Flores Avendaño - Memorias Tomo II

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8/13/2019 Flores Avendaño - Memorias Tomo II http://slidepdf.com/reader/full/flores-avendano-memorias-tomo-ii 1/515 Coronel GUILLERMO FLORES AVENDAÑO m§m^ TOMO II PRIMERA EDICIÓN

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    Coronel GUILLERMO FLORES AVENDAO

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    TOMO IIPRIMERA EDICIN

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    LAS MEMORIAS(Gtoto Ulrcmrto)^ mu mona coot.tu>cn un gneroiw participa de U biografa

    * c*H diaxv . pero qur ar diferencia4, *** do ltima forma rn u+mpi.\wd dado qur quien rarribr ummh no 6k> narra lo Intimo. nok nutrindote*

    tmurivr m parala pura* HimiHimnau adora i n > dr Untoada la Rep*Mk-a donde

    >a unualn a la patrunarqau titira u m curto* miliurra.trono* dr parala4 mato voivten-

    m*. en apHteda ln*eata. urtenbde nut-Tte dr Cunla-jnaln. lateNtafiaai - --..-

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    MEMORIAS

    SE PROHIBESufcrayor y/ marginar e*te libro, cato aWoiwIo wb*ayado,t

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    Universidad Francisco Marroqun

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    GUILLERMO FLORES AVENDAO

    MEMORIAS(1900- 1970)

    II TOMO

    Editorial del EjrcitoGuatemala, 1974

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    $EE. O. 250 1,000 EJ. mayo/74. Impreso No. 1,150

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    CAPITULO IDESTACADO A JALAPA

    En la organizacin poltico-administrativa del pas, hastala revolucin del ao 44, con un parntesis de 22 meses duranteel gobierno del presidente Herrera, figur el cargo de JefePoltico y Comandante de Armas, que consista en que los man-dos poltico y militar de cada departamento, excepcin hechadel de Guatemala, estaban unificados en una persona. La im-portancia del cargo emanaba de que el ejecutivo delegaba en lla representacin gubernativa, y el funcionario que lo desempe-aba actuaba dentro del sistema regimentado con que el poderpblico, por tradicin, cumpla sus funciones, lo que de ordinariose traduca en la omnmoda voluntad del gobernante; de ahque solamente hombres de la mayor confianza y probada leal-tad a su persona, eran nombrados para tales cargos, y de ahtambin que los agraciados extremaran su celo por servir losintereses polticos y personales de su jefe, con preeminencia sobrelos pblicos. No pocos de ellos, apoyados en la fuerza de quedisponan, se convertan en azote de los pueblos que gobernaban,siendo en todo caso el principal sostn de las dictaduras. Fueen el gobierno del general Orellana cuando se cambi el sentidocon el cual, de antiguo, se hacan los nombramientos para talespuestos, y se dio paso a la juventud y a la capacidad, sin descui-dar, naturalmente, el aspecto poltico; y el general Chacn, susucesor, mantuvo ese loable propsito. A m me toc en suerteser designado para el departamento de Jalapa, habiendo tomadoposesin del cargo el 7 de junio de 1927. Tena el grado militarde teniente coronel y haba cumplido 31 aos.

    Con ocasin de ese nombramiento recib una de las ma-ravillosas lecciones en que abunda la universidad de la vida. Elgeneral y diputado que, montando brioso corcel, comandaba lafuerza pblica situada en la 9a. avenida sur para hacer los ho-nores de ordenanza a la constituyente que clausuraba sus sesio-nes, al verme entrar al edificio de la asamblea, me llam y medijo: Acabo de ver al presidente, hablando del futuro destinode usted, lo propuse para jefe poltico y comandante de armasde Jalapa, lo cual fue aceptado con agrado. Con que. . . misfelicitaciones ... No pude menos que expresarle mi compla-

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    concia y agradecimiento, seguro de la noticia y su voluntariaintervencin. Al ingresar al edificio, otro general y diputadoque conversaba con varios representantes en el spjn de entrada,me sali al paso y tendindome la mano, me di o: Chquela,compaero A>or estuve con el general Chacn, y hablandodel atraso de los departamentos me pidi un candidato para)efe poltico de Jalapa, y tuve el gusto de dar el nombre de us-ted k> cual fue bien recibido. Pronto saldr su nombramiento .Esta vez tambin crei en la amistosa intervencin del generaly diputado, y. como en el caso anterior, le rend mis agradeci-mientos. Al entrar al local (festinado a las sesiones, fui abor-dado por uno de los Ingenieros civiles ms capaces del pas quefungia como diputado, quien me dijo: Conversando anoche conel presidente acerca de la necesidad de dar impulso al ramo decaminos en Jalapa, especialmente a la carretera que comunicala estacin del ferrocarril con la cabecera, le suger su nombrepara Jefe poltico de ese abandonado departamento, y l aceptmi sugerencia. Su nombramiento saldr de hoy a maana. Lofelicito y estoy seguro que har buena labor . Un poco a re-gaadientes, pues comenzaba a dudar de esas espontneas reco-mendaciones'*, hube de darle las gracias con la promesa de aten-der con preferencia el ramo de caminos, del cual tena algunosconocimientos. Pero al dirigirme a mi curul me encontr conuno de los secretarios de la presidencia, diputado tambin, yme hizo esta notificacin: Maana temprano, a eso de las 10,lo recibir el presidente para hacerle entrega de su nombramien-to como Jefe poltico y comandante de armas de Jalapa, el cualfirm hace dos das . La duda se haba disipado, pero quedcontrito pensando en las flaquezas humanas, y cada vez que hetenido que agradecer muy pocas por fortuna , una atencinsimilar me he acordado de esta leccin.

    Dos cosas me sorprendieron desagradablemente al llegara mi destino, que me dieron la medida del atraso de aquellaimportante regin del pas: la mal llamada carretera que de laestacin del ferrocarril conduela a la ciudad cabecera, y el hotel,el nico que existia, cuyos cuartos eran estrechos y con el pisode tierra. camino era tan estrecho que resultaba de una solavta, recorrida por el carro-correo que transportaba correspon-dencia y pasajeros, bajando en la maana y regresando en latarde. Al transitarlo por primera vez estuve a punto de caeren el mayor ridiculo al demostrar el miedo que me embargabay que me hada sudar en fri en una tierra poblada por hombresmachos, como era la fama de los Jalapas; el caso no era paramenos: en eJ asiento del piloto del carro bamos dos muchachosy yo ocupando la portezuela del lado derecho, y en el asientotrasero, otros cuatro, uno de los cuales llevaba sobre las rodillascon un loro que se entretena en morder el ala del

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    sombrero de palma del pasajero vecino, aparte, naturalmente,de los hatos de ropa que constituan el equipaje. Mi valija ydos redes con zapotes ocupaban la lodera del lado derecho ce-rrando el paso a la portezuela a la cual iban amarradas lascargas; as, la salida del vehculo era problemtica, y quiz porello mi temor era tan grande. Adems, la posicin que ocu-paba me permiti enterarme que la lodera del lado izquierdorascaba la roca que constitua altsimos taludes de ese lado ylado derecho cubra la orilla del camino que pasaba sobre ver-daderos abismos dando la impresin que parte del vehculo ca-minaba en el vaco. Las vueltas eran verdaderos ganchos, vio-lentos, estrechos y pendientes, y ms de un embudo formado porlas vaguadas se pasaba sobre vigas colocadas provisionalmentea manera de puente. Mi miedo aument al darme cuenta queel piloto careca de la seguridad y aplomo del que maneja conpericia; sudoroso y plido haca esfuerzos por mantenerse en lava. Un timonazo en falso... y... horror Repuesto en elhotel del cansancio que me produjo tan prolongada tensin, meuniform y me dirig a la Jefatura Poltica para presentarmeal coronel e ingeniero don Valeriano Aquino, a quien iba a sus-tituir. Era el coronel Aquino un hombre de pocas palabras,con cara de pocos amigos, enjuto, un si es no es nervioso, confama de honrado y de valiente. Todo lo tena listo y en orden.La recepcin del cargo fue breve: el acta de rigor, la redaccinde la Orden General del da en la cual se me daba a reconocerante las fuerzas de la guarnicin y comandancias locales comocomandante de armas del departamento, la firma de los men-sajes telegrficos dando cuenta del hecho a las autoridades su-perioridad y tambin a las municipalidades de la jurisdiccin,en fin, las obligadas notas para hacerlo del conocimiento de lasautoridades locales, 5a. Sala de Apelaciones, Juez de la. Ins-tancia y Administrador de Rentas.

    Despus, la despedida cordial entre compaeros de armas,mxime que Aquino era graduado en la Escuela Politcnica, yla mutua promesa de estar cada uno a la orden del otro si sepresentara la oportunidad de servirse. Ya solo en la pequeasala que me sirvi de despacho por un lapso de casi tres aos,me sent sobrecogido por dos fuertes sensaciones: la vanidosade ser dueo por fin , de un verdadero mando, pues noignoraba la forma casi absoluta con la cual se ejercan esospoderes, y la pesada carga que constitua la grave res-ponsabilidad que haba adquirido ante el presidente, antemis compaeros, pero, especialmente, ante m mismo. Todoresultara bien si lograba un justo equilibrio entre un mandoirrestricto y el cumplimiento de la ley, entre el inquebrantablepropsito de imprimir un nuevo ritmo al desarrollo adminis-trativo y lo precario del medio en que me tocaba actuar, ca-

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    rente de recursos y estancado por inercia. Como para probarque no estaba soando, oprim el nico botn de timbre queestaba sobre el escritorio y como si estuviera esperando el lla-mado se present sin demora el secretario, coronel FernandoCruz, antiguo politcnico, que me doblaba la edad. Y, dentrodel siguiente dilogo, la primera acertada resolucin:A sus rdenes, seor. .

    .

    Cmo est su trabajo y el de los oficiales de la se-cretara. . .?Todo est al da. Como hay poco qu hacer, no hayatraso. Si es para entregar mi puesto, es suficiente una tardepara despachar lo ordinario . .

    .

    Al contrario: es para notificarle que no habr cambioalguno en el personal, y respecto al escaso qu hacer, ya en-contraremos la manera de agotar el tiempo. . . Hay alguienque espere para ser recibido?Solamente el Mayor de Plaza y el instructor.Que pasen.Cuando Aquino me present a las fuerzas de la guarnicin,tuve oportunidad de saludar brevemente al coronel Gustavo A.

    Lira, mayor de plaza, y al capitn Martn Carias, instructor mi-litar. Ahora que llegaban a visitarme siendo mis subalternos,los recib como viejos camaradas ya que juntos hicimos los es-tudios en la Academia Militar para graduarnos de oficiales.Nos abrazamos efusivamente y recordamos los felices tiemposcuando vestimos el uniforme de cadetes. Eran oriundos deChiquimula, inteligentes, llanos como amigos y excelentes comomilitares; de carcter arrebatado, tenan el peligroso defecto,muy generalizado en Oriente, de estar prestos para demostrarque eran muy hombres . Esta lamentable circunstancia fueen parte causa de la muerte trgica de Gustavo, hecho dolorosoque me conmovi profundamente y me oblig a pedir mi retirodel puesto que desempeaba, dejando truncada una labor em-prendida con el mayor entusiasmo. Pero entre los tres jamshubo motivos de desagrado o discrepancia en el cumplimientode nuestros deberes, siendo que, por el contrario, me prestaronla ms eficaz colaboracin. Yo los recuerdo con el mayor ca-rio. Igual puedo decir del secretario, coronel Cruz, hombrecapaz, militar cumplido y honrado a carta cabal. Fue un acier-to el no haberlo removido. Esa misma tarde tuve otra grat-sima visita: la del doctor Carlos Fletes Senz, quien desempe-

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    naba el puesto de cirujano militar y director del hospital. Alcorrer de estas pginas se comprobar lo que Fletes Senz sig-nific para m en el desempeo de mis funciones y lo mucho quele debi como amigo, como mdico, como intelectual y comovecino, pues era una mquina de acertadas iniciativas. Lohaba conocido con el mismo cargo en Chimaltenango, y estabade por medio el inolvidable antecedente de deberle la salud demi madre en ocasin en que enferm de suma gravedad hastatemer por su vida. Al abrazarlo le reiter mi reconocimiento.Con la incansable inquietud de sus ojos, su dejo de nicaragenseal hablar, comindose las eses, su risa franca y cordial parasuavizar el mohn despectivo con que remataba sus afirmacio-nes, como quien dice: Si quiere creerlo, bueno; si no, pues lomismo , me someti a un agradable interrogatorio inquirien-do sobre mi familia, la de comunes,amigos, especialmente ami-gas, el estado de adelanto de Chimaltenango, el balneario deLos Aposentos, los brotes espordicos de temible tifus exante-mtico, la estupidez de las corridas de toros en la fiesta titular,la obscuridad de las calles, etc. Y yo, complacido, dndolecuenta detallada de todo. Al final estas dos observaciones:creo que Jalapa ha ganado, (y aqu el mohn despectivo cum-pliendo su cometido) , y esta otra: Para que Jalapa progresees menester sacar de cada quin el Jalapa que lleva dentro .Me qued pensando: inyectar a cada uno un nuevo sentido delas cosas y de la vida. Obra de romanos

    La ciudad de Jalapa se asentaba en un hermoso valle,con un clima superior al que gozan los antigenos, con callesbien trazadas y un claro cielo azul y blanco, pero su aspectogeneral era de abandono: a excepcin del ncleo de poblacinsituado en el extremo norte, quiz la parte antigua, conmedio kilmetro de extensin aproximadamente , el resto pa-reca ms rural que urbano, dado lo crecido de la grama sobreaceras y calles, los extensos predios vacos, las casas despintadasde construccin rudimentaria, en fin, la ausencia de talleresy comercios. En un silencio impresionante era notoria la faltade actividad humana, al extremo de que a la distancia me oaen las horas de ciase las voces de los alumnos de los centrosde enseanza, o el regao de alguna autoridad escolar que de-mandaba atencin; o bien, a eso de las tres de la tarde, el rugirdel motor acelerado del carro-correo, nico vehculo que tran-sitaba en la ciudad, que llegaba de la estacin Jalapa. En eseextremo norte estaba la Plaza de Armas o Parque Central, for-mada por dos portales de corredores extensos con pisos de la-drillo de barro y pilares de madera, siendo el mayor destinadoa las oficinas de la jefatura poltica y comandancia de armas,cuartel y crceles, y sala municipal y sus dependencias; y el otro,con los despachos y servicios de la Sala 5a. de Apelaciones y

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    juzgado de la. instancia de lo civil y criminal; en el lado norte,un templo destruido al parecer de construccin estilo colonial,y en el lado oriente, la Administracin de Rentas, depsito delicores y destilera de aguardiente, y un abandonado edificioque. debidamente reparado, podia servir de teatro o centro deenseanza. El parque estaba delimitado por un tosco barandalde calicanto y dentro, el quiosco, arriates sin flores y una piletasin agua. En realidad, todo necesitaba ser mejorado. Ahorabien: la primer interrogante: por dnde comenzar?

    Los funcionarios y empleados de mayor jerarqua eranlos siguientes: en la Sala 5a. el licenciado ngel Mara Bocane-gra, como presidente y como magistrados los licenciados Al-berto Argueta. Antonio F. Aguirre y Lzaro Valdez; como juezde la. instancia el licenciado Efran Pealva; administrador derentas el contador don Ricardo Rodrguez Castillejo; jefe de lazona de caminos, ingeniero Benedicto Crcamo: y directoresde los institutos de 2a. enseanza, los prestigiados maestros, deseoritas Isabel Figueroa de Labb, y de varones el matemti-co Hermgencs Gonzlez. Conociendo el general Ars mi des-tino, al despedirme en la Constituyente, me dijo: Hgase ami-r^ del cura: le ser muy til , y, efectivamente, tom muy encuenta al seor prroco, espaol por los cuatro costados, EmilioColoma, de cuya amistad y mesa particip con el mayor agrado.No solamente porque siempre he credo que lo corts no quitalo valiente, como dice ol viejo refrn, sino que para ganarmela voluntad de los referidos funcionarios, exceptuando a los queeran mis subalternos como el ingeniero jefe de caminos y losdirectores de los institutos de 2a. enseanza, visit a cada unoen su despacho iniciando relaciones que se mantuvieron cor-diales hasta el ltimo da de mi permanencia en Jalapa, ex-cepcin hecha del magistrado Valdez con quien no se poda evi-tar el distanciamiento dado su carcter irascible. Su desacer-tada intervencin en asuntos que no le competan y su propen-sin a llevarse de dimes y diretes; pero nunca lleg la sangreal rio muy a pesar de ser Valdez el prototipo del hombre machode Oriente. Y cuantas veces tuve que tratar cuestiones oficia-les, muchas de ellas con el mayor tino por tratarse de intromi-siones del ejecutivo en casos de la competencia de los delegadosdel poder Judicial, o bien cuando necesit recabar opinin ju-rdica para la acertada aplicacin de la ley en problemas ati-nentes a mi cargo, siempre fui en persona a sus despachos ynunca me tom la libertad de llamarlos al mo. A este respectorecordaba que siendo Juez de la. instancia de Chimaltenango ellicenciado Carlos Pacheco Marroqun y yo un simple oficial desu despacho, me toc el caso siguiente: el ayudante del jefepoltico y comandante de armas notific al juez que lo llamabaaquel funcionario, a lo que Pacheco respondi: Dgale que si

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    quin me llama es el amigo que con gusto ir, pero si es elfuncionario que lo invito para que venga a verme ya que encualquier caso la distancia que hay entre ambos despachos esla misma ; y yo me sent complacido de este gesto de mi jefe.For supuesto que ninguno de los dos cedi, ni el juez fue ni eljefe vino.

    Al despedirme el presidente Chacn en su despacho yentregarme el nombramiento para el cargo que desempeabame dio cuatro encargos: el inmediato arreglo de las dificulta-des existentes entre la municipalidad de Jalapa y la EmpresaElctrica de los seores Puente Hnos. S. A., la investigacindel empleo de los fondos confiados al general hondureno Marnen los trabajos de mampostera que realizaba en la carretera ala estacin Jalapa, pues haba informes y quejas del mal usoque de ellos haca, la conciliacin de los dos bandos en queestaba dividida la poblacin de San Pedro Pnula, en donde laarmona social haba desaparecido, con peligro de lamentableshechos de sangre y las constantes quejas y malos informes queunos y otros enviaban al presidente y su ministro de goberna-cin, licenciado Alberto Paz y Paz, causndoles continuas mo-lestias por ser ellos amigos de ambas partes, en fin, el gratoencargo de visitar de su parte al general de divisin DavidBarrientos Ruiz, vecino de la ciudad y ex jefe poltico y coman-dante de armas del departamento por espacio de casi veinteaos. Para dedicar mayor tiempo a lo difcil, esto ltimo fcily grato, fue lo primero que cumpl.

    Enterado de la poca salud del general y lo avanzado desu edad, (sobrepasaba los ochenta aos), envi a mi ayudantea anunciar mi visita con el ruego de que me sealara el day la hora que le fuera ms cmoda para recibirme; y la res-puesta fue que ese mismo da a las cinco de la tarde me espe-raba. A la hora fijada me hice presente entrando a una es-paciosa sala con puerta y ventana hacia -la calle, con pisos deladrillo de barro, cielo de madera y escasos muebles antiguosestilo vienes. Adornaban las paredes algunos cuadros entre losque sobresala por su tamao y colocacin el retrato del presi-dente Estrada Cabrera y el del general, vestido de uniforme.Sujeta a la luz de una tarde de invierno, amortiguada por unpequeo cancel de manta colocado en el alfizar de la ventana,la sala estaba en penumbra. Guiado por su esposa, pues lavista la tena casi agotada, entr el general, con porte erguidodando la apariencia de fortaleza fsica; de estatura ms quemediana, con el bigote y el cabello canoso, carirredondo y frenteespaciosa, con un semblante suave y cordial. Al aproximrse-me abri los brazos tanteando en la sombra como para no equi-vocarse, y al encontrarse con los mos abiertos, nos abrazamos

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    efusivamente. Sin soltarme, me dijo: Me han dicho que esusted muy joven , y palpndome suavemente con sus manosme toc la cara y la cabeza, diciendo: no tiene ni bigote ysu estatura es mediana*'. Y yo, con acento carioso, le res-pond: tengo treinta y un aos, soy teniente coronel con doceaos de servicio; mis compaeros me dicen el Pache debidoa mi escasa estatura. Cuando l se hubo sentado permane-ciendo yo de pie. con el afn de significar mi visita cumpliendoel encargo que se me diera, le dije: Seor general, el seorpresidente, general Chacn, que tiene por usted la ms altaestimacin por mritos de lealtad y honradez, demostrados ensu larga carrera de soldado, me encarg hacerle esta visita,darle sus recuerdos y ponerme a sus rdenes. Lo cumplo conel mayor gusto y espero servirle en lo que mande . Not quese le humedecan los ojos y que no pudo responderme al ins-tante; estaba conmovido. Como saliendo de un sueo, comentdespus: El general Chacn tiene una hoja limpia de servicios,es honrado y valiente; conoce la administracin pblica...Ser un buen presidente Y como yo le informara de las ins-trucciones que de l recibiera para el desempeo de mi cargo,

    dijo: Estoy seguro de que se interesar por el progreso dedepartamentos de Oriente, y usted que llega tan bien res-por l, puede hacer mucho por Jalapa . Despus decomplacerlo en sus requerimientos para tener noticias de algu-nos de los generales por quienes tena especial cario o buenosrecuerdos, me desped llevndome la dolorosa impresin de quesu mayor sufrimiento estaba en la falta de la vista.

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    CAPITULO nEL BINOMIO ESCUELAS Y CAMINOS

    El binomio Escuelas y Caminos lo llevaba clavado enla mente, y deseaba aplicar mi voluntad sin demora a estosramos de mi predileccin y mayores conocimientos. Bien sabaque para realizar cualquier obra se necesitaban fondos, pero tam-bin, que dentro de los presupuestos existentes se poda intentarla superacin en los procedimientos y obtener mejor rendimientoen el trabajo y en la provechosa atencin de tan importantesaspectos: el educativo y el de las carreteras. Pensaba as de-bido a mi pasanta de varios aos en la Direccin General deObras Pblicas y tambin por los estudios que hice y conoci-mientos que adquir en la Academia de Maestros de la Antigua;saba dar una clase modelo y explicar los modernos mtodospara ensear a leer y escribir. Y como la escuela de niasNo. 1 estaba muy cerca de mi despacho, calle de por medio,no me demor en visitarla. La diriga la competente educadoradoa Maura Bonla v. de Franco, y entre el grupo de profesorasfiguraba su hija Berta Judit, excelsa maestra, como lo com-prob ms tarde y siempre, quien en realidad, amparada porel prestigio y experiencia de doa Maura, era el alma de laescuela, desempeando mltiples tareas con el mayor acierto.El dems profesorado llenaba a cabalidad su cometido. Al nadams entrar me di cuenta del orden y compostura del personaly alumnado, y en las preguntas que formul a las alumnas decada grado me enter con satisfaccin que se aplicaba el sis-tema de dejar diariamente una tarea de estudio a las alumnas,lo que permita conocer quines la cumplan y quines no, ytambin lo que de cada materia se llevaba aprendido. Sola-mente el edificio dejaba mucho qu desear, a tal grado que laprofesora Franco me condujo al local donde guardaban costuras,dibujos y dems labores de mano, las cuales presentaran en losexmenes, y, sealndome el techo, me dijo: Lo podrido delas vigas dio lugar a que se hundieran quebrndose las tejas, yes por all que al llover se cuela el agua manchando costurasy dibujos. Vea cmo estn . No solamente por el acentode enojo con que pronunci estas ltimas palabras sino porqueefectivamente el dao era visible y en algn caso irreparable,comprend que era un lamentable descuido de las autoridades

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    y que algo deba hacerse de inmediato. As lo promet, y comonotara mi molestia, con ese fino tacto que es caracterstico enpersona bien educada, me dijo: Sabemos que le gusta la lite-ratura, quiere or recitar a una de mis alumnas? Haba dadoen el blanco. Con manifiesto agrado tom asiento cerca de ladirectora y escuch la recitacin. Dos cosas me comprometie-ron: el dulce acento y las suaves maneras de la declamadoray su belleza fsica. Conjunto armnico que dejaba en el esp-ritu el fulgor de un ensueo, mejor dicho, del botn de unarosa y su perfume. Me desped llevndome en la mente losversos con que correspondera esa gentileza, en homenaje a lania de doce aos que me proporcionara un instante fugaz,pero inolvidable, de una complacencia espiritual. La facili-dad con que improvisaba dcimas (espinelas), me permiti es-cribir de inmediato las que dediqu a la nia que haba reci-tado, las cuales antes de media hora estaban en manos de laprofesora Franco, pues las envi bajo sobre dirigido a ella. Supeque la lectura de los versos ante el personal y alumnado habacausado complacencia y asombro, juzgando inslito tal acto enun jefe poltico; supe tambin que la seorita Franco tom ladisposicin que hizo del conocimiento del personal y alum-nas , de visitar esa misma tarde a los padres de la nia parainformarles de lo ocurrido y pedirles que fueran ellos quienesme agradecieran la gentileza; y, das despus, en la visita queme hiciera el padre de la nia, un distinguido profesional, paradarme las gracias, me enter que l guardara los versos paraentregarlos a su hija cuando cumpliera la mayora de edad.Pero al cabo de los aos, comentando este suceso con personasque lo conocieron, tuve conocimiento que el padre de la niajams cumpli con la entrega prometida y que ella nunca tuvolos versos en sus manos: el severo pap los guardaba comocosa prohibida. Entonces comprend el hondo sentido de laexpresin que condicionaba el progreso de la ciudad: que aciertas personas del lugar haba que sacarles el Jalapa quellevaban dentro .

    La visita a la escuela de nias me cre dos problemas:uno pequeo y relativamente fcil de resolver y el otro serio,de sumo tacto y de difcil solucin. El primero consista enreparar sin demora el desperfecto que tena el techo del edificioescolar. Al inquirir sobre el particular en mi despacho, se meinform que se haban dado las rdenes pertinentes al seoralcalde, pero que por falta de fondos no las haba cumplido.Pens: lo de siempre ; dar rdenes sabiendo, que no se puedencumplir y quedarse satisfecho con ello. Pero yo procedera deotra manera deseoso de dar muestras de mi espritu empren-dedor; si cuestin tan nimia no podra remediar, entonces paraqu me serva el mando. Mand llamar al capitn de la com-

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    paa de la guarnicin (el mando militar no se emplea siem-pre para tiranizar a las personas), y le dije: acompesede un soldado y una escalera y examine la parte hundida deltecho de la escuela de nias No. 1, para saber las vigas que hayque cambiar por estar podridas, comprobar sus respectivas me-didas, y tambin el nmero de tejas que se necesitan para re-parar el desperfecto. Esos datos los necesito pronto . A laspocas horas el capitn cumpla con lo ordenado y yo tomabaestas medidas: orden al secretario para que de los gastos deescritorio comprara la madera; orden al capitn para que fueraa traer un carpintero bueno y barato; y personalmente visitarmuy de maana a cinco de los ms acomodados seores quetenan a sus hijas en la escuela de nias No. 1, pidindoles sucooperacin consistente en 20 tejas, pues no llegaban a cientolas que tenan que mudarse; y, finalmente, pagar en lo particu-lar lo que cobrara el carpintero por el trabajo. Todo se cum-pli como fue dispuesto, y en menos de quince das el edificioescolar estaba reparado. De este proceder saqu experienciassintetizadas en estos breves dilogos:Con gusto enviar las tejas. No se hubiera molestadoen venir; bastaba que me mandara llamar.

    Gracias; pero as me doy el gusto de conocerlo.Prefiero dar dinero y no las tejas, pues no tengo tiem-po para buscarlas.Este no es asunto de la jefatura, sino que de la Muni-cipalidad.Gracias; pero es prohibido recibir dinero. Dele ustedlo necesario al vendedor de las tejas, que de all las enviarn.La Municipalidad carece de fondos.As dicen, pero es que all se lo roban todo.No lo creo. De todos modos cuento con las tejas?Con gusto doy las tejas siempre que den X y X y con-tribuya . .

    .

    Cumpla usted con ayudar y no se preocupe de losdems.Mira t. Te vas a chotear como limosnero de la gente.Aqu quieren de otro modo; de lo contrario vas a fracasar.Ya me contaron su hazaa. Siga con igual empeo yse ganar al pueblo17

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    La verdad es que yo me senta satisfecho. Naturalmenteque no se trataba de una hazaa y tampoco de oficiar de limos-nero. Simple y sencillamente estaba cumpliendo con mi debery logrando la cooperacin de los vecinos ms ob igados. Siem-pre tuve en mente y a la fecha no he variado de opinin

    ,

    que la autoridad que no sabe obtener la colaboracin del pueblo,en cualquier problema de la vida poltico-administrativa, dif-cilmente satisface sus propsitos; y es que, as como la vidaprivada es de relacin, la funcin pblica es, fundamentalmente,de cooperacin. A este respecto recuerdo con frecuencia elcaso siguiente: el general Salvador Ochoa, siendo jefe polticoy comandante de armas de Chimaltenango, dispuso empedrarla plaza de l cabecera, en la parte comprendida entre el parquey la iglesia y sitios adyacentes al templo, unas cinco mil varascuadradas ms o menos. Seguramente no contaba con el pre-supuesto para realizar la obra y por ello se las arregl de estamanera: la cal y la arena para la mezcla la proporcionara laMunicipalidad; los albailes del presidio ejecutaran los traba-jos; y la piedra, lo que era ms difcil por no contar la cabeceracon una pedrera cercana, qued a cargo del Jefe Poltico. Paraello cit a varios vecinos y empleados pblicos y a la cabeza deellos, cada domingo en la maana, se constituan en el llamadoCerrito ele Itzapa, (a unos 2 kilmetros de la ciudad), ocupn-dose en rodar la piedra que existe en las faldas de esa colina,piedra que caa al camino que de Itzapa conduce a la cabecera.Al mismo tiempo dio la orden que todo el que transitara poresa va llevando ventas a la plaza dominical de la ciudad, trans-portaran las piedras que les fuera posible y las dejaran en el sitiosealado que facilitara su empleo, y para que nadie eludierala obligacin, un agente de polica apostado a la entrada de laciudad, vigilaba su cumplimiento. Yo me di cuenta de este planno solamente porque mi padre era empleado de la jefatura, sinoporque mi madre, tan pronto como regresbamos a casa conmi hermano Salvador de or la misa dominical, nos ordenabapresentarnos en el cerrito para secundar al general Ochoa yvecinos que lo acompaaban en la tarea de rodar piedra, lo cual,unidos a otros muchachos de nuestra edad, cumplamos gus-tosos pues nos serva de entretenimiento. Y fue as como enpocos meses qued empedrada la plaza de Chimaltenango.

    A los cinco das de estar ejerciendo el cargo de jefe po-ltico, es decir, el 12 de junio de 1927, me ocup de otro de losencargos que me diera el presidente Chacn, quiz el ms di-fcil y de positiva importancia para la vida de la ciudad: lasdificultades existentes entre la Municipalidad y la Empresa Elc-trica. A mi paso como oficial de la secretara de la DireccinGeneral de Obras Pblicas, y tambin en mi funcin de diputa-do, conoc numerosos contratos de la ms variada ndole: cons-

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    truccin de edificios pblicos, de puentes y caminos, de intro-duccin de agua potable a las poblaciones y de instalaciones delos servicios de luz y fuerza elctrica, incluso la hidroelctricade Santa Mara, y ello me facilit estudiar el contrato celebradoentre la Muni palidad de Jalapa y los seores Puente Hnos.S. A., llegando a la conclusin de que no poda ser peor. Sise hubiera celebrado un concurso para un negocio en el cualtodas las partes salieran perjudicadas pueblo, Municipalidady Empresa, ese contrato hubiera obtenido el primer premio.No exagero: el pueblo sali perjudicado con el alto costo de lastarifas, lo cual hara prohibitivo el servicio; igual ocurri conla Municipalidad porque no pudiendo recaudar del pblico lacuota del alumbrado de las calles, tena que erogar de sus fon-dos al suma de Q.200.00 mensuales para cubrir a la Empresaese servicio, mas como careca de fondos se converta en per-manente deudora de la Empresa, en forma que al expirar elplazo de 10 aos del contrato y su concesin, el monto de ladeuda era tal que haca ilusorio el beneficio de la clusula porla cual todos los valores de la Empresa, planta, obras de mani-postera y lneas de distribucin, pasaran a propiedad municipalsin costo alguno; y era lgico pensar que la Empresa no tras-pasara esos valores sin obtener el pago de la deuda, cuyo montose equiparaba al valor de la planta y accesorios. Y por ltimo,la Empresa Puente Hnos. S. A., sin productos suficientes nopeda atender ni los gastos ordinarios de mantenimiento de laplanta y con mayor razn las inversiones que la planta nece-sitaba para corregir deficiencias tcnicas y mejora en las ins-talaciones para un servicio eficiente. Tuve que acomodar migestin a esas deplorables condiciones, sin que de momento seme ocurriera algo para mejorarlas. Por de .pronto se reunieronen mi despacho los ingenieros Mr. Cordn en representacin dePuente Hnos. S. A. y Mr. Bock, de la Direccin General de ObrasPblicas, como representante de la Municipalidad. Se tratabade establecer si la calidad de la luz era la exigida por el con-trato, a fin de que la Empresa tuviera derecho a cobrar el servi-cio, pues exista un paro en los pagos alegando la mala calidadde la luz. El nimo se decaa al comprobar que la Municipa-lidad, no obstante estar presidida por un joven profesional eintegrada por honorables vecinos, se haca eco de los reclamosde algunos vecinos que calificaban de deficiente la brillantezde la luz, con el poco recomendable propsito de no pagar elservicio. Esos reclamantes carecan de conocimiento para elcaso, no conocan otro alumbrado elctrico para tener un puntode comparacin y, sin embargo, sostenan que el de Jalapa erade mala calidad. Pero el informe de los tcnicos dilucid lacuestin. Dijeron: Que aunque a juicio de los suscritos la plan-ta requiere algunas correcciones, es nuestro criterio y dictami-namos: que la brillantez de la luz y su calidad son buenas y

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    est de acuerdo con la calidad a que se obligaron los empre-sarios pudiendo desde luego hacer efectivo el pago de dicho ser-vicio desde la fecha indicada, primero de junio corriente . Estedictamen fue alivio momentneo, acallando las pn testas y dandoun respiro econmico a la Empresa. Mas, al decrecer la esta-cin lluviosa, pasado el mes de septiembre, el caudal del roJalapa disminuy tanto que ya no le fue posible impulsar laPeltn de la planta y el servicio de luz de mediano se fue con-virtiendo en malo para parar en psimo, suspendindose al finaldebido a su deficiencia. Esta Empresa Elctrica, una de lasprimeras que se organizaron en el oriente del pas, demostrla imprevisin de los empresarios, gestores y capitalistas, puessi el plan financiero fue altamente perjudicial para todos, elplan tcnico no le fue a la zaga como lo demuestran estas fallas:falta de un dique formal para encauzar el agua a la toma dela Empresa; falta de una toma de cal y canto a fin de evitar,en invierno, la destruccin por lo deleznable de sus paredes, y,en verano, las filtraciones por lo arenoso del suelo; pero sobretodo, la falta de un tanque depsito para que cuando el aguaescaseara hubiera con qu alimentar la planta; por ltimo, latubera que conduca el agua a la Peltn, estaba torcida debidoa los malos soportes de piedra suelta y an de madera. En esosdas, para bien de todos, surgi una nueva situacin: el nicara-gense don Jos Manuel Arguello adquiri legalmente los de-rechos de gestor y accionista que pertenecan a los hermanosPuente, quedando como tal al frente de la Empresa. Era Ar-guello hombre de gran capacidad de trabajo y slidos conoci-mientos tcnicos, emprendedor y activo, de excelentes recursosde imaginacin, valiente hasta la temeridad, con ese desenfadode quien se siente capaz de afrontar las situaciones ms difciles,y, para ajuste, ameno conversador y excelente amigo. Al sus-tituir a los hermanos Puente en la Empresa Elctrica, se pro-puso matar dos pjaros de un tiro, y, en mi opinin, con elmayor acierto. Se trat de unir al de la luz el problema delagua potable, quiz el de mayor importancia para la ciudad,pues Jalapa, igual que la casi totalidad de las cabeceras depar-tamentales, careca de un moderno servicio de agua instalado ydistribuido tcnicamente que cubriera el permetro habitado,lo cual perjudicaba constantemente la salud del vecindario porlo sucio y contaminado del agua y su escasez en el verano. Seconstruira un dique de cal y canto y la toma correspondientepara que el ro surtiera dos tanques: uno grande con capacidadde 400,000 litros, para el servicio de agua, y otro pequeo, parael de la luz. Hechos los estudios tcnicos y levantados los res-pectivos planos por el seor Arguello, fijndose la base de milpajas de agua, la obra total fue estimada en Q.55,000.00. Lasinstalaciones, adems de las construcciones de mampostera in-dicadas, incluan un mnimo de 37,000 pies de tubera de hierro

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    fundido y galvanizado capaz de resistir altas presiones y resis-tencias, tanto para las arterias principales como para la red dedistribucin en todo el permetro de la ciudad, pues se tuvoen mente que cada vecino tuviera frente a su casa el paso dela caera par;, el entronque del servicio, nica manera de po-der decir que .a obra era de beneficio general. Tom parte enla elaboracin de este proyecto y me encargu con empeo ensu realizacin. Me senta feliz de ofrecer a la poblacin deJalapa y el presidente Chacn (tan interesado en el progresode la regin), la solucin del agudo problema de la luz y elimportantsimo del agua potable. El financiamiento de la obrase proyect as: 750 pajas se venderan al pblico al precio deQ.45.00 cada una, lo que daba un producto de Q.33,750.00. LaMunicipalidad comprara el resto de 250 pajas por un valorde Q.21,250.00, para completar el costo total, suma que la Mu-nicipalidad pagara as: Q.10,000.00 con el valor de las accionesde la Empresa Elctrica de las cuales era duea, y Q.12,250.00que pagara la Tesorera Nacional en doce mensualidades deQ 1 020.83 cada una, previo acuerdo gubernativo del caso y comouna cooperacin del gobierno para resolver el problema del agua.Las 250 pajas municipales se utilizaran para dotar del nuevoservicio a las oficinas pblicas, quedando el resto a favor de laMunicipalidad. Finalmente, y ello no careca de importancia, alvenderse la ltima paja de agua pasara sin costo alguno apropiedad municipal la Empresa con todas sus instalaciones, redde caera de distribucin y dems valores activos; es decir, laMunicipalidad recuperaba triplicada la suma invertida, aparte denegociar a la par el dudoso valor de sus acciones en la empresade luz. Naturalmente que el proyecto deba ser aprobado, pri-mero por la Municipalidad, y despus por el Ejecutivo, lo mu-nicipal fue cuestin de difciles discusiones muy a pesar de miintervencin y esfuerzos como jefe poltico, representante delgobierno; pero ocurri que, por mi iniciativa, el proyecto fueconocido y se debati en sesiones a cabildo abierto, es decir,con intervencin directa del vecindario, por estimar que sola-mente as la obra despertara entusiasmo y sera factible la ventade la mayor parte de las 750 pajas de agua, base principal delfinanciamiento; de lo contrario el empresario quedaba expuestoa una prdida segura y el proyecto a demora indefinida, y con-vencido de su bondad pens ingenuamente, que mi entusiasmopoda ser transmitido por lo menos a la mayor parte de losbeneficiados entre los cuales haba muchos vecinos de impor-tancia econmica y social. Pero me equivoqu: desde el daseis de julio de 1927 en que por primera vez expuse ante Mu-nicipalidad y vecinos la urgente necesidad de modificar el anti-guo sistema del servicio de agua potable, hasta el diecisiete deseptiembre del mismo ao en que fue aprobado en definitivael contrato cuyas bases financieras quedan expuestas, se cele-

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    braron cinco sesiones interviniendo en ellas abogados, mdicos,ingenieros, maestros, comerciantes, obreros y numeroso pueblo,muy pocos con ideas justas y constructivas, otros, con esperanzasde que el gobierno hiciera la obra por su cuenta, y algunosvisiblemente opuestos a la obra. Estos ltimos alegaban queno tenan por qu gastar en la compra de una paja de agua cuandoeran dueos de una del sistema vigente, olvidando que la queusaban les llegaba irregularmente y en condiciones tales que,como dijo la comisin de vecinos que estudi el contrato y dic-tamin en favor de su aprobacin, esa paja de agua no es msactualmente que el tubo mismo de la muerte ; los otros, quecon el aporte del gobierno y el valor de las acciones municipalesen la Empresa Elctrica, bastaba para mejorar la conduccindel agua a la ciudad y conectarla con el sistema vigente, esdecir, no tomaban en cuenta los intereses del vecindario que nopoda surtirse del precioso lquido por no tener frente a las vi-viendas caera que facilitara la conexin del servicio; y de losque estaban en favor, solamente los mdicos, un ingeniero, doscomerciantes y pocos obreros, se manifestaban entusiastas. Medeprima hasta lo indecible la incomprensin de tantas personas,algunas de innegable cultura, y no fueron pocas las veces quetuve la intencin de abandonar el proyecto. Jams he estadode acuerdo con la idea de la papa pelada , y nunca con la deque el gobierno est obligado a promover el progreso de lospueblos sin la cooperacin efectiva de stos, pues el socorridoargumento de que para eso se pagan los impuestos dara porresultado el estancamiento de muchas regiones entre las cualesestara en primera lnea Jalapa por sus escassimos ingresos fis-cales, al extremo de que para pagar el presupuesto de los insti-tutos y trabajos del ramo de caminos, la Tesorera Nacionaltena que situar mensualmente los fondos. No me conformabacon la idea de que los vecinos con suficientes recursos dejarande contribuir a la solucin del problema comprando una paja deagua, mxime que el valor poda pagarse por abonos. Pero alfinal el contrato fue aprobado por la Municipalidad, autorizandoal sndico para que lo suscribiera. Siempre qued un saldo deopinin adversa empeada en hacer mal ambiente a la obra, yentre los dimes y diretes se dijo que el inters demostrado porel jefe poltico infunda sospecha pues seguramente saldra be-neficiado con el negocio; y era que a tal gente, acostumbrada ala inercia de mis antecesores y a la negligencia del vecindario,no les caba en la cabeza que apenas pasado un mes de ejercerel cargo me propusiera realizar obra de tanto costo. Ganadaesta batalla quedaba obtener la aprobacin del gobierno en estosdos importantes aspectos; el tcnico y el econmico. Lo pri-mero fue encomendado a la Direccin General de Obras Pbli-cas, la cual dictamin en favor del proyecto; lo segundo, al Mi-nisterio de Fomento, quien formul en definitiva el contrato

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    entre el empresario Arguello, por una parte, y por la otra, laMunicipalidad y el Gobierno. Faltaba nada ms la emisin delAcuerdo mandando erogar la suma de Q.12,250.00 que el Eje-cutivo aportara en va de cooperacin y compensado en partecon las pajas de agua que la Municipalidad pondra a disposicinde las oficinas pblicas de la cabecera. En esa poca, por miasistencia a la Asamblea Constituyente como uno de sus dipu-tados, vea con frecuencia al presidente Chacn, y un da, apro-vechando la satisfaccin que le produca la terminacin de lassesiones de esa Asamblea y la feliz emisin de un amplio CdigoPoltico con innegables beneficios para el pueblo, le ped en for-ma encarecida la emisin del referido acuerdo, sin lo cual elproblema del agua no sera resuelto; y l, con la confianza queme dispensaba y seguro de contribuir al progreso de Jalapa, lofirm sin mayores esperas. Todo, pues permita esperar queel proyecto se ejecutara y la ciudad de Jalapa tendra por finun moderno sistema de agua potable, con filtro de purificaciny distribuido en beneficio general. Sin embargo, esa obra, co-menzaba con la energa que caracterizaba al empresario Argue-llo, con el apoyo que le dio la Municipalidad y mi autoridadpara solucionar los difciles casos de expropiacin de terrenosaledaos y servidumbres de paso para construir obras e instalarcaeras, construido el dique principal para desviar el ro a labocatoma planeada, transportada la caera del mayor calibre dela estacin a la ciudad de Jalapa, en fin, negociados los pagarsmensuales de los pagos del gobierno para que el empresariocomprara la tubera, el contrato fue rescindido y la obra aban-donada, hecho lamentable que ya no me toc conocer por estarya fuera del cargo por razones que se conocern ms adelante.En homenaje a Arguello, quiero recordar uno de sus actos te-merarios en relacin con esta obra. El transporte de la cae-ra, especialmente la de mayor calibre, de la estacin del fe-rrocarril a la ciudad, debido al peso de los tubos y en particulara su longitud en mucho superior a la cama de un camin, tenaque realizarse despus de que el carro-correo y de pasajeroshaba cruzado la peligrosa va en su trnsito diario, ya que eraimposible el encuentro de los vehculos en sentido opuesto, ypor tal circunstancia y lo lento de la marcha del camin tandesfavorablemente cargado, fueron muchas las veces que tuvoque hacerlo en la obscuridad de la noche, pasando ganchos vio-lentos, estrechos y pendientes con maniobras de retroceso en lamisma orilla del abismo, vale decir, de la muerte; y como Ar-guello alardeaba con frecuencia del suceso para demostrar loque se expona para cumplir con el compromiso adquirido, enuna de tantas me aventur a servirle de compaa, confieso quehasta entonces no me haba embarcado en aventura tan desa-gradable: estpidamente afrontar innecesario peligro sin contarcon la mayor defensa. La marcha se haca como a 20 kilmetros

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    por hora, y en los ganchos, el vehculo avanzaba por metros yretroceda por decmetros. ArgeUo al timn a veces caa ensilencios profundos, a veces en monlogos nerviosos sin sentido.Yo, mudo de espanto, no saba qu hacer ni decir; sudaba co-piosamente y el temor de contribuir a un peligroso desequilibrioen el peso, me petrific por ms de cuatro horas. Y ocurrilo tremendo, lo para m inconcebible: el sistema elctrico delcamin fall y se apagaron las luces que medio alumbraban elcamino. Me sent aliviado creyendo que nos apearamos delcamin para esperar que amaneciera y poder continuar el viaje;mas no fue as, Arguello sigui manejando con ms lentitudsin atender a mis observaciones. Se excusaba diciendo que yale haba acontecido lo mismo en ms de una ocasin, y agregabaque el camino lo saba de memoria ,, ; tena confianza en supericia. A veces, en serio y en broma, me deca: haga de casoque es usted el jefe de una patrulla armada que tiene la misinde atacar por sorpresa al enemigo, o bien, que se le ordentransportar sigilosamente piezas de artillera . . . , y con acentoburln y dejo de nicaragense, me deca: hombre , un coronelchapn no debe ser menos que un soldado pinolero . Temerosode distraerlo no haca el menor comentario, pero hubiera que-rido estrangularlo. Por fin pasamos con gran dificultad el mor-tal paso de Pea Partida , ganando sin novedad la parte buenade la carretera. En ese paso me di cuenta por ltima vez quelos tubos topaban fuertemente contra el talud de la va, dificul-tando el giro del camin para no salirse del carril; por mo-mentos se senta que los tubos servan de palanca para lanzaral vehculo a un abismo de ms de 60 metros de profundidad.Guardo fotografas del camin cargado con los tubos, lo mismoque de las obras de mampostera realizadas por la actividad deArguello.

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    CAPITULO IIIVALIENTE ACTITUD Y FALLIDO DUELO

    De mi gestin gubernativa, en general, me senta satis-fecho pues comprobaba que avanzaba en la estimacin del ve-cindario, quien se daba cuenta de mi empeo por resolver losproblemas de mayor importancia como eran los de la luz elc-trica y agua potable, pero especialmente al velar por el buenfuncionamiento de los centros de enseanza, los cuales visitabacon la mayor frecuencia, sin desatender lo que concerna alornato y limpieza de la ciudad. El difcil caso que tuve queconocer del cambio de la directora de la escuela de nias No. 1,seora viuda de Franco, por peticin de varios padres de fa-milia que se haban dirigido al ministerio del ramo, se logrsatisfactoriamente en estos dos importantes aspectos, que lasustituto fuera la profesora Berta Judith Franco, hija de doaMaura y tan merecedora como ella de ocupar el cargo, y queno llegara a l una de las maestras, capaces pero intrigantes,que en la sombra haban movido la opinin de esos padres defamilia, con la equivocada esperanza de ser alguna de ellas laelegida. Mi devocin y respeto por el magisterio no me permitedar pormenores de este censurable caso, pero s debo anotaraue l me sirvi para conocer el medio de cuidarme de servirlos mezquinos intereses que, desafortunadamente, forman partede ese importante gremio. No obstante mi repudio por todainjusticia, quiz por mi inexperiencia, no me opuse como debhaberlo hecho al cumplimiento de una resolucin ministerialen la que me asista el derecho de intervenir, pero me sent ali-viado al lograr que doa Maura fuera sustituida por el mslegtimo y hondo de sus carios. La autoridad y eficiencia dela maestra Figueroa de Labb al frente del instituto de seori-tas pronto se hizo notar logrndose puntualidad, orden y estudio,con desagrado de algunos profesores impuntuales y, en particu-lar, de los jvenes que acostumbraban distraer a las alumnascon requerimientos amorosos sin el menor miramiento. Ellodio lugar a que en el peridico mensual que se publicaba en laciudad bajo la direccin de un inquieto y competente profesor,se hicieran alusiones nada caballerosas a la conducta de la di-rectora, con estimaciones falsas de lo que en verdad ocurra enel instituto; y como uno de los profesores de ambos institutos,

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    rreoiedad d la Bibliotecau * liarritMlm

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    graduado en la Escuela Militar, sali a la defensa de la directorainjustamente ofendida, el caso tom un cariz desagradable porla poca altura con que se pronunciaba el peridico y habersegeneralizado los comentarios con opiniones ya en favor ya encontra, pero carentes de sensatez. Visitado por doa Isabel endemanda de consejo, trat de tranquilizarla restndole impor-tancia al hecho y expresndole mi solidaridad con las medidasque haba adoptado en el centro de enseanza a su cargo, delo cual deba sentirse satisfecha. Adems, le dije, es dolorosoe inevitable tributo que todo empleado pblico tiene que pagarcuando en el ejercicio de su cargo lastima intereses creados opretende desterrar malas costumbres; y a modo de consejo ledije que informara al ministerio del ramo lo que ocurra, perosin comentario de su parte, y que, a mi vez, me dirigira almismo funcionario hacindolo con toda amplitud y en trminosde justicia para la labor que ella estaba desarrollando.

    Quiz porque se hubo divulgado esta intervencin ma oporque en ms de una conversacin censur pblicamente laconducta de quienes as pretendan denigrar a una prestigiadamaestra, se me crey inspirador de la defensa publicada porel joven profesor militar; pero lo cierto es que en el peridicoaludido, a manera de represalia, apareci en primera plana bajottulo altisonante un artculo firmado por conocido profesor delinstituto de varones, tenido por capaz y valiente, en el cual,en forma grave e injusta, se atacaba violentamente al gremiomilitar. Las frases de sicarios, verdugos, pulpos de la nacinque se alimentan del botn y el robo . . . , y ciento de igual oms crudo sentido, constituan aquella invectiva contra el ejr-cito, por el hecho de que algunos de sus elementos salan a ladefensa de la justicia personificada esta vez en una honorabledama y prestigiada maestra. De antiguo conoca juicios anti-militaristas proferidos por algunos gremios profesionales, y tam-bin, el de intelectuales de vala internacional que, al condenarla guerra, pugnaban por la supresin de su instrumento, aunquepoco podan hacer contra las causas. Precisamente en esos daslea con inters la obra titulada El resplandor en el abismodel comunista y brillante escritor francs Henry Barlusse, quienimpresionado por las consecuencias de la Primera Gran GuerraMundial, la del ao 14, hasta los smbolos demostraba las ban-deras, al amparo de las cuales se enardeca a los hombrespara conducirlos a la matanza. Con Madame Suttmer, cuandonio, y ya hombre con Tolstoi, aprend a detestar la guerra juz-gndola como el ms horrendo de los crmenes, pero condenando,ms que a los que disparaban las armas, a quienes polticos,comerciantes, industriales, hombres de estado, directores de pe-ridicos, diplomticos , todos intelectuales , desataban la tem-pestad segando vidas y destruyendo riquezas, es decir, sembran-

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    do la desolacin y la muerte. Pero, lo de ahora nada tenaque ver con aquello, grandioso y constructivo: esto era nadams que una catarata de injurias, de calumnias, de falsas esti-maciones. El gremio militar al que me he sentido honrado enpertenecer, igual que cualquiera otro de los que se desarrollanen el pas, ha tenido las virtudes y defectos heredados de nuestropasado histrico, influido siempre de nuestro complejo mediosociolgico, de tal suerte que no mereca una discriminacintan grosera. Por otra parte, no desconoca la concepcin aris-totlica del Estado, que inclua a la clase guerrera como unode los elementos vitales, y asimismo conoca la opinin de ilus-tres autores relativa a que al Derecho, sin la fuerza coercitiva,no le sera dable cumplir con sus elevados fines, quedndosenada ms como hermosa aspiracin humana; en una palabra,estaba convencido de lo injusto del ataque y me senta capazde responder en cualquier terreno, mxime que mi dialcticaen tan espinoso campo se haba templado en las numerosas dis-cusiones sostenidas con distinguidos profesionales, muchos deellos ntimos amigos, sin que, naturalmente, llegara la sangreal ro. Y al leer y releer el artculo de marras, pensaba: lasideas se combaten con ideas, las razones con razones, pero lasinjurias y calumnias, o se ignoran o se castigan, ya que seradenigrante ponerse a tono, y menos cuando yo desempeabatan importante cargo. Temeroso de que la indignacin me ofus-cara, resolv salir esa tarde para visitar el estado de los trabajosde la carretera a Mataquescuintla, pues deseaba llevar un in-forme lo ms completo posible al presidente Chacn acerca deesa importante va, en mi prximo viaje a la ciudad capital paraasistir a las sesiones de la Constituyente, el cual estaba pendientede su autorizacin.

    A mi regreso, bien entrada la tarde, encontr la noticiade que el artculo periodstico haba cado como una bomba, al-borotando el cotarro: se formaron corrillos y abundaron loscomentarios, en su mayora, exaltando la valenta del profesor:decan algunos: no cabe duda, les puso punto a los arrogan-tes cadetillos; otros, los atizadores de fuego , argan: aquva a pasar algo, tiene que pasar algo; ya huele a muerto ;y los que me vieron partir fuera de la ciudad y no se dieroncuenta de mi regreso, aseguraban verme salir huyendo, tantohaba sido el miedo que me inspir el valiente profesor. Afor-tunadamente yo ya haba tomado una resolucin, de suerte quetales noticias no influyeron en ella. As, despus de cenar soloy tranquilamente, pues mi familia me esperaba en la capital,recib la visita de mis compaeros y subalternos coronel Lira,mayor de plaza, y mayor Carias, instructor militar, el primero,rojo de rabia, y el segundo, plido de coraje, y sin rodeos, Lirame dijo:

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    Qu vas a hacer?Maana a las ocho te har entrega de mis cargos, desuerte que dejo de ser autoridad en el departamento...Pero si no ha venido el telegrama del presidente paraque te sustituya y puedas asistir a la Constituyente . .

    .

    No importa; es urgente que deje el cargo. Despus,a eso de las diez, acompaado de Rodrguez Castillejo, a quienhablar previamente sobre el particular, vas al instituto de va-rones en busca del profesor Franco autor del artculo y le en-tregas la carta que escribir para l, en la cual lo invito a que,caballerosamente, reconozca su injusticia y se retracte del ataquehecho a nuestro gremio o, de lo contrario, tendr que batirseen duelo conmigo, a cuyo fin t y don Ricardo van en calidadde mis padrinos a concertar el lance con quienes l designe comotales. Debes dar a esta misin la mayor seriedad y me sujetoa las condiciones que acuerden; eso s: todo debe quedar resueltopara maana.Ya lo pensaste bien?

    Bien pensado. No hay otro camino. Acurdense queestamos en una tierra de hombres machos , y dicen que elprofesor es de los buenos. Una cosa ms: antes de hablar conel profesor, que nadie, absolutamente nadie, se entere de loresuelto. Y al despedirlos not que se iban satisfechos de miproceder, ya no tenan los semblantes fieros.

    Al da siguiente a la hora convenida hice entrega a Lirade los mandos poltico y militar y tambin de la carta para elprofesor Franco. Le advert que en el cartapacio de mi escri-torio dejaba dos cartas: una para mi esposa y otra para elgeneral Chacn. Despus, encerrado en el dormitorio me ocupen destruir correspondencia privada que no quera que quedaravolando, y esper los acontecimientos. A eso de las diez o elruido del motor del automvil en el cual Lira y Rodrguez Cas-tillejo partan hacia el instituto de varones a cumplir su cometido.

    No haba transcurrido una hora cuando el silencio en queme hallaba fue interrumpido por fuertes toquidos en el zaguny me di cuenta que mi ayudante daba paso a quienes llegabanen mi busca, uno de los cuales rea estrepitosamente. En elcorredor de acceso me encontr con mis padrinos, en situacinharto inexplicable: Lira, con semblante demudado, que no podaarticular palabra, dando la impresin que iba a desplomarse, talera el desagrado que llevaba pintado en la cara, y Rodrguez28 '

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    Castillejo, que se detena el abultado abdomen temeroso de queso le reventara de la risa, con unos jiijijijijijiji. . . jajajajajajajaaaa . . . jujujujujuuuuuuuu, que se hacan insoportables,hasta oirle decir, entre jijis, jajas y jujus, nos tiramos unaplancha Sin comprender lo que pasaba qued esperando ma-nifiestamente contrariado. Por fin don Ricardo, todava entrerisas y toses, inform: mi coronel; el drama termin en sa-nete que le cuente Gustavo . Entonces Lira, con la boca tardapor la saliva espesa, un tanto atropelladamente, con expresivosademanes, cambiando un poco ms que de costumbre al hablar,las eses por las jotas, refiri: despus que mandamos a llamara Franco, nos quedamos esperndolo en la verja que da a lacalle. El sali con algunos profesores y alumnos, quienes sequedaron en el vestbulo en actitud de observacin, pero llleg hasta donde estbamos. Al leer tu carta la estruj arro-jndola al piso y nos dijo: yo no soy cafre como ustedes paraaceptar un desafo; eso est bueno para chafarotes matones,no para profesores . Yo no pude contenerme ni dejar quesiguiera vociferando. Le pegu dos manadas en la cara y unpuntapi cuando escap. En tal momento, el sargento que cus-todiaba a los presos que deshierbaban la calle frente al colegio,sin darme tiempo para evitarlo, le dio unos baquetazos y locorri dentro de la verja. Naturalmente, se arm la de SanQuintn, y optamos por venirnos. Eso fue todo . Este informede Lira me abrum, y solamente pude decirles: se han tiradouna plancha

    Al poco rato se hizo presente Fletes Senz, inseparableamigo a quien mucho quera y cuyas opiniones las tena en lams alta estima. En cualquier situacin en que me encontrara,siempre estuvo presto con sus consejos, sugerencias o admoni-ciones. Lleg nervioso. Prefiri hablar primero. Franco, ta-jante, de pie y enumerando con los dedos de la mano izquierdalas razones que expona rasgo caracterstico en l, como parano dejar alguna en el tintero, me dijo: Usted sabe que soysu amigo y por eso vengo. Rodrguez Castillejo me cont loque acaba de ocurrir y lo lamento. Fue una tontera suya yuna cafrada de Gustavo. Nadie va a creer lo del duelo y sedir que usted mand a golpear a Franco. Lo que haba ganadolo ha perdido. Recuerde lo que hemos comentado de la fuerzaque es el paisanaje. Ninguno estar con usted. Le aconsejoque prolongue su estancia en la capital, dando tiempo a quepase la tempestad . Despus de darle las gracias por su intersy franqueza, le dije: estoy de acuerdo con lo que me ha dicho,menos en lo de prolongar mi estada en la capital; por elcontrario, tratar de venir lo antes posible. Y l, sonriente,ataj: Ya le sali el indio . No, le respond, no se trata deengallamiento; no. Creo de mi deber venir a soportar las con-

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    secuencias, pues nada desvaloriza tanto a una persona comorehuir sus responsabilidades, y con mayor razn si se es fun-cionario de alguna categora. Yo no he cometido ningn actoque me avergence. Lo que piensen y digan de m, me interesamenos que el deber de asumir las responsabilidades que me co-rresponden en lo ocurrido, que tambin lamento. Usted sabe elpobre concepto que tengo de lo que llaman opinin pblica, ge-neralmente injusta, veleidosa, impresionable, irresponsable y,annimamente, sojuzgadora, raras veces franca y constructiva.Creo que lo que pas fue lo mejor. Recuerdo el origen de estedesagradable incidente; haber salido a la defensa de una hono-rable maestra, atacada injusta y cobardemente. Es menos cen-surable la conducta de Gustavo que la de quien lanza injurias ycalumnias y se niega a responder de ellas escudndose en suelevada condicin de maestro. Lo ocurrido ser saludable ad-vertencia para los difamadores. La prensa no debe convertirseen desaguadero de bajas pasiones. Como autoridad tena quemanifestarme en contra de ese proceder, resolv una cosa y saliotra: que le voy a hacer Como decan los antiguos, a lo hecho,pecho.

    Sin darme la razn, pero comprendiendo que en muchome asista, al despedirme cordial, con su mohn despectivo, sen-tenci: A su regreso, que ojal no sea pronto, hablaremos dela prensa . Y es que el eminente mdico y socilogo, no sola-mente se dedicaba a curar dolencias fsicas sino que tambinllagas sociales.

    Al llegar a la capital me di cuenta que la prensa diariapublicaba lo ocurrido, a base de informacin interesada que al-ter los hechos y desfigur los motivos, acusndome de atropellarla libre expresin del pensamiento. Un peridico de oposicinpoltica extendi el ataque al gobierno central, responsable decolocar en puestos claves en los departamentos a strapas in-capaces, para premiar sus actividades polticas en favor delcandidato oficial, general Chacn. Pero lo peor estaba en afir-mar que una escolta armada haba sacado al profesor del ins-tituto de varones y lo haba vapuleado en plena calle. Todo demi orden. Naturalmente tena que defenderme explicando laverdad; pero antes de escribir para la prensa, cre convenienteconocer el pensamiento del presidente, preocupado de que cre-yera semejante informacin. Al presentarme al da siguienteen casa presidencial, fui recibido sin demora, notando, que elgeneral Chacn estaba sumamente disgustado, y temeroso deque me reprendiera sin orme, le sal al encuentro dicindole:permtame que d lectura al artculo que motiv el incidente,y, sin esperar su venia, sacando del bolsillo el peridico dondefue publicado, con tono reposado pero firme le las injurias y

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    calumnias vertidas contra el gremio militar. A medida que lasoa se alteraba su semblante, enrojecindose al final. Al ter-minar la lectura me dijo:

    Cuntas bofetadas le dio Lira a ese abusivo . .

    .

    Dos seor.Una docena debi darle. Pero usted tiene la culpa.Los duelos son para hombres. Usted debi mandar esa publi-cacin a la Auditora de Guerra para que le dieran una carce-leada por abusivo. Y no quiero polmicas por la prensa, puesson pocos los que hacen justicia a los funcionarios. Que lesirva de experiencia.

    Contrariando la advertencia del presidente, publiqu laverdad de lo ocurrido desmintiendo la interesada informacin,sin mencionar lo del duelo, pues no ignoraba que la provocacinconstitua delito. Y estimando terminado el enojoso incidenteocup el cargo de secretario que desempeaba en la AsambleaConstituyente. No haba transcurrido una semana cuando, yapara ingresar al saln de sesiones, fui detenido por el presidentede la Asamblea, licenciado Beteta, quien en tono solemne, medijo: seor secretario, la asamblea va a celebrar sesin se-creta, y como es para juzgarlo por el delito de provocacin aduelo, del cual lo acusan desde Jalapa, usted no debe estarpresente. Espere aqu. Yo ser su defensor, pues aplaudo esosgestos gallardos propios de la juventud. Yo tambin tuve gestossimilares en mis aos mozos, pero por pecadillos amorosos .Poco tiempo despus, terminado el negocio que me concerna,fui introducido al saln por los secretarios Carlos H. Martnez,quien me dio un abrazo, dicindome: todo sali bien ; y Her-nndez de Len, quien me dijo: al terminar la sesin, bsque-me que quiero hablarle de un asunto importante . Despusde la sesin, don Federico, cordial y generoso como siempre, medijo: Acompeme al peridico que all es la pltica ; y yaen su despacho de director de Nuestro Diario , habl: Por loque veo su gestin en Jalapa ha encontrado duros tropiezos, yeste incidente es una advertencia de que es mejor que ya noregrese. Debe aprovecharlo. Le propongo lo siguiente: la ge-rencia de Nuestro Diario con doscientos quetzales de sueldomensual, con el compromiso adicional de escribir en el peridicosobre temas de su gusto. Adems y ello es lo principal

    ,

    me comprometo a que usted salga electo diputado para integrarla prxima Legislativa, pues un grupo de amigos del generalChacn deseamos ayudarlo a fin de que el pas logre un buengobierno y el presidente, que mucho lo merece, salga adelante,a pesar de su poca experiencia en los negocios de Estado. Es

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    decir, ese grupo lo necesita y usted que fue partidario del ge-neral Chacn, no debe negarse. Acepta?. . . En general,cuando se trata de cuestiones que me ataen personalmente,as sean de la mayor importancia, resuelvo sin dilatorias lo queme parece ms conveniente, es decir, sin anlisis, sin esperas ysin consultas, no obstante que es permanente mi consejo de sercomo los sastres: cien tanteadas y una cortada. Tal es mitemperamento, y pareciera que mi subconsciente ya hubierahecho evaluaciones sobre el caso y estuviera listo para impul-sarme. La verdad es que esta vez, como otras tantas, resolvpronto. Le expres mis profundos agradecimientos y no acep-t, razonando brevemente: el cargo de diputado me atrae msde lo que usted se imagina; pagara por serlo. Pero mi repug-nancia por la poltica que se acostumbra en nuestro medio, essuperior a ese anhelo. Con los presidentes Orellana y Chacnchoqu varias veces estando a punto de malquistarme con ellos,no obstante mi afecto, mi respeto y mi lealtad. Prefiero obe-decer y no deliberar. Y en cuanto a entrar al periodismo, puessiento que una montaa me sale al paso. Mis aficiones lite-rarias, discutibles desde luego, no me capacitan para una fun-cin que califico de privilegio y de la mayor altura, para locual, sin discusin, no estoy preparado, a menos que quieraaumentar, el nmero de los escribidores. No podra sentirmecmodo a su lado; usted es pontfice, yo apenas sera aclito.En Jalapa estoy trabajando en cuatro obras de importancia yme sentira defraudado si las abandono. El incidente a queusted se refiere, naturalmente, me ha molestado; pero por loque usted sabe yo no he cometido acto censurable. Creo queal fin me darn la razn; y si no, peor para los necios. Leprometo venir a verlo cuantas veces venga a la capital; y, nue-vamente, mis agradecimientos. Nos despedimos cordialmente.

    Mi esposa, que jams dej de hablarme con franqueza,me haba pedido que no volviramos a Jalapa, prefiriendo uncargo de menor categora pero sin los compromisos y respon-sabilidades del que tena; pero cuando le refer lo de la ofertade Hernndez de Len, me dijo: En tal caso prefiero Jalapa.Siento horror por la poltica y la prensa y es que ella, hastala muerte, aspir a una vida tranquila, alejada de compromisossociales, honores, ostentacin, vanidad de vanidades, como elladeca.

    Terminadas las labores de la Constituyente, regres aJalapa para asumir nuevamente los mandos poltico y militardel departamento, llevando el estmulo de que el presidenteChacn haba emitido el acuerdo erogando los Q.12,250.00 parala obra del agua potable; es decir, el gobierno haba cumplido;todo dependa ahora del vecindario favorecido. Pero el prons-

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    tico del Dr. Fletes Senz se haba cumplido, encontr un climaadverso a mi autoridad, manifestado en un dbil espritu decooperacin del conglomerado social, tan necesario para reali-zar obras de beneficio general. Era muy reducido el nmerode vecinos que apoyaban mi labor. Para colmo, me haba em-barcado en la obra de modernizar el parque de la plaza central,quitando el feo muro de cal y canto que lo encuadraba parasustituirlo con una amplia plataforma de cemento que permi-tiera el paseo al mismo tiempo en direcciones opuestas y elacceso libre. En lugar de muro, espaciados convenientemente,se construiran asientos de ladrillo enlucidos de cemento, unos,simples con suficiente longitud y un espaldar en el centro parapoder servir a quienes quisieran ver hacia la plaza o al interiordel jardn, otros, artsticos, en forma de confidentes, con unapequea columna en el centro rematada en la figura de unapina. Para esta obra no contaba con fondos y solamente tenala esperanza de una ayuda limitada de elementos sociales queen toda localidad constituyen el motor de la alegra, el afnde lo nuevo y lo mejor, el cultivo de la belleza; pero ello nofue posible, y para no sufrir un sonado fracaso al dejar la obracomenzada, tuve que soportar en lo personal los gastos en ma-terial y mano de obra, que sobrepasaron los ochocientos quet-zales, tomados de mi sueldo mensual, con la nica ayuda de latercera parte aportada tambin de su sueldo, de mi compaeroy mayor de plaza, coronel Lira. Esta obra puso a prueba nues-tra paciente y nuestra firme voluntad de seguir adelante sintomar en cuenta injustas represalias. Ocurri que el primerconfidente se termin bien tarde de un hermoso da de los quesolamente se gozan en aquel envidiable clima y maravillosocielo, de manera que no pudimos verlo a satisfaccin, dejandopara la maana siguiente ese gusto que para nosotros cons-titua una especie de triunfo. A eso de las seis de la maanasal al parque para satisfacer esa ilusin. Pero lo que encontrfue algo desconcertante : la columna y pina del confidente habansido destruidos con machete, y a unas pocas varas de l, conun ataque de bilis y deponiendo de todos colores, el coronelLira, quien al verme, me dijo: Mira lo que han hecho estoshijos de p . . .

    En este clima se celebraron las elecciones municipales,perdindolas en la cabecera la planilla recomendada oficialmen-te, y ganndolas la presentada por los obreros organizados, nocomo entidad poltica sino que como Asociacin Gremial, con-tando con el apoyo de un grupo de vecinos que se denominindependiente. En lo personal el resultado me satisfizo; nuncahe estado de acuerdo con las imposiciones oficiales en asuntoselectorales, y menos cuando se trata de elegir municipalidades;es mejor dejar a los pueblos esa responsabilidad, que as se les

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    puede exigir el mayor apoyo a la labor que desarrollen laspersonas de su eleccin, y no quedar en los vencidos el rencorque despierta la burla de la ley, el menosprecio a los derechosciudadanos y el atropello a las personas, hechos que justificanel permanente espritu conspirativo en que abunda nuestro pue-blo. Adems, nunca he credo que peligre la estabilidad de unrgimen gubernativo porque una o varias municipalidades lesean adversas. Los movimientos populares, cvicos o armados,que han derrocado a los gobiernos, han tenido otros orgenes,contado con otros factores y satisfecho otra clase de intereses,en todo lo cual, las discrepancias locales han pesado muy poco.La Municipalidad electa estaba satisfactoriamente constituida,comenzando por el alcalde, tenido por recio varn, con buenaposicin econmica, de ''malas pulgas y pocas palabras, tra-bajador y honrado. Mi gestin gubernativa encontr perma-nente y leal cooperacin en esa corporacin, y tan slo una veztuve que lamentar profunda contrariedad que me caus el al-calde y la junta directiva del gremio obrero que una maanase present a mi despacho con un desafortunado requerimiento.Ocurri lo siguiente: al nada ms entrar, recibindolos con miacostumbrada cordialidad, al invitarlos a sentarse, not la si-tuacin embarazosa en que se hallaban, como si les faltara laseguridad o la confianza: no era enojo, ni temor, sino que difi-cultad para expresarse, mirndose entre s con inquietud, y am algunas veces de soslayo. Por fin el alcalde me anunci queiba acompaando a los obreros para hacerme ver su inconfor-midad con mi proceder al disponer en lo personal de algunosmateriales de la obra del parque, beneficiando a personas par-ticulares con lo que era del pueblo, y l como alcalde se sentaobligado a reclamrmelo con franqueza. Entend, pues, que yoabusivamente dispona de los materiales de construccin de laobra referida. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano parano estallar. Seguramente ellos ignoraban que dichos materialesse compraban con parte de mi sueldo y el del coronel Lira, yque tena mucho derecho al haber proporcionado a una estimablepersona del lugar un poco de piedrn que necesitaba a cambiode cal que nos haca falta, de lo cual alguien sac la consecuenciade que se perdan esos materiales, o quiz se vendan, infor-mndolo al alcalde y obreros. Cmo convencerlos de la ver-dad? Era inslito el caso y haba que acudir a una prueba irre-futable. Podan marcharse dudando de mi aseveracin. Porun momento cre que los botones de mi chaleco iban a saltarde los ojales, tan agitado senta el pecho por el enojo que mecaus el reclamo de mis visitantes; pero un tanto repuesto, sincomunicarles lo que pensaba, orden a mi ayudante llamar altesorero municipal, y a mi secretario, ir a suplicar en formaencarecida y en la va particular al presidente de la sala deapelaciones, lo mismo que al administrador de rentas, su com-

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    parecencia a mi despacho. Ya todos reunidos, presentando misexcusas al presidente y administrador por esa molestia, les pediinformar si como funcionarios o en lo personal proporcionabanfondos para la obra del parque, el magistrado presidente, dijo:Mi autoridad es judicial; las obras pblicas son cuestiones ad-ministrativas; ni como autoridad ni en lo personal contribuyoa esa obra ; y el administrador, un tanto extraado, manifest:Mi oficina solamente mediante acuerdo gubernativo estaradando fondos para dicha obra; pero tal acuerdo no existe, comole consta a su autoridad en su carcter de intendente de ha-cienda; y en lo particular tampoco yo contribuyo . Y el teso-rero municipal, que fue requerido por m, expuso: Eli seoralcalde bien sabe que la Municipalidad no da fondos ni materia-les para esa obra . Despus de agradecer y despedir a losinformantes, enfrentndome al alcalde y sus acompaantes, contono que denotaba mi contrariedad, dije: Ya lo oyeron Niel Gobierno ni la Municipalidad contribuyeron con fondos parala obra del parque ; Quin entonces los proporciona?. . . Elque los da soy yo (y me golpeaba el pecho), y el Coronel Lira.Y para que ustedes lo sepan lo hago para satisfacer un pro-psito: exaltar la memoria del poeta Ismael Cerna valor elms alto que tienen estos pueblos , y cuyo nombre llevar elparque, aparte de colocar en l, igual como lo est el del generalBarrios, el busto de tan insigne poeta. Ya tengo el retrato ya su tiempo mandar hacer el busto, pero por lo visto es mejordejar la obra a medias y no seguir sembrando en un medio tancerrado . Ellos, demudados por lo que haba dicho, compren-diendo que mi enojo era justo, se disculparon en la forma quepudieron y se marcharon, convencidos de que haban sido vcti-mas de una intriga. Y la obra, por otras razones, como sever ms adelante, qued inconclusa sin el nombre y busto delpoeta.

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    CAPITULO IVDE VUELTA A JALAPA

    Tal era mi estado de nimo cuando recib las acostum-bradas instrucciones para la eleccin del diputado por Jalapapara la Asamblea Legislativa siguiente, cuyo candidato mecreaba un serio problema pues no solamente era desconocido enel departamento sino que careca de significacin poltica o cua-lidades que facilitaran la propaganda y su eleccin. Quiz habasido chaconista pero ello no era suficiente. No s por qulos gobernantes o sus consejeros dejan de tomar en cuenta elsentir de los pueblos para esa clase de nominaciones, puessiempre contarn en cada localidad con partidarios y amigosque sean bien recibidos y con la capacidad requerida para unalabor constructiva. Desafiar la opinin pblica para complaceramigos o proteger parientes, es una tontera. Pero en esos dasrecib una carta firmada por Hernndez de Len y MarroqunRojas, en la cual me hacan ver la inconveniencia de dar a Ja-lapa un diputado que tendra que ser impuesto, con el consi-guiente desprestigio para el general Chacn, y apelaban a misantecedentes polticos para que se buscara un candidato que con-tara con las simpatas del pueblo, seguros de que yo era incapazde atropellar al electorado con una imposicin. Al nada msleer la carta entend que el indicado era Marroqun Rojas porser elemento de los ms significados de Jalapa, con suficientescapacidades para el cargo y ser un chaconista de primer orden.La visita de un alto funcionario del rgimen me facilit la so-lucin del problema, al pedirle que a su regreso a la capitalexpusiera de mi parte al presidente la necesidad de cambiar alcandidato recomendado, y autorizarme para que lo fuera Marro-qun Rojas, con lo cual se aseguraba la eleccin sin molestiascon la opinin pblica. Dicho funcionario, un tanto reticente,me dijo: Soy verdadero y viejo amigo de Clemente, y me constaque el general Chacn tiene debilidad por l; sin embargo, aninguno de los dos les aseguro las ganancias pues terminarndistancindose al chocar en opiniones y problemas de gobierno.Pero cumplir su encargo siempre que usted se dirija al presi-dente dicindole que es usted el interesado por los motivos queyo le expondr; lo que quiero es evitarme posteriores reclamos .Y as lo hice, y aceptado por el general Chacn, MarroqunRojas sali electo y tom posesin como diputado por Jalapa.

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    A medida que avanzaba la estacin seca el problema dela luz se agudizaba al extremo de que en abril de 1928, el serviciofue suspendido. Todas las medidas dictadas por las autorida-des, incluso el aprovechamiento de las aguas del ro Quintanilla,fueron insuficientes para aumentar el caudal del ro Jalapa, con-siderablemente disminuido; y como en esa poca los trabajospara la instalacin del nuevo sistema del servicio de agua po-table apenas se haban iniciado, este servicio tambin sufra nosolamente las consecuencias de la sequa sino que las molestiaspor causa de tales obras, todo lo cual daba lugar a que el ve-cindario se sintiera perjudicado. En esas condiciones se en-contraba la ciudad cabecera cuando Marroqun Rojas diputado,despus de ocho aos de ausencia, la visit. Al grito de notenemos agua ... no tenemos luz. . . , se presentaron vecinos enqueja ante su diputado, quien lleg con el propsito de inter-venir en la solucin de tan agudos problemas; y como de estasfallas, naturalmente se inculpara a la jefatura y municipalidad,tom la resolucin de que en cabildo abierto se oyera al vecin-dario con la asistencia del diputado y del empresario de ambosservicios, seor Arguello. La sesin fue larga y tempestuosa;las autoridades informaron las causas de la situacin y la ce-lebracin de los contratos, en cumplimiento de los cuales serealizaban trabajos formales, aunque lentos, para lograr que tanvitales servicios fueran eficientes. Algunos vecinos, influidossiempre por sus intereses, volvieron a manifestar su desacuerdocon el contrato del agua potable (el cual estaba aprobado y envas de ejecucin) ; otros, la emprendieron contra el empresariodel servicio de luz, acusndolo de incumplimiento y a las auto-ridades de ser complacientes con l; en fin, algunos apoyaronlos puntos de vista de las autoridades, que juzgaban la situa-cin inevitable pero transitoria. Si un cabildo abierto puede serla expresin de lo que se llama opinin pblica sobre cuestioneso problemas que afecten directamente a una colectividad, dbe-se admitir lo vago y confuso que es dicha opinin, pues nosolamente carece de unidad, (cada uno piensa con su cabezay Dios con la de todos, dice el refrn), sino que es, esencial-mente, emotiva, poco razonable y generalmente, alejada de larealidad, de suerte que pareciera intil acudir a tal expediente;sin embargo, presta el gran servicio del desfogue, con tal quese maneje con habilidad para evitar extralimitaciones. Siemprehe credo que es preferible, en tales casos, soportar esos incon-venientes y no ignorar lo que piensan los dems, con razn osin ella; solamente as se estar en condiciones de combatir laignorancia o la maledicencia; y esta vez lo vi muy claro: resultaque un vecino propuso que se diera un mes de plazo al em-presario Arguello para que corrigiera las deficiencias de la luzo que de lo contrario, se rescindiera el contrato; y Arguello, enla forma tajante que acostumbraba a salir al frente de cual-quier problema, respondi: renuncio al plazo de un mes y

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    podemos rescindir el contrato . Tanto el mocionante como losque lo haban aplaudido estrepitosamente quedaron desconcer-tados y fueron otros los que serenamente llamaron inconsultaa dicha mocin, quedando desechada. Tocndome dirigir la se-sin y orientar el debate muy pocas veces haba intervenidodeseoso que mi autoridad no influyera en las opiniones y selograra la mayor armona; adems, me senta obligado a darpreeminencia al parecer del diputado, mxime que, no obstantehaber calificado de desastre la situacin prevaleciente y de decirque era un ridculo estar celebrando una sesin alumbrada concandelas cuando gobierno y pueblo haban invertido conside-rablemente sumas para construir la Empresa Elctrica, reco-noci sin embargo la buena voluntad de las autoridades y losobstculos que haba que salvar. Sin desearlo tuve que in-tervenir al final de la sesin para referirme a algo que juzguinconveniente y hasta peligroso de lo expresado por MarroqunRojas. Para terminar su intervencin, expuso: que solamenteencontraba dos caminos: el de la violencia y el de la ley; elprimero constitua en declarar la huelga del pago de las cuotasy en ir a destruir la planta y sus instalaciones para castigar losmalos manejos y engaos al pueblo, y el de la ley, en nombrarcompetentes abogados que estudiaran los contratos para lograrventajas en favor del vecindario y la municipalidad; el diputado,naturalmente, recomendaba el camino de la ley. Pero yo nopude menos que expresar mi desagrado y desacuerdo por elsealamiento del camino de la violencia, el cual califiqu dedelictuoso, haciendo la advertencia que si se apelaba a l serareprimido con toda energa castigando a los responsables quie-nesquiera que fuesen. Y era que no pocas veces tuve que in-tervenir personalmente para evitar que se causaran daos a laplanta y aun a los empresarios, quienes vivan bajo la amenazade las personas que utilizaban el agua de las tomas y prediosaledaos para pastar vacas y baar marranos; de ah que juz-gara como imprudencia temeraria el solo hecho de mencio-narlo. Tambin objet lo del estudio de los contratos, pri-mero, porque se haban estudiado y discutido exhaustivamente,y segundo porque, aprobados legalmente, se estaban cumpliendo.Adems, no se trataba de mejorar unilateralmente derechos mu-nicipales o del vecindario, sino que de no interrumpir los tra-bajos para que las obras proyectadas permitieran embalsar aguay asegurar el buen funcionamiento de la planta. Ello dio lugara un cambio de palabras expuestas con poca tranquilidad, pro-vocando el choque que yo haba querido evitar. El diputado,naturalmente, fue aplaudido y la sesin termin en desacuerdo.A los pocos das de transcurridos estos sucesos, cuando Marro-qun Rojas, el periodista no el diputado, narr sus impresionesdel viaje a Jalapa, lo hizo presentando una situacin de desastreal comentar que el vecindario careca de agua y luz, que el hos-pital estaba como lo dejara su fundador el padre Artega, es

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    decir, sin adelanto alguno, que la ciudad tena aspecto de su-ciedad y abandono, en fin, que la obra caminera era nula puesno haba trabajos de importancia en la peligrosa carretera, in-culpando a las autoridades que nada estaban haciendo. En te-legrama dirigido al director de Nuestro Diario , en cuyas co-lumnas apareci la tendenciosa informacin, desment el cargoque se me haca, ofreciendo enviar por correo las pruebas quejustificaban mi dicho, lo cual cumpl sin demora. Me dola queno se reconociera por el periodista el esfuerzo hecho por la se-orita Nicolasa Cruz, creadora de ese centro de asistencia hos-pitalaria, del director Fletes Sanz y del administrador don J.Antonio Martnez, al construir una moderna sala de operacionescon dos departamentos anexos, con su respectiva cpula, hechade concreto, en la cual recientemente haban operado los doc-tores Espinoza, Andr y Fletes Senz. De esta obra envi foto-grafas, lo mismo que de las que se construan en la carreteraa la Estacin Jalapa, en el Parque Central y en los servicios deluz y agua potable, demostrando que se trabajaba con empeo.Pero eUo no fue suficiente, y el periodista volvi a la carga yyo a la defensa, desatndose una agria polmica que en lo per-sonal nos distanci por algn tiempo. Sin embargo, todo quedolvidado cuando Marroqun Rojas, ya con el cargo de DirectorGeneral de Caminos, volvi a Jalapa y me llev en persona unnuevo vehculo, marca Dodge, para mi servicio oficial. En talocasin, con la asistencia del ministro del ramo, ingeniero JosMa. Solrzano, previa visita a la carretera de la estacin, seplane lo ms urgente para mejorar las condiciones de la peli-grosa va, quedando los trabajos a cargo de un contratista. Elministro y director general hacan honor a su cargo. Esta vezme di cuenta del poder de intuicin que posee Marroqun Rojas,lo que le permiti darse cuenta de un peligro y evitar una ca-tstrofe. Yendo a pie por la carretera, el ministro, MarroqunRojas y yo, para determinar los puntos en donde el trabajo deampliacin era ms urgente, se nos adelant un pequeo camincargado con frutas y verduras y algunos pasajeros, el cual fa-tigosamente suba la pendiente. Cuando el vehculo iba a doblarun gancho estrecho y pendiente, vi que Marroqun Rojas se apo-der, con rapidez, de un poste largo y pesado que estaba en lacuneta del talud del rincn y lo situ en el camino en formatransversal hundindolo con el pie para segurar su firmeza, atiempo que nos gritaba: Hganse al rincn . Lo que l mis-mo estaba haciendo. No bien habamos cumplido su requeri-miento, cuando nos dimos cuenta que el camin se desmayabaretrocediendo en direccin del abismo, sin que el conductor pu-diera hacer algo para detenerlo u orientarlo en la marcha deretroceso; pero ah estuvo el poste atravesado evitando la cadamortal. La intuicin de Marroqun Rojas y su rapidez en actuarhaban salvado a los confiados pasajeros.

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    La creacin de la Escuela de Agricultura de Oriente, aun-que en forma breve, merece un comentario. Por generosa yconstructiva que sea una