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Tesina7/08/24Vakgroep Taalkunde
diminutivo en el español de la Ciudad de México
Phéline Casier
Año académico: 2013-2014
Agradecimiento .......................................................................................................................... 4
1.2 Clasificación del adverbio ............................................................................................... 10
1.3 Concordancia del adverbio.............................................................................................. 12
2.1 Definición ....................................................................................................................... 15
2.2 El sufijo diminutivo en la gramática española: la derivación apreciativa....................... 16
2.3 Características morfológicas ........................................................................................... 17
2.4 Valores semántico-pragmáticos ...................................................................................... 19
2.4.2 Según Andrés Bello (1903) ...................................................................................... 20
2.4.3 Según Rodolfo Lenz (1925) ..................................................................................... 21
2.4.4 Según Amado Alonso (1951) ................................................................................... 21
2.4.5 Según Hummel (1997) .............................................................................................. 26
2.4.6 Según Reynoso Noverón (2005) ............................................................................... 28
2.4.6 Resumen ................................................................................................................... 32
3 La combinación del adverbio con diminutivo ................................................................. 41
3
3.2.1 Definiciones .............................................................................................................. 42
3.2.3 Adverbios con diminutivo en los diccionarios ......................................................... 46
4 Análisis de corpus .............................................................................................................. 47
4.1 Metodología .................................................................................................................... 47
4.1.2 La comparabilidad de los corpus .............................................................................. 48
4.1.3 Selección de datos .................................................................................................... 50
4.2 Análisis y resultados ....................................................................................................... 51
4.2.1 Objetivos del análisis ................................................................................................ 53
4.2.2 Las variables extra-lingüísticas ................................................................................ 53
4.2.2.1 El sexo ................................................................................................................ 53
4.2.3.1 El sufijo diminutivo adverbial ............................................................................ 60
4.2.3.2 El morfema final del sufijo diminutivo .............................................................. 61
4.2.3.3 El lexema ............................................................................................................ 65
4.2.3.5 La concordancia ................................................................................................. 75
4.2.3.6 Adverbios simples y complejos .......................................................................... 76
4.2.3.7 Lexicalización: frecuencia de las formas adverbiales ahora y ahorita .............. 79
4.2.3.8 La variable semántico-pragmática ...................................................................... 81
5. Conclusiones .................................................................................................................... 87
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Agradecimiento Durante un año, escribir la tesina ha sido una gran parte de mi vida. En mi opinión, es la
culminación de cuatro años de estudio en la universidad de Gante. Además una tesina no se
escribe a solas. Dado que muchas personas me han ayudado durante estos cuatro años me
parece necesario agradecerles.
Primero quiero dar las gracias a mis padres y a mi familia en general, porque su respaldo ha
sido muy importante. Sin ellos nunca habría podido lograr mis sueños. Asimismo me gustaría
mencionar el apoyo de mis amigos y especialmente el sostén de mis compañeros de clase
Eveline Coolens, Yana Lasuy y Tiffany Vanhondeghem.
También quisiera agradecer a la profesora Renata Enghels y a todo el equipo de lingüística
española por estar siempre dispuestos a ayudarnos y aconsejarnos. Además me gustaría dar las
gracias al profesor de estadística Ludovic Decuypere.
Finalmente es imprescindible dar las gracias a mi directora, la profesora Miriam Bouzouita.
Ante todo quiero agradecerle por contribuir con sus ideas y revisiones en la realización de esta
tesina. Además quiero mencionar que sin sus comentarios útiles nunca habría podido escribir
esta tesina.
Phéline Casier
CHCM Corpus del Habla de la Ciudad de México
CHPCM Corpus del Habla Popular de la Ciudad de México
CSCM Corpus Sociolingüístico de la Ciudad de México
DEM Diccionario del Español de México
DRAE Diccionario de la Real Academia Española
E Entrevistador
Fem. Femenino
OD Objeto Directo
PRESEEA Proyecto para el estudio sociolingüístico del español de España y de América
RAE Real Academia Española
0. Introducción
Hoy en día es bien sabido que no existe un español estándar universal que todos los
hispanohablantes tienen en común, aunque antes había una polémica muy fuerte en torno al
tema. Es decir, varios académicos, como Rona (1966 apud Reinhold 1994: 11), opinan que las
variantes de las Américas no son otro tipo de español, sino más bien similar al español
peninsular, y que no se puede demostrar científicamente la existencia de una variedad del
español de América. Sin embargo, académicos como Reinhold (1994: 11) y Frago García &
Figueroa (2003) aceptan las diferencias léxicas, sintácticas, etc. existentes entre el español
peninsular normativo y el español hispanoamericano.
Asimismo, la lengua española está marcada por tener varias variantes, que pueden
diferenciarse de distintas maneras. Es decir, se pueden distinguir cuatro tipos de variación: la
variación geográfica o diatópica, la variación diastrática, la variación diafásica y, por último,
la variación diacrónica. Este estudio tratará de analizar una variante diatópica específica: el
español hablado en la Ciudad de México. Es de saber común que México pertenece a la vasta
comunidad de naciones cuyo idioma principal es el español. Con la excepción de un pequeño
grupo de hablantes indígenas monolingües, los mexicanos manejan la lengua española para
expresarse. Una de las razones por la cual se estudia el español mexicano es la creatividad y la
productividad que exhiben los hablantes mexicanos en la formación de palabras.
Al mismo tiempo, esta tesina analizará la variación diacrónica existente entre los años
setenta y el presente en cuanto al español americano de la capital de México, con el fin de
averiguar si existen varias diferencias diacrónicas significativas. Para alcanzar estos objetivos
se analizarán tres fuentes: el Corpus Sociolingüístico de la Ciudad de México (CSCM), el
Corpus del Habla Popular de la Ciudad de México (CHPCM) y el Corpus del Habla de la
Ciudad de México (CHCM). Son todas herramientas lingüísticas que documentan el habla
oral de la Ciudad de México. Mientras que los últimos dos corpus registran el lenguaje del
pasado, en concreto el lenguaje de los años setenta, el primer corpus documenta el habla del
período 1999-2007, que se considera más bien el presente. Cabe añadir también que se
estudiará sobre todo el habla de los jóvenes, es decir de la población entre los 18 y los 34 años,
puesto que probablemente estos hablantes mexicanos demostrarán una mayor frecuencia de
adverbios con sufijos diminutivos. Éste se supone dado que el lenguaje de los jóvenes
generalmente se caracteriza por incluir más formas nuevas, y por consiguiente, más variación.
Jani (2009: 90) también apoya esta idea, concluyendo que, en el caso del sufijo diminutivo, se
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utiliza extensivamente con temas que apelan o que incluyen a espectadores y oyentes más
jóvenes. Cabe añadir que Jani (2009: 90) también menciona que la frecuencia de sufijos
diminutivos resulta aún mayor cuando la materia refiere a las informantes femeninas, mujeres
o chicas, o a niños.
Se pueden estudiar diferentes facetas de esta variante del español, como el plan
sintáctico, morfológico, fonológico o el léxico. Por ejemplo, es posible analizar el vocabulario
específico del español mexicano, para luego describir estas particularidades léxicas en
diccionarios o glosarios. Además, se pueden estudiar las construcciones sintácticas
típicamente mexicanas, o se puede investigar si el habla de los mexicanos se caracteriza por
una pronunciación diferente de ciertos elementos fonológicos, etc. En otras palabras, una
delimitación más precisa del tema ciertamente resulta necesaria. Muy interesante resulta el
hecho de que algunos académicos, como por ejemplo también Dávila Garibi (1959), opinan
que la lengua de los hispanohablantes que viven en las Américas se caracteriza por un "abuso"
del uso del sufijo diminutivo. Por eso resulta bien importante saber más sobre el uso del sufijo
diminutivo en el español de la Ciudad de México. Es cierto que se puede notar una gran
diferencia en la frecuencia de los sufijos diminutivos cuando se compara el español peninsular
y el español mexicano, como explica también Dávila Garibi (1959). El diminutivo se puede
añadir a elementos de varias clases de palabras, como por ejemplo el sustantivo, el adjetivo y
el adverbio. Puesto que el sufijo diminutivo se añade en la mayoría de las veces al sustantivo,
al adjetivo y no al adverbio, el adverbio con sufijo diminutivo ha sido poco estudiado hasta
ahora. Esta carencia de estudios sobre el uso del adverbio con sufijo diminutivo y el “abuso”
del sufijo diminutivo en el español mexicano constituyen las motivaciones principales para
analizar éstos en la presente tesina.
Para sintetizar, se intenta responder a preguntas como las siguientes: ¿existen
diferencias diacrónicas en el uso del adverbio con sufijo diminutivo en el habla de los jóvenes
en la Ciudad de México?, ¿es posible observar distinciones en el uso del adverbio con y sin
sufijo diminutivo?, ¿cuáles son los criterios lingüísticos y extra-lingüísticos que pueden influir
en el uso del sufijo diminutivo adverbial y en qué medida tienen influencia?, ¿cuál es la forma
más usada del sufijo diminutivo?, y ¿cuáles son las metas semántico-pragmáticas para las
cuáles se añade el sufijo diminutivo a los adverbios? Se intentará contestar a las preguntas de
investigación siguiendo la siguiente estructura: la presente tesis se divide en dos secciones
principales. Por un lado, se encuentra una parte teórica, en la que se elabora el tema del
estudio en su contexto científico. En otras palabras, se establece un estado de la cuestión, que
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contiene los conceptos pertinentes al tema principal: la posibilidad de la unión del adverbio y
el sufijo diminutivo. En esta primera sección principal del estudio, se introducen las
definiciones y los conceptos generales relacionados con el tema principal: el sufijo diminutivo
adverbial. Es decir, se aclaran los términos adverbio y sufijo diminutivo. Asimismo, se habla
de las características generales del concepto de adverbio (§1.1), las dudas en torno a su
clasificación (§1.2) y la posible concordancia de esta noción generalmente invariable (§1.3).
En torno al concepto del sufijo diminutivo, se establecen sus definiciones (§2.1) y la posición
de este concepto en la gramática española como una noción relacionada con la derivación
apreciativa (§2.2). Después, se discuten sus características morfológicas (§2.3) y los valores
semántico-pragmáticos del sufijo diminutivo en general (§2.4) para luego pasar a la discusión
específicamente del sufijo diminutivo mexicano (§2.5). Antes del análisis empírico, quedan
dos fines: argumentar la compatibilidad entre el adverbio y el sufijo diminutivo (§3.1) y tratar
la lexicalización del sufijo diminutivo adverbial (§3.2).
Con el fin de contestar a las preguntas de investigación en la parte empírica, que
encuadra un estudio de corpus, se analizan los datos encontrados y los contextos de uso
concretos mediante ejemplos comentados. En esta sección, se elabora primeramente la
metodología central del estudio presente, incluyendo la selección (§4.1.1) y la compatibilidad
de los corpus (§4.1.2) y la selección de datos (§4.1.3). Después, se determinan los objetivos
de análisis (§4.2.1), antes de estudiar la posible influencia de las variables extra-lingüísticas
(§4.2.2), o sea el sexo y el nivel de instrucción de los participantes. Además, en la parte
empírica se investiga también la influencia de varios criterios lingüísticos en el uso del sufijo
diminutivo adverbial (§4.2.3), como el morfema final del sufijo diminutivo, el tipo de
adverbio, la variable semántico-pragmática, etc.
Siguiendo estos procedimientos se espera poder describir y analizar las diferencias
diacrónicas entre la situación actual y las circunstancias de los años setenta en cuanto al uso
del adverbio con o sin sufijo diminutivo en el habla de los jóvenes en la Ciudad de México.
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1. El adverbio
Dado que uno de los elementos importantes que se discute en el estudio presente se
identifica como el adverbio, resulta aconsejable definir esta categoría gramatical de manera
precisa. No solo tienen importancia la definición del concepto y sus características
morfológicas, sino también las diferentes clases de adverbios y los criterios tomados en
cuenta para establecerlas. Además, se incluye un apartado que trata de la posible concordancia
del adverbio, una categoría gramatical generalmente invariable.
1.1 Definición y características morfológicas
Para definir el concepto de adverbio se han consultado los trabajos de la RAE (2010),
que introduce la definición siguiente:
“Una clase de palabras invariable que se caracteriza por dos factores: uno
morfológico, la ausencia de flexión, y otro sintáctico, la capacidad de establecer
una relación de modificación con grupos sintácticos correspondientes a diferentes
categorías” (RAE 2010: 574)
En acuerdo con Kovacci (1999: 708), se establece que una propiedad morfológica significante
de los adverbios es la ausencia de flexión. Por eso, se definen como palabras invariables, igual
que las preposiciones y las conjunciones. Al lado del factor morfológico que supone la
ausencia de flexión, existe la característica de relación de incidencia o de modificación. Ésta
desempeña una de las funciones más notables del adverbio: el adverbio modifica varios
grupos sintácticos, como el verbo, el adjetivo, otros adverbios y también grupos nominales,
pronominales o preposicionales. A continuación, el adverbio puede aparecer tanto en grupos
adverbiales como en locuciones adverbiales. En el primer caso se acompaña de modificadores
y complementos, mientras que en el segundo caso aparece con grupos preposicionales
lexicalizados que funcionan de modo similar a los adverbios.
Otra definición, más breve, también propuesta por la RAE (2009: 2285), es la
siguiente: "el adverbio es una clase de palabras invariables cuyos miembros presentan cierta
heterogeneidad." Es evidente que esta heterogeneidad provoca ciertas complicaciones en
cuanto a la delimitación de los elementos que pertenecen a la categoría gramatical del
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adverbio (Hue Fanost 1987: 9). Como elabora la RAE (2009), el adverbio se caracteriza
también por ser transversal, o dicho de otro modo, gran parte de su naturaleza se deriva de su
pertenencia a clases sintácticas que excluyen elementos adverbiales. Además, Domínguez de
Rodriguez (1968: 293) explica que el concepto de adverbio se caracteriza por tener “un
carácter negativo”. En otras palabras, la categoría gramatical del adverbio incluye todos los
elementos que no pertenecen a otra categoría gramatical. Además, al igual que la RAE (2009),
Kovacci (1999: 722) opina que la clasificación de adverbios no resulta fácil de delimitar, dado
que el adverbio se considera como la clase de palabras más confusa y heterogénea. Se puede
analizar el adverbio según varios criterios, como lo morfológico, lo sintáctico o lo semántico.
Esta confusión clasificatoria también ha sido establecido por la diversidad de
comportamientos sintácticos que proponen.
En resumen, mientras que muchas subclases del adverbio se diferencian, el factor
morfológico de invariabilidad y la relación de incidencia o de modificación en general se
cumplen. Sin embargo, algún tipo de derivación puede ocurrir con varias clases de adverbios.
Es decir, en algunos casos, sufijos diminutivos o superlativos pueden añadirse al adverbio.
Según Kany (1945: 267), se emplea la derivación diminutiva de los adverbios en la mayoría
de los dialectos españoles, pero no con la misma frecuencia en cada dialecto. En otras
palabras, algunos dialectos manifiestan una distribución más extensa de adverbios
diminutivos que otros.
1.2 Clasificación del adverbio Según la RAE (2009: 2288), existen cuatro criterios fundamentales para clasificar los
adverbios: (a) la estructura morfológica, (b) el significado, (c) la naturaleza gramatical y (d) la
incidencia sintáctica.
En cuanto a la estructura morfológica del adverbio, se pueden distinguir dos grupos
principales: los adverbios simples o no derivados, y los constituidos por derivación,
composición u otro proceso. La manera más productiva en español para crear adverbios
resulta añadir -mente al adjetivo que tiene que convertirse en un adverbio. Estos adverbios en
-mente no aceptan sufijos apreciativos, así como tampoco aceptan sufijos diminutivos. Sin
embargo, en algunos casos un diminutivo puede formar estos adverbios, como por ejemplo:
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(1) ordenaditamente
(2) lentitamente
(3) tranquilitamente
En cambio, otros adverbios aceptan sufijos diminutivos con mayor sencillez. En el habla
juvenil y el registro conversacional también resultan frecuente los prefijos intensivos.
Cuando se considera el parámetro del significado del adverbio, la RAE (2009: 2288)
organiza los adverbios tradicionalmente según las categorías siguientes: adverbios de lugar
(aquí, arriba), de tiempo (ayer, ahora), de modo o de manera (hablar bien, correr
rápidamente) de cantidad (bastante caro, estudiar más), de afirmación (sí, claro, seguro), de
negación (no, nada, apenas) o de duda (quizá, acaso).
El tercer criterio, la naturaleza gramatical, permite clasificar los adverbios de otra
manera; en este caso, se distingue entre adverbios léxicos y adverbios gramaticales. Mientras
que los léxicos se caracterizan por ser una clase abierta, los adverbios de naturaleza
gramatical resultan limitados y por eso son una clase cerrada. Los subgrupos de los
gramaticales son los siguientes: los demostrativos (aquí, ahora, entonces), los identificativos
o referenciales (antes, delante, encima), los cuantitativos (muy, demasiado), los relativos
(cuando, como, donde), los interrogativos (cuándo, cómo), los exclamativos (corresponden en
gran parte a los interrogativos) y los focales (no, también, incluso). En cuanto a los adverbios
léxicos, la mayoría consiste en adverbios en -mente.
El último criterio es el de su incidencia sintáctica, de acuerdo a la cual los adverbios se
clasifican según las relaciones de modificación que establecen. De esta manera, los adverbios
se clasifican en tres categorías: argumentales, atributivos y adjuntos. Otros dos grupos que
pueden ser identificados utilizando el criterio de la incidencia sintáctica son los adverbios
oracionales y los conectores discursivos. Mientras que los dos primeros criterios ya fueron
ampliamente discutidos por los académicos tradicionales, los dos últimos reciben más
atención en los análisis contemporáneos.
En lo que sigue, se tratan los tipos de adverbio de manera más detallada, basándose en
la RAE (2009: 2295-2394). Existen adverbios adjetivales, y se llaman así porque tienen la
misma forma que los adjetivos correspondientes, con la diferencia de que carecen de flexión
de género y número. Actualmente los adverbios adjetivales aparecen con más vitalidad en el
español de América que en el español peninsular. Algunos adverbios adjetivales admiten
diminutivos, como por ejemplo:
(4) volver rapidito
(5) volar bajito
Además, la RAE (2009: 2301) explica que existe el grupo de adverbios cuantitativos,
al que pertenecen tradicionalmente los adverbios de cantidad y también la noción de adverbio
de grado. Se puede deducir que es un grupo bastante heterogéneo. El grupo de adverbios de
lugar se clasifica en dos categorías fundamentales: los demostrativos, a veces llamados
adverbios de ubicación, y los de relación locativa o los adverbios direccionales, que suelen
aparecer en pares. Además, existen dos subgrupos de los adverbios de tiempo cuando se
clasifica desde el punto de vista semántico: los adverbios referenciales y de duración, por un
lado, y por otro lado, los adverbios de frecuencia. Según la RAE (2009: 2328-2394), quedan
los adverbios aspectuales, los de modo o manera, y los adverbios oracionales. Los primeros
son los que se refieren a alguna fase del evento al que modifican, o especifican cierto aspecto
de su estructura interna. Los segundos, adverbios de modo o manera, aparecen en varias
formas: el adverbio así, los adverbios bien, mal, mejor, varios adverbios en -mente, y muchos
adverbios adjetivales. Los últimos son los oracionales, que afectan la oración entera en varias
formas. Se puede clasificarlos de varias maneras diferentes, pero una clasificación
simplificada es la siguiente: adverbios de la enunciación o del acto verbal, adverbios
temáticos o de tópico y adverbios del enunciado.
1.3 Concordancia del adverbio
Como ya se ha mencionado en el apartado §1.1, el adverbio se caracteriza por una
ausencia de flexión. Por consiguiente, se acepta que los adverbios generalmente no añaden los
morfemas de número y de género, contrariamente a otras clases de palabras, como los
sustantivos y los adjetivos. Al parecer, los sufijos diminutivos que se añaden a diferentes tipos
de adverbios adoptan el mismo morfema final que la palabra de base. Se trata de
construcciones parecidas a la formación del género femenino o del plural, pero en la mayoría
de los casos no se considera estas terminaciones como indicadores del número o del género.
Como explica González-Luis (1992: 251), el género gramatical de los sufijos diminutivos
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parece ser una prueba morfológica importante para separar los diminutivos de los otros sufijos
derivativos, dado que la concordancia del género con la base de la palabra era también una
característica del diminutivo latino. Según González-Luis (1992: 251), también en el latín la
derivación diminutiva no solo alcanza a los sustantivos sino también a los adjetivos y a los
adverbios.
Según la hipótesis de Hofmann (1926: 208), se extendería el uso de diminutivos a los
adverbios porque los adverbios semejantes a los adjetivos a los que se pueden añadir sufijos
diminutivos, también aceptaban el diminutivo y luego se extendería a adverbios de otros tipos.
Por consiguiente, en el caso de los adverbios con sufijos diminutivos, generalmente se adopta
el morfema final de la base, sin que este marque el género o el número, como explica Martín
Camacho (2001: 332). Sin embargo, resulta problemático que varios adverbios, tanto sin
sufijos diminutivos como con diminutivos, sí demuestran un cambio de género y de número
en algunos casos.
El interesante estudio del académico Hummel (2013) puede ofrecer una posible
explicación para la ambigüedad existente. En su artículo, Hummel (2013) da a entender que
tanto en el inglés como en las lenguas románicas, la diferenciación entre las dos clases de
palabras morfológicas de adjetivo y de adverbio coexiste y compite con la flexibilidad. En
otras palabras, esta flexibilidad se caracteriza por la existencia de solo una clase de palabras
de adjetivos y adverbios juntos. Sin embargo, autores como Hengeveld (1992: 68-69)
clasifican la tipología del inglés y las lenguas románicas como lenguas especializadas o
diferenciadas, lo que significa que en efecto establecen dos clases de palabras distintas.
Hengeveld (1992: 68-69) respalda su clasificación con el hecho de que en el inglés y en el
español, existen respectivamente los sufijos -ly y -mente, para convertir un adjetivo en una
palabra con función adverbial. En otras palabras, explica que no aparece esta flexibilidad ya
mencionada antes, dado que resulta necesario añadir un elemento morfológico para convertir
un adjetivo en un adverbio.
Sin embargo, Hummel (2013: 2) considera los adverbios españoles que terminan en
-mente y los adverbios ingleses marcados por el sufijo -ly, como adverbios del tipo B.
Asimismo, Hummel (2013: 2) afirma la existencia de adverbios del tipo A, que se caracterizan
por la forma neutra y no marcada del adjetivo en funciones adverbiales. Por consiguiente, la
idea de que el inglés y las lenguas románicas se interpretan como lenguas diferenciadas se
distorsiona por la aparición de adverbios del tipo A. Además, Hummel (2013: 3) afirma que
estas lenguas se caracterizan por la coexistencia y la competición sistemática del tipo A y B
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tanto sincrónicamente como diacrónicamente.
Además, se puede añadir que los adverbios de tipo A, que provienen de la forma no
marcada del adjetivo, cambian bajo la influencia del procedimiento de la conversión. Como
explica Bauer (1983: 227), se define la conversión como un proceso sintáctico en que una
forma que pertenece a una clase de palabras se usa como un miembro de otra clase de
palabras, sin que cambie su forma original. En efecto, los adverbios de tipo A se derivan de
otra clase de palabras, los adjetivos, sin que cambie su forma cuando pasa a ser una palabra de
la categoría adverbial.
En resumen, la existencia de adverbios adjetivales del tipo A puede servir como
hipótesis para explicar la concordancia de algunos adverbios, dado que asumen las formas
neutras de adjetivos mediante el proceso de formación de palabras de la conversión, una clase
de palabras que sí acepta la concordancia. Sin embargo, resulta necesaria más investigación,
dado que hasta ahora, ha sido poco estudiada la posible concordancia del adverbio con otros
elementos en lo enunciado.
Asimismo, Ledgeway (2011) ha analizado la sintaxis adverbial en varios dialectos del
sur de Italia, y lo considera como una área del “Romance split intransitivity”. Una lengua que
se caracteriza por este “split intransitivity” también se puede denominar como una lengua
activa, y esto significa que, en este idioma, el argumento único de una cláusula intransitiva a
veces se marca como un agente de un verbo transitivo. Por consecuencia, la concordancia de
este argumento intransitivo depende de criterios léxicos y semánticos de la lengua. En cuanto
a la sintaxis adverbial, Ledgeway (2011: 34) explica que los adverbios de modo en los
dialectos del sur de Italia generalmente se expresan mediante el adjetivo al que corresponde.
Por consiguiente, en algunos casos, estos adjetivos con función adverbial conocen la
concordancia de género y/o de número. Según Ledgeway (2011: 35), influyen
configuraciones sintácticas específicas y también diferentes interpretaciones semánticas en la
distribución de la concordancia del adverbio adjetival. Además, Ledgeway (2011: 43) explica
que, excepto el sujeto inacusativo, sintácticamente los demás sujetos causan la concordancia
cuando se encuentran dentro del ámbito del adverbio adjetival, mientras que solo objetos
específicos dentro de este ámbito controlan la concordancia.
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2. El sufijo diminutivo
Junto al adverbio, el segundo elemento gramatical principal que se discute en esta
tesina se identifica como el sufijo diminutivo. Con el fin de discutir la aparición del adverbio
con el sufijo diminutivo, resulta importante definir el concepto de diminutivo y también
situarlo en el contexto general de la gramática española. Además, en este apartado, se
describen sus características morfológicas y se incluye la discusión en torno a sus valores
semántico-pragmáticos. Cabe mencionar que en estas primeras partes se discuten los sufijos
diminutivos en general, lo que significa que se trata de los que aparecen en el español
normativo. Dado que en nuestro análisis empírico se estudian los sufijos diminutivos
mexicanos, se añade también un apartado que discute el abuso del uso del sufijo diminutivo
mexicano y una sección que trata de sus valores semántico-pragmáticos.
2.1 Definición El Diccionario de la lengua española de la RAE (2001) distingue tres significados de
la palabra diminutivo. Se precisa el primer significado como lo “que tiene cualidad de
disminuir o reducir a menos algo” (RAE 2001). Al lado de este significado, se explica la
palabra diminutivo también como:
“[Un elemento gramatical]que denota disminución de tamaño en el objeto
designado, p. ej., en piedrecilla, o que lo presenta con intención emotiva o
apelativa, p. ej., en ¡Qué nochecita más atroz! Una limosnita. Se usa también
con adjetivos y adverbios con significación intensiva; p. ej., ahorita, cerquita,
pequeñín.” (RAE 2001)
Este segundo significado se aplica sobre todo a sufijos, que son afijos pospuestos a la
palabra que modifican. De esta explicación se puede deducir que un sufijo diminutivo tiene la
capacidad de asumir tres valores semánticos: (a) la disminución de tamaño, (b) la intención
emotiva o apelativa y (c) la significación intensiva (véase §2.4). El tercer significado de la
palabra diminutivo se usa para referir a palabras formadas con sufijos diminutivos. En otras
palabras, se refiere al conjunto de la palabra de base a la que se añade el sufijo diminutivo y al
sufijo diminutivo mismo.
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2.2 El sufijo diminutivo en la gramática española: la derivación apreciativa
Como explica Lázaro Mora (1999: 4647), generalmente aparecen las connotaciones
afectivas en los idiolectos, que es la forma de hablar característica de cada persona. Cuando se
considera el término idiolecto en el contexto del análisis semiótico estructuralista,
corresponde al concepto de habla de Ferdinand de Saussure. Sin embargo, Lázaro Mora
(1999: 4647) añade que: “se encuentran socializadas también en gran número, y la lengua
ofrece medios institucionalizados para lograrlas." Al lado de la entonación, las exclamaciones,
las interjecciones y los procedimientos sintácticos como la lítotes, la enálage, las repeticiones
y la reiteración, la lengua incluye procedimientos morfológicos cuyas características se
elaboran en el estudio de Lázaro Mora (1999).
Lázaro Mora (1999: 4648), como también la RAE (2009), tradicionalmente dividen
su inventario de sufijos apreciativos en tres clases principales: los diminutivos (-ito, -ico, -illo,
etc), los aumentativos (-ón, -azo, -al, etc) y los peyorativos (-aco, -acho, -ajo, etc). Los
apreciativos se añaden a numerosos sustantivos y adjetivos, y ocasionalmente también a otras
palabras para expresar atenuación, cercanía, ponderación, cortesía, ironía, menosprecio e otras
nociones. Se caracteriza no solo por una valoración afectiva, sino también por cualidades
objetivas. No obstante, muchas veces la valoración subjetiva predomina. En algunos casos
sustantivos y adjetivos admiten varios sufijos apreciativos, lo que refiere a una diferencia en
connotación y significado. Cuando expresan una cualidad objetiva, los diminutivos y los
aumentativos designan respectivamente magnitud inferior o superior. En la mayoría de los
casos, los sufijos apreciativos coinciden en sus valores de la clase a la que pertenecen, pero a
veces los límites de tales clases no se distinguen con claridad y en ese momento suelen
asociarse con los valores de otro grupo. Por ejemplo, el diminutivo puede asociarse no solo
con el tamaño del objeto designado, sino también con una valoración positiva o negativa.
Además de sufijos apreciativos nominales, existen sufijos apreciativos verbales, que
pertenecen a la misma clasificación tripartita de diminutivos, aumentativos y peyorativos,
aunque de nuevo esta división no resulta totalmente nítida. Por eso Rifón (1994) argumenta
que la repartición no se puede mantener en el caso de los sufijos apreciativos verbales y, por
consiguiente, propone otra clasificación, también tripartita: el significado iterativo-habitual, el
intensivo-atenuado y el peyorativo.
Como explica la RAE (2009: 631), los sufijos apreciativos son admitidos por
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sustantivos, adjetivos calificativos, adverbios y adjetivos que se usan como adverbios. A modo
de ilustración, se incluyen algunos ejemplos de adverbios con sufijos diminutivos y también
de un adjetivo que se usa como adverbio, el ejemplo (10):
(6) ahorita
(7) abajito
(8) arribita
(9) cerquita
(10) clarito
El español de América extiende los diminutivos a los adverbios con mayor frecuencia que el
español peninsular, como en los ejemplos siguientes:
(11) alrededorcito
(12) apenitas
(13) despuesito
(14) detrasito
(15) nomasito
Además, existen palabras que rechazan los sufijos apreciativos por razones categoriales,
fonéticas o semánticas, como por ejemplo los adjetivos de relación.
2.3 Características morfológicas
En la tabla siguiente se encuentran los distintos sufijos diminutivos del español
peninsular que propone la RAE (2010: 166):
Tabla 1: Inventario de varias formas del sufijo diminutivo en el español peninsular
Masc. -ito -ico -uco -ín -ino -iño -ejo -illo -ete
Fem. -ita -ica -uca -ina -ina -iña -eja -illa -eta
18
Debido a sus propiedades formales bastante particulares, la morfología apreciativa y
por eso también la morfología del diminutivo ocupan una posición polémica dentro de la
gramática española, como explica la RAE (2009). Los sufijos diminutivos se pueden
lexicalizar, pero la mayoría no se encuentra en los diccionarios y por eso se considera como
un proceso derivativo, que posee varias propiedades iguales a las de la flexión. Por ejemplo,
exactamente como las voces flexionadas, mantienen la categoría gramatical de la base. Por el
contrario, las nociones contribuidas por los elementos apreciativos designan un carácter léxico
más que gramatical.
Como explica la RAE (2009: 629), el proceso en que varios sufijos apreciativos
pueden añadirse a una misma base suele ser conocido como recursividad. Así se reconoce la
aparición de la doble derivación apreciativa, como por ejemplo:
(16) ahora, ahorita, ahoritita
La RAE (2009: 630) menciona que el sufijo diminutivo más utilizado en la actualidad en todo
el mundo hispánico es -ito/-ita1, mientras que en la lengua medieval y en la clásica era
predominante -illo/-illa .2 En algunos países andinos y en parte de las áreas centroamericana y
caribeña, la variante -itico/-itica ha sido desarrollada, en la que -ico parece añadirse a -ito:
(17) ahoritica
(18) cerquitica
El sufijo -ingo/-inga posee gran vitalidad en algunas regiones andinas:
(19) ahoringa
(20) cerquinga3
1 Esta idea es apoyada también por Zuluago Ospina (1970: 41). Considera que el sufijo diminutivo no solo es el más frecuentemente usado, sino que también es la única forma de disminución que se puede aplicar a todas las clases de palabras que admiten disminución. 2También el análisis de Figueroa (1989), que estudia varios morfemas diminutivos en documentos hispanoamericanos de los siglos XVI y XVII, indica que el sufijo –illo es el más documentado visto que también es el más lexicalizado en el corpus investigado. 3 Sobre todo en el parte oriental de Bolivia.
19
Existe la posibilidad de que sufijos diminutivos se manifiesten mediante diferentes variantes.
Un ejemplo de esta variación es el diminutivo -ito/-ita (RAE 2009: 639):
(21) -ito/-ita: gatito, mesita
(22) -cito/-cita: camioncito, mujercita
(23) -ecito/-ecita: matecito, lucecita
(24) -ececito: pie > piececito
Sin embargo, la cuarta variante solo se añade en algunos análisis, visto que solo modifica la
palabra pie. Por consecuencia, se puede considerarlo más como una forma irregular y no
como otra variante del sufijo diminutivo -ito/-ita.
Otra característica de la morfología diminutiva es la no alternancia de diptongación.
Opuesto a otro tipo de derivados, los sufijos diminutivos no causan una alternancia de
diptongación. Sin embargo, mantienen los diptongos, como en los ejemplos siguientes:
(25) bueno > buenecito
(26) corriente > corrientita
(27) nuevo > nuevecito
Cabe añadir que sí existen algunos casos de alternancia de diptongación, pero no son
muchos. Además, puede ocurrir que en algunas zonas se usa la forma diptongada y en otras se
prefiere la forma sin alternancia de diptongación.
2.4 Valores semántico-pragmáticos A lo largo de la historia de la gramática española, los valores semántico-pragmáticos
del sufijo diminutivo siempre han sido un tema muy polémico. Hasta nuestros días todavía no
existe un paradigma unitario, aunque sí es posible encontrar teorías bastante congruentes. Por
eso resulta necesario estudiar las varias interpretaciones con el fin de obtener un abanico
coherente de los distintos análisis propuestos por varios académicos como Nebrija (1492),
Bello (1903), Lenz (1925), Amado Alonso (1951), Hummel (1997) y Reynoso Noverón
(2005).
20
2.4.1 Según Antonio de Nebrija (1492)
Ya en la primera gramática de la lengua española, Antonio de Nebrija (1492)
menciona el sufijo diminutivo de manera bastante elaborada, lo que indica su importancia
gramatical. Este humanista español considera el diminutivo como un derivado, al lado de
otros elementos gramaticales como “patronímicos, posesivos, aumentativos, comparativos,
denominativos, verbales, participiales y adverbiales” (Nebrija 1946: 61). Antonio de Nebrija
construye la definición siguiente para explicar lo que es el derivado diminutivo:
“Diminutivo nombre es aquel que significa diminución del principal de donde se
deriva, como de ombre ombrezillo que quiere dezir pequeño ombre, de muger
mujerzilla pequeña muger; en este género de nombres nuestra lengua sobra ala
griega i latina por que haze diminutivos, lo cual raras veces acontece en aquellas
lenguas, como de ombre ombrezillo ombrezico ombrezito, de muger mugerzilla
mugerzica mugerzita.” (Nebrija 1946: 61-62)
Como se deduce de esta cita, Nebrija (1492) considera el diminutivo como el
componente gramatical que disminuye el elemento al que modifica. Esta idea de pequeñez se
ha mantenido hasta casi hoy en día y, mientras que no ha sido la única interpretación del valor
semántico del diminutivo, sí ha sido estimado por un gran número de académicos. En su
definición, Nebrija (1492) también distingue la gran facilidad y la mayor frecuencia del
diminutivo, contrastándolo con el griego y el latín. Sin embargo, él mismo no elabora de
manera extensa esta parte de la definición.
2.4.2 Según Andrés Bello (1903) Igual a Antonio de Nebrija (1492), Bello (1903: 55) está convencido de que el valor
predominante del sufijo diminutivo es el de disminución y de pequeñez, y que el diminutivo
debe clasificarse como un derivado. Sin embargo, Bello (1903: 55) añade las funciones
semánticas de cariño y compasión al valor básico de pequeñez, como en los ejemplos
siguientes en (28):
(28) hijito, abuelito, viejecito
(29) librejo, vejete, autorzuelo
Además, Bello (1903: 55) introduce las funciones semánticas de desprecio y burla, de las se
encuentran algunos ejemplos en (29). A continuación, declara que la idea de disminución no
siempre está presente en lo enunciado y que en ese momento el sufijo diminutivo suele indicar
los valores que han sido propuestos por él. Cabe añadir que, aunque los valores de cariño y de
compasión pueden aparecer en el estilo elevado, Bello (1903: 55) explica que en la mayoría
de los casos, el diminutivo se usa en contextos familiares.
2.4.3 Según Rodolfo Lenz (1925) Otro académico que se debe mencionar es Lenz (1925). Según él, los diminutivos
pertenecen a la categoría de los apreciativos, y explica que se caracterizan por ser un tipo de
gradación absoluta. Lenz (1925) considera los diminutivos y aumentativos como asunto de la
lexicografía más que de la morfología. Como dice Lenz (1925), las formas diminutivas deben
ser reunidas en los diccionarios, mencionando todos sus significados precisos y especiales,
porque la gramática se restringiría a enumerar los varios tipos de formación y no los
diferentes significados de cada diminutivo individual.
2.4.4 Según Amado Alonso (1951)
Amado Alonso (1951: 195) considera que resulta una idea anticuada la hipótesis de
que los diminutivos primero indicaron pequeñez y luego se ha derivado de estos significados
la significación afectiva. Además, este razonamiento está rechazado cada vez más. Según
Amado Alonso (1951: 195), el diminutivo ha sido un signo afectivo desde su inicio y la
verdadera cuestión es si el valor originario del sufijo diminutivo significaba la pertenencia y
la semejanza o más bien no modificaban las palabras de base de manera conceptual. Amado
Alonso (1951: 197) propone que lo más satisfactorio es la idea de que en la mayoría de los
casos:
22
"El diminutivo destaca su objeto en el primer plano de la consciencia y este se
consigue, no con la mera referencia lógica al objeto o a su valor, sino con la
representación afectivo-imaginativa del objeto." (Amado Alonso 1951: 197)
La función disminuidora resulta menos frecuente, aunque ha dado lugar a la
denominación de diminutivo. En cambio, las funciones representacionales y emocionales
ocurren de manera abundante. No obstante, la idea de que un diminutivo también puede
asumir el significado de aumento o de superlativo no se valora mucho por Amado Alonso
(1951: 199), mientras que sí está de acuerdo con que un sufijo diminutivo, en su valor
afectivo, también puede referirse al significado despectivo, en este momento como signo
negativo:
(30) mujercita - mujerzuela.
Lo dominante es la valoración y categorización del objeto y no el valor de emoción.
Amado Alonso (1951: 201) considera problemático que un mismo sufijo puede expresar
alternamente tanto valores positivos como negativos. A modo de ilustración, se incluye la
tabla siguiente, que representa los resultados del estudio de Amado Alonso sobre los valores
del diminutivo (Amado Alonso 1951: 227):
Hacia el objeto nombrado o lo dicho
nocionales
emocionales
estético-valorativos
representacionales elocuentes
Tabla 2: Los valores del diminutivo según Amado Alonso (1951: 227)
23
Como se ve en la Tabla 2, Amado Alonso (1951: 227) basa su clasificación en la
dirección al que el sufijo diminutivo se dirige. El autor destaca tres direcciones diferentes.
Primero, (A) el uso del diminutivo puede reproducir la relación entre el hablante y el objeto
designado al que se refiere el sufijo diminutivo. En el segundo caso, (B) la expresión del
diminutivo se dirige hacia el interlocutor, con fin de provocar cierto cambio o efecto en el
sentimiento o la actitud de este mismo interlocutor. Por último, (C) el sufijo diminutivo
también puede representar una combinación de las dos posibilidades anteriores.
(A) La primera categoría, la dirección hacia el objeto nombrado o lo dicho se subdivide en
cuatro subclases: (i) los sufijos diminutivos nocionales, (ii) los emocionales, (iii) los
diminutivos de frase y también (iv) los estéticos-valorativos.
(i) Dentro de la subclase de los diminutivos nocionales se encuentran sufijos diminutivos
con tres posibles significados. Primero, pueden tener el significado menos frecuente del
valor conceptual de disminución, como en los ejemplos siguientes mencionados también
por Amado Alonso (1951: 198):
(31) una cajita pequeña
(32) una cosita de nada (Amado Alonso 1951: 198)
Sin embargo, en general el hablante maneja diferentes recursos lingüísticos para indicar la
pequeñez del objeto nombrado, y no elige un sufijo diminutivo como señalador de la
disminución. Segundo, el sufijo diminutivo puede indicar la clase completa de objetos
pequeños. Por último, Amado Alonso (1951) menciona el significado del sufijo diminutivo
opuesto al del aumento, pero según él, la lengua española apenas soporta este significado.
Se concluye que los diminutivos nocionales no tienen mucha importancia para Amado
Alonso (1951).
(ii) Los diminutivos emocionales generalmente indican un afecto y aparecen en un abanico
de contextos diferentes. Por consecuencia, la emoción expresada por el diminutivo
depende del contexto en que se enuncia. En los ejemplos que siguen, Amado Alonso
(1951: 202) demuestra la influencia del contexto:
(33) ¡A ver qué hace ahora el mocito ese!
24
(34) Er mosito vale er dinero, pero buena alhaja se yeva! No es por alabarte.
(Amado Alonso 1951: 202)
Mientras que en el ejemplo (33) el hablante expresa una emoción de enemistad, el
ejemplo (34) expone emociones de halago y de complacencia.
(iii) Los sufijos diminutivos de frase refieren a una expresión entera, a todo un pensamiento
entero y no a una sola palabra. En el ejemplo (35), se halla la respuesta de unas chicas
con título de profesoras a la pregunta de cuándo esperaron adquirir una cátedra:
(35) Ya tendremos que aguardar unos añitos. (Amado Alonso 1951: 205)
Como explica Amado Alonso (1951: 205), el uso del sufijo diminutivo no solo se refiere
a la palabra añitos, sino también al pensamiento entero de aguardar unos años.
(iv) Por último, existen los sufijos diminutivos estético-valorativos, que muchas veces
equivalen a los diminutivos líricos. Se relacionan con los diminutivos afectivos porque
indican una tensión entre el sujeto y el objeto nombrado. Amado Alonso (1951: 220)
considera que la mayoría de los sufijos diminutivos con un supuesto valor aumentativo se
pueden clasificar como miembros perteneciendo a la categoría de los diminutivos
estético-valorativos. Por ejemplo:
(36) A mediodía, cuando el sol quema más, el pueblo entero empieza a humear y
oler a pino y a pan calentito. A todo el pueblo se le abre la boca.
(Ramón Jímenez 1914 apud Alonso 1951: 220)
Según Amado Alonso 1951: 220), calentito en el ejemplo (36) no indica pan muy
caliente, sino que refiere a pan apetitosamente caliente. Por consiguiente, se destaca que
existe una tensión entre el sujeto y el objeto.
(B) La segunda categoría es la de la dirección hacia el interlocutor y consiste en tres
subcategorías:
(i) La primera categoría contiene los sufijos diminutivos afectivo-activos, que generalmente
aparecen en la lengua vernácula. Estos diminutivos se caracterizan por la influencia activa
que ejercen en la conducta del interlocutor. Por ejemplo:
25
(37) Hermanita, ¿no hay una limosnita pa este pobresito bardaito que está
esmayaito? (Quintero 1900 apud Alonso 1951: 207)
En este ejemplo, que claramente indica una relación entre el sujeto y el interlocutor, un
pobre pide limosnas a una mujer. Usando diminutivos, el mendigo quiere evocar una
reacción de compasión, con el fin de cambiar la conducta de la mujer y obtener una
limosna.
(ii) Los sufijos diminutivos de cortesía también pertenecen a los diminutivos que establecen
una relación entre el hablante y el interlocutor. Utilizando esta forma de cortesía, el
hablante causa de nuevo un cambio en el comportamiento del interlocutor:
(38) Bueno, pues, singandito (Alonso 1951: 212-213)
En este ejemplo, se nota que el hablante añade un sufijo diminutivo con el fin de
expresar más cortesía.
(iii) Por último, existen también los diminutivos efusivos, que refieren a, entre otros, términos
de cariño y melosidad, como demuestra el ejemplo siguiente:
(39) No me tires con piedritas que me vas a lastimar, tírame con tus ojitos y me van
a enamorar. (Carrizo 1926 apud Alonso 1951: 211)
(C) Al lado de la dirección hacia el objeto nombrado y la dirección hacia el interlocutor, la
última categoría mezcla las dos primeras y se dirige al objeto nombrado y al interlocutor a
la vez. Según Amado Alonso (1951: 218), se destaca la representación imaginativa para
enfatizar el objeto nombrado cuando el hablante opta por este uso semántico de los
diminutivos. El ejemplo siguiente ilustra esta categoría de sufijos diminutivos:
(40) - A éese le véis, antes de naa, de rodilla y a mis pies
-Me parece que te falla
-De rodillitas y a mis pies. Está dicho.
(Arniches 1922 apud Amado Alonso 1951: 216)
En resumen, Amado Alonso (1951: 205) destaca tres valores principales del
26
diminutivo cuando indica la relación entre el hablante y lo nombrado: el conceptual, el
afectivo y el de frase, en que el diminutivo puede alcanzar la oración entera. En cambio, los
sufijos diminutivos de frase también pueden indicar otra dirección: la inherente hacia el
interlocutor, de manera intencional, lo que es frecuente en la poesía y en la prosa. Cuando
indican esta corriente intencional hacia el interlocutor, es posible destacar dos tipos: los
intencionalmente activos y los meramente efusivos. El segundo tipo incluye los significados
de cortesía, de melosidad y de términos de cariño. Además, hace falta incluir otro tipo. En
ámbitos familiares es recurrente el uso de sufijos diminutivos en los reproches. Amado Alonso
(1951) está de acuerdo con que la abundancia del diminutivo es un fenómeno regional y
también opina que el uso es más frecuente en el habla rural que en el habla de las ciudades.
2.4.5 Según Hummel (1997) Hummel (1997) opina que se puede deducir un carácter general de los diminutivos.
Primero, todas las palabras que se unen con un diminutivo se acentúan gracias a este sufijo
diminutivo. En segundo lugar, mediante el uso del diminutivo, el oyente se da cuenta de que
en lo enunciado se encuentra una apreciación que, dependiendo de la situación y el contexto,
puede ser cuantitativa o cualitativa. Es decir, puede indicar disminución o un sentimiento
peyorativo, meliorativo, etc. Según Hummel (1997) es necesario una relación de confianza
entre los interlocutores antes de que el uso del diminutivo se establezca, dado que la
apreciación indicada por el sufijo diminutivo es de naturaleza personal y subjetiva y también
muchas veces parcial e injusta. Para ejemplificar, se introduce el ejemplo siguiente:
(41) la casita de Juanito (Hummel 1997: 196)
En este ejemplo, tanto el objeto como el oyente se incluye en el ámbito íntimo del hablante
mediante el uso de los sufijos diminutivos.
Por consiguiente, empezar a usar el diminutivo en una conversación indica que el hablante
quiere pasar de un ámbito profesional a una reunión más íntima, más familiar y menos oficial,
como en el ejemplo (42):
(42) Te invito a una cervecita (Hummel 1997: 196)
27
Esto también está justificado por el hecho de que las palabras perteneciendo al habla familiar
se disminuyen con mayor frecuencia que las palabras del registro formal.
Asimismo se puede asegurar que los diminutivos usados de manera muy productiva
pertenecen al ámbito familiar y sobre todo indican factores subjetivos en el habla, lo que vale
también para los diminutivos con función disminuidora, dado que muchas veces también
señalan una apreciación subjetiva:
(43) añito (Hummel 1997: 197)
(44) litrito (Hummel 1997: 197)
En estos dos casos se trata de una apreciación subjetiva del hablante, es decir, le parecen
pequeños.
En cuanto a la disminución objetiva, se indica con los adjetivos postnominales. En
otras palabras, el valor objetivo se establece con el adjetivo pequeño y no con un sufijo
diminutivo. Por ejemplo:
(47) *litro pequeño (Hummel 1997:197)
Como ya se mencionó, la disminución de las palabras año y litro indica una apreciación
subjetiva y por eso resultan agramaticales los ejemplos (46) y (47), dado que el adjetivo
pequeño refiere a una disminución objetiva. En cambio la ocurrencia (45) sí sirve como un
ejemplo de la disminución objetiva.
Los sufijos diminutivos también pueden asumir valores de ironía o de sátira, porque la
superación de lo normal en el sistema resulta especialmente popular. Se manifiesta también
con la reduplicación de sufijos diminutivos, como en el ejemplo (48):
(48) chiquitillo (Hummel 1997: 198)
(49) hijito (Hummel 1997: 198)
En el caso de (49), cuando un padre se dirige con la palabra hijito a su interlocutor de
dos metros, mirando hacia arriba, esta disminución transmite evidentemente un efecto de
28
ironía. Este hecho muestra que el valor del diminutivo se determina mediante el contexto y la
situación, y por eso se pueden llamar también sufijos interpretativos. Hummel (1997) explica
que sus ideas en torno al diminutivo se basan en gran parte en el término de sufijos
apreciativos. La utilidad de esta clasificación es que se pueden unir tanto los diminutivos
como los aumentativos en una misma categoría, basándose en su valoración subjetiva. Sin
embargo todavía hay una división clara: los sufijos que marcan una apreciación subjetivo-
afectiva pertenecen a los apreciativos, puesto que el rasgo en común es el de valor afectivo,
que es característico de cada apreciativo.
2.4.6 Según Reynoso Noverón (2005) Se define la derivación como la adición de morfemas o elementos formativos a bases
existentes. En español, la disminución morfológica produce nuevas formas de palabras de
manera muy productiva y creativa. El uso de diminutivos parece ser influido por la cultura y
permite al hablante crear contextos de comunicación nuevos. Según Reynoso (2005), el uso
del diminutivo en español responde a procesos de subjetivación condicionados culturalmente.
Reynoso Noverón (2005) intenta analizar los usos subjetivos del diminutivo en español, junto
con los varios valores subjetivos que puede expresar el diminutivo. Según Reynoso (2005: 81),
el proceso de cambio de significado se mueve de áreas más concretas de la lengua hacia las
áreas más abstractas y pone su clasificación semántica-pragmática en un esquema:
29
I. Valoración cuantificadora
a) cuantificadora (uso referencial)
a) Negativa
b) Positiva
Valoración de las relaciones del hablante con las entidades del
discurso
a) Irónica
b) Amortiguadora
c) Respetuosa
Como se observa en la Tabla 3, Reynoso Noverón (2005) destaca tres valoraciones
principales del sufijo diminutivo: (I) la valoración cuantificadora, (II) la valoración
cualificadora y (III) la valoración relacional.
(I) La primera categoría, que es la valoración cuantificadora, principalmente incluye los
sufijos diminutivos que indican una valoración del tamaño del objeto designado. Esta
valoración de la dimensión de la entidad disminuida se subdivide en tres valores
posibles:
(a) La primera valoración a la que el sufijo diminutivo puede referirse es la cuantificadora.
Este valor se considera como totalmente objetivo, no hay ninguna valoración subjetiva
presente en lo enunciado. El diminutivo solo indica el tamaño pequeño del objeto
designado y, por consiguiente, este valor cuantificador de Reynoso Noverón (2005)
corresponde al “diminutivo conceptual” propuesto por Amado Alonso (1951).
(b) Contrario a la valoración cuantificadora, la valoración decentralizadora sí implica la
subjetividad, como explica Reynoso Noverón (2005: 81). Este uso del sufijo diminutivo
decentraliza una entidad del centro. Por consiguiente, la disminución del objeto designado
30
cambia sus características y presenta la entidad modificada como “el peor ejemplo de su
dominio semántico” (Reynoso Noverón 2005: 81), como en el ejemplo siguiente:
(50) En el corredor me platicó que trabajaba en Houston en una fábrica de
plásticos,“como muy pronto se va a hacer el balance de la bodega, aproveché
para regresar a mi patria y pasarme con mi familia unos diítas” (Loazea: 65
apud Reynoso Noverón 2005: 81)
En este ejemplo, diítas no refiere a días pequeños, sino que indica que son días tan cortos
que parecen ser menos que días.
(c) La valoración centralizadora se opone a la valoración decentralizadora. En vez de debilitar
los valores semánticos de la entidad al que modifica el sufijo diminutivo, los intensifica.
Por consecuencia, la entidad parece ser el mejor ejemplo de su clase semántica, debido al
hecho de que el hablante enfatiza sus características semánticas:
(51) I: es bien cerquita de, de Río Blanco y de Orizaba y todo (CSCM, entrevista 7)
En el ejemplo (51), se usa el sufijo diminutivo para intensificar el significado de la base,
es decir, intensifica sus características inherentes. Cerquita resulta ser mucho más que
cerca, y por eso se presenta como el mejor ejemplo de su categoría.
(II) Reynoso Noverón (2005: 82) también establece la categoría de la valoración
cualificadora. Dado que sufijos diminutivos que pertenecen a esta categoría presentan la
entidad modificada en términos de aprecio y menosprecio, se deduce que es más
subjetiva que la primera categoría de valoración cuantificadora. Mientras el aprecio o el
afecto indican los aspectos positivos del objeto nombrado, el menosprecio implica una
tensión negativa entre el hablante y el objeto designado. Siguen dos ejemplos:
(52) Tal vez don Jesús – si le ofrecía algunos pesos – lo ayudara. Aunque corría el
peligro de que el viejo loco lo traicionara y al día siguiente dijera a los
albañiles que el ingenierito estúpido llegó en la noche a contar loseta por
loseta, bulto por bulto, mosaico por mosaico.
(Leñero 1964: 86 apud Reynoso Noverón 2005: 82)
(53) “No te preocupes, mamacita. Alguien pasará frente a nuestra puerta; ruégale
31
que nos abra el cercado.”
(Horcasitas & O. de Ford 1979: 107 apud Reynoso Noverón 2005: 83)
La ocurrencia (52) es un ejemplo de la valoración cualificadora negativa: el ingenierito
refiere a “un ingeniero menospreciado” (Reynoso Noverón 2005: 83). En cambio, el
ejemplo (53) ilustra la valoración cualificadora positiva, dado que el sufijo diminutivo
en este caso indicia cariño y afición.
(III) La última categoría de Reynoso Noverón (2005) contiene la valoración relacional, la
cual indica la mayor influencia de la subjetividad. En esta categoría, se encuentran tres
valores:
(a) La primera valoración es la de ironía, que principalmente intensifica la colisión con
hechos repugnantes y desagradables, para establecer un efecto satírico:
(54) El caso es que Susana se ha vuelto muy formalita de un tiempo a esta parte,
era la más guarra del curso, de pequeña, pero hace un par de años se echó un
novio formal, un tío supertarra, de veintinueve tacos
(Grandes: 148 apud Reynoso Noverón 2005: 83)
(b) Otra valoración, la amortiguadora, se opone a la valoración irónica, dado que en este caso
el hablante quiere “evitar o disminuir el choque con una realidad desagradable” (Reynoso
Noverón 2005: 83):
(55) Una vez, cuando en la guardia me tocó el turno de la puerta, tocó un
compañero. Creo que eran las 11 de la noche. Como era minero, le abrí. Él
estaba mareadito y me dijo (...)
(Zona quechua, Potosi: 90 apud Reynoso Noverón 2005: 84)
(c) La última valoración, la respetuosa, es usada por el hablante para establecer simpatía y
respeto en el comportamiento del interlocutor. Muchas veces ocurre en situaciones en las
cuales un participante pertenece a un nivel jerárquico más alto que el otro, como en el
ejemplo siguiente:
(56) Ahí, cuando queremos dinero, vamos, y le hablamos al patroncito, nos oye lo
32
que pedimos; nos da animales, nos da dinero, lo que queremos nos da
(Zona náhuatl, Puebla: 42 apud Reynoso Noverón 2005: 84)
2.4.6 Resumen Acabamos de discutir varias perspectivas sobre la polémica que constituyen los
valores semántico-pragmáticos del sufijo diminutivo. Dentro de las varias interpretaciones
discutidas anteriormente se observa que, primero, Nebrija (1492) clasificaba el sufijo
diminutivo como un derivado en general, mientras que más tarde en la historia de la gramática
española se considera el diminutivo como miembro del grupo de la derivación apreciativa.
Además, se concluye que en el pasado, autores como Nebrija (1492) indicaban que el valor de
disminución, el concepto de pequeñez atribuido a la entidad, se identifica como el valor
semántico principal del sufijo diminutivo.
Como Nebrija (1492), Bello (1903) opina que el valor principal del sufijo diminutivo
es la disminución, pero añade los valores semánticos de cariño, de compasión, de burla y
desprecio. Al contrario, Lenz (1925) considera los diminutivos y aumentativos como asunto
de la lexicografía más que de la morfología.
Aún más tarde, otros autores como Amado Alonso (1951) y Reynoso Noverón (2005)
añaden otros matices valorativos. Debido a su aproximación más clara, el estudio llevado a
cabo sobre los sufijos diminutivos de Amado Alonso (1951) resulta ser el más prominente.
Por primera vez, los valores del sufijo diminutivo forman un sistema, clasificados por su
contenido. En otras palabras, Amado Alonso (1951) explica que el diminutivo se puede dirigir
hacia el objeto nombrado, hacia el interlocutor, o hacia ambos a la vez.
Aparte de Amado Alonso (1951), Reynoso Noverón (2005) también establece una
clasificación de los valores del diminutivo. Resulta en una división tripartita conteniendo la
valoración cuantificadora, la valoración cualificadora y también la valoración relacional.
Además, según el académico Hummel (1997), se puede asegurar que los diminutivos
usados de manera muy productiva pertenecen al ámbito familiar y sobre todo indican factores
subjetivos en el habla. En resumen, se puede generalizar que los sufijos diminutivos tienen la
subjetividad como característica principal. Debido a esto, existen tantas interpretaciones que
difieren, porque la subjetividad no simplifica la clasificación de los valores semántico-
pragmáticos del diminutivo.
2.5 El sufijo diminutivo en México
La definición de la palabra diminutivo que se encuentra en el Diccionario del Español
de México (DEM) no difiere mucho de la definición del Diccionario de la RAE:
“ 1 adj, y s m (Gram) Tratándose de sufijos, terminaciones o morfemas, que se añaden
a la raíz o lexema de un nombre propio o común, de un adjetivo o de un adverbio,
para indicar pequeñez, poca importancia, poca intensidad y, en muchos casos, afecto
o respeto, como los sufijos -ito, -ita, -illo e -illa en Elenita, abuelito, chiquilla,
hombrecillo, feíto, morenita, rapidito, ahorita, lueguito
2 s m Palabra que lleva este sufijo, como cafecito, lechita, azuquítar” (DEM)
Sin embargo, mientras que tanto la definición mexicana como la normativa mencionan la
disminución y el elemento afectivo, el DEM no incluye la significación intensiva que sí se
encuentra en la definición normativa de la RAE. Aunque las definiciones no difieren mucho,
las diferencias en cuanto al uso del sufijo diminutivo del español de México y del español
peninsular sí parecen muy significativas.
Como explica Haensch (2002: 37), la diferencia entre el español peninsular y el
español de Hispanoamérica, por un lado, y entre las variantes hispanoaméricas, por otro lado,
es más notable en el léxico. Una primera distinción es el vocabulario de civilización, cuyo
conocimiento o no del hablante depende de su fondo cultural y su conocimiento de la cultura
general. Estos se llaman exotismos por parte de un hablante del español peninsular. Además,
existen diferencias en la pronunciación de ciertas palabras o también en el género o el número.
Asimismo, la formación de las palabras se varía también según la variante usada. Haensch
(2002: 56) declara que en el continente americano existe una libertad mucho mayor para
formar palabras nuevas, dado que son menos restringidos por fuerzas reguladores como el
corte real, la Academia de la Lengua, la prensa, etc. Utilizando por ejemplo la derivación, la
creatividad del español de América es enorme, lo que es una de las razones por la cual la tesis
presente estudia el español de la Ciudad de México.
Según Haensch (2002: 57), en Hispanoamérica el elemento afectivo en la lengua
hablada es más importante que en España, y también es usado frecuentemente por las
personas cultas. Debido a este factor afectivo, el diminutivo se caracteriza por una frecuencia
34
mayor en el español de América. Haensch (2002: 57) opina que, mientras que en España los
hombres usan menos los diminutivos que las mujeres, porque pareciera disminuir su virilidad,
en Hispanoamérica los hombres de todas las clases sociales usan diminutivos con la misma
frecuencia que los demás. Aún más, la ausencia del diminutivo puede expresar indiferencia y
enfriamiento entre las relaciones humanas por parte del hablante.
En los apartados que siguen, se intenta explicar este “abuso” del sufijo diminutivo en
el español mexicano, y también se analizan los valores semántico-pragmáticos de este
diminutivo.
2.5.1 El “abuso” del diminutivo mexicano
Como ya se ha mencionado, Dávila Garibi (1959: 92) afirma que el uso del sufijo
diminutivo resulta más recurrente en el habla del español de México en comparación con el
español peninsular. Este académico explica que:
“El abuso del diminutivo llega hasta los adverbios, que por su naturaleza son
invariables y se hace extensivo a algunos giros, modos o locuciones
adverbiales tan abundantes en el lenguaje popular de México.”
(Dávila Garibi 1959: 92)
(57) poco a poquito
(58) adiosito
(59) favorcito
(60) Diosito
Como se puede observar se puede aglutinar también a locuciones adverbiales, como en
el caso del ejemplo (57). Dávila Garibi (1959: 92) indica que la tendencia de usar el
diminutivo resulta tan recurrente que se usa con muchos nombres indígenas y aún con
palabras de origen extranjero. Además, como afirma Gaarder (1966: 585), este abuso de los
sufijos apreciativos no resulta un rasgo peculiar solo del español mexicano, sino que se
35
observa este fenómeno también en cada una de las regiones donde hablan el español. Reynoso
Noverón (2001: 213) indica que las variantes americanas admiten los sufijos diminutivos en
más categorías gramaticales, y por eso sostiene que solo estas variantes se caracterizan por el
uso de los sufijos diminutivos, lo que los ejemplos anteriores también demuestran.
Surgen las preguntas siguientes: ¿Cómo se pueden explicar las diferencias entre el
español peninsular y el español de México en general? y más específicamente, ¿qué causó la
gran diferencia entre zonas geográficas diferentes en cuanto al uso de sufijos diminutivos?
En el caso del español de América en general, Frago García & Figueroa (2003: 29)
opinan que la principal causa lingüística de la formación del español de América resulta la
mezcla dialectal debido a una emigración desde España a las Américas de personas de
diferentes regiones en España. Esta heterogeneidad regional, y sobre todo la influencia del
dialectismo andaluz y canario, resulta una causa lingüística importante de la variedad
existente en Hispanoamérica. Al lado de esta justificación evidente, como declara Frago
García & Figueroa (2003: 30), se puede explicar la variación hispanoamericana interna
mediante el interés económico o no de los españoles por una zona geográfica específica y la
medida en que se desarrolló la comunicación durante la época colonial. Las regiones mal
comunicadas se caracterizan por un español más arcaico, dado que hubo menos renovación
demográfica en comparación con los lugares con un mejor clima y mejores recursos. En otras
palabras, los trayectos de comunicación y los lugares que servían como los centros de cultura
y de poder durante la colonización de las Américas por gran parte determinaban el desarrollo
de la variación hispanoamericana interna.
Por lo que concierne a la gran frecuencia del uso del sufijo diminutivo en el español de
México, Dávila Garibi (1959: 92) explica que la causa principal es la influencia del náhuatl,
dado que el uso del diminutivo en las lenguas indígenas también es muy común. Según don
Mariano Jacobo Rojas (apud Dávila Garibi 1959: 93), el uso del diminutivo, sobre todo en el
habla de los indígenas ancianos, “es sal y pimienta de sus conversaciones y que aun en frases
y oraciones muy cortas lo usan”. Los conquistadores españoles tuvieron que aprender y hablar
esta lengua indígena para poder conversar con la población indígena. Dávila Garibi (1959: 92)
opina que, ésto, junto con el hecho de que el idioma náhuatl o azteca se caracteriza por una
riqueza en diminutivos, produce la mayor frecuencia en el español de México. En otras
palabras, Dávila Garibi (1959: 93) explica que “la influencia recíproca entre el idioma del
conquistador y el del vencido era inevitable en ese tiempo”.
36
Al lado de esta reciprocidad de influencia entre el náhuatl y el español de México,
también se pueden considerar factores sociolingüísticos como posible causa del uso tan
recurrente del sufijo diminutivo. En otras palabras, Curcó (apud Jani 2009: 81) afirma que la
organización de la sociedad indígena, que se caracteriza por una naturaleza altamente
jerárquica con diferentes clases sociales, influye en el estado lingüístico contemporáneo de
México. Como se aclarará con más detalle en el apartado §3.2, en el habla de México el
elemento afectivo resulta muy importante, y los hablantes mexicanos no prefieren expresar
ideas, conceptos y opiniones de manera explícita. Jani (2009: 95) afirma que la cortesía
importa mucho y, por consiguiente, la estrategia de minimizar o suavizar el contenido
semántico de las palabras mediante el recurso del sufijo diminutivo se identifica como una
función frecuentemente utilizada. Se repite el ejemplo (61) mencionado antes, porque
demuestra la función respetuosa, de cortesía en la zona náhuatl:
(61) Ahí, cuando queremos dinero, vamos, y le hablamos al patroncito, nos oye lo
que pedimos; nos da animales, nos da dinero, lo que queremos nos da
(zona náhuatl, Puebla: 42 apud Reynoso Noverón 2005: 84)
De lo dicho anteriormente, se desprende que existen varias explicaciones posibles para
aclarar el uso abundante del sufijo diminutivo en el habla de México. No solo la posible
influencia recíproca entre el náhuatl y el español mexicano, propuesta por Dávila Garibi
(1959), sirve como justificación admisible, sino también la posible influencia del componente
sociolingüístico, o sea la importancia de la jerarquía social en México. Aunque se trata de dos
aclaraciones distintas, se nota que en ambas hipótesis el componente indígena se presenta, lo
que indica su influencia significativa.
2.5.2 Valores semántico-pragmáticos del diminutivo mexicano Según Gaarder (1966: 585), los sufijos apreciativos sirven para ponderar, apreciar y
calificar. Asimismo, añaden un elemento personal a la comunicación, dado que permite al
hablante descargar su subjetivismo. Por lo tanto, se puede declarar que, dependiendo de la
situación geográfica, existe una variación no solo en cuanto a las formas de los sufijos
apreciativos, sino también en lo que concierne a los varios valores semántico-pragmáticos. En
37
otras palabras, el español mexicano se distingue de las otras variantes de la lengua española
por tener un uso de los sufijos apreciativos peculiar y típico para esta región. Gaarder (1966:
585-586) implementa la categorización siguiente (véase Tabla 4) de los sufijos diminutivos y
aumentativos en el español de México:
Tabla 4: Los valores semántico-pragmáticos del sufijo apreciativo mexicano según Gaarder (1966: 585)
A. Modificaciones materiales (incluyendo casos metafóricos)
1. Reducción de tamaño, cantidad, intensidad, extensión o duración
2. Aumento de tamaño, cantidad, intensidad, extensión o duración
B. Modificaciones afectivas (de dominante emocional)
1. Aprecio (cariño, goce anticipado,...)
2. Desprecio (resentimiento, odio, asco, por fealdad, etc.)
3. Superioridad condescendiente
4. Familiaridad impertinente
6. Apocamiento por humildad
8. Suavización eufemística
10. Extravagancia juguetona festiva, irónica, etc.
11. Ternura para con la realidad circundante
12. Costumbre (casos neutrales)
C. Modificaciones estimativas (de dominante intelectual)
1. Desvalorización
2. Encarecimiento
38
Dado que la categoría B sobre todo pertenece al dominio emocional y subjetivo del
hablante, incluye un gran número de matices distintos, como el aprecio o el desprecio en los
ejemplos siguientes:
(62) ...dióle una palmadita a Julián y le dijo cariñosamente: ‘ahora, amiguito: a
trabajar’ (Gaarder 1966: 585)
(63) ... Clemente Ramírez, mismo que se derrumba en un lloro de mugidos,
reiterando su decisión de acuchillar inmediatamente a Ana María Bermejo,
que esta misma tarde habíase presentado en el Salón México muy del brazo de
un militarcillo con el cual bailó un chorro de danzones...
(Gaarder 1966: 585)
Al contrario, los sufijos apreciativos pertenecientes a las categorías A y C indican en
la mayoría de las veces una perspectiva objetiva por parte del hablante:
(64) Le trajo a Juanito un riflecito (se trataba de un juguete para el niño)
(Gaarder 1966: 585)
Como explica Gaarder (1966: 586), a veces parece que los hablantes mexicanos
favorecen la ambivalencia de los sufijos en cuanto a su valor semántico. En otras palabras,
muchas veces este valor semántico-pragmático agregado por el sufijo apreciativo resulta no
tener un solo significado, sino que al mismo tiempo puede realizar varias funciones diferentes.
Asimismo, en algunos casos este valor semántico incluye un matiz conceptual del superlativo,
una idea que Amado Alonso (1951: 189-199) no acepta. Por tanto, el estudio de Gaarder
(1966: 586) afirma esta idea de ambivalencia y a veces también ambigüedad: “los 557 casos
de sufijación dieron en todo 837 matices de significación, o sea un promedio de 1.50 por
caso”. Jani (2009: 85) afirma esta idea, exponiendo que existen dos grupos de sufijos
diminutivos distintos. Por un lado, está el tipo de diminutivo que posee una sola función y, por
otro lado, existen los sufijos diminutivos que pueden asumir dentro del mismo contexto varios
valores semántico-pragmáticos.
En su propio análisis, Gaarder (1966: 587) identifica las categorías afectivas más
recurrentes como las siguientes: el aprecio, el desprecio, el apocamiento estratégico, la
suavización eufemística, la intensificación por énfasis o desgaste, la extravagancia juguetona
39
y la ternura para con la realidad circundante. Por el contrario, las categorías de cortesía-
respeto y humildad y los lenguajes infantil y estudiantil no asumen un papel muy significante.
De los resultados de su estudio, Gaarder (1966: 589) deduce que el mecanismo de la ternura
resulta la característica principal y sobresaliente en el habla mexicana y que funciona como un
tipo de máscara contra la realidad y su dureza y austeridad. Cabe añadir otro descubrimiento
psicológico por parte de Gaarder (1966: 590): en la mayoría de los casos, el cariño se expresa
mediante un sufijo diminutivo, mientras que lo malo, como la censura, se expresa mediante el
uso de un aumentativo.
Además, otro académico ha establecido una clasificación de los sufijos diminutivos
mexicanos: Jani (2009). Una similitud entre ambas clasificaciones resulta la inclusión de tanto
los sufijos diminutivos como los aumentativos. Como precisa Jani (2009: 77), su estudio
investiga el uso y las funciones del diminutivo en las revistas predominantemente para chicas
jóvenes mexicanas. Los resultados de este análisis indican que se puede organi
diminutivo en el español de la Ciudad de México
Phéline Casier
Año académico: 2013-2014
Agradecimiento .......................................................................................................................... 4
1.2 Clasificación del adverbio ............................................................................................... 10
1.3 Concordancia del adverbio.............................................................................................. 12
2.1 Definición ....................................................................................................................... 15
2.2 El sufijo diminutivo en la gramática española: la derivación apreciativa....................... 16
2.3 Características morfológicas ........................................................................................... 17
2.4 Valores semántico-pragmáticos ...................................................................................... 19
2.4.2 Según Andrés Bello (1903) ...................................................................................... 20
2.4.3 Según Rodolfo Lenz (1925) ..................................................................................... 21
2.4.4 Según Amado Alonso (1951) ................................................................................... 21
2.4.5 Según Hummel (1997) .............................................................................................. 26
2.4.6 Según Reynoso Noverón (2005) ............................................................................... 28
2.4.6 Resumen ................................................................................................................... 32
3 La combinación del adverbio con diminutivo ................................................................. 41
3
3.2.1 Definiciones .............................................................................................................. 42
3.2.3 Adverbios con diminutivo en los diccionarios ......................................................... 46
4 Análisis de corpus .............................................................................................................. 47
4.1 Metodología .................................................................................................................... 47
4.1.2 La comparabilidad de los corpus .............................................................................. 48
4.1.3 Selección de datos .................................................................................................... 50
4.2 Análisis y resultados ....................................................................................................... 51
4.2.1 Objetivos del análisis ................................................................................................ 53
4.2.2 Las variables extra-lingüísticas ................................................................................ 53
4.2.2.1 El sexo ................................................................................................................ 53
4.2.3.1 El sufijo diminutivo adverbial ............................................................................ 60
4.2.3.2 El morfema final del sufijo diminutivo .............................................................. 61
4.2.3.3 El lexema ............................................................................................................ 65
4.2.3.5 La concordancia ................................................................................................. 75
4.2.3.6 Adverbios simples y complejos .......................................................................... 76
4.2.3.7 Lexicalización: frecuencia de las formas adverbiales ahora y ahorita .............. 79
4.2.3.8 La variable semántico-pragmática ...................................................................... 81
5. Conclusiones .................................................................................................................... 87
4
Agradecimiento Durante un año, escribir la tesina ha sido una gran parte de mi vida. En mi opinión, es la
culminación de cuatro años de estudio en la universidad de Gante. Además una tesina no se
escribe a solas. Dado que muchas personas me han ayudado durante estos cuatro años me
parece necesario agradecerles.
Primero quiero dar las gracias a mis padres y a mi familia en general, porque su respaldo ha
sido muy importante. Sin ellos nunca habría podido lograr mis sueños. Asimismo me gustaría
mencionar el apoyo de mis amigos y especialmente el sostén de mis compañeros de clase
Eveline Coolens, Yana Lasuy y Tiffany Vanhondeghem.
También quisiera agradecer a la profesora Renata Enghels y a todo el equipo de lingüística
española por estar siempre dispuestos a ayudarnos y aconsejarnos. Además me gustaría dar las
gracias al profesor de estadística Ludovic Decuypere.
Finalmente es imprescindible dar las gracias a mi directora, la profesora Miriam Bouzouita.
Ante todo quiero agradecerle por contribuir con sus ideas y revisiones en la realización de esta
tesina. Además quiero mencionar que sin sus comentarios útiles nunca habría podido escribir
esta tesina.
Phéline Casier
CHCM Corpus del Habla de la Ciudad de México
CHPCM Corpus del Habla Popular de la Ciudad de México
CSCM Corpus Sociolingüístico de la Ciudad de México
DEM Diccionario del Español de México
DRAE Diccionario de la Real Academia Española
E Entrevistador
Fem. Femenino
OD Objeto Directo
PRESEEA Proyecto para el estudio sociolingüístico del español de España y de América
RAE Real Academia Española
0. Introducción
Hoy en día es bien sabido que no existe un español estándar universal que todos los
hispanohablantes tienen en común, aunque antes había una polémica muy fuerte en torno al
tema. Es decir, varios académicos, como Rona (1966 apud Reinhold 1994: 11), opinan que las
variantes de las Américas no son otro tipo de español, sino más bien similar al español
peninsular, y que no se puede demostrar científicamente la existencia de una variedad del
español de América. Sin embargo, académicos como Reinhold (1994: 11) y Frago García &
Figueroa (2003) aceptan las diferencias léxicas, sintácticas, etc. existentes entre el español
peninsular normativo y el español hispanoamericano.
Asimismo, la lengua española está marcada por tener varias variantes, que pueden
diferenciarse de distintas maneras. Es decir, se pueden distinguir cuatro tipos de variación: la
variación geográfica o diatópica, la variación diastrática, la variación diafásica y, por último,
la variación diacrónica. Este estudio tratará de analizar una variante diatópica específica: el
español hablado en la Ciudad de México. Es de saber común que México pertenece a la vasta
comunidad de naciones cuyo idioma principal es el español. Con la excepción de un pequeño
grupo de hablantes indígenas monolingües, los mexicanos manejan la lengua española para
expresarse. Una de las razones por la cual se estudia el español mexicano es la creatividad y la
productividad que exhiben los hablantes mexicanos en la formación de palabras.
Al mismo tiempo, esta tesina analizará la variación diacrónica existente entre los años
setenta y el presente en cuanto al español americano de la capital de México, con el fin de
averiguar si existen varias diferencias diacrónicas significativas. Para alcanzar estos objetivos
se analizarán tres fuentes: el Corpus Sociolingüístico de la Ciudad de México (CSCM), el
Corpus del Habla Popular de la Ciudad de México (CHPCM) y el Corpus del Habla de la
Ciudad de México (CHCM). Son todas herramientas lingüísticas que documentan el habla
oral de la Ciudad de México. Mientras que los últimos dos corpus registran el lenguaje del
pasado, en concreto el lenguaje de los años setenta, el primer corpus documenta el habla del
período 1999-2007, que se considera más bien el presente. Cabe añadir también que se
estudiará sobre todo el habla de los jóvenes, es decir de la población entre los 18 y los 34 años,
puesto que probablemente estos hablantes mexicanos demostrarán una mayor frecuencia de
adverbios con sufijos diminutivos. Éste se supone dado que el lenguaje de los jóvenes
generalmente se caracteriza por incluir más formas nuevas, y por consiguiente, más variación.
Jani (2009: 90) también apoya esta idea, concluyendo que, en el caso del sufijo diminutivo, se
7
utiliza extensivamente con temas que apelan o que incluyen a espectadores y oyentes más
jóvenes. Cabe añadir que Jani (2009: 90) también menciona que la frecuencia de sufijos
diminutivos resulta aún mayor cuando la materia refiere a las informantes femeninas, mujeres
o chicas, o a niños.
Se pueden estudiar diferentes facetas de esta variante del español, como el plan
sintáctico, morfológico, fonológico o el léxico. Por ejemplo, es posible analizar el vocabulario
específico del español mexicano, para luego describir estas particularidades léxicas en
diccionarios o glosarios. Además, se pueden estudiar las construcciones sintácticas
típicamente mexicanas, o se puede investigar si el habla de los mexicanos se caracteriza por
una pronunciación diferente de ciertos elementos fonológicos, etc. En otras palabras, una
delimitación más precisa del tema ciertamente resulta necesaria. Muy interesante resulta el
hecho de que algunos académicos, como por ejemplo también Dávila Garibi (1959), opinan
que la lengua de los hispanohablantes que viven en las Américas se caracteriza por un "abuso"
del uso del sufijo diminutivo. Por eso resulta bien importante saber más sobre el uso del sufijo
diminutivo en el español de la Ciudad de México. Es cierto que se puede notar una gran
diferencia en la frecuencia de los sufijos diminutivos cuando se compara el español peninsular
y el español mexicano, como explica también Dávila Garibi (1959). El diminutivo se puede
añadir a elementos de varias clases de palabras, como por ejemplo el sustantivo, el adjetivo y
el adverbio. Puesto que el sufijo diminutivo se añade en la mayoría de las veces al sustantivo,
al adjetivo y no al adverbio, el adverbio con sufijo diminutivo ha sido poco estudiado hasta
ahora. Esta carencia de estudios sobre el uso del adverbio con sufijo diminutivo y el “abuso”
del sufijo diminutivo en el español mexicano constituyen las motivaciones principales para
analizar éstos en la presente tesina.
Para sintetizar, se intenta responder a preguntas como las siguientes: ¿existen
diferencias diacrónicas en el uso del adverbio con sufijo diminutivo en el habla de los jóvenes
en la Ciudad de México?, ¿es posible observar distinciones en el uso del adverbio con y sin
sufijo diminutivo?, ¿cuáles son los criterios lingüísticos y extra-lingüísticos que pueden influir
en el uso del sufijo diminutivo adverbial y en qué medida tienen influencia?, ¿cuál es la forma
más usada del sufijo diminutivo?, y ¿cuáles son las metas semántico-pragmáticas para las
cuáles se añade el sufijo diminutivo a los adverbios? Se intentará contestar a las preguntas de
investigación siguiendo la siguiente estructura: la presente tesis se divide en dos secciones
principales. Por un lado, se encuentra una parte teórica, en la que se elabora el tema del
estudio en su contexto científico. En otras palabras, se establece un estado de la cuestión, que
8
contiene los conceptos pertinentes al tema principal: la posibilidad de la unión del adverbio y
el sufijo diminutivo. En esta primera sección principal del estudio, se introducen las
definiciones y los conceptos generales relacionados con el tema principal: el sufijo diminutivo
adverbial. Es decir, se aclaran los términos adverbio y sufijo diminutivo. Asimismo, se habla
de las características generales del concepto de adverbio (§1.1), las dudas en torno a su
clasificación (§1.2) y la posible concordancia de esta noción generalmente invariable (§1.3).
En torno al concepto del sufijo diminutivo, se establecen sus definiciones (§2.1) y la posición
de este concepto en la gramática española como una noción relacionada con la derivación
apreciativa (§2.2). Después, se discuten sus características morfológicas (§2.3) y los valores
semántico-pragmáticos del sufijo diminutivo en general (§2.4) para luego pasar a la discusión
específicamente del sufijo diminutivo mexicano (§2.5). Antes del análisis empírico, quedan
dos fines: argumentar la compatibilidad entre el adverbio y el sufijo diminutivo (§3.1) y tratar
la lexicalización del sufijo diminutivo adverbial (§3.2).
Con el fin de contestar a las preguntas de investigación en la parte empírica, que
encuadra un estudio de corpus, se analizan los datos encontrados y los contextos de uso
concretos mediante ejemplos comentados. En esta sección, se elabora primeramente la
metodología central del estudio presente, incluyendo la selección (§4.1.1) y la compatibilidad
de los corpus (§4.1.2) y la selección de datos (§4.1.3). Después, se determinan los objetivos
de análisis (§4.2.1), antes de estudiar la posible influencia de las variables extra-lingüísticas
(§4.2.2), o sea el sexo y el nivel de instrucción de los participantes. Además, en la parte
empírica se investiga también la influencia de varios criterios lingüísticos en el uso del sufijo
diminutivo adverbial (§4.2.3), como el morfema final del sufijo diminutivo, el tipo de
adverbio, la variable semántico-pragmática, etc.
Siguiendo estos procedimientos se espera poder describir y analizar las diferencias
diacrónicas entre la situación actual y las circunstancias de los años setenta en cuanto al uso
del adverbio con o sin sufijo diminutivo en el habla de los jóvenes en la Ciudad de México.
9
1. El adverbio
Dado que uno de los elementos importantes que se discute en el estudio presente se
identifica como el adverbio, resulta aconsejable definir esta categoría gramatical de manera
precisa. No solo tienen importancia la definición del concepto y sus características
morfológicas, sino también las diferentes clases de adverbios y los criterios tomados en
cuenta para establecerlas. Además, se incluye un apartado que trata de la posible concordancia
del adverbio, una categoría gramatical generalmente invariable.
1.1 Definición y características morfológicas
Para definir el concepto de adverbio se han consultado los trabajos de la RAE (2010),
que introduce la definición siguiente:
“Una clase de palabras invariable que se caracteriza por dos factores: uno
morfológico, la ausencia de flexión, y otro sintáctico, la capacidad de establecer
una relación de modificación con grupos sintácticos correspondientes a diferentes
categorías” (RAE 2010: 574)
En acuerdo con Kovacci (1999: 708), se establece que una propiedad morfológica significante
de los adverbios es la ausencia de flexión. Por eso, se definen como palabras invariables, igual
que las preposiciones y las conjunciones. Al lado del factor morfológico que supone la
ausencia de flexión, existe la característica de relación de incidencia o de modificación. Ésta
desempeña una de las funciones más notables del adverbio: el adverbio modifica varios
grupos sintácticos, como el verbo, el adjetivo, otros adverbios y también grupos nominales,
pronominales o preposicionales. A continuación, el adverbio puede aparecer tanto en grupos
adverbiales como en locuciones adverbiales. En el primer caso se acompaña de modificadores
y complementos, mientras que en el segundo caso aparece con grupos preposicionales
lexicalizados que funcionan de modo similar a los adverbios.
Otra definición, más breve, también propuesta por la RAE (2009: 2285), es la
siguiente: "el adverbio es una clase de palabras invariables cuyos miembros presentan cierta
heterogeneidad." Es evidente que esta heterogeneidad provoca ciertas complicaciones en
cuanto a la delimitación de los elementos que pertenecen a la categoría gramatical del
10
adverbio (Hue Fanost 1987: 9). Como elabora la RAE (2009), el adverbio se caracteriza
también por ser transversal, o dicho de otro modo, gran parte de su naturaleza se deriva de su
pertenencia a clases sintácticas que excluyen elementos adverbiales. Además, Domínguez de
Rodriguez (1968: 293) explica que el concepto de adverbio se caracteriza por tener “un
carácter negativo”. En otras palabras, la categoría gramatical del adverbio incluye todos los
elementos que no pertenecen a otra categoría gramatical. Además, al igual que la RAE (2009),
Kovacci (1999: 722) opina que la clasificación de adverbios no resulta fácil de delimitar, dado
que el adverbio se considera como la clase de palabras más confusa y heterogénea. Se puede
analizar el adverbio según varios criterios, como lo morfológico, lo sintáctico o lo semántico.
Esta confusión clasificatoria también ha sido establecido por la diversidad de
comportamientos sintácticos que proponen.
En resumen, mientras que muchas subclases del adverbio se diferencian, el factor
morfológico de invariabilidad y la relación de incidencia o de modificación en general se
cumplen. Sin embargo, algún tipo de derivación puede ocurrir con varias clases de adverbios.
Es decir, en algunos casos, sufijos diminutivos o superlativos pueden añadirse al adverbio.
Según Kany (1945: 267), se emplea la derivación diminutiva de los adverbios en la mayoría
de los dialectos españoles, pero no con la misma frecuencia en cada dialecto. En otras
palabras, algunos dialectos manifiestan una distribución más extensa de adverbios
diminutivos que otros.
1.2 Clasificación del adverbio Según la RAE (2009: 2288), existen cuatro criterios fundamentales para clasificar los
adverbios: (a) la estructura morfológica, (b) el significado, (c) la naturaleza gramatical y (d) la
incidencia sintáctica.
En cuanto a la estructura morfológica del adverbio, se pueden distinguir dos grupos
principales: los adverbios simples o no derivados, y los constituidos por derivación,
composición u otro proceso. La manera más productiva en español para crear adverbios
resulta añadir -mente al adjetivo que tiene que convertirse en un adverbio. Estos adverbios en
-mente no aceptan sufijos apreciativos, así como tampoco aceptan sufijos diminutivos. Sin
embargo, en algunos casos un diminutivo puede formar estos adverbios, como por ejemplo:
11
(1) ordenaditamente
(2) lentitamente
(3) tranquilitamente
En cambio, otros adverbios aceptan sufijos diminutivos con mayor sencillez. En el habla
juvenil y el registro conversacional también resultan frecuente los prefijos intensivos.
Cuando se considera el parámetro del significado del adverbio, la RAE (2009: 2288)
organiza los adverbios tradicionalmente según las categorías siguientes: adverbios de lugar
(aquí, arriba), de tiempo (ayer, ahora), de modo o de manera (hablar bien, correr
rápidamente) de cantidad (bastante caro, estudiar más), de afirmación (sí, claro, seguro), de
negación (no, nada, apenas) o de duda (quizá, acaso).
El tercer criterio, la naturaleza gramatical, permite clasificar los adverbios de otra
manera; en este caso, se distingue entre adverbios léxicos y adverbios gramaticales. Mientras
que los léxicos se caracterizan por ser una clase abierta, los adverbios de naturaleza
gramatical resultan limitados y por eso son una clase cerrada. Los subgrupos de los
gramaticales son los siguientes: los demostrativos (aquí, ahora, entonces), los identificativos
o referenciales (antes, delante, encima), los cuantitativos (muy, demasiado), los relativos
(cuando, como, donde), los interrogativos (cuándo, cómo), los exclamativos (corresponden en
gran parte a los interrogativos) y los focales (no, también, incluso). En cuanto a los adverbios
léxicos, la mayoría consiste en adverbios en -mente.
El último criterio es el de su incidencia sintáctica, de acuerdo a la cual los adverbios se
clasifican según las relaciones de modificación que establecen. De esta manera, los adverbios
se clasifican en tres categorías: argumentales, atributivos y adjuntos. Otros dos grupos que
pueden ser identificados utilizando el criterio de la incidencia sintáctica son los adverbios
oracionales y los conectores discursivos. Mientras que los dos primeros criterios ya fueron
ampliamente discutidos por los académicos tradicionales, los dos últimos reciben más
atención en los análisis contemporáneos.
En lo que sigue, se tratan los tipos de adverbio de manera más detallada, basándose en
la RAE (2009: 2295-2394). Existen adverbios adjetivales, y se llaman así porque tienen la
misma forma que los adjetivos correspondientes, con la diferencia de que carecen de flexión
de género y número. Actualmente los adverbios adjetivales aparecen con más vitalidad en el
español de América que en el español peninsular. Algunos adverbios adjetivales admiten
diminutivos, como por ejemplo:
(4) volver rapidito
(5) volar bajito
Además, la RAE (2009: 2301) explica que existe el grupo de adverbios cuantitativos,
al que pertenecen tradicionalmente los adverbios de cantidad y también la noción de adverbio
de grado. Se puede deducir que es un grupo bastante heterogéneo. El grupo de adverbios de
lugar se clasifica en dos categorías fundamentales: los demostrativos, a veces llamados
adverbios de ubicación, y los de relación locativa o los adverbios direccionales, que suelen
aparecer en pares. Además, existen dos subgrupos de los adverbios de tiempo cuando se
clasifica desde el punto de vista semántico: los adverbios referenciales y de duración, por un
lado, y por otro lado, los adverbios de frecuencia. Según la RAE (2009: 2328-2394), quedan
los adverbios aspectuales, los de modo o manera, y los adverbios oracionales. Los primeros
son los que se refieren a alguna fase del evento al que modifican, o especifican cierto aspecto
de su estructura interna. Los segundos, adverbios de modo o manera, aparecen en varias
formas: el adverbio así, los adverbios bien, mal, mejor, varios adverbios en -mente, y muchos
adverbios adjetivales. Los últimos son los oracionales, que afectan la oración entera en varias
formas. Se puede clasificarlos de varias maneras diferentes, pero una clasificación
simplificada es la siguiente: adverbios de la enunciación o del acto verbal, adverbios
temáticos o de tópico y adverbios del enunciado.
1.3 Concordancia del adverbio
Como ya se ha mencionado en el apartado §1.1, el adverbio se caracteriza por una
ausencia de flexión. Por consiguiente, se acepta que los adverbios generalmente no añaden los
morfemas de número y de género, contrariamente a otras clases de palabras, como los
sustantivos y los adjetivos. Al parecer, los sufijos diminutivos que se añaden a diferentes tipos
de adverbios adoptan el mismo morfema final que la palabra de base. Se trata de
construcciones parecidas a la formación del género femenino o del plural, pero en la mayoría
de los casos no se considera estas terminaciones como indicadores del número o del género.
Como explica González-Luis (1992: 251), el género gramatical de los sufijos diminutivos
13
parece ser una prueba morfológica importante para separar los diminutivos de los otros sufijos
derivativos, dado que la concordancia del género con la base de la palabra era también una
característica del diminutivo latino. Según González-Luis (1992: 251), también en el latín la
derivación diminutiva no solo alcanza a los sustantivos sino también a los adjetivos y a los
adverbios.
Según la hipótesis de Hofmann (1926: 208), se extendería el uso de diminutivos a los
adverbios porque los adverbios semejantes a los adjetivos a los que se pueden añadir sufijos
diminutivos, también aceptaban el diminutivo y luego se extendería a adverbios de otros tipos.
Por consiguiente, en el caso de los adverbios con sufijos diminutivos, generalmente se adopta
el morfema final de la base, sin que este marque el género o el número, como explica Martín
Camacho (2001: 332). Sin embargo, resulta problemático que varios adverbios, tanto sin
sufijos diminutivos como con diminutivos, sí demuestran un cambio de género y de número
en algunos casos.
El interesante estudio del académico Hummel (2013) puede ofrecer una posible
explicación para la ambigüedad existente. En su artículo, Hummel (2013) da a entender que
tanto en el inglés como en las lenguas románicas, la diferenciación entre las dos clases de
palabras morfológicas de adjetivo y de adverbio coexiste y compite con la flexibilidad. En
otras palabras, esta flexibilidad se caracteriza por la existencia de solo una clase de palabras
de adjetivos y adverbios juntos. Sin embargo, autores como Hengeveld (1992: 68-69)
clasifican la tipología del inglés y las lenguas románicas como lenguas especializadas o
diferenciadas, lo que significa que en efecto establecen dos clases de palabras distintas.
Hengeveld (1992: 68-69) respalda su clasificación con el hecho de que en el inglés y en el
español, existen respectivamente los sufijos -ly y -mente, para convertir un adjetivo en una
palabra con función adverbial. En otras palabras, explica que no aparece esta flexibilidad ya
mencionada antes, dado que resulta necesario añadir un elemento morfológico para convertir
un adjetivo en un adverbio.
Sin embargo, Hummel (2013: 2) considera los adverbios españoles que terminan en
-mente y los adverbios ingleses marcados por el sufijo -ly, como adverbios del tipo B.
Asimismo, Hummel (2013: 2) afirma la existencia de adverbios del tipo A, que se caracterizan
por la forma neutra y no marcada del adjetivo en funciones adverbiales. Por consiguiente, la
idea de que el inglés y las lenguas románicas se interpretan como lenguas diferenciadas se
distorsiona por la aparición de adverbios del tipo A. Además, Hummel (2013: 3) afirma que
estas lenguas se caracterizan por la coexistencia y la competición sistemática del tipo A y B
14
tanto sincrónicamente como diacrónicamente.
Además, se puede añadir que los adverbios de tipo A, que provienen de la forma no
marcada del adjetivo, cambian bajo la influencia del procedimiento de la conversión. Como
explica Bauer (1983: 227), se define la conversión como un proceso sintáctico en que una
forma que pertenece a una clase de palabras se usa como un miembro de otra clase de
palabras, sin que cambie su forma original. En efecto, los adverbios de tipo A se derivan de
otra clase de palabras, los adjetivos, sin que cambie su forma cuando pasa a ser una palabra de
la categoría adverbial.
En resumen, la existencia de adverbios adjetivales del tipo A puede servir como
hipótesis para explicar la concordancia de algunos adverbios, dado que asumen las formas
neutras de adjetivos mediante el proceso de formación de palabras de la conversión, una clase
de palabras que sí acepta la concordancia. Sin embargo, resulta necesaria más investigación,
dado que hasta ahora, ha sido poco estudiada la posible concordancia del adverbio con otros
elementos en lo enunciado.
Asimismo, Ledgeway (2011) ha analizado la sintaxis adverbial en varios dialectos del
sur de Italia, y lo considera como una área del “Romance split intransitivity”. Una lengua que
se caracteriza por este “split intransitivity” también se puede denominar como una lengua
activa, y esto significa que, en este idioma, el argumento único de una cláusula intransitiva a
veces se marca como un agente de un verbo transitivo. Por consecuencia, la concordancia de
este argumento intransitivo depende de criterios léxicos y semánticos de la lengua. En cuanto
a la sintaxis adverbial, Ledgeway (2011: 34) explica que los adverbios de modo en los
dialectos del sur de Italia generalmente se expresan mediante el adjetivo al que corresponde.
Por consiguiente, en algunos casos, estos adjetivos con función adverbial conocen la
concordancia de género y/o de número. Según Ledgeway (2011: 35), influyen
configuraciones sintácticas específicas y también diferentes interpretaciones semánticas en la
distribución de la concordancia del adverbio adjetival. Además, Ledgeway (2011: 43) explica
que, excepto el sujeto inacusativo, sintácticamente los demás sujetos causan la concordancia
cuando se encuentran dentro del ámbito del adverbio adjetival, mientras que solo objetos
específicos dentro de este ámbito controlan la concordancia.
15
2. El sufijo diminutivo
Junto al adverbio, el segundo elemento gramatical principal que se discute en esta
tesina se identifica como el sufijo diminutivo. Con el fin de discutir la aparición del adverbio
con el sufijo diminutivo, resulta importante definir el concepto de diminutivo y también
situarlo en el contexto general de la gramática española. Además, en este apartado, se
describen sus características morfológicas y se incluye la discusión en torno a sus valores
semántico-pragmáticos. Cabe mencionar que en estas primeras partes se discuten los sufijos
diminutivos en general, lo que significa que se trata de los que aparecen en el español
normativo. Dado que en nuestro análisis empírico se estudian los sufijos diminutivos
mexicanos, se añade también un apartado que discute el abuso del uso del sufijo diminutivo
mexicano y una sección que trata de sus valores semántico-pragmáticos.
2.1 Definición El Diccionario de la lengua española de la RAE (2001) distingue tres significados de
la palabra diminutivo. Se precisa el primer significado como lo “que tiene cualidad de
disminuir o reducir a menos algo” (RAE 2001). Al lado de este significado, se explica la
palabra diminutivo también como:
“[Un elemento gramatical]que denota disminución de tamaño en el objeto
designado, p. ej., en piedrecilla, o que lo presenta con intención emotiva o
apelativa, p. ej., en ¡Qué nochecita más atroz! Una limosnita. Se usa también
con adjetivos y adverbios con significación intensiva; p. ej., ahorita, cerquita,
pequeñín.” (RAE 2001)
Este segundo significado se aplica sobre todo a sufijos, que son afijos pospuestos a la
palabra que modifican. De esta explicación se puede deducir que un sufijo diminutivo tiene la
capacidad de asumir tres valores semánticos: (a) la disminución de tamaño, (b) la intención
emotiva o apelativa y (c) la significación intensiva (véase §2.4). El tercer significado de la
palabra diminutivo se usa para referir a palabras formadas con sufijos diminutivos. En otras
palabras, se refiere al conjunto de la palabra de base a la que se añade el sufijo diminutivo y al
sufijo diminutivo mismo.
16
2.2 El sufijo diminutivo en la gramática española: la derivación apreciativa
Como explica Lázaro Mora (1999: 4647), generalmente aparecen las connotaciones
afectivas en los idiolectos, que es la forma de hablar característica de cada persona. Cuando se
considera el término idiolecto en el contexto del análisis semiótico estructuralista,
corresponde al concepto de habla de Ferdinand de Saussure. Sin embargo, Lázaro Mora
(1999: 4647) añade que: “se encuentran socializadas también en gran número, y la lengua
ofrece medios institucionalizados para lograrlas." Al lado de la entonación, las exclamaciones,
las interjecciones y los procedimientos sintácticos como la lítotes, la enálage, las repeticiones
y la reiteración, la lengua incluye procedimientos morfológicos cuyas características se
elaboran en el estudio de Lázaro Mora (1999).
Lázaro Mora (1999: 4648), como también la RAE (2009), tradicionalmente dividen
su inventario de sufijos apreciativos en tres clases principales: los diminutivos (-ito, -ico, -illo,
etc), los aumentativos (-ón, -azo, -al, etc) y los peyorativos (-aco, -acho, -ajo, etc). Los
apreciativos se añaden a numerosos sustantivos y adjetivos, y ocasionalmente también a otras
palabras para expresar atenuación, cercanía, ponderación, cortesía, ironía, menosprecio e otras
nociones. Se caracteriza no solo por una valoración afectiva, sino también por cualidades
objetivas. No obstante, muchas veces la valoración subjetiva predomina. En algunos casos
sustantivos y adjetivos admiten varios sufijos apreciativos, lo que refiere a una diferencia en
connotación y significado. Cuando expresan una cualidad objetiva, los diminutivos y los
aumentativos designan respectivamente magnitud inferior o superior. En la mayoría de los
casos, los sufijos apreciativos coinciden en sus valores de la clase a la que pertenecen, pero a
veces los límites de tales clases no se distinguen con claridad y en ese momento suelen
asociarse con los valores de otro grupo. Por ejemplo, el diminutivo puede asociarse no solo
con el tamaño del objeto designado, sino también con una valoración positiva o negativa.
Además de sufijos apreciativos nominales, existen sufijos apreciativos verbales, que
pertenecen a la misma clasificación tripartita de diminutivos, aumentativos y peyorativos,
aunque de nuevo esta división no resulta totalmente nítida. Por eso Rifón (1994) argumenta
que la repartición no se puede mantener en el caso de los sufijos apreciativos verbales y, por
consiguiente, propone otra clasificación, también tripartita: el significado iterativo-habitual, el
intensivo-atenuado y el peyorativo.
Como explica la RAE (2009: 631), los sufijos apreciativos son admitidos por
17
sustantivos, adjetivos calificativos, adverbios y adjetivos que se usan como adverbios. A modo
de ilustración, se incluyen algunos ejemplos de adverbios con sufijos diminutivos y también
de un adjetivo que se usa como adverbio, el ejemplo (10):
(6) ahorita
(7) abajito
(8) arribita
(9) cerquita
(10) clarito
El español de América extiende los diminutivos a los adverbios con mayor frecuencia que el
español peninsular, como en los ejemplos siguientes:
(11) alrededorcito
(12) apenitas
(13) despuesito
(14) detrasito
(15) nomasito
Además, existen palabras que rechazan los sufijos apreciativos por razones categoriales,
fonéticas o semánticas, como por ejemplo los adjetivos de relación.
2.3 Características morfológicas
En la tabla siguiente se encuentran los distintos sufijos diminutivos del español
peninsular que propone la RAE (2010: 166):
Tabla 1: Inventario de varias formas del sufijo diminutivo en el español peninsular
Masc. -ito -ico -uco -ín -ino -iño -ejo -illo -ete
Fem. -ita -ica -uca -ina -ina -iña -eja -illa -eta
18
Debido a sus propiedades formales bastante particulares, la morfología apreciativa y
por eso también la morfología del diminutivo ocupan una posición polémica dentro de la
gramática española, como explica la RAE (2009). Los sufijos diminutivos se pueden
lexicalizar, pero la mayoría no se encuentra en los diccionarios y por eso se considera como
un proceso derivativo, que posee varias propiedades iguales a las de la flexión. Por ejemplo,
exactamente como las voces flexionadas, mantienen la categoría gramatical de la base. Por el
contrario, las nociones contribuidas por los elementos apreciativos designan un carácter léxico
más que gramatical.
Como explica la RAE (2009: 629), el proceso en que varios sufijos apreciativos
pueden añadirse a una misma base suele ser conocido como recursividad. Así se reconoce la
aparición de la doble derivación apreciativa, como por ejemplo:
(16) ahora, ahorita, ahoritita
La RAE (2009: 630) menciona que el sufijo diminutivo más utilizado en la actualidad en todo
el mundo hispánico es -ito/-ita1, mientras que en la lengua medieval y en la clásica era
predominante -illo/-illa .2 En algunos países andinos y en parte de las áreas centroamericana y
caribeña, la variante -itico/-itica ha sido desarrollada, en la que -ico parece añadirse a -ito:
(17) ahoritica
(18) cerquitica
El sufijo -ingo/-inga posee gran vitalidad en algunas regiones andinas:
(19) ahoringa
(20) cerquinga3
1 Esta idea es apoyada también por Zuluago Ospina (1970: 41). Considera que el sufijo diminutivo no solo es el más frecuentemente usado, sino que también es la única forma de disminución que se puede aplicar a todas las clases de palabras que admiten disminución. 2También el análisis de Figueroa (1989), que estudia varios morfemas diminutivos en documentos hispanoamericanos de los siglos XVI y XVII, indica que el sufijo –illo es el más documentado visto que también es el más lexicalizado en el corpus investigado. 3 Sobre todo en el parte oriental de Bolivia.
19
Existe la posibilidad de que sufijos diminutivos se manifiesten mediante diferentes variantes.
Un ejemplo de esta variación es el diminutivo -ito/-ita (RAE 2009: 639):
(21) -ito/-ita: gatito, mesita
(22) -cito/-cita: camioncito, mujercita
(23) -ecito/-ecita: matecito, lucecita
(24) -ececito: pie > piececito
Sin embargo, la cuarta variante solo se añade en algunos análisis, visto que solo modifica la
palabra pie. Por consecuencia, se puede considerarlo más como una forma irregular y no
como otra variante del sufijo diminutivo -ito/-ita.
Otra característica de la morfología diminutiva es la no alternancia de diptongación.
Opuesto a otro tipo de derivados, los sufijos diminutivos no causan una alternancia de
diptongación. Sin embargo, mantienen los diptongos, como en los ejemplos siguientes:
(25) bueno > buenecito
(26) corriente > corrientita
(27) nuevo > nuevecito
Cabe añadir que sí existen algunos casos de alternancia de diptongación, pero no son
muchos. Además, puede ocurrir que en algunas zonas se usa la forma diptongada y en otras se
prefiere la forma sin alternancia de diptongación.
2.4 Valores semántico-pragmáticos A lo largo de la historia de la gramática española, los valores semántico-pragmáticos
del sufijo diminutivo siempre han sido un tema muy polémico. Hasta nuestros días todavía no
existe un paradigma unitario, aunque sí es posible encontrar teorías bastante congruentes. Por
eso resulta necesario estudiar las varias interpretaciones con el fin de obtener un abanico
coherente de los distintos análisis propuestos por varios académicos como Nebrija (1492),
Bello (1903), Lenz (1925), Amado Alonso (1951), Hummel (1997) y Reynoso Noverón
(2005).
20
2.4.1 Según Antonio de Nebrija (1492)
Ya en la primera gramática de la lengua española, Antonio de Nebrija (1492)
menciona el sufijo diminutivo de manera bastante elaborada, lo que indica su importancia
gramatical. Este humanista español considera el diminutivo como un derivado, al lado de
otros elementos gramaticales como “patronímicos, posesivos, aumentativos, comparativos,
denominativos, verbales, participiales y adverbiales” (Nebrija 1946: 61). Antonio de Nebrija
construye la definición siguiente para explicar lo que es el derivado diminutivo:
“Diminutivo nombre es aquel que significa diminución del principal de donde se
deriva, como de ombre ombrezillo que quiere dezir pequeño ombre, de muger
mujerzilla pequeña muger; en este género de nombres nuestra lengua sobra ala
griega i latina por que haze diminutivos, lo cual raras veces acontece en aquellas
lenguas, como de ombre ombrezillo ombrezico ombrezito, de muger mugerzilla
mugerzica mugerzita.” (Nebrija 1946: 61-62)
Como se deduce de esta cita, Nebrija (1492) considera el diminutivo como el
componente gramatical que disminuye el elemento al que modifica. Esta idea de pequeñez se
ha mantenido hasta casi hoy en día y, mientras que no ha sido la única interpretación del valor
semántico del diminutivo, sí ha sido estimado por un gran número de académicos. En su
definición, Nebrija (1492) también distingue la gran facilidad y la mayor frecuencia del
diminutivo, contrastándolo con el griego y el latín. Sin embargo, él mismo no elabora de
manera extensa esta parte de la definición.
2.4.2 Según Andrés Bello (1903) Igual a Antonio de Nebrija (1492), Bello (1903: 55) está convencido de que el valor
predominante del sufijo diminutivo es el de disminución y de pequeñez, y que el diminutivo
debe clasificarse como un derivado. Sin embargo, Bello (1903: 55) añade las funciones
semánticas de cariño y compasión al valor básico de pequeñez, como en los ejemplos
siguientes en (28):
(28) hijito, abuelito, viejecito
(29) librejo, vejete, autorzuelo
Además, Bello (1903: 55) introduce las funciones semánticas de desprecio y burla, de las se
encuentran algunos ejemplos en (29). A continuación, declara que la idea de disminución no
siempre está presente en lo enunciado y que en ese momento el sufijo diminutivo suele indicar
los valores que han sido propuestos por él. Cabe añadir que, aunque los valores de cariño y de
compasión pueden aparecer en el estilo elevado, Bello (1903: 55) explica que en la mayoría
de los casos, el diminutivo se usa en contextos familiares.
2.4.3 Según Rodolfo Lenz (1925) Otro académico que se debe mencionar es Lenz (1925). Según él, los diminutivos
pertenecen a la categoría de los apreciativos, y explica que se caracterizan por ser un tipo de
gradación absoluta. Lenz (1925) considera los diminutivos y aumentativos como asunto de la
lexicografía más que de la morfología. Como dice Lenz (1925), las formas diminutivas deben
ser reunidas en los diccionarios, mencionando todos sus significados precisos y especiales,
porque la gramática se restringiría a enumerar los varios tipos de formación y no los
diferentes significados de cada diminutivo individual.
2.4.4 Según Amado Alonso (1951)
Amado Alonso (1951: 195) considera que resulta una idea anticuada la hipótesis de
que los diminutivos primero indicaron pequeñez y luego se ha derivado de estos significados
la significación afectiva. Además, este razonamiento está rechazado cada vez más. Según
Amado Alonso (1951: 195), el diminutivo ha sido un signo afectivo desde su inicio y la
verdadera cuestión es si el valor originario del sufijo diminutivo significaba la pertenencia y
la semejanza o más bien no modificaban las palabras de base de manera conceptual. Amado
Alonso (1951: 197) propone que lo más satisfactorio es la idea de que en la mayoría de los
casos:
22
"El diminutivo destaca su objeto en el primer plano de la consciencia y este se
consigue, no con la mera referencia lógica al objeto o a su valor, sino con la
representación afectivo-imaginativa del objeto." (Amado Alonso 1951: 197)
La función disminuidora resulta menos frecuente, aunque ha dado lugar a la
denominación de diminutivo. En cambio, las funciones representacionales y emocionales
ocurren de manera abundante. No obstante, la idea de que un diminutivo también puede
asumir el significado de aumento o de superlativo no se valora mucho por Amado Alonso
(1951: 199), mientras que sí está de acuerdo con que un sufijo diminutivo, en su valor
afectivo, también puede referirse al significado despectivo, en este momento como signo
negativo:
(30) mujercita - mujerzuela.
Lo dominante es la valoración y categorización del objeto y no el valor de emoción.
Amado Alonso (1951: 201) considera problemático que un mismo sufijo puede expresar
alternamente tanto valores positivos como negativos. A modo de ilustración, se incluye la
tabla siguiente, que representa los resultados del estudio de Amado Alonso sobre los valores
del diminutivo (Amado Alonso 1951: 227):
Hacia el objeto nombrado o lo dicho
nocionales
emocionales
estético-valorativos
representacionales elocuentes
Tabla 2: Los valores del diminutivo según Amado Alonso (1951: 227)
23
Como se ve en la Tabla 2, Amado Alonso (1951: 227) basa su clasificación en la
dirección al que el sufijo diminutivo se dirige. El autor destaca tres direcciones diferentes.
Primero, (A) el uso del diminutivo puede reproducir la relación entre el hablante y el objeto
designado al que se refiere el sufijo diminutivo. En el segundo caso, (B) la expresión del
diminutivo se dirige hacia el interlocutor, con fin de provocar cierto cambio o efecto en el
sentimiento o la actitud de este mismo interlocutor. Por último, (C) el sufijo diminutivo
también puede representar una combinación de las dos posibilidades anteriores.
(A) La primera categoría, la dirección hacia el objeto nombrado o lo dicho se subdivide en
cuatro subclases: (i) los sufijos diminutivos nocionales, (ii) los emocionales, (iii) los
diminutivos de frase y también (iv) los estéticos-valorativos.
(i) Dentro de la subclase de los diminutivos nocionales se encuentran sufijos diminutivos
con tres posibles significados. Primero, pueden tener el significado menos frecuente del
valor conceptual de disminución, como en los ejemplos siguientes mencionados también
por Amado Alonso (1951: 198):
(31) una cajita pequeña
(32) una cosita de nada (Amado Alonso 1951: 198)
Sin embargo, en general el hablante maneja diferentes recursos lingüísticos para indicar la
pequeñez del objeto nombrado, y no elige un sufijo diminutivo como señalador de la
disminución. Segundo, el sufijo diminutivo puede indicar la clase completa de objetos
pequeños. Por último, Amado Alonso (1951) menciona el significado del sufijo diminutivo
opuesto al del aumento, pero según él, la lengua española apenas soporta este significado.
Se concluye que los diminutivos nocionales no tienen mucha importancia para Amado
Alonso (1951).
(ii) Los diminutivos emocionales generalmente indican un afecto y aparecen en un abanico
de contextos diferentes. Por consecuencia, la emoción expresada por el diminutivo
depende del contexto en que se enuncia. En los ejemplos que siguen, Amado Alonso
(1951: 202) demuestra la influencia del contexto:
(33) ¡A ver qué hace ahora el mocito ese!
24
(34) Er mosito vale er dinero, pero buena alhaja se yeva! No es por alabarte.
(Amado Alonso 1951: 202)
Mientras que en el ejemplo (33) el hablante expresa una emoción de enemistad, el
ejemplo (34) expone emociones de halago y de complacencia.
(iii) Los sufijos diminutivos de frase refieren a una expresión entera, a todo un pensamiento
entero y no a una sola palabra. En el ejemplo (35), se halla la respuesta de unas chicas
con título de profesoras a la pregunta de cuándo esperaron adquirir una cátedra:
(35) Ya tendremos que aguardar unos añitos. (Amado Alonso 1951: 205)
Como explica Amado Alonso (1951: 205), el uso del sufijo diminutivo no solo se refiere
a la palabra añitos, sino también al pensamiento entero de aguardar unos años.
(iv) Por último, existen los sufijos diminutivos estético-valorativos, que muchas veces
equivalen a los diminutivos líricos. Se relacionan con los diminutivos afectivos porque
indican una tensión entre el sujeto y el objeto nombrado. Amado Alonso (1951: 220)
considera que la mayoría de los sufijos diminutivos con un supuesto valor aumentativo se
pueden clasificar como miembros perteneciendo a la categoría de los diminutivos
estético-valorativos. Por ejemplo:
(36) A mediodía, cuando el sol quema más, el pueblo entero empieza a humear y
oler a pino y a pan calentito. A todo el pueblo se le abre la boca.
(Ramón Jímenez 1914 apud Alonso 1951: 220)
Según Amado Alonso 1951: 220), calentito en el ejemplo (36) no indica pan muy
caliente, sino que refiere a pan apetitosamente caliente. Por consiguiente, se destaca que
existe una tensión entre el sujeto y el objeto.
(B) La segunda categoría es la de la dirección hacia el interlocutor y consiste en tres
subcategorías:
(i) La primera categoría contiene los sufijos diminutivos afectivo-activos, que generalmente
aparecen en la lengua vernácula. Estos diminutivos se caracterizan por la influencia activa
que ejercen en la conducta del interlocutor. Por ejemplo:
25
(37) Hermanita, ¿no hay una limosnita pa este pobresito bardaito que está
esmayaito? (Quintero 1900 apud Alonso 1951: 207)
En este ejemplo, que claramente indica una relación entre el sujeto y el interlocutor, un
pobre pide limosnas a una mujer. Usando diminutivos, el mendigo quiere evocar una
reacción de compasión, con el fin de cambiar la conducta de la mujer y obtener una
limosna.
(ii) Los sufijos diminutivos de cortesía también pertenecen a los diminutivos que establecen
una relación entre el hablante y el interlocutor. Utilizando esta forma de cortesía, el
hablante causa de nuevo un cambio en el comportamiento del interlocutor:
(38) Bueno, pues, singandito (Alonso 1951: 212-213)
En este ejemplo, se nota que el hablante añade un sufijo diminutivo con el fin de
expresar más cortesía.
(iii) Por último, existen también los diminutivos efusivos, que refieren a, entre otros, términos
de cariño y melosidad, como demuestra el ejemplo siguiente:
(39) No me tires con piedritas que me vas a lastimar, tírame con tus ojitos y me van
a enamorar. (Carrizo 1926 apud Alonso 1951: 211)
(C) Al lado de la dirección hacia el objeto nombrado y la dirección hacia el interlocutor, la
última categoría mezcla las dos primeras y se dirige al objeto nombrado y al interlocutor a
la vez. Según Amado Alonso (1951: 218), se destaca la representación imaginativa para
enfatizar el objeto nombrado cuando el hablante opta por este uso semántico de los
diminutivos. El ejemplo siguiente ilustra esta categoría de sufijos diminutivos:
(40) - A éese le véis, antes de naa, de rodilla y a mis pies
-Me parece que te falla
-De rodillitas y a mis pies. Está dicho.
(Arniches 1922 apud Amado Alonso 1951: 216)
En resumen, Amado Alonso (1951: 205) destaca tres valores principales del
26
diminutivo cuando indica la relación entre el hablante y lo nombrado: el conceptual, el
afectivo y el de frase, en que el diminutivo puede alcanzar la oración entera. En cambio, los
sufijos diminutivos de frase también pueden indicar otra dirección: la inherente hacia el
interlocutor, de manera intencional, lo que es frecuente en la poesía y en la prosa. Cuando
indican esta corriente intencional hacia el interlocutor, es posible destacar dos tipos: los
intencionalmente activos y los meramente efusivos. El segundo tipo incluye los significados
de cortesía, de melosidad y de términos de cariño. Además, hace falta incluir otro tipo. En
ámbitos familiares es recurrente el uso de sufijos diminutivos en los reproches. Amado Alonso
(1951) está de acuerdo con que la abundancia del diminutivo es un fenómeno regional y
también opina que el uso es más frecuente en el habla rural que en el habla de las ciudades.
2.4.5 Según Hummel (1997) Hummel (1997) opina que se puede deducir un carácter general de los diminutivos.
Primero, todas las palabras que se unen con un diminutivo se acentúan gracias a este sufijo
diminutivo. En segundo lugar, mediante el uso del diminutivo, el oyente se da cuenta de que
en lo enunciado se encuentra una apreciación que, dependiendo de la situación y el contexto,
puede ser cuantitativa o cualitativa. Es decir, puede indicar disminución o un sentimiento
peyorativo, meliorativo, etc. Según Hummel (1997) es necesario una relación de confianza
entre los interlocutores antes de que el uso del diminutivo se establezca, dado que la
apreciación indicada por el sufijo diminutivo es de naturaleza personal y subjetiva y también
muchas veces parcial e injusta. Para ejemplificar, se introduce el ejemplo siguiente:
(41) la casita de Juanito (Hummel 1997: 196)
En este ejemplo, tanto el objeto como el oyente se incluye en el ámbito íntimo del hablante
mediante el uso de los sufijos diminutivos.
Por consiguiente, empezar a usar el diminutivo en una conversación indica que el hablante
quiere pasar de un ámbito profesional a una reunión más íntima, más familiar y menos oficial,
como en el ejemplo (42):
(42) Te invito a una cervecita (Hummel 1997: 196)
27
Esto también está justificado por el hecho de que las palabras perteneciendo al habla familiar
se disminuyen con mayor frecuencia que las palabras del registro formal.
Asimismo se puede asegurar que los diminutivos usados de manera muy productiva
pertenecen al ámbito familiar y sobre todo indican factores subjetivos en el habla, lo que vale
también para los diminutivos con función disminuidora, dado que muchas veces también
señalan una apreciación subjetiva:
(43) añito (Hummel 1997: 197)
(44) litrito (Hummel 1997: 197)
En estos dos casos se trata de una apreciación subjetiva del hablante, es decir, le parecen
pequeños.
En cuanto a la disminución objetiva, se indica con los adjetivos postnominales. En
otras palabras, el valor objetivo se establece con el adjetivo pequeño y no con un sufijo
diminutivo. Por ejemplo:
(47) *litro pequeño (Hummel 1997:197)
Como ya se mencionó, la disminución de las palabras año y litro indica una apreciación
subjetiva y por eso resultan agramaticales los ejemplos (46) y (47), dado que el adjetivo
pequeño refiere a una disminución objetiva. En cambio la ocurrencia (45) sí sirve como un
ejemplo de la disminución objetiva.
Los sufijos diminutivos también pueden asumir valores de ironía o de sátira, porque la
superación de lo normal en el sistema resulta especialmente popular. Se manifiesta también
con la reduplicación de sufijos diminutivos, como en el ejemplo (48):
(48) chiquitillo (Hummel 1997: 198)
(49) hijito (Hummel 1997: 198)
En el caso de (49), cuando un padre se dirige con la palabra hijito a su interlocutor de
dos metros, mirando hacia arriba, esta disminución transmite evidentemente un efecto de
28
ironía. Este hecho muestra que el valor del diminutivo se determina mediante el contexto y la
situación, y por eso se pueden llamar también sufijos interpretativos. Hummel (1997) explica
que sus ideas en torno al diminutivo se basan en gran parte en el término de sufijos
apreciativos. La utilidad de esta clasificación es que se pueden unir tanto los diminutivos
como los aumentativos en una misma categoría, basándose en su valoración subjetiva. Sin
embargo todavía hay una división clara: los sufijos que marcan una apreciación subjetivo-
afectiva pertenecen a los apreciativos, puesto que el rasgo en común es el de valor afectivo,
que es característico de cada apreciativo.
2.4.6 Según Reynoso Noverón (2005) Se define la derivación como la adición de morfemas o elementos formativos a bases
existentes. En español, la disminución morfológica produce nuevas formas de palabras de
manera muy productiva y creativa. El uso de diminutivos parece ser influido por la cultura y
permite al hablante crear contextos de comunicación nuevos. Según Reynoso (2005), el uso
del diminutivo en español responde a procesos de subjetivación condicionados culturalmente.
Reynoso Noverón (2005) intenta analizar los usos subjetivos del diminutivo en español, junto
con los varios valores subjetivos que puede expresar el diminutivo. Según Reynoso (2005: 81),
el proceso de cambio de significado se mueve de áreas más concretas de la lengua hacia las
áreas más abstractas y pone su clasificación semántica-pragmática en un esquema:
29
I. Valoración cuantificadora
a) cuantificadora (uso referencial)
a) Negativa
b) Positiva
Valoración de las relaciones del hablante con las entidades del
discurso
a) Irónica
b) Amortiguadora
c) Respetuosa
Como se observa en la Tabla 3, Reynoso Noverón (2005) destaca tres valoraciones
principales del sufijo diminutivo: (I) la valoración cuantificadora, (II) la valoración
cualificadora y (III) la valoración relacional.
(I) La primera categoría, que es la valoración cuantificadora, principalmente incluye los
sufijos diminutivos que indican una valoración del tamaño del objeto designado. Esta
valoración de la dimensión de la entidad disminuida se subdivide en tres valores
posibles:
(a) La primera valoración a la que el sufijo diminutivo puede referirse es la cuantificadora.
Este valor se considera como totalmente objetivo, no hay ninguna valoración subjetiva
presente en lo enunciado. El diminutivo solo indica el tamaño pequeño del objeto
designado y, por consiguiente, este valor cuantificador de Reynoso Noverón (2005)
corresponde al “diminutivo conceptual” propuesto por Amado Alonso (1951).
(b) Contrario a la valoración cuantificadora, la valoración decentralizadora sí implica la
subjetividad, como explica Reynoso Noverón (2005: 81). Este uso del sufijo diminutivo
decentraliza una entidad del centro. Por consiguiente, la disminución del objeto designado
30
cambia sus características y presenta la entidad modificada como “el peor ejemplo de su
dominio semántico” (Reynoso Noverón 2005: 81), como en el ejemplo siguiente:
(50) En el corredor me platicó que trabajaba en Houston en una fábrica de
plásticos,“como muy pronto se va a hacer el balance de la bodega, aproveché
para regresar a mi patria y pasarme con mi familia unos diítas” (Loazea: 65
apud Reynoso Noverón 2005: 81)
En este ejemplo, diítas no refiere a días pequeños, sino que indica que son días tan cortos
que parecen ser menos que días.
(c) La valoración centralizadora se opone a la valoración decentralizadora. En vez de debilitar
los valores semánticos de la entidad al que modifica el sufijo diminutivo, los intensifica.
Por consecuencia, la entidad parece ser el mejor ejemplo de su clase semántica, debido al
hecho de que el hablante enfatiza sus características semánticas:
(51) I: es bien cerquita de, de Río Blanco y de Orizaba y todo (CSCM, entrevista 7)
En el ejemplo (51), se usa el sufijo diminutivo para intensificar el significado de la base,
es decir, intensifica sus características inherentes. Cerquita resulta ser mucho más que
cerca, y por eso se presenta como el mejor ejemplo de su categoría.
(II) Reynoso Noverón (2005: 82) también establece la categoría de la valoración
cualificadora. Dado que sufijos diminutivos que pertenecen a esta categoría presentan la
entidad modificada en términos de aprecio y menosprecio, se deduce que es más
subjetiva que la primera categoría de valoración cuantificadora. Mientras el aprecio o el
afecto indican los aspectos positivos del objeto nombrado, el menosprecio implica una
tensión negativa entre el hablante y el objeto designado. Siguen dos ejemplos:
(52) Tal vez don Jesús – si le ofrecía algunos pesos – lo ayudara. Aunque corría el
peligro de que el viejo loco lo traicionara y al día siguiente dijera a los
albañiles que el ingenierito estúpido llegó en la noche a contar loseta por
loseta, bulto por bulto, mosaico por mosaico.
(Leñero 1964: 86 apud Reynoso Noverón 2005: 82)
(53) “No te preocupes, mamacita. Alguien pasará frente a nuestra puerta; ruégale
31
que nos abra el cercado.”
(Horcasitas & O. de Ford 1979: 107 apud Reynoso Noverón 2005: 83)
La ocurrencia (52) es un ejemplo de la valoración cualificadora negativa: el ingenierito
refiere a “un ingeniero menospreciado” (Reynoso Noverón 2005: 83). En cambio, el
ejemplo (53) ilustra la valoración cualificadora positiva, dado que el sufijo diminutivo
en este caso indicia cariño y afición.
(III) La última categoría de Reynoso Noverón (2005) contiene la valoración relacional, la
cual indica la mayor influencia de la subjetividad. En esta categoría, se encuentran tres
valores:
(a) La primera valoración es la de ironía, que principalmente intensifica la colisión con
hechos repugnantes y desagradables, para establecer un efecto satírico:
(54) El caso es que Susana se ha vuelto muy formalita de un tiempo a esta parte,
era la más guarra del curso, de pequeña, pero hace un par de años se echó un
novio formal, un tío supertarra, de veintinueve tacos
(Grandes: 148 apud Reynoso Noverón 2005: 83)
(b) Otra valoración, la amortiguadora, se opone a la valoración irónica, dado que en este caso
el hablante quiere “evitar o disminuir el choque con una realidad desagradable” (Reynoso
Noverón 2005: 83):
(55) Una vez, cuando en la guardia me tocó el turno de la puerta, tocó un
compañero. Creo que eran las 11 de la noche. Como era minero, le abrí. Él
estaba mareadito y me dijo (...)
(Zona quechua, Potosi: 90 apud Reynoso Noverón 2005: 84)
(c) La última valoración, la respetuosa, es usada por el hablante para establecer simpatía y
respeto en el comportamiento del interlocutor. Muchas veces ocurre en situaciones en las
cuales un participante pertenece a un nivel jerárquico más alto que el otro, como en el
ejemplo siguiente:
(56) Ahí, cuando queremos dinero, vamos, y le hablamos al patroncito, nos oye lo
32
que pedimos; nos da animales, nos da dinero, lo que queremos nos da
(Zona náhuatl, Puebla: 42 apud Reynoso Noverón 2005: 84)
2.4.6 Resumen Acabamos de discutir varias perspectivas sobre la polémica que constituyen los
valores semántico-pragmáticos del sufijo diminutivo. Dentro de las varias interpretaciones
discutidas anteriormente se observa que, primero, Nebrija (1492) clasificaba el sufijo
diminutivo como un derivado en general, mientras que más tarde en la historia de la gramática
española se considera el diminutivo como miembro del grupo de la derivación apreciativa.
Además, se concluye que en el pasado, autores como Nebrija (1492) indicaban que el valor de
disminución, el concepto de pequeñez atribuido a la entidad, se identifica como el valor
semántico principal del sufijo diminutivo.
Como Nebrija (1492), Bello (1903) opina que el valor principal del sufijo diminutivo
es la disminución, pero añade los valores semánticos de cariño, de compasión, de burla y
desprecio. Al contrario, Lenz (1925) considera los diminutivos y aumentativos como asunto
de la lexicografía más que de la morfología.
Aún más tarde, otros autores como Amado Alonso (1951) y Reynoso Noverón (2005)
añaden otros matices valorativos. Debido a su aproximación más clara, el estudio llevado a
cabo sobre los sufijos diminutivos de Amado Alonso (1951) resulta ser el más prominente.
Por primera vez, los valores del sufijo diminutivo forman un sistema, clasificados por su
contenido. En otras palabras, Amado Alonso (1951) explica que el diminutivo se puede dirigir
hacia el objeto nombrado, hacia el interlocutor, o hacia ambos a la vez.
Aparte de Amado Alonso (1951), Reynoso Noverón (2005) también establece una
clasificación de los valores del diminutivo. Resulta en una división tripartita conteniendo la
valoración cuantificadora, la valoración cualificadora y también la valoración relacional.
Además, según el académico Hummel (1997), se puede asegurar que los diminutivos
usados de manera muy productiva pertenecen al ámbito familiar y sobre todo indican factores
subjetivos en el habla. En resumen, se puede generalizar que los sufijos diminutivos tienen la
subjetividad como característica principal. Debido a esto, existen tantas interpretaciones que
difieren, porque la subjetividad no simplifica la clasificación de los valores semántico-
pragmáticos del diminutivo.
2.5 El sufijo diminutivo en México
La definición de la palabra diminutivo que se encuentra en el Diccionario del Español
de México (DEM) no difiere mucho de la definición del Diccionario de la RAE:
“ 1 adj, y s m (Gram) Tratándose de sufijos, terminaciones o morfemas, que se añaden
a la raíz o lexema de un nombre propio o común, de un adjetivo o de un adverbio,
para indicar pequeñez, poca importancia, poca intensidad y, en muchos casos, afecto
o respeto, como los sufijos -ito, -ita, -illo e -illa en Elenita, abuelito, chiquilla,
hombrecillo, feíto, morenita, rapidito, ahorita, lueguito
2 s m Palabra que lleva este sufijo, como cafecito, lechita, azuquítar” (DEM)
Sin embargo, mientras que tanto la definición mexicana como la normativa mencionan la
disminución y el elemento afectivo, el DEM no incluye la significación intensiva que sí se
encuentra en la definición normativa de la RAE. Aunque las definiciones no difieren mucho,
las diferencias en cuanto al uso del sufijo diminutivo del español de México y del español
peninsular sí parecen muy significativas.
Como explica Haensch (2002: 37), la diferencia entre el español peninsular y el
español de Hispanoamérica, por un lado, y entre las variantes hispanoaméricas, por otro lado,
es más notable en el léxico. Una primera distinción es el vocabulario de civilización, cuyo
conocimiento o no del hablante depende de su fondo cultural y su conocimiento de la cultura
general. Estos se llaman exotismos por parte de un hablante del español peninsular. Además,
existen diferencias en la pronunciación de ciertas palabras o también en el género o el número.
Asimismo, la formación de las palabras se varía también según la variante usada. Haensch
(2002: 56) declara que en el continente americano existe una libertad mucho mayor para
formar palabras nuevas, dado que son menos restringidos por fuerzas reguladores como el
corte real, la Academia de la Lengua, la prensa, etc. Utilizando por ejemplo la derivación, la
creatividad del español de América es enorme, lo que es una de las razones por la cual la tesis
presente estudia el español de la Ciudad de México.
Según Haensch (2002: 57), en Hispanoamérica el elemento afectivo en la lengua
hablada es más importante que en España, y también es usado frecuentemente por las
personas cultas. Debido a este factor afectivo, el diminutivo se caracteriza por una frecuencia
34
mayor en el español de América. Haensch (2002: 57) opina que, mientras que en España los
hombres usan menos los diminutivos que las mujeres, porque pareciera disminuir su virilidad,
en Hispanoamérica los hombres de todas las clases sociales usan diminutivos con la misma
frecuencia que los demás. Aún más, la ausencia del diminutivo puede expresar indiferencia y
enfriamiento entre las relaciones humanas por parte del hablante.
En los apartados que siguen, se intenta explicar este “abuso” del sufijo diminutivo en
el español mexicano, y también se analizan los valores semántico-pragmáticos de este
diminutivo.
2.5.1 El “abuso” del diminutivo mexicano
Como ya se ha mencionado, Dávila Garibi (1959: 92) afirma que el uso del sufijo
diminutivo resulta más recurrente en el habla del español de México en comparación con el
español peninsular. Este académico explica que:
“El abuso del diminutivo llega hasta los adverbios, que por su naturaleza son
invariables y se hace extensivo a algunos giros, modos o locuciones
adverbiales tan abundantes en el lenguaje popular de México.”
(Dávila Garibi 1959: 92)
(57) poco a poquito
(58) adiosito
(59) favorcito
(60) Diosito
Como se puede observar se puede aglutinar también a locuciones adverbiales, como en
el caso del ejemplo (57). Dávila Garibi (1959: 92) indica que la tendencia de usar el
diminutivo resulta tan recurrente que se usa con muchos nombres indígenas y aún con
palabras de origen extranjero. Además, como afirma Gaarder (1966: 585), este abuso de los
sufijos apreciativos no resulta un rasgo peculiar solo del español mexicano, sino que se
35
observa este fenómeno también en cada una de las regiones donde hablan el español. Reynoso
Noverón (2001: 213) indica que las variantes americanas admiten los sufijos diminutivos en
más categorías gramaticales, y por eso sostiene que solo estas variantes se caracterizan por el
uso de los sufijos diminutivos, lo que los ejemplos anteriores también demuestran.
Surgen las preguntas siguientes: ¿Cómo se pueden explicar las diferencias entre el
español peninsular y el español de México en general? y más específicamente, ¿qué causó la
gran diferencia entre zonas geográficas diferentes en cuanto al uso de sufijos diminutivos?
En el caso del español de América en general, Frago García & Figueroa (2003: 29)
opinan que la principal causa lingüística de la formación del español de América resulta la
mezcla dialectal debido a una emigración desde España a las Américas de personas de
diferentes regiones en España. Esta heterogeneidad regional, y sobre todo la influencia del
dialectismo andaluz y canario, resulta una causa lingüística importante de la variedad
existente en Hispanoamérica. Al lado de esta justificación evidente, como declara Frago
García & Figueroa (2003: 30), se puede explicar la variación hispanoamericana interna
mediante el interés económico o no de los españoles por una zona geográfica específica y la
medida en que se desarrolló la comunicación durante la época colonial. Las regiones mal
comunicadas se caracterizan por un español más arcaico, dado que hubo menos renovación
demográfica en comparación con los lugares con un mejor clima y mejores recursos. En otras
palabras, los trayectos de comunicación y los lugares que servían como los centros de cultura
y de poder durante la colonización de las Américas por gran parte determinaban el desarrollo
de la variación hispanoamericana interna.
Por lo que concierne a la gran frecuencia del uso del sufijo diminutivo en el español de
México, Dávila Garibi (1959: 92) explica que la causa principal es la influencia del náhuatl,
dado que el uso del diminutivo en las lenguas indígenas también es muy común. Según don
Mariano Jacobo Rojas (apud Dávila Garibi 1959: 93), el uso del diminutivo, sobre todo en el
habla de los indígenas ancianos, “es sal y pimienta de sus conversaciones y que aun en frases
y oraciones muy cortas lo usan”. Los conquistadores españoles tuvieron que aprender y hablar
esta lengua indígena para poder conversar con la población indígena. Dávila Garibi (1959: 92)
opina que, ésto, junto con el hecho de que el idioma náhuatl o azteca se caracteriza por una
riqueza en diminutivos, produce la mayor frecuencia en el español de México. En otras
palabras, Dávila Garibi (1959: 93) explica que “la influencia recíproca entre el idioma del
conquistador y el del vencido era inevitable en ese tiempo”.
36
Al lado de esta reciprocidad de influencia entre el náhuatl y el español de México,
también se pueden considerar factores sociolingüísticos como posible causa del uso tan
recurrente del sufijo diminutivo. En otras palabras, Curcó (apud Jani 2009: 81) afirma que la
organización de la sociedad indígena, que se caracteriza por una naturaleza altamente
jerárquica con diferentes clases sociales, influye en el estado lingüístico contemporáneo de
México. Como se aclarará con más detalle en el apartado §3.2, en el habla de México el
elemento afectivo resulta muy importante, y los hablantes mexicanos no prefieren expresar
ideas, conceptos y opiniones de manera explícita. Jani (2009: 95) afirma que la cortesía
importa mucho y, por consiguiente, la estrategia de minimizar o suavizar el contenido
semántico de las palabras mediante el recurso del sufijo diminutivo se identifica como una
función frecuentemente utilizada. Se repite el ejemplo (61) mencionado antes, porque
demuestra la función respetuosa, de cortesía en la zona náhuatl:
(61) Ahí, cuando queremos dinero, vamos, y le hablamos al patroncito, nos oye lo
que pedimos; nos da animales, nos da dinero, lo que queremos nos da
(zona náhuatl, Puebla: 42 apud Reynoso Noverón 2005: 84)
De lo dicho anteriormente, se desprende que existen varias explicaciones posibles para
aclarar el uso abundante del sufijo diminutivo en el habla de México. No solo la posible
influencia recíproca entre el náhuatl y el español mexicano, propuesta por Dávila Garibi
(1959), sirve como justificación admisible, sino también la posible influencia del componente
sociolingüístico, o sea la importancia de la jerarquía social en México. Aunque se trata de dos
aclaraciones distintas, se nota que en ambas hipótesis el componente indígena se presenta, lo
que indica su influencia significativa.
2.5.2 Valores semántico-pragmáticos del diminutivo mexicano Según Gaarder (1966: 585), los sufijos apreciativos sirven para ponderar, apreciar y
calificar. Asimismo, añaden un elemento personal a la comunicación, dado que permite al
hablante descargar su subjetivismo. Por lo tanto, se puede declarar que, dependiendo de la
situación geográfica, existe una variación no solo en cuanto a las formas de los sufijos
apreciativos, sino también en lo que concierne a los varios valores semántico-pragmáticos. En
37
otras palabras, el español mexicano se distingue de las otras variantes de la lengua española
por tener un uso de los sufijos apreciativos peculiar y típico para esta región. Gaarder (1966:
585-586) implementa la categorización siguiente (véase Tabla 4) de los sufijos diminutivos y
aumentativos en el español de México:
Tabla 4: Los valores semántico-pragmáticos del sufijo apreciativo mexicano según Gaarder (1966: 585)
A. Modificaciones materiales (incluyendo casos metafóricos)
1. Reducción de tamaño, cantidad, intensidad, extensión o duración
2. Aumento de tamaño, cantidad, intensidad, extensión o duración
B. Modificaciones afectivas (de dominante emocional)
1. Aprecio (cariño, goce anticipado,...)
2. Desprecio (resentimiento, odio, asco, por fealdad, etc.)
3. Superioridad condescendiente
4. Familiaridad impertinente
6. Apocamiento por humildad
8. Suavización eufemística
10. Extravagancia juguetona festiva, irónica, etc.
11. Ternura para con la realidad circundante
12. Costumbre (casos neutrales)
C. Modificaciones estimativas (de dominante intelectual)
1. Desvalorización
2. Encarecimiento
38
Dado que la categoría B sobre todo pertenece al dominio emocional y subjetivo del
hablante, incluye un gran número de matices distintos, como el aprecio o el desprecio en los
ejemplos siguientes:
(62) ...dióle una palmadita a Julián y le dijo cariñosamente: ‘ahora, amiguito: a
trabajar’ (Gaarder 1966: 585)
(63) ... Clemente Ramírez, mismo que se derrumba en un lloro de mugidos,
reiterando su decisión de acuchillar inmediatamente a Ana María Bermejo,
que esta misma tarde habíase presentado en el Salón México muy del brazo de
un militarcillo con el cual bailó un chorro de danzones...
(Gaarder 1966: 585)
Al contrario, los sufijos apreciativos pertenecientes a las categorías A y C indican en
la mayoría de las veces una perspectiva objetiva por parte del hablante:
(64) Le trajo a Juanito un riflecito (se trataba de un juguete para el niño)
(Gaarder 1966: 585)
Como explica Gaarder (1966: 586), a veces parece que los hablantes mexicanos
favorecen la ambivalencia de los sufijos en cuanto a su valor semántico. En otras palabras,
muchas veces este valor semántico-pragmático agregado por el sufijo apreciativo resulta no
tener un solo significado, sino que al mismo tiempo puede realizar varias funciones diferentes.
Asimismo, en algunos casos este valor semántico incluye un matiz conceptual del superlativo,
una idea que Amado Alonso (1951: 189-199) no acepta. Por tanto, el estudio de Gaarder
(1966: 586) afirma esta idea de ambivalencia y a veces también ambigüedad: “los 557 casos
de sufijación dieron en todo 837 matices de significación, o sea un promedio de 1.50 por
caso”. Jani (2009: 85) afirma esta idea, exponiendo que existen dos grupos de sufijos
diminutivos distintos. Por un lado, está el tipo de diminutivo que posee una sola función y, por
otro lado, existen los sufijos diminutivos que pueden asumir dentro del mismo contexto varios
valores semántico-pragmáticos.
En su propio análisis, Gaarder (1966: 587) identifica las categorías afectivas más
recurrentes como las siguientes: el aprecio, el desprecio, el apocamiento estratégico, la
suavización eufemística, la intensificación por énfasis o desgaste, la extravagancia juguetona
39
y la ternura para con la realidad circundante. Por el contrario, las categorías de cortesía-
respeto y humildad y los lenguajes infantil y estudiantil no asumen un papel muy significante.
De los resultados de su estudio, Gaarder (1966: 589) deduce que el mecanismo de la ternura
resulta la característica principal y sobresaliente en el habla mexicana y que funciona como un
tipo de máscara contra la realidad y su dureza y austeridad. Cabe añadir otro descubrimiento
psicológico por parte de Gaarder (1966: 590): en la mayoría de los casos, el cariño se expresa
mediante un sufijo diminutivo, mientras que lo malo, como la censura, se expresa mediante el
uso de un aumentativo.
Además, otro académico ha establecido una clasificación de los sufijos diminutivos
mexicanos: Jani (2009). Una similitud entre ambas clasificaciones resulta la inclusión de tanto
los sufijos diminutivos como los aumentativos. Como precisa Jani (2009: 77), su estudio
investiga el uso y las funciones del diminutivo en las revistas predominantemente para chicas
jóvenes mexicanas. Los resultados de este análisis indican que se puede organi