YOURCENAR MARGUERITE - Alexis O El Tratado Del · PDF fileAlexis o El tratado del...

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  • MARGUERITEYOURCENAR

    Alexisoeltratadodelintilcombate

  • PRLOGO

  • Alexis o El tratado del intil combate se public en 1929. Es contemporneo del momento en que un tema hasta entonces prohibido en literatura, encontraba por vez primera desde haca siglos, su plena expresin escrita. Cerca de treinta y cinco aos han transcurrido desde su publicacin; durante este periodo las ideas, las costumbres sociales, las reacciones del pblico han ido modificndose, aunque menos de los que se cree. Algunas opiniones del autor han cambiado o hubieran podido hacerlo. Por lo tanto, he vuelto a abrir el Alexis despus de este largo intervalo, no sin cierta inquietud: pensaba encontrarme con la necesidad de hacer algunos retoques a este texto, de hacer el balance de un mundo transformado.

    Sin embargo, despus de haber reflexionado mucho, estas modificaciones me han parecido intiles, por no decir perjudiciales; salvo en lo que concierne a inadvertencias de estilo, he dejado este librito tal como estaba por dos razones que en apariencia se contradicen: una es el carcter muy personal de una confidencia que est unida estrechamente a un medio social, a una poca y a un pas hoy desaparecido de los mapas, impregnada de una vieja atmsfera de Europa central y francesa, en la que sera imposible cambiar algo sin que se transformara la acstica del libro; la segunda, al contrario, consiste en el hecho de que, viendo las reacciones que an hoy provoca, este relato parece haber conservado su actualidad e incluso ser de utilidad para algunos.

    Parece ser, en efecto, que aunque este tema, en otro tiempo considerado ilcito, haya sido abundantemente tratado por la literatura, incluso de forma abusiva, adquiriendo una especie de derecho de ciudadana, el problema de Alexis sigue siendo hoy igual de angustioso y secreto que antao. La facilidad relativa, tan diferente de la libertad verdadera, que reina sobre este punto en ciertos ambientes muy restringidos, no ha hecho otra cosa que crear en conjunto del pblico un malentendido o una prevencin ms. Basta con mirar atentamente a nuestro alrededor para darnos cuenta de que el drama de Alexis y Mnica contina vivindose y continuar sin duda hacindolo mientras el mundo de las realidades sensuales siga cuajado de prohibiciones. Quiz las ms peligrosas sean las del lenguaje, erizado de obstculos, que evitan o rodean sin preocuparse demasiado la mayora de la gente, pero con los que tropiezan casi inevitablemente, los espritus escrupulosos y los corazones puros. Las costumbres, aunque se diga lo contrario, han cambiado demasiado poco para que la idea central de esta novela haya envejecido mucho.

    Quizs no se haya reparado bastante en que el problema de la libertad sensual, en todas sus formas, es, en gran parte, un problema de libertad de

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    expresin. Parece ser que, de generacin en generacin, las tendencias y los actos varan poco; por el contrario, lo que s cambia, a su alrededor, es la extensin de la zona de silencio o el espesor de las capas de mentira. Esto no slo es verdad tratndose de amores prohibidos: lo es en el interior mismo del matrimonio, en las relaciones sensuales entre esposos en donde la supersticin verbal se ha impuesto de manera ms tirnica. El escritor que trate de hablar con honradez de la aventura de Alexis, si elimina de su lenguaje las formas de la literatura fcil, que se suponen decorosas y que no son, en realidad, ms que medio gazmoas o medio verdes, apenas podr escoger entre dos o tres procedimientos de expresin ms o menos defectuosos e incluso inaceptables. Los trminos del vocabulario cientfico, de formacin reciente, destinados a pasarse de moda junto con las teoras que los apoyan, deteriorados por una vulgarizacin exagerada que pronto les quita sus cualidades de exactitud, slo sirven para obras especializadas a las que van destinados. Estas etiquetas van en contra del objeto de la literatura, que es la individualidad en la expresin. La obscenidad, mtodo literario que ha tenido en todo tiempo sus adeptos, es una tcnica de choque que puede servir cuando se trata de forzar a un pblico mojigato o hastiado a mirar de frente aquello que no quiere ver o que, por exceso de costumbre, ya no ve. Su empleo tambin puede corresponder legtimamente a un afn de limpieza de las palabras, de esfuerzo por devolver a vocablos indiferentes entre s, pero ensuciados y deshonrados por el uso, una especie de limpia y tranquila inocencia. Pero esta solucin brutal sigue siendo una solucin externa: el lector hipcrita tiende a aceptar la palabra incongruente como algo pintoresco, casi extico, poco ms o menos como hace un viajero de paso por una ciudad extranjera, permitindose visitar los bajos fondos. La obscenidad se agota rpidamente, forzando al autor que la utiliza a subirse cada vez ms de tono. Esto es ms peligroso para la verdad que los sobreentendidos de antao. La brutalidad del lenguaje nos engaa sobre la banalidad del pensamiento y (salvo algunas grandes excepciones) sigue siendo compatible con cierto conformismo.

    Una tercera solucin puede ofrecrsele al escritor: el empleo de esa lengua escueta, casi abstracta, que sirvi en Francia durante siglos a los predicadores, moralistas y tambin a los novelistas de la poca clsica para tratar de lo que entonces llamaban desvo de los sentimientos. Ese estilo tradicional del examen de conciencia se presta tambin a formular los innumerables matices de un asunto tan complejo por su naturaleza como la vida misma, que un Bourdaloue o un Massillon recurrieron a l para

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    expresar la indignacin o la censura, y un Laclos el libertinaje o la voluptuosidad. Por su misma discrecin, ese lenguaje decantado me ha parecido convenir a la lentitud pensativa y escrupulosa de Alexis, a su esfuerzo paciente por liberarse eslabn tras eslabn de una cadena que l desata ms que rompe, formada por la red de incertidumbres y coacciones en las que se encuentra metido; a su pudor, en el que hay respeto a la sensualidad; a su firme propsito de conciliar sin bajezas el espritu y la carne.

    Como todo relato escrito en primera persona, Alexis es ante todo el retrato de una voz. Haba que dejarle a esa voz su propio registro, su propio timbre. No quitarle nada, por ejemplo, de sus inflexiones corteses que parecen de otra poca (lo parecan ya hace casi treinta y cinco aos), ni de sus acentos de ternura casi mimosa que quizs nos digan ms sobre las relaciones entre Alexis y su joven esposa que sus mismas confidencias. Tambin haba que dejarle al personaje ciertas opiniones que al autor le parecen dudosas hoy en da, pero que conservan su valor de caracterizacin. Alexis explica sus inclinaciones como consecuencia de una infancia puritana dominada completamente por las mujeres. Quizs sea un punto de vista exacto en lo que le concierne, importante para l desde el momento en que lo acepta pero que (incluso si tambin yo lo cre as en otros tiempos, cosa que no recuerdo) ahora me parece la clase de explicacin destinada a introducir artificialmente en el sistema psicolgico de nuestra poca, unos hechos que quizs puedan prescindir de esta motivacin. Ocurre lo mismo con la preferencia de Alexis por separar el amor del placer, su desconfianza hacia todo afecto que se prolongue demasiado. Es caracterstica de un perodo que reacciona contra todo un siglo de exageracin romntica: este punto de vista ha sido uno de los ms extendidos en nuestro tiempo, cualesquiera que sean los gustos sensuales de los que lo expresan. Podramos responderle a Alexis que la voluptuosidad apartada de esa manera corre el riesgo de convertirse tambin en aburrida rutina; ms an, podramos decirle que hay un fondo de puritanismo en esa preocupacin por separar el placer del resto de las emociones humanas, como si no mereciese ocupar un puesto a su lado.

    Al dejar a su mujer, Alexis da como motivo de su partida la bsqueda de una libertad sexual ms entera y menos llena de mentiras, y es cierto que sta es la razn ms decisiva; sin embargo, es probable que se mezclen otras motivaciones ms difciles de confesar tales como el deseo de escapar a una comodidad y a una respetabilidad artificiales, de las que Mnica ha llegado a ser, lo quiera o no, el smbolo vivo. Alexis adorna a su mujer con todas

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    las virtudes, como si, al aumentar las distancias entre ambos, le fuese ms fcil justificarse. A veces he pensado en componer una respuesta de Mnica que, sin contradecir en nada las confidencias de Alexis, nos aclarase ciertos puntos de esta aventura, dndonos una imagen de Mnica menos idealizada, pero ms completa. He renunciado a ello de momento. No hay nada ms secreto que una existencia femenina. El relato de Mnica sera seguramente ms difcil de escribir que la confesin de Alexis.

    Para los que hayan olvidado el latn que aprendieron en el colegio, habamos resaltar que el nombre del personaje principal ( y por consiguiente el ttulo del libro) est sacado de la segunda gloga de Virgilio, Alexis, de la que, por las mismas razones, Gide tom su famoso Corydon tan controvertido. Por otro lado, el subttulo El tratado del intil combate hace eco al Tratado del intil deseo, obra un poco incolora de la juventud de Andr Gide. A pesar de ello, la influencia de Gide fue dbil sobre Alexis: la atmsfera casi protestante y la preocupacin por volver a examinar un problema sensual le vienen de otra parte. Lo que yo encuentro en ms de una pgina (y quizs con exceso) es la influencia grave y pattica de Rilke, al que una feliz casualidad me hizo conocer muy pronto. Generalmente nos olvidamos de la existencia de una especie de ley de difusin retardada que hace que los jvenes cultos de 1860 leyeran a Chateaubriand ms que a Baudelaire, y los de finales de siglo, a Musset ms que a Rimbaud. En cuanto a m, a quien, por otra parte no pretendo poner como modelo caracterstico, he vivido mis aos de juventud con una indiferencia relativa hacia la literatura conte