Estado Inka, Ayllu y Paradoja Estructural en La Zona de San Pedro de Atacama. El caso de...
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8/6/2019 Estado Inka, Ayllu y Paradoja Estructural en La Zona de San Pedro de Atacama. El caso de Catarpe-este
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Ao I N 1 Enero de 2009Serie Historia de Amrica Prehispnica y Arqueologa
www. historiamarxista.cl
ISSN 0718-6908
Estado inka, Ayllu y Paradojaestructural en la zona de San
Pedro de Atacama. El caso deCatarpe-este
Miguel Fuentes MLicenciado en HistoriaEstudiante de Licenciatura en Antropologa conmencin en Arqueologa (IV ao)Universidad de Chile
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Estado Inka, Ayllu y Paradoja estructural en la zona de SanPedro de Atacama. El caso de Catarpe-este
Miguel Fuentes M1
A continuacin, realizaremos un balance acerca de los antecedentes de la investigacinarqueolgica en el sitio Catarpe-este, as como tambin una revisin de las diferentesinterpretaciones que se han elaborado a lo largo de las ltimas dcadas con respecto almismo. Discutiremos adems, desde una perspectiva crtica, la inclusin de dichasinterpretaciones en el marco de los distintos modelos tericos que se han propuesto para darcuenta de la presencia y del carcter del dominio inka en la zona de San Pedro. Para loanterior, centraremos nuestro anlisis en la posible tensin estructural que se habraproducido en el rea, producto de la reorientacin estatal del marco socio-poltico y culturalandino, basado en los principios de reciprocidad y redistribucin. Segn pensamos, esto sehabra expresado en el desarrollo de una creciente paradojaentre el fortalecimiento de unpoder poltico de tipo individual, asociado a los lderes locales cooptados por elTawantinsuyo y a los propios dirigentes imperiales y, por otro lado, la preservacin de uncontexto social de tipo comunitario. Desde esta perspectiva, teniendo en cuenta la situacindel imperio incaico hacia mediados del siglo XVI, con un progresivo debilitamiento de lasestructuras tradicionalesy de su capacidad hegemnica, la manipulacin ideolgica de lasrelaciones sociales por parte del Estado cuzqueo en San Pedro habra debido sostenerse,no solo por medio de la implementacin de prcticas de naturaleza consensual (fiestasredistributivas), sino que tambin a partir del impulso de unas de alto contenido coercitivo.Esto ltimo, en el sentido del impulso de probables estrategias de violencia simblica,aunque sin descartar las de otro carcter, las cuales deberan ser tomadas en cuenta a la horadel anlisis del registro arqueolgico. Se intenta con esto una va para evitar el riesgo deuna invisibilizacin terica del conflicto de clases, el cual podra haber comenzado a jugar,durante estos momentos, un papel ms relevante en el rea.
Palabras claves.Catarpe-este, San Pedro de Atacama, Estado inka, Ayllu, Paradoja estructural, hegemona,dominio, violencia, conflicto de clases.
1 Licenciado en Historia (Universidad de Chile). Estudiante de Licenciatura en Antropologa, con mencin enArqueologa (Universidad de Chile, IV ao). Correo electrnico: [email protected].
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1. Antecedentes
A pesar de que hasta principio de los aos
70s la discusin en torno a la presencia
incaica en Chile haba sido en gran parte
descuidada por la Arqueologa, y que
adems aquella haba sido tratada en
trminos casi exclusivamente
evolucionistas por la historiografa
decimonnica, las primeras
interpretaciones arqueolgicas con
respecto a este tema datan de una fecha
tan temprana como las primeras dcadas
del siglo pasado. Teniendo como
antecedente los planteamientos del
historiador Barros Arana (Uribe 2004a),
fueron Latcham (1938) y Mostny (1949)
quienes elaboraron, en polmica con las
posiciones de dicho historiador, lasprimeras reflexiones propiamente
arqueolgicas ante esta problemtica.
Es responsabilidad del historiador
Barros Arana, a travs de su Historia
de Chile, haber difundido la idea de
que el Inka habra introducido la
civilizacin en estos territorios dondeantes habitaban slo poblaciones
primitivas y brbaras (Uribe 1999
2000). Desde la arqueologa, los
trabajos de Latcham (1928) discuten la
tesis de Barros Arana, sosteniendo, por
el contrario, la existencia de
importantes desarrollos locales,
minimizando el impacto que
originalmente se le atribuy al
Tawantinsuyo. La herencia de Latchamen la disciplina influy en la sucesiva
produccin sobre esta problemtica,
popularizando una pobre imagen del
Inka en nuestro pas. (Uribe 2004b: 3-
4).
Coincidente con esta pobre visin del
Inka en el norte rido, as como tambin
en polmica con la perspectiva
civilizadora de Arana, Mostny (1949)
caracteriza casi en los mismos trminos
que Latcham la presencia del
Tawantinsuyo en el norte rido.
Desde los pioneros de la arqueologaatacamea como Latcham (1938), se
indicaba que estas regiones no haban
sido ocupadas por los inkas a
excepcin de algunos asentamientos a
lo largo del camino imperial,
concentrndose al sur de San Pedro de
Atacama. Al respecto, la cermica
local slo adoptaba algunas formas y
decoracin sin cambiar de un modo
esencial; se aprovechaban poblados
preexistentes como los pucaras de
Quitor, Catarpe y Quitor (Mostny
1949), y se potenciaba algo su
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produccin agrcola [] (Uribe
2004a: 316).
No es sino hasta fines de los 70s que la
discusin en torno a la presencia Inka en
el norte desrtico fue retomada. Durante
estos aos, los planteamientos de
Llagostera llegaran a constituir la
primera reflexin verdaderamente
antropolgica en torno al problema de la
naturaleza de la penetracin inka en
nuestro pas. De esta forma:
[] la tesis de Llagostera (1976)
marca un hito fundamental. Hoy existe
consenso que el encuentro entre incas y
locales implic poner en juego la
particular concepcin de relaciones
sociales del mundo andino, inserta
dentro de una construccin culturalbasada en un sistema de oposiciones
complementarias, extensivas a su
ocupacin del espacio y cultura
material (Cereceda 1990; Martnez
1995; Murra 1983 [1955]; Platt 1987).
A esta novedosa percepcin andina,
surgida de la documentacin
etnohistrica, se une el impactoprovocado por Murra (1972) en la
arqueologa chilena, donde el modelo
del control vertical aplicado a la
economa poltica del Tawantinsuyo
adquiere un carcter paradigmtico y
constituye prcticamente un ideal
arqueolgico. Asumiendo el modelo
previo, la hiptesis de Llagostera sobre
la expansin incaica signific una
verdadera revolucin para la disciplinanacional, mantenindose vigente sin
mayor crtica hasta el da de hoy.
(Uribe 2004b: 4).
En poco tiempo, la hiptesis de
Llagostera, la que a partir de este
momento se convierte en un punto de
referencia obligado para la Arqueologa
nacional, suscita una importante polmica
en el seno de esta disciplina: el debate
acerca del dominio directo o indirecto del
Tawantinsuyo en el norte rido.
A mediados de 1970 en el norte de
Chile surgi la conocida discusin de siel dominio incaico haba sido directo
o indirecto, a partir de la aplicacin
arqueolgica que hizo Llagostera
(1976) del modelo del control vertical
de Murra (1972). De acuerdo a su
propuesta, esta situacin se dirima en
trminos de que la materialidad que
representaba al Inka en los territoriosconquistados era ms o menos
abundante, cuando se atena sta al
estilo original del Cuzco, en especial a
sus patrones cermicos, y cules eran
sus vnculos con la ocupacin
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vertical del espacio andino. En este
sentido, Llagostera planteaba para el
Norte Grande la ausencia de una
conquista propiamente tal, puesto que
sus poblaciones se hallaban insertasdentro de sistemas preincaicos de
complementariedad ecolgica; cuyas
cabeceras o seoros que se
encontraban en el altiplano, una vez
anexados al imperio, implicaban un
dominio de las restantes entidades del
norte chileno. Su argumentacin
emprica descansaba en la existencia ono de una industria inka local y la
presencia de alfarera de origen
cuzqueo o inka altiplnico como el
conocido tipo Saxmar o Inka Pacajes
(Dauelsberg 1959; Munizaga 1957;
Parssinen y Siiriainnen 1997). De
hecho, esta cermica se sealaba como
el indicador diagnstico del proceso,derivada de situaciones altiplnicas
post-Tiwanaku y preincaicas (e.g.
Chilpe, Hedionda, Taltape, etc),
asumiendo una directa analoga entre
alfarera y poblacin, incluso como
colonias (Schiappacasse et al. 1989)
(Uribe 2004a: 315-316).
Desde su formulacin, hasta mediados de
los 90s, la hiptesis de Llagostera acerca
del dominio indirecto del inka en el Norte
grande no fue mayormente cuestionada,
siendo incluso asimilada por otros
investigadores como una propuesta base,
una especiede piso interpretativo, para la
formulacin de las ms diversas
reflexiones, en torno a una gran cantidad
de temas de estudio. Este fue el caso, por
ejemplo, del modelo de movilidad
giratoria de Nuez y Dillehay (1995)
para Atacama durante el periodo incaico,
el cual, partiendo de las tesis de
Llagostera, hizo nfasis en el papel que
habra jugado el Tawantinsuyo en la zona,
usufructuando de los modelos demovilidad preexistentes entre seoros de
tierras altas y bajas, pero sin llegar a una
ocupacin ms intensiva del territorio
(Uribe 2004b). Igualmente, es el caso de
la propuesta de Aldunate (1991), quin
propone que el inka, an cuando habra
arribado tempranamente a la regin a
travs de la difusin de la tradicin
altiplnica que caracteriz al curso
superior del Loa, no habra llegado a tener
sino una escasa trascendencia en el rea
(Uribe 2004a).
Fue a fines de los aos 80s cuando la
tesis de Llagostera comienza a
experimentar sus primeras tensiones,
sobre todo a la hora de la evaluacin de
las nuevas evidencias materiales
asociadas a la presencia incaica en el
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norte grande. En adelante, dichas
tensiones se irn transformando en
importantes problemas de reflexin
terica, dando paso a una crtica de los
modelos interpretativos basados en el
dominio indirecto, as como tambin al
surgimiento de una serie de hiptesis
alternativas con respecto a la presencia
del incario en el norte desrtico. El
modelo del dominio indirecto se ve
enfrentado de esta manera a una
incapacidad creciente para explicar, dadoel supuesto carcter marginal (indirecto)
de la presencia incaica en la zona, el cada
vez ms creciente registro arqueolgico
asociado al Tawantinsuyo (Uribe 2004).
Empiezan as a escucharse las primeras
voces planteando la posibilidad de una
presencia mucho ms activa del inka en el
rea.
[] Castro (1992) advierte la
magnitud de esta presencia y cun poco
se conoca todava, llamando a
desarrollar muchos ms estudios para
tener una idea certera de la expansin
incaica en dichos territorios. Alrespecto, Silva (1985) ya haba
propuesto una intervencin ms
directa, incluso militar, que se
vinculaba al inters del imperio por la
obtencin por la obtencin de recursos
minerales, energas humanas y la
ganadera concentrada en Atacama.
(Uribe 2004a: 316).
Por otro lado, se comienza a poner en telade juicio algunos de los criterios a partir
de los cuales, hasta ese momento, se
haba evaluado la naturaleza de la
presencia incaica. Esto es, sobre todo, los
indicadores tradicionales que haban sido
tomados como diagnsticos del contacto
entre el incario y las sociedades locales;fundamentalmente tipologas cermicas
(saxamar o inka pacajes) y estilos
arquitectnicos (cuzqueos). Con esto se
apunt a cuestionar el establecimiento de
analogas mecnicas (tpicas del mtodo
histrico cultural) entre tipologas
estilsticas (sobre todo al nivel de la
alfarera) y realidades tnicas, en donde la
difusin de las primeras estara siendo
interpretada como una especie de
marcador de contactos culturales,
desplazamientos de poblacin, o bien,
dicho de otro modo, de la presencia
directa de una determinada cultura o
sociedad (en este caso, el Tawantinsuyo)en la zona (Uribe 2004a). Finalmente,
relacionado con lo anterior, se plante
que aquellos criterios, de raigambre
histrico-cultural, no daban cabida a una
comprensin ms profunda de la posible
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dinmica de interaccin cultural entre el
Estado imperial y las poblaciones locales,
la cual debi haber revestido, teniendo en
cuenta el alto desarrollo yfortaleza de las
tradiciones culturales en el norte rido, un
carcter sumamente complejo (Uribe
2004a); es decir, no reducible a una mera
lgica difusionista.
Ha sido en aos recientes, sobre todo en
el caso de la zona atacamea y teniendo
como trasfondo las discusiones yamencionadas, cuando han surgido una
serie de hiptesis y modelos
interpretativos alternativos con respecto a
la naturaleza del establecimiento del
Tawantinsuyo en el norte desrtico
(Cornejo 1995, Gallardo 1995, Uribe,
Alfaro y Agero 2002, Uribe 2004a,
Uribe 2004b, entre otros). En gran
medida, dichas propuestas han tenido
como elemento comn el comenzar a
problematizar algunas categoras claves
como las de Ideologa, Poltica y Poder,
en el sentido de un debate acerca de como
se habra efectuado el dominio inka en el
marco de las prcticas andinas, orientadas
por los principios tradicionales de
redistribucin y reciprocidad. Con
relacin a estas nuevas reflexiones, es
importante mencionar el peso que han
tenido en las mismas una serie de aportes
tericos provenientes del Marxismo
(especialmente su teora del Estado, la
ideologa y las clases sociales, los
conceptos de modo de produccin y
formacin econmico social), la
Arqueologa simblica y la Arqueologa
del Paisaje (la nocin de smbolo y de
construccin social del paisaje), la Teora
de la prctica (especialmente la nocin de
agente social y de habitus, presente en
algunos tericos como Bourdieu yGiddens), la Microfsica del poder
(proveniente de las reflexiones de
Foucault), etc. Esto es importante ya que
estas nuevas hiptesis en torno a la
presencia incaica en Chile constituyen un
nuevo horizonte de reflexin terica y
epistemolgica, anclada en una visin
ms propiamente antropolgica del
devenir socio-cultural e histrico.
Con respecto a estas nuevas reflexiones
en torno a la presencia inka en el norte
grande, una de las ms tempranas fue la
de Cornejo (1995), quin:
coincide con algunos de estos
postulados [se refiere a la tesis de una
presencia ms activa del Inka por parte
de Silva], aunque reemplazando el
militarismo por una integracin en gran
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medida simblica. De este modo, el
Inka privilegiara una ruta vital
expansiva por sobre los 3.000 msm,
que se ubicara a lo largo del Loa en un
eje norte-sur y en puntos estratgicosde sus quebradas para controlar a la
poblacin local, sus recursos minerales
y el paso hacia el sur, desplegando sus
actos polticos en el contexto de la
sacralidad local, sin mayor inters por
el mbito domstico de sus
poblaciones (Uribe 2004a: 316).
Paralelamente, Gallardo y colaboradores
(1995) retoman algunas de estas mismas
ideas, percibiendo tambin una presencia
ms intensiva del Inka en la zona:
[] la que incluso es coincidente con
estrategias propiamente cuzqueas,
donde la arquitectura se vuelve la
mejor expresin simblica de
dominacin a travs de actos de
fundacin y refundacin (Uribe
2004a: 316).
Dentro de lo mismo, una de las
propuestas ms recientes en torno a este
tema lo constituye el trabajo de Uribe y
Alfaro en la localidad de Caspana (Uribe
2004b).
A fines de 1990 y a partir de la
variada evidencia material incaica
detectada en la localidad de Caspana
(ro Salado, afluente del Loa), se llev
a cabo un estudio que abord elfenmeno poltico representando por el
Tawantinsuyu en la regin (Adn y
Uribe 2004). Este trabajo dio cuenta
que el inters imperial por el territorio
fue mayor que el pensado hasta esos
momentos, permitiendo hipotetizar una
presencia directa del Estado, a travs
del manejo de los ancestralesprincipios andinos de organizacin
socioeconmica. As, la reciprocidad y
redistribucin fueron convertidas en
mecanismos de apropiacin y dominio
a travs del potencial simblico de una
materialidad arqueolgicamente
perceptible (Uribe et al. 1998). En este
sentido, se postul que las oposicionesmanifiestas por la materialidad de
inkas y grupos locales (arquitectura,
cermica, arte rupestre, vialidad y
funebria, entre otros), podan expresar
el manejo del Inka sobre las
contradicciones sociales internas y su
aprovechamiento de la produccin
agroganadera excedentaria, lasrelaciones multitnicas de
complementareidad, el intercambio y
los cultos religiosos a favor de la
presencia estatal en la regin (Uribe y
Adn 2004). (Uribe 2004a: 316-317).
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En lneas generales, como veremos a lo
largo de este artculo, han sido estas
ltimas reflexiones las cuales,
replanteando radicalmente la forma de
abordar el tema de la presencia incaica en
el norte grande, han ido adquiriendo un
mayor peso interpretativo ante esta
problemtica.
2. Catarpe-este (San Pedro de
Atacama)
El sitio incaico de Catarpe-este ha sido
objeto de una serie de investigaciones
arqueolgicas durante las ltimas dcadas
(Mostny 1949, Lynch 1977, Lynch y
Nuez 1994, Uribe 2004a). Ubicado al
lado de Catarpe-oeste (sitio ms temprano
y de un carcter mayormente
habitacional), Catarpe-este se ubica en la
ribera oriental del ro San Pedro, sobre
una pequea meseta de aproximadamente
30 mts de altura y 100 mts de ancho(Mostny 1949). Segn Lynch (1977), en
esta localidad:
[] se pueden diferenciar varias
formas arquitectnicas que
aparentemente se usaron por motivos
militares, de almacenamiento y
residencias. En cuanto a los depsitos
de basuras stos parece que fueron
pocos, pero su conservacin es muy
adecuada para complementar la
informacin del sitio. Los factores
arquitectnicos indican una posibilidad
de divisin en sectores. Una parte es
predominantemente indgena y
probablemente de una larga ocupacin
(Catarpe-oeste), mientras que la otra
(Catarpe-este) es pblica y encajona en
sentido incsico, con plazas
imponentes, bodegas, instalaciones
militares. (Lynch 1977: 142).
Igualmente, refirindose a la probable
funcionalidad de los conjuntos
arquitectnicos presentes en Catarpe-este,
Mostny plantea que aquellos se pueden
dividir en tres grandes grupos:
El primero, en el borde de la meseta
haca el ro, serva para la vigilancia
del acceso y probablemente del camino
que vino por el valle del ro. El recinto
ms saliente tena para este fin tres
troneras o ventanitas de 0.3 metros
cuadrados a 1 metro sobre el piso.
Hacia la meseta est circundado porrecintos, de los cuales no quedan ms
que los fundamentos y stos son, en
parte, tan destruidos, que no se pueden
distinguir las entradas, con excepcin
de dos. Frente a estos recintos se
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encuentran los fundamentos de otro
recinto largo y angosto y de dos
construcciones circulares de 2.2 m. de
dimetro. El segundo grupo es el de los
patios. Se entra primero a travs de unpequeo recinto de 4,35 por 3,5 m. La
entrada de acceso tiene 0,7 m. de ancho
y la que conduce al patio I tiene 1 m.
El patio mide 17,9 por 17,45 y en su
esquina suroriental se encuentran los
fundamentos de un pequeo edificio.
El patio II, de 22,4 por 15,7 m. tiene, a
lo largo de su costado nororiental, losfundamentos de unas construcciones
angostas, cuyo piso se encuentra a 0,2
m. sobre el del patio. [] Afuera del
patio II y adosado en su muro sur, se
encuentra una serie de pequeos
cuartos, dos de ellos accesibles desde
el patio y uno accesible por el lado
opuesto. Al oeste del patio II est elpatio III, de dimensiones reducidas en
comparacin con los primeros dos.
Posiblemente ha tenido una entrada en
su muro norte, donde quedan los
vestigios de una pequea construccin
parecida a la que da acceso al patio I.
[] Donde el patio IV tambin
pequeo en relacin con los dosprimeros- ha tenido su entrada
principal, es difcil de decir, debido al
estado de destruccin de los muros.
[] Este grupo de los patios ha sido el
principal de Catarpe. [] El tercer
grupo, que no aparece en el plano, se
compone de pequeos recintos [en gran
parte hoy destruidos] aglomerados y
sueltos, que seguramente haban
servido de viviendas. (Mostny 1949:161-162).
Con respecto a las diferencias existentes
entre Catarpe este y oeste, en los cuales
existiran aproximadamente 200 recintos
en total, divididos equitativamente entre
ambos sitios (Lynch 1977), sera claro
que las estructuras del lado oeste
presentaran una menor regularidad,
estando agrupadas una junto a otra y
construidas con menor calidad a las de
Catarpe-este (Lynch 1977). Adems:
algunos morteros quebrados y manos
de moler fueron frecuentementeincorporados a las murallas de Catarpe-
oeste, indicando una ocupacin ms
larga, como tambin la presencia de
basurales ms profundos y ms ricos
(Lynch 1977: 145).
As tambin, con relacin a algunas de las
caractersticas indicativas de la naturaleza
incaica de Catarpe-este, a diferencia del
yacimiento oeste: como hemos dicho, un
sitio ms temprano y de carcter
habitacional, destaca la utilizacin
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intensiva de argamasa en las
construcciones.
La construccin de estos muros de
Catarpe constituye una forma
intermedia entre los muros de piedra
atacameos y los muros de adobe
incsicos, lo que habla en favor de su
ereccin en un tiempo, cuando a los
habitantes de la regin que los
construyeron ya eran conocido ambos
tipos, o sea llegamos otra vez a la
misma conclusin- en la poca
incsica (Mostny 1949: 164).
Dentro de lo mismo, refirindose a los
patrones arquitectnicos presentes en
Catarpe-este y la posible existencia de
una plaza doble (tpicamente cuzquea),
Lynch y Nuez (1994) afirman que:
[] los dos grandes recintos en
Catarpe bien podran ser considerados
una plaza doble, orientada en ngulos
rectos a sus plazas; aqu ambas estn
unidas por un acceso bien terminado y
formal. Adems, la plaza principal del
Cuzco tena dos partes Hauhaypata yKusipata. Hyslop (com.pers., 13-VI-
1988) sugiere que muchas otras plazas
inkas (particularmente aqullas fuera
de la zona del Cuzco), presentan
evidencia fsica como un camino o un
eje arquitectnico que las divide,
generalmente cerca del centro. Una
idea que vale la pena considerar es que
la divisin de la plaza separa hanan de
hurin. (Lynch y Nuez: 1994: 154).
Posteriormente, describiendo la posible
funcionalidad de otras importantes
estructuras arquitectnicas (sectores de
almacenamiento, obras de infraestructura
y de carcter defensivo), as como
tambin dando cuenta de la existencia de
espacios probablemente residenciales al
interior del yacimiento, estos
investigadores nos dicen lo siguiente:
Las habitaciones de almacenamiento
13 hasta 15, y las obras de defensa
cerca del permetro del sitio, sugieren
que Catarpe contuvo bienes de valiosaproteccin y suficiente personal
estable. Aberturas o troneras en
algunas murallas son tanto una posible
seal de defensa como, para Raffino
(1981: 76, 124) un atributo de primer
orden de los patrones constructivos
inkas. Catarpe tambin fue un rea
habitacional para la poblacin local.Esto se ve claramente en el sector oeste
del sitio [], el que tiene ms ncleos
constructivos [] All, el plan de
construccin fue menos regular y
existen adems menor paredes o muros
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masivos [] Se sospecha que algn
asentamiento local pudo haber
precedido as como tambin pudo
coincidir o ser inducido por la
ocupacin inka a servir en Catarpe []Las excavaciones realizadas en el
sector Este expusieron dos restos de
paredes o muros tempranos que yacan
discordantemente bajo las estructuras
planificadas por los inkas (Lynch y
Nuez 1994: 154-155).
Acerca del material cultural asociado alos conjuntos arquitectnicos, las
excavaciones de Lynch (1977) constatan
la existencia de cermica fragmentada,
puntas de proyectil, raspadores, ncleos,
guijarros, morteros, as como tambin un
cincel de cobre. Segn este ltimo:
Fragmentos de cermica de tinajas de
almacenamiento predominaban en
varias reas, mientras que en otras los
fragmentos de vasijas abiertas fueron
ms comunes. La mayor parte de los
fragmentos cermicos se pueden
identificar con los tipos ya conocidos
en el rea de San Pedro, como son: el
rojo violceo, caf pulido e inciso. Los
tiestos locales del perodo Inca estn
bien representados, pero tambin
encontramos tiestos importados con la
caracterstica de una pasta de grano
fino de color naranja, que podra ser la
verdadera Inca. Tiestos del tipo Dupont
intrusitos fueron tambin identificados.
Ningn tiesto encontrado podra ser
anterior al siglo XI. Algunos jarrostoscos caracterizados por una base
plana u ocasionalmente por anillo,
podran ser de la poca postcolombina,
pero prcticamente no encontramos
vidrio, hierro u otros materiales
europeos en el tambo de Catarpe
(Lynch 1977: 145).
De acuerdo a los resultados de la
excavacin de dos trincheras, Lynch
verifica tambin, en la trinchera 1, la
existencia comn de chaar, maz,
algarrobo, zapallo y huesos de auqunido
(llamas o guanaco), al igual que la
presencia de lana de llama, tejidos de
diversa ndole, plumas de colores
llamativos y textiles incsicos (Lynch
1977).
En cambio encontramos slo un
fragmento de calabaza pirograbado, un
artefacto de madera cuyo uso es
desconocido y un cincel de cobre conlos mangos de madera. Los artefactos
ms valiosos que encontramos fueron
dos placas de cobre de 10 centmetros
cuadrados y dos milmetros de espesor,
con dos figuras muy bien ejecutadas en
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forma de filigrana, que representan a
dos caras humanas con roedores a
ambos lados [una de las caras presenta
los ojos abiertos, en cambio la otra los
tiene cerrados]. Las dos placas tenanun prendedor de cobre, tal vez para
mantenerlos juntos o prendidos a un
vestido. (Lynch 1977: 145).
En la trinchera 2, el material orgnico
habra sido semejante al de la anterior,
aunque en cantidades menores (Lynch
1977). As tambin, de acuerdo a la
existencia de basuras vegetales y de
deposiciones posiblemente de cuy, se
plantea que algunos de los recintos de
esta rea (pieza 20) habran estado
asociados a la crianza de dicho animal.
Sin embargo:
La parte de mayor espacio en el sector
norte de la pieza 20 (1,9 por 1,35
metros), tiene caractersticas que
corresponden a una habitacin ocupada
por el hombre; as lo demuestran los
indicadores registrados: un mortero,
huesos trabajados, madera y una base
plana o mesa sobre la cual ponanartefactos caseros. [] La pieza
nmero 25, ubicada a pocos metros al
este de la pieza 27, se pens que era
una bodega debido a su reducido
tamao (1,95 por 1,20 metros).
Investigaciones [] mostraron
desechos abundantes de ocupacin
humana, incluyendo un guijarro de
corte tajante, una mano, pigmento rojo,
cucharas quebradas, varias torteras demadera y espinas largas posiblemente
de tejer. (Lynch 1977: 146).
Por ltimo, dando cuenta de las
caractersticas distintivas de Catarpe-este
con relacin a otros sitios de la regin,
debido a sus claros rasgos constructivos
de tipo incaico, Uribe (2004a) afirma lo
siguiente:
Adems de otros sitios del Loa (Adn
1999), Catarpe Este y los tambos de
Licancabur y Peine, dan cuenta de la
imposicin de la arquitectura del
Tawantinsuyo en San Pedro de
Atacama durante el perodo Tardo
(Niemeyer y Shiappacasse 1988). De
estos, sin embargo, Catarpe Este es
paradigmtico en trminos de las
manifestaciones de una incorporacin
efectiva de la regin al funcionamiento
imperial (Lynch y Nuez 1994). El
asentamiento, si bien comparte
caractersticas con el resto de los sitios
habitacionales de la regin (e.g. Turi,
Catarpe Oeste, Zpar o Peine),
evidencia la presencia de una
importante plaza doble en una
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ubicacin central (hacia el este), una
frecuencia similar de unidades
domsticas y silos o collcas, una
abundancia relativa de muros dobles,
etc. La arquitectura de Catarpe Esteindica, por lo tanto, la existencia de
abundantes almacenajes, la
disponibilidad de espacios
habitacionales sin sepulturas y sobre
todo la existencia de grandes explazos
para funciones administrativas y
pblico-ceremoniales. Su construccin
se remontara segn nuestros fechadosa 1.510 d.C (Uribe y Adn 2004), e
indicara una lgica de ocupacin que
se aleja de la modesta dinmica
comunitaria que hemos observado en
los poblados locales, aunque se articul
con su estructura econmica y social
(Uribe et al. 2002, 2004) (Uribe
2004a).
3. Interpretaciones
Hasta las investigaciones de Uribe
(2004a) en Catarpe, desde hace algunos
aos, no se haba realizado an una
evaluacin sistemtica de la naturaleza
socio-poltica y cultural del yacimiento.
En general, la reflexin que realiz
Mostny (1949) acerca de este ltimo no
pas de ser, aunque necesaria, una
aproximacin arqueolgica inicial, de
fuerte sesgo descriptivo y de un marcado
nfasis econmico-funcional. Sin una
mayor problematizacin con respecto a la
naturaleza de la presencia del Inka en la
regin2, esta arqueloga defini al sitio de
Catarpe a partir de una nocin de
naturaleza ms bien general: la definicin
de Tambo.
Segn la distribucin de los recintos,
su forma y la falta de un muro
defensivo no se trata de un pucar, sinoprobablemente de un Tambo, situado
en el Camino del Inca (aunque no
hemos podido ver sus huellas). []
Toda la disposicin de los recintos
indica que aqu nos encontramos frente
a un tambo. Bernab Cobo (Aparicio,
1937, p.38) dijo que estos tambos
servan para alojar ejrcitos,gobernadores y dems funcionarios
incsicos, que se encontraban de viaje;
que estaban provistos de depsitos de
vveres y que los habitantes de la
regin o pueblos cercanos tenan a su
cargo el mantenimiento de estos
tambos. Consistan estos tambos en
grandes casas o galpones y pequeosrecintos. En el caso de Catarpe [] no
tenemos casas grandes, sino patios, los
cuales probablemente no tenan techos
2 aunque influida, ciertamente, por el enfoquede Latcham (1938) con respecto a la presenciamarginal del Tawantinsuyo en el norte grande.
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plantearon as la necesidad, hacia
mediados de los 90s, de ampliar el
marco interpretativo con que se haba
estudiado el registro arqueolgico
presente en el yacimiento. Relacionando
el carcter y la magnitud de las evidencias
materiales asociadas a la presencia de
minerales como la turquesa, el cobre y el
oro, trasladados a la zona de San Pedro
desde diversas zonas, Lynch y Nuez nos
dicen lo siguiente:
La presencia arqueolgica de oro, de
artefactos de cobre, fragmentos de
planchas y crisoles, cobre deformado e
incluso escoria, en Catarpe y no en
otros tambos de la zona, destaca ms
nuestra propuesta de que Catarpe es
mucho ms que un tambo, tal como se
le denomina ahora ms por razones detradicin que por estudios detallados.
En efecto, Niemeyer y Shiappacase
(1988: 154-56) han decidido de manera
similar que Catarpe es uno de los
centros administrativos ms
importantes descubiertos en el
territorio chileno, desde el cual los
inkas planearon y organizaron laconquista del valle de Copiap y las
artificial y los propsitos polticos de estos centrosadministrativos no es raro que muchos centrosfueran abandonados poco despus de la invasineuropea acelerndose su destruccin (Lynch yNuez: 1994:151).
regiones de ms al sur. Ellos clasifican
a Catarpe como una pequea ciudad o
pueblo y, siguiendo a Ruppert (1984),
proponen que la turquesa de El
Salvador y otras minas del sur fueronenviadas a travs de Catarpe a otros
lugares de Bolivia y Argentina, aunque
esto supera la evidencia que demuestra
que slo pequeas cantidades de
turquesa se han descubierto, an lejos
de Catarpe mismo, y que no existen
muchas razones para ver el oasis de
San Pedro de Atacama como uncentro de fabricacin de adornos de
turquesa; sin embargo [] tal vez la
turquesa fue transbordada o tal vez no
hemos descubierto sus talleres (Lynch
y Nuez 1994: 148).
Es ms, de acuerdo a estos
investigadores, los patronesarquitectnicos presentes en Catarpe y la
orientacin astronmica de los mismos,
los cuales presentaran un gran nmero de
semejanzas con los de otras instalaciones
incaicas, as como tambin con algunos
de los presentes en Cuzco y en el rea
nuclear inka (Lynch y Nuez 1994),
estaran dando cuenta del relevante papel
poltico-administrativo del yacimiento.
Lo ms destacable de esto ltimo es la
orientacin de la kancha, 63 a 66
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grados Este del Norte verdadero.
Esencialmente es igual a las
orientaciones del Coricancha en Cuzco
y de la plaza trapezoidal y la anloga
kancha Qori, un terreno rectangularlocalizado al sudeste en Inkawasi. Para
Hyslop (1985: 60-66; 1990: 232-237)
stas son alineaciones astronmicas
significativas, aunque Dearborn (1986)
ha hecho ms preguntas concernientes
a su precisin y utilidad. Nuestra
propuesta es que Catarpe responde a un
patrn cuzqueo de plaza doblerodeada de mltiples recintos
rectangulares y cuadrangulares []
Estamos de acuerdo con la conclusin
de Hyslop (1990: 234-243), aunque
hicieran o no los inkas sus alineaciones
y medidas extremadamente precisas
para sus observaciones astronmicas,
aquella que deca que posiblementeorientaban los edificios y las plazas
hacia los azimuts para simbolizar y
definir conceptos en cosmologa,
estructura social y estaciones
calendarias (Lynch y Nuez 1994:
152-153).
A nivel regional, la importancia deCatarpe como centro administrativo
incaico se vera reflejada, adems, en su
relacin con los dems yacimientos del
Periodo Tardo en el rea, destacando sus
semejanzas con Turi y con otros sitios
ms lejanos como la Puerta, los cuales
tambin habran cumplido funciones
poltico administrativas, ubicados de
norte a sur a lo largo del camino principal
y al interior o en zonas aledaas de
poblaciones locales (Lynch y Nuez
1994). Impulsando la explotacin
econmica de los recursos pastoriles,
agrcolas y minero-metalurgicos5, dichos
centros administrativos habra tenido
como uno de sus objetivos principales, no
solo el control de los recursosambientales y econmicos de la zona,
sino que, adems, la manipulacin de los
factores culturales y polticos asociados al
fortalecimiento de la presencia imperial
(Lynch y Nuez 1994). Con respecto a
esto ltimo, comparando el carcter de los
sitios Turi y Catarpe con el de Kollahuasi,
en donde no se encontraran algunos
rasgos arquitectnicos tpicamente
incaicos como la presencia de la
Kayanka, Lynch y Nuez afirman que en
este ltimo yacimiento:
[] no se cumpli un rol poltico-
administrativo, tal como ocurri enTuri y Catarpe, al implantarse all el
rgimen inka en un medio de poblacin
5 Por ejemplo, en la vega de Turi, el ro SaladoSuperior, los oasis de San Pedro de Atacama o elValle de Copiap.
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resignificacin ideolgica-poltica de los
principios andinos tradicionales (Uribe
2004a). En este sentido, Uribe le da una
importancia de primer orden al papel que
habran jugado las elites imperiales en el
proceso de implantacin del poder central
mediante la instrumentalizacin, y re-
orientacin, de las relaciones sociales
comunitarias (incas de privilegio),
asociando esto ltimo a la realizacin de
fiestas redistributivas9 como instancias de
legitimacin asimtrica del poder real.
Segn esto, el manejo de los lderes
locales debi ser clave para la
articulacin de la produccin
comunitaria con la estructura poltica
unitaria que logra el imperio. Al
respecto, tabletas y calabazas
pirograbadas procedentes del espaciofunerario remiten a elementos
novedosos (Ayala et al. 1999, Uribe et
al. 2002), especialmente compartidos
con el Noroeste Argentino y el
altiplano de Bolivia, volvindose
predominantes los del noroeste. Por
una parte, estos materiales de gran
relevancia simblica demuestran unaamplia interaccin circumpunea que
podra extenderse incluso hasta
9 En dichas fiestas, la ingesta de bebidas como lachicha habra tenido un papel ritual de primerorden.
Tarapac. Por otra, refieren a una
importante complejidad social y
poltica que debi desenvolverse por
situaciones de complementariedad,
involucrando diversas negociacionesentre las autoridades que dirigan
empresas de intercambio y una ardua
competencia por el mejor
posicionamiento de sus comunidades
(Uribe 2004a: 321).
Refirindose a lo mismo, aunque ahora
sobre el caso concreto de Catarpe, Uribe
concluye lo siguiente:
De este modo, tal cual apreciamos en
Catarpe Este, con el Inka son ms
claros los espacios pblicos como
expresin del aparato administrativo,
demostrando el control a travs del
cual se dirige la fuerza de trabajo hacia
la produccin estatal; distinguindose
un grupo productor de bienes y
alimentos, de otro especializado en las
actividades polticas, ideolgicas y
administrativas que se exponen en los
contextos funerarios (e.g. Hostera de
San Pedro), presentes en el salar
(Ayala et al. 1999). El Tawantinsuyo,
por lo tanto, se apropia de la fuerza de
trabajo y la produccin de las unidades
domsticas como un excedente que es
manejado por los segmentos ya
diferenciados de la poblacin local, que
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ahora se convierten en administradores,
incluso polticos e ideolgicos. Pero,
para que esto tuviera un real sentido y
una respuesta positiva por parte del
resto de la poblacin y las elitespudieran actuar a favor del Estado, se
debi generar un amplio control de la
conciencia social a travs de la
participacin ideolgica en la
formacin econmica y social del
imperio (Uribe 2004a: 322).
Catarpe-este vendra de esta manera areflejar y materializar importantes
transformaciones econmicas, sociales,
poltico-ideolgicas y culturales en el
rea, las cuales se inscribiran en un
proceso ms amplio de cambio,
caracterstico de la transicin entre el
periodo Intermedio Tardo y el Tardi en
la regin nortina. Dicho proceso, que
estara afectando activamente a la zona de
San Pedro, sera visible al nivel del
registro arqueolgico en una gran
cantidad de yacimientos, los cuales, en
conjunto con Catarpe, estaran dando
cuenta, como hemos dicho, de una
transformacin estructural de grandes
envergaduras.
Al respecto, los asentamientos
inferidos a partir del anlisis funcional
de su alfarera y construcciones indican
que todos los sitios inmediatamente
preincaicos (e.g. Catarpe, Qutor, Zpar
y Peine) tendran un carcter
eminentemente domstico, con recintos
habitacionales donde se preparan,sirven y almacenan alimentos.
Tambin ocurren actividades
ceremoniales, coherentes con la
inclusin de prcticas religiosas y
funerarias manifiestas en la
arquitectura que se incorpora dentro,
junto o cerca de ellos (e.g. chullpas),
pero las cuales difieren tanto en escalacomo intensidad, realizndose de
manera independiente en unos y otros.
Tal situacin, sugiere una dinmica de
comunidad o aillo para las
sociedades que habitaron estos
poblados que los convierte en unidades
autnomas, sin distinguirse uno o unos
pocos ncleos como antes (Uribe et al.2004). Con el Inka, en tanto, el
desarrollo de una organizacin
jerarquizada, la generacin de
excedentes econmicos y el rol de los
lderes en actividades redistributivas
parecen tener un papel an ms
protagnico al interior de los grupos de
San Pedro de Atacama; muy ligado a lacompetencia preexistente sobre
recursos de agua, tierra y los contactos
a larga distancia por
complementareidad de recursos (Uribe
et al. 2002). (Uribe 2004a: 318).
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De igual manera, al nivel de la
produccin ltica, la mayor versatilidad de
esta ltima y su integracin en prcticas
de tipo simblico: por ejemplo, challa de
minerales y construccin de chullpas, as
como tambin la construccin decaminos
y otras obras de envergadura semejante,
tendra relacin con una alteracin
(estatal) de la orientacin de esta
industria, la cual hasta este momento
haba puesto un mayor nfasis en la
molienda agrcola y las actividadesmineras locales, as como tambin en la
realizacin de prcticas ceremoniales de
un carcter ms propiamente comunitario
(Uribe 2004a).
Se configura, de este modo, una
conducta comn para el rea, en
conjunto con el ro Loa (Uribe y
Carrasco 1999) dentro de la cual
tambin resulta importante la
produccin de cuentas de malaquita y
de 10 cms. cuadrados y 2 mm. de grosor, condiseos afiligranados muy bien ejecutados ycuadrpedos distribuidos por ambos lados. []De acuerdo a Rex Gonzlez (com. pers., 19-V-
1984), las placas de Catarpe son muy similares ocasi idnticas a otras descubiertas en Rinconada(Jujuy, Argentina). Pertenecen a una pervivenciadel estilo Aguada que se remonta a tiemposanteriores al de los inkas, pero el diseoantropomorfo (rostro con unku moteado)pertenece al estilo Santa Mara tambin del NWargentino, que efectivamente es sincrnico al finalcon la expansin inka. (Lynch y Nuez, 1994:148).
calcedonia, aparte de las de concha.
Esto es coherente con la concentracin
de chullpas y sepulturas al interior de
los poblados o en la presencia de
canchas y collcas en las instalacionesincaicas, y tambin coincide con la
funcionalidad cermica, el
almacenamiento y la actividad
ceremonial que van en aumento con el
Inka (Uribe et al. 2002). El material
ltico, en suma, confirma la necesidad
de procesar y acopiar ciertos alimentos,
los que seguramente se emplean en lasfestividades comunales, en conjunto
con una minera de recursos pblicos
simblicos destinados al intercambio
(Nuez 1999). (Uribe 2004a: 318).
Finalmente, el significativo aumento de la
produccin agrcola; por ejemplo, en
sitios como Catarpe, Qutor, Zpar y
Peine, en relacin de un nivel de
intensificacin ganadera que se mantiene
aproximadamente en los mismos ndices
que durante el periodo intermedio tardo,
estara sugiriendo:
una transformacin del ancestralsistema ganadero y caravanero de la
regin (Nuez 1992), el cual ahora
estara apoyado en una produccin
agrcola mayor, ms estable y de gran
escala, capaz de sustentar una cantidad
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de poblacin ms grande y segmentada
(Adn y Uribe 1995). (Uribe 2004a:
319).
4. Discusin
Las diversas interpretaciones que hasta el
momento hemos descrito con relacin a
Catarpe dan cuenta, en no menor medida,
de una parte importante del curso que ha
tomado el desarrollo del pensamiento
arqueolgico con respecto al tema de lapresencia incaica en el norte desrtico. En
el caso concreto de este sitio, dicho
desarrollo se ha expresado en el paso de
una reflexin de un nivel eminentemente
descriptivo11 hacia una compleja
elaboracin en la cual la ideologa, la
poltica y las prcticas sociales, al igual
que el papel de los agentes culturales y la
naturaleza del poder poltico, han
adquirido un papel determinante. En
definitiva, es a partir de la propuesta de
Uribe12 que la discusin en torno a
Catarpe ha adquirido un mayor contenido
11 Cuyo problema central pareci radicar en la
disyuntiva (de ndole histrico-cultural) de siCatarpe-este deba ser clasificado bajo ladesignacin depucar o la de tambo.12 La cual, como hemos dicho, tiene como uno desus antecedentes las reflexiones que realizaronLynch y Nuez a mediados de los 90s enCatarpe, as como tambin las investigaciones deotros arquelogos en la zona; por ejemplo, lostrabajos de Alfaro en Caspana o los de Gallardoen el caso del arte rupestre.
antropolgico, tomando cuerpo una
propuesta que, como dijimos, tendra en
cuenta el rol de este sitio como un
importante espacio articulador de las
relaciones socio-culturales en la zona.
Con relacin a esto, no podemos sino
afirmar que las investigaciones de Uribe
en este sitio constituyen una importante
superacin del estado de la reflexin
arqueolgica, no solo en torno al tema
particular de Catarpe, sino que, ms an,
con relacin al problema del carcter dela penetracin incaica en la zona
atacamea y, posiblemente, en la regin
desrtica en su conjunto.
Ahora bien, trataremos a partir de este
punto algunas discusiones que, segn
pensamos, deberan tener una importancia
clave al momento de la interpretacin de
los procesos socio-poltico e histrico-
culturales asociados al establecimiento
del dominio incaico en Atacama, pero que
(hasta ahora) han sido posiblemente
silenciadas tericamente (y, por tanto,
invisibilizadas en la prctica
arqueolgica misma). En este sentido,
planteamos, en primer lugar, que es
necesario integrar en la discusin acerca
de la naturaleza de la presencia del
Tawantinsuyo en el norte rido una
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perspectiva macro regional que tenga en
cuenta, entre otras cuestiones, el curso de
la evolucin histrica del sistema
imperial y el estado de las estructuras
socio-polticas y culturales en el rea
nuclear andina. En otras palabras, una
perspectiva que confiera un valor
interpretativo de primer orden al anlisis
de las tensionesestructurales que habran
sido alimentadas, en gran parte del
territorio bajo dominio incaico, gracias al
avance del proceso de reorientacinestatal y asimtrica del marco socio-
poltico andino tradicional, impulsado
desde Cuzco (y reproducido a nivel
comunitario).
Segn nuestra opinin, esta tensin entre
un tipo de poder poltico de carcter cada
vez ms personal y centralizado13,
basado en la intensificacin de la
desigualdad social y un marco de
relaciones socio-polticas andinas
sostenidas en la redistribucin y la
reciprocidad, ancladas en prcticas de un
13 Materializado, entre otras cuestiones, en lacreciente influencia de los representantesimperiales y del Inka en las zonas de presencia delTawantinsuyo, pero que tambin se tendi areproducir al nivel de los dirigentes tnicoslocales, insertos en la dinmica de control estatalde vastas regiones. Un ejemplo claro de estoltimo lo encontramos en el caso de la expansin,alentada desde Cuzco, de las elites diaguitasincaizadas hacia el centro de Chile y el NOA.
carcter ms comunitario e igualitario14,
habra alcanzado, con la enorme
expansin del incario, una magnitud sin
precedentes en la historia cultural de la
zona andina15. En otras palabras, an
cuando el desarrollo de esta paradoja
estructural (Bawden 1994) habra sido
comn a varias de las ms tempranas
sociedades estatales andinoamericanas16,
14 Segn Bawden (1994), esta contradiccinestructural habra estado presente, con gran fuerza,
en el seno del sistema de organizacin socio-poltica inka. Haciendo una analoga con elsistema poltico Chim, aquel plantea lo siguiente:Dentro de la gran tradicin andina, el inkaencubri el poder detrs de una ideologa imperialcimentada en los principios de genealoga y linaje,presentndose ellos mismos como un grupo deparentesco tradicional, aunque de carcter seorial(Urton 1990, Bauer 1992). Los chim, sucesoresde los moche, incluyeron un sistema segmentarioextendido, dentro del cual los linajes notoriosfueron divididos en segmentos de estatus social yeconmico desigual y ordenados jerrquicamentepor principios de organizacin dual asimtrica(Netherly 1984, 1990; Zuidema 1990). [] Enambos casos, los fundamentos estructurales de laintegracin incluyeron la paradoja entre loholstico y las fuerzas individuales que impidieronla formacin de entidades polticas fuertes y delarga duracin y aseguraron que los segmentoscomponentes revirtieran hacia una existenciaautnoma con la remocin de la superestructuragobernante (ver puntos de vista similares enConrad y Demarest 1984 y Patterson 1991).(Bawden 1994: 392).15 Esto ltimo, sobre todo en los Andes centralesy en el rea centro sur andina.16 Como afirma Bawden, refirindose a lascaractersticas de la estructura de poder en lasociedad Moche: Yo asumo que la estructurasocial del perodo Moche tambin estuvo basadaen los principios andinos tradicionales,diferencindose en gran medida de aquellos delestado genrico con la subordinacin delparentesco a la clase econmica y al poderadquirido. Creo que las lites Moche enfrentaronel mismo desafo que sus sucesores, los Chim, en
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implicancias para la organizacin socio-
poltica andina y que, en ltima instancia,
se encuentra relacionado con el propio
devenir histrico de la estructura imperial
cuzquea, adquiri por estos momentos
una importancia decisiva. Como afirma
Murra:
Con el correr del tiempo, aumentaron
las necesidades redistributivas del
estado, y es obvio que condujeron a
ulteriores expansiones del territorioconquistado. Muchos estudiosos
destacan el hecho de que hacia 1532 la
expansin de los dominios del Cuzco
haba llegado ya hasta donde poda
llegar; solamente en el norte, en los
Andes hoy colombianos, quedaba
alguien a quien someter. Las
referencias a los insectos pagados
como tributo por tribus de esta zona
reflejan la decepcin de los presuntos
conquistadores. Si el estado inca
hubiera sobrevivido, habra encarado la
y Tacna, lo que significaba aproximadamente2.797 personas (H.Larran, 1975 y J.Van Kessel,1980), cifra bastante elevada (48,22% de lapoblacin), si consideramos que sta debi ser en
esa poca alrededor de 6.800 personas. En 1540,Francisco Pizarro concede a Lucas Martnez unaencomienda que se encontraba en Arequipa, Ilo,Corumas, Arica y Tarapac con un total de 1.638indios tributarios, siendo Tarapac la que aportabala mayor cantidad de indios tributarios conaproximadamente 900 (E.Trelles, 1982), lo querepresentaba una poblacin estimativa de 4.050personas, distribuidas en las quebradas deCamia, Aroma y Tarapac (Nuez 1984: 60).
necesidad de alimentar a una creciente
capa de burcratas, miembros de los
linajes reales, soldados, yana,
sacerdotes y la muchedumbre
efectuando sus prestaciones rotativas.Y esto sin contar con la necesidad
redistributiva para asegurarse de la
lealtad de virreyes cada vez ms
lejanos e independientes. Todos juntos,
estos factores hubieran impuesto una
reconsideracin de la organizacin
interna del reino. (Murra 1989: 261).
Lmites de la poltica redistributiva
tradicional que, trastocada en un freno
para el desarrollo imperial, llevaban al
incario, en forma creciente, en la senda de
un nuevo curso histrico, caracterizado
por el cuestionamiento de las estructuras
sociales andinas ancestrales. Punto de
inflexin de implicancias desconocidas,
que a comienzos del siglo XVI se
expres, segn Murra, en el nacimiento
de nuevas instituciones econmicas y
clases sociales, as como en una posicin
ms desventajosa para el ayllu, el cual
haba constituido, hasta este momento,
uno de los puntos neurlgicos de la
estructura de poder imperial del
Tawantinsuyo19.
19 Efectivamente, tal y como plantea Gramsci(1984) en el caso de su anlisis del Capitalismo enOccidente, cuando plantea que la hegemona
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Entre todas las nuevas presiones sobre
el estado que llevaron a una
intervencin en la economa dual []
la ms importante es la emergencia de
concesiones de tierras a particulares,una nueva institucin socioeconmica,
distinta del tradicional acceso andino,
ya sea de los linajes o del estado. []
Los datos son contradictorios e
inadecuados, pero parece claro que en
1532 el estado no poda enajenar de
manera que no afectara seriamente la
autosuficiencia de la etnia. Laestructura socioeconmica inca a
principios del siglo XVI necesitaba los
ingresos producidos por las
prestaciones rotativos de los
campesinos, pero no poda asumir la
responsabilidad de proveer a la
subsistencia de stos. La solucin
ideada fue el empleo de lasprestaciones rotativas para ampliar la
superficie cultivada y aumentar la
productividad mediante obras de riego,
la construccin de andenes en las
laderas de la quishua, el uso del guano
y el nfasis en el maz y los rebaos.
[] Sabemos que iban surgiendo
nuevas instituciones: las aclla, losyana, los colonos mitima, todos ms o
menos sustrados a la etnia campesina
nace desde la fbrica, una de las claves de laexpansin del poder incaico fue tomar al ayllucomo ncleo bsico, local, de la reproduccin desu influencia y poder poltico.
y asignados a tareas estatales que
ocupaban todo su tiempo. Su
surgimiento fue una respuesta a las
nuevas presiones que requeran mucho
ms que la enajenacin original dealgunas tierras tnicas para crear
chacras estatales o la ampliacin de los
tradicionales y recprocos intercambios
de trabajo hasta incluir las prestaciones
rotativas en fundos estatales. (Murra
1989: 261).
As tambin, detallando la crecientetensin entre las formas econmicas
comunales basadas en el ayllu y la nueva
dinmica estatal, Murra afirma lo
siguiente:
Podemos concebir una situacin en la
que el incremento en la proporcin
total de las concesiones personales y de
las chacras reales, y sobre todo la
creciente absorcin de la energa
disponible de los campesinos (cuya
culminacin fue el traslado permanente
a yana y aclla), hubiera puesto en
peligro la economa de subsistencia de
la etnia. El proceso hubiera sido ms
rpido y profundo en la costa, donde el
control se vio facilitado por la extrema
dependencia del riego y la experiencia
anterior con la centralizacin. Hubiera
sido ms difcil imponerlo en la
montaa, donde la agricultura de roza y
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la selva ofrecen oportunidades de
guardar la independencia, todava en la
actualidad. En la sierra y el altiplano la
intervencin estatal hubiera variado
segn la medida en que la zona fueraaccesible desde el Cuzco;
parecidamente a lo que ocurri en los
Andes en poca colonial y hasta en la
republicana, grupos campesinos
aislados en bolsones remotos y en las
punas altas hubieran podido evadir el
control inca y la servidumbre durante
siglos. (Murra 1989: 261).
En sntesis, cuando tomamos el concepto
de paradoja estructural que aplica
Bawden (1994) para el caso Moche, nos
estamos refiriendo a que la expansin de
las formas de dominio econmico y social
estatal del incario implicaron un aumento,
sinprecedentes, de la tensin estructural
entre el ordenamiento tradicional andino,
por un lado, y los intereses, cada vez ms
exclusivos, del dominio de las clases
dirigentes del Tawantinsuyo, por otro.
Los principios andinos bsicos de
reciprocidad, redistribucin y
parentesco, sobre los cualesel Inka haba
sostenido su expansin mediante su
reinterpretacin (manipulacin)
ideolgica20, no solo fueron puestos
(contradictoriamente) al servicio de la
legitimatizacin de la desigualdad social
y del poder de las elites, tal y como ya
haba acontecido en el marco de otras
sociedades estatales en la regin, sino que
vieron amenazados, en la figura del ayllu,
sus propios principios estructurales
bsicos de existencia, afectando con esto
la integridad del ordenamiento socio-
poltico andino en su conjunto21. Punto de
quiebre en el proceso de creciente
20 La importancia de los factores ideolgicos en lalegitimizacin de las castas gobernantes, mediantela manipulacin simblica del acervo culturaltnico-comunitario andino por parte del Estado, hasido un fenmeno ampliamente aceptado por unagran cantidad de investigadores. En el dominiopoltico andino, al parecer no hay duda que laslites usaron la ideologa como un mecanismovital para la construccin del poder. Ladocumentacin histrica revela que losgobernantes incas transfirieron concientementeconceptos tradicionales a las ideologas deautoridad centralizada para superar los efectoslimitantes de los sistemas de creencias locales(Conrad y Demarest 1984; Urton 1990; Patterson1991). De manera similar, la arqueologa revela laimportancia de la manipulacin ideolgica de losconceptos de descendencia y parentesco por partede los gobernantes Chim (Conrad 1981, 1990).Estas ideologas emplearon la representacinritual de los eventos y procesos mticosatemporales, los cuales incluyeron la materiaprima estructural de la integracin grupal para
constituir el orden social en la vida diaria. Laparticipacin de los individuos de la lite en estosrituales identific a ellos y a su orden poltico conla calidad trascendente del ritual y la permanenciasocial (Bawden 1994: 394).21 Insistimos, a modo preparatorio y en ritmosmuy posiblemente dispares, desiguales,condicionados por las particularidades especficasdel desarrollo de las nuevas formas de apropiacindel trabajo en cada regin considerada.
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complejidad socio-poltica en los Andes,
en el cual habra estado planteado, tal vez,
el surgimiento de nuevas formas estatales,
as como el inicio de un periodo de
grandes convulsiones sociales y de
transformacinhistrica22. Por lo menos,
como ya hemos mencionado, el desarrollo
de nuevas formas de apropiacin de la
fuerza de trabajo de parte del Estado
hacia las comunidades (yana y aclla),
basadas en el desarraigo tnico de una
parte de su poblacin, planteando en los
22 Este es el caso de la sociedad Moche surea ensus ltimas fases de desarrollo, cuando se habraproducido; por ejemplo, en Galindo, un profundoproceso de cambio en todos los niveles. Es aqudonde la ideologa individualizante alcanz sucenit. Ante la falta de un sistema administrativocomplejo, los lderes manipularon mediante elritual los principios andinos estructurales de losantepasados, continuidad espiritual y shamanismo,para crear el poder personal. Sin embargo, ladebilidad estuvo latente en su mismo xito.Enfocando la integracin social en sus propiaspersonas, los gobernantes se autosegregaroncualitativamente del resto de la sociedad, creandouna paradoja estructural, y creando el peligro deque el fracaso se atribuyera slo a ellos y a suideologa. La crisis estructural resultante fue tangrande que a diferencia del norte, la totalidad de laestructura ideolgica tradicional fuedesacreditada. [] En Galindo, lasmanifestaciones del intento del Moche sureopara reconstruir el orden son dramticas. [] Msan, el grado extremado de la segregacinresidencial impuesta indica que estos cambios
sucedieron en el contexto de estrs social ycambio estructural (Bawden 1990). Todo estosugiere el incremento de la complejidad social enel contexto de una disyuncin fundamental dentrodel campo ideolgico, poniendo en pie grandesdudas acerca de la estabilidad social de la unidadpoltica Moche V surea y sugiriendo que la brevehistoria de Galindo se caracteriz por unaparadoja estructural no resuelta. (Bawden 1994:409).
hechos el nacimiento de un tipo particular
de servidumbre econmica23, as como
tambin el estallido de importantes
tensiones poltico-militares hacia los
ltimos aos de existencia del incario; por
ejemplo, la guerra de sucesin dinstica
en momentos del contacto con Espaa,
son una muestra clara (aunque
ciertamente no concluyente) de esto
ltimo.
A partir de todo lo anterior, es importantepreguntarnos si dicho proceso de
intensificacin de las contradicciones
sociales (estructurales) alrededor de la
legitimacin del poder poltico del
incario, podra haber llegado a
expresarse, y en qu trminos, en la
regin atacamea (especficamente, en la
zona de San Pedro y el Loa). Aquello,
sobre todo si tenemos en cuenta, como
plantea Murra, que la extensin de este
proceso habra debido darse de manera
diferenciada en el altiplano segn la
medida en que la zona fuera accesible
desde el Cuzco; parecidamente a lo que
23 Discusin no menor, ya que el desarrollo de unaformacin econmico-social caracterizada por elavance de formas de explotacin basadas en laapropiacin proto-esclavista de la fuerza detrabajo habra tenido, cuando menos, comosugiere Murra (1989), una importante repercusinen el seno del ordenamiento socio-poltico ycultural del Imperio Inca.
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ocurri en los Andes en poca colonial y
hasta en la republicana (Murra 1989:
261). De esta manera, considerando la
importancia que tuvo la regin
atacamea, y en especial la zona de San
Pedro, en el afianzamiento de la conexin
Andes centro sur - Noroeste Argentino24,
y considerando adems la gran relevancia
que habran llegado a tener para el
Tawantinsuyo la existencia de sitios como
Catarpe-este (Lynch y Nuez 1994, Uribe
2004a), es legtimo plantearnos lapregunta de si esto ltimo no podra
haber facilitado la transmisin de las
tensiones sociales desarrolladas en el rea
central andina (paradoja estructural), al
conjunto de la zona atacamea y del Loa?
De ser lo anterior algo viable25, esto
implicara, por tanto, un escenario en el
cual no solo el poder poltico imperial en
San Pedro podra haber estado
experimentando, hacia mediados del siglo
24 El floreciente desarrollo cultural del Noroesteargentino durante el periodo anterior a lapenetracin inka, puede ejemplificarse a partir delimportante grado de complejidad alcanzado, entreotros, por los complejos culturales de Santa Mara(1200-1470 D.C), el cual posee un importante
grado de continuidad con la cultura La Aguada(600-900 DC), Beln (1000-1450 D.C) ySanagasta (1000-1450/1500 D.C). El acceso aestos territorios, va San Pedro, habra tenido aspara el Inka una gran importancia estratgica en supoltica expansiva.25 Que proponemos a modo de una hiptesis decarcter hipottico-deductivo, la cual debiera serdebidamente contrastada por los mtodos de laArqueologa y la Etnohistoria.
XVI, importantes tensiones socio-
polticas, sino que, ms relevante an,
aquello habra puesto a la orden del da,
aunque a ritmos difciles de precisar, la
transmisin de dichas tensiones al
corazn mismo de la organizacin
comunitaria, el ayllu, motorizada por la
reproduccin de un tipo de paradoja
estructural en pequea escala,
expresada localmente: esta vez, entre los
lderes locales cooptados por el imperio y
la masa productora. De ser factible unadinmica como la anterior, esto planteara
entonces la necesidad de una ampliacin
del modelo terico con el cual entender la
relacin entre el Inka y las poblaciones
locales en San Pedro, en el marco de una
teora del conflicto que no excluya, sino
que tome en cuenta los mecanismos de
reproduccin ideolgica y simblica del
poder estatal de naturaleza consensual
(fiestas redistributivas) como los
propuestos para Catarpe. Esto es, utilizar
el concepto de hegemona desde una
perspectiva como la planteada por
Gramsci (1971, 1984), en el sentido de
una integracin diferenciada del
consenso y la coercin26. Desde este
26 Segn Gramsci, la hegemona no se presentaracomo un fenmeno reducible al mbitoeconmico o poltico, sino que estara ligada a losms diversos mbitos de la realidad social; por
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ngulo, junto a la gran relevancia que
habran tenido los mtodos de consenso
social en la reproduccin de las prcticas
de poder imperial y en la generacin de
un sentimiento de cohesin social atrs
del Estado (Uribe 2004a), una propuesta
como la anterior debera conferir una
importancia central al estudio de aquellas
formas de coercin, represin y violencia
(simblica o bien de otro tipo) que el
Tawantinsuyo habra debido implementar
por estos momentos en la zona27, y queposiblemente hoy no sean visibles en el
registro arqueolgico debido a una cierta
invisibilizacin terica del conflicto de
ejemplo, la cosmovisin y las formas depensamiento de un sistema social determinado,sus sistemas filosficos y religiosos, etc. Conrespecto a esto, cabe destacar el papel quetendran los factores ideolgicos y culturales en laconsolidacin de la hegemona de una clase osector social especfico. As tambin, de acuerdo aeste intelectual marxista, la supremaca de unaclase o sector social se constituira a partir de dosmomentos que, aunque diferenciados entre s, sepresentaran generalmente como una unidad: eldominio y la direccin. De esta manera, una claseo grupo social es dominante cuando tiene lacapacidad de someter o anular, mediante mtodosprincipalmente coercitivos, a sus clasesadversarias. A la vez, es dirigente cuando posee lafacultad de cooptar, mediante recursos polticos ysociales de tipo consensual, a las clases y grupos
sociales que le sirven de aliados. Como hemosdicho, la supremaca poltica se expresaraentonces como una unidad diferenciada entredominio y direccin; o bien, entre dominio yhegemona.27 Esto es lo que sugiere, como ya hemosmencionado, la informacin etnohistrica en elcaso de la investigacin en el sitio arqueolgicode Tarapac Viejo (Tr-49), en la quebradahomnima (Nuez 1984).
clases28. Esto ltimo, adems, desde un
marco interpretativo que integre el
anlisis macro regional del proceso
histrico andino con el mbito de los
desarrollos locales en el rea atacamea;
es decir, que sea capaz de integrar la
situacin de importantes tensiones
estructurales a las que se estaba
aproximando el incario29con el estado de
las relaciones sociales y polticas en
Atacama y el Loa. En otros trminos, si
aceptamos, de acuerdo a la distincin querealiza Gramsci (1971, 1984) entre las
nociones de dominio y direccin, que la
supremaca del Tawantinsuyo en el rea
28 Ms an, podemos afirmar que esto ltimo seexpresara al modo de una doble invisibilizacindel conflicto social. Por un lado, un tipo deinvisibilizacin que tendra una naturalezaeminentemente interpretativa, producto de laperspectiva de aquellas corrientes tericas que,como el Funcionalismo o el Estructuralismo,hacen nfasis en el equilibrio sistmico de lassociedades. Por otro, una invisibilizacin decarcter ideolgico, de contenido puramentearqueolgico, producto del inters de las castasgobernantes por silenciar las tensiones internasdel orden social que aquellas representaron. Unejemplo de lo anterior, entre otros, podraencontrarse en la clebre imagen La rebelin delos objetos, en el caso de la sociedad moche. Asmismo, aunque no necesariamente relacionado ala existencia de clases sociales, otro ejemplo
(etnohistrico) del inters de ciertas sociedadesandinas por canalizarritualmente el conflicto y laviolencia intra-tnica lo encontramos en laprctica del tinku. En las reas meridional yextremo sur andina, un fenmeno similar podramencionarse con respecto alpaln mapuche.29 Acaso el estallido de la guerra civil, enmomentos de la invasin hispana, no es unamuestra explcita de la magnitud que estabanalcanzando dichas contradicciones?
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de San Pedro se habra caracterizado (en
un comienzo) por el afianzamiento de sus
capacidades de direccin, mediante la
utilizacin de mtodos de un marcado
carcter consensual (Uribe 2004a), no es
descartable que, en la medida en que las
nuevas necesidades de la consolidacin
imperial se expresaran en esta rea,
haciendo ms palpable la contradiccin
entre dichas necesidades y las formas
socio-polticas andinas tradicionales
(paradoja estructural), los dirigentesincaicos, y posiblemente las elites locales
cooptadas por estos ltimos, se habran
visto ante la necesidad de impulsar un
modelo de poder poltico en el cual los
factores de dominio (prcticas coercitivas)
deberan haber alcanzado una relevancia
mucho ms significativa30.Aumento de la
coercin que, de haberse producido en la
zona atacamea hacia mediados del siglo
XVI31, habra tenido como origen, muy
probablemente (aunque sin descartar
30 En este caso, el desafo para la investigacinarqueolgica no radicara tan solo en laidentificacin material del conflicto de clases. Porel contrario, esto ltimo, que como hemos dicho
se vera ante la dificultad de una dobleinvisibilizacin, debera ligarse, adems, alproblema del reconocimiento de los indicadoresarqueolgicos del papel especfico que habran jugado tanto los mtodos consensuales comocoercitivos, en los diversos momentos de lapresencia incaica en la zona de San Pedro.31 Como surgiere para la regin aledaa(Tarapac) la investigacin ya citada de PatricioNuez (1984).
otros factores), la situacin de mayor
fragilidadpor la que estaba atravesando
el sistema imperial durante este periodo,
expresando con ello un importante
debilitamiento32 (comn a amplias reas
del territorio inka) de la hegemona
cuzquea en estas regiones33.
32 Un ejemplo grfico de la mayor debilidadestructural del sistema de dominacin poltica,asociada a la perdida de poder hegemnico y alconsecuente aumento de los mtodos de controlcoercitivo, como producto de una agudizacin
extrema de las tensiones sociales, lo encontramos,nuevamente, en el caso de la sociedad mochica:[] dentro del contexto de un profundo estrspoltico, los gobernantes de Galindo dejaron delado las formas histricas de poder en un gradomucho mayor que en otros lugares. Los focossimblicos tradicionales de la autoridad polticafueron descartados. En cambio, la imagenarqueolgica sugiere un estado de inestabilidad enel cual una lite en pie de guerra gobern a unapoblacin sumamente estratificada, mayormentemediante la coercin secularizada derivada de lasancin estructural andina. Aqu el poder pareceestar enmascarado por la ideologa y por unaparadoja estructural mayor. De ello se desprendeque, estando con los fundamentos estructurales dela sociedad erosionados, la unidad poltica deGalindo fue an ms vulnerable al colapsocompleto en la siguiente gran crisis. Irnicamente,con la remocin completa de la restriccinestructural sobre el poder y lo que puede serinterpretado de manera superficial como el triunfode la ideologa individualizante, la sociedad delvalle de Moche estuvo en su momento ms dbil ylista para su disolucin extrema, lo que ocurricasi un siglo despus (Bawden 1994: 409).33 Segn Gramsci (1971, 1984), uno de los rasgos
distintivos de la crisis de supremaca de una clase(o sector social) tiene lugar cuando estapierde lascapacidades dirigentes (hegemnicas) con lascuales haba sido capaz de aglutinar, bajo sudireccin poltica, a una gran cantidad de sectoressociales, potenciando en cambio, unilateralmente,sus mtodos de dominio (factores de coercin).Acaso el hecho de que, como ya hemos dicho, lagran mayora de las poblaciones conquistadas porel Tawantinsuyo se aliaran prontamente con las
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5. Conclusiones
A lo largo de este artculo, hemos
presentado los antecedentes de la
investigacin arqueolgica en el sitio de
Catarpe-este, desarrollando adems un
sucinto catastro de la evidencia
arqueolgica, sobre todo de tipo
arquitectnico, presente en el mismo.
Igualmente, hemos pasado revista a las
principales interpretaciones que han
efectuado los distintos investigadores que
han trabajado en el yacimiento, a partir de
una perspectiva crtica de las mismas.
Segn nuestra opinin, la reflexin de
Uribe tiene a su favor no solo representar
una superacin de la interpretacin,
marcadamente descriptivista y
econmico-funcional, que hicieronalgunos investigadores como Mostny o
Lynch en Catarpe34, sino que, adems,
aquella ha sido capaz de avanzar en la
generacin de un nuevo modelo terico a
fuerzas hispanas, en su avance contra el inka, noes una expresin (tarda) de aquella importanteperdida de poder hegemnico por parte del
incario?34 Sin embargo, es necesario reconocer, como yahemos constatado, los aportes de estas primerasaproximaciones arqueolgicas, as como tambinlos importantes avances de la reflexin de Lynchy Nuez durante los 90s en la zona. Esta ltimaconstituye, de hecho, una de las bases sobre lacual otros autores, como Uribe o Gallardo,realizaron ms tarde sus propias investigacionesen torno a la problemtica inka.
partir del cual comprender la presencia
inka en la zona atacamea, dejando atrs
las viejas discusiones originadas a partir
de la tesis de Llagostera acerca del
dominio indirecto. Sin embargo, hemos
propuesto la necesidad de integrar en
dicho marco reflexivo, tomando el
concepto de hegemona de Gramsci y la
definicin de paradoja estructural de
Bawden, una teora del conflicto social o
de la lucha de clases (si correspondiera
hablar, en este caso, propiamente declases), la que se opondra por el vrtice a
un perspectiva, que denominaremos como
de armona social, en la cual tanto el
manejo ideolgico como poltico de las
elites dominantes tendra la capacidad de
dotar al poder estatal, sin mayores
contradicciones, tensiones o resistencias,
de la legitimidad necesaria para la
reproduccin de su influencia, por la va
del impulso de prcticas eminentemente
consensuales. Refirindonos a la indita
intensificacin de una importante
paradoja estructural en la zona andina, en
momentos previos a la llegada de los
invasores europeos, hemos querido
destacar el papel activo (agente) que los
sectores sociales oprimidos y explotados
por las elites estatales podran haber
comenzado a jugar durante este periodo.
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Segn pensamos, en un escenario tal
como el que se estaba desarrollando en el
rea centro y centro-sur andina hacia
mediados del siglo XVI, si la hiptesis de
una indita intensificacin de las
contradicciones sociales es correcta, bien
podran haberse planteado, quizs a
niveles tambin inditos, una situacin en
la cual la manipulacin ideolgica de las
comunidades productoras, socavadas (en
la figura del ayllu) las bases estructurales
del consenso entre dominados ydominantes, habra experimentado
importantes obstculos para su
perpetuacin35. Desde un punto de vista
35 Segn Bawden, refirindose a los lmites de laideologa dominante para reproducir sus propiascondiciones de existencia: [] Es importantedarse cuenta que la sociedad contiene siempre lassemillas de su propia transformacin. La tensinsocial interna, ya sea entre las fuerzas y relacionesde produccin, entre puntos de vista competitivosdel orden social, o entre el inters individualcontra el de instituciones ms vastas, incita a lanegociacin y el cambio. La ideologa, en tantocausa y producto del desbalance social, no puedeposeer en ltima instancia una estabilidadintrnseca mayor que las condiciones que stabusca ocultar. As, sta se va ajustandoconstantemente para manejar las situacionescambiantes, tanto para mantener la posicin de losprivilegiados, para confrontar las ideologasopuestas, o para mediatizar los desafos de
aquellos a quienes la ideologa busca subordinar.Cuando sta no puede resolver ms lascontradicciones presentadas por estos desafossituacionales, ocurre una ruptura en el proceso ycambio social (Bawden 1994: 395). Igualmente,relacionando el concepto de paradoja estructuralcon el problema de las capacidades de la ideologaandina para preservar un orden social basado en ladesigualdad social, aquel afirma lo siguiente:[] el poder de la litede naturaleza exclusivo,
de clases opuesto, esto habra significado
la generacin de un marco ms propicio
para la activacin de fenmenos sociales,
polticos y culturales mediante los cuales
la masa productora habran podido
irrumpir en escena36, con el posible
desarrollo de revueltas y estallidos
campesinos y semi-urbanos, poniendo en
jaque las pretensiones de las elites
incaicas y andinas en sus necesidades de
desarrollar nuevas formas de apropiacin
del trabajo. Finalmente, se ha planteadoque una de las razones por la cual el
conflicto social pareciera no expresarse
en el registro arqueolgico en la zona de
San Pedro, pudiera tener que ver, o bien
con un sesgo de visibilidad arqueolgica,
producto de una doble invisibilizacin del
por definicin- debe ser desarrollado dentro de uncontexto que lo soporte de modo natural, creandouna paradoja bsica entre lo que acertadamente seha denominado holstico e ideologaindividualizante (Dumont 1986, Bloch 1992). Deah resulta que mientras ms grande sea laparadoja estructural bsica, mayor ser elpotencial para que la desunin extrema haga quela tensin social trascienda la habilidad de laslites para mantener su posicin (Bawden 1994:
392).36 Al igual como habra acontecido, como yahemos visto, en algunas de las principalesciudades moche durante sus ltimas fases dedesarrollo. Con relacin a esto, en Galindo(Moche sureo) y Pampa Grande (Moche norteo)existen claras evidencias de un importante gradode stress social (con posibles estallidos populares)y de intensificacin extrema de los mtodos decoercin y represin poltica por parte del Estado.
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de las formas de la lucha de clases en el
marco de sociedades pre-capitalistas, la
supuesta, tan bullada, y no menos
artificial, neutralidad profesional
propugnada por algunas de las ms
recientes corriente tericas en
Arqueologa.
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6. Anexos
Figura 1rea cultural de Atacama40.
40Extrado deLynch Thomas, Nuez Lautaro. 1994. Nuevas evidencias Inkas entre Kollahuasi y Ro Fro (Iy II Regiones de Chile).Estudios Atacameos, 11: 145-164.
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Figura 2Ubicacin de Catarpe41.
41 Extrado deLynch Thomas, Nuez Lautaro. 1994. Nuevas evidencias Inkas entre Kollahuasi y Ro Fro (Iy II Regiones de Chile).Estudios Atacameos, 11: 145-164.
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Imagen 1Vista area del sitio Catarpe Este. Parte superior la plaza o cancha doble (con flecha); parte inferior
poblado local Catarpe Oeste42.
42Extrado deUribe Mauricio. 2004a.El Inka y el poder como problemas de la arqueologa del norte grandede Chile (gentileza de Fernando Maldonado). Chungara, Revista de Antropologa Chilena, Volumen 36,Nmero 2. Arica.
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Figura 3Catarpe Oeste43.
43 Extrado de Lynch Thomas. 1977. Tambo incaico Catarpe-Este (Informe de avance). EstudiosAtacameos, 5:142-147. Antofagasta.
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Figura 5Detalle Catarpe Este45.
45Extrado deMostny G. 1949.Ciudades atacameas. EnBoletn del Museo Nacional de Historia Natural,24: 125-212.
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