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  • 8/6/2019 Kafka_textos

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    LA METAMORFOSIS, DE FRANZ KAFKA

    Texto 1.

    En la habitacin de la izquierda se hizo un penoso silencio, en la habitacin de la derecha comenz a sollozar la hermana.Por qu no se iba la hermana con los otros? Seguramente acababa de levantarse de la cama y todava no haba empezado a vestirse; y por qu lloraba? Porque l no se levantaba y dejaba entrar al apoderado?, porque estaba en peligro de perder el trabajo yentonces el jefe perseguira otra vez a sus padres con las viejas deudas? stas eran, de momento, preocupaciones innecesarias.Gregorio todava estaba aqu y no pensaba de ningn modo abandonar a su familia. De momento yaca en la alfombra y nadie quehubiese tenido conocimiento de su estado hubiese exigido seriamente de l que dejase entrar al apoderado. Pero por esta pequeadescortesa, para la que ms tarde se encontrara con facilidad una disculpa apropiada, no poda Gregorio ser despedido

    inmediatamente. Y a Gregorio le pareca que sera mucho ms sensato dejarle tranquilo en lugar de molestarle con lloros e intentos depersuasin. Pero la verdad es que era la incertidumbre la que apuraba a los otros hacia perdonar su comportamiento.-Seor Samsa -exclam entonces el apoderado levantando la voz-. Qu ocurre? Se atrinchera usted en su habitacin, contestasolamente con s o no, preocupa usted grave e intilmente a sus padres y, dicho sea de paso, falta usted a sus deberes de una formaverdaderamente inaudita. Hablo aqu en nombre de sus padres y de su jefe, y le exijo seriamente una explicacin clara e inmediata.Estoy asombrado, estoy asombrado. Yo le tena a usted por un hombre formal y sensato, y ahora, de repente, parece que quiere ustedempezar a hacer alarde de extravagancias extraas. El jefe me insinu esta maana una posible explicacin a su demora, se refera alcobro que se le ha confiado desde hace poco tiempo. Yo realmente di casi mi palabra de honor de que esta explicacin no poda sercierta. Pero en este momento veo su incomprensible obstinacin y pierdo todo el deseo de dar la cara en lo ms mnimo por usted, ysu posicin no es, en absoluto, la ms segura. En principio tena la intencin de decirle todo esto a solas, pero ya que me hace ustedperder mi tiempo intilmente no veo la razn de que no se enteren tambin sus seores padres. Su rendimiento en los ltimos tiemposha sido muy poco satisfactorio, cierto que no es la poca del ao apropiada para hacer grandes negocios, eso lo reconocemos, perouna poca del ao para no hacer negocios no existe, seor Samsa, no debe existir.

    Texto 2.

    -Y es que acaso no parece que retirando los muebles le mostramos que perdemos toda esperanza de mejora y lo abandonamos a susuerte sin consideracin alguna? Yo creo que lo mejor sera que intentsemos conservar la habitacin en el mismo estado en que seencontraba antes, para que Gregorio, cuando regrese de nuevo con nosotros, encuentre todo tal como estaba y pueda olvidar msfcilmente este parntesis de tiempo.Al escuchar estas palabras de la madre, Gregorio reconoci que la falta de toda conversacin inmediata con un ser humano, junto a lavida montona en el seno de la familia, tena que haber confundido sus facultades mentales a lo largo de estos dos meses, porque deotro modo no poda explicarse que hubiese podido desear seriamente que se vaciase su habitacin. Deseaba realmente permitir quetransformasen la clida habitacin amueblada confortablemente, con muebles heredados de su familia, en una cueva en la que,efectivamente, podra arrastrarse en todas direcciones sin obstculo alguno, teniendo, sin embargo, como contrapartida, que olvidarseal mismo tiempo, rpidamente y por completo, de su pasado humano? Ya se encontraba a punto de olvidar y solamente le habaanimado la voz de su madre, que no haba odo desde haca tiempo. Nada deba retirarse, todo deba quedar como estaba, no podaprescindir en su estado de la bienhechora influencia de los muebles, y si los muebles le impedan arrastrarse sin sentido de un lado

    para otro, no se trataba de un perjuicio, sino de una gran ventaja.Pero la hermana era, lamentablemente, de otra opinin; no sin cierto derecho, se haba acostumbrado a aparecer frente a los padrescomo experta al discutir sobre asuntos concernientes a Gregorio, y de esta forma el consejo de la madre era para la hermana motivosuficiente para retirar no slo el armario y el escritorio, como haba pensado en un principio, sino todos los muebles a excepcin delimprescindible canap. Naturalmente, no slo se trataba de una terquedad pueril y de la confianza en s misma que en los ltimostiempos, de forma tan inesperada y difcil, haba conseguido, lo que la impulsaba a esta exigencia; ella haba observado, efectivamente,que Gregorio necesitaba mucho sitio para arrastrarse y que, en cambio, no utilizaba en absoluto los muebles, al menos por lo que sevea. Pero quiz jugaba tambin un papel importante el carcter exaltado de una chica de su edad, que busca su satisfaccin en cadaoportunidad, y por el que Greta ahora se dejaba tentar con la intencin de hacer ms que ahora, porque en una habitacin en la queslo Gregorio era dueo y seor de las paredes vacas, no se atrevera a entrar ninguna otra persona ms que Greta.

    Texto 3.

    La seora Samsa y Greta se inclinaron de nuevo sobre sus cartas, como si quisieran continuar escribiendo; el seor Samsa, que se dio

    cuenta de que la asistenta quera empezar a contarlo todo con todo detalle, lo rechaz decididamente con la mano extendida. Comono poda contar nada, record la gran prisa que tena, grit visiblemente ofendida: Adis a todos!, se dio la vuelta con rabia yabandon la casa con un portazo tremendo.-Esta noche la despido- dijo el seor Samsa, pero no recibi una respuesta ni de su mujer ni de su hija, porque la asistenta parecahaber turbado la tranquilidad apenas recin conseguida. Se levantaron, fueron hacia la ventana y permanecieron all abrazadas. Elseor Samsa se dio la vuelta en su silla hacia ellas y las observ en silencio un momento, luego las llam:-Vamos, vengan. Olviden de una vez las cosas pasadas y tengan un poco de consideracin conmigo.Las mujeres lo obedecieron enseguida, corrieron hacia l, lo acariciaron y terminaron rpidamente sus cartas. Despus, los tresabandonaron la casa juntos, cosa que no haban hecho desde haca meses, y se marcharon al campo, fuera de la ciudad, en el tranva.El vehculo en el que estaban sentados solos estaba totalmente iluminado por el clido sol. Recostados cmodamente en sus asientos,hablaron de las perspectivas para el futuro y llegaron a la conclusin de que, vistas las cosas ms de cerca, no eran malas en absoluto,porque los tres trabajos, a este respecto todava no se haban preguntado realmente unos a otros, eran sumamente buenos y,especialmente, muy prometedores para el futuro. Pero la gran mejora inmediata de la situacin tena que producirse, naturalmente,con ms facilidad con un cambio de casa; ahora queran cambiarse a una ms pequea y barata, pero mejor ubicada y, sobre todo,

    ms prctica que la actual, que haba sido escogida por Gregorio.Mientras hablaban as, al seor y a la seora Samsa se les ocurri casi al mismo tiempo, al ver a su hija cada vez ms animada, que enlos ltimos tiempos, a pesar de las calamidades que haban hecho palidecer sus mejillas, se haba convertido en una joven lozana yhermosa. Tornndose cada vez ms silenciosos y entendindose casi inconscientemente con las miradas, pensaban que ya llegaba elmomento de buscarle un buen marido, y para ellos fue como una confirmacin de sus nuevos sueos y buenas intenciones cuando, alfinal de su viaje, fue la hija quien se levant primero y estir su cuerpo joven.