Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

download Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

of 11

Transcript of Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

  • 7/28/2019 Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

    1/11

    ALTERIDADES, 19966 (12): Pgs. 49-59

    Tradiciones de chamanismoen la Mazateca Baja

    JUA N PREZ QUIJA DA*

    * Departamento de Antropologa, Universidad AutnomaMetropolitana-Iztapalapa.

    Mi pueblo es grande.Hay que restregarse

    la tierra entre las manos.Sentirse rbol entre sus bosques.

    Reverenciar sus rituales...Corretear como ardillas

    por sus caminos y veredaspara sentir el sabor,

    la sencillez de su grandeza.Humberto Akaba l. El Anima lero

    R ela t o s de c h i c o n i n d

    A veces se oye, tanto en el da como en la noche. La cam-

    pana retumba en el cerro y alcanza a orse mucho ms

    lejos, hasta all en Tenango y aqu tambin en San Jos.

    El viento trae el sonido, son como ocho o diez kilmetros

    y se escucha clarito. Pero la cosa es que no hay iglesia ni

    ch u ta n im a, ni campana, es el puro cerro, sin gente,

    bueno ms bien es el chiconindde campana, que as se

    hace presente.

    De esta manera me comentaba doa Mara Luisa,mazateca de las tierras bajas del municipio de SanJos. Y contina...

    Cuando alguien camina cerca y oye su sonido, mejor se

    aleja, hace como si nada, mejor reza, aunque sabe que es

    el chicnde cerro Campana que algo pide, puede que

    reclame alguna falta o algo que debe quien pisa sus

    piedras, sus plantas, su vida misma en el lugar y ms vale

    caminar lo ms rapidito. No detenerse hasta la casa. Si te

    sale en el camino es que est muy enojado por algo que t

    sepas o ni recuerdas y te agarra y espanta, enfermas y

    hasta puedes morir si no te curas a tiempo. Cuando es

    chu ta nim ade la sierra y no conoce, el chiconindle hace

    perder el camino y pasar un mal rato, y es que as es, ca-

    prichudo de por s.

    La voz chiconind, ochiconanguliteralmente cerro

    pequeo, hace referencia a seres constitutivos de lacultura que intervienen en la vida cotidiana de loschu ta nim a ,1que interactan y toman decisiones,orientando a sus habitantes como unos miembrosms de la comunidad.

    Pero si le escucho llamar dice un curandero s inahde

    Buenos Aires,2 me pongo a tostar hojas de pltano y es

    que algo quiere y se las envuelvo con huevos de ccona y

    dos arrubas de cacao, plumas de guacamaya y tabaco,

    todo por parejo, lo copaleo en el altar y se lo l levo a

    Campana. Dejo un poquito de cada cosa en la mesa para

    que trabaje. Es que algo quiere y le voy calmando por elcamino, le canto y chiflo para que se contente. S que me

    escucha desde antes de salir de la casa, viene hasta ac,

    igual que yo siento que ah est, me anuncio para que se

    haga presente y atienda y saber qu es lo que pide o avisa.

    Luego camino hasta lo alto del cerro y all espero en veces

    hasta la madrugada. Aunque es mero dueo de todo el

    lugar y respira y siente por todas partes le busco en unas

    como grietas a un lado de arriba. All le gusta esconderse.

    Estoy en velacin para que no me agarre descuidado,

    hasta que sale, en veces se hace tardado, y luego salta en

  • 7/28/2019 Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

    2/11

    Tradiciones de chama nismo en la Maza teca Ba ja

    50

    un de repente. Y me pega ac en la panza, llego hasta

    vomitar, aguanto el rigor ms fuerte sin perder el control

    y puede que se deje ver como figura de gente o como chas-

    quido, o rodando como piedra, como aire y se siente bien

    pesado. Pues es todo lo que es el lugar y le escucho, me

    dice sus quejas y le calmo con rezo y canciones y humo.

    Dejo las cositas de regalo en cuatro partes que conozco y

    regreso para traer algn encargo que pida, es caprichudo,

    pero tambin atiende. Yo slo le busco para el bien, y en

    veces, s me concede y yo le cumplo. l sabe, pero hay

    quien tambin le encuentra para el dao, all ellos. En el

    sueo tambin me encuentra, me habla y me despierta

    aunque siga dormido y luego recuerdo... De por s, aun-

    que no se escuche el sonido de campana, subo por Na-

    vidad y muertos y tambin por sus dos santos a llevarle

    el itacate porque es el mero mero de estas tierras y me

    ayuda para saber cosas y para la curacin.

    Los chiconindson dueos de lugares. Cuidan ymantienen vivo cada espacio, cada piedra, cada planta,cada rincn del camino es vida y se expresa de formaconsciente, siente y acta. A travs de los chiconeslanaturaleza manifiesta decisiones, los gustos o disgus-tos e interacta con las gentes, animales y cosas comoparte indivisible. Los chu ta nim ade cada pueblosaben de su pertenencia al dominio del chiconinddueo de ese lugar, de la misma manera que sientencomo ste les pertenece. Es su tierra. Los chiconestienen a su cargo el cuidado de mantener el mundosocial de los chu ta nim a. Son conservadores, capri-

    chosos e impredecibles. Les molestan las alteracio-nes naturales y por tanto culturales. Guardianes delmedio, evitan su propia desaparicin que de algunamanera es la de los propios mazatecos.

    Cuando se construy la Presa Miguel Alemn en la dca-

    da de los cincuenta, los chiconesandaban muy enojados,

    hasta cuartearon la cortina y retrasaron las obras varios

    aos. Muchos desaparecieron al quedar sus dominios

    bajo las aguas, quin sabe adonde fueron. Luego su enojo

    pas y nos permitieron pescar y hubo abundancia. Ahora,

    estn otra vez molestos por el dique de Pescadito de Abajo

    que va a juntar las dos presas y retiraron la pesca, ya nosacamos nada y es que estn enojados de nuevo. Tiene

    poco que se desbarrancaron tres peseros en la nueva

    brecha de San Martn, Fue el chicnde ese cerro y es que

    nadie le pidi permiso, ni le ofrendaron, para abrir el

    nuevo paso.3

    El territorio mazateco est dividido en parajes f-sicos, que se corresponden con espacios que puedenabrirse en estados d e conciencia acrecentad a, 4 cadauno de los cuales pertenece a un dueo. No hay lugar

    o rbol, roca o nimaque no corresponda a un chicny viceversa, todos participan en esta concepcin de losniveles ntimos de la cultura mazateca. Tal codifica-cin lleva a establecer un valor especial a la relacin delosnimacon el ambiente donde nacen viven y mueren.Dicha relacin forma parte de lo que damos en llamar

    geografa sagrada de los mazatecos, misma que con-duce al establecimiento de un mapeo de cada espacio

    y su correspondiente en el plano de la conciencia acre-centada donde se intersecta con los lugares de larealidad ordinaria. Para los mazatecos este doble co-nocimiento de ciertos lugares conforma una unidadinseparable.

    Cuando un nimasale de su casa a trabajar elcampo de chile camina rutas que dentro de la uni-dad que la vida cotidiana representa se abren enciertos sitios al doble espacio de lo sagrado y lo pro-fano.

    Cada hondonada, escurridero y recodo en el cami-no pueden expresar una presencia, un recuerdo queconfigura el despertar de una emocin en el chutanimaque los recorre y le confronta con la manera enque est plantado en su propia vida. El sobreentendi-do de saberse observado por el chicndel lugar co-necta la actitud de precaucin y alerta con que caminanlos mazatecos. Las apariencias de determinados lugarespueden ampliarse a espacios nuevos en los que laaparicin sorpresiva de estos seres naturales causaimpactos en la secuencia de vida de los mazatecos,pudiendo causarles daos e incluso la muerte si no

    pueden soltarse de tales presencias. Andar concautela, en extremo silencio especialmente durante lanoche, no cortar ni recoger ramas y apenas alumbrar-se, son reglas de respeto hacia los lugares, que cumplenquienes mueven sentimientos de veneracin y miedo

    y que se traslucen en sus relatos. Evitar ser odos. Loslugares, los chicones, pueden escuchar las intencio-nes de quienes transitan abrindose as los espaciosporosos de la conciencia acrecentada. Procurar noirrumpir en el lado sagrado que habita el chicnytratar de evitar dar motivos para que ste rasgue el

    velo que separa los espacios y se manifieste en la rea-

    lidad fsica, forman parte de la manera de ser de unnima. Para el caminante, respetar las prohibiciones,cumplir con el mapeo sagrado se traduce en transi-tar respetuoso por sus rutas geogrficas, en silencio ylo ms desapercibido posible.

    Los chiconindse mueven en territorios cuyos l-mites se marcan por el dominio de otro chicon. Dentrode su espacio tienen sus predilecciones, lo alto de loscerros, cuevas, lugares hmedos y resguardados. Elaire los trae y los presiente, la tormenta los manifies-ta. A veces compiten por lugares:

  • 7/28/2019 Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

    3/11

    Jua n Prez Qu ija da

    51

    El chicnde San Martn, ms pequeo que

    el de Huautla, tuvo un problema porque

    ste quiso seorearse de un cerro que per-

    teneca a aquel. Se enfrentaron y el seor

    de San Martn marc sus huellas en el

    cerro donde pueden verse y desde entonces

    elchicnde Huautla le respeta (informacin

    obtenida de Juan Luna).

    Las relaciones entre los chiconinddicen mucho de las relaciones entre losnimade cada comunidad. En ciertoscasos los comportamientos y aconteci-mientos de la vida son achacados a cau-sas que se sitan fuera de los espaciosde la realidad cotidiana pero que re-percuten en sta, a la vez que en otrosmomentos las confrontaciones entre

    chiconesson tomadas como resultadode los conflictos entre comunidades ofamilias. Los rayos que se lanzan entrecerro Rabn y los de Tenango, cuandoson ms fuertes las peleas entre estosdos chiconeses porque estn en pleito los

    de Ixcatln con los de all (Informante,Don Facundo Altamirano Ixcatln).

    Igualmente los chiconesregulan yordenan actividades y relaciones entrepueblos estableciendo lmites y prohi-

    biciones...

    El chiconindde San Martn slo nos de-

    jaba cortar lea para vender carbn y criar

    borrego. Nunca quiso que nos hagamos

    ricos. Slo despus de la presa nos permiti

    sembrar el caf. No es como el de Huautla

    que deja cultivar flores y hacerse ricos.5

    Cadachiconindpresenta rasgos decarcter especficos, con gustos e impo-siciones particulares que le conformancomo individualidad con personalidad definida y que

    permiten su identificacin por los chuta nim ade cadalugar. A veces benficos, otras castigadores y ven-gativos, exigen un comportamiento de los chuta nim aque se expresa y est acorde con un orden natural-cultural ancestral.

    Los chiconesse manifiestan bajo diversas apa-riencias. Pueden tomar formas de animales, nios yadultos de ambos sexos o incluso de sonidos o fuerzasde la naturaleza. Mantienen distinto tamao entre s,lo que puede ser interpretado como diferencias defuerza. Tales diferencias de poder no se expresan en

    jerarquas de dependencia entre chiconind, sino que

    se corresponden con el tamao de los cerros y lugaresdonde ejercen sus dominios.Los encuentros entre los chu ta nim ay loschicones

    se pueden dar fortuitamente en lugares especialesdonde se abren espacios de conciencia acrecentadaque permean la realidad cotidiana.6 Los chiconesseaparecen siempre por algn motivo detrs de lo acci-dental y sorpresivo. Incluso la forma que adoptan

    vara si quieren hacer dao o beneficiar. De la actitudcon la que afronte el encuentro el nimaresultarsaludable o perjudicial. El miedo a ser castigado se

  • 7/28/2019 Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

    4/11

    Tradiciones de chama nismo en la Maza teca Ba ja

    52

    encuentra en el trasfondo de la relacin nima -chicon. No hay secretos para el chiconind, puedeentrar a travs de los sueos y en los pensamientosde quienes transitan por los caminos. Cierto terrorlatente puede aflorar, producir el espanto, la enferme-dad y a veces la muerte. En un encuentro con chiconin-d, que en el fondo nunca es sentido como casual,siempre se encuentra algn motivo, cierta razn per-sonal o social, pero aunque se prevea suele resultarsorpresivo. En la mayora de los casos se produce unaprdida de memoria tanto del encuentro como dellugar en que acontece, lo que supone una prdida delespritu, la sombra, parte de la esencia de la vida paraun mazateco.

    Por otra parte no podemos referirnos a los encuen-tros con los chiconindsin hablar de los procesos decuracin que generalmente se necesitan y en los quelos s inahocupan un papel decisivo. Tales curanderos

    pueden traspasar hacia los espacios de la concienciaacrecentada y buscar los lugares de encuentro con loschicones. Entrar y salir a voluntad unificando sagrado

    y profano. Los s inahbuscan encuentros directos conlos chiconesy, en determinados casos, incluso con-frontaciones cuando se trata de recuperar el esprituentregado por algn teque est por el dao.7

    Las confrontaciones entre s inahque trabajan endirecciones opuestas se expresan en encuentros depoder dechiconesaliados de ambos. Se manifiestan enaires y tronidos que los mazatecos identifican comocorrespondientes a encuentros de poder y, desde

    luego, no desean quedar atrapados en medio de unaconfrontacin de tales caractersticas.

    Los encuentros entre los chuta nim ay loschiconesse pueden dar inesperadamente en lugares especia-les donde se abren espacios de conciencia acrecen-tada que permean la realidad cotidiana. Para los s ina-hestos encuentros nunca son fortuitos. Un s inah

    busca encontrarse directamente con los chiconesy, endeterminados casos, confrontarse cuando trata derecuperar el espritu perdido de un nima, siempreayudado por algn s inahdifunto y otros seres pro-tectores, entre los que figuran chiconesaliados. Los

    daos en los que intervienen chiconesnecesitan deprocesos curativos complejos que no cualquier curan-dero puede aceptar debido al peligro, as como tam-poco puede garantizar el xito. Se requiere de espe-cialistas que puedan penetrar en la conciencia de lapropia naturaleza, que puedan situarse en estadosperceptivos a travs de los que accedan a la localizacin

    y encuentro de los seres causantes del mal, y que seancapaces de recuperar al enfermo y encaminarle en surestablecimiento. Al manejar la entrada y salida endiversos niveles de la realidad, las figuras de los s inah

    abren espacios de curacin en los que se manifiestala profunda complejidad cultural de los chu ta nim a .En el espacio de la conciencia acrecentada abierto porel propio curandero se expresa un campo donde losubjetivo y lo objetivo entran en una relacin de sig-nificado simblico impulsados por la intencin del

    propio sinah.A continuacin se presentan algunos fragmentos

    de un caso de curacin en el que aparece chiconindcomo figura integrante de un proceso curativo y aquien se achaca en cierta medida la corresponsabilidaden la enfermedad del miembro de un grupo familiar.

    Tambin aparece la figura del curandero, quienentra en un distanciamiento liminal que se profun-diza ms y ms hacia el trance durante la lectura delmaz, transformndose as en s inah. Desde ese estadoconfigura la intencin de la familia en la direccincurativa durante los distintos momentos que se mar-

    can en el tiempo para la curacin. A su vez, el grupoque participa en el proceso entra en el espacio ritualdonde la conciencia est expandida hasta la noche si-guiendo la decisin del s inah.

    Por otra parte, a lo largo de la descripcin que seofrece, se da un deslizamiento de la posicin del etn-grafo hacia el foco de la accin ritual ocupando unaposicin dual en ciertos momentos, oscilando desdecobrar voz como participante en el proceso de curacin,hasta el del propio anlisis del proceso ritual.

    Espac i o s de cu rac i n

    Un joven regresaba a su casa desde San Felipe, fue unda pesado, vena de visitar la familia materna, pensa-

    ba trasladarse a vivir all, donde naci. Su recinesposa la trajo de junto al mismo San Felipe. Atravesel chilar y la palapa del esposo de su madre y entren el pequeo recinto donde dorma su mujer. Sesenta mal, haba bebido, pero estaba peor que otras

    veces, se acost, al siguiente da amaneci sin poderexplicar qu le pasaba, estaba como paralizado, enfermo

    y ausente, As pas varios das sin que la familia alcan-

    zara a comprender lo que le ocurra. Hasta que la madrepareci tomar una decisin y as, pasados unos das.

    ...Aqu venimos trayendo al hijo, siente entumido y no

    puede enderezar, mrele, apenas camina. Le duele mucho

    en su panza y pecho cuando tratamos de jalar para que

    se pare. Dice que no puede masticar y vomita, slo admite

    tantito caldo. Anda como pesado de la cabeza y no des-

    cansa, se enflac y se queja en la noche, como que quiere

    llorar y respinga y no acierta a decir qu tiene. Mrale, est

    como triste y de espanto.8

  • 7/28/2019 Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

    5/11

    Jua n Prez Qu ija da

    53

    enjuag con alcohol la boca y chup con fuerza a laaltura del pecho del paciente, escupi y repiti la ope-racin dos veces ms. Despus apag las dos velas ylas deposit en el altar. La estancia qued en penumbra

    y tranquilidad, pareci descender la temperatura.Descansen dijo y sali del recinto, pas algo

    ms de media hora. Todos quedamos en silencio casiinmviles durante un buen rato.

    Senta un gran descanso y el grupo chu ta nim apareca estar en reposo. Un tiempo despus, la mujercamin adonde estaba el hijo, habl con l algunasfrases ayudndole a recostarse en una hamaca alfondo de la palapa. Luego, se fue a encontrar con elcurandero que andaba conversando rutinariamenteen la cocina. Despus de platicar un tiempo, la seoraregres. No pareca mayormente intranquila. Se diri-gi al hombre y en ese momento prefer retirarme.

    Fui a reunirme con el curandero que segua en la

    pltica familiar y le pregunt sobre el joven. Me dijoque tena un dao fuerte, que pudo ver como el chicnde San Felipe le tena atrapado, que los familiaresandaban mal tambin, pero no saba por qu y era ne-cesario seguir trabajando para traerle, sanarle y curara los dems, que para eso continuaramos en la nocheen una sesin con si tuen la cual estaba incluido.

    Las horas transcurrieron en una especie de queha-cer vaco. Un espacio liminal lleno de pequeos ires y

    venires sin sentido que podan igualmente dejar dehacerse. Matar el tiempo, falto de intencin, contra-dictorio e inseguro. El grupo familiar estaba callado,

    apenas intercambi con ellos gestos amables. Quietos,permanecieron prcticamente toda la jornada sinmucho movimiento, en mis desplazamientos siemprelos encontr aislados, sumidos en el silencio, ensi-mismados. En un momento opt por acostarme enuna hamaca y all permanec como en letargo, estabatranquilo, dejando transcurrir la tarde.

    Las oraciones conocidas del curandero me hicieronvolver del agradable adormecimiento del descanso.La velocidad en el tiempo haba cambiado, los pen-samientos se alborotaron, la atencin giraba enlazandode nuevo con los pensamientos de la sesin matutina,

    una fuerza atraa hacia el interior. La voz del curan-dero era como un llamado a continuar con la curacininiciada en la maana. Al acercarme a la palapa, elaltar estaba prendido, aunque no terminaba de ano-checer, la luz de las velas se proyectaba al exteriorentre las paredes de otate. Al entrar me percat de queel grupo familiar estaba en pie, mirando en la mismadireccin que el curandero y all incorporados en losmismos lugares en que se haban pasado el da. Elambiente era distinto, la concentracin era intensa entorno al altar y el curandero, quien formulaba la

    [Con esta presentacin entraron en la palapa delcurandero cinco chu ta nim ade Paso Cocuyo (a unahora de distancia en lancha)]. El muchacho, envueltoen una cobija, ayudado por un hombre de unos cua-renta aos y una mujer de semejante edad que llevabala voz preocupada del grupo. Con ellos, dos muchachas,

    una de ellas embarazada, la otra adolescente todava.El curandero les indic la banca y sillas para des-

    cansar, escuchaba a la mujer y mientras prendaveladoras en su altar les pidi que le entregaran lo quetraan para curacin. Sacaron de una bolsa variospequeos paquetes, unos con frijol, azcar y arroz(para comida de la casa) que fueron mandados haciaotra palapa, adems de copal, alcohol, velas, huevos yplumas de guacamaya que entregaron al curandero

    y que ste coloc sobre su mesa ante el altar. La mujerpareca menos agitada. Con breves indicaciones, elcurandero atrajo al muchacho, le sent enfrente de la

    mesa y mientras extenda un pequeo mantel decuatro dobleces le pregunt su nombre. Se hizo unsilencio tranquilizador en la fresca sombra de la pa-lapa. El curandero, despus de prender copal, reco-gi del altar una bolsita de donde extrajo sus macesazules. El silencio se rompi con el leve murmullo delos rezos en lengua mazateca, salpicados del nombredel muchacho de sus acompaantes y de numerosossantos cristianos. Coloc el curandero dos velasprendidas en las manos del joven, mientras segua suinvocacin ascendente abstrado con los maces en elpuo cerrado.

    Me encontr escuchando la interminable y rtmicaletana dentro de una expectativa relajante del grupoen el que la preocupacin pareca dar paso a la quie-tud. Antes de terminar los rezos, el curandero tir losmaces sobre la tela y observ. Con sus dedos tocabacada grano y trazaba lneas imaginarias sobre la tela

    y en el aire a la vez que mascullaba palabras en lo quepareca una conversacin con el propio mantel. Dabala impresin de estar solo, aislado del resto del grupo,dirigindose a s mismo, concentrado, sin distraccionesexternas. Me sorprend bostezando repetidamente,centr la atencin que entr en un ritmo de lentitud

    placentera y sent coordinacin con el grupo en unacorriente de confianza y simpata mutuas.Una y otra vez el curandero recoga y lanzaba los

    granos sobre el cuadrado de tela blanca y continuabasu entrecortada conversacin en la que pareca escu-char y responder a un interlocutor imaginario. Seperciba una presencia indefinida cambi la tempera-tura y tambin la dinmica. Mientras se incorporaba

    regres a los rezos, repeta el nombre del mucha-cho, tom las velas encendidas y las desliz cercanasal cuerpo desde la cabeza, hombros y brazos. Luego

  • 7/28/2019 Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

    6/11

    Tradiciones de chama nismo en la Maza teca Ba ja

    54

    intencin de la sesin a todos los presentes. Le acom-paaban en sus oraciones entre el humo intenso delcopal recin prendido, aceptando la finalidad para laque estaban all presentes. Me coloqu en un lugarcmodo sumndome a los rezos a mi propia manerapero dejndome ir para unificarme con el grupo, po-nindome en la direccin Este, la misma del altar. Era

    tal la fuerza de aquel pequeo grupo que no tuvedificultad para integrarme con ellos.

    El s inahel curandero se abra a un nuevo es-pacio para la sanacin9 sindejar de encomendar acada uno de los presentes por los nuestros nombresintercalados entre sus oraciones, proporcionaba enuna servilleta de tela a cada quien diferentes cantidadesde si tu , el hongo que cura desde adentro, en pares,segn le hablara la fuerza que encontraba al palpar elpulso en la mueca, codo y axila, as como las dificul-tades de la enfermedad que tenamos que trabajarentre todos nosotros como grupo de curacin. El

    s inahestablece lo que a cada quien le toca comer.Mientras dirige la curacin no suele tomarsi tu. Tieneque estar atento a los lugares en los que transita cadauno de los asistentes, en especial a su paciente. Entra

    y sale a voluntad en distintos niveles de concienciaacrecentada y acompaa al grupo en los espacios porlos que ste transita, e incluso puede llegar a sumirseen profundo trance y entrar a recuperar, en caso deque alguien est perdido en alejados espacios de laconciencia acrecentada espantado su espritu poralgn chiconind.

    En el proceso de lucha por el aflojamiento que siguedespus de tomarsi tu, de soltarse y reprimir contra-dictoriamente, el s inahencomienda una vez ms, a la

    vez que frota con piciate10 las muecas y codos, jalan-do los dedos y tronndolos... Luego cada uno de losparticipantes va, poco a poco, repitiendo las oraciones,entrando en una especie de cmara de resonancia,

    como escuchndolas en un eco y siguindolas de unavoz de dentro ms que de fuera, aislando los sonidosy poniendo al tiempo en cmara lenta. Es el trnsito aun nuevo espacio de la conciencia, el paso de la rutinaen las relaciones a relacionarse en un estado donde elsignificado de los sucesos cotidianos entra en un es-tado emocional intensificado, el espacio ritual.

    Poco a poco se da una homogeneizacin de inten-ciones en la direccin de la curacin del paciente. Laconciencia acrecentada abre espacios en los que las

    voces se escuchan desde adentro y se confunden conel exterior. Se produce una especie de fusin entre los

    sentimientos y pensamientos de los participantes, demanera que vivencias del otro parecen surgir de unomismo. La apertura de ese espacio permite acceder alconocimiento de sucesos de vida y lugares comunespara todo el grupo que participa del mismo espaciode curacin abierto por la expansin de la conciencia.La revoltura de pensamientos, sentimientos propios

    y ajenos es caracterstica por tanto de este espaciode conciencia ampliada. Desde el punto de vista de lalgica racional, el proceso de curacin se sume enun caos, es decir, en un desorden para un nivel de

  • 7/28/2019 Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

    7/11

    Jua n Prez Qu ija da

    55

    conciencia de la vida diaria, pero con una coherenciapropia que puede modificar posteriormente los rumbosde comportamiento en los participantes. En ciertosmomentos, lo que son hechos confusos parecen alter-narse con pautas de naturaleza sincrnica que atansucesos con claridad y les dan dan luz explicativa. Las

    cosas que ocurren no son casuales, la atencin que seles preste debe seguir otros caminos. Atestiguar msque juzgar. No esperar ver referentes en causas cono-cidas. Actuar al primer impulso sin titubeo o duda,con conviccin absoluta en lo que se hace. Parece quela accin mueve a la creencia y no al revs. A veces seabre un paisaje donde la luz se hace distinta de brilloe intensidad y se participa en actos donde la forma dehacer corresponde a una conciencia que est situadafuera del pensamiento, directamente en el sentimien-to, sin un antes ni un despus.

    El proceso de curacin continuaba. De pronto,

    como en un salto, se abri un espacio perceptivonuevo. Estaba sentado, el s inahhaba apagado las

    velas. La mujer estaba gimiendo, en la oscuridad total,al rato lloraba y entre las lneas multicolores que lle-naban la visin, el sentimiento de profundo dolorentraba en mi panza y me meta en otra direccin. Elhombre que les acompaaba susurraba. Se diriga almuchacho con splica. Entonces se hizo evidentepara m que l tambin se senta enfermo. El joven pa-ciente permaneca como ausente del dolor de ambos.La angustia de las muchachas provena de distintosorgenes. Del sentimiento amoroso de la ms chica por

    su madre, y de un especial rechazo de la joven emba-razada por todos los presentes, en especial un grancoraje contra el joven enfermo. Trataba de salirse delespacio abierto por la conciencia ampliada pero laingestin del si tu11impeda abandonar el escenarioacrecentado.

    Los suaves silbidos del s inahdeshicieron la dis-armona. Llamaron a cada quien a fijar la intencinpor la que estbamos all reunidos y a concentrarse enlo primero que apareciera, a mantenerse en suspenso.Cada silbido llevaba a niveles de mayor homogenei-zacin y luminosidad a la vez que nuevas vivencias se

    agolpaban... La mujer volvi a llorar y se dirigicortante hacia el hombre, supe de su historia y sudolor. Llevaba viviendo pocos aos con aquel hombre.l le achacaba falta de gratitud ya que la haba re-cogido con sus dos hijos, nios todava y haban sidoincorporados a su otra familia en Paso Cocuyo. Ella sequejaba de la convivencia con la anterior esposa, deltrato que daba a sus hijos, especialmente las golpisasal ahora enfermo. Escenas confusas de borracheras ypeleas entre el hombre joven y el viejo, inundaron mis

    visiones... De pronto los caminos de la conciencia

    acrecentada me llevaron a otro espacio. Era de da, enun lugar de rboles, y estaban presentes coquetean-do el joven enfermo y la muchacha embarazada que notendra ms de diecisis aos. Acto seguido apareciel sentimiento de odio de la mujer y, por un momento,se volte con cara de rabia el enfermo. Fue fugaz. En

    ese instante entraron las palabras del s inahrezandoy armonizando de nuevo la direccin del grupo. Volva escuchar la voz que desde dentro retumbaba en misodos con un eco nuevo. Todos los presentes compar-tamos el mismo espacio de conciencia unificada. Els inahnos orientaba en la bsqueda del lugar de laenfermedad para sacarla afuera. Nuevos caminospara la conciencia se abran ante nosotros... As, derepente se configur un nuevo espacio iluminado poruna luz intensa y pesada, era una escena como desueo. La forma de actuar de todos estaba interconec-tada, pareca que se haba perdido la individualidad.

    A la vez que el s inahse diriga rpido hacia el pa-ciente, ste rompi a llorar y gritar igual que lasmujeres, no se cmo ya estaba incorporado y me visujetando al joven por el brazo a la altura del hombro,mientras el s inahhaca girar un huevo en la nuca yel otro hombre rezaba arrodillado ante el altar. Vomi-tbamos alternativamente. La situacin se fue cal-mando entre los silbidos y oraciones del s inah... Enun momento entramos en un estado de gran sosiego,mientras el copal arda y el sinah, ahora sentado,preparaba un pequeo paquete de ofrenda que serallevado al da siguiente ante el chicnde San Felipe por

    todo el grupo. Luego nos pidi que atendiramos a lossueos y al da siguiente seguiramos. Esto no era msque un momento de la curacin que se abra caminohacia otro espacio, el lugar de dominio del chicnquetodava retena al enfermo...

    Cuando caminbamos con el sol en lo alto yo lohaca sin saber hacia donde nos dirigamos. Quizporque desconoca aquellos parajes. Slo me movapor inercia sin oponer voluntad. El grupo marchabaen silencio, en fila y detrs del s inah, despacio yatentos. Dejamos unos potreros y entramos en untramo de bosque con plantas y rboles de varias al-

    turas. El calor baj en intensidad, los sonidos aumen-taron y la luz cambi el tono. Era ms agradable apesar de no seguir caminos y tener que ir sorteandoalta maleza, concentrando la atencin en un estado dealerta. El s inah, aunque despacio, pareca moversereencontrando un camino conocido para l. Mas queandar un camino daba la impresin de desandar unopara encontrar otro. Llegamos a un lugar ms libre demaleza. Se detuvo un rato, dio vueltas y regres conuna vara, hizo un crculo apenas visible en el suelo ynos pidi colocarnos en torno a ese espacio. Prendi

  • 7/28/2019 Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

    8/11

    Tradiciones de chama nismo en la Maza teca Ba ja

    56

    veladoras y copal y las dispuso junto a leves restosanteriores. Llev unas pequeas bolsas y al ratoregres sin ellas. Comenz oraciones e invocaciones.Llamaba e imploraba al chiconind, acompaado demovimientos de sus brazos. Acerc luego al enfermo yle limpi con las velas del da anterior. La emocin era

    intensa, el espacio cobraba otra resonancia. La jovenesposa estall a llorar y peda perdn y rogaba al lugarpara que devolviera el dao que su madre y hermanoshaban encargado. Repeta y repeta sus nombres. Ellase ofreca para quedar a cambio en el lugar de sumarido. El momento era de tal intensidad que todoslloramos. Se acerc al joven rodendole. El sinah,entregando las velas a la madre del enfermo, junt lasmanos de la muchacha y las alz por un rato mientrasmascullaba unas oraciones y su propio monlogo conel dueo del lugar. Luego recorri con ellas el cuerpodel muchacho detenindose sobre la cabeza y en la

    regin abdominal. No haba inquietud en los pre-sentes...

    Hasta aqu el relato del proceso curativoen estado deconciencia acrecentada. Ms tarde, el s inahexplicque vio el lugar esa noche en sueos y que el chicnqueretena el espritu no tena pleito directo con el joven,que era un trabajo mandado por la familia de laesposa y por tanto ms fcil que devolviera el espritusi sala la verdad, si se arrepenta la muchacha.

    Tiempo despus, me enter que el joven matrimonio

    se regres a vivir a San Felipe y que tuvo que curartanto al padrastro como a la madre del muchacho.

    Como parte de este trabajo me propuse exponervarios momentos de un mismo proceso de curacin. Elarranque muestra la llegada del grupo de chuta nim a

    y la aceptacin del caso por parte del s inahen laprimera parte del diagnstico en la que ste indagaacerca de la naturaleza de la enfermedad as como delos acompaantes, tanteando las posibilidades de sa-nacin. El s inahentra en un estado de concienciaacrecentado a travs de las oraciones e invocaciones yes ayudado por los maces que le guan en el trance con

    sus espritus protectores y escucha sobre las causasdel mal. De esta manera sabe en qu direccin buscarla sombra del enfermo y pide a los espritus proteccinpara s mismo y para los pacientes. El s inahentra enlos espacios de la conciencia acrecentada primerosolo, tantea al chiconindque retiene el espritu del en-fermo y, en este tiempo, el grupo de curacin participaen un nivel de conciencia ordinario. La descripcinque formulo en esa primera parte del trabajo corres-ponde a un nivel que recoge el relato formal del procesocurativo.

    La continuacin del ritual nocturno entra en unespacio en el que se necesita una descripcin desdemltiples lugares simultneos y donde el tiempo pa-rece seguir pautas de saltos ms que secuencias or-ganizadas en cadenas. Igualmente los espacios seabren a una nueva percepcin simblica. La parti-

    cipacin del etngrafo en el proceso de la concienciaacrecentada lleva a una descripcin desde la expe-riencia que debe integrarse con la visin externa de larealidad ordinaria sin resultar excluyente. La inter-pretacin cultural debe fundir los distintos espaciosde conciencia en ritmos de la vida social cotidiana.

    En un mismo trayecto de curacin se incorporael grupo conjuntamente, adentrndose junto con els inahen las profundidades de la conciencia acre-centada al comer el si tu. En el ritual, el trance es colec-tivo, pero mientras el s inahentra y sale como en undormir y despertar, el resto de los participantes per-

    manecen en tal estado. La tarea del s inahconsiste enmantener abierto el mismo campo de conciencia paratodos los participantes, sosteniendo la intencin cu-rativa como direccin del proceso. El ritual hace caerlas mscaras de la vida cotidiana, rompe el miedo quemantiene la represin de comportamientos culturales.Durante el proceso curativo se exacerban los senti-mientos, hace crisis la rutina. Los efectos no son tran-sitorios. Los rituales no son solamente parte de lacuracin fsica y emocional sino que curan relaciones

    y comportamientos sociales en una continuidad queva ms all del espacio de conciencia acrecentada.

    En este sentido, la curacin que practican los si-nahmazatecos participa de claros elementos de losque plantearan en un momento los precursores delchamanismo.

    Tras Eliade que tomaba la posicin de explicar alchamn desde la perspectiva religiosa exttica, el es-tudio del chamanismo se desplaza en la dcada de lossetenta a estudiar los procesos de curacin con carac-tersticas chamnicas desde muy diversos ngulos.Uno de ellos consiste en abordarlos desde el plano deltrance del grupo en su conjunto, y recibir la multi-

    vocidad de los smbolos en el nivel de conciencia en

    que se mueve la totalidad dentro de la curacin. ParaEliade, el chamanismo se reduca prcticamente a lafigura del chamn, y lo caracterizaba en soledad, ala manera de un mstico cristiano, en su experienciafenomnica de ascesis ante Dios. Pas por alto lasignificacin que pueden tener en su propia cultura yel hecho de cmo la intencin del chamn genera sm-

    bolos en cada grupo de curacin con su correspondien-te impacto en la vida diaria.

    Despus de esto, con los trabajos de Harner, Ha-lifazx, Hultkranz y otros, en la dcada de los setenta

  • 7/28/2019 Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

    9/11

    Jua n Prez Qu ija da

    57

    aparece una nueva concepcin, la que se aproxima alchamanismo a partir del ambiente de la concienciaacrecentada. El trance en el que entra el grupo entorno al mismo chamn establece una nueva din-mica para la comprensin de este tipo de curacionesen sus contextos culturales y proporciona un lenguaje

    que posibilita el entendimiento directo e instantneoentre los miembros participantes dentro de un mismoproceso de curacin. Puede significar adems, un in-tento de aproximacin etnogrfico de nueva comple-

    jidad para el anlisis, que incluye el romper las ba-rreras sujeto-objeto.

    El abrirse a conceptualizar los espacios del trancede curacin, responde a esta nueva perspectiva que seabre ante los estudiosos de la conciencia acrecentada,

    y que expresa la posibilidad de acercamientos etno-grficos a los procesos chamnicos de curacin en di-ferentes contextos culturales.

    En los espacios que se abren durante los procesosde curacin en los que se expande la conciencia se di-fuminan las barreras entre estar adentro y afuera. Ellugar fsico se funde en un nuevo espacio en el que, enel transcurso de la curacin con si tu , aparecen nuevoselementos que pueden ser significativos para los in-

    volucrados en la sanacin. Los espacios que se abrencon la conciencia ampliada hacen posibles encuen-tros con seres de naturaleza incorprea, que explicanen la cultura de los chuta nim acausas de enfermedad.Es en esta direccin donde introduzco la nocin deespacios de la conciencia amplificada, con la inten-

    cin de captar los procesos de curacin en los quepensamiento, emocin y espritu se manifiestan deforma simultnea.

    Notas

    1 Chiconind, dueo de lugares. Los distintos nombres

    que se le dan corresponden a variables que el idioma ma-

    zateco modela en cada zona. Son numerosos los hechos

    de la vida cotidiana en que participa, siendo un actor

    importante en la regulacin de la vida social entre los

    mazatecos. Aunque chu ta nim ahace referencia espec-

    ficamente a la gente de la montaa (ver Boege, E. 1988),

    se aplica como trmino genrico para todos los mazatecos,

    incluidos los que viven en las partes bajas.2 Si naho sih. Se expresa con estos trminos a los

    curanderos que utilizan plantas con propiedades psico-

    trpicas en algunas de sus curaciones. Adems de los

    hongos hay quienes manejan las semillas de la Virgen y

    la Mara o pastora, ambas enredaderas. Este tipo de cu-

    randeros tiene la caracterstica de que maneja la entrada

    y salida en estados de conciencia acrecentada a voluntad.

    Se transforman en s inaha partir de una experiencia demuerte ritual, inducida o involuntaria, durante la que se

    encuentran con los que sern sus espritus protectores y

    reciben de stos su mesa de trabajo y el conocimiento

    para abrir ese espacio cuando concentran su intencin en

    algn trabajo de curacin. No necesitan del uso de plan-

    tas nada ms que en determinadas ocasiones, siendo

    suficientes las invocaciones para acceder a otros planos

    de la realidad. A diferencia de los te, que pueden tambin

    hacer dao, los s inahestn por la curacin. Aunque

    pueden adoptar formas de animal como aquellos, slo las

    usan en el sueo y en ciertos casos de enfrentamientos

    por causas de brujera.3 Esta informacin me fue proporcionada por Juan Luna.

    VerAr chi pila go Soled ad es. Tesis de licenciatura, UAM-

    I, 1995.4 El trnsito de los espacios fsicos a los espacios sagra-

    dos se da a travs de un acceso en ocasiones fortuito, pero

    siempre inducido en el caso de los s inah. Estos espacios

    sagrados a veces se corresponden con parajes especficos

    conocidos no slo por los curanderos que preparan sus

    ofrendas a los chicones. Pero Adems existen otros espacios

    a los que acceden en sueos o estados de conciencia

    acrecentada los s inahy a los que acuden repetidamen-

    te para obtener conocimiento y encuentros con esprituspara sus trabajos. De esta manera tienen acceso a un

    amplio mapeo de su geografa sagrada.5 Ver Juan Luna, nota 3.6 A veces se presentan en espacios de los sueos y en las

    sesiones rituales curativas.7 El trmino genrico para la figura del brujo es te . A los

    s inahse les llama a veces te. Pero stos no tienen por

    que sers inah. El temaneja los estados de conciencia

    y sistemas de adivinacin como s inah, aunque su

    intencin no est puesta en la misma direccin. Es

  • 7/28/2019 Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

    10/11

    Tradiciones de chama nismo en la Maza teca Ba ja

    58

    ambivalente, puede daar o curar, tienen el mismo uso de

    plantas, pero con otras reglas. Sus mesas estn dirigidas

    hacia el oriente y los espritus de invocacin son otros.

    Son de-nominados tambin caf con leche por el sentido

    polar de sus trabajos, las ofrendas tienen elementos

    distintos, sobre todo cuando es una entrega. Algunos

    s inahque se tuercen por dinero u otras causas pasan

    e ser con-siderados te, y se vuelven temidos pero no por

    ello menos consultados. La diferencia que los s inah

    establecen con los tees la de que stos ya no llegan a lo

    alto de la luz para curar. Los te expresan que utilizan

    ayudas ms podero-sas para saber y tambin curar al

    entrar en ms mundos que aquellos.8 Las curaciones entre los mazatecos se llevan a cabo en

    grupos de familia y amistades del enfermo. Todos par-

    ticipan en el proceso, entrando en roles de interaccin que

    probablemente nunca esperaron. En ciertos casos, acceden

    a la visin del espacio y origen de causas de la enfermedad,

    o participan en sacar el mal del cuerpo del paciente. Enocasiones, incluso en la posicin de enfrentarse al s inah

    para impedir la curacin, cuando alguien del grupo es

    tomado por un espritu daino. Este intercambio de roles

    es tan imprevisto como confuso, toca al s inahel papel de

    no perder la orientacin y recordar la intencin a los

    participantes.9 Cuando cambio el nombre de curandero as inah, trato

    de marcar la transformacin de la conciencia y del modo de

    actuar de ste en el proceso curativo. La manifestacin

    de nuevas capacidades afloran durante el ritual y su com-

    portamiento resulta impredecible y distante del cotidiano.10

    Piciatees el tabaquillo silvestre, que se usa en limpias,como ofrenda y amuleto protector.

    11 La ingestin de si tu, introduce en una dinmica de viaje

    a los participantes en el ritual, que puede ser vertiginosa

    por momentos y no siempre controlada. Atravesando es-

    pacios impensados, y a veces bizarros, puede conectar

    con pensamientos y experiencias lejanas a los motivos de

    la curacin. Lo cual hace que en ocasiones alguno de los

    viajeros intente detenerse por miedo. Esto no es posible,

    la duracin del estado de conciencia suele oscilar alrededor

    de la seis horas. Tarea del s inahes pastorear y amortiguar

    los fuertes impactos que puede causar en los participantes

    el encuentro emocional con uno mismo sin el escudo deun ego muy disminuido.

    Bibliografa

    ACHTERBERG, J.1985 Imaginery in Heal ing: Shama nism and Modern

    Medic ine, Boston, New Science Library/Shambala.

    ATKINSON, J. M.1989 The Art and Pol i t ics of Wana Shamanship,

    Berkeley, University of California Press.s/f Review of Taming the Winds of Desire by Ca-

    rol Laderman, en American Ethnologist, enprensa.

    BALZER, M. M.1987 Behind shamanism: changing voices of

    Siberian Khanty cosmology and politics, enSoc. Sci. Med. vol. 24, nm. 12, pp. 1085-1093.

    BASILOV, V. N.1984 The Study of Shamanism in Soviet Ethno-

    graphy, en Hoppl, M. (ed.), Shaman i sm inEuras ia ,Gttingen, Edition Herodot, p. 4.

    BOEGE, ECKART1988 Los maza tecos an te la na cin, contrad icciones

    de la id ent id ad tn ica en el Mxico a ctu al . M-xico, Siglo XXI Editores.

    BOURGUIGNON, E.1976 Possession, San Francisco, Chandler and

    Sharp.1989 Trance and Shamanism. Whats in a name?,en J . Psychoact . Drugs, vol.21, nm. 1, pp.9-15.

    BROWN, M.F.1989 Dark Side of the Shaman, enNatura l H is tory ,

    nov. pp. 8-10.

    COVELL, A.1983 Ecstasy :Sham anism in K orea,Elizabeth, N.J.,

    Hollym International Corporation.

    DEVEREUX, G.1961 Shamans as Neurotics, enAmerican An thro-

    pologistnm. 63, pp. 1088-90.

    DOORE, G.1988 The Sham ans Path, Boston, Shambala.

    DOW, J.1986 The Sham ans Touch: Otomi Ind ia n Symb ol ic

    Heal ing, Salt Lake City, University of UtahPress.

    DRURY, N.1989 The Elements of Sham anism ,Longmead, Ele-

    ment Books Ltd.

    ELIADE, M.1961 Recent Works on Shamanism, en His t. Relig.

    vol. 1, nm. 1, pp. 152-86.

    1964 Shama nism : Archa ic Techniques of Ecstasy ,Princeton, Princeton University Press.

    FLAHERTY, G.1992 Shaman i sm and t he E i gh t een t h Cen t u r y ,

    Princeton, Princeton University Press.

    FURST, P.1972 F lesh of the Gods: th e Ri tua l Use of Ha l luc i -

    nogens. Nueva York, Praeger.

    GOODMAN, FELICITAS D.1986 Body Posture and the religious altered states

    of consciousness: an experimental investiga-

  • 7/28/2019 Perez Juan - Tradiciones Del Chamanismo en La Mazateca Baja

    11/11