Pasolini, victorioso en primavera Matar a un ruiseñor ... · Matar a un ruiseñor Salomé...

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1 Pasolini, victorioso en primavera 1 Matar a un ruiseñor Salomé Guadalupe Ingelmo O mio caso, ti griderò agli ignoti: non sarò più la faccia del prisma, e la mia solitudine sarà cantata. E se tra gli ascoltatori pietosi del ragazzo che si perde brillerà come un sole la menzogna, vedrò tutto intero il mio destino, e il prodigio... il Dovere… Sarò un morto. Pasolini, L'Usignolo della Chiesa Cattolica Pasolini, uno de los intelectuales más prolíficos y polifacéticos del siglo XX, consciente de su talento, en buena medida eclipsado por las estériles y malintencionadas diatribas sobre su vida privada, con las que se pretendía atacar al artista también en tanto artista y hombre público, sabiendo que el tiempo pondría en su lugar a los bellacos, revalorizaría su obra y acabaría dándole la razón, se expresa así en “Poesías mundanas”, escrita en 1962 e incluida en Poesía en forma de rosa: Cuando los años sesenta estén perdidos como el mil y el mío sea un esqueleto sin ni siquiera nostalgia del mundo, qué importará mi “vida privada”, míseros esqueletos sin vida ni privada ni pública, chantajistas, ¡qué contará! Contarán mis ternuras. Seré yo, tras la muerte, en primavera, 1 En alusión a su poema “Poesías mundanas”, incluido en Poesía en forma de rosa.

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    Pasolini, victorioso en primavera1 Matar a un ruiseñor

    Salomé Guadalupe Ingelmo

    O mio caso, ti griderò agli ignoti:

    non sarò più la faccia del prisma,

    e la mia solitudine sarà

    cantata. E se tra gli ascoltatori

    pietosi del ragazzo che si perde

    brillerà come un sole la menzogna,

    vedrò tutto intero il mio destino,

    e il prodigio... il Dovere… Sarò un morto.

    Pasolini, L'Usignolo della Chiesa Cattolica

    Pasolini, uno de los intelectuales más prolíficos y polifacéticos del siglo XX,

    consciente de su talento, en buena medida eclipsado por las estériles y malintencionadas

    diatribas sobre su vida privada, con las que se pretendía atacar al artista también en tanto

    artista y hombre público, sabiendo que el tiempo pondría en su lugar a los bellacos,

    revalorizaría su obra y acabaría dándole la razón, se expresa así en “Poesías mundanas”,

    escrita en 1962 e incluida en Poesía en forma de rosa:

    Cuando los años sesenta

    estén perdidos como el mil

    y el mío sea un esqueleto

    sin ni siquiera nostalgia del mundo,

    qué importará mi “vida privada”,

    míseros esqueletos sin vida

    ni privada ni pública, chantajistas,

    ¡qué contará! Contarán mis ternuras.

    Seré yo, tras la muerte, en primavera,

    1 En alusión a su poema “Poesías mundanas”, incluido en Poesía en forma de rosa.

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    quien gane la apuesta, en la furia

    de mi amor por Acqua Santa2 al sol.

    Su incontestable éxito en varias disciplinas —poesía, narrativa, periodismo,

    cine…— se había revelado agridulce. A lo largo de su existencia, su obra y su vida se

    vieron juzgadas en treinta y tres procedimientos judiciales. Muchos simplemente

    absurdos, que ponían de manifiesto el infantil afán de protagonismo de los denunciantes;

    otros terriblemente malévolos e hirientes. Y aunque bastantes de ellos tuvieron escaso o

    nulo recorrido, se advierte un preocupante reparo por parte de la magistratura a la hora de

    reconocer su inocencia, pues en tantos de esos juicios absurdos, a veces tras verse

    obligado a apelar, únicamente se lo declaró absuelto por falta de pruebas.

    Y en todo ese proceso de escarnio público, la prensa sensacionalista y

    manipuladora jugó un papel crucial, aprovechando la desgracia o incluso propiciándola,

    no dudando en dar crédito a indicios absolutamente inverosímiles o incluso en crear

    pruebas falsas.

    En los estrenos de las películas del director, por otro lado, se había hecho habitual

    la presencia de grupos neofascistas que procuraban boicotear y atemorizar a los asistentes:

    el estreno de Accattone en 1960, el de Mamma Roma en 19623, el de El Evangelio según

    Mateo en 1964…

    Durante la mayor parte de su vida fue un hombre acosado y perseguido.

    Perseguido hasta la misma muerte.

    La mañana del domingo 2 de noviembre, el cuerpo de Pasolini, horriblemente

    mutilado, aparecía en la playa de Ostia. Muerto a los 53 años.

    Acababa de volver de viaje: el 31 de octubre había regresado de Estocolmo y París,

    donde había estado promocionando Salò, su última película. A las 21:30 de ese 1 de

    2 En Acqua Santa —un elocuente topónimo que significa “agua bendita”— había rodado La ricotta. 3 El 22 de septiembre de 1962, durante el estreno en Roma de la película, a la salida del último pase en el

    cine Quattro Fontane, Pasolini es increpado y agredido por jóvenes de las organizaciones de extrema

    derecha Giovane Italia y Avanguardia nazionale. Ya en el estreno mundial de la película, en la XXIII

    Muestra Internacional de Venecia, el 31 de agosto de ese año, el jefe del grupo local de carabineros había

    denunciado al director por obscenidad, argumentando el uso del verbo “mear” y la palabra “mierda”, así

    como de algunas pedorretas en la banda sonora. En ese caso, la delirante denuncia es archivada por el juez

    el 5 de septiembre al considerarla infundada. También durante el estreno de El Evangelio según Mateo,

    presentado el 4 de septiembre de 1964 en la XXIV Muestra de Venecia, hubo agresiones e insultos a críticos

    y asistentes por parte de la ultraderecha.

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    noviembre de 1975, en el barrio de San Lorenzo, en la trattoria Pommidoro, donde el

    poeta era muy conocido, compartía mesa con su amigo Ninetto y charlaba con el

    propietario.

    Inmediatamente antes, Pasolini había concedido sus últimas declaraciones a Furio

    Colombo, periodista de L’Unità4. “Todos son débiles porque todos son víctimas. Y todos

    son culpables porque todos están dispuestos a jugar a la masacre”, le había dicho,

    anticipándose al desastre, en una entrevista para la que él mismo sugirió el título: Estamos

    todos en peligro.

    Su cadáver apareció cubierto de sangre. Tenía el rostro totalmente desfigurado y

    una oreja casi completamente seccionada. Los bestiales golpes en la cabeza, amén de la

    copiosa sangre visible, habían causado una hemorragia cerebral. La patada en los

    testículos era responsable de otra fuerte hemorragia interna. No obstante, lo que provocó

    definitivamente su muerte fue la rotura del corazón, aplastado por las ruedas de su

    automóvil, con el que lo atropelló el homicida confeso, pasando —según declaró— de

    forma involuntaria sobre su pecho.

    Pasolini fallece, en apariencia, víctima de su propio mundo, ese universo marginal

    y sórdido que tantas veces había recreado en sus obras literarias y cinematográficas. En

    efecto, su gran amigo Alberto Moravia aseguró que, nada más ver el lugar del crimen, lo

    reconoció: “De hecho, [Pasolini] ya lo había descrito tanto en sus novelas Muchachos de

    la calle5 y Una vida violenta como en su primera película, Accattone”6.

    Sin embargo, la muerte de esta figura fundamental para la cultura italiana y, en

    general, para la comprensión del siglo XX sigue turbando a los intelectuales y removiendo

    conciencias. Fruto de esa inquietud y fascinación son multitud de artículos, algunos

    ensayos, novelas e incluso un cómic o novela gráfica —G. Maconi. El caso Pasolini:

    Crónica de un asesinato. Madrid: GalloNero Ediciones, 2010— que resume con maestría

    los antecedentes y circunstancias de su desaparición, así como del posterior juicio.

    4 Que proyectaba inaugurar con ella Tuttolibri, suplemento literario de La Stampa. 5 La primera edición en español se realizó en Buenos Aires bajo el título Muchachos de la calle (Buenos

    Aires: Compañía General Fabril Editora, 1961). En España no se editaría hasta la llegada de la democracia,

    cuando se hizo con el título Chicos del arroyo o Chavales del arroyo. 6 A. Moravia. “Come in una violenta sequenza di «Accattone»”. Corriere della Sera, 4 de noviembre de

    1975.

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    Porque lo cierto es que sobre la verdadera autoría del crimen siempre se cernió la

    sombra de la duda, y su asesinato sigue rodeado de interrogantes.

    En principio parecería poco probable que un adolescente —Pino Pelosi, chapero

    de diecisiete años de edad, finalmente único procesado— hubiese podido propinar tal

    paliza al cineasta, que se mantenía en buena forma física en parte gracias a su notoria

    afición por el fútbol. Una agresión que, por otro lado, según los peritos, dada la gravedad

    de las lesiones, no pudo ser perpetrada, como sostenía Pelosi, con un palo y una tabla de

    madera —el cartel escrito a mano donde se indicaba el nombre de la calle, que

    efectivamente apareció partido en dos en las inmediaciones—, sino con un objeto u

    objetos muchos más contundentes que nunca aparecieron.

    Como tampoco aparecieron el encendedor y el tabaco que el imputado pedía

    insistentemente, asegurando que se encontraban en el coche. Indicio, según la acusación,

    de que el muchacho habría contado al menos con un cómplice, que habría huido con ellos.

    Llevándose también, quizá, el anillo con una piedra roja y la inscripción “United States

    Army” que Pelosi reclamaba con sospechosa testarudez según algunos —quienes lo creen

    una prueba falsa, dejada con el fin de cargar las culpas sobre un menor, que habría

    obtenido una condena más leve7—. Estúpido, de no pretender inculparse, hubiese sido

    por parte del acusado insistir en llamar la atención sobre un detalle que claramente lo

    incriminaba8.

    Lo que sí apareció en el coche de Pasolini fue un jersey verde que no era de su

    talla ni de la del joven, y que no estaba cuando, el día antes, la sobrina del escritor limpió.

    También se encontró allí una plantilla que no se adaptaba al calzado de ningunos de los

    dos hombres9.

    7 Entre quienes sostienen esta hipótesis está Enzo Siciliano, uno de los biógrafos del escritor y amigo del

    mismo (E. Siciliano. Vita di Pasolini. Milán: Mondadori 2005, p. 24). Siciliano, colaborador hasta su

    fallecimiento a causa de una hemorragia cerebral a mediados de 2006 del periódico La Repubblica y del

    semanario L'Espresso, tenía además a su cargo la dirección de la Enciclopedia Treccani del Cine. 8 Porque ese anillo efectivamente se encontró cerca del cadáver, y Pelosi afirmaba que el poeta se lo había

    arrancado del dedo durante el forcejeo. No obstante, parece poco probable dado el estado en el que debía

    estar Pasolini, ya moribundo por las heridas recibidas en la cabeza. Además, al día siguiente el muchacho

    seguía teniendo las marcas del anillo en el dedo, lo que indica que le quedaba muy justo: arrancarlo hubiese

    exigido una violencia en la lucha que no encaja con la ausencia de heridas en el cuerpo del joven, a

    excepción de un golpe en la cabeza que él mismo se dio con el volante del coche cuando la polía detuvo su

    huida. 9 Huellas desconocidas, aparentemente de calzado deportivo y que no pudieron ser dejadas por quienes

    transitaban el improvisado campo de fútbol en el que se produjeron los hechos, aparecieron también

    dispersas por el suelo.

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    Sobre el techo del automóvil, en el lado del asiento del acompañante, además,

    había restos de sangre perteneciente a Pasolini. No obstante, Pelosi apenas tenía manchas,

    algo rarísimo dadas las circunstancias. De hecho, la sentencia afirmaba que solo había

    dos posibilidades, y ambas confirmarían que Pelosi no había actuado en solitario: o tenía

    sangre en sus manos y las apoyó en el techo del coche mientras tomaba asiento en el lado

    del acompañante al tiempo que conducía otra persona, o condujo Pelosi, que no se había

    manchado las manos, mientras otra persona que sí lo había hecho dejaba el rastro de

    sangre en el lado del acompañante. Pelosi no pudo entrar por la puerta del acompañante

    debido a la previsible agitación, manchando de sangre esa zona del coche, y pasar después

    al asiento del conductor para darse a la fuga, pues el volante estaba totalmente limpio.

    Por tanto, como el fiscal Guido Calvi puso de manifiesto en su alegato del 24 de abril de

    1976, donde hizo un repaso de las numerosas pruebas, Pelosi no pudo haber actuado solo,

    ni muy probablemente en defensa propia.

    De hecho, quizá el encuentro no fuese siquiera fortuito y ocasional; puede que

    Pelosi y Pasolini ya se conociesen. Así al menos lo daba a entender el único condenado

    por el asesinato en 2008, durante una entrevista con la directora Roberta Torre, que en

    julio estaba preparando un documental sobre la relación del intelectual con los suburbios

    romanos y que, tras ese encuentro, impresionada, decide rodar La noche en que murió

    Pasolini (2009). Más tarde, en 2011, en su autobiografía, Pelosi sostiene que conoció a

    Pasolini a principios del verano y que se vieron en varias ocasiones desde entonces.

    No obstante, Pelosi declaró en el juicio que el poeta había comenzado la pelea.

    Sin embargo, el que el palo y la tabla rota apareciesen, igual que su camisa, usada para

    intentar frenar la hemorragia, a metros del cadáver testimonia un vano intento de la

    víctima por huir.

    El 14 de noviembre de 1975 Oriana Fallaci publica, en L’Europeo, un artículo

    donde afirma que Pelosi no estaba solo cuando se produjo el asesinato de Pasolini. El 24

    de enero del año sucesivo, otro colaborador del mismo periódico, Salvatore Giannella,

    durante una conversación telefónica, pregunta al juez que abrió el sumario del crimen por

    un tal Johnny, motorista del cual el magistrado niega tener noticias. No obstante, es cierto

    que Pelosi mencionó en su primera declaración a ese motorista llamado Johnny, quien

    precisamente le habría regalado el anillo que reclamaba. Asalta la sospecha de que el

    misterioso personaje fuese Giuseppe Mastini, conocido por el sobrenombre “Johnny lo

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    Zingaro”, con antecedentes delictivos y que también pasó por la prisión cuando Pelosi

    fue encarcelado, aunque negase conocerlo.

    El 26 de abril de 1976, Pelosi es condenado a nueve años, siete meses y diez días

    de prisión por homicidio voluntario “en colaboración con otras personas cuya identidad

    sigue siendo desconocida”. Sin embargo, el 4 de diciembre del mismo año, el Tribunal de

    Segunda Instancia de Roma, aunque ratifica la condena por homicidio, pasa a

    considerarlo único autor de los hechos. Finalmente, el 24 de abril de 1979, el Tribunal de

    Casación confirma la sentencia y estima poco probable la participación de más personas.

    A pesar de todas esas pruebas e indicios que contradecían el testimonio del único

    acusado, el caso se cerró con bastante rapidez y, aunque las peticiones se han ido

    sucediendo a lo largo de los años, jamás ha sido reabierto con resultados satisfactorios.

    En esclarecer la muerte de Pasolini, sorprendentemente, parecieron más

    interesados en su momento algunos periodistas que la magistratura. Oriana Fallaci y otros

    colegas, convencidos de la existencia de una confabulación urdida contra el escritor,

    publicaron distintos artículos de investigación sobre la tragedia en L’Europeo, aunque

    defendieron el anonimato de sus fuentes incluso en los tribunales10. A pesar de ello, es

    cierto que otro sector de la prensa trató el hecho con superficialidad y sensacionalismo,

    cuando no con un oportunismo que perseguía abyectos fines. En efecto, el 13 de

    noviembre de 1975 aparece, en el Corriere della Sera, una nota de prensa del Frente

    Unitario de Homosexuales Revolucionarios Italianos en la que se denuncia el modo en

    que los medios de comunicación están usando el caso para estigmatizar a un sector de la

    población por su orientación sexual.

    Lo cierto es que el 7 de mayo de 2005, a treinta años del asesinato, Pelosi, en el

    programa Ombre sul giallo, emitido por Rai Tre, afirma que la noche fatídica tuvo lugar

    una emboscada en la que tres hombres adultos, sobre los cuarenta años, con marcado

    acento meridional —que en varias ocasiones llamaron “cerdo comunista” a Pasolini

    durante la agresión—, propinaron una paliza al intelectual, probablemente con intención

    de darle un escarmiento, ocasionándole quizá accidentalmente la muerte, y lo amenazaron

    a él y a su familia, motivo por el cual habría callado durante tanto tiempo.

    10 Lo que a Fallaci, condenada definitivamente tras una apelación el 1 de junio de 1978, le costó cuatro

    meses de prisión condicional. Los artículos de investigación sobre el caso de Fallaci, que nunca aceptó la

    versión oficial, se publicaron en 2015, a nueve años de la muerte de la periodista, bajo el título Pasolini, un

    uomo scomodo (Milán: Rizzoli).

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    A pesar del revuelo que esto ocasiona en la prensa los días sucesivos —

    acrecentado por la edición íntegra, el 9 de mayo en el periódico L’Unità, de la última

    entrevista del escritor, concedida horas antes de su muerte a Furio Colombo, que

    demuestra lo incómodas que resultan para el poder las declaraciones del pensador—, el

    25 de mayo aparece en el Corriere della Sera un artículo donde se confirma que la Fiscalía

    no considera fiables las declaraciones de Pelosi y no tiene intención de reabrir el caso.

    No obstante, las muchas peticiones dieron fruto en 2010 —tras una carta abierta

    al ministro de Justicia de Walter Veltroni, exalcalde de Roma, publicada en el Corriere

    della Sera el 2 de marzo—, cuando la magistratura reabre el caso, que sin embargo se

    archiva en 2015 por la imposibilidad de incriminar a otras personas mediante las nuevas

    pruebas biológicas analizadas.

    Aún en 2016, después de que se hiciese pública la noticia de que el abogado de

    Pelosi había recibido de Democracia Cristiana cincuenta millones de liras, se anunció que

    se pediría la reapertura...

    Entre los implicados en el crimen pudieron estar Franco y Giuseppe Borsellino,

    delincuentes de origen siciliano de 13 y 15 años, simpatizantes de la extrema derecha,

    que habrían —siempre según la nueva versión de los hechos ofrecida por el único

    condenado— amenazado a Pelosi para que cargase con todas las culpas. De hecho, el 16

    de febrero de 1976, Giuseppe fue arrestado tras confesar a un policía infiltrado en una

    banda su participación en el asesinato de Pasolini11, declaración que después justificó

    como una bravata y que ni siquiera fue tenida en cuenta durante el proceso.

    Lo cierto es que Massimo Carminati, jefe de la Banda della Magliana, soberano

    indiscutible de la suburra romana, que antes de convertirse en líder criminal había

    pertenecido al grupo neofascista Núcleos Armados Revolucionarios, fue procesado junto

    a Andreotti por el asesinato del periodista Mino Pecorelli, presuntamente ordenado por el

    político.

    Carminati, relacionado con los servicios secretos y merecedor de un trato especial

    que le ha valido tres indultos a pesar de su largo historial delictivo —con lo que su paso

    por la cárcel ha sido realmente breve—, ofrecería el ejemplo perfecto de cómo el lumpen

    suburbial reincidente en la criminalidad actuó durante décadas en calidad de brazo

    11 G. Lo Bianco y S. Rizza. Profondo nero. Mattei, De Mauro, Pasolini. Un'unica pista all'origine delle

    stragi di stato. Milán: Chiarelettere, 2011, p. 322.

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    ejecutor al servicio de los intereses políticos, a su vez estrechamente vinculados a los

    económicos.

    Enfrentándose, a finales de octubre de 2016 —aunque es en 2018, tras apelar la

    sentencia, cuando se lo condena a catorce años y seis meses de prisión—, a juicio por el

    caso “Mafia Capital”, que efectivamente juzgaba la infiltración mafiosa en la política y

    su participación en la rapiña de los fondos públicos, Carminati amenazaba con la

    información obtenida durante un golpe en 1999, nada menos que en el Palacio de Justicia

    de Roma, donde estaba la oficina 91 del Banco de Roma, de la que sustrajo no solo dinero,

    sino también documentos comprometidos —cuya desaparición, curiosamente, ninguno

    de los afectados denunció, y que de hecho ahora los investigadores consideran el objetivo

    principal del robo— para altos magistrados, jueces, políticos y empresarios. Documentos

    que presuntamente arrojarían luz sobre los atentados terroristas de los denominados “años

    de plomo” y sobre, entre otros, los asesinatos de Pecorelli y Pasolini12.

    Solo por poner un ejemplo, el titular de la caja de seguridad 720, también

    desvalijada por Carminati, era Domenico Sica, que se encargó del caso Pecorelli y del

    caso Moro, y una de cuyas investigaciones paralelas le permitió arrebatar a los jueces de

    Milán el proceso sobre la P2 de Licio Gelli, que se cerró en Roma diez años después sin

    resultado alguno. Nadie dice que el magistrado encargado del caso Pasolini no se

    encontrarse bajo el mismo tipo de presión a la que podemos sospechar estuvo sometido

    Sica.

    Como último dato, que avala además lo turbio del asunto, añadiremos que la

    condena por ese atraco de 1999 se hace firme el 21 de abril de 2010, aunque Carminati

    evita la prisión gracias al indulto Prodi-Berlusconi, que reduce en tres años su condena.

    Será entonces cuando, según los investigadores, funde Mafia Capital.

    Se especula con la posibilidad de que a Pasolini lo matasen en el transcurso de una

    vulgar extorsión a la que habría accedido a cambio de recuperar unas bobinas de Saló

    robadas en Cinecittà. Otros creen que lo asesinaron porque pretendía denunciar a altos

    cargos de Democracia Cristiana —parece que así se lo dijo por teléfono días antes de

    12 Al respecto se puede consultar la prensa. Por ejemplo, resulta muy instructivo el artículo “Il ricatto di

    Massimo Carminati: ecco la lista dei derubati nel furto al caveau del 1999”, publicado en L'Espresso (24

    de octubre de 2016) por L. Abbate y P. Biondani. Accesible en Internet:

    http://espresso.repubblica.it/inchieste/2016/10/20/news/il-ricatto-di-massimo-carminati-ecco-la-lista-dei-

    derubati-nel-furto-al-caveau-del-1999-1.286269

    http://espresso.repubblica.it/inchieste/2016/10/20/news/il-ricatto-di-massimo-carminati-ecco-la-lista-dei-derubati-nel-furto-al-caveau-del-1999-1.286269http://espresso.repubblica.it/inchieste/2016/10/20/news/il-ricatto-di-massimo-carminati-ecco-la-lista-dei-derubati-nel-furto-al-caveau-del-1999-1.286269

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    morir a su amigo Dario Belleza— y porque sabía los nombres de los verdugos de Mattei

    y de Di Mauro.

    En realidad, ambas hipótesis no son excluyentes entre sí. De hecho, en 2013, el

    director de cine italiano Federico Bruno —que acusa al Vaticano, a la Democracia

    Cristiana, al neofascista Movimiento Social Italiano, a los servicios secretos y a la policía

    de connivencia con la mafia y el crimen organizado— propone, en su película Pasolini,

    la verdad oculta —a cuenta de la cual todavía denuncia amenazas anónimas—, que el

    hurto de las bobinas hubiese constituido el cebo para atraer al directo a una trampa urdida

    con el fin de ocasionarle la muerte, ordenada por el poder político, orquestada por los

    servicios secretos y ejecutada por la delincuencia común. Es decir que el asesinato de

    Pasolini, el de Mattei y los atentados vinculados con la “estrategia de la tensión”

    efectivamente estarían relacionados entre sí, y el responsable último sería el terrorismo

    de Estado. Básicamente lo mismo sostienen, en 2019 —año en el cual la obra es publicada

    por ChiareLettere, editorial a la que algunos desautorizan acusándola de ser contraria a

    Berlusconi y por tanto en absoluto imparcial—, Giuseppe Lo Bianco y Sandra Rizza en

    Profondo nero. Aunque tampoco ellos han sido los únicos ni los primeros en llevar estas

    teorías al papel.

    La muerte, fuesen quienes fuesen los verdugos, sorprendió al cineasta mientras

    ultimaba el montaje de su película más pesimista y dura: Saló o los 120 días de Sodoma,

    que, por problemas con la censura en Italia, se estrenó póstumamente en París.

    En Salò vierte Pasolini toda la amargura y decepción que le suscita la sociedad

    italiana del momento. En ella, inspirándose en el marqués de Sade, refleja sus peores

    presagios y temores. Ambientada en la homónima república fascista, la cinta, oscura y

    terrible, propone una parábola sobre la influencia corruptora y destructiva del poder.

    Advertencia sobre el sadismo como instrumento político al servicio de la degradación

    humana, en ella, un presidente, un magistrado, un obispo y un duque abusan de un grupo

    de jóvenes de ambos sexos a los que humillan, torturan y finalmente aniquilan por mero

    placer.

    Para rodar Salò, Pasolini había aplazado un proyecto por el cual parecía

    experimentar un gran entusiasmo, Porno-Teo-Kolosal, una película que ya había tomado

    forma en su mente a finales de 197313 y que, siguiendo la huella de Pajaritos y pajarracos,

    13 E. Golino. Letteratura e classici social. Bari: Laterza, 1973, p. 112.

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    habría visto a la pareja compuesta en este caso por Ninetto y Eduardo De Filippo,

    napolitanos, viajando tras un cometa mensajero de una buena nueva, en un itinerario que

    les haría recorrer Sodoma (Roma), Gomorra (Milán), Numancia (París) y Ur (India):

    escenarios que se habrían convertido en iconos de la inmoralidad, la violencia y de un

    poder ejercido con totalitarismo fascista por el neocapitalismo.

    No obstante, al tiempo, el director había manifestado ante algunos amigos

    (Siciliano, Vita di Pasolini, 441) la necesidad de reducir sus compromisos

    cinematográficos con el fin de encontrar el tiempo necesario para sumergirse en la novela

    que estaba escribiendo, en la que parecía haber puesto todas sus esperanzas: Petróleo. Y

    en Petróleo, precisamente, podrían estar las claves de su muerte.

    Asesinado cinco años antes de la masacre, Pasolini —justamente él, nacido en la

    ciudad con larga tradición izquierdista de padre militar fascista, descendiente de una

    familia noble de la Romaña, y madre procedente del Piamonte campesino— ha sido a

    veces considerado14 una víctima más, aunque no una cualquiera al azar, del atentado de

    Bolonia, la ciudad capaz de muerte a la que, sobrecogido por la matanza del 2 de agosto

    de 1980, cuando la bomba estalló en la estación a las 10:25, dejando ochenta y cinco

    muertos, un país abatido y una ciudad que no volvió a ser la misma, cantaba Guccini15 —

    cuyo hermano, que salió ileso, trabajaba precisamente en la oficina postal de la estación,

    y que en una entrevista de 2015 reconocía que no confía en que se conozcan jamás los

    verdaderos culpables16—.

    La desconcertante afirmación resulta paradójica solo a primera vista.

    14 Sin ir más lejos, por el propio Centro de Estudios Pier Paolo Pasolini de Casarsa:

    http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/molteniblog/pasolini-altra-vittima-della-strage-di-

    bologna-i-mandanti/. 15 Bolonia, capaz de amor, capaz de muerte.

    Bolonia, que sabe lo que cuenta y lo que vale,

    que sabe dónde está el jugo de la sal,

    que calcula lo justo la vida y sabe permanecer en pie

    por más que esté herida.

    Bolonia es una vieja dama que fue campesina:

    bienestar, villas, joyas… y chorizos en el escaparate.

    Que sabe que el olor de la miseria es difícil de tragar

    y quiere sentirse segura con lo tiene encima,

    porque sabe lo que es el miedo. 16I. Venturi. “Guccini: «Giusto lottare per la verità ma non la sapremo mai»”. La Repubblica, 3 de agosto

    de 2015. https://www.repubblica.it/cronaca/2015/08/03/news/guccini_giusto_lottare_per_la_verita_ma_non_la_sapremo_mai_-

    120377490/

    http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/molteniblog/pasolini-altra-vittima-della-strage-di-bologna-i-mandanti/http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/molteniblog/pasolini-altra-vittima-della-strage-di-bologna-i-mandanti/https://www.repubblica.it/cronaca/2015/08/03/news/guccini_giusto_lottare_per_la_verita_ma_non_la_sapremo_mai_-120377490/https://www.repubblica.it/cronaca/2015/08/03/news/guccini_giusto_lottare_per_la_verita_ma_non_la_sapremo_mai_-120377490/

  • 11

    Pasolini se reveló extraordinariamente incómodo para el desarrollo de un oscuro

    proyecto bien definido que él había tempranamente vislumbrado y amenazaba con hacer

    público, como ya advertía en su artículo “¿Qué es este «golpe»? Yo sé”, preludio de su

    novela Petróleo, donde describe un brutal atentado en una estación —en la ficción, la de

    Turín—, responsable del fallecimiento de un centenar de personas, enmarcándolo en un

    contexto político concreto con el que también relacionará la muerte —nada accidental—

    del Presidente del ENI, Enrico Mattei, encargada a la mafia por las compañías

    descontentas con su forma de dirigir el ente, y de cuyos detalles le habría informado su

    amigo Mauro de Mauro, periodista que también sería asesinado a causa de cuanto sabía

    sobre la trama.

    De hecho, no solo algunos escritores y periodistas —bastantes, a decir verdad—

    han concedido credibilidad a esta hipótesis: el propio juez Vincenzo Calia la estimó lo

    suficientemente sólida, avalada por pistas elocuentes ofrecidas en el texto —incluyendo

    el capítulo desaparecido— que permitían considerar Petróleo una fuente esencial de

    información, y concluyó que Pasolini había sido asesinado por la misma persona que se

    había deshecho de Mattei, sobre cuyo caso él había indagado17. Es de suponer que el

    mismo responsable intelectual se encontrase también detrás de las muertes del periodista

    De Mauro, secuestrado el 16 de septiembre de 1970 —mientras recogía información sobre

    el asunto Mattei por encargo del cineasta Francesco Rosi, que proyectaba rodar la película

    El Caso Mattei, estrenada en 1972— y hecho desaparecer, y del fiscal Scaglione,

    asesinado por la mafia en las calles de Palermo el 5 de mayo de 1971, después de que

    hubiese revelado al periodista información demasiado comprometida sobre la muerte del

    empresario.

    En Petróleo, intuimos que la lucha de ficción —en la que se entrelazan economía

    y poder— por ese codiciado combustible que enfrenta a Fanfani —alias Troya, un

    apellido bien significativo18— y Monti, es decir a privado y público, es un fiel reflejo del

    enfrentamiento real entre Cefis y Andreotti. Y que la necesaria supresión del predecesor

    de Fanfani/Cefis en la presidencia del ENI por fuerza ha de haberse inspirado en la muerte

    17 M. S. Palieri. “D’Elia: «Quel che so del delitto Pasolini»”. L’Unità, 9 de agosto de 2005. Accesible en

    http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/dibattito/la-matrice-politica-del-delitto-ppp-secondo-

    gianni-delia-2005/. 18 Troya, variante poco usual del apellido Troia que se conoce en Piemonte, Lombardia y Lazio, claramente

    evoca la denominación vulgar por la que se conoce a las prostitutas, y que equivaldría al castellano “puta”

    o “zorra”; pero que, además de ser una injuria, también se emplea, en la expresión figlio di troia, en sentido

    figurado para referirse, en tono jocoso, a alguien muy astuto del que se quiere reconocer su habilidad.

    http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/dibattito/la-matrice-politica-del-delitto-ppp-secondo-gianni-delia-2005/http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/dibattito/la-matrice-politica-del-delitto-ppp-secondo-gianni-delia-2005/

  • 12

    de Mattei, que en efecto habría sido víctima de un atentado, como siempre se ha

    sospechado y como el juez Vincenzo Calia —que en 2017 publicó un libro sobre el caso—

    probó a pesar de tener que archivar la causa, tras diez años de investigaciones, en el

    Tribunal de Pavía en febrero de 2003.

    Porque Mattei, el empresario democristiano, pretendía, enfrentándose al poder y

    a la mafia, como parte de un su proyecto estatalizador e incluso anticapitalista —cercano

    al socialismo y contrario a los grupos financieros y monopolistas tradicionales—,

    desvincular la empresa nacional de hidrocarburos italiana de las grandes multinacionales

    del petróleo norteamericanas y adjudicar generosas concesiones a países del tercer

    mundo.

    Lo que Pasolini narra en Petróleo es el paso —violento— del ENI de empresa

    nacional a multinacional, así como los contactos mantenidos por Cefis con los

    americanos, el dinero obtenido con el tráfico de armas y demás porquería que se había

    mantenido convenientemente oculta.

    Por otro lado, Calia, durante sus pesquisas, dio con documentos secretos del

    SISMI (Servicio Italiano para la Información y la Seguridad Militar) y del SISDe

    (Servicio Italiano para la Información y la Seguridad Democrática) que revelarían la

    paternidad respecto a la P2 de Cefis, que después, amenazado por el escándalo del

    petróleo entre 1982 y 1983, decidiría, por prudencia, dejar la organización en manos de

    Gelli y Ortolani. Gelli, por su parte, fue condenado, junto a miembros del servicio secreto,

    por manipular pruebas y entorpecer las investigaciones sobre el atentado de Bolonia. Una

    masacre en la que, curiosamente, también se vio envuelta la Banda della Magliana, que

    efectivamente colaboró con la P2 y los servicios secretos en la estrategia del despiste. De

    hecho, en el juicio por el atentado de Bolonia, decisiva para la condena de los únicos

    acusados, neofascistas, fue la declaración del delincuente común Massimo Sparti,

    vinculado a la Banda della Magliana, militante de extrema derecha y antiguo

    simpatizante del grupo terrorista Orden Nuevo.

    Pasolini estaba tras la pista de esa recién creada P2, a la que, según algunas

    hipótesis, se refiere el capítulo de la novela desaparecido y cuyo robo de la casa del

    escritor su secretaria denunció pocos días después del asesinato, para retractarse

    posteriormente. Ese capítulo, titulado precisamente “Luces sobre la ENI”, sigue rodeado

  • 13

    de misterio, aunque de su existencia podemos estar seguros porque se alude a él dentro

    de la propia obra: “por lo que respecta a las empresas antifascistas, intachables y

    respetables, a pesar de su naturaleza mixta, de la formación partisana guiada por

    Bonocore, he hecho alusión a ellas en el capítulo titulado «Luces sobre la ENI», y a ese

    reenvío a quien quisiese refrescar su memoria”. De hecho, hace casi diez años, el senador

    Marcello Dell'Utri, socio de Berlusconi acusado de colaboración con la mafia y notorio

    bibliófilo, dijo haberlo encontrado en la Feria del Libro de Milán19, aunque lo desmintió

    después.

    Por tanto, Pasolini parecía haber descubierto muchas de esas intrigas aún hoy bien

    guardadas y protegidas por el oportuno secreto de Estado —que oculta cuanto acontecido

    de 1947 a nuestros días, negando la información al ciudadano, y que tan útil resulta a

    ciertos políticos, empresarios y demás implicados—, y pretendía darlas a conocer a través

    de su novela. Por eso, dados los métodos empleados por quienes se sentían amenazados,

    no parecería raro que esa ala corrompida de los servicios secretos, a las órdenes de un

    poder superior no menos corrupto, se hubiese ocupado de tenderle una emboscada,

    encomendada en la práctica, seguramente, a sus siervos, delincuentes comunes afines a

    la extrema derecha: el tipo de personaje por el que Pasolini siempre manifestó

    conmiseración y con el que tan a menudo pobló sus textos.

    En 2016, después de que se publicase que Democracia Cristiana había pagado a

    Pelosi, Paolo Bolognesi20, diputado independiente del Partido Demócrata y presidente de

    la Asociación “2 agosto 1980”, que representa a los familiares de las víctimas del atentado

    de Bolonia, en una entrevista del 31 de octubre de 2016, reconocía su optimismo respecto

    a la definitiva resolución del caso Pasolini, que esperaba más cercana.

    El político se mostraba firmemente convencido de que los trágicos sucesos de

    Piazza Fontana, Brescia, Bolonia y tantos otros del reciente pasado de Italia, así como los

    asesinatos de Pasolini y Moro, fueron, todos ellos, piezas en el engranaje de la “estrategia

    19 M. Mora. “Un senador italiano anuncia el hallazgo de un inédito de Pasolini”. El País, 2 de marzo de

    2010. https://elpais.com/cultura/2010/03/02/actualidad/1267484407_850215.html. 20D. Grieco. “Tutte le macchinazioni che Pasolini aveva previsto. David Grieco intervista Paolo Bolognesi”.

    Globalist, 31 de octubre de 2016. https://www.globalist.it/culture/2016/10/31/tutte-le-macchinazioni-che-

    pasolini-aveva-previsto-207524.html.

    https://elpais.com/cultura/2010/03/02/actualidad/1267484407_850215.htmlhttps://www.globalist.it/culture/2016/10/31/tutte-le-macchinazioni-che-pasolini-aveva-previsto-207524.htmlhttps://www.globalist.it/culture/2016/10/31/tutte-le-macchinazioni-che-pasolini-aveva-previsto-207524.html

  • 14

    de la tensión”, de la cual, para su desgracia, el escritor, como dejaba entrever en su artículo

    “¿Qué es este «golpe»? Yo sé”, habría descubierto el mecanismo.

    Pasolini escandalizó en muchos sentidos y de diversos modos. Sin embargo, aun

    viviendo en una sociedad mayoritariamente puritana, seguramente no son las licencias

    que se concede respecto al sexo —tanto en su vida privada como en sus películas— lo

    que explica su trágico fin; sino la libertad de expresión a la que nunca renunció y su

    denuncia en el ámbito político. En definitiva, sufrió persecución por demasiado sincero.

    Y esa sinceridad lo condujo a la muerte.

    Se había ganado demasiados enemigos. Le faltaba docilidad, no supo ni quiso

    convertirse en animal doméstico. Jamás calló ante lo que consideraba injusto.

    Resultaba incómodo para la Iglesia, a quien acusaba de faltar a su deber con los

    pobres y desvalidos, y para Democracia Cristiana, de quien denunciaba públicamente su

    corrupción. No obstante, Pasolini, aun siendo comunista, incordiaba incluso al PCI, de

    quien criticaba su cerril y estéril ortodoxia, así como su falta de compromiso firme y real

    con el subproletariado. El crimen que reprocha al marxismo oficial y al catolicismo —a

    quienes él denomina “las dos iglesias”— es, en definitiva, el mismo: el de no comprender

    la cultura de las bases proletarias y campesinas, a quienes él desea dar voz con su poesía,

    su narrativa, sus artículos periodísticos y, sobre todo, sus películas.

    Preocupado siempre por los más vulnerables, en Pasolini subyace, en todo

    momento, una intención didáctica y una natural vocación por la pedagogía. Él no solo

    quiere dar voz al pueblo y defenderlo, sino que además pretende dotarlo de instrumentos,

    despertarlo para que él mismo aprenda a velar por sus propios intereses. Lejos del

    adoctrinamiento de cualquier signo, lo que el escritor persigue como fin último, como

    supremo bien que ha de ser restituido a sus legítimos propietarios, es la libertad de

    pensamiento. Inevitablemente, su proyecto había de entrar en colisión con numerosos

    intereses.

    En efecto, con el fin de los sesenta, Pasolini llega a la conclusión de que el

    neocapitalismo por fuerza frustrará la revolución: sus esperanzas no eran más que

    espejismos, pues el sistema anula toda capacidad de reacción. La revolución de los

    desheredados es una utopía que no tiene cabida en la Italia contemporánea. Porque, como

    digno heredero de Gramsci —una de cuyas principales aportaciones consiste en haber

    señalado, por encima de la prosaica economía, a la cultura como instrumento esencial de

  • 15

    la dominación aplicada por las sociedades estatales modernas, desarrollando el concepto

    de hegemonía cultural—, Pasolini sabe que nada cambiará bajo la educación burguesa,

    nada cambiará por mano de jóvenes adoctrinados desde la cuna y que ni siquiera son

    conscientes de la manipulación a la que se ven sometidos.

    Pasolini sabe que el control social más insidioso es el ejercido mediante la cultura,

    por encima del impuesto mediante la propia economía, contra el que es más fácil

    reaccionar y luchar por tratarse una amenaza inmediata y evidente. Por tanto, nada

    cambiará hasta que la clase obrera sea capaz de ejercer su propia hegemonía sobre la

    sociedad civil, conquistando y conservando el dominio mediante la elaboración de una

    nueva cultura, lo que exigirá una radical reforma intelectual y moral por la que nadie

    parece estar luchando en el país.

    Como advertía Gramsci, el proceso exige una voluntad social colectiva —que es

    la que en realidad moldea los factores económicos, y no viceversa—, de la que Italia

    parece carente. La sociedad civil es la clave, y en Italia la sociedad civil parece

    plácidamente dormida, arrullada por las nanas que canta un Estado traidor. De ahí sus

    feroces críticas contra una educación basada en el adoctrinamiento —en la que han

    crecido los muchachos que pretenden estar haciendo la revolución— y contra unos

    medios de comunicación y entretenimiento que embrutecen y envilecen al ciudadano,

    privándolo de una vida espiritual e intelectual que ya ni siquiera echa en falta21.

    Pero en este noble proyecto, los intelectuales también han fallado, porque a ellos

    correspondía ponerse al frente de la educación, de los cargos directivos y organizativos,

    constituyendo un ente orgánico con el proletariado, en lugar de convertirse en serviles

    pregoneros de intereses contrarios o de tolerar la injusticia en silencio.

    Así, en Pajaritos y pajarracos, Pasolini retrata a ciertos intelectuales —o

    pseudointelectuales—, esos que solo aciertan a hacerse los interesantes en la decadente

    fiesta que se celebra en casa del terrateniente con quien Totò, campesino con dieciocho

    hijos a cargo, pretende negociar una moratoria en el pago de su deuda —motivo por el

    cual ha emprendido el viaje objeto de la película junto a Ninetto—, como una élite ociosa,

    21 Sobre su advertencia acerca del lenguaje empleado como herramienta coercitiva del poder —unos

    postulados en los que se percibe la aportación de Gramsci—, por ejemplo, desde medios como la televisión

    —aunque no solo, pues a menudo los escritores e intelectuales en general se autocensuran adhiriendo a

    modelos impuestos para cumplir con los requisitos exigidos—, se recomienda el artículo F. Virga. “Lingua

    e potere in Pier Paolo Pasolini”. Quaderns d’Italià 16, 2011 pp. 175-196.

  • 16

    ridícula y estéril, aquejada de afectación, pedantería y superficialidad. Es decir,

    básicamente, como parásitos de la sociedad.

    Por eso, Pasolini alerta de que la “revolución” —las manifestaciones, atentados y

    violencia que han tomado las calles— la están haciendo los burgueses, y el fin no es

    rescatar a los proletarios —a los que en realidad el terrorismo a menudo instrumentaliza—

    , sino asegurarse su propia posición o más bien aspirar al estatus de los más privilegiados.

    Pasolini ha descubierto la verdadera naturaleza del falaz juego:

    El aumento de la clase de los trabajadores intelectuales dependientes no consigue

    concretarse bajo la forma de técnicos que se colocan en las posiciones productivas

    cruciales, asegurando su desarrollo […]

    La gran masa de los hijos de la pequeña burguesía independiente, que se hacina en la

    universidad, en un determinado momento comprende que había actuado para convertirse

    en élite, o por lo menos para seguir siendo clase media, y sin embargo tiene ante sí el

    fantasma de la desocupación intelectual y de la exclusión social. Es en este escenario en el

    que madura la revuelta-tragedia de 1968. En el intento por definir el propio espacio como

    clase, esta clase en decadencia intentará identificarse con el proletariado industrial. Aquí

    reside la diferencia fundamental entre la situación italiana y la norteamericana, la alemana

    o la francesa. No es el proletariado el que intenta convertirse en clase media, sino esta

    última, amenazada, la que se aferra al proletariado y lo apoya en su revuelta22.

    Es esa situación la que denuncia en su poema “La ortodoxia”, parte de

    Transhumanar y organizar, donde se describe con toda crudeza como la “revolución” —

    que por otro lado pasará cual aguacero de primavera— ignora voluntariamente a los más

    desfavorecidos —encarnados en la mendiga moribunda que inútilmente espera, bajo la

    lluvia, compasión a las puestas de la Iglesia—, pues en realidad nunca han sido su

    verdadero objetivo. Porque los fieles de esa nueva “iglesia” solo saben defender la

    ortodoxia, consignas vacías, pero desconocen la caridad:

    Aquí estoy, apenas resguardada del agua

    y pido limosna a los fieles;

    22 F. Alberoni. “Crisi di identità della gente borghese”. Corriere della Sera, 17 de octubre de 1975.

  • 17

    pero hasta ahora solo uno entró en la Iglesia

    a rezar. Los demás vienen a visitarla

    y un estudiante alemán lleva una hora parado ante mí,

    esperando a que escampe, lleno de paciencia.

    Vino a ver lo que supieron hacer

    sus buenos padres, y esta fría lluvia

    es lluvia de primavera.

    Cuando esta Iglesia quede totalmente vacía,

    ¿quién seré yo?

    Lo que se había ofrecido a los jóvenes era un espejismo. Y se les había ofrecido

    precisamente a cambio de la violencia y ejerciendo, al mismo tiempo, la violencia sobre

    ellos, que sacrificaban su libertad con una alegría y convicción fruto de la inconsciencia.

    Pasolini lo recalca en su poema “Manifestar (apuntes)”, escrito el 19 de abril de 1970 y

    presente en Transhumanar y organizar:

    Manifestar significar con palabras no se podría

    pero con aullidos sí

    y también con pancartas, o canciones.

    Vinieron para rehacer el mundo

    y, manifestando, se declararon a la altura.

    La fuerza está en la virilidad, como en otros tiempos;

    pero la amabilidad se ha perdido.

    Cualquier cosa que se manifieste

    lo único que se manifiesta es la fuerza,

    aunque solo sea la fuerza de los destinados a la derrota.

    Todo lo que no se puede significar con palabras

    no es más que pura y simple fuerza—

    ¡Pero cuánta inocencia en no saber esto!

    ¡Qué jóvenes hay que ser para creerlo!

    [...]

    y los valores, precisamente, son sentidos sobre todo por los simples;

  • 18

    por los jóvenes

    (solo en ellos, precisamente, la obediencia es gracia).

    Es con sus filas con las que los Jefes cuentan para seguir adelante,

    con sus limpias, inocentes filas—

    Sencillez y juventud, formas de la naturaleza,

    en vosotras la libertad es renegada

    a través de una serie infinita de deberes,

    limpios, inocentes deberes, a los que, manifestando,

    se grita con aire amenazador obediencia,

    que los sencillos y los jóvenes son fuertes

    y aún no saben que no pueden tolerar la libertad.

    Como se puede observar, Pasolini —que en su faceta de escritor se expresa con tal

    vehemencia que llega a propugnar una respuesta violenta ante la opresión, algo que hemos

    de entender como un mero recurso expresivo23— reprueba el extremismo tanto de

    derechas como de izquierdas, censurando a los activistas que hacen uso de la violencia

    callejera sean del signo político que sean.

    ¿Por qué la esperanza en el potencial revolucionario de los campesinos del tercer mundo

    es ahora un error? Porque ya no se contempla en perspectiva revolucionaria. En efecto, los

    estudiantes son burgueses. Querrían exorcizar el mundo campesino pobre y preindustrial,

    evocarlo como una entidad metahistórica, ponérselo delante como una guía apocalíptica.

    ¿Para hacer la revolución? No, para hacer una guerra civil (Siciliano, Vita di Pasolini, 411).

    De hecho, Pasolini sostiene que existe también el “fascismo de izquierdas”,

    animado por una fidelidad ciega y violenta —responsable, en último término, del

    23 Como, de alguna forma, él mismo deja claro en el elocuente poema “Panagulis”:

    Tebas venció, y en el poder sigue quien ya estaba.

    Somos impotentes, es cierto. Pero las palabras aún valen algo.

    Si tú mueres, nosotros mataremos. Elegiremos una víctima sacrificial,

    que no quiere morir, pues conoce la dulzura de antes de la revolución.

    No nos limitaremos a los ayunos, como Danilo Dolci.

    Atrás quedaron los tiempos de los vivacs con los muertos, o de los ayunos.

    Si no en los hechos, al menos en las intenciones, es la hora de la violencia.

    De la violencia, añado, sin esperanza, árida, impaciente.

  • 19

    terrorismo— cuyo origen, el 28 de septiembre de 1968, había expuesto en Il Caos, su

    espacio en el semanario Tempo: “cuantos católicos, convirtiéndose al comunismo,

    aportan la Fe y la Esperanza, pero descuidan, sin ni siquiera darse cuenta, la Caridad. Es

    así como nace el fascismo de izquierdas”.

    Y por declaraciones como estas, por sostener que quienes pretende estar haciendo

    la “revolución” en realidad, aun con su mejor intención y sin ser conscientes de ello, le

    están siguiendo el juego al poder, perpetuándolo en su trono, Pasolini es tachado de

    ambiguo. Se le reprochan sus contradicciones, que a menudo son solo aparentes y otras

    veces, simplemente fruto de una normal evolución o de una reflexión más profunda.

    Porque el pensamiento está en perpetuo movimiento, y rectificar es de sabios. Aunque

    esto, obviamente, únicamente los sabios pueden entenderlo.

    El escritor concluye que el objetivo de los movimientos que recorren la convulsa

    Italia no es la equidad, sino todo lo contrario. La “revolución” está guiada por el poder,

    que, mediante ese teatrillo, mediante esa violencia ejercida a través de sus secuaces —al

    mismo tiempo también víctimas—, fingiendo un cambio, consigue subsistir e incluso

    fortalecerse.

    Entre tanto, nadie combate al verdadero enemigo: el brutal consumismo, la

    ingenuidad o la insensatez de los jóvenes, el dogmatismo y la intolerancia de los

    comunistas, el oportunismo y la hipocresía del corrupto gobierno democristiano… Todas,

    amenazas que Pasolini se dedica a denunciar, en 1973, desde sus polémicos artículos para

    el Corriere della Sera.

    En consecuencia, una amarga reflexión implícita, y a veces también explícita,

    recorre varios de sus poemas —“Comicio”, “Panagulis”, “Las cenizas de Gramsci” y

    tantos otros—: ¿es acaso por toda esa podredumbre en la que se ahoga Italia —obra de la

    Democracia Cristiana, pero consentida por el PCI, que alienta una “revolución” en

    realidad burguesa— por lo que sacrificaron sus vidas su hermano Guido —partisano—,

    Panagulis o el propio Gramsci, hombres honestos que fueron abandonados —cuando no

    abominablemente traicionados— por sus propios camaradas24?

    24 Su hermano, víctima de la matanza de Porzus, sacrificado por otros partisanos tras negarse a ceder

    territorios italianos a Tito; Panagulis, fallecido en un oportuno accidente justo cuando iba a hacer públicos

    documentos que demostraban la complicidad entre el viejo régimen de los Coroneles y el nuevo orden

    democrático —un caso que en cierto modo nos recuerda al del propio Pasolini, que precisamente escribió

    la introducción para su colección de poemas publicados en Milán tras la liberación y exilio de Grecia, Vi

  • 20

    En buena medida, el hombre de acción —el que quería lanzar su cuerpo a la lucha—

    se siente inútil. Pasolini duda de la utilidad de su compromiso, de su propia actividad

    literaria. No obstante, no puede renunciar definitivamente a su labor social, incluso si ya

    no se siente escuchado. Declara, en 1971, al aparecer Transhumanar y organizar, durante

    una entrevista:

    Es ya una ilusión escribir poesía, y sin embargo sigo escribiéndola. Incluso cuando para

    mí la poesía ya no es aquel maravilloso mito clásico que exaltó mi adolescencia […]. Ya

    no creo en la dialéctica ni en la contradicción, sino en la pura oposición […]. Sin embargo,

    me siento cada día más fascinado por la alianza ejemplar que se verifica en los santos, como

    San Pablo, entre vida activa y vida contemplativa25.

    Una existencia contemplativa que él se imaginaba en Viterbo, no muy lejos de

    Bomarzo, en su torre de Chia —de la que se había enamorado mientras rodaba El

    Evangelio según Mateo, y que finalmente consiguió comprar en noviembre de 1970—,

    donde proyectaba el retiro definitivo. Pero donde —de nuevo sus contradicciones— el

    verano de 1972 estuvo escribiendo Petróleo, su novela póstuma e inconclusa, la que,

    según algunas teorías conspiratorias quizá en absoluto descabelladas, había de costarle la

    vida.

    A finales de 1974 —justo una semana después de que se incriminase al SISMI en

    el golpe de Estado fallido conocido como “golpe Borghese”, organizado entre el 7 y el 8

    de diciembre de 1970 por Junio Valerio Borghese, fundador del Frente Nacional—,

    Pasolini decía conocer la autoría de los terribles atentados de Milán, Brescia y Bolonia,

    aunque la acusación parecía vaga:

    scrivo da un carcere in Grecia (Os escribo desde una prisión en Grecia), pues Panagulis había sido

    encarcelado y torturado por la Junta—, y Gramsci, cuyo rico legado teórico, el que le costó la vida en las

    prisiones de Mussolini —que concede la libertad condicional solo cuando ya, dado su precario estado de

    salud, es demasiado tarde—, ha sido traicionado por el Partido, más interesado en una visión simplista de

    la lucha de clases. De alguna forma, también Pasolini, como antes Panagulis —cuya muerte, víctima

    sacrificial de las intrigas políticas, había honrado con el homónimo poema, incluido en Transhumanar y

    organizar, en el que se denuncia la ignominia del verdugo y también de quienes callan para beneficiarse—

    , se convertiría, años más tarde, a su vez, en ofrenda de carne y sangre para acallar las ansias de venganza

    de los intereses corruptos. 25 J. M. Gardair. “Entretien avec Pier Paolo Pasolini”. Le Monde, 26 de febrero de 1971.

  • 21

    Yo sé los nombres.

    Yo sé los nombres de los responsables de lo que se conoce como “golpe” (y que en realidad

    es una serie de “golpes” instaurados como sistema para proteger al poder).

    Yo sé los nombres de los responsables de la matanza de Milán del 12 de diciembre de 1969.

    Yo sé los nombres de los responsables de las matanzas de Brescia y Bolonia en los primeros

    meses de 1974.

    [...]

    Yo sé el nombre de la “cúpula” que ha manipulado tanto a los viejos fascistas que traman

    golpes como a los neofascistas autores materiales de los primeros atentados, sea finalmente

    a los “desconocidos” autores materiales de los atentados más recientes.

    Yo sé los nombres de los que han gestado las distintas y más bien opuestas fases de la

    tensión: una primera fase anticomunista (Milán, 1969) y una segunda fase antifascista

    (Brescia y Bolonia, 1974).

    Yo sé los nombres del grupo de poderosos que, con la ayuda de la CIA (y en segundo

    término de los coroneles griegos y de la mafia), urdieron primero (aunque fracasando

    miserablemente) una cruzada anticomunista, para bloquear 1968 y, a continuación, siempre

    con la ayuda y la inspiración de la CIA, se recompusieron una virginidad antifascista, para

    taponar el desastre del referéndum.

    Yo sé los nombres de aquellos que, entre una misa y otra, dieron instrucciones y aseguraron

    la protección política a viejos generales (para mantener en pie, por si acaso, la organización

    de un potencial golpe de Estado), a jóvenes neofascistas, o más bien neonazis (para crear

    concretamente la tensión anticomunista) y, finalmente, a criminales comunes, hasta este

    momento, y quizás para siempre, sin nombre (para crear la sucesiva tensión fascista).

    […]

    Yo sé los nombres de las personas serias e importantes que están detrás de los trágicos

    muchachos que han escogido las suicidas atrocidades fascistas y de los malhechores

    comunes, sicilianos o no, que se han puesto a disposición como asesinos o sicarios.

    Yo sé todos estos nombres y conozco todos los hechos (atentados a las instituciones y

    matanzas) de los que son culpables.

    Yo sé. Pero no tengo pruebas. Ni tan siquiera indicios.

  • 22

    Yo sé porque soy un intelectual, un escritor que intenta estar al corriente de todo lo que

    sucede, conocer todo lo que se escribe, imaginar todo lo que no se sabe o se calla; que

    conecta hechos lejanos, que une piezas desorganizadas y fragmentarias de un entero cuadro

    político, que restablece la lógica allí donde parece reinar la arbitrariedad, la locura y el

    misterio.

    [...]

    Me parece difícil que mi “proyecto de novela” esté equivocado, que no guarde relación con

    la realidad y que sus referencias a hechos y personas reales sean inexactas. Creo, además,

    que muchos otros intelectuales y novelistas saben lo que yo sé en cuanto intelectuales y

    novelistas. Porque la reconstrucción de la verdad a propósito de los que ha sucedido en

    Italia después de 1968 no es muy difícil.

    [...]

    Probablemente los periodistas y los políticos tienen también pruebas o, por lo menos,

    indicios.

    Entonces, el problema es este: los periodistas y los políticos, aun teniendo pruebas y sin

    duda indicios, no dan nombres.

    ¿A quién compete, pues, dar estos nombres? Evidentemente, a quien no solamente posea

    el coraje necesario, sino que, además, no esté comprometido en la práctica con el poder y

    tampoco tenga, por definición, nada que perder: es decir, un intelectual.

    Un intelectual podría, por tanto, dar públicamente los nombres; pero él no tiene ni las

    pruebas ni los indicios26.

    No obstante, no mucho después, Pasolini lanzaba acusaciones muy concretas

    cuando, en su artículo “Habría que procesar a los jerarcas de la Democracia Cristiana”,

    denunciaba la necesidad de procesar al gobierno, al que imputaba:

    Desprecio por los ciudadanos, manipulación del dinero público, chanchullos con los

    petroleros, con los industriales, con los banqueros, connivencia con la mafia, traición en

    favor de una nación extranjera, colaboración con la CIA, uso ilícito de organismos como

    el SID [Servizio Informazioni Difesa], responsabilidad en las masacres de Milán, Brescia y

    26 P. P. Pasolini. “Cos’è questo «golpe»? Io so”. Corriere della Sera, 14 de noviembre de 1974.

  • 23

    Bolonia (al menos en cuanto culpables de incapacidad para castigar a los ejecutores),

    destrucción paisajística y urbanística de Italia, responsabilidad en la degradación

    antropológica de los italianos […], responsabilidad respecto a la condición espantosa de

    las escuelas, los hospitales y de las más básicas obras públicas, responsabilidad por el

    abandono “salvaje” del campo, responsabilidad en la explosión “salvaje” de la cultura de

    masas y de los mass media, responsabilidad por la estupidez delictiva de la televisión,

    responsabilidad por la decadencia de la Iglesia y, por último, además de todo lo anterior,

    quizá, reparto borbónico de cargos públicos aduladores.

    Algunas de estas ideas se desarrollan también bajo una forma narrativa en su novela

    inconclusa Petróleo, avalando la sospecha de que esta obra da testimonio sobre la

    verdadera causa de su muerte:

    Entre los hombres cultos no hubo ni siquiera uno que tuviese el valor de levantar la voz

    para protestar. El peligro de la impopularidad daba más miedo que el viejo peligro de la

    verdad. En realidad, también la cultura especializada era digna de su tiempo: su

    organización interna se había vuelto definitivamente pragmática […]. La mala fe se había

    institucionalizado como parte del modo de ser cultos o incluso poetas. Las “facciones”

    hacían del “poder literario” su fin declarado o directo, no solo sin pudor, sino incluso

    desempeñando al tiempo una función moralizante, terrorista y extorsionadora […]. La

    única realidad que palpitaba con el ritmo y la energía de la verdad era la de la producción,

    la de la defensa de la moneda, la del mantenimiento de las instituciones esenciales para el

    nuevo poder, que ciertamente no eran ni las escuelas ni los hospitales.

    Los ejemplos son muchos y terribles, pero al margen de los numerosos incidentes

    violentos concretos, o más bien paralelamente a ellos, el 27 de enero de 1975 había

    comenzado el proceso de Catanzaro por el atentado de Piazza Fontana de Milán —

    acontecido el 12 de diciembre de 1969—, atribuido en principio al ámbito anarquista,

  • 24

    aunque más tarde27 pareció ser responsabilidad de la organización neofascista Ordine

    Nuovo28 o, en cualquier caso, de la extrema derecha.

    El atentado de Piazza Fontana de Milán había contribuido al nacimiento de las

    Brigadas Rojas, pero sobre todo había supuesto el exordio para los denominados “años

    de plomo”, que dominarían la década de los setenta. En el marco de la Operación Gladio

    de la OTAN, la Democracia Cristiana en el gobierno, mediante una rama de los servicios

    secretos italianos que actuaba en colaboración con la CIA norteamericana29, sirviéndose

    de grupos neofascistas que actuaban haciéndose pasar por anarquistas para incriminar a

    la izquierda del país, pretendía crear un clima de terror en las calles —la denominada

    “estrategia de la tensión”— para frenar así el ascenso político de los partidos de la

    oposición. Incluso, eventualmente, para facilitar la llegada al poder de un régimen

    dictatorial. Porque a río revuelto, ganancia de pescadores. Siempre ha sido así.

    Actualmente un buen ejemplo lo ofrece el temor y rechazo que genera la violencia

    yihadista, de los cuales se benefician movimientos extremistas de signo opuesto,

    avivando la islamofobia, el racismo y la xenofobia en general.

    Se había abierto la veda y la espiral de violencia parecía no tener fin. El 28 de

    mayo de 1974, en Brescia, una bomba es responsable del atentado de Piazza della Loggia,

    que también parece obra del entorno neofascista. En agosto del mismo año, la explosión

    en el tren Italicus…

    27 Tras ochenta detenciones y la muerte en extrañas circunstancias del principal sospechoso, Giuseppe

    Pinelli, trabajador ferroviario anarquista que falleció al caer —según algunos de los contradictorios relatos

    policiales, al arrojarse con intenciones suicidas— durante un interrogatorio por una ventana de la comisaría

    en la cual estaba detenido. El hecho, años más tarde, inspiró a Dario Fo para escribir Muerte accidental de

    un anarquista. 28 Que recibía regularmente financiación de manos de un funcionario de prensa de la embajada de los

    Estados Unidos en Italia (“US supported anti-left terror in Italy”. The Guardian, 24 de junio de 2000). 29 Un informe parlamentario de 2000, llevado a cabo por la coalición de centroizquierda El Olivo, en el

    gobierno, sostenía que en su día los servicios de inteligencia de los EE.UU. estaban al corriente de ataques

    terroristas que la ultraderecha planeaba cometer, como el de Piazza Fontana, pero no alertaron a las

    autoridades italianas. De hecho, ese mismo año, el propio Emilio Taviani, demócrata cristiano y cofundador

    de la oscura organización anticomunista de la OTAN Gladio, reconoció que la CIA suministró material a

    los terroristas y entorpeció las investigaciones que pretendían esclarecer los hechos. Taviani, por otro lado,

    ya había admitido ante los investigadores que el SID (Servizio Informazioni Difesa) y el servicio de

    inteligencia militar habían estado a punto de enviar un oficial a Milán para que abortase la operación,

    aunque finalmente se decidió llevarla a término para intentar culpar después a los anarquistas.

  • 25

    De alguna forma, la muerte de Pasolini fue una secuela más de esa estrategia del

    terror. Hay quienes, quizá con bastante razón, lo consideran, por ello, la última víctima

    de la masacre de Bolonia.

    Tras el atentado de Piazza Fontana, profundamente impresionado por la

    bestialidad de los hechos y por la desvergüenza con la que el gobierno está manejando la

    información o la desinformación, Pasolini escribe “Patmos”, poema incluido en

    Transhumanar y organizar en el que anuncia, como nuevo Juan, con un lenguaje propio

    de la revelación, el Apocalipsis que ya está en marcha. “Escribe, pues, las cosas que has

    visto, / las presentes y las que vendrán después de ellas: / Italia está en crisis, y la misma

    crisis que sufro yo / (inadaptabilidad a las nuevas operaciones bancarias) / la sufren a su

    bestial manera los fascistas”, previene. Pero, por otro lado, asqueado por la actitud del

    gobierno, tampoco se priva de declarar públicamente su respaldo a la izquierda, acusada

    con mentiras en plena estrategia del despiste: “como literato que hace literatura / declaro

    mi solidaridad con Potere Operaio / y con todos los demás grupúsculos de extrema

    izquierda. / Saragat no debió meterlos a todos en el mismo saco”.

    Porque el poeta tiene muy clara la autoría del atentado. Y, más allá señalar a los

    grupos de extrema derecha, culpa a los autores intelectuales, a los máximos responsables,

    en una lacónica acusación que tan hermética no parece: “solo un suicidio llevará a la pista

    del responsable de este llanto”. Si tenemos en cuenta que el propio autor aclara en nota

    que estos versos se escribieron antes del suicidio del anarquista Pirelli, la alusión al

    suicidio solo puede significar que, según Pasolini, para desentrañar la trama asesina que

    pretende desestabilizar el país, el gobierno —de tener dignidad— habría de hacerse el

    harakiri o clavarse su propio aguijón como el traidor escorpión que es. Es decir, habría de

    reconocer su participación en los hechos, renunciando así al poder. En definitiva, algo

    muy similar sostenía Leonardo Sciascia al asegurar que “si el Estado quisiera realmente

    luchar contra la mafia, tendría que suicidarse”.

    Pasolini parece muy seguro de que la intrigante Democracia Cristiana ha

    conspirado, como en efecto se demostró más tarde. Además, en último término, el

    gobierno, garante de un sistema capitalista que empobrece y deshumaniza, es responsable

    de la precariedad y desesperación en la que vive el ciudadano, empujado a veces en brazos

    de ideologías extremas:

  • 26

    Tú te suicidarás

    si tenías todo que ganar y nada que perder

    y, por tanto, no eres un fascista de izquierdas que, pobrecillo,

    con sus ideales extremistas ahora tan trágicamente frustrados,

    se ha convertido en un hermano querido, y quisiera abrazarlo fuerte;

    tú te matarás, fascista loco,

    y tu suicidio solo servirá para

    dar una desdichada pista a la policía.

    Una de las principales acusaciones que Pasolini dirige contra la Democracia

    Cristiana es su traición a los más básicos principios del humanismo. El partido en el

    gobierno, corrupto, erigiéndose en paladín del más feroz consumismo capitalista, origen

    del egoísmo que disgrega la sociedad, y demoliendo los verdaderos valores y

    tradiciones30, homologando a todos a derecha e izquierda —como defiende el autor en

    Pasión e ideología (1960)—, ha degradado el país conscientemente, convirtiéndolo en

    pocos años en “un pueblo degenerado, ridículo, monstruoso y criminal”31. Un pueblo que,

    30 Pasolini añora el mundo campesino preindustrial no por infundada nostalgia, sino porque aquel

    únicamente aspiraba a consumir los bienes necesarios. No obstante, su postura no siempre fue bien

    entendida y le acarreó ásperas críticas que lo tacharon de retrógrado, un ejemplo es la encendida disputa

    que mantuvo en los periódicos en el verano de 1974 con Italo Calvino, que lo acusaba de nutrir nostalgia

    por la “Italietta”. En una carta publicada en Paese sera (8/VII/1974), Pasolini decía no añorar la Italietta

    “pequeñoburguesa, fascista, democristiana, provinciana y a los márgenes de la historia, cuya cultura es un

    humanismo escolar formal y vulgar”, sino a “la gente pobre y auténtica que luchaba para derribar a aquel

    patrón sin volverse patrones”. En este contexto habría de entenderse la lectura que, en La ricotta, el

    personaje interpretado por Welles hace —tras una crítica descarnada contra el pueblo italiano—de un

    fragmento del poema “Yo soy una fuerza del pasado”, de Pasolini, donde se lamenta que los italianos hayan

    olvidado su pasado y tradiciones, en los que realmente residía su esencia, quedando así tan huérfanos y

    desorientados:

    Solo en la tradición está mi amor.

    Vengo de las ruinas, de las Iglesias,

    de los retablos, de los burgos

    olvidados en los Apeninos y los Pre Alpes,

    donde han vivido los hermanos.

    Vago por la Tuscolana como un loco,

    por la Apia como un perro sin dueño.

    O miro los crepúsculos, las mañanas

    sobre Roma, sobre la Ciociaria, sobre el mundo,

    como los primeros actos después la Posthistoria

    con la que subsisto, por privilegio de registro civil,

    desde el punto extremo de alguna edad

    sepultada. Monstruoso es quien nació

    de las entrañas de una mujer muerta.

    Y yo, feto adulto, vago

    más moderno que todo moderno

    en busca de los hermanos que ya no están. 31 P. P. Pasolini. “Il vuoto del potere in Italia”. Corriere della Sera, 1 de febrero de 1975. En La ricotta,

    cuando Orson Welles, encarnando al director de cine que está rodando una película sobre la Pasión, es

  • 27

    por otro lado, tolera la corrupción y la propicia con su silencio, con su actitud

    menefreghista, con su irresponsable indiferencia32.

    Pasolini se resiste a aceptar que la cuna del humanismo, la patria del Renacimiento,

    el lugar donde se alcanzó el más alto grado de prosperidad del hombre —que poco tiene

    que ver con la opulencia—, se haya convertido en una pocilga donde se revuelca el nuevo

    prohombre; en el mejor de los casos, en un establo donde rumia, ignorante, el italiano

    anónimo. Su batalla se libra contra un sistema artífice del mediocre hombre medio, de los

    oscuros hombres grises, una especie que se adueñó del ámbito político, que llegó para

    quedarse. Pues de esa clase el sistema, al tiempo, se retroalimenta: ellos se cuidan de

    perpetuar la aberración, asegurándose así sus mezquinos privilegios.

    El verano de 1975, Pasolini propone, como única solución posible para recuperar

    un marco democrático sano, un proceso judicial contra los dirigentes democristianos, algo

    que solo puede acabar con esos políticos en la cárcel33. De nuevo, Pasolini se convertía

    en profeta, aunque su vaticinio no habría de cumplirse, para vergüenza de Italia, hasta

    mucho tiempo después. Solo en septiembre de 2013, en Palermo, se juzgaría la

    responsabilidad del Estado en la muerte de dos jueces, Falcone y Borselino. En el

    interrogado por un periodista sobre sus impresiones de Italia, describe a sus habitantes como el pueblo más

    analfabeto y con la burguesía más ignorante de Europa. 32 Acusa, ya en 1951, el poeta en “El Apenino”, que abre Las cenizas de Gramsci:

    Y hacen de Italia su posesión

    con una risa dialectal, irónicos,

    que ni provincia ni ciudad lleva grabada,

    sino obseso cerro y barrio,

    si cada uno encerrado en el calor del sexo,

    su única medida, vive entre gente

    abandonada al más verdadero cinismo

    y a la más verdadera pasión; al violento

    negarse y al violento darse; en el misterio

    clara, porque pura y corrompida…

    Si cada uno sabe, experto, el ingenuo lenguaje

    de la incredulidad, de la insolencia,

    de la ironía en el dialecto más sabio

    y vicioso, cierra en la inconsciencia

    los parpados, se pierde en el pueblo

    cuyo clamor no es más que silencio. 33 P. P. Pasolini. “Bisognerebbe processare i gerarchi DC”. Il Mondo, 28 de agosto de 1975. Una vez más

    se intentó enfangar la reputación de Pasolini, ya muerto, cuando, tras el 16 de marzo de 1978, una parte de

    la prensa sugirió que esta propuesta suya habría podido inspirar el secuestro y asesinato de Aldo Moro. El

    absurdo respaldo para tan grave acusación fue el uso del término “juicio”, en un sentido macabramente

    metafórico, obviamente, en el comunicado de las Brigadas Rojas. La mala fe era manifiesta, pues Pasolini

    deja bien claro que se necesita un proceso regular con todas las garantías judiciales.

  • 28

    banquillo se sentaban capos de la mafia, un antiguo ministro del Interior y un exministro

    de Desarrollo, un senador cercano a Berlusconi, un general de las fuerzas especiales de

    los carabineros y dos miembros de los servicios secretos italianos, todos acusados de

    negociación secreta con la mafia34.

    En “Patmos”, Pasolini culpa a los políticos de que entre ellos y el país se abra un

    abismo que los primeros, con su superficialidad, con la indiferencia que muestran ante la

    tragedia que se vive en la calle, la de las personas comunes, con la vacuidad de su

    lenguaje35, se han encargado de excavar. Aunque también se advierte la reprobación

    contra unos intelectuales demasiado enfrascados en sus propios asuntos, poco

    sensibilizados con el problema de quienes sufren y quizá temerosos de manifestarse

    públicamente. Porque quienes tienen el arma de la palabra, quienes deberían dar voz al

    pueblo, habrían de condenar:

    Lloren sus familias; yo hablo como literato.

    Opongo al duelo un cierto manierismo.

    […]

    Cánones y tropos a disposición reemplazan a las conmociones.

    […]

    Quien está en el poder, además, tiene sus figuras,

    dentro de las cuales sustituye cómodamente el logos por la nada.

    Aunque, efectivamente, como se atrevió a declarar impúdicamente, la misma

    mañana en que se conocía el asesinato del poeta, el cínico e hipócrita36 Andreotti —que,

    ladino como siempre, se escudaba en la doble interpretación que consentían sus duras

    palabras, tan poco compasivas, tan poco cristianas—, Pasonili se había buscado su propia

    muerte37, el vital escritor estaba muy lejos de haberse suicidado persiguiendo el fin por

    34 Respecto a este proceso y, en general, sobre la relación entre Estado y mafia en Italia resulta

    especialmente ilustrativo el documental francés de 2017 Italia y la mafia, un pacto sangriento, dirigido por

    Cécile Allegra y Mario Amura. 35 En el poema “Transhumanar y organizar”, el que da nombre a la antología homónima, describe así el

    debate político: “Habla también un diputado democristiano de provincias. / Recomienda buenos modales.

    Por lo demás, ha aprendido / a decir todo con palabras: o sea, a no decir nada”. 36 Muy instructiva sobre el fariseísmo imperante en la Democracia Cristiana, que incluso sacrifica a Moro

    para sacar partido político de su asesinato, resulta la película Il divo, rodada en 2008 por Paolo Sorrentino,

    que retrata a un maquiavélico Andreotti, incapaz de remordimiento alguno. 37 Recordemos que Andreotti, tras la sentencia absolutoria en primera instancia, en 1999, fue condenado

    por la Corte de Apelación de Perugia, el 17 de noviembre de 2002, a veinticuatro años de prisión por haber

  • 29

    otra mano, como algunos manipuladores, interesados en librar de sus responsabilidades a

    quienes claramente las tuvieron, apelando a una seudopsicología de pacotilla, se han

    empeñado en repetir hasta la saciedad38.

    En una entrevista, el 31 de octubre de 197539, la víspera de su asesinato, le

    preguntaron cuál era su calificación profesional preferida, a lo que Pasolini respondió:

    “En mi pasaporte aparece escrito simplemente escritor”. Y por eso, por escribir, por

    escribir “simplemente” lo que otros no querían que fuese dicho, halló la muerte. Sus

    censores no dejaron cabos sueltos.

    instigado el asesinato del periodista Mino Pecorelli, muerto a manos de la mafia en 1979, después de haber

    anunciado que publicaría pruebas obtenidas a través de Aldo Moro de que Andreotti había cobrado

    comisiones ilegales. El Supremo, en octubre del 2003, sin embargo, lo absolvía. Respecto a la acusación

    de asociación mafiosa, el recurso ante el tribunal de Palermo prosperó en 2003, cuando se declaran

    prescritos los delitos anteriores a 1980 y se lo absuelve de los de los años sucesivos. El Supremo, después,

    a finales de 2004, dictó la absolución con fórmula plena. No obstante, algunos arrepentidos de la mafia

    reconocen un pacto entre el Estado italiano y la mafia siciliana, que, en 1992, ejecutó entre otros a los jueces

    Falcone y Borselino con la autorización del poder político —de hecho, durante el juicio de 2013 en Palermo,

    algunos testigos mafiosos señalan que las ordenes importantes se recibían directamente de Andreotti—, y

    no simplemente como venganza personal hacia ellos.

    Actualmente se considera probado que la mafia había respaldado a Democracia Cristina desde su

    propio nacimiento. El partido surge, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, para intentar frenar el

    previsible ascenso de la izquierda en las primeras elecciones libres italianas. Con él, la burguesía

    terrateniente pretende asegurarse el mantenimiento de sus privilegios sobre una masa campesina cada vez

    más fuerte y concienciada. En el plano internacional, los americanos, que temen al PCI, el más poderoso

    de Europa occidental, deciden apoyarlo. Al tiempo, la nueva formación política llega, ya muy

    tempranamente, a acuerdos con la mafia, que facilita votos a cambio de favores políticos y permisividad

    con los hechos delictivos, creándose así un corrupto régimen de clientelismo que durará hasta mediados de

    1992. Quienes se oponen a él mueren. Y ahí entra en juego la magistratura, que finalmente —a pesar de los

    infiltrados— se rebela con Falcone y un grupo de incorruptibles.

    Así, cuando, durante el denominado Macrojuicio, los políticos ya no son capaces de proteger a los

    capos, el pacto entre mafia y Estado se rompe, provocando el asesinato de algunos representantes

    democristianos. Ciertos jefes mafiosos, de hecho, avisan a Falcone de que está atacando a quienes le pagan.

    En efecto, presuntamente, al negarse este juez y su colega Borselino a aceptar el pacto del que el ministro

    del Interior les habría informado, firman su sentencia de muerte. Tras estos dos asesinatos, la mafia seguirá

    sembrando el terror mediante atentados para forzar al Estado, si quiere recuperar la paz en las calles, a

    renegociar los acuerdos. A través de los servicios secretos, se plantean exigencias —Il papello, que incluye

    la anulación del Macrojuicio y la reforma total de las leyes antimafia— a cambio del cese de la violencia. La mafia, como gesto de buena voluntad, entrega a Totò Riina y busca un nuevo líder más propenso al

    diálogo. No obstante, las negociaciones no llegan a buen puerto y, en consecuencia, la mafia decide dar un

    escarmiento a Andreotti, que no ha garantiza la impunidad, y que, en efecto, aun partiendo como favorito,

    no es reelegido en las elecciones de mayo de 1992. El líder de la Democracia Cristina desaparece del

    escenario político y al año siguiente es acusado formalmente. Su partido, que ha dominado el panorama

    político cinco décadas, se disuelve en junio de 1993. Recoge el testigo Berlusconi, magnate de la

    construcción y medios de comunicación, cuyos colaboradores se codean con los círculos mafiosos para

    asegurarse votos. Forza Italia arrasa en las elecciones de 1994 y los atentados cesan: la mafia había

    encontrado un nuevo interlocutor político con el que conviviría pacíficamente durante los siguientes trece

    años casi sin interrupción. 38 Una capciosa hipótesis que, por cierto, Siciliano, ofendido, se mostraba muy preocupado por rebatir

    (Siciliano, Vita di Pasolini, 474-475). 39 La última concedida para la televisión. A su regreso de Estocolmo, mientras promociona su nueva

    película Salò o los 120 días de Sodoma, hace escala en París para aparecer en el programa Dix de Der, de

    Antenne2. Curiosamente, esa entrevista permaneció inédita en Italia hasta el 12 de diciembre de 2005,

    cuando se estrenó en el Auditorio Parco della Musica de Roma.

  • Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 113, noviembre-diciembre 2020 · https://margencero.es/margencero/pasolini/ PÁGINA WEB de Salomé Guadalupe Ingelmo: · http://sites.google.com/site/salomeguadalupeingelmo/

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    https://margencero.es/aviso_legal.htm