Hugo Zemelman Filosofia

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La condición humana en la obra de Hugo Zemelman Ricardo Romo Torres Datos biográficos Hugo Zemelman nació en Concepción, República de Chile en 1931. Cursó las licenciaturas en sociología rural y derecho y un postgrado en Sociología. Fungió como director de sociología en la Universidad de Chile durante el periodo junio de 1967 a septiembre de 1970. Asistió como representante del Gobierno de la Unidad Popular a la Asamblea de FLACSO, celebrada en junio de 1971 en París. Después del golpe militar del 73 llega a México en donde labora en instituciones como El Colegio de México, la Universidad Nacional Autónoma de México y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Ha sido profesor invitado por numerosas Universidades del extranjero. Ha impartido cursos y seminarios en diversos programas de postgrado en España y a lo largo y ancho de Latinoamérica. También ha participado como ponente y conferencista magistral

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autor filosófico que habla acerca del conocimiento desde aspectos gnosiologicos, epistemes, y la realidad. un pensamiento de acuerdo a teorías que se relacionan con el ser y las diferentes corrientes de pensamiento

Transcript of Hugo Zemelman Filosofia

La condición humana en la obra de Hugo Zemelman

 

Ricardo Romo Torres

Datos biográficos

Hugo Zemelman nació en Concepción, República de Chile en 1931.

Cursó las licenciaturas en sociología rural y derecho y un postgrado en

Sociología. Fungió como director de sociología en la Universidad de

Chile durante el periodo junio de 1967 a septiembre de 1970. Asistió

como representante del Gobierno de la Unidad Popular a la Asamblea

de FLACSO, celebrada en junio de 1971 en París. Después del golpe

militar del 73 llega a México en donde labora en instituciones como El

Colegio de México, la Universidad Nacional Autónoma de México y la

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Ha sido profesor

invitado por numerosas Universidades del extranjero. Ha impartido

cursos y seminarios en diversos programas de postgrado en España y

a lo largo y ancho de Latinoamérica. También ha participado como

ponente y conferencista magistral en distintos eventos nacionales e

internacionales. Su preocupación por los asuntos educativos data

desde los años iniciales de su carrera, pero sobre todo en 1973

cuando obtiene una beca de la UNESCO para escribir un texto sobre

metodología para alumnos de estudios superiores, dicha beca es

cancelada posteriormente por el Gobierno de Chile por razones

extrañas, como él mismo lo dice. En 1974 obtuvo una beca de máxima

categoría de la Fundación Friederich Ebert para continuar sus

investigaciones.

Sus publicaciones abarcan problemas agrarios, movimientos sociales,

asuntos de los regímenes militares chilenos, cultura política, el Estado

y, sobre todo, metodología y epistemología. Estas últimas se plasman

a partir de la edición de Historia y política del conocimiento;

discusiones acerca de las posibilidades heurísticas de la

dialéctica (UNAM, 1983), después de este texto vendrá la publicación

de numerosos libros y artículos relacionados con temas de teoría del

conocimiento y metodología. Actualmente se desempeña como

investigador de El Colegio de México y profesor invitado en diversas

instituciones iberoamericanas.

Hombre y conocimiento

El presente escrito plantea la condición humana a partir de la

concepción del hombre en la obra de Hugo Zemelman. Su concepción

del hombre involucra al mismo tiempo las visiones epistémica y

antropológica. La epistemología es formulada como una racionalidad

ampliada desde las funciones cognitivas a las exigencias éticas y

políticas; en tanto la antropología es concebida en sus articulaciones

con la epistemología: "la reflexión que presentamos no constituye una

teoría de la ciencia ni una sustitución de su quehacer por una

disquisición epistemológica abstracta; más bien es una contribución

para plantear la potencialidad de la capacidad de pensar del sujeto

concreto” [Zemelman, 1992-II: 34].1 De hecho, dos títulos de sus

textos enuncian de manera explícita al sujeto: Conocimiento y sujetos

sociales y Sujeto: existencia y potencia. Precisamente, en este último

expresa claramente su convicción respecto a lo humano:

Tiene significado plantearse la transformación del pensamiento

categorial en una antropología: la propia del sujeto capaz de

incorporar su momento histórico. El devenir antropológico desde el

pensar epistémico consiste en recuperar al sujeto en sus posibilidades

de historización, a partir de su modo de colocarse ante el mundo

[Zemelman, 1998: 154].

En la perspectiva que nos ocupa, el hombre es vislumbrado no a

través de propiedades o atributos, sino por medio de las articulaciones

entre las funciones cognitivas, volitivas, afectivas e imaginativas.

Asimismo, la realidad es concebida bajo la exigencia de objetividad,

como una articulación heterogénea y compleja de fenómenos. Pero en

todo caso, lo importante radica en una concepción vinculante del

hombre con su realidad. Dentro de este enfoque se involucra un

dispositivo dialéctico que, al no estar conforme de su función lógica

centrada en contradicciones, aspira a cumplimentar su función

epistémica a través de formas de razonamiento (crítica, totalidad,

etcétera) y mediante contenidos abiertos.

La tarea de exponer la visión zemelmiana en su complejidad nos

obliga abstenernos de utilizar criterios externos a su propuesta; por el

contrario, nos conduce al empleo de recursos construidos desde su

interior, para así dar cuenta de los momentos constitutivos en el

reconocimiento de la realidad por parte de los sujetos. Esos momentos

están expresados a través de cuatro enunciados propuestos por

Zemelman y uno más que hemos integrado para complementar a los

anteriores: 1) Predominio de formas de razonamiento; 2)

determinación de una articulación de base para poder dar cuenta de

las mediaciones; 3) problematizar las coordenadas habituales en que

la realidad es conceptualizada; 4) concreción y despliegue del

fenómeno [Zemelman, 1998: 93-94],2 y 5) el pensar ético y utópico.

Predominio de formas de razonamiento

La crítica como forma de razonamiento3

La crítica es un punto de partida y de llegada pertinente a la hora de

referir las posibilidades de la ampliación racional en el marco

epistemológico de la conciencia histórica [Zemelman, 1992-I: 81]. La

ampliación racional se alcaza, por mediación de la crítica, a través de

la apertura del pensamiento hacia la objetividad de la realidad en

movimiento permanente.

La crítica permite a los sujetos vincularse con el mundo desde:

... una modalidad de la relación con la realidad que se comprende con

una mayor autodeterminación del sujeto cognoscente, pero también,

es una modalidad de la mayor extensión de los espacios propios de

las prácticas, a través de las cuales el hombre se enfrenta a la realidad

y que plantea sus propios requerimientos cognoscitivos [Zemelman,

1992-I: 115].

Bajo esta postura, el desarrollo del conocimiento es indisociable del

desarrollo de la conciencia y autoconciencia de los sujetos, por ese

motivo se recurre a “... la necesidad de una actividad conjugada entre

la crítica de la realidad, objeto de estudio y de la autocrítica del sujeto

que se apropia de esa realidad” [Zemelman, 1992-I: 80].

Desde el enfoque zemelmiano esta forma de razonamiento destaca la

dimensión colectiva de los sujetos: “Lo más importante de la

capacidad crítica es su vinculación con el descubrimiento del hombre

como sujeto social de la historia, no ya como individuo” [Zemelman,

1992-I: 104].

La totalidad como forma de razonamiento

La totalidad, dentro de la postura zemelmiana, es una forma de

organizar el razonamiento. De esta manera “... el progreso del

pensamiento crítico se vincula con la capacidad de reaccionar contra

lo fragmentario del conocimiento” [Zemelman, 1992-I: 103] y una forma

significativa de reacción está planteada bajo la exigencia de totalidad.

Por eso si lo delimitado, lo acotado, lo fragmentario es el punto de

partida de toda investigación, el punto de llegada de la totalidad

implica manejar lo fragmentario con base en las vinculaciones posibles

y desde el imperativo de articular los fenómenos dentro del campo de

opciones posibles. De esta forma el contexto observado desde la

realidad se denomina articulación.

Si de lo que se trata es la ampliación de la racionalidad mediante

formas de razonamiento, la totalidad posibilita el enriquecimiento de la

racionalidad ya que medía en la vinculación con la realidad y, por eso,

“... permite transformar la objetividad real en contenidos organizados”

[Zemelman, 1992-I: 48].

En este contexto “... la dialéctica consiste en captar la realidad

histórica mediante la construcción racional de la totalidad concreta”

[Zemelman, 1992-I: 200]. Asimismo, la totalidad asume una cualidad

dinámica ante la diversidad de articulaciones entre niveles y planos de

la realidad de la cual da cuenta. De esta manera “... la totalidad

constituye una organización conceptual que no parte de una

explicación, sino de la premisa de que la realidad asume múltiples

modos de articulaciones entre sus niveles componentes, cuya

captación es una necesidad para el razonamiento analítico”

[ Zemelman, 1992-I: 133].

En el marco dialéctico zemelmiano de la determinación-

indeterminación la totalidad es entendida como “... una forma de

razonamiento capaz de conjugar lo determinado y lo indeterminado”

[Zemelman, 1992-I: 239] y desde “... la articulación dinámica de los

recursos reales caracterizada por sus dinamismos, ritmos temporales y

despliegues espaciales; y esa articulación puede concretarse en

diferentes recortes del desarrollo histórico” [Zemelman, 1992-I: 68].4

Determinación de una articulación de base

para poder dar cuenta de las mediaciones

Con la finalidad de exponer la perspectiva zemelmiana bajo el rubro

anterior, vislumbramos una articulación de base expresada por el

vínculo de la modalidad dialéctica de determinación-indeterminación

con la modalidad dialéctica de instalación-apropiación.

A la dialéctica determinación-indeterminación debe concebírsele

desde la “... la totalidad concreta para reconstruir su movimiento

histórico, lo que también permite dar cuenta del dándose de lo dado,

en tanto recorte empírico determinado” [Zemelman, 1992-I: 54].

Por su parte, la otra modalidad dialéctica considera que

... la idea clave es transformar la dialéctica instalación-apropiación en

óptica para recuperar la historicidad del hombre y de sus constructos,

en razón de expresar éstos a lo constituyente, más allá de los límites

de cualquier visión filosófica o teórica cristalizada. Conformando

además una crítica a la filosofía y a la ciencia desde la perspectiva de

un logos gnoseológico que incluye a la ciencia como un mecanismo

particular de la problemática asociada a la construcción de relación de

conocimiento [Zemelman, 1998: 54].

Mientras que en la modalidad dialéctica determinación-indeterminación

la formulación de las bases sólidas de teorización apuntan a una teoría

del conocimiento interesada en la conciencia histórica, mediante las

implicaciones totalidad-objetividad y a través de la problematización y

la crítica (como núcleos de la conciencia histórica); en la modalidad

instalación-apropiación los esfuerzos se concentran en la tematización

de la conciencia histórica en el marco de la existencialidad y en ángulo

de la colocación, entendida esta última como germen de la conciencia

histórica.

Entonces, si desde la modalidad dialéctica determinación-

indeterminación se avanza en la tematización de las implicaciones de

la aprehensión y apropiación; desde la modalidad dialéctica

instalación-apropiación se aventaja a la tematización del vínculo

apropiación-colocación.5

No obstante encontrarse diferencias entre ambas modalidades, de

cualquier forma “... es más significativo analíticamente comprender a la

dialéctica como lógica de la articulación que como lógica de

contradicción” [Zemelman, 1983: 50].

En palabras del epistemólogo chileno:

“Concebimos la dialéctica, entonces como una exigencia de

articulación y no exclusivamente como expresión de la contradicción;

por eso privilegiamos a lo articulable sobre la transformación... la

articulación plantea la necesidad de mediaciones entre los elementos

reales” [Zemelman, 1994: 7]. Esa necesidad de mediaciones reales “...

obliga a adentrarse en las profundidades del hombre mismo mediante

la crítica a las mediaciones del conocimiento especializado, por lo

tanto alejarnos del filósofo que reduce lo humano a discurso propio del

discurso sobre lo humano” [Zemelman, 2002: 104].

La importancia de las mediaciones radica en el hecho de situarse en el

ámbito de la política.6 Así la política como espacio de las mediaciones

considera a éstas en sus implicaciones desde la indeterminación y la

totalidad en el marco de la modalidad dialéctica determinación-

indeterminación, por lo anterior:

La mediación se refiere, precisamente, al movimiento de la

totalización; en otras palabras, al momento de lo “indeterminado” de la

dirección que tome el desarrollo y no la unidad cristalizada.

Por eso se puede pensar que la mediación es el ámbito propio del

análisis político, en cuanto este plantea dichas mediaciones como

objetos, ya que la exigencia epistemológica del análisis político es el

proceso mismo de totalización y no la totalidad cristalizada o dada

[Zemelman,1992-I: 66-67].

La modalidad dialéctica instalación-apropiación propone por un lado

que: “... el proceso de apropiación de la realidad es sólo una parte de

la conciencia histórica, pues la otra está constituida por la capacidad

de instalarse, todavía más importante para la sedimentación de esta

conciencia” [Zemelman, 1998: 80]; por el otro, que “... el instalarse en

el mundo plantea no solamente la conjugación entre funciones

cognitivas y gnoseológicas, sino, además, los desafíos gnoseológicos

de la conciencia ética” [Zemelman, 1998: 79].

Por eso, entre la instalación y la apropiación se sitúa la conciencia

histórica como mediación, la cual:

... evita reducir lo humano a pura individualidad, o bien, a la

individualidad en simple postura ética solitaria. Pues implica reconocer

que los espacios de despliegue tienen lugar en la tensión entre el

pasado del cual se produce un distanciamiento, y las visiones de

futuro como necesidades de mundo que son estrictamente personales

[Zemelman, 2002: 41].

Del sintagma “la política como epistemología” [Zemelman, 1992-I: 12]

importa la politicidad del conocimiento mediado por la historicidad del

saber a través de la conciencia histórica y sus mecanismos de crítica

problematización y colocación. Por esa razón “... lo específicamente

gnoseológico de la política es su función para reconocer lo potencial”

[Zemelman, 1992-I: 46].7

El imperativo zemelmiano de transformar la política en historia se

alcanza en la mediación:

En efecto la mediación es la especificidad histórica del fenómeno,

sobre todo porque cuando hablamos de lo históricamente determinado

estamos aludiendo a las mediaciones. La concreción histórica es una

concreción mediada en virtud de que el contenido de los procesos está

determinado por una articulación de tiempos diferentes y de niveles en

alguna relación no predeterminada [Zemelman, 1992-I: 42].

A la luz del contexto anterior “... la historia es el desarrollo de lo

político entendido éste como el fenómeno de la práctica activadora de

todos los niveles de la totalidad” [Zemelman, 1992-I: 35]. En este

sentido: “... el proyecto constituye la historia como futuro” [Zemelman,

1992-I: 241].8

La dialéctica de instalación-apropiación incluye a la modalidad

dialéctica de determinación-indeterminación pero llevándola a los

planos del problema de la existencia y existencialidad de los sujetos.

El puente entre ambas modalidades de dialéctica es la historicidad:

“La historicidad –dice Zemelman- es el crecimiento (en razón de su

índole indeterminada) de los límites del existir en tanto contenido de

ese crecimiento: el existir como existir histórico del sujeto” [Zemelman,

1998: 140]. Pero la mediación, más estrictamente hablando está dada,

como más adelante lo desarrollaremos, por la conciencia histórica.

Es innegable que el sujeto humano está en la historia, en la sociedad,

sometido a lo incierto, de ahí que tenga que construir la realidad,

estableciendo con ella el vínculo debido. La constitución de ese

vinculo es un verdadero desafío gnoseológico en su formación, ya que

todo proyecto parte de una opción de construcción social [Zemelman,

1992-I: 34].

Por eso en el trecho que va de la historia a la política, es decir, del

contexto a la coyuntura, al momento y al presente potencial, se

identifican instancias mediadoras como son: las posibilidades

constructivas, las opciones de proyecto contenidas en el campo de

proyecciones hacia el futuro y el despliegue de los actores que

formulan y participan de proyectos, en el marco de una secuencialidad

de coyunturas. En esa perspectiva “... lo político deviene en la

transformación de una visión de futuro en una visión de la actividad

práctica en el presente” [Zemelman, 1989: 87].

Problematizar las coordenadas habituales

en que la realidad es conceptualizada

La problematización es un dispositivo epistémico que involucra los

límites abiertos de la indeterminación-determinable, a través de la

cumplimentación de la exigencia de objetividad que conduce a la

potenciación de lo dado desde los sujetos críticos y autocríticos

colocados ante su mundo.9

Por otro lado la "... exigencia de objetividad se puede conceptualizar

como una indeterminación que rompe el límite de las determinaciones

mediante el mecanismo de problematización, y constituye un rescate

de la dialéctica, no ya como especulación filosófica desvinculada de la

práctica de investigación, sino corriente metodológica (en proceso de

desarrollo)” [Zemelman, 1992-I: 75].

En palabras del propio Zemelman, la crítica “... es una modalidad de la

relación con la realidad que se comprende con una mayor

autodeterminación del sujeto cognocente, pero también, es una

modalidad de la mayor extensión de los espacios propios de las

prácticas, a través de las cuales el hombre se enfrenta a la realidad y

que plantea sus propios requerimientos cognoscitivos” [Zemelman,

1992-I: 115].

 Para colocarse críticamente ante la realidad se precisa explicitar qué

entendemos por ella, el epistemólogo chileno la concibe “.. como la

conjugación entre dos dimensiones: la histórica, que manifiesta su

calidad como producto, y la política, que traduce sus exigencias como

construcción” [Zemelman, 1992-I: 24].

Pero para colocarse problematizadoramente ante la realidad se

requiere tener la necesidad de vincularse a ella.

Hugo Zemelman y Guadalupe Valencia conciben la necesidad:

... como el sustrato más elemental de articulación entre lo objetivo -la

carencia, la escasez- y lo subjetivo -percepción de las necesidades y

forma de solucionarlas- remite a la subsistencia y reproducción social.

La necesidad como noción que permite reconstruir lo dado y lo

indeterminado en una situación estructurada, abre hacia el rescate de

las determinaciones -económicas, políticas, sociales, psicoculturales-

pero también a la ruptura de esas determinaciones [Zemelman, 1992-

II: 79].

También Zemelman, en lo particular, visualiza epistémicamente la

necesidad-posibilidad en el marco de la dialéctica determinación-

indeterminación, en ese contexto formula un planteamiento que

articula la necesidad, necesidad del otro y la subjetividad con el

movimiento, la necesidad ayuda a caminar en dirección a la fusión

entre pasado y futuro, porque supone que el sujeto se desprende de

sus límites, es decir, de su condición de producto de las

circunstancias; un modo de recuperar la conjugación de lo histórico en

lo individual y de lo individual en lo histórico. Sobre todo para

emprender una relación con la realidad es preciso manifestar una

necesidad hacia ella: “La necesidad de realidad se refiere al mundo

como riqueza potencial que desafía al contorno organizado”

[Zemelman, 1998: 40].

Asimismo, se precisa de la necesidad de conciencia, en especial de

conciencia histórica por parte de los sujetos colocados ante la

realidad. Sobre todo porque la problematización de la realidad parte de

los sujetos que disponen de esa modalidad de conciencia.

El epistemólogo chileno avanza hacia una propuesta de la conciencia

histórica bajo el signo de la modalidad dialéctica determinación-

indeterminación, en ella la problematización y, sobre todo, la crítica se

presenta como núcleo de la conciencia histórica. Pero la

sistematización que involucra la colocación, además de la aprehensión

y apropiación, aparecerá en la modalidad dialéctica colocación-

instalación, en donde la colocación aparecerá como el germen mismo

de la conciencia histórica.10

En América Latina es donde se plantea la necesidad de una

epistemología de la conciencia histórica a través de la obra del

sociólogo chileno Hugo Zemelman. Una epistemología que no se

reduce a la función cognitiva, sino que articula las exigencias éticas y

políticas al conocimiento. Por eso la necesidad de enriquecer el

presente apartado del ensayo, mediante un tratamiento de conciencia

histórica que articule la concreción con el despliegue, nos conduce en

este sentido a que subrayemos las modalidades de concreción,

mediante el planteamiento siguiente:

... la conciencia histórica es la conciencia de las modalidades de

concreción de la realidad sociohistórica. Es la conciencia del

movimiento del tiempo y del espacio como ámbitos de sentido, a la vez

del sentido como opción de construcción al interior de esos ámbitos. El

tiempo y el espacio que salen de sí mismos para facilitar avanzar al

encuentro del horizonte. En última instancia, es el desafío para ir hacia

lo desconocido creado por ello, en ese mismo ir, el espacio del

horizonte. El espacio es el tiempo atrapado por la lógica del

caminante; que es el constante desafío de constituir relaciones o

conocimiento [Zemelman, 1998: 148].

Zemelman en un libro reciente concibe al despliegue en el contexto de

la conciencia histórica a partir de las tensiones que asumen las

cualidades existenciales de los sujetos, en donde las posibilidades

adoptan, a su vez, su aspecto procesual [Zemelman, 2002: 41]. En

esa misma dirección la necesidad de conciencia histórica está siendo

vislumbrada como una instancia desplegante que alude a los dos

momentos de discursividad y prediscursividad.

En las anteriores alusiones a la conciencia histórica están presentes el

tiempo y el espacio con base en el despliegue y a partir de la

concreción de modalidades. No obstante la articulación entre esos dos

planos, tan necesaria para dar cuenta de la colocación, no se aprecia

con suficiente nitidez sin la ubicación y el papel de la colocación. Por

ello precisamos del siguiente planteamiento: “... nos colocamos ante la

realidad que es, por una parte, imprevisible en su mutualidad, pero

que a la vez, está siendo constantemente moldeada por prácticas

constructoras de sentido” [Zemelman, 1994: 41].

Por último, para efectuar una crítica a lo habitual del pensamiento

partiremos con la idea de que la conciencia histórica, al ser una de las

formas de la subjetividad, también es una constelación que además de

comprender la cognición articula a la voluntad y la afectividad. La

conciencia histórica tiene espacios de indeterminación, de

indeterminación-determinable, ahí radicarán las potencialidades, de

modo que no pueda ser reducida a la conciencia teórica, sobre todo

porque la teoría y la explicación, contenida en ella, sonaspectos

cristalizados del pensamiento, adscritos a lo dado.

Concreción y despliegue del fenómeno

Este apartado se dirige a cumplimentar dos imperativos propuestos

por Zemelman: a) transformar la historia en experiencia y

b) transformar historia en existir.

Transformar la historia en experiencia

El imperativo expresado en la traducción de la historia en experiencia

comporta la necesidad de que los sujetos colocados ante la realidad

alcancen la plenitud en el marco de la indeterminación y la

incertidumbre.

Para efectos expositivos del presente inciso será importante que

partamos de la diferenciación y articulación entre la experiencia

histórica y la epistemológica. En esa medida en la experiencia

histórica: será concebida como “... el recorte de realidad en que se

conjuga lo objetivo, sometido a regularidades, con la capacidad de

construir lo objetivamente posible que no necesariamente lo está”

[Zemelman, 1992-I: 35]. De esta manera ella cumplirá un papel

fundamental en el sentido de que “... la lectura de la realidad está

mediada por la experiencia dada” [Zemelman, 1989: 72].11 En esa

medida la experiencia gnoseológica o epistémica podrá plantearse en

el marco de la epistemología zemelmiana “... como una exigencia de

racionalidad con base en el supuesto de articulación lógica que da

cuenta del movimiento de la realidad histórica”.[Zemelman,1992-II: 54-

55].

Por lo demás dos planteamientos zemelmianos que nos permiten

articular ambas formas de experiencia son los siguientes: “La historia

como experiencia gnoseológica que no se agota en un momento,

porque en su propio desenvolvimiento va conformando modos de

pensar que trascienden sus propios marcos problemáticos”

[Zemelman, 1998: 53].

Asimismo, en la óptica de la dialéctica instalación-apropiación se

avanza hacia “... una reflexión epistemológica que puede apoyarse en

la historia como experiencia gnoseológica que no se agota en un

momento. Porque en su propio desenvolvimiento contribuye a

enriquecer a la razón como un tejido que se va hilvanando a lo largo

de diferentes épocas” [Zemelman, 1998: 54].

Modalidades de experiencia

Es desde el piso de la experiencia como podemos apreciar los

diversos ángulos y perspectivas de la historicidad y existencialidad de

los sujetos sociales. Y es que la experiencia en el marco de la

politicidad del conocimiento ocupa un plano central en la obra

zemelmiana.

La experiencia se desdobla y articula en dos modalidades: la

existencial y la histórica [Zemelman, 1998: 8],12 pero también en

concreción y despliegue.13 Estos dos últimos aspectos son “...

dimensiones de lo objetivo, por consiguiente son parámetros de la

construcción del objeto y de su apropiación racional” [Zemelman,

1996: 168].

Concreción

La concreción en tanto especificidad de los fenómenos y problemas,

deviene en la articulación entre el momento y la coyuntura: “es tiempo

como momento; y espacio como coyuntura” [Zemelman, 1996: 168].

Momento

El momento es un instante de la dinamicidad presente en los procesos

que nos permiten comprender la realidad socio histórica por medio de

un recorte de coexistencias sociales. En la perspectiva de la

necesidad el momento “... significa hacer un anudamiento de todos

nuestros tiempos, los vividos y los que dependen de éstos, en forma

de que lo posible surja como la incompletud de lo real. Es la

experiencia como esperanza” [Zemelman, 1998: 158]. Pero también

expresa el esfuerzo cognoscente de los sujetos por colocarse y

distanciarse ante la realidad. De esta forma comporta la definición de

un punto de partida para la descripción articulada de los procesos de

la realidad en las que está inserto el poder. Por eso “... entender un

momento histórico es entender la lógica constructiva del poder, que no

es el poder bruto, que no es el poder visible, sino que es la lógica

constructora del poder” [Zemelman, 1998: 29].

Coyuntura

La coyuntura es una articulación entre totalidad y la indeterminación,

en ese sentido funge como instancia mediacional. De esta forma, para

Zemelman “... la coyuntura representa una mediación entre el

conocimiento acumulado en estructuras teóricas y la alternativa de

praxis adecuada al quehacer de una opción definida como posible”

[Zemelman, 1992-I: 27].

La potencialidad contenida en lo indeterminado determinable es

factible indagarla a través del momento “... de la coexistencia de todas

las posibilidades no reveladas... es el momento de la estructuración

misma; no es la totalidad dada sino su proceso de constitución”

[Zemelman, 1992-I: 44].

Despliegue

El planteamiento epistémico, que también es antropológico, está

interesado en referir el despliegue de los hombres ante su contexto,

ante su realidad mediante la articulación del ritmo con el contorno.

Para Zemelman el contorno es espacialidad y el tiempo es ritmo

[Zemelman, 1996: 168].14

Contornos

Parafraseando a Francesco Alberoni, para quien los grandes filósofos

son también grandes artistas, diremos que los grandes epistemólogos

también tiene esa cualidad, esto se aplica a Zemelman, pues a la

manera de un Da Vinci plasma los contornos difusos (sfumato); es

decir contorno difuso en la indeterminación-determinable del

despliegue de los sujetos colocados ante una realidad. En este sentido

es significativo el siguiente planteamiento zemelmiano: “La realidad de

que nos ocupamos es difusa en sus contorno, ya que se define

solamente en la medida misma del esfuerzo por construirla”

[Zemelman, 1989: 31-32].

En alguno de nuestros trabajos nos hemos atrevido a referir la

capacidad de Zemelman para definir y trazar contornos:

... si los sabios perciben contornos y los trazan; los hombres irónicos

son capaces de dibujarlos y, por consiguiente, de transgredirlos... El

pensamiento de Zemelman se orienta, justamente, hacia esa doble

pretensión: detectar los contornos desde el contexto y, con base en

coyunturas, trascenderlos. Contextualizar significa, para él, atender al

despliegue participativo de los actores, guiados por la proyección de

opciones de futuro y dispuestas en proyectos construidos por ellos

desde su propia realidad [Romo Torres, 1998: 92].

Problema de los límites

La problemática de los contornos nos conduce, inevitablemente, al

problema de los límites abiertos. Precisamente, un planteamiento que

vincula el límite con el contorno es el siguiente: "... el concepto de

límite cambia de naturaleza, ya que se pasa de la noción de límite que

organiza contenidos al planteamiento del contorno que, ubicado más

allá de lo conocido, abre el contenido hacia nuevas realidades”

[Zemelman, 1992-II: 138].

La transformación de la historia en existir

Un hecho destacable es que Zemelman, a partir del libro Sujeto:

existencia y potencia y de algunos ensayos contenidos en su

texto Problemas antropológicos y utópicos del conocimiento,

emprenda un giro del énfasis de la politicidad del conocimiento de sus

trabajos anteriores hacia la existencia y existencialidad en el contexto

ético ante la realidad y las visiones utópicas. De ahí la preocupación

zemelmiana por la externalidad plasmada en el tratamiento de la

experiencia, la cual se desdobla en las modalidades de historicidad y

existencia. Con ello, los problemas pertinentes están referidos a la

necesidad de realidad, necesidad de otro, necesidad de conciencia, de

colocación ante la realidad. De esta forma los replanteos de

problemátización y crítica como núcleos de la conciencia histórica

avalan esa consideración.

Podemos afirmar, con base en la perspectiva antropológica y política

de nuestro pensador, que la medida del hombre es la de sus formas

de razonamiento, categoría y contenidos abiertos a la indeterminación-

determinable y la incertidumbre. Por eso, las fronteras son dinámicas

tratándose de la existencia y la existencialidad de los sujetos. La

exigencia de transformar la historia en experiencia se cumple en la

implicación de la historia con la existencia, mediada y articulada por la

experiencia. En esta dirección cala hondo la aseveración de

Zemelman: “Ningún sujeto social puede imponer su futuro si no es

apoyándose en toda la historia que ha cristalizado en su misma

existencia” [Zemelman, 1992-I: 34].

Por otro lado, resulta valido asumir el imperativo de transformar la

condición existencial del hombre en un campo de experiencias

posibles [Zemelman, 1998: 124]. Desde luego, en ese campo de

posibilidades está el yo, los otros y lo otro: “Tanto la existencia como la

historicidad implican tipos de experiencias en la temporalidad que

expresan cierres y aperturas del sujeto. Es diferente si pensamos en la

existencia como relación del sujeto consigo mismo que si lo

concebimos como relación con los otros o con el otro” [Zemelman,

1998: 129].

El pensar utópico y ético

La epistemología de la conciencia histórica altera nuestros modos de

relacionarnos con la realidad en la medida que posibilita asumirnos

como sujetos constructores a través de una relación y colocación ante

el mundo, bajo una exigencia de la objetividad ejercida a partir de una

epistemología alterante y, por eso, activadora de necesidad desde,

con y para los demás. A la luz de este marco desplegante la

existencialidad y la historicidad cumplen el imperativo no solamente de

lograr la transformación de la utopía en experiencia existencial, sino

también el acceso a las modalidades histórica y epistémica.

A la luz de esta perspectiva se subraya el proceso del decir que opera

en la prediscursividad, en tanto espacio promotor del encuentro con

los otros: “La necesidad de decir es el momento potenciador del

discurso” [Zemelman, 1998: 132]. Pero también el discurso deviene en

un recurso vacío sino se corporiza en necesidad de realidad y

necesidad de otros.

Precisamente, en el pensar ético y utópico es donde es hace factible el

tránsito alternado entre la prediscursividad y la discursividad. Incluso

este último constituye, a decir de Zemelman, el contexto del pensar

ético y utópico, pero también el marco en el cual el hombre piensa y

construye discursos como dos alas para sobrevolar sus

incertidumbres.

La dialéctica sujeto-contexto constituye una modalidad que alude a la

potenciación o potencialidad de los sujetos a la luz del presente

potencial y no sólo del enriquecimiento de los mismos. Desde aquí lo

que importa es dar cuenta del sujeto “... en su capacidad de actuar con

voluntad y emoción” [Zemelman, 2002: 2]. Ella también es

una “dialéctica que hace frente tanto al empobrecimiento del hombre

como a su propia elevación hacia un mayor protagonismo” [Zemelman,

2002: 25]. Con ello está en condiciones de especificar lo potenciable

de los sujetos. Por eso en este espacio “... se ubican las formas de

construcción social que descansan en la necesidad de ser y de sentido

del sujeto. Es un modo de hacer efectiva la voluntad en que se

expresa el afán de ser sujeto protagónico como respuesta a la

necesidad de ser sujeto en despliegue existencial. El pensamiento

hecho voluntad: lo político” [Zemelman, 2002: 3].15 Asimismo, desde

esta modalidad dialéctica de sujeto-contexto se avanza en lo que

Zemelman denomina “antropología de lo prometeico” [Zemelman,

2002: 3].

De esta forma, el contexto permite entender el significado histórico del

sujeto colocado ante la realidad. El carácter mediacional del contexto

está expresado por el hecho de que media entre el problema y la

situación más global [Zemelman, 1994: 16].

La utopía como modalidad de conocimiento ubica al hombre en “... el

esfuerzo por asumirse como sujeto potente, utópico, que es lo propio

de la necesidad que surge de la incompletud, transforma al tiempo en

o indeterminado-determinable, y es lo que caracteriza la capacidad del

sujeto para desplegar sus potencialidades. Para lo cual se requiere de

la memoria que alimente las visiones utópicas” [Zemelman, 2002: 37].

Asimismo, la conciencia histórica como instancia mediadora “se

corresponde con salirse del discurso para recuperar a lo constituyente

de lo prediscursivo; pero lo constituyente, en tanto expresión de lo

indeterminado, cuya forma de razonamiento es posible con base en lo

necesario” [Zemelman, 1998: 126].

Conclusiones

Hemos partido de la crítica y la totalidad como formas de razonamiento

capaces de permitirnos colocar la condición existencial del hombre

ante el mundo, bajo el cumplimiento de las exigencias de articulación y

mediación.

Así, la nuestra ha sido una exposición que alude a las modalidades de

la dialéctica, en particular a tres: dialéctica de la determinación-

indeterminación, dialéctica de la instalación-apropiación y, finalmente,

la dialéctica de sujeto-contexto. La presentación de esas modalidades

ha sido efectuada en el marco de la epistemología de la conciencia

histórica entendida como un entramado de inquietudes y actitudes

surgidas de la colocación ante la realidad. Ese entramado se

condensa y potencializa en una epistemología articuladora de las

visiones antropológicas, históricas, éticas y utópicas.

La serie de transformaciones que han sido expuestas: de la política a

la historia; de la historia a la experiencia, de la historia a la existencia y

de la experiencia al campo, por mencionar solo algunas, evidencian el

dinamismo relacional de los sujetos ante la realidad y del propio

epistemólogo Zemelman que no escapa a esa cualidad; pues se

mueve constantemente por las fronteras móviles de la razón

ampliándola y enriqueciéndola por medio de formas de razonamiento,

categorías y contenidos abiertos.

Por último, al aplicar la función de la crítica a la valoración de algunas

limitante en la propuesta zemelmiana misma, haremos dos

observaciones: la primera dirigida a que si bien es cierto que las

modulaciones han sido suficientemente explicitadas y tematizadas en

esta perspectiva epistémica; las modulaciones, en cambio, no lo están

del todo, aunque si en estado práctico; de esta manera

mencionaremos dos ejemplos a) no basta un discurso del o sobre el

sujeto, se precisa un discurso desde el sujeto, es decir, desde la

prediscursividad y b) no es suficiente limitarse a un análisis de las

practicas producidas, se requiere de la producción de prácticas, es

decir, no bastan indagar productos de las prácticas de los sujetos, es

necesario acceder al plano producente de sujetos y de realidad, para

así estimular e impulsar sus potencialidades a partir de proyectos

viables. La segunda observación apunta al plano de la recursividad

ética: está claro que para Zemelman la prediscursividad y la

discursividad ocupan un buen espacio de sus reflexiones, pero el

problema de la recursividad ética propuesto por Lévinas no es motivo

de sus argumentaciones. Con lo anterior no queremos restar

importancia a una propuesta que por si misma resiste las críticas más

implacables. La problematización de la propuesta zemelmiana es de

esperarse, máxime que Zemelman invita a ello como una condición del

pensar y razonar, así como a un ejercicio autocrítico que se desprende

permanentemente de su vida y obra.

Mientras tanto la imaginación epistémica zemelmiana vuela por los

aires de abstracciones surgidas y sustentadas en tierra firme de las

prácticas de sujetos colocados ante realidades posibles de construirse

de manera continua desde los ángulos éticos, antropológicos, políticos

y utópicos. Ángulos articulados en una epistemología potencializadora

de la experiencia, historicidad y existencialidad de los sujetos sociales.

Por eso, la concepción del hombre en la propuesta zemelmiana

encierra claves valiosísimas para entender la condición humana, pues

en esa medida esa propuesta está profundamente, recordando un

poema de Vallejo, llena de mundo.