atmsferanebulosa que indica fertilidad y con amplias extensiones de tierra capaz desostener la vida en gran nmero.

    Y nosotros, los hombres que habitamos esta Tierra, debemos ser para ellostan extraos y poco importantes como lo son los monos y los lmures para elhombre. El intelecto del hombre admite ya que la vida es una lucha incesante, yparece que sta es tambin la creencia que impera en Marte. Su mundo se hallaen el perodo del enfriamiento, y el nuestro est todava lleno de vida, pero de unavida que ellos consideran como perteneciente a animales inferiores. As, pues, sunica esperanza de sobrevivir al destino fatal que les amenaza desde variasgeneraciones atrs reside en llevar la guerra hacia su vecino ms prximo.

    Y antes de juzgarlos con demasiada dureza debemos recordar ladestruccin cruel y total que nuestra especie ha causado no slo entre losanimales, como el bisonte y el dido, sino tambin entre las razas inferiores. Apesar de su apariencia humana, los tasmanios fueron exterminados porcompleto en una guerra de extincin llevada a cabo por los inmigranteseuropeos durante un lapso que dur escasamente cincuenta aos. Es quesomos acaso tan misericordiosos como para quejarnos si los marcianosguerrearan con las mismas intenciones con respecto a nosotros?

    Los marcianos deben haber calculado su llegada con extraordinaria justeza sus conocimientos matemticos exceden en mucho a los nuestros y llevado a cabosus preparativos de una manera perfecta. De haberlo permitido nuestrosinstrumentos podramos haber visto los sntomas del mal ya en el siglo dieciocho.Hombres como Schiaparelli observaron el planeta rojo que durante siglos ha sidola estrella de la guerra, pero no llegaron a interpretar las fluctuaciones en lasmarcas que tan bien asentaron sobre sus mapas. Durante ese tiempo losmarcianos deben haber estado preparndose.

    Durante la oposicin de mil ochocientos noventa y cuatro se vio una gran luz enla parte iluminada del disco, primero desde el Observatorio Lick. Luego la notPerrotin, en Niza, y despus otros astrnomos. Los lectores ingleses se enteraronde la noticia en el ejemplar de Nature que apareci el dos de agosto. Me inclino acreer que la luz debe haber sido el disparo del can gigantesco, un vasto tnelexcavado en su planeta, y desde el cual hicieron fuego sobre nosotros. Durante lasdos oposiciones siguientes se avistaron marcas muy raras cerca del lugar en quehubo el primer estallido luminoso.

    Hace ya seis aos que se descarg la tempestad en nuestro planeta. Alaproximarse Marte a la oposicin, Lavelle, de Java, hizo cundir entre sus colegasdel mundo la noticia de que haba una enorme nube de gas incandescente sobre elplaneta vecino. Esta nube se hizo visible a medianoche del da doce, y elespectroscopio, al que apel de inmediato, indicaba una masa de gas ardiente, casitodo hidrgeno, que se mova a enorme velocidad en direccin a la Tierra. Estechorro de fuego se torn invisible alrededor de las doce y cuarto. Lavelle locompar a una llamarada colosal lanzada desde el planeta con la violencia sbitacon que escapa el gas de plvora de la boca de un can.

    Esta frase result singularmente apropiada. Sin embargo, al da siguienteno apareci nada de esto en los diarios, excepcin hecha de una breve notapublicada en el Daily Telegraph, y el mundo continu ignorando uno de lospeligros ms graves que amenaz a la raza humana. Es posible que yo no mehubiera enterado de lo que antecede si no me hubiese encontrado enOttershaw con el famoso astrnomo Ogilvy. ste se hallaba muy entusiasmadoante la noticia, y debido a la exuberancia de su reaccin, me invit a que leacompaara aquella noche a observar el planeta rojo.

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  • A pesar de todo lo que sucedi desde entonces, todava recuerdo con todaclaridad la vigilia de aquella noche: el observatorio oscuro y silencioso, lalmpara cubierta que arrojaba sus dbiles rayos de luz sobre un rincn del piso,la delgada abertura del techo por la que se divisaba un rectngulo negrotachonado de estrellas.

    Ogilvy andaba de un lado a otro; le oa sin verle. Por el telescopio se vea uncrculo azul oscuro y el pequeo planeta que entraba en el campo visual. Parecaalgo muy pequeo, brillante e inmvil, marcado con rayas transversales y algoachatado en los polos. Pero qu pequeo era! Apenas si pareca un puntito de luz.Daba la impresin de que temblara un poco. Mas esto se deba a que eltelescopio vibraba a causa de la maquinaria de relojera que segua elmovimiento del astro.

    Mientras lo observaba, Marte pareci agrandarse y empequeecerse, avanzary retroceder, pero comprend que la impresin la motivaba el cansancio de mivista. Se hallaba a cuarenta millones de millas, al otro lado del espacio. Pocaspersonas comprenden la inmensidad del vaco en el cual se mueve el polvo deluniverso material.

    En el mismo campo visual recuerdo que vi tres puntitos de luz, estrellitasinfinitamente remotas, alrededor de las cuales predominaba la negrurainsondable del espacio. Ya sabe el lector qu aspecto tiene esa negrura durantelas noches estrelladas. Vista por el telescopio parece an ms profunda. Einvisible para m, porque era tan pequeo y se hallaba tan lejos, volando convelocidad constante a travs de aquella distancia increble, acercndose minuto aminuto, llegaba el objeto que nos mandaban, ese objeto que habra de causartantas luchas, calamidades y muertes en nuestro mundo. No so siquiera en lmientras miraba; nadie en la Tierra poda imaginar la presencia del certeroproyectil.

    Tambin aquella noche hubo otro estallido de gas en el distante planeta. Yolo vi. Fue un resplandor rojizo en los bordes segn se agrand levemente al dar elcronmetro las doce. Al verlo se lo dije a Ogilvy y l ocup mi lugar. Haca calory sintindome sediento avanc a tientas por la oscuridad en direccin a lamesita sobre la que se hallaba el sifn, mientras que Ogilvy lanzabaexclamaciones de entusiasmo al estudiar el chorro de gas que vena hacianosotros.

    Aquella noche parti otro proyectil invisible en su viaje desde Marte. Iniciabasu trayectoria veinticuatro horas despus del primero. Recuerdo que me quedsentado a la mesa, deseoso de tener una luz para poder fumar y ver el humode mi pipa, y sin sospechar el significado del resplandor que haba descubierto yde todo el cambio que traera a mi vida. Ogilvy estuvo observando hasta la una,hora en que abandon el telescopio. Encendimos entonces el farol y fuimos a lacasa. Abajo, en la oscuridad, se hallaban Ottershaw y Chertsey, donde centenaresde personas dorman plcidamente.

    Ogilvy hizo numerosos comentarios acerca del planeta Marte y se burl de laidea de que tuviese habitantes y de que stos nos estuvieran haciendo seas. Suopinin era que estaba cayendo sobre el planeta una profusa lluvia demeteoritos o que se haba iniciado en su superficie alguna gigantesca explosinvolcnica. Me manifest lo difcil que era que la evolucin orgnica hubieraseguido el mismo camino en los dos planetas vecinos.

    La posibilidad de que existan en Marte seres parecidos a los humanos esmuy remota me dijo. Centenares de observadores vieron la llamarada deaquella noche y de las diez siguientes. Por qu cesaron los disparos despus deldcimo nadie ha intentado explicarlo. Quiz sea que los gases producidos por lasexplosiones causaron inconvenientes a los marcianos. Densas nubes de humo opolvo, visibles como pequeos manchones grises en el telescopio, se diseminaron

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  • por la atmsfera del planeta y oscurecieron sus detalles ms familiares.

    Al fin se ocuparon los diarios de esas anormalidades, y en uno y otroaparecieron algunas notas referentes a los volcanes de Marte. Recuerdo que larevista Punch aprovech el tema para presentar una de sus acostumbradascaricaturas polticas. Y sin que nadie lo sospechara, aquellos proyectilesdisparados por los marcianos aproximbanse hacia la Tierra a muchas millas porsegundo, avanzando constantemente, hora tras hora y da tras da, cada vez msprximos. Parceme ahora casi increblemente maravilloso que con ese peligropendiente sobre nuestras cabezas pudiramos ocuparnos de nuestras mezquinascosillas como lo hacamos. Recuerdo el jbilo de Markham cuando consigui unanueva fotografa del planeta para el diario ilustrado que editaba en aquellosdas. La gente de ahora no alcanza a darse cuenta de la abundancia y el empujede nuestros diarios del siglo diecinueve. Por mi parte, yo estaba muy entretenidoen aprender a andar en bicicleta y ocupado en una serie de escritos sobre elprobable desarrollo de las ideas morales a medida que progresara la civilizacin.

    Una noche, cuando el primer proyectil deba hallarse apenas a diez millones demillas, sala a pasear con mi esposa. Brillaban las estrellas en el cielo y le describlos signos del Zodiaco, indicndole a Marte, que era un puntito de luz brillante en elcnit y hacia el cual apuntaban entonces tantos telescopios. Era una noche clida, ycuando regresbamos a casa se cruzaron con nosotros varios excursionistas deChertsey e Isleworth, que cantaban y hacan sonar sus instrumentos musicales.Veanse luces en las ventanas de las casas. Desde la estacin nos lleg elsonido de los trenes y el rugir de sus locomotoras convertase en meloda debido ala magia de la distancia. Mi esposa me seal el resplandor de las seales rojas,verdes y amarillas, que se destacaban en el cielo como sobre un fondo deterciopelo. Parecan reinar por doquier la calma y la seguridad.

    2LA ESTRELLA FUGAZ

    Luego lleg la noche en que cay la primera estrella. Se la vio por la maanatemprano volando sobre Winchester en direccin al este. Pas a gran altura,dejando a su paso una estela llameante. Centenares de personas deben haberladivisado, tomndola por una estrella fugaz. Albin coment que dejaba tras de suna estela verdosa que resplandeca durante unos segundos. Denning, que eranuestra autoridad mxima en la materia, afirm que, al parecer, se hallaba a unaaltura de noventa o cien millas, y agreg que cay a la Tierra a unas cien millas aleste de donde l se hallaba.

    Yo me encontraba en casa a esa hora. Estaba escribiendo en mi estudio, yaunque mis ventanas dan hacia Ottershaw y tena corridas las cortinas, no vi nadafuera de lugar. Empero, ese objeto extrao que lleg a nuestra Tierra desde elespacio debe haber cado mientras me encontraba yo all sentado, y es seguroque lo habra visto si hubiera levantado la vista en el momento oportuno. Algunosde los que la vieron pasar afirman que viajaba produciendo un zumbido especial.Por mi parte, yo no o nada. Muchos de los habitantes de Berkshire, Surrey yMiddlesex deben haberla observado caer y en su mayora la confundieron conun meteorito comn.

    Nadie parece haberse molestado en ir a verla esa noche.

    Pero a la maana siguiente, muy temprano, el pobre Ogilvy, que haba visto laestrella fugaz y que estaba convencido de que el meteorito se hallaba en campo

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  • abierto, entre Horsell, Ottershaw y Woking, se levant de la cama con la idea dehallarlo. Y lo encontr, en efecto, poco despus del amanecer y no muy lejos delos arenales. El impacto del proyectil haba hecho un agujero enorme y la arena y latierra fueron arrojadas en todas direcciones sobre los brezos, formandomontones que eran visibles desde una milla y media de distancia. Hacia el estehabase incendiado la hierba y el humo azul elevbase al cielo.

    El objeto estaba casi enteramente sepultado en la arena, entre los restosastillados de un abeto que haba destrozado en su cada. La parte descubiertatena el aspecto de un enorme cilindro cubierto de barro y sus lneas exterioresestaban suavizadas por unas incrustaciones como escamas de color parduzco. Sudimetro era de unos treinta metros.

    Ogilvy acercse al objeto, sorprendindose ante su tamao y ms an de suforma, ya que la mayora de los meteoritos son casi completamente esfricos.Pero estaba todava tan recalentado por su paso a travs de la atmsfera, que eraimposible aproximarse. Un ruido raro que le lleg desde el interior del cilindro loatribuy al enfriamiento desigual de su superficie, pues en aquel entonces no sele haba ocurrido que pudiera ser hueco.

    Permaneci de pie al borde del pozo que el objeto cavara para s, estudiandocon gran atencin su extrao aspecto, y muy asombrado debido a su forma y colordesusados. Al mismo tiempo sospech que haba cierta evidencia de que sullegada no era casual. Reinaba el silencio a esa hora y el sol, que se elevaba yasobre los pinos de Weybridge, comenzaba a calentar la Tierra. No record haberodo pjaros aquella maana y es seguro que no corra el menor soplo de brisa,de modo que los nicos sonidos que percibi fueron los muy leves que llegabandesde el interior del cilindro. Se encontraba solo en el campo.

    Sbitamente not con sorpresa que parte de las cenizas solidificadas quecubran el meteorito estaban desprendindose del extremo circular. Caan enescamas y llovan sobre la arena. De pronto cay un pedazo muy grande,produciendo un ruido que le paraliz el corazn.

    Por un momento no comprendi lo que significaba esto, y aunque el calorera excesivo, baj al pozo y acercse todo lo posible al objeto para ver las cosascon ms claridad. Le pareci entonces que el enfriamiento del cuerpo debaexplicar aquello; mas lo que dio el ments a esa idea fue el hecho de que la cenizacaa slo de un extremo del cilindro.

    Entonces percibi que el extremo circular del cilindro rotaba con gran lentitud.Era tan gradual este movimiento, que lo descubri slo al fijarse que una marcanegra que haba estado cerca de l unos cinco minutos antes se hallaba ahora alotro lado de la circunferencia. Aun entonces no interpret lo que esto significabahasta que oy un rechinamiento raro y vio que la marca negra daba otroempujn. Entonces comprendi la verdad. El cilindro era artificial, estaba hueco ysu extremo se abra! Algo que estaba dentro del objeto haca girar su tapa.

    Dios mo!exclam Ogilvy. All dentro hay hombres. Y estarnsemiquemados. Quieren escapar.

    Instantneamente relacion el cilindro con las explosiones de Marte.

    La idea de las criaturas all confinadas resultle tan espantosa, que olvid elcalor y adelantse para ayudar a los que se esforzaban por desenroscar la tapa.Pero afortunadamente, las radiaciones calricas le contuvieron antes que pudieraquemarse las manos sobre el metal, todava candente. Aun as, quedse irresolutopor un momento; luego gir sobre sus talones, trep fuera del pozo y parti atoda carrera en direccin a Woking. Deban ser entonces las seis de la maana.Encontrse con un carretero y trat de hacerle comprender lo que suceda;mas su relato era tan increble y su aspecto tan poco recomendable, que el otrosigui viaje sin prestarle atencin. Lo mismo le ocurri con el tabernero que

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  • estaba abriendo las puertas de su negocio en Horsell Bridge. El individuo creyque era un loco escapado del manicomio y trat vanamente de encerrarlo en sutaberna. Esto calm un tanto a Ogilvy, y cuando vio a Henderson, el periodistalondinense, que acababa de salir a su jardn, le llam desde la acera y logrhacerse entender.

    Henderson dijo, vio usted la estrella fugaz de anoche?

    S.

    Pues ahora est en el campo de Horsell.

    Cielos!exclam el periodista. Un meteorito, eh? Magnfico!

    Pero es algo ms que un meteorito. Es un cilindro artificial!... Y hay algodentro.

    Henderson se irgui con su pala en la mano.

    Cmo? inquiri, pues era sordo de un odo.

    Ogilvy le cont entonces todo lo que haba visto y Henderson tard unosminutos en asimilar el significado de su relato. Solt luego la pala, tom suchaqueta y sali al camino. Los dos hombres corrieron en seguida al campocomunal y encontraron el cilindro todava en la misma posicin. Pero ahorahaban cesado los ruidos interiores y un delgado crculo de metal brillante semostraba entre el extremo y el cuerpo del objeto. Con un ruido sibilanteentraba o sala el aire por el borde de la tapa.

    Escucharon un rato, golpearon el metal con un palo, y al no obtenerrespuesta sacaron en conclusin que el ser o los seres que se hallaban en elinterior deban estar desmayados o muertos.

    Naturalmente, no pudieron hacer nada. Gritaron expresiones de consuelo ypromesas y regresaron a la villa en busca de auxilio. Es fcil imaginarloscubiertos de arena, con los cabellos desordenados y presas de la excitacincorriendo por la calle a la hora en que los comerciantes abran sus negocios y lagente asomaba a las ventanas de sus dormitorios. Henderson fue de inmediato ala estacin ferroviaria, a fin de telegrafiar la noticia a Londres. Los artculosperiodsticos haban preparado a los hombres para recibir la idea sin demasiadoescepticismo.

    Alrededor de las ocho haba partido ya hacia el campo comunal un nmero demuchachos y hombres desocupados, que deseaban ver a los hombres muertosde Marte. Tal fue la interpretacin que se dio al relato. A m me lo cont elrepartidor de diarios a eso de las nueve menos cuarto, cuando sal para buscar miDaily Chronicle. Por supuesto, me sobresalt, y no perd tiempo en salir y cruzarel puente de Ottershaw para dirigirme a los arenales.

    3EN EL CAMPO COMUNAL DE HORSELL

    Encontr un grupo de unas veinte personas que rodeaba el enorme pozo enel cual reposaba el cilindro. Ya he descrito el aspecto de aquel cuerpo colosalsepultado en el suelo. El csped y la tierra que lo rodeaban parecan chamuscadoscomo por una explosin sbita. Sin duda alguna habase producido una llamaradapor la fuerza del impacto. Henderson y Ogilvy no estaban all. Creo que se dieroncuenta de que no se poda hacer nada por el momento y fueron a desayunar a

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  • casa del primero.

    Haba cuatro o cinco muchachos sentados sobre el borde del pozo y todosellos se divertan arrojando piedras a la gigantesca masa. Puse punto final a esadiversin, y despus de explicarles de qu se trataba, se pusieron a jugar a lamancha corriendo entre los curiosos.

    En el grupo de personas mayores haba un par de ciclistas, un jardinero quesola trabajar en casa, una nia con un beb en brazos, el carnicero Gregg y suhijito y dos o tres holgazanes que tenan la costumbre de vagabundear por laestacin. Se hablaba poco. En aquellos das el pueblo ingls posea conocimientosmuy vagos sobre astronoma. Casi todos ellos miraban en silencio el extremochato del cilindro, el cual estaba an tal como lo dejaran Ogilvy y Henderson. Mefiguro que se sentan desengaados al no ver una pila de cadveres chamuscados.

    Algunos se fueron mientras me hallaba yo all y tambin llegaron otros. Entren el pozo y me pareci or vagos movimientos a mis pies. Era evidente que latapa haba dejado de rotar.

    Slo entonces, cuando me acerqu tanto al objeto, me di cuenta de loextrao que era. A primera vista, no resultaba ms interesante que un carrotumbado o un rbol derribado a travs del camino. Ni siquiera eso. Ms quenada pareca un tambor de gas oxidado y semienterrado. Era necesario poseercierta medida de educacin cientfica para percibir que las escamas grises quecubran el objeto no eran de xido comn, y que el metal amarillo blancuzcoque reluca en la abertura de la tapa tena un matiz poco familiar. El trminoextraterrestre no tena significado alguno para la mayora de los mirones.

    Al mismo tiempo me hice cargo perfectamente de que el objeto haba llegadodesde el planeta Marte, pero cre improbable que contuviera seres vivos. Pensque la tapa se desenroscaba automticamente. A pesar de las afirmaciones deOgilvy, era partidario de la teora de que haba habitantes en Marte. Comenc apensar en la posibilidad de que el cilindro contuviera algn manuscrito, y enseguida imagin lo difcil que resultara su traduccin, para preguntarme luego sino habra dentro monedas y modelos u otras cosas por el estilo. No obstante, medije que era demasiado grande para tales propsitos y sent impaciencia por verloabierto.

    Alrededor de las nueve, al ver que no ocurra nada, regres a mi casa deMaybury, pero me fue muy difcil ponerme a trabajar en mis investigacionesabstractas.

    En la tarde haba cambiado mucho el aspecto del campo comunal. Lasprimeras ediciones de los diarios vespertinos haban sorprendido a Londres conenormes titulares, como el que sigue:

    SE RECIBE UN MENSAJE DE MARTE

    Extraordinaria noticia de Woking

    Adems, el telegrama enviado por Ogilvy a la Sociedad Astronmica habadespertado la atencin de todos los observatorios del reino.

    Haba ms de media docena de coches de la estacin de Woking parados enel camino cerca de los arenales, un sulky procedente de Chobham y un carruajede aspecto majestuoso. Adems, vi un gran nmero de bicicletas. Y a pesar delcalor reinante, gran cantidad de personas deba haberse trasladado a pie desdeWoking y Chettsey, de modo que encontr all una multitud considerable.

    Haca mucho calor, no se vea una sola nube en el cielo, no soplaba la msleve brisa y la nica sombra proyectada en el suelo era la de los escasos pinos.Habase extinguido el fuego en los brezos, pero el terreno llano que se extendahacia Ottershaw estaba ennegrecido en todo lo que alcanzaba a divisar la vista, y

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  • del mismo elevbase todava el humo en pequeas volutas.

    Un comerciante emprendedor haba enviado a su hijo con una carretilla llenade manzanas y botellas de gaseosas.

    Acercndome al borde del pozo, lo vi ocupado por un grupo constituido pormedia docena de hombres. Estaban all Henderson, Ogilvy y un individuo alto yrubio que segn supe despus era Stent, astrnomo del Observatorio Real,con varios obreros que blandan palas y picos. Stent daba rdenes con voz claray aguda. Se hallaba de pie sobre el cilindro, el cual pareca estar ya mucho msfro; su rostro mostrbase enrojecido y lleno de transpiracin, y algo parecairritarle.

    Una gran parte del cilindro estaba ya al descubierto, aunque su extremoinferior se encontraba todava sepultado. Tan pronto como me vio Ogilvy entre loscuriosos, me invit a bajar y me pregunt si tendra inconveniente en ir a ver alord Hilton, el seor del castillo.

    Agreg que la multitud, y en especial los muchachos, dificultaban los trabajosde excavacin. Deseaban colocar una barandilla para que la gente se mantuviera adistancia. Me dijo que de cuando en cuando se oa un ruido procedente del interiordel casco, pero que los obreros no haban podido destornillar la tapa, ya que stano presentaba protuberancia ni asidero alguno. Las paredes del cilindro parecanser extraordinariamente gruesas y era posible que los leves sonidos que oanfueran en realidad gritos y golpes muy fuertes procedentes del interior.

    Me alegr de hacerle el favor que me peda, ganando as el derecho de seruno de los espectadores privilegiados que seran admitidos dentro del recintoproyectado. No hall a lord Hilton en su casa; pero me informaron que loesperaban en el tren que llegara de Londres a las seis. Como an eran las cincoy cuarto me fui a casa a tomar el t y ech luego a andar hacia la estacin pararecibirlo.

    4 SE ABRE EL CILINDRO

    Se pona ya el sol cuando volv al campo comunal. Varios gruposdiseminados llegaban apresuradamente desde Woking, y una o dos personasregresaban a sus hogares. La multitud que rodeaba el pozo habase acrecentado yse recortaba contra el cielo amarillento. Eran quiz unas doscientas personas. Ovoces y me pareci notar movimientos como de lucha alrededor de la excavacin.Esto hizo que imaginara cosas raras.

    Al acercarme ms o la voz de Stent:

    Atrs! Atrs!

    Un muchacho adelantse corriendo hacia m.

    Se est moviendo me dijo al pasar. Se desenrosca. No me gusta y me voya casa.

    Segu avanzando hacia la multitud. Tuve la impresin de que haba doscientaso trescientas personas dndose codazos y empujndose unas a otras, y entreellas no eran las mujeres las menos activas.

    Se ha cado al pozo!grit alguien.

    Atrs!exclamaron varios.

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  • La muchedumbre se apart un tanto y aprovech la oportunidad para abrirmepaso a codazos. Todos parecan muy excitados y o un zumbido procedente delpozo.

    Oiga!exclam Ogilvy en ese momento. Aydenos a mantener a raya aestos idiotas. Todava no sabemos lo que hay dentro de este condenado casco.

    Vi a un joven dependiente de una tienda de Woking que se hallaba paradosobre el cilindro y trataba de salir del pozo. El gento le haba hecho caer con susempujones.

    Desde el interior del casco estaban desenroscando la tapa y ya se vean unoscincuenta centmetros de la reluciente rosca. Alguien se tropez conmigo y estuve apunto de caer sobre la tapa. Me volv, y al hacerlo debi haberse terminado deefectuar la abertura y la tapa cay a tierra con un sonoro golpe. Di un codazo ala persona que estaba detrs de m y volv de nuevo la cabeza hacia el objeto. Porun momento me pareci que la cavidad circular era completamente negra. Tenaentonces el sol frente a los ojos.

    Creo que todos esperaban ver salir a un hombre, quiz algo diferente de losterrestres, pero, en esencia, un ser como los humanos. Estoy seguro de que talfue mi idea, Pero mientras miraba vi algo que se mova entre las sombras. Erade color gris y se mova sinuosamente, y despus percib dos discos luminososparecidos a ojos, Un momento ms tarde se proyect en el aire y hacia malgo que se asemejaba a una serpiente gris no ms gruesa que un bastn. A eseprimer tentculo sigui inmediatamente otro.

    Me estremec sbitamente. Una de las mujeres que estaban ms atrs lanzun grito agudo. Me volv a medias, sin apartar los ojos del cilindro, del cual seproyectaban otros tentculos ms, y comenc a empujar a la gente paraalejarme del borde del pozo. Vi que el terror reemplazaba al asombro en losrostros de los que me rodeaban. O exclamaciones inarticuladas procedentes detodas las gargantas y hubo un movimiento general hacia atrs. El dependientesegua esforzndose por salir del agujero. Me encontr solo y not que la gente dellado opuesto del pozo echaba a correr. Entre ellos iba Stent. Mir de nuevo haciael cilindro y me domin un temor incontrolable, que me oblig a quedarme inmvily con los ojos fijos en el proyectil que llegara de Marte.

    Un bulto redondeado, grisceo y del tamao aproximado al de un oso selevantaba con lentitud y gran dificultad saliendo del cilindro.

    Al salir y ser iluminado por la luz reluci como el cuero mojado. Dosgrandes ojos oscuros me miraban con tremenda fijeza. Era redondo y podradecirse que tena cara. Haba una boca bajo los ojos: la abertura temblaba,abrindose y cerrndose convulsivamente mientras babeaba. El cuerpo palpitabade manera violenta. Un delgado apndice tentacular se aferr al borde del cilindro;otro se agit en el aire.

    Los que nunca han visto un marciano vivo no pueden imaginar lo horroroso desu aspecto. La extraa boca en forma de uve, con su labio superior en punta; laausencia de frente; la carencia de barbilla debajo del labio inferior, parecido a unacua; el incesante palpitar de esa boca; los tentculos, que le dan el aspecto deuna gorgona; el laborioso funcionamiento de sus pulmones en nuestra atmsfera;la evidente pesadez de sus movimientos, debido a la mayor fuerza de gravedad denuestro planeta, y en especial la extraordinaria intensidad con que miran susojos inmensos... Todo ello produce un efecto muy parecido al de la nusea.

    Hay algo profundamente desagradable en su piel olivcea, y algo terrible en latorpe lentitud de sus tediosos movimientos. Aun en aquel primer encuentro, y ala primera mirada, me sent dominado por la repugnancia y el terror.

    Sbitamente desapareci el monstruo. Haba rebasado el borde del cilindro

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  • cayendo a tierra con un golpe sordo, como el que podra producir una gran masade cuero al dar con fuerza en el suelo. Le o lanzar un grito ronco, y deinmediato apareci otra de las criaturas en la sombra profunda de la boca delcilindro.

    Ante eso me sent liberado de mi inmovilidad, gir sobre mis talones y echa correr desesperadamente hacia el primer grupo de rboles, que se hallaba aunos cien metros de distancia; pero corr a tropezones y medio de costado, puesme fue imposible dejar de mirar a los monstruos.

    Una vez entre los pinos y matorrales me detuve jadeante y aguard eldesarrollo de los acontecimientos. El campo comunal alrededor de los arenalesestaba salpicado de gente que, como yo, miraba con terror y fascinacin a esascriaturas, o mejor dicho, al montn de tierra levantado al borde del pozo en elcual se hallaban, Y luego, con renovado terror, vi un objeto redondo y negroque sobresala del pozo. Era la cabeza del dependiente, que cayera en l. Depronto logr levantarse y apoyar una rodilla en el borde, pero volvi a deslizarsehacia abajo hasta que slo qued visible su cabeza. Sbitamente desapareci y mepareci or un grito lejano. Tuve el impulso momentneo de correr a prestarleayuda, pero fue ms fuerte mi pnico que mi voluntad.

    Luego no se vio nada ms que los montones de arena proyectados haciaafuera por la cada del cilindro. Cualquiera que llegara desde Chobham o Woking sehabra asombrado ante el espectculo: una multitud de unas cien o mspersonas paradas en un amplio crculo irregular, en zanjas, detrs de matorrales,portones y setos, hablando poco y mirando con fijeza hacia unos cuantosmontones de arena. La carretilla de gaseosas destacbase contra el cielo carmes yen los arenales haba una hilera de vehculos cuyos caballos pateaban el suelo ocoman tranquilamente el grano de los morrales pendientes de sus cabezas.

    5EL RAYO CALRICO

    Despus que hube visto a los marcianos salir del cilindro en el que llegaran ala Tierra, una especie de fascinacin paraliz por completo mi cuerpo. Me quedparado entre los brezos con la vista fija en el montculo que los ocultaba. Enmi alma librbase una batalla entre el miedo y la curiosidad.

    No me atreva a volver hacia el pozo, pero senta un extraordinario deseo deobservar su interior. Por esta causa comenc a caminar describiendo una ampliacurva en busca de algn punto ventajoso y mirando continuamente hacia losmontones de arena tras los cuales se ocultaban los recin llegados. En ciertaoportunidad vi el movimiento de una serie de apndices delgados y negros,parecidos a los tentculos de un pulpo, que de inmediato desaparecieron. Despusse elev una delgada vara articulada que tena en su parte superior un disco, elcual giraba con un movimiento bamboleante. Qu estaran haciendo?

    La mayora de los espectadores haba formado dos grupos: uno de ellos sehallaba en direccin a Woking y el otro hacia Chobham. Evidentemente,estaban pasando por el mismo conflicto mental que yo. Haba algunos cercade m y me acerqu a un vecino mo cuyo nombre ignoro.

    Qu bestias horribles! me dijo. Dios mo! Qu bestias horribles!

    Y volvi a repetir esto una y otra vez.

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  • Vio al hombre que cay al pozo? le pregunt.

    Mas no me respondi. Nos quedamos en silencio observando los arenales yme figuro que ambos encontrbamos cierto consuelo en la compaa mutua.

    Despus me desvi hacia una pequea elevacin de tierra, que tendraun metro o ms de altura, y cuando le busqu con la vista vi que se ibacamino de Woking.

    Comenz a oscurecer antes que ocurriera nada ms. El grupo situado a laizquierda, en direccin a Woking, pareca haber crecido en nmero y omurmullos procedentes de ese lugar. El que se encontraba hacia Chobham sedispers. En el pozo no haba movimiento alguno.

    Fue esto lo que dio coraje a la gente. Tambin supongo que los queacababan de llegar desde Woking ayudaron a todos a recobrar su confianza.Sea como fuere, al comenzar a oscurecer se inici un movimiento lento eintermitente en los arenales. Este movimiento pareci cobrar fuerza a medidaque continuaba el silencio y la calma en los alrededores del cilindro.Avanzaban grupitos de dos o tres, se detenan, observaban y volvan aavanzar, dispersndose al mismo tiempo en un semicrculo irregular queprometa encerrar el pozo entre sus dos extremos. Por mi parte, yotambin comenc a marchar hacia el cilindro.

    Vi entonces algunos cocheros y otras personas que haban entrado sinmiedo en los arenales y o ruido de cascos y ruedas. Avist de pronto a unmuchacho que se iba con la carretilla de manzanas y gaseosas. Y luegodescubr un grupito de hombres que avanzaban desde la direccin en que sehallaba Horsell. Se encontraban ya a unos treinta metros del pozo y el primerode ellos agitaba una bandera blanca.

    Era la delegacin. Habase efectuado una apresurada consulta, y comolos marcianos eran, sin duda alguna, inteligentes, a pesar de su aspectorepulsivo, se resolvi tratar de comunicarse con ellos y demostrarles as quetambin nosotros poseamos facultades razonadoras.

    La bandera se agitaba de derecha a izquierda. Yo me encontrabademasiado lejos para reconocer a ninguno de los componentes del grupo;pero despus supe que Ogilvy, Stent y Henderson estaban entre ellos. Ladelegacin haba arrastrado tras de s en su avance a la circunferencia del queera ahora un crculo casi completo de curiosos, y un nmero de figurasnegras la seguan a distancia prudente.

    Sbitamente se vio un resplandor de luz y del pozo sali una cantidad dehumo verde y luminoso en tres bocanadas claramente visibles. Estas bocanadasse elevaron una tras otra hacia lo alto de la atmsfera.

    El humo (llama sera quiz la palabra correcta) era tan brillante que elcielo y los alrededores parecieron oscurecerse momentneamente y quedarluego ms negros al desaparecer la luz. Al mismo tiempo se oy un sonidosibilante.

    Ms all del pozo estaba el grupito de personas con la bandera blanca ala cabeza. Ante el extrao fenmeno todos se detuvieron. Al elevarse el humoverde, sus rostros mostrronse fugazmente a mi vista con un matiz plidoverdoso y volvieron a desaparecer al apagarse el resplandor.

    El sonido sibilante se fue convirtiendo en un zumbido agudo y luego en unruido prolongado y quejumbroso. Lentamente se levant del pozo una formaextraa y de ella pareci emerger un rayo de luz.

    De inmediato saltaron del grupo de hombres grandes llamaradas, quefueron de uno a otro. Era como si un chorro de fuego invisible los tocara y

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  • estallase en una blanca llama. Era como si cada hombre se hubiera convertidosbitamente en una tea.

    Luego, a la luz misma que los destrua, los vi tambalearse y caer, mientrasque los que estaban cerca se volvan para huir.

    Me qued mirando la escena sin comprender an que era la muerte lo quesaltaba de un hombre a otro en aquel gento lejano. Todo lo que sent entoncesera que se trataba de algo raro. Un silencioso rayo de luz cegadora y los hombrescaan para quedarse inmviles, y al pasar sobre los pinos la invisible ola de calor,stos estallaban en llamas y cada seto y matorral convertase en una hoguera. Yhacia la direccin de Knaphill vi el resplandor de los rboles y edificios de maderaque ardan violentamente.

    Esa muerte ardiente, esa inevitable ola de calor, se extenda en losalrededores con rapidez. La not acercarse hacia m por los matorrales quetocaba y encenda y me qued demasiado aturdido para moverme. O el crujir delfuego en los arenales y el sbito chillido de un caballo, que muriinstantneamente. Despus fue como si un dedo invisible y ardiente pasara porlos brezos entre el lugar en que me encontraba y el sitio ocupado por losmarcianos, y a lo largo de la curva trazada ms all de los arenales comenz ahumear y resquebrajarse el terreno. Algo cay con un ruido estrepitoso en el lugaren que el camino de la estacin de Woking llega al campo comunal. Luego ces elzumbido, y el objeto negro, parecido a una cpula, se hundi dentro del pozoperdindose de vista.

    Todo esto haba ocurrido con tal rapidez, que estuve all inmvil y atontadopor los relmpagos de luz sin saber qu hacer. De haber descrito el rayo uncrculo completo es seguro que me hubiera alcanzado por sorpresa. Pero passin tocarme y dej los terrenos de mi alrededor ennegrecidos y casiirreconocibles.

    El campo pareca ahora completamente negro, excepto donde sus caminos sedestacaban como franjas grises bajo la luz dbil reflejada desde el cielo por losltimos resplandores del sol. En lo alto comenzaban a brillar las estrellas y haciael oeste veanse an los destellos del da moribundo.

    Las copas de los pinos y los techos de Horsell destacronse claramente contraesos ltimos resplandores en occidente. Los marcianos y sus aparatos eran yacompletamente invisibles, excepcin hecha del delgado mstil, en cuyo extremocontinuaba girando el espejo.

    Aqu y all se vean setos y rboles que humeaban todava, y desde lascasas de Woking se elevaban grandes llamaradas hacia lo alto del cielo.

    Con excepcin de esto y el tremendo asombro que me embargaba, nadahaba cambiado. El grupito de puntos negros con su bandera blanca haba sidoexterminado sin que se turbara mucho la paz del anochecer.

    Hasta entonces no comprend que me encontraba all indefenso y solo.Sbitamente, como algo que me cayera de encima, me asalt el miedo.

    Con un gran esfuerzo me volv y comenc a correr a tropezones por entrelos brezos.

    El miedo que me dominaba no era un miedo racional, sino un terror pnico, noslo a causa de los marcianos, sino tambin debido a la tranquilidad y el silencioque me rodeaban. Tal fue su efecto, que corr llorando como un nio. Cuandohube emprendido la carrera ni una sola vez me atrev a volver la cabeza.

    Recuerdo que tuve la impresin de que estaban jugando conmigo y que enpocos minutos, cuando estuviera a punto de salvarme, esa muerte misteriosa,tan rpida como el paso de la luz, saltara tras de m para matarme.

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  • 6EL RAYO CALRICO EN EL CAMINO DE CHOBHAM

    Todava no se ha podido aclarar cmo lograban los marcianos matar hombrescon tanta rapidez y tal silencio. Muchos opinan que en cierto modo puedengenerar un calor intenssimo en una cmara completamente aislada. Este calorintenso lo proyectan en un rayo paralelo por medio de un espejo parablico decomposicin desconocida, tal como funcionaba el espejo parablico de los faros.

    Pero nadie ha podido comprobar estos detalles. Sea como fuere, es seguroque lo esencial en el aparato es el rayo calrico. Calor y luz invisible. Todo lo quesea combustible se convierte en llamas al ser tocado por el rayo: el plomo correcomo agua, el hierro se ablanda, el vidrio se rompe y se funde, y cuando tocael agua, sta estalla en una nube de vapor.

    Aquella noche unas cuarenta personas quedaron tendidas alrededor del pozo,quemadas y desfiguradas por completo, y durante las horas de la oscuridad elcampo comunal que se extiende entre Horsell y Maybury qued desierto eiluminado por las llamas.

    Es probable que la noticia de la hecatombe llegara a Chobham, Woking yOttershaw, ms o menos, al mismo tiempo. En Woking se haban cerrado ya losnegocios cuando ocurri la tragedia, y un nmero de empleados, atrados por losrelatos que oyeran, cruzaban el puente de Horsell y marchaban por el caminoflanqueado de setos que va hacia el campo comunal. Ya podr imaginar el lector alos ms jvenes, acicalados despus de su trabajo y aprovechando la novedadcomo excusa para pasear juntos y flirtear durante el paseo.

    Naturalmente, hasta ese momento eran pocas las personas que saban que elcilindro se haba abierto, aunque el pobre Henderson haba enviado un mensajeroal correo con un telegrama especial para un diario vespertino.

    Cuando estas personas salieron de a dos y de a tres al campo abierto,vieron varios grupitos que hablaban con vehemencia y miraban al espejogiratorio que sobresala del pozo. Sin duda alguna, los recin llegados secontagiaron de la excitacin reinante.

    Alrededor de las ocho y media, cuando fue destruida la delegacin, debehaber habido una muchedumbre de unas trescientas personas o ms en el lugar,aparte de los que salieron del camino para acercarse ms a los marcianos.Tambin haba tres agentes de polica, uno de ellos a caballo, que, en obedienciaa las rdenes de Stent, hacan todo lo posible por alejar a la gente e impedirlesque se aproximaran al cilindro. Algunos de los menos sensatos protestaron a vozen grito y se burlaron de los representantes de la ley.

    Stent y Ogilvy, que teman la posibilidad de un desorden, haban telegrafiadoal cuartel para pedir una compaa de soldados que protegiera a los marcianosde cualquier acto de violencia por parte de la multitud. Despus regresaron paraguiar al grupo que se adelant para parlamentar con los visitantes.

    La descripcin de su muerte, tal como la presenci la multitud, concuerda conmis propias impresiones: las tres nubculas de humo verde, el zumbidopenetrante y las llamaradas.

    Ese grupo de personas escap de la muerte por puro milagro. Slo les salv elhecho de que una loma arenosa intercept la parte inferior del rayo calrico. De

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  • haber estado algo ms alto el espejo parablico, ninguno de ellos hubiera vividopara contar lo que pas.

    Vieron los destellos y los hombres que caan y luego les pareci que unamano invisible encenda los matorrales mientras se diriga hacia ellos. Luego, conun zumbido que ahog al procedente del pozo, el rayo pas por encima de suscabezas, encendiendo las copas de las hayas que flanquean el camino, quebrandolos ladrillos, destrozando vidrios, incendiando marcos de ventanas y haciendodesmoronar una parte del altillo de una casa prxima a la esquina.

    Al ocurrir todo esto, el grupo, dominado por el pnico, parece haber vaciladounos momentos.

    Chispas y ramillas ardientes comenzaron a caer al camino. Sombreros yvestidos se incendiaron. Luego oyeron los gritos del campo comunal.

    Resonaban alaridos y gritos, y de pronto lleg hasta ellos el polica montado,que se tomaba la cabeza con ambas manos y aullaba como un endemoniado.

    Ya viene! chill una mujer.

    Acto seguido se volvieron todos y empezaron a empujarse unos a otrosdesesperados por escapar hacia Woking. Deben haber huido tan ciegamente comoun rebao de ovejas. Donde el camino se angosta y pasa por entre dos barrancosde cierta altura se api la multitud y se libr una lucha desesperada. No todosescaparon; dos mujeres y un nio fueron aplastados y pisoteados, quedando allabandonados para morir en medio del terror y la oscuridad.

    7CMO LLEGU A CASA

    Por mi parte, no recuerdo nada de mi huida, excepto las sacudidas que mellev al chocar contra los rboles y tropezar entre los brezos. A mi alrededorparecan cernirse los terrores trados por los marcianos. Aquella cruel ola de calorpareca andar de un lado para otro, volando sobre mi cabeza, para descenderde pronto y quitarme la vida. Llegu al camino entre la encrucijada y Horselly corr por all en loca carrera.

    Al fin no pude seguir adelante, estaba agotado por la violencia de misemociones y por mi fuga, y fui a caer a un costado del camino, muy cerca dondeel puente cruza el canal a escasa distancia de los gasmetros. Ca y all mequed.

    Debo haber estado en ese sitio durante largo rato.

    De pronto me sent sintindome perplejo. Por un momento no pudecomprender cmo haba llegado all. Mi terror habase desvanecido sbitamente.No tena sombrero y not que mi cuello estaba desprendido. Unos minutos habatenido frente a m slo tres cosas: la inmensidad de la noche, del espacio y de laNaturaleza; mi propia debilidad y angustia, y la cercana de la muerte. Ahora eracomo si algo se hubiese dado vuelta y mi punto de vista se alter por completo.No tuve conciencia de la transicin de un estado mental al otro. Volv a ser depronto la persona de todos los das, el ciudadano comn y decente. El camposilencioso, el impulso de huir y las llamaradas me parecieron cosa de pesadilla. Mepregunt entonces si habran ocurrido en realidad, mas no pude creerlo.

    Me puse de pie y ascend con paso inseguro la empinada curva del puente. Mi

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  • mente estaba en blanco, mis msculos y nervios parecan carentes de energa ycreo que mis pasos eran tambaleantes. Una cabeza apareci sobre la partesuperior de la curva, y al rato vi subir un obrero que llevaba un canasto. A su ladocorra un nio. El hombre me salud al pasar a mi lado. Estuve tentado dedirigirle la palabra, mas no lo hice y respond a su saludo con una inclinacinde cabeza.

    Sobre el puente ferroviario de Maybury pas un tren echando humo y pitandoconstantemente. Un grupo de personas conversaban a la entrada de una de lascasas que constituyen el grupo llamado Oriental Terrace. Todo esto era real yconocido. Y lo que dejaba atrs! Aquello era fantstico. Me dije que no podaser.

    Tal vez mis estados de nimo sean excepcionales. A veces experimentouna extraa sensacin de desapego y me separo de mi cuerpo y del mundoque me rodea, observndolo todo desde afuera, desde un puntoinconcebiblemente remoto, fuera del tiempo y del espacio. Esta impresin eramuy fuerte en m aquella noche. All tena ahora otro aspecto de mi sueo.

    Pero lo malo era la incongruencia entre esta serenidad y la muerte ciertaque se hallaba a menos de dos millas de distancia. O el ruido de la gente quetrabajaba en los gasmetros y vi encendidas todas las luces elctricas. Medetuve junto al grupito.

    Qu novedades hay del campo comunal? pregunt.

    Haba all dos hombres y una mujer.

    Eh? dijo uno de los hombres.

    Qu novedades hay del campo comunal?repet.

    No viene usted de all?inquirieron ambos hombres.

    La gente que ha ido al campo comunal se ha vuelto tonta declar lamujer. De qu se trata?

    No ha odo hablar de los hombres de Marte? exclam.

    Ms de lo necesario dijo ella, y los tres rompieron a rer.

    Me sent aturdido y furioso. Hice un esfuerzo, pero me fue imposiblecontarles lo ocurrido. De nuevo se rieron ante mis frases inconexas.

    Ya oirn ms al respecto dije, y segu mi camino.

    Mi esposa me esperaba a la puerta y se sobresalt al verme tan plido.Entr en el comedor, tom asiento, beb un poco de vino, y tan pronto mehube recobrado lo suficiente le cont lo que haba visto. La cena, fra ya,estaba servida y qued olvidada sobre la mesa mientras relataba yo losacontecimientos.

    Hay algo importante expres para calmar los temores de mi esposa.Son las criaturas ms torpes que he visto en mi vida. Quiz retengan laposesin del pozo y maten a los que se acerquen, pero de all no puedensalir... Pero qu horribles son!

    Clmate, querido me dijo mi esposa tomndome de la mano.

    Pobre Ogilvy! Pensar que debe estar all sin vida!

    Por lo menos, a mi esposa no le result increble el relato. Cuando vi loplida que estaba, call de pronto.

    Podran venir aqu dijo ella una y otra vez.

    La obligu a tomar un poco de vino y trat de tranquilizarla.

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  • Apenas si pueden moverse le dije.

    Comenc a calmarla repitiendo todo lo que me dijera Ogilvy acerca de laimposibilidad de que los marcianos se establecieran en la Tierra. Mencionespecialmente la dificultad presentada por nuestra fuerza de gravedad. Sobre lasuperficie de la Tierra la atraccin es tres veces mayor que sobre Marte. Portanto, los marcianos deban pesar aqu tres veces ms que en su planeta,aunque su fuerza muscular fuera la misma. En verdad, sta era la opiningeneral. Tanto el Times como el Daily Telegraph, por ejemplo, insistieron sobreel punto la maana siguiente, y ambos diarios pasaron por alto, como lo hiceyo, dos influencias que evidentemente habran de modificar esta situacinpara los visitantes.

    Ahora sabemos que la atmsfera de la Tierra contiene mucho ms oxgeno omucho menos argn que la de Marte. La influencia vigorizadora de este excesode oxgeno debe, sin duda, haber contrarrestado el efecto del aumento de pesoen sus cuerpos. Adems, todos olvidamos el hecho de que los marcianosposean suficiente habilidad mecnica como para no verse obligados a hacer msesfuerzos musculares que los necesarios.

    Mas yo no tuve en cuenta esos puntos en aquel momento, y, por tanto,mi razonamiento result fallido. Una vez que me hube alimentado y me viante la necesidad de tranquilizar a mi esposa, fui cobrando ms valor.

    Han cometido un error coment. Son peligrosos porque seguramenteestn aterrorizados. Tal vez no esperaban encontrar aqu seres vivientes y muchomenos dotados de inteligencia. Una granada en el pozo terminar con todos ellossi es necesario.

    La intensa excitacin producida por los acontecimientos presenciados puso amis poderes perceptivos en un estado de eretismo. Aun ahora recuerdo con todaclaridad todos los detalles de la mesa a la que estuve sentado. El rostro ansiosode mi esposa, que me contemplaba a la luz de la lmpara; el mantel blanco y elservicio de platera y cristal pues en aquel entonces hasta los escritores detemas filosficos tenamos ciertos lujos; el vino en mi copa... Todo ello estclaramente grabado en mi cerebro.

    Al terminar la cena me puse a fumar un cigarrillo, mientras lamentaba elarrojo de Ogilvy y haca comentarios sobre la exterminacin de los marcianos.

    Lo mismo habr hecho algn respetable elido de la isla de Francia cuandocoment en su nido la llegada de aquel barco lleno de marineros que necesitabanalimentos. Maana los mataremos a picotazos, querida.

    Yo lo ignoraba, pero aqulla fue mi ltima cena civilizada en un perodo demuchos das extraos y terribles.

    8LA NOCHE DEL VIERNES

    En mi opinin, lo ms extraordinario de todo lo extrao y maravilloso queocurri aquel viernes fue el encadenamiento de los hbitos comunes de nuestroorden social con los primeros comienzos de la serie de acontecimientos quehabran de echar por tierra aquel orden.

    Si el viernes por la noche se hubiera tomado un par de compases y trazadoun crculo con un radio de cinco millas alrededor de los arenales de Woking, dudo

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  • que se hubiera encontrado fuera de ese crculo ningn ser humano a menosque fuera algn pariente de Stent o de los tres o cuatro ciclistas y londinensesque yacan muertos en el campo comunalcuyas emociones o costumbres fueranafectadas en lo mnimo por los visitantes del espacio.

    Muchas personas haban odo hablar del cilindro y lo comentaban en susmomentos de ocio; pero es seguro que el extrao objeto no produjo lasensacin que habra causado un ultimtum dado a Alemania.

    El telegrama que mand Henderson a Londres describiendo la abertura delproyectil fue considerado como una invencin, y despus de telegrafiar pidiendoque lo ratificara sin obtener respuesta, su diario decidi no imprimir una edicinespecial.

    Dentro del crculo de cinco millas la mayora de la gente no hizo nada. Yo hedescrito la conducta de los hombres y mujeres con quienes habl. En todo eldistrito la gente cenaba tranquilamente; los trabajadores atendan sus jardinesdespus de la labor del da; los nios eran llevados a la cama; los jvenespaseaban por los senderos hacindose el amor; los estudiantes lean sus textos.

    Quiz hubiera ciertos murmullos en las calles de la villa y un tpicodominante en las tabernas. Aqu y all apareca un mensajero o algn testigoocular, causando gran entusiasmo y muchos corros. Pero en su mayor partecontinu como siempre la rutina de trabajar, comer, beber y dormir... Parecaque el planeta Marte no existiera en el universo. Aun en la estacin de Woking yen Horsell y Chobham ocurra esto.

    En el empalme Woking, hasta horas muy avanzadas, los trenes paraban yseguan viaje; los pasajeros descendan y suban a los vagones y todo marchabacomo de costumbre. Un muchacho de la ciudad venda diarios con las noticiasde la tarde. El ruido seco de los parachoques al chocar y el agudo silbato de laslocomotoras se mezclaban con sus gritos de Hombres de Marte.

    Hombres muy nerviosos entraron a las nueve en la estacin con noticiasincrebles y no causaron ms turbacin que la que podran haber provocadoalgunos ebrios. La gente que viajaba hacia Londres asombase a las ventanillasy slo vean algunas chispas que danzaban en el aire en direccin a Horsell, unresplandor rojizo y una nube de humo en lo alto, y pensaban que no ocurra nadams serio que un incendio entre los brezos. Slo alrededor del campo comunalse notaba algo fuera de lugar. Haba media docena de aldeas que ardan en loslmites de Woking. Veanse luces en todas las casas que daban al campo y lagente estuvo despierta hasta el amanecer.

    Una multitud de curiosos se hallaba en los puentes de Chobham y deHorsell. Ms tarde se supo que dos o tres arrojados individuos partieron en laoscuridad y se acercaron, arrastrndose, hasta el pozo; pero no volvieron ms,pues de cuando en cuando un rayo de luz como el de un faro recorra el campocomunal, y tras de l segua el rayo calrico. Salvo estos dos o tres infortunados,el campo estaba silencioso y desierto, y los cadveres quemados estuvierontendidos all toda la noche y todo el da siguiente. Muchos oyeron el resonar demartillos procedentes del pozo.

    As estaban las cosas el viernes por la noche. En el centro, y clavado ennuestro viejo planeta como un dardo envenenado, se hallaba el cilindro. Mas elveneno no haba comenzado a surtir efecto todava. A su alrededor haba unaextensin de terreno que arda en partes y en el que se vean algunos objetososcuros que yacan en diversas posiciones. Aqu y all haba un seto o un rbol enllamas. Ms all se extenda una lnea ocupada por personas dominadas por elterror, y al otro lado de esa lnea no se haba extendido an el pnico. En elresto del mundo continuaba fluyendo la vida como lo hiciera durante aos sincuento. La fiebre de la guerra, que poco despus habra de endurecer venas y

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  • arterias, matar nervios y destruir cerebros, no se haba desarrollado an.

    Durante toda la noche estuvieron los marcianos martillando y movindose,infatigables en su trabajo, con mquinas que preparaban. A veces levantbasehacia el cielo estrellado una nubcula de humo verdoso.

    Alrededor de las once pas por Horsell una compaa de soldados, que sedespleg por los bordes del campo comunal para formar un cordn. Algo mstarde pas otra compaa por Chobham para ocupar el lmite norte del campo.Ms temprano haban llegado all varios oficiales del cuartel de Inkerman y selamentaba la desaparicin del mayor Edn. El coronel del regimiento lleg hastael puente de Chobham y estuvo interrogando a la multitud hasta la medianoche.Las autoridades militares comprendan la seriedad de la situacin. Segnanunciaron los diarios de la maana siguiente, a eso de las once de la nochepartieron de Aldershot un escuadrn de hsares, dos ametralladoras Maxim yunos cuatrocientos hombres del Regimiento de Cardigan.

    Pocos segundos despus de medianoche, el gento que se hallaba en elcamino de Chertsey vio caer otra estrella, que fue a dar entre los pinos delbosquecillo que hay hacia el noroeste. Cay con una luz verdosa y produjo undestello similar al de los relmpagos de verano. Era el segundo cilindro.

    9COMIENZA LA LUCHA

    El sbado ha quedado grabado en mi memoria como un da deincertidumbre. Fue tambin una jornada calurosa y pesada y el termmetrofluctu constantemente.

    Yo haba dormido poco, aunque mi esposa logr descansar bien. Por lamaana me levant muy temprano. Sal al jardn antes de desayunar y mequed escuchando, pero del lado del campo comunal no se oa nada ms que elcanto de una alondra.

    El lechero lleg como de costumbre. O el estrpito de su carro y fui haciala puerta lateral para pedirle las ltimas noticias. Me inform que durante la nochelos marcianos haban sido rodeados por las tropas y que se esperaban caones.

    En ese momento o algo que me tranquiliz. Era el tren que iba haciaWoking.

    No los van a matar si pueden evitarlo dijo el lechero.

    Vi a mi vecino que estaba trabajando en su jardn y charl con ldurante un rato. Despus fui a desayunar. Aquella maana no ocurri nadaexcepcional. Mi vecino opinaba que las tropas podran capturar o destruir a losmarcianos durante el transcurso del da.

    Es una pena que no quieran tratos con nosotros observ. Serainteresante saber cmo viven en otro planeta. Quiz aprenderamos algunas cosas.

    Acercse a la cerca y me dio un puado de fresas. Al mismo tiempo mecont que se haba incendiado el bosque de pinos prximo al campo de golf deByfleet.

    Dicen que ha cado all otro de los condenados proyectiles. Es el nmerodos. Pero con uno basta y sobra. Esto le costar mucho dinero a las compaas deseguros.

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  • Ri jovialmente al decir esto y agreg que el bosque estaba todava enllamas.

    El terreno estar muy caliente durante varios das debido a las agujas depino agreg. Se puso serio, y luego dijo: Pobre Ogilvy!

    Despus del desayuno decid ir hasta el campo comunal. Bajo el puenteferroviario encontr a un grupo de soldados del Cuerpo de Zapadores, que lucangorros pequeos, sucias chaquetillas rojas, camisas azules, pantalones oscuros ybotas de media caa.

    Me dijeron que no se permita pasar al otro lado del canal, y al mirar hacia elpuente vi a uno de los soldados del Regimiento de Cardigan que montaba all laguardia. Durante un rato estuve conversando con estos hombres y les cont quela noche anterior haba visto a los marcianos. Ellos tenan ideas muy vagasacerca de los visitantes, de modo que me interrogaron con vivo inters. Dijeronque ignoraban quin haba autorizado la movilizacin de las tropas; opinaban quese haba producido una disputa al respecto en los Guardias Montados. El zapadorordinario es mucho ms culto que el soldado comn y comentaron lasposibilidades de la lucha en perspectiva con bastante justeza. Les describ elrayo calrico y comenzaron a discutir entre ellos.

    Lo mejor sera arrastrarnos hasta encontrar refugio y tirotearlosexpresuno.

    Bah! dijo otro. Cmo se puede encontrar refugio contra ese calor? Site cocinan! Lo que hay que hacer es llegar lo ms cerca posible y cavar unatrinchera.

    T y tus trincheras! Siempre las quieres. Ni que fueras un conejo.

    Es verdad que no tienen cuello? dijo de pronto un tercero.

    Repet la descripcin que hiciera un momento antes.

    Octopus dijo l. As que esta vez tendremos que pelear con peces.

    No es un crimen matar bestias as manifest el que hablara primero.

    Por qu no los caonean de una vez y terminan con ellos? pregunt otro. No se sabe lo que son capaces de hacer.

    Y dnde estn las balas? No hay tiempo. Creo que deberamos atacarlosahora sin perder ni un minuto.

    As continuaron discutiendo. Al cabo de un rato me alej de ellos y fui a laestacin para buscar tantos diarios matutinos como hubiera.

    Mas no fatigar al lector con una descripcin de aquella maana tan larga yde la tarde, ms larga an. No logr ver el campo comunal, pues incluso las torresde las iglesias de Horsell y Chobham estaban ocupadas por las autoridadesmilitares. Los soldados con quienes habl no saban nada: los oficiales estabanmuy ocupados y no quisieron darme informes. La gente del pueblo se sentanuevamente segura ante la presencia del ejrcito, y por primera vez me enter deque el hijo del cigarrero Marshall era uno de los muertos en el campo. Los soldadoshaban obligado a los que vivan en las afueras de Horsell a cerrar sus casas ysalir de ellas.

    Volv a casa alrededor de las dos. Estaba muy cansado, pues, como ya hedicho, el da era muy caluroso y pesado, y por la tarde me refresqu con unbao fro. Alrededor de las cuatro y media fui a la estacin para adquirir un diariovespertino, pues los de la maana haban publicado una descripcin muy pocodetallada de la muerte de Stent, Henderson, Ogilvy y los otros. Pero no encontren ellos nada que no supiera.

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  • Los marcianos no se mostraron para nada. Parecan muy ocupados en supozo y se oa el resonar de los martillazos, mientras que las columnas de humoeran constantes. Aparentemente, estaban preparndose para una lucha.

    Se han hecho nuevas tentativas de comunicarse con ellos, mas no se obtuvoel menor xito, era la frmula empleada por los diarios.

    Un zapador me dijo que las seales las haca un soldado ubicado en una zanjacon una bandera atada a una vara muy larga. Los marcianos le prestaron tantaatencin como la que prestaramos nosotros a los mugidos de una vaca.

    Debo confesar que la vista de todo este armamento y de los preparativosme excit en extremo. Me torn beligerante y en mi indignacin derrot a losinvasores de diversas maneras. Volvieron a m parte de los sueos de batalla yherosmo que tuviera durante mi niez. En esos momentos me pareci unabatalla desigual. Los marcianos daban la impresin de encontrarse totalmenteindefensos en su pozo.

    Alrededor de las tres comenzaron a orse las detonaciones de un can queestaba en Chertsey o Addlestone. Me enter de que estaban caoneando elbosque de pinos donde haba cado el segundo cilindro, pues deseaban destruirloantes que se abriera. Mas eran ya las cinco cuando lleg a Chobham el canque habra de usarse contra el primer grupo de marcianos.

    A eso de las seis, cuando estaba tomando el t con mi esposa en la glorietay hablaba con entusiasmo acerca de la batalla que se libraba a nuestro alrededor,o una detonacin ahogada procedente del campo comunal. A esto sigui unadescarga cerrada. Luego se oy un estruendo violentsimo muy cerca denosotros y tembl la tierra a nuestros pies. Vi entonces que las copas de losrboles que rodeaban el colegio Oriental estallaban en llamas rojas, mientrasque el campanario de la iglesia se desmoronaba hecho una ruina.

    La parte superior de la torre haba desaparecido y los techos del colegio dabanla impresin de haber sido vctimas de una bomba de cien toneladas. Seresquebraj una de nuestras chimeneas como si le hubieran dado un caonazo, yun trozo de la misma cay abajo arruinando un macizo de flores que haba junto ala ventana de mi estudio.

    Mi esposa y yo nos quedamos anonadados. Despus me hice cargo de que lacumbre de Maybury Hill deba estar al alcance del rayo calrico ahora que noestaba el edificio del colegio en su camino.

    Al comprender esto tom a mi esposa del brazo y sin la menor ceremonia lallev al camino. Despus llam a la criada, dicindole que yo mismo ira arriba abuscar el cofre que tanto peda.

    No podemos quedarnos aqu exclam, y en ese mismo momento sereanudaron los disparos en el campo comunal.

    Pero dnde podemos ir? pregunt mi esposa llena de terror.

    Por un instante estuve perplejo. Luego record a nuestros primos deLeatherhead.

    Leatherhead! grit por sobre el tronar lejano del can.

    Ella mir hacia la parte inferior de la cuesta. La gente sala de sus casas paraver qu pasaba.

    Y cmo vamos a llegar a Leatherhead? pregunt.

    Colina abajo vi a un grupo de hsares que pasaba por debajo del puenteferroviario. Tres galoparon por los portales abiertos del colegio Oriente; otrosdos desmontaron para correr de casa en casa.

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  • El sol que brillaba a travs de las columnas de humo que se alzaban sobrelos rboles pareca de color rojo sangre e iluminaba todo con una luz extraa.

    Qudate aqu dije a mi esposa. Por ahora estars a salvo.

    Part en seguida hacia el Perro Manchado, pues saba que el posaderotena un coche y un caballo. Ech a correr al darme cuenta de que en unmomento comenzaran a trasladarse todos los que se hallaran en ese lado dela colina.

    Hall al hombre en su granero y vi que no se haba hecho cargo de lo quepasaba detrs de su casa. Con l estaba otro hombre, que me daba la espalda.

    Tendr que darme una libra deca el posadero. Y yo no tengo a nadieque lo lleve.

    Yo le dar dos dije por encima del hombro del desconocido.

    A cambio de qu?

    Y lo traer de vuelta para medianoche agregu.

    Caramba! exclam el posadero. Qu apuro tiene? Estoy vendiendo micerdo. Dos libras y me lo trae de vuelta? Qu pasa aqu?

    Le expliqu apresuradamente que deba irme de mi casa y as obtuve elvehculo en alquiler. En ese momento no me pareci tan importante que elposadero se fuera de la suya. Me asegur de que me diera el coche sin msdemora, y dejndolo a cargo de mi esposa y de la criada, corr al interior de lacasa para empacar algunos objetos de valor que tenamos.

    Las hayas de la zona comenzaron a arder mientras me ocupaba yo de esto ylas cercanas del camino quedaron iluminadas por una luz rojiza. Uno de los hsareslleg entonces a la casa para advertirnos que nos furamos. Estaba por seguir sucamino cuando sal yo con mis tesoros envueltos en un mantel.

    Qu novedades hay? le grit.

    Se volvi entonces para contestarme algo respecto a que salen de unacosa que parece la tapa de una fuente, y continu su camino hacia la puertade la casa situada en la cima. Una nube de humo negro que cruz el camino loocult por un instante. Yo corr hasta la puerta de mi vecino y llam paraconvencerme de lo que ya saba. l y su esposa haban partido para Londres,cerrando la casa hasta su vuelta.

    Volv a entrar para buscar el cofre de la criada, lo cargu en la parte traseradel coche y salt luego al pescante. Un momento ms tarde dejbamos atrs elhumo y el desorden y descendamos por la ladera opuesta de Maybury Hill endireccin a Old Woldng.

    Frente a nosotros se vea el paisaje tranquilo e iluminado por el sol; a amboslados estaba la campia sembrada de trigo y la hostera Maybury con su cartelsobre la puerta. En la parte inferior de la cuesta me volv para mirar lo quedejbamos atrs. Espesas columnas de humo y llamas se alzaban en el airetranquilo proyectando sombras oscuras sobre los rboles del este. El humo seextenda ya hacia el este y el oeste. El camino estaba salpicado de gente quecorra hacia nosotros. Y muy levemente omos el repiqueteo de lasametralladoras, que al final callaron. Tambin nos llegaron las detonacionesintermitentes de los fusiles. Al parecer, los marcianos incendiaban todo lo quehaba dentro del alcance del rayo calrico.

    No soy muy experto en guiar caballos y tuve que prestar atencin alcamino. Cuando volv a mirar hacia atrs, la segunda colina haba ocultado ya elhumo negro. Castigu al equino con el ltigo y afloj las riendas hasta que Wokingy Send quedaron entre nosotros y el campo de batalla. Entre ambas

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  • poblaciones alcanc y pas al doctor.

    10DURANTE LA TORMENTA

    Leatherhead est a unas doce millas de Maybury Hill. El aroma del henopredominaba en el aire cuando llegamos a las praderas de ms all de Pyrford, yen los setos de ambos lados del camino veanse multitudes de rosas silvestres. Losdisparos, que empezaban mientras salamos de Maybury Hill, cesaron tanbruscamente como se iniciaron y la noche estaba ahora tranquila y silenciosa.Llegamos a Leatherhead alrededor de las nueve y el caballo descans una horamientras cenaba yo con mis primos y les recomendaba el cuidado de mi esposa.

    Ella guard silencio durante el viaje y la vi preocupada y llena de aprensin.Trat de tranquilizarla dicindole que los marcianos estaban condenados aquedarse en el pozo a causa de su pesadez y que lo ms que podan hacer eraarrastrarse apenas unos metros fuera del agujero. Pero ella me contest conmonoslabos. De no haber sido por la promesa que hiciera al posadero, creo queme habra obligado a quedarme aquella noche con ella. Ojal lo hubiera hecho!Recuerdo que estaba muy plida cuando nos separamos.

    Por mi parte, todo ese da haba estado bajo los efectos de una granexcitacin. Me dominaba algo muy semejante a la fiebre de la guerra, queocasionalmente hace presa de algunas comunidades civilizadas, y en mi fuerointerno no lamentaba mucho tener que volver a Maybury aquella noche. Hastatem que los ltimos disparos significaran la exterminacin de los invasores. Slopuedo expresar mi estado de nimo diciendo que deseaba participar del momentotriunfal.

    Eran casi las once cuando inici el regreso. La noche se torn muy oscurapara m, que sala de una casa iluminada, y el calor reinante era opresivo. En loalto pasaban raudas las nubes, aunque ni un soplo de brisa agitaba los setos anuestro alrededor. El criado de mis primos encendi las lmparas del coche. Porsuerte conoca yo muy bien el camino.

    Mi esposa quedse a la luz de la puerta y me observ hasta que sub alcarruaje. Despus gir sobre sus talones y entr, dejando all a mis primos, queme desearon buen viaje.

    Al principio me sent algo deprimido al pensar en los temores de mi esposa;pero muy pronto me puse a pensar en los marcianos. En aquel entonces ignorabayo la marcha de la contienda de aquella noche. Ni siquiera conoca lascircunstancias que haban precipitado el conflicto.

    Al cruzar por Ockham vi en el horizonte occidental un resplandor rojosangre, que al acercarme ms se fue extendiendo por el cielo. Las nubes de latormenta que se avecinaba se mezclaron entonces con las masas de humonegro y rojo.

    Ripley Street estaba desierto, y salvo una que otra ventana iluminada, laaldea no daba seales de vida; no obstante, a duras penas evit un accidenteen la esquina del camino de Pyrford, donde se hallaba reunido un grupo depersonas que me daba la espalda.

    No me dijeron nada al pasar yo. No s lo que saban respecto a losacontecimientos del momento e ignoro si en esas casas silenciosas frente a las

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  • que pas se hallaban los ocupantes durmiendo tranquilamente o se haban idotodos para presenciar los terrores de la noche.

    Desde Ripley hasta que pas por Pyrford estuve en el valle del Wey y desdeall no pude ver el resplandor rojizo. Al ascender la colina que hay ms all de laiglesia de Pyrford, el resplandor estuvo de nuevo a mi vista y los rboles de mialrededor temblaban con los primeros soplos de viento que traa la tormenta.Despus o dar las doce en el campanario del templo, que dejaba atrs, y luegoavist los contornos de Maybury Hill, con sus rboles y techos recortndoseclaramente contra el fondo rojo del cielo.

    En el momento mismo en que vea esto, un resplandor verdoso ilumin elcamino, poniendo de relieve el bosque que se extenda hacia Addlestone. Sent untirn de las riendas y vi entonces que las nubes se haban apartado para dejarpaso a un destello de fuego verdoso, que ilumin vivamente el cielo y los camposa mi izquierda. Era la tercera estrella que caa!

    Inmediatamente despus se iniciaron los primeros relmpagos de la tormentay el trueno comenz a hacerse or desde lo alto. El caballo mordi el freno y ech acorrer como enloquecido.

    Una cuesta suave corre hacia el pie de Maybury Hill, y por all descendimos.Una vez que se iniciaron los relmpagos, stos se sucedieron unos tras otros con sucorrespondiente acompaamiento de truenos. Los destellos eran cegadores ydificult ms mi situacin el hecho de que empez a caer un granizo que megolpe la cara con fuerza.

    De momento no vi ms que el camino que tena delante; pero de pronto mellam la atencin algo que se mova rpidamente por la otra cuesta de MayburyHill. Al principio lo tom por el techo mojado de una casa, pero uno de losrelmpagos lo ilumin y pude ver que se mova bambolendose. Fue una visinfugaz, un movimiento confuso en la oscuridad, y luego otro relmpago volvi abrillar y pude ver el objeto con perfecta claridad.

    Cmo podra describirlo? Era un trpode monstruoso, ms alto que muchascasas, y que pasaba sobre los pinos y los aplastaba en su carrera; una mquinaandante de metal reluciente, que avanzaba ahora por entre los brezos; de lamisma colgaban cuerdas de acero articuladas y el ruido tumultuoso de su andarse mezclaba con el rugido de los truenos.

    Un relmpago, y se destac vividamente, con dos pies en el aire, paradesvanecerse y reaparecer casi instantneamente cien metros ms adelantecuando brill el siguiente relmpago. Puede el lector imaginar un gigantescobanco de ordear que marche rpidamente por el campo? Tal fue la impresin quetuve en esos momentos.

    Sbitamente se apartaron los rboles del bosque que tena delante. Fueronarrancados y arrojados a cierta distancia y despus apareci otro enormetrpode, que corra directamente hacia m.

    Al ver al segundo monstruo perd por completo el valor. Sin lanzar otramirada desvi el caballo hacia la derecha y un momento despus volcaba elcoche. Las varas se rompieron ruidosamente y yo me vi arrojado hacia uncharco lleno de agua.

    Sal del charco casi inmediatamente y me qued agazapado detrs de unmatorral. El caballo yaca muerto y a la luz de los relmpagos vi el cochevolcado y la silueta de una rueda que giraba con lentitud. Un momento despuspas por mi lado el mecanismo colosal y sigui cuesta arriba en direccin aPyrford.

    Visto de ms cerca, el artefacto resultaba increblemente extrao, pues notentonces que no era un simple aparato que marchara a ciegas. Era, s, una

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  • mquina y resonaba metlicamente al avanzar, mientras que sus largostentculos flexibles (uno de los cuales asa el tronco de un pino) se mecan asus costados.

    Iba eligiendo su camino al avanzar y el capuchn color de bronce que laremataba se mova de un lado a otro como si fuera una cabeza que se volvierapara mirar a su alrededor. Detrs del cuerpo principal haba un objeto enorme demetal blanco, como un gigantesco canasto de pescador, y un humo verdososala de las uniones de los miembros al andar el monstruo. Un momento despusdesapareci de mi vista.

    Esto es lo que vi entonces y fue todo muy vago e impreciso.

    Al pasar lanz un aullido ensordecedor, que ahog el retumbar de los truenos.Sonaba como: Al! Al! Un momento ms tarde estaba con su compaero, amedia milla de distancia, y agachndose sobre algo que haba en el campo.Estoy seguro de que ese objeto al que prestaron su atencin era el tercero de losdiez cilindros que dispararon contra nosotros desde Marte.

    Durante varios minutos estuve all agazapado, observando a la luzintermitente de los relmpagos a aquellos seres monstruosos que se movan adistancia. Comenzaba a caer una llovizna fina y debido a esto not que susfiguras desaparecan por momentos para reaparecer luego. De cuando encuando cesaban los destellos en el cielo y la noche volva a tragarlos.

    Estaba yo completamente empapado y pas largo rato antes que mi asombrome permitiera reaccionar lo suficiente como para subir a terreno ms alto yseco.

    No muy lejos de m vi una choza rodeada por un huerto de patatas. Corrhacia ella en busca de refugio y llam a la puerta, mas no obtuve respuestaalguna. Desist entonces, y aprovechando la zanja al costado del camino logralejarme sin que me vieran los monstruos y llegar al bosque de pinos.

    Protegido ya entre los rboles continu andando en direccin a mi casa.Reinaba all una oscuridad completa, pues los relmpagos eran ahora muchomenos frecuentes, y la lluvia, que caa a torrentes, formaba una cortina a mialrededor.

    Si hubiera comprendido el significado de todo lo que acababa de ver, deinmediato me hubiese vuelto por Byflett hasta Street Cobham y de all aLeatherhead a unirme con mi esposa.

    Tena la vaga idea de ir a mi casa y eso fue todo lo que me interes.Anduve a tropezones por entre los rboles, ca en una zanja y me golpecontra las tablas para llegar, finalmente, al caminillo del College Arms.

    En medio de la oscuridad se tropez conmigo un hombre y me hizoretroceder. El pobre individuo profiri un grito de terror, salt hacia un costado yech a correr antes que me recobrase yo lo suficiente como para dirigirle lapalabra. Tan fuerte era la tormenta, que me cost muchsimo ascender la cuesta.Me acerqu a la cerca de la izquierda y fui agarrndome a los postes para podersubir.

    Cerca de la cima tropec con algo blando y a la luz de un relmpago vientre mis pies un trozo de gnero y un par de zapatos. Antes que pudierapercibir bien cmo estaba tendido el hombre, volvi a reinar la oscuridad.

    Me qued parado sobre l esperando el relmpago siguiente. Cuando brill laluz vi que era un hombre fornido que vesta pobremente; tena la cabeza dobladabajo el cuerpo y estaba tendido al lado de la cerca, como si hubiera sido arrojadohacia ella con tremenda violencia.

    Venciendo la repugnancia natural de quien no ha tocado nunca un

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  • cadver, me agach y le volv para tocarle el pecho. Estaba muerto.Aparentemente, se haba desnucado.

    Volvi a brillar el relmpago y al verle la cara me levant de un salto. Era elposadero del Perro Manchado, a quien alquilara el coche.

    Pas sobre l y continu cuesta arriba, pasando por la comisara y elCollege Arms para ir a mi casa. No arda nada en la ladera, aunque sobre elcampo comunal se vea an el resplandor rojizo y las espesas nubes de humo.Segn vi a la luz de los relmpagos, la mayora de las casas de los alrededoresestaban intactas. Cerca del College Arms descubr un bulto negro que yaca enmedio del camino.

    Camino abajo, en direccin al puente de Maybury, resonaban voces y pasos,mas no tuve el coraje de gritar para atraer la atencin de los que fueran. Entren mi casa, ech llave a la puerta y avanc tambaleante hasta el pie de laescalera, sentndome en el ltimo escaln. No haca ms que pensar en losmonstruos metlicos y en el cadver aplastado contra la cerca.

    Me acurruqu all con la espalda contra la pared y me estremecviolentamente.

    11DESDE LA VENTANA

    Ya he aclarado que mis emociones suelen agotarse por s solas. Al cabo de untiempo descubr que estaba mojado y senta fro, mientras que a mis pies sehaban formado charcos de agua. Me levant casi mecnicamente, entr en elcomedor para beber un poco de gisqui y despus fui a cambiarme de ropa.

    Hecho esto sub a mi estudio, aunque no s por qu fui all. Desde laventana de esa estancia se divisa el campo comunal de Horsell sobre los rbolesy el ferrocarril. En el apresuramiento de nuestra partida la habamos dejadoabierta. Al llegar a la puerta me detuve y mir con atencin la escenaenmarcada en la abertura de la ventana.

    Haba pasado la tormenta. No existan ya las torres del colegio Oriental nilos pinos de su alrededor, y muy lejos, iluminado por un vivido resplandor rojizo, sevea perfectamente el campo que rodeaba los arenales. Sobre el fondo luminosose vean moverse enormes formas negras extraas y grotescas.

    Pareca, en verdad, como si toda la regin de aquel lado estuvieraquemndose y las llamas se agitaban con las rfagas de viento y proyectaban susluces sobre las nubes. De cuando en cuando pasaba frente a la ventana unacolumna de humo, que ocultaba a los marcianos. No pude ver lo que hacan nidivisarlos a ellos con claridad, como tampoco me fue posible reconocer los objetosnegros con que trabajaban.

    Cerr la puerta con suavidad y avanc hacia la ventana. Al hacer esto seampli mi campo visual hasta que por un lado pude percibir las casas deWoking, y del otro, los bosques ennegrecidos de Byfleet. Haba una luz cerca delarco del ferrocarril y varias de las casas del camino de Maybury y de las callesprximas a la estacin estaban en ruinas. Al principio me intrig lo que vi en losrieles, pues era un rectngulo negro y un resplandor muy vivido, as comotambin una hilera de rectngulos amarillentos.