Huizinga, Un Historiador Del Ocaso

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    Prismas , Revista de historia intelectual, N 13, 2009, pp. 33-64

    EHESS / Centre de recherches historiques

    Andrs Freijomil

    Un historiador del ocaso Los derroteros intelectuales del primer Huizinga

    (1897-1919)

    La historia nunca fotografa el pasado: lo representaJohan Huizinga

    En el otoo de 1879, mientras el Student-Corps de la ciudad holandesa de Groninga conme-moraba su quinto aniversario, quien ms tarde sera su principal archivista e historiador, JA. Feith, se dispona a organizar el carnaval de aquella temporada. Para celebrarlo, el comithaba elegido como tpico el ingreso a la ciudad en 1506 del antiguo conde de Frisia orientalEdzard el Grande, y en torno de l se realizaron importantes investigaciones.1 El resultado fue

    un largo des le donde el futuro juez Willem Alberda van Ekenstein fue el ms observado:aqul representaba la gura del Conde, acorazado de la cabeza a los pies. Sin embargo, entrela multitud y tras la silueta de un viejo disfraz infantil, un nio de 7 aos caa bajo el hechizodel espectculo ms magn co que jams hubiese presenciado: esta suerte de epifana hasido, segn el historiador Johan Huizinga, su primer contacto con la historia.2 Con todo, y msall del hecho cultural que aquel cortejo implicaba, lo signi cativo de esta evocacin reside enla imagen que ha elegido recordar: el carnaval de otoo, una representacin histrica cuyaesttica se alojaba, sustancialmente, en la mscara y en el arti cio, una impresin del pasado yun acento sobre la realidad social en que, tras la presencia de lo trivial, lo cmico o lo ldicose ocultaba la gravedad de un entramado cultural que organizaba las prcticas y les confera su

    1 El conde Edzard el Grande de Frisia oriental [1462-1528] fue uno de los prncipes alemanes que se asociaron ysecundaron a Martn Lutero. Desde 1517 y luego de enfrentar con xito a las fuerzas armadas del duque de Sajoniy otros veinticuatro prncipes enviados por el emperador, Edzard se consolida en la regin. El ingreso a que remiteHuizinga se trata, en realidad, de un asedio ocurrido una dcada antes, que persegua detener el ujo de mercancasen cereales, ganado y madera de Drenthe a Groninga y para lo cual Edzard orden construir una pequea fortalezaen el principal acceso a la provincia, cerca de Punterbridge.2 Huizinga, Johan H., My Path to History [1943], en Pieter Geyl y F. W. N. Hugenholtz (comps.),Dutch Civilisa-tion in the Seventeenth Century and Other Essays[1968], trad. del alemn por Arnold J. Pomerans, Londres, Collins,col. The Fontana Library, 1968, pp. 244-245. Se trata del nico ensayo autobiogr co de Huizinga, escrito en 1943a pedido de su esposa durante su reclusin en un campo de concentracin de la pequea ciudad de De Steeg (cercana Arnhem) y publicado en Haarlem, pstumamente, cuatro aos despus por la editorial Tjeenk Willink & Zoon ensus obras completas. Huizinga morir en 1945, poco antes de la liberacin de Holanda.

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    valor de smbolo. Es en este tipo de percepcin la misma que ms tarde lo llevar a reivindi-car la seriedad de los cuentos de Andersen ante un auditorio acadmico donde, sin duda, seconcentra uno de los ncleos ms perdurables de su obra. Pero esta suerte de estampa no fuesino la primera de una larga serie de impresiones a travs de las cuales, en la soledad de sucautiverio, Huizinga marc las grandes in exiones de su derrotero intelectual.

    Entre Oriente y Occidente

    Huizinga naci en 1872 en Groninga, en el seno de una familia de origen menonita, hijo deDirk Huizinga, un reputado profesor de siologa e histologa de la Universidad de aquellaciudad, y de Jacoba Tonkens, quien muri dos aos despus de su nacimiento. En 1876, supadre se cas en segundas nupcias con Hermanna Margaretha de Cock, a quien Johan consi-der como una verdadera madre durante toda su vida. Educado, pues, en un clima familiar en

    que la religin y la ciencia formaban parte del mismo universo domstico, en 1885 comenzsu educacin formal en elGymnasiummunicipal de Groninga, donde inicialmente se mostrinteresado por la astronoma y la historia natural. Con todo, al culminar sus estudios intentconvencer a su padre con la idea de aprender rabe y hebreo en la Universidad de Leiden,propsito que no pudo llevar a cabo por razones nancieras.3 De tal modo, en septiembre de1891 el joven Johan ingres a la Universidad de Groninga como estudiante de letras holande-sas, un trmino que, segn l mismo de ni ms tarde, cubra casi todo lo que no poda serllamado clsico u oriental.4 Sin embargo, no fue sino al ao siguiente cuando asisti a unasegunda epifana que le dio el consuelo y el apoyo que necesitaba5 en aquel momento: esavez ocurri frente a una obra del retratista Jan Veth [1864-1925] en una exposicin perdida deGroninga, que ms tarde se convirti en la primitiva inspiracin de un trabajo monogr co quepublicara sobre el artista.6 Fue esta inclinacin natural hacia los valores estticos de la culturala que lo llev a organizar en Groninga, junto con un grupo de amigos, diferentes exhibicionesde pintura moderna en las que solan incluirse obras de un apenas conocido Vincent van Goghy de Jan Toorop. Lejos an de cualquier inters por la historia, fue en esta ciudad donde consi-gui graduarse a nes de octubre de 1893 con un ttulo que lo habilitaba para ensear historia,geografa y lengua holandesa.7 Si bien en 1895 parti a Leipzig decidido a doctorarse en lo-

    3 Noordegraaf, Jan, On Light and Sound. Johan Huizinga and nineteenth-century linguistics, enThe Dutch Pen-dulum. Linguistics in the Netherlands, 1740-1900, Mnster, Nodus Publikationen, 1996, pp. 130.4 Huizinga, Johan, My Path to History,op. cit ., p. 250.5 Kolff, D. H. A., Huizingas Dissertation and the Stemmingen of The Literary Movement of the Eighties, enWillem Otterspeer (ed.), Leiden Oriental Connections, 1850-1940, Leiden, E. J. Brill/Universitaire Pers Leiden,1989, p. 141.6 En 1927, Huizinga publicar un breve estudio monogr co sobre Veth, Leben en werk van Jan Veth[Vida y obrade Jan Veth], y en 1928 escribir la introduccin para un pequeo trabajo del artista publicado pstumamente, Eenveronachtzaamd hoofdstuk uit onze beschavingsgeschiedenis der zeventiende eeuw[Un descuidado captulo denuestra historia del sigloxvii ].7 En 1894, como parte del comit de festividades de la Universidad de Groninga, Huizinga se encargar de llevar acabo el des le de aquel ao. En un intento por recuperar y conservar una tradicin cuya decadencia era harto visible,Johan se convierte en una suerte de corts protector de aquella representacin, al tiempo que en su alocucin al p-blico demostr un tipo de preocupacin intelectual y cultural que ser bien mani esta en su obra a partir de 1905:Puesto que la festividad muestra sntomas inequvocos de declive y puesto que este proceso ya est muy avanzado,

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    loga, cabe sealar que su inters por el estudio de las lenguas surgi, en realidad, en su ciudadnatal. Para obtener all una maestra, la regla universitaria exiga, desde 1877, el aprendizajedel snscrito, normativa que no logr hacerlo desistir, pues su inters se orientaba hacia la -lologa comparada entre aquella lengua y el rabe. A principios del sigloxix , aunque no antesde 1820, la circulacin de traducciones y la produccin de textos, vocabularios y estudios histricos permitieron que el budismo y el hinduismo fuesen asimilados como culturas originalesun descubrimiento que el mismo Schopenhauer no dud en comparar con la relectura italiana del paganismo grecolatino en el sigloxvi y llamarlo Segundo Renacimiento.8 Porcierto, se trata de una poca en que el orientalismo se haba convertido nuevamente en un verdadero hecho cultural que presagiaba una renovacin radical del pensamiento occidental, impulso que, a mediados de siglo, se haba visto de algn modo eclipsado por la presencia casexcluyente del positivismo, que slo pona el acento en su costado lolgico.

    Pero era en Leipzig donde se encontraba el ncleo lingstico ms importante, el de losllamados Junggrammatiker[neogramticos], bajo el liderazgo del indogermanista KarlBrugmann,9 un hombre del que, segn seala el propio Huizinga, esper mucho y recibipoco.10 Tan es as que la experiencia germana con su apertura hacia la lingstica formal yevolucionista se traducir para el joven Johan en una excusa acadmica que slo le resultartil para cultivar su alemn y estudiar el irlands antiguo y el lituano, pues la neogramtica noresponda a sus intereses, ms vinculados con los problemas semnticos, el signi cado de losvalores lrico-asociativos del lenguaje11 y, en n, con la esttica fn-de-sicle de un Huysmanso un Rmy Gourmont. De este modo, en la primavera de 1896, este incorregible soador (tacomo l mismo se cali cara ms tarde) regres por Dresden y Berln a Groninga para escribirsu tesis y doctorarse. All se sinti particularmente atrado por el movimientoTachtigers[ge-neracin del ochenta], formado por un grupo de escritores y artistas en torno de la revista lite

    raria De Nieuwe Gids, fundada en 1885 y liderada por el poeta Willem Kloos, pero represen-tado, sobre todo, por el padre de la poesa holandesa moderna, Herman Gorter.12 Se trata de unamarca importante para Huizinga por cuanto la esttica de este movimiento se convertir, segnD. H. A. Kolff, en una de las principales inspiraciones que subyacen a El otoo de la Edad

    la presente festividad bien puede ser la ltima. Aun as, caballeros, estamos orgullosos de ser los ltimos representantes de algo que est desapareciendo, en Kolff, D. H. A., Huizingas Dissertation and the Stemmingen of TheLiterary Movement of the Eighties,op. cit., p. 142.8 Cf. Eliade, Mircea, La bsqueda[1969], trad. de Dafne Sabanes de Plou y Mara Teresa Valle, Buenos Aires, LaAurora, 1984, pp. 184-186.9 Los Junggrammatikersostenan que las leyes fonticas no tenan excepciones. Asimismo, conceban la lingsticahistrica como pasible de una explicacin positiva y siolgica. En este sentido, la obra de Brugmann [Grundiss dervergleichenden Grammatik der indogermanischen Sprachen, 1886-1900] representa un verdadero conjunto sistem-tico de las leyes fonticas.10 Huizinga, Johan, My Path to History,op. cit ., p. 255.11 Noordegraaf, Jan, On Light and Sound. Johan Huizinga and nineteenth-century linguistics,op. cit., p. 132.12 Huizinga, Johan, My Path to History,op. cit., p. 253. Recordemos que la generacin holandesa del ochentamantena una postura antiburguesa y defenda el gusto del arte por el arte y una esttica decadentista emparentadacon el simbolismo francs y con la poesa inglesa de Shelley y Keats. Adems de Kloos y Gorter, tambin fueronvinculados con el movimiento el moralista Van Eden, Verney y Couperus. El nombre de la revista De Nieuwe Gids [La Nueva Gua] era, en realidad, un sarcasmo dirigido contra De Gids, la revista ms antigua y prestigiosa de losPases Bajos. En 1900, Huizinga dej un pequeo rastro de esta in uencia con la publicacin de un soneto en fran-cs, Le vieux coq, en la revista de arte De Kroniek (N 6, 1900, p. 311), que comenz a reclutar disidentes de De Nieuwe Gidsa causa de sus con ictos internos.

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    Media.13 En todo caso, un tanto alejado del ordenamiento comparativo y positivista de unaneogramtica que intentaba equiparar la lingstica con el espritu de las ciencias naturales muy propio, por cierto, de una poca en que el gusto esttico se orientaba paulatinamentehacia el realismo y el naturalismo14 Huizinga expresar que nunca pude determinar por quunas lenguas tan diferentes entre s utilizaban el mismo grupo de palabras para impresiones desentidos diferentes, ni por qu tales conceptos procedentes del reino del tacto y el peso comodensidad, luz, agudo y romo tambin podan ser aplicados a los sonidos, los colores o las in-tensidades lumnicas. De hecho, nunca fui capaz de descubrir la respuesta.15 De cualquiermodo, en plena poca de Brugmann, tanto la lingstica alemana como el mtodo histrico-comparativo se haban convertido en parte esencial de los estudios universitarios. De tal ma-nera que su primer proyecto de investigacin intentar recuperar parcialmente aquel acervolingstico indoeuropeo, pero desplazndolo hacia una historia de la cultura vinculada con lasemntica de las palabras.

    Sin embargo, el intento result fallido. Luego de que su director, Barend Sijmons, deses-timara este proyecto de investigacin debido a sus peligrosas implicaciones psicolgicas y asu escaso inters para la lingstica,16 Huizinga se vio obligado a recurrir a los consejos de suviejo profesor de snscrito en Groninga, Jacob Samuel Speyer. Este nuevo desvo lo llevar apresentar un trabajo sobre los orgenes del teatro cmico indio a travs de la gura delVi-dsaka[corruptor], el bufn brahmnico.17 Bajo su direccin, all discutir, bsicamente,con la teora de Ernst Windisch ( Der Griechische Ein uss im Indischen Drama , 1882), quiensostena que la comedia hind no era sino un mero re ejo de la nueva comedia griega, quehabra llegado a la India va Bactriana gracias a las conquistas de Alejandro y se habra de-sarrollado en la misma poca en que Plauto y Terencio sentaban las bases del teatro latino,tambin a partir de la tradicin helnica. Por su parte, Huizinga atac esta hiptesis apoyn-

    dose en la lectura de una vasta literatura en snscrito del perodo gupta como elVikramorvai [Urvaci gan el premio al herosmo], la comedia Malavikagnimitray elSakuntala, del granpoeta y dramaturgo Kalidasa, el Mrcchakatika[El carrito de terracota], de Shudraka y el Na-gananda[El regocijo de las serpientes], de inspiracin budista y atribuida a Harsa, el ltimoemperador indio y tambin poeta y mecenas (siglovii d.C.).18 Sin embargo, la obra que ms

    13 Kolff, D. H. A., Huizingas Dissertation and the Stemmingen of The Literary Movement of the Eighties,op.cit ., p. 141.14 Cf. Lockwood, W. B.,Filologa indoeuropea[1969], trad. de Mara Eugenia Crigliano, Buenos Aires,eudeba ,1978, pp. 19-24.15 Huizinga, My Path to History,op. cit ., p. 260.16 Este proyecto doctoral de treinta y ocho pginas fue recuperado por Jan Noordergraaf del Archivo Huizinga de laBiblioteca de la Universidad de Leiden. Escrito pocos meses antes de su partida de Leipzig, el joven doctorandohaba investigado a partir de una perspectiva semasiolgica los diferentes modos en que el snscrito, el griego, ellatn y la antigua lengua germnica haban concebido la estructura de la luz y el sonido (cf. Noordegraaf, On Lightand Sound. Johan Huizinga and nineteenth-century linguistics,op. cit., pp. 133 y ss.). Sin duda, buena parte delespritu de esta investigacin nunca concluida se encontrar en las formas de la sensibilidad medieval estudiadas en El otoo de la Edad Media.17 Huizinga, Johan, De Vidsaka in het indisch tooneel [El rol del bufn en el teatro indio], Groninga, P. Noordhoff,1897. Huizinga defendi su tesis, cali cadacum laude, el 28 de mayo de aquel mismo ao.18 El acento puesto por Huizinga en la originalidad del teatro indio, si bien debe mucho a las nuevas corrientes deinterpretacin de aquel entonces, no escapa a ese particular inters por encontrar las races de una problemticacultural particular en la lgica histrica de sus propias tradiciones. Cabe recordar que los personajes que represen-taban al bufn brahamnico, a las mujeres de la corte o a los eremitas hablaban el prcrito, mientras que los reyes y

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    contribuy en la direccin de su tesis fue Le thtre indien[1890], del clebre orientalistafrancs Sylvain Lvi, segn quien el teatro indio asuma formas y creaciones originales propias del espritu hind que se remontaban al antiguo drama popular, previo al del perodo clsico griego y al cual, en realidad, le deba muy poco. Pero su investigacin lejos del espritude la lologa, aunque sin prescindir de ella como herramienta emprica tambin se pregun-tar por la presencia de una ertica hind esencialmente femenina en este tipo de literatura, polos elementos grotescos y burlescos en obras como Nagananday Mrcchakatikay por la vali-dez de la teora del ridculo que subyace tras la imagen delVidsaka, en un intento por diferen-ciarla de las elegantes cualidades de los hroes ennoblecidos. Un trabajo, en suma, importantedentro del acotado crculo de orientalistas19 que, incluso, el mismo ao de su publicacin(1897) mereci dos comentarios bibliogr cos en la Revue critique dhistoire et de littrature de Pars.20 Esta orientacin humanstica de sus estudios histricos, en que los ideales estticosy el trazado de un espacio literario se resuelven a partir de la investigacin emprica pero sinquedar atrapados por una pretensin de corte cienti cista, se presenta como una de las prin-cipales marcas que recorrern su teorizacin de la historia. Sin embargo, habitualmente sensible a las impresiones estticas, segn relata en su autobiografa, su primer inters hacia ladisciplina sobrevendra en Brujas en el verano de 1902, en ocasin de su visita a la Expositiondes Primitifs amands et dArt ancien en el Htel Gruuthuuse,21 el mismo ao en que, nal-mente, fracas su candidatura como Lecturer en Snscrito de la Universidad de Utrecht.

    los hroes lo hacan a travs del snscrito, la lengua culta (cf. Barbara Stoller Miller, Kalidasas World and HisPlays, en Stoller Miller (ed.),Theater of Memory. The Plays of Kalidasa, Nueva York, Columbia University Press,1984, p. 24). Esta multiplicidad lingstica estaba indisolublemente vinculada con la potica del drama indio, unelemento que Huizinga tuvo particularmente en cuenta al efectuar su investigacin. Recordemos, adems, que en

    1899 Huizinga public un pequeo trabajo biogr co sobre Hendrik Kern, el primer profesor de snscrito de losPases Bajos.19 En todo caso, como seala Edward Said, a nes del sigloxix el orientalismo era una disciplina comparativa queperteneca al mbito de la erudicin cuyos especialistas solan oscilar entre la especializacin erudita propiamentedicha y el entusiasmo virtuoso. A este respecto, el imaginario europeo haba construido un Oriente en tanto queespacio cultural diferenciado, a partir, sobre todo, de una serie de tpicos recurrentes vinculados con la sensualidado con su tendencia al despotismo, entre otras variables (cf. Edward W. Said,Orientalismo, Madrid, Debate, 2002, pp.81 y ss.). Con todo, la tesis de Huizinga siguiendo los pasos de la corriente de Lvi, sin llegar a marcar un quiebren los estudios orientales, colocaba el acento en la autoctona del teatro indio, hiptesis que marcaba una importantdiferencia respecto de las interpretaciones que slo asimilaban aquellos caracteres como una derivacin de las tradiciones europeas.20 Sus anlisis son agudos y precisos, sus traducciones, llenas de inspiracin; su posible juventud y su certera originalidad son, a juzgar por la pobreza relativa de su bibliografa, excusas ampliamente su cientes. Un comienzo llenode promesas y digno de todos los alientos, cf. Victor Henry, De Vidshaka in het Indisch Tooneel (Le rle bouffondu thtre hindou), Profschrift ter verkrijging van den graad van Doktor in de Nederlandsche Letterkunde, door Johan Huizinga. Groningue, Nooordhoff, 1897. In-8, 155 pp., en Revue critique dhistoire et de littrature, vol. 44,N 12, 1897, p. 63.21 Huizinga, Johan, My Path to History,op. cit ., p. 267. El catlogo de la exposicin fue publicado por Descle deBrouwer y constaba de dos secciones. Una de ellas estaba dedicada a la muestra de manuscritos, miniaturas, archivos, monedas, sellos, medallas ymreaux (una suerte de chas de plomo, cuero o pergamino emitidas por algunascomunidades religiosas y por instituciones municipales que, desde la Edad Media, hacan las veces de moneda antla escasez de metlico). Pero fue la primera, dedicada a la plstica amenca, la que cont con la principal atencinde Huizinga. Segn W. H. James Weale (en aquel entonces miembro de la Real Academia Belga y autor del textoLart dans les Pays-Bas [pp.ix -xxx ] que antecede el catlogo propiamente dicho), Al hablar de Arte en los PasesBajos, designamos bajo esta denominacin los reinos actuales de los Pases Bajos y de Blgica, as como las regionelimtrofes de Francia que antiguamente formaban parte de los condados de Flandes y de Hainaut (p.ix , nota 1). Laexposicin inclua obras de artistas como Van der Goes, Josse de Gand o Hans Memlinc. Sin embargo, era la pinturde Jan y Hubert Van Eyck la que ocupaba un lugar particularmente destacado en la muestra, tal como ms tarde lo

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    El llamado de Clo

    Luego de obtener su doctorado, Huizinga no tuvo ms alternativa que asumir como profesorde historia en una escuela secundaria de Haarlem. Sin embargo, desde 1903 y durante dosaos ocup el cargo de privaat-docent (lector externo no remunerado) de historia de la cul-tura y la literatura de la India antigua en la Universidad de Amsterdam, donde dictara clasesregulares sobre religin vdica y brahmnica (1903-1904) y, al ao siguiente (1904-1905),sobre budismo.22 De tal modo que, a partir de entonces, ser el derrotero universitario el quemarque sus formas de acceder a y de concebir el conocimiento. Como ha sealado JacquesLe Goff, la vida de Huizinga habra de confundirse con la del mundo universitario,23 comuni-dad con la que siempre pre ri identi carse ya sea como parte de unesprit de corpsestricta-mente acadmico o como heredero del escrupuloso abolengo que impona la traza paterna.No obstante, es el ao 1905 el que representa la verdadera cifra de su derrotero intelectual. Ainstancias de su antiguo profesor, el medievalista P. J. Block, no slo ingres, contra todopronstico, a la Universidad de Groninga como profesor de Historia General, sino que en sulectura inaugural del 4 de noviembre formul lo que sera de all en ms la prctica de suo cio como historiador.

    Verdadero cuerpo tericoavant la lettrede casi toda su obra posterior, en su conferenciainauguralHet aesthetische bestanddeel van geschiedkundige voorstellingen, traducida al es-paol como El elemento esttico de las representaciones histricas24 sostuvo que el conoci-miento histrico deba ser, bsicamente, esttico, intuitivo y subjetivo. Sin embargo, tras aqueldiscurso yaca un propsito ms profundo y de mayores alcances: trazar una clara divisoriaentre la historia y las ciencias naturales, separar sus respectivos mtodos y delinear una severacrtica al positivismo. Para ello, invoc la teora independiente de las ciencias del espritu,

    espectro bajo el cual reuni buena parte del idealismo neokantiano de la escuela de Baden,para establecer ese gesto de liacin, pero tambin para indicar dnde resida aquel marco deruptura pues, para su generacin (ms prxima a la esttica de un Verlaine que a los rigoresempricos de Comte), la exigencia acumulativa y objetiva de los hechos ya no representabaninguna garanta para el proceso cognitivo. Con el transcurrir de los aos, esta suerte de escep-ticismo los co lente tras el cual Huizinga ya comienza a percibir el conocimiento hist-rico no slo le permiti apartarse del mero empirismo historiogr co, sino tambin prolongarsu incertidumbre hacia las posibilidades evolutivas de los valores intelectuales y morales, unverdadero malestar que a partir de la primera posguerra su obra atestar con un acentuado re-lieve. Frente a ello, precisamente, la esttica o, en todo caso, el elemento esttico presentey necesario en toda produccin histrica se muestra como un camino posible.

    A este respecto, con esta conferencia inaugural Huizinga tambin se coloc a la vanguardiade una escritura de la historia en que la operacin creativa del lector se convierte en una de sus

    har en El otoo de la Edad Media, una obra cuyo primer objetivo persegua comprender el arte de los hermanosholandeses y cuyo ttulo iba a ser, en un principio,Tras el espejo de los Van Eyck .22 La leccin inaugural se titulOver studie en waardeering van het Buddhisme[El valor de los estudios sobre bu-dismo].23 Le Goff, Jacques, Johan Huizinga, en Andr Burguire (dir.), Diccionario de ciencias histricas, Madrid, Akal,1991, p. 349.24 Huizinga, Johan, El elemento esttico de las representaciones histricas [1905],Prismas. Revista de Historia Intelectual , N 9, 2005, pp. 91-107.

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    principales preocupaciones epistemolgicas, un tratamiento que se quiere casi semasiolgico.25 De tal manera que

    en ambos casos, en la obra de arte como en el relato histrico, el lector ser estimulado a usarsu fantasa para representarse con claridad un fragmento de vida, de modo tal que el contenido

    de la representacin se extienda ms all de los lmites del signi cado literal de lo que ha sidoledo. El historiador debe justamente guiar la fantasa del lector con una combinacin bienestudiada de los signi cados de las palabras, de modo tal de reducir al mnimo el margen para jugar subjetivamente con esas imgenes que quiere reproducir en el lector.26

    Como seala Ernst Gombrich, esta primaca de ver el pasado en trminos de imgenes vvi-das y la obligacin de buscar all la verdad27 es, por cierto, una de las marcas ms evidentesy originales que Huizinga imprimir a sus trabajos de historia de la cultura, lo que supone unpaso ms all con respecto al historicismo que, va Windelband y Rickert, colocaba la imagendel sujeto como creador del pasado y no tan slo como su reproductor. Para el Huizinga de

    1905 (dueo de un espritu en que las ideas conservan una subjetividad que se repliega en laimaginacin y en la naturaleza interna del sentido histrico), ya no es posible ofrecer ampliasexplicaciones de carcter general y, si lo hace, no tiene ms que descubrir cules son los ingredientes esenciales de realidad que se encuentran tras esas mismas construcciones. As, el o-cio del historiador no puede reducirse a meras formulaciones acumulativas: El conocimientohistrico nunca es una suma de nociones cronolgicas y polticas; y la asociacin de imgenepresente en la memoria nunca es simplemente una adicin. Querer desterrar de la ciencia,reservando para ellos la etiqueta de arte, todos esos elementos no racionales que la historiautiliza para alcanzar su conocimiento es slo una exagerada tendencia a la sistematicidad.28 Con todo, tampoco pretende someterse a los peligros que el irracionalismo podra depararlesino, nicamente, poner a trabajar la funcin racional en compaa de la intuicin.29 En suma,lo que Huizinga nos presenta no es slo un historiador capaz de producir un discurso histricosingular, sino que tambin nos muestra de qu modo ese discurso puede ser objeto de un pro-ceso creativo en que tanto el historiador como su lector se ven involucrados del mismo modoSin embargo, tras esta larga re exin tambin se oculta una batalla, acaso ms personal, que

    25 Cabe recordar que la semasiologa, punto de partida de la semntica moderna, fue elaborada en el marco de losestudios lolgicos de nes del sigloxix y sus bases quedaron establecidas con la obra del llogo alemn ChristianKarl Reising (1792-1829), publicada diez aos despus por uno de sus discpulos del seminario de la Universidad dHalle. Interesado en recuperar el sentido histrico de las palabras, Reising consideraba que los anlisis etimolgicoy sintctico eran insu cientes (cf. Peter Schmitter, Le savoir romantique, en Sylvain Auroux (dir.), Histoire desides linguistiques, iii : Lhgmonie du comparatisme, Bruselas, Pierre Mardaga, 2000, pp. 72-74). Pese a que, comoseala Noordegraaf, Huizinga nunca ha sido explcito respecto de la forma en que asumi esta tradicin, lo cierto eque una obra como Homo ludens[1938], por ejemplo, no puede sino ser deudora de aquel movimiento, una suertede sensibilidad semntica que, por cierto, recorre buena parte de su obra.26 Huizinga, Johan, El elemento esttico de las representaciones histricas,op. cit., p. 99.27 Gombrich, E. H., La gran seriedad del juego. Re exiones sobre Homo ludens, de Johan Huizinga (1872-1945),enTributos. Versin cultural de nuestras tradiciones, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1993, p. 144.28 Huizinga, Johan, El elemento esttico de las representaciones histricas,op. cit ., p. 103.29 Esta leccin inaugural fue ampliamente celebrada por el mundo literario y considerada un nuevo camino para laepistemologa de los estudios histricos. A este respecto, la breve resea que de ella hizo el poeta Albert Verwey fusintomtica de la recepcin general. Para l, Huizinga era un psiclogo, un esteta, un artista y un discpulo demovimiento de los aos 1890, en. E. H. Kossmann, Huizinga, enPolitieke theorie en geschiedenis, Amsterdam,Bert Bakker, 1987, pp. 395-396.

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    Huizinga se propuso librar contra la fuerte in uencia que haba despertado en l la gura deKarl Lamprecht, el viejo maestro de Leipzig a quien, notablemente, no alude como tal en suensayo autobiogr co de 1943, sino tan slo para situarlo en el contexto de la gran controver-sia que gener tanto su esquematismo vaco como sus frgiles conceptos con respecto alos de Windelband, Rickert, Simmel y Meyer, entre otros.30 Precisamente, este ensayo inaugu-ra una cautela que Huizinga repetir en sus trabajos posteriores sobre el concepto de historia:la gura de Lamprecht jams se convertir en una cita de autoridad sin reservas, es ms, casisiempre aparecer velada tras aquella discusin historiogr ca.

    La gran controversia tal como la denomin el historigrafo George Gooch31 comen-z cuando en 1891 Lamprecht public el primer volumen de su Deutsche Geschichte, aunque,en rigor, se trata de una discusin cuyos lmites rebasan, y con mucho, ese punto inicial. Antetodo, recordemos que Lamprecht cuestionaba all, fundamentalmente, dos de los baluartes msimportantes que sostena la erudicin historicista clsica, es decir, el rol central del Estado y elde los hechos polticos como ejes en la representacin del pasado. En su lugar, intent descubrirlas trasformaciones del pueblo alemn a partir de sus realizaciones econmicas, psicolgicas yculturales, estableciendo leyes generales de orden causal que dieran cuenta de todo el desarrollode la actividad humana, premisa que no representa sino el ingreso del positivismo en el coraznmismo de la tradicin idealista alemana y un drstico quiebre con la escuela de Ranke. Asi-mismo, como seala Georg Iggers, los factores polticos jugaron un rol importante en la cruzadacontra Lamprecht: en una Alemania recientemente uni cada por Bismarck, los estudios histri-cos no podan soslayar la presencia del Estado,32 sobre todo si recordamos que la historia fun-cionaba como instrumento educativo y de propaganda poltica. En este aspecto, tres aos antes,la controversia tuvo su antecedente en la discusin que se origin entre el historiador DietrichSchfer el defensor de la unidad cient ca de una historia que deba girar en torno del Es-

    tado y Eberhard Gothein partidario de ampliar los lmites del discurso histrico y llevarlo alcampo de una historia de la cultura,33 lo cual demuestra que, si bien el imperialismo historicistaimpona un fuerte sesgo poltico sobre la produccin historiogr ca, la necesidad de romper conesa hegemona no haba desaparecido de la tradicin alemana. De hecho, fue la revolucin de1848 la que renov el inters por los estudios de historia de la civilizacin y la cultura Kul-turgeschichte y el cuarto Estado: en ese contexto, mientras la obra de Wilhelm Riehl fue lapionera,34 la de Jacob Burckhardt si bien heredera de una tradicin intelectual parcialmentediferente, de la cual tambin participa, junto con el Berln de Ranke, la Basilea protestante deprincipios del sigloxix sienta la verdadera in exin al introducir un componente cultural en elseno mismo del Estadoitaliano del Renacimiento como creacin calculada y consciente, comoobra de arte. Tanto en las repblicas urbanas como en las tiranas, vemos expresada por modomltiple esta modalidad, que condiciona igualmente su forma interna y su poltica exterior.35

    30 Huizinga, Johan, My Path to History,op. cit ., p. 269.31 Cf. Gooch, George P., Historia e historiadores en el siglo xix , Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1977, pp. 583y ss.32 Iggers, Georg, Historiography in the Twentieth Century. From Scientifc Objectivity to the Post- modern Challenge [1993], Hanover, Wesleyan University Press, 1997, p. 33.33 Gooch, George, Historia e historiadores en el siglo xix , op. cit., pp. 582-583.34 Wilhelm H. Riehl [1823-1897] ha sido el primer historiador que aisl al Estado de su trazado histrico de lacivilizacin alemana.35 Burckhardt, Jacob, La cultura del Renacimiento en Italia[1860], Barcelona, Iberia, 1946, p. 9. Precisamente, he

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    Por otro lado, como el mismo Lamprecht reconocer ms tarde, tras aquella obra yaca unnuevo cuerpo metodolgico que deba ser explorado de hecho, la querella recibi el nombregeneral de Methodenstreit e, irnicamente, de Lamprechtstreit y as lo hizo mediante una seriede conferencias que dict en los Estados Unidos en 1904, donde a rm que la historia es, antetodo, una ciencia socio-psicolgica,36 es decir, que su principal objeto lo constituye la sociedady no el individuo, quien es visto como un fenmeno asaz contingente. En 1897, Henri Pirennse har eco de la discusin y, de algn modo, acompaar la tesis de Lamprecht al homologasu pensamiento al de Gabriel Monod y decir: el problema que yace aqu es el de encontrar enla propia historia una explicacin que permita descubrir empricamente las causas inmanenteque determinan su evolucin. La psicologa de los pueblos y la sociologa podran ayudarnosen este problema, ellas son para la historia lo que las matemticas son, por ejemplo, para lafsica. Sin embargo, tambin advierte los peligros de un excesivo uso de la generalizacin qubien podra culminar en una losofa de la historia tan vaga como arbitraria.37 En todo caso,tambin J. P. Block se encontraba junto a los simpatizantes de Lamprecht,38 de tal manera quela conferencia inaugural de Huizinga necesariamente debi ser recibida, en ms de un sentidocomo una inopinada caja de Pandora.

    Pero tras aquella tensin discurre el verdadero dilema de la controversia historiogr-ca de nes del sigloxix y es en esa encrucijada donde la leccin inaugural de 1905 se instala

    como un sntoma. La tesis de Lamprecht, all donde se muestra cienti cista y prxima a lasciencias naturales, no sienta en Huizinga ningn acuerdo; en cambio, cuando considera el desarrollo del espritu como la obra en comn de una sociedad en que las expresiones culturales yartsticas se muestran ms tiles que los fenmenos polticos para representar el pasado, es alldonde la marca del alemn se quiere un tanto ms perdurable. Tal como a rma Karl Weintraub,Sin participar abiertamente en esta disputa profesional, Huizinga revel su vivo inters por e

    asunto y no ocult sus inclinaciones personales. Estrechamente situado junto a los oponentede Lamprecht, no obstante, reserv para s su admiracin hacia el coraje de aqul por haberemprendido semejante esfuerzo de comprensin.39 De todos modos, el panorama historiogr-

    co de fn de sicle no resulta tan ntido ni las liaciones intelectuales son lo su cientementeestables como para constituir una escuela formal, sobre todo en los Pases Bajos, donde eldesarrollo epistemolgico de la historia se encuentra todava en una fase que apenas lindacon lo embrionario. La crisis de la razn histrica es pues la crisis de un pasado para el cualel objetivismo cient co, ya sea a travs de los hechos tal como realmente ocurrieron, o desu reconstruccin mediante un proceso de naturaleza exclusivamente emprica, no haca sinorelegar a un oscuro lugar el papel del propio sujeto. En todo caso, ante la tradicin historicist

    aqu uno de los historiadores ms invocados por los tericos a la hora de establecer una genealoga para las obrashistricas de Huizinga.36 Lamprecht, Karl,What is History? Five lectures on the Modern Science of History[1904], Nueva York, The Mac-millan Company, 1905, pp. 3 y ss.37 Pirenne, Henri, Une polmique historique en Allemagne, Revue historique, vol. lxiv , N 5, mayo-agosto de1897, seccin Mlanges et documents, pp. 50-57.38 Boone, Marc, Lautomne du Moyen ge: Johan Huizinga et Henri Pirenne ou plusieurs vrits pour la mmechose, en Moreno y Palumbo (eds.), Autour du xv e sicle. Journes dtude en lhonneur dAlberto Vrvaro , Gine-bra, Droz, 2008, p. 37.39 Wientraub, Karl Joachim,Visions of Culture. Voltaire, Guizot, Burckhardt, Lamprecht, Huizinga, Ortega y Gasset ,Chicago, University of Chicago Press, 1969, pp. 208-209.

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    de la escuela de Ranke y el empuje materialista del positivismo, la potica de la historia que,a n de cuentas, propone Huizinga permite imaginar una discreta ruptura, pues al cruzar elumbral de la disciplina con miras a expandir su objeto ms all de las grandes personalidadesy la rigidez de las leyes cient cas, desplaza la cuestin hacia una preocupacin decididamenteconceptual.40 Por otro lado, conviene no olvidar que todas estas querellas se efectuabanab intra del mbito universitario, all se producan, de all parta su difusin, pero all quedabanrecluidas. Se trata de voces acadmicas que hablan a partir de una publicacin interna y, en elmejor de los casos, de una revista especializada cuyo ritmo de circulacin impona a las con-troversias una temporalidad acompasada, y es en esa cartografa donde, no sin di cultades, seconcentra y uni ca la convulsin de la disciplina.

    A este respecto, el gesto de Huizinga en 1905 es inequvoco: a partir de la voz que leimpone un discurso que lo sita nuevamente en la docencia universitaria, irrumpe con unaesttica que, en el momento de conceptualizar la historia, se acerca a un cometido los co,pero que, cuando se trata de llevar a cabo una investigacin propiamente dicha, debe buscarasilo en otra parte, tal vez, en la poesa. Es por ello que el factor intuitivo se muestra tan tilpara el historiador:

    Es una cuestin secundaria si la historia tambin tiende, tal vez conscientemente, a la creacinde la bella forma. Mucho antes de que el historiador comience a escribir, mucho antes de que elpoeta ocupe su mente con el metro y con la rima, entra en juego la disposicin de espritu quelos liga: el vnculo no est en la forma en la que crean, sino en la manera de concebir y en lapercepcin. [] En la produccin se reencuentran, dado que hacen uso de los mismos mediospara hacer mella en la capacidad imaginativa del lector.41

    Con ello, Huizinga con rma cul es el tipo de prctica que imagina para el historiador, res-guardando al o cio de cualquier amenaza positivista y acercndose, cautelosamente por cierto,al espritu romntico del idealismo as como a los contenidos literarios que conserva todo dis-curso historiogr co. sta ser la posicin que sostendr de aqu en ms y que conservar demanera perdurable durante buena parte de su derrotero intelectual. As lo demuestra, al menos,una carta que le enviara a Henri Pirenne el 23 de octubre de 1917, mientras ste se encontrabacautivo en Alemania:

    Y sin embargo, estos ltimos aos me he sentido cada vez ms incapaz de apreciar esas obrasultracient cas e ilegibles que abundan en nuestra ciencia. Por lo general, suelo decir a misestudiantes que un libro ilegible es un libro malo, sea cual sea el tema (salvo en matemticasasumo, aunque tal vez los seores matemticos encuentren ilegibles muchas cosas que paranosotros no lo son). Justamente, tengo en este momento bajo mano un bello espcimen de esetipo de obra. Usted conoce al Sr. Oppermann, profesor en Utrecht. Present ante nuestra RealAcademia una disertacin sobre las fuentes de la historia de Holanda entre los siglosx y xii que debo leer para hacer una resea. Usted sabe cun pobre resulta esa tradicin que conciernea Egmond.42 Y Usted tal vez sepa que M. O. tiene la mana de sealar falsi caciones por todas

    40 Cf. Fueter, Eduard, Historia de la historiografa moderna[1911], Buenos Aires, Nova, 1953, vol.ii , p. 281 y ss.41 Huizinga, El elemento esttico de las representaciones histricas,op. cit ., p. 99.42 Huizinga hace referencia a la tradicin de los Annales Egmundenses, escritos por los monjes benedictinos de la

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    diferente. Hay, en suma, varias verdades para una misma cosa: ocurre un poco como en pin-tura, es una cuestin de luminosidad. Lo esencial es provocar la re exin.59

    El impacto que tuvo en Huizinga esta ltima frase no fue menor, por cierto. De hecho, en lanoticia biogr ca que escribi para el obituario de Pirenne en 193560 la cit expresamente,pero advirtindoles a sus lectores que se trataba de una confesin que, pese a todo, jams po-dra poner en duda el marco histrico positivista de aquel slido realista.61

    Pero este artculo tambin contar con su propia mitologa. Recordemos que, entre junioy octubre de 1907, la ciudad de Brujas se haba convertido una vez ms en el escenario de unaexposicin con visos iniciticos, la cual provoc en Huizinga una nueva epifana que, detodas las que vivi, imagin o construy para su autobiografa, tal vez fue la ms determinantepara la tesis de El otoo de la Edad Media. Precisamente, all se llevar a cabo la muy elogiadaExposition de la Toison dOr et de lart nerlandais sous le Ducs de Bourgogne, la ordenfundada por Felipe el Bueno, duque de Borgoa, en 1429. La muestra, en verdad impresio-nante para aquella poca, reuna manuscritos, tapices, esculturas y todo tipo de piezas de he-rldica y numismtica llegadas para la ocasin de casi todos los puntos de Europa.62 Entremuchas otras pinturas, la Anunciacinde Jan van Eyck, laVirgen y el nio Jessde Memlingy El carro de henodel Bosco fueron las ms celebradas.63 Tal es as que fue bajo el clima deesta exposicin, segn relata Huizinga, cuando corrobor la necesidad de reevaluar los orge-nes del arte neerlands cuya emergencia no provena del Renacimiento del Norte europeo, sinoque tena sus races en el medioevo borgon, intuicin que, por cierto, vena rati cando desdela exposicin de 1902 (que recuperaba, como hemos visto, piezas y obras mucho ms antiguas)y que la espectacularidad que impona la del Toisn de Oro parece haber con rmado. Tal comoseala Wessel Krul, de esta poca datan los primeros pasos de la hiptesis que sostendr Hui-

    zinga en 1919 en relacin con el desarrollo histrico ulterior de los Pases Bajos en el sigloxvii : El antiguo arte neerlands no anticip el realismo de la Edad de Oro, sino que la Holandadel sigloxvii produjo un arte en el cual perduraban muchos rasgos medievales. En otras pala-bras, la Edad Media no haba desaparecido completamente.64

    A este respecto, conviene subrayar que si bien El otoo de la Edad Media65 y Erasmo66 sern obras que se inscribirn parcialmente en la tradicin historiogr ca de los Pases Bajos,lo cierto es que, a su vez, marcarn una ruptura considerable en cuanto a la manera en queHuizinga percibe el espritu holands. De modo tal que si en la primera indaga un perodo

    59 Tomado de Boone, Lautomne du Moyen ge: Johan Huizinga et Henri Pirenne ou plusieurs vrits pour lamme chose,op. cit ., p. 28.60 Huizinga, Johan, Henri Pirenne, en Handelingen en levensberichten van de Maatschappij der Nederlandsche Letterkunde te Leiden, 1934-1935, pp. 179-184.61 Boone, Lautomne du Moyen ge: Johan Huizinga et Henri Pirenne ou plusieurs vrits pour la mme chose,op. cit ., p. 27.62 Cf. los comentarios de Amde Boinet, Bibliothque de lcole de Chartes, vol.lxx , N 1, 1909, pp. 584-587.63 La edicin de nitiva del catlogo fue publicada en Bruselas por la Librairie Nationale dArt et dHistoire, G.Van Oest et Cie. La introduccin, a cargo del Barn H. Kervyn de Lettenhove, inclua una larga lista de agradeci-mientos a cada uno de los monarcas europeos de entonces que posibilitaron la muestra.64 Krul, Realism, Renaissance and Nationalism,op. cit ., p. 284.65 Huizinga, Herfsttij der Middeleeuwen: studie over levens en gedachtenvormen der veertiende en vijftiende eeuwin Frankrijk en de Nederlanden, Haarlem, Tjeenk Willink, 1919.66 Huizinga, Erasmus, Haarlem, Tjeenk Willink, 1924.

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    clave en la formacin de la conciencia nacional (siglosxiv y xv ), y en la segunda pone sutil-mente de relieve su continuidad histrica entre nes del sigloxv y principios delxvi mediantesu gura intelectual ms clebre, es preciso sealar que la cartografa del otoo medieval tam-bin se extender a las cortes de Francia, y que la universalidad del nomadismo erasmiano lepermitir esbozar un estudio biogr co cuyos lmites trascendern con mucho el territorio bor-gon. Es por ello que si desde 1905 sus urgencias intelectuales uctuaran entre la bsquedade una nueva forma de hacer la historia y la exploracin de nuevos problemas en torno dedevenir nacional de su pas, aquellas dos obras se convertirn en un pice que responder, sobrtodo, a la primera de sus inquietudes. Junto con ello, cabe remarcar que difcilmente Huizingpueda ser considerado como un defensor acrrimo del nacionalismo holands.

    Pese a sus naturales discrepancias con Pirenne a este respecto y al estilo eventualmenteprovocador que conservan algunos de sus textos, lo cierto es que su propsito particular, bastante ms discreto, consista, ante todo, en la bsqueda de un origen histrico que permitieseclari car la diseminacin regional que afectaba al conjunto de los Pases Bajos. Este tipo dediscrecin, adems, no era ajeno a la prctica del o cio y a la naturaleza epistemolgica de lasdiscusiones historiogr cas tal como se desarrollaron en el espacio holands durante la pri-mera mitad del sigloxx . Como recuerda Christoph Strupp, las ctedras de historia no supera-ban la media docena antes de 1914, y slo se sumaron seis ms en 1930. Tampoco exista al-guna institucin particular que reuniera y difundiera los progresos de la disciplina, ni el hbitodel encuentro profesional para discutir los avances del campo.67 De all los embates contra, porejemplo, una historiografa alemana cuyo desarrollo impona (tal el caso de Oppermann, quetanto preocupaba a Huizinga) revisiones cada vez ms necesarias. Diez aos despus, en unade sus conferencias de 1926 en los Estados Unidos (How Holland became a Nation), Hui-zinga exportar el problema en trminos menos eruditos. All, exhort a su pblico al aban-

    dono del gentilicio Dutchy a su reemplazo por Hollandisho Netherlandisha causa de las re-miniscencias germnicas del primero. Y as conclua: Si la vaga y anticuada palabra Dutch dejara de usarse, signi cara que las naciones de habla inglesa han comenzado a vernos talcomo somos hoy en da, tal como nosotros mismos queremos ser conocidos y no ya como enla caricatura del viejo pescador fumando una pipa.68

    La partida de Groninga

    En 1914, junto con el enorme impacto que provoc el estallido de la Gran Guerra, el hogar deHuizinga tambin se ver preso de la tragedia: con apenas 37 aos morir su primera esposaMary Vincentia Schorer, con quien se haba casado en 1902 y tena cinco hijos. De tal modoobligado a comenzar una nueva vida, redobla el desafo y parte de nitivamente de su ciudadnatal. Precisamente, aquel ser su ltimo ao en la Universidad de Groninga, de la que se despedir no sin antes escribir una extensa historia secular de aquella institucin para la Academi

    67 Struup, Christoph, A Historians Life in Biographical Perspective: Johan Huizinga, en Berghahn, y Lssig (eds.) Biography between Structure and Agency. Central European Lives in International Historiography, Nueva York,Berghahn Books, 2008, pp. 108-109.68 Cf. Bank y Van Buuren, Dutch Culture in a European Perspective iii . 1900: The Age of Bourgeois Culture, NuevaYork, Palgrave Macmillian, 2004, pp. 70-71.

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    Groningiana. Se trata de laGeschiedenis der universiteit gedurende de derde eeuw van haarbestaan, 1814-1914[Historia de la Universidad durante su tercer siglo de vida, 1814-1914]69 que, por cierto, representa todo un tratado de historia intelectual holandesa del sigloxix cons-truido sobre la base de documentos pblicos y privados a los que Huizinga tuvo acceso graciasal permiso que le concedieron los descendientes del famoso crtico y coleccionista de arteHofstede de Groot.70 Todo un vrtice, en suma, para un derrotero atravesado por la forma y elcontenido que le imponan el discurso acadmico y la traza de una historia de la cultura. Sinembargo, no ser el ltimo. En 1915 Huizinga parti rumbo a Leiden para ocupar la ctedra deHistoria y geografa histrica de la universidad de aquella ciudad, cargo que desempearhasta 1940, cuando la ocupacin alemana decidi cerrar la institucin.71

    All, una vez ms, su conferencia inaugural fue la ocasin para una nueva disquisicin,en este caso, sobre historia de la cultura. En su ensayoOver historische levensidealen, tradu-cido al espaol con el ttulo de Ideales histricos de vida, analiza, esencialmente, la cuestinde los usos del pasado y la presencia cultural transhistrica de cuatro ideales propios de lacivilizacin occidental: el sentimiento apostlico, el sentimiento buclico, el ideal caballe-resco y la antigedad grecorromana. Si bien el escenario blico acaparaba la atencin de losintelectuales y orientaba sus interrogantes hacia la produccin escrita, no fue ste el caso deHuizinga, quien asumi que no incumbe al historiador hablar en medio de la tormenta, comoDemstenes, y no podemos a rmar que est cercano el da luminoso en que podamos contem-plar a naciones y a estados deslizarse sobre la corriente del tiempo como otras tantas nubes quecorren sobre el cielo azul.72 Esta evasin, no obstante, admite una doble lectura que tambinhace al propsito del ensayo. Por un lado, con rma el costado recluyente del espacio acad-mico y su rme intencin por apartar el devenir intelectual de un con icto cuyos resultadoseran an imprevisibles, decisin que expresa una ideologa muy propia de aquella lite esteti-

    cista que intentaba de nirse a partir de su contraposicin con los tcnicos del poder,73 y unespritu antimaterialista que Huizinga reciba como herencia directa del decadentismo de losTachtigers. En este sentido, su mencin a Demstenes no slo es una alegora de la resistencia

    69 Huizinga, Geschiedenis der universiteit gedurende de derde eeuw van haar bestaan, 1814-1914, Academia Gro-ningiana 1614-1914. Gedenkboek ter gelegenheid van het derde eeuwfest der universiteit te Groningen, uitgeven inopdracht van den Academischen Senaat , Groninga, 1914, pp.xiii -xxiii , 1-238.70 Tenzythoff,Sources of secession. The Netherlands Hermormde Kerk on the eve of the Dutch Immigration to the Midwest , op. cit ., p. 174, n. 64.71 Entre 1915 y 1916, Huizinga tambin se interesar por la cultura de los Estados Unidos, a cuya historia dedic sucurso general del ao 1917-1918 de la Universidad de Leiden. Sin haber pisado an tierra norteamericana, se sumergerpidamente en un estudio terico construido a partir de las escasas fuentes que poda proporcionarle la biblioteca. Unade las caractersticas que ms parecieron fascinarlo fue el juego de compatibilidades contradictorias que observabaen aquella sociedad, tal como la extraa coexistencia de un idealismo prctico y un individualismo colectivo: enla historia americana, los conceptos gemelos de individualismo y asociacin son percibidos como una contradiccinmucho menor de lo que podra suponerse a partir de la historia europea. Los resultados de esta investigacin aparece-rn en dos ensayos publicados bajo el ttulo America. A Dutch Historians Vision, from Afar and Near(Nueva York,Harper & Row, 1972), uno escrito para el seminario de Leiden y otro con posterioridad a su estada de dos meses en losEstados Unidos en 1926. Para una vasta visin de conjunto de la interpretacin que Huizinga ha hecho de la culturanorteamericana, cf. Kammen, Michael, This, Here, and Soon: Johan Huizingas Esquisseof American Culture[1982], enSelvages and Biases. The Fabric of History in American Culture, Ithaca, Cornell University Press, 1987, pp.252-281.72 Huizinga, Ideales histricos de vida, en Hombres e ideas. Ensayo de historia de la cultura, Buenos Aires, Com-paa General Fabril Editora, 1960, p. 71.73 Mosse, George, La cultura europea del siglo xx , Barcelona, Ariel, 1997, p. 96.

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    que en 1915 no piensa imitar, sino una implcita y sutil condena hacia los usos que la tradicinliberal anglosajona de la primera mitad del sigloxix haba realizado a partir de aquella oratoria,y cuyas consecuencias estaban a la vista.74

    Pero, por otro lado, son el agobio y la confusin de la guerra los que incitan la formula-cin de una serie de ideales cuya dinmica se cifra en el marco de una falsi cacin de lavida, donde cada momento histrico debe rivalizar con representaciones culturales previas ycrear modos de autoengao a travs de sucesivos procesos de reapropiacin literaria. En todocaso, lo que aqu repasa Huizinga son las distintas formas que tom el abandono de la culturaa travs de la historia occidental, formas de ccin casi irrespetuosas que negaban la realidad,pero, sobre todo, la vida. As, pues, construye un entramado que parte del Medioevo y culmina en los nacionalismos decimonnicos sobre todo, el alemn, que no representan sino epeligro ms reciente para la civilizacin: el ideal histrico nacional se apoya cada vez ms enla historia, a medida que se desarrolla el estudio intensivo de sta [...]. El mundo moderno yano busca ejemplos histricos generales de virtud y de felicidad, sino que aspira cada vez msintensamente a hallar smbolos histricos que re ejen los objetivos nacionales.75

    De tal modo, si bien Huizinga no aludir directamente a la guerra, se entregar a la re-exin de los peligros que sta conlleva cuando se abandonan los valores culturales y los de la

    vida misma. Lo que en un principio podra interpretarse como una reivindicacin de la indiferencia, se trata ms bien del culto a una realidad incierta que no debe pasar inadvertida. En clavalegrica, trata de explicar de qu modo su inquisicin histrica es ms valiosa que un excesoindividual a favor o en contra de un con icto que seguramente se convertir en oprobio: Lapersona que desea escapar del presente, con su pesada carga histrica, ha de abandonar la vid[...]. La liberacin no consiste en el abandono de la cultura, sino en el abandono del propio egoCrtica resuelta y prcticamente directa hacia ese romanticismo que in ltr conceptos y emo-

    ciones propias de la cultura histrica alemana, como patria, fama, muerte heroica, honor, -delidad, deber, inters nacional, progreso,76 cuya genealoga termin por convertirse en elimpulso nacionalista que desencaden la guerra. Pero este ensayo tambin avanza sobre inferencias propias en historia de la cultura que pronto har suyas en El otoo de la Edad Media. Sila conferencia de 1905 impona un modelo terico de investigacin, el discurso de Leiden trazar las primeras hiptesis en torno de dos cuestiones cruciales en su estudio de 1919: los valores trascendentes del ideal caballeresco y la naturaleza histrica del Renacimiento. Respecto deprimero, sostendr que ejerci un verdadero in ujo no slo durante el Medioevo: todas lasformas superiores de la vida burguesa de pocas posteriores asegura se basaron en realidaden la imitacin de las formas de vida de la nobleza medieval,77 una mentalidad, en suma, queheredaba una asctica, propia del ideal pastoral cristiano y que, tras sus formas ccionales dedisimulo y cortesa, proporcionaba un ideal ms emparentado con la creacin literaria que conel espritu de cruzada. Asimismo, dentro del cuerpo de notas (en la nota 16) discutir la teordel historiador Eduard Wechssler [1909], quien separaba el ideal cortesano del caballerescopara Huizinga, el primero no fue sino una especializacin y un re namiento del segundo.78

    74 Cf. Darwin Adams, Charles, Demstenes y su in uencia , Buenos Aires, Nova, 1946, pp. 179 y ss.75 Huizinga, Johan, Ideales histricos de vida,op. cit ., p. 74.76 Ibid., p. 87.77 Ibid., p. 81.78 Ibid., p. 307.

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    As, pues, resulta importante sealar de qu modo Huizinga utiliza este aparato crtico(naturalmente, creado para la publicacin del artculo, tambin aparecido en 1915), el cualrevela qu entenda por erudicin, y cmo sta deba ser empleada. Ante todo, es all donderelega las discusiones tericas y no dentro del ensayo, en cuyo texto prcticamente no alude aninguna autoridad. Sin embargo, tanto en las notas como en el escrito mismo tambin insertaopiniones personales sobre la guerra, lo que denota una prolongacin del compromiso con surealidad y una forma de mostrar cul era la verdadera intencin del trabajo. As, en la extensanota nal (24) donde tambin alude a Lamprecht, reintroduce la cuestin del belicismo en elseno mismo de la discusin erudita, proceso que repite la sucesin cultural de ideales yaestudiados en la conferencia:

    La guerra se ha encargado de dar un giro tosco y concreto a muchas de estas actitudes [las delnacionalismo]. Es extrao que un telogo como Deissman tome ahora en serio un conceptocon el cual el radical Bonus jug en su primer perodo y que durante la Navidad de 1914 hayacantado loores al antiguo Cristo sajn, Jess, en su condicin de hroe militar, la impresinms profunda y sincera que el espritu alemn concibiera jams en Cristo.79

    Por otra parte, al estudiar los prstamos culturales que tom el Renacimiento italiano en el si-glo xv , tambin regresa sobre la idea de continuidad, olvidando cualquier ruptura brusca conel Medioevo: mientras dur el Renacimiento tambin se prolong la Edad Media,80 es decir,que los ideales de la civilizacin grecorromana no fueron los nicos emulados, sino que msbien representaron un conjunto de aspiraciones clsicas, caballerescas y cristianas que se fu-sionaron y dieron lugar a otro tipo de universo cultural. Esta tesis, ya sealada por Rudolf Eucken en 1890,81 derrumbar la vieja concepcin que se haba elaborado del Renacimiento a

    partir de una lectura un tanto apresurada de la obra de Burckhardt.82

    El otoo de la Edad Media

    Con el de nitivo abandono de Groninga y su establecimiento en Leiden, comienza para Hui-zinga un perodo de reconocimientos acadmicos y sociales que se irn incrementando con

    79 Huizinga, Johan, Ideales histricos de vida,op. cit ., p. 309.80 Ibid., p. 83.81 Este orden de ideas puede reunir un entusiasmo ardiente por la antigedad y una sincera piedad cristiana; la aca-demia platnica, la ms alta creacin los ca del Renacimiento, busca una unin completa entre el Cristianismo yla antigedad (Eucken, Rudolph Ch. [1890], Los grandes pensadores, traduccin de Faustino Ballv, Buenos Aires,Orbis, col. Los Premios Nobel, 1984, p. 232). Recordemos que Huizinga ya ha citado a Eucken en la nota nal,pero para colocarlo junto a Lamprecht y sopesar sus emociones germnicas sobre el talento especial del puebloalemn en la historia mundial, un entusiasmo que, no obstante, puede degenerar, transformndose, de dominiopuramente intelectual del mundo por la cultura alemana en imperialismo desembozado. De este modo, Huizingaincorpora una vez ms los debates historiogr cos en el ncleo del con icto armado y presagia con sorprendentelucidez el auge del nazismo.82 La tesis de Burckhardt, en realidad, es mucho ms compleja. No postula la presencia de un Renacimiento laico ytampoco niega radicalmente su continuidad con respecto al Medioevo. Con todo, s aparece como una categorasingular dentro de la historia de la cultura occidental, lgica que Huizinga encuentra inadecuada. Por su parte, en1920 Huizinga desarrollar su propio concepto de Renacimiento en un trabajo ya clsico, Het probleem der Renais-sance[El problema del Renacimiento], publicado, una vez ms y no casualmente, en De Gids, vol.iv , N 84, 1920.

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    suma rapidez y que trascendern la frontera holandesa. Desde 1916, ser presidente de la Seccin de Humanidades y Ciencias Sociales de la Real Academia de Artes y Ciencias (institucinque en 1939 present su nominacin para el Premio Nobel de Literatura), entre 1929 y 1942presidente del Departamento de Literatura de la Universidad de Leiden, entre 1932 y 1933ocupar el rectorado de dicha universidad, ser vicepresidente del Comit Internacional deCooperacin Intelectual creado en 1926, recibir el doctoradohonoris causaen las univer-sidades de Tubinga y Oxford y, como parte indisociable de la alta sociedad holandesa, no sloapadrinar los estudios de la princesa Juliana quien, en 1937, obtendr su doctorado en literatura y losofa, sino que, adems, ser testigo de su boda. Pues bien, buena parte de todaesa reputacin se debe a la extraordinaria acogida pblica que tuvo en 1919 la aparicin de sutrabajo ya clsico Herfsttij der Middeleeuwen, conocido en espaol como El otoo de la Edad Mediaa partir de la traduccin que Jos Gaos realiz de la versin alemana [ Herbst des Mitte-lalters] en 1929 para la Revista de Occidente.83 La obra hizo fortuna desde un principio, in-cluso con su mismo ttulo, que ya sentaba una diferencia semntica (o semasiolgica?) mani

    esta respecto de las denominaciones que tomaban las tradicionales obras histricas.Con El otoo de la Edad Media, Huizinga inaugura un nuevo discurso historiogr co en

    que los factores estticos y poticos de la narracin ocupan un lugar privilegiado en la construccin del relato, sin que por ello se vea afectado el rigor epistemolgico de una obra que siemprse quiere tan in nita como inagotable. Estos factores no slo hacen a su estilo de escritura sinotambin, indudablemente, a su modo de comprender el devenir histrico, condicin que, de algn modo, es inherente al espritu del trabajo y sin la cual sera imposible percibir a qu tipo dMedioevo re ere. En esencia, y a partir del hallazgo casi siolgico de una serie de impresio-nes sensibles y de sentimientos de profunda exaltacin, lo que Huizinga construyegrosso modo es una historia de la sensibilidad en la Baja Edad Media, en que la existencia humana se encuen

    tra mediatizada no slo por una hipersensibilidad de fuertes contrastes entre colores, sonidosaromas y texturas, sino tambin por la bsqueda de un ideal de vida ms bello, por una completin amacin del sentimiento religioso y por un culto a los detalles donde cada cosa se convierteen un objeto delimitado y espec co, digno de ser explorado. Es esta incursin por los meandrosde un lenguaje que pone de relieve las posibilidades literarias del discurso y mira menos la profusin de los tecnicismos histricos la que permiti que la obra fuese reconocida y comprendidpor una comunidad interpretativa de lectores cultos mucho ms amplia que el mero crculo especializado, algo que, en 1919, era prcticamente indito en la historia de la historiografa y quesin duda, marca un quiebre en la recepcin de la produccin escrita del propio Huizinga.

    A este respecto, l mismo se encarg de hacer en el captulo primero El tono de lavida su propia defensa de las fuentes que utilizaba:

    La vida diaria ofreca de continuo ilimitado espacio para un ardoroso apasionamiento y una fantasa pueril. Nuestras investigaciones histricas, que pre eren beber todo lo posible en los documen-tos o ciales, por descon anza hacia las crnicas, incurren por ello muchas veces en un peligrosoerror. Los documentos nos dan escasa noticia de la diferencia en el tono de la vida que nos separade aquellos tiempos, y nos hacen olvidar el vehemente pathosde la vida medieval. De todas las

    83 Huizinga, Johan [1919], El otoo de la Edad Media. Estudios sobre las formas de la vida y del espritu durante lossiglos xiv y xv en Francia y en los Pases Bajos, traduccin de Jos Gaos, Madrid, Revista de Occidente, col. Selectade Revista de Occidente, 1973.

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    pasiones que la colman de color, por lo regular, mencionan slo dos: la codicia y la belicosidad[...]. Para comprender con justeza aquellos tiempos son, pues, indispensables los cronistas, porsuper ciales que puedan ser y por frecuentemente que yerren en lo tocante a los hechos.84

    Justamente, ha sido su habilidad lolgica, su propia sensibilidad esttica junto con un espritu

    estrechamente vinculado a la losofa de la vida y su profunda experiencia en la potica delos discursos acadmicos los que le permitieron utilizar por va negativa las reglas que media-ban entre la erudicin esotrica y las concesiones literarias para un lector que no buscaba fuertesrevelaciones de archivo en aquelOtoo. Es precisamente por ello que este grado de transigen-cia, anunciado, de algn modo, en su leccin inaugural de 1905, no siempre fue celebrado porlos historiadores, quienes, sin desatender el valor pionero de la obra, nunca dejaron de ver enella un contrato demasiado arriesgado con la verosimilitud que ofrecan aquellos documentos.

    Las perplejidades de una recepcin

    Sin embargo, estas primeras reservas acadmicas, as como buena parte de las que vendrandespus, estn relacionadas, en primer lugar, con el retraso general de las investigaciones histo-riogr cas en torno de la gura intelectual de Huizinga y, en consecuencia, con la ausencia deestudios de conjunto sobre su obra que permitiesen tener una perspectiva acabada de su derro-tero intelectual. Pese a la temprana circulacin de sus obras completas (1948-1953) y a la apa-ricin de las actas de un congreso particularmente iluminador llevado a cabo en La Haya en1972 para celebrar el aniversario de su nacimiento,85 deberemos esperar a los aos 1980 paradisponer de las primeras investigaciones formales en lengua holandesa y de la publicacin n-

    tegra de su correspondencia (1989-1991). Hasta esa fecha, slo contamos con una recepcinheterognea y fragmentaria no menos interesante, pero que interpret su obra a partir de unregistro esencialmente microterico y cuya difusin se limit a reseas bibliogr cas o a art -culos diseminados en revistas especializadas que ponan el acento en su produccin ms divul-gada, esto es, El otoo de la Edad Mediay, sobre todo, Homo Ludens. Asimismo, tal como re-cuerda Philippe Aris, El otoo de la Edad Mediaapareci en Francia cuando an la historiahistorizante no haba desaparecido completamente del panorama historiogr co y la disci-plina buscaba renovar ese clima con una lnea econmica y social.86 De all que al aparecer latraduccin francesa en 1932, la revista Annalesno haya publicado ninguna recensin de laobra87 y que una revista de literatura como Romania, por ejemplo, la recibiera del siguiente

    84 Huizinga, Johan, El otoo de la Edad Media, op. cit ., p. 23.85 Koops, W. H. R., E. H. Kossmann y G. van der Plaat (eds.), Johan Huizinga, 1872-1972, La Haya, Nijhoff, 1973.86Aris, Philippe, Huizinga y los temas macabros, en La muerte en Occidente, Barcelona, Argos Vergara, 1982, p. 84.87 No obstante, Marc Bloch haba publicado una resea de la segunda edicin de la versin alemana en el Bulletin dela Facult de Lettres de Strasbourg(vol.vii , N 1, 1928, pp. 33-35), en la que cali ca el trabajo como un estudio depsicologa histrica y por supuesto de psicologa colectiva. Con todo, desestima el uso del trminootoo: Deboconfesar que me gusta muy poco esa comparacin con las estaciones aunque me siento libre de expresar mi rechazoporque el Sr. Huizinga mani esta dudas anlogas. Por un lado, Bloch reivindica el uso de las fuentes literarias,justas observaciones de mtodo que hoy tendemos a desestimar en bene cio de los documentos diplomticos,pero, por otro, expresa: me parece que el mtodo, sobre todo, presenta una laguna realmente grave: es esa manerainsistente de considerar a la sociedad de aquel tiempo como un todo o poco menos. Sin embargo, se puede concebiruna psicologa colectiva que no haga ninguna diferencia entre las clases sociales?.

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    modo: Debemos agradecer a MlleBastin haber traducido de un modo claro y vigoroso el librodel Profesor de la Universidad de Leiden, libro algo oscuro y tal vez demasiado in uido por lahistoria, la literatura y el arte de los pases borgoones, pero, no obstante, vivo, rico y diversoque nos ofrece una imagen singularmente enrgica y colorida de nes de los siglosxiv y xv .88

    Junto con estos factores, cabe agregar que las particularidades de esta primera versin alfrancs han atenuado una zona importante de sus guios semnticos. Bajo el in ujo de la crisisde 1929, el ttulo de la obra es traducido como Le dclin du Moyen ge. Slo en 1975 se recu-pera el ttulo LAutomne du Moyen ge, reeditando la misma versin, pero incluyendo unaentrevista a Jacques Le Goff.89 En ingls ocurri algo similar. En 1924, apareci la primeraedicin traducida por Fredrick Hopman,The Waning of the Middle Ages, versin que ante todoes, como reza en su prefacio, un trabajo de adaptacin, reduccin y establecimiento realizadobajo la direccin del autor.90 Slo en 1996 Rodney Payton y Ulrich Mammitzsch traducenpara la University of Chicago Press la obra completa y modi can el ttulo porThe Autumn of the Middle Ages.

    En este sentido, un caso tpico de recepcin perpleja podra ser el de Jacques Le Goff.Si en 1965 sealaba que El otoo de la Edad Mediaes una obra clsica y llena de informacin,a pesar de su carcter literario,91 y en 1974 que Huizinga mostr todo cuanto la utilizacinde textos literarios (es la fuerza y la debilidad del libro) puede aportar al conocimiento de lasensibilidad y de la mentalidad de una poca,92 cuando en 1986 aparezca su entrada JohanHuizinga en el Dictionnaire des sciences historiquesdir: El otooaparece como un pioneroy un antecesor de los nuevos campos de la historia: historia del cuerpo, historia de los sentidoshistoria de los sueos y de lo imaginario.93 Pese a que estas observaciones no son necesaria-mente contradictorias, lo cierto es que, bajo el giro antropolgico de Annales, la voz de esteltimo Le Goff es, notoriamente, la de El nacimiento del Purgatorio[1981] y no aqulla de La

    civilizacin del Occidente medieval [1964]. El Huizinga que vuelve a revisar es aquel cuyotratamiento de la sensibilidad prerrenacentista no slo sent los primeros lineamientos de unanueva historia cultural que en los aos 1960 y 1980 sern recuperados respectivamente por lhistoria de las mentalidades y la historia de la sensibilidad94 mientras indagaba laterales que,por lo general, bajo el in ujo de los tiempos braudelianos, quedarn al margen de las investiga-ciones sino que, adems, El otoose converta en un ilustreavant la lettrede la revolucinhistoriogr ca francesa de Marc Bloch y Lucien Febvre en torno de la revista Annales.

    Sin embargo, el establecimiento de esta genealoga cuenta con algunos matices que elmismo Le Goff se encargar de mencionar. En principio, considera que ver en Huizinga sloal padre de aquella nueva historia resulta una forma un poco reductora,95 sentencia que, sin

    88 Cf. Romania. Revue triemestrielle consacre ltude des langues et des litrattures romanes , vol. lviii , 1932,seccin Chronique, p. 622.89 Huizinga, Johan, Lautomne du Moyen ge, Pars, Payot, 1975.90 Huizinga, Johan,The Waning of the Middle Ages. A Study of the Forms of Life, Thought and Art in France and the Netherlands in the xiv th and xv th centuries, Londres, Edward Arnold, 1924. A partir de 1965, Penguin Books lanzarla versin de bolsillo, continuamente reeditada hasta 1976.91 Le Goff, Jacques, La Baja Edad Media, Mxico, Sigloxxi , 1989, p. 314.92 Le Goff, Jacques, Las mentalidades. Una historia ambigua, en Jacques Le Goff y Pierre Nora (dirs.), Hacer lahistoria iii . Objetos nuevos, Barcelona, Laia, 1980, p. 93.93 Le Goff, Jacques, Johan Huizinga,op. cit.,p. 350.94 Cf. Poirrer, Philippe, Les enjeux de lhistoire culturelle , Pars, Seuil, 2004, pp. 44-73 y 183-198.95 Le Goff, Jacques, Johan Huizinga,op. cit ., p. 349.

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    aminorar su fuerza de antecedente, dota a la gura del holands de una mayor autonoma inte-lectual. De hecho, ms adelante recti car lo que aos atrs haba observado con sospecha:En sus obras, Huizinga anuncia y ayuda al nacimiento de una historia de la sensibilidad y delas mentalidades, de la vida cotidiana, y recurre a los documentos literarios y artsticos, de-seando abolir las barreras que separan la historia de la psicologa (esencialmente, la psicologacolectiva), la etnologa y la sociologa, as como la losofa.96 Pese a que la policroma de El otoo de la Edad Mediaabre muchas vas para la investigacin de la Baja Edad Media, noparece del todo evidente, sin embargo, que all se concentre como signo tal diversidad de tpi-cos ni que las barreras epistemolgicas abolidas cubran un espectro tan amplio como indica LeGoff. En este sentido, buena parte de aquel anuncio de nuevos temas tena su enclave en lascondiciones de posibilidad que le ofrecan a Huizinga la losofa, la esttica y la literatura: lacreatividad de su imaginacin histrica es lo que le permiti desglosar numerosos interro-gantes y cruzar libremente los lmites que suele imponer la grafa de las fuentes literarias, deall su eleccin heurstica. En segundo lugar, otra de las marcas que relativizan su in ujo sobrela escuela francesa son algunas de las liaciones intelectuales que ya hemos mencionado: unhistoriador que haba demostrado cierta predileccin por la historiografa de Burckhardt y,peor aun (pese a sus diferencias), por la de Lamprecht, no poda ser aceptado sin reservas poraquellos que intentaban sentar una nueva forma de hacer historia cuya fractura con el pasadodeba ser profunda y notoria. Asimismo, los regodeos de Huizinga con laVlkerpsychologiedeWilhelm Wundt y su simpata hacia la losofa de la historia va escuela de Baden tambin seconvirtieron en objeto de sospecha:97 recordemos que una de las principales advertencias queFebvre sola hacer a los historiadores consista en alejarse lo ms posible de cualquier especu-lacin los ca.98 Sin embargo, los matices se imponen una vez ms, pues ninguna de estasposiciones era lo su cientemente estable como para perdurar sin ambages, y la corresponden-

    cia epistolar que Huizinga mantuvo con Bloch y con Febvre as lo demuestra.Cuando en 1933 Ferdinand Lot rechaz escribir el volumen dedicado a la disolucin delimperio carolingio y los comienzos del rgimen feudal para la clebre coleccin Lvolution delHumanit de la Bibliothque de Synthse Historiquefundada por Henri Berr, y propuso a Hui-zinga o a Joseph Calmette como posibles candidatos, Bloch no se mostr muy convencido conninguno de los dos, y as se lo expres a Lucien Febvre en una carta del 5 de febrero de aquel ao.Con respecto a Huizinga, a rm lo siguiente: sabe mucho, creo, pero en un marco muy restrin-gido topogr camente (Usted sabe tanto como yo cun limitado es suOtooen este punto); ade-ms, me pregunto si aceptara; me parece que se encuentra completamente volcado hacia proble-mas de otro tipo (orgenes del Renacimiento, movimiento erasmiano, etc.). La parte de la AltaEdad Media debe resultarle muy ajena.99 Segn indica Bertrand Mller, la propuesta fue hechade todos modos y, al parecer, en ms de una ocasin. Sin embargo, Huizinga pareca mostrarsereticente. En otra misiva de diciembre de aquel ao, Bloch le confesaba a Febvre: Huizinga, en

    96 Le Goff, Jacques, Johan Huizinga,op. cit., p. 350.97 Le Goff, Johan Huizinga, en Le Goff, Chartier y Revel (dirs.), La nouvelle histoire, Pars,cepl , 1978, pp. 242-245.98 Cf., a este respecto, Chartier, Roger, Philosophie et histoire: un dialogue, en Franois Bdarida (dir.), Lhistoireet le mtier dhistorien en France 1945-1995, Pars, ditions de la Maison des Sciences de lHomme, 1997, pp.149-169.99 Carta de Marc Bloch a Lucien Febvre (cxvii ), en Bloch, Marc y Lucien Febvre,Correspondance, i: La naissancedes Annales, 1928-1933, Pars, Fayard, 1994, p. 328.

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    respuesta al envo de una separata, me ha escrito en trminos tan sibilinos que me pregunto si hrecibido la carta que sin duda Usted le ha enviado a propsito de los temas que peda. Tal vez setrate de una simple falta de experiencia en el dominio del francs. Decididamente, desconfo de lldico.100Pese a todo, Lucien Febvre pareca mostrarse un tanto ms transigente. Desafortuna-damente, de aquel intercambio slo queda la carta que ste le envi a Huizinga:

    Usted es bastante modesto, y el programa que le adjudica a los Annaleses demasiado res-tringido! Existe toda clase de cosas estupendas en Usted que ya son hechas por los Annales!Todos y cada uno de los captulos de su Dclin du Moyen getendran que haber aparecidoaqu. Todo aquello que mantenga un vnculoentre el arte y la economa, entreel pensamiento y la estructura social , entrela psicologa colectiva y las condiciones socialesforma parte denuestras preocupaciones [] tengo sumo inters en su colaboracin [] lo quiero como cola-borador en nuestra obra de educacin y de amplitud intelectual.101

    En de nitiva, la obra no ser escrita sino por Marc Bloch y aparecer en 1939 dedicada a Fer-dinand Lot, quien haba sugerido el ttulo que nalmente conserv, La socit fodale.Por otro lado, y a partir de una tradicin intelectual diferente, el historiador Carlos Ramaha encontrado en 1970 limitaciones objetivas en El otoo de la Edad Media. Por un lado, enla estrechez del espacio estudiado, pues se reduce a las cortes de Francia y de Borgoa conescasa atencin al resto de Europa occidental,102 una observacin frente a la que slo convienereenviar al subttulo de la obra: Estudios sobre las formas de la vida y del espritu durante lossiglos xiv y xv en Francia y en los Pases Bajos. Por otra parte, tambin critica la excesiva aten-cin que Huizinga le presta a la vida y a los ideales del clero y de la nobleza, ofreciendo sloretazos de la vida de los artesanos, los campesinos y los burgueses.103 Si bien la cultura po-pular est prcticamente ausente de la obra, lo cierto es que, sencillamente, no formaba partedel universo que Huizinga estudiaba. Y para esta eleccin si realmente se tratara de una eleccin habra, al menos, dos motivos. En primer lugar, la cultura de las clases populares fuecomo seala Paul Gerbord, un descubrimiento bastante tardo cuyo primer antecedente seremonta a la obra de Nisard en 1854 ( Les livres populaires et la littrature de colportage) y ala de Champ eury en el ao 1861 ( De la littrature populaire),104campos que, por cierto, remi-ten sobre todo a estudios literarios que slo sern recuperados por Robert Mandrou en los ao1960105 y ampliamente discutidos a partir de 1970:106 he aqu, precisamente, uno de los princi-pales orgenes de la historia cultural.

    100Carta de Marc Bloch a Lucien Febvre (clxxxii ), en Bloch, Marc y Lucien Febvre,Correspondance, op. cit., p. 462.101 Esta carta, sin fecha, fue tomada por Bertrand Mller de la Collection Huizinga del Museo Letterkundig de LaHaya (cf. Bloch y Febvre,ibid ., p. 462, n. 409]. Es Febvre quien utiliza las cursivas.102 Rama, Carlos, El pensamiento histrico de Huizinga, La historia y la novela y otros ensayos historiogrfcos ,Buenos Aires, Nova, 1970, pp. 125-126.103 Ibid .104 Gerbord, Paul,Europa cultural y religiosa de 1815 a nuestros das, Barcelona, Labor, 1982, p. 184.105 Esencialmente, en De la culture populaire aux xvii e et xviii e sicles. La Bibliothque bleue de Troyes[1964].106 El concepto de cultura popular ser ampliamente discutido en el artculo La beaut du mort. Le concept deculture populaire, escrito por Michel de Certeau, Dominique Julia y Jacques Revel (cf.Politique aujourdhui,diciembre de 1970, pp. 3-23) y ms tarde (1986) ser puesto al da por el mismo Revel en su ensayo La culturepopulaire: sur les usages et les abus dun outil historiographique, enUn parcours critique. Douze exercices dhistoiresociale, Pars, Galaade, 2006, pp. 293-313.

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    Asimismo, hasta 1948 las orientaciones en historia de la cultura por lo general an se-guan parceladas en arte, literatura o losofa y, a n de cuentas, es por ello que Huizinga noha practicado una historia cultural,107 sino una historia de la cultura anclada en tradicionespropias de las comunidades eruditas y de las lites intelectuales de nes del sigloxix y princi-pios delxx .108 Si bien, tal como seala Georges Duby retomando los lineamientos de aqueldebate, los lmites que separan la cultura popular de la cultura erudita no resultan completa-mente ntidos,109 es necesario considerar esa diferencia cuando se trata de precisar la forma enque los historiadores han utilizado esas representaciones, y, a este respecto, la percepcin deHuizinga se form, pese a sus reservas, bajo la llamadaKulturgeschichte. Por otra parte, comoseala Jorge Myers, la historia cultural, tal como actualmente la entendemos, tambin esheredera de un complejo terico donde han intervenido la antropologa, el marxismo ingls,los estudios culturales britnicos, el postestructuralismo los co o sociolgico, los estudiosde gnero y la microhistoria,110 es decir, movimientos o corrientes de pensamiento cuyo prin-cipal desarrollo data de la segunda posguerra y que, naturalmente, se encuentran bien alejadosdel espritu de El otoo de la Edad Media, obra que forma parte del embate de escepticismoque sigui a la Gran Guerra y a unas formas de historia de la cultura ligadas con principiosepistemolgicos muy distantes de aquel universo historiogr co. En suma, Huizinga difcil-mente podra haberse interesado en una cultura popular que an no estaba instalada en elhorizonte de la investigacin histrica como un objeto particular. Por otra parte, la elusin decualquier anlisis profundo acerca de la burguesa comercial reside en que, para Huizinga, elespritu de la poca se encontraba atravesado en alto grado por el ideal caballeresco, espa-cio simblico que no era patrimonio exclusivo de una sola clase, sino que alcanzaba a todo elsentido de las formas y era comn a toda la sociedad.111

    En este sentido, el ltimo Duby se acerca bastante a este ideal. EnGuillermo el Maris-

    cal asume que el porvenir de la caballera, luego de su perodo formativo entre 1160 y 1215, seconvirti paulatinamente en un producto residual y en unas formas de reliquia que en 1219 yano podan servir ms que para levantar ante las rugosidades de lo real la pantalla engaosa ytranquilizadora con la que todos alimentaban la lacerante nostalgia en su corazn.112 Pese aello, frente a los motivos que forjaron esta caballera, Duby los tratar a partir de un sistema devalores vinculado, sobre todo, con las normas sociales y el orden poltico internacional,113 adiferencia de Huizinga, quien lo har a partir de las formas de la vida por caso, ese conjunto

    107 La objetivacin del trmino historia cultural as como sus lmites epistemolgicos sern enunciados por RogerChartier en Le monde comme reprsentation, originalmente publicado en Annales, vol. xliv , N 6, 1989, pp.1505-1520.108 En este sentido, para el ensayo en que Huizinga trata esta cuestin ( De taak der cultuurgeschiedenis, Haarlem,1929), cf. la versin de Wenceslao Roces, Problemas de historia de la cultura, en Johan Huizinga, El concepto dela historia y otros ensayos[1912-1929], Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1994, pp. 7-83.109 Duby, Georges, Problemas y mtodos de la historia cultural [1977], en El amor en la Edad Media y otros ensa- yos[1988], trad. de Ricardo Artola, Madrid, Alianza, 1990, p. 138.110 Myers, Jorge, Historia cultural, en Carlos Altamirano (dir.),Trminos crticos de sociologa de la cultura, Bue-nos Aires, Paids, 2002, p. 127.111Antoni, Carlo, Problemas y mtodos de la historiografa moderna: Johan Huizinga, Revista de Occidente, vol.xlix , aoxiii , N 145, julio de 1935, p. 10.112 Duby, Georges,Guillermo el Mariscal [1984], Madrid, Alianza, 1985, p. 171.113 Cf. un somero desarrollo de esta discusin en Ruiz-Domnec, Jos E., La novela y el espritu de la caballera,Madrid, Biblioteca Mondadori, 1993, pp. 11 y ss.

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    de elementos heterogneos que cada civilizacin crea de s misma. Frente a la voz del francy en cuanto a la tesis de la continuidad de aquel ideal durante el Renacimiento tesis quecomo vimos, es defendida por Huizinga en oposicin al quiebre que sostiene Burckhardt ealgo que Francis Yates recomienda no llevar demasiado lejos debido a que el resurgimientocaballeresco durante el Renacimiento debera entenderse como un todo junto con las manerain nitamente variadas y sutiles en que el humanismo caballeresco se mezcla y combina con elhumanismo clsico italianizante. Con todo, Yates advierte esta cautela tanto para Huizingacomo para Burckhardt,114 con lo cual ingresa en un debate clsico donde la gura del holandses asociada con la del suizo en un intento por establecer una genealoga que, ciertamente, esobjeto de una discusin intelectual que an persiste.

    Una liacin con ictiva

    Ante todo podramos a rmar que los vnculos historiogr cos que unen la obra de Huizingacon la de Burckhardt son introducidos en El otoo de la Edad Mediacomo un factor de discu-sin por el propio autor y a partir, justamente, del problema del ideal caballeresco. All seala que

    Burckhardt opone al honor y a la gloria particulares de los distintos estados que animaban ana la sociedad genuinamente medieval fuera de Italia el honor y la gloria comunes al gnerohumano, a los cuales aspira desde Dante el espritu italiano, bajo la intensa in uencia de lasideas de la antigedad. Este punto parceme ser uno de aquellos en que Burckhardt ha juzgadodemasiado grande la distancia entre la Edad Media y el Renacimiento, entre la Europa occi-dental e Italia. El amor a la gloria y la ambicin del Renacimiento es, en su mdula, la ambi-cin caballeresca de las pocas anteriores y de origen francs; es el honor de clase, ensanchadoen sus lmites, libre del sentimiento feudal y fecundado con ideas antiguas.115

    Al establecer esta marca, Huizinga se suma a los medievalistas de Europa septentrional que ydesde 1907 venan criticando la concepcin impresionista del Renacimiento116 que sostenaBurckhardt, y segn la cual en el sigloxv exista un enormedcalagecultural entre Italia y lospases del Norte, particularmente en el mbito franco-borgon. En realidad, como demuestraRobert Klein, lo cierto es que Italia no cre en solitario un renacimiento para llevarlo a continuacin al resto de Europa, sino que encontr, para unas aspiraciones comunes a todo el

    Occidente, unas formas nuevas y ms ricas, que sus vecinos adoptaron luego,117

    lo cual im-plica que ms bien hubo cierta reciprocidad en la difusin cultural y, en algunos casos concretos, espacios en plena sincrona, tal como el desarrollo paralelo de las ciudades de Artois,Flandes y las urbes italianas.

    114Yates, Frances A., El espritu de la caballera [1978], en Ideas e ideales del Renacimiento en el norte de Europa, Ensayos reunidos iii , Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1993, pp. 48-49.115 Huizinga, Johan, El otoo de la Edad Media, op. cit ., p. 105.116Ward, Paul L., Huizingas Approach to the Middle Ages, en Henry S. Hughes (ed.),Teachers of History, NuevaYork, Cornell University Press, 1954, p. 170.117 Klein, Robert, La Civilizacin del Renacimiento, de J. Burckhardt, en la actualidad [1958], en La forma y lointeligible. Escritos sobre el Renacimiento y el arte moderno, Madrid, Taurus, 1982, p. 192.

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    En cuanto a la discusin con Huizinga, segn Klein, el holands encontr en Francia y enBorgoa la misma actitud esttica que describa Burckhardt respecto de la vida como juego ocomo obra de arte, aunque no como un complemento del racionalismo realista, sino como unfactor de evasin,118 si bien en trminos estrictos deberamos hablar de ideales de vida. Porsu parte, Carlo Antoni entiende que Huizinga, al igual que Burckhardt, intent revelar unnuevo tipo de humanidad, pero en oposicin a los criterios de laKulturgeschichte, debido aque estima que el individualismo y el realismo son meras categoras conceptuales y, como ta-les, tambin objeto de de nicin, es decir, una ecuacin entre una realidad in nitamente he-terognea y un concepto necesariamente genrico:119 como ya vimos en su ensayo de 1905, lalgica, segn Huizinga, es inaplicable para un devenir histrico que siempre se quiere por de-ms azaroso y catico. Geoffrey Barraclough tambin reivindica la diferencia y sienta la pre-sencia de un Renacimiento al norte de los Alpes que Burckhardt no tuvo en cuenta y cuyaoriginalidad Huizinga supo destacar.120

    Sin embargo, y a pesar de estas diferencias de grado, luego de comparar la formalidadmetodolgica de ambos, la mayor parte de los historiadores han encontrado ms armonas quediferencias. El mismo Paul Ward, pese a que coloca a Huizinga entre los crticos de Burc-khardt, pronto lo resita en la lnea de sus continuadores. Fritz Stern hace otro tanto al ubicar