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ACTA REPUBLICANA POLÍTICA Y SOCIEDAD AÑO 5 NÚMERO 5 2006 53 DELIBERANDO SOBRE LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA. LOS DILEMAS DE LA DELIBERACIÓN PÚBLICA SERGIO ORTIZ LEROUX* Contra los golpes del destino, contra las malas pasadas de los dioses, el hombre no podía defenderse pero sí enfrentárseles y replicarles hablando. Hannah Arendt I INTRODUCCIÓN l igual que en la política y en la vida, la academia también tiene sus tiempos. Y no necesariamente, como presumen los románticos, todo * Licenciado y Maestro en Ciencia Política por la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Candidato a Doctor en Inestigación en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Académia de México. Pro- fesor de la FCYS de la UNAM. Ex director de la revista Metapolítica A tiempo pasado fue mejor. Si las décadas de los sesenta y los setenta fueron momentos donde el discurso sobre la clase, la dominación y la hegemonía eran, valga la redundancia, “hegemónicos” en los claustros universitarios, y la década de los ochenta se caracterizó precisamente por la construcción del discurso sobre los viejos y los “nuevos” movimientos sociales y actores colectivos, la década de los noventa y lo que va de esta primera década del nuevo siglo se han distinguido por la recuperación y reformulación de con- ceptos clave de la teoría y la sociología políticas como “Estado”, “sociedad civil” o “ciudadanía”. En este contexto de ruptura y continuidad se inscribe precisamente el discurso sobre la llamada democracia deliberativa. Enmarcado en el horizonte disciplinar de la “teoría de la democracia”, la noción de democracia deliberativa emerge en los círculos académicos e intelectuales en un momento en donde las ciencias sociales en general y la sociología en particular atraviesan por un doloroso cambio de piel. En efecto, las viejas aproximaciones estructurales y conductistas ya no alcanzan a dar cuenta de la complejidad y multicausalidad de los fenómenos sociales y políticos. Y las nuevas miradas sistémicas y racionalistas acaban en muchos casos por reducir al sujeto individual o colectivo a una pieza más de una maquinaria que a primera vista parece perfectamente afeitada y sin fisuras. Entre unas y otras tradiciones y paradigmas, van ganando terreno y presencia nuevos enfoques y perspectivas que renuncian a explicar la política y la sociedad por factores exógenos –sean estructurales o sistémicos–, dirigen su mirada hacia los sentidos y representaciones que guían la acción social, y, en el camino, terminan por redefinir las fronteras entre lo político y lo social o, si se quiere, entre el Estado y la sociedad. En esta frágil frontera discipli- nar adquiere su verdadera magnitud el debate sobre la democracia delibe- rativa. Dos son las grandes fuentes, por lo menos, que alimentan este debate de corte principalmente normativo. La primera antigua y la segunda moderna. La democracia deliberativa se nutre del discurso clásico sobre la democracia que

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ACTA REPUBLICANA POLÍTICA Y SOCIEDAD AÑO 5 ■ NÚMERO 5 ■ 2006 53

DELIBERANDO SOBRE LA DEMOCRACIADELIBERATIVA. LOS DILEMASDE LA DELIBERACIÓN PÚBLICA

SERGIOORTIZ LEROUX*

Contra los golpes del destino, contra las malas pasadas de los dioses,el hombre no podía defenderse pero sí enfrentárseles y replicarles hablando.

Hannah Arendt

I INTRODUCCIÓN

l igual que en la política y en la vida, la academia también tiene sustiempos. Y no necesariamente, como presumen los románticos, todo

* Licenciado y Maestro en Ciencia Política por la facultad de Ciencias Políticas ySociales de la UNAM. Candidato a Doctor en Inestigación en Ciencias Sociales porla Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Académia de México. Pro-fesor de la FCYS de la UNAM. Ex director de la revista Metapolítica

Atiempo pasado fue mejor. Si las décadas de los sesenta y los setenta fueronmomentos donde el discurso sobre la clase, la dominación y la hegemoníaeran, valga la redundancia, “hegemónicos” en los claustros universitarios,y la década de los ochenta se caracterizó precisamente por la construccióndel discurso sobre los viejos y los “nuevos” movimientos sociales y actorescolectivos, la década de los noventa y lo que va de esta primera década delnuevo siglo se han distinguido por la recuperación y reformulación de con-ceptos clave de la teoría y la sociología políticas como “Estado”, “sociedadcivil” o “ciudadanía”. En este contexto de ruptura y continuidad se inscribeprecisamente el discurso sobre la llamada democracia deliberativa. Enmarcadoen el horizonte disciplinar de la “teoría de la democracia”, la noción dedemocracia deliberativa emerge en los círculos académicos e intelectualesen un momento en donde las ciencias sociales en general y la sociología enparticular atraviesan por un doloroso cambio de piel. En efecto, las viejasaproximaciones estructurales y conductistas ya no alcanzan a dar cuentade la complejidad y multicausalidad de los fenómenos sociales y políticos.Y las nuevas miradas sistémicas y racionalistas acaban en muchos casos porreducir al sujeto individual o colectivo a una pieza más de una maquinariaque a primera vista parece perfectamente afeitada y sin fisuras. Entre unasy otras tradiciones y paradigmas, van ganando terreno y presencia nuevosenfoques y perspectivas que renuncian a explicar la política y la sociedadpor factores exógenos –sean estructurales o sistémicos–, dirigen su miradahacia los sentidos y representaciones que guían la acción social, y, en elcamino, terminan por redefinir las fronteras entre lo político y lo social o,si se quiere, entre el Estado y la sociedad. En esta frágil frontera discipli-nar adquiere su verdadera magnitud el debate sobre la democracia delibe-rativa.

Dos son las grandes fuentes, por lo menos, que alimentan este debate decorte principalmente normativo. La primera antigua y la segunda moderna. Lademocracia deliberativa se nutre del discurso clásico sobre la democracia que

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veía a ésta no solamente como un ré-gimen político sino como una formade sociedad o, si se quiere, una socie-dad política.1 Y, al mismo tiempo, sealimenta del debate moderno sobre ladeliberación, en especial sobre la for-ma como una sociedad democráticacontemporánea toma decisiones colec-tivas de carácter vinculante: sea poragregación, por negociación o por dis-cusión; el lugar espacial y temporalen donde transcurre la deliberación:los foros, el espacio público o las ins-tituciones; el actor o actores que de-liberan: el individuo, el ciudadano, lasagrupaciones civiles o sociales o la so-ciedad civil; y el sentido o propósitode la deliberación; la justicia o el biencomún. A partir de estas fuentes re-motas y próximas, el debate sobre lademocracia deliberativa ha tomado di-ferentes veredas y senderos, provocan-do la adhesión de muchos (los fieles)y la crítica o el franco rechazo de otros(los apostatas o indiferentes). Empe-ro, más allá de filias y de fobias, eldiscurso sobre la democracia delibe-rativa se ha convertido por méritos pro-pios en un tema central de la teoríapolítica y social contemporánea.

Este trabajo pretende ofrecer un pri-mer acercamiento explorativo y deli-berativo a las virtudes y “corrupcio-nes” que han caracterizado al discursosobre la democracia deliberativa. Ya enotra ocasión, habrá el tiempo y el es-pacio suficientes para reposar las ideasy hacer volar el espíritu. Por ahora,este trabajo dirigirá su filo polémicoa deliberar sobre los grandes dilemaso nudos gordianos que pueden iden-tificarse en esta propuesta de cortenormativo: la relación entre espaciopúblico y pluralidad; entre delibera-ción y desigualdad; y entre democra-cia deliberativa y sociedad civil. Asípues, a partir de nociones como plu-ralidad, desigualdad y sociedad civilsometeré a prueba la solidez, la den-sidad y la coherencia argumentativadel discurso sobre la democracia deli-berativa a fin de rescatar una noción

deliberativa de la democracia que puedamedirse sin complejos no solamentecon las grandes discusiones de la filo-sofía y la teoría política contemporá-neas, sino –y eso es lo principal– conlos grandes problemas que enfrentanlas sociedades democráticas contem-poráneas.

En esta aventura, evidentemente,no navegaré en absoluta soledad. Porel contrario, respaldaré mis ideas conlos argumentos de algunos de los prin-cipales defensores y críticos de la de-mocracia deliberativa. Para llevar abuen puerto esta empresa intelectual,en un primer acto exploraré brevemen-te los orígenes, fuentes y partes cons-titutivas del concepto de democraciadeliberativa. Me detendré, especial-mente, en la noción habermasiana dedemocracia deliberativa. Posteriormen-te, en un segundo acto, deliberaré, enapartados sucesivos, sobre los grandesdilemas que enfrenta el discurso de lademocracia deliberativa: pluralidad,desigualdad y sociedad civil. Finalmen-te, en el tercer acto, presentaré unasconclusiones necesariamente prelimi-nares. No hay mayor paradoja que ago-tar una deliberación por principio in-agotable.

II PRIMER ACTO. ACERCAMIENTOEXPLORATIVO A LA DEMOCRACIA

DELIBERATIVA

Explorar a la democracia deliberativaes, ante todo, someter al concepto a

un proceso de definición teórico-con-ceptual y de génesis histórica que per-mita desintegrar cada una de sus par-tes a fin de reconstruirlas en un nivelsuperior más abstracto y a la vez másespecífico. Pasar de lo general a lo par-ticular y de lo particular a lo generalcon la mira puesta en develar su sin-gularidad universal o, si se quiere, suuniversalidad singular. Dicho lo ante-rior, pasemos sin más a la exploración.

Definiciones mínimasDefinir a la democracia deliberativano es una tarea sencilla. Existen tan-tas definiciones de democracia deli-berativa como artículos y ensayos quese han escrito sobre el tema.2 Elster(2001: 21), por ejemplo, en un es-fuerzo de síntesis señala que el con-cepto incluye: “la toma colectiva dedecisiones con la participación de todoslos que han de ser afectados por ladecisión o por sus representantes: estaes la parte democrática (…) y la tomade decisiones por medio de argumen-tos ofrecidos por y para los partici-pantes que están comprometidos conlos valores de racionalidad e impar-cialidad: esta es la parte deliberati-va” (cursivas mías). Cohen (2000: 24),por su parte, destaca que la idea fun-damental de la legitimidad democrá-tica es que “el otorgamiento de laautoridad para ejercer el poder delEstado debe emerger de las decisio-nes colectivas de los miembros de unasociedad gobernada por tal poder. Más

1 La idea de “forma de sociedad” no es mía, sino es una idea que recupera Lefort(1991: 8) y cuyo inaugurador fue Platón mediante el examen de la politeia. Co-múnmente se traduce este término como régimen; empero esta palabra sólo pue-de ser retenida a condición de preservarle toda su fuerza que adquiere cuando esempleada en expresiones como Antiguo Régimen o Viejo Régimen. Así, al hablarde régimen, Lefort hace alusión a un tipo de Constitución y a un estilo de exis-tencia. Constitución no debería adoptarse en su acepción jurídica, sino como“forma de gobierno”. Modo de vida, en cuanto a un conjunto de costumbres ycreencias que dan testimonio sobre una serie de normas implícitas que rigen lojusto y lo injusto, el bien y el mal.

2 Entre otros, la democracia deliberativa es uno de los temas que más ha llamado laatención al interior de la teoría política y social contemporáneas. Basta echaruna mirada a los “links” en Internet para constatar este singular florecimiento.

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precisamente (…) esa legitimidademerge de las discusiones y decisio-nes de los miembros de la sociedad”.Feres (2000: 59), por su lado, señalaque: “la teoría democrática afirma queel proceso de decisión del gobiernotiene que sustentarse en la delibera-ción de los individuos racionales enforos amplios de debate y negociación”.Przeworski (2001: 183), por su parte,entiende por deliberación “una for-ma de debate cuyo objeto es cambiarlas preferencias que permiten a la gentedecidir como actuar” pero además espolítica en tanto que “lleva a una de-cisión que compromete a una comu-nidad”.

Lo cierto, más allá de las distintasdefiniciones, es que la democracia de-liberativa puede definirse de formamínima como aquel modelo democrá-tico en el cual las decisiones colecti-vas de gobierno tienen que sustentar-se en la deliberación racional y públicade los individuos. Sin deliberación, lademocracia puede ser cualquier cosamenos deliberativa.

De los orígenes y las fuentesLos orígenes de este modelo democráti-co pueden rastrearse en diferentestiempos y pistas. Depende de dondeponga el ojo el investigador. Avritzer(2000, 2001), por ejemplo, señala quela teoría democrática deliberativa naciócomo respuesta a la teoría hegemónicade la posguerra: la teoría elitista de lademocracia. Para el elitismo democráti-co, representado por autores comoWeber3 y Schumpeter,4 el manteni-miento de la democracia está directa-mente vinculado con la restricción de lasoberanía y con la transferencia de laracionalidad de las élites al sistema po-lítico considerado como un todo. Eneste modelo elitista, la toma de decisio-nes colectivas no se da por discusión odeliberación de los individuos sobre lavida en común, sino a través de la agre-gación de las preferencias individuales,es decir, mediante votación. Precisa-mente es esta idea de agregación la que

lleva a distinguir la visión deliberativade la democracia de todas aquellas ver-siones económicas de la misma. Enefecto, mientras la primera (deliberati-va) supone que las decisiones colectivasse llevan a cabo mediante la delibera-ción de los individuos racionales en fo-ros amplios y públicos, las segundas(económicas) suponen que es la agre-gación de preferencias individuales pre-determinadas e inmutables la que llevaa decisiones colectivas vinculantes. Lademocracia aquí es equiparada con elmodelo del mercado.5

Elster (2001: 13-21), por su parte,identifica diversas fuentes históricasque alimentan la renovación, más queinnovación, de la idea de la democra-cia deliberativa. En primer lugar, la ideade democracia deliberativa es tan an-tigua como la propia democracia. Am-bas aparecieron en Atenas en el sigloV a.C, donde la discusión y la persua-sión en el Ágora eran elementos con-

sustanciales a la democracia.6 En todocaso, la paradoja de la Atenas clásicaera que a los sofistas, es decir, aque-llos que dominaban el arte de la pala-bra y la persuasión, les estaba prohibi-do el ingreso al Ágora. Cosas deldestino. En segundo lugar, durante laAsamblea Constituyente francesa de1789 aparecieron nuevos argumentosa favor de la democracia deliberativa.Sieyes, por ejemplo, señala que en unaelección democrática se trata de pro-poner, escuchar, concertar y cambiarla propia opinión a fin de formar encomún una voluntad mancomunada. Enel marco del pensamiento político delsiglo XIX, Stuart Mill fue el principaldefensor del sistema de gobierno a tra-vés de la discusión: “El modelo de ladelegación es objetable porque implí-citamente rechaza la epistemología delfalibilismo (es decir, la falibilidad).Implica que un representante no tienenada importante que aprender de un

3 Max Weber fue el teórico social que en su obra más importante expresó el escep-ticismo de inicio del siglo en relación a la democracia. Este escepticismo lo llevóa sentar las bases de una concepción decisionista de la deliberación: “el primerode esos elementos sería el escepticismo en relación a los debates que implicabantradiciones culturales distintas; el segundo sería la percepción de que la comple-jidad administrativa sería contradictoria tanto con la participación como con laargumentación” (Avritzer, 2001: 52). Quien quiera profundizar en el decisionismopuede consultar el ya clásico texto de Krockow: La decisión (2001).

4 Joseph Schumpeter señala que el método democrático es aquel tipo de arregloinstitucional para llegar a decisiones políticas en el que los individuos adquierenpoder para decidir mediante una lucha competitiva por el voto del pueblo. No sedefine a la democracia como una clase de sociedad, ni como un conjunto de finesmorales ni como un principio de legitimidad, sino más bien como un método paraelegir a los líderes políticos y organizar los gobiernos (Cohen y Arato, 2000: 23-24).

5 Anthony Downs (1991: 269) desarrolla las premisas principales de la teoría eco-nómica de la democracia: “en una democracia los partidos políticos formulan supolítica estrictamente como un medio de ganar votos. No persiguen llegar alpoder con el fin de llevar a cabo determinadas políticas preconcebidas o servir adeterminados grupos de interés sino todo lo contrario. De suerte que su funciónsocial se cumple como resultado de sus motivos privados que consisten en obte-ner las rentas, el poder y el prestigio derivados de la función gubernamental”.

6 Así lo expresa Tucídides en la Historia de la Guerra del Peloponeso: “nosotrosmismos, tanto si tomamos decisiones como si estudiamos cuidadosamente losacontecimientos, consideramos no que las discusiones sean una rémora para lasacciones, sino más bien que es perjudicial no examinar las cosas a fondo con losdebates, antes de pasar a la acción” Citado por Elster (2001: 13).

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intercambio desinhibido con sus pares.Pero esta hipótesis es irreal”. Citado porElster (2001: 17).

Ya en el siglo XX, diversos académi-cos e intelectuales, principalmente nor-teamericanos, identificaron la fuentecontemporánea de la discusión sobrela democracia deliberativa en algunascontribuciones ya clásicas de Haber-mas. De manera que los promotores deesta discusión, especialmente los filó-sofos Joshua Cohen y James Bohman,pueden ser identificados –sin ánimomaniqueo– como la primera generaciónde habermasianos nacidos en EstadosUnidos.

La versión habermasianade la democracia deliberativa

El filósofo y sociólogo alemán JürgenHabermas elabora su modelo delibera-tivo de democracia a partir de la críti-ca a los modelos normativos de demo-cracia liberal y republicano.7 A nivelnormativo, el pecado que puedeatribuírsele al liberalismo es la buli-mia y al republicanismo la gula. Lo quele falta a uno al otro le sobra. En efec-to, en clave habermasiana, el primerotiene connotaciones normativas dema-siado débiles y el segundo demasiadofuertes. Por ello, los liberales son aso-ciados comúnmente con el pragmatis-mo y los republicanos con el romanti-cismo. Unos sueñan despiertos; otrossimplemente no sueñan. Habermasconstruye su modelo de democraciadeliberativa en diálogo crítico con elliberalismo, entre otros, de Popper yBerlin y con el republicanismo deArendt. La diferencia entre estos mo-delos de sociedad y de Estado8 radica,entre otras cosas, en cómo visualizanconceptos clave de la teoría como po-lítica, ciudadano, derecho y naturale-za del proceso de formación de la vo-luntad política.a) Según la concepción liberal, la po-

lítica tendría la función principalde amarrar e impulsar los intere-ses sociales privados frente a unaparato estatal especializado en

el empleo administrativo del po-der político para alcanzar fines co-lectivos. Por el contrario, de acuerdoa la concepción republicana, la po-lítica no se agotaría en esa fun-ción de mediación, sino que re-presentaría más bien un factorconstitutivo del proceso de socia-lización de su conjunto. Se con-cibe como una forma de reflexiónde un entramado ético (Habermas,1999: 231);

b) De acuerdo al liberalismo, el estatusde los ciudadanos está determina-do por la medida de los derechossubjetivos que tienen frente al Es-tado y frente a los demás ciudada-nos. Los derechos subjetivos sonderechos negativos que garantizanun ámbito de elección dentro delcual las personas jurídicas están li-bres de coacciones externas. Segúnla concepción republicana, por elcontrario, el estatus de los ciuda-danos no se determina por el mo-delo de las libertades negativas quepueden reclamar como personas pri-vadas. Más bien los derechos cívi-cos, principalmente los derechos departicipación y comunicación, sonlibertades positivas.9 No garantizanla libertad de coacción externa, sinola participación en una prácticacomún sólo a través de cuyo ejerci-cio los ciudadanos pueden llegar aser sujetos políticos libres e igua-les (Habermas, 1999: 232-234).

c) Para el liberalismo, el sentido de unordenamiento jurídico, es decir, delderecho positivo, consiste en quepermita determinar en cada casoqué derechos les corresponde a quéindividuos. En contraste, según laconcepción republicana estos dere-chos subjetivos se deben a un or-denamiento jurídico objetivo quehace posible, a la vez que garanti-za, la integridad de una vida encomún autónoma en igualdad dederechos y basada en el respeto re-cíproco. En un caso, el ordenamien-to jurídico se construye a partir delos derechos subjetivos; en el otro,se otorga primacía al contenidoobjetivo que posea ese sistema ju-rídico (Habermas, 1999: 234-235).

d) En la óptima liberal, la naturalezadel proceso político es principal-mente una lucha por posiciones queconceden la capacidad de dispo-ner de poder administrativo. El pro-ceso de formación de la opinión yde la voluntad política en el espa-cio público y en el Parlamento sedetermina por la competencia en-tre actores colectivos que proce-den estratégicamente con el ob-jeto de mantener o adquirirposiciones de poder. Por el con-trario, desde el mirador republi-cano el proceso de formación dela opinión y de la voluntad políti-ca en el espacio público y en elParlamento no obedece a las es-

7 Siempre que se escucha el nombre de Habermas en una reunión informal, no faltael simpático, cínico o incrédulo que califica al último heredero de la famosa Es-cuela de Frankfurt como un “liberal” o un “republicano” de izquierdas o de dere-chas, según sea el caso. Quizá las notas que siguen ayuden a propios y extraños¿incluido un servidor? a ser más cautelosos en sus (nuestras) apresuradas clasifi-caciones.

8 Toda teoría política y social es, en el fondo, una teoría sobre la sociedad y elEstado y las fronteras entre uno y otro. Las teorías clásicas colocan comúnmenteal Estado antes que a la sociedad, al todo antes que a las partes. Las teoríasmodernas colocan regularmente a la sociedad antes que al Estado, a las partesantes que al todo. Los liberales, por ejemplo, ponen al individuo; los socialistas alas clases. Al respecto véase Bobbio (1989: 79-81).

9 Sobre la diferencia entre libertades positivas y libertades negativas, véase Berlin(1988), especialmente el ya clásico capítulo: “Dos conceptos de libertad”.

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tructuras de los procesos de mer-cado, sino a las estructuras pro-pias de una comunicación orien-tada al entendimiento. La política,concebida como práctica de auto-determinación ciudadana,10 no esel mercado, sino el diálogo. Aquíexiste una diferencia entre el po-der comunicativo y el administra-tivo (Habermas 1999: 236-237).

Una vez realizada la comparación,Habermas dirige su filo polémico a des-tacar algunas ventajas y desventajasdel modelo republicano. Su ventaja esque defiende un modelo democráticoradical de autoorganización de la socie-dad mediante ciudadanos unidos demanera comunicativa. En eso les ganala partida a los liberales. Su desventajaradica en que es un modelo demasiadoidealista ya que hace depender el pro-ceso democrático de las virtudes de losciudadanos orientados hacia el bien co-mún y somete a los discursos políticos auna sobredosis de ética. En eso pierdela partida ante los liberales. Ciertamen-te, la ética es un ingrediente importan-te en la política,11 pero en las condicio-nes de pluralismo social y cultural,detrás de los objetivos políticamenterelevantes se encuentran regularmenteintereses y orientaciones valorativasque son constitutivas de la identidad dela comunidad en su conjunto. Estos in-tereses y orientaciones distintos, y enmuchas ocasiones antagónicos, tienennecesidad de un acuerdo o un compro-miso que no siempre puede alcanzarsemediante “discursos éticos”. Los acuer-dos sobre intereses distintos conllevantambién compromisos sustentados enel poder y en la amenaza de sanción. Eneste contexto, el concepto de políticadeliberativa adquiere relevancia. Enefecto, la política deliberativa toma encuenta la pluralidad de formas de co-municación en las que se configura unavoluntad común: no sólo por medio dela autocomprensión ética, sino tambiénmediante acuerdo de intereses y com-promisos, la elección racional de me-

dios en relación a un fin, la fundamen-tación moral y la comprobación de locoherente jurídicamente.

Habermas no duda en su elección.Entre las “buenas conciencias” de laética y las “duras maderas” de la polí-tica, se inclina por la política. Pero supolítica no es de cualquier tipo. Tieneun ingrediente especial: la comunica-ción. Política y comunicación formanun conjunto indisoluble en la propues-ta habermasiana de sociedad democrá-tica. No de gratis su modelo de demo-cracia deliberativa nace precisamentede incorporar en la política el elemen-to comunicativo: “El tercer modelo dedemocracia que yo quisiera proponer(el primero fue el modelo liberal y elsegundo el republicano) se apoya pre-cisamente en las condiciones comuni-cativas bajo las cuales el proceso polí-tico tiene para sí la presunción deproducir resultados racionales porquese lleva a cabo en toda su extensión deun modo deliberativo” (Habermas,1999: 239) (Cursivas del autor).

Este modelo comunicativo presen-ta diferencias sustantivas con las con-cepciones liberal y republicana en loque toca a la formación democráticade la opinión y la voluntad. Mientrasen el liberalismo este proceso sólo se

lleva a cabo en la forma de compromi-sos entre intereses privados y en elrepublicanismo en la forma de unaautocomprensión ética, en la teoríadiscursiva o deliberativa este procedi-miento democrático genera una co-nexión interna entre negociaciones,discursos de autocomprensión y discur-sos referentes a la justicia: “Con ello,la razón práctica se repliega desde lanoción de los derechos humanos delser humano o desde la eticidad con-creta de una comunidad determinadaa aquellas reglas del discurso y formasde la argumentación que toman su con-tenido normativo de la base de validezde la acción orientada hacia el enten-dimiento” (Habermas, 1999: 240) (Cur-sivas mías).

Desde la plataforma de la comuni-cación y sus secuelas en el discurso y laargumentación, Habermas sienta lasbases de su estructura conceptual. Si lapolítica es principalmente comunica-ción, entonces la fundamentación delgobierno democrático no puede agotar-se en el voto –como supone la teoríademocrática convencional–, sino enprocedimientos ideales para la delibera-ción y la toma de decisión sustentadosen consideraciones pragmáticas, discur-sos de autocomprensión y de justicia.

10 La política como autodeterminación tiene en Cornelius Castoriadis uno de susprincipales defensores. Para el filósofo griego radicado en Francia, la política de lasociedad es creación y no determinismo: “la autoinstitución de la sociedad es lacreación de un mundo humano, de un mundo de cosas, de lenguaje, de normas, devalores, de modos de vida y de muerte, de objetos por los que vivimos y de objetospor los que morimos” (Castoriadis, 1998: 99).

11 Se debe a Max Weber una de las más convincentes interpretaciones de la relaciónentre ética y política. Para este autor, el universo de la moral y el de la política semueven dentro del ámbito de dos sistemas éticos diferentes, más aún contrapues-tos: “Tenemos que ver con claridad que toda acción éticamente orientada puedeajustarse a dos máximas fundamentalmente distintas entre sí e irremediablemen-te opuestas: puede orientarse conforme a la ‘ética de la convicción’ o conforme ala ‘etica de la responsabilidad’. No es que la ética de la convicción sea idéntica a lafalta de responsabilidad, o la ética de responsabilidad, a la falta de convicción.Pero sí hay una diferencia abismal entre obrar según la máxima de la ética de laconvicción, tal como la que ordena (religiosamente hablando) ‘el cristiano obrabien y deja el resultado en manos de Dios’, o según una máxima de la ética de laresponsabilidad, como la que ordena tener en cuenta las consecuencias previsi-bles de la propia acción” (Weber, 1997: 164-165).

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Sin embargo, no basta con definir los“procedimientos ideales” de la delibe-ración si éstos no son capaces de me-dirse con “las duras maderas” de la po-lítica. La operacionalización de esteprocedimiento ideal de deliberación ytoma de decisión depende, entonces,“de la institucionalización de los pro-cedimientos y las condiciones de comu-nicación, así como de la interrelaciónde procesos deliberativos instituciona-lizados, tales como las opiniones públi-cas informalmente constituidas” (Feres,2000: 60).

Como puede observarse, con laemergencia del poder comunicativo lalegitimación del proceso democráticosupone un nuevo atributo: los procedi-mientos y los presupuestos comunicati-vos para la formación democrática de lavoluntad y la opinión. Esa formación dela voluntad y la opinión democráticas,vinculada al poder administrativo,monitorea el ejercicio del poder políti-co. Lo vigila a sana distancia. La ima-gen que Habermas ofrece para explici-tar los procesos de comunicación ydecisión del sistema político es aquellarelación de tipo centro-periferia:12 “enel centro se encuentra la administra-ción, el juez y la formación democráticade la opinión y la voluntad (parlamen-to, elecciones políticas y partidos); y enla periferia, la esfera pública compuestapor asociaciones formadoras de opi-nión, especializadas en temas y en ejer-cer influencia pública (grupos de inte-rés, sindicatos, asociaciones culturales,etcétera)” (Feres, 2000: 60) (Cursivasmías).

Habermas, en suma, define la polí-tica deliberativa mediante un modelode doble entrada: por una parte, la for-mación de la voluntad democrática-mente constituida en espacios institu-cionales; y, por la otra, la construcciónde la opinión informal en espacios ex-tra-institucionales. Sólo a partir de lainterrelación entre los espacios insti-tucionales y los extra-institucionalesse puede dar la posibilidad de un go-bierno democrático legítimo. En con-

secuencia, Habermas desarrolla unmodelo discursivo de democracia queno se concentra solamente en el siste-ma político-administrativo encargadode tomar las decisiones vinculantes niexclusivamente en la sociedad. La de-mocracia debe analizarse a partir de larelación entre esos dos polos. Las de-cisiones tomadas en el nivel del siste-ma político se deben fundamentar yjustificar en el ámbito de la sociedad,a través de una esfera públicarevitalizada: “El sistema político debeestar ligado a las redes periféricas dela esfera pública política por medio deun flujo de comunicación que parte deredes informales de esa esfera pública,se institucionaliza por medio de loscuerpos parlamentarios y toca al sis-tema político influyendo en las deci-siones tomadas” (Feres, 2000: 60).

La esfera pública, entonces, es ellugar donde los problemas que afectanal conjunto de la sociedad se abordan,discuten y tematizan: “En este espa-cio, los individuos interactúan unoscon otros, debaten las decisiones to-madas por la autoridad política, deba-ten el contenido moral de las diferen-tes relaciones existentes en la sociedady presentan demandas en relación alEstado” (Avritzer, 2001: 58). Funcio-na, si se quiere, como una “caja de re-sonancia” de los problemas que debenser trabajados en el sistema político.Por su parte, los procedimientos demo-cráticos legales, situados en los com-plejos parlamentario y jurídico, fun-cionan como filtros que regulan elacceso de los flujos comunicativosoriundos de la periferia a los centrosde decisión.

En síntesis, la democracia delibera-tiva en clave habermasiana utiliza unaestrategia dual, donde se presentanforos institucionales y extra-institucio-nales. Entre la caja de resonancia y losfiltros se construye el proceso de for-

mación democrática de la voluntad yla opinión.

III SEGUNDO ACTO. ACERCAMIENTODELIBERATIVO A LA DEMOCRACIA

DELIBERATIVA: LOS DILEMAS DE LADELIBERACIÓN PÚBLICA

Deliberar sobre la democracia delibera-tiva no es un simple trabalenguas o jue-go de palabras sino es un ejercicio in-trínseco al debate deliberativo. Flacofavor se haría a la noción de democraciadeliberativa clausurando la deliberaciónsobre ella misma. En consecuencia, de-liberar sobre la democracia deliberativaes, sobre todo, volver a colocar cadauno de sus supuestos y premisas ante laprueba de la crítica y la autocrítica. Siresisten los pilares, el edificio teóricoargumentativo se mantendrá en pie. Si,por el contrario, éstos se quiebran, en-tonces se demostrará que el discurso dela democracia deliberativa no pasará deser una simple moda intelectual paraespíritus en retiro o intelectuales enventa. Algo parecido le sucedió almulticitado discurso de la posmoderni-dad. ¿Acaso alguien se acuerda de él?Dicho lo anterior, pasemos ahora a laprueba de la deliberación.

Los supuestos del debateLa deliberación sobre la democraciadeliberativa en los círculos académicose intelectuales nace, si no me equivo-co, a finales de la década de los ochentaa partir de las contribuciones del filó-sofo norteamericano Joshua Cohen.Tanto los críticos como los defensoresde la noción de democracia deliberati-va reconocen a Cohen como el pioneroen esta discusión clave de la teoríasocial y política contemporánea.

Cohen construye su concepción dedemocracia deliberativa a partir de lossupuestos principales del “procedi-miento ideal habermasiano de delibe-

12 En honor a la verdad, la imagen “centro-periferia” no es de Habermas sino deLuhmann. Quien quiera conocer las categorías centro y periferia en la obraluhmaniana puede consultar: Luhmann y De Giorgi (1998: 309-315).

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ración y toma de decisión”. Para el fi-lósofo norteamericano, la democraciase legitima no solamente mediante elvoto, sino principalmente mediante lasdiscusiones y decisiones colectivas delos miembros de la sociedad. Los pos-tulados básicos de su noción de demo-cracia deliberativa –si me conceden li-cencia los lectores por el abuso en laextensión de la cita– son los siguien-tes:

a) los procesos de deliberación se rea-lizan de forma argumentativa, o sea, através del intercambio regulado de in-formaciones y de razones entre partesque introducen y examinan críticamen-te propuestas; b) las deliberaciones soninclusivas y públicas. Nadie puede enprincipio ser excluido (…); c) las deli-beraciones están libres de cualquiercoerción externa. Los participantes sonsoberanos en la medida en que se en-cuentran vinculados a los presupues-tos de la comunicación y a las reglasprocedimentales de la argumentación;d) las deliberaciones están libres decualquier coerción interna capaz deafectar la igualdad de los participan-tes. La toma de posición está motivadasolamente por la fuerza no coercitivadel mejor argumento; e) las delibera-ciones objetivan, en general, un acuer-do racionalmente motivado y puedenser, en principio, desarrolladas sin res-tricciones o retomadas en cualquiermomento. Las deliberaciones políticas,por su parte, deben concluirse contras-tando la decisión de la mayoría (…); f)las deliberaciones políticas abarcan to-dos los asuntos posibles de regulaciónteniendo en cuenta el interés igual detodos. Esto no implica, por tanto, queciertos temas y objetos consideradostradicionalmente como “privados”, nopuedan someterse a discusión (…); yg) las deliberaciones políticas se extien-den, también, a la interpretación de ne-cesidades y la transformación de prefe-rencias y enfoques prepolíticos. Aquí,la fuerza consensual de los argumen-tos no se basa únicamente en un acuer-do sobre los valores previamente desa-

rrollados en las tradiciones y formas devida comunes (Citado por Feres, 2000:61-62) (Cursivas mías).Como puede apreciar cualquier mor-

tal, el concepto de democracia delibe-rativa de Cohen –del cual parte en bue-na medida la discusión que hoy nosocupa– está cargado de una fuerza nor-mativa de tal magnitud que resultafrancamente difícil sostener su unidady cohesión teórica internas y su capa-cidad de operacionalización. En efec-to, el “padre” de la democracia delibe-rativa le exige mucho, demasiado a ladeliberación, quizá más de lo que ellapor sí misma pueda dar.13 Pasemosahora a analizar con cierto detalle al-gunas de las principales fortalezas ydebilidades argumentativas de cadauno de los supuestos del modelo deli-berativo de Cohen. La idea es ir calen-tando motores para pasar, más adelan-te, a analizar los grandes dilemas onudos gordianos que pueden identifi-carse en el discurso de la democraciadeliberativa: la pluralidad, la desigual-dad y la sociedad civil.a) Argumentación informada. Cierta-

mente, la democracia supone ciu-dadanos informados y con capaci-dad de defender y argumentar ideaspropias sobre asuntos en común,empero la dificultad de esta premi-sa radica en que la información noes un bien que se da en maceta sinoéste es escaso, y por tanto la infor-mación de que se valen los ciuda-danos para argumentar y los gobier-nos para decidir no es completa sinolimitada. Con poca información, la

argumentación informada se ve se-riamente mermada.

b) Inclusividad. Una de las críticas máscomunes que se dirige a la idea deespacio público en Habermas es pre-cisamente que ésta no toma encuenta las dificultades que tienenpara acceder a ese espacio en igual-dad de condición y oportunidadindividuos y grupos sociales que sedistinguen por su condición de gé-nero, raza, clase, religión, edad opreferencia sexual. De ahí que elpresupuesto de inclusividad sea, enprincipio, cuestionable.

c) Ausencia de coerciones externas einternas. La soberanía del individuosustentada en la comunicación y laargumentación enfrenta la dificul-tad de que los códigos queestructuran el lenguaje no siempretienen el mismo significado en di-ferentes grupos y culturas. De suer-te que la fluidez de la comunica-ción y la primacía del “mejorargumento” están sujetos a distor-siones, interferencias y malinter-pretaciones inevitables.

d) Racionalidad. La motivación racio-nal de las deliberaciones tambiénpuede ser puesta en duda. Detrásde la deliberación no solamente seencuentra la razón imparcial y“pura”, sino también pueden escon-derse motivaciones de otra natura-leza como el interés personal y elreino de las pasiones.14

e) Amplitud de la agenda. La amplitudo estrechez de la agenda de discu-sión está directamente vinculada

13 Desde el psicoanálisis, dicho sea de paso, esto puede ser explicado como el “com-plejo” del padre, quien deposita en sus hijos todo aquello que no pudo lograr parasí mismo. Por eso los sobrecarga de expectativas.

14 Sobre el primado del interés personal, me gustaría sacar a colación una de lasmáximas que desarrolla Maquiavelo en El Príncipe (1981/1532), en donde más omenos sostiene (espero que no me traicione la memoria): ¿Qué es preferible, queun Príncipe sea amado o que sea temido? Es preferible que sea temido a que seaamado, pero jamás que sea odiado. Y, ¿cuándo un Príncipe es odiado? Cuando semete con los bienes y las mujeres de sus súbditos, pues ?y aquí viene lo interesan-te? los hombres olvidan más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida desu patrimonio.

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con las fronteras que se hayan esta-blecido en una sociedad entre elámbito de lo público y el de lo priva-do. La ecuación es sencilla: a mayorpublicitación del ámbito de lo priva-do mayor amplitud de la agenda pú-blica y a menor publicitación de loprivado mayor estrechez de la agen-da. De manera que hay que ser cau-tos en la idea de que todos los temaspueden ser discutidos. En todo caso,habría que precisar que la esferapública es un espacio en donde po-tencialmente todos los temas pue-den ser discutidos, no que de hechosean discutidos.

f) Transformación en las preferenciasindividuales. La transformación ono de las preferencias individua-les remite a una vieja discusiónentre los economistas racionalesy los filósofos morales y normati-vos. Mientras los primeros defien-den la idea de que las preferen-cias individuales están dadas y sonfijas, los segundos sostienen queéstas no están dadas a priori y sonmutables. Al mismo tiempo, lainmutabilidad o no de las prefe-rencias remite también al debatecontemporáneo entre los liberalesy los comunitaristas sobre el temade la identidad: mientras los pri-meros señalan que los individuostienen la libertad de construir supropia identidad a partir de laposesión de ciertos derechos sub-jetivos, los segundos, por el con-trario, argumentan que la identi-dad no descansa en el individuosino en el grupo social del cual seforma parte. En todo caso, esta-mos frente a discusiones que nohan dicho la última palabra.

Sin embargo, en honor a la ver-dad, debe reconocerse que los pos-tulados de Cohen forman parte de unmodelo normativo de deliberación de-mocrática, ciertamente de mayor am-plitud y aspiraciones que el haber-masiano, pero que, por su propia

naturaleza, está sujeto a paradojase inconsistencias. Ningún modelo nor-mativo aspira contar con la precisiónde un cálculo matemático, sino, entodo caso, aspira a fomentar la dis-cusión argumentada, razonada y ra-zonable sobre sus consistencias oinconsistencias internas. Con esteespíritu, pasemos ahora a deliberarsobre lo que anteriormente identifi-qué como “los grandes dilemas” o nudosgordianos de la discusión sobre lademocracia deliberativa: la plurali-dad, la desigualdad y la sociedad ci-vil.

Pluralidad¿Es posible realizar el ideal de demo-cracia deliberativa en sociedadesculturalmente heterogéneas?, ¿quétipo de pluralidad es compatible o in-compatible con la democracia delibe-rativa?, ¿cuáles son los alcances y loslímites de este ideal normativo en so-ciedades no homogéneas? Democraciay pluralidad forman, sin duda, unbinomio conflictivo. En efecto, mien-tras los liberales argumentan que esposible conjugar democracia y plurali-dad a través del ejercicio de los dere-chos subjetivos (negativos), los comu-nitaristas señalan que la pluralidadétnica y cultural es la piedra en el za-pato en el discurso democrático ya quela idea de universalidad de los dere-chos no es más que una forma más de

dominación sobre las identidades par-ticulares.15

En el caso de la democracia delibe-rativa, el debate ha tomado un rumbosimilar. Gambetta (2001: 35-38), porejemplo, señala cómo diferentes cul-turas (o sistemas de creencias “equi-valentes”) pueden promover u obsta-culizar la deliberación. En lo quedenomina culturas del “¡claro!”, la des-ventaja de esgrimir opiniones enérgi-cas y concluyentes sobre todo desde elprincipio trabaja en forma sistemáticaen contra de los genuinos intercam-bios de opinión. En consecuencia, lademocracia deliberativa requiere unacierta dosis de secularización del de-bate político. En efecto, uno de lossupuestos culturales más importantesde la democracia vista como delibera-ción es el desmantelamiento radical dejustificaciones trascendentes de la po-lítica y la sociedad. En este contexto,el concepto de “trascendente” se re-fiere no solamente a las fuentes reli-giosas de legitimación, sino tambiénal culto a la razón, a la confianza cie-ga en la ciencia y en la técnica, y a lossustitutos religiosos secularizados delfascismo y el estalinismo: la Nación, elPueblo y el Estado. Todos estos meca-nismos de carácter “trascendente” in-vocan razones últimas imposibles desometer a la discusión democrática enparticular (Rodel, Frankenberg y Dubiel1997).16 Y cuando las cosas públicas

15 Sobre el debate entre liberales y comunitaristas, se puede consultar FernándezSantillán (2003), especialmente el apartado sobre “El multiculturalismo” (279-314), y Cohen y Arato (2000: 27-30).

16 Castoriadis analiza este problema cuando estudia la diferencia entre las socieda-des autónomas y las sociedades heterónomas. “La heteronomia en el dominiohumano e historicosocial significa: el estado en que son dados de una vez portodas los principios, los valores, las leyes, las normas y significaciones y en que lasociedad, o el individuo según los casos, no tiene ninguna posibilidad de obrarsobre ellos (…) Por el contrario, la autonomía en el campo historicosocial presu-pone, evidentemente, el reconocimiento explícito de que la institución de lasociedad es autoinstitución. Autónomo significa algo que establece su propia leypor sí mismo. Autoinstitución explícita y reconocida es el reconocimiento porparte de la sociedad misma como su fuente y su origen; esto significa aceptaciónde la ausencia de toda norma o ley extrasocial que pudiera imponerse a la socie-dad” (Castoriadis, 1998: 191).

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no se pueden someter a discusión(“¡son así y te callas, porque soy tumadre!”), la deliberación sufre un gol-pe mortal.

Cohen ofrece una respuesta al pro-blema de la pluralidad mediante el con-cepto de pluralismo razonable, es decir“el hecho de que existen perspectivasde valor distintas e incompatibles, to-das ellas razonables, y según las cualesla gente aparece bajo condiciones favo-rables para el ejercicio de la razón prác-tica” (2000: 25). El pluralismo razona-ble sugiere desacuerdos persistentesacerca de, por ejemplo, los valores deelección y autodeterminación, felicidady bienestar; por las disputas sobre losmeritos relativos de vidas contemplati-vas o vidas prácticas; y desacuerdos entorno a los trasfondos religioso y filo-sófico de tales perspectivas de valor. Elpluralismo razonable informa, al mis-mo tiempo, la concepción de ciudada-nos como libres e iguales que constitu-ye parte central de la democracia comodeliberación.

¿Cuáles son las implicaciones, sepregunta Cohen, del pluralismo razo-nable para una concepción deliberati-va de la democracia? Las implicacionesson una concepción sustantiva de lademocracia que no se apoya en el con-senso valorativo comprehensivo o, sise quiere, en un consenso “no razona-ble” (trascendente), sino da cabida alos principios de inclusión deliberati-va, del bien común y de participación:“El hecho del pluralismo razonable nodetermina, una versión procedimentalde la democracia y la elección colecti-va. Unido a una concepción delibera-tiva de la justificación, es compatiblecon una visión sustantiva de la demo-cracia, cuya sustancia –captada en losprincipios de la inclusión deliberativa,del bien común y de participación–incluye los valores de libertad e igual-dad” (Cohen, 2000: 47).

En suma, es posible conjugar de-mocracia deliberativa y pluralidad si ysólo si las diferencias se expresan me-diante un tipo de pluralismo “razona-

ble” sustentado no en concepcionestranscendentes o comprensivas sobrela sociedad y la política (el “¡claro!”de Gambetta), sino en diferentes vi-siones y valores discutibles sobre lo quesignifica la vida en común.

Desigualdad¿Existe una sola esfera pública o mu-chas esferas públicas en la versión de-liberativa de la democracia?, ¿todos losindividuos y grupos sociales tienen lasmismas posibilidades para acceder enigualdad de condiciones a la esferapública independientemente de su gé-nero, raza, clase, religión, edad o pre-ferencia sexual?, ¿cuál es la relaciónentre democracia y desigualdad? Aligual que en el dilema anterior, la re-lación entre la noción de democraciadeliberativa y la desigualdad ha pro-vocado innumerables debates. Ha sidoprecisamente la teoría política femi-nista quien ha puesto el dedo en lallaga. La crítica feminista, que no fe-menina, se ha dirigido al modelohabermasiano, el cual no reconoce lasdesigualdades que existen dentro de laesfera pública. Nancy Fraser (1999), porejemplo, ha puesto acento en que laconcepción “burguesa” de esfera pú-blica de Habermas no es adecuada parala crítica de los límites de la democra-cia realmente existente pues es dema-siado grande y no reconoce la existen-cia de públicos diversos, fuertes ydébiles, en la esfera pública. De ahí queuna concepción adecuada de la esferapública requiere no solamente unapuesta entre paréntesis de las desigual-dades sociales, sino su deliberación yeliminación: “En la medida en que elhecho de poner las desigualdades so-ciales en paréntesis durante la delibe-ración significa proceder como si ellasno existiesen cuando de hecho sí exis-ten, este hecho no proporciona unaparidad en la participación. Al contra-rio, un puesto entre paréntesis normal-mente ofrece ventajas para los gruposdominantes en la sociedad y desven-tajas para los subordinados” (Fraser,

1999: 16). En consecuencia, la autorapropone quitar los paréntesis alrede-dor de las desigualdades en el sentidode tematizarles a éstas explícitamen-te. Ello supone, entonces, pasar de unasola esfera pública a muchas esferaspúblicas de deliberación tanto en lassociedades estratificadas como en lasigualitarias. En el fondo, el alegato dela autora tiene como sustrato la críticaal proceso de exclusión de la esferapública de todos aquellos discursos delos grupos subalternos (mujeres, tra-bajadores, minorías raciales y sexua-les) frente al discurso hegemónico delos grupos dominantes (hombres y bur-gueses).

Iris Marion Young, al mismo tiem-po, aborda el problema de la desigual-dad en dos niveles: el primero formal yel segundo sustancial. Aunque, comodijera un clásico de la política mexica-na, la forma también es fondo. En elaspecto formal, Young (1996) crítica lasconsecuencias que provoca la exclusiónde las diferencias en la democracia de-liberativa. Su tesis principal es que lapolítica deliberativa privilegia un tipoparticular de discurso a costa de otros:el discurso racional, masculino y de lasclases altas y medias, en detrimento delas emociones, la multiplicidad y las di-ferencias en la articulación de las vo-ces del público. Para la autora, la dis-cusión se restringe a argumentosculturalmente tendenciosos, sin tomaren cuenta las posiciones sociales ni lasdiferencias sociales y culturales. El es-tilo deliberativo es competitivo y elconsenso se consigue a partir de lafuerza del mejor argumento, lo que sig-nifica que “el otro” es derrotado. Alprivilegiarse el discurso formal y gene-ral, se excluye entonces el cuerpo, laemoción y la expresividad del ámbitodeliberativo. En consecuencia, la teo-ría de la democracia basada en la dis-cusión debe tener una idea más ampliasobre los estilos y formas de hablar enla discusión política para que todas laspersonas alcancen la comprensión enla pluralidad.

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En el aspecto sustancial, Young(2000) afirma que el personaje “de-mócrata deliberativo” no puede des-conocer los argumentos del personaje“activista” en el sentido de que la de-liberación no puede hacerse en la abs-tracción y en la pureza absoluta sinoque ésta debe: a) recuperar los inte-reses de todos los grupos y segmen-tos sociales y no solamente los de lasélites políticas o ilustradas; b) preve-nirse frente a los intereses facciososde los grupos de interés; c) superarlas visiones formales de inclusión paradar cuenta de las exclusiones realesque se dan en los foros deliberativos;d) reconocer la existencia de discur-sos hegemónicos y subordinados; y e)vigilar que los acuerdos fruto de losespacios deliberativos se conviertanrealmente en decisiones de las insti-tuciones. Si bien es cierto que la au-tora no reduce la figura del demócra-ta deliberativo a la del activista,también es cierto que advierte las ele-vadas connotaciones normativas y ba-jas connotaciones operativas de la fi-gura que hace de la deliberación suleit motiv.

En suma, el problema de las des-igualdades saca a relucir el tema delnivel de inclusión y exclusión de laesfera pública y de la necesidad de re-conocer la existencia de públicos des-iguales en el acceso y posicionamien-to de la deliberación pública. Al mismotiempo, pone en tensión la idea de unasola esfera pública homogénea.

Sociedad civil¿Cuál es el papel que juega la sociedadcivil dentro de la noción de democraciadeliberativa?, ¿es la sociedad civil labase social por antonomasia de la esfe-ra pública?, ¿cuáles son los vínculosque se establecen entre lo social y lopolítico o, si se quiere, entre la socie-dad civil y el Estado en la democraciadeliberativa? ¿Distancia o cercanía? Larelación entre la democracia deliberati-va y la sociedad civil ha recibido hastaahora poca atención por parte de los

especialistas. En alguna medida, estaausencia ha sido enmendada porHendriks (2002), quien analiza el pa-pel “ambiguo” que juega la sociedadcivil dentro de la democracia delibera-tiva. Si bien es cierto que la sociedadcivil es un concepto muy heterogéneoy poroso,17 también es cierto que pue-den encontrarse algunos rasgos comu-nes. Si como punto de partida entende-mos a la sociedad civil como unconjunto de opiniones públicas, asocia-ciones civiles, iniciativas ciudadanas ymovimientos sociales que a través desus luchas reivindicativas en la esferapública conquistan espacios de acciónsocial, entonces podemos evaluar sucontribución a la noción de democraciadeliberativa. Para Hendriks, el papel dela sociedad civil en la democracia deli-berativa puede ser de dos tipos: “poruna parte, las teorías micro de la demo-cracia deliberativa sugieren que los sec-tores de la sociedad civil deben engan-charse con la política deliberativa hastael punto en que sean capaces de parti-cipar en foros deliberativos estructura-dos; por la otra, las teorías macro de lademocracia deliberativa sugieren que lasociedad civil desempeña un papel in-formal en la actividad política fuera, yen ocasiones, contra el Estado” (2002:2).

En un caso, la sociedad civil asumeformas de acción comunicativa en co-

laboración con el Estado; en el otro,asume esas formas de acción comuni-cativa pero fuera y contra el Estado.Las teorías micro de la democracia de-liberativa se concentran en definir elprocedimiento deliberativo ideal. En unforo deliberativo, sugiere Hendriks, losparticipantes libres e iguales mantie-nen una serie de comunicaciones diri-gidas más a normas procesales que ametas estratégicas. En particular, estetipo de teorías proporcionan los mo-delos ideales para la deliberación enlas instituciones públicas. Por ello seasocian a menudo con las institucio-nes políticas existentes en las demo-cracias occidentales, como los Congre-sos. Con respecto a la sociedad civil,las teorías micro señalan que solamentelos sectores que estén dispuestos amantener las normas deliberativas pue-den participar en un foro deliberativo.En cambio, las teorías macro de la de-mocracia deliberativa acentúan las for-mas no estructuradas de la delibera-ción, es decir, los espacios informalesdonde se presenta una comunicaciónlibre, espontánea y “anárquica”. En es-tas teorías, la sociedad civil desempe-ña un papel predominante en la for-mación de la opinión pública noestructurada, la cual se articula fueradel Estado y en oposición al mismo.

Estas dos interpretaciones de la de-mocracia deliberativa presentan dos

17 La discusión contemporánea sobre la idea de la sociedad civil tiene, por lo menos,diez fuentes teóricas y prácticas de inspiración. La primera corresponde a unaoperación teórica iniciada por los críticos neo y postmarxistas del socialismoautoritario y totalitario. La segunda se relaciona con la crisis fiscal, administrati-va, política y cultural del Estado social. La tercera abarca las formas deautoidentidad de diversos movimientos sociales contemporáneos de corteantiautoritario. La cuarta tiene que ver con la crisis de los Estados autoritarios ylas transiciones a la democracia. La quinta comprende la reflexión sobre el llama-do “excepcionalismo” norteamericano. La sexta abarca la interpretaciónhistoriográfica. La séptima es la aproximación sociológica. La octava se asociacon el papel de la sociedad civil global en el proceso de globalización. La novenase relaciona con el tema de la nueva gobernación o nueva gobernanza. Y la déci-ma se vincula con los problemas de la sociedad civil en América Latina. Quienquiera profundizar en las distintas nociones de sociedad civil puede consultar:Cohen y Arato (2000), Alexander (1994), Olvera (1999) y Fernández Santillán(2003).

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potenciales y diferentes papeles de lasociedad civil. De ahí su ambigüedad.De un lado, los teóricos micro ponenénfasis en los procedimientos estruc-turados que animan a la sociedad civila colaborar con el Estado participandoen foros y asambleas deliberativas. Delotro, los teóricos macro abogan por unasociedad civil emancipada, no estruc-turada, que moviliza discursos fuera delEstado y, a veces, contra el Estado. Desuerte que la naturaleza procedimentaly estructurada de la sociedad civilmicro orientada hacia el Estado puedeentrar en conflicto con la naturalezano estructural y desestructurada de lasociedad civil macro orientada fuera ycontra el Estado. De ahí que no sea ex-traño que los foros deliberativos de losciudadanos desorganizados (democra-cia deliberativa micro) entren en con-flicto con las opiniones públicas, aso-ciaciones civiles, iniciativas ciudadanasy movimientos sociales (democracia de-liberativa macro).

¿Sociedad civil vs. Sociedad civil?,¿cómo resolver esta paradoja? Hastaahora no se tiene una respuesta. Qui-zá esta contradicción sea parte consti-tutiva del propio concepto de socie-dad civil y del discurso sobre lademocracia deliberativa.

IV TERCER ACTO. CONCLUSIONESPRELIMINARES

Concluir una deliberación sobre la de-mocracia deliberativa es, por decir lomenos, un despropósito. Si en la natu-raleza del escorpión está el picarle a laranita a pesar de que ambas mueran alcruzar el río, en la naturaleza –si valela expresión– de la noción de demo-cracia deliberativa está el mantenerabierto un debate por principio inter-minable. Sinembargo, no renuncio al

despropósito y me arriesgo a enunciaralgunas tesis necesariamente prelimi-nares.1. La democracia deliberativa es un

ideal normativo que supone la pre-sencia de procedimientos y presu-puestos democráticos en el proce-so de formación de la voluntadpolítica en el espacio público y enel parlamento.

2. El nacimiento de esta noción no esgratuito. Por el contrario, está aso-ciado directamente a la crítica delos modelos democráticos que supo-nen que la legitimidad del gobiernodescansa en la simple agregación delas preferencias y no en la discusiónpública, racional y razonable de lasmismas. De ahí que recupere para lademocracia el atributo de la políticaa costa de la economía.

3. La democracia deliberativa tieneen el modelo de política comuni-cativa de Habermas su piedrafundante, en especial en la rela-ción que se establece entre la es-fera pública como “caja de reso-nancia” de los problemas que seconstruyen comunicativamente enla esfera de la sociedad civil y lasinstituciones como “filtros” paracanalizarlos a las instancias dedecisión.

4. Cohen desarrolla las característicasprincipales del procedimiento idealde deliberación y de toma de deci-sión. Sus postulados son: argumen-tación informada; inclusividad; au-sencia de coerciones externas einternas; racionalidad; amplitud dela agenda; y transformación de laspreferencias individuales.

5. El concepto de democracia delibera-tiva de Cohen está sobrecargadonormativamente. De ahí que pue-dan identificarse, por lo menos, tres

grandes dilemas o nudos gordianosa su interior: pluralidad, desigual-dad y sociedad civil.

6. Es posible conjugar democracia de-liberativa y pluralidad si y sólo silas diferencias se expresan median-te un tipo de pluralismo “razona-ble” sustentado no en concepcio-nes transcendentes o comprensivassobre la sociedad y la política, sinoen diferentes visiones y valores dis-cutibles sobre lo que significa lavida en común.

7. El problema de la desigualdad sacaa relucir el tema del nivel de inclu-sión y exclusión de la esfera públi-ca y la necesidad de reconocer laexistencia de públicos desiguales enel acceso y posicionamiento de ladeliberación pública. Al mismotiempo, pone en tela de juicio laidea de una sola esfera pública ho-mogénea.

8. La sociedad civil juega un papelambiguo en la democracia delibe-rativa ya que al mismo tiempo queparticipa a nivel micro en forosestructurados que suponen la cola-boración con el Estado, se articulaa nivel macro fuera y en oposiciónal Estado en una opinión públicainformal y desestructurada. ¿Socie-dad civil vs. Sociedad civil?

9. Deliberar sobre la democracia deli-berativa es una forma más de vol-ver a colocar a la democracia en unlugar clave del cual nunca debiótomar distancia: la polis, es decir,la política como el espacio entre loshombres (y las mujeres) para la bús-queda del bien común y la justicia.

10. La democracia deliberativa es unametáfora que supone que la demo-cracia requiere inventarse perma-nentemente a sí misma o no es de-mocracia.

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