La leyenda del cerro del brinco del diablo

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La leyenda del cerro del brinco del diablo En la comunidad de Abasolo, Guanajuato México, los vecinos se acostumbraron a realizar paseos a un pequeño valle que se encuentra detrás de tres picachos en la sierra. Aquella vez era el 13 de septiembre en el año de 1933. Los lugareños iban rumbo al cerro, cuando de repente al ir subiendo la cuesta varios de ellos vieron extrañados como sobre el cerro se arremolinaban unas gruesas nubes, que soltaron un gran torrente de agua acompañado de un viento huracanado que los detuvo a todos, el horizonte no era más que oscuridad, que se iluminaba con enormes rayos que partían el cielo en dos. Gracias a la luz de esos rayos, los pobladores observaron con extrañeza a un hombre vestido con un traje elegante, brincaba tranquilamente de un picacho a otro. Al ver aquella escena todos corrieron de vuelta al pueblo, llegando hasta la casa del señor cura, detrás de la iglesia. Los desesperados gritos hicieron salir al sacerdote, todos le explicaban a la vez lo sucedido. El cura los envió a su casa con la promesa de que el hecho seria investigado después de pasada la tormenta. Al día siguiente despertaron al párroco muy temprano, entre las pláticas uno de los pobladores propuso hacer dos cruces, para ponerlas en cada picacho, una vez armadas fueron bendecidas por el párroco y se fueron rumbo al cerro de los tres picachos. Cuando hacían los agujeros para clavar la cruz, la tormenta volvió, los hombres muertos de miedo, se negaban a continuar pero fueron obligados por el cura, hasta terminar su misión. Terminaron el primer agujero, pusieron la cruz y la rociaron con agua bendita, diciendo sus oraciones. Se dirigieron al otro picacho, donde al poner la segunda cruz, un terrible grito que venía desde debajo de la tierra, ocasionó un temblor desprendiendo gigantescas rocas, que rodaron hasta el pueblo, pero antes de llegar a él las rocas se detuvieron, la lluvia y el viento desaparecieron y las nubes dejaron el paso a un brillante sol.

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La leyenda del cerro del brinco del diablo

En la comunidad de Abasolo, Guanajuato México, los vecinos se acostumbraron a realizar paseos a un pequeño valle que se encuentra detrás de tres picachos en la sierra.

Aquella vez era el 13 de septiembre en el año de 1933. Los lugareños iban rumbo al cerro, cuando de repente al ir subiendo la cuesta varios de ellos vieron extrañados como sobre el cerro se arremolinaban unas gruesas nubes, que soltaron un gran torrente de agua acompañado de un viento huracanado que los detuvo a todos, el horizonte no era más que oscuridad, que se iluminaba con enormes rayos que partían el cielo en dos.

Gracias a la luz de esos rayos, los pobladores observaron con extrañeza a un hombre vestido con un traje elegante, brincaba tranquilamente de un picacho a otro. Al ver aquella escena todos corrieron de vuelta al pueblo, llegando hasta la casa del señor cura, detrás de la iglesia. Los desesperados gritos hicieron salir al sacerdote, todos le explicaban a la vez lo sucedido. El cura los envió a su casa con la promesa de que el hecho seria investigado después de pasada la tormenta.

Al día siguiente despertaron al párroco muy temprano, entre las pláticas uno de los pobladores propuso hacer dos cruces, para ponerlas en cada picacho, una vez armadas fueron bendecidas por el párroco y se fueron rumbo al cerro de los tres picachos. Cuando hacían los agujeros para clavar la cruz, la tormenta volvió, los hombres muertos de miedo, se negaban a continuar pero fueron obligados por el cura, hasta terminar su misión. Terminaron el primer agujero, pusieron la cruz y la rociaron con agua bendita, diciendo sus oraciones. Se dirigieron al otro picacho, donde al poner la segunda cruz, un terrible grito que venía desde debajo de la tierra, ocasionó un temblor desprendiendo gigantescas rocas, que rodaron hasta el pueblo, pero antes de llegar a él las rocas se detuvieron, la lluvia y el viento desaparecieron y las nubes dejaron el paso a un brillante sol.

Para dar gracias a Dios por los favores recibidos celebraron la santa misa en ese lugar. Entre los murmullos de la gente, había quienes decían, que aquel hombre de traje era el Diablo, pues un humano jamás pudo haber saltado tal distancia de un picacho a otro.

A partir de ese entonces, dichos picachos que se levantan en el lado sur de Cuitzeo de Abasolo son rebautizados con el nombre del “Brinco del Diablo”. Y las dos cruces se elevan airosas en la punta de cada picacho. Estas cruces deben permanecer ahí para evitar que el Diablo regrese a saltar entre los picachos.