Relatos Magicos Del Peru 2 (Spa - Desconocido

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RELATOS MÁGICOS DEL PERÚ 2© 2013, Javier Zapata InnocenziPRIMERA EDICIÓN:Setiembre, 2013. Lima, Perú COMPILADOR: Javier Zapata InnocenziILUSTRACIONES: Diego Rondón AlmuelleCORRECIÓN DE ESTILO: Mercedes Fábrega ChávezDISEÑO DE CUBIERTA: Karen Hoces Cavalcanti, con ilustraciones de Diego Rondón Almuelle

EDICIÓN:Malabares de Javier Zapata [email protected] ISBN: 978-612-45887-8-5 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL

Dedicatoria

A todas las personas que, confiando en nosotros, nos compartieron sus mágicos y

misteriosos testimonios.

Tabla de Contenido Introducción Ubicación de los Relatos Mágicos del Perú Ancash Fantasma de un leñador Encuentro a media noche El diablo se lo llevó Ichic ollke Apurimac Los condenados bajan por la montaña El pishtaco Gritos de carneros Antes de morir Arequipa El fantasma del abuelo Los sonidos de la muerte La casa encantada Condenado en Juan XXIII El perro frente a su casa Ayacucho Manchachico Cajamarca Las ovejas fantasma La noche del Cuda Recogiendo sus pasos Contando ovejas para no dormir Cusco Encuentro con un extraño La anciana egoísta Sireno en Cuzco El infinito

El Machusca Los auquis y el alto misayoq El regreso del ñaqaq Huancavelica Juegos Huánuco El encanto de los cerros El guardián del bosque Ica La bestia del sol El duende violinista La Libertad Taita Shilbe Se hizo humo Lambayeque El doble La carreta en la carretera Una despedida anticipada La última conversación con mi abuelo La gentila Lima Los zapatos de tacón El espíritu misterioso La extraña presencia La despedida Carlitos El demonio del zapallal El duende verde El barboncito, una historia de hospitales La llama y el inca El aparecido La niña encantada del cuarto El abuelo del seguro

La cabra blanca Mi fiel escudero Continuos sucesos Tal vez un ángel La muerte espera El manco del túnel El duende custodio El cuarzo Loreto No te preocupes Pasco Pishtaco Piura Las almitas La subida del puente La noche que nunca olvidaré Por qué me lanzas piedras El cortador de caña Noche Ahí estuvo Puno Misterios del cerro Khapia Tacna El burro Ucayali El fantasma que ayudó a abrir la puerta Provincia Constitucional del Callao La viuda de negro

Introducción

Cuando Seres Mágicos del Perú vio la luz, no sabíamos hacia dónde nos llevaría esteproyecto. Con ese primer libro intentábamos plantear un compendio representativo de lasprincipales criaturas fantásticas que pueblan la imaginación popular de los peruanos. Trasaños de investigación, publicar este libro parecía ser el fin de un largo recorrido. Era soloel principio; tocar un tema de significado tan profundo nos abrió puertas y nos trajo nuevosdesafíos.

Luego llegó el primer volumen de Relatos Mágicos del Perú. Con él logramosdesarrollar y publicar una primera experiencia en nuestro país de creación colectivahaciendo uso de las nuevas tecnologías de información y comunicación. Bajo la modalidadde crowdsourcing, cincuenta y seis peruanos, ubicados prácticamente en todo el país,ingresaron a nuestra web y nos enviaron sus testimonios verídicos de encuentros con losobrenatural.

La noche del lanzamiento de este primer volumen, recibimos una especial carga deenergía, emanada por todos los autores que estuvieron presentes y que hicieron suyo eléxito del proyecto. Fue una gran satisfacción para todos ver publicada su propia historia ola que les contaba su abuelo cuando chicos. Este entusiasmo nos confirmó que estábamosavanzando por buen camino.

Después de varios meses de trabajo, tenemos la gran satisfacción de presentar elsegundo volumen de Relatos Mágicos del Perú. Este es el tercer libro de la serie con laque intentamos aportar al mantenimiento y difusión de la tradición oral fantástica del Perú.Al igual que con el anterior, muchas personas han colaborado en la creación de este libro;en esta ocasión son sesenta y dos distintos autores de todo el Perú quienes hancompartido con nosotros los testimonios que lo componen. En este libro aparecen algunasnovedades: fantasmas que abren puertas, suegros difuntos que se comunican con susnueras, presencias misteriosas que ayudan y protegen, espíritus manifestados como lucesque se desplazan rápidamente.

Nuestro trabajo como Malabares no termina aquí; seguiremos desarrollando nuevoscontenidos que estamos seguros sorprenderán a nuestros lectores. Mientras tanto, losinvitamos a disfrutar y a estremecerse con cada una de las historias que presenta estelibro.

Javier Zapata InnocenziLima, Junio de 2013

Ubicación de los Relatos Mágicos del Perú

Ancash

Fantasma de un leñador

Veinte turistas y un guía de alta montaña caminábamos por una carretera rústica condestino al nevado que nos proponíamos escalar. Eran las seis de la tarde y el solempezaba a esconderse. Debido a un retraso anterior no llegamos a la zona decampamento a tiempo. Seguíamos caminando cuando nos alcanzó un hombre del lugar,muy sencillo y de voz suave. Él estaba acompañado de un pequeño burro que llevabamadera en su lomo. El guía y este señor comenzaron a hablar entretenidamente y el guíale dio a conocer nuestra situación. El hombre, muy buena gente, nos ofreció su casa parapasar la noche y poder continuar en la mañana. Como era de esperarse, en la oscuridad ysin donde acampar, todos aceptamos.

Cuando ya estábamos llegando a la casa del señor, este nos dijo que entremos por lapuerta, “que su mujer nos estaba esperando”, que él iba a dejar a su burro detrás de lacasa en el corral. Nos pareció extraña la expresión pero no le prestamos mucha atención,así que el hombre fue a dejar al animal. Contentos por tener un lugar cálido dondequedarnos, entramos a la rústica pero acogedora casa y nos dimos con la sorpresa de queen ella había un velorio. Una mujer de la zona, vestida de negro, se acercó al guía parapreguntarle el porqué de nuestra presencia y el guía le contó.

La señora se llenó en lágrimas después de oír al guía y nos invitó a ver al fallecido.

Para sorpresa de todos, el difunto era el mismo señor que unos momentos atrás compartíaalgunas vivencias con nosotros, lo que generó momentánea conmoción en todos nosotros.

Pasada la impresión, más calmados todos, la señora nos contó cómo murió su esposo.Nos dijo que el día anterior a ese, cuando el señor regresaba de recoger leña, su burrotropezó y el peso de la madera le hizo perder el equilibrio. El animal cayó por un abismo notan pronunciado ni profundo pero mortal, llevándose consigo la vida de su dueño. Porrespeto, todos nos quedamos calmados y tranquilos esa noche. Al día siguiente, ese fue eltema de conversación durante todo el recorrido.

De regreso, al pasar por el mismo lugar, una sensación de temor nos invadió a todos,

pero nada ocurrió y nuestra expedición terminó tranquilamente.

Eduardo Samuel Lozada PáucarHuaraz, Ancash.

Encuentro a media noche

De mi abuela recuerdo poco, pero conozco algo de ella porque mi madre me transmitióeste relato. Como cualquier persona natural del Perú profundo, ella creía en “el daño”proveniente de las brujerías que mandaban a preparar las personas envidiosas contra losdemás. Cuando le dolía algo, cruzaba varios poblados hasta llegar al pueblo donde vivíauna brujita amiga que le aliviaba los males.

Ese día, después del mediodía se dirigió camino a Rahuapampa en compañía de mipequeño primo Juan, con la idea de llegar antes del anochecer, pero en el camino losalcanzó la oscuridad. Era una noche de verano, lo sabemos porque no llovía.

Ya pasada las doce de la noche, cruzando el último puente cerca al pueblo, un hombrea caballo apareció por el camino y se les acercó para hablarles:

— Buenas noches señora. ¿A dónde va con el niñito?

— Voy aquí nomás, no muy lejos — respondió la abuela.

— ¿A qué sitio va? — insistió el hombre.

La abuela sabía que en esos días no era seguro hablar con extraños, menos a esahora. Mucha gente se había perdido y otros habían sido encontrados degollados fuera delcamino. Era un secreto a voces que los pishtacos merodeaban a caballo por las noches.Seres con forma humana que iban en búsqueda de grasa y carne humana y que estaban alacecho de viajeros nocturnos.

—Cerca, joven —le dio el nombre de otro pueblo—, pero mi esposo y mi suegro vienendetrás de nosotros.

Dicho esto el jinete pasó de largo y la abuela con mi primo siguieron su camino.

Caminaron y caminaron un par de horas, hasta que escucharon el galope de un caballo.En un movimiento rápido la abuela se aventó fuera del camino jalando a mi primo con ella.Se esondieron entre unas piedras gigantes. El hombre que habían visto antes llegó adondeellos estaban, descendió del caballo y se puso a buscarlos. Escudriñó entre las piedras —,ellos ya se habían movido hacia unos arbustos— y por las chacras, hurgando con subastón los arbustos que atravesaban su camino. Escondidos como estaban, la abuelapodía sentir el latido de su corazón que solo competía con el sonido seco de las espuelasdel pishtaco sobre el piso. Un buen rato después se cansó de buscar, se montó en sucaballo y se fue.

Aterrados, se quedaron inertes y en silencio hasta que aparecieron las primeras lucesde la mañana.

AmelieOcurrido en 1967

Huari, Ancash.

El diablo se lo llevó

Doña Honorata, mi madre, trabajaba en la chacra día tras día junto a don Pablo, mipadre. Siempre salían de madrugada a la chacra para regar la alfalfa. Una vez salieronmás temprano que lo normal, a la una de la mañana. Mi madre cuenta que soltaron el aguadel riego hacia la alfalfa y se sentaron a descansar atrás de la penca.

De pronto, mi madre vio una lucecita que venía en dirección del cementerio, rápidacomo el viento. Sorprendidos, observaron atentamente para saber quién era. Vieron cincopersonas, uno iba delante con una luz en la frente y el resto cargaban un ataúd sosteniendouno cada esquina. Lo más sorprendente es que las patas de todos eran de cabra. Pasaronrápido como el viento y mi padre aterrorizado se levantó. Mi madre ya estaba desmayada.Cuando llegaron a la casa, ambos botaban espuma por la boca.

En los días siguientes la gente comentaba que la tumba de Ananías, quien había sido

un conocido brujo, estaba abierta y vacía. Esto ocurrió justo el tercer día después delentierro del brujo; el diablo se lo llevó.

Ese suceso fue santo remedio para que mis padres no salieran más de noche a lachacra.

Elena Norabuena RondanOcurrido en 1971Recuay, Ancash.

Ichic ollke

Una tarde de Semana Santa en el caserío de Ocopampa, cuando la llovizna caía juntoal reflejo del sol, mi hermanito Timoteo, de cuatro años, esperaba que mis padresregresaran del pueblo. Al verlos llegar, Timoteo corrió a alcanzarlos, pero pasó por elpotrero donde había un puquial. Mis padres nos tenían prohibido pasar cerca del puquial,pero en ese momento Timoteo se olvidó y cruzó, junto con la llovizna y el sol.

Vio que estaba nadando un bebé pequeño, hermoso y rubio, cuya cabellera le llegabahasta los talones. Era ichic ollke y estaba a punto de colgar el turmanye o arco iris.Timoteo se dio cuenta que ese bebé era ichic ollke, el mismísimo diablo, y regresócorriendo; pero ya era tarde porque ichic ollke ya estaba en el cuerpo de Timoteo. En eseinstante empezó la fiebre.

A partir del mediodía del día siguiente empezó a engordar, a cada minuto más y más. Alas seis de la tarde ya empezaba a reventarse la piel y le salía agua de diferentes ladosdel cuerpo. Timoteo lloraba y ya no podía caminar por el peso de su cuerpo.

Al amanecer de cada día se levantaba flaquito y caminaba con una sonrisa alegre, peroal mediodía su cuerpo empezaba a hincharse y él empezaba a llorar y todos a llorar con él.Los médicos no entendían. Esta rutina duró aproximadamente cinco meses.

Un buen día mis padres lograron sanarlo dándole de tomar agua hervida con aros,aretes de oro y cristales de colores del arco iris. Esa noche ichic ollke salió del cuerpo deTimoteo en una tina de agua. Mi papá fue a botar esa agua a la media noche al mismopuquial con la mano izquierda y luego regresó hasta la casa sin voltear.

Al día siguiente Timoteo se levantó de su cama completamente sano; se había salvado.La gente comenta que en estos casos la mayoría de los poseídos por el ichic ollke muereal reventar su barriga.

HeroínaOcurrido en 1971Recuay, Ancash.

Apurimac

Los condenados bajan por la montaña

Narrado por mi madre, María Nélida Portillo Quintana.

Chamana Chuspi es una hacienda grande, situada en la provincia de Andarapa, conmucha vegetación, acequias y riachuelos. Tenía pequeñas caídas de agua, arbolitos, ygrandes montañas alrededor.

Por su carácter colérico y mirada penetrante, mi abuela Sara, la terrateniente, era muytemida por los trabajadores y hasta por mi madre, que aún era una niña.

Era un día como cualquier otro, de ardua faena, sol abrasador. Para recompensar, unoque otro vasito de chicha de jora para todos. Para el atardecer, papitas sancochadas, deesas pequeñas y arenosas, con queso y mote. En esa ocasión se les hizo muy tarde a miabuela y a mi madre para volver a su casa en el centro de Talavera. Era peligroso andarsolas por los campos oscuros, ya sea por algún delincuente o por los condenados, queaman la oscuridad y merodean en ella. Así que decidieron dormir esa noche en lahacienda. Ellas se recostaron en el campo abierto cerca a la casita de adobe que usan losjornaleros. Era un cielo de mil y una estrellas y una gran luna brillante. Era hermoso.

De pronto, a lo lejos, entre las grandes colinas con enormes montañas detrás, divisaronpequeñas luces como antorchas que oscilaban de un lado a otro y venían colina abajo endirección a la hacienda. Los jornaleros lo notaron y al momento dijeron: “¡Mamáy!¡Condenado está bajando! ¡Condenado!” Parecía que ellos ya conocían este tipo desituación, pero para mi mamá y abuela era una gran sorpresa y no tenían palabras.

Las luces fueron bajando la colina. Estaban cada vez más y más cerca. Todoshorrorizados se disponían a esconderse, pero, mi abuela no. Se puso de pie, orgullosacomo siempre, gritó: “¡Fuera! ¡Largo! ¡Oushhhh!”.

Las luces como antorchas increíblemente se detuvieron por un instante. Qué atrevida miabuela. ¿Es que no le tenía miedo a nada? Pero después de unos instantes las luces, estavez brincando de un lado a otro y a mayor velocidad, se dirigían hacia la hacienda. Se lesveía con mayor claridad, eran como fuego blanco, como antorchas que flotaban yrebotaban. De pronto, se detuvieron en línea horizontal recta, ya no avanzaban más. Comosi algo les impidiese el paso, mi abuela que tontamente había llamado su atención soloatinó al silencio, como todos los demás. Pronto aquellas luces se movieron hacia laderecha y lentamente se perdieron en la distancia, como siguiendo un camino o como sialgo no les permitiese acercarse más y solo rodear por un lado.

A la mañana siguiente notaron que era una pequeña acequia la que les había impedidoel paso a esos espíritus. ¿Quién podría pensar que no pueden tocar el agua? No sabíamosdecir si es que le temen o simplemente les supone un obstáculo imposible, cual muralla.Solo quedó la duda de qué hubiera sucedido si llegaban a donde estaba la gente. Siempre

quedará en el misterio.

Miguel Ángel Cieza PortilloOcurrido en 1972Andahuaylas, Apurímac.

El pishtaco

Mi madre, que en ese entonces tenía diez años, solía pastar sus cabras, ovejas y trescerdos cerca al poblado de Taipicha. Una tarde estaba jugando a las escondidas con sushermanos y otras amigas pastoras. Cuando el juego empezó, mi madre se escondió en losarbustos y desde allí vio pasar a un hombre alto de piel blanca y ojos azules, con capa ysombrero, montando un caballo negro azabache. Al verlo, ella quedó prácticamenteinmovilizada, no podía hablar y respiraba con dificultad.

El hombre del caballo, al seguir su camino, se acercaba más hacia ella, quien solo atinóa rezar para que no la viera. Cuando el hombre estaba a menos de un metro, ella empezóa asfixiarse y a temblar. Se preguntaba quién era ese hombre, ya que nunca lo había vistopor esos lugares, o si era el diablo que la iba a llevar. Pensaba que el hombre misteriosoestaba a punto de descubrirla pero él pasó de largo y ella por fin pudo respirar. Empezó amover sus manos y pies y presurosa regresó a casa a contarle a su papá.

Ya en casa, mi abuelo le explicó que aquel hombre alto y blanco era el pishtaco quien,montado en su caballo, recorre los lugares donde no suele pasar la gente y que si alguienpor casualidad se cruza en su camino, él se lleva su alma. Tras oír esto, mi madre nuncamás regresó a jugar ni a pasar por ese lugar.

El cuervoOcurrido en 1980Andahuaylas, Apurímac.

Gritos de carneros

Narrado por mi abuela, Sara Quintana Llontop, quien ahora tiene noventa años.

Mi madre se encontraba tomando el lonche con mi abuela y mis tíos en casa de una tía,cerca a la laguna de Pacucha. Pasaban la noche conversando de cosas familiares, entreligeras discusiones y una que otra carcajada. En realidad, la visita era por pura curiosidad,pues habían escuchado que por esa zona, donde solo hay unas pocas casas, solía pasarun condenado. Era un suceso que debían comprobar. Fueron con cierto escepticismo, peroa la vez con mucha curiosidad porque la gente de la sierra cree mucho en estas cosas.

Llegada la medianoche esperaron a que sucediese algo, a que pasase el condenado,pero nada ocurrió. Ya con sueño, se durmieron todos y en alguna hora de la madrugada seoyeron gritos de carneros y bestias que se acercaban como en estampida por el camino.Mantener las puertas y ventanas bien cerradas y guardar silencio era lo mejor por hacer.Solo quedaba afinar el oído y escuchar bien lo que pasaba por el camino. Se oyeronfuertemente muchos ¡behhh! ¡beeeehhh! y pisadas de animales como estampida veloz quese hizo más fuerte para pronto tornarse más distante, hasta perderse en la distancia y elsilencio. Además, había ruido de látigos y cadenas. Atemorizados todos, apenas lograronconciliar el sueño.

Al día siguiente, aún con temor y ciertos escalofríos salieron a buscar las incontables

huellas de la estampida, pero nada encontraron, como si no hubiese pasado nada por ahí,salvo uno que otro transeúnte o alguna mula. Pero no una estampida, ni hablar.

Preguntando a los lugareños, dijeron que se trataba del alma del condenado, unapersona muy avariciosa que vivió en la zona, que murió violentamente, que no descansa enpaz, que había tenido muchos bienes y aun muerto se aferraba a ellos. Por eso no semarchaba, por eso seguía recogiendo sus pasos. Otros decían que lo habían visto, queera cadavérico y que iba flotando sentado en un trono resplandeciente, rodeado de susmuchas bestias que eran parte de su riqueza y que siempre pasaría por esa ruta,aterrorizando. Decían que los ruidos de látigos eran debidos a almas buenas o custodios

que castigaban al condenado en su recorrido.

Para evitar que el condenado se acerque a las casas, la gente coloca orina en laspuertas, la que previamente se deja fermentar. Se dice que la orina guardada y muyapestosa ahuyenta a los malos espíritus. Incluso algunos usaban esto para mojarse lacabeza, teniendo un olor horrible. Pero dice mi abuela que eso es bueno para quitar losmales causados por las montañas o espantar espíritus maleros que siempre merodean porlas alturas.

Al día siguiente mi abuelita mandó traer al cura del centro para que bendiga el camino,todo el lugar, y ore por el alma del condenado, además de echar agua bendita en lascasas. Traer al cura no fue tarea fácil, pero mi abuela es realmente persuasiva.

Y vaya, gracias a su esfuerzo, nunca más se volvió a oír del paso del condenadoavaricioso. Qué alivio, la paz volvió, pero igual queda ese sinsabor y temor a la oscuridad.Así que, por si las dudas, todas las noches los dueños de las humildes casitas de adobecierran bien las ventanas y puertas y no hacen mucho ruido.

Miguel Ángel Cieza PortilloOcurrido en 1930Andahuaylas, Apurímac.

Antes de morir

Mi abuelita le había pedido a un vecino que le trajera carne de llama de las alturas yesa misma noche el señor estaba regresando al pueblo. Era una noche fría y desolada demarzo, sin luna. Todos los pobladores estaban en sus casas porque no había luz en elpequeño pueblo de Capaya.

Cuenta mi madre que mis abuelitos y mis tías estaban en casa y, en plena oscuridad,todos vieron el reflejo de la luz de una vela en dirección al cementerio, el cual quedabacuesta arriba.

Luego, el vecino que traía el encargo les contó que cuando bajaba rumbo al pueblo consu caballo se le cruzó un alma que tenía la forma de una mujer a quien no se le veían lospies. El caballo se asustó y empezó a botar espuma. Según sus tradiciones, lo único que lequedó por hacer a este señor fue quemar plumas de cóndor, hacerle pequeños cortes alcaballo y echarle la ceniza de las plumas en los cortes para que se mejorara y no muriera.

A la mañana siguiente se enteraron que esa noche falleció una señora que vivía en elpueblo.

KillaryOcurrido en 1958Aymaraes, Apurímac.

Arequipa

El fantasma del abuelo

Llevaba apenas un mes de casada. Por las mañanas desayunaba con mi esposo yluego él se iba a trabajar. Entonces, yo solía bajar al primer piso de la casa a limpiar y aordenar el departamento donde pronto íbamos a vivir. Era parte de la casa de los abuelos,una casona antigua en la avenida Tacna, a media cuadra de la antigua estación del tren. Enla habitación que estaba destinada a ser la sala había un viejo piano, una vitrina repleta devasos e incompletos juegos de copas. Había también algunos retratos de mitad de siglo,de gente que nunca conocí ni jamás se me ocurrió preguntar quiénes eran.

Una mañana soleada, después del desayuno, me quedé mirando hacia la calle desde laventana del comedor. Veía la vereda del frente con un par de árboles muy frondosos y a lasombra de uno de ellos estaba parado un señor de edad avanzada vestido con un abrigolargo y un sombrero antiguo. Me llamó la atención el abrigo porque ya el sol estabacalentando. De repente me di cuenta de que el señor estaba mirando hacia mi ventana ycuando notó que yo lo miraba levantó su sombrero ligeramente y me sonrió haciendo unapequeña reverencia. Quedé sorprendida ante su actitud, pues a pesar de que su rostro meera familiar, no sabía quién era. Volvió a colocarse el sombrero y lentamente cruzó la calledirigiéndose a mi casa. Entonces me levanté, abrí la ventana y cuando miré hacia la calle¡oh sorpresa!, no había nadie. No sabía qué pensar. Me preguntaba quién sería y dóndese había ido. Al rato bajé al salón y me di cuenta de que su imagen estaba en uno de loscuadros, ¡y traía el mismo sombrero!

Pregunté a la familia y me dijeron que era el abuelo, que había sido una muy buena

persona. Vivió allí casi toda su vida y había muerto hacía más de treinta años. No eraposible haberlo visto; pero sí lo vi. Y él me saludó. Yo creo que me dio la bienvenida a sucasa.

Lo vi tres veces más: una sentado al piano de espaldas y las otras dos debajo delmismo árbol. Siempre estaba sonriendo, como si realmente le complaciera que yo habitaraen esa casa.

María Eugenia Muñoz ArévaloOcurrido en 1977Arequipa, Arequipa.

Los sonidos de la muerte

La historia me fue narrada por Alejandra Cáceres, mi madre.

Yo vivía con mi familia en una tranquila casa de vecindad en la Calle Bolognesi deltradicional barrio de Tingo. Eran una noche de octubre de 1978. Solía quedarme despiertaescribiendo en mi diario lo acontecido en el día o simplemente algunos pensamientos. Yodormía en la misma habitación con mi mamá y mis dos hermanas menores, por lo queprocuraba no hacer ruido ni utilizar mucha luz. Para ello, me cubría con la sábana y prendíauna pequeña linterna que me había regalado mi papá.

Al sonar las doce campanadas del reloj de la sala, mi linterna se apagó y la habitaciónquedó casi por completo en oscuridad. No le presté mayor atención al aparato ya quequedé como hipnotizada por el único y pequeño rayo de luz que provenía de entre lasgruesas cortinas, pero mi concentración fue perturbada por el desesperado grito de dolorde una mujer.

El miedo me petrificó un momento, sentí un ruido en la habitación. De reojo noté unasombra y me asustó más pensar que un alma en pena o algo similar se encontraba en elmismo lugar que yo, pero el susto se fue cuando la sombra me dijo: “Hija, ¿laescuchaste?”. Di un suspiro de alivio y asentí con la cabeza a mi madre.

Pasó un momento antes de volverse a oír otro ruido espectral, pero distinto al anterior;se escucharon unas pesadas cadenas al ser arrastradas por el suelo. Sin haber culminadoel terrorífico acto oímos como mis tíos y demás familiares salían de sus habitaciones paraver qué sucedía. Al notar esto, mi madre abrió la puerta y me llevó con mis hermanasafuera.

El frío era insoportable, pero mayor era el incesante ruido de las cadenas. Vi muchasmanos alzadas que apuntaban el techo de la casa vecina mientras decían “¡Es ahí!¡Proviene de allí!”. Tras esta acusación el sonido cesó y llegaron los vecinos preguntando sihabíamos escuchado lo mismo que ellos. El frío aumentó y se sintió nuevamente elespeluznante grito; todos permanecieron inmóviles y aterrados, unos observando el techo,otros abrazados y algunos rezando en voz baja.

El silencio reinó sobre el vecindario. Luego, un cruce de miradas entre todos ycomentarios sobre lo sucedido. Unos minutos de conversación fueron suficientes paracalmarnos un poco y regresar a las habitaciones a tratar de conciliar el sueño, no sin anteselevar una pequeña oración por lo que hubiere sido ese extraño suceso.

Esa mañana desperté por un incansable llanto y unas palabras de consuelo. Eranuestra vecina, quien contaba a mis tíos que su madre había amanecido muerta. En esemomento me llené de escalofríos y pensé muchas cosas relacionadas con lo sucedido esamadrugada. ¿Sería posible que nuestra vecina haya querido despedirse del vecindario? ¿Oquizás era la misma muerte a la que escuchamos? Me dio pánico hacerme esas preguntas.De todos modos preferí alejarlas de mi mente para que mi difunta vecina descanse en su

sueño interminable.

Diego Fernando Flores Cáceres Ocurrido en 1978Arequipa, Arequipa.

La casa encantada

A una cuadra de la Plaza de Yanahuara, en Arequipa, existe aún una casa encantada.Se dice que en el año 1666 un comendador español descubrió a su esposa teniendorelaciones con un criado y en venganza por la infidelidad, decidió enterrarlos vivos en unmuro de la casa, y desde entonces penan.

Una tarde, mientras mi bisabuelo Eduardo compartía una botella de anís Najar con susamigos en una cantina, tocaron el tema de la casa, que por cierto estaba a pocas cuadras.Uno de ellos, un coronel retirado, aseguraba que aquello era una reverenda tontería,cuentos inventados para asustar a los cobardes. Entre copa y copa, historias van,leyendas vienen, le apostaron que no podría él pasar una noche en esa casa.

Entrada la noche salieron de la cantina en dirección a la casa encantada. Pasaronprimero por la casa de uno de ellos para proveerlo de unas frazadas, velas y fósforos; loescoltaron hasta la puerta y lo vieron entrar despacio con una vela en la mano parailuminarse dentro de la vieja y abandonada casa.

Una vez adentro, fue en busca de un lugar donde pasar la noche. En la sala solo

quedaban muebles viejos llenos de telarañas y polvo. Ingresó a una de las habitaciones,dejó la vela sobre la mesita de noche junto a la cama y dispuso las frazadas encima delcolchón viejo para luego acomodarse en ellas. Dejó junto a él la bolsa con los fósforos, lasvelas y puso junto a su pierna derecha su vieja pistola, “por si acaso”.

Los ruidos parecidos a golpes sobre la madera y de las puertas sonando los atribuía alo gastado del lugar, al crujir natural de los viejos muebles y al viento que se colaba por lospasillos y rendijas de la casa. Se recostó decidido a ignorarlos, se abrigó con otra de lasfrazadas y se dispuso a dormir. De pronto, sintió una presencia, como si alguien estuvieraallí. Se quedó en silencio pero en alerta, cuando sintió claro, muy claro, como si alguiensoplara junto a él, y vio que su vela se apagaba. Muy tranquilo buscó los fósforos y volvió aencender la vela, comprobando que no corría viento ni había nadie allí. Se volvió aacomodar en la cama cuando nuevamente sintió el soplido y la vela se apagó.

“¿Quién está ahí?”, empezó a gritar e insultar mientras sacaba nuevamente los fósforos

y encendía la vela, que fue apagada por tercera vez. Esta vez respiró, tomó su vieja pistolacon una mano e intentó prender la vela, apuntando hacia donde venía el soplido. Loconsiguió y se fue recostando lentamente, aún apuntando la pistola. Cuando nuevamentevino el soplido y se apagó la vela, él disparó en esa dirección. Lo que siguió fue un silenciode ultratumba.

En ese momento, un frío le recorrió la espalda erizándolo de pies a cabeza mientrasuna voz que no era de este mundo le decía: “Toma tu bala” en el mismo instante que estale caía junto a la pierna. Cogió la bala con una mano y la sintió aún caliente. Empezó adisparar mientras salía corriendo y gritando de la casa encantada.

Mi abuelo escuchó la historia directamente del coronel amigo de su padre.

Claudio Morgan MuñozOcurrido a mediados de la década de 1960Arequipa, Arequipa.

Condenado en Juan XXIII

Se dice que hace años, cuando aún no estaba muy poblado el distrito de Miraflores, enla zona que hoy se conoce como el estadio de Cristo Obrero crecían flores de todas lasvariedades, como no se ven ahora. Más allá está hoy el pueblo joven Juan XXIII—La Isla.Esta historia, ocurrida en Miraflores, me la contó el señor Julio Bedoya Castillo, el papá demi hermano.

En aquellos años, él y su hermano, montados en sus caballos, fueron a cazar palomas.Había bastantes por donde crecían las flores. A lo lejos apareció un hombre que se sacabasus piojos. De pronto, este hombre se paró y empezó a rugir, lo cual provocó que loscaballos se encresparan y huyeran del lugar dejando a los jóvenes. Estos se asustaron alver que parte del desfiladero se había caído por el rugido y temían que el extraño lospudiera alcanzar.

Emprendieron la carrera con rumbo a su casa y, al llegar, su padre les preguntó qué leshabía sucedido y por qué estaban sin los caballos. Entonces los jóvenes contaron loocurrido en aquel lugar. Decidieron alistarse para regresar a la mañana siguiente.

Llegado el día partieron los dos jóvenes, su papá, el amigo de su papá y el hijo de esteseñor. Al llegar al sitio solo encontraron una piedra donde el día anterior habían visto alhombre extraño. Alrededor de la piedra había un rastro de sangre que bajaba del lugar.Siguieron las manchas hasta llegar a una quebrada y el rastro terminaba en una granpiedra. Al costado había una persona muerta; se trataba de un hombre vestido de soldado.El papá de mi hermano dice que este soldado en su pecho llevaba una bolsa de cuero encuyo interior había monedas de plata antigua. Nadie se percató de que el hijo del amigo desu papá tomó la bolsa y desde ese momento este joven quedó como loquito. Nadie seexplicó el porqué de su cambio repentino.

Josef Jobani Cruz CamachoOcurrido en 1940Arequipa, Arequipa.

El perro frente a su casa

El señor Julio Bedoya Castillo vivía en ese entonces en el asentamiento humano Villa LaFamilia, a tres casas de donde vive actualmente, en el distrito de Miraflores. En eseentonces aún no poblaban Juan XXIII ni Tahuantinsuyo.

Una noche, a la una de la madrugada. El señor Julio, quien se encontraba recostado ensu cama, se despertó al escuchar un ruido como el producido al arrastrar cadenas.

Lo único que logró divisar por las pequeñas aberturas que había en la puerta fue unaperra, cuyas mamas colgaban hasta el piso y cuando empezó a caminar parecía quearrastraba cadenas. Todo se podía ver al claro de la luna llena.

Así sucedió esa vez y no se volvió a repetir.

Josef Jobani Cruz CamachoOcurrido en 1980Arequipa, Arequipa.

Ayacucho

Manchachico

La historia me fue referida por el profesor Jesús Aliaga Sihuay, quien fue director de laEscuela Mixta del poblado de Oqopeja.

El director de la escuela primaria del pueblo de Seqe había cursado invitaciones a losdocentes de las escuelas de las comarcas vecinas para participar en un evento deportivo,pro fondos para mejorar su local escolar. Los profesores, alumnos y padres de familia dela comunidad de Oqopeqa fueron a participar, así como los de otros centros educativosinvitados. El día señalado se congregaron en la plaza principal de Seqe.

Luego de las formalidades del evento se pusieron a disputar. Finalizada lascompetencias, los organizadores agasajaron a los participantes con comida y libacioneshasta horas avanzadas de la noche. No estaban todos, pues muchos se habían retiradoantes de la penumbra hacia sus viviendas.

Cuando aún no terminaba la fiesta, ocho jóvenes, alumnos de Oqopeqa, se pusieron en

camino aprovechando la luna clara. Bajaron una quebrada zigzagueante y, entre risas ycantos, ascendieron una pendiente estrecha. Cuando ya se les había ido la embriaguez, ala altura de un lugar llamado Buena Vista, tropezaron con un inusitado obstáculo que no lesdejaba pasar; era un animal grande estirado a lo ancho del sendero. Parecía ser una mulanegruzca que tenía la cabeza caída hacia el barranco. Los viajeros quedaron pasmados,mudos, arrojando espuma por la boca, no podían pronunciar palabra alguna paracomunicarse.

Uno de ellos maquinalmente atinó a subir a la parte alta del camino para evitar elestorbo, los demás le siguieron instintivamente, bajaron al sendero, en silencio y siguieronla ruta hasta llegar a la escuela. Entraron a la cocina, se trancaron por dentro, a tientasbuscaron un fósforo y prendieron una vela. Sudaban frío. Poco a poco, recobraron lanormalidad y comentaron sobre la inaudita experiencia vivida. Dijeron que habían tropezado

con un manchachico, que en español significa fantasma.

Mientras tanto, el director de la escuela y su compadre, al darse cuenta que suscompañeros les habían dejado, tomaron la decisión de evadirse sigilosamente de lareunión. Emprendieron el viaje hacia su estancia, situada más o menos a una legua dedistancia. Caminaron sin contratiempos, no encontraron nada en la ruta. Llegaron a laescuela y se sorprendieron al ver que había luz. Tocaron la puerta, pero nadie lesrespondió. Intrigado por el silencio, el maestro dijo:

— ¿Quién está allí adentro? Abre, soy el director.

Recién abrieron, absortos de espanto. Empezaron a narrar el percance tenido en laruta. Al principio los recién llegados no creyeron en la información dada, pero oyendo delabios de personas conocidas y viendo el estado anímico en que se encontraban, les dieroncrédito. Surgieron comentarios de múltiples casos de esa naturaleza.

Saturnino Ayala AponteOcurrido en 1956Huanta, Ayacucho.

Cajamarca

Las ovejas fantasma

Mi papá, Juan Chávez, y mi tío Manuel, siendo aún adolescentes, vivían con misabuelos en el caserío de Meléndez, que hasta hoy tiene pequeñas casas de adoberodeadas de sembrados y zonas de pastoreo.

Una madrugada, mi abuelo los despertó diciendo que el caballo se había escapado.Humildes como siempre fueron, no podían permitir que alguno de sus pocos animales seextraviara. Así que mi papá y mi tío salieron al campo a buscar al caballo en unamadrugada sin luna en la que no se veía nada a algunos metros de distancia.

Recorrieron los sembradíos vecinos, buscando en grandes extensiones de terreno sindar con el caballo, así que decidieron cambiar de dirección e ir hacia la majada, que erauna zona de pastoreo a la que iban varios animales. Tomaron el camino, ya bastantecansados y con frío, tratando de apresurar el paso, cuando de repente escucharon quedetrás de ellos venía corriendo un rebaño de ovejas. Escucharon los balidos y el ruido delas pezuñas al golpear la tierra. Ellos voltearon extrañados de que los animales esténsueltos tan de madrugada; pero no vieron nada.

Siguieron avanzando, un poco asustados por lo sucedido, hasta que un rato despuésvolvieron a escuchar el mismo ruido del rebaño de ovejas tras ellos, voltearon rápidamentey otra vez no vieron nada.

Decidieron avanzar rápido hacia la majada para tratar de encontrar al caballo y así

poder retornar a casa. Durante el camino pasaron al costado de un ojo de agua y volvierona escuchar casi junto a ellos el mismo ruido del rebaño de ovejas acercándose. Voltearon yvieron como empezó a saltar el agua fuertemente como si algo se hubiera lanzadorápidamente, a la vez que seguían escuchando los balidos de las ovejas y el ruido de laspezuñas.

Mi padre, dominado por la curiosidad más que por el miedo, decidió acercarse para verpor fin qué es lo que pasaba. El agua era poco profunda y vio como aún saltaba el agua;pero nunca pudo ver qué es lo que había entrado, incluso se metió un poco al ojo de aguay no había ninguna oveja o algo similar. Ante eso ambos decidieron abandonar la búsquedadel caballo y volver a casa porque ya estaba amaneciendo. Al llegar a la casa, ya casi alalba, encontraron al caballo que había vuelto al corral y nunca supieron explicarse qué fuelo que les había pasado en esa extraña noche.

Mariella Patricia Chávez RodríguezOcurrido en 1962Celendín, Cajamarca.

La noche del Cuda

Hacía mucho que había empezado la fiesta en el caserío de Inger y todos estabandivirtiéndose. Ya eran cerca de las doce cuando mi madre le dijo a mi padre que ya eratarde y que ya se quería ir a descansar. Como él no quería, le dijo a un hermano que laacompañara, pero este tampoco quiso. Entonces, para no incomodar, mi madre tomó a mihermano Esnider, su bebé de un año, y se despidió de todos excepto de su marido.

En medio de la fiesta, mi abuela le recordó a mi padre que mi madre no era del lugar yque no conocía lo peligroso que podía ser andar sola en la noche. Mi papá se puso serio yse fue a pié detrás, esperando que no le hubiera pasado nada.

Mi madre estaba a medio camino cuando el burro comenzó rebuznar y a alterarse. Ellacon temor de que el burro los arrojara, bajó del animal y lo dejó ir.

Mi madre no conocía de las leyendas del lugar así que siguió caminando. No pasómucho tiempo hasta que comenzó a oír silbidos, pero ella no hizo caso, pensaba que erasu esposo que la llamaba para pedirle disculpas, y siguió.

En la casa estaba uno de sus cuñados, Ofe, quien no había ido a la fiesta. Justo sehabía despertado para ir a orinar; cuando vio a los lejos a su cuñada que se acercaba y auna sombra detrás de ella. Pensó que era su hermano pero, cuando las nubes sedespejaron del cielo y la luna alumbró, se dio cuenta que lo que estaba detrás no era unapersona. Era el Cuda, un ser que se llevaba el alma de las personas cuando lo miraban.Cuando este estaba detrás de mi madre, el bebé se despertaba y comenzaba a llorar.Cada vez que este ser quería tocarlo, el bebé lloraba más y mi madre lo cambiaba dehombro. Así estuvieron un momento hasta que ella pudo divisar la casa y caminó másrápido dejando atrás a quien creía su esposo.

Mi tío, viendo lo que sucedía, fue a la casa a tomar su machete para ir al encuentro de

su cuñada, pero cuando salió de su casa el espectro ya no estaba y el bebé había dejadode llorar. Mi madre le preguntó si el burro había llegado y él, atónito, no respondió. Ella dijo

que seguro en la mañana aparecería. Mi tío no le quiso decir nada para no asustarla.Entraron a la casa y antes de que él cerrara, ella le dijo:“No cierres, que Julio viene atrás yestá borracho. Ha venido siguiéndome y silbando todo el camino pero no le hice caso”, y sefue a acostar.

Medía hora después llego Julio, mi padre, y le preguntó: “Ofe, ¿ya ha llegado Vilma?”.Mi tío, que no había podido dormir, casi golpea a mi padre por haber dejado regresar solaa mi madre. Le contó lo sucedido y ninguno pudo dormir esa noche.

Al día siguiente le contaron todo a mi madre y ella dijo que sentía un poco de miedo porlo sucedido con el burro y el llanto del bebé pero sintió cólera cuando pensó que mi padreestaba detrás de ella llamándola. Después de complementar la historia con la de mi tío,que había visto todo desde lejos, no dudaron que se trataba del Cuda, que quiso llevarsesus almas pero no pudo porque mi hermano había sido bautizado en el nombre de Cristounos días antes.

Días después encontraron al burro muerto cerca de un puquio de donde se saca agua.

AnderOcurrido en 1989Cutervo, Cajamarca.

Recogiendo sus pasos

Los pobladores del caserío llamado Yerba Buena, ubicado en el distrito de Querecotillo,creemos que un mes antes de morir, el alma recoge sus pasos visitando todos los lugarespor dónde caminó cuando vivía.

Una noche, cuando tenía ocho años, salimos de casa con mamá llevando la cena apapá que estaba sacando chancaca en otra casa. Cuando pasábamos por un vallepequeño vimos una luz grande cerca de un tronco y creí que se trataba de una luciérnaga.Mamá, en cambio, se inquietó mucho y me pidió que avanzáramos rápido por lo que se mecayó lo que estaba cargando. Tuvimos que parar y mamá se molestó un poco, pero prontoretomamos el camino por el apuro de mamá. Llegamos a donde estaba papá y ella le dijo:“Alguien va a morir, porque acabamos de ver una luz grandota. Volteé a verla y se movíaen círculos, lo que no hacen las luciérnagas”. Fue entonces que empecé a sentir muchomiedo pues había visto un alma. Justo un mes después, falleció la antigua dueña de eseterreno.

Otro encuentro así, lo tuvo mi abuelito. Él acostumbraba levantarse muy temprano paradarle pasto a su yunta de toros de trabajo. Un día se levantó a las cuatro de la mañana ysalió de su casa iluminado por una linterna de mano. Al rato vio una luz de regular tamañoque avanzaba por el camino y pensó que se trataba de algún vecino o viajero. Pero cuandola luz iba acercándose, ésta se tornaba más y más azul y se empequeñecía. Extrañado, sedetuvo a observar pero sólo se veía luz, nada de bulto. En vez de ir hacia donde estaba miabuelo, la luz se fue por el otro camino y avanzó muy rápido. Ya con algo de miedo, miabuelo recorrió unos quince metros y escuchó ladrar a los perros de su vecino que vivía auna distancia de aproximadamente quinientos metros. Era la luz, nuevamente grande yamarilla que pasaba por allá. Entonces mi abuelo sintió mucho miedo, pues era imposibleque se tratase de una persona. Al mes murió su mamá, quien ya estaba enferma en esafecha.

Aquí va uno más. Mi tío, que vivía en la parte baja de Yerba Buena, debía subir a la

parte más alta para darles pasto a sus vacas. Era época de lluvia, así que muchosandaban con botas de jebe. Cuando estaba casi por llegar a una quebrada, vio que por elcamino de enfrente bajaba don Santiago, un vecino, que venía en botas de jebe. Cuandollegó a la quebrada, donde según sus cálculos se cruzarían, no había nadie. Subió un pocopara salir de la quebrada pero no estaba, regresó a la quebrada miró por todos lados y lollamó: ¡Santiago! Tiró piedras a la vegetación del lugar y nada de nada. Lo más extraño eraque el rastro de las botas llegaba justo hasta el agua de la quebrada y no había huellashacia ningún otro lado. Entonces mi tío sintió miedo, los pelos se le pusieron de punta ysalió de ahí lo más rápido que pudo. No exagero; exactamente al mes, don Santiago fueasesinado de un disparo.

Deisy Mirta Cubas CubasOcurrido entre 1992 y 1994Cutervo, Cajamarca.

Contando ovejas para no dormir

Esta historia sucedió un año después de mi nacimiento, en el caserío de la Paccha. Elprotagonista fue mi abuelo, el señor Teodoro Mondragón.

Sucede que una tarde como cualquier otra el abuelo llevó sus toros y su rebaño deovejas al monte a pastar. Luego de unas horas, regresó con ellos a casa, las contó y sedio con la sorpresa de que faltaban dos, una adulta y una pequeña. Guardó las presentes yregresó al monte por las dos ovejas perdidas, apresurándose pues estaba oscureciendo.Luego de unas horas, cuando ya era de noche y ya estaba resignado a perderlas, escuchóun balido. Se apuró a alumbrar con su lamparín y pudo ver a una de sus ovejas, la máspequeña de las dos que buscaba. Se acercó, la cargó en sus hombros y empezó acaminar rumbo a su hogar.

El animalito iba muy tranquilo pero pronto una extraña sensación empezó a inquietar al

abuelo, sin saber por qué. “¿Qué sucede?”, pensó, algo preocupado por estar solo denoche en el monte. No lo entendía. Entonces se percató que la oveja lo miraba muyfijamente, torciendo su pequeño cuello. No dejaba de mirarlo. Él la miraba con el rabillo delojo, ligeramente extrañado por el interés con que el pequeño animal lo observaba.Entonces, la oveja lo miró de frente a los ojos y ante su sorpresa mayúscula le dijo: “¿Tepeso?”.

El susto dejó sin habla al abuelo un instante quien soltó al animal de inmediato y empezóa gritar lisuras para espantarlo mientras se alejaba del lugar a toda velocidad.

Julio Hernán Mondragón Ramos Ocurrido en 1974Santa Cruz, Cajamarca.

Cusco

Encuentro con un extraño

Comparto esta historia tal como me la relató mi abuela.

Cuando yo tenía quince años vivía en el pueblo de Sangarará, en Cusco. En mayo,tiempo de trigo y cosecha, nos reunimos bastantes personas y armamos un campamentoporque era tiempo de helada. Yo me encontraba sola en una tienda de acampar esperandoque llegue el resto de mis familiares, quienes me acompañarían a pasar la noche ahí. Todoestaba yendo como de costumbre, todo muy tranquilo, y decidí echarme a dormir puesestaba muy cansada de la rutina diaria. Cuando estaba a punto de conciliar el sueñoescuché una voz muy delgadita y lánguida que me dijo: “Tengo hambre”.

Desperté un poco asustada y le pregunté quién era. Me dijo su nombre (el cual norecuerdo) y prendí una vela para ver quién era. Hasta ese momento yo estaba muyasustada porque pensaba que era un ladrón. Entonces volteé a verlo y vi a un hombre muydelgado y harapiento sentado de cuclillas.

Yo entré en pánico y salí de la tienda de acampar gritando muy asustada y misfamiliares justo me encontraron afuera del campamento. Les conté lo sucedido, entraron ylo capturaron pensando que era un ladrón. Lo amarraron a un árbol y vieron que era unhombre escuálido casi cadavérico con la piel rasgada y la ropa hecha trozos. Ellos sesorprendieron mucho y le preguntaron qué quería y él dijo nuevamente —con una voz muytenue— que solo quería comer.

Mis tíos no le creyeron y amenazaron con quemarlo, pero esta persona les pedía queno lo hicieran porque si lo mataban no iba a descansar en paz. Les pedía que lo dejaran ir,que solo quería comer tunas y no quería matar a nadie.

Mis familiares lo llevaron a una pampa, le dieron tunas para que comiera y lo dejaron

libre pero advirtiéndole que nunca más regresara. Al momento de dejarlo libre huyó muyrápido. Nunca pisó el suelo; era como si estuviera flotando y avanzaba con una velocidadimposible para un ser humano. Mis familiares y yo nos quedamos pasmados y con muchomiedo al ver esto.

Rosa Sofía Villar CóndorOcurrido en la década de 1970Acomayo, Cusco.

La anciana egoísta

En un caserío cerca de mi casa vivía una anciana cuyos hijos eran ya mayores y sehabían mudado lejos. Ella vivía sola con los empleados, a quienes trataba muy mal. Erauna vieja mala. En su huerto tenía arboles de cerezo, níspero y palta pero nunca compartíala fruta, prefería que se cayera o se pudriera y la botaba a los chanchos.

En las noches con los demás chicos nos escabullíamos a su huerto para robarnos lafruta. Éramos niños y pobres. Una vez nos cogió la vieja y nos golpeó con palo y mi mamános bañó en el río diciendo: “Somos pobres pero honrados”, mientras me frotaba como auna olla quemada.

Tiempo después y sin razón aparente la anciana empezó a enfermar. Sus piernas sevolvieron débiles y decía cosas extrañas: que había gente en su habitación, que venían enla noche a prenderle velas y trataban de quemarla. La gente decía que estaba loca, peroen esa casa pasaban cosas raras. Ella, sin poder caminar, aparecía en lugares alejadoscon las ropas desgastadas como si se hubiera arrastrado. Sus hijos se mudaron para estarcon ella, pero ella no los reconocía. Cada vez aparecía más lejos. Llevaron un cura parabendecir la casa. Los campesinos decían que estaba condenada por lo mala que habíasido. La encerraron en su cuarto para que no pudiera escapar, pero igual desaparecía porlas noches. A pesar de que el cuarto estaba con candado, ella no estaba dentro.

El tiempo pasó y yo me fui olvidando de la anciana. Un día regresaba de la escuela,caminando por más de media hora, cansado y con hambre, pero tenía que cumplir misobligaciones. Mamá era la cocinera del caserío y yo tenía que dar comida a los cuyes ycortar la alfalfa para el día siguiente. Entonces llegó el patrón y me dijo: “Chipoquito, andacómprame unos cigarritos, ya que tu corres rápido, y te daré para unos dulces”. Era tardey estaba cansado pero quería los dulces, así que corrí del caserío al pueblo que estaba atreinta minutos. Mamá me dijo: “Anda por la carretera, no te vayas a caer”. Pero era niño yhabía caminado ya varias veces por ese lugar, así que corté camino. Tenía que cruzar porel costado del río y saltar la cerca de la antigua hacienda. No tenía miedo así que corrí.

Llegué ya de noche a la tienda y le pedí al tendero sonriendo cigarros Inka, y doscocadas. Al salir, un viento frío me quemaba la piel y estaba garuando. ”Tengo que ir másrápido” pensé. Sin importarme seguí corriendo y crucé por la casa de aquella anciana.

A medio camino un caballo brincó frente a mí y vi como la luna se reflejaba en susenormes ojos. Recuperé el aliento y pensé que se le había escapado a algún vecino. Meacerqué despacio. Era tan bonito ese caballo, quizás estaba perdido y el dueño me daríauna recompensa. No tenía riendas, volteó hacia mí y un frío mortal recorrió mi cuerpecito.El caballo relinchó, salió corriendo y se tiró al barranco que da al río. Corrí para verlo yhabía desaparecido. Un obrero que pasaba por ese lugar gritó: “Niño, ¿qué haces allí?Corrió y me llevó a casa. Le dijo a mamá que por poco me tiré al río.

Les conté todo y mi mamá me dijo que no era buena señal. Quemó papel periódico con

telarañas dentro de una vasija de barro, haciendo que el humo me rodeara y rezando paraasí alejar a los espíritus malos. Después de esa limpia no ocurrió nada más.

ChipocoOcurrido en 1965Anta, Cusco.

Sireno en Cuzco

Sicuani antes era un pueblo pequeño. Alrededor de la casa de la abuelita, a las afuerasdel pueblo, todo era verde, con lindas chacras. El tío René, que tenía diez años, regresabacaminando de la escuela todos los días. Como era el más pequeño de seis hermanossiempre se quedaba solo, jugando en una parte baja del camino a casa, que pasaba cercade una acequia.

En una de esas ocasiones, escuchó a un señor tocando su charanguito. El señor usabasombrero y tocaba “bien bonito”. No se le veía la cara, pero tocaba alegre, junto a laacequia.

De pronto el tío escuchó una voz fuerte a sus espaldas: “¡René!”, y el tío René se

volteó y se dio cuenta que era el tío Capulí quien lo llamaba. En realidad le decía tío porrespeto, pues era el vecino de la casa más cercana. El tío Capulí le dijo en quechua: “¡Quéestás haciendo!” con voz preocupada.

En ese momento el tío René se dio cuenta de que estaba cerquita a la acequia. No sehabía percatado de que ya no estaba en el caminito de la chacra, sino que estaba yendodirecto a la acequia, como queriendo tirarse dentro. Entonces, el tío René miró a todoslados pero por ningún lado estaba el señor que tocaba el charanguito.

Meses después el tío Capulí enfermó de repente y murió. Siempre se dijo que cuandosalvó al tío René del sireno, la suerte se les intercambió.

MCHZOcurrido en la década de 1970Canchis, Cusco

El infinito

En una de mis vacaciones, a los catorce años de edad, me encontraba en el distrito deLivitaca, pueblo natal de mi madre. Por la noche decidimos hacer pan pero faltó manteca ytuvimos que regresar por ella iluminados por una lámpara de kerosene, porque no habíaelectricidad. A eso de las once de la noche, íbamos en fila india un ahijadito de once años,y mis dos hermanas menores y yo de retorno al horno que quedaba a unos mil metros decasa. Como buenos niños, íbamos coreando canciones. De pronto vi cerca de nosotros laimagen de un hombre con asta y una inmensa cola. No dije nada para no asustar a mishermanas menores; pero en cuanto llegué al horno me puse a vomitar sin parar.

De allí recuerdo haber estado en un paisaje hermoso. Al día siguiente desperté a esode las once y media de la mañana, vestida con un atuendo negro. Había velas encendidasa mi alrededor y mi madre estaba llorando. Yo estaba lista para ser velada y luegoenterrada. Me asusté y me puse a llorar.

Luego de eso, me quedé reposando tres días en casa. Al salir, la gente me mirabapero no decía nada. Solo algunos se me acercaban y me abrazaban.

Ya cuando estuvimos de regreso de vacacionar, mi madre dijo que ella había ido a la

tienda de unos señores de Puno para comprar velas para el velorio. Cuando ellos seenteraron que se trataba de mi y las circunstancias en las que había regresado al hornoesa noche, el señor le dijo: “Lleva más bien este paquete que contiene baños de cuti conbastante chonta. No se lo comentes a nadie, pero anoche los vecinos hicieron un ritual debrujería. Quizá eso le haya afectado a tu hija”.

Mi madre, un poco incrédula, antes de vestirme de negro me hizo el baño y, según mecontó, más o menos a los cuarenta minutos del baño desperté respirando como sisolamente estuviera dormida. Ella se asustó mucho y la gente que estaba ahí en el patioviendo lo de mi cajón y todo lo necesario se echaron a llorar.

No me jacto, pero siempre fui buena persona. Mi madre tenía una tienda y muchasveces les daba de más a los vecinos o en algunos casos no les cobraba y creo que poreso me querían. Desde entonces, creo en el bien y en el mal. Creo en Dios, no porquereviví, sino porque solamente yo sé lo que vi durante esas horas en ese paisaje infinito demuchos colores y paz. Claro que el pan no se hizo, se perdió la masa y yo terminéapestando a hierbas.

VicuñaOcurrido en 1986Chumbivilcas, Cusco.

El Machusca

Una mudanza puede ocurrir por muchos motivos, pero la forma como mi tía salió de esacasa fue algo atemorizante o, como ella dice, un mal recuerdo. La casa donde ella vivía seubicaba en el barrio de San Blas, cerca de un cerro. En la parte de atrás había unaentrada con arbustos.

Todo parecía normal hasta que la presencia de algo o, mejor dicho, de alguien empezóa molestarle. Primero eran simples pesadillas en las cuales un hombre viejo con poncho ysombrero no la dejaba dormir. Todos tenemos malos sueños, así que pensó que esopasaría. Pero no fue así; mientras ella se encontraba en casa la presencia se hacía más ymás fuerte. La sentía en todo momento, ya no solo en sus sueños o en la noche. Estabaallí en la casa. ¿Qué era lo que quería? No se podía responder.

Incluso mi hermana, cuando fue a visitarla y estaba jugando y corriendo por ahí, alcruzar un pasillo vio a un viejo sentado en la mesa con ese sombrero. Al regresar la vistaya no estaba. Se lo contó a mi tía y ella no soportó más. Sabía que era un espíritu, peroignoraba qué clase de ente la estaba acosando, así que pidió ayuda a sus hermanos.

Una tarde, sentados en la mesa conversando acerca de lo que le estaba pasando a mitía, pensaron que tal vez podría ser el machusca, un espíritu muy conocido en la sierra quegusta de molestar a las mujeres. Entonces pensaron que la solución era que mi tío dejasesus ropas cuando se marchara, para que ese espíritu sintiera la presencia de un hombre yse fuese, ya que mi tía prácticamente vivía sola.

Mientras conversaban mi tía les pidió una pausa porque quería ir al baño. Para ellotenía que pasar por esa entrada cerca del cerro. Cuando estaba allí, sintió la mano de unhombre que le jaló con fuerza y ella dio un grito. Mi tío al escucharle salió corriendo y vioalgo que tenía la forma de un hombre pero sin pies. Las raíces eran sus piernas y su rostroera casi demoniaco, como si en la cara también tuviera raíces. Quedó atónito y sin podercreer lo que estaba viendo. El espíritu se metió entre los arbustos y con una risa burlonadesapareció.

Mi tío reaccionó; pidió a gritos querosene y empezó a incendiar los arbustos. Para que

se fuera, lo hacía con groserías. Confirmaron sus sospechas; era el machusca, el espíritude los árboles viejos, quien se había instalado en esa casa. Su propósito es poseer yllevarse lejos a las mujeres. Esa misma noche decidieron que mi tía ya no podía estar enese lugar.

Tres días después mi tía se fue de esa casa. Después de eso ya no se sintió lapresencia del espíritu. Actualmente, la casa se encuentra vacía y nadie habita en ella. Mitía pasa a veces por ahí, aún ahora, pero ella sabe que con los espíritus de la sierra no sejuega y que el viejo machusca sigue buscando una nueva víctima a quien llevar.

MayaOcurrido en 1978Cusco, Cusco.

Los auquis y el alto misayoq

En la comunidad de Perqa, vivió un curandero andino, Lucas Condorhuacho,denominado alto misayoq. Tenía comunicación directa con los espíritus de las montañassagradas, los Auquis. A él acudían todos los enfermos de la localidad y de otrascomunidades, quienes eran sanados de las diferentes enfermedades que el hombre andinosufría con frecuencia, tales como; el chucchu, phiru, wayra, suq’a, pujyu, layqa, llog’e.Asimismo, los ladrones eran señalados por los mismos Auquis quienes daban el nombre yel apellido del malhechor.

Así murieron castigados por los Auquis los tres comuneros que habían robado lasmulas del mismo alto misayoq: Saturno Huamán, Mariano Huamán y Domingo Miranda, acuyos espíritus el alto misayoq mandó a llamar mediante los Auquis. Allí confesaron suacto y su deseo de matar al mismo alto misayoq. Los Auquis eran convocados por elcurandero por la noche y generalmente aparecían pasada la media noche. Los Auquisnunca entraban por la puerta, siempre lo hacían por las rendijas del techo.

Mi abuela Francisca era la nieta del alto misayoq. De niña era muy curiosa; siempre ibaa escondidas para observar lo que su abuelo hacía adentro. Cuando Francisca cumplió lamayoría de edad, tuvo su primer hijo varón. A las pocas semanas de haber dado a luz, ellaenfermó de gravedad. Entonces su abuelo, decidió convocar a todos los Auquis de lalocalidad para que curasen esta vez a su nieta. Era un pedido especial y por ello tenía quepreparar una mesa muy exquisita. Entre las cosas más preciadas en la mesa tenía queestar presente: feto de llama, los mejores productos secos, chicha, el mullu o látigo paracastigar las enfermedades, entre otros amuletos tradicionales.

Doña Francisca cuenta que los Auquis llegaron casi al amanecer. A eso de las tres ellaescuchó como los Auquis entraban por las rendijas del techo de paja y se dio cuenta quesu abuelo se había quedado dormido. Al ver tal escena, los Auquis empezaron a azotarlecon el látigo del mismo alto misayoq, luego de que ella pidiera piedad y perdón, los Auquisdecidieron no castigarle más. Así iniciaron a curar a doña Francisca. Ella relata que losAuquis tenían un tamaño aproximado de cincuenta a sesenta centímetros de altura, decolor dorado y mezcla de blanco. Sintió que le tocaron el estómago y notó que sus manoseran tan suaves como el algodón. Le sacaron el mal mediante una operación que no lecausó dolor. Al día siguiente cuando ella observó su estómago, no halló herida alguna.

Doña Francisca sanó de la enfermedad, pero ocurrió un incidente aquella noche: losAuquis tomaron a su bebé y lo cargaron. El bebé pasó de mano en mano siendo admiradopor todos los Auquis quienes coreaban en voz alta que el bebé era su ahijado y que jamásmoriría. Ella no sabe si fue para mal o para bien porque su hijo se salvó varias veces de lamuerte y es uno de los mejores curanderos en Parcco. Sin embargo hace más maldadesque cosas buenas; es decir, él es un Layqa.

Ayar Inka

Ocurrido en 1942Paruro, Cusco.

El regreso del ñaqaq

Recogí esta historia los últimos días de noviembre del 2012 en Ollantaytambo. Me lacontó una señora y la verifiqué con dos personas más, quienes aseguran que escucharonlos hechos narrados por los padres y hermanos del afectado.

Una noche de octubre, un joven que trabajaba como porteador en el camino inca aMachu Picchu regresaba a su casa. La noche había llegado muy pronto sin permitirle llegara su destino, pero siguió caminando, guiado solo por la luz de su celular. En eso sintiópasos detrás de él. Preguntó quién era, pensando que sería alguno de sus amigos, pero noobtuvo respuesta, así que apresuró el paso. Ingresó al túnel que queda en el kilómetroochenta y dos del ferrocarril que va de Ollantaytambo a Machu Picchu, de pronto sintió quealgo le caía en la cara y se desvaneció.

Cuando despertó, pudo reconocer a uno de sus vecinos, de quien contaban cosasextrañas. Era un hombre que siempre anda solo y a quien le tienen bastante miedo. Este ledevolvió su celular y se fue. El joven cayó nuevamente desmayado. Más tarde fueencontrado y auxiliado por su familia.

Dos semanas después de lo sucedido, el joven seguía internado en el hospital, sin quelo médicos pudieran dar con el mal que le aqueja. En los pocos momentos que recuperabael conocimiento indicó el nombre de su presunto agresor, pero no pudo explicar qué lesucedió.

La familia está segura que fue atacado por el ñaqaq, quien le ha sacado la grasa delcuerpo y ahora tienen miedo que el joven muera. Todos en el pueblo creen que el vecinoextraño es un pishtaco y le tienen miedo, por eso no lo denuncian

José Carlos Olazábal CastilloOcurrido en 2012Urubamba, Cusco.

Huancavelica

Juegos

El hecho sucedió en Chaulisma, un anexo de Huaytara, cuando mi hermano y yovisitamos ese lugar por primera vez. Estábamos jugando con una pelota en la pampa de uncolegio que los alumnos del lugar usaban como cancha de futbol, justo al frente de unosandenes.

En pleno juego, en la parte media de esos andenes apareció un niño. Calculo quetendría unos seis o siete años. Vestía un pantalón negro, un poncho marrón y un sombreroque no permitía verle bien el rostro, ya que estaba de espaldas al sol. Él estabapidiéndonos permiso para jugar con nosotros y mi hermano José le contestó que sí, quebajara para jugar. Entonces el niño empezó a bajar un andén, dos, tres, y bajó el último; alllegar a la pampa el niño se resbaló y como por arte de magia se desvaneció.

Recuerdo con toda claridad que en el momento en que se cayó nunca tocó el suelo, se

desvaneció en el aire. Nos quedamos atónitos un par de segundos y luego salimos delcolegio corriendo muy asustados, hasta tal punto que nos olvidamos de la pelota con la quejugábamos. Fuimos a la casa donde estaban nuestros padres pero ellos no nos hicieroncaso y, por el contrario, nos hicieron volver por la pelota.

Cuando regresamos al colegio, la pelota estaba donde la habíamos dejado. Recuerdoque ninguno de los dos quería entrar así que lo hicimos juntos. Cuando alcanzamos lapelota, el niño estaba otra vez al final de la pampa como a veinte metros de nosotros. Enesa ocasión tampoco pude ver su rostro. Solo alzó su mano como despidiéndose, dijo:“Gracias por jugar conmigo” y otra vez se desvaneció.

Esta es una anécdota que siempre quedará en mi memoria.

AzaelOcurrido en 2005

Huaytara, Huancavelica.

Huánuco

El encanto de los cerros

Por motivos de salud, llevé a mi hija de siete años a Villa de Manta, en las alturas deHuánuco, donde vive el familiar de una amiga. Llevábamos allí mes y medio cuando se nosagotaron los víveres, así que decidimos salir a comprarlos nosotras tres.

Cartujos Abad, el tío de mi amiga, como buen conocedor del lugar, nos advirtió: “Salgantemprano, si no se perderán”. Claro que tomamos en cuenta lo dicho por él, pero alregresar salimos tarde y acabamos perdiéndonos en la noche oscura, en la que ni siquierahabía luna. Así que decidimos obligar al caballo a seguir por donde nosotras creíamoscorrecto. Caminamos hora tras hora y no llegábamos así que comenzamos adesesperarnos. Discutíamos en el trayecto. A mi hija, como era pequeña, le parecíaasombroso todo lo que pasábamos.

Serían como las tres de la madrugada y no llegábamos. De pronto oímos susurros,pero lejanos. Nos alivió la idea de habernos encontrado por fin con alguien, pero no habíanadie. Me puse a gritar al vacío, pero nadie contestaba.

Seguíamos caminando cerro tras cerro y no sabíamos adónde íbamos, cuando depronto apareció una luz como de linterna a media cuadra. Nos alumbraba un poquito, peropor ratos se apagaba y yo por supuesto le llamaba: “¡Señor! ¡Señor! ¿Nos podría decir aque distancia estamos de la casa de Cartujos Abad?”, pero no contestaba, porque nohabía nadie. El caballo no quería seguir avanzando en dirección de la luz, a pesar que ellatrataba de jalarlo, finalmente el caballo se escapó.

No vayan a pensar que era una luciérnaga porque las luciérnagas se prenden y seapagan y esta luz no se apagaba. Así seguimos a esa luz por hora y media. De repente miamiga me insistió: “Háblale, si no te contesta esta vez no la seguiremos más, porque misabuelitos cuando estaban vivos me contaron que por los cerros hay encantos y si tú lossigues te matan de distintas maneras. Si los ves mueres botando espuma por la boca y silos sigues te llevan a un abismo”.

Me sorprendió este relato de mi amiga y traté de pensar en la integridad de mi hijita.Así que nos detuvimos. Mi amiga había tanteado una piedra inmensa para protegernos dela noche y dijo: “Así se ponga a mis pies, no me muevo hasta mañana” y esperamos la luzdel día siguiente. Cuando amaneció, caminé unos tres pasos y había un verdadero abismo.

Fue increíble porque cuando decidimos no seguirla, la luz se acercaba más y más. Si lahubiésemos seguido un poquito más, nos hubiéramos desbarrancado en ese abismo. Nosdemoramos todo el día para regresar al pueblito y llegamos a casa de Cartujos como a lascinco de la tarde. Allí estaba el caballo, en la casa de su amo, aunque se habían perdidoalgunas de las cosas que compramos.

LulucitaOcurrido en 1995Dos de Mayo, Huánuco.

El guardián del bosque

Era viernes y luego de un largo día en el colegio iba de camino a casa. Algo meinquietaba, tenía una sensación extraña en mi mente, un presentimiento tal vez. En esaépoca no creía en cosas sobrenaturales. Solo me dedicaba al colegio, a las fiestas, a losamigos y al deporte. A las cuatro de la tarde fui a casa de mi amigo Kenyi, quien vive enPaucarbambilla, cerca del puente Santo Domingo y del río Huallaga.

El carro me dejó a unas cuadras de mi destino. Había dos caminos por los que podía ir.Siempre tomaba el izquierdo porque me alejaba del silencio, la oscuridad y el misterio quehabía en el bosquecillo cercano a la orilla del río pero, sin una razón lógica, esta vez decidíir por el derecho. Al caminar veía los enormes árboles, arbustos y plantas. Había avanzadocomo tres cuadras cuando de pronto me detuve, giré y observé los árboles y el ríoHuallaga. Poco a poco empecé a caminar más y más en dirección a la orilla entrando en elpequeño bosquecillo.

Allí estaba pensando en lo hermoso que era el lugar. Se podría decir que estaba en unmomento de reflexión; cerré los ojos y disfruté el momento. De pronto escuché: tac tac, tactac. Eran unos pasos, pero muy agudos para ser de humano. Parecían de animal, comolos de un roedor. Rápidamente volteé en busca del origen del sonido; caminé hacia un árboldonde pensaba que se encontraba aquello. Asomé la cabeza y no había nada, tan solo dosarbustos a metro y medio de mí con un extraño hueco en el medio. Aliviado, me disponía aregresar cuando de pronto vi entre los arbustos una pequeña criatura con forma humanapero muy pequeña. Calculo que no medía más de catorce centímetros. Llevaba una gorrapuntiaguda verde como las hojas, un traje marrón y unas botitas verdes muy simpáticas.Allí estaba él saltando feliz, cogiendo las hojas y jugando con las ramas de un arbusto.

No lo podía creer ¿Era real o no? ¿Qué debía hacer? Lanzarme sobre él para cogerlo

y solo sabe Dios qué hubiera hecho después. O solo observar algo que pocos en su vidahan visto y que tal vez jamás vuelva a ver. Digo esto ahora, porque en ese momento micuerpo no respondía a mis órdenes. Era como si algo evitara que pudiera hacer algúnmovimiento, así que me quedé viendo cómo lentamente este pequeño se iba alejandohasta desaparecer entre la oscuridad de la vegetación, sin siquiera decir adiós. Poco apoco pude moverme, di media vuelta y caminé de regreso a casa.

Ya han pasado dos años desde ese encuentro y ya no vivo en Huánuco, pero cada vezque voy de visita me dirijo a ese bosquecillo a orillas del Huallaga con el deseo de ver alduendecito una vez más.

Miguel Ángel Flores CastilloOcurrido en 2010Huánuco, Huánuco.

Ica

La bestia del sol

Mi abuela Virgilia viajaba de Puquio a Nazca con sus padres y hermana a lomo debestia. Era un camino desértico y montañoso, una ruta actualmente conocida por loslugareños como la carretera del diablo, por lo peligrosa y serpenteante que es.

Durante la segunda noche del viaje, desde una roca, saltó enfrente una bestiaencendida en fuego. Tenía forma como de perro. Este tenebroso animal incandescenteasustó a los caballos.

—¡Era el diablo!— exclamó mi abuela con susto cuando revivió ese momento conmigo.

Los caballos tiraron a mi bisabuela Visitación, quien quedo malherida. El cuadrúpedoluminoso entonces despareció. Todos llegaron a su destino final en Nazca perolamentablemente a la semana siguiente mi bisabuela pasó a mejor vida debido al golpe.

Mi abuela dice que no fue la primera ni la única vez que este animal ha sido visto. Tal

vez en ese camino se encuentra un tesoro, que es custodiado por este ser.

Después de leer el libro de los Seres Mágicos del Perú, deduje que se puede tratar delcarbúnculo, ese ser de apariencia temible que merodea las huacas encantadas o montañasque esconden oro. Nazca parece ser un buen hábitat para él, pues esta zona secaracteriza por albergar restos arqueológicos y tesoros ocultos.

Juan Pablo Martín de la Torre PómezOcurrido en 1930Nazca, Ica.

El duende violinista

Yo tenía nueve años. Una noche nublosa, poco antes de las doce, me desperté para iral baño, el cual quedaba a tres puertas de mi cuarto y justo al frente de una higuera.Andaba con la cabeza gacha para no atemorizarme con la oscuridad y abría las puertascon mucho apuro para poder regresar rápidamente. Al llegar a la esquina del callejón parapoder doblar hacia el baño, escuché cierto sonido melodioso, irritante y escalofriante a lavez, ya que a esa hora todos dormían. Levanté la mirada lentamente hacia el árbol y pocoa poco iba abriendo los ojos cuando de pronto en todo mi cuerpo sentí algo extraño, perocontinué para saber qué era lo que se encontraba allí.

Al verlo quedé tan pasmado y abrumado que mi cuerpo se entumeció y no podía decirni una palabra y mucho menos mover un dedo. Era un duende, que tenía entre sus manosun violín cuyas cuerdas parecían hechas de piel o de intestinos. Tenía los ojos como llenosde fuego vivo y las orejas puntiagudas. Este ente o ser estaba sentado en una de lasramas del árbol. No creí que notara mi presencia así que me mordí los labios para salir deltrance en el que me encontraba y las ganas de ingresar al baño se me fueroncompletamente.

El duende, al darse cuenta de mi presencia, bajó del árbol pero no llegué a ver a donde

se habría ido o escondido. Corrí por el pasadizo hacia el cuarto de mi madre cerrando laspuertas, y llegué a su cama para acurrucarme y abrazarla fuertemente por tremendo susto.

Mi madre no respondía a mi llamado, era como si estuviera en un sueño en el que meencontraba solo. Estando bien acurrucado junto a mi madre solo escuchaba el viento y deun momento a otro siguió el concierto de aquel ser.

Hoy, con veinte años, aún tengo marcada esa experiencia en mi memoria como sihubiera sido ayer. Esa noche no pestañeé ni por un segundo, a la expectativa de cualquiersonido que a mi parecer era aquel duende que venía por mí, así que me ponía debajo delas sábanas, me embolsaba todo el cuerpo y temblaba. Cuando empezaron a cantar lospajaritos yo aún seguía despierto, con los ojos bien abiertos.

Tanto fue el susto que mi abuelo tuvo que rezarme. Finalmente me bautizaron, con lo

que no volví a tener más experiencias como esta.

TrokersOcurrido en 2001Pisco, Ica.

La Libertad

Taita Shilbe

Mi abuelo, Alcides Gutierrez, me contó esta historia.

En el caserío de Con Con, a las afueras del distrito de Poroto, se alzan grandes molesde piedra, guardianes de un valle hermoso y poseedor de historias fascinantes.

Era viernes, una noche donde caía abundante lluvia. El río Moche sonaba fuerte, perose podía oír el quejido de un hombre que había muerto años atrás a causa de la ferozcorriente. Perdió partes de su cuerpo y salía a buscarlas. Contaban que se aparecíacuando había crecidas en el río.

—¡Jesús!— gritó mi abuela.

Nosotros corrimos a la casa. Nos escondimos bajo las camas, nos abrazamos y vimosentrar al abuelo con las botas llenas de fango por el aguacero. Las piedras que el río traíaretumbaban con un sonido agudo. No oía lo que mis abuelos decían, pero capté una ordeny amarré con una soga la puerta, apiñé algunas palas hacia la entrada, en cuya partesuperior colgaba una figura de Jesucristo de mirada protectora. El aguacero era intenso, elrío daba sus primeros ataques. El puente que unía el pueblo con el caserío cedió. Nuestracasa seguía en pie a pesar de los fuertes ataques de la lluvia. La habitación se tornómagra, silenciosa. Por un momento dejó de escucharse el sonido del río. Todo se habíasilenciado en nuestra casa.

—¡Taita Shilbe! ¡Taita Shilbe!— gritaba el condenado mientras arrastraba las cadenasque rechinaban al encontrarse con las piedras del río. —¡Taita Shilbe! ¡Taita Shilbe!— coneco funesto y aterrador. La casa se llenó de espanto ante la intermitencia de los sonidos;un instante era el río y otro el condenado.

—Recemos hijos, que el Taita Shilbe suene cerca, que sus cadenas suenen a la puerta—dijo Emiliano, mi abuelo.

Se decía que si las cadenas sonaban cerca era porque estaba muy lejos de quienes loescuchan; en cambio si sonaba lejos era porque llegaba a la puerta sin compasión parallevarse brazos y una pierna, las partes que le faltaban. Nuevamente ese sonidointermitente y el Taita Shilbe sonaba lejos. El río casi dejó extinto el quejido del condenado.Se acercaba cada vez más, era posible seguir el ritmo de su respiración y de su llantoespantoso. La puerta empezaba a temblar, se veía por entre los carrizos la sombra delcondenado.

—¡Va a entrar! — decía mi hermana mientras me apretaba la mano.

La abuela seguía rezando al Jesucristo. Mi abuelo empujaba la puerta para que noentrase el mal aire. Taita Shilbe empujaba. Y se oyó nuevamente la intermitencia.

—¡Taita Shilbe! ¡Taita Shilbe!— gritaba el mal aire.

Emiliano nos tendió sobre el suelo, extendimos nuestras manos, juntamos nuestrosbrazos como lo hizo una vez nuestro Padre santo y rezamos el Padrenuestro. La tormentaparecía cesar. Pronto oímos como el Taita gritaba con más fuerza, señal que su partidaestaba cerca.

—¡Taita Shilbe! ¡Taita Shilbe!— se oía el lamento casi sobre nosotros que aúnrezábamos mientras permanecíamos sobre el suelo como crucificados.

La tormenta cesaba, el río no tenía la fuerza necesaria para arrastrar más piedras ysentimos como las cadenas se perdían en el río, El cuerpo mutilado del condenado searrastraba hasta perderse. Todo estaba en calma. Taita Shilbe, el gemido, del condenado,no se oyó más.

La luna se fijó sobre la casa y un millar de estrellas nos acompañaron esa noche.

Jofry Anthony Orellano GutiérrezOcurrido en la década de 1960Trujillo, La Libertad.

Se hizo humo

El patio de mi casa es un terreno grande donde se estacionan volquetes. No recuerdocon exactitud la fecha; pero mi historia sucedió después del entierro de un vecino, quetrabajaba en mi casa cargando desmonte a los volquetes.

Me encontraba con mi prima en su habitación jugando “Stop”. Yo tenía nueve años yella veintiséis. Ella quería que fuera a traer su toalla de mano que se encontraba en el bañode servicio, aproximadamente a unos diez metros de su cuarto.

Con miedo, acepté pues ya era de noche y estaba oscuro. Grité el nombre de miperrita, que me acompañó hasta el baño. Cogí la toalla y cuando estaba regresando haciala habitación de mi prima se apareció la silueta de un hombre en cuclillas con los brazosextendidos hacia sus costados. Le colgaban trapos deshechos. Se apareció justo en elmomento en que yo pasaba el comedor donde está la puerta que da hacia el patio en elque se guardan volquetes.

Las luces del comedor y del baño de servicio se apagaron por completo. Quería correr

pero mis piernas no respondían y traté de gritar pero mi voz no salía. De un momento aotro la silueta se desvaneció como una cortina de humo y los fluorescentes empezaron aencenderse como si recién los estuvieran prendiendo. Mi cuerpo salió impulsado y noparaba de gritar.

Lo más extraño fue que cuando pude moverme, mi prima ya estaba a mi costado.Parecía que me hubiera escuchado a pesar que yo sentía que mi voz no salía. Era como sise hubiera detenido el tiempo solo a mi alrededor. Hasta ahora no entiendo lo que deverdad sucedió.

JhonattanOcurrido en 2004Trujillo, La Libertad

Lambayeque

El doble

Mi hermano Antony tenía la costumbre de ir con sus amigos en las noches a la parte deatrás de nuestra casa, en el asentamiento Nueve de Octubre. Por ahí solo había lugaresdesolados y oscuros que habían sido sembríos de arroz y desde hacía poco tiempo eraninvasiones aún deshabitadas.

Una vez, ya pasada la medianoche, Antony estaba caminando con sus tres amigos, dosgemelos y su amigo Felipe. Estaban regresando de visitar a la enamorada de uno de ellosy tenían que pasar un tramo muy oscuro, cerca de una acequia solitaria. Cuando iban apasar por ese lugar, escucharon un ruido que los hizo voltear y grande fue su sorpresacuando vieron que al frente de ellos estaba una persona muy parecida a Felipe, el amigoque tenían al lado.

Ellos se miraron asustados y vieron a Felipe, que estaba a su lado, y al otro que estabaal frente de ellos. Se quedaron paralizados por el miedo y se percataron de que la personaparecida a su amigo se estaba acercando. Los cuatro amigos comenzaron a caminarrápido y el otro Felipe los seguía. Empezaron a correr y este les seguía el ritmo.Desesperados, corrieron hasta llegar a una parte donde había luz y cuando voltearon ya noestaba la persona parecida a su amigo. Esto los asustó mucho y desde esa fecha no hanregresado a ese lugar en la noche.

QataOcurrido en 2008Chiclayo. Lambayeque.

La carreta en la carretera

Se cuenta que en las carreteras pasan cosas misteriosas. Esto le ocurrió a mi tío,hermano de mi padre, que es chófer de cámaras frigoríficas.

Una noche, a eso de las dos de la madrugada, se quedó varado en la carretera deReque, cuando todavía era muy desolada. Se bajó una llanta del camión-cámara en unazona muy oscura, así que tenía que cambiarla. Estaba solo, allí en la carretera, tratandode hacer el cambio para seguir su camino. Se encontraba en la parte trasera del carrocuando comenzó a oír pasos de caballo y de una carreta. Se llenó de temor y solo atinó aesconderse debajo de las llantas de la cámara. Observó las patas de un caballo negro quecomenzó a rondar la cámara como buscando algo y escucho un llanto desgarrador queprovenía de la carreta.

Mi tío asomó un poco la cabeza para observar lo que sucedía. Notó sobre el caballo aun jinete sin cabeza y dentro de la carreta vio a una mujer tapada con un manto negro quelloraba de forma tenebrosa. Muerto de miedo, se escondió. La carreta dio vueltasalrededor de la cámara como cinco minutos más, como si buscaran algo. Luego la carretase alejó y mi tío salió de la cámara lentamente. Vio la silueta de la carreta que se perdíaen la oscuridad de la noche.

Al día siguiente, mi tío contó lo sucedido a sus compañeros de trabajo. Algunos ledecían que se trataba del diablo, otros que era el fantasma de un jinete que murió haceaños ahí decapitado y otros que era La Llorona. Finalmente, sus amigos coincidieron enque fue una suerte que no lo viera porque se hubiera llevado su alma.

QataOcurrido en 2007Chiclayo, Lambayeque.

Una despedida anticipada

Me encontraba una mañana cerca al medio día en el segundo piso de mi casa, en unmar de papeles de la universidad y del instituto, más que nada obligada por mi madre aordenar mis casi interminables apuntes.

Andaba en ello cuando mi padre comenzó a bajar del techo. A pesar de estar ocupadano dejé de fijarme en él. Ya había llegado al segundo piso y lo vi contemplar un ventanalgrande que daba hacia el techo, de un modo tan nostálgico que cambió mi intención defastidiarlo o bromear con él. Noté tanta nostalgia en él, tanta que no podía explicarme elmotivo y me hizo mantener un respetuoso silencio. Él comenzó a descender lentamente.

Cuando su figura desapareció de mi vista, percibí cómo caía un bulto. En un principiopensé que serían sábanas que en ocasiones colocábamos en la baranda de la escalera.Sabía que tenía que pararme a recogerlas y, con bastante pereza, hice apenas el esfuerzocuando en ese preciso momento ocurrió algo sorprendente.

Ese aparente bulto oscuro grisáceo de pronto se incorporó. No podía dar crédito a loque estaba observando; ese bulto tomó la silueta de mi abuela materna. Pude distinguirfácilmente su porte, su cabellera larga trenzada e incluso la forma de su faldón abultado,típico de las mujeres de nuestra sierra. Ese bulto no tenía rostro ni me miró, peroinmediatamente sabía que era mi abuela.

Sentí una mezcla de miedo y confusión. Sabía intuitivamente que era mi abuela, peroella estaba viva; no había lógica para ello. La sombra comenzó a descender detrás de mipadre y desapareció de mi vista.

Paralizada aún por la experiencia, no sabía cómo reaccionar, si quedarme en el

segundo piso o bajar, con la posibilidad de que la sombra suba nuevamente. Me armé devalor y bajé muy despacio, con miedo de lo que pudiera encontrar unos pasos más allá.

Cuando puse mi pie en el último escalón, no había nada. Corrí a la cocina, donde elruido de las ollas me indicaba que estaba mi madre; ella me miró sorprendida porque yo

estaba pálida y no atinaba a decir nada.

Luego de beber un poco de agua se lo conté: “He visto a mi abuela”. Ella pensó que ledecía que había llegado de Cajamarca, pero le repetí: “He visto a mi abuela, pero era unasombra”.

Mi mamá me dijo que era probable que estuviera recogiendo sus pasos. Hasta dondesabíamos, ese día mi abuela estaba bien; sin embargo, dos semanas después nostelefonearon de urgencia. Mi abuela estaba agonizando de un mal repentino y solicitaba a“mi taita”, como cariñosamente llamaba a mi padre.

Viajaron los dos a Cajamarca. Poco después de ver a mi padre, mi abuela expiró y élrecuerda que ella le dijo: “Te estuve esperando”.

Carmen Rosa Barboza VilcaOcurrido en 1997Chiclayo, Lambayeque.

La última conversación con mi abuelo

Cuando me enteré que mi abuelo paterno había muerto, por una llamada que recibió mimadre en la mañana, pensé que era mentira. La noticia me sorprendió bastante. No lleguéa ver el rostro de mi padre al enterarse que había muerto mi abuelo; simplemente salió desu cuarto, se fue a bañar y de inmediato fue a reunirse con mis tíos.

Fui al colegio pero no sentía nada, era como si nada hubiera ocurrido; no sabía quéhacer ante esa situación. Hablé con algunos amigos de lo ocurrido y ellos me dieron supésame. En la tarde, cuando fui a casa de mi abuelo, todos mis primos por parte de padreestaban allá. Me decían que había muerto y muchas cosas más, pero no los veía tristes. Alcontrario, actuaban como si no hubiera ocurrido nada. Eso me molestó un poco y me sentélejos de ellos. Fui con mi papá en ese momento, quien estaba muy serio, más de lo normal.

Mi padre siempre ha sido muy discreto y severo. Se comporta como si hubiera sidocriado por un militar, siempre preparado para cualquier noticia. Pero ese día fue la primeravez que lo vi llorar. Recuerdo que dijo: “Mi padre ha sido alguien muy estricto pero graciasa él todos estamos aquí ahora”. Aquellas palabras me conmovieron y derramé unaslágrimas.

No me sentía bien porque yo había discutido con mi abuelo días antes. Estaba mal porello: que penoso es pelear con alguien y que esa persona muera a los pocos días sinpoder disculparte o hacer algo para enmendar ese error.

Una noche me costaba dormir porque pensaba en mi abuelo. Como estaba con muchosueño, me dormí finalmente. Me desperté para ir al baño y me sorprendí al ver a mi abueloparado en la puerta. No podía moverme, tampoco gritar; sentía como si alguien meestuviera tapando la boca con su mano y me senté en mi cama. Estaba un poco asustado,mi abuelo solamente me miraba, se sentó a mi lado, me miró de cerca y me dijo: “Niño”.Después se desvaneció casi en el acto. Yo me puse a llorar pero no desperté a nadie.

Desde aquella vez siempre pienso en mi abuelo y me quedo tranquilo esperando queme haya disculpado por la pelea que tuvimos. Si es que existe el más allá, seríainteresante poder ir para disculparme personalmente. Él me enseñó que las acciones dicenmás que las palabras.

Jorge Luis Rivas SalazarOcurrido en 2005Chiclayo, Lambayeque.

La gentila

Aproximadamente sesenta años atrás, los abuelos cultivaban hectáreas de maíz en lasfaldas del cerro Tres Tomas, en el distrito de Manuel Antonio Mesones Muro. Llegada lanoche, varias señoras con vestidos indígenas salían de lo recóndito del cerro a robarsealgunas de estas mazorcas. Varias veces pudieron correrlas, mas nunca alcanzarlas, puesla extensa vegetación de matorrales lo impedía. Estas mujeres eran descendientes de losgentiles, aquellos indios que, para escapar de la inquisición sin renunciar a sus dioses, seescondieron en las partes altas de los secos y pedregosos cerros que rodeaban la ciudad.

Ya no existen en carne y hueso como hace más de medio siglo, pero aparentementesus almas aún están rondando por aquellos territorios. Así lo confirman los ferreñafanos,entre ellos mi padre, mi abuelo y algunos amigos suyos, agricultores que tienen una antiguahuaca entre sus terrenos.

En las noches, cuando tienen que cuidar el agua de sus sembríos de arroz, muchas

veces se presenta ante ellos una mujer, de espaldas, con traje blanco hasta los pies,cabellera larga de oro, que intenta seducirlos, pero cuando logran ver su cara, quedanhorrorizados al descubrir que se trata de una calavera. Entonces enferman, algunos hastamorir, y deben hacerse ver por los curanderos, para poder ganarle la batalla. A otros los

persigue en sus sueños, hasta consumirlos por el insomnio y las pesadillas. Por ello,cuando ven algo parecido en sus huacas prefieren no acercarse y ahuyentarla con palabrasgroseras.

Carlos Arsenio Velásquez SaavedraOcurrido entre 2007 y 2009Ferreñafe, Lambayeque.

Lima

Los zapatos de tacón

A las pocas semanas de fallecer mi padre de forma inesperada, retorné a mi colegio, loque me ayudó a calmarme después de tantas emociones y lágrimas derramadas. Tenía lacostumbre de levantarme a estudiar en las madrugadas, para así ganar tiempo y obtenerbuenas notas en las calificaciones.

Mi casa, en el distrito de San Martín de Porres, estaba estructurada con dos cuartos;en el más cómodo dormíamos mi mamá, mis hermanas de veintisiete y veintidós años y yo,de quince. Estas habitaciones quedaban al final de un largo y oscuro pasadizo, que tambiénllevaba al baño principal, contiguo al cuarto de mujeres. Estábamos en verano, así queMariela, mi hermana de veintidós, prefería dormir en el mueble de la sala.

A las dos y media de la madrugada del jueves me instalé en la sala para estudiar los

cursos que me faltaban. Llevaba ya una hora de haber comenzado mi rutina cuandoescuché que abrían la puerta, con el acostumbrado chirrido de las bisagras. “Seguro quealguien va al baño” pensé. Estaba retomando la lectura del libro cuando escuché unostacones caminar. Dos pasos lentos, y después pisadas fuertes y desesperantes, como sijugaran con ellos. Me puse muy nerviosa, me acerqué al pasadizo a ver lo que sucedía ydescubrí un par de zapatos de tacón de mi madre, parados frente al baño. La puerta deeste estaba abierta y la luz encendida, algo muy inusual en casa.

Me asusté y comencé a llamar a Mariela, que dormía en el mueble. Al levantarse le dijeque mirara lo que había en el pasadizo. Se sorprendió también al ver los tacones de mimamá en esa posición y me di cuenta de que no estaba alucinando. Con mucho miedo meacerqué a ver si había alguien en el baño; estaba vacío. Sujeté los zapatos paraguardarlos en el cuarto, y comprobé que mi mamá y mi hermana dormían profundamente.Era imposible que ellas se hubieran levantado. Mariela y yo nos quedamos mirando unbuen rato en medio del silencio. Le pedí que me acompañara esa madrugada por si volvía

a suceder. Guardé los zapatos, cerré y apagué las luces, y continúe estudiando, pero sinolvidar lo que había sucedido.

Al día siguiente, al contarle lo sucedido a mi mamá, ella pensaba que le estaba jugandouna broma o que tal vez estaba alucinando. Cuando salí de casa para realizar un trabajo deestudio, mi hermana se quedó sola esperando mi regreso. Cuando regresé a mi casa, yade noche, mi hermana me esperaba en la puerta. Le pregunté por qué estaba allí y me dijoque mientras estaba viendo televisión, escuchó otra vez el ruido de la puerta abriéndose ylos tacones caminando en el pasadizo. Esta vez, ella era la única en casa. Se asustómucho y corrió hacia la puerta tomando de volada las llaves. Cuando por segunda vez nosdirigimos a ver el pasadizo, los vimos otra vez, parados frente a la puerta, como siquisieran jugar con nosotras.

ColibríOcurrido en 2010Lima, Lima.

El espíritu misterioso

La casa en la que vivía con mis padres y mi hermana, quedaba a dos cuadras de lahuaca Pucllana, en Miraflores. Eran las dos de la mañana aproximadamente cuando unruido persistente nos despertó a todos. Mi padre, con sigilo, se fue acercando al comedor,lugar de donde venía el ruido. Conforme se acercaba a esa habitación, el ruido se hacíamás fuerte. Cuando encendió las luces, las sillas del comedor entraban y salían de debajode la mesa, como si alguien las estuviese metiendo y jalando sin parar. Todos nosquedamos mirando y sin decir palabra, hasta que mi padre dijo: “Bueno, quien quiera queesté haciendo esto, por favor que se detenga o diga qué quiere”.

Al momento, todo se detuvo, pero las sillas quedaron desordenadas. Nadie las queríatocar. Luego de tan sorprendente e inusitado evento, nos fuimos todos a dormir. Al díasiguiente, arreglamos las sillas del comedor, con un poco de temor aún, y reanudamosnuestros quehaceres como cualquier día.

A las dos noches de ese hecho, nos despedimos de nuestros padres para irnos adormir. Al poco rato de acostarme en mi cama, sentí que algo o alguien me aplastabacontra el colchón de espuma. Grité fuerte y mis padres vinieron a ver qué pasaba. Cuandopude retomar el aire que había perdido, les conté muy asustada lo que pasó. Mis padresme miraron con cara de incredulidad pero, cuando me levanté de la cama, el colchón teníala huella de mi cuerpo completo, como si hubiese sido moldeado en plastilina.

Eventos similares sucedieron todo el tiempo que vivimos en esa casa. En otra ocasión,los platos antiguos que mi mamá tenía colgados en la pared se movieron solos, como si unviento fuerte o un temblor hiciese que se movieran. Lo más curioso fue que la araña, quese encontraba en medio del salón, permanecía inmóvil.

Luego de estos eventos, decidimos mudarnos de casa. Tiempo más tarde nosenteramos que toda la zona en donde estaba construido el edificio y demás casas habíasido un cementerio preincaico. Fue una experiencia muy impresionante, nunca olvidaréestos sucesos

Le Papillón RougeOcurrido en 1980Lima, Lima.

La extraña presencia

Desde muy pequeña he vivido cosas extrañas e inexplicables. Mi relato transcurredurante una noche, cuando yo tenía diez años de edad. Mientras lavaba los platos en micocina escuché una voz atrás de mi refrigeradora en un tono muy bajo que decía: “Leslie,Leslie”. Ese momento pensé que se trataba de mi hermano Jean Paul, ya que le gustabajugarme bromas muy pesadas. Fui al refrigerador a asustarlo pero para mi sorpresa nohabía nadie. Mi rostro perdió de golpe la expresión maliciosa que tenía.

Retrocedí hasta llegar al lavadero a terminar de lavar los platos, pero a los cincominutos volví a escuchar el susurro de mi nombre: “Leslie, Leslie”.

Dejé los platos a un lado y me fui corriendo a la cama de mi mamá, cubriéndome todoel cuerpo con el cobertor. Esa manifestación tan solo sería el comienzo de sucesosextraños que me ocurrirían luego, pues desde ese día siempre he sentido una presencia,como si alguien siempre me acompañase, alguien a quien no puedo ver pero que está allí.Esa presencia siempre me tocaba el brazo izquierdo y me provocaba un escalofríotremendo. Tantas veces sentí su presencia que empecé a acostumbrarme a ella.

Una noche en que no podía conciliar el sueño, cuando eran más de las dos de lamañana, mi “querida” presencia se manifestó ante mis ojos. No alcancé a verla bien porqueestaba de perfil pero sí lo suficiente como para describirla: medía más o menos metrosesenta, su cabellera y vestido eran largos y blancos, no alcancé a ver sus pies, pues lostapaba su frondoso vestido.

No llegué a ver más porque creo que se dio cuenta que la espiaba y en un chasquido

me desvanecí en un profundo sueño. Al despertar yo me hallaba mal, con fiebre, perohoras después me recuperé. Desde ese momento no supe más de aquella presencia queacostumbraba andar conmigo en casa.

Leslie Ocurrido en 2006Lima, Lima.

La despedida

Fue uno de esos días en los cuales el sol sale poderoso y radiante, y las aves cantancon una hermosa melodía. Las albas son asombrosas en Andajes, un pueblo donde noparece existir el egoísmo, todo se comparte. Yo me encontraba de vacaciones en aquelpueblo, pasándola en familia y al lado de mi querido abuelo.

Pero quién iba a pensar que ese día iba a sentir una gran tristeza. Cuando el soltomaba vida después de una noche tormentosa, mi abuelo se encontraba moribundoporque presentaba un cuadro de hemorragia intestinal. Lo querían llevar a Lima para unaoperación complicada, pero en el transcurso del viaje falleció. Ya no pudieron hacer nadapor él.

Esa noche mis tías durmieron conmigo, porque mi madre no estaba. Iba a llegar a lamañana siguiente.

Mientras tanto mi hermano Lucho se quedó en Lima cuidando la casa y fue allí dondepasaron acontecimientos extraños. Mi perro comenzó a ladrar y aullar, inquieto. Lucho nose asustó porque él no cree en espíritus. Cuando se encontraba en su cama durmiendosintió una gélida mano que pasó por su pie. Se asustó tanto que tardó varias horas enconciliar el sueño. Durmió en posición fetal, cubriéndose todo el cuerpo con el cobertor.

Al día siguiente, mi madre llamó a la casa para ver si Lucho se encontraba bien y a lavez para darle la mala noticia. Lucho no podía creer lo que mi madre le comunicó sobre elfallecimiento de mi abuelo.

Cuando ya nos encontrábamos en Lima, Lucho nos contó lo que le pasó aquella nocheen la que mi abuelo dejó de vivir. Fue allí donde comprendimos que mi abuelo se despidióde Lucho, ya que él no había ido a visitarlo como mi madre y yo.

LeslieOcurrido en 2006Oyón, Lima.

Carlitos

Esta historia me ocurrió cuando tenía trece años de edad. Me encontraba devacaciones de verano y pasaba los días en la casa de mi amiga Carmen. Ahíconversábamos, jugábamos cartas, leíamos fotonovelas, que en esa época eran muypopulares, y escuchábamos música.

Carmen vivía con su mamá y su hermana menor. En vacaciones, como su mamitrabajaba, ella se encargaba de labores domesticas. La casa era de dos pisos; teníanalquilado el primero y ellas vivían en el segundo. La casa tenía una sola entrada, así quecuando iba a visitar a Carmen, no tocaba la puerta, solo la llamaba y ella abría diciendo:“Sube”. Había puesto una cuerda desde la cocina hasta la manija de la puerta así que estase abría cuando ella jalaba la cuerda.

Su mamá tenía en casa una calavera, que pertenecía a su abuela. Se llamaba Carlitos

y había estado en la familia por mucho tiempo. Se dieron cuenta de su nombre debido aque la abuelita soñó con él. La primera vez que vi la calavera, noté que tenía parte delcráneo quemado. Carmen me contó que un día en que su abuelita se encontraba sola consu hija cocinando, al prender el fogón de la cocina, el fósforo cayó con la llama todavíaencendida en el mantel de plástico del repostero, el fuego se propagó rápidamente portoda la cocina y la abuela, cuando se vio rodeada por el fuego, perdió el conocimiento. Aldespertar, estaba en el dormitorio con su hija. Cuando fue a la cocina a ver cómo habíaquedado, la encontró toda quemada; pero el fuego apagado y la calaverita en el suelo conel cráneo chamuscado. Carlitos había apagado el incendio y había salvado a su mamá y ala abuela de morir quemadas.

Así como esta historia Carlitos tenía muchas más. Carmen me las contaba yaprovechaba para asustarme con la calavera. Cada vez que lo hacía yo tenía miedo einsultaba a la calavera y le pedía a Carmen que no me fastidie. Pero por supuesto Carmenno me hacía caso y cada vez que podía me hacía bromas pesadas con Carlitos.

Un día llamé a Carmen como siempre para entrar a su casa. Ella me contestó: “Sube”,

me abrió la puerta y subí. La busqué por toda la casa pero no la vi. Pensé que estaba en elbaño así que decidí esperarla y leer algo. Las revistas estaban encima del velador endonde tenían a Carlitos y sin fijarme fui a agarrar una. De pronto, el velador comenzó atemblar y a levantarse del piso. Me asusté mucho y no sé cómo salí corriendo de la casa.Estaba todavía pálida y agitada cuando me encontré con Carmen y le conté lo ocurrido.Asombrada, me dijo que no había nadie en casa; su mamá se había ido con su hermana almédico y los inquilinos habían salido, así que nadie habría podido abrirme la puerta.

Al darnos cuenta de lo que había pasado, le contamos a su mamá. Ella, muy molesta,agarró a Carlitos y le dijo que yo era como su hija, que debía de cuidarme y no asustarme.Luego regañó a Carmen y le hizo prometer dejar a Carlitos y a mí en paz y así fue. Carlitosnunca más me asustó.

RocimateOcurrido en la década de 1970Lima, Lima.

El demonio del zapallal

Aquel verano, mi amiga se fue a vivir al Zapallal, una población precaria de casitas deestera. Ella vivía con sus pequeños hijos, que eran cinco en total y entre ellos un par degemelos. Un día que fue a traer agua al pilón a las seis de la tarde, hubo más gente quenunca y se demoró. Cansada por el trayecto y el peso, regresó a casa. Estaba oscura yapenas iluminada por unas velas. Los más pequeños dormían y los gemelos hablabannerviosamente. Le contaron a su mamá que un vecino, alto y grande, había entrado a lacasa. Tenía una túnica grande hasta el suelo, de color morado, muy vieja, con una capuchaque parecía ocultar un par de cuernos en la cabeza. Tenía los ojos rojos, la nariz grande yafilada, la barba larga y grandes uñas en sus manos. Los niños lo apodaron el viejobarbón.

La mamá buscó huellas en la arena, pero no había nada. La puerta estaba cerrada ysegura como ella la había dejado. Además, los chicos le contaron que les había ofrecidouna espada de He—man, si iban a un cerro cercano, en donde él los esperaría. Solo podíaser un demonio, así que ella empezó a orar.

Desde ese día, uno de los gemelos, aterrado, no podía dormir bien. Tenía pesadillas yal despertar decía: “¡Allí está! ¡Me quiere llevar!”, pero su mamá no veía nada. En el día lavida era normal, pero todo cambiaba llegada la noche. El papá no creía y lo atribuía aengreimientos y caprichos. Ella, siendo una mujer cristiana, oraba y reprendía a este malespíritu, pero no funcionaba. Se buscó un perrito, para que avisara la presencia del ente,pero eso solo empeoró la situación, porque más los asustaba con sus lamentos.

Un día en que fue al mercado, dejando a los niños en la choza, el perrito escarbó la

arena haciendo un hueco por debajo de la puerta para escapar. Los gemelos y lahermanita aprovecharon para salir por allí. Al volver, la mamá no los encontró, se puso abuscar por todo el asentamiento y nadie le daba razón. Después de tanto preguntar, unniño le dijo que los había visto subiendo el cerro. Entonces recordó lo que le habíancontado, que si ellos subían al cerro les regalaba la espada.

Comenzó a subir el cerro, pasó el primero, el segundo y en el tercero, que era el másalto. Escuchó la risa de sus hijos. Se acercó a mirar con mucho cuidado porque era muypeligroso y podía resbalarse y caer. Los vio y llamó por sus nombres y, como sidespertaran de un trance, dejaron de reír y empezaron a llorar. Entonces les pidió que seacercaran con cuidado porque era peligroso. Al fin los tuvo a su lado, y les pregunto quéhabía pasado. “Mamá”, le dice uno de ellos “¿viste la llanta del carro? Yo me metíaadentro y mi hermano me empujaba.” Así repetían el juego subiendo el cerro, pero sumamá no vio nada, entonces ella asumió que era una llanta imaginaria y se dio cuenta queel demonio esperaba que se mataran. Se los llevó a casa y no habló más del asunto. Ya nolos dejaba solos sino con algún vecino.

Poco tiempo después, una lechuza cantaba en el techo de su casa y decían que alguieniba a morir. El pequeño gemelo mayor no comía, estaba asustado, pálido, desganado, se

estaba debilitando. La mamá oraba diciendo que no le quitaría a su hijo, que pertenecía aDios.

Al ver que todo empeoraba tuvo que huir; volvió a casa de sus suegros, dejó todocreyendo que había escapado. Pero no fue así; este ente la siguió. Los otros niños decíanver al viejo barbón en la sala. Una tarde, tejiendo sentada sobre la cama, con los niñosjugando junto a ella; vio como su hijo era jalado con fuerza y violencia debajo de la cama.Se metió a buscar al niño.

— ¿Qué pasó Mamá? ¿Viste que una pata de pulpo enredó mi mano y me jaló haciaabajo?

Eso la aterrorizó más.

Un día llegó del trabajo a las ocho y media de la noche y encontró a sus hijosdurmiendo en el balcón. La niña le dijo:

— El viejo barbón vino. Imitó tu voz y nos dijo: “Abran la puerta”, así que abrimos.

Y le contó que cuando vieron a este demonio, corrieron a refugiarse al balcón, en dondese durmieron. Ella empezó a orar pidiendo que se fuera en nombre de Dios. Otras veceslos niños decían que el viejo barbón estaba escondido detrás de la puerta y que se reíadiciendo: “Déjala que limpie, ella está loca. ¡Está loca!”.

Pasaron los días y el abuelito, al notar la debilidad de su nieto, decidió llevarlo a unseñor que curaba el susto. Fue y encontró al anciano. Este los hizo pasar, les pidió dosajíes, un pedazo de carne y lo rezó con plátano. Le colgó la carne al cuello y dijo que eraun seguro. Curiosamente, la carne no se pudrió al pasar los días. Esto se repitió por tresveces, en días diferentes. También le mandó tomar agua de rosas. Poco después el niñocomenzó a recuperarse, tenía más ganas de comer.

Un día el abuelito le dijo a su nieto para ir a agradecer al señor que le había curado.Fueron y encontraron en su lugar una casa abandonada, no era la que conocían. Preguntóa una señora dónde vivía el anciano que rezaba. La señora le dijo que esa era la casa yque el anciano había fallecido hacía seis años. El abuelito decía que no podía ser, él habíaido allí a curar a su nieto hacía pocos días. La señora insistió que nadie habitaba la casadesde hacía mucho tiempo y se quedaron sorprendidos.

Con el tiempo, los eventos se fueron calmando poco a poco; ya eran menos agresivoso solo les fastidiaban al dormir. Con el tiempo los chicos crecieron y se fueron mudando dela casa.

VeritoOcurrido en 1986Lima, Lima.

El duende verde

Recuerdo claramente esa mañana de verano en que salí de mi casa, en la avenidaPaseo la Castellana, Surco. A los pocos metros me detuve a buscar mis lentes de sol en lacartera y de reojo pude ver que algo se movía en el jardín de la casa vecina. Me quedéquieta, sin voltear, en silencio, como quien no quiere la cosa y disimulando revolvía elinterior de la cartera para seguir mirando qué era aquello que se movía.

En ese momento lo distinguí claramente con el rabillo del ojo. Estaba debajo de unaplanta que parecía una sombrilla –creo que justo así la llaman. Era un ser pequeñito.Estaba sentado, abrazando sus rodillas mientras me miraba atentamente. Su piel era verdecomo la gelatina de limón, con un tono brillante pero no demasiado. No se dejó ver la cara,la tenía agachada como tratando de protegerse del fuerte sol. Su pelo parecía una pelusamuy fina de color verde también pero oscuro y sus pequeñas orejas eran muy puntiagudas.En ese momento quedé tan impresionada que ya había dejado de mover la mano dentro dela cartera simulando buscar algo y mi cuello inconscientemente había girado haciendo obviala situación. Fueron apenas unos segundos lo que tardó en esfumarse y desaparecer alsentirse descubierto por mí.

Hasta el día de hoy sigo buscando información sobre este tipo de ente. He aprendido

acerca de duendes de todo el mundo, pero nunca he encontrado información ni he oídohablar de seres de este color.

María Eugenia Muñoz Arévalo Ocurrido en 2005Lima, Lima.

El barboncito, una historia de hospitales

Ilusionado, ingresé a la residencia en el Instituto Nacional de EnfermedadesNeoplásicas “Dr. Eduardo Cáceres Grazzianni” (INEN). En dicho hospital había pacientesde toda edad y clase social. Doquiera los veías aferrados a alguna esperanza. Losmédicos residentes dinamizábamos la institución; iniciábamos la visita a las cinco de lamañana y la labor era ardua hasta la noche. El aprendizaje incluía exigencia extrema.Andábamos cansados, pero aprendimos incluso a dormir parados, mientras asistíamos encirugía.

Mi colega Edson, roncaba unos minutos en cualquier asiento y salía disparado acompletar su trabajo.

Un día me dijo:

—Anoche al despertarme de dormir en una banca, sentí un peso que trataba demeterse en mí. No podía moverme, me asfixiaba, cuando apareció el charapa López, conplasma para transfundir. Entonces me liberé y empecé a patear e insultar al vacío. Él sedetuvo y me dijo: “Oye, ¿qué te has fumado?”. Al contarle lo sucedido, López se rió acarcajadas y siguió con lo suyo. El charapa, residente también, era práctico, rústico paraser médico, pero un ladrillo trabajando.

Un mes después, a la una y media de la mañana, un paciente de piso llamó a laenfermera:

—Señorita, ¿quién es el doctor que ha venido a verme? —preguntó.

—No hay ningún médico, señor. Los residentes de guardia están en otro piso.

—No era residente, porque ellos son jóvenes y visten de blanco. Este era un señormayor, con bata blanca y pantalón negro. Usa barba.

—Ah. No es residente, a ellos les prohíben la barba. ¿Qué le dijo ese doctorbarboncito?

—Que gracias a Dios estoy bien y que mañana salgo de alta.

Meses después, a la una y media de la madrugada, en el servicio de inmuno—

suprimidos; la esposa de un paciente inquirió a otra enfermera:

—Licenciada, ¿qué doctor ha venido a conversar con mi esposo?

—Ninguno, señora. En este servicio hay aislamiento invertido; solo se puede pasar si seabre por dentro.

—Bueno, él pasó. Le dijo a mi esposo que mañana lo va a llevar con él a las siete ytreinta. ¿A dónde?

—No sé— respondió extrañada la enfermera.

El reporte de enfermería se realiza a las siete y diez y dura algo de veinte minutos. Alas siete y media en punto la esposa del paciente salió desesperada de su habitación. Lalínea isoeléctrica del monitor cardíaco estaba plana, una aguda alarma anunciaba el parocardiorespiratorio. La enfermera que reportaba el turno nocturno entró en crisis histérica.

Meses después, largamente pasada la medianoche, López entró al ascensor paradirigirse al sétimo piso y después de él ingresó un médico desconocido. El residente losaludó por ser mayor, pero no recibió respuesta a cambio.

—Majadero —pensó.

Cerró los ojos para descansar unos segundos. El ascensor siguió raudo hasta el sétimopiso y, cuando se detuvo, López abrió los ojos antes de que la puerta se abriera. Estabasolo, completamente solo.

El INEN es mi alma mater; marcó mi vida para bien. Ignoro si habrán ocurrido mássucesos pues yo terminé mi residentado médico en 1994 e inmediatamente empecé alaborar en el Hospital Edgardo Rebagliati, por lo que me desligué. El barboncito es ya unaleyenda urbana incorporada a la tradición oral en el INEN.

JackOcurrido entre en 1991 y 1994Lima, Lima.

La llama y el inca

Eran más o menos las once y media de la noche. Había ido con mi amiga Jessica a lapampa que queda frente al asentamiento humano La Campiña para conversar y caminar unpoco, ya que habíamos comido hacía un momento.

Al costado del cerro donde están las ruinas de Cajamarquilla hay dos casas. La primeraesta medio enterrada y la segunda un poco inclinada. Nos detuvimos y nos sentamos enuna de las casas. Estábamos conversando sobre lo que nos había pasado durante laúltima semana, cuando vimos una sombra que parecía un hombre. Como por ahí haychacras, es normal ver personas deambulando. Pero poco a poco se fue transformando enuna especie de llama, con su cuello medio torcido para un lado y con los ojos rojos ybrillantes que se podían apreciar a pesar de la oscuridad del lugar. Entonces me levanté yjalé de la mano a mi amiga y nos pusimos a correr hacia Santa Cruz, que es unasentamiento ubicado a unos setenta metros de donde estábamos.

De repente mi amiga sintió que alguien la jalaba y no le dejaba avanzar. Yo la jalé con

fuerza y sentí como que jalaba a un árbol; no se movía. Solo nos faltaban unos veintemetros para llegar a la luz. Me di cuenta de que la llama estaba a unos cinco metros denosotros. Entonces apareció un taxi blanco con las luces encendidas que nos cegó. El taxi

pasó de largo y cuando logramos recuperar la visión la llama ya no estaba. Nos fuimos anuestras casas asustados.

Después de un mes, a eso de las tres de la madrugada, fui a correr con mis amigosJuan y Margarita a la pampa y vimos cerca de las casas abandonadas a una persona demás de dos metros y medio de alto. Tenía aspecto de inca. Lo vimos a unos seis metrosdelante de nosotros. Nos asustamos y nos pusimos a correr hacia otro rumbo. Cuandoescapamos de la pampa, el inca nos miraba de lejos. Desde entonces no he vuelto a ir porallí.

Jean Carlos Remuzgo HuaracaOcurrido en 2012Lima, Lima.

El aparecido

Era una madrugada del mes de agosto y el frío era intenso. Ese día trabajé en elsegundo turno y salí pasadas las doce de la noche de mi trabajo, que quedaba en SantaAnita. Con un grupo de amigos nos dirigimos hasta el paradero más cercano y nosembarcamos uno a uno. Yo tomé la primera combi que apareció con destino a Los Olivos.

La combi estaba llena. En el trayecto recordaba algunos pasajes de nuestraconversación, sonriendo de vez en cuando y, claro, notaba las miradas extrañadas de losdemás pasajeros. Otras veces miraba por la ventana la oscuridad de la noche y las tenuesluces de los postes. No me sentía muy cansado, al contrario, estaba alerta por precaucióndebido a la hora.

Eran como las dos de la mañana. Bajé del carro en el paradero Tres Postes de laPanamericana Norte. Crucé la pista con total tranquilidad porque a esa hora las callesestaban desiertas y me dirigí a la avenida Las Palmeras para caminar las dos o trescuadras hasta mi casa. Cuando pasé por la esquina donde había una cabina telefónica deimproviso se apareció una persona, un tipo delgado, alto y muy singular. Estaba todovestido de negro y un enorme sobretodo del mismo color le cubría del cuello hasta lasrodillas. El tipo amablemente se me acercó y me preguntó la hora, le respondí yempezamos una conversación de temas banales, nada importante en realidad. Sin darmecuenta habíamos avanzado como una cuadra y se ofreció a seguir acompañándome, yo nodudé de él en ningún momento.

—Vivo a un par de cuadras— le dije.

—Está bien— respondió y seguimos hablando.

Continuamos conversando y la curiosidad de saber quién era esa persona que a altas

horas de la noche hizo su aparición para acompañarme y sin hacerme daño, me teníaansioso. Lo extraño era que nunca pude ver su rostro por más que lo intenté varias veces.Quise verlo cara a cara pero él siempre esquivó mi mirada sin dejarse ver. En ningún

momento sentí temor. Era como si estuviera hablando con una persona de confianza, unamigo, alguien a quien el destino había puesto en mi camino para ayudarme.

Pasaron los minutos. Llegamos a la puerta de mi casa y le expliqué que vivía allí. Saquélas llaves de mi bolsillo para abrir la puerta y él amablemente me esperó a que termine deabrirla. Al voltear para agradecerle el gesto y despedirme, ¡Oh sorpresa!, no había nadie.No estaba, el tipo se había esfumado. Me sorprendió que desapareciera de improviso yempecé a buscarlo con la mirada por todos lados y nada, no estaba, ni cerca ni lejos.

El día lunes les comenté a Edgar y a los demás amigos dicha aventura y todossorprendidos y sonriéndose me dijeron que era un alma que estaba penando y muchascosas más. Solo Edgar pensó un instante y me dijo que esa persona que estuvo a mi ladoera mi ángel de la guarda que me estaba ayudando. Yo también pienso lo mismo.

Luis Henry Aranda CruzOcurrido en 2000Lima, Lima.

La niña encantada del cuarto

Era una noche normal, hasta que comenzaron a suceder cosas inexplicables. Hacía unmes desde que me había mudado a otro cuarto de mi casa. Me acosté en mi cama yprendí el televisor para ver una serie, pero me quedé dormido por unos minutos. Aldespertarme me di cuenta de que había dejado prendida la televisión. Volteé a la izquierday había una niña sonriendo vestida de rojo con círculos negros. Era muy cautivante yhermosa. Cerré los ojos por el miedo por unos segundos y los volví a abrir y seguía ellacon esa sonrisa cautivante. Nuevamente cerré los ojos y desapareció.

No le tomé importancia, pero después de eso las noches no fueron iguales en aquelcuarto. Cada noche, antes de quedarme dormido, escuchaba gritos detrás de mí, veíasombras que susurraban y a veces gritaban. Una vez encontré un zapatito de bebé debajode mi cama, lo cual era inexplicable.

Decidí contarle a mi madre lo sucedido. Ella me dijo que ese cuarto había sido alquilado

tiempo atrás por una persona extraña, un hombre muy silencioso, y que antes de quepusieran el piso del cuarto, esa persona podría haber dejado algo extraño, lo que estaríaprovocando esas apariciones, que algunos llamarían brujería.

Entonces decidimos echar agua bendita para terminar con las apariciones, lo cual surtióefecto, pero solo por un tiempo. Finalmente tuve que mudarme de ese cuarto para tenercalma. Pero las personas que alguna vez duermen allí ven sombras y no puedendescansar.

Deivis Mitchell Balcázar BazánOcurrido en 2008Lima, Lima.

El abuelo del seguro

Había sido un día común. Cuando el cielo empezó a oscurecer, llegué con unospasajeros en mi taxi al Hospital Molina del Seguro Social de Santa Luzmila, en el distrito deComas.

Mis pasajeros bajaron del auto después de pagarme. Esperé que cerraran la puertapara emprender la marcha y proseguir en búsqueda de nuevos pasajeros. De prontoapareció una persona de edad avanzada —cálculo de unos setenta años— y levantó lamano pidiendo mi servicio. Él salía de la puerta principal de este nosocomio. Se acercólentamente a mi auto y me dijo con una voz apagada que iría a pocas cuadras.Cordialmente le pedí una cifra que él gustosamente aceptó. Subió cuidadosamente al taxi yemprendimos la marcha.

Ya en camino, el señor preguntó qué día era y le dije la fecha. Me dijo que estaba

equivocado, que no era esa la fecha sino otra. Pensé que el señor estaba un poco loco,que no debía haberlo subido al taxi, y que no me pagaría. El señor seguía insistiendo queesa no era la fecha. Incluso le hice ver la pantalla de mi celular, la cual indicaba la fecha enque nos encontrábamos.

Él pensó que yo le mentía y que mi celular estaba mal. Se notaba un poco confundido yseñalaba algunas avenidas diciendo que no eran como él las recordaba. A cada instante suvoz cambiaba de tono, como un poco llorosa, y a cada momento repetía: “Dios mío nopude evitarlo”, e indicaba que le dolía el estómago.

Cuando estábamos a una cuadra de la dirección que él antes había indicado, lepregunté por cuál de las calles debía ir porque me encontraba en una esquina; él norespondía. Volví a insistir y no obtuve respuesta. Volteé y no había nadie.

Paré la marcha. Salí presuroso del auto, abrí la puerta posterior y no había nada.¿Dónde estaba este señor? ¿Cómo bajó tan rápido del auto? ¿Fue mi imaginación? ¿Aquién recogí? Aún no consigo respuesta, pero lo viví.

John Muñoz ZegarraOcurrido en 2012Lima, Lima.

La cabra blanca

Tenía aproximadamente unos diez años. Volvíamos de Huaral después de haberrecogido patos de una granja. Íbamos en una camioneta Datsun del setenta y cinco. En ellanos encontrábamos mi padre, sentado junto a la puerta del copiloto; yo, a su costado; unamiguito, a mi lado; y su padre, manejando. Eran aproximadamente las dos de la mañana yya habíamos pasado el temeroso Pasamayo. En esos tiempos dejaban pasar por esta víaa transportes livianos.

Cuando estuvimos pasando las Tres Ruedas del distrito de Puente Piedra, en la bajadaque ahora es el peaje, vimos personas al lado de la pista haciendo unas señales extrañascon sus manos, que no supimos entender. Estábamos en esta bajada pasando a granvelocidad cuando de repente divisamos en medio de la pista un bulto rojo. Al comienzoparecía un perro que yacía atropellado en la mitad de la pista, pero no era así. Cuandofuimos acercándonos más divisamos que era una persona toda raspada y muerta. Elchofer no pudo bajar la velocidad y pasamos por encima. Después nos dimos cuenta quelas personas realmente nos advertían para bajar la velocidad, por lo que había pasado.Sinceramente no entendimos.

Cuando llegamos a la empresa para guardar la camioneta y descansar —pocas horasdespués teníamos que repartir los patos en la parada—, se me ocurrió ir al baño. Estebaño no tenía luz y sus puertas eran como las de los centros comerciales; se podían verlos pies de las otras personas. Estaba sentado en el wáter cuando de repente sentí quealguien entró por la puerta. Pensé que era mi padre que también entraba al baño, ya quehabía otros tres cubículos además de las duchas. Claramente vi la sombra que seacercaba al baño contiguo. Bajé la mirada para ver los zapatos y distinguir quién pasabapor ahí cuando me di con la sorpresa de que eran patas de cabra color blanco. Se detuvojusto frente a la puerta. Yo obviamente me quedé helado y no pude gritar porque mi voz seapagó. Esperé. Pasaron aproximadamente un par de minutos y se fue. Salió lentamente,tal como entró.

Yo salí disparado y corrí con prisa a buscar a mi padre que se encontraba a algunosmetros en el cuarto que compartíamos. Le conté lo sucedido y él me contestó que era solomi idea, que estaba sugestionado por lo que anteriormente nos pasó en el camino devuelta, que no hiciera caso a cosas que no existen.

Pasaron unos días y sucedió lo mismo una noche, pero esta vez a mi padre y luego ami hermano mayor. Entonces me dieron la razón.

Tiempo después nos enteramos que el muerto que yacía en la pista era nada menosque el primo del chofer que vivía cerca de ahí. Después nos enteramos que abusaba de suhija. ¿Sería por eso que nos siguió en forma de este animal? Dicen los abuelos quequienes cometen ese pecado son condenados a vivir como animales por toda la eternidad.

John Muñoz ZegarraOcurrido en 1989Lima, Lima.

Mi fiel escudero

Esto ocurrió muchas noches, cuando me regresaba de la casa de mi enamorada quevivía entre las calles Víctor Alzamora y Julián Sandoval en el Barrio Médico, Surquillo.

Siempre salía de su casa a eso de las once de la noche y me iba acompañado por unperro del barrio, llamado Bandido, al cual le llevaba algo de comer. Él me esperaba en laesquina y nos íbamos juntos al paradero de la avenida Primavera. Siempre que pasábamospor la calle Víctor Alzamora, Bandido empezaba a ladrar en diferentes direcciones. Alprincipio yo me asustaba un poco porque no había nadie, pero después comprendí que elperro me estaba cuidando de algo. A dos cuadras está ubicado el Cementerio Municipal deSurquillo.

Es sabido que los perros pueden ver fantasmas y espíritus. Deduje que durante las

noches, algunas almas salían a deambular por los alrededores del cementerio y Bandidolas sentía cerca de mí y por ello ladraba constantemente. Eso me hizo comprender, unavez más, que el perro es el mejor amigo del hombre.

Conrad RiveroOcurrido en 1998Lima, Lima.

Continuos sucesos

Villa el Salvador es un distrito formado por la unión de personas que vinieron deprovincia, la mayoría de la Sierra y la Selva. Allí queda mi casa, que en esa época teníacercado todo el patio con madera. El baño se encontraba en el medio. Tenía un enormeárbol y un hermoso jardín desde el cual se veía la calle.

Somos una familia de ocho hermanos. De niños, dormíamos en un cuarto rojo y cuandose apagaban las luces, se escuchaban peleas de los gatos sobre el techo de calamina.Después se callaban y luego se oía el sonido de una sola bota que pisaba mi techo. Mispadres, cansados del ruido, se ponían a vigilar el techo pero no se veía nada. En cuantoellos bajaban, otra vez se escuchaban los ruidos en el cuarto.

Nosotros teníamos pesadillas en conjunto: soñábamos que niños —casi bebés— noscorreteaban con cuchillos para matarnos y cuando nos iban a alcanzar nos despertábamosy veíamos la silueta de una mujer delgada que siempre estaba cuidando la puerta. A vecescuando esta persona entraba se sentía como si una niebla helada se acercara. Uno soloatinaba a acurrucarse más con los hermanos.

Un día mi madre me pidió que la acompañara al baño. Estábamos saliendo de mi casay apareció un hermoso caballo negro botando fuego por la nariz. No se podía ver el rostrode su jinete y mi madre me dijo: “Hijo, vamos para adentro, el caballo ha venido a llevarse alos ancianos que han sido malos y han pecado con su misma familia”. Al día siguiente nosenteramos que varias personas mayores de edad habían fallecido.

Mi abuela, que es de la Selva, vino a mi casa enferma y se quejaba de fuertes dolores.Nos decían que le habían hecho brujería para que no se pudiera levantar. Nosotros, niñosinocentes, jugábamos y cuidábamos a uno de mis hermanos recién nacido que estaba en lahamaca hecha encima de la cama.

Al mediodía, mi hermano Robin y yo vimos un ser flotando a unos sesenta centímetros

del suelo cuyo traje era una túnica negra de seda y medía como un niño de dos años. No

era veloz, pero se desplazaba hacia una de las paredes de mi casa, justo al pie de la camade mi abuela. Vimos cómo atravesó la pared hacia el cuarto rojo y llamamos a mi padrequien nos dijo que no había nada. Tiempo después mi abuela viajo a la Selva y murió allá.

Mi hermano menor y mis sobrinos siempre se levantaban a medianoche y nos decíanque veían un patito bien bonito que los llamaba. Yo escuchaba cloquear al pato pero noteníamos ese animal en mi casa. Entonces recogía a mis hermanos y los llevaba a sucuarto.

Mi madre decidió bendecir la casa con un cura y mi hermano Anthony se fue a Puno atraer unos protectores para el cuarto rojo donde él dormía. Trajo una cara de diablo y unpito inca que asusta a las almas y da protección.

Lo último extraño que sucedió fue que a la medianoche ese pito comenzó a sonar.Primero en el cuarto, luego en la sala y después en el segundo piso. Lo escuché como sitocaran el pito en mi oreja. Luego este ruido se fue para el sur alejándose cada vez más.

Ya han dejado de ocurrir estos hechos extraños.

Mario Amasifuen MontalvanOcurrido en 1995Lima, Lima.

Tal vez un ángel

Yo tendría unos veintitrés años. Estaba furiosa con mi mamá por un tema recurrente:ella no aceptaba a mi novio de entonces. Cuando yo explotaba y sentía que no habíasolución, prefería salir de la casa, caminar y caminar, para botar toda esa furia. Si alguiense cruzaba conmigo en ese momento, perdía. Así que salí de mi casa, caminando sindirección fija, sin importar lo que pasaba alrededor, concentrada en mi propia rabia.

Ya de regreso, aún molesta, cuando estaba a punto de cruzar la avenida TomásMarsano, que es de doble sentido, solo miré para la derecha, me olvidé de ver también alotro sentido. Di un paso hacia adelante con el pie izquierdo e inmediatamente sentí quealguien jaló con fuerza mi hombro derecho hacia atrás y me dijo:

—No, retrocede.

Llegué a retroceder ese paso que había avanzado. Giré mi cabeza hacia la izquierda yrecién sentí la bulla y vi a un ómnibus pasar a solo diez centímetros de mi cara. Era uno deesos buses escolares antiguos, de color mostaza.

Me quedé helada de solo pensar en lo que me podría haber pasado. Lo más extraño esque no había absolutamente nadie a mi costado.

Me quedé allí parada un rato, sin saber qué hacer, pensando que si me hubiera pasadoalgo nadie hubiera sabido quién era yo, porque no tenía mis documentos conmigo. Soloatiné a llegar a mi casa, a unas quince cuadras de allí, y recién ponerme a llorar al contarlea mi mamá.

RainbowOcurrido en 1994Lima, Lima.

La muerte espera

Como de costumbre tomé un taxi para llegar a casa a tiempo de cenar con mi familia.Recuerdo con exactitud ese jueves. El taxista no era tan conversador como los que otrasveces me habían conducido a casa. El auto era oscuro pero la suave música que salía delos parlantes traseros llenaba el espacio de color. Me adormecí pensando en la clase taninteresante que había recibido en la maestría y en los ricos platillos que compartiríamosdurante la cena.

Por momentos, el claxon del taxista me regresaba a la realidad. Dos llamadas al celulartambién interrumpieron mis pensamientos. Cuando ya estábamos acercándonos a la víaque empalma con la pista que conduce a Villa María del Triunfo, decidí mantenerme alerta.Comencé a mirar el camino y las casas por la ventana de mi asiento.

Cuatro cuadras más allá comencé a sentir algo extraño, como si mi organismo meanunciara algo y no era exactamente emoción por estar tan cerca a casa, sino más bienalgo de temor.

— ¿Falta mucho? — preguntó el taxista.

— No; pasamos ese colegio y usted voltee hacia la derecha.

El colegio nacional Inca Pachacutec tiene la entrada por la parte lateral, en unatransversal a la calle por donde pasamos. Durante el día, algunas personas arman sustalleres mecánicos al paso, hacen huecos en el suelo para arreglar autos, pero a partir delas cinco de la tarde, ese tramo de la avenida queda desolado.

Eran casi las nueve de la noche cuando sentí un frío extraño, los vellos se me erizaron ymi corazón palpitaba más rápido, mientras mi estómago se ponía tenso. Entonces,presencié algo totalmente extraño: al empezar la pared del colegio vi claramente a unamujer sentada y con las manos entrelazadas sobre su regazo. Parecía esperar. Ellaestaba sola, con vestido negro, como una mortaja. El rostro era totalmente blanco, apenaspude apreciarle los rasgos. No viré la mirada, seguí viéndola, boquiabierta, a pesar que yaera presa del pánico. Pensé avisarle al taxista, pero y ¿qué tal si del susto choca el auto?Suspendí el habla. Ese paso fue cuestión de segundos, pero sentí que el auto ibalentísimo, como una secuencia en cámara lenta. Llegué a casa sana y salva, pero con todala necesidad de contar aquellos segundos más tensos del día. En ese momento ni la clasetan excelente ni la cena más exquisita podían calmar mi mente.

Entré al portal de casa como pude. Las llaves no abrían. Toqué el timbre ¡Oh! ¡Aleluya!

Mi hermana mayor me recibió en la puerta principal. Reuní a mis hermanas para contarleslo sucedido.

Mi hermana menor dijo que esperásemos a mamá, que ya estaba en camino, paracenar. Accedimos, intentando distraer la mente de lo insólito. Llegó mi mami, la recibimos yella con un rostro triste nos comentó que había sido casi imposible el paso por el colegioInca Pachacutec. Justamente en el lugar donde vi a esa mujer de ultratumba, un jovenhabía encontrado la muerte tras ser atropellado por un autobús, casi veinte minutosdespués de que pasé por ahí.

SayemayáOcurrido en 2007Lima, Lima.

El manco del túnel

Era verano. Estaba en Barranco con dos amigas conversando sobre anécdotas deterror y una de ellas contó la historia del manco del túnel que se encuentra pasando laplaya la Herradura, al final de la Costa Verde. Decía que era un señor jorobado y mancoque había sido el vigilante del túnel. En esa época existía mucha inseguridad ciudadana y elmanco cuidaba a capa y espada el túnel de lo que pudiera hacer cualquier malhechor. Peroresulta que el manco falleció y, contaba mi amiga, su alma cuidaba el túnel ante cualquierproblema que pudiera ocurrir. Entonces decidimos visitar el túnel esa misma noche.

Eran como las nueve y durante el camino hacia el túnel en mi carro comentábamossobre lo que ocurriría si teníamos contacto con el alma del manco. ¿Cómo debiéramosactuar? Hasta que llegó el momento, estábamos a punto de ingresar al túnel. Tenía unamezcla de sentimientos, entre miedo y escepticismo. En esa época no existía iluminacióninterna en el túnel. A medida que entrábamos tenía la sensación de que alguien nos seguía.

Cuando ya nos encontrábamos en la mitad del túnel, decidí apagar el carro y las luces.Solo encendí las luces de emergencia y los tres en coro comenzamos a gritar:

—¡Manco ven! Te estamos esperando.

Lo hicimos una, dos y hasta tres veces. No pasaba nada. Cuando ya iba a encender elcarro para continuar nuestra marcha, ocurrió lo menos pensado: sentimos un fuertemovimiento de atrás hacia adelante que hizo que el carro se adelantara solo, como por artede magia. El miedo se apoderó de nosotros. El movimiento brusco seguía como si fuera unfuerte temblor. Los nervios hicieron que no pudiera encender el carro. Una fuerte luzdestellante dentro del túnel avisaba que estábamos en una situación peligrosa. Finalmente,pude prender el carro y logramos salir.

Ya fuera del túnel, comentábamos que la historia era cierta y decidimos no volver amolestar al manco y dejar su túnel en paz. Luego de esto, escuché a unos amigos contaruna versión similar de la historia y desde entonces pensamos que el mito del manco es, sinduda, una realidad.

Luis Miguel SotoOcurrido en 1993Lima, Lima.

El duende custodio

Mi amiga Lady llegó de su natal Arequipa con panecillos típicos de Atico, rocoto rellenoy una pepa de oro puro. El oro era de su hermano, quien trabajaba en las minasinformales. Me pidió que la acompañase a vender la pepa de oro al mercadillo decochinilla, en Miraflores. Asentí al pedido por curiosidad.

Antes de salir de casa, ya me había convertido en custodia de la gran pepa. La llevabaen el bolsillo derecho del pantalón de cargo color azul. Llegamos al mercadillo eingresamos a varias tiendas. Los posibles compradores tomaban la pepa de oro en susmanos, la examinaban, la pesaban y nos daban el valor, el cual fluctuaba entre los cien yciento veinte dólares. Pero algo me causó mucha extrañeza. Los interesados decían:“Ofrezco tanto… pero ya no se lo muestren a nadie. Primero debe llevar la pepa al joyerodel segundo piso, él se encargará de fundirla. Se vende en forma de plancha y verá elverdadero gramaje”.

Llevamos el oro con el joyero, quien nos dijo que el metal precioso por excelencia teníasu secreto en la primera venta. Lo convirtió en plancha, perdió un gramo. Y nos dijo que suprecio era mucho más de lo que nos habían ofrecido. Entonces decidimos salir de ahí sinvenderlo, con la idea de buscar otro mercado al día siguiente. Seguí custodiando el metal ypor la noche lo guardé en la mesa de luz, junto a mi cama. Conversaba con mi hermanamenor y Lady, con quienes compartía la habitación, hasta quedarnos dormidas.

Más allá de la media noche un extraño olor como de azufre me despertó. Me senté enla cama, puse los pies en el piso y cuando volteé hacia la izquierda, donde se encontrabami librero, vi un hombrecillo extraño que casi me mata del susto. Era como un enanorechoncho de colores encendidos, dorado, rojo y azul que iluminaba toda la habitación. Memiraba fijamente con sus ojos dorados muy redondos, pero no me decía nada. Moví aLady con la mano, a mi hermana, ¡y nada! juntas eran un concierto de ronquidos. Quisegritar y no podía. Hasta que un grito casi ahogado me salió y sin embargo, esa cosaextraña no se movía de ahí. Hasta que poco a poco se fue desvaneciendo. ¡Mi corazónlatía a mil por hora! No me explicaba qué podía estar pasando.

Recién cuando el enano desapareció, mi hermana despertó. Le comenté lo sucedido.

Ella estaba asustada por el fuerte mal olor que había en el cuarto. Encendí la lámpara ycomencé a buscar en los cajones de la parte baja del librero. Ahí tenía guardadas algunasbarritas de azufre que usamos para el frío. ¡Oh, diablos! Nos pusimos a rezar. Abrimos laventana. A los minutos despertó Lady y le comenté lo que había sucedido. Ella se llevó lamano a la frente, abrió los ojos y muy preocupada me dijo: “Olvidé comentarte que el orovirgen tiene duendes que lo protegen. Sólo se les aparece a las personas que no soncodiciosas y cuando se presenta se le pide tres deseos a cambio del oro“. Me perdí lostres deseos por desconocer los secretos y encantos de los cerros y sus metales, pero viviraquella experiencia sobrenatural lo fue todo para mí.

SayemayáOcurrido en 2005Lima, Lima.

El cuarzo

A mis casi quince años tenía muchas ganas de tener un dormitorio para mí sola y deser independiente. En la casa de mi abuela había al menos doce habitaciones, pero justoeligieron para mí el cuarto que había sido de la tía Rosa. El dormitorio era amplio, tenía unclóset grande y una ventana con un marco de metal grueso que miraba al jardín de la casavecina. Los primeros días en mi nuevo espacio fluyeron bien, aunque por momentos yotenía la sensación de ser observada, como si en mi habitación hubiera alguien más. Penséque eso tenía relación con el hecho de que yo podía ver a mis vecinos en su jardín yasumía que ellos me observaban también. A pesar de haber encontrado esta explicacióntan racional, seguía sintiéndome observada, incluso de noche o con las cortinas cerradas.Esta impresión fue haciéndose tan fuerte que tomé la costumbre de, apenas entraba a micuarto, mirar dentro del clóset y bajo la cama, como un acto reflejo.

Como la sensación no desaparecía, empecé a hacer conjeturas. En mi casa ya habíanpasado cosas raras: sombras que aparecían y desaparecían, imágenes de niños enlugares que nunca estuvieron. Recordé que de pequeña mi prima Isabel tenía también lacostumbre de mirar bajo las camas y detrás de las puertas apenas entraba a unahabitación de la casa. Tal vez no eran los vecinos que me observaban, ni tampoco unladrón escondido. Tal vez era mi abuelo. Esta hipótesis fue mi última opción.

Juan Pedro, mi abuelo, había fallecido en esa misma casa muchos años atrás, encircunstancias poco claras. Mi tía Rosa, su hija, tenía en esa época la misma edad que yotenía cuando empecé a dormir en su habitación. Pensar que mi abuelo estuvieravisitándome y confundiéndome con su propia hija me aterró. Luego me calmé pensandoque siendo el papá de mi papá no querría hacerme nada malo.

A partir de esta reflexión empecé a tomar la precaución de dormir con un rosario cerca.Algunas noches tomaba el rosario en las manos, rezaba un momento y me quedabadormida.

La sensación de ser observada se hizo más fuerte una noche. Sentí una presencia en lahabitación. Dejé sobre la mesa de noche un dije de cuarzo que usaba todos los días, toméel rosario, coloqué el crucifijo en la palma de mi mano y le di varias vueltas a las cuentasalrededor de mi muñeca. El rosario brillaba en la oscuridad. Me sujeté bien a él, me volteéhacia la pared y empecé a rezar. La sensación de cercanía con alguna presencia era cadavez más fuerte y yo sentía que no debía voltear por ningún motivo. Recité variospadrenuestros y avemarías en silencio, moviendo los labios y con muchas ganas de irmepero con más miedo de levantarme. Finalmente me quedé dormida.

A la mañana siguiente, aún tenía el rosario enrollado en la muñeca. Abrí los ojos ypensé que lo de la noche anterior había sido totalmente irreal. Y entonces miré hacia mivelador. Allí estaban la cadena y el dije naranja. La cadena estaba intacta pero el cuarzono. Seguía frío y brillante como cada día, salvo por un detalle: estaba partido por la mitad.

Elisa Granda ArmasOcurrido en 1996Lima, Lima.

Loreto

No te preocupes

Viajamos con un equipo de ochenta personas, entre peruanos, españoles y chilenos,para filmar una película en Iquitos. Nos habíamos preparado con anticipación y cuidábamoscada detalle. Todos nos habíamos vacunado contra la fiebre amarilla, tomado pastillascontra la malaria y equipado con ropa adecuada para filmar en la selva peruana.

Yo trabajaba en el equipo de producción. Cada día nos levantábamos antes delamanecer para tomar un deslizador por el rio Amazonas hasta la zona de rodaje.

Hacía muchos días que venía mirando y, creo que, enamorándome de Ernesto, elsonidista de la película, que venía de Chile. Nos reuníamos a conversar en las noches ysalíamos a pasear por el malecón. Pero ese día era diferente, yo sentía que me estabaenfermando, tenía una fiebre extraña y sentía mareos. Me fui a mi cuarto.

El día treinta y siete de rodaje, no podía levantarme para ir a la filmación. Me sentíaenferma. Pedí permiso y me quedé en cama. En la tarde, al regresar del rodaje, Ernestovino a acompañarme y me encontró mal. Me cuidó y me contó historias.

De noche pasó algo muy extraño: debido a la fiebre alta, yo tenía alucinaciones yhablaba sin parar. Cerré los ojos y, cuando estaba entre sueños, me encontré con unhombre muy parecido a Ernesto, pero mayor. Me miró, me sonrió y me pidió que le dijera aErnesto que él estaba bien, que se encontraba tranquilo. Estaba entre dormida y despierta,y entonces le empecé a contar todo a mi compañero:

—Aquí hay un señor que se parece a ti. Me sonríe, con una sonrisa grande. Le falta undiente al lado izquierdo. Me dice que te diga que él está bien y que no te preocupes. No sepudo despedir de ti. Me pide que te diga que te ama mucho.

Me desperté. Ernesto me estaba mirando muy emocionado. Me contó que su padrehabía muerto en Chile, de una trombosis cuando él estaba filmando un evento en España—era la Expo’92 de Sevilla. Murió en la calle de un momento a otro, nunca se pudodespedir de él.

Me quedé impresionada por lo que me dijo. Realmente era una persona muy parecida aél, que me sonreía con alegría. Fue una imagen clara y una experiencia bonita.

De regreso a Lima me diagnosticaron una fiebre tropical. Los doctores no saben cómollegó ni cómo se fue.

Al año siguiente, en Santiago de Chile, por vez primera fui a casa de Ernesto paraconocer a mi futura suegra y a mi nueva familia. Estaba nerviosa pero contenta. Al llegar,nos sentamos en la sala y me quedé a solas con la mamá de Ernesto. En medio de laconversación, ella se paró y me llevó una foto del “tata”, su difunto esposo. En ese instantesentí un hilo frío por el cuerpo. Ahí estaba, sonriéndome en esa foto, el mismo señor bueno

que me había hablado en sueños meses atrás. Era la misma sonrisa amplia y le faltaba elmismo diente del lado izquierdo.

MarinésOcurrido en 1999Maynas, Loreto.

Pasco

Pishtaco

Hubo renovación de personal en la Compañía Minera Nacional. Por ser el jefe, aValderrama le tocó preparar el campamento para los mineros llegados de Ancash, quienestrabajarían en las minas de Chipa, en el pueblo de Huachón.

Luego del trabajo, Valderrama, Agapito, Sánchez y yo jugábamos naipes. Valderramapropuso a los compañeros jugarles una broma a los ancashinos. Leoncio se opuso, ya queno quería gente asustada en la mina, pero los demás compañeros si aceptamos participar.

Al día siguiente, en un restaurante, Agapito y yo contábamos a otros amigos lasocurrencias del día. Para comenzar la broma, Agapito aprovechó la presencia de losancashinos para soltar el rumor sobre la presencia del Pishtaco. La noticia se esparció porla zona. A partir de ese día los mineros andaban en grupos y armados de palos y hondas.Se confirmó la presencia del macabro personaje por la desaparición del muchachoencargado de la limpieza de la oficina. “El pishtaco lo mató”, era el comentario que corríaentre los mineros. El ánimo alterado por el miedo hacía peligroso andar solo, sobre todode noche.

Una noche, mientras me dirigía de Huachón a la mina de Chipa, tuve que meterme entre

unos matorrales para hacer mis necesidades. Cuando salí, sentí unos gritos y vi las lucesde unas linternas que por su movimiento indicaban que sus dueños estaban corriendo paraalcanzarme.

—¡Ahí está! —gritaban— ¡Ahí está el pishtaco, que no se escape!

Por ser oriundo del lugar, tenía la ventaja de conocer muy bien el camino. Mi únicaesperanza era pasar un tramo angosto y peligroso llamado El Balcón de Judas, porque misperseguidores perderían tiempo en pasarlo. Por fin llegué al Balcón, pasé con cuidado,pegado a la roca para no caer al abismo, corrí unos metros llegando a un sembrío.

Arrastrándome por los surcos y protegido por la oscuridad, logré evadirlos.

—¡Por aquí se ha ido!— decía una voz.

—El diablo lo ha hecho desaparecer porque es su protegido—exclamaron.

“Pensar que yo me entusiasmé con esta estúpida broma”, me dije a mi mismo. Luegome fui a dormir con un sueño intranquilo.

Al día siguiente en la mañana, me encontraba despachando herramientas al personalque entraba a trabajar cuando le tocó el turno a uno de los Ancashinos. Me contó que lanoche anterior, cuando venía del pueblo con otros compañeros, vieron al Pishtaco ycomenzaron a perseguirlo, pero desapareció ya que el diablo lo ayudó. ¡Y me lo contó amí, que por poco me convierten en lonchera de perro! Arrepentido de haber tomado parteen el asunto, continué con mi labor.

Se supo después que el desaparecido conserje se había ido a Huánuco y la gente fuetranquilizándose hasta volver a la normalidad.

—Le estoy dando vueltas a una idea —dijo Valderrama en otra reunión de juego.

—Guarda tus ideas donde no te dé el sol—respondí de mal modo.

— ¿Qué pasó compadre?

—Que si no me ayuda la suerte, ahora estarían jugando con mi fantasma.

—Yo se los advertí—dijo el capataz.

Continuamos jugando en silencio.

TicoOcurrido en 1939Pasco, Pasco.

Piura

Las almitas

Nosotros vivíamos en Lima, pero ese verano mi hermano José Luis, de seis años, y yo,de ocho, nos encontrábamos a muchos kilómetros de nuestra casa. Mi madre nos habíallevado a su tierra, Chulucanas, para visitar a la mamita Niña, que así llamaban a miabuela. Nos quedaríamos quince días y ya habían pasado cinco; no sabíamos qué hacer.Ya no teníamos ni de qué hablar, los días pasaban sin ninguna gracia, ya que no habíatelevisión y por las noches la falta de luz eléctrica hacía imposible jugar en las calles detierra.

Ya eran casi las ocho de la noche. Mi hermano y yo permanecíamos sentados fuera dela casa, frente a la oscuridad reinante. Mi primo Milton había estado conversando minutosantes con nosotros, haciéndonos interminables preguntas de cómo era Lima, hasta que dijoque iba al baño y regresaba.

De pronto, José Luis me señaló algo que brillaba a pocos metros de distancia. Era laprimera vez que presenciábamos el brillo de una luciérnaga. Es muy difícil ver una si vivesen la ciudad. Ambos nos pusimos de pie y la seguimos. Lo único que nos guiaba en laoscuridad era la luciérnaga. Caminábamos en silencio y escuché decir a mi hermano: “Hayque atraparla para llevarla a Lima”. Yo estuve de acuerdo pero no dije nada, ni perdía devista a la luciérnaga.

Caminamos en silencio no sabemos cuánto, hasta que nos encontramos con unasramas. Al llegar a esta zona me asusté, pues la casa se distinguía a lo lejos, por unapequeña luz en la puerta y no se veía nada más. Estuve a punto de decirle a José Luispara regresar, pero aparecieron muchas luciérnagas, no podría decir cuántas, que volabana nuestro alrededor. Ambos dábamos vueltas, incrédulos ante tanta luz y belleza.

Se empezó a escuchar un suave barrullo, parecía ser el ruido de las alitas de lasluciérnagas, pero luego se fue aclarando y era el sonido de una acequia. Cuando nosdisponíamos a atrapar las luciérnagas, se apareció mi primo Milton quien dijo:

—Esperen primos, dejen a esas almitas.

— ¿Dejen qué?— pregunté intrigado.

—Esas son las almitas de los muertitos. No las toquen, sino ellos vienen por ustedes—me contestó.

Yo lo miré y bajé los brazos, pero José Luis ya tenía una en la mano y al atraparla, laapretó. Se escuchó un horrible grito de mujer y al voltear vimos espantados, cómo sematerializaba junto a la acequia, la imagen de una mujer con el rostro arrugado y brillante.

Mi primo Milton, que era mayor que yo por un año, nos tomó por el brazo y nos jaló

gritando:

— ¡Vámonos primos, corran!

Lo hicimos con todas nuestras fuerzas, hasta llegar a la casa de mi abuela. Al entrar ala casa estábamos pálidos. Mi madre y mi abuela, al oír la historia, se pusieron a rezar ynos pidieron nunca más irnos con las almitas.

Damani CienfuegosOcurrido en 1988Morropón, Piura.

La subida del puente

Solía recorrer la ruta de Chiclayo hacia la sierra de Piura manejando un camión decarga de cinco toneladas de capacidad. Lo más frecuente era salir de tarde por la zonallamada La Oración. Al llegar a la provincia de Morropón se hacía el relevo de chófer, serevisaba el vehículo y se tomaba un café o algo de comer.

A partir de allí cambia la vía y empieza la carretera. En el trayecto hacia la sierratenemos que atravesar el río por una zona denominada “el puente” y empieza lo máscomplicado del recorrido debido a que es una pendiente bastante pronunciada en la cual,por precaución, se deben bajar a los acompañantes y se debe dejar el exceso de carga.En la subida del puente han muerto varias personas por accidentes, sobre todo chóferespoco experimentados en la ruta o que llevaban sobrepeso. Según lo que describen loslugareños, por las noches es imposible transitar solo, debido a que se escuchan voces yquejidos. También han visto y sentido el olor de velas, han notado aires extraños, entreotras manifestaciones.

En una ocasión, sobre las dos y media de la madrugada, mi ayudante copiloto se

percató de la presencia de las luces traseras intermitentes de un camión delante denosotros. Decidimos acelerar para alcanzarlo, tomando las precauciones del caso debido ala existencia de curvas cerradas e incluso por el polvo, que no me permitía ver bien.

Después de unos veinte minutos de recorrido, ya coronada la subida, no logramos verel camión y, debido al recalentamiento del motor del carro, decidimos bajar la velocidad.

Pasados unos minutos nos encontramos con un compañero camionero que viajaba ensentido contrario y le preguntamos con cuál de los colegas se había encontrado. Aquelamigo contestó sonriendo que estábamos locos, porque no había pasado nadie. Enseguida avanzamos un poco y encontramos a otro camionero. Igual le formulé la pregunta.La respuesta fue la misma, que no había visto a nadie a esa hora, lo que nos dejó muysorprendidos porque allí no hay ningún desvío ni salida. Confundidos, decidimos esperarhasta que amaneciera antes de avanzar.

Posteriormente, otros amigos nos narraron algo parecido y comentaron que son

frecuentes ese tipo de sucesos por aquel lugar.

MistagoOcurrido en 2004Morropón, Piura.

La noche que nunca olvidaré

Cuando era niño vivíamos en la zona centro de Piura, en la calle llamada Junín barrionorte, en la conocida Mangachería.

Todos los días jugaba con mi amiga Gracia, mi vecina del frente, y mis amigos delbarrio. Siempre íbamos a su casa, amplia y algo fría. No sabía por qué, pero siempreprefería estar con todos los amigos jugando dentro de la casa de mi amiga Gracia. Sobretodo en las noches, ya que por esos tiempos llovía muchísimo.

Una noche, mientras estábamos sentados en la sala todos juntos y mientrascantábamos: “Ritmo, a gogó, diga usted, nombres de...”, se fue la luz en toda la cuadra.No veíamos absolutamente nada. Uno abría o cerraba sus ojos y era exactamente lomismo. Comenzamos a gritar por el miedo y también por los truenos que empezaron muyseguidos y cada vez más fuertes.

Entonces la niñera, cuyo nombre ya no recuerdo, encendió unas velas para estar mástranquilos. Las velas se pusieron en el centro como una fogata, y reflejaba nuestrassombras en las paredes. Comenzamos a jugar —como niños que éramos— a hacersiluetas de animales o monstruos. Nos calmamos un poco, ya que los truenos eran cadavez menos. Mientras hacíamos las siluetas en la pared vimos una figura muy pequeña. Alprincipio pensamos que era Gracia, ya que era la más chica, pero lo que más nos llamo laatención a todos y sobre todo a la niñera fue que esa era la única sombra que no semovía. Era como si nos estuviese observando, cosa que la niñera notó cuando nospreguntó:

—Niños, ¿de quién es esa sombra? La de allí, las más pequeña.

Cuando todos nos pusimos a verla más de cerca nos dimos cuenta de que tenía unsombrero, algo que nadie tenía en ese momento. Entonces se escuchó un grito que nosdejó helados desde los pies hasta los cabellos. La sombra se movió rápidamente paradesaparecer, todos gritamos y la niñera gritó más que nosotros: “¡Gracia!”.

Todos corrimos despavoridos a la cocina siguiendo a la niñera que llevaba unas velas ycuando llegamos encontramos a mi amiga Gracia en el suelo rodeada de unas cosasdiminutas y feas que estaban agarrándola de todos lados. Todos gritamos tan fuerte queesas cosas salieron corriendo o en todo caso desaparecieron entre las sombras.

Los vecinos entraron a la casa de inmediato tirando la puerta que se encontrabacerrada y al vernos le preguntaron a la niñera qué había pasado. Ella les contó lo sucedidoy todos salimos para la casa de la vecina que dijo que lo que habíamos visto eran duendesque se querían llevar a Gracia, porque era la única sin bautizar. Después nos enteramosque aquellos entes siempre iban a jugar con ella, todas las noches, pero ella nunca habíadicho nada. Desde esa noche la familia se mudó y nunca más volvimos a entrar a esacasa.

Enrique Alexander Mogollón ZapataOcurrido en 1996Piura, Piura.

Por qué me lanzas piedras

Eran las once de la noche de un domingo. Yo paseaba con mi enamorado cuando no sépor qué empezamos a pelear. Entonces le dije que quería irme a mi casa y él, molesto, mesiguió. Entrando por la derecha de la calle que daba a mi casa, había una casa en dondesolo vivía un viejito, quien según las personas era el dueño. Nadie nunca lo veía; lo sabíande oídas desde siempre. De día los niños se metían a saquear la frutas de esos árbolespero de noche nadie quería pasar por allí porque decían que asustaban. Esa nocherecordé lo que contaban.

Cuando estábamos a la altura de esa casa vi pasar algo por encima de mi cabeza y loobservé hasta caer al suelo; era una piedra inmensa. Pensando que mi ex me la habíalanzado, le grité y él me dijo que no había sido. Luego otra y otra, hasta cuatro piedrasvolvieron a pasar sobre mi cabeza, todas de regular tamaño. En eso miré hacia la casa yalcancé a ver como si algo saltara de los árboles. Me volteé para seguir caminando haciami casa sin decirle nada a mi ex, cuando mi cabello y mis vellos se erizaronrepentinamente. Llegué a mi casa, que quedaba a cinco puertas de ésta, entré y le conté ami mamá.

Ella me contó que también le habían lanzado piedras una vez cuando pasaba con unamigo que la acompañaba a la casa.

Al otro día pasé por allí, toqué la puerta y nadie salió. Un señor que era rondero me vioy me dijo: “Nadie va a salir, está demás que toques”. Cuando le conté lo que me habíapasado, me dijo algo huraño: “Olvídalo y no vuelvas a pasar de noche por este lado de lacalle”.

Ahora radico en Lima y solo voy de visita de vez en cuando. Hace poco pasé por ahí.La casa sigue igual: el portón, el huerto, el techo de cañas. No han tocado el árbol, no seha hecho ninguna construcción y ahora viven otras personas allí.

TransilvaniaOcurrido en 1995Sechura, Piura.

El cortador de caña

En una parte de la frontera entre Perú y Ecuador, entre Sullana y Loja, el lado peruanose llamaba Pampa Larga (hoy La Tienda) y el lado ecuatoriano se llama Zapotillo. Ambaszonas están divididas por el río Chira, que en el lado ecuatoriano se llama Catamayo.

Contaba mi padre, Alcibiano Cornejo Coronel, que frente a su natal Zapotillo, existía uncañaveral cruzando el río Catamayo. Cuando tenía diez años, él y sus amigos solíanmeterse a esa chacra, pasada la medianoche, a robar caña de azúcar. Entraban, pelabanunas cuantas cañas y las mordían extrayendo el rico sabor dulce que tanto nos gusta. Paraello tenían que saltar, con mucho cuidado, un cerco de espinas. Ponían costales encima delcerco de manera que no se hincaran ni rasparan al entrar. Luego, provistos de un cuchillo,cortaban las cañas que podían, las pelaban y degustaban. Dejaban los restos allí, así queel dueño, un cascarrabias de ochenta y cuatro años, sabía lo que ocurría.

Pasado un tiempo, el anciano, quien nunca tuvo hijos, murió de viejo y la chacra quedóabandonada. Por una extraña razón esta no se secaba, tal vez por estar muy cerca del río;el hecho es que se le veía siempre regada.

Una noche, el grupo de niños cruzó el río y se alistaban a saltar la cerca cuando a lolejos escucharon el típico sonido de un machete afilado cuando cortan caña: ”Chin…chin…chin”. Les pareció muy extraño, pues el anciano había muerto hacía más de medio año.“Es el muerto que sale a pasear por su chacra” dijo uno, y el otro contestó: “Anda,pudiendo salir a pasear en París va a pasear por acá”. “¿Acaso tienes miedo?” dijo el másavezado de todos. Se dispusieron a entrar los tres aventureros de siempre, pero esta vezhabían olvidado los costales. Entre todos aplastaron el cerco de espinas y pasaronayudándose uno a uno.

Habían ya pelado y chupado el jugo de seis cañas cuando escucharon el sonidonuevamente: “Chin…chin…chin”. El sonido se venía acercando y a ellos se les ibanerizando los pelos. “Es el muerto”, dijo el menor de ellos, y el más asustado. “Anda, que elmuerto va a venir”, dijo el mayor, “te apuesto que es un pacazo (iguana) que anda por allí”.Se puso de pie y empezó a ir hacia el sonido abriendo con sus manos unas ramas de caña.Grande fue su sorpresa al ver que se les acercaba, machete en mano, la figura de un serhumano, blanca, sin cabeza ni pies, flotando en el aire al ras del piso y tumbando la cañacon certeros machetazos. Venía hacia ellos abriéndose paso “Chin…chin…chin”.

El más macho salió corriendo, saltando el cerco de espinas sin ayuda, seguido por los

otros dos. Todos saltaron sin hacerse rasguño alguno. Nunca más volvieron a robar caña.

Al tiempo, seguro por algún fenómeno del Niño, el río cambió de curso; inundó y luegosecó todo el sembrío de caña. Dicen que quienes caminaron por allí, tiempo después,tuvieron la suerte de encontrar doblones de oro al ras del piso, entreverados con ramas yhojas de caña secas.

Juan Antonio Cornejo la RosaOcurrido en 1927Sullana, Piura.

Noche

Era ya hora de ir a dormir y aún tenía que estudiar para un examen de la universidad,pero mi abuela quería que bajara la ropa que habían lavado durante la tarde. Subí altendedero algo molesto y mientras recogía la ropa sentí que el viento dejaba de soplar,pero el ambiente se tornaba más frío de lo que ya estaba.

Calculo que ya pasaban las doce y cuarto de la madrugada cuando el árbol de mangoque se encontraba en la casa contigua comenzó a agitarse, pero no le di importancia ycontinúe recogiendo la ropa. De la nada, apareció un ave de dimensiones descomunales.Debía tener por lo menos dos metros de altura. Tenía el pecho blanco y era negra desdela cabeza hasta la última pluma de la cola. Me quede mirándola fijamente y el ave tampocodejaba de mirarme.

El ave comenzó a mover su enorme cabeza, extendió sus alas y graznó con granestruendo. Quedé tan impactado que simplemente no medí las consecuencias; me lancédesde la azotea y caí sobre la ropa que ya había arrojado a causa del susto. La presión seme bajó y mi cuerpo estaba muy frío. No era la primera que vivía una experiencia de estetipo, pero sí con un animal tan grande. En Sullana es muy común escuchar que brujas setransformen en animales y, en este caso, en aves como la lechuza.

Mi mamá y mi abuela se encontraban en la habitación de al lado y se asustaron por elruido que hice al caer. Les conté lo sucedido y mi mamá me dijo que de repente lo quehabía visto era un ave junto a su sombra y que ese no era su tamaño real. Mi abuela medijo que tal vez habían sido demonios o el mismo diablo que me quería llevar a causa demis malos comportamientos.

La semana siguiente fue muy pesada para mí pues sentía vientos, sombras y miradascerca de mí que no me dejaban dormir.

JeanperOcurrido en 2008Sullana, Piura.

Ahí estuvo

Todo empezó un martes por la noche, cuando regresé a mi casa, en la urbanización LosVencedores, segunda etapa. Venía de recoger a mi mascota, un conejo blanco, que habíaestado un tiempo donde mi enamorado. En casa estaban mamá y papá. Los saludé y medirigí a mi habitación. Me había pasado de la hora en llegar; era momento de descansar.Apagué las luces y caí dormida.

A las pocas horas me despertó un ruido extraño, un susurro del cual no podíadiferenciar palabras pero era espantoso. Me senté en la cama. Solo caía la luz de la nochepor la ventana y vi frente a mí una sombra pequeña que por ratos se movía. Traté demirarla fijamente pero el miedo me ganaba. Me serené un poco, intenté gritar pero mi vozno se oía.

La sombra seguía mirándome. Grité lo más que pude hasta que papá me escuchó.Entró a verme, prendió la luz y fue cuando aquella sombra corrió por el pasadizo a la sala.Yo le dije a mi papá: “He visto algo corriendo al pasadizo”. Me calmó. Luego mi mamáentró pero dijo que saliéramos de ahí. Se sentía frío y no me dijo nada por no asustarme.Esa noche no dormí en mi cuarto.

A la mañana los escuché conversando sobre la noche anterior.

—Cuando entré al cuarto vi salir algo pero por no alarmar no le dije nada—dijo mi papá.

—Yo igual sentí frió en el cuarto—respondió mi mamá.

Sabía que no era un sueño. ¿Por qué vi esa cosa tan extraña? Tenía miedo de quellegara la noche pero sabía que mis papás no me dirían nada.

Salí del cuarto y desayuné como todos los días. Le conté a Mario, mi enamorado, loocurrido la noche anterior. Quedó en irme a ver en la noche para salir y así se me pasarael mal rato. Cuando llego la hora de salida, fui a cambiarme pero otra vez apareció aquellasombra; llame a mi mamá pero no me hizo caso, así que me fui a mi cuarto.

Mario llegó y salimos. Sentía que en cada rincón estaba aquella sombra siguiéndomepor donde caminaba. Regresé a casa a dormir con mi mamá pues mi papá había viajado aLima ese día. Le pedimos por favor a Mario que nos acompañe a pasar la noche y él sequedó. Yo dormí con mi mamá y él en mi cuarto. Mario no podía dormir. Lo escuchécuando se levantó para ir al baño. Fui a verlo y me contó que sentía una voz y algo que lomolestaba en los pies, como unas picaduras. Mi mamá nos dijo que solo eran ideas y queel día siguiente sería otro día y trataría de ayudarme.

Si volvía a pasarme lo mismo otra noche, creo que no hubiera aguantado. El jueves mimamá me llevó donde una señora que era yerbatera, le contó mi caso y la señora le diounas hierbas para que me bañara justo a las doce. Ella dijo que era un duende el que meseguía y que con ese remedio se iría.

En la tarde puse en mi cuarto unas cáscaras de ajo y las prendí. Escuché un grito como

el de un gato. Mi mamá esta vez sí lo escuchó y me creyó. Nos asustamos y salimos de lacasa a visitar a mi abuela hasta esperar las doce de la noche. Regresé a casa y a lamedianoche me duché. Vi que algo salió corriendo tras la puerta del baño hacia la calle ymi perro ladró en la cochera como espantando a alguien. Seguro se había ido. Esa nochepor fin la casa se sintió tranquila. Al día siguiente volvió papá y ya no pasó nada más.

CarolynOcurrido en 2012Talara, Piura.

Puno

Misterios del cerro Khapia

Sucedió cuando fui de visita al cerro Khapía, lugar majestuoso y considerado sagradopor las personas del lugar. Es hermoso cuando amanece y estás acompañado, peroterrorífico cuando llega el atardecer y te encuentras solo. Es un ambiente muy desolado,donde corre aire helado, seco y melancólico.

De repente llegó ese atardecer, sin darme cuenta, y tenía que volver. Pero el regresono fue tan divertido como la ida, pues mientras caminaba por los inhóspitos y desoladosrincones de esos cerros tan abruptos y empinados, crucé por la orilla de la lagunaWarawarani, considerada encantada y maldecida. No le tomé importancia y caminé lo másrápido que pude, siempre viendo hacia el ocaso de sol que ya daba sus últimosresplandores.

De repente, mientras caminaba por los empinados parajes, sentí que alguien caminabamuy cerca de mí o me seguía. Empecé a sentir cierto temor, pero me llené de valor yproseguí. En un momento noté en el suelo unas extrañas huellas muy frescas que justoterminaban donde yo me detuve, entonces di media vuelta y vi que dichas huellas estabanmuy cerca a las mías. Estas huellas parecían de una cabra, pero de solo dos patas.

Proseguí caminando, cada vez más rápido, miré al cielo y ya estaba casi oscuro. Depronto visualicé a lo lejos, la extraña silueta de un ser que parecía tener cuerpo de cabra,cola de caballo, una extraña cabeza monstruosa y llevaba un chicote en la mano.

Me quedé pasmado, no podía moverme, tampoco podía gritar. No sé cómo saqué valory fuerzas para correr en dirección opuesta al empinado. Me alejé del lugar y corrí y corrí,pero no encontraba casa ni persona alguna. Seguí caminando hacia la nada hasta quevisualicé unas luces a lo lejos; eran los resplandores de algunas casas de las aldeasaledañas que ya estaban cerca. Al fin pude respirar tranquilo.

Al parecer, ese extraño ser es una de las apariciones del cerro que se manifiesta a laspersonas que visitan solas el lugar. Si la persona no logra escapar desaparece, como si lamontaña la devorase. Por eso, los lugareños casi nunca andan por allí pasadas las seis dela tarde y mucho menos en solitario porque se empiezan a escuchar voces, gritos y otrosruidos extraños.

Jesús Alave Choque Ocurrido en 2010Chucuito, Puno.

Tacna

El burro

Esta es la historia que me contó mi tía:

Cuando yo tenía dieciséis años, me mandaban a pastar las ovejas, teníamos que irlejos por los cerros para buscar su comida. Yo demoraba todo el día. Siempre me habíanaconsejado que tenga mucho cuidado con los zorros y con hombres extraños, ya que enaquellos años no había ni carreteras ni policía en las alturas.

Ya era tarde, comenzó a soplar un viento muy fuerte y comencé a arrear a las ovejas.Apareció el Julio, mi amigo. Siempre me había gustado conversar con él y escuchar loshuaynos que tocaba con su quena. Nos quedamos hasta tarde, ya casi oscureciendo. Él sedespidió y se llevó sus ovejas. Yo hice lo mismo con las mías. Como ya era muy tarde y elsol se ocultaba, me apuré. Entonces me di cuenta de que había un burrito bien bonito, ahíen la pampa, tenía una alforja encima. Pensé que debía pertenecerle a alguien, y tuvemiedo de que sea de uno de los hombres malos que me había dicho mi papá, así quedecidí apurarme. Cuando ya había caminado un buen rato, mi corazón se calmó. Entoncesme di cuenta que el burro seguía detrás de mí; mientras más avanzaba más me seguía.

Así que decidí ponerle fin a eso. Agarré una soguilla que tenía, la amarré un extremo alburro y el otro a unos troncos que allí había. Cuando el animal estaba bien sujeto, le cortéla oreja y guardé el retazo en mi poncho.

Así amarrado dejé al burro y me fui a mi casa. Busqué a mi papá y le conté lo quehabía sucedido. Temprano al día siguiente me acompañó a buscar al animal. Cuandollegamos, solo estaba la soguilla y se notaba que estaba cortada. Cuando saqué la orejadel burro para demostrarle que lo que yo decía era cierto, solo encontré un pedazo deponcho. Mi papá me dijo: “Ese es karysiri hijita, toma la forma de cualquier animal. ¡Québueno que no lo llevaste a la casa!”.

Víctor Hugo Mamani LimacheOcurrido en 1960Tarata, Tacna.

Ucayali

El fantasma que ayudó a abrir la puerta

El día anterior había caído una lluvia torrencial, tanto que era muy difícil que los carros,autos y motocars entraran a las calles por el excesivo barro. A la salida del colegio, cercade las seis y cuarto, tuve que regresar a mi casa caminando pues nadie quería ir pordonde vivía. Era un lugar lejano y en ese tiempo inaccesible.

El colegio quedaba aproximadamente a cuarenta minutos caminando de la casa, y a lolargo del camino existían los postes que alumbraban con sus tenues luces. Cada vez quecaminaba oscurecía más, pero aún tenía confianza de andar sólo porque habían muchaspersonas y movimiento de autos y motocars.

Llegando a mi barrio la cosa cambió; no había luz en la calle. Los vecinos tenían lasluces de sus casas prendidas, las que alumbraban un poco la calle y se podía caminar conmínima visibilidad. Había mucho viento. Yo caminaba por el costado de un muro de ladrilloy se notaba cómo se movían las malezas y hierbas altas detrás del muro. Daba lasensación de que el viento traería una nueva lluvia. Empecé a caminar más rápido y mesentí aliviado porque estaba cerca.

Al momento de llegar a mi casa, noté que no había nadie en el primer piso; las puertas

estaban cerradas. Atravesé el portón externo que está antes de ingresar a la casa. Luegovi que las puertas de adelante y atrás estaban cerradas. Me quedé en la parte de atrás ycomencé a tocar la puerta, pero nadie me abría. Miré hacia el segundo piso y noté que laluz de arriba estaba prendida; todos estaban en el segundo piso.

En ese momento pasó algo extraño. Primero comenzó a llover, me estaba mojando, yme puse a golpear fuertemente la puerta de atrás para que me escucharan. Grité y gritépara que me pudieran oír, porque se venía una tormenta fuerte. Los vientos movían confuerza los árboles de coco y mango que tenemos. En verdad se venía algo fuerte.

A pesar de tantos golpes nadie me escuchaba. Estaba por llorar. Cansado de gritar,apoyé mi cabeza en la puerta. Me puse mal. En realidad iba a llorar, pero algo mesorprendió. Escuché que la chapa de la puerta se movía y esta se abrió. Cuando levanté lacabeza pude ver unos segundos a la sombra de una persona que cruzó frente a mi ladoderecho con dirección al baño. Me quedé paralizado.

Justo en ese momento, mi madre acababa de bajar y me preguntó cómo había entrado.

—Estaba llamando— le contesté —y nadie me abría la puerta, así que no sé quién fue.

Mi madre se quiso molestar conmigo, pero cambió de actitud cuando le conté de lasombra negra que me había abierto la puerta.

OdiseoOcurrido en 1987Coronel Portillo, Ucayali.

Provincia Constitucional del Callao

La viuda de negro

Julissa, mi mejor amiga de la infancia, y yo solíamos reunirnos muy seguido ya que ellavivía a la vuelta de mi casa, en la urbanización Santa Marina Norte. Éramos comohermanas.

La mañana de un fin de semana jugábamos alegremente cerca al parque que estápróximo a la iglesia Nuestra Señora de Lourdes. Cuando estábamos cruzando la pampa —así le decíamos al parque— vimos acercarse a una anciana que no nos quitaba la vista deencima. Al principio no nos importó, pero llegó un momento en que la mirada se sintiópesada; entonces detuvimos nuestro juego y la miramos. Ella tenía un rostro muy arrugadoy feo; el cabello blanco desgreñado y estaba con un largo vestido negro y un chal negro.No articulaba palabra, pero sentíamos como si nos estuviera llamando, la sensación eramuy extraña.

En ese momento comenzamos a mirarla bien, ya que nunca la habíamos visto por casa,

y comenzamos a sentir algo de miedo. Luego nos dimos cuenta de que ella no tenía pies,estaba suspendida en el aire. Sentí frío por todo el cuerpo y la volví a mirar al rostro, pero

esta vez su mirada era diferente y tenía una sonrisa que escarapelaba el cuerpo.

Tomé de la mano a July y comenzamos a correr. Su casa estaba más cerca, así quellegamos y empezamos a tocar como locas. Su hermano nos abrió la puerta preguntandoqué pasaba. No podíamos hablar. Entramos corriendo y nos metimos debajo de su cama,asustadas pensando que la anciana iría por nosotras. Su hermano, que era menor quenosotras, entró al cuarto y al no obtener respuesta, pensó que era solo un juego y se fue.

No salimos de allí por un buen rato, hasta que nos sentimos seguras. Prometimos nocontarlo porque pensamos que no nos creerían. Nunca más hablamos al respecto, peronunca pude olvidar ese día.

Gigi N.Ocurrido en 1983Provincia Constitucional del Callao