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HEMEROSKOPEION=THYNNOSKOPEION. EL FINAL DE UN PROBLEMA HISTÓRICO MAL ENFOCADO* Francisco Javier Fernández Nieto Universidad de Valencia RESUMEN El nombre de hemeroskopeion no designa a ninguna colonia o emporion, sino que correspondió a una ata- laya situada sobre el castillo de Denia y utilizada por los griegos del ámbito de Massalia para practicar la pesca del atún mediante vigía (thynnoskopeion) y almadrabas. Se estudian también los aspectos técnicos de esta forma de pesca, los económicos (factoría de salazón en Denia, sal) y religiosos (consagración de la atalaya a Ártemis como divinidad que propicia la pesca). PALABRAS CLAVE Península Ibérica, Colonización griega, Atalayas, Vigías, Pesca del atún. RÉSUMÉ Le nom hemeroskopeion n´appartient pas à une colonie ni à un emporion, mais il est la dénomination de l´ancien poste de guet placé à Denia, sur la coline du château, et employé par les grecs massaliotes pour prati- quer la pêche du thon avec guetteurs (= thynnoskopeion) et madragues. La recherche s´occupe aussi des aspects techniques (guetteurs, madragues, pêche du thon), économiques (fabrique du salaison, sel) et religieux (con- sagration du poste de guet à Artemis à titre de divinité qui procure la pêche). PAROLES CLÉ Péninsule Iberique, Colonisation grecque, Postes de guet, Guetteurs, Pêche du thon. Enseña la experiencia en materia histórica y epigráfica que, con cierta frecuencia, muchas de las cuestiones que desde antiguo aparentan esconder una clave compleja e intrincada son tan sólo el resultado de un falso planteamiento, cada vez más lastrado por la acumulación de datos improcedentes e incluso plenamente absurdos; mientras que, cuando dichas cuestiones se abor- dan desde un punto de salida ordenado y sencillo, exento de prejuicios y de temerarias fanta- sías, basado además en una documentación previa sólida y oportuna, acaba por encontrarse una solución tan elemental y obvia que se hace muy difícil entender, mirando hacia atrás, el porqué de aquella prolongada obcecación. No poca responsabilidad en la instauración de este desacier- to recae sobre quienes creen que se puede sentar patente de especialista en la historia griega de occidente únicamente inventariando y describiendo los elementos de la cultura material halla- dos en este sector del Mediterráneo, como si los conocimientos y lecturas sobre las formas de vida de los griegos en otras partes del mundo antiguo –luego tendremos ocasión de comprobar cómo el Mar Negro se revela esencial para fundamentar este nuestro descubrimiento en la Mainake, XXIV/2002 * Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto PB 95-0151, subvencionado por la DGCYT.

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HEMEROSKOPEION=THYNNOSKOPEION.EL FINAL DE UN PROBLEMA HISTÓRICO

MAL ENFOCADO*

Francisco Javier Fernández NietoUniversidad de Valencia

RESUMEN

El nombre de hemeroskopeion no designa a ninguna colonia o emporion, sino que correspondió a una ata-laya situada sobre el castillo de Denia y utilizada por los griegos del ámbito de Massalia para practicar la pescadel atún mediante vigía (thynnoskopeion) y almadrabas. Se estudian también los aspectos técnicos de esta formade pesca, los económicos (factoría de salazón en Denia, sal) y religiosos (consagración de la atalaya a Ártemiscomo divinidad que propicia la pesca).

PALABRAS CLAVE

Península Ibérica, Colonización griega, Atalayas, Vigías, Pesca del atún.

RÉSUMÉ

Le nom hemeroskopeion n´appartient pas à une colonie ni à un emporion, mais il est la dénomination del´ancien poste de guet placé à Denia, sur la coline du château, et employé par les grecs massaliotes pour prati-quer la pêche du thon avec guetteurs (= thynnoskopeion) et madragues. La recherche s´occupe aussi des aspectstechniques (guetteurs, madragues, pêche du thon), économiques (fabrique du salaison, sel) et religieux (con-sagration du poste de guet à Artemis à titre de divinité qui procure la pêche).

PAROLES CLÉ

Péninsule Iberique, Colonisation grecque, Postes de guet, Guetteurs, Pêche du thon.

Enseña la experiencia en materia histórica y epigráfica que, con cierta frecuencia, muchas delas cuestiones que desde antiguo aparentan esconder una clave compleja e intrincada son tansólo el resultado de un falso planteamiento, cada vez más lastrado por la acumulación de datosimprocedentes e incluso plenamente absurdos; mientras que, cuando dichas cuestiones se abor-dan desde un punto de salida ordenado y sencillo, exento de prejuicios y de temerarias fanta-sías, basado además en una documentación previa sólida y oportuna, acaba por encontrarse unasolución tan elemental y obvia que se hace muy difícil entender, mirando hacia atrás, el porquéde aquella prolongada obcecación. No poca responsabilidad en la instauración de este desacier-to recae sobre quienes creen que se puede sentar patente de especialista en la historia griega deoccidente únicamente inventariando y describiendo los elementos de la cultura material halla-dos en este sector del Mediterráneo, como si los conocimientos y lecturas sobre las formas devida de los griegos en otras partes del mundo antiguo –luego tendremos ocasión de comprobarcómo el Mar Negro se revela esencial para fundamentar este nuestro descubrimiento en la

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* Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto PB 95-0151, subvencionado por la DGCYT.

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Península Ibérica– nada aprovechasen paraentender las actividades de los helenos en elotro extremo del continente europeo. Graveerror, que imposibilita el encauzar la investi-gación por el camino correcto y genera lamencionada paradoja de que cuanto más sim-ple es una información, mayores dificultadessurgen para entrever su exacta interpretación,dadas las múltiples (y gratuitas) excrecenciasque incesantemente asfixian al esqueleto delrelato.

Si a esto añadimos que cualquier novedadque haga tambalear el anquilosado paradigmadominante sobre la imagen de la colonizacióngriega de la Península Ibérica –paradigmaobsoleto e inservible, que se nutre aún en lahistoriografía de García Bellido y de su escue-la– suscita un cierre de filas entre sus adeptos,como no deja de suceder cuando los paradig-mas inician el desmoronamiento, la realidades que todo cuanto contribuye a demostrar suinconsistencia se toma como un pecado des-tructivo antes de pasar a ser cuidadosamentesilenciado (actitud que en el caso de este artí-culo puede resultar enormemente entreteni-da). Como estoy persuadido de que todavíahabrá quien se escandalice de que, una vezmás, investigaciones irrespetuosas socaven lasbases de sus firmes premisas sobre la heleni-dad peninsular, no será ocioso reproduciraquí lo que escribió el P. Hipólito Delehaye apropósito de su labor de crítica a las leyendashagiográficas, pues legendarios son, sin duda,numerosos enfoques sobre la colonizacióngriega occidental: “Certains lecteurs ont parureprocher à notre exposé une tendance tropuniformement destructive... S’il y a dans cespages le moindre effort de destruction, il seporte tout entier sur le préjugé aussi répanduque tenace, qu’en ces matières il existe unrapport étroit entre le sujet d’un récit et savaleur historique. On exagérera difficilement

la portée dissolvante d’un pareil principe, quin’est pas ouvertement professé, mais implici-tement admis par des catégories très diversesde personnes. C’est en son nom que se sontaccréditées trop d’histoires incompatiblesavec le sérieux de la vraie piété; c’est en sonnom aussi que nous entendons parler cou-ramment de saints qui n’ont jamais existé...Apprendre à apprécier les documents authen-tiques, dire à quels signes on peut les distin-guer de ceux qui ne le sont pas, c’est, si je neme trompe, faire oeuvre éminemment cons-tructive. A-t-on jamais reproché à Mabillond’avoir, dans son De re diplomatica, posé desrègles qui relèguent au rang des faux ungrand nombre de parchemins, qu’avant lui onconfondait couramment avec les diplômesauthentiques? Il est difficile de bâtir dans unevieille cité sans y faire quelques démoli-tions”1.

Del mismo modo, estas páginas sólo pre-tenden deshacer el extendido y tenaz prejui-cio de que en el dominio de la colonizacióngriega occidental hay una inequívoca relaciónde igualdad entre documentación de térmi-nos (topónimos, teónimos, etc.) griegos yexistencia inequívoca de fundaciones colonia-les, principio implícitamente admitido pormuy diversas categorías de personas sin nece-sidad de someterlo a examen. Y en nombre deeste principio se han acreditado asimismodemasiadas historias incompatibles con laseriedad de la doctrina común sobre las insti-tuciones griegas vigentes desde la edad arcai-ca hasta el helenismo, y en su nombre esta-mos oyendo hablar corrientemente de colo-nias y de operaciones comerciales que jamáshan existido. Efectivamente, tampoco en esteviejo territorio de la historia colonial cabrárealizar nuevas construcciones sin vernos obli-gados a practicar algunas demoliciones, pormucho que se laman sus heridas los conseje-

1 H. DELEHAYE, Les légendes hagiographiques3 (Subsidia Hagiographica, 18 a), Bruselas, 1927, págs. X-XI.

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ros y académicos demolidos y sus cliente-las2.

Pero adentrémonos ya en los terrenos denuestro trabajo, cuyo único objeto es contri-buir a demostrar cómo se cumple la ecuaciónanunciada en el título. Resulta paradójico quela reflexión histórica no sepa en muchos casosdistinguir las cosas evidentes y se refugie confrecuencia en dificultades y contradicciones,que suelen derivarse de la pobreza de losconocimientos precisos sobre un determinadoproblema y de la renuencia a seguir el caminomás simple, que es casi siempre el más seguroy verdadero. La explicación más sencilla tienemayor probabilidad de acierto.

Ya en anteriores publicaciones me habíadedicado a argumentar que una serie de topó-nimos ligados a la presencia de griegos enOccidente, de la que forman parte Salauris,Lebedontia, Cipsela y Hemeroscopeion, norepresentaban, a mi entender, ningún tipo deasentamientos o colonias, sino que se tratabade nombres descriptivos de circunstanciasnavales y de accidentes topográficos relacio-nados con el mar y el comercio; y que talesdenominaciones, por aparecer expresamenteindicadas en los rudimentarios mapas denavegación y de registro de la configuracióncostera, se tomaron por verdaderas colonias3.De que no andaban mis conjeturas demasiadolejos del blanco dará prueba fehaciente el pre-

sente artículo; sin embargo, para el caso deHemeroscopeion no fui capaz entonces devislumbrar la solución exacta, probablementepor ser tan obvia. Efectivamente, dicho térmi-no griego posee el valor de atalaya u observa-torio, lugar diurno de guardia y vigía, y par-tiendo de la base de que la transmisiónmanuscrita de los textos donde figura estaexpresión para denominar un punto de laPenínsula Ibérica no plantea problemas, lapregunta correcta que desde el principiodeberíamos habernos formulado todos losinvestigadores, a contar desde el s. XIX, era lasiguiente: “atalaya, ¿de quién?, ¿para qué?,¿con qué fin?”. Y habiendo eliminado, poraltamente inverosímil, la posibilidad de quenos encontrásemos ante un puesto de vigilan-cia para prevenir los ataques desde el mar (deenemigos, de piratas)4, no se hacía demasiadocomplicado reparar en el difundido y organi-zado sistema de aprovechamiento de puntosidóneos para la detección de los bancosmigratorios de peces, lugares cuya nomencla-tura contiene siempre, en solitario o forman-do un compuesto, el vocablo skopei`on.

La verificación de esta hipótesis de traba-jo se produce, como veremos, con fluidez ynaturalidad dado el perfecto ensamblaje entrelos diferentes datos. Como pretendemos ali-viar al máximo al lector de las informacionesya conocidas y comentadas sobre actividades

2 Con todo, no me llamaré a engaño sobre el interés que despierten estas nuevas construcciones. Relata con incomparablegracejo DELEHAYE (l.c., pág. XIV) que habiendo remitido su trabajo sobre las leyendas hagiográficas a un amigo, éste lehizo saber que colocaría el libro en su biblioteca, pero que no lo leería. ¿Qué quiere usted que le diga? Me gustan las leyen-das de santos y no voy a estropear el placer que encuentro en ello. Frente a esta psicología -que era la de más de uno desus lectores, remataba el sabio jesuita- tampoco nosotros deseamos troubler la joie de quienes se deleitan soñando una Ibe-ria ocupada por numerosos colonos independientes que vivieron una maravillosa “grecidad”, a salvo de contaminacionessemitas.

3 Vid., por ejemplo, F. J. FERNÁNDEZ NIETO, “Griegos y colonización griega en la Península Ibérica”, en F. Chaves Tris-tán (ed.), Griegos en Occidente, Sevilla, 1992, pág. 138.

4 No es ahora el momento de extendernos sobre esta cuestión, que se halla muy bien estudiada en relación a otras zonas delmundo griego, pero sí conviene señalar que la instalación de dispositivos de vigilancia de las costas requiere que se den, almenos, dos condiciones (habitación y ocupación de un territorio en el que se obtienen los recursos de la población; exis-tencia en los mares de una amenaza real) que no concurren en el presente caso. Por lo demás, el único esfuerzo meritoriohecho para trascender la explicación que subyacía detrás del término ha sido, justo es reconocerlo, el de G. MARTÍN, Lasupuesta colonia griega de Hemeroskopeion: estudio arqueológico de la zona Denia-Jávea (Papeles del Laboratorio de arque-ología de Valencia, 3), Valencia, 1968, pp. 57-63.

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pesqueras de los antiguos en relación al atún,que han sido objeto de varias publicaciones5,hemos de estructurar nuestra contribucióndel siguiente modo. Ante todo, reuniremoscríticamente los principales testimonios con-servados en los autores y en la epigrafía quesirven para perfilar el tema de los observato-rios de atunes o thynnoscopeia. Interpretare-mos luego estos y otros datos para tratar dereconstruir los rasgos propios de la técnica delpuesto de vigía, y en tercer lugar justificare-mos las razones que abonan la conclusión deque Hemeroscopeion fue, con absoluta segu-ridad, una atalaya preparada para la capturadel atún. Enumeraré, por último, los múlti-ples resultados que cabe extraer de mi inter-pretación, incluso en el campo de la religión,para un mejor conocimiento de las culturascolonial (fenicio/púnica y griega) e indígena.

Que los fenicios, griegos y otros pueblosasentados en el Mediterráneo occidental(sículos, etruscos, ligures, celtas, iberos) pes-caban ciertas especies migratorias (atunes,caballas, melva, bonitos) es un aspecto sufi-cientemente divulgado, en particular en suvertiente relativa a la preparación de conser-vas de pescado y a la catalogación de los res-tos materiales de las antiguas factorías –a lasque damos asimismo el nombre de almadra-bas– en donde se realizaba la elaboración desalazones y salsas; no voy por tanto a insistiren que esta lucrativa actividad económica secertifica sin interrupción en muchísimas

regiones del Mediterráneo, incluyendo, natu-ralmente, la Península Ibérica6. Ahora bien,sucede que todo lo relativo a las técnicas decaptura de los cardúmenes durante los siglosVI al II a. C. no ha recibido un tratamientoconcreto ni tampoco se ha examinado –y estoes lo que ahora verdaderamente nos con-cierne– cómo estuvieron dispuestos losmecanismos de localización de los bancos,pues constituye el apartado principal denuestra investigación. Procedamos pues areunir los testimonios más extensos e ilustra-tivos, a reserva de algunos otros más brevesque iremos aportando más tarde; para mayorcomodidad facilito las traducciones de losmismos.

1. AEL., NA XV 5: “Imagine el lectorlas ciudades de Heraclea, Tío y Amastris,ribereñas del Ponto Euxino. Pues bien, lasgentes que habitan toda esta región conocena la perfección la fecha de la llegada de losatunes y, efectivamente, éstos llegan en elmomento del año que saben esas gentes, ypara entonces están preparados para atacar-los muchos instrumentos: naves, redes y unaalta atalaya. Pues bien, esta atalaya, fijadaen un lugar elevado de la costa, se levanta enun calvero que permite una buena visión enderredor por estar totalmente libre de obstá-culos.

Para mí no es trabajo explicar minuciosa-mente su construcción, y a ti te va a ocurrir

5 El trabajo más completo sobre el particular sigue siendo el de P. ROHDE, “Thynnorum captura quanti fuerit apud vete-res momenti”, Jahrbücher für classische Philologie, Suppl. Bd. XVIII, Leipzig, 1892, págs. 26-51; O. KELLER, Die antikeTierwelt, II, Leipzig, 1913, págs. 382-393; A. STEIER, RE VI A 1, cols. 727-730, s.v. Thynnos; D. BOHLEN, Die Bedeu-tung der Fischerei für die antike Wirtschaft (Ein Beitrag zur Geschichte der antiken Fischerei), Diss. Hamburg, 1937, págs.16-62; J. DUMONT, “La pêche du thon à Byzance à l’époque hellénistique”, REA, 78-79 (1976-1977) 96-119. R.I.CURTIS, Garum and salsamenta. Production and Commerce in Materia Medica (Studies in Ancient Medicine, Vol. 3),Leiden, 1991.

6 Por citar sólo los últimos trabajos, en donde se hallará toda la bibliografía anterior, vid. G. DE FRUTOS REYES y A.MUÑOZ VICENTE, “La industria pesquera y conservera púnico-gaditana: balance de la investigación. Nuevas perspecti-vas”, SPAL, 5 (1996) 145-152; E. GARCÍA VARGAS, “Pesca, sal y salazones en las ciudades fenicio-púnicas del sur deIberia”, en B. Costa y J. H. Hernández (edts.), De la mar y de la tierra. Producciones y productos fenicio-púnicos. XV Jor-nadas de Arqueología Fenicio-Púnica (Eivissa, 2000) [Treballs del Museu Arqueològic d’Eivissa y Formentera], Ibiza, 2001,págs. 9-66; L. LAGÓSTENA BARRIOS, La producción de salsas y conservas de pescado en la Hispania romana (II a. C.-VId. C.) (Instrumenta, 11), Barcelona, 2001.

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quedarte anonadado al oír una narración queva a deleitarte cuando la oigas. Se fijan en elsuelo dos altos troncos de abeto unidos entresí con anchos tablones, que están pegadosunos a otros de forma compacta y que sonexcelentes para que el vigía suba y se planteallá arriba.

Las barcas tienen cada una a cada costadoseis remeros jóvenes, que reman con granvigor. Las redes son muy largas, no demasia-do fofas ni retenidas por los corchos, sino másbien lastradas con plomo. Y resulta que lasbandadas de estos peces nadan compactas alinterior de este mar. Cuando empieza a relu-cir la primavera y los vientos traen ya brisassuaves y la atmósfera ambiente está radiante ycomo sonriente y las olas se hallan paralizadasy el mar tranquilo, el vigía, al ver a los atunesgracias a una habilidad inexplicable y a unacondición de su vista que le hace ver con lamayor agudeza, dice a los pescadores de quéparte vienen, y también les hace saber sideben extender las redes hacia la costa. Y sideben extenderlas más adentro da, como ungeneral, el santo y seña, o, como un corifeo,el tono. ¡Y ya podrá decir montones de vecesla cifra exacta de cada bandada de atunes quellega, que no se equivocará ni una sola vez enel número! Y los siguientes hechos, ¡quémaravilla! Cuando el tropel de atunes se lanzaa mar abierto, el que está al cuidado de la vigi-lancia y que tiene un conocimiento preciso delos citados peces, lanzando gritos agudos, lesdice que los persigan allá y que remen dere-cho al mar abierto. Y los pescadores atando auno de los dos troncos de abeto que sostienenal vigía una soga muy larga prendida a lasredes, reman en las barcas que van en fila unasdetrás de otras y pegando entre sí, porque,como es de comprender, la red se repartetambién entre todas y cada una de ellas. La

barca que va la primera suelta su porción dered y se retira; luego hace la misma operaciónla segunda y la tercera, y es ahora cuando lacuarta debe soltar su porción, mientras losque mueven a remo la quinta esperan todavíay los que van detrás de ésta no tienen que sol-tar aún su porción. A continuación remanalternativamente unos detrás de otros, llevansu porción de red y, tras esta operación, sequedan quietos. Y claro está, los atunes, comoson retraídos e incapaces de llevar a cabo unrápido golpe de audacia, se quedan quietos ysin rebullir al verse acorralados. Y los remeroscapturan, como si se tratara de una ciudadtomada, como diría el poeta, la población delos peces.... Conocen de referencias estasprácticas tanto los ciudadanos de Eretriacomo los de Naxos, ya que, en relación con elmentado sistema de pesca para los atunes,entendieron cuanto dicen Heródoto7 y demásautores”8.

2. AEL., NA XV 6: “Una vez capturadoslos atunes de acuerdo con el sistema de pescapracticado en el Ponto (y yo aseguraría que sepractica también en Sicilia, pues ¿qué objeti-vos, si no, se habría planteado Sofrón cuandoescribió su deliciosa obra Método para la pescade atunes? Por otro lado, no faltan en absolu-to tampoco en otros lugares capturas de losreferidos atunes), pues bien, una vez que yaestán cogidos ellos en la red, es el momentoexacto en que todos los pescadores rezan aPosidón en su acepción de dios ahuyentadorde males. Y considero adecuado indicar dedónde le viene al dios este título, porque mehe preguntado a mí mismo muchas veces quées lo que pretendían cuando le aplicaron estenombre. Piden al hermano de Zeus, señor delmar, que no haya entrado en la red, mezcladoentre la bandada de atunes, ni el pez espada ni

7 HDT. I 62, y véase el comentario a este texto más adelante. 8 Traducción de J. VARA DONADO (Claudio Eliano, Historia de los animales [Akal/Clásica, 18] Madrid, 1989, págs.

563-565).

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mucho menos un delfín. Y es que el pez espa-da con genio perfora muy a menudo la red ytrae como resultado que la bandada de atunesescape libre. También el defín es una criaturaque acomete a la red, ya que es, claro está,tremendo para roerlas de parte a parte” (trad.Vara).

3. AEL., NA XIII 16: “Los ítalos y lossículos gustan de denominar a la pesca de losatunes pesca mayor, y los lugares donde escostumbre que sean almacenadas las redesgrandes y los restantes utensilios de pesca sellaman, claro está, almacenes para aparejos depesca mayor. Y lo hacen porque quierenincluir para el futuro el tamaño del atún en elnúmero de los peces mayores.

Ha llegado a mis oídos que los celtas, losmasaliotas y todo el pueblo ligur capturan alos atunes con anzuelos. En ese caso, esosanzuelos tienen que estar hechos de hierro, ytienen que ser grandísimos y gruesos deaspecto” (trad. Vara).

4. PHILOSTR., Im. I 13, 7-10 (390-391K.): “Los atunes llegan periódicamente al marexterior saliendo desde el Ponto, que esdonde nacen y se alimentan de peces, deposos y de otras sabrosas materias que condu-cen hasta él el Istro y el Meótides, por obra delos cuales el Ponto es más dulce y agradable alpaladar que cualquier otro mar. Nadan comosi fuesen un cuerpo de infantería, formandocolumnas de a ocho o de a dieciséis, o de dosveces esta cifra9, y levantan una serie de olas,nadando los unos sobre los otros, de tal modoque el largo del banco tiene la misma dimen-sión que el ancho.

Y hay incontables formas de pescarlos:puede usarse un arpón para ensartarlos, derra-mar venenos sobre ellos, o basta una redpequeña para quien se conforma con una redu-cida porción del banco. Pero el mejor sistemapara capturarlos es el siguiente: un vigía obser-va desde un alto árbol, alguien que contabilicecon rapidez y con la vista aguda. Pues tiene quehincar los ojos en el mar y alcanzar la mayor

Copa ática de figuras negras con barco mercante siendo asaltado por otro pirata.(ca. 510 a.C.). British Museum. Londres

9 Es decir, columnas de a treinta y dos.

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distancia posible; y cuando vea irrumpir a lospeces debe dar inmensos gritos a quienes sehallan en las barcas y comunicarles el númerode peces, diciendo cuántos miles van. Y los pes-cadores, interceptando su marcha con una redmuy extensa que los encierra, logran una mag-nífica pesca, que fácilmente puede llegar a enri-quecer al patrón de la caza.

Ahora observa el cuadro y verás cómo lorealizan. El vigía mira hacia el mar, girandolos ojos en todas direcciones para calcular elnúmero. Entre el brillo azulado del mar veráslos colores de los peces: los que están encimaparecen negros, los que vienen luego sonmenos oscuros, y los que se hallan debajo deésos engañan ya la vista; al principio presumesque son oscuros, después que tienen el colordel agua. Pues cuando ha penetrado en elagua, para examinar con detalle cuanto haydentro de ella, la vista se debilita.

El conjunto de los pescadores es encanta-dor; tienen la piel morena por el abrasamientodel sol. Uno de ellos sujeta el remo al tolete,

otro está remando con el brazo completa-mente abultado, otro anima a su vecino, y otrogolpea a un compañero que no está remando.El griterío de los pescadores alerta de que lospeces ya han caído en la red: unos ya han sidocapturados, a otros los están cogiendo. Y comoestán perplejos ante la gran cantidad de peces,no sólo entreabren la red, sino que permitenque algunos se evadan y salgan fuera: tan orgu-llosos se sienten de su pesca”10.

5. OPP., H. III 620-648: “La especie delos atunes procede del ancho Océano, y ellosviajan a las regiones de Nuestro Mar11 cuan-do están excitados después del frenesí del apa-reamiento en primavera.

Primero, dentro del mar Ibérico, los cap-turan los iberos, que están orgullosos de sufuerza; después, cerca de la desembocaduradel Ródano, los pescan los celtas y los anti-guos habitantes de Focea. Y en tercer lugaraquellos que moran en la isla Trinacria y cercade las olas del mar Tirreno. Desde allí, en las

Cerámica ática de figuras negras, con un barco mercate.(ca. 510 a.C.). Museo Westreenianum de La Haya

10 Traducción del autor de este artículo.

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inmensas profundidades, se esparcen pordiversos caminos y recorren todo el mar.

Abundante y prodigioso botín obtienenlos pescadores cuando la hueste de los atunesavanza en primavera. Lo primero de todo, lospescadores marcan un sitio en el mar, nodemasiado angosto, al pie de riberas abruptasdotadas de una cubierta, ni demasiadoexpuesto a los vientos, sino que tenga la debi-da proporción de cielo abierto y de abrigadosrefugios.

Entonces, en primer lugar sube a lo altode un escarpado collado un experimentadovigía de atunes, el cual hace conjeturas acercade los variados cardúmenes que se aproximany de su clase y número, e informa a sus com-pañeros. Inmediatamente se despliegan todaslas redes a modo de ciudad entre las olas, puesla red tiene sus porteros, tiene puertas yreceptáculos bastante profundos.

Rápidamente los atunes avanzan en filas,como falanges de hombres que marchan portribus, unos más jóvenes, otros más viejos,otros de mediana edad: infinitos fluyen den-tro de las mallas, mientras deseen hacerlo y lared admita a los congregados. Y rica y exce-lente es la pesca”12.

¿Cuál fue el reflejo real de estas activida-des marítimas en la documentación epigráfi-ca? Afortunadamente, contamos con cuatrointeresantes inscripciones, magistralmenteanalizadas por L. Robert hace ya más de

medio siglo y en las que nadie interesado porla economía de la colonización parece haberreparado, que nos permiten conocer granparte de los detalles relativos a la pesca delatún en almadrabas valiéndose de los observa-torios terrestres13. Uno de los epígrafes es dela isla de Cos; los tres restantes proceden dedos poblaciones ribereñas del Mar Negro(Cízico y Pario), ambas con una larga tradi-ción en la pesca de la especie del atún. Eltexto de Cos no es sino un reglamento sagra-do destinado a regular qué personas dentrode la comunidad se hallaban obligadas anual-mente a costear sacrificios ofrecidos a las divi-nidades poliadas (magistrados, arrendatariosde impuestos, de servicios y de trabajos públi-cos, artesanos)14. Dicho reglamento fija,entre otros supuestos, que aquella obligaciónincumbía: 1) A quienes hubiesen comprado elderecho a utilizar la atalaya pública (l. 10:skopav damosiva). 2) A quienes hubieran toma-do en arriendo la otra atalaya (pública), oJ ta;n

a[l(l)an misqwsavmenoı skopavn (l. 11), obser-vatorio que estaba situado en el lugar deno-minado Nautileo15. 3) A cuantos hubiesenpuesto en alquiler cualquier atalaya (privada)y a cuantos se hubiesen adjudicado el alquilerde alguna de las atalayas de propiedad parti-cular (l. 18 s.: o{ssoi ka skopaı misqo-

poihvswntai h] e[conti ijdiwtika;n memisqwmev-

noi). No caben dudas acerca del hecho de quetodos estos puestos de observación teníancomo misión la pesca del atún, es decir, debe-

11 La expresión de Opiano hJmetevrh a{lı traduce la latina Mare Nostrum, es decir, el Mediterráneo.12 Excepto algunos cambios que he introducido, reproduzco en líneas generales la traducción de C. CALVO DELCÁN

(Opiano, De la caza *De la pesca [Biblioteca Clásica Gredos, 134], Madrid, 1990, págs. 270-272), que sigue muy fiel-mente la versión inglesa –y a menudo las notas– de A. W. MAIR, Oppian, Colluthus, Tryphiodorus (The Loeb ClassicalLibrary, 219), Londres, 1928.

13 L. ROBERT, Hellenica. Recueil d’épigraphie, de numismatique et d’antiquités grecques, IX, París, 1950, págs. 80-97.14 Syll3. 1000; Sokolowski, LSCG 168.15 Sobre este término y su interpretación como topónimo, que propugnó J. TOEPFFER, “Koisches Sakralgesetz”, Ath.

Mitt., 16 (1891) 411-432 (=J. TOEPFFER, Beiträge zur griechischen Altertumwissenschaft, Berlín, 1897, págs. 204-223),véase ROBERT, Hellenica...IX, pág. 96, n. 2. Sin embargo, la idea de Bechtel (SGDI 3632) de considerar la voz comoapelativo común (a escribir con minúscula) de un lugar en el que se explotarían los moluscos llamados nautivloi predo-mina entre los editores del texto citados en nota anterior. Bechtel podría estar en lo cierto, pero su explicación no se oponea que la palabra se hubiese convertido ya en un simple topónimo.

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Hemeroskopeion=thynnoskopeion. El final de un problema histórico mal enfocado 239

mos entender la expresión skopav como unsinónimo de qunnoskopei`on16.

La inscripción de Cízico pertenece aépoca helenística y podría ser, a grandes ras-gos, coetánea de la anterior. Se trata de unaestela dedicada como testimonio de gratitud aPoseidón y Afrodita Pontia por una sociedadde arrendatarios de los derechos de pesca encierto lugar de la costa del territorio de Cízi-co; el grupo se compone de dieciséis socios,uno de los cuales, Agatarco, intervenía encalidad de tomador legal del arrendamiento(ajrcwvnhı). Lo que aquí nos importa es que elcontrato concedía el derecho a ocupar undeterminado observatorio o atalaya (skopiav)para detectar la llegada del atún hasta aquellascostas. Dicho observatorio figuraba en unemplazamiento conocido por los lugareños,cuyo nombre propio constaba en el epígrafe,aunque su lectura exacta no resulta ya posible(O...ro, o bien Th...ro), y del que indiscutible-mente se sabía por secular experiencia quereunía adecuadas condiciones para obtenerbuenos rendimientos pesqueros.

Las dos inscripciones de Pario pertenecen,en cambio, a época romana y son posterioresa la fundación por César de la colonia IuliaPariana. La más fragmentaria conserva tam-bién memoria de una asociación de pescado-res17, alguno de cuyos miembros ejerció lafunción de vigía desde un lugar elevado (sko-

piavzein), al que se daba el nombre de Frou–(la palabra está incompleta); a juzgar por losotros paralelos, parece evidente que el interésde estas personas se orientaba a la captura delas especies migratorias (esencialmente elatún).

Sin embargo, existe un segundo epígrafede Pario que se conserva íntegro y que antesde la investigación de Robert había sido erró-neamente atribuido a Kallípolis (Gallipoli), elcual nos suministra el testimonio más com-pleto y definitivo acerca de esta técnica depesca y de cuantos especialistas colaboran ensu puesta en práctica18. Como en el caso deCízico, podemos documentar en Pario la pre-sencia de una sociedad de pescadores quehabían arrendado los derechos de captura de

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Tumba de la caza y de la pesca. Tarquininia, necrópolis de Monterozzi (aproximadamente del 510 a.C.);(en Steingräber, ed., Etruskische Wandmalerei, Stuttgart, 1985, nº 50)

16 Como argumentó TOEPFFER, l.c. 17 CIG II (add.) 3654 b; ROBERT, Hellenica...IX, págs. 89-91.18 Figura en Michel 1225 y en IGR I 817, pero las correcciones introducidas por ROBERT, Hellenica...IX, págs. 81 ss.,

mejoran extraordinariamente este texto, en el que ciertos estudiosos pretendieron ver una asociación religiosa para el cultode Isis, en cuyo honor se celebraría, como fiesta de iniciación, una pesca simulada. La estela contiene una representaciónde Príapo, a quien la asociación de pescadores debió dedicársela como ofrenda.

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240 Francisco Javier Fernández Nieto

los peces migradores (atún y caballa) en ellugar llamado Nileo (Neilai`oı, l. 3). La socie-dad estaba constituida por una serie de indivi-duos que participaban a la vez en el arrenda-miento del lugar y en las acciones de pesca, ypara cumplir el objetivo económico previstoasumían diferentes funciones laborales espe-cializadas. Cinco de ellos se ocupaban de diri-gir (y/o efectuar) las complejas maniobras dedespliegue de las redes (l. 4: diktuarcei`n)para establecer el cerco de la almadraba yencerrar a los bancos de atunes: son precisa-mente las operaciones que hemos visto descri-tas en el pasaje más extenso de Eliano (AEL.,NA XV, 5); la cifra de cinco jefes de red debesignificar, si recordamos cuanto explica nues-tro autor sobre las seis barcas que se sucedenen el momento de extender ordenadamentelas largas mallas, que esta agrupación de pes-cadores pondría en servicio, al menos, cincoembarcaciones para explotar aquella pesque-ría. Otro grupo de cinco pescadores se encar-

gaba de dirigir las barcas (ll. 12 s.: lembar-

cei`n), y su labor consistiría en marcar el senti-do de la marcha y dictar las evolucionescorrectas de los remeros para establecer lasbolsas. Había también dos personas queactuaban como timoneles o pilotos (ll. 8 s.:kuberna`n) –tal vez guiando la primera y laúltima embarcación que tienden la red, o lasdos encargadas de llevar ambos cabos termi-nales a la playa (vid. infra)– y otros dos espe-cialistas que ejercían las funciones de vigía (l.7: skopiavzein), junto con un tercer asociadoque recibía el nombre de ejfhmereuvwn (ll. 10s.) y que llevaba a cabo, sin ningún género deduda, una labor análoga19. Estimo conve-niente llamar la atención hacia este tecnicis-mo, formado sobre la misma raíz que el pri-mer elemento de la voz hJmeroskopei`on y queconstituye un claro indicio para interpretarque este último apelativo fue una de las for-mas de designar el lugar elegido para la ope-ración de detección de los bancos de peces,

Cízico, hekte EL c. 500-475 a.C. Von Fritze 93 (en Classical Numismatic Group)

19 Más adelante explicaré en qué se diferencian, según mi opinión, la misión ejercida por los skopiavzonteı y la que realizael ejfhmereuvwn.

20 Según Eliano (AEL., NA XV, 5), las barcas llevaban a cada costado seis remeros jóvenes. Eso significaría que en esta socie-dad pudieron cooperar, como mínimo, 60 remeros (doce por cinco barcas), tal vez 84 si contamos con dos barcas quetrabajan tendiendo una red concéntrica (almadraba de cinta o sedal).

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Hemeroskopeion=thynnoskopeion. El final de un problema histórico mal enfocado 241

pues alude a la actividad que desde el sko-

pei`on llevaba a cabo durante la jornada diur-na el vigía o ejfhmereuvwn. Hemeroskopeion noes sino la atalaya para ejfhmereuvein. Tambiénexistía, por último, un experto en mantenerproporcionada en las redes la cadena de cor-chos (l. 10: fellocalastei`n) con el contrape-so de los plomos: su concurso debía ser nece-sario para cumplir con la exigencia recogidapor Eliano (AEL., NA XV, 5) de que las redesno estén ni demasiado fofas ni retenidas porlos corchos, sino que deben hallarse exacta-mente cargadas con el lastre.

Todos estos asociados figuran designadosen la inscripción con su nombre y patronímico,ya que desempeñaban las labores más delica-das, las cuales requerían incuestionablementeuna experiencia y conocimientos que no acu-mulaba cualquier pescador. Pero además deeste grupo, en las sesiones de pesca y en losbeneficios participaba un número indetermina-do de simples pescadores/tripulantes, a los quela estela denomina sunnautai (l. 16) y quedesempeñarían tanto la tarea de remeros comola de mano de obra destinada a enganchar (gol-pear) y sacar los ejemplares cogidos en la tram-pa20. Conviene añadir, para completar la nómi-na de los participantes en las atunaras, que laincripción de Cízico menciona asimismo aunos enigmáticos ejpagwgoiv (l. 16). Con razónha escrito Robert que difícilmente cabría atri-buir a este término un sentido jurídico, puestoque para los aspectos administrativos estassociedades de pescadores contaban tan sólocon el apoderado que los representa en el con-trato de arrendamiento (estela de Cízico, l. 2;estela larga de Pario [Robert, p. 81], l. 3:ajrcwvnhı) y un secretario/archivero (estela deCízico, l. 3: oJ ejpi; tou crhmatismou), siendo asíque los dos epagogoi aparecen inscritos en últi-mo lugar, inmediatamente después de losnombres de los asociados. Supone entonces

Robert que esta palabra podría designar a algu-na categoría de pescadores y propone, a títulode conjetura, que quizá se tratase de aquellosque “atraían” el pescado a las redes21. La hipó-tesis es bastante enjundiosa, pues podría enefecto referirse a la tarea de quienes esperan enlas barcas que tienden las redes exteriores en lasalmadrabas de cinta o sedal (si es que las huboen Grecia: vid. infra) para introducir a los atu-nes rezagados o escapados del banco interior.Pero tampoco deberíamos descartar, a mi jui-cio, otras dos opciones: 1) Que el objeto queatrajesen o llevasen consigo estos dos pescado-res fuese una cuerda o soga (ejpavgwn es en grie-go la garrucha o polea). Recuérdese la opera-ción descrita por Eliano (AEL., NA XV, 5),según la cual una de las técnicas de pesca delatún (cuando se extienden las redes hacia lacosta) consiste en atar una soga muy larga(scoinon makra; eu\ mavla), que está ligada a lared, en el punto donde se alza la atalaya delvigía, mientras que la maroma situada en elextremo opuesto de las redes ha de ser condu-cida de nuevo hasta la costa para atrapar, envol-viéndolo, al cardumen; o bien se trata de losdos cabos terminales del aparejo de copo quese lleva hasta la playa en la tradicional almadra-ba de vista o tiro (vid. infra). Los dos epagogoipodrían haber sido, por tanto, los encargadosde arrastrar ambos cabos de la soga. 2) Ahorabien, sabemos por Filóstrato (PHILOSTR.,Im. I 13, 9) que si la almadraba estaba dema-siado llena de atunes sobrevenía el riesgo deque el dispositivo sufriese desgarros y acabarapor perderse la presa. De ahí que procedieran aentreabrir las redes por algún punto (paranoiv-

gousi tou diktuvou), dejando caer fuera y huir(diekpesein, diafugein) a varios ejemplares.¿Realizarían este papel los epagogoi, es decir,vigilar la resistencia de las redes y “atraer” haciaafuera al excedente de peces –y eventualmentea los delfines y ejemplares de pez espada que

21 ROBERT, Hellenica...IX, pág. 97, así como Hellenica..., X, París, 1955, pág. 272.

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hubiesen entrado mezclados con la bandada deatunes22–?

Vista la serie de textos y documentos epi-gráficos, es posible ya proceder a una sistema-tización de la pesca “scopiástica” (“hemeros-copiástica”) del atún. Desde tiempoinmemorial, sin duda ya antes del I milenio a.C., era conocida la migración anual de losatunes, que entran en primavera por el Estre-cho de Gibraltar y costeando la Península, elsur de Galia, la Liguria, la ribera occidental ymeridional de Italia, Sicilia, la Grecia conti-nental e insular, se adentran en el Mar Negropara reproducirse (migración gamética ogenética)23 ; después, a partir de junio, aban-donan el Mar Negro e inician el viaje deregreso, denominado migración postgaméticao metagenética, que vuelve a aprovecharsepara capturarlos (almadrabas de venida en pri-mavera, almadrabas de retorno desde junio).Ejemplares de esta especie podían ser pesca-dos con artes de anzuelo, e incluso ocasional-mente caer en pequeñas redes; pero su cos-tumbre de desplazarse componiendo grandesformaciones y bandadas debió suponer unincentivo para idear algún método de capturamasiva, y éste no fue otro sino la pesca convigía. Más o menos pronto se caería en lacuenta de que, en las fechas previstas (marzoa octubre), los bancos pueden ser localizadosgracias a algunos detalles que se aprecian en lasuperficie del mar (cambios de coloración,aparición de ligeros oleajes espumosos)24, y elmovimiento de tales pistas permitía conocer la

dirección de avance del banco y preparar, conla mayor rapidez posible, un obstáculo deredes capaz primero de frenarlo y de impedir,a continuación, que escapase. Evidentemente,la actuación del vigía resultaba fundamentalpara conseguir la máxima eficacia, pues de suexactitud dependía el éxito del intento.

El método más antiguo fue seguramenteel que refleja Filóstrato (PHILOSTR., Im. I13, 8): una vez establecidas las barcas en unlugar cercano a la costa, no demasiado pro-fundo, por donde se sabe que cruzan los atu-nes, se colocaba un vigía sobre un alto troncoo madero (ajf∆ uJyelou` xuvlou). TambiénVarrón (VARRO, Men. 209) testimonia quelos pescadores suelen, cum videre volunt inmari thunnos, escendere in malum alte. Podríapensarse que tal expresión admite una inter-pretación en el sentido de que el skopiwro~

trepaba a lo alto del mástil del navío si nofuese porque las barcas de remos para la pescaatunera pertenecían a los tipos más simples yeran embarcaciones que sólo ocasionalmentese dotaban de velas fijadas a pequeñas pérti-gas; pero es que además tenemos la fortunade que el sistema se conservó vivo en la cul-tura griega hasta casi nuestros días y ha sidorecogido por un estudioso de las tradicionesde la pesca: “Au mois de mai plus de 20 bate-aux de Spetzia, quelques-uns de Skiathos, selivrent à la pêche des thons. Quand l’arrivéedes thons dans les parages de ces îles estannoncée, les pêcheurs font leurs préparatifsde campagne. Tous les bateaux... se placent à

22 Vid. al respecto el texto de Eliano (AEL., NA XV, 6) en donde relata cómo el delfín y el pez espada abrían brecha en lasredes y provocaban el desagradable resultado de que la bandada de atunes escapase.

23 ARIST., HA VIII 598 a; PLIN., nat. 9, 47-49; AEL., NA IX 42; SOL. 12, 13.24 El indicio sobre el reconocimiento de la mancha de atunes cuando avanza está muy bien descrito en el texto de Filóstra-

to que hemos traducido. Esta misma pista, junto a la del oleaje, figura expresamente en una de las cartas de Alcifrón(ALCIPHR. I 20): cierto vigía de Lesbos que se encontraba de guardia apreció que un tramo del mar estaba oscuro yque se producían fluctuaciones y borbollones, por lo que gritó la alerta como si entrase una bandada de atunes; pero luegoresultó que no era más que el cadáver de un camello hirviendo de gusanos (cf. sobre la anécdota AESOP. 13 Perry). Muyinstructivos y coincidentes son los datos que transmite. M. OLIVER NARBONA, Las almadrabas de la costa alicantina,Alicante, 1982, págs. 33 s.: “El paso del atún por el mar se distingue claramente porque nada superficialmente y tanto porel color de sus lomos en el agua (azul morado, llamado entremar), como por el movimiento del agua a causa de sus ale-tas dorsales (lo que se llama repío), se advierte desde lejos su presencia”.

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l’entrée du golfe d’Argolide, que les poissonstraversent toujours pour pénétrer dans l’inté-rieur de ce golfe; les pêcheurs approchent dela côte, y jettent l’une des extremités du filet,et, en avançant vers le large, ils y jettent lereste. Cela fait, ils enfoncent dans l’eau unepoutre et y laissent un gardien. Le bateaurevient à terre en décrivant une courbe et traî-nant après lui une corde, avec laquelle, entirant l’extremité placée du côté de la mer, ilsfont décrire au filet une ligne circulaire. Aus-sitôt que le gardien annonce, par des signaux,à ses camarades qu’un nombre assez considé-rable de thons se trouve à leur portée, ceux-citirent de la terre le filet où ils englobent lespoissons”25. Nada impide, desde luego, queel tronco fuese un árbol vivo crecido al bordemismo del mar o una viga plantada en la pro-pia playa, pero parece muy verosímil que estemalus /xuvlo~ a que hacen referencia Varrón yFilóstrato era ese mismo madero que siglosmás tarde seguían los pescadores clavando enel fondo del mar, para buscar una posiciónfavorable en la detección anticipada de losbancos próximos. No obstante, este sistemaofrece el inconveniente de quedar restringidoa lugares de tránsito de los atunes que poseanno demasiada profundidad y buenas condicio-nes para cerrar con gran rapidez el circuito dela almadraba, pues el tiempo que transcurreentre el aviso del vigilante y la llegada delbanco es corto. Por el contrario, cuanto másarriba se halle situado el punto de observa-ción se obtiene mayor distancia de visión, y alreconocer enseguida los rastros que deja elcardumen se concede bastante más tiempo alos jefes de redes entre la transmisión de laalerta y la ejecución completa de la trampa.

Dejemos constancia aquí, como un brevey necesario inciso, que las artes que componía

la trampa formaban lo que se llama una“almadraba de vista y tiro”, es decir, aquellaen que una barca (o un punto fijo en la costa)mantiene uno de los cabos terminales de lared mientras que las demás embarcaciones,después de haber descrito un semicírculoarrastrando todo lo que queda del aparejo y elsegundo cabo, copan al banco. Hecha la cap-tura, dos barcas trasladan los cabos terminalesa tierra: desde allí se cobran las redes bien abrazo, bien con ayuda de animales de tiro,hasta que los atunes quedan varados en laplaya (son siempre playas de cantos o dearena). Una variante más compleja de estetipo es la almadraba denominada de cinta osedal, en la que además del aparejo principal,que captura el grueso de la bandada, se tien-den hasta dos grupos de redes concéntricaspara cortar el paso a los atunes que eludieronla red de copo26. No es seguro que los grie-gos utilizasen dicha variante, aunque el textode Opiano (OPP., H. III 641-642) mencionaun dispositivo de puertas y profundos recep-táculos en las redes que podría apuntar aalgún tipo de almadraba más o menos similar(¿que rodeaba una sola vez la red interior?).

Regresemos ya al observatorio. El troncoo viga plantada en el fondo procuraba cortadistancia de avistamiento, pero la ampliacióndel radio de búsqueda podía satisfacerse demodo óptimo ocupando una elevación delterreno muy cercana o contigua a la ribera delmar, sobre la que incluso cabía fabricar unaplataforma o torre. Así nacieron los numero-sos qunnoskopei`a que jalonaron diferentespartes del Mediterráneo, justo allí donde con-currían las dos condiciones de existencia deun promontorio o acantilado con ampliapanorámica y de experiencia sobre la migra-ción periódica de atunes ceñidos a la costa.

25 N. Chr. APOSTOLIDÈS, La pêche en Grèce2, Atenas, 1907, pág. 31; reproduzco el texto tal como está citado por MAIR,Oppian..., págs. 400 s.

26 Véase OLIVER NARBONA, Almadrabas..., págs. 25 ss.; GARCÍA VARGAS, “Pesca, sal y salazones...”, págs. 16-18. Lasdos clases restantes de almadraba, la de “monteleva” y la de “buche o copo” no fueron conocidas en la Antigüedad.

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244 Francisco Javier Fernández Nieto

Los textos que hemos reunido son muy elo-cuentes y nos garantizan una reconstrucciónmuy fidedigna sobre los modos de proceder.Como emplazamiento de la skopiav o skophv

se nos habla en unos casos de una elevación oaltura del terreno (AEL., NA XV 5: skopiav

uJyhlhv), de un promontorio (a[kra)27 o decostas escarpadas (AEL., NA XV 5: ajkthv), deuna orilla abrupta (OPP., H. III 634: o[cqh),de encaramarse a lo alto de una colina escar-pada (OPP., H. III 636: ejp∆ o[rqion u{yi kolw-

novn). No menos descriptiva es la mención queAristófanes hizo a estos observatorios, a losque retrata como situados encima de las rocas(ajpo; tw`n petrw`n a[nwqen)28, pasaje que losescolios comentan dejando constancia de quelos qunnoskovpoi trabajaban asentados sobreuna altura (ejpi; u{youı iJstavmenoi)29.

Mas no basta con que la atalaya ocupe unlugar elevado de la costa, pues ésta tiene queofrecer también una buena visibilidad alrede-dor por estar libre de obstáculos (AEL., NAXV 5: ejn periwph`/ sfovdra ejleuqevra/). Y paraaumentar el área y calidad de la visibilidad–facilitando asimismo a quienes se hallan enlas barcas la recepción óptima de las señales–se procedía a levantar sobre la superficie deeste calvero una plataforma de madera que,según Eliano (AEL., NA XV 5), no era sinouna estructura muy elemental compuesta pordos grandes troncos (prevmna) trabados conuna serie de anchas vigas o tablones (dokivdeı).

A su vez, la información transmitida porOpiano (OPP., H. III 634) de que el miradorsituado en la ribera abrupta debía estar“cubierto, techado” (ejphrefhvı) debe serinterpretada en el sentido de que la platafor-ma que se alzaba era una pequeña torreta queconstaba de un techo de ramas o de maderapara proteger al vigía del sol y de las incle-mencias del tiempo. No es lícito descartar laposibilidad de que en algunos de los thynnos-kopeia hubiera una torre fija construida conmateriales no perecederos; desde luego, en laszonas de la Península que después de la Anti-güedad siguieron explotando atunaras se hanmantenido torres hechas en piedra, desde lasque actuaban los vigías ocupados de alertar alas barcas30, y es probable que representen lacontinuidad de las más primitivas que reem-plazaron. Parece lógico pensar que en loslugares que hubiesen demostrado temporadatras temporada la rentabilidad de las capturasvaldría la pena fabricar una estructura sólida yduradera, y esta idea viene reforzada por elhecho de que ciertos observatorios eran,como claramente expresa el epígrafe de Cos yse deduce por el ajrcwvnhı en los de Cízico yPario (Nileo), propiedad del Estado (damo-

siva)31, de forma que para conseguir buenasofertas de arrendamiento es probable que lapropia comunidad decidiese efectuar allí unasencilla obra que facilitaría indefinidamentelas actividades de los grupos de pesca. Tam-

27 Cf. STR. V 2. 6 (C 223); 2. 8 (C 225); XVII 3. 16 (C 834), donde menciona la existencia de observatorios para atunesen dos puntos de la costa etrusca y en las cercanías de Hadrumeto.

28 AR., Eq. 312-313, en donde compara al demagogo Cleón con los pescadores de las almadrabas, pues con sus gritos ensor-decía a los atenienses y desde lo alto de las rocas vigilaba la llegada de los tributos como si fuesen atunes. Esta imagen cre-ada por el gran cómico ateniense es sin duda de las más logradas.

29 SCHOL. AR. Eq. 313 a y c; SUID., s.v. Qunnoskopw`n. En una de sus composiciones poéticas describe Teócrito a un cabre-ro enamorado que amenaza a su amada con arrojarse al mar desde el lugar en que el pescador Olpis observa la llegada delos atunes (THEOC., Id. III 25 s.). Se refiere, obviamente, a un acantilado.

30 Vid. por ejemplo las antiguas escenas del siglo XVIII reproducidas por GARCÍA VARGAS, “Pesca, sal y salazones...”, figs.6 y 7 A, en las que se aprecian las torres sobre el acantilado, así como OLIVER NARBONA, Almadrabas..., págs. 45 s..

31 Es interesante señalar que, además del dato sobre la skopiav damosiva que contiene la inscripción de Cos, el texto del arbi-traje entre Trecén y Arsínoe (IG IV2 76) establece que las qunnei`a (pescadurías de atunes) de esta parte del golfo Argó-lico serán propiedad común (koinav) de ambas ciudades, lo que seguramente significaba no sólo que los miembros deambas comunidades podían explotar las atalayas, sino que éstas pertenecían al Estado: vid. la reconstrucción propuesta porROBERT, Hellenica... XI-XII, París, 1960, pág. 159, n. 2.

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bién aquellas que, como muestra la inscrip-ción de Cos, eran de propiedad privada y seofrecían en alquiler, pudieron contar tantocon plataformas de madera como con peque-ñas torres de piedra.

El puesto de observación no podía seratendido por cualquiera. Las cualidades exigi-das al vigía eran, ante todo, poseer una vistaclara y muy aguda, lo más penetrante posible(ojxuwpevstatoı), aunque tan importantecomo la vista era la experiencia en interpretarlas alteraciones de la textura del mar queanunciasen la llegada de un banco. Opiano(OPP., H. III 638) habla del i[dri~ qunnoskov-

poı, el experto vigía atunero, pero más expre-sivo es Eliano (AEL., NA XV 5) cuando atri-buye a los ocupantes de los observatorios unahabilidad o ciencia secreta y misteriosa (so-

fiva ajpovrrhtoı), que sin duda se basaba enuna prolongada familiarización con las distin-tas pistas, en función del estado de la mar;seguramente tal habilidad empezaba a adqui-rirse junto a un viejo maestro, que iniciaba alaprendiz en los arcanos de aquella destreza.

Cuando el vigía creía haber descubiertoun cardumen transmitía la alerta a las barcas;las operaciones tenían que realizarse con granrapidez y precisión, por lo que el vigía debíano sólo enviar el aviso, sino suministrar almismo tiempo una serie de datos imprescin-dibles para la captura: es lo que Eliano (AEL.,NA XV 5) denomina ejkdidavskein, instruir afondo a sus compañeros. Si repasamos los tex-tos pertinentes, comprobaremos que estosdatos eran: 1º. De qué parte vienen los peces.2º. El número aproximado de los componen-tes del banco, información que estaba limita-

da, probablemente, a indicaciones muy gene-rales: banco pequeño, mediano, grande,inmenso32. El vigía debía efectuar rápidamen-te esa evaluación, para lo que tomaba comoreferencia el área ocupada por la formación deatunes, concretamente el ancho, el largo y laprofundidad (bavqoı, eu\roı, plavtoı, mh`koı)33.3º. Hacia dónde deben extenderse las redes,si en dirección a la costa o a mar abierto. Si lared ya se había fijado en un punto del litoral,la función de las embarcaciones se centraba enencauzar a la mayor parte de la bandada paraque, tirando desde la orilla con la cuerda delotro extremo de la red, los atunes quedasendentro de la almadraba.

A fin de hacer llegar estas informacionescon claridad, los vigías empleaban un códigobien de señales acústicas, bien de señales ópti-cas. En el primer caso se trataba de lanzargrandes gritos –que ampliarían colocando lasmanos alrededor de la boca– equivalentes adatos cortos, fáciles de interpretar y exactos;nuestras fuentes utilizan siempre la palabrabohv o el verbo boavw y sus compuestos (ejkbo-

avw, ajnaboavw), sin olvidar añadir que los gritosemitidos serán fuertes y potentes (wJı

megivsth, mavla ojxuv), ensordecedores (ejkkw-

fa`n). Supongo que también pudieron emitir-se avisos valiéndose de trompetas y/o de cara-colas, un sistema muy común entrepescadores, y el único apoyo para sustentaresta conjetura es nuevamente Eliano (AEL.,NA XV 5) al escribir que la alerta del vigíapuede parangonarse a la acción del corifeodando el tono (to; ejndovsimon).

En otros casos, sin embargo, dada la dis-tancia que separaba la atalaya de las barcas, o

32 Las afirmaciones de Eliano (AEL., NA XV 5) de que los thynnoskopoi son capaces de calcular la cifra exacta de peces yjamás se equivocan respecto al número es una manifiesta exageración, derivada tal vez de que en su estimación del tama-ño del cardumen solían afinar bastante. Filóstrato (PHILOSTR., Im. I 13, 8) se deja llevar también por la fantasía al ase-gurar que transmiten a los pescadores cuántos miles de atunes vienen en camino. Más realista es Opiano (OPP., H. III638 s.), para quien el vigía se limita a evaluar el banco y a conjeturar sobre la cantidad de ejemplares.

33 Al pasaje traducido de Filóstrato (PHILOSTR., Im. I 13, 7) súmese la ilustrativa explicación de Plutarco (Moralia 980A) sobre la forma tan rigurosa (ajkribw`~) con que los thynnoskopoi calculaban el volumen del banco: eijdw;ı o{ti kai; to; bavqoıaujtw`n ejn i[sw/ tetagmevnon stoiceivw/ provı te to; plavtoı ejsti; kai; to; mhkoı.

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por dificultades auditivas creadas por el oleajeo el viento contrario, se hacía imprescindibleel uso de señales ópticas, una técnica muy pre-cisa ya desarrollada en el Próximo Oriente yque fue de dominio generalizado en todaGrecia como instrumento de transmisióninmediata de noticias. Los datos a enviar porel vigía podían ser reducidos a un código con-venido bastante simple, no superior a diez odoce elementos. Se recurría obviamente abanderas e insignias, entrando en juego tantola forma de presentarlas (arriba, cruzadas, aizquierda, etc.) como los colores de la tela:precisamente Eliano (AEL., NA XV 5) com-para la actuación desde la plataforma con elempleo del suvnqhma en el ejército, es decir, lasórdenes que se comunicaban a las tropas pormedio de banderas. Opiano (OPP., H. III640) refiere además que el vigía comunica porseñas lo que ha visto, pero el matiz que intro-duce con el verbo pifauvskein, formado sobrela raíz de faovı (brillar, hacer brillar), apunta ala utilización de señales luminosas, es decir,de espejos u objetos reflectantes, y no seríaextraño que desde algunas atalayas se emitie-sen señales combinando banderas y destellosde luz. En verdad, la técnica de la almadrabarecomienda la luz del día, y durante las horasdiurnas se practicaría habitualmente; pero nopodemos omitir una cita de Heródoto, endonde copia la respuesta que el adivino Anfi-lito de Acarnania dio al tirano Pisístrato comovaticinio de su entrada triunfal en Atenas:“Echado está el lance, la red está tendida, losatunes acudirán en la noche de luna” (HDT.I 62). El texto da claramente a entender quedesde algunos observatorios los vigías podían,aprovechando las fechas de luna llena, locali-zar de noche a los atunes y activar el disposi-tivo de pesca para su captura. Aunque lo lógi-co es que en tales casos (unas seis noches en

los ocho meses de marzo a octubre) se valie-sen para dar la informacion de señales acústi-cas, lo cierto es que las circunstancias admi-tían el manejo de fuego (antorchas) comotransmisor del código, un sistema bastanteextendido en el ámbito cívico y militar paraactivar la defensa de posiciones y enviar órde-nes precisas y que sería perfectamente adapta-ble a los objetivos de la caza de atunes, pues-to que los griegos también pescaron el atúnde noche con antorchas34.

Contiene nuestra documentación otranoticia importante para trazar el cuadro de losthynnoskopoi. En efecto, no es arriesgado pre-sumir que las advertencias remitidas por elvigía desde su posición elevada, aunquepudiesen ser más o menos correctamente cap-tadas por una parte de los pescadores, teníanen las barcas un directo receptor que sabíadescifrar cuanto aquél comunicaba, y quetales datos pasaban de inmediato a los jefes delas redes y de las embarcaciones para organi-zar sin tropiezos las maniobras pertinentes.Pues bien, esta conjetura creo hallarla confir-mada por dos detalles de entidad. En primerlugar, la mención hecha por Eliano (AEL.,NA XV 5) de que, antes de empezar el tendi-do de las redes, uno de los tripulantes está acargo de vigilar el observatorio (oJ th;n sko-

pia;n fulavttwn); dicha persona no puede sermás que el pescador que, cuando se da la alar-ma, atiende a las señales emitidas por el vigía,siendo su destinatario e intérprete. Y, ensegundo término, gracias a la nómina de losintegrantes de la sociedad de arrendatarios dela pesca en el Nileo de Pario: allí figuran,como tuvimos ocasión de ver, dos asociadosque ejercen como skopiavzonteı y un terceroa quien se denomina el ejfhmereuvwn. Deinmediato se infiere que la inclusión en laestela de dos títulos que aparentemente son

34 Vid. al respecto RHODE, “Thynnorum captura...”, pág. 50; sobre el uso de antorchas por los pescadores en la Antigüe-dad suministra algunos otros datos ROBERT, Hellenica... X, pág. 272, n. 3.

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sinónimos obedece al hecho de que cumplenlabores distintas. Éstas eran, en mi opinión,complementarias y se explican razonablemen-te siguiendo el anterior planteamiento: losskopiavzonteı serían los receptores de lasseñales que llegasen desde la atalaya, y suduplicación derivaría de simples factores deprecaución, tales como la conveniencia de evi-tar equívocos, la separación entre dos gruposde barcas (las que tienden las redes, que vanpor fuera, y las que cierran el buche, que vanpor dentro), cada uno de los cuales lleva unreceptor, etc. A su vez, el ejfhmereuvwn debióde ser el genuino y hábil vigía de los bancosde peces instalado en un altura, aquel cuyasseñas aguardan los skopiavzonteı para poneren marcha la trampa de la almadraba35. Nadahay de extraño, por tanto, en que el observa-torio de atunes recibiese también la denomi-nación de hJmeroskopei`on, porque sobre estecalvero se asentaba el experto cuya actividadprofesional se calificaba de ejf-hmereuvein.

Los restantes aspectos sobre la captura deesta especie exceden ya el marco estricto deeste trabajo, orientado únicamente a profun-dizar en el papel de los observatorios, puesafectan a la técnica de extender las redes yorganizar la atunara36. Añadamos tan sóloque los thynnoskopeia no proliferaron en exce-so porque, obviamente, no todos los tramosde la costa reunían buenas condiciones: pasode la migración37; “lugares no demasiadoangostos, al pie de riberas abruptas y con pla-taformas techadas, no demasiado expuestos a

los vientos, con la conveniente proporción decielo abierto y de abrigados refugios” (OPP.,H. III 634-636); suministro de abundantescantidades de sal desde las cercanías para laconservación inmediata de grandes cantidadesde pescado. El número de estas atalayas fuemayor en el Mediterráneo occidental que enGrecia, las islas y el Mar Negro38; para el casode la Península Ibérica es seguro que las habíaen el territorio de las ciudades afamadas comograndes productoras de conservas de pescado(Gades, Carteia, Abdera, Sexi, CarthagoNova) y que servían para la captura tanto deatunes como de caballas, bonitos, melvas yalbacoras, aunque los métodos propiamentefenicios no tenían por qué ser los mismos queaplicaban los griegos (vid. infra).

***

Si asociamos ahora todos estos datos conlos escasos elementos que dan testimonio delantiguo hemeroskopeion peninsular compro-baremos que el panorama se clarifica deforma asombrosa. El único texto algo explí-cito sobre este lugar es el de Estrabón, cuyainformación remonta, vía Posidonio, a Arte-midoro39. Este último afirmaba que Heme-roskopeion era una pequeñísima población(polivcnion) perteneciente a los masaliotas, yesta imprecisa pincelada (¿qué es exactamen-te un polivcnion?) dio pie a propugnar la teo-ría de la existencia en la costa de Denia deuna vieja apoikía focense, ocupada luego por

35 Mi interpretación no se contradice con la anterior sobre los pescadores que trabajaban en la zona de Pario denominadaFrou-, puesto que en aquel caso la acción verbal de skopiavzein podía estar perfectamente referida tanto al vigía de la ata-laya como al que espera sus señales.

36 Vid. al respecto GARCÍA VARGAS, “Pesca, sal y salazones...”, págs. 16-18.37 Que no bordea exactamente las costas, porque los bancos nadan del mar libre a la costa, y cuando hallan un obstáculo

cambian de rumbo en sentido contrario al que llevaban, volviendo a retornar tras el zigzag (OLIVER NARBONA, Alma-drabas..., pág. 17).

38 La relación de los algo más de cuarenta lugares (thynnoskopeia propiamente dichos o ciudades en cuyas costas los había)se hallará en KELLER, Die antike Tierwelt II, págs. 383 s.; STEIER, RE VI A 1, col. 729 s., s.v. Thynnos; CURTIS,Garum..., págs. 65, 85s., 129s.; añádase ahora Hemeroskopeion en la Península Ibérica y las thynneia del golfo Argólico(ROBERT, Hellenica... XI-XII, pág. 159, n. 2).

39 STR. III 4. 6 (C 159).

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Marsella, y muchos creerían, supongo, quesu carácter de ciudad no ofrecía dudas habi-da cuenta del surgimiento del municipioromano de Dianium40.

Esas viejas quimeras no pueden ya soste-nerse, pues la historia de aquel lugar debereescribirse de la siguiente manera. El pro-montorio en el que están hoy las ruinas delcastillo de Denia se habilitó como atalayaque permitía detectar la llegada de los ban-cos de atunes durante sus migraciones y, dis-poniendo en la costa –que en la Edad Anti-gua llegaba al pie de la colina– algunasembarcaciones, realizar capturas. Aquelobservatorio era perfecto, pues se trataba deun punto elevado sobre el mar (a[kra enEstrabón) con visibilidad abierta41; tan per-fecto que hasta fechas muy recientes, comoluego diremos, siguió dando asiento a los

vigías de las almadrabas. Es más que proba-ble que tales actividades fuesen ya desarrolla-das por un grupo de población indígena(protoiberos) con los medios técnicos a sualcance antes de que se produjese la instala-ción, algo más al sur, de los primeros asenta-mientos fenicios42. Pero la presencia cercanade elementos semitas (Ibiza, Guardamar),una de cuyas principales fuentes de riquezadesde Cádiz hasta Murcia era la confecciónde conservas de pescado43, unida al hechode la progresiva expansión fenicio-púnica endirección al Ebro, debió convertir este encla-ve en una empresa mixta de explotación delos recursos atuneros, si es que los semitasno desplazaron por completo a los indígenas(por la fuerza) o les compensaron de algunaforma pactada por el derecho a la extracciónde la pesca.

40 Toda la bibliografía está plagada de remisiones cruzadas entre sí que, sin ningún argumento original, tan pronto hablande ciudad focense como de colonia griega, tan pronto niegan cualquier presencia fenicia o griega por los contornos comola afirman, tan pronto ponen en duda que Dianium sea la sucesora del nombre Artemision como hacen de este últimoun gran templo. Donde mejor se refleja esta nebulosa es en la síntesis que persiguió A. TOVAR, Iberische Landeskunde.Segunda parte. Las tribus y las ciudades de la antigua Hispania. Tomo 3. Tarraconensis, Baden-Baden, 1989, págs. 207-210.

41 Si era visible desde muy lejos para quienes llegaban por mar, como asegura Estrabón, significa que el propio observatoriodisfrutaba de vistas despejadas.

42 La existencia de salinas cerca de Denia (vid. infra, notas 56s.), invita a pensar que desde la protohistoria se daba la con-dición más importante para poder explotar en grandes cantidades el pescado. En el siglo VI había una fortificación ibéri-ca en el macizo del Montgó, la montaña que domina Denia: vid. H. SCHUBART, “Untersuchungen an den iberischenBefestigungen des Montgó bei Denia (Prov. Alicante)”, Madrider Mitteilungen, 4 (1963) págs. 51-69; E. A. LLOBRE-GAT CONESA, Contestania ibérica, Alicante, 1972, págs. 45-48.

43 Del tema se ha ocupado J. L. LÓPEZ CASTRO, “La producción fenicia occidental de salazón de pescado”, en II Con-greso Peninsular de Historia Antiga. Actas. Coimbra, 1990, Coimbra, 1993, págs. 353-362.

Crátera del vendedor de atún. 380-370 a.C. Cefalù,Museo della Fundazione Culturale Mandralisca, CAT, 233.

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Los fenicios conocían y aplicaban trata-mientos adecuados de salazón con los quepreservar el mayor número posible de subsis-tencias, por lo que en los alrededores de aquelpromontorio tuvo que surgir ya una factoríaque, con la sal obtenida muy cerca, elaborasey envasase los productos extraídos del mardurante la campaña atunera44; sus formas decapturar el atún con vigía, aunque tuviesenuna impronta propia y no dependiesen de lasgriegas45, debían estar emparentadas conaquéllas, pues pequeños cercos de redes paracopar el banco debían formar parte de la téc-nica común al Mediterráneo minoico, micéni-co y fenicio. Por desgracia, carecemos dedatos precisos sobre las artes de pesca em-pleadas por fenicios y púnicos y, en el estadoactual de la investigación, no hay manera desaber si el tendido de sus redes había alcanza-do la misma eficacia práctica que caracteriza alas almadrabas griegas; en cualquier caso, aun-que las mejores técnicas para cazar los grandesbancos de atún fuesen obra temprana delingenio helénico46, los contingentes colonia-les trasladados hasta Italia y Sicilia primero y,más tarde, hasta Galia y la Península debierondifundirlas y demostrar su gran rentabilidad,pues no en vano las bandadas de atún sonmuy abundantes y tienen más grasa cuando,en su migración gamética o genética, ascien-den desde el Estrecho hacia la desembocadu-ra del Ródano y las playas del Mar Tirreno.Cabe admitir, así pues, que a partir de una

época (en torno al cambio del siglo V al IV)todos los sistemas de captura utilizando atala-yas se habrían extendido por el Mediterráneoy serían comunes a semitas y griegos, gracias alos viajes y a los contactos comerciales, auncuando estos últimos dominaban con mayorpericia esta ciencia47.

Que hubo un grupo de pescadores grie-gos en el promontorio de Denia me parecehallarse fuera de discusión, no tanto porquemantuviese el nombre de hJmeroskopei`on

–pues los visitantes griegos podrían haberregistrado esta denominación, sin darse lacircunstancia de que ellos mismos trabajasenallí, sólo porque conocían la función quedesempeñaba– cuanto por la noticia de Estra-bón (Artemidoro) que le otorga filiaciónmasaliota. Ya hemos comprobado en unpasaje de Eliano (AEL., NA XIII 16) y otrode Opiano (OPP., H. III 625-626 que Mas-salia se dedicaba a la captura y explotacióndel atún en la desembocadura del Ródano, ylo mismo ha-cían sus colonos de Antípolis(Antibes)48, de manera que no resulta insóli-to que, en un momento dado (¿siglos V/IVa. C.?), llegasen desde Massalia tanto ungrupo de especialistas en la preparación dealmadrabas como, desde luego, algunos pro-fesionales en la explotación de los recursosobtenidos (fabricantes de salazones, comer-ciantes exportadores de las conservas), tal veztodos ellos asociados, que establecerían bue-nas relaciones con la poblacio- nes más cerca-

44 La prioridad de los fenicios en el promontorio, a reserva de los restos materiales que sin duda irán apareciendo, parte demi hipótesis sobre el primitivo culto tributado a Tanit, que sería más tarde asimilado al de Ártemis.

45 Véase GARCÍA VARGAS, “Pesca, sal y salazones...”, págs. 32 ss.; E. GARCÍA VARGAS y E. FERRER ALBELDA, “Lassalazones de pescado de la Gadir púnica: Estructuras de producción”, Laverna, 12 (2001), págs. 21-23.

46 Las menciones hechas por Heródoto y Aristófanes inducen a considerar que, desde mucho tiempo antes (con certezadesde el siglo VI a. C., seguramente desde el VII), los griegos aprovechaban los thynnoskopeia y el tendido de almadra-bas.

47 Evidentemente, un dato que habla muy a su favor es que alumbraron una abundante literatura técnica sobre el particular,y Eliano (AEL., NA XV 6) recuerda que Sofrón escribió un tratado sobre la caza del atún (Qunnoqhvra).

48 Los pescados salados de Antípolis figuran en PLIN., nat. 31, 94 y MART., 13, 103; sobre la explotación del atún y otrasespecies por los masaliotas en forma de conservas véase M. BATS, “Définition et évolution du profil maritime de Marsei-lle grecque (VIe-Ier s. av. J.-C.)”, en L’exploitation de la mer de l’Antiquité à nos jours. II. La mer comme lieu d’échangeset de communication (VIèmes Rencontres Internationales d’Archéologie et d’Histoire d’Antibes, Octobre 1985), Val-bonne, 1986, pág. 45.

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nas49. La ubicación en ese promontorio deun lugar consagrado (éste es el valor de laexpresión iJerovn que nos transmite Estrabón;seguramente no pasó de ser un altar al airelibre) a Ártemis Efesia, cuya explicación endirecta relación con la pesca abordaremosluego, es otra prueba más de la presencia detrabajadores griegos de origen focense(masaliota) en la más antigua atunara deDenia.

La factoría de elaboración de las conser-vas y el secadero de pescado (taricei`a) debióadquirir cierta entidad, a juzgar no sólo porel detalle de que aquel observatorio pasó aconstituir un topónimo de referencia, sinotambién porque disponía de un embarcade-ro50 y, en particular, porque el conjunto for-mado por las dependencias de la fábrica y porlas viviendas de los obreros (conserveros ytrabajadores de las salinas) y de los pescado-res se parecía a una minúscula aldea (=polivc-

nion) que Artemidoro tomó, como si se tra-tase de una apoikía oficial, por fundación (!)de los masaliotas. Estoy convencido de que,en origen, aquel pequeño núcleo estaríahabitado sólo durante unos meses, de suerteque al terminar la temporada de pesca y elperíodo de confección y retirada de las con-servas la mayoría de los ocupantes regresaríaa sus hogares (Ibiza, Guardamar, CartagoNova, Ampurias, Massalia) y el pobladomarítimo quedaría como albergue de las artesde pesca51. Para su reparación y para el cui-dado de las balsas de la factoría y de las sali-nas tal vez permanecieran allí durante el restodel año unas cuantas personas. Con el tiem-po, en aquella aldea debió estabilizarse una

pequeña comunidad centrada en la pesca, lasconservas y su comercio, pero la relativapequeñez de las instalaciones y la austeridadde sus materiales, así como la ausencia debuenas casas –es probable que estuviesen máscerca de lo que es una cabaña– y de cualquieredificio público o importante, excepto losalmacenes, conduciría al resultado de querespecto a ese punto geográfico sólo se toma-ra en consideración la prominente atalaya delos atunes, que era la razón de ser del encla-ve y de cuya buena marcha dependía todo lodemás (incluidas las salinas). Esto explica queel Periplo de Avieno (AVIEN., Ora 476-478) contenga la afirmación, dada la nulaentidad urbana de aquel lugar, de que enprincipio existió una ciudad (Hemeroscopiumquoque habitata pridem hic civitas), pero queaquélla degeneró hasta quedar prácticamentedesierta (nunc iam solum vacuum incolarumlanguido stagno madet). Por supuesto, el ori-gen étnico de los habitantes tuvo que sermúltiple: situándonos a partir del siglo IV a.C., habría griegos para organizar la pesca ydirigir la factoría y las operaciones mercanti-les –una parte de ellos no serían sino emple-ados y agentes de los ricos comerciantes que,teniendo casa de negocios en los grandespuertos (Sagunto, Ampurias, Massalia), trafi-carían con las conservas–; habría tambiénsemitas de las ciudades fenicias del sur de laPenínsula o de Cartago, los cuales colabora-rían tanto en tareas de pesca y conservacióndel pescado como en las operaciones comer-ciales (incluso como asociados de los grie-gos); habría por último algunos indígenasempleados como obreros en los arrastres,

49 El reciente artículo de B. LOWE, “Between Colonies and Emporia. Iberian hinterlands and the exchange of salted fish ineastern Spain”, en Z. H. Archibald, J. Davies, V. Gabrielsen y G. J. Oliver, Hellenistic Economies, London y Nueva York2001, págs. 175-200, no aporta nada nuevo que no sea el superado esquema de la colonización peninsular, basado tansólo en materiales arqueológicos.

50 Puesto que STR. III 4. 6 (C 159) proporciona la noticia de que Sertorio utilizó el promontorio como refugio de opera-ciones marítimas.

51 En los llamados khtoqhrei`a por Eliano (AEL., NA XIII 16), donde se almacenaban las grandes y largas redes y los res-tantes utensilios de pesca.

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transportes y el cuidado de las balsas del pes-cado y de la sal.

El complejo formado por la factoría y lascasitas en una zona cercana al promontorioestuvo activo ininterrumpidamente, de formaque en el momento de la llegada de los roma-nos continuaba con su producción. Necesa-riamente surgió entonces un cambio en sunaturaleza, pues los derechos de pesca pasa-ron a poder del Estado. Tal como se hizo enAsia Menor, también en la Península contro-laría el Senado la explotación de recursos delmar a efectos tributarios, y el procedimiento aaplicar pasaba por el arrendamiento de la ocu-pación de la skopiav. Es muy probable quedurante un período de la etapa republicana elhemeroscopeion y sus instalaciones estuviesenen manos de una compañía de Massalia repre-sentada por un ajrcwvnhı, dada la estrechaalianza que existió entre aquella polis y Roma;después entrarían en liza las poderosas societa-tes de la oligarquía romana. La explotación yexportación del pescado debió funcionarprósperamente; Sertorio utilizó aquel puertocomo base de operaciones; enseguida seincrementó la romanización de la zona adya-cente, hasta llegar a constituir una comunidadurbana (Dianium) que obtuvo, tal vez enépoca de Vespasiano, el estatuto municipal52.

Hasta ahora no han aparecido restos enDenia de la antigua factoría, pero es verdadque el yacimiento original se halla ocupadopor la población actual y ha podido quedartotalmente destruido. No es probable que lafábrica de salazón se hallase demasiado aparta-

da del observatorio, y es muy verosímil que laantigua atunara griega (greco-púnica), des-pués de cada jornada de captura, fuese arras-trada hasta la playa que hoy todavía se conocecomo de la almadraba53. En cualquier caso,algunas partes del pez y procesos de salado(lomos, huevas) podían haberse trasladado aotro lugar cercano. A época romana pertene-cerían los restos de una pequeña industria desalazón diez kilómetros al norte de Denia,cerca de Vergel, donde hay también una playade la almadraba y tal vez rastros de antiguassalinas, aunque podría tratarse tan sólo de lasdependencias de una gran villa donde se enva-sasen productos marinos54. Pero mayorimportancia reviste una interesante factoríaromana ubicada en Jávea (Punta del Arenal),distante unos ocho kilómetros de Denia, quetestimonia la rentabilidad de la costa en laregión circundante55; el valor de este últimoyacimiento radica además en el hecho de queconserva los restos de unas antiguas salinas, enla zona denominada precisamente El Saladar,de las que todavía subsiste un canal de alimen-tación (la llamada Sequia de la Nòria)56. Tam-bién una parcela de Denia próxima a la pobla-ción conserva esta denominación (el saladar),y dados los cambios sufridos por el viejoembarcadero y la línea de costa, no sería extra-ño que aquel punto hubiese albergado unassalinas. Sospecho que el languidum stagnumque, según Avieno (AVIEN., Ora 477 ss.),impregnaba el suelo cercano a Hemeroscopiumpudo ser una albufera/saladar que, al retirarseel mar, fue desecándose. La explotación de

52 Vid. CIL II p. 484.53 OLIVER NARBONA, Almadrabas..., pág. 249.54 G. MARTÍN, “Las pesquerías romanas de la costa de Alicante”, en Trabajos de arqueología dedicados a D. Pío Beltrán

(Papeles del Laboratorio de arqueología de Valencia, 10), Valencia, 1970, págs. 149 s.; LAGÓSTENA BARRIOS, La pro-ducción de salsas y conservas..., págs. 188 s.

55 G. MARTÍN y M. D. SERRES, La factoría pesquera de Punta del Arenal y otros restos romanos de Jávea (Alicante) (SIP-Serie de Trabajos Varios, 38), Valencia, 1970; LAGÓSTENA BARRIOS, La producción de salsas y conservas..., págs. 185-188.

56 MARTÍN y SERRES, La factoría pesquera..., págs. 92 s.; MARTÍN, “Las pesquerías romanas...”, pág. 149; OLIVERNARBONA, Almadrabas..., pág. 72. No debe tenerse en cuenta el error de LOWE, “Between Colonies...”, pág. 179, quehace de la Acequia de la Noria una factoria romana de tratamiento del pescado.

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salinas en este territorio durante la época roma-na no ofrece dudas, no sólo porque se conser-van las huellas de las de Jávea y de las industriasde salazón citadas, sino también porque en unainscripción funeraria romana diversamenteinterpretada figura un liberto o esclavo, queprecisamente porta un nombre griego (Bery-llus), que tal vez ejercía el oficio de sali]natoren el ámbito del municipio dianense57.

Pero si cupiesen dudas sobre la exuberan-cia de atunes con que la naturaleza dotó aaquella atalaya de Denia –lo que lleva consigola instalación adjunta de factorías, pues paraque esas cantidades de pescado se mantenganen condiciones es necesario tratarlas muypronto–, valgan varios testimonios de siglosposteriores, durante los cuales seguía explo-tándose aquella riqueza. El rey Felipe III, quevisitó Denia en 1599, concurría a la pesca deatunes y mató varios ejemplares con su manocuando estaba la almadraba junto a la playa58.Esto afirmaba el historiador Gaspar Escolano:“De los atunes que acuden por junio y julio ala almadravas de Benicasim, Denia, Jávea yAlicante, es no acabar comenzar a hazer refe-rencia: según que se mata cada día a treszien-tos o quatrozientos... El orden que se guardaen pescarlos es artificioso. Porque se ponenseys o siete barcos en arco, algo desviados losunos de los otros; dos destos están hazia tie-rra con las redes gruesas para sitiarlos; y elbarco más apartado le dexan a quarto delegua. Los atunes se vienen bogando hazia lacosta y antes de que lleguen al puesto, los des-cubre desde una atalaya, tan claro por el agua-je que hazen que los puede contar. Descu-biertos, se haze seña con un lienzo y luegocomienzan a moverse los dos barcos con las

redes y los van tendiendo por el agua adelan-te, ciñendo a los atunes hasta emparejar con elbarco postrero, que también baxa echando lassuyas. Por este camino, en breve espacio lostienen aislados sin osar ellos rebullirse, porquecon ser tan disconformes, son con extremomedrosos y se atajan de cualquier pajuela queen el agua vean. De estas redes la una es deesparto y se llama adaçal, la otra de cáñamo yllámanla cinta gorda: que tiradas a su tiempopor más de doscientos bergantes, llevan tras síenredados a aquellos cuerpos de los atunes, yarrojándose sobre ellos hombres desnudoscon cloques, que son unos garabatos de hie-rro clavados en palos, les hienden las cabeçasy así los acaban”59.

Otra fuente muy instructiva sobre laimportancia de Denia en la pesca del atún laconstituyen ciertos informes remitidos en1839 al Baile general de Valencia, en donde seadvierte que “siendo mucho mejor por susituación la almadraba de Denia que las queponían en Calpe y Benidorm, debía calarse, yaque haciendo un edicto por Cataluña, Anda-lucía y Castilla, no faltarían arrendadores y, entodo caso, ellos son los que cargan con losgastos de redes, barcos y demás enseres...Habría oposición de otras almadrabas a que seponga la de Denia, por los perjuicios quecreen que les ocasionaría... En los últimosaños del siglo anterior (siglo XVIII) la alma-draba de Denia pertenecía todavía al Duquede Medinaceli, siendo sus últimos arrendata-rios dos de Vergel y otra casa de Denia. Habíacostado unos 30.000 ducados y, en tiempos,se sacaba tanto que causaba envidia a losdemás de los cabos... Los almadraberos delos cabos habían sentido siempre envidia de

57 CIL II 3599. Presenté esta interpretación en un congreso celebrado en noviembre de 2000 en Valladolid, como parte deuna comunicación titulada “Documentos epigráficos hispanos sobre la explotación de la sal”, que publicaré próximamen-te.

58 La noticia procede de Mariana; vid. OLIVER NARBONA, Almadrabas..., págs. 142-148, en donde recoge otros datoshistóricos de años posteriores.

59 G. ESCOLANO, Décadas de la Historia de la Insigne y Coronada Ciudad y Reino de Valencia. Década primera, Valencia,1610, cols. 728-730 (hay edición facsimilar de la Universidad de Valencia, Dpto. de Historia Moderna, Valencia, 1972).

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las muchas capturas que obtenían los deDenia y de la gran fama que tenía pordoquier”60.

Pasemos ahora al aspecto religioso. Juntoa su condición de atalaya atunera, el hemeros-copeion de Denia viene significado por Estra-bón (Artemidoro) como un promontoriosagrado de la Ártemis Efesia. También estacaracterística se halla en perfecta consonanciacon la naturaleza “íctica” del lugar. La tradi-ción de consagrar a la divinidad una víctimapara propiciar los beneficios que se esperarecibir como frutos de la tierra o del mar fuecomún a semitas y griegos. Los fenicios admi-tieron al pez como ofrenda votiva destinadatanto a Tanit como a Baal Ammón, pero sabe-mos que mientras ciertas especies estabanprohibidas, el atún era uno de los peces reli-giosamente lícitos; este uso pasó a Cartago ya las colonias occidentales, como muestra larepresentación de peces en ofrendas figurati-vas61 o el hecho de que el único thynnosko-peion norteafricano citado por Estrabón estu-viese ubicado junto al promontorio deAmmón Balithon62. A la Tanit fenicio-púnicadebió pues encomendarse la tutela de la deDenia y allí se le rendiría culto para favorecerlas campañas de la pesca. Los griegos se limi-taron a establecer el sincretismo de aquelladivinidad femenina, que incluso pudo conte-ner rasgos de la diosa siria Atargatis (cuyosantuario era famoso por los sacrificios depeces)63, con la Ártemis de Éfeso.

La explicación de semejante elecciónpodríamos justificarla apoyándonos sólo en el

conocido relato del cariño especial que Ma-ssalia y todas sus colonias profesaban a estadivinidad, pues según la crónica patria cuandolos focenses abandonaron su país y consulta-ron en Éfeso a Ártemis sobre su destino, unamujer poseida por la diosa se puso al frente dela expedición y los condujo en su viaje a Occi-dente64. Pero eso es más bien accesorio. Laverdadera razón estriba en que, dentro delámbito de la naturaleza, la Ártemis Efesia eraun numen polivalente que simboliza preferen-temente la abundancia. Esta idea de potenciaque fecunda y nutre, expresada en su polimas-tia y receptora de todas las prerrogativas de laGran Diosa Madre minorasiática, trae comoresultado que su acción abrace el conjunto dela naturaleza y que la Ártemis así invocadareine sobre la tierra y sobre las aguas, sobre elcielo y los aires, sobre la vida vegetal y la vidaanimal. Sus poderes se ejercían, pues, tambiénsobre las aguas, y en particular las del mar; noes fortuito que su templo se colocase, conintención manifiesta, en la ribera del Egeo.Hasta el propio culto retenía trazos de esedominio cuando en una de sus fiestas se cele-braba la procesión marina y el rito de lavar enel mar la imagen de la diosa65. Por la mismarazón, Ártemis actuaba como protectora de lastravesías marítimas y de la navegación. Estaconfiguración se complementa con la cualidadde señora de todos los animales salvajes (povt-

nia qhrwn), carácter que le otorgaba soberaníasobre los peces y su captura. Como la caza máscompleja a efectuar en el mar era la de los atu-nes, nada mejor que situarla bajo el amparo de

60 El informe figura citado por OLIVER NARBONA, Almadrabas..., págs. 171 s.61 Sobre todo ello trata, con su habitual maestría, F. J. DÖLGER, ICQUÇ, I. Das Fisch-Symbol in frühchristlicher Zeit. ICQUÇ

als Kürzung der Namen Jesu IHÇOUÇ CRIÇTOÇ QEOU UIOÇ ÇWTHR2, Münster/Westf., 1928, págs. 438-441; ICQUÇ, II.Der heilige Fisch in den antiken Religionen und im Christentum, Münster/Westf., 1922, págs. 270-276.

62 STR. XVII 3. 16 (C 834). No sé si ha sido estudiada esta advocación de Ammón, un compuesto cuya primera parte pre-senta la raíz Ba(a)l- , Bel-, al igual que Bel-fegor, Bel-zebú, etc.

63 DÖLGER, ICQUÇ..., II, págs. 180 ss. (Der Fischopfer im Kulte der syrischen Göttin Atargatis). 64 STR. IV 1. 4 (C 179), y cf. III 4. 8 (C 160).65 Vid. Ch. PICARD, Éphèse et Claros. Recherches sur les sanctuaires et les cultes de l’Ionie du Nord (BEFAR, Fasc. 123), París,

1922, págs. 312 s., 375-378; R. TONNEAU, “Éphèse au temps de Saint Paul”, Revue Biblique, 38 (1929), pág. 338.

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esta Ártemis gemela de la señora de las fieras,a la que entre otros animales siempre se le aso-ciaron los peces66.

Si el lugar estuvo tan indisociablementeligado a la figura de Ártemis, pues Estrabón(Artemidoro) registra que la colina llevabaasimismo el nombre de Artemision, lo fue evi-dentemente porque la diosa recibía allí vene-ración. Su doble condición de observatorio yde lugar consagrado puede ser consecuenciade que la tarea del vigía no está lejos de repre-sentar un ritual secreto y religioso –ya vimosque posee una “sabiduría oculta”–, y de queéste es capaz de interpretar como un profetao adivino (mavntiı) las señales que desde elmar remite la divinidad en forma de bancos.Creo que dentro de la religiosidad de los pes-cadores del atún en almadrabas habría queincluir los sacrificios de peces a Ártemis, eimagino que cada vez que el vigía subía a laatalaya/santuario, imbuido de respeto y mis-ticismo (cuando no de tabúes y supersticio-nes), llevaría a cabo una ofrenda o una súpli-ca a la diosa. En todo caso, antes de iniciarsela temporada doy por seguro que celebraríanen su honor un sacrificio con el mismo obje-to que declara el epigrama de cierto pescadorincluido en la Antología Griega: Ménideentrega como ajnavqhma a Ártemis un salmo-nete asado sobre carbones y un mújol a cam-bio de que sus redes estén siempre cargadasde presas (moi plhsqevnta divdou qhravmasin

aije;n divktua), pues la diosa rige con su pode-río todas las redes (las de la caza en tierra y lasde la pesca)67.

Conviene terminar con unas reflexionespara la historia de la colonización griega en laPenínsula Ibérica. Respecto al panorama mer-cantil, la pacífica vida del hJmeroskopei`on y ale-daños arroja nuevos interrogantes, a los que

no resulta sencillo contestar. Por la concisiónde los datos transmitidos acerca de este lugar,que poseen carácter eminentemente geográfi-co y se reducen prácticamente al texto estra-boniano, parece como si las noticias sobre lapesquería que obraron en poder de Artemi-doro procediesen de una carta o periplousado por los griegos en donde se hubieserepresentado el símbolo del promontorio,con su función práctica (de la que era apéndi-ce la religiosa), y el polivcnh constituido por lafábrica de salazón aneja y sus habitaciones. Esposible que aquélla no tuviese nombre propio(sería, simplemente, la factoría), y si llevabaalguno que fuese de origen indígena o suadaptación semita. Si la explotación de lapesca en la costa colindante estuvo conduci-da, como presumo, por masaliotas u otrosgriegos asalariados por aquéllos, sucederíaque la salazón y las conservas producidas cadaaño se verían prioritariamente encaminadas endirección norte y llegarían a los circuitoscomerciales por obra de Marsella y Siracusa.Desde luego, tenía que existir un contactomás o menos continuo entre la factoría y susabastecedores, pues, por ejemplo, las barcasde remos para la almadraba, la reposición delas grandes redes y de las cuerdas, los cientosde corchos necesarios68 y los lastres deplomo, tendrían que llegar desde el arco grie-go del golfo de Lyón o ser traídos cada vez alinicio de la campaña; y durante una cortatemporada allí anclarían las naves que carga-ban las conservas. Pero también podía ocurrirque una parte fuera desviada (vendida) haciaIbiza o Cartago Nova, o retirada por los aso-ciados púnicos en la compañía de pesca: nocabe descartar que se tratase, desde antiguo,de una empresa mixta coparticipada y codiri-gida por griegos y púnicos, lo que explicaría

66 PICARD, l. c., pág. 515.67 ANTHOLOGIA GRAECA VI 105.68 OLIVER NARBONA, Almadrabas..., pág. 225, cita cómo en época contemporánea una almadraba gastaba anualmente

siete mil kilogramos de corcho. En la Antigüedad la cifra sería menor, y el corcho necesario podía conseguirse en elAmpurdán.

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muy bien algunas tendencias de circulaciónde ánforas púnicas de salazón desde el sur deAlicante en dirección a Ampurias69.

Sin restos materiales, resulta imposibleestimar el volumen de la producción. Si ésteno fue el único thynnoskopeion de raigambregriega en la costa oriental española, sino quehubo otros cuya memoria no ha pervivido,entonces del hecho de que figurase bien regis-trado en la cartografía de los griegos cabríadeducir que poseía especial relevancia, eincluso que sus productos gozaban de famaentre un sector de los consumidores. En últi-ma instancia, es preciso aprender ahora nue-vas lecciones: las llamadas jIbhrika; tarivch,que fueron alabadas por muchos autores yque gozaban de merecido prestigio en Grecia,alcanzando altos precios, se han consideradounánimemente como salazones y conservasremitidas desde el sur de la Península porfabricantes y exportadores semitas, pero enrealidad formaron un conjunto de productosmucho más amplio de lo que suponemos, unaparte de los cuales estuvo fabricado por losgriegos y preparado ya en origen al gusto delconsumidor griego70. Y aunque desde su

almacenaje y redistribución en algún puntointermedio del camino (Cartago, Sicilia,Tarento) saliesen todos ellos designados conesa especie de marca registrada (Iberika) quegarantizaba un origen occidental (abarcando,probablemente, parte de África), los stocksestaban compuestos por un variado númerode especialidades que se diferenciaban en susingredientes, precio y calidad.

¿Qué más puede decirse de Hemerosko-peion a los lectores abiertos? No demasiado,pero todavía algo. Que nadie espere hallarninguna colonia focense o masaliota, ni espe-re ningún templo de la Ártemis Efesia.Esfuércense en prospectar cerca del castillolos restos de la factoría y las huellas que aúnpuedan subsistir de la práctica de las almadra-bas. Mediten a fondo cómo toda la cultura delos griegos forma una unidad, cuyas claves deinteligencia reclaman el estudio de los diver-sos mares y rutas en donde convivieron conotros pueblos y gentes, y salgan del estrechomarco de la investigación localista, pobre enhorizontes y ayuna de la lectura de otras fuen-tes escritas que no sean las que citan sus ante-cesores.

69 Vid. J. L. LÓPEZ CASTRO, Hispania poena. Los fenicios en la Hispania romana (206 a. C.-96 d. c.), Barcelona, 1995,pág. 142.

70 Existe un texto griego de época helenística que muestra cómo los miembros de cierta comunidad estaban obligados arecoger las bayas maduras del enebro para entregarlas como tributo (a veces 200 medimnos, a veces 60) a otra ciudadmarítima, que sin duda precisaba de ellas para emplearlas como aromatizante y conservante (pescados, encurtidos). Meocuparé de él con más detalle en futuros trabajos sobre la sal. ¿Quién podía imaginar que las bayas del humilde juniperus,tan abundante en la Península y en Baleares, interesaban económicamente a los griegos? ¿Las recolectarían los iberos, vistala demanda, y obtendrían por esa mercancía otros bienes de intercambio? Éstas son las cosas que se aprenden leyendo algomás que la literatura nacional o vecina (uno no es seguidor de ninguna escuela, y posee en cambio criterio propio).

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