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    LA HISTORIOGRAFIA LATINA

    LA HISTORIOGRAFIA ROMANA ARCAICA . ORIGENES

    La hostoriografa romana nace en el ltimo tercio del siglo III a. C., habiendodesaparecido todo la obra anterior a la Guerra de las Galias, prdida que no parecepreocupar a Cicern, que, an habiendo dispuesto de ella, pensaba:La historia no existeen la literatura latina: abest historia a litteris nostris.

    Es muy conocida esta frase pero no es suficiente su criterio para hcer olvidar lospequeos hechos de un pueblo, irrelevante en sus comienzos, que llen de fantasa suexistencia gracias a unos hombres que quisieron ser grandes exagerando las hazaas en elrecuerdo de generaciones siguientes.

    Solamente porque no despuntaron historiadores capaces de mivilizar a las masas,

    Cicern pens que la historia no exista en a literatura latina. El pueblo romano se hizodurante muchos siglos como indican sus primeras manifestaciones escritas, posiblementea finales del S. VII a. c., la Fbula de Preneste, con caracteres griegos y contendidolatino: IOIS AMVN. DE KAHF. EHF. DEM. SOINAM. Quiz, del S. VI a.c., el Vasode Duenos.

    Aunque en estos cinco siglos no brillara con el mismo esplendor, aunque los dospriemros sean los pilares y ruinas de un monumento antiguo, es cierto que sobre ellosdescansan hombres famosos on escritos llenos de historia.

    Tradicionalmente se admite que la historiografa latina (escritos sobre la historia deRoma) se divide en dos perodos, uno prearcaicoque llega hasta el 218 a.c., un perodoarcaico desde 218 130 a.c.; y otro preclsico poca de los Gracos y Sila que se

    extiende desde 130 a.c. hasta el 80 a.c. [poca de los Graco y Sila 130 80 a.c.]

    La obra de los primeros analistas: la analstica antigua. Los analistas desarrollan su obrahistrica a lo largo de los siguientes perodos: S. III - fin del S. II (anaistica antigua); fin del S.II -principio del s. I (poca de los Gracos o analstica media); s. I (poca de Sila o anaistica reciente)

    Los Primeros historiadores romanos reciben el nombre analistas (260-190 a.c.). Q.Fabio Pictor, nace en 259 a.c. es el primero, contemporneo de Nevio (275-200 a.c.).Polibio no concedi mucha importancia a su obra sobre la 2 Guerra Pnica. Careci deexactitud, estilo sencillo, sin arte y de talante arcaico. Escribi en latn (Pierron, pg. 44).

    Todos ellos podramos agruparlos en dos momentos por el idioma que emplearon en sus

    relatos.A/ (prearcaico, escriben en griego ad 150 a.c.) Puede decirse que en un principio

    escriben en griego. La obra de los primeros analistas est escrita en griego; nacidadurante la segunda guerra Pnica, aparece como una empresa nacionalista dirigida contralos cronistas cartagineses y tena como finalidad informar a magistrados, senadores,juristas y a un pequeo crculo de lectores relacionados con las clases gobernantes.

    El campo que historiaron abarcaba desde la monarqua hasta la segunda guerra Pnica.El periodo de la monarqua es claramente legendario, pero en la repblica no hay rastroalguno de leyenda. Desde luego nada indica que estos hombres fueran grandeshistoriadores. Sin ningn antecedente literario, ocupados en los intereses del Estado,

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    registraron slo hechos y discusiones pblicas y ello en un estilo rudo y primitivo. Peropara registrar estos hechos se valieron con gran cuidado de la observacin personal y delas fuentes ya aludidas. Cicern, Polibio y Diodoro conservaron breves notas histricasde los analistas.En este grupo podemos hablar de Q. FABIO PICTOR, L. Cincius Alimentus(prisionero de Anbal y fuente importante de T. Livio; pretor en el 210 a.C.), P. CornelioScipio(hijo del Africano), C. Acilius Glabrioy A. Postumius Albinus(cnsul en el 151a.C.). Es fcil de explicar esta tendencia si consideramos que el griego es el vehculo depropagacin ms rpido en las zonas donde realmente ocurre la historia: no debemosolvidar el enfrentamiento entre Roma y Cartago en Sicilia y la incipiente dominacinromana en la cuenca mediterrnea oriental.

    B/ Catn "El Viejo" (234-149) fue el primer analista que opone resistencia alhelenismo. Marco Porcio Catn naci en Tsculo hacia el 234 a. J. C., de una familia depequeos propie'tarios. Capitane durante cincuenta aos el partido democrtico

    tradicionalista. Cultiv diversos gneros literarios, pero fue en la Historiografa dondedestac especialmente Con su obra Origenes. La originalidad como historiador de Catn,cuya obra por aquel entonces supuso una verdadera revolucin, hay que situarla en lossiguientes aspectos: a) escribi su obra en latn frente a la tradicin de los primerosanalistas. b) se preocup no slo de los orgenes de Roma, sino tambin de los puebloslatinos que Roma haba sometido: es la suya la primera obra histrica de la Literaturalatina. c ) introdujo en su obra muchos de sus propios discursos, con los que la narracintomaba un tinte clido y vivo, muy diferente del estilo de los antiguos analistas. d )present la obra de la conquista romana como una empresa colectiva, obra del puebloms que de individualidades. En la base de esta concepcin social de la Historia hay quesituar su desprecio hacia la historiografa helenstica, caracterizada por la exaltacin de

    los individuos, y su odio a la aristocracia, la cual se serva de la Historia para ensalzar asus hroes. Los pocos fragmentos conservados en su obra histrica nos muestran, aundentro de su sobriedad, que cuid especialmente su estilo con el fin de ofrecer a lasLetras latinas una Historia a la altura artstica de la Historiografa griega.

    La analstica media. Se citan a otros como L. Calpurnius Piso Frugi (tribunoen 149 a.c.), L. Cassius Hemina (1 en escribir en latn), C. Fannius (cnsul en 122a.c. y C. Sempronius Tuditanus, Claudio Quadrigario y Valerio Antias con susAnales, C Sisenna (legado de pompeyo en la guerra contra los piratas en el 67 a.c.)

    Bajo la influencia y por impulso de Catn, deseoso de dar un desarrollo y un carcter original a lacultura romana, nace la analstica en lengua latina. La analstica media participa, en un primermomento y en cuanto al estilo, de las caractersticas de la antigua. Es en este primer momentodonde 'hay que situar la obra de Casio Emina y de L. Calpurnio Pisn. A consecuencia de larevolucin de los Gracos se produce un cambio decisivo en el tono y la finalidad de las obras deHistoria. El movimiento democrtico haba ampliado el crculo de lectores que demandaban obrasms fciles de leer. Adems la difusin del conocimiento del griego a las clases populares, quehizo posible la lectura de las historias llenas de color de la cultura alejandrina, foment el gusto porun estilo ms florido e hizo que los lectores desdearan los secos anales del siglo anterior. Lahistoria queda ampliada y abrillantada con muchas leyendas; responde a este nuevo gusto

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    histrico la obra de Gneo Gelio, Q. Fabio, Mximo Serviliano y Gayo Sempronio Tuditano

    La analistica reciente. La analstica de esta poca contina en la misma lnea que laanterior, pero aun se exageran ms los elementos sensacionalistas que podan impresionar ycomplacer al lector. Aparecen en esta poca historias de periodos particulares y biografas depropaganda. Entre los historiadores de esta poca hay que citar a Valerio Antias, historiador-novelista, que obtuvo mucho xito entre los lectores. Destacan tambin Celio Antpater, autor deuna Historia de la segunda guerra Pnica; Fanio, Licinio Mcer y Cornelio Sisena escribieronhistorias marcadas por una intencionalidad poltica y que supieron adems satisfacer lasdemandas estilsticas del pblico; y, en fin, Claudio Cuadrigario supuso una vuelta al tratamientoconservador de la Historia.

    FUENTES LITERARIASSi consideramos los comienzos de los analistas desde finales siglo III a.C. hasta final del

    poder republicano (44 a. C.), debemos observar con atencin las fuentes que utilizabancomo documentos acreditativos de sus producciones histricas.

    La literatura griega mantuvo cierto inters por la historia de roma como demuestran lasreferencias hechas sobre Sicilia por Hesodo con su Teogona; Fileste de Siracusaescribi la primera Historia General de Sicilia e Italia, donde se mencionan los puebloslimtrofes: Ligures, Etruscos, Umbros y Sammitas. Si bien conocemos ms datos escritospor griegos y etruscos, no se conservan actualmente.

    Estos analistas sirven de modo diferente a la literatura romana. Si la analstica se centraen registrar los sucesos ao por ao en lugar de narrar ininterrumpidamente la materia,podramos dividirlos en antiguos, los que escriben en griego (poca de los Gracos, cfr.supra) y entre los contemporneos de Sula. Ambos grupos se mueven en direccionesdiferentes. Estos escriben para conseguir una lectura entretenida. Su talento se ejercitabagracias a la familia a la que servan como clientes. As mientras F. Pictor con los archivosfamiliares expuso las hazaas de sus antepasados, Claudio Quadrigario (quadrigarius esun conductor de carros, corredor), sacrificaba la verdad en provecho de la mayor honra dela familia en cuestin.

    La prdida de las fuentes griegas y etruscas (destruccin de Roma por los Galos), noquiere decir que no hubiera habido acceso a los analistas romanos. Se dispuso de talesdocumentos por parte de autores antiguos romanos, pero se debe tener en cuenta que elelemento romano estara relegado a un segundo plano y solamente estudiado si existaalguna relacin con la historia reseada.

    FUENTES DOCUMENTALES

    1.- Documentos pblicos

    1.- Documentos pblicos religiosos.

    Eran muy numerosos porque cada colegio religioso tena su archivo, en el que

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    custodiaban sus estatutos, los documentos y las frmulas rituales (carmina, indigitamenta,commentarii,etc. Los Annales Pontificum eran las ms importantes. Eran unas tablasblanqueadas en las que los sacerdotes indicaban cada ao: 1.- La lista de los das fastosy nefastos (calendario de gran importancia para saber cundo se poda votar, elegirmagistrados, aprobar o rechazar un proyecto de ley o decidir sobre una sentenciajudicial). 2.- Los nombres de los principales acontecimientos del ao. Todo estematerial, leyes, tratados, senadoconsultos,etc., estaban grabados en tablas de bronce osobre columnas y se conservan en los templos u otros lugares pblicos de Roma:a) Tratado de alianza de Servio Tulio entre Roma y las ciudades latinas, grabado en unaplancha de bronce y conservado en poca clsica en el templo de Diana del Aventino. b)Tratado de uno de los Tarquinos con Gabies, escrito sobre un escudo de piel y grabado enel santuario de Semo Saucus, en el Quirinal. c) El primer Tratado de Roma y Cartago.d}Textos legales Ley de las XII Tablas. e) Los colegios de magistrados guardabandocumentos de inters ger!eral:

    * Commentarii(recopilacin de frmulas ydecisiones).* Tabulae Censoriae (documentos estadsticos diversos, tablas del censo).*Listas de empadronamiento y catastro.* Libri Lintei, escritos sobre bandas de tela de lino, conservados en el templo de Juno

    Moneta, en el Capitolio, contenan las listas de los magistrados, especialmente la de loscnsules.

    La veracidad de este material es bastante sospechosa, pues no existieron documentosescritos antes del s. V a.C., lo cual nos dice que los archivos de los colegios demagistrados son posteriores a la creacin de tales organismos, creacin posterior alestablecimiento del rgimen republicano. El colegio de censores data de mediados delsiglo V a.C. y las colecciones de los Annales Pontificum, apenas sufrieron en este

    incendio, debido a que su redaccin estaba casi comenzando y pudieron serreconstruidos.

    2.- Documentos privados

    Las familias nobles (Flavios, Claudios, Valerios, Cornelios, etc.) disponan dearchivos particulares: Stemma (genealogas), Elogia (elogios), Tituli Imaginum(grabados o pintados bajo las imgenes de los antepasados y que cuentan los hechos yglorias y los cargos alcanzados), Laudationes Funebres (solemnes panegricospronunciados en los funerales),Naeniae(lamentaciones de las plaideras), Cantos de losconvites dedicados a la gloria de los antepasados.Acta privata (votaciones, donaciones,

    testametneos, cuentas)En cuanto al valor de los documentos privados, examinemos los textos siguientes: Las

    oraciones fnebres han llenado nuestra historia de embustes. Se encuentran ellas hechos que no han

    existido jams, triunfos imaginarios, consulados cuyo nmero se aumenta, falsas genealogas, falsos

    traspasos a la plebe, haciendo nacer a personas de una familia oscura en el seno de una familia ilustre que

    lleva el mismo nombre, como s yo pretendiese descender de M. Tulio, que era patricio y fue cnsul con

    Servio Sulpicio, diez aos despus de la expulsin de los reyes(Cicern,Brutus).No es fcil el preferir un hecho a otro, un autor a otro autor. Creo que el recuerdo del pasado ha sido

    alterado por elogios fnebres y por falsas inscripciones de las imgenes, porque cada familia quiere atraer

    hacia s, con ayuda de mentiray artificios, toda la gloria de las acciones de lasmagistraturas. De ahprocede esta confusin en las actas de cada unoy en los monumentos pblicos de la Historia. No nos queda

    de esta poca (322 a.C.) ningn escritor cuyo testimonio sea lo bastante seguro para que podamos

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    basarnos en l(T.Livio,Ab Urbe Condita).Todo lo que se desprende de estos testimonios lo hemos de ver en un contexto especial:

    deseo de gloria de todo pueblo. A la grandeza de un pueblo corresponden grandes

    personajes, procedentes de familias egregias, orgullosas y necesarias para la grandeza deun estado. Si examinamos la carencia de tales personalidades romanas frente a laexuberante abundancia griega, lgico que deban los romanos recurrir a la creacinimaginaria de sus hroes, desfigurando tanto los hechos como la cronologa.

    El origen cronolgico de Roma se caracteriza por su incongruencia e imprecisin. Separte de dos momentos histricos 1.- poca de los Fastos consulares, a partir de laexpulsin de los Reyes en 509 a. C. (Post Reges exactos). 2.- poca de los clavoscapitolinos, a partir del levantamiento del templo de la Trada Capitolina. Pero no seconoce dato fiable alguno para conocer la fundacin de la ciudad de Roma.

    Los Analistas con estos datos en su poder consiguen una cronologa artificial. Los

    historiadores de la poca imperial no modifican nada de sus predecesores por motivos deinformacin o por inters. El proceso siguiente es la creacin de las leyendas ocurridas enesa cronologa arbitraria. De esta forma los ingeniosos analistas buscan en la tradicingriega lo que en la propia no exista. Se puede decir que L. Andrnico y Ennio son losms importantes creadores de tales leyendas: descendencia troyana a partir dee Eneas, laloba y los gemelos, los siete reyes, la mitificain de diferentes hechos y personajeshistricos, etc. Todas ellas son relatadas durante los siglos V y IV a. C., cuando Romadisfrutaba de un momento glorioso.

    Es evidente la falsificacin de los documentos pblicos y privados: 1.- se elaborandocumentos apcrifos y se interpretan monumentos arqueolgicos de manera arbitraria;2.- se apropian de leyendas y culturas de otros pueblos (Grecia), a S. Tulio se le atrubuye

    la organizacin romana cuando est tomada de Soln; se intentan estudios filolgicosrudimentarios con invenciones etimolgicas (Varrn,De lingua latina).

    En definitiva, podemos decir que los analistas se desinteresan de los problemasestilsticos y crticos. Pretendan conseguir un estilo sencillo, conciso, claro y breve. Seconsidera a L. Caelius Antipater el primer historiador artstico desde la perspectivahistrico-formal del mtodo historiogrfico; escribe la Historia de la Segunda GuerraPnica. Ya en esta lnea se citan a P. Semprinius Asellio, ligado al crculo de losEscipiones; a L. Cornelius Sisenna, relator de la Guerra Social(91-98) y de la GuerraCivil entre Mario y Sila(Salustio le dedica grandes elogios, acusndolo de parcial).

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    UNIVERSALIDAD DEL TALENTO LITERARIO DE CSAR(Pierron)

    Csar, como escritor, es ante todo el autor de los Comentarios; Le perjudicaramos sislo visemos en l al historiador eminente. Las letras ocupan lugar muy importante ensu vida y, consecuentemente, quiso dedicar su ingenio a los ejercicios ms diversos desdesu juventud ()

    Csar comprendi que la permanencia en Roma al lado de semejante enemigo podraocsionarle disgustos y que aquel fracaso legal aplazaba la realizacin de sus esperanzas.Se retir durante algn tiempo a Rodas pero dej clavado el pual en l Dolabela. Habaescrito sus discursos. La opinin pblica se vio en el caso de manifestarse, a su vez,pudindose suponer muy bien que ms deun lector- modific en su conciencia ladecisin de los jueces: lo cierto es que Csar, al regresar al otro ao pudo impunementedesafiar las iras de Dolabela.

    LA ORATORIA DE CSAR. DISCURSOS.

    Visele enseguida reaparecer ante el tribunal de Lculo para defender la causa de losgriegos en un proceso contra Cayo Antonio. Tambin escribi su alegato pero ni de lni de la acusacin quedan ms que fragmentos insignificantes.

    Conocemos uno admirable de la oratoria fnebreque pronunci Csar en elogio de suta Julia, viuda de Mario. En l se ve todo el orgullo aristocrtico que aquel hombre tanpopular, se atrevaa sentirLa casta de mi ta Julia, por parte de madre, procede de reyesy por parte de padre tuvo a los dioses inmortales por aliados. De Anco Marciodescienden los Marcio Rex, cuyo nombre llevaba la madre de Julia, y de Venus

    descienden los Julios, familia de la cual forma parte la nuestra. Tiene, pues, nuestra raza

    la santidad de los reyes, que ejercen la autoridad soberana sobre los hombres, y lamajestad religiosa de los dioses cuyo poder alcanza a los mismos reyes.Conocemos, tambin, el xodo del discurso en favor de los bitinios:La hospitalidad queme otorg el rey Nicomedes, la amistad que me une a aquellos cuyo proceso se va a

    juzgar, no me permitan, Marco Vinicio, dejar a otro la misin de defenderles. La

    memoria de los muertos debe ser cuidadosamente conservada en el corazn de sus

    allegados, y no se pueden abandonar los deberes contrados con un cliente sin cubrirse

    de infamia. Nuestras obligaciones para con un cliente son tan respetables que siguen

    inmediatamente despus a las que tenemos con nuestros parientes. Csar era ya granpontfice cuando defendi a los bitinios contra Vinicio.

    Los dems dicursos de Csar que mencionan los autores antiguos, los que pronunci endefensa de la ley Plocia,contra C. Mammio y L. Domicio, la defensa del samnita Decioy laoracin fnebre de Corneliaslo son conocidos por sus ttulos. Pero si no podemosjuzgar a Csar como orador, por fragmentos de larga extensin, poseemos abundantesrecursos para suplir esta falta, pues desde Cicern hasta los escoliastas de los primerossiglos hablaron de la elocuencia de Csar varios escritores.

    Cicernlo repite con una especie de complacencia en muchos puntos del Bruto: Csarperfecciona diariamente su talento por medio de continuados ejercicios. Por esta razn

    abunda su estilo en expresiones escogidas. El sonido de su voz y la dignidad de su

    ademn dan gracia y brillo a sus palabras; todo concurre tan acertadamente en l que

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    no creo que le falte una sola de las cualidades del orador... Csar es tal vez el orador de

    los nuestros que habla con ms pureza el idioma latino... Csar, con la razn por gua,

    corrige los vicios y la corrupcin del uso con un uso ms puro y con un gusto ms se-

    vero. As es que cuando a esa elegante latinidad, necesaria a todo romano bien nacido

    aunque no sea orador, une los adornos de la elocuencia, sus pensamientos son como

    otros tantos cuadros, pintados con arte, que coloca a la ms favorable luz. Dotado de tan

    hermoso privilegio, que une a las otras cualidades del arte, no conozco rival posible

    para l. Su declamacin es franca y brillante; su voz, su ademn, todo lo externo, tiene

    en l algo de noble y de majestuoso.

    Quintiliano, por su parte y en su catlogo literario, se expresa del modo siguiente: SiCsar se hubiese dedicado nicamente a los trabajos del Foro, a l sera a quien se

    citara entre todos los oradores, como rival de Cicern. Posee tanta energa, tanto

    ingenio, tanta movilidad que se ve que pone el mismo entusiasmo para hablar que para

    la guerra. Y, sin embargo, sus discursos tienen esa perfeccin, esa maravillosa eleganciade estilo que tanto cuidaba Csar.

    Suetoniodice que Csar, en su juventud, se dedic a seguir el ejemplo oratorio de CsarEstrabn, llegando a sobrepujar en la elocuencia como en el arte militar la gloria de loshombres ms eminentes.

    Los retricos y los entusiastas reproducen o comentan todos estos elogios. Frontndice que la elocuelida de Csar es una elocuencia imperial, y obligabala a sus discpulos aleer los discursos de Csar. Esta lectura tena, al parecer, grandes atractivos, pues MarcoAurelio dice en una de sus obras a su maestro: El discurso de Csar me sujeta como con

    uas de gancho. En el concierto de elogios antiguos no hay ms que una discordancia, ladel autor, quienquiera que sea, del Dilogo de los oradores. Y aun as el crtico no seatreve a desafiar abiertamente la opinin general: Cae nominativamente sobre el menosconocido de los discursos de Csar y, de paso, se burla de las poesas del dictador:Perdonemos a Csar, que, apartado por la grandeza de sus ideas y las milpreocupaciones de los asuntos pblicos, no haya hecho por la elocuencia todo lo que sepoda esperar de su divino genio. Sus mismos admiradores reconocen que en susdiscursos es inferior a su reputacin. Casi nadie lee los alegatos de Csar en pro de Decioel samnita, ni el de Bruto por el rey Deyotaro, ni otras composiciones fras y aburridas, ano ser los que admiran los versos de Bruto y de Csar. Porque lo cierto es que ambos hanescrito poesas y las han llevado a las bibliotecas, y sin ser mejores poetas que Cicern

    han sido ms afortunados, porque hay menos personas que sepan que han escrito versos.

    EL ANTICATN. Cuando Cicern resolvi lo que llamaba su problema deArqumedes, es decir, cuando logr que se leyera, bajo la dictadura de Csar, el elogio deCatn de tica, debi ser un espectculo curiossimo ver al hombre todopoderoso bajar desu altura para entrar en liza con Cicern y expresar a su vez lo que pensaba de aquellaapoteosis. O, por lo menos, lo que quera que pensara la opinin pblica. Pero los excesosen que incurri Csar son muy dolorosos e indisculpables. Se concibe que sintiera eldeseo de rebajar hasta una medida ms justa lo que Cicern, segn la frase de Tcito,

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    haba elevado hasta el cielo. Era esto suficiente razn para buscar por todas partescalumnias, inventar mentiras e hinchar un enorme libelo con todos los venenos y todoslos odios? El AntiCatn no era un sencillo discurso en algunas pginas era una obragrande que constaba de dos libros, segn el testimonio de quienes pudieron verlo y leerlo.Se tendr idea del nimo con que Csar compuso su respuesta al panegrico, leyendo loque dice Plutarco a propsito de la muerte de un hermano de Catn a quien ste queramucho. Catn le hizo magnficos funerales. Instituido heredero conjuntamente con la hijade su hermano, no carg en cuenta cantidad alguna de lo gastado en los funerales : Y apesar de este desinters, dice el historiador, ha habido un hombre capaz de escribir queCatn tamiz las cenizas del muerto para recoger el oro fundido por el fuego! De talmodo crea que a todo se poda atrever, lo mismo con la espada que con la pluma, sinpreocuparle tener que rendir cuentas y sin temor a la censura!

    TRATADO DE LA ANALOGA. Un recuerdo ms honroso o, si se quiere, menos

    comprometedor para la memoria de Csar es el tratado en dos libros que denominDe laAnaloga. Lo compuso Csar, segn Suetonio, durante el paso de los Alpes, cuando ibacon sus principales partidarios a reunirse a su ejrcito despus de adquirir informes en laGalia Cisalpina. Cicern consagra algunas palabras a esta obra, que le dedic su autor.He aqu las que pone en boca de su amigo tico: Qu digo? Acaso no hemos visto aCsar en la poca en que ms ocupado estaba dedicarte a ti, aadi tico, dirigiendohacia m sus miradas, un admirable tratado de la diccin latina, en el primer libro del cualdice que la eleccin de las palabras es la base de la elocuencia? S, Bruto, despus desemejante obra, y despus de ese elogio halagador de un hombre de quien le gusta ms aCicern or hablar que hablar l, algunos han intentado, dice nombrndole directamentepor su nombre, a fuerza de uso "y de aplicacin, expresar sus ideas con formas brillantes;

    pero, t eres el primero que ha reunido todas las riquezas de la elocucin, y por esto hasmerecido bien del nombre romano y has honrado a la patria. Despus de esto esperfectamente innecesario advertir que Csar sobresale en el lenguaje sencillo y familiarde la conversacin

    Csar no abdicaba nada de su inteligencia al fijarse en tales asuntos. Trabajar por elmantenimiento de las buenas tradiciones literarias y por preservar al idioma de todas lascorruptelas, era tambin, segn la frase de Csar, merecer bien del nombre romano yhonrar la patria. El ilustre gramtico haca una guerra despiadada a las locucionesdefectuosas, a las frases mal construidas y a la mala ortografa. Un barbarismo le hacaestremecerse de horror: Huid, deca, huid como de un escollo de las palabras inauditasy arbitrarias. La obra, en cuanto se puede juzgar por las citas de los antiguos, era muy

    prctica y estaba destinada tanto a los jvenes como a los hombres ya formados. Csar nodisertaba profusamente sobre leyes abstractas, tomaba los ejemplos al uso, o en losautores conocidos y demostraba por qu tal forma era una falta de analoga, es decir,contra la regla que marcaba o deba marcarr las derivaciones de las palabras y laestructura de las frases. Propona innumerables correcciones pero casi siempre paravolver a los tipos usados en otro tiempo y para restituir a la lengua su primitiva pureza.No dudo que muchas de sus observaciones lograron el efecto que l persegua, pero otrasparecieron extraas, porque las formas que preconizaba eran demasiado antiguas odemasiado gastadas. A pesar de Csar, se continu escribiendo y sobre todo diciendoturbinemy no turbonem; dieiy no die; momordi, y no memordi; spopondiy no spepondi,

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    etc.; pero Csar logr que prevaleciese, segn Verrn, la i sobre la u en la palabramaximus, que antes era maxumus, y en otras anlogas. Sea de ello lo que fuere, talestudio de la lengua latina hecho por semejante hombre no pudo menos de ejercer enormey saludable influencia. Quin sabe cunto debi a las enseanzas de Csar la admirableperfeccin de los escritores del siglo de Augusto?

    CARTAS. Las dems obras de Csar, excepto los Comertarios, apenas han dejado lasombra de un recuerdo; as sucede con los libros sobre el Derecho augural y sobre losAuspicios. Pero conocemos algunas cartas de las que Csar escribi. Las dirigidas aCicern cuando ste se dispona a ausentarse de Italia para reuirse con Pompeyo enGrecia son admirables por ms de un concepto. Csar hace protestas de su amor a la paz,de su deseo de entenderse con Pompeyo y de la desesperacin que experimentara alencontrar en Cicern un enemigo declarado. Se lamenta de los tormentos a que Cicernestaba sometido, no pudiendo decidirse a considerarle como uno de los jefes del partido

    contrario. Voy a reproducir una de las cartas, al azar. Es a la vez amable y correcta, noocupndose de las perplejidades de un hombre que se sacrificaba sin entusiasmo a lasuerte de Pompeyo: No te equivocas respecto a m, porque me conoces a fondo. Nadams lejos de mi carcter que la crueldad. Me complazco intensamente en ser as, y meenorgullece tu opinin en este asunto.No me impresiona lo que oigo decir de que los prisioneros a quienes devolv la libertadslo quieren aprovecharla para tomar otra vez las armas contra m, porque si hay algo queme interese es permanecer siendo semejante a m, mientras que ellos lo sean a s mismos.Te ruego que hagas de modo que te vea ya pronto en Roma. Segn mi antigua costumbre,deseo recurrir para todo a tu inteligencia y a tus consejos. Nadie me agrada tanto como tucaro Dolabela (este Dolabela era el marido de Julia, hija de Cicern), puedes estar seguro.

    Gracias a l, te tendr cerca de m, pues, gracias a l, me lo garantizan su bondad, sussentimientos y el afecto que me tienes. Es difcil adular con ms delicadeza, conquistarpor el corazn, hacerse valer a s mismo, ms hbilmente, es decir, con ms naturalidad ycon menos jactancia. Csar est retratado de cuerpo entero en estas lneas escritasrpidamente, por no,sin reflexin ni clculo. En ella aparece su alma duea de s misma,su corazn bueno y afectuoso, su ingenio delicado y encantador, todas las cualidades, enuna palabra, merced a las cuales fue Csar tan gran escritor y tan gran hombre.

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    CSAR HISTORIADOR

    LOS COMENTARIOS. No necesito explicar lo que son los Comentariosde Csar, sonMemorias militares. En ellos estn las memorias de la guerra de las Galias, en sietelibros; las memorias referentes a la guerra civil, en tres libros. El libro octavo, quecompleta la primera obra, es probablemente de Hircio, como hemos dicho en otro lugar.Los escritos acerca de la guerra de Alejandra, de la de frica y de la de Espaa se losatribuyen unos a Hircio tambin, otros a Cayo Opio, y otros a distintos autores. El ltimo,segn ellos, no es siquiera de un contemporneo de Csar, pues en l reconocen lossignos de una mano ms reciente. Lo cierto es que estos escritos no son autnticos comono lo es el complemento del relato de la guerra de las Galias, que no merecen llevar elnombre de Csar, y que no se debe buscar a Csar historiador ms que en los siete libroscitados y en los tres indiscutidos.

    Los Comentarios no fueron realmente en el pensamiento de Csar lo que indica suttulo, es decir, sencillos recuerdos, consignados diariamente por escrito, redactadosapresuradamente y sin pretensiones, a medida que los acontecimientos se verificaban.Eran documentos destinados a los que escribieran ms adelante la historia de suscampaas. Pero un hombre como Csar no poda poner mano en nada sin dejar la huellade su genio. Esta obra, dada a luz con tan poco esfuerzo, es una de las ms admirablesque existen en la literatura universal. Es historia perfecta en su gnero; y es lo ms puro ylo ms exquisito que ha podido ser la lengua latina. Cuando public Csar losComentarios, todas las voces se confundieron en una para saludar al primero de loshistoriadores romanos. Me equivoco. Los aficionados a la retrica y a las grandes fraseslamentaron que no hubiese procurado escribir mejor. Cicernno comparte esta opinin y

    con motivo:Los Comentarios, dice, son una obra excelente. Su estilo es sencillo, claro,lleno de gracia, limpio de toda pompa de lenguaje, de una belleza sin adornos. Alpreparar los materiales que haban de utilizar los historiadores futuros, Csar ha dado

    gusto, tal vez, a gente sin delicadeza que sentir tentaciones de adornar tales relatos

    con adornos frvolos; pero a la gente sensata la ha dispensado de escribir ms sobre

    ello. Efectivamente, no hay en la historia nada que tenga ms encanto que unabrevedad correcta, y luminosa.

    Bossuet, en su conocida Carta al Papa Inocencio XI, acerca de los estudios del Delfn,seala con raro acierto de expresin los mritos eminentes del libro de Csar: l (elDelfn) admiraba a Csar como a un excelente maestro para hacer grandes cosas y paraescribirlas. Le consideraba como a un hombre de quien haba que aprender a hacer la

    guerra. Seguamos a este gran capitn en todas sus marchas; le veamos instalar suscampamentos, formar sus tropas en orden de hatalla, concebir y ejecutar sus planes,elogiar y castigar oportunamente a sus soldados, ejercitarlos en el trabajo, elevar sucorazn por medio de la esperanza, no dejarlos descansar nunca; guiar a un ejrcitoformidable sin perjudicar al pas; sujetar a sus tropas al deber por la disciplina, y a susaliados por la fe y la proteccin; cambiar de tctica segn fuesen los lugares donde hacala guerra y segn los enemigos que tena enfrente; ir algunas veces despacio, y otras contanta diligencia, que el enemigo, sorprendido y estrechado, no tuviese tiempo paradeliberar ni para huir, perdonar a los vencidos, abatir a los rebeldes, gobernar conhabilidad a los pueblos sometidos, hacindoles menos dura la victoria, para asegurarla asmejor.

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    La historia, tal como Csar la hizo, no es historia completa, la que describe loscaracteres, convirtiendo sus relatos en cuadros, la que no descuida nada para queaparezcan a la vista las causas ms secretas de los acontecimientos. Csar slo pens,sencillamente, en decir lo que hizo l y lo que hicieron sus adversarios. Pudo, comocualquier otro, y de fijo mejor que cualquier otro, hacer retratos completos a la manera deSalustio: Esto hubiera sido - dice Nisard - un medio de hacerse valer por comparacin, yl lo desde; o un peligro de parcialidad, y a l le interesaba mucho que le creyesen. .

    Cierto es que esta ausencia de arte y de composicin, no perjudic la fama poltica ymilitar de Csar. Cmo se podaa sospechar del candor y de la veracidad de un hombreque ni un solo instante parece preocupado consigo mismo, y deja hablar de sus actoscomo de los actos de los dems? Csar cuenta al mundo lo que fue Csar, sin dejar que setraduzca el profundo interss que el hroe inspira a su historiador. No se despoj del yo,nicamente en la forma. La personalidad desapareci de tal modo, que si no estuviesefuera de duda la autenticidad de los Comentarios, Csar, sera el ltimo a quien pudieran

    serle atribuidos, con sujecin a las reglas de la crtica vulgar.Nisard contesta perfectamente a los que pudieran sentir tentaciones de censurar a Csar

    que no hubiese escrito otro libro en vez del que escribi: Si Csar - dice - no ha llevadociertas cualidades tan lejos como nosotros quisiramos, por comparacin con el ideal quenos hemos forjado del gnero histrico, se comprende que no ha sido por impotencia,sino intencionadamente. No dice ms ni dice otra cosa porque no quiere. Era esto unafuerza que tena en reserva y que as la conserv, prefiriendo que se creyese que carecade ella a usarla fuera de tiempo. A menos que me equivoque, esta especie demoderacin y de juiciosa economa es una belleza peculiar de Csar. Nada hay mshermoso que ver al que lo puede todo atenerse a una cosa y hacerla tan exactamente; veral que sobresala en la burla rozar ligeramente con un amago de irona a sus enemigos

    menos estimables; al que en elocuencia saba, segn Cicern, convertir cada prueba en uncuadro puesto a buena luz, limitarse a pronunciar breves arengas. Ver a aquel que al or ladefensa de Ligarlo dejaba caer de sus manos el acta de acusacin convertirse en tanimparcial que pareciese insensible; al que posea todos los talentos, gobernarlos, reunirloso separarlos alternativamente con tanta oportunidad que sus facultades semejabancuerpos de ejrcito que llevaba ante s, impulsndolos a todos juntos o por separadosegn fuere necesario y estableciendo la proporcin entre el nmero, el grado de fuerza yel obstculo que tena que vencer. Nisard seala en otro pasaje el error en que incurriCsar y que hubiese podido evitar: El nico defecto literario de las Memorias de Csares que los estudios y, por llamarla as, la prctica del autor, pongan el principal goce enlas delicadas y ocultas bellezas. Obras de este gnero escapan al alcance de muchas

    cabezas, hasta de las ms privilegiadas. No advierten intensamente a la inteligencia, no seinsinan, y su modestia les oculta. Se dice en la moral mundana que a las personashonradas les es indispensable cierta habilidad para que aparezcan como son y sirvan deejemplo. La mxima no es menos cierta para los autores. Si no hacen nada para atraer lasmiradas, se exponen a no ser vistos. Un poco de esta habilidad no va mal, siempre quesea un cebo inocente para atraer al lector hacia la verdad.

    Esto explica por qu Csar, como historiador, ocupa generalmente en la estimacin delos hombres ilustrados un lugar muy inferior al que se merece. No faltan pedantes quedigan sin pestaear que Csar no vale tanto como Salustio y que de Tcito o de Tito Liviole separa enorme distancia. Por lo dems ya casi no se le lee, a no ser en las clases, y aun

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    en stas slo se le estudia por la excelencia de su latinidad. Cmo lograr que seaperceptible para los alumnos de gramtica toda la grandeza, toda la gravedad y toda laprofundidad que encierra aquella forma sencilla y desnuda? Preocupar ms advertir queCsar repite algunas veces las mismas palabras, demasiado cerca unas de otras, que tratarde comprender su tctica y su poltica y realzar su genio. La edad de los oyentes no es laindicada para esta clase de lecciones. Csar merece servir para algo ms que paraejemplos de reglas rudimentarias. Vosio lo deca hace tres siglos, y an tenemos nosotrosms motivo que Vosio para lamentar que aquel noble y divino autor, como l le llama,no tenga lectores ms numerosos y ms dignos de l. Si mis palabras valiesen de algo,Csar recuperara su puesto, en la primera lnea de los historiadores. No se le hara laofensa de ofrecerle a espritus incapaces de apreciar su valor, y todos tendran su obra enla mano en vez de tenerla escaso nmero de lectores escogidos. Se leera los Comentariostanto, por lo menos, como los Analeso la Guerra de Catilina. Pero no puedo hacer msque desearlo, aunque no sea yo el nico que lo desea. Para justificar mi entusiasmo

    podra alegar ilustres testimonios. Ya conocemos los de Bossuet y Cicern. La lecturafavorita de Enrique IV y de Napolen eran los Comentarios. Todos los crticos dignos deeste nombre han rivalizado en celebrar el genio literario de Csar y voy a reproducir aquuna pgina del gran historiador Juan de Muller, en que aparece triunfal la figura del autorde los Comentarios: Reconozco que Csar hace infiel a Tcito. Es imposible escribir conms elegancia y ms puridad. Posee la verdadera precisin, la que consiste en decir todolo necesario y ni una palabra ms de lo necesario. Escribe como un hombre de Estado, sinningn apasionamiento. Tcito es filsofo, orador, amigo entusiasta de la humanidad, ypor todos estos ttulos se apasiona a veces; si me fo ciegamente de l, puede llevarmedemasiado lejos. Con Csar no corro ese peligro. La elegancia exquisita, el don singularde no decir nada de ms, no omitiendo al mismo tiempo nada esencial; su armona

    apropiada siempre a la seriedad del asunto, y adems su acierto en saber dar la medidaperfecta, son cualidades que justifican la frase de Tcito, el divino tulio, el ms grande delos autores. Su discurso no es ms que una serie de hechos expuestos a la luz meridiana.Su estilo es la imagen de su carcter. Mientras que en su interior hervan las pasiones msviolentas, en lo externo; apareca, como los dioses, elevado por encima de todas laspasiones. Hubirase dicho que nada era lo suficientemente grande para conmover el almade Csar.

    Qu le falta a este panegrico? El hombre que dedicaba estas alabanzas a Csarhistoriador era uno de esos escasos privilegiados que han podido continuar dignamente enlos tiempos modernos la obra de los grandes narradores de la antigedad. No se pretenda,pues, rebajar el nivel de nuestros redactores de memorias a un escritor incomparable en

    su gnero, -al nico tal vez a quien puedan aplicarse literalmente los famosos axiomas: Elestilo es el hombre, El estilo es slo el orden y el movimiento que se imprime a lasideas... Cuando Buffon redactaba estas frmulas slo pensaba en s mismo,probablemente; pero quin es capaz de negar que estas palabras son ms ciertas milveces al tratar de los Comentarios que si se trata de la Historia Natural?

    Aulo Hircio,lugarteniente de Csar; el mismo personaje que fue cnsul en 43 a. c., ymuri en la batlla de Mdena, junto con su. colega Pansa, aadi un octavo libro alDebello Gallico, y se le .atribuye, no sin fundamento, el ttulo Bellum Alexaridrinum, quecompleta el relato de su jefe sobre la gerra civil. Annimos son, en cambio, el BellumAfricum y el Bellum Hispaniense; obra de testigos oculares, personas de escasa cultura

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    literaria que en lenguaje y en estilo se apartan mucho, de los que campean en los demssuplementos.

    (H de la literatura de Bickel) Una cuestin de difcil solucin es saber si Csar escribilos libros sobre la Guerra de las Galias redactando sucesivamente cada libro siguiendo losaos en los cuales tenan lugar los sucesos o si los compuso de una sola vez para lajustificacin pblica de su poltica. Se discute sobre si la intencin verdadera de Csarcon esta publicacin fue mostrar al pueblo inmediatamente antes de su apelacin a lasarmas, cunto haba hecho por la grandeza de Roma o si su propsito fue presentar comoinevitable su ataque a los pueblos galo y germnico ante la oposicin en el Senado. Conel planteamiento de tal alternativa lo que se hace es oscurecer el ncleo del problema. Locierto es que Csar fue un poltico y no investigador ni hombre de ciencia.Pero de lapoderosa voluntad de su genio brot por necesidad natural a la vez el impulso para lacreacin de sus comentarios; en ellos no se formula demasiadas preguntas sobre la

    finalidad y meta de la circunstancia que le rodea; pasa a segundo plano el ergotizar yconvencer al contrario. Estos comentarios han nacido de la ndole maravillosamentevariada de la personalidad de Csar, que posey para el arte literario el mismosentimiento que para el arte de la poltica y para el arte de la guerra. Nacieron tambin lasmemorias del orgullo no afectado por la vida temporal y del autoconvencimiento deCsar que saba que toda la posteridad se preguntara por la intencin de su obra.

    CSAR HISTORIADOR. RESUMEN

    El nombre de comentarii indica y nos clarifica que no son ms que notas de

    trabajo que Csar utiliza con un fin concreto no quiere prolongar temas histricos,sino aprovecharlos para su opinin favorable e intereses polticos propios.

    Comprenden siete libros que versan sobre la guerra de las Galias, continuadacronolgicamente hasta la rendicin de Vercingentrix en Alesia (57-51 a.C.); dos otres, segn otros, referentes a la guerra civil (49 a.C.), hasta la cada de Pompeyo.

    Toda la documentacin que emplea el autor est tomada de la realidad, puestoque el autor vive los momentos histricos. Sin embargo, a veces, apoyndose enrumores de sus soldados sobre el conocimiento de pases o situaciones -daentonces una imaginacin ms vivaz para lograr mediante la verosimilitud de lossucesos mediante la falsa situacin testimonial del autor-.

    El realismo y la curiosidad natural de Csar lo llevan a fotografiar pueblos,paisajes y hechos que nos presenta en autnticos, en ocasiones, tratados deetnografa o geografa. La realidad de sus comentarios debe ser puesta en duda enciertos momentos. No los hechos histricos sino los fines pretendidos nos enseanque toda la obra est escrita en funcin del favor e intereses poltico del autor:intenta demostrar que toda su obra referente a la Galia no obedece a una intencin

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    suya, sino que ha sido ms bien conseguida por l pero como si la idea procediesede un posible arresto contra su persona por parte de las altas esferas romanas;

    disimula sus intenciones de vanagloria; atena sus fracasos; censura o felicita a suslugartenientes en provecho propio.En la G.C. su carcter se muestra ofensivo para con el contrario, irnico y lleno de

    una falsa modestia popular que cae en la soberbia. En la G.G. impresiona suobjetividad falsa mediante los retazos de justicia con los pueblos, hacindose vercomo personaje cautivador mediante una imagen dadivosa y justiciera: Csarcuenta con la clientela gala para la G.C.; la G.G. fue real e histrica pero debemosinterpretarla con recelo desde el momento que la vanidad se hace presente en lapersona de Csar.

    La narracin es sencilla y clara maxime cuando Csar es testigo ocular de loshechos:relata sucesos esenciales con precisin meridiana, presentndonos cuadrossinceramente veraces en su estado, pero nunca en su finalidad histrica. Supretensin est preparada para que el lector no piense ms que lo que Csardesea, la visin cesariana de los hechos. Si relata hechos que no ha presenciado,los imagina con gran viveza, debido al conocimiento propio del pas y por loscomentarios de los soldados narra los sucesos con sentido sobrio (casi tico), comosi l mismo hubiese sido protagonista.

    No debemos olvidar que en esta poca y en el estilo de Csar, la influencia de losgriegos es abrumadora. Csar intercala discursos, ficticios unos, verdicos otros,que aparecen que aparecen en boca de personajes importantes, tanto por sunombre como por su valor para conseguir efectos vitales y llenos de realceexpresivo.

    Utiliza el estilo indirectogeneralmente para reproducir el pensamiento del oradorpero nunca con palabras textuales. Son claros y estn llenos de un desarrollodeductivo de forma que las reacciones psicolgicas sobre los oyentes impresionenpor su viveza y expresividad.

    Su estilo es sencillo y transparente. Destaca su claridad de pensamiento queplasma mediante una visin meriadiana de la realidad y una pureza de la lenguainigualada, deslumbrndonos siempre con su inteligencia llena de ambicin quelleva a entusiasmarnos con su refinamiento y erudicin cultural. Nunca se ve alhombre escritor, fro y escrutador, a pesar de su evidente claridad; no existensentimientos; no hay un hombre generoso por mucho que intente mostrarlo.

    Entre sus defectos se citan la desproporcin, la gran rapidez con que escribe.Sus historias son ms bien unas memorias sobre los predecesores romanos y sobresu grandeza individual.

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    C. SALUSTIO CRISPO (Anaya COU)

    Nace el ao 86 a. C. en Amiterno, pequea localidad de la Sabina. Hijo de padresplebeyos pero acomodados, ya que posean una casa en Roma y su posicin econmicales permiti dar a Salustio una educacin similar a la que reciban los jvenespertenecientes a las familias nobles. Es posible que comenzase en Amiterno sus primerosestudios y que despus los continuase en Roma. All, el carcter austero de un nioeducado en los severos principios del pas sabino choc con las costumbres corrompidasde la ciudad. Esto pudiera explicar, en buena parte, sus extravos juveniles, que l mismono trata de ocultar. La entrada de un mozo provinciano en una sociedad brillante yseductora no pudo menos de producir en su nimo inquieto una fuerte reaccin, que lehizo sucumbir a sus incentivos. En Roma lleva una vida privada agitada y una vidapblica dominada por la pasin de lograr la popularidad y jalonada de desengaos.

    En el ao 56 a. C. obtiene el cargo de cuestor, tres aos despus del primer consuladode Csar. El desempeo de esta magistratura le permiti el acceso al Senado. Cuatro aosms tarde, en el 52, le vemos actuando como tribuno de la plebe. Las luchas de partidohaban llegado a tal extremo de violencia, que los satlites de Miln haban asesinado aClodio, personaje turbulento del partido popular. Esto dio lugar a un famoso proceso, enel que intervino Cicern como defensor de Miln. Salustio y los otros tribunos incitan alpueblo contra ambos, y las masas exacerbadas provocan una serie de incendios ysaqueos, hasta que se le confieren a Pompeyo plenos poderes para restaurar el orden.

    El ao 50 es expulsado del Senado por los censores. El motivo alegado fue lainmoralidad de su vida privada, excusa un tanto ingenua, ya que uno de los censores,Claudio Pulcher, no se distingua precisamente por la integridad de sus costumbres. Lo

    ms probable es que los censores quisieran reducir el nmero de senadores adictos a lacausa democrtica y se sirviesen de tal pretexto para eliminar a Salustio. El motivoparece tanto ms inverosmil, cuanto que el propio historiador nos habla, con todanaturalidad, de otro caso de expulsin, considerndola bien motivada.

    Ante esta injusta persecucin, Salustio se adhiere ms ntimamente al partido popular ya su jefe, Csar. No se sabe cundo comenz con Csar la amistad, que dur hasta elasesinato de ste. Se sabe que el dictador le tuvo en gran aprecio y le confi misionespara las que no estaba preparado. Le vemos el ao 49, al comenzar la guerra civil,combatiendo en las filas cesarianas. Su actuacin en Iliria, al frente de una legin, no fuemuy gloriosa, siendo derrotado por las huestes pompeyanas de Libn y Octavio. El ao47, Csar le encarga la misin de llevar a Africa las legiones acantonadas en Campania.

    Se amotinan las tropas; Salustio huye a Roma y slo la energa de Csar consiguerestablecer la disciplina. Una nueva cuestura y el favor de Csar le permite el reingresoen el Senado. A fines del ao 47, Csar pasa a Africa para combatir contra los restos delejrcito pompeyano. Salustio le acompaa y consigue su nico xito militar,apoderndose por sorpresa de la isla de Cercina, convertida por los pompeyanos en centroimportante de aprovisionamiento de sus tropas.

    Despus de la victoria de Tapso (6 abr. 46) y de la desaparicin de los principalespompeyanos, Numidia se convierte en provincia rmana. El nombramiento de Salustio,como proconsul cum imperio, para la gobernacin de este territorio le proporciona unamagnfica ocasin de conocer a fondo el pas, la vida y costumbres de sus habitantes y, almismo tiempo, la oportunidad de realizar un saqueo sistemtico e indigno de sus

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    gobernados en provecho propio.Al finalizar su mandato fue procesado por concusin. Pero Csar, a quien se supona

    beneficiario de una parte de las ganancias, consigui que fuera absuelto.En los idus de marzo del ao 44 a. de C. cae Csar apualado por los conjurados ante laestatua de Pompeyo, por curiosa disposicin del destino. Con ello comienza para Salustioua nueva y ltima etapa de su vida. El fin de su carrera poltica haba llegado, falto delapoyo del dictador. La riqueza mal conseguida le proporcionar una independencia y unocio, que le permitir consagrarse a sus verdaderas aficiones. As, libre depreocupaciones, dedicado al cultivo de amistades eruditas y a la composicin de susobras histricas, pas el resto de sus das en los amenos retiros que supo conseguir con sufortuna. Haba comprado en Tibur una villa que haba pertenecido a Csar y, en Roma,haba tambin adquirido unos extensos terrenos en el Quirinal y el Pincio,convirtindolos en los magnficos jardines que siempre llevaron su nombre (HoraSallustiani) y que fueron residencia imperial de Nern, Vespasiano, Nerva y Aureliano.

    Muere el ao 35 a. de C., a los cincuenta aos de edad. San Jernimo nos dice que estuvocasado con Terencia, la esposa repudiada por Cicern.

    En su vida poktica milit en el partido de Csar y fue tribuno en el 52; expulsado del Senado bajola acusacin de vida corrupta, fue nuevamente restaurado por Csar y alcanz la mestura; mstarde desempe cargos militares en Africa y ostent el proconsulado en la Numidia.

    En cuanto a ideologa poltica, desempe una importante funcin como terico del partido deCsar. En sus dos Cartas a Csar en su vejez sobre la poltica han quedado explicitados supensamiento, sus sueos y sus utopas polticas. Se ha planteado y discutido el problema de laautenticidad de estas cartas; los partidarios de la autenticidad invocan la identidad entre la lenguay el estilo de las cartas y las monografas salustianas y la unidad de pensamiento existente entre

    ambos grupos de obras. Los que niegan la autenticidad aducen la diferencia existente entre laarmona estilstica de Salustio y el estilo panfletario de las cartas. La primera, escrita en el ao 50,es una crtica del mal pblico y contiene un programa de reorganizacin pacfica del Estado. Moraen ella constantemente la crtica de la nobleza y de la corrupcin de costumbres promovida por elstudium pecuniae. En la del ao 46 realiza tambin un anlisis de la historia contempornea ypropone como vas de solucin la reconciliacin nacional y la restauracin de la moralidadeconmica. Csar es invitado en ambas cartas a resolver los problemas de la plebe no conrepartos demaggicos, sino con reformas sociales, asignacin de tierras y poltica de plenoempleo. Se propugna la extensin de la ciudadana a las fundaciones de colonias y lamoralizacin de la vida pblica, corrompida por la actividad de los oligarcas. En sntesis, Salustio,desde el punto de vista poltico, sigue una tendencia hacia la democracia, compatibilizada con la

    simpata hacia un poder de gobierno fuerte que asegure la estabilidad social. Pero Csar sloatendi las indicaciones de su terico en cuanto favorecan sus planes de acceso al poderpersonal. La frustracin de su programa poltico, la muerte de Csar y la comprobacin de que elproceso de decadencia era irreversible movieron a Salustio a abandonar la carrera poltica ydedicarse a la Historia. Justifica filosficamente su nueva opcin realizando un panegrico de lanobleza y dignidad de las actividades espirituales. Su apoliticismo se hace agresivo y denunciacon violencia los vicios de su tiempo. Concluye afirmando que su disponibilidad aprovechar msal Estado que la vida activa de los otros, es decir que, como historiador, el criterio de utilidadprctica le resulta decisivo; en esto entronca con toda la tradicin romana.

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    EL AUTOR Y SU EPOCA

    Vivi Salustio en una poca crtica para su patria. La expansin de Roma haba sido tanrpida y tan desproporcionada, que la constitucin republicana no poda ya servir de basea las conquistas territoriales. Las luchas sociales de su poca son producto de la dolorosagestacin del Imperio como frmula poltica ms apropiada a su grandeza material. Romahaba asimilado la cultura de Grecia y Oriente, pero con la cultura vino tambin susecuela de vicios. Los espritus chapados a la ^antigua vean indignados la corrupcin delas austeras costumbres de antao. Salustio mismo nos da un esquema de su vida y lasetapas que sta atraves: una primera juventud, moralmente irreprochable, en que yaapuntaba la aficin a las cosas del pasado; una poca de actividad poltica, en la que slologr desengaos... (y riquezas) ; y una especie de conversin y vuelta a sus primerasaficiones literarias, tras haber abandonado sus ambiciones polticas.

    En los captulos III y IV de la Conjuracin de Catilina nos dice: Yo, siendo an muyjoven, me dej llevar, como la mayora, por mi aficin a la poltica, y all me sucedieroninnumerables desventuras; pues en lugar del honor, del desinters, del mrito, reinaban

    la osada, cl soborno y la codicia. Aunque mi alma, an no hecha a tales prcticas,

    senta aversin hacia estos vicios, mi dbil juventud, corrompida por la ambicin,

    quedaba presa en tan vicioso ambiente. Y a pesar de mis intentos de apartarme de las

    perversas costumbres de los dems, me vea atormentado por la misma pasin de

    conseguir honores y me expona como los otros a los ataques de la maledicencia y de la

    envidia.Por tanto, cuando, despus de muchos infortunios y peligros, mi espritu encontr la

    paz y me decid a pasar mi vida lejos de la poltica, no fue mi propsito malgastar tan

    preciado sosiego en la pereza y el ocio, ni tampoco consagrar mi actividad a cultivar la

    tierra o a cazar, menesteres al fin serviles; sino que, retornando al deseo e inclinacin,de que me haba desviado una ambicin malsana, me propuse referir los hechos del

    pueblo romano, tomando por separado aquellos que me pareciesen ms dignos de

    memoria.El ambiente en que se desenvolvi su vida explica, pues, en buena parte sus vicisitudes.

    Nace veinte aos despus que Csar y Cicern; catorce despus que Pompeyo; nuevedespus que Catn. Entre tales hombres era dificil ocupar un puesto preeminente, para elque Salustio careca de dotes polticas excepcionales. Polticamente, vivi a la sombra deCsar. Muerto ste, su continuacin en la vida poltica no tena ya razn de ser.

    OBRAS DE SALUSTIO

    La primera obra de Salustio es la Conjuracin de Catilina. Mucho se ha hablado acercade los mviles que le indujeron a tomar este episodio histrico como tema. Se ha dichoque su propsito fue el de exaltar la democracia, atacar a Cicern y defender a Csarcontra la inculpacin de estar complicado en la conjura. Como dice Ernout, la diversidadde interpretaciones es bastante para hacerlas sospechosas.

    No hay motivo para poner en duda la afirmacin, que el propio historiador hace en laintroduccin, de que desea tratar este tema tan brevemente y con la mayor veracidadposible, porque considera el hecho memorable, tanto por la novedad del mismo como porel peligro a que llev a la Repblica.

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    Del mismo modo que despus eligi la guerra de Yugurta, por haber vivido en Numidiay haber tenido ocasin de conocer personalmente el teatro de operaciones, bien pudohaber elegido como tema la Conjuracin de Catilina por haberla vivido l mismo,disponiendo as de copioso material escrito y oral, ya que el arduo estudio de las fuenteseruditas no poda seducir demasiado a un historiador principiante, del mismo modo quetampoco concedi gran importancia a la exactitud cronolgica, por considerarlainnecesaria para la calidad artstica de su obra.

    Lo que ms le importaba era trazar una pintura de costumbres que respondiese a susconvicciones democrticas y que mostrase al desnudo a la nobleza en su ntimacorrupcin. Y' esto lo consigui magnficamente por el artstico agrupamiento de sucesos,qu crea una atmsfera apropiada a su tendencioso fin, as como con una brillantecaracterizacin de los protagonistas.

    La conjuracin de Catilina era una resultante cuyas causas haba que buscar ms atrs.Era la erupcin violenta de la lucha de partidos, que desgarraba a Roma desde tiempos

    muy antiguos y que llegaba al paroxismo en el momento en que la repblica agonizante,abrumada por su propio podero, incubaba en su propio seno los grmenes del imperio.

    La Guerra de Yugurta apareci a los ojos de Salustio como un hito que sealaba elcomienzo de una era nueva y decisiva en la lucha de clases. En ella se eleva al consuladoun hombre de la plebe, Mario. En ella, la aristocracia, representada por Metelo, sufre unrudo golpe y se ven tambin los comienzos de Sila, que abocaran a la ms despiadada delas tiranas. Con un profundo sentido poltico.

    Salustio haba sabido distinguir la gran importancia de los aos 111 a 105, en los quetiene lugar esta guerra, que a los ojos de un observador menos perspicaz, podra pareceruna simple expedicin colonial. En realidad, en ella se jugaba el futuro de la repblica.

    La obra maestra de Salustio, en la que principalmente se ciment su prestigio en la

    antigedad, era sus Historias. Constaba de cinco libros y abarcaba tambin un perodobreve (78-67 a. de C.). Refera la guerra de Sertorio (80-72), la guerra de los esclavos(73-71) y una parte de la guerra contra Mitridates, rey del Ponto. Terminaba, al parecer,con la aparicin en escena de Pompeyo. Como esta poca no es de capital importancia,desde el punto de vista histrico, se ha supuesto que la muerte sorprendi a Salustio en sulabor. Es ms verosmil que no supo decidirse a inmortalizar el triunfo de Pompeyo, sumayor enemigo. Se conservan en la actualidad varios fragmentos, cuatro discursos, unacarta de Pompeyo desde Espaa al Senado y otra de Mitridates a Arsaces, rey de losPartos. Todos estos fragmentos nos muestran al historiador en la plenitud de su arte.

    Numerosos manuscritos nos han transmitido, con su nombre, dos meditadas memoriasen forma de cartas. En una de ellas propone humildemente a Csar ciertas reformas

    polticas. La otra es de carcter ms bien econmico. Su autenticidad ofrece dudas.En cuanto a la famosa Invectiva, contra Cicern, y la supuesta rplica de ste, pudiera

    tratarse simplemente de una declamacin retrica, o suasoria, de uso normal en lasescuelas de oratoria.

    EL HOMBRE FRENTE A SU OBRA

    Durante muchos siglos se le han negado a Salustio la sinceridad moral y laimparcialidad poltica. Hoy, la mayor parte de los comentadores le conceden ambascosas, aunque con algunas reservas. Historiador y moralista, hay en sus obras una

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    constante condena de la corrupcin, pblica y privada, de su poca. Ahora bien, su vidapropia est en completa contradiccin con las ideas de moralidad que propugna en susescritos. Si slo fueran extravos de juventud, encontraran fcil explicacin en elambiente mismo; pero se trata de una continua transgresin de estos principios moralesen plena madurez, en la poca de su gobierno de Numidia, provincia que saque descara-damente. Claro est que ninguno de sus conciudadanos poda arrojarle por esto la primerapiedra. Fue un hipcrita al pretender moralizar, cuando ya haba hallado en las riquezasel ocio necesario para dedicarse a la literatura? Es muy posible que, tras su fracaso comopoltico, pudiera, como l mismo afirma, escribir libre de aspiraciones, de temor y deespritu de partido, buscando en las riquezas y en la futura gloria literaria lacompensacin a una vida desgraciada, por su propia incapacidad para la poltica o lamilicia.

    Cabe pensar que la trgica desaparicin de Csar provocase en su alma una tremendacrisis, y que esto le llevase a la renuncia de toda ambicin en el campo de los honores.

    Hay que tener en cuenta su vida: desbordado por la multitud en sus primeras actuacionestribunicias, procesado repetidas veces, expulsado del Senado con excusas encubridoras deintereses de partido, desafortunado en unos mandos militares, para los que careca deaptitudes. Despus de tantas desgracias y peligros, cabe pensar que tena motivos paraponer fin a sus adversidades. Adems, la censura que hace de la sociedad de su tiempo lealcanza a l mismo, que no pretende considerarse como excepcin. Slo insina que, enotro ambiente menos corrompido, l tambin habra sido mejor. Y es muy posible que lasideas y sentimientos que en su niez brotaran, al contacto de la austera tierra sabina,resurgieran poderosamente en la ltima poca de su vida. Fue entonces cuando labr dosjoyas, sus jardines de Roma y su propio estilo literario.

    ARTE Y ESTILO DE SALUSTIO. SU CONCEPTO DE LA HISTORIA

    Salustio en la Literatura Latina es el creador de la Historia como gnero literario. Bienes verdad que antes que l haba escrito Csar su Comentarios, pero el objeto que conello se propuso no fue el de crear una obra con pretensiones literarias, sino el de informarperidicamente al Senado de sus actuaciones en las Galias y justificar su conducta en lasguerras civiles. La obra de Csar no obedece a un plan de conjunto, ni tiene armona entresus partes.

    Al estilo de Tucdides, Salustio intent dar a la Historia un matiz filosfico , tratandode explicar las causas, las consecuencias y la concatenacin espiritual y lgica de loshechos narrados, aunque a veces sus digresiones y apreciaciones sean triviales y retricas

    y sus reflexiones morales adolezcan de formularias o parezcan dictadas por la hipocresa.Los historiadores griegos ejercieron sobre l gran influencia, particularmente Tucdides.

    Salustio consigui adaptar estas influencias a su propio genio, con una verdaderaoriginalidad y una personalidad inconfundibles.

    Cuando, en la introduccin a su Conjuracin de Catilina, Salustio, despus de contarnossus infortunios y desengaos y su renuncia a las ambiciones polticas, nos dice que va anarrar aquellos hechos del pueblo romano que le parezcan ms memorables, aade que haelegido en primer lugar la Conjuracin por dos razones primordiales: por lo inaudito dela maldad y por el peligro en que estuvo la Repblica . He aqu los dos elementosproductores de la emocin dramtica: la audacia y el riesgo, la energa del alma para el

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    bien o para el mal y el juego apae sionante de la fortuna. Salustio siente una fervienteadmiracin por la virtusde los antepasados, por la hombra de bien, por el temple reciode los forjadores de la Historia, por esa fortaleza que precisamente a l le falt en su vidapoltica y militar. Pero, a la vez que afirma que el destino privilegiado de Roma es obradel valor de unos pocos, pondera con frecuencia la gran influencia de otro importantefactor histrico, la fortuna, cuyo capricho gobierna a los pueblos. Para Salustio, elacontecer histrico se debate entre ambas fuerzas, la iniciativa humana y el soplofavorable o adverso de la fortuna. El predominio de una u otra fuerza se va poniendo derelieve segn la ocasin y el propsito, a veces de manera tan rotunda que, o bien elhombre consigue dominar las circunstancias, o bien aparece como un simple juguete deellas.

    Esto ha hecho a algunos suponer una evolucin en el concepto salustiano de laHistoria, fatalista primero y basado despus en el libre ejercicio de la iniciativa humana.

    La intervencin divina en los destinos de los mortales es escasa en Salustio. Todo se

    reduce a alguna invocacin formularia en boca de los personajes. Por lo dems, Salustioparece apreciar la religin simplemente por su eficacia moral y, si lamenta la indiferenciareligiosa de los romanos de su tiempo, es por oposicin a la piedad de sus antepasados,hermanada con una rectitud moral, ya desgraciadamente perdida. En cambio, afirma quede nada sirve la confianza en los dioses, cuando no se ponen los medios necesarios pararesolver personalmente las situaciones apuradas.

    Ahora bien, si Salustio admira profundamente la magna vis animi, la enorme energa, deCatilina o de Yugurta, no por eso deja de condenar su depravacin moral, y a travs delas emocionantes vicisitudes del relato, es posible observar cmo un destino vengador vaconduciendo, con hilos invisibles, a estos funestos personajes a su ruina fatal. Para elhistoriador, el prototipo humano est en el hombre dotado de esa virtus, que supone una

    energa excepcional y el ejercicio de la misma, pero que slo es digna de admiracincuando se encamina al bien, sobre todo al bien de la patria. Es la virtus que labr lagrandeza de Roma, no la que socavaba los cimientos de la constitucin de la Repblica.El elemento dramtico subjetivo del riesgo se manifiesta tanto en la eleccin de lostemascomo en el curso del relato: la situacin angustiosa de Roma ante una guerra civila punto de estallar; las vacilaciones de los legados de los Allobroges, que por unmomento tienen en sus manos la suerte del Estado; las dudas de Boco, el rey deMauritania, de cuya voluble voluntad penden las vidas de Sila y Yugurta.

    Salustio supo combinar estos dos elementos dramticos, la energa y el riesgo, conuna gran sobriedad y una sistemtica eliminacin de crudos pormenores. Hay enesto una cierta afinidad con el drama tico, por el sentido de la contencin, propio de los

    espritus superiores.A la narracin de la batalla de Pistoya, slo siguen unas pocas palabras, que ms bien

    sugieren misericordia para los cados. El fin de Yugurta se omite deliberadarnente, comosi ya estuviera en el nimo del lector la triste suerte que el destino reserva a los vencidos.Pasa por alto el asesinato de Hiempsal, del que slo dice que los nmidas llevaron aYugurta su cabeza. El suplicio de Aderbal es narrado con sobriedad. La supresin de todareferencia a las torturas con que Metelo castiga a los desertores y la de otra serie dedetalles, de que gustan los espritus morbosos, es regla general en sus obras.

    Una de las caractersticas ms notables de Salustio es el anlisis psicolgico de losindividuos y de los entes sociales, que constituyen los factores forjadores del devenir

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    histrico. Solamente Tcito le super en este aspecto. Salustio gusta de ponerse en lamisma situacin que el protagonista, y desde all calcula y conjetura. Y esto lo hacetantoo con los personajes principales como con los secundarios. Su espritu deobservacin, perspicaz y exacto, analiza minuciosamente el estado psicolgico queconduce a cada hombre a una decisin determinada.

    El estudio ntimo del alma y la justificacin psicolgica del proceder de cada personajelo consigue usando de procedimientos ya empleados por Tucdides y la mayora de loshistorigrafos griegos: retratos, discursos y cartas. Estos tres elementos secomplementan mutuamente y, en realidad, sirven para la perfecta caracterizacin de lospersonajes mejor que cualquier descripcin objetiva de los mismos. Sobre un fondoambiental, generalmente autntico, resalta la figura del rey de Numidia, rebelde a losdictados de Roma. Todos ellos con rasgos vigorosos, impresionistas, sin medias tintasni suavidades de lnea o color. Algunos tan recargados, que dan sensacin de artificio.Salustio no pierde ocasin de pintar uno de esos retratos, aunque a veces sean

    innecesarios para la comprensin de los hechos que narra. Desfilan por sus obras lassiluetas enrgicas de Yugurta, Metelo, Mari, Sila, Catilina, Csar, Catn... e inclusopersonajes de segunda fila, que nos ponen en contacto con tipos curiosos de la sociedadde aquellos tiempos.

    En sus obras, Salustio no intercala los discursos ni las cartas ntegramente , tal comofueron pronunciados o escritas, no tanto por carecer del texto original, como por noromper la unidad del estilo. Refunde y resume unos y otras, a la manera de Tucdides,dando noticias de su contenido aproximado. De este modo surge una perfectacolaboracin, entre el historiador y sus fuentes, ya que aqul procura completar laexplicacin de los hechos, de acuerdo con la verosimilitud psicolgica de los mismos.

    De este modo, utilizando los procedimientos mencionados, consigue captar la manera

    ntima de proceder y de ser de los individuos, hasta tal punto, que los caracteres con queCicern nos pinta en el Brutos a ciertos oradores, hallan realidad viva en los retratossalustianos y en los discursos que se les atribuye.

    Estos discursos son escasos y, por su extensin, producen una sensacin dedesproporcin y desequilibrio con el conjunto de la obra. A veces revelan un virtuosismopropio de las escuelas de Retrica.

    Junto a este anlisis psicolgico de los individuos, Salustio se nos muestra como ungran observador de los ambientes sociales, de los entes colectivos, de los partidospolticos, de las clases sociales y de todos los fenmenos inherentes a las guerrasciviles: la hipocresa con que cada bando trata de cohonestar sus ambiciones e interesesparticulares con el bien de la patria, mientras todos la desgarran con sus disensiones; el

    abuso de la victoria para fines exclusivamente personales; la transgresin de todoprincipio tico o religioso mientras se invoca a los dioses; la descarada arrogancia dejovenzuelos sin experiencia poltica, que practican la demagogia con vistas a su medropersonal; la inconstancia poltica de algunos prohombres, que militan siempre en elpartido que acaba de vencer. Todas estas lacras sociales son objeto de su crticadespiadada.

    Fustiga con la misma violencia a todas las clases sociales. A la nobleza, por suorgullo de casta, por la fantica defensa de sus privilegios, por su miedo al resurgimientodel pueblo, por su astucia para engaarlo en la paz y por su crueldad para aplastarlo en lavictoria, por su corrupcin, por su vida ociosa e intil para la patria. Al pueblo, por su

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    incapacidad para toda visin poltica de altura y para toda empresa constructiva, por susmiras inmediatas y mezquinas, por su odio de desheredados contra privilegiados, que leimpide ser objetivo en sus actos, por el aborrecimiento de su propio estado que leconvierte en presa fcil de la demagogia de cualquier ambicioso sin escrpulos.

    Todo ello en un continuado esfuerzo cc mostrarse imparcial. Lo mismo demuestra suirnico desdn hacia la plebe, incluso contra Mario, el encumbrado plebeyo, que hacagala de la rudeza de su origen, que manifiesta su profundo respeto hacia los nobles, que,como Metelo, conservaban la integridad de conducta y la grandeza de nimo de susantepasados.

    PARALELO DE SALUSTIO CON CSAR(Pierron)

    No he debido escribir paralelo, sino contraste. No hay casi nada comn entre el autor delCatilina y del Yugurta y el autor de los Comentarios. Las cualidades de uno son

    antpodas, por decirlo as, de las del otro, y esta oposicin se advierte en todo. As, porejemplo, al paso que Csar refiere lo que ha hecho apenas acaba de hacerlo, sin otropropsito que el de ser sencillo y veraz, Salustio escribe por escribir, es un hombre ociosoque trata de invertir tilmente las horas desocupadas, que dirige libremente susreflexiones y sus investigaciones hacia distintos puntos de historia nacional; que ordenaartsticamente sus materiales y que procura ante todo el inters de sus relatos y laperfeccin de su estilo. Salustio no se limita, como Csar, a dejar que obren suspersonajes. Apenas se presenta a su imaginacin un nombre, describe su retrato, ms omenos completo segn la importancia de la figura; y ni siquiera se limita a bosquejar losde algunos, que no hacen ms que pasar ante nosotros como sombras. Esta pintura decaracteresse considera, con razn, como lo ms admirable de su obra. Otro ornamento

    no menos admirable de sus composiciones son las arengas en que el historiadorreproduce, a su modo, discursos que fueron pronunciados, o que pudieron serlo,presentando unos y otros como versmiles, por adaptarlos a las circunstancias delasunto, cuidando que sus personajes no digan nada que no responda a la poca y al lugar,a su situacin, a sus costumbres y a las pasiones que les animan. No hay nada semejanteen los relatos de Csar. Este, por lo general, se limita a reproducir, cuando alguien hahablado, el sentido de las palabras pronunciadas. Los discursos directos slo son arengasmilitares, brevsimas, tales como las hicieron brotar las circunstancias, y que, segn lafrase de un crtico, en lugar de suspender la accin, la continan. Salustio ordena loshechos con ese orden algo arbitrario, en que las cosas se prestan valor mutuamente; enque los primeros planos estn iluminados por una luz ms viva; en que se sacrifican al

    efecto determinados detalles y en que las perspectivas estn reguladas de modo quecautiven las miradas del lector.

    En una palabra, Salustio hace lo que l llama cuadros. Csar desconoce este arte, omejor dicho, quiere desconocerlo. Hay otra diferencia: Csar se abstiene de disertar yhasta es muy raro que se permita de pasada esas sencillas reflexiones que sugieren losacontecimientos casi sin que uno quiera. Salustio, por lo contrario, pone ctedra demoralista, y no siempre con oportunidad: se complace en formular sentencias, grandesfrases de virtud, y le agradara muchsimo que se le tomara por un pensador profundo ypor un filsofo austero. En cuanto al estilo y a la diccin, el contraste es todava mscompleto, y ms asombroso tal vez. Csar es la claridad misma. Salustio es conciso hasta

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    la confusin. Csar habla como piensa y prefiere los giros menos rebuscados, menosaparatosos; Salustio creera que faltaba a sus lectores si no revistiese sus ideas conropajes ms o menos pintorescos, provoca la curiosidad y quiere que se busque el sentidode sus frases. Por ltimo, Salustio es aficionado a los helenismos, a las locucionesantiguas, a las palabras desusadas, mientras que Csar se limita al latn puro, que era enRoma lo que el tico en Grecia.

    OPININ DE LOS ANTIGUOS SOBRE SALUSTIO

    Los antiguos formularon juicios muy diversos acerca de Salustio. A algunoscontemporneos suyos, como Csar, y Polin, les extraaba su afeccin de arcasmo.Eran, sin embargo, amigos del historiador. Sus enemigos insistan en este puntovulnerable, y slo vean en l un plagiario de autores antiguos. Conocido es el epigramacitado en la obra de Quintiliano: Oh t, que has robado tantas palabras al ancianoCatn, Crispo, autor de la historia de Yugurta! Sneca, que compara a Salustio conTucdides y da la preferencia al historiador latino, dice que Tito Livio pensaba todo locontrario que l, y censuraba a Salustio que echase a perder a Tucdides al imitarle: Nodice esto - aade malignamente Sneca - porque le gustase ms Tucdides, sino porque letema menos y porque se vanagloriaba de colocarse ms fcilmente por encima deSalustio si antes colocaba a Salustio por debajo de Tucdides. Tcito proclama a Salustioel ms floreciente escritor de asuntos romanos. Marcial dice que es el primero de loshistoriadores de Roma. Quintiliano alaba con entusiasmo la admirable rapidez que fuecualidad eminente de Salustio, y se apoya en el juicio del gramtico Servilio Noniano,que declaraba que Salustio y Tito Livio eran ms bien iguales que semejantes. AuloGeliodescribe a Salustio como un escritor sabio en cuanto a la brevedad e innovador en las

    palabras; elogia la belleza y la elegancia de su estilo; dice que si sus obras han sido objetode determinadas censuras con bastante fundamento, la mayora de sus crticos detractorescarecan de razn y de exactitud. Algunos romanos diferenciaban en Salustio al narradordel orador, y preferan sus relatos a sus arengas. Esta opinin es muy extraa. Salustio,digan lo que quieran Sneca y Casio Severo, nunca fue inferior a s propio. En tododemostr el mismo arte y el mismo talento; sus relatos valen tanto como sus arengas, nims ni menos, y sus arengas tanto como sus relatos. Tenemos tanto derecho paraafirmarlo as como los mismos escritores antiguos. Remito al lector al discurso de Mi-cipsa, al de Mario y a todos los que contienen el Yugurta, el Catilina y lo que queda de laHistoria romana.

    SALUSTIO Y TCITO

    Ya he dicho que Salustio era muy distinto a Csar. Si es absolutamente necesariocomparar a Salustio con alguien comparmosle con Tcito. Ambos tienen el mismomodelo: Tucdides; ambos aspiran a ser profundos y afectan ser concisos. Pero nosiempre son dignos del inmenso y del incomparable historiador de la guerra delPeloponeso. Su profundidad es slo aparente en muchas ocasiones, y su concisin es, aveces, cosa distinta del resultado de la concentracin de los pensamientos. No se puede Inegar que Salustio, como Tcito, se preocupara casi nicamente de la forma, y acicalasecon amor excesivo el perodo, el giro pintoresco y hasta las palabras. Uno y otro

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    pretenden conocer bien a los hombres, tienen la misma tendencia a explicarlo todo pormedio de sus pasiones, a confundir los hechos mnimos con las causas grandes, y aconceder amplia intervencin al destino. No le suceda lo mismo a Tucdides, ni sobretodo al viril Polibio, que prescinde de la Fortuna en su historia y a todo le busca su raznde ser. Salustio, ms an que Tcito, es un artista, y nada ms, pero un artista de genio.Para l se hubiera podido inventar el famoso lema: El arte, por el arte. Se dice que antesde escribir sus libros mand que le redactara no se qu gramtico o literato, uncompendio de la historia de Roma, y de este compendio elidi a capricho el asunto paradesarrollarlo y adornarlo con sus colores. Al parecer, confirma esta tradicin el pasaje deCatilina (cap. IV), en que habla de su propsito de escribir nicamente fragmentossueltos, y de escoger (es su palabra, carptim), en la historia del pueblo romano, loshechos que juzgue ms dignos del recuerdo. Su labor puede compararse con la de unlapidario, que toma un diamante y lo talla, y luego otro y otro, y todos los trabaja conigual por s solas, tan grande eficacia, sino porque el recuerdo de las hermosas acciones

    desarrolla en el corazn de los grandes hombres una llama, que no se extingue hasta quea fuerza de mrito consiguen igualar la fama y la gloria de sus modelos. Cun diferente,este siglo de corrupcin! Existe un solo ciudadano que compita con sus antepasados, noen profundidad, ni en actividad, sino en riquezas y en prodigalidades? Hasta los hombresnuevos, que hasta ahora haban debido a su mrito la honra de pasar delante de lanobleza, no obtienen el mando ni la magistratura sino a fuerza de intrigas y de latrocinios.Como si la pretura, el consulado y todas las dignidades del mismo gnero llevasen senen s los esplendores y la magnificencia, y no tomasen su valor del mrito de las personasque de ellas estn revestidas! Pero me he dejado llevar demasiado complacientemente ydemasiado lejos por el despecho y por la repugnancia que me inspiran las costumbres demis conciudadanos: vuelvo, pues, en seguida al objeto de este libro.

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    TITO LIVIO (Anaya COU)

    Nace Tito Livio en Padua (la antigua Patavium), cerca del pas de los Vnetos, el ao 59a. de C. (acaso el 64, segn Bayet). Muere tambin en Padua el ao 17 d. de C., segnasegura San Jernimo. Su familia perteneca a la nobleza provincial de esta ciudadtranquila, famosa por su rusticidad a ultranza. Se educa en el seno de esta noblezaprovincial, en la que haban perdurado las costumbres severas de los viejos tiempos, elrespeto profundo a la religin y un espritu de casta ms acusado an que el de la propianobleza de Roma.

    Hace sus primeros estudios en las escuelas de Retrica de Padua y luego los ampla enRoma. No falta quien sospecha, fundndose en los conocimientos helnicos de Livio, queestudi tambin en Atenas, como tantos otros personajes de la poca. Desde muy jovensinti pasin por la elocuencia, pero no pudo participar en la vida poltica; durante su

    niez tiene lugarla dictadura de Csar; en su juventud se desatan las luchas violentas y lasproscripciones de los triunviros y, ya en su edad madura, asiste al triunfo de Augusto.Llevado por sus aficiones de escritor vive en Roma y Padua, alternativamente. Nunca se

    dej seducir por la pasin de los viajes, comn a la mayor parte de los historiadoresantiguos. A pesar de sus convicciones polticas republicanas y de su respeto a laconstitucin antigua (ideales polticos que nunca ocult), fue uno de los amigos deAugusto, a quien alaba en varios pasajes, por haber restaurado los templos y aportado lapaz al mundo (cfr. Tcito, Ann. IV, 34, y Livio, IV, 20, 7), y goz de la familiardad deljoven Claudio, el que ms tarde sera emperador, a quien inspir aficiones de historiadore impuls a- escribir obras de Historia (Cfr. Suetonio, Claudio, 41).Su vida transcurri plcidamente, alterada tan slo por la publicacin progresiva de sus

    Dcadas. Ya en vida goz de gran fama, como lo demuestra la ancdota de que ungaditano hizo un viaje ex profeso a Roma para conocer a Livio personalmente.

    AB URBE CONDITA

    Tal es el ttulo con el que generalmente se conoce la obra de Livio. El proyecto inicialera ambicioso, desproporcionado para las fuerzas de un solo historiador. No obstante, fuellevado hasta casi su final con una tenacidad y un entusiasmo extraordinarios, animado suautor por el xito de su publicacin y por su popularidad creciente. Trabaj sin desmayoen esta empresa gigantesca durante unos cuarenta aos, dispuesto a narrar toda la historiainterior y exterior de Roma, desde su fundacin (Ab urbe condita) hasta la muerte de

    Augusto, en ciento cincuenta libros. Es posible que la muerte o la enfermedad no lepermitieran lograr tan ambicioso propsito, ya que la obra comprende solamente cientocuarenta y dos libros, acabndose con la muerte de Druso (9 a. de C.), final pocoapropiado para una obra de tantas aspiraciones.

    De estos ciento cuarenta y dos libros se han perdido ciento siete. El azar y no laseleccin han hecho llegar hasta nosotros la parte referente a los orgenes de Roma y suprimera poca hasta la tercera Guerra Samnita, ao 293 antes de Cristo (Libros I-X), lasegunda Guerra Pnica (Libros XXI-XXX) y la historia de Roma hasta la conquista deMacedonia por L. Emilio Paulo, tras la batalla de Pidna (ao 167 a. de C.) (Libros XXXI-XLV). Salvo ligeras lagunas en los libros 41 a 45, los treinta y cinco libros que nosquedan estn completos.

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    Hay que aadir a estos treinta y cinco libros un papiro del Eptome, con extractos de los

    libros 37 a 40 y 48 a 55, ms un fragmento del libro 91 y dos citas textuales sobreCicern. Existen tambin resmenes (Periochae); de extensin variable, de toda la obra(excepto de los libros 136 y 137), realizados hacia el siglo iv d. de C. El poeta Marcial(Epigr. 14, 190) alude a estos resmenes y al gran tamao de la obra original, que es tangrande que no le cabe en la biblioteca: Pellibus exiguis artatur Livius ingens, quem meanon totum bibliotheca capit. Hay tambin una coleccin de los prodigios mencionadospor Livio, que compil un tal Julio Obsequente de un eptome de la misma poca. Losprodigios abarcan solamente los aos 249-12, y corresponden, en parte, a pasajesperdidos del original.

    FUENTES DE TITO LIVIO

    Se hace difcil concebir cmo un solo hombre se atrevi a proyectar-y casi logr llevar ala prctica una obra de tal extensin, si no se tiene en cuenta el mtodo empleado, segnsus propias confesiones.

    Tito Livio es un historiador de gabinete, un lector infatigable, que no viaja ni conocepersonalmente los escenarios en donde tienen lugar los hechos que describe. Su mtodoconsiste en leer las obras de sus predecesores, en elegir de entre las diversas versiones delos hechos la que le parece ms verosmil o en transcribirlas todas, cuando no se atreve apronunciarse por ninguna de ellas. En general, los historiadores romanos juzgan tareaintil consultar los documentos que otro autor ha consultado ya.

    Livio ley a los historiadores romanos de todas las pocas, tendencias y opiniones; a losromanos y a los griegos; a Polibio, autor de parcialidad indudable hacia los romanos, y a

    otros autores favorables a los Cartagineses. Es posible que el patriotismo le hayadeslumbrado a veces y que su inexperiencia de la vida prctica le haya hecho enfocar concandidez ciertos acontecimientos, pero jams pierde su buena fe y su gran sentido comn.Parece ser que, en cada etapa de su obra, se dej guiar por el predecesor que le merecims confianza y que los dems autores le sirvieron para completar lagunas y comprobarla veracidad de su gua. Su espritu crtico fue desarrollndose paralelamente al avance desu obra. En un principio se dej seducir por los historiadores elocuentes y con tendencia ala exageracin,.pero como su Historia se publicaba de tiempo en tiempo, en grupos delibros, tuvo muchas posibilidades de enmendar errores, que a veces reconoci como tales,por ejemplo, la utilizacin de Valerio Antias..,Poco a poco, la experiencia le ense a darms confianza a aquellos autores que, como Polibio, son ms rigurosamente cientficos,

    aunque menos impulsivos. De todos modos, la credibilidad de Livio depende de laseriedad de sus fuentes, que, a excepcin de Polibio, son actualmente inaccesibles.

    En cuanto a los documentos, los oficiales no despiertan en l inters alguno. Si no lostiene, no se molesta en buscarlos y, cuando dispone de ellos, no los transcribetextualmente, para no romper la armona del conjunto y porque los considera indignos defigurar en una obra de arte. Por otra parte, Livio saba perfectamente que el valorhistrico de los documentos, tanto pblicos como privados, era bastante discutible. Confrecuencia da muestras de su escepticismo: vase lo que dice al principio del libro VI:He puesto en cinco libros la Historias de los Romanos, desde la fundacin de la ciudadde Roma hasta la toma de la misma (se refiere a la toma de Roma por los galos), primero

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    bajo los reyes, despus bajo los cnsules y dictadores, los decenviros y los tribunosconsulares, las guerras extranjeras, las discusiones domsticas, historia oscura, tanto porsu antigedad extremada, como esos objetos que apenas se perciben a causa de suexcesivo alejamiento, como por la insuficiencia y la rareza en estas mismas pocas de laescritura, nica guardadora fiel del recuerdo de los actos del pasado; finalmente, por ladestruccin casi completa en el incendio de la ciudad de los Comentarios de losPontfices y otros monumentos pblicos y privados.

    Y aade en el libro VII (cap. 6,6), a propsito del lago Curcio: No habra escatimadomis esfuerzos si algn camino pudiera conducir a la verdad; pero hoy da es precisocontentarse con la tradicin, puesto que la- antigedad del hecho no permite comprobarsu autenticidad.

    Las mltiples citas que podran hacerse en este sentido desmienten el mito de lacredulidad de Livio, el cual se limit a amoldarse a unas circunstancias histricas, en lasque la tradicin era un dogma oficial, un credo nacional. No creer en la tradicin era casi

    un crimen de lesa patria, un atentado contra la majestad del Estado. No poda sustraerse auna tradicin que se nos muestra como el resultado de un paciente y artificial trabajocolectivo, como el fruto de una sntesis histrica, en la que intervinieron y dejaron suimpronta inde