Cultura Vocacional - CELAM

148
Bogotá D.C. - COLOMBIA medellín Cultura Vocacional teología y pastoral para américa latina vol. XXXVII - nº 146 / Abril-Junio 2011 - ISSN 0121-4977

Transcript of Cultura Vocacional - CELAM

Page 1: Cultura Vocacional - CELAM

Bogotá D.C. - COLOMBIA

medellín

CulturaVocacional

teología y pastoral para américa latinavol. XXXVII - nº 146 / Abril-Junio 2011 - ISSN 0121-4977

Page 2: Cultura Vocacional - CELAM

Consejo Episcopal Latinoamericano - CELAMInstituto Teológico-Pastoral para América Latina - ITEPAL

medellínTeología y Pastoral para América Latina

Revista Trimestral Fundada en 1975

Director

Equipo Editorial

Colaboradores

Traducción

Distribución y suscripcionesPago On-line (Internet)

© Instituto Teológico Pastoral para América Latina - ITEPAL Dirección: Avenida Boyacá No. 169D-75 Tel.: (57-1) 587 97 10 (Ext. 570)

Fax: (57-1) 587 9715 Bogotá, ColombiaE-mail: [email protected]

Impresión: EDITORIAL KImPREs LTDA.Impreso en Colombia - Printed in Colombia

La revista medellín, fundada en 1975, es una publicación trimestral del ITEPAL, especializada en temas teológicos y pastorales. Busca ser una expresión profética y sapiencial del continuo redes-cubrimiento que la Iglesia Latinoamericana y Caribeña hace de sí misma, iluminando nuestra realidad desde la fe.

Está dirigida a: estudiosos, investigadores, docentes de teología y pastoral, agentes pastorales en general, así como a alumnos y exalumnos del ITEPAL

P. ANDRÉs TORREs RAmÍREZ Rector del Itepal

mons. RUBÉN sALAZARArzobispo Responsable del ITEPAL

mons. sANTIAGO sILVAObispo secretario General del CELAm

P. ANDRÉs TORREs RAmÍREZRector del ITEPAL

mons. GUILLERmO mELGUIZO YEPEsVice-rector del ITEPAL

P. Luis Álvez de Lima, sdb (Brasil)

P. Carlos maría Galli (Argentina)

Dra. Olga Consuelo Vélez (Colombia)

P. Leonidas Ortiz Lozada (Colombia)

P. Roberto Russo (Uruguay)

P. Fidel Oñoro (Colombia)

Dr. Pedro morandé (Chile)

P. Álvaro Cadavid Duque (Colombia)

Angélica sánchez CastellanosLic. en Idiomas

Luis Guillermo Pineda moreno (ITEPAL)Enviar solicitud a: [email protected]

Page 3: Cultura Vocacional - CELAM

Contenido

Editorial 153

Teología de las vocacionesAmedeo Cencini 157

Pedagogía de las vocacionesAmedeo Cencini 183

El cultivo de la vocación presbiteral en el contexto actualElkin Álvarez Botero 209

Vocación y misión de la Vida Consagrada en el contexto actualPaulo Petry 229

La vocación laical en el contexto actualCarlos Alonso Vargas 249

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivasCarlos E. Silva Guillama 267

Page 4: Cultura Vocacional - CELAM
Page 5: Cultura Vocacional - CELAM

ed

ito

rial

En medio de una cultura que induce a contentarse con pro-yectos modestos y efímeros, el Papa Juan Pablo II dirigió un llamado a procurar una cultura vocacional que permita al hombre moderno volverse a encontrar a sí mismo sin adormecer ni reprimir sus ilimitados deseos de crecer en

la verdad, en la autenticidad, en la creatividad y en la bondad; una cultura vocacional que sepa reconocer y acoger aquella aspiración profunda del hombre que lo lleva a descubrir que sólo Cristo puede decirle toda la verdad sobre su vida (cfr. Mensaje para la XXX Jornada mundial de oración por las vocaciones, 1993).

Al ritmo de vida de las nuevas generaciones, 18 años son demasia-dos; incluso para la formulación de trabajos de investigación sobre problemas actuales en diversas disciplinas, un documento de 1993 rebasa el límite de las referencias razonables. Sin embargo, en nuestra comunidad creyente somos conscientes de que la recepción de un do-cumento con la consiguiente puesta en acción de sus planteamientos supone un proceso de asimilación progresiva que implica una apro-piación kerigmática, teológica y práctica que ha tener en cuenta los tiempos, los lugares, los actores y la propuesta misma que se plantea.

Desde nuestra realidad continental, y a la luz de Aparecida, confir-mamos que durante más de cinco siglos la fe en Dios -revelado por Jesucristo- ha animado la vida y la cultura de nuestros pueblos, de tal manera que hoy somos testigos de innumerables expresiones de lo que se ha denominado cultura “cristiana” latinoamericana. No obstante, si asumimos que “la cultura, en su expresión más extensa, representa el modo particular con el cual los hombres y los pueblos cultivan su relación con la naturaleza y con sus hermanos, con ellos mismos y con Dios, a fin de lograr una existencia plenamente humana…” (DA 476), no podemos sino reconocer que la inculturación del Evangelio, trasfondo ineludible de una cultura vocacional auténtica, es un pro-ceso vigente en el que se pueden reconocer fortalezas y debilidades.

Sin perder la alegría de experimentar el don de la fe que se manifiesta de muy diversas y arraigadas maneras en la vida de nuestros pueblos, hemos de mantener atenta la mirada ante el hecho de que “los pueblos de América Latina y del Caribe viven hoy una realidad marcada por

Page 6: Cultura Vocacional - CELAM

grandes cambios que afectan profundamente sus vidas…” (DA 33) a tal grado que “muchos estudiosos de nuestra época han sostenido que esta realidad ha traído aparejada una crisis de sentido…” (DA 37).

Puesto que muchos hermanos buscan denodadamente una experiencia de sentido que llene las exigencias de su vocación, allí donde nunca podrán encontrarla (cfr. DA 39), los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación humana y de su sentido (cfr. DA 41). Jesucristo, a la vez que nos revela y comunica el amor misericordioso del Padre, nos manifiesta y posibilita -por medio de su Espíritu- nuestra vocación, nuestra dignidad y nuestro destino, por ello se presenta como Camino, Verdad y Vida (cfr. GS 22; DA 6; 107).

Conscientes de que la cultura vocacional es una realidad compleja que no se reduce a una manera de pensar, pero que tampoco puede prescindir de esta actividad humana, presentamos en este número dos conferencias que el P. Amedeo Cencini pronunciara durante el II Congreso Continental de vocaciones que tuvo lugar en Cartago, Costa Rica, del 30 de enero al 5 de febrero del presente año. Por medio de estos dos primeros artículos nos adentramos en la mentalidad, la espiritualidad y la praxis pastoral que han de penetrar la cultura de nuestros pueblos para que podamos afirmar una cultura vocacional auténtica con sólido fundamento teológico.

Tenemos claro que “cuando el impulso del Espíritu impregna y motiva todas las áreas de la existencia, entonces también penetra y configura la vocación específica de cada uno… Nos vuelve comprometidos con los reclamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo signi-ficado a todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y por el mundo” (DA 285). Desde este convencimiento ofrecemos los tres siguientes artículos, referidos a la vida presbiteral, a la vida religiosa y a la vida laical, respec-tivamente. Con estos aportes nos sumamos a los esfuerzos de responder al reto fundamental que afrontamos: “mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vo-cación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo…” (DA. 14).

Finalmente, puesto que la comprensión de nuestro tiempo nos exige la revisión histórica, el último artículo nos da la posibilidad de hacer un recorrido histórico de la Pastoral Vocacional en nuestro Continente; de Itaicí (1994) a Costa Rica (2011), esto es, del Primer al Segundo Congreso Continental Latinoamericano de Vocaciones. Nuestras luces y sombras, nuestros problemas y desafíos tienen lejanas vertientes; si no se sabe de

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Andrés Torres Ramírez

154

Page 7: Cultura Vocacional - CELAM

ellas, de sus razones, nos exponemos a una mala inteligencia de noso-tros mismos, a una pérdida de la riqueza de la tradición y a una confusa orientación de nuestro futuro.

En la práctica, asumir el desafío de procurar una cultura vocacional exi-ge una conversión pastoral de toda la Iglesia de manera que ésta logre una presencia significativa en medio del mundo; a la luz de Aparecida asumimos el reto en nuestro contexto latinoamericano y aportamos al-gunos elementos desde la reflexión teológica pastoral para continuar en el compromiso de generar dicha cultura.

P. Andrés Torres RamírezDirector

Agradecemos al Departamento de Vocaciones y Ministerios, en la persona del P. Alexis Rodríguez, su mediación para la realización del presente número de nuestra revista.

Editorial

155m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 8: Cultura Vocacional - CELAM
Page 9: Cultura Vocacional - CELAM

Medellín / vol. XXXVII / No. 146 / Abril - Junio (2011) / p. 157-182 - ISSN 0121-4977 / Bogotá-Colombia

Teología de las vocacionesAmedeo Cencini*

SumarioMás que de la Teología de las vocaciones, que también de paso va brotando, el conferencista del II Congreso Continental Latinoamericano de Vocaciones hace una amplia explicación sobre la cultura de las vocaciones y la cultura vocacional; la teología se ubica en la cultura.

El autor hace una introducción sobre lo que es una mentalidad, una sensibilidad y una praxis y estilo de vida -que son elementos constitutivos de cultura- para llenarlos luego de contenidos vocacionales.

A la mentalidad vocacional la llama teología vocacional, a la sensibilidad vocacional la lla-ma espiritualidad vocacional y a la praxis, que estudiará en la exposición siguiente, la llama pedagogía vocacional.

* Sacerdote canosiano, licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad Salesiana y doctor en Psicología de la Universidad Gregoriana. Docente de pastoral vocacional en la Universidad Salesiana. Consultor de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. El presente artículo corresponde a la primera conferencia que el autor presentó en el II Congreso Continental Latinoamericano realizado en Costa Rica del 30 de enero al 5 de febrero de 2011. [email protected].

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

157

Page 10: Cultura Vocacional - CELAM

Palabras clave: Teología, cultura, cultura vocacional, mentalidad, sensibilidad, praxis.AbstractThe purpose of this article is to show

Theology of vocations

AbstractMore than Theology of vocations which at the same time is emerging, the lecturer of the Second Latin American Continental Congress On Vocations makes an extensive explanation on the culture of vocations and vocational culture. Theology is within the culture. The author makes an introduction on what are a mind-set, sensitivity and praxis, as well as a lifestyle, which are elements that constitute the culture in order to give them vocational contents.

He calls vocational mindset as a vocational theology; vocational sensibility as spirituality, and praxis as a vo-cational pedagogy, that will be the issue in the following presentation.

Key words: Theology, culture, vocational culture, mind-set, sensibility, praxis. that the priest is a president (praesidit) in the liturgical assembly, where there is an “art” in the celebration, and an exclusive style of liturgical expert. The author reminds, even with latin texts, how, from the oldest sa-cramentarian, liturgical and pontifical books, the Church insists in the “presidential” role of this liturgical expert. The author emphasizes the theological lines about the issue of “presidency”, and especially in its pastoral

Amedeo Cencini

158

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 11: Cultura Vocacional - CELAM

Con cierta emoción, tomo la palabra ante una asamblea tan cualificada y en un momento tan significativo de la vida de la Iglesia y de las Iglesias de América Latina y el Caribe, para hablar de un tema tan importante y vital como la vocación o,

mejor dicho, las vocaciones, en este Segundo Congreso Continental Vocacional. Ciertamente no soy la persona más indicada para hablar en este contexto. Haría falta un hijo de esta Iglesia tan viva y vivaz en todos los ámbitos incluso el aspecto vocacional. Por otra parte, nosotros los europeos hemos mirado siempre, y miramos todavía hoy, con gran admiración e interés a la Iglesia de América latina y Caribe y a su identidad específica como Iglesia del “continente de la esperanza”. Para ser más concretos, a lo largo de las últimas décadas se han alternado varios modos de mirar hacia esta Iglesia y hacia esta región. No hace mucho tiempo, sobre todo nosotros, los italianos, veníamos a los distintos países de América Latina en busca de trabajo y considerábamos esta tierra como una tierra bendita, en la cual había un lugar y un trabajo para todos, una tierra hospitalaria y acogedora, una tierra con una vocación específica a la acogida. Más tarde, América Latina llegó a ser la tierra del primer anuncio del Evangelio, y muchos fueron los misioneros que cruzaron el océano motivados por este anuncio, que encontró un terreno fecundísimo, con una especial vocación a la escucha y a la obediencia al Evangelio.

Hoy día, América Latina es tierra de grandes esperanzas y promesas para la Iglesia, una tierra donde -con respecto a las Iglesias de antigua cristianidad del viejo continente- la Iglesia es joven y dinámica, donde la fe está todavía viva y fresca y donde aún los jóvenes responden con generosidad a la llamada vocacional, incluso cuando se les pide que hagan el viaje de vuelta de los primeros misioneros, volviendo a cruzar el océano (ahora en sentido contrario), para transmitir la fe que recibieron y sostener a la Iglesia en otras partes del mundo.

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

159

Page 12: Cultura Vocacional - CELAM

Es bonito leer la historia de la Iglesia desde un punto de vista global y en su totalidad, al margen de perspectivas demasiado parti-culares y unidas a las vicisitudes de cada comunidad. Tal perspectiva nos permitirá -entre otras cosas- ver la marcha vocacional de forma realista, como un fenómeno que es diferente en cada parte del mundo y de la Iglesia, y que no sigue un trend único y homogéneo; en efecto, cuando hay crisis en una parte, no la hay necesariamente en otra. Y, por tanto, no tiene mucho sentido -para aquellos que viven la situación de crisis- llorar y desesperarse, más bien deben ver con esperanza y optimismo a los países que tienen un buen nivel vocacional. Esta perspectiva aquí también tiene un significado, en el interior de esta enorme y heterogénea realidad que es América Latina, en la cual la marcha vocacional en las diferentes Iglesias no parece uniforme, sino que se caracteriza por una evolución tan diversa como “las manchas del leopardo”. Esto es lo que deduzco del contacto directo que en estos años he tenido la oportunidad y la gracia de tener con algunas realidades diferentes de las Iglesias latinoamericanas (Chile, Argenti-na, Brasil, Uruguay, Colombia, Perú, México, Panamá, Costa Rica...).

Por otra parte, debemos tener cuidado de no cometer siempre los mismos pecados: el de definir la marcha, la evolución vocacional, con base en los números, y el de considerar crítica la situación de aquellas Iglesias en las cuales tales números son bajos. Lamentablemente, éste parece ser un pecado inevitable, que seguiremos cometiendo -más o menos a escondidas- también en este Congreso.

El Congreso nos propone ahora una reflexión con un fondo doctrinal: la teología de las vocaciones.

Es justo, por lo demás, que al inicio de un encuentro como el nuestro haya una ponencia de carácter teórico y que de este modo se aclaren convenientemente los elementos teológicos fundamentales, los cuales determinan toda la arquitectura del discurso. Esto es lo que intentaré hacer, aunque no soy teólogo y, sobre todo, aunque tengo la sensación –o, me parece, tenemos la sensación- de que hoy la realidad más importante es la de la cultura de las vocaciones, la cultura vocacio-nal. Es ésta la realidad sobre la que debemos trabajar más, la más rica y amplia, y en la cual encuentra su lugar natural, como en una realidad más fundamental, una teología de las vocaciones. De otro modo, el

Amedeo Cencini

160

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 13: Cultura Vocacional - CELAM

discurso sobre la teología, aunque sea theologically correct, corre el riesgo de nacer cojo y débil, sin puntos de referencia esenciales y vitales.

Por tanto me gustaría partir de aquí, para insertar posteriormen-te en este contexto más amplio y natural, la reflexión propiamente teológica.

Partiremos de una consideración sobre el significado de la cul-tura y del “hacer cultura” en general, para definir después, con más precisión, el significado de cultura de la vocación y descubrir, en sus elementos constitutivos, cuál es la tarea de la teología de la vocación y de las vocaciones.

1. Cultura

Tratemos de comprender bien el sentido de esta expresión, que ciertamente nos resulta muy familiar, ya que probablemente tenemos una idea muy “cultural”, es decir, intelectual, abstracta e incluso un poco sofisticada y elitista del concepto de “cultura”. Además frecuen-temente tendemos a considerar la cultura como un hecho particular e individual del llamado “hombre de cultura”.

En realidad, cultura es el modo y el estilo de vida de una co-munidad específica, y deriva de un modo de interpretar la vida y las diversas experiencias de la vida1. Es más, la cultura es un producto de la interacción humana. Nosotros creamos cultura y la interpretamos, nos nutrimos de ella y nos encargamos de transmitirla (convirtiéndola en “tradición”). Ahora mismo, por ejemplo, nosotros estamos creando cultura, con una interacción colectiva en la cual el simple hecho de reunirse para escuchar y participar de diferentes formas, se torna un agente significativo. En este proceso de crear cultura manifestamos de dónde venimos, o sea esa fe que es como el punto de encuentro común para todos nosotros, la cultura de base ya suficientemente definida, y que se enriquece ahora de algo nuevo, que incluso podría crecer aún más en estos días y convertirse cada vez más en una “cultura vocacional”, precisa, coherente, unida a la vida, a nuestra persona y a las comunidades de las que venimos y a las cuales volveremos.

1 Así piensa Williams, cit. in M.Cometa, Cultural studies. Una introduzione, Milano 2004, p.20.

Teología de las vocaciones

161m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 14: Cultura Vocacional - CELAM

Se puede, por tanto, hablar de cultura “de algo”, o hablar de cultura como de un valor considerado importante (por ejemplo, una cultura de la responsabilidad, o de la libertad, o del ambiente, o del respeto hacia los demás...) y que, al mismo tiempo y con las propias fuerzas, se pretende promover, construir, poner en el centro de la atención general, implicando la acción de todos. Cultura, en este caso, ya no es sólo un hecho genérico cognitivo, ni simplemente un interés o una competencia, sino que significa al mismo tiempo conocimiento, interés privado y, sobre todo, implicación personal e interpersonal para construir algo en lo que se cree y de lo cual todos están convencidos y que se convierte en patrimonio de todos.

En este sentido queremos hablar de “cultura de la vocación y de las vocaciones” o, más simplemente, de cultura vocacional.

A partir de esta especificación, vamos a ver a continuación más de cerca el término “cultura” desde el punto de vista del elemento constitutivo. ¿Cuáles son los componentes de una cultura que nos permiten, por ejemplo, decir que estamos construyendo verdadera-mente una cultura de la responsabilidad? Para centrarnos en nosotros y en el tema que nos ocupa, ¿es suficiente aclarar bien los contenidos teológicos para decir que en la Iglesia hay una cultura vocacional? O, lo que es lo mismo, ¿es la teología el único componente de la cultura vocacional o existen otros? Es importante que nos lo pregun-temos porque, si no lo hacemos, damos por descontado lo que no es, o corremos el riesgo de construir la armazón vocacional sobre bases poco sólidas que nos impedirán llevar a cabo la construcción del edificio vocacional, arriesgándonos a ser ineficaces en nuestro anuncio y en nuestro compromiso vocacional. Si no construimos una auténtica cultura vocacional, nuestra propuesta será mal recibida y poco acogida en su valor. Estará como suspendida en el vacío.

Yo creo que los componentes de la cultura vocacional son tres, que indico a continuación: mentalidad (componente intelectual), sensibilidad (componente afectivo) y praxis (componente compor-tamental). Hay que decir que no existe una separación rígida entre estos elementos constitutivos, en general podemos colocar la teología vocacional en el primer elemento (e implícitamente en el segundo). Vamos entonces a abordar cada uno de estos componentes, primero en general, y después desde el punto de vista de la cultura vocacional.

Amedeo Cencini

162

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 15: Cultura Vocacional - CELAM

1.1. Mentalidad

Antes que nada, la cultura, cualquier cultura, está formada por un conjunto teórico de datos y nociones que ilustran el sentido y el valor objetivo de aquello de lo que se pretende construir cultura, y que crean convicciones intelectuales sobre el mismo tema en quienes se adhieren a ella. El acercamiento del individuo es, sobre todo, de tipo intelectual-cognitivo, y la cultura, vista en este nivel, corresponde a la teoría, una teoría que convence y que determina una mentalidad correspondiente tanto en la colectividad como en los individuos. La cultura, en este sentido, es el ethos de un pueblo o la conciencia de una colectividad. Algo que cimienta su identidad. Algo que cada vez más llega a ser la forma y el estilo de vida de una comunidad2. Este es el momento en el que tal conjunto ético-verdadero se convierte en un sistema y puede convertirse en tradición, expresión y síntesis de la identidad de un grupo; o se convierte en identidad, no necesa-riamente verbalizada, sino implícita y sumergida, identidad que los ancianos transmitirán a los más jóvenes como algo valioso que no se puede perder en el pasaje generacional3.

Por ejemplo, si se quiere construir una “cultura de la vocación”, en esta primera fase será necesario definir el contenido de la llamada -su objetivo-, para pasar después al sentido de ésta como calificador de la relación entre Dios (el que llama) y el hombre (el llamado), indicando las razones profundas que hacen que cada persona sea el llamado y a la vez el llamador de otros y entrever, aunque sea implí-citamente, las modalidades. Finalmente, será necesario mostrar las consecuencias positivas para todos y para el clima eclesial de una cultura de la vocación, que justamente por esto se convierte en parte de la fe del pueblo creyente.

2 Es siempre la idea de Williams, cit. in M. Cometa, Cultural studies, 20.3 Clifford James Greetz (1926-2006) considera la cultura como “un sistema de significados

y concepciones expresadas de forma simbólica y transmitidas históricamente por medio de las cuales las personas comunican, desarrollan/explican su conocimiento y su postura hacia la vida”.

Teología de las vocaciones

163m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 16: Cultura Vocacional - CELAM

1.2. Sensibilidad

Cultura también quiere decir el paso del individuo del valor objetivo al subjetivo y, por tanto, a la convicción personal de la bon-dad de la cosa en cuestión no sólo en general, sino también para la propia persona, para su realización, para su libertad y felicidad. En esta fase el acercamiento es fundamentalmente de tipo experimental-global e implica la totalidad del individuo, consiste en el paso del conocimiento teórico a la experiencia práctica e individualizadora. En este sentido la cultura crea una sensibilidad correspondiente en el individuo. Como tradición que es no se limita a un dato que se transmite y se copia, sino que se convierte en algo que es necesario motivar continuamente, y que adquiere valor y se enriquece gracias a la creatividad de los individuos.

En nuestro caso, si se trata de promover una cultura de la voca-ción, será necesario no sólo verificar en qué medida cierta mentalidad se ha convertido en patrimonio y convicción general, sino también en qué medida el creyente, cada creyente en la Iglesia, se siente llamado cada día de su vida, en qué medida es él mismo llamador, o mediador del Dios que llama, y cómo se percibe todo esto como parte esencial del ser creyente más que como una actitud facultativa y virtuosa.

1.3. Praxis (estilo de vida)

Finalmente, cultura significa expresión de modalidades concre-tas de actuación del discurso teórico. En este nivel, la aproximación es de tipo existencial-metodológico y busca que la mentalidad y la sensibilidad se traduzcan en gestos consecuentes y en vida vivida. En este sentido cultura significa praxis o forma de vida habitual. Aquí concurren el grupo y el individuo, la institución y el sentido de re-sponsabilidad individual, en una operación que debe ser armónica y complementaria. Para mantener viva una tradición que ya no es sólo dato teórico o vaga recomendación del comportamiento débilmente motivada (“siempre se ha hecho así”), sino que es atención a un valor que se encarna cada vez más en gestos que lo expresan con claridad y recorridos de probada eficacia. Tradición, por tanto, que es necesario renovar.

Amedeo Cencini

164

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 17: Cultura Vocacional - CELAM

De nuevo, si el objetivo es crear una “cultura de la vocación” será indispensable individualizar caminos pastorales que traduzcan la teoría de la vocación en pastoral concreta, en pedagogía de la fe, en caminos que todos pueden transitar, para que cada uno viva según el proyecto que el Padre ha pensado para él.

Se puede afirmar que se está construyendo una cultura cuando están presentes tres aspectos: la mentalidad general, la sensibilidad subjetiva y la praxis operativa del grupo y de los individuos.

Lo anterior, naturalmente, se aplica también a una realidad como la vocación y a todo lo que gira alrededor de este aspecto tan central y estratégica para la vida de la Iglesia, como lo es la animación y la pastoral de las vocaciones.

Podemos resumir lo dicho hasta ahora con el siguiente esquema:

Tabla 1: Elementos constitutivos del concepto de cultura

Contenidos (cultura en sí como...)

Tipo de acercamiento

En el nivel del grupo

En el nivel del individuo

Conjunto de verdades convincentes objetiva-

mente

Intelectual-cognitivo

Tradición que hay que trans-

mitir

Mentalidad

Conjunto de verdades convincentes objetiva-mente y subjetivamente

Experiencial-global

Tradición que hay que volver

a motivar

Sensibilidad

Conjunto de verdades convincentes objetiva-

mente, subjetivamente y traducibles en método y

forma de vida

Existencial-metodológico

Tradición que hay que

renovar

Praxis-forma de vida

Tratemos de ver ahora, concretamente, cómo se puede definir y articular una verdadera cultura de la vocación.

Teología de las vocaciones

165m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 18: Cultura Vocacional - CELAM

2. Cultura vocacional

Sustancialmente, vamos ahora a considerar de nuevo esos tres elementos para “llenarlos” de sentido o de contenido (o de cultura) vo-cacional y encontrar de este modo la justa posición y el justo papel de la teología de la vocación, considerada en sí misma y en relación con otros acercamientos a la realidad de la vocación misma. Podemos, para orientar la escucha y la comprensión, anticipar una correspondencia que me parece especialmente iluminadora y eficaz: a la mentalidad vocacional le corresponde la teología vocacional; a la sensibilidad vocacional le corresponde la espiritualidad vocacional y a la praxis vocacional le corresponde la pedagogía (o pastoral) vocacional.

2.1. Mentalidad vocacional (Teología vocacional)

En este apartado deberíamos concentrar la rica producción teológica sobre el tema de la vocación de estas últimas décadas. Es indudable que la crisis vocacional ha determinado una reflexión que se ha revelado providencial y luminosa. Tan sólo hago referencia a los puntos que considero centrales, sin tener alguna pretensión de decirlo todo.

a. Imagen de Dios, el Eternamente “Llamador”

Cabe iniciar diciendo que la vocación no habla primeramente de la persona llamada, de nosotros, sino que la vocación cristiana habla primero de Dios, y nos revela un aspecto fundamental de la identidad divina. El nuestro es un Dios-que-llama, y que llama porque ama. Él no podría evitar llamar (o ll-amar), porque en Él llamar es voz del verbo amar y llama para manifestar su amor, para manifestar su cuidado y preocupación (los celos bíblicos) por la persona llamada como si fuera única para Él. Dios sólo sabe contar hasta uno. La vocación es en sí misma signo del amor de Dios por el hombre, independientemente de su contenido. El Dios-que-llama es un Dios interesado en la vida y en la felicidad del hombre, ya que sabe que el hombre será feliz sólo si realiza hasta el fondo el proyecto divino. Proyecto pensado por un Dios extravertido que desea compartir y compartirse, por la Santísima Trinidad que quiere amar y dejarse amar, por el Misterio bueno que quiere revelar y revelarse. La vocación, como algo que no podemos

Amedeo Cencini

166

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 19: Cultura Vocacional - CELAM

descubrir de una vez por todas, nos hace comprender que Dios, el Autor de la vocación, es misterio. Misterio porque no podemos com-prenderlo, tampoco a Dios, de una vez por todas. Esto ocurre porque en Dios hay demasiada luz, una luz que los ojos humanos no pueden soportar o contemplar directamente. Pero es un misterio bueno y ami-go, cordial y tierno, porque quiere revelarse, darse a conocer, hacerse ver y oír, por esto continuamente nos envía mensajes (la vocación es uno de ellos, uno de los más importantes), nos llama constantemente. El enigma, por el contrario, no se puede comprender porque está lleno de tinieblas, es enemigo y hostil, no quiere revelarse ni hacerse ver ni oír, no entra en contacto con nosotros y no nos permite contacto alguno, es metálico y frío, impenetrable y oscuro, y no llama a nadie. Por supuesto, no podemos dar por descontado que nuestra relación con Dios sea siempre una relación con el Dios-misterio. Claro que el llamado, el auténtico llamado (el que descubre continuamente el pe-queño misterio de su llamada), debería permanecer siempre en actitud contemplativa y de infinita confianza frente al gran misterio de Dios.

Además de lo anterior, la vocación es ante todo revelación de Dios porque en cada llamado Dios expresa un aspecto particular de su identidad. Dios nos llama a ser como él, cada uno según la gracia recibida o según un proyecto que manifiesta en el mundo el rostro del Eterno. La vocación habla mucho más de Dios, e incluso antes, que del futuro del hombre o de su simple autorrealización humana. Es también por este motivo exquisitamente teológico que las llamadas son tantas y que no podemos reducir las vocaciones a una única vocación.

b. Contenido (y objetivo) de la llamada

Si Dios llama porque ama, “el hombre viene a la vida porque es amado, pensado y querido por una Voluntad buena que lo ha preferido a la no existencia, que lo ha amado aún antes de que existiese, que lo ha conocido antes de formarlo en el vientre materno, consagrado antes de que naciese a la luz (cf Ger 1,5; Is 49, 1.5; Gal 1,15)”4. La

4 OBRA PONTIFICIA PARA LAS VOCACIONES ECLESIÁSTICAS. Nuevas vocaciones para una nueva Europa. Documento final del congreso europeo sobre las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en Europa (mayo 5-10 : 1997). Ciudad del Vaticano: Editorial Vaticana, 1997, no.16. En adelante el documento se citará NVNE y el número correspondiente.

Teología de las vocaciones

167m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 20: Cultura Vocacional - CELAM

llamada del Padre es, por tanto, a la vida, es una llamada dirigida a todos los “vivientes”, que son tales no sólo porque son llamados a la vida por el Viviente, sino porque son llamados a ser semejantes a la imagen del Hijo, a su vida y a su manera de vivir, el Viviente por excelencia (o el Primogénito entre los resucitados) por obra del Espíritu Santo. En esta semejanza se esconde una llamada a la santidad que se dirige a todos, como sumo bien, como alta cualidad –la más alta- de la vida para el ser humano, que encierra en sí todo lo que éste podría desear o aspirar: el amor, el don de sí mismo, la felicidad, la plena realización de su persona… Nadie puede dar al hombre lo que sólo Dios le puede dar. Al mismo tiempo, la llamada que viene de Dios es una llamada única-individual-irrepetible que llega hasta el individuo, hecha específicamente para él y hecha a su medida; es el sueño del Padre sobre aquel hijo suyo, es el nombre que Dios le ha dado y que se ha escrito en la palma de su mano, Palabra dicha una sola vez y nunca más repetida.

c. Entre creación y redención

La vocación del hombre, por tanto, es un proyecto pensado por Dios, el Dios Creador y Redentor. En su primera acepción (creación) la vocación representa la realización del plan original, o de aquel pensamiento “primitivo” –si podemos llamarlo así- según el cual el Padre Creador ha creado cada criatura imprimiendo en ella un rasgo de su propia imagen y semejanza (según lo que se ha dicho ya en el punto precedente). En la segunda acepción (redención) la vocación es una llamada que el Padre Redentor dirige al hombre salvado por la sangre del Hijo, para que no sólo acoja la salvación que el Hijo ha obtenido, sino para que elija colaborar activamente en el designio de salvación, con una participación responsable y en beneficio de todos, a imagen y por la gracia de aquel que ha dado su vida para la salvación de toda la humanidad. Creación y Redención son las dos polaridades teológicas del misterio de la vocación: una más estática y contemplativa, la otra más dinámica y activa; la primera se refiere al ser humano en sí, la segunda al ser humano en relación.

La teología actual parece reflexionar cada vez más sobre este segundo aspecto de la vocación, que tal vez indica una dimensión inexplorada de la identidad del llamado. Con esto quiero decir una

Amedeo Cencini

168

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 21: Cultura Vocacional - CELAM

cosa muy importante: que la vocación cristiana no se da en ningún momento exclusivamente en función del individuo y de sus economías espirituales y ni siquiera de su particular salvación y santidad, sino que tiene como objetivo encargarse de los demás, sentirse responsable de la salvación de los otros –como hizo el Hijo-, y hacerse vehículo de la voz que sigue llamando para que los otros la acojan y respondan. Tampoco la vocación puede ser entendida en su misterio como simple autorrealización de sí, sería algo que no tiene sentido desde el punto de vista teológico. Si es verdad que nadie puede darle al hombre lo que sólo Dios le puede dar, es verdad también que nadie puede pedirle al hombre lo que sólo Dios le puede pedir: entrar activamente en el drama de la redención. Pero nada como la vocación cristiana tiene el poder de transformar al hombre en adulto y extravertido, interesado en la vía y en la salvación del otro, ¡como Dios!

En este sentido la vocación es el punto más alto de una auténtica teología, como reflexión humana sobre Dios. Ya que indicaría hasta que punto Dios ha hecho al hombre semejante a sí mismo, hasta el punto de hacerlo agente de salvación, capaz de dar la salvación, por gracia, claro.

En este sentido, hay al mismo tiempo una semejanza y una diferencia en las distintas vocaciones; todas están al servicio de la salvación, pero cada una de forma especial. Todas tienen la misma dignidad y se califican por el tipo de participación en el drama de la redención. Pero todas son igualmente dramáticas. Por lo tanto podemos decir que no se da un descubrimiento vocacional en una pastoral del analgésico o de lo estético, estilo pastoral que parece haber olvidado la “gracia a caro precio”, totalmente concentrada en la individualidad del sujeto5.

5 “Hay, realmente, una pastoral de los sacramentos que termina por reducirse a la lógica del ‘usa y bota’, con la desconcertante desproporción entre la superproducción (ritual) de los bienes de salvación, y la experiencia efectiva de salvación. Cuantas misas, oraciones, ritos, sacramentos… son multiplicados y derramados simplemente encima del individuo, sin que estimulen alguna conciencia misionera; cuanta gracia, palabra de Dios y bienes espirituales son “secuestrados” por los creyentes individuales –impenitentes individualis-tas-; cuanta mentalidad según la cual ser cristiano significa observar (ciertos preceptos), no cometer (transgresiones), celebrar (cultos)… para uno mismo; qué poco somos capaces de difundir la idea de que quien es salvado por la cruz de Cristo, debe hacerse operador de la salvación, de acuerdo con un proyecto de vida específico y responsable. Qué poco damos credibilidad a la idea de que ser amados por Dios no es sólo el hecho de asegurase

Teología de las vocaciones

169m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 22: Cultura Vocacional - CELAM

d. El primado de Dios y la obediencia del llamado

Si la llamada es acción de Dios, la llamada es también aquello que se impone en la vida del ser humano, como la primera palabra pronunciada sobre ella, como aquello a lo cual todos deben obe-diencia. En efecto, con un acto de obediencia, aunque totalmente implícito, inició la vida de todos nosotros. Obediencia con la cual aceptamos también muchas condiciones unidas a la vida que se nos daba: padres que no elegimos, un cuerpo con precisas características y recursos, una determinada tipificación sexual, un temperamento, un cierto tipo de capacidades, de inteligencia, de aptitudes innatas que no establecimos nosotros. Todo esto representa no lo mejor, sino nuestro yo y parte de su misterio. Tuvimos una infancia, una educación, unos maestros que tal vez no eran los mejores en aquel momento y, probablemente, recibimos mucho cariño. Pero también conocimos enseguida problemas y dificultades, situaciones imperfec-tas y determinadas por el límite humano y, a veces, experimentamos el desamor. ¿Qué quiero decir? Que, en efecto, no existe ningún de-recho a la vida perfecta, a padres y familias perfectas, a educadores, amigos, escuelas perfectas y a comunidades, institutos, superiores, obispos, iglesia, mediaciones varias perfectas (sería una pretensión diabólica). Sin embargo, todo ello –con sus límites- forma parte de nuestra historia, de nuestro misterio escondido con Cristo en Dios, de nuestra vocación –deberíamos decir única, singular e irrepetible-, como don en el tiempo y a partir del cual, y no de otros proyectos imaginarios, el Eterno hace a cada uno de nosotros una propuesta de amor y de salvación, para sí mismo y para los demás. La vocación está aquí, para cada uno de nosotros, no en otro lugar, No es ni más bonita ni más fea que la de los otros, sino aquella que ha sido pen-sada y proyectada por Dios en mi inconfundible historia, así como hizo con su Hijo, nacido de María, para manifestar al mundo su amor de Padre, Creador y Redentor. En ese proyecto se esconde nuestro nombre y a ese proyecto todos los creyentes deben obediencia, ya que así lo pensó el Padre que nos amó, eligió, enriqueció con dones

la salvación, sino que quiere decir ser asumidos por él -no importa si es como obrero o dirigente, si es a la primera o a la ultima hora-, para participar responsablemente en la obra de la redención, cada uno con una particular misión por realizar, tan personal que si uno no la cumple, quedará el vacío” (CENCINI, A. Llamados para ser enviados. Toda vocación es misión. Bogotá: 2009, pp.82-84).

Amedeo Cencini

170

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 23: Cultura Vocacional - CELAM

y nos quiso vivientes. Al margen de este plan sólo existe la presun-ción desobediente y orgullosa, maldita y maldiciente del “hombre sin vocación”6, triste punto de llegada de una evolución antropológica que se ha alejado progresivamente del Dios que llama, hasta el punto que ya no oye su voz. Y si Dios no lo llama, nadie lo llama. Y si nadie lo llama ¿qué sentido tiene su vida?

e. Vocación, punto de encuentro entre Dios y el hombre

Concluiré este intento de síntesis teológica con una observación: en la vocación, y a través de ella, se produce un contacto entre Dios y el hombre. Resulta difícil no evocar la escena de la creación en la capilla Sixtina, aquel contacto entre la mano creativa de Dios y la mano del hombre, como el inicio de un diálogo destinado a no terminar, incluso en el caso en que el llamado eligiera no acoger la invitación. También en ese caso Dios sigue llamando –no cabe duda- hasta la llamada final, la de la muerte, la más decisiva y dramática de las llamadas. El hombre se constituye en su libertad justamente porque se coloca ante el Dios que lo llama y se libera por ello. De hecho, en la llamada hay un encuentro entre dos libertades: la liber-tad perfecta de Dios y la libertad imperfecta del hombre, que puede crecer y perfeccionarse en la medida en que el llamado acepta la propuesta del Llamador.

En cualquier caso, en la vocación Dios “conoce” al hombre y el hombre conoce a Dios; siente su atención sobre sí, descubre la pre-ocupación por su persona, se siente amado de forma absolutamente personal y, de alguna forma, se siente importante para Dios y ante Él. Precisamente estando ante Él se conoce y se descubre también a sí mismo, sus propios recursos y posibilidades; pero también sus miedos y resistencias, hecho que a veces lo hace escapar de Dios, luchar contra Él. Esto no sólo en el momento de su vida en el que le parece oír una cierta propuesta, sino en cada instante de la vida, ya que no sólo Dios llama siempre –como ya hemos visto-, sino que cualquier situación existencial para el creyente llega a ser y es vocación. Por ejemplo: orar es sentirse llamado y percibir siempre más clara la voz que llama para hacer brotar en la oración la respuesta; vivir una rela-

6 NVNE, 11c.

Teología de las vocaciones

171m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 24: Cultura Vocacional - CELAM

ción es percibir en el otro una mediación que me conduce a Dios y a través de la cual Dios me habla; afrontar acontecimientos negativos (una enfermedad, un accidente, una injusticia…) es acoger, al margen de todo, la voz de quien en todo y a través de cualquier circunstancia me puede hablar; hablar a los otros quiere decir transmitir una pa-labra, una voz que antes ha llegado hasta mí en mi mundo interior; amar significa haber gozado del amor de Dios y sentirse llamado a transmitirlo. En fin, el evento de la llamada es algo totalizador. Es esto lo que define toda la vida y le da un sentido, un sentido teológico. ¡La vida es vocación! Ya que la formación es permanente, también la vocación es permanente: “cada vocación es matutina”7.

Hasta aquí la teoría vocacional. Ahora se presenta una pregunta fundamental: ¿podemos decir que existe en la Iglesia una teología de este tipo, no sólo en las aulas universitarias pontificias o en los cursos para animadores vocacionales, sino también en la catequesis ordinaria, en la pastoral cotidiana, hasta convertirse en una menta-lidad universal y compartida por todos? Está claro que si no existe esta mentalidad no puede existir ninguna animación vocacional correspondiente, unitaria y sólidamente construida, y, por tanto, no tenemos ningún derecho a lamentarnos de la crisis vocacional. Si existen visiones contrastantes o contradictorias es claro que se resen-tirá el mensaje vocacional que llega a toda la comunidad creyente.

2.2. Sensibilidad vocacional (Espiritualidad vocacional)

A partir de esta reflexión teológica podemos y debemos, creo, dar un ulterior paso hacia la creación de una cultura de la vocación, es decir, pasar de la mentalidad a la sensibilidad vocacional, del pla-no de los principios intelectuales al de una implicación más global y general de la persona, de lo que es verdadero y válido para todos a ese valor que el individuo siente importante y central para él, de la teología a la espiritualidad.

Es un paso decisivo y no siempre suficientemente comprendido y recomendado y, mucho menos, practicado por el individuo. Se produce así, en la pastoral vocacional, una cierta inmovilidad, tal vez

7 NVNE, 26 b.

Amedeo Cencini

172

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 25: Cultura Vocacional - CELAM

porque muchas veces no está claro ni siquiera el primer nivel, el que hemos denominado de la mentalidad y, por tanto, se corre el riesgo de no partir nunca, o de detenerse al inicio del camino. Nos contentamos con hablar y hablar de animación vocacional en nuestros encuen-tros, congresos, capítulos, asambleas, reglas de vida… En realidad, si no se desencadena una implicación más global del individuo (el segundo nivel), el riesgo es el de crear una cultura que no sirve para la vida, lejana de las fatigas cotidianas, abstracta y vaga. En cambio, experimentando sobre sí mismo y sobre su vocación, el individuo se apropia de los contenidos culturales, reconoce su verdad, los perso-naliza y goza de ellos, haciendo su vida más verdadera y hermosa.

Veamos, entonces, algunos de los rasgos de esa espiritualidad vocacional que debería nacer de una sensibilidad correspondiente, a su vez unida a una mentalidad vocacional. Los veremos en relación con los puntos indicados de la teología vocacional.

a. Principio general: de la teo-logía, la teo-fanía a la teo-patía

Podemos adoptar el siguiente principio general: la teología de las vocaciones -o la mentalidad vocacional- se convierte en espi-ritualidad de la vocación -o sensibilidad vocacional- en la medida en que aquello que es creído como teológicamente verdadero, no sólo es creído por la mente, sino rezado, amado, celebrado, vivido, sufrido, gozado, compartido, anunciado... En otras palabras: lo que es creído cumple todo el itinerario de los dinamismos personales (psi-cológicos y espirituales) típicos de la fe. Por tanto es también objeto de oración, es rezado y contemplado, celebrado en la liturgia y con la comunidad orante, es amado y reconocido como verdadero y es fuente de la propia identidad, es sufrido hasta dar la vida y gozado como lo que te hace bienaventurado, es compartido y anunciado, en definitiva se transforma siempre más en realidad de la vida y en la propia vida (es mi “yo”). Es exactamente en esta dirección donde tiene que orientarse y operar el animador vocacional inteligente. Esta sería la auténtica pro-vocación vocacional. Es también el paso de la teo-logía a la teo-fanía y a la teo-patía (vocacional). La teopatía busca este objetivo, la sensibilidad-espiritualidad vocacional. En concreto: participar activamente y responsablemente de la redención y de su drama. Somos al cráter del volcán.

Teología de las vocaciones

173m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 26: Cultura Vocacional - CELAM

Veamos ahora cómo dar este triple paso:

b. Espiritualidad como relación (teo-logia)

Aclaremos en este punto el significado del término “espiritua-lidad”. Muy a menudo éste se confunde con algo teórico, abstracto, vago, indefinido, pasivo, poco relacionado con la realidad y con la realidad de cada persona, a veces tan subjetivo que resulta extraño y, en último caso, algo tan particular que no puede ser comunicado y que resulta indescriptible. No obstante, esto es exactamente lo contrario de lo que “espiritualidad” quiere decir. La palabra, derivada de Espíritu (no es un gran descubrimiento), quiere decir exactamente aquello que hace el Espíritu de Dios al interior de la Trinidad, o sea, la relación. Hombre o mujer espiritual es aquel o aquella que vive toda relación a partir de la relación central de su vida -la que tiene con Dios- y de ella hace derivar todo lo demás. Pero cuidado: relación no significa simbiosis, o confusión de los límites personales, sino distinta realización del yo y del tú, gracias a la relación. Relación significa, entonces, el máximo de la intimidad y también el máximo de la alteridad (diversidad).

Si la relación con Dios quiere decir, como acabamos de ver, experiencia del Dios-que-llama, la conclusión es inevitable: la espi-ritualidad cristiana es una espiritualidad esencialmente relacional-vocacional. Es como si dijéramos que la auténtica espiritualiad es la que nos pone en contacto con la voz de Dios, que es una voz diferente de la mía, de mis sentimientos, gustos y deseos. Creceremos en espiritualidad cuando reconozcamos esta voz y la distingamos de otras (incluida la nuestra), cuando no hagamos decir a Dios lo que queramos y, sobre todo, cuando nos adaptamos a su proyecto y lo obedecemos libremente, incluso si éste no coincide con el nuestro. La animación vocacional, desde este punto de vista, camina por la vía de la auténtica experiencia de Dios, la cual –cuando es auténtica- se convierte sobre todo en la experiencia que Dios hace de nosotros a través de la prueba, como nos cuentan las Sagradas Escrituras8 y su-pone, por tanto, la disponibilidad interior para vivir tan intensamente

8 Según mi parecer, una de las más luminosas intuiciones de Von Balthasar es la de leer en la Biblia y en el hombre bíblico no la experiencia que el hombre mismo hace de Dios, sino la experiencia que Dios hace del hombre.

Amedeo Cencini

174

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 27: Cultura Vocacional - CELAM

la relación con Dios que nos dejemos probar por Él, y dejemos que Él nos pida algo costoso, radical, humanamente imposible, como sólo Dios lo puede hacer. Mientras nosotros, a este respecto, nos pone-mos en disposición de experimentar que para Dios todo es posible, incluso lo humanamente imposible. Sólo esta es la auténtica teología que crea una correspondiente espiritualidad de la vocación y de la sensibilidad vocacional.

Se debe tener cuidado, por tanto, con no favorecer aquella interpretación de la vocación como realización de nuestros deseos, como una atracción más o menos irresistible que el individuo advierte en su interior. Todo ello es banal y falso. Vemos muchas veces, en las Escrituras, que el llamado se opone, retrocede, quiere escapar, manifiesta una atracción bien diferente o, por lo menos, encuentra extraña la petición. Crear cultura vocacional significa purificar la idea de la relación con Dios y de la experiencia con lo divino. La vocación puede ser advertida sólo en el corazón que ha aprendido las impracticables vías del contacto con Dios. La auténtica llamada supone siempre una cierta lucha con Dios. El verdadero animador vocacional debe preparar para esta lucha.

c. Conversión de la sensibilidad (teo-fanía)

A través de la teofanía Dios se revela y el hombre hace una ex-periencia de Dios, o se hace experimentar de una manera más plena por el mismo Dios, porque ahora es más sensible al divino y a su obra.

Si queremos que sea así, o que el corazón advierta la llamada como una voz que viene de arriba y que debe ser acogida, a pesar de que suene rara al oído humano y excesivamente exigente con re-specto a los gustos humanos, es necesario -incluso antes de planificar proyectos pastorales y pedagogías de intervención sobre el grupo- hacer un paciente trabajo con el individuo y con su mundo interior, un trabajo de cambio de sensibilidad. Aquí se debe intervenir, dado que la sensibilidad es el órgano de valoración que el hombre posee; lo que nos hace apreciar una cosa como bella o fea, buena o mala, moralmente lícita o no, atrayente o repelente, positiva o negativa. Cada uno de nosotros –nos recuerda la psicología- tiene la sensibilidad que se merece, la que se ha construido poco a poco a lo largo de su vida

Teología de las vocaciones

175m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 28: Cultura Vocacional - CELAM

y que sigue construyendo a través de sus elecciones de vida, incluso sin darse cuenta. La misma sensibilidad o conciencia vocacional es fruto de este trabajo y no algo que podemos dar por descontado o suponer como presente en todos. Éste es un trabajo que tiene mucho que ver con la espiritualidad. Ser hombre o mujer espiritual quiere decir ser persona que vive plenamente su propia sensibilidad huma-na, pero como sensibilidad creyente, convertida, espiritual, abierta no sólo intelectualmente a los contenidos teológicos de la vocación sino capaz también de sufrir y gozar de ellos, de vibrar frente a ellos, atenta con sentidos externos e internos a los muchos signos de la presencia de Dios; capaz de descubrir esta presencia incluso en el susurro de un viento ligero, libre de reconocer y contemplar la teo-fanía, como misterio que atrae y en el cual está escondido incluso el misterio del yo del hombre. El hombre o la mujer espiritual tiene los sentidos atentos, extremadamente vigilantes, con un umbral de la percepción bajo y una única tensión-atención. Es creyente que se siente constantemente llamado por Dios (a través de las mediaciones humanas), al interior de una teofanía cotidiana: ¡la vocación es esta teofanía9! Como una teofanía continua, “zarza ardiente”, que arde de una presencia divina constante, que hace oír una voz ininterrumpida, que sigue llamando, como misterio que no bastará una vida para de-scubrirlo (vuelve la idea de la vocación como llamada permanente, como formación permanente).

La animación vocacional, cualquiera que sea la vocación de referencia, debe necesariamente provocar una conversión de la sensibilidad, como un paso de la sensibilidad pagana o meramente humana a una sensibilidad que haga que el creyente sea capaz de usar sus propios sentidos en cuanto creyente, que sea capaz de “ver” a Dios, de ver con los ojos de Dios, que sea capaz de “oír” su voz y su palabra, de escucharla como la única palabra de verdad para nosotros, de conmoverse ante su amor. Hoy se oye decir que corremos el riesgo de “perder los sentidos”, o de perder cada vez más el componente o la connotación espiritual de los sentidos; en el nivel humano a causa de la excesiva estimulación o de la muy pobre alimentación de los mismos, y a un nivel cristiano porque nos arriesgamos cada vez más a tener ojos, oídos, manos, pies, corazón, incapaces de establecer

9 Como todas las llamadas en la Biblia.

Amedeo Cencini

176

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 29: Cultura Vocacional - CELAM

un contacto con Dios y de hacernos sentir su dulcísima y terrible presencia en nuestra vida. Los jóvenes, en concreto, corren el riesgo de ser como dice el salmo: “tienen ojos, pero no ven; oídos, pero no oyen; boca y no hablan...”. Por ello, una animación vocacional inte-ligente significa también la recuperación de los sentidos humanos y de la sensibilidad humana y creyente. Para que el hombre aprenda a ver a Dios y oír aquella voz que no termina de llamarlo. Es claro que sólo un animador vocacional inteligente, con ojos, oídos, boca, muy activos, puede hacer este tipo de animación vocacional.

d. De la gratitud a la gratuidad, de la libertad a la responsabilidad (teo-patía)

La vocación, en todas sus fases, desde la búsqueda vocacional a la elección final, es siempre un acontecimiento de maduración huma-na. Acontecimiento que es necesario vivir intensamente para que sea evento también espiritual, que marque para siempre la relación con Dios y con los hombres. Haremos una breve referencia a los pasos centrales y decisivos del recorrido que conduce gradualmente a la decisión vocacional final, ya que son también etapas de crecimiento psicológico y espiritual. Esto es el punto que une la espiritualidad vocacional con la pedagogía vocacional.

• Elprincipio:lacontemplación: Al principio está siempre el amor, el amor del Dios-que-llama

y que -como hemos visto anteriormente- justamente por esto manifiesta su amor, interés, atención y cuidado por el hombre que es llamado. Uno, en efecto, llega a ser cristiano –se podría decir- cuando escucha las palabras del Padre hacia el Hijo (en el momento del Bautismo) como si estuvieran dirigidas a él: “Tú eres mi Hijo, el amado, el pre-dilecto (= amado desde siempre, antes de venir a la existencia); tú eres mi elegido (mi alegría)”. Cuando uno de nosotros siente dirigidas hacia él estas mismas palabras, goza y llora de alegría, allí nace el creyente, aquí está la sensibilidad típica del creyente. Aquí empieza también a venir a la luz el llamado, porque no se pueden escuchar esas palabras y retomar la vida de antes como si no hubiera pasado nada. Estamos diciendo que el primer paso para crear una sensibilidad vocacional es lo contemplativo. No puede haber vocación sin

Teología de las vocaciones

177m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 30: Cultura Vocacional - CELAM

contemplación. Cuanta más contemplación haya, tanto más el llamado cumplirá estos pasos neurálgicos y calificadores de la genuina llamada: de la gratitud a la gratuidad y, sobre todo, del amor recibido al amor donado. Éste es un paso del todo natural y que, sin embargo, se encuentra en la base de las elecciones vocacionales más comprometidas -aquellas en las que se pide una donación de sí mismo bastante radical, como las vocacio-nes de especial consagración-, y en las que uno puede tener la tentación de sentirse un poco héroe. No, la vocación no busca héroes; no hay ningún heroísmo en la respuesta vocacional. Hay simplemente que reconocer el amor recibido, o madurar una sensibilidad que haga descubrir al llamado que es totalmente lógico y natural donarse y donar la propia vida a los demás, ya que la vida es un bien recibido que por su propia naturaleza tiende a convertirse en bien donado. El joven debe entender, por tanto, que es libre de elegir su futuro, pero que no es libre de salir de esta lógica, de este nexo que une el bien recibido con el bien donado. No puede dejar esta lógica ya que si lo hiciera elegiría la infelicidad, se convertiría en un monstruo, en una falsificación de sí mismo. La verdadera libertad es, en cambio, la de sentirse responsable del enorme amor recibido, ya que nada -como nos recuerda la psicología- hace responsable como el amor, o como el saber que hemos sido amados. Tan responsables del amor recibido hasta tener el ánimo de ponerse frente al mal o al desamor que hay en el mundo, en todas sus formas, como para estar dispuestos a cargar sobre los hombros con un poco de este mal; o como para pensar en nuestra vida como en una respuesta (“respon-sible”) a éste; o como para hacer una elección vocacional en la cual uno no coloca en primer lugar la propia salvación, sino la de los otros, como hemos dicho antes. Lo im-portante es corroborar y subrayar ahora que no se trataría de una elección extraordinaria ni heroica, sino perfectamente coherente con la toma de consciencia del amor recibido de Dios, y no sólo de Dios, y por tanto se trataría también de una elección que no concierne una particular categoría vocacional, sino que todos deberían hacer, porque es una ley natural y universal, grabada en el corazón. Como gramática de la vida. Gramática y también algo más que la simple gramática.

Amedeo Cencini

178

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 31: Cultura Vocacional - CELAM

• Delagramáticaaladramática Muy interesante y dramático, de hecho, es lo que dice Berdiaev,

que imagina que el inicio y el fin de la historia de la humanidad están unidos por dos intervenciones inquisidoras de Dios en apariencia iguales, pero dirigidas a dos interlocutores diversos. Al principio la pregunta es dirigida a Caín, el fratricida, la per-sonificación del mal, para preguntarle sobre Abel, la víctima inocente, como cuenta la Escritura y lo cual nos parece lógico. Al final, la misma pregunta es dirigida inesperadamente a Abel, y esto nos sorprende bastante, aunque tenga una lógica precisa en el pensamiento de Berdiaev. El pensador ruso, en efecto, sostiene que la consciencia moral se inicia con la pregunta–reproche di-rigida a Caín, la expresión del mal, pero que se realiza después plenamente y madura cuando nos dejamos indagar por la misma interrogante dirigida a Abel, la parte buena de nosotros mismos: “Abel, ¿qué has hecho de tu hermano Caín?”10. Por muy raro que pueda parecer, podría ser una buena provocación vocacional: no sólo la consciencia moral, sino también la vocacional, podría nacer o ser iluminada por tal cuestión. Ésta da una tonalidad dramática a la vida y a la vida cristiana, y nos hace pasar de la teología y de la teofanía a la teopatía, la máxima expresión de la experiencia de Dios (activa y pasiva). En tres sentidos:

- Como un “sufrir a Dios”, o sus provocaciones, sus silencios. - Como un sufrir “como Dios”, sufrir come Él sufre.- Como un sufrir “en y para aquellos en los cuales Dios sigue

sufriendo” hoy todavía.

Todo esto a imagen del Hijo Jesús, que en su pasión nos ha dado el más claro signo de este pathos. Ha sufrido al Padre y su ausencia y abandono. Ha sufrido también como Dios; si Dios –de hecho- su-fre (tema objeto de discusión desde siempre), por cierto sufre como inocente, como Jesús en la cruz, como el Cordero inocente que ha reunido en sí el mínimo posible de la culpa y el máximo posible de la pena. Así nos ha presentado el punto más alto de la vocación cristiana:

10 N. Berdiaev, De la destination de l’homme. Essai d’Ethique paradoxale, Lausanne 1979, p.356. En otro pasaje de la misma obra: «Nuestro deber moral es el de aliviar el sufrimiento, tanto el del criminal como el del mayor pecador, ya que, en definitiva, ¿acaso no somos todos criminales y pecadores?» (p.251, la traducción y la cursiva es nuestra).

Teología de las vocaciones

179m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 32: Cultura Vocacional - CELAM

hacer como él, o elegir su pascua, vivir una existencia pascual, dando la vida para los otros, para sentirse responsable de la salvación de los otros, sobretodo de los más lejanos y pobres de salvación (éste sería el tercer sentido de la teopatía)11.

Creo que una auténtica teología de las vocaciones debería llegar a ser una teopatía vocacional, quizás, todavía no escrita y por escribir. Éste podaría ser objeto de reflexión en este congreso, como reacción a aquella pastoral del bienestar psicológico o del estetismo pseudo-espiritual o del interés espiritual meramente individual que, por definición, es pastoral anti-vocacional. Creo que América Latina tiene mucho que decir y enseñar sobre esto a la Iglesia entera; la América Latina de los profetas y mártires que han dado la vida por la Iglesia, que han sufrido a Dios y como Dios, en aquellos en los cuales Dios sigue sufriendo hoy.

Así como estoy seguro de que el hacer hincapié sobre la di-mensión dramática de la propuesta cristiana sobre la responsabilidad que está unida a la fe implicaría, antes que nada, una presentación más convincente y eficaz, más actual y moderna del cristianismo, y terminaría también por suscitar mayores adhesiones vocacionales. Pensemos, por ejemplo, en la necesidad -que aquí creo particularmen-te viva- de jóvenes creyentes que, exactamente con esta sensibilidad vocacional, puedan madurar una decisión vocacional de compromiso en lo social o en lo político, como gesto de responsabilidad frente a los otros, por tanto como creyentes (y no por la carrera, el dinero, la fama o el bienestar individual). Pensemos también como la misma vocación presbiteral o religiosa podaría asumir un nuevo impulso vocacional (y también de purificación) de este ideal de la responsa-bilidad moral para los otros, como salvación por alcanzar no para sí, sino para el mundo.

11 Es significativa la reacción de Jesús en la cruz ante las provocaciones de la muchedumbre (“si eres el Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y desciende de la cruz”): ellos no sabían que Jesús no estaba preocupado por su salvación, sino por la de los demás. Por esto no desciende de la cruz, ante el desafío de los soldados y uno de los ladrones, porque su preocupación es la salvación de todos, también la de ellos y de la humanidad que le es hostil.

Amedeo Cencini

180

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 33: Cultura Vocacional - CELAM

e. El máximo de la relación espiritual: laconfianzadelaobediencia

Finalmente, la sensibilidad vocacional es un elemento psi-cológico que está determinado por una experiencia que no es sólo psicológica. Es la experiencia de la fe, y de esa fe que está hecha de confianza, de la visión del rostro de Dios, de certeza de poder fiarse en Él, de abandono, de rendición. Hasta el punto de decir sí a su llamada. No por cálculo o por interés personal, no por miedo o por comodidad, no para agradar a alguien, ni siquiera a nosotros mismos, sino únicamente por amor, ese amor que se expresa en la entrega de uno mismo al otro, en la confianza plena. La confianza es, en efecto, ese espacio -en cualquier proceso de decisión y aún más en el voca-cional- que no puede estar condicionado por el cálculo12. El cálculo, en este sentido, es lo contrario de la fe y no lleva al conocimiento de Dios; por consecuencia, quien calcula, difícilmente podrá acoger la propuesta vocacional que viene de arriba.

Por otra parte, y como ya hemos dicho, en el evento vocacional Dios y el hombre se revelan recíprocamente; la propuesta vocacio-nal que viene de Dios es la condición ideal y al mismo tiempo el desafío para el acto de fe por parte del hombre. Nunca como en este momento se encuentra éste ante una alternativa tan drástica: el cálculo o la confianza o, podemos decir, la decisión sólo humana o la típicamente cristiana. Con una contraposición un poco forzada y quizás demasiado simplificada, podemos afirmar que la primera pretende ser segura y los costos son mínimos y la segunda, por su propia naturaleza, es de alto riesgo y de altos costos. La humana es precisa y clara y la cristiana es precisa, sí, pero nunca del todo clara. Además, la elección humana se puede rever y es reversible, mientras que la cristiana es definitiva y fiel, pero de una fidelidad creativa. So-bre todo, la decisión humana es calculada y la del creyente confiada, llena de confianza, justamente porque significa entrega total a Dios, el cual propone siempre al hombre algo que se encuentra más allá de sus capacidades, como nos cuentan todas las llamadas bíblicas. Por tanto, volvamos a decir que la animación vocacional es esencialmente

12 Cf. CENCINI, A. “Me fio…, luego decido”. Educar en la confianza para la elección voca-cional, 2010, pp. 56-66.

Teología de las vocaciones

181m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 34: Cultura Vocacional - CELAM

educación en la fe y formación del acto de fe. Camina por los mismos trayectos pastorales del crecimiento en la fe; es más, la animación vocacional forma parte esencial del acto creyente, lo acompaña en su génesis, y es su expresión final y cumplida. Educar en la fe en el acompañamiento vocacional quiere decir formar una sensibilidad confiada, tanto que conduce a una persona a hacer una elección de vida basada no sólo sobre sus capacidades o sus músculos, en sus gustos y tendencias naturales ni, mucho menos, en la previsión del propio éxito o realización personal, sino sobre el puro hecho de que “eres tú quien me llama, que me amas, y eres tú el que me abre este camino. No tiene sentido entonces que yo calcule y verifique lo que seré capaz de hacer, y lo único sensato es entregarme a ti, entregarte mi vida y mi futuro, creer que el imposible humano puede convertirse en el posible divino”.

La misma pregunta que hemos planteado al final de un párrafo anterior la podemos y debemos plantear aquí: ¿existe en la Iglesia una sensibilidad vocacional como ésta que hemos descrito, hasta el punto de determinar una espiritualidad vocacional? Algunos se sorprenden incluso por la expresión, o encuentran rara la conexión entre sensibilidad y espiritualidad. Está claro que la ausencia de la espiritualidad-sensibilidad vocacional haría inútil o débil también la armazón teológica, aunque esté bien definida, y también toda la eventual pastoral que se pretendiese hacer.

Amedeo Cencini

182

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 35: Cultura Vocacional - CELAM

Pedagogía de las vocaciones

Amedeo Cencini*

* Sacerdote canosiano, licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad Salesiana y doctor en Psicología de la Universidad Gregoriana. Docente de pastoral vocacional en la Universidad Salesiana. Consultor de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. El presente artículo corresponde a la segunda conferencia que el autor presentó en el II Congreso Continental Latinoamericano realizado en Costa Rica, el 30 de enero al 5 de febrero de 2011. [email protected].

SumarioEsta es la segunda reflexión del ponente del II Congreso Continental Latinoamericano de Voca-ciones, y con ella concluye el tríptico propuesto para presentar el tema de la cultura vocacional: mentalidad, sensibilidad y praxis.

Desarrolla aquí el tema de la praxis, que él llama, pedagogía de las vocaciones. Hace primero un análisis de la situación actual de la pastoral vocacional, con unos indicadores que él llama: emergencia vocacional, fuga vocacional, ur-gencia vocacional, desafío vocacional, riesgo vocacional, crisis vocacional, para concluir en la llamada alianza pedagógica vocacional educati-va propiamente dicha que consiste en sembrar, acompañar, educar, formar y discernir.

Medellín / vol. XXXVII / No. 146 / Abril - Junio (2011) / p. 183-207 - ISSN 0121-4977 / Bogotá-Colombia

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

183

Page 36: Cultura Vocacional - CELAM

Finaliza con lo que sería una auténtica pastoral vo-cacional que es capaz de crear la cultura vocacional.

Palabras clave: Pedagogía, pedagogía vocacional, cul-tura vocacional, emergencia, fuga, urgencia, desafío, crisis, riesgo, etc.

Pedagogy of vocations

AbstractThis is the second reflection of the lecturer in the II Latin American Continental Congress On Vocations, in which is concluded the purpose of the triptych to present the mat-ter of vocational culture: mindset, sensibility and praxis.

He develops the issue of praxis that he calls pedagogy of vocations. He analyzes first the current situation of pastoral ministry with some indicators called: vocatio-nal emergency, vocational flight, vocational challenge, vocational risk, and vocational crisis to conclude in the pedagogical vocational and educational covenant which involves sowing, to accompany, to educate and discern.

He ends with an aspect that would be an authentic pas-toral ministry that is able to create a vocational culture.

Key words: pedagogy, vocational pedagogy, vocational culture, emergency, flight, challenge, crisis, risk.

Amedeo Cencini

184

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 37: Cultura Vocacional - CELAM

Esta reflexión es la continuación lógica de la reflexión sobre la teología de las vocaciones. Como ustedes recordarán, partiendo de la idea de la teología voca-cional, ampliamos las consideraciones porque parece que el verdadero problema vocacional hoy día es, ante

todo, si hay una verdadera y precisa cultura vocacional en la Iglesia. La teología es un componente fundamental y determinante de tal cultura. Es por esto que hemos ubicado el análisis sobre la teología vocacional dentro de una visión más amplia, precisamente la de la cultura. En este punto, hemos pasado del concepto a los elementos constitutivos, que son tres: la mentalidad, (que corresponde a la teo-logía vocacional), la sensibilidad (que corresponde a la espiritualidad) y la práctica.

Es necesario examinar el tercer componente, la práctica, que corresponde a la pedagogía vocacional. Me parece que es ya muy sig-nificativo y útil haber conceptualizado este entramado teórico y haber precisado sus componentes. Creo que debemos reflexionar seriamente sobre la realidad de esta cultura y sobre su presencia en la Iglesia, para luego ver cómo promoverla, cómo hacerla cada vez más fuerte e incisiva, más universal y compartida. Una cosa es clara: mientras que en la Iglesia no se dé esta cultura vocacional, la problemática vocacional será enfrentada de modo unilateral y parcial, ineficaz y contradictoriamente, solamente para algunos y no para todos.

Aún más, la promoción de una auténtica cultura vocacional es no sólo importante para fines vocacionales (particularmente si se comprenden de manera unilateral, como si hubiera sólo algunas vocaciones), sino para los efectos de la Nueva Evangelización que la Iglesia asume hoy como su nueva tarea, o para su nueva forma de ubicarse, siempre de parte de los creyentes y de la Iglesia, frente a aquellos que no creen, en aquel “corredor de los gentiles” repetida-mente invocado por Benedicto XVI, como símbolo de una nueva forma

185m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 38: Cultura Vocacional - CELAM

de relacionar al creyente con el mundo. ¿No es una buena noticia, incluso para aquellos que no creen, oír decir de modo inteligente y eficaz, comprensible y atrayente, que también ellos son llamados? ¡Qué hay alguien que los llama, desde siempre! ¡Qué incluso ellos son responsables de la salvación, no sólo de la propia sino también de la de los demás! En otras palabras: la animación vocacional (y la propuesta de una opción vocacional) podría ser no solamente el punto final de un itinerario de fe, sino el punto de partida, lo que da impulso y motivación para enfrentar un camino creciente, para ver y percibir el sentido de la fe.

Como se puede ver, esta manera de plantear el problema nos hace respirar un aire diverso, mucho más puro, de una altura inima-ginable, y da al problema de las vocaciones un trasfondo mucho más amplio y convincente, más eclesial y humano. Sería muy interesante y precioso, me parece, que en este Congreso surgieran indicaciones precisas respecto a crear una autentica cultura vocacional (y no limitarse a hablar de ella) en términos latinoamericanos, éste sería un importante aporte para la pastoral vocacional de toda la Iglesia. Mientras tanto, en esta segunda charla completamos el análisis de la cultura vocacional con las consideraciones sobre el tercer elemento, la práctica, a la que corresponde la pedagogía o pastoral vocacional.

Una cultura no es tal, en relación con cualquier valor, si no se identifica un método o un camino que permita a los contenidos de esta cultura entrecruzar la vida cotidiana y convertirse en vida en cualquier circunstancia existencial, si es preciso hasta la muerte, impidiendo, así ir a la deriva “experiencial”, inestable, superficial, incierta y eventual.

Por otra, parte una teología debería poder convertirse en espiri-tualidad; si no puede ser traducida en caminos espirituales que todos puedan recorrer, no merece el nombre de teología cristiana; al mismo tiempo, una espiritualidad que no pueda ser interpretada en términos simples y fáciles, que todo el mundo pueda entender o que no se pueda convertir en pedagogía, en itinerarios de vida para todos, no es espiritualidad cristiana. La pedagogía no es algo secundario en la perspectiva cristiana.

Amedeo Cencini

186

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 39: Cultura Vocacional - CELAM

Muchas veces éste puede ser el límite de cierta cultura voca-cional: clara en los contenidos y tal vez en la mentalidad general con que es interpretada, capaz incluso de proponer cierta espiritua-lidad vocacional, pero a la larga fatalmente débil e imprecisa en la identificación de caminos concretos, de métodos prácticos, de una pedagogía pastoral. Quiero decir que no contamos todavía con una genuina cultura vocacional, le falta un elemento fundamental.

Utilizaré este método para el tratamiento de este tercer punto de

nuestro análisis. Voy a partir de algunos términos que han llegado a ser un tanto estratégicos para delinear la situación que estamos viviendo con respecto a la pastoral vocacional, para percibir con ellos el sentido de una cierta crisis y del malestar que casi todos vemos en la Iglesia, aunque de modos diversos, y para indicar juntos contenidos para la construcción de una auténtica pastoral vocacional.

1. Emergencia vocacional

No en todas partes es así, pero en diferentes regiones eclesiales hay una verdadera emergencia vocacional. “Emergencia” significa algo nuevo y preocupante, tanto que requiere la activación de estrategias inmediata de acción, quizás no siempre bien pensadas. Por ejemplo, en Italia algunas diócesis particularmente pobres de vocaciones presbiterales han recurrido a la “importación” de sacerdotes del extranjero, incluso de otros continentes, de otras culturas eclesiales y de otras experiencias de vida, a veces hasta sin un discernimiento cuidadoso, que literalmente llenan huecos y sobre todo sin interrogarse sobre el sentido y la novedad pastoral a que puede llevar la crisis vocacional. No es que el hecho en sí sea necesariamente negativo, pero no puede convertirse en un sis-tema habitual, en una modalidad normal, con la que se pretende resolver el problema de las vocaciones al presbiterado. He aquí la utilidad de este término: “emergencia” significa algo que surge, que se hace visible, como un “iceberg”, pero que es determinado y causado por otra cosa, de una profunda raíz. Evidentemente es sobre esta raíz sobre la que se debe actuar, y no simplemente taponar desde fuera la situación. La raíz siempre es más compleja que el fenómeno externo.

Pedagogía de las vocaciones

187m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 40: Cultura Vocacional - CELAM

Puede darse, permaneciendo dentro de nuestro análisis, la falta de una auténtica teología vocacional o, más aún, de una sensibilidad vocacional general que nosotros en la Iglesia, nosotros los creyentes, y quizás en particular nosotros los presbíteros y las personas consa-gradas, hemos dejado de generar y desarrollar. Pero, por favor, no vayamos a buscar causas externas, con la queja habitual de un mundo secularizado, post-moderno, o post-industrializado, o post-marxista, o post-cristiano. Muchas pueden ser las razones, ya sea porque bus-car causas externas a nosotros mismos es un inútil mecanismo de defensa con el que nos liberamos de nuestras responsabilidades, ya sea porque esto no es cierto, no es cierto que el mundo de hoy sea post-cristiano, hasta el punto de que el cristianismo nada tenga que decir, como si fuéramos los últimos representantes de una especie en extinción. No, sucede lo contrario: el mundo hoy día es pre-cristiano, espera la venida de Cristo, necesita de Dios, busca la buena noticia, anhela escuchar que la muerte fue vencida. Cada época histórica está a la espera de Aquel que vino, que viene y que vendrá, pero, si hoy esta sociedad está como dominada obsesivamente por la idea de la muerte, sin sentido, en una cultura materialista como la cultura hodierna, nunca como hoy el hombre necesitó de la buena noticia, de la pascua de Jesús, del anuncio que la muerte ha sido vencida una vez por todas. En tal sentido, podemos y debemos creer y decir que el mundo de hoy es pre-cristiano. En un mundo post-cristiano no tendría sentido alguno hacer animación vocacional; en un mun-do pre-cristiano sí1. Por tanto un animador vocacional que se siente expresión de una cultura post-cristiana y cree que así están las cosas, por favor, que lo deje todo y que tome otro oficio, porque sin duda no podrá jamás anunciar la belleza de una vida totalmente dedicada al anuncio de Aquel que ha vencido a la muerte. Hacer animación vocacional quiere decir también descubrir en el corazón de cada hombre y cada mujer esta espera de Dios, también en aquellos que la ignoran y parecen desinteresados o niegan a Dios.

Otra disculpa o mecanismo de defensa típicamente “clerical”: la tendencia a acusar a los jóvenes como los únicos responsables de la crisis vocacional, decir que esta generación está perdida y me-

1 Cfr. sobre este tema del paso de lo post-cristiano a lo pre-cristiano a Cencini, Sacerdote y mundo de hoy. De lo post-cristiano a lo pre-cristiano, Cinisello B. 2010.

Amedeo Cencini

188

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 41: Cultura Vocacional - CELAM

lancólica, es incapaz de opciones grandes y valientes, mientras que por supuesto nosotros, los adultos, a su edad éramos lo contrario. Todos conocemos a la perfección los “clichés” que atribuyen a la condición juvenil los rasgos también intensos del desaliento, hasta el “nihilismo” extremo2 (el “invitado inquietante”, según la expresión de Nietzsche)3. Es claro que algunos jóvenes son, por ejemplo, incapaces de elegir, especialmente para siempre. Bueno, pero si son así, éste es un motivo más para que nosotros seamos formados específicamente en ayudarlos-provocarlos a tomar decisiones. Ésta es nuestra respon-sabilidad. La verdad es que sabemos y teorizamos menos, mucho menos, sobre nuestras responsabilidades como adultos, comenzando y permaneciendo en el tema, por el fenómeno de la fuga vocacional.

2. Fuga vocacional

La fuga vocacional, o sea la fuga de tantas agencias educativas y de tantos organismos pedagógicos de la tarea de la educación ju-venil, desde el Estado hasta a la escuela. No falta quien diga que la Iglesia también está abandonando este ministerio, con el agravante de que, lo reconocemos nosotros ahora, si hay fuga educativa hay también fuga vocacional, porque la vocación es parte de un camino educativo. Hasta el punto, me parece, que se puede decir que hoy en día la verdadera crisis vocacional no es de los llamados sino de los que llaman, de aquellos que se deberían entregar al ministerio de la llamada, como mediadores de la llamada única de Aquel que es el que eternamente llama. ¿Pero cuánto estamos dispuestos hoy a “invertir” en este ministerio? ¿Cuántos educadores, desde padres de familia hasta sacerdotes, desde personas consagradas hasta laicos comprometidos, o cualquier tipo de creyentes, han entendido que es imposible vivir bien su propia vocación si no se asume también la de los otros, que es un remedo de llamado aquel que no se siente responsable de la llamada de los otros y no hace todo lo posible por ponerse al lado del hermano menor para ayudarle a reconocer la voz del que llama y a decidirse a responderle? Diría, parafraseando el evangelio, que muchos son los llamados pero pocos los que llaman, y si son pocos los que llaman serán poquísimos los que puedan darse

2 “Están enfermos de nada”, me dijo un día un adolescente.3 Cf Galimberti, El huésped inquietante. El nihilismo y los jóvenes, Milán 2007.

Pedagogía de las vocaciones

189m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 42: Cultura Vocacional - CELAM

cuenta de la llamada y menos aún los que podrán responder y sabrán asumirla. En la Iglesia debe crecer cada vez más la conciencia de la cultura vocacional universal, es decir que cada uno es responsable de la vocación de los demás. En esto consiste la verdadera cultura vocacional.

Se halla, por tanto, la fuga del que huye (o está ausente) pero también la de quien no tiene el coraje de hacer la propuesta, aunque sea él mismo bueno, como tanta gente hoy que es buena, gracias a Dios, pero para ella sola, gente buena pero silenciosa, demasiado silenciosa, o tal vez poco convencida de la belleza de su propia vocación. Algunos sostienen que la mayoría de los presbíteros y de las personas consagradas jamás han hecho verdadera promoción vocacional.

Hay también otro tipo de fuga vocacional, menos visible teóri-camente, aquella del que está presente en la pastoral vocacional, que incluso hace propuestas, pero ante la primera negativa del joven se retira de buena manera, con mucha formalidad y cortesía, cerrando así su planteamiento y toda posibilidad educativa-vocacional, y de-mostrando al joven un interés equívoco. Un educador-acompañante inteligente no obra así; no sólo hace propuestas sino que ayuda al joven a “ser veraz” consigo mismo, a entender sus propias resistencias y rigideces, sus miedos y debilidades, en resumen, todo lo que frena las propuestas exigentes, como es por naturaleza todo lo que tiene que ver con un llamado vocacional. Este animador antes educa (o saca fuera la verdad), después forma (o propone una forma de vivir). Este educador también sigue el joven aún cuando parece manifestar una orientación distinta de aquella que él le ha propuesto. No se sabe cuántos jóvenes hemos perdido a causa de esta fuga de hecho; el documento del congreso vocacional europeo llama “abortos voca-cionales” a estos resultados de una lamentable actitud anti-educativa y anti-vocacional4.

4 OBRA PONTIFICIA PARA LAS VOCACIONES ECLESIÁSTICAS. Nuevas vocaciones para una nueva Europa. Documento final del congreso europeo sobre las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en Europa (mayo 5-10 : 1997). Ciudad del Vaticano: Editorial Vaticana, 1997, no.35a donde se habla de “hueco educativo”. En adelante el documento se citará NVNE y el número correspondiente.

Amedeo Cencini

190

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 43: Cultura Vocacional - CELAM

3. Urgencia vocacional

La urgencia es hija de la emergencia, típica de momentos en los que se tiene la sensación de que no hay tiempo que perder en las discusiones y los análisis, y de que se tiene que actuar y basta. Cuidado: “no siempre la urgencia lleva a resultados adecuados, so-bre todo convenientes. La urgencia, en la mayoría de los casos, no es amiga de la reflexión y de la ponderación; orienta sobre todo al hacer, a buscar soluciones provisorias, en lugar de abrir caminos que se proyecten al futuro, y a veces favorece la rehabilitación de modelos educativos – incluso cuestionados- del pasado”5. En nuestro caso la emergencia no permite crear cultura pacientemente ni empezar por las raíces de la crisis, donde está el problema.

Un ejemplo podría ser cierta manera mercantil de entender la animación vocacional, o de programar las llamadas fundaciones vo-cacionales, de fundar nuevas comunidades en lugares donde parece darse todavía algún florecimiento o “mercado vocacional” (¡terrible expresión!), es decir, para la supervivencia de nosotros y de nuestras instituciones y no fundamentalmente para el anuncio del evangelio6.

La supervivencia de nosotros y de nuestras instituciones no debe ser más importante que le anuncio del evangelio. No se puede

5 U. Sartorio, Cuestión educativa. Riesgos y urgencias. En: “Consagración y servicio”, 12 (2010), p. 33.

6 La expresión “fundación vocacional” la encontré escrita en una carta circular de una Superio-ra General, que anunciaba ingenuamente a su instituto el proyecto de abrir una comunidad fuera de Italia, en una nación donde había cierta disponibilidad vocacional por parte de los jóvenes, con la expresa intención de “encontrar vocaciones para sostener nuestras obras en Italia”. Probablemente esa Madre General no fue ni es la única en plantear esta lógica. La lógica normal, evangélica, sería que las vocaciones estuvieran al servicio del Reino y no al contrario. Vocaciones, por eso, que en muchos de estos casos, además son desenraizadas de modo radical de sus lugares de origen para llenar los vacíos de fuera y permitir a un instituto conservar abiertas determinadas comunidades y actividades. Aparte del riesgo (y del fracaso sustancial) de estos procederes (como la historia de estos últimos años nos lo documenta de manera abundante), lo que sorprende es la ausencia de cualquier pudor para plantear el proyecto en términos tan explícitos y con una motivación tan abiertamente contraria al ideal de la vida consagrada, que es sólo aquel de ir por el mundo a proclamar el evangelio, sin demasiada preocupación por ella misma y por su supervivencia. Las vo-caciones auténticas, para otra parte, son aquellas que surgen del testimonio convincente de quien vive su propia vocación, no de la angustia de quien teme su extinción y no teme, desafortunadamente, desilusionar y seducir (Cfr. A. Cencini, “Mirar hacia el futuro…” ¿Por qué todavía tiene sentido consagrarse a Dios?, Milán, 2010, p. 37).

Pedagogía de las vocaciones

191m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 44: Cultura Vocacional - CELAM

entender la animación vocacional, ni la fundación de nuevas comu-nidades, de forma mercantil.

La urgencia simplifica y banaliza, pretende resultados inmediatos y corre el riesgo de perder de vista lo esencial, produce en realidad un aumento y la acumulación de preocupaciones, no siempre se transforma en ocupación inteligente. A la larga, produce dentro de nosotros una angustia vocacional. Pero la angustia vocacional sólo produce angustia, no vocaciones.

4. Desafío vocacional

Estamos ante un punto verdaderamente neurálgico. Dejemos de una vez por todas el juego del pretexto de las responsabilidades (la culpa es del mundo post-moderno, de sus falsos modelos, o de la desmotivación de los educadores y de la superficialidad de los alumnos, o de la fragilidad de los jóvenes y de la inmadurez de los adultos, o de la incertidumbre de los superiores o de la incoherencia de tantos, demasiados, curas…), todo el mundo debe aceptar el desafío decisivo, aquel que lo remite a su propia responsabilidad, es decir, a su vocación y al modo de vivirla, al presente, como un creyente que cada día se descubre llamado, a una llamada siempre nueva, y por lo tanto también a una respuesta que sólo puede ser así mismo nueva, siempre más radical y generosa. En conclusión, el verdadero desafío del animador vocacional es su formación permanente. Sólo el que toma en serio su formación continua puede llegar a ser animador vocacional, porque sólo quien responde cada día a su llamada y la vive puede proponerla como algo vivo, fresco, nuevo, juvenil. Tam-bién es cierto lo contrario: hacer animación vocacional es encontrar en el ministerio, en este ministerio, una permanente ocasión para la formación personal.

Este punto es importante, porque una cosa es hacer animación vocacional (hablo principalmente, pero no exclusivamente, de pres-bíteros y de personas consagradas) porque la institución lo necesita; porque se me ha dado esta función; por motivos que siguen siendo extrínsecos a mi propia persona, y otra es hacer animación vocacional porque en ella, o en los caminos vocacionales que acompaño, yo encuentro constantemente al Señor que me sigue llamando, o porque

Amedeo Cencini

192

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 45: Cultura Vocacional - CELAM

es un estímulo que da razón de mi esperanza o como motivo siempre nuevo para mi vocación. Si la formación es permanente, también lo es la vocación, de por sí, nueva cada día. Comprender esto así significa vivir juntamente estas dos realidades, la animación vocacional y la formación permanente. Que son hijas del mismo período de reflexión eclesial, y que están conectadas entre sí. Por esto, invertir en ambas, en la animación vocacional y en la formación permanente, es una opción inteligente y eficaz, “económica” y provechosa.

5. Crisis vocacional

Se trata de la expresión quizás más usada, especialmente en determinados contextos. ¿Cómo entenderla más allá de las acusa-ciones habituales y de los prejuicios basados prevalentemente en cifras y referidos sólo a algunas vocaciones particulares? Existe una expresión del cardenal Scola, Patriarca de Venecia que, respondiendo a una pregunta sobre la tentación, hoy difundida, de abandonar la tarea educativa, dijo: “La desconfianza proviene de un hecho bien ilustrado por una afirmación de Peguy: ‘Las crisis de la enseñanza no son crisis de enseñanza; denuncian, representan, crisis de vida y son crisis de vida ellas mismas’. Pretendo decir –continúa el cardenal- que no existe nunca, estrictamente hablando, una crisis de educación, una crisis educativa, sino precisamente una crisis de vida: donde no hay vida adecuada, no se puede comunicar nada, no se puede enseñar nada a los jóvenes”7. Y ¿dónde no hay vida adecuada? La respuesta, una vez más: donde no hay atención a personal, o donde no hay formación permanente. Cuanto aquí se dice de la enseñanza y de la educación podemos aplicarlo con propiedad a la animación y la pastoral vocacional. De algún modo es como si el Patriarca dijera: el verdadero problema vocacional y educativo es el de las relaciones educativas, el de los estilos de vida que llevamos y que logramos proponer cómo vivibles y atractivos, el de los recorridos existenciales que señalamos con nuestro testimonio invitando a otros y conven-ciéndolos de unirse a nosotros, el de los significados y del sentido de la vida que el joven recoge de nuestro testimonio individual y sobre todo comunitario, colectivo.

7 Entrevista de S. Peraldo al Cardenal Scola, publicada en Il Biellese, 16 de mayo de 2009.

Pedagogía de las vocaciones

193m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 46: Cultura Vocacional - CELAM

En definitiva, si el desafío vocacional se dirige especialmente al individuo y a la fidelidad con que lleva adelante la propia formación permanente, la crisis educativa cuestiona el testimonio que hoy, par-ticularmente, el grupo debe ser capaz de dar. El testimonio de uno es siempre bueno y válido, pero si está uno solo para darlo, resulta casi una excepción; mientras que es el testimonio coherente de un grupo de personas, de una fraternidad, de una comunidad, lo que resulta convincente, especialmente para un joven.

En el fondo, la crisis vocacional señala un deterioro en la calidad del testimonio eclesial, comunitario, de los creyentes, de las fraterni-dades presbiterales y religiosas. Esto es preocupante, pero acoger el reclamo y la necesidad de este testimonio es un modo de recordarnos que hoy es la santidad comunitaria la que convence al mundo y de la cual el mundo, y la Iglesia, tienen necesidad. Piensen cómo será de hermoso un mañana (no inmediato pues no contamos todavía con la sensibilidad ni vivimos la espiritualidad realmente comunitaria nece-saria) dentro de pocos años (¿50?, ¿80?, ¿100?), en un bello y soleado domingo romano, cuando Benedicto XX, o Juan Pablo V, o Pablo X canonizará a una comunidad de sacerdotes o religiosos santos, y no sólo santos individuales, personas que se han santificado viviendo juntos, cada uno responsable del otro, compartiendo el límite y el deseo8. Será un gran y eficaz testimonio vocacional.

6. Riesgo vocacional

Siempre es un riesgo hacer animación vocacional, por esto es a menudo un riesgo que se evita. Existe el riesgo de involucrarse en una relación educativa, de auto-exponerse a los cuestionamientos del otro, de entrar de algún modo en su vida, en su mundo interior, de mostrar el propio mundo interior (a no ser que se entienda la animación vocacional en sentido mercantil), de mostrar la belleza de la propia vocación y por lo tanto la alegría personal de sentirse llamado y de vivir como llamado (ciertamente el “sheol” nunca ha atraído a nadie y si atrae a alguien ésta no sería una buena vocación). También se corre el riesgo de no ser escuchados, o el riesgo de una

8 Cf CENCINI, A. La Vida Fraterna: Comunión de Santos y Pecadores. Salamanca: Sígueme, 1999. 222 p. (Colección Nueva Alianza, No.148).

Amedeo Cencini

194

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 47: Cultura Vocacional - CELAM

respuesta que puede no darse, de un ascenso que puede ser negado, de una libertad que decida otra cosa. Esto quiere decir que la tarea vocacional implica trazos dramáticos, porque su éxito no está nunca asegurado de antemano. No está, pues, fuera de lugar o de tono hablar de «aventura vocacional».

El asunto más delicado y difícil de aplicar en la práctica, si mal no entiendo, es el equilibrio, de parte del educador vocacional, entre la libertad del otro que se ha de respetar y la fuerza de la propuesta que se ha de hacer. A menudo se han dado, y se siguen dando, al respecto desajustes y evasivas. Existe el educador demasiado educa-do que parece tener miedo de hacer propuestas vocacionales, pero también existe el tipo que se vuelve intruso y no se da cuenta de que hace presiones indebidas. Al respecto me parece útil recordar ahora los tres posibles niveles de relación educativa y también vocacional, en razón del tipo de propuesta hecha por el educador-formador.

6.1. La orden

La orden representa el primer nivel, con ella se pretende la observancia. Con acentuaciones más o menos perentorias, ordenar contiene la idea de someter a la propia voluntad, forzar, imponer, obligar, coaccionar, prevalecer, presionar. Aunque con grados diver-sos, la orden es un imperativo categórico porque no sólo no puede pasar inobservada toda vez que manifiesta una obligación, por lo que, de por sí, no permite la desobediencia. Como en caso de violación prevé las sanciones, inculca temor. Si es cumplida no necesariamente sugiere, menos aún, suscita el amor del que la cumple solamente por fuerza o para ser apreciado como observante. El que sea formado por este tipo de pedagogía desarrollará normalmente una conciencia rigurosa, con un más o menos fuerte sentido de la ley y un escaso nivel de convicciones personales. El problema es que se sentirá ur-gido a actuar sólo cuando está en presencia de una orden, o a hacer algo sólo porque se lo pide el otro en autoridad. Era también el caso de aquellos padres espirituales del pasado que decían al seminarista inseguro y débil: “Ve adelante, te lo digo yo”.

Pedagogía de las vocaciones

195m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 48: Cultura Vocacional - CELAM

6.2. La propuesta

La propuesta es el ofrecimiento de una posibilidad entre varias. Tiene el significado de exponer, señalar, indicar, mostrar, presentar una hipótesis, comparar... pero sin necesariamente tomar posición, siem-pre dejando al sujeto la total autonomía de juicio y de elección, aún más, cuidándose bien de influir demasiado o de orientar la elección. Cuanto mucho, el que hace propuestas deja ver su simpatía personal por la cosa propuesta, pero normalmente logra dar también algunas motivaciones, pero sin involucrarse particularmente, sin personalizar la propuesta misma y, a veces, sin decir toda la verdad de la propuesta hecha, o escondiendo algo, lo que parece meno atrayente9. Lo que ofrece es una oportunidad igual a las otras, mientras, en el fondo, está claro que la respuesta es opcional, queda al arbitrio del sujeto que puede incluso rechazarla, sin sanción alguna o con consecuencias mínimas o irrelevantes para la continuación de su vida. A lo sumo, un educador en este nivel hace invitaciones, más o menos motivadas cier-tamente, pero no va más allá. Está demasiado preocupado de respetar la libertad del joven o lo que él interpreta como libertad del joven.

Quien recibe este tipo de formación también podrá encontrarse con una conciencia vocacional desorientada, desprovista de un punto fuerte y seguro de referencia y perdida ante la cantidad de las indi-caciones propuestas, ubicadas todas en el mismo nivel, y sin haberse apropiado de ninguna. Se trata del cuadro trazado magistralmente por el documento vocacional europeo: “Cuando una cultura (o un estilo educativo) no define ya las supremas posibilidades de significado, o no logra crear convergencia alrededor de algunos valores como particularmente capaces de dar sentido a la vida, sino que pone todo en un mismo plano, cae toda posibilidad de elección proyectual y todo se vuelve indiferente y soso”10.

9 Hace algunos años, en preparación a un congreso vocacional en Italia sobre el tema de la virginidad y celibato, tuve que analizar lo que los Planes Vocacionales Diocesanos decían sobre este tema, y descubrí que ninguno de los 30 Planes consultados decía nada sobre un asunto tan importante. Si valor vocacional significa algo que tiene poder de atracción, el mensaje, implícito en estos 30 Planes vocacionales, es que la virginidad no es considerada un valor vocacional, como si fuera mejor no hablar de ella en el momento del acompaña-miento vocacional. Quien sólo hace propuestas no tiene el coraje de la verdad.

10 NVNE 11 a.

Amedeo Cencini

196

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 49: Cultura Vocacional - CELAM

Por tanto se debe prestar atención, hay una cierta manera inocua de hacer hoy propuestas vocacionales, sin fuerza provocante.

6.3. La llamada

La llamada, por el contrario, es una invitación que interpela. En la llamada, la orden se desvanece y la propuesta se intensifica hasta convertirse en llamada. Hacer una llamada significa hacerlo por el nombre, atraer la atención, invitar a acercarse, motivar el contacto, poner en cuestión el mundo interno de la persona. Contiene entonces una insinuación delicada gracias a la cual el interlocutor se siente provocado, cuestionado, atraído, tocado, fascinado. Al mismo tiempo la llamada y quien la hace no elude a nadie, no engaña y no esconde nada de la dificultad de la propuesta que hace, sino que muestra y de-muestra las razones precisas que hacen su mensaje apetecible, incluso preferible a otros, pero únicamente por el beneficio del mismo que lo recibe: es éste el bien que se propone y que desea ardientemente quien hace una llamada. La suya es una invitación completamente libre y desinteresada, pero con la pasión típica de quien está convencido de la bondad, la belleza y la verdad del mensaje, y logra transmitirlo con pasión. Él habla de algo que viene de su corazón; por esto no puede dejar de hablar al corazón de quien lo escucha: “cor ad cor loquitur”, como decía Newman.

Por un lado, entonces, nada tiene que ver con la adulación, la sugestión o la seducción, y del otro, tampoco tiene nada en común con la lógica, muy influyente hoy, de la nivelación de valores que serían todos iguales, de las opciones que se equivalen entre sí con tal que sea el individuo el que hace su elección. El creyente reconoce en la modalidad de la llamada el estilo del Espíritu Santo que actúa en la libertad y para favorecer la libertad de la conciencia creyente. “Dónde está el Espíritu allí está la libertad”. Aquella libertad verdadera, aquella que fundamenta también una conciencia vocacional madura.

Hay quien dice que hoy hemos perdido la capacidad y el coraje de hacer llamadas, a lo mejor sólo hacemos propuestas

Pedagogía de las vocaciones

197m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 50: Cultura Vocacional - CELAM

7. La alianza educativa

Ésta es quizás, ¿por qué no?, el verdadero secreto de la pastoral vocacional: recuperar la propia dignidad y el papel naturalmente central en conexión con los demás sectores de la pastoral, el juvenil y el de la familia, el de la liturgia, el de los ancianos y los enfermos. Provenimos de conceptos y hábitos pastorales que a menudo pare-cen asignar un papel subalterno a la pastoral vocacional, porque en realidad es el más joven entre los oficios y servicios pastorales, mu-chas veces no se sabe reconocer la centralidad natural de la misma pastoral de las vocaciones. Dice también el documento vocacional europeo que la pastoral vocacional es la perspectiva originaria y, al mismo tiempo, la base unitario-sintética de la pastoral general; aún más, llega a decir que esa es la vocación de la pastoral11. La razón de este papel central de la pastoral vocacional, que se debe reencontrar y alrededor del cual se debe construir la pastoral en general, se plantea de inmediato: debido a que cualquier acción de Iglesia, catequesis, administración de sacramentos, homilías, celebraciones litúrgicas, para-liturgias, etc. si no pone y no lleva a la persona a asumir su papel propio en la Iglesia o a responder al proyecto de Dios sobre su vida, no merece el nombre de cristiana. Lo que no es vocacional y no hace nacer en el corazón una pregunta vocacional no es cristiano. De ahí que sólo funcionará una pastoral que haya redescubierto su unidad alrededor del tema de la vocación, ya que “la vocación es el corazón vibrante de la unidad pastoral”12.

Entendamos que tenemos todo el interés de trabajar juntos, en una verdadera alianza vocacional. Sobre todo la pastoral familiar y la juvenil deben redescubrir su naturaleza radical y evidentemente vocacional. Se trata de sectores pastorales “condenados” a trabajar juntos, en una sinergia inteligente.

Esto implica que el trabajo vocacional “radical” y primario es con las familias. Si queremos vocaciones (de especial consagración, como se dice), debemos dedicarnos a las familias, lo que quiere decir formar para la vocación matrimonial, educar jóvenes, novios y

11 NVNE 26 b; g.12 NVNE 26 g.

Amedeo Cencini

198

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 51: Cultura Vocacional - CELAM

luego padres de familia para dar este sentido a la vida humana, para transmitir a sus hijos aquella que hemos llamado “lógica vocacional” de la vida, para crear la cultura vocacional, para ser ellos el primer ejemplo en este sentido, de generosidad, gratuidad, apertura a los otros y a los necesitados en particular, de sentido de responsabilidad y solidaridad, de sobriedad y simplicidad de vida, de coraje para enfrentar las dificultades, y de renuncia.. Después de todo, hablando en serio, ¿cuál es la vocación que hoy realmente está en crisis? ¿No es precisamente la vocación al matrimonio? En cualquier caso, en la Iglesia de Dios, o crecemos todos juntos o no crece ninguno, o crecen todas las vocaciones o todas las vocaciones están en crisis.

Decíamos antes que también la pastoral de los enfermos tiene una conexión natural con la pastoral vocacional, y no sólo porque el enfermo es invitado inmediatamente a ofrecer su enfermedad para las vocaciones de la Iglesia, sino porque la enfermedad, y también la suya, es en sí una vocación, y el enfermo tiene el derecho de recibir ayuda para descubrir y vivir su enfermedad como llamada de Dios, como la llamada de hoy.

8. La pedagogía vocacional

Estamos aquí ante la expresión que encierra, junto con la que veremos inmediatamente después (la pastoral vocacional) el sentido del tercer elemento constitutivo de la cultura vocacional. Un sentido que, de todas maneras, hemos anticipado y preparado con las siete expresiones de trasfondo vocacional que hemos comentado hasta ahora. Aquí, de todo lo que podemos decir sobre un argumento tan rico y complejo, indicaremos sólo aquello que es el principio fun-damental de la pedagogía vocacional, el punto de partida alrededor del cual todo educador-formador vocacional es llamado a construir su invitación-propuesta-llamada. A esto nos hemos referido cuando hemos hablado de la sensibilidad-espiritualidad vocacional, y se trata de esto: la vida es un bien recibido que tiende por propia naturaleza a convertirse en un bien donado. Es un principio muy simple, de fácil comprensión (tal como debe ser todo principio pedagógico), especialmente cierto para todo el mundo y que, por tanto, permite plantear de inmediato una propuesta vocacional, no sólo a unos pocos privilegiados sino a todos indistintamente. Este principio, si se

Pedagogía de las vocaciones

199m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 52: Cultura Vocacional - CELAM

entiende bien, es de una enorme pro-vocación en el ánimo del joven. Le hace sentir que dar su vida, él mismo, sus energías, no es cosa extraordinaria y eventual, sino el modo más normal y consecuencial de pensar su futuro, ya que la vida nos ha sido donada, y si nos fue donada, ella conserva intacta su naturaleza de regalo y pide enton-ces ser donada. Piensen cómo cambiaría la pastoral en general y la vocacional en particular si fuéramos realmente capaces de transmitir las verdades incuestionables de este principio, haciendo al mismo tiempo ver cómo el cristianismo, y en particular Jesús con su pascua de muerte y resurrección, son la perfecta realización de este principio.

Sería el inicio de la que podríamos llamar revolución vocacio-nal. Tal vez podemos añadir que se vuelve importante, siempre en el plano pedagógico, que el animador vocacional sepa interpretar correctamente su identidad y su función: la del sembrador, del acom-pañante, del educador vocacional y la de formador vocacional, sin hacer confusión.

Alrededor de este principio fundamental se trata de construir la propuesta o la llamada vocacional, con los siguientes dinamismos típicamente vocacionales.

8.1 Sembrar

Sembrar es el primer y fundamental verbo vocacional, particular-mente expresivo de lo que tenemos que hacer hoy: ¡sembrar, sembrar, sembrar! Sembramos la buena semilla de la vocación, no paramos de hacerlo. Porque hoy es el tiempo de sembrar, no necesariamente de cosechar.

• ¿Dónde? En cualquier lugar, de cualquier modo, en cada situación, en

cualquier corazón, en cualquier tiempo, y todo con el amplio gesto del sembrador del evangelio (Cfr. Mt 13), o sea, no sólo con los buenos, los que nos parecen mejor dispuestos, que ya tienen una buena orientación de vida, con los monaguillos, o alrededor del templo; sino también en sitios nuevos, donde no parece conveniente sembrar según la lógica humana y su pagana prudencia.

Amedeo Cencini

200

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 53: Cultura Vocacional - CELAM

• ¿Cuándo? Siempre, en cada fase de la vida, porque Dios sigue llamándonos

hasta el último día de la vida. Sembrar aun cuando esta semilla parezca la más pequeña, aun si no suscita en el joven un inme-diato consenso, aun si parece contradicha, desmentida y ahogada por otros proyectos, o sea vista y considerada con sospecha y miedo. El animador vocacional siembra siempre, porque sabe que en aquel momento pone en el corazón del joven algo que viene de Dios, y que tiene una fuerza misteriosa.

• ¿Qué? El sembrador vocacional debería sembrar siempre el kerigma

vocacional, aquella síntesis esencial del mensaje cristiano en la cual está concentrado el sentido vocacional de la vida, de la vida de todos:- Dios te ama y por esto te llama. - En esta llamada está escondida tu verdad (y también tu

felicitad).- Es una llamada a ser semejante al Hijo que, por amor, ha

dado su vida por todos.- También por ti, te ha salvado, lo que significa que te ha

hecho capaz –por amor- de hacer como él, de entregar tu vida por amor

- Esta es tu vocación, algo que solo tú podrás realizar.

8.2. Acompañar

El animador vocacional acompaña para indicar la presencia de Otra Persona, no para atraer a sí mismo. Acompaña para hacer oír y reconocer la voz de este Otro que llama y para pro-vocar la respuesta a su llamada. Por tanto este ministerio es muy humilde, tiene aquella humildad serena e inteligente que brota de la libertad en el Espíritu.

Acompañar no sólo significa esperar –más o menos pasivamente- al joven, permaneciendo en el templo, sino estar presente donde él vive su vida, done él busca el sentido de la vida, donde el encuentra frustración, donde la vida parece rechazarlo. En estos momentos la presencia de un hermano mayor es particularmente apreciada y podría ser el inicio de un itinerario vocacional.

Pedagogía de las vocaciones

201m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 54: Cultura Vocacional - CELAM

El acompañante no puede olvidar que se hace animación vocacional sólo por contagio, sólo con una catequesis vocacional sapiencial y “experiencial”, fruto de una experiencia siempre nueva y fresca, fruto de un deseo incontenible de compartir el don.

Tampoco puede olvidar que este itinerario está ya trazado: es el

camino de la pascua de Jesús, ¡via crucis et resurrectionis! No existe otro itinerario vocacional porque no hay otro itinerario cristiano.

8.3. Educar

El educador vocacional es sobre todo el que ayuda a sacar fuera la verdad del joven, de su yo (= e-ducere veritatem), de su historia, particularmente aquella que recuenta la propia vida como un bien, un bien inmerecido y sin medida, totalmente gratuito. Por supuesto que el educador es también el que provoca y ayuda a descubrir también la parte negativa del yo, que serían principalmente, desde el punto de vista vocacional, todas aquellas resistencias y miedos, estrabismos y miopías de percepción que impiden al joven captar esta realidad positiva, de reconocer el amor recibido, de gozar y disfrutar toda su excelencia. Que, al contrario, lo encierran en sí mismo, en la perpetua contemplación de su yo, puesto al centro de la vida, siempre a la búsqueda de signos de atención, de afecto, de valoración de su persona. ¿Cuándo hace una persona esto? Cuando no tiene libertad afectiva, o –más en particular- cuando no tiene las dos certezas fundamentales de la vida: la certeza de que yo he sido amado, y la certeza correspondiente de que soy capaz de amar. La vocación nace aquí, desde un punto de vista psicológico, cuando uno descubre el amor recibido. Hasta cuando no se desate esta sensación y tal sensación no se vuelva certeza, no se está todavía en un cami-no vocacional. De ahí que esta fase educativa merezca su tiempo, en el que no tendría mucho sentido hacer propuestas vocacionales concretas, porque serían débiles o se correría el riesgo de quemarlas o de exponerlas a una interpretación ambigua por parte del joven13. Éste no es todavía su momento.

13 Cf CENCINI, A. Me fio… luego decido. Educar en la confianza, para la elección vocacional, Madrid: 2010, p.75.

Amedeo Cencini

202

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 55: Cultura Vocacional - CELAM

Por esto cuidado con el tipo que no está en paz con su vida pasada, o que piensa que la vida no ha sido buena con él o que no ha recibido amor, pero que piensa en poder ofrecer su vida al Señor, con una actitud heroica, ésta no es vocación auténtica, porque no nace de la gratitud, de la gratitud por el amor recibido. Por tanto es una vocación débil.

Cuando, por el contrario, estalla la chispa de la percepción del don y de la gratitud, entonces, en este punto el animador vocacional se convierte en formador.

8.4. Formar

Otra fase pedagógica: el animador vocacional puede y debe tener el coraje de llegar gradualmente a hacer una propuesta y, luego, una llamada, en el sentido que le hemos dado antes. Es decir, pro-voca al joven a ser coherente, pasando de la gratitud a la gratuidad, del bien recibido al bien donado, de la fase de la adolescencia a la juvenil-adulta, de la pasividad a la actividad, de ser hijo a ser padre, de ser salvado a sentirse responsable de la salvación de los demás. Cualquiera que sea la elección vocacional que haga.

Es la “forma” de Jesús, del crucificado que da la vida; es la teopa-

tía vocacional, punto de llegada de cualquier itinerario vocacional, lo que lo verifica y lo que le imprime un claro punto de referencia. Mejor dicho, es lo que da verdad a la vida humana, la verdad de la cruz, porque la cruz es la verdad de la vida, su gramática y su dramática14.

Es, al mismo tiempo, lo que da felicidad y alegría al ser humano. El formador no debería tener duda o temor de recordar al joven que será feliz sólo si se da al máximo.

8.5. Discernir

No pretendo enfrentar un tema tan amplio en este contexto15. Solamente quisiera subrayar un elemento importante para un buen

14 Cf. CENCINI, A. La cruz, verdad de la vida. Búsqueda vocacional y experiencia de la cruz, Lima: 2003.

15 Cf. NVNE 37.

Pedagogía de las vocaciones

203m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 56: Cultura Vocacional - CELAM

discernimiento vocacional en relación con cuanto hemos dicho hasta ahora.

El punto sería este, la vocación auténtica, desde el punto de vista que hemos privilegiado en esta reflexión, es humilde, simple, agradecida, realista, llena de confianza, típica de quien puede decir: “Señor, tú has llenado mi vida de amor, me has amado tanto no sola-mente en esta vida, sino incluso antes, hasta el punto de preferirme a la no existencia. Yo soy tu pre-dilecto. Tu amor ha sido tan grande que me has amado también a través de personas limitadas. Ante esto, no tengo otra alternativa, no puedo hacer otra cosa: te dono mi vida, mi ser, mi corazón. Es el mínimo que puedo hacer. Con la certeza de que en cada caso mi don será siempre una cosa muy pequeña y pobre frente al don de tu amor.

Cuidado, por tanto, con los héroes, muchas veces los héroes de hoy son las víctimas de mañana.

9. La pastoral vocacional

La pastoral vocacional es la traducción de la pedagogía voca-cional en términos de animación y conducción de la comunidad de los creyentes. También aquí el planteamiento nos podría llevar lejos, por lo que me contento con indicar el principio inspirador de una inteligente pastoral vocacional, que es el siguiente: el camino voca-cional, que nace con el descubrimiento de la vocación personal y lleva a la decisión de seguirla, se identifica con el camino y con los caminos de la fe. En otras palabras, “la pastoral vocacional tiene las etapas fundamentales de un itinerario de fe”16. Esto no podría ser de otra manera, porque la opción vocacional, como hemos dicho aquí y allá, es ni más ni menos la expresión madura de la fe, representa su cumplimiento natural y consecuencial, su imprescindible resultado. No hay fe verdadera, no hay maduración de la fe, no hay forma adulta de creer, allí donde la fe no genera una decisión vocacional, ni allí donde tal decisión no crece ni se desarrolla con el tiempo.

Esto tiene, y debería tener, una notable repercusión en el modo de concebir y de programar la pastoral en general porque aquella de-

16 NVNE 28.

Amedeo Cencini

204

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 57: Cultura Vocacional - CELAM

bería ser mucho más vocacional de lo que ha sido hasta el momento presente, en todas sus expresiones. Como ya hemos dicho, hoy hay que “vocacionalizar” la pastoral, obrar de modo que toda expresión pastoral sea un llamado vocacional. Por otro lado, la promoción voca-cional no debe necesariamente parquearse en espacios autónomos y sueltos del resto de la pastoral, sino que “aprende” a moverse siempre entre los espacios normales de la pastoral cotidiana.

Especialmente en determinados espacios clásicos, previstos y ofrecidos a la comunidad, que son como los itinerarios de pastoral vo-cacional en los que todo creyente está involucrado, como la liturgia (y la oración, personal y comunitaria), la “koinonía” (experiencia de compartir y de fraternidad), la “diakonía” (servicio a los necesitados), la “martiría” (testimonio valiente del evangelio)17. Es claro que estos cuatro itinera-rios, en cuanto itinerarios creyentes, siempre deberían ser interpretados vocacionalmente. La mediación eclesial, sería la primera mediación.

Si en una comunidad creyente están efectivamente presentes estas cuatro realidades, allí se hace pastoral vocacional, o al menos se dan las condiciones para llevarla a cabo y permitir a todos encontrar su propio camino. Es la mediación pedagógica. Como un itinerario objetivo y subjetivo que permite el descubrimiento de la vocación particular de cada creyente.

Detrás de esta mediación hay otra, preciosa: lo que es objeti-vo, en el sentido de lo que es válido para todos, de hecho protege y asegura al sujeto; en otras palabras, donde se respetan las leyes objetivas del crecimiento (leyes adecuadas para todo el mundo), allí cada uno encontrará su modo propio de crecer. Esto sería la media-ción psicológica. Como dice el documento vocacional europeo: “la objetividad precede a la subjetividad, y el joven debe aprender a darle precedencia si realmente quiere encontrarse a sí mismo y aquello a lo que es llamado a ser. Es decir, que debe primero realizar lo que se pide a todos si pretende ser él mismo”18, de la misma manera, debe realizar primero lo que Dios pide a todo el mundo si quiere descubrir lo que Dios le pide particularmente a él.

17 NVNE 27-28.18 NVNE 28.

Pedagogía de las vocaciones

205m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 58: Cultura Vocacional - CELAM

10. La cultura vocacional

Hemos llegado al final de nuestro recorrido, que comencé con la propuesta de la idea de la cultura vocacional. Creo que ahora tene-mos una idea más clara, después de haber visto los tres componentes de la cultura en general (mentalidad, sensibilidad y práctica) y los correspondientes de la cultura de la vocación en particular (teología vocacional, espiritualidad vocacional y pedagogía vocacional).

Ahora estamos, por lo tanto, en mayor posibilidad de valorar si hoy en la Iglesia se da una cultura vocacional. Se trata de un análisis importante e indispensable. Porque sólo si hay una cultura vocacional se puede decir que se está creando ya una mentalidad, basada sobre una teología vocacional, sobre un modo unitario y coherente de ver, de parte de todos y en lo referente a todos, porque Dios llama a to-dos, todos son llamados y la iglesia es madre de todos y es madre de las vocaciones; todos tienen el derecho de ser ayudados a descubrir su vocación. La vocación no está nunca en función del individuo en particular sino para la salvación del mundo, para que cada uno se haga responsable de la salvación del otro. Ésta abarca toda la vida, cada instante, hasta la muerte. Justamente lo que siempre implica a todos es el deber de ayudar a los otros en este discernimiento.

Pero no sólo esto, debemos preguntarnos además si esta men-talidad teológica vocacional ha creado una sensibilidad espiritual vocacional, sea desde el punto de vista de la búsqueda individual de la propia vocación, sea desde el punto de vista de la ayuda que debe dar el uno al otro en su búsqueda. Pero el dato más importante de la sensibilidad espiritual vocacional es la evidencia con que cada uno debería sentir la llamada a darse como algo natural, lógico, per-fectamente humano y cristiano. ¿Estamos construyendo este tipo de sensibilidad en nuestras comunidades cristianas?

Finalmente, interroguémonos también sobre la coherencia con la que tratamos de traducir en recorridos accesibles a todos, de pe-dagogía pastoral vocacional, las mentalidades y la sensibilidad de las que hemos hablado. Si no existe una práctica habitual correspon-diente, todo lo que se adquiere mentalmente o lo que se convierte en convicción personal está en peligro de perderse, de convertirse

Amedeo Cencini

206

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 59: Cultura Vocacional - CELAM

en algo banal y estéril. Conviene que nos preguntemos si realmente nuestra pastoral ordinaria es de verdad vocacional, si las homilías, las celebraciones litúrgicas, las misas, los sacramentos, la catequesis, las celebraciones de la palabra hacen surgir en el corazón aquella pregunta estratégica que aquellos que oyeron a Pedro el día de Pen-tecostés sintieron nacer en el corazón, aún más, sintieron que se les traspasaba el corazón por las palabras de Pedro hasta el punto de preguntarse: “¿Y nosotros qué tenemos que hacer?”. He aquí lo que hace auténtica nuestra pastoral: encender la chispa vocacional, ayudar a todo creyente a escuchar la voz del Señor que siempre llama, que lo llama todos los días de su vida.

11. Hacia una revolución (vocacional)

El término revolución es inapropiado pero deliberadamente pro-vocador. Pienso que, si lo hacemos así, poco a poco iremos creando una cultura vocacional. Es decir, habremos preparado el terreno para que sea tierra buena, abonada, para la semilla de la vocación, para la semilla vocacional de todo creyente, de todo llamado. Ésta es la con-dición necesaria para lograr hoy una auténtica animación vocacional: crear cultura vocacional, como mentalidad-sensibilidad-modalidad de anuncio y de prácticas pastorales homogéneas y coordinadas, compartidas por todos, cada vez más eficaces y persuasivas.

Será como una revolución en la Iglesia: una revolución pacífica, fraternal, eclesial, que llevará a todos y a cada uno a vivir según el misterio de su propia llamada, oculta con Cristo en Dios y manifestada a través de la mediación de la Iglesia, cultivada en aquel terreno bueno que es la comunidad cristiana, donde todos serán indistintamente los llamados y los que llaman, dependiendo del puesto que cada uno ocupará en la misma comunidad.

Ahora bien, si se da esta cultura y esta revolución, de hecho, se podrán hacer las pro-vocaciones más radicales y audaces, que requieren una alto nivel de vida cristiana y de generosidad, y podre-mos estar seguros de que incluso aumentarán en cantidad y calidad las vocaciones que todos anhelamos, por las que existe en la Iglesia de hoy una gran preocupación: las vocaciones para el sacerdocio y para la vida consagrada, para la edificación de la iglesia.

Pedagogía de las vocaciones

207m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 60: Cultura Vocacional - CELAM
Page 61: Cultura Vocacional - CELAM

Elcultivodelavocaciónpresbiteralen el contexto actual

Elkin Álvarez Botero*

SumarioFruto del II Congreso Latinoamericano de Pasto-ral Vocacional (Costa Rica, 31 de enero al 5 de febrero de 2010) son las consideraciones que pre-senta este artículo en relación con la animación y seguimiento de las vocaciones al presbiterado. En primera instancia aparece una relación de las características comunes que, en los países de América Latina, se perciben en el panorama de la pastoral vocacional para el sacerdocio mi-nisterial: fortalezas y oportunidad, así como de-bilidades y amenazas. Partiendo de esta mirada, se refieren luego los desafíos y líneas de acción que pueden dirigir el sendero hacia un salto de calidad en la tarea de promover y acompañar las vocaciones al presbiterado. Para concluir, se describe la experiencia de los seminarios ambien-tales o seminarios parroquiales como una forma concreta de responder a las necesidades de las jurisdicciones eclesiásticas en cuanto se refiere al

* Sacerdote de la Diócesis de Sonsón-Rionegro, Colombia. Es Licen-ciado en teología Bíblica en la Universidad Gregoriana de Roma. Se ha desempaño como Rector del Seminario Nacional Cristo Sacerdote de la Ceja, Secretario local de la Nunciatura Apostólica en Colombia y actualmente Director del Departamento de Pastoral para los Ministerios Jerárquicos de la Conferencia Episcopal de Colombia. [email protected]

Medellín / vol. XXXVII / No. 146 / Abril - Junio (2011) / p. 209-228 - ISSN 0121-4977 / Bogotá-Colombia

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

209

Page 62: Cultura Vocacional - CELAM

cultivo de las vocaciones al sacerdocio que manifiestan jóvenes y adolescentes.

Palabras clave: Pastoral vocacional, Presbiterado, Promotores vocacionales, Seminarios ambientales, Vocación

Pastoral work for priestly vocations in the present

contextAbstractFruit of the 2nd Latin American Continental Congress on Vocations (Costa Rica, January 31 to February 5, 2010) are the considerations presented in this article regarding the animation and monitoring of vocations to the priesthood. The first part shows a list of common characteristics of the landscape of vocations to the priesthood in Latin American countries: strengths and opportunities, as well as weaknesses and threats. On this view, the second part relates the challenges and guideli-nes that can lead the path towards a qualitative leap in the task of promoting and accompanying vocations to the priesthood. In conclusion, the article describes the experience of environmental seminaries or seminaries in the parishes as a concrete way to answer to the needs of the ecclesiastical jurisdictions regarding the pastoral work for vocations to the priesthood of children and adolescents.

Key words: Pastoral work for vocations, Priesthood, Vo-cation promoters, Environmental seminaries, Vocationments of Rituals in its design based in three adjectives: “suitable, worthy and beautiful”, which are the subtitle of this article.

Elkin Álvarez Botero

210

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 63: Cultura Vocacional - CELAM

Introducción

El II Congreso Latinoamericano de Vocaciones, que tuvo lugar en Cartago (Costa Rica), entre el 31 de enero y el 5 de febrero de 2011, fue el marco propicio para una nueva reflexión sobre las vocaciones en América Latina y el Caribe, a la luz de las conclusiones de los

pastores de la Iglesia reunidos en Aparecida.

Además del compartir sobre el panorama vocacional general, la consideración del cultivo de las vocaciones al sacerdocio ministerial nos puso delante de los retos y desafíos que han de ser afrontados hoy a este propósito específico.

Las situaciones socio-culturales y la vivencia de la fe en nuestro continente exigen que nos detengamos sobre los fenómenos que han de tenerse en cuenta para que la promoción y el seguimiento de las vocaciones al sacerdocio sean realmente el inicio y el fundamento de una vida sacerdotal al servicio de la nueva evangelización.

Una primera mirada a la pastoral vocacional indica, en efecto, que, dadas los cambios sustanciales que caracterizan nuestra época, hoy no es posible partir únicamente de que los jóvenes manifiesten su deseo de ingresar al seminario o realizar acciones esporádicas (invitaciones en los colegios o en los grupos apostólicos) para reclutar jóvenes para el sacerdocio ministerial.

Por lo anterior, es oportuno ahondar tanto en las fortalezas como en las debilidades con las que se encuentra hoy la pastoral vocacional presbiteral en nuestro continente, de modo que sea posible establecer procesos y caminos que respondan adecuadamente a los desafíos de esta delicada misión eclesial.

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

211

Page 64: Cultura Vocacional - CELAM

A este propósito, uno de los talleres temáticos que tuvo lugar durante el mencionado Congreso en Costa Rica, bajo el título Pro-moción de la vocación sacerdotal en el mundo actual, se trazó los siguientes objetivos:

• Evidenciaralgunosrasgosdelaculturaactualqueincidenenla promoción y el seguimiento de las vocaciones al sacerdocio ministerial.

• Resaltarlasexigenciasydesafíosquehadeasumirhoylapastoralvocacional, en el ámbito específicamente sacerdotal.

• Compartiralgunasexperienciaseiniciativasdepromociónvoca-cional sacerdotal, que intentan responder a los retos planteados.

Así, este artículo presenta las conclusiones del taller en el que participaron cerca de 25 personas, entre sacerdotes, religiosos y laicos, directamente implicadas en la tarea de la promoción vocacional de los aspirantes al sacerdocio.

1. Carácter prioritario de la promoción vocacional al ministerio sacerdotal

La reciente beatificación del Papa Juan Pablo II ha suscitado en la Iglesia, además de una corriente generalizada de alegría y esperanza, una vuelta al precioso legado que este Pontífice nos dejó en su ense-ñanza. El tema vocacional aparece continuamente en sus mensajes, así como en los discursos y homilías que pronunció en sus numerosas visitas apostólicas. En el corazón del Beato Santo Padre hubo siempre un espacio privilegiado para las vocaciones, y, como fruto, la Iglesia puede encontrar en su Magisterio un itinerario seguro para el cultivo y seguimiento de los jóvenes llamados a la vida sacerdotal.

Precisamente, en un mensaje dirigido al III Congreso Continental de Vocaciones que tuvo lugar en Montreal en el año 2002 –sin de-trimento de la importancia de todos los llamados- nos indicó que…

“la promoción de las vocaciones al ministerio sacerdotal, mi-nisterio que es uno de los elementos constitutivos de la Iglesia (cf. Pastores dabo vobis, 16), adquiere un carácter totalmente prioritario. El Señor sigue llamando a numerosos jóvenes a este ministerio. Pero su voz es ahogada a menudo por otras llama-

Elkin Álvarez Botero

212

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 65: Cultura Vocacional - CELAM

das que lamentablemente distraen la mente de los jóvenes, y también por algunas ideas sobre el sacerdocio y el ministerio sacerdotal que no son conformes a la fe y a la tradición eclesial.Frente a esto, se siente la necesidad de una acción pastoral capilar, capaz de presentar esta vocación en su integridad y de ofrecer ayuda útil a los que el Señor invita: Vengan conmigo, y los haré pescadores de hombres (Mc 1, 17). Es necesario crear una atmósfera adecuada para esos jóvenes. Es indispensable que haya modelos elocuentes capaces de hacer que brillen ante sus ojos la grandeza y la sublimidad del sacerdocio ministerial, así como la felicidad profunda que se experimenta al entregarse totalmente a Cristo para servir a la Iglesia… Por todas estas razones, la promoción de condiciones favorables a la acogida positiva de una eventual llamada al sacerdocio constituye un deber urgente para todo el pueblo de Dios, especialmente para las autoridades eclesiásticas, los orga-nismos eclesiales y las asociaciones instituidas con ese fin. Al mismo tiempo, es necesario que el cultivo de las vocaciones al ministerio sacerdotal y la formación de los futuros sacerdotes se confíen a educadores dotados de las cualidades indispensables para un serio discernimiento y para el acompañamiento de los llamados durante su largo camino de formación”1.

Bajo la guía de esta exhortación profética del Beato Juan Pablo II, conviene acercarse a las situaciones que distinguen hoy la promoción vocacional al sacerdocio.

2. Fortalezas y oportunidades

• Segúnlorevelanalgunasestadísticas2, el número de candidatos al sacerdocio en los seminarios, después de un pronunciado descenso en la década de los 80, muestra signos de una recu-peración. Este indicio, aunque solamente es un dato numérico, ofrece una primera perspectiva alentadora.

1 JUAN PABLO II. Mensaje al III Congreso Continental sobre la pastoral de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. n. 3. 12 de abril de 2002.

2 Me refiero principalmente a las estadísticas de los seminarios en Colombia. Sin embargo, el leve aumento en el número de jóvenes que ingresan a los seminarios en los diversos países de América Latina y el Caribe al parecer ser una constante.

El cultivo de la vocación presbiteral en el contexto actual

213m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 66: Cultura Vocacional - CELAM

• Lasestructurasdepastoralvocacionaldenotanhoy,entérminosgenerales, características más acordes a las circunstancias ac-tuales. La mayoría de las jurisdicciones eclesiásticas cuentan con un promotor o encargado de las vocaciones y se han imple-mentado procedimientos para el acompañamiento y selección de los candidatos.

• Sehaforjadounaconcienciacrecientedelanecesidaddein-tegrar la promoción vocacional en la pastoral de conjunto. En la mayoría de los casos se ha asumido que existen ligámenes estrechos entre pastoral vocacional y pastoral juvenil, de modo que se procura crear vínculos entre ambas.

• Sehandiversificadolasiniciativasparaelcultivodelasvoca-ciones. Ya no se trata sólo de convivencias para candidatos, de conferencias en centros educativos o de campañas vocacionales en determinadas épocas del año. Han florecido otras formas y experiencias, tales como convivencias, encuentros, grupos parroquiales y equipos diocesanos.

• Losmediosdecomunicaciónylasnuevastecnologíasofrecenuna buena gama de posibilidades en el cultivo de las vocaciones al sacerdocio. De hecho, en varias diócesis se acude a estas herramientas bien para la difusión y la promoción, bien para el acompañamiento de los aspirantes a la vida sacerdotal.

• Unpositivopotencialsepuedehallarenlaspequeñascomuni-dades, grupos y experiencias que se fundamentan en el anuncio del kerigma y en procesos de iniciación cristiana, pues resultan ser ambientes favorables para el cultivo de las vocaciones al sacerdocio. En efecto, al momento de someter a análisis las condiciones de vida cristiana y las motivaciones con las que ingresan los candidatos a los seminarios, se percibe un mayor grado de madurez en los que provienen de las mencionadas realidades.

• Elrecursoalalectio divina en los grupos y en los procesos de acompañamiento ha aportado solidez a la tarea de la animación vocacional.

• Porcuantorespectaalospromotoresydirectosencargadosdelas vocaciones, han venido surgiendo experiencias importantes de formación y preparación para el ejercicio de su responsabi-lidad. Este hecho indica, así mismo, el deseo de atender a la problemática que entraña el cultivo de las vocaciones, incluyen-

Elkin Álvarez Botero

214

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 67: Cultura Vocacional - CELAM

do obviamente aquel específico para el sacerdocio ministerial, desde una reflexión profunda y sistemática.

3. Debilidades y amenazas3

Con todo, el trabajo de pastoral vocacional al sacerdocio minis-terial encuentra obstáculos. En primer lugar aparecen los que pro-vienen de las condiciones mismas de los candidatos o del ambiente en el que están inmersos:

• Lapercepcióndequelamadurezhumanadeloscandidatosescada vez más complicada.

• Porlogeneral,nilasfamilias,niloscolegios,nielambientecul-tural y, a veces, ni la realidad parroquial favorecen una respuesta vocacional.

• Lasmotivacionesdequienesmanifiestanintencióndeingresaral seminario siguen causando preocupaciones: ¿qué dejan los jóvenes de hoy al entrar en el seminario? ¿No será más bien que tratan de conseguirlo todo?

• Lamayorpartedenuestrasvocacionessondebarriosmarginadoso de estratos bajos. Surgen entonces preguntas: ¿por qué?, ¿qué los motiva?, ¿por qué no surgen casi vocaciones de los otros estratos?, ¿será sólo falta de presencia eclesial y de propuesta directa?

• Losantitestimoniosdesacerdotesdesestimulanamuchosjóve-nes inquietos vocacionalmente. En directa conexión con esta situación no se puede ignorar el menoscabo que ha sufrido la imagen de la Iglesia por cuenta de las gravísimas problemáticas, especialmente en materia afectiva, de algunos presbíteros y religiosos.

• Hayque tener presente, asímismo, la incidenciade las quepodrían llamarse otras ofertas religiosas y de sus ideas sobre el sacerdocio.

De otro lado, también se encuentran debilidades en las estruc-turas y procesos vocacionales:

3 Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA. No descuides el carisma que hay en ti (1Tim 4,14): Orientaciones y procedimientos en la formación afectiva de sacerdotes y religiosos. Bogotá, 2011. p. 17-18.

El cultivo de la vocación presbiteral en el contexto actual

215m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 68: Cultura Vocacional - CELAM

• Enalgunasdiócesistodavíanosesitúalapastoralvocacionalenel lugar que le corresponde.

• Enmuchoscasoslosprocesosvocacionalesadolecendeconti-nuidad, pues se dejan solamente a las iniciativas del promotor de turno, impidiendo, entre otras cosas, que se haga un verdadero seguimiento a los aspirantes.

• Deotrolado,algunospromotoresvocacionalespuedendedicarpoco tiempo a esta responsabilidad, ya que se les confían otros encargos a nivel diocesano y parroquial.

• Hacenfaltarecursos,herramientasymediosparalapromociónvocacional (financieros, materiales, locativos). Igual situación se verifica con relación a los instrumentos psicológicos que se recomiendan para una conveniente selección de los aspirantes al seminario.

• Seadviertequehaydesarticulaciónentreeltrabajodeanimaciónvocacional de la parroquia y el de la diócesis.

• Engeneral,seconstatapocaparticipacióndelpresbiterioenelacompañamiento y seguimiento de los aspirantes al sacerdocio. En la misma línea, en no pocas ocasiones se confía la selección de los aspirantes sólo al promotor4.

4. Desafíos y líneas de acción5

Después de haber tomado en consideración tanto las fortalezas como las debilidades que se perciben en la tarea vocacional dirigida a quienes manifiestan inquietud vocacional al presbiterado, surgen los desafíos y líneas de acción que aparecen a continuación orga-nizados en tres dimensiones: la pastoral vocacional en sí misma, el acompañamiento de los aspirantes y su selección.

4 Cfr. PRECONGRESO DE PASTORAL VOCACIONAL REGIÓN CENTRO AMÉRICA, MÉXI-CO Y EL CARIBE. La pastoral vocacional hoy, a la luz de Aparecida. Mayo de 2010. En: II CONGRESO LATINOAMERICANO DE VOCACIONES. Documento de trabajo. Bogotá: CELAM, 2010. p. 132-136.

5 Estas líneas de acción, al igual que algunas notas sobre la situación actual de la promoción vocacional, representan el fruto de la reflexión de los obispos colombianos reunidos en su LXXXVIII Asamblea Plenaria (8 al 12 de febrero de 2010). Si bien los obispos centraron su interés en la formación afectiva de los sacerdotes y religiosos, dedicaron buena parte de su trabajo a la consideración de la pastoral vocacional como fundamento de todo el proceso que lleva a la ordenación. Las conclusiones fueron publicadas: CONFERENCIA EPISCO-PAL DE COLOMBIA. No descuides el carisma que hay en ti (1Tim 4,14): Orientaciones y procedimientos en la formación afectiva de sacerdotes y religiosos. Bogotá: Conferencia, 2011. p. 17-22.

Elkin Álvarez Botero

216

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 69: Cultura Vocacional - CELAM

4.1 La pastoral vocacional en sí misma

• Seexigepensaryconcretaruntrabajovocacionalalargoplazo,serio y articulado con las demás áreas de la pastoral, especial-mente con la juvenil y la infantil. Desde esta perspectiva, la pastoral vocacional no ha de consistir sólo en algunas actividades para invitar a ingresar al seminario o a la comunidad religiosa, sino en un conjunto de estrategias y acciones, en un proceso guiado por objetivos, metas y pasos definidos, que cree un am-biente favorable para el cultivo y la maduración de la opción vocacional.

• Cuidarlaescogenciadelospromotoresvocacionales.• Atenderalapreparaciónespecíficadelospromotoresvocacio-

nales, para ello puede acudirse a los programas del ITEPAL y de otras instituciones.

• Fortalecertodavíamáseltrabajopastoralconlasfamilias,yaqueel ámbito y la influencia familiar son definitivos en la respuesta vocacional, así como en la madurez afectiva de los aspirantes.

• Organizar (donde no las haya) y fortalecer (las que están yaconformadas) las estructuras parroquiales de apoyo a la tarea vocacional, tales como comités parroquiales, grupos de oración, familias, etc.

• `Procurar,enlamedidadeloposible,quelosaspirantestenganla oportunidad de madurar su opción y de afianzar su vida espi-ritual en el seno de pequeñas comunidades. Los aspirantes que provienen de experiencias de iniciación cristiana en pequeñas comunidades, en términos generales, denotan una opción más madura y un sustrato más sólido para la continuación del proceso vocacional.

4.2. El acompañamiento

• Establecerprocesosdeacompañamientoqueverdaderamentebrinden elementos a los candidatos para integrar la personalidad.

• Losprogramasdepastoralvocacionaldebenarticularsealrede-dor de tres dimensiones: humano-afectiva, formación cristiana (kerigmática) y discernimiento vocacional específico.

• Conoceryeventualmenteorganizar laexperienciade los se-minarios ambientales u otras semejantes para el cultivo de las

El cultivo de la vocación presbiteral en el contexto actual

217m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 70: Cultura Vocacional - CELAM

vocaciones, especialmente de aquellas que se manifiestan a edad muy temprana (adolescentes o niños).

• Diseñarsubsidiosparalapastoralvocacionalenlosqueseespe-cifique un itinerario para el acompañamiento y la selección de los aspirantes al sacerdocio y a la vida religiosa, que subrayen los temas prioritarios y describan cuáles han de ser los logros mínimos que ha de tener quien desea ingresar a la formación inicial.

• Favorecerlaparticipacióndirectadelosjóvenesaspirantesenlas actividades pastorales diocesanas y parroquiales.

4.3. Selección de los candidatos

• Enprimerlugar,noconvieneadmitirenelseminariocandidatosque no hayan hecho el proceso de seguimiento vocacional; hay que evitar las labores de pesca intempestiva, esto es, sin que me-die un atento y cuidadoso discernimiento de las características personales y de las motivaciones del candidato.

• Es conveniente y oportuno que la selección de quienes hande ingresar a la formación inicial la haga un grupo (obispo, formadores del seminario, párrocos y delegados de otras áreas de la pastoral) y que esta tarea no recaiga sólo en el promotor vocacional.

• Elprocesodeseguimiento,enordenalaseleccióndelosaspi-rantes, debe tender al conocimiento de los mismos en relación con: su capacidad para vivir el celibato castamente; cómo es su familia, su composición, sus problemas y sus conflictos; su capacidad de confiar en los demás y su aptitud para entrar en relación con ellos de manera sana y abierta; su manera de comu-nicarse (si es positiva y ponderada); el conocimiento que tenga de sí y la aceptación de su realidad personal; el manejo de los medios de comunicación, incluyendo el internet; el dominio de sí mismo al servicio de una justa autonomía personal; su vida moral, la integración de los valores y virtudes en su persona; su vida espiritual (que sea sana y equilibrada)6.

6 COMPAÑÍA DE LOS PADRES DE SAN SULPICIO. Por el Reino de los cielos: elementos de reflexión sobre la formación para el celibato sacerdotal. Bogotá, 2009. p. 65-66.

Elkin Álvarez Botero

218

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 71: Cultura Vocacional - CELAM

• Brindarespecialatenciónaloscasosdejóvenesquehayantenidoexperiencias fuertes de consumo de alcohol o de alucinógenos. • Sinoofrecengarantíasclarasparaeliniciodelprocesoesconveniente apartarlos del mismo.

• Nosedebeprivilegiarlacantidadsobrelacalidad, ni temer a apartar del proceso vocacional a quienes desde el primer mo-mento dan muestras de no poseer las cualidades necesarias para desarrollar un eventual ministerio.

• Favorecerlosencuentrosylacomunicaciónentrelosdiversosresponsables diocesanos de la pastoral vocacional, para que puedan compartir acerca de problemáticas comunes de su mi-sión, intercambiar subsidios para el trabajo y, eventualmente, dialogar sobre algunos jóvenes que ya hayan estado vinculados a un proceso de seguimiento.

5. Unaexperienciasignificativa:losseminariosambientales, parroquiales o semilleros vocacionales7

En reiteradas ocasiones, principalmente a partir de las conclu-siones de encuentros y congresos vocacionales, se ha insistido en la necesidad de un salto de calidad en la pastoral de las vocaciones, pasando del reclutamiento o de la propaganda a una animación y educación vocacional que se inspire en un método de acompaña-miento comprobado para poder prestar una ayuda apropiada a quien está en búsqueda8.

La pastoral vocacional constituye un proceso que ayuda al dis-cernimiento en el descubrimiento de la vocación humana y cristiana. El método de acompañamiento comprobado que debe estar a la base de la animación vocacional puede asumir distintas formas según lo exijan las situaciones sociales, culturales y religiosas de las diversas jurisdicciones eclesiásticas.

7 La experiencia de los seminarios ambientales o parroquiales, que ha sido organizada en diversas jurisdicciones eclesiásticas, fue compartida en el II Congreso de Vocaciones a partir de lo hecho en las Diócesis de Sonsón-Rionegro y en la Arquidiócesis de Barranquilla (Colombia). Las notas que aparecen en este artículo fueron recogidas durante la realización del taller al que se ha hecho referencia.

8 JUAN PABLO II. Discurso al Congreso europeo sobre las vocaciones sacerdotales y religiosas. 9 de mayo de 1997.

El cultivo de la vocación presbiteral en el contexto actual

219m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 72: Cultura Vocacional - CELAM

Concretamente, en muchas Iglesias particulares la continuidad o implementación de los seminarios menores, instituciones que en el pasado sirvieron eficazmente al cultivo inicial de las vocaciones al presbiterado, hoy resulta inviable. Las razones que se aducen son varias: el alto costo económico del sostenimiento de estas obras, la poca perseverancia de los seminaristas menores, la inconveniencia de separar a los aspirantes de sus familias desde tan temprana edad, etc.

De otro lado, la Iglesia considera que no se debe dejar de lado el cultivo y el acompañamiento de aquellos adolescentes que manifies-tan una inquietud vocacional desde los años del colegio (bachillerato).

La Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Dabo Vobis ya afirmaba que:

“la finalidad y la forma educativa específica del Seminario mayor exige que los candidatos al sacerdocio entren en él con alguna preparación previa. Esta preparación no creaba —al menos hasta hace algún decenio— problemas particulares, ya que los aspirantes provenían habitualmente de los seminarios menores y la vida cristiana de las comunidades eclesiales ofrecía con facilidad a todos indistintamente una discreta ins-trucción y educación cristiana. La situación en muchos lugares ha cambiado bastante. En efecto, se da una fuerte discrepancia entre el estilo de vida y la preparación básica, de los chicos, adolescentes y jóvenes —aunque sean cristianos e incluso comprometidos en la vida de la Iglesia—, por un lado, y, por otro, el estilo de vida del seminario y sus exigencias formativas. En este punto… pido que haya un período adecuado de pre-paración que preceda la formación del seminario: Es útil que haya un período de preparación humana, cristiana, intelectual y espiritual para los candidatos al seminario mayor (cf. Evangelii nuntiandi, 48)”9.

Conviene, pues, ayudar a niños, a adolescentes y a jóvenes a asumir su vida cristiana y a discernir su vocación, ofreciéndoles pro-

9 JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Dabo Vobis. n. 62: AAS 84 (1992).

Elkin Álvarez Botero

220

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 73: Cultura Vocacional - CELAM

cesos de formación inicial integral en su propio ambiente, como lo pide el Papa Juan Pablo II en la misma Pastores Dabo Vobis:

“Donde no se dé la posibilidad de tener el Seminario menor -necesario y muy útil en muchas regiones- es preciso crear otras instituciones, como podrían ser los grupos vocacionales para adolescentes y jóvenes. Aunque no sean permanentes, estos grupos podrán ofrecer en un ambiente comunitario, una guía sistemática para el análisis y crecimiento vocacional. Incluso viviendo en familia y frecuentando la comunidad cristiana que les ayude en su camino formativo, estos muchachos y estos jóvenes no deben ser dejados solos. Ellos tienen necesidad de un grupo o de una comunidad de referencia en la que apoyarse para seguir el itinerario vocacional concreto que el don del Espíritu Santo ha comenzado en ellos”10.

Desde esta invitación del Santo Padre, los seminarios ambien-tales, los seminarios parroquiales o los semilleros vocacionales res-ponden a la necesidad de iniciar en las Iglesias particulares procesos de pastoral vocacional que despierten y animen la inquietud por el ministerio sacerdotal en niños, adolescentes y jóvenes; de igual manera, responde a la necesidad de brindar espacios de formación inicial integral a quienes sienten el deseo de consagrar su vida a Dios en la vida sacerdotal11.

Así, a través de experiencias parroquiales, vicariales y diocesanas se busca actuar sobre la dimensión humana y espiritual del joven, ayudándole a dar razón de su fe e iniciándolo en el apostolado, de manera tal que asuma su compromiso bautismal, configurándose con Cristo y proporcionándole los elementos suficientes para tomar una decisión vocacional consciente y libre12.

10 JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Dabo Vobis. n. 64: AAS 84 (1992).

11 Cfr. DIÓCESIS DE SONSÓN-RIONEGRO. El Seminario menor San Alberto Magno. Publi-cado en el sitio del Seminario Diocesano Nuestra Señora: http://www.seminariodns.org/seminariosam.html

12 Cfr. ARQUIDIÓCESIS DE BARRANQUILLA. Manual del Seminario Menor Parroquial. Ba-rranquilla, 2005. p. 1.

El cultivo de la vocación presbiteral en el contexto actual

221m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 74: Cultura Vocacional - CELAM

Para alcanzar los propósitos que persiguen, los seminarios am-bientales deben tener una organización definida y sólida: procesos de admisión y de seguimiento, propósitos claros, contenidos formativos establecidos, programación de actividades, horarios, equipo de for-madores, etc. En línea general, no debe dejarse algún elemento a la improvisación, corriendo el riesgo de que el seminario se convierta simplemente en un grupo de adolescentes con aspiraciones sacerdo-tales sin un derrotero claro y seguro. Conviene que nos detengamos en algunos de estos aspectos.

5.1. Estructura de los seminarios ambientales y admisión de los seminaristas

La estructura de los seminarios ambientales varía según las con-diciones y posibilidades de las Iglesias particulares.

En cuanto a la distribución de estas experiencias al interior de las jurisdicciones, la geografía territorial puede propiciar agrupaciones de parroquias o centros de reunión de los aspirantes. En todo caso es oportuno que el seminario ambiental no se agote en la parroquia, sino que tenga una coordinación y organización diocesanas, en las que se prevean también encuentros a nivel vicarial (de arciprestazgo) y de la Iglesia particular.

Para la admisión de los jóvenes o adolescentes, conviene tener en cuenta la edad o el grado académico, con el fin de establecer, desde esta etapa, pasos y procesos de crecimiento. La experiencia en la diócesis colombiana de Sonsón-Rionegro establece, por ejemplo, dos grupos que son llamados semilleros, teniendo en cuenta el grado de educación formal que cursan: desde quinto a séptimo grado el primer semillero y desde octavo a undécimo grado el segundo. En el caso de la Arquidiócesis de Barranquilla, se ha estructurado un proceso con una duración de dos años, que comienza sólo en los últimos años del bachillerato (noveno o décimo)13.

En cuanto a los criterios de admisión, para ingresar al seminario menor no se requiere una absoluta certeza del llamado vocacional.

13 Ibid. p. 9.

Elkin Álvarez Botero

222

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 75: Cultura Vocacional - CELAM

Puesto que es un espacio de discernimiento vocacional es posible encontrar entre los alumnos quienes tienden abiertamente hacia el sacerdocio, quienes lo admiten como posible; quienes, finalmente, se manifiestan vacilantes y dudosos con relación a su vocación, pero están bien dotados y no eliminan toda esperanza de poder llegar al sacerdocio14.

El ingreso de un aspirante al seminario parroquial o ambiental debe ser un acto en el que se enfatice la seriedad que entraña la vin-culación al itinerario formativo, en razón de la inquietud vocacional que se ha manifestado. Para garantizar lo anterior, conviene estable-cer modos para que los jóvenes y adolescentes soliciten la admisión expresando su deseo de discernir la vocación a la que Dios los llama y para que, una vez admitidos, se proceda a la matrícula15.

5.2. Actividades

La mayoría de las experiencias de seminarios ambientales se articulan en torno a encuentros periódicos; además de ellos se pro-graman otras actividades de índole formativa o pastoral tales como convivencias, retiros espirituales, visitas a las familias, prácticas apostólicas en las parroquias, misiones, encuentros con otros grupos de la parroquia o diocesanos, visitas al seminario de la jurisdicción, reuniones con el obispo.

Por ejemplo, en la Arquidiócesis de Barranquilla, el seminario menor parroquial prevé que la experiencia se desarrolle a través de:

• Encuentrossemanalesencadaparroquia.• Encuentroscadadosmesesporvicaríasoarciprestazgos.• Retiroespiritualdesemanasantaparatodoslosmiembrosdel

seminario.• Misionesdesemanasantaydenavidadenlasrespectivaspa-

rroquias.

14 CONCILIO VATICANO II. Decreto Optatam Totius. n. 5.15 Existen algunas herramientas y formas que sirven para el proceso de admisión y de matrícula.

En algunos países, de acuerdo a las legislaciones civiles vigentes, tratándose de menores de edad, es necesario solicitar la autorización de los padres para que estén vinculados a la institución del seminario ambiental y puedan realizar en ella las actividades programadas.

El cultivo de la vocación presbiteral en el contexto actual

223m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 76: Cultura Vocacional - CELAM

En todo caso, las actividades que se programen, ojalá con creatividad, deben tender a los fines propios de la experiencia: el crecimiento humano y espiritual de los jóvenes, así como el discer-nimiento de la vocación hacia el sacerdocio. Los responsables de los seminarios ambientales han de procurar que todo confluya para que los aspirantes conozcan las implicaciones del llamado y se entusias-men en el seguimiento del Señor.

5.3. Compromisos de los aspirantes

Como ha sido mencionado más arriba, los seminarios ambienta-les deben suscitar en quienes han sentido la inquietud vocacional un inicial compromiso de discernimiento de este llamado aprovechando los medios que la institución les ofrece.

Es importante, por tanto, que los responsables de estas experien-cias sean explícitos y soliciten una adhesión fiel de los aspirantes al proyecto de su formación en esta etapa y también a la disciplina que el mismo entraña en cuanto se refiere a horarios, asistencia, procesos evaluativos, tareas encomendadas, etc.

Las experiencias compartidas en el taller al que venimos alu-diendo hicieron alusión a algunos de estos compromisos:

• Fomentarensusfamiliasunasrelacionescordiales.• Acogerdebuenánimolasorientacionesde lasdirectivasdel

seminario menor parroquial.• Asistirpuntualmentealasactividadesprogramadasanivelparro-

quial, decanal, vicarial y diocesano. En caso de grave dificultad, debe enviarse excusa escrita.

• Cultivarlasvirtudesdelahonradezylajusticia.• Formarseenlasnormasbásicasdeurbanidad.• Llevarunavidamoraldignayacordeconlacondicióndeun

aspirante al sacerdocio, así se esté apenas en una etapa de dis-cernimiento.

• Observarunabuenapresentaciónpersonal.• Practicaralgúndeporte,fomentandoasílasaludylafortaleza

corporal.• Estableceramistadessanas,abiertasysinceras.

Elkin Álvarez Botero

224

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 77: Cultura Vocacional - CELAM

• Promoverydesarrollarlascualidadesartísticas,lostalentosylascapacidades, sabiendo que son don de Dios para los demás.

• AcudirfrecuentementealagraciaqueDiosnosregalaatravésdelos sacramentos, especialmente a la Eucaristía y a la confesión.

• Iniciarunitinerariodedirecciónespiritualconunsacerdote,paradialogar con él acerca de los progresos y de las dificultades en la vida cristiana.

• LeerymeditarconfrecuencialaPalabradeDios.• Practicarlaoraciónvocalomental,comomediodeunióncon

Dios.• Acogera lamaternalproteccióndeMaría,sobre todoconla

recitación del santo rosario.• Asumirconseriedadyconsagración la formaciónacadémica

que recibe en el seminario menor.• Esforzarseenfortalecerelhábitodelectura,noconformándose

sólo con lo que le exigen en el colegio.• Desarrollarunapostoladoconcretoenlaparroquia,participan-

do de manera especial en las actividades que se realicen en su sector o en su barrio16.

5.4. El equipo de responsables

Particular atención ha de ponerse al equipo de responsables. El primero, sin duda, es el obispo, a quien compete el deber de pro-mover y coordinar las iniciativas vocacionales en su diócesis. Pero también es oportuno el nombramiento de un rector que tenga bajo su responsabilidad la coordinación integral de la experiencia o de las modalidades de la misma.

Correspondería al rector:

• Coordinartodolosprocesosdelainstitución.• Animarlacreacióndepequeñosgruposdeadolescentesyjó-

venes que manifiestan inquietud vocacional para el sacerdocio ministerial.

• Dirigir lasactividadesdirigidasa lapromocióndelseminarioambiental y a la escogencia de los aspirantes que pueden ingresar en él.

16 ARQUIDIÓCESIS DE BARRANQUILLA. Ibid. p. 11-12.

El cultivo de la vocación presbiteral en el contexto actual

225m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 78: Cultura Vocacional - CELAM

• Coordinarlasactividadesvicarialesydiocesanasdeformación.• Conocerlahistoriapersonalyfamiliardelosmiembrosdela

Institución, a través de los responsables de cada parroquia y de cada vicaría.

• Evaluar,conlosresponsablesparroquialesyvicariales,lamarchadel proceso y los logros obtenidos por los aspirantes.

• Presentar,cuandoseaelmomento,loscandidatosalseminariomayor.

Además, es pertinente que acompañe al rector un equipo dio-cesano, ojalá conformado por sacerdotes, religiosos y laicos. Este equipo también impulsa la vida y la misión del seminario ambiental en todas las dimensiones, sin excluir una eventual participación de sus miembros en los procesos formativos de los jóvenes.

Para facilitar la coordinación, conviene, así mismo, que siempre haya un responsable del seminario ambiental en cada uno de los niveles (delegados vicariales, asesores parroquiales, etc.).

Las experiencias compartidas sugirieron estrategias para difun-dir los seminarios ambientales y suscitar una corriente de apoyo a su misión desde todos los ángulos: la familia de los seminaristas, educadores amigos del seminario, grupos de apoyo espiritual, etc.; todos ellos, según su condición y sus funciones, pueden cooperar en la tarea formativa del seminario17.

5.5. Contenidos formativos

No existe una sistematización, por así decirlo, oficial de los contenidos que deban asumirse en los procesos formativos de los seminarios ambientales o parroquiales. Sin embargo, es muy impor-tante que los contenidos y la metodología de los encuentros sema-nales respondan a unos objetivos definidos, especialmente a partir de un análisis de la situación de los jóvenes y de los vacíos que se encuentren en su formación cristiana.

Dada la positiva experiencia de las vocaciones que surgen en las pequeñas comunidades, algunos seminarios ambientales asumen un

17 DIÓCESIS DE SONSÓN-RIONEGRO. Ibid.

Elkin Álvarez Botero

226

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 79: Cultura Vocacional - CELAM

proceso de anuncio kerigmático o de iniciación cristiana, apuntando a la vivencia de un discipulado cristiano firme; otros se concentran en la formación humana, queriendo dejar bases y aptitudes para las posteriores etapas de la formación; en fin, otros hacen énfasis en contenidos catequéticos, queriendo asegurar una recta concepción de la fe católica en los aspirantes.

En efecto, si el seminario ambiental debe asegurar los cimientos para una eventual formación hacia el sacerdocio en el seminario ma-yor, así como lo piden reiteradamente los documentos de la Iglesia18, debe ofrecer una formación integral que atienda a lo fundamental y básico.

Por ello, la mayoría de las experiencias a este propósito diseña un proceso que articula los aspectos básicos de las cuatro dimensio-nes de la formación presbiteral, obviamente pensando en jóvenes o adolescentes que apenas comienzan un camino de respuesta a la vocación. Por ejemplo, la Arquidiócesis de Barranquilla trabaja en torno a la formación humana, la formación espiritual, la formación cristiana y la formación pastoral19.

Conclusión

El mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de oración por las vocaciones de este año aborda el tema Proponer las vocaciones en la Iglesia local. El Santo Padre dice: conviene que cada Iglesia local se haga cada vez más sensible y atenta a la pastoral vo-cacional, educando en los niveles familiar, parroquial y asociativo… Proponer las vocaciones en la Iglesia local significa tener la valentía de indicar, a través de una pastoral vocacional atenta y adecuada, este camino arduo del seguimiento de Cristo, que al estar colmado de sentido, es capaz de implicar toda la vida.

18 Véase especialmente: JUAN PABLO II. Pastores Dabo Vobis. n. 61-64. AAS 84 (1992). 19 Arquidiócesis de Barranquilla. Op. Cit. p. 9. A mi modo de ver, los seminarios ambientales

y parroquiales han trabajado en consolidar temarios de formación bien logrados. Se puede consultar las fuentes citadas o los sitios de internet de las diócesis donde aparecen buenos materiales: talleres, guías para el desarrollo de los contenidos, pautas evaluativas, sugerencias de actividades, modelos de inscripción y matrícula, etc.

El cultivo de la vocación presbiteral en el contexto actual

227m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 80: Cultura Vocacional - CELAM

Sin duda que las situaciones que hoy envuelven el cultivo de las vocaciones son complicadas y desafiantes, particularmente cuando se trata de la llamada a la vida presbiteral.

Sin embargo –como siempre lo hemos entendido y transmitido- un signo de la madurez de la Iglesia es la capacidad de cultivar las vocaciones. Si las situaciones actuales, complicadas y difíciles como han sido descritas, representan una especie de terreno árido y poco dispuesto para el cultivo de las vocaciones al sacerdocio ministerial, es necesario abonar y preparar con mayor empeño, entusiasmo y de-cisión el suelo, es decir, los ambientes en los que, sin lugar a dudas, Dios sigue pronunciando en los oídos de muchos: ven y sígueme.

A instancias de las invitaciones y directrices del Magisterio eclesial, se han venido consolidando experiencias positivas para la promoción y el acompañamiento de las vocaciones sacerdotales. Que el esfuerzo en la promoción y cuidado de las vocaciones, hecho en la unidad de la Iglesia y como servicio a la comunión20, fructifique en muchas otras iniciativas y experiencias para responder a los desafíos y retos que tiene hoy la pastoral vocacional presbiteral.

20 Cfr. BENEDICTO XVI. Mensaje para la Jornada Mundial de oración por las vocaciones 2011. Vaticano, 15 de noviembre de 2010.

Elkin Álvarez Botero

228

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 81: Cultura Vocacional - CELAM

Vocaciónymisiónde la Vida Consagrada en el contexto actual

Paulo Petry*

SumarioEl autor, que es el actual Presidente de la CLAR (Confederación Latinoamericana de Religiosos), comienza presentando el horizonte en el que se mueve hoy la vida religiosa en este Continente a la luz de la identidad de la misión de la vida religiosa consagrada: su pasión por el Reino, su defensa de la vida, su compromiso con los pobres, su solidaridad a toda prueba.

Señala luego las prioridades de la vida religiosa en América Latina y el Caribe, al comentar las ex-periencias de un hermano joven, de una hermana mayor y de un grupo de religiosos en la línea de la intercongregacionalidad a partir del Espíritu.

* Hermano de la Salle de nacionalidad Brasileña. Hizo estudios de especialización en Roma acerca de la espiritualidad, la pedagogía, la historia y el carisma de San Juan Bautista de La Salle, y luego en el Brasil adelantó cursos de Ciencias Religiosas, Pedagogía, Teología, Comunicación Social, hizo una maestría en Filosofía y un docto-rado en Ciencias. Actualmente es Presidente de la Confederación Latinoamericana de Religiosos – CLAR y Superior Provincial de La Provincia Lasallista de São Paulo. [email protected]

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

229

Medellín / vol. XXXVII / No. 146 / Abril - Junio (2011) / p. 229-248 - ISSN 0121-4977 / Bogotá-Colombia

Page 82: Cultura Vocacional - CELAM

Se detiene finalmente a comentar las experiencias de identidad y pertenencia en una reflexión bien lograda. Concluye con la presentación de la vida religiosa como un don y una tarea para la Iglesia y para la sociedad.

Palabras clave: Prioridades, vocación, misión, identidad, pertenencia, don, tarea.

Vocation and mission of consacrated life

in the present context

Abstract The author, who is the actual President of CLAR (Latin American Confederation of Religious), starts making a presentation on the horizon in which today religious life is part of this Continent in the light of identity of the mission of consecrated life: its passion for the Kingdom, its defense of life, its commitment with poor people and unconditional solidarity.

He points out the priorities of religious life in Latin America and the Caribbean he when discusses the expe-riences of a young brother, an eldest brother and a group of religious related with the inter-congregationality from the Spirit.

He finally discuses the experiences of identity and be-longing of a good reflection. The author concludes with the presentation of religious life as a gift and a task for the Church and the society.

Key words: Priorities, vocation, mission, identity, be-longing, gift, task.

Paulo Petry

230

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 83: Cultura Vocacional - CELAM

Al afirmar nuestra vocación y misión de consa gra-dos/as en el mundo de hoy, la gracia del Señor nos acompañe para vivir y testimoniar fielmente nuestra identidad, su luz nos ilumine para asumir con sabiduría la misión que el Señor nos regala,y

su amor nos aliente para continuar convocando la juventud al servicio del Reino.

I. Horizonte y prioridades

En medio a los grandes desafíos del mundo complejo y plural, de la realidad de Iglesia y de la Vida Religiosa Consagrada (VRC), la Palabra de Dios nos impulsa a avanzar con los “ojos fijos en Jesús” (Hb 12,2), movidos/as por el Espíritu que lo consagró y envió a anunciar la Buena Nueva (Lc 4,18). Hablar de la vocación a la Vida Religiosa en el contexto actual, presupone que nos acerquemos al tema a partir de la Identidad y de la Misión de la VRC. Provocados/as por una nube de testigos, reafirmamos nuestra identidad místico-profética y reavi-vamos la pasión por el Reino, defendiendo y promoviendo la vida, asumiendo la causa de los empobrecidos y construyendo relaciones humanas fraternas/sororales y solidarias. Es esta nuestra misión.

Así sumamos nuestra voz a la de la Conferencia de Religiosos/as de Brasil (CRB), y destacamos algunas de las prioridades de la VRC en América Latina (AL) y el Caribe que al mismo tiempo nos identifican y nos lanzan a la misión en la Iglesia y el mundo de hoy testimoniando esta vocación tan preciosa y actual. Esta son las prioridades:

1. Redescubrir el sentido profundo de la VRC, revitalizando la pasión por Jesús y su Reino mediante la escucha de la Palabra de Dios, la oración encarnada, la contemplación sapiencial de

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

231

Page 84: Cultura Vocacional - CELAM

la realidad, el compromiso discipular-misionero, la convivencia como hermanos y hermanas y la comunión con toda creación.

2. Avivar la dimensión profético-misionera de la VRC, actuando en las nuevas periferias y fronteras, intensificando la opción por los empobrecidos, y fortaleciendo el compromiso con las grandes causas sociales, económicas, políticas y ambientales.

3. Calificar las relaciones en la VRC y en su espacio de inserción, en diálogo con las diferencias personales, culturales, étnicas, religiosas, generacionales y de género.

4. Ampliar el diálogo con las nuevas generaciones en sus ilusiones e inquietudes, y buscar nuevas metodologías para la animación vocacional.

5. Profundizar el conocimiento de la realidad juvenil e intensificar la presencia y acción junto a las juventudes.

6. Buscar mayor levedad y agilidad institucional de la VRC y ampliar las fronteras congregacionales por medio de la intercongrega-cionalidad, del compartir el carisma con otras personas y grupos de redes.

Mirando estas prioridades de la VRC, tal como aparecen en el Plan Global de Acción de la CRB1, podemos decir que son prioridades que revelan el rostro de la Vida Religiosa (VR) en el contexto actual. Revelan algunos trazos importantes y típicos del ser consagrado/a en el día de hoy. Estas prioridades revelan el rostro de la VR no solo en un único país, sino en el de un continente. Leídas las prioridades, sin revelar los/as autores/as, tranquilamente se podría afirmar que estas son urgencias en prácticamente todo el continente y en El Caribe. Efectivamente, hoy nos sentimos llamados/as y desafiados/as a: a) redescubrir el sentido profundo de la VRC; b) avivar la dimensión profético-misionera de la VRC; c) calificar las relaciones en la VRC y en su espacio de inserción; d) ampliar el diálogo con las nuevas generaciones en sus ilusiones e inquietudes; e) profundizar el cono-cimiento de la realidad juvenil, y; f) buscar mayor levedad y agilidad institucional de la VRC y ampliar las fronteras congregacionales.

1 CRB NACIONAL. Plano Global de Ação – Triênio 2010-2012, Editora CRB Nacional, 2010, p. 5. El Plan Global presenta los objetivos, prioridades y líneas de acción de la VRC, revelando su voluntad e intención de ser una presencia significativa, una posibilidad de la presencia del Reino en el contexto actual.

Paulo Petry

232

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 85: Cultura Vocacional - CELAM

El lema de la semana teológica de la Conferencia Ecuatoriana de Religiosos/as (CER), realizada a comienzos de diciembre del 2010, en Quito: “Apasionados y apasionadas por Jesucristo… respondemos juntos a Dios donde la vida clama” recoge inquietudes y el mismo lema que la Vida Religiosa Consagrada ha profundizado en los últimos años en América Latina y el Caribe. Tal identidad, sintonía y sentido de pertenencia a la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos/as (CLAR), lo manifiestan las Conferencias Nacionales de Religiosos y Religiosas de distintos modos y expresiones. Esto se revela a través del lema y/o tema que cada conferencia va eligiendo para sus encuentros, asambleas u otros eventos. Así el “apasionados y apasionadas por Jesucristo…” en otra conferencia fue traducido por la idea de permanecer con los ojos fijos en Jesús, como lo hemos visto al comienzo. No importa “el punto a donde hemos llegado, seguros de responder al llamado de Dios, para trabajar en su obra, sigamos adelante” (Flp 3,16). He ahí la invitación a que muchos/as más jóvenes sigan respondiendo al llamado del Señor, para servirlo en la VRC hoy.

Recordamos que nuestra última Asamblea General de la CLAR2 constató el recorrido de Jesús de Nazareth desde el encuentro con la siro-fenicia hasta su transfiguración e insistió, en su relación con la Vida Consagrada de hoy, en cinco actitudes que incluso constituyen el tejido de nuestro Plan Trienal3: escucha, discernimiento, compasión, revitalización y transfiguración.

Pues bien, uno de los caminos más prometedores para esta relación con el Evangelio y con los momentos actuales de la Iglesia y del mundo es el de la inter-congregacionalidad y de la inter-institu-cionalidad. Un rasgo de la vocación de la VRC en el mundo de hoy es que somos partícipes de la construcción del Reino, no los dueños de la obra. Somos ministras y ministros, no el Mesías. Vivamente sen-timos que en el contexto actual necesitamos impulsar la comunión, la compasión, los lazos que unen y fortalecen la Vida Consagrada y esperamos, con la reflexión que aquí presentamos, sacar algunas

2 XVII Asamblea General de la CLAR, celebrada en Bogotá, Colombia, del 19 al 27 de junio del 2009. Esta asamblea, inspirada por el lema “Hacia una vida religiosa místico-profética que se revitaliza para da vida” propuso un horizonte inspirador que transita del encuentro de Jesús con la Sirofenicia (Mc 7,24-30) a la experiencia de la Transfiguración (Mc 9,2-10).

3 CLAR. Plan Global. Escuchemos a Dios donde la vida clama. Bogotá: CLAR, 2010, p. 11.

Vocación y misión de la Vida Consagrada en el contexto actual

233m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 86: Cultura Vocacional - CELAM

conclusiones, quizás algunas luces con miras a iluminar los diversos senderos latinoamericanos y caribeños por donde se mueve la VRC y la juventud capaz de abrazar el seguimiento de Jesucristo en estas tierras y en las misiones ad gentes.

La CLAR anima, coordina y representa la VRC en, de y desde AL y el Caribe4. Así mismo hablamos no solo a nombre de una presiden-cia y sí a nombre de Religiosas y Religiosos, Hermanas, Presbíteros y Hermanos como nosotros que vivimos en veinte y dos países de América Latina y El Caribe y allí participamos de las Conferencias Nacionales de Religiosos/as.

Por eso mismo, nos tomamos la libertad de hacer nuestras las palabras de algunos/as Religiosos y Religiosas cuando estos/as re-flexionan sobre la vocación de la VRC hoy, sobre nuestra Identidad y Misión de Consagrados/as en el contexto actual. Así, empezamos con las palabras de un joven Hermano, cuando habla de sus convicciones desde el Espíritu.

II. Convicciones sobre la Vocación de la VRC actual a partir del Espíritu

Nos dice, y quizás podamos repetir con el joven Hermano: “Con-sagrado a Dios y dispuesto a ser místico-profeta, llego a las siguientes convicciones que animarán mi vida de Hermano de ahora en adelante. Espero que el Espíritu me inspire y ayude a hacerlo con radicalidad”.

Convicciones:

1. El Espíritu está en la Comunidad y actúa también desde las bases.2. La vida en el Espíritu incluye ir hacia donde él nos empuja.3. El testimonio solo se consigue con radicalidad, y la radicalidad

con la vida en el Espíritu.4. El Espíritu nos invita a decirle NO a la explotación, a la injusticia,

a la opresión y a la exclusión del sistema neoliberal, para hallar nuevas respuestas para la transformación de nuestro mundo.

4 CLAR, Estatuto, Artículos 1 y 3. Editado por la CLAR, 2009, p. 6.

Paulo Petry

234

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 87: Cultura Vocacional - CELAM

5. El Espíritu violenta nuestras seguridades, nos llama a vivir de nuestro trabajo.

6. Una comunidad en el Espíritu discierne junta la voluntad de Dios, lejos de caprichos y deseos de poder.

7. Todos podemos perdonar en el Espíritu.8. El Espíritu nos motiva a re-descubrir y vivir las motivaciones que,

originalmente, nos dieron sentido.9. El Espíritu nos motiva a hacer lo que Dios hace: conmovernos

ante el sufrimiento y actuar en consecuencia, es decir, amando.

Como podemos ver, el joven Hermano Milton Calderón5, ha participado de la reflexión de la CLAR, presente en el Proyecto Seguir a Jesús – Lectura Orante del Nuevo Testamento (LONT)6. El proyecto LONT fue una iniciativa, asumida por el ETAP7 que intentó y logró animar la VRC en su contacto, apropiación y vivencia de la Palabra de Dios, en nuestro contexto actual.

Seguramente, los que se abren a la acción del Espíritu y logran hacer suyas algunas o todas las convicciones destacadas por este joven hermano, descubrirán y asumirán con mayor claridad y convicción los rasgos propios de la identidad y misión de la VC en el mundo de hoy. Abiertos/as a la acción del Espíritu, los/as jóvenes de nuestro conti-nente, sabrán oportunamente escoger el camino a seguir, percibirán el llamado del Señor de la Vida y la respuesta necesaria a este llamado.

III. Identidad y pertenencia

En seguida, para continuar nuestra reflexión sobre “la vocación de la VRC en el mundo de hoy”, buscamos apoyo en la Hermana Vilma Moreira8. Ella habló sobre la vocación a la VRC actual, habló

5 Hermano Milton Calderón, fsc (Fratres Scholarum Christianarum), ecuatoriano, es un joven del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas – conocidos también como Hermanos de La Salle.

6 CLAR y Conferencia de Religiosos de Colombia. Lectura Orante del Nuevo Testamento 3 – Espírito Santo. CMYK, 2009.

7 ETAP es el Equipo de Teólogos y Teólogas asesores de la Presidencia de la CLAR. Este equipo viene, hace años, ofreciendo su contribución a través de la Revista de la CLAR, en el sentido de animar la reflexión teológica de la VRC en América Latina y El Caribe.

8 Hermana Vilma Moreira, brasileña, pertenece a la Congregación de las Hijas de Jesús. Tiene una larga trayectoria en la VRC, tanto dentro de su congregación, cuanto en la CRB y en la CLAR. Integró el equipo de reflexión teológica de la CLAR y de la CRB por diversos períodos, además de integrar también Amerindia.

Vocación y misión de la Vida Consagrada en el contexto actual

235m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 88: Cultura Vocacional - CELAM

sobre la Identidad y la pertenencia a las jóvenes Hermanas de su con-gregación, y nos habla a nosotros/as hoy, aquí. Habla a todos/as los/as vocacionados/as, a los/as jóvenes que se preguntan honestamente sobre la propuesta de Dios para sus vidas. Así, al referirse a Identidad y Pertenencia, afirma que estos son elementos fundamentales en un proyecto de Consagración Religiosa, aspectos esenciales de la Vida Religiosa Consagrada hoy.

Sentido de pertenencia - Dice la Hermana Vilma: “Puedo afirmar que pertenezco objetiva, jurídica y afectivamente a una institución cuando ya tengo la clara percepción y seguridad interior de que mi identidad, mi yo, está bien dentro de un carisma, de que aquí está mi tesoro y la posibilidad de realizar mi propia identidad personal”. En seguida habla de los dos caminos, o sea, “De la Identidad a la Pertenencia” y “De la Pertenencia a la Identidad”, viviendo en todo la misión confiada y asumiéndola hoy.

1. De la Identidad a la Pertenencia

• Lapersonasedefineapartirdeloqueellaes,deloquedeseallegar a ser = identidad y de aquello a lo que se vincula = per-tenencia.

• Pertenecerquieredecir,entregarseenlibertadaalgo(la misión) o a alguien (el Señor que llama): don, entrega, comunión.

• Elsentidodeidentidadengendralapertenenciaafectivayefectivaa una familia religiosa (hermanas, hermanos, presbíteros, mixta).

• LaidentidadreligiosasedefinedesdelaMisión,desdeelCaris-ma, o sea, desde el modo de ser, de proceder, de orar, de vivir la relación, de practicar los votos, de anunciar a Jesús...

• SepuededecirqueelCarismaesmiyoynoalgoañadidoaél.Es la fuente de mi identidad como Hermana, como Hermano, como Presbítero. De ahí brota el sentido de pertenencia al Cuer-po: me entrego y pertenezco a los/las que comparten conmigo el mismo don del Espíritu (= nos pertenecemos los unos a los otros, nos pertenecemos las unas a las otras).

• La conciencia/sentido de identidad engendra el sentido depertenencia afectiva y efectiva del ser que se consagra o que es consagrado.

Paulo Petry

236

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 89: Cultura Vocacional - CELAM

2. De la Pertenencia a la Identidad

• LaHistoria,lasConstituciones,laTradición,elmododeserydeproceder de la Congregación, (estilo de vida, cultura congrega-cional...), la formación inicial y permanente deben llegar a ser parte de mi propio yo/nosotros/as.

• LaFormación inicialeselcaminopara llegarahacermía lahistoria de mi Congregación. Por eso es tan importante rezar y estudiar el Carisma, la vida del Fundador, de la Fundadora, la historia de la Congregación, con actitudes de profundo respeto, de veneración, de gratitud para con el Instituto que me revela mi identidad - quien soy yo y que estoy llamado/a a ser - y que lo hace gracias a las personas que me han precedido en el mismo camino carismático. Así, la pertenencia genera también identidad con relación a la historia pasada y al presente.

• LastradicionesyelestilodevidadelaCongregaciónsoncriteriosde fidelidad y de lectura para interpretar la propia Misión en el presente.

• ElsentidodepertenenciaalaCongregaciónesverdaderocuandorefleja la identificación con el carisma (identidad). Sólo podemos crecer en ella a partir de un amor concreto al carisma y al Ins-tituto, eso es, un afecto sincero a la realidad de nuestra familia religiosa tal como ella es, con estas personas y realidades en las que vivimos nuestra misión.

• Elcrecimientoenelsentidodepertenenciaayudaadescubrirya redescubrir continuamente la propia identidad.

• Lapertenenciapuedetambiénserinconsistente,yestosucedecuando su relación con la identidad es inadecuada (débil, frá-gil, sin entusiasmo...). La identidad sin pertenencia cae en el narcisismo o en el individualismo; la pertenencia sin identidad cae en la dependencia infantil, en la huída (fuga) de la propia responsabilidad y de la corresponsabilidad. De ahí la necesidad de preguntarnos a menudo por nuestro entusiasmo, por nuestro sentido de identidad y de pertenencia. De ahí la necesidad de buscar constantemente pasar más del “yo” para el “nosotros/as”, y así construir la identidad que nos conforma para la misión.

• Lascongregacionesnacencondeterminadosministeriosapos-tólicos, con una misión específica, fruto del Espíritu que no solo revela el rostro de Dios sino también las necesidades concretas

Vocación y misión de la Vida Consagrada en el contexto actual

237m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 90: Cultura Vocacional - CELAM

de la humanidad. Como VRC en el contexto actual, nuestra respuesta a estas necesidades constituye la “verificación o test” de la experiencia mística fundante.

La acción apostólica tiene también una función muy importante en el sentido de pertenencia. Es el modo concreto de enfocar y practi-car la misión a partir de una perspectiva comunitaria del carisma. La identidad se afirma cuando se torna operativa en un estilo apostólico comunitario. La misión da forma al sentido de pertenencia con la condición de que cada miembro:

• La viva y ejercite en nombre de la comunidad, enviado porella, para cumplir un mandato recibido de ella, y no la asume sencillamente a título personal.

• Aprendaaactuargraciasa lacomunidadycondeterminadoestilo comunitario, vinculado a ella, así tenga que actuar solo/a.

Así la misión nutre el sentido de pertenencia comunitaria y es también alimentada por él.

3. Algunos interrogantes y actitudes a partir de la pertenencia

Para los que asumimos y vivimos la VRC hoy, algunos interrogan-tes podrán ayudarnos a rever nuestra consagración, podrán ayudarnos a verificar si nuestro modo de vivir, si nuestra vida sigue siendo signo de vida y testigo de algo por lo que vale la pena invertir la existen-cia. Dicho con otras palabras, estos interrogantes nos cuestionan si somos de hecho agentes vocacionales creíbles, si somos promotores/as de vocaciones para el servicio del Reino de Dios aquí y ahora. Así, destacamos a seguir cuatro de estos interrogantes, y sugerimos igualmente cuatro ejercicios cortos que pretenden ayudarnos e esta reflexión sobre el ser consagrados/as:

1. ¿Qué significa para mí decir: “¿Soy una Hija de Jesús”? “¿Soy un Hermano de La Salle”? “¿Soy una Hermana Carmelita”? “¿Soy un Fraile Menor”? “¿Soy un/a…”?

2. ¿Cómo demuestro mi compromiso con el Cuerpo-Congregación, con la Orden?

3. ¿Siento que nos pertenecemos los unos a los otros? ¿Las unas a las otras? ¿Cómo lo demuestro? ¿Cómo lo comunico?

Paulo Petry

238

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 91: Cultura Vocacional - CELAM

4. Anotar lo que más me “resuene” en este momento: cuestiona-mientos, deseos, llamadas, esperanzas...

5. Agradecer el don de la identidad y de la pertenencia: “Soy/somos Hermanos, Hermanas, Presbíteros, pertenecientes a una determinada congregación”.

6. Agradecer nuestra historia congregacional con sus luces y som-bras... la santidad de nuestro Padre Fundador, de nuestra Madre Fundadora que nos invita a buscar la santidad en el hoy, aquí y ahora de nuestro mundo (tercer milenio, 2011...).

7. Anotar en qué consiste esa llamada a la santidad en este momento concreto, a partir de las conclusiones del II Congreso Continental Latinoamericano de Vocaciones.

Sea cual fuere el grado de pertenencia, estamos siempre llama-dos/as a “llegar a ser verdaderos/as religiosos/as”. Resaltamos aquí unas pocas cualidades/actitudes necesarias para comenzar a per-tenecer – en los procesos de la Pastoral Vocacional, para continuar perteneciendo – durante todo el proceso de la formación una de la VRC, para construir la identidad del ser religioso/a en el mundo de hoy. Para ser Religioso/a y pertenecer a la VRC actual el/la joven tendría que tener la capacidad de:

• Saberconstruirrelacioneshumanas,ysersujetoaptoaconviviren comunidad.

• Manifestarlapertenenciaactiva,expresadaatravésdelamisiónasumida con pasión, entrega, donación sin reservas.

• SentirqueelllamamientoselorecibedelSeñordelaVida.Lapertenencia al Dios Uno y Trino es la fuente de toda vocación: somos llamados/as a ser hijos/as y hermanos/as, miembros de la familia de Dios.

• Reconocerquelapaternidad/maternidaddeDioseslacasa,elútero de la madre, la tierra prometida que nos acoge a todos/as, dentro de la cual vivimos, la que nos nutre y fortalece, la que genera igualdad entre hermanos/as mas allá de todas las diferencias. Es el verdadero manantial de toda vocación, perte-nencia, identidad y misión de la VRC hoy. Es un “formar parte” del mismo Dios, como pasión de amor y de filiación que se hace fraternidad y sororidad universal. Porque pertenecemos al Señor nos pertenecemos unos a otros, unas a otras.

Vocación y misión de la Vida Consagrada en el contexto actual

239m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 92: Cultura Vocacional - CELAM

• Percibirquelacomunidadreligiosa,laVRChoy,debesiempresersigno más de esta pertenencia, de la relación radical y universal entre todos los seres humanos, y de la relación entre los seres humanos y toda la creación.

• Asumirnuestravocación,pertenencia,identidadymisióncomodones que vienen de Dios y deben volver para Él, manantial y meta de todo.

Mirando la vocación de VRC actual, su Identidad y Misión, es necesario recordar que Dios no es el Dios de nuestras congregaciones (un dios que hemos hecho a nuestra imagen y semejanza), sino que son nuestras congregaciones las que son de Dios, del Dios de Jesús. No es el Evangelio el que debe estar al servicio de la VRC sino que es la VRC la que debe estar al servicio del Evangelio. Desde todo ello cambian totalmente nuestros horizontes y perspectivas de caminos de espiritualidad y misión en el presente.

Si queremos continuar la misión de Jesús anunciando el Reino de Dios y el Dios del Reino, tenemos de aceptar ser contraculturales, distintos/as, pequeños/as, limitados/as9... para ser evangélicamente eficaces. Se trata de aceptar vivir desde otro estilo y medida. Sólo así podremos llegar a ser encarnadamente contemplativos/as en la acción (misión), en la liberación, en la contradicción y en la crucifixión de nuestros pueblos, para llegar con ellos a la resurrección. Así ayuda-remos a que la Utopía se haga poco a poco Topía e ilumine nuestros caminos hacia la Luz.

IV. VRC, don para la Iglesia y la sociedad

Después de acompañar la reflexión de dos Conferencias Nacio-nales de Religiosos/as, las reflexiones de un joven Hermano y la de una Hermana ya mayor, ahora permanezcamos atentos/as a lo que nos dice un grupo de doscientos Religiosas/os que han participado del III Simposio del Instituto Teológico de Vida Religiosa, celebrado

9 Esta cuestión (la cuestión de en la VRC hoy ser pocos, pequeños y pobres) es profundizada por Antonio Gerardo Fidalgo, CSsR, en su artículo “En camino hacia donde el amor nos lleve”, que el autor publicó en “Aportes de la VR a la Teología Latinoamericana y del Caribe. Hacia el Futuro – Memorias del Congreso CLAR 50 Años” – Colección Mística y Profecía – Departamento de Publicaciones de la CLAR, 2009, pp. 293-350.

Paulo Petry

240

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 93: Cultura Vocacional - CELAM

recientemente en Madrid10. Al mirar la VRC hoy como “Don para la Iglesia y la sociedad”, en espíritu de plegaria fraterna y diálogo, este grupo ha podido percibir los horizontes de luz y de esperanza, que le ayudó a narrar la fraternidad que caracteriza e identifica la VRC en el mundo de hoy. Lo que sigue fue sacado y adaptado de la declaración final de este simposio, que lleva el sugestivo título “Narrar la Frater-nidad en Nuestro Tiempo”. Aquí se utiliza el lenguaje inclusivo, ya que lo que se dice en las conclusiones de este III Simposio del ITVR, perfectamente se puede aplicar (salvo raras excepciones) tanto a la Vida Religiosa masculina cuanto a la femenina. Creemos ser esta la vocación, la identidad y la misión de la VRC hoy en América Latina y el Caribe, tanto cuanto en todo el mundo: “Narrar la Fraternidad (y la Sororidad) en Nuestro Tiempo”. Jesús, “el primero de una multitud de hermanos” (Rm 8,29), nos llama y nos envía a “anunciar el Reino de Dios y a curar a los enfermos” (Lc 9,2). Como religiosos y religiosas, queremos narrar la fraternidad y sororidad en nuestro tiempo teniendo en cuenta las siguientes convicciones.

1. Buscadores/as de Dios

Nos sentimos llamados/as a ser “buscadores/as de Dios” (cf. Be-nedicto XVI). Jesús y su evangelio son nuestro fundamento y nuestro punto de referencia. Somos seguidores/as suyos/as de acuerdo con la vocación recibida. Como religiosos/as, no existimos para realizar nues-tros sueños sino el proyecto de Dios en nuestra vida y en el mundo.

2. Una forma de vida místico-profética

Nuestro estilo de vida se enraíza en la dimensión místico-profética, a que nos invita nuestra peculiar vocación. Como Isaías, nos reconocemos “hombres de labios impuros” (6,4). Somos cons-cientes de nuestras debilidades y flaquezas, pero al escuchar la voz del Señor, respondemos con decisión y humildad: “Aquí me tienes. Envíame” (6,9).

10 III Simposio de Vida Religiosa “Religiosos Hermanos Hoy – Don para la Iglesia y para la Sociedad”. Organizado por el ITVR, este Simposio que tuvo lugar en Madrid, del 10 al 12 de diciembre del 2010, reconoció la necesidad de repensar conjuntamente la vocación, misión, identidad, espiritualidad y lugar eclesial de la Vida Consagrada masculina de Hermanos.

Vocación y misión de la Vida Consagrada en el contexto actual

241m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 94: Cultura Vocacional - CELAM

3. Alianza con Dios

La unción que hemos recibido y la alianza que Dios establece con nosotros/as, pues de Él es la iniciativa y la llamada, nos consagran a los/as hermanos/as, no como algo sagrado, separado o superior, sino que como nos dice Isaías, se trata de una unción para quitar cargas de los hombros y yugo de las cervices (10,27), y de una alianza que, como la de Jesús, se traduce en filiación, amor y comunión para la vida del mundo.

4. Enviados/as para una misión

Nuestra misión consiste en participar en la “missio Dei”, en la tarea evangelizadora de Jesús y en la acción permanente de su Espíritu a través de la diversidad de nuestros carismas, recogidos en nuestras Constituciones. Nos hacemos presentes a menudo en la vanguardia de la Iglesia o en la periferia de la sociedad, donde se vive el dolor de tantos hombres y mujeres. Y donde tantas personas se preguntan por el sentido. La misión permanece, aunque las tareas puedan cambiar. Nuestros espacios de misión son templos en los cuales ejercemos el sacerdocio fundamental del pueblo de Dios.

5. Una parábola de fraternidad

Resuenan en nuestro interior las palabras de Jesús: “Todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,8). Conscientes de nuestro ser, nos reconocemos hijos/as de Dios y hermanos/as los/as unos/as de los/as otros/as. Nadie queda excluido/a. En nuestras comunidades, antici-pamos las relaciones del “todavía no” del Reino de Dios a modo de parábola, sin diferencias ni discriminaciones y nos abrimos al mundo para acoger con respeto y amor la dignidad de cada ser humano.

6. En una Iglesia de comunión

La diversidad de carismas tiene lugar dentro de una Iglesia de comunión. En ella nos sentimos miembros los/as unos/as de los/as otros/as hasta formar el cuerpo de Cristo y ser pueblo de Dios. En ella entramos en interrelación vital con todas las formas de vida y minis-terio. Somos Iglesia y para la Iglesia. En ella crecemos y disminuimos, en ella nuestra misión adquiere su razón de ser y se asegura su futuro.

Paulo Petry

242

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 95: Cultura Vocacional - CELAM

7. A impulsos del Espíritu

Ni la vida clerical ni la vida laical son elementos específicos de nuestra vida religiosa. Por tanto, hemos de fortalecer el núcleo común, vivir las diferencias con igualdad y sin discriminaciones, y convertir la ac-titud de servicio como nuestro distintivo de religiosos/as. Los elementos jurídicos deben inspirarse en el evangelio y, en ningún caso, someterse a dinámicas o criterios de poder. Asumimos el riesgo de dar prioridad a la vida, inspirada en la fuerza del Espíritu, más que en la rigidez de la ley.

8. Nuestros carismas, un don para la Iglesia

La inspiración fundacional de nuestros carismas no se reduce a orientar la vida de los/as religiosos/as, sino que representa un soplo de aire fresco para la Iglesia, como un don para todos sus miembros. Por ello, es indispensable que los/as seglares que son llamados/as a vivir desde la especificidad de su vocación estos carismas encuentren en los/as religiosos/as acogida, comprensión y respeto.

9. Compartir espiritualidad y anuncio evangélico

Nuestras instituciones se abren a una nueva manera de ser Iglesia, compartiendo con los/as seglares la riqueza del carisma, la belleza del don recibido a través de nuestros/as fundadores/as y la expresión del mismo a través de la realidad diaria en gestos, comunidades y signos fraternos.

10. Nuestra alternativa

Comprometidos/as con los valores del evangelio, nuestro proyecto de vida presenta valores alternativos a las idolatrías que tantas veces seducen a la sociedad y a nosotros/as mismos/as. Nuestra vocación nos lleva a vivir alternativamente y a esforzarnos, desde la humildad, por no sucumbir a las tentaciones del lado oscuro del dinero, del poder-prestigio y del sexo, que nos alejan de los/as hermanos/as, y más aún si son pobres.

11. Nuevos retos

La fraternidad y la sororidad de nuestra vocación adquieren nuevos perfiles a través de algunas características, que se subrayan

Vocación y misión de la Vida Consagrada en el contexto actual

243m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 96: Cultura Vocacional - CELAM

con mayor fuerza en la actualidad: la internacionalidad, por encima de lenguas, culturas y razas; la intercongregacionalidad en el seno de la Iglesia, por encima de carismas particulares; la interreligiosidad, como diálogo para acercarnos hacia el corazón del Padre, fuente de todo bien.

12. Hacia una nueva aurora

Pese a nuestra disminución numérica y a los contratiempos actuales, estamos convencidos de que “el futuro la Vida Consagrada como tal tiene su origen en el propio Señor que escogió para Sí esta forma de vida virgen, pobre y obediente. Por eso la Vida Consagrada nunca podrá faltar ni morir en la Iglesia” (Benedicto XVI)11. Por ello, afrontamos nuestra situación con alegría y esperanza. Abiertos a la novedad del Espíritu, queremos seguir la invitación de María: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5).

V. Conclusión

Y para concluir esta reflexión sobre Identidad y Misión de la VRC en el mundo de hoy, después de haber escuchado al Herma-no Escolástico, a la Hermana mayor y al grupo de Hermanos, les podemos decir que “Todos nosotros somos hermanas y hermanos” ¡Sobre todo… el ser hermana/o hoy pasa por una experiencia de intercongregacionalidad! Este texto final trae el especial aporte de la Hermana Lucrécia Aliaga Sidia, ssj12, Presidente de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Perú.

Estas son sus palabras “Al decirte hermano/a te digo hombre/mujer entrañable, cercano/a, sencillamente tú, el amigo, la amiga de la humanidad. El/la que siente con la creación”.

Que al compartir y profundizar la dimensión místico-profética

11 Cf. http://www.zenit.org/article-37154?l=spanish. En el discurso del 5 de noviembre de 2010, dirigido a los obispos de la Región Sur II de la CNBB, por ocasión de su visita ad Limina Apostolorum, el Papa Benedicto XVI destacó el papel fundamental de la vida consagrada.

12 Lucrécia Aliaga Sidia es Hermana de la Congregación de las Siervas de San José. Sus pa-labras son tomadas del saludó que dirigió a los participantes del Seminario de Religiosos Hermanos, realizado en Lima, 19 de marzo del 2009.

Paulo Petry

244

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 97: Cultura Vocacional - CELAM

de la VRC, seamos capaces de responder al momento que vive hoy nuestro mundo desbordado por la compleja realidad, pero a la vez podamos discernir aquellos valores de hoy que condicen bien con nuestra condición de hermanos/as y aquellas amenazas que atentan contra la existencia de una vocación liminal, como la nuestra.

Que cada día podamos valorar más el aporte y la riqueza de la vocación específica del Hermano Religioso, de la Hermana Religio-sa, del Presbítero Religioso, que va más allá de la tarea educativa, hospitalaria, comunicativa, que está en las entrañas del don, en la esencialidad de su vida.

Si podemos reconocer ya, el fuerte testimonio de fraternidad/sororidad y de actitudes horizontales (sin duda no en todos/as, ya que seres humanos al fin somos) en tiempos de tanta complejidad de un mundo marcado por la libre competencia, el individualismo, necesitamos reconocernos al compartir el pan. Al sentarnos como iguales en la misma mesa, con la alegría de que el corazón arde de entusiasmo por Jesucristo.

La histórica presencia de los/as Religiosos/as Hermanos/as en la evangelización de los pueblos en todos los continentes merece ser valorada en su significado profético y en la mística que emerge de una amplia tradición de hombres y mujeres de Dios.

No es un privilegio o un título particular del que queremos tener el monopolio. Sencillamente queremos ser, Hermanos entre herma-nos, Hermanas entre hermanas. Ser exégesis viva de Jesús Hermano, siendo signos y servidores/as de fraternidad/sororidad. Queremos llenar el mundo de misericordia, pues la hemos experimentado en nuestras vidas y no podemos hacer otra cosa, poniendo a los “pe-queños hermanos”, las “pequeñas hermanas”, con los que Jesús se identifica, en el centro de la comunidad.

Si los/as Hermanos/as no somos presencia significativa de fraternidad/ sororidad, no somos discípulos/as de Jesús. Del Señor y Maestro, del buen pastor y sanador de todos los dolores hemos aprendido a tener las actitudes que nos deben caracterizar (y aquí repetimos estas características que ya presentamos al comienzo de

Vocación y misión de la Vida Consagrada en el contexto actual

245m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 98: Cultura Vocacional - CELAM

esta reflexión): amor, compasión, escucha, ternura, misericordia, firmeza, fidelidad y entrega.

Lo específico de nuestra vocación de Hermanos/as es nuestra identidad fraterna/sororal, nuestra espiritualidad discipular (mirando e imitando al Maestro), y nuestra misión de seguir y servir a Cristo desprovisto de todo poder y privilegio. Creemos que aquí está la riqueza de nuestra vocación, aquí se esconde el meollo de nuestra consagración. Aquí está el “humus” de una respuesta al Dios de la Vida y a la humanidad, que nos debería involucrar a todos y a todas los y las que formamos la Iglesia: una vuelta a la esencialidad de la vida, con la fuerza místico/profética, discipular/misionera que nos lleva a escuchar a Dios donde la vida clama.

Cuando en la Iglesia queremos hablar de inclusión, hablamos de Hermanos/Hermanas. Sin querer entrar en grandes discusiones hermenéuticas, repetimos lo dicho arriba, y nos quedamos con esta frase de Jesús en Mateo 23,8 “Todos ustedes son Hermanos”. Como VRC de América Latina y El Caribe, creo que nos sentimos reflejados en esta frase, y además con la autoridad de que fue el mismo Jesús quien la dijo: somos hermanas, somos hermanos. Lo más propio de una experiencia de Dios como la que tuvo Jesús es que el otro, la otra, sea visto/a y sentido/a como mi hermano o hermana, de hacer el ejercicio evangélico de sentirnos de igual a igual, con un solo corazón, para así poder llamar con toda propiedad a Dios “Padre” y a mi prójimo Hermano/a.

Hoy y siempre somos llamados/as a estar abiertos/as, a acoger la vida, la mucha vida que hay en cada uno de los religiosos, en cada una de las religiosas presentes en esta parte preciosa del Reino de Dios – AL y El Caribe -, con mucha experiencia y riqueza. ¡Qué bueno que entre estas personas consagradas al único absoluto de nuestro existir podemos encontrar profesores/as, hermanos/as mayo-res, líderes comunitarios, consejeras, doctores/as, comunicadores/as… Todos ellos/as ofrecen su vida a Dios, la entregan en comunidad, viven un encuentro de hermanos/as y eso antes que nada, antes que documentos, mensajes y propuestas. Y de esta forma siguen lanzando las redes para alcanzar la vida plena en Jesucristo.

Paulo Petry

246

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 99: Cultura Vocacional - CELAM

Un Hermano Superior General al concluir un encuentro pre-guntó a sus Hermanos, “y después qué van a llevar a sus Provincias, Hermanos y Comunidades… ¿papeles?, sí, posiblemente nazca algo que quede expresado en papeles, pero que sobre todo llevemos la vivencia, la experiencia profunda de la presencia de Dios en nosotros y en nuestras vidas”.

Y como hay que llevar además de eso también algún papel, dejemos conducirnos, confiemos en que Dios va a hacer surgir algo revitalizador de cada encuentro de Hermanos/as, de cada encuentro de vocacionados/as. ¡Que sea el Espíritu quien escriba, quien hable en nosotros y nos inspire siempre a asumir nuestra vocación, nuestra espiritualidad, nuestra identidad y misión!

Tal como Jesús podamos exclamar “la vida nadie me la quita yo la doy voluntariamente” (Jn 10,18), porque sólo en la libertad, pode-mos dar testimonio de aquello que pretendemos, solo en la libertad podemos amar y servir el Reino hasta el martirio. “Desde el punto a donde hemos llegado, sigamos adelante” (Flp 3,16) “de ojos fijos en Jesús” (Heb 12,2), buscando siempre escuchar a Dios donde la vida clama aquí en América Latina y El Caribe, en tierras distantes, en todo el planeta.

Encomendamos a María Santísima, bajo la invocación de Nues-tra Señora de Guadalupe, Estrella del Mar, el viaje que continuamos juntos/as en bien de los religiosos y religiosas y de toda la Iglesia.

6. Parareflexionar

1. ¿Que señales y gestos concretos explicitarían nuestro carisma específico de Hermanos y Hermanas?

2. Ya hemos dado algunos pasos de intercongregacionalidad en lo que se refiere a la formación, pero cuando se trata de la misión, quizá estemos todavía un tanto paralizados. ¿Cuales obstáculos tenemos que superar para asumir y realizar, en la fraternidad/sororidad, la misión?

3. ¿La animación vocacional exige testimonio. Como testimoniar la fraternidad/sororidad entre las congregaciones también en la Animación Vocacional?

Vocación y misión de la Vida Consagrada en el contexto actual

247m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 100: Cultura Vocacional - CELAM

4. ¿Qué significa para mí decir: “¿Soy una Hija de Jesús”? “¿Soy un Hermano de La Salle”? “¿Soy una Hermana de la Divina Providencia”? ¿Soy un sacerdote Carmelita Descalzo? “¿Soy un Fraile Menor”? “¿Soy un/a…”?

5. ¿Que más me “resuena” en este momento: cuestionamientos, deseos, llamadas, esperanzas, ilusiones…?

6. ¿En qué consiste la llamada a la santidad en este momento con-creto de la jornada de los hombres y mujeres en busca de un mundo mejor?

Paulo Petry

248

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 101: Cultura Vocacional - CELAM

Lavocaciónlaicalen el contexto actual

Carlos Alonso Vargas*

SumarioEl artículo define la vocación laical, a partir de Christifideles laici y Lumen gentium, como “buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios”, y la con-fronta con la realidad actual del sistema secular anticristiano donde esa vocación debe realizarse de una forma nueva. Se analizan entonces cua-tro exigencias para los laicos de hoy: deben ser convertidos a Cristo, deben ser discípulos, deben vivir en comunidad y deben ser misioneros. Se considera el aspecto intraeclesial de la vocación laical como algo que merece una reflexión más profunda, y en este campo se mencionan algunas modalidades de ministerio laical que hasta ahora no han sido suficientemente exploradas en la teología ni en la pastoral. Finalmente, se analizan los nuevos movimientos y comunidades como lu-

* Laico costarricense, filólogo y traductor de profesión, casado y padre de familia. Desde hace más de treinta años ha estado in-volucrado en el liderazgo laical como uno de los dirigentes de la Comunidad Árbol de Vida. [email protected]

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

249

Medellín / vol. XXXVII / No. 146 / Abril - Junio (2011) / p. 249-265 - ISSN 0121-4977 / Bogotá-Colombia

Page 102: Cultura Vocacional - CELAM

gares de la vocación laical en general, y a la vez como el contexto para una diversidad de expresiones de esa vocación e incluso para el surgimiento de vocaciones sacerdotales y religiosas.

Palabras claves: laicos – vocación – ministerio – co-munidades – mundo.

The vocation of the laity in the current context

AbstractOn the basis of Christifideles laici and Lumen gentium, the article defines the vocation of the laity as “seeking the kingdom of God by engaging in temporal affairs and by ordering them according to the plan of God,” and confronts this with the current reality of the anti-Christian secular system where this vocation is to be carried out in a new way. Four requirements for today’s laypeople are then examined: they must have expe-rienced conversion to Christ, they must be disciples, they must live in community and be missionaries. The intra-ecclesial aspect of the lay vocation is considered as deserving a deeper reflection, and, in this area, the article mentions some modes of lay ministry that have not been sufficiently explored in theological or pastoral reflection up to now. Finally, the new movements and communities are analyzed as loci for the vocation of the laity in general, and also as the context for a whole diversity of expressions of that vocation and even for the emergence of vocations to the priesthood and to religious life.

Key words: laity – vocation – ministry – communities – world

Carlos Alonso Vargas

250

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 103: Cultura Vocacional - CELAM

La vocación laical

La Exhortación Apostólica del beato Juan Pablo II Chris-tifideles laici (1988) ha sido llamada, con justa razón, “la Carta Magna del laicado”, ya que plantea una serie de entendidos fundamentales acerca del ser de los laicos y traza lineamientos de enorme importancia

en cuanto al desempeño de su vocación. A partir de la doctrina del Concilio Vaticano II (sobre todo en la Constitución Lumen Gentium y en el Decreto Apostolicam Actuositatem), la exhortación hace una definición positiva del ser de los laicos y de su puesto en la Iglesia, que desarrolla ampliamente basándose en la figura de la vid y los sarmientos.

Para los fines del presente artículo, baste con colocarnos en ese contexto paradigmático de Christifideles laici y con citar aquí, como introducción y punto de partida, las principales frases de Lumen gen-tium en las que se basa dicha exhortación apostólica de Juan Pablo II:

«Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde.El carácter secular es propio y peculiar de los laicos. […] A los laicos corresponde, por propia vocación, buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios» (LG, 31).

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

251

Page 104: Cultura Vocacional - CELAM

Ese “carácter secular” o “índole secular” de los laicos lo recalca y desarrolla Juan Pablo II para dejar bien establecido que el “mundo” o “siglo” (saeculum) es el ámbito de acción y misión propio de los laicos (que por eso en castellano, sobre todo en los tiempos anteriores al Concilio, se solían llamar “seglares”):

«En realidad el Concilio describe la condición secular de los fieles laicos indicándola, primero, como el lugar en que les es dirigida la llamada de Dios: “Allí son llamados por Dios” (LG 31). Se trata de un “lugar” que viene presentado en términos dinámicos: los fieles laicos “viven en el mundo, esto es, im-plicados en todas y cada una de las ocupaciones y trabajos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, de la que su existencia se encuentra como entreteji-da” (ibíd.). Ellos son personas que viven la vida normal en el mundo, estudian, trabajan, entablan relaciones de amistad, sociales, profesionales, culturales, etc. El Concilio considera su condición no como un dato exterior y ambiental, sino como una realidad destinada a obtener en Jesucristo la plenitud de su significado» (CL 15; énfasis en el original).

Pasados más de veinte años desde la Christifideles laici, sus plan-teamientos y orientaciones mantienen sin duda su validez y vigencia. Sin embargo, los acelerados cambios sociales que se han precipitado en el paso del siglo XX al XXI, especialmente la revolución de las comunicaciones y la consolidación de la globalización con todas sus implicaciones, han generado una realidad que en muchos sentidos es nueva y que, por lo tanto, plantea desafíos inéditos para la Iglesia en general, y no menos para la vocación laical en particular.

De esos desafíos que caracterizan el contexto actual, los que más impacto tienen sobre la vocación laical —y, por ende, los que más serán mencionados en este artículo— son la creciente desaparición de la comunidad humana natural (con la consiguiente despersonali-zación y masificación) y la consolidación de un contexto secular que no solo es de “post-cristiandad” sino que, cada vez con más descaro y hostilidad, quiere desterrar toda expresión del cristianismo y toda dependencia de sus principios morales. Aun cuando la caída del sistema de cristiandad tiene una serie de aspectos positivos para la

Carlos Alonso Vargas

252

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 105: Cultura Vocacional - CELAM

Iglesia, es algo a lo que la Iglesia estaba desacostumbrada después de tantos siglos y donde tiene que aprender a conducirse de maneras nuevas. Frente a la agresividad y prepotencia con que el sistema se-cular impone sus criterios, los católicos laicos se sienten impotentes —y lo son— para llevar adelante su vocación, a menos que adopten un conjunto nuevo de características que configuren su identidad.

Exigencias para esta vocación en el contexto actual

En las circunstancias actuales, para poder realizar su vocación y tener un verdadero impacto sobre el “mundo” (es decir, para hacer presente en él el Reino de Dios), los cristianos laicos no pueden con-tinuar con la falta de compromiso cristiano ni la crisis de identidad que los caracterizaron durante la época de la cristiandad. Hay varios requisitos que el laico del siglo XXI necesita reunir para que esa voca-ción suya de “tratar las realidades temporales y ordenarlas según Dios” pueda realmente cumplirse, es decir, para que su presencia y acción en el mundo transmita y exprese el Reino de Dios en ese ámbito.

1. El laico de hoy debe ser un convertido a Cristo

Ya no sólo es tremendamente insuficiente (además de negativa) la definición del laico como el “no clérigo / no religioso”, sino que tampoco basta con definir a los laicos como “los bautizados”, puesto que es ampliamente reconocido el hecho de que por lo general, en las sociedades de tradición cristiana, muchísimos bautizados no han sido jamás evangelizados. Por lo tanto el laico de la actualidad debe ser alguien que ha experimentado la conversión personal a Cristo, entendiendo conversión como el paso inicial de abrazar la fe en un encuentro personal con Cristo (y no, como suele interpretarse, como ese proceso de crecimiento cristiano y santificación que dura toda la vida).

En otras palabras, el laico tiene que ser de veras un “Christifi-delis”, un “fiel de Cristo”; pero —otra vez— entendiendo “fiel” no simplemente como “leal” o “adepto”, sino en su sentido etimológico de “el que tiene la fe (fides)”. El laico debe ser entonces el convertido a Cristo, el que tiene la fe en Cristo; el creyente en el sentido en que se usa el término en el Nuevo Testamento (p.ej. 1 Cor 7,12; 2 Cor 6,15; 1 Tim 6,2), y que es precisamente sinónimo de fiel según lo

La vocación laical en el contexto actual

253m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 106: Cultura Vocacional - CELAM

que acabamos de explicar: el que ha llegado a la fe en Cristo (muy diferente del sentido demasiado amplio que se da hoy día al término, de “el que cree en la existencia de Dios”).

Todos los razonamientos que anteceden son diversas formas de afirmar una misma exigencia: el laico necesita tener una clarísima identidad cristiana. Eso podría parecer redundante o hasta perogru-llesco, pero no lo es; en parte porque la identidad cristiana de los “no clérigos / no religiosos” quedaba sumamente debilitada —si no borrada— en la sociedad de cristiandad a la que muchos siglos de historia nos tenían acostumbrados, y por tanto hay que afirmarla ex-plícitamente; y en parte, también, porque en el actual contexto post-cristiano el concepto de “laico” ha llegado a significar precisamente “no cristiano” o “indiferente al cristianismo”, como en las expresiones “Estado laico”, “educación laica” y otras semejantes.

Esto último es contradictorio, por no decir absurdo, ya que el término “laico” tiene un origen inevitablemente cristiano. “Laicos” son los que pertenecen al laós, al “pueblo”: el pueblo de Dios; pero la palabra ha llegado a referirse más bien a los que no quieren en absoluto identificarse con ese pueblo. Recuerdo una ocasión, hace alrededor de quince años, en que participé en un debate por televisión sobre la temática de la educación sexual. Mi opositor, un científico y educador con una mentalidad totalmente anticristiana, insistía en definirse a sí mismo como “laico” por contraposición a mí y a otros participantes que, según él, sosteníamos probablemente un punto de vista “clerical”. Él obviamente no era clérigo, y sin duda era bautizado, y por eso calificaba técnicamente para ser considerado “laico”. Por ello fue inútil mi esfuerzo por hacerle ver que, mientras que yo sí era un católico laico con una perspectiva católica laical (que de ningún modo podía considerarse “clerical”), él no era un verdadero “laico” sino más bien un “no cristiano”, es decir, alguien con una mentali-dad completamente secular. “Secular”, sí, es decir “del saeculum”, de ese “siglo” o “mundo” alejado de Dios al cual los cristianos —y particularmente los laicos— debemos hacer llegar la presencia del Reino. Lo digo de nuevo: el laico necesita tener una clarísima iden-tidad cristiana. Y esa identidad cristiana sólo se consigue mediante la conversión personal a Cristo.

Carlos Alonso Vargas

254

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 107: Cultura Vocacional - CELAM

2. El laico de hoy debe ser un discípulo de Cristo

La actual situación exige que el cristiano laico no solamente haya cobrado una específica identidad cristiana mediante el encuentro personal con Jesucristo, sino que también requiere que sea un autén-tico discípulo de Cristo. El discípulo es el que ha tomado la decisión radical de poner toda su vida bajo el señorío de Cristo, de ir en pos de él en forma personal, de obedecerle; en fin, de dejar que su vida sea en todo moldeada por la voluntad de Jesús, el Señor, el Maestro.

Es notorio que hasta hace muy poco tiempo, en nuestra Iglesia los llamados de Jesús a seguirlo a él en forma personal (como Mc 8,34-38 y paralelos) se aplicaban exclusivamente a las vocaciones religiosas y sacerdotales. (Incluso pasaba eso con el concepto mismo de “vocación”.) De igual modo, la invitación de Jesús a “tomar la cruz” (ibíd.) se entendía en el sentido de aceptar con resignación los dolores y sufrimientos de la vida. Pero, por una parte, es claro por el contexto evangélico que los llamados de Jesús al discipulado iban dirigidos a todos sus seguidores; y, por otra, que la “cruz” a la que se refiere Jesús no son los sufrimientos comunes y corrientes que son la suerte de cualquier mortal (es decir, que no se necesita ser discípulo de Jesús para padecerlos), sino aquellos sufrimientos, contradicciones y persecuciones que nos vienen como consecuencia de ser discípulos de Jesús, de luchar por la causa de Jesús, de llevar adelante la misión.

Esa mentalidad fue cambiando en años recientes, gracias so-bre todo a la influencia de movimientos eclesiales con una mayor conciencia cristocéntrica y bíblica. Hasta donde tengo información, el Documento de Aparecida es el primer documento oficial de la Iglesia Católica (en este caso, del magisterio episcopal latinoameri-cano) donde con toda claridad se dice que todos los cristianos están llamados a ser discípulos de Jesús. Ya desde su primer párrafo afirma que la Iglesia está “llamada a hacer de todos sus miembros discípulos y misioneros de Cristo” (DA, 1), y con ello incluye explícitamente a todos los laicos —por primera vez desde tan alta instancia oficial, como ya apunté— en el llamado al discipulado.

La vocación laical en el contexto actual

255m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 108: Cultura Vocacional - CELAM

3. El laico de hoy debe buscar y vivir el sentido comunitario

Eso de que el cristianismo se vive en comunidad es hoy, po-dría decirse, un lugar común. Es ciertamente un lugar común en el lenguaje de los católicos actuales, pero, lamentablemente, no es un lugar común en su experiencia. Para la mayoría de los cristianos (o para “el común de los santos”, como escuché decir una vez a un sacerdote español, en un juego de palabras con referencia litúrgica) la fe sigue siendo una experiencia individual que se vive en el con-texto de una masa amorfa. También esto es herencia del sistema de cristiandad: bajo ese sistema, la “comunidad cristiana” (la Iglesia) era la sociedad en su conjunto, que se sobreentendía cristiana y es-taba, desde el punto de vista sociológico, basada en la existencia y funcionamiento relativamente ordenados de la comunidad humana natural: la aldea, el pueblo, el barrio o vecindario en una ciudad de dimensiones aún vivibles. Era en ese ámbito donde tenía su función y razón de ser la parroquia: los miembros (católicos todos o casi todos) de esa misma comunidad humana local, constituida como parroquia, se reunían para sus actividades de culto o catequesis. Las comunidades cristianas especiales o intencionales (sobre todo los monasterios y congregaciones religiosas) eran opciones de vida a las que se sumaban personas con un llamado también especial, pero no eran, al menos teóricamente, indispensables para que la comunidad cristiana en general pudiera subsistir.

Pero a partir de la Ilustración y de la Revolución Industrial, una de las nuevas realidades que surgieron fue la gradual destrucción de la comunidad humana natural, sobre todo en los entornos urbanos, y aún más cuando estos entornos, ya avanzado el siglo XX, fueron adquiriendo dimensiones exageradas donde la vida humana se iba ha-ciendo más y más difícil. Los barrios, las familias extensas, y finalmente incluso las familias nucleares fueron las víctimas de este proceso. Y las parroquias católicas no se libraron: al no existir ya una relación humana natural entre sus miembros, estos se convirtieron en simples asistentes a funciones litúrgicas pero sin ninguna conexión entre sí. En la mayoría de las ciudades de hoy, las parroquias son como los cines: uno mira el horario de misas en el periódico y decide a cuál le conviene más ir según sus horas y lugares y las demás actividades que uno tenga. O se escogen las misas y las iglesias según cuál sea

Carlos Alonso Vargas

256

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 109: Cultura Vocacional - CELAM

el sacerdote que estará a cargo, y a veces tomando en cuenta otros factores circunstanciales como la duración de la misa, la calidad de los cantos y hasta la disponibilidad de estacionamiento. Es decir, no hay una pertenencia personal y existencial a la parroquia como comunidad cristiana, ni ella funciona como tal comunidad.

Es por todo eso que, cada día más, la vida comunitaria de los católicos es algo que no se puede dar por sentado, no se puede pre-suponer. La vida comunitaria tiene que ser hoy día algo por lo que se opta, una pertenencia intencional o deliberada. Esa es una de las explicaciones de por qué cada vez tienen más impacto y atractivo aquellos movimientos y agrupaciones católicas que incluyen en su espiritualidad y carisma un nivel más alto y comprometido de relación comunitaria entre sus miembros, o que son explícitamente comunida-des, a las que por eso se ha dado en llamar “nuevas comunidades”.

Por supuesto, los laicos católicos —inclusive los que son relati-vamente comprometidos con Cristo y con la Iglesia— que participan en alguna agrupación comunitaria son una minoría. Es por eso que decía antes que la vida comunitaria no es un lugar común para la experiencia de la mayoría de los católicos. Pero tenemos que darnos cuenta de que la dinámica de la sociedad postmoderna continúa en la dirección de un debilitamiento de la comunidad humana natural —y por lo tanto de una creciente realidad de individuos aislados en medio de una masa—, y que por consiguiente será cada vez menor la existencia de verdadera vida comunitaria en las parroquias. Y lo que es peor, esa despersonalización (y, si se me permite el término, esa “descomunitarización”) va invadiendo incluso las poblaciones del campo, con la posible excepción de las aldeas más pequeñas.

Por ello se hace cada día más apremiante el fomento de las experiencias de vida comunitaria cristiana intencional, aquellas de las que uno es miembro porque así lo ha decidido y no simplemente porque se da por entendido que lo es. Es que la vida comunitaria no es para el cristiano algo opcional; tiene que haber un contexto social real, visible, donde se pueda poner en práctica el mandamiento del amor entre hermanos (Jn 13,34-35), y donde tengan su expresión práctica todas las exhortaciones que da el Nuevo Testamento para la relación de amor entre cristianos que se conocen y que interactúan

La vocación laical en el contexto actual

257m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 110: Cultura Vocacional - CELAM

en la vida real, que están llamados a servirse pero también pueden ofenderse mutuamente y por lo tanto deben soportarse unos a otros y reconciliarse (p.ej. Rm 12,9-18; 1 Cor 13,4-7; Col 3,12-16; 1 Jn 3,11-18). El discipulado cristiano no es una empresa individual; sólo se puede ser discípulo de Jesús en el contexto de la comunidad de Jesús.

Lo vemos en la actualidad, pero lo veremos con creciente inten-sidad en los años futuros: el católico laico, si de verdad espera dar fruto en la realización de su vocación en el mundo, tiene que tener una vivencia concreta de vida comunitaria cristiana.

4. El laico de hoy debe ser misionero

En la ya citada Exhortación Apostólica Christifideles Laici, Juan Pablo II se refiere al Sínodo de Obispos que dio origen a esa exhor-tación, y dice que “El significado fundamental de este Sínodo […] es la acogida por parte de los fieles laicos del llamamiento de Cristo a trabajar en su viña, a tomar parte activa, consciente y responsable en la misión de la Iglesia” (CL, 3; énfasis en el original). Un poco más adelante, en el número 9, cita unas frases de Pío XII en su “Discurso a los nuevos Cardenales” del 20 de febrero de 1946, que comienzan así: “Los fieles, y más precisamente los laicos, se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad humana.”

En efecto, los laicos no sólo forman parte de la Iglesia y “son la Iglesia” (Pío XII, ibíd.), sino que están en la primera línea de la misión de la Iglesia. La Iglesia está llamada a desempeñar su misión en el mundo, y el mundo es precisamente el ámbito de acción de los laicos.

En forma mucho más directa, y como resultado de un buen nú-mero de años de experiencia y maduración de estos conceptos en el contexto eclesial, el Documento de Aparecida habla insistentemente de los fieles cristianos como “discípulos misioneros” (DA, passim). Esto va en total coherencia con el concepto de discipulado que, como se dijo antes, es en Aparecida donde se explicita oficialmente por primera vez: el discípulo no es discípulo simplemente con miras a su santificación personal, sino que lo es en razón de la misión de la que Jesús quiere hacerlo partícipe.

Carlos Alonso Vargas

258

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 111: Cultura Vocacional - CELAM

Si el laico de hoy es alguien que se ha convertido a Cristo, que es discípulo suyo y vive en la comunidad de los discípulos, sin duda ha de ser también un misionero. Debe ser alguien que ha hecho suya la misión de la Iglesia y ha tomado su puesto en esa misión. Ese puesto será, como es obvio, diferente del de los ministros ordenados; pero no tiene por qué ser menos activo ni menos comprometido, sobre todo si en efecto los laicos están “en la línea más avanzada” de la vida de la Iglesia en medio del mundo. Tanto en América Latina y el Caribe —bajo el impulso de Aparecida y la Misión Continental— como en el resto del mundo, los laicos están llamados hoy en día a involucrarse activamente en la obra misionera de la Iglesia. Como es lógico y propio de su particular vocación, ellos lo harán ante todo en el contexto de la familia, de la vida laboral y profesional, de la política, de la acción social en sus variadas modalidades. Pero su presencia, su testimonio y su palabra en esos ámbitos tiene que ser totalmente explícita en cuanto a su identidad cristiana y al anuncio del mensaje básico del Evangelio, el kerygma. Por otro lado, si los laicos de veras hacen suya la misión de la Iglesia y asumen su respectivo puesto dentro de ella, es necesario considerar la vocación laical también en su dimensión intraeclesial. Por allí llegamos a la siguiente sección del presente artículo.

La vocación laical hacia dentro de la Iglesia

Puesto que el “mundo” es el ámbito al cual son llamados los laicos para desempeñar allí lo que es más característico de su misión, es lógico que el Decreto conciliar Apostolicam Actuositatem, la ex-hortación apostólica Christifideles Laici y muchos otros documentos y reflexiones pastorales hayan abundado de modo particular en el trata-miento y descripción de ese aspecto de la misión. También (tomando como ejemplo CL) se ha dicho bastante sobre el puesto de los laicos en la Iglesia en el sentido de ser miembros plenos de ella, y de cómo la diversidad de condiciones y estados de vida representa una riqueza para el pueblo de Dios. De hecho CL dedica todo su segundo capítulo a la vivencia de la “Iglesia-Comunión” y a cómo participan en ella los laicos: los ministerios y oficios que pueden ejercer, los carismas, la participación en la parroquia, las formas personales y agregativas de participación eclesial. Por su parte, el Documento de Aparecida se refiere a muchas formas concretas en que los “discípulos misioneros” toman parte en la actividad misionera de la Iglesia.

La vocación laical en el contexto actual

259m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 112: Cultura Vocacional - CELAM

Sin embargo, pienso que ni en la teología ni en la pastoral se ha explorado suficientemente el papel de los laicos dentro de la Iglesia o, mejor dicho, la dimensión intraeclesial de la vocación laical. Es demasiado fácil continuar con la costumbre de que los laicos sean meros espectadores o receptores pasivos de lo que dentro de la Igle-sia hacen otros (los clérigos), o de que, en el mejor de los casos, se dediquen a “ayudarle al cura”.

Por ejemplo, ya hace décadas que se establecieron en la Iglesia ciertos “ministerios laicales” (cf. CL, 23) que, por vía de suplencia, pueden ser conferidos a los laicos en orden a la función litúrgica. El papa Paulo VI había instituido en este sentido, específicamente, los ministerios del lectorado, acolitado y distribución extraordinaria de la Comunión. El papa Juan Pablo II, en el párrafo citado de CL, cita por su parte el Código de Derecho Canónico (can. 230, §3): “Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir ejercitar el ministerio de la palabra, presidir oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión…” De inmediato agrega el beato Juan Pablo II: “Sin em-bargo, el ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor” (CL, ibíd.; énfasis en el original), aspecto que comentaré más adelante. En este punto lo que me interesa destacar es que todos estos ministerios son de tipo litúrgico y de suplencia; es decir, son formas (muy valiosas por cierto, y lo digo habiendo ejercido algunas de ellas) de “ayudarle al cura”. A estos ministerios habría que agregar la catequesis, en la que desde hace mucho tiempo participan los laicos activamente (no-tablemente las mujeres); pero a fin de cuentas la catequesis, aunque no sea en sí litúrgica, está ordenada hacia los sacramentos y la liturgia.

Pero en la realidad eclesial —sobre todo, aunque no exclusi-vamente, en el contexto de los nuevos movimientos y comunidades que más adelante se comenta— hay otras formas de ministerio laical que rara vez son mencionadas en los documentos oficiales y en los planes pastorales. Una de ellas está también ligada a la liturgia, y ha experimentado un desarrollo y florecimiento formidable —aunque no siempre en la dirección más afortunada— en años recientes: me refiero al servicio que prestan innumerables individuos y grupos mu-sicales con la animación de los cantos en la liturgia.

Carlos Alonso Vargas

260

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 113: Cultura Vocacional - CELAM

Hay otras formas de ministerio, ciertamente menos frecuentes, que no están relacionadas con la liturgia. Un ejemplo de esto son los predicadores laicos que en ciertos círculos han tenido gran impacto en el anuncio del kerygma y en la enseñanza de otros aspectos de la vida cristiana (como por ejemplo en retiros y cursos para matrimo-nios, catequesis de adultos, instrucción sobre métodos naturales de control natal, etc.). Otro caso son los líderes laicos de movimientos y nuevas comunidades, con diversos niveles de formación teológica, que se dedican a tiempo completo o parcial al trabajo organizativo de sus agrupaciones, a la formación cristiana de los demás miembros, a programas radiales y televisivos, a diversas formas de trabajo con jóvenes y a la consejería personal. Muchos de estos líderes prestan este servicio en horas libres fuera de su trabajo; otros tienen un trabajo que es para ellos una forma de “fabricar tiendas de campaña” (cf. Hch 18,3) para sostenerse en ese ministerio que es prioritario para ellos; algunos incluso trabajan en ello a tiempo completo o parcial con un salario procedente de las contribuciones de los miembros de su agrupación.

La citada sentencia de Juan Pablo II de que “el ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor” (CL, 23) enuncia algo que es claro y perfectamente comprensible y comprendido por los laicos que realizan estas tareas. Es decir, el ejercerlas no compromete en ningún sentido su identidad laical ni los hace entrar en conflicto o en competencia con los clérigos que sí son pastores. Tanta mayor razón para que todos estos ministerios y formas de participación activa en la vida de la Iglesia sean objeto de una reflexión más profunda, se tome nota de ellas y se las aproveche positivamente, tanto en la misión de la Iglesia como en su vida interna.

La vocación laical en las nuevas comunidades y movimientos

Como ya se ha señalado, cada vez son y serán menos los laicos a quienes les basta la simple participación parroquial —pasiva, recep-tiva, de espectadores o de quienes son conducidos de la mano por otros— como expresión y vivencia de su vocación. Es precisamente en esa coyuntura donde cobran pertinencia los diversos movimientos y comunidades así llamados “nuevos” (algunos con treinta y cuarenta

La vocación laical en el contexto actual

261m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 114: Cultura Vocacional - CELAM

años de trayectoria…), que por lo general se caracterizan por cultivar precisamente la predicación del kerygma, la conversión personal a Cristo, el discipulado, alguna forma de vida comunitaria y, por supues-to, la misión. De modo especial en los ambientes urbanos —aunque no exclusivamente en ellos—, estos movimientos y comunidades son en la actualidad uno de los lugares donde se vive, se realiza y se expresa la vocación laical madura.

En medio de su gran diversidad, estos movimientos y comuni-dades suelen presentar algunos factores comunes en sus formas de estructurarse y de funcionar. Con frecuencia se diferencian de los movimientos tradicionales en que no son fundamentalmente parro-quiales: no tienen un capítulo o grupo afiliado en cada parroquia, sujeto al párroco y a los programas parroquiales, sino que reúnen a personas de muchas parroquias y funcionan a un nivel “supraparro-quial” en el sentido de que el locus eclesial donde tienen su nexo con la estructura formal de la Iglesia no es la parroquia sino la diócesis (en algunos países y diócesis hay una especie de vicaría no territorial que es donde estos grupos se conectan con el obispo). Incluso hay muchos de ellos que son internacionales; siguen una espiritualidad, un modo de vida y un rumbo pastoral/organizativo que no se de-termina a nivel parroquial ni diocesano sino mediante estructuras internacionales de liderazgo.

También se encuentra en estos movimientos y comunidades un compromiso intenso de los miembros con la agrupación. Las implicaciones prácticas de ese compromiso varían según el carácter y espiritualidad del respectivo movimiento o comunidad; tienden a ser mayores cuando la identidad del grupo incluye la vida comuni-taria y la actividad misionera. Se observa en ellos, por lo tanto, un involucramiento laical bastante fuerte, incluso en el liderazgo prin-cipal del movimiento o comunidad; con frecuencia hay sacerdotes que acompañan a la agrupación o la apoyan, y celebran para ella los sacramentos, pero sin ser ellos los líderes principales, pues esta responsabilidad está en manos de laicos. Una característica común de los movimientos y comunidades suele ser también la amplia par-ticipación de la juventud; incluso hay algunos que son principal o totalmente de jóvenes.

Carlos Alonso Vargas

262

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 115: Cultura Vocacional - CELAM

Se caracterizan además estos movimientos y comunidades por su inequívoco compromiso con la Iglesia, con sus pastores y con la doctrina católica. Son renovadores, pero no son contestatarios ni marginales. Al contrario, se esfuerzan por cumplir de lleno con los “criterios de eclesialidad” que se desglosan en CL, 30.

Los nuevos movimientos y comunidades son factores de renova-ción en la vida de la Iglesia; por ello mismo suelen ser cristocéntricos, con una espiritualidad más litúrgica y bíblica, y orientados hacia la misión en clave kerigmática y de conversión personal a Cristo. Sin pretender dar una lista completa, se pueden mencionar entre ellos —a modo de ejemplo y pensando principalmente en América Latina— la Renovación Carismática, el Camino Neocatecumenal, los Focolares, el Movimiento de Vida Cristiana y las “comunidades de alianza”.

Dada la diversidad de sus orígenes, de sus espiritualidades y carismas, estos nuevos movimientos y comunidades no encajan en los paradigmas tradicionales y le plantean al resto de la Iglesia cues-tiones especiales. Para comenzar, cada uno tiene su propio carisma, identidad y misión, y los define de un modo diferente; entonces no es fácil clasificarlos en una misma categoría, y mucho menos en ca-tegorías convencionales. Además, en varios casos no es fácil definir su relación con el sistema parroquial y diocesano con que funciona la Iglesia en su estructura normal. Más aún, en varios casos estas agrupaciones son —como ya se señaló— lideradas por laicos, lo cual plantea también preguntas en cuanto al papel que pueden tener los sacerdotes dentro de ellos o en relación con ellos.

Incluso se podría decir que al menos algunos de estos movimien-tos y comunidades son —o funcionan como si fueran— en sí mismos vocaciones laicales o, al menos, diversas expresiones de la vocación laical, de un modo análogo a la manera en que las distintas congre-gaciones y órdenes religiosas son expresiones de la vocación a la vida consagrada. Claro está que, técnicamente, la vocación laical es una sola; pero se podría expresar en diversas “sub-vocaciones” o al menos en diversas manifestaciones. Esto es así porque las personas participan en ellos, no como quien escoge un club o un partido político, sino en respuesta a lo que esas personas identifican como un llamado de Dios —una vocación— a identificarse con el carisma particular del

La vocación laical en el contexto actual

263m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 116: Cultura Vocacional - CELAM

Espíritu Santo que es propio de esa comunidad o movimiento, y que le da su determinada fisonomía, identidad y espiritualidad.

En la sección anterior considerábamos algunos de los ministerios laicales que podríamos llamar “nuevos” o “no tradicionales”, como el de la animación de los cantos en la liturgia, el de los predicadores laicos y el del liderazgo laical que, decíamos, para algunas perso-nas es su ocupación principal. Pues bien, precisamente los nuevos movimientos y comunidades son el contexto donde de forma más natural surgen y se desarrollan esos ministerios específicos, que son manifestaciones de la vocación laical hacia dentro de la Iglesia. Es fácil ver aquí una analogía histórica con el hecho de que los primeros monjes y abades eran laicos, como también fueron laicos muchos de los que proveían a otros dirección espiritual.

Pero hay más de esto: algunos de los nuevos movimientos y comunidades incluyen dentro de sus filas expresiones laicales de vida consagrada que no son propiamente congregaciones religiosas, sino hermandades de hombres o de mujeres que, manteniendo y ex-presando cabalmente la espiritualidad y carisma de ese movimiento o comunidad, se consagran al Señor en la vivencia de los consejos evangélicos.

Finalmente, los nuevos movimientos y comunidades, como expresión que son de la vocación laical en la vivencia de un intenso compromiso con Cristo y con la Iglesia, son cada vez más un semi-llero para vocaciones sacerdotales y religiosas, incluso si en muchos casos el seguir esas vocaciones exige abandonar en la práctica la participación en el movimiento o comunidad donde se originaron. Esa función que antes cumplían principalmente las parroquias —y, dentro de ellas, las familias— parece que se va transfiriendo cada vez más a los nuevos movimientos y comunidades y a las familias que forman parte de ellos.

El camino futuro de la vocación laical

Todavía el Concilio Vaticano II, que presuponía un contexto social de cristiandad, vislumbraba el “apostolado de los laicos” en el mundo como algo que se hacía a partir de la vida parroquial y bajo

Carlos Alonso Vargas

264

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 117: Cultura Vocacional - CELAM

la dirección de los pastores, casi como una prolongación de la acti-vidad de estos últimos. Aunque ciertamente consideraba expresiones agregativas de apostolado como la Acción Católica, el Concilio bási-camente entendía que el apostolado seglar se realizaba ante todo por la acción individual de cada católico en su familia, en su ocupación, en el puesto que ocupara en la sociedad.

Pero hoy día, en el contexto de postmodernidad que con gran frecuencia es abiertamente anticristiano, esa enorme tarea de “buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios” (LG, 31) es muy difícil realizarla mediante un “aposto-lado” a título individual que se alimenta principalmente de la partici-pación más o menos pasiva en la parroquia (pensando siempre, sobre todo, en las parroquias urbanas). Es innegable, claro, el impacto del testimonio personal de cada laico en su familia, en su ambiente de trabajo o de estudio, en su vecindario si hay tal vecindario. Pero tam-bién es innegable que ese mundo en el cual los laicos han de ejercer su misión, ese orden secular, es una “potestad” espiritual demasiado poderosa como para hacerle frente en forma individual. Esa potestad ejerce su peso en la vida social e individual a través de los medios de comunicación, la legislación, los partidos políticos, las modas, las entidades públicas, las corporaciones comerciales y financieras de grandes dimensiones… Claro está que en todas esas instancias hay cristianos laicos que aportan su granito de arena, pero evidentemente es muy poco, por no decir que nada, lo que esos individuos pueden hacer por cambiar el rumbo del orden secular.

Es por ello que, a la larga, las iniciativas de transformación y de testimonio que darán más fruto y tendrán más impacto como expresión de la vocación laical serán aquellas que surjan en el contexto de las “formas agregativas de participación” (CL, 29), es decir, precisamente, las nuevas comunidades y movimientos eclesiales. Es allí donde los laicos pueden con más facilidad experimentar una conversión perso-nal a Cristo, seguirlo a Él como discípulos, crecer en la fe mediante la vida comunitaria, y asumir, en sus diversas modalidades y en forma adecuada a su vocación, la misión de la Iglesia.

La vocación laical en el contexto actual

265m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 118: Cultura Vocacional - CELAM
Page 119: Cultura Vocacional - CELAM

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivas

Carlos E. Silva Guillama*

SumarioEl I Congreso se realizó en Itaicí, Brasil del 23 al 27 de mayo de 1994. Previó el itinerario voca-cional en tres etapas: despertar, discernir y acom-pañar. Propuso el acompañamiento vocacional y una Pastoral Juvenil Vocacional. El II Congreso se desarrolló en Cartago, Costa Rica, del 31 de enero al 5 de febrero de 2011. Su objetivo fue fortalecer la cultura vocacional.Cartago asumió el aporte de Itaicí, el espíritu de Aparecida y de la Exhortación Verbum Domini, el Documento de Trabajo, los Pre-Congresos y la proyección que tendrá desde una perspectiva bíblica. Escuchó la Voz de la Palabra, del Santo Padre y de la realidad que llaman a la conversión pastoral (“ver”). Meditó el Rostro de la Palabra en

* Maestro y sacerdote de la Diócesis de Salto, Uruguay. Es diplomado en Vida Religiosa por el Instituto Claretiano de Roma, licenciado en Teología Espiritual en la Universidad Gregoriana de Roma y doctor en Teología en la Universidad Mariano Soler de Montevideo.Es miembro del Centro Nacional de Vocaciones del Uruguay desde 1983, profesor del curso de acompañamiento espiritual- vocacional organizado por el Departamento de Vocaciones y Ministerios de la Conferencia Episcopal Uruguaya y profesor en el Diplomado de Pastoral Vocacional del ITEPAL- CELAM. Actualmente es párroco de la Parroquia rural “Santa Teresita” en el Departamento de Paysandú.

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

267

Medellín / vol. XXXVII / No. 146 / Abril - Junio (2011) / p. 267-290 - ISSN 0121-4977 / Bogotá-Colombia

Page 120: Cultura Vocacional - CELAM

la Iglesia (“juzgar”). Oró para construir la Casa de la Pa-labra y transitar por sus Caminos (“actuar”). Afirmó que el Bautismo es fuente de todas las vocaciones y eje de la evangelización. Propuso itinerarios vocacionales, etapas (despertar, discernir-cultivar y acompañar), estructuras y una Animación Vocacional- Pastoral Vocacional “trans-versal” para promover la cultura vocacional.

Palabras clave: Cultura vocacional, conversión pas-toral, bautismo, itinerarios vocacionales, Animación Vocacional, Pastoral Vocacional.

The Vocation Ministry, from Itaici to Cartago and its prospects

AbstractThe I Congress was held in Itaici, Brazil from 23 to 27 May 1994. He foresaw to the vocational journey in three stages: to wake, to discern and accompany. Proposed vocational accompaniment and a Youth and Vocation. The II Congress took place in Cartago, Costa Rica, from 31 January to 5 February 2011. Its objective was to strengthen the culture of vocation.

Cartago assumed the contribution of Itaici, the spirit of Aparecida and the Exhortation Verbum Domini, the Working Paper, the Pre-congress and the projection that will have from a biblical perspective. He heard the voice of the Word, the Holy Father and the reality that call the pastoral conversion (“See”). He pondered the voice of the Word in the Church (“Judge”). Gold to build the home of the Word and the transit through its roads (“Act” ). Baptism is the source of all vocations and the axis of evangelization. Proposed vocational routes, stages (wake up, discern-cultivate and accompany), structures and a Vocational Animation- vocational pas-toral “transversal” to promote the culture of vocation.

Key words: Culture of vocation, pastoral conversion, baptism, vocational routes, Animation Vocational, vocational Pastoral.

Carlos E. Silva Guillama

268

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 121: Cultura Vocacional - CELAM

Antecedente

Desde la llegada del Evangelio, la Iglesia que pere-grina en América Latina y El Caribe, ha tenido la preocupación de promover vocaciones nativas. El 7 diciembre de 1590, el entonces Arzobispo de Lima –Santo Toribio de Mogrovejo– fundó

la primera casa de formación para futuros sacerdotes en la “Ciudad de Los Reyes”. Al comienzo, las órdenes que evangelizaron estas tierras, importaron presbíteros y religiosos, especialmente de España y Portugal.

En el recorrido histórico de la Pastoral Vocacional hemos de destacar cuatro acontecimientos anteriores a Itaicí. El 20 de diciem-bre de 1935, el Papa Pío XI escribió la Carta Encíclica “Ad Catholici sacerdotii” (Cf. Dz 2275)1; es considerada la piedra fundamental de esta Pastoral. En 1941 se creó la “Pontificia Obra de las Vocaciones Sacerdotales”. En 1955 se fundó el CELAM (Consejo Episcopal Lati-no Americano) y finalmente, en 1964, el Papa Pablo VI instituyó la “Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones”.

En esta etapa se promovió especialmente la vocación sacerdotal y se llamó “estado de perfección” a la vocación religiosa. Se impulsó la oración por las vocaciones y el sostenimiento económico de los seminarios. Una figura emblemática de este tiempo fue San Alberto Hurtado de Chile (1901- 1952). Fundador del “Hogar de Cristo” y comprometido con la doctrina social de la Iglesia, generó una pri-mavera vocacional en su país.

1 DENZINGER, Enrique. El Magisterio de la Iglesia. Barcelona: Herder, 1963 (a partir de ahora Dz).

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

269

Page 122: Cultura Vocacional - CELAM

I Congreso Continental Latinoamericano de Vocaciones

El primer Congreso se realizó en Itaicí (San Pablo), Brasil del 23 al 27 de mayo de 1994. Fue convocado por el CELAM, la CLAR y la Pontificia Obra para las Vocaciones. Sus obje tivos fueron: tomar conciencia de los desafíos de la Nueva Evangelización, hacer más eficaz la promoción vocacional, conseguir mayor calidad y número de vocaciones al ministerio ordenado y a la vida consagrada, promover la integración de Pastoral Juvenil, catequética, familiar y vocacional, suscitar el acompañamiento de los jóvenes en búsqueda. Su lema fue: “La Pastoral Vocacional en el Continente de la Esperanza”. Se lo preparó con la colaboración de los secretarios ejecutivos de cada Conferencia Episcopal reunidos por regiones. El Cono sur -por ejem-plo- se reunió en Paraguay y trabajó dos puntos: el protagonismo de los laicos y el despertar de los ministerios conferidos a los laicos. Cada Conferencia Episcopal aportó datos con los que se elaboró un diagnóstico vocacional.

El Congreso siguió el método de “ver”, “juzgar” y “actuar”. Al “ver” la realidad se encontraron “luces y sombras”. Se consideraron las siguientes luces: el aumento de vocaciones, los planes nacionales y diocesanos de pastoral, las actividades realizadas en el marco de la pastoral de conjunto, el testimonio de sacerdotes y consagrados que incluso derramaron su sangre como en El Salvador, la selección de candidatos a la vida religiosa y al sacerdocio ministerial. A la vez, se reconocieron sombras: la cultura post-moderna -causa de un fuerte relativismo y subjetivismo, de una mentalidad pragmática y hedonista- la pobreza creciente, las pastorales parale las, una visión “reductiva” de la Pastoral Vocacional, la inestabilidad de los jóvenes, etc. Se constató que el crecimiento vocacional no era proporcional al aumento de la población.

En el “juzgar” se reflexionó: la realidad vocacional y sus dificul-tades, la teología de la Pastoral Vocacional y los aspectos psicológicos del discernimiento, la calidad de las vocaciones. Se resaltó el valor de la comunidad y la liturgia. En el “actuar”, se pensó el proceso vocacional en tres etapas: despertar, discernir y acompañar. También se compartieron experiencias y se resolvió: vocacionali zar las dis-tintas pastorales, repensar las condiciones de ingresos a las casas de

Carlos E. Silva Guillama

270

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 123: Cultura Vocacional - CELAM

formación y crear un clima vocacional. Un gran aporte de Itaicí fue impulsar la “Pastoral Juvenil Vocacional”. Después del Congreso, se realizaron Encuentros en algunas regiones para aplicarlo a la realidad de cada nación.

Marco teológico- pastoral. Tres Conferencias del Episcopado Latinoamericano confluyeron en Itaicí. Cada una de ellas marcó una etapa de la historia eclesial del continente y de esta Pastoral. Me-dellín definió su identidad y misión al decir que era: “la acción de la comunidad eclesial bajo la Jerarquía para llevar a los hombres a hacer una opción en la Iglesia2” (Medellín- Clero 23). También indicó la responsabilidad de toda la comunidad cristiana en esa “acción” y la ubicó en la pastoral de conjunto. Puebla habló de una Pastoral Vocacional “encarnada” y “diferenciada” (Cf. Pb 863 y 864)3. Afirmó que “toda Pastoral Juvenil debe ser, al mismo tiempo, Pastoral Voca-cional” (Cf. Pb 865). Le pidió que orientase la opción vocacional de los jóvenes (Cf. Pb 1187) y sugirió que se elaborasen catequesis vocacionales (Cf. Pb 1006). Al igual que Medellín, ubicó la Pastoral Vocacional en la pastoral de conjunto y resaltó su buena relación con las pastorales afines: juvenil, familiar y educativa. Propuso la Iglesia local, la parroquia, las comunidades eclesiales de base, la familia, los movimientos, los centros educativos y la catequesis como luga-res de acción. Subrayó que todos los bautizados son llamados a la santidad (Cf. Pb 252, 331 y 799) y que la misión evangelizadora es de todo el pueblo de Dios y es su vocación primordial (Cf. Pb 224 y 348). Santo Domingo habló de la Pastoral Vocacional como prioridad e indicó que debía ser “procesual” (Cf. SD 82)4. Propuso a Pastoral Juvenil promover la dimensión vocacional de la fe (Cf. SD 114) y el acompañamiento espiritual de quienes hacen el proceso vocacional (Cf. SD 42). Pidió que creciera la santidad de vida de los llamados (Cf. SD 71, 92 y 294) y la conversión de los mismos (Cf. SD 24 y 32). Tres términos nos ayudan a comprender la Pastoral Vocacional de

2 MEDELLÍN, DOCUMENTOS FINALES, Segunda Conferencia del Episcopado Latinoameri-cano, Buenos Aires: Paulinas, 1968, XIII Formación del Clero (a partir de ahora Medellín- Clero).

3 PUEBLA, CONCLUSIONES FINALES, III Conferencia General del Episcopado Latinoame-ricano, Montevideo: Paulinas, 1979 (a partir de ahora Pb).

4 SANTO DOMINGO CONCLUSIONES, IV Conferencia General del Episcopado Latinoa-mericano, Salto, Impresora Central, 1992 (a partir de ahora SD).

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivas

271m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 124: Cultura Vocacional - CELAM

aquel tiempo: es una “acción” y propone un “proceso” para orientar la “opción” vocacional de los jóvenes.

El Congreso de Itaicí propuso todas las vocaciones como impor-tantes, complementarias y resaltó la importancia de promover aque-llas de especial consagración. Asumiendo el documento de Puebla habló de tres dimensiones vocacionales: la humana, la cristiana y la específica. Resaltó la importancia de la promoción vocacional y de una formación inculturada. Previó el itinerario vocacional en tres etapas: despertar, discernir y acompañar. Asumió -indirectamente- el Encuentro Latinoamericano de vocaciones de Lima (1986) cuyo tema fue “el acompañamiento de las vocaciones”, al proponer acompañar a cada joven para que “pueda descubrir el camino para la realización de un proyecto de vida tal como lo quiere Dios y como lo necesita el mundo de hoy”5.

La Pastoral Vocacional “de Itaicí” se concibió a sí misma como integrante de la pastoral de conjunto y expresó que toda la Iglesia es responsable de la misma. Encargó a la Pastoral Juvenil la maduración personal y comunitaria de los jóvenes para la elección de una opción permanente. Generó la elaboración de planes nacionales y diocesanos de Pastoral Vocacional, catequesis vocacionales y distintas actividades para las etapas del despertar y del discernir: grupos vocacionales, charlas en colegios y parroquias, comités o clubes vocacionales parroquiales, retiros diocesanos, misiones vocacionales, etc. Buscó una mayor calidad y número de vocaciones al ministerio ordenado y a la vida consagrada. Impulsó el acompañamiento espiritual- vo-cacional de los jóvenes. Una figura emblemática de esta etapa, por su amor y dedicación a esta Pastoral, fue Mons. Joel Ivo Catapán de Brasil (1927- 1999). También destacamos la labor de Mons. Daniel Gil Zorrilla de Uruguay (1930- 2008).

DesdeItaicíaCartago,CostaRica

Marco teológico- pastoral. En el año 2007 se celebró en Apareci-da, Brasil, la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano

5 Cf. DOCUMENTO FINAL del “Primer Congreso Continental Latinoamericano de Vocaciones, Pastoral Vocacional en el Continente de la Esperanza”, Montevideo, 1994, número 26 (a partir de ahora: Itaicí).

Carlos E. Silva Guillama

272

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 125: Cultura Vocacional - CELAM

y del Caribe6. Aparecida presentó un “decálogo vocacional” en el número 314. Afirmó que: 1) la Pastoral Vocacional es responsabilidad de todo el pueblo de Dios. 2) Comienza en la familia. 3) Se continúa en la comunidad cristiana. 4) Está integrada en la pastoral ordinaria, en las familias, en la parroquia, en las escuelas católicas y en las demás instituciones eclesiales. 5) Es fruto de una sólida pastoral de conjunto. 6) Debe dirigirse a los niños y especialmente a los jóvenes. 7) Tiene el objetivo de acompañar cuidadosamente a todos los que el Señor llama a servir en la Iglesia, en el sacerdocio, en la vida consagrada o en el estado laical. 8) También tiene como objetivo: ayudar a descu-brir el sentido de la vida, el proyecto que Dios tiene para cada uno y acompañar en el proceso de discernimiento. 9) Por ello, es necesario intensificar de diversas maneras la oración por las vocaciones, con la cual también se contribuye a crear una mayor sensibilidad y recepti-vidad ante el llamado del Señor. Afirma que la vocación es un don de Dios; por ello, en cada Diócesis, se ha de orar al “Dueño de la mies”. 10) Ha de promover y coordinar diversas iniciativas vocacionales.

La animación vocacional está comprometida con el discipulado misionero para que nuestros pueblos tengan vida plena en Jesucristo (Cf. DA 1).

La Exhortación Apostólica postsinodal “Verbum Domini”7 del Santo Padre Benedicto XVI relaciona la Palabra de Dios con la vida y la misión de la Iglesia. Invita a escuchar a Dios, porque Él responde a las interrogantes humanos (Cf. VD 23) y a promover la “animación bíblica de la pastoral” (VD 73). Esta indicación fue asumida totalmente en la preparación y en el Congreso mismo. Por otra parte, la “Palabra llama a cada uno personalmente, manifestando así que la vida misma es vocación en relación con Dios. Esto quiere decir que, cuanto más ahondemos en nuestra relación personal con el Señor Jesús, tanto más nos daremos cuenta de que Él nos llama a la santidad mediante opciones definitivas, con las cuales nuestra vida corresponde a su amor, asumiendo tareas y ministerios para edificar la Iglesia” (VD 77).

6 V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO y DEL CARIBE, DOCUMENTO CONLUSIVO, Conferencia Episcopal del Uruguay, Montevideo, 2007 (a partir de ahora DA).

7 VERBUM DOMINI, Exhortación postsinodal, Sobre la Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia, Vaticano, Editrice Vaticana, 2010 (a partir de ahora VD).

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivas

273m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 126: Cultura Vocacional - CELAM

Integrando las indicaciones de los Obispos en Aparecida y del Santo Padre en su Exhortación postsinodal se preparó, por un lado, el “Documento de Trabajo” y, por otro, se realizaron varios “pre-Congresos”. El primero tuvo la finalidad de animar la reflexión y la oración. Tuvo una introducción y cuatro partes. En la primera, la Voz de la Palabra, se reflexionó la realidad social, económica, política y cultural que impacta en la vida de la Iglesia y en la animación voca-cional. Quedaron planteadas varias dificultades. En primer lugar y pensando en la etapa del despertar, el perfil de las nuevas generaciones juveniles. Son hijos de su tiempo y de su cultura. Algunos presentan inconsistencia e inestabilidad humano-afectiva. Otros, han perdido valores evangélicos, son objetos de la sociedad de consumo, no han elaborado un proyecto de vida y presentan un cierto sincretismo religioso. En segundo lugar, al reflexionar la etapa del despertar, se constata que algunos jóvenes se han “quedado” en su proceso. Entre quienes ingresan a casas de formación crece el número de hijos de divorciados y de nuevas formas de familias. Unos son como “huérfa-nos” desde el punto de vista afectivo y poseen un cierto “analfabetismo afectivo”. Otros pasan de relaciones interpersonales a relaciones vir-tuales o idealizadas. En tercer lugar, pensando en la etapa del acom-pañar, se constata un importante número de deserciones. El análisis de la realidad vocacional termina diciendo: “subrayamos con gran preocupación tres realidades: el número insuficiente de sacerdotes, la escasez de vocaciones a la vida consagrada y la distribución no equitativa de sacerdotes y consagrados en nuestras Iglesias8”.

En la segunda parte del Documento de Trabajo -el Rostro de la Palabra- se presentó una reflexión bíblica del texto iluminador del Congreso: Lucas 5, 1- 11. Se resaltó la misión de Jesús, el llamado que realiza a la orilla del mar y la necesidad de aprender del Maestro que convoca a ser pescadores para siempre. En la tercera, en la Casa de la Palabra, se convidó a construir la Casa de la Pastoral Vocacional a través de la escucha de la Palabra, la mesa de la Eucaristía, la oración de escucha y una espiritualidad de comunión. Finalmente, en la cuarta parte se invitó a transitar por los Caminos de la Palabra que presenta la animación vocacional en el contexto de la Misión Continental. Aquí

8 Cf. II Congreso Continental Latinoamericano de Vocaciones. Documento de Trabajo, Bogotá: CELAM, 2010, p. 31- 33.

Carlos E. Silva Guillama

274

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 127: Cultura Vocacional - CELAM

se destaca el perfil y la identidad de los animadores vocacionales, la espiritualidad vocacional y el itinerario de los discípulos misioneros. También se demuestra la importancia de la comunidad eclesial, de las estructuras vocacionales, de la misión en el mundo de la comu-nicación, de la juventud, la familia, la escuela y la cultura.

En preparación al II Congreso se realizaron diversos pre-Congre-sos. El primero de ellos fue en Colombia y agrupó a los países Boli-varianos; trabajó la realidad, fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas de la Pastoral Vocacional. El segundo fue en Nicaragua -para Centro América, México y el Caribe- y trató la identidad, espiri-tualidad, organización y líneas de acción de esta Pastoral. El último fue en Brasil (con invitación al Cono Sur); en el III Congreso Vocacional de Brasil se reflexionaron varios temas: “discípulos misioneros”, las vocaciones en el actual contexto social, cultural y eclesial, la teología del discipulado y de la misión, la Pastoral Vocacional y el servicio de animación vocacional.

La realidad continental nos permite dar gracias porque, en mu-chas Iglesias locales, existe un Centro Diocesano o Equipo Diocesano, un asesor y un equipo de trabajo. Los Centros Diocesanos promueven todas las vocaciones y la formación de los animadores vocacionales. Realizan reuniones, cursos, encuentros regionales y nacionales de animadores. Elaboran planes y se proponen itinerarios. En algunas Diócesis, el Seminario también participa del equipo diocesano. En muchas parroquias existe un equipo vocacional en el que participan ministros ordenados, consagrados y laicos. Estos equipos proponen instancias de oración y organizan actividades, especialmente en la semana, en el mes vocacional o con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. También existen Institutos de forma-ción inter-congregacional y de Pastoral Vocacional, por ejemplo en Venezuela, Brasil, México y Argentina. Uruguay ofrece un curso de capacitación para la animación vocacional y el acompañamiento espiritual- vocacional.

Desde Itaicí a Cartago se propone una Pastoral Juvenil- Vocacio-nal y se trabaja en conjunto con Catequesis, Pastoral de Adolescentes, Pastoral Familiar, Pastoral Educativa, etc. Se plantea la formación inicial de las vocaciones de especial consagración en cinco áreas

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivas

275m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 128: Cultura Vocacional - CELAM

o dimensiones complementarias: humano- afectiva, comunitaria, intelectual, pastoral y espiritual. Surge, con creciente importancia, el desafío de la formación permanente de los ministros ordenados y de los consagrados.

II Congreso Continental Latinoamericano y Caribeño de Vocaciones

En el segundo Congreso participaron alrededor de 500 perso-nas provenientes de una América Latina y Caribeña multicultural y multiétnica (Cf. DA 35). Se desarrolló en Cartago, Costa Rica, del 31 de enero al 5 de febrero de 2011. Fue convocado por el CELAM y la CLAR. Estuvieron presentes los Eminentísimos Señores Cardenales Don Raimundo Damasceno Assis, Juan Sandoval y Julio Terrazas. Participaron activamente la Pontificia Obra para las Vocaciones9 y CISAL. Su tema fue: “llamados a lanzar las redes para alcanzar la vida plena en Cristo”. Su objetivo fue: “fortalecer la cultura vocacional en el Continente para que los bautizados asuman su llamado de ser discípulos y misioneros de Cristo en las circunstancias actuales de América Latina y el Caribe, a la luz de las conclusiones y del espíritu de Aparecida”. Su lema fue: “Maestro…, en tu nombre echaré las redes” (Lc 5, 4- 5).

Desde el punto de vista metodológico, el Congreso no fue un acontecimiento puntual, sino que asumió el camino realizado a partir de Itaicí, los pre-Congresos, los principios que se han decantado y lo que aportará en el futuro. Su preparación, el “Documento de Trabajo” y el mismo Congreso fueron una “Lectio Divina” de Lucas 5, 1- 11. La metodología siguió el siguiente esquema: a la “lectura” corresponde “la Voz de la Palabra”. Es el “ver”. Aquí escuchamos la Voz del Santo Padre Benedicto XVI (Mensaje a los Congresistas), de Aparecida, del Sínodo sobre la Palabra y de la realidad misma. A la “meditación” corresponde “el Rostro de la Palabra”. Es el “juzgar”. Aquí meditamos la cultura vocacional, la teología vocacional, excursionamos sobre la cristología y la eclesiología vocacional, nos detuvimos en la peda-gogía y en la espiritualidad vocacional. A la “oración” corresponde “la Casa de la Palabra”. Es el “actuar ad intra”. Aquí reflexionamos

9 Se recibió, leyó y valoró una carta de su Eminencia el Cardenal Zenón Groscholewsky.

Carlos E. Silva Guillama

276

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 129: Cultura Vocacional - CELAM

sobre la formación. A la “contemplación” corresponde “el Camino de la Palabra”. Es el “actuar ad extra”. Contemplamos la identidad y la misión de la Pastoral Vocacional, el perfil de los animadores, los itinerarios vocacionales y los caminos de la Iglesia y del mundo en los que somos llamados a echar las redes.

La Voz de la Palabra y de la realidad. El Congreso asumió varios desafíos. En primer lugar, una realidad imposible de describir, un gigantesco cambio cultural que tiene alcance global, es complejo, desigual (Cf. DA 34, 36 y 44), provoca crisis de sentido (Cf. DA 38) y afecta a la familia (Cf. DA 40 y 49). Al contemplar la realidad socio- económica, político- cultural y eclesial- vocacional, valoramos el compromiso de quienes promueven a los más débiles (Cf. DA 402 y 403), pero observamos un bajo número de católicos en política y en liderazgo social. Nos preguntamos: ¿hemos propuesto la vocación laical como transformadora de la realidad? En segundo lugar, la ne-cesidad de una conversión pastoral y, en tercer lugar, el desafío de la animación bíblica de la pastoral.

Asimismo, el Congreso integró cuatro preocupaciones: la reali-dad, el perfil del joven actual, el perfil de quienes egresan de nuestras casas de formación y la necesidad de continuar reflexionando sobre la teología de las vocaciones. Al escuchar la voz de la realidad, se afirmó que no podemos olvidar “el rostro humillado de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos y, al mismo tiempo, su vocación a la libertad de los hijos de Dios, a la plena realización de su dignidad personal y a la fraternidad” (DA 32). Tampoco podemos dejar de es-cuchar el clamor de los hermanos sumergidos en cuadros de pobreza y exclusión social, en especial de los adolescentes y los jóvenes (Cf. Ex 3, 7; DA 48). Las comunidades indígenas y afro-americanas no siempre son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones (Cf. DA 65). Muchas mujeres son excluidas en razón de su sexo, raza o situa-ción socioeconómica. Muchos jóvenes no tienen oportunidades de progresar. Existen muchísimos desempleados, migrantes, campesinos sin tierra, niños y niñas sometidos a la prostitución infantil. Millones de personas y familias viven en la miseria y pasan hambre.

Nos preocupan las personas que dependen de las drogas, las que tienen capacidades diferentes, los portadores y víctima de enferme-

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivas

277m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 130: Cultura Vocacional - CELAM

dades graves. No olvidamos a los secuestrados y a las víctimas de la violencia o de la inseguridad ciudadana. Tampoco a los ancianos, que además de sentirse excluidos del sistema productivo, se ven muchas veces rechazados por su familia. Nos duele, asimismo, la situación inhumana en que vive la gran mayoría de los presos. Lamentablemen-te, hoy los excluidos no son solamente “explotados”, sino “sobrantes” y “desechables” (Cf. DA 65). Fuimos enviados a servirlos.

Al observar el perfil de quienes despiertan a su vocación, la disciernen e ingresan a casas de formación surgieron elementos im-portantes. Algunos presentan cuadros de inmadurez humano-afectiva, inconsistencia, depresión o tendencia narcisista que luego dificultan el crecimiento, la auto-donación y la configuración integral con el llamado recibido. Exaltan el presente y la propia imagen. Han teni-do vínculos paternos o familiares inestables que han dejado huellas en la personalidad. Establecen relaciones afectivas sin compromiso definitivo o poseen identidades sexuales no cerradas. Tienen vínculos comunitarios débiles, están centrados en sí mismo y “consumen co-munidad” en vez de crearla y nutrirla como bien común. Dependen del ciber-espacio que, aunque comunica, disminuye la capacidad de encuentro y alteridad10. No han sido educados para la fidelidad ni aprecian el valor de la castidad por el Reino. Otros, poseen una pobre experiencia de Dios o carecen de un proyecto de vida apoyado en valores e ideales que permitan trascender. Les cuesta entregar sus vidas a Cristo y mantener sus opciones. Por ello, es importante hacer un estudio de los nuevos procesos de configuración de identidades que se desprenden de las culturas actuales y buscar una nueva propuesta formativa inicial para prevenir y no hipotecar el futuro.

También preocupa el perfil de quienes egresan de las casas de

formación. Algunos viven su vocación como un rol, tienen una con-cepción rígida de la misión, se apoyan en lo que les otorga seguridad, poder, satisfacción o promoción personal. No siempre fue adecuado el proceso formativo o el acompañamiento espiritual. Es necesario reubicar el aporte de los técnicos. Es clara la orientación del Santo Padre y del Magisterio pero, hay deserciones y escándalos. La mayoría de las deserciones no son por problemas teológicos o pastorales, sino

10 Cf. BENEDICTO XVI, Discurso del 13/11/10.

Carlos E. Silva Guillama

278

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 131: Cultura Vocacional - CELAM

por dificultades espirituales o humano-afectivas. Muchos presbiterios y congregaciones religiosas están integrados por personas en forma-ción permanente madura o avanzada y tienen pocos jóvenes. Les encomiendan todo y los recargan o no les dan suficiente espacio. En algunos presbiterios y comunidades religiosas se ha debilitado la conciencia de cuerpo. Tenemos líderes cansados (burnout). Como consecuencia, los vínculos son más débiles, mayores las tensiones, la susceptibilidad e inestabilidad. Se hace necesario revitalizar la iden-tidad vocacional y el trabajo en equipo. Los consagrados inmaduros y tristes son un obstáculo para el despertar de nuevas vocaciones. La realidad desafía a una renovada formación permanente integral y, en las Iglesias locales, a una pastoral presbiteral.

Ante esta realidad y frente al desafío de promover una cultura vocacional, surge la imperiosa necesidad de continuar reflexionando la teología de las vocaciones.

La realidad condujo a un diagnóstico bíblico- pastoral- vocacio-nal: hemos experimentado la noche, hemos trabajado, pero “no hemos pescado nada” (Cf. Lc 5, 5). Fue grande el esfuerzo e insuficiente la pesca. No está clara la dimensión vocacional de la vida, no se propone el bautismo como fuente de las vocaciones, no se presentan adecua-damente las vocaciones eclesiales, no se muestra el matrimonio como vocación. Constatamos que los métodos son insuficientes o inadecua-dos, que a veces falta iniciativa y creatividad. Muchos animadores están desencantados. Comprobamos que “el insuficiente número de sacerdotes y su no equitativa distribución imposibilita que muchas comunidades puedan participar regularmente en la celebración de la Eucaristía… A esto se añade la relativa escasez de vocaciones al ministerio y a la vida consagrada. Falta espíritu misionero…” (DA 100).

El Rostro de la Palabra. Al “juzgar”, recordamos que la Iglesia es Misterio de Comunión, Misterio Vocacional11. Estamos llamados a ser discípulos misioneros de una Iglesia kerygmática y carismática, capaz de anunciar el kerygma -en especial a los bautizados que no participan- y reconocer que el Espíritu suscita ministerios para el bien de su pueblo.

11 Cf. Itaicí, número 24.

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivas

279m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 132: Cultura Vocacional - CELAM

Consciente de que el Evangelio ha de llegar a todos los pueblos (Cf. Mt 28, 19- 20) el Congreso asumió el desafío de promover y for-talecer una cultura vocacional. Sin ella, no es posible la animación vocacional. Ella es como un eje fundamental. Esta afirmación resulta clave. Cada uno, no sólo es responsable de su propia vocación, tam-bién lo es de la vocación de sus hermanos.

La Casa de la Palabra. Convencidos que el Maestro llama a construir su Iglesia, fuimos enviados a promover una “sensibilidad espiritual”. Ella convoca a la conversión y al seguimiento en Iglesia, impulsa a la misión (Cf. DA 287). Invita a pasar de la reflexión teoló-gica a la experiencia de un Dios que -también- hace experiencia del Hombre. Esta conversión supone, asimismo, el paso de la experiencia a la “teopatía”, a una “cierta sintonía” con Dios. Crear cultura voca-cional es purificar la imagen que nos hemos hecho de Él.

Toda espiritualidad cristiana es vocacional. Por eso, la autentica espiritualidad es la que nos conduce a la unión con Dios. Crear cultura vocacional consiste en dejarnos encontrar por el Dios de Jesucristo y convertirnos a Él. Es hacernos sensibles a quienes sufren y hoy están como crucificados. La espiritualidad exige formación. Es el tiempo de volver al Evangelio, re-ver el camino recorrido, proponer la identidad de discípulos misioneros de forma atractiva y atrayente.

Los Caminos de la Palabra. Es el “actuar” del Congreso, su pro-yección en el mundo y en la historia.

Perspectivas futuras

1. Perspectiva teológica- vocacional. Somos invitados aclarificaryprofundizarelconceptodevocación

La vocación es la voluntad de Dios Padre que, en Cristo, se ma-nifiesta por el Espíritu Santo como llamado y espera una respuesta libre y responsable de quien lo recibe. Es un misterio trinitario. Es un misterio, no un enigma. El primero se revela e ilumina la vida, el segundo es hostil y no se deja ver. Porque es misterio, se descubre progresivamente.

Carlos E. Silva Guillama

280

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 133: Cultura Vocacional - CELAM

La voluntad de Dios es “el sueño” de Dios Padre, su designio de felicidad y salvación para todo el género humano (Cf. 1 Tim 2, 4). Se revela en Cristo. Se manifiesta por el Espíritu Santo y, gracias a Él, es posible conocerla y discernirla. La oración y la vida de cada uno han de hacerse según esa voluntad (Cf. Jn 5, 14; Heb 13, 21).

El Padre ama eternalmente. No puede dejar de amar. Su amor es personal, incondicional (Cf. Is 49, 15), tierno (Cf. Sal 103 (102), 13). Porque ama, también llama. Su llamado es eterno, es el mismo, no cambia en el tiempo, es irrepetible en la historia. El Padre llama a la vida, a ser semejantes al Hijo, a ser felices (Cf. Is 5, 8- 9). Al hacerlo, nos saca de la “no existencia” y nos da identidad. A cada uno llama por su nombre (Cf. Is 43, 1). El amor del Padre dice sobre cada uno: te amo desde antes de nacer (Cf. Jer 1, 5), porque tú eres mi hijo (Cf. Mt 3, 17). La vocación es amor, gratuidad y don que espera una respuesta -gratuita- de donación en el amor. Es bien recibido que se transforma en bien-donado. Dios Padre nos llama a ser personas, a valorar la vida, a darle un sentido.

El Padre llama en el Hijo, a través de Él. El llamado es como una “palabra personal” del Padre en el Verbo. Es un proyecto de vida plena y de vida eterna para quien lo recibe (Cf. Jn 3, 16). Es invitación a la comunión con su proyecto y a una participación responsable en la construcción del mundo redimido. Tiene carácter salvífico, redentor (Cf. Jn 3, 17). Entre Creación y Redención existe una íntima unidad. La vocación es el llamado que el Padre dirige al hombre creado y redimido. Desde el bautismo, Dios Hijo nos llama a ser discípulos misioneros.

El Padre ama en Cristo por el Espíritu. La vocación nunca es para la auto-realización, sino para la auto-donación, la oblación, el amor. No se proyecta únicamente en la economía espiritual de cada uno, sino que trasciende y tiene carácter comunitario y eclesial. Todo llamado es para el bien de la Iglesia y del mundo. Dios Espíritu Santo nos llama a una misión eclesial y específica.

Todas las vocaciones están comprometidas con la Creación, con la Redención y con el Reino. Han de conducir a la conciencia de que Dios hace “experiencia del ser humano”, se preocupa por todos

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivas

281m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 134: Cultura Vocacional - CELAM

y por cada uno. Ha de llevar a que cada persona haga “experiencia” del amor divino.

La vocación es un llamado que Dios dirige a la conciencia de cada uno, a lo más profundo de cada persona y modifica radicalmente la existencia de quien lo recibe pues orienta y sella -positivamente- su futuro. Es un don, pues Dios llama a quién quiere, cuando quiere y como quiere. Es una gracia (Cf. Flp 2, 13). Es personal, pues va dirigido a la persona concreta. Es integral, porque involucra la totalidad del sujeto y provoca el crecimiento de todos los aspectos del ser humano. Abarca toda la historia personal, da una visión global de uno mismo y permite una respuesta total por la que se vive y hasta se muere. Es permanente, porque engloba la totalidad de la vida y es “para siem-pre”. Es dinámico y exige renovación. Es carismático y tiene en cuenta los talentos de cada uno. Es concreto -es a “algo”- y es situacional. Responde a una realidad objetiva, a una situación histórica y a un desafío específico. Es para el bien de los hermanos. Es llamado a la vida escatológi ca y a la gloria eterna (Cf. LG 48; 51. GS 22; 25)12. Se revela a través de signos que el vocacionado ha de discernir.

Dios, que llama, espera una respuesta libre y responsable de parte de quien lo recibe. El llamado capacita a la persona para responder y la hace responsable del mismo. Tanto el llamado, como la respuesta consciente, determinan el sentido de la vida. La respuesta permite re-significar toda la vida desde la vocación recibida.

La voluntad de Dios se manifiesta como un único llamado que posee tres dimensiones: la humana o antropológica, la cristiana o bau-tismal y la específica o eclesial. Se manifiesta como un único llamado que posee varias opciones definitivas de vida (Cf. VD 77): laicado, ministerio ordenado, vida religiosa-consagrada. Desde el bautismo, cada una de ellas es para la misión y es vocación a la santidad. En efecto, las vocaciones específicas están orientadas hacia la santidad de los fieles y de la Iglesia misma (Cf. LG 39- 42).

12 Cf. CONCILIO VATICANO II, Bilbao: Mensajero, 1974. Constitución Dogmática Lumen Gentium (a partir de ahora LG) y Constitución Dogmática Gaudium et Spes (a partir de ahora GS).

Carlos E. Silva Guillama

282

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 135: Cultura Vocacional - CELAM

A medida que profundicemos el concepto de vocación y de cada una de las opciones definitivas de vida, más clara será la propuesta, el discernimiento y el acompañamiento vocacional.

2. Perspectiva eclesial- vocacional. Somos invitados a resaltar la dimensión vocacional presente en la Iglesia y en la fe

“La Iglesia, en lo más íntimo de su ser, tiene una dimensión vocacional, implícita ya en su significado etimológico: “asamblea convocada” por Dios. La vida cristiana participa también de esta misma dimensión vocacional que caracteriza a la Iglesia. En el alma de cada cristiano resuena siempre de nuevo aquel “sígueme” de Jesús a los apóstoles, que cambió para siempre sus vidas (Cf. Mt 4, 19)”13. Desde el bautismo, la vida cristiana tiene una dimensión vocacional. La Iglesia -asamblea convocada- también la tiene en su naturaleza y en su misión.

3. Perspectiva antropológica- vocacional. Somos invitados a promover una cultura vocacional.

El ser humano es “pastor de su ser” -al decir de Heidegger- y es capaz de construirse a sí mismo como persona, afirma Max Scheler. Posee dos necesidades básicas a las que responde al generar cultura: la necesidad de vínculos y la necesidad de trascender.

“Con la palabra “cultura” se indica el modo particular como, en un pueblo, los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios (GS 53b) de modo que puedan llegar a “un nivel verdadera y plenamente humano” (GS 53a). Es “el estilo de vida común” (GS 53c) que caracteriza a los diversos pueblos; por ello se habla de “pluralidad de culturas” (GS 53c)” (Pb 386).

Así entendida, es vínculo con la naturaleza, con las demás personas, con uno mismo y con Dios. Es humanización del mundo y de las relaciones humanas. Es reconocimiento de aquella realidad primordial que ubica a la criatura ante su Creador. Es transformación de una realidad que se ha vuelto contra el ser humano, la familia,

13 BENEDICTO XVI, Mensaje al Congreso, 31/1/2011.

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivas

283m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 136: Cultura Vocacional - CELAM

el bien común y contra Dios (Cf. DA 13; 35; 41; 44; 46; 100; 177 y 185). Es, asimismo, promoción de algunos aspectos emergentes de la sociedad actual, como el valor de la persona humana, la conciencia de los derechos humanos, la búsqueda del sentido de la vida o de trascendencia (Cf. DA 52).

El Congreso se propuso promover, generar, causar, una cultura vocacional. En primer lugar, ella exhorta a revisar la relación de cada uno y de cada pueblo con la naturaleza. La cultura vocacional es, también, cultura ecológica; impulsa a cuidar el planeta, a defender la vida que hay en él. En segundo lugar, propone examinar los vínculos humanos -hoy debilitados- y hacerlos más humanos, más fraternos, más evangélicos. Integra y propone una espiritualidad de comunión para que “todos sean uno” (Jn 17, 21). En tercer lugar, invita a con-siderar el amor que cada uno tiene por sí mismo. Muchas personas necesitan aceptarse, reconciliarse, perdonarse. Esta cultura plantea que, luego de un itinerario espiritual, cada uno pueda decir lo que Gregorio afirmó de San Benito: “Habitó consigo mismo, bajo la mirada de Dios”. En cuarto lugar, conduce a una sólida y profunda relación con Dios.

Posee tres elementos: la teología vocacional -o mentalidad- la espiritualidad y la pedagogía que conduce a la práctica de un estilo de vida. Mientras profundizamos la dimensión vocacional de la teo-logía y cada pueblo busca y establece pedagogías que respondan a su realidad, Cartago propone una espiritualidad vocacional. Ha de llevar a que cada uno, sintiéndose llamado por Dios a la vida, desarrolle su sentido de filiación; a que cada bautizado, sintiéndose llamado por Dios a la fe, desarrolle su sentido de pertenencia a la Iglesia; a que cada discípulo misionero, sintiéndose llamado por Dios a vivir la fe en comunidad, desarrolle su sentido de fraternidad pues, al decir de Pablo VI: “todo hombre es mi hermano”; a que cada persona, sintiéndose criatura redimida, preserve la creación y construya vínculos de paz.

La cultura vocacional ha de reconocer que la familia es la pri-

mera educadora de la fe y promotora de las vocaciones. Ha de cul-tivar, especialmente, los ambientes en los que surgen las vocaciones al ministerio ordenado y a la vida consagrada, con la seguridad de que Jesús sigue llamando discípulos y misioneros para estar con Él

Carlos E. Silva Guillama

284

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 137: Cultura Vocacional - CELAM

y enviarlos a evangelizar (Cf. DA 315). Dado que cada uno se abre a la santidad desde su vocación personal, ha de tener como meta la santidad personal y comunitaria.

A medida que suscitemos una cultura vocacional, más fiel será la respuesta de cada uno al Padre que llama a ser personas, al Hijo que llama a ser discípulos misioneros y al Dios Espíritu Santo que llama a una opción definitiva de vida.

4. Perspectiva pastoral- vocacional Somos invitados a resaltar la importancia del bautismo como fuente de las vocaciones y eje transversal de la evangelización

El Bautismo es la fuente de todas las vocaciones y el eje trans-versal de la evangelización. “El sacramento del bautismo es el funda-mento de toda vida cristiana” (CC 1213)14 y también de toda vocación. En efecto, la fe cristiana parte del encuentro con la persona de Jesús, que suscita el deseo de seguirlo. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DA 243). Cada bautizado debe descubrir y renovar el compromiso bautismal. El primer con-cepto que subyace en el Congreso es la importancia del sacramento del Bautismo.

5. Perspectiva vocacional- pastoral (ad intra) Somos invitados a la conversión pastoral de este servicio, a la búsqueda

de nuevas propuestas formativas (iniciales y permanentes) y a la formación activa de los animadores vocacionales

a. Identidad y misión. El Congreso afirma que el “Servicio de Ani-mación Vocacional” (SAV), la Pastoral Vocacional (PV) es “trans-versal” a la pastoral, es una actividad “esencial y connatural” a la pastoral de las Iglesias locales (Cf. PDV 34)15, un servicio a la pastoral de conjunto (Cf. PDV 34- 35), una extensión de la maternidad de la Iglesia que -con María- ama y llama a sus hijos.

14 CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Montevideo: Editorial Lumen, 1992 (a partir de ahora CC).

15 JUAN PABLO II, “Pastores Dabo vobis”, Roma, Editora Vaticano, 1992.

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivas

285m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 138: Cultura Vocacional - CELAM

Esta concepción abierta permite “vocacionalizar las pastorales” y desarrollar lo que cada una de ellas tiene en este sentido. Como servicio, tiene la finalidad de:

• sensibilizarsobrelavocaciónbautismaly• ayudaradespertar,discernir,cultivaryacompañarelpro-

yecto de Dios para cada uno.

b. Estructuras vocacionales. Para llevar adelante estos fines, son ne-cesarias ciertas ”estructuras”. Cartago propone dos. Por un lado, los Centros, Equipos o Comisiones Diocesanas de animación vocacional. Pueden estar integrados por laicos y laicas, presbí-teros, diáconos y seminaristas, religiosos y religiosas, miembros de Institutos seculares y de Asociaciones de fieles, movimientos, nuevas comunidades, delegados de los equipos parroquiales, de pastorales específicas, de diferentes carismas, servicios y ministerios de la Iglesia Diocesana. Puede contar con el apoyo de técnicos. El director es nombrado por el Obispo Diocesano. En muchas Diócesis puede existir, además, una organización según las zonas o decanatos de cada una.

Su función es: integrar la Pastoral Vocacional en la pastoral de conjunto, sensibilizar sobre la importancia de esta pastoral, iluminar doctrinalmente la dimensión vocacional de la pas-toral, promover los equipos parroquiales, ofrecer espacios de discernimiento y acompañamiento vocacional, ser un espació de comunión de los presbiterios, cuerpos diaconales, comu-nidades religiosas, institutos, movimientos apostólicos y otros grupos, celebrar los momentos fuertes del año (mes o semana vocacional), promover la elaboración de materiales, organizar y promover charlas, encuentros, campamentos, convivencias, expo-vocacional, jornadas o misiones vocacionales, concienti-zar al pueblo cristiano sobre el sostenimiento económico de los seminarios y demás casas de formación, presentar el tema de la vocación de forma atractiva. Especialmente, ha de promover

Carlos E. Silva Guillama

286

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 139: Cultura Vocacional - CELAM

las distintas vocaciones incluyendo los ministerios confiados a laicos y otros servicios pastorales (Cf. DA 99c)16.

Por otro, se proponen los equipos vocacionales parroquiales integrados por los representantes de las diversas vocaciones y pastorales específicas, como la catequesis, la juventud, la familia y la liturgia, entre otras. Su misión es promover la oración por las vocaciones y coordinar actividades vocacionales parroquiales y con la Diócesis.

c. Perfil de los animadores vocacionales. Dependiendo de las cul-turas y naciones, se propone que sean personas de fe, con clara conciencia discipular misionera, con cierta formación humana, comunitaria, espiritual, cultural y pastoral. Con apertura, doci-lidad al Espíritu, vida de oración, amor a Jesucristo, a la Iglesia, al pueblo. Con identidad vocacional clara (testimonio de vida), capacidad de de trabajo en equipo, buenas relaciones humanas, responsabilidad, paciencia, capacidad de comprender y aceptar la realidad del joven de hoy.

d. Itinerarios vocacionales. Han de partir de la realidad y han de responder, pedagógicamente, a la cultura de cada región sin perder lo esencial ni del llamado ni de la formación. Han de tener en cuenta -como ya adelantamos- los nuevos procesos de configuración de identidades que se desprenden de las culturas actuales. En continuidad con Itaicí se determinaron tres etapas en el itinerario vocacional. A la vez, se desmembró la segunda etapa en dos: el discernir y el cultivar la vocación. Estas etapas suponen procesos pastorales y espirituales complementarios a los vocacionales y siguen el camino propuesto por Aparecida en el número 278 que llama al encuentro con Jesucristo. Cuando estos encuentros son reales, la persona se convierte (podemos hablar aquí de una conversión permanente), sigue a Jesucristo en comunidad, se hace necesariamente misionero. La etapa del despertar tiene al kerigma como idea central, Dios Padre ama y

16 Cf. DOCUMENTO CONCLUSIVO, Desarrollo de la Pastoral de las Vocaciones en las Iglesias particulares: experiencias del pasado y programas para el futuro, Salto, Central Inmobiliaria, 1981, p 76- 77.

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivas

287m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 140: Cultura Vocacional - CELAM

llama en Cristo por el Espíritu Santo. Tal llamado es para la felici-dad. Compromete con la vida y la misión. La etapa del discernir es fundamental. El llamado discierne, no tanto su profesión sino su vocación, La respuesta supone donación. La etapa incluye pruebas, dificultades y, en consecuencia, desafía a cultivar el sentido de la vida, el discipulado y el llamado eclesial como don y misión. Finalmente, la etapa del acompañar incluye el reconocimiento de la Voz que llama y la formación. El punto de partida del itinerario es el Bautismo. La meta es la santidad. El proceso se apoya en la Palabra de Dios.

Por y para ello, es fundamental formar a los animadores.

6. Perspectiva vocacional- pastoral (ad extra). Somos llamados a promover la oración y la Animación- Pastoral Vocacional

Costa Rica propone promover una cultura vocacional y para ello sugiere: promover el encuentro personal y comunitario con Cristo Vivo, alimentar el sentido de pertenencia a la Iglesia, promover la oración vocacional, suscitar itinerarios vocacionales y formativos, preparar acompañantes espirituales- vocacionales.

Líneas de acción. La propuesta incluye:

• ProponerelBautismocomofuentedetodaslasvocaciones.• Sensibilizarsobreelcompromisobautismal.• Acompañaracadapersonaparaque,personalycomunitaria-

mente, elabore su proyecto de vida y de sentido a su vida. • Acompañaracadapersonaparaqueseformecomodiscípulo

misionero. Ello incluye la propuesta de itinerarios, temáticas formativas, una pedagogía y una espiritualidad vocacional.

• Acompañaracadapersonaparaque-encomunidadyconlamediación eclesial- se descubra en “estado vocacional” (etapa del despertar).

• AcompañaracadapersonaparaquedisciernalavoluntaddeDios en su vida, opte y cultive su vocación-misión personal desde una de las opciones definitivas que la Iglesia ofrece (etapa del discernir y del cultivar).

Carlos E. Silva Guillama

288

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 141: Cultura Vocacional - CELAM

• Acompañaracadapersonaquehaoptadoparaqueseafielalllamado recibido y madure su respuesta dinámicamente (etapa del acompañar, formación inicial y formación permanente).

• Ayudar al Pueblo de Dios a descubrir su corresponsabilidadeclesial en todo itinerario vocacional.

• Incluirenlaformacióninicialypermanentelateologíavocacio-nal. La formación permanente no es solamente una capacitación técnica, también es formación teología, espiritual, humano- afectiva y pastoral. Para ello, se plantea crear centros de estudio, reflexión y divulgación de la teología vocacional.

• Proponermétodosyproyectosquefacilitenelacompañamientopara ir al encuentro del hombre de hoy en sus nuevos areópagos.

Mientras que Itaicí se planteó crear un “clima” vocacional, Costa Rica se propone impulsar una cultura vocacional. En primer lugar, se recalca la importancia de la oración al “Dueño de la mies” (Cf. Mt 9, 38) de todo el Pueblo de Dios. Sin oración no florece el llamado. En segundo lugar, ahora se habla de una “animación vocacional” transversal a la pastoral y de “animadores vocacionales” servidores de la pastoral de conjunto. En tercer lugar, se proponen itinerarios vocacionales y formativos. Los procesos pastorales y psicológicos han de complementar a los vocacionales. En cuarto lugar, se afirma la importancia de formar acompañantes espirituales y vocacionales. La cercanía del acompañante abre a la amistad, a la búsqueda y al discernimiento.

Destacamos que, en Costa Rica, se insistió en la necesidad de conocer y promover la vocación al diaconado permanente, a los Institutos Seculares y a nuevas formas de servicios eclesiales.

Decía el Beato Juan Pablo II en México: “el futuro está en las manos de Dios, pero… Dios lo pone también en las vuestras”17. Él pone en nuestras manos el futuro de este servicio de Animación Vo-cacional, de la Pastoral Vocacional que tiene más futuro que pasado.

Obispos, presbíteros, diáconos y seminaristas, religiosos y reli-giosas, consagrados y consagradas, laicos y laicas, somos convocados

17 JUAN PABLO II, Discurso en Puebla, 28/01/1979.

La Pastoral Vocacional, de Itaicí a Cartago y sus perspectivas

289m

ed

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 142: Cultura Vocacional - CELAM

a fortalecer la cultura vocacional en América Latina y El Caribe, para que todos y cada uno de los bautizados asuman su ser de discípulos misioneros de Cristo. Por eso, decimos: “Maestro…, en tu nombre echaré las redes” (Lc 5, 4- 5)18.

18 Cf. DOCUMENTO FINAL del “Primer Congreso Continental Latinoamericano de Voca-ciones, Pastoral Vocacional en el Continente de la Esperanza”, Montevideo, 1994 (Itaicí). GARACHANA PÉREZ Ángel, “La vocación en el documento de Medellín”, “La vocación en el documento de Puebla” y “La vocación en el documento de Santo Domingo”, San Pedro Sula, Honduras, 2008. CNBB (Conferencia Nacional dos Bispos do Brasil), COCUMENTO FINAL, “Discípulos Missionários a Servico das Vocacôes, Conclusôes do ·er Congresso Vocacional do Brasil, Brasilia DF, Edicôes CNBB, 2010 y DOCUMENTO PREPARATORIO. SILVA Carlos, Ponencia “Memoria del Primer Congreso y horizonte futuro”; “Proceso his-tórico de la Animación Vocacional en el continente”, Taller 2 de Costa Rica. SILVA, Carlos. “Vocación: don, identidad y misión”. Montevideo, 2008.

Carlos E. Silva Guillama

290

med

ellí

n 1

46 /

Ab

ril -

Junio

(2011)

Page 143: Cultura Vocacional - CELAM

20

11

2011El ITEPAL es el Centro de estudios del Consejo Episcopal Lati-

noamericano - CELAM, creado para prestar un servicio de nivel superior en el campo de la formación de la investigación teológico-pastoral a las Conferencias Episcopales América Latina y el Caribe. Los programas ofrecidos por nuestro Instituto pretenden impulsar la formación de los discípulos misioneros del Continente a la luz de las orientaciones del Magisterio Latinoamericano para que “respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo” (DA 14); así nuestras Iglesias locales vivirán en misión permanente y nuestros pueblos, en Cristo, tendrán vida.

DIPLOMADOS

01. Pastoral catequética (05 al 29 de julio)

02. Pastoral educativa (04 al 29 de julio)

03. Procesos diocesanos de pastoral (05 al 29 de julio)

04. Formación presbiteral (01 de agosto al 23 de septiembre)

05. Ministerio pastoral (01 de agosto al 23 de septiembre)

06. Teología y pastoral presbiteral (26 de septiembre al 18 de noviembre)

07. Pastoral de la comunicación (26 de septiembre al 21 octubre)

08. Misionología (26 de septiembre al 18 de noviembre)

09.  Planificación Pastoral Participativa (26 de septiembre al 18 de noviembre)

10. Pastoral familiar (virtual)

11. Comunicación, periodismos y medios (virtual)CURSOS

01. Temas Relevantes de Bioética (4-9 julio)

02. Teología pastoral (01-26 agosto)

03. Pastoral afro (22 agosto-02 septiembre)

04. Renovación parroquial (29 agosto-23 septiembre)

05. Relanzamiento de las Comunidades E. de Base (05-22 septiembre)

06. Teología e historia de la misión (26 septiembre-21 octubre)

07. Pastoral misionera (24 octubre-18 noviembre)

08. Reflexiones teológicas emergentes en A.L. (24 octubre-18 noviembre)

09. Pastoral de la comunicación – módulo I (virtual)

10. Pastoral Juvenil (virtual)

Para mayor información comunicarse con el ITEPAL al teléfono 5879710 (Ext. 303) o por email a [email protected]. Visite nuestra web www.celam.org/itepal

Page 144: Cultura Vocacional - CELAM
Page 145: Cultura Vocacional - CELAM

Normasderecepcióndeartículos

1. Dirección de envío Los artículos deben remitirse por correo electrónico a revista-

[email protected] o en forma impresa al Instituto Teológico Pas-toral para América Latina - ITEPAL, Avenida Boyacá No.169D-75, Bogotá-Colombia.

2. Requerimientos de edición y estilo

La extensión y formato de los artículos deberá adecuarse a las siguientes indicaciones para la publicación en la revista: El artículo no excederá de las treinta (30) páginas de contenido. Todos los autores deberán enviar su contribución en formato Word, interlineado de espacio y medio, tipo de letra Arial, tamaño 12. Es preciso presentar un resumen analítico que no supere las 15 líneas de extensión, (en español e inglés) además de mínimo 5 palabras clave con las que se pueda clasificar el artículo (en español e inglés). Los artículos deberán ser inéditos y originales. Se reciben en otro idioma distinto al castellano.

3. Normas de citación

El autor podrá adecuarse a uno de los siguientes modelos:

En el caso de los libros, en las notas de pié de página, las obras citadas deben tener: Autor (Apellidos en mayúscula seguido del nombre); título del libro; pie de imprenta (ciudad de publicación: Editorial, año de publicación); páginas que se citan.

Ej. DUNN, James. Jesús recordado. El cristianismo en sus comien-zos. Estella: Verbo Divino, 2009. p.25-31.

Page 146: Cultura Vocacional - CELAM

Para citar artículos de revistas, la referencia debe tener: Autor (Apellidos en mayúscula seguido del nombre); título del artículo; nombre de la revista precedido por la preposición En:, ciudad de publicación, datos periódicos (v.,n.,); datos cronológicos (mes(es) abreviados; año); páginas que se citan.

Ej. BÜRKLE, Horst. La esperanza en otras religiones. En: Selec-ciones de Teología. Barcelona. v.36, n.144 (Oct-Dic. 1997); p.339-348.

Otras referencias particulares están orientadas en nuestro web site www.celam.org/itepal en el apartado de la Revista Medellín.

4. Recepción y publicación del artículo

Los artículos recibidos se enviarán a algunos especialistas para su evaluación. El director de la revista comunicará por escrito a los autores la decisión tomada. Los autores cuyos artículos sean publica-dos recibirán tres (3) copias de la revista. Aclaramos que la recepción de los artículos no conlleva a la obligación de publicarlos.

Page 147: Cultura Vocacional - CELAM

Medellín 125La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Perspectivas y desafíos

Medellín 126 Magisterio Pontificio y V Conferencia

Medellín 127 El seguimiento

Medellín 128 Iniciación cristiana y discipulado

Medellín 129 Llamados al discipulado. En vísperas de Aparecida

Medellín 130 Aparecida: Esperanza para América Latina y El Caribe

Medellín 131 Perspectivas teológicas de Aparecida

Medellín 132 Dimensiones litúrgica y social de Aparecida

Medellín 133 Índice General 1975-2007

Medellín 134 La conversión pastoral. Exigencia de los discípulos misioneros

Medellín 135 Hacia una iglesia en estado permanente de misión

Medellín 136 Hacia un nuevo paradigma de la catequesis

Medellín 137 San Pablo y la Palabra. Un aporte para la animación bíblica de la pastoral

Medellín 138 Hacia una revaloración de la piedad popular

Medellín 139 Reflexión teológica e identidad

Medellín 140 Economía y desarrollo solidario

Medellín 141 Ministerio y vida de los Presbíteros

Medellín 142 La formación, una prioridad pastoral

Medellín 143 El cristianismo en sus orígenes. Contexto cultural y exégesis

Medellín 144 Los jóvenes y la Pastoral Juvenil en América Latina

Medellín 145 La Celebración del Misterio

Últimos números publicados de Medellín

Page 148: Cultura Vocacional - CELAM