Poesia - Alfredo Gangotena

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    Coleccin Poesa del Mundo

    Serie Contemporneos

    Poesa

    Caracas - Venezuela2007

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    Alfredo Gangotena

    Poesa

    Seleccin y prlogo de

    Luis Alberto Crespo

    Ministerio del Poder Popular para la CulturaFundacin Editorial el perro y la rana

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    Fundacin Editorial el perro y la rana, 2007

    Av. Panten, Foro Libertador,Edif. Archivo General de la Nacin, planta baja, Caracas 1010.Telfs.: (58-212) 564 24 69 / 808 44 92 / 808 49 86 / 808 41 65Fax: (58-212) 564 14 11Correos electrnicos: [email protected]

    [email protected]

    [email protected]

    Hecho el depsito de LeyDepsito legal: N lf40220068003975ISBN: 980-376-319-9 (Coleccin)ISBN: 980-396-342-2 (Ttulo)

    Diseo y diagramacin de coleccin:

    Fundacin Editorial el perro y la rana, 2007Diseo de portada:Clementina CortsRediseo de portada:Fundacin Editorial el perro y la rana

    Edicin al cuidado de:Paola YnezDiagramacin:Rayl RangelCorreccin:Marjori LacenereGema Medina

    Impreso en Venezuela

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    Presentacin

    Poesa del Mundo, de todas las naciones, de todaslaslenguas,detodaslaspocas:heaquunproyectoeditorialsin precedentes cuya finalidad es dar a nuestro pueblo lasmuestras ms preciadas de la poesa universal en edicionespopulares a un precio accesible. Es aspiracin del Ministeriodel Poder Popular para la Cultura crear una coleccin capaz

    de ofrecer una visin global del proceso potico de la huma-nidad a lo largo de su historia, de modo que nuestros lecto-res, poetas, escritores, estudiosos, etc., puedan acceder a unmaterialdeprimeramanodeloquehasidosudesarrollo,sushallazgos, descubrimientos y revelaciones y del aporte inva-lorable que ha significado para la cultura humana.

    Palabra destilada, la poesa nos mejora, nos humaniza

    y, por eso mismo, nos hermana, hacindonos reconocer losunos a los otros en el milagro que es toda la vida. Por la soli-daridad entre los hombres y mujeres de nuestro planeta,vaya esta contribucin de toda la Poesa del Mundo.

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    El desencantoo Alfredo Gangotena

    No hay lugar visible en la poesa latinoamericanapara este hombre tan apurado en precipitarse en la nada a laque su vida fsica y su vida moral le asignaran ese domici-lio atroz. Es intil: no insistamos en toparnos aunque fueracon la borradura de su nombre en las antologas y dems

    desvanes donde confnase la poesa de nuestra zona trrida.Los ujieres y comisarios de la gloria literaria le han negadohasta el resquicio de una cita, o la rendija, si no, de sus ini-ciales. Cuntas veces le cerraron la puerta que slo seabre a los ungidos de siempre en las narices.

    Poco importa que haya sido elogiado por losgrandes de la poesa francesa contempornea: Michaux,

    Max Jacob, Eluard, Cocteau, Supervielle; que su nombre ysu poesa fuesen difundidos en las revistas de Blgica o deFrancia y las casas editoras de Pars, como la conspicua La

    Nouvelle Revue Franaise, por mucho tiempo bajo laregencia del muy exigente Jean Paulhan; y que Teodoro deBanville, haya copiado uno de sus sonetos en el Panoramade la Literatura francesa contempornea.

    Ninguna de dichas razones bastaron para sustraer-lo de su condicin de tapiado de la poesa latinoamericanaA qu tanta saa? No se le perdona tal vez su confesapredileccin por la lengua y la cultura francesas o por suprolongado adis a su pas y a la lengua materna? Quexoneracin salv de la picota al peruano Csar Moro y al

    chileno Vicente Huidobro, desterrados por propia volun-tad y quienes, como Gangotena, escribieron en francs bue-na parte de su obra?

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    Fue ecuatoriano, ecuatoriano de Quito, nacido encuna de terratenientes, en casa desmesurada, descendiente

    de conquistadores, con peones y serviles de distinta laya,de cuya tierra de volcanes, heladas cordilleras, secas serra-nas y mosquitos abjurara, en verdad a gritos (Oh tierra,tierra tres veces maldita), por preferir el boulevard de laMadeleine, el bistrot, el otoo en los castaos del parque deLuxembourg y la lengua de Pascal o por desacomodo exis-

    tencial, ese tormento de quien no tiene ms patria que elvaco. Acaso fue esa fiel desestima de sus orgenes (el devivir de espaldas a su pas, le achaca Ral Andrade) lacausa del ostracismo literario con que ha sido castigado porlos dueos de la nombrada.

    No vali que Julio Supervielle, el amoroso poetauruguayo-parisin, abrazara con fruicin sus talentos poti-

    cos; menos que Henri Michaux viera en su palidez, en sucuerpo quebradizo, mordido por la leucemia, el doble de smismo y encomendara a los gerentes de las casas editorasla inclusin de su poesa, en la que hallara no pocosmomentos sublimes. Tampoco que Max Jacob, el msticoy pagano Max Jacob del Cubilete de dados, despus deconcluir la lectura de su libro Ausencia, glosara, comosigue, su entusiasmo por las virtudes del sombro y hoscoecuatoriano: una poca trgica requiere una poesa trgi-ca. Una poca desolada, poetas desolados. Y he aqu que delas Amricas nos llega una voz de metal, un verbo firme yprofundo y un corazn lacerado por un mal atroz, el mal delpas, el mal que nos ha dado el gran poeta Ovidio, y tantos

    otros desterrados.

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    El muy solitario y muy amargo apoyaba su figurade crucificado sobre una caa de bamb, el cuello amarra-

    do a una bufanda color de lobo. Sus dolores fsicos reme-daban a sus martirios morales (Mi cuerpo se encuentraocupado en morir, anunci en uno de sus poemas). No scon qu fuerzas consigui concluir sus estudios de ingenie-ro de minas, ni cmo distrajo su sangre envenenada paraasumir menesteres de agregado cultural.

    En ninguna de las escasas fotografas que sor-prendieron a su mortificada apariencia se le mira sonrer.Bajo la frente, asomaba un semblante siempre ausente,habitando interiormente el afuera, como lo imagina Jean-Pierre Martin en su biografa de Henri Michaux.

    El gran poeta de Un tal Pluma y de La nocheescuece lo tuvo entre los suyos, los escasos validos de su

    evasiva proximidad. Tanto, que consinti en seguirlo aQuito, ese nombre de cuchillo, seducido por la promesade Gangotena de llevarlo a conocer los volcanes, la tierrapelada, los paisajes suntuosos, a los cuales Michaux notardara en desmantelar con el victriolo de su escritura des-mitificadora en Ecuador, el libro que le ganara el despre-cio de los ecuatorianos por las abjuraciones con que asuelaa sus seres, sus criaturas y su suelo. T reclamas un tigre,un puma y lo que te ofrecen es lo cotidiano. Uno noencuentra aqu otra cosa que mosquitos, vampiros y enfer-medades del pas, asent en cierta misiva.

    Dur poco Alfredo Gangotena e igualmente fuebreve su obra potica. Tres libros renen a lo sumo su voz

    clamante de desollado vivo y cruzada por borrascas y tene-bras: Orogenia, Ausencia,Noche y Tempestad secreta, este

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    ltimo escrito en espaol y publicado en una desvada edi-cin de trescientos cincuenta ejemplares numerados, pocos

    aos antes de su muerte, acaecida all en Quito, en 1942,cuando frisaba los cuarenta aos, vctima de una peritonitisy del quebrantamiento de su osatura de pjaro. El nombrede nuestro Juan David Garca Bacca figura en la dedicato-ria, que es como decir un homenaje a Venezuela.

    Francia lleg tarde a su lecho de tormento y hubo

    de condecorar su cuerpo al fin sosegado con la Cruz de laLegin de Honor por su defensa de la Francia martirizadapor la guerra, a la que defendiera hasta las lgrimas.

    Fue un trgico, seal Humberto Vacas Gmez.Una escueta mencin de sus prolongadas imgenes lasti-madas de ayes sustentan esa afirmacin. Escuchmoslas:

    Setenta veces me enfango y me revuelvo

    En los lagares de las landas y los pantanos.

    (...)

    Toda la desolacin en mi boca!

    No respiro sino el viento del odio.

    (...)

    Y yo ser la ardiente espina

    Cuyo nacimiento buscadle en las arenas del desierto.

    (...)

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    Espero. Seor, esta noche, esta inmensa noche,

    En el agotamiento y en la ira!

    Y la vigilante lmpara no ilumina

    Sino de sorpresa las superficies arcanas de mi corazn.

    (...)

    Yo s,

    Respiro por mis heridas y me adormezco en el sueo del fin.He franqueado con un slo aleteo de sombras el espacio

    visible!

    An todos los granos de la tierra pululan esparcidos

    en el azar de las tinieblas.

    (...)

    La sequa, el viento, me han quedado.

    Venas y arterias ligadas,

    me asigno un puesto en la picota.

    La seleccin que sigue busca rescatar a AlfredoGangotena del olvido y de la bochornosa injusticia literariaa la que se encuentra aherrojado. Debemos a su coterrneoEduardo Samaniego y lvarez esta lectura, tomada de la

    Biblioteca Ecuatoriana Mnima. Las traducciones de loslibros escritos en francs han sido vertidas al espaol porJorge Carrera Andrade y Gonzalo Escudero.

    Si en verdad odi a la naturaleza, como asevera

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    Vacas Gmez, en la poesa de Gangotena, sin embargo,presentimos un paisaje nunca prximo, apenas visible, des-

    mantelado por la aborrascada fuerza expresiva de un decirproveniente del subsuelo del ser, entre vientos, gritos ysilencios, slo hallables en los mbitos boscosos, sedientosy helados de Suramrica, vueltos carnadura y abismo delespritu.

    Luis Alberto Crespo

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    De Orogenia1928

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    Cuaresma

    A Pierre-Andr May

    Ahora que una fuerza extraa hace crujir mis dientesY un ocenico silbo de tromba hace cerrar mis ojos,En mi alma se extiende el eco de una voz profunda.Soledades de un mundo abstracto,

    Soledades a travs del espacio meldico de los cielos,Soledades, os presiento.

    Oh Pascal!El espritu de aventura y de geometra,En avalancha me sobrecoge.

    Y acaso no soy sino un acrbataSobre las geodsicas y los meridianos!Mas, como t antao, pequeo Blas,Boca arriba bajo las sillas,Con gran estrpito muerdo los travesaos.

    Oh nupcial estacin de la desposada!El pentecosts de las hojas de otoo ilumina las ventanas.Oh recuerdo! Oh paciente y dulce memoria dignificando

    [sus aguas.En el amoroso y clido recinto de las cortinasOh palpitacin vertiginosaDe esas alas bajo las sienes!

    (Sombra eterna de mis manos!)

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    Ruta solar de mi potenciay ruta del pan: la espiga violenta.

    Las pupilas vidas del colegial se consumen a la sombra[de los graneros;

    las goteras siembran sus gladiolos de cristaly toda la granja sucumbe bajo la gracia de Dios.

    *

    Torrentes, torrentes oh rieles de AldebarnPor donde resbalan los trineos!El pintor revolotea y canta en el baile de los pjarosSobre nuestras cabezas, en el deslumbramiento de la

    [paloma,

    En la ardiente seda del movimiento.Ah, que venga,Flor apagada en el aliento de su tumba,Nuestra madre hasta nosotros,Nuestra tierna madre en la augusta presencia de losocanos!

    Sobre ti, flora alada de mis manos,Sobre ti mis ojos se cierranComo labiosAl sabor de un vino ms generoso.Ah, muy pronto sern los remolinos de la penumbra!Seor: Vuestras seis pocas en un collar.

    El himno exaltado de la palabra nos sostiene

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    Y ms fresco que todas esas hierbasDe nuestras salivas el pilar de donde salta el licor

    [de los gineceos!Manantial! confesin de un alma que se honraEn ser an ms blanca que la aurora.

    Rompeos, puertas: El da que acaba de nacerLlamea en la hoja lmpida de la ventana.

    La luna ya se extingue a las brisas del mundo:Apresrate,Oh mi alma y despierta, en la octava de tu canto,El florilegio de la pradera!Como beben, al filo de la sombra, las vertientes y los

    [valles,Como se abrevan en esas linfas que brotan de la misma

    [entraa metlica de la roca,Yo me sacio en la garrafa del ventrlocuo.Ah, bajo la amenaza de los signos siderales,Huye amigo cabalga los montes y las tinieblasAn a riesgo de perecerEn la brasa relampagueante de los vitrales!Escucha! Oye cmo cruje a lo lejos la encrucijada,Gnesis de tu soplo.Teclado del viajero.En m, el ms noble ejemplar de las aves zancudasEspumea y grue la saltante savia del caucho.Esas voces del huracn, an distantes, sacudenEl bosquecillo sonriente de las brisas en la maana:

    Como ellas me levanto en la verticalidad floral de mi[impulso.

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    Oh manantiales! Como ellos aspiro a las cimaslquidas y seculares de la selva.

    Cal viva y lustral de las lagartijas del cuerpo en harapos.A la sombra de las secoyas meditan las formas barrocasLa herrumbre esponjosa de la tormenta rumia y se dilataEn la verde substancia del aire,El relmpago estallaEn las piedras y en los bosques,

    En la noche eocena del cazador.Oh flores,

    Mi saliva es tan dulce como el elxir de vuestros clices.Tan emocionante en el llamado:Ven, acude!Ven, seor de las ondas y de las especias:

    Oh navegante Cristforo,Dinos el esplendor subterrneoDe tus provincias veteadas de oro!En el cielo la orilla de sombra, atropellamiento de

    [fantasmas.Llevad esos lagos, esas islas, esos arrecifes,Oh brazos del semforo!Id, oh mis prpados, barcas locas, id a zozobrar(incesantemente,Id, entre las campanas de los nufragos, a tejer

    [vuestras cortinas de plata!

    El ngel ronca,

    El ngel en acecho.

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    En el estruendo de mis odos, el ngel prepara su nido[siniestro.

    Incansable, la espuma color de humo.Emerge baba inmunda de las bebidas de Baltasar.Los palmpedos, los ganoides remontan la corrienteDe esas aguas tumultuosas bajo las aguas,De esas trombas ensordecedoras y submarinas del trueno.

    El guila altiva,El guila apocalptica planea y reina sobre los vientos.

    Tierra! Tierra!Yo me estremezco hasta las cenizas de mis huesos.Tierra! Tierra! Llegamos a la isla violenta de Pathmos.

    Vias de No, racimos de Jafet,El vino me envuelve con todos sus anillos,Detrs de las vigas vigilantes del dintelAmigos, cumplamos la orden del alfabeto,La visin y la estima conyugales.

    El polen del solsticio, como de miel, en la baslicaDeslumbrante de mi odo,Las harinas, las llamas del desierto,El misterio del mundo abierto a mi conocimiento!Ah, yo no tengo el secreto de las sutiles Matemticas!Mas los trucos y los nombres, los hilos del lgebra,Me ayudarn a olfatearte

    Oh tcita estrella de magnesio!

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    Ya, luminosa, te anuncias a la turbacin de mi pensamiento,Mis miembros ciegos exploran

    las brumosas telas de araa.El pjaro balsmicoNo otea como etapas de su vueloSino las slabas inciertas de mi palabra.Detn tus bielas, las facetas de tu ojo,Oh mosca dactilgrafa de mi sueo!

    A grandes pasos subimos por la escala botnica:Dios!La casa se ausenta de nosotros, con el gran estremecimiento

    [de sus persianas.

    *

    Antao, en Florida, sobre campos de esmeralda y de[pimienta

    El Cordero Mstico pastaba libremente.

    Oh chantres sobre las colinasPrestos a la alborada que os cantan los metales.Es verdad! Ya ni es el bello desorden de la oda:

    Sobre la playa se expande la umbela del barbero!Ondinas, oradas, hijas eternales en xodoAleluya! VedAparecer como zcalo el rumor anglico de las brisas En el aire difano, las Siete Iglesias.Abre las puertas,

    Grita las palabras de tu LibroOh Juan!

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    DescansadDescansad, astros!

    Que el autmata vaya a retorcer su corbata de camo!El imn magntico desata los glaciares de la aurora boreal;Es la horaEn que el ngel reposa sobre el estante de su sombra,Para la espera final.El espritu de las flores visita las tumbas

    Y la extraa morada,La extraa y meldica morada de las aguas cenitales.

    Llevo mi cabeza en la mano como San DionisioDesganadamente, Seor, de qu pasVengo para hacerme una imagende la armadura de vuestro rostro?

    Ahora que una fuerza extraa hace crujir mis dientes,Me penetran como silbidos sordos Vuestras miradas.

    Traduccin de Jorge Carrera Andrade

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    Bajo la enramada

    A Gonzalo Zaldumbide

    Aprendo la gramticade mi solitario pensamiento.

    En la enramada rosa

    Todo tiembla, menosEste libro guardin, que reposaCual ngel en sueos.

    El hombre rgido, en la acera,Es justa medida del rbol,El techo agita su ramaje de pizarra

    Donde florecen negros pjaros.

    Bajo el cielo, campana de tomillo,El mundo suspira, se apaga la brisa.Transitoria en la sombra, se posaLa imagen del mejor amigo.All mi ngel guardin reposaComo un libro adormecido.En la onda de savia invernal surgida de mis sienesEscucho el aletear del olvido.Estas vigas, que suean a la claridad de la lmpara,Silenciosas, esparcen su alma carcomida.Moscas, larvas, chinches, hormigas,

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    Y t, en el sueo, indolente oruga,Acudid pronto, saltad, festejad!

    Que ya la noche hunde su quillaEn la rada del hogar.

    Traduccin de Gonzalo Escudero

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    Orga

    Corruscante en su boca, la panacea!Las Venas del padre no sonSino hilos de celaje azul, ramaje del blasn.El espritu ha hecho de su crneoLa sola brjula del pensamiento.Las manos levantan el cielo raso

    Como antorchas de ciencia y de progreso.

    He aqu que nuestras mejillas se tornan carmeses.Somos sus huspedes de gran linaje.Luego nos procuran su ambrosaEl ajo, la estricnina y el sublimado.

    Corimbos, umbelas, encajes en llama.Mis miradas tatan los senos de la dama.Oh hermanos, que mi corazn haga la vuelta de la mesa.Sobre mi rostro lamentable, mis lgrimas no son sino

    [gotas de sangre!

    Estos brazos nacientes como tromba srdida de la axila,El innoble deseo y el vientre, los pmulos de la infameJunto a la salina blancura del mantelDuerme! Para qu la amargura fluyentede tus santas y lejanas soledades, oh mi alma?

    Ellos, urgidos por la sombra de los grandes caminos,

    franquean temprano las puertas del Edn.

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    Luego yo, el indigente, me quedo junto a LzaroCogiendo sus cortezas y sus migas de pan.

    Traduccin de Gonzalo Escudero

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    Bebida turbia

    A Henri Michaux

    Escucho tus ondas, inefable noche, tu soplo, oh reina[del sueo, en mi ciudad

    La oda se inicia: Que comience a mugir en m la[imprenta!

    Funde este orden, cido rojo del esto!Y que yo palpe las verdes ancas de la pradera.

    La imagen del Espritu Santo se enciende detrs de[la vidriera

    Sus alas de amor bordadas penden de los extremos[del dintel,

    Y sus sombras de miel, umbelferas, me abrazan y me[penetran

    Sus sombras ardientes y jadeantes en torno de las[flores: Pentecosts de mis padres.

    Rocas Como esas frutasMadurad, rocas bajo la luna,En las salivas del ao!Ah! Sitios de mi grandeza.Y ms blancas que todo esas nievas,Que el iris del moribundo,En los manantiales del azur mis sienes palpitan.Sudor de las lacas, plenitud de los poros.

    Me agarro a las paredes del antro como las lgrimas[de las madrporas.

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    Semejante al gallo en su demencia planetaria,Por la sibilina mano de yeso estoy obsesionado.

    Oh palabra en el olvido,Astro del desierto aclara mi desnudez,Deja el agua celeste de tus ramas expandirse

    [y resplandecerSobre el paisaje de un solitario.

    El grito verde de la rana en mi alma pronto se liquidaY como el topoQue mina las bvedas de la tierra,La frase, urgente misiva, desgarra su envoltura.Ando ciego y busco los treinta y tres clavos sobre el

    [entablado;El alfabeto del bosque me devuelve las palabras sonoras,

    [ya pronunciadas.Tened compasin de mMiembros solitarios de la aventura, exprimid el limn

    [de nuestra fazLos prpados se ausentan, el cielo se hace:Virgen sbita, eres t, como el ocanoQue resplandece de pronto en este abismo de ceguera?Mientras que se eternizan, en la roja esfera de mi sangreEl rumor y el estrpito y la vigilia voraz de los chinchesLevantos, oleajes, en la plata de vuestra fuerza,Arrancadme de este hornoHincaos en mi piel, uas! Esta corteza y sus

    [membranas estn pesadas de sueo.

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    Las aristas del slex, la hojarasca de las rocas y el calcreoSaltan en mis ojos

    Bajo el peso y el son de tu presencia,En las races de la tormenta se levantan los muros

    (de mi guaridaCapa espesa de la nocheMi sombra se pavonea en la soledad de tus claustros.En los pices de mis arterias se ajustan las llamas

    (de las cortinasNo es el nimbo sino la huella del casco animal que golpea.Aprestos a descender, tan lcidos como el aire del cielo,

    [a mecerme, pjaros,A fin de que mi corazn recuerde deliciosamente la frescura

    [de las aguas.

    *

    Mas, oh Lzaro! quin mojar mis labios en estos lugares?Quin en este mundo podr masticar la maleza de mi exilio?Ah, el infortunio toma en m las formas del continenteY en l se enfanga el alma siniestraQue ensucia el templo y las sedas eucarsticas de su Asilo!

    Traduccin de Jorge Carrera Andrade

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    El ladrn

    A Jules Supervielle

    Como los grandes vientos que soplan en su nocturna[y miserable inmensidad,

    En las profundas soledades del invierno,yerro hirsuto, miserable y sin abrigo.

    Ya el lobo no escucha en su guaridaSino el golpe siniestro de mis aos.Y cuidado con las llamas de un solsticio soado:En sus claros de bosque,Las divinas y vigilantes miradas husmean entre las

    [hojas marchitas.

    Desollndome como Judas el infameEl alma en la punta de la lengua heladaMe agito en el ms bajo fondo del bosqueComo las entraas del famlico.

    Mil formas solemnes se precisan en esta sombra oscura y[temida,

    Mil formas solemnes que se jactan ante m del[hipcrita contorno de sus encantos.

    El limo de mi sombra aterciopeladaMe ofusca los sentidos y anuda mis pasos.Como el rbol que dolorosamente reprime su cuitaEn el blanco nadir de sus races,

    El hombre maldice su destino.

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    En la baslica de los pinares,El yermo corazn se lamenta:

    Desprndete aceleradamente, ro y sLa cuerda, la siniestra cuerda que me estrangular!Que las ramas de hierro prendan los hervores de la

    [tempestad.Aunque las frondas del relmpago estallen,No podris jams apagarla.

    Cielos, tristes y sombros cielos,Jams apagar esta llama de amor que canta dentro[de mis ojos!

    Sobre qu lienzo se imprime mi semblante?Sobre vosotros, charcas de absintioY putrefactos brazos del ro.

    En el aire, en el agua mental del firmamento,Dnde, en qu onda embrujada, se abrevan mis ojos?En las cavernas de la tempestad o en la extrema

    [soledad del movimiento?.Hierbas, adis!Me he fatigado y saciado con vuestra savia inmvil.Adis!Me lanzo sobre la punta de mis piesHacia el meteoro de Beln.Sin hurtaros un da el Paraso,Al revs de la gota adormecida,

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    Escalo los torreones ms altos,Seor,

    Seor, a fin de ofrecernos muscneas.

    Traduccin de Gonzalo Escudero

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    El hombre de Trujillo

    A Paul A. Bar

    Te visito y te imploro en el sueo, mi esposa ignorada.Yo me consumo y me abraso en las soledades trridas

    [y en la avidez de mi amor.Oh mujer, vengo a mitigar y aplacar mi angustia en

    [la querencia de tu inocente claridad.

    Salud, mar vegetal!Mar jadeante que suspiras y te derrumbas en las

    [trombas argnteas de la aurora.No obstante que murmuran en la espuma de su linoLas velas desplegadas de las carabelas,

    Escucho, astros en el ter, vuestro mensaje labial[y lejano.

    Aclarad, astros del silencio,La paz de las tumbas y la existencia de las flores!Religiosamente entre las brisas y las aguas,vuestro eco se irradia al fondo de las simas.Para vosotros, astros omnipresentes de la desesperanza,El ardiente lirio de seda se nutre con la sangre de mi

    [pasin,y religiosamente, hacia vosotros se levanta y tiembla en la

    [tarde.

    No!

    Ni esta mural y plural presencia de mis padres,

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    Ni los candados y las severas frmulas de la tiniebla[y del cemento,

    Me impedirn, mil ataduras, ausentarme,Orinecidas rejas!Ausentarme en las delicias y el movimiento de mi espritu.

    Oh velas! La llama del aire os persigue sin tregua.El tormentoso estremecimiento del paisaje se permuta

    En selva de sedaY en clida resonancia de la abeja semidormida.Despertaos, flores, todava ms bellas que el cielo puro:Ah renace el alba lustral y salina,El alba de los pjaros.Que el cido y la herrumbre de nuestras armasCanten al unsono en el azcar plcido de las aguas!

    Ms tarde,Ms tarde, bajo el ocre clamor de otros cielos,Todas las vasijas y los odres secos.Apuraremos el ednico licor de nuestras lgrimas!

    La sien sonora de mi pensamiento,La oreja en la tempestad y los clarines de la arena.El rbol sitibundo que se nutre en los muros de este

    [mundo desolado.Flexibles y largos en las brisas cristalinas de su

    [follaje,Tiemblan mis dedosComo la savia y como el ao.

    Avizora, hermano, el mantel spero de este cielo;

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    Palpa y escucha las balsmicas vibraciones de la aurora[que se adelanta,

    Oh taciturno,Y que desaparezca este harapo, sumergido en la onda

    [y las brumas de un suspiro,Oh taciturno,Como las piedras bajo el peso del futuro.

    Yo profiero este grito tan alto,Pitanza de las guilas!Setenta veces me enfango y me revuelvoEn los lagares de las landas y los pantanos.Piedad, piedad! Antao amaba el lince las semillas(de terciopelo y extraa su sombra con cuidadoDe los plutnicos haberes de la noche.

    Pero si yerra y se alarga,Si ambula famlico paciendo en los soterrados follajes

    [del invierno,Nadie sabe escucharloSino la estepa en la inmensa e inmemorial espera de

    [su planicie helada.Piedad, oh piedad, que nos podrimos en la vitrina de

    [las estaciones.Despus del gran viento lquido del firmamento,Despus de esta fontana de eternidad,Se arrastran y deterioran las blancas miradas

    [del sitibundo.Crueldad del cielo en mi pupila. Crueldad

    Del alma en la grande e implacable violencia que me[destruye para siempre!

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    Oh cruz!Astro de geometra, mi palabra,

    Insignia destellante,Cruz oblicua de estos mundos nuevos,Mis miembros se levantan hasta la cima de mis

    [vientos cardinales!Oh virtud de una hierba estimulante que nos procura

    [la resistencia para el viaje.

    CohortesBajo mi soplo,Hacia la querencia ilusoria de qu morada descendis?Sobre la aorta pesaSu leche nocturna.Nuestras pupilas se dilatan en el silencio de su niebla.Espera, tropa descarriada, espera, levadura del olvido,

    Que la luna absorba los mostos y los residuos de tu vida!

    Oh prpura eclosin del vaco, oh tierras de Amrica,El edificio se derrumba bajo la sombra de mi fe!Purificad lo que hay de permutable en m,Hermanos, amigos, iluminad las sabanas y los

    (corredores,Hermanos, para que yo conozca mejor el volumen de

    (la muerte.

    Traduccin de Gonzalo Escudero

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    De La tempestad secreta(1926 - 1927)

    Traduccin del francsGonzalo Escudero

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    Nocturno

    A Andr Gaillard

    Crueldad, crueldad sin nombre, crueldad de mi pasin!Y el elxir de las llamas que se derrama en el seno

    [de mi inquina!El huracn de todas las lgrimas puede abatirse en

    [mi desolacin.El rumor del embrujo, el aliento y la cadencia dulce[de las octavas,

    Me vienen puros como brisas contra todo infierno de[condenacin.

    Las flores de bruma despliegan sus alas y perfuman

    [sus sueos en mi noche.Como dos extraas umbelas de venas, hacia ellas

    [torno mis ojos huraos.Espritu torrencial que se nutre en las orales fibras

    [de la lluvia.Un ngel de amor fulgir en la amorosa ruta de mis

    [miradas.Resuena, resuena con estridencia, huracn de las

    [mareas.El hmedo zumbido de los palmares, como una aurora

    [boreal,

    Me otea detrs de las arenas del sueo.

    Recordadme, sabias criaturas que perduris en vuestros[arrebatos.

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    Dominadora naturaleza, yo acudo y me rindo a tus[instancias.

    Que yo sea digno entre las flores, que yo sea limpiamente[digno de los ornamentos de la pradera.

    Dejad libre por lo menos a mi soplo.No me torturis as, oh slabas de mi lenguaje.

    Para colmo de ignominia, he aqu los nombres que secorrompen al son de sus palabras, y que me constrien

    a alimentarme del viento ftido de sus discursos.

    Labios mos de un da, proferid el insulto que me aniquile.

    Venas, ensordeced!Si aquello no fuera sino un sueo a travs del trgico

    [silencio de mi cuerpo.El cielo sonoro vela sobre nosotros como una llama

    [vaporosa.Escurrimiento, escurrimiento de la tarde sobre mi

    [sombra y mi lentitud.

    Borda, amigo de la floresta, visitante de las lmparas,[este encaje en torno de m, como un dulce prpado.

    Tengo la inocencia de la arrobada azucena entre las[aguas movedizas de la noche.

    Oh fiesta de mis brazos en un recinto de seda.

    Que el agua de la gracia os visite, oh mis prpados, en

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    [vuestro celo de blancura.Como el impelido pjaro que desgarra el firmamento

    [del vuelo,Rompiendo esta roca de lgrimas,Levantaos osados y finos, oh mis prpados, en el

    rido espacio del durmiente.

    Un movimiento de alas se insina entre las nieves

    y entre las flores.S paciente y suea,Oh mi alma, cerca del mundo, en la aterciopelada

    tumba de mi pupila.Al unsono de los vientos late mi corazn en el furor

    de las lluvias.Pero que venga el paisaje! nacido de las aguas

    lejanas de un murmullo.Que venga al fin este hermano mayor de mi pupila aabrirse como un canto de luz entre las hojas!

    Soledad de los astros, soledad de la sangre.Sonro al otro lado de los montes a semejanza de las

    grandes fieras.Decidme, oh flores, cundo los vientos y las brisas

    atribuladas suspiran en el agua nocturna devuestras corolas?

    Los aires me embalsaman y mecen silenciosamente,como un sueo bajo la luna; silenciosamente,

    los encajes esplendern en la memoria de lospjaros.

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    Zcalo de la morada! como las nieves sobre lasaugustas cimas de otrora.

    Rubios encajes que se deshilan en la cabellera de lostorrentes.

    Eco familiar que me rindes en un rumor los aromasde la anmona,

    Imperceptible eco: tus cuitas y tus sollozos van a perderse[tal el oro de las arenas, bajo la verde

    sombra de las lianas que velan sobre la ventana.La luna de improviso, nueva en el mundo, me iluminacomo un ingente grito.

    La salvacin est en la espera vigorosa, en esta vozvehemente donde el alma, tal una ala de luz,vuela delante de la visin.

    El azcar ardiente de la flores os aclara con sus

    destellos de vida.Recuerdo,Ah, s recuerdo el cuerpo jadeante y hmedo de una

    mujer entre mis brazos.Se juntan entonces los hlitos y las sombras que me

    exilan del cielo de mi razn!T soplas, noche, como una boca de espanto en mis

    ojos.Vientos rompientes de las arenas del desierto.Vientos de terror que despejis la ruta de los desastres

    a travs de mis lgrimas.Marchad, oh vientos,

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    Que bajo el cordial abrigo de las plantas mi frente sere de vuestros rigores!

    El equinoccio abre grandes las tumbas.Oh, mujeres aoradas, el alcohol canta vuestros senos

    de flor,Y entre las arenas y las florestas, su nupcial lecho de

    condenacin.Pero la ms dulce habita mi alma como una semilla

    en los vientos.El huracn erguido en mis lgrimas puede abatirsesobre mi desolacin.

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    De Ausencia(1928 - 1930)

    Traduccin del francsGonzalo Escudero

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    VI

    Soy el viajero que se estremece y dice:El mundo es austero y no podemos ir ms lejos!Qu vida tenis, inmundas presencias?Ni sangre ni fuerza ni deseo de perecer.Tengo una mano de odio sobre vuestra vida.Tengo una mano abierta sobre vuestras fronteras.

    Debis sufrirme en adelante.Y mi espritu en el cielo del viento,Como una flor abierta sobre la tumba de una mano.Un grito suena:Mrchate, mrchate!Tienes el corazn en demasa atormentado.Este astro no se hizo para ti.

    Mrchate! Aqu se place cada cualEn morder una hierba amarga?Es exacto.El amor ha revuelto mi alma.Adis! Yo saboreo una mejor presencia.Su nombre de gracia es el solo reino en mis

    pensamientos.Que ha hecho la vuelta alrededor de las nievesY la lejana vuelta alrededor de mis aos.

    Pero desciendo en la gravedad de mis quejas,A semejanza de la horrible noche atosigada,

    Esta noche de muerte que sopla su aquiln iracundoen nuestros ojos!

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    Me miris acabar miserable y amenazado de vergenza?Seor, hace un siglo

    Que he perdido todo lugar en el espritu.Desde entonces, mi alma levanta una desolada quejumbre,Y mi cuerpo est ocupado en morir.Se ha hablado de m para desgarrarme.Ni padre ni madre!Estoy en maldicin, adis, mis sombras.

    La noche se inflama al otro lado de mi grito.Todo ha fenecido en mis venas.

    Sin embargo, el cielo azul se desplaza.Sin embargo, un cielo tan puroNos reclama una mirada de jbilo.Seor Jess, la fe me enciende.

    Seor, abridme el muro que de Vos me separa!Una terrible palabra mora en mi espritu.No me aventuro a ir ms lejos.Mi cuerpo se entristece de corromperse lentamente.Y cada uno se place en alimentarse de su congoja.

    Maldita esta lumbreQue me golpea en la raz de mis ojos,Que no caldea ni iluminaY slo inventa un sonidoDe espanto que desgarra mis venas.

    Toda la desolacin en mi boca!

    No respiro sino el viento del odio.Mis aniquiladoras aguas del cielo

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    Han recorrido mi camino de la noche.Me ha contemplado un ngel largo tiempo,

    Maldiciendo mis sombras y mis prpados.Y mi castigo ir ms lejos que el fuego,Porque soy en verdad el hijo de la iniquidad.Ah, el corazn de los hombres.As sea,Mi Dios,

    Si esa es Vuestra ineluctable voluntad.

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    X

    Esta mortal enfermedad al fondo de m me tornatriste y loco, Seor.

    Triste y solitario.Una antigua sombra del cielo de los ros se agiganta

    y sobre m desciende.Aunque me olvide,

    Aunque vague la tarde bajo esta lluviaVegetal y de infierno,Todo lo he tentado.La inexorable desesperanza, con su raz prfida y

    rociada de lgrimas, no me dejar nunca.

    Esta enfermedad sin tiempo ni piedad, me torna triste

    y loco, Seor.No tengo recurso ni derecho a las vivificantes formas

    de la palabra.Mi corazn se apagaY mi voz se estremece con un sonido de muerte,Esta voz perdida,No hace mucho ms bella y fausta que todas las brisas

    en la montaa.Mi alma est brumosa, cansada y vacilanteDesde entonces, Sobre qu pasin y qu pecho

    reclinar mi cabeza?Para siempre la oracin ha calcinado a mis labios.Ninguna mano amiga!

    Ah si al menos habra podido fugar de estas sbanassrdidas

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    Y marcharme gozoso, infante en la ruta de las flores,A la selva, a la selva, Seor.

    Marcharme a donde lloran, visitadas por fieras,visitadas por astros,

    Donde lloran y se encienden entre las hojas las corolasdel olbano.

    A la selva, Seor, donde las races aladas nosrestituyen inocencia, esperanza y vida.

    Malditos estos huesos que se quiebranY ms malditos estos nervios que destilan sangre, la

    prieta sangre de mi dolor!Ningn prpado amigo bajo el cielo que se deleite en

    descender sobre mis congojas.Maldito aqu y en todas partes, maldito, no tengo

    ciencia ni esperanza de evasin.Tullido, ignorante y relegado a la tarde de las arenas,Me nutro de mi sola tristezaY no hay para mi cuerpo amado, otra hambre que

    la de perecer.Sin embargo, una luz menuda y vacilante me anima

    con su rehilo.Acaso a dilatarme voy en los sueos junto con los

    ngeles que vigilan mi larga y cruel ausencia?As habr de vivir un tiempo de brisas balsmicas,A cuyo abrigo me aprestar religiosamente a

    [recuperar el silencio absoluto de mi carne?Silencio, silencio y olvido Preciso olvido!

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    XVI

    Altas aves, ya en el jardn del vuelo,Moris lquidamente en trance de alas.Acudid adentro que vuestro celoBrille en la fragancia de aquestas salas.

    Lquidas ansias y plural deseo

    De la noche en las sedas de mi aliento.Frondosos ngeles, en tal recreo,Avivan las aguas de mi tormento.

    El entendimiento rompe las puertas.

    La luna riela en sus llamas: las nieves

    La acarician tanto. Las espesurasEstn de vuelo, estn de guarda, brevesDe brisa en la cumbre de mis alturas.

    Dnde se esconde, en qu silencio, en quLlanuras? La sangre de mis moradasSufre en acecho, ay, en Su ausencia habrDe fijar el vuelo de mis miradas?

    Oh mi pupila en ansias bajo el cielo,Nocturna, cabe el nctar de las flores!Cuntas aves penan en mi desveloHecho de abstinencias, de sinsabores!

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    No la busquis, dejad en paz la arteraSelva: el Himeneo pone cerrojos

    A todo empeo. Mi conciencia enteraOs aconseja con cal y abrojos.

    Oh voz sin tinto, por qu me ahuyentasY rompes mi llanto contra tus lajas?Ay! la esposa ma? la busco a tientas

    Y perdida la tengo en tus mortajas?

    Todos responden, mares y tinieblas:Un nuevo esposo se agolpa en su piel,Como las ascuas, Cuatro tinieblasCeban tarntulas para la infiel!

    Tiritan los dientes de mi pasin.Hallar cerradas las porteras?Los negros puales del escorpin,En mi pecho, labran negras estras.

    Oh canto de agona como vueloFatal de sangre en mis oscuras venas!Ojos de mi llorar, vestid de duelo,Vestid mis ansias, ensalmad mis penas.

    (Texto original en espaol)

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    XVII

    Y yo ser la ardiente espinaCuyo nacimiento buscadle en las arenas del desierto.Ir por consiguiente sangre adentro y de soslayo,

    como van las tempestades.Y en mi ansiedad viajar tambin en ondas gravesHacia aquel pas lejano de toda mente, pas de Knana,

    Cuando al paso, senda abajo, te hallar en voces deun suspiro, toda en escombros, ciudad de Balk.Oh selva transparente, oh selva, tus vientos

    [primordiales han amanecido en mi recinto!Mil rumores de tus sienes prevalecen en mi espritu,

    que me amortiguan el semblante como holanesde roco en torno de tantas frondas agostadas.

    Adelanta, alma ma, adelanta nemerosa en cielo bienprofundo,

    Ya vers suscitarse, en pos de ti, variadas, numerosasalacenas, colaciones y proventas.

    Y ms ventajas en tu sangre,Y tus cristales primorosos en los ros elocuentes del

    espritu.Al acecho anduve en tus tormentasOh prncipe de innumerables plantas y llanuras!Seis largos siglos han fermentado ya este licor de

    abejorros y tarntulas.Salud! por fin me encuentro entre altas nubes y

    torrentes, al alcance de tu squito.

    Escucha, Oh prncipe!, mi lenguaje de impaciencia ysumisin:

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    Mis corceles van, como llamas sin recato, del vientoal coral de sus latidos.

    Profesores, ya no vivo de vuestra ciencia cenagosay de ignominia:

    Velad en campo ausente;Vuestro estilo me enajena, y mis palabras me las

    dictan esta sangre alborotada y ms temblores.Y t, versificador inmundo, considera en mis pupilas

    esta terrible luz de inteligencia.Miradme todos con asombro: en verdad, hasta[entonces, no habris visto soledad y faz ms puras.

    Magnates y caciques de la Tierra, embajadores,empolvados sobrestantes, cunto apestan vuestrasvenas!

    Ya me tenis en duelo y en congoja, harto de vuestra

    absoluta podredumbre.Y en mis ojos rompen su alarma tres ciclones.Para vosotros, digo: el cubil, los andrajos y como

    rtulo, un laberinto.Ardientes manos de mi pesadumbre,Haced, oh manos!, que vuestros poros viertan la tanta

    sangre que os ahoga.Alto ah!, salamandras y reptiles salivantes, dadme

    soledades de rencor.Y el sortilegio de la espuma, y la escrfula con que

    habr de alterar este mundo ensimismado.Mis arterias, en la noche de mi cuerpo, se acrecientan

    de agonas.

    Que se aparten de mi albo movimiento! vociferan loscaudales,

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    Que se aparten los guijarros, las arenas: mis aguasvienen, mis aguas van, con la vigilancia y la

    transparencia del espritu!Aprtate, escolopendra! Ya pronto volar en vuelos

    de mis ansias.Llamaradas y torrentes, a la vez, me buscan gimiendo

    en mi propia angustia.Y mi corazn olvidar toda memoria triste de su

    sangre en este cuerpo de venturas,Oh cuerpo femenino, en cuya luz se extasan lastormentas, los ciclones!

    Adis! Mis labios vibran en las cenizas de otros vientos.Verdad, verdad!, ya nuevamente se declara en mis

    cristalesLa presencia de este ser tan secreto y transparente

    como el nctar de las flores.Aqu, en voces de mi adviento, al amparo de unalmpara perdida en su esplendor de azufre,Aqu, en mi destierro, escuchando el vuelo de las

    breas en alas del torrente y el velamencaudaloso del espritu.

    Te imploro y me estremezco, oh bella del espritu!Y cuando el recreo de mis penas, tus pupilas me

    acarician.Bajo este cielo atravesado de clamores, de venas

    lentas de roco,Ten por cierto, oh dulce ma!, ms all de todo

    ambiente, te escucha mi ansiedad;

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    En la eternidad de mis cenizas se vern las glorias detu sangre,

    La dulzura de tu empeo!

    (Texto original en espaol)

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    De Noche1938

    Traduccin del francsGonzalo Escudero

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    V

    El sol ha cesado de responder en la boca de los muertos.Desesperada, mi lengua est desesperada y asfixiada

    con ampollas.El sueo que me alargaYa no ser sino un manto de vidrioArrojado al desprecio,

    En torno de mi palidez.Abjuro de mi destino, los salvajes me han obscurecidola razn.

    Se drena la tempestad por las erguidas trombas demis brazos.

    Para ascender a la roca prohibida de las montaas,Mi voz se ha transfigurado.

    Ella no es otra, maldita de infortunioSino el vagabundo lamento en los sombros reductos

    de la Ciudad.Oh astros,He velado!Mi descubierto semblante reposa en la tiniebla.As mi lentitud se parece a la savia abisal de los

    grandes ocanos.Espero, Seor, esta noche, esta inmensa noche,En el agotamiento y en la ira!Y la vigilante lmpara no iluminaSino de sorpresa las superficies arcanas de mi corazn.La frente cargada de presagios,

    Se desprende ntidamente bajo su cielo en el alfizarde las sombras.

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    Mi faz envuelta de esplendores.Pero el aprobio, Horacio!

    La claridad de mi bocaSobre la confesin de las estremecidas bocas.Todava la herida est quemantePor la enfiladura fulmnea del ala que me ha herido.Como las rumorosas y verdes corolas de la muerte,Las moscas se despiertan en la fulgencia

    De la sal de mi dolor.Inclinado sobre la fiebre de mi carneY de mis huesos,Recuerda que vivas, amigo,En la desordenada cada de mis venas.Tu mirada en viloSobre mi frente, slo me ha quedado como una

    transparente pradera.Con tu largo salto, golpeas adelante,Para no verme jams sobre la tierra difunta del

    pasado.Horacio,Qu hay?Mi ala es silencio en todos los claros del bosque.Seor, la noche grande que yo espero!Pero la injuriaY los apretados puos en el subsuelo de mi saliva,Horacio!Cerca de apagarse, la bujaPerece bruscamente por un rechinar estridente de

    polvo.

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    Es, sin embargo, la hora fatdica de mis astros.Qu miras del presente:

    Tu fantasma de Medianoche y este rumor en miscielos,Horacio?

    Yo lo s,Respiro por mis heridas y me adormezco en el sueo

    del fin.He franqueado con un solo aleteo de sombras, elespacio visible!

    An todos los granos de la tierra pululan esparcidosen el azar de las tinieblas.

    Horacio!

    Pero todos los granos se corrompern en estacomarca de vejez y de carbn.

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    De Poemas varios

    Traduccin del francsFiloteo Samaniego S.

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    Paseo en el techo

    A Jules Supervielle

    El aguiln del techoEs un rgano de tejas,Y un tablado de estrellasEl efugio del sonmbulo.

    Sobre la chimeneaEl pjaro agita sus alasvlvulas de mis suspiros

    Os he visto,A falta de arena,

    Desparramar la espumaEn el estanque del cielo.

    Cojo el bordnE, imagen de periscopio,Atravieso la bohardilla.

    Desde el fondo del alma escande, surgeComo chorro de sifn,

    El movimiento.El ndice del hombreEmpuja los minutos

    Que impiden el progreso.

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    Sobre el aire interiorQue mis pulmones destilan

    El ojo navega a la aventura.

    En la rbita el corazn se desborda:Me inclino del lado derecho,Mas el eje de mi deseo coincideCon la plomada.

    Al borde de tu suelo ondulado,Isla estril,Que baa un ro de breaDesarrollo la medida de mi muerte.

    Si no cae la luna y me despierta

    Como una garrafa de agua fra,Me daris una yema de cebollaPara que broten mis ojos en la sombra?

    Ah, dejad al menos que mi poema acabeAntes de que yo llegue a la orilla del techo!

    (Publicado en Intentions.11 Ao, N 20 Pars, 1923)

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    Arco iris

    A Max Jacob

    El arco iris se extiendeEn el abanico del loro.Suave msica de espejos:El ngel revolotea en la onda sonora.

    Una mano divina exprime la nube:La piel blanca y cristalinaDe Eva, en el soto de espinas,Que chupa el tallo de las hierbas.

    Mejor que el hemisferio de Magdeburgo,

    Con la mirada humilde de los recuerdos,Contra los golpes de los asesinos,Fresca dama, proteger vuestros senos.

    (Publicado en Intentions.11 Ao, N 20 Pars,

    Dic. de 1923)

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    Terreno baldo

    El sueo se asemeja a los racimos de la via;En algn lugar mi alma canta una albada.Oh, brisas, si el pjaro os subrayaEl da estalla como una granada.

    Cuando la vlvula de las ranas

    hace hervir los pantanos,Apoyado el odo en el suelo,Escucho brotar los prados.El vuelo de las liblulas,

    Donde fermenta el aguardiente,Monda las grosellas.

    Desde el soto, frutero verde,

    Hasta el pequeo bosqueSe aspira el manzano.

    El tiempo se abreva en el clepsidra.En los canales del techoLa curruca aplaca la sed.

    Cisne!De bruces,Bajo los matorrales, canto.Es la espuma de mi melodaEl gorjeo de los pjaros.

    Alma y cuerpo se recogen.Mis ojos en el crepsculo se vuelven tornadizos.

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    La luz de la vela,Columna del albergue,

    Quema y delata la cosecha.

    He bebido tanto vinoQue mi sombra est borracha.Mi soplo hace botellasCon el lquido del aire.

    Filomela frota sus diamantesEn los tneles de la noche.Esta hambre que horada el pozoPara devorar el pan cimo!

    Los frascos de la lluvia rebotan

    En el arca de la tierra:Sobre la ruta de lijaResbala mi bicicleta.

    Como en su vaina el frjol,Maduro

    En la angustiaMe siento abrumadoPor el muro del frente

    Puertas de una barraca sordidaMis brazos se cierran.

    Toda la causticidad de la sal del bautismoHoy siento

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    Mezclada a mi salivaAprend el Esperanto

    En los muros del Barrio Latino.Seor, os confieso,la regla T es mi picota,Y conozco de memoria las ecuacionesDe todas las curvas siderales.

    El ndice recorre la orilla de los vidrios,Y el chirrido de las uas despierta al rayo.Para avivar el carmn de mi vergenzaMe froto con hojas de ortiga.

    Me ha segadoEl ala desplegada

    De la luz divina.

    La gabilla de aceroQue separa las barcas del ncleoMe abre la proa de Dios

    Oh herida!La aota es tu ms fuerte amarra.

    Un perro agota la fuente de su vozen el rbol florido de las estrellas.Y vos, mi ngel equipado de velmenes,Terrapln de mi noche tenaz, escuchadme!

    (Publicado en PhilosophiesN 2, de 15-II-24 Pars)

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    Tempestad secreta

    Para ti, profundamente.

    Para David Garca Bacca,

    esta desvergenza

    A Jules Supervielle,A mes amis de France,

    que le monde a ignoblement trahis.

    I

    Las razones de la vista: aparecen consiguientes las[llanuras, el crcavo de las selvas.

    Encendidas aves, romped de vuelo mis cristaleslas consabidas alas de este mirar,la luz naciente que en soledades llevo a los ms altos

    [ayes,juntadlas en su comn medida, de vez segura en su

    [cenit secreto.

    Sangre desnuda que vertir en tu flanco:de ella mi sudor de angustia, de cesacin y noche.Toda inquieta en cima de voces,con el seo adusto al trasluz de las sienes,de pronto me arrastras a deudas, a ms rehenes.

    Habr espacio de cabidajunto al labio gota a gota de tus senos?

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    Afuera: el grito, los deleites;a darte encuentro, las brisas relucientes.

    Me mantuve afuera, en suelo de leones:deseando el cumplimiento de tu sexo,de cuanto jugo a altas horas de tu cuerpo seminal,de cuanto crece en la pendiente.

    Ya no miro, me golpea la sangre de los ojos.

    En trances tales de denuedo como el prpado de los[hroes,ya no asiento el calcaar.Mente, de flores tan vaca!Oh vientre, oh boca en la frontera!Pecho absoluto de mis ansias,me consumes, pecho mo, de substancias y tiempo

    [en derredor.Y reparos, valladares y provinciasa cada presin a tientas de mi paso.

    Estoy de pena y resonancias,mas aun: de gala y esponsales.Oh vehemencia, mis venas todas agolpadas en su cmulo!Os dir ayes como un latido de aguas.Abrid las urnas, al conjuro de estas lgrimas.Abridme! llevo el ala fatigadade embates tantos, de espumas y de celos.

    Abrid de juntas, de par en par las puertas,

    y las alas tiernas del encuentro, abridlas!

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    Oh husped ma de delicias:de monte en valle, de noche en claro, de tienda

    [en tienda,cabe el fragor seminal de las rodillas,como el mbar del esto en la cepa de la vid,te acrecientas de presencia penetrante y temblorosa

    [de sustancias seculares!

    Tu contorno en mis sabores: me estuvo acaso, me[est vedado?Van mis rdenes: a tu merced la hacienda.Y jugos tales en mi cuerpo, de aquella prenda oculta

    [tan deseada!Abierta al calor de mis entraas ya podrs, desnuda

    [entonces,

    de vivas flores en la cumbre, ingrvida luego, palpitar.En mi soledad de luna: Oh gargantas de blancura!Ms adentro la pupila, las moradas, todo lo escondido.Ay!, decidme la acendrada contextura de mi lecho.

    Voy riberas adelante. Dnde estn los montes,(las obras potestades?

    Me devora del espritu la absoluta permanencia de[los polos.

    Oh Primicias de este nico menester!Ni seda otra, ni tal soporte.Mi frente airada, Amor, los ayes, Oh cuenca eterna

    [de salivas!

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    Hoy tu vientre abierto en mi pesadumbre de caricias.El labio sumo mo cae de los siglos, a tu boca concebida,

    a la herida declarada de tus senos.

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    II

    Abrid de juntas, de par en par las puertas,y las alas tiernas del encuentro, abridlas!De llegada me sorprenden su latido,las urgencias consabidas de la noche.

    No hay pregn de luz que la compare.

    En las huellas de su paso reverberan los leones;ya sus senos encendidos me circundan de inmanencia:ya se cumplen las edades.

    Oh mundo, cun cargado est mi pecho!Ay! tan corto voy de brazos,corto y lento en poquedad de mis primicias,

    poquedad de las miradas!

    Heredad tan seca, oh tienda de desierto!Ni lmparas ni zaguanes,ni las flores en su asunto.Que ceiglos, que albaales!Acudid, vosotros todos, los del soto, con palmeras

    [y cristales,con la fiebre de los ojos y otras tantas claridades.Daos prisa de esponsales, dadme al puntoacicalada de umbrales la morada,las delicias de encontrarlatoda adentro de jardines y rumores.

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    Oh mpetu total de ansiasen los senos temblorosos de la espera!

    el velamen se acrecientay alza vuelos en mi sangre.Cerrado bosque atiende unnime al son de mi llamada,como un solo golpe de alas.A sien de muros, el cortinaje adusto de la estanciatal se empea en los alientos

    de un sudor sanguinolento.

    Altas horas de este mundo,dadme aviso: cundo llega?Vuestro pndulo mortal de movimientonicamente late en la cavidad de mis latidos.

    Dadme esfuerzos.Ya en la sed de los ijaresun derrame tan profundode estos senos!y aquel rayo saturado de presin en su premura,desnudo y devorante como el tiempo, de hito en hito

    [me atraviesa.

    Perd, en ascuas, cunta imagen de la vista?y las fuentes aledaas;grandes plazas y caminos, los cerrojos;en gonces de alas, las puertas entornadas.

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    Qu profundidad de soplo!Oh quejidos de mis ansias!

    El mundo est a la mira, la noche en vela,y el espritudesatado en los arrestos, Adorada, de tu cuerpo.

    Sobrada noche de cuita y menester!Oh secretos esponsales de este sumo conocer!

    Ni la sal de mis heridas,ni entraas estas como pulso de sangre de otras lgrimas,nada queda de poder si hoy alio mis enojos:

    Abridme a vida las puertas, los portales,cuntos lechos,los holanes!

    Dadme aliento!

    Es de cena la holganza:ya en mi caucese desborda a plena fuente,tan adentro,la inaudita, deseada,sangre viva de la amada.

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    III

    Soledad de luces, soledad de alientos.Oh lgrimas me dais vocesde su presencia, en solar de mis adentrostan remoto!Arrobado en tales ansiasora vuelta de desmayos,

    ora en tela de lamentos,pasar la noche en prendade soledad,

    con el alma ahita, a tientas,con el alma enjuta en sienes de sudores y tormentas.

    Voy clamando en graves ayes el deseo de mi boca.Y no es de pan, ni es de vino el menester;ni sed, ni ganas de aquesta colacin.En el jugo, fuente y gota de tus senos:oh prueba sin consejos!

    Sequedades del ansia viva!

    Cunto padecer! Ya cunta cosa he roto,y cuntos golpes en busca del alivio!Manos mas en el huerto,derramad las flores llenas,derramadlas en sustento de la ensangrentada luz

    que palpita en mi costado.

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    Este cavilar nocturno.Un tal querer enclavado en mis entraas.

    Esta llaga cruel de tu presencia,abierta en todo el rostro.

    Soledad de luces, soledad de alientos!Ni siquiera en sombra tus miradas me cubren ya.

    Desde el otero

    acudo al llano de tantas bajas tierras escondidas.Mas, dnde estn los senos que apetecen mis[sentidos?

    Dnde el pecho de mi boca?En sus altas horas y en el gozo,

    en la cima de estambres y deleites,vino el Husped.

    Abri cuentas,y a vuelta de sorpresas no pudo menos que gritar,a todo mbito la voz de su desmayo,que gritar:

    desolacin, desolacin!

    Cuntos cuervos en la noche!Alimaas en mi senda, alimaas de tanta sed.Atado al peso de lo oscuro, al clamor de mis entraas,pronto dormir mis sueosbajo el menguado prpado de este insomnio.Oh moradas de cal viva!all vuelo en desatino

    con toda la mirada en trances de soslayo,arriba de estos grandes vuelos corporales.

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    Vino el Husped,y desnudo me encontr:

    mis odos sin respuesta,tan reseco el albihar.

    Desnudo de hambre, de venas y de espritu.Vino el husped, en saznde esperanzas y clamores;

    y nico en las praderas de su huella,no pudo menos que se exclamar:los ojos encendidos en la prenda de sus ayes,a su vez que se exclamar:

    desolacin, desolacin!

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    IV

    Con el alma ahita,a tientas,con voces en lo alto y la vendimia adentro,toda en el lagar;repitiendo, ya a cuntos muros,mis desmayos de lgrimas, de espesuras,

    con pupilas de mi sangre velartu noche: en prenda de soledades, en paso de[tormentas.

    Ni de siesta, ni de pan o adobada colaciny menos aun de vino me cabe el menester.Cuando las piernas tuyas entornadas,

    cuando el cuadril arriba en la cumbre se decide,

    derramando de l primicias contenidas:en pos, atnito, voy de tus enojos.En l tu cuerpo te gritar mis ansias,porque a fuer de tal cada ni siquiera entonces

    [supsteme escuchar.Desatado en la violencia y los arrojosde este caudal que me desangra:Cunta cosa he rotocuntos golpes en busca del alivio!

    A fuente,oh vida!, corres en las aguas tiernas del encuentro.Manos mas en el huerto, deshojad las tantas flores

    [llenas,

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    deshojadlas en sustento de esta creciente sien que[palpita en mi costado

    Con el mpetu de morir,romped el canto de la anchura!Oh vida,me retienes en cuarteles de cal viva,cabe la morada que de improvisto asedias y que luego

    [fortaleces!

    Al trasluz de arteros vientos reverberan los senos[mos de la espera;

    de ellos tal, ya del vientre y la junciana, se arranca[un grito tal,

    cul, decidme? dnde estn los senos que apetecen[mis sentidos?

    Abridme, oh puertas!, al jugo que divierte,al goce, a zumos del ijar.a la boca ntima de su cuerpo tan henchida de salivas.

    Desnudo me devuelvo a los lamentos, bajo el palio[ardiente de mis prpados;

    desnudo, y me devoran las fatdicas sombras de los astros.Este cavilarnocturno.Abridme el pecho!; Oh dolencias de blancura: su

    [epidermis ataviada en mis contornos!Cuando el Husped,

    con el ala turbulenta de los bosques,lleg airado en sumo enojo de las frutas,

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    majado el puo de la fuerza,tal vertiendo su esplendor de capiteles,

    con el mando enhiesto de miradas, a solares acudi,en praderas de su hacienda se extendi;y dando voces de amargura,de heredades semejantes,no pudo menos que se exclamar:

    desolacin, desolacin!

    Mas, luego recibiendo, qu vida lleva en telas de[este mundo?

    qu fuerza le retrae en la alta ceja de su vuelo?

    Las fieras cruentas de diciembrehuyen trasijadas,

    Los mares separados, sin dominio, sin respuesta;la lluvia golpeando, a noche llena, los cerrojos;el desmayo de este labio en las tablas de la muerte;y la espesura ardiente del que llega.

    Sopla un hlito de lgubres espejos.Oh tierra abierta a ms desastres!Oh manos desteidas, como el flujo de la mente!Manos de mi golpe.

    Amada ma: los ojos tan lleno de dados a la vista,tal de huestes y celadas compelidos,tal el Husped no pudo menos, del Cenobio

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    y en esta luz entreabierta en la escondida esfera de[mis prpados,

    que se exclamar a todo mbito:desolacin, desolacin!

    Implacable Esposa, ceida llegas de trofeos.Con el pulso de la fiebre atraviesas cal y canto;

    anhelante como el fondo de los mareste acuestas en mi noche, en la humedad de mis[entraas.

    A crecientes de diciembre se desata el viento cargado[de un ave de los polos

    Tan duro de reflejos, el peso corpulento de la luna.

    Tu voz perenne en el pecho de las flores,no la acarician ya las altas brisas de rocosino el flujo pertinaz de aquellas ondas de belladona

    [y espesura.

    Llama adentro, a merced de cimas claras de tu vuelo,va mi sangre herida en busca de un ala de frescura.Qu vigilancia me detuvo;acaso un golpe de llamada,la sombra inerte de las armas,la densidad de mi garganta?Ya los bosques de la tierra se mecen apartados.Oh baja frente!, sudores semejantes

    ni la fiebre de los ojos los desata,ni en mi talar de sangre la reverberacin de las espinas.

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    De noche oscura en boca tuya,oh peso adentro sin cabida!

    oh espacios y venturas tantas de tu cuerpo para[siempre en mis entraas!

    En el pecho y en la dicha, la pupila en los tendones:Adorada, de tus piernas las sumas potestades.

    y la lengua recndita en la vera;de cada, de reparto y de saliva, en el grito de la

    [entrada, en el jugo abierto de tus senos.

    Me dejaste suspenso en ayesde estas ansias, con los labios entornados.Dnde habr de hallar contornosal propio pecho mo de tu presa, de tu vuelo?:Perdido en la transparencia de mi retirada desnudez,

    ya en la ajena nocheharta de vigilias, de espesuras, cuanto ms sobrada

    [de banquetes?

    Chorreando venas de lo alto, se refleja Venus en el[rostro mismo de tu sangre.

    Este duro golpe en las sienes, que la mente agrava,a despecho de los muros, no lo escuchas,de mi pupila dilatada?Oh pesada lejana de los montes!Oh labios tiernos de la cita!Ver el suelo de estas lgrimas la presinde tu inmarcesible cuerpo sobre el mo?

    A tus ntimos recintos llegar, en potencias suyas de[la selva, el Esposo trashumante.

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    Ay!, atada al grito de tu ardiente cabellera,de pronto te acrecientas,

    te iluminas como el agua ingente de los mares.Quin soy yo, de este mundo, entonces fuera de tu pecho?Como el hambre, como el tiempolos peldaos me conducen de cada.

    Tan henchida de reflejos, de miradas;

    como la luna, en holanes tan creciente!El alma atenta a mis sabores,de inmanencia permaneces en el centro mo de todo

    [lo creado.Vuelos de brisa te sostienen.Adelante bien me guardas en celadas;tan cercana y no me tocas.

    Y tu frente, de su altura, como el alba;oh premura devorante de tu boca, de tu sexo, de los

    [ayes, de lo eterno!

    Me deshaces en sudores, aos, mares y otros[continentes;

    me arrancas y me devuelves a esta plaza.Los senos tuyos, leche adentro, tan cargados de mis

    [labios, de mi prenda:Oh Esposa ma, de soledad en soledad repercutes

    [en mi sangre!Chorreando venas me confundo con la ingrvida arcilla

    [de la noche.

    Oh mente fiera, oh golpe de ngeles!

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    Las bestias gimen, perseguidas:el lobo airado, a medida de su empeo, se desangra

    [bajo el cierzo de la luna.Tal me implicas, Adorada, en la absoluta permanencia

    [de la nada.

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    V

    Adentro, tan adentro me sorprendes, me das caza.Ni la sed es cosa tanta,ni sudores de la mente me trasijan de manera

    [semejante.Qu reposo habr de hallar en cabidas de tu presa

    [de este anhelante cuerpo mo

    que desnudas y ensombreces a la vez?En tu espacio me despierto, con los ojos agolpados;me despierto a toda voz, dando gritos de llamada.

    Cuan clara es la pupila, llega al mundo, dnde estoy?Entre muros, mi espesura.

    A despecho entonces de estas rbitas te hablar de(tu vientre de entraas y lamentos,con la lengua de mi altura,a mayores firmamentos, con mi voz de noche oscura.

    Mas, a todo te adelantas.Oh ma de mi celo, pusiste a prueba tanto empeo

    [en el calor de mis sentidos!Cuando el pecho:

    a deshora!, y me arrebatas con el mpetu[del ocano

    sobre el prpado de mi ensangrentada[desnudez.

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    El espacio de tu fuerza.Mis ojos lentos brillarn del fulgor de las ciudades.

    Vedme el pecho jadeante,la boca densa, aun llena de la muerte.Por donde va mi grito, voy, por afuera de qu

    mundos?

    El jardn contiguo, en manos de las flores.

    En subidos aires me detengo, a orillas de esta luz.Y van pasos, desnudos pasos de mi almaToda ma:la intensidad de los desiertos resplandece

    ya en la dorada cuenca de tus muslos entornados.Ni la sed es cosa tanta.Afuera en claro sestean los leones, corre franca la

    [pradera de los ciervos.

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    ndice

    Presentacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VIIEl desencanto o Alfredo Gangotena . . . . . . . . . . . . IX

    De Orogenia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1Cuaresma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3Bajo la enramada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

    Orga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13Bebida turbia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15El ladrn . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19El hombre de Trujillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

    De La tempestad secreta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27Nocturno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

    De Ausencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37X . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40

    XVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44

    De Noche . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51

    De Poemas varios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55Paseo en el techo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57Arco iris . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59

    Terreno baldo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60Tempestad secreta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63

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  • 7/29/2019 Poesia - Alfredo Gangotena

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