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E(mA l^ecíista *P® osófiea 3atyat násti paro dharmah. NO HAY RELIGIÓN MÁS ELEVADA QUE LA VERDAD 1* Sociedad Taosóflea no es rea pon sabia de las opiniones emitidas en ios artículos de esta Revista, siéndolo de cada artículo el Armante, y de los no firmados la Dirección. itos maesT^os y &. t . (Hl&eaelón del Presidente de la S. T. en la eoQvfenaión de la Se*alón HBoenlaana, eelebrada en Septiembre de 1907 .) H er m a n o s : Nos hallamos en una fase importante de la historia de la S. T ,, que señala para ella el comienzo de un nuevo ciclo de vida. En 1891, H. P. B., el discípulo escogido por los Herma- nos de la Logia Blanca para emprender una misión mundial y comunicar á la humanidad un nuevo impulso espiritual, aban- dono esta tierra. Fue para nosotros una gran pérdida; pero nos quedó su colega y fiel colaborador, fundador con ella de la S. T., discípulo también del mismo Maestro y hombre escogido por Él para ser el Presidente vitalicio de la Sociedad, vuestro compa- triota H. S. Olcott. Mientras estuvo entre nosotros, personificó la tradición de la Sociedad, y tuvo desde su nacimiento ia vigi- lancia y el cuidado de dirigir su desarrollo. La Soeiedad se acrecentó alrededor suyo, y él quedó siendo el centro, aunque su colega le dejó sólo. Hace poco también nos ha abandonado él. El primer ciclo de la S. T. se ha cerrado. Desde 1875 á 1907 ha vivido bajo la presidencia de un hombre directamente nombrado por los Maes- tros, los verdaderos fundadores de la Soeiedad. Esta ha pasado,

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E (m Al ^ e c í i s t a * P ® o s ó f i e a

3 a ty a t násti paro dharm ah.NO HAY RELIGIÓN MÁS ELEVADA QUE LA VERDAD

1* Sociedad Taosóflea no es rea pon sabia de las opiniones emitidas en ios artículos de esta Revista, siéndolo de cada artículo el Armante, y de los no firmados la Dirección.

itos m a e sT ^ o s y u ñ & . t .

(Hl&eaelón del P resid en te de la S. T. en la eoQvfenaión de la Se*alón HBoenlaana, eelebrada en S ep tiem b re de 1 9 0 7 .)

H e r m a n o s :

Nos hallam os en una fase im portante de la h istoria de laS. T ,, que señala para ella el comienzo de un nuevo ciclo de vida. E n 1891, H. P . B ., el discípulo escogido por los H erm a­nos de la L o g ia B lan ca para emprender una m isión m undial y com unicar á la hum anidad un nuevo im pulso espiritual, aban­dono esta tierra. F u e para nosotros una gran pérdida; pero nos quedó su colega y fiel colaborador, fundador con ella de la S. T ., discípulo tam bién del mismo M aestro y hombre escogido por É l para ser el Presiden te vitalicio de la Sociedad, vuestro compa­triota H. S . O lco tt. M ientras estuvo entre nosotros, personificó la tradición de la Sociedad, y tuvo desde su nacim iento ia v ig i­lancia y el cuidado de d irig ir su desarrollo. L a Soeiedad se acrecentó alrededor suyo, y él quedó siendo el centro, aunque su colega le dejó sólo.

H ace poco tam bién nos ha abandonado él. E l prim er ciclo de la S. T . se ha cerrado. Desde 1875 á 1907 ha vivido bajo la presidencia de un hom bre directam ente nombrado por los Maes­tros, los verdaderos fundadores de la Soeiedad. E sta ha pasado,

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durante ese tiem po, por m uchísim as vicisitudes; muchos miem bros, débiles ante los ataques lanzados contra H. P- B . por los misioneros cristianos de M adras por medio de los Coulomb, se retiraron, y la Sección Am ericana se separo de ra íz por la es cisión de W . Q. Judge, su Secretario gen eral, al que siguieron la m ayoría de los miem bros am ericanos.

Recordem os, con reconocim iento, la fidelidad de Mr. F u ller ton y de Mad. B u ffin g to n D avis, que pasaron la tem pestad sm dejarse am ilanar por ella, como muchos miembros de la Sección A m ericana, A esas dos grandes catástrofes se añadieron para el coronel O lcott otras dificultades secundarias. Su situación en el cuartel general de la Sociedad llegó á ser, en cierto momen­to, tan in to lerab le, que sólo ia enérgica intervención de H, P . B . le im pidieron que dim itiese. Sufrió oposiciones tan m ezquinas, y tales acusaciones de tiran ía y de abuso de poder, que tomó el mismo con disgusto. Sólo la disolución del Com ité de in vesti­gación le perm itió continuar en la presidencia, y la Sociedad, aleccionada por la experiencia, le devolvió, sin condiciones, sus destinos.

A pesar de sem ejantes dificultades, la Sociedad no ceso de acrecentar su número y su influencia, y jam ás, como en el mo­mento en que el coronel O lcott debió por un tiem po abandonar el mundo, llegó á un grado tan alto.

Detengám osnos un instan te y consideremos el carácter de la S. T ., ta l como está expuesto en nuestros documentos im presos y m anuscritos. L a organización abarcaba tres secciones: la pri­mera estaba form ada por los mismos «Hermanos M ayores», fun­dadores, guardianes y protectores de nuestra Sociedad. L a se­gunda com prendía sus discípulos, así como las personas acepta­das como chelas por H. P . B . y sus alumnos directam ente ins­truidos por ella , Y la tercera sección, todos los miembros ordi­narios de la Sociedad form ando el cuerpo exotérico.

Encontram os en el origen, en los estatutos, la constitución en tres secciones, comprendiendo cada una tres grados. E l miembro tenía que llenar, á medida que se alejaba de los g ra ­dos exteriores, condiciones cada vez más rigurosas. E l re g la ­mento de la S. T ., tal como quedó después de la revisión del 17 de Febrero de 1881 en B om bay, dice de esas secciones: «Es in ­ú til que la m anera de adm inistrar las dos secciones superiores se exponga ahora en nn reglam ento público. P a ra las personas

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que no deseen ser sino sim ples m iem bros, las responsabilidades que aparejan los grados superiores no existen.»

P a ra n te los siete primeros años de la Sociedad, sus verdade­ros fundadores, los M aestros, la han hablado con frecuencia. Uno de ellos declara que, antes de la fundación de la S . T ., es­cogieron á H. 8 . O lcott para d irigir el m ovim iento entonces en preparación, y le asociaron á H. P . B ., que enviaron á Am érica para su encuentro, aceptando ambos la tarea que se les confia­ba. Llam a á la Sociedad «nuestra nave teosófica», y de sí m is­mo dice que tiene «autoridad á bordo». E xpresa el temor de que los M aestros no deben desaparecer por algún tiem po, salvo para una m inoría fiel (los sucesos han probado que este temor era fundado), pero que m ás tarde, un nuevo esfuerzo se inten­taría para ayudar á la Sociedad, Igualm en te vemos que el se­gundo de los M aestros que siguen de cerca el m ovim iento de la Sociedad, no pone en duda sus intenciones para gu iarla . E n

•úna carta citada en T h e P a t k , tomo V II , p ág. 3 3 4 , ha dicho: cL a S. T . ha sido escogida para servir de piedra angular y de fundamento á la fu tura R elig ión de la H um anidad... Se espera que nosotros, humildes discípulos de los Lam as perfectos, no perm itirem os á la S, T . despojar de su títu lo más noble, el de Fraternidad H um ana, p ara convertirla en una sim ple escuela de filosofía. Como ya he dicho, nuestra Sociedad no es una sen-

\ cilla escuela destinada al estudio in telectual del ocultism o». 'Llam a á H. P , B . y al coronel O lcott «nuestros representantes

/■ ; tálales ». «Vamos á ocuparnos— dice— de cuestiones más im ­portantes que la supervivencia de pequeñas Sociedades. Sin em-

>°) i® S. T . no debe ser descuidad a , »

~ ■ p* zü&uifiesta que esta m anera dB considerar la Socie-W d fué siem pre su norma de conducta. En T h e P a t k , de Di- , enibre áe 1888, habla asi de la Sociedad, «formada conforme a 811 y colocada según sus órdenes».8 0 E ^ el The0S0P h is ^ ™ l u m e i 1 H I, P^g. ‘243, escribe: «Nuestra

eie ad ha sido fundada según las indicaciones directas de losf ie m a n h !nd0S y tibe taños, y al venir á este país (la India), no

os hecho sino ajustarnos á sus deseos.»_ ontestando á su am iga la condesa de W achtm eister, en

e d6Cia q u e SU M aestro le había hecho saber que la ha- acogrdo para d irig ir una Sociedad. Y en 1873 escrib ía que a sido enviada de R u sia á P arís, y en Junio del mismo año

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[Febrero

á A m érica. E n O ctubre de 1874 recibió orden ir a den, y a llí encontró al corone], corroborando asi lo que e tro le había escrito de su propia mano.

E n 1886 inform ó por carta de estos hechos al r. ar roann.E n una carta fechada en 6 de D iciem bre d® 1887, a

la «Sociedad creada por los M aestros, n u e s tr o s M ahatm as , y dice en la m ism a: «El M aestro me envió á los E stados V nidos, á fin de ver lo que ten ía que hacer para poner fin á la m aneia y á la m agia negra, practicada por los espiritistas. tu d irigida á Y . (escribe á Olcott) para cam biar id e a s , y asi o hice. L a Sociedad se ha form ado, pues, gradualm en te, unida a l a m á s a n tig u a d e la s e s c u e la s d e f i lo s o f ía o c u lta e x is t e n te en e

m u n d o , y se ha encargado de dar algunas noticias de su D o ctri­na Secreta. P a ra form ar precisam ente ta l escuela es para lo que se m anifestó G otam a últim am ente. Sem ejantes enseñanzas no podían hacerse de repente, sino de un modo g ra d u a l.*

E l 27 de Junio de 1884, en una carta fechada en E lb e rfe ld , dice tam bién: «Habiendo contribuido á la fundación de nuestra S. T ., constituida según el deseo de n u e str o s M aestro s...* .

Desde luego no duda en reivindicar con en ergía su cu ali­dad de sierva de los M aestros, y pide ser reconocida como ta l. Cuando, después de las acusaciones de la Coulom b, los je fes de la S. T . no la apoyaron en la medida que debieron hacerlo, les habló del peligro que corrían de ver á los M aestros abandonar por completo á la S. T. porque «no adm iten la in gratitud *. E lla añadía que su deseo de reh ab ilitación no lo sostenía «por orgu­llo egoísta, sino por ser su enviada. Cualesquiera que sean mis fa lta s , yo soy su agente, é insultándom e como ta l la Sociedad, les insulta á E llos*. Y luego: «Estoy pronta á desaparecer, O l­cott. Solam ente, am igo mío, recordad lo que os digo: que con­m igo desaparecerán los M aestros.* A s í escribía al coronel O l­cott en 11 de A b ril de 1885. *

Los Grandes Hermanos se descontentaron por la actitud to­mada respecto de H. P . B . S i algunos miembros perm anecieron fieles, la m ayoría no osó m antener abiertam ente el estandarte del ocultism o. E n el a cta de una conversación en tre su M aes­tro y H. P . B ., se le atribu yen las siguientes palabras: «La So­ciedad se ha sustraído á nuestra dirección y á nuestra in fluen­cia; la dejamos hacer; no queremos esclavizar a n ad ie... A hora es un hueco sin alma, una m aquina que hasta ahora ha funcio-

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nado bien, pero que caerá e n p e d a zo s el día en que... D é lo s tres objetos no se tiene en cuenta sino el segundo; no es, ni una fraternidad, ni una reunión de hombres sobre la que se cierne el E sp íritu que reina más allá de los Grandes Montes.»

L a prim era sección cesó, y los grandes M aestros cesaron ya de d irigir la Sociedad exotérica. L a segunda seeción cesó tam ­bién como grado de la Sociedad, aunque H. P . B . continúe ins fruyendo alguno de sus miembros. A fin de 1888, la fidelidad testim oniada por muchos de los miembros hacia H. P . B ,, ju s­tificó un nuevo esfuerzo para ser auxiliada, y la seeción esoté­rica se constituyó por una orden e jecu tiva , datada en Octubre de 1888, pero sin u nirla oficialm ente á la sociedad exotérica. E l coronel O lcott declaró que dio á conocer esta orden para obede­cer á una carta recibida por él de sn M aestro en pleno Océano. L a orden apareció en L u c i f e r , en lo de O ctubre de 1888, con la siguiente advertencia: «Un gran número de miembros de la So­ciedad, sintiendo la necesidad de form ar un grupo de estudian­tes esotéricos, cuya organización fuera parecida á la del p r i n c i ­

p io , organización debida á los v e r d a d e r o s fundadores de la So­ciedad, obtiene la siguiente orden, que ha sido dada por el P re­sidente fundador.®

No tengo necesidad de decir que en esa época todo el mundo estaba de acuerdo respecto á los verdaderos Fundadores de la S. T .; viviendo H. P . B . y el coronel, nadie puso en duda el origen de la Sociedad. E sta m anera de ver fué resum ida en 1892, en una com unicación suscripta por W . Q. Judge y por mí,

r j f d i r i g i d a al círculo interior de la Sociedad. H e aquí un extrac­to, y se verá la opinión trad icion al hoy rechazada por algunos lúuembros de la S. T.

«Fundada por orden de los M aestros, recibiendo de E llos su áferdadera vida, no es com parable como Sociedad á ninguna or-

m izaeión del mundo. Como ba dicho H. P . B ., cada miembro ; -de la Sociedad se une á los M aestros por un hilo sutil de r e la -

- m agnética, y cada uno puede, gracias á ese h ilo, aproxi- * toarse á E llos, ó bien dejarle que flote iu ú til, expuesto á todos

choques y á qhe se destruya finalm ente. Todos los que entre k an podido leer los m ensajes dirigidos á los miembros

antiguos de la S. T ., saben cuán real es ese lazo, y qué ca- *^cter tan serio se atrib u ye á la cualidad de m iem bro. L a fa lta de valor y de fidelidad, el desconocim iento de la autoridad de

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los M aestros, la fa lta de adhesión, debilitaron el ideal en el p ri­mer mom ento, si bien de una manera general la S. T . pudo vol­ver á tom ar la mano de los M aestros. H. P . B . se sacrificó por la Sociedad y la salvó de una ruina com pleta. E n fin, se decidió á hacer un llam am iento abiertam ente á un grupo que había existido siem pre en el seno de la S , T ., á fin de que m etódica­mente organizado, pudiese por su influencia volver la Sociedad á sus principios y asegurar su redención.»

Cómo no ver sin un profundo disgusto á Mr. Sinnett, el ú l­tim o V icepresiden te, á quien la Sociedad debe tanto por haber recibido las e n s e ñ a n z a s de los M aestros, transm itidas por H. P . B ., engañado por perniciosas influencias, tom ar resu elta­m ente el partido de repudiar esta m anera de comprender la S o ­ciedad, pese á los documentos que son su base, tratando de re­ducirla á un m ovim iento fortu ito , organizado sin autoridad y la dirección de los M aestros, por la sola in icia tiva de H. P . B . y de H . S, O ., Mr. S in n ett debía, inevitablem ente, lleg ar á eso, no adm itir que los dos M aestros, los verdaderos fundadores de la Sociedad, se aparecieran en su lecho de muerte á su fiel ser­vidor el coronel O lcott, cum pliendo así su promesa hecha en 1882 de que se haría un nuevo esfuerzo para ayudar á la So­ciedad.

P a ra todos los que han estudiado la historia de la S, T ., nada más natu ral y nada menos inesperado que la bendita m a­nifestación á la hora señalada para la Sociedad, en el comienzo de un nuevo cielo, por los mismos seres que habían presidido su nacim iento. A bandonar á sn servidor m oribundo, no ayudar á la Sociedad á pasar de la fase prim itiva á la nueva fase, A b s­tenerse— -los que nom braron al prim er Presidente— de expresar una opinión que pudiera ayudar á la Sociedad para ejercer por prim era vez, en la nueva elección presidencial, la libertad de su elección, dejar á la S. T . abordar su segundo ciclo de vida sin su bendición, he ah í lo que hubiera sido ilógico é increíble. E xtrañ o ejem plo de la rapidez con que pueden perder una fe v iva aquellos que la profesan; las mismas personas que habían aceptado los fenómenos de H. P . B . y las prim eras apariciones de los M aestros en N ew -Y ork , B om bay, Sim ia, A d ya r y otros sitios sobre el único testim onio del coronel O lcott, rechazan al­gunos años más tarde ese mismo testim onio, corroborado, sin em bargo, por las afirm aciones de tres personas más; pues eso

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' f e .

JÉ!

es un hecho. L a libertad de opinión fijada en nuestros estatutos perm ite desde luego no aceptar ninguna m anifestación hiperfí- siea que, sin em bargo, han servido de base á la Sociedad, p ro­bando la existencia de las leyes que no ha cesado de proclam ar.

L a S. T. se encuentra en presencia de un problem a serio que los sucesos recientes obligan á resolver. L a Sociedad, se ha dicho, no tiene un código moral. L a afirm ación de este p rin ci­pio constituyó uno de los grandes cargos que determ inaron la expulsión de M r. Jinarajadasa. L u ego ha sido afirmado por m í, después por Mr. Mead, M r. F u llerton , y ahora es, en general, aceptada pura y sencillam ente como un hecho. Pero la cues­tión ¿la Sociedad debe tener un código moral? exige una res­puesta inm ediata. No es sino sobre este punto donde hay en la Sociedad dos cam pos, en el que uno piensa que el vicio im pide y que la virtud activa el advenim iento de una fraternidad uni­versal, y en el que otro acepta ó no ese axioma. Todos estamos de acuerdo y deseamos vivam ente elevar el nivel m oral de la So­ciedad, ofreciéndola al mundo como un excelente modelo. N a ­die m ira la m oralidad con indiferencia, ni se contenta con prin­cipios dudosos. Todos reconocem os la extrem a im portancia de la m oralidad, que la Sociedad no puede existir si es incapaz de conducir sus miembros á una vida irreprochable, y que toda m ala acción com etida eil nuestras filas envenena las fuentes mismas de nuestro sér. N uestras opiniones difieren sólo en un punto: «¿Nuestro ideal moral, debe asegurarse por disposiciones penales? sí ó no.» A lgu n os de nosotros piden no un código mo­ral, sino un código penal. Y el método habitual en este mundo es im poner la m oralidad por temor al castigo, y como ese cas­tig o no puede pronunciarse sino contra las infracciones más flagrantes com etidas contra la ley m oral, el legislador está obligado á contenerse en nn n ivel m oral m uy inferior, dejando im punes ciertos actos inm orales extrem adam ente perniciosos. N ingún hom bre virtuoso encuentra su m oralidad suficiente si üo es superior á la medida alcanzada por el código penal del país que habita.

L a m ayoría fie las religiones tienen un código m oral, a lgu ­nos ordenam ientos, como los diez m andam ientos del judaism o, ó los cinco preceptos del buddhismo. Pero á mi saber, ninguna de esas grandes religiones posee un código penal cuya sanción sea la expulsión. Por lo contrario, m iran como su prim er deber

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no expulsar á los pecadores, y procuran traerlos nuevamente al bien, A lgunas religiones pronuncian la exclusión ó la excom u­nión. R especto á ciertas cerem onias, no es probable que la S. T . desee im itar esos ejemplos. L as religiones dejan al brazo secu­lar el cuidado de castigar, tratando menos de expulsar que de reform ar y purificar. ¿La S, T . se rebajará hasta el nivel moral común de las diferentes Iglesias? ¿Proclam ará la necesidad de proveerse de un código crim inal?

Form ando el núcleo de una fraternidad universal, no debe­mos de om itir de tratar fraternalm ente al crim inal, guardando nos de expulsarle, gritando «¡fuera de aquí, nosotros somos más santos que tú!» Deberíam os, por nuestra conducta irrepro­chable, crear en la Sociedad un tal am biente de pureza moral que im posib ilitara á los más abyectos de perm anecer en él. E n los anim ales, el enferm o es atacado, se le m ata ó se le persigue por miedo á que el contagio se apodere del rebaño. E n tre los salvajes, los enfermos son expulsados de la trib u, ó se les deja morir solos. E n las naciones cultas, se Ies cuida con solicitud y se les vuelve la salud perdida. ¿Debemos tratar á nuestros miembros, atacados de enferm edades m orales, como tratan á los enferm os las bestias y los salvajes, ó como los pueblos cul­tos? ¿Es m irar el m al con indiferencia si no se le vence con nuestros euidados?

E stablecer entre nosotros un código penal sería la negación de la fraternidad y la afirm ación de la herejía, de la separati- vidad, esa separatividad que nos esforzam os todos en destruir. P ara la espiritualidad no h ay separatividad; ella proclam a la unidad de todos. Seremos tanto más espirituales cuanto más nos sintam os con los demás, así santos como pecadores.

Todos aspiramos á sentir nuestra unidad con los Dioses, con los Cristos y con los Santos, pues no h ay una unidad incom ple­ta. Sólo están con los seres superiores aquellos que son uno tam bién con los más degradados. Un espíritu único reina en cada uno de nosotros, y así los pecados de nuestro herm ano son nuestros pecados, y su venganza m iestra venganza. N ues­tros Hermanos M ayores, los M aestros de Compasión, descien­den basta nosotros, los más jóvenes, para ayudarnos á subir. ¿Con qué expresión de dolorosa tristeza no deben mirarnos cuando tomando febrilm ente sus manos para subir más de prisa empujamos con el pie á los que son más jóvenes que nosotros?

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¿No nos dirán, si caemos en el obstáculo colocado á nuestro paso «aunque habéis expulsado á los dem ás, vosotros no nos habéis expulsado»? E l hombre espiritual no ve en su pureza un bien que le sea propio; él es para sí mismo un medio de purifi­car á los dos hombres, y todos, porque es puro, ganan con su pureza, pues para los hom bres que no son espirituales, la pure­za personal viene á ser una fuerza disolvente. De ellos es de quien se ha dicho: «Los recaudadores y los pecadores entran antes que ellos en el reino de los cielos.» E n virtud de la ju sti­cia de la G ran L e y , el que excluye á su herm ano se excluye á sí mismo hasta el día en que la no separación sea desconocida.

H ay en la S. T ., como en el mundo exterior, una tendencia á restrin gir el sentido de la p alabra «moralidad», hasta el pun­to de que sirva p ara designar exclusivam ente la virtud sexual. D ecir que un hombre es inm oral, equivale á decir que sus cos­tum bres son disolutas. L a m oralidad parece que no tiene nada que ver con la m endicidad, la calum nia y el falso testimonio, con la im putación de m alas acciones y la persecución. Todos esos crím enes se com eten como inocentem ente por m uchas per­sonas que se consideran m orales. Pero éstos son pecados m orta­les cometidos contra la ley del amor, y que retrasan más el ad­venim iento de la fraternidad universal que las fa ltas cometidas por los recaudadores y pecadores de nuestro tiem po. Sobre es­tos problem as, los Iniciados han estado siempre en desacuerdo eon el siglo, porque el pecado m ental es más pernicioso y arras- tra más terr ib les consecuencias que los pecados del cuerpo. L as convenciones m orales de los tiempos siem pre han sido observa­das ríg idam en te por los fariseos, y éstos no han merecido con frecuencia sino el severo dictado de sepulcros blanqueados, lle ­nos de toda im pureza que les dieron los Iniciados. No es menos cierto que hoy, comp en los tiem pos del Cristo, los hombres pa­gan sus im puestos, pero se olvidan de los deberes im puestos por la ley: la ju stic ia , la compasión, la verdad.

Nuestro Presidente-Fundador hubo de aprender que no debía ju zg a r los problenias de m oral como los ju zg a el mundo. E l año anterior á la convención os decía en qué términos fné re­prendido por su in structor, por haber desconocido los méritos espirituales de un hombre intem perante. No es que la em bria­guez sea moral; pero esa fa lta física aislada puede pesar menos en la balanza que otros m éritos de orden hiperfísico.

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Y o contaré un caso más instructivo todavía: el de 1111 hom bre que en su sincero deseo de ayudar á sus sem ejantes, come tió un error de método y sufrió aquí, en los Estados tín id os, un año de prisión en virtud de la le y C ow stock. Los más an ti­guos de vosotros recuerdan el caso de M r. D . M. B ennet. des­pués de haber sufrido su pena, fué á la India, donde H. P . B . le defendió enérgicam ente, con gran escándalo de alguno» miembros europeos, E l Presidente-Fundador tomo parte p or haber dudado en adm itir á M r. B ennet en la Sociedad, por te­mor de que la S. T . sufriese con ello. E l M aestro M. dijo á los fariseos que buscasen en la ostra inform e la perla sin precio, declarando que M r. B ennet era un hombre de un inmenso valor m oral, y que los M aestros estaban satisfechos de tener por co­laboradores hombres sem ejantes, hombres «como nuestro K . H. los quiere».

Todos los que han conocido personalm ente á H. P . B ., p ara los que fué una m ujer v iva y no una figura ideal, obra de su im agin ación, sin sem ejanza con el orig in al, saben con qué pro­fundo menosprecio consideraba las convenciones ^ ue sirven de> reg la de conducta á los espíritus débiles, y con qué am plitud y to leran cia ju zg a b a los hombres y las cosas, desgarrando la tela, de araña de las palabras p ara ir recta al corazón y descubrir e l m óvil esencial. Pasaba por muchas fa lta s m orales cuando veía, un alm a llena del deseo de servir. Y o quisiera pedir esa am plia y noble tolerancia al espíritu de Iniciado que ha de rem ar en nuestras deliberaciones.

S i estableciéram os un reglam ento exigiendo la expulsión de las personas señaladas, caeríam os bajo el n ivel de todas las grandes religion es constituidas, y más bajo aún que las sim ples Sociedades científicas, filosóficas y literarias, que no desdeñan en proclam ar que desaprueban el crim en (afirm ación innecesa­ria entre las gentes de honor), ó que ju z g a n su v irtu d tan frá ­g il que creen necesario castigar con la expulsión oficial toda fa lta grave com etida en sus filas, por miedo á que el mundo sospeche que aprueban la inm oralidad, ó que son cóm plices de ella.

F uera de estas cuestiones de principio, se presenta una cues­tión de orden. ¿Quién propondrá el código, ese código cu ya san­ción será la expulsión? Personalm ente soy opuesta á la in stitu ­ción de un código penal, tanto desde el punto de v ista p ráctico,

LOS MAESTROS Y LA S. T, SI

como desde el punto de vista de los principios. En mi artículo del mes de Enero últim o sobre L a b a se d e la S o c ie d a d T e o s ó fic a t

escrito cuando fu i advertida de m i próxim o nom bram iento pre­sidencial, á fin de perm itir á la Sociedad votar en mi elección, perfectam ente ilustrada sobre la m anera que yo consideraba la cuestión, m ostré cuán d ifíc il es form ar un código penal. E n muchos artículos escritos por mis adversarios, en contestación al mío, ni uno tra ta de form ular un código práctico. H asta aquí, la única proposición ha sido que siguiera la expulsión á toda in fracción a las leyes del país habitado por el miembro culpable. U n sistem a ta l, á pesar de arrastrar á consecuencias absurdas, sería fácil y sencillo, asegu raría á todos un ju ic io im- parcial; nadie podría ser expulsado sin pruebas legales y sin todas las garan tías reconocidas como necesarias, después de la experiencia de los siglos, para poner al acusado al ab rigo de la in ju stic ia y de la parcialidad.

Tales disposiciones nos ligarían definitivam ente á un código moral de los mas elem entales, y ese código, form ando parte de nuestra constitución, se m iraría como el de la S. T , A dem ás, se presenta otra dificultad. F orm u láis un código, y por ta l hecho afirmáis im plícitam ente que otras fa ltas, á pesar del peligro que pueden presentar para la vida de la Sociedad, no son sufi­cientem ente graves para m erecer la expulsión. Sería eso d egra­dar nuestro sublim e ideal y reem plazarle por una ley represen­tante de la triste opinión m edia de la m oral contem poránea. E n vez de poder considerar como sobreentendida la incom patibili­dad entre el desarreglo y la fraternidad, nos arriesgam os cuan­do decim os: «Esa m anera de obrar es indign a de un teósofo», á atraernos esta respuesta: «Eso no está prohibido en nuestra So­ciedad.»

Un robo cometido por un miembro de la Sociedad, provo­cando inm ediatam ente la reprobación general, sería para nues­tra vida común un veneno menos dañino que el odio, la amar-

la intransigen cia, que escapan á todo código m oral y se propagan como un contagio fa ta l. Los miembros que se hicie- sen culpables respecto de la fraternidad de esos pecados m oría­i s perm anecerían en la Sociedad, m ientras que los crim inalesú . 8 ordinarios, que no pueden encontrar im itadores, serían «"lunfalmente expulsados,

E n presencia de las dificultades m últiples presentadas para

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la redacción de un código penal, ¿no es natural pedir 6 los que desean su adopción que digan claramente lo que quieren y no infringir la pesada tarea de definir el grado de culpabilidad que apareja la expulsión para los que son parte de ese núcleo de la Fraternidad universal?Un momento de gran agitación no es, por otra parte, el me-

jo r para decidir un problem a que levan ta tantas controversias. D e todos modos sería prudente sobreseer la polém ica actual hasta que la calm a se restablezca y las d ivergencias de opinión se expresen con menos encono. Toda ram a, si lo desea, puede borrar de la lista de sus miembros á la persona que ju zgu e no­civa, y si encuentra ven taja en esa m anera de proceder, puede recom endar su adopción á la sección ó á la Sociedad en gene­ral. Tendríam os así la ven taja de ver las disposiciones penales form uladas y aplicadas por sus partidarios.

E n lo que me concierne, como Presidente de la S . T ., afirmo de nuevo los principios expuestos por mí antes de m i elección, y me opondré invariablem ente á toda ten tativa de imponer á la Sociedad un código penal. Creo que es m enester colocar m uy alto nuestro ideal m oral, y que debemos con todas nuestras fuerzas tra ta r de conseguirlo. Y o hago un llam am iento al p rin ­cipio divino que hay en cada hombre, y no al mezquino señor da las leyes coercitivas. A firmo, con satisfacción, que el hom­bre m ás ab yecto es mi herm ano, como espero hum ildemente ser aceptada c omo ta l por los más sublim es.

A n te nosotros, mis herm anos, se abre un m agnífico campo de acción. E n esta inmensa R ep ública tenéis 70 m illones de sé- res hum anos. Tenéis una luz que com unicar, una nutrición in­telectu al que tran sm itirles, esperanzas que les den valor y fu er­zas que les eleven. Alrededor de vosotros, m illones de hombres sucum ben privados de sabiduría. ¿Rehusaréis darles el pan de vida, querellando entre vosotros sobre si debéis aceptarlos como miembros de vuestra Sociedad?

D espertad, arrojad la pesadilla que os a gita , abrid los ojos á la realidad y cesad de b atallar contra las sombras. E n vez dé luchar entre vosotros, luchad contra la ignorancia armados de saber; contra la im pureza arm ados de castidad, y contra las t i­nieblas provistos de lu z. Salvad á los desgraciados m ostrándo­les la causa de sus in fortun ios; consolad á los afligidos des­garrando el velo que oculta los mundos donde están los bien-

SOBRE LAS id e a s c o s m o g ó n ic a s .1908] 53

aventurados; fortificad á los débiles m ostrándoles la fuerza d i­vina que trab aja en ellos, y calm ad á los revoltosos enseñándo­les que son los autores de sus propias penas.

U na vaga vida esp iritual va á suscitarse en vuestro país. Tended una m irada sobre el mundo: en todas partes nacen ideas, esperanzas, empresas nuevas. Son la promesa de nueva form a de vida. E n el um bral suenan los pasos de la civ ilización que se aproxim a, una civilización que se basará en la fratern i­dad. L a S. T . es el heraldo que anuncia su advenim iento y el mensajero que trae la buena nueva de su llegada. Poneos á la a ltura de vuestra gran vocación, del soberbio papel que os está confiado. Cesad en vuestras querellas in fantiles y poneos al tra ­bajo, eomo hombres y mujeres y jóvenes que reconocen con p le­na conciencia que han nacido del Verbo, nuestra alm a común, y que sois colaboradores cariñosos y enérgicos de los Hermanos M ayores de nuestra H aza,

H Qñle B H SH fiT

Sobre las Ideas Cosmogónicasde los antiguos habitantes del Egipto.

L a s líneas que siguen me han sido sugeridas por una confe­rencia de Ahm ed B e y X am al, conservador adjunto del Museo de A ntigüedades en E l Cairo (1), en la cual expuso el orador im portantes sugestiones referentes á los asuntos que son de interés para todos los teosofistas.

H asta h oy, poco, m uy poco, se ha aclarado sobre la concep­ción religiosa del pueblo egipcio, y aun lo hecho de una m anera fraccion aria, no es asequible á la m ayor parte de las gentes, más bien por la fa lta de claridad y método en la exposición, que por deficiencia de los datos que se poseen.

Lo que hasta h oy se ha descubierto, pone de m anifiesto que, en el período dinástico, la religión sufrió grandes cam bios, y

(1) Les Idées Cosmogoniques des Anciens Habitans de VEgypte, por Ahmed Bey Kainal. El Oaire, imprimarle aationale, 1907, Conferencia pronun­ciada en El Cairo en la Société KhédiviaU de Géographie, el 9 de Febrero de 1907.

54 £ ü 4> I A [F ebrer o

que para ju z g a r con éxito los monumentos que conocemos, h a­ciendo abstracción de la letra, debemos remontarnos, á ser po­sible, hasta las primeras concepciones de los egipcios, ó mejor dicho, del pueblo prim itivo que viv ía en el valle del Nilo.

E s vu lgar entre muchos eruditos el atribuir á los egipcios un grosero politeísmo, y aun h ay quien habla de un zooteísmo aún más grosero. Esto es cierto si sólo juzgam os por las apa­riencias; pero no es ju sto tratándose de gentes que represen­taban un progreso y cultura asombrosa en su tiempo.

Y a antes de ahora, cuando pensé en el significado literal de la palabra Am en , se me alcanzó que era notable la coincidencia de designar con ella á un Dios, cuando con Amen se significa lo oculto. De aquí que Amen sea el «dios oculto» ó que luego des­pués se llamó «ignoto*, y , por tanto, cuando á Amen se le rela­ciona con B a (el Sol), resulta el «Sol oculto*.

Sólo con estas pequeñas indicaciones ve uno descorrerse el velo misterioso que resguardaba de nuestras miradas profanas una divinidad, ó mejor dicho, concepción relig iosa de la im por­tancia de Amen en la m itología egipcia, Y de aquí se desprende que muchos conceptos, que hoy tenemos por abstractos ó hijos de los estudios religiosos modernos, eran conocidos de un pueblo antiguo y desaparecido. Pero oigamos á Ahm ed B e y K am al:

«Los aborígenes egipcios creían, antes de la conquista de su país por Menes y sus compañeros horianos, en un Dios Único, Neter-Ua, que adoraban y honraban perfectamente.* Y Paul P ie rre t (1), refiriéndose á esta idea, nos dice: «Un dios único y oculto se manifiesta por el sol, el cual se convierte en dios á su vez y engendra otros dioses destinados á simbolizar las fases sucesivas de su carrera. E n cuanto á las diosas, no tienen más que dos objetos: personificar á la luz del astro ó el espacio en el cual nace ó desaparece. L a diosa no es, desde luego, más que un aspecto particular del dios, porque ella está ataviada con las mismas insignias que él.»

Nosotros sabemos m uy bien que las divinidades femeninas no representan sino un aspecto de la divinidad masculina, son sn contraparte, son el elemento importante para la realización de la trinidad; y así ocurre que, considerando el dios en sí y abstracto, no se le puede atribuir sexo alguno; pero en el mo­

lí) E s m i s u r la M ytholcgie, E g y p t ie n m , par Puní Pierret. C o n serv a teu r d u M m é e E g y p tie n d u L o u v r e , París, 1871).

igoSJ SOBRE LAS IDEAS COSMOGONICAS. 55

mentó en qne se le determina como masculino, hemos realizado un desdoblamiento, y tenemos por necesidad la deidad fem e­nina y el hijo, que no es, en último término, otra cosa que el padre.

Ahm ed B e y Karnal ve las cosas como buen m usulmán, y se resiste ante la idea de que los egipcios, al introducir el apa­rente politeísmo que conocemos, crearan esas otras divinidades secundarias para expresar por separado los distintos aspectos ó atributos del Dios Unico. Pero P ierret afirma que el monoteísmo es «la concepción que ha dominado todo el E gip to , desde Menes hasta la conquista romana». De este modo Ptah es el padre del Comienzo, el supremo, el victorioso de las tinieblas del caos, que ha producido los elementos de la creación. A sí Amen, el oculto, el invisible, es otro atributo, y en la Cosmogonía egipcia, ha sucedido á Piha, ó lo que es lo mismo, PíTia representa á Dios como ser que precede á todos los seres; él crea las estrellas y el huevo del Sol y de la Luna; él prepara la materia; pero le sigue Amen que organiza todas las cosas, levanta el cielo y hunde la tierra, da movimiento á las cosas que existen en los espacios celestes y produce todos los seres, los hombres y los ani­males.

Horus es el sublime y Osíris el señor del otro mundo que ju z g a á los muertos, castiga á los culpables, recompensa á los devotos; en fin, es el dios que hará justicia en el juicio final.

Según el conferenciante, fueron im portadas estas d ivin i­dades en E gipto, ya en parte ó y a totalmente, de la India, la China ó de la A rab ia meridional. Este es otro punto á dilucidar y sobre el cual nada en concreto se puede decir en tanto que no se evidencie la procedencia del pueblo que invadió el valle del

;Nilo, en tiempos m uy remotos.L a tierra llamada en E g ip to Tu-Neteru, tierras divinas ó

■ tierra de los dioses, quiere hacerse pasar por la India ó la China, r;de cuyos sitios recibieron su culto. A esto añaden otros, como ¿Brngseh, que ¡as divinidades han sido importadas en E g ip to de

Tu -neter, tierra divina, llamada también Puní.Los textos egipcios llam an al agua prim ordial N u, y de ella

'■ hacen surgir todos los seres, como dice un papiro hierátieo (1): *Eso que han producido tus manos, lo has sacado de N u . í L a

(1) P. Pierret, E tu d e E g y p to l, 1 4 .

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leyenda nos cuenta que el cielo y la tierra eran dos amantes perdidos en Nu y que permanecían estrechamente abrazados. E l día de la creación, un nuevo dios, esto es, un nuevo ele­mento, llamado Shu, que quiere decir el aire, salió de las aguas eternas; se deslizó entre los dos, y cogiendo á Nu con sus manos lo levantó por encima de su cabeza cuanto pudo. E n tanto que el busto estrellado de la diosa se a largab a en el espacio, la ca­beza al Oeste y los pies al E ste, surgió el cielo. Sus pies y sus manos reposaban sobre nuestro suelo.

Por fin, muchos monumentos egipcios nos enseñan que el dios Khnum. el Nilo de la catarata., había amasado el cieno de sus aguas en forma de huevo, y había modelado, sobre el torno de alfarero, una figura humana. L a leyenda hace salir de este huevo misterioso al género humano y la naturaleza entera. Por esta razón Khnum es llamado generalmente el alma de los dioses, y el fabricador de los dioses y los hombres.

E n la concepción religiosa de los egipcios también encon­tramos algo referente al castigo impuesto por dios á los ángeles rebeldes, lo cual es m uy de notar, puesto que haee prever que hubiera seres cuya existencia fuera anterior á la de los hombres. Los documentos encontrados que pertenecen á las dinastías, X I X y X X , dicen que E n, el elemento del fuego, tuvo que luchar en su ancianidad contra la ingratitud de los hombres. É l los ha creado é instruido; ellos conspiran contra él, y él debe congregar secretamente á los dioses en el templo de Ow (Helio- poüs) para acordar el medio de defenderse. «Ved los hombres que son nacidos de mí, pronuncian palabras contra mí; decidme, pues, qué haríais en este caso, pues yo espero y no he querido matarlos antes de haberos escuchado.* Los dioses decidieron destruir la raza de culpables, y la diosa Tafnut, la h ija del sol, es decir, el calor producido por el sol, fué encargada de ejecutar la sentencia. E lla descendió entre los hombres, los hirió y bañó sus pies en sangre durante varias noches. Itecogida la sangre, y mezclada con diversas substancias, fué presentada á Ka en siete mil cántaros, y el dios, apaciguado por esta ofrenda, juró desde entonces ser parco con el género humano.

Tam bién Ahmed B e y K am al apunta la idea de que el diluvio universal existía en la religión egipcia, y consultando textos, cita mi diálogo tomado del Libro de los Muertos, en que aparece el dios 2um abrogándose el papel de nuestro Xoé, pero para

SOBRE LAS IDEAS COSMOGÓNICAS. 5719<j8]

gayarse de la inundación se transforma en un diminuto gusano de tierra.

Otro punto interesantísimo abordado por el conferenciante, gs al referente á los egipcios prehistóricos. Para esto parte del punto admitido por casi todos los egiptólogos, de que el E gip to prehistórico estaba poblado, en tiempos remotos, por africanos que comprendían varios pueblos con nombres y caracteres dis­tintos. Estos pueblos, de los onales nos hablan los monumentos, son los Libios, los Tamaliu, los Anu, etc., que aun hoy tienen representantes, tales como los Bereberes y los K ab ilas que ocu­pan actualm ente el Norte de A fr ica .

L a B ib lia designa al E gip to con el nombre de Ckam, hijo de JJqé (1); pero el nombre del antiguo E g ip to es Kem , é identifi­cándole con Chain, se encuentran confirmados los hechos que á continuación se exponen:

. Según el Génesis, la familia de Chara se divide en cuatro r&m&s: Cush, Mizraim, P h ut y Chanaim. De estos Cush y P h u t

I.larden considerarse como poblando la A rabia meridional y la f3omalia. E n cuanto á Mizraim, no ha sido encontrado este nombre en E g ip to , pero es un nombre que los hebreos daban á este país, tomado quizás del asirlo Masut', de donde los árabes han hecho el M isr.

C h a n a a n es empleado en los textos geroglíficos sólo para de­s ig n a r el nombre especial de una localidad en Palestina.; E l Génesis (2) refiere como hijos de Mizrain á Lud ím , Ana- min, Lehabim , Naphthuim , Pathrusim. y Castuim. E ste Leha- :í>iia es identificado por B ru gsch con los Libios (los Libu de los .■ ^Bipcios). Los descendientes de los Castuim fueron los Caph- torim, que podrían identificarse con los Cretenses y los Patliru-

Peüatim, los habitantes de la Palestina.o S ® desprende de todo esto que si bien los egipcios eran des­medientes de M izraim, tam bién lo eran otros pueblos que, aun- *1 6 próximos á él, no debían confundirse. Por esto los egipcios

fiinplean el nombre de Mizraim; pero para designarse á sí

hpSin0S eraP e a k a11 Lwá, que bien puede ser el del primer■ jo de M izraim, Ludim, ó sea el L ud egipcio con la marca delP.fiíal imi jja segunda fam ilia sucesora de M izraim, es la de los .^Manun, que corresponde á la palabra egipcia Anmun, empleada

S, (i y S a lm o s, LXXVIII, el y 'VI, 22 W Génesis, X. la.

ÜO<í>IA [Febrero

para designar genéricam ente á los hombres. L a tercera fam i­lia son los L ehabim , que y a hemos dicho los identifica E, B ru gsch (1) con los Libios ó los Libu de los egipcios. L a cuarta fam ilia son los Naphthuim que, según el conferenciante, bien pueden identificarse con la palabra egipcia Nu~Ptüh, esto es, la -villa de P ta h , ó sea M em phis, el B ajo-E gip to . L a quinta fa ­milia son los Pathrusiin, que corresponde, según M, de ítougé, á los Pa-tu-res, la Tebaida ó Said; y , por últim o, la sexta fa­milia ó los Castuim , y a citados antes, como probablem ente Cretenses.

Los egipcios dividen los hombres en cuatro familias: los Cu­chites, negros; los Amu, amarillos; los Tamahu, blancos, y los jSAusw; pero cuando en estas fam ilias se encuentran ellos in­cluidos, entonces exeluyen á los Shasu ó beduinos, y ellos se señalan como los rojos.

P or lo que precede, puede ju zg arse del interés que estos pe­queños apuntes pueden tener para el estudiante, como induc­ciones aportadas para el esclarecimiento del misterio que rodea al origen ó historia de la humanidad, en tiempos remotos, y los sugestivos estudios del origen religioso de esos pueblos.

E ste mes hará un año que el Presidente Fundador de la Socie­dad Teosófica se separó de nosotros corporalmente, para seguir en otro plano más elevado su progreso y evolución.

H oy más que nunca sus enseñanzas se repiten, se comentan y se traen para m ayor instrucción.

Con su muerte nos ha legado una enseñanza más, porque nos ha hecho ver que, flacos y débiles, un poco descuidados, como los ciegos de la g ran parábola de M aeterlinck, no hemos puesto la debida atención algunas veces en las palabras que nos decía cuando nos sacaba para recibir un sol que por no ver no era menos reparador y espléndido.

(üanuel Tf?HYIÑO Y VIL1I1H1 5 Enera 1 9 0 8 .

(1) G é o g . val. II, píg. 79.

PresidentaHENRY STEEL OLCOTT

Fundador de la Sociedad T sosífioa.

H. S. OLCOTT1908] 59

E l recuerdo del Presidente Olcott ha de vivir como una en­señanza continua, como una enseñanza perpetua, y en eso está la base positiva y exterior de su inmortalidad; pero ha de vivir más profundamente tod avía para los que no le conocieron, como y a vive para muchos miembros de la Sociedad TeosóficaH . P . B ., cuando su enseñanza y su ejemplo sea para la gran m ayoría una enseñanza pura sin representante corporal.

E l coronel Olcott ha sido una de las más altas y enérgicas voluntades que se han puesto al servicio de la Sociedad, y uua persona de las más aptas para la delicada misión que se le ha­bía encomendado por los que tienen más amor á los hombres.

Su desaparición no ha sido una deserción de la vida, sino el término de sus servicios. H a cumplido su misión y ha sido l la ­mado.

L o que ha desaparecido de nuestra vista y de todos nuestros sentidos ha sido m uy poca cosa: ha sido todo lo que no era, 1 todo lo que renovaba constantemente en él, lo que él mismo procuraba renovar todos los días y lo que ha logrado sustraer á la adoración inevitable que sigue á la m ateria más duradera y sin espíritu.

Lo que no ha desaparecido es lo que vive con nosotros: sus ideas, sus enseñanzas, causa de las nuestras y de todas las fu ­turas y posibles de cuantos h ayan de sucedem os.

A h ora, lo urgente y lo piadoso, lo verdaderam ente racional y lo más fraternalm ente humano, es cumplir con el deber que hemos comprometido con él al recibir sus ejemplos y sus ense­ñanzas, no m atarlas en el olvido ni guardarlas sin proveeh© en nuestro yo, como una reserva bancaria que sólo fuera ú til al que 1» hiciese.

Hemos visto y oído para que vean y o igan los demás, y no somos nosotros sino canales por donde han de pasar las .ag u a s de la Y erd ad para l le g ar al sitio que deben ir, según está dis­puesto por la misma Verdad.

K A R M A , Ü N IC O J U E Z

No esperes jamás justicia de los hom­bres, pues miran siempre las cosas á través de sus propios defectos.

* * *

k MI AMIGO B...

T ú crees, amigo, en la bondad de loa hombres y , sobre todo, en la bondad de los que, como nosotros, aspiran á cam inar por un sendero distinto del que cam inan la m ayoría de las gentes.

Tam bién creo yo en esta bondad, pero el tiem po y la expe­riencia me han demostrado la verdad de las palabras que oí re­petir, cuando creía que tan sólo la bondad podía salvarnos.

<ÍIo basta ser bueno, es preciso ser sabio.>Y o confundía entonces la sabiduría con la intelectualidad,

pero meditando y viviendo he comprendido el sentido profundo de estas palabras.

Ser sabio no es tan sólo ser inteligen te, sino que también consiste en saber emplear todos nuestros poderes y facultades, es saber ser libres. Y esta l ibertad es aquella que nos permite movernos independientem ente de los juicios de los hombres.

E sta sabiduría y l ibertad no se adquiere por el estudio de las ciencias, ni de la ñlosofía y de la ética; estos son solamente medios necesarios. Pero el poder de aplicar los conocimientos á la v ida, el poder de asimilarnos las lecciones del dolor y de la felicidad, la entereza de espíritu ante las circunstancias adver­sas, creadas por la ign oran cia de todos, este poder, lo confiere tan sólo nuestro acuerdo ó adaptam iento interior á aquella L e y , que nos enseña y nos conduce á nn fin estable, bello y perfecto,

«La vida misma está dotada de palabra» — dice Luz en el Sendero— . E sta p alabra es el Yerbo de la L e y , y es la más perfecta manifestación de Dios entre los hombres.

Muchas gentes, amigo mío, pierden su tiempo y su en erg ía censurando á los demás, y esforzándose en ver defectos á sus semejantes, y cuando creen haber visto a lgu n o , se complacen

19 0 8] KAKMA, UNICO JUEZ 6i

en darles re lieve é importancia. Esto es para ellos causa de fe­licidad, pues mientras tienen á quien censurar, ellos, en su in­terior, se entronizan como buenos y se creen perfectos. Según su modo de ver, se consideran siempre sacrificados, y se com­placen en ello, pues han leído en algún código de moral, que la perfección se alcanza por el sacrificio.

E l orgullo, se viste á veees con la máscara de la humildad.i A quel que dice: me han ofendido, me han denigrado, me

han ultrajado, y se lam enta, es un ign o ran te *; dice un libro oriental.

E l gran E picteto no se lamentó jam ás, pero sus actos y sn entereza demuestran que supo ser un hombre libre. Reconoció la sabiduría de los dioses, y caminaba firme y seguro por el sen­dero, sin más regla que la de su propia conciencia, sin reco­nocer otro ju e z que á sus dioses.

Nosotros miramos á estos dioses como ejecutores de los de­signios de aquella L e y , de la cual son ellos la m anifestación viviente.

A q u ella libertad del gran estoico, que no se doblegaba ni -ante el poder, ni ante el castigo, ni ante la censura, ni ante la

, ,adulación, ni podía ser corrompida por ninguna especulación ;'.de la humana é inferior naturaleza, es la que debemos imitar.

Nosotros aceptamos y reconocemos la L e y del E a rm a , sa- bemos que infaliblemente da á cada uno su merecido, tarde ó

¿¡temprano, eso no importa; sabemos que esta ley no yerra jam ás, ■5y que ella es el único apoyo, la única garantía , la fe que sos- ; tiene al que lucha en el mundo de M aya, y la única luz que le .¡guía en su camino.

Sabemos que tan sólo lo que es verdad es eterno, y que las Jibiones caerán una á una ante el discípulo sincero y valeroso.

¿Hemos de inquietarnos ó lamentarnos ante la ambición, la ¿malicia y el error?

No, eso sería indigno, y m algastaría un tiempo precioso puede emplearse en una actividad provechosa para los

•demás y para nosotros mismos.Fiemos, fiemos en la L e y , fiemos en K arm a, fiemos en la

¿justicia.,. y adelante.

Barcelona 12 Enero 1908.CHRJOEJS J0RYHHDÉ

e i . H o m Q j ^ e y e i « o o i o e i ^ s o( ¡ D E A S A N T I G U A S )

CüAiíDO la in te ligen cia del hombre alcanza un desarrollo sufi­ciente para comprender su propia naturaleza y la del globo en que vive, no puede menos de sentirse profundamente atraído por el grandioso espectáculo del cielo estrellado y el luminoso brillo de las estrellas, como Sirio y Y e g a , c u y a luz es más in­tensa y fija que la de Venus y Júpiter; por las singulares agru ­paciones de los astros en constelaciones, cuyos nombres fa n ­tásticos indican su semejanza con animales y con objetos te­rrestres, son apropiadísimos, y por eso fueron generalmente adoptados, juntam ente con aquellas estrellas, aparentemente innúm eras, esparcidas en el firmamento que, á medida que se alejan, pierden más su esplendor. Muchas de esas estrellas son visibles, sobre todo, en las noches serenas, y para los que t ie­nen una vista agudísim a forman un conjunto de tan grandiosa belleza, que parece imposible el formarse una idea concreta y exacta de la misma. Y por eso abren un campo sin término á la im aginación del observador.

L a relación de las estrellas con el sol y la luna en sus res­pectivos movimientos fué uno de los primeros problemas de la astronomía, y se resolvió tras agudas y continuas observacio­nes, las cuales demostraron cómo la invisibilidad de las mismas durante el día se debía absolutamente al esplendor de la luz del sol. Dícese que esto se demostró en una época muy lejana, ob­servando que desde el fondo de un pozo profundísimo se podían ver las estrellas, aun cuando el sol ilumine el firmamento, y también durante un eclipse total de sol, en el que brillan las estrellas. E l hecho, puesto en relación con la posición fija de la estrella polar y con el curso de las circumpolares, estrella que nunca que se ve en la latitud de Grecia, E g ip to y Caldea, hace posible la hipótesis que supone que la tierra estaba suspendi­da en el espacio, y que á una ign orada distancia de la misma

EL HOMBRE Y EL UNIVERSO 63

....... sfera c r i s t a l i n a rodaba sobre un eje indicado por la estre-0lar, llevando consigo la legión entera de los cuerpos ce-

era, la teoría de Anaxim andro (540 a. de J. C.). y el punto de partida de teorías más amplias y completas

*** continuaron con nuevas formas y modificaciones hasta finesqu*1 1 «ifflo XVI.

Créese que las primeras nociones astronómicas de los gn e- les fueron suministradas por los caldeos, que fueron, al pa-

^°cer los primeros observadores sistem áticos de los cuerpos ce- l istes por medio de instrum entos. Dícese también que ellos fue- " los primeros en describir el ciclo de diez y ocho anos y diez

1 ocho días, tras el cual el sol y la luna vuelven á su mis­iva posición relativa respecto de la tierra. Quizás los egipcios alcanzaron sus conocimientos de la misma fuente, pues nada prueba que fuesen profundos observadores, y la maravillosa orientación, las proporciones y los ángulos de la G ran P irám i­de y sus galerías interiores fueron quizás dibujadas por algún

■ ftrqnitecto caldeo.L a prueba evidente de que la tierra renueva su vida por el

„ gol, del que recibe su luz y calor, explica con claridad el origen creencia de que la una no sea sino una dependencia del

. Otro. Pero también la luna ilumina con las estrellas, dando de ni nna cantidad de luz, las noches serenas de las regiones onen-

i tales donde el clima es más seco y la atmosfera mas límpida;1 comparando á la belleza tranquila con las tinieblas profundas

, d« las noches nubladas, ó cuando la luna no aparece en el hori- ¡ Bonte, parece seguro que el conjunto de todos los cuerpos lu- e.-SÍÍb o s o s , sol, luna, estrellas y planetas, no fuesen sino depen­d i e n t e s del sistema terrestre y que existieran sólo para benefi-

Újíirá los habitantes de nuestro globo.''' Se dice que Em pedocles (444 a. J. C.) fue el primero en dis­tinguir los planetas de las estrellas fijas, observando sus p a rt i­culares movimientos, y que P itágo ras y sus discípulos determ i­naron el orden de su disposición desde Mercurio hasta Saturno. Pero nada se hizo para explicar los movimientos hasta el siglo pasado. Eudosio de Cnída, contemporáneo de P la tón y de A r is ­tóteles, residente a lgún tiempo en E g ip to , donde se hizo docto

- astrónomo, fué el primero en im agin ar un método sistemático suficiente para explicar los movimientos m últiples de los cuer- |(Ps celestes con la teoría del movimiento uniforme y circular

f>4 i O 4> 1 A f F s e v e r o

alrededor de la tierra, tomada como centro, por medio de una serie de esferas concéntricas; cada cual g iraba con diferente ve­locidad alrededor de un eje propio, y todas juntas alrededor del polar. A la luna, por ejemplo, se le atribuyeron tres esferas: la primera, con eje perpendicular al ecuador, que explicaba el movimiento diurno, esto es, el salir y el ponerse; la segunda, con el eje perpendicular a la ec líp tica , con la cual se e x p lic a ­ban las fases mensuales, y la tercera, con el eje inclinado en la misma eclíptica, con 2a cual se explicaba la inclinación de la órbita lunar respecto de la misma eclíptica.

D el mismo modo, cada uno de los cinco planetas debían t e ­ner cuatro esferas: dos con el mismo movimiento que se a tr i­buía á las dos prim eras de la luna, otra moviéndose en la ec líp ­tica, á la que se atribuía el movimiento retrógado de los plane-

y i finalmente, una cuarta, con el eje oblicuo á la eclíptica, que era necesaria para explicar el movimiento divergente, de­bido á la diferente oblicuidad de la órbita de cada planeta res­pecto á la terrestre.

T a l era el celebrado sistema ptolemáico en su forma más sencilla, que explicaba con gran claridad los movimientos más evidentes de los cuerpos celestes. Pero en el curso de los tiem ­pos, los griegos y los árabes, haciendo observaciones astronó­micas más seguras, descubrieron pequeñas divergencias d e b i­das á los diversos grados de excentricidad de las órbitas de la luna y de los planetas y las diferentes velocidades del m ovi­miento, consecnencía de ello. P a r a explicar esas diferencias se imaginaron unos pequeños círculos girando excéntricam ente, los cuales l legaron al número de sesenta, entre esferas, epiciclos y excéntricos, todos necesarios para darse cuenta de los varios movimientos observados con aquellos prim itivos é imperfectos instrumentos, y de la velocidad de ellos, determinada por los groseros circuios ecuatoriales que se conocían en aquella rem o­ta edad. Y aunque a lgú n filósofo, en diferentes épocas, re ch a ­zase este complicado sistema, tratando de dar ideas más verda­deras, la ten tativa no tuvo influencia sobre la opinión pública, y menos entre los astrónomos y m atem áticos, y el sistema pto- lemáieo r ig ió h asta el tiempo de Copérníco y no fue abandona­do hasta que las leyes de K ep ler y los diálogos de Gafileo no obligaron á las inteligencias á adoptar más sencillas é in te l i­gentes teorías

EL HOMBRE Y EL UNIVERSO 65

I

f

n u8 estamos acostumbrados á ver claro en los hechos ' a l i e n t e s de la astronomía, y á considerarlos como nocio-

elementales, es difícil para nosotros representem os el esta- T de completa ign oran cia que envolvía las naciones m ásm oi-

: -lis¡adas de la antigüedad y en la edad m edia. Sin embargo, laV1fero idad de la tierra fué entrevista desde los primeros t iem ­p o s y mejor establecida y aclarada en los últimos tiempos clá-

S1°°La prim era idea manifiesta sobre Ja grandeza de nuestro lobo nació tan pronto como las observaciones hechas por me­

dio de los instrum entos comenzaron á ser más exactas , y la distancia y el tamaño de la luna fueron medidos con suficiente -preéisión. E l resultado fué demostrar que ella es más pequeña

V qne la tierra. Pero esto señaló el límite de las determinaciones del tamaño y de las distancias astronómicas hasta que se in-

0 ’ ' yantó el telescopio. E l verdadero grandor del sol y su distancia - de nosotros no fué conocido en mucho tiempo; sólo se supo que

. . . . . . mayor y estaba más lejos que la luna. E n el siglo anteriorj ' ^ ^ i l u r » cristiana, Pasidonio determinó la circunferencia terres-

que alcanzaba, según él, 240,000 estadios, esto es, cerca de : . 286,000 millas. E s m aravilloso que pudiera aproximarse tanto

. la ' verdad, teniendo en cuenta la im perfección de los datos ^ue podía disponer. A dm itiendo que calculase la distancia del

qne valuó solamente un tercio menos de lo que es en reali- 1-íifeffÜlad, fué una afortunada combinación, porque no tenía un modo

los ángulos con aproximaciones menor de un grado, 4,/' 4<fl«at*as para determinar la distancia del sol hacen fa lta ins-

1 íbVjttaJfcaStotos que midan con la aproximación de un segundo.■ Antes que fuese inventado el telescopio, el tamaño de los

as era completamente desconocido, y lo más que se podía ' acerca de las estrellas era que estaban m uy lejos, y por

rw t o , todo cnanto los antiguos supieron de las dimensiones y de forma del universo visible, del cual no debe olvidarse, fué

la tierra como centro; no debe m aravillarnos la cuasi universal creencia de que el universo existiese solamente para

. i e r r a y sus habitantes. E n la época clásica se creyó qne el , era la morada de los dioses, desde donde esparcían sobre

^ n io r e s sus dones y sus gracias; y si la era cristiana recha- creencia como insulsa y sin fundamento en ambas eda-

h 8® f*uia como impío el creer que las estrellas y los plane-

66 S O ' Í I A [ F ebrero

tas no fueron creados solamente para delicia de la humanidad, sino que podían quizás hallarse habitados, y que la inteligencia de los seres que los poblaban podía ser superior á la del hom ­bre. Durante todo el período de que nos ocupamos, ninguno fue tan ardiente en afirmar la existencia de otros mundos habitados como el nuestro, ni en dudar que en el que vivimos no fuese el verdadero centro del universo, existente sólo para nosotros; así es que los descubrimientos de Oopérnico, Tycho-Brahe, K eple- ro y G alileo suscitaron inmensas oposiciones porque vinieron á resucitar la impiedad y la incredulidad. Parece que las nuevas ideas volearon todo el orden de la naturaleza, hasta entonces aceptado por verdadero, que degradaban al hombre, por un lado, quitándole de sn puesto, y por otro, á la tierra, á la que se sospechaba en su posición central hasta entonces.

Alfredo UUSSHli WAIiUACE

U N S E N D E R O

Loa que en la ciencia ven la esencia y en lo que no es la esencia la venh se entregan 6 inútiles aspiraciones y no alcanzarán la verdad-

Deamkampada.

E l estudio de la ciencia sería infructuoso si de él no se sacasen mil provechosas enseñanzas. Cada aspecto ó rama de la ciencia ofrece deducciones importantes en varios sentidos, y todos, si la razón no nos abandona ó la pasión no nos ofusca, llevan á la mente al conocimiento, ó al menos á la deducción del UNO; mas el concepto general de todas las ciencias, ó de la Ciencia, nos evidencia más al UNO.

Cuando se estudia un aspecto de la Ciencia, la química, la historia natural, la psico logía .. . parece como que en la N atura­leza h ay una ley especial, y , derivadas de estas otras parciales que sólo r igen para los fenómenos propios de la m ateria, de la vida ó del espíritu; y que estas leyes son per se diferentes á los fenómenos de otra clase y propios de otra ciencia.

Con efecto; de pronto ¿no parecen, no sólo diferentes, pero hasta contrarias y sin relación entre sí las leyes de los fen ó ­menos químicos, por ejemplo, y las del orden moral?

UN SENDERO 67¿ ;Í9°8 I

Tal aparente diferencia y fa lta de relación entre las causas de unos y otros fenómenos, es lo que origina la común creencia de que los fenómenos de la m ateria se efectúan por leyes fijas, inmutables, mecánicas;, sin intervención consciente ó, d igá­moslo mejor, providencial, y los sucesos de orden psíquico y moral son más bien debidos á la constante intervención de un s¿r inteligente, providente, de un Dios antropístico,

Como quiera que el m aterialismo no admite más que la Na­turaleza m aterial, pues aun los hechos de orden psíquicos, como los afectivos, intelectuales y morales, les conceptúa originados directamente de la estructura y componentes materiales de la persona, claro es que desecha el provideneialismo y sólo ad- mite el mecanismo ciego é inconsciente.

Pero al modo que un individuo que se halla en un hermoso y variado valle, y examina sucesivamente los m anantiales, los

■ jardines, las huertas, los prados, los animales,., encontrándolo ^ > d o diferente entre sí, y á medida que asciende á la próxim a ' montaña, va comprendiendo la armonía y relación que todoV. 'jjúardft, y que aquella fauna y aquella flora son las propias de ^-1* naturaleza de aquel suelo y de la posición topográfica de sy>aquel valle, así también cuando del estudio parcial de las cien-

'pasamos al estudio de conjunto, entonces observamos que desapareciendo en todos los elementos y manifestaciones de ■ Naturaleza. A quella diferencia y falta de relación entre sí

■ llegar á la inducción de que todo es Uno en esencia, y va- » al infinito en manifestación.

b reárn o sle : P or lo que toca al plano material que el hombre comenzando por la m ateria más densa, más compacta,

bruta, más material, como el pedernal ó el hierro, siguiendo resisten más blanda á la de estado líquido, como el

;'*iS»»; y después á aquella otra que y a no nos parece materia, P^que ya no la vemos, ni la palpamos, como los gases, y , por - 0) a y a casi inm aterial, como la radiante, se sabe con

^ . *a ®T*dente que toda es esencialmente una y la misma más ^ ^ nciada entre si por los caracteres que, por varias causas,

A 0 Ajando particularm ente, y que todo se r ige por una ley,■ *» atracción

6 ° tra parte, se aprecian en conjunto las diferentes que actúan en la N aturaleza , no puede menos de 11a- a atención el hecho de que á pesar de su variedad en los

68 20<Í>1A [Febrero

modos de manifestarse, como sonido, calor, luz, electricidad, magnetismo... son idénticas en esencia, pues todas no son otra cosa que un número m ayor ó menor de vibraciones en una uni­dad de tiempo, al punto de que la idea energía es sinónima de vibración. Las fuerzas conocidas, como las aún desconocidas, se transforman unas en otras en cuanto aumente ó desminuya en número ó intensidad su movimiento vibratorio; de suerte que llegam os á la deducción de que la energía, como la materia, es una en esencia y varia en sus manifestaciones, y que se r ige por una ley, la atracción.

A idéntica conclusión llega la inteligencia cuando abarca en conjunto otra de las expresiones de la N aturaleza: la vida, ¡Qué distancia, qué diferencia tan grande entre el modo de ser y de manifestarse la vida en el mineral, en la flor, en el árbol, en el rep til , en el molusco, en el pez, en el ave, en el cuadrúpedo y en el hombre! Y no obstante, la vida es esencialmente la misma en todos. E l origen y ciclo evolutivo son los mismos para todos; un punto, una célula germ inativa y generatriz que nace, crece, se reproduce y muere. Y á toda la vida presidiendo una ley: la fuerza vita l y evolucionando á través de todas las formas.

Veamos, por último, la más elevada expresión de la N atu ­raleza: la psiquis, el elemento espiritual. Tam bién aquí encon­tramos una variedad infinita de m anifestaciones gradativas, entre la más sencilla sensación de dolor, que obliga al sér rudi­mentario á contraerse para evitarla , iniciándose entonces en él otra nueva manifestación, y la más elevada m anifestación de la inteligencia, ó el más sublime acto de altruismo. Y en medio de esta m aravillosa gan a de manifestaciones del espíritu á través de todos los seres de la tierra, aparece la identidad de su origen en la Mónada espiritual evolucionado al par de la vida orgánica, evolución en la cual va desenvolviendo y fijando en sí funciones y facultades que y a potencialm ente tiene en su Origen, y m e r­ced á las que el espíritu va especializándose y diferenciándose de las demás, y adquiere poco á poco individualidad y persona­lidad propias. E l espíritu es, pues, uno é idéntico en su origen, y una la ley que preside á su desarrollo, el progreso...

Si sintetizando más tratamos de ver la relación y depen­dencia que entre sí tienen la materia, la energía, la vida y la psiquis, á poco que reflexionemos, apreciamos que esta re la ­ción y dependencia son íntimas. L a energía obra sobre la ma-

UN SENDERO 69

• „ in. modifica en sus modos de manifestarse; la vida dis- la energía y de la m ateria, y la psiquis de la vida, de

^ e n e r g ía y de la materia. Pero á su vez, la materia ofrece r e ­giste» cía á las energías y las modifica; aquellas y éstas actúan sobre la vida influenciándola en su desarrollo, y todas sobre el

níritu facilitando ó entorpeciendo su evolución.A p u ra n d o más el asunto, encontramos que si los varios es­

tados de la m ateria no son en sí más que diferentes grados de c o h e s ió n , las varias fuerzas diferentes grados de vibración, las variás form as de vida y las varias fases del espíritu diferentes grados de desarrollo, pero cada una de ellas lo es en gradación indefinida, cuyo principio se halla confundido con el fin de la gradación precedente inferior, y cuyo fin con el principio de la gradación superior, confundiéndose unas en otras, también es difícil señalar donde empiezan y donde terminan los planes ma­terial, fluídico, vital y espiritual, á tal punto que, sin dificultad, léá concebimos formando una unidad: la Naturaleza, el Todo

Uno.Igu al Unidad encontramos en las leyes que regulan los di­

ferentes planos del Universo. L o que es atracción para la m a­te r ia sé traduce en vibración en las fuerzas, asimilación en la ■ +134,y afinidad ó simpatía en las almas; diferentes grados ó as- (tbísttís dé una ley , Amor,

; Cuando para ju z g a r ó formarnos el concepto de la L e y y WMbb operandi de la N aturaleza lo hacemos con un criterio res­tringido, comprendiendo por N aturaleza los pílanos físico, fluí- Üiób y vital, se induce con facilidad que todo obedece á leyes &6gKb, fatales, inconscientes. Por eso no es extraño que gran P*wte del mundo ilustrado (1) sea m aterialista. En cambio ^bkndó se estudia la N aturaleza en otros aspectos, el social, histórico y espiritual, y se observa la admirable armonía que

todo preside, la sanción que en todo se cumplo, la ley de li- . en el individuo, la K árin ica en el individuo y en las so-

^édadea) y abarcando á todas y m anifestándose en todo la de razón se inclina á la concepción de un E sp ír itu pro-

a te que interviene en todos y cada uno de los hechos que

fcpedalinenteVÍBÜCia» rrpw Mínente aquellos que se consagran exclusivamente al estudio dé las ^ y nMul.aleS_

£ O 4> IA [Febrero

acaecen. Por esto también que otra gran parte del mundo ilus­trado (1) sea sinceramente providencialista.

Y ved aquí dos escuelas nacidas del estudio d é la Naturaleza, y , sin embargo, ambas contrarias. Mas en nuestra modesta opi­nión, las dos son deficientes, incompletas, pues ninguna de las dos en sus deducciones han tenido presente todos los planos de la Naturaleza.

Desechamos por incompleto y deficiente el concepto m ate­r ia lista de considerar al Todo como una máquina compuesta de infinitas piezas movidas exclusivam ente por fuerzas mecánicas é inconscientes, porque de este concepto están excluidos el plano afectivo, el mental y el espiritual, en los que intervienen leyes de otro carácter como el ético, el consciente, el mental.

Desechamos asimismo por deficiente é incompleto el gene­ral concepto providencialista, según el cual Dios es un espíritu adornado al infinito de todas las cualidades propias del ego personal, afectividad, volición, intelectualidad, etc., que crea y gobierna el Universo, pues juzgam os que las escuelas deístas más ó menos antropísticas al personificar á Dios le limitan, de­jando de ser lo A bsoluto, el Todo, el Uno,

P a ra ir aproximándonos á la Verdad en el concepto del Todo preciso es que no veamos sólo en el universo sideral, en el plano material al Todo, sino una exteriorización, una manifestación, una fase suya, y que tengamos presente que h ay otros planos, otras manifestaciones, otras fases del Todo que se necesitan, que se influencia y que todas concurren á la Variedad infinita en la Unidad armónica.

Abarcando hasta donde es posible á la lim itada mente todos los conceptos parciales de las ciencias, tanto las fisiconaturales como las psíquicas y morales, surge en la inteligencia, á modo de foco luminoso interno, un nuevo y más amplio concepto que todo lo comprende y que todo lo esclarece.

L a deduccióo á que nos ha conducido la Ciencia es la afir­mación del Todo-Uno, Dios, que por la potencialidad de su esen­cia se manifiesta y exterioriza (involución) en la eternidad del tiempo y en lo ilimitado del espacio, fijando gradualm ente ca­racteres, modos de ser particulares (su credo, formas, organí-

A Especialmente aquellos que se dedican al estudio de las ciencias morales y políticas.

D013LE PLEGARIA 711908 Jafición®8! v id a s , egos,..) los cuales á su vez desarrollan, la poten­c ia lid a d de su esencia (evolución), adquiriendo caracteres de ja is en especializados. L a potencialidad de ía Esencia al m a n ife s ta r s e tanto en la materia, como en las formas, como en lo s e g o s , es lo que llamamos Ley, y nos parece ciega, fatal, in­consciente cuando se desenvuelve en la materia, y consciente, a fe c t iv a , moral cuando tiene lu g ar en el plano psíquico y espi­r itu a l: m a s una y otra son la misma Una é Inmutable.

E n este superior concepto, dentro del Todo-Uno, de Dios, de

lo A b s o lu to , de lo Infinito, de lo Eterno, de lo ín te g ro , d é lo P e rfe c to , de la B elleza, de la Bondad, de la Verdad, Omué et, U n id e ism o ... encontramos lo parcial, lo vario, lo finito, lo tran ­sitorio, lo perfectible, lo bello, lo bueno, lo verdadero rela­

tivos...e . GüFfcia GOfszsno

D i v i s i ó n d e l a D o c t r i n a C r i s t i a n a .

1

L a religión es la ciencia de Dios, y como en Dios está el prin- cipioy el fin sin termino, sin interrupción, lo que im plica lo Absoluto; como de Dios procede lo infinitamente grande y lo ^finitamente pequeño, que forma lo inextenso; lo presente, lo pasado y lo venidero, que entraña la eternidad; resulta por tales condiciones de absoluto, inextenso y eterno de gran ver­dad, el adagio vulgar «Dios está en todas partes» .

Tero ciencia tan profunda no es susceptible de término á P azo dado, ni de maestro exclusivo y único. L a ciencia de Dios

inacabable; comprende todas las teorías posibles y las prác- ^6 eederas; su colegio es la inmensidad del espacio, sus

p ín u la s las leyes del Universo y sus prácticas la realidad de laidas en todos los seres y en todos los lugares.

¿tg aa hombre, cada animal, planta ó substancia, cada cuerpo, a^ Ino d isapulsorio, es un alumno que cursa las materias que h ^ r o p i a s , las leyes que le conciernen y las funciones que les

ei materias, leyes y funciones que varían con la aptitud

72 ^ O <I> l A [Febrero

que en cada caso le permite la organización física y suplem en­taria, avanzando el principio permanente en suma de e xp erien ­cias, en facultades de manifestaciones, qiiB dan lugar á nuevos progresos en todos los órdenes del organismo, cuya aspiración es, en suma, la simplicidad liasta su orden primordial y más esencial, orden en el que se encuentra toda realidad, todo pro­greso y toda evolución.

II

E l niño á quien desde su más tierna edad se le plantean é ingieren los más enigm áticos conceptos ó incomprensibles supo­siciones. con la agra va n te de abusar de su más impresionable memoria para- esculpir en su mente- de modo imborrable ideas determinadas, no muy selectas á veces y nunca- bien depuradas, se le liace sufrir un acto de- sugestión de las más activas y tra n s­cendentales; por ío que es digno de atención y estudio más de­tenido la clase de conocimiento mejor apropiado con que d e ­biera iniciarse al futuro ciudadano de toda sociedad civilizada y altruista, cualidades á que tiende la evolución á pasos a g i­gantados.

L as condiciones más apropiadas para poder producir !a su­gestión extranorm al se encuentran todas en el niño, hasta la edad on que sobreviene el raciocinio más independiente; el su­jeto en cuestión se encuentra bajo el ascendiente de sus padres, maestros ó tutores, y á más su voluntad es completamente-nula para imponerse á aquéllos, resultando por ello su juicio en un estado de completa pasividad y asintiendo en toda idea que se le sugiera; de donde se sigue que á no sobrevenir causa que produzca acción contraria, y si persiste la. idea y a sugerida, puede terminar por la total más ciega y absoluta sugestión.

E n el orden de las creencias religiosas como en el de los idiomas, modismos, etc,, no se suele dejar al sujeto libertad a lguna de acción, sino que cada sociedad particular, familia- ó ascendiente, imprime á sus descendientes la creencia que le place; á más, no sólo le vería el conocimiento de las nist.-intas á Ja elegida, sino que á cada una de aquéllas las satura de las ideas más equívocas y antirracionales.

Cada relig ión se considera á sí sola como la única emanada del Altísim o y á la vez considera á los demás en el error. ¿Cómo

DIVISIÓN DE l.A DOCTRINA CRISTIANA 731908]

es p o s ib le acertar con la verdadera y más pura, si se tiene en c u e n ta que todas ellas se consideran emanadas del mismo punto, persiguen un mismo objetivo durante la vida terrena y aspiran ¿ un m ism o destino ulterior?

pero si nos fijamos en la diversidad de idiomas cuyas raíces difieren como su estructura y modulación, y en que nadie puede dudar hoy de la posibilidad de emprender la ten tativa de su r e ­dacción á un solo idioma el que mediante un tiempo m is ó menos prolongado llegue á convertirse en idioma universal, y admitiendo que puedan poseerlo, si no todos, la m ayoría de los hombres, al fin estos últimos gozarán de la facultad de darse á comprender y entender al mismo tiempo á todos sus semejantes fljn distinción de raza ni nacionalidad.

Y si el idioma universal y a se abordó con resultados posi­tivos y prácticos que 110 dejan lugar á otra oposición que la que provenga de los particulares de su reforma con tendencias á mayor perfección y facilidad de adaptación, ¿qué podemos de- üir respecto á la diversidad de religiones que separan al género humano, separación que acarreó y aun acarrea perjuicios cuan­tiosos y profundos en todos los órdenes, en el moral, en el de las ideas, en el del progreso, cuya m archa paraliza, y hasta en emparamente m aterial por reflejarse en ella toda impresión habida en aquéllos, como lo demuestra el que la nunca- termi- báda ni atenuada lucha mental sostenida entre las diversas íbteencias originaron ríos de sangre, de lágrim as y martirios ¿ crímenes sin cuento?' 1 ‘ '¿ÜTo es dado esperar que algún día convengan los hombres ’W que no h ay más N aturaleza que la que observan y los consti­tuyen á ellos mismos, cuyas leyes, tanto f ís icas como psíquicas, « ta n siempre en acción y siempre inmutables para que las ob-

‘ .wcve y las conozca, pudiendo por tal conocimiento irse jdenti- »ndo con la obra, único eslabón que los une con el A utor, R on que también le sirve de velo el que sólo se hace trans- •fcte por el análisis más acabado y perfecto?

a R eligión de la Sabiduría que implica la V erdad Una. haNO-i. 1- . . _ * ’de*bra:

*er la que una á los hombres en fraternal é indestructiblez o qne transcienda á todos los órdenes del Universo, desde_ __ ___ vv* W _l_l i , ^ VJ T..

recónditos centros del planeta hasta las más elevadas 68 qne bordean el espacio, abrazo que será la expresión°r mas puro ferviente hacia todo lo existente, que emana

[Febrero7 4 £ 0 IA

de Dios y comprende á Dios mismo, si hemos de considerarlo existiendo.

Pero no es y a una aspiración irrealizable ia dicha R e lig ió n ni ensayo á prueba; la Institución, y a en función en toda la re­dondez de la tierra, es continuación de la misma que en todo tiempo ha existido, pero replegando ó velándose tantas veces como lo ha exigido la ignorancia y malevolencia de los hombres.

E l estado actual de la sociedad permite por la independencia que ha logrado el pensamiento y la l ibertad de creencia conse­guida; y aún ex ige por el carácter alarmante y pernicioso que ha adquirido su pretendido saber, encauzar por senderos de verdad y de redención la corriente que origina la fuerza im pul­siva hacia su destino.

Por ello y por previsión D iv in a , surgió nn apóstol á cuyo torno se agrupan los hombres de buena voluntad para profesar el dogma único que abraza todo3 los dogmas: «No h ay religión más elevada que la verdad», y practicar el rito de la F rate rn i­dad U niversal más amplia y progresiva; el del estudio de todas las religiones, literaturas, ciencias de todos los tiempos, inves­t ig a r todo fenómeno y ley inesplicables y todo poder psíquico latente en el hotnbre.

Tal p lantel nos coloca en disposición de abrazar todo orden de ideas, toda creencia, todo partido, toda escuela, las que su­bordina al poder analizador de la inteligencia; don divino que nos pone en relación consciente con todos los demás órdenes visibles y ocultos del Universo.

Cuando las sociedades logran irse despojando del necio espí­ritu de intransigencia que las convierten en orda de bestias fe­linas; cuando conozca que el don de la R azón le ha sido confe­rido para analizar, comprobar y adelantar en su saber, que es origen de todo bien, siempre suceptible de dilatación; entonces y sólo entonces, será cuando hallará el método de enseñar á sus hijos, librándolos de prejuicios nocivos, cuando no contrapro­ducentes á la más recta y clara percepción de la V erdad y el B ien, y tendentes á la más universal fraternidad que implica la V irtu d real y más perfecta.

José nOJIDO IHOnHIUA(Se c o n c lu irá ).

m o o i m i e n T o T e o s ó p i e o

Desde primero de año ha empezado á funcio- Sneva rama nar en Barcelona la nueva ram a A rjuna que se

ha constituido en la siguiente forma: Presiden te, Carm en Ma- tec«; Secretario, Rosa Mérida, y Adm inistrador, Ram ón H ay-

n&dé.Deseamos toda suerte de prosperidad y adelanto á nuestros

queridos hermanos y amigos.

M| r e í» B * r - E l resultado de las elecciones para la nueva Ju n ta directiva en la R am a Barcelona ha sido

et siguiente: Presidente, José Granes; Vicepresidente, Felipe liesanar; Secretario, Francisco Bares; Tesorero, Fran cisco R o ­mera; Bibliotecario, Pedro Crusat.

Igualmente deseamos á nuestros queridos hermanos y ami­gos toda suerte de prosperidades y adelantos,

P m nuevas ra- L a Sección Cubana de la Sociedad Teosófiea se ha aumentado con dos nuevas ramas: la rama

Aryábarta, en M onterrey (México), cuyo Presidente y Secreta­rio son, respectivamente, D. Cecilio V illarreal y D. F é lix Pé-

debiendo remitirse toda la correspondencia al domicilio del Secretario, A ven ida B . Juárez, 65, M onterrey. N .— L . México. - La otra, rama Humildad, en Maffo, Jignaní, de la cual es

residente D, Casiano G arcía Reus y Secretario D. José Pablo Sierra.

. E l próximo Marzo, en sn tercer domingo, se^ ^-saii:*-blea general de la Sección francesa de la Socie-««¿nuloa» gDiiciíti uo la otjuüioii iranceaoi q

eosofica, para la elección de Secretario general.

81 * y el 7 .Con motivo de la estancia de nuestro Presi-

6 Sr. J. X . en la capital de Guipúzcoa, nos escribe núes-

l6 £ 0 < M A [Febreho

tro querido h erm an o J . S . P . lo s ig u ie n te , que puede se rv ir com o n o ta in s tr u c t iv a p a ra las in d a g a c io n e s o cu ltista s;

« R ep e tid as veces hem os visto en la p ren sa , y au n en esta R e v is ta , la in flu e n cia que los núm eros h an e jercid o eu la v id a de ta l ó cu a l p erso n aje con ocid o, y com o co n tin u a c ió n á esos es­c r ito s en cam in o el p re se n te que considero d ign o de ser tenido en cu e n ta por la re p e tid a m a n ife sta c ió n de unos m ism os n ú ­m eros en e l corto tiem p o que el S r . X , p erm an eció en e sta c iu ­d ad . ¡S ólo un d ía! 3 x 7 + 3 horas.

H a podido m u y b ien o cu rrir que las m an ifesta cio n es o b ser­v a d as sean h ija s del deseo de la s person as que le ro d ea b a n , no a fe cta n d o en lo m ás m ín im o á ta n ilu s tre h u ésp ed , pero tam ­b ién es v e ro s ím il que los que no ab an d on an á los hom bres r o ­deasen de esos m edios de m a n ife sta c ió n á u u d esig n a d o .

D e todos m odos el hech o m erece ser con ocido, ta n to p ara los q u e sig u en en la casu a lid ad , com o p ara los o b servad ores que, con los a c tu a le s d ato s, pueden con firm ar a lg u n a s de las a n o ta ­ciones que lle v a n h ech as.

E l S r . X . sa lió de M ad rid el 7 en el tre n n ú m , 7 (su d -ex- preso) com p uesto de 3 co ch es de lu jo , que con la loco m o to ra , ten d er y los fu rg o n e s de co la y cab eza sum an 7 u n idades.

D ich o tre n l le g a á S an S e b a stiá n á las 7 -+* 3 horas m enos 7 m inutos.

E n la e s ta ció n fu e re c ib id o p o r 3 de los m iem b ros que co n s­t itu y e n e l g ru p o de estu d ios teosóficos en ésta .

E l g ru p o lo fo rm a ro n 7 e stu d ian tes de los que 3 son esp e­r a n tis ta s y a lg u n o s de ellos p e rte n e c e n a l R e g im ie n to de lín e a núm ero 7.

U no de ésto s, por en co n tra rse de g u a r d ia , se vio p riva d o de to m a r p a rte en la reu n ió n que se c e le b ró en e l m ism o d ía de lle g a r e l S r . X , , y con ta l m o tivo los reu n id o s fu im o s 7, le v a n ­tán d o se lo que p u d iéram os lla m a r sesión á la s 7 de la tard e.

A d esp e d irle fu im os 3, no o b sta n te el em peño que por su p a rte puso o tro m iem b ro en b a ja r á la e s ta ció n . E l tre n sud-ex- preso se d etu v o los 7 m in u tos que tie n e señ alad os de p arad a, y sa lió á las 7 + 3 h oras en punto.

E sto en cu an to á lo que p u d iéram os lla m a r actos o ficiales. E n el orden se m ip riv a d o se m an ifestó con in s is te n c ia tam b ién el 3 y e l 7,

E l com edor tien e 3 p u e rta s , y á la m esa nos sen tam o s cua-

MOVIMIENTO TEOSÓFICO 77190*]

tro , participando de la comida la duefla de la casa, su criada y upa doncella, en ju n to 7.

E n la m esa hubo 3 P residentes: el obsequiado, P residente de la Bam a de M adrid; el P residente del Club de E speranto de Ghiipdzcoa, y el P residente del grupo de San Sebastián. Su co­locación, que fue im provisada y sin tener en cuenta que hu­biese uno ó más P residentes en los reunidos, resu ltó un verda­dero triángu lo ; presid ía la mesa el Sr. X ., teniendo á su dere­cha al que estas líneas escribe, único M. S, T. en esta localidad, y ¿ su izquierda a l P residen te esperantista.

E n la comida hubo 7 servicios y se hizo uso de 7 copas. E n3 servicios que recuerde, se presentaron 7 unidades en cada uno de ellos.

La cena tuvo lugar 7 horas después, componiéndose de 3 platos y cuatro postres, ó sean 7 cosas, y en ellas se em plea­ron 3 copas.

Hubo otros detalles que por pueriles y de carácter privado paso por alto, sin em bargo, me creo obligado á referir uno como

1. . testimonio de la persistencia de los núm eros cabalísticos.. U na vez en la estación el S r. X ., se acordó que hab ía dejado

sobre la mesa de su cuarto un puñado de calderilla; contada '-1-'jx ¿ata, sum aba una peseta cinco céntimos, ó sean 3 x 7 monedas. X,'.. Tales son las observaciones que hice después de haberse

'-l^lfejíiarGhado mi m uy amado am igo, observaciones que un profano ^^apta-m aría coincidencias ó sospecharía en mi intervención más ó V®¿|a*nos directa. Muy lejos de eso; bajo mi pa lab ra honrada sos- í'fpp^feiiigo que, como prueba de cariño, cedí mi sitio en la mesa al

2E-) y que ap a rte esto, en nada absolutam ente he influido que los servicios, m anjares, e tc ., e tc ., fuesen 3 ó 7, y pue-

tam bién afirm ar que la dueña de la casa tampoco intervino ■** que en el peso de sus com pras en tra ran ó no 7 unidades.

, tlomo tam poco he influido en que fuesen 3 ó m ás á la estación ,f¡ recibir y á despedir al S r. X ., los que no asistieron, no obs-

desearlo, fue porque m ateria lm ente no pudieron á causa . áe sus ocupaciones, y hasta hubo quien perm utó el servicio que

4 esa hora ten ía , y bien á pesar suyo, poderes invisibles no le perm itieron asistir. E ra preciso que un triángu lo le recib iera y

' ■ que otro le despidiera, conservándose de este modo, hasta el úl-timo m om ento, la m anifestación del 3 y del 7.

Ignoro en realidad todo el alcance de esta repetida manifes-

S O < M A [Febrero78taeión, que ardientemente deseara ver explicada por aquellosmiembros de la Sociedad dedicados al ocultismo. Los conoci­mientos que expusieran serían valiosas enseñanzas para todos y especialmente para los que, como yo, á duras penas si empie­zan á deletrear en esa ram a del saber. A si, pues, ruego encare­cidamente á los iniciados que bien en esta R evista , si en ello no liay peligros de divulgación, ó bien privadamente, se sirvan aclararme el enigm a que no concluyo de descifrar. L a merced que por este motivo recibiera sería grandísim a y mi agradeci­miento profundo.»

o. s . P.

S a n S e b a s t ia n a E sp era n tis ta . Grupo T e o s o f is fa .

Oní invitas ciujn espantistojn teosofistajn, korespondadi es­

perante pri aferoj r ilatantaj al nía scienco, kaj ni ankau pro

ponas traduki ehiujn teosofistajn artikolojn de fremdaj sami-

deanoj, por ilin pub lik ig i en la hispana revuo Sophia. kíi pro­

ponas niau kunlaboradon en samespecaj fremdaj revuoj.

G ru p o e sp e ra n t is ta t e o s ó í ic o d e S a n S e b a s t iá n .

Se in vita á todos los teósofos esperantistas á corresponder

en Esperanto sobre asuntos relacionados con nuestra Ciencia,

y también nos ofrecemos á traducir al español todos los artícu­

los de extranjeros qne se nos rem itan en esperanto para publi­

carlos en nuestra S o p h ia . Colaboraremos del mismo modo en

revistas extranjeras de la misma especie.

B I B L I O G R A F Í A

Dette fatale. -Novela por Idonel Dalsace. -L ibrairie académique Perrin et Cíe. Editeurs. — 35, Qua; des flrands Augustins, París, 1 9 0 8 , — 3oo pág, in 1 6 . Precio: 3.5o francos.

N u e stra d istin g u id a y m u y q u e rid a h erm a n a M ad . Á in é e B le c h , P resid en te

d e la R a m a l ’ Essort, co n o c id a e n e l m u n d o literario c o n el p seu d ó n im o

Lwttel Dalsace, a c a b a de e n riq u ece r la literatu ra teo só fica fran cesa c o n una

p ro d u cción en fo rm a de n ovela , que titula Dette fatale. L é e se en la p o rtad a ,

como e n u n cia d o d e l tem a, la frase d e K m . B a rrau lt: «N ous avon s été, n ou s

«tram es, nou s seron s... C h a c u n se fait sa d estin ée ... S i nous a v o n s fa il l i , nou s

i témerons jo u r nou s r e le v e r ,» y es, en re a lid a d de ve rd a d , un a e x p o s ic ió n in-

r geniosa é in te re san te d e l Karma.

; Id e a fe lic ís im a ha sid o la c o n c e b id a por n u estra ilu stre h e rm a n a — y q u e

■ demuestra un a v e z m ás la b rilla n te z d e su im a g in a c ió n — , ia d e a d o p ta r la

:A firm a d e n o v e la p ara e x p o n e r y p ro p a g a r el p rin cip io d e la re en ca rn a c ió n ,

K s un a cierto , u n a p ro fu n d a o b serva ció n hu m an a, in te re sar el co ra z ó n , en tre-

.. .tener e l esp íritu y d e le ita r lo p o r m ed io de u n a n o v e la e m o c io n a n te , c u y o

fondo y cu y a fin a lid a d es d ar á c o n o c e r y d e sa rro lla r un a tesis ta u sc en d en -

'■ 'Js^* c u a so n to d as las que in fo rm a n la c ie n c ia teo só fica .

Dette fatale, es u n a jo y a d e la literatu ra teo só fica; su ilu stre au to ra , m ada-

Aine'e B le c h , m e re c e la gratitud d e to d o s sus h e rm a n o s, p ues sin d u d a a l-

■ liSpBBU su o b ra ten d rá un a gran re so n a n c ia y c o n e lla un a fe cu n d a p ro p a g a n d a

teosofism o e n e l m u n d o in te lectu a l.

^ a n s a c tio n s oí The Third animal ©ongress oí the Federation

1 t he european sections of the Theosophical Sociéty.

E ste m a g n ífic o v o lu m en , in serta la m a y o r p arte d e lo s tra b a jo s q u e , n o

.P ublicados p o r sus au to res, se p resen taron al I I I C o n g re so d e la F e d e ra c ió n

"Europea d e la s S e cc io n e s d e la S o c ie d a d T e o s ó fic a .

8o £ 0 < M A ! F eb r er o

S e in c lu y e n e n é l e l in n o lv id a b le d iscu rso d e a p e rtu ra d e l P res id e n te

O lco tt; e l estu d io so b re Una Nueva Religión., d e Is a b e l S evers; e l in teresan te

tra b a jo de E d . E . L oiag, so b re Un aspecto del Islam; e l estu d io d e C a b a llin i,

so b re La felicidad debida a l desarrollo de la virtud social; e l e x c e le n te tra b a jo

d e l Sr. R o s o d e L u n a , so b re La concordia entre la astroñomla occidental y

oriental, y e l m a gn ífico estu d io so b re las Energías Rítmicas, d e F . B lig h B on d.

E n u m e ra r to d o s lo s tra b ajo s, sería la m ejo r m a n e ra de re co m e n d a rlo s , y

n o h em o s d e insistir e n la im p o rtan cia y u tilid a d d e e sta o b ra p a ra ¡os e s tu ­

d ia n te s teo so fh ta s; b a ste s a b e r q u e e ste to m o , co m o lo s q u e le han p re ced id o ,

co n stitu y e n un cu erp o de d o ctrin a y d e e n señ a n za q u e n o p u ed e y y*centrarse

fácilm en te.

L a o b ra está e d ita d a c o n la e le g a n c ia y s o lid e z p ro v e rb ia l en el* C o n se jo

d e la F ed era ció n .

Mariano R uth S lnué* — Elementos de una Nueva Ciencia.— Barcelona.— Carbonell y Esteban, editores.

D e este lib ro p o d ía d ecirse lo q u e a se gu ra b a d e l su y o M igu el M on tan a:

es un lib ro d e b u e n a fe. P e ro es m ás, es un lib ro d e b u e n a c ie n c ia , un lib ro

en el q u e tras la ad q u isic ió n d e la ve rd a d n o h a y n i ca n sa n cio n i ted io , sino

un g ra n a liv io y un n u ev o a lie n to p ara co n tin u a r en la v id a .

ti.

E l hipnotizador práctico, por Octavio Pelletier.— a.a edición, o,5o pese­tas.—Biblioteca de «La Irradiación*. —Madrid, Plaza de San Martín, 3 .

E s te lib ríto es fruto d e l estu d io de lo s fen ó m en o s h ip n ótico s p o r e l autor

d u ran te su la rg a p e rm a n e n c ia en A le m a n ia , en d o n d e , m ás q u e en cu a lq u ie r

o tro p a ís , h a n sab id o u n ir e l h ip n otism o c o n la tera p é u tica , es d e c ir , c o n la

c ie n c ia m éd ica.

N o d e b e atrib u irse a l h ip n otism o p ro p ied a d e s so b ren atu ra les co n sid e ra n ­

d o e l h ip n o tiza d o r co m o á un s e r d o ta d o d e u n a fuerza o cu lta q u e le p erm i­

te d oraír á ta l ó cu a l p erson a q u e se le an to ja , y d e p ro ce d er en seg u id a m is ­

terio sa m en te so b re la vo lu n ta d d e l su jeto h ip n otizad o .

Se d e sc rib e n c o n co n cisió n y c la rid a d en este ve rd a d e ro M a n u al d e h ip ­

n o tiza c ió n los d iverso s m étod os e m p le ad o s p a ra p ro d u cir e l su eñ o artific ia l,

lo s d iferen tes grad os d e l sueño h ip n ó tico , la so m n o le n cia , la ca ta lep sia , e l

d reh an ato m ism o , etc ., c itá n d o se cu riosos e jem p los p rá ctico s.

3H.

Artsa Gráficas. J. Palacios» Arett&j, Ti.