INTEGRALISMO DE «INTERIORES AHUMADOS» · del género novelesco ( «Del teatro», «El libre...

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--a-- INTEGRALISMO DE CLARIN: LOS «INTERIORES AHUMADOS» Hadassah Ruth Weer (Rutgers University, New Jersey) D urte toda su vida adulta Leopoldo Alas ejerció la crítica literaria que en aquella época se publicaba gener- mente en la prensa diaria, sobre todo de Madrid, aunque Clarín publicó también artícu- los importantes en Barcelona y en Asturias. La mayor parte de estos escritos se incluyeron des- pués en varios tomos de ensayos, publicados a lo lgo de su carrera: Solos de Clarín, La literatura en 1881 (escrito en colaboración con A. Pacio Valdés), los folletos literarios (Apolo en Pafos, Mis plagios, Un discurso de Núñez de Arce, Mu- seum), Nueva Campaña, Ensayos y Revistas, Galdós, Palique, Siglo pasado, Sermón perdido y Mezclilla. Aunque en su gran mayoría los ensayos tratan de novelas específicas, algunos de ellos tie- nen como tema la novela en general. Alas se inte- resa constantemente por los mismos aspectos de la novela, pero se puede notar cierta evolución en su pensamiento acerca de ellos. Sugerimos que los cambios más notables ocurren cuando Clarín ya ha publicado su primera novela. Desde sus primeras tentativas como crítico de novelas, Clarín muestra una gran fe en el valor de este género, sobre todo para la época en que vi- vía. En el ensayo «Del teatro» (Solos de Clarín), opina que «es 1-a novela género más propio que el teatro de la sociedad presente» (1). Elabora esta idea en otro ensayo de la misma colección, «El libre examen y nuestra literatura presente»: «Es la novela el vehículo que las letras escogen en nues- tro tiempo para llevar al pensamiento gener, a la cultura común el germen fecundo de la vida con- temporánea, y fue lógicamente este género el que más y mejor prosperó después que respiramos el aire de la libertad de pensamiento» (2). Al reseñar la primera parte de La desheredada de Benito Pérez Galdós en La literatura en 1881, Clarín es aún más agudo sobre el poder renovador de la novela: «En la novela, que es la forma literaria más propia de nuestro tiempo, es donde puede mejor el ingenio grande y decidido influir para trsformar una literatura que se va llenando de he r rumbre, que al repetir maquinmente forma.� anticuadas, va convirtiéndose en juego baladí, al que no pueden dar gran importancia los espíritus serios>> (3). Es cierto que en el siglo XIX entre las obras importantes de la literatura europea predo- minan las novelas. Clarín se da cuenta de este fenómeno, y aunque da en sus escritos poca evi- ·s dencia de haber pensado en el por qué, sigue irmando su adhesión a la idea de que la novela es el género más apropiado para su época: «La novela es el género único que en Espa prospera en estos días; y esto me parece muy bien, porque es lo más natural, y lo que es natural siempre acaba por ser lo mejor» (4). En la «Revista litera- ria» de marzo de 1890 (Ensayos y Revistas), donde habla de la novela Realidad de Galdós, reflexiona sobre una de las razones del predomi- nio de la novela: « Una de las causas de la superio- ridad que, en cierto respecto, hoy tiene la novela sobre los demás géneros, consiste en esta facultad de anatomía espiritu, que es, repito, cosa dife- rente del lirismo, y que en el drama es imposible» ( 5 ). Clarín ve en la novela el género que más liber- tad le da al creador y que tiene mayores posibili- des de desarrollo. «[ ... ] en toda idea de la no- vela se comprende la amplitud del género y su libertad, que la hacen apta para expresar la mayor variedad posible de objetos con las formas tam- bién más varias y con intensidad que bien puede calificarse de indefinida, ya que no infinita» (6). La novela, en efecto, «tiene tan ar r cho campo» que «llega a abarcar obras como Bouvard et Pecu- chet» (7). Aunque Cln reconoce que como géne- ro la novela ya tiene una historia bastante lga, cll �· - .- '--,�\i . -J -'1 · �,-· __\ � ! .� ___________________ 84 Reato de Clarín, publicado en un Boletín del Centro Astu- riano de Madrid en 1952.

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--a--INTEGRALISMO DE

CLARIN: LOS

«INTERIORES

AHUMADOS»

Hadassah Ruth Weiner (Rutgers University, New Jersey)

D urante toda su vida adulta Leopoldo Alas ejerció la crítica literaria que en aquella época se publicaba general­mente en la prensa diaria, sobre todo

de Madrid, aunque Clarín publicó también artícu­los importantes en Barcelona y en Asturias. La mayor parte de estos escritos se incluyeron des­pués en varios tomos de ensayos, publicados a lo largo de su carrera: Solos de Clarín, La literatura en 1881 (escrito en colaboración con A. Palacio Valdés), los folletos literarios (Apolo en Pafos, Mis plagios, Un discurso de Núñez de Arce, Mu­seum), Nueva Campaña, Ensayos y Revistas, Galdós, Palique, Siglo pasado, Sermón perdido y Mezclilla. Aunque en su gran mayoría los ensayos tratan de novelas específicas, algunos de ellos tie­nen como tema la novela en general. Alas se inte­resa constantemente por los mismos aspectos de la novela, pero se puede notar cierta evolución en su pensamiento acerca de ellos. Sugerimos que los cambios más notables ocurren cuando Clarín ya ha publicado su primera novela.

Desde sus primeras tentativas como crítico de novelas, Clarín muestra una gran fe en el valor de este género, sobre todo para la época en que vi­vía. En el ensayo «Del teatro» (Solos de Clarín), opina que «es 1-a novela género más propio que el teatro de la sociedad presente» (1). Elabora esta idea en otro ensayo de la misma colección, «El libre examen y nuestra literatura presente»: «Es la novela el vehículo que las letras escogen en nues­tro tiempo para llevar al pensamiento general, a la cultura común el germen fecundo de la vida con­temporánea, y fue lógicamente este género el que más y mejor prosperó después que respiramos el aire de la libertad de pensamiento» (2). Al reseñar la primera parte de La desheredada de Benito Pérez Galdós en La literatura en 1881, Clarín es aún más agudo sobre el poder renovador de la novela: «En la novela, que es la forma literaria más propia de nuestro tiempo, es donde puede mejor el ingenio grande y decidido influir para transformar una literatura que se va llenando de herrumbre, que al repetir maquinalmente forma.� anticuadas, va convirtiéndose en juego baladí, al que no pueden dar gran importancia los espíritus serios>> (3). Es cierto que en el siglo XIX entre las obras importantes de la literatura europea predo­minan las novelas. Clarín se da cuenta de este fenómeno, y aunque da en sus escritos poca evi-

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dencia de haber pensado en el por qué, sigue afirmando su adhesión a la idea de que la novela es el género más apropiado para su época: «La novela es el género único que en España prospera en estos días; y esto me parece muy bien, porque es lo más natural, y lo que es natural siempre acaba por ser lo mejor» (4). En la «Revista litera­ria» de marzo de 1890 (Ensayos y Revistas), donde habla de la novela Realidad de Galdós, reflexiona sobre una de las razones del predomi­nio de la novela: « Una de las causas de la superio­ridad que, en cierto respecto, hoy tiene la novela sobre los demás géneros, consiste en esta facultad de anatomía espiritual, que es, repito, cosa dife­rente del lirismo, y que en el drama es imposible» (5).

Clarín ve en la novela el género que más liber­tad le da al creador y que tiene mayores posibili­dades de desarrollo. «[ ... ] en toda idea de la no­vela se comprende la amplitud del género y su libertad, que la hacen apta para expresar la mayor variedad posible de objetos con las formas tam­bién más varias y con intensidad que bien puede calificarse de indefinida, ya que no infinita» (6). La novela, en efecto, «tiene tan arrcho campo»que «llega a abarcar obras como Bouvard et Pecu­chet» (7). Aunque Clarín reconoce que como géne­ro la novela ya tiene una historia bastante larga,

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Retrato de Clarín, publicado en un Boletín del Centro Astu­riano de Madrid en 1952.

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no se preocupa mucho por las grandes novelas de otras épocas en su crítica. La suya es crítica al día y del día. Al mismo tiempo que venera a los clási­cos ve también la novedad del género novelesco. En una carta que escribe a Galdós durante la época en que escribía La Regenta, comenta: «Para mí la novela verdadera [ ... ] es una forma revolucionaria del arte, un cambio profundo que echa por tierra muchos axiomas estéticos de los más admitidos [ ... ] es una nueva fuente de cono­cimiento» (8). El carácter revolucionario de la no­vela gozaba de un doble aspecto. Podría trazar nuevas sendas en el mundo artístico. Pero podría asimismo tener una influencia más amplia.

The novel was primarily, of course, an aest­hetic accomplishment; but the novel form was capable of serving a secondary purpose also, in that it could contribute to Spain's deve­lopment by treating contemporary life hones­tly (9).

La novela, pues, desempeña un papel social; y «el buen novelista influye también, y mucho, en su pueblo; pero es a la larga, por complicadas inci­dencias» (10). El novelista, como el crítico, es una especie de policía y de médico para la sociedad.

A pesar de la gran variedad de recursos y posi- . bilidades del género novelesco, Clarín no formula nunca una definición de la novela. Sin embargo, nos dice en su crítica de Lo prohibido de Galdós: «Es claro que las novelas no son ni pueden ser tratados científicos de la vida» (11). La novela tiene horizontes mucho más amplios. No se trata sólo de observar la vida ni tampoco exclusiva­mente de comprobar una tesis.

For Alas, an artistic novel displayed the abi­lity of the author to extract from reality, not important sociological or philosophical issues, but the beauty which is derived from closely observed reality that has been analyzed and molded into a structural unit (12).

Clarín no profesa el credo del arte por el arte en un sentido absoluto pero, por otra parte, tampoco aboga por una literatura exclusivamente utilitaria. En éste como en otros aspectos de su obra crítica y creadora, vemos el integralismo y el liberalismo que son la base de toda su personalidad literaria. Su idea de la novela es amplia, aunque cabe den­tro de un marco fundamentalmente realista. En el folleto literario Apolo en Pajos, las musas Clío y Calíope tienen una discusión sobre a cuál de las dos pertenece la novela. La conclusión la pro­fiere Clío: «Yo creo que la novela es la historia completa de cada actualidad, no habiendo en ri­gor, entre la historia y la novela más diferencia que la del propósito al escribir, no en el objeto que es para ambas la verdad en los hechos» (13).

La diferencia, pues, entre la novela y la historia es de intención estética. Se diferencian en la forma, pero tienen un fondo común. En Mis pla­gios, considera la novela como una forma com­puesta de la historia y la poesía.· De aquélla se deriva su utilidad, y de ésta su hermosura. Clarín'

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Ilustración de «La Regenta»: Obdulia Zandiño.

examina los diversos aspectos de la novela, pero no llega nunca -como ya hemos dicho- a definirla. «Como un magnífico ejemplario sus novelas y re­latos recogen y dan vida a todas esas ideas sobre el género narrativo. En toda la obra crítica de Clarín, sin embargo, no encontramos un solo in­tento de definición de la novela; abundan en cam­bio, los de caracterización» (14).

Sobre la crítica, por el contrario, Alas es algo más explícito. Tanto en Ensayos y Revistas como en el prólogo de Palique, se define la crítica como un juicio estético:

Siempre merecerán mejor que los otros el nombre de crítica literaria, aquellos géneros de crítica que sean: l.º crítica, es decir, jui­cio, comparación de algo, de hechos con le­yes, cópula racional entre términos homogé­neos; y 2.0 literaria, es decir, de arte, esté­tica, atenta a la habilidad técnica, a sus reglas (absolutas o relativas) (15).

Durante esta misma época Clarín escribe el pró­logo a Mi primera campaña de Rafael Altamira. Allí no se aparta de la-definición que establece en sus libros de ensayos: «No, la crítica no es ciencia naturalista, ni poesía lírica, ni novela psicológica, es ... lo que siempre, juicio estético. Pero el crítico es ante todo hombre, que puede ser poeta, nove­lista, científico, etc., etc. » (16).

Es de notar que los ensayos de Alas no tratan exclusivamente de literatura, siendo Museum el único folleto que presenta un interés limitado sólo a lo literario. Es decir que la literatura, para Cl::t-

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rín, existe dentro de un contexto mucho más am­plio. Este contexto es, sin embargo, siempre con­temporáneo; y aunque aparecen reseñas de algu­nos libros extranjeros (sobre todo franceses), Cla­rín es un crítico eminentemente nacional. Penetra toda su obra crítica un anhelo de reforma. Sus paliques son el mejor ejemplo de esta actitud: «Son crítica higiénica y de policía, son crítica aplicada a una realidad histórica que se quiera mejorar, conducir por buen camino» (17). Su es­trategia es tanto ofensiva como defensiva: «Aquí no sólo hay que atacar a los malos escritores, sino que también es necesario defender, no sólo juzgar, a los buenos» (18). Sobre este punto ha sido ata­cado Clarín por mantener dos criterios distintos: uno para autores consagrados y otro para princi­piantes y escritores de menos categoría. Al autor de reputación establecida suele perdonarle mu­chas más faltas que al novato. Esta actitud tiende a desilusionar a los jóvenes y a mantener el status quo de los viejos. Por otra parte es posible que Clarín haya evitado una plaga de escritores malos, pero es posible asimismo que haya decepcionado a alguno que prometía.

En la mayor parte de sus libros de ensayos encontramos artículos sobre novelas. El interés de Clarín por la novela es constante desde el princi­pio hasta el final de su carrera. Ya en Solos de Clarín aparecen tres artículos que tratan aspectos del género novelesco ( «Del teatro», «El libre examen y nuestra literatura presente» y «Cavila­ciones»). Ocho artículos están dedicados a nove­las contemporáneas: La familia de León Roch (partes primera y segunda), El niño de la bola, El buey suelto, Marianela, El tren directo, El co­mendador Mendoza, Doña Luz, De tal palo tal astilla, Don Gonzálo González de la Gonzalera y Gloria (primera parte). «En general, el libro señala y testimonia el deslizamiento de Leopoldo Alas desde una ideología idealista, muy próxima al grupo krausista, hacia el campo positivista, aun­que a veces se descubre el personal espiritualismo que, años más tarde, caracterizará parte de su producción literaria» ( 19).

El «Prefacio a manera de sinfonía» establece el tono del libro y también introduce ciertos temas que van a caracterizar su obra crítica posterior. Clarín escribe para sus contemporáneos, «sin pen­sar en las generaciones venideras» (20). Su propó­sito es estudiar «el estado presente de nuestra literatura» (21), usando siempre un criterio de la más estricta imparcialidad. Se dirá que el crítico no puede ser imparcial, pero Alas usa la palabra para significar que hablará de libros y autores tanto buenos como malos. «La materia es abun­dante, porque nuestra literatura en estos últimos años ha manifestado gran actividad para bien y para mal [ ... ] » (22).

Sí, se ha escrito mucho, y para estudiar con-. cienzudamente el estado de nuestras letras en este último lustro, no bastará conocer los li­bros y las comedias que merecieron aplauso,

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sino también aquellos productos averiados de: la medianía o de la nulidad que sin merecerlo lo obtuvieron o que sin obtenerlo lo solicita­ron (23).

Si esta «imparcialidad» es uno de los puntos de apoyo de la obra crítica de Clarín, otro qu�_ll:pa­rece en este prefacio es la relación entre la litera­tura y la sociedad. «El público es un elemento integrante de toda literatura, y el observador que seriamente examina las materias literarias, como parte principal que son en la vida de los pueblos, necesita estudiar el espíritu colectivo [ ... ] » (24). La literatura no sólo puede influir en la sociedad, sino que es en sí producto de una sociedad y de un momento histórico dados.

La literatura en 1881, escrito a medias con Ar­mando Palacio Valdés, continúa con el mismo es­píritu de Solos de Clarín. Es una obra de actuali­dad en que los autores profesan la «imparcialidad más estricta» (25). «La verdad desnuda en estilo llano: ésta es nuestra divisa» (26). Los ensayos tratan de obras y temas literarios, también de per­sonas importantes. Entre ellos se destacan dos artísticos sobre La desheredada de Pérez Galdós y uno sobre Un viaje de novios de doña Emilia Pardo Bazán. Se nota en los ensayos de esta co­lección un creciente interés por el movimiento naturalista, al cual está dedicado «La lírica y el naturalismo».

En el «Epílogo que sirve de prólogo» a Sermón perdido, Clarín empieza a adentrarse en un tema que recogerá poco después en Nueva campaña. Dice que ha «venido a comprender que todo lo que sea abogar por el buen gusto y demás fueros del arte es predicar en el desierto, si en España se predica» (27). Por lo tanto, se dedicará en este libro a escribir «muchos artículos que no tienen por asunto determinada obra artística, sino algún vicio de nuestras costumbres, especialmente las literarias» (28). Sin embargo, los que más nos importan en un estudio de la novela son los que tratan de obras determinadas: Tormento de Gal­dós, Pedro Sánchez de Pereda, La tribuna de la Pardo Bazán, y Marta y María y El idilio de un enfermo de Palacio Valdés. Los temas que más le interesan a Alas en estos ensayos son el realismo y el naturalismo en la novela, y como corolario la importancia de la observación. De los cinco artí­culos sobre novelas, el de más fondo es el dedi­cado a Tormento, en el cual hace Clarín la defensa del personaje-masa, que no había visto con tan buenos ojos en Solos de Clarín, en la crítica de El niño de la bola. Es de notar que Sermón perdido se publica en 1885, durante la misma época en que aparece La Regenta.

Con la excepción del artículo «Emilia Pardo Bazán y sus últimas obras», los folletos literarios no contienen ensayos sobre obras particulares. Sin embargo, aparecen en ellos ciertas ideas lite­rarias de Clarín que vienen a constituir una parte importante de su credo literario. Ya hemos notado la polémica sobre la novela y la historia en Apolo

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Ilustración de «La Regenta»: Alrededores de la Catedral.

en Pajos. Un discurso de Núñez de Arce da lugar a una serie de consideraciones acerca de la novela sobre todo, pero también sobre la poesía y la hermosura en las obras literarias. En Museum, Clarín habla de varios autores importantes (Cam­poamor, Hugo, Pardo Bazán), y en Mis plagios está expuesto el pleito con Luis Bonafoux.

En Nueva campaña Clarín escribe «en pro del buen gusto literario que muere de una· terrible consunción en España» (29). Al escribir de algu­nas de las novelas más destacadas de su época, se nota que le sigue interesando la observación. En­tre estos artículos están los que tratan de Lo prohibido de Galdós, Sotileza de Pereda, El cisne de Villamorta y Los pazos de Ulloa, ambas nove­las de la Pardo Bazán.

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Se nota cierta desilusión con el naturalismo en Mezclilla, por lo menos con los resultados que ha tenido en España. «Con excepción de muy pocas personas, el tal naturalismo ha servido a los escri­tores españoles para demostrar ignorancia, pasión ciega, imprudencia temeraria, pedantería y orgu­llo» (30). Le sigue interesando la observación, que está tratada con cierto detalle en «Una carta y muchas disgresiones», crítica de Fortunata y Ja­cinta de Galdós. También examina Miau del mismo autor. Al reseñar Maximina de su íntimo amigo Palacio Valdés, habla sobre la importancia de la «sinceridad artística» (31). La literatura como reflejo de la sociedad y el análisis psicoló­gico son los puntos de apoyo del ensayo sobre La Montálvez de Pereda. Además de estos artículos sobre novelistas españoles, Clarín dedica dos en­sayos a escritores franceses. Considera muchos capítulos de Trente Ans de París, las memorias de Alphonse Daudet, como una «lección práctica, de aplicación» (32) del arte de escribir novelas. Al escribir de la novela Mensonges de Paul Bourget, habla más bien de éste como novelista y crítico que de la novela en sí.

Sin duda el libro de Alas que más nos interesa en un estudio de sus ideas sobre la novela es Galdós. En este tomo van juntos un estudio del novelista que había aparecido con el título de Be­nito Pérez Galdós: Estudio crítico biográfico y artículos sobre sus novelas, la mayor parte de los cuales se habían publicado ya en tomos anterio­res. «Esta colección de artículos constituye, en conjunto, su mejor obra de crítica, y la aproxima­ción actual hacia las tendencias realistas de fines del XIX, con la consiguiente revalorización de Galdós, dan a la mayoría de las afirmaciones una vigente actualidad» (33).

Beser considera Ensayos y Revistas como una obra de madurez, ya que hay pocas señales del radicalismo de los primeros escritos y parece que Clarín se está acercando a cierto espiritualismo (34). Habla de dos novelas de Zola -La terre y L' argent- y nota una nueva tendencia, la neopsi­cológica, que «sin derrotar a Zola, ni mucho me­nos, divide con él y con otros, la actividad litera­ria» (35). Entre las novelas que figuran en estos ensayos están incluidas Realidad, Angel Guerra y La incógnita de Galdós, Nubes de estío de Pe­reda, Morriña de la Pardo Bazán, y La fe de Palacio Valdés. Clarín es generalmente poco afi­cionado a la literatura comparada, pero en este libro aparece un ensayo muy interesante sobre Ibsen y Daudet. Figuran en esta colección tam­bién dos artículos de teoría literaria -«La novela novelesca» y «La novela del porvenir». En todo se percibe cierto alejamiento del naturalismo pero al mismo tiempo el anhelo de no abandonarlo completamente.

En el prólogo de Palique Clarín expone su no­ción de la crítica higiénica y policíaca. Queda bas­tante claro al considerar este prefacio dentro del contexto de todo la obra crítica de Clarín que es

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una continuación de una actitud que le caracteriza desde el principio de su carrera como crítico. El libro tiene pocos artículos sobre novelas; hay una reseña de Tristana de Galdós. Interesa el artículo sobre el teatro de Zorrilla por dar testimonio del gran aprecio en que Alas tenía al dramaturgo ro­mántico, cuyo Don Juan Tenorio figura en un lugar importante en La Regenta. Muchos de los artículos tratan de personalidades contemporá­neas de Clarín y de problemas nacionales.

Siglo pasado, publicado póstumamente, tiene poco interés en lo que concierne a la novela. Cla­rín se interesa en muchos de estos ensayos por la filosofía, o en el caso de «Cartas a Hamlet: revista de ideas» por el desprecio en que ha caído esta disciplina.

Este bosquejo de la obra crítica de Clarín hace resaltar dos características significativas. Por una parte, hay una actitud crítica que es constante: Clarín observa la situación contemporánea de la literatura y la vida españolas para destacar sus defectos y para curar sus males. En cuanto a la novela, ciertos aspectos -sobre todo los que rela­cionan la literatura con la sociedad- le llaman la atención constantemente. En lo que se refiere a la técnica novelística, sale a la vista su preocupación por la composición. Por otra parte, notamos cierta evolución en su predilección hacia una u otra es­cuela literaria o filosófica, sin atenerse nunca a ninguna de ellas con exclusividad. Sus primeros escritos críticos coinciden con el auge del krau­sismo, movimiento que influyó mucho en él por haber estudiado con algunas de sus más grandes figuras. Más tarde se burlará de este mismo mo­vimiento. Su período krausista es bastante breve, mientras que su interés por el naturalismo permea casi toda su obra crítica y mucha de la creadora. El gran entusiasmo da lugar a cierta desilusión, pero el tema no desaparece. El género novelístico es asimismo una preocupación constante de la la­bor crítica de Clarín. Lo notamos siempre más abierto a nuevas tendencias a lo largo de su ca­rrera, lo cual se ve netamente en su crítica de las· obras de Pérez Galdós. Clarín considera a Galdós como un innovador en muchos aspectos de la na­rrativa; y aunque expresa escepticismo hacia cier­tas técnicas (por ejemplo, la forma epistolar), al correr de los años parece más dispuesto a aceptar­las. Aunque no adopta nunca la forma epistolar como técnica principal, la utiliza en algunos cuen­tos y se vale de cartas para descubrir ciertos as­pectos de la relación entre Ana Ozores y Fermín de Pas en La Regenta.

Se puede decir que aunque Clarín se dé cuenta de la importancia de la novela como diversión o como arte, este aspecto se subordina al cienti­fismo del género (36). Este último concepto hay que interpretarlo en sentido muy amplio. La no­vela es útil -en ella se observa y se comenta la realidad, e incluso puede tratarse de un solapado intento de cambiarla. Un crítico anónimo del Ti­mes Literary Supplement sugiere que «the story of

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Ana Ozores [ ... ] is a moral tale whose purpose is to indict the age in which Alas lived» (37). Sin embargo, Alas no consiente nunca una novela que esté mal escrita por «científica» que sea.

«Descripción, narración y diálogo son los tres puntos de apoyo de la novela» (38) para Clarín. A estos tres vértices habría que añadir el desarrollo de los entes de ficción tema constante en su crítica y uno de los aciertos más grandes de sus obras de ficción. «De la crítica de El cisne de Villamorta deducimos que, para L. Alas, el contenido de la novela es la suma de los caracteres, el medio ambiente y la intriga, resultado ésta de las relacio­nes entre aquéllos» (39). Todos los elementos de la técnica novelística caben dentro de una especie de metaconcepto que es el de la composición. Y el propósito del novelista debe ser el de proyectar la imagen más fiel de la realidad dentro de lo posible. Todos los elementos antes mencionados deben contribuir a este realismo, que es el mayor afán del novelista. Para Clarín, el realismo -como todo elemento literario- tiene su propósito. «Clarín had no patience with the idea of realism for realism's sake, and he held firmly that writing novels was a business of selection and arrangement of elements of real life to communicate understanding» ( 40). Por otra parte, la novela puede ser una manera de conocer la realidad. Por su misma naturaleza, tiene el poder especial de examinar una realidad desde distintas perspectivas, formando en los me­jores ejemplos una visión total e integrada. Clarín llegará a ver en la novela «una forma de conoci­miento de la realidad, distinto al científico pero superior a él, en algunos· aspectos, pues nos pre­senta a la realidad como una totalidad» (41). Va­mos a examinar los varios componentes de la no­vela según Clarín los desarrolla a lo largo de su obra crítica.

De todos los elementos de la novela, el perso­naje es al que concede mayor importancia nuestro autor. Ya en Solos de Clarín, trata el tema en los artículos sobre El niño de la bola, El tren directo y De tal palo tal astilla. En el primero de estos opina que es un pecado grande presentar en la obra un personaje secundario que deja en la som­bra al protagonista (42). Tiene una opinión nega­�iva del «coro» en una novela. Al reseñar la se­gunda parte de La desheredada de Galdós en La literatura en 1881, hace una observación que llega a ser una de las directrices de su obra:

.... para estudiar a un ser vivo, social y seguir sus pasos, no basta el análisis abstracto de sus pensamientos y voliciones; es preciso verle en la realidad; moviéndose en el natural ambiente, y sólo así se refleja lo que deja ver la realidad (43).

Recalca esta noción cuando sigue diciendo que «[ ... ] no basta el estudio exacto, sabio, de un carácter, si no se le hace vivir entre las circuns­tancias que naturalmente deben rodearle» (44). El personaje, para llegar a su máximo desarrollo,

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Ilustración de «La Regenta»: Don Víctor Quintanar y su amigo Frígilis van de caza.

tiene que funcionar dentro de su propio medio ambiente.

En la crítica de Tormento en Sermón perdido, Clarín da evidencia de haber sufrido un cambio importante desde Solos de Clarín. Ha pasado poco tiempo, pero mientras tanto ha salido La Regenta. Ahora se pregunta· Alas:

¿No puede estar el núcleo de una obra en una idea, representada por una colectividad, por una institución? ¿No puede ser el protago­nista de un libro un pueblo entero? El que la mayor parte de los libros tengan un protago­nista individual, ¿es razón suficiente para asegurar que no hay belleza sin este requi­sito? (45).

De hecho todo este ensayo es una serie de refle­xiones sobre los entes de ficción. Clarín observa que hay sectores enteros de la sociedad que se han pasado por alto en la novela española. «¡Los interiores ahumados! Eso es lo que está sin estu­diar en España. Interiores de almas, interiores de hogares, interiores de clases, de instituciones» (46). No se conocen los interiores ahumados de la nobleza ni de las «familias ricas y empingorota­das» (47). Las mujeres en general han sido mal estudiadas en la literatura española. En este en­sayo en que abundan las preguntas retóricas, Cla­rín pregunta: «Necesitaré pararme a demostrar

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que los caracteres débiles también pueden ser ob­jeto de la novela? [ ... ] Es más: en las medias tintas, en los temperamentos indecisos está el acervo común de la observación novelable; el arte consiste en saber buscar a esto su belleza» (48). Clarín, pues, favorece posibilidades más amplias para desarrollar· los personajes de una obra de ficción. En otro ensayo de Sermón perdido en que trata de El idilio de un enfermo de Armando Pala­cio Valdés, declara que «el hombre vulgar tiene también su novela» (49) y que «no hay hombre insignificante para un observador» (50). En estos puntos, muestra Clarín una decidida modernidad. «Nada más legítimo que escribir un libro entero con materia muy pequeña, pero es a condición de examinar bien esa materia, de exponerla en todo su contenido: el animal microscópico es digno de estudio, pero no a simple vista» (51).

En Mezclilla, una novela de Galdós (Miau) le permite otra vez la posibilidad de hacer un comen­tario sobre el desarrollo del ente de ficción, que se debe construir siempre como un ser completo, aunque tenga aspectos que no entran directamente en el asunto de la novela: «[ ... ] en las novelas conviene hacer lo que aquí hace Galdós; tomar como núcleo las personas, los individuos huma­nos, diré mejor, pero no descuidar por completo ninguno de sus intereses y fines aunque no sean

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estos o los otros los principales para el asunto. La verdadera ilusión de realidad sólo puede conse­guirse teniendo esto presente» (52). Al mismo tiempo que el novelista debe trazar la figura entera de su personaje, debe estar seguro de mantener su individualidad. El mundo está compuesto de indi­viduos, no de tipos, sean representativos o no de cierto sector de la sociedad .

. .. en las obras artísticas de análisis psicoló­gico no se trata de representar en los persona­jes el término medio de los de su clase, sino de estudiar determinada personalidad, de ve­ras, tal como es o debe ser, ya sea de comu­nes cualidades, ya excepcional. Lo excepcio­nal es tan artístico como lo general, porque las leyes naturales, de que lo excepcional es resultado, no son excepcionales; son tan rea­les y constantes como todas (53).

El personaje de novela debe ser ante todo vero­símil y «una figura viva y bella» (54). Es la tarea del novelista no sólo describirlo sino también ani­marlo, hacerlo vivir. «No basta para que una fi­gura de novela se anime y viva, decirle: levántate y anda; si la figura es de trapo, ¡ cómo se ha de mover!» (55). Para Alas «el 'carácter' es igual al temperamento o individuo, más la influencia del medio ambiente, más su historia personal» (56). No llega al extremo de decir que el ambiente de­termina de forma absoluta el carácter del perso­naje, pero sí cree que la circunstancia influye de manera importante en el desarrollo de la persona­lidad. El hombre no sólo vive en un mundo físico, sino también dentro de un contexto social. Por eso, Clarín insiste mucho en que el novelista debe establecer bien las relaciones entre sus persona­jes. En su ensayo sobre El tren directo de Ortega Munilla (Solos de Clarín), reconoce varios acier­tos en la composición de la novela, «pero de grupo a grupo no ha establecido bien las relacio­nes; los personajes de cada lado del cuadro no forman un conjunto con los del otro, no hay coor­dinación ni hay subordinación a un personaje principal» (57).

Su insistencia en definir al protagonista de una novela -sea un individuo, sea un grupo- destaca la enorme importancia que da Clarín a este aspecto de la novela. No basta una tesis interesante y provocativa si los personajes que la encarnan no tienen vida propia. Parece que nos dice Clarín, además, que la novela debe ser construida de ma­nera que pueda el ente de ficción desarrollarse y funcionar al máximo dentro de un ambiente que le es natural y propicio.

Como hemos visto, la teoría novelística de Cla­rín está incluida en sus ensayos sobre ciertas no­velas y también en un número reducido de artícu­los que tratan de la novela en general (58). Sinteti­zando las ideas que expresa en su crítica, pode­mos ver que algunos problegias le preocupan más que otros, al mismo tiempo que notamos una de­cidida insistencia -con muy pocas excepciones­en sus nociones sobre el género.

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Ilustración de «La Regenta»: Don Víctor Quintanar recitando a Calder,

Alas opina que el autor -no el personaje de novela- es el que mejor aptitudes posee para in­terpretar los pensamientos, las acciones, las moti­vaciones del personaje. El autor equivale al im­plied author tratado por Booth y otros, y en mu­chos casos al narrador omnisciente. Es un ser superior a sus creaciones de ficción, sobre todo por la variedad de perspectivas y técnicas de las cuales dispone; y es capaz de conocer al personaje mejor que éste a sí mismo. El novelista no debe estudiar solamente los «interiores ahumados» de los grupos de la sociedad, sino también los de individuos que pueden servir como muestras típi­cas o atípicas de la sociedad más amplia. Reco­mienda que el autor de novelas adopte una pos­tura superior ideal desde la cual puede observar a sus personajes. La multiplicidad de perspectivas en las obras de ficción es una idea que remonta a Cervantes; pero la revolución empezada por el creador del Quijote no tiene muchos seguidores en España hasta el siglo XIX, cuando los novelistas españoles tienen que reaprender la lección cervan-. tina de maestros extranjeros.

En el esquema de Clarín el autor tiene libertad absoluta. El fundirse con el personaje en algunos momentos puede dar lugar a cierta falsedad en la expresión literaria, pero el resultado es siempre la descripción más completa de una realidad. El «subterráneo hablar de una conciencia» (59) es claramente un antecedente de la técnica moderna de fluir de la conciencia, y Clarín se da cuenta de las posibilidades de este procedimiento al verlo

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empleado por un autor tan consagrado como Gal­dós. Por otra parte Clarín censura al autor que se inmiscuya demasiado en la acción de la novela, perjudicando así el realismo de la narración.

Alas reconoce algunos aciertos en la técnica naturalista de presentar a los personajes de una obra de ficción. En la medida en que esta moda se basa en la observación, Clarín la favorece inequí­vocamente. Partiendo de la observación minu­ciosa de una realidad, el escritor arregla los ele­mentos, como el experimentador científico, para producir el resultado que desea. En la experiencia literaria, la intervención del autor para crear un ambiente propicio a su investigación viene a ser el mismo proceso creador. Alas admite el caso de un resultado no previsto; y así la novela de tesis da lugar a la de hipótesis, proporcionando un campo más variado de posibilidades tanto al autor como a los personajes. En todo caso es importante que viva el ente de ficción a través de la descripción, la narración y el diálogo. La novela es una crea­ción orgánica en la cual cada parte tiene que fun­cionar bien para que el organismo tenga vitalidad.

Clarín hace hincapié, como hemos notado, en las posibilidades novelescas del personaje indeciso o débil. Los conflictos internos han sido siempreuna fuente fecunda para obras dramáticas, y es derecordar que Clarín escribió un drama (Teresa)para ilustrar sus teorías sobre el género dramático.En éste como en otros aspectos de su crítica,considera que la verosimilitud debe ser la meta delescritor. En el diálogo debe imitar el lenguaje ver-

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<ladero, aunque sólo debe valerse de dicho recurso en los momentos principales. La base de la cual parte el novelista ha de ser siempre la realidad observada, que el genio del artista moldea a través del lenguaje para formar una unidad bella. El rea­lismo que propone Clarín existe, pues, en dos niveles -tanto en la forma como en el contenido de la narración. Recomienda un estilo «sencillo, exacto, fuerte en el cual la retórica no es más que un medio y no un fin, como en la oratoria clásica» (60). El novelista que aspira a la naturalidad debe ser tolerante e imparcial, al mismo tiempo que debe sentir la realidad que intenta describir. La técnica realista le puede servir al novelista como método de investigación, de descubrimiento, de la realidad; y puede ser una arma de denuncia y de protesta. Ya que existen hechos desagradables en la vida, no se le debe criticar al novelista que pinte un cuadro de tonos oscuros. Una constante de la crítica de Clarín es la idea de que la literatura y la sociedad están íntimamente ligadas.

Para Alas las leyes a que obedecen los géneros literarios provienen de su propia naturaleza. Tie­nen que obedecer a ciertas necesidades del mo­mento. Por lo tanto, ninguna escuela literaria puede considerarse como una serie de dogmas para el novelista. En cambio, el escritor puede ampliar su técnica y la gama de sus recursos apro­vechando aquellos aspectos de cada escuela que le convengan. Clarín nunca deja de creer en la liber­tad de que goza el género narrativo en prosa, aunque insiste en que una novela necesita siempre una estructura, una composición. No sólo debe haber las proporciones correctas entre las varias partes de la novela, sino también entre la novela y la realidad. La composición ordena la realidad, transformándola en materia artística. La despro­porción de los elementos le quitan fuerza y be­lleza. El aspecto estético de la obra artística siem­pre tiene una gran importancia en el esquema de Clarín, «pero también el enlace artístico de un argumento ha de encerrar enseñanzas de amplio sentido» (61). El arte «ha de ser la realidad vista a través de un temperamento» (62), pero el artista necesita la templanza suficiente para no monopo­lizar la obra creada con su presencia.

El conjunto inseparable de forma y fondo que es la novela tiene un propósito tanto estético como ético y moral. Para Clarín la novela es más que un puro ejercicio formal, aunque hemos visto que insiste siempre en los aspectos técnicos de las obras de ficción. Por otra parte, el valor de una novela no puede yacer solamente en una tesis o en una lección moral. La relación simbiótica entre forma y contenido es axiomática para Clarín. Aunque acepta con gran frecuencia en su obra crítica las ideas literarias más modernas, su visión total de la literatura no está muy lejos de la del Marqués de Santillana que dijo que la literatura es «un fingimiento de cosas útiles, cubiertas e vela­das con muy fermosa cobertura ... », que ha de «enseñar deleitando». La obra crítica de Clarín

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muestra la evolución de esta idea para abarcar la creciente importancia a lo largo de los siglos de la personalidad individual del escritor. Por lo tanto, podríamos decir que el punto de apoyo de la pa­lanca literaria se ha trasladado en cierta medida cuando llegamos a la época de Clarín. Para él y muchos contemporáneos suyos, el propósito del arte ya es el de «deleitar enseñando». Clarín nunca muestra demasiada paciencia hacia el este­ticismo, la teoría del arte por el arte. Reconoce la importancia que pueden haber tenido estas ideas en un pasado no muy lejano, pero para Clarín la literatura ha evolucionado. Aboga siempre por la integración de forma y fondo. En el importante artículo sobre Los pazos de Ulloa (Nueva cam­paña), Clarín se muestra firme sobre este punto:

Y o creo que esa fórmula del arte por el arte está en cierto modo anticuada, y que si sirvió perfectamente para combatir la literatura di­dáctica y también en parte la tendenciosa, no es útil ante los propósitos de las nuevas gene­raciones artísticas, que rechazan -es claro- la obra de tesis, así como suena, pero que reco­nocen que lo positivo, lo real, lo natural, han de estar, aún más que en el contenido artís­tico, en el intento, y que ese intento vive, y tiene que vivir en solidaria existencia con todo lo demás que es el artista amén de poeta. Y prescindir de esto es renegar de lo natural, de lo real, en el punto y momento en que más importa (63).

Cabe aquí agregar una nota sobre los «cuentos­artículos» de Clarín. En varios de sus libros de crítica aparecen cuentos, lo cual Je lleva a uno a pensar que tienen cierto propósito crítico, por Jo menos algunos de ellos. Estos cuentos unen a Clarín con los más ilustres ensayistas costumbris­tas, tales como Larra, Mesonero Romanos y Es­tébanez Calderón. Además de los cuentos (tales como «El poeta-búho» y «Los señores de Casa­bierta» de Sermón perdido), hay asimismo artícu­los dialogados: «La contribución» (Siglo pasado), «Diálogo edificante» (Palique). Clarín distinguía entre el cuento y la novela como géneros («Pali­que», La revista literaria, 3 agosto 1892); y en estos cuentos-artículos por lo menos, las reglas que Clarín establece para la novela no parecen aplicarse a las narraciones cortas. Esto es verdad sobre todo en el desarrollo de los personajes. Con­tra su consejo para los novelistas, estos entes de ficción son tipos -representan escuelas filosóficas o clases sociales, por ejemplo. Clarín también cri­tica a través de estas narraciones a los literatosmalos, especialmente a los poetas de baja calidad.Su propósito en mu�has de ellas no parece sermayormente estético, -aunque hace el siguientecomentario en el prefacio de Solos de Clarín: «Aguisa de entreacto o de entremés van sembradospor el librito algunos cuentecillos más o menostendenciosos, sin más propósito de mi parte que elde entretener, si puedo, al lector» (64). Estos sona menudo una especie de fábulas con personajes

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Ilustración de «La Regenta»: El entierro de don Santos Bari­naga.

humanos, que normalmente reflexionaban sobre algún mal contemporáneo. Aunque Clarín tiene muchos cuentos que ilustran las normas que él sugiere para la ficción en prosa, éstas caen decidi­damente fuera de esta órbita.

Las preocupaciones principales de Clarín en cuanto a la novela parecen ser, pues, los persona­jes y la composición. Los comentarios que tratan específicamente lo que él llama la narración y la descripción son relativamente escasos, quizás porque considera estos dos aspectos en la catego­ría general de la composición. Desde luego está muy consciente del equilibrio que debe mantener el novelista entre las escenas dialogadas y los re­súmenes narrados, Jo cual hemos visto al conside­rar el diálogo como elemento de una novela. Opina «que el señor Pereda sabrá siempre descri­bir mejor que narrar; verá cuadros mejor que in­ventará planes; pero no por esto dejará de ser novelista ... » (65). En el mismo ensayo dice: «ad­mito la novela de invención y peripecias como la descriptiva en que se complace el realismo, y lógi­camente prefiero la que reúne ambas ventajas» (66). Este último comentario es consecuente con la visión integradora de Clarín, pero al mismo

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tiempo ilustra su deseo de mantener en una novela el equilibrio de todos sus elementos. La descrip­ción como finalidad no cabe en el esquema de Alas, ya que rechaza la idea del arte por el arte. Sin embargo, en Galdós formula su propia defini­ción del escritor paisajista, al cual es superior el poeta de la naturaleza: «[ ... ] es el que ve en la naturaleza el panorama y también el modelo de retórica, el que habla de la naturaleza a lo pintor, y así tan solo. Pero hay algo más que esto en el poeta de la naturaleza, que no sólo la pinta sino que la siente por dentro, pudiera decirse; ve en ella, además del cuadro, una música, una historia, casi casi un elemento dramático» (67). El nove­lista debe ir más allá de la simple descripción superficial para ahondar en la esencia de lo pin­tado verbalmente. Es decir que Clarín sugiere para la descripción del paisaje una técnica que corresponda a la que recomienda para el desarro­llo de los personajes -tanto los individuos como los grupos. Es necesario ver los «interiores ahu­mados» de los seres vivos tanto como los de las cosas inanimadas. La crítica novelística de Clarín se basa en gran parte en la observación, pero ésta debe ser siempre penetrante. El lenguaje en todo momento ha de ayudar en la expresión de una impresión de una realidad profundamente sentida. El novelista nunca debe perder de vista la totali­dad de su obra, o sea su composición. La novela posee una enorme complejidad, pero ésta no debe apoderarse de su creador. El novelista -al mismo tiempo compositor y director de esu sinfonía- es a fin de cuentas el ele-mento principal de la ficción en prosa.

NOTAS

(1) Leopoldo Alas, Solos de Clarín (1881; reimpreso Ma­drid: Alianza, 1971), p. 53.

(2) [bid., p. 72.(3) Armando Palacio Valdés y Leopoldo Alas, La literatura

en 1881 (Madrid: Alfredo de Carlos Hierro, 1882), p. 132. (4) [bid., p. 181.(5) Leopoldo Alas, Ensayos y Revistas (Madrid: Manuel

Fernández y Lasenta, 1892), p. 297. (6) Leopoldo Alas, Un discurso de Núñez de Arce (Madrid:

Fernando Fe, 1888), p. 87. (7) Leopoldo Alas, Nueva campaña (Madrid: Fernando

Fe, 1887), p. 373. (8) Citado en Robert M. Jackson, «'Cervantismo' in the

Creative Process of Clarin's La Regenta», Modern Language Notes, 84 (1969), p. 219.

(9) Frank Durand, «Leopoldo Alas «Clarin»: Consistencyof Outlook as Critic and Novelist», The Romanic Review, 56 (1965), p. 43.

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(10) Leopoldo Alas, Palique (Madrid: Victoriano Suárez,1893), p. 3.

(11) Leopoldo Alas, Galdós, en Obras Completas (Madrid:Renacimiento, 1912), I, p. 142.

(12) Durand, p. 45.(13) Leopoldo Alas, Apolo en Pajos (Madrid: Fernando

Fe, 1887), p. 89.

(14) Beser, Leopoldo Alas, crítico literario (Madrid: Gre­dos, 1968), p. 281.

(15) Palique, p. xiii.

(16) Martínez Cachero, «Trece cartas inéditas de LeopoldoAlas a Rafael Altamira, y otros papeles». Archivum, 18 (1968), p. 173.

(17) Palique, p. xxii.(18) !bid., p. xxiv.(19) Beser, p. 87.(20) Solos de Clarín, p. 19.(21) [bid., p. 20.22) ]bid., p. 21.(23) [bid.(24) [bid., p. 22.(25) La literatura en 1881, p. viii.(26) [bid.(27) Leopoldo Alas, Sermón perdido (Madrid: Fernando

Fe, 1885), p. 5. (28) !bid., p. xvii.(29) Nueva campaña, p. 9.(30) Mezclilla, p. 19.(31) [bid., p. 210.(32) [bid., p. 240.(33) Beser, p. 101.(34) [bid., p. 96.(35) Ensayos y Revistas, p. 63.(36) Jackson, p. 219.(37) «The Toads of Vetusta», Times Literary Supplement,

12 de enero de 1967, p. 26. (38) Beser, p. 294.(39) [bid .. p. 286.(40) «Thc· Toads ofVetusta», p. 26.(41) Ue,,T, p. 273.(42) �u/os de Clarín, p. 217.(43) La literatura en 1881, p. 144.(44) [bid.(45) Sermón perdido, p. 62.(46) [bid., p. 64.(47) [bid., p. 65.(48) [bid., p. 69.(49) [bid., p. 241.(50) [bid., p. 242.(51) [bid.(52) Mezclilla, p. 281.(53) [bid., p. 140.(54) Solos de Clarín, p. 320.(55) [bid.(56) Beser, p. 276.(57) Solos de Clarín, p. 289.

(58) Esta síntesis se deriva de los siguientes artículos: «Eltren directo» (Solos de Clarín); «Un viaje de novios», «Don Juan Valera en Francia» (La literatura en 1881); «El idilio de un enfermo», «Marta y María» (Sermón perdido); «Los pazos de Ulloa» (Nueva campaña); «La Montálvez» (Mezclilla); «Nubes de estío», «La novela del porvenir» (Ensayos y Revis­tas); «Realidad», «La desheredada», «Tormento» (Galdós); «Del estilo en la novela»; «Del naturalismo».

(59) Galdós, p. 103.

(60) Leopoldo Alas, «Del estilo en la novela», Arte y le­tras, 1 de agosto de 1882, p. 15.

(61) Katherine Reiss, «Valoración artística de las narracio­nes breves de Leopoldo Alas, ddesde los puntos de vista estético, técnico y temáúco», Archivum, 5 (1955), p. 78.

(62) Mezclilla, p. 184.(63) Nueva campaña, p. 230.(64) Solos de Clarín, p. 22.(65) [bid., p. 238.(66) [bid.(67) Galdós, p. 18.