4086156 Jose Mauro de Vasconcelos Mi Planta de Naranja Lima

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  • Historia de un nio que un da descubri el dolor...

    JOS MAURO DE VASCONCELOSMI PLANTA DE NARANJA-LIMA

    EL AUTOR

  • Jos Mauro de Vasconcelos -mestizo de india y portugus, nativo de Bang, Ro de Janeiro, 49 aos- ha sido, a partir del colegio secundario, un autntico autodidacto que se form en el trabajo y la vida. Entrenador de boxeadores de peso pluma, trabajador en una "fazenda", pescador, maestro en una escuela de pescadores: he ah algunas de sus actividades hasta que lo anim el deseo de viajar, de conocer su pas, y de interpretarlo.

    Fueron "aos de vaivn entre el Norte y el Sur brasileos", y en ellos ocupa un lugar destacado su perodo de convivencia con los indios en ese casi mtico Serto*. All, entre ellos, aprendi historias curiosas, retuvo caractersticas y tradiciones, hizo su estudio de la vida y acumul experiencias que nunca imagin que fueran a convertirlo en novelista. Pero estaba en su destino serlo, y en su inters, volcarlas a otros seres.

    *Serto, gran extensin desrtica, de poca y muy particular vegetacin, espinosa y retorcida, que acaba por desaparecer, y escasa en agua.

    Tena a su favor varias circunstancias: una excelente memoria, su rica fantasa, la multiplicada habilidad para sacar de cada tema lo ms interesante... y su deseo decentar... que es, en definitiva, el elemento primordial de los escritores. Primero -y a semejanza de los "repentistas" que recorran el pas contando historia hecha canciones, leyendas o relatos- fue un cuentista oral: deca, inventaba y explicaba cosas, ayudndose con mmica, con cambiantes entonaciones de voz, animando, en suma, sus cuentos.

    Y un da comenz a darles forma escrita: cuentos, novelas registraron su profundo espritu de observacin y esa cualidad sutil que establece desde el comienzo un

  • dilogo fecundo con el lector. Desde los 22 aos ha producido doce libros (Banana brava, Barro branco, Longe da trra, Vazante, Arara vermelha, Arraia de fogo, Rosinha, minha canoa, Doido, O garanho das praias, Coracao de vidro, As confisses de Fre Abbora y Mi planta de naranja-lima), que han editado y reeditado hasta once veces sus editores. Casi todos ellos recogen sus experiencias, repito; de la misma manera que sus historias lo tienen de personaje, porque muchas de ellas nos entregan sus aventuras vividas en el interior del Brasil, aunque no sea su nombre el que aparece entre los protagonistas.

    Pero esto no es enteramente original, ya que cualquier escritor acaba por ser autobiogrfico en alguna medida. En cambio, su originalidad est en su mtodo de trabajo: primero, la carga de ideas, la acumulacin de los detalles fsicos y psicolgicos que darn forma a sus criaturas, la eleccin de los paisajes que le servirn de escenarios, el bosquejo de la novela, y finalmente, cuando ello es posible, su traslado al escenario elegido para consustanciarse con l. Realizada esta primera parte, sobreviene la etapa de la redaccin, propiamente dicha, en la que suelta toda su fantasa, enhebra los resortes lingsticos -me interesa recalcar su fidelidad al habla y los modismos propios de la zona en que instala sus historias-, y juega con el dilogo, que es en su profusin y acierto una de sus caractersticas. Para decir todo esto con palabras de Jos Mauro de Vasconcelos: "Cuando la historia est enteramente realizada en mi imaginacin, comienzo a escribir. Solamente trabajo cuando tengo la impresin de que toda la novela est salindome por los poros del cuerpo. Y entonces todo marcha como en un avin a chorro".

    Esto, en lo que hace a Vasconcelos como escritor; porque tambin est el Vasconcelos actor. El cine y la televisin lo han visto animar historias propias y ajenas, y

  • obtener por sus actuaciones importantes premios. Una referencia, tambin, al Vasconcelos protector de indios, a los que sirve de enfermero, de gua y de consejero.

    Pero, naturalmente, a nosotros nos interesa como hombre de letras. En 1968 encabez la lista de best sellers con Mi planta de naranja-lima (O meu pe de laranja-lima), su historia de un nio que una vez, un da, descubri el dolor y se hizo adulto precozmente. En ste, como en casi todos sus otros libros, Vasconcelos ha sido un autor afortunado con la crtica y con el pblico. Puede que sea por el olor a naturaleza que se agita en sus pginas, como una de esas culebras con las que muchas veces debi luchar durante sus aventuras en la selva.

    O puede que sea por ese lirismo que en algunas ocasiones viste sus temas; por la simplicidad de las formas literarias adoptadas; la presencia del paisaje lujuriante que, de pronto, estalla con toda la gama de sus colores y de sus olores o de sus ruidos; o por su intencin de llegar fcilmente y con toda su carga emotiva al corazn del lector. Porque, fundamentalmente, es el corazn de su pblico lo que l busca, mucho ms que su intelecto: sus libros son mensajes de un espritu a otro, y nunca una vaca demostracin de academicismo. En ese empeo intervienen los recuerdos de su vida en la misma medida en que lo hacen sus recursos de novelista. Como lo demuestran las mltiples ediciones de cada uno de sus ttulos, Vasconcelos ha sabido encontrar el camino que conduce al lector.

    Sus personajes viven, se mueven y se desenvuelven con la misma naturalidad con que lo hace su autor en la vida real, y en ello se perciben dos cosas: su intencin de no convertir sus narraciones en meros juegos literarios y su entrega apasionada a cada tema y a las posibilidades que

  • brinda. A veces hay en lo que escribe esbozos de crtica, pero nunca se sita en el papel de socilogo, fiel a su deseo de ser "nada ms y nada menos que un escritor; con todo lo que ello significa de testigo y de participante de la realidad".

    Vasconcelos, quiz sin saberlo, es tambin un poco poeta, y as lo advertimos en algunas de sus pginas ms encomiadas y en muchas de las de este libro; pero no un poeta dramtico, sino lrico, que se sirve de la ancdota, de la accin y de los caracteres de sus criaturas para evidenciarlo. La ancdota: he ah otra de sus incorporaciones a la actual literatura del Brasil. Muchos de los cultores de sta la reemplazaron a menudo por la idea. En la obra de este autor, la ancdota est desarrollada tanto por la accin como por el dilogo, directo, simple, concreto.

    Con sorprendente seguridad, Jos Mauro de Vasconcelos prosigue su triunfal camino de escritor, recreando paisajes y dando vida a infinidad de personajes. Todos ellos por algn singular mecanismo extraliterario -difcilmente explicable, pues supera cualquier definicin que pudiera drsele- se identifican e integran en un mismo valor: el hombre, tal como lo concibe y lo siente este novelista que en 1968 ratific la importancia que le concedieran los crticos dentro de la narrativa contempornea del Brasil.

    HAYDEE M. JOFRE BARROSO

  • NOTAS DE TRADUCCIN

    En la presente traduccin se ha tratado de conservar el sabor popular en el vocabulario, las formas idiomticas regionales y las derivadas de situaciones sociales, cultura, educacin, etctera. De esta manera, cada personaje, en su forma de expresarse, representa a su ambiente.

    Casi en todos los casos se opt por sustituir las formas muy populares, e inclusive las del lunfardo (gria, en portugus), por su equivalente en castellano; cuando no existan esas equivalencias, se las traduca, directamente.

    Figuran al pie de pgina las notas, aclaraciones o comentarios de la traductora, en los casos en que se hicieron necesarios.

    H. M. J.B.

  • Para los vivos:Ciccilo Matarazzo Mercedes Cruaes Rinaldi Erich Gemeinder Francisco MarinsyArnaldo Magalhes de Giacomo y tambinHelene Rudge Miller (Piu-Piu!) sin poder tampoco olvidar a mi "hijo"Fernando Seplinsky

    A los muertos:

    El homenaje de mi nostalgia a mi hermano Luis, el Rey Luis, y mi hermana Gloria; Luis renunci a vivir a los veinte aos, y Gloria a los veinticuatro tambin pens que realmente vivir no vala la pena.

    Igual nostalgia para Manuel Valladares, que mostr a mis seis aos el significado de la ternura...

    Que todos descansen en paz!... y ahoraDorival Lourenco da Silva(Dod, ni la tristeza ni la nostalgia matan!...)

  • PRIMERA PARTEEn Navidad, a veces nace el Nio Diablo

  • 1EL DESCUBRIDOR DE LAS COSAS

    Venamos tomados de la mano, sin apuro ninguno, por la calle. Totoca vena ensendome la vida. Y yo me senta muy contento porque mi hermano mayor me llevaba de la mano, ensendome cosas. Pero ensendome las cosas fuera de casa. Porque en casa yo aprenda descubriendo cosas solo y haciendo cosas solo, claro que equivocndome, y acababa siempre llevando unas palmadas. Hasta haca bastante poco tiempo nadie me pegaba. Pero despus descubrieron todo y vivan diciendo que yo era un malvado, un diablo, un gato vagabundo de mal pelo. Yo no quera saber nada de eso. Si no estuviera en la calle comenzara a cantar. Cantar s que era lindo. Totoca saba hacer algo ms, aparte de cantar: silbar. Pero por ms que lo imitase no me sala nada. El me dio nimo diciendo que no importaba, que todava no tena boca de soplador. Pero como yo no poda cantar por fuera, comenc a cantar por dentro. Era raro, pero luego era lindo. Y estaba recordando una msica que cantaba mam cuando yo era muy pequeito. Ella se quedaba en la pileta, con un trapo sujeto a la cabeza para resguardarse del sol. Llevaba un delantal que le cubra la barriga y se quedaba horas y horas, metiendo la mano en el agua, haciendo que el jabn se convirtiera en espuma. Despus torca la ropa e iba hasta la cuerda. Colgaba todo en ella y suspenda la caa. Haca lo mismo con todas las ropas. Se ocupaba de lavar la ropa de la casa del doctor Faulhaber para ayudar en los gastos de la casa. Mam era alta, delgada, pero muy linda. Tena un color bien quemado y los cabellos negros y lisos. Cuando los dejaba sueltos le llegaban hasta la cintura. Pero lo lindo era cuando cantaba y yo me quedaba a su lado aprendiendo.

    Marinero, marinero, Marinero de amargura, Por tu causa, marinero, Bajar a la sepultura. . .

    Las olas golpeaban Y en la arena se deslizaban, All se fue el marinero Que yo tanto amaba. . .

    El amor de marinero Es amor de media hora, El navo leva anclas Y l se va en esa hora. . .

    Las olas golpeaban. . .

    Hasta ahora esa msica me daba una tristeza que no saba comprender.

  • Totoca me dio un empujn. Despert.

    -Qu tienes, Zez?

    -Nada. Estaba cantando.

    -Cantando?

    -S.

    -Entonces debo estar quedndome sordo.

    Acaso no sabra que se poda cantar para dentro? Me qued callado. Si no saba yo no iba a ensearle.

    Habamos llegado al borde de la carretera Ro-San Pablo.

    All pasaba de todo. Camiones, automviles, carros y bicicletas.

    -Mira, Zez, esto es importante. Primero se mira bien. Mira para uno y otro lado. Ahora! Cruzamos corriendo la carretera.

    -Tuviste miedo?

    Bastante que haba tenido, pero dije que no, con la cabeza.

    -Vamos a cruzar de nuevo, juntos. Despus quiero ver si aprendiste. Volvimos.

    -Ahora ya sabes cruzar solo. Nada de miedo, que ya ests siendo un hombrecito. Mi corazn se aceler.

    -Ahora. Vamos.

    Puse el pie, casi no respiraba. Esper un poco y l dio la seal de que volviera.

    -Para ser la primera vez, estuviste muy bien. Pero te olvidaste de algo. Tienes que mirar para los dos lados para ver si viene un coche. No siempre voy a estar aqu para darte la seal. A la vuelta vamos a practicar ms. Ahora sigamos, que voy a mostrarte una cosa. Me tom de la mano y seguimos de nuevo, lentamente. Yo estaba impresionado con la conversacin.

    -Totoca.

    -Qu pasa?

    -La edad de la razn pesa?

    -Qu tontera es sa?

  • -To Edmundo lo dijo. Dijo que yo era "precoz" y que en seguida iba a entrar en la edad de la razn. Y no siento ninguna diferencia.

    -To Edmundo es un tonto. Vive metindote cosas en la cabeza.

    -El no es tonto. Es sabio. Y cuando yo crezca quiero ser sabio y poeta y usar corbata de moo. Un da voy a fotografiarme con corbata de moo.

    -Por qu con corbata de moo?

    -Porque nadie es poeta sin corbata de moo. Cuando to Edmundo me muestra retratos de poetas en una revista, todos tienen corbata de moo.

    -Zez, deja de creerle todo lo que te dice. To Edmundo es medio "tocado". Medio mentiroso.

    -Entonces l es un hijo de puta?

    -Mira que ya te ganaste bastantes palizas por decir malas palabras! To Edmundo no es eso. Yo dije "tocado", medio loco.

    -Pero dijiste que l era mentiroso.

    -Una cosa no tiene nada que ver con la otra.

    -S que tiene. El otro da pap conversaba con don Severino, ese que juega a las cartas con l y dijo eso de don Labonne: "El hijo de puta del viejo miente como el diablo". . . Y nadie le peg.

    -La gente grande s puede decirlo, no es malo. Hicimos una pausa.

    -To Edmundo no es. . . Qu quiere decir "tocado" Totoca?

    El hizo girar el dedo en la cabeza.

    -No, l no es eso. Es bueno, me ensea de todo, y hasta hoy solamente me dio una palmada y no fue con fuerza.

    Totoca dio un salto.

    -Te dio una palmada? Cundo?

    -Un da que yo estaba muy travieso y Gloria me mand a casa de Dindinha. El quera leer el diario y no encontraba los anteojos. Los busc, furioso. Le pregunt a Dindinha, y nada. Los dos dieron vuelta al revs a la casa. Entonces le dije que saba dnde estaban, y que si me daba una moneda para comprar bolitas se lo deca. Busc en su chaleco y tom una moneda:

    -Ve a buscarlos y te la doy.

  • -Fui hasta el cesto de la ropa sucia y los encontr. Entonces me insult dicindome: "Fuiste t sinvergenza". Me dio una palmada en la cola y me quit la moneda.

    Totoca se ri.

    -Te vas all para que no te peguen en casa y te pegan ah. Vamos ms rpido, si no nunca llegaremos. Yo continuaba pensando en to Edmundo.

    -Totoca, los chicos son jubilados?

    -Qu cosa?

    -To Edmundo no hace nada y gana dinero. No trabaja y la Municipalidad le paga todos los meses.

    -Y qu?

    -Que los chicos tampoco hacen nada, y comen, duermen y ganan dinero de los padres.

    -Un jubilado es diferente, Zez. Jubilado es el que trabaj mucho, se le puso el pelo blanco y camina despacio, como to Edmundo. Pero dejemos de pensar en cosas difciles. Que te guste aprender con l, vaya y pase. Pero conmigo, no. Haz como los otros chicos. Hasta di malas palabras, pero deja de llenarte la cabeza con cosas difciles. Si no, no salgo ms contigo.

    Me qued medio enojado y no quise conversar ms. Tampoco tena ganas de cantar. Ese pajarito que cantaba desde adentro haba volado bien lejos.

    Nos detuvimos y Totoca seal la casa.

    -Es sa, ah. Te gusta?

    Era una casa comn. Blanca, de ventanas azules, toda cerrada y silenciosa.

    -Me gusta. Pero por qu tenemos que mudarnos ac?

    -Siempre es bueno mudarse. Por la cerca nos quedamos observando una planta de "mango" de un lado, y una de tamarindo, de otro.

    -T, que quieres saberlo todo, no te diste cuenta del drama que hay en casa? Pap est sin empleo, no es cierto? Hace ms de seis meses que se pele con mister Scottfield y lo dejaron en la calle. No viste que Lal comenz a trabajar en la Fbrica? No sabes que mam va a trabajar al centro, en el Molino Ingls? Pues bien, bobo, todo eso es para juntar algn dinero y pagar el alquiler de la nueva casa. La otra hace ya como ocho meses que pap no la paga. T eres muy chico para saber cosas tristes, como sta. Pero yo voy a

  • tener que acabar ayudando en la misa para ayudar en casa. Se qued un rato en silencio.

    -Totoca, van a traer la pantera negra y las dos leonas?

    -Claro que s. Y el esclavo es quien tendr que desmontar el gallinero.

    Me mir con cierto cario y pena.

    -Yo soy el que va a desmontar el jardn zoolgico y armarlo de nuevo aqu.

    Qued aliviado. Porque, si no, yo tendra que inventar algo nuevo para jugar con mi hermanito ms chico, Luis.

    -Bien, viste cmo soy tu amigo, Zez? Entonces no te cuesta nada contarme cmo fue que conseguiste "aquello"...

    -Te juro, Totoca, que no s. De veras que no s.

    -Ests mintiendo. Estudiaste con alguien.

    -No estudi nada. Nadie me ense. Solo que sea el diablo, que segn Jandira es mi padrino, el que me haya enseado mientras yo dorma.

    Totoca estaba sorprendido. Al comienzo hasta me haba dado coscorrones para que le contara. Pero yo no poda contarle nada.

    -Nadie aprende solo esas cosas.

    Pero se quedaba confundido porque realmente no haba visto a nadie ensendome nada. Era un misterio.

    Fui recordando algo que haba pasado la semana anterior. La familia se qued muy sorprendida. Todo haba comenzado cuando me sent cerca de to Edmundo, en casa de Dindinha, mientras l lea el diario.

    -Tito.

    -Qu, mi hijo?

    Empuj los anteojos hacia la punta de la nariz, como hace toda la gente vieja.

    -Cundo aprendiste a leer?

    -Ms o menos a los seis o siete aos de edad.

    -Y alguien puede leer a los cinco aos?

  • -Poder puede. Pero a nadie le gusta hacer eso cuando todava es muy pequeo.

    -Cmo aprendiste a leer?

    -Como todo el mundo, en la cartilla. Diciendo "B" ms "A": "BA".

    -Todo el mundo tiene que hacerlo as?

    -Que yo sepa, s.

    -Pero todo, todo el mundo, s?

    Me mir intrigado.

    -Mira, Zez, todo el mundo necesita hacer eso. Y ahora djame terminar la lectura. Ve a ver si hay guayabas en el fondo de la quinta.

    Coloc los anteojos en su lugar e intent concentrarse en la lectura. Pero no sal de mi rincn.

    -Qu pena!. . .

    La exclamacin son tan sentida que de nuevo se llev los anteojos hacia la punta de la nariz.

    -No puede ser, cuando te empeas en una cosa. . .

    -Es que yo vine de casa y camin como loco solamente para contarte algo. . .

    -Entonces vamos, cuenta.

    -No. As no. Primero quiero saber cundo vas a cobrar la jubilacin.

    -Pasado maana.

    Sonri suavemente, estudindome.

    -Y cundo es pasado maana?

    -El viernes.

    -Y el viernes no vas a querer traerme un "Rayo de Luna", del centro?

    -Vamos despacio, Zez. Qu es un "Rayo de Luna"?

    -Es el caballito blanco que vi en el cine. Su dueo es Fred Thompson. Es un caballo amaestrado.

  • -Quieres que te traiga un caballito de ruedas?

    -No. Quiero ese que tiene cabeza de madera con riendas. Que la gente le pone un cabo y sale corriendo. Necesito entrenarme porque voy a trabajar despus en el cine.

    Continu rindose.

    -Comprendo. Y si te lo traigo qu gano yo?

    -Te doy una cosa.

    -Un beso?

    -No me gustan mucho los besos.

    -Un abrazo?

    Lo mir con mucha pena. Mi pajarito de adentro me dijo una cosa. Y fui recordando otras que haba escuchado muchas veces. . . To Edmundo estaba separado de la mujer y tena cinco hijos. . . Viva tan solo y caminaba tan despacio, tan despacito. . . Quin sabe si no caminaba despacio porque tena nostalgia de sus hijos? Ellos nunca venan a visitarlo.

    Rode la mesa y apret con fuerza su cuello. Sent su pelo blanco rozar mi frente con mucha suavidad.

    -Esto no es por el caballito. Lo que voy a hacer es otra cosa. Voy a leer.

    -Pero, t sabes leer, Zez? Qu cuento es se? Quin te ense?

    -Nadie.

    -No me mientas.

    Me alej y le coment desde la puerta:

    -Treme mi caballito el viernes y vas a ver si leo o no!. . .

    ***

    Despus, cuando anocheci y Jandira encendi la luz del farol porque la "Light"* haba cortado la luz por falta de pago, me puse en puntas de pies para ver la "estrella". Tena el dibujo de una estrella en un papel y debajo una oracin para proteger la casa.

    *Compaa de electricidad (N. de la T.)

    -Jandira, lzame que voy a leer eso.

  • -Djate de inventos, Zez. Estoy muy ocupada.

    -lzame y vas a ver si s leer.

    -Mira, Zez, si me ests preparando alguna de las tuyas, vas a ver.

    Me alz y me llev detrs de la puerta.

    -Bueno, a ver, lee. Quiero ver.

    Entonces me puse a leer. Le la oracin que peda a los cielos la bendicin y proteccin para la casa, y que ahuyentaran a los malos espritus.

    Jandira me puso en el suelo. Estaba boquiabierta.

    -Zez, te aprendiste eso de memoria. Me ests engaando.

    -Te juro que no, Jandira. S leer todo.

    -Nadie puede leer sin haber aprendido. Fue to Edmundo quien te ense? O Dindinha?

    -Nadie.

    Tom un pedazo de diario y le. Correctamente. Dio un grito y llam a Gloria. Esta se puso nerviossima y fue a llamar a Alade. En diez minutos un montn de gente de la vecindad haba venido a ver el fenmeno.

    Eso era lo que Totoca quera saber.

    -Te ense, prometindote el caballito si aprendas.

    -No, no.

    -Le preguntar a l.

    -Ve y pregntale. No s decir cmo fue, Totoca. Si lo supiera te lo contara.

    -Entonces vmonos. Pero ya vas a ver cuando necesites algo. . .

    Me tom de la mano, enojado, y me llev de vuelta a casa. Y all pens en algo para vengarse.

    -Bien hecho! Aprendiste demasiado pronto, tonto. Ahora vas a tener que entrar en la escuela en febrero.

    Aquello haba sido idea de Jandira. As, la casa quedara toda la maana en paz y yo aprendera a ser ms educado.

  • -Vamos a entrenarnos en la Ro-San Pablo. Porque no pienses que en poca de clases voy a hacer de empleado tuyo, cruzndote todo el tiempo. T eres muy sabio, aprende entonces tambin esto.

    ***

    -Aqu est el caballito. Ahora quiero ver. Abri el diario y me mostr una frase de propaganda de un remedio.

    -"Este producto se encuentra en todas las farmacias y casas del ramo".

    To Edmundo fue a llamar al fondo a Dindinha.

    -Mam, lee bien hasta farmacia!

    Los dos juntos comenzaron a darme cosas para leer, que yo lea perfectamente.

    Mi abuela rezong que el mundo estaba perdido.

    Me gan el caballito y de nuevo abrac a to Edmundo. Entonces me tom de la barbilla, dicindome muy emocionado:

    -Vas a ir lejos, tunante. No por nada te llamas Jos. Vas a ser el Sol, y las estrellas brillarn a tu alrededor.

    Me qued mirando sin entender y pensando que l estaba realmente "tocado".

    -No entiendes esto. Es la historia de Jos de Egipto. Cuando seas ms grande te contar esa historia.

    Me enloquecan las historias. Cuanto ms difciles, ms me gustaban.

    Acarici mi caballito largo tiempo, y despus levant la vista hacia to Edmundo y le pregunt:

    -Te parece que la semana que viene ya ser ms grande?. . .

  • 2UNA CIERTA PLANTA DE NARANJA-LIMA

    En casa cada hermano mayor criaba a uno menor. Jandira haba tomado a su cuidado a Gloria y a otra hermana que le dieron a criar en el Norte. Antonio era el protegido suyo. Despus, Lal me haba tomado por su cuenta hasta haca bastante poco tiempo. Pareca gustar de m, pero luego se aburri o se enamor de un pretendiente que era un petimetre igualito al de la msica: de pantaln largo y chaqueta bien corta. Cuando bamos los domingos a hacer "footing" (el pretendiente de ella hablaba as) en la Estacin, me compraba caramelos en cantidad. Era para que yo no dijera nada en casa. Y tampoco le poda preguntar a to Edmundo qu era eso, pues si no se descubra todo. . .

    Mis otros dos hermanitos haban muerto pequeos y yo solamente haba odo hablar de ellos. Contaban que eran dos indiecitos Pinags. Bien quemaditos y de pelo negro y liso. Por eso la nia se llam Aracy y el niito Jurandyr.

    Despus vena mi hermanito Luis. Quien primero cuid de l fue Gloria, y despus yo. Nadie necesitaba preocuparse de l, porque no haba nio ms lindo, bueno y quietecito.

    Por eso cambi de idea cuando ya iba a salir a la calle y me dijo, con su vocecita:

    -Zez, me vas a llevar al Jardn Zoolgico? Hoy no amenaza lluvia, no es cierto?

  • Era gracioso or cmo pronunciaba todo sin equivocarse. Aquel niito iba a ser alguien, ira lejos.

    Mir el da lindo, todo el cielo azul. Me qued sin coraje para mentirle. Porque a veces no tena ganas de ir y le deca:

    -Ests loco, Luis. Mira el temporal que se acerca. . .!

    Esa vez lo tom de la mano y salimos para la gran aventura del fondo.

    La quinta se divida en tres juegos. El Jardn Zoolgico. Europa, que estaba prximo a la cerca bien hecha de la casa de don Julito. Por qu Europa? Ni mi pajarito lo saba. All jugbamos con el trencito del Pan de Azcar. Tomaba la caja de los botones y los enhebraba en un hilo. (To Edmundo deca "cordel". Yo pensaba que cordel era caballo. Y l me explic que era parecido, pero que caballo era "corcel".) Despus, ataba una punta en la cerca y la otra en los dedos de Luis. Suba todos los botones y soltaba lentamente uno por uno. Cada trencito vena lleno de gente conocida. Haba un botn negro que era el tranva del moreno Biriquinho. A veces se oa una voz de la otra quinta.

    -No ests arruinando mi cerca, Zez?

    -No, doa Dimerinda. Puede mirar.

    -As me gusta. Que juegues quietecito con tu hermano. No es mejor as?

    Quiz fuese ms bonito, pero en el momento en que mi "padrino", el travieso me empujaba, nada poda haber ms lindo que hacer diabluras...

    -Usted me va a dar un almanaque para Navidad, como el ao pasado?

    -Y qu hiciste con el que te di el ao pasado?

    -Est adentro, puede ir a ver, doa Dimerinda. Est sobre la bolsa del pan.

    Ella se ri y me prometi que s. Su marido trabajaba en el depsito de Chico Franco.

    El otro juego era Luciano. Luis, al comienzo, tena mucho miedo de l y me peda, por favor, tirndome de los pantalones, que volviramos. Pero Luciano era un amigo. Cuando me vea lanzaba fuertes chillidos. Tampoco Gloria lo quera y deca que los murcilagos son como los vampiros, que chupan la sangre de los nios.

    -No, Godia. Luciano no es as. Es un amigo. El me conoce.

    -Con esa mana que tienes por los bichos y por hablar con las cosas. . .

  • Cost mucho convencerla de que Luciano no era un bicho. Luciano era un avin que volaba por el "Campo dos Alfonsos".

    -Mira, Luis.

    Y Luciano daba vueltas alrededor de nosotros, feliz, como si comprendiera de qu se hablaba. Y realmente comprenda.

    -Es un aeroplano. Est haciendo. . . Ah me trababa. Necesitaba pedirle nuevamente a to Edmundo que me repitiese esa palabra. No saba si era acrobacia, acorbacia, o arcobacia. Pero era una de ellas. Y yo no quera ensearle a mi hermano nada equivocado.

    Y ahora l quera el Jardn Zoolgico.

    Llegamos junto al gallinero viejo. Adentro, las dos gallinitas claras estaban picoteando; la vieja gallina negra era tan mansa que hasta se le podan hacer cosquillas en la cabeza.

    -Primero vamos a comprar las entradas. Dame la mano, que los nios pueden perderse en esta multitud. Ves cmo est de lleno los domingos?

    Miraba y comenzaba a ver gente por todas partes, y apretaba ms mi mano.

    En la taquilla empin hacia adelante la barriga y escup para darme mayor importancia. Met la mano en el bolsillo y pregunt a la vendedora:

    -Hasta qu edad no pagan los nios?

    -Hasta los cinco aos.

    -Entonces, una de adulto, por favor.

    Tom dos hojitas de naranjo como billetes, y fuimos entrando.

    -Primero, hijo mo, vas a ver la belleza de las aves. Mira, papagayos, loros y "arars" de todos los colores. Aquellas de plumas de diferentes colores son las "arars" arco iris.

    Y l agrandaba los ojos, extasiado.

    Caminbamos despacio, vindolo todo. Tantas cosas, que hasta vi que detrs de todo Gloria y Lal estaban sentadas en un banco, pelando naranjas. Los ojos de Lal me miraban de una manera... Ya lo habran descubierto? En ese caso, este Jardn Zoolgico ira a terminar en grandes chinelazos en el trasero de alguien. Y ese alguien nicamente poda ser yo.

    -Y ahora, Zez, qu vamos a visitar?

  • Nuevo escupitajo y pose:

    -Vamos a pasar por las jaulas de los monos. To Edmundo siempre los llama simios.

    Compramos algunas bananas y las arrojamos a los animales. Sabamos que eso estaba prohibido, pero como haba tanta gente los guardianes ni se daban cuenta.

    -No te acerques mucho, porque te van a tirar las cscaras de banana, muchachito.

    -Lo que yo quera era ver enseguida a los leones.

    -Ya vamos para all.

    Mir de reojo hacia donde las dos "simias" coman naranjas. Desde la jaula de los leones podra escuchar la conversacin.

    -Ya llegamos.

    Seal las dos leonas amarillas, bien africanas. Cuando l quiso acariciar la cabeza de la pantera negra. . .

    -Qu idea, muchachito! Esa pantera negra es el terror del Zoolgico. Vino a parar aqu porque le arranc los brazos a dieciocho domadores y se los comi.

    Luis puso cara de miedo y sac el brazo, aterrado.

    -Vino del circo?

    -S.

    -De qu circo, Zez? Nunca me contaste eso antes.

    Pens y pens. A quin conoca yo que tuviera nombre para circo? Ah, ya estaba! Haba venido del circo Rozemberg.

    -Pero sa no es la panadera? Cada vez era ms difcil engaarlo. Comenzaba a estar muy enterado.

    -No, sa es otra. Y mejor sentmonos un poco a comer la merienda. Caminamos mucho.

    Nos sentamos y fingimos que comamos. Pero mi odo estaba all, escuchando las conversaciones.

  • -Uno debiera aprender de l, Lal. Mira, si no, la paciencia que tiene con el hermanito.

    -S, pero el otro no hace lo que l hace. Eso ya es maldad, no travesura.

    -Es cierto que tiene el diablo en el cuerpo, pero as y todo es divertido. Nadie le tiene rabia en la calle, por ms diabluras que haga...

    -Aqu no pasa sin llevarse algunos chinelazos.

    Hasta que aprenda.

    Arroj una flecha de piedad a los ojos de Gloria. Ella siempre me haba salvado, y siempre le prometa que nunca ms lo iba a hacer...

    -Ms tarde. Ahora no. Estn jugando tan quietecitos.

    Ella ya lo saba todo. Saba que yo haba saltado la cerca y entrado en los fondos de la quinta de doa Celina. Me qued fascinado con la cuerda de la ropa balanceando al viento un montn de piernas y brazos. El diablo me dijo entonces que poda saltar al mismo tiempo en todos los brazos y piernas. Estuve de acuerdo con l en que sera muy divertido. Busqu un pedazo de vidrio bien afilado, sub al naranjo, y cort la cuerda con paciencia.

    Casi me caa cuando todo eso se vino abajo. Un grito y todo el mundo corri.

    -Vengan, por favor, que se cay la cuerda. Pero una voz no s de dnde grit ms alto.

    -Fue ese demonio del chico de don Paulo. Lo vi trepando en el naranjo con un pedazo de vidrio...

    -Zez?

    -Qu pasa, Luis?

    - Cuntame cmo sabes tantas cosas del Jardn Zoolgico.

    - Uf, ya visit muchos en mi vida!

    Menta; todo lo que saba era lo que me contara to Edmundo, prometiendo llevarme all algn da. Pero l andaba tan despacito que, cuando llegramos, seguro que ya no existira nada. Totoca haba ido una vez con pap.

    - El que ms me gusta es el de la calle Barn de Drummond, en Villa Isabel. Sabes quin fue el Barn de Drummond? Por supuesto que no. Eres muy chico paral saber estas cosas. El tal Barn debi haber sido amigo de Dios.

  • Porque fue a l a quien ayud Dios a crear el "jogo do bicho"* y el Jardn Zoolgico. Cuando seas mayor...

    *Especie de lotera, llamada as porque a cada grupo de 4 unidades le corresponde un determinado animal (N. de la T.).

    - Las dos continuaban all.

    - Cuando yo sea mayor, qu?

    - Ay qu chico preguntn! Cuando pase eso te voy a ensear los animales y el nmero de cada uno. Hasta el nmero veinte. Desde se, hasta el nmero veinticinco, yo s que hay vaca, toro, oso, venado y tigre:. No s muy bien el lugar de ellos, pero voy a aprenderlo para no ensearte mal.

    Estaba cansndose del juego.

    - Zez, cntame "Casita pequeita".

    - Aqu, en el Jardn Zoolgico? Hay mucha gente.

    - No. La gente ya se est yendo...

    - Es muy larga la letra. Voy a cantar slo la parte que te gusta. Esa donde se habla de las cigarras. Saqu pecho:

    T sabes de dnde vengo, De una casita que tengo; Queda all junto a un huerto. . .

    Es una casa chiquita, En lo alto de una colina Y se ve el mar a lo lejos. . .

    Pas por alto un montn de versos.

    Entre las palmeras altas Cantan todas las cigarras Al volverse de oro el sol.

    Cerca se ve el horizonte. En el jardn canta una fuente Y en la fuente un ruiseor...

    Ah par. Ellas continuaban firmes, esperndome. Tuve una idea; me quedara all cantando hasta que llegara la noche. Acabaran por cansarse.

    Pero qu! Cant toda la cancin, la repet, cant "Es tu afecto pasajero" y hasta "Ramona". Las dos letras diferentes que saba de "Ramona"... y nada.

  • Entonces me entr la desesperacin. Era mejor acabar con aquello. Fui adonde ellas se hallaban.

    -Est bien, Lal. Me puedes pegar.

    Me puse de espaldas y ofrec el material. Apret los dientes porque la mano de Lal tena una fuerza de mil diablos en la chinela.

    * * *

    Fue mam quien tuvo la idea.

    -Hoy todo el mundo va a ver la nueva casa.

    Totoca me llam aparte y me avis en un susurro.

    -Si llegas a contar que ya conocemos la casa, te hago polvo.

    Pero yo ni siquiera haba pensado en eso.

    Era un mundo de gente por la calle. Gloria me llevaba de la mano y tena rdenes de no soltarme ni un minuto. Y yo llevaba de la mano a Luis.

    -Cundo tenemos que mudarnos, mam? Mam le respondi a Gloria con una cierta tristeza.

    -Dos das despus de Navidad hemos de comenzar a arreglar los trastos.

    Hablaba con una voz cansada, cansada. Y yo senta mucha pena por ella. Mam haba nacido trabajando. Desde los seis aos de edad, cuando construyeron la Fbrica, la haban puesto a trabajar all. La sentaban encima de una mesa y tena que quedarse all limpiando y enjuagando las herramientas. Era tan chiquitita que se mojaba encima de la mesa porque no poda bajar sola. . . Por eso nunca fue a la escuela ni aprendi a leer. Cuando le escuch esa historia me qued tan triste que promet que cuando fuese poeta y sabio le iba a leer todas mis poesas.

    Y la Navidad ya se anunciaba en tiendas y merceras. En todos los vidrios de las puertas ya haban dibujado a Pap Noel. Algunas personas compraban postales para que cuando llegase la hora no se llenasen demasiado las casas de comercio. Yo tena una lejana esperanza de que esta vez el Nio Dios naciera. Pero que naciera para m. A lo mejor, cuando llegara a la edad de la razn, tal vez mejorase un poco.

    -Aqu es.

    Todos quedaron encantados. La casa era un poco ms chica. Mam, ayudada por Totoca, desat el alambre que sostena el portn y todo el mundo

  • se lanz hacia adelante. Gloria me solt y olvid que ya estaba hacindose una seorita. Se precipit en una carrera y abraz la "mangueira"*.

    *rbol frutal que da la manga (N. de la T)

    -Esta es ma. Yo la agarr primero. Antonio hizo lo mismo con la planta de tamarindo. No haba quedado nada para m. Casi llorando mir a Gloria.

    -Y yo, Gloria?

    -Corre al fondo. Debe de haber ms rboles, tonto.

    Corr, pero slo encontr el yuyo crecido. Un montn de naranjos viejos y pinchudos. Al lado de la zanja haba una pequea planta de naranja-lima.

    Estaba desconcertado. Todos estaban mirando las habitaciones y determinando para quin sera cada una.

    Tir de la falda a Gloria.

    -No hay nada ms.

    -No sabes buscar bien. Espera aqu que voy a encontrarte un rbol.

    Al rato vino conmigo. Examin los naranjos.

    -No te gusta aqul? Es un lindo naranjo. No me gustaba ninguno. Ni siquiera se. Ni aquel otro, ni ninguno. Todos tenan muchas espinas.

    -Para quedarme con esos mamarrachos, antes prefiero la planta de naranja-lima.

    -Cul?

    Fuimos hacia donde estaba.

    -Pero qu linda plantita de naranja-lima! Mira, no tiene ni siquiera una espina. Y tiene tanta personalidad que ya desde lejos se sabe que es naranja-lima. Si yo tuviera tu estatura no querra otra cosa!

    -Pero yo quera un rbol grandote.

    -Piensa bien, Zez. Es muy pequeo todava. Con el tiempo ser un naranjo grandote. As crecern juntos. Los dos se van a entender como si fuesen dos hermanos. Viste la rama que tiene? Es verdad que es la nica, pero parece un caballito hecho para que montes en l!

    Me senta el ser ms desgraciado del mundo. Recordaba lo ocurrido con la botella de bebida que tena la figura de los ngeles escoceses. Lal dijo: "Ese

  • soy yo"; Gloria seal otro para ella; Totoca eligi otro para l. Y yo? Finalmente me toc ser esa cabecita que haba atrs, casi sin alas. El cuarto ngel escocs, que ni siquiera era un ngel entero. . . Siempre tena que ser el ltimo. Cuando creciera iban a ver. Comprara una selva amaznica y todos los rboles que tocaran el cielo seran mos. Comprara un depsito de botellas llenas de ngeles y nadie tendra ni siquiera un trozo de ala.

    Me enoj. Sentado en el suelo, apoy mi enojo en mi planta de naranja-lima. Gloria se alej sonriendo.

    -Ese enojo no dura, Zez. Acabars descubriendo que yo tena razn.

    Agujere el suelo con un palito y comenc a dejar de lloriquear. Habl una voz, venida quin sabe de dnde, cerca de mi corazn.

    -Creo que tu hermana tiene toda la razn.

    -Todo el mundo tiene siempre toda la razn; el nico que no la tiene nunca soy yo.

    -No es cierto. Si me mirases bien, acabaras por darte cuenta.

    Me levant, asustado, y mir el arbolito. Era raro, porque siempre conversaba con todo, pero pensaba que era mi pajarito de adentro que se encargaba de arreglar las conversaciones.

    -Pero t hablas de verdad?

    -No me ests escuchando?

    Y se ri bajito. Casi sal gritando por la quinta. Pero me sujetaba la curiosidad.

    -Por dnde hablas?

    -Los rboles hablan por todas partes. Por las hojas, por las ramas, por las races. Quieres ver? Apoya tu odo aqu en mi tronco y vas a escuchar palpitar mi corazn.

    Me qued medio indeciso, pero viendo su tamao perd el miedo. Apoy la oreja y una cosa lejana hacia tic... tac... tic... tac...

    -Viste?

    -Pero, dime, todo el mundo sabe que hablas?

    -No. Solamente t.

    -De verdad?

  • -Puedo jurarlo. Un hada me dijo que cuando un nio igual a ti se hiciera amigo mo, yo podra hablar y ser muy feliz.

    -Y vas a esperar?

    -Qu cosa?

    -Hasta que me mude. Falta ms de una semana. Hasta ese momento no te irs a olvidar de hablar?

    -Jams. Es decir, para ti solamente. Quieres ver cmo soy de blando?

    -Cmo eres de qu?. . .

    -Sbete a mi rama. Obedec.

    -Ahora, balancate un poco y cierra los ojos.

    Hice lo que me mandaba.

    -Qu tal? Alguna vez tuviste en la vida un caballito mejor?

    -Nunca. Es maravilloso. Voy a darle a mi hermanito menor mi caballito "Rayo de Luna". Te va a gustar mucho mi hermano, sabes?

    Baj adorando ya mi planta de naranja-lima.

    -Mira, har una cosa. Siempre que pueda, antes de mudarnos, vendr a charlar un ratito contigo. . . Ahora necesito irme, ya estn saliendo todos.

    -Pero los amigos no se despiden as.

    -Chist! All viene ella.

    Gloria lleg en el momento en que lo abrazaba.

    -Adis, amigo. Eres la cosa ms linda del mundo!

    -No te lo haba dicho?

    -S, lo dijiste. Ahora, aunque ustedes me diesen la "mangueira" y la planta de tamarindo a cambio de mi rbol, no querra.

    Me pas la mano por el pelo, tiernamente.

    -Cabecita, cabecita!. . . Salimos tomados de las manos.

    -Godia, no te parece que tu "mangueira" es un poco sosa?

    -Todava no se puede saber, pero parece un poco, s.

  • -Y el tamarindo de Totoca?

    -Es un poco sin gracia, por qu?

    -No s si lo puedo contar. Pero un da te contar un milagro, Godia.

    3LOS FLACOS DEDOS DE LA POBREZA

    Cuando le cont mi problema a to Edmundo, lo encar con toda seriedad.

    -Entonces, eso es lo que te preocupa?

    -S, eso. Tengo miedo de que, al mudar de casa, Luciano no venga con nosotros.

    -Crees que el murcilago te quiere mucho. . .

    -S, me quiere. . .

    -Desde el fondo del corazn?

    -Sin duda.

    -Entonces puedes estar seguro de que ir. Puede ser que demore en aparecer por all, pero un da descubre el lugar y aparece!

    -Ya le dije la calle y el nmero de la casa en donde vamos a vivir.

    -Pues entonces es ms fcil. Si no puede ir, por tener otros compromisos, mandar a un hermano, a un primo, a cualquier pariente, y ni siquiera vas a notarlo.

  • Sin embargo, yo todava estaba indeciso. Qu ganaba con darle el nmero y la calle a Luciano, si no saba leer? Poda ser que fuese preguntando a los pajaritos, a los "tata Dios", a las mariposas.

    -No te asustes, Zez, los murcilagos tienen sentido de orientacin.

    -Tienen qu, to?

    Me explic lo que era el sentido de orientacin, y qued cada vez ms admirado por su sabidura.

    Resuelto mi problema, fui a la calle para contar a todo el mundo lo que nos esperaba: la mudanza. La mayora de las personas grandes me decan con gesto alegre:

    -As que se van a mudar, Zez? Qu bueno!...

    Qu maravilla!... Qu alivio!...

    El que no se extra mucho fue Biriquinho.

    -Menos mal que es en la otra calle. Queda cerca de aqu. Y aquello de que te habl. . .

    -Cundo es?

    -Maana a las ocho, en la puerta del Casino Bang. La gente dice que el dueo de la Fbrica mand comprar un camin de juguetes. Vas?

    -S que voy. Y llevar a Luis. Ser posible que yo tambin reciba algo?

    -Claro que s. Una porquerita de este tamao. O ests pensando que ya eres un hombre?

    Se puso cerca de m y sent que todava era muy chico. Menor an de lo que pensaba.

    -Bueno, algo voy a ganar. . . Pero ahora tengo que hacer. Maana nos encontramos ah.

    Volv a casa y anduve dando vueltas alrededor de Gloria.

    -Qu pasa, muchacho?

    -Bien que podas llevarme. Hay un camin que vino de la ciudad llenito de juguetes.

    -Escucha, Zez. Tengo un montn de cosas que hacer. Planchar, ayudar a Jandira a arreglar la mudanza. Vigilar las cacerolas en el fuego...

  • -Tambin vienen un montn de cadetes de Realengo.

    Adems de coleccionar retratos de Rodolfo Valentino, a quien ella llamaba "Rudy", y que pegaba en un cuaderno, tena locura por los cadetes.

    -Dnde viste cadetes a las ocho de la maana? Quieres hacerme pasar por tonta, chiquiln? Ve a jugar, Zez.

    Pero no me fui.

    -Sabes una cosa, Godia? No es por m, no. Pasa que le promet a Luis llevarlo all. Es tan chiquitito. Un chico de esa edad solamente piensa en la Navidad.

    -Zez, ya dije que no voy. Y sas son mentiras; lo que pasa es que t quieres ir. Tienes mucho tiempo para recibir Navidades en tu vida...

    -Y si me muero? Morir sin haber recibido algo esta Navidad...

    -No vas a morirte tan pronto, mi amigo. Vas a vivir dos veces ms que to Edmundo o don Benedicto. Y ahora basta. Ve a jugar.

    Pero no fui. Me di maa para que ella a cada momento tropezara conmigo. Iba a la cmoda a buscar algo, y se encontraba conmigo sentado en la mecedora, pidiendo con la mirada. Porque pedir con la mirada tena mucho efecto sobre ella. Iba a buscar agua en la pileta, y yo estaba sentado en el umbral de la puerta, mirando. Iba al dormitorio, a buscar piezas de ropa para lavar.

    All estaba, sentado en la cama, con las manos en el mentn, mirando...

    -Hasta que no aguant ms.

    -Bueno, basta. Zez. Ya dije que no y no. Por amor de Dios, no termines con mi paciencia. Ve a jugar.

    Pero no me fui. Es decir, pens que no me iba. Porque ella me agarr, me llev afuera y me deposit en el fondo. Despus entr en la casa y cerr la puerta de la cocina y de la sala. No me rend. Me fui sentando delante de cada ventana por la que ella iba a pasar. Porque ahora comenzaba a limpiar la casa y a arreglar las camas. Se encontraba conmigo, espindola, y cerraba la ventana. Acab cerrando toda la casa para no verme.

    -Mujer de los mil diablos! Parda de mal pelo! Ojal que nunca te cases con un cadete! Ojal que te cases con un soldado raso, de esos que no tienen ni un centavo para lustrarse las polainas!

    Cuando vi que realmente estaba perdiendo el tiempo, sal furioso y gan de nuevo el mundo de la calle.

  • En la calle descubr a Nardinho que jugaba con una cosa. Estaba en cuclillas, totalmente distrado. Me acerqu. Haba hecho un carrito con una caja de fsforos y le haba atado un abejorro tan grande como nunca lo haba visto.

    -Caramba!

    -Es grande, no?

    -Te lo cambio!

    -Por qu?

    -Si quieres fotos...

    -Cuntas?

    -Dos.

    -Qu gracia! Un bicho de stos y me das solamente dos fotos...

    - Como sos hay montones en la casa de to Edmundo.

    -Por tres todava te lo cambio.

    -Te doy tres, pero no puedes elegir...

    - As no. Por lo menos quiero elegir dos.

    - Bueno.

    Le di una de Laura La Plante, que tena repetida muchas veces. Y l eligi una de Hoot Gibson y otra de Patsy Ruth Miller. Guard en mi bolsillo el abejorro y me fui.

    ***

    - Rpido, Luis. Gloria fue a comprar pan y Jandira est leyendo en la mecedora.

    Salimos escurrindonos por el corredor. Y lo ayud a "desaguar".

    -Haz bastante, que en la calle no se puede de da.

    Luego, en la pileta, le lav la cara. Y despus de lavar tambin la ma volvimos al dormitorio.

    Lo vest sin hacer ruido. Le calc los zapatitos. Porquera de calcetines, no servan ms que para complicarlo todo! Aboton su saquito azul y busqu el peine. Pero su pelo no se asentaba; haba que hacer algo. No contaba con nada en ningn rincn. Ni brillantina, ni aceite. Fui a la cocina y volv con un poco de

  • grasa en la punta de los dedos. Restregu la grasa en la palma de la mano y la ol, primero.

    - No tiene olor.

    Acomod los cabellos de Luis y comenc a peinarlos. Entonces su cabeza qued linda; llena de rulos, pareca un San Juan con un carnerito sobre las espaldas.

    -Ahora te quedas ah, parado, para no arrugarte.

    Me voy a vestir.

    Mientras me pona los pantalones y la camisa blanca, miraba a mi hermano.

    Qu lindo era! No haba otro ms lindo en Bang.

    Me calc las zapatillas de tenis, que tenan que durar hasta que fuese al colegio, el ao siguiente. Continu mirando a Luis.

    Lindo y arregladito como estaba hasta podra ser confundido con el Nio Jess, ms crecidito. Apuesto a que va a ganar montones de regalos. Cuando lo miraran...

    Me estremec. Gloria acababa de volver y colocaba el pan sobre la mesa. Los das que haba pan, el papel haca ese ruido.

    Salimos tomados de las manos y nos pusimos delante de ella.

    -No est lindo, Godia? Yo lo arregl. En vez de enojarse, se recost en la puerta y mir hacia arriba. Cuando baj la cabeza tena los ojos llenos de lgrimas.

    -Tambin t ests lindo. Oh! Zez!...

    Se arrodill y apoy mi cabeza sobre su pecho.

    -Dios mo! Por qu la vida tendr que ser tan dura para algunos?...

    Se contuvo y comenz a arreglarnos prolijamente.

    -Te dije que no podra llevarlos, Zez. Realmente, no puedo. Tengo tanto que hacer. Primero vamos a tomar caf, mientras pienso alguna cosa. Aunque quisiese, ya no habra tiempo para que me vistiera. . .

    Puso nuestro tazn de caf y cort el pan. Continuaba mirndonos afligida.

  • -Tanto trabajo para ganarse unas porqueras de juguetes ordinarios. Claro que tampoco pueden dar cosas muy buenas para tantos pobres como hay. Hizo una pausa y continu:

    -Tal vez sea la nica oportunidad. No puedo impedir que ustedes vayan. .. Pero, Dios mo, son muy chiquitos...

    -Yo lo llevo a l con cuidado. Lo llevar de la mano todo el tiempo, Godia. Ni siquiera es necesario cruzar la carretera Ro-San Pablo.

    -Aun as es peligroso.

    -No lo es, y yo tengo sentido de orientacin.

    Se ri, dentro de su tristeza.

    -Quin te ense eso, ahora?

    -To Edmundo. Dijo que Luciano lo tena, y si Luciano, que es menor que yo lo tiene, yo lo tengo ms...

    -Voy a hablar con Jandira.

    -Es perder el tiempo. Ella nos deja. Jandira solamente vive leyendo novelas y pensando en sus admiradores. No le importa.

    -Vamos a hacer lo siguiente: terminen con el caf y nos vamos luego al portn. Si pasa gente conocida que va para ese lado le pido que los acompae.

    No quise comer el pan para no demorar. Fuimos hacia el portn.

    No pasaba nadie, solamente el tiempo. Pero acab pasando. Por all vena don Pasin, el cartero. Salud a Gloria, se quit la gorra y se ofreci a acompaarnos.

    Gloria bes a Luis y despus a m. Conmovida pregunt sonriendo:

    -Y aquel asunto del soldado raso y las polainas. . .?

    -Son mentiras. No fue de corazn. Te vas a casar con un mayor de aviacin lleno de estrellitas en el hombro.

    -Por qu no fueron con Totoca?

    -Totoca dijo que no iba para all. Y que no estaba dispuesto a llevar "equipaje".

    Salimos. Don Pasin nos mandaba ir adelante e iba a entregar las cartas en las casas. Despus apuraba el paso y nos alcanzaba. Volva a repetir la

  • accin, en seguida. Cuando llegamos a la carretera Ro-San Pablo, nos dijo sonriente:

    -Hijos mos, estoy muy apurado. Ustedes estn retrasando mi trabajo. Ahora vayan por ah, que no hay ningn peligro.

    Sali, de prisa, con el paquete de cartas y papeles debajo del brazo. Pens, rabioso:

    -Cobarde! Abandonar a dos criaturas en la carretera, despus de haberle prometido a Gloria que nos llevaba.

    Tom con ms fuerza la mano de Luis y continuamos la marcha. El cansancio ya comenzaba a manifestarse en l. Cada vez disminua ms sus pasos.

    -Vamos, Luis. Ya estamos cerquita y hay muchos juguetes.

    Caminaba un poco ms rpidamente y volva a retrasarse.

    -Zez, estoy cansado.

    -Te voy a alzar un poco, quieres?

    Abri los brazos y lo cargu un tiempo. Pero vaya! Pesaba como si fuese plomo! Cuando llegamos a la Calle del Progreso quien estaba bufando era yo.

    -Ahora caminas otro poquito. El reloj de la iglesia dio las ocho.

    -Y ahora? Haba que estar all a las siete y media. Pero no importa, hay mucha gente y van a sobrar juguetes. Traen un camin lleno.

    -Zez, me est doliendo un pie. !

    Me inclin:

    -Voy a aflojarte un poco el cordn y mejorar.

    Ibamos cada vez ms despacio. Pareca que el Mercado no llegaba nunca. Y despus todava tenamos que pasar la Escuela Pblica y doblar a la derecha en la calle del Casino Bang. Lo peor de todo era el tiempo, que pareca volar a propsito.

    Llegamos all muertos de cansancio. No haba nadie. Ni pareca que hubiera habido distribucin de juguetes. Pero la hubo, s, porque la calle estaba llena de papel de seda arrugado. Los trocitos de papel coloreaban la arena.

    Mi corazn comenz a inquietarse.

  • Cuando llegamos, don Coquito estaba ya cerrando las puertas del Casino.

    Extenuado, le dije al portero:

    -Don Coquito, ya se acab todo?

    -Todo, Zez. Ustedes llegaron muy tarde. Esto fue como un alud.

    Cerr media puerta y sonri bondadosamente.

    -El ao que viene tienen que venir ms temprano, dormilones!. . .

    -No importa.

    Pero s que importaba. Estaba tan triste y desilusionado que hubiese preferido morir antes de que sucediese aquello.

    -Vamos a sentarnos all. Necesitamos descansar un poco.

    -Tengo sed, Zez.

    -Cuando pasemos por lo de don Rosemberg pedimos un vaso de agua. Alcanza para los dos.

    Solamente en ese momento descubri toda la tragedia. Ni habl. Me mir haciendo pucheros y con los ojos perdidos.

    -No importa, Luis. Sabes? Voy a pedirle a Totoca que le cambie la cola a mi caballito "Rayo de Luna" para drtelo como regalo de Pap Noel.

    Pero continu lloriqueando.

    -No, no hagas eso. T eres un rey. Pap dijo que te bautiz Luis porque era nombre de rey. Y un rey no puede llorar en la calle, frente a los dems, sabes?

    Apoy su cabeza en mi pecho y me qued alisndole el cabello enrulado.

    -Cuando sea grande, voy a comprar un coche bonito como el de don Manuel Valadares. Ese del Portugus, te acuerdas? Ese que pas una vez delante de nosotros en la Estacin, cuando estbamos saludando al Mangaratiba... Bueno, voy a comprar un cochazo lindo, lleno de regalos, y solo para ti... Pero no llores, que un rey no llora.

    Mi pecho explot con enorme amargura.

    -Juro que lo voy a comprar. Aunque tenga que matar y robar...

    No era mi pajarito el que me comentaba eso, all adentro. Deba ser el corazn.

  • Solamente eso poda ser. Por qu el Nio Jess no me quera? El amaba hasta al buey y al burrito del pesebre. Pero a m, no. Y l se vengaba porque yo era ahijado del diablo. Se vengaba de m dejando a mi hermano sin su regalo. Pero Luis no mereca eso, porque era un ngel. Ningn angelito del cielo poda ser mejor que l.

    Y las lgrimas brotaron cobardemente de mis ojos.

    -Zez, ests llorando...

    -En seguida pasa. Adems, no soy un rey, como t. Solamente soy una cosa que no sirve para nada. Un chico malo, bien malo... Apenas eso.

    ***

    -Totoca, fuiste a la casa nueva?

    -No. Y t?

    -Siempre que puedo hago una corridita hasta all.

    -Y eso, para qu?

    -Quiero saber si Minguito est bien.

    -Y quin diablos es Minguito?

    -Mi planta de naranja-lima.

    -Le encontraste un nombre bastante parecido a ella. Eres nico para encontrarles nombres a las cosas.

    Se ri y continu afinando lo que sera el nuevo cuerpo de "Rayo de Luna".

    -Y estaba all?

    -No creci nada.

    -Ni crecer si andas espindola todo el tiempo. Se est poniendo linda? Es as como queras el cabo?

    -S. Totoca, por qu sabes hacer de todo, eh? Haces jaula, gallinero, vivero, cerca, cancela...

    -Eso es porque no todo el mundo naci para ser poeta de corbata de moo. Pero si realmente quisieras, aprenderas.

    -Me parece que no. Para eso es necesario tener "inclinacin".

  • Se detuvo un instante y me mir, entre riendo y reprobando aquella posible novedad de to Edmundo.

    En la cocina estaba Dindinha, que haba venido para hacer "rabanada"* mojada en vino. Era la cena de Nochebuena.

    *Rodaja de pan mojada en leche, que luego de frita se espolvorea con canela. (N. de la T.)

    Le coment a Totoca:

    -Y mira, hay gente que ni siquiera tiene eso. El to Edmundo dio el dinero para el vino y para comprar las frutas para la ensalada del almuerzo de maana.

    Totoca estaba haciendo el trabajo gratis, porque se haba enterado de la historia del Casino Bang. Por lo menos, Luis tendra un regalo. Una cosa vieja, usada, pero muy linda y que yo quera mucho.

    -Totoca.

    -Habla.

    -Y no voy a recibir nada, nada, de Pap Noel?

    -Pienso que no.

    -Hablando seriamente, crees que soy tan malo como dice todo el mundo?

    -Malo, malo, no. Lo que pasa es que tienes el diablo en la sangre.

    -Cuando llega la Nochebuena, querra tanto no tenerlo! Me gustara tanto que antes de morir, por lo menos una vez, naciese para m el Nio Jess en vez del Nio Diablo.

    -Quin sabe si a lo mejor el ao que viene...

    Por qu no aprendes y haces como yo?

    -Y qu haces?

    -No espero nada. As no me decepciono. Ni siquiera el Nio Jess es eso tan bueno que todo el mundo dice. Eso que el Padre cuenta y que el Catecismo dice...

    Hizo una pausa y qued indeciso entre contar el resto de lo que pensaba o no.

    -Cmo es, entonces?

  • -Bueno, vamos a decir que fuiste muy travieso, que no merecas un regalo.

    -Pero Luis?

    -Es un ngel.

    -Y Gloria?

    -Tambin.

    -Y yo?

    -Bueno, a veces..., tomas mis cosas, pero eres muy bueno.

    -Y Lal?

    -Pega muy fuerte, pero es buena. Un da me va a coser mi corbata de moo.

    -Y Jandira?

    -Jandira tiene ese modo... pero no es mala.

    -Y mam?

    -Mam es muy buena; cuando me pega lo hace con pena y despacito.

    -Y pap?

    -Ah, l no s! Nunca tiene suerte. Creo que debe haber sido como yo, el malo de la familia.

    -Entonces! Todos son buenos en la familia. Y por qu el Nio Jess no es bueno con nosotros? Vete a la casa del doctor Faulhaber y mira el tamao de la mesa llena de cosas. Lo mismo en la casa de los Villas-Boas. Y en la del doctor Adaucto Luz, ni hablar...

    Por primera vez vi que Totoca estaba casi llorando.

    -Por eso creo que el Nio Jess quiso nacer pobre slo para exhibirse. Despus El vio que solamente los ricos servan. . . Pero no hablemos ms de eso. Hasta puede ser que lo que diga sea un pecado muy grande.

    Se qued tan abatido que no quiso conversar ms. Ni siquiera quera levantar los ojos del cuerpo del caballo que pula.

    * * *

    Fue una comida tan triste que ni daba ganas de pensar. Todo el mundo comi en silencio, y pap apenas prob un poco de "rabanada". Ni siquiera

  • haba querido afeitarse. Tampoco haban ido a la Misa del Gallo. Lo peor era que nadie hablaba nada con nadie. Ms pareca el velorio del Nio Jess que su nacimiento.

    Pap agarr el sombrero y se fue. Sali, incluso en zapatillas, sin decir hasta luego ni desear felicidades. Dindinha sac su pauelo y se limpi los ojos, pidiendo permiso para irse en seguida con to Edmundo. Y ste puso algn dinero en mi mano y en la de Totoca. A lo mejor hubiese querido dar ms y no tena. A lo mejor, en vez de darnos dinero a nosotros, deseara estar dndoselo a sus hijos, all en la ciudad. Por eso lo abrac. Tal vez el nico abrazo de la noche de fiesta. Nadie se abraz ni quiso decir algo bueno. Mam fue al dormitorio. Estoy seguro de que ella estaba llorando, escondida. Y todos tenan ganas de hacer lo mismo. Lal fue a dejar a to Edmundo y a Dindinha en el portn, y cuando ellos se alejaron caminando despacito, despacito, coment:

    -Parece que estn demasiado viejitos para la vida y cansados de todo...

    Lo ms triste fue cuando la campana de la iglesia llen la noche de voces felices. Y algunos fuegos artificiales se elevaron a los cielos para que Dios pudiera ver la alegra de los otros.

    Cuando entramos nuevamente, Gloria y Jandira estaban lavando la vajilla usada y Gloria tena los ojos rojos como si hubiese llorado mucho.

    Disimul, dicindonos a Totoca y a m:

    -Ya es la hora de que los chicos vayan a la cama.

    Deca eso y nos miraba. Saba que en ese momento all no haba ya ningn nio. Todos eran grandes, grandes y tristes, cenando a pedazos la misma tristeza.

    Quiz la culpa de todo la hubiera tenido la luz del farol medio mortecina, que haba sustituido a la luz que la "Light" mandara cortar. Tal vez.

    El reyecito, que dorma con el dedo en la boca s era feliz. Puse el caballito parado, bien cerca de l. No pude evitar pasarle suavemente las manos por su pelo. Mi voz era un inmenso ro de ternura.

    -Mi chiquitito.

    Cuando toda la casa estuvo a oscuras pregunt bien bajito:

    -Estaba buena la "rabanada", no es cierto, Totoca?

    -No s. Ni la prob.

    -Por qu?

  • -Se me puso una cosa rara en la garganta que no me dejaba pasar nada... Vamos a dormir. El sueo hace que uno se olvide de todo.

    Yo me haba levantado y haca barullo en la cama.

    -Adonde vas, Zez?

    -Voy a poner mis zapatillas del otro lado de la puerta.

    -No las pongas. Es mejor.

    -Las voy a poner, s. A lo mejor sucede un milagro. Sabes una cosa, Totoca? Quisiera un regalo. Uno solo. Pero que fuese algo nuevo. Solo para m...

    Mir para el otro lado y enterr la cabeza debajo de la almohada.

    ***

    En cuanto me despert llam a Totoca.

    -Vamos a ver? Yo digo que hay algo.

    -Yo no ira a ver.

    -Pues s voy!

    Abr la puerta del dormitorio y, para decepcin ma, las zapatillas estaban vacas. Totoca se acerc, limpindose los ojos.

    -No te lo haba dicho?

    Diversas sensaciones, entremezcladas, se acumularon en mi alma. Era odio, rebelin y tristeza. Sin poder contenerme exclam:

    -Qu desgracia es tener un padre pobre!...

    Desvi mis ojos de las zapatillas hacia otras que estaban detenidas frente a m. Pap se hallaba de pie, mirndonos. La tristeza haba hecho enormes sus ojos. Pareca que haban crecido tanto, pero tanto, que cubriran toda la pantalla del cine Bang. Haba en sus ojos una tristeza dolorida, tan fuerte, que aun queriendo llorar no lo hubiera logrado. Se qued un minuto, que no acababa nunca, mirndonos; despus pas a nuestro lado, en silencio. Estbamos paralizados, sin poder decir nada. Tom el sombrero que estaba sobre la cmoda y se fue de nuevo para la calle. Slo entonces Totoca me toc el brazo.

    -Eres malvado, Zez. Malvado como una serpiente. Por eso es que... Call emocionado.

  • -No vi que estaba all.

    -Malvado. Sin corazn. Sabes que pap desde hace mucho tiempo est sin empleo. Por eso ayer yo no poda tragar, mirando su rostro. Algn da vas a ser padre y entonces vas a saber lo que duele una hora de esas.

    Para colmo, yo lloraba.

    -Pero si no lo vi, Totoca, No lo vi.

    -Sal de mi lado. No sirves para nada. Vete!

    Tuve ganas de salir corriendo por la calle y agarrarme llorando a las piernas de pap. Decirle que haba sido muy malo, realmente malo. Pero continuaba quieto, sin saber qu hacer. Necesit sentarme en la cama desde all miraba mis zapatillas, siempre en el mismo rincn, vacas. Vacas como mi corazn, que fluctuaba sin gobierno.

    -Por qu hice eso, Dios mo? Y precisamente hoy. Por qu tena que ser aun mas malo cuando ya todo estaba demasiado triste? Con qu cara lo mirar a la hora del almuerzo? Ni la ensalada de frutas voy a conseguir que pase.

    Y sus grandes ojos, como pantalla de cine, estaban pegados a m, mirndome. Cerraba los ojos y vea esos ojos grandes, grandes...

    Mi taln dio en mi caja de lustrar zapatos y tuve una idea. Tal vez as pap me perdonase tanta maldad.

    Abr el cajn de Totoca y tom en prstamo una lata ms de pomada negra, porque la ma se estaba acabando. No habl con nadie. Sal caminando, triste, por la calle, sin sentir el peso del cajoncito. Me pareca estar caminando sobre los ojos de l. Dolindome dentro sus ojos.

    Era muy temprano y la gente deba estar durmiendo a causa de la Misa y de la cena. La calle estaba llena de chicos que exhiban y comparaban sus juguetes. Eso me abati ms todava. Todos eran nios buenos. Ninguno de ellos hara nunca lo que yo haba hecho.

    Par cerca del "Miseria y Hambre", esperando encontrar algn cliente. El cafetn estaba abierto hasta ese da. No por nada le haban puesto aquel sobrenombre. A l llegaba gente en pijama, de chinelas, de zuecos, pero nunca con zapatos.

    No haba tomado ni caf y sin embargo no senta hambre. Mi dolor era mucho mayor que cualquier apetito. Camin hasta la Calle del Progreso. Di vuelta al Mercado. Me sent en la calzada de la panadera de don Rosemberg, y nada.

  • El calor aument y la correa del cajoncito me haca doler el hombro; fue necesario cambiarlo de posicin. Sent sed y fui a beber en el grifo del Mercado.

    Me sent en el umbral de la Escuela Pblica, que en breve habra de recibirme. Dej el cajoncito en el suelo y me desanim. Recost la cabeza en las rodillas, como un mueco, y as me qued, sin ganas de nada. Despus escond la cara entre las rodillas, cubrindolas con mis brazos. Era mejor morir antes que volver a casa sin lo que pretenda.

    Un pie golpe mi cajn y una voz conocida y amiga me llam:

    -Eh!, lustrador, el que duerme no gana dinero.

    Levant la cara sin creerlo. Era don Coquito, el portero del Casino. Puso un pie y primero le pas la franela. Despus moj el zapato y lo sequ. Y luego comenc a pasar la pomada con todo cuidado.

    -Por favor, puede levantar un poco el pantaln? Obedeci mi pedido.

    -Lustrando hoy, Zez?

    -Nunca necesit tanto como hoy.

    -Y qu tal fue la Nochebuena?

    -Regular.

    Golpe con el cepillo en el cajn y cambi de pie. Repet la maniobra y entonces comenc a lustrar. Cuando termin, golpe en el cajn y retir el pie.

    -Cunto es, Zez?

    -Dos cruzeiros.

    -Por qu solamente dos? Todos cobran cuatro.

    -Solamente cuando sea un buen lustrador podr cobrar tanto. Por ahora, no.

    Sac cinco cruzeiros y me los dio.

    -No quiere pagarme despus? No trabaj nada hasta ahora.

    -Qudate con el vuelto por ser Navidad. Hasta luego.

    -Felices fiestas, don Coquito.

    Quiz haba venido a hacerse lustrar los zapatos por lo que sucediera tres das antes...

  • Sentir el dinero en el bolsillo me dio cierto nimo que no dur mucho; ya eran ms de las dos de la tarde, la gente charlaba por las calles, y nada! Nadie, ni para sacarles el polvo y soltar unas monedas.

    Me puse cerca de un poste de la Ro-San Pablo, y de vez en cuando soltaba mi voz finita:

    -Se lustra, patrn! Lstrese para ayudar a la Navidad de los pobres!

    Un coche de rico se detuvo cerca. Aprovech para gritar, sin ninguna esperanza.

    -Deme una manita, doctor. Aunque solo sea para ayudar a la Navidad de los pobres.

    La seora, bien vestida, y los nios sentados atrs, se quedaron mirndome, mirando. La seora se conmovi.

    -Pobrecito, tan chico y tan pobrecito. Dale algo, Arturo.

    El hombre me examin con desconfianza.

    -Ese es un pcaro, y de los bien vivos. Est aprovechndose de su edad y del da.

    -Aunque as sea, yo le voy a dar. Ven ac, chiquito.

    Abri la cartera y estir la mano por la ventanilla.

    -No, seora, gracias. No estoy mintiendo. Solamente quien lo necesita mucho trabaja en Navidad.

    Tom mi cajoncito, lo colgu en mi hombro y me fui caminando despacito. Ese da no senta fuerzas ni Para tener rabia.

    Pero la puerta del coche se abri y un nio ech a correr detrs de m.

    -Toma. Te manda decir mi mam que no cree que seas un mentiroso.

    Me puso otros cinco cruzeiros en el bolsillo y ni esper que le agradeciera... Solamente escuch el rugido del motor que se alejaba.

    Ya haban pasado cuatro horas y yo continuaba con los ojos de pap martirizndome.

    Busqu el camino de vuelta. Diez cruzeiros no alcanzaban, pero en todo caso podra ser que el "Miseria y Hambre" me hiciese un precio ms barato, o me permitiera pagar el resto otro da.

  • En el rincn de una cerca me llam la atencin una cosa. Era una media negra y roja, de mujer. Me inclin y la recog. Arroll mi mano en ella y qued finita. Guard la media en el cajn, pensando: "Har una linda cobra".

    Pero me enoj conmigo mismo. "Otro da. Hoy, de ninguna manera..."

    Llegu cerca de la casa de los Villas-Boas. La casa tena un gran jardn y el piso todo de cemento. Sergito andaba por entre las plantas en una hermosa bicicleta. Apoy la cara en la reja para espiar:

    Era toda roja y con rayas amarillas y azules. El metal deslumbraba, de tan brillante. Sergito me vio y se puso a hacer demostraciones. Corra, haca curvas, daba frenadas que llegaban a chirriar. Entonces se me acerc.

    -Te gusta?

    -Es la bicicleta ms linda del mundo.

    -Acrcate ms al portn, que la vas a ver mejor. Sergito era de la misma edad y grado que Totoca. Sent vergenza de mis pies descalzos, porque l usaba zapatos de charol, medias blancas y ligas de elstico rojo. En el brillo de los zapatos se reflejaba todo. Hasta los ojos de pap comenzaron a mirarme desde ese brillo. Tragu en seco.

    -Qu te pasa, Zez? Ests raro.

    -Nada. De cerca todava es ms bonita. Te la regalaron por la Navidad?

    -S.

    Baj de la bicicleta para conversar mejor y abri el portn.

    -Tuve muchsimos regalos. Una victrola, tres trajes, un montn de libros de cuentos, una caja de lpices de colores de las grandes. Una caja con juegos, un avin que mueve la hlice. Dos barcos con vela blanca. . .

    Baj la cabeza y me acord del Nio Jess, al que solamente le gustaba la gente rica, como deca Totoca.

    -Qu pasa, Zez?

    -Nada.

    -Y a ti, . . te regalaron muchas cosas? Negu con la cabeza, sin poder responder.

    -Pero, nada? De verdad, nada?

    -Este ao no tuvimos Navidad en casa. Pap todava est sin empleo.

  • -No es posible! As que ustedes no tuvieron castaas, ni avellanas, ni vino?. . .

    -Apenas "rabanada", que hizo Dindinha, y caf. Sergito se qued pensativo.

    -Zez, si yo te convido, aceptas? Estaba adivinando de qu se trataba. Pero, aun sin haber comido, no tena deseos.

    -Vamos adentro. Mam te hace un plato. Hay tantas cosas, tantos dulces...

    No me arriesgaba. Haba sido muy maltratado en esos das. Ms de una vez haba escuchado: "No te dije Que no me traigas mocosos de la calle a casa?".

    -No, muchas gracias.

    -Est bien. Y si le pido a mam que haga un paquete de castaas y otras cosas para que se lo lleves a tu hermanito, lo llevas?

    -No puedo. Tengo que terminar de trabajar. Recin en ese momento Sergito descubri mi cajoncito de lustrar, sobre el que me haba sentado.

    -Pero nadie se lustra en Navidad...

    -Me pas todo el da y solo consegu ganar diez cruzeiros, y eso que cinco me los dieron de limosna. Todava tengo que ganar dos ms.

    -Para qu, Zez?

    -No te lo puedo contar. Pero los necesito mucho. Se sonri y tuvo una idea generosa.

    -Quieres lustrar mis zapatos? Te doy diez cruzeiros.

    -Tampoco puedo. No les cobro a los amigos.

    -Y si te los doy, es decir, si te presto los diez cruzeiros?

    -Y puedo demorar en pagarte?

    -Como quieras. Hasta puedes pagarme despus en bolitas.

    -As, s.

    Meti la mano en el bolsillo y me dio una moneda.

    -No te aflijas, que recib mucho dinero. Tengo la alcanca llena.

    Pas la mano por la rueda de la bicicleta.

  • -Es realmente linda.

    -Cuando crezcas y sepas andar te dejar dar una vuelta, est bien?

    -Bueno.

    * * *

    Me lanc en una carrera enloquecida hasta el cafetn de "Miseria y Hambre", zangoloteando el cajn de lustrar.

    Entr como un huracn, con miedo de que fuesen a cerrar ya.

    -Seor, tiene todava de aquellos cigarrillos caros?

    Tom dos paquetes cuando vio el dinero en la palma de mi mano.

    -Esto no es para ti, verdad, Zez?

    Una voz dijo, atrs:

    -Qu idea! Un chico de esa edad!

    Sin darse vuelta, le contest:

    -Porque usted no conoce a este cliente de cualquier cosa.

    -Es para pap.

    Senta una enorme felicidad haciendo rodar las monedas en la palma de la mano.

    -Ese o ste?

    -T sabrs.

    -Pas todo el da trabajando para comprarle a pap este regalo de Navidad.

    -De vers, Zez? Y l que te regal?

    -Nada, pobre. Todava est sin empleo, usted ya sabe.

    Se emocion y nadie habl en el bar.

    -Cul le gustara ms, si fuese para usted?

    -Los dos son lindos. Y a cualquier padre le gustara recibir un regalo as.

  • -Envulvame ste, por favor. Hizo el paquete, pero estaba medio raro cuando me lo entreg. Como si quisiera decirme algo y no pudiera. Le entregu el dinero y sonre.

    -Gracias, Zez.

    -Que tenga felices fiestas!...

    Corr de nuevo hasta llegar a casa.

    Tambin haba llegado la noche. Solamente en la cocina estaba encendida la luz del farol. Haban salido todos, pero pap estaba sentado a la mesa, mirando la pared vaca. Tena el rostro apoyado en la palma de la mano, y el codo en la mesa.

    -Pap.

    -Qu, hijo?

    No haba rencor alguno en su voz.

    -Dnde estuviste todo el da?

    Le mostr mi cajoncito de lustrar zapatos.

    Lo dej en el suelo y met la mano en el bolsillo para sacar mi paquetito.

    -Mira, pap, compr una cosa linda para ti. Sonri comprendiendo todo lo que eso haba costado.

    -Te gusta? Era el mejor. Abri el paquete y aspir el tabaco, sonriendo, pero sin conseguir decir nada.

    -Fuma uno, pap.

    Fui hasta el fogn para buscar un fsforo. Lo encend, aproximndolo al cigarrillo que tena en la boca.

    Me alej para ver la primera bocanada. Y algo me pas. Arroj al suelo el fsforo apagado. Y sent que estaba explotando. Destrozndome todo por dentro. Reventando ese dolor tan grande que me haba amenazado todo el da.

    Mir a pap, su rostro barbudo, sus ojos.

    Solo pude decirle:

    -Pap... Pap...

    Y la voz fue consumindose entre lgrimas y sollozos.

  • El abri los brazos y me estrech tiernamente:

    -No llores, hijito. Vas a tener que llorar mucho en la vida si continas siendo un chico tan emotivo...

    -Yo no quera, pap... Yo no quera decir... eso.

    -Ya lo s. Ya lo s. Adems, no me enoj porque en el fondo tenas razn.

    Me acun un poco ms.

    Despus levant mi rostro y lo sec con la servilleta que estaba all cerca.

    -As est mejor.

    Levant mis manos y acarici su cara. Pas suavemente los dedos sobre sus ojos, intentando colocarlos en su lugar, sin aquella pantalla grande. Tena miedo de que si no lo haca esos ojos fueran a seguirme durante toda la vida.

    -Vamos a acabar mi cigarrillo. Todava con la voz temblorosa de emocin, pude tartamudear:

    -Sabes, pap, cuando me quieras pegar nunca ms voy a protestar... Puedes pegarme, no ms...

    -Est bien. Est bien, Zez. Me deposit en el suelo, junto con el resto de mis sollozos. Tom un plato del armario.

    -Gloria te guard un poco de ensalada de frutas. Yo no consegua tragar. Se sent y fue llevando hasta mi boca pequeas cucharadas.

    -Ahora pas, no es cierto que s, hijo?

    Hice que s con la cabeza, pero las primeras cucharadas entraban en mi boca con gusto salado. El resto de mi llanto demoraba en pasar.

  • 4EL PAJARITO, LA ESCUELA Y LA FLOR

    Casa nueva. Vida nueva y esperanzas simples, simples esperanzas. All iba yo entre don Arstides y el ayudante, en lo alto del carro, alegre como el da caliente.

    Cuando el carro sali de la calle empedrada y entr en la Ro-San Pablo fue una maravilla; ahora se deslizaba suave y agradablemente.

    Pas un coche de lujo a nuestro lado.

    -All va el automvil del portugus Manuel Valadares.

    Cuando bamos atravesando la esquina de la Calle de las Represas, un pito desde lejos llen la maana.

    -Mire, don Arstides. All va el Mangaratiba.

    -Lo sabes todo, no?

    -Conozco el sonido.

    Solo se escuchaba el "toc-toc" de las patas de los caballos en el camino. Observ que el carro no era muy nuevo. Al contrario. Pero era firme, econmico. Con otros dos viajes traeramos todos nuestros cachivaches. El burro no pareca muy firme. Pero resolv ser agradable.

  • -Su carro es muy lindo, don Arstides.

    -Sirve para lo que es.

    -Y tambin el burro es lindo. Cmo se llama?

    -"Gitano".

    Pareca no querer conversar.

    -Hoy es un da muy feliz para m. La primera vez que ando en carro. Encontr el automvil del Portugus y escuch al Mangaratiba.

    Silencio. Nada.

    -Don Arstides, El Mangaratiba es el tren ms importante del Brasil?

    -No. Pero es el ms importante de esta lnea.

    Realmente no vala la pena. Qu difcil era a veces entender a la gente grande!

    Cuando llegamos frente a la casa, le entregu la llave e intent ser cordial...

    -Quiere que le ayude en alguna cosa?

    -Ayudars si no andas encima de la gente, molestando. Anda a jugar, que cuando sea la hora de volver te llamar.

    Di un salto y me fui.

    -Minguito, ahora vamos a vivir siempre uno cerca del otro. Voy a ponerte tan lindo que ningn rbol podr llegarte a los pies. Sabes, Minguito, acabo de viajar en un carro tan grande y suave que pareca una diligencia de aquellas de las pelculas de cine. Mira, todas las cosas de las que me entere te las vendr a contar, de acuerdo?

    Me acerqu al pasto de la valla y mir el agua sucia, que corra.

    -Cmo fue que dijimos el otro da que bamos a llamar a este ro?

    -Amazonas.

    -Eso mismo, Amazonas. All abajo, debe estar lleno de canoas de indios salvajes, no es cierto Minguito?

    -Ni me lo digas. Solamente puede estar as, lleno de canoas e indios.

  • No bien comenzaba la conversacin y ya estaba don Arstides cerrando la casa y llamndome.

    -Te quedas o vienes con nosotros?

    -Voy a quedarme. Mam y mis hermanas ya deben venir por la calle.

    Y me qued mirando cada cosa de cada rincn.

    * * *

    Al comienzo, por etiqueta, o porque quera impresionar a los vecinos, me portaba bien. Pero una tarde rellen una media negra de mujer. La envolv en un hilo y cort la punta del pie. Despus, donde haba estado el pie puse un hilo bien largo de barrilete y lo at. De lejos, empujando despacito, pareca una cobra y en la oscuridad iba a tener gran xito.

    De noche, cada uno cuidaba de su vida. Pareca que la casa nueva hubiera cambiado el espritu de todos. En la familia reinaba una alegra como desde haca mucho tiempo no la haba.

    Me qued quietecito en el portal, esperando. La calle viva de la poca iluminacin de los postes, y las cercas de altos "Crtons"* sombreaban los rincones.

    *Planta de adorno (N. de la T.).

    Seguramente que algunos estaran haciendo guardia en la Fbrica, y eso que no eran ms de las ocho. Difcilmente eran las nueve. Pens un momento en la Fbrica. No me gustaba. Su sirena triste en las maanas se haca ms desagradable a las cinco de la tarde. La Fbrica era un dragn que devoraba gente todo el da y vomitaba a su personal de noche, muy cansado. Y menos me gustaba porque mister Scottfield se haba portado mal con pap. . . Listo! Por all vena una mujer. Traa una sombrilla debajo del brazo y una cartera colgando de la mano. Se alcanzaba a escuchar el ruido de los zuecos golpeando la calle con sus tacones.

    Corr a esconderme en el portal y prob el hilo que arrastraba la cobra. Ella obedeci. Estaba perfecta. Entonces me escond bien escondidito detrs de la sombra de la cerca y me qued con el hilo entre los dedos. Los zuecos venan acercndose, ms cerca, ms cerca todava, y zas! Comenc a tirar de la cobra que se desliz despacio en medio de la calle.

    Solo que yo no esperaba aquello! La mujer dio un grito tan grande que despert a toda la calle. Larg la bolsa y la sombrilla para arriba y se apret la barriga sin dejar de gritar:

    -Socorro! Socorro!. . . Una cobra, amigos.

  • Aydenme!

    Las puertas se abrieron y solt todo, corr hacia la casa, entr en la cocina. Destap rpidamente el cesto de la ropa sucia y me met dentro, cubriendo de nuevo el cesto con la tapa. Mi corazn lata, asustado, y continuaba escuchando los gritos de la mujer:

    -Ay! Dios mo, voy a perder a mi hijo de seis meses!

    En ese momento no solamente estaba asustado, sino que comenc a temblar.

    Los vecinos la llevaron para adentro y los sollozos y las quejas continuaban.

    -No puedo ms, no puedo ms! Y una cobra, con el miedo que les tengo!

    -Tome un poco de agua de flor de naranjo. Clmese. Qudese tranquila, que los hombres fueron detrs de la cobra armados con palos, machetes y un farol para alumbrarse.

    Qu lo de los mil diablos por causa de una cobrita sin importancia! Pero lo peor de todo es que la gente de casa tambin haba ido a mirar. Jandira, mam y Lal.

    -Pero si no es una cobra, amigos! Apenas es una media vieja de mujer.

    En mi miedo haba olvidado tirar de la "cobra". Estaba frito.

    Atrs de la cobra vena el hilo y el hilo entraba en nuestra casa.

    Tres voces conocidas hablaron al mismo tiempo:

    -Fue l!

    Ya no se trataba de la caza de una cobra. Miraron debajo de las camas. Nada. Pasaron cerca de m, y yo ni respir. Fueron del lado de afuera para mirar la casa. Jandira tuvo una idea:

    -Me parece que ya s dnde est!

    Levant la tapa del cesto y fui levantado por las orejas y llevado hasta el comedor.

    Mam me peg duro esa vez. El zapato cant y tuve que gritar para disminuir el dolor y que ella dejara de castigarme.

    -Pestecita! T no sabes qu duro es cargar un hijo de seis meses en la barriga.

  • Lal coment, irnica:

    -Ya estaba demorando mucho en estrenar la calle!

    -Y ahora a la cama, sinvergenza.

    Sal frotndome el traste y me acost de bruces. Fue una suerte que pap hubiese ido a jugar a las cartas. Me qued en la oscuridad tragndome el resto del llanto y pensando que la cama era la mejor cosa del mundo para curarse de una zurra.

    * * *

    Al da siguiente me levant temprano. Tena dos cosas muy importantes que hacer: primero, espiar un poco como quien no quiere. Si la cobra todava estaba por all, la agarrara para esconderla dentro de la camisa. Todava podra usarla en otra parte. Pero no estaba. Iba a ser difcil encontrar otra media que diese una cobra tan buena como aqulla.

    Me volv de espaldas y me fui caminando a casa de Dindinha. Necesitaba hablar con to Edmundo.

    Entr all sabiendo que todava era temprano para su vida de jubilado. Por lo tanto, no habra salido para jugar a la quiniela, hacer su fiestita, como l deca, y comprar los diarios.

    Y as fue; estaba en la sala haciendo un nuevo "solitario".

    -La bendicin, tito!

    No respondi. Estaba hacindose el sordo. En casa todos decan que a l le gustaba hacer as cuando no le interesaba la conversacin.

    Conmigo no lo hacia. Adems (cmo me gustaba la palabra adems!), Conmigo nunca era demasiado sordo. Le tirone la manga de la camisa, y como siempre me parecieron lindos los tirantes de ajedrez blanco y negro.

    -Ah! Eres t. . .

    Estaba haciendo como si no me hubiera visto.

    -Cmo es el nombre de ese "solitario", to?

    -Es el del reloj.

    -Es lindo.

    Yo ya conoca todas las cartas de la baraja. La nica que no me gustaba mucho era la sota. No s por qu, tena aspecto de sirviente del rey.

  • -Sabes, to, vine a conversar una cosa contigo.

    -Estoy terminando, en cuanto acabe conversaremos.

    Pero en seguidita mezcl todas las cartas.

    -No sali?

    -No.

    Hizo un montoncito con las cartas y las dej a un lado.

    -Bien, Zez, si tu asunto es un "asunto" de dinero -restreg los dedos- no tengo un cntimo.

    -Ni una monedita para bolitas?

    Se sonri.

    -Una monedita puede ser, quin sabe? Iba a meter la mano en el bolsillo, pero lo interrump.

    -Estoy haciendo una broma, to, no es nada de eso.

    -Entonces de qu se trata?

    Senta que l se encantaba con mis "precocidades" y, despus de que yo le leyera sin aprender, las cosas haban mejorado mucho.

    -Quiero saber una cosa muy importante. Eres capaz de cantar sin estar cantando?

    -No entiendo bien.

    -As -y cant una estrofa de "Casita Pequeita".

    -Pero ests cantando, no es verdad?

    -Ah est la cosa. Yo puedo hacer todo eso por dentro sin cantar por fuera.

    Ri de mi simplicidad, pero no saba adonde quera llegar.

    -Mira, to, cuando yo era pequeito pensaba que tena un pajarito aqu adentro y que cantaba. Era l quien cantaba.

    -Aja! Es una maravilla que tengas un pajarito as.

    -No entendiste. Pasa que ahora ando medio desconfiado de ese pajarito. Y cuando hablo y veo por dentro?

  • Entendi y se ri de mi confusin.

    -Voy a explicarte, Zez. Sabes lo que es eso? Eso significa que ests creciendo. Y creciendo, esa cosa que dices que habla y ve se llama pensamiento. El pensamiento es lo que hace aquello que una vez yo dije que tendras muy pronto...

    -La edad de la razn?

    -Es muy bueno que te acuerdes. Entonces sucede una maravilla. El pensamiento crece, crece y toma por su cuenta toda nuestra cabeza y nuestro corazn. Vive en nuestros ojos y en todos los momentos de nuestra vida.

    -Ya s. Y el pajarito?

    -El pajarito fue hecho por Dios para ayudar a las criaturas a descubrir las cosas. Despus, cuando el nio ya no lo necesita ms, devuelve el pajarito a Dios. Y Dios lo coloca en otro nio inteligente como t. No es lindo eso?

    Re feliz porque estaba teniendo un "pensamiento".

    -S. Y ahora me voy.

    -Y la monedita?

    -Hoy no. Voy a estar muy ocupado.

    Sal por la calle pensando en todo. Pero estaba recordando una cosa que me pona muy triste. Totoca tena un pjaro muy lindo, tan manso que suba a su dedo cuando le cambiaba el alpiste. Poda hasta dejar la puerta abierta que no se escapaba. Un da Totoca se olvid de l y lo dej al sol. Y el sol caliente lo mat. Me acordaba de Totoca con l en la mano y llorando, llorando con el pajarito muerto apoyado en el rostro. Y deca:

    -Nunca ms, nunca ms voy a tener preso a un pajarito.

    Yo estaba con l y le dije:

    -Totoca, yo tampoco voy a tener a ninguno preso. Llegu a casa y fui derecho a ver a Minguito.

    -Xururuca, vine a hacer una cosa.

    -Qu es?

    -Vamos a esperar un poco?

    -Vamos. Me sent y recost mi cabeza en su tronquito.

  • -Qu es lo que vamos a esperar, Zez?

    -Que pase una nube bien linda por el cielo.

    -Para qu?

    -Voy a soltar a mi pajarito. S, voy a soltarlo; ya no lo preciso ms...

    Nos quedamos mirando el cielo.

    -Es sa, Minguito?

    La nube vena caminando muy despacio, bien grande, como si fuese una hoja blanca toda recortada.

    -Es aqulla, Minguito. Me levant, emocionado, y abr mi camisa. Sent que l iba saliendo de mi pecho flaco.

    -Vuela, vuela, pajarito mo. Bien alto. Sbete hasta pararte en el dedo de Dios. Dios te va a llevar hasta otro nio y vas a cantarle lindo, como siempre cantaste para m. Adis, mi pajarito lindo!

    Sent un interminable vaco interior.

    -Mira, Zez. Se pos en el dedo de la nube.

    -Ya lo vi... Recost mi cabeza en el corazn de Minguito y me qued mirando la nube, que segua su camino.

    -Nunca fui malo con l...

    Di vuelta mi cara contra su rama.

    -Xururuca.

    -Qu pasa?

    -Es feo si me pongo a llorar?

    -Nunca es feo llorar, bobo. Por qu?

    -No s, todava no me acostumbr. Parece como si aqu adentro mi jaula hubiese quedado vaca. . .

    * * *

    Gloria me haba llamado muy temprano.

    -Djame ver las uas.

  • Le mostr las manos y ella aprob.

    -Ahora las orejas.

    -Uyuyuy, Zez!

    Me llev hasta la pileta, moj un trapo con jabn y fue restregando mi suciedad.

    -Nunca vi a una persona decir que es un guerrero Pinag y vivir siempre sucio! Anda calzndote mientras busco una ropita decente para ti.

    Fue a mi cajn y revolvi. Revolvi ms. Y cuanto ms revolva menos encontraba. Todos mis pantaloncitos estaban rotos, agujereados, remendados o zurcidos.

    -No se necesitaba ni contarlo a nadie. Solamente viendo este cajn la gente descubrira enseguida el nio terrible que eres. Ponte ste, que es el menos malo.

    Y nos dirigimos hacia el descubrimiento "maravilloso" que yo iba a hacer.

    Llegamos cerca de la Escuela, adonde un montn de personas haban llevado a sus nios para inscribirlos.

    -No vayas a hacer un papel triste ni a olvidarte de nada Zez.

    Nos sentamos en una sala llena de chicos, y todos se miraban unos a otros. Hasta que lleg nuestro turno y entramos en el escritorio de la directora.

    -Es su hermanito?

    -S, seora. Mam no pudo venir porque trabaja en la ciudad.

    Ella me mir bastante y sus ojos parecan grandes y negros porque los anteojos eran muy gruesos. Lo gracioso es que tena bigotes de hombre. Por eso seguramente era la directora.

    -No es muy pequeo el nio?

    -Es muy delgadito para la edad. Pero ya sabe leer.

    -Qu edad tienes, nio?

    -El da 26 de febrero cumpl seis aos, s, seora.

    -Muy bien. Vamos a hacer la ficha. Primero los datos familiares.

    Gloria dio el nombre de pap. Cuando tuvo que dar el de mam, ella dijo solamente: Estefana de Vasconcelos. Yo no aguant y solt mi correccin.

  • -Estefana Pinag de Vasconcelos.

    -Cmo?

    Gloria se puso un poco colorada.

    -Es Pinag. Mam es hija de indios.

    Me puse todo orgulloso porque yo deba ser el nico que tena nombre de indio en esa escuela.

    Despus Gloria firm un papel y qued de pie, indecisa.

    -Alguna otra cosa, muchacha...

    -Quisiera saber sobre los uniformes... Usted sabe... Pap est sin empleo y somos bastante pobres.

    Y eso qued comprobado cuando me mand que diese una vuelta para ver mi tamao y nmero, y acab viendo mis remiendos.

    Escribi un nmero en un papel y nos mand adentro a buscar a doa Eulalia.

    Tambin doa Eulalia se admir por mi tamao, y aun el uniforme ms pequeo que t