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8/17/2019 HisMed 2016 Guia Del Alumno http://slidepdf.com/reader/full/hismed-2016-guia-del-alumno 1/65 1 UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS (Universidad del Perú, DECANA DE AMÉRICA) FACULTAD DE MEDICINA ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE MEDICINA  DEPARTAMENTO ACADÉMICO DE MEDICINA PREVENTIVA Y SALUD PÚBLICA ASIGNATURA HISTORIA DE LA MEDICINA SELECCIÓN DE TEXTOS DE HISTORIA DE LA MEDICINA GUÍA DEL ALUMNO Dr. Oswaldo Salaverry Dr. Oswaldo Salaverry Lecturas de Historia de la Medicina

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1

UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

(Universidad del Perú, DECANA DE AMÉRICA)

FACULTAD DE MEDICINA

ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE MEDICINA 

DEPARTAMENTO ACADÉMICO DE MEDICINA PREVENTIVA

Y SALUD PÚBLICA

ASIGNATURA

HISTORIA DE LA MEDICINA

SELECCIÓN DE TEXTOS DE HISTORIA DE LAMEDICINA

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LECTURAS

Tabla de contenidoLECTURAS ............................................................................................................................................ 3

Introducción a las lecturas de Historia de la Medicina ....................................................................... 5

Los paradigmas de Kuhn ................................................................................................................. 7

La Medicina Clásica Griega ............................................................................................................ 10

La composición de los organismos animales: partes similares y disimilares ......................... 14

Medicina de Europa Medieval .................................................................................................... 18

La medicina del Barroco ................................................................................................................ 22

Medicina de la Ilustración ............................................................................................................. 29

Edward Jenner. La vacunación antivariólica ................................................................................. 36

Claude Bernard. El método de la fisiología experimental: el jugo pancreático ............................ 38

Louis Pasteur. La vacunación antirrábica ...................................................................................... 40

Robert Koch. La teoría microbiana de la infección ....................................................................... 43

Luis Miguel Glave. La demografía indígena ................................................................................... 45

Salaverry. El inicio de la educación médica moderna en el Perú. La creación de la Facultad de

Medicina de San Fernando ............................................................................................................ 47

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Introducción a las lecturas de Historia de la Medicina

El estudio de la Historia de la Medicina es incompleto sin un contacto directo con la obra

de los autores que la han configurado y se han constituido en hitos en nuestro desarrollo

como disciplina, pero es igualmente incompleto sin revisar las obras de síntesis de los

principales historiadores de la medicina.

A fin de llenar en parte ese vacío y estimular la lectura directa de los grandes autores, se

ha seleccionado un pequeño número de lecturas, en orden fundamentalmente

cronológico que permitirán al estudiante abarcar en una sola mirada todo un periodo o

adentrarse en un hecho concreto.

Las lecturas no reemplazan las clases lectivas que brindan el marco general sobre temas y

periodos, pero las complementan. Asimismo son la base del análisis que se desarrolla en

las sesiones de práctica, en las que se analiza en profundidad el periodo o tema de la

lectura.

A través de la lectura de las obras de personajes destacados de la historia de la medicina

esperamos que el estudiante recree, en las propias palabras de los autores, los problemas

que enfrentaron así como las soluciones que aportaron identificando que más allá de las

diferencias tecnológicas y temporales que nos separan existe una profunda unidad en la

perspectiva medica sobre los mismos problemas. Por su parte, los extractos de las obras

de síntesis de los principales historiadores de la medicina, permiten entender los hitos de

la profesión médica como parte de un proceso.

No es posible una antología de historia de la medicina sin incluir nuestra historia

institucional, por eso se incluye un artículo publicado en homenaje al sesquicentenario de

la fundación de la Facultad de Medicina de San Fernando

Oswaldo Salaverry

Profesor responsable

Asignatura de Historia de la Medicina

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Los paradigmas de Kuhn1 La noción de paradigma ha jugado un papel importante en la historia y filosofía de la

ciencia a partir de la obra de Thomas Samuel Kuhn, “The Structure of Scientific

Revoluctions (Estructura de la Revoluciones Científicas) de 1969 [Ferrater Mora,2001]. T. S. Kuhn, inició su trayectoria profesional en el campo de la Física, pero

interesado por la historia de la ciencia, dedicó gran parte de su tiempo y talento a

esclarecer algo que no concordaba entre la ciencia que había estudiado y la historia de

la ciencia que estaba estudiando. De esta confrontación surgió una reflexión filosófica

a partir de la cual construye su tesis central: las nuevas teorías científicas no nacen

por verificación ni por falsación, sino por sustitución; esta sustitución es muy

compleja, laboriosa y penosa en cada caso. Pero, ¿sustitución de qué?; sustitución de

un modelo explicativo al que denominó “paradigma” [Serrano, 1990]. Margaret

Masterton nos habla de veintiuna formas diferentes en las cuales T. S. Kuhn utiliza la

palabra paradigma. A los efectos de una primera aproximación destacaremos cuatro:

1. Los paradigmas son realizaciones científicas universalmente reconocidas(dogmáticas) que, durante cierto tiempo proporcionan modelos de problemas y

soluciones a una comunidad científica en particular.

2. Los paradigmas son realizaciones científicas que en primer lugar carecen de

precedentes como para atraer a un grupo duradero de partidarios, pero que son lo

suficientemente incompatibles como para dejar problemas a resolver.

3. El paradigma puede ser visto también como un modelo o patrón aceptado tal como

una decisión judicial es aceptada en el derecho común.

4. Finalmente en el “Postdata a la Edición de 1969”, Kuhn ante las dificultades

derivadas de las múltiples connotaciones dadas al término paradigma, construye una

generalización y señala que: “el paradigma es aquello que comparten los miembrosde

una comunidad científica en particular” (ésta definición es quizá la más aceptada).Kuhn desarrolla en su tesis dos componentes esenciales del paradigma: una “matriz

disciplinaria” y un “componente sociológico”. Acerca de la matriz disciplinaria

podemos decir que: se compone de generalizaciones simbólicas o expresiones

simbólicas de las teorías o leyes y se caracteriza por la existencia de modelos

particulares o modelos heurísticos, valores compartidos como juicios de exactitud y

ejemplares o modelos típicos de resolución de problemas. A estos cuatro

componentes de la matriz disciplinaria podemos agregar, de acuerdo al propio T. S.

Kunh, otros elementos como la instrumentación, el lenguaje propio, los libros de texto

y las comunicaciones. El componente o factor sociológico cubre las relaciones que se

establecen entre los miembros de la comunidad que comparte el paradigma. En este

punto podemos observar cómo aquellas personas que trabajan e investigan dentro deun paradigma en particular, lo que sería hacer “ciencia normal”, tienden a compartir

1 Fragmento de Contreras R. El paradigma científico según Kuhn. Desarrollo de las ciencias: del

conocimiento artesanal hasta la ciencia normal. Rev. VI Esc. Ven. de Qmca. Diciembre 2004

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intereses sociológicamente afines. De esta forma, investigadores de las más diversas

culturas y que solo comparten el paradigma propiamente, pueden salvar obstáculos

de orden cultural y entenderse sin problemas. El ejemplo más plausible lo

encontramos en las conferencias o congresos internacionales, en los cuales los

científicos de las más diversas nacionalidades comparten sus trabajos, anhelos y

metas.LA CIENCIA NORMAL SEGÚN KUNHLa ciencia es generalmente catalogada como una búsqueda de conocimiento que lleva

a comprender la naturaleza de las cosas. Dentro de esta búsqueda, “ciencia normal”,

vendría a ser una ciencia basada en las realizaciones científicas anteriormente

aceptadas como verdaderas por una comunidad. Esta definición nos significa que la

ciencia normal es una búsqueda de conocimiento dentro del paradigma. Entonces, la

ciencia normal sería un elemento constructivo que permite el desarrollo y

afianzamiento del paradigma, pues aquí los resultados obtenidos son esperados o

predeterminados. Por lo tanto, es cualidad de la ciencia normal que sus métodos sean

aceptados por la comunidad científica y sus resultados sean sujeto de publicación,

primero en la literatura original (revistas especializadas) y luego en libros de texto,los cuales constituyen el sitio donde se encuentran de forma más clara los

fundamentos, soluciones y orientaciones.

La ciencia normal posee como fundamento un tipo de investigación que podemos

llamar convergente, investigación que ayuda a la articulación del paradigma. Sería

característico observar un afán por ampliar las fronteras del paradigma llenando los

espacios vacíos o incursionar en áreas, aceptadas por el paradigma, pero no

estudiadas hasta ese momento. Otro aspecto característico de la ciencia normal, es un

cierto proceso de depuración de los conceptos y resultados que sirven de fundamento.

En este sentido, la ciencia auxiliada por la “investigación normal”, pretende depurar

los conceptos y revisar la exactitud de los resultados, aclarando allí donde la

penumbra de la duda opaca la visión de los científicos.En cuanto a la clase de fenómenos que se investigan, la ciencia normal solo toma en

cuenta aquellos que el paradigma reconoce como ejemplares útiles, es decir,

fenómenos que se ajustan a los parámetros establecidos por el paradigma. La ciencia

normal ha definido tres tipos de fenómenos que son dignos de señalar: a) fenómenos

fácticos que desde la perspectiva del paradigma son relevantes (v.gr. temperatura,

acidez, fórmulas, concentraciones, etc.); b) fenómenos que no tienen mucho interés

intrínseco, pero que son relevantes pues pueden ser objeto de comparación con las

predicciones del paradigma (v.gr. longitudes de onda específicas de absorción o

emisión de un elemento químico) y c) investigación de las ambigüedades, lo cual

contribuye definitivamente a aclarar las definiciones paradigmáticas. La naturaleza de

los hechos a investigar exige el desarrollo de instrumentos, que como prolongación delos sentidos, permiten al investigador indagar y precisar en detalle los hechos. La

ciencia normal se presenta como un arte de resolver los acertijos que se presentan

dentro del paradigma. Ahora bien, esto no excluye que se plantee la innovación y el

descubrimiento, pues la ciencia normal podría entrar en crisis ante la aparición de

anomalías, y como le sucedió a la tesis del flojisto1, dar lugar a un nuevo paradigma

que explique mejor los resultados experimentales. La acumulación de anomalías

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empieza por fracturar el viejo paradigma y se produce una “revolución científica”, que

desemboca en novedades fácticas o descubrimientos y en novedades teóricas o

invenciones. Comienza en ese momento la sustitución del antiguo paradigma por el

nuevo, el cual, es capaz de explicar dichas anomalías y transformarlas en ejemplares

de una nueva matriz disciplinaria. En la tesis de Kuhn, un paradigma nuevo es

incompatible con el paradigma al que sustituye. Se trata de una relación de“inconmensurabilidad”, expresión con la que se quiere afirmar que: ya que cada teoría

individual fija un significado para todos sus términos de manera holística, puede

bastar incluso una pequeña variación en la teoría para que los significados de todos

los términos cambien radicalmente. Esta situación es especialmente palpable cuando

se trata de las magnitudes físicas. Por ejemplo, los términos “masa”, “velocidad”,

“energía”, tienen significados completamente distintos en el caso de la mecánica

clásica Newtoniana respecto de la relatividad especial. En la relatividad vale el

“principio de equivalencia masa-energía” (E=mc2), que no es válido en la física clásica

[Reichenbach, 1988]. Se deduce de ahí que los conceptos de masa, velocidad , energía

(obedeciendo a leyes distintas) deberán tener, en cada una de las dos teorías,

significados distintos o lo que es lo mismo, inconmensurabilidad entre sí [M. L. DallaChiara y G. Toraldo di Francia, 2001].

Una de las razones por las cuales la ciencia normal tiene éxito es que aquellos que la

practican se concentran en los problemas y sus soluciones. Para entender a la ciencia

normal Kuhn ha desarrollado una analogía interesante con la resolución de un

rompecabezas ( puzzle). Parafraseando a Kuhn podemos decir que el paradigma

constituye la base y el ser del rompecabezas. La finalidad de este juego es concluir su

construcción, esto es, insertar las piezas correctas en las posiciones correctas. Este

proceso lo podemos llamar “investigación normal”, que sería la utilizada por la ciencia

normal para adelantar el nuevo conocimiento. Existen muchas formas de resolver el

rompecabezas y si éste posee piezas incompatibles, se hace necesario realizar una

depuración, con la finalidad de determinar aquellas piezas que intervienen ydiferenciarlas de aquellas piezas que a pesar de la similitud no encajan y en realidad

forman parte de otro juego, lo que en investigación se conoce como artefactos. Por

último sabemos que el rompecabezas, sea cual sea su forma, tiene “a priori” una

solución, como en ciencia normal los resultados son predichos por el paradigma. El

éxito en la conclusión del juego radica en el esfuerzo y la paciencia que posea el

jugador. Estas mismas características deben estar presentes en el científico, el cual

sabe que desde el paradigma, todos los acertijos planteados, sea cual sea el enfoque,

tendrían solución, pero que la misma exige esfuerzo, paciencia y trabajo arduo.

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La Medicina Clásica Griega2 

La medicina clásica griega tuvo su origen en los siglos VI y V a. C., al confluir las

interpretaciones racionales de la naturaleza de los pensadores presocráticos con la experiencia

clínica acumulada por «escuelas médicas», que no eran instituciones docentes, sino grupos de

sanadores de formación artesanal que trabajaban en un mismo lugar.

Los griegos asimilaron elementos procedentes de grandes culturas arcaicas, especialmente

la egipcia y las mesopotámicas, así como de otras culturas anteriores y vecinas. Ello explica que la

mayoría de los pensadores presocráticos y de los grupos de médicos que se relacionaron con ellos

no residiera en las ciudades de la Grecia continental, sino en colonias periféricas, que tenían un

contacto más directo con dichas culturas.

Una de las «escuelas médicas» que más tempranamente se relacionó con los presocráticos

 fue la de Crotona, en el sur de la actual Italia. A ella perteneció Alcmeón de Crotona, autor en la

transición del siglo VI al V del primer libro médico griego del que se tiene noticia. Los fragmentos

que se conservan se refieren, entre otros aspectos, a sus estudios anatómicos, a la importancia que

concedía al cerebro y, sobre todo, a su concepción de la salud como equilibrio de las cualidades o

«potencias» y de la enfermedad como desequilibrio. Poco más tarde se desarrolló la actividad de

Empédocles de Agrigento, compleja figura de la primera mitad del siglo V, que fue al mismo

tiempo sanador y filósofo natural. Formuló la doctrina presocrática que mayor y más duradera

influencia tuvo en la medicina posterior, según la cual todos los seres naturales están compuestos

 por una mezcla en proporciones variables de cuatro elementos de cualidades opuestas (agua, aire,

tierra y fuego).

La gran fuente que permite conocer los comienzos de la medicina clásica griega es la

llamada Colección Hipocrática, reunión de cincuenta y tres tratados tradicionalmente atribuidos a

Hipócrates de Cos, médico del siglo V a. C., cuya gran fama hizo que muy pronto se convirtiera en

una figura semilegendaria. Durante más de dos milenios ha sido idealizada como modelo de la profesión, conduciendo al tópico de «Hipócrates, padre de la medicina», muy difundido entre los

médicos de escasa formación histórica.

2 En: López Piñero JM. Antología de clásicos médicos. Madrid: Triacastela; 1998

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Los tratados que integran la Colección Hipocrática, lejos de estar redactados por un solo

autor, proceden de «escuelas» distintas y de épocas diferentes, aunque en su mayoría

corresponden a los siglos V y IV a. C. y a las escuelas de Cnido y Cos, dos localidades cercanas de la

costa sudoeste de la actual Turquía. Los de la escuela de Cos -considerada la hipocrática en sentido

estricto- se caracterizan, en primer término, por la objetividad y minuciosidad con las que recogen

los fenómenos que se observan en los enfermos. En sus historias clínicas, que han admirado a losmédicos de todos los tiempos, se cumple la recomendación de estudiar al enfermo «con la vista,

con el tacto, con el oído, con la nariz, con la lengua, con el entendimiento; con lo que puede

conocer todo aquello con que conocemos», que figura en uno de los textos hipocráticos. Algo

 parecido puede decirse de sus descripciones referentes al pronóstico, una de las cuales, relativa a

los rasgos de la cara de los agonizantes y de los pacientes que han perdido muchos líquidos, se

sigue llamando en la actualidad facies hippocratica. Menos relieve conceden al diagnóstico

específico, a diferencia de los tratados de Cnido, en los que predomina la tendencia a agrupar los

casos en tipos abstractos de enfermar. La escuela de Cnido era probablemente más antigua y,

como ya hemos anotado, su relación con la medicina egipcia y otras arcaicas se manifiesta tanto

en textos como en ideas.

Otra característica de los libros coicos es el estudio de las enfermedades en relación con el

ambiente, al que está dedicado el titulado De los aires, aguas y lugares y que sirve también en

otros para ordenar los casos clínicos. Este enfoque fue el punto de partida de una tradición

ambientalista que, con diversas variantes, ha llegado hasta la medicina actual. Los hipocráticos lo

combinaron con la idea de que la enfermedad es un desequilibrio relacionado con la mezcla o

«crasis» de los humores del organismo, que fue elaborada especulativamente bajo la influencia de

la noción de cualidades o «potencias» y de la teoría de los cuatro elementos. En el tratado Sobre la

naturaleza del hombre, redactado ya en la segunda mitad del siglo IV a. C., se llegó a un esquema

que redujo la composición de todas las partes del organismo a mezclas en proporciones variables

de cuatro humores cardinales de cualidades opuestas: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema o

 pituita.

El principio básico de la terapéutica hipocrática era la «fuerza curativa de la naturaleza»,

que el médico se limitaba a favorecer mediante los fármacos, la «dieta» -no reducida a la

alimentación, sino entendida como régimen de vida- y la cirugía. Es otra doctrina de prolongada

vigencia histórica, que todavía mantienen actualmente las diversas corrientes neohipocratistas,naturistas y ecologistas. La imagen tópica de Hipócrates no lo relaciona con la cirugía, a pesar de

que es uno de los aspectos más destacados de la Colección Hipocrática. Por ejemplo, el tratado

Sobre las heridas de la cabeza expone detalladamente sus formas clínicas con o sin fractura y las

técnicas para tratarlas, entre ellas, la trepanación craneal.

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La decisiva influencia de Aristóteles (384-322 a. C.) en la trayectoria de la medicina tiene

muchas vertientes, entre las que figuran las relativas a los presupuestos filosófico-naturales,

lógicos y éticos. Por otra parte, su obra biológica significó un cambio cualitativo en el terreno de la

morfología. Los conocimientos anatómicos de los hipocráticos eran dispersos y asistemáticos,

mientras que las aportaciones aristotélicas condujeron a la constitución de la anatomía

estructural, la embriología y la morfología comparada. Inició la anatomía estructural con su planteamiento acerca de la composición de los seres vivos, que introdujo el concepto de «partes

anatómicas» como unidades morfológicas observables, bien por su contenido homogéneo, bien

 por su contorno. En el primer caso, las denominó «partes similares», noción directamente

antecesora de la moderna de tejido, y en el segundo, «partes disimilares», que serían

«instrumentales» u órganos si desempeñan una función determinada. Fundamentó la embriología

en la observación sistemática de embriones de pollo, que fueron a partir de entonces objeto

obligado de las investigaciones en este campo. En el tratado Sobre la generación de los animales

expuso el desarrollo embrionario como un proceso en el que la fuerza configuradora de la

naturaleza va dando lugar a la forma del ser vivo. Esta teoría epigenética, coherente con su

defensa de la generación espontánea de los animales inferiores por la misma fuerzaconfiguradora, se mantuvo vigente hasta los tiempos modernos. Por último, tras realizar una

importante labor en zoología descriptiva, sentó las bases de la morfología comparada al

diferenciar entre la noción de «analogía», aplicable a las partes anatómicas de la misma función y

 posición relativa, y la de «homología», o semejanza estructural y de origen. Sin embargo, a

diferencia de sus concepciones sobre anatomía estructural y embriología, los médicos no

asimilaron los planteamientos aristotélicos en torno a la anatomía comparada durante la

 Antigüedad clásica, ni tampoco en la Edad Media y los primeros tiempos modernos, a causa de un

limitado pragmatismo que limitó la anatomía al estudio descriptivo del cuerpo humano aplicado

de modo inmediato a la práctica quirúrgica y clínica.

Diocles de Caristo, médico de la segunda mitad del siglo IV que fue discípulo de Aristóteles,

escribió el primer tratado de «dietética» preventiva, asociando los saberes posthipocráticos y las

doctrinas éticas de su maestro, en especial la noción de «justo medio» entre dos comportamientos

extremos. Como ya hemos dicho, el término «dietética» no estaba entonces limitado a la

alimentación, sino que comprendía la regulación desde la medicina de todos los aspectos de la

vida humana. Los hipocráticos la habían utilizado únicamente como recurso terapéutico, mientras

que Diocles la planteó con una finalidad preventiva, iniciando la higiene individual. Por supuesto,

se dirigió exclusivamente a los miembros del estrato superior de la sociedad en la que vivía,deteniéndose en cada detalle de su actividad como seres privilegiados.

La sociedad griega estaba integrada por tres estratos: un reducido número de hombres libres

y ricos que vivían ociosos y monopolizaban la cultura, otro de hombres libres y pobres,

 fundamentalmente comerciantes y artesanos, y una gran masa de esclavos que mantenía con su

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trabajo al estrato privilegiado. Como ha demostrado Laín Entralgo, la asistencia médica era

distinta en cada uno: la del primero estaba en manos de los mejores médicos y era exquisitamente

individualizadora, llegando a reglamentar cada uno de los aspectos de la vida del paciente; la del

segundo, asimismo a cargo de médicos, consistía en una terapéutica que intentaba ser eficaz a

corto plazo; la del tercero, realizada por sanadores empíricos también esclavos, quedaba reducida

a una tosca «veterinaria para hombres».

Los médicos pertenecían al estrato artesanal, carecían de título y de aprendizaje

reglamentados y sus normas éticas no incluían la asistencia a los incurables, ni el acto médico

desinteresado o con peligro de la propia vida. Todo ello, además de la prohibición de extraer cál-

culos, se refleja en el Juramento hipocrático, escrito tardío, procedente de un grupo de médicos del

siglo IV a. C. influidos por el pitagorismo. Resulta paradójico que, más o menos modificado, se

continúe utilizando como fórmula para que los nuevos médicos se comprometan a respetar las

normas éticas de su profesión. En la Grecia clásica, como en todas las épocas posteriores, junto a

los médicos existía un amplio número de sanadores empíricos, entonces generalmente esclavos, y

una heterogénea serie de servidores de la medicina mágico-religiosa.

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La composición de los organismos animales: partes similares ydisimilares 

La naturaleza y número de las partes componentes de los animales son temas que

tratamos detalladamente en el libro Historia de los animales. Ahora tenemos que inquirir

cuáles son las causas que en cada uno de los casos han determinado esta composición,

asunto completamente distinto al que tratamos en dicha Historia.

Ahora bien, los grados de composición son tres y, entre ellos, el primero en orden,

como todos aceptan, es la composición de lo que algunos llaman elementos, tales como la

tierra, el aire, el agua y el fuego. Sin embargo, tal vez fuéramos más exactos diciendo

composición de las fuerzas elementales, no ciertamente de todas ellas, sino de un número

limitado de ellas, como definimos en tratados anteriores. Porque líquido y sólido, caliente

y frío, forman la materia de todos los cuerpos compuestos; todas las demás diferencias

son secundarias, tales como peso o ligereza, densidad o rareza, aspereza o suavidad, y

cualquier otra propiedad semejante de la materia, sea cual fuere. El segundo grado de

composición es aquel por el cual las partes similares de los animales, tales como el hueso,

la carne y semejantes, están constituidas por las sustancias primarias. El tercer y último

grado es la composición que forma las partes disimilares, tales como el rostro, la mano y

demás ...

Por lo tanto, los animales están compuestos de partes similares y también disimilares;

sin embargo, las primeras existen a causa de las últimas. Porque las funciones y

operaciones activas del cuerpo se efectúan por éstas, es decir, por las disimilares, como el

ojo, las ventanas de la nariz, todo el rostro, los dedos, la mano y el brazo por entero. Pero,

puesto que hay gran variedad en las funciones y movimientos, no sólo de los animales

como conjunto, sino también de los órganos individuales, será preciso que las sustancias

de que éstos están compuestos presenten diversidad de propiedades. Para algunos

propósitos, la blandura es ventajosa, la dureza para otros; algunas partes deben ser

capaces de extensión, de flexión otras. Tales propiedades están distribuidas

independientemente en las diferentes partes similares, siendo una blanda, otra dura, una

fluida, otra sólida, una viscosa, otra frágil, mientras cada una de las disimilares presenta

combinación de propiedades múltiples. Por ejemplo, la mano requiere una propiedad

dura para que pueda ejercer presión, y otra y diferente para la simple presión. Por esta

razón, las partes activas o ejecutivas del cuerpo están compuestas de huesos, nervios,

carne y cosas parecidas, mas no estas últimas de las primeras.

La generación sexual y la generación espontánea 

∗ Trad. cast. por F. Gallach Palés en: Aristóteles,  Anatomía de los animales, Madrid, Nueva Biblioteca Filosófica, 1932. 

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Hay animales que se originan en la unión del macho con la hembra; me refiero a todos

aquellos en que distinguimos dos sexos, cosa que no en todos ocurre, aunque en los

sanguíneos3, con raras excepciones, una vez llegado el animal a su completo desarrollo,

decimos que es macho o hembra, y aunque algunos entre los exangües4  tienen sexo y

producen seres de su misma especie, hay otros que producen, pero no de su misma

especie; esos son los no originados mediante unión de macho y hembra, sino en la tierra

descompuesta y en los excrementos.

En general, si consideramos todos los animales que se trasladan de un lugar a otro,

nadando, volando o andando, observaremos en ellos los dos sexos, no solamente entre

los sanguíneos, sino también entre los exangües; esto se aplica en los últimamente citados

a la clase entera algunas veces, por ejemplo, a los cefalópodos y crustáceos, y a su

mayoría en lo tocante a los insectos. De estos últimos, los procreados por cópula de los deuna misma especie generan también crías pertenecientes a la suya, mientras todos los no

procreados por este medio, sino por la descomposición de la materia, se reproducen

ciertamente, originando especie distinta, y sus crías no son macho y hembra, como ocurre

con algunos insectos. Esto es lo natural, porque si los animales no originados por cópula

se hubieren unido formando otros, su progenie tendría que ser necesariamente

semejante o desemejante a ellos. De ser desemejante, sus genitores deberían haberse

originado de la misma manera, postulado que está de conformidad de la razón, por

ocurrir así en otros animales; de ser desemejantes y poder ayuntarse, hubieran originado

a su vez otra especie de ser y éste otra especie, llegando hasta el infinito. Pero la

Naturaleza repudia el infinito, porque éste no tiende a término alguno y la Naturaleza

tiende siempre a un fin.

Todos los seres que no se desplazan, por ejemplo, los testáceos y animales que viven

adheridos a una cosa, como su naturaleza se parece a la de los vegetales no tienen sexo

(pues las plantas no lo tienen) y si se les atribuye es empleando el vocablo en virtud de

semejanza y analogía.

La fecundación y la formación del embrión 

∗ Trad. cast. por F. Gallach Palés en: Aristóteles, Generación de los animales, Madrid, Nueva Biblioteca Filosófica, 1933. 3 El ser humano, los cuadrúpedos vivíparos, cuadrúpedos y ápodos ovíparos, aves y peces.4  Los crustáceos, cefalópodos, insectos y testáceos. Estos términos, como los de los animales sanguíneos, no coinciden con su

significado actual. Por ejemplo, Aristóteles llamaba testáceos (ostracodermos) a los Gasterópodos, Lamelibranquios y a algunos

Equinodermos.

 Trad. cast. por F. Gallach Palés en: Aristóteles, Generación de los animales, Madrid, Nueva Biblioteca Filosófica, 1933.

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[En los vivíparos] cuando la materia excretada por la hembra en el útero ha sido fijada

por el semen del macho (que opera del mismo modo que el cuajo sobre la leche, porque

el cuajo es una especie de leche que contiene calor vital, que reúne en una masa y fija la

materia semejante, y la relación del semen con el flujo catamenial es la misma, pues la

leche y dicho flujo son de la misma naturaleza), la parte más sólida se coagula, el líquido

queda separado de ella y, a medida que las partes terrosas se solidifican, se forman

membranas a su alrededor ...

El embrión opera como las semillas de las plantas; porque éstas contienen el primer

principio de crecimiento en sí mismas y cuando éste, que reside en ellas en potencia, ha

sido diferenciado, surge el tallo y la raíz; la planta se nutre a través de esta última.

También en el embrión existen potencialmente todas sus partes en cierto modo y al

mismo tiempo; mas al principio está lejos de realizarse. Por lo tanto, el corazón es lo

primero que se distingue, cosa evidente no sólo para los sentidos, sino también en teoría

... Puesto que el embrión es ya animal en potencia, pero imperfecto, tiene que obtener su

alimento de otra cosa, por lo cual se vale del útero de su madre para nutrirse, lo mismo

que la planta del suelo, hasta que se perfecciona y llega a ser animal que puede moverse

por sí. Por eso la Naturaleza le ha provisto de dos grandes venas que salen del corazón, las

cuales se subdividen y ramifican en más pequeñas hasta que llegan al útero, entre las que

está el llamado ombligo, que es vaso sanguíneo, consistente en una o más venas en los

diferentes animales. Alrededor de las venas hay un tejido parecido a la piel, porque su

debilidad requiere protección y abrigo. Las venas se unen al útero como las raicillas de las

plantas, recibiendo el embrión el alimento aportado por ellas ... La parte superior del

cuerpo es lo primero que se distingue en el orden de su desarrollo; la parte inferior vacreciendo en los sanguíneos hasta adquirir su adecuado tamaño por el tiempo ... El

cerebro al comienzo es grande y líquido, solidificándose y retrasándose luego debido a la

evaporación y concocción, cosa que se aplica tanto a él como a los ojos. La cabeza es

grande en un principio a causa del cerebro que contiene; si los ojos lo son también, se

debe al líquido que encierran; son los últimos órganos que se perfeccionan, a causa de

que no logra desembarazarse de su frialdad y fluidez hasta después de haber transcurrido

bastante tiempo; esto se aplica a todos los animales que tienen cerebro y especialmente

al hombre ... La Naturaleza forma en el embrión con la mejor materia que dispone la

carne y el cuerpo de los órganos de los sentidos; y los huesos, músculos, pelo, uñas,pezuñas y cosas de parecida índole, del residuo de aquélla; por eso son las que adquieren

su forma en último término ...

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[En las aves], una vez formado el corazón y esbozada la vena magna que de él sale,

obsérvanse dos cordones umbilicales originados en dicho vaso sanguíneo, uno que va

desde él a la membrana que encierra la yema y otro que llega hasta la membrana

semejante al corion que rodea al embrión por completo; este último corre alrededor y

por dentro de la membrana de la cáscara. El embrión recibe su alimento a través de una

de ellas de parte de la yema, que aumenta en volumen, al licuarse a causa del calor. Esto

se debe a que como el alimento es denso en carácter en su primera forma, tiene que

licuarse antes de ser absorbido, como ocurre en las plantas; pues el embrión vive vida de

planta al principio, ya esté en el huevo o el útero materno, puesto que inicia su desarrollo

y nutrición adherido a otra cosa. El segundo cordón umbilical llega hasta el corion

circundante, pues hay que tener presente que, cuando se trata de animales que se

desarrollan en el interior del huevo, el polluelo está en la misma relación con la yema que

el embrión del animal vivíparo con la madre; porque como el crecimiento del embrión de

los ovíparos no se completa en el interior del cuerpo de la madre, dicho embrión toma

parte del alimento del organismo de aquélla, llevándolo consigo. Por eso también la

relación del polluelo con la membrana exterior (la sanguínea) es análoga a la del embrión

de los mamíferos con el útero.

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Medicina de Europa Medieval5 

En la medicina de la Europa medieval hay que distinguir dos períodos de característicasmuy diferentes, separados por un proceso histórico de la máxima importancia: la

asimilación de la medicina clásica de origen griego. Esta asimilación se inició, como vamos

a ver, en la localidad italiana de Salerno durante los siglos XI y XII, y culminó con la labor

sistemática de traducción realizada en Toledo y en otras ciudades españolas a lo largo de

las centurias XII y XIII.

Hasta finales del siglo X, la ciencia médica estuvo en Europa reducida a restos muy

empobrecidos de los saberes clásicos, conservados sobre todo, pero no exclusivamente,

 por los clérigos. Muy representativa de esta situación es la parte médica de las

Etimologías, enciclopedia que San Isidoro de Sevilla redactó a principios del siglo VII en la

España visigótica. Durante las centurias siguientes fue, en Europa, el texto científico más

difundido e influyente, pero su contenido es bien pobre; de las enfermedades, por ejemplo,

apenas indica poco más que el nombre con una etimología más o menos fantástica. Por

otra parte, la práctica de la medicina estaba preferentemente en manos de los monjes,

aunque siempre existió un reducido número de profesionales laicos, tanto cristianos como

 judíos.

En la ciudad italiana de Salerno apareció el primer núcleo médico laico de la Europa

medieval. Su importancia se debió fundamentalmente a que, tal como hemos adelantado,inició la incorporación del saber médico clásico de origen griego. Su figura más

importante fue Constantino el Africano (segunda mitad del siglo XI), que era originario del

norte de África, cerca de la actual Túnez, y que acabó su vida como monje del monasterio

benedictino de Monte Cassino, situado al norte de Salerno. Dominaba el árabe y el latín,

lo que le permitió traducir del primero al segundo de estos idiomas varias obras de Galeno

Y de médicos árabes anteriores a Avicena. Entre los numerosos textos salernitanos se

encuentran la introducción a la práctica clínica Quomodo visitare debes infirmum y un

tratado de materia médica atribuido a Mateo Plateario, titulado Circa instans por su

«incipit» palabras iniciales.

La plena asimilación de la medicina clásica griega y de su Besa, rrollo por parte de los

árabes no fue posible en Europa hasta que se realizó una traducción sistemática del árabe

al latín de las más importantes obras médicas griegas e islámicas. Esta tarea tuvo su

5 Fragmento de López Piñero. Antología de clásicos médicos

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centro fundamental en el Toledo del siglo XII. En la primera mitad de dicha centuria, la

 protagonizó el equipo formado por el judío Juan Avendahut Hispano, que hacía las

traducciones del árabe al castellano y el eclesiástico Dominicus Gundisalvus (Domingo

González), que vertía los textos castellanos al latín. Durante la segunda mitad de la

centuria, la figura central fue Gerardo de Cremona, quien dirigió un grupo bastante

numeroso, del que formó parte Marcos Toledano. Entre los muchas obras traducidas en

Toledo figuran varios tratados de Galeno, el Canon de Avicena, el libro de Rhazes sobre la

viruela y el sarampión y el texto de cirugía de Albucasis.

La posesión de los saberes grecoárabes fue la base que permitió el desarrollo de la

medicina en las universidades europeas durante los últimos siglos medievales. El primero

cronológicamente, y uno de los más destacados, fue el de Montpellier, que durante su

 período de esplendor estuvo ligado a la Corona de Aragón. En el paso de los siglos XIII a

 XIV fue allí maestro el valenciano Arnau de Vilanova, máxima figura de la medicina

bajomedieval europea. Tradujo todavía en su juventud algunos libros del árabe al latín.Fue luego autor de una numerosa e influyente obra escrita en la que se ocupó con gran

altura de cuestiones teóricas y de problemas prácticos, aunque siempre de acuerdo con el

galenismo «arabizado».

Durante los siglos XIV y XV ocuparon un lugar preeminente las escuelas médicas italianas,

sobre todo las de las Universidades de Bolonia y Padua. El saber médico continuaba

atenido a los supuestos antiguos y árabes, pero comenzaron a desarrollarse hábitos de

trabajo que a la larga conducirían a la renovación. Uno de ellos fue la práctica de la

disección de cadáveres humanos, todavía con la intención de entender mejor los escritos

anatómicos de Galeno, cuya autoridad respetó, por ejemplo, en la transición del siglo

 X111 al XIV, el tratadito de anatomía del profesor boloñés Mondino de Luzzi. Otro de

dichos hábitos consistió en redactar historias clínicas de casos concretos en forma de

«consejo» (consilium)  para los principiantes, género que inició en el siglo XIV Tadeo

 Alderotti, asimismo maestro en Bolonia, y que culminó en la centuria siguiente con

Bartolommeo Montagnana. por otra parte, en Bolonia y Padua se incorporó la cirugía a la

enseñanza universitaria, aunque la gran figura quirúrgica bajomedieval fue Guy de

Chauliac (siglo XIV), de la escuela de Montpellier, cuya Chirurgia magna tuvo hasta el

Renacimiento en toda Europa una influencia sólo comparable a la de los principales

tratados clásicos e islámicos.

La «dietética» o higiene individual de origen clásico, integrada en el sistema galénico,

se estructuró de acuerdo con las llamadas «seis cosas no naturales». Básicamente se

trataba de las que, sin pertenecer al cuerpo y sus partes (que eran las «cosas naturales»),

se pensaba que influían en la producción o prevención de las enfermedades, siendo en

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consecuencia importantes, no sólo para la etiología y la terapéutica, sino también para la

higiene. El galenismo medieval las ordenó en seis capítulos: aire y ambiente, comida y

bebida, trabajo y descanso, sueño y vigilia, secreciones y excreciones, y movimientos del

ánimo. Sobre esta base se escribieron numerosos textos de higiene individual con el título

de «regimen sanitatis» (régimen de salud). El más célebre es el Regimen sanitatis ad

regem Aragonum que Arnau de Vilanova dirigió al monarca aragonés Jaime II.

 Aunque el cristianismo condujo a una asistencia para toda la población, no llegó a superar

a la larga su diversificación socioeconómica. En las comunidades cristianas primitivas

existió una igualdad asistencial pero, tras la conversión del cristianismo en la religión ofi-

cial del Imperio Romano, el compromiso con las estructuras sociales, económicas y

 políticas propio del período llamado «postconstantiniano» condujo de nuevo a la

diversificación. En los monasterios de la Alta Edad Media, la desigualdad asistencial se

expresó en la existencia separada de un infirmarium destinado a los monjes enfermos, de

un hospitale pauperum que recogía a enfermos, peregrinos y pobres que no podían pedirlimosna, y de un alojamiento para huéspedes distinguidos, enfermos o no. Dentro de la

estructura Jeudal de la sociedad, la antigua «asistencia para hombres libres y ricos» pasó

a manos de los médicos de cámara de reyes y príncipes, nobles y altos dignatarios

eclesiásticos. Al desarrollarse las ciudades durante la Baja Edad Media, el nivel intermedio

de la asistencia se convirtió en domiciliario, lo que fue el punto de partida del «médico de

cabecera». En cuanto a los miserables (esclavos, siervos, pobres urbanos) eran reco. gidos

más que asistidos en los hospitales fundados en las ciudades por los monarcas, la nobleza,

el clero o el estrato social preburgués. Un ejemplo notable de estos últimos fue el

manicomio fundado en Valencia el año 1409, no sólo por estar destinado a folls y orats(locos) e ignocents (débiles mentales), sino porque en su privilegio de constitución se

establecía de modo muy estricto su gestión por «ciudadanos, mercaderes o de similar

condición».

Durante la Antigüedad clásica, en el Islam medieval y la Alta Edad Media europea, la

medicina fue una ocupación sin titulación ni enseñanza reglamentadas. La constitución de

la profesión médica en la Europa hajomedieval estuvo condicionada por los profundos

cambios socieconómicos y políticos de la época, así como por la asimilación del saber

médico grecoárabe. La primera reglamentación de la titulación fue promulgada en 1140

 por Rogerio II de Sicilia, quien estableció en su reino la obligatoriedad de un examen oficial

 para poder ejercer la medicina, influido seguramente por el prestigio de la escuela de

Salerno. Un siglo más tarde, Federico II reglamentó en el mismo reino la enseñanza

mediante una ordenanza (1240) que disponía que los aspirantes al título debían cursar

tres años de estudios preparatorios y cinco de medicina en Salerno, y practicar después

durante otro año junto a un médico.

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En las reglamentaciones que se promulgaron después en el resto de Europa, la enseñanza

médica fue adscrita a las universidades, instituciones que habían nacido como

consecuencia del proceso de asimilación de los saberes grecoárahes. Al principio fueron

universitates magistrorum et discipulorum, es decir, agrupaciones de maestros y

discípulos, semejantes a otras universitates o gremios de personas del mismo oficio. Sin

embargo, la importancia de sus funciones para el poder civil o eclesiástico hizo que muy

 pronto fueran controladas por los monarcas y que necesitaran tener un privilegio

 pontificio para que sus estudios fueran válidos en toda la cristiandad. En su organización

influyó la tradición procedente del mundo clásico que despreciaba el trabajo manual. La

 formulación más influyente de esa valoración negativa se debía a Platón y Aristóteles, que

habían considerado las ocupaciones manuales como tareas «serviles», en contraposición

al cultivo de los saberes teóricos, únicas dedicación digna de los miembros del estrato

social superior. Ello condujo a que los médicos, como «hombres de saber», estudiaran en

las universidades y tuvieran títulos profesionales, y a que los cirujanos fueran excluidos y

quedaran reducidos a una ocupación artesanal por su formación y su posición social.

La gran enfermedad social de la Edad Media fue la peste, la más mortífera de las

infectocontagiosas padecidas por los seres humanos. La palabra «peste» era empleada

originalmente en la mayoría de los idiomas europeos (pestis en latín, peste en francés e

italiano, Pest en alemán, plague en inglés, etc.) para designar epidemias graves y

explosivas. Por ello, algunas de las «pestes» más famosas, como las descritas por

Tucídides (siglo V a. C.) y Galeno (siglo II) fueron epidemias de otras afecciones. El foco

endémico originario de la peste no es humano, sino que está localizado en poblaciones de

roedores del norte y centro de Asia, en especial marmotas, ratas de agua y taharganes deSiberia y Mongolia. En conexión con grandes epizootias de estos roedores se han

desarrollado las más graves epidemias históricas de peste humana, entre ellas, la llamada

«peste de Justiniano» (siglo VI), que fue la primera aparición de la enfermedad en el área

mediterránea, y la «peste negra» de 1348. En ésta murió entre un cuarto y un tercio de la

 población europea, desaparecieron por completo centenares de miles de aldeas y

 perdieron alrededor de la mitad de sus habitantes ciudades como Florencia, Venecia, París

y Valencia. Ello explica que no solamente fuera estudiada por médicos europeos e

islámicos, sino también descrita por otros autores, entre ellos, Giovanni Bocaccio, en la

introducción de su famoso Decamerón.

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La medicina del Barroco6 

En el Barroco, período que corresponde a la revolución científica por antonomasia,

 puede situarse el punto de partida de la ciencia médica moderna, aunque destacando que

la ruptura de los fundamentos epistemológicos y metodológicos que entonces se produjotanto en sus saberes básicos como en los patológicos no se acomoda al modelo histórico

de revolución científica construido desde las disciplinas físico-matemáticas.

El estudio de las funciones orgánicas basado exclusivamente en los hechos recogidos

 por la observación y la experimentación comenzó en el primer tercio del siglo XVII. Su

 principal hito inicial fue la teoría de la circulación de la sangre formulada por William

Harvey, especialmente por el método que utilizó.

Galeno y sus seguidores reducían el movimiento de la sangre a tres transformaciones

sustanciales. La primera de ellas tenía lugar en el estómago y consistía en que el alimento

ingerido se transformaba en quilo, que después era llevado a través de la vena porta al

hígado. En el hígado se producía la segunda transformación, convirtiéndose el quilo en

sangre venosa que, por la vena cava ascendente, llegaba a la parte derecha del corazón.

Pasaba luego a la parte izquierda a través de unos supuestos orificios del tabique

interventricular, convirtiéndose en sangre arterial al mezclarse con un hipotético principio

(«neuma») existente en el aire, que había llegado allí procedente de los pulmones. Por

último, la sangre «neumatizada» era transportada por el árbol arterial a todas las partes

del organismo, transformándose en la sustancia propia de cada una de ellas. Ya sabemos

que antes de Harvey se habían hecho algunas rectificaciones a esta interpretación

galénica del movimiento de la sangre, la más importante de las cuales había sido la

circulación menor o pulmonar que, al parecer de modo independiente, describieron Ibn an-

Nafis en el siglo XIII y Miguel Servet y otros autores del siglo XVI. 

Nacido en la localidad inglesa de Folkestone, William Harvey (1578-1657) estudió

medicina en la Universidad de Padua, donde fue discípulo de Fabrizzi d'Aquapendente,

importante figura de la anatomía postvesaliana y descubridor de las válvulas venosas. De

regreso a Inglaterra, fijó su residencia en Londres, consagrándose a la práctica profesional.

 Aunque en 1616 dio un curso de anatomía en cuyas notas aparece ya claramente la ideade la circulación de la sangre, tardó todavía doce años, durante los que realizó cuidadosas

investigaciones, hasta publicar su teoría en un librito de setenta y dos páginas titulado De

motu cordis et sanguinis in animalibus (Sobre el movimiento del corazón y de la sangre de

los animales, 1628). Aparte de asumir la circulación pulmonar, que conocía gracias a su

6 Fragmento de López Piñero. Antologia de Calsido de la Mediicna

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 formación en Italia, demostró en él por vez primera la circulación mayor, basándose en la

experimentación y el cálculo numérico, dos recursos básicos del método científico

moderno. Frente a la doctrina galénica, comprobó, en primer lugar, que la cantidad de

sangre que diariamente pasa del corazón a las arterias es muy superior al alimento

ingerido. Verificó, redondeando sus estimaciones medias, que cada contracción cardíaca

envía a la aorta unos 5 gramos de sangre y que hay unas 4.000 contracciones cada hora.

Un sencillo cálculo (5 x 4.000 x 24 horas) le dio la cifra de 480 kilogramos diarios, que

reducía al absurdo la idea galénica de las transformaciones sustanciales, ya que, de ser

cierta, deberíamos ingerir diariamente media tonelada de alimentos. De forma parecida,

Harvey demostró que, en los miembros, la sangre afluye por las arterias y vuelve por las

venas en cantidad superior a la necesaria para su nutrición. Utilizó para ello ligaduras

 fuertes, que interrumpían el pulso arterial y el retorno venoso, y otras medianas, que

solamente impedían el retorno venoso. También comprobó que la sangre vuelve al

corazón por las venas, y sólo por las venas, para lo cual se apoyó en el descubrimiento de

las válvulas venosas que había hecho su maestro Fabrizzi d'Aquapendente.

El descubrimiento de Harvey motivó una dura polémica que se mantuvo a lo largo de

toda la centuria. Los médicos tradicionalistas aferrados al galenismo intentaron

desmentirlo por todos los medios o, al menos, quitarle importancia, reduciéndolo a una

mera rectificación de detalle de las doctrinas antiguas. Por el contrario, los partidarios de

la renovación lo defendieron como algo fundamental, dándose cuenta de la revolución

metodológica que implicaba. De modo muy  expresivo, el médico renovador español Juan

de Cabriada llamó a la doctrina circulatoria «sol de la nueva medicina». 

Dos nuevos instrumentos ampliaron extraordinariamente la capacidad de observación

de los científicos durante el Barroco: el anteojo astronómico, que permitió penetrar en la

inmensidad de los fenómenos celestes, y el microscopio, que hizo posible el acercamiento

a los seres diminutos y a la íntima textura de los demás.

El fundador de la investigación textural con el microscopio fue el italiano Marcello

Malpighi (1628-1694), quien fue catedrático de la Universidad de Bolonia durante la

mayor parte de su vida. En su primera publicación sobre el tema, titulada De pulmonibus

(Sobre los pulmones, 1661), expuso dos aportaciones de máxima importancia: el

descubrimiento de los vasos capilares, que completó la doctrina de Harvey acerca de lacirculación sanguínea, y la demostración de que una víscera carnosa como los pulmones

está formada por una gran cantidad de minúsculos saquitos o alvéolos. Posteriormente

 publicó otros trabajos de gran relieve sobre anatomía microscópica de la lengua, la piel, el

cerebro, las glándulas y la sangre, además de cultivar de modo muy destacado otros

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temas. Varios de sus discípulos. fueron también figuras destacadas en la indagación

textural con el microscopio.

 Junto a Malpighi, resulta obligado citar, por la importancia de sus hallazgos, al holandés

 Antony van Leeuwenhoek (1632-1723). No era profesor universitario, sino un comerciante

sin formación científica, que residió durante casi toda su dilatada vida en la ciudad deDelft. Fue capaz, sin embargo, de construir personalmente los mejores microscopios de la

época, con algunos de los cuales llegó a amplificaciones de casi trescientas veces el

tamaño del objeto observado. Sin el menor sistema, pero de manera infatigable, se dedicó

durante más de medio siglo a observar con tales instrumentos los más diversos objetos.

Descubrió de esta forma infinidad de detalles de los tres reinos de la naturaleza, entre

ellos muchos relativos a la anatomía microscópica del cuerpo humano, como la forma y el

tamaño de los hematíes o glóbulos rojos de la sangre y la textura de la pared de los vasos

sanguíneos, del corazón, de los músculos, de los dientes y de la sustancia blanca del

encéfalo y la médula espinal. Fue también el primero que describió las bacterias (1683),que observó en sus propios esputos y sarro dental. 

En embriología, la epigénesis aristotélica se mantuvo vigente hasta la segunda mitad

del siglo XVII con distintas variantes, una de ellas la debida a Harvey. Varios factores

contribuyeron a partir de entonces a que fuera abandonada. En primer lugar, la reunión,

gracias fundamentalmente a la observación microscópica, de una importante serie de

datos nuevos, entre los que destacan el descubrimiento del folículo ovárico por los

holandeses Regnier de Graaf y Ian Swammerdam, el de los espermatozoides por

Leeuwenhoek y la descripción por Malpighi del embrión de pollo en sus primeras horas. En

segundo lugar, la vigencia del mecanicismo, que impedía recurrir a «fuerzas» o

«principios» de carácter metafísico para explicar la configuración del embrión la

demostración experimental. En tercero, la demostración experimental por el médico

 florentino Francesco Red¡ (16211697) de que no existe la generación espontánea de seres

vivos inferiores macroscópicos a partir de sustancia orgánica en descomposición, que

 privó a la epigénesis aristotélica de coherencia teórica, imponiendo la fórmula omne

vivum ex vivo (todo ser vivo procede de otro ser vivo anterior). Todo ello explica que se

impusiera el preformacionismo, que tuvo dos versiones: una ovista y otra animalculista,

que defendían que el embrión estaba preformado en el folículo ovárico y en el

espermatozoide respectivamente. El preformacionismo ovista, formulado inicialmente por

Malpighi, fue la teoría mayoritariamente mantenida por la comunidad científica, como

veremos, durante la mayor parte del siglo XVIII; el animalculismo, por el contrario, tuvo

escaso prestigio debido a las pintorescas especulaciones de algunos de sus seguidores.

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El primer sistema que aspiró a integrar los resultados de las corrientes médicas

renovadoras fue la iatroquímica de la segunda mitad del siglo XVII, formulada

 principalmente por el holandés Frans de le Boe (Sylvius, 1614-1672) y el inglés Thomas

Willis (1622-1675) en dos escenarios de inequívoca significación en la historia social,

 política e intelectual de Europa: la república calvinista de las Provincias Unidas Holandesas

y la Inglaterra de la república puritana de Cromwell. Dicho sistema asumió las

interpretaciones químicas de los procesos fisiológicos, patológicos y terapéuticos

mantenidas por los paracelsistas, pero eliminando los principios vitalistas y metafísicos

 propios de todas las derivaciones de la alquimia, que sustituyó por el mecanicismo

cartesiano y atomista y el inductivismo de Bacon.

 Además, las asoció a la nueva anatomía basada en la disección de cadáveres humanos

impuesta por la reforma vesaliana, a la doctrina de la circulación de la sangre y otros

descubrimientos fisiológicos, así como a la observación de casos clínicos y a la indagación

necrópsica de lesiones anatómicas internas. Debido a las tempranas fechas de su formulación, la síntesis iatroquímica de Sylvius y Willis concedió a las ideas tradicionales

mucha mayor beligerancia que la pretendida por sus autores y, por otra parte, rellenó las

grandes lagunas de una ciencia moderna todavía incipiente con especulaciones apoyadas

en bases muy débiles. No resulta extraño que, sometida a críticas desde los más diversos

campos, fuera superada antes de que terminara el siglo XVII.

Parecida fue la trayectoria del sistema iatromecánico, cuyas diferentes versiones

tuvieron como denominador común una interpretación fisicista del cuerpo humano y sus

enfermedades. Las más exigentes se basaron en la aplicación a la medicina del modelo

 físico-matemático galileano, tarea que puede personificarse en la obra de Giovanni

 Alfonso Borelli (1680-81), una de las grandes figuras de la «Accademia del Cimento», de

Florencia. Otras versiones se limitaron a desarrollar de modo especulativo la concepción

radicalmente mecanicista del organismo contenida en el pensamiento de Descartes.

También hubo algunas tardías, principalmente en Gran Bretaña, que recurrieron a la física

newtoniana deforma asimismo especulativa.

Durante el último cuarto del siglo XVII se formuló asimismo el concepto inductivo de

especie morbosa o entidad nosológica, noción básica de la patología moderna. Para que

se constituyera una ciencia sobre las enfermedades acorde con los nuevos presupuestosepistemológicos, hacía falta superar- los planteamientos esencialistas y deductivos del

galenismo. Ya conocemos la trayectoria anterior de la observación clínica rigurosa e

independiente de prejuicios teóricos. La patología moderna se constituyó precisamente

cuando dicha observación se convirtió en su fundamento de modo consciente y

sistemático. Tal fue el núcleo del programa que propuso principalmente el médico inglés

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Thomas Sydenham (1624-1689). Casi medio siglo más joven que Harvey, el otro gran

renovador médico inglés, Sydenham fue capitán del ejército republicano en la guerra civil

de 1642-49, que terminó con la ejecución del rey Carlos I de Inglaterra, mientras que el

anciano Harvey fue fiel hasta el final al monarca, de quien era médico de cámara. Por lo

demás, Sydenham pasó la mayor parte de su vida en Londres, consagrado al ejercicio de la

medicina. Reunió los resultados de su experiencia clínica en una obra significativamente

titulada Observationes medicae (1676). En una ocasión, un noble preguntó a Sydenham

qué libro de medicina le aconsejaba. La respuesta fue: «Lea Don Quijote, que es un libro

muy bueno; yo no me canso de leerlo». La anécdota no solamente refleja el sentido del

humor del gran médico y el prestigio de la obra de Cervantes en la Inglaterra de esta

época. También responde al rechazo por parte de Sydenham de la patología hasta

entonces existente, tanto la galenista como la iatroquímica y la iatromecánica. Frente a

ellas, expuso en el prólogo de sus Observationes un programa para construir una nueva

 patología basado en «la descripción de todas las enfermedades tan gráfica y natural como

sea posible», ordenando los casos de la experiencia clínica en especies, «con el mismo

cuidado con que lo hacen los botánicos Basándose en la regularidad de los fenómenos

naturales, incluso cuando se trata de alteraciones, Sydenham afirmó de este modo la

necesidad de describir inductivamente las «especies morbosas» o entidades nosológicas,

bajo la influencia de los planteamientos metodológicos de Francis Bacon y de John Locke,

la noción de especie botánica de John Ray y la postura antisistemática del químico Robert

Bovie. Insistió asimismo en la importancia de prescindir de prejuicios teóricos cuando se

observa a los enfermos, ateniéndose a los fenómenos que pueden ser recogidos, y en la de

distinguir los síntomas principales, que son peculiares de cada especie morbosa y de

 presencia constante en los enfermos que la padecen, de los síntomas secundarios, que son

adventicios porque dependen de circunstancias como la edad de los pacientes y el

tratamiento que han recibido.

El propio Sydenham comenzó a hacer realidad su programa publicando descripciones

nosográficas de la gota, la histeria y otras especies morbosas. Sin embargo, no alcanzó

vigencia general hasta comienzos del siglo XVIII, gracias fundamentalmente al holandés

Hermann Boerhaave (1668-1738), catedrático de la Universidad de Leyden, quien alcanzó

tal prestigio que llegó a ser llamado communis Europeae praeceptor (maestro de toda

Europa). Boerhaave asoció el programa de Sydenham a la enseñanza junto a la cama delos enfermos, procedente como sabemos de la escuela de Padua y que, gracias a su

 prestigio, se difundió a otras universidades de varios países. Boerhaave insistió también

en la importancia de las indagaciones necrópsicas, contribuyendo a que la lesión

anatómica comenzara a convertirse en clave del diagnóstico, y creó el modelo moderno

de historia clínica que, con diversas variantes, se ha mantenido hasta la actualidad. Por

Dr. Oswaldo Salaverry

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otra parte, su manual Institutiones medicae (1708), repetidas veces reeditado en diversos

 países, influyó decisivamente en la renovación de la enseñanza.

Durante el Barroco continuaron incorporándose a la terapéutica europea nuevos

remedios naturales procedentes de América, el más importante de los cuales fue la

corteza de quina, primer medicamento eficaz contra las fiebres intermitentes o paludismo.La investigación histórica ha demostrado que es legendaria la versión que asociaba su

introducción a la curación con ella de las fiebres que padecía la condesa de Chinchón,

esposa del virrey del Perú, motivo por el que Linneo denominó Cinchona al género

botánico de las quinas. En realidad, la utilización de la quina por los indios de la región de

Quito fue dada a conocer por misioneros jesuitas a los médicos españoles del virreinato,

donde sus efectos fueron comprobados por Juan de Vega, catedrático de medicina de la

Universidad de Lima, y sus polvos preparados de acuerdo con la materia médica europea

 por el boticario Gabriel España. El propio Juan de Vega los introdujo en Europa el año

1641, a través de Sevilla, tal como lo expone en su estudio sobre el tema Gaspar Calderade Heredia (1591-post 1668), máxima figura médica de la capital andaluza en este

 período. Por otra parte, a lo largo de todo el siglo XVII se mantuvo una dura polémica

entre los galenistas que se oponían a los medicamentos químicos y los paracelsistas y

iatroquímicos que, no solamente defendían su uso, sino que interpretaban desde puntos

de vista quemiátricos la acción de los remedios naturales, entre ellos, la quina. Resulta

notable que los galenistas más intransigentes rechazaran también el empleo de esta

última.

Un auténtico hito en la investigación de los factores sociales que causan y configuran las

enfermedades fue la publicación del primer tratado sistemático de medicina laboral: De

morbis artificum diatriba (1700), del italiano Bernardino Ramazzini (1633-1714). En ella

ofreció un detallado examen de las causas de las enfermedades propias de los distintos

oficios existentes en la sociedad estamental del «antiguo régimen» y anterior a la

revolución industrial.

Tal como ha puesto de relieve George Rosen, en los orígenes de la higiene pública

durante el siglo XVII influyó decisivamente el mercantilismo, corriente política que supuso

también una determinada concepción de la sociedad. Una de las ideas centrales del

 pensamiento mercantilista era la necesidad de una población en constante crecimientoque había que mantener materialmente para que el mayor número de personas estuviera

en condiciones de producir y ser utili. zada en la forma que lo requiriese la política estatal.

De mentalidad típicamente mercantilista fueron, por ejemplo, el médico inglés William

Petty, formulador teórico del interés del estudio cuantitativo de las cuestiones

demográficas, y su amigo John Graunt, que realizó un trabajo importante de este tipo en

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sus Natural and Political Observarions ... upon the Bills of Mortality (Observaciones

naturales y políticas ... sobre la base de las listas de mortalidad, 1662). Más directamente

relacionado con la epidemiología estuvo el libro del español Francisco Gavaldá (1618-

1686) Memoria de los sucessos particulares de Valencia y su Reino en los años mil

seiscientos quarenta y siete, y quarenta y ocho, tiempo de peste (1651), en el que realizó

un estudio con datos socioeconómicos y estadísticos de la repercusión en Valencia de la

última oleada de peste que sufrió la Europa occidental.

La profesión médica, cuya posición en la sociedad del Barroco estaba llena de

contradicciones, fue satirizada por numerosos autores, entre ellos, dos escritores de

 primer rango: el francés Moliére y el español Quevedo. Para encuadrar debidamente la

sátira de este último, en el Libro de todas las cosas y otras muchas más (1629) y en

diversas obras suyas de este género, conviene recordar que era un buen conocedor de las

corrientes médicas de su tiempo, sobre las que opinó principalmente en sus escritos de

carácter sociopolítico.

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Medicina de la Ilustración

La mayoría de los aspectos de la ciencia y la práctica médicas modernas se

desarrollaron inicialmente durante la Ilustración. Varios de ellos, como la patología y las

disciplinas básicas morfológicas y fisiológicas lo hicieron a partir de los nuevos fundamentos que, como hemos visto, se habían formulado en el Barroco. En otros, por el

contrario, los planteamientos renovadores y la ruptura con los presupuestos tradicionales

aparecieron entonces. Este fue el caso, sobre todo, de la cirugía y la higiene pública, cuya

«revolución científica» hay que situar, por consiguiente, en el período ilustrado. También

hubo algunos, entre los que destaca la farmacología, en los que dicha «revolución» no se

 produjo hasta la primera mitad del siglo XIX, como tendremos ocasión de comprobar.

En la anatomía descriptiva del cuerpo humano culminó la línea iniciada por el

movimiento vesaliano renacentista. No sólo se completó con estudios macroscópicosdetallados, en especial del sistema nervioso central, sino que alcanzó plena madurez su

exposición sistemática, que ofrecieron tratados como los del danés Jacob B. Winslow

(1732) y el alemán Samuel T. von Soemmerring (1791-1796), que incluso sus títulos

reflejan una visión estática y arquitectural de la morfología humana exenta de

consideraciones fisiológicas, de acuerdo con el enfoque vesaliano. Sin embargo, la

 principal novedad del período fue la reordenación de las descripciones por regiones, en

lugar de por aparatos y sistemas, que condujo a la constitución de la anatomía

topográfica, fundamento inmediato, como veremos a continuación, de la técnica

quirúrgica.

En anatomía textural se consolidó la teoría fibrilar, que consideraba la fibra como

unidad elemental de la estructura de los seres vivos. Basada al principio en observaciones

realizadas con técnicas como la disección fina, la maceración, la inyección de las

 formaciones anatómicas con sustancias coloreadas y solidificables, etc., esta teoría se

 fundamentó después en las investigaciones que efectuaron los microscopistas a partir del

último tercio del siglo XVII. Durante la Ilustración se convirtió en una de las principales

doctrinas de los saberes médicos y biológicos, siendo consideradas las fibras no sola_

mente como unidades estructurales, sino también como elementos fisiológicos y

 patológicos, de forma paralela a lo que sucedería después con las células. Ello explica queel suizo Albrecht von Haller (1708-1777) iniciara su gran tratado de fisiología (1757-1766)

con un capítulo sobre el tema, que comienza con una famosa frase: «La fibra es para el

 fisiólogo lo que para el geómetra la línea, de la que todas las figuras proceden».

 Algo parecido cabe decir del preformacionismo ovista en el terreno embriológico, ya

que fue la teoría mayoritariamente mantenida por la comunidad científica durante laDr. Oswaldo Salaverry

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mayor parte del siglo XVIII. Su principales expositores fueron el propio Haller y el italiano

Lazaro Spallanzani (1729-1799), otro gran investigador biológico con aportaciones de

 primer rango en varias áreas. Entre ellas figura la demostración experimental de que la

generación espontánea, que Redi había demostrado que no existe en los animales

inferiores visibles a simple vista, tampoco se produce en los que la micrografía había

dado a conocer. Este hallazgo contribuyó a la coherencia de su defensa del

 preformacionismo, que expuso principalmente en la obra Dissertazioni di fisica animale e

vegetabili (1780).

Como estudio independiente de las funciones orgánicas, la fisiología no se separó por

completo de la anatomía hasta la Ilustración. Además de perfeccionarse sus técnicas de

investigación, que permitieron un gran avance en el conocimiento de las diversas

 funciones, se publicaron entonces las primeras exposiciones sistemáticas de la nueva

disciplina. La más importante fue Elementa physiologiae corporis humani (Elementos de

 fisiología del cuerpo humano, (1757-1766), de Albrecht von Haller, a la que acabamos dereferirnos, gran tratado en ocho volúmenes de amplia difusión y profunda influencia en

toda Europa.

El avance conseguido en relación con el período anterior se manifiesta claramente al

comparar la obra de Harvey con la monografía dedicada por Haller a la fisiología

cardiocirculatoria, que publicó primero en latín (1754) y poco después en francés (1756).

Semejante fue el progreso de otros capítulos, en especial la fisiología digestiva, nerviosa

y respiratoria, que pueden ejemplificarse en la demostración por Spallanzani de la

digestión in vitro, el inicio de la electrofisiología por Luigi Galvani y las investigaciones

químicas de Lavoisier acerca de la respiración. Antoine Laurent Lavoisier (1743-1794),

 principal fundador; como es sabido, de la química moderna, comprobó experimental-

mente la naturaleza oxidativa del proceso respiratorio, determinando la cantidad de

oxígeno que consume y la de anhídrido carbónico y agua que produce, y le atribuyó la

génesis del calor animal, aunque localizando en los pulmones la «combustión lenta de

carbono e hidrógeno» productora de energía térmica.

Durante la Ilustración se formularon numerosos sistemas médicos, en su mayor parte

basados en las doctrinas vitalistas que aspiraban a explicar la peculiaridad de los seres

vivos mediante «principios» o «fuerzas» ínsitas en sus organismos. Sin embargo, latrayectoria central de la patología y la medicina clínica de la época se configuró en torno

de una vigorosa corriente antisistemática. La mayoría de los médicos de la época, entre

ellos los más importantes discípulos de Boerhaave, se opusieron a las síntesis cerradas

desde una postura basada en diversas formas de eclecticismo y de «empirismo racional».

Esta última expresión se utilizaba para designar la elaboración inductiva de la observación

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clínica, en la línea propuesta por Sydenham, asociada a los datos proporcionados por las

ciencias básicas, sobre todo la anatomía y la fisiología experimental. Ello condujo a la des-

cripción de una amplia serie de especies morbosas por parte de autores que hoy suelen

recordarse como nosógrafos «clásicos», entre las que figuran, la angina de pecho por el

británico William Heberden, la diabetes insípida por el austríaco Johann Peter Frank, la

ciática por el italiano Domenico Cotugno, la púrpura hemorrágica por el alemán Paul

Gottlieb Werlhoff, así como la pelagra, primera enfermedad de carácter carencial,

descrita por el español Gaspar Casal (1680-1759) en su obra póstuma Historia Natural, y

Médica de el Principado de Asturias (1762).

Paralelamente se desarrolló la invención de métodos de exploración de los enfermos

que permitieran obtener signos objetivos para diagnosticar las enfermedades. El propio

Boerhaave, por ejemplo, había utilizado el termómetro para medir la fiebre y, con

 parecida mentalidad mensurativa, el británico John Floyer recurrió al reloj para

determinar la frecuencia del pulso arterial. Se idearon también  signos químicos deenfermedad, como la comprobación de la presencia de azúcar en la orina de los diabéticos

o de ácido úrico en las lesiones que tienen en la piel los pacientes de gota. Sin embargo, la

más destacada aportación semiológica de la época fue la percusión ideada por el

austríaco Joseph Leopold Auenbrugger (1722-1809). La expuso a mediados del siglo XVIII

en la monografía titulada Inventum novum ex percussione thoracis humani ut signo

abstrusos interni pectoris morbos detegendi (Nueva invención para diagnosticar enferme-

dades ocultas del interior del pecho mediante la percusión del tórax humano como signo,

1761), pero su uso no se generalizó hasta comienzo de la centuria siguiente, al convertirse,

como veremos, en el primer «signo físico» anatomoclínico.

La misma mentalidad antisistemática favoreció el interés hacia la indagación

necrópsica de las lesiones anatómicas. Se multiplicó el número de autopsias y se

dedicaron numerosas obras a reunir los resultados obtenidos de modo ordenado. Esta

línea culminó en el gran tratado del italiano Giovanni Battista Morgagni (1682-1771)

titulado De sedibus et causis morborum per anatomen indagatis (Sobre las

localizaciones y las causas de las enfermedades investigadas anatómicamente, 1761).

Formado junto a Antonio María Valsalva en la Universidad de Bolonia y luego profesor

durante casi sesenta años en la de Padua, Morgagni realizó importantes contribuciones

a la anatomía descriptiva, mereciendo ser llamado anatomicorum princeps de su época.

No obstante, su principal obra fue De sedibus, auténtico hito en el paso a primer plano

de la lesión anatómica, ya que contiene medio millar de casos clínicos, todos ellos

seguidos de un informe de la autopsia que el mismo Morgagni o su maestro Valsalva

habían practicado tras la muerte del paciente.

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La terapéutica medicamentosa de la Ilustración fue una mera continuación de la del

 período anterior. Se incorporaron numerosos remedios nuevos, tanto químicos como

naturales, estos últimos procedentes de América y otras partes del mundo, así como de

la propia Europa. El más famoso fue la Digitalis purpurea, que venía siendo utilizada por

la medicina popular, a partir de la cual la introdujo en la académica el británico William

Withering (1741-1791), quien le dedicó el estudio An Account of the Foxglove, and some

of its Medical Uses, with Practical Rernarks on Dropsy and other Diseases (Informe

sobre el digital y algunos de sus usos médicos, con notas prácticas sobre la  hidropesía y

otras enfermedades, 1785). Las limitaciones de la farmacología de la época se reflejan

muy claramente en este texto clásico, Y. que la incapacidad del análisis químico en este

terreno son puestas de relieve por Withering, quien desconocía, por otra parte, la

 farmacodinamia del nuevo remedio, que se explicaría con métodos experimentales

durante el siglo XIX.

El punto de partida de la cirugía moderna puede situarse en la Ilustración por un doblemotivo. En primer término, el cirujano dejó de ser un práctico de bajo nivel social para

convertirse en un técnico de prestigio, formado en centros docentes de tanta o mayor

altura que las facultades de medicina universitarias. En segundo lugar, el acto quirúrgico

adquirió auténtica categoría técnica.

La separación tradicional entre médicos y cirujanos se había hecho todavía más

 profunda en la mayor parte de los países europeos durante el siglo XVII. Desde su

 privilegiada posición de profesional universitario, el médico había llegado a despreciar

abiertamente todo lo que significara trabajo manual. «El médico -decía un difundido texto

(le dicha centuria destinado a los estudiantes de medicina- no debe cortar, ni quemar, ni

colocar emplastos, cosas contrarias a la dignidad de un médico racional, puesto que por

doquier se encontrarán barberos». Las circunstancias cambiaron en el siglo XVIII, cuando

el bajo nivel de la cirugía resultó perjudicial para los intereses de las monarquías

absolutas gobernadas de acuerdo con los principios del despotismo ilustrado. Los

barberos-cirujanos, con nula o muy escasa instrucción, eran incapaces, en efecto, de

responder a las exigencias que planteaba la nueva organización del ejército, la navega-

ción y los hospitales.

No resulta nada extraño que la definitiva separación entre barberos y cirujanos y laconversión de estos últimos en profesionales de prestigio partiera de la Francia de Luis XV.

En 1731, un decreto de este monarca creó en París la Real Academia de Cirugía, cuyo

 primer presidente fue Jean Louis Petit, máxima figura quirúrgica francesa de la primera

mitad del siglo XVIII. En la década siguiente, la Academia fue equiparada a la Facultad de

Medicina desde el punto de vista de la enseñanza, con capacidad incluso para otorgar el

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grado de doctor, que fue concedido por vez primera en 1749 a Antoine Louis, sucesor de

Petit como cabeza de la cirugía francesa. El modelo francés fue imitado, con diversas

variantes, por casi todos los demás países europeos.  En España, su introductor fue el

catalán Pere Virgili, quien consiguió que en 1748 se fundara en Cádiz un Real Colegio de

Cirugía destinado a la formación de cirujanos para la Armada. El nuevo centro funcionó

con gran altura, igual que otros dos del mismo tipo que se crearon más tarde en Barcelona

(1764) y Madrid (1787). Una de las consecuencias inmediatas de esta reforma fue la

existencia de dos profesionales de la medicina de igual categoría y rivales entre sí: el médi-

co propiamente dicho, con título universitario, y el cirujano formado en las nuevas

instituciones. Los problemas que ello suponía acabaron solucionándose con la fusión de

ambos. En España, tal unificación no se inició hasta la primera mitad del siglo XIX, como

veremos más tarde.

Sin embargo, la consecuencia más importante de la reforma fue un extraordinario

 progreso de la cirugía, que de práctica empírica y aventurada pasó a convertirse en unatécnica sólidamente fundamentada. Hasta entonces, los cirujanos se habían apoyado en

la anatomía de modo limitado o impreciso. El cambio fue posible porque las grandes

 figuras quirúrgicas del siglo XVIII desarrollaron el saber anatómico de acuerdo con las

necesidades de la cirugía, creando la anatomía topográfica que, como ya hemos

anotado, no está ordenada por aparatos y sistemas, sino por regiones. Suele llamarse

también anatomía quirúrgica porque es el fundamento que permite reglamentar cada

 paso de una operación determinada, relacionándolo de modo preciso con las

 formaciones anatómicas que aparecen en la región correspondiente, desde el plano

superficial hasta el más profundo. Por ejemplo, el tratamiento quirúrgico de las herniasinguinales se convirtió en una serie de operaciones estrictamente regladas, gracias al

detenido estudio de la región inguinocrural por parte de una serie de cirujanos -

anatomistas que culminó, a finales del período, en varias monografías, la más

importante de las cuales fue la del español Antoni de Gimbernat (1734-1816), Nuevo

método de operar la hernia crural (1793), varias veces reeditada en diversos idiomas.

 Al mismo tiempo que la práctica de la cirugía se convertía en una técnica,

comenzaron a sentarse las bases de la patología y la clínica quirúrgicas. A lo largo del

siglo XVIII, los nuevos profesionales de la cirugía asumieron el programa de Sydenham y

contribuyeron al enriquecimiento de la observación clínica y la nosografía. La

traumatología y las enfermedades óseas son las áreas en las que resulta más patente

este proceso: los tratados de Petit (1705 y 1723) y de Louis (1768) significaron un gran

avance en la caracterización clínica de las fracturas, tarea a la que después

contribuyeron otros autores como el inglés Percivall Pott; Petit describió la osteomalacia

y Pott la tuberculosis ósea; el escocés Benjamín Bell diferenció con claridad la con-

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moción, la comprensión y la inflamación como estados consecutivos a los traumatismos

craneales, etc. En el tercio final de la centuria, John Hlrnte r (1728-1793), otro cirujano

escocés, inició una línea todavía más ambiciosa: la fundamentación de la patología

quirúrgica en la investigación biológica y experimental. Hunter consideraba insuficientes

la anatomía topográfica y la observación clínica como únicas bases y afirmaba que la

cirugía debía recurrir a los estudios morfológicos comparados y a la investigación

experimental de laboratorio. Frente al escepticismo de sus colegas, consiguió con ellos

hallazgos de repercusión práctica tan inmediata como la explicación hemodinámica (le

la dilatación de los aneurismas y el descubrimiento de la circulación colateral tras la

ligadura de una arteria. También tuvieron importantes consecuencias prácticas sus

indagaciones acerca de la inflamación y la cicatrización, que expuso en su principal obra

titulada A Treatise of the Blood, Inflammation and Gunshot Wounds (Tratado sobre la

sangre, la inflamación y las heridas por arma de fuego. 1794). Por otra parte, la

insistencia de Hunter de estudiar los fenómenos biológicos y patológicos «como un

todo» se convirtió en el núcleo de una perdurable tradición británica no sólo en cirugía

sino en las demás áreas médicas.

La segunda etapa de la medicina preventiva, correspondiente al desarrollo de la higiene

 pública, se inició también durante la Ilustración, principalmente bajo la influencia del

mercantilismo. Su gran figura inicial fue el alemán Johann Peter Frank (1745-1821), quien

 fue primero médico rural y desempeñó más tarde diversos cargos en las cortes de varios

estados del área germánica. En 1784 entró al servicio del emperador austríaco José 11

como protomédico de Lombardía, encargándose allí de organizar las reformas decretadas

 por este monarca, con cuya mentalidad ilustrada llegó a identificarse plenamente.Pronunció entonces el discurso De populorum miseria, morborum genitrice (Sobre la

miseria popular como causa de las enfermedades, 1790), título clásico de la historia de la

etiología social. Su gran obra fue System einer vollstndigen medicinischen Polizey

(Sistema de una completa policía médica), primer tratado de higiene pública, cuyos seis

volúmenes aparecieron desde 1779 a 817, editándose además otros tres complementarios

después de su muerte. El título refleja el apoyo directo de Frank en las doctrinas que el

cameralismo -versión alemana del mercantilismo- desarrolló en torno al concepto de

«policía», es decir, de vigilancia y control por, parte del Estado absoluto del bienestar de

sus súbditos. Rosen ha llamado al System de Frank «código sanitario para déspotasilustrados». No estaba destinado, en efecto, a los médicos ni tampoco a la educación

 popular, sino a los soberanos de mentalidad reformista, lo que explica su insistencia en la

legislación como instrumento de la higiene pública.

El tratado de Frank tuvo una extraordinaria influencia que condicionó en gran parte

el desarrollo posterior de la higiene pública en toda Europa. La única excepción

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importante fue Gran Bretaña, donde el movimiento sanitario tuvo ya durante el siglo

 XVIII características peculiares, acordes con la singularidad sociopolítica del país. Dicho

movimiento careció de un planteamiento sistemático similar al de Frank, ya que fue obra

de la iniciativa privada de personas de condición muy heterogénea, aunque todos

 pertenecientes a los estratos sociales medios, que promovieron la reglamentación del

comercio de la ginebra, la lucha contra la mortalidad infantil con la fundación de

dispensarios para niños pobres, la higiene de las prisiones, las cárceles y los manicomios,

la sanidad naval y militar, etc.

En este movimiento puede encuadrarse la invención por Edward Jenner (1749-1823)

de la vacunación antivariólica, primera arma biológica eficaz para la prevención de una

enfermedad infectocontagiosa. El antecedente inmediato de este descubrimiento fue la

difusión en Europa de la variolización que, como ya hemos dicho, era de origen chino. En

1718 fue dada a conocer a los médicos occidentales que asistían en Estambul al personal

diplomático y, tres años más tarde, la esposa del embajador británico en Turquía laintrodujo en la corte de Londres, desde donde pasó a todos los países europeos. Durante

más de medio siglo, su aplicación tuvo ardientes defensores y también críticos que

 pusieron de relieve la imposibilidad de controlar la virulencia de la enfermedad inoculada.

 Jenner era un médico rural que practicó algún tiempo la variolización, observando que no

 prendía en las personas que habían padecido la viruela vacuna. Teniendo en cuenta la

relativa benignidad de esta afección, pensó en sustituir la variolización por la inoculación

de la «linfa» de alguien que la hubiera sufrido espontáneamente. De acuerdo con tal

idea, en 1796 inoculó a un piño con linfa vacunal procedente de la mano de una moza de

establo, comprobando con esta y otras inoculaciones posteriores que se conseguía unadefensa frente al contagio de la viruela humana. El trabajo en el que expuso sus

experiencias fue rechazado por la Royal Society, de Londres, pero Jenner las publicó

 finalmente en su libro An Inquiry onto the Causes and Effects of the variolae vaccinae

(Indagación sobre las causas y efectos de la viruela vacuna, 1798). La vacunación anti-

variólica fue acogida al principio de manera muy fría, de forma que su aplicación efectiva

no comenzó en la propia Gran Bretaña hasta 1801. En España fue introducida en 1799

 por el médico catalán Francesc Piguillem y cuatro años más tarde se organizó para difun-

dirla una gran expedición, dirigida por el alicantino Francisco Javier de Balmis, que la

llevó a América y a varias zonas del Pacífico.

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Edward Jenner. La vacunación antivariólicaDiferentes especies de materiales infecciosos, al ser absorbidos por el organismo, pueden producir

efectos en cierto modo similares, pero la singularidad del virus de la viruela vacuna es que la persona que ha

sido afectada por él está libre para siempre de la infección de la viruela: ni la exposición a las emanacionesvariólicas, ni la introducción de la sustancia mórbida en la piel le producirán este mal.

Para apoyar este hecho tan extraordinario expondré a mi lector gran número de casos.

Caso I.- José Merret, ahora segundo jardinero del conde de Berkeley, vivía en el año 1770 como sirviente en

casa de un granjero vecino de esta localidad. Ocasionalmente ayudaba a ordeñar las vacas de su patrón.

Varios caballos que pertenecían a la granja comenzaron a padecer de úlceras en los cascos, y a menudo los

curaba Merret. Poco [253] después, las vacas enfermaron de viruela vacuna, e inmediatamente aparecieron

varias úlceras en las manos de Merret, seguidas de hinchazón y endurecimiento en las axilas, y se sintió tan

indispuesto durante varios días que no pudo cumplir sus tareas habituales. Antes de que sobreviniera el mal

entre las vacas, no se había adquirido ninguna vaca nueva en la granja, ni había entrado sirviente alguno

afectado de viruela vacuna.

En abril de 1795, al efectuar aquí una variolización general, Merret fue inoculado junto con su familia;

había pasado un período de veinticinco años desde que contrajera la viruela vacuna y, sin embargo, aunque

el material fue introducido repetidas veces en su brazo, no logró infectarlo; sólo apareció en la piel,

alrededor de las zonas inoculadas, una erupción que fue tomando un aspecto erisipelatoso en su parte cen-

tral. Durante todo el tiempo que su familia padeció de la viruela -uno de sus miembros en forma muy

aguda- permaneció en la casa junto a ellos, sin que esta exposición al contagio le causara ningún daño ...

Caso XVII.- Para observar más detenidamente el progreso de la enfermedad elegí a un niño sano de unos

ocho años de edad, a quien debía inoculársele la viruela vacuna. El material fue tomado de una úlcera de la

mano de una lechera infectada por las vacas de su patrón e introducido en el brazo del niño el día 14 demayo de 1796 por medio de dos incisiones superficiales de media pulgada de largo cada una y que

penetraban apenas en la piel.

Al séptimo día, el niño se quejó de una molestia en la axila; al noveno día sintió escalofríos, pérdida del

apetito y un ligero dolor de cabeza; pasó el día bastante indispuesto y durmió mal por la noche, pero al día

siguiente se encontraba restablecido.

El aspecto de las incisiones hasta su completo desarrollo era muy semejante al que resulta de la

aplicación del virus de viruela en las mismas condiciones. La única diferencia que percibí era que el líquido

límpido producido por la acción del virus tomó en este caso un tinte más oscuro y que la erupción que se

extendía alrededor de las incisiones tenía un aspecto más erisipelatoso que el de las que observamos en

general cuando se ha utilizado material de viruela; pero todo desapareció (dejando en las partes inoculadas

costras y escaras), sin ocasionamos a mí ni al enfermo ninguna molestia.

Con el objeto de demostrar que el niño estaba indemne del contagio de la viruela, luego de haber sufrido su

organismo una afección tan [254] leve provocada por el virus de la viruela vacuna, fue inoculado el primero

de julio del mismo año con material de viruela tomado directamente de una pústula. Le fueron practicadas

varias punciones e incisiones en los dos brazos, y el líquido fue introducido con todo cuidado, pero no le

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siguió ninguna enfermedad. Sus brazos presentaban el mismo aspecto que el que observamos cuando se

aplica material varioloso a un enfermo que ya ha padecido la viruela vacuna o la viruela. Varios meses

después, el niño fue nuevamente inoculado con material varioloso, lo que no produjo ningún efecto sensible

en su organismo. [255]

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Claude Bernard. El método de la fisiología experimental: el jugopancreático

Trajeron un día a mi laboratorio conejos procedentes del mercado. Los colocaron sobre una mesa en la

que orinaron, y casualmente observé que su orina era clara y ácida. Este hecho me llamó la atención debi-do a que los conejos tienen habitualmente una orina turbia y alcalina por ser animales herbívoros,

mientras que los carnívoros tienen por el contrario, como es sabido, orinas claras y ácidas. Al observar la

acidez de la orina de los conejos pensé que estos animales debían estar en las circunstancias alimenticias

propias de los carnívoros. Supuse que quizá no habían comido desde hacía mucho tiempo y que el ayuno

los había convertido en auténticos animales carnívoros que se sustentaban con su propia sangre.

Resultaba muy fácil verificar mediante la experiencia esta idea a priori o hipótesis. Di a comer hierba a los

conejos y a las pocas horas sus orinas se habían convertido en turbias y alcalinas. A continuación los dejé

en ayunas y a las veinticuatro o treinta y seis horas a lo sumo, sus orinas habían vuelto a ser claras y muy

ácidas. Dándoles hierba se convertían otra vez en alcalinas, etc. Repetí esta experiencia tan penosa para

los conejos numerosas veces, siempre con el mismo resultado. Más tarde la realicé con el caballo, animal

herbívoro [289] que tiene también la orina turbia y alcalina. Descubrí que el ayuno producía, en seguida,como en el conejo, acidez de la orina, con aumento relativamente elevado de urea, hasta el punto de que

cristalizaba con frecuencia de forma espontánea al enfriarse la orina. Como resultado de mis experiencias

llegué, por tanto, a una proposición general desconocida entonces: en ayunas todos los animales se

nutren de carne, de manera que los hervíboros tienen en esas condiciones orinas semejantes a las propias

de los carnívoros.

Se trata de un hecho particular muy sencillo que permite seguir con facilidad la trayectoria del

razonamiento experimental. Al observar un fenómeno desacostumbrado hay que preguntarse siempre a

qué puede deberse o, dicho de otra forma, cuál es su causa inmediata. Aparece entonces en la mente una

respuesta o una idea que hay que someter a la experiencia. Al observar la orina ácida de los conejos, me

pregunté instintivamente cuál podía ser su causa. La idea experimental consistió en la relación que mimente estableció espontáneamente entre la acidez de la orina en el conejo y el estado de ayuno, al que

consideré como una auténtica nutrición carnívora. De modo implícito realicé un razonamiento inductivo de

acuerdo con el siguiente silogismo: las orinas de los carnívoros son ácidas; por lo tanto, son carnívoros si

están en ayunas. Es lo que había que demostrar mediante la experiencia.

Para probar que mis conejos eran completamente carnívoros cuando estaban en ayunas había que

efectuar una contraprueba. Era necesario conseguir experimentalmente un conejo carnívoro, dándole

carne como alimento, para ver si su orina era entonces clara, ácida y con un aumento relativo de urea como

durante el ayuno. Alimenté por ello a los conejos con carne cocida de vaca, que comen muy bien cuando no

se les da otra cosa. La previsión quedó también confirmada, ya que los conejos tuvieron orinas claras y

ácidas mientras se les mantuvo este tipo de alimentación.

Con el fin de completar la experiencia, quise asimismo comprobar, mediante la autopsia de los animales, si

la digestión de la carne se realizaba en el conejo de la misma manera que en un carnívoro. Comprobé, en

efecto, en sus reacciones intestinales, todos los fenómenos de una buena digestión, estando todos los

vasos quilíferos repletos, como en los carnívoros, de un quilo muy abundante, blanco lechoso. No

obstante, con motivo de estas autopsias, que confirmaron mis ideas acerca de la digestión de la carne por

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los conejos, observé un hecho en [290] el que yo no había pensado en absoluto, y que llegó a ser, como

se verá, el punto de partida de un nuevo trabajo.

Cuando sacrifiqué los conejos que había alimentado con carne pude comprobar que los quilíferos

blancos y lechosos empezaban a ser visibles en el intestino delgado en la porción inferior del duodeno,

unos 30 cm por debajo del píloro. Me llamó la atención este hecho porque en los perros los quilíferos

empiezan a ser visibles en una parte mucho más elevada del duodeno, inmediatamente debajo del píloro.

Al examinar la cuestión con mayor detenimiento, comprobé que en el conejo esta peculiaridad coincidía

con una inserción muy baja del conducto pancreático, precisamente al lado de donde los quilíferos

comenzaban a contener quilo convertido en blanco y lechoso por la emulsión de las materias grasas

alimenticias.

La observación casual de este hecho me hizo pensar que el jugo pancreático podía ser muy bien la

causa de la emulsión de las materias grasas y, por lo tanto, de su absorción por los vasos quilíferos. Realicé

entonces instintivamente el silogismo siguiente: el quilo blanco se debe a la emulsión de la grasa; en el

conejo el quilo blanco se forma a nivel del lugar donde el jugo pancreático se segrega en el intestino; luego

es el jugo pancreático el que emulsiona la grasa y produce el quilo blanco. Esto era lo que había que

verificar mediante la experiencia.

Ante esta idea a priori, preparé inmediatamente una experiencia adecuada para determinar la realidad

o el error de mi suposición. Consistía en probar directamente la acción del jugo pancreático sobre las

materias grasas neutras o alimenticias. Este jugo, sin embargo, no se segrega naturalmente al exterior,

como la saliva o la orina, por ejemplo, ya que su órgano secretor está situado profundamente en la cavidad

abdominal. Fue necesario, por ello, recurrir a procedimientos experimentales para obtener en el animal

vivo líquido pancreático en circunstancias fisiológicas y en suficiente cantidad. Fue posible entonces realizar

la experiencia, es decir, verificar mi idea a priori, demostrando la experiencia que dicha idea era correcta. El

 jugo pancreático procedente de perros en circunstancias adecuadas, y también de conejos y de otros

animales, al mezclarlo con aceite o grasa fundida, los emulsionaba al instante de forma duradera, y más

tarde los acidificaba, descomponiéndolos en ácidos grasos, glicerina, etc., por medio de un fermentoespecial. [291]

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Louis Pasteur. La vacunación antirrábica

Las comunicaciones que he presentado, en mi nombre y en el de mis colaboradores, acerca de la

profilaxis de la rabia significaban, sin duda, un progreso real en el estudio de esta enfermedad, pero de

carácter más científico que práctico. Su aplicación estaba expuesta a accidentes. De los veinte perros

tratados, solamente conseguí que quince o dieciséis quedaran refractarios a la rabia ... Era necesario, por

consiguiente, conseguir, a ser posible, un método más rápido y que ofreciera una perfecta seguridad en los

perros. De lo contrario, ¿quién cometería la temeridad de realizar experimentos en el hombre antes de

haber conseguido tal progreso?

Después de efectuar innumerables experiencias, he descubierto un método profiláctico práctico y

rápido que me ha proporcionado ya en los perros resultados lo bastante numerosos y seguros para confiar

por completo en su aplicación general a todos los animales e incluso al mismo hombre.

Este método se basa fundamentalmente en los hechos siguientes: La inoculación bajo la duramadre, por

trepanación, de médula infectada de un perro con rabia de la calle produce siempre esta enfermedad en los

conejos tras un período medio de incubación de unos quince días.

Si, con el citado procedimiento de inoculación, se pasa el virus del primer conejo a un segundo, de éste

a un tercero, y así sucesivamente, aparece en seguida una tendencia cada vez más acusada a que el período

de incubación de la rabia sea cada vez más corto en los sucesivos conejos.

Después de veinte o veinticinco pases de conejo a conejo, se consiguen períodos de incubación de ocho

días, que se mantienen durante otros veinte o veinticinco pases. Se alcanza después un período de

incubación de siete días, que se conserva con sorprendente regularidad a lo largo de una nueva serie que

llega hasta el animal número noventa. Esta es, al menos, la cifra a la que he llegado en la actualidad. Sólo

puedo añadir que se manifiesta una ligera tendencia a un período de incubación algo menor de siete días.

Los experimentos de este tipo, iniciados en noviembre de 1882, se han continuado durante tres años,

sin interrumpir la continuidad de las series y sin habernos nunca visto obligados a recurrir a otro virus que

el de los conejos muertos sucesivamente de rabia. Nada más fácil, por tanto, que tener siempre a nuestra

disposición, durante considerables intervalos de tiempo, un virus rábico bastante puro y siempre idéntico

o casi idéntico. Este es el hecho central para la aplicación práctica del método.

Las médulas espinales de esos conejos contienen, en toda su extensión, un virus rábico de un grado de

virulencia constante. Si se extraen porciones de las mismas de unos pocos centímetros de longitud, con

todas las precauciones posibles para conservar su pureza, y se suspenden en aire seco, la virulencia

desaparece gradualmente hasta extinguirse por completo. El tiempo en el que esta extinción de la virulen-

cia se realiza varía un poco de acuerdo con el espesor de los fragmentos medulares, pero sobre todo con la

temperatura del ambiente. Cuanto más baja es esta última, más tiempo se mantiene la virulencia. Estos

resultados constituyen el apoyo científico principal del método.

Establecidos estos hechos, puede conseguirse, en un tiempo relativamente corto, que un perro quede

refractario a la rabia, de la forma siguiente:

Se suspenden cada día porciones de médula espinal fresca de un conejo muerto de rabia tras un

período de inoculación de siete días, en una serie de frascos en los que el aire se mantiene seco mediante

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trozos de potasa colocados en su fondo. Asimismo, se inocula diariamente, bajo la piel del perro, una

 jeringa de Pravaz llena de caldo esterilizado en el que se ha desleído un pequeño fragmento de una de las

médulas desecadas, comenzando por una lo suficientemente alejada del día de la operación para tener

seguridad de que carece de virulencia ... Durante los días siguientes se repite la misma operación con

médulas más recientes, separadas cada una de ellas por un intervalo de dos días, hasta emplear

finalmente una muy virulenta que ha estado solamente en el frasco durante dos días. El perro ha quedado

entonces refractario a la rabia. Puede ser inoculado con virus rábico bajo la piel e incluso en la superficie

del cerebro, después de trepanarlo, sin que aparezca la enfermedad.

Con este método había conseguido tener cincuenta perros de todas las edades y razas refractarios a la

rabia, sin un solo fracaso, cuando el lunes 6 de julio del presente año se presentaron inesperadamente en

mi laboratorio tres personas procedentes de Alsacia.

Théodore Vone, tendero de Meissengott, localidad cercana a Schlestadt, al que había mordido el 4 de

 julio su propio perro, que se había vuelto rabioso.

Joseph Meister, de nueve años, mordido también el 4 de julio a las ocho de la mañana por el mismo

perro. Este niño había sido derribado por el perro y presentaba numerosas mordeduras en las manos, laspiernas y los muslos, algunas tan profundas que le hacían difícil caminar. Las principales habían sido

cauterizadas con ácido fénico a las ocho de la tarde del mismo 4 de julio, doce horas después del acciden-

te, por el doctor Weber, de Villé.

La tercera persona, que no había sido mordida, era la madre del pequeño Joseph Meister ...

El Dr. Vulpian y el Dr. Grancher, profesores de la Facultad de Medicina, tuvieron la amabilidad de venir

a ver enseguida al pequeño Joseph Meister y comprobar el estado y el número de sus heridas. Tenía nada

menos que catorce. La opinión de nuestro sabio colega y del Dr. Grancher fue que, debido a la gravedad y

al número de las mordeduras, era casi seguro que Joseph Meister padecería la rabia. Comuniqué entonces

a ambos los nuevos resultados que había conseguido en el estudio de la rabia desde la comunicación que

había presentado en Copenhague un año antes. Puesto que la muerte de este niño parecía inevitable, me

decidí, no sin una viva y cruel ansiedad, como puede imaginarse, a aplicar a Joseph Meister el método que

siempre había tenido éxito en los perros ...

En consecuencia, a las ocho de la tarde del 6 de julio, sesenta horas después de las mordeduras del día

4, y en presencia de los Drs. Vulpian y Grancher, se inoculó al pequeño Joseph Meister, en un pliegue de la

piel del hipocondrio derecho, media jeringa de Pravaz con médula espinal de un conejo que había muerto

de rabia el 21 de junio. Desde entonces, es decir, desde quince días antes, había estado conservada en un

frasco con aire seco.

Durante los días siguientes se practicaron nuevas inoculaciones, hasta un total de trece, durando el

tratamiento diez días. Como después advertiré, hubiera bastado un número menor de inoculaciones. Peroresulta comprensible que la primera vez actuásemos con la máxima prudencia ... En los últimos días inoculé

a Joseph Meister el virus rábico más virulento, es decir, el procedente de un perro y reforzado por un gran

número de pases de conejo a conejo; produce la rabia en estos animales a los siete días de incubación, y en

los perros a los diez días

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Por consiguiente, Joseph Meister ha escapado no solamente de la rabia que le hubieran causado las

mordeduras que había recibido, sino de la que yo le inoculé para comprobar la inmunidad producida por el

tratamiento, mucho más virulenta que la rabia canina de la calle.

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Robert Koch. La teoría microbiana de la infección

La bacteriología es una ciencia muy joven, por lo menos en lo que se refiere a nosotros los médicos.

Hasta hace unos quince años, apenas si se sabía algo más que en el carbunco y en la fiebre

recurrente aparecen en la sangre unas formaciones extrañas peculiares, y que en las enfermedades

por infección de las heridas existen, ocasionalmente, los llamados vibriones. No se contaba aún conuna demostración de que estos elementos podían ser los causantes de aquellas enfermedades, y,

con excepción de unos pocos investigadores, considerados como extravagantes, se concebían tales

hallazgos más bien como curiosidades que como supuestos productores de enfermedades. Tampoco

se podía pensar de manera muy diferente, pues no se había demostrado nunca que se tratase de

seres independientes y específicos para estas enfermedades. En los líquidos en putrefacción,

especialmente la sangre de animales ahogados, se habían encontrado bacterias que no se

distinguían de los bacilos del carbunco. Algunos investigadores no querían, en absoluto, otorgarles la

categoría de seres vivientes, sino que los consideraban como formaciones cristaloideas. Bacterias

idénticas a los espirilos de la fiebre recurrente existirían en las aguas pantanosas y en el sarro de los

dientes, habiéndose hallado bacterias semejantes a los micrococos de las enfermedades de las

infecciones de las heridas, al parecer, en la sangre y en los tejidos sanos.

Con los recursos ópticos y experimentales de que se disponía tampoco se podía ir más lejos, y así se

hubiera seguido durante mucho tiempo si no hubieran aparecido, justo entonces, nuevos métodos

de investigación que impusieron, de pronto, conductas completamente distintas, abriendo caminos

hacia horizontes más amplios en ese oscuro terreno. Con el auxilio de los sistemas de lentes

perfeccionados y su empleo más adecuado y con la colaboración del uso de los colorantes de anilina,

se consiguió observar nítidamente hasta las bacterias más pequeñas, pudiéndoselas distinguir, en

cuanto a su morfología, de los otros microorganismos. Al mismo tiempo y mediante la utilización de

sustratos nutritivos, líquidos o sólidos, según las exigencias, fue posible separar los gérmenes en

forma aislada y obtener cultivos puros, sobre los que se pudieron determinar las propiedades

particulares de cada una de las especies de manera absolutamente segura. Muy pronto se

observaron los resultados rendidos por estos nuevos recursos. Se describió una cantidad de especies

nuevas, bien caracterizadas, de microorganismos patógenos, y, lo que fue especialmenteimportante: se demostró la relación causal entre éstos y las enfermedades correspondientes. Como

los agentes patógenos hallados pertenecían, todos, al grupo de las bacterias, eso motivó la

suposición de que las verdaderas enfermedades infecciosas debían de estar condicionadas, exclusi-

vamente, por determinadas especies bacterianas, distintas entre sí, pudiéndose abrigar, también, la

esperanza de que, en un tiempo no muy lejano, podrían encontrarse los causantes específicos de

todas las otras enfermedades contagiosas.

Entretanto, esta esperanza no se realizó, y el desarrollo ulterior de la investigación bacteriológica

hizo múltiples progresos inesperados también en otros campos. Si me tuviese que atener, en un

principio, a los resultados positivos de la investigación bacteriológica, tendría que destacar,

entonces, precisamente los siguientes puntos:

En la actualidad, es necesario admitir como absolutamente demostrado que las bacterias, así comolos organismos vegetales superiores, constituyen especies definidas, muy difíciles, en realidad, de

delimitar entre sí ...

Todas las modernas experiencias se adecuan decididamente de la manera más escrupulosa posible a

la separación de las especies bacterianas, debiéndose trazar los límites entre cada una de ellas en

forma más bien estrecha que amplia.

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Y frente a como se pensaba antes, también se han resuelto y simplificado notablemente otras

incógnitas esenciales; por ejemplo, la que se refiere a la demostración de la dependencia de

causalidad entre las bacterias patógenas y las enfermedades infecciosas que ellas provocan.

La creencia de que los microorganismos debían de ser los responsables de estas enfermedades, ya

había sido señalada, en realidad, con bastante anticipación, por algunos investigadores sobresa-

lientes, mas no había sobre ello un consenso general, y un gran escepticismo fue la respuesta a los

primeros descubrimientos realizados en este campo. Pero precisamente en estos casos iniciales se

hizo factible realizar, tanto más, la demostración, sobre bases incontrovertibles, de que los

microorganismos hallados en una enfermedad infecciosa son, en efecto, la causa de ella. Entonces,

era todavía justificada la objeción de que podría tratarse de una coincidencia fortuita entre la

enfermedad y los microorganismos, y de que esos últimos no se comportaban como agentes

peligrosos, sino que serían parásitos inofensivos que hallaron, precisamente en los órganos

enfermos, las condiciones ausentes en el cuerpo sano para subsistir. Muchos admitían, a decir

verdad, las propiedades patógenas de las bacterias, pero creían posible que ellas se hubiesen

transformado en patógenas sólo bajo el influjo del proceso patológico a partir de otros

microorganismos inofensivos presentes casual o constantemente. Pero cuando se pudo demostrar,

primero, que el parásito es detectable en cada uno de los casos de la respectiva enfermedad, y en

circunstancias tales que corresponden a las alteraciones patológicas y al curso clínico de laenfermedad; segundo, que nunca aparece en ninguna otra enfermedad como parásito casual y

avirulento; y tercero, que es posible aislarlo perfectamente del organismo, y que, a menudo,

después de propagado durante bastante tiempo en forma de cultivo puro, puede provocar

nuevamente la enfermedad; entonces, no pudo ser considerado más como un accidente fortuito de

la enfermedad ni tampoco pensarse, en estos casos, en ninguna otra relación entre parásito y

enfermedad, sino que el primero era la causa de la última.

Esta demostración se aplicó, luego también, en su totalidad, a una cantidad de enfermedades

infecciosas, como el carbunco, la tuberculosis, la erisipela, el tétanos y muchas enfermedades de los

animales, y principalmente en casi todas aquellas transmisibles a los animales. Y en todas ellas se

hizo evidente, una vez más, que en todos los casos en los que es posible demostrar en una

enfermedad infecciosa la presencia regular y exclusiva de bacterias, éstas nunca se comportan como

parásitos accidentales, sino como las bacterias reconocidas ya con toda seguridad como patógenas.

De aquí que nos sea bien justificado ya ahora hacer la afirmación de que, aun cuando sólo se hayan

cumplido las primeras dos condiciones de la demostración, es decir, que una vez corroborada la

existencia regular y exclusiva del parásito, está también plenamente demostrada, con ello, la

relación causal entre parásito y enfermedad. Partiendo de esta suposición debemos, pues,

considerar parasitarias una serie de enfermedades con las que no se logró hasta ahora infectar a ani-

males de experimentación para proporcionar así el tercer paso de la demostración. Pertenecen a

estas enfermedades el tifus abdominal, la difteria, la lepra, la fiebre recurrente y el cólera asiático.

En lo que se refiere a esta última afección, quisiera hacer notar, con toda insistencia a este respecto,

la resistencia tenaz extraordinaria que se opuso a la admisión de esta enfermedad como parasitaria.

Se recurrió a todo lo imaginable para despojar a las bacterias del cólera de su carácter específico,

pero ellas salieron airosas de todas las impugnaciones, pudiéndose actualmente admitir como un

hecho siempre comprobado y sólidamente establecido que constituyen la causa del cólera.

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Luis Miguel Glave. La demografía indígena

El colapso demográfico fue tremendo para la reproducción de la sociedad indígena y para la economía

encomendera. Conforme hubo menos indios, las encomien- das perdieron entidad, aunque nunca la

perdieron del todo. Antes del contacto  con los europeos, la región andina central tenía una

población de 14 millones de habitantes, mientras que lo que corresponde al Perú actual sumaba unos

9 millones. No cabe otra definición a la de colapso demográfico, la pérdida humana más masiva de la

historia. Ahora bien, el ritmo del desastre fue desigual. 

La costa fue el territorio más golpeado: agrupados de forma bastante densa en  los valles, los pobladores

andinos de la costa estuvieron a merced de una virulenta cadena de epidemias y mortandad. Así,

algunos lugares quedaron prácticamente despoblados. Los indios de algunos valles costeños perdieron el

90% de sus efectivos. En el propio valle de Lima, por ejemplo, Domingo de Santo Tomás escribía a

Bartolomé de las Casas que, cuando llegaron los españoles, habrían sido unos 20,000 indios,

mientras que treinta años después eran solo 1,500. No se trataba de  una exageración del dominico, ya

que estudios modernos han calculado la población de los tres valles de Lima en unos 25,000 a 30,000

tributarios en 1530, mismos que pasaron a ser menos de 2,000 en 1571. Toda la costa central,

incluyendo los 

valles de Guarco (Cañete) y Chincha, habría estado poblada por casi medio millón   depersonas; pero, hacia 1570, solo sumaban 130,000. Si en 1575 los tributarios del área limeña se contaban

en cerca de 1,500, en 1602 alguna fuente habla de poco más de 500. El resto que componía el

corregimiento de Cañete, en las mismas 

fechas, pasó de 2,362 tributarios a albergar solo 1,033. El ritmo

no fue regular.

En las serranías, por la dispersión de la población, el impacto fue menor y   más lento. Algunos han

calculado una disminución de población en la sierra, desde el contacto hasta la Visita toledana de 1573,

en un 30%. Pero ya establecido el 

dominio colonial, fundadas las ciudades de españoles, el fenómeno de

la caída demográfica no fue menos espectacular. Entre 1570 e inicios del siglo XVII, la disminución fluctuó

entre el 50 y el 60%. El número de tributarios que fueron censados  en la región de Charcas en 1573 fue

de 91,579, mientras que para el siguiente gran censo de 1684 solo eran 49,971.

Si la población india del Cuzco era muy grande (60,000 indios en 1570), la   ciudad minera de Potosí

tuvo a principios del siglo XVII una importante cantidad de pobladores: alrededor de 58,000 indios

trabajaban en las minas, de los que solo unos 5,000 eran mitayos. Otro censo de la misma época, el más

citado en términos generales, hablaba de una población total de 160,000 habitantes, de los cuales 

76,000 eran indios; sin embargo, la población india estaba compuesta de unos  100,000, como lo

sostenían los miembros del Cabildo cuando pidieron ayuda por  la carestía de los bienes con los que se

abastecía la ciudad. No todos estaban allí   permanentemente, muchos estaban de paso, llevando

mercaderías, acompañando a los trabajadores o buscando una oportunidad para refugiarse de las

presiones en los pueblos. Unos se intercambiaban por otros; pero, una evaluación del número 

constante aproximado de naturales que habitaban la Villa Imperial era el de esa centena de millares.

Quienes habían dejado sus pueblos para reubicarse en haciendas o en quebradas alejadas, no eran losque prioritariamente llegaban a la gran urbe. Quienes debían, podían o querían ir, eran los tributarios

originarios de los  pueblos. Otros eran los que ya se habían afincado en la ciudad. Este fenómeno de 

migración habla de la urbanización del indio y corrobora la desolación de las reducciones que

denunciaban todos por distintos motivos. 

Las epidemias fueron la epidermis del drama; el hambre y la desesperación, la entraña. El impacto sobre

el conjunto fue el mayor. Las viruelas y el sarampión  entraron entre 1520 y 1530 de manera espantosa;

pero, luego de episodios focalizados, volvieron a arrasar la población en casi todo el territorio en el

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segundo lustro de la década de 1580. En 1585 se registró una epidemia en el Cuzco, la cual era parte de un

conjunto que azotó toda la geografía americana: la viruela, el sarampión y la neumonía en el Cuzco —

según el testimonio de Montesinos— o una corta pero feroz peste de tabardillo y paperas en abril,

según Esquivel. Una historia jesuita habla de los estragos de la pestilencia de viruelas en 1586, que

recorrió desde Cartagena, pasando por Quito hasta Chile y el Estrecho sin dejar de recalar  en Arequipa y

el Altiplano, matando sin misericordia sobre todo a niños y jóvenes. En 1587 la peste de viruelas en Quito

acompañó al terremoto que se sintió en septiembre. En Lima, en 1589, fue necesario aviar a los hospitalesde indios de los valles de Surco, Lati y Lurigancho, para que no se sigan muriendo tantos a las puertas  de la

capital.

Algunos repartimientos lograron que se hicieran revisitas para confirmar la gravedad de la situación

y se rebajaran las cargas que pesaban sobre ellos. Por ejemplo, cuando en junio de 1589 se manifestó

la peste de viruelas y sarampión en Canta, se mandó hacer una Revisita y retasa de los indios al año

siguiente. Según esta, pasaron de ser 1,225 tributarios a 895 más ocho que se separaron para los 

caciques, fuera de 296 viejos inútiles, 1,028 mozos y 2,883 mujeres. La tasa se ajustó también,

cambiándose, entre otras cosas, el pago de carneros de la tierra por trigo. 

En 1591, un cirujano español llamado Andrés Salcedo logró ser nombrado en el hospital de los Andes delCuzco gracias al reconocimiento que mereció su labor durante la peste de viruelas y sarampión. él pedía

que se le hiciese merced de alguno de los hospitales de Juli e Ilavi o de Zepita y Pomata o el de los Andes.

Le con- cedieron el puesto en este, a pesar de que el corregidor había escrito sobre los  méritos de

quien ocupaba el puesto, un licenciado Francisco Rendón, al que los  chacareros de coca tenían afecto

por sus servicios en esos años tan enfermizos y eran los que pagaban al cirujano de la localidad, pues

allí no había cajas de comunidad que eran las que pagaban el hospital en las regiones andinas.

Entonces, el puesto de cirujano en un hospital constituía una merced apetecible por los recursos que

debían llegar para atender a los indios. Cuando se hicieron las primeras   composiciones de tierras,

estaban tibios algunos cuerpos que las poblaron. 

Luego hubo epidemias regionales, el Norte, particularmente Quito, sufrió serias incidencias hacia 1609.

En el Cuzco, hubo una epidemia de garrotillo en 1614, la cual terminó con dos millares de indios y atacó a

españoles incluso de la capa de  los encomenderos nobles de la ciudad. Pero podemos decir que el

gran ciclo de  caída demográfica andina se cerraba por entonces; luego, la dinámica de la población

adquiriría otras características.

La explotación colonial de los indios aumentó por medio de otras formas de extracción de recursos,

una de ellas fue la agricultura. Desde temprano, los encomenderos fueron propietarios de tierras,

pero también comerciantes de granos,  coca, vino y telas. Hubo entonces encomenderos ganaderos,

encomenderos chacareros, encomenderos obrajeros, encomenderos comerciantes y, por supuesto,

encomenderos mineros. Poco a poco, el primer factor de la nominación dejó de ser el más importante

para dejar al segundo actuar como prioritario. Desde entonces,  como ganadero, chacarero, obrajero,

comerciante o minero, tenía que entrar a la  lucha frontal para conseguir los recursos indígenas:

tierra, productos y trabajo. Además, como toda actividad económica, dependía del uso del poder: el

ser corregidor fue la otra pata de la mesa de la explotación. Lo mismo que pasó con los 

encomenderos,ocurrió con los corregidores, puestos que fueron además inter- cambiables. Luego vendrá también

la lucha por apropiarse de los recursos monetarios procedentes del trabajo comunal indígena, los

cuales se convirtieron en insumos financieros. 

Dr. Oswaldo Salaverry

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Salaverry. El inicio de la educación médica moderna en el Perú. Lacreación de la Facultad de Medicina de San Fernando

Publicado en: Acta Medica Peruana Mayo/agosto 2006. Vol 23 (2) 122-131

El 9 de septiembre de 1856, en el marco de la reforma educativa emprendida por el gobierno del

Mariscal Castilla y a partir del hasta entonces vigente Colegio de la Independencia, se crea la

Facultad de Medicina de San Fernando, reintegrando la enseñanza de la medicina al seno de la

Universidad de San Marcos y culminando un proceso que se había iniciado mas de sesenta años

antes, en el periodo virreinal, y que sentó las bases para la enseñanza moderna de las ciencias

médicas en el Perú. Desde entonces han transcurrido 150 años de fructífera labor del alma mater

de la medicina peruana y su efemérides es una buena oportunidad para recordar sucintamente lagénesis y el sentido de la fundación de la primera Facultad de Medicina del Perú.

Los antecedentes

La enseñanza de la medicina en el Perú se remonta al siglo XVI con la creación de las cátedras

clásicas de medicina en la Universidad de San Marcos.7 Aunque con interrupciones y no siendo

siempre efectivamente dictadas, estas cátedras fueron la base académica para la formación de

médicos, cirujanos y otras profesiones sanitarias como los boticarios, hasta las postrimerías del

periodo virreinal. Hacia fines del siglo XVIII y por impulso directo de Hipólito Unanue se da inicio a

la reforma y modernización de la educación médica, que había quedado anclada en su carácterescolástico y sin capacidad de absorver y difundir los incipientes adelantos que en la profesión

médica se iban sucediendo en Europa. El primer hito del proceso fue la creación del anfiteatro

anatómico en 1792 como parte indesligable de la cátedra de Anatomía que asumió Hipólito

Unanuei, a lo cual, —y con mayor influjo tanto en la enseñanza de la medicina como en el ejercicio

de la medicina y la cirugía— le siguió el inicio de las “Conferencias clínicas” en 1794, dentro del

marco de la cátedra de anatomía que regentaba Unanue.

Frente al carácter escolástico de la enseñanza médica de la universidad virreinal, las “conferencias

clínicas” marcaron un giro hacia la enseñanza práctica, reuniendo a médicos y cirujanos, hasta

entonces profesiones y gremios separados y muchas veces enfrentados entre sí, en el objetivo de

aplicar sus respectivas perspectivas y habilidades en beneficio del paciente.  8ii  Más importante

7 Las cátedras clásicas de medicina son Prima, Vísperas, Método y Anatomía. En el caso de la universidad de

San Marcos, si bien estuvieron previstas cátedras médicas desde sus Constituciones de 1571 ( equivalente a

los reglamentos o estatutos universitarios), sólo se establecieron y dictaron estas cátedras, con largos lapsos

entre una y otra, a lo largo del siglo XVII; manteniéndose con cierta discontinuidad hasta comienzos del XIX.8 Puede verse al respecto “Apología de los Cirujanos del Perú” de José Pastor de Larrinaga, pequeña obra en

la que el autor, cirujano mulato de fines del XVIII, resalta las habilidades y pericia de los cirujanos y el poco

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aún fue el giro en la naturaleza del objeto de la medicina y por tanto de su enseñanza. La medicina

escolástica, dependiente de la tradición galénica y de sus conceptos y obras clásicas, infinitamente

comentadas y ampliadas a lo largo de siglos, correspondía a la realidad europea o metropolitana.

La realidad americana con sus características propias en razas, climas, enfermedades e incluso

recursos terapéuticos, se mostraba diferente a los ojos de los médicos criollos, y la influencia de

los factores locales daba origen, en su interpretación, a una morbilidad diferente, a un curso de

enfermedad distinto al descrito en los tratados clásicos y por consiguiente a la necesidad de una

terapéutica diferente. El inicio de esta ruptura con el peso de la tradición encontró en la

conservadora Universidad de San Marcos y en algunos médicos igualmente tradicionalistas un

obstáculo notable. Unanue y sus colaboradores debieron aceptar que, pese al apoyo de los

sucesivos virreyes brindaron a la introducción de la medicina ilustrada, y de los cambios que

habían introducido en la enseñanza de la medicina a partir de la cátedra de Anatomía, estos eran

insuficientes, y no lograrían la formación de un nuevo tipo de médico en tanto no se reformara

completamente el sistema de educación médica; lo cual era imposible dentro de la estructura y

tradiciones que mantenía la Universidad de San Marcos. Unanue concibió entonces una idea

audaz, dentro del marco general de las reformas borbónicas metropolitanas: crear un Colegio de

Medicina independiente de la Universidad y bajo el auspicio de la autoridad virreinal.

Unanue hizo llegar su propuesta al Virrey Fernando de Abascal, quien no sólo acogió la idea, sino

que personalmente apoyó su desarrollo enviando una carta a los diferentes estamentos civiles,

eclesiásticos y económicos del virreinato solicitando su aporte y sustento de becas para la creación

del Colegio. La idea de Unanue, basada en la convicción que la principal necesidad de la país era

aumentar su población, consideraba que, recibiendo jóvenes becados de las distintas partes del

virreinato, formándolos adecuadamente y luego haciéndolos volver a su lugar de origen, las

enfermedades serían adecuadamente tratadas y se evitaría muertes prematuras que eran la

principal causa de la falta de trabajadores para las actividades económicas, y queja habitual de losespañoles. La idea era sencilla pero coherente y se entiende el apoyo decidido del Virrey, pero al

parecer no fue entendido así por las instituciones y autoridades invitadas por el Virrey a contribuir

y así, salvo los mineros de Hualgayoc, las contribuciones fueron escasas, a lo que se sumó las

dificultades impuestas por los administradores del Hospital de Santa Ana, donde se planteaba

originalmente construir el Colegio, lo que llevó finalmente a que se le buscara otra ubicación, muy

cercana, en otro frente de la Plaza de Santa Ana y al lado del Hospital de San Andrés de españoles.

El Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, inauguró su nuevo local en 18119, aunque

las clases se habían iniciado con alumnos externos desde un par de años antes. Fue sin embargo la

inauguración de una sede adecuada y la incorporación de los alumnos en calidad de “escolares

internos” el punto culminante de la modernización de la educación médica durante el periodovirreinal.

reconocimiento que reciben de parte de los médicos.9 Lastres es de la opinión que puede considerarse como fecha fundacional del Real Colegio la publicación el

13 de agosto de 1808, del “Quadro sinoptico”, pero reconoce que el Colegio inició funciones en 1811. Debe

señalarse también como fecha importante el 9 de mayo de 1815 en la que por gestión de Unanue se emite en

Madrid la Real cédula que aprueba la fundación del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando

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La Universidad debió ceder no sólo las rentas de las antiguas cátedras médicas, sino su

exclusividad de otorgar títulos, pues el Colegio, especialmente luego de que se refrendara su

creación con cédula real de 1815, estaba autorizado a otorgar títulos. De alguna manera el Real

Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando seguía la senda iniciada en la metrópoli con la

creación de Colegios de Cirugía como el de Cádiz, Barcelona y Madrid, con la notable ventaja del

caso limeño que en él se proponía la formación de médicos con competencias quirúrgicas.

El “Quadro sinóptico”iii  que propuso Unanue para la enseñanza del Colegio constituye un giro

Copernicano en la formación médica en el ámbito iberoamericano, pues se dejó de lado las

cátedras tradicionales, reemplazándolas con 18 asignaturas, cada una de ellas agrupada en uno de

los cuatro ramos de las ciencias que Unanue consideraba necesarias “para formar médicos útiles a

la Salud Pública, a las artes y a la Industria”   10.El resultado esperado era un médico familiarizado

tanto con las ciencias básicas como con las ciencias naturales, sin descuidar la formación en

materias clásicas y humanísticas. Los estudiantes y profesores se abocaron a la compleja tarea de

utilizar las caducas pero aun no reemplazadas categorías de la medicina galénica a una realidad

distinta a la que las había engendrado, al tiempo que incorporaban la nueva medicina que se

estaba gestando en Europa. En efecto, lejos de la metrópoli española, por esa época envuelta en

guerra, los descubrimientos y desarrollos médicos se sucedían vertiginosamente: el concepto de

tejido era enunciado por Bichat en 180011

, y un año después el mismo Bichat revolucionaba, en

versión claramente moderna, la anatomía descriptiva, con los dos primeros tomos de su

“Anatomie generale”. La cirugía buscaba métodos anestésicos y en 1812, durante la invasión

francesa a Rusia un cirujano militar plantea y utiliza el congelamiento como medio anestésico12.

Los primeros años del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, lamentablemente se

vieron afectados, inicialmente por la guerra de independencia española, consecuencia de la

invasión napoleónica de 1808, y luego por los aires independentistas que se iniciaron en toda

América y naturalmente en el virreinato peruano. El impulsor y primer Director del Colegio de San

Fernando, Hipólito Unanue, deja el cargo casi inmediatamente después de asumirlo, al tener que

dirigirse a Cádiz para integrarse como Diputado a las cortes que allí se convocaron. A su regreso,

por razones de una reciente fortuna heredada, se dedicó al saneamiento de la misma mientras

que el Colegio languidecía. Los siguientes años hasta la independencia, en 1821, fueron aciagos

para San Fernando, como para toda la nación; los recursos materiales y los esfuerzos de la

 juventud se dedicaron a la guerra de independencia, bien militando en un bando o en otro, no

dejando recursos ni jóvenes que continuaran el trabajo planteado al crearse el Colegio. La

10 Unanue dividió el conjunto de ciencias necesarias para la formación de médicos en cuatro “ramos”:

Matemática, Física, Historia Natural y Medicina, y en cada uno de ellos agrupó diversas asignaturas que

reflejan su visión de los médicos como científicos al mismo tiempo que como médicos teóricos y prácticos.

 No dejo de lado “Estudios supernumerarios” de Lengua, Dibujo y Paseo científico, pero el estudiante ya debía

ingresar con conocimientos de “letras, latinidad y lógica” Ver referencia de “Quadro sinóptico”11 Bichat. “Traité des membranes”12 El Barón Larrey utilizó esta forma de anestesia local amputando sin dolor las extremidades inferiores a los

soldados franceses heridos en la retirada desde Moscú.

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contribución de los colegiales de San Fernando y de sus maestros al proceso de la Independencia

han sido debidamente estudiados y constituyen una de las páginas gloriosas del gremio médico

peruano.13

 

Los inicios de la república y el Colegio de Medicina

A los pocos días de juramentada la independencia, y pese a que más de la mitad del país aún se

encontraba bajo el dominio español, —lo que continuaría parcialmente hasta 1824— el 27 de

agosto de 1821 el Colegio de San Fernando cambia de nombre por el de Colegio de la

Independencia.iv  La iniciativa fue de Hipólito Unanue, entonces Ministro de Hacienda, pero el

cambio de nombre no modificaba las causas externas que lo afectaban, y que lamentablemente

continuarían actuando durante los primeros años de la república, durante los sucesivos gobiernos

de lo que se ha llamado la “pugna mariscalicia”v  La situación de inestabilidad no permitíael

desarrollo del colegio; los alumnos escaseaban por doble motivo, el encandilamiento por lacarrera militar que los convocaba, y la marcada disminución de rentas que impedía que el colegio

pudiera cumplir con las becas que debía ofrecer; esto era sin duda reflejo de la situación de

pobreza que se produjo como consecuencia de la guerra de la independencia y de las continuas

revueltas de los años inmediatos posteriores. Más grave era aun el alejamiento de los docentes

que llamados a otras responsabilidades acentuaron la decadencia del Colegio durante esos años.

Durante la primera década de la república el Colegio de la Independencia, fue casi una institución

exclusivamente formal, participando en eventos oficiales, pero con frecuentes periodos de

inactividad por falta de rentas.

Los gobiernos del periodo intentaron algunas reformas, pero carentes de una adecuada visión

general de las necesidades de desarrollo de la medicina, estas fueron puntuales, sobre aspectos

secundarios y administrativos sin modificar el estado de la organización de la profesión y su

ejercicio. En efecto, desde el periodo virreinal, se mantenía el sistema de la coexistencia del

Protomedicato, y el Colegio de Medicina. El primero estaba encargado de autorizar el ejercicio de

las profesiones médicas y el segundo de formar y titular a los profesionales. La división era

artificial y redundante, pues los integrantes del Protomedicato eran por necesidad los mismos

profesores del Colegio, y su autorización de ejercicio no era más que un trámite burocrático, pues

desde hacia muchos años habían perdido el carácter de un tribunal que evaluaba las competencias

de los profesionales que ante él se presentaban. En realidad y tal como era lógico y natural, el

Colegio evaluaba a los alumnos de las diferentes profesiones que en él se formaban y les otorgaba

el titulo correspondiente siguiendo los criterios de evaluación y competencia respectivos, frente a

lo cual el Tribunal sólo constituía una instancia administrativa posterior. Esta división fue sin

embargo la que permitió que aun en las épocas en que estuvo cerrado el Colegio de la

13 Es imprescindible la obra de Lastres “La cultura peruana y la obra de los médicos en la Emancipación”,

1954, UNMSM

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Independencia, se continuaran otorgando por el Protomedicato autorizaciones para ejercer la

Medicina y otras profesiones de la salud.

En 1826, durante el gobierno del Mariscal Andrés de Santa Cruz, y con ánimo reformista, se

aprueba el primer “Reglamento del Colegio de la Independencia”,vi, el cual reafirma que el Colegio

de la Independencia estará dedicado a la enseñanza de la medicina, pero mantiene el esquema de

la coexistencia entre el Protomedicato y el Colegio, estableciendo, en su artículo 2°, que el

Protomédico de la República se constituye en el Director nato del Colegio. Sobre el Plan de

estudios, no se indica nada, pero se determina el número de profesores y las materias que

deberán dictar14

. Se evidenciaba desde entonces una proclividad del gobierno de intervenir en los

detalles de la administración del Colegio, definiendo sus cátedras y por cierto designando a los

titulares de las mismas, lo cual derivaba a su vez de la naturaleza de la dependencia del Colegio

respecto al Estado. En efecto, recordemos que al crearse el Real Colegio de Medicina y Cirugía de

San Fernando, este salió de la jurisdicción de la Universidad, (que tenía durante el periodo

colonial, y mantuvo durante el periodo republicano una relativa independencia del estado), y pasó

a depender directamente del Virrey. Al pasar las funciones del periodo colonial a las nacientes

instituciones de la República, el Colegio de Medicina, pasó a ser dependencia del Ministerio de

Instrucción, y en los primeros años de este periodo fue tratado como una simple dependencia

burocrática, indicando sus rentas, designando a sus autoridades y hasta en ciertas ocasiones

determinando quienes eran sus alumnos.

En este periodo de carencias materiales, tumultuoso políticamente y de poco interés del estado en

la educación médica, aparece por primera vez el nombre de Cayetano Heredia vinculado al Colegio

de Medicina.15 Heredia se había formado en el Colegio de San Fernando en el periodo de Unanue y

luego iniciado una carrera como médico y cirujano militar. Vinculado al General Orbegozo, lo

acompañó en diversas campañas y cuando este asumió el gobierno como Presidente provisorio,

encargó a Heredia la organización de la Sanidad Militar. Los escasos recursos del estado se

repartían con notable detrimento de la sanidad civil pero con generosidad a la sanidad militar. El

Colegio de la Independencia tuvo periodos en que debió mantenerse cerrado por falta de recursos

para sostener a sus alumnos (recuérdese que eran becario e internos), o enviarlos para que se

alimenten en casa de sus familiares. En esas dramáticas circunstancias presentó su renuncia el

Rector del Colegio, Dr. Carlos José de Agüero, agobiado por la falta de rentas y una salud

quebrantada Heredia, que ya era profesor de Anatomía en el Colegio desde 1822, dedicaba sus

esfuerzos a la organización militar, pero fue nombrado por el gobierno del General Orbegozo

como nuevo Rector del Colegio de la Independencia en marzo de 1834. Heredia aceptó y se

mantuvo como rector durante todo el periodo de Orbegozo, pero continuaba dirigiendo sus

mayores esfuerzos hacia la sanidad militar, donde se le otorgó el cargo de Inspector General de

Hospitales que lo obligaba a ausentarse en diversas ocasiones de la capital para las funciones

14 “Art. 7° Tendrá el Colegio los siguientes profesores: uno de Anatomía, uno de Fisiología; uno de Patología;

uno de Clínica Interna; uno de Clínica Externa; uno de Terapéutica y Farmacia; uno de Cirugía y Obstetricia.

Se agregará un Disector Anatómico para el Anfiteatro Anatómico”15 Un reciente estudio, basado parcialmente en fuentes primarias, y de utilidad para revisar este periodo es

Zárate, E. Los inicios de la Escuela Médica de Lima. Cayetano Heredia el organizador. 2005 Lima, ANR

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propias de su cargo, dejando el Colegio bajo la responsabilidad de Rectores interinos. Heredia se

mantiene como Rector durante el régimen del General Salaverry, quien había sido su alumno

antes de iniciar su carrera militar, pero en 1839, luego de destruida la Confederación Peruano

Boliviana, ocupa el poder el General Agustín Gamarra, quien conocedor de la cercanía de Heredia

a sus antecesores y enemigos, lo destituye en 1839.

Los primeros intentos de reforma

La situación del Colegio de la Independencia luego del primer periodo de Heredia no varió con

respecto a los primeros años republicanos, la angustia económica permanente, la dualidad de

competencias con otras instituciones y la ingerencia directa de diversos niveles de gobierno en la

actividad propia del Colegio, lastraban cualquier intento de desarrollar y poner la medicina

peruana a la altura de los cambios que se producían por la época en Europa.   vii La decadencia se

evidenciaba en el escaso número de médicos que optaban el doctorado de medicina en San

Marcos pese a que la Universidad concedía anualmente una colación gratuita a quien lo optara:

entre 1833 y 1856 sólo tres médicos optaron el grado.16

  Por razones económicas, diversos

Rectores habían aceptado reducir las cátedras a las directamente encaminadas al aprendizajeprofesional, desnaturalizando la propuesta de Unanue que incluía un amplio conjunto de ciencias

básicas, en el entendido que era la única forma de forjar una ciencia médica moderna.

Los primeros intentos de reforma acentuaron este carácter profesionalizante del plan de estudios,

exigiendo como requisito para ingresar a los estudios médicos aquellas materias que antes se

brindaban en él. En 1840 durante la presidencia del Mariscal Restaurador, Agustín Gamarra, se

promulgó un nuevo Reglamento para el Colegio de la Independenciaviii

, el segundo del periodo

republicano, y en él las cátedras se limitan a siete17

, cuando desde el Quadro sinóptico de Unanue

se consideraba un total de 17 cátedras. Se mantiene la dualidad entre Protomedicato y Colegio,

otorgando al Protomédico la calidad de Director del Colegio.

El 23 de diciembre de 1842 durante el gobierno del General Francisco de Vidal, en su calidad de

Vicepresidente de la República, y mediante decreto el gobierno nombró una Comisión visitadora

del Colegio de la Independencia con el objeto de proponer “con urgencia una reforma radical en

su plan de estudios y organización” ix.  Paralelamente Cayetano Heredia, es designado para un

segundo periodo como Rector del Colegio. La Comisión18

 presentó prontamente su propuesta de

Reglamento, la cual fue aprobada y promulgada el 4 de marzo de 1843x  marcando las

orientaciones de la enseñanza médica que luego tomarían forma definitiva en la reforma de 1856.

El Reglamento de 1843 a diferencia de los que lo antecedieron, es mucho más detallado, y si bien

mantiene al Protomédico como Director del Colegio, establece una Junta de Profesores, que

preside el Protomédico, pero integran el Rector, el secretario y los profesores. El plan de estudiosse establece con una duración de seis años e indica con cierto detalle, aunque no

16 El 13 de marzo de 1833 se graduó Juan Vásquez Solís; once años después, el 19 de agosto de 1844 José

Dámaso Herrera y doce años luego, en 1856, Joaquín Andueza. Ver Paz Soldán CE. Heredia y sus discípulos.

Ob. Cit. pág. 6317 Anatomía; Higiene y Fisiología; Clínica Interna y Medicina Práctica; Materia Médica y Farmacia;

Patología; Clínica Externa, Operaciones y Partos; y Medicina Topográfica18 La comisión estuvo conformada por los doctores Manuel Tordota, Miguel de los Ríos y Manuel Solari.

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exhaustivamente, los contenidos que deberán incluirse en cada materia cursada. Así y como

detalle importante en la asignatura de Materia Médica (equivalente a nuestra terapéutica) se

indica:

“En las lecciones de materia médica llamará el profesor la atención de sus alumnos sobre la

utilidad de conocer y estudiar los remedios indígenas, a fin de que después de las experiencias,

observaciones y descripciones propias, puedan enriquecer mas la materia médica” 19 

Una innovación fue la diferenciación entre médicos generales y los especializados en cirugía que

estableció el Reglamento; en efecto a partir del cuarto año, según el alumno deseara graduarse

como médico o especializarse en cirugía, cursaba asignaturas diferentes. La plana docente se fijó

en nueve profesores y dos maestros; estos últimos encargados de las materias “no médicas”,

como Filosofía y Matemáticas, que se enseñarían “en tiempo previo al designado para las ciencias

médicas para los alumnos que ingresaron al Colegio sin haber seguido antes un curso de estudios”. 

El reglamento mantenía así cierta división entre la medicina y la cirugía, pero también como

innovación introducía una titulación progresiva pues a partir del cuarto año los alumnos, previo

examen, podían obtener los grados de Bachiller y Maestro en Medicina y Filosofía. Al culminar sus

estudios debían rendir un examen sobre todas las materias estudiadas y aprobarlo, como

condición para que el Protomedicato los reciba a su vez a examen para autorización de ejercicio.

Se percibe pues el inicio de un periodo de transición en el que se subordina en cierta medida el

Protomedicato al Colegio de Medicina.

Heredia en este su segundo periodo, desde 1842 desarrolla una paulatina labor de modificación y

adaptación de la educación del Colegio a la medicina moderna; creando los gabinetes de Física y

de Historia Natural, y enriqueciendo la biblioteca. En julio de 1843 Heredia es nombrado

Protomédico General de la República, reuniendo así en su persona la titularidad de las dos

instituciones del sistema organizativo médico. Esta visión privilegiada le induce a percibir aun másclaramente las inconveniencias de la dualidad y la necesidad de integrar los estudios médicos en

una reforma de mayor alcance, al tiempo que el Estado percibe las ventajas de un solo ente

colegiado para la toma de decisiones vinculadas a la salud. Distintas medidas aisladas así lo

evidencian, como la circular del Ministerio de Instrucción a los prefectos (26 marzo 1846) por la

cual se les informa que pierden la potestad de autorizar el ejercicio de las profesiones de la salud,

que en adelante corresponderá al Protomedicato. Otra medida similar es la que octubre de 1846

encarga al Colegio de Medicina proponer y nombrar a los médicos titulares para el interior del

país.xi 

En 1848 durante la presidencia constitucional de Ramón Castilla se suprime el Protomedicato,

argumentando que “el Protomedicato general carece en el día de las facultades judiciales, que

eran las principales de su institución”   y estableciendo en su reemplazo la Junta Directiva de

19 Reglamento del Colegio de la Independencia 1843, Título VIII. De los profesores y del método de enseñar.

Articulo 12

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Medicina, que asume sus funciones. Esta Junta, a diferencia del Protomedicato que era una

institución diferenciada y que sólo por coincidencia se había reunido con la Escuela de Medicina

en la persona de Heredia, se constituye como una dependencia constituida sobre la base de los

profesores del Colegio que devienen en miembros natos de la Junta por su condición docente20.

Los Tenientes de Protomédico, que ejerciendo la representación del Protomedicato actuaban en

provincias continuaron ejerciendo sus funciones, bajo la nueva denominación de Delegados de la

Facultad de Medicina, pero se les prohibió que recibieran exámenes de médicos o cirujanos

nacionales o extranjeros.  xii  

Pero esas reformas no eran suficientes y desde 1851 jóvenes profesores y alumnos, con el auspicio

y buenos oficios de Cayetano Heredia fueron enviados a Europa para que sean los futuros

difusores de las nuevas de la ciencia médica europea. José Casimiro Ulloa recuerda esa etapa:

“desde el año 51 se escojieron diferentes profesores y alumnos para que estudiasen en Europa

materias especiales de enseñanza, con la mira de que viniesen luego a difundirlas en el Perú.

Nosotros tuvimos el honor de ser considerados en esta elección, a cuyo objeto nos hemos

esforzado por corresponder dignamente, así como el mandato que recibimos particularmente, paraestudiar todas las cuestiones que envuelve un plan de organización médica” xiii

 

El Colegio de la Independencia, bajo el segundo y prolongado periodo de Cayetano Heredia iba

modelando una estructura educativa moderna, pero continuaba siendo una dependencia directa

del poder ejecutivo, se mantenía aislado de la Universidad y esa era su mayor vulnerabilidad, pues

en última instancia dependía de los vaivenes de la política y gobiernos de turno. Las reformas no

se consolidarían hasta que una reforma de todo el sistema educativo superior reincorporara al

Colegio de Medicina en la Universidad de San Marcos. Los intentos de reforma de mayor alcance

eran una necesidad, pero la situación del país, aun no completamente estabilizado, hacía difícil

que se aplicara. Un primer intento de reforma fue el Reglamento de Instrucción Pública de 1850,

durante el gobierno de Castilla que tuvo existencia efímeraxiv 

El reglamento de Instrucción Pública

El 7 de abril de 1855, en la casa de gobierno que por la época se ubicaba en Chorrillos, se expidió

el Reglamento de Instrucción Pública, lo firmaban Ramón Castilla, en su calidad de

Presidente Provisorio de la República y Manuel Toribio Ureta, su Ministro de Instrucción Pública.De notoria influencia francesa el reglamento abarca desde los primeros grados de instrucción

hasta la universitaria, establece tres grados de instrucción; la popular que recibirán todos los

20 La Junta Directiva de Medicina establecida por el Decreto del 7 de abril estuvo conformada por los

Catedráticos de Prima de Medicina, Vísperas de Medicina, y de Anatomía de la Universidad de San Marcos; y

 por el Rector y los profesores de Clínica Interna, Patología y de Instituciones quirúrgicas del Colegio de la

Independencia. Ver Decreto del 30 de diciembre de 1848 Aboliendo el Protomedicato Ob. Cit.

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ciudadanos, la media que corresponde a quienes puedan recibir una cultura liberal o se preparen

para una carrera profesional y finalmente la instrucción profesional. Esta última se imparte en las

Universidades e Institutos; estando todos los establecimientos públicos sometidos al control del

Ministerio de Instrucción Pública, a través de la Dirección General de Estudios. La cuarta sección,

título I del Reglamento se dedica a las Universidades a las que define por la reunión de cinco

facultades: Teología, Jurisprudencia, Medicina, Filosofía y Letras, y Matemáticas y Ciencias

Naturales. Su gobierno interno depende de una Junta Universitaria conformada por el Rector de la

Universidad, los Rectores de las cinco Facultades, un profesor titular de cada Facultad y el

Secretario de la Universidad. Finalmente el artículo 44º del Reglamento de Instrucción establece

que la Junta Universitaria deberá presentar un proyecto de Reglamento particular de la

Universidad ante la Dirección General de Estudios del Ministerio de Instrucción Pública, quien la

aprobará.xv

 

El Reglamento de Instrucción Pública no hace mención alguna al Colegio de la Independencia ni a

la Universidad de San Marcos, aunque era evidente que se refería a ellas, pero para precisar su

incorporación así como para establecer la situación provisional de sus catedráticos y alumnos seexpide otra resolución en la misma fecha, 7 de abril de 1755, pero sólo con la firma del Ministro de

Instrucción Pública, Dr. Manuel Toribio Ureta. Se indica allí:

“Debiendo procederse a la apertura de los Colegios Nacionales de la Independencia y de

Guadalupe de esta Capital, adoptando las reformas de ejecución inmediata según el Reglamento

de Instrucción pública, sin que se paralize [sic] la enseñanza: — Se resuelve:

1º El Colegio de la independencia queda destinado a la facultad de medicina

2º Los alumnos que ocupan las becas de este establecimiento, se agregarán a los hospitales, y

recibirán las pensiones que por aquellas les corresponden, hasta que obtengan en dichos

hospitales algún sueldo igual o mayor;

[……]

6º Los profesores actuales de la facultad de medicina […..] ocuparán interinamente sus

respectivas cátedras, mientras no se provean en concurso.”  xvi  

Con este Reglamento y sus medidas complementarias se culminaba el retorno de los estudios

médicos al seno de la Universidad de San Marcos; desde 1811, había trascurrido 44 años de

existencia independiente del Colegio de San Fernando, en un año más y luego que se aprobara su

Reglamento Orgánico, se culminaría la integración de la Facultad de Medicina a su alma mater.

El Reglamento Orgánico de la Facultad de Medicina de 1856

Dr. Oswaldo Salaverry

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Aunque Lastres y Paz Soldán indican que el proyecto de Reglamento de la Facultad de Medicina de

1856 fue obra exclusiva de Heredia, los testimonios del propio Heredia y de sus inmediatos

colaboradores muestran que en realidad fue una obra colectiva en la que los jóvenes profesores

que habían estudiado en Europa contribuyeron notablemente, sin desmerecer el aporte de la

experiencia de Cayetano Heredia. José Casimiro Ulloa, testigo de excepción y discípulo dilecto de

Cayetano Heredia nos lo informa, cuando refiere el particular encargo con que partieron varios

 jóvenes estudiantes y profesores a Europa: “estudiar todas las cuestiones que envuelve un plan de

organización médica”   Aún más, Ulloa precisa, refiriéndose al Reglamento de la Facultad: “este

acopio de datos dio por resultado el Proyecto de Reglamento para la Facultad de Medicina que en

 febrero último elevó el Dr. Heredia al Supremo Gobierno, por órgano de la Dirección General de

Estudios” xvii  Por su parte Heredia mismo se refiere al “proyecto que la Junta de Profesores del

Colegio de Medicina acaba de formar” , refrendando así la afirmación de Ulloa sobre la obra

colectiva.

La propuesta de Cayetano Heredia fue presentada el 18 de febrero de 1856xviii

, y según Ulloa,

quien conoce desde el interior la vicisitudes del tramite, el proyecto sufrió modificaciones por elInspector del Colegio, luego fue nuevamente modificado por el Director General de Estudios y sólo

después de esas modificaciones enviado a una Comisión Revisora nombrada por el Gobierno, la

que finalmente recomendaría su promulgación. Cuando se promulga el Reglamento Orgánico,

Ulloa le dedicó un análisis minucioso desde la Gaceta Médica de Lima, en el cual puso en evidencia

las profundas discrepancias que lo distanciaban de cada uno de estos revisores, pero a los que

finalmente les reconoce haber aportado “una innovación feliz, … si bien no siempre, a nuestro

 juicio, hayan sido acertados sus reparos al proyecto primitivo”  xix   Este texto de Ulloa es

naturalmente posterior a la aprobación del Reglamento, pero de la propuesta original contamos

también con un documento de suma importancia: la sustentación de los principios del Reglamento

propuesto que se incluye en el oficio con el que Cayetano Heredia se dirige al Director General deEstudios. Este documento además de su importancia intrínseca es uno de los muy escasos

documentos en los que se expresan las ideas de Cayetano Heredia, por lo que merece ser

analizado brevementexx

 

Al ser un documento oficial, Heredia indica que entrega el proyecto elaborado por la Junta de

Profesores del Colegio de Medicina, “Cumpliendo con lo prescrito en el art. 34 del Reglamento de

Instrucción Pública” ; lo cual de por sí es una extraña afirmación, pues ese articulo se encuentra en

la sección tercera del Reglamento, es decir la correspondiente a la Instrucción Media y no a la

superior. No se encuentra sustento alguno para esta interpretación, pero no deja de llamar la

atención. En el cuerpo propiamente dicho de su argumentación se refiere específicamente a seistemas: el primero la abolición definitiva de la dualidad entre una institución formadora y otra

reguladora del ejercicio de la medicina; el segundo a la incorporación de la Farmacia, en lo que se

refiere a su enseñanza y control de ejercicio en la Facultad de Medicina; el tercero al aparente

monopolio que se le da a la Universidad de Lima, para la enseñanza de la Medicina; el cuarto a la

libertad de enseñanza, el quinto a la selección de profesores y su régimen; y el sexto al Plan de

estudios.

Dr. Oswaldo Salaverry

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Probablemente al que dedica más espacio en su argumentación es a la supresión definitiva de la

dualidad de la organización médica en el país, rememora la existencia del Protomedicato, su

abolición en 1848, pero la continuidad de sus funciones a través de la Junta Directiva de Medicina

enfatizando la inutilidad de esta división. Menciona la absurda situación derivada de que la Junta

está conformada por los mismos profesores que evalúan a los alumnos en el Colegio de Medicina y

que por tanto duplican innecesariamente su labor al evaluar nuevamente a los mismos alumnos. El

Reglamento propuesto suprime definitivamente cualquier otra instancia diferente a la Facultad de

Medicina como competente para evaluar a los estudiantes de medicina y determinar si están en

aptitud de ejercer su profesión. Heredia sustenta su posición no sólo en argumentos tangibles sino

en la experiencia europea, sin duda acopiada por los jóvenes profesores que habían recibido allí

parte de su formación. Este tema que puede parecer simple fue sin embargo uno en los que tanto

el Inspector como el Director de Instrucción discreparon con el proyecto y que finalmente se

resolvió por la Junta revisora, en este caso a favor de la posición original de la Junta de profesores.

El segundo punto en el cual se extiende Heredia es la reincorporación de la Farmacia al ámbito de

la Facultad de Medicina. Los argumentos de Heredia se resumen en el poco desarrollo de estaprofesión que no permite que tengan una escuela propia y que por tanto en su enseñanza como

en su regulación lo más conveniente es que estén bajo el manto de la Facultad de Medicina. Llama

la atención la lúcida y practica actitud de Heredia, que se basa en datos de la realidad sanitaria de

nuestro país: no es que la Farmacia deba permanecer en la Facultad de Medicina, sería deseable

que no ocurriera así pero pragmáticamente no existen las condiciones, y por tanto lo conveniente

es restablecer el régimen anteriormente existente.

En tercer lugar Heredia se refiere a una posible objeción general a la propuesta, la de que

establece un monopolio a favor de la Universidad de Lima. Su respuesta es simple, pero

contundente: “basta la más pequeña sagacidad para conocer que, fuera de Lima, no existe centro

alguno de luces, bastante suficiente por su estención y su número para sostener una Escuela de

Medicina.” . Esa era la realidad de nuestro país a consecuencia de los años en que la educación

médica había sido desatendida, y Heredia con su experiencia de Inspector de Hospitales y su

conocimiento como médico militar de las más diversas regiones del Perú tenía autoridad para

sustentar su posición.

Una cuarta cuestión tratada por Heredia se refiere al principio de la libertad de enseñanza, tema

que nos podría parecer desde la actualidad hasta cierto punto ininteligible, pero se debe

comprender en el contexto de la época, en la cual diversas teorías pugnaban por explicar los

mismos fenómenos y los tratamientos y regímenes terapéuticos que derivaban de estas

explicaciones y teorías también eran disputados con ardor. Naturalmente cada profesor tenía

afinidad o era un convencido de alguna teoría por lo que de no existir otra cátedra que expusiera

las otras interpretaciones y propuestas, estas simplemente no serían conocidas. El reglamento

Orgánico de la Facultad soluciona este dilema con la creación de cursos públicos dictados por

profesores auxiliares que no pertenecen a la Facultad pero que podrán exponer ante los

Dr. Oswaldo Salaverry

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estudiantes sus teorías. Destaca la apertura de la Junta de Profesores y de Cayetano Heredia que

tiene extremo cuidado en mantener lo que llamaban la libertad de enseñanza.

Un quinto punto, pero de gran importancia, para el desarrollo autónomo de la Facultad es el de la

selección y régimen de profesores. Heredia no era partidario de los concursos, como forma de

ingreso a la docencia, con ejemplos y situaciones hipotéticas argumenta que la forma másadecuada de incorporar docentes es por méritos en el ejercicio, claro está que adecuadamente

valorados por la Junta de Profesores. Esta meritocracia médica debería además, a su juicio, tener

un tratamiento que garantice su estabilidad y adecuada remuneración, pero realistamente acepta

que las condiciones del país son las que determinan estos aspectos.

Un último punto pero fundamental es tratado por Heredia: el Plan de estudios; allí las

innovaciones son abundantes, se introduce, buscando un equilibrio entre la cantidad de materias y

el tiempo disponible, un régimen lectivo semestral reemplazando el régimen anual que desde sus

inicios había caracterizado al Colegio de Medicina. Como continúa considerando esencial el

conocimiento de la Física y la Filosofía, se exige como condición previa para matricularse en la

Facultad de Medicina contar con el bachillerato en Filosofía y Matemáticas. El énfasis en la

enseñanza práctica se acentúa y los alumnos se incorporan a la práctica en hospitales desde el

segundo año en la Facultad. Esta última medida la vincula a la supresión del bachillerato ya que al

contar al término de sus estudios teóricos con cinco años de práctica lo considera innecesario. Una

discordancia extraña es la existente entre los seis años que plantea Heredia para toda la carrera,

pero que en el Reglamento ya aprobado se convierte en siete años, sin contar con el régimen de

internado hospitalario, el cual se implanta por la misma época pero como un modo de suplir las

carencias de médicos auxiliares.

Como se ha señalado las observaciones que efectuaron al proyecto original tanto el Inspector del

Colegio como el Director de Instrucción, se oponían a los fundamentos de la propuesta de la Junta

de Profesores, por lo que el gobierno nombró una Comisión revisora el 1° de abril de 1856

conformada por los Dres. Miguel de los Ríos, Camilo Segura y Julián Sandoval. De ellos, el Dr De los

Ríos quien presidió la Comisión, era un antiguo profesor del Colegio de la Independencia y de

talante conservador, en más de una ocasión había discrepado con Cayetano Heredia. Luego de

cuatro meses de examen la Comisión envió al Director General de Estudios del Ministerio de

Instrucción sus conclusiones, para que a su vez este las derivara al Ministroxxi. El análisis fue

minucioso e independiente pues en algunos casos se opuso a las propuestas originales de la Junta

de Profesores y en otros las apoyó frente a las críticas que habían recibido.

Lo primero que resalta el Informe de la Comisión es que reconoce la influencia francesa:

“el reglamento presentado por el Rector del Colegio, es una concordancia bien meditada de

nuestros estatutos actuales con los de la Facultad de Medicina de París” , pero pese a ello, está de

acuerdo en que las objeciones presentadas, tanto por el Inspector como por el Director, son de

peso. Analicemos sus conclusiones más importantes:

Dr. Oswaldo Salaverry

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En relación a la coexistencia de la Junta de Medicina y la Facultad, la comisión apoya la propuesta

de Heredia para que desaparezca todo vestigio del protomedicato y sus funciones, frente a la

opinión del Inspector que se mantengan ambas instituciones.

En relación a la propuesta de Heredia para que sólo exista una Facultad de Medicina en todo el

país, la comisión la rechaza porque si bien reconoce la carencia de recursos y profesores en el

interior del país, considera que si estos se consiguen no debe limitarse la creación de nuevas

“escuelas secundarias” de Medicina en otras ciudades.

En relación a la integración de la Farmacia en tanto enseñanza y regulación del ejercicio en la

Facultad de Medicina, luego de hacer un recuento de las causas que condujeron a la separación y

creación de una Junta Directiva de Farmacia y evidenciar que han desaparecido, concuerda en la

propuesta de Heredia para su integración.

Independientemente de estas dirimencias, la comisión hizo algunos añadidos de importancia,como por ejemplo que se incorpore a la Facultad un Jardín Botánico y que la enseñanza clínica se

divida en dos hospitales, en el de varones con un servicio de clínica interna y otro de clínica

externa y el hospital de mujeres con un servicio de clínica interna y otro de cirugía, encargándose

al catedrático de esta última la enseñanza de la obstetricia que en el reglamento propuesto

formaba una cátedra separada. Con estas modificaciones el Reglamento Orgánico fue finalmente

aprobado, como ya se indicó, el 9 de septiembre de 1856; y publicado en El Peruano el sábado 13

del mismo mes;21  habían pasado poco más de seis meses de la propuesta de la Junta de

Profesores, y casi un año y siete meses de haberse aprobado el Reglamento de Instrucción.

El Reglamento Orgánico de la Facultad de Medicina y el proyecto institucionalizador de la

Medicina Peruana

La prensa médica celebró la aprobación del Reglamento Orgánico de la Facultad de Medicina, en

particular José Casimiro Ulloa, quien en tres números sucesivos de la Gaceta Médica de Lima22 

analizó y criticó el Reglamento, en un artículo titulado “De la nueva organización médica”. Sus

observaciones son de extremo interés para entender la percepción y las perspectivas del núcleo

más claro del gremio médico de la época con relación a la educación médica pero sobretodo

porque pone en evidencia como entendía la creación de la Facultad de Medicina como un medio

para la consolidación de la medicina y los médicos como una profesión hegemónica en el ámbitode la salud.

21 Así lo indica Ulloa en la Gaceta Médica de Lima 1856, año I. Nº 4, Septiembre 30, pag 222 Gaceta Médica de Lima 1856, año I. Nº 5, Octubre. 15. págs. 2-4; Nº 6 Octubre 30. págs. 2-4 y Nº 7

 Noviembre 15, págs, 2-3

Dr. Oswaldo Salaverry

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“Atravesando por tan diferentes juicios, sometido a tan distintas influencias, no es extraño que el

Reglamento de la Facultad Médica haya perdido su primitivo carácter y lleve el sello de las

vicisitudes porque ha pasado —Los que vimos su primera redacción, no podemos ver hoy la

 publicada sino como al Ecce homo de aquella ¡tan graves son las mutilaciones que lleva marcadas

en su fisonomía!”

El entusiasmo sin embargo es la sensación dominante para Ulloa, y por eso se anima a referir, en

una extraña mezcla, los aspectos más vinculados a la hegemonía médica que se instaura a partir

del Reglamento, a través de la clara condena a cualquier práctica sanadora que no sea realizada

por los médicos, con pequeñas demandas que corresponden a intereses concretos de los

profesores del antiguo Colegio de la Independencia.

“No importa: la concepción fundamental no ha cambiado— las bases principales de la nueva

Constitución del Cuerpo Médico han permanecido inalterables. —Esto nos basta— Habríamos

deseado, es cierto, menos hendijas abiertas por donde penetrasen los abusos; mayores facilidades para la realización de ciertos cambios en el personal de la enseñanza; menos desigualdades en las

 funciones de este y tal vez no pequeñas variaciones en el número de las cátedras; pero repetimos,

estas exigencias las sacrificamos gustosos ante el hermoso espectáculo de la nueva organización

médica”

Luego de su primera impresión, en el número de la Gaceta Médica de Lima que hemos citado

ampliamente, Ulloa realiza una crítica mucho menos entusiasta y un análisis más meditado del

Reglamento en los tres siguientes números de la misma Revista. Divide el contenido del

Reglamento en tres secciones: Enseñanza de la medicina, Estudios médicos y ejercicio de la

medicina. Anota que no es una enumeración simple la que hace, sino una secuencia lógica, que nopuede invertirse sin alterar las ideas que debe comprender. Sobre la primera sección se detiene en

particular sobre el sistema de concurso que se prevé en el Reglamento para la incorporación de

profesores, manifiesta con amplitud de ejemplos que si bien es el “más conforme con las ideas de

equidad, igualdad y justicia”  impide que se puedan incorporar directamente, tal como permitía el

Reglamento de Instrucción de 1855, profesores destacados por su trayectoria profesional o su

obra pero que por diversas razones no se presentarían a un concurso.xxii 

Sobre la segunda sección en que ha dividido el Reglamento Orgánico: Estudios médicos, Ulloa

fundamentalmente abona en razones por las que se justifica lo aprobado y si hace una critica es

que se ha dejado abierta la posibilidad de que si las condiciones adecuadas existieran se podría

formar escuelas de medicina en las ciudades del interior del país. Su posición es clara, sólo en Lima

existen condiciones para una adecuada educación médica, pero aun si existieran en otras ciudades

no le parece necesario que se creen pues aun en caso de epidemias se bastan los médicos que

egresan de la Universidad de Limaxxiii

.

Dr. Oswaldo Salaverry

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La tercera sección: Ejercicio de la medicina es la que transparenta mejor las ideas hegemonizantes

e institucionalizantes de Ulloa, por extensión de la Sociedad Medica de Lima que editaba la Gaceta

Médica y por cierto del cuerpo docente de la Facultad de Medicina. Interpreta que el objeto del

Reglamento, en lo que se refiere al ejercicio de la medicina, debe ser:

“Dar a la sociedad garantías de acierto en el desempeño de las funciones del arte de curar; reprimir

la usurpación ilegal y escandalosa que de ellas se hace, y poner a cubierto la dignidad del cuerpo

médico de la concurrencia ilegítima del charlatanismo y de la ignorancia”

Llama la atención como nuevamente se recurre a la categoría de dignidad, extendida ahora a todo

el cuerpo médico, la cual aparentemente se menoscabaría por la simple existencia del

charlatanismo y la ignorancia en relación a la salud. Claro, se hace la apelación al bien general, se

da garantías a la sociedad, pero no de la efectividad del tratamiento, y mucho menos de curación—eso colocaría a los médicos al nivel de los charlatanes— sino del acierto en el desempeño de las

funciones del arte, pero ¿que se puede interpretar de esta frase sibilina?. Probablemente que se

garantiza al conjunto de los ciudadanos, no a alguno en particular, que se seguirán los

procedimientos indicados por el arte médico y que ese es todo el acierto que se puede prometer,

se solicita un acto de fe en la superioridad de la ciencia; lo que dados los desarrollos terapéuticos

de la época, era casi siempre lo que correspondía al paciente.

La imagen de resabios religiosos, cuasi sacerdotales del médico se muestra luego con mayor

claridad:

“ la medicina no es, ni puede ser una industria … la medicina es aun más que una profesión liberal.La Medicina es, como el sacerdocio, un ministerio social. Como él exige de las personas que a ella

se entregan, una preparación previa: una verdadera iniciación, que de a la inteligencia la luz para

conocer las dolencias humanas, y al corazón el calor de la virtud para remediarlas”

Con esas condiciones se entiende la furia con que trata a quienes pretenden usurpar esa adquirida

dignidad: “De desear habría sido (…) que se hubiese propuesto un sistema correccional que tuviese

 por objeto prevenir o castigar el ejercicio ilegítimo del arte de curar. (…) A este respecto debemos

 formar votos muy sinceros porque los encargados de la legislación correccional, no echen en

olvido, como lo han hecho hasta ahora, a la profesión médica, no acordándose de ella

 para proteger sus derechos”

Se completa así un giro desde la garantía entregada a la sociedad para evitar un posible daño,

hasta convertir la represión del ejercicio de otras formas de curación en un derecho del gremio

médico. Tal vez nos sintamos tentados a entender esta posición en el contexto de la época y de la

necesidad de proteger a la sociedad, pero en realidad es mucho más coherente entenderlo como

una necesaria etapa para la institucionalización de la medicina en el país. El gremio médico era

Dr. Oswaldo Salaverry

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pequeño en número, la mayoría de la población no tenia acceso a servicio alguno de salud y la

única vía para que se desarrollara la medicina en esas condiciones era lograr la hegemonía. El libre

ejercicio de la medicina que ocurría por esas épocas en otros países lo interpreta como un total

desconocimiento del carácter de las funciones médicas; incluso la necesaria retribución que recibe

el médico por sus servicios reviste en Ulloa un carácter de desprendimiento aristocrático cuasi

religioso:

“El ejercicio de la Medicina es una verdadera caridad social, o si se quiere un apostolado de caridad

cristiana. Cuando la sociedad recompensa sus servicios con una retribución, no lo hace, como una

 paga que se le entrega un obrero, sino como desquite de gratitud que para con el médico ha

contraído”

La Instalación de la Facultad de Medicina y sus primeras actividades

La instalación de la Facultad de Medicina no fue una ceremonia especial, ni tuvo la resonancia que

hubiera correspondido; con la sencillez de una actividad cotidiana, en el antiguo local del Colegio

de Medicina, el 6 de octubre de 1856, se reunieron los miembros de la plana docente de la nueva

Facultad, estaban todos, profesores titulares y auxiliares, bajo la presidencia de Cayetano Heredia;

este se limitó a referir que habiendo sido aprobado el Reglamento para la enseñanza y ejercicio de

la Medicina el 9 de septiembre, los había convocado para declarar que desde ese momento

quedaba constituida la Facultad y que en consecuencia deberían proceder a la elección del

Secretario y del Tesorero.

En primer lugar se eligió al Secretario; contando con 12 votantes, José Casimiro Ulloa recibió 9votos, Manuel Odriozola 2 y Camilo Segura 1. Se proclamó al Dr. Ulloa como secretario y se

procedió a elegir al Tesorero. El Dr. Camilo Segura obtuvo 9 votos, el Dr. Sandoval 2 y el Dr.

Odriozola 1 con lo cual quedo completa la organización que exigía el Reglamento.

Luego de concluido el acto electoral, el Decano Cayetano Heredia presentó una moción para que

la Facultad agradeciera al Presidente de la República por la organización que le había dado a la

Medicina, acordándose que esto se realizara través de una Comisión que se conformó con los

Dres. Julián Sandoval, Francisco Rosas y Mariano Arosemena y Quesada. Como medidas

administrativas necesarias se encargó al Secretario que dispusiera de la matricula en la Facultad de

los alumnos que habían pertenecido al desaparecido Colegio de la Independencia, conservando los

estudios y los exámenes que hubieran presentado. Para efectos de la incorporación de la Junta de

Farmacia, el Decano se dirigiría a su presidente solicitándole el archivo y finalmente, para una

adecuada difusión del Reglamento, que este se imprimiera en cuadernos sueltos. Curiosamente ni

en esta acta ni en la mayoría que se suceden en su periodo como Decano de la Facultad de

Medicina, consta la firma de Cayetano Heredia, sólo firmaba el Secretario.xxiv 

Dr. Oswaldo Salaverry

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Con esta sencilla ceremonia quedo instalada la Facultad de Medicina de San Fernando; desde

entonces han trascurrido 150 años, y en ese lapso su historia institucional se confunde e identifica

con la propia Historia de la Medicina Peruana. Es imposible en una reseña, y sería por demás

injusto, tratar de resumir lo que ha sucedido en estos ciento cincuenta años de andadura, son

tantos nombres ilustres, tantos hechos gloriosos, como también sombras y pesares, como los que

corresponden a una trayectoria vital; pero es claro que San Fernando es el alma mater de la

medicina peruana: no hay desarrollo, o peculiaridad de nuestra identidad médica que no hunda

sus raíces en San Fernando. De ella, de modo directo o indirecto, y de diversas maneras —no

todas apacibles— germinaron todas las ramas de la frondosa medicina nacional; pero el viejo

tronco aun verdea y florece. Pujante en su primer sesquicentenario, San Fernando recuerda que

sus propias raíces se hunden mucho más allá, en las antiguas cátedras sanmarquinas del siglo XVI

pero es consciente que su futuro se encuentra en el rincón más apartado de nuestra patria, donde

un compatriota necesite la mano de uno de sus hermanos, heredero de la vieja casa de Unanue y

Heredia.

i Unanue H. Oración inaugural que para la estrena y apertura del Anfiteatro Anatómico, dijo en la real

Universidad de San Marcos. Decadencia y Restauración del Perú. Mercurio Peruano T. VII, Nº 218, Lima, 3

febrero 1793, pp 82-127ii Unanue H. Discurso para el establecimiento de unas conferencias clínicas de medicina y cirugía. Mercurio

Peruano, T. XI, Nº 371, Lima 24 julio 1794, pp 195-204iii Unanue H. “Quadro sinóptico de las ciencias que se enseñarán en el colegio de medicina de San Fernando

de Lima, que se funda de orden del Excmo. Señor Virrey Don José Fernando Abascal y Sousa” Hoja impresa.

13 agosto 1808. Archivo Biblioteca del Club Nacional. Archivador X / F5c/2. Limaiv Arias Schreiber J. La Escuela Médica Peruana 1811-1972. 1972, Lima Editorial Universitaria pp 89v Paz Soldán CE. Heredia y sus discípulos. Biblioteca de Cultura Sanitaria. Lima: Instituto de Medicina

Social; 1956vi Decreto del 10 de octubre de 1826. Reglamento del Colegio de la Independencia de Lima. Archivo Digital

de la Legislación Peruana. Edición en CD ROM. Lima: Congreso de la República; 2000vii Paz Soldán CE. Heredia y sus discípulos. Biblioteca de Cultura Sanitaria. Lima: Instituto de Medicina

Social; 1956, pág. 63viii Decreto del 28 de febrero de 1840. Reglamento del Colegio de la Independencia. Archivo Digital de la

Legislación Peruana. Edición en CD ROM. Lima: Congreso de la República; 2000ix Decreto del 23 de diciembre de 1842 Nombrando una comisión visitadora del Colegio de la Independencia.

Archivo Digital de la Legislación Peruana. Edición en CD ROM. Lima: Congreso de la República; 2000x Decreto del 4 de marzo de 1843. Reglamento del Colegio de la Independencia. Archivo Digital de la

Legislación Peruana. Edición en CD ROM. Lima: Congreso de la República; 2000xi Zárate E. Los inicios de la Escuela Médica de Lima. Cayetano Heredia el organizador. 2005 Lima, ANRxii Decreto del 30 de diciembre de 1848 Aboliendo el Protomedicato General y sustituyéndolo con una Junta

Directiva de Medicina. Archivo Digital de la Legislación Peruana. Edición en CD ROM. Lima: Congreso dela República; 2000xiii Ulloa JC. De la nueva organización médica. Gaceta Médica de Lima 1856, año I Nº 4 Setiembre 30. pág. 3xiv Delgado G. & Rabí M. Evolución Histórica de la Facultad de Medicina de San Fernando. 2006 Lima

Universidad Nacional Mayor de San Marcosxv Decreto del 7 de abril de 1855. Reglamento General de Instrucción Pública. Archivo Digital de la

Legislación Peruana. Edición en CD ROM. Lima: Congreso de la República; 2000xvi Decreto del 7 de abril de 1855 Determinando las materia que deben cursarse en los Colegios Nacionales.

Archivo Digital de la Legislación Peruana. Edición en CD ROM. Lima: Congreso de la República; 2000xvii Ulloa JC. De la nueva organización médica. Gaceta Médica de Lima 1856, año I Nº 4 Setiembre 30. pág. 3

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xviii Lastres JB Historia de la Medicina Peruana T. III La Medicina en la República Limaxix Ulloa JC De la nueva Organización médica. Conclusión. Gaceta Médica de Lima 1856, año I Nº 7

noviembre 15. pág. 3xx Heredia C. Oficio de fecha 18 de febrero de 1856, dirigido al Director General de Estudios. Gaceta Médica

de Lima año I Tomo I Nº 4 septiembre 30 1856, págs. 7-10xxi

 De los Ríos M et. Al. Oficio del 30 de julio de 1856 dirigido al Director General de Estudios del Ministeriode Instrucción. Gaceta Médica de Lima Año I Nº 5 octubre 15 1856 pág. 9-10xxii Ulloa JC De la nueva Organización médica. Gaceta Médica de Lima 1856, año I Nº 5 octubre 15. pág. 2-4xxiii Ulloa JC De la nueva Organización médica. Gaceta Médica de Lima 1856, año I Nº 6 octubre 30. pág. 2-5xxiv Primer libro de actas de la Facultad de Medicina. 1856. Archivo de la Facultad de Medicina de San

Fernando