Resúmenes de obras peruanas famosas

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Es una breve colección de resúmenes de las mejores obras de la Literatura peruana.

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El banquete

(Julio Ramón Ribeyro)

Don Fernando Pasamano prepara cuidadosamente

los detalles para un magno suceso: un fastuoso

banquete en donde invitará al propio presidente de

la República quien es paisano suyo y lejanísimo

pariente. Para ello decide renovarlo todo en la

casa: tiró algunas paredes, agrandó algunas

ventanas, cambió todas sus vestiduras; se preocupó

tanto por la recepción que ordenó que

construyeran un jardín hermoso donde antes no

había nada. Luego se preocupó por el banquete,

por la comida exquisita aunque al no saber qué

servir, se hizo una encuesta en los mejores hoteles y

restaurantes de la ciudad y luego se envió traer los

potajes desde el extranjero.

Don Fernando gastó casi toda su fortuna en los

preparativos con algunas dudas comprensibles,

pero su esposa le dijo que no importaba, que ya

recuperarían el dinero con los beneficios que le

reportara la presencia del presidente. Este, aunque,

había dicho que le enviaría una respuesta positiva

de su asistencia, cierta duda atemorizaba a la

pareja. Como último recurso, se hizo que pintaran

un retrato grande del supremo mandatario y lo

colocaran en lo más alto de la sala; pronto llegó la

respuesta con un sí del presidente.

El día esperado había llegado. Los asistentes

comenzaron a colmar poco a poco la casa,

empezaron las presentaciones, las charlas, los

brindis, las efusiones y corillos que se estila en

acontecimientos así. Cuando llegó el presidente,

don Fernando lo recibió con algarabía y

comenzaron a servir el magistral banquete. Se

comió y se bebió hasta la saciedad y regalo

Don Fernando que quería hablar con el presidente

y no podía porque la concurrencia no los dejaba

solos, empezaba ya a impacientarse, pero hacia la

medianoche pudo quedarse un momento a solas y

le pidió los favores políticos que hacía tiempo

deseaba. El presidente le ofreció generosamente la

embajada de Roma y muchas otras cosas más para

gran satisfacción de ambos.

Mucho después, casi a la madrugada, al retirarse

todos, solo quedaron don Fernando y su mujer muy

contentos con las promesas recibidas.

Pero al día siguiente despertó con los gritos

desaforados de su mujer que llegaba alborotada

trayendo el periódico, cuya desgraciada noticia

relataba un terrible golpe de estado perpetrado en

la noche aprovechando el banquete. El presidente

había sido obligado a renunciar y había partido al

extranjero.

Alienación

(Julio Ramón Ribeyro)

Roberto nació negro y seguro era feliz pero un día,

muy jovencito, se percató de que su color era

motivo de absoluto desprecio en la sociedad

limeña de entonces (años 40-50). Lo sabrá de la

peor manera cuando una tarde recibe la peor

ofensa de la chica que amaba secretamente: ella

lo discrimina por su color oscuro: "zambo" le grita

llena de repugnancia.

Desde ese terrible momento, la vida del muchacho

será un proceso progresivo de blanquearse a toda

costa, de quitar de sí cualquier rasgo que le

recordase su color o raza original. Aún más, no solo

hacerse blanco, sino parecerse a un gringo, a un

anglosajón norteamericano; por ello, aunque era

hijo de una lavandera -y no vivía en un chalet como

el resto de los chicos que frecuentaba- él siempre

estaba allí donde solían jugar chicos blanquiñosos.

El cuento inicia contando la historia de Roberto que,

al igual que el resto, estaba enamorado de una

niña llamada Queca, esta era hermosa de color

capulí y la distinguían unas buenas piernas que

hacian soñar a los ruidosos adolescentes de

Miraflores; alegre, adorable y vivaz, la jovencita era

el tormento juvenil del barrio, aunque ella no fíjase

su atención en nadie en particular.

Un día, desgraciada circunstancia, mientras ella

jugaba vóley en el parque con sus amigas, un

saque fallado hizo que el balón llegara hasta donde

estaba Roberto. Él, emocionado pues Queca se

acercaba le trata de entregar atentamente la

pelota, pero ella lo ve: pequeño y de cabellos

ensortijados. Entonces sucedió algo que Roberto

jamás pudo olvidar, Queca corrió horrorizada

diciendo ―Yo no juego con zambos‖.

A partir de aquel día Roberto cambió. Estas

palabras decidieron su vida; continuaba en el

parque pero su mirada ya no era la misma, había

perdido su inocencia, era un ser observador,

calificador; y Queca también había cambiado: era

mucho más hermosa y, claro, había conseguido un

muchacho que al fin la llevo al baile de promoción,

a partir de allí todos vieron sus sueños desvanecerse

al ver a su dama con un gringuito rico, de buena

posición.

Pero Roberto la seguía espiando hasta que se dio

cuenta de que era otro el que se casaría con ella,

un tal Billy Mulligan, hijo de un funcionario del

consulado de Estados Unidos; nadie sabía cómo se

conocieron, pero el futuro era obvio.

Poco a poco, Roberto ya no era el mismo, se había

cambiado el nombre, ahora era ―Boby‖; se tiño el

pelo con agua oxigenada y se lo planchó; se

echaba talco para ser menos negro, y pronto se fijó

en la ropa y como no le alcanzaba el dinero, iba a

las casas donde remataban ropas de segunda y las

compraba.

Roberto que solo se preocupaba por su afectada

apariencia perdió su empleo de repartidor en una

pastelería, ya que el dueño era una persona que

ya le había aguantado que se pinte el cabello,

pero que se disfrace ya era el colmo. Así que

Roberto eligió irse y buscar otro empleo en casa de

gente gringa, pero era rechazado, entonces pensó

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en hablar aquel idioma y comenzó a estudiar inglés

por su cuenta, ver películas en inglés y se

empapaba de la cultura que tanto admiraba. Se

grababa frases y las repetía hasta el cansancio. Así

se le vio por los lugares concurridos por gringos:

aeropuertos, grandes restaurantes, siempre allí

estaba él, solícito, obsequioso, obsevador. Pudo

conseguir empleo de mozo y aprendió más

palabras, hasta que se puso a estudiar en el ICPNA;

era el alumno que nunca falta y era uno de los

mejores.

Allí se encontró con José María Cabanillas, un chico

que tenía la misma ciega admiración por la cultura

nortamericana, ambos eran reconocidos por su

desempeño. Eran la parejita inseparable de amigos

que decidieron vivir juntos alquilaron un cuarto y lo

convirtieron en su refugio, con posters y música de

Frank Sinatra, hasta que decidieron irse a los Estados

Unidos. Erra difícil pero trabajaron duro, juntaron

dinero y pronto se encontraban en una ciudad que

los tragaba. Allí había muchos López, Cabanillas, de

todas las razas y credos.

Su dinero se les acabó en un mes y pronto no tenían

donde vivir, estaban hartos de los hot dog, la ropa

desgastada y no les quedo más que inscribirse al

reclutamiento, cosa que era muerte segura, pero si

lo lograban tenían garantizado nacionalidad,

trabajo, medallas, así que sin otra cosa que hacer

Roberto y su amigo fueron. Pronto se veían después

de haber salido de un país sin oportunidades a estar

volando con el uniforme y sus armas. Tiempo

después la madre de Roberto recibió una carta

donde le comunicaban que él había muerto: Luego

regreso su amigo quien enseñaba su brazo

mutilado, pero al fin con vida y contó como Roberto

había muerto sin sufrir de un tiro en la cabeza. López

había muerto y tenía derecho a una prima para su

familia la cual nadie cobró.

Y por otra parte Queca se fue a vivir al país de su

esposo, a Kentucky, donde tenía todos los aparatos

eléctricos, pero sus ojos fueron cambiando y su

esposo, un alcohólico que le era infiel, la golpeaba

con frecuencia y la insultaba por ser latina.

Doblaje

(Julio Ramón Ribeyro) Este cuento se relata la terca y extraña obsesión de

un pintor inglés por conocer a su doble. Ese ser que

es igual a uno y que se halla en las antípodas.

Decidido, entonces, un día el protagonista miró un

mapa y las antípodas de Londres era Australia. Lleno

de ansiedad viaja a Sidney que era donde él

deducía que encontraría a su doble.

Muy pronto se dio cuenta de que era una idea

descabellada semejante búsqueda. El hecho de ir

preguntado a la gente si había visto a una persona

igual a uno mismo era de locos o estúpidos. Aun así

se quedó siete semanas en Sidney pero se quedó

porque el amor tocó su corazón, conoció a una

chica llamada Winnie de la cual se enamoró casi a

primera vista y ella de él.

Alquiló una casa en las afueras de la ciudad y uno

de esos días invitó a Winnie. Sin embargo, había un

sentimiento extraño que no lo dejaba en paz ya que

ella estaba rara y parecía que ya conociese la

casa. Entonces él premeditadamente le dijo que

fueran a caminar pero que no tenían como

alumbrarse, ella de repente subió por las escaleras y

trajo una lámpara encendida, esto molesto al pintor

quien concluyó que ella ya había estado con otro

hombre en esa casa y la corrió con palabras

injuriosas.

Al día siguiente reflexionó sobre su necia actitud y se

dijo que la única solución sería disculparse con ella.

La buscó en su casa pero Winnie no lo recibió y

mandó decir que no lo quería ver nunca más.

Decepcionado entendió lo absurdo de situación, así

que al día siguiente agarró sus maletas y regresó a

Londres.

Al llegar a su casa encontró que todo estaba

aparentemente igual, tal como lo había dejado,

aunque sentía que había una presencia allí, algo

inusual rodeaba el ambiente, como que alguna

cosa no encajaba. De pronto tocaron a su puerta,

era el botones y le dijo que ayer había olvidado su

paraguas en el bar y si querría que se lo trajesen.

Automáticamente dijo que sí, pero después se puso

a pensar en lo imposible del hecho porque ayer él

estaba en pleno vuelo por el Atlántico. Se sintió

estremecido, corrió hacia su caballete de pintura -

cuyo lienzo dejó en blanco antes de irse- y observó

con horror que allí estaba pintado, recientemente,

el bello rostro de Winnie.

Los gallinazos sin plumas

(Julio Ramón Ribeyro) Efraín y Enrique eran dos pequeños hermanos, su

abuelo se llamaba don Santos y ese tenía un

chancho llamado pascual.

El abuelo siempre levantaba a sus dos nietos para

que trajeran comida en latas para el hambriento

marrano. Pero lo que traían los dos niños, para el

abuelo era poco y siempre se quejaba de que

Pascual estaba flaco y que necesitaba más

comida. Ellos tenían que traer comida de los

basurales.

Un día, Efraín se cortó la planta del pie con un vidrio

cuando regresaba del muladar trayendo la comida

a Pascual. Al día siguiente tuvo que ir a traer como

sea la comida para el chancho, pero al regresar

Efraín se sintió peor y le dijo al abuelo don santos.

El desconsiderado abuelo no entendía nada, el

prefería que su chanco estuviera gordo y lo que le

pasara a su nieto Efraín no le interesaba nada. Al

final, Enrique tenía que ir solo al trabajo y hacer

doble trabajo por su hermano. Enrique trataba de

traer lo mejor para Pascual.

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Un día Enrique trajo del muladar un perro a quien

ambos le pusieron el nombre de Pedro; pero el

abuelo quiso botarlo. Enrique convenció al abuelo

al decirle que iría con su perro al basural, ya que

este tenía un buen olfato para conseguir más

comida para el chancho. Una mañana, Enrique

amaneció resfriado y así se fue a traer comida para

Pascual. Al día siguiente ya no pudo levantarse

porque tenía mucha fiebre. Entonces el abuelo

Santos insulto a sus nietos diciéndoles que no servían

para nada.

Furioso el abuelo intento de levantarlos diciéndoles

que eran ociosos. Enrique trato de levantarse y

decidió ir al muladar y llevo varias latas vacías. Al

volver Enrique con los cubos llenos de comida, el

chancho se lo comió y Enrique lloró por Pedrito y se

enfrentó a su abuelo. Enrique empujó la pierna de

palo de su abuelo con una vara, y este se resbaló y

se precipitó de espaldas al chiquero. Enrique y Efraín

aprovechan para huir mientras que al fondo se oía

El zorro de arriba y el zorro de

abajo

(José María Arguedas) El zorro de arriba y el zorro de abajo es una novela

que se diferencia del resto de la obra arguediana

por los temas que trata: testimonio, lenguaje

diaspórico, transculturación, globalización, diatriba

a los poderes hegemónicos, migración, abuso de la

homosexualidad, predominio de la oralidad, etc. Los

sub-géneros que se fusionan en está original novela

son diversos: discurso, diario personal, relato, drama,

ensayo, poesía, canción, etc. Todas estas

características revelan que este relato es al mismo

tiempo una construcción literaria como también un

documento casi histórico de lo que fue la sociedad

peruana de la década de los sesentas del siglo XX y

la vida del autor.

Desde el introito-discurso, dado con ocasión del

premio Inca Garcilaso de la Vega, se revelan ciertos

índices de lo que para Arguedas fue prácticamente

un proyecto:

―Pero este discurso no estaría completo si no

explicara que el ideal que intenté realizar, y que tal

parece que alcancé hasta donde es posible, no lo

habría logrado si no fuera por dos principios que

alentaron mi trabajo desde el comienzo.‖ (14)

Estos diarios son reveladores sobre la personalidad

ambigua, casi bipolar del escritor, que vivió entre

―confusión‖ y ―belleza más que deslumbrante‖ (14);

una vida dicotómica que ponía sobre la tela del

juicio elementos tan importantes como la ideología

y el compromiso político:

―¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo sé bien.

Pero no mató en mi lo mágico" (14)

Más adelante, en sus diarios, se vislumbran sus

tentativas suicidas, sus lagunas literarias, la literatura

como terapia, el arte y el compromiso literario y

algunas definiciones de lo que es un escritor

profesional o no, respondiendo a una definición de

Julio Cortázar:

[...] Y había decidido hablar hoy algo sobre el juicio

de Cortázar respecto del escritor profesional. Yo no

soy escritor profesional, Juan –refiriéndose a Juan

Rulfo— no es escritor profesional, ese García

Márquez no es escritor profesional. ¡No es profesión

escribir novelas y poesías! O yo, con mi experiencia

nacional, que en ciertos resquicios sigue siendo

provincial, entiendo provincialmente el sentido de

esta palabra oficio como una técnica que se ha

aprendido y se ejerce específicamente,

orondamente para ganar plata. (25)

Se puede destacar que Arguedas expone una clara

defensa a lo que significa la manipulación artificial o

mecánica del arte, como afirma Julio Ortega en su

ensayo Los Zorros de Arguedas: migraciones y

fundaciones de la modernidad andina, ya no

solamente por la tecnología, sino también por el

sistema mercantil que explota la literatura como un

medio de enriquecimiento.

Posición política o no sobre lo que representa la

literatura como tal para Arguedas, nos hace pensar

de igual manera ¿Cuál es el propósito de la

literatura y por antonomasia del escritor? ¿Cuál es el

futuro de la literatura? ¿Será emergida en el mundo

del espectáculo?

Y como se pregunta Arguedas: ¿no es natural que

nos irritemos cuando alguien proclama que la

profesionalización del novelista es un signo de

progreso, de mayor perfección? (26).

Ya en la novela, lo primero que se puede destacar

es el lenguaje; un lenguaje marginal, decadente,

revelador, hasta cierto punto diaspórico: el idioma

de los pescadores de Chimbote:

-―!Padrazo, padrenuestro!‖, me rogabas anoche,

mocoseando en el callejón del burdel. Putamadre,

maricón Mudo; aquí ti’hago hombre.

-Yo soy hijo de puta, patrón. Tú sabes.

-No güevón. Aquí, carajo, a bordo, todos son

putamadres menos el patrón (30)

Otra vez vemos una característica que sobrevuela

la obra arguediana: el sexo, la prostitución, los

burdeles, el lenguaje de los costeños, que como

en El sexto, revela un visceralismo voraz, vivo, a

veces escatológico:

-¿No vomitas? Entonces vas derecho a la

anchoveta que Braschi, el culemacho, li’ha quitado

a los cochos alcatraces (30)

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Estas particularidades se comparan con aquellas

del estadounidense Maxwell, que pueden ser el de

quien ha vivido una experiencia de transculturación:

una persona foránea que adquiere el lenguaje

local, toca charango y toma chicha.

La crítica a los poderes hegemónicos también está

presente en la novela. Como en Todas las sangres,

se ve el poder casi absoluto de las grandes

corporaciones internacionales –relacionadas con las

empresas pesqueras en este caso- y su dominio

todopoderoso de estas sobre el pueblo, que, como

en todos los casos, son ―los de abajo‖:

Sólo desde esas alturas se manda, se dispone, se

arregla, se pone en vereda a mezcolanzas tan

peores que mierda de chancho de barriada, como

es esta... país (99).

Yawar fiesta

(José María Arguedas) Los primeros capítulos nos ofrecen el trasfondo

histórico de los hechos dramáticos que van a seguir.

Arguedas nos habla de un tiempo en que la ciudad

de Puquio y los lugares aledaños eran propiedad de

los ayllus, los mismos que después fueron invadidos

por los Mistis (gente blanca), quienes se apoderaron

de las tierras para la ganadería.

Arguedas narra magistralmente olas preparaciones

para la turupukllay, se oyen voces, suenan los

wakawak`ras, trompetas que se tocan durante las

fiestas. Luego aparece el ―misitu‖, el toro. El

ambiente de la fiesta sube de temperatura y los

ánimos se exaltan.

Aparecen los problemas cuando el subprefecto

prohíbe por mandato del gobierno central que la

fiesta tenga lugar sin la participación de un diestro

como se venía haciendo tradicionalmente en

puquio.

El pueblo de puquio no está de acuerdo con que se

realice la fiesta de la manera como quiere el

gobierno central y algunos puquianos que radican

en Lima, quienes contratan un torero español. Llega

el día de la fiesta taurina, y el pueblo puquiano

impone su tradición.

Todas las sangres

(José María Arguedas) Fermín es el propietario de la mina Apark’ora y está

tratando de explorarla, sin compartir el provecho

con una compañía internacional la Wisther.

Fermín Aragón posibilita la entrada del capitalismo

en la Villa San Pedro, y cambia los destinos de todos

los habitantes de la zona. Bruno Aragón es el señor

hacendado tradicional, que siente una gran

responsabilidad por la conducta y la salvación de

sus colonos indios. Se opone a la ambición y al

deseo de lucro que dirigen las acciones de su

hermano.

Bruno está convencido de que la ambición

convierte a los hombres en seres egoístas, le hace

olvidarse de los demás y terminan perdiendo su

alma. Por esa razón evita a toda costa que los

colonos indios sientan tentación por el dinero.

Demetrio Rendón Willka simboliza la alternativa india

para resolver los problemas de la sociedad.

En Rendón Willka se halla imbuida la idea de

Arguedas de que el indígena es un ser con

dignidad, capaz de ser un elemento productivo en

la transformación del país.

Rendón Willka es el ―ex indio‖, ósea el nativo

transcultado, que ha perdido parte de su herencia

cultural, pero que ha conservado sus valores

tradicionales mas valiosos. Rendón Willka encarna la

fraternidad entre todos los hombres, y la posibilidad

de integración y liberación.

La trama de la obra consiste en lo siguiente:

Fermín explota la mina Apak’ora con la ayuda de

500 colonos indios enviados por su hermano Bruno.

Así mismo trata de obligar a los señores antiguos de

san pedro a que le vendan sus tierras de ―la

esmeralda‖. Compra con sobornos a algunas

personas dentro del grupo para que denuncien los

planes de su vecinos, los antiguos propietarios se

traicionan entre si, y para completar la situación

caótica del pueblo, los indios de Lahuaymarca se

niegan a trabajar sin sueldo, y abandonan el

cabildo del pueblo ante la indignación de los

señores. Fermín descubre un manto de plata muy

grande dentro de la mina, y el ingeniero trata de

menoscabar la posición de su patrón.

Cabrejos es un agente secreto de la compañía de

wisther, y su misión es de crear dificultades a Fermín,

para que el trabajo en la venta de plata se retrase,

y el dueño de los yacimientos se vea obligado a

venderlos a la compañía. Utiliza la ayuda del

mestizo Gregorio, quien planea una estrategia. Se

sirve de las creencias indígenas sobre una serpiente

gigantesca, el AMARU o espíritu de la montaña, y

pretende ser esa serpiente que habita dentro de los

socavones del depósito minero.

Grita y asusta a los indios, creyendo que huirían de

la mina, pero los colonos nativos les dan una

sorpresa a Gregorio y al ingeniero Cabrejos, pues se

quedan trabajando dentro de los túneles mineros

venciendo su ―temor mítico‖. Cuando los nativos

cuestionan los mitos porque estos estorban su

desarrollo, ya están camino a un cambio cultural,

selectivo.

A pesar de este triunfo parcial de Fermín Aragón, la

compañía internacional logra comprar a varios

miembros del gobierno en Lima, y obliga a Fermín a

vender la mina. La compañía consigue una orden

judicial que obliga a los señores de san pedro a

vender sus tierras de la branza en ―La Esmeralda‖.

Los vecinos se niegan a venderlas, y como protesta

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queman el pueblo de san pedro y se marchan del

lugar en derrota. Son acogidos temporalmente por

una de las comunidades indígenas que les ayuda a

ajustarse al cambio dignamente.

Entre tanto bruno a tenido su momento de

―iluminación‖ o epifanía después de matar a su

amante Felisa (quien había intentado atacar a su

nueva pareja), y decide dejar de practicar el sexo

pecaminoso, y se une definitivamente a una

mestiza, Vicenta , que será el vehiculo para su

transformación. Ella espera un hijo suyo, que junto

con el niño indio que le va a nacer a Rendón Willka,

significan el futuro cambio para la localidad.

Bruno, redimido por el amor, se empieza a acercar

a sus colonos y termina ayudando a los comuneros

de Paraybamba. Esto lo lleva a enfrentarse con el

cholo Cisneros y don Lucas, hacendados abusivos.

Cuando llega la compañía Wisther, Bruno se culpa

por haber contribuido a la explotación de la mina, y

decide purificar el mundo de los que han causado

la contaminación. Mata al hacendado Lucas e

intenta matar a su hermano Fermín, pero falla.

Es llevado a la cárcel y allí espera saber los

resultados de las acciones de Rendón Willka, la

tercera opción en la encrucijada, viaja de

incógnito, (con el apoyo de don Bruno) y cinvence

a los indios de las haciendas de que ellos son

fuertes, y que deben levantarse y tomar tales

propiedades.

Los nativos se levantan y expulsan a sus antiguos

patrones. Rendón Willka es buscado y fusilado por

las fuerzas del ejército. Pero el ya a cumplido su

misión de despertar la conciencia de sus

compañeros de cultura y a dejado abierto el

camino para la liberación.

Los ríos profundos

(José María Arguedas) Narra la entrada de Ernesto y su padre, un abogado

de provincias al Cuzco. Allí Ernesto pasa por una

experiencia de descubrimiento y toma una posición

de defensa de la cultura del mundo indio.

En el segundo capítulo se narran los viajes continuos

de Ernesto con su padre de pueblo en pueblo, y su

llegada a Abancay. El tercer capítulo nos hace ver

la situación de marginación del joven Ernesto y su

padre Gabriel y su momento de separación, al

quedarse internado en un colegio de Abancay.

El joven Ernesto conoce en el colegio a personas de

diferentes razas y de clases sociales contrarias. En el

colegio religioso es escenario de los diferentes

problemas juveniles.

EL joven Ernesto se siente plenamente lentificado

con la problemática social que sufre el pueblo de

Abancay, en especial los colonos que eran

explotados. En los capítulos VIII, IX y X, se relata la

brutal represión del ejército contra las chicheras, y

se presenta el ambiente de pugna y hostilidad

creciente, tanto en Abancay como en el colegio

religioso.

En el capítulo XI se narra la epidemia que se origina

entre los colonos; pero lo más alarmante es que

amenaza extenderse hasta la ciudad. Los

estudiantes del colegio religioso y los pobladores

deciden abandonar la ciudad al oír que la

epidemia comienza a matar colonos.

El adolescente Ernesto recibe una carta de su padre

en donde le dice que vaya a vivir con su tío, el

acepta muy gustoso porque sabe que allí estará

junto a los indios y los colonos.

El mundo es ancho y ajeno

(Ciro Alegría) Los indios de la comunidad de Rumi, encabezados

por el anciano alcalde Rosendo Maqui, se

defienden de un déspota hacendado, don Álvaro

Amenábar, quien, amparado por jueces corruptos y

testigos falsos, quiere arrebatarles sus tierras para

expandir su ya inmensa propiedad.

En realidad lo que más apetecía el hacendado era

convertir a los comuneros en peones para que

laboraran en una mina de su propiedad, cercana a

Rumi. Las tierras de cultivo tenían para él un valor

secundario. Debido a ello la comunidad de Rumi se

encuentra permanentemente acechada por el

despojo; cuando esto al fin sucede, los comuneros

se trasladan a las alturas de Yanañahui, tierras

pedregosas y de clima inhóspito, de escasa

productividad, pero que al menos les permite

mantener viva la comunidad.

No obstante, muchos comuneros huyen en busca

de un futuro mejor y se emplean en diversas partes

del Perú, viviendo experiencias muy duras y hasta

fatídicas. Varios capítulos de la obra se dedican a

relatar las peripecias de algunos de estos

comuneros, como Amadeo Illas, Calixto Páucar,

Augusto Maqui, Demetrio Sumallacta y Juan

Medrano. Sin embargo, las agresiones del

hacendado continuarían.

Los comuneros, guiados por un abogado

indigenista, apelan ante la Corte Superior para

recuperar sus tierras, pero el expediente del juicio es

robado, por hombres contratados por Amenábar, y

el documento termina en la hoguera. Algunos

comuneros se unen a la banda del Fiero Vásquez,

famoso ladrón, y se vengan a su manera de la

gente de Amenábar.

Rosendo Maqui es acusado de ladrón de ganado,

de incitador a la violencia y de dar refugio a

bandidos, entre ellos al Fiero Vásquez. El viejo

alcalde es encarcelado y muere en su celda tras ser

golpeado por los guardias.

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Los años transcurren y una nueva perspectiva para

la comunidad se abre con la llegada de Benito

Castro, un antiguo residente de Rumi, hijo adoptivo

de Rosendo, que retornaba tras 16 años de

ausencia. Benito, que ha recorrido el país viendo las

injusticias, y que además ha aprendido a leer y

escribir, trae las ideas de la modernidad a la

comunidad, la cual según su punto de vista debía

abandonar supersticiones e ideas anticuadas que

constreñían su desarrollo, aunque conservando lo

mejor de ella, como era la ayuda comunitaria. Es

elegido Alcalde y bajo su dirección, la comunidad,

con sede en Yanañahui, resurge y empieza a

prosperar.

Sin embargo, ante un segundo juicio de linderos

interpuesto por el ambicioso Amenábar, los

comuneros, por instigación de Benito, se levantan

en armas para evitar el despojo.

La sublevación es brutalmente reprimida por la

guardia civil, aliada con los caporales de Amenábar

los indios son asesinados fríamente con una letal

ametralladora. La comunidad termina siendo

aniquilada y Benito a punto de morir le pide a su

esposa que huya, que escape.

La serpiente de oro

(Ciro Alegría) Los indios que integran la comunidad de Rumi,

encabezados por el alcalde Rosendo Maqui, se

defienden de un déspota hacendado, don Álvaro

Amenábar, quien, amparado por jueces corruptos y

testigos falsos, quiere arrebatarle sus tierras para

expandir su ya inmensa propiedad.

Pero lo que en realidad más apetecía el

hacendado era convertir a los comuneros en

peones para que laboraran en una mina de su

propiedad cercana a Rumi. Las tierras de cultivo

tenían para él un valor secundario. Debido a ello la

comunidad de Rumi se encuentra

permanentemente acechada por el despojo;

cuando esto al fin sucede, los comuneros se

trasladan a las alturas de Yanañahui, tierras

pedregosas y de clima inhóspito, de escasa

productividad, pero que al menos les permite

mantener viva la comunidad.

No obstante, muchos comuneros huyen en busca

de un futuro mejor y se emplean en diversas partes

del Perú, viviendo experiencias muy duras y hasta

fatídicas. Varios capítulos de la obra se dedican a

relatar las peripecias de algunos de estos

comuneros, como Amadeo Illas, Calixto Páucar,

Augusto Maqui, Demetrio Sumallacta y Juan

Medrano. Pero las agresiones del hacendado

continúan.

Los comuneros, guiados por un abogado

indigenista, apelan ante la Corte Superior para

recuperar sus tierras, pero el expediente del juicio es

robado por hombres contratados por Amenábar y

termina en la hoguera. Algunos comuneros se unen

a la banda del Fiero Vásquez, famoso ladrón, y se

vengan a su manera de la gente de Amenábar.

Rosendo Maqui es acusado de ladrón de ganado,

de incitador de la violencia y de dar refugio a

bandidos, entre ellos al Fiero Vásquez. El viejo

alcalde es encarcelado y muere en su celda tras ser

golpeado por los guardias.

Los años transcurren y una nueva perspectiva para

la comunidad se abre con la llegada de Benito

Castro, un antiguo residente de Rumi, hijo adoptivo

de Rosendo, que retornaba tras 16 años de

ausencia. Benito, que ha recorrido el país viendo las

injusticias, y que además ha aprendido a leer y

escribir, trae las ideas de la modernidad a la

comunidad, la cual según su punto de vista debía

abandonar supersticiones e ideas anticuadas que

constreñían su desarrollo, aunque conservando lo

mejor de ella, como era la ayuda comunitaria. Es

elegido Alcalde y bajo su dirección, la comunidad,

con sede en Yanañahui, resurge y empieza a

prosperar.

Sin embargo, ante un segundo juicio de linderos

interpuesto por el ambicioso Amenábar, los

comuneros, por instigación de Benito, se levantan

en armas para evitar el despojo.

La sublevación es brutalmente reprimida por la

guardia civil, aliada con los caporales de Amenábar

y utilizando una ametralladora. La comunidad

termina siendo aniquilada.

Los perros hambrientos

(Ciro Alegría) Los perros pastores Wanka, Zambo, Gueso y Pellejo

defienden al ganado de los pumas y los abigeos. La

pastorcita Antuca, una chiquilla de doce años, ama

a su rebaño y a sus perros pastores. Ciro Alegría nos

narra la desaparición del perro Gueso que fue

robado por los celedonios y la muerte de otros dos

perros: ―tinto‖ a dentellada del feroz Raffles y

―Mausser‖ que es volado con dinamita.

Las peripecias van combinándose con las

consecuencias de una sequía que, al malograr las

cosechas, extiende el hambre. Estas terribles

calamidades toman porciones catastróficas. A su

vez, los hombres del ande se ven obligados a luchar

tan brutalmente que las escenas de violencia se

suceden. La situación se agudiza, de tal manera

que el hambre de los perros les hace tan feroces

que se comen a las reses, a quienes cuidaban.

Todo cambia cuando cae la lluvia sobre la tierra

devolviendo su equilibrio a la gente y los perros

vuelven a ser los amigos del hombre. Una tarde la

niña Antuca se hallaba con Mañu. Estaba tirado

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sobre las piedras. Su colgante lengua tenía un color

pálido. Se trataba de un pero que podía esperar la

muerte en medio de la soledad. Antuca había

crecido junto con los perros.

Ella se olvidó del cántaro y el agua. Cuando cayó la

noche y escucho la voz de la Juana, que la

llamaba, tenía aun las manos puestas

cariñosamente entre las hirsutas lanas del cuello del

Mañu.

Matalaché

(Enrique López Albújar) En la ciudad de Piura, don Juan Francisco de los

Ríos y Zúñiga, es propietario de la fábrica de

jabones ―La Tina‖. La hermosa hija de don Francisco,

María luz, llega a la hacienda de su padre

procedente de la ciudad de Lima, en forma

inesperada. Se queda en la hacienda y como

sirvienta le ponen a una vieja esclava Casilda, para

que la atienda.

Pasan los días y María luz se siente fastidiada y

deprimida por el ambiente que respira, y por las

costumbres de las personas del lugar. Una mañana,

José Manuel ―Matalache‖, un mulato muy atractico

y arrogante, saluda a la señorita María Luz, quien se

encontraba en el balcón de su recámara. Ella se

interesa por José Manuel y empieza a investigar

sobre su persona y su oficio de ―Padrillo‖.

Una mañana, la hija de don Francisco recorre la

fábrica de jabones y cueros en compañía de

Matalache y de la esclava Casilda. Al terminar el

paseo descubre inesperadamente la ―alcoba‖ de

la reproducción llamado ―matadero‖. En medio de

la inmensa soledad, le viene al recuerdo la imagen

del negro mulato. Esto se va tornando en una

terrible obsesión que devora el alma a la dulce

María luz.

Ocurre lo inesperado: María luz terminan por

enamorarse perdidamente de Matalache y este

también se enamora de ella. La muchacha

enloquecida de amor le confía el secreto a su

esclava Casilda y le suplica que le prepare una cita

amorosa. Esta prisa es porque el mulato afrontará un

duelo de guitarra contra el famoso esclavo ―Mano

de Plata‖ quien es el mejor en esos menesteres.

Por ello, haciéndose pasar por Rita, cita a

Matalache en la habitación de esta. Él no se da

cuenta del cambio porque la habitación esta

oscura y si ha ido es para dejar las cosas en claro

con la esclava. No desea poseerla sexualmente,

creyéndola Casilda, sino más bien le confiesa que

ama a otra, a una mujer imposible. María luz al

escuchar esto se emociona y revela su propia

identidad. Él, al enterarse de que es su amada la

que está allí, se siente el hombre más feliz de la

tierra. Ambos se juntan en cuerpo y alma porque se

aman verdaderamente.

Semanas después, José Manuel derrota

categóricamente a su rival, pero un suceso funesto

opaca la celebración y la alegría de María Luz.

Otra situación aún más grave le espera a ella: es

que está embarazada y las consecuencias son

impredecibles, todas malas, por supuesto

Don Juan Francisco de los Ríos y Zúñiga al enterarse

de lo sucedido se venga de José Manuel y ordena

que dos fornidos esclavos lo lanzen a una tina

hirviente de jabón. Poco después se cerró la fábrica

―La Tina‖ y se puso en la puerta un letrero que

decía: Se traspasa, en San Francisco darán razón.

Paco Yunque

(César Vallejo) Paco Yunque es un niño provinciano, y del cual el

autor relata, lo que sería su cautiverio dentro de la

escuela.

Paco Yunque es un niño provinciano, cuyo drama

empieza el primer día que va al colegio, lugar que,

paradójicamente, se constituye en una suerte de

cautiverio, y reflejo de la sociedad desigual

peruana.

Paco llega por primera vez a la escuela de mano

de su madre y se siente sorprendido al ver a su

alrededor a tantos niños que juegan, ríen y saltan. Él

que nunca había visto tal cosa, observa entre

curioso y llenos de nervios.

Ya en el aula se produce una lamentable confusión

porque Paco Fariña y Humberto Grieve pugnaban

por decidir con quién se sentaría Paco Yunque. El

profesor se ve obligado a intervenir y mandar a

Yunque con Fariña. Poco después, Paco y todos sus

compañeros son testigos de cómo el profesor

comete una gran injusticia al castigar al alumno

Antonio Gesdres por haber llegado tarde y no

castigar también a Humberto Grieve quien había

hecho lo mismo.

Pasado esto el profesor los puso a trabajar y dejo

una tarea para que la realizaran de forma

individual. Todos trabajaban, menos Humberto,

quien en vez de eso, dibujaba peces, muñecos y

cuadritos distraídamente.

Al llegar la hora del recreo y después de salir todos

del aula, Humberto roba la hoja de examen de

Paco Yunque. Así, cuando los niños ingresan y el

profesor pide los trabajos para corregirlos, todos

entregaron sus pruebas, menos Paco Yunque.

Humberto Grieve lo había sustraído y lo había

hecho pasar como si fuese suyo.

El profesor sancionó al pobre de Paco por no

cumplir con su tarea.

Cuando ingresó el director al salón de clases

preguntó al profesor si ya tenía al mejor alumno del

aula y el profesor dijo que sí, que era Humberto

Grieve, por ser el ganador de la prueba. El director

felicitó al niño, inmerecidamente.

Mientras esto sucedía, Paco Yunque con la cabeza

gacha solo atinaba a llorar impotente ante la

injusticia, mientras que su amigo Paco Fariña lo

consolaba.

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El vuelo de los cóndores

(Abraham Valdelomar) El circo llega a Pisco. Abraham, un niño del lugar se

detiene en el muelle para ver a los artistas olvidando

ir a tiempo a su casa para evitar la preocupación

de su madre. Entre los recién llegados ve una niña

rubia que cautiva su atención. Apartir de allí la

imagen de ella va con él a todas partes.

El día de la función, Abraham y su familia acuden

ansiosos y gozan de los primeros números del

espectáculo; pero al llegar al ―Vuelo de los

Cóndores‖, cuya estrella es nada menos que la

frágil niña, Miss Orquídea, sucede algo trágico. Ella

cae del trapecio y solo la red la salva de la muerte.

El Vuelo de los Cóndores no se vuelve a repetir en

los días siguientes.

Días después Abraham descubre a Miss Orquídea

sobre una terraza, inválida en su sillón. Se miran,

sonríen y así día a día, porque diariamente se ven,

un sentimiento callado va naciendo entre ellos que

solo se manifiesta en dulces miradas y sonrisas.

Entonces llega lo inevitable, el circo debe partir y

con él la dulce niña.

Abraham sigue con la mirada ―el vapor, que

mancha con su cabellera de humo el cielo

sangriento del crepúsculo‖.

La venganza del cóndor

(Ventura García Calderón) El capitán Gonzales tenía como sirviente a un

humilde indio, a quien castigaba cruelmente con su

látigo con puño de metal y una gema de oro por

contera. Aquel día como tiene que viajar

urgentemente a Huaraz, ordena de mala manera -a

puntapiés- al indígena para que le ensillara un

caballo. El pobre hombre fue a cumplir

inmediatamente la orden de su abusivo patrón y no

regresó nunca. Aunque, el capitán mandó buscar al

asustado indígena en todo el puerto, no lo

ubicaron.

Al no poder localizarlo se marchó solo sin poder

ocultar su inmensa cólera. Dos horas después, el

narrador (que es García Calderón, su alter ego)

ensilló su mula con la finalidad de proseguir su viaje.

Ya subiendo a la cordillera se encuentra con el indio

fugado y este se ofrece como su guía.

Después de recorrer ambos un largo camino de la

sierra, el humilde hombrecito le dijo que se detuviera

y lo esperara un momento, tras lo cual se fue

rápidamente. Transcurrieron los minutos y de pronto

sonó en la montaña un poderoso ruido; algo rodó

desde lo alto.

Inmediatamente a 15 metros de García Calderón se

atravesó un majestuoso vuelo oblicuo de cóndores

y se puedo observar que una masa oscura,

sangrante por todos lados, que al rodar iba dando

botes y levantando mucho polvo. Allá abajo estaba

el abismo y la horrible muerte. Al poco rato,

apareció el indio sorpresivamente preguntando si

había visto rodar el cuerpo del capitán Gonzales

desde el precipicio.

Inmediatamente, al parecer muy consternado, el

indio explica que a veces los atrevidos cóndores

rozan con el ala el hombro de viajero, entonces este

caía desde lo alto.

El narrador reflexiona sobre la posibilidad de que tal

vez haya un pacto diabólico entre los cóndores y los

indígenas maltratados para vengarse de los abusos

excesivos de sus patrones.

Aves sin nido

(Clorinda Matto de Turner) Don Fernando Marín, minero, y su esposa Lucia se

identifican plenamente con el sufrimiento de los

indios de Killac; socorren con dinero al Indio Juan

Yupanqui para protegerlo de los cobros injustos a

que lo sometían el cura Pascual, el gobernador

Sebastián Pancorbo y los vecinos blancos, todos

abusivos, todos poderosos.

Las pérfidas acciones de estos miserables sujetos en

Killac son extremadamente inhumanas. Por ejemplo:

el rapto de la pequeña hija de Juan Yupanqui

perpetrado por el cobrador de impuestos -con la

complicidad de las autoridades- para luego vender

a la niña en Arequipa.

La ayuda que brinda don Fernando Marín salva a la

hija de Juan Yupanqui. La solidaridad de la familia

Marín con los indios humillados y maltratados

simboliza la medición de un elemento externo y

civilizador, ajeno a la estructura interna de la

sociedad lugareña, que rompe el equilibrio

tradicional de la explotación del indio.

Los explotadores e sienten amenazados de afuera,

por gente que no reconocen el equilibrio de la

explotación, y por ello deciden suprimir la amenaza

de manera violenta, recurso tradicionalmente

efectivo para controlar la rebelión del indio.

Organizan una asonada popular contra los

forasteros para asesinarlos; los esposos Marín

escapan a tiempo del atentado gracias a otra

intervención providencial, en cierto modo otra vez

ajena al lugar; se trata de Manuel, un joven

estudiante de jurisprudencia, que con el exilio de su

madre Petronila, se hace presente en la casa de los

Marín para salvarlos.

Manuel es hijastro del gobernador y este hecho

crea disensión en el campo enemigo del indio; un

elemento ideólogo interesante es que la salvación

del indio en la novela indigenista tiene como punto

de partida el cambio de la conciencia en algunas

personas del grupo explotador, gracias a la

intervención de un factor civilizador; de esta

manera de plantear el problema comienza con

―aves sin nido‖. Antes de morir, Marcela Yupanqui

confiesa un secreto a Lucia Marín, que será

revelado al final de la novela, después de haber

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servido como ingrediente para crear un desenlace

melodramático.

Las niñas Yupanqui, que se habían quedado

huérfanas son adoptadas por los Marín. Margarita

Yupanqui en manos de la novelista es apenas un

recurso para insertar en la novela la trama

romántica; sin ella el paso de la narración

descansaría sobre la denuncia indigenista: Manuel

se enamora subidamente de Margarita, como

complemento de su figura como héroe salvador de

los Marín. Las preocupaciones de Clorinda Matto de

Turner exige el castigo de los personajes culpables,

así la intención moralizante de la novela romántica

se hace evidente.

El cura personaje licencioso y uno de los instigadores

de la asonada contra los Marín, rápidamente

enferma y muere. Los otros complotados corren el

peligro de ser enjuiciados por crimen; parecería que

los mecanismos de la justicia, que no está del todo

ausente, se movía para castigar a los culpables;

pero nuevamente son burlados por las autoridades

(el gobernados Sebastián y el juez de paz)

encargados de hacerlos funcionar.

Los culpables en Killac, atentados por el nuevo

subprefecto, le echan la culpa de la asonada a otro

indio, el campanero champú, que no tiene nada

que hacer en el asunto, pero, por ser indio era la

victima natural e inevitable dentro del sistema de

explotación.

El indio champú va a la cárcel, se apropian de su

ganado, su mujer martinas acude donde los Marín

para pedir ayuda; se repite el patrón de la salvación

providencial. Los Marín cansados de vivir en un

medio tan injusto y temeroso de otras represalias,

resuelven marcharse a lima.

Los Marín antes de la partida, dan un banquete a

las personas más importantes que eran los más

culpables, para con loable propósito cristiano logra

persuadirles de que cambien sus costumbres

ancestrales en nombre de la moral. Las cosas

terminan como terminan con la llegada a killac de

una orden judicial de encarcelamiento para los

culpables del crimen. Manuel, entenado del

gobernador, gestiona y logra la libertad del indio

champú y también la de su padrastro; así quedan

libres tanto el culpable como el inocente.

Los Marín se marchan y Manuel los sigue para pedir

la mano de margarita. El final de la novela es

cuando Manuel y margarita descubren que son

hermanos, hijos del Obispo Pedro De Miranda Y

Claro, producto de una época en que los

dignatarios de la iglesia no solo tenían los privilegios

de la riqueza sino también la prerrogativa de los

señores feudales.

Collacocha

(Enrique Solari)

Se inicia con la llegada del ingeniero Fernández,

quien reemplazará al ingeniero Díaz en las obras de

caminos cerca de la laguna Collacocha.

El ingeniero Díaz explica a Fernández que la

cabaña donde se encuentran pertenece a la

central dos, que está justo al centro de dos túneles,

por uno de ellos se va a la central tres; luego viene

una serie interminable de túneles, puentes y

quebradas, en lo alto queda la laguna Collacocha.

De pronto entra Echecopar, hombre rudo de hablar

pausado y enérgico, gran amigo de los indios que

trabajan en los túneles, y empieza a dar órdenes por

un dictáfono a todas las centrales.

Luego aparece Soto, quien tiene a su cargo la

central de Collacocha e informa a Echecopar que

el nivel de la laguna ha descendido 60 cm en 6

horas, lo cual significa que la presión del agua ha

aumentado tanto que se ha agrietado el fondo

provocando filtraciones que podrían terminar en un

aluvión; Echecopar no da importancia a la noticia

pues llegaba en ese momento el primer camión

proveniente de la selva con destino a la costa,

conducido por Jacinto Taura, quien informa haber

visto un pequeño arroyo a la entrada del túnel, lo

que significa que el agua empezaba a filtrarse.

La desgracia se presenta, el aluvión sepultó

hombres y carretera. Después de cinco años se

sabe que Echecopar ha construido al lado el

cementerio, junto a sus cholos, y él mismo limpia y

cuida las tumbas de los que murieron en el aluvión,

interiormente se siente culpable y los recuerdos no lo

dejan vivir.

El campeón de la muerte

(Enrique López Albújar) Liberato Tucto consulta el destino de Faustina en la

hoja de coca que últimamente le sabe amarga.

Faustina, su única hija, ha sido raptada un mes atrás

y no ha vuelto a dar señales de vida. Y Allí estaba

Liberato, chacchando junto a su puerta,

desconcertado, pues la coca le daba respuestas

confusas. Sabía el afligido padre que el raptor Hilario

Crispín era un golfo perdido, era ocioso, amigo de

malas juntas y seductor de mujeres.

Su corazón estuvo a punto de salirse del pecho

cuando de entre las sombras de la noche surgió la

torva figura de un hombre. Este era

nada menos que el malhadado raptor quien se

presentó ante él y vació un costal lleno de fétidos

restos humanos, al mismo tiempo que le

gritaba, altanero, ―viejo aquí te traigo a tu hija para

que no la hagas buscar tanto, ni andes diciendo por

el pueblo que un mostrenco se lo ha llevado‖. Y sin

esperar respuesta de Tucto tomó el costal y de un

golpe terminó de vaciar vació el contenido

horripilante.

Y luego ferozmente, Hilario Crispín, agregó: ―no te

dejo el costal porque puede ser para ti si te cruzas

en mi camino‖.

Por otro lado, Juan Jorge era el más respetado

Illapaco (matador de hombres) y a él acudió

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Liberato Tucto para vengar a su hija. Ofreció cuatro

toros al mercenario y exigió que lo matara de diez

tiros, siendo el décimo el que lo eliminara.

Y así sucedió. La terrible cacería duró una hora y el

horror desorbitó al asesino de la doncella que no

pudo escapar a los certeros disparos del Illapaco.

Finalmente el raptor terminó despedazado por los

balazos. Juan Jorge le sacó los ojos al muerto y le

cortó la lengua, guardando ambos órganos en su

morral. El macabro ritual termina con el festín que

realiza el sicario comiéndose el corazón

de Hilario Crispín para aumentar su valor y su

ferocidad porque su víctima es un cholo muy

valiente.

Ushanan Jampi

(Enrique López Albújar) En la plaza todos se encontraban reunidos para ver

el ―juicio‖ de Conce Maille al cual se le debía

aplicar el ushanan jampi pero un indio agrego que

mejor se le aplicara el jitarishum y si volvía al pueblo

se le aplicaría el Ushanan Jampi.

Como todo Yaya era algo malo para su orgullo

bajar de las montañas, pasando una semana volvió

al pueblo a escondidas para ir a su choza y visitar a

su madre y chacchar coca pero los vecinos se

alertaron y trataron de capturarlo pero huyo , a

medio camino quedo acorralado pero tenía una

escopeta y amenazó con matarlos a todos .

Los yayas astutos enviaron a José Facundo para

convencerle de que se rindiera y así lo dejarían en

libertad, pero este le engaño y los Yayas le

aplicaron el Ushanan Jampi, es decir la pena de

muerte, y parte de su columna vertebral lo dejaron

a orillas del Chillan.

A los seis meses aún quedaban algunos de sus restos

en la puerta de su choza unos colgajos secos

amarillentos grasosos que era sus intestinos de

Conce Maille que mandaron a colocar los yayas.

Los ojos de Judas

(Abraham Vladelomar) Este cuento está ambientado en la ciudad de Pisco,

puerto ubicado al sur de Lima y lugar de muchos

relatos famosos del autor. En este caso se narra las

experiencias de un niño durante la quema del

muñeco de Judas, costumbre propia de estas

regiones peruanas.

Abraham, el narrador, recuerda a su padre

empleado de aduana, que por razón de su trabajo,

recibe y controla los barcos que llegaban al puerto.

Así, en este capítulo II lo dedica a la descripción del

cuadro hogareño del niño con profunda

veneración: ―Mi padre que era empleado en la

Aduana tenía un hermoso tipo moreno. Faz

tranquila, brillante mirada, bigote prodigo (…) Mi

madre era dulcemente triste‖; también nos

presenta a la hermana menor.

Una noche, el padre comenta secretamente, un

oscuro incidente ocurrido a una vecina con esposo

encarcelado por una presunta venganza y

delatado por su propia pareja.

La conversación narrada en el capítulo III, se

efectúa después de que Abraham despierta

sobresaltado al oír nerviosamente que un tal

Fernando asesinó a un tal Kerr y que la mujer del

asesino, Luisa, se ha visto obligada a delatarlo por

temor a la retención de su hijo menor.

Posteriormente como represalia, sufriría el rapto de

su hijo.

El capítulo IV es sumamente breve, se describe

como el niño narrador se va quedando dormido a

orillas del mar mientras le parece ver acercarse la

silueta de una mujer de blanco.

El niño Abraham despierta en el capítulo V y halla

sorprendido en su bolsillo una medalla de plata con

la imagen de la Virgen María por lo que al siguiente

día regresa al mismo lugar. Al encontrar a la ―señora

blanca‖, se entabla un importante dialogo referente

a la fiesta popular del día sábado de gloria, donde

la figura de Judas pretende quemarse frente al lodo

le pueblo. El niño niega varias veces perdonar al

―traidor‖ a pesar de las reiteradas preguntas de la

mujer.

Finalmente, en el capítulo VI, Abraham se enfrenta

no solo a la muerte de la ―señora blanca‖ sino

también a la cancelación de su candor cuando

comprende violentamente su culpa, como

resultado de sus respuestas inhumanas y carentes

de piedad para perdonar Judas y por el

conocimiento del lugar donde debía producirse la

muerte. El pequeño narrador se siente

profundamente culpable del fallecimiento de la

misteriosa mujer.

Valdelomar nos ayuda a concluir a través de dos

acontecimientos cargados de tensión: el naufragio

y el cadáver de la ―señora blanca‖ y; el

descubrimiento del protagonista como agente de la

muerte de una figuro poseedora de características

virginales y misteriosas que la niñez del protagonista

se ha cancelado, debido al acontecimiento trágico

que marco indeleblemente su personalidad.

El hipocampo de oro

(Abraham Valdelomar) La casa de la señora Glicina era pequeña y limpia.

En la aldea de pescadores ella era la única mujer

blanca entre los pobladores indígenas. Alta maciza,

flexible, ágil, en plena juventud. Mas la señora

Glicina no era feliz: era viuda y estéril.

Un día apareció un barco extraño, llegó a la orilla

en el crepúsculo con un gallardo caballero. Aquella

noche pernoctó en la casa de la señora. Durmió

con ella sin que ella le preguntara nada, porque

ambos tenían la conciencia de que eran el uno

para el otro, se confundieron con un beso, y al alba,

la dorada nave se perdió en la neblina. Aquel amor

breve fue como la realización de un mandato del

destino. Y la señora Glicina fue desde ese momento

la viuda de la aldea.

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Pasaron tres años, tres meses, tres semanas y tres

días y ella se dirigió hacia donde se oculta el sol.

Caminaba la viuda por la orilla de la playa y se

encuentra sucesivamente con un pescador de

perlas, otro de corales y un niño que pescaba

carpas. Ellos le advierten que no se aleje porque

pudiera salir el hipocampo desde el fondo del mar.

No les hace caso y continúa hacia el sur. Ya se

ponía sol, caía la noche.

Entonces un animal rutilante surgió entre las aguas

agitadas y, en las tinieblas. Y empezó a llorar

desconsoladamente.

- ―¿Por qué eres tan desdichado señor?- interrogó la

viuda- Un rey bien puede decirle a sus súbditos que

le de todo lo que tienen pero no la felicidad. Si mis

siervos supieran que su rey podía tener deseos

insatisfechos, perdería todo respeto hacia la

majestad real y me creerían igual a ellos. Mi reino

caería hecho pedazos. Estos ojos que veis no me

durarán sino hasta mañana. Cada luna yo debo

proveerme de mi nueva copa de sangre, que es la

que me da a mi cuerpo esta constelada brillantez; y

si no la consigo volveré sin luz‖

Luego, agregó, mirando fijamente a la viuda:-―A

propósito, que ojos tan bellos tenéis, señora mía. Os

parecen bellos -repuso la señora - por que vos lo

necesitáis pero de mí sólo me sirve para llorar…‖

- ―¿Qué darías, Oh rey de oro, por conseguir estas

tres cosas?‖

―Daría todo lo que me fuera solicitado. Hasta mi

reino.

-Yo ame a un príncipe que vino del mar hace tres

años- dijo la señora- Yo os daría mis ojos, os llenaría

la copa de sangre y si vos me dierais el secreto para

que nazca el fruto de mi amor tal como yo lo deseo.

-―púes bien - dijo el Hipocampo de oro- Vuestro hijo

nacerá. Oídme y obedéceme: Cuando me

entreguéis tus pupilas, me des la copa de sangre y

la flor de azahar moriréis en seguida, pero vuestro

hijo habrá nacido ya. ¿Estás resuelta?‖,

-De acuerdo- dijo la señora Glicina y partió en

busca de la flor de durazno en azahar.

Avanzada la noche, regresó desfalleciente con su

trofeo y se la entregó al hipocampo. De inmediato

se arrancó los ojos y este se los puso en sus cuencas

ya vacías. Luego se rasgó el pecho y la sangre salió

hacia la copa y el rey del mar la bebió, ansioso

-―¡Ahora dame mi hijo! – exclamó la señora.

- Sea. ¡Adiós! Tú lo quieres así. Mañana, después del

crepúsculo morirás, pero tu hijo vivirá con la virtud

del amor, para siempre‖.

-―Gracias, ¡Oh rey del mar! ¿Qué vale lo que te he

dado cuando tú me has dado un hijo?‖…

Más no lo oyó el hipocampo de oro porque ya

había hundido en el mar dejando una estela

rutilante entre las ondas frágiles

Hebaristo, el sauce que murió de

amor

(Abraham Valdelomar)

Evaristo Mazuelos, el farmacéutico de P. y Hebaristo,

el sauce fúnebre de la parcela eran dos vidas

paralelas, dos ojos de una misma y misteriosa y

teórica cabeza, dos brazos de una misma desolada

cruz, dos estrellas insignificantes de una misma

constelación.

Mazuelos era huérfano y guardaba al igual que el

sauce, un vago recuerdo de sus padres. Así como el

sauce era árbol que solo servía para cobijar a los

campesinos a la hora cálida del medio día,

Mazuelos solo servía en la aldea para escuchar las

charlas de quienes solían cobijarse en la botica; y

así como el sauce daba una sombra indiferente a

los gañanes mientras sus raíces rojas jugueteaban

en el agua de la acequia, así él oía con desganada

abnegación, la charla de los otros, mientras jugaba,

el espíritu fijo en una idea lejana, con la cadena de

su reloj, o hacía con su dedo índice gancho a la

oreja de su botín de elástico, cruzadas, unas sobre

otras, las enjutas magras piernas.

Mazuelos estaba enamorado de Blanca Luz, hija del

juez de Primera Instancia, una chiquilla de alegre

catadura, esmirriada y raquítica.

Si Hebaristo, el melancólico sauce de la parcela en

vez de ser plantado en las afueras de P., hubiera

sido sembrado como era lógico, en los grandes

saucedales, su vida no resultaría tan solitaria y

trágica.

Aquel sauce, como el farmacéutico Mazuelos,

sentía, desde muchos años atrás. La necesidad de

un afecto, el dulce beso de una hembra, la caricia

perfumada de una unión indispensable. Envejeció

Evaristo, el enamorado boticario, sin tener noticias

de su amada Blanca Luz. Envejeció Hebaristo, el

sauce de la parcela, viendo secarse, estériles, sus

flores en cada primavera. Solía, por instinto,

Mazuelos, hacer una excursión crepuscular hasta el

remoto sitio donde el sauce, al bordo del arroyo,

enflaquecía. Sentábase bajo las ramas estériles del

sauce y allí veía caer la noche.

El árbol amigo que quizás comprendía la tragedia

de esa vida paralela, dejaba caer sus hojas sobre el

cansino y encorvado cuerpo del farmacéutico. Un

día el sauce esperó vanamente la llegada de

Mazuelos. El farmacéutico no vino. Aquella misma

tarde el carpintero de P. … enviado por el dueño de

la ―Carpintería y confección de Ataúdes de Rueda

e Hijos‖, llegó con una tremenda hacha y taló el

sauce. Por la misma calle venían juntos el sauce y el

farmacéutico, ahora si unidos para siempre. El

sauce sirvió para el cajón del farmacéutico.

El alcalde municipal del pueblo, tomó la palabra en

el cementerio: ―aunque no tengo las dotes oratorias

que otros, agradezco el honroso encargo que la

sociedad de socorros Mutuos a depositado en mí,

para dar el último adiós al amigo noble y

caballeroso, al empleado cumplidor y al ciudadano

integérrimo, que en este ataúd de duro roble‖… y

concluía: ―Mazuelos tú no has muerto. Tu memoria

vive entre nosotros. Descansa en paz‖.

Al día siguiente el dueño de la funeraria, lleva al

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señor Urzueta una factura por un ataúd de roble por

18.70 soles. El alcalde reclamó airadamente que el

ataúd no era de roble sino de sauce. El señor Rueda

le dijo que era cierto; pero que entonces como se

vería en su discurso la frase ―duro sauce‖ en vez de

―duro roble‖. El alcalde pagó sin chistar.

Ña Catita

(Manuel Ascencio Segura) Esta obra teatral es definitivamente la más

importante del Costumbrismo y también una de las

mejores del siglo XIX. En ella se resume todo el humor

y la chispeante gracia propia de la producción

literaria de Manuel Ascencio Segura. Ña Catita, el

personaje principal –cuyo nombre da título a la

comedia- es considerada la figura dramática de

mayor relieve y la mejor lograda de todo el teatro

peruano.

Debemos aclarar que no es un personaje original

sino que su origen está en la chismosa

trotaconventos del drama español, y, qué duda

cabe, en la imagen de La Celestina de Fernando

Rojas. Pero la caracterización que le imprime

Segura, ese típico sabor criollo en el habla, en su

performance a lo largo del argumento la consagra

a Ña Catita como limeña y peruana criolla por

excelencia.

Sucede que los esposos don Jesús y doña Rufina

tienen una hija ya casamentera: Juliana. La madre,

en quien antes ha operado la mediación de Ña

Catita una anciana pícara, chismosa e intrigante,

pretende ligar el destino de su hija al de don Alejo,

hombre mayor, tipo donjuanesco que finge alta

prosapia y dorada comodidad, refinamientos y de

clase acomodada. Juliana, todo candor y dulzura,

sin embargo, corresponde a la amorosa pasión de

don Manuel, mozalbete pobre y sin porvenir, y se

opone tercamente a los designios de su madre.

Así, no se deja seducir por el futuro prometedor que

le augura su madre al lado del otoñal galán, ni se

amedrenta ante sus amenazas ni presiones. De igual

modo desoye los melosos consejos de Ña Catita.

Pero las cosas salen mal para los jóvenes amantes

(Juliana y Manuel): ella está a punto de ser

prometida en matrimonio a Don Alejo (Sin importar

las protestas de don Jesús y los desconsuelos de

Manuel).

En aquel momento, oportunamente, llega don

Juan, un viejo amigo de la familia, quien

involuntariamente, desbarata las pretensiones del

entusiasmado don Alejo. En efecto, recién llegado

del Cuzco, entrega al empavonado novio una

carta que le enviara su mujer. Rufina desfallece de

espanto y llora su desgracia al descubrirse

engañada por el maduro novio. Ña Catita, por

perversa y proxeneta, es arrojada de la casa.

Se termina asegurando el casamiento de Juliana y

Manuel, en tanto que don Jesús, por intercesión de

don Juan, perdona las bellaquerías de Rufina.

Esta obra fue estrenada en la noche del 24 de

enero de 1845, y reestrenada con agregados el 7

de septiembre de 1856, triunfando merced al genio

de la actriz Encarnación Coya.

Un mundo para Julius

(Alfredo Bryce Echenique) Un mundo para Julius describe, con profunda

sutileza, el mundo de la oligarquía limeña, aunque

el ambiente, los personajes y las situaciones podrían

desarrollarse perfectamente en cualquier ciudad

latinoamericana. La obra constituye una crítica

mordaz, aunque amortiguada por la ironía, el humor

y la ternura presentes en el texto, de esa oligarquía.

En el seno de esta clase social privilegiada, el

protagonista de la novela, Julius, un niño de una

extrema sensibilidad y, en cierta medida, triste y

melancólico ("sabes que tu vida estará llena de esos

momentos, de esa amenaza de pena que ya es

tristeza"), intentará encontrar su lugar, creciendo a

caballo de dos mundos opuestos: el de la extrema

indiferencia y frialdad de su familia, y el del afecto y

el calor de la servidumbre.

A lo largo del libro vemos cómo Julius vive su

infancia entre los cinco y los once años inmerso en

un mundo de lujo, de exquisito buen gusto

(simbolizado por el club de golf), pero sumamente

frágil y poblado de "gente bronceada, de

deportistas ricos, donde nadie era feo o

desagradable", unos personajes superficiales y

vacíos. Su madre, Susan, simplemente "linda", es una

peruana de origen inglés educada en Inglaterra,

frívola, y superficial, incapaz de sentir ni mantener

ninguna relación afectiva auténtica ni con sus hijos

ni con nadie de su entorno, pero siempre con un

darling a punto en sus perfectos labios.

Juan Lucas, padrastro de Julius y segundo esposo

de Susan ("nadie tan feliz como Juan Lucas; bueno,

él siempre estaba feliz o a punto de irse al golf o a

una de sus haciendas [...] o a un cóctel") es un ser

frío que vive volcado en su intensa vida social, y que

desprecia profundamente todo aquello que rezume

una cierta sensibilidad o ternura, como el mismo

Julius, de quien opina que "era un imbécil nato", o la

servidumbre: "Nunca veía a la gente que le abría la

puerta, era parte de su elegancia".

Sus hermanos mayores Bobby y Santiago, víctimas y

reflejo de su entorno, son fríos y materialistas. Bobby

es un adolescente caprichoso y emocionalmente

inestable, que tiene como héroe y modelo a

Santiago, el mayor de los hermanos, un "mártir de la

táctica", por quien su madre "a duras penas

recordaba que en los Estados Unidos había un rubio

igualito a ella, Santiago, que pedía y pedía dólares

en cartas que empezaban de amor maternal y

terminaban de negocios, de amor a Juan Lucas". En

la mirada de Santiago, Julius descubrirá el reflejo del

vacío absoluto. Con su hermana Cinthia, un ser frágil

y sensible, Julius establece una relación y una

complicidad que van más allá de su prematura

muerte a causa de una afección pulmonar.

Por otra parte, Julius crecerá rodeado de otro

mundo bien distinto: "la sección servidumbre ejerció

siempre una extraña fascinación sobre Julius, la

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Literatura Peruana

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fascinación de "no lo toques, amor; por ahí no se va,

darling". Julius se refugiará en la servidumbre para

obtener el afecto que su familia -su madre-, casi

siempre ausente, es incapaz de proporcionarle;

unos personajes que gozan con el simple

espectáculo de ver comer al pequeño Julius en su

comedor infantil, que rebosan amor como bien

reconoce la misma Susan: "En todo están cuando se

trata de... ¡qué bárbaros para querer!".

Así pues, Julius se sentirá atraído y ligado a estos

personajes: Vilma, "la chola hermosa", su niñera

adorada, que acabará siendo la víctima del

capricho de su hermano Santiago; Nilda, "la

Selvática, la cocinera, la del olor a ajos", que fascina

a Julius con sus relatos de la selva, y acabará en la

calle por sus formas poco al gusto del señor Juan

Lucas; Arminda, la lavandera de la familia; los

mayordomos Daniel y Celso, este último admirado

por Julius por tener la custodia de la caja del Club

de Amigos de Huarocondo (un lugar tan mítico para

Julius como la Tambopata de las historias de Nilda);

y por último Flora, la encargada de los niños en el

nuevo palacio, y de apodo "Decidida", por su

desparpajo y seguridad en sí misma.

La admiración y la estima que Julius siente hacia ese

mundo se plasma en uno de los pasajes más

emotivos del libro, cuando el niño, con sus

estratagemas, consigue que el ataúd de Arminda,

contradiciendo las órdenes de Juan Lucas, salga,

con todos los honores, por la puerta principal del

palacio, vengando así, a modo de recuerdo hacia

su hermana, el entierro de segunda que tuvo el ama

de Cinthia.

Pero en alguna situación el niño Julius entrará en

contradicción con este ambiente con el cual está

emocionalmente tan implicado, pero que por

posición social le es ajeno. De ahí el engorro y la

turbación que le produce la aparición de la pobre

Arminda el día de su cumpleaños con "el regalo de

una mujer pobre a un niño millonario", quedando

como contagiado de la reacción de sus padres: la

mirada indiferente de Juan Lucas, para quien

"Arminda no importaba", mientras Susan

"interesadísima [...] seguía la apertura del paquete

con un delicioso y falso entusiasmo".

El libro nos relata también sus primeros años de

escuela, en un colegio de "monjitas americanas y

realmente buenas" en el que se refleja la estructura

de esta sociedad, vislumbrándose en la relación

entre los niños el germen de la injusticia que la rige.

Julius, una vez más, se comportará al margen de

esta sociedad clasista: ya sea con su vínculo de

amistad con el personaje más menospreciado por

el resto de sus compañeros por su origen humilde,

como por el sentimiento de pena y remordimiento

que le provocarán las bromas crueles de sus

colegas a los compañeros pobres, o con la

venganza sutil e inteligente urdida por Julius contra

el matón de la clase.

El humor y la ternura nos acompañan en las

innumerables anécdotas que pueblan esta novela,

desde las más entrañables (como la decisión de

Nilda de pegar las orejas de Julius a su cabeza con

cinta adhesiva para intentar corregir su defecto) a

las más tristes (como la de su sórdida profesora

alemana de piano, nieta del mismísimo Beethoven

según Juan Lucas), pasando por las escenas casi

esperpénticas, como la descripción de los

personajes y el ambiente taurino de la ciudad de

Lima. Se trata de una novela en el más puro estilo

tragicómico, que invita a la reflexión sobre la

injusticia, la frivolidad y la falta de estima desde la

aparentemente ingenua mirada de un niño.

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