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cieg R CIEG, REVISTA ARBITRADA DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y ESTUDIOS GERENCIALES (BARQUISIMETO - VENEZUELA) ISSN: 2244-8330 DEPÓSITO LEGAL: ppi201002LA3492 / BARILLAS CHAGARAY, OMARLIN EDUARDO / UN ILUSTRE DE LA VENEZUELA COLONIAL: SIMON RODRIGUEZ / AN ILLUSTRIOUS OF THE COLONIAL VENEZUELA: SIMON RODRIGUEZ / Nº 33 jul - sep 2018 [páginas 313-324] FECHA DE RECEPCIÓN: 27jul2018 FECHA DE ACEPTACIÓN: 14ago2018 313 CÓDIGO: RVC028 www.grupocieg.org Email: [email protected] UN ILUSTRE DE LA VENEZUELA COLONIAL: SIMON RODRIGUEZ Barillas Chagaray, Omarlin Eduardo 1 RESUMEN Desde una perspectiva teórica, el presente artículo tiene como propósito conocer el itinerario en tiempo y espacio de las experiencias, obras y ensayos del Ilustre maestro Simón Rodríguez, como líder precursor de la educación emancipadora, y los sustentos filosóficos sobre los cuales sistematizó su proyecto de educación popular a la luz de una necesaria interacción entre la teoría y la praxis. Se realiza un recorrido desde sus primeros pasos como ensayista hasta su madurez como escritor de densas obras de contenido histórico, político, sociológico y filosófico. Desde su primera experiencia como maestro de una escuela de primaria, visualizó una didáctica oprimida y elitista con una pedagogía excluyente, memorística y escolástica; en ese momento da a luz su primer ensayo, elaborando un diagnóstico pormenorizado de la situación de la escuela de primeras letras, creando las acciones que se deben emprender para su reforma, constituyendo éste el inicio de su proyecto de educación popular. No obstante, para entonces, Rodríguez revisaba y analizaba críticamente las ideas de los pensadores de la Ilustración, pero dejando claramente expuesto, a lo largo de su obra escrita, su negación a imitar y copiar modelos foráneos. Desde ahí, emprenderá una ardua e incansable misión de transformación educativa a través de sus escritos, postulando las bases de una educación que rompa las barreras que los mantenían esclavizados en la ignorancia, siendo el peor enemigo del progreso y la civilización. Se hace necesario entonces conocer el contexto de la escuela colonial sobre los cuales denuncia y postula Rodríguez sus obras. Palabras claves: Simón Rodríguez, escritor, ilustrado, escuela colonial, Venezuela AN ILLUSTRIOUS OF THE COLONIAL VENEZUELA: SIMON RODRIGUEZ ABSTRACT From a theoretical perspective, the present article has as purpose to know the itinerary in time and space of the experiences, works and essays of the illustrious teacher Simon Rodríguez, as a precursor leader of the emancipatory education, and the philosophical sustenance on which he systematized his project of popular education in light of a necessary interaction between theory and praxis. There is a journey from his first steps as an essayist to his maturity as a writer of dense works of historical, political, sociological and philosophical content. From his first experience as a teacher in a primary school, he visualized some oppressive and elitist didactics with an exclusive pedagogy, memory and scholastic, at that time gives birth to his first essay, making a detailed diagnosis of the situation of the first letter school, creating the actions that must be undertaken for its reform, constituting this the beginning of his popular education project which he will develop years later is his work American Societies. However, by then, Rodríguez critically reviewed and analyzed the ideas of the thinkers of the Enlightenment, but leaving clearly exposed, throughout his written work, his refusal to imitate and copy foreign models. From there, he will undertake an arduous and tireless mission of educational transformation through his writings postulating the bases of an education that breaks the barriers that kept them enslaved in ignorance, being the worst enemy of progress and civilization. It is therefore necessary to know the context of the colonial school about which Rodríguez denounces and postulates his works. Keywords: Simon Rodríguez, writer, illustrated, colonial school, Venezuela 1 Doctorando: Programa de Doctorado en Educación: Escuela, Lengua y Sociedad. Universidad del País Vasco (España). E-mail: [email protected]

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RODRIGUEZ / AN ILLUSTRIOUS OF THE COLONIAL VENEZUELA: SIMON RODRIGUEZ / Nº 33 jul - sep 2018 [páginas 313-324] FECHA DE

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UN ILUSTRE DE LA VENEZUELA COLONIAL:

SIMON RODRIGUEZ

Barillas Chagaray, Omarlin Eduardo 1

RESUMEN

Desde una perspectiva teórica, el presente artículo tiene como propósito conocer el itinerario en tiempo y espacio de las experiencias, obras y ensayos del Ilustre maestro Simón Rodríguez, como líder precursor de la educación emancipadora, y los sustentos filosóficos sobre los cuales sistematizó su proyecto de educación popular a la luz de una necesaria interacción entre la teoría y la praxis. Se realiza un recorrido desde sus primeros pasos como ensayista hasta su madurez como escritor de densas obras de contenido histórico, político, sociológico y filosófico. Desde su primera experiencia como maestro de una escuela de primaria, visualizó una didáctica oprimida y elitista con una pedagogía excluyente, memorística y escolástica; en ese momento da a luz su primer ensayo, elaborando un diagnóstico pormenorizado de la situación de la escuela de primeras letras, creando las acciones que se deben emprender para su reforma, constituyendo éste el inicio de su proyecto de educación popular. No obstante, para entonces, Rodríguez revisaba y analizaba críticamente las ideas de los pensadores de la Ilustración, pero dejando claramente expuesto, a lo largo de su obra escrita, su negación a imitar y copiar modelos foráneos. Desde ahí, emprenderá una ardua e incansable misión de transformación educativa a través de sus escritos, postulando las bases de una educación que rompa las barreras que los mantenían esclavizados en la ignorancia, siendo el peor enemigo del progreso y la civilización. Se hace necesario entonces conocer el contexto de la escuela colonial sobre los cuales denuncia y postula Rodríguez sus obras.

Palabras claves: Simón Rodríguez, escritor, ilustrado, escuela colonial, Venezuela

AN ILLUSTRIOUS OF THE COLONIAL VENEZUELA:

SIMON RODRIGUEZ

ABSTRACT

From a theoretical perspective, the present article has as purpose to know the itinerary in time and space of the experiences, works and essays of the illustrious teacher Simon Rodríguez, as a precursor leader of the emancipatory education, and the philosophical sustenance on which he systematized his project of popular education in light of a necessary interaction between theory and praxis. There is a journey from his first steps as an essayist to his maturity as a writer of dense works of historical, political, sociological and philosophical content. From his first experience as a teacher in a primary school, he visualized some oppressive and elitist didactics with an exclusive pedagogy, memory and scholastic, at that time gives birth to his first essay, making a detailed diagnosis of the situation of the first letter school, creating the actions that must be undertaken for its reform, constituting this the beginning of his popular education project which he will develop years later is his work American Societies. However, by then, Rodríguez critically reviewed and analyzed the ideas of the thinkers of the Enlightenment, but leaving clearly exposed, throughout his written work, his refusal to imitate and copy foreign models. From there, he will undertake an arduous and tireless mission of educational transformation through his writings postulating the bases of an education that breaks the barriers that kept them enslaved in ignorance, being the worst enemy of progress and civilization. It is therefore necessary to know the context of the colonial school about which Rodríguez denounces and postulates his works.

Keywords: Simon Rodríguez, writer, illustrated, colonial school, Venezuela

1 Doctorando: Programa de Doctorado en Educación: Escuela, Lengua y Sociedad. Universidad del País Vasco (España).

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1. Introducción

Desde el inicio de la conquista, el concepto de escuela subyace en los dominios de la iglesia católica como órgano domesticador. Las primeras escuelas en el Nuevo Mundo estuvieron bajo el dominio religioso, y atendidas por estratos raciales; así, el color de piel era uno de los primeros requisitos para el acceso a la educación; es decir, la educación se estratificaba por razas: educación para los blancos, los mestizos, los criollos, los indígenas y los negros; Estos últimos, enajenados, solo recibían formación religiosa en habla castellana para así imponer la religión cristiana y extender los dominios conquistados.

Otro momento histórico para la memoria educativa venezolana, que repercutió de forma decisiva en todas las esferas de la estructura social, es la influencia de la filosofía ilustrada proveniente de Francia y España, teniendo como dirección la confianza en la razón, en la ciencia y en el progreso, fijando los cimientos para el desarrollo del revolucionario concepto de educación popular. Además de figurar en la historia como el maestro más importante del Libertador Simón Bolívar, Rodríguez es autor de obras que aun siglos después siguen siendo referentes para la educación, traspasando las barreras fronterizas de su país natal. Entre sus postulados, resalta la necesidad de liberarse de hábitos, costumbres y formas de pensar para adoptar una emancipación política, mental y cultural para así sentar, a través de la educación, las bases de un ciudadano libre, en remplazo del súbdito fiel a la corona española.

Transcendentales serán sus revolucionarios aportes a la educación popular, si consideramos el marco social y político que prevalecía en el despótico régimen colonial. Confiado en el impulso creador de la educación, afirmó: “para tener República hay que comenzar por hacerlos republicanos, por formar pueblo, por crear una mentalidad, vamos a formar ciudadanos de un país en crecimiento, vamos a convertirlos en la gente capaz de realizar esa República, en la escuela" (Hernández, 2002, p.80). Simón Rodríguez se va a empeñar en producir una visión distinta de la educación, que fuera capaz de producir luces y virtudes sociales.

Ahora bien, el contexto europeo donde se exilió Rodríguez por más de veinte años viajando, escribiendo, leyendo y enseñando, estaba regido por los autores del Siglo de las luces; de ahí su ferviente pasión por instaurar en América la educación pública democratizadora e inclusiva, con escenarios de aprendizaje que integren el saber y el hacer. Sin embargo, los filósofos de la ilustración solo fueron referentes, porque sus obras eran originales y adaptadas a un contexto distinto al del viejo continente.

Cabe destacar que su primera experiencia como maestro de primeras letras en Caracas, le permitió ver el estado de postración de la educación colonial. Es allí donde comienza su reflexión y su acción en torno a lo educativo, manifestada a través de sus obras donde plantea renovar la educación como el camino fundamental para superar la condición colonial, sentando las bases de una educación pública para todos, sin elitismo, con inclusión social de negros, zambos, mulatos e indios y todos aquellos que hasta el momento de la construcción de las Repúblicas habían estado excluidos de ella.

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Finalmente, el hecho de ser un pedagogo que vivió la transición de la vida colonial a la republicana, lo puso de manera privilegiada en la comprensión del cambio social de la época, y en la necesidad de superar la condición colonial sumergida para entonces en atraso, exclusión, marginación e ignorancia y así, a través de la educación, poder asumir la nueva condición republicana.

2. Albores del intelectual maestro

Entre las luminarias pedagógicas de la América colonial y de las Repúblicas recién independizadas, se reconoce el lugar honorífico de Don Simón Rodríguez: el “Maestro genial” como lo denominara Andrés Bello, el intelectual y original por excelencia, y una de las mentes más brillantes y progresistas que han postulado las bases pedagógicas de las políticas educativas de nuestro siglo.

Simón Narciso Rodríguez nació en Caracas el día 28 de octubre del año 1771. Adoptó el apellido materno el cual, según lo señalan Márquez y Viloria (2012), asumir ese apellido será el primer gesto dignificante en reconocimiento de la mujer. Con esta decisión desafió la cultura judeocristiana de la sumisión esclavista de la mujer al hombre. Su ocaso fue a los 83 años de edad en Amotape, aldea remota del norte peruano.

Entre batallas y resistencia por la emancipación de los países subyugados por la corona española, Rodríguez visualiza un peor enemigo para el progreso y la libertad: la ignorancia. Es así como este revolucionario sentó las bases de un constructo constitucional en nuestros tiempos: la emancipación a través de la educación. Y es que, para Rodríguez, la libertad se obtenía a través de los estudios, y la independencia a través de las armas; la lucha era política, mental y cultural.

Acorde con lo anterior, Molins (1998, p.114) afirma que “Simón Bolívar, coincidiendo con Rodríguez, opinaba que la ignorancia, el fanatismo religioso, los prejuicios, los hábitos y pensamiento de la época colonial eran los mayores obstáculos que enfrentaba la lucha por la Independencia”. Aun después de la independencia, los ciudadanos de los países emancipados presentaban una ausencia de cultura política para su desempeño cívico, lo cual era uno de los mayores males para consolidar la república. Por tales motivos, se hacía necesario educarlos.

Tales afirmaciones nos llevan a pensar en la urgente necesidad de abolir la ignorancia a través de los saberes, en consonancia con una educación atendida desde los sectores desfavorecidos e incultos para así asegurar una evolución humanista, cívica y social, precedida por el Estado como garante propulso, con la finalidad de formar un ciudadano en comunión con lo que aprende y lo que hace; es decir, en palabras de Rodríguez, prepararlos para que gocen de la ciudadanía. Referido a esto último, según Hernández (2002), los postulados de Simón Rodríguez tienen como fin una educación para el amor a la sociedad, el respeto a las personas y la valoración de la importancia del trabajo socialmente útil.

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Otro rasgo destacado de Don Simón Rodríguez que lo hace singular, era su carácter y su notable intelecto. Al respecto, Picón (2016, p.16) lo describe con las siguientes características: “Era varón de bien, de grande inteligencia, de honradez y de justicia, de amplia capacidad para asimilar lo bueno y desechar lo malo, constante en el estudio y finamente perspicaz en cuanto inquisidor y observador…” Rumazo (2006) coincide con estas características del singular maestro, al definirlo con una personalidad que “no tolera que se le contradiga en sus opiniones, discute, refuta, apabulla con argumentos; pero, como varón culto que es, respeta el criterio de los demás; tolera sin ceder, sonríe a veces con mordacidad”. (p.31) Aquí, Rodríguez se nos presenta como un hombre seguro de sus convicciones, pero con una ironía argumentativa que lo hacía peculiar.

Con énfasis en lo anterior, vemos en este prócer a un intelectual ávido de estudios y de gran sapiencia y, aunque no existe constancia alguna sobre la educación de su infancia, se presume que estudiaría en una de las tres escuelas que existía en Caracas, centrada en una enseñanza escolástica, memorística, dogmática y autoritaria. Así será el marco histórico en el que inicia la formación del ilustre Don Simón Rodríguez. Sin embargo, Picón (2016) afirma que Rodríguez, ya crecido y de sus facultades dueño, resolvió sin vacilar el ilustrarse por sí solo y librarse de las tiranías que tenían sometidas a las escuelas la educación escolástica. Es por esto que se le acuñe el carácter de autodidacta, por su iniciativa en autoinstruirse sin someterse a parámetros de índole dogmático.

En relación con lo anterior, y considerando que Rodríguez y su hermano fueron criados por el sacerdote Alejandro Carreño en cuya casa vivieron ambos hermanos, se muestra el hecho de que tal y como lo afirman Márquez y Viloria (2012)

… por vivir en la casa de un sacerdote, tuvieron la oportunidad de recibir una buena educación haber tenido contacto con el pensamiento de la ilustración europea, le haya permitido combinar los valores espirituales-religiosos con la lógica de la razón y configurar de esta manera su personalidad, sensible y consistentemente equilibrada. (p.64)

Conforme a estas afirmaciones, las casas editoriales de España y Europa enviaban sus libros a través de La Compañía Guipuzcoana. Muchos de sus compradores eran hombres de la iglesia y juristas acomodados socialmente. Autores como Rousseau, Raynal, Voltaire y Montesquieu eran frecuentes en las bibliotecas de la ciudad. En virtud de esto, señala Durán (2014), el pensamiento emancipador latinoamericano se formó a la luz de estos filósofos ilustrados. Señala el autor ya mencionado que Rodríguez, como pensador ilustrado, construyó su propuesta política a la luz de los procesos revolucionarios de Estados Unidos y Francia. La totalidad de su obra es considerada como una propuesta de corte moderno ilustrado, que se enfrenta con ahínco al pensamiento español caracterizado como tradicional, monárquico y conservador.

Cabe destacar que la mayor parte del tiempo, Rodríguez ejerció su sapiencia en países distantes del suyo, es decir, en el viejo continente. Nutriendo sus conocimientos y prácticas pedagógicas a la luz de filósofos de la ilustración, como Rousseau, de quien

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tomó sus ideas como fundamento para darle fuerzas pedagógicas a sus obras. Esta lejanía de sus tierras fue originada por el destierro sufrido en 1791 a causa de su activa participación en una conspiración anticolonial, tal y como lo refieren Hernández (2002).

Al salir de Venezuela adoptará el nombre de Samuel Robinson, como medida preventiva y de renovación. Pisando tierra en Jamaica, estudia inglés en una escuela de primaria acompañado de niños, sin que esto le perturbara en lo más mínimo. Entre sus anécdotas, refiere Picón (2016, p.20), que al salir de clase de inglés, los niños arrojaban sus sombreros al aire y Rodríguez hacía lo mismo, hecho que deduce, según lo afirma el autor, “candor puro de alma buena como el pan.”

Desde su mirada ilustrada, Don Simón Rodríguez es un humanista y, además, es un enciclopedista de la corriente de Montesquieu, para quien la razón es lo más perfecto, lo más noble y lo más exquisito de todos los sentidos; así lo expone Rumazo (2006). Según lo refiere el autor, Rodríguez nace para el mundo como escritor, en Arequipa, donde llega cargado de sus cajones con manuscritos y libros. De veintiocho páginas de pensamiento republicano se compone el primer folleto, editado en Arequipa en 1828, el cual corresponde al prólogo de la obra Sociedades Americanas, texto en el que plasma la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, y de la cual transciende la frase “o inventamos o erramos”. En esas páginas se evidencia una madurez en su escritura.

En esta fase de su vida, lo escritural pasa a constituirlo; así lo reseña Valera (2009, p.109), “con sus baúles viaja, cargado de libros, su estudio ambulante y sus manuscritos. Pensar, escribir y ensayar son las consignas vitales y sus angustias de aquella época”. De esta manera, Rodríguez afirmaba: “La meditación y la experiencia me han suministrado luces, necesito un candelabro donde colocarlas: ese candelabro es la imprenta”.

Según Rumazo (2006, p.86), desde que presentó al Ayuntamiento de Caracas en 1794 sus «Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras en Caracas y medios de lograr su reforma por un nuevo establecimiento», no había develado sus escritos. Aquellas “veinte páginas de juventud, fundamentales y rebeldes, sólo fueron seguidas más tarde por anotaciones aisladas en que detallaba sus planes educativos, en Bogotá y en Chuquisaca”.

De nuevo, en 1830 y como acto heroico, Rodríguez publica en Arequipa, el libro «El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa social», el cual será un alegato jurídico en defensa del Libertador Simón Bolívar, quien fallece sin haberlo leído. Reseña Rumazo (2006) que al mismo tiempo que vigila la edición del libro, da clases en una escuela de primaria por él abierta y que atiende en una modesta tienda de velas. En definitiva, tal y como lo señala el autor, en la vida del Maestro Rodríguez se expone la increíble síntesis espiritual y una antítesis material, en contraste con un vivir modesto y una escritura de altura colosal.

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En septiembre de ese mismo año circula su ensayo científico «Observaciones sobre el terreno de Vincocaya» presentado con un estudio minucioso de sesenta páginas. El proyecto aporta observaciones de carácter técnico y científico para desviar las aguas de un río y conducirlas por el río Zumbai al de Arequipa, destacando la importancia de la conservación de la naturaleza en pro del beneficio de la economía y la sociedad.

De Lima se traslada a Chile, en donde editará su próximo libro. Referido a este punto, Rumazo (2006) narra que el ilustre maestro trabaja, encerrado en el albergue de su soledad, en su libro «Luces y Virtudes Sociales», el cual le tomó unos tres años. En eses periodo recibió una invitación para trasladarse a Concepción, en ese mismo país, para ser director de una escuela. La publicación de «Luces y Virtudes Sociales» se hizo en dos ediciones: una en Concepción y otra, cuatro años después, en Valparaíso. En el prefacio de su primera edición, hace mención de que durante su última estadía en Lima quiso publicar «Sociedades Americanas», cuyo pródromo había aparecido en Arequipa, pero no lo logró por falta de dinero. Sin embargo, tal y como lo plantea Rumazo (2006, p.105), “Titánico siempre, heroico, no necesitó ni de la buena mesa, ni la buena cama, ni el pasar bien, para el engendro de su obra”. Obras que calan en lo más profundo por sus aportes al sistema educativo con carácter de dignificación humana como eje fundamental para el desarrollo social del país.

A cinco años de su ocaso, firme a sus convicciones libertarias, originarias y comprometidas con el pueblo, edita su obra «Extracto sucinto de la obra sobre la educación republicana», publicado en el periódico El Neogranadino, de Bogotá, en 1949. En esas páginas, según lo refiere Salazar (2015), reflexiona nuevamente sobre la situación del maestro que no ha dejado de ser diferente a la que existía durante la monarquía, y aboga por incorporar el valor del trabajo y de la producción social en la educación. En tal sentido, los proyectos sociopolíticos y educativos plasmados en las obras de Simón Rodríguez, cuya finalidad era la de solucionar los males que aquejaban a la sociedad a través de la educación, tienen como concepción filosófica el conocimiento, la razón, la ciencia, y el saber útil a la vida, influenciada por la cultura ilustrada del Siglo de las Luces.

Sin embargo, aunque sus proyectos tienen bases ilustradas, estos adquieren una singularidad al articularse al contexto de las realidades latinoamericanas; proyecto que, en suma, permitirían adquirir luces y virtudes sociales. Cabe destacar que esta gran preocupación sobre la ignorancia de los pueblos americanos, se encuentra plasmada en la mayoría de sus escritos. Extractos producto de su trabajo intelectual se mantienen vigentes como profecías cumplidas; entre estas tenemos: “La ignorancia es más de temer que la pobreza” 2 ; “Si la ignorancia reduce al hombre a la esclavitud, instruyéndose el esclavo será libre” 3 ; “La ignorancia de los principios sociales es la causante de todos los males que el hombre se hace y hace a otros”. 4

2 Luces y Virtudes Sociales. 2da versión. Tomo II. (1840)

3 Defensa de Bolívar. (1830) 4 Extracto sucinto de mi obra sobre la educación sobre la educación republicana. Tomo I.(1849)

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Finalmente podemos considerar, con lo dicho hasta aquí, que el Ilustre maestro Simón Rodríguez fue defensor de la educación pública con igualdad para todos los ciudadanos. Tanto en su praxis como en sus escritos se manifiestan las ideas educativas de los filósofos de la Ilustración y, en especial, las del pensador Juan Jacobo Rousseau. Sin embargo, adaptó tales principios a las necesidades existentes en su época y, sin saberlo, a las de siglos después. En conformidad con esto, Rumazo (2006) señala:

Rodríguez revisaba y analizaba críticamente las ideas de los pensadores de la Ilustración y de los movimientos de reforma educativa en España, dejando claramente expuesto, a lo largo de su obra escrita su negación a imitar y copiar modelos foráneos (p.68).

Por lo tanto, sus escritos eran originales sin pretensión de repetir modelos que no se adaptaran al contexto de la américa de entonces.

3. Semblanzas de la escuela colonial

Los tiempos de la conquista y la colonización fueron, para los territorios americanos, períodos de continuas rebeliones promovidas por distintos grupos sociales quienes buscaban imponer sus intereses particulares divididos en castas desiguales y grupos étnicos. La Venezuela de los siglos XVII y XVIII se perfiló en la lucha de poder y resistencia, ésta última precedida por los movimientos de esclavos, indios, artesanos, pequeños comerciantes, pequeños y medianos propietarios rurales y de otros sectores populares, que se sentían oprimidos por las autoridades coloniales.

Dentro de ese período, Caracas, la urbe colonial de inicios del año 1800, contaba con una población de 40.000 habitantes. El resto de la población del territorio venezolano se encontraba asentada en ciudades, villas y pueblos. Ahora bien, la estructura social a finales del siglo XVIII estaba dividida por grupos antagónicos: por un lado, consolidados por su poder económico, clase explotadora y, en otro extremo, desfavorecidos por la condición de serviles y explotados. Rumazo (2006) lo refiere así:

Los blancos peninsulares y canarios con el 1.3% de la población. Los blancos criollos con el 19.0%, los pardos con el mayor porcentaje de la población, el 45.0%, los negros libres el 4.0%, los negros esclavos el 9.7%, los negros cimarrones el 2.6% y los indios tributarios, no tributarios y marginal con el 18.4%. (p.29)

En situación privilegiada se encontraban los blancos “sangre limpia” quienes ostentaban el poder público y económico, teniendo en su poder el monopolio urbano más importante, además de gozar del status jurídico de clase noble que lo hacían un grupo social de núcleo hermético e impenetrable.

En cuanto a los pardos y negros libres, eran de oficio: artesanos, comerciantes y mano de obra asalariada, entre otros quehaceres. Los pardos, quienes constituían la mayor porción de la población, eran tratados con discriminación y desventajas; se les prohibía

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casarse con blancos, no podían participar en órdenes religiosas ni políticas; además, se les negaba la inclusión a estudios universitarios. Sin embargo, tal y como lo refiere Murguey (2004), en 1793 por la cédula de “gracias al sacar”, ratificada en 1795, se favorece y se inicia el proceso nivelador hacia la igualdad civil de los pardos frente a los privilegios de los blancos notables.

Referido a los negros esclavos, Murguey (2004) afirma que eran una casta explotada por herencia en manos de los amos terratenientes, quienes amparados por disposiciones jurídicas y la estructura étnica cultural, los relegaban en sujetos de trabajo y servicio, e incluso a condición de objetos, negándoseles la más simple consideración humana. En relación a los indios, éstos disfrutaban en términos legales de mejor trato y condición que los negros, pero en posición de vasallos libres y en situación de inferioridad frente a los blancos, razón por la cual se les sometía a un régimen de servidumbre dada por el pago de tributos y servicios personales.

En relación al contexto educativo, la educación primaria se le nombra como enseñanza de primeras letras, la cual no escapaba de la postura excluyente y antagónica imperante en la Venezuela colonial, quien según Murguey (2004, p.22), “sus principios de formación estaban regidos por la doctrina de la iglesia y las ideas de servidumbre, cuyos elementos esenciales se contenían fundamentalmente en las facultades de leer, escribir y contar”. Los niños blancos tenían acceso privilegiado a la educación y eran educados de acuerdos a los contenidos y preceptos de la iglesia.

La educación durante el período de colonización y aun después de los albores de la independencia, fue concebida para preparar a la “raza superior” que según ellos eran los blancos y algunos blancos criollos que gozaban de privilegios avalados por sus riquezas; así, cada estrato tenía acceso a determinados conocimientos. Para los blancos y criollos distinguidos, las universidades y los colegios; para los indios, la religión y los oficios. No era necesario educar a los indios ya que para trabajar en las minas, en el campo o en otro tipo de trabajos donde se requería la fuerza física, otro tipo de saber no era necesario.

Según Acosta (2010, p.108), para Simón Rodríguez la educación tal como estaba planteada en su época “formaba vasallos, esclavos y transmitía prejuicios y mentiras”. Era consciente de que la educación republicana tenía que ser distinta para formar republicanos, educar ciudadanos con capacidad de razonar y de ejercer la libertad, capaces de participar activamente en lo social y en lo político, sin distinción de razas. Por supuesto, tales aseveraciones del maestro Rodríguez eran consideradas impropias y hasta desafiantes para quienes ejercían el poder domesticado a través de la educación: iglesia y gobierno español, por lo que sus dictámenes incomodaron a la oligarquía colonial, ya que sus ideas igualitaristas, humanistas, populares y liberadoras, ponían en peligro los altos privilegios del clero y de los altos funcionarios, exponiéndolo como traidor a la corona.

Hay que mencionar, además, que las disposiciones para el funcionamiento de la educación colonial emanaban de la corona conjugada en la función estado-iglesia. Con

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la llegada de las órdenes religiosas provenientes de España se inició la pedagogía escolástica, la cual ejerció un dominio casi absoluto hasta mediados del siglo XVIII. Es decir, la pedagogía predominante fue la cristiana de base medieval, en las cuales subyacen algunas de las siguientes características: 1) el número de escuelas era escaso; 2) los blancos criollos y peninsulares, como únicos beneficiados de la educación, 3) la clase adinerada suplía la falta de escuelas mediante el pago de maestros particulares, 4) la iglesia ejerce el control directivo, 5) la educación prevalecía en su desigualdad social, 6) la clase social pobre no tenía acceso a la educación, 7) las escuelas se fundan por iniciativa privada. 8) la religión católica como base cognoscitiva previa a toda reflexión, 9) la escuela de primeras letras encargada de educar.

Así pues, el enfoque educativo de Venezuela en la postrimería del siglo XVIII y hacia las tres primeras décadas del siguiente, estuvo estandarizado por la escolástica: doctrina con lineamientos teológicos, religiosos y dogmáticos cuyo principio se basaba en la relación razón y fe. A su vez, la escuela se mostraba casi nula en su crecimiento, discriminante y excluyente, con bajo nivel de capacitación y escasa de recursos. Cabe destacar que la escuela de primeras letras era una institución de muy poco prestigio social y cuya utilidad era puesta en duda; así lo afirma Molins (1998), los locales eran inadecuados y estaban en malas condiciones; por lo general, los maestros tenían muy poca cultura y su trabajo no era apreciado. Por otra parte, había pocas escuelas en las ciudades y estaban destinadas para los niños blancos; los pardos asistían en locales atendidos por artesanos y barberos, que también trabajaban como maestros de escuela.

Conviene subrayar que en vista de las circunstancias que enmarcan las escuelas, Rodríguez, a través de un escrito que presenta en 1794 al Ayuntamiento de Caracas, titulado: «Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento», diseñado en seis reparos, expone la poca atención que se le brinda a la escuela y denuncia que no tiene la estimación que merece y que pocos conocen su utilidad, entre otros aspectos, declarando las condiciones en que las escuelas se encontraban y demostrando nula importancia al poder transformador de éstas.

En el documento arriba mencionado, Simón Rodríguez denuncia en el segundo reparo, referido a la labor docente, que todos se consideran capaces de desempeñarla. En otras palabras, visualiza la necesidad de crear una profesión que tuviera por objeto la enseñanza, y no la forma accidentada como se había generalizado.

De manera que, tal como lo expresa Salazar (2015, p.71), las denuncias del maestro Rodríguez, no solo eran sobre las precarias condiciones de la escuela sino por la poca seriedad que se le daba a la profesión docente. En palabras de Simón Rodríguez: “Basta para conocerlo fijar un poco la atención en las peluquerías y barberías que sirven de escuelas; sin detenerse a examinar su método, la habilidad de sus maestros”, dejando expresa la necesidad de la existencia de un método de aprendizaje y la importancia del maestro como conocedor y guía de la enseñanza, oponiéndose a que cualquier lugar sirviera de establecimiento para desarrollar tal responsabilidad.

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A su vez, en 1844, en su proyecto «Consejos de amigos dado al Colegio de Latacunga», añade una advertencia sobre quienes deben ser maestros, y señala sobre el hecho que una escuela no es pulpería donde cualquier persona asiste a buscar cualquier cosa, sino que debe ser un lugar apropiado para la enseñanza y la recreación. Tal propuesta fortalece los fundamentos y desarrollo para la educación popular.

Por consiguiente, para Rodríguez, la construcción de la institución escolar era necesaria para sostener las nacientes repúblicas, siendo el propio pueblo el sujeto impulsor del progreso social. Desde esta perspectiva, la educación debía priorizar la formación de los saberes a la población pobre y marginada, a las que, en palabras del Maestro Rodríguez, tenían las mismas dotes intelectuales y los mismos derechos que el resto de la población.

Otro rasgo importante, referido al enfoque educativo decimonónico es que, tal y como lo expone Murguey (2004), la pedagogía educativa colonial, arraigada en el modelo didáctico escolástico, se sacude ante el esquema doctrinal de la ilustración, al proponer:

1. El desarrollo de la razón, de la capacidad de pensar como medios de logro para el perfeccionamiento y la plenitud.

2. La moral autónoma frente a la religión, para eliminar todo saber revelado y dogmático y llegar al conocimiento que se investiga, que es verdad de razón y ciencia.

3. El desarrollo y propagación de las luces, por medio de la educación que ha de llegar a todos los ciudadanos, en un intento por eliminar la desigualdad entre ellos.

4. La incorporación de la libertad de enseñanza, en la que el hombre sea partícipe.

5. Los ideales de libertad, igualdad y prosperidad como elementos constructores de una nueva sociedad.

A su vez, Molins (1998), haciendo referencia a los aportes de la corriente ilustrada, afirma que la tendencia de la constante extensión de la educación escolar a sectores cada vez más amplios de la población, que culminó en la idea de la educación popular, se basó en aportes de la Ilustración y con los antecedentes de ésta: el humanismo y el cientificismo renacentista.

Finalmente, el enfoque educativo en la postrimería del siglo XVIII -con dirección teológica, religiosa y dogmática: la escolástica; movimiento cultural de la edad media que se manifiesta como un enfoque doctrinal educativo, cuya finalidad era demostrar y enseñar la relación y concordancia entre razón y fe, verdad y revelación- se ve amenazado por una corriente filosófica de origen francés: la Ilustración, como una tendencia reformista, basada en el desarrollo de la razón, la capacidad de pensar y conocer, atributos esenciales para el encuentro del hombre con las luces. En definitiva, el modelo catequístico fue la base de la educación de primeras letras, y el paradigma de la Ilustración va introduciendo lentamente cambios de orden político, filosófico y pedagógico.

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4. Conclusión

El ímpetu del maestro Simón Rodríguez por la justicia y la libertad, le permitió enfrentar lo que consideró el enemigo de la república: la ignorancia, la cual, según expuso en reiterados escritos, impide el pleno desarrollo de las capacidades humanas, producto del fanatismo y la intolerancia reinantes en la época colonial. Así, el maestro visualizó que el problema fundamental de su patria y la del resto de los países emancipados, era la ausencia de una educación republicana, por lo cual bosquejó su plan de educación popular y de igualdad social, democratizadora, sin distinciones de clase social, color, religión, dinero y sexo, lo que resultó bastante audaz si consideramos el marco socio político de la época en la que prevalecía una sociedad aristocrática, donde la estratificación racial y económica era muy marcada y en la cual, en América Latina, después de la guerra de independencia, se mantuvieron las viejas estructuras coloniales.

En tal sentido, Rodríguez se caracterizó por no mostrarse sumiso a una élite que subyugaba a los débiles, oponiéndose al modelo escolástico que imperaba en las escuelas coloniales. Hizo su primera denuncia en su ensayo presentando al Cabildo a muy poco tiempo de ser nombrado maestro, en el que se resume su desacuerdo con el método educativo el cual consideró incipiente, de carácter excluyente y elitista. Además, elaboró un perfil del docente ya que tal profesión era realizada por cualquiera que supiera leer y escribir, barberos y carpinteros entre otros.

En efecto, el intelectual americano, Don Simón Rodríguez, en sus viajes por distintos países del viejo continente, Estados Unidos, Inglaterra, Rusia y Francia, del cual nutre sus ideas liberales, edita numerosas obras de contenido filosófico, histórico y sociológico que fue madurando como resultado de sus vivencias pedagógicas por esos países y que siguen siendo referencia obligada en las discusiones para lograr el progreso y mejoramiento en la calidad educativa.

En definitiva, el Maestro de América, Simón Rodríguez, nos deja una profunda reflexión y un compromiso, y es que no se trata de enseñar para trasladar el conocimiento, sino de generar en el educando un deber consigo mismo y con la patria, en cohesión con lo que aprende y hace. Además, su integridad y fervor por la docencia nos deja un modelo icónico digno de imitar por todos aquellos que tenemos la responsabilidad de liderar la enseñanza.

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5. Referencias bibliográficas

Acosta Sanabria R. (2010). La educación social en Simón Rodríguez. Anales de la Universidad Metropolitana, ISSN-e 1856-9811, Vol. 10, Nº. 2, 2010, págs. 95-114. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3408829. Consultado el 07/05/2018.

Durán, M. (2014). Simón Rodríguez: educación popular y la huella axiomática de la igualdad. Foro de Educación. 12. (Pp. 29-50).

Hernández Oscaris, R. (2002). Simón Rodríguez: Pensamiento educativo. Páginas escogidas. Faid Editores. 2da edición. Venezuela.

Márquez Ramírez Y. y Viloria Asención J. (2012). Pensamiento Sociopolítico y Educativo de Simón Rodríguez. Editado por la Fundación Universitaria Andaluza Inca Garcilaso para eumed.net. http://www.eumed.net/libros-gratis/2013a/1320/index.htm

Molins Pera, M. (1998). La República y la educación en Simón Bolívar y Simón Rodríguez y su proyecto actual. Universidad Central de Venezuela. Ediciones de la Biblioteca-EBUC. Venezuela.

Murguey V. (2004). La Perspectiva Pedagógica Didáctica en el pensamiento de Simón Rodríguez y su expresión en el proyecto Educativo Nacional. Tesis presentada para aspirar al grado de Doctor en Innovación y Sistema Educativo. Universitat rovira I Virgili Facultat de Ciències de l 'Educació i Psicologia. Disponible https://books.google.co.ve/books/about/La_perspectiva_pedag%C3%B3gica_did%C3%A1ctica_en.html?id=-UY9MwEACAAJ&redir_esc=y (Consultado el 02 de junio 2018).

Picón Febres Cordero G. (2016). Don Simón Rodríguez. Maestro del Libertador. Colección Historias. Edición digital. Fundación editorial el perro y la rana. Caracas, Venezuela.

Rumazo González, Alfonso. (2006). Simón Rodríguez, Maestro de América. Biografía breve. Caracas, Universidad Simón Rodríguez. Publicación digital marzo 2006.

Salazar, Iluska C. (2015). Simón Rodríguez: Educador militante por la emancipación de los pueblos. República Bolivariana de Venezuela. Fondo Editorial de la Asamblea Nacional Willian Lara.

Valera Villegas G. (2009). Simón Rodríguez, la bildung de un extraño. Revista Sul-americana de Filosofia e Educação – RESAFE. Número 12: maio-outubro/2009.