Ezequiel Molina- Problemas de Etnografiar Al ESTADO

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    Estudios Sociales del Estado - volumen 1, nmero 2, segundo semestre de 2015 - ISSN: 2422-7803

    Notas sobre la dificultad de etnografiarel Estado

    Ezequiel Espinosa Molina*

    El Estado no existe en el mundo fenomenal, stees una ilusin de los filsofos. Lo que s existees una organizacin, es decir, un grupo de sereshumanos individuales vinculados por un sistemacomplejo de relaciones

    Radcliffe-Brown

    Nuestro trabajo de investigacin se enmarca dentro de un

    campo general de estudio que se ha dado en llamar An-tropologa del Estado, y en el amplio marco de las proble-mticas planteadas por los denominados estudios post-coloniales, en su relacin con la produccin de Estadosmulticulturales y/o Naciones multitnicas. Bajo estas pers-pectivas es que pretendemos analizar el proceso de con-formacin del municipio Pueblo Rankl de la provincia deSan Luis; en su articulacin gubernativa con el Programade Culturas Originarias. Ms concretamente, nuestra in-vestigacin pretende comprender el complejo proceso de

    reparacin histrica a las culturas originarias de San Luisadelantada por el gobierno provincial, y del que participaun cierto nmero de habitantes de aquella provincia. Almismo tiempo, nos interesa analizar cmo afecta a la es-tructura institucional del propio Estado la conformacin deun municipio otro y la articulacin respectiva de sus reg-menes de gubernamentalidad, a travs de nuevas formas

    *Licenciado en Historia y doctorando en Ciencias Antropolgicas en la Universidad Nacional de

    Crdoba. Contacto: [email protected]

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    de ciudadana. En todo caso, hemos tratado de incorporar la problemtica delEstado como eje heurstico de los denominados procesos de aboriginalidad,enfatizando en la relacin entre las transformaciones en los modos de ejercer lasoberana con los diferentes procesos de actualizacin identitaria.

    Supusimos que el mtodo etnogrfico nos permitira comprender las prcticasestatales desde abajo, lo que significaba aprehenderlo en la produccin con-creta de sus sujetos a travs de las diversas actividades cotidianas que estosllevan a cabo. Pensamos que esta forma de abordarlo nos permitir anudar loinstitucional a lo cultural, sin levantar caprichosas barreras disciplinarias. Y,sin embargo, cundo es que estamos en presencia de acciones de Estado? Seconfunden sin ms con las prcticas de gobierno? En qu sentido es factiblehablar de la dimensin estatal de las prcticas sociales? Y si esto es realmente

    factible cmo dar cuenta de ella?Para nosotros estos interrogantes han tenido un punto de partida doble: de unaparte, las premisas terico-metodolgicas con las que contbamos a la hora deintentar comprender un fenmeno tan insondable como el del Estado y, deotra, la opacidad con la que la dimensin estatal de las prcticas se nos presentaen un trabajo de campo toda vez que nos salimos de los estrechos marcos de laadministracin pblica, (y aun cuando permanecemos dentro de ellos) y de laactividad de sus agentes. Desde el eje heurstico que explica los fenmenos deetnognesis y actualizacin identitaria, el Estado se nos haba convertido en

    un problema que obturaba nuestra investigacin.Ya desde la segunda mitad del siglo XX, y para procurar soslayar aporas simila-res, se ha venido desarrollando un esfuerzo continuado por desreificar al Estadoo de restarle centralidad en los anlisis del poder poltico. Tal desplazamiento,ya preanunciado para la antropologa por Radcliffe-Brawn, signific un momentode un movimiento mayor que va de los estudios de las instituciones polticas alanlisis de la dimensin poltica de las relaciones sociales. Este giro consiste endescentralizar las investigaciones sobre las relaciones de poder, que se habanconcentrado en el estudio del modus operandi de los diferentes aparatos de

    Estado, para tratar de aprehender las diferentes formas de gobierno o auto-ridad que atraviesan el conjunto de las relaciones sociales. Esta consideracinampliada de lo poltico no solamente ha permitido advertir cmo las relacionesde poder atraviesan y configuran los distintos campos de la actividad social loeconmico, lo cultural-, sino que ha significado un reconsideracin radical de loque se entenda por Estado. As, se lo ha llegado a considerar como una qui-mera sin mayor importancia a la que, sin embargo, es preciso suponer comoinexistente a fin de que no obstruya el estudio de las relaciones de poder.

    Sin embargo, El Estado no ha dejado de ser un tema de estudio para las cien-

    cias sociales, aunque la premisa de recusar la perspectiva tradicional que ten-da a objetivarlo como un conjunto de aparatos, impact de tal manera en lasmismas que ha obligado a la bsqueda de nuevas perspectivas para su anlisis.

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    Notas sobre la dificultad de etnografiar el Estado

    Por nuestra parte, en estas notas, procuraremos problematizar algunos de losaportes de estos nuevos enfoques, al dar cuenta tanto de las dificultades comode los adelantos terico-metodolgicos de nuestra propia investigacin sobre lagnesis continua del Estado, a partir de los procesos de produccin de soberanay actualizacin identitaria.

    La potica del poder: el Estado-teatro

    La imbricacin de lo sagrado y de lo poltico es, en este caso, incues-tionable. En las modernas sociedades laicas, se mantiene encubierto

    Georges Balandier

    Quizs una de las propuestas ms clebres que desde el campo de las cienciasantropolgicas se ha aportado en la perspectiva de desreificar al Estado, hayasido la de Clifford Geertz y su ya clsica interpretacin del Negara en el Baliprecolonial. En su trabajo, el antroplogo norteamericano sealaba que los t-picos modernos de la teora poltica europea respecto del Estado en tanto quemaquinaria gubernativa, resultaban por completo inadecuados para la compren-sin de la forma expresiva del poder poltico en Bali, previo a su colonizacin.El Negara habra sido ms una forma de dramaturgia poltica, organizada enuna densa trama de espectculos, el cual no poda ser comprendido en la me-

    dida en que se continuara interpretndolo con preconceptos de la teora polticaproducidos por la modernidad europea, tales como el Estado hidrulico o el dedespotismo asitico u oriental.

    Geertz entiende que la dificultad para comprender el carcter teatral del Ne-gara, deriva del hecho de que las distintas perspectivas inscriptas en la moder-na teora poltica europea respecto lo que es el Estado, tienen cada cual suspropias dificultades para asimilar las dimensiones simblicas del poder estatal,las que, al menos para el caso balines, seran prcticamente si no la nica, almenos s su principal forma de existencia.

    Pero quizs en razn de que los enfoques antropolgicos sobre el poder polticocomparten la premisa de considerarlo ms como una constructo cultural quecomo un factuminstitucional dado, resulta fatalmente fcil hacer encajar et-nogrficamente las formas modernas de Estado, en el pomposo modelo delNegara. No pareca difcil sustraerse de los tpicos de la teora poltica modernay de su fetichismo del Estado, sirvindose de una interpretacin semiticadel poder poltico, tal y como Geertz lo haba hecho con su Negara. Sin em-bargo, esta suerte de universalizacin de la maqueta sociolgica del Estado-teatro ha devenido un modelo contraproducente para las expectativas del

    propio Geertz de relacionar la poltica y la cultura bajo una consideracin menosexpectante de la primera y menos esttica de la segunda. Podra decirse que,

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    a partir del Negara, obnubilados por la pompa, quienes hacemos antropologapoltica, vemos poco ms.

    Si, por ejemplo, nos tomamos en serio la distincin propuesta por MichaelTaussig entre nacionalismo y estadismo, advertiremos que los anlisis an-tropolgicos sobre la produccin de ciudadanas tienden a concentrarse, fun-damentalmente, en el estudio de los ritos y smbolos ms obvios que produceel Estado para dotarla de una identidad nacional. En el mejor de los casos,se admite que una antropologa que pudiera abocarse a la problemtica de laproduccin de ciudadanas slo debera ocuparse de los difusos sentimientossociales en que ella descansan, dejando para el campo de las ciencias polticasel estudio de sus formas de realizacin. Un estudio etnogrfico de los procesosde ciudadanizacin podran ocuparse, por ejemplo, de los sentimientos tnicos,

    confesionales o nacionalistas sobre los que aquella suele reposar (su sexuali-dad o status). Mas las implicancias del sentido cvico, el carcter y la razde la ciudadana, permanecen en el limbo disciplinario, o corresponden al cam-po de otras ciencias sociales.

    Y aunque siendo l mismo proclive a la separacin de los anlisis institucio-nales de las descripciones de las estructuras de significacin, Clifford Geertztomara nota de estas dificultades interpretativas en sus tratamientos sobre lascomplejas relaciones entre sentimientos primordiales y vnculos civiles en losprocesos de formacin de los nuevos Estados poscoloniales. Adverta que si la

    meta principal del clsico Negara era el de la construccin de un Estado me-diante la construccin de un rey, el problema fundamental para un poder polti-co moderno sera el de la produccin de una soberana colectiva configurandoalguna forma de religin cvica que le permitiera resolver satisfactoriamenteel clsico problema de la legitimidad. Y que una antropologa de los nuevosEstados tendra que abocarse a la observacin etnogrfica de tales procesos.

    Debemos coincidir con Geertz en que sealar tales procesos es mucho ms fcilque describirlos, es decir, que advertirlos es ms sencillo que analizarlos. Sinembargo, creemos que un buen comienzo es intentar interpretarlos ms que

    como una dramatizacin figurativa, como una realizacin dramatizada; no tantocomo una representacin simblica, sino como una resignificacin plstica; noimpuestos a travs de malabares psicolgicos, sino que producidos mediantetransfiguraciones existenciales.

    Ms all del Estado: la mecnica del poder

    Al fin de cuentas, tal como vienen afirmando Philip Abrams (), RalphMiliband () y otros expertos, es posible que el tan cacareado Estado

    europeo tenga tanto de quimera como de realidad

    Jean y John L. Comaroff

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    Notas sobre la dificultad de etnografiar el Estado

    Desde una perspectiva que se podra considerar como diametralmente opuestaa la del autor de la descripcin densa, el multifactico filsofo francs, MichelFoucault, nos legara una analtica del poder poltico moderno en trminos deuna fsica poltica. Para Foucault, la modernidad habra inaugurado un nuevorgimen de poder que ya no sera factible de analizarse en los trminos sim-blicos, o filosfico-jurdicos ligados a la teora y al ejercicio de la soberana.La modernidad europea-occidental habra materializado el poder poltico. Lasformas fundamentales de su ejercicio ya no seran las pomposas ceremoniasy los espectculos dedicados a la autoexaltacin de la soberana sino, antesbien, una serie de modestas y silenciosas tcnicas positivas que atravesandoel conjunto de relaciones sociales -u operando a travs de ellas- son puestas aproducir sujetos, dciles, normalizados, productivos, sexualizados, sanos, fuer-tes, tiles, etc.

    Esta desaparicin del espectculo poltico, para Foucault, impelera a desem-barazarse de los tpicos filosfico-jurdicos respecto del poder soberano paradar lugar a una grilla de anlisis de las tcnicas fsico-polticas que confi-guran nuevas modalidades de poder, que ya no se realizaran en funcin de larepresin y la sustraccin, sino de la conduccin y produccin. El despla-zamiento supondra, en tal sentido, que a partir de entonces, una analtica delpoder tendra que abocarse ms al estudio de la fabricacin de los sujetos queal de la gnesis de la soberana. Pero este deslizamiento desde el estudio delas formas jurdicas hacia una analtica de las tecnologas de poder supon-

    dra, asimismo, una renuncia a indagar las modalidades de poder en trminosde aparatos o instituciones estatales, para analizar las mltiples formas depoder que circulan en las relaciones sociales.

    Sabido es, en todo caso, que el esfuerzo foucaultiano por descentralizar el an-lisis de las formas de poder es un momento ms de su propuesta general dedesustancializar el anlisis de las relaciones de poder. Partiendo de las premi-sas sealadas, el filsofo francs nos propondr renunciar a una teora del Es-tado y dedicarnos, mejor, a una analtica de las perpetuas estatizaciones dediferentes prcticas de gubernamentalidad de las que aquel no sera ms que

    una peripecia, y acaso de mucho menor importancia de la que hasta entoncesse le haba atribuido. Estudiar los procesos de estatizacin a partir de las prc-ticas de gubernamentalidad supone admitir que el Estado no tiene esencia yque, por tanto, se torna preciso escapar a la circularidad terico-metodolgicaque remite el anlisis de las relaciones de poder de una institucin a otra, a finde captarlas donde las mismas constituyen tcnicas con valor operativo parael abordaje de algo muy distinto de s mismas. En suma, estudiar los proce-sos de estatizacin a partir de las prcticas de gubernamentalidad implicadesinstitucionalizar y desfuncionalizar las relaciones de poder para aprehendersu manera de formarse a partir de su microscpica imbricacin en las ms

    diversas cuestiones sociales.

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    A nuestro entender esta grilla de anlisis goza de todas las ventajas y padecede todos los inconvenientes que en su momento Philip Abrams supo advertirrespecto de las perspectivas que reemplazaban la explicacin sociolgica delEstado por su reduccin sociolgica. Tales enfoques se caracterizaban, preci-samente, por desplazar los estudios sobre el Estado hacia las investigacionessobre el gobierno civil. Si bien de ese modo contribuan a la desreificacin delos anlisis sobre el poder poltico, al mismo tiempo, soslayaban el estudio desus procesos de estatizacin. Siguiendo este enfoque reductivo, al decir deAbrams, no se habr estudiado al Estado, sino ms bien alguna forma de so-cializacin o de cultura poltica.

    Sucede que, a nuestro criterio, estas perspectivas terminan sus estudios so-bre los efectos de Estado precisamente donde deberan de comenzar. As, por

    ejemplo, cuando Michel Foucault nos propone analizar los procesos de estatiza-cin a partir de la prctica misma, pero a condicin de no considerarlo comouna realidad trascendente, nos est solicitando que evitemos considerar la (re)produccin concreta de esa abstraccin mistificada como parte del problemaque investigamos.

    A nosotros esto nos lleva a la necesidad de reconsiderar estos efectos ya noen trminos dramatrgicos o normalizadores sino transfigurativos. Ms queen trminos de una potica o una mecnica, en trminos de una plstica. Noen tanto que prcticas vs representaciones, sino en tanto que procesos de

    resignificacin.

    El Estado: la metafsica del poder

    Porque, precisamente, a lo que apunta la nocin de fetichismo del Es-tado es a la existencia y realidad del poder poltico de esta ficcin, supoderosa insustancialidad

    Michael Taussig

    Frente a la alternativa epistemolgica foucaultiana de analizar las formacionesmodernas de poder poltico abandonando el modelo jurdico de la soberana,Pierre Bourdieu de una parte, y Georges Balandier de otra, han optado porprofundizar las peculiaridades teolgico-polticas de los procedimientos y losdiscursos que este modelo pondra en juego. Balandier retoma su centralidadprecisamente donde Foucault comienza a desplazarla. Para aqul, los regme-nes de poder modernos, muy lejos de subordinar los procedimientos de repre-sentacin a nuevos formas de dominio acentuadas en tecnologas de normaliza-cin y/o dispositivos de gubernamentalidad, han producido una ampliacin tal

    de las formas representacionales de poder que, inclusive, stas han podido serinterpretadas en trminos tan paroxsticos como los de Boudrillard y sus hipte-sis de una realidad social subsumida en una precesin de simulacros.

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    Notas sobre la dificultad de etnografiar el Estado

    Sabido es que Foucault rechaz recurrentemente la teora situacionista del ad-venimiento de una sociedad del espectculo y que Baudrillard, a su tiempo,critic a Foucault el haber menospreciado las maquinaciones simulacionalesde los dispositivos de poder de la modernidad, etc. Sin adscribir a una inter-pretacin tan ampulosa sobre la importancia de los nuevos medios y tcnicasde representacin, Balandier postula que, en todo caso, y al contrario de lo queexpresa Michel Foucault, lo que con la modernidad se ha ido produciendo es unpaso paulatino de la representacin del poder, al poder de la representacin.1

    Por otra parte, Pierre Bourdieu ha cuestionado el devenir cada vez ms acentua-damente fisicalista de las premisas analticas de Foucault respecto de las rela-ciones de poder en general, como de las formas del poder poltico en particular.Y desde una perspectiva acaso no tan esttica como la de Geertz, rescat la

    centralidad de la dimensin simblica de las relaciones de fuerza. Bourdieucomulga con el esfuerzo foucaultiano por desreificar El Estado, mas no com-parte el mtodo genealgico de aqul, que se encarniza en disolverlo en unamultiplicidad de prcticas de gubernamentalidad restndole importancia polti-ca al monopolio de la violencia simblica. Ambos comparten que algo as comoEl Estado, carece de esencia. Que no es otra cosa ms que una abstraccinmistificada. Sin embargo, Foucault se niega a darle mayor entidad, soslayandocualquier tipo de anlisis sobre sus ritos de institucin, mientras que Bourdieuse empecina en considerarlo como una suerte de gran fetiche al que es precisoarrancarle su secreto. A diferencia de Foucault, para Bourdieu no se trata de

    analizar el poder poltico suponiendo la inexistencia del Estado, sino de mostrarque el mismo tiene existencia, aunque no como creemos que existe.

    La consideracin bourdiana del Estado no supone su reduccin a una mera fic-cin social sin mayor importancia, sino la expansin universalizante de su reali-dad misteriosa por todo el conjunto de las relaciones sociales. Bourdieu nos llamala atencin sobre la eficacia fiduciaria de esa ilusin poltica en todos los mbitosde la produccin cultural, postulando que los procesos de estatizacin operan ms

    1

    Llegados a este punto resulta pertinente sealar que otra interpretacin que aborda estaproblemtica, desde el campo de la filosofa, es la propuesta de Jacques Derrida de analizar-las bajo el enfoque de una lgica espectral y de los modos de produccin de fantasmas (o

    fantasmagricos). Un enfoque de este tipo nos permitira sustraernos a los binarismos ms omenos dialectizados de las perspectivas ontolgicas y de sus metafsicas de la presencia ajus-tadas a dicotomas tales como realidad vs ficcin, etc. Esta propuesta terico-metodolgicaha comenzado a ser explorada en el campo de la antropologa poltica actual al menos en Ar-gentina- como grilla de anlisis para el estudio de las denominadas polticas de la identidad. En loque a la problemtica especfica del Estado se refiere, nos parece sugestivo comenzar a probar lacapacidad heurstica de la nocin de Estado-fantasma, o, acaso mejor, de ir ms all de la mera

    caracterizacin del Estado-fetiche, para pasar a interpretarlo como un modo de produccin deespectros jurdicos y fantasmas identitarios. Es una posibilidad heurstica, creemos, que si bienno se confunde, en todo caso no es ajena a las propuestas de Bourdieu o Balandier.

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    como la naturalizacin doxolgica subjetiva y objetiva al mismo tiempo- de unaserie de sentidos arbitrarios histricamente producidos, que como una normaliza-cin disciplinaria de los individuos y las poblaciones.

    Sin embargo, esta perspectiva universalisante del Estado como ficcin colecti-va, recae en el institucionalcentrismo criticado por Foucault toda vez que pri-vilegia el anlisis de la lgica y el campo burocrtico. A fin de evitar este re-duccionismo institucional, nos proponemos una grilla de anlisis de los procesosde estatizacin que lejos de oponer la dominacin simblica a las prcticas degubernamentalidad nos permita dar cuenta de las formas fsicamente metaf-sicas de las diferentes artes de gobierno. Nos proponemos una analtica queconsidere las sutilezas metafsicas de las prcticas de gubernamentalidad.

    Hacia una etnografa del Estado

    El Estado es simultneamente funcional y fetiche, y esa doble propie-dad garantiza su preeminencia sobre todas las otras formas institucio-nales en el campo poltico.

    Marc Abls

    Tal y como lo han venido sealado numerosos estudios a nivel nacional e inter-

    nacional, los denominados procesos de re-emergencia indgena, ms o menosarticulados con el advenimiento de las polticas multiculturales, han ido gene-ralizando con distintas intensidades y especificidades diversas, una paulatinapero creciente tendencia a la configuracin de personas jurdicas, indias o tni-camente identificadas. Autores como Jean y John Comaroff sitan este deveniren un dialcticamente contradictorio proceso de empoderamiento de las comu-nidades, articulado por su constitucin en personas jurdicas y la transformacinen mercanca de sus identidades culturales.

    Pero, qu son estas personas tan llenas de sutilezas metafsicas y deresabios

    antropolgicos? Por lo general, las diferentes etnografas abocadas a la investi-gacin de los procesos de etnognesis tienden a soslayar el anlisis de estezoonpolitokny su potencia performativa: sus frmulas identitarias, sus formas desubjetivacin, sus relaciones con los (in)dividuos y grupos sociales, su condicio-namiento de las cultural locales, etc. En nuestro caso, esta presencia fantolgicapareca oprimir como una pesadilla el cerebro de los vivos. Desde su gnesis,el proceso de reemergencia ranquelina en San Luis ha estado atravesado poruna disputa en torno al carcter que tendra que adoptar su personalidad jurdi-ca. El vertiginoso proceso de reconocimiento deriv en una disputa entre parcia-lidades por conseguir el otorgamiento de la personera jurdica indgena, que

    luego se traduca en una puja por encarnar la indianidad proyectada en la mismaponerse las plumas, lo que redunda(ba), en el mejor de los casos, en serreconocido como poseedor de la identidad legtima o legitimada.

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    Notas sobre la dificultad de etnografiar el Estado

    Un tanto irnicamente, estos datos del campo nos permitieron apreciar la rea-lidad del Estado desde una nueva perspectiva. Advertimos que la realidad abs-tracta del Estado slo realiza su existencia mediando de diferentes formas enuna diversidad de actividades sociales. Sabido es, por ejemplo, cuntas ficcionesjurdicas influyen realmente en la oficializacin y legitimacin del haz de tcni-cas fsico-polticas en general, etc. Las personas morales no son las menos im-portantes. Ligadas a los asuntos y actividades de in-dividuos determinados, lostransfiguran plsticamente en sujetos abstractos, resignificando sus acciones enasuntos de su personalidad ideal (las ficciones no son agentes actuantes, por elcontrario, son actuadas). Podra decirse que, a partir de los datos que nos brin-dara el campo, el problema, a la vez terico y metodolgico, que se nos plante,no era el de analizar las relaciones entre los individuos y los aparatos del Estado,sino el anlisis de las individuaciones que mediante una plyade de figuras jur-

    dicas reivindican para s aquello de que el Estado soy yo.Con este nuevo enfoque, y a pesar de compartir la premisa metodolgica deuna analtica capilar de las relaciones de fuerza, no es tanto una microfsica delpoder lo que nos hemos propuesto, sino, ms bien, una metafsica de las guber-namentalidades: al fin y al cabo, qu es el Estado (as con maysculas) sinouna metafsica del poder? A partir de entonces, nos planteamos una etnografadel Estado abordndolo no tanto como esa suerte de entelequia constitucionalque flotando por sobre la vida social, le sirve de marco de referencia. Tampocohemos de limitarnos a una analtica del modus operandide los diferentes apa-

    ratos o dispositivos de gobierno sino que, acaso mejor, lo consideraremos comoun tejido de ilusiones-prcticas a travs de la cual la maquinaria de gobiernose subjetiva y mistifica al mismo tiempomediando en la propia actividad socialde los diferentes individuos y en toda su variedad. Consideramos que de estamanera podremos apreciar cmo el Estado se nos presenta continuamente comouna forma diferenciada de manifestarse de determinados individuos, a travs dela cual distintas prcticas, conductas, actividades, etc. se elevan a una nuevapotencia en relacin a otras distintas de ellas. Podremos advertir pues, como elEstado se instituye constantemente en el propio proceso de vida de los diferentesindividuos, sueltos o agrupados en las ms diversas formas o figuras sociales.

    En este sentido, los aportes del mtodo etnogrfico a los estudios sobre el Estadono son homologables sin ms a los de una analtica ascendente de las formasde estatizacin, sino que, acaso mejor, suponen una analticade las mismas entrminos de inmanencia y trascendencia. Se tratar, en todo caso, de manteneruna ambigedad dialctica que nos permita dar cuenta de los sentidos en losque el Estado existe y en los que no, analizando los aspectos cotidianos de suformacin.

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  • 7/25/2019 Ezequiel Molina- Problemas de Etnografiar Al ESTADO

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    Ezequiel Espinosa Molina

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    ARTCULOS

    NOTAS

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