Pasolini, victorioso en primavera Matar a un ruiseñor ... · Matar a un ruiseñor Salomé...
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Pasolini, victorioso en primavera1 Matar a un ruiseñor
Salomé Guadalupe Ingelmo
O mio caso, ti griderò agli ignoti:
non sarò più la faccia del prisma,
e la mia solitudine sarà
cantata. E se tra gli ascoltatori
pietosi del ragazzo che si perde
brillerà come un sole la menzogna,
vedrò tutto intero il mio destino,
e il prodigio... il Dovere… Sarò un morto.
Pasolini, L'Usignolo della Chiesa Cattolica
Pasolini, uno de los intelectuales más prolíficos y polifacéticos del siglo XX,
consciente de su talento, en buena medida eclipsado por las estériles y malintencionadas
diatribas sobre su vida privada, con las que se pretendía atacar al artista también en tanto
artista y hombre público, sabiendo que el tiempo pondría en su lugar a los bellacos,
revalorizaría su obra y acabaría dándole la razón, se expresa así en “Poesías mundanas”,
escrita en 1962 e incluida en Poesía en forma de rosa:
Cuando los años sesenta
estén perdidos como el mil
y el mío sea un esqueleto
sin ni siquiera nostalgia del mundo,
qué importará mi “vida privada”,
míseros esqueletos sin vida
ni privada ni pública, chantajistas,
¡qué contará! Contarán mis ternuras.
Seré yo, tras la muerte, en primavera,
1 En alusión a su poema “Poesías mundanas”, incluido en Poesía en forma de rosa.
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quien gane la apuesta, en la furia
de mi amor por Acqua Santa2 al sol.
Su incontestable éxito en varias disciplinas —poesía, narrativa, periodismo,
cine…— se había revelado agridulce. A lo largo de su existencia, su obra y su vida se
vieron juzgadas en treinta y tres procedimientos judiciales. Muchos simplemente
absurdos, que ponían de manifiesto el infantil afán de protagonismo de los denunciantes;
otros terriblemente malévolos e hirientes. Y aunque bastantes de ellos tuvieron escaso o
nulo recorrido, se advierte un preocupante reparo por parte de la magistratura a la hora de
reconocer su inocencia, pues en tantos de esos juicios absurdos, a veces tras verse
obligado a apelar, únicamente se lo declaró absuelto por falta de pruebas.
Y en todo ese proceso de escarnio público, la prensa sensacionalista y
manipuladora jugó un papel crucial, aprovechando la desgracia o incluso propiciándola,
no dudando en dar crédito a indicios absolutamente inverosímiles o incluso en crear
pruebas falsas.
En los estrenos de las películas del director, por otro lado, se había hecho habitual
la presencia de grupos neofascistas que procuraban boicotear y atemorizar a los asistentes:
el estreno de Accattone en 1960, el de Mamma Roma en 19623, el de El Evangelio según
Mateo en 1964…
Durante la mayor parte de su vida fue un hombre acosado y perseguido.
Perseguido hasta la misma muerte.
La mañana del domingo 2 de noviembre, el cuerpo de Pasolini, horriblemente
mutilado, aparecía en la playa de Ostia. Muerto a los 53 años.
Acababa de volver de viaje: el 31 de octubre había regresado de Estocolmo y París,
donde había estado promocionando Salò, su última película. A las 21:30 de ese 1 de
2 En Acqua Santa —un elocuente topónimo que significa “agua bendita”— había rodado La ricotta. 3 El 22 de septiembre de 1962, durante el estreno en Roma de la película, a la salida del último pase en el
cine Quattro Fontane, Pasolini es increpado y agredido por jóvenes de las organizaciones de extrema
derecha Giovane Italia y Avanguardia nazionale. Ya en el estreno mundial de la película, en la XXIII
Muestra Internacional de Venecia, el 31 de agosto de ese año, el jefe del grupo local de carabineros había
denunciado al director por obscenidad, argumentando el uso del verbo “mear” y la palabra “mierda”, así
como de algunas pedorretas en la banda sonora. En ese caso, la delirante denuncia es archivada por el juez
el 5 de septiembre al considerarla infundada. También durante el estreno de El Evangelio según Mateo,
presentado el 4 de septiembre de 1964 en la XXIV Muestra de Venecia, hubo agresiones e insultos a críticos
y asistentes por parte de la ultraderecha.
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noviembre de 1975, en el barrio de San Lorenzo, en la trattoria Pommidoro, donde el
poeta era muy conocido, compartía mesa con su amigo Ninetto y charlaba con el
propietario.
Inmediatamente antes, Pasolini había concedido sus últimas declaraciones a Furio
Colombo, periodista de L’Unità4. “Todos son débiles porque todos son víctimas. Y todos
son culpables porque todos están dispuestos a jugar a la masacre”, le había dicho,
anticipándose al desastre, en una entrevista para la que él mismo sugirió el título: Estamos
todos en peligro.
Su cadáver apareció cubierto de sangre. Tenía el rostro totalmente desfigurado y
una oreja casi completamente seccionada. Los bestiales golpes en la cabeza, amén de la
copiosa sangre visible, habían causado una hemorragia cerebral. La patada en los
testículos era responsable de otra fuerte hemorragia interna. No obstante, lo que provocó
definitivamente su muerte fue la rotura del corazón, aplastado por las ruedas de su
automóvil, con el que lo atropelló el homicida confeso, pasando —según declaró— de
forma involuntaria sobre su pecho.
Pasolini fallece, en apariencia, víctima de su propio mundo, ese universo marginal
y sórdido que tantas veces había recreado en sus obras literarias y cinematográficas. En
efecto, su gran amigo Alberto Moravia aseguró que, nada más ver el lugar del crimen, lo
reconoció: “De hecho, [Pasolini] ya lo había descrito tanto en sus novelas Muchachos de
la calle5 y Una vida violenta como en su primera película, Accattone”6.
Sin embargo, la muerte de esta figura fundamental para la cultura italiana y, en
general, para la comprensión del siglo XX sigue turbando a los intelectuales y removiendo
conciencias. Fruto de esa inquietud y fascinación son multitud de artículos, algunos
ensayos, novelas e incluso un cómic o novela gráfica —G. Maconi. El caso Pasolini:
Crónica de un asesinato. Madrid: GalloNero Ediciones, 2010— que resume con maestría
los antecedentes y circunstancias de su desaparición, así como del posterior juicio.
4 Que proyectaba inaugurar con ella Tuttolibri, suplemento literario de La Stampa. 5 La primera edición en español se realizó en Buenos Aires bajo el título Muchachos de la calle (Buenos
Aires: Compañía General Fabril Editora, 1961). En España no se editaría hasta la llegada de la democracia,
cuando se hizo con el título Chicos del arroyo o Chavales del arroyo. 6 A. Moravia. “Come in una violenta sequenza di «Accattone»”. Corriere della Sera, 4 de noviembre de
1975.
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Porque lo cierto es que sobre la verdadera autoría del crimen siempre se cernió la
sombra de la duda, y su asesinato sigue rodeado de interrogantes.
En principio parecería poco probable que un adolescente —Pino Pelosi, chapero
de diecisiete años de edad, finalmente único procesado— hubiese podido propinar tal
paliza al cineasta, que se mantenía en buena forma física en parte gracias a su notoria
afición por el fútbol. Una agresión que, por otro lado, según los peritos, dada la gravedad
de las lesiones, no pudo ser perpetrada, como sostenía Pelosi, con un palo y una tabla de
madera —el cartel escrito a mano donde se indicaba el nombre de la calle, que
efectivamente apareció partido en dos en las inmediaciones—, sino con un objeto u
objetos muchos más contundentes que nunca aparecieron.
Como tampoco aparecieron el encendedor y el tabaco que el imputado pedía
insistentemente, asegurando que se encontraban en el coche. Indicio, según la acusación,
de que el muchacho habría contado al menos con un cómplice, que habría huido con ellos.
Llevándose también, quizá, el anillo con una piedra roja y la inscripción “United States
Army” que Pelosi reclamaba con sospechosa testarudez según algunos —quienes lo creen
una prueba falsa, dejada con el fin de cargar las culpas sobre un menor, que habría
obtenido una condena más leve7—. Estúpido, de no pretender inculparse, hubiese sido
por parte del acusado insistir en llamar la atención sobre un detalle que claramente lo
incriminaba8.
Lo que sí apareció en el coche de Pasolini fue un jersey verde que no era de su
talla ni de la del joven, y que no estaba cuando, el día antes, la sobrina del escritor limpió.
También se encontró allí una plantilla que no se adaptaba al calzado de ningunos de los
dos hombres9.
7 Entre quienes sostienen esta hipótesis está Enzo Siciliano, uno de los biógrafos del escritor y amigo del
mismo (E. Siciliano. Vita di Pasolini. Milán: Mondadori 2005, p. 24). Siciliano, colaborador hasta su
fallecimiento a causa de una hemorragia cerebral a mediados de 2006 del periódico La Repubblica y del
semanario L'Espresso, tenía además a su cargo la dirección de la Enciclopedia Treccani del Cine. 8 Porque ese anillo efectivamente se encontró cerca del cadáver, y Pelosi afirmaba que el poeta se lo había
arrancado del dedo durante el forcejeo. No obstante, parece poco probable dado el estado en el que debía
estar Pasolini, ya moribundo por las heridas recibidas en la cabeza. Además, al día siguiente el muchacho
seguía teniendo las marcas del anillo en el dedo, lo que indica que le quedaba muy justo: arrancarlo hubiese
exigido una violencia en la lucha que no encaja con la ausencia de heridas en el cuerpo del joven, a
excepción de un golpe en la cabeza que él mismo se dio con el volante del coche cuando la polía detuvo su
huida. 9 Huellas desconocidas, aparentemente de calzado deportivo y que no pudieron ser dejadas por quienes
transitaban el improvisado campo de fútbol en el que se produjeron los hechos, aparecieron también
dispersas por el suelo.
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Sobre el techo del automóvil, en el lado del asiento del acompañante, además,
había restos de sangre perteneciente a Pasolini. No obstante, Pelosi apenas tenía manchas,
algo rarísimo dadas las circunstancias. De hecho, la sentencia afirmaba que solo había
dos posibilidades, y ambas confirmarían que Pelosi no había actuado en solitario: o tenía
sangre en sus manos y las apoyó en el techo del coche mientras tomaba asiento en el lado
del acompañante al tiempo que conducía otra persona, o condujo Pelosi, que no se había
manchado las manos, mientras otra persona que sí lo había hecho dejaba el rastro de
sangre en el lado del acompañante. Pelosi no pudo entrar por la puerta del acompañante
debido a la previsible agitación, manchando de sangre esa zona del coche, y pasar después
al asiento del conductor para darse a la fuga, pues el volante estaba totalmente limpio.
Por tanto, como el fiscal Guido Calvi puso de manifiesto en su alegato del 24 de abril de
1976, donde hizo un repaso de las numerosas pruebas, Pelosi no pudo haber actuado solo,
ni muy probablemente en defensa propia.
De hecho, quizá el encuentro no fuese siquiera fortuito y ocasional; puede que
Pelosi y Pasolini ya se conociesen. Así al menos lo daba a entender el único condenado
por el asesinato en 2008, durante una entrevista con la directora Roberta Torre, que en
julio estaba preparando un documental sobre la relación del intelectual con los suburbios
romanos y que, tras ese encuentro, impresionada, decide rodar La noche en que murió
Pasolini (2009). Más tarde, en 2011, en su autobiografía, Pelosi sostiene que conoció a
Pasolini a principios del verano y que se vieron en varias ocasiones desde entonces.
No obstante, Pelosi declaró en el juicio que el poeta había comenzado la pelea.
Sin embargo, el que el palo y la tabla rota apareciesen, igual que su camisa, usada para
intentar frenar la hemorragia, a metros del cadáver testimonia un vano intento de la
víctima por huir.
El 14 de noviembre de 1975 Oriana Fallaci publica, en L’Europeo, un artículo
donde afirma que Pelosi no estaba solo cuando se produjo el asesinato de Pasolini. El 24
de enero del año sucesivo, otro colaborador del mismo periódico, Salvatore Giannella,
durante una conversación telefónica, pregunta al juez que abrió el sumario del crimen por
un tal Johnny, motorista del cual el magistrado niega tener noticias. No obstante, es cierto
que Pelosi mencionó en su primera declaración a ese motorista llamado Johnny, quien
precisamente le habría regalado el anillo que reclamaba. Asalta la sospecha de que el
misterioso personaje fuese Giuseppe Mastini, conocido por el sobrenombre “Johnny lo
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Zingaro”, con antecedentes delictivos y que también pasó por la prisión cuando Pelosi
fue encarcelado, aunque negase conocerlo.
El 26 de abril de 1976, Pelosi es condenado a nueve años, siete meses y diez días
de prisión por homicidio voluntario “en colaboración con otras personas cuya identidad
sigue siendo desconocida”. Sin embargo, el 4 de diciembre del mismo año, el Tribunal de
Segunda Instancia de Roma, aunque ratifica la condena por homicidio, pasa a
considerarlo único autor de los hechos. Finalmente, el 24 de abril de 1979, el Tribunal de
Casación confirma la sentencia y estima poco probable la participación de más personas.
A pesar de todas esas pruebas e indicios que contradecían el testimonio del único
acusado, el caso se cerró con bastante rapidez y, aunque las peticiones se han ido
sucediendo a lo largo de los años, jamás ha sido reabierto con resultados satisfactorios.
En esclarecer la muerte de Pasolini, sorprendentemente, parecieron más
interesados en su momento algunos periodistas que la magistratura. Oriana Fallaci y otros
colegas, convencidos de la existencia de una confabulación urdida contra el escritor,
publicaron distintos artículos de investigación sobre la tragedia en L’Europeo, aunque
defendieron el anonimato de sus fuentes incluso en los tribunales10. A pesar de ello, es
cierto que otro sector de la prensa trató el hecho con superficialidad y sensacionalismo,
cuando no con un oportunismo que perseguía abyectos fines. En efecto, el 13 de
noviembre de 1975 aparece, en el Corriere della Sera, una nota de prensa del Frente
Unitario de Homosexuales Revolucionarios Italianos en la que se denuncia el modo en
que los medios de comunicación están usando el caso para estigmatizar a un sector de la
población por su orientación sexual.
Lo cierto es que el 7 de mayo de 2005, a treinta años del asesinato, Pelosi, en el
programa Ombre sul giallo, emitido por Rai Tre, afirma que la noche fatídica tuvo lugar
una emboscada en la que tres hombres adultos, sobre los cuarenta años, con marcado
acento meridional —que en varias ocasiones llamaron “cerdo comunista” a Pasolini
durante la agresión—, propinaron una paliza al intelectual, probablemente con intención
de darle un escarmiento, ocasionándole quizá accidentalmente la muerte, y lo amenazaron
a él y a su familia, motivo por el cual habría callado durante tanto tiempo.
10 Lo que a Fallaci, condenada definitivamente tras una apelación el 1 de junio de 1978, le costó cuatro
meses de prisión condicional. Los artículos de investigación sobre el caso de Fallaci, que nunca aceptó la
versión oficial, se publicaron en 2015, a nueve años de la muerte de la periodista, bajo el título Pasolini, un
uomo scomodo (Milán: Rizzoli).
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A pesar del revuelo que esto ocasiona en la prensa los días sucesivos —
acrecentado por la edición íntegra, el 9 de mayo en el periódico L’Unità, de la última
entrevista del escritor, concedida horas antes de su muerte a Furio Colombo, que
demuestra lo incómodas que resultan para el poder las declaraciones del pensador—, el
25 de mayo aparece en el Corriere della Sera un artículo donde se confirma que la Fiscalía
no considera fiables las declaraciones de Pelosi y no tiene intención de reabrir el caso.
No obstante, las muchas peticiones dieron fruto en 2010 —tras una carta abierta
al ministro de Justicia de Walter Veltroni, exalcalde de Roma, publicada en el Corriere
della Sera el 2 de marzo—, cuando la magistratura reabre el caso, que sin embargo se
archiva en 2015 por la imposibilidad de incriminar a otras personas mediante las nuevas
pruebas biológicas analizadas.
Aún en 2016, después de que se hiciese pública la noticia de que el abogado de
Pelosi había recibido de Democracia Cristiana cincuenta millones de liras, se anunció que
se pediría la reapertura...
Entre los implicados en el crimen pudieron estar Franco y Giuseppe Borsellino,
delincuentes de origen siciliano de 13 y 15 años, simpatizantes de la extrema derecha,
que habrían —siempre según la nueva versión de los hechos ofrecida por el único
condenado— amenazado a Pelosi para que cargase con todas las culpas. De hecho, el 16
de febrero de 1976, Giuseppe fue arrestado tras confesar a un policía infiltrado en una
banda su participación en el asesinato de Pasolini11, declaración que después justificó
como una bravata y que ni siquiera fue tenida en cuenta durante el proceso.
Lo cierto es que Massimo Carminati, jefe de la Banda della Magliana, soberano
indiscutible de la suburra romana, que antes de convertirse en líder criminal había
pertenecido al grupo neofascista Núcleos Armados Revolucionarios, fue procesado junto
a Andreotti por el asesinato del periodista Mino Pecorelli, presuntamente ordenado por el
político.
Carminati, relacionado con los servicios secretos y merecedor de un trato especial
que le ha valido tres indultos a pesar de su largo historial delictivo —con lo que su paso
por la cárcel ha sido realmente breve—, ofrecería el ejemplo perfecto de cómo el lumpen
suburbial reincidente en la criminalidad actuó durante décadas en calidad de brazo
11 G. Lo Bianco y S. Rizza. Profondo nero. Mattei, De Mauro, Pasolini. Un'unica pista all'origine delle
stragi di stato. Milán: Chiarelettere, 2011, p. 322.
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ejecutor al servicio de los intereses políticos, a su vez estrechamente vinculados a los
económicos.
Enfrentándose, a finales de octubre de 2016 —aunque es en 2018, tras apelar la
sentencia, cuando se lo condena a catorce años y seis meses de prisión—, a juicio por el
caso “Mafia Capital”, que efectivamente juzgaba la infiltración mafiosa en la política y
su participación en la rapiña de los fondos públicos, Carminati amenazaba con la
información obtenida durante un golpe en 1999, nada menos que en el Palacio de Justicia
de Roma, donde estaba la oficina 91 del Banco de Roma, de la que sustrajo no solo dinero,
sino también documentos comprometidos —cuya desaparición, curiosamente, ninguno
de los afectados denunció, y que de hecho ahora los investigadores consideran el objetivo
principal del robo— para altos magistrados, jueces, políticos y empresarios. Documentos
que presuntamente arrojarían luz sobre los atentados terroristas de los denominados “años
de plomo” y sobre, entre otros, los asesinatos de Pecorelli y Pasolini12.
Solo por poner un ejemplo, el titular de la caja de seguridad 720, también
desvalijada por Carminati, era Domenico Sica, que se encargó del caso Pecorelli y del
caso Moro, y una de cuyas investigaciones paralelas le permitió arrebatar a los jueces de
Milán el proceso sobre la P2 de Licio Gelli, que se cerró en Roma diez años después sin
resultado alguno. Nadie dice que el magistrado encargado del caso Pasolini no se
encontrarse bajo el mismo tipo de presión a la que podemos sospechar estuvo sometido
Sica.
Como último dato, que avala además lo turbio del asunto, añadiremos que la
condena por ese atraco de 1999 se hace firme el 21 de abril de 2010, aunque Carminati
evita la prisión gracias al indulto Prodi-Berlusconi, que reduce en tres años su condena.
Será entonces cuando, según los investigadores, funde Mafia Capital.
Se especula con la posibilidad de que a Pasolini lo matasen en el transcurso de una
vulgar extorsión a la que habría accedido a cambio de recuperar unas bobinas de Saló
robadas en Cinecittà. Otros creen que lo asesinaron porque pretendía denunciar a altos
cargos de Democracia Cristiana —parece que así se lo dijo por teléfono días antes de
12 Al respecto se puede consultar la prensa. Por ejemplo, resulta muy instructivo el artículo “Il ricatto di
Massimo Carminati: ecco la lista dei derubati nel furto al caveau del 1999”, publicado en L'Espresso (24
de octubre de 2016) por L. Abbate y P. Biondani. Accesible en Internet:
http://espresso.repubblica.it/inchieste/2016/10/20/news/il-ricatto-di-massimo-carminati-ecco-la-lista-dei-
derubati-nel-furto-al-caveau-del-1999-1.286269
http://espresso.repubblica.it/inchieste/2016/10/20/news/il-ricatto-di-massimo-carminati-ecco-la-lista-dei-derubati-nel-furto-al-caveau-del-1999-1.286269http://espresso.repubblica.it/inchieste/2016/10/20/news/il-ricatto-di-massimo-carminati-ecco-la-lista-dei-derubati-nel-furto-al-caveau-del-1999-1.286269
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morir a su amigo Dario Belleza— y porque sabía los nombres de los verdugos de Mattei
y de Di Mauro.
En realidad, ambas hipótesis no son excluyentes entre sí. De hecho, en 2013, el
director de cine italiano Federico Bruno —que acusa al Vaticano, a la Democracia
Cristiana, al neofascista Movimiento Social Italiano, a los servicios secretos y a la policía
de connivencia con la mafia y el crimen organizado— propone, en su película Pasolini,
la verdad oculta —a cuenta de la cual todavía denuncia amenazas anónimas—, que el
hurto de las bobinas hubiese constituido el cebo para atraer al directo a una trampa urdida
con el fin de ocasionarle la muerte, ordenada por el poder político, orquestada por los
servicios secretos y ejecutada por la delincuencia común. Es decir que el asesinato de
Pasolini, el de Mattei y los atentados vinculados con la “estrategia de la tensión”
efectivamente estarían relacionados entre sí, y el responsable último sería el terrorismo
de Estado. Básicamente lo mismo sostienen, en 2019 —año en el cual la obra es publicada
por ChiareLettere, editorial a la que algunos desautorizan acusándola de ser contraria a
Berlusconi y por tanto en absoluto imparcial—, Giuseppe Lo Bianco y Sandra Rizza en
Profondo nero. Aunque tampoco ellos han sido los únicos ni los primeros en llevar estas
teorías al papel.
La muerte, fuesen quienes fuesen los verdugos, sorprendió al cineasta mientras
ultimaba el montaje de su película más pesimista y dura: Saló o los 120 días de Sodoma,
que, por problemas con la censura en Italia, se estrenó póstumamente en París.
En Salò vierte Pasolini toda la amargura y decepción que le suscita la sociedad
italiana del momento. En ella, inspirándose en el marqués de Sade, refleja sus peores
presagios y temores. Ambientada en la homónima república fascista, la cinta, oscura y
terrible, propone una parábola sobre la influencia corruptora y destructiva del poder.
Advertencia sobre el sadismo como instrumento político al servicio de la degradación
humana, en ella, un presidente, un magistrado, un obispo y un duque abusan de un grupo
de jóvenes de ambos sexos a los que humillan, torturan y finalmente aniquilan por mero
placer.
Para rodar Salò, Pasolini había aplazado un proyecto por el cual parecía
experimentar un gran entusiasmo, Porno-Teo-Kolosal, una película que ya había tomado
forma en su mente a finales de 197313 y que, siguiendo la huella de Pajaritos y pajarracos,
13 E. Golino. Letteratura e classici social. Bari: Laterza, 1973, p. 112.
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habría visto a la pareja compuesta en este caso por Ninetto y Eduardo De Filippo,
napolitanos, viajando tras un cometa mensajero de una buena nueva, en un itinerario que
les haría recorrer Sodoma (Roma), Gomorra (Milán), Numancia (París) y Ur (India):
escenarios que se habrían convertido en iconos de la inmoralidad, la violencia y de un
poder ejercido con totalitarismo fascista por el neocapitalismo.
No obstante, al tiempo, el director había manifestado ante algunos amigos
(Siciliano, Vita di Pasolini, 441) la necesidad de reducir sus compromisos
cinematográficos con el fin de encontrar el tiempo necesario para sumergirse en la novela
que estaba escribiendo, en la que parecía haber puesto todas sus esperanzas: Petróleo. Y
en Petróleo, precisamente, podrían estar las claves de su muerte.
Asesinado cinco años antes de la masacre, Pasolini —justamente él, nacido en la
ciudad con larga tradición izquierdista de padre militar fascista, descendiente de una
familia noble de la Romaña, y madre procedente del Piamonte campesino— ha sido a
veces considerado14 una víctima más, aunque no una cualquiera al azar, del atentado de
Bolonia, la ciudad capaz de muerte a la que, sobrecogido por la matanza del 2 de agosto
de 1980, cuando la bomba estalló en la estación a las 10:25, dejando ochenta y cinco
muertos, un país abatido y una ciudad que no volvió a ser la misma, cantaba Guccini15 —
cuyo hermano, que salió ileso, trabajaba precisamente en la oficina postal de la estación,
y que en una entrevista de 2015 reconocía que no confía en que se conozcan jamás los
verdaderos culpables16—.
La desconcertante afirmación resulta paradójica solo a primera vista.
14 Sin ir más lejos, por el propio Centro de Estudios Pier Paolo Pasolini de Casarsa:
http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/molteniblog/pasolini-altra-vittima-della-strage-di-
bologna-i-mandanti/. 15 Bolonia, capaz de amor, capaz de muerte.
Bolonia, que sabe lo que cuenta y lo que vale,
que sabe dónde está el jugo de la sal,
que calcula lo justo la vida y sabe permanecer en pie
por más que esté herida.
Bolonia es una vieja dama que fue campesina:
bienestar, villas, joyas… y chorizos en el escaparate.
Que sabe que el olor de la miseria es difícil de tragar
y quiere sentirse segura con lo tiene encima,
porque sabe lo que es el miedo. 16I. Venturi. “Guccini: «Giusto lottare per la verità ma non la sapremo mai»”. La Repubblica, 3 de agosto
de 2015. https://www.repubblica.it/cronaca/2015/08/03/news/guccini_giusto_lottare_per_la_verita_ma_non_la_sapremo_mai_-
120377490/
http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/molteniblog/pasolini-altra-vittima-della-strage-di-bologna-i-mandanti/http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/molteniblog/pasolini-altra-vittima-della-strage-di-bologna-i-mandanti/https://www.repubblica.it/cronaca/2015/08/03/news/guccini_giusto_lottare_per_la_verita_ma_non_la_sapremo_mai_-120377490/https://www.repubblica.it/cronaca/2015/08/03/news/guccini_giusto_lottare_per_la_verita_ma_non_la_sapremo_mai_-120377490/
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Pasolini se reveló extraordinariamente incómodo para el desarrollo de un oscuro
proyecto bien definido que él había tempranamente vislumbrado y amenazaba con hacer
público, como ya advertía en su artículo “¿Qué es este «golpe»? Yo sé”, preludio de su
novela Petróleo, donde describe un brutal atentado en una estación —en la ficción, la de
Turín—, responsable del fallecimiento de un centenar de personas, enmarcándolo en un
contexto político concreto con el que también relacionará la muerte —nada accidental—
del Presidente del ENI, Enrico Mattei, encargada a la mafia por las compañías
descontentas con su forma de dirigir el ente, y de cuyos detalles le habría informado su
amigo Mauro de Mauro, periodista que también sería asesinado a causa de cuanto sabía
sobre la trama.
De hecho, no solo algunos escritores y periodistas —bastantes, a decir verdad—
han concedido credibilidad a esta hipótesis: el propio juez Vincenzo Calia la estimó lo
suficientemente sólida, avalada por pistas elocuentes ofrecidas en el texto —incluyendo
el capítulo desaparecido— que permitían considerar Petróleo una fuente esencial de
información, y concluyó que Pasolini había sido asesinado por la misma persona que se
había deshecho de Mattei, sobre cuyo caso él había indagado17. Es de suponer que el
mismo responsable intelectual se encontrase también detrás de las muertes del periodista
De Mauro, secuestrado el 16 de septiembre de 1970 —mientras recogía información sobre
el asunto Mattei por encargo del cineasta Francesco Rosi, que proyectaba rodar la película
El Caso Mattei, estrenada en 1972— y hecho desaparecer, y del fiscal Scaglione,
asesinado por la mafia en las calles de Palermo el 5 de mayo de 1971, después de que
hubiese revelado al periodista información demasiado comprometida sobre la muerte del
empresario.
En Petróleo, intuimos que la lucha de ficción —en la que se entrelazan economía
y poder— por ese codiciado combustible que enfrenta a Fanfani —alias Troya, un
apellido bien significativo18— y Monti, es decir a privado y público, es un fiel reflejo del
enfrentamiento real entre Cefis y Andreotti. Y que la necesaria supresión del predecesor
de Fanfani/Cefis en la presidencia del ENI por fuerza ha de haberse inspirado en la muerte
17 M. S. Palieri. “D’Elia: «Quel che so del delitto Pasolini»”. L’Unità, 9 de agosto de 2005. Accesible en
http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/dibattito/la-matrice-politica-del-delitto-ppp-secondo-
gianni-delia-2005/. 18 Troya, variante poco usual del apellido Troia que se conoce en Piemonte, Lombardia y Lazio, claramente
evoca la denominación vulgar por la que se conoce a las prostitutas, y que equivaldría al castellano “puta”
o “zorra”; pero que, además de ser una injuria, también se emplea, en la expresión figlio di troia, en sentido
figurado para referirse, en tono jocoso, a alguien muy astuto del que se quiere reconocer su habilidad.
http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/dibattito/la-matrice-politica-del-delitto-ppp-secondo-gianni-delia-2005/http://www.centrostudipierpaolopasolinicasarsa.it/dibattito/la-matrice-politica-del-delitto-ppp-secondo-gianni-delia-2005/
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de Mattei, que en efecto habría sido víctima de un atentado, como siempre se ha
sospechado y como el juez Vincenzo Calia —que en 2017 publicó un libro sobre el caso—
probó a pesar de tener que archivar la causa, tras diez años de investigaciones, en el
Tribunal de Pavía en febrero de 2003.
Porque Mattei, el empresario democristiano, pretendía, enfrentándose al poder y
a la mafia, como parte de un su proyecto estatalizador e incluso anticapitalista —cercano
al socialismo y contrario a los grupos financieros y monopolistas tradicionales—,
desvincular la empresa nacional de hidrocarburos italiana de las grandes multinacionales
del petróleo norteamericanas y adjudicar generosas concesiones a países del tercer
mundo.
Lo que Pasolini narra en Petróleo es el paso —violento— del ENI de empresa
nacional a multinacional, así como los contactos mantenidos por Cefis con los
americanos, el dinero obtenido con el tráfico de armas y demás porquería que se había
mantenido convenientemente oculta.
Por otro lado, Calia, durante sus pesquisas, dio con documentos secretos del
SISMI (Servicio Italiano para la Información y la Seguridad Militar) y del SISDe
(Servicio Italiano para la Información y la Seguridad Democrática) que revelarían la
paternidad respecto a la P2 de Cefis, que después, amenazado por el escándalo del
petróleo entre 1982 y 1983, decidiría, por prudencia, dejar la organización en manos de
Gelli y Ortolani. Gelli, por su parte, fue condenado, junto a miembros del servicio secreto,
por manipular pruebas y entorpecer las investigaciones sobre el atentado de Bolonia. Una
masacre en la que, curiosamente, también se vio envuelta la Banda della Magliana, que
efectivamente colaboró con la P2 y los servicios secretos en la estrategia del despiste. De
hecho, en el juicio por el atentado de Bolonia, decisiva para la condena de los únicos
acusados, neofascistas, fue la declaración del delincuente común Massimo Sparti,
vinculado a la Banda della Magliana, militante de extrema derecha y antiguo
simpatizante del grupo terrorista Orden Nuevo.
Pasolini estaba tras la pista de esa recién creada P2, a la que, según algunas
hipótesis, se refiere el capítulo de la novela desaparecido y cuyo robo de la casa del
escritor su secretaria denunció pocos días después del asesinato, para retractarse
posteriormente. Ese capítulo, titulado precisamente “Luces sobre la ENI”, sigue rodeado
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de misterio, aunque de su existencia podemos estar seguros porque se alude a él dentro
de la propia obra: “por lo que respecta a las empresas antifascistas, intachables y
respetables, a pesar de su naturaleza mixta, de la formación partisana guiada por
Bonocore, he hecho alusión a ellas en el capítulo titulado «Luces sobre la ENI», y a ese
reenvío a quien quisiese refrescar su memoria”. De hecho, hace casi diez años, el senador
Marcello Dell'Utri, socio de Berlusconi acusado de colaboración con la mafia y notorio
bibliófilo, dijo haberlo encontrado en la Feria del Libro de Milán19, aunque lo desmintió
después.
Por tanto, Pasolini parecía haber descubierto muchas de esas intrigas aún hoy bien
guardadas y protegidas por el oportuno secreto de Estado —que oculta cuanto acontecido
de 1947 a nuestros días, negando la información al ciudadano, y que tan útil resulta a
ciertos políticos, empresarios y demás implicados—, y pretendía darlas a conocer a través
de su novela. Por eso, dados los métodos empleados por quienes se sentían amenazados,
no parecería raro que esa ala corrompida de los servicios secretos, a las órdenes de un
poder superior no menos corrupto, se hubiese ocupado de tenderle una emboscada,
encomendada en la práctica, seguramente, a sus siervos, delincuentes comunes afines a
la extrema derecha: el tipo de personaje por el que Pasolini siempre manifestó
conmiseración y con el que tan a menudo pobló sus textos.
En 2016, después de que se publicase que Democracia Cristiana había pagado a
Pelosi, Paolo Bolognesi20, diputado independiente del Partido Demócrata y presidente de
la Asociación “2 agosto 1980”, que representa a los familiares de las víctimas del atentado
de Bolonia, en una entrevista del 31 de octubre de 2016, reconocía su optimismo respecto
a la definitiva resolución del caso Pasolini, que esperaba más cercana.
El político se mostraba firmemente convencido de que los trágicos sucesos de
Piazza Fontana, Brescia, Bolonia y tantos otros del reciente pasado de Italia, así como los
asesinatos de Pasolini y Moro, fueron, todos ellos, piezas en el engranaje de la “estrategia
19 M. Mora. “Un senador italiano anuncia el hallazgo de un inédito de Pasolini”. El País, 2 de marzo de
2010. https://elpais.com/cultura/2010/03/02/actualidad/1267484407_850215.html. 20D. Grieco. “Tutte le macchinazioni che Pasolini aveva previsto. David Grieco intervista Paolo Bolognesi”.
Globalist, 31 de octubre de 2016. https://www.globalist.it/culture/2016/10/31/tutte-le-macchinazioni-che-
pasolini-aveva-previsto-207524.html.
https://elpais.com/cultura/2010/03/02/actualidad/1267484407_850215.htmlhttps://www.globalist.it/culture/2016/10/31/tutte-le-macchinazioni-che-pasolini-aveva-previsto-207524.htmlhttps://www.globalist.it/culture/2016/10/31/tutte-le-macchinazioni-che-pasolini-aveva-previsto-207524.html
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de la tensión”, de la cual, para su desgracia, el escritor, como dejaba entrever en su artículo
“¿Qué es este «golpe»? Yo sé”, habría descubierto el mecanismo.
Pasolini escandalizó en muchos sentidos y de diversos modos. Sin embargo, aun
viviendo en una sociedad mayoritariamente puritana, seguramente no son las licencias
que se concede respecto al sexo —tanto en su vida privada como en sus películas— lo
que explica su trágico fin; sino la libertad de expresión a la que nunca renunció y su
denuncia en el ámbito político. En definitiva, sufrió persecución por demasiado sincero.
Y esa sinceridad lo condujo a la muerte.
Se había ganado demasiados enemigos. Le faltaba docilidad, no supo ni quiso
convertirse en animal doméstico. Jamás calló ante lo que consideraba injusto.
Resultaba incómodo para la Iglesia, a quien acusaba de faltar a su deber con los
pobres y desvalidos, y para Democracia Cristiana, de quien denunciaba públicamente su
corrupción. No obstante, Pasolini, aun siendo comunista, incordiaba incluso al PCI, de
quien criticaba su cerril y estéril ortodoxia, así como su falta de compromiso firme y real
con el subproletariado. El crimen que reprocha al marxismo oficial y al catolicismo —a
quienes él denomina “las dos iglesias”— es, en definitiva, el mismo: el de no comprender
la cultura de las bases proletarias y campesinas, a quienes él desea dar voz con su poesía,
su narrativa, sus artículos periodísticos y, sobre todo, sus películas.
Preocupado siempre por los más vulnerables, en Pasolini subyace, en todo
momento, una intención didáctica y una natural vocación por la pedagogía. Él no solo
quiere dar voz al pueblo y defenderlo, sino que además pretende dotarlo de instrumentos,
despertarlo para que él mismo aprenda a velar por sus propios intereses. Lejos del
adoctrinamiento de cualquier signo, lo que el escritor persigue como fin último, como
supremo bien que ha de ser restituido a sus legítimos propietarios, es la libertad de
pensamiento. Inevitablemente, su proyecto había de entrar en colisión con numerosos
intereses.
En efecto, con el fin de los sesenta, Pasolini llega a la conclusión de que el
neocapitalismo por fuerza frustrará la revolución: sus esperanzas no eran más que
espejismos, pues el sistema anula toda capacidad de reacción. La revolución de los
desheredados es una utopía que no tiene cabida en la Italia contemporánea. Porque, como
digno heredero de Gramsci —una de cuyas principales aportaciones consiste en haber
señalado, por encima de la prosaica economía, a la cultura como instrumento esencial de
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la dominación aplicada por las sociedades estatales modernas, desarrollando el concepto
de hegemonía cultural—, Pasolini sabe que nada cambiará bajo la educación burguesa,
nada cambiará por mano de jóvenes adoctrinados desde la cuna y que ni siquiera son
conscientes de la manipulación a la que se ven sometidos.
Pasolini sabe que el control social más insidioso es el ejercido mediante la cultura,
por encima del impuesto mediante la propia economía, contra el que es más fácil
reaccionar y luchar por tratarse una amenaza inmediata y evidente. Por tanto, nada
cambiará hasta que la clase obrera sea capaz de ejercer su propia hegemonía sobre la
sociedad civil, conquistando y conservando el dominio mediante la elaboración de una
nueva cultura, lo que exigirá una radical reforma intelectual y moral por la que nadie
parece estar luchando en el país.
Como advertía Gramsci, el proceso exige una voluntad social colectiva —que es
la que en realidad moldea los factores económicos, y no viceversa—, de la que Italia
parece carente. La sociedad civil es la clave, y en Italia la sociedad civil parece
plácidamente dormida, arrullada por las nanas que canta un Estado traidor. De ahí sus
feroces críticas contra una educación basada en el adoctrinamiento —en la que han
crecido los muchachos que pretenden estar haciendo la revolución— y contra unos
medios de comunicación y entretenimiento que embrutecen y envilecen al ciudadano,
privándolo de una vida espiritual e intelectual que ya ni siquiera echa en falta21.
Pero en este noble proyecto, los intelectuales también han fallado, porque a ellos
correspondía ponerse al frente de la educación, de los cargos directivos y organizativos,
constituyendo un ente orgánico con el proletariado, en lugar de convertirse en serviles
pregoneros de intereses contrarios o de tolerar la injusticia en silencio.
Así, en Pajaritos y pajarracos, Pasolini retrata a ciertos intelectuales —o
pseudointelectuales—, esos que solo aciertan a hacerse los interesantes en la decadente
fiesta que se celebra en casa del terrateniente con quien Totò, campesino con dieciocho
hijos a cargo, pretende negociar una moratoria en el pago de su deuda —motivo por el
cual ha emprendido el viaje objeto de la película junto a Ninetto—, como una élite ociosa,
21 Sobre su advertencia acerca del lenguaje empleado como herramienta coercitiva del poder —unos
postulados en los que se percibe la aportación de Gramsci—, por ejemplo, desde medios como la televisión
—aunque no solo, pues a menudo los escritores e intelectuales en general se autocensuran adhiriendo a
modelos impuestos para cumplir con los requisitos exigidos—, se recomienda el artículo F. Virga. “Lingua
e potere in Pier Paolo Pasolini”. Quaderns d’Italià 16, 2011 pp. 175-196.
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ridícula y estéril, aquejada de afectación, pedantería y superficialidad. Es decir,
básicamente, como parásitos de la sociedad.
Por eso, Pasolini alerta de que la “revolución” —las manifestaciones, atentados y
violencia que han tomado las calles— la están haciendo los burgueses, y el fin no es
rescatar a los proletarios —a los que en realidad el terrorismo a menudo instrumentaliza—
, sino asegurarse su propia posición o más bien aspirar al estatus de los más privilegiados.
Pasolini ha descubierto la verdadera naturaleza del falaz juego:
El aumento de la clase de los trabajadores intelectuales dependientes no consigue
concretarse bajo la forma de técnicos que se colocan en las posiciones productivas
cruciales, asegurando su desarrollo […]
La gran masa de los hijos de la pequeña burguesía independiente, que se hacina en la
universidad, en un determinado momento comprende que había actuado para convertirse
en élite, o por lo menos para seguir siendo clase media, y sin embargo tiene ante sí el
fantasma de la desocupación intelectual y de la exclusión social. Es en este escenario en el
que madura la revuelta-tragedia de 1968. En el intento por definir el propio espacio como
clase, esta clase en decadencia intentará identificarse con el proletariado industrial. Aquí
reside la diferencia fundamental entre la situación italiana y la norteamericana, la alemana
o la francesa. No es el proletariado el que intenta convertirse en clase media, sino esta
última, amenazada, la que se aferra al proletariado y lo apoya en su revuelta22.
Es esa situación la que denuncia en su poema “La ortodoxia”, parte de
Transhumanar y organizar, donde se describe con toda crudeza como la “revolución” —
que por otro lado pasará cual aguacero de primavera— ignora voluntariamente a los más
desfavorecidos —encarnados en la mendiga moribunda que inútilmente espera, bajo la
lluvia, compasión a las puestas de la Iglesia—, pues en realidad nunca han sido su
verdadero objetivo. Porque los fieles de esa nueva “iglesia” solo saben defender la
ortodoxia, consignas vacías, pero desconocen la caridad:
Aquí estoy, apenas resguardada del agua
y pido limosna a los fieles;
22 F. Alberoni. “Crisi di identità della gente borghese”. Corriere della Sera, 17 de octubre de 1975.
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pero hasta ahora solo uno entró en la Iglesia
a rezar. Los demás vienen a visitarla
y un estudiante alemán lleva una hora parado ante mí,
esperando a que escampe, lleno de paciencia.
Vino a ver lo que supieron hacer
sus buenos padres, y esta fría lluvia
es lluvia de primavera.
Cuando esta Iglesia quede totalmente vacía,
¿quién seré yo?
Lo que se había ofrecido a los jóvenes era un espejismo. Y se les había ofrecido
precisamente a cambio de la violencia y ejerciendo, al mismo tiempo, la violencia sobre
ellos, que sacrificaban su libertad con una alegría y convicción fruto de la inconsciencia.
Pasolini lo recalca en su poema “Manifestar (apuntes)”, escrito el 19 de abril de 1970 y
presente en Transhumanar y organizar:
Manifestar significar con palabras no se podría
pero con aullidos sí
y también con pancartas, o canciones.
Vinieron para rehacer el mundo
y, manifestando, se declararon a la altura.
La fuerza está en la virilidad, como en otros tiempos;
pero la amabilidad se ha perdido.
Cualquier cosa que se manifieste
lo único que se manifiesta es la fuerza,
aunque solo sea la fuerza de los destinados a la derrota.
Todo lo que no se puede significar con palabras
no es más que pura y simple fuerza—
¡Pero cuánta inocencia en no saber esto!
¡Qué jóvenes hay que ser para creerlo!
[...]
y los valores, precisamente, son sentidos sobre todo por los simples;
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18
por los jóvenes
(solo en ellos, precisamente, la obediencia es gracia).
Es con sus filas con las que los Jefes cuentan para seguir adelante,
con sus limpias, inocentes filas—
Sencillez y juventud, formas de la naturaleza,
en vosotras la libertad es renegada
a través de una serie infinita de deberes,
limpios, inocentes deberes, a los que, manifestando,
se grita con aire amenazador obediencia,
que los sencillos y los jóvenes son fuertes
y aún no saben que no pueden tolerar la libertad.
Como se puede observar, Pasolini —que en su faceta de escritor se expresa con tal
vehemencia que llega a propugnar una respuesta violenta ante la opresión, algo que hemos
de entender como un mero recurso expresivo23— reprueba el extremismo tanto de
derechas como de izquierdas, censurando a los activistas que hacen uso de la violencia
callejera sean del signo político que sean.
¿Por qué la esperanza en el potencial revolucionario de los campesinos del tercer mundo
es ahora un error? Porque ya no se contempla en perspectiva revolucionaria. En efecto, los
estudiantes son burgueses. Querrían exorcizar el mundo campesino pobre y preindustrial,
evocarlo como una entidad metahistórica, ponérselo delante como una guía apocalíptica.
¿Para hacer la revolución? No, para hacer una guerra civil (Siciliano, Vita di Pasolini, 411).
De hecho, Pasolini sostiene que existe también el “fascismo de izquierdas”,
animado por una fidelidad ciega y violenta —responsable, en último término, del
23 Como, de alguna forma, él mismo deja claro en el elocuente poema “Panagulis”:
Tebas venció, y en el poder sigue quien ya estaba.
Somos impotentes, es cierto. Pero las palabras aún valen algo.
Si tú mueres, nosotros mataremos. Elegiremos una víctima sacrificial,
que no quiere morir, pues conoce la dulzura de antes de la revolución.
No nos limitaremos a los ayunos, como Danilo Dolci.
Atrás quedaron los tiempos de los vivacs con los muertos, o de los ayunos.
Si no en los hechos, al menos en las intenciones, es la hora de la violencia.
De la violencia, añado, sin esperanza, árida, impaciente.
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19
terrorismo— cuyo origen, el 28 de septiembre de 1968, había expuesto en Il Caos, su
espacio en el semanario Tempo: “cuantos católicos, convirtiéndose al comunismo,
aportan la Fe y la Esperanza, pero descuidan, sin ni siquiera darse cuenta, la Caridad. Es
así como nace el fascismo de izquierdas”.
Y por declaraciones como estas, por sostener que quienes pretende estar haciendo
la “revolución” en realidad, aun con su mejor intención y sin ser conscientes de ello, le
están siguiendo el juego al poder, perpetuándolo en su trono, Pasolini es tachado de
ambiguo. Se le reprochan sus contradicciones, que a menudo son solo aparentes y otras
veces, simplemente fruto de una normal evolución o de una reflexión más profunda.
Porque el pensamiento está en perpetuo movimiento, y rectificar es de sabios. Aunque
esto, obviamente, únicamente los sabios pueden entenderlo.
El escritor concluye que el objetivo de los movimientos que recorren la convulsa
Italia no es la equidad, sino todo lo contrario. La “revolución” está guiada por el poder,
que, mediante ese teatrillo, mediante esa violencia ejercida a través de sus secuaces —al
mismo tiempo también víctimas—, fingiendo un cambio, consigue subsistir e incluso
fortalecerse.
Entre tanto, nadie combate al verdadero enemigo: el brutal consumismo, la
ingenuidad o la insensatez de los jóvenes, el dogmatismo y la intolerancia de los
comunistas, el oportunismo y la hipocresía del corrupto gobierno democristiano… Todas,
amenazas que Pasolini se dedica a denunciar, en 1973, desde sus polémicos artículos para
el Corriere della Sera.
En consecuencia, una amarga reflexión implícita, y a veces también explícita,
recorre varios de sus poemas —“Comicio”, “Panagulis”, “Las cenizas de Gramsci” y
tantos otros—: ¿es acaso por toda esa podredumbre en la que se ahoga Italia —obra de la
Democracia Cristiana, pero consentida por el PCI, que alienta una “revolución” en
realidad burguesa— por lo que sacrificaron sus vidas su hermano Guido —partisano—,
Panagulis o el propio Gramsci, hombres honestos que fueron abandonados —cuando no
abominablemente traicionados— por sus propios camaradas24?
24 Su hermano, víctima de la matanza de Porzus, sacrificado por otros partisanos tras negarse a ceder
territorios italianos a Tito; Panagulis, fallecido en un oportuno accidente justo cuando iba a hacer públicos
documentos que demostraban la complicidad entre el viejo régimen de los Coroneles y el nuevo orden
democrático —un caso que en cierto modo nos recuerda al del propio Pasolini, que precisamente escribió
la introducción para su colección de poemas publicados en Milán tras la liberación y exilio de Grecia, Vi
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20
En buena medida, el hombre de acción —el que quería lanzar su cuerpo a la lucha—
se siente inútil. Pasolini duda de la utilidad de su compromiso, de su propia actividad
literaria. No obstante, no puede renunciar definitivamente a su labor social, incluso si ya
no se siente escuchado. Declara, en 1971, al aparecer Transhumanar y organizar, durante
una entrevista:
Es ya una ilusión escribir poesía, y sin embargo sigo escribiéndola. Incluso cuando para
mí la poesía ya no es aquel maravilloso mito clásico que exaltó mi adolescencia […]. Ya
no creo en la dialéctica ni en la contradicción, sino en la pura oposición […]. Sin embargo,
me siento cada día más fascinado por la alianza ejemplar que se verifica en los santos, como
San Pablo, entre vida activa y vida contemplativa25.
Una existencia contemplativa que él se imaginaba en Viterbo, no muy lejos de
Bomarzo, en su torre de Chia —de la que se había enamorado mientras rodaba El
Evangelio según Mateo, y que finalmente consiguió comprar en noviembre de 1970—,
donde proyectaba el retiro definitivo. Pero donde —de nuevo sus contradicciones— el
verano de 1972 estuvo escribiendo Petróleo, su novela póstuma e inconclusa, la que,
según algunas teorías conspiratorias quizá en absoluto descabelladas, había de costarle la
vida.
A finales de 1974 —justo una semana después de que se incriminase al SISMI en
el golpe de Estado fallido conocido como “golpe Borghese”, organizado entre el 7 y el 8
de diciembre de 1970 por Junio Valerio Borghese, fundador del Frente Nacional—,
Pasolini decía conocer la autoría de los terribles atentados de Milán, Brescia y Bolonia,
aunque la acusación parecía vaga:
scrivo da un carcere in Grecia (Os escribo desde una prisión en Grecia), pues Panagulis había sido
encarcelado y torturado por la Junta—, y Gramsci, cuyo rico legado teórico, el que le costó la vida en las
prisiones de Mussolini —que concede la libertad condicional solo cuando ya, dado su precario estado de
salud, es demasiado tarde—, ha sido traicionado por el Partido, más interesado en una visión simplista de
la lucha de clases. De alguna forma, también Pasolini, como antes Panagulis —cuya muerte, víctima
sacrificial de las intrigas políticas, había honrado con el homónimo poema, incluido en Transhumanar y
organizar, en el que se denuncia la ignominia del verdugo y también de quienes callan para beneficiarse—
, se convertiría, años más tarde, a su vez, en ofrenda de carne y sangre para acallar las ansias de venganza
de los intereses corruptos. 25 J. M. Gardair. “Entretien avec Pier Paolo Pasolini”. Le Monde, 26 de febrero de 1971.
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21
Yo sé los nombres.
Yo sé los nombres de los responsables de lo que se conoce como “golpe” (y que en realidad
es una serie de “golpes” instaurados como sistema para proteger al poder).
Yo sé los nombres de los responsables de la matanza de Milán del 12 de diciembre de 1969.
Yo sé los nombres de los responsables de las matanzas de Brescia y Bolonia en los primeros
meses de 1974.
[...]
Yo sé el nombre de la “cúpula” que ha manipulado tanto a los viejos fascistas que traman
golpes como a los neofascistas autores materiales de los primeros atentados, sea finalmente
a los “desconocidos” autores materiales de los atentados más recientes.
Yo sé los nombres de los que han gestado las distintas y más bien opuestas fases de la
tensión: una primera fase anticomunista (Milán, 1969) y una segunda fase antifascista
(Brescia y Bolonia, 1974).
Yo sé los nombres del grupo de poderosos que, con la ayuda de la CIA (y en segundo
término de los coroneles griegos y de la mafia), urdieron primero (aunque fracasando
miserablemente) una cruzada anticomunista, para bloquear 1968 y, a continuación, siempre
con la ayuda y la inspiración de la CIA, se recompusieron una virginidad antifascista, para
taponar el desastre del referéndum.
Yo sé los nombres de aquellos que, entre una misa y otra, dieron instrucciones y aseguraron
la protección política a viejos generales (para mantener en pie, por si acaso, la organización
de un potencial golpe de Estado), a jóvenes neofascistas, o más bien neonazis (para crear
concretamente la tensión anticomunista) y, finalmente, a criminales comunes, hasta este
momento, y quizás para siempre, sin nombre (para crear la sucesiva tensión fascista).
[…]
Yo sé los nombres de las personas serias e importantes que están detrás de los trágicos
muchachos que han escogido las suicidas atrocidades fascistas y de los malhechores
comunes, sicilianos o no, que se han puesto a disposición como asesinos o sicarios.
Yo sé todos estos nombres y conozco todos los hechos (atentados a las instituciones y
matanzas) de los que son culpables.
Yo sé. Pero no tengo pruebas. Ni tan siquiera indicios.
-
22
Yo sé porque soy un intelectual, un escritor que intenta estar al corriente de todo lo que
sucede, conocer todo lo que se escribe, imaginar todo lo que no se sabe o se calla; que
conecta hechos lejanos, que une piezas desorganizadas y fragmentarias de un entero cuadro
político, que restablece la lógica allí donde parece reinar la arbitrariedad, la locura y el
misterio.
[...]
Me parece difícil que mi “proyecto de novela” esté equivocado, que no guarde relación con
la realidad y que sus referencias a hechos y personas reales sean inexactas. Creo, además,
que muchos otros intelectuales y novelistas saben lo que yo sé en cuanto intelectuales y
novelistas. Porque la reconstrucción de la verdad a propósito de los que ha sucedido en
Italia después de 1968 no es muy difícil.
[...]
Probablemente los periodistas y los políticos tienen también pruebas o, por lo menos,
indicios.
Entonces, el problema es este: los periodistas y los políticos, aun teniendo pruebas y sin
duda indicios, no dan nombres.
¿A quién compete, pues, dar estos nombres? Evidentemente, a quien no solamente posea
el coraje necesario, sino que, además, no esté comprometido en la práctica con el poder y
tampoco tenga, por definición, nada que perder: es decir, un intelectual.
Un intelectual podría, por tanto, dar públicamente los nombres; pero él no tiene ni las
pruebas ni los indicios26.
No obstante, no mucho después, Pasolini lanzaba acusaciones muy concretas
cuando, en su artículo “Habría que procesar a los jerarcas de la Democracia Cristiana”,
denunciaba la necesidad de procesar al gobierno, al que imputaba:
Desprecio por los ciudadanos, manipulación del dinero público, chanchullos con los
petroleros, con los industriales, con los banqueros, connivencia con la mafia, traición en
favor de una nación extranjera, colaboración con la CIA, uso ilícito de organismos como
el SID [Servizio Informazioni Difesa], responsabilidad en las masacres de Milán, Brescia y
26 P. P. Pasolini. “Cos’è questo «golpe»? Io so”. Corriere della Sera, 14 de noviembre de 1974.
-
23
Bolonia (al menos en cuanto culpables de incapacidad para castigar a los ejecutores),
destrucción paisajística y urbanística de Italia, responsabilidad en la degradación
antropológica de los italianos […], responsabilidad respecto a la condición espantosa de
las escuelas, los hospitales y de las más básicas obras públicas, responsabilidad por el
abandono “salvaje” del campo, responsabilidad en la explosión “salvaje” de la cultura de
masas y de los mass media, responsabilidad por la estupidez delictiva de la televisión,
responsabilidad por la decadencia de la Iglesia y, por último, además de todo lo anterior,
quizá, reparto borbónico de cargos públicos aduladores.
Algunas de estas ideas se desarrollan también bajo una forma narrativa en su novela
inconclusa Petróleo, avalando la sospecha de que esta obra da testimonio sobre la
verdadera causa de su muerte:
Entre los hombres cultos no hubo ni siquiera uno que tuviese el valor de levantar la voz
para protestar. El peligro de la impopularidad daba más miedo que el viejo peligro de la
verdad. En realidad, también la cultura especializada era digna de su tiempo: su
organización interna se había vuelto definitivamente pragmática […]. La mala fe se había
institucionalizado como parte del modo de ser cultos o incluso poetas. Las “facciones”
hacían del “poder literario” su fin declarado o directo, no solo sin pudor, sino incluso
desempeñando al tiempo una función moralizante, terrorista y extorsionadora […]. La
única realidad que palpitaba con el ritmo y la energía de la verdad era la de la producción,
la de la defensa de la moneda, la del mantenimiento de las instituciones esenciales para el
nuevo poder, que ciertamente no eran ni las escuelas ni los hospitales.
Los ejemplos son muchos y terribles, pero al margen de los numerosos incidentes
violentos concretos, o más bien paralelamente a ellos, el 27 de enero de 1975 había
comenzado el proceso de Catanzaro por el atentado de Piazza Fontana de Milán —
acontecido el 12 de diciembre de 1969—, atribuido en principio al ámbito anarquista,
-
24
aunque más tarde27 pareció ser responsabilidad de la organización neofascista Ordine
Nuovo28 o, en cualquier caso, de la extrema derecha.
El atentado de Piazza Fontana de Milán había contribuido al nacimiento de las
Brigadas Rojas, pero sobre todo había supuesto el exordio para los denominados “años
de plomo”, que dominarían la década de los setenta. En el marco de la Operación Gladio
de la OTAN, la Democracia Cristiana en el gobierno, mediante una rama de los servicios
secretos italianos que actuaba en colaboración con la CIA norteamericana29, sirviéndose
de grupos neofascistas que actuaban haciéndose pasar por anarquistas para incriminar a
la izquierda del país, pretendía crear un clima de terror en las calles —la denominada
“estrategia de la tensión”— para frenar así el ascenso político de los partidos de la
oposición. Incluso, eventualmente, para facilitar la llegada al poder de un régimen
dictatorial. Porque a río revuelto, ganancia de pescadores. Siempre ha sido así.
Actualmente un buen ejemplo lo ofrece el temor y rechazo que genera la violencia
yihadista, de los cuales se benefician movimientos extremistas de signo opuesto,
avivando la islamofobia, el racismo y la xenofobia en general.
Se había abierto la veda y la espiral de violencia parecía no tener fin. El 28 de
mayo de 1974, en Brescia, una bomba es responsable del atentado de Piazza della Loggia,
que también parece obra del entorno neofascista. En agosto del mismo año, la explosión
en el tren Italicus…
27 Tras ochenta detenciones y la muerte en extrañas circunstancias del principal sospechoso, Giuseppe
Pinelli, trabajador ferroviario anarquista que falleció al caer —según algunos de los contradictorios relatos
policiales, al arrojarse con intenciones suicidas— durante un interrogatorio por una ventana de la comisaría
en la cual estaba detenido. El hecho, años más tarde, inspiró a Dario Fo para escribir Muerte accidental de
un anarquista. 28 Que recibía regularmente financiación de manos de un funcionario de prensa de la embajada de los
Estados Unidos en Italia (“US supported anti-left terror in Italy”. The Guardian, 24 de junio de 2000). 29 Un informe parlamentario de 2000, llevado a cabo por la coalición de centroizquierda El Olivo, en el
gobierno, sostenía que en su día los servicios de inteligencia de los EE.UU. estaban al corriente de ataques
terroristas que la ultraderecha planeaba cometer, como el de Piazza Fontana, pero no alertaron a las
autoridades italianas. De hecho, ese mismo año, el propio Emilio Taviani, demócrata cristiano y cofundador
de la oscura organización anticomunista de la OTAN Gladio, reconoció que la CIA suministró material a
los terroristas y entorpeció las investigaciones que pretendían esclarecer los hechos. Taviani, por otro lado,
ya había admitido ante los investigadores que el SID (Servizio Informazioni Difesa) y el servicio de
inteligencia militar habían estado a punto de enviar un oficial a Milán para que abortase la operación,
aunque finalmente se decidió llevarla a término para intentar culpar después a los anarquistas.
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25
De alguna forma, la muerte de Pasolini fue una secuela más de esa estrategia del
terror. Hay quienes, quizá con bastante razón, lo consideran, por ello, la última víctima
de la masacre de Bolonia.
Tras el atentado de Piazza Fontana, profundamente impresionado por la
bestialidad de los hechos y por la desvergüenza con la que el gobierno está manejando la
información o la desinformación, Pasolini escribe “Patmos”, poema incluido en
Transhumanar y organizar en el que anuncia, como nuevo Juan, con un lenguaje propio
de la revelación, el Apocalipsis que ya está en marcha. “Escribe, pues, las cosas que has
visto, / las presentes y las que vendrán después de ellas: / Italia está en crisis, y la misma
crisis que sufro yo / (inadaptabilidad a las nuevas operaciones bancarias) / la sufren a su
bestial manera los fascistas”, previene. Pero, por otro lado, asqueado por la actitud del
gobierno, tampoco se priva de declarar públicamente su respaldo a la izquierda, acusada
con mentiras en plena estrategia del despiste: “como literato que hace literatura / declaro
mi solidaridad con Potere Operaio / y con todos los demás grupúsculos de extrema
izquierda. / Saragat no debió meterlos a todos en el mismo saco”.
Porque el poeta tiene muy clara la autoría del atentado. Y, más allá señalar a los
grupos de extrema derecha, culpa a los autores intelectuales, a los máximos responsables,
en una lacónica acusación que tan hermética no parece: “solo un suicidio llevará a la pista
del responsable de este llanto”. Si tenemos en cuenta que el propio autor aclara en nota
que estos versos se escribieron antes del suicidio del anarquista Pirelli, la alusión al
suicidio solo puede significar que, según Pasolini, para desentrañar la trama asesina que
pretende desestabilizar el país, el gobierno —de tener dignidad— habría de hacerse el
harakiri o clavarse su propio aguijón como el traidor escorpión que es. Es decir, habría de
reconocer su participación en los hechos, renunciando así al poder. En definitiva, algo
muy similar sostenía Leonardo Sciascia al asegurar que “si el Estado quisiera realmente
luchar contra la mafia, tendría que suicidarse”.
Pasolini parece muy seguro de que la intrigante Democracia Cristiana ha
conspirado, como en efecto se demostró más tarde. Además, en último término, el
gobierno, garante de un sistema capitalista que empobrece y deshumaniza, es responsable
de la precariedad y desesperación en la que vive el ciudadano, empujado a veces en brazos
de ideologías extremas:
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Tú te suicidarás
si tenías todo que ganar y nada que perder
y, por tanto, no eres un fascista de izquierdas que, pobrecillo,
con sus ideales extremistas ahora tan trágicamente frustrados,
se ha convertido en un hermano querido, y quisiera abrazarlo fuerte;
tú te matarás, fascista loco,
y tu suicidio solo servirá para
dar una desdichada pista a la policía.
Una de las principales acusaciones que Pasolini dirige contra la Democracia
Cristiana es su traición a los más básicos principios del humanismo. El partido en el
gobierno, corrupto, erigiéndose en paladín del más feroz consumismo capitalista, origen
del egoísmo que disgrega la sociedad, y demoliendo los verdaderos valores y
tradiciones30, homologando a todos a derecha e izquierda —como defiende el autor en
Pasión e ideología (1960)—, ha degradado el país conscientemente, convirtiéndolo en
pocos años en “un pueblo degenerado, ridículo, monstruoso y criminal”31. Un pueblo que,
30 Pasolini añora el mundo campesino preindustrial no por infundada nostalgia, sino porque aquel
únicamente aspiraba a consumir los bienes necesarios. No obstante, su postura no siempre fue bien
entendida y le acarreó ásperas críticas que lo tacharon de retrógrado, un ejemplo es la encendida disputa
que mantuvo en los periódicos en el verano de 1974 con Italo Calvino, que lo acusaba de nutrir nostalgia
por la “Italietta”. En una carta publicada en Paese sera (8/VII/1974), Pasolini decía no añorar la Italietta
“pequeñoburguesa, fascista, democristiana, provinciana y a los márgenes de la historia, cuya cultura es un
humanismo escolar formal y vulgar”, sino a “la gente pobre y auténtica que luchaba para derribar a aquel
patrón sin volverse patrones”. En este contexto habría de entenderse la lectura que, en La ricotta, el
personaje interpretado por Welles hace —tras una crítica descarnada contra el pueblo italiano—de un
fragmento del poema “Yo soy una fuerza del pasado”, de Pasolini, donde se lamenta que los italianos hayan
olvidado su pasado y tradiciones, en los que realmente residía su esencia, quedando así tan huérfanos y
desorientados:
Solo en la tradición está mi amor.
Vengo de las ruinas, de las Iglesias,
de los retablos, de los burgos
olvidados en los Apeninos y los Pre Alpes,
donde han vivido los hermanos.
Vago por la Tuscolana como un loco,
por la Apia como un perro sin dueño.
O miro los crepúsculos, las mañanas
sobre Roma, sobre la Ciociaria, sobre el mundo,
como los primeros actos después la Posthistoria
con la que subsisto, por privilegio de registro civil,
desde el punto extremo de alguna edad
sepultada. Monstruoso es quien nació
de las entrañas de una mujer muerta.
Y yo, feto adulto, vago
más moderno que todo moderno
en busca de los hermanos que ya no están. 31 P. P. Pasolini. “Il vuoto del potere in Italia”. Corriere della Sera, 1 de febrero de 1975. En La ricotta,
cuando Orson Welles, encarnando al director de cine que está rodando una película sobre la Pasión, es
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por otro lado, tolera la corrupción y la propicia con su silencio, con su actitud
menefreghista, con su irresponsable indiferencia32.
Pasolini se resiste a aceptar que la cuna del humanismo, la patria del Renacimiento,
el lugar donde se alcanzó el más alto grado de prosperidad del hombre —que poco tiene
que ver con la opulencia—, se haya convertido en una pocilga donde se revuelca el nuevo
prohombre; en el mejor de los casos, en un establo donde rumia, ignorante, el italiano
anónimo. Su batalla se libra contra un sistema artífice del mediocre hombre medio, de los
oscuros hombres grises, una especie que se adueñó del ámbito político, que llegó para
quedarse. Pues de esa clase el sistema, al tiempo, se retroalimenta: ellos se cuidan de
perpetuar la aberración, asegurándose así sus mezquinos privilegios.
El verano de 1975, Pasolini propone, como única solución posible para recuperar
un marco democrático sano, un proceso judicial contra los dirigentes democristianos, algo
que solo puede acabar con esos políticos en la cárcel33. De nuevo, Pasolini se convertía
en profeta, aunque su vaticinio no habría de cumplirse, para vergüenza de Italia, hasta
mucho tiempo después. Solo en septiembre de 2013, en Palermo, se juzgaría la
responsabilidad del Estado en la muerte de dos jueces, Falcone y Borselino. En el
interrogado por un periodista sobre sus impresiones de Italia, describe a sus habitantes como el pueblo más
analfabeto y con la burguesía más ignorante de Europa. 32 Acusa, ya en 1951, el poeta en “El Apenino”, que abre Las cenizas de Gramsci:
Y hacen de Italia su posesión
con una risa dialectal, irónicos,
que ni provincia ni ciudad lleva grabada,
sino obseso cerro y barrio,
si cada uno encerrado en el calor del sexo,
su única medida, vive entre gente
abandonada al más verdadero cinismo
y a la más verdadera pasión; al violento
negarse y al violento darse; en el misterio
clara, porque pura y corrompida…
Si cada uno sabe, experto, el ingenuo lenguaje
de la incredulidad, de la insolencia,
de la ironía en el dialecto más sabio
y vicioso, cierra en la inconsciencia
los parpados, se pierde en el pueblo
cuyo clamor no es más que silencio. 33 P. P. Pasolini. “Bisognerebbe processare i gerarchi DC”. Il Mondo, 28 de agosto de 1975. Una vez más
se intentó enfangar la reputación de Pasolini, ya muerto, cuando, tras el 16 de marzo de 1978, una parte de
la prensa sugirió que esta propuesta suya habría podido inspirar el secuestro y asesinato de Aldo Moro. El
absurdo respaldo para tan grave acusación fue el uso del término “juicio”, en un sentido macabramente
metafórico, obviamente, en el comunicado de las Brigadas Rojas. La mala fe era manifiesta, pues Pasolini
deja bien claro que se necesita un proceso regular con todas las garantías judiciales.
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banquillo se sentaban capos de la mafia, un antiguo ministro del Interior y un exministro
de Desarrollo, un senador cercano a Berlusconi, un general de las fuerzas especiales de
los carabineros y dos miembros de los servicios secretos italianos, todos acusados de
negociación secreta con la mafia34.
En “Patmos”, Pasolini culpa a los políticos de que entre ellos y el país se abra un
abismo que los primeros, con su superficialidad, con la indiferencia que muestran ante la
tragedia que se vive en la calle, la de las personas comunes, con la vacuidad de su
lenguaje35, se han encargado de excavar. Aunque también se advierte la reprobación
contra unos intelectuales demasiado enfrascados en sus propios asuntos, poco
sensibilizados con el problema de quienes sufren y quizá temerosos de manifestarse
públicamente. Porque quienes tienen el arma de la palabra, quienes deberían dar voz al
pueblo, habrían de condenar:
Lloren sus familias; yo hablo como literato.
Opongo al duelo un cierto manierismo.
[…]
Cánones y tropos a disposición reemplazan a las conmociones.
[…]
Quien está en el poder, además, tiene sus figuras,
dentro de las cuales sustituye cómodamente el logos por la nada.
Aunque, efectivamente, como se atrevió a declarar impúdicamente, la misma
mañana en que se conocía el asesinato del poeta, el cínico e hipócrita36 Andreotti —que,
ladino como siempre, se escudaba en la doble interpretación que consentían sus duras
palabras, tan poco compasivas, tan poco cristianas—, Pasonili se había buscado su propia
muerte37, el vital escritor estaba muy lejos de haberse suicidado persiguiendo el fin por
34 Respecto a este proceso y, en general, sobre la relación entre Estado y mafia en Italia resulta
especialmente ilustrativo el documental francés de 2017 Italia y la mafia, un pacto sangriento, dirigido por
Cécile Allegra y Mario Amura. 35 En el poema “Transhumanar y organizar”, el que da nombre a la antología homónima, describe así el
debate político: “Habla también un diputado democristiano de provincias. / Recomienda buenos modales.
Por lo demás, ha aprendido / a decir todo con palabras: o sea, a no decir nada”. 36 Muy instructiva sobre el fariseísmo imperante en la Democracia Cristiana, que incluso sacrifica a Moro
para sacar partido político de su asesinato, resulta la película Il divo, rodada en 2008 por Paolo Sorrentino,
que retrata a un maquiavélico Andreotti, incapaz de remordimiento alguno. 37 Recordemos que Andreotti, tras la sentencia absolutoria en primera instancia, en 1999, fue condenado
por la Corte de Apelación de Perugia, el 17 de noviembre de 2002, a veinticuatro años de prisión por haber
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otra mano, como algunos manipuladores, interesados en librar de sus responsabilidades a
quienes claramente las tuvieron, apelando a una seudopsicología de pacotilla, se han
empeñado en repetir hasta la saciedad38.
En una entrevista, el 31 de octubre de 197539, la víspera de su asesinato, le
preguntaron cuál era su calificación profesional preferida, a lo que Pasolini respondió:
“En mi pasaporte aparece escrito simplemente escritor”. Y por eso, por escribir, por
escribir “simplemente” lo que otros no querían que fuese dicho, halló la muerte. Sus
censores no dejaron cabos sueltos.
instigado el asesinato del periodista Mino Pecorelli, muerto a manos de la mafia en 1979, después de haber
anunciado que publicaría pruebas obtenidas a través de Aldo Moro de que Andreotti había cobrado
comisiones ilegales. El Supremo, en octubre del 2003, sin embargo, lo absolvía. Respecto a la acusación
de asociación mafiosa, el recurso ante el tribunal de Palermo prosperó en 2003, cuando se declaran
prescritos los delitos anteriores a 1980 y se lo absuelve de los de los años sucesivos. El Supremo, después,
a finales de 2004, dictó la absolución con fórmula plena. No obstante, algunos arrepentidos de la mafia
reconocen un pacto entre el Estado italiano y la mafia siciliana, que, en 1992, ejecutó entre otros a los jueces
Falcone y Borselino con la autorización del poder político —de hecho, durante el juicio de 2013 en Palermo,
algunos testigos mafiosos señalan que las ordenes importantes se recibían directamente de Andreotti—, y
no simplemente como venganza personal hacia ellos.
Actualmente se considera probado que la mafia había respaldado a Democracia Cristina desde su
propio nacimiento. El partido surge, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, para intentar frenar el
previsible ascenso de la izquierda en las primeras elecciones libres italianas. Con él, la burguesía
terrateniente pretende asegurarse el mantenimiento de sus privilegios sobre una masa campesina cada vez
más fuerte y concienciada. En el plano internacional, los americanos, que temen al PCI, el más poderoso
de Europa occidental, deciden apoyarlo. Al tiempo, la nueva formación política llega, ya muy
tempranamente, a acuerdos con la mafia, que facilita votos a cambio de favores políticos y permisividad
con los hechos delictivos, creándose así un corrupto régimen de clientelismo que durará hasta mediados de
1992. Quienes se oponen a él mueren. Y ahí entra en juego la magistratura, que finalmente —a pesar de los
infiltrados— se rebela con Falcone y un grupo de incorruptibles.
Así, cuando, durante el denominado Macrojuicio, los políticos ya no son capaces de proteger a los
capos, el pacto entre mafia y Estado se rompe, provocando el asesinato de algunos representantes
democristianos. Ciertos jefes mafiosos, de hecho, avisan a Falcone de que está atacando a quienes le pagan.
En efecto, presuntamente, al negarse este juez y su colega Borselino a aceptar el pacto del que el ministro
del Interior les habría informado, firman su sentencia de muerte. Tras estos dos asesinatos, la mafia seguirá
sembrando el terror mediante atentados para forzar al Estado, si quiere recuperar la paz en las calles, a
renegociar los acuerdos. A través de los servicios secretos, se plantean exigencias —Il papello, que incluye
la anulación del Macrojuicio y la reforma total de las leyes antimafia— a cambio del cese de la violencia. La mafia, como gesto de buena voluntad, entrega a Totò Riina y busca un nuevo líder más propenso al
diálogo. No obstante, las negociaciones no llegan a buen puerto y, en consecuencia, la mafia decide dar un
escarmiento a Andreotti, que no ha garantiza la impunidad, y que, en efecto, aun partiendo como favorito,
no es reelegido en las elecciones de mayo de 1992. El líder de la Democracia Cristina desaparece del
escenario político y al año siguiente es acusado formalmente. Su partido, que ha dominado el panorama
político cinco décadas, se disuelve en junio de 1993. Recoge el testigo Berlusconi, magnate de la
construcción y medios de comunicación, cuyos colaboradores se codean con los círculos mafiosos para
asegurarse votos. Forza Italia arrasa en las elecciones de 1994 y los atentados cesan: la mafia había
encontrado un nuevo interlocutor político con el que conviviría pacíficamente durante los siguientes trece
años casi sin interrupción. 38 Una capciosa hipótesis que, por cierto, Siciliano, ofendido, se mostraba muy preocupado por rebatir
(Siciliano, Vita di Pasolini, 474-475). 39 La última concedida para la televisión. A su regreso de Estocolmo, mientras promociona su nueva
película Salò o los 120 días de Sodoma, hace escala en París para aparecer en el programa Dix de Der, de
Antenne2. Curiosamente, esa entrevista permaneció inédita en Italia hasta el 12 de diciembre de 2005,
cuando se estrenó en el Auditorio Parco della Musica de Roma.
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Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 113, noviembre-diciembre 2020 · https://margencero.es/margencero/pasolini/ PÁGINA WEB de Salomé Guadalupe Ingelmo: · http://sites.google.com/site/salomeguadalupeingelmo/
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