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    El Desafo de la Ideologaen Amrica Latina*

    Richard MorseDirector del Programa Latinoamericano

    The Wilson Center, Washington D.C., U.S.A

    AMB. y DES., VOL ll, N 1, Pgs. 17-45, mayo 1986 17

    Sin la intencin de hacer un inventario detallado, permtanme proponer cinco momentos distint ivos en el curso de la mentalidad y

    * Traduccin de Lilia Granillo Vzquez.

    la sensibilidad latinoamericana, a partir de1920. No se trata de elaborar un mapa definitivo, sino de hacer un reconocimiento personal que baste para evocar algunos dilogos arraigados en los escenarios nacionales

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    de entonces. A partir de ellos quiz podamos vislumbrar ciertos indicios para comprender la dialctica contempornea de larenovacin ideolgica.

    Cinco Momentos Culturales1

    Nuestro primer momento es la llave para losdems, pues demuestra una relacin con elOccidente ya sin mimesis. Me refiero al vanguardismo de Hispanoamrica, conocido enBrasil y en Europa como modernismo. EnEuropa, el modernismo tena antiguos antecedentes como actitud crtica y de celebra

    cin de la "modernizacin". Podramos llamarle una irrupcin cognoscitiva en las contradicciones de la modernidad. Sin embargo, no fue sino hasta la poca dorada delperodo comprendido entre 1910y 1930queel modernismo, desde su foro parisiensetiene un efecto en Amrica Latina. En esetiempo, Europa experimentaba una crisis denimo asociada a la tecnificacin, las nuevas comodidades, la enajenacin y violen

    cia desenfrenada, y todo esto encontrabaexpresin en las contradicciones neomar-xianas, en la decadencia espengleriana y enlas invasiones freudianas del subconsciente. La prise de conscience latinoamericanarequera precisamente de esta desintegracin de explicaciones evolucionistas y menoristas. Europa ahora ofreca patologas, yno simplemente modelos. El desencantodel centro proporcion las bases para larehabilitacin en las periferias.

    Podemos apreciar las diversas caras delmodernismo en Amrica Latina por mediode una comparacin con los focos urbanosrepresentativos de su difusin. Sao Pauloera un foro modernista predestinado. Depronto, la ciudad se vio arrojada, como poruna catapulta, de su vida espartana, exigua,de siglos, para convertirse en el centro in-

    1Esta seccin es una adaptacin de mi escrito titu

    lado The Cultural Context for Latin American Ideology,

    1920-1980, que se present en las Jornadas Bolivaria-

    nas de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico,

    del 23 al 25 de noviembre de 1983.

    dustrial ms "moderno" del Continente.Ms que un movimiento poltico comunitario, las "fuerzas" invisibles de la economarealizaron la transformacin. All, la libreimaginacin fue desafiada no para comprender, sino para ver; no para explicar, sino para aprehender. Sao Paulo fue designada para ejecutar un acto cognoscitivo, talcomo lo efectuaron magistralmente Mariode Andrade y Oswald de Andrade.

    Buenos Aires, que haba sido la primeracapital comercial y cultural del Continente,entr en la era modernista precisamente enel momento en que se ponan en duda sueuropeizacin triunfante y su urbanismo.

    Tanto en la alta cultura, como en la culturapopular, resonaba ya una nota de decadencia, de advertencia siniestra. Los porteos,ms que otros latinoamericanos, estabaninmersos en el Occidente cosmopolita; as,los lugares comunes de la propia historiaregional tomaron un matiz mtico, como enel caso de Giraldes. Sus indagaciones losllevaron a adentrarse en los dominios delenigma. El desafo principal no fue percibir,

    sino descifrar. De ah los labertintos de Bor-ges, o las paradojas y traiciones en la ficcinde Roberto Arlt.

    La metrpolis del norte, la ciudad deMxico, era ahora un crisol revolucionario.Pese al escepticismo de Martn Luis Guzmn o de Mariano Azuela, una mstica convirti a la ciudad en un centro heliogrficoque los publicistas podan llamar un actocolectivo de visin y voluntad. Los men

    sajes revolucionarios eran, por definicinconsensual, a la vez modernistas e indigenistas. La tarea para Jos Vasconcelos y losmuralistas no era ni la percepcin ni la descodificacin, sino la propaganda, en el antiguo sentido cristiano del deber de propagarlas "buenas nuevas".

    Lima, otrora Ciudad de los Reyes, pareca vctima de las formas ms elementalesdel imperialismo y de los antiguos delirios

    de grandeza burocrtica. Precisamente porque Per pareca ser un caso de desarrollosu "realidad" histrica era ms discernibleque la de Argentina o la de Brasil. GonzlezPrada haba formulado la cuestin con me-

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    nos ambivalencia que el brasileo Euclidesde Cunha. Aqu, el desafo no era la percepcin ni la descodificacin, menos an la propaganda, sino que era un problema de estrategia, de encontrar un punto de contrape

    so. Como consta en el ttulo del famoso librode Maritegui, se trataba de una labor deinterpretacin. De ah la fascinacin del autor por el surrealismo que abandona los supuestos tradicionales para descubrir perspectivas nuevas e inocentes hacia la "realidad".

    Nuestro segundo momento es el de losensayistas o neo-pensadores de los aostreinta y cuarenta, que aceptaron pistas mo

    dernistas para detallar las "realidades" nacionales en sus aspectos histrico, social ysicolgico. Figuras como Maritegui y Paulo Prado cuyo Retrato do Brasilapareci elmismo ao que los Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana enlazanlos dos grupos.

    El derrumbe de la poltica argentina enel umbral de la "dcada infame" aguz lainspiracin de Ezequiel Martnez Estrada en

    Radiografa de la Pampa (1933). El ttulo esengaoso pues se trataba de una radiografa no de la "real idad" sociogeogrfica en susentido mariateguiano, sino ms bien de lamentalidad argentina. El ambiente histricono haba determinado al problema nacional; por el contrario, se haba vuelto el sntoma de la sique argentina.

    La bsqueda de la "realidad" se encamina aqu a una biografa espiritual y cultural

    y, conforme se adentra en los dominios delsicoanlisis, suspende al tiempo histrico.El argentino es un "hijo de nadie" sin hogarni tradicin, condenado a la soledad, absorto en un yo privado que teme desenmascarar. Solamente se puede exorcizar a los espectros del pasado cuando se les trae a laconciencia, y slo entonces les permiten alos argentinos vivir juntos y en paz.

    Las reflexiones de alemanes como

    Schopenhauer, Nietzsche, Simmel, Scheler,Spenglery Keyserling, marcan la horma delpensamiento de Martnez Estrada, as comolo hacen Ortega y Freud. En esto se relaciona con Samuel Ramos, cuyo Perfil del hom

    bre y la cultura en Mxico apareci un aodespus de Radiografa de la Pampa. Ambos consideraban a la sicologa, ms que ala poltica y a las insti tuciones, como el objetivo de la terapia. Pero Martnez Estrada, elpoeta, escribi un l ibro ms matizado y msevasivo que el del filsofo Ramos, quiencorri los riesgos de un diagnstico analtico y explcito. La madura exposicin del caso mexicano lleg ms tarde con El laberinto de la soledad, de Octavio Paz.

    En el subcontinente invertebrado delBrasil, la bsqueda de la "real idad" no estuvo moldeada por la presencia de una capitalmegaloceflica (Argentina), ni tampoco porla ambivalencia hacia una raza autctona yuna historia cclica de guerras internas (Mxico). El tema favorito de corifeos como Alberto Torres y Oliveira Vianna era instrumental: el de la centralizacin de las instituciones. Sin embargo, en su Retrato, PauloPrado sostena que precisamente haba sidouna depredadora tradicin de opresin, difundida por las instituciones locales, la quehabra creado la cultura de la tristeza, trmi

    no que l usaba en sus connotaciones teol-gico-medievales de aceda, inanicin y resequedad espiritual.

    En los aos treinta, se encontraron nuevos puntos de apoyo. Al celebrar a Brasilcomo el nico triunfo de la civilizacin en lostrpicos por parte de Europa, la obra deFreyre, Casa grande e senzala (1933), gozde la ovacin instantnea por ser la vlvulade escape del complejo nacional de inferio

    ridad. Formago do Brasil contemporneo(1942) de Caio Prado Jnior tuvo que esperar hasta la dcada cientificista de 1960 paraser reconocido, puesto que haba menospreciado los factores sicoculturales al vincular las aflicciones del Brasil con el sistemaeconmico internacional. Un libro mscomplejo que esos dos, Raizes do Brasil(1936), de Sergio Buarque de Holanda, realiz la extraa proeza de asimilar la sensibili

    dad cultural a la comprensin analtica. Lanocin weberiana del "hombre cordial" esmuy importante en su argumento. Como hadicho Antonio Candido, la cordialidad impl ica aqu un comportamiento afectivo, no

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    "amabilidad"2. Empero, si bien dicho com

    portamiento pudiera ser insincero, no significa simple "cortesa". El hombre cordial est mal equipado para adaptarse a las rela

    ciones impersonales basadas en el rango yla funcin en vez de la afinidad que es lacaracterstica del grupo primario. La cuestin no es que los brasileos sean contrariosa la violencia, sino que su sociedad se resiste a la racionalizacin weberiana. Por unaparte, la cordialidad debilita los supuestos

    jurdicos, individualistas, del liberalismo an-glo-americano y su equilibrio amoral deegosmos particulares. Y por la otra, pierdefuerza ms all de un estrecho crculo hu

    mano; no puede cimentar formas extensasde organizacin social, y tampoco es, per se,una fuente confiable de principios normativos. Este anlisis anticipa temas que en lasinvestigaciones contemporneas son centrales.

    A pesar de sus diferencias, los escritoreshasta aqu considerados se remitan a la"realidad" nacional asumiendo la existencia de una relacin de tensin tanto con el

    legado ibrico como con el Occidente engeneral. De este trfico entre el localismo yel universal ismo habran de forjarse nuevas"identidades". No obstante, en ese intercambio, Amrica Latina est en desventaja,primero, la madre patria o las madres patrias no podan proporcionar a sus coloniasni instituciones ni ideologas "modernas";segundo, la Amrica Latina contemporneaan est traumatizada (excepto en la visinde Freyre) por la violencia arrasadora de laconquista y la colonizacin europeas. Sinembargo, parecera que para lograr la"ident idad" se requiere asumir desde el inicio que uno se encuentra en un centroviable.

    En Contrapunteo cubano del tabaco ydel azcar(1940) Fernando Ortiz rechaza lahistoria excepto en alguna que otra de susimplicaciones concebida como la invasin poltica y cultural de una periferia exti-

    2Antonio Candido, prefacio al libro de Sergio Buar-

    que de Holanda, Razes do Brasil, 5a ed. (Ro de Janeiro,

    1969). p. XVIII.

    ca. En su lugar, ofrece dos tipos de produccin agrcola que definen el paisaje nativode cada cubano. Ms que abrirse paso hastallegar a la "realidad" cubana, l empieza a

    partir de esta "realidad". Con ello, se sitacerca de las lecciones de los manifiestosmodernistas de Oswald de Andrade. Su narracin se deduce no de las ideologas deexplotacin, sino de los requerimientos bi-ticos de dos formas de vegetacin. El tabacoy el azcar se definen no como el circulantedel intercambio capitalista sino como losproductos del suelo cubano que por s mismos dictan las formas de vida y la organizacin institucional. Ortiz empieza por la tierra

    y sus frutos (tal como lo hicieron Marx yEngels en La ideologa alemana), no con lasmaquinaciones humanas.

    Para establecer su posicin Ortiz adoptla actitud potica y ldica de los modernistas. Slo despus de haber personificado asus dos agriculturas, introduce, un poco decontrabando, las preocupaciones instrumentales de la historia (mercados, organizacin econmica, sistemas de produccin),

    ahora subordinadas a la "identidad" cubana preexistente. Ortiz, el etnlogo, acepta la"identidad" con humor, con confianza y conun ojo en la terapia de sentido comn. Evitalos reinos esotricos, ominosos, de Martnez Estrada y de Ramos. Tal vez pueda hacerse un balance. De ser as, encontraramos el equi librio en Razes, de Sergio Buar-que de Holanda, quien estaba inmerso, como los argentinos y los mexicanos, en elhistoricismo y la metafsica germnicas yque, sin embargo, tom a Brasil por lo quees y aliger el mensaje con las notas placenteras del modernismo brasileo.

    Modernistas y ensayistas a la vez retornaron al eclecticismo y a los sondeos culturales de la generacin romanticista del sigloanterior. El siguiente paso para ir ms allde este interludio de reconocimiento y liberacin expresiva, fue la bsqueda de precisin, consistencia y generalizacin hemisf

    rica. Un escenario propicio en los aos cuarenta era Mxico, cuya revolucin habaechado races, haba madurado y, al parecer, traducido las dismiles esperanzas delos veinte en un programa de inspiracin

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    Dos factores ms contribuyeron a enriquecer la posicin mexicana. Primero, la revolucin fue algo prematuro como para quelos verdaderos modernistas (estridentistas,agoristas) hubieran sido sus guas. Mentesms aejas retenan la rectora intelectual(Reyes, Antonio Caso, Vasconcelos) y podan adaptarse a las nuevas situacionesdentro de las amplias perspectivas filosficas de un perodo anterior. El segundo factor fue el xodo de los intelectuales espao

    les a Mxico durante la dcada de 1930.Llegaban con aptitudes profesionales a nivel internacional en el campo de las artes,las letras, las ciencias. Sus polticas antidictatoriales les permitieron ubicarse para re-legitimizar el componente fundamental ibrico de la cultura hispanoamericana, componente que haba sido fuente de conflictosdesde la Independencia. Ms an, como europeos, podan expandir la cuestin de la

    "identidad" del Nuevo Mundo a la dimensin hemisfrica.

    Este tercer momento de la prisedel sigloveinte estuvo sealado por el auge del exis-tencialismo y la fenomenologa, difundidosdirectamente desde Francia y Alemania, ova Ortega y la Revista de Occidente. Aunque los emigrados espaoles en Mxicoproporcionaron los cimientos y aportaron lainspiracin para lo que Mir Quesada llama

    el despertar del "proyecto" filosfico latin o a m e r i c a n o , e l m o v i m i e n t o f u epolicntrico3. En Argentina, por ejemplo,Francisco Romero fue el complemento deJos Gaos. Y si los filsofos franceses fueron los intermediarios en la introduccin delpensamiento alemn en Amrica Latina,ello represent no una venerable estimacin por la cultura francesa en esa regin,sino ms bien el hecho de que los francesesmismos, tras un siglo de peregrinacin par-

    3Mir Quesada, Despertar y proyecto; tambin su

    Proyecto y realizacin del filosofar latinoamericano

    (Mxico, 1981).

    ticular, haban retornado a las races hege-lianas de la sociedad, la nacin y la cultura.Los filsofos latinoamericanos, no ms simples "pensadores", eran ahora menos vctima de las circunstancias y mostraban msconfianza al imaginar la generalidad. Incluso la frase de Ortega "Yo soy yo y mi circunstancia" se conduce, epistemolgicamente, de lo general a lo particular y noviceversa. Uno solamente necesita consultar a los filsofos del derecho en ese perodo

    Recasns Siches, Garca Mynes, CarlosCosso, Llambas de Azevedo para darsecuenta de que el ejemplo alemn ayud alpensamiento latinoamericano a desparro-

    quializarse y, por la misma moneda, a encontrar su centro4.

    A fines de los aos cincuenta, el hilo denuestra narracin se divide en dos mitades,una cientfica y otra literaria, debido a presiones internas y externas. Las escuelasprofesionales que por generaciones habanvalidado el estatus y las carreras de los hijosde las clases altas eran planteles mal acondicionados para los cuadros dirigentes que

    necesitaban la expansin de las burocraciasy de la empresa privada en momentos enque el "desarrollo econmico" estaba siendo internalizado. El remedio fue crear facultades de administracin y de ciencias sociales a marchas forzadas. Un poco antes, algunas instituciones (la Universidad de SaoPaulo, el Colegio de Mxico) haban intentado adaptar la curricula a la sociedad y a lacultura nacionales. Pero la necesidad que se

    haba identificado de aplicar la "ciencia" acuestiones humanas era ahora tan urgentey los fondos para la infraestructura acadmica eran tan abundantes que hubo.pocotiempo para redisear juiciosamente losmodelos curriculares extranjeros (sobre todo norteamericanos), mucho menos parainnovaciones creativas in situ.

    La paradoja aparente estaba en que lanorteamericanizacin de las universidades

    4Luis Recasns Siches, et al., Latin American Legal

    Philosophy(Cambridge, 1948); Leopoldo Zea, "Alema

    nia en la cultura hispanoamericana", en Esquema para

    una historia de las ideas en Iberoamrica (Mxico,

    1956), pp. 58-89.

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    (de seguro con generosos tintes europeos ynacionales) sucedi precisamente cuandoamplios sectores del nuevo establishmentacadmico se inclinaban a una u otra forma

    de marxismo activista o intelectual, simplemente se sentan atrados por la idea delmarxismo. Despus de su transplante en lasversiones revisionista de Juan B. Justo e"indigenista" de Maritegui, el marxismose haba visto eclipsado como resultado dela desilusin por el estalinismo de la dcadade los treinta, la guerra de los aliados contrael fascismo en los cuarenta y las esperanzasdesarrollistas de los cincuenta. Aparte delaparato del partido, slo unos pocos intelec-tualmente comprometidos como Caio Prado Jnior y Anbal Ponce, ms el peridicocubano Dialctica, mantenan viva su promesa intelectual. De pronto, con la polarizacin econmica de las sociedades nacionales, el derrumbe del desarrollismo, la prdida de fe en la "benevolencia" del capitalismo internacional, y el estimulante ejemplode un "nuevo comienzo" en Cuba, el marxismo retom la iniciativa.

    La hegemona compartida por los mtodos norteamericanos y las interpretacionesmarxistas en las ciencias sociales era paradjica pero no ilgica. Pues el marxismo norepresent un "rompimiento epistmico"con la economa ricardiana sino que fue laculminacin lgica48. A la par, el empirismoangloamericano y el cientifismo marxianose empearon en desenmascarar una realidad social que es ms concreta y definitiva

    que la "realidad" evocada por los pensadores. Ambos despliegan una amplia gama dela investigacin que abarcan la escala de loduro a lo blando, de la infraestructura a lasuperestructura. Debido a que los pensadores haban invertido implcitamente esta jerarqua, los nuevos "cientficos" los encontraron blandos y "subjetivos". No hay ningn misterio, por lo tanto, en el fluido trficoacadmico entre empiricistas y marxistas,pues mientras que sus polticas son polosopuestos, sus ideologas son similares. No

    4aLouis Dumont, From Mandeville to Marx (Chica

    go, 1977).

    importa lo mucho que las terapias puedandiferir, ambos aceptan la visin de una Latinoamrica vctima de implacables estructuras capitalistas que afectan hasta la raz

    principal de la sociedad y ambos se hanfijado metas altamente instrumentales. Como habramos de esperar, sin embargo,aparecieron figuras de transicin en el umbral del renacimiento positivistaGonzlezCasanova, Furtado, Cardoso que imbuyeron frmulas y lxicos de la ciencia de losatajos mentales y los sortilegios verbales delos pensadores.

    Para una alternativa ideolgicaal cientifismo debemos observar el quinto momento de la priseen curso, momento concomitante al cuarto. Me refiero a la creacin literaria y artstica, aunque para mantener elenfoque me limitar a lo real-maravilloso delos novelistas. Debemos aceptar el hecho deque desde los sesenta, Garca Mrquez yCortzar han encontrado en Latinoamricay en Occidente en general un pblico muchoms grande que el de Gonzlez Casanova yCardpso. Por lo tanto, uno supone que sus

    mensajes son de importancia al menoscomparable. El reto est en imaginar qutransaccin podra establecerse entre novelistas y cientficos.

    En el siglo pasado, Marx y Engels auto-confesaron la deuda que tenan con Balzac ycon Dickens. Sin los vastos panoramas sociales de los novelistas, la comprensin quelos cientficos hubieran tenido del procesode cosificacin y del culto a las nuevas co

    modidades de la Europa burguesa, consumista, hubiera sido muy pobre. Pero, quha hecho la Amrica Latina cientfica con

    Cien aos de soledad, adems de haberlaapreciado como un monumento a la imaginacin local? El hecho es que incluso unmarxista latinoamericano encuentra "evidencia" ms til en los tratados de los Chicago Boys que en las creaciones literariasde sus compatriotas. Permtanme aventuraruna explicacin. La divisin ideolgica queha caracterizado el esfuerzo intelectual latinoamericano desde aproximadamente1760 se ha hecho pblica finalmente. Lasms agudas sensibilidades del pasado estuvieron muy conscientes de ello, como lo

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    estuvieron, por ejemplo, Machado de Assisy Maritegui en sus diferentes modalidades. Mas ahora, en el presente callejn sinsalida, la visin bifocal se ha vuelto patol

    gica y requiere de una correccin optom-trica.

    Dicho de una manera muy simple, lacuestin es la siguiente: Cualesquiera quesean las salvedades y los matices de susanlisis, los cientficos perciben racionalmente a Amrica Latina como "insertada"en esquemas explicables de dominacin,m a n i p u l a c i n y d e s a c r a l i z a c i nmetropolitanas5. Por el contrario, los "realistas maravillosos", por ms que sus simpatas polticas sean "izquierdistas", instintivamente "se maravillan de" la resistenciaintransigente de sus sociedades a los imperativos del racionalismo, capitalismo y manejo poltico occidentales. Cmo tender unpuente entre estas dos visiones aparentemente antitticas? El hecho mismo de que ladialctica se haya vuelto simultnea msque, como en nuestra versin de los aosveinte, lineal, sugiere finalmente la posibi

    lidad, mejor dicho, las mltiples posibilidades de un compromiso histrico; si no esque, en trminos ms sencillos, las posibil idades de una "sntesis".

    Este no es el lugar para una exgesis delo real-maravilloso, ya que existen libroscompletos acerca del tema6. Quienes lo hancomentado nos piden que distingamos almenos entre cuatro nociones: surrealismo,lo fantstico, realismo mgico y realismo

    maravilloso. Para nuestros propsitos deresumir, estas dos ltimas son las de mayorsignificacin: realismo mgico, que incorpora lo mgico al mundo y que crea ambivalencia en la interpretacin causal; y realis-

    5Excepto aquellos que hayan aceptado hasta aho

    ra la afirmacin de Foucault de que "cualquier cosa

    puede ser deducida del fenmeno general de la domi

    nacin de la clase burguesa. Lo que se necesita hacer es

    algo ms diferente", Foucault, Power/knowledge, p.

    100.6lrlemar Champ, O realismo maravilhoso (Sao

    Paulo, 1980); Alexis Mrquez Rodrguez, Lo barroco y

    lo real-maravilloso en la obra de Alejo Carpentier (M

    xico, 1982).

    mo maravilloso, que incorpora lo inslito almundo cotidiano, convirtiendo a lo maravilloso en un trmino contiguo a la "realidad"sin producir pavor (como hacer lo fantsti

    co) ni misterios portentosos y sin necesariamente provocar que el proceso causal seaobjeto de cuestionamientos directos.

    Cmo entonces hemos de enlazar elrealismo mgico/maravilloso de los literatos con el neopositivismo de los empiricis-tas, marxistas y dependentistas? Y cmohemos de explicar que Garca Mrquez oCarpentier sean ms persuasivos que loscientficos, incluso que los cientficos msgiles e innovadores? Foucault nos proporcionara algunas claves si nos sintiramos agusto en el enrarecido aire del post-estructuralismo francs. Pero si deseamoscosechar la fruta del conocimiento en nuestro jardn particular, hay que consultar aaquellos que se han situado para hacer tran-sacciones a medio camino en la escala pri-pica de lo duro a lo blando de los "especialistas", principalmente a historiadores y antroplogos. Por desgracia, los historiadores

    han quedado autodescalificados temporalmente mientras luchen contra esa infeccinque es el humanismo. Hoy en da, los tratados histricos ofrecen ms tablas estadsticas que los tratados de economa. Pero losantroplogos, ms firmes en su posturacientfica, se arriesgan a aventurar especulaciones. Tenemos, por ejemplo, el testimonio de los antroplogos brasileos de quesu sociedad ofrece mltiples opciones ti

    cas a travs de cultos religiosos y de comunidades de base. Muniz Sodr descubre quela cultura brasilea confronta las premisascientficas del pensamiento occidental conuna "verdad seducida", de inspiracin africana, que, debido a que es simblica, estambin reversible7. Los terreirosde Brasil,o terrenos rituales, son entonces centros deirradiacin que exponen las reversibilidades de la sociedad global. De manera simi

    lar para la Amrica Hispana, Taussig muestra que los campesinos colombianos y los

    7Muniz Sodr, A verdade Seduzida, por un concei

    to de cultura no Brasil (Ro de Janeiro, 1983).

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    mineros del estao de Bolivia, en vez desometerse abyectamente al fetichismo de lacomodidad y a la degradacin humana delcapitalismo, resisten las "leyes" de la eco

    noma por medio de una antropomorfiza-cin de la dominacin capitalista en formade pactos con el diablo8. Al hacer esto, vuelven a representar el primer momento histrico de la sujecin o esclavizacin para resucitar a una figura demonaca que bloquee ala racionalizacin y a la deshumanizacin.

    Si la frontera entre la racionalizacin y lomgico/maravilloso coincidiera con un corte horizontal entre las clases privilegiadas ylas desposedas, podramos suponer que laracionalizacin continuara con una invasin hacia abajo en los niveles sociales; para producir una sociedad que est a la disposicin de una ideologa "hegemnica". Masno es ste el caso. Los estudios brasileosdemuestran que la organizacin del cultoUmbanda, lejos de respetar la divisin declases, hace cortes sesgados en ella y seextiende en estructuras informales hasta losms altos niveles polticos y militares. Con

    tamos tambin con la evidencia de los novelistas de la dcada de los setenta que buscaban lo inslitono en los terrenos del populacho sino en las carreras de los caudillos quelos gobernaban y que confrontaban, pormedios "maravillosos" la intrusin del imperialismo occidental.

    Aunque podramos pensar en otros momentos, los cinco que aqu hemos esbozadobastan para indicar, primero, cmo la ac

    cin de construir, a base del binomio duro-blando, la experiencia y el conocimiento pudieran resultar en una construccin queconfiera a la filosofa, las artes, las letras y,como nos atreveremos a insinuar ms tarde, a la religin, un papel contextual en elesfuerzo cientfico y de accin poltica especfica; y, segundo, que el desenvolvimientode la sensibilidad no fue un proceso lineal,sino un proceso multicclico que deba seraprehendido simultneamente. Las interacciones, sean reales o imaginarias, son infini-

    8Michael T. Taussig, The Devil and Commodity

    Fetishism in South America(Chapel Hill, 1980).

    tas. Debido a que el ltimo de estos momentos, el de la ciencia y el realismo maravilloso, se convirti en un momento pblico,conocido en los aos sesenta, se crearon

    papeles estratgicos para las mentes de vocacin ambidiestra tales como las de losfilsofos, los antroplogos, un pensadorpoeta (Octavio Paz), un economista poeta(Gabriel Zaid), o un socilogo crtico literario (Antonio Candido). Puesto que est comprometida ms de cerca, la dialctica ahoranos impulsa con mayor ligereza a la vez quepermite, ms bien exige, la recuperacin delos modernistas, de los neo-pensadores yde los perspectivistas orteguianos. Sin embargo, se han recuperado no como precursores, sino como participantes. Sus mensajes integran un foro de discurso acumulativo. Ahora vemos, por ejemplo, que los modernistas lanzaron, segn los trminos deChaui, un "antidiscurso" para corregir,avant la lettre, el "discurso de la competencia" neopositivista que habra de llegar treso cuatro dcadas ms tarde. O vemos tambin que la filosofa de la liberacin de los

    aos setenta rehabilita a la fenomenologa yal existencialismo de los cuarenta como terapia para el desarrollismo y el economicis-mo o, de nuevo (y aqu abrchense sus cin-turones), podramos contemplar la fusinde (a) las radiografas geohistricas y sico-sociales de los pensadores con (b) la Amrica Latina geopolt ica, impuesta desde el exterior, de los dependentistas con (c) la civi lizacin latinoamericana, asumida desde el

    interior, de los ontlogos orteguiano con (d)el "eterno retorno" de los realistas maravillosos; todo ello sazonado por el afn iconoclasta de lo modernista.

    Redescubriendo al pueblo

    Parece que hemos llegado a los enrarecidosparajes de las palabras, las imgenes yconjeturas. No obstante, puesto que los siglos recientes han distanciado progresivamente al pensamiento de su objeto (cf. AnEssay on man, de Cassirer), las acrobaciasque el pensamiento realiza para conseguirun acercamiento no deben alarmarnos. En

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    Amrica Latina, donde la mente organizativa no ha podido imponerse a la voluntadgeneral, debemos dar la bienvenida a unoscuantos ejercicios calistnicos verbales yconceptuales si es que hemos de recobraruna "realidad" que empiricismo y marxismo tratan tanto de disfrazar como de descubrir.

    Hasta ahora, simplemente he tratado deinsinuar que los esfuerzos intelectuales deAmrica Latina a partir de los aos veinte(pueden definirlos a su gusto) tienen comofinalidad el descubrimiento del pueblo. Loseuropeos de antao saban que ste era elpunto inicial, pero puesto que el pueblo no

    era an "visible" (la historia escrita "desdeabajo" ha llegado tres siglos demasiado tarde), tuvieron que conjurar una condicinpresocial y luego volver a representar unsupuesto contrato social, a menos que, como More y Montaigne, empezaran por losindios Tupi. En este caso, encontraron quelos hombres son "naturales" por naturaleza, lo que Oswald de Andrade redescubrimaliciosamente en la Antropofagia. Locke

    tuvo la suerte de tropezar con una definicinde pueblo que pareca reconocer las propensiones "naturales" y aun proporcion ala historia occidental un nuevo punto detraccin. Para Amrica Latina, llegar a unadefinicin tal es mayor desafo, primero,porque el "pueblo" es diverso culturalmen-te hablando y est socialmente segmentado; segundo, porque los principios fundamentales del gobierno Ibero-catlico esta

    ban astutamente orientados para adaptarsea la heterogeneidad; y, tercero, porque elmvil de la poltica ha sido por cinco siglosel control social ms que la part icipacin. Heah los obstculos para la ideologa "hege-mnica" que exige una aceptacin voluntaria de principios evidentes, y no una esquivaaquiescencia a las estructuras de autoridad.

    Continuemos con nuestro acertijo ideolgico. Uno podra argumentar que la suertedel hombre comn de Latinoamrica hamejorado escasamente desde la poca colonial, y tal vez haya empeorado. Sin trazarlos ndices econmicos o squicos que prueben esta suposicin, revisemos la agendaoficial de la regin, agenda que despus de

    dos siglos permanece an sin cumplirse:abolicin de la "servidumbre"; estndaresmnimos de bienestar; instituciones republicanas; participacin poltica universal;internalizacin de innovaciones tecnolgicas; acumulacin domstica del capital, garantas contra la intervencin y la manipulacin extranjera. Pudiera parecer que Amrica Latina se encuentra estancada permanentemente si no fuera el caso que la nuevahistoriografa ha descubierto, en cada sigloa partir del xvi, una incesante transicin desde la casta hacia la clase, de las relacioneshumanas personales hacia las comercializadas. Esta visin neo-evolucionista sugiere

    que hay que forjar una ideologa actual como reaccin contra, y por ello, en los trminos dictados por el capitalismo invasor. Empero, si la agenda "occidental" est tan lejosde cumpl irse, cmo es que la ideologa surgida de esta agenda aparece siempre tanapropiada? Ser necesario interpretar el"estancamiento" latinoamericano como larepresentacin de una fatal ineptitud para lamodernizacin, o ser que representa una

    identidad histrica intransigente cuyos recursos squicos son ms duraderos an quelos de las naciones "hegemnicas"? Esque hay una tcita ideologa de resistenciao, para utilizar un trmino que ha vuelto acircular, de "liberacin" elemental que debeemplearse en contra de la agenda Manchester de paz, prosperidad y satisfaccin privada?

    Sugerir que la ideologa en Amrica La

    tina est en busca de un "contrato social" esuna forma de decir que necesita un linderotemporal, sea histrico o mtico. Constituiruna entidad poltica es ingresar a la historia,y apropiarse de la historia es lo que alucina alos protoidelogos que hemos considerado.Los modernistas brasileos recetaron representaciones simblicas de la antropofagia de los indios, la ingestin ritual de losforasteros y de sus poderes. Los ensayistasy los novelistas neo-naturalistas coincidieron en que la historia no acumulativa estinmersa en la geografa prehistrica. Losontlogos se preguntaron si es que los europeos verdaderamente "descubrieron" elNuevo Mundo o si es que la Amrica an

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    est siendo "inventada". Los realistas maravillosos imaginan un tiempo circular quemezcla el mito con las circunstancias presentes. Todo ello nos hace suponer que el

    hombre "natural", precontratante, todavahabita en Amrica Latina. Dnde se le puede encontrar?

    Sera yo incapaz de reinventar a unacreatura que frecuente las pginas de Gui-mares Rosa, Garca Mrquez y Roa Bastos.En lugar de ello, con la ayuda del economista poeta Gabriel Zaid, dejemos en claro queno es el homo aequaliso economicusel quesurgi con la revolucin occidental de los

    valores9

    . He elegido a Zaid simplementeporque puede manejar las estadsticas y, ala vez, puede pasarlas por alto. Zaid nosremite a Mxico, pero sus averiguacionesnos crean un caso representativo.

    El tema de Zaid es el "progreso improductivo" y su construccin maestra es unasociedad "piramidal" que ofrece alojamiento bajo las pirmides a un tercio de la poblacin. Como Octavio Paz, Zaid tambin evoca

    la imaginera azteca, en busca, no de continuidad histrica, sino del discurso recurrente foucaldiano. El nfasis parece adecuadopara las sociedades indoamericanas segmentadas, desde Mxico hasta Bolivia. Untratamiento semejante aplicado a la serie desociedades afroamericanas desde las de lasAntillas hasta las de Brasil dara tal vez msrienda suelta a una tica informal de adaptacin entre el comn de la gente y los poderes pbl icos. (Las sociedades Euro-

    americanas del Cono Sur, que enfrentaronsituaciones de "bloqueo" en el siglo veinte,carecen del pluralismo etno-ideolgico e Indo y de la Afro-Amrica. Quiz sea significativo que las sociedades plurales hayan vistocon buenos ojos a la praxis de la teologadela liberacin, mientras que los intelectualesargentinos, a principios de los setenta, seinclinaron a favor de las premisas de con-ceptualizacin ms elaborada de la filosofa

    de la liberacin).

    9Gabriel Zaid, El progreso improductivo (Mxico,

    1979).

    Zaid considera a Mxico como una sociedad en s misma. Despus de todo, si unanacin de setenta y cinco millones de almas,durante siglo y medio, ha sido forjada dolo-

    rosamente, de tal manera que casi todo elpueblo tiene al menos un sentido de pertenencia si no es que de incorporacin oparticipacin sera cinismo insistir en quela soberana es algo passy que una nacin"per ifr ica" es simplemente un ttere de lasmanipulaciones externas a la manera deHuntington, Friedman y los neomarxianos,las cuales ni un estudiante de posgrado deHarvard o de La Sorbona pueden desenmaraar. Una gran unidad nacional es todavasoberana, y puede en cualquier momentodetener las importaciones de whiskey o lasde asesores pedaggicos de Stanford. Loque es ms importante an, si es un pas conun mercado nacional limitado puede decidirno satisfacer las insaciables necesidadescon produccin a laRicardo, sino proporcionar a los consumidores en potencia mediospoco costosos para que satisfagan sus propios deseos inmediatos y modestos. Esto

    es, la ideologa sin importar cules son susresonancias universales, ha de surgir aqude una antigua comunidad, moldeada en unidioma de auto-reconocimiento adems denormas y aspiraciones generales. Fundamentalmente, no debe reaccionar ante unadominacin sistmica ya que la sociedad ens misma no es sistmica sino arquitectnica (o piramidal). Un pueblo que no contribuye al proceso poltico de manera consis

    tente y que proporciona un mercado marginal y errtico para los artculos por cuyaproduccin el estado se endeuda enormemente, es sistmico slo en un sentido quimrico.

    La explicacin cannica de que las clases dominantes controlan la pirmide delestado y las casi autnomas pirmides delos negocios, de sindicatos obreros, universidades, y adems, se convierte en la tautologa de que los grupos de poder y de riqueza tienden a ser dominateursy no domins.El anlisis de Hegel de la relacin amo-esclavo era algo ms matizado, pero Marxcon disimulada malevolencia, invirti a Hegel precisamente para lograr que su propio

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    argumento tuviera implicaciones evolucionistas y sistmicas. Zaid hace menos imputaciones a los instintos feroces de los do-minateurso a la codicia del capitalismo in

    ternacional y lo atribuye ms a la ciegaadaptacin de una ciencia econmica sistemtica a cargo de consultores progresistas.De 1970 a 1976, en los aos en que el consumo de caloras de los mexicanos disminuyen un 5%, el presupuesto de la UniversidadNacional se increment en 600% y el de lasuniversidades de provincia en 1400%. Unade las implicaciones de este fenmeno fueque la sola presencia de la poblacin nopiramidal alimenta el crecimiento de las pi

    rmides. Esto quiere decir que simplementecon su existencia, un villorrio desposedocrea la "necesidad" de antroplogos, trabajadores sociales, maestros, agrnomos,soldados, carceleros policas, recaudadoresde impuestos, levantadores de censos y comerciantes, todos ellos irrelevantes para laprosperidad de la comunidad, pero que requieren de subsidio y supervisin desde elcentro de la pirmide. Desde ese centro, por

    supuesto, est claro que el crecimiento delestado, de los negocios, las universidades ydems, significa el progreso para todos. Elestado prospera y se expande si los problemas se multiplican infinitamente, de la misma manera en que la iglesia medra con elpecado, los profesores con la ignorancia,los mdicos con las enfermedades incurables y los enterradores con la muerte.

    Debido a que los planificadores conci

    ben una sociedad en la que toda la gentetendr, algn da, carros, educacin universitaria y marcapasos, deploran esta empobrecida economa de subsistencia, pero nohacen nada por su desarrollo. O, si es que setoman medidas para el "desarrollo", stasse convierten en partidas presupuestalespara oficinas, planificadores, ingenieros,economistas, antroplogos, banqueros,contratistas y dems. La nocin de distribuirlos beneficios fiscales directamente entre elpueblo queda ridiculizada en vista de la"idiotez rural" de quienes adquieren deudas al 100% de inters para comprar aradosy fertilizantes sabiendo que para pagarlastendrn que trabajar como esclavos. La nor

    ma piramidal es un prstamo al 8% que searregla a travs de "contactos", para realizar un viaje a Miami o para comprar un carroextra o una casa de campo, lo cual se vuelve

    infinitamente "piramidal" a travs de "contactos" y ms "contactos". De este modo, laracionalidad de hierro de la lgubre cienciaeconmica se transforma por arte de magiaen el credo eufrico del triunfalismo.

    La persuasin faranica requiere, porsupuesto, de una elaborada casustica enforma de axiomas tales como los siguientes: 1) que construir un inmenso paso a desnivel para ahorrar diez minutos a los burcratas en sus improduct ivos empleos es una

    inversin mejor que la de fabricar cincuentamil bicicletas para los habitantes del campo; o, 2) que la escasez crnica de abastoalimentario nacional no es tan importantecomo la disponibilidad permanente dewhiskey J & B, o de discos de larga duracin(de Vivaldi o de rock), o de televisores encolor, Volkswagenes, o traducciones vernculas de Lenin y de Milton Friedman; o, 3)que los giros enviados directamente a la

    familia por los inmigrantes en Tucson y LosAngeles se utilizan menos eficazmente quelos donativos intergubernamentales entredos burocracias nacionales; o, 4) que losconsumidores a los que los pases en proceso de alta industrializacin deben dirigirseson las lites de Guatemala y Bolivia y no lospropios ciudadanos empobrecidos. Tan slo para legitimar tales proposiciones se requiere de jugosas partidas para pagos o

    consultores de prestigiadas universidadesextranjeras.

    De haber sido elaborado segn el modousual de los economistas un texto saturado de estadsticas y ocasionalmente aligerado por alguna nota a pie de pgina anecdtica el libro de Zaid hubiera sido un ejercicio ms, por lo mismo descartable, de patologa. En vez de ello, Zaid relega las estadsticas a un apndice formidable y hace resaltar las ancdotas en el texto principal, endonde adquieren una fuerza bblica. La"ilustracin" en la que compara a los seishijos del indigente alfarero, que trabajan duramente desde la infancia y que se casannicamente cuando pueden cubrir los gas-

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    tos, con los seis hijos del economista, que secasan y adquieren deudas para la educacinde sus hijos, y carros y casas a crdito mucho antes de que en las pirmides se inven

    ten empleos parasitarios para ellos, se convierte en una parbola. Las parbolas queilustran los dilemas morales de tiempo ylugar son o deberan ser la esencia de laideologa, que nos negamos a definir comoun proyecto grandioso, un opio de las masas, una nueva y audaz verdad de la ciencia,o como fetichismo verbal. La pobreza de laideologa en la Amrica Latina oficial quedarevelada cuando contrastamos al economista, que predica la produccin con alta

    tecnologa de bienes duraderos para el consumidor (por ejemplo, robots para las fbricas Ford de Sao Paulo) que sustituirn concapital escaso la mano de obra abundante,con el poltico, que suea con que los miembros de la poblacin potencialmente articulada ocupan cargos, por medio de votaciones entre ellos mismos, en empleos ascendentes, no productivos, con la misma promesa de autos, educacin universitaria, y

    cuando llegue el momento, marcapasos yciruga del corazn. No hay ninguna sorpresa en descubrir que el extremo "duro" delespectro del conocimiento tenga la durezade un clculo biliar y no la del diamante quecorta.

    Un picaro filsofo

    tiende la manoEvidentemente, el juego de la gallina ciegaest acabando. El profundo cambio se advierte en el futuro cercano; no se trata delcambio "estructural" arbitrario prometidopor los tecncratas o los revolucionarios enlos aos sesenta, ni de un trastrueque espectacular de los valores, sino de un simplereconocimiento de los hechos histricos delcaso. En busca de una gua, dirijamos nues

    tras antenas hacia aquellos transmisoresdistantes. Tres fuentes obvias de inspiracin son los iberos, desde Vitoria hasta Su-rez; los britnicos, desde Hobbes hastaSmith y otros ms; y los alemanes, de Fichte

    a Hegel y a Marx. La tradicin ibrica es lanativa. El principio formal de que las normas polticas son anteriores y externas a lasociedad se ha vuelto arcaico, y por ello el

    principio informal, y vital todava, del "populismo" (hablando en trminos del historiador, no del socilogo) necesita ser enunciado de nuevo en un contexto moderno. Elprincipio britnico (con su corolario de laIlustracin francesa) representa precisamente la "revolucin de valores" occidentala la cual, lo reconocemos finalmente despus de dos siglos, Amrica Latina se somete de una manera altamente eclctica. Lacuestin central no es ya incorporar la racionalizacin, sino admitir anticuerpos permanentes. El principio alemn congenia mejorque el anglo-francs, puesto que surgi enun contexto de "subdesarrollo" y desafidirectamente a las premisas ilustradas delracionalismo panglosiano y del meliorismooligrquico. Sin embargo, conforme fuemadurando, su universalismo apoclcticodemostr ser hostil a una tica plural.

    Hay varias razones para que estos

    conjuntos discursivos nos dejen insatisfechos. Pese a las contracciones internas y alos puntos en disputa, se trata de perspectivas generales que se acomodan a situations cres;se deslizan sobre premisas quegradualmente escapan a la vigilancia crtica.Nuestro gua preferido ser un paria, un "picaro filsofo" que se atreve a desafiar alvocabulario y a las premisas, y no simplemente a la evidencia o a los argumentos y

    recetas, un pensador que escapa a las manos muertas de un "sistema" imponindolela experiencia particular en toda su complejidad. De seguro que contamos con unabuena variedad de esos "picaros". Simplemente, por hacer la prueba, hagamos el intento con Rousseau. Como un vagabundo

    juvenil en Italia, Rousseau estuvo expuestoal otoo de una sociedad catlica, patrimonial. Al inicio de la madurez se top conPars y el relamido pansofisma de los philo

    sophies. A su muerte, de todos los textos dela Ilustracin francesa, el suyo fue el quecautiv la imaginacin alemana. Rousseauvivi una experiencia "latinoamericana", ydebido a que todos sus escritos son auto-

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    biogrficos podemos suponer que proporcionan instrucciones de navegacin. Suspuntos de referencia fueron la Italia picaresca, el Pars de los philosophies que prontodeificaran a la Razn, y una polisginebrina

    (idealizada): todos relevantes a nuestrocaso10.

    Desde el principio descartaremos laspreguntas escolares sobre si Rousseau era

    jacobino o totali tario (o ambas cosas), o si elContrato Social es consistente internamente o si la voluntad general es compatible conel gobierno representativo. Buscamos unagramtica para la ideologa, no una serie defrmulas. Como ha dicho Peter Gay, uno

    debe considerar la teora poltica de Rousseau como un instrumento crtico y no comoun artificio. O bien: Rousseau es un tericode los movimientos democrticos, no delestado democrtico11. Sea cual fuere la forma en que uno interpreta el Contrato Social,queda el hecho de que cuando abord ciertos casos Ginebra, Polonia, Crcega esquiv los juicios a priori para aquilatar losfactores histrico-culturales de la situacin.

    Durante toda su vida, su autor se atuvo alideal de la poliscomo "ciudadano de Ginebra" autodesignado. Sin embargo, nuncaocult los recuerdos de sus aos catlicosen Italia como "periquillo Sarniento", cuando viva de invenciones, y cuando aprendique uno debe apreciar al ser humano talcomo es, que la falla de la sociedad est enla culpabilidad y no en los defectos de organizacin, y que el contrato social es necesario no para crear una comunidad, sino paradarle forma a una ya existente. Uno no necesita recobrar un estado arcaico de naturaleza si es que la sociedad est presente portodas partes. Para aprehender tal sociedadse requiere del reconocimiento de uno mismo, no de la sociologa. Si, por lo tanto, estasociedad se enraiza en las personas, el pen-

    10En lo que sigue, reconozco estar en deuda con

    Ernst Cassirer y su The Question of Jean Jacques Rousseau, trad, y ed. Peter Gay (Bloomington, 1963) y con

    Stephen Ellen burg y su Rousseau's Political Philoso

    phy (Ithaca, 1976).11En la "Introduction" a Cassirer, en Rousseau,

    p. 27.

    Sarniento social no debe, no puede ser sistemtico. En este perodo, y durante toda lavida, la profesin declarada de Rousseaufue la de msico, de aqul que se preocupade temas y orquestaciones, no de sistemas

    y proporciones (Conviene notar aqu la importancia de la msica popular brasilea enla ideologa de las dcadas de los sesenta ysetenta)12.

    Agrupemos algunas reflexiones deRousseau para acentuar tres temas: la crtica del liberalismo, el principio del no-individualismo y la voluntad general. Susargumentos hacen frente a la conjetura liberal de que la sociedad es un conglomerado

    de seres autnomos subdivididos en gruposcon intereses que chocan entre s. Esto pusoel nfasis en las libertades particulares msque en la libertad. Cre dicotomas falsas entre los derechos de la minora y el rgimende la mayora, entre orden y libertad, libertad e igualdad, confianza en uno mismo ypaternalismo. La libertad comienza con elser y no con las leyes, pensaba Rousseau, yel ser debe someterse no a las leyes ideadas

    por los filsofos, sino a la idea de ley comotal. Donde el inters general es calculadopor los expertos, "el bien comn" se vuelveuna mentira pues el pueblo no compartems una vida en comn. La experienciacompartida se reduce a la capacidad de respuesta individual ante un ambiente ajeno.En Pars, Rousseau se asombr de la desaparicin de la vieja disposicin romana ycristiana para la amistad, amicitia. En laNouvelle Hloise, Saint-Preux observa queun hombre puede, en un instante, ser un"amigo" a primera vista, y sin embargo,aos despus puede volverse, en un instante, un extrao si uno le pide un favor. Unparisiense muestra inters afectuoso portantas personas que no puede tener intersverdadero por ninguna de ellas.

    En oposicin a los philosophes, Rousseau se negaba a considerar al estado comouna mquina utilitaria perfectible, capaz de

    aumentar la felicidad y mejorar el bienestar.

    12Marilena Chaui, O que ideologa, 12 ed. (Sao

    Paulo, 1983).

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    Ello explica sus ataques a las ciencias y lasartes en el primer Discourse ("...dgannosqu debemos pensar de esa muchedumbrede oscuros escritores y de hombres de letras ociosos que consumen intilmente lo

    sustancial del Estado"), y a la vez, nos permite imaginar cmo juzgara a los pedantesacadmicos, a los politlogos sabihondos ya los exgetas textuales que prosperan aexpensas de nuestras arcas pblicas. La libertad personal era, para Rousseau, no unacuestin matemtica, sino tica. A la manera fatalista, uno tiene que aceptar las desigualdades, mas no las situaciones de control y de dependencia. La transformacin

    del orden social requiere participacin, notcnicas de administracin; conformidadcon la ley, no obediencia a las leyes.

    Al negar que el individualismo fuera elprimer principio social, Rousseau no estabarecurriendo al concepto de hombre "poltico" Aristotlico o neoescolstico, una crea-tura cuya humanidad presupona la sociabilidad y a la vez quedaba definida por estaltima. Rousseau pensaba que en cuanto la

    sociedad estaba constituida, los hombres seendeudaban unos con otros y con el estado.Tal endeudamiento no es una dependencia,ms bien describe a una comunidad relacio-nal de personas "artificiales", que no sonsociables por naturaleza. Por lo tanto, la libertad no significa esferas particulares deno-interferencia, que llevan a la desunincompetitiva, que a su vez ocasiona que unodependa de la voluntad de otro. Los derechos del hombre no pueden,per se, abolir lacoercin en la sociedad, puesto que, segnlos ejemplos de Ellenburg, los liberalessiempre estn dispersando masas, quebrando monopolios y desmembrando laopin in mayoritaria. Ms an, limitar la cantidad de poder es ftil mientras la fuente depoder sea corrupta. Si la competencia llevaa la esclavitud, lo mismo hace el hedonismo, ya que dar rienda suelta a los apetitoses otra forma de esclavitud personal. El todo

    poltico no debe ser un cuerpo de aadidos,y s algo mayor que la suma de sus partes, sies que debe lograr que sean posibles la prudencia y el juicio que la condicin presocialniega. A partir de este supuesto, la cuestin

    no es cmo articular las partes en un todosistmico, sino cmo "un todo poltico llega ser y se vio obligado a permanecerindefinido"13 .

    De todo esto se deduce que Rousseau

    desconfiaba de las distinciones entre lo pblico y lo privado, pues cuando la libertad serelega a la esfera de lo privado, queda sujetaa invasiones pblicas. La divisin principalque formula est entre lo general y lo particular. Toda agrupacin (familiar, ocupacio-nal, de clase, de magistratura, y similares)es una asociacin pblica, y a la vez particular, que cae dentro del permetro general delestado, definido como una sociedad de ciu

    dadanos. En vez de las fronteras (que confrecuencia se ignoran) establecidas por formas liberales de organizacin, y tambinpor formas asociativas, entre los conflicti-vos sectores o entidades pblicos y privados, tenemos aqu un conjunto jerrquicode lealtades que transitan entre el bien particular y el bien general. Este ltimo adquieremayor relevancia. As, el ideal social disminuye la importancia del individualismo, sea

    que se le considere como un culto al genioromntico y a los hroes carismticos, ocomo un amplio programa pedaggicocuya finalidad fuera el cultivo de las habilidades latentes en cada ciudadano. Empero,la alternativa no est en la lgubre uni formidad y regimentacin. Simplemente, est enel reconocimiento de que el genio, o inclusoel mero mejoramiento personal, no es unasunto privado, sino el corolario del despliegue de los patrones comunitarios de la vidasocial. La definicin del genio se basa enuna historia compartida por el grupo.

    Segn la visin de Rousseau, la sociedad contempornea era un estado de guerra legalizado, de guerra declarada por unaminora poderosa en contra de los pobresindefensos. Para l, entonces, la preocupacin central no era la ingeniera social sinola eleccin moral entre libertad y esclavitud.

    13Mara Herminia de Almeida, Novo Sindicalismo

    e poltica, Conference on Opportunities and Cons

    traints in Periphel Industrial Society the Case of Brasil,

    Nova Friburgo, 18-20 de julio de 1983.

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    Hubiera dicho de Marx, que trataba de comerse el pastel y a la vez tenerlo, y de Bent-ham, que se comi el pastel que no era paral. En lo que respecta a Erich Fromm, Rousseau estaba dispuesto a privarse del caviar

    de la libertad para, siempre y cuando unotuviera el arroz con frijoles de la liberacinde. Entrevea una sociedad radicalmenteigualitaria con libertad "negativa" para todo, esto es, con cada ser libre de la voluntadde otro. La desigualdad en las pertenenciasde uno y otro podra tolerarse en tanto queno fuera tan exagerada que permitiera lacompraventa de personas. Mientras ms seensancha la brecha entre ricos y pobres,

    ms abdica el rico a sus responsabilidades,y ms teje las cadenas de opresin con guirnaldas de arte, literatura y ciencia.

    La tan debatida "voluntad general" requiere del reconocimiento de que la sociedad es una asociacin mutua y no una asociacin impuesta o fabricada. Por ejemplo,lo que los campesinos colombianos deTaussig exigen no son las ficticias pagasiguales para trabajos iguales que alientan eldespojo capitalista, sino la aceptacin delvalor intrnseco de cada persona. Chaui critica la "liberacin" de las mujeres del trabajo de casa y su ingreso al mercado detrabajo competitivo debido a que continansustentando un sistema de explotacin12.Mara Herminia de Almeida generaliza elpunto al afirmar que la tarea primordial delpueblo de una ent idad pol t ica no-participativa es "dar un testimonio", no militar en favor de un ventajoso mecanismo de

    incorporacin13.En ltima instancia, la voluntad general

    requiere de vnculos fraternos y de condiciones recprocas de vida social. Por ello,"fuerza al pueblo a ser libre". Para los idelogos liberales la frase huele a totalitarismo.Ellenburg nos aconseja reexaminar el francs "forcer d'etre libre", y preguntarnos sisignifica forzar o fortalecer, en el sentido deRousseau de que la virtud es un fortaleci

    miento del alma. Si aceptamos esto ltimo,nos quedamos con la conciencia modernaque resiste la dominacin internalizada o laideologa hegemnica. Uno supone que talresistencia entra en accin ms fcilmente

    en una sociedad de imposicin personalizada (el "Voc sabe com quern est falando?",de Da Matta)14 que en aquella donde la autoridad empua el cetro de la racionalidadbenfica (el "principio de organizacin" de

    Chaui).Procedamos ahora a colocar a Rous

    seau en el contexto creado con nuestra revisin de la prise de conscience latinoamericana a partir de la dcada de los veinte y conlas consideraciones que hemos hecho sobre el Mxico de Zaid, tomando como representativo, que no descriptivo, de la AmricaLatina contempornea. Al as hacerlo, acudimos a Rousseau no en busca de recetas,

    sino de sus perspectivas. Mas an, hemoscreado a nuestro Rousseau como Surezcre a un Aristteles, o como los liberalesbritnicos crearon su Carta Magna ex postfacto. O sea, que la Amrica Latina modernapodra descubrir en l a un padre fundadoren el sentido borgiano de que un escritorcrea sus propios precursores. Si Kafka nohubiera existido, no podramos leer a Browning como ahora lo hacemos. Si la AmricaLatina no existiera, los pensamientos deRousseau seran ms oscuros.

    Si admitimos que la imagen del Mxicode Zaid ha tenido vigencia por medio milenio y que no ser desconocida para nuestros biznietos (y por mucho, que se puededecir lo mismo de la Argentina de MartnezEstrada) nos preguntaremos si un programa de desarrollo econmico, que incluya laabolicin de la pobreza a la Lyndon Johnson, la creacin de mecanismos formales

    para aumentar la participacin poltica (y lamutua eleccin de los participantes), y laenseanza para una emancipacin selectivadel talento individual, si tal agenda, as como est, enraizada en una infraestructurapoltica y econmica profundamente torcida, corresponde a esa situacin. Al parecer,debemos empezar con una visin integralde una sociedad un poco pasiva, ms quecon un conjunto de convicciones urgentes

    en torno a redenciones tecnocrticas y mo-

    14Roberto Da Matta, Carnavais, malandros e he-

    ris (Ro de Janeiro, 1979), cap. iv.

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    vimiento dialctico. Rousseau no era unutopista, ni tampoco clamaba haber descubierto un proceso evolutivo, fuera ste natural o hecho por el hombre. Sin embargo,quiz hubiera partido de la premisa de quela poblacin total de una sociedad latinoamericana ya est dentro dela entidad poltica, que no necesita aguardar a que aparezcala seal friedmanesca o la marxiana, ni tampoco espera el resultado de un debate acadmico sobre la "marginacin", para determinar, segn ndices socio-poltico-econmicos, quin est dentro y quin est fuera.Mxico y Brasil y Paraguay y Guatemala yapertenecen a sus habitantes. Esta suposi

    cin cambia el foco del nfasis Ricardo-Mar-xiano sobre los mecanismos de cambio ylos instrumentos de poder, a una aceptacinde un fait accompli. La cuestin no es cmocambiar, sino cmo aceptar lo que ya existe.

    Si hemos de rescatar el futuro de manosde los polticos y de los intereses creados decientficos y tecncratas, habr que enfrentar la amenazadora voluntad general deRousseau. No ser preguntamos que

    esta voluntad general abra las puertas altotalitarismo, al populismo "guiado" o, enlos clsicos trminos del dcimo escrito federalistade Madison, a un mayoritario "impulso de pasiones, o de intereses, adversosa los derechos de otros ciudadanos"? Masestos son fenmenos manipulados. La voluntad general, segn Rousseau, emanabadel pueblo, no de guardianes o administradores autonombrados. De seguro, la voluntad general es inconstante puesto que no se

    basa en principios de clculo verificables, nien venerables preceptos de la ley natural.Sin embargo, si es que emana directamentedel pueblo, hay menos razones para temerleen las sociedades plurales tales como las deAmrica Latina que en una sociedad de faccin occidental cuyo pluralismo consiste deintereses mltiples que se apoyan en supuestos filosficos compartidos por losmiembros de la sociedad. Rousseau reco

    mienda con insistencia las situacionesno-sistmicas, en donde el objetivo es convertir el todo en algo difuso, y no viceversacomo en el caso de la construccin centralista-federalista, mimtica, de la poltica lati

    noamericana. Por qu, si se contemplanmltiples "realidades", el discurso polticono debera reflejarlas? Hasta donde yo s,Rousseau no dice nada que impida diversasinterpretaciones del universo o que atribuyeuniversalidad al desencanto weberiano oque niegue la posibilidad del realismo maravilloso.

    Evidentemente, Rousseau prefera lassociedades pequeas a las grandes. En laCuba de 1959 o la Nicaragua de 1979, hubiera deseado aplicar su receta para Crcega,para naciones pequeas, socialmente jvenes, que se adaptaran a la pequea agricultura y que estuvieran dispuestas a aceptar

    los imperativos morales en lugar de los comerciales. Brasil o Mxico responden mejora su caso polaco: una nacin grande, desoldados y academias que cultivan las artesy las ciencias, el comercio y la industria, endonde se hace que el dinero circule con celeridad para mantener a los ciudadanos engran dependencia. Esta era la frmula perfecta para un pueblo astuto, vido, ambicioso, servil y rufianesco, dado a los extremos

    de opulencia y miseria, de libertinaje y esclavitud: una mezcla del Brasil faranico yde Kubitchech y de Medici. El consejo deRousseau para tal nacin sera revivir la autonoma de las provincias y de unidadesterritoriales ms pequeas. A falta de la entidad poltica ideal, pequea, se busca segmentar el todo mayor a despecho de la articulacin sistmica. La representacin quese fomenta no es la del poder delegado quepodra esclavizar a quienes lo delegan, sinoun representardirecta y continuamente laspeticiones polticas y visiones del mundo delos heterogneos grupos que buscan la liberacin.

    En la Amrica Latina contempornea,las comunidades cristianas de base y la Teologa de la Liberacin, constituyen un obvioequivalente de la formula rousseauniana.En efecto, en este caso, la rel igin asume elcarcter pblico y cvico que Rousseau pro

    pona. Al congregarse en grupos primarios,el pueblo se transforma en la iglesia misma,invirtiendo y descentralizando la autoridad, eliminando la funcin paternal de los"pastores de almas" y arrogndose el dere-

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    cho de dirigirse e interpelar directamente alas ms altas autoridades. El dilogo constante que sostiene y justifica a las comunidades se convierte en la reflexin crtica de

    s mismas y de la sociedad, en una bsqueda de las causas de la pobreza y de la opresin que abre el camino hacia una comprensin de carcter colectivo y hacia la ideologa. Las creencias heterodoxas dejan de serpecado y el pecado se transforma en cualquiera de las formas de la opresin. Paraeliminar este "pecado" lo que se necesitano es volver a examinar de manera meticulosa la doctrina heredada sino permaneceralerta ante los signos de los tiempos, as

    como un esfuerzo colectivo para dar forma aun lenguaje, ideas y proyectos nuevos eimaginativos. En fin, un proceso de esta naturaleza parecera estar ms cercano a laidea de Rousseau de una voluntad generalen gestacin que los supuestos angloamericanos en torno a la formacin de la opininen una sociedad liberal.

    Una Nota en tornoa las Eticas Mltiples

    A estas alturas resulta claro que mi objetivono ha sido dar soluciones o presentar programas sino dejar en claro las implicacionesde lo que considero como un gran interludioexistencial, en el que va a tener lugar unabuena dosis de reflexin y conceptualiza-cin con respecto a la sociedad latinoameri

    cana, sus instituciones y sus premisas culturales. Justo cuando daba principio a estasideas finales, recib una carta de un eminente cientfico social y "activista" peruano enque me dice:

    "En este momento se percibe en la regin latinoamericana algo ms que unapreocupacin. Yo dira que hay angustiafrente a la sensacin de que la distanciarespecto al mundo industrial y a las tecnologas de punta se incrementa a ritmos biomtricos. Por otro lado, hay unasensacin de prdida de identidad, dedisolucin de lo propio, que tampocosignifica transformarse en "otro", sino

    en la creacin de un vaco donde predomina la frustracin y la nica salvacinse supone est en manos de los economistas y financieros. La comunicacin

    no ayuda porque es muy poco lo que selee y menos an lo que se reflexiona. Sinembargo, cada da hay ms seminarios,simposios, foros y todo tipo de eventossobre la coyuntura".

    Son justamente momentos existencialescomo ste, los que llevan al deslinde de loscampos propios y a confrontar las racesculturales. Y esto tiene lugar precisamenteen un momento en que la venerable tradi

    cin catlica e ibrica puede ser considerada no exclusivamente como clerical y autoritaria sino tambin y al igual que todaslas tradiciones que sobreviven al paso delos siglos como una tradicin portadorade su propio potencial terapetico.

    Esto no quiere decir que las comunidades de base cristiana son la respuesta definitiva (quin sabe a qu tipo de cooptacinse prestarn?), de la misma forma en que ni

    las guerrillas, ni las invasiones de los paracaidistas, ni los grupos religiosos no-catlicos que hicieron a los acadmicosabrir los ojos en la dcada de los sesenta,fueron la respuesta (Y quin, despus detodo, puede predecir las aflicciones y lasironas que cualquier "liberacin" traer como consecuencia?). La cuestin es que, a lalarga, la formacin de sectas radicalmenteigualitarias en oposicin a una iglesia piramidal (a la Troeltsch y Weber) ofrece unmejor ejemplo sociolgico para Amrica Latina que las disquisiciones de Madison, Mi ll,Marx y Gramsci. Lamentablemente, estonos lleva a criticar el penetrante ensayo deChaui sobre "Cultura popular e religio",que repudia todas y cada una de las sectasreligiosas debido a que se pueden caer bajoel control de la autoridad institucionalizada15. Mi propia inclinacin es mantener a lareligin donde Kierkegaard la coloc, a la

    altura de la tica, el arte y la ciencia. Chauiculmina, lo reconozco, en donde a m me

    15Marilena Chaui, Cultura e Democracia, 3o ed.

    (Sao Paulo, 1982), 71-83.

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    gustara hacerlo, con la advertencia de laescuela de Frankfurt de que la ciencia (no lareligin) es el opio del pueblo. Sin embargo,a pesar de esta vuelta de tuerca, su anlisisest incrustado en la filosofa occidental y sepolariza hacia los resultados instrumentales. El objetivo en este momento exploratorio, formativo, no es elaborar estrategiasque nos permitan dar en el blanco, sino examinar formas coexistentes del discurso. Adiferencia de sus confreres i lustrados,Rousseau apoyaba este tipo de empresa.

    Aqu hay un punto central. Las sociedades latinoamericanas son sociedades de tica mltiples, en tanto que la ideologa del

    occidente industrializado presupone unatica nica o, como les gusta decir a losnorteamericanos, unas "reglas del juego"uniformes. Tales "reglas" son caractersticas de las sociedades igualitarias y permiten la diseminacin de la ideologa "hege-mnica" gramsciana. En Amrica Latina,sin embargo, persisten visiones del mundoheterodoxas, particularmente (aunque noexclusivamente) visiones de origen africano

    y amerindio en sus versiones criollas. Lasrazones de esto son dos. La accin de laiglesia y el Estado en los tres siglos de coloniaje sirvieron para jerarquizar y armonizardiversas visiones del mundo, no para suprimirlas o estandarizarlas. Por otro lado, ensociedades donde grandes masas de poblacin jams podan realmente aspirar a serincorporados en la sociedad "burguesa",resulta natural que visiones y estrategiasheterodoxas que buscan reconceptualizar el

    universo social, retengan su fuerza. Por lotanto cmo puede la ideologa, definidacomo reglas poltica universales, florecer ensociedades que son verdaderamente plurales y no simplemente sociedades divididaspor las facciones?

    Para ejemplificar mi punto, tomo sugerencias del contraste que Chernoff establece entre la msica africana y la occidental,gnero seguramente apropiado para los

    pases del Afro Caribe y del Brasil16

    . Por el

    16John M. Chernoff, African Rhythm and Africa

    Sensibility (Chicago, 1979).

    momento, y quiz para cualquier momentode nuestro futuro existencial, no podemosesperar alternativas claras, prcticas. Loque requerimos es tener sensibilidad haciainterpretaciones y ritmos simultneos. Estolo encontramos en la comparacin de Chernoff entre el "sentido metronmico" occidental, que concibe al tiempo movindoseinexorablemente hacia un momento distante, y la msica africana, que impone a msicos y espectadores por igual la necesidad demantener un ritmo personal que d coherencia a un conjunto de ritmos y acentosaparentemente en conflicto. La msica occidental armoniza diferentes tonos en "acor

    des" pero no tiene nombre para los ritmos.La terminologa (accelerando, rubato, sncopa musical y otros) se refiere a la velocidad,al metro y a la acentuacin. En Africa, los"toques de tambor " tienen nombres y variaciones, y el comps de la msica surge de larelacin entre los ritmos ms que de un patrn dominante. Las alternativas an estnvivas. Traducida a trminos socio-polticos,staes la metfora que ilustra nuestro caso.El hecho de que el establishment puedaapropiarse de grupos de culto religioso notiene consecuencias mayores de las que tiene el hecho de que los centros nocturnos dePars o de Nueva York conviertan los ritmosafricanos a la linearidad metronmica parael entrenamiento de los apticos clientesburgueses.

    Este addendum tiene por objeto subrayar lo que la democratizacin debe signi

    ficar en contextos de diversidad cultural yen donde "soluciones" econmicas deacuerdo con las normas del Occidente industrializado, son quiz inalcanzables en unfuturo predecible. Aqu la ideologa debesurgir de la representacin continua de lasdemandas populares y no como imposicinde estructuras surgidas desde lo alto. Aqula democracia debe entenderse como proceso, un proceso que se refiere no simplemente al eterno choque de las pasiones, losintereses y las opiniones, sino tambin a laspremisas de donde stas surgen y a los escenarios en donde se expresan.

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