La Europa del Siglo XIX (1815-1 - Geoffrey Bruun_001.rtf

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Breve historia de Europa en la que se analizan los sucesos sobresalientes desde el Congreso de Viena, en 1815, hasta las vsperas de la primera Guerra Mundial de 1914-1917. Los seis captulos ofrecen un panorama de las luchas, esperanzas, cadas y triunfos de los ciudadanos europeos en un periodo de 99 aos.

LA EUROPA DEL SIGLO XIX (1815-1914)

Breve historia de Europa en la que se analizan los sucesos sobresalientes desde el Congreso de Viena, en 1815, hasta las vsperas de la primera Guerra Mundial de 1914-1917. Los seis captulos ofrecen un panorama de las luchas, esperanzas, cadas y triunfos de los ciudadanos europeos en un periodo de 99 aos.

Autor: Bruun, Geoffrey

ISBN: 9789681602994

Generado con: QualityEbook v0.35

La Europa del siglo XIX

1815 -1914

por

GEOFFREY BRUUN

FONDO DE CULTURA ECONMICA

MXICO

INTRODUCCIN

El siglo XIX fue la gran era de la expansin europea. Durante 300 aos, a continuacin de los viajes de Coln, Da Gama y Magallanes la sombra de la hegemona europea corri sobre los mares. Durante 10 generaciones, intrpidos exploradores, comerciantes y colonizadores izaron sus velas en los puertos del Viejo Mundo para establecer los amplios fundamentos de los imperios de ultramar. Sin embargo, slo en el siglo XIX, cuando la ciencia occidental puso "un cinturn alrededor de la tierra", fue cuando los europeos recibieron su plena herencia imperial. Su agresiva superioridad y sus espectaculares conquistas eclipsaron todos los prlogos histricos, aunque puedan encontrarse precedentes limitados, por ejemplo, en la propagacin de la cultura helnica despus del siglo IV d.c. Pero la civilizacin helnica estuvo circunscrita al mbito del Mediterrneo, mientras que la hegemona de los europeos modernos se extendi hasta que todos los continentes de la tierra les produjeron alguna especie de ventaja. Entre los aos de 1815 y de 1914, el mundo ingres en una nueva era de integracin global, a impulsos de la tcnica occidental, era que, sin excesiva exageracin, podra calificarse de era europea. Antes de que terminara el siglo XIX, la civilizacin europea dominaba o chocaba contra cada segmento del globo, y todos los grupos importantes de la poblacin mundial haban recibido la huella de la cultura occidental, o haban experimentado su presin.

Para los pueblos de Europa, el periodo transcurrido entre 1815 y 1914 fue una era de progresos tan notables, en cada uno de los pases del continente, que casi se cegaron a la influencia constantemente creciente que su economa ejerca en ultramar. Fue un periodo que no se vio daado por guerras prolongadas, o gravemente debilitadoras; fue un siglo durante el cual las energas acumulativas de Europa pudieron dirigirse a empresas constructivas y el capital y la poblacin excedentes encontraron inversiones lucrativas en otros continentes. Cada generacin disfrut de un aumento de riqueza y de comodidad, de una ampliacin de las oportunidades econmicas y de un mejoramiento en los niveles de alimentacin, salud y saneamiento. Con cada dcada, nuevos avances tcnicos aceleraron la mecanizacin de la industria, nuevas ciudades dibujaron contra el cielo sus anrquicas siluetas y nuevos niveles de produccin se alcanzaron en las fbricas y talleres. Pero los ndices ms significativos del progreso no fueron ni polticos, ni econmicos, sino demogrficos. A lo largo del siglo XIX, la poblacin de Europa aument, por trmino medio, a un ritmo de tres a cuatro por ciento anual, tasa de crecimiento que nunca antes haba alcanzado una poblacin tan vasta, durante un periodo tan prolongado.

Este desarrollo fenomenal de la poblacin constituy uno de los factores decisivos de la supremaca europea. Clculos generales convienen en que la poblacin de Europa, en 1815, ascenda a cerca de 200.000.000; en el siglo XIX, esta cifra se duplic de sobra, hasta alcanzar un total de 460.000.000 hacia 1914. Otros continentes registraron tambin un excepcional aumento numrico durante el mismo espacio de tiempo, pero los europeos superaron a todos. En 1815, las personas que vivan dentro de los lmites geogrficos de Europa constituan, quiz, una quinta parte de la poblacin mundial; hacia 1914, constituan un cuarto. Para comprender la naturaleza singular de este triunfo es preciso sealar que todos los dems continentes rivales posean una tasa de natalidad general ms alta que la Europa del siglo XIX. Los europeos modificaron el equilibrio demogrfico del globo, no elevando su tasa de natalidad, sino ms bien disminuyendo su coeficiente de mortalidad.

Sin embargo, las cifras correspondientes a Europa, por s solas, no son suficientes para indicar toda la magnitud del logro europeo en materia de crecimiento de la poblacin. Entre la cada de Napolen, en 1815, y el estallido de la primera Guerra Mundial, en 1914, ms de 40.000.000 de emigrantes abandonaron sus patrias europeas para establecerse en otros continentes. Las consecuencias de esta vasta migracin hicieron que los europeos se convirtieran, en gran parte, en una raza extraeuropea. En 1815 haba menos de 20.000.000 de personas nacidas en Europa o de sangre predominantemente europea al otro lado de los mares. Hacia 1914, el total se haba multiplicado diez veces, hasta sumar cerca de 200.000.000.

Este incremento y dispersin de los europeos durante el siglo XIX fue un reflejo fiel de su espritu imperial. Hacia 1914 haba tantas personas de ascendencia europea fuera de Europa, como habitantes haba tenido este continente el siglo anterior. O, para decirlo de otra manera, alrededor de 1914, de cada tres europeos, uno viva en ultramar. Como ya dije, los 460.000.000 de habitantes de Europa en esa fecha constituan una cuarta parte de la poblacin mundial. Si a esta cifra se suman los 200.000.000 de personas de sangre europea que vivan en el exterior, se ve claramente que, en el ao de 1914, vivan cerca de 700.000.000 de personas de ascendencia europea. La cepa racial de ste, el ms pequeo de los continentes, contando a sus hijos emigrantes, y a los descendientes de stos, haba llegado a constituir un tercio del gnero humano.

Datos estadsticos como los que he mencionado hacen ver con claridad que una narracin equilibrada de la Europa del siglo XIX debe exceder los estrechos lmites de la escena europea. Los actos principales del drama todava se representaban ah, pero la esfera de su accin se haba ampliado hasta comprender una magna Europa, ms all de los mares. Haba pasado el da en que los anales coloniales podan tratarse como eplogo de los acontecimientos europeos. Los lazos polticos que en otro tiempo haban ligado al Nuevo y al Viejo Mundo se cortaron o aflojaron hacia 1815. Las ciudades levantadas en los vastos y casi desiertos territorios ocupados haban crecido hasta alcanzar magnitudes soberanas y convertirse en los ncleos de naciones independientes. Sin embargo, aun las ms remotas comunidades fronterizas fundadas por la iniciativa europea se consideraban a s mismas como vstagos de una cultura paterna viva, como atestiguan tan a menudo sus nostlgicos toponmicos. Sus tradiciones y sus tcnicas reconocan su origen en el otro lado del mar, y podan rastrearse a lo largo de los siglos; sus races alcanzaban hasta los monasterios medievales, que en otro tiempo motearon el crculo en expansin de la cristiandad; sus defensas recordaban los campamentos romanos que marcaron los bordes de un imperium anterior. En el siglo XIX, las dilatadas colonias del Viejo Mundo estaban llegando a su madurez y convirtindose en dominios o en repblicas, pero eran todava los custodios de una civilizacin comn y los herederos del legado europeo.

En las pginas siguientes se seguirn paso a paso las aventuras de estos pueblos europeos de ultramar, junto con las de las naciones del Viejo Mundo. La influencia de Europa en el mundo fue, desde el principio, un proceso interdependiente y recproco. A medida que fue desenvolvindose la comunidad atlntica, la civilizacin europea se fue convirtiendo en algo vasto y vago, para lo que no poda encontrarse un nombre satisfactorio; pero el espritu de esta cultura occidental comn estableci el tipo de desarrollo en regiones todava ms remotas, como Surfrica, Australia y el Extremo Oriente. En Europa misma, la exportacin de ideas y de tcnicas, de capital y de poblacin, ejerci una influencia continua y creciente a lo largo del siglo XIX. La gran inversin del capital europeo contribuy a explotar los recursos de otros continentes y convirti a Europa, en un sentido, en el "banquero del mundo", mientras que la competencia de las potencias europeas para obtener concesiones y territorios en frica y en Asia intensific a veces las tensiones interiores europeas. La historia de Europa del siglo XIX se convirti en un drama de presiones crecientes y polticas concurrentes, que alcanzaron su climax dentro del marco de un equilibrio precario. Al siglo XX le toc en suerte heredar el desenlace violento y trgico de estas aceleradas tendencias.

I. REACCIN POLTICA Y PROGRESO ECONMICO (1815-30)

Ms que el de 1800, el ao de 1815 es el umbral lgico de la Europa del siglo XIX. Los tremendos golpes de la Revolucin francesa y de las Guerras napolenicas haban agrietado las rgidas instituciones del antiguo rgimen. Cuando se calmaron los sacudimientos y disminuy el estruendo, los europeos se encontraron viviendo en sitios antiguos reconstruidos a medias, a medias empobrecidos, pero dentro de un marco ms amplio y con corredores ms espaciosos que los de la arquitectura estrecha que en su crecimiento haban expansionado. Los estadistas de la Era de la Restauracin, que repararon la resentida estructura despus de la cada de Napolen, han sido acusados de planear para el pasado y no para el futuro de la sociedad europea. Es una acusacin que los historiadores liberales, despus de que ha pasado todo, se han complacido a menudo en subrayar, pero es un cargo que desconoce casi por completo el espritu y los propsitos del acomodo que se produjo con la Restauracin.

Hay que tener en cuenta que los estadistas reaccionarios que acudieron a Viena en 1814, para autentificar el testamento revolucionario, no eran ni anticuarios ni profetas; eran diplomticos atormentados, enloquecidos por los imperiosos problemas del presente. Su objeto era restablecer la paz despus de un cuarto de siglo de arbitrarios manejos polticos y de guerra casi incesante; y decidieron, muy humanamente, que la seguridad podra alcanzarse mejor invocando los principios contrarrevolucionarios de la inmovilidad poltica y la permanencia dinstica. All donde los viejos lmites sobrevivieron y podan prestar un til servicio, los repararon. Pero su propsito fundamental no fue restaurar las injusticias del antiguo rgimen, sino sus memorables virtudes, sobre todo los beneficios de un gobierno estable y la seguridad de un sistema de Estados en equilibrio razonable.

Juzgados conforme a estos sobrios propsitos, los diplomticos que redactaron los tratados de Viena fueron hbiles estadistas. El arreglo general que idearon fue subsecuentemente modificado en detalle, pero a lo largo de un centenar de aos se modific sin rebasar la rbita de sus frmulas prudentes. El Congreso de la Paz haba sido convocado, como reconoci su secretario Friedrich Gentz, para dividir entre los victoriosos los despojos del vencido, delicada operacin que se ejecut prestando la debida atencin a la compensacin recproca, y sin rencor ni espritu de venganza innecesarios. Despus de 1815, las grandes potencias evitaron recurrir a las armas durante cerca de 40 aos; y, cuando se produjeron guerras, se libraron por objetivos limitados, y fueron conflictos que se pudieron aislar y a los que nunca se les permiti alcanzar proporciones ruinosas y agotadoras. A pesar de numerosos defectos, el arreglo alcanzado en Viena puede verse, en perspectiva, como la puerta de un siglo de poder, estabilidad y expansin. Abri el ms largo periodo exento de guerra general que Europa haba conocido desde la poca de la paz romana, de los siglos I y II de la era cristiana.

La forma de la historia europea despus de 1815 dependi del juego recproco de tres factores principales, uno poltico, otro naval y otro ms econmico. El factor poltico fue el ascendiente transitorio de las cuatro potencias victoriosas, Inglaterra, Austria, Rusia y Prusia. Eclipsada Francia, estos "Cuatro Grandes" estuvieron en situacin de redibujar el mapa de Europa hasta darle casi todas las formas que pudieran parecerles mutuamente aceptables. El segundo factor, igualmente importante para dar forma a cualquier arreglo realista, fue el de la supremaca naval de Inglaterra. En ninguna parte del globo exista una armada, o una alianza de fuerzas navales, que fuera lo suficientemente fuerte como para desafiar al seoro ingls de los mares. El tercer factor, menos evidente para la mayora de los diplomticos europeos, pero que en potencia era el ms poderoso de todos, como rbitro de los destinos de Europa, fue la mecanizacin de la industria. Las "lbregas fbricas de Satn" estaban a punto de liberar sus rtmicas energas y la mquina de vapor esperaba para transformar la vida econmica europea. Estimar la influencia de estos tres factores no es nada fcil, y el mtodo que he adoptado consiste en considerarlas individualmente, en el orden mencionado.

La reconstruccin poltica del continente era una preocupacin primordial para los gobiernos de Austria, Rusia y Prusia. Austria, cuatro veces derrotada por las aplastantes campaas napolenicas, mostr un sorprendente poder de recuperacin; y la eleccin de Viena para el Congreso de la Paz fue el tributo que se pag a este prestigio renacido. La eleccin fue un tributo tambin al espritu emprendedor de Klemens von Metternich, el Ministro de Relaciones Exteriores de Austria, que despleg sus talentos sociales y diplomticos como cicerone de los delegados reunidos. Metternich se consideraba predestinado a "apuntalar una casa en ruinas". Y tema, con razn, que e reino de los Habsburgos se desintegrara si las corrientes nacionalistas y liberales, provocadas por la Revolucin francesa, se desbordaban de nuevo para inundar Europa. El Imperio del Danubio se haba convertido en un anacronismo histrico en la era de los estados nacionales; pues, aunque por su extensin y su poblacin Austria era una gran potencia, su sociedad segua siendo feudal y aristocrtica, y sus dispares segmentos comprendan minoras alemanas, magyares, polacas, checas, croatas, italianas y otras ms de menor importancia. Sin embargo, el tinte de la tradicin era fuerte, el orgullo dinstico de los Habsburgos ms fuerte todava, y el colapso del imperium francs haba hecho de Austria el campen predestinado de las fuerzas conservadoras. Cuando Viena fue la anfitriona de Europa en 1814-15, las recepciones fueron tan brillantes, la msica tan seductora, las mujeres tan hermosas y el prestigio de la corte austraca, aparentemente, tan inexpugnable como antes. El imperio Habsburgo ingres en su ciclo final baado en el dorado resplandor de un veranillo de San Martn, que pareca ser el retorno de la primavera.

Externamente por lo menos, Austria no pareca haber cambiado mucho bajo los rudos golpes de la era revolucionaria. Las distantes provincias belfas (los Pases Bajos austracos) se haban perdido para siempre, pero en compensacin, los Habsburgos conservaban los territorios de la fenecida Repblica de Venecia y la provincia de Lombarda. El Sacro Imperio Romano, no revivi (esa ficcin arcaica se haba desbaratado en 1806), pero Austria encabez una nueva creacin diplomtica, la Confederacin Alemana. Era una liga, poco apretada, de 38 Estados alemanes, cuyos gobiernos enviaron delegados a una dieta que se reuna en Francfort del Meno. Las esperanzas de instituciones ms liberales y de una unin nacional ms estrecha, que haban encendido muchos corazones alemanes en el fervor del Freiheitskrieg, se vieron frustradas por esta dbil convencin. Aunque la carta constitucional de la Confederacin Alemana ofreci "una forma de gobierno representativo" a los Estados miembros, la presin austraca anul en la prctica esta disposicin.

Al igual que Austria, Prusia recuper en Viena el perdido prestigio y el regateo territorial sum parte de Sajonia y toda la Pomerania sueca a las posesiones de los Hohenzollern. Pero los esfuerzos blicos contra los franceses haban agotado los limitados recursos del Estado prusiano, que necesitaba una dcada, o ms, de convalecencia. De manera que Prusia llev a cabo una prudente poltica de atrincheramiento y recuperacin despus de 1815, en tanto que Austria dict su voluntad a los Estados alemanes menores y fij el tono de la poltica en la Europa Central.

Los intereses rusos estuvieron representados en Viena por el zar Alejandro I en persona. La personalidad de este "Hamlet coronado" al que Napolen llam "bizantino maoso", desconcert a sus contemporneos. Pareca incongruente que el autcrata de todas las Rusias abrigara sentimientos autnticamente liberales. Sin embargo, Alejandro haba discutido con Napolen en contra de la monarqua hereditaria, y haba solicitado a Thomas Jefferson informes acerca de la Constitucin de los Estados Unidos, cuando la palabra repblica era anatema para sus principescos colegas. En el corazn del zar, los impulsos de un humanitario luchaban contra los clculos de un estadista, y hasta el ao de 1820 sigui soando con una constitucin liberal para Rusia. Pero el arrastre de la tradicin result demasiado fuerte, la reaccin triunf y despus de la muerte de Alejandro, en 1825, su hermano Nicols I le asegur a Metternich que los fogonazos del liberalismo mstico no volveran a iluminar el horizonte oriental de Europa.

La Rusia zarista, al igual que Austria y Prusia, tena poco que ganar y mucho que perder si se levantaba de nuevo la marejada revolucionaria. Los monarcas hereditarios de San Petersburgo, Viena y Berln estaban tcitamente unidos por intereses y problemas semejantes, puesto que todos tenan que vigilar a minoras descontentas, y a todos les haban tocado pedazos del desmembrado Estado polaco. La "cuarta particin" de Polonia, consumada en Viena, le dio la mayor parte a Rusia, y Alejandro cre una monarqua constitucional polaca, que lo tena a l como rey. Puesto que haba conservado tambin Finlandia, de la que se haban apoderado sus ejrcitos en 1809, y Besarabia, que se les haba quitado a los turcos en 1812, Rusia sali de las guerras revolucionarias con conquistas ms extensas que cualquier otra potencia continental.

Mientras los representantes de los "cuatro grandes" se reunan a puerta cerrada, dedicados a la tarea de repartir Europa, los delegados de los Estados secundarios hacan antesala. Saban que la suerte de las naciones ms pequeas dependa de dos cuestiones: del deseo de castigar a los prncipes que haban permanecido leales a Napolen durante largo tiempo, y del deseo de "contener" a Francia en el futuro, bloqueando los puntos ms probables de expansin francesa. De esta manera, Dinamarca perdi Noruega, con su milln de habitantes, que pas a poder de Suecia, pues esta ltima haba sabido abandonar previsoramente la causa francesa ya desde 1812. Sajonia, elevada a la dignidad de reino por Napolen, cedi dos quintas partes de su territorio a Prusia. Para bloquear la expansin francesa por el noreste, tres millones de belgas y ms de un milln de holandeses se convirtieron en sbditos de Guillermo I de la casa de Orange, para formar el reino de los Pases Bajos Unidos. En el sureste, se contrarrest un posible resurgimiento de la presin francesa garantizando la independencia de Suiza, y fortaleciendo el reino de Piamonte-Cerdea, donde se restaur la casa de Saboya y al que se le entreg la difunta Repblica de Gnova para darle ms peso. Decididamente, los hacedores de la paz de 1815 no queran saber nada con las repblicas. Lombarda y Venecia pasaron a ser provincias de los Habsburgos. En Npoles, un pretendiente Borbn, Fernando I, fue coronado rey de las Dos Sicilias; mientras que, en la Italia Central, los Estados papales volvieron a estar sujetos, una vez ms, a la frula temporal del papa Po VII. El principio de la legitimidad triunf igualmente en la pennsula ibrica: Fernando VII recuper el trono espaol y Portugal qued sujeto a la casa de Braganza.

Sin embargo, la ms notable reivindicacin del principio de la legitimidad fue el retorno de Luis XVIII a Pars, donde proclam su firme voluntad de soldar la cadena del tiempo, cortada por el "fatal interludio" de la Revolucin francesa. El imperturbable Talleyrand, que haba abandonado a Napolen para pasarse al lado de los Borbones, se present en Viena como el ministro plenipotenciario de Luis XVIII, y llevaba la legitimidad como su carta de triunfo. Convenci a los "cuatro grandes" de que sera una contradiccin de principio ofrecerle a Luis XVIII un reino truncado: Francia deba devolverse intacta a los Borbones. La inesperada fuga de Napolen de su exilio en la isla de Elba, y su breve recuperacin del poder durante los "Cien Das", demostr que muchos franceses no se haban arrepentido y este "ltimo vuelo del guila" hizo que los aliados trataran con mayor severidad a Francia. Despus de Waterloo, Napolen fue enviado a Santa Elena, los lmites franceses se redujeron de nuevo y se le impuso una indemnizacin de 700.000.000 de francos a la temible y perturbadora nacin. Pero tres aos ms tarde, cuando el gobierno Borbn pareca estar slidamente establecido, los ejrcitos de ocupacin se retiraron y se permiti a Francia sumarse a las cuatro potencias victoriosas en una quntuple alianza.

Siete aos despus de Waterloo, se le ofreci al rgimen de Luis XVIII una oportunidad especial de demostrar su genuino conservadurismo. El Congreso de Verona (con la inconformidad del gobierno ingls) autoriz a Luis para enviar un ejrcito francs a Espaa, y suprimir all las manifestaciones liberales, con el objeto de apuntalar el vacilante trono del despreciable Borbn que fue Fernando VII. El pndulo de la poltica exterior francesa haba recorrido un arco completo desde aquel da desafiante, treinta aos antes, en que la Primera Repblica Francesa declar la guerra a todos los reyes. Francia va no era la "nacin revolucionaria", y la msica prohibida de la Marsellesa pareca ser el eco moribundo de un sueo fantstico. En 1821, Napolen muri en Santa Elena. Su hijo y heredero, "el Aguilucho", criado en Viena bajo la mirada vigilante de Metternich, era la sombra de un gran hombre, un joven desdichado y destinado a una muerte prematura. El legitimismo haba triunfado, la reaccin estaba a la orden del da y Europa se haba recuperado del "veneno de las ideas francesas".

Habiendo vencido a Napolen y restablecido la paz, los gobiernos ingls, ruso, austraco y prusiano concertaron en 1815 un pacto de amistad de 20 aos. Sus voceros subrayaron la intencin de conservar intacto el acuerdo de paz y perpetuar el Concierto de Europa a travs del "gobierno mediante conferencias". En Aquisgrn (1818) la maquinaria internacional rechin, mas sigui funcionando. Pero en la Conferencia de Troppau y Laibach (1820-21) el gobierno ingls manifest ya su inconformidad con sus aliados continentales, en materia de intervencin conjunta en los asuntos de las naciones perturbadas. Metternich y sus colegas conservadores se alarmaron por las agitaciones estudiantiles en las universidades alemanas y por los estallidos revolucionarios en Npoles y en Espaa. A pesar del disentimiento ingls, los gobiernos de Austria, Prusia y Rusia, respaldaron el "Protocolo de Troppau" en el que se declar que cualquier Estado que hubiese sufrido un cambio de gobierno a travs de una revolucin quedara excluido del Concierto Europeo. Cuando las tres potencias votaron en favor de la intervencin en Espaa, Inglaterra se neg a cooperar. George Canning, que fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra, despus del suicidio de Castlereagh (1822), separ a Inglaterra del "arepago europeo", y el Congreso de Verona de ese ao seal la bifurcacin de los caminos. De tal modo, la Cudruple Alianza perdi significado antes de transcurrida la mitad de sus proyectados 20 aos, y el gobierno tory en Londres, odiado por los liberales ingleses, se convirti en la esperanza de los liberales del exterior.

Al reanudar Inglaterra su poltica tradicional de aislamiento, el sistema del Congreso qued anulado. El exaltado espritu posblico de 1815 se haba evaporado, y su expresin ms idealista, la Santa Alianza, propuesta por Alejandro I de Rusia, estaba muerta ya. La proposicin mesinica que hizo Alejandro a sus colegas, de que "el nico principio de fuerza, ya sea entre los dichos gobiernos o entre sus sbditos, debera ser el de prestarse servicios recprocos", haba sido aceptado "en principio" por la mayora de sus colegas prncipes, pero no ejerci influencia manifiesta en sus polticas. Hacia 1822, el recordado idealismo y el espritu de sacrificio de los aos de guerra haban cedido su lugar a los clculos y las componendas de paz. Canning recibi de buen grado el retorno a la diplomacia ms realista de "cada nacin para s, y Dios para todos", e Inglaterra reanud su marcha independiente en los asuntos europeos y mundiales.

Al debilitarse el Concierto Europeo, el segundo factor que mencion anteriormente el predominio del podero naval ingls se convirti en una influencia decisiva, especialmente cuando oper contra la alianza conservadora. En el corazn de Europa, los gobiernos de Austria, Prusia y Rusia podran hacer su voluntad, pero ningn Estado que tuviera costas, o un comercio martimo, o colonias en ultramar, podra pasar por alto la presin naval inglesa. Fernando VII de Espaa no tard en aprender esto cuando Canning otorg reconocimiento condicional (1822) a los gobiernos establecidos por los rebeldes coloniales espaoles, en Suramrica, donde los esforzados trabajos de Simn Bolvar, el Libertador, y de Jos de San Martn, haban establecido repblicas independientes desde Caracas hasta Chile. Las potencias conservadoras simpatizaban con la "legtima" pretensin de Fernando al dominio de la Amrica espaola; el gobierno ruso ofreci sus barcos para transportar una fuerza punitiva al Nuevo Mundo. Pero la ayuda inglesa a los rebeldes, y el dominio ingls de los mares, hizo impracticable tal expedicin. El comercio con las nuevas repblicas les estaba rindiendo pinges beneficios a los ingleses, y los emprendedores banqueros londinenses haban encontrado prometedores campos de inversin en la Amrica Latina. No tenan deseo alguno de que Espaa reafirmara un rgido monopolio econmico sobre su perdido imperio de cerca de 4.000.000 de millas cuadradas, y 12 o 15 millones de habitantes.

La explotacin colonial europea del Nuevo Mundo estaba llegando a su trmino, y fue una nacin del Nuevo Mundo, como debiera ser, la que proclam este hecho ante los gabinetes europeos. En su informe anual al Congreso de los Estados, en 1823, el Presidente James Monroe declar que era "un principio en el que estn comprendidos los derechos y los intereses de los Estados Unidos, el de que los continentes americanos por la libre e independiente condicin que han cobrado y mantienen, no habrn de ser considerados en lo sucesivo como sujetos de una futura colonizacin por parte de ninguna potencia europea".

El incentivo inmediato de esta histrica declaracin fue una proposicin que el gobierno ruso haba hecho a Inglaterra y a los Estados Unidos para que las tres naciones definieran sus intereses en la costa del Pacfico de la Amrica del Norte. Pero un motivo ms apremiante que la declaracin de Monroe, fue el temor de que Espaa, con el respaldo de la alianza europea, recuperara el dominio de las repblicas americanas, que tan recientemente haban proclamado su independencia. El sistema poltico de las monarquas europeas, afirm enfticamente el presidente, era en esencia diferente del de las Amricas. Y as declar que "la sinceridad y las amistosas Velaciones que existen entre los Estados Unidos y esas potencias, nos obligan a declarar que consideraremos cualquier intento de su parte por extender su sistema a cualquier porcin de este hemisferio como peligroso para nuestra paz y seguridad".

Esta atrevida admonicin a los soberanos aliados, proferida por una repblica novel, no habra modificado por s sola sus intenciones. La doctrina Monroe se convirti en piedra angular de la poltica exterior de los Estados Unidos porque la respald el podero de la flota inglesa. En efecto, Canning haba propuesto una declaracin conjunta anglo norteamericana, pero los estadistas de Washington desconfiaban de las intenciones inglesas. Tal como se dio a conocer, el mensaje de Monroe cobr la forma de un gesto independiente, importante sobre todo en virtud de sus posteriores amplificaciones. El Congreso de los Estados Unidos no ratific la declaracin por el momento, y las potencias europeas hicieron como si la desdearan. Pero subsisti el hecho de que Inglaterra y los Estados Unidos haban indicado su intencin comn, aunque independiente, de preservar la libertad en las repblicas americanas espaolas. Como consecuencia inmediata de esto, Espaa perdi toda oportunidad de recuperar las rentas coloniales, que durante tan largo tiempo haban sostenido su enfermiza economa. Pero tuvo un segundo resultado de importancia mucho mayor y ms permanente. La exclusin de la presin europea y de los ejrcitos europeos del Nuevo Mundo signific que, durante un siglo, los Estados Unidos se libraron de la carga de mantener un gran ejrcito para defender sus fronteras. Las ligeras contribuciones y la considerable libertad individual, que los norteamericanos llegaron a apreciar tan altamente, no fueron del todo el resultado de sus liberales instituciones republicanas. Ms bien, el desarrollo de esas instituciones dependi de la inexistencia de vecinos fuertes y militantes, y de la seguridad que le otorg su aislamiento poltico y geogrfico. Amerika, du hast es besser, observ Goethe con su acostumbrada visin, y predijo que llegara el da en que las naciones del Nuevo Mundo emularan las realizaciones del Viejo, y en que sus bajeles juntaran el comercio de ambos ocanos a travs del abierto Istmo de Panam.

Habiendo asegurado su libertad, las repblicas americanas creyeron al principio que deseaban vivir para s mismas. "En las guerras de las potencias europeas, por cuestiones que a ellas concernan, no hemos tomado parte alguna declar Monroe, ni conviene a nuestra poltica el hacerlo." Pero la ruptura de los vnculos polticos no hizo desaparecer los lazos culturales y econmicos que ligaban i las Amricas con Europa. Hacia 1815, los Estados Unidos haban llevado a cabo ya varias campaas contra las flotas piratas de Trpoli y Argel, en defensa de su comercio en el Mediterrneo; y diez aos ms tarde el Mediterrneo atrajo de nuevo la atencin americana cuando los griegos se rebelaron contra sus amos turcos. La creacin de sociedades filohelnicas, desde Boston hasta Buenos Aires, nos indica que los americanos cultos haban ledo su Herdoto con tanta asiduidad como sus primos europeos, y estaban igualmente dispuestos a identificar a los griegos modernos con los antiguos atenienses y a los turcos con los persas. La causa de la independencia griega conmovi poderosamente a todos los hombres de cultura clsica e impulsos liberales, combinacin de sentimientos que habra de inquietar a los estadistas conservadores que se esforzaban por mantener a Europa en el culto de la inmovilidad.

El primer impulso de Metternich fue dejar que la rebelin griega se extinguiera por s misma "ms all del mbito de la civilizacin". El sultn turco, Mahmud II, no poda pedir nada mejor, y dej manos libres a sus comandantes en Morea para establecer la paz a como diera lugar. Pero la prolongada resistencia de los griegos se gan la admiracin de la cristiandad, y en 1827 Inglaterra, Rusia y Francia se unieron para arbitrar en la lucha que ya llevaba seis aos. Cuando los turcos se negaron a negociar, las fuerzas navales de las tres potencias destruyeron una flota turcoegipcia en la Baha de Navarino, y en 1829 el tratado de Adrianpolis garantiz la independencia de Grecia. La repblica que haban proclamado los griegos se transform subsecuentemente en una monarqua y un prncipe bvaro fue coronado en las ruinas de la Acrpolis con el ttulo de Otto I, rey de los helenos. Las repblicas, al parecer, todava no estaban de moda. Pero se haba perdonado una rebelin, se haba cambiado un gobierno mediante la violencia y se haba creado un nuevo Estado nacional. Los liberales se llenaron de esperanzas por esta brecha abierta en los bastiones del conservadurismo, y la rebelin griega se convirti en el primer estremecimiento de una erupcin poltica general. Un ao despus del tratado de Adrianpolis, corrieron por toda Europa los fuegos revolucionarios de 1830.

La seal para esta nueva serie de insurrecciones populares provino, muy adecuadamente, de Pars. Luis XVIII haba mantenido un satisfactorio equilibrio entre las fuerzas liberales y reaccionarias, sujetndose a una carta constitucional, pero muri en 1824 dejando en el trono a su intransigente hermano Carlos X. En el plazo de cinco aos, Carlos cometi toda una serie de crasos errores, que nos recuerdan el aciago reinado de Jacobo II en Inglaterra. Quiso recompensar a la vieja nobleza francesa a expensas de la burguesa en ascenso, desafi a las Cmaras al designar a ministros reaccionarios y, por ltimo, intent un golpe de Estado, imponiendo (a censura de prensa, disolviendo la Cmara de Diputados y privando del derecho de voto a tres cuartas partes del electorado. Estas ordenanzas del 26 de julio de 1830 fueron los ltimos edictos oficiales de Carlos. Cuatro das ms tarde, Pars qued en manos de una turba insurgente, la bandera tricolor se iz en Notre- Dame y el rey tuvo que huir.

"Caballeros, ensillad vuestros caballos, Francia se halla de nuevo en revolucin", exclam Nicols I cuando llegaron a San Petersburgo las noticias de los das de julio. Metternich demostr menos resolucin. Las noticias de Pars lo hundieron en una inusitada depresin, y como Federico Guillermo III de Prusia se mostraba tan vacilante como siempre, el Protocolo de Troppau fue letra muerta. Amenazas ms apremiantes no tardaron en convertir a la intervencin conjunta de las potencias del Este en una arriesgada aventura, por lo menos, puesto que la revolucin de julio provoc una reaccin en cadena, que encendi rebeliones en Blgica, Suiza, Italia, los diversos Estados alemanes y Polonia. Los gobiernos austraco, ruso y prusiano no podan permitirse avanzar por la Europa occidental, donde los liberales haban capturado y sostenido un terreno importante en el fermento de 1830-32. Estos logros liberales se estudiarn en el siguiente captulo: su influencia se extendi en el futuro. Pero en la Europa central y oriental el peso del pasado no pudo levantarse fcilmente, y las rebeliones de 1830 terminaron ahogadas en sangre y frustracin. Todas las fuerzas principales, polticas, militares, econmicas y geogrficas, prescriban all tal resultado negativo. Despus de 1830, Europa qued dividida, ms evidentemente que antes, en un campo progresista y otro reaccionario, en un grupo de gobiernos parlamentarios occidentales y una liga de monarquas autoritarias orientales. La fuente principal del podero liberal fue una poderosa burguesa; all donde una clase media agresiva no pudo tomar las riendas del gobierno, el movimiento liberal se derrumb.

Era lgico que Inglaterra y Francia fueran las primeras potencias que se apartaran de la ciega rigidez del programa de la Restauracin. Inglaterra abandon la alianza europea en 1822, por la cuestin espaola. Francia desafi a las monarquas conservadoras en 1830, con un cambio de dinasta. Ambas naciones eran econmicamente progresistas; ambas se haban desprendido de las instituciones semifeudales, y de las anacrnicas distinciones sociales de siglos anteriores; ambas simpatizaban con vecinos menos avanzados, que buscaban la emancipacin poltica y procurarse gobiernos responsables. En la primera mitad del XIX, existi un profundo conflicto ideolgico que dividi a la Europa liberal de la conservadora, un conflicto provocado e intensificado por la irresistible expansin de las nuevas fuerzas econmicas. Los pueblos de la Europa noroccidental, con los ingleses a la cabeza, haban desarrollado instituciones de gobierno representativo. Pero en la Europa central y oriental el ms viejo sistema del despotismo monrquico luchaba todava por mantenerse; y el empleo del ingreso nacional, el mando del ejrcito, la censura de la prensa y las libertades individuales quedaban en manos de ministros que no eran responsables ante la nacin, sino ante la corona. En los Estados reaccionarios de Europa el pueblo era todava vasallo, mientras que en los Estados liberales los sbditos se haban convertido en ciudadanos.

All donde el cetro haba pasado de manos de un monarca absoluto a las de un pueblo soberano, el poder ejecutivo estaba encarnado en un gabinete ministerial, responsable ante una mayora parlamentaria. Esta transicin poltica fue el signo exterior y tangible de una revolucin econmica y social. Signific que la estructura de clases, heredada de la Edad Media, la estratificacin de la sociedad en castas, que pona a los grupos privilegiados de nobles y del clero en oposicin a la vasta mayora de desheredados estaba cediendo su lugar a otra estructura de clases, fundada en un sistema econmico ms dinmico. La economa capitalista haba creado tres nuevas clases, una minora capitalista, cuya fuerza y cuyas ganancias provenan primordialmente de las inversiones, una "clase media", que dependa' en parte de la propiedad y en parte del pago por los servicios, y una mayora proletaria, cuyos individuos carecan casi por completo de recursos en forma de tierras y de ahorros, y vivan totalmente de sus salarios. A medida que los ms antiguos grupos privilegiados, los nobles y el clero, fueron suplantados y desposedos, el dominio poltico pas a poder de una nueva aristocracia en ascenso, la de los capitalistas, que se aliaron con la alta burguesa para establecer una forma de gobierno que salvaguardara su riqueza y su influencia. La filosofa que se cre para justificar este desplazamiento del poder ocultaba una contradiccin implcita, y encerraba una negacin de la justicia, que desacredit la sntesis burguesa, puesto que el credo liberal predicaba la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, pero el liberalismo, en la prctica, ocult muy frecuentemente, detrs de una fachada de reformas democrticas, la concentracin del supervit econmico en manos de una minora cada vez ms reducida. Para los crticos hostiles, la evolucin del sistema capitalista no era mucho mejor que la sustitucin de la servidumbre agraria por la servidumbre industrial, y afirmaron que el gobierno del nuevo rgimen segua siendo lo mismo que el del rgimen antiguo, "la conspiracin de los pocos contra los muchos".

El desarrollo de la economa capitalista en Europa puede entenderse como las tres fases consecutivas de un mismo movimiento. El primer perodo, desde fines de la Edad Media hasta los ltimos aos del siglo XVIII, fue primordialmente una era de capitalismo comercial. A sta la sigui un intervalo aproximadamente de medio siglo, durante el cual el capitalismo industrial desempe un valioso papel, y muchos empresarios destacados aumentaron su influencia invirtiendo su exceso de riqueza en las industrias recientemente mecanizadas y en los transportes a vapor. Despus de 1850, el importantsimo papel desempeado por los bancos y las agencias financieras, que a travs de los prstamos y la emisin de acciones participaron en el control de los negocios, inici la fase del capitalismo financiero, que dur hasta el siglo XX. Es obvio que no se pueden dar fechas exactas para sealar el momento preciso de la transicin desde una fase hasta la siguiente, pero es conveniente distinguir las formas que la empresa capitalista cobr en estos periodos sucesivos.

Los aos transcurridos desde 1815 hasta 1830 quedan comprendidos dentro del periodo del capitalismo industrial. A medida que se multiplicaron las nuevas invenciones y que la aplicacin de la energa mecnica revolucion la industria de los hilados y tejidos, los dueos de fbricas, que no eran miopes, hicieron fortunas, y las ciudades crecieron como hongos alrededor de las fbricas. Al aprovechar esta dorada oportunidad, los empresarios ingleses disfrutaron de ventajas que los situaron medio siglo adelante de sus competidores continentales. El comercio de exportacin de Inglaterra se haba triplicado en el periodo revolucionario (1789-1815), y las ganancias se concentraron en las manos de los hombres que tuvieron la visin y la iniciativa suficientes para flotar sobre las olas del futuro. El hierro y el carbn de una civilizacin industrial se encontraban en Inglaterra en los lugares convenientes. Las Leyes de Cercamientos (ms de un milln de hectreas se cercaron entre 1802 y 1844) crearon propiedades agrcolas ms grandes y eficaces, pero arrojaron a miles de aparceros y pequeos terratenientes a las ciudades, en busca de trabajo, y de esta manera proporcionaron una abundante mano de obra barata. Los mecnicos ingleses igualaban y probablemente sobrepasaban a los del continente, y exista capital ingls para financiar las nuevas fbricas. Adems, Inglaterra tena materias primas, y dominaba los mercados y las rutas de transporte. Una armada dominante, un extenso imperio colonial y una marina mercante ms grande que todas las dems juntas, aseguraron la llegada constante de suministros y la fcil exportacin de los productos industriales a los clientes distantes. Por ltimo, para rematar esta combinacin excepcional de jefatura colonial, comercial, industrial, martima y naval, Inglaterra pas a desempear el papel principal en las finanzas internacionales, y Londres sustituy a msterdam como centro bancario de Europa. Hacia 1815, el Banco de Inglaterra era el ms grande centro de depsito del mundo, y cuando reanud los pagos en especie, en 1819, sus billetes fueron el nico papel moneda negociable que circul por toda Europa a su valor nominal en oro.

El liderato econmico ingls, despus de 1815, aument las dificultades con que se enfrentaron los dems grupos de hombres de negocios europeos. Francia podra haber sido un emprendedor y temible rival en los mercados mundiales. Pero el comercio francs haba quedado paralizado por los largos aos del bloqueo martimo, y no recuper hasta 1825 el volumen de comercio exterior que haba tenido en 1789. La industria francesa, que estuvo en libertad de explotar los mercados europeos mientras dur el podero de Napolen, padeci un violento retroceso al caer el emperador, y no poda competir favorablemente con la corriente de manufacturas inglesas que se lanz sobre el continente cuando la paz abri nuevamente sus puertas al comercio. El capital francs era tmido, los fundidores franceses usaban todava madera, aunque tenan carbn, y los industriales franceses se contentaban con los clientes locales, cuando slo los mercados nacionales podan justificar las instalaciones y la inversin que requera la produccin en gran escala. La revolucin haba limpiado el terreno, emancipado a la burguesa, y abolido los aranceles internos y las obstrucciones burocrticas. Sin embargo, Francia, un pas de ms de 500 000 kilmetros cuadrados y 30.000.000 de habitantes (dos veces la superficie y la poblacin de Inglaterra), no poda hacer frente a la competencia de los tejidos ingleses o del trigo ruso. Los agricultores y los industriales franceses pidieron mayor proteccin para conservar sus mercados locales, y luego ni siquiera pudieron satisfacer estas limitadas demandas. La carencia de capital demor indudablemente el surgimiento de la industria en gran escala en Francia. Pero un gobierno ms avisado e interesado en Pars podra haber estimulado a los inversionistas, limitando sus responsabilidades y suavizando las leyes de bancarrota, o pudo haber proporcionado prstamos o subsidios para equipar fundiciones ms eficaces y fbricas mayores. En Blgica, donde estadistas de ms amplia visin dirigieron el programa econmico, la mecanizacin de la industria hizo progresos ms rpidos, especialmente despus de que los belgas se rebelaron contra su forzada unin con los holandeses en 1830. Mientras los franceses seguan en estado de apata, Blgica se puso a la cabeza de toda Europa en materia de construccin de ferrocarriles, y las primeras lneas fueron empresas estatales, inteligentemente planeadas para estimular el comercio y fomentar la industria.

Al este del Rin, las industrias embrionarias creadas por la era del vapor se enfrentaron al obstculo del separatismo poltico, puesto que las Alemanias se hallaban todava divididas en cerca de 38 fragmentos y no poda existir un mercado nacional mientras perdurara este fraccionamiento. Las ventajas que reportara la adopcin de una moneda uniforme, una poltica arancelaria uniforme, un sistema uniforme de leyes comerciales y de pesas y medidas, predispuso a los hombres de negocios alemanes en favor de la consolidacin poltica. Cuando el arreglo reaccionario de 1815 pospuso indefinidamente esta esperanza, el gobierno prusiano se lanz a ampliar los fundamentos econmicos para la nacionalidad, a pesar de la oposicin de Viena y de algunos Estados alemanes del sur. En 1818, todos los artculos industriales que entraran en cualquiera de los dispersos dominios de los Hohenzollern, quedaron sujetos a un moderado impuesto de 10% ad valorem, en tanto que una pesada contribucin por concepto de trnsito se impuso a las mercancas que pasaban a travs de las zonas controladas por los prusianos. Esta presin econmica persuadi a los gobiernos de varios Estados alemanes vecinos de que les convena ingresar en la unin aduanera. En el plazo de una generacin, el Zollverein abarc la mayor parte del norte de Alemania, y convirti la zona en un mercado libre interior en el que prevaleca la uniformidad fiscal. Todos los productos que entraban en esta zona quedaban sujetos al arancel comn, y los ingresos recaudados por este concepto se distribuan entre los Estados miembros del Zollverein, proporcionalmente a su poblacin.

Fuera de los pases mencionados Inglaterra, Francia, Blgica y las Alemanias la transformacin industrial haba dejado pocas huellas en el panorama europeo hacia 1830. Los transportes y las comunicaciones eran todava lentos y costosos, limitados por la capacidad de la diligencia, de la barcaza fluvial y del buque de vela. Cuatro quintas partes de la poblacin europea viva semiaislada en un medio rural. Las ciudades haban rebasado sus antiguas murallas, pero no se haban desprendido de su belleza arcaica, semimedieval. La panormica de las ciudades estaba todava dominada por las torres de las iglesias, visibles a leguas de distancia, en un cielo claro, "brillantes y resplandecientes en el aire sin humo". Inclusive en Inglaterra, donde el industrialismo haba hecho los mayores avances, el palio del humo de las fbricas no haba tendido todava su oscuro dosel, y la urbanizacin de la sociedad, que haba de convertir a cuatro de cada cinco ingleses en habitantes de ciudad en el plazo de un siglo, aguardaba todava el futuro.

El examen de su literatura y de su arte nos muestra cun poco influyeron en el pensamiento y en la cultura de la poca las nacientes energas de la era industrial. Los poetas y los filsofos que influyeron ms poderosamente en el pensamiento europeo, despus de 1815, criticaban como siempre a la sociedad de la poca, pero cuando se ponan a proyectar un mundo mejor profetizaban la forma de las cosas por venir casi exclusivamente en funcin de sus propias preconcepciones literarias. Pocos pensadores manifestaron un autntico inters, o una comprensin honda de las tendencias econmicas de los tiempos, de las nuevas fuerzas que estaban cambiando la cultura europea, predominantemente agraria desde sus inmemoriales orgenes, hasta convertirla en una civilizacin industrial sin precedente en la historia del mundo.

Las principales corrientes intelectuales de la era de la Restauracin estuvieron enturbiadas por pedantes giros y una desilusin ampliamente difundida fue el espritu que prevaleci. Transitoriamente, pareca como si todas las resplandecientes generalidades del siglo XVIII se hubiesen empaado. La bsqueda racionalista de un proyecto de sociedad perfecta y realizable haba abortado. Los soadores revolucionarios, que haban concebido un paraso lgico para una humanidad regenerada, haban cado en descrdito. Cuando la esplndida visin se disolvi en la luz de todos los das, Wordsworth compuso una endecha nostlgica a la brillante y engaadora alba de 1789.

In which the meagre, stale, forbidding ways

Of custom, law, and statute took at once

The attraction of a country in romance.

[En que las estriles, rancias, aborrecibles formas / De la costumbre, la ley y el estatuto cobraron de golpe / El atractivo de un pas de fbula.]

Como a la mayora de los hombres de su generacin, la experiencia haba serenado a Wordsworth, y acept el arreglo de la Restauracin como una transaccin necesaria, un sensato matrimonio de conveniencia contrado sobre la tumba de un sueo. Shelley poda todava insistir, con inspirado desafo, en que los poetas eran "los legisladores no reconocidos del mundo", pero hacia 1815 eran legisladores sin mandato. Los pueblos de Europa tenan que aprender de nuevo a depositar su confianza en los prncipes y en los prosaicos administradores que los prncipes nombraban. En las cortes de la Restauracin, los reformadores que se acercaban con el proyecto de una Utopa no encontraron mecenas. "A la clase de los soadores dijo Metternich con pomposa superfluidad nunca he pertenecido".

Una incurable desconfianza de los periodistas, y en especial de los autores que tenan ideas atrevidas, infect los crculos oficiales de la sociedad de la Restauracin. Los monarcas ya no honraban a los caballeros de la pluma que atacaban los abusos sociales, como Federico el Grande y Catalina de Rusia haban honrado en otro tiempo a Voltaire y a Diderot. Por el contrario, despus de 1815, los crticos atrevidos del Estado y de la Iglesia se crearon dificultades con los censores y con la polica secreta, y a los profesores liberales se les ech de sus ctedras en las universidades. Inclusive en Inglaterra, el "pnico de la Revolucin francesa" inspir las Seis Leyes de 1819, que restringan las reuniones pblicas, autorizaban el decomiso de artculos sediciosos o blasfemos y sujetaron los panfletos a un gravoso impuesto del timbre'. Estos intentos de callar la prensa y dominar las crticas produjeron pocos efectos apreciables, pero intensificaron sin duda el estado de nimo febril y frustrado de muchos intelectuales europeos en este invierno de su descontento.

El espritu del romanticismo, que ya haba vivificado a la literatura y el arte europeos en el ltimo cuarto del siglo XVIII, alcanz su apogeo en las dcadas inmediatamente posteriores a 1815. Ningn freno impuesto a la insurgencia poltica poda detener la rebelin romntica; por el contrario, pareca como si las almas fogosas, a las que se haba privado de la oportunidad de realizar sus sueos, se aplicaran con mayor intensidad a soar sus acciones. El romanticismo era un manto de mltiples colores, no casaba con el uniforme de ningn partido poltico; pero satisfaca las necesidades de una generacin a la que el golpe tremendo de prodigiosos acontecimientos haba sacado de sus verdades convencionales. Los grandes esfuerzos colectivos, como la Revolucin francesa, dejan un vaco a su paso. La imaginacin europea, hastiada de las realidades contemporneas, busc un escape en las novelas histricas idealizadas de Walter Scott, en los dramas de Schiller, en la lrica, las baladas y los romances de autores perseguidos por sus fantasas, desde Coleridge hasta Manzoni, y desde Herder hasta Heine, que vieron una luz que nunca se pos sobre el mar o sobre la tierra. Se suele decir que el movimiento romntico fue una rebelin contra las estriles verdades de la ciencia y la rigidez de las frmulas clsicas, y hay algo de verdad en esto, por cuanto el romanticismo habl la lengua del corazn y repudi las normas artificiales en favor de un "arte impremeditado". Sin embargo, histricamente, es ms importante sealar que, aunque las aspiraciones de los autores romnticos triunfaron a menudo sobre la lgica y la razn, tambin es cierto que no triunfaron sobre mucho ms. Los hroes de la tragedia romntica, como sus creadores poticos, buscaron una vida ms all de la vida y un amor ms all del amor, y se encontraron condenados a un destino comn: la frustracin. Cuando toda una generacin abriga en su corazn a tales hroes frustrados, el historiador se ve obligado a buscar la explicacin ya no en los fines estticos, sino en las condiciones sociales.

Georg Brandes, el crtico literario dans, relacion este espritu de derrota y de abdicacin con los efectos de la Revolucin francesa, dando a entender que la desaparicin de las barreras sociales haba dejado a los jvenes ambiciosos e impresionables sin una excusa conveniente para explicar el fracaso en su bsqueda de la fama. A modo de venganza, encontraron un desdeoso solaz en la repudiacin del mundo que no los saba apreciar y al que no haban podido conquistar. Esta explicacin es seductora, pero no ahonda lo suficiente. La generacin que sobrevivi a la Revolucin francesa haba sido testigo de un supremo asalto del espritu humano, que se haba estrellado contra los bastiones de la desigualdad social. Hacia 1815, todas las clases estaban de acuerdo (aunque por razones diferentes) en que la revolucin haba sido un fracaso y esta desilusin universal anhelaba su sublimacin. La llama de la rebelin arda todava en secreto, "como una lmpara en una tumba", y una a millones de lectores en un parentesco sustitutivo con esos rebeldes soberbios y trgicos, desde Fausto hasta Manfredo, que han desafiado al destino y desdeado la incomprensin del mundo. El verdadero altar de los poetas romnticos no era el templo de la musas; era un pico nevado en el Cucaso y su dios un titn atormentado. El romanticismo de la era de la Restauracin era un culto de Prometeo.

Como la mayora de los movimientos de protesta, la rebelin romntica era ms fuerte en emocin que en lgica, y produjo muy pocas obras que se distinguieran por su solidez estructural y su calidad de acabadas. En estos aos no apareci una nueva filosofa que justificara el arreglo poltico. El pensador ms influyente de la poca, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, concibi una sntesis de ideas que sirvi tanto a los radicales como a los reaccionarios de arsenal de argumentos. Todos los grupos polticos, por igual, sintieron el apremio de encontrar un principio satisfactorio de autoridad, pero fue una bsqueda en la que nadie tuvo xito. En Inglaterra, los intelectuales liberales digirieron el helado utilitarismo de Jeremy Bentham. En Francia, algunos nacionalistas intentaron todava fundar una sociedad secular sobre una subestructura de derecho natural, pero haban cado en descrdito. Muy poca atencin recibi el libro de Auguste Comte, Plan de las operaciones cientficas necesarias para la reorganizacin de la sociedad (1822), y este temprano estudio del problema de la sociologa cientfica tuvo que aguardar a un clima de opinin ms favorable para ser aceptado. Del otro lado del Rin, Friedrich Karl von Savigny acus al Cdigo Civil Francs de estrecho y mecnico y denunci el esfuerzo por deducir postulados sociales del derecho natural en su ensayo titulado Sobre la vocacin de nuestro tiempo para la legislacin y la jurisprudencia (1814). Pero Savigny no ofreci una opcin satisfactoria, puesto que concluy que los tiempos no estaban maduros para un sistema de legislacin basado en un slido estudio filosfico del desenvolvimiento histrico.

En esta bsqueda general de un principio de autoridad que justificara a los gobiernos en el ejercicio del poder soberano, los campeones de la Restauracin no tuvieron ms xito que sus antagonistas. Si ni el derecho natural, segn lo revelan la ciencia y la razn, ni la tradicin histrica, embalsamada en estatutos antiguos, podan proporcionar un fundamento aceptable para regir a la sociedad, no quedaba ms que el concepto antiqusimo del derecho divino expresado en las Escrituras y los dogmas de la Iglesia catlica romana. En este fundamento teocrtico se haba apoyado el derecho cannico y civil de siglos anteriores y todava podan aprovecharlo quienes quisieran poner su fe en l. Joseph de Maistre reformul la concepcin tradicionalista catlica en obras sucesivas que culminaron en su obra titulada Du pape (1829), pero como hizo de la supremaca papal la doctrina central de su sistema, ni los monarcas protestantes, ni los catlicos estaban dispuestos a sancionar un razonamiento que subordinaba su autoridad a la del papa. En el otro extremo de la gama de la reflexin poltica catlica se encontraba Flicit Robert de Lamennais, que denunci a los racionalistas por su adoracin de la ciencia como fuente de toda verdad y progreso, y busc revivificar la religin, aconsejando que se practicaran reformas liberales en el seno de la Iglesia. Su extraa mezcla de dogmas ultramontanos con la defensa de la libertad de expresin y la libertad de prensa lo metieron en conflictos con sus colegas clericales en Francia y en 1831 llev su apelacin a Roma. El papa Gregorio XVI conden sus enseanzas y Lamennais, desafiando la censura papal, en lo sucesivo llev a cabo sus esfuerzos reformadores fuera de la Iglesia.

Un renacimiento religioso, una autntica revivificacin espiritual, se hizo sentir en toda Europa durante las primeras dcadas del siglo XIX, pero las iglesias organizadas no lo inspiraron, sino que ms bien le hicieron resistencia. Gran parte de su fuerza era una supervivencia de idealismo humanitario de la era revolucionaria, puesto que el humanitarismo era el nico dogma del culto revolucionario que haba subsistido sin mengua y sin descrdito. Los metodistas en Inglaterra, los pietistas en las Alemanias y la Sociedad de los amigos cuqueros donde quiera que vivieron y trabajaron insistieron en la necesidad de mejorar las condiciones sociales, reformar las crceles y asilos, mitigar las leyes penales y abolir la esclavitud y el comercio de esclavos. La agitacin antiesclavista en Inglaterra, que culmin con la abolicin de la esclavitud por todo el imperio debi mucho al celo cristiano de las sectas evanglicas. Cuqueros y metodistas se entregaron a la realizacin de muchos de los fines humanitarios por los que haba abogado la legislacin de la Revolucin francesa, pero su programa humanitario no era una aprobacin de la revolucin misma. Por el contrario, el desarrollo de las congregaciones inconformistas, en Inglaterra por ejemplo (en la que llegaron a abarcar a cerca de la mitad de la poblacin), contribuy a inocular a la poblacin contra las ideas revolucionarias. El asalto racionalista se haba lanzado contra las instituciones; pero el renacimiento religioso apelaba a la conciencia y los predicadores populares buscaban regenerar la sociedad convirtiendo a los individuos que la componan. Mientras que la revolucin haba hecho hincapi en los derechos de los ciudadanos como fundamento de una sociedad justa, el renacimiento religioso destacaba los deberes del cristiano como la clave de la vida buena.

Por lo que toca a sus fines, tanto los racionalistas como los lderes del renacimiento religioso pugnaban por una mayor justicia social. Los abogados de la democracia la consideraban como la solucin preordinada, alegando que, cuando todos los ciudadanos gozaran del derecho al voto los gobiernos seran verdaderamente populares, puesto que seran autnticamente representativos. Al otro lado del Atlntico, el principio de que los gobiernos derivan sus poderes legtimos del consentimiento de los gobernados, haba quedado firmemente establecido desde 1815, y la democracia no sufri retrocesos transitorios como en Europa. La fe en que todos los ciudadanos adultos (varones) deberan poder participar en la eleccin de sus legisladores fue vindicada en las elecciones regulares, y el rpido crecimiento de la poblacin en los Estados Unidos, que tena 8.000.000 en 1815 y 12.000.000 en 1830, demostr la efectividad de las instituciones republicanas populares. En el ao de 1828 se produjo la ruidosa eleccin de Andrew Jackson, sptimo presidente de los Estados Unidos, un notable triunfo del partido popular que llev a la Casa Blanca a un hijo de la "frontera", que tena puesto su corazn en la gente del comn. En Francia, las clases medias estaban reuniendo sus fuerzas para el derrocamiento de Carlos X y en Inglaterra se estaba acercando a su fin el periodo del gobierno tory. La derogacin de la ley que impona un juramento de prueba a los empleados pblicos y de las leyes de gremios (1828) y la promulgacin de la Ley de emancipacin de los cristianos catlicos (1829) suprimieron las restricciones civiles y las inhabilitaciones que se haban impuesto a los grupos religiosos disidentes. Por toda la Europa occidental, las fuerzas de la democracia estaban reanudando su marcha interrumpida y sus resultados habran de aparecer en breve en las victorias liberales de 1830-32.

II. AVANCES LIBERALES Y FRUSTRACIONES ROMNTICAS (1830-48)

Los franceses ya no eran la grande nation despus de Waterloo; eran un pueblo derrotado que llevaba a cuestas una monarqua impopular y que estaba lo suficientemente escarmentado como para conformarse con su suerte. Sin embargo, cada clase y cada grupo tena un motivo de queja. La antigua nobleza y el alto clero se lamentaban por sus perdidos privilegios. Las clases medias desconfiaban de la restaurada dinasta borbnica y trataban de conservar y ampliar las ventajas legales y polticas que les haba dado la Revolucin. Un creciente proletariado de las ciudades exiga reconocimiento y mejores condiciones de vida. Los ultranacio- nalistas soaban con un resurgimiento militar que dorara de nuevo las guilas imperiales. El hecho de que estas divididas facciones fueran mantenidas durante quince aos en un precario equilibrio no auguraba que la vieja y la nueva Francia pudieran reconciliarse; simplemente demostr que, por el momento, el deseo de orden y de estabilidad se haba sobrepuesto a todos los dems impulsos. Durante el periodo de la Restauracin, la derecha y la izquierda, los "ultra" y los radicales se atrincheraron en la oposicin y maniobraron para sacar ventajas, en una tregua que nadie aceptaba como permanente, en tanto que un grupo de moderados, en el centro, mantena en operacin el sistema. No fue un periodo glorioso, ni memorable, pero le permiti al pueblo francs recuperarse del agotamiento de las guerras y probar las ventajas de una monarqua constitucional limitada.

Carlos X trastorn este compromiso de la restauracin al negarse a desempear el limitado papel de un monarca constitucional. Desde su ascenso al trono en 182-1 se inclin constantemente a la derecha, y, cuando aument la oposicin, trat de distraer a la nacin enviando una expedicin punitiva para apoderarse de Argel (julio de 1830). Esta renovacin de la expansin colonial estableci los fundamentos del posterior imperio francs en frica, pero no logr mejorar la situacin de Carlos, ni apaciguar a los parisienses. Los resultados de las elecciones ofrecieron al rey una cmara desafiante que, nuevamente, exigi la renuncia del impopular ministro Polignac. En vez de ceder, Carlos recurri al gobierno por ordenanza, disolvi la cmara, redujo el voto, suspendi la libertad de prensa y decret una nueva eleccin. Esta violacin de la carta constitucional (segn la entendan los liberales) provoc al populacho parisiense a una inmediata insurreccin contra la que el rey no se haba prevenido, y en el espacio de tres das se encontraba en fuga. La suerte de otro Borbn se haba decidido en las barricadas de Pars, antes de que se pudiera consultar o informar siquiera del acontecimiento al pueblo de Francia.

Es significativo que, en esta crisis de julio de 1830, los moderados confiaran, hasta el ltimo momento, en una victoria parlamentaria que pondra en sus manos al ministerio. No desearon realmente una revolucin, ni el retorno al desacreditado rgimen de una repblica, que todava se asociaba a la dictadura jacobina. Reuniendo rpidamente sus fuerzas, nombraron a Luis Felipe de Orlens, cabeza de una rama colateral de la casa real, para que ocupara el trono vacante. Estos polticos burgueses, que representaban a las clases de propietarios, teman las demandas de un proletariado armado y victorioso ms que los designios de un rey desptico, y maniobraron diestramente entre los peligros opuestos para aduearse del poder. Las clases medias aclamaron a Luis Felipe por considerarlo "rey ciudadano" que reinara, pero no gobernara, y estaban decididos a dominar en el nuevo rgimen, preservando su mayora en la cmara de diputados.

A juzgar por sus resultados, la revolucin francesa de 1830 fue menos una revolucin que una confirmacin de la carta constitucional de 1814. Esta ltima se redact de nuevo para eliminar clusulas ambiguas y redefinir el gobierno francs como monarqua limitada, constitucional, representativa y responsable. El derecho al voto, aunque se extendi a 250.000 electores, en vez de los 100.000 anteriores, sigui siendo la prerrogativa de los "propietarios", y este grupo oligrquico que posea el derecho de voto (numricamente, un mero 1% de la nacin) habl en nombre de Francia en defensa de los intereses de su clase. Para aplacar a los elementos ms radicales del populacho, la bandera tricolor de la Revolucin sustituy de nuevo a la bandera blanca de la monarqua borbnica, y se levant la prohibicin de cantar la Marsellesa. Al mismo tiempo, sin embargo, Luis Felipe aclar que la Monarqua de Julio no lanzara una cruzada revolucionaria contra estados vecinos, como lo haba hecho la Primera Repblica Francesa. Tranquilizadas a este respecto, las cortes europeas decidieron reconocer al nuevo "rey de los franceses", e inclusive Nicols I de Rusia se dirigi a l con el ttulo de Sire, aunque se neg a emplear la salutacin diplomtica ms usual de mon bon frre.

La cauta poltica exterior de la Monarqua de julio decepcion a los republicanos y a los chauvinistas franceses. Tambin se desilusionaron los revolucionarios italianos, alemanes y polacos que haban organizado revueltas con la esperanza de obtener apoyo francs. Tropas austracas sofocaron rebeliones en Parma, Mdena y Roma. La agitacin en los Estados alemanes atemoriz a varios prncipes, que hicieron concesiones, pero la firme contrapresin de los gobiernos de Austria y de Prusia fren el movimiento liberal en la Europa Central, y hacia 1833 Metternich poda felicitarse a s mismo porque su sistema estaba "a prueba de fuego". La insurreccin polaca ardi con mayor fuerza hasta que la condenaron las divisiones internas y la falta de ayuda exterior, lo que permiti al zar Nicols tratar a la Polonia rusa como un pas conquistado sujeto a la ley marcial.

En Suiza, los Estados ibricos y Blgica las potencias reaccionarias no podan intervenir sin peligro de guerra con Francia e Inglaterra, y los grupos liberales de esos pases mejoraron su posicin. Hacia 1833, la mayora de los cantones suizos establecieron nuevas constituciones, que proclamaban la soberana del pueblo, la libertad de prensa y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. En Espaa y en Portugal surgieron disputas por la sucesin al trono. Inglaterra y Francia apoyaron a la regente espaola, Mara Cristina, contra su cuado, don Carlos, que fue enviado al exilio. Don Miguel, pretendiente al trono portugus, comparti la misma suerte, despus de que la presin francesa e inglesa sent en el trono de Portugal a Mara II. Los dos estados de la Pennsula Ibrica habran de verse desgarrados durante aos por la guerra civil, pero los liberales, en general, consideraron que los arreglos a que se lleg entre los aos de 1830 y 1834 fueron victorias para las potencias occidentales constitucionales. Los gobiernos reaccionarios de Austria, Prusia y Rusia, que apoyaban a Don Carlos y a Don Miguel, llamaron a sus representantes en Madrid, en tanto que Francia e Inglaterra concertaron una "cudruple alianza" con Espaa y Portugal para preservar las reformas constitucionales.

El caso de Blgica fue una prueba de fuerza todava ms clara entre los bloques absolutista (oriental) y constitucional (occidental). Descontentos por su forzada alianza con los holandeses, decretada por el Congreso de Viena, los liberales belgas se rebelaron cuando supieron que los parisienses hablan destronado a Carlos X. Guillermo I, de los Pases Bajos Unidos, se mostraba en extremo renuente a perder la mitad de su reino, pero los gobiernos absolutistas no pudieron ayudarle con fuerzas militares, en tanto que las potencias occidentales apoyaron a los separatistas belgas y esto decidi la cuestin. Blgica se estableci como Estado independiente y Leopoldo de Sajonia-Coburgo (prncipe alemn naturalizado ingls) acept el trono y cas con la hija de Luis Felipe. Este arreglo fue el reconocimiento tcito de que la suerte de Blgica dependa primordialmente de la actitud de Francia e Inglaterra. En Londres, los embajadores de las cinco grandes potencias (Inglaterra, Francia, Austria, Prusia y Rusia) reconocieron la independencia de Blgica y garantizaron su neutralidad perpetua. El nuevo Estado ocup su lugar entre las naciones en calidad de monarqua constitucional sujeta a una carta que proclamaba la soberana de la nacin, la supremaca del poder legislativo sobre el ejecutivo y una ampliacin del derecho de voto mayor todava que la de Inglaterra y Francia en 1830. El derecho de voto estaba todava limitado a una minora de ciudadanos belgas que reunieran los requisitos de propiedad necesarios, pero no poda dudarse de que las fuerzas del liberalismo haban ganado una batalla ms. Tampoco poda dudarse de que la flota inglesa (que bloque los puertos holandeses hasta que se rindi Guillermo I) y las fuerzas militares francesas (que arrojaron a los holandeses del territorio belga) haban hecho posible la independencia de Blgica.

Las reformas electorales introducidas en Francia y en Blgica en los aos de 1830-31 fueron sobrios compromisos; ningn grupo, salvo los radicales extremistas, haba propuesto seriamente que el sufragio se otorgara a todos los ciudadanos adultos. Sin embargo, el hecho de que el sufragio pudiera ampliarse sin precipitar una revolucin social, motiv que el ao de 1830 fuese decisivo en la historia del siglo XIX. Durante dos generaciones, las clases gobernantes de Europa haban vivido aferradas por los recuerdos de 1789 y el miedo a que la menor concesin a las demandas populares fuese una invitacin al caos convirti a los estadistas y eclesisticos conservadores en firmes enemigos del cambio poltico. Inclusive en Inglaterra, donde el joven Pitt haba insistido en la necesidad de reformar el sistema electoral, el "pnico a la Revolucin francesa" aplaz el proyecto cerca de cincuenta aos. Despus de 1830 ya no se pudo seguir aplazando.

Dos grandes grupos luchaban por reformar el sistema parlamentario ingls cuando llegaron las nuevas de la revolucin de Julio en Francia para avivar sus esperanzas. Los jefes liberales deseaban una redistribucin de los escaos en la Cmara de los Comunes, porque el desplazamiento de la poblacin, desde el sureste hasta el noroeste industrial, significaba que cierto nmero de pueblos con derecho de representacin en el Parlamento, medio despoblados y en decadencia, enviaban todava representantes, mientras que grandes ciudades de reciente crecimiento, como Liverpool y Manchester, carecan de representacin. Los voceros de las clases trabajadoras hacan demandas ms radicales. Queran una ampliacin del sufragio que concediera el voto a los trabajadores de las fbricas y del campo, lo que les permitira elegir a sus propios delegados a Westminster y obtener una legislacin reformadora. Cuando estos dos grupos unieron sus fuerzas, la dilatada dominacin del partido tory (conservador) lleg a su fin, y en 1831 los whigs (liberales) obtuvieron una franca mayora en la Cmara de los Comunes, por primera vez en medio siglo. Los electores haban votado por la reforma, pero la Cmara de los Lores se neg una vez ms a aprobar la ley enviada desde los Comunes. Los motines se propagaron peligrosamente y el desacuerdo no termin hasta que el jefe liberal Lord Grey, obtuvo de Guillermo IV la seguridad de que nombrara a un nmero suficiente de pares nuevos para imponerse a la oposicin en la Cmara de Los Lores. Bast con la amenaza, y en junio de 1832 un nmero suficiente de nobles y obispos conservadores recalcitrantes se abstuvieron de votar, para permitir que la cmara alta aprobara la ley.

La Ley de Reforma de 1832 reflej las dismbolas metas de los grupos que haban conseguido su promulgacin. Cincuenta y seis pueblos con derecho a representacin en el Parlamento, que anteriormente haban enviado ciento once miembros, quedaron sin derecho a voto y otros treinta y dos perdieron un voto cada uno. Los escaos que quedaron disponibles se redistribuyeron: veintids grandes ciudades consiguieron dos cada una, veintin ciudades recibieron uno por cabeza, en tanto que los miembros de los condados casi se duplicaron. Se promulgaron distintas leves para reformar el sufragio de manera semejante en Escocia y en Irlanda, pero en ella no se establecieron distritos electorales iguales, ni se previeron futuros desplazamientos de la poblacin. Aunque Lord Grey insisti en que la Ley era "final", en realidad constitua una transaccin moderada que desilusion amargamente a los jefes radicales que haban respaldado a los whigs en espera de amplias reformas. El sufragio sigui siendo el privilegio de unos cuantos, puesto que se limit a los dueos de casa que pagaban diez libras de renta anual, en tanto que los dueos de fincas, los que tenan su propiedad en enfiteusis y los arrendatarios, quedaron sujetos de igual manera a la estipulacin de las diez libras. El aumento real del nmero de votantes en las Islas Britnicas no fue grande; la Ley de Reforma extendi el sufragio a cerca de 813.000 votantes, mientras que antes su nmero ascenda a 500 000. El poder poltico qued todava en manos de las clases acomodadas, y el significado real del nuevo reparto consisti en que sustrajo el poder a la aristocracia agrcola y comercial que lo haba monopolizado desde 1689 y se lo dio a la nueva aristocracia industrial y a la alta burguesa. Inglaterra sigui siendo una oligarqua despus de 1832, pero los intereses econmicos de los industriales se haban impuesto a los intereses agrarios de las clases terratenientes.

La prueba de que el centro del poder poltico se haba desplazado, y de que se haba alcanzado un nuevo equilibrio, se evidencia en la legislacin promulgada por el Parlamento "reformado". Los whigs victoriosos pasaron a ser el "partido liberal" y los tories comenzaron a conocerse con el nombre de "conservadores". El intento del rey Guillermo IV de nombrar a un primer ministro tory, desafiando a la mayora whig (1834), fue prestamente repudiado apelando a los electores, y se estableci finalmente el principio de que ningn gabinete poda permanecer en el poder si perda la confianza de una mayora en la cmara popular. El ascenso de Victoria en 1837 inaugur el ms largo y glorioso reinado en los anales ingleses, y la joven reina fue instruida en las responsabilidades de un monarca constitucional por el primer ministro liberal, Lord Melbourne. A pesar de fricciones ocasionales, el nuevo equilibrio de las fuerzas polticas funcion eficazmente y dio origen a la famosa Paz Victoriana. El sistema de dos partidos sigui siendo la norma, y gabinetes liberales y conservadores se sucedieron a intervalos irregulares, pero dividieron casi igualmente los sesenta y cuatro aos del reinado de Victoria.

En 1835, los whigs afirmaron su victoria mediante el Acta de Corporaciones Municipales que permiti al mismo electorado urbano, que haba obtenido tres aos antes el sufragio parlamentario, dominar el gobierno local en las ciudades industriales. Una prueba ms definitiva del ascendiente poltico y econmico de los intereses industriales se produjo en 1846. Inglaterra avanzaba constantemente hacia el libre comercio y los aranceles de importacin sobre muchas materias primas, e inclusive sobre artculos manufacturados, se haban reducido o anulado, favoreciendo a las clases comerciales e industriales. Pero los terratenientes, que formaban el grupo ms fuerte del partido tory, se aferraban a los aranceles de los granos, que les permitan vender sus cosechas sin miedo a la competencia extranjera. La Liga contra las Leves de Granos, encabezada por Richard Cobden y John Bright, atac por injustas a las Leyes de Granos, fundndose en que mantenan elevado el precio del pan en beneficio de los terratenientes y a expensas de los consumidores urbanos. Cuando el jefe tory, Sir Robcrt Peel (que haba encabezado el ministerio conservador desde 1841), promulg una ley para establecer el libre comercio en granos, escindi el partido tory. Pero los whigs apoyaron la medida y las Leyes de Granos fueron abrogadas (1846). El libre comercio haba ganado y la derogacin de las Leyes de Navegacin, tres aos ms tarde, fue un corolario lgico. En calidad de principal nacin industrial, en un mundo en el que la agricultura era todava la forma dominante de economa, los ingleses podan mantener una balanza comercial ms lucrativa y vender ms artculos manufacturados, si aceptaban libremente a cambio alimentos y materias primas. Para Inglaterra, por tanto, la no aplicacin de los aranceles a las exportaciones y a las importaciones fue un paso indicado y lucrativo. Era menos fcil convencer a otras naciones, especialmente a pases que tenan una naciente economa industrial, de las ventajas de la misma poltica. "El libre comercio observ agudamente el aforstico Disraeli en 1843, no es un principio, es un expediente."

Muchos patronos ingleses haban apoyado la abrogacin porque significaba pan ms barato para sus trabajadores. En cuanto a otras medidas, que podran entrar en conflicto con sus ganancias, mostraron menos entusiasmo. En 1833 se promulg una ley inadecuada que abreviaba la jornada diaria de trabajo en las fbricas de hilados y tejidos. Las condiciones de trabajo en los talleres y minas fueron a menudo terribles, pero fue un ministerio tory el que introdujo nuevas reformas, al apadrinar una ley de minas, en 1842 y nuevas leyes sobre fbricas en 1844. Los impulsos humanitarios de la poca a menudo cobraron extraas y contradictorias formas, como lo fue la abolicin de la esclavitud en 1833, con compensaciones de veinte millones de libras a los dueos de esclavos coloniales, en tanto que una ley simultnea acordaba la modesta cifra de veinte mil libras anualmente para la educacin pblica en Inglaterra. La reforma de las Leyes de Pobres (1834) reflej todava ms claramente el conflicto entre motivos econmicos y filantrpicos, puesto que estableci un rgimen tan duro en los hospicios que hizo parecer como un crimen la pobreza. As lo consideraban muchos patronos, que carecan de obreros y consideraban que a todas las personas indigentes capaces de trabajar debera persuadrseles para que buscaran empleo convencindolas de que las condiciones en los hospicios, eran peores que en las fbricas.

Cuando las clases trabajadoras inglesas vieron que la Ley de Reforma de 1832 no aumentaba su representacin o influencia que, por el contrario, afirmaba con mayor fuerza an en el poder a sus patronos renovaron su agitacin. Algunos se lanzaron a la neg- dacin directa, y cuando las Leyes de Asociacin, que restringan los sindicatos obreros, fueron derogadas en 1825, un Gran Sindicato Nacional Unido cobr forma rpidamente y afirm contar con 500.000 miembros, en 1834. El gobierno alarmado tom represalias inmediatamente; los organizadores recibieron severas sentencias de crcel y el sindicato se derrumb. Los jefes populares recurrieron entonces a la reforma poltica, y hacia 1838 haban redactado una "constitucin del pueblo", a la que se sumaron los radicales para presentarla en el Parlamento. Los famosos Seis Puntos del Cartismo parecen inofensivos hoy en da, pero en las dcadas de 1839 y 1840 fueron demasiado extremistas como para agradar a una legislatura dominada por las clases acomodadas. Los cartistas exigieron el sufragio universal, la votacin secreta, las elecciones anuales, los distritos electorales iguales, los salarios para los miembros del Parlamento y la abolicin de los requisitos de propiedad para quienes se presentaban a una eleccin. A pesar de contar con un amplio apoyo, los cartistas no obtuvieron considerables concesiones. Su reunin final, en los tormentosos das de 1848, asust tanto a las autoridades que el gobierno design a 170.000 policas especiales para frenar las manifestaciones. Pero la agitacin cartista tena ms ruido que furia y cuando la ltima peticin monstruosa fue rechazada por el Parlamento, el movimiento se derrumb.

El cartismo fue menos un movimiento poltico organizado que una accin de protesta: cuyo vigor fluctu segn las condiciones econmicas. La prosperidad inglesa y la expansin econmica, entre 1820 y 1848, fueron tan notables, que pocos descontentos podan discutir seriamente las ventajas que haba reportado a la nacin el gobierno de la clase media. Hacia 1840, Inglaterra llevaba a cabo el 32 por ciento del comercio internacional del mundo entero, ms de tres veces lo que Francia, que ocupaba un segundo lugar, con el diez por ciento del mismo comercio. Si las clases trabajadoras inglesas hubieran estado agitadas por poderosos estmulos revolucionarios, se habran rebelado despus de 1845, cuando las malas cosechas causaron gran miseria por toda Europa. El pas ms afectado inmediatamente por el hambre de 1845-46 fue Irlanda, en la que se perdi desastrosamente la cosecha de papas. Miles se murieron de hambre y miles ms emigraron de este desgraciadsimo pas. Entre 1740 y 1840 la poblacin de Irlanda se haba cuadruplicado, y se haba elevado de 2.000.000 a 8.000.000, gracias en parte a la introduccin del cultivo de la papa. En los setenta aos transcurridos desde 1845 la poblacin descendi en casi un 50 por ciento, pues en 1914 era de 4.334.000. Ningn otro pas europeo sufri una decadencia tan catastrfica y la tasa de natalidad en descenso, as como la emigracin en masa que dejaron medio despoblada a Irlanda a fines del siglo XIX, son la ms tremenda acusacin que se puede hacer contra la dominacin inglesa de la isla, que haba servido como el primer campo de pruebas de la conquista y colonizacin inglesa y result ser el menos feliz.

Mientras los franceses y los ingleses experimentaban con la reforma electoral y un sufragio ms amplio despus de 1S30, los estadistas de la Europa oriental observaban llenos de dudas y reproches. Un poco de democracia les pareca una cosa peligrosa a los mesurados burcratas de Viena, Berln y San Petersburgo, y no les sorprendi ver a los trabajadores de Pars y de Londres amotinarse para obtener nuevas concesiones. "La chusma se est levantando ahora contra la burguesa", observaba Metternich, con la melanclica satisfaccin del que ha visto rechazadas sus advertencias y luego las ve cumplirse. Un gobierno que se tuviera que plegar a los variables estados de nimo de un electorado imprevisible, no poda, en su opinin, mantener una poltica coherente en los asuntos internos, o en materia de relaciones internacionales. Observ, sin sorpresa, que el acuerdo anglo-francs de comienzos de la dcada de 1830 no tard en deshacerse y que las dos monarquas constitucionales estuvieron a punto de entrar en guerra, hacia 1840, porque sus intereses chocaron en el Mediterrneo oriental. Seis aos ms tarde, surgi una nueva crisis anglo-francesa cuando Luis Felipe comprometi en matrimonio a su hijo ms joven, Antonio, con la Infanta Mara Luisa de Espaa. El Ministro del Exterior ingls, Lord Palmerston, acudi a Viena en busca de apoyo, fundndose en que la unin de las dinastas espaola y francesa violaba el Tratado de Utrecht de 1713. Metternich respondi suavemente que Austria nunca haba reconocido el arreglo ms reciente por el cual el trono espaol haba pasado a Isabel II, en vez del heredero varn, Don Carlos. Le diverta ver a dos potencias parlamentarias disputar por motivo de la anacrnica cuestin de un matrimonio dinstico y no hizo nada por remediar que ello se produjera. Sin embargo, Palmerston era un hombre al que no se acosaba sin peligro. Picado por Metternich, tom represalias alentando a los liberales italianos, que queran echar a los austracos del norte de Italia. Esta pequeez era tremendamente peligrosa para la paz, pues los fuegos de la insurreccin nacionalista y republicana ardan en rescoldo por toda Europa. Hacia 1847, Metternich se encontr a la defensiva, en tanto que el gabinete ingls abri negociaciones con el Papa recientemente elegido, Po IX, cuyas simpatas italianas y cuyos celos de reformador despertaron la ms honda preocupacin en Viena. Un rapprochement entre el gobierno ingls y el Vaticano, si era sincero, constitua un portento suficientemente singular como para sobresaltar a los monarcas absolutistas.

Un miedo irrazonable a toda innovacin poltica dominaba a las cortes conservadoras. Visto desde fuera, el slido frente presentado por Austria, Prusia y Rusia en las dcadas de 1830 y 1840 daba a estas potencias el aspecto de una fortaleza triangular, serena y firme en un mundo desordenado. Pero las debilidades internas y el nuevo sistema econmico estaban resquebrajando a las instituciones rgidas. En Viena, la muerte de Francisco I, en 1835, entreg el trono austraco al incompetente Fernando I, y el poder .real pas a manos de un Consejo en el que Metternich y Kolowrat eran los miembros ms activos. En el Imperio Habsburgo no exista una administracin eficiente; no haba un ministerio, sino ministros, solamente; y los funcionarios subalternos se vean atados por sus anticuadas rutinas y por su propia invencible indolencia. La sociedad austraca posea encantos y virtudes notables, un espritu de benevolencia paternal y piedad filial, una tradicin de ocio, alegra y de buenos modales. Exista una rara devocin amorosa a la familia Habsburgo, una aristocracia culta y elegante, que posea un sentimiento de noblesse oblige, una tradicin de arte opulento y msica alegre que aportaban una singular contribucin al concierto de la cultura europea. Pero la histrica pericia poltica de sus estadistas, que haban levantado un imperio sobre el fundamento de matrimonios afortunados abandon a los consejeros de los Habsburgos en el siglo XIX, y las divergentes aspiraciones nacionales de los alemanes, los magyares, los eslavos y los italianos minaban la estructura imperial. No surgi un espritu comn de patriotismo (como en los imperios vecinos) para crear una nacin austraca, y los semiautnomos reinos, ducados y condados parecan estar tan dbilmente entretejidos como las satrapas orientales, si se comparaban con el gobierno unificado y centralizado de la Francia del siglo XIX. Inclusive el propio Metternich lleg a aceptar que "Asia comienza en la Landstrasse".

En los territorios de los Habsburgos existan pocos rganos a travs de los cuales pudiera expresarse legtimamente el celo reformista o el descontento popular. Los estados provinciales representaban a los grupos privilegiados; celosos de sus pretensiones, los miembros vean con malos ojos los consejos que les llegaban de Viena, y hacan resistencia a las solicitudes desde abajo, Se redactaron y archivaron interminables informes y recomendaciones: sobre la necesidad de reformas fiscales, la condicin de los campesinos, los aranceles que asfixiaban al comercio, y el descontento de los trabajadores en las nuevas fbricas de Bohemia. En Hungra, donde unos pocos centenares de magnates gobernaban con seguridad feudal en s mismos, la Dieta discuti, y aplaz, los proyectos de Istvn Scechenyi para la realizacin de cambios econmicos y legales, para que se tendieran ferrocarriles hacia el oeste y se botaran buques de vapor en el Danubio. Las demandas ms radicales de Lajos Kossuth, que desafi a la alta nobleza, abogando por la libertad de prensa y por un parlamento ms representativo, le reportaron tres aos de crcel (1837-40). El despertar del espritu nacionalista, intensificado por la propagacin del romanticismo con su glorificacin del pasado histrico, estimul el deseo de completa autonoma. El magyar sustituy al latn como idioma oficial en la Dieta, y los literatos hngaros repudiaron el alemn para cultivar las bellezas de su lengua nativa. stas fueron las dcadas en las que fillogos alemanes prepararon diccionarios de los dialectos populares de Europa, convirtiendo a la pedantera en servidora de los movimientos de las minoras, y a la historia en la criada de las rebeliones nacionales. El renacimiento hngaro y el resurgimiento eslavo se alimentaron del folklore del pueblo, renovado por los eruditos e idealizado por los escritores. Los crculos literarios se convirtieron en los centros focales del descontento popular, pero las reformas all debatidas con apasionada carencia de sentido prctico fueron, muy a menudo, extravagancias intelectuales, vacas de sustancia. Entretanto, la fortaleza burocrtica de Viena se levantaba orgullosamente altiva en su majestuosa inercia, sin que los vientos de las doctrinas que corran por los salones movieran el polvo de sus pergaminos.

En Berln, los funcionarios del gobierno mostraron ms capacidad y energa, porque se les haba entrenado en el famoso sistema prusiano que el gran Federico haba convertido en modelo de eficiencia para las cancilleras de Europa. Desgraciadamente, la burocracia Hohenzollern era vulnerable en su cspide: para funcionar eficientemente necesitaba un monarca que poseyera genio administrativo. Dos siglos antes, el ao de 1640 haba inaugurado la paciente era constructiva del Gran Elector; en 1740, Federico el Grande haba comenzado su brillante e histrico reinado; pero en 1840 faltaba un prncipe Hohenzollern con valor y te