Estructuras Del Parentesco y El Problema Del Incesto

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    · fi : ¡

    PíTULO 1 .

    NATURALEZA Y CULTURA

    ENTRE los pr incIpIOs que formularon los precursores de

    la

    sociología sin

    duda· ninguno fue rechazlldo con t an ta s eg ur id ad como el que atañe a la

    dis tinción entre estado de naturaleza y estado de sociedad

    n

    efecto es im-

    posible referirse sin incunir en contradicción a una fase de la evolución

     de·la humanidad durante la cual ésta a un en ausencia de toda organización

    social no haya desarro llado formas de act iv idad que son parte integrante de

    la cul tura Pero la dis tinción propues ta puede admit i r interpretaciones más

    válidas ·

      Los etnólogos de la escuela de Elliot Smith y de Perry

    la

    retomaron

    p ar a d es ar ro ll ar u na teo rí a q ue p uede di scut ir se p er o qu e más a ll á del

    detalle arbi t rario del esquema his tórico pone claramente de manif iesto la

    oposición profunda entre dos niveles de la cultura humana y el carácter revo·

    lucionario de la transformación neolítica No puede considerarse que el

    hombre de Neander thal con su probable conocimiento del lenguaje sus

    industrias líticas y sus ritos funerarios existe en est ado de n atur al eza: su

    nivel de cul tura se opone s in embargo al de sus sucesores neolí ticos con

    un

     rigor comparable   si b ien en un sentido distinto al que les conferían

    los autor es de los siglos XVII y XVIII P ero sobre todo hoy comienza a

    co mp rend erse q ue la d ist in ción ent re est ad o de n atur al eza y est ad o de

    so-

    ciedad

    l

    a fal ta de una significación histórica aceptable tiene

    un

    valor lógico

    que justifica plenamente que la sociología moderna la use como instrumento

    metodológico El hombre es

    un

    ser biológico al pa r que

    un

    individuo social

    Entre las respues tas que

    da

    a las excitaciones externas o internas a lgunas

    corr esp ond en ínt eg ramente a s u n atur al eza y o tr as a s u s ituación : n o s er á

    difíci l encon tr ar el o rigen r es pec tivo de l r ef le jo p up il ar y el d e

    la

    posición

    qu e toma la mano del j inete ante el s imple contacto con las r iendas Pero la

    distinción no siempre es

    tan

    simple: a menudo los estímulos psicobiológicos

    y el est ímulo psicosocial provocan reacciones del mismo tipo y puede pre ·

    guntarse como

    ya

    lo h ac ía Locke s i el miedo de l n iñ o

    en

    la

    oscuridad se

    explica como manifes tación de su naturaleza animal o como resul tado de los

    cuentos de la nodriza

    2

    Aun más: en la may or ía d e los casos ni siquiera

    se dis tinguen bien las causas y la respues ta del sujeto const ituye una ver·

    dadera integración de las fuentes biológicas y sociales de su comportamiento

    1 Hoy dir ía mos mej or : es ta do de nat ural ez a y e st ado de c ul tu ra

    2   n

    efecto parece que el temor a la oscuridad

    no

    aparece antes del vigesimoquinto

    mes Cf

    C

    W Valentine The Innate Basis of Fear Joumal   enetic Psychology

    vol :3 193

    LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59

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      INTRODUCCION

    Eso sucede en l a a ct it ud de la madre hac ia su n iño o en las emociones com

    ple jas del espec tador de

    un

    desfile militar.

    La

    cul tu ra no est á

    ni

    simple

    mente yuxtapuesta

    ni

    simplemente superpuesta a la vida. En un sentido

    la

    sus ti tuye ; en otro, la uti li za y

    la

    transforma

    para

    realizar una sintesis de

    un nuevo orden.

    Aunque resulta relativamente fácil establecer

    la

    distinción de principio,

    la dif icul tad comienza cuando se quiere efectuar el aná li si s. Esta dif icul tad

    es doble:

    por

    una

    parte , se puede intenta r def inir ,

    para cada

    actitud,

    una

    c ausa de orden b io lógi co o de orden soci al ; por otra, buscar el mecanismo

    que permi te que   ~ t u d e s de origen cultural se injerten en comportamientos

    que son, en sí mismos, de nat ur aleza biológica y l og ra int egrársel os. Al

    negar o subestimar

    la

    oposición se cerrará l a pos ibil idad de comprender los

    fenómenos sociales, al otorgarle su pleno alcance metodológico se correrá el

    r iesgo de erigi r como miste rio insoluble el problema del pasaje ent re los dos

    órdenes. ¿Dónde termina

    la

    naturaleza? ¿Dónde comienza

    la

    cultura? Pue

    den conceb ir se var ia s maneras de responder a es ta dob le pregun ta. Sin

    embargo, has ta ahora todas estas maneras resul ta ron parti cula rmente frus

    trantes.

    El método más simple consistiría en aislar a un recién nacido y observar

    sus rel; -cciones f re nt e a d is ti nt as excit aci ones duran te l as p rime ra s horas o

    días que siguen al nacimiento. Podría suponerse, entonces, que las respuestas

    obtenidas en tales condiciones son de origen psicobiológico y no corresponden

    a síntesis culturales posteriores. Mediante este método

    la

    psicología contem·

    poránea obtuvo resultados cuyo interés no puede hacernos olvidar su carácter

    fragmentario y limitado.

    En

    primer lugar, las únicas observaciones válidas

    son l as que se h acen

    en

    los primeros días de vida,

    ya

    que

    es

    probable que

    aparezcan condicionamientos en el término de pocas ·semanas y ta l vez de

    pocos días; de este modo, sólo a lgunos t ipos de reacc iones muy elementales ,

    tales como ciertas expresiones emocionales, pueden estudiarse

    en

    la práctica.

    Por

    otra parte, las pruebas negativas presentan siempre un carácter equívoco,

    porque siempre queda planteada

    la

    pregunta de s i la reacción está ausente a

    causa de

    su

    ori gen cul tu ra l o a c ausa de que en el per íodo temprano en que

    se hace

    la

    observación los mecanismos fisiológicos que condicionan su apa

    r ic ión no e st án aún desar ro ll ados. A

    partir

    del hecho de que un niño

    pequeño no camine no puede conclui rse

    la

    necesidad del aprendizaje, puesto

    que,

    por

    lo contrar io, se sabe que e l niño camina en forma espontánea desde

    e l moment-o en que

    su

    organismo está capacitado

    para

    hacerlo.

    3

    Se puede

    presentar una s ituación aná loga en otros dominios. El único medio para eli

    minar estas incert idumbres sería prolongar

    la

    observación durante algunos

    meses o inc luso 'años , pero entonces nos encontramos con dif icul tades inso·

    lubles, ya que el ambiente que pudie ra sat is facer las condiciones r igurosas

    de aislamiento exigidas

    por l a

    experienc ia no es menos art if ic ia l que el am

    biente cul tura l a l que se pre tende sus ti tuir .

    Por

    e jemplo, los cuidados de la

    3

    M.

    B.

    McGraw, The Neuromuscular Maturation 01 t he Human Inlant, Nueva

    York, 1944.

    NATURALEZA Y CULTUR 7

    madre duran te l os p rime ros años de l a v ida humana cons ti tuyen una con.

    dición natural del desarrollo del individuo. El experimentador se encuentra,

    pues, encerrado en un círculo vicioso.

    Es

    ~ i e r t o

    ~ u e a veces el azar parec ió lograr lo que no podría a lcanzarse

    p?:

    medios a r t ¡ f l ~ l a l e s : e l_caso de los niños salva jes perdidos en la cam

    pma desde sus pnmeros anos y que por una serie de casualidades excepcio

    nal?s

    : p u d i e r ~ n

    ~ u ~ s i s t i r y desarrollarse s in inf luencia a lguna del ambiente

    SOCIal ImpresIOno mtensamente la imaginación de los hombres del siglo

    XVIII.

    Sin

    e m ~ ~ r g o ;

    de las antiguas relaciones surge claramente que

    la

    mayoría de

    estos nmos fue ron anormal es congén it os y que es necesa ri o busca r en l a

    imbecil idad, mostrada en grado diferente

    por

    c ad a uno de ellos

    la

    causa

    inicial de

    su

    abandono

    y

    no, como se quiere a veces, su r e s l l l t a d ~

    Observaciones rec ientes confi rman este punto de vis ta . Los supuestos

     niños lobos encont.rados en

    la

    India jamás alcanzaron plenamente

    un

    des

    arrol lo normal . Uno de ellos   anichar j amás pudo habla r,

    ni

    siquiera

    cuando   a d u l t ~ : Kel log informa que de dos niños , descubier tos juntos hace

    unos vemte anos , e l menor nunca

    fUe

    capaz de hablar y e l mayor vivió has ta

    los sei s años, pero con un nivel ment al de dos años y medio y un vocabu

    lario de sólo cien palabras.

    5

    Un informe de 1939 considera como idiota con

    génito a un   niño-babuino de Africa del Sur , descubier to en 1903 a la edad

    probab le de doce a cat orce años.

    6

    Por otra

    parte,

    la

    mayoría de las veces

    puede sospecharse de las circunstancias dei encuentro.

    Además, estos ejemplos deben descartarse p or un a razón de princ ipio

    que de ent rada nos s it úa en el co razón de l os probl emas cuyo anál isi s es el

    objeto de esta Int roducc ión. Blumenbach, desde 1811, en

    un

    estudio con

    sagrado a uno de estos niños, Peter' el salvaje , decía que nada podía

    esperarse de fenómenos de este orden. Señalaba, con intuición profunda,

    que, de ser

    un

    animal

    doméstiGO

    el hombre es el único que se domest icó a sí

    mismo.

    7

    Es/posible 'observar que

    un

    animal doméstico  un gato por ejemplo,

    o un perro o

    un

    animal de

    corraL

    s i se encuent ra perdido y a is lado vuelve a

    un comportamiento natural que fue e l de

    la

    especie antes de

    la

    intervención

    externa de

    la

    domesticación. Pero nada semejante puede ocurrir con el

    hombre,

    ya

    que en su caso

    no

    existe comportamiento natural de la especie

    al que el individuo a is lado pueda volver

    por

    regresión. Como más o menos

    4 J M. G.  tard, Rapports et mémoires sur le sauvage

    de

    l Aveyroll, etc. París,

    1894.

    A.

    von Feuerbach, Caspar Hauser, traducción al inglés, Londres, 1833, 2 vols.

    5 G. C.

    Ferris,  Sanichar, the Wolj·boy 01 India, Nueva York, 1902. P. Squires,

     Wolf Children of India. American Joumal 01 Psychology, vol. 38, 1927, pág. 313.

    W. N. Kellog, More about the ' 'WoH-chi ldren' ' of India , ibid., vol. 43 1931, págs. 508

    509;

    A Fur th er Note cm the ' 'Wolf-children '' of India , ibid., vol. 46 1934, pág. 149.

    Véase también, para esta polémica, J

    A.

    L. Singh y R M. Zingg, Wolj-children and

    Feral

    Men, Nueva York, 1942, y A. Gesell, Woll-child and Human Child, Nueva York,

    1941.

    6 J . P . Foley, J r. , The Baboon-boy of Sou th Afr ic a, American Journal 01 Psy

    chology

    vol.

    5 3 1 94 0. R . M .

    Zingg, More about the Baboon-boy of South Africa, ibid.

    7 J

    F. Blumenbach, Beitriige zur Ndturgeschichte, Gotinga, 1811, en Anthropo.

    logical Treatises 01

    J F

    Blumenbach, Londres, 1865, pág.

    339.

    LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59

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      INTRODU ION

    t odav ía más marcadas: Los p rima te s of recen aun más d iver sidad

    en

    sus

    preferencias alimentar ias que las ratas , las palomas y las gal linas. 12 En el

    dominio de

    la

    vida sexual también encontramos en los primates  un cuadro

    que

    cubre

    casi

    por

    completo la conducta sexual del hombre

     

    , tanto en sus

    modal idades normales como en las más notables de las manifes taciones que

    po r

    lo común se denominan anormales , porque chocan con las convenciones

    sociales .13 Esta individuación de las conductas hace que el orangután ,

    el

    gor ila y el chimpancé se parezcan al hombre de modo s ingular.

    14

    Malinowski

    se equ ivoca cuando esc ribe que todos los f ac to re s que def inen

    la

    conducta

    sexual de los machos antropoides son comunes al comportamiento de todos

    los miembros de

    la

    especie,

     l a

    que funciona con

    tal

    uniformidad que

    para

    cada

    especie animal sólo necesitamos

    un

    g rupo de datos

     

    pues las var ia-

    ciones son

    tan

    pequeñas e ins ignificantes que el zoólogo está plenamente

    autorizado para ignorarlas .16

    ¿

    Cuál es,

    por

    lo contrario,

    la

    realidad? La poliandria parece

    reinar

    en

    los monos aulladores de

    la

    región de Panamá aunque

    la

    proporción de los

    machos en relación

    COn

    las hembras sea de 28 a 72.

    Se

    observan, en efecto,

    relaciones de promiscuidad entre

    una

    hembra en celo y var io s machos pero

    s in que puedan def in irse preferencias, o r d ~ n de prioridad o v í n c u l ~ s

    duraderos.1

    6

    Los gibones de las selvas de

    Slam Vlven   a l parecer-

    en famI-

    lias monogámicas relativamente estables; sin e m b a ~ g o las

    r e l a c i o ~ e s

    sexuales

    se presentan , s in discr iminación alguna, entre mIembros del

    ~ l s m o

    fami li ar o con i ndi vi duo s q ue pertenecen a otros grupos y

    aSl

    se venfIca

    -podría decirse- la

    creencia indígena de los

    g i ~ o n e

    son reencar-

    nación de los amantes desgraciados.l7 MonogamIa y pohgamla coeX1sten entre

    los rhesus;

    18

    las bandas de chimpancés salvajes observadas en Africa varían

    entre cuatro y catorce individuos, lo cual

    deja

    p lanteado el p roblema de su

    régimen matrimonial.

    19

    Todo pa re ce suceder como si los gr and es monos,

    12 A. H. Maslow, Comparative Behavior of Primates VI: Food Preferences of

    Primates,

    Joumal

     

    Comparative Psychology vol.

    16,

    1933 pago 196.

    la G.

    S. Mil ler, The Primate Basis of Human Sexual Behavior,

    Quarterly Review

     

    Biology

    vol.

    6 n

    Q

      1931, pág.

    392.

    14 R. M. Yerkes,

    A

    Program of Anthropoid Research, American J o u r n a ~   Psy-

    chology

    vol. 39 1927, pág. 181 R. M. Yerkes y S. H. Elder,

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    4 INTRODUCCION

    este conjunto complejo de creencias, costumbres, estipulaciones e instituciones

    que se des igna b revemente con el nombre de p rohibi ción del in ce sto.

    La

    p r o ~ i b i c i ó n

    del inces to p re sent a, s in el menor equ ívoco y r eunido s de modo

    mdIsoluble los dos caracteres en los que reconocimos' los atributos contradic

    t o r ~ o s de dos órdenes excluyentes: constituye una regla, pero

    la

    única regla

    socIa l que posee , a la vez, un carácter de universalidad.

    20

    No

    necesita demos

    t rarse que

    la

    prohibición del incesto constituye una regla;

    bastará

    recordar

    que l a p rohibi ción del mat rimonio ent re pa ri en te s cer cano s puede t ener un

    campo de apl icación var iable según el modo en que.

    cada

    grupo def ine lo que

    entiende

    por

    pariente

    próximo;

    sin embargo, esta prohibición sancionada por

    penalidades sin duda var iables y que pueden inclu ir desde   ejecución inme

    d ia ta de los culpables has ta la r epr oba ci ón va ga y a veces sólo

    la

    burla,

    s iempre está presente en cualquier grupo. socia l.

    Aqu í no pod rí an

    invocarse , en efecto, las famosas excepciones de las

    que l a soc io log ía t radi cional se con tent a, a menudo, con señal ar el escaso

    número. Puesto que toda sociedad exceptúa la prohibición del incesto si se

    la

    con side ra desde el pun to de v is ta de otra sociedad cuya reg la es más

    es

    tricta

    que la suya. Uno se e st remece a l p en sa r en e l número de excepciones

    que deber ía registrar en es te sent ido un indio paviot so. Cuando se hace

    referencia a las t res excepciones clásicas: Egipto,

    Perú,

    Hawai, a las que

    por ? t ra par te es necesario agregar algunas otras (Azandé, Madagascar, Bir

    mama, etc.)

    no

    debe perde rse de v is ta que es tos s is temas son excepciones

    sólo en r el ac ión con

    el

    nuestro en

    la

    med ida en que

    la

    prohibición abarca

    allí un dominio

    más

    restringido que en nuestro caso.

    Sin

    embargo,

    la

    noción

    de excepción es totalmente relat iva y

    su

    extensión sería muy diferente para

    un austral iano , l in thonga o un esquinIal .

    .

    La

    cuestión

    no

    es, pues, saber si existen grupos que permiten matrimo

    que otros exclu en, ~ i n o más b ien s i

    hay.grupos

    en los que no se prohíbe

    tIpo alguno

    de

    matrImomo. La respuesta debe sér, entonces, totalmente nega

    tiva y por dos r azones : en primer lugar , nunca se autor iza. e l m¡¡ tr imonio

    entre todos los par ientes próxinIos sino sólo entre ciertas categor ías (semi.

    hermana

    con exclusión de la hermana;

    hermana

    con exclusión de

    la

    madre,

    etcétera) ; luego, porque estas uniones consanguíneas tienen a veces un carácter

    t empo ra rio y r it ua l y o tr as un

    carácter

    oficial y permanente, . p ero en est e

    último caso peJ:IDanecen como privilegio de

    una

    categor ía socia l muy res

    tringida. En Madagascar,

    la

    ma9.re,

    la

    hermana y a veces t ambién

    la

    prima,

    son cónyuges prohibidos

    para

    las

    g e n ~ e s

    comunes; IDientras que

    para

    los

    grandes jefes y los reyes, sólo la

    madre -pero

    de cualquier modo

    la

    madre

    es lady prohibid¡¡. . No obstante, existe

    tan

    poca excepción frente

    fenómeno de la prohibición del jncesto que la conciencia indígena se muestra

    muy suscept ib le ante ella: cuan90 un matrimonio es estér il se postu la

    una

    20  Si se pidiera a diez etnólogos contemporáneos que ind.icaran una insti tución

    humana universal es probable que nueve de ellos e ligieran la prohibición del , incesto;

    varios ya

    la

    señalaron como la única institución universal. Cí.

    A. 1.

    Króeber, Totem

    and Taboo in Retrospect, American Journal

     

    Sociology vol. 45 n

    9

    3 1939, pág. 448.

    NATURALEZA Y  ULTUR 4

    relac ión inces tuo sa , aunque ignor ada, y se cel eb ran automá ti camente l as

    ceremonias 'expiatorias prescriptas.

    2I

    El caso del ant iguo Egipto resul ta más sorprendente, ya {me descubri

    mientos recientes

    22

    sugieren que los matrimonios consanguíneos

    -sobre

    todo

    ent re hermano y

    hermana-

    tal vez representaron una costumbre genera·

    lizada en los pequeños funcionar ios y artesanos, y no se limitaron

    --como

    .antes se

    creía-  

    a

    la

    cas ta r einant e y a l as d in as tí as más t ar dí as .

    Sin

    em-

    bargo , en

    materia

    de incesto no

    habría

    excepción absoluta. Nuestro emi

    nente colega Ralph Lin ton nos hacía notar un

    dí a

    que, en

    la

    genealogía de

    una farni-lianoble de

    Samoa

    estudiada por él, de ocho matrimonios consecu

    tivos ent re hermano y hermana , sólo uno imp li caba a una

    hermana

    menor,

    y que la opinión indígena lo había condenado como inmoral. El matrimonio

    entre un hermano y

    su

    hermana

    mayor

    aparece, pues, como una concesión

    al derecho de mayorazgo y

    no

    excluye

    la

    prohibición del incesto puesto que,

    además de

    la

    madr e y de la

    hija,

    la

    hermana menor

    es un cónyuge prohibido

    o

    por

    lo menos desaprobado .

    Ahora

    bien, uno de los pocos textos que

    poseemos acerca de la organización socia l del ant iguo Egipto sugiere

    una

    interpretación

    análoga;

    se trata del Papiro de Boulaq N

    9

    5, que

    narra

    la

    historia de

    una

    hija de r ey que quier e despo sa r a su hermano mayor .

    y

    su

    madre señala:  Si

    no tengo ot ro s ni ños a demá s de estos d os hij os , ¿aca so

    no es

    l a ley casar lo s uno con otro? 24

    Aquí

    también parece

    tratarse

    de una

    fórmula de prohibición que autor iza

    el

    matrimonio con

    la hermana

    mayor,

    pero que lo condena

    con

    l a menor. Más adel ante se ver á que 10s anti guos

    textos' japoneses describen el incesto como una unión

    c on l a

    hermana menor,

    con exclusión de

    la

    mayor, ampliando así el campo de nuestra interpretación.

    Incluso en estos casos, que estaríamos tentados

    de

    considerar como límites, la

    regla ·de universalidad no es menos man if ie st a que el car ác te r norma tivo

    de

    la

    institución.

    He aquí, pues, un f enómeno que p re sent a a l mi smo t iempo el car ác te r

    distintivo de los hechos

    de

    naturaleza y el carácter distintivo -teóricamente

    contradictorio con el precedente-

    de

    los hechos de cul tura .

    La

    prohibición

    del incesto posee , a

    la

    vez,

    la

    unive rsal id ad de l as t endenc ia s y de los ins

    tintos y el car ác te r coerc it ivo de l as leyes y

    de

    las instituciones.

    ¿De

    dónde

    proviene? ¿Cuál es su ubicación y su significado? Desbordando, de modo

    inevi table, los l ímites siempre históricos y geográf icos de

    la

    cultura (coex

    tensiva en

    el

    tiempo y en el espacio con la especie

    biológica ,

    pero refor

    zando doblemente, mediante

    la

    prohibición social,

    la

    acción espontánea de las

    21 H.

    M.

    Dubois,

    S.

    J., Monographie des Betsiléo. Travaux et Mémoires

    de

    l In·

    stitut d Ethnologie

    París, vol. 34, 1938, págs. 876-879.

     

    M. A. Murray, Marriage in Ancient Egypt , en Congres intemational des Scien-

    ces

    anthropologiques . Comptes rendus Londres, 1934, pág. 282.

    28 E. Amelineau,

    Essai sur l évolution historique

     

    philosophique des idées m

    rales dans l Egypte ancienne

    Bibliotheque de I'Ecole Pratique des Hautes Etudes. Sciences

    religieuses, vol. 6, 1895, págs.

    72-73.

    W.

    M.

    Flinders·Petrie,

    Social Li le in Ancient Egypt

    Londres, 1923, pág.

    no

    y sigs.

    .

     4 G. Maspero, Contes populaires de l Egypte ancienne París, 1889, pág.

    171.

    LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59

  • 8/18/2019 Estructuras Del Parentesco y El Problema Del Incesto

    6/13

      INTRODU ION

    fuerzas naturales a las que,

    por

    sus característ icas propias, se opone a

    la

    vez

    que se ident if ica en cuanto al campo de apl icación, la prohibición del incesto

    se p re sent a a la reflexión sociológica como un terrible misterio.

    En

    el seno

    mismo de nuestra sociedad son pocas las prescripciones socia les que preser

    varon de tal modo la aureola de

    terror

    respetuoso que se asocia con las cosas

    sagradas. De modo significa tivo , que luego deberemos comentar y explicar,

    el incesto, en s u f orma p ro pi a

    y

    en la forma metafór ica del abuso del menor

    ( del

    que ,

    dice

    la

    expresión popular,

     p odr ía s er

    el.

    padre :),

    se une en

    algunos países con

    su

    antítesis: las relaciones sexuales mterraClales,

    por o tr a

    parte forma extrema de la exogamia, como los dos e s t ~ u l n t e s más p o d e ~ o ~ o s

    del

    horror

    y de

    la

    venganza colectivas. Pero este ambIente de temor magIco

    no sólo de fine e l c lima en el seno del cual, aun en la sociedad moderna, evo

    luciona la institución sino que también envuelve,  en el nivel teórico, los deba

    tes a los que -la soc iolog ía se dedicó desde sus o rígenes con una tenacidad

    ambigua:

     La famosa cuestión de

    la

    prohibición del incesto

    -escribe

    Lévy

    Bruhl-  esta

    vexata qzuestio

    para la cua l los e tnóg ra fo s y los s o c i ó l o g o ~

    tanto buscaron la solución,

    no

    requiere solución alguna. No hay

    por

    que

    plantear el problema. Respecto de las sociedades de que t e r ~ i n m o ~ ,de

    hablar, no hay por qué preguntarse la razón de que el mcesto este prohIbIdo:

    esta prohibición

    no

    existe

     

    ; no se piensa en prohibir el incesto. Es algo

    que

    no

    s ucede. O b ie n, s i po r imposible esto sucede, es algo asombroso, un

    monstrum

    una transgresión que despierta horror y espanto. ¿Acaso l as

    ciedades primitivas conocen

    una

    prohibición

    p ara l a

    autof ag ia o el

    fratn

    c id io ? No t ienen

    ni

    más

    ni

    menos razones

    para

    prohibir el incesto .25

    No debe asombrarnos encontrar tanta timidez en un autor que , s in em

    bargo,

    no

    vaciló f rente a las h ipótesis más audaces , s i se con side ra que los

    soció logos están casi todos de acuerdo

    en

    manifestar ante este problema la

    misma repugnancia y

    la

    misma timidez.

    25 L. Lévy·Bruhl,   e Surnature l e t l Nature   ns   mentalité primitive París,

    1931, pág. 247.

    CAPíTULO

    II

    EL PROBLEMA DEL INCESTO

    EL

    PROBLEMA

    de la prohibición del incesto se presenta a nuestra ref lexión

    con toda la ambigüedad que, en un plano diferente, explica sin duda el carác

    ter sagrado de

    la

    prohibición misma. Esta regla, que por ser lo es socia l, es

    al mismo tiempo presocial en dos sentidos: en primer lugar

    po r

    su universa

    lidad, luego

    por

    el ti po de relaciones a l as qu e impone su norma.

    La

    vida

    sexual en s í es ext er na a l grupo en un doble sen tido . Expresa el grado má

    ximo de

    la

    naturaleza animal del hombre y atest igua, en el seno de la humani

    dad, la supervivencia más característ ica de los instintos; en segundo lugar ,

    y

    de nuevo en un doble sen tido , sus f ines son trascendentes: sat isface

     :lea

    deseos indiv iduales que, como bien se sabe, se cuentan entre los menos respe

    tuosos de las convenciones sociales, sea tendencias específicas que sobrepasan

    igualmente, aunque en o tr o sen tido , l os fines p ropios de

    la

    sociedad. Por

    o tra par te , seña lemos que s i b ien

    la

    reglamentación de las relaciones entre

    los sexos constituye un desborde de

    la

    cultura en el seno de la naturaleza,

    por

    su par te

    l a vi da sexual es, e n el seno de

    la

    naturaleza,

    un

    i nd ic io de l a

    vida social, ya que, de todos los inst intos, el s exual es el único q ue para

    def in ir se necesita del est ímulo de otro. Deberemos volver sobre este punto;

    el instinto sexual,

    po r

    ser

    él

    mismo

    natural,

    no con st it uye el p aso de

    la

    natu

    ra leza a la cultura, ya que eso sería inconcebible, pero explica una de las

    razo,nes por l as cua le s en el t er reno de la vida sexual, con preferencia a cual

    qu ie r o tr o, es donde puede y debe ope ra rse, f or zosamente, e l t ráns it o ent re

    los dos órdenes . Regla que en

    la

    sociedad

    abarca

    lo que le es más extraño

    pero, a l mismo tiempo, reg la socia l que ret iene en la naturaleza aquello q·ue

    es

    susceptible de superarla, la prohibición del incesto se encuentra , a la vez,

    en el umbr al de

    la

    cultura, en la cul tura y, en cierto sen tido , como tra tare

    mos de mostrar lo , es

    la cultura

    misma.

    Po r

    e l momento bas ta señal ar a qué

    dualidad debe su carácter ambiguo y equívoco. En de

    dar

    cuenta de esta

    ambigüedad los sociólogos

    se

    preocuparon casi exclusivamente

    por

    reducirla

    a o tr a cosa. Sus t en ta ti va s de expl ic ac iones pueden r esumir se en t re s t ipo s

    principales, que aquí nos l imitaremos a caracterizar y a analizar en sus rasgos

    esenciales.

    El primer tipo de explicación  q ue sigue por o tr a p ar te l a creencia popular

    vigente en muchas sociedades, incluso

    la nuestra-

    inten ta mantener el doble

    carácter de la prohibición, disociándola en dos fases distintas: po r ejemplo,

    LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59

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    9/13

      INTRODUCCION

    Un segundo t ipo de expl icaci ón t iende a e limina r uno de los t érminos de l a

    ant inomia ent re los carac te res, natural y social , de

    la

    institución. Para mu

    chos sociólogos y psicólogos, cuyos principales representantes son Wester

    marck y Havelock Ellis,

    la

    prohibición del incesto no es más que

    la

    proyec

    ci ón o el r ef lej o, sobre el p lano soci al , de sen timi ent os o t endenci as para

    cuya explicación sólo es necesario considerar

    la

    naturaleza del hombre. Puede

    observarse un buen número de variaciones importantes entre los defensores

    de esta posic ión; a lgunos hacen derivar el

    horror

    al incesto, postulado en el

    origen de

    la

    prohibición, de

    la

    naturaleza fisiológica del hombre; otros más

    bien de sus tendencias psíquicas. De hecho, todos se limitan a retomar el viejo

    prejuicio de la  voz de la sangre , que se encuentra expresado aquí en forma

    más negativa que posit iva. Ahora bien, está perfectamente establecido que el

    supuesto

    horror

    a l inces to no puede derivarse de una fuente instintiva, puesto

    que

    para

    que se manifieste es preciso suponer un conocimiento previo o esta·

    blecido posteriormente de la relación de parentesco entre los culpables. Queda

    por

    considerar la interpretación

    por

    est imul aci ón act ual , o más b ien por

    carencia de la misma. De es te modo , para Havelock Ellis, la repugnancia

    frente al incesto se explica

    p or l a

    influencia negativa de las costumbres coti

    dianas sobre

    la

    excitabil idad erótica, mientras que Westermarck adopta una

    interpretación del mismo tipo pero transpuesta a un plano más estrictamente

    psicológico.

    12

    Se podría obje ta r a estos autores que confunden dos t ipos de acostum

    bramiento: el que se desarrolla entre dos individuos sexualmente unidos y del

    que se sabe que l leva,

    por

    lo general , al debil it amiento del deseo (hasta el

    punto, declara

    un

    biólogo contemporáneo,  de introducir un elemento de

    desorden en todo sistema social ) 13 y el que reina ent re parientes próxinlOs,

    a l que se adjudica el mismo resul tado, s i bien el uso sexual , que en el p rime r \

    caso desempeña

    una

    función determinante, está manifiestamente ausente en

    el

    segundo.

    La

    interpretación propuesta conduce, pues, a

    una

    petición de

    p ~ i n

    c ipio: en ausencia de toda verificación experimental no se puede saber 81 la

    supuesta observación sobre

    la

    que Uno se apoya   l a menor frecuencia de los

    deseos sexuales entre parientes próximos se explica

    por

    el acostumbra

    miento f ís ico o psicológico o como consecuencia de los tabúes que const itu-

    12 Havelock Ellis

    Sexual Selection in Man

    Filadelfia, 1906. E. Westermarck, The

    History   1 Human Mar:iage

    vol. 1, pág. 250 y s igs. ;

    vol.

    2, pág.

    207

    y sigs.

    La

    posición

    de Westermarck presenta curiosas fluctuaciones. Part ió de una interpretac ión de base

    instintiva

     m uy

    próxima a

    la

    de Havelock

    Ell is

    en

    la

    primera edición de su History

      1

    Human Marriage

    y evolucionó hacia una concepción más psicológica que puede encon

    t rarse en la segunda edición de la misma ob ra. A l f in d e su vida (E. Wes termarck ,

    Recent Theories of Exogamy,

    Sociological Review

    vol. 26, 1934), sin embargo, en contra

    de B.

    Z.

    Seligman y Malinowski

    retornó

    no sólo a su posic ión de 1891, s ino   h a s ~ a a la

    c re enci a de que el o ri gen ú lt imo de la prohibición debe buscarse en una

    conCienCIa

    con-

    fusa de las consecuencias nocivas de las uniones consanguíneas. (E. Westermarck,

    Three

    Essays on Sex and Marriage Londres, 1934, pág. 53 y sigs.)

    13 G. S. Miller,

    The

    Primate Basis o.f Human seXual Behavior, Quarterly Review

      1 Biology vol. 6, n

    Q

    4,

    1931, pág. 398. El horribre t iene en común con los monos supe

    r io re s e st a t endenc ia i nnat a a cansa rse de su parej a sexua l ( ib íd ., pág . 386).

    EL PRO LEM

    EL

    INCESTO  

    yen l a pr oh ib ici ón misma. De este modo se la pos tu la , c uando l o que se

    pretende es explicarla.

    Pero nada más sospechoso que esta supuesta repugnancia instintiva, ya

    que el inces to, s i bien prohibido por

    la

    ley y l as cost umbres , ex ist e y, s in

    duda, es más f recuen te que l o que dej a suponer la convención colectiva de

    silenciarlo. Explicar la universalidad teórica de

    la

    regla

    por

    la universalidad

    del

    sentimiento o de

    la

    tendencia es

    abrir un

    nuevo problema, puesto que

    el

    hecho que se supone un iver sal no l o es en manera al guna.

    Por

    lo tanto,

    si se desea tratar las muchas excepciones como perversiones o anomalías se

    deberá def in ir en qué consi st en est as anoma lí as en el ún ico ni vel en que

    se l as puede invocar s in tautología, vale dec ir , sobre el plano fis iológico;

    esto será, s in duda, más dif íc il en la medida en que una importante escuela

    contemporánea tomó

     respecto

    de este problema una act it ud que se en

    cuentra en contradicción total con la de Havelock Ell is y

    la

    de Westermarck:

    el psicoanálisis descubre un fenómeno universal no en la repulsión frente a

    relaciones incestuosas sino,

    por

    lo contrar io, en su búsqueda.

    Tampoco es c ie rto que e l hábito s iempre deba considera rse fatal para

    el m a ~ r i m o n i o Muchas sociedades piensan de modo diferente.

     El

    deseo de

    mujer comienza con e l deseo de la hermana dice e l proverbio azande. Los

    hehe just ifican su práctica del matrimonio entre primos cruzados

    por

    la laraa

    int imidad que reina ent re los futuros cónyuges , verdadera causa  seg6n

    ellos de la a tracción sentimental y sexua l.

    14

    El mismo t ipo de relac iones

    que Westermarck y Havelock Ellis consideran como el origen del

    horror

    del

    incesto las ven los chukchis como modelo del mat rimonio exogámico:

     La

    mayoría de los matrimonios entre parientes (vale decir, entre primos) se reali

    .za a edad muy t emprana , a veces cuando el novi o y l a nov ia se encuen tr an

     en

    l a pr imer infancia. Se celebra

    la

    ceremonia y los niños crecen jugando

    juntos. Un poco más t arde comienzan a forma r

    un

    grupo aparte. Natural

    mente entre ellos se desarrolla un vínculo muy profundo, más fuerte, a me

    nudo, que · la muerte; s i uno muere , el otro también muere , de t ri steza o por

    que s.e suicida

     

    Los matrimonios entre familias unidas por lazos de amistad

    pero sin parentesco entre ellas siguen el mismo modelo. Estas familias a veces

    se ponen de acuerdo para c asar a sus respect ivos h ij os , a un an tes de que

    éstos hayan nacido. 15 Inc luso en los indios del r ío Thompson, de la Colom

    bia Bri tánica , donde el mat rimonio ent re primos de segundo grado se con

    s idera incesto y es objeto de burlas, esta hosti lidad a los mat rimonios con

    sanguíneos, incluso entre parientes lejanos, no impide que algunos hombres

    se prometan

    en

    mat rimonio con muchachas vei nt e años más j óvenes que

    ellos.

    16

    Podrían

    citarse una infinidad de hechos semejantes.

    14

    G. GOJ, don Brown,. Hehe-Cross-cousin Marriage, en Essays Presented to C. G

    Seligman

    Londres, 1934, pág. 33.

    , 15

    W. Bogoras , The Chukchee. Jesup Nor th Pac if ic Exped it ion, vol. 9

     Memoirs

      the Americán Museum

    o/

    Natural History

    vol.

    n

    1904-1909), pág. 577.

    16 James Tei t, The Thompsón lndians of Bri ti sh ·Columbia , Memoirs   1 the Ame-

    rican Museum o/ Natural History voL 2, parte 4: Anthropology 1, págs. 321 y 325.

    LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59

  • 8/18/2019 Estructuras Del Parentesco y El Problema Del Incesto

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    5 INTRODUCCION

    Sin embargo det rá s de

    la

    act it ud a que nos r ef er imos exi st e una con·

    fusión infinitamente más grave. Si el

    horror

    al incesto resultase de tendencias

    fisiológicas o psicológicas congénitas

    ¿por

    qué se exp re sa rí a con la forma de

    una p rohibi ción que es a l mismo t iempo tan solemne y tan esencial como

    para que se la encuent re en todas l as soc iedades humanas con la misma

    aureola de prest ig io sagrado? No habría razón alguna para prohib ir lo que,

    s in prohibición , no correr ía el r iesgo de ejecutarse. Se pueden fórmular dos

    respuestas a este argumento:

    la

    primera consiste en decir que la prohibición

    nó est á des tinada más que a caso s excepciona les en l os que la naturaleza

    falla en s u mis ión. P ero, ¿cuál es

    la

    proporción existente entre esas excep

    ciones que la hipótes is obl iga a considerar como r ar as en extremo y la im

    portancia de

    la

    reglamentación que apunta hacia ellas? Y sobre todo, s i no

    se las concibiera como posibles y peligrosas,

    ¿por

    qué en muchas sociedades

    los desvíos ser ían prohibidos y, aun más , cas tigados con el r igor extremo que

    se conoce? Sea que el pel ig ro exi st a para el grupo, para los individuos inte

    resados o

    para

    su descendencia, en el grupo

     

    en

    la

    re ali dad que se le

    otorgue es donde debe buscar se el o rigen de la prohibición . Así , de modo

    inevi table, volvemos a la explicación anter ior. Es cierto que se podría invo·

    car una comparación con el suicidio, a l que combaten mediante múltiples

    sanciones las cos tumbres y, a menudo,

    la

    ley,

    por

    más que

    la

    tendencia a la

    preservación sea natural para todo ser viviente. Pero l a ana logía ent re in

    cesto y suici dio no es más que aparente. Si en ambos casos la sociedad

    prohíbe, esta prohibición se apl ica,

    en

    e l p rimero , a

    un

    fenómeno natural,

    que se r ea li za comúnmente ent re los anima le s y, en

    el

    segundo, a un fenó

    meno extraño

    por

    completo a

    la

    vida animal y que debe considerarse como

    una función de la v ida soc ial . La s oc iedad no p rohíbe más que lo que ella

    misma susci ta . Además, y

    por

    encima de todo,

    la

    sociedad condena el sui ·

    cidio por considerarlo perjudicial para sus intereses , y no porque const ituya

    la negación de

    una

    tendencia congéni ta . La mejor p ru eb a de ello es que,

    mientras que toda s oc iedad p rohíbe el incesto, no hay n inguna que no haga

    lugar al suicidio y deje de reconocer su legit imidad en ciertas circunstancias

    o

    para

    ciertos motivos : aquel los en los cuales la actitud individual coincide

    accidentalmente con

    un

    interés social.

    Por

    lo tan to ,

    aún

    tenemos que des ·

    cubrir las razones

    por

    las que el inces to implica

    un

    perjuicio para el orden

    social.

    Las expl icac iones de l t er ce r t ipo y las que acabamos de p re sentar t ienen en

    común

    la

    p resunc ión de e limina r uno de los t érminos de

    la

    ant inomia. En

    este s en tido ambas se oponen a las expl icac iones de l p rimer t ipo, que mano

    t iene los dos t érminos a l mismo t iempo que int en ta d isoci ar los . P ero mien

    tras que los par ti da rios de l s egundo t ipo de expl icac ión quier en r educ ir l a

    prohibición del inces to a un fenómeno psicológico o fisiológico de carácter

    ins tint ivo, el tercer grupo adopta una pos ición s imétrica , pero inversa: ve en

    la prohibición del incesto una regla de origen puramente sociar cuya expresión

    en términos biológicos es un rasgo accidental y secundario. La exposición de

    EL

    PRO LEM DEl

    INCESTO

    5

    esta concepción, de mayor diversidad según los distintos autores debe hacerse

    con un poco más de detalle que las precedentes.

    . La prohibición ?el incesto, considerada como institución social, aparece

    baJO . , aspectos

    d l ~ e r e n t e s En

    ocasiones , sólo estamos en presencia de la

    prohlblClOn de

    la

    umon sexual entre consanguíneos próximos o colaterales

    a.

    veces, esta ~ o r m a de prohibiciones , fundada en un cri terio bio lógico

    d e f i ~

     mdo, no es

    ma.s un

    aspecto de un sistema más amplio que parece carecer

    de toda.

    b a s ~

    blOloglca: en muchas sociedades

    la

    regla de

    la

    exogamia prohíbe

    matnmomo e n ~ r e c a t e g o r í a ~ sociales que incluyen parientes próximos pero,

    lunto con. ellos, mcluye

    un

    numero considerable de indiv iduos entre los que

    no es poslhle establecer relación alguna de consanguinidad o de colateralidad

    o

    en todo caso, sólo relaciones muy lejanas.

    En

    este último caso, es el capri

      a ~ a r e n t e de . la . n?menc la tu ra el que l leva a conside ra r como par ient es

    blOloglCOS a los mdlvlduos afectados

    por l a

    prohibición.

    Los par tidarios de las interpretaciones del tercer t ipo conceden gran im.

    por tanc ia a est a forma amp li a y soc ia li zada de

    la

    prohibición del incesto.

    Descartemos ya a lgunas sugest iones de Morgan y de F raze r que ven en los

    sistemas exogámicos métodos destinados

    para

    impedir las uniones incestuo

    sas: vale dec ir , una p eq ueña fracc ión de to das l as uniones que de hecho

    p r o h í b e ~ Se po.dría obtene.r,

    e.n

    e fecto, el mismo resul tado (e l e jemplo de

    las SOCIedades sm c lanes m mItades lo p rueba) s in el ed ifi cio embarazoso

    de

    las reglas exogámicas. S i e st a p rimer h ipótes is exp li ca l a exoO amia de

    ~ o ~ ?

    poco satisfactorio, no proporciona explicación alguna

    para la

    prohi.

    blClOn del mcesto. Desde nu est ro p un to de vista son te orí as mucho más

    importantes q ~ e al mismo tiempo que aportan una interpretación sociológica

    de

    la exoganua, dejan abier ta

    la

    pos ib il idad de hacer de

    la

    prohibición del

    incesto una derivación de la exogamia, o hien afi rman categór icamente la

    existencia de esta derivación.

    En

    el

    primer grupo ubicaremos las ideas de McLennan, de Spencer y de

    Lubbock,17 en el segundo las de Durkheim. McLennan y Spencer v ieron en

    las prácticas exogámicas la fijación por la costumbre de l os háb itos de l as

    tribus guerreras cuyo medio normal de obtener esposas era el rap to . Lubbock

    t raza el e squema de una evolución que habría consagr ado el pas aj e de un

    ma tr imonio de g rupo , de car ác te r endogámico , a l mat rimonio exogámico

    p.o r rap to . Las esposas obtenidas por este ú lt imo procedimiento , en oposi .

    ClOn con las precedentes, sólo habrían poseído el status de bienes individuales

    y de este modo ser ían el pro to tipo del matrimonio indiv idualista moderno .

    Todas estas concepciones pueden descartarse por una razón muy simple: sí no

    quieren estab lecer conexión alguna entre la exogamia y

    la

    prohibición del

    incesto son extrañas a nuestro estudio ; si , por lo contrario ofrecen solucio

    nes

    apl icables no sólo a las reglas de exogamia s ino a esta forma par ticu lar

      J.

    F. McLennan,

      n Inquiry into the Origin o Exogamy

    Londres, 1896. H.

    Spencer,

    Principles

     

    Sociology

    3 vols. , Londres, 1882-1896. Sir John Lubbock, Lord

    Averhury,

    The Origin

     

    ivilization and the Primitive ondition   Man

    Londres 1870

    pág. 83 Y siga.; Marriage Totemism and Religion Londres 1911.  

    LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59

  • 8/18/2019 Estructuras Del Parentesco y El Problema Del Incesto

    11/13

    5 INTRODUCCION

    de exogamia que cons tituye la prohibición .del inces to s on del todo rechaza

    bIes ya que pretenderían derivar una ley general   l a p ro hi bi ci ón d el i n

    cesto de

    ta lo

    cual fenómeno especial de carácter a menudo anecdótico

    p ro pi o s in duda d e c ie rt as s oc ie da de s p er o c uy a p re su nc ió n n o p ue de c on si

    derarse univers al. Este vicio metodológico junto con algunos otros también

    corresponde a

    la

    t e or ía d e D ur kh ei m f or ma m ás c on sc ie nt e y m ás s is te má

    t ic a d e i nt er pr et ac ió n por causas puramente sociales.

    La

    hipótesis presentada

    por

    D ur kh ei m e n el i mp or ta nt e trabajo que

    i na u gu ra e l p ri me r v ol um en d el Année Sociologique 18 tiene un triple carác

    t er : en p ri m er l ug ar se b as a s ob re

    la

    u ni ve rs al iz ac ió n de l os h ec ho s q ue se

    observaron en un grupo limitado de s ociedades ; luego hace de

    la

    prohibición

    del inces to una consecuencia lejana de l as r eg la s de e xo ga mi a. E st as últi

    mas

    por

    fin se interpretan en f un ci ón de f enó men os de o tr o o rd en. S egú n

    Durkheim la obs ervación de las s ociedades australianas consideradas como

    la ilus tración de un tipo primitivo de organización que antes era c om ún a

    todas las s ociedades humanas proporciona

    la

    so lu ci ón de l p ro bl em a del

    i nc es to . L a v id a r el ig io sa d e e st as s oc ie da de s e st á c om o s e s ab e d om in a

    da

    por

    creencias que afirman una i de nt id ad s us ta nc ia l e nt re el c la n y el t ót em

    epónimo.

    La

    creencia en esta identidad s us tancial explica las prohibiciones

    e sp ec ia le s q ue a fe ct an a

    la

    s an gr e c on si de ra da como sí mbo lo s ag ra do y el

    o ri ge n de

    la

    comunidad mágico-biológica que une a los miembros de

    un

    mismo clan. E st e t em or

    por

    l a s an gr e del c la n es p ar ti cu la rm en te i nt en so

    en el c aso d e la s an gr e m en st ru al y e xp li ca

    por

    qué en la m ay or ía d e l as

    sociedades primitivas las mujeres son en p ri nc ip io a c au sa d e s us m en st ru a

    c io ne s y l ue go d e una manera más general objeto de creencias mágicas y de

    p ro hi bi ci on es e sp ec ia le s. L as p ro hi bi ci on es q ue a fe ct an a l as m uj er es y a s u

    s egregación tal como s e expresa en

    la

    r eg la d e la exogamia no s erían otra

    cosa q ue la repercusión lejana de creencias religiosas que primitivamente

    no harían d is cr im in ac ió n e nt re l os s ex os p er o q ue se t ra ns fo rm a n bajo la

    i nf lu en ci a d el a ce rc am ie nt o q ue se e st ab le ce e n la m en te d e l os h om br es

    entre

    la

    s an gr e y e l s ex o f em en in o.

    En

    ú lt im o a ná li si s s i d e a cu er do c on l a

    r eg la de

    la

    exogamia

    un

    h om br e n o p ue de c on tr ae r m at ri mo ni o e n el seno

    de su p rop io cl an ello se debe a que s i a ct ua ra de otra manera entraría en

    contacto o correría el riesgo de hace rlo con esta s ang re q ue es el signo

    v is ib le y

    la

    e xp re si ón s us ta nc ia l de l p ar en te sc o c on s u t ót em . T al p el ig ro

    n o e xi st e

    para

    l os m ie mb ro s d e o tr o cla n ya que al tótem de otro no lo

    a fe ct a p ro hi bi ci ón a lg un a n o e s e l d ep os it ar io d e n in gu na f ue rz a m ág ic a;

    de ahí

    la

    d ob le r eg la del m at ri mo ni o i nt er cl án ic o y d e

    la

    prohibición del

    m at ri mo ni o e n el i nt er io r del c la n.

    La

    p ro hi bi ci ón d el i nc es to t al c om o l a

    concebimos en la actualidad no sería entonces más que el ves tigio la super

    vivencia de este conjunto complejo de creencias y prohibiciones cuyas raíces

    se hunden en

    un

    s is tema mágico religioso donde

    en

    definitiva reside la

    explicación. As í pues al s eguir un camino analítico vemos que para Durk

    heim

    la

    p ro hi bi ci ón d el i nc es to e s

    un

    res iduo de

    la

    e xo ga mi a; q ue é st a

    se

    18 E.

    Durkheim La prohibition de l inceste. L Année Sociologique vol.

    1

    1898.

    EL PRO LEM DEL INCESTO 55

    explica por l as p ro hi bi ci on es esp ec ia le s q ue a fe ct an a l as m uj er es y que

    éstas por fin s ólo expresan ciertos s entimientos que provienen de

    la

    creencia

    en l a c on su st an ci al id ad del i nd iv id uo m ie mb ro de

    un

    clan con su tótem.

    La fuerza de esta interpretación radica en s u capacidad

    para

    organizar

    en un mis mo y único s is tema fenómenos muy diferentes que tomados cada

    uno en particular parecen difíciles de entender.

    Su

    d eb il id ad re si de en el

    hecho de q ue l as c on ex ion es qu e se e st abl ece n de es ta m an er a so n fr ági les

    y a rb it ra ri as . D ej em os de l ad o

    la

    o bj ec ió n p er ni ci os a e xt ra íd a de l a

    no .

    universalidad de las creencias totémicas: Durkheim en efecto postula esta uni

    versalidad

    y

    es veros ímil s uponer que frente a las obs ervaciones contempo

    rá neas q ue no

    la

    j us ti fi ca n de n in gu na m an er a p er o q ue t am po co p ued en

    y c on r az ón i nv al id ar e st a e xi ge nc ia t eó ri ca m an te nd rí a s u p os ic ió n. P er o

    incluso al s ituarnos

    por

    un in sta nt e en el m ar co de la hipótesis no perci

    bimos el p aso ló gi co q ue p er mi te d ed uc ir l as d if er ent es e ta pa s a partir del

    postulado inicial. Cada una s e encuentra relacionada con

    la

    precedente por

    una relación arbitraria de la que a priori n o p ue de a fi rm ar se q ue n o se p ud o

    producir pero que nada i ndi ca q ue se haya producido efectivamente. Con

    sideramos en primer lugar la creencia en la s us tancialidad totémica: s abe

    mos que no es obstáculo

    para

    el c ons umo de l t ót em p er o q ue c on fi er e a éste

    sólo un carácter ceremonial. Ahora bien el matrimonio

    y

    en muchas socie

    dades hasta el acto s exual presentan

    un

    c ar ác te r c er em on ia l y r it ua l q ue

    no

    es e n a bs ol ut o i nc om pa ti bl e c on l a o pe ra ci ón s up ue st a de c om un ió n t ot é·

    mica que s e quiere discernir allí.

    En

    segundo lugar el horror por l a s an gr e

    y en particular

    por

    la s angre menstrual no es un fenómeno universaJ.19 Los

    j óve ne s w in ne ba go v is it an a s us a ma nt es a pr ov ec ha nd o el s ec re to a q ue l as

    condena el aislamiento prescripto durante

    la

    duración de las menstruaciones.

     o

    . Por otra parte allí donde el horror a

    la

    s angre mens trual parece llegar

    a su p un to c ul mi na nt e no es en abs oluto evidente que la impureza tenga

    p re di le cc io ne s o l ím it es . L os c ha g a son b an tú es q ue vi ve n s ob re l as pen

    Clientes

    del Kilimanjaro; s u organización s ocial es patrilineal. S in embargo

    l as i ns tr uc ci on es q ue se dan a las hijas durante la iniciación las ponen en

    g ua rd ia c o nt ra l os p el ig ro s g en er al es d e la s an gr e m en st ru al y n o c on tr a

    ri es go s e sp ec ia le s a l os q ue e st ar ía n e xp ue st os l os d ep os it ar io s d e la misma

    s angre. Aun más es

    la

    madre

     

    n o el padre q ui en p ar ec e c o rr er e l m ay or

    peligro:

     No

    la

    m ue st re s a

    tu

    m ad re e ll a m or ir ía . N o

    la

    m ue st re s a t us

    compañeras ya que puede encontrars e una m al a qu e t om ar á el l ie nz o c on

    que te has secado y tu m at ri mo ni o s er á e st ér il . N o la m ue st re s a u na

    . mala mujer que tomará el lienzo para ponerlo en lo alto de su choza

     

    de

    tal forma que no p odr ás t en er hi jos. No a rr oj es el lienzo sobr e el sendero

    Q e n l a m al ez a. Una m al a p er so na p ue de h ac er c os as f ea s c on él. E nt ié rr al o

    19

    M.

    van Waters The Adolescent Girl among Primitive People

    Journal   Reli-

      ous Psychology vol. 6 1913.

    20 P. Radin The Autobiography oí a Winnebago Indian University of California

    Publications in American Archaeology and Ethnology vols. 16-17 1920 pág. 393.

    LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59

  • 8/18/2019 Estructuras Del Parentesco y El Problema Del Incesto

    12/13

      INTRODUCCION

    en el suelo. Esconde la .sangre a la

    mirada

    de tu pad re , de tus hermanos y

    de tus hermanas. S i lo dej as ver , cometes un pecado. 21

    Los al eu te s no copulan con sus mujer es dur an te l a menst ru ac ión por

    t emor a t ener una mala caza, p ero s i el padre ve a su

    hija

    durante la duración

    de sus primeras menstruaciones ella cor re el r iesgo de volverse muda y ciega.

      s ella, no él , quien corre todos los pel igros.

    22

    En general una mujer es im

    pura durante la duración de. su menstruación, no sólo para sus par ientes de

    clan sino también

    para

    su mar ido exogámico y, en gene ra l,

    para

    t odo el

    mundo. Este punto es esencial, puesto que Durkheim pretende derivar la exo

    gamia de un conjunto de costumbres y prohibiciones   l s que se r ef ie ren

    a las mujeres de las qu e en c ier ta forma s er ía la consecuencia y de dif i

    cul tade s a l as que e ll a

    aportaría una

    solución. Ahora bien, estas prohibipio

    nes no se anulan con la aplicación de la r eg la de exogamia y a fect an, de

    manera ind istinta, tan to a los miembros endogámicos como a los miembros

    exogámicos del grupo.

    Por otra

    par te , s i la reg la de exogamia debiera der i·

    varse enteramente de prejuicios acerca de la sangre menstrual, ¿cómo habría

    aparecido? La prohibición de las relac iones sexuales con la

    mujer

    en el

    período menstrual basta

    para

    prevenir e l r iesgo de polución. Si las reg las

    de exogamia no t ienen otra función , su existencia es superflua e incompren

    sib le , sobre todo cuando uno se representa las complicaciones innumerables

    que i nt rodu ce n e n l a vi da del grupo. S i se cr ea ro n estas reglas es porque

    responden a otras exigencias y cumplen otras funciones.

    Todas las interpretaciones sociológicas, tanto

    la

    de Durkheim como la

    de McLennan, l a de Spencer y l a de Lubbock, p re sent an , en def in it iva , un

    vicio común y fundamental . I nt en tan funda r un fenómeno universal sobre

    una

    secuencia histórica cuyo desarrollo no

    es en

    modo alguno inconcebible

    en un caso par ticu lar, pero cuyos episodios son tan contingentes que debe

    excluirse por completo la pos ib il id ad de que se haya repe tido s in cambio en

    todas las sociedades humanas. La sucesión durkheimiana, por

    ser

    la más

    compleja, es,

    una

    vez más,

    la

    que resulta principalmente afectada por esta

    cri tica . Puede concebirse que, en una sociedad determinada, el nacimiento

    de t al i ns ti tu ción par ti cu la r se exp lique por transformaciones de carácter

    muy arbitrario. La historia nos proporciona ejemplos de ello, pero también

    muestra que procesos de este tipo desembocan en instituciones muy diferentes

    según la sociedad que se considera y que, en el caso en que insti tuciones aná

    logas nacen independientemente en diversos puntos del mundo, las sucesiones

    históricas que prepararon su apa ri ción son muy des iguale s. Es lo que se de

    nomina fenómenos de convergencia. Pero si a lguna vez nos encontrásemos

    (como ocurre en las c iencias f ís icas) con resul tados siempre idént icos, se

    podría concluir con certeza que estos acontecimientos no son la r azón de ser

    del fenómeno sino que manifiestan

    la

    existencia de una ley, en l a que r es id e

    21

    O.

    F Raum, Ini tiat ion among the Chaga,   merican nthropologist vol.

    41,

    1939.

    22 W Jochelson, Contes aléoutes Ms. , en New·York Pub li c L ib ra ry , comp. por

    R Jakobson, nO 34-35.

    EL PRO LEM OEL INCESTO

     

    exclusiva.mente l e ~ p l i c c i ó n Ahora bien, purkheim no p ~ o p o una ley

    que exphque el pasaje necesano,

    para

    el esplntu humano, de l a c reenci a en

    s u s t n c i l i d ~

    totémica al horror por l a sangr e, de és te a l t emor super st i.

    CIOSO

    a l as mUjeres   de este ú lt imo sentimiento , a

    la

    instauración de las

    reglas de exogamia. La misma crí tica puede formularse a las reconstruccio .

    neS fantasiosas de lord Raglan.

    Por

    lo contrar io hemos señalado que no hay

    ,nada más a rb it ra rio que es ta ser ie de pasaj es . Supon iendo que es tuvi esen

    presentes sólo en el origen de

    la

    prohibición del incesto, hubieran permitido

    muchas o tr as solu ciones de l as que por lo menos algunas deber ían haberse

    realizado

    por

    el .s imple juego del azar.

    Por

    ejemplo, las prohibiciones que

    afectan a las mUjeres duran te la duración de sus menstruaciones proporcio

    nan una respuesta muy. sat isfactor ia al problema, y muchas sociedades hu

    bieran podido contentarse con ella.

    El equívoco es, pues, más grave de lo que parece. No alcanza, exclusiva

    ni p rinc ip almente, al v alor de los hechos invocados s ino t ambién a l a con

    cepción de la prohibición misma. McLennan, Lubbock , Spencer , Durkheim

    ven en la prohibición del incesto la supervivencia de un pasado enteramente

    heterogéneo en relación con las condiciones actuales de

    la

    vida socia l. A par

    t ir de este momento se encuent ran s it uado s f rent e a un d il ema: o b ien est e

    carácter de supervivencia agota el conjunto de la insti tución y el modo de

    comprender

    la

    universalidad y

    la

    vitalidad de una reg la de l a que sólo a qui

    y

    allá deber ían desenterrarse vestigios informes, o b ien la prohibición del

    incesto responde, en

    la

    sociedad moderna, a funciones nuevas y diferen tes.

    Pero en est e ca so debe reconocerse que l a exp li cación h is tó ri ca no ago ta el

    problema; luego,

    y

    por enc ima de todo, se p lant ea el p roblema de saber s i

    el

    origen de la insti tución no se encuentra en estas funciones siempre actua .

    les y verificables

    por

    la experiencia más que en un esquema histórico vago

    e hipotético. El probl ema de la prohibición del incesto no consiste tan to

    en buscar qué configuraciones históricas, diferentes según los grupos, expli

    can las modal idades de la institución en tal o cua l soc iedad par ti cu la r. El

    problema consiste en preguntarse qué causas profundas

    y

    omnipresentes hacen

    que, en todas las sociedades y en todas las épocas, exista una reglamentación

    de las relac iones entre los sexos. Querer proceder de otra forma ser ia come

    ter el mismo error que el l ingü is ta que c reer ía ago ta r,

    por

    la historia del

    voc¡ lbulario, el conjunto de las leyes fonéticas o morfológicas

    que

    presiden

    el desarrollo de la lengua.

      l análisis decepcionante al cual nos acabamos de dedicar explica , por lo

    menos

    en

    parte,

    por

    qué la socio logía contemporánea prefi rió a menudo

    confesar su impotencia antes que afanarse en una tar ea que , a cau sa de t an to s

    fracasos, parece haber obstruido sucesivamente todas las salidas. En

    vez

    de

    admit ir que sus métodos son inadecuados pues no permiten enfrentar un pro

    blema de esta impor tancia e iniciar la rev isión y el r ea ju st e de sus p rinc i·

    pios, p ro cl ama que la p rohibi ción del in ces to e st á f ue ra de su dominio. De

    esta maner a, en su

    Traité

     

    sociologie primitive

    al que se debe la renova ·

    LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59

  • 8/18/2019 Estructuras Del Parentesco y El Problema Del Incesto

    13/13

     8 INTRODUCCION

    c ión de tantos problemas , Robert Lowie concluye a propósi to del tema que

    nos ocupa:  N o pertenece a l e tnógrafo s ino a l biólogo y a l p s i c ó ~ o g o ~ x p l i c a r

    por

    qué el hombre experimenta

    tan

    profundamente el horror hacIa el Incesto.

    El observador de una soci edad se con tenta con el hecho de que el t emor

    del incesto limita el número de las uniones biológicamente posibles. 3 Res

    pecto de es te mismo tema otro espec ia li sta escr ib.e:

     Ta l

    vez sea imposible

    explicar una costumbre universal y encontrar su OrIgen; todo lo que podemos

    hacer es establecer

    un

    sistema de correlaciones con hechos de otro tipo ,24

    l o que equi val e a la renuncia de Lowie.. embar.go, .la prohibición del

    ces to ser ía el único caso en que se p ed irl a a las

    CIenCIas

    naturales

    la

    explI.

    cac ión de

    la

    existencia de

    una

    regla sancionada

    por la

    aut or idad de los

    hombres.

     

    s ver dad que, por s u universalidad, la prohibición del

    i n c e s ~ o

    tIe?e

    que ver con

    la

    naturaleza, vale dec ir con

    la

    b io logí a, o con

    .l a

    p S 1 C o l o g I ~

    o con ambas ; pero no es menos ci er to que, como reg la , c o n s t I t ~ y e un feno

    meno soc ia l y que proviene del universo de las reglas, .vale

    deCIr

    de cul

    t ura, y en conse cuenci a a tañe a

    la

    soc iología, cuyo objeto es el

    e s t u ~ I O .de

    la

    cul tu ra . Lowi e perci bi ó b ien este hecho , de t al modo que en el Apend ice

    del Traité volvió a considerar la declaración citada en el párrafo p ~ e c e ~ e ~ t e :

     Si n embargo , no creo , como c re ía ant es , que el

    i n c e s t ~

    r e p u g ~ e zns mtwa-

    mente a l hombre

     

    Debemos

     

    considerar la averSIOn haCIa

    el

    Incesto

    como

    una

    ant igua adaptac ión cul tura l. El fracaso cas i general las

    t eo rí as no au to ri za a ext ra er

    una

    conclusión diferente.

    Po r

    lo contrarI?,

    aná li si s de las causas de es te fracaso debe permi t ir el rea juste de los

    prInC I-

    pios y de los métodos que son los únicos que pueden fundar una e t ~ o l o g l a

    viable.

    En

    efecto, ¿cómo pre tender ana liza r e interpretar las reglas SI ante

    la Regla

    por

    exce lenc ia , l a única universal y que asegura poder de

    la

    cultura

    sobre

    la

    naturaleza,

    la

    etnología debiera confesarse impotente?

    Mostramos que los ant iguos teóricos que se dedicaron a l problema. de

    la

    prohibición del incesto se s ituaron en uno de los tres puntos de VISta

    s iguientes: a lgunos invocaron el doble carác te r, natural y

    c u l t ~ a l

    de , la

    regla , pero se l imi taron a establecer ent re uno otro una   o n ~ o n extrIn

    seca establecida mediante

    un

    procedimiento racIOnal del p e n s a ~ r n e n t o Los

    o t r o ~ o bien quisieron explicar la prohib.ición. del incesto

    e x c l u s l v ~

    o predo

    minantemente, por causas naturales; o bIen VIeron en ella, exclusIva o pre-

    :

    dominantemente,

    un

    fenómeno cultural . Se comprpbó que una de estas

    tres perspectivas conduce a callejones sin salida o ,a

    c o n t r a d I C C I O ? ~ S : En

     c?n-

    secuencia, queda abierta

    una

    sola v ía : l a que

    hara

    p s ~ r

    del

    ~ n a l I s l s

    estatIco

    a la síntesis dinámica. La prohibición del incesto no tIene OrIgen puramente

    cultural, ni puramente nat ural , y t ampoco es un compuesto de e l ~ m e n t o s

    tomados en par te de

    la

    nat ur al eza y en par te de la cultura. ConstItuye el

      3

    R.

    H.

    Lowie, Traité de sociologie primitive t rad. por Eva Métraux, París , 1935

    pág.

    B. Z.

    Seligman, The Incest Taboo as a Social Regulat ion,

    Sociological Review

    vol. 27 n

    Q

    1 1935, pág. 75.

    25 R. H. Lowie, op. cit., págs. 446 447.

    EL

    PRO LEM

    DEL INCESTO  9

    movimiento fundamental gracias al cual, por el cual, pero sobre todo en

    el

    cual, se cumple el p asaj e de l a nat ural eza a l a cul tur a.

    En un

    sentido

    pertenece a

    la

    naturaleza, ya que es

    una

    condición general de la cultura y

    por

    lo tanto, no debe causar asombro comprobar que t iene el carác te r formal

    de la naturaleza, vale decir,

    la

    universalidad. Pero también en cierto sen

    t ido es ya cul tu ra , pues act úa e impone su regla en e l seno de fenómenos

    que no dependen en pri nc ip io de ell a. La relación entre

    la

    existencia bio

    lógica y la existencia soc ial del hombre nos l levó a plantear el problema del

    incesto y comprobamos enseguida que la prohibición no corresponde con

    exactitud

    ni

    a una

    ni

    a o tr a.

    En

    este trabajo nos proponemos proporcionar

    la soluc ión de esta anomalía a l mostrar que

    la

    prohibición del incesto cons

    t ituye precisamente el vínculo de unión entre una y o tra.

    S in embargo , es ta uni ón no es es tá ti ca

    ni

    a rb it ra ri a, y en el momento

    en que se establece modifica por completo la si tuación total . En efecto, es

    menos una unión que

    una

    transformación o

    un

    pasaje; antes de el la ,

    la

    cul

    tura aún no existe; con el la , la naturaleza deja de existir, en el hombre, como

    reino soberano. La prohibición del incesto es el proceso por el cua l la natu

    raleza se supera a s í misma; enc iende

    la

    chispa bajo cuya acción una estruc

    tura nueva y más complej a se forma y se superpone   integrándolas a las

    estructuras más simples de

    la

    vida psíquica, así como estas últ imas se super

    ponen  integrándolas

     

    l as est ructuras más s imples de la vida animal.

    Opera, y

    por

    sí misma constituye el advenimiento de un nuevo orden.

    LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59