Eliezer Oses | La Estrella La historia del piedrero que...

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DOM INGO 19 DE AG O STO DE 2012 | La Estrella | Panamá 10 A VÍCTOR ROBERTO RODRÍGUEZ La historia del piedrero que jura que es profeta Usa un bastón, va descalzo y viste de negro. Nadie sabe quién es, aunque todos lo conocen. “Yo pinto esto como un servicio secreto a la nación”, dice. El hombre que habla a través de las paredes “¿Me están entendiendo? Esto no es locura”, grita Víctor Roberto Rodríguez Perea mientras señala esa pared que es más que eso, es su obra, su reclamo y tam- bién su hogar. “La carta que tengo en la presidencia de los Estados Unidos...”, dice y vuelve a decir, en distintos tamaños, y lugares, en los alrededores de Calidonia y Curundú Hace 10 años que día tras día escribe en las paredes de su barrio como si fuera un dia- rio íntimo trazado en público. En los cír- culos de arte más ex- clusivos hablarían de performer, de inter- vención artística de los espacios públi- cos, hasta de arte efímero. Sin embargo en Panamá su autor no es más que un “piedrero”. El pie- drero de la carta. EMERGER DE LAS SOMBRAS En realidad sus vecinos lo llaman “Cómputo”. Es in- teligentísimo, dicen los que lo conocen en el barrio. Que es muy preparado. Que tiene Los trabajos de Víctor CANAL DE PANAMÁ Cuenta que fue miembro de la Unión de Marinos de los EEUU, que montó en submarinos y barcos. POLICÍA Y MÁS La gente que lo conoce dice que fue policía, camarero, y que hizo cierta fortuna. IRENE LARRAZ [email protected] una historia de fama y for- tuna y luego una decadencia fulgurante que nadie com- prende del todo. Que trabajó para los gringos, que vivía en la Zona como un rey, que fue marinero mercante, que es- tuvo preso en el penal de Coiba. Casi cualquier his- toria puede encontrar la for- ma de su cuerpo. Los hay también que solo lo ven co- mo un loco que se droga y nada más. Otros creen que sólo finge estarlo. Que fue víctima de una brujería. Que perdió el juicio por el amor de una mujer. Nadie sabe a ciencia cierta quién es, aunque todos lo conocen. Como si viviera en un viaje permanente entre la genialidad y la locura. Es lunes, es mediodía y Víctor mendiga entre los co- ches. Guiado por un bastón que no siempre apoya y que está adornado con el pomo de una puerta y una cu- charilla de postre que fun- ciona como brújula: es el cetro de un rey sin corona. O con corona de espinas. Va descalzo y viste de negro, con una gorra que dice ‘Mar- tinelli’ en la mano y un pa- raguas en la espalda. Parece que no se sorprende al ver al equipo de La Es- trella. En un sentido, es un entrevistado genial: respon- de sin que se le hagan pre- guntas. Se apresura a ex- plicar sus razones sin dar ninguna. “Yo estoy pin- tando eso para que la gente co- nozca por qué una persona como yo, así, se decide a poner carta en la presidencia de los Estados Unidos. Este es un servicio secreto a la nación. Confidencial”, cierra en in- glés. Víctor tiene 61 años y ase- gura que estos son los datos que puede darnos para des- cifrar su identidad: sangre RH1+, pasaporte 1946161, y cédula 8-208-2708. Pequeño detalle: ese tipo de sangre no existe, al pasaporte le faltan las letras pero el número de cédula es el correcto. “Mira, hace 10 años que reclamo a la embajada de Estados Uni- dos en Clayton, Me los de- comisaron ellos”, dice. A pesar de que no tiene problemas en hablar sobre sus pinturas, se niega a re- velar nada de su vida ale- gando que se trata de un compromiso con el país. Lo cierto es que nadie ha visto ni tocado la carta, pese a que Víctor insiste en que ha enviado varias copias a universidades, iglesias, po- líticos y embajadores. —¿Y qué dice la carta? —Son muchas cosas que no Foto: Eliezer Oses | La Estrella UNA CARTA. Víctor habla de su carta, una que tiene y que pinta en los muros de Curundú y Perejil. Foto: Eliezer Oses | La Estrella INTELIGENTÍSIMO. Le dicen ‘Cómputo’, juran que es muy sabio y que tiene un pasado de fortuna.

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DOM INGO19 DE AG O STO DE 2012 | La Es trel la | Panamá10 A �������

VÍCTOR ROBERTO RODRÍGUEZ

La historia del piedreroque jura que es profeta

Usa un bastón, va descalzo y viste de negro. Nadie sabe quién es, aunque todos lo conocen. “Yopinto esto como un servicio secreto a la nación”, dice. El hombre que habla a través de las paredes

“¿Me están entendiendo?Esto no es locura”, gritaVíctor Roberto RodríguezPerea mientras señala esapared que es más que eso, essu obra, su reclamo y tam-bién su hogar. “La carta quetengo en la presidencia delos Estados Unidos...”, dice yvuelve a decir, en distintos

tamaños, y lugares, en losalrededores de Calidonia

y CurundúHace 10 años que día

tras día escribe en lasparedes de su barriocomo si fuera un dia-rio íntimo trazado enpúblico. En los cír-culos de arte más ex-clusivos hablarían deperformer, de inter-vención artística de

los espacios públi-cos, hasta de

arte efímero. Sin embargo enPanamá su autor no es másque un “piedrero”. El pie-drero de la carta.

EMERGER DE LAS SOMBRASEn realidad sus vecinos lo

llaman “Cómputo”. Es in-teligentísimo, dicen los quelo conocen en el barrio. Quees muy preparado. Que tiene

Los trabajosde Víctor

■ CANAL DE PANAMÁCuenta que fuemiembro de la Uniónde Marinos de losEEUU, que montó ensubmarinos y barcos.

■ POLICÍA Y MÁSLa gente que lo conocedice que fue policía,camarero, y que hizocierta fortuna.

IRENE [email protected]

una historia de fama y for-tuna y luego una decadenciafulgurante que nadie com-prende del todo. Que trabajópara los gringos, que vivía enla Zona como un rey, que fuemarinero mercante, que es-tuvo preso en el penal deCoiba. Casi cualquier his-toria puede encontrar la for-ma de su cuerpo. Los haytambién que solo lo ven co-mo un loco que se droga ynada más. Otros creen quesólo finge estarlo. Que fuevíctima de una brujería. Queperdió el juicio por el amorde una mujer.

Nadie sabe a ciencia ciertaquién es, aunque todos loconocen. Como si viviera enun viaje permanente entre lagenialidad y la locura.

Es lunes, es mediodía yVíctor mendiga entre los co-ches. Guiado por un bastónque no siempre apoya y queestá adornado con el pomode una puerta y una cu-charilla de postre que fun-ciona como brújula: es elcetro de un rey sin corona. Ocon corona de espinas. Vadescalzo y viste de negro, conuna gorra que dice ‘Mar -tinelli’ en la mano y un pa-raguas en la espalda.

Parece que no se sorprendeal ver al equipo de La Es-trella. En un sentido, es unentrevistado genial: respon-de sin que se le hagan pre-guntas. Se apresura a ex-

plicar sus razonessin dar ninguna.“Yo estoy pin-

tando eso paraque la gente co-

nozca por quéuna persona como

yo, así, se decide a ponercarta en la presidencia de losEstados Unidos. Este es unservicio secreto a la nación.Confidencial”, cierra en in-glés.

Víctor tiene 61 años y ase-gura que estos son los datosque puede darnos para des-cifrar su identidad: sangreRH1+, pasaporte 1946161, ycédula 8-208-2708. Pequeñodetalle: ese tipo de sangre noexiste, al pasaporte le faltanlas letras pero el número decédula es el correcto. “Mira,hace 10 años que reclamo ala embajada de Estados Uni-dos en Clayton, Me los de-comisaron ellos”, dice.

A pesar de que no tieneproblemas en hablar sobresus pinturas, se niega a re-velar nada de su vida ale-gando que se trata de uncompromiso con el país.

Lo cierto es que nadie havisto ni tocado la carta, pesea que Víctor insiste en queha enviado varias copias auniversidades, iglesias, po-líticos y embajadores.

—¿Y qué dice la carta?—Son muchas cosas que no

Foto: Eliezer Oses | La EstrellaUNA CARTA. Víctor habla de su carta, una que tiene y que pinta en los muros de Curundú y Perejil.

Foto: Eliezer Oses | La EstrellaINTELIGENTÍSIMO. Le dicen‘Cómputo’, juran que es muy sabio yque tiene un pasado de fortuna.

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Tiene 61años, unamor quepretendesalvarlo, ysu historiacon EEUUy el Canal.

Desdepelaito yo sécosas queno puedohablar.Digo: va asuceder talcuestión ysucede”.VÍCTO RPiedrero de la carta

Ese señorencierramuchosmisterios.Hace 30años tupodías verlocomo unpotentado”.MARCELI NOVecino de Víctor

El siempreandacavando...le quedó decuandotrabajó en elCanal. Eso yescribir es suobsesión”.M Á ST E RAmigo de Víctor

puedo contar así, tan de re-pente, sino en escrito. Si esverdad o mentira lo que diga,me perdona.

—¿Trabajabas en el canal?—Yeah. He trabajado como

miembro de la Unión deMarinos de los Estados Uni-dos; miembro. Ishalaba, ale-luya. He montado en sub-marinos, barcos de guerra,copiloto de avioneta... mirelo que estoy diciendo.

—¿Dónde están tus docu-mentos?

—No me lo quieren en-tregar, porque ellos me quie-ren decomisar todos mis do-cumentos para identificar-me, no puedo mandar ni unacarta local. Allá en EEUU lesdi una información de cómoellos manejan el programade la Armada. Todas esascuestiones vienen por mediode Dios.

—Y, ¿por qué?—Es un galardón de Dios.

Desde pelaito, yo sé muchascosas que no puedo hablar.Va a suceder tal cuestión ysucede. He informado dedestrucciones en el Canalque han sucedido, en el Da-rién, todos esos proyectosgrandísimos que ha habidoen Panamá. La bomba en eledificio de Relaciones Ex-teriores, la Contraloría, enChiriquí... Balbina, Martine-lli, Varela, todos ellos, Mar-tín Torrijos... He estado en lacasa de todos ellos, y ¿cómoque ellos no saben mi pro-

grama de vida?, ¿cómo queno hay interés hacia mi per-sona de eso?

LOS RUMORESCuando se habla con la

gente que lo conoce un poco,el misterio se vuelve a agi-gantar. No hay forma decomprobar lo que se escu-cha. Lo cierto es que todostienen una explicación queofrecer acerca de las par-ticularidades de un perso-naje absolutamente anóni-mo que casi todos cono-cemos.

“Él siempre cava túneles”,dice Master, que se dice tam-bién piedrero y pepenador.Antes fue policía, camarerode bares Vip de la ciudad,

tuvo cuatro matrimonios pe-ro todo se desmoronó. Pre-fiere hablar de Cómputo.“Búscalo dónde veas mon-toncitos de tierra” dice.

“El siempre anda cavando...eso le quedó de cuando tra-bajó en el Panamá Canal”,dice. De hecho abajo de suspinturas se puede ver sobrela acera una especie de cons-trucción que se desprendede la pared, como un cajónhecho de madera y hierbasque es dónde Víctor duermey al que llama “Monumen -to”. “Cavar es su obsesión..Esa y la de escribir las pa-redes”.

Máster cree que escribe lacarta al Gobierno de EstadosUnidos porque le botarondel trabajo en el Canal sinjustificación, “sin derecho anada pues, y eso es lo queestá pidiendo, la pensión”.Como si escribir mensajesen las paredes fuera su for-ma de reivindicarse, de pe-lear su causa. Lo único ciertopor otra parte es que nadieha visto ni tocado la carta,pese a que Víctor insiste enque ha enviado varias copiasa universidades, iglesias, po-líticos y embajadores.

“Ese señor encierra muchosmisterios”, dice Marcelino,que vive en la calle y duermeentre unos cartones en laFrangipany. “Hace treintaaños tu podías verlo como unpotentado con cinco carros yvestido como si fuera un li-

cenciado”, explica. “Duranteunos años Víctor abandonóel barrio en el que nació parair a vivir con los ricos en lazona del Canal. Andaba siem-pre acompañado de dos otres personas, como guar-daespaldas pues”.

De aquello no quedó nada.Ni la ropa que terminó em-peñada. “Para mí que él tuvoque haber sido algo en lostiempos de la dictadura”, si-gue. Incluso aventura unateoría que se contradice a lade Master. Marcelino juraque cobra tres mil y pico dedólares por la pensión delCanal pero que eso lo recibedirectamente su familia.

“Yo no creo que esté loco,él hace ese drama para que elGobierno no le haga nada.No quiere que el Gobierno locoja o lo llamen a juicio. Yome he puesto a discutir conél y él me habla cuerda-mente, como si estuvieramejor de cabeza que usted yque yo. Él hace su papel”,asiente Marcelino, con unacarretilla del supermercadollena de basura y bolsas deplásticos de por medio.

CUPIDO SIN ALASNo hay leyenda sin historia

de amor y la de Víctor latiene. En el barrio se hablade una Helena de Troya, tanhermosa como destructora.

La mujer antes era muytraviesa, muy alegre, cuentauna señora que prefiere no

dar su nomre. “Él trabajandoy ella parrandeando. Él tra-bajando y ella parrandeando.Fue tan así que eso le abocóa esto”, dice. Asegura queellos eran muy unidos. ParaMaster, la cosa es más sim-ple. Y nos pasa a todos:“Cuando uno ama mucho auna persona se le poncha elcerebro”, sentencia.

Ella vive ahora en la calle23 del Chorrillo y de vez encuando se pasea por la Fran-gipany para visitarlo. Se con-virtió en evangélica y haarrastrado a Víctor a la igle-sia. Buscaba salvarlo. Victorahora presume de haber he-cho siete días de ayuno paraser pastor, como su mujer.Se siente un predicador, unelegido, en fin, un profeta.Aunque sus prédicas son ca-da vez más difusas. La co-herencia es como un vientoque a veces lo toca y otras no.Pero él insiste. “No le estoydiciendo algo fuera de orden,sino que es así, todo es así,nada tiene un órden”. Lodice con tanta seguridad queuna le termina creyendo.

“Bueno, listo, ya no hayprograma, hasta aquí nomás,Dios me los bendiga” dice amodo de despedida. Despuéspromete que traerá la carta,mientras su presencia se di-fumina entre los coches quepasan y pasan a un costadoignorándolo. Sin embargo,todos se sorprenden con suobra: “La carta que tengo...”.

Foto: Eliezer Oses | La EstrellaMENSAJE. Lo que dice la carta que Víctor promociona en las paredes no lo vamos a saber: “No lo puedo contar así, tan de repente, sino por escrito”, se justifica.

Foto: Eliezer Oses | La EstrellaPASAPORTE. Denuncia que la embajada de Estados Unidos en Panamá le decomisó el documento.

Foto: Eliezer Oses | La EstrellaINCÓGNITA. En el barrio ruedan mitos sobre él. La mitad de los datos que da son dudosos.

Foto: Eliezer Oses | La EstrellaRAZONES. Víctor dice que lo que hace es un servicio a la Nación.