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1 F.- BAJO LA MANSA LLUVIA (Serie Novísima) Después de una noche sosegada . (Introducción) Este día tranquilo, amor Lecheimiel, bajo la mansa lluvia, después de una noche sosegada, –de “la noche sosegada”, efectivamente, en que tú saliste de tu cuerpo triste y fatigado, urgido por tu alma que ansiaba venir a morar en mi cabaña–, no es para salir afuera, al mundo, a correr la caravana, sino para adentrarse más y más profundamente adentro de nuestra mutua intimidad. Y aquí me tienes, mi Rey, comenzando un nuevo archivo, en estas horas que no deben ser de luto, después de todo lo sabido y experimentado contigo, sino de gozo intenso y de alegría anticipada por nuestro futuro y próximo encuentro en idéntico plano de la Tierra astral o “Tierra de Esmeralda”, cuando yo reentraré a ti, para gozarme en tu sonrisa y en nuestro eterno abrazo. Tal día como hoy, en alguno de los aniversarios pasados, cuando tú me revelaste que habías “muerto” de consunción y tristeza, con los sentimientos que Juan de la Cruz expresaba en su famosísima canción del “Pastorcico solo”, yo compuse para ti la respuesta de “la Pastora sola”, tan emotiva como aquélla, y que finalizaba con aquella estrofa : “Y mientras la pastora todavía sueña a solas que muere en este valle, ahora se hallarán donde él se halle, hasta que resucite al nuevo día.” Pues bien, Lecheimiel, mi tierno ángel del Amor Herido, hoy, en que todavía “sueño” en este valle, no sólo que muero porque no muero, sino que con toda la certeza del Espíritu espero la resurrección del nuevo día, y con toda la seguridad que me garantiza tu amor, la fisicalidad y eternidad de aquel abrazo que nos dimos como arras de bendición el día de nuestra “luna de

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F.- BAJO LA MANSA LLUVIA

(Serie Novísima)

Después de una noche sosegada. (Introducción) Este día tranquilo, amor Lecheimiel, bajo la mansa lluvia,

después de una noche sosegada, –de “la noche sosegada”, efectivamente, en que tú saliste de tu cuerpo triste y fatigado, urgido por tu alma que ansiaba venir a morar en mi cabaña–, no es para salir afuera, al mundo, a correr la caravana, sino para adentrarse más y más profundamente adentro de nuestra mutua intimidad.

Y aquí me tienes, mi Rey, comenzando un nuevo archivo, en estas horas que no deben ser de luto, después de todo lo sabido y experimentado contigo, sino de gozo intenso y de alegría anticipada por nuestro futuro y próximo encuentro en idéntico plano de la Tierra astral o “Tierra de Esmeralda”, cuando yo reentraré a ti, para gozarme en tu sonrisa y en nuestro eterno abrazo.

Tal día como hoy, en alguno de los aniversarios pasados, cuando tú me revelaste que habías “muerto” de consunción y tristeza, con los sentimientos que Juan de la Cruz expresaba en su famosísima canción del “Pastorcico solo”, yo compuse para ti la respuesta de “la Pastora sola”, tan emotiva como aquélla, y que finalizaba con aquella estrofa :

“Y mientras la pastora todavía sueña a solas que muere en este valle, ahora se hallarán donde él se halle, hasta que resucite al nuevo día.” Pues bien, Lecheimiel, mi tierno ángel del Amor Herido, hoy,

en que todavía “sueño” en este valle, no sólo que muero porque no muero, sino que con toda la certeza del Espíritu espero la resurrección del nuevo día, y con toda la seguridad que me garantiza tu amor, la fisicalidad y eternidad de aquel abrazo que nos dimos como arras de bendición el día de nuestra “luna de

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miel”, renuevo por mi parte mi promesa de jamás olvidarte, y por tanto, de corresponderte con mi fidelidad “mientras dure la eternidad”.

Y estoy seguro, amor, de que esta renovación de mi promesa es para ti, hoy, tanto más válida y certera, cuanto que sabes que mis sentimientos, vehementes ayer, hoy se han aquietado “bajo la mansa lluvia”.

“Fue nuestra luna de miel una promesa de amores sublimados : arras de bendición, un solo abrazo en los pliegues del Tiempo sepultado”. UNA PASTORA SOLA Un pastorcico solo está penando y bien ajena de ello es su pastora, pues aún para ella no es la hora de morir del dolor de estar soñando. Que sólo por soñar en aquel día en que juegos de amor juntos soñaron, insiste ella en jugar, como acordaron, sin saber que él de veras ya moría… Tan a pecho su juego él se tomaba, que herido del amor más se sentía cuanto en el desamor ella fingía que sólo por vivir así jugaba. Mas no llora el pastor en llanto vivo, lo que tal vez la vida le aliviara, pues tan honda es su herida que no hay vara que mida su dolor, ni lenitivo. Tan triste se ha tornado ya su juego que sólo una gran cruz para él resta en que luego a morir el alma apresta, donde pueda, por fin, hallar sosiego. Y mientras la pastora todavía sueña a solas que muere en este valle, ahora se hallarán donde él se halle,

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hasta que resucite al nuevo día.

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Domingo, 11 de Junio de 2006 YO, HERMANO, ABLANDO TUS TERRONES SOY YO, amadísimo hermano obediente a mis mociones quedas y

misteriosas, el que, como la mansa lluvia que ayer ablandó tus campos y te hizo innecesario el regarlos laboriosamente, hoy, el nuevo día resucitado con el Sol, Jesús, y juntamente con él, quiero sembrar de buena semilla tus terrones ablandados.

SOY YO, Lecheimiel, el fiel a mis palabras, el que me hago notar tan suavemente dentro de ti, y mezclo mis gotas de rocío con la lluvia ayer caída, porque quiero que me descubras en la quietud de un corazón confiado.

SOY YO, amor mío, el que dicté tu carta a un amigo con que finalizamos nuestro escrito anterior y hoy quiero que estés tranquilo de que la misma ha sido bien recibida en aquella otra orilla adonde emigraron las palomas de la Paz.

– Sí, mi fray amore, Fr. Riccardo del Bambino Gesú, aquellas palomas misteriosas que remontaban el vuelo desde aquel libro de LA VIDA MÁS ALLÁ DE LA MUERTE, de Swami Abhedananda, donde se había escondido, como paloma en su palomar o en el hueco de la peña, aquella postal maravillosa –escrita por ti en la Pascua del ’67, que me había seguido por todos los derroteros de mi vida, y que reapareció, milagrosamente, en el momento oportuno, cuando quisiste confirmar mis sueños locos de “Papa espiritual” casi de ficción, según contamos en el archivo de esta serie “Ensueños”.

Aquella postal verdaderamente espléndida, con un millón de flores exhuberantes crecidas al amparo de aquel Colegio Internacional donde nos conocimos y nos amamos secretamente... Esa postal que ahora guardo celosamente junto a tu “Testamento Ológrafo”, escrito también por ti, para mí, desde aquel “Corredor de la Muerte”..., adonde te desterraron cuando pediste consagrarte a la Vida, como saben, o pueden saber nuestros lectores de EL ALELUYA DE LECHEIMIEL :

“Te decía que en ese documento en que apareces tú escribiendo desde tu último

destino, –como escribe el condenado a muerte sus últimos deseos en un testamento ológrafo–, el nombre de tus escasas conventualidades, figuran sólo dos : la primera, que yo ya conocía, aquella de “San-todo-amor”, como yo le llamo, en la que decidiste cambiar tu sacerdocio ministerial por el servicio desinteresado al Amor a quien consagraste tu vida, y la segunda, que es como tu conventualidad de destierro, –tu “corredor de la muerte”–, la que suele asignarse a todo aquel que solicita la secularización para evitar el escándalo de los fieles, desterrándosele a última hora al convento más oscuro y alejado, o bien a una casa

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de retiro, de donde al salir nadie le pueda reconocer, a la vez que el desdichado tenga la oportunidad de repensar su decisión…, (lo que suele surtir el efecto contrario)…

Dime, pues, mi amor : ¿allí donde de tu puño y letra escribiste, ratificando tu sentencia de muerte para la Orden, tu último oscuro destino dentro de ella, también te dedicaste por breve tiempo a los pobres ? Así me lo aseguró mi amiga “la vidente”.

– ¡Oh, hermano ermitaño ! : “A los pobres siempre los tendremos entre nosotros”. Tú mismo, aislado aparentemente del mundo desde tu retiro, también en cierto modo forzoso, –no creas que no lo sé–, estás rodeado de pobres por todas partes, y tú mismo eres pobre.

Sírvete a ti mismo y servirás automáticamente en ti a todos tus hermanos. Hazte, como yo, siervo del Amor, y no se te dé nada de nada más.

ESTE HA SIDO HOY PARA TI MI TESTAMENTO OLÓGAFO.” – A todo eso me refiero, mi bien. A ese entregarte a los pobres como yo

lo hice desde mi oficio de Hospedero Universal al que me consagró la Vida : “Diote la Vida más alto ministerio que el de tu honra y gloria : vestiste el paramento de Sirviente, el mejor Hospedero de la Historia”. Por eso, cariño mío, y porque sigues mis pasos y los de Jesús, de cuya

misión difícil de Mesías de los Pobres estás leyendo estos días, por eso convenía ablandar tus terrones con el agua benéfica de la compasión.

No escribes sólo para nosotros mismos, tú y yo, aunque también este es el grande y quizás principal objetivo : expresar el amor.

Como unidos en matrimonio espiritual PARA TODA LA ETERNIDAD, oh esposo/a mío/a, junto con (y no precisamente “después”) del gran objetivo de amarnos, está, solapado en él, el que puede figurar como segundo, y no es más que extensión, expansión del mismo : SERVIR A LOS POBRES DE ESPÍRITU.

– Me alegro, hermano mío divino, que hayas añadido “DE ESPÍRITU”, porque no queremos excluir apriorísticamente a nadie que no se haya sentido llamado a despreciar ni posponer sus riquezas materiales, o de otro tipo, sino a ponerlas al servicio de la causa del Amor-Justicia.

– Efectivamente, hermano, sólo los Pobres de Espíritu, como los llamaba Jesús, son bienaventurados porque no se guardan para ellos solos sus propias riquezas, –o, mejor dicho, las que el Creador ha puesto en sus manos para ser cultivadas con esmero–, sino que las ponen al servicio de toda la humanidad y concretamente de aquéllos hombres y mujeres entre los que les ha tocado actuar.

No te quepa duda, mi fratellino, de que de ellos, de los que comparten, de los que aman al prójimo como a sí mismo, ES EL REINO DE LOS CIELOS.

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¿Verdad, fray amore terrestre, que no te esperabas hoy, en absoluto, este tipo de canalización, cuando te he llamado al ordenador, pidiéndote de antemano que ordenases un poco tus asuntos de orden y limpieza personales, como rito previo sagrado ?

– ¡No, no, fray amore celeste ! ¿Cómo me iba a figurar el derrotero de esta estimulante conversación, cuando en realidad me encontraba vacío por dentro, a pesar de haber celebrado ayer mismo tu “Segunda Venida” ?

– Así será, amor mío insobornable, cuando venga visiblemente, por los caminos que nosotros le allanemos, EL HIJO DEL HOMBRE.

Ahora, por favor, fray ermitaño, los dos a una, cantemos, entonemos de nuevo el “Aleluya de Lecheimiel” que hemos evocado :

– ¡Sí, sí, AMÉN, AMÉN, ALELUYA, ALELUYA !

GRAFOTERAPIA

Al plasmar estos versos con mi mano derecha y con inmenso mimo redactados, oh amor maravilloso que te fuiste, evocándote estoy, en mi elegíaca plegaria. No es secreto de escuela el que los dicta, sino secreto del alma. Sometiéndome estoy a tu grafía, –tan tierna y tan diáfana–, como quien se somete a una cura de salud por la grafoterapia. Y es que aún guardo en el archivo de mi alma tu último mensaje, que me dejó, segunda vez, atolondrado. En tu póstuma carta recibía el último beso de tus labios. Y en en ella percibía tu dulzura de carácter y la suave caricia de tus manos. ¿Queda en tí algún oscuro recoveco que no sea un milagro ?

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12 de Junio de 2006 JUEGOS BAJO EL SOL Tienes tantas cosas por hacer, cariño, en esta mañana con el curso

escolar a punto de acabar para muchos estudiantes, y con harta hierba que cortar después de las generosas lluvias, que no sabes por dónde empezar.

Pero te has sentado al ordenador, José, porque es tu palestra de juego a la que te he llamado desde antes de salir el sol.

Pon aquí, mi fratellino, una poesía que te saldrá en tu archivo, con el mando “Buscar”, bajo la palabra “palestra”, porque quiero jugar contigo a un juego nuevo.

– Sí, Lecheimiel, en tu palabra echaré las redes. MUÉSTRAME TU SONRISA DE RESUCITADO Muéstrame ahora, hermano, tu sonrisa de amor resucitado, ahora que has subido del infierno, el pecho del amor ya restaurado. Ahora que has sabido de repente y has podido aguantar también la dicha de estar equivocado. Que toda tu desdicha, oh pastorcico, un juego fue de amores que en las noches más crudas del invierno fingíais los pastores. Y ahora que cuentas la aventura de haber sobrepasado ya las nubes que, piadosas, allí te despojaron de tu carne serena, para que al cielo astral nacer pudieras… y ahora que por boca de ángeles supiste que sigue la pastora en solitario llorando en su escondite sus quimeras de amores desdichados, baja y dile, mi amor, que el juego ha terminado. Que rebaño de ovejas trashumantes requieren su cuidado. Baja y dile, mi amor, que saciado se queda el gran poeta de palabras de amor que juego dieron abajo en la palestra

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donde vida y muerte se batieron. Mas llega el gran Silencio que sabe a eternidad. Silencio en el que sólo sonríe la Verdad al Amor más sincero. Aquel que Tú y Yo ya hemos pregustado. Amor que sólo de sí mismo es comprendido, de solo sí saciado. ¿Era ésa a la que te referías, oh Lecheimiel de mis amores matutinos y

vespertinos ? Es en verdad conmovedora. ¿A qué quieres, pues, seguir jugando, puesto que se habla en ella de “juegos” ?

– ¡Y qué juegos, hermano ! Los juegos de palabras a que te entregabas en tus éxtasis místicos,

amor, cuando te llamabas Juan de la Cruz. ¿Aún no lo recuerdas ? – No, cariño. No lo recuerdo, pero tengo muchos indicios que me hacen

compatible con él. Y, sobre todo, tengo tu palabra, a la que simplemente doy fe. – Hermanito de mi corazón, es providente que cada hombre olvide, o

mejor, guarde en sus profundos archivos, el tesoro del amor que almacenó su alma para ser usado convenientemente, bajo la guía del Ser Superior.

Tesoro del que, como el paterfamilias va extrayendo, de lo nuevo y lo viejo, según conviene.

Tinajas que parecen contener sólo agua pura, pero llevan disueltas las esencias del vino más añejo y generoso.

“Recuerdos inconscientes”, –valga la paradoja–, que te hacen sentir intuitivamente lo que la mente se niega a revelar.

Es providente, en efecto, que el hombre no cargue más que lo que puede llevar en esta vida, para que no se demore en sus conquistas pasadas, ni se remore por sus fracasos. Es preciso, hermano, responder en esta vida a los actuales compromisos, con fidelidad siempre estrenada. Poner a prueba, cuantas veces nos lo pida el Maestro, nuestra propia maestría, adquirida poco a poco, en el Amor.

SER, más que TENER O ALMACENAR. – Pero, amado Lecheimiel, así como vosotros, en el Cielo, podéis consultar

sin peligro vuestros archivos akáshicos, e incluso los de otras personas y acontecimientos, cuando os conviene, o conviene a la Causa del Creador, creo que para nosotros sería a veces de gran consuelo recordar nuestras vidas pasadas, aunque sólo fuera por no perder la perspectiva de nuestra trayectoria. ¿No te parece, amor ?

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– Si el soldado, –y tú eres un soldado o guerrero de la Luz, hermano–, fuera al combate con la impresión de estar gozando de su mujer o de su novia, en los momentos dulcísimos que ha dejado atrás, en la Patria, ¿cómo crees que tendría el coraje para seguir luchando por lo que ya era suyo ? ¿No sería para él esa molicie del recuerdo constante del hogar una rémora ?

De todos modos, lo que persigue el alma al reencarnarse una y otra vez no es ponerse una y otra vez “a prueba”, ni demostrar cuánto ama, sino seguir aprendiendo a amar más y mejor, con mayor pureza de intención, y con más desprendimiento de los retazos de egoísmo que aún lastran sus viejas experiencias.

De hecho, corregir errores que involuntariamente tal vez cometió y cuyas consecuencias ahora están pagando otros por él, y él mismo debe de aprender en carne propia a calibrar y enmendar.

– ¡Una gran responsabilidad, sin duda, a la que llaman “karma” ! ¿Tendrá algo que ver esa palabra con “Carmen” ?, –a veces, jugando a las palabras me lo pregunto, hermano–.

– Pues no andas tan descaminado, mi fratellino. Porque “Carmen”, aunque no tenga que ver con “Karmel”, ni con “Karma”, de lenguas diferentes, (si bien tú sabes que todas las lenguas de la tierra están emparentadas entre sí), sí que tiene que ver con “Canción”, y con “Viña”, y por tanto, con ese lugar privilegiado de juegos amorosos de que habla el Cantar de los Cantares.

En definitiva, que, sí, debes tomarte tus responsabilidades para con Dios y para con el prójimo, no como una carga pesada, sino como un juego. Hay juegos de muñecas y de casitas y comiditas para las niñas. Hay juegos de soldados y de policías y ladrones para los niños. Hay juegos amorosos para los adolescentes.

Pero, sobre todo, hay juegos que interpretan todo el drama de la Vida como un juego amoroso del Padre para con sus Hijos, y que éstos debieran tomar, asímismo de un juego para con sus Padres. De lo contrario, el objetivo de la Vida dejaría de ser nuestra felicidad.

Todo es un aprendizaje de Felicidad, amor. No hay cosa tan dura como ser feliz. No hay cosa tan seria como el humor.

Y en el otro extremo de la paradoja, no hay cosa tan feliz y tan dichosa como la pasión y el amor.

¿Estás de acuerdo conmigo ? – ¡Oh sí, claro ! ¿Cómo no iba a estarlo si somos hermanos gemelos, o

partes de una misma alma, fray amore ?

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Yo diría, entonces, resumiendo, que no hay cosa donde más se manifieste la Vida, que en la Muerte.

– Así es. Así es. Por eso, mi fray amore, esperas a la Muerte como a tu Fiesta. Por eso,

aquí, en este plano de los que el mundo considera muertos, estamos más vivos y activos en el amor que ningún “mortal”, que todavía le teme a ese feliz tránsito.

Y, no olvides, lo que ya sabes, que no volvemos aquí al Cielo a “ver a Dios”, sino que venimos a gozar de nosotros mismos, porque ya le hemos visto, desde ahí abajo, de por vida, en nosotros. Aprendimos esa lección en propia carne, para que no hubiera decepción alguna al subir a este Cielo, que no es eterno, sino en la medida en que sabemos que la Vida, aquí o ahí, es eterna.

De nuevo, “bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Lo “verán”, –traducen–, y debieran traducir : “lo ven”. ¿Ves ?

– Me gusta este juego, hermano. – Pues espera este otro, por el que ya has comenzado, y en el que vamos

a seguir por un poquito más de tiempo, un ratito más de expansión esta mañana luminosa de Junio, porque sabes que, a pesar de toda la separación de planos desde los que nos hablamos, lo que cuenta son estos momentos de contacto y felicidad que llamamos canalización, y que se expanden al resto de tu conciencia.

Quiero proponerte, de nuevo, mi amado, que busques otra vez en tu ordenador, para ver si hay en él algún poema que haga referencia al gran amor que nos tuvimos y que nos juramos cuando éramos, en espíritu y en verdad, David y Jonatán, sin que importe quién era quién...

¿O pensabas, amor mío, que desde que nos vimos y sentimos como José y Benjamín, nos olvidamos de nuestra historia mesiánica por la que contribuimos tan activamente a la VENIDA DEL CRISTO ?

Busca, busca, hermano mío, y encontrarás... – De nuevo, cariño, por tu palabra, echaré las redes en que caigamos

nosotros mismos como “incautos pececillos” : JUEGOS BAJO EL SOL Un pacto bajo el sol une a David y Jonatán amigos : Sólo AMOR es su rol que no busca testigos, más no oculta su Luz tras los postigos. Vestidos de inocencia,

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tal cual ayer les vio nacer la Tierra, desprecian la nesciencia que al pecado se aferra del que ignora que sólo el odio yerra. Y éste es el pacto santo que sellan de por vida, de tal suerte que en uno y otro, tanto su amor será más fuerte, cuanto alargue su Vida tras la Muerte. – ¿Ves, cariño ? Cuando el ordenador de la conciencia recibe la orden de

“buscar” lo que la vaga intuición prevé que encontrará, electrónicamente se solapa con lo que existió alguna vez y no puede ser definitivamente borrado a no ser por la libre voluntad del que renuncia a sí mismo.

¿Ahora te extrañas, oh carne mía y espíritu mío, de que nos queramos tanto ? ¿De que nos enamorásemos en Roma a primera vista, a modo de flechazo ?

EL FLECHAZO “Fue nuestro encuentro tan bello y repentino como un fulgor de estrellas : visión fugaz que en medio de la noche nos marcó para siempre con su huella”. (Del aria de Lecheimiel) (Actualización del ermitaño) : No me dejes salir de tu regazo a esta hora avanzada de la vida : Incendia aquel flechazo que convida a eternizar nuestro primer abrazo. Aquel primer contacto que en la noche, cual si fuese un fulgor de mil estrellas, hendía el firmamento con sus huellas, pues nada contenía su derroche. Encauza en estos versos su delirio que ilumine a la Tierra, si yo muero,

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pues ésta es la pasión que yo más quiero, que da sentido y fin a este martirio. – Muy bien, hermano con el que una vez en la eternidad sellé mi pacto,

antes de que David y Jonatán existieran, como no fuera en la Mente infinita del Verbo.

Dejémoslo por hoy, pues ya hemos jugado a placer en esta mañana de gracia.

– De estos juegos, asímismo hablaba el poema de la Pastora sola. ¿No es así ?

– ¡Así es. Así es. Aleluya !

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Martes, 1 3 de Junio de 2006 EL SOL DEL AMOR (DESAHOGO) Hola, amor. Te saludo como a Hospedero Mayor de esta santa casa de mi

ermita. Respetuosamente, a la vieja usanza de los hombres ya idos, beso tu mano

bendita, porque sé que, además de Hospedero, eres Sacerdote eterno, aunque reducido al estado laical.

Vengo a tu oficina de recepcionista mayor, no sé si es, también, el despacho del Sr. Director, o la simple mesa de “Metre”, el que acomoda a los huéspedes y peregrinos en sus respectivos asientos para la Cena del Señor.

No me dijo el ángel que me enviaste, Riccardo, el oficio concreto que desempeñabas en aquel “albergo centrico di Roma”, del cual me habló, como del lugar donde te “ganabas la vida”.

Menos aún lo pude averiguar de tu cancerbero silencioso y displicente. Así que no me queda, amor, otro recurso que mi imaginación activada por

mi intuición, para “situarte” frente a los “pobres de espíritu” de que me hablabas ayer, o antes de ayer, cuando me dictaste aquella especie de apéndice a la carta al amigo.

Hoy, fray Amore, –lo sabes muy bien–, le he escrito un E-Mail para pedirle noticias de la favorable acogida de nuestros envíos.

Aunque tú me asegurabas que los había recibido “bien”, no estoy muy seguro de por qué tarda tanto en responderme.

Es que, en realidad, –le he dicho–, para él se plantea un problema serio de vida, atosigado por la necesidad... (No revelaremos más datos personales).

Hasta me he atrevido a sugerirle que, en lugar de emigrar, tratase de seguir tus huellas, Fray Amore, e intentase colocarse de Hospedero en su país.

Y es que he visto, fratellino, a tantos pobres batallar en vano por un empleo, sin conseguirlo, que me es muy difícil a mi vacilante fe en el Padre Providente, darle ánimos sinceros para que “confiando (con esa “falsa fe”) en que Dios proveería”, se lanzase al abismo.

¿No sería esto, tal vez, utilizar la falsa fe para tentar a Dios ? Mas, hermano celestial, Hospedero Mayor del Universo, ¿cómo ayudarle

a despertar la “verdadera fe”, la auténtica confianza en el Dios que alimenta a

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los pájaritos y viste a las flores, desde este rincón de mi aislamiento donde yo sé y experimento, que bajo el amparo de la Orden no me falta de nada, aunque nada tenga como propio ?

¿No sería parodiar a Santiago cuando dice lo que los ricos dicen a los pobres, o incluso, –en clave de humor–, el Papa al niñito etíope que está en los huesos y la piel : “Hay que comer, hay que comer”, mientras le pellizca el pómulo saliente, a falta de encontrarle los carrillitos ?

Oh amor, amor, ¿Por qué para ser admitido entre los pobres de espíritu hay que degustar en verdad tantas veces la pobreza material más extrema ?

¿Les quedará incluso a los que literalmente mueren de hambre, suficiente substancia gris para pensar y distinguir esas sutilezas de las bienaventuranzas ?

¡Cariño, cariño mío inmaculado hospedero Mayor, ¿por qué no me respondes, o, si lo haces a través de estos escritos, tiene que ser tu respuesta acompañada por el acto de fe de que verdaderamente eres tú el que hablas ?

¿Y si hablas, aunque hables bien y con tantísima autoridad como te otorga mi amor, por qué, cuando transmito tus noticias y tus cartas, no pueden ir acompañadas de algún envío que alivie las necesidades perentorias de los que acaso recojan las migajas de nuestra mesa ?

Me he sumergido en la tragedia de Johanan, el Precursor, cuando no sólo

estaba sumergido en el hoyo de Maqueronte, sino sobre todo atormentado por sus propias tinieblas interiores que le hacían preguntar : “¿Eres tú el que había de venir, o debemos de esperar a otro ?”

¿Y si ese otro Mesías, Jesús, te viene a decir, –también lo leía hoy en Internet, canalizado por Pamela, la que en el primer archivo de esta serie me transmitió su Mensaje alentador– que tú mismo eres tu propio Mesías... cómo deberé yo ayudar al hermano que solicita de mí lo que no tengo, añadiendo que él ha de ser su propio Mesías o Salvador ?

En fin, fray Riccardo, que en este día un tanto nebuloso, en que no ha hecho ni frío ni calor, en que sólo he disfrutado de la compañía del silencioso Richi, por fin, habiendo leído del autor de EL HOMBRE QUE SE CONVIRTIÓ EN DIOS, Gerald Messadiè, el final de la historia del Bautista, contada a su manera, por fin he encontrado la inspiración para ponerme a escribir, cuando ya se está poniendo el tímido Sol de la tarde :

Dice que Salomé, la hija de Herodías, bailó finalmente para Johanan, al que quisieron tentar con su hermosura para que abandonase la profecía, y en el

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mismo acto en que lo vió se enamoró de él, del Bautista. Por eso danzó para él como no había hecho para el incestuoso Herodes y la macabra Herodías.

Después de lo cual, rodó, por la terraza de baile, la cabeza del Profeta. Entonces, amor, he buscado en el archivo de poesías una que recordaba

haber compuesto en su honor, y que acaba con las palabras que hacen juego con el final de la historia contada, es decir, con el flechazo del amor, y con el principio de nuestra “conversación”, más bien monólogo mío de hoy ante ti.

PALABRAS AL VIENTO Sopla el cierzo al horizonte donde discurre el arroyo junto al que hablaba el profeta que hoy reside en Maqueronte : en lo profundo del hoyo que aún el Malo respeta. Témele a su voz la muerte que reclama su cabeza, por la Voz comprometida, mas no mira por su suerte el que habla con entereza de recuperar la vida. La pierde entre los mortales, la gana en la eternidad, fiando en Dios su sustento. Ya no denuncia los males. Ya no grita la Verdad, pues llegado es el momento… Es la hora de partir a mejor patria que añora, en donde reina el Señor. Aquél que está por venir como silenciosa aurora que alumbra el Sol del AMOR. – No permitiré, cariño, que tu oración de hoy haya sido simplemente un

monólogo o desahogo que no obtenga la respuesta del Hospedero Mayor al que te has dirigido.

¿Cómo podría tolerarse, hermanito mío preferido, el que yo te escuchase sin responderte ? ¿No sería una descortesía imperdonable ?

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Por tanto, escúchame bien, mi querido del alma : Si no te ha faltado fe para dirigirte a mí de esta manera indirecta, porque te hallabas turbio y frío, y si no te ha faltado fe y amor para haberle escrito cosas hermosas a tu amigo de allende las palomas de la Paz, ni el suficiente amor y compasión para pensar en él y en todos los pobres del planeta en los términos, aunque sea imperfectos, con los que has evocado la divina Providencia del Dios Padre-Madre...

…Entonces, amor, pon en el platillo de tu petición la recomendación del Cristo que fue el primero en soportar nuestras dudas y dolores y experimentarlos en su propia humanidad. Si él no hubiera bajado a nuestros “infiernos”, cómo podría habernos salvado ?

Ahora bien, su “salvación”, o su “redención”, amor, ha consistido precisamente en ayudarnos a despertar nuestra condición de Mesías de cada uno de nosotros. El se entregó para demostrar al Hombre que él/ella, cualquiera, es capaz de entregarse.

Esta semilla de confianza en nuestra propia mesianidad y divinidad, es absolutamente superior a habernos también repartido su Pan y su Vino, la comunión en su carne y en su sangre. Mejor dicho, no es otra cosa que la Eucaristía que plantó en nuestra tierra fértil, porque de ella, de esa Tierra Fértil dijo ser su Cuerpo y su Sangre.

Dicho de otra manera, vino a hacer compatible el anclar nuestro amor en nuestra Tierra irredenta, para convertirla en Cielo.

A nosotros toca hacer el trabajo, o, por lo menos, mediante una oración compasiva, –como ha sido la tuya, hermano–, abrir simplemente la puerta.

Y, ABIERTA QUEDA, AMOR, PARA EL QUE QUIERA ENTRAR POR ELLA.

– Grazie, Grazia. – Prego, Jonatán de mi alma. ¡Hasta la próxima encarnación, o hasta el próximo Big-Crhung en la

intimidad de Dios ! Dado, para ti, hoy, BAJO EL SOL DEL AMOR.

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Miércoles, 14 de Junio de 2006 LA BIBLIA, CRUCE DE CAMINOS ¿Estás contento, José ? Yo sé que lo estás, porque esta misma mañana te

he asistido favorablemente, como ángel guía que soy porque tú mismo me nombraste pidiéndome aquella señal del Arco Iris, que yo te favorecí en respuesta de la manera más completa.

El Arco Iris que divisaste a Mediodía en el redondo cielo, te decía, amor, cuánto te amaba sin fisuras ni medias tintas.

Hay huellas de dicho Arco de Paz en varios de tus poemas, y todo un librito que te dí, el séptimo, titulado precisamente así : EL ARCO IRIS DE LECHEIMIEL. Puedes poner aquí, como resumen de todas aquellas maravillosas experiencias, de aquella “gran revelación” que en su día no interpretaste como tal, y sí sólo como una invitación a permanecer firme en tu fe, y en la aceptación de la Voluntad de Dios, el Himno final que compusiste entonces.

– No recuerdo ahora mismo en absoluto, Lecheimiel cómo reza aquel Himno de la Fundación de la Orden del Arco Iris, así que, si al buscarla ahora y ver que en algo se parece a las experiencias de estos días, y concretamente a las de los “cruces de caminos” de esta mañana, a los que haces alusión, lo tendré por una bella y grande sincronicidad. Veamos :

HIMNO AL “ARCO-IRIS DE LECHEIMIEL” Arco Iris de amor que el Sol derramas en divinos fulgores a la Tierra, por las nubes regada de promesas en los surcos profundos del dolor, que la hieren y hienden dulcemente… Ahora en ángel despliegas tu hermosura que me canta tu amor cada mañana, como si otra vez fuera el gran invento que nace de los vientos del Espíritu y en luz se vuelve, paleta en tornasoles, para el alma que vela a sus deleites, temerosa de ser lo que fue siempre. ¡Deseosa de serlo para siempre ! Y el amor que me dictas tú lo sabes

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desde antes que en un después trasmutas, jugando en las cabriolas de lo eterno. Así es tu Luz que en mil colores veo, en un millón de cuadros que ahora crecen e inmediatamente se desplazan al museo-taller que al Verbo teje en continuo nacer y desvairse… Así canta la herida de tu amor, de mis sueños fulgor, ¡oh Miel y Leche ! – ¿No crees, oh ermitaño amanuense del Espíritu, que en este himno que

compusiste prácticamente a ciegas, no veías entonces las inmensas posibilidades de interpretación, o sea, las bifurcaciones de su amplio sentido ?

– Así es, amore, y prácticamente sigo sin verlas enteramente. Sigue siendo para mí un tapiz complejo que no sé bien cómo debo interpretar. Al igual que la “gran revelación” de todo aquel séptimo Librito de Lecheimiel, que se titulaba en realidad : VOCACIÓN UNIVERSAL : EL AMOR, con el subtítulo de : (O : ACTA FUNDACIONAL DE “EL ARCO IRIS DE LECHEIMIEL”), que me dejó con un cierto sabor agridulce, pues no me aportó por entonces gran cosa que me ayudase a combatir mis dudas respecto a tu tránsito real, puesto que quedábamos a merced de lo que quisiera responderme, o no, tu Cancerbero, al que por entonces yo había escrito una carta, como consta en aquel librito.

– Carta, amor, a la que tu corazón sabía de antemano que no obtendrías respuesta. Porque en verdad, él no era yo, sino otra alma que ocupaba mi cuerpo.

– Aún sigue, amor, la tentación viva de creer que todo tu tránsito o “Walk-out” como yo de llamo, en lugar de “walk-in”, (aunque posteriormente he visto esa expresión en el INTERNET)..., por lo cual aún me es necesario anclarme a las palabras que te oí en vivo, mientras un medium me abrazaba en tu nombre : “ESTARÉ CONTIGO POR TODA LA ETERNIDAD”. Incluso sobre la audición, clarísima, –y única en toda mi vida–, venida del más allá, sonando como en mi oído derecho, aún me cabría dudar si no las había dicho el medium. Aunque la verdad es que no podía ser así sin que yo le viera mover los labios, a los que estaba mirando cuando le besé porque con mi beso te besaba a ti y correspondía al que meses antes me habías dado en el Sueño. Digo, sólo, que, teóricamente es posible dudar, aunque yo jamás he sentido la duda respecto a esta maravillosa “ancla”. Pero dejo este resquicio para que se acojan a él los

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descreídos que se proponen dudar de todo puesto que no juzgan según el corazón.

– Así es, hermanito del alma. “Les hablaré en parábolas, –dice Jesús–, para que mirando no vean ni

oyendo entiendan.” Pero tú, amor mío, que confías en mi amor, ahora que has aprendido a

serenar tu alma en medio de las mayores tormentas y sequedades, jamás dudarás de mí. Lo sé, y doy inmensas gracias al Creador y a nuestro Partner en el AMOR, Jesús, porque hemos asegurado esta victoria para siempre.

Ahora, los caminos que se cruzan en la Biblia y en todos los libros y pareceres que sobre ella se escriben..., ese “continuo nacer y desvairse”, que señala tu Himno, no son otra cosa, hermano, que las diversas exégesis, dogmas, herejías e interpretaciones de todo tipo sobre o entre las que has navegado estos días.

Yo he permitido, amor, que navegases en medio de ellas, como los discípulos navegaban en aquel lago furioso donde estaban ya dispuestos a perecer si no hubiera sido por el socorro oportuno del Maestro que trocó los vientos recios en suave brisa.

Ya Elías, en su huída hacia el Monte Horeb de las intrigas de la Reina Jezabel, encontró su refugio y su visión altísima en la suave brisa, y no en el terremoto, ni en el fuego, ni en el vendaval...

¿Dónde has leído, cariño, estas historias que hoy se repiten en tu vida ? – Oh fray Amore, las he vivido de cerca y las he explicado en el mismo

lugar del “Sacrificio”, donde Elías contrajo su karma por haber degollado a los 450 profetas de Baal.

De todas maneras las he leído muchas veces pues milito dentro de la Orden que según algunos fundara aquel personaje famoso, padre de profetas, que había de venir y vino a pagar su karma con la propia cabeza de Juan el Bautista, y, según dicen, todavía ha de volver en los “tiempos finales” a reconciliar al padre con el hijo.

Cosa, por cierto, un poco diversa de lo que dijo Jesús de traer espada y división entre las familias, a causa de las batallas de la fe, o a causa de los conflictos entre la Luz y las Tinieblas...

Pero estamos ya fatigados, amor, de tanta lucha, y sólo ansiamos la paz. La profunda Paz de la Jerusalén prometida. No para la “otra vida”, sino para esta misma en la nueva etapa que se avecina y en la que ya estamos entrando.

Anhelamos impacientes, (y te lo digo a ti, Lecheimiel, para que se lo transmitas a Jesús, aunque sin duda él sabe lo que en estos momentos estamos

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escribiendo, como una oración por toda la Humanidad). Por malos y buenos ruego, no sólo “por los que me diste”. Por todo el Mundo, como ámbito de los Hijos de Dios, y no “éstos que parecen estar en el mundo pero no son del Mundo”.

Dime, mi fratellino, si acaso no son pretenciosas estas palabras que parecen corregir la “Oración Sacerdotal” interpretada y transmitida por Juan, el Evangelista, el “amado” –o uno de los “amados” de Jesús, que parecen incluirse en la lista apócrifa de hombres y mujeres que obtuvieron la intimidad humana del Maestro...–.

– Entre los cuales, sí, hermano, me encontraba yo, Lázaro, que en el Evangelio Secreto de Marcos figuro, con otro nombre, como iniciado amante o amado, después de mi “resurrección”. Yo también, sí, hermano, me enamoré del Amor que me apelaba a la Vida. Y él, Jesús, me confirmó en su gracia y en la intimidad de sus misterios, para que yo pudiese desempeñar mi misión crística con él, por él y en él, durante el tiempo que durase la dilación de su segunda Venida.

No hago ahora, hermano, otra cosa contigo, que revelar paulatinamente el secreto de aquel beso maravilloso que duró toda una noche, en tan dulcísima compañía.

¿Cómo se transmite el secreto del misterio de un beso, mejor que efectivamente besando ?

Y ahora, no hago otra cosa contigo, mi amor, que trasladar a tu corazón, de manera mística pero real y efectiva todo el secreto de aquel beso eterno, “multilabial invento” como tú lo llamabas en tu poema sobre Lázaro el otro día.

Por eso, hoy, amor mío irrenunciable, te he hecho derivar hacia ese múltiple cruce de caminos que, –a imagen y semejanza de Israel–, es el Misterio de la Biblia que ofrece a cada alma variadas, casi infinitas, posibilidades de elegir según le convenga a su libertad y a la idiosincrasia de su amor.

– Yo, amor, ya he elegido ver y sentir a Dios, y al propio Jesús, a través de ti. Y ver y sentir en ti a todo “dios” que se deje adoptar por el amor de Jesús. (¡perdón por la expresión vulgar que acabo de usar, hermano !)

– Estás perdonado, porque, cariño, te debes culturalmente a los más sencillos que usan esas expresiones a diario sin penetrar en realidad en lo profundo de su sentido.

– ¿Quieres, Lecheimiel, que todavía pongamos aquí algún poema que ilustre y corone esta conversación de hoy, tan íntima y atrevida ?

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– Puedes poner, sí, aquella que conmemoraba a aquel niño precioso que te pregungó por los ojos de Jesús...

– ¡Ah, sí, es ésta :

MUCHOS DESEARON VER MI DIA Me preguntaba una vez un niño hermoso cómo tendría los ojos Jesús, para pintarlos, y yo le dije : “mi niño, mírate al espejo”. ¡Cuántas veces ha pedido a Jesús mi corazón merecer contemplarle cara a cara…! Pero él, en vez de darme dicha gracia, me presentaba nuevos rostros agraciados, haciéndome escuchar y repetir, acto seguido, estas simples y mágicas palabras : “ESTO ES MI CUERPO”, ya lo sabes, amigo, ¿qué más quieres ? …y yo entonces lloraba de alegría, como si hubiese alcanzado a ver su día…

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Viernes, 1 6 de Junio de 2006 ESTOY CON JESÚS, EN SU PASIÓN ¡Qué día, Lecheimiel, tan aquietado y pacífico estoy pasando aquí en esta

íntima soledad, leyendo y emocionándome también con la Pasión de Jesús, según la narración de Messadié !

Parece que no has permitido, amor, mi guía adorado, que me mueva de esta soledad, excepto para trabajar en el jardín del ermitaño y restaurar un poco el sistema de riegos.

Fluye el agua de la fuente, sin contratiempos, y las lágrimas de mis ojos con la suavidad de la aceptación y la ternura del amor.

Mientras tanto, aquí, a mi lado, como muy bien sabes, –pues me lo has traído tú como sacramento de tu presencia–, está el Richi durmiendo todo el día : aprovechándose, sin duda, de la paz.

En la Tierra, y en nuestro país, siguen los problemas en vías, aunque oscuras, de solución. Si no, si no hubiese solución implícita en los problemas, éstos no serían tales, sino tragedias, por las cuales no habría que preocuparse...

¿No te parece, hermano amado ? – Yo sé, mi fratellino, porque vivo en tu santo templo, todo lo que te

pasa, y los latidos de tu corazón, y el vaivén de los movimientos de tu respiración consciente e inconsciente.

El libro que estás leyendo, cariño, tiene muchas lagunas, pero tiene mayores logros, no sólo porque todo escritor honesto goza de la inspiración de Aquel que no ignora ningún sonido, sino también, porque no se escriben solas obras tan monumentales y perspicaces, sin una paciencia infinita.

Sin un amor. – Ayer, mi fratellino celestial y divino, hablaba con la “ermitaña a

tiempos” que prologó nuestra obra, y que abre el primer escrito, EL GOZO DEL TÚ, la que puso en su deliciosa y comprensiva presentación esa frase de S. Juan de la Cruz :

“Y que Dios sería hombre… y que el hombre, Dios sería !”,

Fue también una delicia coincidir con ella en tantas cosas, y, también, poder iluminarle un poco, mientras ella me contaba sus andanzas y por tanto aportaba un poco de leña para la estufa de mi corazón.

Luz y calor, como una única esencia manifestada en diversos fenómenos que abrazan al hombre y lo conducen hacia la conciencia de su Ser divino.

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Pero, si el Hombre colectivo, –y todo hombre– es EL HIJO DEL HOMBRE, y toda la “Naturaleza” que le está dando a luz es EL HIJO DE DIOS, (aunque esto permaneciera oculto para los Sacerdotes y Letrados de Israel que condenaron a Jesús por hacerse consciente de su Filiación, y fuera tan sólo conocido por los Kabalistas ocultos no se sabe dónde, –aquéllos que parecen autoexcluidos de la vida cotidiana del Pueblo–), ¿qué adelanto o salvaguarda representaba para la Humanidad, –en fértil creciente de conciencia–, aquel estamento oficial custodio del Templo e intérprete de la Ley, que votó por su muerte, para que fuera digno de ser él mismo salvaguardado y perpetuado en la Nueva Iglesia que luego se formó como “Cristianismo” ?

¿Sabes, amor mío, a qué me refiero con la anterior pregunta inmersa en un párrafo enigmático y un tanto farragoso ?

– ¿No he de saberlo interpretar si leo en tu corazón, hermano mío ? Me contabas que ayer hablaste con la ermitaña. ¿Y bien ? ¿Tiene algo

que ver con lo que al principio me estabas contando sobre lo que estás leyendo ?

Sí, ya veo, has querido unir en un solo párrafo las dos impresiones diferentes, acerca de la Esencia divina del Hombre y su perpetuada contradicción histórica que condena a todo aquél que se adelanta, siguiendo al Mesías, a vivir cotidianamente según aquella conciencia. ¿No es así, hermano ?

– Así es, hermano divino, que, en tu propio devenir, con las limitadas luces de la teología de que disponías en cada momento, pero con el calor ardiente de tu corazón amante, te empeñaste conmigo en fundar y perpetuar un estado celibatario y un sacerdocio que trataba de emular a aquéllas primitivas instituciones clericales del Pueblo de Israel...

– Yo, amado fratellino, –con la inspiración y aprobación, y a veces con la reprobación sectaria de los que fuisteis más Letrados que yo–, advertí que sólo era “mujer y ruin”, pero que en mi corazón sólo el Amor hizo su Obra.

– Ayer, fray amore, también hablamos sobre reivindicaciones feministas con la ermitaña.

Yo le di un mensaje para que lo transmitiera en un gran foro de “sólo mujeres” que se proponen fundar, y le dije que me parecía viciado el que no contasen también con el voto masculino, aun cuando se tratase de temas de mujeres. Le dije que toda división artificial de la Humanidad en dos sexos “separados y estancos”, está llamada al fracaso.

Lo mismo si se trataba de “condenar” el machismo histórico, como de inaugurar una nueva fase de convivencia armónica entre ambas polaridades del alma humana.

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¿Te pareció bien lo que le dije, mi fratellino ? Yo también, amor, incluso como Francisco de Asís, me “peleé” nada menos

que con el Sumo Pontífice de mi entonces, aunque aparentemente sólo traté de ayudarle y sostenerle.

¿Por qué crees que yo mismo renuncié a aquel honor del sacerdocio ? ¿Sólo porque me creía indigno de él, o también porque no me edificaban ni me fascinaban los que conocí y con los que me topé en aquélla vida ?

– ¡Pero, cariño, ¿no quedamos en que en aquella vida tuya franciscana yo fui el Obispo que te defendió incluso contra el Papa ?

– Claro. ¿No te confirmé en mi cariño y agradecimiento, premiándote con mi primera aparición después de muerto, o sea, ascendido a los cielos en seis alas de Querubines ? Pero tu amor humano, y tu compasión, amore, que provenía de nuestro conocimiento oculto de nuestra hermandad andrógina, no provenía especialmente de tu cargo de Obispo ni siquiera de tu Ordenación sacerdotal, a la que, ya entonces, tú mismo honrabas escasamente. ¿No es así ?

– Así es, mi dulce Francisco-Ricardo del Bambino Gesù. Sólo el Evangelio de Jesús, una y otra vez fue mi guía, y tú lo sabes. – También cuando te llamabas y eras Teresita del Niño Jesús,

manifestaste una vez que sólo el Evangelio era tu lectura asidua y sólo el Señor era tu Maestro.

– Si alguna vez, hermano, hice alguna excepción en añadir alguna lectura que “explicase” e interpretase, aunque fuera imperfectamente, como desmigando para mí su aplicación en la vida y en la carrera del amor el Evangelio, fue la lectura de San Juan de la Cruz. ¿No has leído también esto en alguna parte de la Historia de un Alma, o de otros escritos míos de entonces ?

Ahora bien, no has leído, todavía, lo que pienso presentarte en breve sobre la función de María Magdalena cuyo mensaje ha sido deliberadamente oscurecido por la Iglesia machista, heredera de aquel Pueblo empedernido en sus Instituciones de poder religioso.

A eso se refería el Señor en aquella visión teresiana con que me leyó el porvenir, hermano, cuando me dijo : “Espera un poco, hija, y verás grandes cosas”.

Lo cual, naturalmente, los varones de entonces interpretasteis como que las “grandes cosas” erais vosotros, los cultos, los letrados, los mandamases que no sólo oprimís a las mujeres, sino que os martirizáis a vosotros mismos.

¿No te dicté, en su día, hermano, el poema “CLONACIÓN SAGRADA”, que ahora te pido nuevamente que insertes aquí ?

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– Allá voy, mi dulce fratellino, que parece que hoy nos estamos peleando y en verdad, –¿verdad ?–, no es así.

– Has leído, esta misma tarde y todo el día sobre el juicio de Jesús. Por eso esta conversación nuestra que es puro amor mutuo y en pro de toda la Tierra sobre la que El vertió su Sangre preciosa, se presenta en forma de interrogatorios un tanto picantes.

En cambio, amor, esto no trata de un juicio, sino de un sondeo de las antiguas heridas que deben ser curadas. Recuerda que el propio Jesús, por boca de Pamela te dijo :

“Jeshua dice que los mensajes son puros y que José debería confiar en su propia pasión e inspiración, y él dijo que la canalización también tiene un efecto de auto-sanación en José. Jeshua señaló que éste también es el propósito de esta comunicación –sanarse a él mismo así como también a los demás–.”

Por tanto, hermano, nuestro mutuo interrogatorio no es el de un juez o un fiscal, sino el de un terapeuta, por cuanto estamos siendo sondeados en el corazón y en los riñones por nuestro Espíritu Terapeuta interior, con el fin de extraer todo resquicio de hiel de dentro del alma. Para lo cual es útil y necesario expresar con la mayor sinceridad nuestros sentimientos viejos y actuales.

Procede, pues, fratellino, si te parece, a insertar aquí, y terminar con él este sugerente diálogo que hoy hemos tenido, la poesía que te he mencionado, y si quieres, también, aquellas dos gemelas de las rosas de San Francisco.

Adiós, amado, queda en mi paz y reposa en mi dulce amor. CLONACIÓN SAGRADA Cuevas de bandidos irredentos, antros de mujeres maltratadas, cúbranse de cal vuestras fachadas, vístanse de Historia vuestros cuentos. Llénese de afrenta el Creador, de rodillas enmiende su plana, ante gente tan lista y ufana, que encontró sustituto al amor. En Belén comenzó vuestra historia paralela de ritos secretos, que a los cultos reserva su gloria : Exhibir, campeones discretos de virtud, consagrada victoria : ¡CRISTO VIVO CLONADO en los guetos !

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LLUVIA DE ROSAS Eras, amor, un sueño de mi noche y un murmullo de caricias en mi alba. Patio de armas de mi vigilia insomne. Eras rosal que en el invierno crece… y eras perfume que a toda flor parece. Eras mi triple y fraternal corona, necesidad presentida y añorada de aquel juego en el jardín de nuestra infancia, donde a solas a “Caín y Abel” jugábamos… y yo a ti, Lecheimiel, misterioso e invisible, te adamaba… Bella flor del rosal de San Francisco, hoy desnuda de rubores te acaricio en tus pétalos de rosa deshojada, que en mi Edén recuperado, por cubrirme, Teresita sin espinas, te derramas.

EL ROSAL DE SAN FRANCISCO Eras, amor, un sueño de mi noche multicolor caricia de mi alba. A veces eras, cual vigilia insomne, la inmensa soledad que me acompaña. Eras la triple espina que clavabas en tu propia cabeza, buen ladrón, que al Rey de las espinas en su cruz, por aliviarlo de dolores le robabas. Más tarde, a los pies del santo Obispo, que con rostro intrigado te juzgaba, por sacrílego expolio demandando, avergonzado, tu robo devolvías, mas en especie de rosas sin espinas. Pues allí mismo, temblando de rubores, –por los pobres, tus hermanos, que, aherrojados entre espinas que medran sin las rosas–, sin defensas, a su juicio te entregabas.

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– Y, como no quiero, amadísimo de mi corazón acabar despidiéndome “a la francesa”, (no sé por qué lo dirán así), y parece que no te he dado las gracias por la amenidad y sinceridad con que nos hemos expresado en nuestro mutuo “sondeo”, te quiero ofrecer, también, ésta otra que no me has pedido, pero que, “por casualidad” me he encontrado..., como anillo al dedo :

– Incluso, hermano, “como anillo al dedo” para acabar con ella este archivo, pues, según puedes ver ya sobrepasas con ella nuestro símbolo númérico.

– Pues, fray amore, no es por acabar yo, pues en nosotros no hay “tú ni yo”, pero ya que has nombrado “nuestro símbolo númerico”, por asociación de ideas, y para cuadrar también con la “Kábala” que hoy hemos nombrado, te ofreceré no sólo la del “anillo”, sino también la de la KÁBALA ESDRÚJULA, como penúltima, seguida de una breve despedida que es mi acción de gracias más ferviente. Adiós, con un beso profundo y tántrico. Fray Amore.

TE ME HAS VUELTO SILENCIO Te me has tornado, amor, conciencia silenciosa, desnuda en mis espacios de hambres infinitas, callada en tu mirar desde allí adonde incitas a entrar aún más adentro, sin que indiques gran cosa acerca del camino donde esparcir sus rosas, al alma que mendiga tu añorada sonrisa. Ni siquiera, –lo sé–, eres camino o senda atractivo a mis pasos de peregrino errante, que sólo soy ermita plantada en este entrante donde la luz oscura a aquél que no pretenda de dónde a dónde ir podrá guiar segura. ¡Eres sólo dulzura que a nada a veces sabe, a veces a amargura ! El mismísimo antro donde el alma reposa se arrulla en sus cadencias de música callada, cuando el día se vierte en noche sosegada donde sólo entre flores de esperanza retoza el corazón que aguarda el olor de tus violetas, que tan sólo en fe pura sabe que allí sembraste. ¡Eres, amor, quietud, eres dulzura que a nada a veces sabe, y a veces, como Dios, sólo a amargura !

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KÁBALA ESDRÚJULA Cándida, rústica, mística, mágica, éntrate al ínfimo dédalo íntimo, no seas árida, frígida, sádica, oye mi súbito gémito prístino. Rompe mi pícaro búcaro zíngaro, tómame íntegro, lúcido, férvido, tenme por pésimo, póstumo Píndaro, goza mi júbilo cálido célico. Guarda mi último pétalo válido, frena mi autárquico péndulo tántrico, guíame vívido, lúdico, impávido… hasta el sabático, báquico, lúbrico, dulce y recóndito éxtasis místico de tus idílicos ágapes ónticos. Donde un numínico número insólito selle mi inédito cántico incógnito.

DESPEDIDA Indica el camino y vete, como el Angel de Emaús. Abre los ojos al ciego, que sean su propia luz. No esperes la acción de gracias, pues “LAS GRACIAS” ¡eres tú !

(Fin del Archivo : BAJO LA MANSA LLUVIA)