Antologia de La Novela Corta Universal

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ANTOLOGIADE LANOVELACORTAUNIVERSALVOLUMEN IISELECCIONES DEL READER'S DIGESTMarca RegistradaMADRID MEXICO SANTIAGO DE CHILE BUENOS AIRES BOGOTA NUEVA YORK 1973 SELECCIONES DEL READERS DIGEST (IBERIA), S. A.Derechos de traduccin, adaptacin y reproduccin reservados para todo el mundoSELECCIONES DEL READERS DIGEST (Marca Registrada)Avda. de Amrica, s/n (Edificio Selecciones), Madrid-27ISBN 84-7142-109-7 Obra completa ISBN 84-7142-111-9 Volumen II Depsito Legal B. 36768-1973D. R. 1973 READERS DIGEST MEXICO, S. A. de C. V.Insurgentes Norte 1090, Mxico 15, D. F.Derechos reservados en todos los pases miembros de la Convencin de Buenos Aires de 1910, de la Convencin Interamericana y de la Convencin Universal sobre Derechos de AutorProhibida la reproduccin total o parcialEste libro se termin de imprimir el da 2 de octubre de 1973 en los talleres Printer, Industria Grfica, S. A., Tuset, 19-Barcelona San Vicente dels HortsSe tiraron 15.000 ejemplaresEncuadernado por Printer, Industria Grfica, S. A., Tuset, 19-Barcelona San Vicente dels HortsImpreso en Espaa (Printed in Spain)Los reconocimientos correspondientes a las distintas novelas figuran en la pgina 365.Las ilustraciones que encabezan las novelas son obra de Miguel AcquaroniLas novelas de este volumen se publican en su versin ntegra, excepto Un cura en la familia y La bestia, que han sido condensadasCONTENIDO:7 EL BONITO CRIMEN DEL CARABINERO/Camilo Jos Cela20LAS NIEVES DEL KILIMANJARO/Ernest Hemingway45EL HUESPED/Albert Camus59LA SIMA/Po Baroja66UNA ROSA PARA EMILY/William Faulkner77EL RUBI/Corrado Alvaro83VIDA NUEVA/Ana Mara Matute89EL JEFE/John Steinbeck107UN CURA EN LA FAMILIA/Leo Kennedy117DILES QUE NO ME MATEN !/Juan Rulfo124 LA APUESTA/Antn Chejov132 MI SEOR EL BEBE/Rabindranath Tagore141 ESPUMA Y NADA MAS/Hernando Tllez146 EL VIEJO DEMONIO/Pearl S. Buck160 LA DESCONOCIDA/Bernardo Kordon167DOS METROS DE TIERRA/Nadine Gordimer181 NOCHE DE BODAS/Vicente Blasco Ibez200 BUTCH CUIDA DEL NIO/Damon Runyon214 UNA CARTA A DIOS/Gregorio Lpez y Fuentes218 LA BESTIA/Joseph Conrad237 LA LANCHA/Max Aub242 EL PUESTO REMOTO/W. Somerset Maugham275 PASEO/Jos Donoso295 SOLITARIO/Nigel Balchin316 SEGUIR DE POBRES/Ignacio Aldecoa325 EL CABALLO DE MADERA/D. H. Lawrence342 PEQUEOS PROPIETARIOS/Roberto Arlt350 EL HOMBRE QUE ATRAVESABA LOS MUROS/Marcel Aym361NOTAS BIOGRAFICAS365RECONOCIMIENTOSEL BONITO CRIMEN DEL CARABINEROCAMILO JOSE CELA/ESPAACuando Serafn Ortiz ingres en el seminario de Tuy, tena diecisiete aos y era ms bien alto, un poco plido, moreno de pelo y escurrido de carnes.Su padre se llamaba Serafn tambin, y en el pueblo no tena fama de ser demasiado buena persona; haba estado guerreando en Cuba, en tiempos del general Weyler, y cuando regres a la Pennsula vena tan amarillo y tan ruin dentro de su traje de rayadillo, que daba verdadera pena verlo. Gomo en Cuba haba alcanzado el grado de sargento y como a su llegada a Espaa tuvo la suerte de caerle en gracia, Dios sabr por qu!, a don Baldomero Seoane, entonces Director General de Aduanas, el hombre no anduvo demasiado tiempo tirado, porque un buen da don Baldomero, que era hombre de influencias en la provincia y aun en Madrid, le arregl las cosas de forma que pudo ingresar en el Cuerpo de Carabineros.En Tuy prestaba servicio en el Puente Internacional y tal odio lleg a cogerle a los perros, que invariablemente le ladraban, y a los portugueses, con quienes tena a diario que tratar, que a buen seguro que slo con el cuento de sus dos odios tendramos tema sobrado para un libro y gordo. Dejemos esto, sin embargo, y pasemos a contar las cuatro cosas que necesitamos.Cuando Serafn, padre, lleg a Tuy, algo ms repuesto ya, con el bigote engomado y vestido de verde, jams nadie se hubiera acordado del repatriado paldico y enclenque de seis meses atrs. Tenabuena facha, algo chulapa, no demasiados aos, y unos andares de picador a los que las personas de alcurnia con quienes habl me aseguraron no encontrarles nada de marcial, ni siquiera de bonitos, pero que entre las criadas hacan verdaderos estragos.Aguant dos primaveras soltero, pero a la tercera (como ya dice el refrn, a la tercera va la vencida) cas con la criada de doa Basilisa, que se llamaba Eduvigis; doa Basilisa, que en su ya largo celibato gozaba en casar a los que la rodeaban, acogi la boda con simpata, los apadrin, con don Mariano Acebo, subteniente de carabineros y comandante de uno de los puestos; les regal la colcha y les ofreci, solemnemente, dejar un legado para que estudiase la carrera de cura uno de sus hijos, cuando los tuviese. As era doa Basilisa.Al ao corto de casados vino al mundo el primer hijo, Serafn, que no es este del que vamos a hablar, sino otro que dur cuatro meses escasos, y al otro ao naci el verdadero Serafn, que, aunque por la pinta que trajo pareca que no habra de durar mucho ms que el otro, fue poco a poco creciendo y prosperando hasta llegar a convertirse en un mocito. Tuvieron despus otro hijo, Po, y dos hijas gemelas, Isaura y Rosa, y despus se manc el matrimonio porque Eduvigis muri de unas fiebres de Malta.Gomo Serafn, hijo, entr de dependiente en El Paraso, el comercio de don Eloy el Satans, donde tena fijo un buen porvenir, el padre pens que lo mejor habra de ser aplicar el legado de doa Basilisa, cuando llegase, a su segundo hijo, que an no se saba qu habra de ser de l y a quien pareca notrsele cierta aficin a las cosas de iglesia.Po pareca satisfecho con su suerte y ya desde pequeo se fue haciendo a la idea de la sotana y la teja para cuando fuese mayor; Serafn, en cambio, pareca cada hora ms feliz en su mostrador despachando cobertores, enaguas y toquillas a las seoras, o tachuelas, piedras de afilar y puntas de Pars a los paisanos que bajaban de las aldeas, y jams pudo sospechar lo que el destino le tena guardado para cuando el tiempo pasase.Haba conseguido ya Serafn ganarse la confianza del amo y un aumento de quince reales en el sueldo, cuando doa Basilisa, que era ya muy vieja, se qued un buen da en la cama con un resfriado que acab por enterrarla. Se le dio sepultura, se rezaron las misas, se abri el testamento, pas a poder de los curas el legado para la carrera de Po, y este entr en el Seminario.Serafn, padre, estaba encantado con la muerte de doa Basilisa, porque pensaba, y no sin razn, que haba llegado como agua de mayo a arreglar el porvenir de sus hijos, lo nico que le preocupaba, segn l, aunque los dems no se lo creyeran demasiado.Con Serafn en la tienda, Po estudiando para cura, y las hijas, a pesar de su corta edad, de criadas de servir, las dos en casa de don Espritu Santo Casis, el cnsul portugus, Serafn, padre, quedaba en el mejor de los mundos y poda dedicar su tiempo, ya con entera libertad, al vino del Ribero, que no le desagradaba nada, por cierto, y a Manolita, que le desagradaba an menos todava y con quien acab viviendo.Pero ocurre que cuando el hombre ms feliz se cree, se tuercen las cosas a lo mejor con tanta rapidez que, cuando uno se llama a aviso para enderezarlas, o es ya tarde del todo, como en este caso, o falta ya tan poco que viene a ser lo mismo. Lo digo porque con la muerte del seminarista empez la cosa a ir de mal en peor, para acabar como el verdadero rosario de la aurora; sin embargo, como de cada vida nacen media docena de vidas diferentes y de cada desgracia lo mismo pueden salir seis nuevas desgracias como seis bienaventuranzas de los ngeles, y como de cierto ya es sabido que no hay mal que cien aos dure, si bien podemos dar como seguro que el carabinero est tostndose a estas fechas en poder de Belceb, como justo pago a sus muchos pecados cometidos, nadie podr asegurar por la gloria de sus muertos que las dos hijas y el hijo que le quedaron no hayan tenido un momento de claridad a ltima hora que les haya evitado ir a hacer compaa al padre en la caldera.El pobre Po agarr una sarna en el Seminario que ms que estudiante de cura lleg a parecer gato sin dueo, de pelado y carcomido como le iba dejando; el mdico le recet que se diese un buen bao, y efectivamente se acerc hasta el Mio para ver de purificarse aunque, sabe Dios si por falta de costumbre o por qu, lo cierto es que tan puro y tan espiritual lleg a quedar que no se le volvi a ver de vivo; el cadver lo fue a encontrar la GuardiaCivil al cabo de mucho tiempo flotando, como una oveja muerta, cerca ya de La Guardia.Cuando Serafn se enter de la muerte del hijo, mont en clera y sali como una flecha a casa de las hermanas de doa Basilisa, de doa Digna y doa Perfecta.Guando lleg haban salido a la novena, y en la casa no haba nadie ms que la criada, una portuguesa medio mulata que se llamaba Dolorosa y que lo recibi hecha un basilisco y no le dej pasar de la escalera; Serafn se sent en el primer peldao esperando a que llegasen las seoritas, pero poco antes de que esto sucediera, tuvo que salir hasta el portal porque Dolorosa le ech una palangana de agua, segn dijo a gritos y despus de echrsela, porque le estaba llenando la casa de humo.En el portal poco tiempo tuvo que aguardar, porque doa Digna y doa Perfecta llegaron en seguida; l les sali al paso y nunca enhorabuena lo hubiera hecho, porque las viejas, que en su pudibundez en conserva estaban ms recelosas que conejo fuera de veda, en cuanto que olieron el olor a tabaco, empezaron a persignarse y en cuanto que adivinaron un hombre salindoles al encuentro, echaron a correr pegando tales gritos que mismamente parecieron que las estaban despedazando.En vano fue que el carabinero tratase de apaciguarlas, porque cada vez que se le ocurra alguna palabra redoblaban ellas los aullidos.Pero doa Digna, por los clavos del Seor, que soy yo, que soy Serafn! Pero doa Perfecta!Lo cierto fue que como las viejas, cada vez ms espantadas, haban llegado ya a la Corredera y parecan no dar mayores seales de cordura, Serafn prefiri dejarlas que siguiesen escandalizando y marchar a su casa a decidir l solo qu se debiera hacer.Doa Digna y doa Perfecta aseguraban a las visitas que era el mismsimo diablo quien las estaba esperando en el portal (que rociaron a la maana siguiente con agua bendita), mientras Serafn, por otra parte, deca a quien quisiera orle que las dos viejas estaban embrujadas.Serafn, en su casa, pens que todo sera mejor antes que renunciar al legado de doa Basilisa, y a tal efecto mand llamar a su ya nico hijo para enterarle de lo que haba decidido: que fuese el sucesor del hermano. En un principio, Serafn, hijo, se mostr algo reacio a la idea, que no le ilusionaba demasiado, y recurri a darle a su padre las soluciones ms peregrinas, desde que fuese l quien entrase en el Seminario hasta llegar a un arreglo con los curas para repartirse el legado. El padre, aunque la primera solucin la rechaz de plano, pens durante algunos das en la segunda, que si no lleg a ponerse en prctica fue probablemente por no estar ya por entonces en Tuy don Joaqun, quien se hubiera encargado de arreglar la cosa.El hijo resisti todava unos das ms; pero, como era dbil de carcter y como vea que si no ceda no iba a sacar en limpio ms que puetazos del padre, un buen da, cuando este vea ya el legado convertido en misas, dijo que s, que bueno, que sera l quien se sacrificara si haca falta, y entr. Tena por entonces, como ya dijimos, diecisiete aos.Se visti con la ropa del hermano, que le estaba algo escasa, y por encargo expreso de su padre, fue a hacer una visita a doa Perfecta y doa Digna, quienes se mostraron muy afables y quienes le soltaron un sermoncete hablndole de las verdaderas vocaciones y de lo muy necesarias que eran, sobre todo para luchar contra el Enemigo Malo, que acechaba todas las ocasiones para perdernos y que, sin ir ms lejos, el otro da las estaba a ellas esperando en el portal.El mocete se rea por dentro (y trabajo le cost no hacerlo por fuera tambin), porque ya haba odo relatar al padre la aventura, pero disimul, que era lo prudente, aguant un ratito a las dos hermanas, les bes la mano despus y se march radiante de gozo con la peseta que le metieron en el bolsillo para premiar su hermoso gesto, segn le dijeron. Cuando Dolorosa le abri la puerta apareca compungida, quin sabe si por la ducha que le propinara pocos das atrs al padre de tan ejemplar joven.Los primeros tiempos de Seminario no fueron los ms duros y momento lleg a haber incluso en que se crey con vocacin. Lo malo vino ms tarde, cuando empez a encontrar vacas las largas horas de su da y a echar de menos sus chcharas tramposas con las compradoras y hasta los gritos de el Satans. Empez a estar triste, a perder la color, a desmejorar, a encontrar faltos de inters el Latn y la Teologa...Miraba correr las horas, desmadejado, arrastrando los pies por los pasillos o dormitando en las aulas o en la capilla, y a partir de entonces cualquier cosa hubiera dado a cambio de su libertad, de esa libertad que tres aos ms tarde haba de recuperar.El padre se segua dando cada vez ms al vino y tena ya una de esas borracheras crnicas que le llenan a uno el cuello de granos, la nariz de colorado y la imaginacin de pensamientos siniestros. Fue tambin a visitar a las hermanas de doa Basilisa, sacaron ellas su conversacin favorita la del demonio del portal, y aunque Dolorosa poda echarlo el da menos pensado todo a perder contando lo que saba, se las fue l arreglando de forma de sacarles los dineros, a cambio de su proteccin y gracias a los demonios que haca aparecer para luego espantar, y tan atemorizaditas lleg a tenerlas que acab resultndole ms fcil hurgarles en la bolsa que echar una firma delante del comisario a fin de mes.Pas el tiempo, seguan las cosas tan iguales las unas a las otras que ya ni mereca la pena hacerles caso, doa Perfecta y doa Digna eran ms viejas todava...Serafn, padre, iba ya todas las tardes a casa de las viejas, donde le daban siempre de merendar una taza de caf con leche y un pedazo de rosca, y all se quedaba hasta las ocho o las ocho y media, hora en que las hermanas se iban a cenar un huevito pasado y l se marchaba, despus de haberse desprendido de sus consejos contra el demonio, a la taberna de Pinto, donde esperaba que le diera la hora de cenar.En el fign de Pinto se hizo amigo de un chfer portugus que se llamaba Madureira y que llevaba un solitario en un dedo del tamao de un garbanzo y tan falso como l. Madureira era un hombre de unos cuarenta y cinco aos, moreno reluciente, con los colmillos de oro y con toda la traza de no tener muchos escrpulos de conciencia ni pararse demasiado en barras. Viva emigrado de su pas segn deca, por ser amigo de Paiva Couceiro, y como el hombre no se resignaba a vivir como un cartujo, sino que le gustaba tener siempre un duro en el bolsillo, se buscaba la vida como mejor Dios, o probablemente el diablo, le diera a entender.Serafn le vea con frecuencia en casa de Pinto, hablando siempre a gritos ante un corro de jenzaros que le miraban embobados, y aunque al principio no senta por l ninguna atraccin, ni siquiera curiosidad, por eso quiz de ser portugus, al final, como siempre ocurre, empez a saludarlo, primero una vez en Ponte Caldelas, donde coincidieron una tarde, despus, en Tuy, por la calle, y por ltimo en el fign, donde se encontraban todas las noches.Al Madureira le llamaban por mal nombre Caga na tenda, porque, segn los deslenguados, le haban echado de la botica de don Toms Vallejo, donde en otro tiempo prestara sus servicios, por haberle cazado el dueo haciendo sus necesidades debajo del mostrador, y tan mal le pareca el mote y tan fuera de sus cabales se pona al orlo que en una ocasin y a un pobre viajante cataln, que no saba lo que quera decir y debi creerse que era el nombre, le arre tal navajazo en los vacos y en medio de una partida de tute que de no haber querido Dios que el cataln tuviese buena encarnadura y curase en los das de ley, a estas horas seguira Caga na tenda encerrado en una mazmorra y ms aburrido y ms harto que una mona.El Madureira y Serafn acabaron siendo amigos, porque en el fondo estaban hechos tal para cual, y la amistad, que fue subiendo de tono poco a poco y desde la noche en que los dos se sorprendieron, al mismo tiempo, haciendo trampas en el juego y se miraron con la misma mirada de cmplices, qued sellada definitivamente con el ms duradero de los sellos: el miedo de cada uno a la palabra del otro.Desde aquel da, y sin que mediase palabra alguna de acuerdo, se consideraron ya como socios y empezaron a hablar de sus turbios manejos con la mayor confianza del mundo.El Madureira enter a Serafn de sus dos inmediatos proyectos, y como a este le parecieron bien, dieron ya el golpe juntos. El cartero Telmo Varela se qued sin las sesenta pesetas que llevaba para pagar un giro, y al cobrador de la lnea de autobuses le arrearon una paliza tremenda por no querer atender a razones y entregarles las ciento diez pesetas que llevaba camino de la Administracin.A Serafn le encant la disposicin del Madureira y su buena mano para elegir la vctima, y como ni el cartero ni el cobrador pudieron reconocer a los que les llevaron los dineros, se frotaba las manos con gozo pensando en los tiempos de bonanza que le aguardaban con los cuartos de los dems.Se repartieron las ganancias con igualdad, diecisiete duros cada uno, porque el Madureira en esto presuma de cabal, y siguieron planeando y dando pequeos golpes afortunados que les iban dejando libres algunas pesetas.El Madureira, sin embargo, ansioso siempre de volar ms alto y de ampliar el negocio, acosaba constantemente a Serafn para animarlo a dar el golpe gordo que haba de enriquecerlos: el atraco a doa Perfecta y doa Digna, quienes, segn era fama en el pueblo, guardaban en su casa un verdadero capital en joyas antiguas y peluconas.A Serafn le repugnaba robar a las viejas, a quienes visitaba todas las tardes y quienes encontraban en l un valedor contra el demonio, porque en el fondo todava le quedaba una llamita de conciencia; pero como Caga na tenda era ms hbil que un rayo, y como acab metindole miedo con no s qu maniobra infalible que tena en su mano para ponerlo, sin que pudiera ni rechistar, en manos de la Guardia Civil, acab por ceder y por resignarse a planear el asunto, aunque desde el primer momento puso como condicin no tocar ni un pelo de la ropa a las viejas, pasase lo que pasase.Efectivamente, tomaron sus medidas, hicieron sus clculos, echaron sus cuentas, dejaron que pasase el tiempo que sobraba, y un buen da, el da de San Luis, rey de Francia, dieron el golpe: el golpe gordo, segn deca Madureira.La cosa estaba bien pensada; Serafn ira como todas las tardes, tomara su taza de caf con leche y les hablara del demonio, y Madureira llamara a la puerta preguntando por l; subira con la cara tapada y amenazara a las dos viejas con matarlas si gritaban; Serafn hara como que las defenda, y entre los dos, se las arreglaran para encerrarlas en un armario ropero que estaba en el pasillo y de donde las sacara Serafn, muy compungido, al final de todo.Slo quedaban dos problemas por resolver: la mulata Dolorosa y el interrogatorio que le haran a Serafn. A la primera acordaron ponerle una carta dos das antes desde Valena do Mio, dicindole que fuese corriendo, que su hermana Ermelinda se estaba muriendo de lepra, que era lo que le daba ms miedo, y en cuanto al segundo decidieron, despus de mucho pensarlo, que lo mejor sera dejarlo atado y amordazado, y que dijese al juez, cuando le preguntase, que los ladrones eran dos; las viejas tendran que resignarse a quedar encerradas en el armario, pero no se iban a morir por eso.Tal como lo pensaron lo hicieron.Cuando doa Digna le abri la puerta a Serafn, tirando de la cadenita que iba todo a lo largo de la escalera, crey oportuno disculparse:Como Dolorosa no est! Sabe?Ah! No?No! Como tuvo que ir a Valenta a la muerte de su hermana!Ah, s?S! Que la pobre est a la muerte con la dichosa lepra, no lo saba?Ni una palabra, doa Digna!Es que no somos nada, Ortiz, nada! Slo aquellos que se preparan para el servicio del Seor!...A Serafn le dio un vuelco el corazn en el pecho al or aquellas palabras, porque le vino a la imaginacin la figura del hijo. Era extrao, l no era un sentimental, precisamente, pero en aquel instante poco le falt para salir escapando. Estaba como azorado cuando se sent enfrente de las viejas, como todas las tardes, y delante de su taza de caf con leche; una taza sin asa, honda y hermosa como la imagen de la abundancia.Doa Digna continu:Ya ve usted, Ortiz. Quin haba de pensar en lo de la pobre Ermelinda!Ya, ya!Pobre!...Serafn no saba qu hacer ni qu decir. Se azar, se quem con el caf con leche, que no haba dejado enfriar, tosi un poco por hacer algo...Doa Digna segua:Ya ve usted, no puede una estar tranquila!Doa Perfecta, que haca media debajo de la bombilla, se pasaba la tarde dando profundos suspiros, como siempre.Ay!Doa Digna volva a coger por los pelos el hilillo de la conversacin.Y como una ya no es ninguna nia... Crame usted, Ortiz; algunas veces me da por pensar que Dios Nuestro Seor es demasiado misericordioso con nosotras... Que nos va a llamar, de un momento a otro, al lado de nuestra pobre Basilisa...Serafn tena miedo, un miedo extrao e invencible, como no haba tenido nunca... Pensaba, para darse valor:Mira t que un carabinero con miedo! pero no consegua ahuyentarlo. Serafn iba perdiendo aplomo, confianza en s mismo... Como Madureira no tuviese mayor presencia de nimo!Doa Digna no callaba.Y despus el demonio, con sus tentaciones... En el nombre del Padre y del Hijo y del Espritu Santo, amn Jess! Dicen que tambin los grandes santos sufrieron de tentaciones del Enemigo, no cree usted?Serafn pareca como despertar de un sueo profundo.Ya lo creo! Y qu tentaciones; da horror slo pensarlo!Doa Digna empezaba a sentirse feliz. Ortiz, saba tantas cosas del demonio!Y recuerda usted alguna, Ortiz? Usted siempre se acordar de alguna!Serafn tena que hacer un gran esfuerzo para hablar.La de San Pedro!San Pedro tambin?Huy, el que ms!Y qu San Pedro era? San Pedro Apstol, San Pedro Nolasco...Qu preguntas! Qu San Pedro va a ser! Pues... San Pedro!Claro! Es que una es tan ignorante...Doa Perfecta, debajo de la bombilla, volva a suspirar.Doa Digna segua acosando a preguntas: obre el demonio a Serafn. Y Serafn hablaba, hablaba, sin saber lo que decir, arrastrando las palabras, que a veces parecan como no querer pasar de la garganta, sin atreverse a mirarla, hosco, indeciso... Pens despedirse y no volver a aparecer por all; un secreto temor a Caga na tenda, un secreto temor que sin embargo no quera confesarse, le obligaba a permanecer pegado a la silla. Tuvo una lucha interna atroz; su vida, toda su vida, desde antes an de marcharse a Cuba, se le apareca de la manera ms absurda y caprichosa, sin que l la llamase, sin que hiciera nada por recordarla, como si estuviese en sus ltimos momentos...Se acord del general Weyler, pequeito, valiente como un len, voluntarioso, cuando deca aquellas palabras tan hermosas de la voluntad.Pens ser valiente, tener voluntad.Bueno,doa Digna! Usted me perdonar!Senta vergenza de permanecer all ni un solo instante ms.Hoy tengo que hacer en el Puente. Maana ser otro da!Pero, hombre, Ortiz! Ahora que me estaba usted instruyendo con su charla!Qu quiere usted, doa Digna! El deber...Pero bueno, unos minutos ms... Espere un momento; le voy a dar una copita de jerez. O es que no le gusta el jerez?No se moleste, doa Digna.No es molestia, ya sabe usted que no es molestia, que se le aprecia...Doa Digna fue hacia el aparador; andaba buscando una copita cuando son la campanilla, tiln, tiln! Doa Digna se incorpor.Qu extrao! Quin ser a estas horas?Doa Perfecta volvi a suspirar:Ay!Despus dijo:Quin sabe si sern las del registrador! Mira que no estar Dolorosa!...Serafn estaba mudo de terror. Se sobrepuso un poco, lo poco que pudo, y dijo con menos voz que un agonizante:No se moleste, doa Digna; yo abrir.Sus pasos resonaban sobre la caja de la escalera como sobre un tambor: baj lentamente, casi solemnemente, apoyndose en el pasamanos. Doa Digna oy los pasos y le grit:Ortiz, puede usted usar el tirador! Est ah mismo!Serafn no contest. Estaba ya ante la puerta sin saber qu hacer; hubiera sido capaz de entregar su alma al demonio por ahorrarse aquellos segundos de tortura. Arrim la cara a la puerta y pregunt, todava con una leve esperanza:Quin!Abre! Ya sabes de sobra quin soy!No abro! No me da la gana de abrir!Abre, te digo! Ya sabes, si no abres!Serafn no saba nada, absolutamente nada; pero aquella amenaza le quebr la resistencia; aquella resistencia fcil de quebrar porque estaba ms en las manos que en el corazn. Caga na tenda le tena dominado como a un nio, ahora se daba cuenta...Abri. Caga na tenda, contra lo convenido, no traa la cara tapada; se le qued mirando fijamente y le dijo, muy quedo, con una voz que pareca cascada por el odio:Hijo de la grandsima!... Ni eres hombre, ni eres nada! Tira para arriba!Serafn subi; iba en silencio, al lado del portugus, y los pasos de ambos sonaban como martillazos en sus sienes. Doa Digna pregunt:Quin era?Nadie le contest. Se miraron los dos hombres; no hizo falta ms. Caga na tenda miraba como debieron mirar los navegantes de la poca de los descubrimientos; en el fondo era un caballero. Serafn Ortiz...Caga na tenda llevaba un martillo en la mano; Serafn cogi un paraguas al pasar por el recibidor.Doa Digna volvi a preguntar:Quin era?Caga na tenda entr en el comedor y empez un discurso que pareca que iba a ser largo, muy largo.Soy yo, seora; no se mueva, que no le quiero hacer dao; no grite. Yo slo quiero las peluconas...Doa Digna y doa Perfecta rompieron a gritar como condenadas. Caga na tenda le arre un martillazo a doa Digna y la tir al suelo; despus le dio cinco o seis martillazos ms. Cuando se levant le relucan sus colmillos de oro en una sonrisa siniestra; tena la camisa salpicada de sangre...Serafn mat a doa Perfecta; ms por vergenza que por cosa alguna. La mat a paraguazos, pegndole palos en la cabeza, pinchndole con el regatn en la barriga... Perdi los estribos y se ensa: siempre le pareca que estaba viva todava. La pobrecita no dijo ni esta boca es ma...Saquearon, no todo lo que esperaban, y salieron escapando.Serafn fue a aparecer en el Monte Aloya, con la cabeza machacada a martillazos. De Caga na tenda no volvi a saberse ni una palabra.El revuelo que en el pueblo se arm con el doble asesinato de las seoritas de Moreno Ard no es para ser descrito.LAS NIEVES DEL KILIMANJAROERNEST HEMINGWAY/ESTADOS UNIDOSEl Kilimanjaro es una montaa cubierta de nieve, de 5.963 metros de altura, considerada la ms elevada de Africa. Al lado de su cumbre que mira a poniente los masai le llaman Ngje Ngi, esto es, la Casa de Dios. Muy cerca de la cima occidental se encuentra el esqueleto seco y congelado de un leopardo. Nadie ha explicado qu buscaba el leopardo en esa altitud.Lo ASOMBROSO es que no duele dijo el hombre. As es como sabe uno cundo empieza.De veras?No falla. Lo qu ms lamento, sin embargo, es el olor. Debe molestarte mucho.No! No digas eso, por favor.Mralos continu. Ser la vista o ser el olor lo que los atrae de esa manera?La camilla donde yaca el hombre hallbase a la espaciada sombra de una mimosa arbrea, y al fijar la vista en el fulgor del llano, donde acababa la umbra, observ tres de aquellas grandes aves ya posadas, con traza impdica, mientras en el cielo planeaba una docena ms, proyectando veloces sombras en el suelo.Estn ah desde el da en que se estrope el camin afirm el hombre. Hoy, por vez primera, algunos han decidido posarse en tierra. He observado con la mayor atencin su manera de planear, por si alguna vez tuviera que describirlo en un relato. Tiene gracia, pensar en eso ahora.No quiero que digas esas cosas protest ella.Era hablar por hablar repuso el hombre. Me alivia mucho el hablar. Pero no quiero molestarte.Ya sabes que no me molesta dijo ella. Lo que ms nerviosa me pone es no poder hacer nada. Creo que debemos tomarlo con la mayor calma posible hasta que llegue el avin.O hasta que no llegue.Por favor, dime lo que puedo hacer. Debe haber algo que yo pueda hacer.Puedes cortarme la pierna, y acaso todo se detenga, aunque lo dudo. O puedes pegarme un tiro. Ahora eres una buena tiradora. Te ense yo a tirar, no recuerdas?Haz el favor de no hablar de ese modo. Quieres que te lea un poco?Qu vas a leer?Cualquier libro de la maleta que no hayamos ledo todava.No tengo nimos para escuchar dijo l. Hablar es lo ms cmodo. Reimos, y as se pasa el tiempo.Yo no rio. Nunca quiero reir. No vamos a reir ms. Por nerviosos que nos pongamos. Quiz vuelvan hoy con otro camin. Acaso sea el avin el que venga.Yo no quiero moverme dijo el hombre. No tiene sentido el moverme ahora, como no sea para hacrtelo a ti ms fcil.Eso es cobarda.Quieres dejar a un hombre morir a gusto sin insultarle encima? De qu sirve el regaarme?No te vas a morir.No seas tonta, me estoy muriendo ya. Pregntaselo a esos pajarracos asquerosos. Volvi la vista hacia donde estaban posadas las aves, grandes y siniestras, con sus cabezas calvas hundidas en las plumas hirsutas. Una ms, y ya eran cuatro, se pos tambin en el suelo, dio una carrerita y se fue para sus congneres con lento contoneo.Rondan todos los campamentos. Lo que pasa es que no se fija uno. El que no se da por vencido no puede morir.Dnde has ledo eso? Eres una insensata.Podras pensar en los dems.Por los clavos de Cristo dijo l; es lo que he hecho toda mi vida.Luego se estir en la camilla y estuvo inmvil unos momentos, clavados los ojos en el borde del matorral, a travs del clido resplandor de la llanura. Andaban unos cervatillos ramoneando, diminutos y blancos sobre el fondo amarillo, y ms all vio una manada de cebras, blancas entre el verdor de los arbustos. Era un campamento muy grato, bajo frondosos rboles, al pie de una loma, con buen agua, y muy cerca una charca medio seca a la que acudan ortegas por las maanas.Te gustara que te leyese algo? pregunt ella. Estaba sentada en una silla de lona junto a la camilla. Parece que viene un poco de brisa.No, gracias.Seguramente vendr el camin.Me importa un bledo el camin.Pues a m s me importa.Te importan tantas cosas que a m me tienen sin cuidado...No tantas, Harry.Y si bebisemos algo?Ya sabes que no te conviene. Dice el manual de Primeros Auxilios que en ese estado es malo el alcohol. No debes beber.Molo! grit l.S, bwana.Trae whisky con soda.S, bwana.No debes beber insisti ella. A eso me refiero cuando hablo de darse uno por vencido. Dice el libro que es malo para ti. Y yo s que lo es.No asegur l. Es bueno.Todo haba terminado, pens. No tendra ya oportunidad de concluir su obra. As era como acababa todo, armando gresca por una copa. Desde que se le present la gangrena en la pierna derecha ya no le dola, y con el dolor haba desaparecido el miedo. Todo cuanto ahora experimentaba era un inmenso cansancio, una inmensa clera por haber llegado al final. Mas por lo que se avecinaba senta muy poca curiosidad. Durante muchos aos le haba obsesionado la idea, pero ahora no tena ningn significado para l. Era extrao hasta qu punto un gran cansancio poda facilitarlo todo.Ya nunca escribira aquellas cosas que se reservaba hasta conocerlas bien a fondo para exponerlas con propiedad. Bueno, por lo menos no fracasara en el intento. Tal vez fueran cosas imposibles de describir, y esa era la razn de que las fuese dejando y se resistiese a poner manos a la obra. En fin, era algo que ya no sabra nunca.En qu mala hora se nos ocurri venir dijo la mujer. Le miraba con el vaso en la mano, mordindose los labios. En Pars nunca te hubiera pasado una cosa as. Siempre dijiste que te gustaba Pars. Podamos haber permanecido all o haber marchado a cualquier sitio. Yo hubiera ido a cualquier parte. Dije que ira adonde t quisieras. Si queras cazar, podamos haber cazado en Hungra, cmodamente.Tu maldito dinero murmur l.No es justo que digas eso reproch ella. Siempre ha sido tan tuyo como mo. Yo lo dej todo y fui donde t quisiste y he hecho cuanto se te antoj que hiciera. Pero en mala hora se nos ocurri venir aqu.Dijiste que te gustaba.Lo dije por complacerte; pero ahora lo odio. No me explico por qu te tuvo que pasar eso en la pierna. Qu hemos hecho para que nos haya sucedido esto a nosotros?Lo que yo hice, supongo, es que se me olvid darme yodo en la herida cuando me ara. Entonces no puse cuidado porque siempre he sido inmune a las infecciones. Despus, al empeorar, fue probablemente por usar aquella dbil solucin de cido fnico, cuando nos quedamos sin antispticos, por lo que se paralizaron los vasos capilares y se declar la gangrena. Mir a la mujer. Qu otra cosa ha podido ser?No es eso lo que quiero decir.Si hubiramos contratado un buen mecnico en lugar de un conductor kikuyu inexperto, hubiese mirado el aceite y no se hubiera quemado ese cojinete del camin.Tampoco es eso lo que quiero decir.Y si t no hubieras dejado a los tuyos, toda esa maldita ralea de Old Westbury, Saratoga, Palm Beach, para venirte conmigo...No, yo te quera. No tienes razn. Y te sigo queriendo. Te querr siempre. Me quieres t?No dijo el hombre. Creo que no. Nunca te he querido.Harry, qu dices? Has perdido la cabeza.No. No tengo cabeza que perder.No bebas eso dijo ella. Por favor, amor mo, no te lo bebas. Hemos de hacer cuanto podamos.-Hazlo t dijo l. Yo estoy cansado.Entonces le vino el recuerdo de una estacin de ferrocarril en Karagatch; l estaba de pie en el andn, con su equipaje, y se acercaba el faro de la locomotora del Simplon-Orient, perforando la oscuridad, y l se marchaba de Tracia, despus de la retirada. Era una de las cosas que no haba llegado a escribir. Por la maana, a la hora del desayuno, miraba por la ventana y contemplaba la nieve en las montaas de Bulgaria, y la secretaria de Nansen preguntaba al viejo si aquello era nieve, y el viejo miraba y deca: no, no es nieve, es demasiado pronto para que nieve. Y la secretaria, dirigindose a las otras muchachas, repeta: ya lo habis odo, no es nieve, y entonces decan todas que aquello no era nieve, que estaban confundidas. Pero era nieve sin duda alguna, y l tuvo que mandarlas a la nieve cuando se encarg del intercambio de poblaciones. Y nieve fue lo que pisaron hasta que murieron aquel invierno.Tambin era nieve lo que cay en el Gauertal la semana de Navidad de aquel ao, el ao que vivieron en la casa del leador, con la estufa grande y cuadrada de porcelana que llenaba la mitad del cuarto donde dorman en jergones de hojas de haya, cuando lleg el desertor con los pies ensangrentados, caminando por la nieve, y dijo que la polica vena tras l, y ellos le dieron calcetines de lana y entretuvieron con su charla a los gendarmes, para dar tiempo a que se borrase la pista.En Schrunz, el da de Navidad, la nieve brillaba tanto que haca dao en los ojos cuando la miraba uno desde la taberna y vea a todo el mundo que volva para casa a la salida de la iglesia. Fue all donde suban por el camino amarillo, del color de la orina; el camino alisado por los trineos, que bordeaba el ro, con sus escarpados cerros poblados de pinos, el peso de los esqus en los hombros, y donde se dieron aquella carrera tremenda, bajando por el glaciar que dominaba la Madlener-Haus, con una nieve de aspecto tan suave como escarchado de repostera, y sutil como polvo, y recordaba el silencioso mpetu de la velocidad al dejarse caer igual que un pjaro.Estuvieron en la Madlener-Haus una semana, bloqueados por la nieve, con aquella ventisca, jugando a las cartas envueltos en humo a la luz del quinqu, y cuanto ms perda Herr Lent, ms y ms suban los envites. Al final lo perdi todo. Absolutamente todo, los fondos de la escuela de esqu, todas las ganancias de la temporada y por ltimo su propio capital. An le pareca verlo con su narizota, cogiendo las cartas y abriendo juego sin mirarlas.No se haca otra cosa ms que jugar entonces. Cuando no haba nieve, se jugaba, y cuando haba mucha, tambin. Pens en todas las horas de su vida que haba pasado jugando.Pero jams escribi una lnea sobre ello, ni sobre aquel da de Navidad fro y resplandeciente; descollaban las montaas allende la llanura que Barker haba sobrevolado, pasadas las lneas, para bombardear el tren en que se iban de permiso los oficiales austracos, ametrallndolos mientras se dispersaban y corran. Se acord de Barker cuando entr luego en el comedor y se puso a contarlo. Y del silencio que rein de pronto, y entonces dijo no s quin: Eres un canalla y un vil asesino.Los austracos que mataron entonces eran los mismos con quienes esqui ms tarde. No, no eran los mismos. Hans, en cuya compaa esqui todo aquel ao, haba estado en los Kaiser-Jager, y cuando fueron a cazar liebres al vallecillo que dominaba el aserradero, charlaron sobre la batalla de Pasubio y sobre el ataque de Pertica y Asalone, y jams escribi una sola palabra de todo aquello. Ni de Monte Corno, ni de Siete Commun, ni de Arsiedo.Cuntos inviernos pas en el Vorarlberg y en el Arlberg? Fueron cuatro, y entonces record el hombre que venda el zorro cuando hicieron la excursin a Bludenz, para comprar regalos esta vez, y el sabor a huesos de cereza del buen kirsch, el rpido y silencioso deslizarse de la nieve en polvo sobre la corteza helada, cantando aquello de Ji, jo, dijo Rolly!, al precipitarse por el ltimo tramo de la escarpada pendiente, tomndola en lnea recta, y pasar despus el huerto en tres giros, y saltar la zanja para salir al camino helado de detrs de la fonda. Soltarse los esqus y dejarlos recostados en la pared de madera de la fonda; la luz del quinqu sala por la ventana, mientras que dentro, en el clido local que ola a humo y a vino nuevo, tocaban el acorden.Dnde nos hospedbamos en Pars? pregunt a la mujer sentada a su lado en una silla de lona, en Africa.En el Crillon. Ya lo sabes.Por qu he de saberlo?All era donde nos alojbamos siempre.No, siempre no.All y en el Pavillion Henri-Quatre, en St. Germain. Decas que le tenas mucho cario.Valiente porquera de cario dijo Harry. Y soy yo el gallo que se pone a cantar encima.Si tienes que irte dijo ella, es absolutamente necesario que mates cuanto dejas atrs? Tienes por fuerza que acabar con todo? Matar tu caballo, a tu mujer, y quemar tu silla y tu armadura?S afirm l. Tu maldito dinero era mi armadura. Mi Corcel y mi Armadura.Basta.Perfectamente. Me callar. No quiero mortificarte.A buenas horas...Muy bien, pues seguir mortificndote, entonces. Es ms divertido. Lo nico que de verdad me gustara hacer contigo no puedo hacerlo ahora.No, eso no es cierto. Te gustaba hacer muchas cosas y yo me prest a cuanto t quisiste.Oh, por amor de Dios, djate ya de cacareos, quieres?La mir y vio que estaba llorando.Escucha dijo. Crees que es divertido hacer esto? No s ni por qu lo hago. Supongo que es como matar para mantenerse vivo. Me encontraba perfectamente cuando nos pusimos a hablar. No quera empezar, y ahora estoy como desatentado, mostrndome contigo todo lo cruel que puedo. Pero no me hagas caso, amor mo. Te quiero de verdad. T sabes que te quiero. Nunca he querido a nadie como a ti.Haba vuelto a caer en la mentira habitual, que era como su alimento cotidiano.Eres un portento de cario.Y t, una perdida dijo l. Mujer perdida, tuya es la vida. Eso es poesa. Ahora estoy lleno de poesa. Podredumbre y poesa. Poesa podrida.Basta ya. Por qu tienes que ponerte tan odioso, Harry?No quiero abandonar nada dijo el hombre. No quiero dejar nada detrs.Cuando despert, anocheca. El sol haba desaparecido tras la loma, y una gran sombra se tenda sobre el llano. A esa hora muchos animalillos pacan cerca del campamento; observ cmo se mantenan apartados de los matorrales, moviendo la cola nerviosos y bajando la cabeza con movimientos vivos. Las grandes aves no esperaban ya posadas en tierra. Estaban todas encaramadas en las ramas de un rbol, que se vencan con su peso. Haba muchas ms. Su criado estaba sentado junto a la cama.La memsahib se ha ido a cazar dijo el muchacho. Quiere algo, bwana?Nada.La mujer haba ido a cazar alguna pieza para la cocina, y sabiendo cunto le gustaba a l observar los animales, se haba marchado bastante lejos, fuera del pequeo espacio de llanura que abarcaba l con la vista. Siempre estaba en todo, pens. En todo lo que supiera, o hubiese ledo, o hubiera escuchado alguna vez.No era culpa de ella que cuando la conoci estuviese ya l acabado. Cmo puede saber una mujer que todo lo que uno dice es de boquilla, que habla slo por costumbre y porque le resulta cmodo? Desde que no senta lo que deca, sus mentiras tenan ms xito con las mujeres que cuando les deca la verdad.Despus de todo no era tanto lo que menta, puesto que no haba ninguna verdad que decir. Haba vivido su vida, y aquello termin ya; luego volvi a vivir con gentes distintas y con ms dinero; con lo ms selecto de los mismos sitios, y de algunos nuevos.Procuraba uno no pensar y era todo maravilloso. Dotado de buena naturaleza, no le fallaba la salud, como a la mayora, y adoptaba una actitud de indiferencia hacia cuanto haba hecho en esta vida, y ms ahora que ya no poda hacer nada. Pero por dentro se deca que escribira sobre aquellas gentes; sobre los muy ricos; porque uno en realidad no era de ellos, sino un espa en campo enemigo; que lo dejara todo y escribira sobre aquel mundo, y que por una vez lo hara alguien con conocimiento de causa. Pero no, nunca lo hara, porque cada da sin escribir, cada da de molicie, de ser como aquellos a quienes despreciaba, embotaba su capacidad y reblandeca su voluntad de trabajo, de modo que al final no trabaj en absoluto. Las personas con quienes ahora se relacionaba sentanse mucho ms a gusto cuando l estaba ocioso. Africa era el lugar donde haba sido ms feliz en la buena poca de su vida, y por eso haba vuelto, para empezar de nuevo. Haba emprendido aquel safari con un mnimo de comodidades. Sin privaciones, pero tambin sin lujos, y pensaba que de ese modo podra recuperar la voluntad de esfuerzo. Que de alguna forma lograra reducir las grasas de su espritu lo mismo que un luchador va a la montaa a trabajar y a entrenarse para hacerlas desaparecer de sus msculos.A ella le gust. Dijo que le entusiasmaba. Le entusiasmaba todo lo incitante, todo cuanto entraara un cambio de panorama, donde hubiese gentes nuevas y donde todo fuese agradable. Y l haba alimentado la ilusin de recuperar la fuerza de voluntad para el trabajo. Ahora, si todo terminaba as, y saba que en efecto era el final, no iba a volverse como una serpiente que se muerde a s misma porque le han partido el espinazo. No era culpa de aquella mujer. De no ser ella, hubiera sido otra. Si haba vivido en una mentira, deba procurar morir por esa mentira. Oy un disparo hacia la vertiente opuesta del cerro.Tiraba muy bien, aquella perdida, aquella hembra de lujo, amorosa y solcita y destructora de su talento. Qu estupidez! Su talento lo haba destruido l mismo. Por qu acusar a esa mujer por atenderle? Haba destruido su talento de no usarlo; de traicionarse a s mismo y a todo aquello en que crea; de beber tanto que embot el filo de sus percepciones; lo haba destruido por indolencia, por desidia, y tambin por su presuncin, por su orgullo y sus prejuicios, por las buenas y por las malas. Pero qu era lo que haba destruido? Un catlogo de libros viejos? Qu era despus de todo su talento? Era talento, s, pero en vez de usarlo haba comerciado con l. No cont nunca lo que haba hecho, sino lo que hubiera podido hacer. Y haba preferido ganarse la vida con cualquier cosa antes que con una pluma o un lpiz. No era chocante, por lo dems, que cada vez que se enamoraba de una mujer tuviera siempre ms dinero que la anterior? Pero cuando ya no estaba enamorado, cuando se limitaba a simular, como con aquella de ahora, que era la que ms dinero tena de todas, que tena todo el dinero habido y por haber, que haba tenido esposo e hijos, que haba tenido amantes y se haba sentido insatisfecha de ellos, y que le amaba tiernamente a l como escritor, como hombre, como compaero y como un trofeo del que enorgullecerse; era extrao que cuando no la quera en absoluto y menta, fuera capaz de darle ms por su dinero que cuando senta verdadero amor.Todos debemos de estar cortados a la medida de lo que hacemos, pens. Cada cual se gana la vida con arreglo a sus facultades. El haba vendido vitalidad, en una forma u otra, durante toda su existencia, y cuando los afectos no estn demasiado comprometidos, da uno mucho ms de lo que recibe. Eso haba descubierto, pero tampoco lo escribira nunca, ahora. No, no lo escribira, aunque vala la pena, sin duda alguna.Entonces divis a la mujer, que volva al campamento cruzando el llano. Vesta pantalones de montar y traa su rifle. Los dos criados, caminando tras ella, transportaban un pequeo antlope colgado por las patas. Todava era una mujer de buen ver, pens, y tena un cuerpo atractivo. Posea gran aptitud y sensibilidad para el amor; no era hermosa, pero a l le gustaba su cara; lea incansablemente; le gustaba cazar y montar a caballo, y desde luego beba con exceso. Su marido muri siendo ella relativamente joven, y por un tiempo se consagr a sus dos hijos, ya crecidos, que no la necesitaban, y a quienes cohiba su presencia; se dedic tambin a su cuadra de caballos, a los libros y a la bebida. Le gustaba leer por las tardes antes de cenar, y tomaba whisky con soda mientras lea. Para la cena ya estaba bastante cargada, y con la botella de vino que despachaba en la mesa quedaba lo bastante ebria para dormirse.Todo esto era antes de los amantes. Despus ya no beba tanto, pues no necesitaba estar borracha para dormir. Pero los amantes eran unos latosos. Se haba casado con un hombre que jams le result pesado, y aquella gente le cargaba lo indecible.Despus, uno de los dos hijos se mat en un accidente de aviacin, y a raz de esta desgracia no quiso ms amantes y la bebida dej de ser la anestesia que precisaba para vivir otra vida. De pronto sinti un miedo tremendo de estar sola. Deseaba tener a alguien a quien respetar.Todo empez de una manera muy sencilla. A ella le gustaba lo que Harry escriba y siempre haba envidiado la vida que llevaba. Le pareca que el escritor haca exactamente lo que deseaba. Los pasos que dio para conquistarle y el modo en que al fin se enamor de l fueron partes de una progresin sistemtica durante la cual se construa ella una nueva vida y liquidaba l, a trueque, los restos de la suya anterior.Lo hizo as por su seguridad, y tambin por su comodidad, era innegable, y por qu ms? No lo saba. La dama le habra comprado lo que l hubiera querido. Le constaba. Era adems una mujer encantadora. Le gustaba hacer el amor con ella tanto o ms que con cualquier otra; ms, tal vez, porque esta era ms rica, porque era muy agradable y sensible y porque jams le haca escenas. Y esa vida que ella haba reconstruido acercbase ahora a su final. Todo por no haberse puesto yodo dos semanas antes, cuando se ara la rodilla con una espina. Avanzaban con propsito de fotografiar un rebao de antlopes que se erguan vigilantes, en alto las cabezas, mientras su sensible nariz venteaba el aire, tendidas las orejas para captar el primer ruido que les hara salir disparados a ocultarse entre la maleza. Tambin en esta ocasin desaparecieron antes de darle tiempo a tomar la foto.Ya llegaba, y volvi la cabeza para mirarla.Hola salud.He cazado un pequeo antlope dijo ella. Saldr un buen caldo para ti, y mandar que hagan pur de patatas. Cmo te encuentras?Mucho mejor.Lo ves? Si lo saba yo, que te ibas a encontrar mejor. Te dej durmiendo.He dormido estupendamente. Has ido muy lejos?No. Detrs del cerro nada ms. El antlope se me puso muy bien a tiro.T tiras admirablemente, ya lo sabes.Me gusta. Me ha gustado Africa. De verdad. Si es cierto que te encuentras mejor, esta es la temporada ms maravillosa que he pasado en mi vida. No puedes figurarte lo ameno que resulta cazar contigo. Me gusta esta tierra.A m tambin me gusta.Amor mo, no sabes lo estupendo que es ver que te encuentras mejor. No poda soportar verte tan enfermo. No me vuelvas a hablar nunca como antes, por favor. Me lo prometes?No respondi l. Ya no me acuerdo de lo que he dicho.No debes destrozarme as, comprendes? Slo soy una mujer madura que te quiere y desea hacer todo lo que se te antoje. Ya me han destrozado dos o tres veces. No querrs t destrozarme de nuevo, verdad?Me gustara destrozarte unas cuantas veces en la cama dijo l.S. Esa es la destruccin buena. As nos gusta que nos destruyan. El avin vendr maana sin falta.Cmo lo sabes?Estoy segura. Deba haber venido ya. Los muchachos tienen la lea preparada, y la hierba, para las hogueras. He estado all otra vez a revisarlo. Hay espacio de sobra para aterrizar, y tendremos las humaredas preparadas a ambos lados de la pista.Qu te hace suponer que vendr maana?Estoy segura. Ya ha pasado mucho tiempo. En la ciudad te arreglarn la pierna y podrs volver a hacer conmigo un buen destrozo. No esa chchara horrible.Y si tomramos una copa? Ya se ha puesto el sol.-Crees que debes beber?Pienso tomarme una.Bien, la tomaremos juntos. Molo, letti dui whisky-soda! orden ella.Ya puedes ponerte las botas contra los mosquitos aconsej l,Luego, cuando me bae...Bebieron mientras oscureca, y poco antes de cerrar la noche, cuando ya no haba luz suficiente para disparar, una hiena cruz el campo abierto camino del cerro.Esa maldita cruza por ah todas las noches dijo el hombre. Todas las noches desde hace dos semanas.Es la que hace ruido por las noches. A m no me preocupa. Me parece un bicho asqueroso.Bebiendo en compaa, sin ms molestias ahora que la incomodidad de permanecer tendido en la misma postura, mientras los criados encendan una hoguera que proyectaba sombras oscilantes sobre las tiendas, sinti Harry el retorno de la sumisin a aquella vida de placentera renuncia. Y la mujer era muy buena con l, que haba sido cruel e injusto con ella esa misma tarde. Una mujer excelente, lo que se dice maravillosa. Y de pronto le entr el convencimiento de que iba a morir.Fue como un embate; no un embate de agua o de viento, sino una ftida sensacin de vaco, y lo extrao del caso era que la hiena se deslizaba con ligereza al borde mismo del presentimiento.Qu te sucede, Harry? pregunt ella.Nada contest. Mejor sera que te pusieras en otro sitio. A favor del viento.Te ha cambiado Molo el vendaje?S. Ahora empleo precisamente el cido brico.Cmo te encuentras?Un poco mareado.Voy a baarme dijo ella. Salgo en seguida. Cenar contigo y despus pasaremos la camilla dentro.Haba hecho bien en dejar la disputa, se dijo. Nunca haba discutido mucho con esta mujer, cuando con todas las dems pele tanto que con la corrosin de la disputa terminaron por matar siempre cuanto les una. Haba amado con exceso, exigido en demasa hasta acabar con todo.Se vio a solas en Constantinopla en aquella ocasin tras haber peleado en Pars antes de marcharse. Anduvo de ramera en ramera, y al final, cuando todo acab y ya no era capaz de matar su soledad, y slo consegua hacerla ms insoportable, le escribi a ella, a la primera, a la que le abandon, una carta contndole cmo le haba sido imposible matar su amor por ella... Y la vez aquella que le pareci verla a la puerta del Regence, y le trastorn por completo, y sinti que todos sus recursos se desvanecan... Y cuando sigui por el Boulevard a una mujer que se le pareca en cierto modo, temeroso de ver que no era ella, y resistindose a perder el sentimiento que le haba inspirado. Y el modo en que todas aquellas con quienes se haba acostado slo consiguieron recordrsela todava ms. Cmo pudo dar ninguna importancia a lo que ella hizo, puesto que saba que nunca dejara de amarla. Escribi aquella carta en el Club, completamente sereno, y la expidi a Nueva York, rogndole que le escribiese a la oficina de Pars. As pareca ms seguro. Y aquella misma noche la ech tanto de menos, sinti un vaco tan hondo en el corazn, que fue anda que te anda hasta ms all de Taxims, lig con una chica y la llev a cenar. Despus fueron a un sitio a bailar; ella lo haca fatal, y la dej por una golfa armenia, todo fuego, que meneaba el vientre contra el suyo hasta casi escaldrselo. Se la quit a un teniente ingls de artillera tras una buena reyerta. El artillero le ret a salir fuera y lucharon en la calle, sobre el empedrado, en la oscuridad. Le peg fuerte dos veces en la mandbula, y al ver que el militar no caa comprendi que le esperaba una pelea de verdad. El artillero le golpe en el cuerpo, y despus en un ojo. Volvi a atacar con la izquierda, y le acert de lleno; el artillero entonces se le ech encima, le agarr por la americana, le arranc una manga, y l le sacudi dos veces tras de la oreja y le larg un derechazo demoledor que lo mand dando traspis. Cuando el artillero cay al suelo, dio contra los adoquines de cabeza, y l sali corriendo con la chica al or que llegaba la polica militar. Se metieron en un taxi y enfilaron para Rimmily Hissa, por el Bosforo y alrededores, regresando en la noche fra para irse a la cama. Encontr a la mujer ms que madura, pero jugosa y tierna, rosada, de vientre suave y pechos generosos, y no necesitaba de almohada bajo las ancas; la abandon antes de que se despertase, con su aspecto desaliado bajo las primeras luces de la maana, y volvi al Pera Palace con un ojo morado, y con la americana en la mano, pues le faltaba una manga.Esa misma noche sali para Anatolia, y recordaba haber cruzado campos y campos durante el viaje; campos de adormideras, que cultivaban para extraer el opio, y lo extrao que aquello le haca sentirse; al final todas las distancias parecan trastocadas, y haban llegado al punto donde lanzaron el ataque, con unos oficiales recin llegados de Constantinopla que no saban maldita la cosa, y la artillera dispar contra las tropas, y el observador britnico llor como un cro.Fue la primera vez que vio muertos con falditas blancas de ballet y zapatos de punta remangada con borlas. Haban llegado los turcos en tropel, como de costumbre, y vieron a los de las faldas correr, y a los oficiales a tiros con ellos y corriendo tambin, y l y el observador britnico hubieron de correr lo mismo hasta dolerles las piernas y sentir en la boca un sabor a herrumbre, por lo que hubieron de parar tras unas rocas mientras los turcos se aproximaban tan en bloque como siempre. Despus vio cosas que jams hubiera imaginado, aunque ms tarde fueron todava peor. As que cuando regres a Pars no se senta capaz de hablar de todo aquello, ni soportaba que se lo mencionasen. Y all, en el caf, cuando l pasaba, estaba siempre aquel poeta norteamericano frente a un montn de platillos, con un gesto cretino en su cara de patata, hablando sobre el dadasmo con un rumano que deca llamarse Tristan Tzara, que llevaba siempre monculo y le dola la cabeza, y de vuelta en el apartamento con su esposa, a quien ahora quera de nuevo, terminadas las peleas, terminada la locura, y encantado de volver a estar en casa, le mandaban el correo que haba llegado a la oficina. De modo que la carta de respuesta a la que l escribiera lleg cierta maana en una bandeja, y cuando vio la letra se qued helado y trat de ocultar la carta debajo de otra. Pero su mujer le dijo: De quin es esa carta? Y fue el principio del fin.Recordaba los buenos tiempos con todas ellas, y las peleas. Siempre escogan los lugares ms apropiados para pelearse. Y por qu haban tenido que reir siempre cuando mejor se encontraban? Nunca lleg a escribir nada de esto, primero porque no deseaba herir a nadie, y segundo porque le pareca que ya haba demasiadas cosas de qu escribir sin necesidad de recurrir a eso. Pero siempre haba pensado que terminara por escribirlo. Haba tanto que escribir. Haba visto cambiar al mundo; y no slo en cuanto a los acontecimientos histricos, aunque l haba asistido a muchos de ellos y haba observado a los hombres, sino porque haba podido advertir un cambio ms sutil y recordaba perfectamente el comportamiento de los seres humanos en diferentes pocas. El haba participado en ello, lo haba presenciado, y su misin era dar testimonio; pero ya no lo hara.Cmo te encuentras? dijo ella. Acababa de salir de la tienda despus de baarse.Perfectamente.Quieres comer algo?Vio a Molo detrs de ella, con la mesa plegable, y al otro criado con los platos.Quiero escribir dijo l.Tienes que tomar algo de sopa para reponerte.Voy a morir esta noche afirm suavemente. No me hace falta reponerme.No seas melodramtico, Harry, por favor pidi ella.Es que no hueles? Ya estoy podrido de medio muslo para abajo. Por qu demonios voy a engaarme con el caldo? Molo, trae whisky con soda.Haz el favor de tomar el caldo insisti ella amablemente.Est bien.El caldo estaba demasiado caliente. Tuvo que dejarlo enfriar en la taza, y al tragarlo casi le dieron nuseas.Eres una buena mujer dijo. No me hagas caso.Le mir ella con su rostro tan conocido, tan amado, como salido de las pginas de Spur y de Town and Country, slo un poco estropeado por la bebida, slo un poco estropeado por la cama, pero en Town and Country no se haban visto nunca unos pechos tan extraordinarios, unos muslos tan eficaces, ni aquellas manos, menudas, ligeras, acariciadoras, y mientras la miraba, observando su placentera sonrisa, tan familiar, sinti que la muerte se acercaba de nuevo. Esta vez no se trataba de una embestida. Era como un soplo, como el hlito que hace fluctuar una vela y adelgaza la llama.Luego pueden sacar mi mosquitero, y colgarlo del rbol, y encender el fuego. No voy a pasar a la tienda esta noche. No merece la pena moverse. Hace una noche clara. No llover.Conque as se mora uno, entre susurros inaudibles. Bueno, ya no habra ms peleas. Poda prometerlo. No iba a echar a perder ahora la nica experiencia indita de su vida. O quiz s. Uno lo echa a perder todo. Pero tal vez no.T no sabes escribir al dictado, verdad?Nunca he sabido repuso ella.No importa.Ya no haba tiempo, desde luego, por ms que le tentara la ilusin de condensarlo, de modo que todo pudiera escribirse en un prrafo, si acertaba a encontrarlo.Era una casa de troncos en aquel otero que dominaba el lago. Blanqueaban las junturas, tapadas con argamasa, y en un mstil, ante la puerta, tenan una campana para llamar a la hora de comer. Detrs de la casa se extendan los terrenos y ms all comenzaba el bosque. Una hilera de lamos lombardos bajaba desde la casa hasta el embarcadero. Otros lamos se alineaban a lo largo del promontorio. Suba un camino hacia los cerros, bordeando el bosque, y a lo largo de esta vereda haba cogido moras. Despus ardi la casa de troncos, y todas las escopetas que tenan en armeros de patas de venado encima de la chimenea se quemaron tambin, y algn tiempo despus sus caones, con el plomo fundido en las recmaras, y las culatas carbonizadas, se confundan en el montn de cenizas utilizadas como lcali en las grandes calderas de hierro donde se haca jabn, y si pedas al abuelo que te dejara jugar con todo aquello te deca que no. Seguan siendo sus escopetas, y jams quiso comprar otras. Tampoco volvi a cazar. La casa se reconstruy en el mismo lugar, con tablones ahora, y se pint de blanco, y desde el porche se divisaban los lamos, y ms abajo, el lago; pero no volvi a haber escopetas. Los caones de las que antao sustentaran los armeros de patas de venado clavados en las paredes de la casa de troncos seguan en el montn de cenizas, y nadie volvi a tocarlos.En la Selva Negra, despus de la guerra, arrendamos un ro truchero, y haba dos modos de llegar a l. Uno, siguiendo el valle desde Triberg por la carretera, a la sombra de los rboles que bordeaban aquella va blanca, y tomando despus una desviacin que atravesaba las lomas y discurra junto a una infinidad de pequeas haciendas rsticas, con los caserones del Schwarzwald, hasta llegar al cruce del ro. Fue all donde pescamos por vez primera.El otro camino consista en subir por la empinada ladera hasta la linde del bosque y seguir despus por lo alto de las lomas, cruzando pinares, hasta el borde de un prado que cruzbamos para llegar al puente. Los abedules bordeaban la corriente, que no era ancha, sino angosta, lmpida y veloz con hoyas socavadas bajo las races. En el Hotel de Triberg, el dueo hizo una magnfica temporada. Lo pasbamos muy bien y todos ramos amigos. Al ao siguiente vino la inflaccin, y el dinero que haba ganado no alcanzaba para comprar las provisiones necesarias para abrir el hotel, y el hombre se ahorc.Esto se podra dictar, pero no lo de la Place Contrescarpe, donde las floristas tenan sus flores en la calle y el tinte corra por el empedrado, hasta la parada del autobs, y las mujeres y los viejos andaban siempre borrachos de vino y aguardiente matarratas, y los nios con el moco colgando helados de fro, y el olor a sudor inmundo y a pobreza y a borrachera en el Caf des Amateurs, y las putas del Bal Musette encima del cual vivan. La portera que reciba en su chiscn al soldado de caballera de la Guardia Republicana, y el casco con penacho de crin que dejaba sobre una silla. La inquilina de enfrente, casada con un corredor ciclista, y su alborozo aquella maana en la lechera, al ojear L'Auto y ver que haba llegado el tercero en la Pars-Tours, su primera carrera importante. Se puso toda colorada, luego rompi a rer. Y por ltimo subi las escaleras llorando con el peridico derportivo amarillo en la mano. El consorte de la mujer que administraba el Bal Musette era taxista, y cuando l, Harry, tena que tomar temprano un avin, le despertaba con unos golpecitos en la puerta, y los dos se tomaban un vaso de vino blanco en el mostrador de cinc del bar, antes de marchar. Conoca a sus vecinos de aquel barrio precisamente porque todos eran pobres.Los de la Place se dividan en dos clases: los borrachos y los deportistas. Los borrachos mataban as su pobreza; los deportistas la engaaban haciendo ejercicio. Eran los descendientes de la Comuna de Pars, y no haba que esforzarse para saber sus ideas polticas. Saban quin haba matado a sus padres, a sus parientes, a sus hermanos y a sus amigos cuando las tropas de Versalles llegaron y tomaron la ciudad, y ejecutaron a cuantos hallaban con las manos callosas, a todo el que llevara gorra u otra seal cualquiera de ser obrero. Y en medio de semejante pobreza, y con aquella vecindad, enfrente de un despacho de carne de caballo y una bodega, haba escrito los prolegmenos de cuanto pensaba hacer. No haba rincn en Pars que amase tanto como aquel, con sus frondosos rboles, las viejas casas enjalbegadas, con los zcalos pintados de oscuro, el largo trazo verde del autobs a su paso por la glorieta, el tinte carmn de las flores chorreando por el empedrado, la empinada pendiente de la calle Cardinal Lemoine hasta el ro, y en direccin opuesta el mundo abigarrado y angosto de la rue Mouffetard. La calle que suba al Panten y la otra que siempre recorra en bicicleta, la nica calle asfaltada de todo el barrio, tan suave bajo las ruedas, con sus casas altas y estrechas y el hotel barato donde muri Paul Verlaine. Los apartamentos en que vivan slo tenan dos habitaciones, y l ocupaba un cuarto en el tico del hotel que le costaba sesenta francos al mes y era donde escriba y desde donde contemplaba los tejados y las chimeneas y todas las alturas de Pars.Desde el apartamento slo se vea el tenducho del hombre que venda lea y carbn. Tambin venda vino, vino malo. La cabeza dorada de caballo que serva de muestra a la puerta de la carnicera equina, donde colgaban las canales, doradas y rojas, ante la ventana abierta, y la bodega pintada de verde donde compraban el vino; vino bueno y barato. Lo dems eran paredes enyesadas y las ventanas de los vecinos. Los vecinos que, por la noche, cuando alguien se caa borracho en la calle, lamentndose y gimiendo en esa tpica ivresse francesa que la propaganda ha hecho creer que no existe, abran sus ventanas y daban rienda suelta a cuchicheos y comentarios.Dnde est el guardia? Cuando no hace falta siempre lo tienes ah. Estar durmiendo con alguna portera. Buscad al gendarme. Hasta que alguien arrojaba un cubo de agua por la ventana y cesaban los lamentos. Qu pasa? Agua. Ah, muy bien hecho. Y las ventanas se cerraban. Marie, su asistenta, protestando siempre contra la jornada de ocho horas. Si un marido trabaja hasta las seis, explicaba, slo toma una copa de vuelta para casa y no gasta demasiado. Pero si sale a las cinco, se emborracha a diario y no le entrega el dinero a una. Es la mujer del obrero la que paga el pato con estas horas menos de trabajo.NO te gustara tomar un poco ms de caldo? volvi a preguntarle la mujer.No, muchas gracias. Est buensimo, desde luego.Prueba slo un poco.Preferira un whisky con soda.No te conviene.No. No me conviene... Col Porter escribi la letra y la msica. Y saber que ests loca por m...Ya sabes que me gusta que bebas.Oh, s. Lo que pasa es que no me conviene.Cuando se vaya, pens, tendr todo lo que quiera. No todo lo que quiera, sino todo lo que haya. Pero estaba cansado. Muy cansado. Iba a dormir un poco. Se tendi tranquilo y la muerte no llegaba. Sin duda tir por otro camino. Iba por parejas, en bicicleta, y rodaba en silencio absoluto por el empedrado.No, nunca lleg a escribir sobre Pars. Sobre el Pars que a l le importaba. Pero y lo dems, de lo que tampoco haba escrito?Y el rancho, y el gris plateado de la artemisa, y el agua clara y rauda de las acequias, y el verde intenso de la alfalfa? La vereda suba entre las lomas, y el ganado en verano era tan espantadizo como los ciervos. La barahnda y el estrpito de la grey que avanzaba despacio, mugiendo y levantando polvo, cuando bajaba de los montes en otoo. Y detrs la serrana, el agudo perfil de las cumbres recortndose en la atardecida, los paseos a caballo por el sendero a la luz de la luna que resplandeca en el valle. Se vio muy a lo vivo bajando del bosque en la oscuridad, agarrndose a la cola del caballo cuando no se vea nada, y pens en todas las cosas que se propona escribir.Aquel mozo del rancho medio tonto, que se qued solo una vez con el encargo de que nadie tocara el heno, y el miserable de los Forks que peg al chico cuando quiso impedirle que cogiera un poco de pienso. El chico que no, y el viejo amenazndole con volver a pegarle. El chaval entonces agarr el rifle de la cocina, y cuando el otro fue a meterse en el granero dispar sobre l, y al volver al rancho los dems llevaba muerto una semana, helado en el corral, menos la parte que se haban comido los perros. Pero lo que quedaba lo echaste en un trineo, lo envolviste en una manta y lo amarraste, y dijiste al muchacho que te ayudase a arrastrarlo, y los dos recorristeis el camino en esqus, casi cien kilmetros, hasta el pueblo, para entregar al chico a las autoridades. El no tena idea de que iban a arrestarlo. Pensaba que haba cumplido con su deber y que t eras su amigo y que le premiaran. Haba ayudado a llevar al viejo para que todo el mundo supiese lo malo que era, pues quiso robar un pienso que no era suyo, y cuando el sheriff puso las esposas al chico, el pobre no poda creerlo. Luego se ech a llorar. He ah una de las historias que no lleg a escribir. Saba por lo menos veinte historias de entonces, todas buenas, y no haba escrito ni una siquiera. Por qu?T les explicars por qu dijo.Por qu qu?Nada.No beba tanto ahora, desde que estaba con l. Pero si sala con vida, nunca escribira sobre aquella mujer, ahora lo saba cierto. Ni sobre ninguno de los suyos. Los ricos eran torpes y beban demasiado, o estaban siempre jugando al chaquete. Eran obtusos y redundantes. Record al pobre Julin, y el reverente temor que le inspiraban, y que una vez empez un cuento que comenzaba: Los muy ricos son diferentes de ti y de m. Alguien dijo a Julin que s, que porque tienen ms dinero. Pero a Julin no le hizo gracia el chiste. Los tena por una casta superior, y cuando descubri que no lo eran, pocas cosas hubieran podido destrozarle ms.El se mostr siempre desdeoso con los que se dejan desalentar as. No tena por qu gustarle a uno por el hecho de que lo comprendiese. El era capaz de superar cualquier cosa, crea, porque nada poda hacerle mella si no le daba importancia.Pues bien. Ahora no iba a importarle la muerte. Algo que siempre le haba horrorizado era el dolor. Saba resistirlo como cual quiera, si no se prolongaba demasiado y le dejaba sin fuerzas, pero lo de ahora le haba dolido terriblemente, y en el lmite mismo de su aguante, el dolor ces.Se acord de haca mucho tiempo, cuando Williamson, el oficial de bombardeo, fue alcanzado por una granada de mano lanzada por un centinela alemn que le sorprendi en el intento de pasar la alambrada por la noche; gimiendo, pidi a todos que le matasen. Era un hombre grueso, muy valiente y buen militar, aunque propenso a las exhibiciones fantsticas. Pero aquella noche lo cazaron en la alambrada, a la luz de una bengala, y las tripas se desparramaron por los alambres, de forma que cuando lo rescataron, an con vida, hubo que cortarlas para soltarle. Dame un tiro, Harry, por el amor de Dios, dame un tiro. En cierta ocasin haban discutido que Nuestro Seor nunca enva nada que no pueda uno soportar, y sali a relucir la teora segn la cual pasado cierto lmite el dolor le hace desmayarse a uno automticamente. Pero l siempre se haba acordado de Williamson, aquella noche. Williamson no se desmay hasta que le hubo dado todas las tabletas de morfina que reservaba para s mismo; pero con aquello no tuvieron ningn efecto.LO que l tena era bastante llevadero; y si no iba a peor, no haba de qu lamentarse. Salvo que hubiese preferido estar en mejor compaa.Por unos momentos pens en la compaa que le hubiese gustado tener.No, reflexion; cuando todo lo que uno hace se prolonga demasiado, y lo empieza muy tarde, no puede esperar que siga all la gente. Se han ido todos. La fiesta ha concluido y ahora ests solo con tu huspeda.Me est aburriendo tanto la muerte como todo lo dems, pens.Es una lata dijo en voz alta.Qu es una lata, querido?Todo lo que uno tarda demasiado en hacer.Mir al rostro de la mujer que estaba entre el fuego y l. Se haba reclinado en el respaldo de la silla y las llamas iluminaban su semblante, surcado de placenteras arrugas. Harry vio que tena sueo. Oy hacer ruido a la hiena en la linde misma del resplandor del fuego.Me puse a escribir dijo l. Pero me cans en seguida.Crees que te ser posible dormir?Estoy casi seguro. Por qu no vas a echarte?Prefiero estar a tu lado.Sientes algo extrao? pregunt l.No. Slo un poco de sueo.Yo tambin.Otra vez acababa de sentir cerca a la muerte.Ya sabes que lo nico que no he perdido nunca es la curiosidad dijo a la mujer.T nunca has perdido nada. Eres el hombre ms completo que he conocido en mi vida.Por Cristo dijo l. Qu poco sabe una mujer. Y eso qu es? Tu intuicin?Porque en ese mismo momento haba llegado la muerte, y apoy su cabeza en los pies de la camilla, y l percibi su aliento.Nunca creas eso de la guadaa y la calavera prosigui. Tambin pueden ser dos guardias en bicicleta, o un pjaro. O tener un hocico ancho como el de una hiena.La cosa avanz ahora hacia l, pero ya no tena perfil. Ocupaba espacio, eso era todo.Dile que se vaya.No se march, sino que se acerc un poco ms.Tienes un aliento infernal dijo a la muerte. Bruja apestosa.Avanz un poco ms hacia l y ya no pudo interpelarla, y cuando la muerte vio que no poda hablar, se le acerc ms todava; l intent rechazarla sin hablar, pero la intrusa se le abraz, de modo que sinti todo su peso sobre el trax, y mientras se afianzaba all, y l ya no poda moverse, ni hablar, oy decir a la mujer:Bwana se ha dormido ya. Levantad la camilla con mucho cuidado y llevadla dentro de la tienda.Harry no poda hablar para pedir a la mujer que hiciera marcharse a la muerte, y la muerte segua vencida sobre su pecho, cada vez ms pesada, sin dejarle respirar. Y entonces, cuando levantaron la camilla, se hizo la calma de repente y desapareci el peso que le abrumaba.Era ya de maana, haca rato que haba amanecido, cuando oy el ruido del avin. Apareci primero como una mancha diminuta; luego se aproxim describiendo un amplio crculo, y los muchachos corrieron a encender las hogueras con petrleo y buenos montones de hierba encima para formar as dos densas humaredas, una en cada punta del terreno allanado; la brisa matinal arrastr el humo hacia el campamento, mientras el avin giraba dos veces ms, la ltima a menor altura, planeaba despus, se enderezaba y aterrizaba suavemente. Por ltimo vio venir al viejo Compton con pantalones de sport, una chaqueta de pao y un sombrero de fieltro marrn.Qu pasa, viejo zorro? pregunt Compton.Tengo la pierna mala le repuso. Quieres tomar algo?Gracias. Slo un poco de t. He trado el Puss Moth, sabes? No podr llevar a la memsahib. Slo hay sitio para uno. Vuestro camin est en camino.Helen se haba llevado aparte a Compton y le estaba hablando. Compton volvi ms entusiasmado que nunca.Vamos a llevarte a bordo dijo l. Ya volver por la mem. Lo malo es que tendr que parar en Arusha para repostar. Mejor ser que nos vayamos en seguida.Y el t?Ya sabes que en realidad no me gusta demasiado.Los criados cogieron la camilla, dieron la vuelta a las tiendas verdes y bajaron bordeando las peas para cruzar la llanura junto a las fogatas que ahora ardan vivamente, tras haberse consumido toda la hierba, y el viento agitaba las llamas casi hasta el pequeo avin. Fue difcil introducirle, pero una vez dentro pudo tenderse en el asiento de atrs, que era de cuero, y apoyar la pierna, estirada, a un lado del asiento de Compton. Compton arranc el motor y subi al aparato. Agit la mano para despedirse de Helen y de los muchachos, y mientras el estruendo adoptaba la forma del viejo ronquido familiar del avin, giraban con un balanceo, atento Compie a las posibles madrigueras de jabales en el suelo, y el aparato ruga, daba saltos por la pista limitada entre fogata y fogata, y con el ltimo brinco se elevaba; entonces pudo ver a todos all abajo en tierra, agitando la mano, y el campamento detrs de la loma, que ahora se achicaba y se achicaba, y la llanura que se extenda, y los macizos de rboles, las breas cada vez ms desdibujadas, ms lisas, los rastros de animales que avanzaban ahora suavemente hacia los charcos secos, y ms all un nuevo manantial que no conoca. Las cebras, minsculos lomos redondeados, y los us, simples vrgulas con grandes cabezas que parecan elevarse al cruzar en largas hileras la llanura y que se dispersaban al advertir la sombra del avin, diminutos en su lento galope imperceptible, y la llanura amarillenta y gris hasta donde alcanzaba la vista; y ante los ojos, la chaqueta de pao del viejo Compie, y el sombrero de fieltro marrn. Sobrevolaron las primeras estribaciones y los us parecan seguirles; luego cruzaron sobre montaas cortadas por abruptos valles de alto boscaje verde, tupidas laderas de bamb, y de nuevo el bosque impenetrable, dibujando fielmente las cimas y los barrancos al paso del aparato, y las faldas de los montes, y otra llanura ms, ardiente ahora, parda y violcea, todo baches por el calor, y Compie que miraba para atrs a ver cmo le iba. Despus, ms montaas oscuras ante la vista.Y entonces, en lugar de dirigirse a Arusha, viraron hacia la izquierda, sin duda haba calculado que tena bastante combustible, y al mirar para abajo vio una nube de puntos rosados que avanzaba al ras del suelo, y por el aire, como la primera ventisca de una tempestad de nieve que viene de no se sabe dnde, y entonces advirti lo que era: la langosta que llegaba del sur. De pronto comenzaron a subir, como si enfilaran hacia el este, y todo se oscureci, y se encontraron dentro de una tormenta, con lluvia tan recia que era como volar a travs de una cascada, hasta que se quedaron sin combustible, y Compie volvi la cabeza gesticulando y sealando con el dedo, y all delante lo nico que se vea, ancha como el mundo, grande, alta e increblemente blanca bajo el sol, era la cima cuadrada del Kilimanjaro. Y por fin supo que era all donde iba.EN ese mismo momento dej la hiena de gemir en la noche y se puso a emitir unos sones extraos, casi como de llanto humano. Oylo la mujer y se revolvi con desasosiego. No se despert. En sueos, estaba en la casa de Long Island, en la noche de vsperas de la presentacin en sociedad de su hija. Por alguna ignota razn se hallaba presente su padre, que se haba mostrado muy grosero. De pronto los lamentos de la hiena hicironse tan fuertes que la mujer se despert, sin saber al pronto dnde se encontraba, presa de terror. Tom despus la linterna y alumbr la otra camilla que haba mandado pasar dentro cuando vio dormido a Harry. Distingui el bulto de su cuerpo bajo el mosquitero; de un modo u otro haba logrado sacar la pierna, que colgaba fuera de la camilla. Se haban soltado las vendas, y la mujer volvi la cabeza, sin valor para mirar.Molo! grit. Molo! Molo! Y despus: Harry, Harry! Y por ltimo, elevando la voz: Harry! Por favor! Oh, Harry!No hubo respuesta, ni se le oa respirar.Fuera de la tienda, la hiena segua lanzando el mismo plaido extrao que la despert. Pero el violento palpitar de su pecho ya no le permita orlo.EL HUESPEDALBERT CAMUS/FRANCIAEl maestro miraba para los dos hombres que suban hacia l. Uno iba a caballo, el otro a pie. Todava no haban llegado al abrupto repecho que llevaba a la escuela, edificada en la ladera de una colina. Avanzaban trabajosa y lentamente en la nieve, entre las piedras, por el inmenso espacio de la alta meseta desierta. De vez en cuando, el caballo tropezaba. An no se le oa, pero se vea muy bien el chorro de vapor que le sala por las fosas nasales. Uno de los hombres, al menos, conoca la regin. Iban siguiendo la pista, a pesar de que haba desaparecido desde haca varios das bajo una capa blanca y sucia. El maestro calcul que no estaran en la colina antes de media hora. Haca fro y se meti en la escuela para ponerse un jersey.Cruz la clase vaca y helada. En el encerado, los cuatro ros de Francia, dibujados con cuatro tizas de colores diferentes, corran hacia sus estuarios desde haca tres das. La nieve haba empezado a caer de repente a mediados de octubre, despus de ocho meses de sequa, sin la transicin de la lluvia, y los veinte alumnos que vivan en los pueblecitos diseminados por la meseta no iban a clase. Haba que esperar el buen tiempo. Daru, el maestro, no calentaba ms que el nico cuarto que constitua toda su morada, contiguo a la clase cuya puerta daba al este de la meseta. La ventana, como las de la clase, daba tambin al medioda. Por este lado, la escuela se encontraba a varios kilmetros del lugar en que la meseta comenzaba a descender hacia el sur. Con tiempo claro, se podan ver las masas violetas del contrafuerte montaoso donde se abra la puerta del desierto.Despus de entrar un poco en calor, Daru volvi a la ventana desde donde, por primera vez, haba divisado a los dos hombres. Ahora ya no se les vea. Se hallaban, pues, subiendo el repecho. El cielo estaba menos oscuro: durante la noche haba dejado de nevar. Amaneci con una luz griscea, que apenas haba aumentado a medida que el techo de nubes se elevaba. A las dos de la tarde, hubirase dicho que el da acababa de comenzar. Pero esto era mejor que aquellos tres das en que la nieve espesa caa en medio de unas tinieblas incesantes, con pequeas rfagas de viento que hacan trepidar la doble puerta de la clase. Daru entonces se pasaba las horas muertas en su cuarto, del que no sala sino para ir al cobertizo a dar de comer a las gallinas o a buscar carbn. Afortunadamente, la camioneta de Tadjid, el pueblo ms cercano hacia el norte, haba trado el suministro dos das antes de la tempestad.Yvolvera a pasar dentro de cuarenta y ocho horas.Por otra parte, Daru tena con qu resistir un asedio con los sacos de trigo que llenaban la habitacin y que la administracin pblica le dejaba en depsito para distribuir entre los alumnos cuyas familias haban sido vctimas de la sequa. En realidad, la desgracia haba alcanzado a todos, pues todos eran pobres. Daru reparta a diario una racin a los nios. Y saba muy bien que durante estos das malos les haba faltado. Probablemente un padre o un hermano mayor vendra aquella tarde, y podra abastecer a todos de grano. Lo que haca falta era que pudieran resistir para empalmar con la cosecha siguiente, eso era todo. Ahora llegaban de Francia barcos cargados de trigo, lo ms duro haba pasado. Pero sera difcil olvidar esta miseria, este ejrcito de fantasmas andrajosos errando bajo el sol, las mesetas calcinadas meses y meses enteros, la tierra contrada poco a poco, literalmente achicharrada, hasta el punto de que cada piedra se deshaca en polvo bajo los pies. Los corderos moran en esa poca a millares, y tambin algunos hombres, ac y all, sin que muchas veces se llegara a saberlo.Ante esta miseria, l, que viva casi como un monje en aquella escuela perdida, contento, por otra parte, con lo poco que tena y de esta vida ruda, se senta un seor, con sus paredes enlucidas, su estrecho divn, sus estantes de madera de pino, su pozo y su suministro semanal de agua y de alimentos. Y de repente esa nieve, sin ningn aviso, sin la transicin de la lluvia. El pas era as de cruel para vivir en l, incluso sin los hombres que, por otra parte, no arreglaban nada. Pero Daru haba nacido all. En cualquier otro sitio se senta exiliado.Sali y dio unos pasos por el terrapln delante de la escuela. Los dos hombres haban llegado a la mitad de la cuesta. Daru reconoci en el jinete a Balducci, el viejo gendarme que conoca desde haca mucho tiempo. Un rabe, con la cabeza baja y las manos atadas, caminaba detrs de Balducci, que sostena el extremo de la cuerda. El gendarme salud con un ademn al que Daru no contest, ocupado como estaba en mirar al rabe vestido con una chilaba que en otro tiempo haba sido azul, con unas sandalias y unos calcetines de gruesa lana cruda en los pies y una bufanda, estrecha y corta, a modo de turbante, en la cabeza. Se iban acercando. Balducci mantena el caballo al paso para no hacer dao al rabe, y el grupo avanzaba muy despacio.Al alcance de la voz, Balducci grit:Una hora para andar los tres kilmetros de El Ameur hasta aqu!Daru no contest. Bajo y fornido, enfundado en su grueso jersey, miraba cmo suban. Ni una sola vez el rabe haba levantado la cabeza.Hola dijo Daru cuando llegaron al terrapln. Entrad a calentaros un poco.Balducci se baj con trabajo del caballo sin soltar la cuerda. Sonri al maestro con una sonrisa que le sala de debajo de unos mostachos erizados. Sus ojillos oscuros, muy hundidos bajo una frente curtida, y su boca rodeada de arrugas le daban un aspecto atento y aplicado. Daru cogi las riendas, llev el caballo al cobertizo y volvi a la escuela, donde le esperaban los dos hombres. Los hizo entrar en su cuarto.Voy a calentar la clase dijo. All estaremos ms anchos.Cuando entr de nuevo en el cuarto, Balducci estaba sobre el divn. Haba desatado la cuerda con que sujetaba al rabe y este se haba acurrucado junto a la estufa. Con las manos liadas, y el turbante echado para atrs, miraba hacia la ventana. Daru al principio slo vio sus enormes labios, gruesos, lisos, casi negroides; la nariz sin embargo era recta, los ojos sombros, llenos de fiebre. El turbante dejaba ver una frente obstinada, y bajo la piel curtida por el sol pero un poco descolorida por el fro, toda la cara tena un aspecto a la vez inquieto y rebelde que impresion a Daru cuando el rabe, volviendo la cara hacia l, lo mir fijamente a los ojos.Pasad ah al lado dijo el maestro. Os voy a hacer t con menta.Gracias dijo Balducci. Qu faena! Viva el retiro! Y dirigindose en rabe a su prisionero: T, ven.El rabe se levant y, despacio, con las muecas juntas por delante, entr en la clase.Con el t, Daru llev una silla. Pero Balducci se haba instalado ya en el primer pupitre de la clase y el rabe se haba acurrucado contra la tarima del maestro, frente a la estufa que haba entre la mesa y la ventana. Cuando tendi el vaso de t al prisionero, Daru dud ante sus manos atadas.Tal vez se le pueda desatar.Desde luego dijo Balducci. Era para el viaje.E hizo ademn de levantarse. Pero Daru, dejando el vaso en el suelo, se haba arrodillado ya junto al rabe. Este, sin decir nada, miraba cmo lo desataban con sus ojos calenturientos. Una vez las manos libres, se frot las muecas hinchadas una contra otra, cogi el vaso de t y sorbi el lquido abrasador, a tragos cortos y rpidos.Bueno dijo Daru. Dnde vais as?Balducci dej de beber:Aqu, hijo.Qu alumnos ms raros! Vais a dormir aqu?No. Yo me vuelvo a El Ameur. Y t entregars al camarada en Tinguit. Lo esperan en la gendarmera.Qu ests diciendo? dijo el maestro. Te burlas de m?No, hijo. Son rdenes.Ordenes? Yo no soy... Daru dud; no quera afligir al viejo corso. Bueno, quiero decir que no es ese mi oficio.Eh! Qu quieres decir? En tiempo de guerra se hacen todos los oficios.Entonces esperar la declaracin de la guerra!Balducci asinti con la cabeza.Bueno. Pero las rdenes son las rdenes y tambin te ataen a ti. Parece ser que hay jaleo. Se habla de una rebelin prxima. Estamos movilizados, en cierto sentido.Daru segua con su aire obstinado.Escucha, hijo dijo Balducci. Me resultas simptico y tienes que comprender. En El Ameur somos slo una docena de hombres y tenemos que patrullar por todo el territorio de un departamento, aunque sea pequeo, as que tengo que volver. Me han dicho que te confe a este individuo y que vuelva inmediatamente. No podamos custodiarlo all abajo. Su pueblo se agitaba y queran llevrselo. T debes conducirlo a Tinguit durante el da de maana. No son veinte kilmetros los que van a asustar a un buen mozo como t. Despus, todo habr terminado. Volvers a la escuela con tus alumnos y a la buena vida.Fuera, oyeron al caballo resoplar y pisotear el suelo con los cascos. Daru miraba por la ventana. Decididamente, el tiempo se levantaba, la luz se extenda por la meseta nevada. Guando se hubiera derretido toda la nieve, el sol volvera a reinar y abrasara una vez ms los campos de piedra. Durante das, el cielo inalterable derramara su luz seca sobre la inmensidad solitaria donde nada haca pensar en el hombre.Bueno dijo volvindose hacia Balducci, qu es lo que ha hecho? Y prosigui antes de que el gendarme hubiera abierto la boca: Habla francs?No, ni una palabra. Lo buscaban desde haca un mes, pero los dems lo escondan. Ha matado a su primo.Est contra nosotros?No lo creo. Pero nunca se sabe.Por qu lo mat?Asuntos de familia, supongo. Uno deba trigo al otro, segn parece. La cosa no est clara. Total, que ha matado a su primo dndole un golpe con una podadera. Te das cuenta, como un cordero, zas!...Balducci hizo un ademn como si se pasara una cuchilla por el cuello, mientras el rabe lo segua atentamente y lo miraba con cierta inquietud. A Daru le entr una ira repentina contra aquel hombre, contra todos los hombres y su asquerosa maldad, sus odios incansables, sus locuras sangrientas.Pero la pava del agua caliente silbaba en la estufa. Daru volvi a servir t a Balducci, y despus de dudar un momento sirvi tambin al rabe, que por segunda vez lo bebi con avidez. Tena los brazos levantados y el maestro pudo ver su pecho delgado y musculoso por la chilaba entreabierta.Gracias, chico dijo Balducci. Ahora, yo me largo.Se levant y se dirigi hacia el rabe, sacndose una cuerda del bolsillo.Qu vas a hacer? pregunt Daru con sequedad.Balducci, desconcertado, le ense la cuerda.No vale la pena.El viejo gendarme dud:Como quieras. Supongo que ests armado.Tengo un fusil de caza.Dnde?En el bal.Deberas tenerlo cerca de la cama.Por qu? No tengo nada que temer.Ests chalado, hijo. Si se sublevan, nadie estar seguro, todos estamos metidos en el mismo saco.Me defender. Tengo tiempo de verlos llegar.Balducci se ech a rer, y luego el bigote le cubri de repente unos dientes todava blancos.Que tienes tiempo? Bueno. Lo que yo deca. Siempre te ha faltado un tornillo. Por eso me resultas simptico; mi hijo era as.Al mismo tiempo sac su revlver y lo dej sobre la mesa.Toma, yo no tengo necesidad de dos armas para ir de aqu a El Ameur.El revlver brillaba sobre la pintura negra de la mesa. Cuando el gendarme se volvi hacia l, el maestro sinti un olor a cuero y a caballo.Mira, Balducci dijo Daru de repente, todo esto me repugna, y ese tipo el primero. Pero no lo entregar. Luchar s, si hace falta. Pero esto no.El viejo gendarme estaba ante l y lo miraba con severidad.No hagas tonteras dijo despacio. A m tampoco me gusta todo esto. Uno no se acostumbra a atar a un hombre, a pesar de los aos, y hasta se tiene vergenza, s. Pero no se les puede dejar que hagan lo que quieran.Yo no lo entregar repiti Daru.Es una orden, hijo. Te lo repito.Eso es. Repteles lo que te he dicho: yo no lo entregar.Visiblemente, Balducci se esforzaba por reflexionar. Mir al rabe y a Daru. Al fin se decidi:No. No les dir nada. Si t no quieres ayudarnos, all t, yo no te denunciar. Slo tengo orden de entregarte el prisionero, y es lo que hago. Ahora vas a firmarme el papel.No hace falta. No negar que me lo has dejado.No seas malo conmigo. S que dirs la verdad. Eres de aqu, eres un hombre. Pero debes firmar, lo exige el reglamento.Daru abri un cajn, sac un frasquito cuadrado de tinta morada, el portaplumas de mango colorado con la plumilla, que le serva para trazar los modelos de caligrafa, y firm. El gendarme dobl cuidadosamente el papel y se lo guard en la cartera. Despus se dirigi hacia la puerta.Te acompao dijo Daru.No replic Balducci. No hace falta que andes con cumplidos. Me has ofendido.Balducci mir al rabe, inmvil, en el mismo sitio, sorbi por la nariz con aire apesadumbrado y se volvi hacia la puerta.Adis, hijo.La puerta se bati detrs de l. Balducci surgi delante de la ventana y despus desapareci. La nieve ahogaba sus pasos. El caballo se agit detrs de la pared, unas gallinas se espantaron. Al poco rato, Balducci volvi a pasar por delante de la ventana tirando del caballo por la brida. Caminaba hacia el repecho, sin volverse, y desapareci seguido del caballo. Se oy el ruido de una piedra grande que rodaba perezosamente. Daru se volvi hacia el prisionero, que no se haba movido, pero que no dejaba de mirarlo.Espera dijo el maestro en rabe. Y se dirigi hacia su cuarto. En el momento de pasar el umbral, cambi de parecer, fue a la mesa, cogi el revlver y se lo meti en el bolsillo. Despus, sin volverse, entr en su habitacin.Durante mucho tiempo, se qued echado en el divn mirando al cielo que se oscureca poco a poco, escuchando el silencio. Ese silencio que los primeros das de su llegada, despus de la guerra, le haba parecido tan penoso. En aquella poca, haba pedido un puesto en la pequea