Coelho, Paulo - A Orillas Del Río Piedra Me Senté y Lloré

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A orillas del ro Piedra me sent y llor

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A ORILLAS DEL RO PIEDRA

ME SENT Y LLOR

PAULO COELHO

Un libro conmovedor y transparente que nos descubre los misterios de la vida

En toda historia de amor siempre hay algo que nos acerca a la eternidad y a la esencia de la vida, porque las historias de amor encierran en s todos los secretos del mundo.

Pero qu ocurre cuando la timidez sacrifica un amor adolescente? Y qu sucede cuando, al cabo de los aos, el destino hace que una mujer reencuentre a su amado? A ella, la vida le ha enseado a ser fuerte y a dominar sus sentimientos. A l, que posee el don de la curacin, la religin le ha servido como refugio de sus conflictos interiores. Pero a ambos les une un solo deseo: el de cumplir sus sueos. El camino que habrn de recorrer es escabroso, y el sentimiento de culpa un obstculo casi insalvable. Pero ser a orillas del ro Piedra, en un pueblecito del Pirineo, donde ambos descubrirn su propia verdad.

A orillas del ro Piedra me sent y llor es una novela fascinante y tierna que, con una prosa potica y transparente, nos sumerge de lleno en los misterios ltimos de la vida y el amor. Como dijo Kenzaburo Oe (premio Nobel de Literatura 1994), Paulo Coelho conoce los secretos de la alquimia literaria.

Paulo Coelho

A orillas del ro Piedra me sent y llor

Pgina web del autor: www.paulocoelho.com

Digitalizado por cercamon, marzo de 2002

Para I. C. y S. B., cuya comunicacin amorosa

me hizo ver el rostro femenino de Dios;

Mnica Antunes, compaera desde la primera hora,

que con su amor y entusiasmo

esparce el fuego por el mundo;

Paulo Rocco, por la alegra de las batallas

que libramos juntos, y por la dignidad

de los combates que libramos entre nosotros;

Tanya Z., por iluminar el corazn de tu Otra Parte,

mostrando cuan generosa es la vida

si optamos por vivir Nuestro Camino;

Mathew Lore, por no haber olvidado una sabia

lnea del I Ching: La perseverancia es favorable.

Y la Sabidura se ha acreditado

por todos sus hijos.

LUCAS, 7, 35

Oh, Mara, concebida sin pecado,

ruega por nosotros, que a ti recurrimos, amn.

NOTA DEL AUTOR

Un misionero espaol visitaba una isla, cuando se encontr con tres sacerdotes aztecas.

Cmo rezis vosotros? pregunt el padre.

Slo tenemos una oracin respondi uno de los aztecas. Nosotros decimos: Dios, T eres tres, nosotros somos tres. Ten piedad de nosotros.

Bella oracin dijo el misionero. Pero no es exactamente la plegaria que Dios escucha. Os voy a ensear una mucho mejor.

El padre les ense una oracin catlica y prosigui su camino de evangelizacin. Aos ms tarde, ya en el navo que lo llevaba de regreso a Espaa, tuvo que pasar de nuevo por la isla. Desde la cubierta, vio a los tres sacerdotes en la playa, y los llam por seas.

En ese momento, los tres comenzaron a caminar por el agua hacia l.

Padre! Padre! grit uno de ellos, acercndose al navo. Ensanos de nuevo la oracin que Dios escucha, porque no conseguimos recordarla!

No importa dijo el misionero, viendo el milagro.

Y pidi perdn a Dios por no haber entendido antes que l hablaba todas las lenguas.

Esta historia ejemplifica bien lo que quiero contar en A orillas del ro Piedra me sent y llor. Rara vez nos damos cuenta de que estamos rodeados por lo Extraordinario. Los milagros suceden a nuestro alrededor, las seales de Dios nos muestran el camino, los ngeles piden ser odos; sin embargo, como aprendemos que existen frmulas y reglas para llegar hasta Dios, no prestamos atencin a nada de esto. No entendemos que l est donde le dejan entrar.

Las prcticas religiosas tradicionales son importantes; nos hacen participar con los dems en una experiencia comunitaria de adoracin y de oracin. Pero nunca debemos olvidar que una experiencia espiritual es sobre todo una experiencia prctica del Amor. Y en el amor no existen reglas. Podemos intentar guiarnos por un manual, controlar el corazn, tener una estrategia de comportamiento Pero todo eso es una tontera. Quien decide es el corazn, y lo que l decide es lo que vale.

Todos hemos experimentado eso en la vida. Todos, en algn momento, hemos dicho entre lgrimas: Estoy sufriendo por un amor que no vale la pena. Sufrimos porque descubrimos que damos ms de lo que recibimos. Sufrimos porque nuestro amor no es reconocido. Sufrimos porque no conseguimos imponer nuestras reglas.

Sufrimos impensadamente, porque en el amor est la semilla de nuestro crecimiento. Cuando ms amamos, ms cerca estamos de la experiencia espiritual. Los verdaderos iluminados, con las almas encendidas por el Amor, vencan todos los prejuicios de la poca. Cantaban, rean, rezaban en voz alta, compartan aquello que San Pablo llam la santa locura. Eran alegres, porque quien ama ha vencido el mundo, y no teme perder nada. El verdadero amor supone un acto de entrega total.

A orillas del ro Piedra me sent y llor es un libro sobre la importancia de esta entrega. Pilar y su compaero son personajes ficticios, pero smbolos de los numerosos conflictos que nos acompaan en la bsqueda de la Otra Parte. Tarde o temprano tenemos que vencer nuestros miedos, pues el camino espiritual se hace mediante la experiencia diaria del amor.

El monje Thomas Merton deca: La vida espiritual consiste en amar. No se ama porque se quiera hacer el bien, o ayunar, o proteger a alguien. Si obramos de ese modo, estamos viendo al prjimo como un simple objeto, y nos estamos viendo a nosotros como personas generosas y sabias. Esto nada tiene que ver con el amor. Amar es comulgar con el otro, es descubrir en l una chispa divina.

Que llanto de Pilar a orillas del ro Piedra nos lleve por el camino de esta comunin.

A orillas del ro Piedra me sent y llor. Cuenta una leyenda que todo lo que cae en las aguas de este ro las hojas, los insectos, las plumas de las aves se transforma en las piedras de su lecho. Ah, si pudiera arrancarme el corazn del pecho y tirarlo a la corriente; as no habra ms dolor, ni nostalgia, ni recuerdos.

A orillas del ro Piedra me sent y llor. El fro del invierno me haca sentir las lgrimas en el rostro, que se mezclaban con las aguas heladas que pasaban por delante de m. En algn lugar ese ro se junta con otro, despus con otro, hasta que lejos de mis ojos y de mi corazn todas esas aguas se confunden con el mar.

Que mis lgrimas corran as bien lejos, para que mi amor nunca sepa que un da llor por l. Que mis lgrimas corran bien lejos, as olvidar el ro Piedra, el monasterio, la iglesia en los Pirineos, la bruma, los caminos que recorrimos juntos.

Olvidar los caminos, las montaas y los campos de mis sueos, sueos que eran mos y que yo no conoca.

Me acuerdo de mi instante mgico, de aquel momento en el que un s o un no puede cambiar toda nuestra existencia. Parece que no sucedi hace tanto tiempo y, sin embargo, hace apenas una semana que reencontr a mi amado y lo perd.

A orillas del ro Piedra escrib esta historia. Las manos se me helaban, las piernas se me entumecan a causa del fro y de la postura, y tena que descansar continuamente.

Procura vivir. Deja los recuerdos para los viejos deca l.

Quiz el amor nos hace envejecer antes de tiempo, y nos vuelve ms jvenes cuando pasa la juventud. Pero cmo no recordar aquellos momentos? Por eso escriba, para transformar la tristeza en nostalgia, la soledad en recuerdos. Para que, cuando acabara de contarme a m misma esta historia, pudiese jugar en el Piedra; eso me haba dicho la mujer que me acogi. As recordando las palabras de una santa las aguas apagaran lo que el fuego escribi.

Todas las historias de amor son iguales.

Habamos pasado la infancia y la adolescencia juntos. l se fue, como todos los muchachos de las ciudades pequeas. Dijo que quera conocer el mundo, que sus sueos iban ms all de los campos de Soria.

Estuve algunos aos sin noticias. De vez en cuando, reciba alguna carta, pero eso era todo, porque l nunca volvi a los bosques y a las calles de nuestra infancia.

Cuando termin los estudios, me mud a Zaragoza, y descubr que l tena razn. Soria era una ciudad pequea y su nico poeta famoso haba dicho que se hace camino al andar. Entr en la facultad y encontr novio. Comenc a estudiar para unas oposiciones que no se celebraron nunca. Trabaj como dependienta, me pagu los estudios, me suspendieron en las oposiciones, romp con mi novio.

Sus cartas, mientras tanto, empezaron a llegar con ms frecuencia, y al ver los sellos de diversos pases senta envidia. l era mi ms viejo amigo, que lo saba todo, recorra el mundo, se dejaba crecer las alas mientras yo trataba de echar races.

De un da para otro, sus cartas empezaron a hablar de Dios, y venan siempre de un mismo lugar de Francia. En una de ellas, manifestaba su deseo de entrar en un seminario y dedicar su vida a la oracin. Yo le contest, pidindole que esperase un poco, que viviese un poco ms su libertad antes de comprometerse con algo tan serio.

Al releer mi carta, decid romperla: quin era yo para hablar de libertad o de compromiso? l saba de esas cosas, y yo no.

Un da supe que estaba dando conferencias, me sorprendi, porque era demasiado joven para ponerse a ensear nada. Pero hace dos semanas me mand una carta diciendo que ira a Madrid, y que deseaba contar con mi presencia.

Viaj durante cuatro horas, de Zaragoza a Madrid, porque quera volver a verlo. Quera escucharlo. Quera sentarme con l en un bar y recordar los tiempos en que jugbamos juntos y creamos que el mundo era tan grande que no se poda recorrer.

SBADO, 4 DE DICIEMBRE DE 1993

La conferencia era en un lugar ms formal de lo que haba imaginado, y haba ms gente de la que esperaba. No entend qu era lo que ocurra.

Quin sabe, a lo mejor se hizo famoso, pens. No me haba dicho nada en sus cartas. Sent deseos de hablar con las personas presentes, preguntarles qu hacan all, pero me falt valor.

Me sorprend al verlo entrar. Pareca diferente del nio que haba conocido; pero en once aos las personas cambian. Estaba ms guapo, y le brillaban los ojos.

Nos est devolviendo lo que era nuestro dijo una mujer a mi lado.

Era una frase extraa.

Qu nos est devolviendo? pregunt.

Lo que nos fue robado. La religin.

No, no nos est devolviendo nada dijo una mujer ms joven, sentada a mi derecha. No nos pueden devolver lo que ya nos pertenece.

Entonces qu haces aqu? pregunt irritada la primera mujer.

Quiero escucharlo. Quiero ver cmo piensan, porque ya nos quemaron una vez, y pueden querer repetir la dosis.

l era una voz solitaria dijo la mujer. Hace todo lo posible.

La joven esboz una sonrisa irnica y se volvi hacia delante, dando por terminada la conversacin.

Para un seminarista, es una actitud valiente prosigui la mujer, esta vez mirndome a m, en busca de su apoyo.

Yo no entenda nada, no abr la boca y la mujer desisti. La joven sentada a mi lado me gui un ojo, como si yo fuese su aliada.

Pero yo estaba quieta por otra razn. Pensaba en lo que haba dicho la seora.

Seminarista.

No poda ser. l me habra avisado.

Comenz a hablar, y yo no consegua concentrarme del todo. Tendra que haberme vestido mejor, pensaba, sin entender la causa de tanta preocupacin. l me haba descubierto en la platea, y yo intentaba descifrar sus pensamientos: cmo estara yo? Qu diferencia hay entre una muchacha de dieciocho y una mujer de veintinueve?

Su voz era la de siempre. Pero sus palabras haban cambiado mucho.

Es necesario correr riesgos, deca. Slo entendemos del todo el milagro de la vida cuando dejamos que suceda lo inesperado.

Todos los das Dios nos da, junto con el sol, un momento en el que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. Todos los das tratamos de fingir que no percibimos ese momento, que ese momento no existe, que hoy es igual que ayer y ser igual que maana. Pero quien presta atencin a su da, descubre un instante de silencio despus del almuerzo, en las mil y una cosas que nos parecen iguales. Ese momento existe: un momento en el que toda la fuerza de las estrellas pasa a travs de nosotros y nos permite hacer milagros.

La felicidad es a veces una bendicin, pero por lo general es una conquista. El instante mgico del da nos ayuda a cambiar, nos hace ir en busca de nuestros sueos. Vamos a sufrir, vamos a tener momentos difciles, vamos a afrontar muchas desilusiones, pero todo es pasajero, y no deja marcas. Y en el futuro podemos mirar hacia atrs con orgullo y fe.

Pobre del que tiene miedo de correr riesgos. Porque se quiz no se decepcione nunca, ni tenga desilusiones, ni sufra como los que persiguen un sueo. Pero al mirar hacia atrs porque siempre miramos hacia atrs oir el corazn que le dice: Qu hiciste con los milagros que Dios sembr en tus das? Qu hiciste con los talentos que tu Maestro te confi? Los enterraste en el fondo de una cueva, porque tenas miedo de perderlos. Entonces, sta es tu herencia: la certeza de que has desperdiciado tu vida.

Pobre de quien escucha estas palabras. Porque entonces creer en milagros, pero los instantes mgicos de su vida ya habrn pasado.

Las personas lo rodearon cuando termin de hablar. Esper, preocupada por la impresin que tendra de m despus de tantos aos. Me senta una nia: insegura, celosa porque no conoca a sus nuevos amigos, tensa porque prestaba ms atencin a los otros que a m.

Entonces se acerc. Se puso rojo, y ya no era aquel hombre que deca cosas importantes; volva a ser el nio que se esconda conmigo en la ermita de San Saturio, hablando de sus sueos de recorrer el mundo, mientras nuestros padres pedan ayuda a la polica pensando que nos habamos ahogado en el ro.

Hola, Pilar dijo.

Lo bes en la mejilla. Podra haberle dicho algunas palabras de elogio. Podra haber hecho algn comentario gracioso sobre la infancia, y sobre el orgullo que senta de verlo as, admirado por los dems.

Podra haberle explicado que necesitaba salir corriendo y coger el ltimo autobs nocturno para Zaragoza.

Podra. Jams llegaremos a comprender el significado de esta frase. Porque en todos los momentos de nuestra vida existen cosas que podran haber sucedido y terminaron no sucediendo. Existen instantes mgicos que van pasando inadvertidos y, de repente, la mano del destino cambia nuestro universo.

Fue lo que sucedi en aquel momento. En vez de todas las cosas que yo poda haber hecho, hice un comentario que una semana despus me trajo delante de este ro y me hizo escribir estas lneas.

Podemos tomar un caf? fue lo que dije.

Y l, volvindose hacia m, acept la mano que el destino me ofreca:

Siento una gran necesidad de hablar contigo. Maana tengo una conferencia en Bilbao. Voy en coche.

Tengo que volver a Zaragoza respond, sin saber que all estaba la ltima salida.

Pero, en una fraccin de segundo, quiz porque volva a ser una nia, quiz porque no somos nosotros los que escribimos los mejores momentos de nuestras vidas, dije:

Es el puente de la Inmaculada. Puedo acompaarte hasta Bilbao, y regresar desde all.

Tena el comentario sobre el seminarista en la punta de la lengua.

Quieres preguntarme algo? dijo l, notando mi expresin.

S trat de disimular. Antes de la conferencia, una mujer dijo que le estabas devolviendo lo que era de ella.

Nada importante.

Para m es importante. No s nada de tu vida, me sorprende ver a tanta gente aqu.

l se ri, y se volvi para atender a otros presentes.

Un momento dije, cogindolo del brazo. No has contestado a mi pregunta.

Nada que te interese mucho, Pilar.

De cualquier manera, quiero saberlo.

l respir hondo y me llev a un rincn de la sala.

Las tres grandes religiones monotestas, el judasmo, el catolicismo y el islamismo, son masculinas. Los sacerdotes son hombres. Los hombres gobiernan los dogmas y hacen las leyes.

Y qu quiso decir la seora?

l vacil un poco. Pero respondi:

Que tengo una visin diferente de las cosas. Que creo en el rostro femenino de Dios.

Respir aliviada; la mujer estaba engaada. l no poda ser seminarista, porque los seminaristas no tienen una visin diferente de las cosas.

Te has explicado muy bien respond.

La muchacha que me haba guiado el ojo me esperaba en la puerta.

S que pertenecemos a la misma tradicin dijo. Me llamo Brida.

No s de qu me hablas respond.

Claro que lo sabes se ri.

Me cogi del brazo y salimos juntas, antes de que yo tuviese tiempo de explicarle nada. La noche no era muy fra, y yo no saba qu hacer hasta la maana siguiente.

Adnde vamos? pregunt.

Hasta la estatua de la Diosa fue su respuesta.

Necesito un hotel barato para pasarla noche.

Despus te digo dnde.

Prefera sentarme en un caf, conversar un poco ms, saber todo lo posible sobre l. Pero no quera discutir con ella; dej que me guiase por el Paseo de la Castellana, pues haca aos que no vea Madrid.

En medio de la avenida se detuvo y seal el cielo.

All estdijo.

La luna llena brillaba entre las ramas sin hojas.

Est bonita coment.

Pero ella no me escuchaba. Abri los brazos en forma de cruz, hizo girar las palmas de las manos hacia arriba y se qued contemplando la luna.

Dnde me fui a meter pens. Vine a asistir a una conferencia, termin en el Paseo de la Castellana y maana viajo a Bilbao.

Oh espejo de la Diosa Tierradijo la muchacha con los ojos cerrados. Ensanos nuestro pode haz que los hombres nos comprendan. Naciendo, brillando, muriendo y resucitando en el cielo, nos mostraste el ciclo de la semilla y del fruto.

La muchacha estir los brazos hacia el cielo y se qued un largo rato en esa posicin. Las personas que pasaban la miraban y se rean, pero ella no s daba cuenta; quien se mora de vergenza era yo, por estar a su lado.

Necesitaba hacer esto dijo, despus de hacerle una larga reverencia a la luna. Para que la Diosa nos proteja.

De qu hablas?

De lo mismo que hablaba tu amigo, slo que con palabras verdaderas.

Me arrepent de no haber prestado atencin a la conferencia. No saba bien de qu haba hablado l.

Nosotras conocemos el rostro femenino de Dios dijo la muchacha cuando nos pusimos a caminar de nuevo. Nosotras, las mujeres, que entendemos y amamos a la Gran Madre. Pagamos nuestra sabidura con las persecuciones y las hogueras, pero sobrevivimos. Y ahora entendemos sus misterios.

Las hogueras. Las brujas.

Mir con ms atencin a la mujer que tenia lado. Era bonita, la melena pelirroja le caa hasta m da espalda.

Mientras los hombres salan a cazar, nosotras nos quedbamos en las cavernas, en el vientre de Madre, cuidando a nuestros hijos prosigui ella. Y fue all donde la Gran Madre nos lo ense todo. El hombre viva en movimiento, mientras nosotras estbamos en el vientre de la Madre. Eso nos hizo percibir que las semillas se transformaban en plantas, y avisamos a nuestros hombres. Hicimos el primer pan, y los alimentamos. Moldeamos el primer vaso para que bebiesen. Y entendimos el ciclo de la creacin, porque nuestro cuerpo repeta el ritmo de la luna.

De repente la muchacha se detuvo:

All est ella.

Mir. En el centro de una plaza rodeada por el trnsito, haba una fuente. En el medio de esa fuente, una escultura representaba a una mujer en un carruaje tirado por leones.

Es la plaza de la Cibeles dije, queriendo demostrarle que conoca Madrid. Haba visto esa escultura en decenas de postales.

Pero ella no me escuchaba. Estaba en mitad de la calle, tratando de esquivar el trnsito.

Vamos all! gritaba, llamndome por seas entre los coches.

Decid alcanzarla, slo para preguntarle el nombre de un hotel. Aquella locura me estaba cansando, y necesitaba dormir.

Llegamos a la fuente casi al mismo tiempo; yo con el corazn agitado y ella con una sonrisa en los labios.

El agua! dijo. El agua es su manifestacin!

Por favor, necesito el nombre de un hotel barato.

Meti las manos en la fuente.

Haz lo mismo me dijo. Toca el agua.

De ninguna manera. Me voy a buscar un hotel.

Slo un momento ms.

La muchacha sac una pequea flauta del bolso y empez a tocar. La msica pareca tener un efecto hipntico: el ruido del trnsito empez a alejarse y mi corazn se tranquiliz. Me sent en el borde de la fuente, escuchando el sonido del agua y el de la flauta, con los ojos clavados en la luna llena encima de nosotras. Algo me deca que aunque no lo pudiese comprender del todo all estaba un poco de mi naturaleza de mujer.

No s durante cunto tiempo toc ella. Al terminar, se volvi hacia la fuente.

Cibeles dijo. Una de las manifestaciones de la Gran Madre. Que gobierna las cosechas, sustenta las ciudades, devuelve a la mujer a su papel de sacerdotisa.

Quin eres? pregunt. Por qu me pediste que te acompaase?

Ella se volvi hacia m:

Soy lo que supones que soy. Formo parte de la religin de la Tierra.

Y qu quieres de m?

Puedo leerte los ojos. Puedo leerte el corazn. Te vas a apasionar. Y vas a sufrir.

Yo?

Sabes de qu hablo. Vi cmo te miraba. Te ama.

Esa mujer estaba loca.

Por eso te ped que salieras conmigo prosigui. Porque l es importante. Aunque diga tonteras, por lo menos reconoce a la Gran Madre. No dejes que se pierda. Aydalo.

No sabes lo que dices. Ests perdida en tus fantasas dije, mientras volva a internarme entre los coches, jurando no volver a pensar nunca ms en las palabras de aquella mujer.

DOMINGO, 5 DE DICIEMBRE DE 1993

Paramos a tomar un caf.

La vida te ense muchas cosas dije, tratando de iniciar una conversacin.

Me ense que podemos aprender, me ense que podemos cambiar respondi l. Aunque parezca imposible.

Estaba cortando el asunto. Casi no habamos conversado durante las dos horas de viaje hasta aquel bar de la carretera.

Al principio intent recordar nuestro tiempo de infancia, pero l apenas mostraba un educado inters. Ni siquiera me oa, y me haca preguntas sobre cosas que yo ya haba dicho.

Pareca que algo no andaba bien. Poda ser que el tiempo y la distancia lo hubiesen apartado para siempre de mi mundo. l habla sobre instantes mgicos pens. Qu diferencia hay en la carrera que siguieron Carmen, Santiago o Mara? Su universo era otro, Soria no era ms que un recuerdo distante: detenida en el tiempo, con los amigos de la infancia todava en la infancia, y los viejos todava vivos haciendo lo que hacan veintinueve aos antes.

Empec a arrepentirme de haber aceptado el viaje en coche. Cuando volvi a cambiar de tema, durante el caf, decid no insistir ms.

Las dos horas restantes, hasta Bilbao, fueron una verdadera tortura. l miraba la carretera, yo miraba por la ventanilla, y ninguno de los dos ocultaba el malestar que se haba instalado. El coche alquilado no tena radio, y la solucin era aguantar el silencio.

Vamos a preguntar dnde queda la estacin de autobuses dije, en cuanto salimos de la autopista. Hay una lnea regular a Zaragoza.

Era la hora de la siesta y haba poca gente en las calles. Pasamos por delante de un seor, de una pareja de jvenes, y l no se detuvo a pedir informacin.

T sabes dnde queda? pregunt, despus de un rato.

Dnde queda qu?

l segua sin prestar atencin a lo que yo deca.

De repente entend aquel silencio. De qu poda conversar con una mujer que nunca se haba aventurado por el mundo? Qu inters poda tener estar al lado de alguien que tema lo desconocido, que prefera un empleo seguro y un matrimonio convencional? Yo pobre de m hablaba de los mismos amigos de la infancia, de los mismos recuerdos polvorientos de un pueblo insignificante. Era mi nico tema.

Me puedes dejar aqu mismo dije cuando llegamos a lo que pareca ser el centro de la ciudad. Trataba de mostrarme natural, pero me senta estpida, infantil y aburrida.

l no detuvo el coche.

Tengo que coger el autobs para regresar a Zaragoza insist.

Nunca estuve aqu. No s dnde queda mi hotel. No s dnde tengo que dar la conferencia. No s dnde queda la estacin de autobuses.

Ya la encontrar, no te preocupes.

Disminuy la velocidad, pero sigui conduciendo.

Me gustara... dijo.

Por dos veces no consigui terminar la frase. Yo imaginaba qu era lo que le gustara: agradecer mi compaa, mandar recuerdos a los amigos y, de esa manera, aliviar aquella sensacin desagradable.

Me gustara que fueses conmigo a la conferencia de esta nochedijo por fin.

Me llev un susto. Quiz estuviese tratando de ganar tiempo para reparar el incmodo silencio del viaje.

Me gustara mucho que fueses conmigo repiti.

Yo poda ser una muchacha de provincias, sin grandes historias que contar, sin el brillo y la presencia de las mujeres de la ciudad. Pero la vida de provincias, aunque no haga a la mujer ms elegante o mejor preparada, le ensea a escuchar el corazn, a entender sus instintos.

Para mi sorpresa, el instinto me deca que l estaba siendo sincero.

Respir aliviada. Claro que no me quedara a conferencia alguna, pero al menos mi amigo querido pareca estar de vuelta, llamndome para asistir a sus aventuras, compartiendo conmigo sus miedos y victorias.

Gracias por la invitacin respond. Pero no tengo dinero para hotel, y necesito regresar a fin de seguir con mis estudios.

Yo tengo algo de dinero. Puedes quedarte en mi habitacin. Pedimos dos camas separadas.

Advert que l estaba empezando a sudar, a pesar del fro. Mi corazn se puso a enviar seales de alarma que yo no consegua identificar. La sensacin de alegra de haca unos momentos fue sustituida por una inmensa confusin.

Detuvo el coche de repente y me mir directo a los ojos.

Nadie logra mentir, nadie logra ocultar nada cuando mira directo a los ojos.

Y toda mujer, con un mnimo de sensibilidad, consigue leer los ojos de un hombre enamorado. Por absurda que parezca, por fuera de lugar y de tiempo que se manifieste esa pasin. Me acord inmediatamente de las palabras de la mujer pelirroja de la fuente.

No era posible. Pero era verdad.

Nunca, nunca en mi vida haba pensado que l tanto tiempo despus se acordase todava. ramos nios, vivamos juntos y descubrimos el mundo cogidos de la mano. Yo le am, si es que una nia puede entender del todo el significado del amor. Pero aquello haba sucedido haca mucho tiempo, en otra vida, donde la inocencia deja el corazn abierto a todo lo mejor que hay en la vida.

Ahora ramos adultos y responsables. Las cosas de la infancia eran cosas de la infancia.

Volv a mirarlo a los ojos. Yo no quera o no poda creerlo.

Tengo slo esta conferencia, y estamos en el puente de la Inmaculada Concepcin. Necesito ir a las montaas prosigui. Necesito mostrarte algo.

El hombre brillante, que hablaba de instantes mgicos, estaba frente a m, actuando de la manera ms equivocada posible. Avanzaba demasiado rpido, estaba inseguro, haca propuestas confusas. Resultaba duro verle de ese modo.

Abr la puerta, sal y me recost contra el coche. Me qued mirando la avenida casi desierta. Encend un cigarrillo y trat de no pensar. Poda disimular, fingir que no entenda; poda tratar de convencerme de que era realmente la propuesta de un amigo a una amiga de la infancia. Quiz l hubiese estado viajando demasiado tiempo, y empezase a confundir las cosas.

Quiz yo estuviese exagerando.

l baj del coche y se sent a mi lado.

Me gustara que fueses a la conferencia esta noche dijo, una vez ms. Pero si no puedes, lo comprendo.

Eso era. El mundo haba dado una vuelta completa, y regresaba al punto de origen. No era nada de lo que pensaba: l ya no insista, ya estaba dispuesto a dejarme partir. Los hombres enamorados no se comportan de esa manera.

Me sent aturdida y aliviada al mismo tiempo. S, me poda quedar por lo menos un da. Cenaramos juntos, y nos embriagaramos un poco, cosa que jams habamos hecho cuando ramos nios. Era una buena oportunidad para olvidar las tonteras que haba pensado unos minutos antes, una buena oportunidad para romper el hielo que nos haba acompaado desde Madrid.

Un da no supondra ninguna diferencia. Por lo menos tendra algo que contarles a mis amigas.

Camas separadas dije, en tono de broma. Y t pagas la cena, porque a esta edad sigo siendo estudiante. No tengo dinero.

Dejamos las maletas en la habitacin del hotel, y bajamos y fuimos caminando hasta el local de la conferencia. Llegamos temprano, y nos sentamos en un caf.

Te quiero dar algo dijo l, entregndome una bolsita roja.

La abr inmediatamente. Dentro haba una medalla vieja y oxidada, con Nuestra Seora de las Gracias en un lado y el Sagrado Corazn de Jess en el otro.

Era tuya dijo al ver mi cara de sorpresa.

Mi corazn empez de nuevo a dar seales de alarma.

Un da de otoo como ste, cuando tenamos unos diez aos, me sent contigo en la plaza que tiene el roble grande. Yo quera decir algo que haba ensayado durante semanas. En cuanto comenc, me dijiste que habas perdido la medalla en la ermita de San Saturio, y me pediste que fuera a buscarla.

Yo me acordaba. Dios mo, claro que me acordaba.

Logr encontrarla prosigui. Pero cuando regres a la plaza ya no tena coraje para decir lo que haba ensayado. Entonces me promet que slo te entregara la medalla cuando pudiese terminar la frase que haba comenzado a decir aquel da, hace casi veinte aos. Durante mucho tiempo intent olvidar, pero la frase segua presente. No puedo vivir ms con ella.

Dej el caf. Encendi un cigarrillo y se qued un largo rato mirando la punta. Finalmente se volvi hacia m.

Es una frase muy sencilla dijo. Te quiero.

A veces nos invade una sensacin de tristeza que no logramos controlar, deca l. Percibirnos que el instante mgico de aquel da pas, y que nada hicimos. Entonces la vida esconde su magia y su arte.

Tenemos que escuchar al nio que fuimos un da, y que todava existe dentro de nosotros. Ese nio entiende de momentos mgicos. Podemos reprimir su llanto, pero no podemos acallar su voz.

Ese nio que fuimos un da contina presente. Bienaventurados los pequeos, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Si no nacemos de nuevo, si no volvemos a mirar la vida con la inocencia y el entusiasmo de la infancia, no tiene sentido seguir viviendo.

Existen muchas maneras de suicidarse. Los que tratan de matar el cuerpo ofenden la ley de Dios. Los que tratan de matar el alma tambin ofenden la ley de Dios aunque su crimen sea menos visible a los ojos del hombre.

Prestemos atencin a lo que nos dice el nio que tenemos guardado en el pecho. No nos avergoncemos por causa de l. No dejemos que sufra miedo, porque est solo y casi nunca se le escucha.

Permitamos que tome un poco las riendas de nuestra existencia. Ese nio sabe que un da es diferente de otro.

Hagamos que se vuelva a sentir amado. Hagamos que se sienta bien, aunque eso signifique obrar de una manera a la que no estamos acostumbrados, aunque parezca estupidez a los ojos de los dems.

Recuerden que la sabidura de los hombres es locura ante Dios. Si escuchamos al nio que tenemos en el alma, nuestros ojos volvern a brillar. Si no perdemos el contacto con ese nio, no perderemos el contacto con la vida.

Los colores a mi alrededor empezaron a volverse ms intensos; senta que hablaba ms alto, que haca ms ruido cuando dejaba el vaso en la mesa.

Un grupo de casi diez personas haba ido directamente de la conferencia a cenar. Todos hablaban al mismo tiempo, y yo sonrea; sonrea porque era una noche diferente. La primera noche, en muchos aos, que no haba planeado.

Qu alegra!

Cuando decid viajar a Madrid, tena los sentimientos y las acciones bajo control. De repente, todo haba cambiado. All estaba yo, en una ciudad que nunca haba pisado aunque estaba a menos de tres horas de mi ciudad natal. Sentada ante aquella mesa donde slo conoca a una persona... y todos hablaban conmigo como si me conociesen desde haca mucho tiempo. Sorprendida conmigo misma porque era capaz de conversar, beber y divertirme con ellos.

Yo estaba all porque, de repente, la vida me haba dado la Vida. No senta culpa, ni miedo ni vergenza. A medida que pasaba el tiempo a su lado, y lo oa hablar, me iba convenciendo de que tena razn: existen momentos en los que todava es necesario correr riesgos, dar pasos insensatos.

Me paso das y das delante de esos libros y cuadernos, haciendo un esfuerzo sobrehumano para comprar mi propia esclavitud pens. Por qu quiero ese empleo? Qu me va a aportar como ser humano o como mujer?

Nada. Yo no haba nacido para pasar el resto de mi vida sentada ante un escritorio, ayudando a los jueces a resolver sus procesos.

No puedo pensar as sobre mi vida. Tendr que volver a ella esta misma semana.

Deba de ser el efecto del vino. A fin de cuentas, el que no trabaja no come.

Esto es un sueo. Se acabar.

Pero cunto tiempo puedo prolongar este sueo? Por primera vez pens en acompaarlo hasta las montaas en los das siguientes. Al fin y al cabo, haba varios das de fiesta seguidos.

Quin eres? pregunt una bella mujer que estaba en nuestra mesa.

Una amiga de la infanciarespond.

Ya haca estas cosas cuando era nio?prosigui.

Qu cosas?

Pareci que la conversacin de la mesa menguaba, se apagaba.

Ya sabes insisti la mujer. Los milagros.

l ya saba hablar bien respond, sin entender lo que me deca.

Todos se rieron, incluso l. Me qued sin saber el motivo de esa risa. Pero el vino me liberaba, y no necesitaba controlar todo lo que suceda.

Call, mir alrededor, hice un comentario cualquiera sobre un asunto que olvid en seguida. Y volv a pensar en los das festivos.

Era bueno estar all, conociendo gente nueva. Las personas discutan cosas serias entre los comentarios graciosos, y yo tena la sensacin de estar participando en lo que ocurra en el mundo. Al menos por esa noche no era una mujer que asiste a la vida mediante la televisin o los peridicos.

Cuando volviese a Zaragoza tendra muchas cosas que contar. Si aceptaba la invitacin para el da de la Inmaculada, quiz podra vivir un ao entero de nuevos recuerdos.

l tena toda la razn para no atender a mi conversacin sobre Soria, pens. Y sent pena de m misma: haca aos que el cajn de mi memoria guardaba las mismas historias.

Bebe un poco ms dijo un hombre de pelo blanco, llenndome el vaso.

Beb. Pens en las pocas cosas que tendra para contar a mis hijos y nietos.

Cuento contigodijo l, de modo que solamente yo pudiera orlo. Vamos hasta Francia.

El vino me dejaba ms libre para decir lo que pensaba.

Slo si podemos dejar bien en claro una cosa respond.

Qu?

Aquello que me dijiste antes de la conferencia. En el caf.

La medalla?

No respond, mirndolo a los ojos y haciendo lo posible para parecer sobria. Aquello que dijiste.

Despus hablamos dijo l, cambiando de tema.

La declaracin de amor. No habamos tenido tiempo para charlar, pero podra convencerlo de que no era nada de aquello.

Si quieres que viaje contigo, tienes que escucharme dije.

No quiero conversar aqu. Nos estamos divirtiendo.

T te fuiste muy pronto de Soriainsist. Yo no soy ms que un lazo con tu tierra. Te acerqu a tus races, y eso te dio fuerzas para seguir adelante. Pero ya est. No puede existir ningn amor.

l me escuch sin hacer ningn comentario. Alguien lo llam para or su opinin, y no pude seguir con la conversacin.

Por lo menos he dejado claro lo que pienso, me dije. No poda existir semejante amor; eso slo ocurra en los cuentos de hadas.

Porque, en la vida real, el amor necesita ser posible. Incluso aunque no haya una retribucin inmediata, el amor slo consigue sobrevivir cuando existe la esperanza por lejana que sea de que conquistaremos a la persona amada.

El resto es fantasa.

Como si hubiese adivinado mi pensamiento, levant el vaso para brindar conmigo desde el otro lado de la mesa.

Por el amor! dijo.

Tambin estaba un poco embriagado. Decid aprovechar la oportunidad.

Por los sabios, capaces de entender que ciertos amores son locuras de la infancia dije.

El que es sabio, slo es sabio porque ama. El que es loco, slo es loco porque piensa que puede entender el amor respondi l.

Las dems personas de la mesa oyeron el comentario, y en seguida comenz una animada conversacin sobre el amor. Todos tenan una opinin formada, defendan sus puntos de vista con uas y dientes, y fueron necesarias varias botellas de vino para calmarlos. Finalmente alguien dijo que ya era tarde y que el dueo del restaurante quera cerrar.

Tendremos cinco das festivos grit alguien en otra mesa. Si el dueo quiere cerrar el restaurante es porque vosotros estabais hablando de temas serios!

Todos se rieron, menos l.

Dnde deberamos hablar de temas serios? pregunt al borracho de la otra mesa.

En la iglesia! dijo el borracho.

Y esta vez el restaurante entero estall en una carcajada.

l se levant. Pens que iba a pelear, porque todos habamos vuelto a la adolescencia, donde las peleas son parte de la noche, junto con los besos, las caricias en sitio prohibido, la msica y la alta velocidad.

Pero todo lo que hizo fue cogerme de la mano e ir hacia la puerta.

Es mejor que nos vayamos dijo. Se est haciendo tarde.

Llueve en Bilbao, y llueve en el mundo. Quien ama necesita saber perderse y encontrarse. l logra equilibrar bien las dos partes. Est alegre, y canta mientras volvemos hacia el hotel.

Son los locos que inventaron el amor

Todava con la sensacin del vino, y de los colores intensos, me voy equilibrando poco a poco. Necesito mantener el control de la situacin, porque quiero viajar estos das.

Ser fcil mantener ese control, ya que no estoy enamorada. Quien puede dominar su corazn, puede conquistar el mundo.

Con un poema y un trombn

a develarte el corazn, dice la letra.

Me gustara no controlar mi corazn>, pienso. Si lograra entregarlo, aunque slo fuera por un fin de semana, esta lluvia que me cae en el rostro tendra otro sabor. Si amar fuese fcil, yo estara abrazada a l y la letra de la cancin contara una historia que es nuestra historia. Si no existiera Zaragoza despus de los das de fiesta, yo deseara que el efecto de la bebida no pasase nunca, y sera libre para besarlo, acariciarlo, decir y escuchar las cosas que se dicen los enamorados.

Pero no. No puedo.

No quiero.

Salgamos a volar, querida ma, dice la letra. S, salgamos a volar. Dentro de mis condiciones.

l todava no sabe que mi respuesta a su invitacin es s. Por qu quiero correr este riesgo? Porque en este momento estoy borracha, y cansada de mis das iguales.

Pero este cansancio pasar. Despus tendr deseos de volver a Zaragoza, la ciudad que escog para vivir. Me esperan los estudios, me espera un concurso pblico. Me espera un marido que necesito encontrar, y que no ser difcil.

Me espera una vida sosegada, con hijos y nietos, con un presupuesto equilibrado y vacaciones anuales. No conozco los terrores de l, pero conozco los mos. No necesito miedos nuevos, basta con los que ya tengo.

No podra, nunca, enamorarme de alguien como l. Lo conozco demasiado bien, vivimos juntos mucho tiempo, s de sus flaquezas y de sus temores. No logro admirarlo como las dems personas.

S que el amor es como las presas: si se deja una brecha por donde pueda meterse un hilo de agua, en seguida empieza a destruir las paredes. Llega un momento en que ya nadie puede controlar la fuerza de la corriente.

Si las paredes se desmoronan, el amor se encarga de todo; ya no importa qu es posible y qu imposible, ya no importa si podemos o no mantener ala persona amada a nuestro lado: amar es perder el control.

No, no puedo dejar una brecha. Por pequea que sea.

Un momento!

l dej inmediatamente de cantar. Los pasos rpidos reverberaban en el suelo mojado.

Vamos dijo, cogindome del brazo.

Espere! grit un hombre. Necesito hablar con usted!

Pero l andaba cada vez ms rpido.

No se dirige a nosotros dijo. Vamos al hotel.

Se diriga a nosotros: no haba nadie ms en aquella calle. Mi corazn se dispar, y el efecto de la bebida desapareci de inmediato. Record que Bilbao quedaba en el Pas Vasco, y que los atentados terroristas eran frecuentes. Los pasos se fueron acercando.

Vamos dijo l, acelerando todava ms el paso.

Pero era tarde. La figura del hombre, mojado de la cabeza a los pies, se interpuso en nuestro camino.

Paren, por favor! dijo el hombre. Por el amor de Dios.

Yo estaba aterrorizada, buscando la manera de huir, un coche policial que apareciese milagrosamente. De un modo instintivo, agarr su brazo, pero l me apart las manos.

Por favor dijo el hombre. Supe que usted estaba en la ciudad. Necesito su ayuda. Es mi hijo!

El hombre comenz a llorar, y se arrodill en el suelo.

Por favor deca. Por favor!

l respir hondo, baj la cabeza y cerr los ojos. Durante unos instantes permaneci en silencio, y todo lo que se oa era el ruido de la lluvia mezclado con los sollozos del hombre arrodillado en la calle.

Vete al hotel, Pilar dijo finalmente. Y duerme. No regresar hasta el amanecer.

LUNES, 6 DE DICIEMBRE DE 1993

El amor est lleno de trampas. Cuando quiere manifestarse, muestra apenas su luz, y no nos permite ver las sombras que esa luz provoca.

Mira la tierra a nuestro alrededor dijo. Vamos a acostarnos en el suelo, a sentir los latidos del corazn del planeta.

Ms adelante respond. No puedo ensuciar la nica chaqueta que traje.

Caminamos a travs de los olivares. Despus de la lluvia del da anterior en Bilbao, el sol de la maana me produca una sensacin de sueo. Yo no tena gafas oscuras: como pensaba regresar a Zaragoza el mismo da, no haba trado nada. Tuve que dormir con una camisa que l me prest, y compr una camiseta en la esquina del hotel para, al menos, poder lavar la que estaba usando.

Debes de estar asqueado de verme con la misma ropadije, bromeando, para ver si un asunto tan banal me traa de vuelta a la realidad.

Yo estoy feliz porque t ests aqu.

No haba vuelto a hablar de amor desde que me haba entregado la medalla, pero estaba de buen humor, y pareca que haba vuelto a los dieciocho aos. Andaba a mi lado, sumergido tambin en la claridad de esa maana.

Qu tienes que hacer all? pregunt, sealando las montaas de los Pirineos, en el horizonte.

Detrs de aquellas montaas est Francia respondi, sonriendo.

Yo estudi geografa. Slo quiero saber por qu tenemos que ir hasta all.

l se qued un rato callado, sonriendo apenas.

Para que veas una casa. Quien sabe se interesa por ella.

Si ests pensando en convertirte en agente inmobiliario, olvdalo. No tengo dinero.

A m tanto me daba ir a un pueblo de Navarra como a Francia. Lo nico que no quera era pasar los das de fiesta en Zaragoza.

Te das cuenta? o que le deca mi cerebro a mi corazn. Ests contenta de haber aceptado la invitacin. Has cambiado, y no lo percibes.

No, no cambi nada. Slo me afloj un poco.

Fjate en las piedras del suelo.

Eran redondas, sin aristas. Parecan guijarros marinos. Aunque el mar nunca haba estado all, en los campos de Navarra.

Los pies de los trabajadores, los pies de los peregrinos, los pies de los aventureros moldearon estas piedrasdijo l. Las piedras cambiaron, y tambin los viajeros.

Todo lo que sabes te lo ensearon los viajes?

No. Fueron los milagros de la Revelacin.

No entend, y no intent profundizar. Estaba concentrada en el sol, en el campo, en las montaas del horizonte.

Hacia dnde vamos ahora? pregunt.

Hacia ningn lugar. Estamos aprovechando la maana, el sol, el bello paisaje. Tenemos por delante un largo viaje en coche.

Vacil un instante, y luego pregunt:

Guardaste la medalla?

La guard dije, y empec a caminar ms rpido. No quera que tocase ese tema: poda estropear la alegra y la libertad de esa maana.

Aparece un pueblo. Est, como las ciudades medievales, en la cima de un morro, y veo, a la distancia, la torre de su iglesia y las ruinas de un castillo.

Vamos hasta all sugiero.

l duda un instante, pero acepta. Hay una capilla en el camino, y tengo deseos de entrar en ella. Ya no s rezar, pero el silencio de las iglesias me tranquiliza siempre.

No te sientas culpable me digo. Si l est enamorado es problema suyo.

Pregunt por la medalla. S que esperaba que volvisemos a la conversacin del caf. Al mismo tiempo, tena miedo de escuchar lo que no quera or; por eso no tomaba la iniciativa y no tocaba el tema.

Quiz me amara realmente. Pero conseguiramos transformar ese amor en algo diferente, en algo ms profundo.

Ridculo pens. No existe nada ms profundo que el amor. En los cuentos infantiles, las princesas besan a los sapos, que se transforman en prncipes. En la vida real, las princesas besan a los prncipes, que se transforman en sapos.

Despus de casi media hora de caminata, llegamos a la capilla. Hay un viejo sentado en la escalera.

Es la primera persona que vemos desde que empezamos a caminar: ha llegado el final del otoo, y los campos estn de nuevo entregados al Seor, que fertiliza la tierra con su bendicin y permite que el hombre arranque su sustento con el sudor de la frente.

Buenos das le dice al hombre.

Buenos das.

Cmo se llama aquel pueblo?

San Martn de Unx.

Unx? digo. Parece el nombre de un gnomo!

El viejo no entiende la broma. Camino hasta la puerta de la capilla.

No puede entrar dice el viejo. Cierro al medioda. Si quiere, puede volver a las cuatro de la tarde.

La puerta est abierta. Veo el interior, aunque no con nitidez a causa de la claridad del da.

Slo un minuto. Me gustara rezar una oracin.

Lo siento mucho. Ya est cerrada.

l escucha mi conversacin con el viejo. No dice nada.

Est bien, nos vamos digo. No vale la pena discutir.

l sigue mirndome; sus ojos estn vacos, distantes.

No quieres ver la capilla? pregunta.

S que no le ha gustado mi actitud. Le debo de parecer floja, cobarde, incapaz de luchar por lo que quiero. Sin necesidad de un beso, la princesa se transforma en sapo.

Acurdate de ayer digo. T cerraste la conversacin en el bar porque no tenas ganas de discutir. Ahora, cuando yo hago lo mismo, me censuras.

El viejo contempla, impasible, nuestra discusin. Debe de estar contento de que ocurra algo all, delante de l, en un sitio donde todas las maanas, todas las tardes y todas las noches son iguales.

La puerta de la iglesia est abierta dice l, dirigindose al viejo. Si quiere dinero, algo le podemos dar. Pero ella quiere ver la iglesia.

Ya es tarde.

Muy bien. Entraremos de cualquier modo.

l me coge del brazo y entra conmigo.

Mi corazn se dispara. El viejo puede volverse agresivo, llamar a la polica, arruinar nuestro viaje.

Por qu haces esto?

Porque quieres ir a la capilla es su respuesta.

Pero no logro concentrarme en lo que hay all; esa discusin, y mi actitud, han roto el encanto de una maana casi perfecta.

Mi odo est atento a lo que pasa fuera: imagino continuamente al viejo saliendo y a la polica del pueblo llegando. Invasores de capillas. Ladrones. Estn haciendo algo prohibido, violando la ley. El viejo dijo que estaba cerrada, que no era hora de visita! l es un pobre viejo que no nos puede impedir que entremos, y la polica ser ms dura porque no respetamos a un anciano.

Me quedo all dentro slo el tiempo necesario para mostrar que cumplo con mi voluntad. El corazn me sigue latiendo con tanta fuerza que tengo miedo de que l me oiga.

Podemos marcharnos digo, cuando ha pasado el tiempo que yo calculo necesario para rezar un avemara.

No tengas miedo, Pilar. T no puedes representar.

Yo no quera que el problema con el viejo se transformase en un problema con l. Necesitaba conservar la calma.

No s qu es eso de representar respondo.

Ciertas personas viven peleadas con alguien, peleadas con ellas mismas, peleadas con la vida. As, empiezan a montar una especie de pieza teatral en su cabeza, y escriben el guin segn sus frustraciones.

Yo conozco a mucha gente as. S de lo que ests hablando.

Y lo peor es que no pueden representar esa pieza de teatro solas prosigue. Entonces comienzan a convocar a otros actores. Es lo que hizo ese sujeto. Quera vengarse de algo, y nos escogi a nosotros. Si hubisemos aceptado su prohibicin, ahora nos sentiramos arrepentidos y derrotados. Habramos pasado a formar parte de su vida mezquina y de sus frustraciones. La agresin de ese seor era visible, y result fcil evitar entrar en su juego. Hay otras personas que nos convocan cuando comienzan a comportarse como vctimas, quejndose de las injusticias de la vida, pidiendo que los dems estn de acuerdo, den consejos, participen.

Me mir a los ojos.

Cuidado dijo. Cuando se entra en ese juego, siempre se sale perdiendo.

l tena razn. A pesar de eso, no me senta muy cmoda all dentro.

Ya rec. Ya hice lo que quera. Ahora podemos salir.

Salimos. El contraste entre la oscuridad de la capilla y el fuerte sol de fuera me ciega por momentos. Cuando mis ojos se acostumbran, descubro que ya no est el viejo.

Vamos a almorzar dice l, andando hacia la ciudad.

Bebo dos vasos de vino en el almuerzo. Nunca beb tanto en mi vida. Me estoy volviendo alcohlica.

Qu exageracin.

l charla con el camarero. Descubre que existen varias ruinas romanas en las cercanas. Trato de seguir la conversacin, pero no consigo ocultar el mal humor.

La princesa se ha convertido en sapo. Qu importancia tiene esto? A quin necesito probarle algo si no busco nada, ni hombre ni amor?

Ya lo saba pienso. Saba que iba a desequilibrar mi mundo. El cerebro avis, pero el corazn no quiso seguir su consejo.

Tuve que pagar un precio alto para conseguir lo poco que tengo. Deb renunciar a tantas cosas que deseaba apartarme de tantos caminos que se me presentaban Sacrifiqu mis sueos en nombre de un sueo mayor: la paz de espritu. No quiero apartarme de esa paz.

Ests tensadice l, interrumpiendo la conversacin con el camarero.

S, lo estoy. Creo que aquel viejo fue a llamar a la polica. Creo que esta ciudad es pequea, y ellos saben dnde estamos. Creo que esa obstinacin tuya por almorzar aqu puede acabar con nuestras vacaciones.

Hace girar el vaso de agua mineral. Debe de saber que no es se el motivo, que en realidad estoy avergonzada. Por qu hacemos esto con nuestras vidas? Por qu vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos las montaas, los campos y los olivares?

Escucha: no va a pasar nada de esodice l. El viejo ya ha regresado a su casa, y ya no se acuerda del episodio. Confa en m.

No estoy tensa por eso, tonto, pienso.

Escucha ms tu corazn prosigue.

Eso es exactamente lo que hago: escucho respondo. Y prefiero salir de aqu. No me siento cmoda.

No bebas ms durante el da. No ayuda nada.

Hasta este momento me he estado controlando. Ahora es mejor decir todo lo necesario.

Crees que lo sabes todo digo. Que entiendes de instantes mgicos, de nios interiores. No s qu haces a mi lado.

l se re.

Te admiro dice. Y admiro la lucha que ests librando contra tu corazn.

Qu lucha?

Nada responde.

Pero s a qu se refiere.

No te hagas ilusiones contesto. Si quieres, podemos hablar de eso. Ests engaado con respecto a mis sentimientos.

l deja de mover el vaso y me mira a la cara.

No lo estoy. S que t no me amas.

Eso me deja todava ms desorientada.

Pero voy a luchar por eso contina. Hay cosas en la vida por las que vale la pena luchar hasta el fin.

Sus palabras me dejan sin respuesta.

T vales la penadice.

Yo aparto la mirada, y finjo estar interesada en la decoracin del restaurante. Me estaba sintiendo sapo, y vuelvo a ser princesa.

Quiero creer en sus palabras pienso, mientras miro un cuadro con pescadores y barcos. No van a cambiar nada, pero por lo menos no me sentir tan dbil, tan incapaz.

Disculpa mi agresividad digo.

l sonre. Llama al camarero y paga la cuenta.

En el camino de regreso me siento ms confusa. Puede ser el sol, pero no, es otoo y el sol no calienta nada. Puede ser el viejo, pero el viejo ha salido de mi vida hace ya algn tiempo.

Puede ser todo eso nuevo. Zapato nuevo molesta. La vida no es diferente: nos coge desprevenidos y nos obliga a caminar hacia lo desconocido cuando no queremos, cuando no lo necesitamos.

Trato de concentrarme en el paisaje, pero ya no logro ver los olivares, el pueblo del monte, la capilla con un viejo en la puerta. Nada de eso me resulta familiar.

Recuerdo la borrachera de ayer, y la cancin que l me cantaba:

Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese no s

qu s yo?

Viste, sal de tu casa, por Arenales

Por qu Buenos Aires si estbamos en Bilbao? Qu calle es sta, Arenales? Qu quera l?

Qu cancin es esa que cantabas ayer? pregunto.

Balada para un loco dice. Por qu no me lo has preguntado hasta hoy?

Por nada contesto.

Pero s, hay un motivo. S que l cant esa cancin porque es una trampa. Me hizo memorizar la letra, y yo tengo que memorizar la materia para el examen. Podra haber cantado una cancin conocida, que yo hubiese odo miles de veces, pero prefiri algo que no hubiese escuchado nunca.

Es una trampa. As, cuando ms adelante suene esa msica en la radio, o en un disco, me acordar de l, de Bilbao, de la poca en que el otoo de mi vida se transform de nuevo en primavera. Recordar la excitacin, la aventura, y la criatura que renaci sabe Dios de dnde.

l pens todo esto. l es sabio, tiene experiencia ha vivido, sabe conquistar a la mujer que desea.

Me estoy volviendo loca, me digo. Siento que soy alcohlica porque he bebido dos das seguidos Siento que l sabe todos los trucos. Siento que me domina y me gobierna con su dulzura.

Admiro la lucha que ests librando con tu corazn, me dijo en el restaurante.

Pero se engaa. Porque ya luch y venc a mi corazn hace mucho tiempo. No me voy a enamorar de lo imposible.

Conozco mis lmites, y mi capacidad de sufrimiento.

Hblame de algo digo, cuando emprendemos el regreso hacia el coche.

De qu?

De cualquier cosa. Conversa conmigo.

Empieza a contarme algo acerca de las apariciones de la Virgen Mara en Ftima. No s de dnde ha sacado ese tema, pero consigue distraerme con la historia de los tres pastores que conversan con Ella.

Al rato mi corazn se tranquiliza. S, conozco bien mis lmites, y s dominarme.

Llegamos de noche, con una niebla tan fuerte que costaba distinguir dnde estbamos. Yo divisaba apenas una pequea plaza, un farol, algunas casas medievales mal iluminadas por la luz amarilla, y una fuente.

La niebla! dijo, excitado.

Yo no entenda.

Estamos en Saint-Savin explic.

El nombre no me deca nada. Pero estbamos en Francia, y eso me excitaba.

Por qu este lugar? pregunt.

Por la casa que quiero venderte contest l, riendo. Adems, promet que volvera el da de la Inmaculada Concepcin.

Aqu?

Aqu cerca.

Detuvo el coche. Al bajar, me cogi de la mano y empezamos a caminar entre la niebla.

Este lugar entr en mi vida de un modo inesperado dijo.

T tambin, pens.

Aqu, un da, sent que haba perdido mi camino. Y no era as: en realidad lo haba reencontrado.

Dices cosas muy enigmticas dije.

Fue aqu donde entend la falta que hacas en mi vida.

Volv a mirar alrededor. No poda entender por qu.

Qu tiene esto que ver con tu camino?

Vamos a conseguir una habitacin, pues los dos nicos hoteles de este pueblo slo funcionan en el verano. Despus cenaremos en un buen restaurante, sin tensin, sin miedo a la polica, sin necesidad de volver corriendo al coche.

Y cuando el vino suelte nuestras lenguas, conversaremos mucho.

Nos remos juntos. Yo ya estaba ms relajada. Durante el viaje, me haba dado cuenta de las tonteras que estaba pensando. Al cruzar la cadena de montaas que separa Francia de Espaa, ped a Dios que lavase mi alma de toda tensin y miedo.

Ya me haba cansado de hacer ese papel infantil, igual al de muchas de mis amigas, que teman el amor imposible pero no saban exactamente qu era el amor imposible. Si segua as, perdera todo lo bueno que me podan dar aquellos das junto a l.

Cuidado pens. Cuidado con la brecha en la presa. Si se abre apenas, nada de este mundo podr cerrarla.

Que la Virgen nos proteja de aqu en adelante dijo l.

Yo no respond.

Por qu no dices amn? pregunt.

Porque ya no me parece tan importante. Hubo una poca en la que la religin formaba parte de mi vida, pero ese tiempo pas.

l dio media vuelta y empezamos a caminar, regresando hacia el coche.

Todava rezo prosegu. Lo hice cuando cruzbamos los Pirineos. Pero es algo automtico, y no s si creo mucho.

Por qu?

Porque sufr, y Dios no me escuch. Porque muchas veces en mi vida intent amar con todo mi corazn, y el amor termin siendo pisoteado, traicionado. Si Dios es amor, debera cuidar mejor de mi sentimiento.

Dios es amor. Pero quien entiende mucho del tema es la Virgen.

Solt una carcajada. Cuando volv a mirarlo, descubr que estaba serio: no haba sido un chiste.

La Virgen entiende el misterio de la entrega total prosigui. Y, por haber amado y sufrido, nos liber del dolor. De la misma manera en que Jess nos liber del pecado.

Jess era hijo de Dios. La Virgen fue apenas una mujer que tuvo la gracia de recibirlo en su vientre contest. Quera reparar la risa inoportuna, quera que supiese que respetaba su fe. Pero la fe y el amor no se discuten, especialmente en un pueblo tan bonito como aqul.

Abri la puerta del coche y cogi las dos bolsas. Cuando intent quitarle mi equipaje de las manos, sonri.

Djame llevrtelodijo.

Cunto tiempo hace que nadie me trata as, pens.

Llamamos a la primera puerta; una mujer nos dijo que no alquilaba habitaciones. En la segunda puerta no nos atendi nadie. En la tercera, un viejecito gentil nos recibi bien, pero cuando miramos la habitacin vimos que slo tena una cama de matrimonio. Yo me negu.

Quiz convenga que vayamos a una ciudad ms grande suger cuando salamos.

Vamos a conseguir una habitacin respondi l. Conoces el ejercicio del Otro? Pertenece a una historia escrita hace cien aos, cuyo autor

Olvida al autor y cuntame la historia dije mientras andbamos por la nica plaza de Saint-Savin.

Un sujeto encuentra a un viejo amigo, que vive tratando de acertar en la vida, sin resultado. Voy a tener que darle un poco de dinero, piensa. Sucede que, esa noche, descubre que su amigo es rico, y que ha venido a pagar todas las deudas que ha contrada en el correr de los aos.

Van hasta un bar que solan frecuentar juntos, y l paga la bebida de todos. Cuando le preguntan la razn de tanto xito, l responde que hasta unos das antes haba estado viviendo el Otro.

Qu es el Otro? preguntan.

El Otro es aquel que me ensearon a ser, pero que no soy yo. El Otro cree que la obligacin del hombre es pasar la vida entera pensando en cmo reunir dinero para no morir de hambre al llegar a viejo. Tanto piensa, y tanto planifica, que slo descubre que est vivo cuando sus das en la tierra estn a punto de terminar. Pero entonces ya es demasiado tarde.

Y t quin eres?

Yo soy lo que es cualquiera de nosotros, si escucha su corazn. Una persona que se deslumbra ante el misterio de la vida, que est abierta a los milagros, que siente alegra y entusiasmo par lo que hace. Slo que el Otro, temiendo desilusionarse, no me dejaba actuar.

Pero existe el sufrimientodicen las personas del bar.

Existen derrotas. Pero nadie est a salvo de ellas. Por eso, es mejor perder algunos combates en la lucha por nuestros sueos que ser derrotado sin siquiera saber por qu se est luchando.

Slo esa? preguntan las personas del bar.

S. Cuando descubr eso, decid ser lo que realmente siempre dese. El Otro se qued all, en mi habitacin, mirndome, pero no lo dej entrar nunca ms, aunque algunas veces intent asustarme, alertndome de los riesgos de no pensar en el futuro.

Desde el momento en que expuls al Otro de mi vida, la energa divina obr sus milagros.

Creo que l invent esa historia. Quiz sea bonita, pero no es verdadera, pens, mientras seguamos buscando un sitio para pernoctar. Saint-Savin no tena ms de treinta casas, y pronto tendramos que hacer lo que yo haba sugerido: ir a una ciudad ms grande.

Por mucho entusiasmo que l tuviese, por ms que el Otro ya se hubiese alejado de su vida, los habitantes de Saint-Savin no saban que su sueo era dormir all esa noche, y no lo iban a ayudar en nada. Entretanto, mientras l contaba la historia, yo tena la sensacin de estar vindome a m misma: los miedos, la inseguridad, la voluntad de no descubrir todo lo que es maravilloso, porque maana puede acabarse, y vamos a sufrir.

Los dioses juegan a los dados, y no preguntan si queremos participar en el juego. No quieren saber si has dejado a un hombre, una casa, un trabajo, una carrera, un sueo. Los dioses no se fijan en el hecho de que tienes una vida en la que cada cosa est en su sitio, y cada deseo puede ser alcanzado con trabajo y perseverancia. Los dioses no tienen en cuenta nuestros planes y nuestras esperanzas; en algn lugar del universo, juegan a los dados, y por accidente resultas escogido. A partir de ese momento, ganar o perder es slo cuestin de oportunidad.

Los dioses juegan a los dados, y liberan el Amor de su jaula. Esa fuerza que puede crear o destruir, segn la direccin en que est soplando el viento en el momento en que sale de su prisin.

Por ahora el viento soplaba hacia el lado de l. Pero los vientos son tan caprichosos como los dioses y, en el fondo de mi ser, empezaba a sentir algunas rfagas.

Como si el destino quisiera mostrarme que la historia del Otro era verdadera y el universo siempre conspira a favor de los soadores, encontramos una casa para pernoctar, en la que haba una habitacin con dos camas separadas. Mi Primera Providencia fue tomar un bao, lavarme la ropa y ponerme la camiseta que haba comprado. Me sent nueva, y eso me dio ms seguridad.

A lo mejor a la Otra no le gusta esta camiseta, pens, rindome para mis adentros.

Despus de cenar con los dueos de la casa los restaurantes tambin estaban cerrados durante el otoo y el invierno, l pidi una botella de vino, prometiendo comprar otra al da siguiente.

Nos pusimos la chaqueta, Pedimos dos vasos prestados y salimos.

Vamos a sentarnos en el borde de la fuentedije.

Nos quedamos all, bebiendo para alejar el fro y la tensin.

Parece que el Otro ha vuelto a encarnarse en ti brome. Tu humor ha empeorado.

l se ri.

Dije que conseguiramos una habitacin y la conseguimos. El universo siempre nos ayuda a luchar por nuestros sueos, por locos que parezcan. Porque son nuestros sueos, y slo nosotros sabemos cunto nos cuesta soarlos.

La niebla, que el farol tea de amarillo, no nos dejaba ver bien el otro lado deja plaza.

Respir hondo. No se poda postergar ms el tema.

Quedamos en hablar del amor dije. No podemos seguir eludiendo el asunto. T sabes cmo he pasado estos das.

Por m, este tema no habra surgido. Pero ya que se present, no puedo dejar de pensar en l.

Amar es peligroso.

S de eso respond. Ya conoc el amor. Amar es como una droga. Al principio hay una sensacin de euforia, de entrega total. Despus, al da siguiente, quieres ms. Todava no te has enviciado, pero te ha gustado la sensacin, y te parece que puedes mantenerla bajo control. Piensas en la persona amada durante dos minutos y la olvidas durante tres horas.

Pero al poco tiempo te acostumbras a esa persona, y pasas a depender totalmente de ella. Entonces piensas en ella durante tres horas y la olvidas durante dos minutos. Si no est cerca, experimentas las mismas sensaciones que los viciosos cuando no consiguen droga. En ese momento, as como los viciosos roban y se humillan para conseguir lo que necesitan, t ests dispuesto a hacer cualquier cosa por el amor.

Qu ejemplo tan horribledijo l.

Era realmente un ejemplo horrible, que no combinaba con el vino ni con la fuente ni con las casas medievales que rodeaban la pequea plaza. Pero era verdad. Si l haba dado tantos pasos por culpa del amor, necesitaba conocer los riesgos.

Por eso, slo debemos amar a quien podemos tener cerca conclu.

l se qued un largo rato mirando la niebla. Pareca que ya no volvera a pedir que navegsemos por las peligrosas aguas de una conversacin sobre el amor. Yo estaba actuando con dureza, pero no haba alternativa.

Cerramos el asunto, pens. La convivencia de tres das y encima vindome usar la misma ropa todo el tiempo fue suficiente para hacerle cambiar de idea. Mi orgullo de mujer se sinti herido, pero mi corazn lati ms aliviado.

Ser esto lo que quiero?

Porque ya empezaba a sentir las tempestades que traen consigo los vientos del amor. Ya empezaba a notar una grieta en la pared de la presa.

Nos quedamos un largo rato bebiendo, sin conversar de cosas serias. Hablamos de los dueos de la casa y del santo que haba fundado aquel pueblo. Me cont algunas leyendas sobre la iglesia del otro lado de la plaza, que yo apenas poda distinguir a causa de la niebla.

Ests distrada dijo en cierto momento.

S mi mente estaba volando. Me gustara estar all con alguien que me dejase el corazn en paz, alguien con quien pudiese vivir aquel momento sin miedo de perderlo al da siguiente. As el tiempo pasara ms despacio; podramos quedarnos en silencio, ya que tendramos el resto de la vida para conversar. Yo no tendra que estar preocupndome de temas serios, decisiones difciles, palabras duras.

Estamos en silencio, y eso es una seal. Por primera vez estamos en silencio, aunque slo ahora me he dado cuenta, cuando l se ha levantado para buscar otra botella de vino.

Estamos en silencio. Oigo el ruido de sus pasos mientras regresa a la fuente donde estamos juntos desde hace ms de una hora, bebiendo y mirando la niebla.

Por primera vez estamos en silencio de verdad. No es el silencio incmodo del coche, cuando viajbamos de Madrid a Bilbao. No es el silencio de mi corazn asustado, cuando estbamos en la capilla cerca de San Martn de Unx.

Es un silencio que habla. Un silencio que me dice que ya no necesitamos seguir explicndonos cosas el uno al otro.

Sus pasos han cesado. Me est mirando, y debe de ser bonito lo que ve: una mujer sentada en el borde de una fuente, en una noche de niebla, a la luz de un farol.

Las casas medievales, la iglesia del siglo XI y el silencio.

La segunda botella de vino ya casi est por la mitad cuando decido hablar.

Esta maana ya estaba convencida de que soy alcohlica. Bebo el da entero. En estos tres das he bebido ms que todo el ao pasado.

l me pasa la mano por la cabeza sin decir nada. Siento la caricia, y no hago nada por apartarlo.

Cuntame un poco de tu vida le pido.

No tengo grandes misterios. Existe mi camino, y hago lo posible por recorrerlo con dignidad.

Cul es tu camino?

El camino de quien busca el amor.

Se queda un momento jugueteando con la botella casi vaca.

Y el amor es un camino complicado concluye.

Porque en ese camino las cosas nos llevan al cielo o nos tiran al infierno digo, sin tener la certeza de que se est refiriendo a m.

l no dice nada. Quiz est todava sumergido en el ocano del silencio, pero el vino me suelta de nuevo la lengua, y siento necesidad de hablar.

Dices que algo aqu, en esta ciudad, cambi tu rumbo.

Creo que me cambi. No estoy totalmente seguro, por eso quera traerte aqu.

Es una prueba?

No. Es una entrega. Para que ella me ayude a tomar la mejor decisin.

Quin?

La Virgen.

La Virgen. Tendra que haberme dado cuenta. Me quedo impresionada de ver cmo tantos aos de viajes, de descubrimientos, de nuevos horizontes, no lo han liberado del catolicismo de la infancia. Al menos en eso, yo y nuestros amigos habamos evolucionado mucho: ya no vivamos con el peso de la culpa y de los pecados.

Es impresionante que, despus de todo lo que has pasado, sigas conservando la misma fe.

No la he conservado. La perd y la recuper.

Pero en Vrgenes? En cosas imposibles y fantasiosas? No tuviste una vida sexual activa?

Normal. Me enamor de muchas mujeres.

Siento un poco de celos, y me sorprendo de mi propia reaccin. Pero la lucha anterior parece haberse apaciguado, y no quiero volver a despertarla.

Por qu ella es la Virgen? Por qu no nos presentan a Nuestra Seora como una mujer normal, igual a las dems?

l termina de beber lo poco que queda en la botella. Me pregunta si quiero que vaya a buscar una ms, y digo que no.

Quiero que me respondas ahora mismo. Cada vez que planteamos ciertos temas, t empiezas a hablar de otra cosa.

Ella fue normal. Tuvo otros hijos. La Biblia nos cuenta que Jess tuvo otros dos hermanos.

La virginidad en la concepcin de Jess se debe a otro hecho: Mara inicia una nueva era de gracia. All comienza otra etapa. Ella es la novia csmica, la Tierra, que se abre al cielo y se deja fertilizar.

En ese momento, gracias a su coraje para aceptar el propio destino, ella permite que Dios venga a la Tierra. Y se transforma en la Gran Madre.

No logro seguir sus palabras. l lo percibe.

Ella es el rostro femenino de Dios. Ella tiene su propia divinidad.

Sus palabras salen tensas, casi forzadas, como si estuviese cometiendo un pecado.

Una Diosa? pregunto.

Espero un poco, para que me lo explique mejor, pero no sigue adelante con la conversacin. Hace pocos minutos, yo pensaba con irona en su catolicismo. Ahora, sus palabras me parecen blasfemia.

Quin es la Virgen? Qu es la Diosa? Soy yo quien retoma el tema.

Es difcil de explicar dice l, cada vez ms incmodo. Llevo conmigo alguna cosa escrita. Si quieres, puedes leerla.

Ahora no voy a leer nada, quiero que me lo expliques insisto.

l levanta la botella de vino, pero est vaca. Ya no nos acordamos de qu fue lo que nos trajo hasta la fuente. Algo importante est presente; como si sus palabras estuviesen obrando un milagro.

Sigue hablando insisto.

Su smbolo es el agua, la niebla alrededor. La Diosa usa el agua para manifestarse.

La bruma parece cobrar vida, y transformarse en algo sagrado, aunque yo siga sin entender lo que l dice.

No quiero hablarte de historia. Si quieres informarte al respecto, puedes leer el texto que traje conmigo. Pero quiero que sepas que esta mujer, la Diosa, la Virgen Mara, la Shechinah judaica, la Gran Madre, Isis, Sofa, sierva y seora, est presente en todas las religiones de la Tierra. Fue despreciada, prohibida, disfrazada, pero su culto ha seguido de milenio en milenio, y ha llegado hasta el da de hoy.

Uno de los rostros de Dios es un rostro de mujer.

Lo mir a la cara. Sus ojos brillaban, y miraban fijos la niebla que tenamos delante. Vi que no necesitaba insistir para que continuase.

Ella est presente en el primer captulo de la Biblia, cuando el espritu de Dios se mueve sobre las aguas y l las coloca por debajo y por encima de las estrellas. Es el matrimonio mstico de la Tierra con el Cielo.

Ella est presente en el ltimo captulo de la Biblia, cuando

El Espritu y la Novia dicen: Ven!

Y el que oiga, diga: Ven!

Y el que tenga sed, que se acerque,

y el que quiera, reciba gratis agua de vida.

Por qu el smbolo del rostro femenino de Dios es el agua?

No lo s. Pero ella generalmente escoge este medio para manifestarse. Tal vez porque es la fuente de la vida; se nos genera por medio del agua, y permanecemos en ella durante nueve meses.

El agua es el smbolo del Poder de la mujer, el poder al que ningn hombre, por iluminado o perfecto que sea, puede aspirar.

Hace una pausa, y luego retoma la conversacin.

En cada religin, y en cada tradicin, Ella se manifiesta de una manera diferente, pero siempre se manifiesta. Como soy catlico, logro vislumbrarla cuando estoy delante de la Virgen Mara.

Me coge de la mano y en menos de cinco minutos salimos de Saint-Savin. Pasamos por delante de una columna que hay en la carretera, con algo extrao encima: una cruz, y la imagen de la Virgen en el sitio donde debera estar Jesucristo. Me acuerdo de sus palabras, y me sorprende la coincidencia.

Ahora estamos completamente envueltos por la oscuridad de la bruma. Comienzo a imaginarme en el agua, en el vientre materno, donde el tiempo y el pensamiento no existen. Todo lo que l dice parece tener sentido, un sentido extraordinario. Me acuerdo de la seora de la conferencia. Me acuerdo de la muchacha que me llev hasta la plaza. Tambin ella haba dicho que el agua era el smbolo de la Diosa.

A veinte kilmetros de aqu hay una gruta prosigue. El 11 de febrero de 1858 una nia recoga lea all en compaa de otras dos criaturas. Era una nia frgil, asmtica, de una pobreza que rozaba la miseria. Aquel da de invierno tuvo miedo de atravesar un pequeo riachuelo; poda mojarse, enfermar, y sus padres necesitaban el poco dinero que ganaba trabajando como pastora.

Entonces apareci una mujer vestida de blanco, con dos rosas doradas en los pies. Trat a la nia como si fuese una princesa, le pidi por favor que volviese all un determinado nmero de veces y desapareci. Las otras dos criaturas, que la haban visto en trance, divulgaron luego la historia.

A partir de ese momento comenz un largo calvario para ella. La detuvieron, y le exigieron que lo negase todo. La tentaron con dinero para que pidiese favores especiales a la Aparicin. Los primero das su familia fue insultada en la plaza pblica; decan que haca todo aquello para llamar la atencin.

La nia que se llamaba Bernadette, no tena la menor idea de lo que estaba viendo. Se refera a la seora como Aquello, y sus padres, acongojados, haban ido a buscar socorro en el cura de la aldea. El cura sugiri que, en la prxima aparicin, la nia preguntase el nombre de aquella mujer.

Bernadette hizo lo que el cura le mand, pero la respuesta consisti apenas en una sonrisa. Aquello apareci en total dieciocho veces, la mayora de ellas sin decir nada. En una de esas veces, pidi a la nia que besase la tierra. Sin entender, Bernadette hizo lo que Aquello le mandaba. Un da pidi que la nia cavase un agujero en el suelo de la gruta. Bernadette obedeci, y al instante brot un poco de agua lodosa, pues guardaban all cerdos.

Bebe esta agua dijo la seora.

El agua est tan sucia que Bernadette la derrama tres veces, sin coraje para llevrsela a la boca. Pero, aunque con asco, termina obedeciendo. En el sitio donde ha cavado, empieza a brotar ms agua. Un hombre ciego de un ojo se pasa unas gotas por la cara, y recupera la visin. Una mujer, desesperada porque su hijo recin nacido se est muriendo, sumerge al nio en la fuente, un da en que la temperatura es de bajo cero. El nio se cura.

Poco a poco, la noticia se extiende, y empiezan a acudir al lugar millares de personas. La nia sigue insistiendo en saber el nombre de la seora, pero ella apenas sonre.

Hasta que un hermoso da, Aquello se vuelve hacia Bernadette y dice:

Soy la Inmaculada Concepcin.

Satisfecha, la nia va corriendo a contrselo al prroco.

No puede ser dice l. Nadie puede ser rbol y fruto al mismo tiempo, hija ma. Ve all y chale agua bendita.

Para el cura, slo Dios puede existir desde el principio, y Dios, como todo indica, es hombre.

l hace una larga pausa.

Bernadette echa agua bendita en Aquello. La Aparicin sonre con ternura, nada ms.

El da 16 de julio, la mujer aparece por ltima vez. Poco despus, Bernadette entra en un convento, sin saber que haba cambiado por completo el destino de aquella pequea aldea al lado de la gruta. De la fuente sigue brotando agua, y los milagros se suceden.

La historia recorre primero Francia, y luego el mundo entero. La ciudad crece y se transforma. Los comerciantes llegan y empiezan a ocupar el lugar. Se abren hoteles. Bernadette muere y es enterrada lejos de all, sin saber nada de lo que pasa.

Algunas personas, para poner a la Iglesia en dificultades, ya que a esas alturas el Vaticano admite las apariciones, comienzan a inventar milagros falsos, que luego son desenmascarados. La Iglesia reacciona con rigor: a partir de determinada fecha, slo acepta como milagros los fenmenos que son sometidos a una serie de rigurosos exmenes realizados por juntas mdicas y cientficas.

Pero el agua sigue brotando, y continan los milagros.

Creo or algo cerca de nosotros. Siento miedo, pero l no se mueve. Ahora la niebla tiene vida y tiene historia. Me quedo pensando en todo lo que ha dicho, y en la pregunta cuya respuesta todava no he entendido: cmo sabe todo eso?

Me quedo pensando en el rostro femenino de Dios. El hombre que est a mi lado tiene el alma llena de conflictos. Hace poco me escribi que quera entrar en un seminario catlico; pero cree que Dios tiene un rostro femenino.

l est inmvil. Yo sigo sintindome en el vientre de la Madre Tierra, sin tiempo y sin espacio. La historia de Bernadette parece representarse delante de mis ojos, en la bruma que nos envuelve.

Entonces l vuelve a hablar.

Bernadette ignoraba dos cosas importantsimas dice. La primera era que, antes de que la religin cristiana llegase aqu, estas montaas estaban habitadas por celtas, y la Diosa era la principal devocin de esa cultura. Generaciones y generaciones haban entendido el rostro femenino de Dios, y compartido Su amor y Su gloria.

Y la segunda?

La segunda era que, poco antes de que Bernadette tuviese esas visiones, las altas autoridades del Vaticano se haban reunido en secreto.

Casi nadie saba qu pasaba en esas reuniones, y era evidente que el sacerdote de la aldea de Lourdes no tena la menor idea. La alta cpula de la Iglesia Catlica estaba decidiendo si deba declarar el dogma de la Inmaculada Concepcin.

El dogma termin siendo declarado mediante la bula papal Ineffabilis Deus. Pero sin aclarar, ante el gran pblico, qu significaba eso.

Y cul es tu relacin con todo esto? pregunto.

Soy Su discpulo. He aprendido con Elladice, sin saber que est revelando tambin la fuente de todo lo que sabe.

T La ves?

S.

Volvemos a la plaza y atravesamos los pocos metros que nos separan de la iglesia. Veo la fuente, la luz del farol y la botella de vino con los dos vasos en el borde. Ah deben de haber estado dos enamorados pienso. En silencio, mientras conversaban sus corazones. Y cuando los corazones terminaron de decirlo todo, empezaron a compartir los grandes misterios.

Por una vez, no se ha terminado planteando ninguna conversacin sobre el amor. No importa. Siento que estoy ante algo muy serio, y tengo que aprovechar para entender todo lo posible. Por un instante recuerdo los estudios, Zaragoza, el hombre de mi vida que pretendo encontrar, pero eso ahora me parece lejano, envuelto en la misma bruma que se extiende por Saint-Savin.

Por qu me has contado toda esa historia de Bernadette? pregunto.

No lo s exactamente responde l, sin mirarme directamente a los ojos. Quiz porque estamos cerca de Lourdes. Quiz porque pasado maana es el da de la Inmaculada Concepcin. Quiz porque quera mostrarte que mi mundo no es tan solitario y loco como puede parecer.

Otras personas forman parte de l. Y creen lo que estn diciendo.

Nunca dije que tu mundo fuera loco. Loco puede ser el mo: pierdo el tiempo detrs de cuadernos y estudios que no me harn salir de un sitio que ya conozco.

Sent que estaba ms aliviado: yo lo comprenda.

Esper a que siguiera hablando de la Diosa, pero se volvi hacia m.

Vamos a dormir dijo. Hemos bebido mucho.

MARTES, 7 DE DICIEMBRE DE 1993

l se durmi en seguida. Yo me qued despierta un largo rato, pensando en la neblina, en la plaza all fuera, en el vino y en la conversacin. Le el manuscrito que me haba prestado y me sent feliz; Dios si realmente existiera era Padre y Madre.

Despus apagu la luz, y me qued pensando en el silencio junto a la fuente. Fue en aquellos momentos en los que no conversbamos cuando percib lo cerca que estaba de l.

Ninguno de los dos haba dicho nada. No es necesario hablar del amor, porque el amor tiene su propia voz, y habla por s mismo. Aquella noche, en la orilla de la fuente, el silencio permiti que nuestros corazones se acercasen y se conociesen mejor. As, mi corazn oy lo que deca su corazn, y se sinti feliz.

Antes de cerrar los ojos, decid hacer lo que l llamaba el ejercicio del Otro.

Estoy aqu, en esta habitacin pens. Lejos de todo aquello a lo que estoy acostumbrada, conversando sobre cosas por las que jams me interes, y durmiendo en una ciudad que jams haba pisado. Puedo fingir, por unos instantes, que soy diferente.

Empec a imaginar cmo me gustara estar viviendo aquel momento. Me gustara sentirme alegre, curiosa, feliz. Viviendo intensamente cada instante, bebiendo con sed el agua de la vida. Confiando de nuevo en los sueos. Capaz de luchar por lo que quera.

Amando a un hombre que me amaba.

S, sa era la mujer que me gustara ser, y que de repente apareca y se transformaba en m.

Sent que inundaba mi alma la luz de un Dios de una Diosa, en quien haba dejado de creer. Y sent, que, en aquel momento, la Otra dejaba mi cuerpo, y se sentaba en un rincn de la pequea habitacin.

Yo miraba a la mujer que haba sido hasta ese momento: dbil, tratando de dar una impresin de fortaleza. Con miedo a todo, pero dicindose a s misma que no era miedo, sino la sabidura de quien conoce. la realidad. Levantando paredes en las ventanas por donde entraba la alegra del sol, para que no daase los muebles viejos.

Vi a la Otra sentada en el rincn del cuarto: frgil, cansada, desilusionada. Controlando y esclavizando aquello que deba estar siempre en libertad: los sentimientos. Tratando de juzgar el amor futuro por el sufrimiento pasado.

El amor es siempre nuevo. No importa que amemos una, dos, diez veces en la vida: siempre estamos ante una situacin que no conocemos. El amor puede llevarnos al infierno o al paraso, pero siempre nos lleva a algn sitio. Es necesario aceptarlo, pues es el alimento de nuestra existencia. Si nos negamos, moriremos de hambre viendo las ramas del rbol de la vida cargadas, sin coraje para estirar la mano y coger los frutos. Es necesario buscar el amor donde est, aunque eso signifique horas, das, semanas de decepcin y tristeza.

Porque en el momento en que salimos en busca del amor, el amor tambin sale a nuestro encuentro.

Y nos salva.

Cuando la Otra se apart de m, mi corazn volvi a conversar conmigo. Me cont que la grieta en la pared del dique dejaba pasar un torrente, que los vientos soplaban en todas direcciones y que l se senta feliz porque yo le escuchaba de nuevo.

Mi corazn me deca que estaba enamorada. Me dorm contenta, con una sonrisa en los labios.

Cuando me despert, la ventana estaba abierta, y l miraba hacia las montaas que se vean all fuera. Me qued unos minutos sin decir nada, preparada para cerrar los ojos si l volva la cabeza.

Como si percibiese lo que yo estaba pensando, dio media vuelta y me mir a los ojos.

Buenos das dijo.

Buenos das. Cierra la ventana, est entrando mucho fro.

La Otra haba aparecido sin previo aviso. Todava trataba de cambiar la direccin del viento, descubrir defectos, decir que no, que no era posible. Pero saba que era tarde.

Tengo que cambiarme de ropa dije.

Te espero abajo respondi l.

Entonces me levant, alej a la Otra del pensamiento, abr de nuevo la ventana y dej entrar el sol. El sol que todo lo inundaba: las montaas cubiertas de nieve, el suelo cubierto de hojas secas, el ro que no vea pero que oa.

El sol me dio en los senos, me ilumin el cuerpo desnudo, y yo no senta fro porque un calor me consuma, el calor de una chispa que se transforma en llama, de una llama que se transforma en hoguera, de una hoguera que se transforma en incendio imposible de controlar. Yo saba.

Y quera.

Saba que a partir de ese momento ira a conocer los cielos y los infiernos, la alegra y el dolor, el sueo y la desesperacin, y que ya no podra contener nunca ms los vientos que soplaban desde los rincones escondidos de mi alma. Saba que a partir de aquella maana me guiaba el amor, aunque ese amor hubiese estado presente desde la infancia, desde que lo haba visto por primera vez. Porque nunca lo haba olvidado, aunque me hubiese considerado indigna de luchar por l. Era un amor difcil, con fronteras que yo no quera cruzar.

Record la plaza de Soria, el momento en que le ped que buscase la medalla que haba perdido. Yo saba, s, yo saba lo que me iba a decir, y no quera escucharlo, porque era como otros muchachos que un buen da se marchan en busca de dinero, aventuras o sueos. Yo necesitaba un amor posible, mi corazn y mi cuerpo estaban todava vrgenes, y un prncipe encantado me vendra a buscar.

En aquella poca poco entenda de amor. Cuando le vi en la conferencia, y acept la invitacin, me pareci que la mujer madura poda dominar el corazn de la nia que tanto haba luchado para encontrar a su prncipe encantado. Entonces l habl de la criatura que siempre llevamos dentro, y volv a or la voz de la nia que fui, de la princesa que tena miedo de amar y perder.

Durante cuatro das haba tratado de no hacer caso a la voz de mi corazn, pero ella se fue fortaleciendo cada vez ms, para desesperacin de la Otra. En el rincn ms escondido de mi alma, yo segua existiendo, y creyendo en los sueos. Antes de que la Otra dijese algo, acept la invitacin, acept el viaje, decid correr los riesgos.

Y a causa de eso de lo poco mo que quedaba el amor volvi a encontrarme, despus de haberme buscado en todos los confines del mundo. El amor volvi a encontrarme, a pesar de que la Otra haba montado una barrera de prejuicios, certezas y libros de estudio en una tranquila calle de Zaragoza.

Abr la ventana y el corazn. El sol inund mi habitacin, y el amor inund mi alma.

Anduvimos horas seguidas en ayunas, caminamos por la nieve y por la carretera, tomamos caf por la maana en una aldea de la que nunca sabr el nombre, slo que tiene una fuente, y en esa fuente una escultura de una serpiente y una paloma mezcladas en un nico animal.

l sonri al ver eso.

Es una seal. Masculino y femenino unidos en la misma figura.

Nunca haba pensado en lo que me contaste ayer coment. Ahora me parece lgico.

Hombre y mujer los cre Dios dijo, repitiendo una frase del Gnesis. Porque eso era a su imagen y semejanza: hombre y mujer.

Vi que sus ojos tenan otro brillo. Estaba feliz, y se rea de cualquier tontera. Entablaba conversaciones con las pocas personas que encontraba en el camino: labradores de ropa griscea que iban al trabajo, montaeros de ropas coloridas que se preparaban para escalar algn pico.

Yo me quedaba quieta, porque mi francs era psimo; pero mi alma se alegraba de verlo as.

Su felicidad era tanta que todos sonrean cuando conversaban con l. Quiz su corazn le haba dicho algo, y ahora saba que yo lo amaba, aunque todava me comportase como una vieja amiga de la infancia.

Pareces ms contento le dije en cierto momento.

Porque siempre so con estar aqu contigo, andando por estas montaas y recogiendo las doradas manzanas del sol.

Las doradas manzanas del sol. Un verso que alguien escribi hace mucho tiempo y que ahora l repeta, en el momento justo.

Existe otro motivo para tu alegra coment, mientras volvamos de aquella aldea con una fuente exquisita.

Cul?

T sabes que estoy contenta. T eres responsable de que yo est aqu hoy, subiendo a montaas de verdad, lejos de las montaas de cuadernos y de libros. Me ests haciendo feliz. Y la felicidad es algo que se multiplica cuando se divide.

Hiciste el ejercicio del Otro?

S. Cmo lo sabes?

Porque t tambin has cambiado. Y porque siempre aprendemos ese ejercicio en el momento indicado.

La otra me sigui durante toda aquella maana. Trataba de acercarse de nuevo. Pero a cada minuto su voz se volva ms dbil, y su imagen comenzaba a disolverse. Me recordaba los finales de las pelculas de vampiros, en los que el monstruo se transforma en polvo.

Pasamos por delante de otra columna con la imagen de la Virgen en la cruz.

En qu piensas? pregunt.

En vampiros. En los seres de la noche, encerrados en s mismos, buscando desesperadamente compaa. Pero incapaces de amar.

Por eso dice la leyenda que basta con clavarle una estaca en el corazn para matarlo; cuando eso ocurre, el corazn despierta, libera la energa del amor y destruye el mal.

Nunca haba