Tocando fondo

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1 Tocar fondo ¿Sabes nadar? ¿Sabes, entonces, cuál es la mejor manera de salir a la superficie si has perdido pie? Nadar un poco más hacia abajo,

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Tocar fondo

¿Sabes nadar? ¿Sabes, entonces, cuál es la mejor manera de salir a la superficie si has perdido pie? Nadar un poco más hacia abajo, pisar firme, y, tocando fondo, impulsarse desde allí para salir. Por sobrevivencia. Por instinto. SABEMOS COMO HACERLO. Pero

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no es sólo pisar fondo: es NO OLVIDAR EL IMPULSO, EL VIGOR PARA RE-IMPULSARSE HACIA ARRIBA.

Una pequeña que conocimos, y que ya sabía nadar, se lanzó a la pileta de adultos por primera vez. De pronto emergió con cara de desconcierto por la inusual profundidad. El padre le preguntó: "Haces pie, Natalia?". Y ella le respondió: "Hago pie, pero no hago cabeza!" Claro: no alcanza con tocar fondo, sino que es indispensable DAR VIDA AL IMPULSO DE VOLVER A SALIR A FLOTE! Y eso instintivo, en el agua, y en la vida.

En el tocar fondo de la vida, el secreto es NO MENTIRSE. Admitir la tristeza, la derrota, que hemos dañado a otros (ya sin justificarnos), que hemos sido dañados (ya sin justificar). El pasado exigirá ser revisado.

"Lo que cuenta es lo que aprendes después de saber"

Y si la revisión es inteligente, vendrá tristeza. Una tristeza inteligente también: por la

renuncia a lo ilusorio. Por la aceptación de la impermanencia: nada se queda quieto en

esta realidad, nada es fijo, perdemos lo querido, se deshace lo construido, como el hielo

al sol. Vemos que nos hemos equivocado, que nos quedamos de donde debíamos irnos,

que elegimos lo torcido en vez de lo derecho, que hemos permitido que nos injurien o

hemos injuriado... Nos enojaremos con nosotros mismos, con los demás, con la Vida

misma... Y está bien que así sea: es parte de un proceso; humano, tremendamente

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humano. Y no es verdad que "errar es humano, perdonar es divino". Perdonar y

perdonarse también es humano. Sólo que requiere de un extraordinario proceso, en el

que, inevitablemente, tenemos que tocar fondo, para auto-impulsarnos a salir a flote. Pero

ya no seremos los mismos. Por suerte, ya no.

Si dejamos que el proceso acontezca, desde el fondo, habituados a la oscuridad, es

posible que poco a poco atisbemos la superficie luminosa. El requisito es, desde ese

fondo, mirar insistentemente hacia arriba. Hasta volver a ver. Porque en el fondo nos

volvemos transitoriamente ciegos. Pero de pronto un hálito de Vida puede querer entrar a

nuestros pulmones, para ser respirado por nosotros. Y nos hable no sólo de Vida, sino

también del dolor de los demás. Entonces nos damos cuenta de que no estamos solos,

sino inscriptos en el Dolor universal, simplemente. Por ser humanos. El ajeno, el propio, el

de todos. Y vamos aceptando asumir nuestra cuota. Nos disponemos entonces a pegar el

salto y respirar hondo, hondo, hondo... Y en ese re-flotar, a remangarnos los brazos, a

acompañar, a otros a dejarnos acompañar. A estar de nuevo vivos. Rotos y zurcidos.

Quebrados y soldados. Derruidos y reciclados. Habiendo derrotado a la derrota. No hay

otra victoria necesaria.

Mario Benedetti lo dijo tan bellamente, en su poema "Otra noción de Patria":

(...) Hay mañanas en que me desperezo

y cuando el pecho se me ensancha

y abro la boca como pez en el aire

siento que aspiro una tristeza húmeda

una tristeza que me invade entero

y que me deja absorto suspendido

y mientras ella lentamente se mezcla

con mi sangre y hasta con mi suerte

pasa por viejas y nuevas cicatrices

algo así como costuras mal cosidas

que tengo en la memoria en el estómago

en el cerebro en las coronarias

en un recodo del entusiasmo

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en el fervor convaleciente

en las pistas que perdí para siempre

en las huellas que no reconozco

en el rumbo que oscila como un péndulo

y esa tristeza madrugadora y gris

pasa por los rostros de mis iguales:

Unos lejanos perdidos en la escarcha

otros no sé dónde deshechos o rehechos

(...) y los otros, los otros, y los otros,

otros innumerables y fraternos

mi tristeza los toca con abrupto respeto

y las otras, las otras y las otras,

otras esplendorosas y valientes

mi tristeza las besa una por una

no sé qué les debemos

pero eso que no sé qué es muchísimo

esto es una derrota

hay que decirlo

vamos a no mentirnos nunca más

a no inventar triunfos de cartón

si quiero rescatarme

si quiero iluminar esta tristeza

si quiero no doblarme de rencor

ni pudrirme de resentimiento

tengo que excavar hondo

hasta mis huesos

tengo que excavar hondo en el pasado

y hallar por fin la verdad maltrecha

con mis manos que ya no son las mismas

pero no sólo eso

tendré que excavar hondo en el futuro

y buscar otra vez la verdad

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con mis manos que tendrán otras manos

que tampoco serán ya las mismas púes tendrán otras manos

(...) rescatar la verdad más sencilla

y una vez que la hayamos aprendido

y sea tan nuestra como

las articulaciones o los tímpanos

entonces basta, basta, basta

de autoflagelaciones y de culpas

todos tenemos nuestra rastra

claro pero la autocrítica

no es una noria

no voy a anquilosarme en el reproche

y no voy a infamar a mis hermanos

el baldón y la ira los reservo

para los hombres de mala voluntad 

(...) con mis hermanos porfiaré

es natural

sobre planes y voces

trochas atajos y veredas

pasos atrás y pasos adelante

silencios oportunos omisiones que no

coyunturas mejores o peores

pero tendré a la vista que son eso:

hermanos

si esta vez no aprendemos

será que merecemos la derrota

y sé que merecemos la victoria.

(...) y la victoria crecerá despacio

como siempre han crecido las victorias.

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Tocar fondo

El espigón era un largo y estrecho sendero de hormigón que se adentraba en el crecido arroyo. En la punta, el trampolín de madera invitaba a lanzarse de él hacia el agua cercana. Era cuestión de decidirse, tomar impulso y dejarse caer, ofreciendo la menor resistencia, hacia el líquido pardo y translúcido. Estaba solo, caminé hacia el extremo de la tabla, hamaqué mi cuerpo dos veces y, en el tercer intento, y con los pies hacia abajo, salté.

Fueron segundos, pero a mí me pareció una eternidad. La oscuridad aumentaba a medida que me iba hundiendo y la desesperación me fue invadiendo. Aterrorizado, la primera reacción fue intentar impulsarme con brazos y piernas hacia la superficie, pero la fuerza del envión me lo impedía. Entonces, salió a relucir la fuerza del instinto de

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conservación. Me di cuenta en ese instante, cuando todo se volvió silencio a mi alrededor, que necesitaba apoyarme en algo para poder salir, y ese algo era el cauce del arroyo. No opuse resistencia y cuando toqué con mis pies el suelo firme, procedí a impulsarme hacia arriba con todas mis fuerzas. Haber tocado fondo me ayudó a ver más pronto, nuevamente, la luz.Esta experiencia, que podía haber resultado traumática, felizmente pude adaptarla a otros aspectos de la vida cuando comprendí que tocar fondo no siempre resulta ser algo malo, sino que puede ser la plataforma de lanzamiento para volver a surgir y crecer.Cuando el ser humano está tocando fondo se despierta uno de los sentimientos más profundos, en ese instante la vida presenta dos opciones, permanecer en el fondo o buscar la superficie.

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Todos tratamos, generalmente, de vivir de manera ordenada, respetando las reglasy pensando que al cumplirlas, todo deberá desarrollarse según éstas lo estipulan, ir a la escuela, terminarla, ir a la universidad, aprender un oficio, formar un ámbito social, pertenecer a un organismo o asociación para que nuestra trayectoria sea considerada normal y esté dentro de los cánones que marca la sociedad.Pero, cuando pensamos que lo tenemos todo encarrilado, un día despertamos y percibimos que los tiempos han variado y no tenemos preparación para asimilar ese cambio, fue la regla que no aprendimos, nadie nos explicó como buscar soluciones ante cualquier transformación.

No se vislumbra una salida, no deseamos despertar ni encontrarnos con nadie. Es una de

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las posibilidades encerrarse en el refugio interno y no aceptar sugerencias ni consejos. Unaturdimiento domina los sentidos y la mente funciona a una velocidad incalculable.Ese es el momento de las decisiones y, como fue dicho antes, las posibilidades son dos: seguir hundido en las profundidades o intentar subir.

No es sencillo hallar la salida, muchas veces no se consigue, pero lo importante de llegar tan abajo es toda la experiencia que se acumula y la alegría genuina que se siente al sacar de nuevo la cabeza afuera y poder respirar.

Tocando el fondo

121 millones de personas en el mundo sufren depresión, un trastorno mental que convierte la vida en un mar de tristeza, desánimo y desesperanza. Científicos y expertos en salud psíquica trabajan para inventar y desarrollar terapias eficaces que nos ayuden a combatir esta plaga que aumenta día a día.

El escritor ruso León Tolstoi tenía fama de ser un autor exhaustivo. Las más de mil páginas que ocupan cada una de sus novelas Guerra y Paz o Ana Karenina (en todas las ediciones) lo atestiguan. Sin embargo, en el ensayo Mi confesión habla de su crisis depresiva y consigue describir esta enfermedad con tres certeras frases: "Mi vida se había detenido de golpe. Podía respirar, comer, beber, dormir. En realidad, no podía evitar hacerlo, pero no había una vida verdadera en mí". 

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Tolstoi escribió este texto en 1887, y hay referencias a la depresión en multitud de épocas y lugares, sin embargo, hay quien la considera la enfermedad del futuro. Basta un apunte: según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud, se espera que en 2020 la depresión sea la causa principal de discapacidad en todo el mundo. 

En cualquier caso no es necesario proyectarnos tanto. Las cifras del presente hablan de la importancia de este doloroso trastorno psicológico: nada menos que 121 millones de personas en el mundo sufren depresión, según la OMS. Sólo en atención primaria, se calcula que entre el 5% y el 10% de los pacientes que acuden a un médico padecen esta dolencia. Y si hacemos un estudio más detallado, veremos que en nuestro país un 14% de los individuos ha convivido con este mal en algún momento de sus vidas.

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Esas serían las cifras si únicamente nos concentramos en los problemas producidos por la enfermedad en sí. Pero en salud mental, la depresión es un factor omnipresente que interactúa con muchos otros males. Un ejemplo: en un reciente estudio, realizado por la OMS con más de 24’ 000 personas de 60 países, se desprende que entre el 9% y el 23% de los afectados por una enfermedad crónica padece, además, un trastorno depresivo. El trabajo, publicado en la revista médica británica The Lancet, señala también que esta combinación es más perjudicial para la vida psíquica que, por ejemplo, el hecho de padecer dos o tres enfermedades crónicas de forma simultánea. 

¿Pero cómo definir la depresión? La precisión es esencial para que el diagnóstico no resulte alarmista. Por un lado hay que señalar que el ser humano convive con la melancolía y la aflicción, que en ocasiones son sentimientos inevitables y necesarios. De hecho, como decía Charles Darwin, "la tristeza (...) es una buena forma de adaptación que ayuda a que una criatura se cuide a sí misma contra cualquier peligro grande o repentino". Por eso es importante aclarar, en primer lugar, que sentirse triste o melancólico no es una enfermedad mental ni equivale a sufrir de depresión. Sólo cuando estos sentimientos se prolongan o se agravan pueden empezar a ser valorados como patológicos, e incluso entonces estos estados afectivos tendrán que ir acompañados de otros síntomas para que sean calificados como tales. 

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El Comité para la Prevención y Tratamiento de las Depresiones (PTD) define la depresión como un síndrome que agrupa síntomas somáticos y síntomas psíquicos en torno a un núcleo central. El centro de esta enfermedad sería la tristeza patológica, la pérdida de impulsos y la sensación de vacío. Según el CIE-10 y el DSM-IV -los manuales de diagnóstico más corrientes-, la depresión es un trastorno mental afectivo caracterizado por la presencia de síntomas como la tristeza, la pérdida de interés y la incapacidad para experimentar sentimientos de placer. Durante un episodio depresivo típico disminuyen la capacidad para disfrutar, la energía vital, el interés y la concentración. Cualquier esfuerzo, por nimio que sea, nos hace sentir cansados. También se sufren trastornos del sueño, dormir mucho más de lo habitual o padecer insomnio- y de la alimentación -comer compulsivamente o perder el apetito-. Además, la enfermedad afecta a la autoestima, se pierde confianza en uno mismo y aparecen sentimientos de culpabilidad.

En cuanto a su intensidad, los episodios depresivos pueden ser, según la OMS, leves, moderados o graves. Se considera leve cuando el paciente puede llevar a cabo la mayoría de sus actividades diarias; es moderado si tiene grandes dificultades para continuar con su vida cotidiana; en un caso grave, la mayoría de los síntomas están presentes de forma intensa y la idea de suicidio o autodestrucción se hace frecuente.

Las investigaciones actuales hablan de una interacción entre varios factores como causa de la enfermedad. No existe ninguna variable que explique completamente una depresión. De hecho, se tiende a hablar de relaciones causales que actúan como un círculo vicioso. 

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Un ejemplo de estas cadenas que se alimentan a sí mismas puede partir de la vida poco estimulante que a veces llevan las personas que sufren este síndrome. Si alguien carece de estímulos y su patrón de personalidad hace que tienda a echarse la culpa de lo que le ocurre, caerá en un estado de ánimo melancólico. La tristeza y el pesimismo le llevaran a pensar de forma negativa acerca de los que le rodean y a actuar dando por hecho que los va a perder. El fatalismo hacia los demás funcionará como profecía autocumplida y llevará a la persona a una vida más carente aún de estímulos. Esta cadena relacionaría factores de conducta (vida poco estimulante), de personalidad (tendencia excesiva a la responsabilización), emocionales (tristeza), cognitivos (pesimismo) y de habilidades sociales (poco empeño a la hora de conservar relaciones) en un círculo que se iría agrandando a medida que se repite. Según sus partidarios, esta teoría de los círculos viciosos explicaría el aumento de la incidencia de la depresión, ya que para las generaciones pasadas era más fácil quebrar el círculo. Por ejemplo, en las sociedades colectivistas era raro permanecer aislado y sin estímulos; la familia o los amigos rompían la cadena depresiva por ese punto y la enfermedad no se llegaba a agravar. Hoy vivimos en una sociedad individualista que tiende a perpetuar esas cadenas que se retroalimentan. 

Los factores implicados en el ciclo depresivo pueden ser genéticos, bioquímicos, neuroendocrinológicos, neurofisiológicos, psicosociales, de personalidad y ambientales. Respecto a los genéticos, algunas investigaciones señalan que el riesgo de

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la enfermedad aumenta en individuos con un progenitor o un hermano depresivo, y los estudios con gemelos monocigóticos apuntan que, si uno de ellos está diagnosticado de depresión mayor, la probabilidad de que el otro la sufra es del 50%. Debido a estos indicios, se está llevando a cabo una investigación en varios países sobre los genes que predisponen al riesgo de padecer depresión y trastorno bipolar. 

Por otro lado, se ha demostrado que la bioquímica del cerebro juega un papel significativo en los trastornos depresivos y que las personas con depresión grave tienen un desequilibrio de las sustancias conocidas como neurotransmisores. Por ejemplo, la noradrenalina, que aumenta la excitación y mejora el estado de ánimo, es sobreabundante durante la fase maníaca del trastorno bipolar y escasea cuando llega la etapa depresiva. Eso también ocurre con la serotonina y por eso los fármacos antidepresivos tienden a aumentar el suministro de noradrenalina y serotonina, y a bloquear su recaptación o descomposición química.

Las alteraciones neuroendocrinológicas más relevantes han sido detectadas en relación con las llamadas depresiones endógenas, que son aquellas debidas a algo que viene de nuestro interior, sin causa externa aparente. Se ha observado que los pacientes que la sufren no experimentan la elevación habitual del nivel de hormonas tiroideas y su glándula pineal segrega menos melatonina. Estos dos factores explicarían en parte los problemas de insomnio causados por este trastorno. Otra sustancia que aparece frecuentemente en los estudios es el cortisol, generado por la glándula pituitaria: el 50% de pacientes con depresión grave presentan un alto nivel. 

La investigación en el área neurofisiológica se ha centrado en los hallazgos observados mediante el electrocradiograma (EEG) tradicional o el EEG computarizado, los estudios de las fases del sueño y los de potenciales evocados.

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Tampoco hay que olvidar los factores psicosociales. Algunas personas caen en la depresión sin motivos aparentes, pero otras veces surge a raíz de alguna circunstancia difícil, como la muerte de un familiar próximo o de un amigo, una enfermedad crónica, problemas interpersonales, dificultades financieras, un divorcio..., hechos que pueden ocasionar síntomas que sostenidos a lo largo del tiempo acaban desencadenando una depresión clínica. 

Respecto al factor de personalidad, hay que decir que las personas con esquemas mentales negativos, baja autoestima, sensación de falta de control sobre las circunstancias de la vida y tendencia a la preocupación excesiva son más propensas a padecer depresión. Un ejemplo muy estudiado son los patrones cognitivos: las personas deprimidas tienden a explicar los hechos malos como algo estable” va a durar toda la vida", global", va a afectar a todo lo que hago", e interno, “ha sido culpa mía". Expertos como Lyn Abramson, de la Universidad de Wisconsin-Madison, mantienen la teoría de que el resultado de estas atribuciones pesimistas, hipergeneralizadas y culpables es un sentimiento de desesperanza depresivo. Si creemos que nuestra tristeza no se puede cambiar, afecta a toda nuestra vida y es responsabilidad nuestra, iniciaremos uno de esos círculos viciosos que llevan a la enfermedad.

Por último, no hay que olvidar las causas ambientales: una vida poco estimulante en cuanto a relaciones, amistades, trabajo, familia... es un factor que puede llevar a la

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depresión. 

El reto de los tratamientos actuales es romper la cadena por alguno de sus eslabones. Muchos investigadores lo creen, aunque debido a la compartimentación de la ciencia, cada científico intente romper el círculo en el punto en que es experto. Por eso hay métodos para salir de la depresión desde la bioquímica, desde lo psicosocial, desde la genética... Lo importante es detectar los puntos de ruptura y trabajarlos poco a poco porque de la depresión se puede salir. Para Winston Churchill, la enfermedad era un "perro negro" que de vez en cuando le perseguía. Abraham Lincoln era tan retraído y pensativo de joven que sus amigos temían que se quitara la vida. Y Bertrand Russell afirmaba en su autobiografía que no se suicidó porque quería aprender más matemáticas. Todos ellos lucharon contra la depresión y rompieron el círculo.

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Cómo tomar Impulso al Tocar Fondo

Esa mañana se cumplía el record de llamadas de abogados con ultimátums, proveedoresacosándonos, bancos anunciando embargos, un reclamo de hacienda y hasta el colegio de los niños informando de que no se había pagado la última cuota. ¿Algo podría ir peor? La dichosa crisis se plantaba de frente con los dientes afilados y sin permiso para correr a la falda de mamá. ¿Qué hacer cuando se toca fondo?La actual crisis que azota a Europa y particularmente a España, deja a muchas empresas, emprendedores y trabajadores en una situación extrema que a muchos les lleva a la desesperación y al desaliento. Hay muchos libros sobre la crisis y cómo superarla. Pero cuando se está pasando por ese momento en que no se ve la salida del túnel, es difícil ver algo positivo. Pero no es imposible, y realmente se puede convertir en una oportunidad y en logros que no serían posibles sin esta prueba de fuego.

Hace unos días, el directivo al que le tocó vivir hace unos años en carne propia la situación con la que abríamos este artículo, nos hizo una serie de reflexiones sobre lo que aprendió y cómo superó la crisis que le hizo tocar fondo. Lo que nos dijo, creemos que aporta lecciones peculiares, pero muy positivas de marketing y superación personal, que pueden ayudar tanto a quienes estén viviendo una circunstancia similar, como a quienes, sin padecer tanto, valoran las lecciones de vida.

Al principio de la crisis –nos contaba Eduardo– no podía dormir. Parecía que el mundo se me venía arriba. Como no descansaba bien, tampoco podía pensar con claridad y precisamente era lo que más necesitaba. Me pasaba horas y horas en la oficina intentando que el barco no zozobrara. Llegó un punto en que me sentía tan cansado y ”devastado” que pensé que así no podía seguir, pero no sabía que hacer. Hasta que

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primero por casualidad, y luego en forma más consciente, fui descubriendo y llevando a la práctica pequeños ”trucos” o técnicas que me ayudaron a encontrar paz en la tormenta y a ir descubriendo caminos que me sacaran de aquel laberinto.

Los “trucos” de Eduardo para tomar impulso, y salir de la crisis:

¿Quién se cambiaría por mí? Mientras veía un informativo, me llamó la atención la desesperación y desolación con la que un padre contaba, ante la cámara de un cronista de guerra, su angustia porque había perdido todo: casa, tierra, bienes, y no tenía un lugar seguro para refugiar a su familia.Entonces pensé: Ese hombre estaría encantado de cambiarse por mí. Por un momento fui consciente de lo bien que estaba yo… si me comparaba con ese hombre, claro. Y me di cuenta que todo es muy relativo y está en nuestra cabeza. Parece obvio y una tontería. Pero gracias a esa idea, cambié mi actitud. Dejé a un lado la desesperación y comencé a buscar a quienes se cambiarían por mí. Y encontré a muchos que seguramente lo harían encantados. Esa especie de juego me permitió ver mi situación con otra perspectiva. Ya no me sentía el ombligo del mundo. Llamaba a mis hijos para decirles que los quería. Me tomaba un momento para tomar un café con un amigo, en fin, cosas que parecen banales, pero a mí me ayudaron tener otra visión de mi “catástrofe”.También descubrí el poder de mi mente para imaginar y ’ponerme en situación’. Así que antes de dormir, en lugar de pensar en mis problemas, me imaginaba que era millonario (ya que la mayoría de mis problemas eran económicos), o me “convertía” en pájaro y volaba sobre las flores de un valle, y así, aunque parezca mentira, solucioné mis problemas para dormir. Y como descansaba mejor, mi cabeza estaba más despejada para encontrar soluciones en mi vida real.

Lección 1. Aprendí a relativizar los problemas y cambiar de actitud.

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Lección 2. Neuronas en marcha. Algo que me ayudó mucho también, fue pensar con la mayor lucidez y objetividad posible. Primero utilicé mis neuronas para analizar. Me hacía dibujitos, escribía, etc. todo lo que me ayudara a ver la situación con claridad y encontrar posibles salidas que rompieran el círculo vicioso en el que uno suele caer en circunstancias así. Es como cuando se juega a encontrar la salida de un laberinto. Pienso y visualizo posible soluciones… encuentro obstáculos, retrocedo… busco otro camino, etc. De esta manera llegué a hacerme un mapa de la situación de la empresa. Era realmente desesperada, pero lo sabía y con ese mapa fui trazando opciones que me permitieron tomar decisiones que no fueron fáciles, pero que abrieron caminos. 2. Procuro pensar con objetividad para poder analizar, centrar y decidir. Y 3. Dar pasos. Después de tener las cosas claras y decidir lo que debía hacer, lo mejor fue tomar el toro por los cuernos, llamar al pan, pan y al vino, vino. Hablar con quien debía hablar, cortar donde debía cortar, cerrar lo que debía cerrar, abrir lo que debía abrir.Lo importante fue dar los pasos, no dejarme arrastrar por la situación. Eso fue muy duro y necesité mucha decisión, porque disimular la situación o disfrazarla, como lo hice al principio, me había llevado por mal camino. Comenzar a caminar fue lo que me permitió tomar el impulso para emerger después de haber tocado fondo y

Lección 3. Una vez decidido lo que hay que hacer, simplemente lo hago… ya sabes, como decía el viejo: ¡Solo hazlo!

De los estudios, a la carrera profesional. Estrategias para tu trabajo

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En la actualidad hablar de mejorar profesionalmente parece una locura. En el entorno laboral se escucha todos los días hablar de despidos, empresas que cierran de la noche a la mañana, y un caos generalizado en todos los individuos que ahora pasan a ser desempleados. En este contexto, pensar en mejorar tu carrera profesional parece una lectura demasiado positiva de la realidad. Muchas veces resulta que la pastilla es difícil de tragar, y no necesariamente me refiero a la de matrix, aunque también, sino al tipo de sociedad que comenzamos a percibir. Por un lado, están las personas que no tienen ni un sólo espacio libre en su agenda, desbordados de trabajo y con nuevos proyectos día a día. Y otros, todo lo contrario, son despedidos y quizás no vuelvan a trabajar por un buen tiempo, total, papá y mamá pagan todo. Con esta simple comparación, se me vienen muchas preguntas: ¿Qué diferencia hay entre esta clase de personas? ¿Por qué unas personas son despedidas, y otras sin embargo, mejoran su carrera profesional y cada vez ganan más dinero? ¿Suerte, quizás?

Arranquemos por el final: de suerte nada, esa es la excusa de los que nunca hacen nada, o de los que se excusas que no tienen talento. Cuanta gente cae en ese juego mental de pensar que los éxitos personales y profesionales tienen su origen en la suerte, en lugar de ser fruto de pasión, perseverancia y un gran trabajo. Pero si no es suerte, ¿Por qué algunas personas mejorar su carrera profesional, y otras no?

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Ahora si, volvamos al principio para entender el contexto. Venimos de un modelo de trabajo muy intensivo en mano de obra, es decir, en el que se necesitaban muchas personas realizando trabajos poco cualificados. Esto ha sido así desde la industrialización y a medida que los trabajos repetitivos y de baja cualificación son sustituidos por máquinas y software, estas personas cada vez tienen menos oportunidades laborales. Sin embargo hay un reducido número de personas que cada vez tienen más oportunidades laborales. Son las personas que aportan conocimiento y no se limitan a desempeñar un trabajo repetitivo

La consigna parece clara, si tu trabajo lo puede hacer una máquina, tarde o temprano perderás tu empleo. Este tipo de afirmaciones son controvertidas, porque siempre hay personas que se sienten capacitadas para cambiar el devenir del mundo, pero creo que es muy difícil cambiar las reglas de un juego que no has inventado. Si me permites una sugerencia, creo que es mucho más inteligente limitarse a conocer las reglas lo mejor posible e intentar ganar tantas veces como puedas.

¿Cuáles son las reglas (no escritas) en este contexto?

El “Currilum Vitae”, ese documento que avala tus conocimientos y estudios, donde pones un montón de datos personales que no lo importaban a nadie, desde tu colegio secundario, tu DNI, y por supuestos lo bien que hablas inglés. Ah, y que además ”tiras” en

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varias empresas para ver cuál de ellas te acepta. Déjame decirte que esto es pasado, ya no sirve. Esta era la forma tradicional de encontrar trabajo, pues… ahora ya no. Pensemos juntos, ¿Qué valor tiene un documento de esta naturaleza?, ¿acaso sirve de algo para mejorar tu carrera profesional?, ¿te van a contratar por ser ingeniero, periodista o jardinero? En la actualidad, por cada oferta laboral las empresas reciben miles de currículos, que a todas luces son copias unos de otros.

La regla no escrita y que deberías comenzar a seguir cuanto antes, es la siguiente: la formación se da por hecha, ahora hay que demostrar que eres bueno haciendo algo. En definitiva: Ser ingeniero, matemático o periodista, son títulos, no profesiones. Ser el mejor programador web del país, la más experta en análisis con Google Analytics, o el mejor cazador de talentos, son profesiones. Por lo tanto, tienes que ser capaz de demostrar tu talento y así poder destacarte profesionalmente. No hay recetas mágicas, secretos o artimañas: ahora es el momento de demostrar lo que vales y que te paguen por ello.

¿Qué estrategia usar para mejorar mi carrera profesional?

Desde que las redes sociales ganaron posicionamiento en la sociedad, se empezó a hablar de personal branding o marca personal. Algo que siempre existió, pero que ahora, gracias a internet y la social media se facilitó y se volvió bastante económico. Esto permite múltiples ventajas y beneficios a la hora de pensar una estrategia de marca personal. Porque como lo expresaba en la primera parte, con sólo el título no alcanza, y el crear un plan de social media en internet te permitirá demostrar quién eres, y a que te dedicas.

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Para esto existen desde las estrategias más simples, a las más complejas. Lo bueno es que hay para todos. Por ejemplo, si no entiendes mucho, con sólo tener un perfil en LinkedIn es suficiente para contar quien eres, a que te dedicas, y algo de tu pasado. Pero lo que pasa es que terminamos usando como foto de perfil la del último cumpleaños que fuimos, luego haber bailado toda la noche. Y acá radica el tema importante a tener en cuenta. Todo lo que publicamos o subimos a internet, en algún lado quedará registrado. Entonces debemos tener mucho cuidado, y no subir cualquier cosa. Además, pensemos que luego de presentarnos para un posible puesto de trabajo, es seguro que la persona encargada de la selección, previamente nos “googleará” para saber qué dice internet de nosotros, en qué redes sociales estamos y como la usamos o cómo escribimos.

Hablando de marca personal, no es algo tan fácil, mucho menos si estás muy alejado del branding o el marketing. 

Ahora bien, volviendo con el tema del paso de los estudios a tu carrera profesional, hay muchas personas con grandes conocimientos pero desafortunadamente ese talento no se ve reflejado en su cuenta bancaria, no encuentran el trabajo que merecen, o bien no consiguen ganar suficiente dinero trabajando como Freelance por ejemplo. Si nadie te conoce, no podrán valorar lo bueno que eres haciendo tu trabajo. Puede que te resignes y pienses, pero yo merezco un buen trabajo, he estudiado y me lo deben. Lo cierto es que nadie te debe nada, y eres tu el que tiene que demostrar que tienes las cualidades y el talento necesario para ser un gran profesional. Obviamente, demostrar esta capacidad requiere más trabajo que enviar el mismo Currículo a miles de empresas. Pero te puedo asegurar que los resultados son sustancialmente diferentes, porque no es los mismo una persona que dice saber hacer algo y otra que lo demuestra día en su blog personal por ejemplo. Y por supuesto, ni que decir que esto no sólo se aplica a personas que están desempleadas, sino a todas aquellas que aun teniendo un puesto de trabajo quieren mejorar. Una persona con pensamiento estratégico tiene que estar siempre en movimiento para mejorar su carrera profesional y encontrar una empresa que le ofrezca mejores condiciones. De hecho, la mayoría de personas que tienen esta mentalidad

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terminan trabajando por su cuenta, o bien juntándose con personas afines para montar una empresa ya que son capaces de conseguir clientes sin tener que estar a expensas de un salario. Porque a fin de cuentas, son profesionales que de forma coyuntural hoy están en una empresa, mañana en otra y quién sabe si un día trabajando por su cuenta.

Un plan de acción para ponerte manos a la obra hoy mismo y mejorar tu carrera profesional

1. Piensa como un profesional no como un empleado.2. Monta un blog y demuestra tu talento3. Colabora con profesionales de tu sector4. Networking. A poder ser más working que net.

Es curioso como pasamos gran parte de nuestra vida estudiando, haciendo masters, cursos… Y sin embargo, más del 80% de los trabajos son por recomendación. Sí, alguien que ha leído tu blog, que te ha conocido en un evento o un amigo de un amigo.

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Si has llegado hasta acá y crees que tengo algo de razón te animo a subirte al tren de los que no estamos tan perdidos. Ni optimismo, ni pesimismo, se trata de aprovechar las redes sociales o tu propio blog como un recurso más para mejorar profesionalmente. Y ahora cuéntame: ¿Qué tienes pensado hacer? ¿Ya trenes un blog? ¿Quieres empezar pero no sabes cómo? 

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¿Por qué los que triunfan en la universidad rara vez triunfan en la vida?

Cuando iba a la escuela de negocios de la Universidad de Columbia escuché a un alumno

decir la siguiente frase “si nuestros profesores de negocios eran tan inteligentes por qué no eran ricos? Y esta frase se me quedó pegada hasta que ahora, 25 años más

tarde tengo la suerte de ser profesor de negocios y emprendedor. Pero si soy profesor no

es por mis notas de la Universidad de Columbia que eran bastante mediocres. Aunque

nunca lo he estudiado en detalle, por lo que vi, debo ser el profesor del Instituto de

Empresas que peores notas se sacó en la universidad. Agradezco a Santiago Ibáñez y

otras autoridades del IE por haberme dejado ser profesor sin pedir verlas. Si tuvieran la

mentalidad de “concurso” que impera en España yo no sería profesor. Pero si tuvieran

esa mentalidad no serían junto a IESE los únicos centros de enseñanza en este país que

lideran rankings internacionales.

Ahora mi situación en el mundo académico no es tan común. Lo normal es que la

enseñanza esté poblada de gente que fueron alumnos brillantes y llegaron a ser

profesores. Es decir se graduaron de alumnos brillantes y se quedaron siendo…alumnos

brillantes. La correlación en la enseñanza entre tus notas como universitario y tu éxito es

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enorme. Pero esa correlación no es tan alta en el resto de las carreras y sin duda no en

mi campo, entrepreneurship.

Fuera del mundo académico pasa algo parecido. Mucha gente que de joven eran

considerados los mejores de la carrera, no llegan a ser los más exitosos en el campo en

el que practican, ya sea arquitectura, moda, cine, medicina, ingeniería informática, y

muchas otras carreras. No hay una altísima correlación entre los profesionales más

exitosos y los alumnos mejores. En general les va bien, pero pocas veces son los más

exitosos. Y lo opuesto ocurre frecuentemente. Muchas veces los más exitosos ni siquiera

terminan la carrera como se ve bien en La Red Social. Y en cambio España está llena de

ex alumnos brillantes que si terminaron la universidad, haciendo trabajos aburridos y

mediocres, frustrados de que lo que les hizo destacarse en el colegio o la universidad no

les sirvió para destacarse en la vida real. Y esto es justamente porque los profesores, o el

mundo académico están tan desconectados de la vida real que no sabe juzgar bien a

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quien le irá bien en la vida real. El objetivo de la enseñanza tendría que ser acortar esta

brecha.

He pensado mucho en esta paradoja durante mis cursos de Entrepreneurship en

el Instituto de Empresa. ¿Cómo puede el sistema educativo predecir mejor el rendimiento

de un alumno cuando salga a la vida real? Sobre todo en Entrepreneurship. Una de mis

soluciones fue dejar de evaluar personalmente a los estudiantes y dejar que ellos mismos

se evaluasen entre sí. Y he de decir que, en general, los estudiantes a quienes sus

compañeros consideran más inteligentes suelen tener más éxito que aquellos a los que

los profesores consideran más inteligentes. Especialmente aquellos profesores que

enseñan Entrepreneurship pero no son emprendedores. Ser emprendedor es más un arte

que una ciencia y yo prefiero que el arte sea apreciado por todo un público y no solo yo, el

profesor. Aclaro que a mi me fue mal en mi clase de entrepreneurship en Columbia

University, me dieron un B+ que en USA es el promedio de las notas. No es una mala

nota pero no te destacas con un B+. En general fui un alumno B+ en toda mi carrera, un

promedio 3.3 para los que conocen el sistema norteamericano. Si me destaqué en algo es

en discutir con los profesores pero aunque la rebeldía y la originalidad son indispensables

para ser muy exitoso en la universidad no premian a los rebeldes. También trabajé

durante toda mi carrera algo que en teoría estaba prohibido por la universidad.

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Aún queda mucho recorrido para que las universidades sepan darle las mejores notas a

los alumnos que mejor les irá en la vida. Quizás esto se deba a que no es lo mismo

estudiar algo que hacer algo. No por estudiar la física del tenis se juega bien al tenis. No

por estudiar contabilidad se gana mucho dinero. Es como que hay cosas que no se

pueden realmente estudiar hasta que se hacen. O como se dice en inglés se pueden

“study them to death”. Entrepreneurship es una de ellas aunque yo hace 12 años que la

enseño y trato de “encontrar a los emprendedores”.

He de añadir que mis comentarios sobre la riqueza se refieren exclusivamente a los

estudios empresariales. En los negocios, volverse rico es una consecuencia directa del

éxito. En otros campos, ser capaz no se corresponde con ser rico y eso está bien. La

gente no debería ser juez, comandante militar, legislador, médico con el único objetivo de

ganar mucho dinero.

Un plan para cada día. Ningún día sin plan

Si llevas conmigo algo de tiempo seguramente me habrás oído decir esta frase más de

una vez: «Planificar es un coñazo». Pero lo hago porque hace que mi trabajo sea infinitamente mejor. Avanzo con menos esfuerzo y consigo antes los resultados que me

he propuesto. Pero lo cierto es no siempre ha sido así. Durante años me puse a trabajar

con la mentalidad de “a ver qué tal se me da el día”.

Ahora prefiero encararlo con un mapa en la mano, con unos objetivos, con un camino que recorrer. La diferencia entre “echar horas en la oficina” y “conseguir resultados” pasa

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muchas veces por tener ese plan. Porque si no sabes a dónde vas, da igual el camino que tomes.

¿Qué vas a conseguir hoy?

Planificar y organizar tus tareas diarias no sólo es distribuir y balancear con inteligencia tu trabajo a lo largo de las horas. Se trata de fijar una meta y unos objetivos para ese día y, también, prepararte mejor para los imprevistos que irremediablemente aparecerán a lo largo del día.

Tener un plan antes de empezar a trabajar es tan importante como calentar antes de salir a correr. Hace que todo lo que viene después salga mejor.

¿Por qué es tan importante?

Muchos arguyen que planificar no es tan importante. Que es una molestia innecesaria, que te vuelve robótico, que termina por llenar de monotonía el trabajo, etc. Déjame compartir contigo lo que con los años he descubierto y por qué defiendo con tanto ahínco esto de “planificar”.

Porque reaccionas mejor ante los imprevistos y marrones. Si surge un problema o un encargo inesperado, puedes volver sobre tu plan y decidir cómo actuar. Con ese “manual” reajustas las piezas del puzle con más facilidad. Si te pierdes en la montaña, es más fácil reorientarte si tienes mapa y brújula. Sin ellos, estás jodido.

Porque sirve para que tu jefe te ayude a priorizar. Si te encarga algo urgente “para ayer” y eso descompone tu planificación, puedes mostrarle tu plan (literalmente le enseñas la hoja) y le pides consejo para que te ayude a priorizar. «Mira todo lo que tenía previsto hacer hoy. ¿Qué crees que debo sacrificar?»

Porque haces en lugar de improvisar. Con un mapa del camino empiezas el día con una marcha más de velocidad y cada paso tiene una intención. Antes incluso de ponerte a teclear ya sabes por dónde y con qué empezar. Ganas en intensidad y agilidad de trabajo. Sin ese plan seguramente caerás en el “a ver con qué me pongo ahora”.

Porque haces en lugar de recordar. Tu plan de trabajo está escrito y bien definido en una hoja de papel o una lista en tu ordenador. No tienes que recordar qué es lo que tenías o te gustaría hacer. Está ahí delante.

Porque te ayuda a administrar y dosificar tus fuerzas. Sabes lo que tienes que hacer, lo que requiere cada tarea y lo que cada una pide de ti. Unas son más importantes que otras, unas son más exigentes que otras. Distribuyes tu trabajo por tu día y/o tu semana buscando un prudente equilibrio. Para a) no sobrecargar ciertos días; y b) hacer determinadas tareas en los mejores momentos.

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Porque tu trabajo cobra más sentido, tiene una intención y un punto de destino. Cuando consigues que hacer TAREAS y obtener RESULTADOS te animas, te motivas y te gusta tu trabajo. Sin un porqué ni un para qué sólo remas para navegar en círculos. Es como vivir sobre raíles. Bajo el aspecto de sencillas “tareas” están los resultados que buscas.

Porque aprovechas mejor el tiempo. Imagina que te cancelan una reunión o hay un retraso y te encuentras con 30 minutos de regalo. Si tienes un plan puedes echar mano de él y elegir con más facilidad, rapidez y acierto lo próximo que vas a hacer. Sin él, seguramente caerás en la improvisación o perderás el tiempo.

SIEMPRE puedes planificar

Cuando trato este punto en cursos y seminarios muchas personas me dicen que no pueden planificar porque su trabajo es “muy del día a día”. “Depende de lo que entre por el Email o lo que me encargue mi jefe”.

Siempre hay grandes tareas que pertenecen a proyectos, productos o servicios en los que trabajas a días o semana vista. Esas puedes planificarlas y al menos hacer una al empezar cada día.

Siempre hay tareas mecánicas y rutinarias que repites cada día o cada semana. Esas puedes planificarlas.

Siempre hay tareas similares/relacionadas (por su temática o por dónde se hacen) que puedes hacer en un mismo bloque de tiempo. Esas puedes planificarlas.

Sin un plan diario, sin unos objetivos cada día, nos terminamos por convertir en una cadena de montaje que se limita a ir haciendo lo último en llegar; más preocupados por apagar los fuegos y tapar las goteras del día a día, que por pensar en buenas ideas, anticipar resultados y por conseguir avances de verdad.

Tocar fondo y Salir

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Cinco propuestas concretas para catapultarte  

Alguien ha apagado la luz, por favor: ¡Enciéndanla!

Cuando dirigimos la imaginación de un modo negativo, el mundo es oscuro y sombrío, y cuando lo hacemos de un modo positivo, el mundo se vuelve más amable y brillante. En una depresión parece que te han robado el control de tus imágenes internas, de tus pensamientos. No es tristeza, no es un duelo por una pérdida, es diferente: estás en un túnel y alguien ha apagado la luz; sientes como la oscuridad penetra en tu alma y crees que no puedes avanzar. Además, las personas de tu entorno insisten en que brilla el sol y tú piensas: ¿Cómo es que no ven que para mí no hay luz? ¿Cómo es que no se dan cuenta de que NO PUEDO?

No hay nada que hacer. Abandono. Aunque… si yo pudiera hacer algo… No tengo energía, pero… si yo pudiera hacer algo…Encender un cerillo

Planteemos una estrategia para salir del túnel. “Salir” significa “partir de un lugar a otro, liberarse de algún lugar estrecho, peligroso o molesto”. ¡Perfecto!, eso es lo que queremos: “salir”, y parece que para hacerlo hay que moverse. En palabras de Thomas Edison: “Las grandes ideas surgen en los músculos”.

Contamos con que los primeros pasos han de ser muy pequeños, porque apenas hay energía disponible. Localicemos en primer lugar dónde estoy perdiendo la energía. Posiblemente, en tratar de controlar los pensamientos negativos y abrumadores que a

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todas horas merodean por la cabeza. Así es. Cuanto más nos empeñamos en quitarnos un pensamiento de la cabeza, más se afianza y es lógico, porque al luchar contra él, estamos poniendo toda nuestra energía en esa idea y le damos fuerza. La táctica de luchar contra los pensamientos no funciona. Hay que probar otra.

1ª Propuesta concreta:En el fondo, más que un pensamiento negativo fijo, lo que nos consume es toda una nebulosa de pensamientos negativos “incontrolables” y una sensación no concreta y constante de malestar. Es un estado de confusión que produce inseguridad, falta de ilusión y de resolución. Empezamos a poner luz en nuestra vida cuando retomamos el control de nuestros pensamientos, y lo vamos a hacer enfrentándonos a lo que hay. Ya llevamos mucho tiempo rondando el sufrimiento, ahora vamos a acercarnos lo más que podamos a ver cuán terrible es, vamos a tocar fondo para salir. Piensa que para sumergirse en el dolor, no hace falta valor. Hace falta darse cuenta de que la otra alternativa, la de vagar indefinidamente por el túnel a oscuras, es peor.

Escribe. Escribe todo lo que te da miedo, todo lo que te asusta, todo lo que te abruma, y hazlo con detalle. Así, objetivamos nuestros grandes desastres y localizamos todas las imágenes internas que nos están dañando. Procura escribir media hora, todos los días, más o menos a la misma hora, no importa que algunas calamidades se repitan, escribe.

Sugerencia: lleva una libreta pequeña en el bolsillo con la lista de tus fracasos, y si la nebulosa de pensamientos negativos te asalta por la calle, en el autobús o en el trabajo, saca la libreta y comprueba si esos en concreto ya los tienes registrados. Si no es así, añádelos a tu lista.

2ª Propuesta concreta:Cuando estás hasta dentro, regodeándote en el sufrimiento la actividad más sencilla nos parece tan ardua como subir el Everest. ¿Qué pequeño movimiento puedo iniciar? Si desde dentro “todo me parece un mundo”, voy a lanzar fuera mi imaginación y voy a mirar desde allí el pequeño y primer paso que puedo dar.Una vez más te pido que escribas. Cuando te levantes por la mañana, imagina que un hada madrina te ha tocado con su varita mágica y sientes que tu ánimo es bueno. Responde por escrito a una pregunta: ¿Qué haría hoy si estuviera bien? Escribe una lista cada mañana, no importa que unas cuantas actividades se repitan. Además, procura que sean cosas sencillas, fáciles, que te parezcan viables. A continuación, elige la más pequeña y, a lo largo del día, hazla. Sólo una, la más pequeña. Se trata de dar un pequeño paso, nada más.

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Advertencia: hacerse planteamientos del tipo “debería hacer deporte”, “voy a ordenar la casa” o “voy a arreglar los papeles de Hacienda” no suelen llevarnos a ninguna parte, si acaso, al sentimiento de culpa cuando no lo hacemos. Estas actividades, planteadas así, abruman a cualquiera. Funciona mejor algo así como: “Voy a ordenar el lado izquierdo del armario, el de las camisas y los jerséis”, “voy a buscar a mi hijo al colegio andando, en lugar de ir en coche”, “voy a separar los papeles de Hacienda de las demás facturas y tiques, y los voy a poner en una única caja”… Es decir, recurrimos al famoso refrán “Divide y vencerás”. No pienses en subir la montaña, céntrate sólo en el siguiente y pequeño paso. Para pasar a la acción, ayúdate con la técnica que describimos a continuación, en la tercera propuesta.

3ª Propuesta concreta:Si quieres aumentar tu motivación, aprende a dirigir tu pensamiento. Nuestras imágenes mentales son los mapas de futuro que afectan directamente a nuestra conducta en el presente. El profesor Paúl Watzlawick, uno de los padres de las terapias breves que existen en la actualidad, dice: “El futuro, no el pasado, determina el presente; la profecía del acontecimiento lleva a la realización de la profecía”. Es decir, si mis predicciones de futuro son desagradables –“No voy a ser capaz de hacer amigos, no voy a encontrar trabajo, no, no, no…”– es normal que esté sin ganas de nada, angustiado o paralizado en el presente y, de esta manera, mi futuro será lo que espero: un desastre.

Según esto, parece imprescindible que aprendamos a dirigir los pensamientos de futuro de forma positiva para vivir mejor en el presente.

Y, de la misma manera, sería bueno investigar qué características tienen nuestros pensamientos cuando estamos con muchas ganas de hacer algo porque, si lo descubro, aplicando esos mismos principios, puedo aprender a motivarme a mí mismo cuando mi ánimo esté bajo y mis pensamientos sean turbios.

Cuando hay algo que deseas mucho como un viaje, un fin de semana con unos amigos en la sierra, una fiesta, un abrigo nuevo o quedar con alguien que te cae muy bien, las imágenes que acuden a tu mente son brillantes, coloridas, grandes… Estás ilusionado y, hasta que llega el momento, tus pensamientos anticipan con detalle el placer que vas a sentir. Por el contrario, cuando hay algo que no te apetece o que te abruma (como ponerte a estudiar, escribir un informe, limpiar un armario, la mesa del despacho o la cocina), las imágenes y pensamientos sobre el asunto son grises, huidizos, borrosos… Tan poco atractivos que haces lo posible para evitarlos.

Para “provocarnos las ganas de hacer algo”, sugerimos los siguientes pasos:

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1.- Cierro los ojos y pongo mi atención, por ejemplo, en el armario de mi habitación, que se ha desbordado completamente. Lo imagino ordenado, con todos los objetos perfectamente colocados.

2.- Le doy brillo a la imagen, le pongo color. Imagino que abro una puerta y sale un agradable olor a lavanda, y siento que paso la mano por todos los jerséis perfectamente doblados. Amplío la imagen y pienso en el resultado positivo de ordenar el armario: la sensación interna de “¡Al fin comienzo a organizarme!” o “¡Una cosa menos que me abruma!”, o la satisfacción de haber dado un primer paso.

3.- Precisamos el cómo, cuándo, dónde… Es decir, fijo fecha y hora, y hago una lista detallada de los pasos que voy a dar, como un “ensayo mental” de lo que voy a hacer: separar la ropa sucia, planchar algunas camisas, colocar y limpiar los zapatos de la parte baja. Me imagino haciéndolo como cuando mi ánimo es óptimo y acabo recreándome en una imagen final de éxito. Desde ese momento en que acabo la visualización hasta que lo lleve a la práctica, cuando me venga a la cabeza algún pensamiento negativo sobre ese tema, en lugar de pelearme con él, mentalmente le digo: “Bueno, sí, el armario ahora está hecho un desastre, pero… el martes por la noche estará espléndido”. Y, a continuación, me recreo unos instantes en mi imagen de éxito.

Imagina que vas por un camino de noche y apenas sin luz. Llevas en la mochila unas pequeñas bengalas. Cuando usas el “espejo de la mente” y visualizas el éxito futuro, lo que haces es tirar al aire una bengala. Esto hace que durante unos segundos vuelvas a ver tu objetivo final, el final del túnel, y esa visión del éxito renueva tus fuerzas y aumenta tu motivación.

4ª Propuesta concreta:Piensa en una pequeña acción, algo tangible que puedas hacer con facilidad y que te recuerde que estás en el proceso de recuperarte.

Emil Coue, farmacólogo francés del siglo XIX y pionero en el estudio de las técnicas de autosugestión positivas, sugería a sus pacientes: “Coge una cuerda y hazle 20 nudos. Cuando te despiertes por la mañana, lo primero que vas a hacer mientras vas pasando los nudos como si fueran las cuentas de un collar es decirte mentalmente 20 veces seguidas: “Cada día que pasa, en toda forma, me siento mejor, mejor y mejor””. Por la noche, ya en la cama, vuelves a hacer lo mismo. Otra frase puede ser “Cada día desde cualquier punto de vista soy, me siento y estoy cada vez mejor, mejor y mejor”. Una frase así, aunque al principio no le veas sentido, repetida todos los días, varias veces al día, es como la insignificante gota de agua que, sin embargo, poco a poco va horadando la piedra sobre la que cae. En nuestro caso, esta afirmación de mejoría,

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repetida todos los días las veces que necesitemos, acabará poco a poco “entrando” en nuestro inconsciente y haciéndose realidad.

 5ª Propuesta concreta:Pide ayuda y, esta vez, quien tiene que ser concreto eres tú. Si las personas que están a tú alrededor entran al túnel contigo (es decir, si siguen tu camino para estar cerca de ti), no podrán ayudarte, estarán en el mismo lugar que tú: deprimidos. El movimiento de salida lo vas a iniciar tú, y si tú das el primer paso, verás qué rápido tu entorno lo ve y comienza a apoyarte.

Cómo pedir ayuda:

“Me vendría bien salir a pasear, ¿te puedo acompañar por las tardes cuando vas al parque con tu perro?”

“El fin de semana me deprimo más y me levanto muy tarde por la mañana; si vas el domingo “al Rastro”, llámame y así tengo un motivo para levantarme.”

“He oído que Pawlowsky actúa en Madrid esta semana, ¿vamos a verlo?” “No tengo cabeza ni para hacer la lista de la compra. Me vendría bien ir a hacer la

compra contigo, ¿quedamos el sábado por la mañana?” “Tengo que escribir una carta y me cuesta centrarme en ella, ¿te voy diciendo las ideas

principales de lo que tengo que poner y me ayudas a redactarla, o me dices si mis ideas te parecen bien?”

“Cada vez que veo mi mesa de trabajo llena de papeles, me agobio muchísimo, ¿me ayudas a organizarla el sábado y te invito a cenar?”

“¿Conoces algún grupo de gente o asociación que haga senderismo los fines de semana?”

“¿Puedes buscar en la cartelera alguna comedia y vamos a verla el miércoles?”

Piensa que toda travesía se inicia con un pequeño paso. Deseo de corazón que alguno de las propuestas que aquí aparecen permitan que inicies aquí y ahora el camino hacia tu bienestar.

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Catapultaf. Antigua máquina militar para arrojar piedras o saetas:en la batalla, las catapultas lanzaban calderos de aceite hirviendo que traspasaban los muros de las fortalezas.Mecanismo que impulsa el despegue de aviones en sitios reducidos.Lo que sirve para impulsar una actividad o a una persona:utilizó su amistad con él como catapulta para conseguir el ascenso.Uso su “tocar fondo” para catapultarse y conseguir salir de allí.